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I
EL PRIMER LIBRO VASCO
El primer libro escrito e impreso en lengua vasca es un libro de
poesías, que consta tan sólo de 52 páginas. Se publicó en Burdeos
en 1545. Ostenta un título un tanto pretencioso y arrogante, en la-
tín: "Linguae Vasconum Primitiae". Y efectivamente se trata del
libro más antiguo que jamás se haya publicado en vascuence. El vas-
cuence, esta lengua misteriosa que tanto ha atraído la atención de
los sabios por su originalidad, por su resistencia a ser encuadrada
Fr. Luis VillasoiUe O. F. VI.—la Virgen María... 18i
unos ingratos que se han olvidado de que tuvieron una madre que
les dio el seno. Las mujeres son mejores que los hombres, más virtuo-
sas. La mujer hace mil beneficios al hombre. Sin sus cuidados el
hombre siempre anda sucio y la casa está mal aseada. Por su ter-
nura y delicadeza la mujer es de inestimable precio. En fin, es un
auténtico apologista del sexo débil.
Otra realidad que el poeta de la Baja Navarra ha sentido pro-
fundamente y descrito con rasgos magistrales es la locura del amor
humano y carnal: su irracionalidad, su vehemencia. Es una borra-
chera que no hay manera de curar, un fuego abrasador, un tormen-
to que no deja vivir. El ve con claridad meridiana este trágico con-
traste: por una parte Dios ha creado al hombre, le ha dado su ley,
que éste debe guardar, si quiere salvarse. Y el hombre con ceguera
incalificable no sirve a su Señor y Creador, sino al enemigo, si-
guiendo el camino del pecado; y sin embargo, el mismo hombre re-
conoce y confiesa que esto es un desorden e injusticia:
II
LA VIRGEN EN EL PRIMER LIBRO VASCO
Ya en su primer poema, de carácter religioso, en que el poeta
recomienda que se vaya a la iglesia cada mañana, si ello es facti-
ble, y describe lo que se ha de hacer allí, nos encontramos con la
Virgen. En aquel tiempo, como es sabido, se enterraba en las igle-
sias, y aun hoy en los poblados vasco-francesedi los cementerios están
contiguos a ella, de modo que es preciso atravesarlos para ir a la
iglesia. Por eso Dechepare dice que al entrar en el cementerio, ca-
mino de la iglesia, pensemos en los muertos, que un día fueron vi-
vientes como nosotros y pidamos el perdón para ellos. Una vez en
la iglesia, tiene un detalle sumamente delicado que indica la con-
ciencia que el poeta tema de cuanto el bautismo significa en nues-
tra vida cristiana. Dice, en efecto, que nuestra primera mirada sea
a la pila bautismal : "Piensa que allí has recibido la fe, la gracia de
Dios y el camino de la salvación. Sea para ella tu primer reconoci-
miento". La siguiente mirada aconseja que sea para el Santísimo
Sacramento y para el Crucifijo. Y a continuación dice: "Alza los
ojos hacia donde se encuentra la Virgen Santa María: todo el mun-
do no te puede ayudar tanto como ella: ella está en la gloria la más
inmediata a Dios: tiene todas las gracias en su mano". Y prorrumpe
fn esta breve súplica: "Oh gloriosa Señora y dulce Madre, en vos
^e halla toda la esperanza de los pecadores: yo, gran pecador, vengo
a vos para que me ayudéis a salvar el alma". A continución dice
que pensemos en los otros santos e invoquemos también su patro-
cinio.
"La buena madre de Dios está llena de todas las gracias. Nadie
hay que sea digno de ser el objeto de su amor. Sirvámosla bien v
ella nos amará al instante. Todo otro amor fuera de éste es vano
Cuando más necesitemos, nos faltarán todos los oüvs. Nosotros
los pecadores morimos antes de lo que se piensa. Si ella no viene
en nuestra ayuda, ¡cuan perdidos somos! Demos todos nuestro
amor a la buena Señora. Dejemos todo otro amor y honremos a
ella. Si así obramos, seremos honrados. Sin ella, a pesar de todos
los demás, nos perderíamos."
"Fuera de Dios, todo el mundo no puede ayudar tanto como
ella; el cielo, la tierra, el mar todo le está sometido: a todo se ex-
tiende su mano si es preciso, A pesar de ser ella grande, ella aprecia
al pequeño. Si dejamos a la que es así, ¿dónde encontraremos otra
semejante?"
"Los otros amores no son honestos más que respecto a uno solo:
no se quiere repartir con otro lo que se posee: la Virgen Madre
gloriosa es de tal manera cumplida que a todos ella se basta. La
buena Señora ha recibido como don la gracia de no inspirar a
nadie pasión perversa y de extinguir con su aspecto todo deseo
impuro. Con ver su imagen conoceréis la verdad de esto."
"Antes faltará el agua en el mar, la estrella en los cielos, la
sombra en los bosques, la hierba en toda la tierra, el sol en el día,
la obscuridad en la noche negra, que ella nos falte a nosotros, si
es que nos mostramos fieles para con ella. ¿Por qué, pues, somos
locos, pobres pecadores? Vayamos todos a esta fiel Señora. Eche-
mos fuera todos los amores falsos. Con ella tenemos todo cuanto
necesitamos. ¡Ah, pobre enamorado, cómo estás engañado! Tú
pasas en la locura toda tu existencia. Si mi graciosa Señora no
viene en tu ayuda, vas perdido, tanto en vida como en muerte."
"...aunque sea en la muerte, encomiéndate a ella... Incluso en
el último momento, ella no deja a los suyos perderse; incluso en
esa hora, tiene en su mano todas las gracias".
"Nadie hay exento de falta, ésta es seguramente la verdad. Dios
condena el mundo a causa del pecado. En vos no ha habido pe-
cado, oh gran Señora: interceded por nosotros a fin de que nos
conceda el perdón. Dios os hizo para salvar a los pecadores (re-
servándose para sí el ser juez de justicia), a fin de que fueseis el
refugio de la misericordia, y no pudiendo ser salvos en justicia,
se salvasen por vuestra misericordia, a condición de que sincera-
mente acudan a vos. Jamás ha habido ni habrá un pecador tan
190 Fr. Luis Villasante O. F. M.—La Virgen María...
Conclusión
Estos son los pasajes referentes a la Virgen que hallamos en el
primer libro vasco. Como habréis notado, casi todos los dones y
prerrogativas de la Virgen, que nuestros mariólogos proponen,
están ya aquí atestiguados o insinuados. En estos versos sencillos
resplandece y alienta de una manera bien viva y notable el sentir
cristiano de todos los siglos acerca de la Virgen Santísima, en ellos
se expresa el alto concepto que de la Virgen, de su dignidad y papel
en los planes salvadores de Dios ha profesado el creyente. Bajo
este punto de vista Bernard Dechepare es sin duda un testigo más
—y testigo bien explícito—, y su obra un monumento más de esta
tradición viviente y multisecular de la Iglesia, que en todos los
siglos y pueblos de la Cristiandad ha alzado su voz para expresar
lo que la fe cristiana cree de la Virgen.
Terminemos este sencillo reportaje sobre el primer poeta vasco
reproduciendo una estrofa suya en su misma lengua nativa: