encuentro

D E L A C U L T U R A C U B A N A

HOMENAJE A GUTIRREZ ALEA

J O R G E D O M N G U E Z La transicin poltica en Cuba R O L A N D O S N C H E Z M E J A S Carta abierta a los escritores cubanos G A S T N B A Q U E R O La cultura nacional es un lugar de encuentro M A R I F E L I P R E Z - S T A B L E Misin cumplida: de como el gobierno cubano liq uid la esperanza d el dilog o

verano de 1996

900 ptas.

encuentro
R E V I S T A
D E L A C U LT U R A C U B A N A

PRESENTACIN

3 4 5

LA CULTURA NACIONAL ES UN LUGAR DE ENCUENTRO

Gastn Baquero

LA TRANSICIN POLTICA EN CUBA

Jorge I. Domnguez

DIRECTOR Jess Daz DIRECTOR ADJUNTO Po E. Serrano SECRETARIO DE REDACCIN Carlos Cabrera EDITA ASOCIACIN ENCUENTRO LA CULTURA CUBANA
DE

MISIN CUMPLIDA : DE CMO EL GOBIERNO CUBANO LIQUID LA AMENAZA DEL DILOGO

Marifeli Prez-Stable
RECONOCIMIENTO

25

Jos Kozer

32 42 52 53 69 70

LA RELECTURA DE LA NACIN

Rafael Rojas

PRESOS DEL CRISTAL

Osvaldo Snchez

c/ Luchana 20, 1 Int. A 28010 Madrid Telf.: 593 89 74 Fax: 593 89 36

ROQUE DALTON : REVIVIR AL POETA

Elizabeth Burgos
DANZA

SECRETARIO Felipe Lzaro COLABORADORES

Eliseo Alberto Uva de Aragn Gastn Baquero Beatriz Bernal Vctor Batista Elizabeth Burgos Jos Manuel Caballero Bonald Luis Cabrera Lzara Castellanos Michael Chanan Manuel Daz Martnez Jorge I. Domnguez Carlos Espinosa Luis Manuel Garca Ireno Garca Alberto Garrands Adriano Gonzlez Len Manuel Iglesias Caruncho Lzaro Jordana Jos Kozer Andrs Lacau Alberto Lauro Eduardo Manet Julio Miranda Mayra Montero Marcia Morgado Mario Parajn Paulo Antonio Paranagu Umberto Pea Pedro Prez Sarduy Gustavo Prez Firmat Marifeli Prez-Stable Jos Luis Posada Jos Prats Sariol Zaida del Ro Guillermo Rodrguez Rivera Rafael Rojas Efrain Rodrguez Santana Osvaldo Snchez Rolando Snchez Mejas Pedro Shimose Jos Triana Zo Valds Ren Vzquez Daz Carlos Victoria Fernando Villaverde Alan West

Julio Miranda

TOMS GUTIRREZ ALEA IN MEMORIAM

Jess Daz

TOMS GUTIRREZ ALEA (1928-1996) TENSIN Y RECONCILIACIN

Paulo Antonio Paranagu

77

HUELEN COMO RESINA SECA

Lzara Castellanos

89

FLIX GONZLEZ - TORRES : REFLEXIONES SOBRE LO TEMPORAL

Marcia Morgado

128
s

Te x t u a l

DOCUMENTO DE LA CONFERENCIA DE OBISPOS CATLICOS DE CUBA 13 CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES DEL INFORME SOBRE LA SITUACIN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN CUBA 16 FRAGMENTO DEL INFORME DEL BUR POLTICO , PRESENTADO POR RAL CASTRO 18

verano de 1996

En proceso
LOS AOS GRISES

Eliseo Alberto

33

La mirada del otro

SAURIO , MANAT , SIRENA

DISEO

Y MAQUETACIN

Equipo Nagual, S.L. IMPRESIN Navagraf, S.A.

Madrid Precio del ejemplar: 900 ptas.

Adriano Gonzlez Len

59
s

Entrevisto

Toms Gutirrez Alea por Michael Chanan

ESTAMOS PERDIENDO TODOS LOS VALORES

71

Precio de suscripcin (4 nm.): Espaa: 3.600 ptas.

Encuentro sobre el cuento en la literatura cubana s

POLMICA

Europa: 6.250 ptas. / $ 52.00 Amrica: 7.500 ptas. / $ 62.00 ENCUENTRO

DE LA CULTURA CUBANA

es una

CARTA ABIERTA A LOS ESCRITORES CUBANOS

publicacin trimestral independiente que no representa ni est vinculada a ningn partido u organizacin poltica dentro ni fuera de Cuba. Las ideas vertidas en cada artculo son responsabilidad de los autores. Todos los textos son inditos, salvo indicacin en contrario. No se devolvern los artculos que no hayan sido solicitados.

Rolando Snchez Mejas

SER

90

(O

NO SER ) INTELECTUAL EN CUBA

Abel Prieto

93

PONENCIAS
CONTAR CON LAS PALABRAS

Rolando Snchez Mejas

95

CUENTOS PARA EL CAIMN Y OTRAS LGRIMAS DE COCODRILOS MADUROS

Mayra Montero

102

CRTICA DE LA LITERATURA COMO COMPROMISO : LA CUENTSTICA DE MANUEL COFIO

D.L.: M-21412-1996

Ren Vzquez Daz

107 113

VIRGILIO PIERA : LA VIDA VIVE

Efrain Rodrguez Santana

CRNICA DE LA INOCENCIA PERDIDA

Luis Manuel Garca

121
s

Buena letra
130

La isla en peso
153

Portada
Sin ttulo (Palo Alto)
(43 X 43) 1992

Jos Iraola

Presentacin

La situacin en que se encuentra la nacin cubana hace imprescindible un debate sobre el presente, el pasado y el futuro del pas. Una de las circunstancias ms lamentables de la actualidad nacional es el recurso de dividir a la poblacin cubana en dos bandos que suelen ser presentados como irreconciliables, el de los que viven en la isla y el de los que lo hacen en el exilio. No obstante, resulta evidente que la cultura cubana es una, y que aun en las circunstancias ms difciles ha manifestado su vitalidad. La revista ENCUENTRO DE LA CULTURA CUBANA tendr como objetivo primordial el constituirse en un espacio abierto al examen de la realidad nacional. En nuestras pginas hallarn cabida tanto contribuciones de cubanos que viven en la isla como de aquellos que residen en otros pases, y tambin, desde luego, reflexiones de intelectuales extranjeros sobre nuestro pas y su circunstancia. Pretendemos contribuir as a que nuestra cultura aparezca en su diversidad, en su vocacin contempornea e internacional, como una de las principales esperanzas de la nacin. ENCUENTRO
DE LA CULTURA CUBANA

no representa

ni est vinculada en modo alguno a ningn partido u organizacin poltica de Cuba o del exilio. La Revista no publicar ataques personales ni llamados a la violencia y slo aplicar el criterio de calidad en la seleccin de sus colaboraciones. A partir de estas premisas, ENCUENTRO
DE LA CULTURA CUBANA

estar

abierta a puntos de vista contradictorios e incluso opuestos, dar acogida y aun estimular las polmicas, prefigurando as la sociedad plural que deseamos para nuestro pas.
PENSAMIENTO

Madrid, verano de 1996

encuentro

La cultura nacional es un lugar de encuentro

GASTN BAQUERO

a necesidad de promover y realizar encuentros entre los escritores y artistas cubanos residentes en las dos grandes reas geogrficas que hoy los albergan la nacional y la extranjera es un imperativo que nadie puede ignorar. Los encuentros a travs de contactos y aportes personales, o utilizando cualquiera de los medios de comunicacin seminarios, cursos, festivales, publicaciones, etc. son sin duda el vehculo ideal para mantener vivo y fecundo el enriquecimiento mutuo de los protagonistas de una cultura cuya identidad la sita ms all de las diversidades geogrficas y de las ideas y tareas de sus componentes humanos. A la identidad cultural cubana pertenecen por igual todos los que de un modo u otro contribuyen a su vigencia actual, y por ende a su vigencia futura. El organismo vivo que es una cultura nacional est nutrido con los aportes de todos: hombres y mujeres, jvenes y viejos, tradicionalistas e innovadores, activistas o indiferentes en poltica, en religin, y en tareas profesionales y artesanales. La cultura es en s misma un lugar de encuentro, una suma. Si por cualquier motivo se producen focos de dispersin entre los elementos humanos pertenecientes a un mismo tronco cultural, es obligacin de todos superar los perjuicios del distanciamiento geogrfico mediante la ms intensa intercomunicacin posible. Los encuentros de artistas, escritores y dems elementos ligados a la actividad cultural, ofrecen el ms seguro y el mejor de los caminos. Encontrarse en un mismo sitio es convivir. Es ofrecerse y entregarse recprocamente los frutos de que se disponga, sean experiencias creadoras o los resultados mismos de la creacin de cada uno. Cuantos hacemos esta revista, queremos sencillamente, ofrecer un punto ms de encuentro a los creadores protagonistas de la cultura y a los amigos de ella, que por fortuna son muchos y de las ms variadas nacionalidades e ideas. Nuestra aspiracin es abrir una plaza ms, por modesta y sencilla que pueda ser, a la urgente necesidad de deslocalizar las manifestaciones y la difusin de una cultura viva que por s misma supo situarse siempre por encima de las banderas polticas y de los sectarismos estticos y ticos de cualquier tipo. Encontrndonos todos en las pginas impresas de una revista, o en los coloquios u otras citas culturales, es un anticipo, una puesta en prctica del inesquivable Encuentro mayor que mantendremos un da en el escenario comn, quienes no queremos alejarnos de una cultura insustituible que es la mxima expresin de nuestra historia y de nuestro mismo ser.

encuentro

La transicin poltica en Cuba

Jorge I. Domnguez

ENTA Y SIGILOSAMENTE, YA COMENZ UNA TRANSICIN PO-

ltica en Cuba 1. Es una transicin sorprendente, en parte, porque pocos creen en ella y muchos niegan su existencia. Es un proceso dilatado y frustrante. Para quienes desean una democratizacin del sistema poltico cubano, es un proceso poltico todava insuficiente, y lejos, muy lejos de lograr un cambio efectivo y palpable en la vida poltica en Cuba. Observemos, primero, los intentos de negar que ya ocurre una transicin poltica. Para quienes gobiernan el pas, es preciso insistir en la continuidad del proyecto revolucionario y socialista; no hay transicin poltica, sino meros ajustes econmicos. La legitimidad del ejercicio del poder requiere insistir en sus races revolucionarias. Y la prudencia tctica requiere retener la impresin de una unidad monoltica en la cpula del poder: no quieren los reformistas que los antirreformistas supongan que los primeros desean cambiar algo ms all de los detalles econmicos necesarios para rescatar la economa de la hecatombe en que qued sumida durante el primer lustro de esta dcada. Algo similar ocurre en Miami. Para quienes se dedican profesionalmente a hacer en Estados Unidos poltica de oposicin al gobierno de Cuba, es preciso insistir tambin que en Cuba no hay cambios polticos; si los hubiere, podra esperarse una modificacin de la poltica de Estados Unidos hacia Cuba. El poder poltico de este exilio de matiz derechista se defiende y ampla mejor si se retiene una imagen inmutable (aunque ya falsa) del sistema poltico cubano.

Este texto se basa en mi exposicin durante un Curso de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial, en agosto de 1995. Ese mismo mes expuse ideas similares en un Seminario en la Universidad de Trabajadores de Amrica Latina, Caracas, Venezuela, bajo los auspicios de la Confederacin Latinoamericana de Trabajadores, la Solidaridad de Trabajadores de Cuba, y el Instituto de Estudios Cubanos, quienes han publicado un texto que recoge algunos de estos puntos de vista.

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JORGE I. DOMNGUEZ
Pero, as como la tierra ciertamente gira sobre s misma, podemos reafirmar en este novedoso contexto la frase de Galileo, aplicndola al sistema poltico cubano contemporneo: E pur, si muove.

LA EROSIN DEL PODER DEL ESTADO

El Estado cubano a partir del comienzo de los 90 ha comenzado a perder el control que logr tener sobre la vida nacional y la vida de todos y cada uno de los cubanos. Esa prdida de control es particularmente evidente en el terreno econmico. Pierde el Estado el control sobre la economa cuando surge el mercado ilegal. Lo pierde tambin por los espacios que viene abriendo la economa legal aunque no oficial con rasgos de economa mercado (llamarle sencillamente una economa de mercado sera una exageracin). Gracias sobre todo al mercado ilegal, Cuba una vez ms descubre el capitalismo. Es, sin embargo, un redescubrimiento de un capitalismo sin normas, sin reglas, precisamente porque es ilegal. Adems, en este capitalismo ilegal en muchos casos no se cumplen ni siquiera las normas propias del mercado, como los contratos o las obligaciones comerciales. Este tipo de mercado parte de la violacin de la ley. Ninguna economa puede funcionar sin normas. Ninguna economa de mercado funciona sin reglas. Ninguna sociedad puede subsistir si no se acata la ley. Ningn pas puede prosperar si la supervivencia del ciudadano require la violacin sistemtica de las leyes establecidas. Esta pauta de comportamiento representa un reto para la Cuba del presente y del futuro, independientemente del nombre de su presidente o del tipo del rgimen poltico prevaleciente. Ese desacato generalizado frente a la ley es un costo que ya aflige al pas y amenaza a su futuro. Este ha sido un cambio poltico dramtico, no meramente un cambio econmico. Un Estado que pierde el control que tena, un Estado que pierde el control que todava desea tener, ya ha sufrido un cambio poltico importante. Una ciudadana que socava la ley en su rutina cotidiana, debilitando la organizacin formal de la sociedad y de la economa, manifiesta una conducta subversiva. Este extraordinario cambio abre grandes espacios para una mayor transformacin de la vida poltica para bien o para mal. Por primera vez en muchos aos se puede hacer poltica en Cuba cuando el Estado comienza a carecer de los poderosos tentculos que fueron sus instrumentos de poder. Frente a ese Estado que comienza a perder el control resurge una sociedad civil, basada notablemente en las actividades religiosas. Es impresionante es el resurgimiento de los cultos afrocubanos, expresin religiosa genuinamente propia de la nacin cubana. Resurge tambin la asistencia a misa y la prctica sacramental en la Iglesia Catlica en Cuba, sealando un nuevo milagro colectivo. Aparecen nuevas y vibrantes sectas evanglicas, desarrollando una labor religiosa y social ya muy comn en otros pases latinoamericanos. Este Estado tambin comienza a perder su omnipotencia sobre la vida intelectual, retrocediendo en su control sobre la expresin de ideas tanto en las universidades como en centros de investigacin y an en el seno del partido comunista. Autoriza el semi-exilio, principalmente en Mxico pero tambin en otros 6

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La transicin poltica en Cuba

pases, de miles de escritores y artistas que no rompen formalmente con el gobierno de Cuba pero ya residen en el pas slo durante sus vacaciones familiares.

EL NUEVO ESPACIO POLTICO

Fidel Castro nunca... Frases que comienzan as han sido parte del discurso y del anlisis poltico sobre Cuba durante muchos aos. Fidel Castro nunca permitir la inversin extranjera en Cuba. Fidel Castro nunca permitir el retorno del turismo. Fidel Castro nunca permitir que se fortalezca la Iglesia Catlica en Cuba. Fidel Castro nunca permitir el trabajo por cuenta propia. Frases parecidas pululan en cualquier discusin sobre Cuba entre los 60 y los 80. En los 90 Fidel Castro ha venido autorizando medidas que detesta, no porque haya tenido una conversin religiosa, no porque haya cambiado de criterios ideolgicos, sino porque es incapaz de gobernar a su gusto. Es ste un cambio poltico extraordinario. Por un tercio de siglo, Fidel Castro logr gobernar a su gusto. Y es notable que quienes ejecutaron por muchos aos las medidas de ese gobernante plenipotenciario hoy ejecutan las polticas opuestas, polticas adoptadas en los 90 contra las cuales estas mismas personas lucharon a fines de los 50 o comienzos de los 60. Este cambio es costoso psicolgica y polticamente. El estilo de hacer reformas por goteras, o reformas a regaadientes, pero reformas que no queda otro remedio que ir haciendo, genera ciertas expectativas en la poblacin: ocurrirn otros cambios en el futuro. Ese mismo gobierno que adopta una medida que considera indeseable puede, por supuesto, retroceder y modificar esa misma medida. Puede, sin embargo, verse obligado a adoptar reformas an ms radicales por la presin de la crisis. Por tanto, este estilo de adoptar reformas promueve tambin la violacin de la ley porque anticipa que lo que hoy se prohibe maana se permitir. Este estilo de hacer reformas tambin profundiza la conviccin que el gobierno es mentiroso ya que ni siquiera en el momento cuando se autoriza un cambio creen en l quienes lo promulgan y defienden. Hoy se autorizan los paladares; maana se prohiben los paladares; pasado maana se vuelven a autorizar los paladares. Este estilo de hacer reformas a regaadientes, de modificar y de cambiar lo que se haba dicho que nunca se hara, es inherentemente subversivo. Contribuye tambin a que el ciudadano viole las normas, y a que el gobierno pierda credibilidad.

POLTICA Y ECONOMA
Las exigencias econmicas del Estado lo han llevado a auspiciar una subasta nacional que probablemente se acelerar durante los prximos aos mediante la inversin extranjera y la privatizacin parcial de algunas empresas del Estado. Estas medidas legitiman la lenta pero segura destruccin del socialismo burocrtico que controla le economa, as como tambin las futuras polticas an ms activas para promover la inversin extranjera. Hay una desnacionalizacin paulatina de la economa mediante la accin del mismo gobierno que en un momento justific su legitimidad revolucionaria gracias a la nacionalizacin. Este gobierno socava poco a poco las bases polticas y populares sobre las cuales construy el socialismo en Cuba. Las consecuencias 7

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JORGE I. DOMNGUEZ
de la subasta nacional, por tanto, no son meramente econmicas, sino que contribuyen a debilitar la legitimidad del gobierno que deja de ser socialista. Este gobierno, adems, va creando poco a poco las bases para una nueva oposicin nacionalista en el futuro en contra de la expansin y profundizacin de este proceso de desnacionalizacin. Ese nacionalismo, por supuesto, podr servirle de base a un futuro partido comunista de Cuba frente a un nuevo gobierno de Cuba quizs infludo por el Miami cubano, y ese nacionalismo podr permitirle a ese futuro partido comunista que gane elecciones como viejos partidos comunistas y excomunistas lo han logrado en Hungra, Polonia, y Lituania. No deber sorprendernos si algunos de los que hoy promueven la subasta nacional encabezan la futura oposicin a polticas similares, si otros partidos y lderes llegan a gobernar al pas. Las reformas econmicas van ms all de la transferencia parcial o plena de la propiedad. Tambin afectan el comportamiento empresarial y gubernamental. Los nuevos empresarios comienzan a incidir sobre la poltica nacional. Como ocurre en todo pas que se aproxime a una economa de mercado, los empresarios buscan y exigen garantas para sus derechos de propiedad. Abogan por la modificacin de la Constitucin para incluir garantas formales, y lo logran parcialmente en la reforma constitucional de 1992. Abogan por la modificacin de la vetusta ley de inversiones extranjeras. Despus de mltiples versiones que indican claramente la existencia de un lgido y profundo debate poltico dentro del gobierno y del partido comunista, la Asamblea Nacional aprueba en 1995 una nueva ley ms favorable para el inversionista extranjero. Si bien este proceso poltico es ya notable, no es menos importante el diseo trazado para promover y controlar la inversin extranjera. El gobierno de Cuba hoy redescubre y construye lo que fue hasta hace poco el tpico Estado latinoamericano: el Estado que intenta controlar al mximo esa economa con rasgos de economa de mercado. Consideremos un ejemplo de reforma econmica. El gobierno podra indicar que, a partir de hoy, se permite todo tipo trabajo por cuenta propia con muy pocas excepciones. As no ha procedido el gobierno cubano. Al contrario, insiste en identificar por su nombre cules son las actividades de trabajo por cuenta propia que pueden existir. Todo sigue prohibido, excepto lo explcitamente autorizado. De tal forma, se reduce el impacto de la liberalizacin econmica mientras que el gobierno intenta retener el mayor control posible sobre la actividad econmica. El mismo estilo poltico marca la apertura a la inversin extranjera. El gobierno tiene una concepcin monoplica de la empresa en cada sector de la economa. Slo autoriza la inversin de empresas especficas, identificadas por su nombre, en subsectores econmicos tambin especficos, bajo trminos que negocia caso por caso. No se trata de una apertura econmica generalizada, sino ms bien de una politizacin por concesiones de segmentos de la economa nacional. Este tipo de cambio poltico-econmico implica que cualquier Cuba del futuro tendr que prescindir de este trnsito. Si bien este capitalismo politizado y monoplico no es tan arbitrario, represivo, e ineficaz como el socialismo burocrtico al que reemplaza en Cuba, s es ineficiente. A lo sumo es un costoso paso intermedio. 8

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La transicin poltica en Cuba

Esta experiencia sugiere la hiptesis de que Cuba hoy es vctima de una interpretacin marxista vulgar sobre el capitalismo. Ese marxismo vulgar ensea que el capitalismo es salvaje, lo que explica el mercado ilegal; cualquier cosa puede pasar ya que el capitalismo no es ms que el asalto de los pocos contra los muchos. El marxismo vulgar tambin ensea que el capitalismo es monoplico; los grandes pulpos controlan la economa, lo que explica la poltica oficial con relacin a las concesiones especficas a empresas extranjeras. A diferencia de este marxismo vulgar, la Cuba del futuro cualquiera que sea su gobierno y sus gobernantes requiere construir una economa de mercado bajo reglas normales, y debe promover una plena economa de mercado sin los vicios y las taras que el gobierno cubano aprende de lo peor de la experiencia econmica latinoamericana. Esta economa poltica es por excelencia el caldo de cultivo de la corrupcin. La corrupcin no se invent ayer en Cuba, ni resulta un legado especfico del proceso poltico iniciado en 1959. Pero en los 90 se han dado en Cuba las tres condiciones clsicas para un auge de la corrupcin en cualquier pas: 1) una economa con rasgos de economa de mercado; 2) un Estado que insiste en intentar controlar en lo que fuere posible los detalles de la economa; y 3) la discrecionalidad en el ejercicio del poder y en la determinacin de las polticas a desarrollar, de las medidas que se harn cumplir, y de las excepciones que se permitirn a cada persona y a cada empresa extranjera.

ALGUNOS OBSTCULOS A LA DEMOCRATIZACIN

No todo ha cambiado, por supuesto. La intencin de retener el poder a toda costa sigue caracterizando a lo que en Cuba, con connotacin autoritaria, se sigue llamando la direccin nacional. Y hoy, como en el pasado, a veces es necesario entenderse con el Diablo, si contribuye a retener el poder. Consideremos un ejemplo. En 1962, Fidel Castro demor durante un mes, y puso en peligro la resolucin de la crisis nuclear, por oponerse a la inspeccin norteamericana in situ del territorio cubano. En 1994 y 1995, el gobierno de Cuba pact con el gobierno de Estados Unidos ante a la crisis migratoria, comprometindose Cuba a aceptar la inspeccin norteamericana en territorio cubano para constatar que aquellos balseros devueltos a Cuba por Estados Unidos no sufriran violaciones de sus derechos humanos. La direccin nacional paga este costo porque as logra normalizar un aspecto importante de la relacin con Estados Unidos, y reducir la presin de su gobierno sobre el de Cuba. Muchas de las formas de retener el poder tampoco han cambiado. La ley electoral de 1992 codifica los intentos de impedir que las elecciones sirvan eficazmente para permitir y promover la expresin democrtica y representativa de los deseos de la ciudadana. Cuba conserva un partido nico y, en las elecciones nacionales de 1993, el gobierno insisti en que el nmero de candidatos para la Asamblea Nacional sera idntico al nmero de escaos parlamentarios. La censura oficial, a travs de mecanismos formales y especialmente informales, contina impidiendo la libre y plena difusin de la informacin. La discrecionalidad y arbitrariedad en el ejercicio del poder del Estado no se 9

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JORGE I. DOMNGUEZ
limitan a los temas econmicos. Las leyes autorizan al ejecutivo a hacer y deshacer con pocas limitaciones. Y el Cdigo Penal compite en la Olimpiadas represivas por su severidad. Aun en estos casos, sin embargo, se observan cambios, aunque sean modestos. En comparacin con los procesos electorales de los 70 y 80, por ejemplo, el nmero de abstenciones ha aumentado sensiblemente en las elecciones celebradas en los 1990. Y, a pesar de los intentos represivos, los abrumadores detalles de supervivencia cotidiana afligen tambin a los agentes de Seguridad del Estado. Frente a las violaciones masivas de las leyes econmicas, el Ministerio del Interior se repliega para concentrar sus esfuerzos slo en las violaciones ms flagrantes o en castigos ejemplares. El Leviatn criollo tiene los pies de barro.

LA PERSISTENTE FORTALEZA DEL RGIMEN POLTICO

A pesar de todo, sin embargo, el rgimen poltico cubano retiene una gran fortaleza que le ha permitido lograr lo imposible ms de una vez. Imposible pareci sobrevivir a la desaparicin de la Unin Sovitica y de sus subsidios econmicos, polticos, y militares. Parece ser que Carlos Marx, escribiendo en el Museo Britnico, realmente tena a Cuba en mente. La represin y la arbitrariedad explican en parte, por supuesto, la continuidad del sistema. Lo explica algo tambin la emigracin masiva, que ha tenido como consecuencia (y, a veces, por intencin oficial) la exportacin de la oposicin. Estos factores se conocen y se reconocen. Por tanto puede ser ms til recordar otros que son menos populares entre los enemigos del actual gobierno de Cuba. En Cuba se desarroll una genuina revolucin social en 1959 y en los aos posteriores. Como ocurre en toda revolucin, este proceso desgarr la vida social, poltica, y econmica de la nacin. Para millones de cubanos que participaron en, y apoyaron, ese proceso, esa fue nuestra revolucin.2 No fue para ellos meramente un proyecto de Fidel, ni un proyecto comunista, ni un golpe de Estado. Fue realmente una epopeya nacional en la que muchos pensaron que haban, por fin, tomado en sus manos, colectivamente, las riendas del futuro del pas. Para muchas de estas personas, hoy por lo general mayores de cincuenta aos, los errores cometidos en el transcurso de los aos no son sencillamente de Fidel sino de todos. Compartieron los logros y los fracasos, los extremismos y las exaltaciones. Retienen una deuda moral con algo que fue la revolucin cubana. Y retienen tambin una deuda moral con Fidel Castro. Comparndole con la gran mayora de los actuales jefes de Estado y de gobierno, Fidel Castro se parece a Blancanieves entre mltiples enanos. Fidel Castro ha sido el lder poltico de mayor peso en la historia de Cuba, y ha logrado formar, moldear, exaltar, dirigir, controlar, reprimir, motivar, y, sobre todo, gobernar a ese pueblo ya por un largo tiempo. An en el ocaso de su vida persiste como un factor clave en la continuidad del rgimen poltico.

En honor a la verdad, esta nunca fue mi posicin.

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La transicin poltica en Cuba

Tambin ha tenido importancia el prestigio invidividual de miembros del partido comunista, aun cuando el partido como institucin parece carecer de respaldo o de respeto. El proceso de seleccin de miembros del partido comunista ha sido imperfecto, y a veces corrupto. Sin embargo, muchos de los miembros del partido a travs de los aos s han cumplido los requisitos formales de membresa: buenos trabajadores, buenos vecinos, buenos padres de familia, buenos amigos. A pesar de las dudas que tengan, o de los deseos de profundos cambios que ellos mismos alberguen in pectore, su continuada afiliacin al partido constituye un vnculo ms entre la ciudadana y el poder. Cuba ha tenido un pueblo heroico. Su heroicidad se ha manifestado de diversas formas, una de ellas, por supuesto, en los campos de batalla en Angola y Etiopa. Es menester recordar que los miles de soldados que lucharon con eficacia y coraje en las sabanas de Angola y en las estepas de Etiopa no fueron blgaros o polacos; fueron cubanos. Es preciso tambin recordar que, durante la Guerra Fra, la Unin Sovitica, en ltima instancia, tuvo solamente un aliado confiable Cuba. Cuba fue el nico pas comunista capaz de enviar reiteradamente cientos de miles de soldados a travs de un ocano para defender propsitos cuya relacin con la defensa de los intereses de la nacin, y con la proteccin del territorio nacional, eran difciles de justificar y an ms de explicar. En relacin a su poblacin, Cuba mantuvo en suelo africano una proporcin superior a la de Estados Unidos en Vietnam en el ao largo de su aporte militar a esa guerra (1968). Lo que Estados Unidos pudo sostener solamente durante un ao, Cuba lo logr durante quince aos. Las tropas cubanas en suelo africano lograron tres veces lo que los norteamericanos no pudieron hacer en Vietnam, y lo que los soviticos no pudieron hacer en Afganistn. Los cubanos ganaron. Este ha sido un pueblo heroico ms all de lo estrictamente militar. Ha sido heroico tambin en trminos de su experiencia cotidiana como nacin, de sus sacrificios y de sus luchas en el quehacer laboral, en el desarollo diario de la vida en un contexto tan difcil particularmente durante los aos 90. Y este pueblo deriv su heroicidad de su compromiso con su revolucin. La continuidad del sistema poltico cubano depende tambin de ciertos temores. Uno sigue siendo la hostil relacin con Estados Unidos. Sin exagerar las consecuencias sobre Cuba de las polticas del gobierno norteamericano hacia el pas, es cierto que la intencin de esa poltica es que, por ejemplo, Cuba no pueda importar alimentos. Asimismo, cuando Estados Unidos invade Panam en 1989 y Hait en 1994 por buenas (y malas) razones, no es imposible pensar en una accin similar en un futuro de Cuba. Se requiere mucha fe, ms fe de la que se puede esperar en estos casos, para creer que todas las intenciones, medidas, comportamientos y consecuencias de la futura poltica norteamericana hacia Cuba seran benignas y beneficiosas. El temor a Estados Unidos todava permite, por tanto, la movilizacin de muchos en torno a los smbolos patrios. Otro temor se relaciona con Miami. Si Cuba se encuentra econmicamente en sus rodillas, Miami se manifiesta triunfal, y a la espera de triunfos mayores. En un paso de magistral estupidez poltica si lo que se busca es facilitar un cambio profundo en Cuba, algunos dirigentes de la derecha poltica cubana en Miami 11

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JORGE I. DOMNGUEZ
insistieron en promover y apoyar un proyecto de ley en el Congreso de Estados Unidos, bajo los auspicios del senador Jesse Helms y el representante Dan Burton, que resaltaba la importancia y valor supremo de las propiedades de ciudadanos cubanos confiscadas por el gobierno de Cuba despus de 1959. Este proyecto de ley facilit as que la dirigencia nacional en Cuba desarrollara el argumento de que Estados Unidos se refera a la democracia, pero realmente buscaba la defensa de los intereses de los antiguos propietarios; facilit tambin que cubanos humildes temieran an ms que podran sufrir del revanchismo miamense, o, por lo menos, sufrir el deshaucio si hubiera un cambio de rgimen poltico. El post-socialismo podra ser an peor, han pensado algunos, reflexionando sobre la experiencia de muchos en la ex-Unin Sovitica, y alertados ante esa posibilidad por la ley Helms-Burton. Por ltimo, es til recordar que el mismo mercado ilegal ha contribuido a resolver muchos de los problemas de supervivencia cotidiana. Alivia el peso de la crisis. Y, por tanto, el repliegue represivo sobre este mercado ilegal se debe entender, en parte, como un clculo racional del gobierno. La ilegalidad salva al socialismo.

CONCLUSIN
La transicin poltica ya comenz, no como un deseo de Fidel Castro, no como la preferencia de quienes ejercen el poder en Cuba, sino como el resultado de un mundo que ya l y ellos no pueden controlar. No cambia, por supuesto, la intencin de retener el poder a toda costa, lo que incluye la disposicin de pactar con el diablo aunque se llame Bill Clinton. Persiste el intento de controlar los procesos electorales, de seguir censurando la informacin, de ejercer un poder arbitrario, recurriendo cuando lo estimen til a la represin y a la prisin polticas. Y persisten tambin factores de apoyo y de temor al cambio que demoran y dilatan la transicin poltica. Esta transicin poltica apunta hacia un nuevo amanecer. En marzo de 1994 visit La Habana brevemente. Caminando por La Habana vieja vi un letrero gigantesco que, en letras rojas de molde, deca: AMANECER DE VICTORIA. Intent imaginarme a qu victoria de ese pueblo heroico se refera. Pudo referirse a muchas victorias de un pueblo que se sacrific y luch en muchos casos con xito y honra. Ese letrero reflejaba el orgullo nacional en esas victorias, as como el orgullo individual de su annimo redactor. Pero el letrero estaba inscrito en la nica pared que quedaba en pie de un elegante edificio que se haba derrumbado. En el medio de los escombros, un hombre comenzaba la reconstruccin. Recordemos, pues, la tragedia de esa nacin, la fe en ese futuro de posible reconstruccin, y la voluntad de muchos de intentar reconstruir un pas con un futuro tan difcil y triste. La historia de ese futuro ya comenz, y promete tambin otro nuevo amanecer de victoria.

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Documento de la Conferencia de Obispos Catlicos de Cuba

LA IGLESIA CATLICA EN CUBA ACABA DE CELEbrar, con resultados muy positivos y prometedores, su Segundo Encuentro Nacional Eclesial. El paso del tiempo, diez aos desde que tuvo lugar nuestro Primer Encuentro, ha permitido verificar el valor de signo y la riqueza de contenidos de aquella reunin, cuyo documento final tiene plena vigencia, tanto en sus enfoques pastorales, como en lo referente a las relaciones entre fe y cultura y a la presencia y accin de la Iglesia en medio de la Nacin Cubana, de la cual forma parte. El dilogo que postulaba aquel Primer Encuentro Eclesial sigue siendo una aspiracin de la Iglesia en Cuba en sus relaciones con el Estado y, adems, en las relaciones de todos los cubanos entre s, sean o no cristianos o creyentes en Dios y estn dentro o fuera del pas. Este Segundo Encuentro asumi vlidamente todo lo expresado en el Encuentro del ao 1986 con relacin al dilogo. Ese llamamiento a la interrelacin respetuosa, madura y responsable se halla implcito en las mismas prioridades elegidas por la asamblea, sobre todo, en la que propone un proyecto de humanidad solidaria que reconcilie a las personas entre s en el seno de nuestro pueblo, y se fundamenta en un proyecto de anuncio de la persona y del mensaje de Cristo que reconcilie al hombre con Dios. La nocin de dilogo es reasumida as por el Segundo Encuentro Nacional Eclesial, con una connotacin particular, en el trmino reconciliacin, que es ms que convocar al dilogo, pues, quienes responden a este llamado, deben superar no slo prejuicios o simples distanciamientos, sino heridas, algunas muy

profundas, que marcan de diversos modos nuestra historia nacional y la vida personal y familiar de muchos hermanos nuestros. Los Obispos cubanos conocemos bien el poder inspirador de la fe cristiana para aceptar y transitar los caminos escarpados de la reconciliacin, pero constatamos cmo, entre algunos cristianos, se da un rechazo, a menudo explcito y en plena contradiccin con el mismo Evangelio y con la mejor tradicin cristiana, de cualquier propuesta reconciliadora para nuestro pueblo. Nos extraa menos que se produzca este rechazo, a veces radical, en quienes no profesan nuestra fe. En compensacin hallamos, entre algunos de estos ltimos, verdaderas actitudes, y an gestos, que tienden a fomentar la reconciliacin. Ello resulta de veras alentador en nuestros esfuerzos. Cuando la Iglesia en Cuba se propone, dentro de su misin proftica, coadyuvar a la promocin del cubano en su persona, dentro de su medio, convocndolo a la reconciliacin, est haciendo una opcin decisiva para esta hora de nuestra historia y para construir el futuro inmediato y lejano de nuestra Patria. Somos conscientes de lo singular de nuestra postura por el mismo hecho de estar apoyada en las ms duras exigencias del Evangelio de Jesucristo: Ustedes oyeron que fue dicho: Amars a tu prjimo y aborrecers a tu enemigo, pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen a ustedes. (Mt 5, 43-44). Sin embargo, los Obispos estamos persuadidos de que ste es el sentir de la Iglesia en Cuba, de los sacerdotes, diconos, religiosos, religiosas y laicos catlicos y de gran parte de nuestro pueblo,

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tal y como lo ha expresado el Segundo Encuentro Nacional Eclesial y segn lo sealado por la Comisin Episcopal Justicia y Paz. Consecuentemente queremos fijar nuestra mirada como Iglesia en dos hechos dolorosos que gravitaron sobre todos y cada uno de los participantes en nuestro Segundo Encuentro: la no autorizacin de la reunin que se haban propuesto los diversos grupos de distinto pensamiento poltico integrados en Concilio Cubano, con la subsiguiente deten-

la reconciliacin entre los cubanos todos, incluyendo a los que viven en el extranjero. La deploracin de lo acontecido con la frustrada reunin de Concilio Cubano y sus participantes no emana tampoco de ninguna consideracin poltica, sino de nuestra preocupacin de pastores de la Iglesia, que no hemos cesado de proponer la concertacin y el dilogo como camino de reconciliacin para nuestro pueblo. El bien comn de la Nacin se alcanza con la participacin de todos. El

Posada

cin o prisin de muchos de sus participantes, y el derribo de dos pequeos aviones procedentes de Estados Unidos. Esta ltima accin es ms lamentable an, porque incluy la muerte de cuatro ocupantes de las naves areas. Sobre este triste incidente no pretendemos hacer un anlisis jurdico ni poltico, pero, con sentido humano y cristiano pensamos que, aunque las repetidas incursiones areas fueran imprudentes y hubieran exacerbado los nimos, la respuesta fue desmesurada y violenta y sus efectos demoledores para quienes sustentan la moderacin como va de solucin a las crisis y, en el caso de nuestra Iglesia en Cuba,

aporte de diversas ideas e iniciativas constituye una riqueza y es un derecho reconocido a todo ciudadano. En este andar penoso hacia la verdadera reconciliacin, que la Iglesia Catlica desea y promueve entre todos los cubanos, ambos acontecimientos constituyen un nuevo escollo difcil de superar. Porque parecen salir triunfantes de estas situaciones las posturas ms intransigentes, sea en Cuba, sea en los Estados Unidos de Amrica, incluyendo a cubanos que viven ese pas o en otros lugares. Palabras como provocacin, bloqueo total, respuesta contundente y todo el viejo vocabulario de la guerra fra, vuelven a ser de uso frecuente.

