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Julio J. Casal - 1964 - Poesia

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AQUI P O E S IA

12

POESIA
Aquí, Poesía
Publicación bimestral
D irecto r:
RUBEN YACOVSKI
V*rocl*rto 1870 ap. 6
Woflftv¡d#o, Uruguay

Titulo» aparecidos
Po«io
N r m«do n trono
por Jorge Medina Vida)
MirtMld» «| Ur
por J«on C. tejido
li mttéi
por Soúf Ibargoyen fsloj
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Gentroeo Medí no

M *ll TESTIMONIO
U Tinte Sofnt ti da
(Prenso y Sociedad)
poc Hernán Píriz

ACABA 0C IPAIIOX
***- f 0**0 ^ 10 «K) obro de
W Cipnho. FtKpe Movoo. Va.
Me A. D. do Gvo>
w - CoHo* de ComiJN, Jos*
N e g ó lo . So incluyo un0 soloo-
• • P^l'O portuguoso fradu
oéu por Hugo Emilio Pederoonte.

Próximamente
« t i l TESTIMONIO
pmrwi 4o topofos (novelo)
por Alfredo Grovino
C2* Premio (nédrtot
C Departamental)
POESIA
.....................................

JULIO J. CASAL

POESIA

AQUI, POESIA. M O N TEVID EO . 1964.


Bibliografía

f?*ftrcts, 1910, Madrid.


/Wf<i lejos. 1913 Madrid
Cíelos y llanuras, 1914, Madrid.
JViiero* horizontes, 1920. Madrid
Huerto maternal, 1921, Madrid.
Humildad, 1922, Madrid.
54 poemas, 1923, Madrid.
Arbol. 1925, Madrid
Colina de la música. 1933, Montevideo
Fxposicioft de la poesía uruguaya, 1941, Editorial
Claridad. Buenos Aire*
Cuaderno de otoñot 1947, Editorial Losada. Bs. Aires
Rala el Barradas, 1949 Editorial Losada, Bs. Aires.
Recuerdo de Cíelo, 1949. Cuadernos J. Herrera y
Reinsijt, Montevideo.
Obra postuma iDútfanfe álamo, 1956, Cuadernos J.
Herrera y Reissig, Montevideo
Opiniones sobre Julio ). Casal

A nuestra muñera de ver — y de acuerdo»


completamente de acuerdo con uno de los mejores
^.t¿cos de la obra de* Julio J. C asal— éste es uno
ios poetas que la España de siempre, la generosa
España. ha dado a América. Veamos..
Julio J. Casal, en pleno desborde de romanti­
cismo <1909) marchó a España a desempeñar un
^argo consular en La Coruña. Dejaba un M ontevi­
d eo lírico cuyas únicas voces altas eran las de Julio
Herrera y Reissig y De! mira Agustín i. Una legión
^ poetas se perdia en el ramaje inútil de las
palabras o de los gestos A llí, lejos del medio, el
pc*'ta no olvida el suelo natal, las cosas familiares.
rl aire de la naturaleza de la patria.
Pero encuentra un mundo nuevo para sus
sensaciones. Tiene entonces hondos lazos de amistad
sobre todo con los jóvenes poetas de ]a península
Funda la revista Alfar, donde comienzan a colaborar
aombres desconocidos entonces. Federico, Rafael
Aiberti, Jorge Guillen. Gerardo Diego. Rafael Barra­
das, Max Aub. Ramón Guillermo de Torre, Benja­
mín Jarnés. Antonio Espina

..Entonces la poesía de vanguardia, sacudién­


dose contra el mohoso parnaso, daba la nota exter­
na, ingeniosa y vocinglera.
Julio J. Casal apoya el movimiento serio, aun­
que es renovador.
Se entrega a los jóvenes. Y los alienta. Lánzalos
a la circulación. Pero recibe de ellos la fiebre moza
que ha de campear siempre en su espíritu.
Desde que el poeta se identifica con la orien­
tación de su revista del arte será un avanzado del
verso sin perder el sentido de las leyes clásicas,
del equilibrio, esencial a todo creador de obra artís­
tica.
España le refresca la fiebre juvenil de sus
primeros versos amatorios. Antonio Machado y Juan
Ramón Jiménez son dos ternuras desbordadas en
la copiosa Urica castellana.
Se van apagando los acordes mundanales de
Darío, y el gran nicaragüense ya va entrando en
los tiempos con lo más profundo y melodioso de
si mismo.

