Julio J. Casal - 1964 - Poesia
Julio J. Casal - 1964 - Poesia
Julio J. Casal - 1964 - Poesia
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POESIA
Aquí, Poesía
Publicación bimestral
D irecto r:
RUBEN YACOVSKI
V*rocl*rto 1870 ap. 6
Woflftv¡d#o, Uruguay
Titulo» aparecidos
Po«io
N r m«do n trono
por Jorge Medina Vida)
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(Prenso y Sociedad)
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oéu por Hugo Emilio Pederoonte.
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por Alfredo Grovino
C2* Premio (nédrtot
C Departamental)
POESIA
.....................................
JULIO J. CASAL
POESIA
Apoyó mi cabeza
sobre el tronco
del ro b le ... Descendía
hasta mi espíritu
el zumo de una música de e strellas...
Dentro del tronco había
una garganta de cristal:
Cantaba.
Desenhebrándome, un collar de piedras
de países lejanos.
Era un rumor de fiesta.
Una alegría
de agua y raíz
Un restregar de párpados de pétalos
de fragancias recién amanecidas. . .
El tronco
era un hueco de siglos,
un caracol de antiguas resonancias.
Los pájaros, ya muertos
del jardín,
habían vuelto a la v id a ...
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Era una jaula bulliciosa el roble.
Yo sentia en mi oído
un estremecimiento de plumajes
y un alborozo colegial de picos.
El gorrión
«
Amaneció cansado...
Más encorvado
aun. el pico fuerte.
Sufria en el camino
su diminuta sombra cenicienta.
Cavó él mismo, un sencillo
hoyo para su cuerpo,
y se dejó caer
sin fuerzas, d e n tro ...
Entonces, las piadosas
manos del viento,
cogieron unos cuantos
pañuelos verdes
de los eucaliptus,
y cubrieron
el arpa, ya sin notas
de su cuerpo...
Aligerarte para el vuelo
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tan sin carne,
tan sin som bra...
14
Yo te olvido sin pena
Me vi tendido muerto
en el paisaje
de los ojos de aquella vaca negra.
Y la llevé hacia el mar.
Su cuerpo, hundiéndose,
se alzó, transfigurado
en un arcángel de agua.
Yo no quería
estar muerto en la tierra.
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Aquel color
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Ruego
Ni tú me esperaras. Ni yo he de ir.
Estás en lo escondido
de tu hiedra de cielo, tan lejano.
que hasta tu rostro
no podrá la muerte
alzarme en su marca.
Condenado a seguir desde la orilla
a los que ascienden hasta ti. Mi sombra
da su presencia en el movible mundo.
Apenas sube en luz Otra vez sombra.
Tal vez no quieras que yo llegue. El campo
aguarda en flor de muertos, mi ternura.
Sobre lor infinito* lirios echaré
mi corazón de hombre. Déjame ser lluvia.
Déjame como niebla ligera
por los caminos.
Seré danza de estío para la rosa débil,
como labio de arroyo para la orilla oscura.
Estarán junto a ti los que amaron la vida
y los que la encendieron en heroicos espejos,
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los que en duro ejercicio moldearon
el umbral en que se echan perros fieles.
Muerto aún amo la tierra. Despertando
del pecho de una muerta está mi infancia.
Intimo, hundirme
tn el enjambre eterno.
Renacer en los ojos de los bueyes.
Con el rojo mastín
ladrar antiguamente a loa viajeros
que llegan hasta el humo de las chozas.
¿Qué he de hacer yo en tu fiesta de elegidos?
Mi corazón es pájaro de agua
de tus copiosas venas de la tierra.
Piensa en un vuelo más que se ha extraviado.
Ni tú me esperarás. Ni yo he de ir.
Haz de mi muerte lluvia. Echala al campo.
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Aquella sombra despegó hacia el mar.
Quedó sólo tu luz callada, de paloma.
Ahora si que no puedo alcanzarte.
Cuando hablabas tu vuelo era mió.
Sin tu prisa y tu fuego, no existes.
Con el clavel en llama
yo me hubiera atrevido.
Con la rosa de nieve,
no puedo.
XIII
Este mar
monótono,
— de peces y de orilla siempre —
ya no es aquel.
Es otro mar,
uno d istin to ...
El verdadero mar fue mío y te lo di.
Tu mano era de viento y se perdió.
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X IV
No es el amanecer
que me trac la luz.
Eres tú.
No es la estrella
— resplandor descendido
sobre el álamo negro —
Eres tú.
Canta el pájaro
y con olas
se enciende el mar del aire
Y él no da la canción.
Eres tú.
Y en mi alegría
y en mi dolor,
me imagino
creyente y creador.
¡Ay! y sé bien
que no soy yo.
Eres tú.
25
Aquel golpe de hacha
t
Yo recuerdo
aquel golpe de hacha
sobre un leño.
