Poemas para el confinamiento
Poemas para el confinamiento
Poemas para el confinamiento
CONFESIÓN
Piedad Bonnet
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Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
Luis Cernuda
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Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.
Emilio Prados
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Cariño,
Fran Navarro
AGUA
Gabriela Mistral
VIAJE
Es la misma de anoche,
la misma de mañana.
Alfonsina Storni
HIJAS DEL VIENTO
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Alejandra Pizarnik
EJERCICIOS
Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo
yo y el gran aire
de las palabras
Blanca Varela
FARMACIA DE GUARDIA
No es Valium ni Orfidal,
no me ha entendido.
Se trata de la fe. Sí: de la fe.
Comprendo que es muy tarde
y no son horas
de andar telefoneando a una
farmacia
con tales quintaesencias.
Lo que yo necesito
para entrar confiada en el vientre
del sueño
es algún específico protector de
la fe.
¿Que le ponga un ejemplo más
concreto?
Pues no sé... Necesito
creerme que este saco
cerrado por la boca
y en cuya superficie
se aprecia la joroba
de envoltorios estáticos
puede volver a abrirse alguna vez
a provocar deseos y sorpresas
bajo la luz del sol y de la luna,
bajo el fervor clemente
de los dioses del mar.
¡Oh, volver a sentir lo que era
eso!
Y ni siquiera necesito tanto
—ya es menos lo que pido—;
simplemente creerme
que un día lo sentí
intempestivamente
cuando más descuidada andaba
de esperarlo,
y supe con certeza
que sí, que se podía,
que un corazón doméstico
cuando al fin se desboca
es porque está latiendo sin
saberlo
desde otro muy cercano.
Creárase la soledad,
el doble de ella misma,
e incluso el triple y llegárase al siete de la nota,
al lugar del descanso, al punto geométrico,
al triángulo exacto de la transmigración perenne
-el alma que se escapa entre los brazos quietos
y el triángulo -viejo- con sus catetos rotos-.
Y de nuevo hacia el uno,
hacia la sola agua. Consonancia perfecta
el uno con el dos y cada nota, fija, en esa vibración,
exactamente el doble en las octavas altas.
Creárase la soledad, el infinito nunca de la música,
el punto equidistante entre la nada.
La piel del hombre, un árbol.
En su interior, lo solo y el dos y el tres en su costado
y el cuatro y nuevamente el cinco con sus dedos correctos
y el seis (como de hombre) y el siete del retorno.
El ser, así, girando en desmesura, como un sonido ciego
y un estuche, desnudo en cada muerte.
Pitágoras
Metaponte, h. 500 a.C.
Dolors Alberola
EL PAN
A Salvador Jiménez
Eladio Cabañero
VOCES PARA UNA NOTA SIN PAZ
Julia de Burgos
AH, ESE FRESCOR EN LA CARA DE NO CUMPLIR UN DEBER
Fernando Pessoa
LA GENTE DICE
La gente dice:
«Pobres tiene que haber siempre»
y se quedan tan anchos
tan estrechos de miras,
tan vacíos de espíritu,
tan llenos de comodidad.
Yo aseguro
con emoción
que en un próximo futuro
sólo habrá pobres de vocación.
Gloria Fuertes
TENGO UNA AMIGO
Ida Vitale
LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
Gabriel Celaya
UN CUERPO ES EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE
Tú no sientes
cómo el tiempo se adensa en esta habitación
con la luz encendida, como está fuera el frío
lamiendo los cristales... Qué deprisa,
en mi cama esta noche, animalito,
con la simple nobleza de la necesidad,
mientras que te miraba, te quedaste dormido.
Kyra Galván
CASH
o es demasiado riesgo
tentar la cavidad rosada del peligro en una sola apuesta
sin más que esa moneda para pagar el precio
Laura Yasan
LA MODERNIDAD ADOSÓ UN SQUASH
de espaldas a la Historia
los jugadores de squash pelean
contra la edad y los excesos
de grasa en la sangre y en los ojos
ajenos
cerca
las cenizas de Trotski y Natalia Sedova
entre arrayanes mirtáceos y flores carnales
de su jardín de aroma insuficiente
se suman en el doble fracaso del amor
y la Historia
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UN RECUERDO QUE DEJO
Nezahualcóyotl
LINTERNAS
Odette Alonso
LA CANCIÓN DEL PORDIOSERO
las aspas
están cansadas de levantar el polvo sobre
objetos muertos
objetos en desuso.exhalan.desasosiego.
en una calle sinuosa una tienda perdida.
es junio y se llama paraíso.
recostada al vidrio mastico las yerbas
no veo nada particular definible: nada es caro.
no morir no ver en la intención.
aburrimiento que alguna vez fue lumínico
aquí y allá manchas
no se sabe de qué.
consumidos gastados juntos nada es caro
esperando un nuevo comprador; prenda inservible
justo mi seno izquierdo abierto sale de la blusa
hay un afilador.
las ratas nos miran, sospechan y nos miran
con sus ojos rojizos detrás del cartón. artículos
que alguna vez fueron algo
simulación. ovación.
la melodía es mediocre su música se mezcla
reiterativa
al sonido quejoso del ventilador
se agitan las aspas contra ellas mismas. esto se mueve
parece que se mueve.
lámparas viejas viejos artificiosos: nada es caro
espejos sólo imágenes.
azogue opaco contra el ojo de su objeto anterior.
estamos hartos del espectáculo y la reparación.
la calle es sinuosa: tiendecita.monte. paraíso.
fijo el rastro que me llevó
buscaba tal vez
pero ya nada es antiguo ni solo
la proximidad de sus formas me impide la ilusión
entre tantos objetos sin fin ni destino
conformes en su silencio en la rutina de no ser
amontados.
Escribir el instante
que no es poco.
Inventarlo, intentarlo
con palabras indóciles.
Acomodar los signos
en desacuerdo con el día.
Saber un poco más
o un poco menos.
Y adivinar que mañana
habrá otro borrador indescifrable.
Para simplificar
pienso en tu sexo
La marea sube.
Pequeño es el ruido de las olas,
el lamento
de algún ganso o gaviota.
Verónica Jaffé
POEMA QUE WALLADA HIZO BORDAR EN ORO SOBRE SU
VESTIDO
Wallada La Omeya
INVENTAR LA VERDAD
Xavier Villaurrutia
RESACA
Yolanda Bedregal
CAZADORA DE SUEÑOS (I)
Zulema Moret