...Su elem ento verbal es sencillo, escaso de


palabras.
Su mundo interior posee una misma luz. no
una fantasmagoría de luces.
Está en la madurez, en la totalidad del ser,
cuando las palabras ya no pueden ser dichas inú­
tilmente.
Porque tienen para el poeta un destino único :
el de transmitir lo perdurable.
He aquí que su inocencia primitiva, cristal de
lo diáfano, se lia transformado en la gracia del can­
to, todavía balanceado por una música de color,
que solamente podemos descubrir en la pupila de
los niños o en las alas de los pájaros.
La habilidad para él es un juguete roto o un
barrote muerto.
La poesia para este alfarero no cabe en el
mundo de las formas, aunque rebose el hueco de
barro de sus manos.
Casi todo el acento m editativo o nostálgico de
sus poemas rebosa de salud, mana limpidez, frescu­
ra, equilibrio poético.
Casal está viviendo la euforia creadora de la
plenitud.
El alma por caminos seguros puede emprender
todas las distancias, que el poeta saldrá airoso de
las más difíciles travesías
Cosecha la resina del árbol. El sarmiento de
la vida, en su faena de claridad interior
JUfrttf* Mario ftrrtiro
i Fragmentos da un artículo oporteido en Lo Iteié*
Montevideo, 26 de diciembre de 1944)
Permitid o un poeto español recordar el intimo motivo
«m sólo los poetas nocidos en esto tierra tienen, sobre
e s generales que puedan reunir en su corazón, les •¿■ ¡re­
darte de %9 poesía .. |Cuóntos poetas jóvenes espoñoles de
«5 años 15r 18, 20. 22, él ayudó a dar a conocer en
UFAR. . . tiempos primeros de Pedro Salinos, Federico
loreo
VICENTE AlilXANDRE París 195S. Recogido en El Plata
Oe 4 de &k. 1955.

. ..J tllo J. Casal es uno de los poetas mós finos de


América La tin a ... Es un poeta m a y o r... Pleno de sutile­
zas Que vienen del corazón tanto como de las palabras y
púa saben tocamos por uno suerte de exquisito ternura. . .
JUUS SUKRVIElU París 1955. Recogido de Pregón
Octubre 1959 N<? 107.

... la categoría excepcional de la poesía do Julie i.


Casal . con toques de uno sorprendida ternura idiomótica
que muv escasos poetas han alcanzado ..
Pedro Leandra IpecKc. Tomado do El Plata 29 de enero
de 1956.

Ningún mensoie de poesía mós delicado podría llegar­


n o s ... Uno poesía de ton difícil sencillez, supone tras de
si una lorgo historia de ascetismo...
Porque la oparición de un libro asi madurodo, es siem­
pre un acontecimiento importante en la vida de un poeta, a
veces, también de una poesía...
ALBERTO ZUM FEIDE MP 3 de lo serie de 6 Cuadernos
de Poesía. C. J. H. y Reissíg.

. . . E n Cuaderno de Otoño fruto de una doroda expe­


riencia. la poesía Uruguaya logra uno de los mós puras
evocaciones sentimentales... Estilísticamente, Casal resul­
ta estar emparentado o esa itadismo lírico que aderezó pora
la poesía española ioaa Romes J¿mentí
Hugo Emilio Pida— oto. Sup. Lo Mañano 2 do enero
1955 póg. 3.
El roble

Apoyó mi cabeza
sobre el tronco
del ro b le ... Descendía
hasta mi espíritu
el zumo de una música de e strellas...
Dentro del tronco había
una garganta de cristal:
Cantaba.
Desenhebrándome, un collar de piedras
de países lejanos.
Era un rumor de fiesta.
Una alegría
de agua y raíz
Un restregar de párpados de pétalos
de fragancias recién amanecidas. . .
El tronco
era un hueco de siglos,
un caracol de antiguas resonancias.
Los pájaros, ya muertos
del jardín,
habían vuelto a la v id a ...