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Por eso, en momentos de tanta tensin, hicimos los Obispos de Cuba, por medio del Cardenal Jaime Ortega, Presidente de nuestra Conferencia, un llamado a la moderacin y a la cordura. En la ceremonia de recordacin en alta mar de los pilotos trgicamente desaparecidos, todas las partes dieron pruebas de sensatez. Ser necesario alcanzar la ecuanimidad slo cuando nos vemos inmersos en la catstrofe y afligidos por la pena? Hay muchas cosas que podan haberse alcanzado antes, evitando tantos sufrimientos si hubiera primado el buen sentido. Pero, si como consecuencia de aquel sensible acontecimiento triunfa la confrontacin y la lgica de la escalada violenta y, aprobada ya en los Estados Unidos de Norteamrica, la ley Helms-Burton, se aumenta el cerco a Cuba con otras medidas que afectan directa o indirectamente a nuestro pueblo, esto equivaldr a alejar las probabilidades de hallar medios pacficos que lleven a la reconciliacin de todos los cubanos. As las fuerzas de la Paz quedaran derrotadas. Por esto y por los riesgos de acrecentar los sufrimientos del pueblo cubano, los Obispos de Cuba reiteramos nuestro rechazo a cualquier recrudecimiento de las medidas econmicas contra nuestro pas. Adems, hacemos un llamado a los que tienen altas responsabilidades en el Gobierno de Cuba y en el de los Estados Unidos para que no abandonen vas alternativas a la rigidez o a la violencia y en este sentido nos dirigimos tambin a nuestros hermanos cubanos que viven fuera de la Patria. En todo lo expuesto sabemos que, por no coincidir exactamente con las polticas de
+ JAIME Cardenal Ortega, Arzobispo de La Habana, Presidente de la COCC. + PEDRO, Arzobispo de Santiago de Cuba. + ADOLFO, Obispo de Camagey. + HCTOR LUIS, Obispo de Holgun. + FERNANDO, Obispo de Santa Clara. + JOS SIRO, Obispo de Pinar del Ro.

unos u otros, podemos resultar incomprendidos por quienes tienen poder de decisin o de influjo, pero la Iglesia no puede alinearse simplemente a polticas de gobierno o a corrientes de opinin cuando se trata de actuar segn la verdad y en plena fidelidad a la misin que Jesucristo le ha confiado: ser fermento de unidad y de paz en medio del mundo. Si consideramos el sufrimiento de nuestro pueblo y si tenemos en cuenta la solidaridad cristiana de la Iglesia Catlica en Amrica Latina y el Caribe, Canad y Estados Unidos y, sobre todo, nuestra total comunin con el Papa Juan Pablo II, cuyo magisterio siempre nos ha iluminado, tenemos la certeza de no estar solos cuando hablamos el lenguaje evanglico del amor. A la comunidad de Naciones Latinoamericanas, a Canad y a los pases de la Unin Europea les pedimos que contribuyan con su esfuerzo para que la ponderacin y el equilibrio puedan abrir paso a relaciones fundadas en la justicia, el respeto y la paz. Debe haber tambin una accin comn que evite nuevas tragedias, llame a la cordura y haga posible vas justas de reconciliacin para todo el pueblo cubano. Favorecer el camino de la reconciliacin, con participacin activa de todos los implicados e interesados, dentro y fuera de nuestro pas, nos parece ser la nica oportunidad posible para el futuro de la nacin cubana. Rogamos a Dios, por intercesin de la Virgen Mara de la Caridad, que disponga los corazones de quienes reciban este llamado para que sea acogido en su justa medida, como una splica por la armona y la paz del pueblo de Cuba. El Cobre, 12 de marzo de 1996.
+ MARIANO, Obispo de Matanzas. + EMILIO, Obispo de Cienfuegos. + MARIO, Obispo de Ciego de vila. + DIONISIO, Obispo de Bayamo-Manzanillo. + ALFREDO, Obispo Auxiliar de La Habana. + CARLOS, Obispo Auxiliar de La Habana.

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Conclusiones y recomendaciones del Informe sobre la situacin de los derechos humanos en Cuba, presentado por el Relator Especial, Sr. Carl-Johan Groth, en el 52 perodo de sesiones de la Comisin de Derechos Humanos de las Naciones Unidas celebrado en Ginebra en el mes de abril de 1996

76. LA PERSISTENCIA DE LAS VIOLACIONES DE LOS

derechos humanos durante 1995 obliga al Relator Especial a reiterar, bsicamente, las mismas recomendaciones al Gobierno de Cuba que el ao anterior. Se trata de medidas que mejoraran sustancialmente la situacin de los derechos humanos y que, en muchos casos, requieren decisiones puramente administrativas: a) Cesar en la persecucin y castigo de los ciudadanos por motivos vinculados al ejercicio de la libertad de expresin y asociacin pacficas. b) Adoptar con sentido de urgencia medidas destinadas a poner en libertad sin condiciones a todas aquellas personas que cumplen condenas por delitos contra la seguridad del Estado y otros conexos, as como por intentar abandonar el pas de manera irregular. c) Permitir la legalizacin de grupos independientes, en particular los que intentan desempear actividades en el mbito poltico, sindical, profesional o de derechos humanos, dndoles la posibilidad de actuar dentro del marco de la ley, pero sin injerencias indebidas por parte de los poderes pblicos. d) Ratificar los principales instrumentos de derechos humanos de los que Cuba todava no es parte, en particular el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos y sus dos Protocolos Facultativos (el primero sobre comunicaciones individuales y el segundo

destinado a abolir la pena de muerte), as como el Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales. e) Eliminar de la legislacin penal figuras delictivas con arreglo a las cuales los ciudadanos pueden ser procesados por ejercer su derecho a la libertad de expresin y asociacin, tales como propaganda enemiga, asociacin ilcita, clandestinidad de impresos, etc.; as como limitar el uso de otras que, aunque en s no tengan este objetivo pueden, en la prctica, ser utilizadas de manera tal que produzcan los mismos efectos, como por ejemplo, el delito de rebelin. f) Revisar en profundidad las disposiciones legales sobre el estado de peligrosidad y las medidas de seguridad, con el fin de eliminar los aspectos susceptibles de lesionar los derechos y libertades individuales. g) Eliminar de la legislacin todas aquellas disposiciones que implican discriminacin entre los ciudadanos por motivos polticos, en particular en los mbitos laboral y educativo, as como la adopcin de medidas dirigidas a reparar en lo posible excesos cometidos en este sentido en el pasado, tales como la reintegracin en sus anteriores puestos de trabajo a personas que fueron expulsados de ellos. h) Eliminar las disposiciones legales que se oponen a que los ciudadanos cubanos puedan ejercer su derecho a entrar o salir del pas

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Informe sobre la situacin de los derechos humanos en Cuba

libremente sin necesidad de autorizaciones administrativas previas. Ello conlleva igualmente el que cese la discriminacin de facto respecto a personas que han intentado establecerse en el extranjero y que, al no haberlo logrado, han sido repatriadas. En cuanto a las personas de origen cubano residentes en el extranjero, especialmente aquellas que detentan la nacionalidad cubana, deberan gozar de este mismo derecho una vez cumplidos requisitos administrativos mnimos. i) Reformar la legislacin procesal con miras a asegurar que las garantas del debido proceso, incluida la independencia del poder judicial, son adecuadamente salvaguardadas, de conformidad con lo establecido en los instrumentos internacionales. Esta reforma debe, en particular, incluir medidas que hagan posible el acceso libre y efectivo a la asistencia letrada de todo procesado, incluido en los procesos por delitos contra la seguridad del Estado, asistencia que deber ser proporcionada por abogados que ejerzan su profesin de manera totalmente independiente. Tambin de garantizarse la igualdad de armas entre acusacin y defensa en los procesos de este tipo. j) Investigar exhaustivamente los incidentes que rodearon el hundimiento del remolcador 13 de Marzo y la muerte de un nmero elevado de personas, con el objeto de sancionar a los responsables y de otorgar compensacin a los familiares de las vctimas. k) Aplicar medidas de mayor transparencia y garantas en el sistema penitenciario, con el fin de evitar incidentes de excesiva violencia y sufrimiento fsico y psquico en la po-

Lzaro Jordana

blacin penal. En este sentido, constituira un logro sustancial la renovacin del Acuerdo con el Comit Internacional de la Cruz Roja, as como permitir el acceso a las prisiones por parte de organizaciones no gubernamentales con fines humanitarios. l) Permitir, con ms frecuencia, el acceso al pas a las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos que trabajan en el mbito internacional, con el objeto de que puedan evaluar la situacin de derechos humanos y brindar su competencia y colaboracin para lograr mejoras.

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Fragmento del informe del Bur Poltico, presentado por Ral Castro, y aprobado en el V Pleno del Comit Central del Partido Comunista de Cuba, celebrado en La Habana el 23 de marzo de 1996
(Tomado del peridico Granma, 27 de marzo de 1996)

EL CARRIL UNO DE LA ESTRATEGIA ANTICUBANA

de Estados Unidos es el bloqueo, que busca la asfixia econmica. El carril Dos es la subversin interna, para corroernos sutilmente por dentro. Ambos se complementan. Lo primero que los revolucionarios debemos entender es que la adopcin de la Ley Helms-Burton, que intensifica demencialmente el Carril Uno, no significa que el enemigo liquide el Carril Dos. Los intentos por sembrar la confusin, la falta de fe y la discordia y fragmentar al pueblo cubano, con vistas a crear descontento, resistencia pacfica, eventualmente desordenes que ofrezcan a los crculos ms extremistas yanquis pretextos para acciones militares, lejos de disminuir, se acrecentarn. El enemigo buscar nuevas vas de penetracin y el uso mayor de aquellas ya establecidas, desde Europa y distintos puntos de nuestro Continente. En armona con lo dicho, el enemigo no oculta su propsito de utilizar a una parte de las llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), desarrolladas en Cuba durante los ltimos tiempos, para con ese Caballo de Troya fomentar aqu la divisin y la subversin, y el manto terico que emplean es presentarlas como integrantes de la sociedad civil, tal y como la interpretan personajes como el consejero de la Casa Blanca para asuntos cubanos, Richard Nuccio. Tal concepcin ha sido expresada muy claramente por intelectuales que estn al ser-

vicio del Gobierno estadounidense, como por ejemplo uno que escribi el libro Cuba: Crisis y Transicin, publicado por la Universidad de Miami. El libro muestra el diseo de una nueva estrategia contrarrevolucionaria, fue escrito cuando ya se vislumbraba la desaparicin de la Unin Sovitica y en Miami se lanzaba el grito de preparar las maletas para regresar a Cuba. La obra caracteriza a su manera la sociedad civil cubana como algo que no tiene nada que ver con el Estado, al que puede llegar a oponerse y destruir, y que est conformada por incontables grupos con intereses afines y objetivos comunes entre los que el autor enumera, como ejemplos, a filatelistas, practicantes de yoga, jugadores de baloncesto, pintores, msicos, estudiosos de santera y hasta del sistema legal de Namibia, porque -subraya el autor- son vlidos cualquier inters y cualquier excusa para agruparse independientemente del Estado En otra parte del libro, y en completa sintona con lo dicho por el Presidente y otros altos funcionarios del gobierno de Washington, se manifiesta lo siguiente: Este desarrollo de la sociedad civil interna conlleva una comunicacin y comunin con la comunidad exiliada con la intencin de lograr confianza, reducir resquemores y darse ayuda y apoyo mutuo. Desde luego que todo esto tiene que ser una actividad pacfica, no conspirativa, ni ilegal, no se trata de derrumbar el castrismo en un da, sino de transformarlo da a da.

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Informe del Bur Poltico

Al exponer cmo concibe el paso de esas teoras a la prctica, la obra enumera la resistencia cvica, la desobediencia civil (no pagar impuestos, protestar por todo y para todo) y finalmente el estallido social, que podra desembocar en una agresin estadounidense con pretextos aparentemente ms vlidos que los que defienden elementos de la contrarrevolucin externa. Para nosotros, la sociedad civil no es la que refieren en Estados Unidos, sino la nuestra, la sociedad civil socialista cubana que componen nuestras potentes organizaciones de masas (CTC, CDR, FMC, ANP, FEU, FEEM e inclusive los pioneros), las sociales, que como es sabido agrupan entre otros a los combatientes de la Revolucin, a economistas, juristas, periodistas, artistas y escritores, etc., as como tras ONGs que actan dentro de la legalidad y no pretenden socavar el sistema econmico, poltico y social libremente escogido por nuestro pueblo, a la vez que an cuando tienen su personalidad propia e incluso su lenguaje especfico, junto al Estado revolucionario persiguen el objetivo comn de construir el socialismo. Tambin en el mundo existen muchas ONGs que no responden a los enemigos de los pueblos, entre ellas un nmero importante que alientan acciones solidarias con Cuba, respetan su independencia, su identidad nacional y su camino socialista. Un smbolo de ello son los admirables y heroicos Pastores por la Paz, una de esas ONGs que representan lo mejor del pueblo norteamericano, al cual el pueblo cubano dispensa una sincera amistad. Pero pecaramos de tontos si desconociramos la manipulacin que se hace a travs de otras supuestas ONGs por quienes tienen como nico propsito esclavizar de nuevo a nuestro pas, y convertirlo en un Puerto Rico todava ms dependiente. Y ellas buscan y rebuscan contrapartidas dentro de Cuba para practicar la injerencia en nuestros asuntos internos. Hay que decir que hemos sido lentos para analizar con profundidad esas maniobras y actuar en consecuencia. Comenzaremos por exponer la situacin en los Centros de Estudio adscriptos al Comit Central del Partido. En 1976 se comenzaron a crear, lo que estaba y est justificado. Pero sin que reaccionramos a tiempo, dando un paso hoy y otro maana, en que se entremezclan ingenuidad con pedantera, abandono de principios clasistas con la tentacin de viajar y editar artculos y libros al gusto de quienes pueden financiarlos, diversos compaeros fueron cayendo en la tela de araa urdida por los cubanlogos extranjeros, en verdad servidores de Estados Unidos en su poltica de fomentar el quintacolumnismo. As ha ocurrido con el Centro de Estudios de Amrica. Por supuesto, debemos distinguir, y lo hacemos en dicho Centro y en todas partes entre el investigador cubano que puede pensar de modo diferente al vigente en torno a cualquier asunto, pero desde posiciones desde el socialismo, y en los marcos apropiados para ellos, de aquel que de hecho se ha vuelto un cubanlogo con ciudadana cubana y hasta con el carn del Partido, divulgando sus posiciones con la complacencia de nuestros enemigos. Tampoco podemos confundir al amigo extranjero o al que no sindolo respeta nuestra soberana, con el fabricante de estratagemas para espiarnos, ver las posibilidades de reclutamientos, y de difundir plataformas ideolgicas a favor de la transicin al capitalismo. En los mbitos universitarios, el cine, de la radio y la TV, de la cultura en general, estn presentes ambos tipos de conducta: la vinculada a la fidelidad a nuestro pueblo revolucionario, y la minscula, de orientacin anexionista, muy ajena a la conducta patritica que caracteriza a la mayora de nuestros intelectuales. Para ilustrar cmo el enemigo identific nuestra lentitud en hacer frente a su Carril Dos en estos aspectos, citamos pasajes de un largo artculo de febrero de 1995 de una estudiosa de los asuntos cubanos, la acadmica

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britnica residente en Estados Unidos, Gillian Gunn: Entre tanques pensantes anteriormente asociados al comit Central y que ahora son denominados ONGs se encuentran el Centro de Estudios sobre Amrica (CEA) y el Centro de Estudios Europeo (CEE). Ambas organizaciones fueron creadas en la dcada de 1970 para fungir como instrumentos de investigacin acadmica del Comit Central. Aunque los fondos del Comit Central an son significativos, gran parte de sus presupuestos proceden ahora de fuentes externas. Al igual que la motivacin para la expansin de las ONGs, el impulso fundamental tambin estuvo relacionado con los sucesos que ocurran en la Unin Sovitica. La glasnost permiti una proliferacin de ONGs soviticas, y para 1988 la prensa moscovita afirmaba que se haban creado alrededor de 40 mil clubes y asociaciones. Las estrechas relaciones entre La Habana y Mosc en ese tiempo, exponan a los intelectuales cubanos a muchos de estos grupos que abogaban por temas como la libertad de religin, la cultura popular, la proteccin del medio ambiente y el desarrollo socio-econmico. Ya para 1990 la reduccin de los subsidios soviticos a Cuba comenzaron a debilitar la capacidad del Estado para enfrentarse a una amplia variedad de problemas, incluidos la deforestacin, el deterioro de las viviendas, la escasez de alimentos, de medicinas, y las interrupciones del servicio elctrico. Los sucesos de la URSS mostraban ejemplos de esfuerzo propio de los ciudadanos y dieron lugar a condiciones econmicas que necesitaban su implementacin. Y continuamos citando a dicha acadmica: El Estado cubano se muestra intranquilo respecto a las ONGs. Son consideradas de utilidad porque incorporan recursos que de otra manera no entraran en Cuba y alivian las tensiones sociales al resolver problemas que el Estado no puede solucionar.

Las ONGs, sin embargo tambin resultan sospechosas. Representan una base independiente de recursos para la ciudadana cuyos deseos no siempre coinciden con las del Estado. Al final seala: Si Cuba continua poniendo en prctica reformas econmicas orientadas hacia el mercado, es probable que la descentralizacin que las acompaa proporcionar un mayor espacio para la existencia de ONGs genuinas, y aumentar el efecto fortalecedor de la independencia proporcionada por las donaciones extranjeras. Sin embargo, mientras el sistema unipartidista permanezca intacto, las ONGs cubanas tendrn que asumir algunos compromisos con el Estado. Acaso las ONGs cubanas son tteres del gobierno o simientes de la sociedad civil?. La respuesta es ideolgica e intelectualmente insatisfactoria. Tiene ambas caractersticas, aunque la ltima crece muy gradualmente. Hasta ah las citas ms ilustrativas del artculo publicado por la acadmica Gillian Gunn, a la que hicimos mencin y que dirige el proyecto Cuba en la Universidad Georgetown. Credos que nuestras penurias y la necesidad que tenemos de la mayor cantidad posible de contactos con el exterior precisamente para explicar nuestras verdades nos condenaban a la impotencia, algunos centros acadmicos norteamericanos pasaron al injerencismo abierto, en la mayora de los casos con el desembozado apoyo de la Seccin de Intereses Norteamericana (SINA) en La Habana. Es el caso de Pax World Service, que se presenta a s misma como una organizacin no gubernamental ubicada en Washington D.C., con 3.600 miembros. Esta entidad remiti una encuesta sobre el sector no gubernamental a no sabemos cuntas instituciones de nuestro pas, alegando que la razn por la cual realizan la investigacin es para tener un perfil ms detallado de las ONGs en Cuba y facilitar el dilogo y la colaboracin con ONGs de Estados Unidos. La encuesta demanda informaciones pre-

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guntando: membresa; presupuesto (en dlares si es posible); reas de sus programas y proyectos; si la relacin de la ONG dada, radicada en Cuba, con el gobierno cubano es cooperativa, conflictiva o neutra; si ha cambiado en los ltimos 10 aos; cules son sus logros, objetivos; las relaciones con otras ONGs extranjeras; cmo en la prctica logr estatus legal, etc. Pide una sinopsis del estado actual de la ONGs en Cuba y la sociedad civil en general. Como se dice, un cuntame tu vida, insinuando envo de dlares. As, sin ms ni ms. Los criterios justos, equilibrados, respetuosos, con relacin a aquellas ONGs que fuera o dentro de Cuba dedican sus esfuerzos a fines sociales lcitos, constructivos, incluso nobles en muchas ocasiones y hasta heroicos como el que simbolizan hoy Lucius Walker y sus compaeros, luchando contra el criminal bloqueo de los Yanquis, ya han sido expuestos junto a lo que nuestro Partido entiende por sociedad civil y no es necesario repetirlo. Los que quieran en cambio disfrazar de ONGs a organizaciones subversivas y contrarrevolucionarias creadas, sobornadas o impulsadas por el imperialismo para destruir la Revolucin y la independencia de Cuba, no tendrn ninguna oportunidad de xito en nuestro pas. A la luz de la amarga experiencia con el Centro de Estudios de Amrica, hay que examinar la labor del Centro de Estudios de Europa y la de todos los dems. Es necesario que el Partido culmine un anlisis a fondo de lo que se ha aprobado al respecto y acabemos por establecer una poltica nica, consecuente y sin blandengueras, que permita actuar en el contexto que hoy existe en el plano internacional, pero dentro de lmites que sean razonables en la actual coyuntura, para que no se conviertan esos medios en los instrumentos que pretenden nuestros adversarios. Es hora ya de que los centros de estudio adscriptos al organismo que sea, constituyan instituciones dedicadas a investigaciones y anlisis de los que est urgido el pas, dentro del perfil establecido y que los organismos jueguen el papel que les corresponde en este sentido. Las instituciones tienen que servir, por encima de todo, sin perder su fisonoma y lenguaje, a los intereses de nuestro pueblo. Y ello no lo pueden pasar por alto sus investigadores, ni los que los dirigen, a la hora de debatir y fijar posiciones en los talleres, en seminarios, etc, dentro y fuera de Cuba. Adoptar una posicin neutra o confusa, para evitar una confrontacin o eludir un tema espinoso, es mostrar una debilidad inaceptable ante el contrario, es en el fondo darle la razn a la posicin que sustenta. Ejemplos recientes nos sobran. Y la leccin debe servir, adems, para que en nuestros medios de difusin no aparezcan artfices o portavoces de ideas y conceptos ajenos a los que preconiza y defiende la Revolucin. Cada uno de los colectivos en la prensa escrita, la radio y la televisin, en todas las cuales hay motivo de orgullo y prestigio para nuestro pueblo, deben en lo adelante examinar todo a la luz del momento histrico y de estas orientaciones. Esto es responsabilidad ante todo de quienes lo dirigen, adems de los rganos del Partido y de la UJC y de sus militantes. Con quines debemos examinar estos problemas? Con todos en cada lugar. No slo aquellos que, con el carn en el bolsillo, hace rato profesan una ideologa que no es la nuestra, y con los cuales hay que actuar en consecuencia, sino tambin con quienes en esos Centros de Estudio adoptan una actitud pasiva, complaciente o irresponsable, ante hechos que los desvan de los fines para los que el Estado revolucionario los cre. Se impone en el seno de esas instituciones, y en toda la esfera acadmica, un inmediato anlisis por parte de los militantes del Partido y de la Juventud en cuanto al papel jugado ante corrientes negativas que han estado primando desde hace tiempo, en ocasio-

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nes disfrazadas con lenguaje aparentemente de librepensadores. En realidad quienes caen en un nuevo copismo desideologizante, bajo la presin de nuestros enemigos, no piensan con cabeza propia ni actan como revolucionarios. Nadie puede dar lecciones de flexibilidad y amplitud a los revolucionarios cubanos, que educan al pueblo a que razone y decida, desde la poca del Moncada, y todo lo hacen acudiendo a las clases populares y a las figuras de prestigio salidas de su seno. Nuestro proyecto social se basa en el consenso y en la unidad, que con Mart no confundimos con la unanimidad artificial, aunque tampoco con la desunin que desmigaja a la nacin y la hace fcil presa de la dominacin extranjera. Otro asunto que merece la atencin ms urgente del Comit Central y todo el Partido se refiere a una variante de la Glasnost que ltimamente ha tenido algunas sutiles expresiones en Cuba. Aquella llamada Glasnost que min a la URSS y otros pases socialistas, consisti en entregar los medios masivos de informacin, uno por uno, a los enemigos del socialismo. Al principio ellos se presentaron como innovadores y campeones a la hora de poner en marcha a todo el pueblo y luego fueron borrando cuanto de revolucionario haba en la historia, con las consecuencias que todos conocemos, incluyendo la desintegracin del pas ms grande del mundo. Alertados por esa experiencia, con la visin de Mart de que en la guerra valen las trincheras de ideas ms que las de piedra, los cubanos mantenemos y mantendremos que la prensa genuinamente libre es la que sirve a la libertad del pueblo, no de los explotadores al acecho desde Miami. Todo eso est claro, y los conocidos rganos de prensa nacionales y provinciales son leales a Cuba, han mejorado en la crtica constructiva y la informacin veraz. Junto a ellos, un grupo de publicaciones culturales contribuye a difundir las ideas de lo mejor de la in-

telectualidad revolucionaria. Pero bajamos la guardia, dejamos de vigilar la observancia de nuestras propias reglas y aparecieron publicaciones que sin recato subastan no pocas de sus pginas. Claro que dejan entrever que recibirn donativos del extranjero sin ceder en nada y usan tambin fondos que les entregan algunas instituciones culturales del pas. En esas publicaciones, por cierto, junto a materiales interesantes y polticamente correctos, con frecuencia parecen otros que apenas se diferencian de los que hacen acadmicos norteamericanos enemigos de la Revolucin, con un lenguaje supuestamente revolucionario que parece destinado a servir de cortina de humo a sus verdaderas intenciones. Se ha hablado incluso de usar como modelo para algunas de estas publicaciones especializadas, a Pensamiento Crtico1, la revista que desempe un papel diversionista en la dcada del 60. Pensamiento Crtico, en su momento, como algunos trabajos que han circulado entre nosotros en los ltimos tiempo, se corresponden, conscientemente o no, con quienes alientan el surgimiento en Cuba de quintacolumnistas. En esta esfera y en otras igualmente estratgicas, el Partido no puede tolerar que existan funcionarios que acten por la libre, incluso inmiscuyndose en tareas que corresponden a otros organismos sin establecer la cooperacin y sin tener la debida autorizacin de los jefes de estos. Hay quienes, carentes de facultades para ello, generan actividades de Relaciones Exte-

Pensamiento Crtico, revista mensual de ciencias sociales publicada por el Departamento de Filosofa de la Universidad de La Habana. Desde su aparicin en 1967 alcanz un notable predicamento nacional e internacional. En 1971 el Bur Poltico del Comit Central del Partido Comunista de Cuba decidi clausurar tanto la revista como el propio Departamento de Filosofa, acusando a sus miembros de diversionismo ideolgico. (Nota de la redaccin).

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Informe del Bur Poltico

riores, o peor todava, los que por su cuenta y riesgo establecen contactos con servicios de espionaje extranjeros. Aunque sea con la mejor intencin del mundo, no estamos dispuestos a permitir estas conductas de electrones sueltos que entorpecen el trabajo responsable y delicado de quienes por ley estn facultados para realizarlo, al tiempo que, de paso, introducen falsas seales en asuntos tan complicados y sensibles. Deseamos que a travs de estas ltimas ideas, los vinculados a lo dicho capten la seriedad del asunto, as como que lleguen a la conviccin de que sencillamente no lo vamos a seguir permitiendo. A partir de este pormenorizado examen realizado, hoy como nunca antes debemos todos tener como principal propsito trabajar porque en medio de los cambios y de los viejos y nuevos problemas a los que nos enfrentamos, el papel dirigente del Partido se preserva. Cuanto el enemigo hace en el frente ideolgico es para debilitar semejante garanta de una conduccin cientfica a la vez que revolucionaria y heroica de nuestro pueblo. No olvidemos que el Comandante en Jefe y el Partido son el blanco predilecto de los enemigos de la Revolucin y contra estos concentran los principales ataques desde todas las direcciones. El Partido no est con los brazos cruzados. Est tomando, y ms an tomar todas las medidas que resulten necesarias ante las situaciones y desafos presentes y por venir en todos los campos, particularmente en el ideolgico. La labor ideolgica no es slo del Departamento correspondiente del Comit Central, sino de todos y cada uno de los dirigentes polticos, como tambin de los cuadros del Gobierno, la Juventud y dems organizaciones de masas y sociales. Ciertamente habr que reforzarla desde el Comit Central, proceso que servir para solucionar algunas incongruencias en la distribucin de los cuadros en la estructura del aparato auxiliar. Por tomar un ejemplo, el nmero de cuadros en el Departamento de Relaciones Internacionales, el grueso en el rea de Amrica, representa casi la mitad del total de dirigentes polticos (funcionarios)con que cuenta actualmente todo el aparato auxiliar. As lo ense Fidel desde que a nombre de Mart encabez el asalto al Moncada, y durante la guerra de liberacin en la que nacieron y se forjaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias hace 40 aos. Nacieron las FAR sin nada respecto al armamento, pero con todo respecto a la historia, al nacer del pueblo. Su escuela mayor ha sido la lucha. Un ejemplo lo atestigua. Durante siglos la batalla de las Termpilas ha sido la gran leyenda: 300 espartanos aunque supieron morir heroicamente no pudieron vencer a los persas, miles y ms armados. Con el Comandante en Jefe, para derrotar la ltima ofensiva de la tirana en el verano de 1958, apenas 300 rebeldes, resistieron a 10 mil soldados, con tanques, con la artillera que posean, con toda su aviacin y hasta la flota, las 3 fragatas en el Caribe, en el sur de la Sierra Maestra, dispararon contra ellos; y supieron conquistar la victoria! Los hizo invencibles conocer por qu combatan y confiar en alcanzar el triunfo. Pasarn los siglos y aunque hoy lo nieguen nuestros enemigos, de esta victoria que decidi la guerra y como dijo el Che, se le quebr al ejrcito de la tirana el espinazo, hablarn tambin como de la batalla del desfiladero de las Termpilas, con una diferencia: ellos murieron heroicamente y perecieron todos; los 300 rebeldes que en ese momento se encontraban en la Sierra Maestra bajo la direccin del Comandante en Jefe, vencieron! Recuerden el bombardeo de abril el da 15, a varios aeropuertos del pas en 1961, recuerden el entierro de aquellas primeras vctimas, recuerden la proclamacin del carcter socialista de la Revolucin apoyado por la clase obrera congregada en 12 y 23, prximo al cementerio de Coln, con sus fusiles en alto, recuerden el da 17, al da siguiente, que esa

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misma clase obrera fue a luchar por el socialismo en Playa Girn. Luego, de ah se aprende tambin, que la ideologa proletaria fue nuestra principal pieza artillera en las arenas de Playa Girn, 35 aos atrs, y de Maceo, en el Centenario de su heroica muerte, tomamos su ejemplo y el mensaje que una palabra sintetiza: Baragu. Con su visin de siempre, hace ya dos dcadas el Comandante en Jefe adverta ante el Primer Congreso del Partido: Mientras exista el imperialismo, el Partido, el Estado y el pueblo les prestarn a los servicios de la defensa la mxima atencin. La guardia revolucionaria no se descuidar jams. La historia ensea con demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no sobreviven al error. Es oportunidad para recordar esas ideas y agregar que en los seis aos transcurridos, el mundo unipolar existente y los ltimos acontecimientos que han tenido lugar en nuestro pas, han demostrado con creces la justeza y permanente vigencia de ese pensamiento del compaero Fidel. Porque adems han evidenciado tambin que, como se ha visto ltimamente, la atmsfera poltica internacional puede cambiar bruscamente en una semana, y enfrentarnos a situaciones muy delicadas; pero la preparacin de un pas para su defensa, ms en nuestro caso con el enemigo que tenemos, requiere decenas de aos de trabajo sistemtico. Nunca como en el presente debemos colocar el trabajo ideolgico del partido a la altura de las misiones combativas de la Patria. Multipliquemos nuestra accin diaria, infatigable, y cada vez ms eficaz, por la verdad, luchando por cada conciencia de cubana y cubano, viejo y joven, negro y blanco, de este sector social y del otro. Excluimos a la minora de los ricos que sirvan al enemigo, a los traidores anexionistas, al lumpen. Tenemos, y tendremos socialismo. Pero el

nico socialismo en Cuba ahora posible, requiere asimilar de forma creciente factores tan difciles de conducir como las relaciones monetario mercantiles e incluso determinados elementos capitalistas y reinsertarla en la economa mundial dominada por los monopolios de las potencias imperialistas asociadas y rivales a la vez, con un Norte rico y un Sur pobre. Como el Comandante en Jefe ha sealado, tan complejsimo panorama exige que luchemos por nuestros objetivos socialistas con supremo esfuerzo, sudor y mucha inteligencia y que hagamos un principio cardinal, cuando pasamos a emplear tesis dictadas por la realidad: mantener la pureza revolucionaria. Fidel confa que los militantes y lo ms alerta del pueblo comprenden que en lucha contra el vicio se cultiva la virtud, pues nuestro pueblo no podr ser un pueblo situado en una urna de cristal. A nombre de Bur Poltico y a manera de recuento, se ha abordado un conjunto de asuntos, todos vinculados a la compleja y difcil situacin que en los ltimos tiempo ha venido afrontando la Revolucin. Creemos que al exponer sin rodeos los problemas, al identificarlos con toda claridad, nuestro Comit Central y el resto de los rganos de direccin del Partido tienen mejores posibilidades para enfrentarlos, tanto con la profundidad que reclaman, como con la sistematicidad que exigen. Condicin indispensable para cumplir esa misin es, en primer lugar, el contar con un Partido fuerte, que perfeccione cada vez ms y constantemente su funcionamiento, e incremente an ms y mucho ms su prestigio ante las masas, precisamente en el contexto histrico que ms lo necesitamos. La realizacin de este Pleno contribuye a impulsar esos propsitos y a nosotros cabe la honda responsabilidad de garantizarlos.

Misin cumplida: de cmo el gobierno cubano liquid la amenaza del dilogo

Marifeli Prez-Stable

ASTA EL 24 DE FEBRERO DE 1996, HUBO MOTIVOS PARA anticipar una nueva poltica de parte de Estados Unidos hacia Cuba si el Presidente Bill Clinton consegua la reeleccin. Desde el tenso mes de agosto de 1994, cuando miles de cubanos se echaron al mar y la administracin de Clinton los intern en la Base Naval de Guantnamo, el presidente haba girado cautelosamente hacia el cambio. En mayo de 1995, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba acordaron normalizar la inmigracin desde la isla. Estados Unidos puso fin al derecho automtico de asilo poltico para los cubanos, y as elimin el poderoso incentivo para que cruzaran el Estrecho de Florida; desde 1959, ms de 63.000 personas haban sobrevivido el peligroso viaje. Ahora los cubanos que deseaban salir de su pas tenan que hacer cola fuera de la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana, y disputarse uno de 20.000 visados anuales; los que siguieran arriesgndose en el mar y fueran detenidos, seran repatriados si no podan demostrar de modo ahora ms riguroso un caso creble para solicitar asilo poltico. Desde la entrada en vigor de la nueva poltica, el flujo de los balseros est virtualmente detenido. En octubre pasado, Washington anunci una poltica menos restrictiva sobre viajes y remesas de dlares, la apertura recproca de oficinas de prensa, y la promocin de intercambios educativos y culturales ms amplios. El presidente haba llegado incluso a expresar su oposicin al proyecto de ley Helms-Burton, y proclamaba la Cuban Democracy Act de 1992 como una base apropiada para la poltica estadounidense. Si se sumaban a estas modestas seales las presiones nacientes pero potencialmente significativas de los intereses corporativos en contra de Helms-Burton, era legtima una nota de optimismo prudente.

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Ya no. El 12 de marzo, el Presidente Clinton firm el Cuban Liberty and Democracy Act de 1996, sin modificar estipulaciones tan radicales como la de sancionar a corporaciones e individuos extranjeros que traficaran con propiedades estadounidenses confiscadas, ni la de entregar al Congreso las prerrogativas constitucionales del presidente en cuestiones de poltica exterior. Segn la codificacin de este nuevo decreto, el embargo ahora es susceptible de alteraciones slo mediante un cambio legislativo. La ley Helms-Burton tambin establece condiciones precisas (la ms importante de ellas es la compensacin y/o restitucin de propiedades a ciudadanos estadounidenses, incluidos los Cuban Americans que obtuvieron la ciudadana ex post facto de las confiscaciones) para certificar el carcter de un gobierno, primero transicional, y despus democrtico, en la isla. Han pasado al olvido las respuestas calibradas de Estados Unidos a los eventuales pasos constructivos del gobierno cubano hacia reformas polticas y econmicas. Queda en el pasado tambin el celebrado (e infame, desde la perspectiva cubana) Carril II del Cuban Democracy Act, que alentaba contactos persona-a-persona como un medio para fomentar una apertura poltica en la isla. El futuro se presenta como una disyuntiva irrevocable: o cambia el gobierno cubano, o Estados Unidos persistir ad infinitum. Pero por lo visto, mientras Fidel Castro siga en el poder, el gobierno cubano no cambiar. Ese parece ser el mensaje poltico de la decisin de derribar dos avionetas civiles y desarmadas el pasado 24 de febrero, que no slo ocasion la muerte de cuatro exiliados cubanos, sino tambin precipit la promulgacin de la Cuban Liberty and Democratic Solidarity Act. Que nadie lo dude: el voto decisivo para la aprobacin de la ley Helms-Burton una afrenta a la soberana cubana peor, tal vez, que la notoria Enmienda Platt (1901-1934), fue emitido en La Habana. Cierto, al menos una de las avionetas haba violado el espacio areo cubano durante su viaje irnicamente, fue la nica que eludi los cazas Mig. Cierto, la organizacin Hermanos al Rescate, fundada en 1991 para salvar a los balseros de los peligros del mar en el Estrecho de Florida, pero ahora privada casi totalmente de su propsito original, haba sobrevolado aguas cubanas con bastante frecuencia, y en una ocasin hasta lanz propaganda sobre La Habana. Cierto, el gobierno de Estados Unidos debera haber vigilado rgidamente las trayectorias de vuelo de los Hermanos, y posteriormente prohibido el vuelo a esos pilotos que violaran el lmite internacionalmente aceptado de 12 millas. Pero nada incluso si los aviones hubieran estado en el espacio areo cubano cuando los Migs los atacaron, algo categricamente rechazado por Washington y afirmado con igual vehemencia por La Habana justifica el derribo: la ley internacional simplemente no tolera ataques militares a aviones civiles. Nada ni la defensa de la soberana nacional justifica la decisin de haber hecho fuego. La patria es ms que sus fronteras; la patria es, en primersimo lugar, el bienestar de los once millones de personas que viven en la isla. Fidel Castro, que acept la plena responsabilidad del derribo, tena que saber que la consecuencia sera la aprobacin de la ley Helms-Burton. La violacin repetida del espacio areo cubano, puede ser una explicacin razonable de la orden de fuego, cuando las consecuencias impondran no slo una carga adicional a la existencia ya difcil de los cubanos de a pie corrientes, sino tambin, a largo plazo, costes imprevisibles para la nacin? 26

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Es lgico que la historia de las relaciones entre EE UU y Cuba antes y despus de 1959 encienda el patriotismo de millones de cubanos; Estados Unidos nunca ha tenido relaciones normales con la isla. La Cuban Liberty and Democratic Solidarity Act de 1996 encarna plenamente la arrogancia y la miopa que han caracterizado la relacin estadounidense con Cuba. Por desgracia, el breve respiro que hubo bajo la presidencia de Jimmy Carter, a finales de los aos 70, cuando las relaciones mejoraron de modo propicio, no dej huella en Washington. Es por eso que Fidel Castro an se deja ver como un David desafiante que resiste a un imperioso Goliat, y evoca simpatas entre millones de personas desde Harlem a Sao Paulo, y desde Africa del Sur a Madrid. No obstante, debemos analizar tambin las races domsticas del estado actual de Cuba; es evidente que los problemas de la isla no desapareceran automticamente si Estados Unidos levantara maana el embargo. Una torsin verdaderamente irnica de la veta plattista que marca la cultura poltica cubana, es la forma en que Fidel Castro acepta, sin advertirlo, su cualidad central: la dependencia de los Estados Unidos. En gran medida, es la hostilidad estadounidense la que permite a su gobierno retener una patina de legitimidad entre el pblico que ms importa: el pueblo cubano. Sin embargo, Fidel sera nada ms que Castro, el caudillo latinoamericano que ms tiempo ha permanecido en el poder durante el siglo XX. Nuestro reto, entonces, es el de analizar Cuba en este ensayo, su crisis poltica sin el recurso fcil de atribuir sus problemas a la poltica de Estados Unidos, por muy deplorable que sta sea. En 1959, la Revolucin Cubana suscit un apoyo popular extraordinario en torno a un programa de soberana nacional y justicia social. El hecho de que, desde el comienzo, la revolucin no dejara a sus opositores otra alternativa que la crcel, la muerte, el exilio o el silencio, pareca entonces, a la mayora de la poblacin, menos apremiante que la promesa de una Cuba para los cubanos. Incluso cuando, en la cspide de la guerra fra, el gobierno revolucionario gir hacia la Unin Sovitica y abraz el comunismo, su llamamiento nacionalista e igualitario resultaba ms fuerte para la mayora de los cubanos que su tradicional anticomunismo. Al rechazar una democracia representativa, la jefatura cubana combin el modelo del partido nico con la autoridad imponente de Fidel Castro y con el apoyo popular entonces masivo, y estableci una base nueva para gobernar. El desafo para los dirigentes estrib en la recanalizacin de la extraordinaria efervescencia de la revolucin en instituciones capaces de afrontar las preocupaciones simples de la vida cotidiana. En los aos 90, el gobierno cubano est ms lejos de cumplir con ese desafo que en aquellos tiempos en que la revolucin estaba viva. Una explotacin intensiva de las reservas de buena voluntad y del temor popular a lo desconocido ha mantenido una apariencia de normalidad. Bajo la superficie, sin embargo, los fundamentos polticos del rgimen han sido debilitados por treinta y siete aos de consignas revolucionarias cada vez ms vacas, y erosionadas por el cinismo creciente de la poblacin. Aunque los dirigentes cubanos estn poniendo en prctica, de mala gana, tardas reformas econmicas, todava se resisten a cambios polticos. Despus de la guerra fra, han reafirmado su pretensin de ser el nico adalid de 27

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la soberana nacional y la justicia social. Por conviccin, por miedo, o por impotencia, el pueblo cubano ha consentido en la auto-afirmacin de la jefatura. En consecuencia, el gobierno se niega a reconocer la naturaleza poltica de la crisis actual; hacerlo significara una renuncia a las normas de gobierno vigentes desde hace mucho tiempo (el liderazgo de Fidel Castro, el monopolio del Partido Comunista Cubano, y los rituales de la movilizacin masiva), y un acercamiento a la democracia pluralista. Pero unas elecciones verdaderamente libres supondran la posibilidad de entregar las riendas de gobierno a una constelacin de lites diferentes, una opcin que Fidel Castro en particular no est dispuesto a considerar. Por lo tanto, los dirigentes cubanos han recurrido una vez ms a la frmula antigua, la cual en contra de lo que se esperaba a comienzos de la dcada: que Cuba seguira el camino de los soviticos y los pases del Este, les ha permitido reconstituir el rgimen. No obstante, la poltica en Cuba no ha seguido como siempre. Durante los preparativos del congreso del Partido Comunista de 1991, la jefatura hizo un escueto reconocimiento de un fallo crucial en el sistema poltico. Aunque se declar que las asambleas previas al congreso haban otorgado un apoyo unnime al Partido, la Revolucin y el compaero Fidel, tambin se subray la necesidad de superar los escollos nocivos de la doble moral y el afn de unanimidad. El sistema poltico carece, sin embargo, de instituciones y de garantas que permitieran superar dichos escollos. La poltica cubana es absolutista: es decir, no permite concesiones en cuanto a la visin de la patria consagrada a la revolucin. La unin frrea es el sine qua non de la soberana nacional; la expresin de intereses individuales o sectoriales es considerada contraria a los intereses nacionales; la aceptacin de la primaca incontestable del comandante es un imperativo inviolable. Por consiguiente, slo las masas, no los ciudadanos, son compatibles con la poltica absolutista. Para superar la duplicidad y el conformismo, el sistema poltico tendra que promover una poltica de integracin, que apoyara la diversidad en la sociedad cubana, y respetara la expresin del individualismo. De hecho, ste es el punto central de la crisis poltica. En sus orgenes, el gobierno cubano obtuvo apoyo y legitimidad de la fuente del nacionalismo y el ideal de igualitarismo. Pero no supo crear, posteriormente, fundamentos institucionales para que el pueblo cubano renovase su compromiso con los ideales de 1959. La poltica cubana no dej espacio a los ciclos naturales de apoyo y desafecto; evit la creacin de instituciones que permitieran la alternancia en el poder entre las lites, y la formacin de normas de ciudadana que requeriesen algo menos que la lealdad total. La poltica absolutista de la patria castig o conden al ostracismo a los ciudadanos que manifestaran incluso la ms mnima reserva con respecto al sistema. Los cubanos an no tienen otras opciones que apoyar incondicionalmente al gobierno (o simular que lo hacen), o bien enfrentarse con la crcel, la muerte, el exilio o el silencio; el sistema poltico no deja ningn espacio institucional para el apoyo parcial o dbil, y mucho menos para la oposicin pacfica. Porque aun con rendimiento decreciente, las masas siguen dominando en el panorama poltico de la jefatura cubana. Si en una poca los dirigentes cubanos suscitaron un apoyo popular activo y contundente, y algo despus, una combinacin de este apoyo con una disposi28

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cin ms pasiva a tener en cuenta sus directivas, hoy estn hundidos en un dilema. Mientras retienen un ncleo de partidarios, han perdido el consentimiento de la mayora de la poblacin, y las premisas de su gobierno no les ofrecen una forma de recuperar la confianza popular. En efecto, la doble moral y el afn de unanimidad son escollos insuperables dentro del difcil terreno de la poltica cubana. Pero incluso sin la buena voluntad, para no mencionar el apoyo, de la mayora, el gobierno puede sobrevivir siempre que la poblacin permanezca indiferente, temerosa, o paralizada por un sentimiento de impotencia. Lo que los dirigentes cubanos desde su propio punto de mira tienen que impedir, es la focalizacin de este descontento en un movimiento de oposicin que pudiera comprometer al rgimen. La legitimidad maltrecha no es una amenaza mortal; la organizacin de alternativas s lo es. Al reforzar su cohesin como una lite dominante, y al manifestar una frrea resolucin de permanecer en el poder, por el momento se han adelantado a la formacin de una oposicin organizada. Un ingrediente central de la estabilidad de los sistemas polticos autoritarios es la cohesin entre sus lites. Bajo el liderazgo de Castro, las lites cubanas han sido particularmente hbiles en la conservacin de una fachada unida y en la promocin de movilidad en sus filas. Aunque ha habido y siguen habiendo facciones en el gobierno cubano, los conflictos internos han tenido hasta ahora poca repercusin. Que el gobierno haya evitado una escisin bajo las condiciones extremadamente inhspitas de los aos 90, y adems, que haya promovido una importante y eficaz rotacin de las lites, son indicios significativos de adaptacin y resistencia polticas. Desde 1989, los dirigentes cubanos han enfrentado con xito el desafo de la rotacin y la unidad, en al menos cinco ocasiones. Primero, en 1989, cuando los juicios por narcotrfico del General Arnaldo Ochoa, el Coronel Antonio de la Guardia y otros doce oficiales, sacudieron las fuerzas armadas, y sobre todo el Ministerio del Interior, hubo a continuacin un relevo importante entre los medios y altos rangos de los oficiales de la seguridad del estado. Las fuerzas armadas tambin experimentaron movimiento menos extenso de personal. Segundo, la consecuencia ms significativa del congreso del Partido de 1991 fue la renovacin del Comit Central. Ms de dos tercios de los miembros fueron elegidos por primera vez o ascendieron a la condicin de miembro pleno; por otro lado, el Comit Central de 1991 era ms representativo de los ciudadanos de a pie (en oposicin a los cuadros), de las generaciones menores de cincuenta aos, de los ciudadanos con una educacin superior, y de las provincias, que los comits anteriores. Tercero, el perfil de los diputados de la Asamblea Nacional reflej una tendencia parecida. Cuarto, en 1994 el Partido Comunista reemplaz a siete de los catorce secretarios provinciales con cuadros ms jvenes; en 1995, otras tres provincias recibieron nuevos secretarios del PCC. Por ltimo, en enero de 1995, el Consejo de Estado anunci un importante reajuste del gabinete en el que siete individuos ms jvenes, presumiblemente ms abiertos a reformas, ocuparon los ministerios econmicos. Esta rotacin tambin ocurri a niveles ms bajos del PCC, en los ministerios, en las organizaciones de masas, y en el Poder Popular. Un segundo factor bsico para la estabilidad poltica es la capacidad y la disposicin del rgimen autoritario a recurrir a la fuerza. En los aos 90, la jefatura cuba29

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na ha esbozado un anteproyecto de gobernacin en caso de emergencia nacional, que podra ponerse en prctica en una variedad de escenarios posibles, desde la agresin de Estados Unidos al caos domstico. En 1991, el congreso del PCC aprob una resolucin que otorga al Comit Central la facultad de tomar todas las medidas necesarias para sostener el gobierno, incluso la suspensin de instituciones civiles. En 1992, la constitucin fue revisada para incluir tres nuevos artculos relacionados con la seguridad nacional: el establecimiento de un Consejo de Defensa Nacional, la declaracin del estado de emergencia, y el reconocimiento del derecho del pueblo a recurrir a la lucha armada en defensa de la revolucin. Al mismo tiempo, el gobierno anunci la formacin de una Asociacin de Combatientes de la Revolucin Cubana, una organizacin de veteranos paralela a las organizaciones civiles en todos sus niveles, y encargada de la defensa incondicional de la nacin, de la revolucin y del socialismo. En 1994, la Asamblea Nacional aprob una ley de defensa y de seguridad nacional. En marzo de 1996, Ral Castro pidi una guerra ideolgica contra los que pretendan subvertir la revolucin, y anim al pueblo a extirpar a los quintacolumnistas y a prepararse para resistir una nueva ofensiva de parte de los Estados Unidos. Sea o no factible, este anteproyecto para un gobierno de emergencia nacional revela una mentalidad muy arraigada: los dirigentes cubanos ejercen el poder con una comprensin pretoriana de la poltica. En octubre de 1995, Bernard Shaw, un conocido corresponsal de la CNN, entrevist a Fidel Castro en la ciudad de Nueva York, donde el presidente cubano participaba en las celebraciones del cincuenta aniversario de las Naciones Unidas. Uno de los temas que abord Shaw fue el estado de una Cuba post-Castro; el comandante respondi que los muertos no hablan y que nadie hace caso a las opiniones de los que se retiran. Castro dej implcita as tanto su intencin de permanecer en el poder hasta la muerte, como su indiferencia por lo que pudiera ocurrir despus. Su respuesta recalc, de modo inequvoco, la crisis pendiente de la sucesin, algo que el sistema poltico, tal como existe hoy, es totalmente incapaz de manejar. En el mejor de los casos, el sistema durar tanto como su dirigente mximo, que hoy parece preocuparse ms por retener los ttulos y prebendas del cargo, que por su aspiracin anterior de que la historia lo absolviera. Por si solas, las relaciones embrolladas entre Estados Unidos y Cuba son insuficientes para explicar el derribo de las avionetas que tuvo lugar el 24 de febrero; slo si consideramos el incidente en el contexto de la latente crisis poltica se explican todos los niveles de su significacin. Hoy por hoy Cuba es un factor insignificante en los asuntos mundiales. El fin de la guerra fra ha devuelto la isla a sus verdaderas dimensiones caribeas. A finales de los aos 70, Estados Unidos tenda hacia la normalizacin de sus relaciones con Cuba. Si Jimmy Carter hubiera vencido a Ronald Reagan en la eleccin de 1980, el acercamiento tal vez se hubiera completado. El mundo bipolar de entonces quiz hubiera permitido a Washington reconocer el gobierno de Fidel Castro, como contrapeso a la influencia sovitica en Cuba. Del mismo modo, Castro pudiera haber acogido las relaciones con Estados Unidos para forjar una relacin ms equidistante con Mosc. El mundo de los aos 90 no ofrece ninguna razn apremiante para que Estados Unidos normalice totalmente sus relaciones 30

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con La Habana. Cuba no es ni China ni Vietnam: hay slo once millones de cubanos, y su gobierno no respalda ningn programa serio de reformas econmicas. La poltica de Estados Unidos hacia Cuba, adems, est hoy en funcin de su poltica interior: un cambio radical supondra costes con respecto a la comunidad cubano-americana en Florida, un estado de gran importancia electoral, muy superiores a las ganancias que pudiera obtener entre la opinin pblica liberal o en el sector corporativo en el resto del pas. Cuba simplemente no es suficientemente importante, aunque los intereses de Estados Unidos a largo plazo pudieran justificar un cambio de poltica. Slo si el gobierno cubano diera unos serios indicios de apertura poltica, pudiera haber un incentivo inmediato suficiente para que Washington buscara un acercamiento total; las reformas econmicas, sobre todo si siguen siendo tan nimias e indecisas como en la actualidad, sern insuficientes. Las seales modestas que se dejaron ver en Washington y Wall Street a lo largo de 1995, junto con el persistente deseo de la Unin Europea y Amrica Latina de ver una transicin pacfica en Cuba, estaban creando un mpetu para las negociaciones. Pero que otra cosa poda ofrecer el gobierno cubano, al fin y al cabo, aparte de una apertura poltica? Poco antes del 24 de febrero la Unin Europea haba presentado una oferta de cooperacin econmica que dependa de una respuesta cubana en el mbito poltico. Concilio Cubano, la naciente asociacin de los grupos de oposicin interna que buscan un dilogo nacional, haba pedido permiso para celebrar una reunin en 24 de febrero en el aniversario 101 del inicio de la Guerra de Independencia contra Espaa. Acceder a la peticin de Concilio hubiera sido, sin duda, un gesto positivo para la Unin Europea, y desde luego, para las fuerzas que en Estados Unidos son partidarias de un cambio en la poltica de Washington. Si Concilio se hubiera reunido sin incidentes, lo ms probable es que el proyecto de ley Helms-Burton hubiera terminado en la basura. Pero la asamblea pacfica de esta naciente organizacin habra lanzado un mensaje muy peligroso dentro de Cuba. Los reformistas en el gobierno podran haberse fortalecido, y a la larga, quizs, podran incluso haber roto filas. Ms importante an, la tolerancia inaudita hacia la reunin de Concilio Cubano el 24 de febrero podra haber sido un acontecimiento aislado, para satisfacer el creciente llamamiento internacional no slo estadounidense a favor de la democracia en la isla. Las columnas vertebrales del dominio autoritario en Cuba la unidad de las lites, y la disposicin del gobierno de recurrir a la fuerza para retener su poder se habran debilitado gravemente. A mediados de enero, una delegacin norteamericana no-gubermental de alto nivel viaj a Cuba. En esa ocasin, un general cubano le pregunt al grupo cules seran las consecuencias si la fuerza area cubana tomara medidas contra los aviones que violaran el lmite de doce millas. Indudablemente, la decisin del derribo ya estaba bajo consideracin, y es probable que se resolviera bastante antes del 24 de febrero. Al dar la orden de fuego, Fidel Castro opt por hacer odos sordos a las premonitorias palabras que Jos Mart dirigi a Mximo Gmez hace ms de cien aos: No se funda una nacin, General, como se manda un campamento.
(Trad. del ingls Nial Binns)

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Reconocimiento
Jos Kozer

Y yo para qu nac en Cuba. Tampoco nac en Cuba sino delante de una flor azul, cul es (era) su nombre en voz baja. Azulina saltaperico plmbago celestina, yo no s nada. Yo slo s que no s nada del oculto lugar al que vine a este mundo, oriundo: de padre? madre me trajo hasta aqu y luego, solt prenda. S de mi nacimiento que estuve un buen rato (hoy puedo llamarlo contemplativo) viendo cenefas conociendo gramtica y un cuarto con un libro hijo verdadero de la naturaleza, me explic geografa de Cuba, amada Cuba, y cosas luego de Caonao, y de bojeos, orgenes, la maculada historia de mi pas, pobre pas de fumaderas y buenas intenciones, de la naturaleza recuerdo (slo) un lbum de postalitas. El fretro tambin me queda ancho: son cosas del amor; albo punto la muerte, del amor: ya voy (verdadero) para mi sitio; balbucearlo (aqu) no es posible, esto no es cuestin de palabras. Pas lo que pas, y canto, me decanto oyendo muy bajo por lo bajo cada vez ms bajo del origen y en un punto tranquilo de florestas, ah, voz primera que me dir al morir majagua, manjuar, bagazo (bagazo es casabe y es casabe cazabe?) vivo y muero, muero y vivo, a un lado la flor, a otro lado de la flor su nombre (nombres) en la balanza fiel de su peso tranquilo cae (nazca o muera) el desconocimiento.

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en proceso

Los aos grises

Eliseo Alberto
Aqu estoy, oh! tierra ma, en tus calles empedradas, donde de nio en bandadas con otros nios corra. Pual de melancola este que me va a matar, pues si alcanc a regresar me siento desde que vine como en la sala de un cine viendo mi vida pasar NICOLS GUILLN

Para Jess Daz

Captulo del libro indito Informe contra m mismo..

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EN PROCESO

EN ALGN CUENTO DE HORACIO QUIROga un personaje muerto de miedo, pero al mismo tiempo decidido a morir con dignidad, le grita al poderosos capataz de la hacienda: que no te obedezca no quiere decir que te traicione. Podra afirmarse lo mismo, al revs: que te obedezca no quiere decir que te sea leal. Hoy me escudo tras el pecho amplio de Quiroga para decir que el miedo puede explicar buena parte de lo sucedido en mi pas. Durante demasiados aos aceptamos con inocencia digna de mejor causa los trucos de no pocos lobos disfrazados de corderos: tienes razn Fulano, pero no es el momento oportuno; tienes razn Esperancejo, pero no le estaremos haciendo el juego al enemigo? Y Esperancejo, Mengano y este Fulano que les habla pospusieron la defensa de su pequea verdad, quin quita si equivocada, en espera de tiempos mejores. Hasta que un da aprendimos que en boca cerrada no entran moscas, y el miedo nos sec la lengua, y ya no supimos dnde diablos estaba el enemigo, ni cules podan ser las tribunas propicias y, en consecuencia, el momento oportuno jams lleg, o vino tan tarde que entonces habamos olvi-

ITO DE MEMORIA.

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dado lo que bamos a decir a nuestros compaeros. De tanto callar, tanto silencio casi nos deja mudos. Que levante la mano el que no baj la cabeza ante aquellos astutos argumentos, que tire la primera piedra quien no se puso el tapabocas en las cuerdas vocales, al menos quinientas veces en su vida. El Quinquenio Gris, afortunada frase con la cual mi admirado maestro Ambrosio Fornet enmarc el perodo ms catastrfico de la poltica cultural de la revolucin cubana, desborda el parntesis que supuestamente se abre en 1971, con los rencores del Primer Congreso de Educacin y Cultura y se cierra, cinco aos despus, con la ovacionada creacin del Ministerio de Cultura; en mi opinin, maestro Fornet, lo gris de esa etapa gris, tan gris como la pelusa gris de una rata gris, comenz a aparecer desde algunos aos antes en los cielos rebeldes del Primer Territorio Libre de Amrica Latina y, blancos ms o negros menos, de alguna manera hoy sigue nublando los soles y las lunas de nuestra isla moral, rodeada de sustos por todas partes. Lo que en verdad result gris, fue, y es todava, un estilo de trabajo autoritario y paternalista, una deformidad del pensamiento oficial que lo incapacita para admitir desde la libre circulacin de las ideas hasta el legtimo derecho al error. Lejos de lo que pudiera creerse, esa intolerancia poltica, ayer u hoy, no tiene su origen en el ejercicio prepotente de un poder sin lmites, sino en el padecimiento de un virus incurable: el siempre incurable virus de la cobarda. El miedo, para m que no soy valiente, siempre es gris. El asesinato de Ernesto Guevara en una escuelita rural de ancahuaz, la ofensiva revolucionaria de 1968, el fracaso de la zafra de los diez millones y, por supuesto, la guillotina que result ser el Primer Congreso de Educacin y Cultura representan, digo yo, los cuatro infartos que anunciaron el colapso de la utopa rebelde. En una pgina de su diario de campaa, el Che dice que con cien hombres a su lado tomaba La Paz. A los que lloramos la noticia de su desaparicin nos descorazon tambin la lectura de ese reclamo. Estamos abandonados, escribe un triste da de mayo de 1967. Cuesta trabajo aceptar el hecho de que slo un puado de revolucionarios siguiera a un hroe de su calibre en el calvario de la selva americana. Los campesinos no lo entendieron, y le cerraron las puertas. Los camaradas del Partido comunista boliviano le dieron la espalda, y lo abandonaron a su suerte y a su muerte. Los peritos del Kremlin lo consideraron un quijote sin ventura y se burlaron de sus tesis tercermundistas. Sus amigos de la Sierra Maestra lo perdieron de vista en la cordillera de Los Andes. Por cuidar a un compaero enfermo, y desatender as sus propias lecciones guerrilleras, cay en una emboscada militar y muri a pecho descubierto, sin manos pero con los ojos iluminados por la llama de su fe; al tercer da resucit como un quinto beatle en las recmaras de los jvenes ms bizarros de los aos sesenta y setenta, entre carteles con la imagen de Ho Chi Min, discos de Bob Dylan, fotos de Tlatelolco y grafitis del mayo francs que gritaban a voz en cuello una consigna que l jams hubiera aprobado de buena gana: Hagamos el amor y no la guerra. La ofensiva revolucionaria de marzo de 1968, por su parte, puso freno a un orden de vida republicano que segua corriendo en Cuba por pura inercia desde 1959, en un angustioso paralelismo con una propuesta de economa planificada que no era compatible con el comercio privado, la inciciativa individual y la libre

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empresa. Cincuenta y ocho mil doce retablos de zapateros remendones, relojeras minsculas, viejas imprentas con linotipos de pedal, puestos de fritangas, barberas de barrio y hasta hornos de carbn fueron clausurados o intervenidos por asalto veinticuatro horas despus de que Fidel los calificara de lastres de la sociedad capitalista. El estado se arrog el compromiso absoluto de la produccin y distribucin de los bienes de consumo, gigantesca tarea que no estaba en condiciones de asumir con eficiencia. El mediano empresario y el pequeo negociante quedaron fuera de los planes quinquenales, acusados de sanguijuelas y explotadores del hombre, y muchos de ellos se retiraron a Espaa, Miami o Venezuela, en exilio tardo, con los bolsillos rotos y la eterna mortificacin de haber perdido toda una vida de trabajo. Ni las gracias les dieron. La zafra de 1970, que prometa una cifra rcord de diez millones de toneladas de azcar, demand un esfuerzo descomunal de las reservas productivas y acab comprometiendo, segn Fidel, el honor de los cubanos. Las ciudades se empapelaron con una consigna espinosa: Palabra de cubano: de que van van. Los zapadores de la Brigada Invasora Che Guevara volaron por los aires ceibas de santera y palmares centenarios, arrancados de raz por las cargas de la dinamita, al tiempo que se desmontaban las mejores tierras para dedicarlas a la siembra de prometedoras variedades de caa. Se declar el ao ms largo de la historia, pues deba terminar en julio del 70 y no en diciembre del 69, y se cancelaron por decreto las fiestas de Noche Buena. La medida se explic con un argumento transitorio: asegurar la movilizacin y permanencia en los cortes de los ms de trescientos mil macheteros que, para esas fechas de familia, estaban lejos de los suyos, acampados al pie de los caaverales. La negativa ha durado veinte largas, muy largas, navidades, sin otra justificacin que no sea la necedad. Entre vtores y aclamaciones, se alzaron voces autorizadas en la materia que advirtieron a tiempo la imposibilidad de lograr el xito en una epopeya de semejantes proporciones, pero no fueron admitidas en el coro de mandarines que repicaban campanas de triunfo desde los miradores de la prensa, la radio y la televisin. La zafra se malogr en trescientas cuarenta y cuatro jornadas. En dramtico discurso, Fidel tuvo que reconocer que no se alcanzara la cosecha prometida. En un rapto de sinceridad, ech el peso muerto de la culpa sobre los dirigentes del Partido y del gobierno, hasta el clmax de atreverse a proponer, en desagravio, su propio retiro poltico. Otra consigna confusa empapel las ciudades: Convertir el revs en victoria. Como consuelo de tamaa desilusin se organizaron bailables por municipios y se permitieron carnavales sin desfiles de disfraces ni reinas de belleza. En el muro del malecn, los recin llegados macheteros celebraron con cubos de cerveza y empanadas rellenas de carne rusa el fin de un sueo que nos hubiera costado carsimo: el de colocar sobre el pedestal de la gloria un estilo de trabajo basado en la improvisacin de unos, el triunfalismo de otros y los caprichos de pocos. En el verano de 1970 se puso de moda un montuno que repeta con criollsimo doble sentido El perico est llorando. La cantaleta dur menos que un merengue en la puerta de un colegio, y fue prohibida porque poda prestarse a gusanas interpretaciones: sea quien fuese el tal perico, los machos, los revolucionarios, no lloran.

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Un ao despus, el Congreso de Educacin y Cultura llen el pas de ratas y alimaas. Comenzaba el Quinquenio Gris. Comenzaba? Har lo humanamente posible para que la clera no rija mis recuerdos y me haga calificar con palabras demasiado crudas a los promotores de aquel autntico patbulo de la cultura nacional. No s si pueda. Verdugos a sueldo de incapaces y tenientes alcoholizados por los licores de la envidia se atrevieron a humillar a prestigiosos intelectuales y artistas, sin distincin de origen ni de nacionalidad, y convirtieron nuestros teatros, galeras y editoriales en letrinas donde ellos, y slo ellos, nadaban a gusto como renacuajos en un mar de babas. Por viles negaron a Jos Lezama Lima y por viles acorralaron a Virgilio Piera, que no estaban fuera del juego sino en el centro mismo de la literatura universal. Por impotentes, herniados de intolerancia, persiguieron a los escritores que haban tenido la valenta crtica, y por tanto amorosa, de publicar libros de pelo en pecho sobre el combate de Playa Girn o la lucha contra bandidos en el Escambray. Por dbiles de espritu acosaron a los homosexuales (que se negaron a ser sus amantes porque eran mucho ms hombres y mujeres que ellos), los dejaron sin trabajo y los desdearon ante sus vecinos. Todava en 1990 varios de esos funcionarios-gusarapos andaban coleando por oficinas de la administracin pblica, venidos a menos, requisados a media, pero pavonendose de sus canalladas de antao, y no falt alguna que otra cucaracha que los aplaudiera. Lo siento. No puedo olvidar a mis amigos. A mis amigos que despus del Congreso de Educacin y Cultura se supieron marcados por la cruz de la intolerancia, porque se arriesgaron a discutir textos marxistas que denunciaban los crmenes de Jos Stalin y cuestionaban la validez del centralismo democrtico, la dudosa representatividad de las mayoras sociales y las razones de fondo del unipartidismo, tres o cuatro de los diez mil quinientos cuarenta y cinco mandamientos en la tabla de Moiss del marxismo-leninismo, segn los tericos del Partido. Tampoco puedo olvidar a los revolucionarios consecuentes que tambin se jugaron la vida por una Cuba mejor, en lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, y que luego fueron perseguidos porque se atrevieron a cuestionar los mtodos y estilos de trabajo de algn viejo compaero de armas, ahora poderoso. En las cclicas campaas contra el llamado diversionismo ideolgico, fueron tildados de hipercrticos, autosuficientes, enemigos del pueblo, traidores, aptridas, neo-anexionistas, libertinos, gusanos y agentes de la CIA, por los cual les endosaron a sus cuentas personales el pago de varios, muchos, demasiados aos en prisin, sin atenuantes de crditos anteriores. Acabaron siendo borrados de la historia: de las fotos y de los libros. Jams existieron. Dnde estn mis amigos actores y actrices, bailarines y bailarinas, poetas y poetisas, pintores y pintoras, alumnos de las escuelas de arte a quienes oficiales o colaboradores del Ministerio del Interior les tendieron trampas erticas en cines, en baos pblicos y en dormitorios de becas para que cayeran como palomas en tentaciones sodomitas, y as poderlos abochornar ante una vanguardia que se obligaba a ser pura a pesar de que funcionarios de reconocido nivel se revolcaban como cerdos en sus lupanares particulares? Dnde estn?

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Qu fue de los rehenes de la llamada Ley de Peligrosidad? Todava a finales de los aos setenta, amigos o conocidos mos fueron separados de sus casas dos, tres, cuatro, cinco aos, nicamente porque se haban atrevido a conversar con un visitante extranjero, o aceptaron un regalo sin factura, y por tanto podan considerarse delincuentes en un futuro ms o menos cercano. Y ya que el futuro perteneca por entero al socialismo resultaba conveniente enrejarlos en cuarentena, como sabuesos rabiosos en la perrera nacional. Declarados en rebelda, olvidados por una sociedad que en buena medida se negaba a creer, por principio, en lo que el enemigo denunciaba, esos hombres y mujeres protagonizaron un drama que an est por escribirse, en nombre ahora de la salvacin del pas que tambin estuvo en guerra contra s mismo durante demasiado tiempo. No ser yo quien niegue estas verdades que tanto dolor han causado al pas donde nac, al pueblo donde an vivo y a la isla que mi hija habr de heredar maana, una isla ms sola, triste y maltratada que nunca antes en quinientos aos de soledades, tristezas y maltratos. En estos aos difciles, a veces invivibles, todos los de mi vida menos siete, he tenido el privilegio de conocer de cerca a hombres y mujeres que nunca pidieron nada para ellos, ni en tiempos de bonanza ni en pocas de bretes y de vicisitudes, hombres y mujeres siervos de sus corazones, lo mismo hijos de pobres que de ricos, mecnicos y campesinos unos, soldados y poetas otros, amigos que me acompaarn siempre, para quienes la causa de la justicia social se convirti en la nica razn de existencia. Gracias a ellos descubr, no sin asombro, que nuestra capacidad de sacrificio no tena lmites y que para vivir con decoro un pueblo digno poda renunciar a los lujos y a las porqueras de la vida. Ellos consuelan desilusiones y sufrimientos. Ellos me ensearon a perder. Ellos van conmigo a todas partes: los llevo en el hueco de mi mano como un poco de agua limpia, y me lavan la cara cuando lloro y me calman las penas y la sed. Por algo el corazn est a la izquierda. Es cierto. La campaa de alfabetizacin, el surgimiento de las escuelas de arte, el auge de la industria editorial, el vigor del cine cubano y la dignificacin del trabajo artstico crearon el ambiente mejor que reclamaba un viejo sonero oriental para decir sus boleros. El hecho de que muchos de los burcratas de la cultura y ciertos jefes ideolgicos del partido hayan sido unos incapaces no significa que los intelectuales cubanos se rindieran ante la incapacidad. Desde mediados de la dcada del sesenta la narrativa cubana haba logrado establecer sus cuatro puntos cardinales: al norte, Paradiso, de Lezama, la gran catedral; al este, Condenados de Condado, de Norberto Fuentes, el gran cuartel; al sur, Celestino antes del alba, de Reynaldo Arenas, el gran boho; y al oeste Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, el gran cabaret. Catedral, cuartel, boho y cabaret marcaran los rumbos temticos de nuestra literatura, como ejes rectores de una rosa nutica donde sobresalan otros ttulos, entre ellos Los aos duros, de Jess Daz, Pasin de Urbino, de Lisandro Otero, El cimarrn, de Miguel Barnet, Adire o el tiempo roto, de Manuel Granados, Tute de Reyes, de Antonio Bentez Rojo, La guerra tuvo seis nombres, de Eduardo Heras Len, La vida en dos, de Luis Agero, El sol, ese enemigo, de Jos Lorenzo Fuentes y, claro, las obras completas de Onelio Jorge Cardoso y de Alejo Carpentier.

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El conflicto, sin embargo, arda en las altas esferas polticas. La cultura cubana se vio sometida a una doble subordinacin, por obra y gracia de una desesperante estrategia ideolgica que a duras penas se soportaba sobre la economa de una isla al garete. Exista una subordinacin natural, histrica, a la cultura hispanoamericana, defendida por unos pocos dirigentes que estaban al frente de organismos de importancia, al menos para la capital: Hayde Santamara en la Casa de las Amricas, Alfredo Guevara en el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematogrficos, la intocable Alicia Alonso en el Ballet Nacional y la patriota Mara Teresa Freyre de Andrade en la Biblioteca Jos Mart. El Partido, a cuenta y riesgo, impuso a artistas y espectadores una nueva subordinacin: Cuba no slo era parte de Amrica Latina sino, adems, del campo socialista. La cabeza visible de esta lnea dura fue Antonio (Tony) Prez Herrero, un fiel comandante de Ral Castro en el Segundo Frente Oriental Frank El fumador. Luis Cabrera Pas, quien desde la secretara ideolgica del Comit Central del PCC se las ingeni para aunar en un mismo saco a funcionarios de probada incultura como adrede. Muchos de ellos eran egresados de escuelas militares o partidistas en la Unin Sovitica, donde haban aprendido el valor de la intolerancia, y recomendaron a la jefatura algo muy parecido a una castracin quirrgica del pensamiento contemporneo. Pronto se subieron a ese carro rojo viejos politiqueros, siempre acechando por la espalda, capacitados conspiradores en los tejemanejes de la intriga y la censura

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que vinieron a echarle ms lea al fuego de la incomprensin. El poder de este grupo no tena lmites. Con maas y trampas de mano izquierda, llegaron a controlar los rganos de prensa escrita, radial y televisiva, los aparatos propagandsticos de todos los ministerios, instituciones y organizaciones de masa, el sistema nacional de educacin, incluidas las universidades y las escuelas de artes, la Unin de Escritores y Artistas, los centros de investigacin, los puestos diplomticos y el nefasto Consejo Nacional de Cultura. Detrs de bambalinas se escondan los idelogos de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior, verdaderos estrategas en este polgono de ideas que ms pareca un campo de tiro al blanco que un campo de batalla, pues ellos controlaban las alturas claves del combate. El pueblo no deba, no poda, saber ms de los estrictamente imprescindible. El concepto de verdad fue manipulado, con el pretexto de que slo as se preservaban las conquistas de la revolucin. La hierba mala de la mentira invadi los prados de la inteligencia. Si nuestra economa, y con ella su superestructura intelectual, estaba encadenada a las ceremonias de Europa Oriental hasta el fin de los das, tena lgica poner el parche antes de que saliera el hueco y acostumbrarnos lo antes posible a las nuevas circunstancias. Mosc significaba el ombligo del mundo. El cielo prometido. La nueva Meca. Casi Nueva York. Lo que vino a poner punto y aparte al pleito fue, sin duda, la desaparicin en bloque de la comunidad socialista, cuando la invencible Unin Sovitica desapareci del mapa y no hubo ni un solo bolchevique ni un solo comunista ni un solo camarada ni un solo veterano de la gran guerra patria ni un solo hroe del trabajo ni un solo diplomtico ni un solo koljosiano ni un solo estudiante ni un solo general de mil estrellas ni un solo genio del ajedrez ni un solo albail del proletariado ni un solo francotirador ni un solo guardin de la siberia ni un solo almirante de la armada ni un solo campen olmpico ni un solo cientfico ni un solo artista emrito del pueblo ni un solo comisario ni un solo catedrtico ni un solo konsomol ni un solo miliciano ni un solo cosmonauta ni un solo leninista ni un solo espa de la kageb ni un solo guardia rojo ni un solo loco! que defendiera con una hoz o con un martillo las conquistas de la revolucin de octubre. La tarde ms gris de la izquierda continental, el sol se puso en una montaa lejana. El tiro de gracia nos lo dieron a todos en la frente de Roque Dalton cuando un tribunal de comandantes guerrilleros, hijos de sus putas madres, lo sentenci a morir ante un pelotn de fusilamiento integrado por muchachos que, como no saban leer, se haban aprendido sus versos de memoria. El cuerpo delgadito del gran poeta salvadoreo fue sepultado en un rincn de la selva, bajo dos pulgadas de tierra hmeda. Sus asesinos reconocen ahora que fue un error. Que no hubo tiempo para hundirlo ms en el planeta. Que por esos das llovi mucho y que las aguas se llevaron a flote su cadver. Que se lo comieron las fieras. O tal vez las hormigas. Que qu le vamos a hacer. Que lo sienten mucho. Pobres comandantes que no murieron en campaa porque el fantasma travieso de Roque Dalton les har la vida imposible, hasta que se sequen de viejos, despreciados por sus hijos. Como dijo mi padre de los que mataron a Federico Garca Lorca: Dios los perdone, yo no puedo. La historia es una gata que se defiende bocarriba. Impotentes como indivi-

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duos ante un destino nacional con pretensiones y quimeras universales, minimizados en medio del zoolgico ms grande del mundo, el parlamento ms democrtico del mundo, el sistema jurdico ms justo del mundo, la potencia mdica ms potente del mundo; perdidos en las praderas donde pastan las vacas ms tetonas del mundo, sorprendidos ante los caaverales ms dulces del mundo, los platanales ms bananeros del mundo y la fbrica de sellos, distintivos y medallas ms grande del mundo, enamorados de las putas ms vacunadas y cultas del mundo, perseguidos por la polica ms buena gente del mundo y protegidos, adems, bajo el ala esplndida del lder poltico ms corajudo del mundo, los cubanos aprendimos a convivir con un pnico diferente a todos los sustos hasta entonces conocidos, un terror casi valiente, habilidoso, un miedo que me da miedo precisar, y esa experiencia, curiosamente, nos hizo los cobardes ms osados del mundo. As aprendimos a desconfiar de las cuatro descascaradas paredes de nuestra casa, porque en ellas podan esconderse las orejas alemanas y democrticas de algn micrfono invisible. Aprendimos a celebrar las navidades con almejas rumanas y las ventanas cerradas, y escuchando canciones de Silvio y de Pablo en lugar de villancicos, para despistar al Comit. Aprendimos a decir s mientras pensbamos que no. Aprendimos a fingir con audacia, a dar con decisin el paso al frente, a disimular con gran sangre fra, a levantar la mano cada vez que solicitaron nuestra decisin para participar en alguna tarea de la patria, porque luego encontraramos a tiempo la excusa para no cumplir lo prometido, aprendimos en fin a dudar de nuestra propia sombra, hasta el punto de que ahora mismo, cuando leo ante ustedes mis notas, pienso quin de los presentes escribir esta noche el informe de mi suicidio poltico, quin est grabando en su mente mis amargas verdades, quin va a clavarme un pual sin piedad y, y lo que es peor, sin rencor, slo en cumplimiento de su ms elemental deber como revolucionario. Por lo pronto no se alarme nadie si este texto asume a ratos un tono de fro documento leguleyo: he decidido redactar de puo y letra mi propio informe contra m mismo, para que al menos me condenen por lo que pienso y no por lo que opinan mis amados verdugos de mi melancola, y desde este miedo tenaz que me hace decir: que no te obedezca no quiere decir que te traicione. A la vida no hay Dios que la pare. La soberbia suele ser mala consejera. La humildad tambin. Yo estuve en el lugar que me toc, a taln pegado. Soy testigo de aquellas razones de la pasin. Como en la sala de un cine veo pasar a mis contemporneos: van hermosos mis novias y mis amigos, a ratos marchando, milicianos, a ratos llorando, confundidos, a ratos muertos de risa, o simplemente muertos. Absurdamente muertos, arrebatados de nuestros brazos en algn giro del baile, eternamente jvenes y salvados del desencanto, hasta el fin de mis das. Los querr siempre. Los extraar siempre. Los defender siempre. La revoluciones no pueden ni deben ser eternas, porque acaban acorralndose en su rediles, enemigas de la misma criatura que ayer les dio la razn y que hoy termina por negrselas: sus hijos. O los hijos de sus hijos. O sus hijos. Me duelen mis palabras. A mi generacin le toc perder. Perderse tratando de hallarse, en lucha con la conciencia, a veces sin explicarnos muchas cosas, a veces sin atrevernos a pedir muchas ex-

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plicaciones. La fe absoluta, la confianza sin lmites y el consuelo de una esperanza futura pueden ser, ahora que lo pienso, tres excusas sutiles del miedo. Perdimos y nos perdimos. Reconocerlo es el primer paso para reencontrarnos de nuevo, unos aos adelante, en la casa de nuestros padres que ser la de sus nietos porque a nosotros no nos dejaron edificar las nuestras que seran las suyas. Bien lo dijo quien lo dijo: nadie regresa, siempre se va. Se va de La Habana a Miami, se va de Miami a La Habana. El regreso es un movimiento fsica y humanamente imposible La historia y la poltica tampoco vuelven las hojas. La vida siempre tiene veinte aos. Los cubanos, quizs, no tenemos escapatoria, pero si salvacin. Por mucho que se corra, el que corra con ms suerte llegar si puede al punto de partida. El crculo de la isla se cierra slo para abrirse de nuevo. Somos los mismos en La Habana, en Miami o en Mosc: he ah nuestra libertad y nuestra cadena. En Cuba el pasado nunca acaba de pasar; nos precede, nos atrapa y nos proyecta. Mi padre siempre lo dijo: tapen bien los espejos que la muerte presume. Nacer en esta isla es, en verdad, una fiesta innombrable, querido Jos Lezama Lima. Sombras que slo yo veo, me escoltan mis dos abuelos, escribi Nicols Guilln. Nuestros santos difuntos dialogan, discuten, pelean, conspiran, aunque los entierren bajo cruces sin nombres o se ahoguen en el mar que nos encierra y nos define. Los fantasmas traen el vino a la mesa, donde hay una silla reservada para los ausentes. Las abuelas, mi abuela, tu abuela, siguen tosiendo en los retratos. Mi padre siempre lo dijo: guarden el pan para que haya con qu alumbrar la casa. Mi padre, que en paz descanse. Puales de melancola esos que nos pueden volver a matar cuando alcancemos a regresar a las calles empedradas de nuestra historia. Algn da tendr que suceder, y Dios quiera que sea sin odios ni rencores: los cubanos nos sentaremos a repasar esta segunda mitad del siglo XX, a revivir las noches sin nosotros del exilio, las noches sin ustedes de la isla, a encarar los hechos y a sus hombres con la martiana serenidad de la justicia. Nos volveremos a emocionar, claro que s. Lo merecemos. Yo, confieso, slo recordar con cierta amargura a un joven que abandon a su suerte hace muchos aos en una trinchera despiadada: yo mismo. A pesar de tantsimos pesares, y en nombre de tantsimas alegras, me niego a pensar que durante esa descarga de recuentos dulces y amargos alguien diga, yo diga, cualquiera de nosotros se atreva a decir, Que se vayan, que se vayan, que se vayan, o Dentro de la Revolucin nada, contra la revolucin todo, o Esta casa es ma, Fidel: sta es mi casa!, o El pecado original de los intelectuales cubanos es que hicimos la Revolucin, o Paredn! Paredn! Paredn!, porque entonces, compaeros y compaeras, escorias y sabandijas, seoras y seores, socios y socias, compadres y comadres, gusanos y gusanas, aceres y moninas, damas y caballeros, lectores y lectoras, amigas y amigos mos, entonces tendremos que desclavar de nuevo las tablas de los roperos, y sujetarlas de algn modo a los bastidores de la cama, y una noche propicia, bajo el spot de la luna, nos veremos balseando en un mar de tiburones cebados por las carnadas de miles de nufragos hermanos, con la desesperada esperanza de llegar cuanto antes a la nica tierra que parece prometida para los cubanos: irnos, todos, a casa del carajo. O lo que es lo mismo: a la mierda.