Por la ventana abierta,
mi madre y yo
mirábamos la tarde.
La noche andaba lejos todavía.
Había ese silencio
que hay en la tarde muerta.
Sólo recuerdo
aquel golpe de hacha
sobre un leño.
26
Eras de lluvia en el distante álamo
27
Se van las flores
28
El grillo
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en un temblor de hoja
que mecerá tu sueño...
Si. aquí estoy, no ves. yo era el pequeño grillo.
El viento incendia
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La hiedra
32
A una rosa
33
Ha muerto el bosque
Ha muerto el bosque.
Sobreviviendo a i el espacio, apenas
vaga el otoño de un olor a flores
y un frío vaivén de apenumbradas ceras.
El almendro se esconde
en la neblina.
La macerada luz de un río de sangre
nos presagia un poniente del éxtasis.
No sabe el alma andar
con su herencia de sueño
y no siente el asombro
de ver trepar la hiedra por el muro.
hoy herido
en resplandor de mártires.
Humo y ceniza en el espejo, donde
osomabe su tránsito el enigma.
¿Dónde has quedado limonar lejano,
abril de la memoria mía?
El agua pensativa no recoge
1* desnudez secreta de mis hojas.
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Van por señales del otoño, muertas.
Tropieza el corazón a cada instante.
Ahoga su ternura en los salobres
vientos.
1.a sombra crece hasta apagar el cielo.
Desde la tierra, por la noche, sube
la agonía del llanto.
Frío escorial de niebla
meditando entre pinos y olivares
que vi
en el último fondo de la tarde
— arquitectura de mi mano adentro —
ya no eres más que niebla,
la forma simple de un sentido de agua.
El pobre sueño mudo
y deshojado
en corrientes oscuras,
er. barrancos
de heridas sordas.
No nos queda
otro acaso que entrar
por las huellas
decididas de parte de las lágrimas
llevando nuestra sangre
e las venas inmóviles.
Ni tiempo |>ara velar el sueño.
En nuestra frente
no hay ciclo ni posada
para la estrella intima.
Apenas hay lugar para los muertos.
35
He vuelto a verte rostro entristecido
36
Ni el mar que llama
Ni el mar
que llama,
ni la alondra
quo canta,
ni la tierra con su tenaz vigilia,
ninguno entiende nada.
Tú, sólo tú
que nunca hablas,
estás siempre presente
deshojando tu cielo comprensivo,
por nuestro aire,
en invisible escala.
No mueves ni los labios
38
Dulzura de esta muerte
39
De tu piedad, olvido
, 40
A un ruiseñor
41
Luz de domingo
Luz de domingo.
Perdida geografía de mi infancia.
Tienes
no sé que aire de inocencia antigua
y el mismo
color de la memoria de mi madre.
El hombre del farol tendía un oro
de margaritas en la plaza.
Te caía en el hombro
la sombra de una acacia.
La noche iba distante
encendiendo ventanas
Sin levantar los ojos, una estrella
sola, entre nubes, miro.
Y se nos va la vida,
y aún estás en mi sueño,
luz celeste, lejana de Domingo.
42
Disfraz
43
Alqo distinto
44
Una rosa blanca
45
Vieja palabra
46
Viejo reloj
47
No te has de ¡r
48
orden del libro
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XIV 23
Avcntoc! los cenixos 24
No os ol amanecer 25
Aquel golpe do hacha 26
Iros do llovía en ol distante ólomo 27
So van loo floro» 28
B grillo 29
B viento incendio 31
La Medra 32
A «na rota 33
Ma muerto oé booqao 34
H* vuelto o verte rostro entristecido 36
Ni el mor que Hamo 37
No mueves ai las labio* 3S
Dalzora do osla muerte 39
D1 Va piodad, olivo 40
A on ruiseñor 41
loz do domingo 42
Disfraz 43
Algo distinto 44
Una rosa blanco 45
Vieja palabra 46
Viojo reloj 47
No te bar do ir 44
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«co« de io Ccmumdod « í I u ? , iOS 'O'eres qt<y
do°. »l dio 7 de febrero de i9¿40r,e'°nes 14®4, Mor,,ovl-
JUUO J. CASAUrooó en le ciudod
d» Montevideo «I 18 de junio de
1889 y falleció en lo misma eiw
dad el 7 de diciembre de 1954.
Desde muy joven representó ol
Uruguay ocupando corpos en Fran
cia y en España, país en donde
vivió 14 años.
En Europa se vinculó con diversos
figuras del ambiente intelectual y
fu» precisamente en Esparto don
de fundó lo -avista /Ufar, publi
cación que odo^iriero gran noto
riedad en los circuios literarios
de habla hispano.
El presente voKimen contiene poe
mas de los siguientes libras:
Arbol. Celina de lo Mésko. t e
dero* de OSeée. Recoerde de d é
lo y Distante Alome.