10
Era una jaula bulliciosa el roble.
Yo sentia en mi oído
un estremecimiento de plumajes
y un alborozo colegial de picos.
El gorrión
«

Amaneció cansado...
Más encorvado
aun. el pico fuerte.
Sufria en el camino
su diminuta sombra cenicienta.
Cavó él mismo, un sencillo
hoyo para su cuerpo,
y se dejó caer
sin fuerzas, d e n tro ...
Entonces, las piadosas
manos del viento,
cogieron unos cuantos
pañuelos verdes
de los eucaliptus,
y cubrieron
el arpa, ya sin notas
de su cuerpo...
Aligerarte para el vuelo

Aligerarse para el vuelo. Un día


nada de lo superfluo pesará
Iremos tan sin carne, tan sin sombra
solo en la lu z .. .
Creíamos.
que lo que fue quedando en el viaje,
lo íbamos perdiendo.
Perder no es desprenderse
de lo frondoso,
ni es ir dejando aquello que nos viste
de transitoria y fácil alegría.
Mirar como se apaga
la voz que grita,
no es perder
\ nos alcanzará, con nuestra parte
de agua y de viento.
Un día
irá nuestro corazón
ligero —no vacio—
solo en la luz.

13
tan sin carne,
tan sin som bra...

14
Yo te olvido sin pena

Yo te olvido sin pena.


Y no soy yo. es el viento
que te lleva.
Quería retenerte
por un hilo siquiera de recuerdo.
Y no soy yo, es el viento
que te lleva.
Y mi pena es dejarte ir
sin pena.
No me exalta tu voz
cuando te alejas.
Es rostro ausente tu color.
Te miro como
si no te conociera.
Pétalo de la rosa
que ya no es mía,
mi pena es
dejarte ir sin pena.
Y no soy yo, es el viento
que te lleva.
IV

Me vi tendido muerto
en el paisaje
de los ojos de aquella vaca negra.
Y la llevé hacia el mar.
Su cuerpo, hundiéndose,
se alzó, transfigurado
en un arcángel de agua.
Yo no quería
estar muerto en la tierra.

16
Aquel color

Aquel color no se me quiere ir.


Mi hermana Blanca
lo tiraba al aire.
Caía redondo.
Aún lo veo
encenderse en su mano.
Mujer, hoy en el cielo
tibio de tu mirada,
volví a encontrar la seda y la dulzura
de los ojos de aquella
paloma de heliotropo.
Qué angustia cuando miro el pasado
y sólo veo
brillar las piedras
de los pendientes de mi madre.
Yo no sé cómo era
su semblante.
¡Ah! sí, aquí estás
con tu óvalo de niebla.
Cierro los párpados
para respirarte mejor.
Entonces sí, mantengo en alto
aquel buen resplandor de menta,
que te hacía a mis ojos
tan de aire.
Ya voy
sobre la tierra
de tu silencio.
La misma siesta
enredada
en el mismo molino.
Qué extraña aquella sombra de mi padre
maciza, intacta,
sin un pliegue de luz.
;Ah! ¡la naranja pequeña y amarilla
en el azul!
Aquel color no se me puede ir.

18
Ruego

Ni tú me esperaras. Ni yo he de ir.
Estás en lo escondido
de tu hiedra de cielo, tan lejano.
que hasta tu rostro
no podrá la muerte
alzarme en su marca.
Condenado a seguir desde la orilla
a los que ascienden hasta ti. Mi sombra
da su presencia en el movible mundo.
Apenas sube en luz Otra vez sombra.
Tal vez no quieras que yo llegue. El campo
aguarda en flor de muertos, mi ternura.
Sobre lor infinito* lirios echaré
mi corazón de hombre. Déjame ser lluvia.
Déjame como niebla ligera
por los caminos.
Seré danza de estío para la rosa débil,
como labio de arroyo para la orilla oscura.
Estarán junto a ti los que amaron la vida
y los que la encendieron en heroicos espejos,

19
los que en duro ejercicio moldearon
el umbral en que se echan perros fieles.
Muerto aún amo la tierra. Despertando
del pecho de una muerta está mi infancia.
Intimo, hundirme
tn el enjambre eterno.
Renacer en los ojos de los bueyes.
Con el rojo mastín
ladrar antiguamente a loa viajeros
que llegan hasta el humo de las chozas.
¿Qué he de hacer yo en tu fiesta de elegidos?
Mi corazón es pájaro de agua
de tus copiosas venas de la tierra.
Piensa en un vuelo más que se ha extraviado.
Ni tú me esperarás. Ni yo he de ir.
Haz de mi muerte lluvia. Echala al campo.