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La relectura de la nacin
Letrados sin ciudad por un patriotismo suave
GRAFFITTI HABANERO

LETRADOS SIN CIUDAD

En su libro pstumo, el ensayista ngel Rama haca girar una interrogacin: por qu la ciudad letrada produce un orden tan persistente? Siendo, como es, el gremio de los intelectuales un residuo corporativo del viejo rgimen por su implcita calidad sacerdotal a qu debe su sobrevivencia en la modernidad? su fijeza, en el vrtice de las revoluciones polticas? Por momentos, la respuesta de Rama parece demasiado simple: la ciudad letrada debe esa persistencia a su origen barroco. Mientras la cultura barroca subsista, mientras Amrica no trascienda la edad barroca, entonces cada nacin americana tendr su ciudad letrada.1 Pero a un lector suspicaz, como Mario Vargas Llosa, no se le escapa otro argumento de mayor peso: la ciudad letrada sobrevive porque, hasta hoy, los intelectuales conforman el grupo social ms identificado con la apertura del espacio pblico. En sociedades, como las nuestras, donde la esfera de la ciudadana slo existe dentro de la imaginacin democrtica, la ciudad letrada a pesar de su origen estamental reproduce los mrgenes de la vida pblica. Hablar, hoy, de grupos intelectuales en Cuba, de una ciudad letrada, es aferrarse a una ficcin estril. Desde Lunes de Revolucin o el primer Caimn Barbudo no ha existido en la isla eso que Ignacio Manuel Altamirano llamaba

ANGEL RAMA: La ciudad letrada. Ediciones del Norte, 1984, pp. 29-30.

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Rafael Rojas

La relectura de la nacin
una Repblica de las Letras. Esa prdida resulta ms lamentable, cuando se valora la intensa sociabilidad intelectual que caracteriz a la cultura cubana desde finales del siglo XIX. La propaganda autonomista, Patria, Cuba Contempornea, el grupo Minorista, la Revista de Avance, Orgenes y Cicln son momentos en una sucesin continua de ciudades letradas. De qu sirve ignorar la abrupta interrupcin de la sociabilidad potica en el orden revolucionario? Vista la literatura, al modo de Pedro Henrquez Urea, es decir, como la doble historia de las comunidades culturales y sus discursos, se nos revela eso que una poltica unnime cree ocultar: que en la Revolucin el espacio pblico se cierra y las poticas literarias deben eludir otro vnculo que no sea el de las redes visibles o invisibles del poder. La identidad entre el Estado y la Nacin, el gobierno y el pueblo, la sociedad civil y el sistema institucional, ha politizado la imagen histrica de la cultura cubana. El legado espiritual de la nacionalidad, que integran todos los discursos que alguna vez habitaron la isla, sufre una diseccin poltica. Las races que desembocan en el tronco actual, esas tradiciones que cristalizan en el cuerpo vivo del Estado, conforman el patrimonio ideolgico de la autoridad revolucionaria y pretenden acoger las esencias de la cubana. Lleg un momento en que la summa insular, el curriculum cubensis como le llamaba Severo Sarduy pareca completarse con Varela, Luz, Mart, Mella, Villena, Guilln, Carpentier y alguien ms. Otras formaciones discursivas, como las de Jos Antonio Saco, Enrique Jos Varona, Jorge Maach o Fernando Ortiz, eran menos ponderadas porque sus textos no traslucan la Verdad o el Secreto de la isla. As se cre la imagen jerrquica y autoritaria de nuestro devenir intelectual que, hasta hoy, predomina en las academias y publicaciones cubanas. Contra esta diseccin del legado nacional se moviliza la nueva ensaystica. Desde finales de los aos 80 se viene escribiendo, en Cuba, un nuevo ensayo de la nacionalidad. El nacimiento de esta escritura quizs sea el reverso intelectual de una crisis en el orden simblico de la Revolucin. Los valores, los smbolos, las ideas, las prcticas y las instituciones del socialismo cubano experimentan un severo reajuste. La revisin de la forma histrica actual del Estado, que ha sido presentada teleolgicamente como el completamiento poltico de la identidad cultural, suscita una relectura de la nacin misma. Y el ensayo ha sido, desde los textos fundadores de Montaigne y Bacon, ese gnero propicio para el examen de conciencia, esa construccin reflexiva que da fe del trnsito entre una y otra imagen del tiempo. Por eso el testimonio ms elocuente del cambio cultural de la isla es el que articulan los ensayistas. A pesar de que, debido a su transparencia, el ensayo es tambin la forma textual ms desprotegida, ms expuesta al dedo de la censura. Tal vez sea el ensayo y no la poesa o la narrativa la composicin que ms se acerca a formular una potica generacional, por esa promiscuidad literaria, esas facultades centuricas, que Alfonso Reyes vea en este gnero. Hay tambin, en la literatura cubana, algn vaco ensaystico que afecta tanto a las poticas personales como a la construccin misma de una historicidad para nuestras letras. La historia genrica de la narrativa cubana, de Villaverde a Carrin y de Loveira a Sarduy, es de una densidad pasmosa. Por su parte, el tiempo de la poesa insular 43

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es ms extenso que el de la propia cultura nacional. En Cuba, primero aparecen los poemas y luego la nacin. El ensayo, en cambio, nunca ha experimentado, por decirlo as, una autoconciencia de su devenir como la que logran la novela con Carpentier o Cabrera Infante y la poesa con Lezama o Vitier. La ensaystica cubana carece de una lgica ascensional que le d sentido a su historia. Quizs, porque el ensayo ha sabido interpretar mejor los tiempos de la poesa y la narrativa, que su propio tiempo. Una generosa funcionalidad, dentro de las letras, unida a su falta de peso histrico, hace de esta escritura el gesto que podra esbozar nuestra nueva edad cultural. Pero sera ilusorio hablar de una ciudad letrada en la Cuba de hoy. Es posible, en cambio, hablar de un grupo de letrados sin ciudad que junta sus argumentos en publicaciones precarias, silenciosos debates y sombras veladas. No creo que este grupo tenga plena conciencia de su corporeidad, ni que sus virtuales representantes sean slo los que voy a mencionar. Toda comunidad, sea poltica o cultural, es una invencin o, simplemente, la vivencia de una fantasa. Tambin es probable que la isla imaginaria se repita, como dice Antonio Bentez Rojo, al interior de la sociabilidad intelectual cubana. Es probable que la insularidad se reproduzca en esas tertulias habaneras donde los lmites polticos de la cultura se borran. Por eso, la certeza apenas da para un brevsimo muestrario del nuevo ensayo, recorriendo algunos prrafos de Antonio Jos Ponte, Rolando Snchez Mejas, Victor Fowler, Pedro Mrquez, Ivn de la Nuez y Ernesto Hernndez Busto. Con estos autores se puede ilustrar cierta reinsercin con el legado nacional, que es obra de un alojamiento en los mrgenes de la narrativa revolucionaria. Una estrategia de reconstruccin por la cual se confirma la voluntad intrahistrica de la lectura. Un letrado sin ciudad es el escritor que carece de una esfera pblica donde articular su discurso; o el escritor, que disponiendo de esa esfera pblica, se resiste a incursionar en ella. Lezama habl de la otra poltica del espritu: la de regir la ciudad desde su misterio, desde su secreto. La historia de las comunidades literarias de la isla pudiera hacerse siguiendo ese pndulo que se mueve entre lo pblico y lo secreto. El Minorismo, Avance y Nuestro Tiempo demuestran una voluntad intelectual hacia las formas pblicas. La generacin del 10, Orgenes y Cicln, en cambio, dejan indicios de una cultura secreta. En la poca revolucionaria, aunque ha sido imposible la sociabilidad al margen del estado, tambin se percibe cierto desplazamiento entre lo secreto y lo pblico. Los 60 y los 80 son dcadas menos hermticas, ms abiertas a la opinin, que los 70 y los 90. Sin embargo, los escritores de la ltima promocin no parecen estar muy interesados en regir la ciudad de forma pblica o secreta. Es precisamente ese delirio poltico de gobernar desde la poesa la ciudad, la nacin, o la cultura lo que se rechaza. En los 90, el nuevo ensayo se perfila alrededor de tres conmemoraciones: el centenario de la muerte de Julin del Casal en 1993, el cincuentenario de Orgenes en 1994 y el centenario de la muerte de Jos Mart en 1995. Las relecturas de Casal, Orgenes y Mart fijan la mirada en los atributos cvicos del intelectual. La vieja antinomia entre el Casal aptico y el Mart comprometido se deshace. Parecera que la marginalia casaliana ejerce cierta imantacin performativa sobre los 44

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nuevos escritores. Al final, ambas poticas la de Mart y la de Casal se reconcilian en el acto de la escritura, que es el nico testimonio de un cuerpo literario. Pero en lugar de la vieja antinomia aparece otra, que todava conserva la inercia de la primera: la antinomia Piera-Vitier. Piera acoge el patriotismo dbil que antes encarnaba Casal. Mientras Vitier se presenta como un imperturbable guardin del legado martiano. Si Casal, en su poema Nihilismo, poda decir: Amor, patria, familia, gloria, rango, / Sueos de calurosa fantasa, / Cual nelumbios abiertos entre el fango / Slo vivisteis en mi alma un da, ahora la fugacidad, la ingravidez nacional, se desplaza del topo al krhonos, del no lugar a la nadahistoria de la isla. En sus Memorias, Virgilio Piera vuelve sobre el tema central de La isla en peso: la levedad histrica de Cuba. El hallazgo de una escritura que burla los mitos fuertes de la nacin le da al nuevo ensayo un tono reivindicativo, como de discurso que pretendiera liberar del index nacionalista algunos textos herticos, la relectura de Piera abre un universo en el que la hereja y la transgresin son los motivos corporales del texto. Su nihilismo, como el de Georges Bataille, era un crculo ms de la pulsin que comunicaba el deseo y la escritura. Es ah, en esa inscripcin del cuerpo en el texto, en ese tatuaje invertido, que toca tambin a Severo Sarduy y a Reinaldo Arenas, donde puede formularse una ertica de la levedad o de la desvalorizacin nacional.2 En su ensayo La lengua de Virgilio, Antonio Jos Ponte se detiene en las que llama pginas lamentables de Cintio Vitier sobre Piera.3 El encargo de la teleologa insular, lanzado desde la certeza de una densidad histrica de la nacin, pasa de manos de Lezama a Cintio Vitier. En 1956, Lezama desechar aquel intento de corregir poticamente la historia de Cuba. La idea de una teleologa insular, aunque le daba a la generacin de Orgenes un sentido hmnico, whitmaniano, no parta de la configuracin actual de lo primigenio que es lo artstico, sino por el contrario conflua hacia metas donde clarificase un caudal mayor de la historia, un destino histrico.4 Apenas dos aos despus, Cintio Vitier, en Lo cubano en la poesa, habr creado un canon potico que se propone deslindar lo ajeno de lo propio. En su ensayo, Ponte se coloca frente a uno de esos deslindes. Si el tono de la potica de Piera, como afirma Vitier, no puede correspondernos, en ningn sentido, porque nuestra sangre nos impulsa por caminos diferentes, entonces la nacin es incapaz de tolerar sus discursos dbiles o negativos.5 Pero la tradicin moral afirmativa de la identidad cubana (Varela, Luz, Mart, Lezama) no expulsa a las voces nihilistas y discordantes de su legado. Slo ciertas lecturas de esa tradicin, ejercidas desde la intolerancia, pretenden convertir la

RAFAEL ROJAS: La diferencia cubana, en la antologa Cuba: la isla posible. Barcelona: Ediciones Destino, 1995, p. 39. ANTONIO JOS PONTE: La lengua de Virgilio. Matanzas: Ediciones Viga, 1993, pp. 19-24.

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JOS LEZAMA LIMA: Recuerdos: Guy Prez Cisneros. Revista de la Biblioteca Nacional Jos Mart. La Habana, mayo-agosto, 1988, Nm. 2, p. 28.
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ANTONIO JOS PONTE: op. cit, p. 21.

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identidad en una fe religiosa y lo moral en una ideologa poltica. Lezama, en su poema Rapsodia para el mulo, admita la existencia de una oscura cabeza negadora en la potica de la isla. Mart habl de que los pueblos se conocen tambin por sus bandidos, sus criminales, sus ladrones, sus putas y sus locos. Esa poblacin marginal completaba y diversificaba el imaginario simblico del pas. Finalmente, Jos de la Luz y Caballero dedic uno de sus aforismos a fundamentar la necesidad de un discurso dbil y nihilista dentro de las culturas nacionales. Dicho discurso estara formulado a partir de un fruncimiento irnico, que relaja los valores serios de la patria.
El ceo es un veneno que inocula el disgusto hasta en la misma tolerancia. Tempus ridendi, tempus lugendi. La irona es patrimonio de las almas apasionadas: por eso es tan elocuente... Porque hay una stira patritica, moral, humana, que es distintivo de las almas nobles, redentoras de la humanidad. Hay casos en que es la ltima expresin del sentimiento del dolor, no del egosmo.6

As, en los mrgenes poticos de la identidad poltica se van acumulando los signos de una resistencia, de una posible corriente alterna. Pero su inteleccin histrica no es ms que otra fuga residual de la cubanidad dura, centrada. El pas negativo, en las entraas de su discurso, no resulta muy diferente al pas afirmativo. Es la imagen de la nacin sagrada en su espejo diablico: una rplica. Ernesto Hernndez Busto, en su prlogo a El no de Virgilio Piera, logra una frase que permitira reconstruir, desde s misma, esa tradicin nihilista de la cultura cubana: el tedio en la sangre. De esa morosidad que suscita el contacto perpetuo con lo mismo, con el paisaje originario, surge la escritura enemiga, un espejo textual, capaz de moverse entre una extraeza y otra. De la extraeza del trpico a la de la familia, de la extraeza del Estado a la de la Nacin.7

POR UN PATRIOTISMO SUAVE

La nacin cubana, de la que hablan las ideologas y los mitos, es un castillo, un altar, una piedra de sacrificios. Un pas as, slo puede ser vislumbrado por una mirada intensa, por un ver-saber, cuya transparencia se simboliza con la metfora de la luz solar. No en balde el eje de la eticidad cubana, el sentimiento de la justicia, es ese sol del mundo moral. Se crea entonces un dispositivo metafrico que puede desplazarse de las poticas de la Nacin a las ideologas del Estado. El poder de la metfora se convierte en la metfora del poder. Por un hermoso libro de Pier Aldo Rovatti sabemos que ya Martin Heidegger adverta sobre esas facultades encrticas de la metfora. Al lumen naturale del saber, que ilumina regiones de mxima claridad, Heidegger opona un mirar suave, un regarder, que salvaguarda el horizonte borroso de la mirada y permite una

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JOS DE LA LUZ Y CABALLERO: Aforismos. La Habana: Ed. de la Universidad de La Habana, 1945, p. 209.

ERNESTO HERNNDEZ BUSTO: Una tragedia en el trpico, prlogo a El No de Virgilio Piera. Mxico, Ediciones Helipolis, 1994, pp.14-18.

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aproximacin lenta del cuerpo a los ojos.8 Toda la propuesta caba en la palabra Lichtung: una luminosidad que se abre en medio de un oscuro bosque, una luz tenue como la de la luna. Esta atenuacin de la luz, que es tambin un aligeramiento de la metfora, le sirvi a Rovatti para sugerir la pertenencia de un saber dbil, autolimitado, en el mundo postmoderno.9 Sin embargo, la invitacin epistemolgica a un pensamiento dbil no supona el escepticismo o el abandono de la moral. De hecho, como lo entiende Franco Crespi, el saber suave responde a un imperativo kantiano: la tica intelectual de una edad sin certezas.10 La Lichtung es el emblema de esa docta ignorancia que bien podra ilustrarse con la paradoja del entender no entendiendo de San Juan de la Cruz. Una mirada as, que registra tambin lo oscuro, lo impreciso, lo fugitivo, es semejante a la iluminacin lunar. En palabras de Rovatti, lo nico que busca esta metfora dbil, esta luz tenue, es la apertura del campo visual, la libertad de existencia para todos los cuerpos Ser el sentimiento de la libertad, en nuestra cultura, esa luna del mundo moral? Ramn Lpez Velarde, sin mucho esfuerzo, entendi la aplicacin de una racionalidad dbil al sentimiento patritico. En su poema La suave Patria, la nacin, el pas, puede ser figurado por algo tan corpreo como una botella de rompope, la picadura del ajonjol o una carreta de paja. La patria es all una moneda espiritual, la metamorfosis eterna, una identidad que slo se realiza en su diferencia y, sobre todo, un cuerpo ofrecido al tacto. Para Lpez Velarde la patria es tambin por qu no? ese amor ridculo a la tierra, que tanto irritaba al joven Mart. Tal vez los versos que mejor resuman el aliento de aquel poema sean: Suave Patria: te amo no cual mito, sino por tu verdad de pan bendito, como a nia que asoma por la reja con la blusa corrida hasta la oreja y la falda bajada hasta el huesito.11 Esta imagen de la patria como alimento, como galera del goce y la perversidad, quizs sirva para ilustrar la relectura de la nacin que alcanza el nuevo ensayo cubano. Frente al metarrelato monumental de la nacionalidad, se coloca un discurso tenue y sensitivo que ironiza hasta su propia resistencia. Si la Patria de Mart es agona y deber, ara y no pedestal, sacrificio y no placer, esta nueva escritura gravita hacia una asuncin de la Patria como superficie, como espacio de roce entre los textos del deseo. De modo que, al reformar el orden de los signos cvicos se desglosa en el horizonte la masa discursiva del legado. Leer ese legado,

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PIER ALDO ROVATTI: Como la luz tenue. Metfora y saber, Barcelona: Gedisa, 1990, ,pp. 59-73. Ibid, p. 10.

FRANCO CRESPI: Modernidad: la tica de una edad sin certezas en El debate modernidad / postmodernidad. Buenos Aires: Puntosur editores, 1989, pp. 229-238.
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RAMN LPEZ VELARDE: La suave patria y otros poemas. Mxico: Alianza Editorial, 1994, pp. 86-96.

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sentir el peso o la levedad de la tradicin, filtrar su flujo con estructuras permeables, se convierte en un ejercicio retrico. El poeta Julin del Casal se ofreci para una primera relectura. En su ensayo, La reconstruccin del sujeto Casal, Victor Fowler insista en la impostergable destruccin del mito de Jos Mart, como antpoda potica de Julin del Casal. Fowler resaltaba varios artculos, publicados en La Habana Elegante como el dedicado al general Sabs Marn y los que forman la polmica sobre los perros en los que Casal se opone pblicamente al rgimen colonial espaol.12 Pedro Mrquez continuaba esta desmitificacin por medio de una arqueologa de los estereotipos mdicos que clasifican al poeta. En su ensayo Estertores de Julin del Casal, Mrquez demostr que las lecturas del cuerpo casaliano, desde los tiempos de Manuel de la Cruz, han intentado justificar la apata poltica con los cuadros patolgicos del tuberculoso, el neurtico o el homosexual.13 Finalmente, Antonio Jos Ponte cierra este primer reencuentro con su Casal contemporneo. All, luego de descartar a esos ortopdicos que rodean a Casal, que procuran corregirlo no solamente en obra literaria, sino tambin en la vida. Esos que se entrometen, que quieren regimentarlo a dieta de lectura, a terapia de viaje, Ponte concluye:
Si preguntamos para qu recuperar a Casal escuchamos su rplica a la sentencia de Enrique Jos Varona. Con sus trajes y sus habitaciones, con sus pginas no llam a un poema Pginas de vida? y sus paseos dentro de la ciudad, con su espejear frente a los otros, marcando la memoria lo mismo que un emblema, Casal demostr que entre nosotros puede no solamente hacerse poesa, sino que puede vivirse (este es el verbo adecuado, este posesivo) tambin como poeta. Ambicion, como nosotros, que todo fuera signo erguido.14

De Casal, el arco de la relectura llega hasta Jos Lezama Lima y la revista Orgenes. Ya aqu, la mirada pasa de la ms entusiasta complicidad a un fruncimiento cnico. En dos ensayos, El libro perdido de Orgenes y Por los aos de Orgenes, Antonio Jos Ponte desenmascara el uso oficial de la potica de Lezama, en favor de una nueva legitimacin fundamentalista del nacionalismo revolucionario. Ponte reconstruye esa imagen teleolgica de la historia insular, que aparece en los textos de Lezama; segn la cual, despus de la muerte de Mart, la nacin sufre una orfandad de origen y destino que debe ser superada por algn alumbramiento. Cintio Vitier se habra encargado de identificar ese alumbramiento con la Revolucin de enero del 59 y as cerrar para siempre la escatologa providencial de la isla. Para matizar esta rgida interpretacin, Ponte propone entender a Orgenes como una confluencia de varias poticas, algunas de ellas difcilmente reconciliables con las de Lezama. Esos seran los casos de Virgilio Piera y Lorenzo Garca

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VICTOR FOWLER: La reconstruccin del sujeto Casal, en Julin del Casal. In memoriam. La Habana: Ediciones Abril, 1993, pp. 49-50. PEDRO MRQUEZ: Estertores de Julin del Casal, ibid, pp. 51-54. ANTONIO JOS PONTE: Casal contemporneo, ibid, p. 58.

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Vega, quienes integran, junto con Julin del Casal, Guillermo Cabrera Infante y Reynaldo Arenas, una posible tradicin nihilista de nuestra cultura.
Esa historia que arrojan sucesivos no es tambin nuestra historia, esa literatura que hacen tambin es la nuestra. Sin ella resultara impensable una historia, una literatura nuestra, propia. Un pas, un nacionalismo no pueden ser proyectos monolticos.15

Pero la reaccin ms vehemente contra los usos polticos de la poesa, quizs sea la de Rolando Snchez Mejas en Olvidar Orgenes. Este ensayo, escrito como una confesin de estilo, se ubica en el crucero mismo de la literatura y la historia, de la poesa y la poltica. La primera frase es ya un compendio de las insinuaciones que vendrn: imaginar la Repblica de las Letras fuera de la Historia, o dentro de la Historia pero intocada, sera perseverar en una mala abstraccin que la poesa moderna intenta borrar.16 Sin embargo, el cruce, la tensin entre los discursos se manifiesta por medio de lecturas: lecturas poticas de la historia y lecturas polticas de la literatura, de ah que Snchez Mejas intente zanjar los territorios y defienda la posibilidad de un pensar-escribiendo, de una escritura autotlica. En consecuencia, su crtica de esas incursiones del poder en las letras, que se logran desde la lectura de los polticos profesionales, no deja dudas:
Aunque los polticos no sean buenos lectores pues un poltico tiene la necesidad de efectuar malas lecturas para hacer su labor poseen el olfato capaz de intuir lo que se encuentra en las maysculas de la Ficcin Absoluta. Por eso los polticos no soportan la idea de una Repblica de las Letras. O la idea de un Coloquio donde no se hable solamente de la retrica literaria de Orgenes. Los polticos cubanos intuyen que Orgenes gener algunas maysculas trascendentalistas, y una nostalgia del origen, y un nfasis de la resurreccin histrica, que pueden emplearse en situaciones concretas de la poltica, sobre todo en una poltica totalitaria.17

Una relectura de las relaciones entre cultura y poltica, que definen el registro pblico del intelectual, no poda prescindir de Jos Mart: figura que representa, en la historia de Cuba, el mito de la sntesis, de la totalidad, de la reconciliacin de todas las hostilidades entre la poesa y la historia. En estos cien aos que han sucedido a la muerte de Mart, hemos visto cmo dos interpretaciones, que parecan enemigas, se dan la mano en una retrica totalitaria. Durante la Repblica era comn el juicio de que Mart, el Apstol, haba comprendido que la forma ms plena de la palabra potica era su desaparicin en los actos de la

ANTONIO JOS PONTE: Por los aos de Orgenes. Revista Unin. Ao VII, N. 18, enero-marzo de 1995, p. 51. ROLANDO SNCHEZ MEJAS: Olvidar Orgenes, indito, p. 1 Texto ledo en el Coloquio Internacional por el Cincuentenario de Orgenes, La Habana, 30 de junio de 1994.
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Ibid, p. 2.

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historia. La metfora, si pretenda hipostasiarse en el tiempo, tambin deba ofrecer una moral, una tica civil, que luego pudiera encarnar en la sustancia poltica de algn Estado. Visto as, Lizaso, Maach, Lezama y Vitier coincidan en que la obra que completa la potica de Mart no era un poema o un ensayo, sino un gobierno virtual, una Repblica. En la Revolucin, el discurso marxista ha privilegiado los instrumentos polticos de cultura martiana: la unicidad del Partido Revolucionario, su advertencia sobre la expansin territorial de los Estados Unidos. Donde el texto republicano vea continuidad, reificacin de la poiesis, el texto revolucionario vio ruptura, sacrificio, inmolacin de las letras en aras de la poltica. Ambas ideologas se amigaron en un culto al hroe, que debe pronunciar sus caracteres polticos, en detrimento de los poticos. El nuevo ensayo se propone devolverle la autonoma potica a la escritura de Mart. Es posible percibir, como lo hacen Ivn Schulman, Arcadio Daz Quiones y Enrico Mario Sant, los tropismos del texto martiano sin desembocar necesariamente en su ambigua cristalizacin poltica. Es posible narrar sus otras polticas, sus polticas menores: la poltica de su escritura, la poltica de su cuerpo. Porque al fin y al cabo, cual es la hipstasis de la metfora martiana en la historia de Cuba? ?Acaso es su Repblica con todos y para el bien de todos, que jams se ha realizado en nuestra tierra? Acaso es la Revolucin socialista? O acaso es esa engaosa participacin de la imago en la historia, otra utopa en busca de otro poder, desprendida de la poltica del espritu que practic el cuerpo dbil de Mart? Pero restaurar la esfera de la escritura no significa cancelar esas formas del texto, ni hacerlas desaparecer en una potica total. En todo caso, se trata de leer la historia en la imagen escrita, en la letra, y no fuera de ella. Un buen ejemplo de esta relectura es el ensayo La repblica modernista de Ernesto Hernndez Busto, Aqu, la percepcin martiana del liberalismo, la modernidad, y la democracia est centrada en su mayor transparencia, que es el acto escriturario de comulgar con una potica modernista. Por eso, para Hernndez Busto, la Repblica no es slo una entidad conspirativa o estatal, sino una construccin mtica, disfuncional, que debe ser leda en su propio imaginario posible.18 Iluminar el lado pblico de Casal, fragmentar el todo potico de Orgenes y devolverle a Mart el mbito de su escritura parecen ser las tres aficiones del nuevo ensayo. Detrs de ellas puede leerse un imperativo: despojar a la nacin, a la patria, de una maquinaria simblica que establece un vnculo saturnino con sus hijos. El legado de la nacionalidad exige ritos de adoracin, pruebas ontolgicas de la fe, confirmaciones recurrentes de una existencia. Pero el nuevo ensayo se resiste a esa ritualidad nacional por medio de un aligeramiento del legado, por medio de una invitacin a la ingravidez, a la fuga. El ensayo Un fragmento en las orillas del mundo de Ivn de la Nuez nos persuade de esa reaccin. En dos prrafos de este texto se condensan los motivos que tiene la nueva ensaystica para aplicar una racionalidad dbil y disolvente del metarrelato identificatorio de la

ERNESTO HERNNDEZ BUSTO: Modernismo, modernidad y liberalismo. La repblica de Mart, Revista Apuntes postmodernos. Volumen 4, Nm. 1, 1993, Miami, pp. 41-52.

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nacin. Con ellos se ejemplifica la bsqueda de eso que, siguiendo a Lpez Velarde, hemos llamado un patriotismo suave:
Tratamos con el vicio clsico de entender las culturas en trminos lineales y progresivos, mediante un continuum poseedor de los secretos del drama griego: presentacin-nudo-desenlace. Y con la repeticin, no casual, del teatro que la cultura occidental ha construido de s misma y de las otras. Una operacin que nos suscribe a esos modos y nos dibujan con sus signos. La persecucin de ese modelo y la necesidad imperiosa de pertenecerle, marcan extraordinariamente la conducta cultural cubana. En correspondencia con un discurso decimonnico que nos induce a percibir la cultura como una moral; con el desplazamiento intelectual que relaciona el concepto de origen y de nacin en cualquier otro anlisis, como si todo antecedente o subyacencia concurriera inevitablemente hacia stos, o todo en ellos ya previera o determinara nuestra experiencia del presente. Es all y algo anterior a su banalizacin donde se provee una cultura sobredeterminada por los criterios fuertes y autocentrados de la identidad nacional... Cuando la nacin, quiz, ya no sea el refugio privilegiado de nuestra cultura.19

Despus de leer este ensayo queda una sensacin de vaco: el metarrelato de la identidad se ha opacado, la nacin se ha desprendido de sus frreas inscripciones. Ese blanqueamiento es el punto de partida para la nueva escritura. El texto de Ivn de la Nuez busca una zona desconocida en el discurso insular, un espacio autotlico, un paisaje de fuga y desvo. Es aqu cuando la iluminacin del lado oscuro, la reminiscencia de un olvido, ms que una forma de recordar, se vuelve otra manera de olvidar. Su propuesta de aprender a olvidar un poco el siglo XIX, al igual que el olvidar Orgenes de Snchez Mejas, no es un simple llamado a hacer tbula rasa, sino una sugerencia de relectura. Cuando Jean Baudrillard afirmaba olvidar Foucault, quera decir: basta de leer a Foucault como el sabio que ha restablecido la totalidad de la historia! Asimismo, olvidar un poco el siglo XIX significa dejar de entender la cultura cubana, slo, como una moral, o como un saber siempre coronado por la moral. No todas las intelecciones de nuestro devenir tienen que estar referidas a los valores fuertes de la nacin. El encuentro con la huella de una fuga basta para hablar de nuestra historia.

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IVAN DE LA NUEZ: Un fragmento en las orillas del mundo, ibid, p. 53.

Texto ledo en las Jornadas de la Cultura Cubana celebradas en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM). Auditorio Simn Bolvar, Facultad de Filosofa y Letras, UNAM, Mxico, DF. 1 de junio de 1995.

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Presos del cristal

Osvaldo Snchez

Presos del cristal, como orillas, como pjaros ciegos revolcados, embalsamados con arena y nada, en mapas de coordenadas deshechas. Bajo nubes y nubes, inertes. Futuro y su pliego hinchado en la carne. Aqu lo que sobra es... Este regalo-msculo. Muy quemado por el lacre en la ducha. En las tiendas del gesto, la mano semen manipula al giro del cerrojo. Seco el mar. Un laberinto con prostbulos de conchas. Fugaces las horas de los pjaros borrados los ojos al centro. Deseo barato en la voz triste de los compradores. Todo un pas, casi por nada. Lengua y curva del cuerpo cortado en su crcel cualquiera. En el relumbre de una tormenta que nunca ha... Breve utopa, agitadamente aletea su falta de aire contra la malla tupida del salitre. Nios todos, en sus partes crecidos. Les mamaban con miel el vnculo. Calma esta angustia. Y a veces rojo astrgalo en su boca extranjera. Hizo una sea. Cun larga esta brisa. Slo quera ser, no otro, ni envuelto sin manos en este borde inmvil de la palmera. Ay, larga utopa. Le salud lleno de arena y sin malicia alguna. Culto, en el sopor gastado de la trampa. Y a cambio, los otros no tienen mucho que ofrecer. Tal vez un detalle, trado de lejos. Y a cambio este cuerpo, este honorable amuleto de una prostitucin por sed, por capricho. Fugaces las horas de esos pjaros borrados los ojos al centro. Presos en la saliva del brillo recin tan joven. 52

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Umberto Pea

Roque Dalton: revivir al poeta

Elizabeth Burgos

URGE EN MI MEMORIA, BORROSA PRIMERO, LUEGO DELINENdose, ntida, en la lejana del recuerdo, la imagen de Roque. Surge en mi memoria aquella poca compartida con el amigo y compaero, y esa ausencia definitiva actualiza el dolor, y su voz, silenciada para siempre, brota como un eco lejano. El amigo, cmplice y compaero de aquella poca de ingenua espontaneidad, de vivencias intensas, cuando lo excepcional era lo cotidiano y la ilusin el mvil de nuestra accin, ya no est para compartir las desilusiones, y el escepticismo de hoy: esa especie de optimismo alcanzado despus de los celajes de ayer. Roque era el ms querido entre aquellos nmadas, profesionales de la revolucin que pretendamos ser entonces. Las tareas propias de ese oficio nos hacan coincidir en La Habana, Praga, Mosc o Pars. En aquellos escenarios lejanos, discutamos el tema, el nico, aqul que nos ocupaba y preocupaba entonces: el de la lucha armada. Verdadera lnea divisoria, con toda la carga obsesiva que conllevan las creencias frreas, que divida al comunismo ortodoxo de la izquierda pro-cubana. El Che, mentor y smbolo de la lucha armada, gozaba entre nosotros de una admiracin ilimitada y de una total incondicionalidad. Desaparecido de Cuba; la opinin pblica lo daba por muerto. Nosotros, los creyentes, tenamos la rotunda certeza de que se encontraba en algn lugar del mundo preparando la lucha. Y en nosotros animados por un deseo difuso que no nos atrevamos a formular abiertamente, pero no por ello menos constante iba tomando cuerpo la idea de encontrarnos entre los elegidos, que en algn momento seramos llamados a formar parte de ese proyecto. Pensbamos que al contrario, la desaparicin del Che del escenario cubano, nos acercaba al momento de pasar a la accin. Nos guiaba la intuicin de estar al borde de realizar nuestro anhelo. Tambin el de concluir con la polmica con los Partidos Comunistas (PC), porque pasando a la accin daramos la

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ELIZABETH BURGOS
prueba de lo bien fundada que era la lnea de la lucha armada. Y sucedi as como lo esperbamos, pero fue otro el resultado. Sin embargo, Roque perteneca a un Partido Comunista ortodoxo, y es ms, era su representante ante la Revista Internacional con sede en Praga. Normalmente ese hecho hubiera sido suficiente para separarnos. Es cierto que Roque no demostraba el mismo entusiasmo que nosotros, pero sus reticencias sobre la lnea de la lucha armada no eran tajantes. Lo sentamos de nuestra parte, en el fondo nos secundaba. Lo que entonces percibamos como algo flotante, como un titubeo, era simplemente la actitud de alguien que se encuentra ante un hecho conocido de antemano, que posee una memoria anterior de hechos que estaban todava por suceder. l no era un nefito en la materia como la mayora de nosotros. Tena en su haber un amplio historial de luchador que lo haba llevado a la crcel, incluso a ser condenado a muerte. Estuvo varias veces a punto de ser ejecutado. La ltima, lo salv un terremoto que derrumb la crcel el da de su fusilamiento. Hoy, con la distancia del tiempo, me doy cuenta de que esas reticencias lo que revelaban era la expresin de un conocimiento de causa: l saba perfectamente las consecuencias de cuando el pensamiento se hace sangre. Conoca de sobra las oleadas del vendaval desencadenado. Simplemente, el momento no le haba llegado: saba que, tarde o temprano, le llegara la hora de la decisin, y sera fatal, pero tal vez nunca imagin que sus enemigos y la naturaleza fueran menos crueles con l que ms tarde sus propios compaeros de armas. Era un placer incomparable ir a Praga, no porque fuera el centro internacional del comunismo, sino para encontrarnos con Roque, porque all oficiaba de representante de su partido. Las tardes de aquel verano transcurran imperceptibles. Ayudados por el vaho dulzn de la cerveza, la vida se deslizaba como a la espera de un gran acontecimiento bajo el embrujo de aquella ciudad tan irreal por su semejanza con un decorado de teatro. Inocentes, ignorbamos que aquellas palabras que iban cayendo sin la gravedad que me merecan, a muchos iban acercando a una muerte prematura. Roque plasm en un largo poema aquellos momentos, que dedic a quienes le vimos crecer y desarrollarse: la cervecera U Fleku qued as incorporada a la poesa y al imaginario latinoamericanos. poca de rupturas con los partidos comunistas defensores de la coexistencia pacfica. Admiradores del Che, seguidores de la lucha armada. Seguidores de Mosc unos, seguidores de La Habana, otros. Nunca reparamos en la militancia de Roque, ni en el hecho de que fuera el representante de uno de esos partidos que mirbamos con tanto desdn. No, Roque era uno de los nuestros; lo admirbamos porque posea un historial de lucha bien completo. Pero sobre todo, lo queramos porque l nos quera. Roque era de esos seres que saban querer, que saba ir hacia los dems. Ignoraba el recelo, su franqueza era la del nio que an no ha aprendido la desconfianza. Era un rara avis en el mundo de los intelectuales latinoamericanos: no sufra de envidia, de ah esa rara capacidad de entrega de la que haca gala a cada instante. El placer de gozar de su ingenio era un privilegio que algunos tuvimos el placer de compartir. Como raras personas, Roque posea el don y la generosidad de la palabra. Su propensin al goce le mantena siempre alerta, y nunca rechazaba una oportunidad de convertir lo cotidiano en 54

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Roque Dalton: revivir al poeta

placer. Que unos ojos lo turbaran a la vuelta de una esquina, el hecho se converta en una invitacin a descubrir una piel desconocida, y Roque poda desaparecer durante varios das. Posea, ms que el poder, un verdadero don de la seduccin: seduca a pesar suyo, sin proponrselo. Su inclinacin innata al placer y al ejercicio de la inteligencia, su pasin por las ideas, no dejaban mucho lugar a la vocacin desmedida de ser hroe, an menos de ser mrtir de la revolucin. Sin embargo, su historial revolucionario era suficiente como para que detentara el estatus de hroe; pero l nunca revisti de la gravedad requerida las hazaas en su haber. Las situaciones que otros hubieran convertido en heroicas, para Roque eran pretexto para lucir su extraordinario e innato sentido del humor. Le gustaba rer y hacer rer: O no me desampares altivez / quin podra matarme sin / hacerme rer. Su propensin a la libertad, y su sentido infinito del humor, estaban reidos con toda expresin de solemnidad tan indispensable a los quehaceres del ejercicio de una posicin de poder. Su extraordinario sentido del humor le impeda tomarse en serio. De ah que imaginarlo en uniforme dignidad que le tocaba dado su rango, o impartiendo rdenes o imponiendo normas, no nos pas nunca por la mente. Prefiero sabedlo la locura a la solemnidad / (...) Menudo esfuerzo hice para tener fe tan slo en el deseo / y en el amor de quienes olvidaron / el amor y la risa. Artesano de la palabra, pionero del Verbo Amrica. No se puede imaginar a Amrica sin aquellos que se han dado a la tarea de recrearla en la palabra, en el Verbo. Roque, creador de ideas y, por si fuera poco, poeta. Suficiente como para que no fuera de fiar en los medios ultramilitaristas de La Habana, en donde el uso de la inteligencia era sinnimo de cobarda. Ser tratado de intelectual era el peor insulto que se poda hacer a alguien: el desdn por la actividad intelectual lleg a alcanzar, en aquel tiempo, estatus de doctrina. Eso s, solan utilizarlos a efectos propagandsticos: un intelectual asesinado o prisionero era un acontecimiento muy valorado por la repercusin que tena en la opinin pblica. El hecho de que en La Habana los medios oficiales hayan permanecidos tan discretos en relacin a la muerte de Roque, se debi simplemente a que se trataba de una muerte no explotable en trminos de opinin pblica, de propaganda revolucionaria, porque rompa totalmente con el esquema de los malos asesinos en el campo del enemigo, y los buenos sin tacha, en el de los revolucionarios. Nunca imagin, las ltimas veces que nos vimos en La Habana el Che ya muerto, admitido el fin de la ilusin de querer hacer de la cordillera de los Andes una nueva Sierra Maestra que Roque sucumbiera a las presiones ejercidas sobre l, directa e indirectamente, para inducirlo a regresar a El Salvador e integrarse al movimiento armado. Se practic en ese empeo, un mtodo muy utilizado por al aparato cubano y ms certero muchas veces que una orden escueta: culpabilizar valindose del rumor y la maledicencia. Presin indirecta que condujo a tantos a decisiones que nunca hubieran tomado si les hubieran dejado la libertad de escoger. Lleg un momento en que Roque se sinti acosado por los rumores que circulaban sobre l en los medios culturales de La Habana en boca entre otros de poetas-funcionarios. Se le sola criticar por su permanencia en 55

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Cuba mientras tantos compaeros mueren en la lucha en Amrica Latina. Otra versin del clebre verso: Sobre qu muerto estoy yo vivo, podra ser tambin: Sobre qu poeta estoy yo vivo. Como tantos murieron, tambin l haba de morir: era la lgica de la poca. Sacrificio, martirologio: dogmas oficiales de la Isla convertida en Calvario, regida segn las normas del cristianismo ms retrgrado. Complejo crtico que transforma en pecado toda manifestacin de placer. Slo la casta la cspide de la pirmide detentora del poder supremo posee el privilegio del placer. La casta ordena sufrir, sacrificarse, correr riesgos, de los que ella, por supuesto, permanece eximida. Curiosamente, aquellos cubanos, miembros de la casta, pero que s asumieron riesgos, estn hoy muertos: los ejemplos ms patticos y recientes son los del general Ochoa y de Tony de La Guardia, tambin asesinados a manos de sus propios compaeros. Quienes asesinaron a Roque cargarn siempre con la culpa del fratricida, por haber transgredido los lmites de lo sagrado. Acto revelador del mvil de una accin que ante el mundo se mostraba bajo la apariencia de la lucha entre el bien y el mal. Pero como siempre, el afn de poder de los caudillos desvirta las acciones ms nobles. Hoy slo nos queda el consuelo de que no lograron su cometido: el poder. Pero, cuntos muertos cost el empeo? En su testimonio, (Tendencias, Julio-Agosto 1993) Vicente1 alude a la necesidad de rehabilitar hoy al Roque Dalton poeta. Revivir al poeta debe ser nuestro afn. Porque es su verdadera dimensin; la que nunca debi haber abandonado. Es necesario darle vida al poeta, porque Roque se asesin a s mismo al acudir al llamado del tiempo, no como poeta, sino como militante poltico. Roque Dalton, al equivocarse de espacio en la historia asesin al poeta. Y sin sospecharlo, aquellos que lo asesinaron a nombre de un conflicto poltico, al matar al hombre le devolvieron su dimensin de poeta. En un luminoso ensayo: El arte a la luz de la conciencia, al referirse al suicidio de Maiakovski, Marina Tsvietieva dice que el Maiakovski hombre estuvo durante aos asesinando en s mismo al Maiakovski poeta, y el poeta termin por rebelarse asesinando al hombre: Vivi como un hombre y muri como poeta. Roque vivi como un hombre y sus ejecutores, asesinndole, le dieron vida al poeta. Como hombre perdi su presente, y el poeta gan su futuro: ya forma parte de lo perenne. Y vuelve el recuerdo de aquella tarde de verano en Praga, Roque invadido por la emocin, como si se tratara de una cita amorosa, preparndose para asistir a una reunin con Lili Brik, ltimo amor de Maiakovski. Roque senta una verdadera fascinacin por Maiakovski. Senta la atraccin de la identificacin con el alma gemela. Otra de sus premoniciones sobre su muerte? Si algo se le puede reprochar a Roque es el haber olvidado que el poeta tiene su propia contemporaneidad y ella le obliga a ir hacia adelante en poesa, a no quedarse rezagado, a no fallarle a su mandato. Y no se trata de oponer el poeta a su poca. Al contrario. El destino del poeta es el de situar su vida dentro de un

Activista salvadoreo perteneciente a la misma organizacin.

