Guillermo Fernández Arca
Guillermo Fernández Arca
Guillermo Fernández Arca
jaibasbibliopiratas
Antonio Gamoneda
EL ASEDIO ronronea intilmente y en el silencio de la medianoche slo tu carne oscura resplandece en la tiniebla de la duda. Creo que llueve.
SERENIDAD mudez o indiferencia real o supuesta componen el testudo que oculta y acalla su gemido En la embustera serenidad de la sala evitamos mirarnos
A qu le tememos ms: a la lluvia que comienza a inundar la sala o al animal que llevamos dentro?
ESOS TRES METROS que siempre nos apartan son tres aos luz y otros tantos tcitos teoremas y entelequias con verrugas.
Acaso se ensimisma en alguna apora del eleata o se hunde en la negacin del movimiento o encarna la piedra filosofal junto a la lmpara que alumbra al inmvil matorral de su silencio?
EN LA SALA cae una lluvia que slo yo veo. Los muebles empiezan a flotar como leos ateridos y el animal de la sangre siente un fro que no mitiga el tabaco ni la hoguera del alcohol.
S MUCHACHO no te hagas Algunos fumamos y bebemos otros bebemos y fumamos Los oriundos qumicamente sanos y puros como t que no beben ni fuman ni hablan ni ren ni se entristecen o todo con medida porque quin sabe qu van a pensar de uno Desde las cumbres de sus respectivas importancias nos miran beber fumar hablar rer y entristecernos acumulando risas gritos ahogados silencios cobardes de acuerdo con el guin escrito por las horas hasta que la luz de la maana incinere de nuevo el proyector y la misma pelcula vista por la noche en el limbo del acuario
PESE A TODO, le parece que la noche transcurre en periferias lejanas, muy lejos de su propio parloteo, que lo atormenta, s, pero menos que el silencio gangrenado.
Y finge no verlo o desva la mirada en pos de alguna estrellita marinera que alborece al pesebre adormilado
(piensa y hasta sera capaz de decir que busca el centro de una arcadia adivinable)
Sin saber qu ms decir limpiamos nuestros lentes nufragos de nosotros mismos nos arrastra un mismo remolino
(a mi izquierda nunca descansan las fauces del pez que todo lo engulle)
El enfermo no sabe si la mira en un monitor desenfocado o si debe implorar a la maana otro colirio.
UN ARCA deja tras de s una herida en el agua y no s nunca sabr qu palabras arden o dormitan detrs de tu silencio. Si no puedes o no sabes rer, djame al menos orte llorar.
ALGUNAS VECES en ciertas maanas descoloridas he visto el arca en toda su extensin casi al alcance de la mano
Leo cavo de amuradas muy altas, sin puertas ni rendijas, donde zumban los enjambres del silencio
ACASO ESTAR flotando alrededor de mi Patna aguardando que asome por la borda la mano de la ddiva de aquella la que no existe?
PERO hasta cundo ver que nada est ms cerca de la nada que su nombre; que su nombre es hermano gemelo de la negacin? Por qu, cuando alguien lo pronuncia, lo escucha en la lengua de Virgilio? Lividissima palus.
QU LUCES apagas en tus ojos cuando sospechas que te miro? Cuntas botellas hay que vaciar antes de llenar una mirada?
HAY NOMBRES que dejan en la lengua un sabor a plvora quemada El tuyo sabe a derrumbe a callejn sin salida a fruto polvoriento
A VECES PIERDO de vista el arca Me ilusiona el pensar que una prdida ganada para siempre
Y picoteo aqu y all sin apetito el alpiste que ni el pjaro ms hambriento aceptara
A prudente distancia descanso aferrndome a la carroa flotante a troncos rodos y a otras criaturas del establo de la podredumbre
ENTRE T Y YO has puesto veneno para ratas abismos a un palmo de las manos
Por lerdo que puedas ser no ignoras que la sangre se resiste a tascar el freno cada vez que nos miramos No quiero que veas en mis ojos la centella del hambre ni sepas nada del da en que los caballos aprendieron a llorar.
Mas sin materia ni lugar ni espacio todo acontecimiento es imposible. Oh, caro Lucrecio.
EL ARCA PARECE alejarse y hundirse en su propio espejismo rielando sobre la carroa que enjardina las aguas
De pronto alza el vuelo no s si gaviln o paloma pero sin rama de olivo sin siquiera un cardo deshecho por el diluvio y la voracidad de las liendres
SI EN EL AMOR feliz hay tantas penas, innumerables son las inquietudes de un amor desgraciado y miserable, verdad que s, carsimo Lucrecio?