20
Aquella sombra despegó hacia el mar.
Quedó sólo tu luz callada, de paloma.
Ahora si que no puedo alcanzarte.
Cuando hablabas tu vuelo era mió.
Sin tu prisa y tu fuego, no existes.
Con el clavel en llama
yo me hubiera atrevido.
Con la rosa de nieve,
no puedo.
XIII

Este mar
monótono,
— de peces y de orilla siempre —
ya no es aquel.
Es otro mar,
uno d istin to ...
El verdadero mar fue mío y te lo di.
Tu mano era de viento y se perdió.

22
X IV

Ni tú, ni yo, ni el v ien to ...


No sabemos nada.
Tú que lo esperas todo,
yo que no espero ya.
Y el viento que entra
en las casas, y mira
y toca, y revuelve las cosas.
Después una hoja
le pregunta qué ha visto.
Y no responde nunca.
No sabe nada.
Cómo tú
y como yo.
Aventad las cenizas

Aventad las cenizas.


Quiere el cuerpo ser aire.
Ya que llegó la hora de elegir,
nada de cielo, ni de tierra.
Aire.
Despertar con la mano invisible
la hoja dormida
y animar el plumón amarillo
del pájaro sediento.
Ah. el pobre caballo
entristecido
de angustiada fatiga,
cuando sienta
el tierno rocio
de mi presencia.
Puesto que hay que morir,
no me deis tierra
ni cielo.
Derramadme en el aire.
No es el amanecer

No es el amanecer
que me trac la luz.
Eres tú.
No es la estrella
— resplandor descendido
sobre el álamo negro —
Eres tú.
Canta el pájaro
y con olas
se enciende el mar del aire
Y él no da la canción.
Eres tú.
Y en mi alegría
y en mi dolor,
me imagino
creyente y creador.
¡Ay! y sé bien
que no soy yo.
Eres tú.

25
Aquel golpe de hacha
t

Yo recuerdo
aquel golpe de hacha
sobre un leño.
Por la ventana abierta,
mi madre y yo
mirábamos la tarde.
La noche andaba lejos todavía.
Había ese silencio
que hay en la tarde muerta.
Sólo recuerdo
aquel golpe de hacha
sobre un leño.

26
Eras de lluvia en el distante álamo

Eras de lluvia en el distante álamo.


De lluvia que se fue por los andenes
rosados de la tarde, y en las hojas
dejó dormido un ruiseñor de aire.
Aquella languidez te daba ausencia,
y te llevaba a un cielo gris, mecido
en soledad de lágrimas y en péndulos
sin tiempo.
Yo desde mi niñez, estoy mirando
cómo del pecho frágil y pequeño,
te van brotando hasta cubrirte el hombro
las palabras que hoy hacen mi memoria

27
Se van las flores

Se van las flores


para dejarte aroma.
¿Cómo perder tu canto,
alondra que te fuiste,
si dejaste la forma
de tu luz en el aire?
El cielo tiene voces
para que yo te escuche.
Y tu traje de tierra
no ocultan las neblinas.
Ahora miro en lo exacto
los pliegues de tu danza
y de la noche cae
tu claridad secreta.
Mis muertos
no se van a la tierra.
Sin buscar los encuentro
en los simples muros
de cal y de ladrillo,
hasta en las violetas descoloridas
y en las grietas del tiempo.

28
El grillo

Me buscarás por cielos lejanos. El camino


cel aire te abrirá su Invisible arboleda.
Yo, entre los tiernos juncos del remanso
, dormido,
te extendere mi puente de grillo, en voz
nocturna.
Estaré junto al agua, saltando entre la tierra,
lejos de aquellos ángeles donde vas a mi
_ . . . encuentro.
Kodarc entre las plantas, con mi invisible
. . sombra
de música secreta, que va huyendo del día.
Iras por los peldaños
del aliento del campo,
subiendo en la creencia
de encontrarme allá arriba,
y te dirán: no está.
Cuando acaso regreses
al último viaje
de acogedora tierra,
me encontrarás al fin

29
en un temblor de hoja
que mecerá tu sueño...
Si. aquí estoy, no ves. yo era el pequeño grillo.
El viento incendia

El viento incendia de aromas distantes,


mi rostro apagado de estatua.
Miro
como crece el musgo entre la sombra fría.
¡Así llegarás!
Apartarías de mi hombro los hilos
amarillos del tiempo.
No me duele la herida.
Desde aquí siento
como zarpa la sombra
y viene ¿ r e dorado.
En la piedra escondido
va subiendo mi otoño
entre las golondrinas
de la lluvia.
Pobre ángel
del regazo de mi madre,
que no puede mecer la piedra.