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contexto histrico y mtico y as poder expresar el destino de todos a travs del suyo. Roque, al no darse su puesto de poeta puso en juego el destino de su pas. Nicaragua es grande por poseer a un Rubn Daro, no por sus comandantes de opereta. Roque entreg gran parte de lo mejor de su tiempo y de su vida a la polmica poltica, al compromiso con la actualidad, perdiendo de vista su compromiso de Poeta con la Historia. Para un poeta, para un creador, ser contemporneo de la historia significa no detener su oficio de creador acudiendo al llamado de la historia inmediata. Siendo revolucionario, pero en su obra, sin aceptar dictados de partidos. Rindiendo cuenta de la revolucin sin convertirse en su apologista: La contemporaneidad del poeta est en un cierto nmero de latidos del corazn por segundo que indican la pulsacin exacta del siglo, cito de nuevo a Marina Tsvieteva. Es all en donde la poesa llega a lo ms profundo de la historia, y tal vez de lo poltico. La poesa precede, se anticipa, muchas veces, a la historia: la presiente. La muerte pattica de Roque tal vez sea ese su mayor poema le impide formar parte del panten de los hroes. Muerte que niega toda actitud simplista, tan en boga entonces en el campo maniqueo de los revolucionarios, y nos obliga a darle su verdadero sentido simblico. Su muerte revela en imagen y circunstancia, la gratuidad de todos los que han sucumbido por el capricho de los aspirantes al poder. Patologa de pueblos en estado regresivo, sntoma de una enorme injusticia, que ven como sinnimo de liberacin la dependencia de los caudillos. Su muerte acta como revelador del grado de perversin

Posada

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de una lucha basada en el rechazo y la intolerancia de todo modo de pensar diferente. Algn da habr que dilucidar los mecanismos que impiden que se establezcan en aquel continente otras formas de lucha que no sean siempre las del recurso a las armas. Una suerte de complementariedad entre los buenos que luchan por los desposedos y los malos que reprimen y asesinan, termina siendo la justificacin de la existencia de ambos bandos, y el mvil de la lucha. Bsqueda de afirmacin en la violencia del choque blico entre hombres cansados de vivir en un pas frustrado, contra otros no menos frustrados, amparados en la legalidad institucional del ejrcito regular. Roque Dalton muri por no haber comprendido que su papel de gua, de nervio histrico de su pueblo deba realizarlo el poeta y no el combatiente. Su participacin en la Historia se bas en un equvoco. Lo que de l solicitaban aquellos que lo forzaron a incorporarse a la guerra, no eran sus dotes de militar seguramente insuficientes, sino su renombre de poeta. Sacrific su ser poeta en aras de la actualidad. El tributo a la historia ha debido ser su poesa, y no su vida. Fue hacia la muerte no por haberla elegido sino inducido por un espejismo. Pero como creador lo supo desde siempre. Por ello como creador s se anticip y presinti su fin. Prueba de ello: ironas de la historia, su novela: Pobrecito Poeta que era Yo, sirvi de prueba de cargo en la parodia de juicio al que fue sometido para justificar su asesinato. Libro premonitorio, en donde todo cuanto le iba a suceder qued consignado de antemano. En ello reside la clarividencia del creador contemporneo de su historia: en mirar ms all de la actualidad, en predecir el acontecimiento. Roque se saba condenado por la fatalidad que significaba el haber nacido en cierto pas, en cierta poca, y en cierto momento de la historia. Al poeta tal vez le hicieron un servicio asesinndole lo que por supuesto no exime a los culpables. Su muerte har resurgir al poeta: su obra es el mayor tributo que habr legado a su pas. Su asesinato, la prueba de lo costoso que resulta equivocarse de historia. A los asesinos, la historia los ha puesto en su sitio: ayer fueron actualidad, hoy son apenas una actualidad pasada. Aparecen con su verdadero rostro al descubierto: el de la ambicin y el simple afn de poder. No olvidemos que para no convertirnos en cmplices de los asesinos, la memoria es la nica garanta contra la muerte, y contra la indiferencia. No existen asesinos buenos, como lo pretenden todava algunos profesionales del antiimperialismo asiduos de Varadero: existen simplemente asesinos. No se trata de hacer llamados a la venganza, ni de instaurar un sistema interminable de vendetta, pero los asesinos deben ser sealados con el dedo de nuestra justicia. Aquellos a quienes duelen los recuerdos de la tierra impregnada por la sangre de Roque, que sufren el vaco hondo, la nostalgia infinita, la ausencia que aguijonea sin cesar la memoria, que sepan que por suerte Los muertos estn cada da ms indciles.

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Saurio, manat, sirena

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De varios modos, est la isla. Pero es una sola con su cara

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CUBA, ANOTA CRISTBAL Coln en su Diario, el 25 de octubre de 1492, as, con la simpleza de quien planea sus vacaciones o el alarde potico de aventureros posteriores como Rimbaud, o seas de turismo alardoso a la manera de Blaise Cendrars. Conmueve la naturalidad del Almirante, o la naturalidad del padre Las Casas, que realiz la transcripcin. Hace ms de quinientos aos, dice uno, la gente iba as, con un deseo amoroso y definitivo, al lugar que los nativos de Guanahan llamaban Colba, que en un extremo fue San Salvador y que tambin llamaron Bofo, aunque no era se el nombre de una isla, segn aclara Fray Bartolom, sino que la palabra denota las casas en que viven. Las noticias y las murmuraciones siguieron confusas, o los copistas anotaron mal, pero es muy creble esta primera versin: es aquella isla la ms hermosa que ojos hayan visto, llena de muy buenos puertos y ros hondos, y la mar que pareca que nunca se deba de alzar porque la hierba de la playa llegaba hasta casi el agua, la cual suele llegar donde la mar es brava. Y Coln la llam Juana, en honor al prncipe Don Juan, antes de partir a La Espaola. Pero segn su testimonio vio all hombres muy flacos de corazn. Perciba ya el Almirante la inundacin sensible, la multiplicacin de los poetas, el esplendor sonoro de la tierra despus llamada soberana? Es posible. El marino de las doce cunas y cuatro sepulturas era visionario, pensaba en las tierras del Gran Can y escuchaba mal, porque los nativos mentaban Cubanacn, y segn dice Las Casas, en su Historia de las Indias, entendalo muy al revs. Nadie puede confirmar las sensaciones, los olores, las imgenes, las tentaciones del mar. Los tanos coman aj y pensaban que los hombres venan del cielo.
UISIERA HOY PARTIR PARA LA ISLA DE

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de saurio, iguana o reptil, segn aparece en los mapas del cartgrafo Juan de la Cosa. Segn aparece ahora, abierta hacia el canal llamado de los vientos. Todos los prodigios pueden ocurrir. Esperemos que soplen esos vientos. Puede haber, como escriba el Almirante en su diario de viaje, una gran virazn

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Tambin, como el Almirante, aunque ms desvalido, yo quise ir a Cuba. Haba tres motivos fundamentales, los acumulados desde la infancia, luego en los bailes licestas y despus en las primeras enseanzas polticas y literarias. El da mircoles 22 de octubre de 1941 estbamos varios muchachos en un pueblo de Venezuela llamado Valera, frente a un radio Philco, de ojo mgico. Se decida la IV Serie Mundial de Bisbol Amateur y nuestro equipo vena de empatar el primer puesto con la novena ms espectacular, el equipo cubano. Solamente una locura podra hacer posible un triunfo sobre un conjunto que haba ganado dos series anteriores y ofreca en la lomita, como lanzador, a ese guajiro extraordinario llamado Conrado Marrero, que adems picheaba en su propia casa. A las tres de la tarde, treinta mil espectadores llenaban las tribunas del estadio La Tropical de La Habana. El zurdo Jos Prez Colmenarez abri la batera por Venezuela y consigui ir a la primera base por bolas. El ojo verde del radiorreceptor se frunca, daba paisajes lejanos, tena color animal, parpadeaba. Se iba la onda y nos vena un aire en el estmago. Un temblor. Omos que Luis Romero Petit cay con un foul fly cerca de la tercera base. Era el primer out. El tercer bate, Hctor Bentez Redondo, recibi otro boleto y Prez fue a la segunda. El Philco comenz a tronar de nuevo. Cada quien quera arreglarlo. Los muchachos nos mentbamos la madre unos a otros. Haba que buscar un culpable. Al fin vino la onda justo para anunciar que Chucho Ramos meti entre left y center un caonazo que llev a la goma a Prez y Bentez. l lleg a tercera y despus entr en home gracias a un tremendo tubey de Jos Antonio Casanova, en lo ms profundo del center field. Eso bast. Daniel Cannico, nuestro lanzador, contuvo genialmente los bateadores contrarios hasta el noveno inning cuando Rodrguez meti un cohetazo doble por el jardn derecho y despus un roletazo de Rafael Villacabrera, que se perdi en el center, lo llev hasta el home. Los muchachos estbamos temblando frente al ojo mgico. Pero Natilla Jimnez muri en el ltimo out. Venezuela haba ganado la Serie Mundial. Un pas triste y golpeado por las dictaduras, lejos del resplandor de los hroes de la Independencia, sin que todava Rmulo Gallegos estuviera totalmente alzado en la cresta de sus novelas, un pas que an padeca las ltimas fiebres del paludismo y era explotado por las compaas petroleras internacionales, obtena repentinamente un punto de honor, un regocijo, a travs de sus atletas. Todo el mundo sali a las calles a festejar. Pero no era solo el triunfo de los nuestros. Era que el triunfo se obtuvo sobre el equipo de Cuba y Cuba era lo ms grande en el bisbol, y sobre todo era la nacin hermana. Por eso, como el Almirante, haba que viajar a Cuba.

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En los primeros bailes del barrio, se trataba de alcanzar el paso ms chvere. En la victrola de la vecina sonaba el uno, dos y tres, mientras se repeta: el de mi conga es! Pero eso resultaba muy lejano. Borroso. Eran los mayores los que bailaban con Lecuona y la Casino de la Playa. Uno se contentaba con decir Cubita, la bella!, porque as sonaba en los anuncios radiales y de vez en cuando una serie de misterio, en la CMQ, anunciaba a Chan Li Po. Sonaban sonando los sones y el locutor haca chistes coloraos y anunciaba el Partags redondo. Decan que por la noche se encendan muchas luces. La gente izque no dorma por culpa de la msica. Y adems, se jugaba el mejor bisbol. Haba que ir a Cuba!

Y entonces dijeron despus, en los libros o en las clases, que lleg un caballero y no pregunt donde se coma ni donde se dorma en Caracas sino donde quedaba la estatua de Bolvar. En la noche, la plaza estaba solitaria. En el centro, sobre su caballo, el hroe. Tena poco tiempo all, desde que el gobernante Guzmn Blanco lo instal, junto a las ramas de los matapalos y los pomarrosos. Dicen que el viajero llor. Algunos exagerados agregan que el bronce lo acompa en su congoja. Tratndose de los dos, puede ser cierto. Eran Bolvar y Jos Mart.

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Mi pueblo, o mi ciudad, como pomposamente le decamos, era animada en las calles del comercio y en las retretas dominicales, donde sonaban los pasodobles al lado de los preludios y los clarinetes desafinaban y Don Miguel Arias, pulcro e imaginativo director, compraba billetes de lotera municipal, justamente en el tempo de los intermezzo. La ciudad tena aleros muy gratos. Estaban domesticados, de todos modos, por la solemne largura de las torres. Ellas nos empujaban hacia las nubes. Se trataba de una rplica gtica, que todos hicimos nuestra, con absoluta legitimidad, sin que nadie supiese qu demonios era la Edad Media. Por all andbamos en el primer ao de bachillerato, con visitas a la Biblioteca Municipal Carmen Snchez de Jelambi y las conversaciones con el maestro Floirn, un obrero de la construccin, que deca que la vaina no era as como estaba y que los explotadores tendran que pagar caro sus vejmenes. A uno le gustaba eso, porque de paso lea cosas astrales, un libro extrao llamado Cristo, el anarquista y las novelas prohibidas de Vargas Vila. Ya comenzaban a filtrarse los Veinte Poemas de Amor, Antoito el Camborio y tambin La Madre, de Gorki, y los informes de lo que haba sido la dictadura de Gmez, los horrores del falangismo, as como los crmenes de los nazis, cuya resea yo lea en voz alta para los viejos de mi esquina, en revistas como Hazaas de guerra y En Guardia. Don Silvio, el Padre Contreras y Don Jorge, celebraban las victorias de los aliados occidentales. Pero no tanto las victorias soviticas. A m, quizs por influencia del maestro Floirn, tambin me gustaban esas victorias.

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Una tarde, despus de clase, no s por qu, ca en una calle del barrio La Peineta. Haba un local con mucha luz, unos bancos en fila como en las escuelas pblicas y las paredes cubiertas de retratos muy orondos y furibundos. Debajo de un viejo lleno de barbas poda leerse: Carlos Marx. Luego, ms all, en una biblioteca, otro viejo con un letrero que deca: Federico Engels. Y un poco ms all, una fotografa con una inscripcin: Lenin y Stalin en Gorki, cerca de Mosc. Ninguno de esos viejos me caus gracia. Saba neblinosamente lo que significaban. Pero no. En la pared de la izquierda, un cartel grande hoy llamado poster o afiche mostraba a un joven circundado por una bandera con una estrella pintada. Tena un rostro aguerrido y singular. Debajo deca: No importa que esta bandera caiga, porque habr miles de manos que se levantarn. Yo me qued admirado y pensativo. Sent a alguien detrs de m y haba un personaje distinguido que me observaba con satisfaccin. Le pregunt: Quin es ste? Y el me dijo: Es Julio Antonio Mella, un hroe de la lucha cubana. Y yo le dije: Cmo se llama esto? Esto es la Unin Popular Venezolana. Yo quiero ser de aqu, le dije firmemente. Por eso, despus, haba que viajar a Cuba.

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La Dictadura de Marcos Prez Jimnez se haba derrumbado en Venezuela. Los presos abandonaban las crceles y llegaban los exilados. Los estudiantes salamos de la resistencia clandestina. Todo era fervor y entusiasmo. Y solidaridad a toda prueba. Un grupo arriesgado cay en una intentona de invasin a Santo Domingo. Haba que ayudar a los guerrilleros cubanos. En las calles se recoga un bolvar para la Sierra Maestra. Y a la Sierra llegaron armas y medicinas. Despus se produjo lo que haba sido increble: los barbudos entraban triunfalmente a La Habana para regocijo continental. Desde temprano se instal un estilo nuevo. O algunos lo creamos as. En abril de 1960 yo escriba, en una nota de redaccin del nmero siete de la revista Sardio, lo siguiente: Cuba es un caso de locura. Y vamos a admitirlo. No hay duda que se trata de una ruptura con una razn poltica tradicional... Cuba es un caso de locura porque su proceso ha ido ms lejos que los clculos de determinados teorizantes, que parecen ms preocupados en hacer pasar por armas revolucionarias la demagogia de un arte y una literatura falseados por el cartel, antes que realizar, dentro de los tonos polticos especficos que les corresponde, un estudio severo de las estructuras socio-econmicas de Latinoamrica. Cuba es inexplicable para quienes han permanecido apegados a fciles esquemas de la revolucin, a principios considerados como intangibles, haciendo traicin la dialctica.

Para el ao 62 la lucha armada ya era una opcin en Venezuela. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), casi todo el Partido Comunista, algunos sectores de Unin Republicana Democrtica y los intelectuales progresistas, compusieron el Frente de Liberacin Nacional, con su brazo armado FALN, dividido entre los guerrilleros de las montaas de Falcn y Lara, y las Unidades Tcticas de

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Combate en los centros urbanos. Se copiaba al pie de la letra el esquema de otros movimientos de liberacin que comenzaban a sonar en Amrica Latina, Asia y frica. La proeza cubana repercuta en todas partes y para muchos (entre quienes haba los excesivamente emocionales como algunos compaeros y yo, pero entre quienes haba tambin sesudos analistas de la tctica y la estrategia), el traslado mecnico de lo ocurrido en la Sierra Maestra y en las calles de Santiago y La Habana, se hizo factible. Esta factibilidad era tanto ms vlida si contaba con la ayuda del nuevo rgimen revolucionario y la solidaridad de los diferentes grupos progresistas del mundo. Al menos, eso se crea.

Visitar Cuba durante los festejos del 26 de julio de 1963 era atractivo y singular. En mi caso se llenaba de mayor plenitud. Casa de las Amricas y la UNEAC eran centros de investigacin, de libre acopio de ideas, de propuestas audaces en la literatura y experimentaciones en las artes plsticas. El cine se ofreca como una clara expectativa. Eso, por un lado. Por el otro estaba la participacin directa en tareas de enlace y propaganda para el movimiento venezolano. La situacin resultaba incluso ms atrayente porque haba que salir semiclandestino a Mxico, esperar all la oportunidad en Cubana de Aviacin y someterse a la requisa ms inescrupulosa de la polica del aeropuerto, que le fotografiaba a uno hasta el alma y le impona un sello, estigma en grandes caracteres: Viaja a Cuba. Cuando mir mi pasaporte marcado, envidi el viaje del Almirante, escoltado por sirenas o manates, en plena libertad de los mares y el cielo.

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Al fin apareci debajo del avin la cola o la cabeza del gran saurio, ubquense stas en Pinar del Ro o Baracoa. La isla estaba all, verdorosa y palpitante. Llegamos con mucho retardo a causa de los problemas policiales en Mxico. El aeropuerto de Rancho Boyeros siempre me ha gustado llamarlo as luca solo a esas horas. Nuestro Jefe de Delegacin, el dirigente sindical Roberto Hostos Poleo, realiz rpidamente los trmites y ya estbamos en camino directo, sin pasar por el hotel, hacia la Plaza Jos Mart, porque los actos celebratorios haban comenzado. La ciudad luca desolada, un tanto triste, polvorienta, con casas descascaradas unas y abandonadas otras y grandes retratos de los hroes de la Sierra Maestra colgados en las esquinas. La monumentalidad me oli a stalinismo, pero no se me ocurri comentarlo con nadie. Llegamos por detrs, hasta la tribuna. All haba delegaciones de todo el mundo. Destacaban las de Argelia y Vietnam, y nosotros, representantes de los venezolanos que acababan de poner en calzoncillos a un alto oficial yanqui. Fuimos recibidos con alborozo y aplausos. El acto dur muchas horas. Y finalmente los manifestantes se tomaron de la mano y bailaron con ritmo caribeo La Internacional, para poder desconcentrarse sin alboroto ni incidentes.

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El hotel Habana Riviera estaba hasta reventar. Desde la ventana, por supuesto, el mar, tan comentado. El malecn tambin, a veces invadido por las olas. Un movimiento encantado del blanco y el azul que volvi locos a los compaeros de Coln. Sigui presidiendo todos los textos de los poetas vivientes y ha sido usado y desusado por esa plaga nica dedicada al turismo revolucionario. Tambin para m el mar se qued en los ojos. Sobre todo el mar de Varadero y el mar de Guahanacabibes, acompaado por la arena ms tierna del mundo. Un ingeniero polaco, en su ingenuidad sobresaltada, crea que ese mar lo haba producido el nuevo socialismo.

Un da vino a buscarme al hotel un personaje flaquito y desguarnecido. Quera invitar a los escritores de las delegaciones a un acto en la Casa de las Amricas. Confieso que no le prest importancia. Pero cuando lo o hablar, cuando escuch su punzante irona, lo mir con atencin. Era Roque Dalton! Y desde all para siempre con l, en las noches de La Habana, todava movidas por el son, con la Bodeguita y El Floridita visitables libremente y los amaneceres en El Polinesio, donde se jugaron tantos decires sobre la revolucin y Amrica Latina. De vez en cuando nos acompaaba Roberto Fernndez Retamar y tambin a veces Lisandro Otero. Ambos me hablaban de cmo fue terrible el stalinismo en tiempos de Escalante. Pero segn ellos, nada de eso era posible ya, y la libertad de creacin estaba asegurada.

As como Onelio Jorge Cardoso se mostraba desbordante, a pulso sostenido de las palabras, escuchando ese plpito que segn l me deca, viene desde no s donde a hablarnos no s que lengua secreta. Probablemente desde muy atrs. Ms atrs de los hombres que queran irse con el Almirante, porque pensaban que regresaban al cielo. Pero hay uno que segn se anota en el Diario no acept ir al cielo de los Reyes de Coln y de noche oscuro qusose ir a tierra... el cual nunca retorn. Hacia qu profundidades viaj entonces ese remoto habitante de la isla? Quizs algn da se comunique con nosotros en su lengua secreta.

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Cuando volv al hotel supe por algunas notas que me haban estado buscando. Alguien telefone en la tarde y dijo que pasara al otro da. Entr en un automvil Packard medio destartalado pero que conservaba cierta dignidad. Haba un chofer austero y otro acompaante. Dentro del auto se respiraba un evidente olor a polica, un poco el mismo olor del Edificio Las Brisas en Caracas por lo cual confirm y despus ratifiqu en Frncfort que todas las policas son iguales, con mayor o menor eficacia en la represin. Por diferentes calles y barrios que nunca podr localizar se desliz el automvil hasta tomar las afueras de La Habana, hacia un sitio boscoso, donde haba una casa grande, que antes debi

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ser elegante y donde el auto finalmente se detuvo. Haba hombres armados por todas partes y despus de varias salas llegu a una habitacin cargada de receptores, telfonos, cables, papeles y metralletas. Al fondo, en una poltrona, semidesnudo para contrarrestar el calor, estaba el comandante Manuel Pieiro, Barbarroja. Me dijo: Oye compaero... hace poco el FALN tom el Hatillo, un pueblo a slo veinticinco kilmetros de Caracas... Eso quiere decir que estn listos para el asalto final? Me detuve en la respuesta, medio perplejo, porque, quin ms que l podra conocer la verdadera situacin? Qu buscaba con la pregunta? Trataba de sorprenderme? O acaso l tambin era vctima de determinadas informaciones? Le respond con naturalidad: T ms que nadie sabes que ese fue un acto de propaganda, cumplido por una de las Unidades Tcticas de Combate y no por las guerrillas. El Hatillo estuvo tomado apenas unas horas. Despus los combatientes regresaron a sus bases en Caracas. Dijo: Bueno, entonces preprate porque la lucha es larga. Vas a tener que regresar por las piedritas. Y me seal el mapa del Caribe que estaba detrs, donde las Antillas Menores caan en formacin, unas despus de otras, muy cerca de Venezuela. De todos modos continu aqu tienes tu pasaporte. Ya est curado. Cuando salgas de La Habana sers recibido en Praga por el corresponsal de Prensa Latina. Aprndete de memoria este papel y despus lo pierdes. chale bolas!, como dicen ustedes... Regresamos al hotel por la misma ruta desconocida. Me inquietaba mucho saberme agente de un modo repentino.

Roque Dalton vino a anunciar que se preparaban las celebraciones de la Virgen de Regla. Mientras llegaba Manuel Galich, ese guatemalteco generoso, presidente de la seccin de Teatro de la Casa de las Amricas, Roque me cont cmo un terremoto le haba permitido fugarse de una crcel de El Salvador. Me cont de un sujeto, del cual se hizo amigo los das en que los presos eran asoleados. Ro-

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De nuevo en el Habana Riviera. El trfago. Las delegaciones. Los actos. Esa noche sera bueno visitar a Bola de Nieve, me dijo Lilia Carpentier y nos envo hasta su apartamento de Miramar. Bola estaba lleno de discos, objetos, un dibujo dedicado por Picasso y una fotografa en la que luca en el centro, flanqueado por Liu Tsao Chi y Mao Tse Tung. Se senta orgulloso y nos dijo que Drume Negrita haba tenido un xito arrollador en China. Nos la cant en chino. Mary Ferrero comenz a grabar una entrevista. Una de las preguntas que le hicimos fue: Por qu te quedaste con la revolucin? Por tres razones respondi por negro, por cubano y por marica... Creo que ahora podr disfrutar sin discriminaciones. Otra pregunta: Cundo descubriste que podas trabajar con tu voz? Respuesta: Qu voz?. Nueva pregunta: Qu es lo que menos te gusta de la revolucin? Respuesta: Ay, mira, los comunistas... son muy pesaos. Y abri su gran bocaza y su risa esplendente. Muri sin saber si su disfrute hubiera sido total.

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que le haba dicho que l era poeta. En la prxima salida al sol, el tipo se present con un manojo de hojas y le ley el comienzo: Prlogo al extraordinario libro... del insigne poeta Roque Dalton, por M. Fuentes, contablista y entrenador de ftbol. No s si Roque lo recogi en algn libro o si fue pura invencin. Lo que no deja de ser rotundamente cierto fue ese viaje en una lancha por la baha, toda invadida de brillos y sonajas, prolongada en candelas y sonidos, con un atronador golpe de tambores hasta llegar al pueblo y en cada casa se alzaban los altares, las diferentes representaciones de la Virgen, con sus faralaes, sus cintas, sus mantos de papel multicolor, los dioses africanos que hacan marco a su lado y todo aquel ceremonial efusivo, trepidante, secreto, ejecutado por el pueblo negro y extendido hasta las estrellas donde la divinidad era mltiple y sonora. Es probable que ella acompae ahora a Manuel Galich, tan bondadoso. Es sin duda posible que acompae a Roque, porque es quien ms lo necesita, en su sacrificio glorioso, para condena eterna de sus asesinos.

LA MIRADA DEL OTRO

Una lluvia inesperada, un gran viento y las olas del malecn de nuevo alzadas frente al hotel, fueron los ltimos signos de la despedida. Quizs todava el chequeo de las tareas a realizar y unos mojitos durante la noche, ms el mensaje de Roque para que estuviera pendiente de dos campesinos salvadoreos y los ayudara a su llegada a Praga. El avin Britania parti repleto hasta los motores. Viajaban muchos chinos que despus de aos podran ver la tierra de su infancia. Viajaban latinoamericanos y europeos. Debamos hacer una ruta de ocho o ms horas hasta Gander, Terranova, una isla que no oa nombrar desde que estaba en sexto grado. All era slo un toque tcnico y luego, por arriba del polo, hasta Checoeslovaquia, durante diez horas ms. El Britania casi corcoveaba. De casualidad no tocaba corneta para alejar los malos espritus. Por fin estuvimos sobre el aeropuerto, dando ms vueltas de las necesarias, porque antes deba aterrizar un TU sovitico. Llegamos, al fin y, claro, haba que ver ante todo el ro Moldava, el barrio de la Mal Strana, el fantasma de Kafka y los apstoles en redondel, que deberan salir a las doce. El contacto de Prensa Latina se ocup del alojamiento y el contacto venezolano, miembro de la directiva de la UIE, me organiz una charla en los salones de la institucin. Fue un grupo compuesto por sesenta estudiantes a los cuales les habl de la lucha armada en Venezuela, y luego, en las intervenciones, me preguntaban que con cuntos tractores ayudaba Checoeslovaquia al movimiento venezolano y otras cosas sin sentido. Despus de la charla, cuando fu con mi paisano a la taberna U-Fleku le pregunt si todos eran reblandecidos mentales. l se muri de risa y me dijo: No, vale, es que nada de lo que tu dijiste se lo tradujeron a la audiencia.

La meta era Pars. Pero haba que tocar antes en Bruselas para arreglar ciertos detalles relativos a las visas. A partir de aqu ocurren varios sucesos curiosos que po-

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Saurio, manat, sirena

dran ser narrados en otra ocasin. Por lo pronto, estoy, en efecto en Pars, en compaa del actor Herman Lejster y del pintor Abilio Padrn, venezolanos que representaban al FALN en la capital francesa. Mi llegada les pareci estupenda, porque en esos momentos haba tareas urgentes. Me informaron que toda la representacin parlamentaria del PC y del MIR haba sido desprovista de su inmunidad y puesta en la crcel. Haba habido una accin en el tren del Encanto, va CaracasLos Teques, con un saldo de nueve guardias nacionales muertos. Un hecho desproporcionado e intil, pens. Sin embargo, haba que buscar solidaridad para los parlamentarios presos. Fui donde K. S. Karol. Le expliqu la situacin venezolana. Le dije que las informaciones en el Nouvelle Obsevateur estaban parcializadas. l me dijo que L Express, todava medio progre, ya estaba cerrado. Pero que tratara de hacer algo. Y lo hizo. En la pgina del sumario logr meter un recuadro. En los das siguientes, se me ocurri visitar a Claude Julien, a propsito de un editorial de Le Monde. Me escuch con buena voluntad, pero me dijo: Yo no tengo nada que ver con eso. No s por qu se me ha colgado la etiqueta de experto en Amrica Latina. Lo ms que he hecho son algunas entrevistas afortunadas. Me acord entonces de Adamov. Fui a buscarlo al Old Navy y all estaba como siempre con sus chancletas ruinosas. Le expliqu lo que ocurra y l mismo escribi la nota para Liberation. Das despus, mis paisanos y yo visitamos al dibujante Sin y todo transcurri entre buenos vinos, caricaturas agresivas y humor negro contra todas las formas de poder. Abilio y Hermann me dijeron que haba todava algo ms: una revista llamada Revolucin, que se publicaba en tres idiomas, a todo color, y que deseaba un texto sobre la violencia en Venezuela. Sali a la semana siguiente firmado con seudnimo. L Humanit coment el nmero, en una nota donde infamaba al Comit de Redaccin, compuesto por un vietnamita, un argelino, un angoleo y un venezolano. A cada uno les endilgaba un historial de malhechores y de agentes de la CIA. Al venezolano, Amlcar Cabrera, se le deca trnsfuga y traficante. Amlcar Cabrera no exista. Era el seudnimo que habamos inventado.

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LA MIRADA DEL OTRO

Ahora quiero adelantarme algunos aos. Cuando ocurri el Affaire Padilla, yo firm el famoso manifiesto que produjo la ruptura de gran parte de los intelectuales con las autoridades cubanas. Escrib un artculo, curiosamente en un peridico deportivo (vaya Cuba!), en una seccin literaria, Letra Meridiano, que habamos inventado y decidimos denominar al editorial Strikes. Se llamaba Poeta, Socialismo y Libertad. Yo deca all: Desde cualquier lado que se le considere, el Caso Padilla requiere atencin y prudencia. Es una seria advertencia contra las sombras del stalinismo que parecen planear sobre la isla. Los enemigos de la revolucin estn felices. Un rgimen que se siente terriblemente amenazado por las conversaciones y el libro de un poeta, no ofrece ninguna solidez. Hay algo podrido en Cuba. Esto y otras cosas ms. Todos los reaccionarios del mundo sienten que se les da la razn. Es menester hablar claramente. El socialismo no puede construirse en la mentira y la simulacin.

ADRIANO GONZLEZ LEN

El texto lo recibieron Juan Goytisolo y Plinio Apuleyo Mendoza en Pars. Simone de Beauvoir se entusiasm, lo mand a traducir y lo incluy en el nmero de Junio-Julio de 1971 de Les Temps Modernes, junto a los escritos de Jos Revueltas y Carlos Fuentes, en un dossier especial de la revista sobre el Affaire Padilla. Ahora pienso que aquella frase del Almirante quisiera hoy partir para la isla de Cuba, me produjo sorpresas, emociones, aprendizajes, amistades y experiencias sin fin. Pero tambin me produjo terribles enemistades. La publicacin en la revista de Sartre me pona a girar por el mundo y yo, junto con unos pocos, era el mayor responsable de aquella afrenta a la revolucin. No hubo conferencia o mesa redonda donde participara, en Maracaibo, Mxico, Costa Rica, donde no se me increpara como un agente al servicio del imperialismo. A pesar de ello, uno estaba claro que todo se deba a la mala intencin y el odio de algunos, pero en otros slo haba, como lo hay todava cuando se habla de Cuba, una negativa a reconocer los hechos, un negarse a sufrir cualquier confrontacin, un seguir aferrados a una endeble tabla de salvacin para la soledad. No s dnde estar hoy Padilla. No s an si es verdad su confesin. Nunca lo conoc.

LA MIRADA DEL OTRO

En 1993, hace ahora tres aos, la frase del Almirante volvi a revolotear. Regres a Cuba, al mismo hotel Habana Riviera, invitado como miembro de un jurado, por Casa de las Amricas. El distanciamiento se haba cubierto de olvido. El mar, evidentemente seor Valry era el mismo, quizs un poco ms revuelto en sus embates contra el malecn. Ahora haba, como me lo haban mostrado algunas fotos, muchachos tristes en la orilla, mirando hacia lo lejos. Los pasillos del hotel no eran bullentes ni se poda ir acompaado de amigos cubanos no oficiales ni al Floridita ni a la Bodeguita. Las bicicletas eran casi los nicos vehculos en circulacin. Por la noche, apenas se encendan unas cuantas bombillas. Esto, en cuanto al paisaje de afuera. En cuanto al paisaje de adentro, vaya uno a saber hasta dnde llegaba la tristeza. En un hotel de San Antonio de los Baos fueron las lecturas y deliberaciones del concurso. Pasamos all unos das quietos, pesadumbrosos. Algunas veces, ms all del jardn de la piscina, yo vea a Roberto Fernndez Retamar y a Marcia Leiseca, con su sensibilidad, hacindole frente a una especie de vaco que probablemente no podan definir. Una tarde, en una casa de Cubanacn, me reconfort la presencia potica de Cintio Vitier y Fina Garca Marruz. Por algn lado andaba Luis Suardiaz, que siempre fue amigo de venezolanos. Un poeta hermano mo haba provocado esa reunin. Cuando el veredicto ya haba sido entregado, Marisol Cano, Roberto Burgos Cantor y yo, nos miramos desde un lejano deseo de llorar.

Otra vez, haba que reanudar el viaje. Cristbal Coln tambin lo hizo, pero ya haba consignado, segn dijimos antes: es aquella isla la mas hermosa que ojos hayan visto. Yo la concibo toda entera, en su extensin de saurio, manat y sirena. Sus hombres, segn repito y escribi el Almirante, son flacos de corazn. Es decir, poetas. Por ello esperaremos un nuevo da en que haya que partir para la isla de Cuba.

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Danza
Julio Miranda

Bailo con mi hija en brazos. Comenc para calmarla. Hace rato que duerme ces la msica y yo sigo bailando. He improvisado una danza algo salvaje: vueltas a derecha e izquierda ritmadas por golpes de taln y gritos sofocados. Se ha hecho de noche. La cuna qued atrs

el cuarto qued atrs la casa qued atrs. Avanzo mientras bailo por una tierra de incendios y humaradas. Bordeo los crteres busco aberturas en las alambradas evito los cadveres. Las trincheras me obligan a dar largo rodeos. Bailo y avanzo giro vigilo y giro. Afortunadamente mi hija sigue durmiendo.