31
La hiedra

Cuando acercas tus ojos a mi vida,


percibes solo el familiar remanso.
No ves la hiedra oscura, sin descanso,
subir al .nuro de mi ser, ceñida.
El agua para ti, canta encendida,
en resplandor de cielo, leve y manso.
Yo, dentro, entre las olas, lucho y canso
mi corazón, por ocultar la herida.
Me miras a los días, en espejo
intimo de dulzura, sobre el viejo
pan del día de ayer, en amor blando.
Y para tí, mi mal no transparenta
esa sangre de hiedra, fría y lenta,
que al muro de mi sien, ya va llegando

32
A una rosa

Yo te vi levantar sobre los prados


cuando la alondra estaba silenciosa.
Iba ascendiendo en petalos dorados
la arquitectura alada de la rosa.
Con sus ojos de un verde ceniciento
entre los juncos de la hora, el valle
se extendía por verte, ágil portento,
de pecho rubio y afinado talle.
Los arcos iris de la madrugada
se hacían puente, para que el rocío,
por tu rubor, vertiera su cascada
de cielo en fiesta, desatado en río.
Un aire azul, de luna, aún en la aurora,
jugaba por la orilla de tu frente
Para mirarte, con su fina prora
cortaba un pez el agua de la fuente.
La alondra no cantaba. En vuelos asombrados
iba ciñendo brisas de arrullo a tu cintura,
mientras tú, en la rosada soledad de los
prados,
te alzabas en un sueño de alada arquitectura.

33
Ha muerto el bosque

Ha muerto el bosque.
Sobreviviendo a i el espacio, apenas
vaga el otoño de un olor a flores
y un frío vaivén de apenumbradas ceras.
El almendro se esconde
en la neblina.
La macerada luz de un río de sangre
nos presagia un poniente del éxtasis.
No sabe el alma andar
con su herencia de sueño
y no siente el asombro
de ver trepar la hiedra por el muro.
hoy herido
en resplandor de mártires.
Humo y ceniza en el espejo, donde
osomabe su tránsito el enigma.
¿Dónde has quedado limonar lejano,
abril de la memoria mía?
El agua pensativa no recoge
1* desnudez secreta de mis hojas.

34
Van por señales del otoño, muertas.
Tropieza el corazón a cada instante.
Ahoga su ternura en los salobres
vientos.
1.a sombra crece hasta apagar el cielo.
Desde la tierra, por la noche, sube
la agonía del llanto.
Frío escorial de niebla
meditando entre pinos y olivares
que vi
en el último fondo de la tarde
— arquitectura de mi mano adentro —
ya no eres más que niebla,
la forma simple de un sentido de agua.
El pobre sueño mudo
y deshojado
en corrientes oscuras,
er. barrancos
de heridas sordas.
No nos queda
otro acaso que entrar
por las huellas
decididas de parte de las lágrimas
llevando nuestra sangre
e las venas inmóviles.
Ni tiempo |>ara velar el sueño.
En nuestra frente
no hay ciclo ni posada
para la estrella intima.
Apenas hay lugar para los muertos.

35
He vuelto a verte rostro entristecido

He vuelto a verte, rostro entristecido


de mi madre, en la tierna madrugada.
Por el balcón subía deshojada
la íntima voz del gallo amanecido.
Para mis ojos, gusto apetecido,
taza de leche apenas ordeñada.
La luz corría por la piel mojada
del campo, entre la niebla suspendido.
Madre, estás con tus labios en mi frente.
Y volver a ser niño. Aquella fuente
de mi infancia mirarla renaciendo,
crecer tan alto y a su vuelo asirme.
En su amor, en su agua diluirme
y ya niño otra vez, irme muriendo.

36
Ni el mar que llama

Ni el mar
que llama,
ni la alondra
quo canta,
ni la tierra con su tenaz vigilia,
ninguno entiende nada.
Tú, sólo tú
que nunca hablas,
estás siempre presente
deshojando tu cielo comprensivo,
por nuestro aire,
en invisible escala.
No mueves ni los labios

No mueves ni los labios, porque vienes


solo hablándome en luz. Estoy oyendo
como me dices cosas, estoy viendo
como llegas del fondo de tus sienes.
En tu sonrisa, entre los ojos tienes
todo lo que en la vida fui perdiendo,
y, que al mirarte ahora, va naciendo
de tí, para rodearme con sus bienes.
Resplandor de tu aliento. La ternura
de tu paloma, como un agua pura
sube de tu silencio a mi latido.
Por tu niebla yo entro en lo callado.
Se que me hablas sin haber hablado,
se que eres mía sin haberlo sido.

38
Dulzura de esta muerte

Dulzura de esta muerte


que no me alcanza nunca,
y es rio familiar
que corre por mis sienes.
Yo ia estaba esperando
desde otra soledad,
y ella estuba escondida.
Muerte,
mi otoño señalaba
tu impaciencia en las ramas desnudas.
Te veia venir
por trasmundos velados
y sentía en mi pecho
asomar tu presencia.
Y no eras tú.
Sospechada en espejos
me miraba tu rostro,
rostro que no era el tuyo.
Nc hemos amado lo bastante acaso.

39
De tu piedad, olvido

De tu piedad, olivo, verde el prado


iba surgiendo bajo la colmena
azul del aire. La radiante vena
del río, iba ceñida a tu costado.
Rostro distante, lento y apagado
en soledad de luna y azucena
dándole al corazón blanca faena
tierno ejercicio por lo bien amado.
No sé que olor a lluvia y a distancia
en gris de otoño, tu recuerdo alumbra
y asciendo a tu trasmundo para verte.
Me da otra vez tu rostro su fragancia
derramando tu amor en mi penumbra
y andas viviendo en mí, desde la muerte

, 40
A un ruiseñor

Vacilas ruiseñor, porque en el aire hay blandos


v pequeños enjambres de atardccidas luces.
Aguardas a la noche total, paro que ascienda
tu canto hasta la oscura quietud de los pinares.
Yo. desde mi ribera, te miro y te comprendo.
La claridad del día enmudece tu estrella.
Solo para el silencio entristecido
del camino nocturno, correrá azul tu agua.
La luz va adelgazando entre laderas grises.
Esté la sombra echando su aliento sobre el mar.
I a abeja de la tarde va por lu flor del sueño
y un rio de violines se desborda en la nochc.

41
Luz de domingo

Luz de domingo.
Perdida geografía de mi infancia.
Tienes
no sé que aire de inocencia antigua
y el mismo
color de la memoria de mi madre.
El hombre del farol tendía un oro
de margaritas en la plaza.
Te caía en el hombro
la sombra de una acacia.
La noche iba distante
encendiendo ventanas
Sin levantar los ojos, una estrella
sola, entre nubes, miro.
Y se nos va la vida,
y aún estás en mi sueño,
luz celeste, lejana de Domingo.

42
Disfraz

Mas de lo que quisiera voy viviendo.


No seré nunca amado de los dioses.
Pasaron por mis ojos tan veloces
que en mi alta mar, aún sigo sufriendo.
Desde mi soledad, voy aprendiendo
que tal vez al vivir, me nacen goces
de muerte, y disfrazada en luz de voccs
me van mentidas sombras sosteniendo.
Me palpo y esta carne no es la mía.
Acaso es noche lo que ayer fue día,
brillando en apariencia y es su suerte
Arder y no quemar, vivir en rio
sin agua, ser de fuego y sentir frió
y en un disfraz de vida, ir con mi muerte.

43
Alqo distinto

Algo distinto, si, algo que mueva


nuestro pie, entre las nieves de la vida.
Una lejana voz, de antigua nueva,
como una ola nunca repetida.
En lo alto del sueño ver que lleva
el camino a una esencia no sentida.
La sien canece en tanta dura prueba
y dueño aún de la niñez perdida.
De mi mano naciendo van lo6 ríos
y es todo el cuerpo nada más que tierra.
Labrar la paz con mi constante guerra.
Muerte, crecer en mi, tierno retoño
y ser centro de todos los estíos
desde la fría niebla de mi otoño.