Ireno Garca

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Toms Gutirrez Alea in memoriam

Jess Daz

NCUENTRO

DE LA CULTURA CUBANA

haba preparado para su primer nme-

ro un homenaje a Toms Gutirrez Alea con la ilusin de alcanzar a hacrse-

lo en vida, pero el destino nos neg ese privilegio. Dicho homenaje est constituido por sendos trabajos de dos de los mejores expertos en su obra. El britnico Michael Chanan, crtico de cine que tiene en preparacin un libro sobre Alea al que pertenece la entrevista que adelantamos, probablemente la ltima concedida por Titn, como le decamos sus amigos; y el brasileo Paulo Paranagu, autor del ensayo que entregamos a continuacin, una rigurosa mirada de conjunto sobre la obra de Alea en el contexto del cine de su tiempo. Titn era no slo nuestro mayor cineasta sino tambin uno de los grandes del cine mundial. Esta responsabilidad, que l siempre supo sobrellevar con una mezcla admirable de humildad y humor, supona un sobrepeso evidente en las circunstancias de la Cuba contempornea, desgarrada entre lealtades antagnicas. Aun en medio de la enormidad y del carcter perentorio de semejante disyuntiva el autor de Memorias del subdesarrollo supo ser fiel a s mismo. El conjunto de su obra constituye sin duda la crnica ms lcida del proceso que ha revolucionado, dividido y enfrentado a la sociedad cubana en la segunda mitad de este siglo. Probablemente ahora el gobierno de La Habana cubrir su figura de homenajes y honores con la intencin de intentar convertirlo en lo que nunca fue ni quiso ser, un intelectual orgnico del rgimen, un propagandista. Por otra parte, los sectores ms conservadores del exilio rechazarn e incluso intentarn ignorar el legado cvico y artstico de Gutirrez Alea. Ser intil. Su obra es un canto a la tolerancia, a la lucidez, al amor y al humor; un estilete contra el machismo, el racismo, la xenofobia y la autocracia. Est situada en nuestro futuro y por ello nos acompaar siempre, hacindonos rer, llorar y sobre todo interrogarnos sobre cmo adelantar el fin de esta terrible pelea cubana contra los demonios. 70

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Toms Gutirrez Alea E N T R E V I S T O por Michael Chanan

Estamos perdiendo todos los valores

Michael Chanan
MICHAEL CHANAN: Titn, cuando vi tu pelcula, Fresa y Chocolate, sal de la sala pensando, entre otras cosas, que de cierta manera sta es una respuesta al documental Conducta impropia, de Nstor Almendros, que trata sobre la represin a los homosexuales en Cuba. Pienso esto, primero, porque cuando empezaste en el cine a fines de los aos 40 hiciste algunos cortos en ocho mm con l; y segundo, porque me parece que en muchas de tus pelculas se puede encontrar, por debajo de la temtica explcita de la obra, un cierto tipo de dilogo tanto con algunas ideas clave como con otros cineastas. TOMS GUTIRREZ ALEA: En realidad no es un dilogo preconcebido, pero quizs hay algo de eso. Cuando estaba preparando la pelcula supe de la muerte de Nstor, lo cual me afect mucho; yo estaba en una situacin bastante dramtica porque me haban diagnosticado un cncer de pulmn con un pronstico bastante serio. Entonces, tratndose la pelcula del tema de un homosexual en Cuba pues inevitablemente tena que asociarla con lo que haba hecho Nstor; de modo que s, de alguna manera Fresa y Chocolate es una respuesta a Conducta impropia. M. C.: Cmo calificas Conducta impropia, como representacin del problema? T. G. A.: Es un documental que de ninguna manera me hubiera esperado de Nstor, no por el tema sino por la forma en que est hecho. Me parece muy burdo, muy esquemtico, muy simplificador de la realidad, muy manipulador. Es decir, Conducta impropia, para m, es todo lo que pudiera pensarse que hace el realismo socialista pero al revs. Para m no tena ningn inters como documental; tenan inters algunos testimonios que s son veraces,

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ENTREVISTO

MICHAEL CHANAN / TOMS GUTIRREZ ALEA

aunque otros, en cambio, me parecan absolutamente exagerados. Por supuesto, yo era consciente de que exista una situacin de rechazo hacia los homosexuales en Cuba, como cuando los recluyeron en los campos de trabajo. M. C.: Eso fue a fines de los sesenta y principios de los 70, no? T. G. A.: No tengo la fecha exacta, pero creo que s, que fue entonces. En todo caso fue una situacin escandalosa, tanto, que se cerr de golpe cuando se levantaron voces de protesta. Pero no es menos cierto que la situacin de rechazo y de discriminacin de que la han sido objeto los homosexuales se mantuvo durante muchos aos. An hoy se mantiene a nivel social, no digo oficial, pero s a nivel social e individual. La tradicin machista de nuestro pas, como de muchos otros pases, sobre todo pases latinos, es muy fuerte, y el rechazo a los homose-

Posada

xuales se manifiesta en todos ellos. Entonces, no quiero decir que los testimonios que recoga Nstor fuesen mentira. Los hechos que se relatan en Conducta impropia son casi todos ciertos, pero se cuenta solamente una parte y no se contextualiza, no se da la medida real de ese hecho sino que simplemente se dice que hubo represin. A m me pareci muy elemental lo que haba hecho Nstor, algo que no estaba a la altura de su talento. En fin, que con medias verdades se pueden hacer grandes mentiras y a mi juicio eso es lo que l haba hecho. M. C.: Ustedes tuvieron una polmica, cierto? T. G. A.: S, y como consecuencia dejamos de hablarnos. Hasta ese momento, incluso estando l en el exilio, yo lo haba visto en dos o tres ocasiones. Lo haba visto en Cannes, haba estado en su casa en Nueva York, habamos hablado por telfono en Pars... Pero cuando hizo ese documental a m realmente me pareci que no tena derecho a hacer algo as; me resultaba incomprensible que l, que ya haba logrado un status, que ya se haba abierto paso gracias a su talento, a su habilidad como director de fotografa, y que adems estaba desvinculado de la sociedad cubana desde principios de los aos sesenta, por qu esa acritud? No

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Estamos perdiendo todos los valores

lo entend, y entonces, bueno, pens que mi pelcula hubiera podido ser una respuesta a Nstor. Me hubiera gustado mucho que l la hubiera visto y quizs a partir de ah hubiramos reanudado un dilogo, quizs, lo digo con cierta nostalgia y no muy seguro de que hubiera sido as. M. C.: En estos dilogos secretos o internos que se encuentran en obras de este tipo, para llevar a cabo un dilogo tienes que entrar en otros dilogos, por ejemplo, el dilogo del contexto. Si pensamos en las razones de por qu escogiste hacer una pelcula sobre un tipo que est caracterizado de esta manera doble: artista-homosexual; con qu otras cosas del contexto de la realidad cubana ests dialogando? T. G. A.: Como sabes, la pelcula no est tratando directamente el tema de la intolerancia frente a un homosexual, en realidad de lo que est hablando es de una intolerancia mucho ms amplia. Est centrada en el homosexual, pero se puede entender como un problema que va ms all, trasciende el problema del homosexual y se convierte en un problema mucho ms general. Entonces, con quin dialogo? Pues con la gente que de alguna manera tiene que ver con esa situacin, que son responsables de esa situacin, de la intolerancia, de la marginacin del que es diferente, de la no-aceptacin del que piensa con su cabeza. M. C.: Pero tal vez sera demasiado simple decir que esos responsables son el Partido, porque la pelcula muestra diferentes posibilidades dentro del Partido. T. G. A.: Bueno con el sector ms extremista, ms ..., iba a decir ms ortodoxo, pero no es necesariamente ms ortodoxo sino que se pasa de ortodoxo, porque el ortodoxo se supone que es el que ejerce una actividad dentro de una creencia, una doctrina, una manera de pensar muy recta. Aqu entra en juego la diferencia entre lo que es tolerancia y comprensin. El ortodoxo efectivamente no es tolerante, pero no es tolerante frente a lo que de alguna manera lastima su manera de ver el mundo, su manera de afrontar las cosas. Pero es capaz de comprender otras posiciones. Tener una actitud ortodoxa no es necesariamente tener una actitud represiva. Eso es lo que yo pienso. M. C.: Toms, sabemos que en Hollywood el director de una pelcula no tiene derecho a hacer el final cut o corte final, mientras que en Europa los directores s suelen tener ese derecho. Cmo es esto en Cuba? Quin tiene el derecho a hacer el final cut? T. G. A.: En principio lo tiene el director. Pero, por supuesto, como las pelculas las produce el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematogrfica (ICAIC), la direccin del Instituto se reserva ese derecho sobre todo en el plano poltico e ideolgico. Es decir, ah se ejerce una censura. Ese es un derecho que tiene la direccin del Instituto, que en realidad muy pocas veces ha ejercido de una manera tajante. Por lo general las cosas se han discutido previamente y se ha llegado a acuerdos. Yo te puedo decir que en el caso mo he tenido conflictos de ese tipo solamente una vez. Fue cuando Hasta cierto punto y creo que fue razonable que hubiera conflicto en ese caso. Yo pretenda discutir en ese filme el paternalismo del Estado, crear un estmulo para que se discutiera ese problema. Pero la verdad es que no lo haba hecho de una manera suficientemente slida y consistente como para que la discusin se planteara en los trminos ms ventajosos para

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MICHAEL CHANAN / TOMS GUTIRREZ ALEA

mi punto de vista. Entonces, me di cuenta de que no poda insistir en eso, a pesar de que tericamente tena razn en mi planteamiento, porque en la prctica del filme no lo haba expresado de una manera correcta y convincente. Por lo tanto, prefer no decirlo, entiendes? M. C.: S, pero tu utilizacin de la palabra correcta a estas alturas nos lleva a pensar inevitablemente en la frase political correctness. T. G. A.: Me alegro mucho que hayas dado la voz de alarma, porque no se trata de eso. Creo que en lugar de decir correcta deb decir eficaz. En Hasta cierto punto no dije lo que quera decir de una manera eficaz, de una manera convincente. No me salieron bien algunas cosas; dramticamente no eran eficaces y al mismo tiempo eran polticamente polmicas. Eso haca muy vulnerable la pelcula y entonces prefer quitarlas. Y es que en nuestro caso, dada la situacin o la mentalidad de plaza sitiada, de fortaleza sitiada, rodeada por el enemigo, hay un cierto nivel de paranoia y de suspicacia. Cuando se plantea alguna crtica dentro de esa plaza mucha gente piensa que eso debilita nuestras posiciones frente al enemigo. Yo creo todo lo contrario. Yo creo que si la crtica est bien hecha, si es eficaz, si es profunda y nos ayuda a superar los problemas que tenemos y las debilidades que tenemos, nos hace ms fuertes y menos manipulables. Yo tengo ese criterio. Pero tambin me doy cuenta de que en la prctica est operando la suspicacia y la paranoia de mucha gente que puede impedir que la pelcula salga. Entonces, qu pasa? Que esa gente considera que si algunas pelculas no son suficientemente convincentes, es mejor que no salgan. Yo creo que no, yo creo que deban salir tambin. Pero lo cierto es que si una determinada pelcula es vulnerable la polmica puede ser aplastante para ella. Eso me hace ver que nuestra situacin en ese sentido es difcil hasta cierto punto, pues nos obliga a hacer las cosas muy bien. Una crtica profunda tiene que hacerse de manera muy eficaz para que sea irrebatible. M. C.: Hblame de Cartas del parque. T. G. A.: Cartas del parque es una pelcula de amor. No tiene ninguna incidencia sobre las circunstancias polticas que estamos viviendo. Es una pelcula que se remite a los sentimientos y que en todo caso pueden estimular a una reflexin sobre el amor. Yo creo que es una historia contada de una manera que produce placer esttico, o por lo menos eso es lo que pretende. En ese sentido se diferencia de todas las pelculas que yo haba hecho. No toca ningn aspecto polmico de nuestra realidad. Cuando apareci hubo quien dijo que yo estaba huyendo de los problemas, que me estaba refugiando en estas pelculas porque no tena el valor de afrontar de manera crtica nuestra realidad. Cuando hice La ltima cena, que es una pelcula histrica, tambin me dijeron que estaba yendo al pasado. Bueno, ahora hago Fresa y Chocolate, donde se critica muy abiertamente la realidad actual, y dicen que eso es una mscara que estoy poniendo para hacer ver que se puede criticar. M. C.: Resulta que se quiere buscar un director de cine que sea una especie de filsofo para todo el mundo, por qu? T. G. A.: Eso es as sobre todo en el caso de los cineastas cubanos. A los cineastas norteamericanos no se les reprocha que hagan una pelcula de amor. Si hacen una pelcula con algn tipo de crtica social pues est bien. Aunque generalmente hacen pelculas de espectculo y nadie les reprocha eso.

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Estamos perdiendo todos los valores

M. C.: Entonces, por qu en Cuba los cineastas deben asumir el papel de crticos sociales? T. G. A.: Porque no hay otras voces. El periodismo, por ejemplo, no cumple su misin de crtica de la sociedad. La gente, sin embargo, habla en los pasillos, en los cafs, en la calle, en la acera, en las colas; pero esos problemas no se exponen pblicamente y esa es una gran frustracin, y uno se siente con la necesidad de hablar. M. C.: Cmo ves la dinmica que hay en Cuba ahora? T. G. A.: Yo creo que siempre ha habido por parte de la direccin de la revolucin una ambiciosa idea de mantener la pureza ideolgica, de evitar la contaminacin con el exterior, y de transformar al hombre a partir de su conciencia, no a partir de las relaciones materiales. Todo eso tiene como consecuencia el paternalismo, el esquematismo, el idealismo y todo lo que hemos estado sufriendo durante todos estos aos. Esa situacin es la que provoca una crisis de involucin. Estamos perdiendo todos los valores; todos los valores que la revolucin haba rescatado en el hombre hoy se estn corrompiendo, se estn deteriorando hasta el punto de que no se sabe cundo tocaremos fondo, pero estamos muy cerca. M. C.: Hasta qu punto esa situacin se ha producido no a travs de la dinmica interna de la revolucin, sino por el colapso del comunismo en el mundo, por Umberto Pea el efecto del colapso de la Unin Sovitica? T. G. A.: Oye, por favor! No! La crisis cubana no se ha producido por el colapso sovitico. Lo que pasa es que el colapso sovitico devela o revela una situacin que no era sostenible. Revela que Cuba estaba viviendo de la subvencin o del apoyo del mundo socialista y especialmente de la Unin Sovitica, cosa que no es sana para ningn pas. Cuba no estaba produciendo bienes materiales sino que estaba produciendo poltica y cambiando poltica por petrleo, y esa es una situacin que al caer el bloque socialista nos deja desnudos, en una situacin en la que nadie sabe trabajar, en la que nadie produce y en la que se sigue insistiendo que la conciencia es la que nos mueve. Si hubiera seguido existiendo la Unin Sovitica tampoco s hasta dnde hubiramos llegado. Yo creo que eso apuntaba hacia una crisis irremediable.

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M. C.: Cmo podra superarse esa situacin? T. G. A.: Bueno, una situacin de crisis genera a veces una reaccin, una respuesta. Yo creo que la nica manera de superarla sera y quizs estoy respondiendo a un sentimiento cristiano muy idealista a travs de la comprensin y el amor entre los hombres. Tenemos que ayudarnos unos a otros porque si no vamos a perecer todos. Desde luego, habra que establecer mecanismos econmicos, mecanismos inteligentes para que la gente se viera compelida a reaccionar de la manera ms coherente hacia esos objetivos de convivencia humana. No se puede actuar slo a base de exhortaciones y prdicas y llamadas al amor porque el amor florece all donde la gente puede amarse, no en las cloacas. M. C.: Titn, a raz de tu filme Memorias del subdesarrollo, fuera de Cuba salieron algunas crticas que trataban de ponerte en la posicin de un disidente. T lo rechazaste. Sin embargo, algo de eso ha quedado en tu reputacin. Dnde te ubicas dentro de esa problemtica? T. G. A.: Bueno, unos dicen que soy disidente porque critico a la realidad cubana, y otros que soy un propagandista del gobierno porque con esa crtica trato de hacer ver que en Cuba existe libertad cuando en realidad no existe. Qu dilema, eh! Es absurdo, no s dnde me van a colocar. En realidad no soy ni una cosa ni la otra. Si se entiende como disidente a una persona que ataca al gobierno para tratar de destruirlo y tratar de barrer con todo lo que la revolucin ha podido traer de beneficio para el hombre, pues no soy un disidente. Pero, por supuesto, critico dentro de la revolucin todo lo que pienso que es una distorsin de esos objetivos y de esos caminos esperanzadores, o sea, critico todo lo que nos ha desviado hasta el punto de colocarnos, como estamos hoy, en una crisis bien peligrosa y bien angustiosa. En ese sentido soy crtico, pero no soy un disidente. Con respecto a lo que dicen los otros, que soy un propagandista, una especie de mscara que el gobierno se pone hacia el exterior para hacer ver que hay libertad... pues yo creo que habra que remitirse al contenido de mis pelculas. Ah, claro, son pelculas complejas, crticas, pero que por ello mismo son tambin una respuesta a la imagen que ciertas gentes dan de Cuba desde el exterior, que es tambin una imagen distorsionada y una imagen superficial, donde no se analiza nuestra situacin. No s qu ms te puedo decir. Yo creo que a lo largo de estos aos he seguido una lnea muy clara en este sentido; siempre he tenido contradicciones y he tratado de expresarlas hasta donde he podido y hasta donde mi lucidez me lo ha permitido. Yo he dicho todo lo que podido. Y pudiendo vivir mucho mejor fuera de Cuba, pues no lo he hecho, y realmente ha sido una tentacin muy grande eso de poder vivir con relativa comodidad de mi trabajo, honestamente, en un lugar donde no tenga que pasar tanto trabajo para poder trabajar inclusive. No lo he hecho, y no lo he hecho por un problema de... no s cmo explicarlo. Porque no es una decisin racional, es cierto, podra vivir mejor en otros lugares, y en Cuba me someto a un rgimen de vida bien incmodo... Pero creo que en Cuba existan valores que no hay en otras partes y lamento mucho que se estn per virtiendo esos valores y trato de luchar por rescatarlos... es una necesidad ntima y muy personal.

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Toms Gutirrez Alea (1928-1996) Tensin y reconciliacin

A Mirta, con cario

Paulo Antonio Paranagu

GUTIRREZ ALEA SIMBOLIZABA LA INDEPENDENCIA de espritu, la exigencia artstica y el humanismo en el cine cubano posrevolucionario. Titn naci en 1928, as como el brasileo Nelson Pereira dos Santos, el colombiano Gabriel Garca Mrquez y el argentino Ernesto Che Guevara. Fue pionero de un movimiento de renovacin cinematogrfica nacional, fue uno de los fundadores del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematogrficos), sin limitarse a ese papel de precursor. Supo compenetrarse plenamente con los ms jvenes, asumir cierto protagonismo e incluso liderazgo: tuvo discpulos tan aventajados como Sara Gmez, Sergio Giral y Juan Carlos Tabo. Logr desarrollar una obra extensa: no todos los pioneros pudieron dar una continuidad semejante a sus primeros pasos. Alea, Pereira dos Santos, Garca Mrquez, as como el mexicano Manuel Barbachano Ponce, los argentinos Fernando Birri y Lautaro Mura, y los otros fundadores del ICAIC , Alfredo Guevara y Julio Garca Espinosa, tenan veinte aos cuando se hizo Ladrn de bicicletas (Ladri di biciclette, Vittorio De Sica, 1948). La formacin intelectual de esa generacin es contempornea del neorrealismo. El cine italiano de posguerra tuvo un impacto y una capacidad de deflagracin en varios pases que todava no han sido debidamente estudiados. En Amrica Latina, esa influencia es perceptible durante casi veinte aos. Varios cineastas latinoamericanos muestran entonces una aspiracin comn, la de asimilar y transponer la experiencia neorrealista a su propio entorno. La generacin de 1928 merecera ser llamada neorrealista. Desde luego, los puristas observaran que sera ms apropiado haOMS

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PA U L O A N T O N I O PA R A N A G U
blar aqui de una generacin del 48 o simplemente de la generacin de posguerra. Pero como estamos hablando de Titn y no escribiendo un manual, valga la licencia. La generacin del 28 nace al mismo tiempo que el sonoro y es la primera compuesta por intelectuales, que deben su formacin a la vez a las primeras cinematecas y cine clubs y a la asimilacin de la literatura contempornea. Antes el cine atraa a artesanos, bohemios y aventureros, a menudo completamente ajenos al quehacer intelectual de su poca, en los mejores casos creadores intuitivos, en los peores meros ilustradores de la cultura acadmica de los manuales escolares, y en muchas ocasiones absolutamente dependientes del gnero chico, del teatro musical y de las radionovelas. En cambio, la nueva generacin crece en simbiosis con la efervescencia contempornea en la cultura nacional. As, Toms Gutirrez Alea ha llevado a la pantalla Una pelea cubana contra los demonios (1971), una de las principales obras de Fernando Ortiz, una referencia para varias generaciones de cubanos. La lectura de El ingenio de Manuel Moreno Fraginals (obra que se inscribe en la fecunda tradicin inaugurada por Ortz) le inspira La ltima cena (1976). Dos otros autores caribeos han sido adaptados por Alea: Garca Mrquez (Cartas del parque, 1988) y el haitiano Jacques Roumain (Cumbite, 1964). El cineasta escribi sus guiones en colaboracin con escritores contemporneos (Edmundo Desnoes, Onlio Jorge Cardoso, Miguel Barnet [discpulo de Ortz], Antonio Bentez Rojo, Garca Mrquez, Senel Paz) y trabaj asimismo con dramaturgos (Jos Triana, Vicente Revuelta, Toms Gonzlez, Osvaldo Dragn). Entre sus proyectos no filmados est la adaptacin de obras de Jos Soler Puig, Alejo Carpentier y William Shakespeare, un argumento de Guillermo Cabrera Infante, aparte de la pieza Weekend en Baha de Alberto Pedro sobre el reencuentro entre una joven exiliada y su ex-novio en un suburbio de La Habana. Los estmulos y las complicidades fundamentales los encontr en la literatura y en el teatro, sectores que en Cuba accedieron a la modernidad antes que el cine. Titn comparte por lo menos una caracterstica con el homosexual de Fresa y chocolate (1993): como Diego, est empapado de cultura cubana, su madurez es contempornea no solo de la sociedad progresista Nuestro Tiempo (1951-1959), como se recuerda a menudo, sino tambin de las revistas Orgenes (1944-1956), dirigida por Jos Lezama Lima, y Cicln (1955-1959), dirigida por Jos Rodrguez Feo. La de 1928 es una generacin intermedia, entre el viejo cine de los estudios tradicionales de Buenos Aires, Mxico y Rio de Janeiro el cine de gneros y el nuevo cine de los sesenta. Gutirrez Alea comparte con Pereira dos Santos un cierto posibilismo, o sea, la bsqueda del cine posible en las circunstancias dadas, reacia a la impotencia y al culto romntico del autor maldito (algo de eso hay tambin en Buuel, capaz de jugar al escondite con las convenciones estticas y morales del cine mexicano). Lejos de resignarse con una cinematografa vegetativa y dependiente, el cubano busca una formacin en Italia y luego acepta la experiencia profesional que le brinda Barbachano: Cine-Revista le sirve por su doble carcter de noticiero y de sketchs cmicos. Incluso elogia Casta de roble 78

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(Manuel Alonso, Cuba, 1953), a pesar de su argumento melodramtico arbitrario y mal construido .1 La generacin del 28 es la primera que puede estudiar cine en las escuelas de Roma (fundada en 1936) y Pars (1944), en lugar de conformarse con ser autodidacta o aprender el oficio durante aos como asistente en los estudios. Adems del cine italiano de posguerra, modelo alternativo de produccin y de expresin, Europa ofrece as modelos alternativos de formacin para quienes aspiran a salir del crculo vicioso del mimetismo en relacin a Hollywood. El Centro Sperimentale di Cinematografia es una buena caja de resonancia de los debates acerca del neorrealismo y por ello no sorprende que forme unos treinta latinoamericanos en la posguerra. Gutirrez Alea coincide en Roma con Garca Espinosa, Birri, Garca Mrquez y el cubano-dominicano Oscar Torres, sin olvidar a su amigo de juventud Nstor Almendros (con quien dialoga Fresa y chocolate... hasta cierto punto). Pionera e intelectual, la generacin del 28 no se limita a aplicar las lecciones del neorrealismo, sino que va a favorecer su superacin (lo mismo podra decirse al fin y al cabo de Antonioni y Fellini). Por supuesto, esta generacin intermedia contiene en s misma, desde el orgen, grmenes que contradicen o se oponen al legado neorrealista. Paralelamente a la tendencia a la identificacin, al despojamiento, al drama y al testimonio social, encontramos una tendencia hacia la distanciacin, lo barroco, el humor y lo ldico, tanto en los gneros que prolongan su vigencia, como en Luis Buuel y Leopoldo Torre Nilsson, las dos principales figuras de la transicin entre lo viejo y lo nuevo durante la dcada de los cincuenta. Toms Gutirrez Alea abri varios caminos. Dirigi la primera pelcula estrenada por el ICAIC, Historias de la revolucin (1960). Desde entonces evit la glorificacin pica, privilegi la mezcla de sentimientos y los matices, logr expresarse con una contenida emocin humanstica. Fue el cronista ms sensible y crtico del socialismo castrista, desde Las doce sillas (1962) hasta Guantanamera (1995). Fue un opositor de la burocracia, la enfermedad senil del comunismo, desde La muerte de un burcrata (1966) hasta su ltimo film. Fue quin present en forma ms aguda los dilemas de la intelectualidad frente al cambio revolucionario, en Memorias del subdesarrollo (1968). Fue uno de los primeros en enfrentar el machismo-leninismo, un rasgo afectivo y social que tiene en el patriarcado y el paternalismo su dimensin poltica (Hasta cierto punto, 1983). Fue el primero en denunciar en pantalla grande en la misma Cuba la discriminacin hacia los homosexuales, como sntoma de una intolerancia general (Fresa y chocolate). Busc en la historia las claves para entender los derroteros contemporneos (Una pelea cubana contra los demonios, La ltima cena). Sugiri la posibilidad de una regresin, a contra mano de la creencia en el progreso ineluctable de la humanidad (Los sobrevivientes, 1978). Memorias del subdesarrollo cruza el Rubicn de los cdigos hasta entonces vigentes en Hollywood y en Europa, en Occidente y Oriente, en el Norte y en el Sur, e impone la suprema libertad de la heterogeneidad. Memorias del subdesarrollo per-

Nuestro Tiempo, Ao 1, n 2, La Habana, noviembre de 1954, p. 7 (reproducido por Ricardo Hernndez Otero, Revista Nuestro Tiepo, editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989, pp.31-32.

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manece como un paradigma formal e ideolgico, una legitimacin de la heterodoxia, no solo para los dems cineastas cubanos, sino para el mismo Gutirrez Alea, que incub durante mucho tiempo el proyecto de volver a escribir una pelcula con Edmundo Desnoes. Los timoratos frente a la ambigedad, la complejidad, la heterogeneidad y la heterodoxia, insisten en calificar a Sergio el protagonista de Memorias del subdesarrollo de intelectual burgus, atribuyndole al adjetivo capacidades mgicas de distanciacin para evitar el vrtigo de la identificacin con el substantivo. Por su origen, puede ser. Pero por su situacin, Sergio es un patriota que se queda en la isla en lugar de irse y rechaza a los contrarrevolucionarios (los mercenarios de Playa Girn). Es por lo tanto un intelectual prototpico, adicto a las dudas y especulaciones, como otros personajes de Gutirrez Alea: los que les gusta el helado de fresa y el de chocolate o los que discuten un guin en Hasta cierto punto. Sergio (Sergio Corrieri) pasa por sucesivas reencarnaciones y transformaciones: el Juan Contreras de Una pelea cubana contra los demonios (Ral Pomares), el maestro de azcar Don Gaspar de La ltima cena (Jos Antonio Rodrguez), el lcido Julio de Los sobrevivientes (Vicente Revuelta) e incluso, en clave todava ms irnica, el escribano de Cartas del parque (Victor Laplace). Quizs la multiplicidad de curas en las pelculas de Titn sea una forma de exorcizar su parentesco con los intelectuales, en su mayora identificables con el bajo clero de pocas remotas, oscilantes entre el dogma y la hereja. Ni sociolgicamente ni dramatrgicamente esos personajes tienen nada que ver con el hroe positivo del realismo socialista. En este terreno, Alea jams cultiv la ambigedad. Titn fue uno de los protagonistas de la lucha del ICAIC (y dentro del ICAIC) contra el realismo socialista, desde Las doce sillas y La muerte de un burcrata, hasta Fresa y chocolate, pasando por su principal contribucin terica, Dialctica del espectador (1982). Su puja contra la burocracia y el oportunismo socialistas la retoman pelculas de Manuel Octavio Gmez, Sergio Giral, Juan Carlos Tabo, Rolando Daz, Humberto Sols, Enrique Colina, Daniel Daz Torres, Fernando Prez y la generacin ulterior de Gerardo Chijona, o Lorenzo Regalado. Sergio me recuerda a Macunama, el hroe sin carcter, al que la adjetivacin clasista le resulta estrecha y reductora. Perezoso, como el personaje de la novela de Mario de Andrade y de la pelcula de Joaquim Pedro de Andrade, hubiera podido adscribirse al derecho a la pereza teorizado por Paul Lafargue, el yerno de Marx... nacido en Santiago de Cuba. A travs de su personaje, Titn trata de acercarse al carcter del cubano, as como Mario de Andrade busc definir el carcter nacional del brasileo, en oposicin a otros compatriotas escritores de su poca, ms aristocrticos o idealistas, que subrayaron su tristeza (Paulo Prado) o su cordialidad (Sergio Buarque de Holanda). En esa bsqueda de la identidad, a la vez individual y colectiva, el cineasta trat de desregionalizar a su protagonista, confirindole una dimensin nacional e incluso internacional (de forma anloga a Mario de Andrade en su novela, que procede a travs del sincretismo). Sergio habla sobre el subdesarrollo y no sobre el socialismo castrista, extendiendo as el alcance de sus reflexiones hacia aspectos familiares a los espectadores de toda Amrica Latina. El relato de Memorias del subdesarrollo, construido a partir del 80

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punto de vista y del discurso de Sergio, est relacionado con documentales cubanos de Sarita Gmez y Nicols Guilln Landrin (amigos de TGA) que en la misma poca adoptan una narracin ntima, conjugada en la primera persona. Tanta sorpresa y resquemor ha provocado la puesta en escena de un intelectual, que se ha visto desplazada a la condicin de mero subtema la importantsima cuestin que realmente ocupa al protagonista y a la pelcula: su atribulada relacin con las mujeres, o sea, con los principales papeles secundarios de Memorias del subdesarrollo. Laura, Noem, Elena y Hanna prcticamente estructuran la narracin. Pablo, en cambio, es una especie de alter ego de Sergio: el dilogo de ambos es la mera yuxtaposicin dialctica de las dos caras de su monlogo interior. Ese magno tema de las relaciones entre los sexos reaparece por lo menos en Una pelea cubana contra los demonios, De cierta manera (Sara Gmez, 1974, terminada por Titn), Hasta cierto punto, Cartas del parque, Contigo en la distancia (1991), Fresa y chocolate, Guantanamera, sin olvidar que la familia est igualmente presente en Cumbite, La muerte de un burcrata y Los sobrevivientes. La familia y las relaciones afectivas concentran determinadas contradicciones, tales como la persistencia de las mentalidades ms all de la evolucin social. Desde Las doce sillas hasta Fresa y chocolate, el cineasta ha subrayado constantemente el peso del pasado sobre el presente: Memorias del subdesarrollo es significativa a ese respecto desde su mismo ttulo. No deja de ser sintomtico tambin que las pelculas consideradas ms contemporneas del autor, Memorias... y Fresa y chocolate, se siten con cierto desfase en relacin al presente, sin por ello comprometer en lo ms mnimo su actualidad: la primera, seis aos antes de su estreno, puesto que culmina con la crisis de octubre (1962); la segunda, catorce aos antes, puesto que los estudiantes asisten a la cada de Somoza (1979), en una corta escena destinada nica y exclusivamente a ubicar la accin en una coyuntura pasada (habra quizs que atribuirlo tambin al posibilismo). Asimismo, el film histrico sufre en manos de Alea procedimientos que neutralizan el ilusionismo del gnero, ya sea la alegora (Una pelea cubana contra los demonios), la teatralizacin (La ltima cena) o la romantizacin irnica (Cartas del parque). Tales procedimientos requieren distintas formas de complicidad del espectador, aumentan su participacin y por lo tanto favorecen las analogas contemporneas. Una pelea... (ubicada 300 aos antes del triunfo de la Revolucin cubana) es quizs la ms transparente en su dimensin metafrica, remitiendo incluso a una de las panaceas coyunturales que el castrismo tom del maosmo, al exorcizar los pecados urbanos promoviendo una vuelta al campo (el cura pretende trasladar la villa tierra adentro, precisamente para preservar al dogma de la heterodoxia). Pero La ltima cena no es menos custica al cuestionar la doble moral y la duplicidad, tanto del catolicismo como de cualquier otra capilla ideolgica. En las ltimas pelculas, Buuel tambin apuntaba por partida doble al cristianismo y al dogmatismo materialista. En ese sentido, La ltima cena es entraablemente buueliana, independientemente de la analoga de imgenes aisladas, como el lavatorio de El (1953) y la cena de Viridiana (1960). La reflexin de La ltima cena sobre discurso y poder, ideologa y opresin, rito y tica, es de una absoluta actualidad. Cuando el beato Conde pierde el control y vocifera Aqu no sucede81

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Suerte de varas. Andrs Lacau

r lo mismo que en Santo Domingo!, refirindose a la sublevacin de esclavos, el jesuita Fidel Castro hubiera podido pronunciar las mismas palabras, refirindose a la intervencin militar de 1965 en la isla vecina. Sin embargo, la suprema jugarreta con los viejos esquemas de la historia, incluso con las categoras heredadas del marxismo, es la involucin de Los sobrevivientes: proyectada quince aos despus de su estreno, en pleno perodo especial, esa variante socialista de El ngel exterminador (Buuel, 1962), adquiere el aspecto de un bumerang. Virgilio Piera, escritor al que no se refiere Senel Paz a pesar de haber sido uno de los homosexuales que ms sufri la intolerancia del castrismo, sigui escribiendo igual antes y despus del triunfo de la Revolucin. Piera saba muy bien que las mentalidades de los cubanos no cambiaron de la noche a la maana. Valga un ejemplo, presente en la obra del escritor: la intromisin avasalladora en la vida ajena, versin caribea de la promiscuidad mediterrnea. Ya en los cuarenta, la cantante Rita Montaner haba popularizado la composicin de Juan Bruno Tarraza La chismosa, al punto de adoptarle el estribillo para su personaje radiofnico La nica (Mejor que me calle, que no diga nada...). El chismoso entrometido y prejuicioso de ayer, encarnacin persecutoria sufrida por los personajes de Piera, puede ser el cederista ejemplar de hoy o el neofascista de maana (las brigadas de accin rpida surgidas en los aos noventa). Los CDR (Comits de Defensa de la Revolucin) estn omnipresentes en la forma de un ojo que espa en Fresa y 82

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chocolate, desde el prlogo en la posada que identifica el voyeurismo con un cartel de propaganda, hasta el cuadrito que Diego mantiene pegado a la puerta de su guarida, para no olvidar en que sociedad vive. Cuando Diego enva sus cartas, descubre un panel con la siguiente frase de Mart: Los dbiles respeten, los grandes adelante: esta es una tarea de grandes (intuyo que este tipo de consigna horrorizaba y empujaba a escribir a Virgilio Piera). Desde La muerte de un burcrata, Gutirrez Alea ha mostrado repetidas veces que el uniforme o el carnet no hacen el revolucionario, as como el hbito no hace el monje. El cineasta se preciaba de jams haber adherido al Partido Socialista Popular, denominacin adoptada por la direccin local, ms browderiana que el mismsimo Earl Browder versin soft del stalinismo norteamericano en plena euforia de colaboracin de clases contra el nazismo (Batista tuvo ministros del PSP). Alea tampoco entr al partido nico formado despus, a travs de sucesivas crisis. Cuando una reforma del ICAIC desemboc en el reagrupamiento de los cineastas en tres ncleos de creacin (1987), apenas uno de ellos, el de Manolito Prez, estaba dirigido por un militante del partido (los otros estaban a cargo de Humberto Sols y Gutirrez Alea). Titn pertenece a la generacin poltica del Che Guevara, alejada de la ortodoxia stalinista. Alea conoci el secuestro del cortometraje neorrealista El Mgano (1955) por la policia de Batista y luego tuvo que esforzarse por ampliar el margen de libertad de expresin consentido por el rgimen castrista. Memorias del subdesarrollo signific una lucha cuyos ecos todava se leen en Dialctica del espectador. Pero si el estreno pudo hacerse, acompaado de debates pblicos en las salas, los cineastas enfrentaron enseguida el peor perodo de la cultura cubana bajo el socialismo. Humberto Sols no tuvo la misma suerte con una obra que es a la vez la prolongacin contempornea de Luca (1968) y una versin personal de Memorias...: Un da de noviembre (1972) estuvo archivada varios aos, ocurriendo lo mismo con pelculas de Sarita Gmez, Sergio Giral y otros prueba fehaciente que ni siquiera el ICAIC, con toda su autonoma y prestigio, cumpli con la consigna del propio Fidel Castro, Dentro de la Revolucin, todo; contra la Revolucin, nada (Palabras a los intelectuales, 1961). El peso inhibitorio de esas medidas tardara ms de diez aos en despejarse. Hasta cierto punto contribuy a ello. Sin embargo, la curva estadstica muestra hasta que punto la consagracin de Memorias... result ambiga: si en la dcada de sesenta Titn dirige cinco largometrajes, en la de setenta dirige tres, en la de ochenta apenas dos y en la de noventa otros dos, mientras sumaba ms de veinte proyectos no realizados en los ltimos treinta y cinco aos. A pesar de la confesada admiracin por el slapstick, el homenaje de La muerte de un burcrata a los maestros de la comedia hollywoodiense y la dedicatoria a Luis Buuel, el humor es uno de los ms autnticos rasgos de cubana de Toms Gutirrez Alea. Con frecuencia se olvida que su primer mrito, durante los aos iniciales del ICAIC, fue justamente el de legitimar el gnero cmico a partir de Las doce sillas. Ese rasgo lo comparte desde luego con Julio Garca Espinosa (Cuba baila, 1960; Aventuras de Juan Quinquin, 1967) y con varios de sus discpulos: Fausto Canel (Papeles son papeles, 1966, est basada en una idea de TGA), Juan Carlos Tabo (Se permuta, 1983, tambin es una idea de TGA), Rolando Daz, Enrique Coli83

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na. La comedia fue todava ms importante en la dcada de ochenta, despus de Hasta cierto punto, cuando el ICAIC trat de reconciliarse con la contemporaneidad. La crisis poltica provocada a raiz del estreno de Alicia en el pueblo de Maravillas (Daniel Daz Torres, 1991) prob a los escpticos que aun dudaban de ello el carcter explosivo de las comedias de Tabo y Rolando Daz, en resonancia con los problemas de actualidad en la isla. El humor caracteriza por lo menos a siete de los doce largometrajes de Titn (Las doce sillas, La muerte de un burcrata, Memorias del subdesarrollo, Los sobrevivientes, Cartas del parque, Fresa y chocolate, Guantanamera, 1995) e irrumpe incluso en otros (La ltima cena, Hasta cierto punto). Al menos desde Indagacin al choteo (conferencia de Jorge Maach pronunciada en 1928), se discute en Cuba acerca del vicio y la virtud del corrosivo humor local: los cineastas optaron por su potencial subversivo. El humorismo es un humanismo, aunque a veces sea sinnimo de radicalismo o anarquismo, mientras la falta de humor es siempre sntoma de esclerosis, dogmatismo y extremismo. Gutirrez Alea ha explicado su reconciliacin con el melodrama as sea un melodrama contenido 2 por la necesidad de deshacerse durante algun tiempo de la abrumadora responsabilidad del intelectual comprometido en una sociedad que vive el sndrome permanente de la isla sitiada. Alea constata la persistencia de ese gnero en la memoria popular, reactivada por los mecanismos de la telenovela latinoamericana contempornea, heredera del folletn y del radioteatro. La reconciliacin con el melodrama se inserta en la reconciliacin con el espectculo, teorizada por el cineasta en Dialctica del espectador. Titn ha dedicado buena parte de su obra a rescatar las races africanas de Cuba, pas marcado por la esclavitud y el rgimen de explotacin de la plantacin. De cierta manera en un mbito contemporneo y La ltima cena desde la ptica histrica entroncan a la vez con la investigacin antropolgica de Fernando Ortiz y con la incorporacin del negrismo por la vanguardia literaria y musical cubana encarnada por Nicols Guilln y Ernesto Lecuona (una de las principales referencias meldicas de Fresa y chocolate). A partir de la consigna historicista de los 100 aos de lucha adoptada por el ICAIC a finales de los sesenta, Titn contribuy a legitimar la serie de negro-metrajes (segn una frmula del choteo local), en la que se lucira su discpulo Sergio Giral. Pero no hay que olvidar el emblemtico prlogo de Memorias del subdesarrollo recuerdo de la conflictiva herencia afrocubana ms personal sin duda que Cumbite. La heterogeneidad y la heterodoxia de la obra de Alea no son producto de una opcin a priori, de una postura vanguardista o rupturista. En lo formal, su iniciacin musical puede haberlo inducido en esa direccin. Pero pareciera resultar ms bien de una serie de tensiones intrnsecas a su personalidad creativa, as como a su contexto. Tensin entre lo cubano y lo universal, presente desde su formacin intelectual, acentuada por el hecho de que las influencias cinematogrficas eran necesariamente endgenas (los cmicos norteamericanos, el neorrealismo italiano, Buuel), habida cuenta de la pobre tradicin local. Esa tensin, lejos de desapare-

VORA, JOS ANTONIO: Toms Gutirrez Alea, Festival de Cine de Huesca, 1994, p.97.