44
Una rosa blanca

Aun le queda a mis ojos, la alegría


de verte abrir, pequeña rosa blanca
en el instante en que del pecho arranca
un pájaro, la tierna luz del dia.
Miro avanzar la hora. El mediodía
por breve tiempo en el azul se estanca.
Tiende el espacio agónica barranca
y tarde y noche, luchan a porfía.
Vence la noche misteriosamente.
No se sabe si nace de la fuente
o si baja del ciclo. Y en la incierta
y tenue voz que queda de la tarde
en la noche total, una luz arde.
Veo la rosa ya del todo abierta.

45
Vieja palabra

Volver a ti, vieja palabra en donde


revive la ternura de la infancia
el patio aquel, mi madre, la fragancia
en que el pasado, su paisaje esconde.
Deja que el alma en tu misterio ahonde
hasta encontrar tu flor en tu distancia.
Llega en tu voz la familiar estancia.
Quiero que en torno de mi sueño ronde.
Bajo la parra solariega, el canto
de los pájaros suelta su alegría
por la forma recóndita en que vienes.
Lloro desde tan lejos, que oigo el lla n to
como va resbalando por mis sienes.
Vuelves a ser, palabra, otra vez mía.

46
Viejo reloj

No te olvido reloj de la casa paterna.


Tus agujas de acero marchaban lentas, frías.
Friso de golondrinas adornaban tu tierna
madera, en la penumbra de tantos largos días.
Tu péndulo dorado, desde su cara eterna
nos miraba callado. Remotas horas mías.
Fn tu canto gustaba como en una cisterna
todo el sueño del agua de las lejanas rías.
Viejo reloj de España, que nos trajo el abuelo.
Y de aquel mar Cantábrico y el candor de aquel
cielo,
nos hablaba la fina y olorosa madera.
Me pareces un barco que llegas de tan lejos
y nos traes el aroma de aquellos pinos viejos
anclando en nuestra antigua y familiar ribera.

47
No te has de ¡r

No to has de ir. La tierra


está demasiado
bien hecha.
Aprendes de memoria las palabras
de los viajes
y no sabes que para partir
hay que olvidarlo todo.
Miras trenes, y barcos, y palomas.
Ignoras que ellos corren
y vuelan por el mundo
para estar quietos.
Es el mundo que anda.
No es el barco, es el mar
que se mueve. No pasan los viajeros.
es el camino
No vuela la paloma,
es sólo el aire.
No te has de ir. La tierra
está demasiado
bien hecha

48
orden del libro
cikkfA Im(!a I W
ivVTV «lili f n«/i
ulOII 7
6 reMi 10
B forrfón 12
A ü fffín í pora #1 v t i it 13
T# le oMdc sin p*no 15
W 16
Atvd color 17
h t? o 19
a 21
xiii 22
XIV 23
Avcntoc! los cenixos 24
No os ol amanecer 25
Aquel golpe do hacha 26
Iros do llovía en ol distante ólomo 27
So van loo floro» 28
B grillo 29
B viento incendio 31
La Medra 32
A «na rota 33
Ma muerto oé booqao 34
H* vuelto o verte rostro entristecido 36
Ni el mor que Hamo 37
No mueves ai las labio* 3S
Dalzora do osla muerte 39
D1 Va piodad, olivo 40
A on ruiseñor 41
loz do domingo 42
Disfraz 43
Algo distinto 44
Una rosa blanco 45
Vieja palabra 46
Viojo reloj 47
No te bar do ir 44
brero. impreso en í o m S , * Üe Safon(JV Co-
«co« de io Ccmumdod « í I u ? , iOS 'O'eres qt<y
do°. »l dio 7 de febrero de i9¿40r,e'°nes 14®4, Mor,,ovl-
JUUO J. CASAUrooó en le ciudod
d» Montevideo «I 18 de junio de
1889 y falleció en lo misma eiw
dad el 7 de diciembre de 1954.
Desde muy joven representó ol
Uruguay ocupando corpos en Fran­
cia y en España, país en donde
vivió 14 años.
En Europa se vinculó con diversos
figuras del ambiente intelectual y
fu» precisamente en Esparto don­
de fundó lo -avista /Ufar, publi­
cación que odo^iriero gran noto­
riedad en los circuios literarios
de habla hispano.
El presente voKimen contiene poe­
mas de los siguientes libras:
Arbol. Celina de lo Mésko. t e ­
dero* de OSeée. Recoerde de d é ­
lo y Distante Alome.

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