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cer con el ICAIC, encuentra su mxima expresin en aquellos que pretenden dialogar a la vez con la Revolucin cubana en curso y con el cine contemporneo. La segunda tensin, variable segn las pelculas, se produce entre los polos formados por lo cerebral y lo vital (en algunos casos, entre lo racional y lo sensual, entre lo social y lo afectivo, que no siempre se funden en la solidaridad y la fraternidad ansiadas). Al segundo polo pertenecen el humor y el amor, al primero corresponden la reflexin, la argumentacin, el discurso, la cultura y la insercin en la historia. Los mejores portavoces del cineasta, Sergio y Diego, ejemplifican esa tensin (que est presente tambin en films de Sarita Gmez y Sergio Giral). Cartas del parque y Contigo en la distancia son un intento de descargar esa tensin. La tercera tensin resulta del contexto en que se desarrolla la obra y de la aguda conciencia de ciertas contradicciones que tiene su autor: es una tensin social, clasista, entre la parte intelectual y la parte proletaria del proceso revolucionario. Justamente, Titn rechaza la evacuacin de la cuestin y las respuestas simplistas que se plantean en esferas partidarias (la desintegracin de la pequea burguesa o la supuesta fusin en un magma populista). La tensin entre lo cubano y lo forneo se superpone y a veces se opone a la contradiccin clasista. Sergio y Diego las encarnan con matices distintos. Sergio es un hombre culto, ambivalente hacia los modelos importados. Por una parte, identifica la cultura al aporte europeo. Por otro lado, rechaza los comportamientos mimticos y enajenados de su esposa. Diego concilia el orgullo por la cultura cubana y el aprecio por lo que viene de afuera: muy significativo del influjo europeo resulta el irnico dilogo con el ingenuo David acerca de sus respectivos orgenes tnicos. Sergio tampoco acepta la relacin unilateral de Hemingway hacia la isla. La discusin entre lo autntico y lo postizo, entre lo nacional y lo importado es parte de la reflexin del personaje, esa problemtica est integrada a la narracin y a la textura de la pelcula, y se refleja incluso en la eleccin de la msica (composiciones clsicas europeas y melodas afrocubanas). Por supuesto, la problemtica se presenta en forma exacerbada, radicalizada, a veces simplificada por la disyuntiva poltica del proceso revolucionario enfrentado a las amenazas del imperio. Ese enfrentamiento simboliza y deforma al mismo tiempo la polarizacin entre Cuba y el resto del mundo, interiorizada por Sergio. Memorias del subdesarrollo discute a su manera el gran tema de la obra de Alejo Carpentier, la relacin entre el Viejo y el Nuevo Mundo, entre Europa y Amrica. Pero Sergio no comparte el lirismo de Carpentier, su deslumbramiento hacia lo real maravilloso, l es mucho menos optimista, no idealiza para nada el subdesarrollo. Edmundo Desnoes explicita esa diferencia en su novela al referirse irnicamente a Carpentier diciendo que no est mal como cronista de nuestra barbarie latinoamericana... Al elegir esa expresin Desnoes recuerda la disyuntiva decimonnica de Sarmiento (civilizacin o barbarie) y se inserta en una tradicin, prolonga la discusin. Frente al subdesarrollo como caracterstica intrnseca de su entorno, Sergio expresa la siguiente duda: ser capaz la aceleracin de la historia de sacar a la isla de su crculo vicioso? El aislamiento afectivo de Sergio reproduce a nivel existencial una problemtica similar, como si las mltiples significaciones del 85

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film recubrieran crculos concntricos: Sergio trata de educar, cultivar y civilizar a Laura y luego a Elena. Su relacin con mujeres socialmente ms modestas est condenada a sucesivos fracasos. Las diferencias sociales, las diferencias de cultura, no las supera el afecto, ni la sensualidad, as como las diferencias heredadas no desaparecen de la noche a la maana con la revolucin. Asimismo, en Hasta cierto punto lo que fracasa no es solo la relacin entre un hombre y una mujer, a la que remitira la cuestin del machismo. El obstculo infranqueable termina siendo social, cultural. La pelcula est estructurada en funcin del contraste persistente entre el ambiente del puerto y el ambiente de los intelectuales, entre la asamblea de los trabajadores y el estreno de gala de los artistas, entre la discusin colectiva de los obreros y la conversacin entre el director y el guionista, entre las cmodas casas en que ambos viven y la modesta residencia de Lina, entre las entrevistas en video y el film que proyectan los personajes o al que estamos asistiendo. Lina (Mirta Ibarra) extraa el restaurante y el hotel, de la misma manera que Oscar (Oscar Alvarez) se siente desplazado en el baile popular. La baha separa dos espacios distintos, dos mundos diferentes, que solo comunican... hasta cierto punto. No hasta el punto de fundirse en una nueva pareja armnica y equilibrada. La contradiccin del cineasta parece radicar justamente en el conflicto entre la voluntad y la realidad, entre lo racional y lo inconsciente. El no comparte el optimismo del positivismo del siglo XIX y de la vulgata marxista del siglo XX, la creencia en el progreso a travs de la experiencia pedaggica. Su desconfianza remonta aun ms lejos, puesto que La ltima cena no se limita a denunciar la falsedad de la catequesis y la enseanza por encima de las diferencias raciales y sociales, sino que sugiere incluso la imposibilidad del mero dilogo. Y sin embargo, por vocacin, por naturaleza, por compromiso, por lo que sea, este cineasta ejercita la lucidez, para l el intelectual no puede conformarse con el escepticismo, el fatalismo, la impotencia, el pesimismo. En Fresa y chocolate tambin coexisten la diferencia cultural y la diferencia social, aunque sta resulte ms velada. David es un campesino que estudia en La Habana gracias a una beca. Su compromiso poltico responde a los esquemas importados que caracterizaron la institucionalizacin de Cuba en los aos setenta. Diego, en cambio, representa la tradicin islea, encarna una herencia, tpica de la clase media habanera. La diferencia de origen de ambos personajes plantea en forma muy aguda la relacin entre lo heredado y lo aprendido, entre lo innato y lo adquirido, confiriendo una nueva dimensin a la discusin entre cultura nacional e importada, entre lo cubano y lo universal. En La ltima cena, frente al cura y sus dogmas, Don Gaspar afirma que se nace o no se nace maestro de azcar. Fresa y chocolate es ms optimista que Memorias del subdesarrollo, Diego ejerce su tutora sobre David con mayor xito que Sergio. Cabe preguntarse si en el subconsciente del cineasta no habr hecho mella la lectura del Contrapunteo cubano del azcar y el tabaco de Fernando Ortiz. Recurdese, de paso, su cortometraje El arte del tabaco (1974) y las minuciosas explicaciones y descripciones del ingenio azucarero en La ltima cena. En su inventario del Yin y el Yang isleos, el varn moreno y la hembra blanconaza, Don Fernando contras86

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Zaida del Ro

ta alimento y veneno, despertar y adormecer, energa y ensueo, placer de la carne y deleite del espritu, sensualidad e ideacin, apetito que se satisface e ilusin que se esfuma, caloras de vida y humaredas de fantasa, indistincin vulgarota y annima desde la cuna e individualidad aristocrtica y de marca en todo el mundo, medicina y magia, realidad y engao, virtud y vicio, palabras que bien pueden aplicarse a las disyuntivas de los personajes y de la obra de Gutirrez Alea. Cubanidad y extranjera caracterizan el tabaco y el azcar, asi como a la misma cultura de la isla. Y sin embargo el azcar es siempre arraigo, mientras el tabaco es traslaticio. Acaso la frase el tabaco nace, el azcar se hace no resume la diferencia entre lo innato y lo adquirido? Acaso no se aplica a la cultura lo que Don Fernando escribe acerca del primero: el tabaco es innecesario para el ser humano y el azcar es indispensable para su organismo. Sin embargo, el superfluo tabaco llega a motivar un vicio que atormenta si no se satisface, y el necesario azcar se resigna con menor dificultad a eludir su presencia? Tambin se puede decir que en la cultura la uniformidad nunca se tuvo ni se tendr, sino ms bien infinito polimorfismo. Acaso la tensin entre el intelectual y el proletario no equivale a la del cultivo de intensidad y cultivo de extensin, trabajo de pocos y tarea de muchos, (...) 87

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artesana y peonaje, manos y brazos, hombres y mquinas, finura y tosquedad? Acaso al primero no lo caracteriza tambin el irreductible individualismo del tabaco, mientras el otro es siempre masa? Como interpretar la siguiente disquisicin a la luz de la experiencia contempornea: en el azcar no hay rebelda ni desafo, ni resquemor insatisfecho, ni suspicacia cavilosa, sino goce humilde, callado, tranquilo y aquietador. El tabaco es audacia soadora e individualista hasta la anarqua. El azcar es prudencia pragmtica y socialmente integrativa. El tabaco es atrevido como una blasfemia, el azcar es humilde como una oracin? Acaso no tienen resonancia actual incluso las tendencias polticas detectadas por Ortz: en la produccin del tabaco predomina la inteligencia; ya hemos dicho que el tabaco es liberal cuando no revolucionario. En la produccin del azcar prevalece la fuerza; ya se sabe que es conservadora cuando no absolutista? Sin embargo, Fernando Ortz advierte sabiamente: si el azcar y el tabaco tienen contrastes, jams tuvieron conflictos entre s. Las diferencias y contradicciones de una sociedad son seales de vitalidad, as como las tensiones del individuo alimentan su personalidad. Ni las unas ni las otras se resuelven por la eliminacin maniquea de uno de los polos. El final abierto de Memorias del subdesarrollo transfiere la perplejidad del narrador al espectador y lo estimula a prolongar la reflexin por su cuenta. El desenlace de Fresa y chocolate superpone la separacin y el abrazo de los dos amigos: la transferencia se produce entre los personajes, el final es optimista, a pesar de todo, puesto que apunta a una reconciliacin entre los cubanos. Quizs entre esas dos pelculas haya mucho ms que las obvias diferencias estilsticas y temticas. En ambos casos la concentracin en un apartamento alterna con el descubrimiento de La Habana, el universo interior de los protagonistas alterna con el mundo exterior. Los personajes comparten pretensiones literarias y mantienen entre s una relacin pedaggica. Fresa y chocolate repite el desencuentro en una librera y hasta menciona a Hemingway, que ocupa un lugar destacado en Memorias del subdesarrollo. Tantas resonancias esbozan una parbola. En la dramaturgia humanista, dialctica y no maniquea de Toms Gutirrez Alea, los conflictos no se niegan ni desaparecen, sino que se transforman y alimentan un movimiento permanente. A la manera de su maestro Buuel, los contrarios coexisten y se superponen como camadas geolgicas, vivencias en la memoria y rasgos del inconsciente. En el cine del amigo Titn, quizs lo que se insine como figura en el tapiz sea la reconciliacin del cubano consigo mismo.

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Huelen como resina seca

Lzara Castellanos
A Reynaldo Arenas

Huelen como resina seca las amargas pginas del libro. El golpe brutal deforma el ala y el pjaro semeja un monstruo. Lo recibo (es un dios) y lo abandono (es un animal que azuela lo podrido) demasiado le estorbamos a la fiesta y el temblor. Nos perseguir eternamente cuando llegue la hora, sobresaltar a los peces con la sucesiva fecundacin misteriosa.

Lzaro Jordana

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ENCUENTRO SOBRE EL CUENTO EN LA LITERATURA CUBANA

Entre el 29 de enero y el 2 de febrero de este ao se celebr en Madrid el seminario El cuento en la literatura cubana organizado por la Secretara de Estado para la Cooperacin Internacional y para Iberoamrica, con la colaboracin de la Casa de Amrica y la Facultad de Filologa de la Universidad Complutense. Este seminario pretenda ser la continuacin de una experiencia comenzada en 1994 y que tuvo como tema la poesa cubana. Ambos seminarios convocaban a un encuentro personal entre escritores de dentro y de fuera de la isla. El primero result entraable, el segundo se ensombreci con la ausencia de los escritores de dentro de la isla. A continuacin, el narrador Rolando Snchez Mejas, desde La Habana, explica las razones del desencuentro; por su parte, Abel Prieto, presidente de la Unin de Escritores y Artistas de Cuba, ofrece sus puntos de vista. Les siguen algunas de las ponencias presentadas al seminario; en nuestro prximo nmero publicaremos otras.

Carta abierta a los escritores cubanos

Rolando Snchez Mejas
MEDIADOS DEL AO ANTERIOR, un grupo de escritores cubanos recibimos invitaciones respectivas para la participacin en un seminario sobre el cuento en la literatura cubana. La invitacin provena de la Secretara de Estado para la Cooperacin Iberoamericana, e involucraba a la Universidad Complutense de Madrid y a la Casa de Amrica como las instituciones culturales donde se desarrollaran las ponencias y mesas redondas del seminario, que se efectuara en el mes de octubre de 1995. Intervendran escritores cubanos de adentro y de afuera, segn la denominacin ad usum. Rpidamente las instituciones cubanas lograron que el evento se pospusiera para el mes de enero de 1996, alegando vagas razones organizativas. Ms adelante, las instituciones cubanas pidieron a las espaolas que las invitaciones fueran cursadas por la llamada va privada. Las instituciones espaolas no aceptaron este reclamo, pues consideraron las invitaciones firmadas por la Secretara de Estado como suficientemente legtimas y exentas del impuesto con que se oficializan en Cuba las invitaciones privadas. No es difcil percatarse de las verdaderas razones de las instituciones cubanas para desviar el curso de un evento de ndole cultural hacia la va privada: con, sencillamente, razones polticas. Pues el evento, aun con sus peculiaridades culturales, se inscribira en una serie de encuentros que desde hace algunos aos se realizan con la participacin de cubanos de-todo-el-mundo. La resistencia del Estado cubano a este tipo de eventos ha sido notoria: el En-

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ENCUENTRO SOBRE EL CUENTO

Carta abierta a los escritores cubanos

cuentro de Estocolmo (1993), aunque pudo llevarse a efecto, supuso extensos y complicados trmites organizativos; el Coloquio sobre poesa La isla entera (Madrid, 1994) peligr, ya que los participantes de adentro de la isla obtuvieron sus permisos de salida apenas 24 horas antes de la partida; al Encuentro de Literatura Cubana de Berln (1995) slo pudieron asistir dos de los invitados de adentro luego de sobresaltos y complicaciones que duraron dos meses; el Festival de Nantes (1995), dedicado a la cultura cubana en su mxima concepcin, a donde fueron invitados cientos de artistas y escritores cubanos y que recibi fuertes crticas del gobierno por-haberse-incumplido-determinadas-formalidades-y-acuerdosorganizativos (los organizadores ampliaron la participacin a escritores y artistas pocos gratos para el Gobierno cubano), el cual, finalmente, no se llev a cabo. Las razones del gobierno cubano y sus instituciones culturales para entorpecer y anular la consecucin de los encuentros mencionados, sospecho que son las siguientes: 1. El derecho que creen detentar sobre el control absoluto de la Cultura Cubana. 2. Por consiguiente, el control absoluto que creen detentar sobre los escritores y artistas cubanos de adentro de la isla, a travs de lo que llaman poltica cultural cubana. Ambas razones convertidas en razones de Estado en nombre de un sujeto revolucionario que Ellos usurparon han obtenido cuerpo gracias a la total institucionalizacin de la Cultura del pas y al sentido, en el orden de la censura, que cobraron las palabras del Gran Lder: dentro de la Revolucin, todo; fuera de la Revolucin, nada. El Estado cubano tiene dos maneras bsicas de operar la Cultura tambin es un campo de operaciones para el Estado cubano en aras de entorpecer encuentros de este tipo. La primera, negar tajantemente los permisos de viaje a los participantes de adentro; la segunda, enviar a los participantes a las vas privadas que-establece-la-Ley. (Esta segunda manera tiene dos ventajas: lanza al interesado a un vaivn burocrtico de estirpe kafkiana y hace que el Estado aparezca ajeno a la naturaleza de la invitacin). Para entender estas complicaciones, que a cualquier ciudadano de un Estado democrtico pareceran absurdas y ridculas, es preciso explicar, aunque sea grosso modo, los caminos legales con que cuenta un ciudadano en Cuba, y por extensin un escritor cubano, para sus trmites de inmigracin. (Todo este entramado habra que explicarlo, tambin, mediante la sociologa y la psicologa, pues el viaje, en nuestro pas, es ms un trauma nacional que un simple expediente legal y topogrfico). Para ser exactos de una vez: en Cuba existe un ominoso permiso de salida concedido por el Ministerio del Interior que determina el tiempo de permanencia del ciudadano cubano fuera del pas; dicho cuo se estampa en el pasaporte. Salta a la vista el carcter totalitario del tal regulacin, que se acepta como Ley. Uno porta dicho cuo como quien porta un estigma. Adems, el permiso de salida se concede cuando, despus de haber sido aprobada la salida del interesado la invitacin es legalizada por medio del pago de un impuesto bastante caro en los consulados cubanos. Para los funcionarios del Estado cubano, as como para los escritores, artistas y profesionales respaldados por sus respectivas instituciones, disminuyen las

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ROLANDO SNCHEZ MEJAS

mencionadas trabas burocrticas irracionales. Para estos permisos no existiran los mismos impuestos, y se concedern de manera rpida. El Gobierno ha creado, as, diferencias muy eficaces entre el ciudadano comn y el amparado por la Institucin. Los estamentos de artistas, escritores, funcionarios y profesionales, gozan, de este modo, de consideraciones que hacen de su naturaleza de vctima, una vctima ms privilegiada que los otros. Cmo no sentirse mejor dentro de esos estamentos? Pero los privilegios de este tipo se pagan de una manera fcil: los estamentos han de cumplir las reglas que el Estado y sus instituciones les dictan. El murmullo subliminal que el Estado sopla en las orejas de sus estamentos de funcionarios, profesionales e intelectuales rezara ms o menos as: les damos a ustedes determinadas facilidades que los colocan en una posicin ventajosa respecto a los otros, siempre y cuando ustedes cumplan con las reglas de juego que les hemos impuesto. Es simple: un Estado totalitario hace de la condicin de ciudadano una nominacin tctica y no un valor estable. Otro aspecto del problema es el papel de la Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, y por reflejo condicionado la Asociacin de Jvenes Escritores y Artistas. Ambas instituciones fueron creadas, presuntamente, con el objetivo de responder a los intereses y proyectos de los artistas y escritores del pas. Pero en la realidad, no son ms que derivacin del aparato del Estado. Desde el caso Padilla, hasta la reciente reaccin contra los escritores que firmaron la llamada Carta de los Intelectuales reaccin que propici la expulsin de los firmantes y legitim a travs de una carta firmada por cientos de escritores y artistas, una infame informacin al pueblo sobre la conducta civil de los expulsados de la UNEAC la Asociacin Nacional Artistas y Escritores cubanos se ha revelado como parte incondicional del mecanismo del Estado. Lo cual explica la postura ambigua en cuanto a los encuentros mencionados. Las paradojas saltan a la vista: Cmo la UNEAC niega el apoyo franco a sus propios miembros? Quines deciden en la UNEAC que se apoye o no determinados eventos culturales de complejidad ideolgica? Es claro que estas decisiones son tomadas por la nomenclatura de la UNEAC en combinacin con los organismos que rigen la poltica del Estado. Sus miembros no tienen ningunas participacin en esas decisiones. Todo esto ocurre en el seno de una organizacin cuyo fundamento, por su presumible filiacin liberal, sera la democracia sin restricciones. La raz de la situacin relatada estriba, simplemente, en la desaparicin del intelectual en Cuba. Anulado el espacio institucional necesario para su existencia sociedad civil, revistas y peridicos autnomos, libertad de opinin, ausencia de censura poltica, etctera desaparece el intelectual. As, los polticos y funcionarios de las ideas, tienen el campo libre, sintindose, entonces, como los nicos facultados en dirimir el futuro del pas. Tristemente hemos visto, en Cuba, transcurrir ms de una generacin de artistas, escritores y profesionales de humanidades y ciencias, en la ignorancia o la aceptacin de una condicin que les ha sido arrebatada por el estado: la condicin de contribuir, con la mayor libertad, en el debate de la poltica y las ideas, sin que intervengan los juegos de poderes de las instituciones, la censura y la intromisin represiva del Estado.

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Ser (o no ser) intelectual en Cuba

Abel Prieto

N TORNO AL FRACASADO ENCUENTRO La isla entera, que se propuso reunir en Madrid, por segunda vez, a escritores cubanos residentes en Cuba y en otros pases, han circulado informaciones de variada ndole en la prensa espaola. Se ha discutido, de hecho, la poltica cultural cubana y la razn de ser de las instituciones que llevan a la prctica: obstaculizan estas instituciones las relaciones culturales con la emigracin?, son un mero instrumento del Estado totalitario?, estn diseadas para asfixiar la libertad creadora y anular la condicin misma del intelectual? No se ha hablado por estos das, que yo sepa, de la promocin cada vez ms amplia, abarcadora e irreversible que hacen nuestras instituciones (tan vilipendiadas) de la obra de artistas y escritores marginados. Hemos puesto al margen prejuicios y distanciamientos, enconados durante dcadas de hostilidad, y las posiciones polticas (pasadas y presentes) de los que hacen o han hecho su trabajo de creacin lejos de Cuba: as han encontrado espacio, en las pginas de nuestras antologas y revistas, desde escritores que por razones de clase o ideologa abandonaron el pas en el temprano 1959 hasta aquellos que aqu practicaron una militancia comunista fanatizada y ahora, como tpicos conversos de tiempos difciles, exhiben un discurso cada vez ms duro contra la revolucin, y muchos otros, la mayora, que se interesa honestamente en el dilogo con sus colegas de la isla y no traen consigo obsesiones revanchistas ni complejos de culpa. Sentimos que la responsabilidad por todo el patrimonio cultural de la nacin pertenece a las instituciones y a los intelectuales de la isla, y pertenece al pueblo, a la gente que vive en la isla real, que es tambin la posible, y que no ser nunca mutilada, y a ese receptor de masas que tiene la cultura entre nosotros. A nuestro empeo por asumir la totalidad de la cultura cubana se suman, y son bienvenidos en Cuba, los esfuerzos individuales de escritores, artistas, investigadores y acadmicos emigrados. Encuentros, talleres, seminarios, hemos hecho muchos, y vamos a seguir hacindolos, sin necesidad de mediadores, y sus resultados culturales estn a la vista. Cuando pasen ya estn pasando los cantos triunfales de la derecha y pueda hacerse un balance serio, riguroso, de la historia del socialismo en el siglo XX, entre los muchos e indudables aportes de la revolucin cubana (viva y vigente contra todos los pronsticos) habr que destacar la fecundidad de su poltica cultural. Hubo retrocesos y errores que en Cuba hemos debatido a fondo (irrisorios si se les compara con los que otros cometieron en nombre del socialismo); pero

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ABEL PRIETO
ningn error, ninguna traba burocrtica, debe impedirnos evaluar en toda su significacin el aporte sustancial, decisivo de nuestro programa cultural. Este programa, basado en un respeto impecable a la especificidad de la creacin, enemigo del sectarismo y del dogma, fund un clima abierto, plural, donde se ha promovido oficialmente, por las instituciones oficiales de la revolucin, el arte crtico, reflexivo, inquietante, el arte de la hereja y de la duda imprescindible, desde Memorias del subdesarrollo o La muerte de un burcrata hasta Fresa y Chocolate o Guantanamera (por slo citar la obra emblemtica de uno de nuestros creadores): hereja y oficialismo se han mezclado en un proyecto social y cultural antiburocrtico por definicin, capaz de autorrenovarse y de extraer lecciones permanentes de sus propios reveses, donde el intelectual (como entidad pensante, incisiva, participante) ha tenido una indiscutible influencia poltica, orgnica y no circunstancial, y sin las cortapisas ms o menos sutiles que en otros lugares imponen el mercado y el instinto de conservacin del sistema. La Revolucin hizo ms por la cultura en tres dcadas que las Repblicas de Amrica Latina en casi 200 aos de independencia: cre galeras, teatros y escuelas de arte, y una poderosa industria editorial, y liquid el analfabetismo, y logr que el libro se convirtiera en una presencia cotidiana en la vida de todos los cubanos. Alejo Carpentier, que antes de 1959 no public ninguna de sus obras en Cuba, percibi el alcance de estas transformaciones para el sentido mismo de su oficio. Terminaron los tiempos de la soledad del escritor, dijo, empiezan los de la solidaridad. Contradicciones, choques, enfrentamientos? Los hay, por supuesto, como en toda cultura viva, pero nada tienen que ver con las fbulas orwellianas del Estado Totalitario y esa Criatura altiva, heroica, que se empea en pensar con cabeza propia. Nada tienen que ver esas caricaturas y esquemas con lo que ocurre da a da en los debates de la intelectualidad en Cuba, con ese contrapunto, spero a veces, donde la hereja autntica y creadora se abre paso, venciendo visiones estrechas, para encontrar un inesperado cauce informativo (oficial o hereje, ya no importa) y ayudar a la emancipacin y crecimiento de los cubanos. El hecho de que los esquemas orwellianos se repitan con xito cada cierto tiempo slo se explica en un mundo informativo en extremo codificado, donde los estereotipos son muy rgidos y hay poco espacio para la bsqueda y para una autntica pluralidad. Se sigue a la caza del disidente, del Solzhenitsin del trpico, sin analizar a fondo la originalidad de nuestro proceso cultural. Si ese Solzhenitsin debuta al fin, con maracas y sombrero de yarey, en el lobby de algn hotel de La Habana o Varadero, no es demasiado importante: los intelectuales cubanos siguen haciendo contribuciones a la hereja mayor, a la revolucin, a este presente de imaginacin, resistencia y fundacin.
Tomado de El Pas, Madrid, 20 de febrero de 1996. Abel Prieto es Presidente de la Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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Contar con las palabras

Rolando Snchez Mejas

Nada pudo despertarlo, ni los tiros que estallaban al lado del carricoche, ni el trote del caballo fustigado con toda su alma por la cantinera. El regimiento, atacado de improviso por nubes de caballera prusiana, haba credo todo el da que el ejrcito francs era el vencedor; ahora se bata en retirada o, mejor dicho, hua hacia Francia.

No quiero decir con todo esto que escritores como Brodsky no amen la vida ni el dinero. Pero su habilidad consiste en mantenerse, aun en las peores circunstancias

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ONTAR UNA HISTORIA REQUIERE DE CIERTA HABILIDAD . Pienso que esta habilidad participa lo mismo de una astucia retrica que de una facultad especial para que el narrador se sostenga dentro de lo real. Los narradores parecen estar provistos de esa capacidad resistente a los embates de eso que solemos llamar realidad. Sus vidas poseen una pertinencia cronolgica simultnea a la idiotez de los hechos. A no ser que se consideren poetas, no llevan en sus rostros ninguna mortificacin metafsica ni ese asombro sublime del que cree detentar algn secreto o alguna visin crepuscular del mundo. Fjense ustedes en la diferencia que existe entre los rostros del narrador Garca Mrquez y el poeta Josef Brodsky. Cualquier carnicero de mi barrio, en La Habana Vieja podra adjudicarse la cara bonachona y vital de Garca Mrquez: una mezcla dinmica de optimismo y cinismo. Gente como Brodsky no suelen encontrarse en los sitios donde vida y dinero circulan con impundicia y ferocidad. Se les encuentra casi siempre ms all o ms ac de dichos sitios, prefiriendo los tintes plidos y declinantes que deposita la historia sobre los mrgenes, como en oratio oblicua. La siguiente porcin de prosa, extrada de La cartuja de Parma, delata el vigor narrativo propio de una gente con carcter:

ROLANDO SNCHEZ MEJAS

histricas, como por encima de las cosas terrenales, dando salticos no exentos de finesse en este horrible mundo que les ha tocado vivir. Narradores como Garca Mrquez tienen el don de la ubicuidad. Desean estar, siempre, en el centro, o en lo que suponen que es el centro, de la historia. En una sola maana Gabo coge el avin hacia La Habana, sostiene una amistosa entrevista con el Gran Lder, se baa en Varadero o pasea en carro por el Malecn, y hasta, quizs, llene dos o tres cuartillas con su prosa viva y eficaz. Por otra parte, no le interesa mucho lo que los dems pudieran pensar de sus actos: la vida merece ser vivida, y lo mejor es hacerlo con la mayor intensidad de sus avatares. Poetas como Brodsky pueden llegar a sostener con el poder determinada relacin, pero enseguida seran traicionados por el olor a azufre que despediran sus cuerpos, yendo a parar a algunos de los crculos del Infierno que el ethos de Occidente les tiene reservado. Los narradores, no. Son extremadamente modernos: sus relaciones con el Cielo o el Infierno no son discernibles. Un joven poeta de mi pas, Gonzlez Castaer, hace explcito el problema con los siguientes versos: Mi mujer necesita estar junto al que est con el dinero, y yo, morir por la naturaleza de las cosas. Adis malandra: yo te amaba. Un narrador preferira, a lo sumo, morir entre las cosas, y no por la naturaleza de las cosas. Nada de percibir las cosas en lontananza, a no ser que el horizonte cobre potencialidades productivas de eventos y psicologas, como seguramente avist Hemingway en la selva o en la guerra, deseoso de probarse algo a s mismo ante un len o un fusil. Y esto precisamente es lo que ha pasado con la mayora de los narradores de mi pas. Pensaron que podan, por fin, habitar con coraje en medio de lo real, o mejor, en el mismo corazn de la Historia, contando, para esta tarea de envergadura, con palabras que suponan el mismo nivel de la empresa heroica a la que se disponan. Si una Revolucin existe, existe, entre otras razones, gracias a la cantidad de representaciones que despierta en sus hombres. Una mescolanza de insatisfaccin y virtualidades utpicas que suscitan cierta impaciencia del corazn, un estilo nervioso y telegrfico, ansioso de tareas cmplices con la realidad. En cuanto al estilo, si se hablaba de subversin, se esperaba que esta ocurriese primero en la realidad y luego, entonces, en las palabras. Voy a leerles el fragmento de un prlogo de Flix Pita a una antologa, El cuento en la Revolucin, publicada en 1975:
Contar as, recreando mediante la apreciacin crtica de una realidad y la utilizacin de valores estticos valederos por s mismos y porque mediante ellos se profundiza y da relieve a la realidad recreada que se quiere transmitir, es hacer un cuento.

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Contar con las palabras

El fragmento, adems de estar mal escrito, tiene otros inconvenientes. No me gustara subrayar tanto su carcter programtico como la hinchazn, obtusa, del programa que intenta postular. Ese programa servira para cualquier cosa menos para escribir un cuento. Y as son una buena parte de las normativas acerca del cuento cubano y su conjugacin de poltica cultural a todo el mundo se le recuerda que est escribiendo dentro de una Revolucin, y que estos sern sus lmites radicales con una dinmica de conductas morales frente a una realidad presuntamente compleja. A muy pocos en Cuba se les ha ocurrido disertar o crear dispositivos artesanales sobre cmo se escribe un poema. Sin embargo, abundan los declogos de cmo narrar la realidad. A la poesa, por lo general, se le dispensa de apriorismos o de exigencias retricas y morales. A tal situacin quisiera referirme ms adelante: a la concepcin artesanal de la narrativa en Cuba en estos ltimos treintaypico de aos. Mi generacin nace alrededor de esa fecha pivote: 1959. Soy, entonces, de los que naci y creci en los lmites histricos de ese perodo de tiempo llamado Revolucin. Vinimos a conocer el capital (no me refiero al libro homnimo que apenas conocimos tampoco, pues lo sustituyeron con esos breves y reconfortantes manuales rusos donde la idea central era que primero estaba la materia y luego la conciencia), la fuerza del dinero, demasiado tarde en nuestras vidas. Deca Wallace Stevens que el dinero es una forma bella de la poesa, y estoy casi seguro que Stevens no relacionaba la forma dinero con alguna forma de la belleza, sino con formas complejas del intercambio en la existencia. La dcada de 1970 es una poca de escasa circulacin del dinero. Los aos duros de mi pas no estn en los sesenta, sino en los setenta y ahora, en los noventa, una repeticin eufrica de los setenta. Fueron aos, los setenta, de una chatura diablica. Y si a esto se suma la extraa idea que nosotros tenamos del dinero, una manera forzada de convertir la pobreza en ideario, se sabr, entonces, la idea que tenamos de la realidad, y la manera en que habitbamos eso que la psicologa moderna llama lo real. Una invencin teratolgica de hombre nuevo y seres cansados por la historia. Si en los sesenta se escribieron cuentos nerviosos y directos, en los setentas se hizo patente una prosa insulsa y falsamente transparente. Las palabras, de esta manera, carecan de espesor: no circulaba entre ellas ni un atisbo de intensidad ni la dureza didctica que caracteriza el esfuerzo de un Brecht por intervenir en la Historia. Ni ligereza, ni gravedad. Resumiendo: nos formamos en un mundo cuyas palabras carecan de brillo y densidad. La ideologa lo atravesaba todo dejando el deterioro intacto, como dira Blanchot. Para ponerme a tono con el argot actual, fueron tiempos en los cuales, adems de la ropa y la comida, escaseaban los juegos de lenguaje. Resumiendo: fueron aos en los cuales se institucionaliz el estado totalitario adquiriendo las palabras, entonces, el rigor mortis que las fijaba a las cosas como se fijan los nombres a las mariposas muertas en los museos. Mi generacin se form en los lemas. Desde que tuvimos uso de lenguaje, vociferbamos a voz en cuello una cantidad exagerada de pequeos y compactos juegos de lenguaje. Gritbamos, tozudamente, que desebamos morir por algo o por alguien. Todo esto con las pupilas fijas en la representacin infinita y vaga de un

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ROLANDO SNCHEZ MEJAS

tiempo porvenir, de una rajadura que se abrira en el Tiempo de la Historia. Recuerdo que yo sola gritar con una voz fuerte y entrenada y, cosa rara, no tartamudeaba al leer los comunicados y lemas, cuestin muy difcil para mi, que tartamudeo hasta en los sueos. Ahora, quisiera leerles un poema de otro amigo poeta, Carlos Alfonso. Me parece que este poema expresa con mayor exactitud que mis palabras la situacin que intento mostrarles. El poema se titula Pastoreo irracional y tiene un exergo del cientfico francs Andr Voisin, que lleg a Cuba, creo, en los sesenta, con unos deseos inmensos de cambiar la realidad, a l se debe un mtodo de pastoreo que se hizo muy famoso en Cuba, y que cont con todo el apoyo del Estado. El exergo dice as: se producir mayor cantidad de pasto en la misma rea, y por tanto se alimentar un mayor nmero de cabezas. Y el poema es este: No s mi alma en qu hades del mundo est penando. Pasto en silencio. En mi cuartn, apacentado, aprovecho los metros en redondo. Como a nadie le importo, me alejo de la estaca sin los metros de soga. No crean que me escapo (porque ya lo viv), ya no soy un marcado, no soy un manierista, que al salir de la escena sin el retraimiento, convierte la inmolacin en detalle de un cuadro. Se ampla un sarraceno con su bastn de mdula, en la pradera me gua con ajenos cencerros. Mi trinidad de estmagos son ahora el padre y el hijo del espritu, lo digiero en silencio, como a los desperdicios de las ideologas; todo ese pienso lquido fue pensado por mi, vertido en los ros por doncellas de viejos intereses, matarifes de soplos en el pecho. No s ahora si mi alma resiste. Quien dijo conducirme no es otro que mi hermano, ya no doblan campanas en mi oreja, porque saben con quienes me han cruzado. Cuando cierro los ojos los embisto, pero me voy de lado. Yo no s si mi hambre, es un hambre de alma, yo no s si mi alma, de qu hambre me engaa.

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Contar con las palabras

Siento a las consonantes como los banderines, que en su hierro caliente me penetran, porque todos insisten en darme un pedegree, oigo a las multitudes, en estados norteos del Pradesh. Yo s ahora mi alma de qu hades me engaa. He limpiado de hierbas la redonda. Al comerse los vitros de un libelo, al mudarme de cuadro, convertido en pastor, he vuelto de la especie, adentro, muy adentro de la vaca sagrada. Y bien, ha sido as nuestra historia, compenetrada inextricablemente con esa otra Historia, con mayscula: dar tumbos en los cuartones sin perder de vista a la vaca sagrada. As han sido nuestras vidas, ancladas en la modernidad perversa de mi pas, un menjunje de estupidez y propsitos altos. Curiosamente, esa aleacin puede ser convenientemente percibida en numerosos cuentos breves escritos a lo largo de la dcada de los ochenta. En esta dcada se habl mucho de la recuperacin del conflicto como sostn o ideologema narrativo. Los personajes se ubicaban en pequeas situaciones conflictivas. Y todo esto contado con palabras que provenan tanto de un lenguaje mgico-voluptuoso-lrico tan en boga por esos (y estos) aos, como de aquel cdigo realista que careca de espesor. Las fbricas, las becas, los campos (surcados de surcos, valga la metfora), las camas de los hoteles: fueron los sitios predilectos para desarrollar pequeos embrollos didcticos, narrados por personajes provistos de un alma ingenua o de una histrica capacidad para percibir la maldad de la naturaleza humana. En resumen: una prosa oa, menos ligera que su predecesora, pero tan voltil como aquella en los cerebros de los lectores. Esta era la situacin general para el que llegaba en esos momentos con algn deseo de cambiar el estado de las cosas. Se hizo preciso, entonces, reflexionar sobre la escritura, crear alguna conciencia de la escritura: sobre el acto de escribir y sobre la naturaleza de las palabras. Primero: aquello que llevaba el rtulo realidad era una entidad tan compleja que rebasaba la capacidad de las palabras que hasta ese momento la postulaban. es decir, existan procesos, cosas y situaciones que se resistan a la representacin, o ms exactamente, haba que encontar una escritura al nivel de los nuevos problemas de la representacin. Segundo: lo que se conoca como ficcin ya no nos satisfaca. La ficcin poda ser elevada a una infinitud no precisamente del orden de lo sublime: de Mallarm a Borges, pasando por Beckett y Lezama, lo sublime aquello que no se puede representar poda ser, al menos, construdo. Es decir, la ficcin: un constructo de proporciones vagas pero posibles.

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ROLANDO SNCHEZ MEJAS

La Lietarura Cubana consta de un par de tradiciones poderosas: una, que ya hemos visto, realista; otra, de ndole metafsica, hace que las palabras no todas, por supuesto asciendan hacia ese lugar que se llama La Casa del Ser. La tentacin por la segunda fue muy grande. Nos gustaba pensar que la Historia poda ser referida, narrada, a travs de eras imaginarias, en vez de una sucesin ms o menos azarosa o cronolgica. Ingresamos con prontitud militante en el estamento de los litterati: escribir no era tanto un oficio como una condicin ontolgica. Y respecto a los cuentos breves, podan resolverse mediante el estilo. Oigan este fragmentico de un relato de Lezama, El patio morado, y sabrn lo que quiero decir:
El patio en el centro del palacio, y en el patio, esquinado, el loro. La humedad era imborrable: el que por all pasaba despus recordaba aquella frialdad en el calambre que ocupaba la punta de un dedo o que rociaba un buen fragmento de su espalda. Las paredes de aquel patio parecan intentar asimilar cada una de las lagartijas que manchaban su epidermis; gigantescos sumandos de colas de lagartijas haban depositado un blando tegumento parecido al sudor del caballo. Todo lo contrario suceda en las plumas del loro: la humedad picada en uno de sus puntos por la tangente del rayo de luz produca un vicioso deslumbramiento.

Lzaro Jordana

ENCUENTRO SOBRE EL CUENTO

Exactamente era eso lo que nos produca este tipo de escritura y forma de contar una historia: un vicioso deslumbramiento. Otra gran resistencia la encontramos en los talleres literarios. Es cmica la paradoja escritural que vivamos: por un lado, morbamos en La Casa del Lenguaje (al menos pretendamos eso); y por el otro, morbamos en esas modernas fbricas de escritura, los talleres literarios. Los talleres, en Cuba, han sido emblema bsico del proyecto democratizador de la Literatura (ejemplo de propsito alto a que

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Contar con las palabras

alud al principio). La escritura, producto de un debate fraterno, poda dejar de ser burguesa. Un escritor poda formarse como un obrero: las palabras, al fin y al cabo, tambin eran herramientas y productos articulables con una fuerza de trabajo. La Casa del lenguaje y el Taller Literario: polos esquizoconvexos de un trayecto ordenado por la Historia. En el taller se hablaba de eliminar todo lo superfluo. Y los relatos deban de ser conducidos sin dilacin a puerto seguro. Lo bueno, si breve, infinitamente bueno. Mientras ms taches, ms te acercars al Texto Ideal. As procede la Escuela Realista Cubana. El cerco se iba estableciendo, lento pero irrevocable, como la Historia, varada. ramos demasiado cnicos para creer que habitbamos la Casa del Ser. Y demasiado soberbios para pensar que la escritura es slo un problema de tcnica. No obstante esta suspensin escribimos cuentos breves que parecan cuentos breves. Actualmente, el cerco se ha cerrado de tal forma que no deja de producirnos un placer inexplicable. Nadie sabe el placer que causa vivir a plenitud relaciones asfixiantes con el poder: nadie lo sabe, hasta que lo escribe. El poder ciega, la escritura ciega. Ambos se abrazan y se abrasan. Y la mente sobrevuela, incierta, sobre el panorama que el poder deja intacto en su labor de destruccin. Por otro lado, escribir un cuento corto en tales condiciones implica un goce econmico: nada mejor que fragmentos que se arquean como erizos en una mismidad del tamao del absoluto, si tuviramos el valor de pensar en estos trminos. Como expresa Rogelio Saunders en su relato Meloda del bufn:
Se les odiaba y se les quera al mismo tiempo, y dentro del caprichoso zigzag de los deseos imperiales, algunos de ellos no iban a parar inmediatamente a un oscuro foso de las afueras. Y aun cuando se les vigilaba estrechamente, sus estrofas cargadas de intencin seguan constituyendo el ncleo ncleo secreto, es verdad escindido perseguido, pero ncleo en torno al cual se organizaba la existencia. Qu es lo que ha cambiado aqu? No ha sido el poder, pues el poder no cambia. Sigue siendo tan semejante a s mismo como la mirada de un esclavo o de una esfinge.
ENCUENTRO SOBRE EL CUENTO

Recuerdan ustedes la teora del iceberg de Hemingway? l deca que el tmpano conserva siete octavas partes de su masa debajo del agua, por cada parte que se deja ver, y que uno puede eliminar cualquier cosa que conozca, y eso slo fortalece el tmpano de uno. Bueno, esto es notablemente cierto mientras uno est bien seguro de lo que conoce. El asunto se complica cuando el iceberg se desprende de una deriva perpetua. Entonces las cosas comienzan a mostrarse en una perversidad inagotable. Y el proceso no tiene fin, a no ser que le des una vuelta de tuerca, un poquito, a la advertencia de W., y t mismo te soples al oido, en un ronroneo de gato feliz: De lo que no se pueda hablar, lo mejor es escribir.
La Habana, enero, 1996.

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Cuentos para el caimn y otras lgrimas de cocodrilos maduros

fantstico que nos veremos en la obligacin de crear los cuentistas cubanos de esta dcada, ser precisamente aqul en el que intentemos explicar la clase de literatura que estuvimos haciendo durante estos aos; las experiencias que nos unieron y las que nos separaron; los conceptos narrativos que perseguimos y hasta las pequeas, solitarias letras que han servido para clasificarnos. Hace un par de meses, cuando recib la informacin sobre el temario de este encuentro, me llamaron la atencin precisamente unas letras que aparecan junto a los nombres de los participantes: la D para algunos, y la F para otros. Ya no es una novedad que en los congresos y seminarios de tipo literario o poltico y supongo que tambin en los congresos de tipo cientfico o tcnico, y hasta en los encuentros parapsicolgicos y en los de magia negra, o tal vez roja, que los rojos tambin lloran a los participantes cubanos se nos divida entre los de dentro y los de fuera, que es como decir los damnificados o los desaforados de la d y los farfulleros o fermentados de la f, aunque la d, por razones alfabticas y un poco delirantes, siempre fue mejor que la f, y la f, casi por las mismas razones, proyecta tarde o temprano un descalificamiento que, visto as, a secas y en maysculas, sencillamente me horroriza. Jams en la historia de la literatura se ha dividido a los escritores de un mismo pas en categoras tan embarazosas, o propiamente embarazadas; en rigor, uterinas: estamos dentro o fuera del vientre de la madre caimana. Pero nadie me va a negar que pulular por fuera, siempre ha significado o sugerido, ante los ojos de los dems una especie de extraamiento, de renuncia, incluso de traicin. Y los narradores, los creadores de todo tipo, merecedores de esa F, F de fulminados, hemos reaccionado de las ms diversas maneras.

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Mayra Montero

L CUENTO MS ASOMBROSO Y DESGARRADO, EL RELATO MS

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Escritores como Ren Vzquez Daz, desde su glido refugio en Mlmo a quin se le ocurre vivir en Mlmo? se aferran al cundeamor, a la idea de una isla que a lo mejor ya no es la misma isla; que existe, pero que en todo caso puede dejar de existir en el momento mismo en que su imaginacin la esfume, la devaste, la lleve a pique, frente a las costas plagadas de ese arrecife llamado diente de perro que tanto abunda en Miami. En todo caso, Vzquez Daz, y esto es slo un ejemplo de los escritores de mi generacin, conserva el sabor cubano, el lenguaje, la tpica reaccin, y hasta un enorme trozo de tierra, que l se ha inventado, pero no importa. En cierto sentido, sigue tan dentro como los que ms dentro han quedado. Otros escritores hemos reaccionado con un poco de rabia. Agobiados por la F la F y la T son las letras que mejor sugieren el concepto de la cruz; la D, si me lo permiten, es una letra que ni siquiera rueda, inmvil, a lo mejor mullida agobiados por la F, repito, nos hemos dado vuelta para escribir de otra realidad, posiblemente en otro tono, una literatura que puede inscribirse o no en la literatura cubana, pero que si no se inscribe all, tampoco hay forma de inscribirla en la literatura de otra nacin, en ninguna otra literatura nacional. Se me ha preguntado infinidad de veces, por qu razn una escritora cubana, que naci y se form en Cuba, escribe sobre Hait, o sobre haitianos que emigran a la Repblica Dominicana, o sobre personajes sin una identidad islea ms concreta, aunque s caribeos, que deambulan por un Caribe donde parece haber un hoyo negro, un hueco blanco, un pegadizo del color del tiempo en el lugar donde debera estar la Antilla Mayor. Me he pasado media vida entindase como media vida literaria inventndome excusas: el enorme, antiguo, ensoado relato de mis vnculos con Hait, es eso mismo: un enorme, antiguo y ensoado cuento de caminos. Quizs ese sea el ms cubano y el ms logrado de todos mis cuentos, el ms azul de todos mis prncipes. Es posible que mi forma de acercarme a Hait y a los haitianos de mis novelas, sea una forma agazapada, resentida, un poco dura, de acercarme a Cuba. Hay quienes sostienen que para los escritores cubanos mirar a Hait equivale a situarse frente al turbulento relato de los orgenes. Nunca mejor dicho entonces en lo que a m concierne. Esta eleccin de Hait en tres novelas y otros tantos relatos, no es una pasin infantil, como he mentido en tantas entrevistas, y probablemente seguir mintiendo, sino una especie de neurosis, a estas alturas me temo que incurable, una variedad de catatona medio patritica y moral. Desde ese punto de vista, acaso me merezca yo la F ms que ningn otro escritor de los que aqu participamos. Estoy fuera de Cuba, cierto, fuera con respecto a los que estn dentro, y fuera tambin con respecto a los que estn fuera. Bastante alejada de todo aquello que representa compartir unos planteamientos temticos, unos conflictos, unos rasgos estilsticos, e incluso un lenguaje. Mi lenguaje, hace tiempo, es un lenguaje amalgamado por resonancias caribeas y otras no tan caribeas, es un lenguaje en cierto modo, sincrtico tambin, algo que sin embargo no es producto de un proceso deliberado, sino de la lucha, de la supervivencia, y en ltima instancia de la soledad. El deseo de escribir, y de escribir desde dentro, me llev, ya en la dcada del

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setenta, a integrarme a un extraordinario grupo de jvenes escritores puertorriqueos quienes para ese entonces cultivaban, por abrumadora mayora, unos relatos ya definitivamente alejados del nativismo o jibarismo que caracteriz a las generaciones anteriores. Los escritores de mi edad, la gente que asista conmigo a los talleres de narrativa, empezaron a trabajar en cuentos de carcter urbano, donde destacaba, por un lado, el proletario o el llamado lumpen capitalino, y por el otro, los miembros de una decadente clase media y de una burguesa paralizada y paralizante. De un plumazo, o de varios plumazos, puede decirse que durante aquellos aos desplac a Cuba, elimin mi memoria de Cuba, y cualquier esbozo, por insignificante que fuera, de recrear una experiencia o una historia cubanas. Creo que mi primer intento de ganarme una D, aunque fuera dentro de una Isla en la yo no haba nacido y apenas, en ese entonces, haba vivido, fue un rotundo y desesperado fracaso. De esa experiencia surgi mi primer y nico libro de relatos: Veintitrs y una tortuga, publicado por el Instituto de Cultura Puertorriquea hacia el ao 1979. Se trata de un libro inmaduro, que detesto por muchas razones, pero sobre todo por no haber sabido asumir su fueridad, si se me permite este desliz verbal. Ya para esa poca, yo cargaba con mi F, y no quera o no poda aceptarlo. Cuando esos mismos escritores puertorriqueos recurrieron al, en mi opinin, mal llamado naturalismo lingstico, al lenguaje callejero, a la lengua cotidiana del proletariado como un modo de denunciar lo que podra denominarse el lenguaje dominante se produjo la ruptura, en cierto sentido prematura, de mi literatura con la de los dems miembros de mi generacin. Esto en Puerto Rico, pero tambin en Cuba, porque mientras tanto, mi ruptura con los narradores cubanos, que entonces se ocupaban de temas fabriles o incluso policacos Cuba tiene la nica literatura policiaca donde los policas son tan retricos, aspticos, puritanos y abstemios como los propios criminales era ya un hecho. Qu me quedaba, en lo que respecta a la bsqueda de mi lenguaje y de mi centro narrativo? Pues algo muy sencillo: seguir buscando. Durante algn tiempo an, tuve algunos puntos de contacto con aquellos escritores puertorriqueos que rompieron las barreras insulares y ubicaron algunos de sus cuentos en otros pases, en otras islas del Caribe y con otros personajes de muy variada raz. Pero an en esos casos, la visin de ellos continuaba siendo una visin puertorriquea, mientras que la ma, sugera una especie de limbo desde el punto de vista del narrador. Aquellos cuentos mos hoy no existen, ni en mi memoria ni en la memoria de la computadora; los desaparec por malos, pero los desaparec, sobre todo, por no ser totalmente ntegros, por no ser totalmente parte ma. La nica continuidad con los puertorriqueos y ms bien con las puertorriqueas, que entonces y sobre todo hoy, son las que estn haciendo las aportaciones ms interesantes en el panorama literario del pas fue precisamente el punto de vista femenino, la reivindicacin de un lenguaje, incluso algo confesional, que ya se perfilaba en los cuentos de ellas y en bastantes de los mos. De modo que a la vuelta de diez aos, en las postrimera de los ochenta, comprend que tambin en Puerto Rico, otra F, un poco ms ambigua y algo disimulada, se me vena irremediablemente encima. Mientras que para algunos crticos,

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yo era la escritora cubano-puertorriquea, o a veces puertorriquea sin ms, insertada plenamente en el panorama literario del pas, para otros, demasiados tal vez, incluso para algunos de mis colegas, yo no pasaba de ser otra cosa que una extranjera, una cubana que escriba en Puerto Rico. Y a lo mejor tenan razn: ni Puerto Rico ni Cuba aparecen por casualidad en mi narrativa; ni yo exploro o literaturizo la sensibilidad de los cubanos y los puertorriqueos, ni sus alegras, ni sus problemas, ni sus intenciones. Al menos, no lo hago abiertamente. Pero lo triste es que la F, de funambulismo tal vez, me ha perseguido incluso en el pas que yo he abrazado como nacin literaria. Salvo un puado de profesores universitarios, y amigos muy cercanos, en Hait no me conoce nadie; claro que estos tampoco son tiempos de lecturas ni de lectores en la tierra de Toissant de Louverture, ni alcanza all el dinero para comprar libros. Pero en cualquier caso, sospecho que nadie nunca llegar a considerarme una escritora haitiana. Ser, quiera que no, la cubana que escribe sobre Hait. Y en este punto, me veo en la necesidad de morder la cola de mi propia reflexin, cun cubana realmente se me considera en Cuba, cun cubana me consideran los escritores de fuera y los de dentro, cunto me conocen los lectores de all? No soy all, tambin, como en Hait, slo una referencia para un puado de profesores universitarios y de algunos amigos, y punto? Desde esta perspectiva, que como he tratado de explicarles, no s si con algn xito, es una perspectiva un poco frgil, y tambin un poco extravagante, yo podra aventurar una opinin de lo que me parece que es y habr de ser la cuentstica cubana de fin de siglo. Ningn grupo, ninguna generacin de escritores de ningn pas puede encasillarse ni examinarse bajo parmetros normales. Pero los escritores cubanos, los de all y los de aqu, actualmente, conformamos el grupo ms anormal y enloquecido de todos. Para los que vivimos fuera de Cuba, es prcticamente imposible estar al tanto de lo que se est escribiendo o publicando dentro de la isla. Hace alrededor de tres aos, en un conversatorio celebrado en Casa de las Amricas, pregunt dnde estaban las principales narradoras, las cuentistas, las novelistas cubanas. Las de dentro. Se me ofrecieron algunos nombres, dos o tres de los cuales eran ya conocidos por m. Ninguna novelista, por cierto. Pero la relacin, sinceramente, me pareci escassima, impropia de un pas con la tradicin literaria que tiene Cuba. No es difcil suponer que la situacin econmica tiene un gran peso en todo eso, no ya en lo referente a la publicacin, sino en lo que concierne al hecho mismo de la escritura. Para una mujer que tiene que resolver urgentes problemas alimentarios, de vivienda, de cuestiones bsicas de vestido y transportacin, debe ser doblemente difcil sentarse con disciplina, diariamente, a trabajar en un libro de cuentos, y peor todava en una novela. Habra que evaluar cul ser el peso concreto de la narrativa escrita por mujeres en las dcadas de los ochenta y los noventa. Y me temo que, en ese rengln, la participacin femenina se mantenga muy por debajo de nuestras expectativas. Por otro lado, hasta hace muy pocos meses, desde Puerto Rico y Estados Unidos era imposible establecer cualquier tipo de comunicacin telefnica con Cu-

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ba, lo cual incluye el fax. Sola decirle a mis amigos que era ms fcil comunicarse desde San Juan con un barrio de Bangladesh que con un barrio de La Habana. De ms est subrayar que el servicio de correos entre Cuba y Puerto Rico, por citar otro ejemplo, es una pesadilla medieval. Esa precariedad en la situacin poltica y econmica, que se agudiza con la precariedad en las comunicaciones, se refleja en un gran aislamiento. Los escritores cubanos estamos como desperdigados por el mundo, no slo en un sentido literal: uno por Suecia, el otro en Espaa, aqul por Inglaterra, dos ms por Ecuador. Estamos desperdigados aun cuando nos encontremos juntos, que es lo trgico. Creo que nos est faltando algo en trminos de la comunicacin, del lenguaje, de las claves tan sutiles y tan entraables que casi siempre comparten los escritores de un mismo pas. Y como si fuera poco, estamos afligidos. Los de dentro y los de fuera. Los escritores no son, no deben ser tipos felices. Pero los cubanos ya hemos tocado fondo: estn deprimidos, desalentados, apticos los de dentro; nos mostramos ansiosos, huraos, un poco cnicos los de fuera. Qu literatura se desprender de todo esto? Independientemente de la calidad y de la garra literaria que pueda poseer cada escritor, la literatura cubana de los noventa, la cuentstica cubana de estos tiempos, tendr que responder, y est respondiendo ya a esos mismos conceptos desgarrados. Existe una verdadera ruptura literaria, nunca mejor dicho dentro del ttulo de esta parte del Seminario, porque la realidad cubana, culpas aparte, ha sido tan dura, tan implacable con todos nosotros, que todos estamos un poco rotos por dentro. Y es posible que cuando yo termine aqu, algn panelista de los de la D, venga a refutar esta impresin que yo he captado y escuchado de labios de los propios escritores cubanos que viven dentro de Cuba. Como es posible tambin que alguno de los de la F, colocando sus manos sobre mi cuello, y ejerciendo una dbil pero convincente presin, me grite que no est ansioso, ni hurao, ni nada, y que su cinismo no es ms que una media sonrisa de satisfaccin. Ustedes no les crean. Estamos mal, y estamos sufriendo porque el pas est sufriendo: a los de dentro, se les est escapando el sueo de las manos, no tienen del todo a su pas, sencillamente porque en muchos aspectos ya no lo reconocen. Los de fuera tampoco lo tenemos, porque no estamos all fsicamente con lo cual en el fondo nos sentimos culpables y porque soamos lo que se dice en seco: nada es como fue, y nada ser como esperamos. Eso no quiere decir que nuestra narrativa tambin est mal; se corresponde ciertamente con nuestros estados de nimo pero es posible que sea, hoy y maana, la parcela ms autntica de nuestras vidas. El cuento ms luminoso no es siempre el ms feliz. Y es mi ilusin que ahora, en las postrimeras del siglo, esta ruptura apenas en un gnero, esta grieta, este fogonazo conmovedor, nos ayude a conocernos mejor y a continuar, no precisamente juntos, porque las juntillas literarias siempre llevan consigo horrendas pesadillas, pero al menos a continuar en paz, que es todo lo que queremos. Todo lo que, palabra tras palabra, seguimos intentando.

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Crtica de la literatura como compromiso: la cuentstica de Manuel Cofio

Ren Vzquez Daz

REO FIRMEMENTE QUE NI LOS INDIVIDUOS NI LOS PUEBLOS

se ennoblecen, y mucho menos se desarrollan, oyendo solamente el canto repetido de sus bellezas y sus conquistas. Los cantos de alabanza en los admirables logros de un pueblo (y los mtodos usados para alcanzarlos) deforman, a la larga, la personalidad de ese pueblo si los cantares laudatorios no se equilibran con el repaso cuidadoso de los traumas y pesares que esos mtodos y logros conllevan. La literatura es uno de los recursos ms matizados y penetrantes que posee el hombre para revelar la trama oculta de relaciones humanas y de latencias psicolgicas e histricas que condicionan el comportamiento de un pueblo en una poca dada. No estoy diciendo que la literatura tenga una capacidad mgica de salvar a nadie y mucho menos a todo un pueblo; ni siquiera estoy seguro de que el consumo de buena literatura pueda generar hombres y mujeres mejores. Lo que digo es que del mismo modo que dentro de un individuo cohabitan a menudo una vbora y un nio que sonre, en un pas, por muy justa y pura que sea la lucha que ste se propone, tambin conviven el veneno y las sonrisas dentro de cada una de las opciones en pugna y es bueno que se las someta al escrutinio especial que brindan todas las formas posibles de las representaciones lingsticas. La verdadera grandeza de una nacin tiene una de sus expresiones ms altas en el saber cuestionarse a s misma. Cuba y su revolucin no se libran de esta dinmica. Hoy sabemos que el pas perdi miles de hombres y mujeres honestos y valiosos que fueron tachados de gusanos, y que haba escritores desafectos que, a la postre, resultaron mucho ms leales a Cuba y la revolucin que muchos

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cuadros desaforados que se pasaron toda una vida preconizando una pureza ideolgica a ultranza. Existe una frase hecha: las revoluciones las hacen los hombres (y las mujeres, debera aadrsele). Esa frase se usa para recordar el carcter de construccin humana de la revolucin y justificar que haya conflictos y se cometan errores. Ahora bien, deben esos conflictos y esos errores reflejarse en la literatura (y en el periodismo, pero eso sera otra discusin), o deben silenciarse? Porque la literatura tambin la hacen los hombres y las mujeres y son hombres y mujeres las que la consumen. En un proceso revolucionario, que por su propia naturaleza es algo constantemente innovador, siempre incompleto y por lo mismo dependiente de un avance que por fuerza se realiza gracias a la interaccin de sus aciertos y sus disparates, una literatura que ahonde en lo conflictivo, lo vergonzoso y lo contradictorio es imposible de evitar. Ya que surge de dos factores que no existen en el capitalismo, al menos en el subdesarrollado: 1) la poderosa movilidad social ascendente producto de las mejoras sociales y 2) la sensacin de que la propaganda le transmite al individuo de ser partcipe de una casa comn. Esperarse que la revolucin genere un tipo de individuo, y en especial un escritor, exclusivamente afirmativo y despojado de todo inters crtico por lo que ve a su alrededor es una ingenuidad que no excluye cierto desprecio por la capacidad de superacin de los seres humanos. La nica manera de evitar que esa literatura crtica se produzca es la persuasin en nombre de metas superiores o, en ltima instancia, la represin. Si a esa literatura inevitable no se le da un cauce a tiempo, dentro del proceso y en un clima de libertad y comprensin, se producir de todos modos fuera del proceso ya no como parte orgnica del mismo sino para combatirlo y negarlo y aniquilarlo en un crispado clima de frustracin. Entonces no se trata de negar la validez de la literatura comprometida y de postulados unilaterales, polticamente correctos en un perodo dado, sino de buscar la manera de tolerar y darle un espacio a todas las literaturas. Pues, repito, a la hora de desentraar tanto las grandezas como las mezquindades o las incongruencias de una cultura, una poca, una familia, un individuo, un proceso social o un acontecimiento humano cualquiera, la literatura es un recurso insustituible. Los polticos no bastan. Por muy geniales y alucinados que sean, son incapaces de la necesidad de produccin de imgenes vlidas para la contemporaneidad y las generaciones venideras. El propio Marx dijo que Charles Dickens le haba dado al mundo ms verdades polticas y sociales que todos los moralistas y los polticos de su poca. Los escritores tienen un solo poder: son amos y seores del reino del lenguaje y mandan en el territorio de su imaginacin. Los polticos mandan en el reino de la realidad. Estos dos poderes actan en planos diferentes y lo mismo pueden combatirse que complementarse. La historia contempornea ha demostrado que la realidad objetiva de los marxistas estaba compuesta por unos grados tan altos de testarudez, atavismos e impredecibilidad, que a la hora de hacer el recuento del fracaso del proyecto comunista tiene ms sentido hablar de la realidad subjetiva que de su falsa adversaria, la otrora impecablemente metlica y maleable realidad objetiva. La literatura es un espejo hecho de subjetividad donde la realidad objetiva tiene que mirarse para saber qu cara tiene.

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El dilema es que, para gobernar la realidad objetiva y transformarla de un modo determinado, es bueno disponer de una produccin de imgenes que apuntale o, al menos, no entorpezca el gobierno de esa realidad. De las claudicaciones, ambigedades y victorias de esa relacin viva y peculiar surge un patrimonio sin el cual no sabra mucho de s misma. Histricamente, ha habido clases sociales que no han tenido produccin de imgenes (ya sean pictricas o literarias) porque su misin en la tierra ha sido, simplemente, sobrevivir sirviendo a otras clases dominadoras. Tericamente, la revolucin cubana brind al fin, a las clases tradicionalmente sometidas, la oportunidad histrica de crear sus propias imgenes. El poder revolucionario encarnizadamente asediado por fuerzas externas cuyo objetivo siempre fue la eliminacin fsica del proceso mismo, pero tambin atenazado por fuerzas internas de naturaleza complejsima (factores subjetivos, no siempre negativos y que tendan a mantener viva ciertas visiones alternativas de la lnea del Partido Comunista as como tradiciones y modos de entender la existencia ajena al monolitismo del modelo oficial) necesit desesperadamente que la produccin de imgenes literarias en su totalidad reflejara los intereses del pueblo en el poder, segn los imperativos de su propia imagen. En aras de ganar batallas inmediatas que al fin no se ganaron los traumas se destraumatizaron, se impusieron zonas de silencio y se entroniz la idea de que la pureza de ideales de la revolucin producira, mecnicamente, un individuo a la altura de esos ideales. Como veremos ms adelante, leer a Manuel Cofio es adentrarnos en la implementacin literaria de estos postulados, en los cuales el escritor crea profundamente. Sin embargo, hoy, a mediados de los 90, sabemos que los hroes se cansan, que los hombres nuevos se pueden dedicar al viejo arte de los negocios sucios, que los antiguos inquisidores-funcionarios en nombre de la revolucin pueden transfigurarse, de la noche a la maana, en inquisidores con la misma prepotencia de antes pero ahora en nombre de s mismos y con la clera aadida de los conversos. Y sabemos, adems, que el comunismo, que se autoproclamaba forma superior de la sociedad, no produjo una forma superior de literatura. Es desde esta perspectiva que deseo hacer algunas observaciones acerca de los cuentos de Manuel Cofio, uno de los representantes ms exitosos y coherentes de la literatura cuya razn de ser es el compromiso absoluto con la revolucin, un compromiso entendido como tarea de salvar: una parte de la sociedad representa lo sano y positivo mientras que otra encarna lo enfermo que debe salvarse o erradicarse. Manuel Cofio Lpez (1936-1986) tena 23 aos en 1959 y trabajaba en una fbrica de muebles. Su padre, de origen espaol, haba sido dueo de una florera y su abuelo ejerci el oficio de filiteador de una fbrica de puros. Cofio tuvo que trabajar duro y desde muy joven en un pas donde nacer no era ninguna fiesta innombrable sino una desgracia a secas para una inmensa mayora. Fue florista, vendedor ambulante y mensajero de una fbrica de cigarros. En tiempos de la revolucin fue maestro de escuela, inspector general de espectculos y ms tarde jefe de divulgacin del Centro de Informacin y Documentacin del Ministerio de Industrias. En 1969, su libro de cuentos Tiempo de cambio obtuvo el premio 26 de julio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; su novela La ltima

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mujer y el prximo combate, notablemente bien escrita pese a lo que pueda sugerir lo ampuloso del ttulo, obtuvo el Premio Casa de las Amricas en 1971. En la motivacin se deca: La narrativa cubana, con esta novela, va ms all de la lucha clandestina, de lo perifrico o puramente potico, y entra en lo que la revolucin est ahora: en la construccin. Y ms adelante: (Cofio) no aturde con una multiplicidad en el tiempo, en el espacio y los personajes, a lo Vargas Llosa, ni con palabras inglesas o francesas, alusiones a Nueva York o a cualquier muelle del Sena, a lo Cortzar. Por ltimo, tampoco es decadente. Son observaciones certeras, aplicables tambin a los cuentos de Cofio, quien en sus mejores momentos, sabe crear una intensa atmsfera de nostalgia en la que se evocan cosas irrecobrables, un mundo que se ha marchitado para siempre y que ha sido sustituido por otro cuya esencia es la lucha permanente. Con notable capacidad de evocacin y de sntesis, Cofio se impone una misin poltico-literaria que podra resumirse con el ttulo de uno de sus cuentos: Tiempo de cambio. Se trata de un texto que, por la similitud del tema, hace pensar directamente en un cuento de Onelio Jorge Cardoso, Mi hermana Visia. En ambas narraciones se habla de una mujer que se prostituye; Jorge Cardoso nos cuenta la historia de una joven que vuelve a su pueblo provinciano destrozada por la prostitucin mientras que Cofio evoca la imagen de una puta salvada por la revolucin, por los tiempos nuevos en que todo se ha trastocado, trenzado e imbricado formando una realidad inusitada y redentora. En el cuento del maestro Jorge Cardoso subyace un abismo de abyeccin sin salida posible pero que slo se sugiere; en el de Cofio hay una explcita voluntad de mostrar al mundo una dignidad recin obtenida. Pero aqu terminan las similitudes aunque no las influencias; Cofio, a diferencia de Onelio Jorge Cardoso, abusa de una tendencia al enternecimiento infantiloide que, en este cuento y en muchos otros, lo hace arruinar unas ficciones que sin esas concesiones al sentimentalismo seran pequeas obras maestras como a menudo lo son las de Cardoso. Otra influencia que creo ver de este maestro en Cofio es el tratamiento de la heroicidad, la valenta y la hombra. La concepcin de la hombra en Cofio (muy importante pues aparece ligada a la honestidad y al patriotismo) podra remitirse toda a un solo cuento de Onelio Jorge Cardoso (uno de sus peores cuentos, adems) que se titula En la caja del cuerpo y que es el retrato de un hombre sencillo que desconoce visceralmente lo que es el miedo. Quiz el mejor cuento de Cofio sea Andando por ah, por esas calles, que muy acertadamente titula el volumen de sus cuentos completos publicados en 1982 por la editorial Letras Cubanas. Este texto concentrado y sin dilogos es una mezcla (muy representativa del arte de Cofio) de reflexin y de arenga. Reflexin de lo que era La Habana y ya no ser nunca ms segn el narrador; lo que ve Cofio por ah, por esas calles de La Habana, es un sordo clamor de muertos que no estn solos ni muertos ni olvidados y lo que invoca son recuerdos colgantes, desgarrones, parches sentimentales, olvido accesorios. Pero al pensar en la complicidad sin escrpulos de la historia Cofio deja, tal vez sin saberlo, una ventana abierta a otra reflexin ms vasta, ajena a sus disquisiciones ejemplarizantes (... hay que atrincherar el sueo, pulir el pavn de los fusiles...): es la reflexin acerca de cambios futuros en unas calles que l no lleg a ver y en las que, al menos en el

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perodo actual, vuelve a verse, en virtud de esas complicidades sin escrpulos de la historia, aquellos clubes siempre vistos de lejos, tan lejanos que estando en esta tierra parecan de otra. Lo que segn mi criterio convierte muchos de los cuentos de Manuel Cofio en sermones, es su obsesin por enaltecer las facultades del hombre nuevo que la revolucin necesitaba y que Cofio crea que ya se haba producido. Los buenos eran para l siempre entusiastas y combativos en las asambleas y su entusiasmo se presenta entretejido con la sinceridad. El hroe de su cuento La despedida es ejemplo en el campamento y no le gusta hablar de machetes que no corten ni de balas que no den en el blanco; en su cuento De un paisaje borrado (que es la historia de unos tcnicos habaneros que construyen una presa en un lugar inaccesible de campo adentro) hay un personaje que dice: Si no fuera comunista detestara este lugar. Cofio se mueve n un universo de virtudes idealizadas que l desea hacer reales mediante su representacin literaria. Para l no hay revolucionarios tramposos, entusiasmo simulados o fervores dudosos. Mucho menos dirigentes corrompidos o corruptores ni militantes descarados que se aprovechan de su posicin para obtener prebendas. En sus peores momentos, Cofio es melifluo como un bolero al que de pronto se le insertaran compases de marcha militar. La ausencia de humor es absoluta; estamos ante una literatura que se toma patticamente en serio: Cofio es como un Hemingway chiquito que describe heroicidades cotidianas (trabajos ideolgicos o en el campo) pero tambin en situaciones lmite (enfrentamientos armados, pugnas polticas). En este contexto, la maldad de los malos es para Cofio maciza y absoluta, e invariablemente vinculada con algn tipo de desafeccin a la revolucin. Y para colmo los malos son feos. Hay una proporcin directa entre la repugnancia de los rasgos somticos de los personajes y la indiferencia o la hostilidad de stos ante el paso edificante de los revolucionarios. Y mientras ms contrarrevolucionarios son, ms desdentados y apestosos los concibe Cofio. Es como si en este universo narrativo la revolucin perteneciera exclusivamente a los bonitos, y todos sus enemigos fueran sucios y espantosos. La ingenuidad de Manuel Cofio es en este sentido enternecedora: no es capaz de imaginar a un feroz enemigo impecablemente limpio y bien vestido, decente y culto y, adems, bien parecido. Por otra parte, la malversacin, la blandenguera y la falta de amor al sacrificio son temas que se exponen una y otra vez bajo un lente didctico, repetitivo y unvoco. Los malos de las ficciones son siempre los ausentistas, los testigos de Jehov y algn que otro viajero lascivo y sinvergenza que deviene asesino de un joven que realiza trabajo voluntario en las lomas. Estos engendros irredimibles se presentan uncidos a la abyeccin o a conductas reprochables sin que el autor haga nada por humanizarlos, dotndolos de aunque sea alguna cualidad positiva. Son, en el sentido ms biolgico de la palabra, gusanos. El ms dbil de todos sus cuentos es uno que se llama Magda, el mar, el aire, y que cuenta la historia de una muchacha que no encuentra aliciente alguno en la vida porque es una burguesa que siempre disfrut de todo tipo de lujos. Entonces se enamora de un

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hombre que se describe vagamente como un dirigente comunista que viaja mucho y que a menudo est exhausto por la cantidad de reuniones que tiene en otras provincias. Como por arte de birlibirloque ese compaero transforma el vaco existencial de la burguesita solitaria y melanclica en un futuro luminoso pleno de sentido vital, y el cuento termina de esta manera rimbombante: Y un sueo se levant en sus ojos que resplandecan en transparencia de marea nueva. Otro cuento de ttulo emblemtico es Tarea de salvar, en el que debe salvarse una cosecha de caf a punto de malograrse porque un guajiro (presuntamente bruto y taimado) no calcul correctamente la cantidad de grano que soportaban los secaderos. Tarea de salvar es lo que propone Cofio: salvar al hombre de s mismo para que la sociedad avance. En esta tarea ingente, repito, Cofio propone un tipo de hombre fervoroso, altruista, impoluto y sacrificado que representa lo mejor de la humanidad en contraposicin a otro hombre incapaz de entender la gloria de los tiempos que le toc vivir. Cuando Cofio logra deshacerse de ese tipo de monsergas propagandsticas escribe pginas de una belleza innegable y por eso sus mejores cuentos son los de amor. El que ms me gusta se titula Mirna, una historia de adulterio clidamente humana y sugerente. Conoc a Cofio slo un ao antes de su muerte, y me dio la impresin de que no era uno de aquellos burcratas altaneros, oportunistas y perseguidores de herejes que tanto proliferaron en los 70 y los 80. Ms bien me pareci un hombre profundamente honesto, decidido a ilustrar ms que a investigar las actitudes y los destinos humanos del tiempo de cambio, con la certeza absoluta de que la literatura sirve para apuntalar cierta visin del mundo si se dedica a descartar e incluso penalizar otras opciones y enfoques. Cuntos revolucionarios a lo Manuel Cofio no han desertado de sus antiguas convicciones pese a que, en aquellos momentos en que la historia llenaba las velas de la revolucin (y ser revolucionario era grandioso y gratificante), estaban tan arrogantemente convencidos de que tenan la razn, toda la razn, como seguros estn hoy de que entonces se equivocaban? Hoy, en este Encuentro de Madrid, me hubiera gustado conversar largamente con Manuel Cofio, caminar con l por ah, por esas calles. Quiz ya hoy no estuviese tan seguro de que el escritor debe ser conciencia participante y nunca conciencia crtica de la sociedad en que vive. No creo que fuera tan corto de luces como para que pensara que una sociedad es capaz de renovarse espiritualmente aunque se le coarte el derecho de enjuiciar, por medio de la letra impresa, sus instituciones, su gobierno y su destino. Cofio se vea como parte de una batalla interminable, como un soldado ms en un frente nico que llevaba la razn, toda la razn, y por ello crea que la nica problematizacin literaria que era provechosa para el pueblo en el poder era le que se pona al servicio de los postulados de ese poder. Y crea que eso no era censura; mas si lo era, pues haba que aguantarla. Porque la nica censura posible, para l, era la censura de los que antes no tenan voz. Ahora s la tenan, y l era una de ellas.

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Virgilio Piera: la vida vive

Efran Rodrguez Santana

MEMORIAS DE VIRGILIO PIERA SE TRASLUCE UN FRO y calculado cuestionamiento ante la exposicin de la realidad: nacimiento, familia, pueblo natal, ciudad, viajes, arte, miseria, homosexualismo. Esa actitud de innata incredulidad fue el sedimento constitutivo de la existencia y la obra del escritor cubano, compulsada por una obsesin proclive al desarraigo, al sarcasmo, a los aadidos, a las fracturas y las especiales reconstrucciones dentro de una lcida abominacin de toda casualidad ponderada por el sentido comn. En consecuencia, el absurdo se desliza a travs de una realidad entreverada de falacias cotidianas, con referentes difusos que prefiguran en este autor un modo vital no convencional. Agudsimo en sus apreciaciones, los fragmentos de sus Memorias tambin revelan en toda su crudeza el ambiente que le toc compartir y desde el cual brotan las primeras reacciones contra lo que l denomino pasivos de la nada:
N LAS

1 PIERA, VIRGILIO: La vida tal cual, fragmentos de sus Memorias, en revista Unin, nro. 10, 1990. Con respecto a las citas si no se indica lo contrario proceden de la misma fuente.

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El sentimiento de la Nada por exceso es menos nocivo que el sentimiento de la Nada por defecto: llegar a la Nada a travs de la Cultura, de la Tradicin, de la abundancia, del choque de las pasiones, etc., supone una postura vital puesto que la gran mancha dejada por tales actos vitales es indeleble. Es as que podra decirse de estos agentes que ellos son el activo de la Nada. Pero esa Nada, surgida de ella misma, tan fsica como el nadasol que calentaba a nuestro pueblo de ese entonces, como las nadacasas, el nadarruido, la nadahistoria. A esto se llama el pasivo de la Nada, y al cual no corresponde activo alguno.1

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Frente a la simulacin, lo sucio, lo prohibido, la conciencia del miedo y la fealdad fsica y espiritual, opone su imaginacin sensible, el sentido de lo pardico, el simulacro de lo librrimo, sus antdotos contra la costumbre. Perteneciente a la estirpe de los raros, a Piera no le interesa sacar conclusiones apresuradas de cuanto observa y padece; en ese lento proceso de dubitacin no confa en las prefiguraciones y normativas morales, abomina las definiciones y claridades consolatorias. Como es un obsesivo y un irnico, intenta siempre como su personaje Teodoro del cuento El conflicto detener los sucesos en su punto de mxima saturacin, de ah su visin indistinta de los hechos que acontecen y su persistente bsqueda de interlocutores inteligentes y no emotivos. Para ellos construye sus argumentos y personajes y de ellos quizs exige solamente el reconocimiento de que esta vida, la que creemos vivir, contiene en s misma otra bien diferente, signos totalmente contrarios, paradojas insospechadas, aciertos y desaciertos mortales. Como en esos ajustes de cuentas que slo se permiten los perseguidos, a Piera no le interesan los sofismas, sino la aspereza de la introspeccin como contrapartida de las convenciones sociales de una preciosa isla varada en medio de la tormentosa abulia y el sinsentido, la afluencia del agua, el rechinar del sol, el intercambio indolente de las pieles, expuesto todo en una especie de feria mercantil que nicamente traficaba con lo exterior y lo vacuo, sin que la Tradicin y la Cultura sirvieran para encauzar algn que otro rumbo progresivo.
No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo ms que soltar la baba y agitar los bracitos, me enter de tres cosas lo bastante sucias como para no poderme lavar jams en las mismas. Aprend que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte. Lo primero, porque un buen da nos dijeron que no se haba podido conseguir nada para el almuerzo. Lo segundo, porque tambin un buen da sent que una oleada de rubor me cruzaba el rostro al descubrir palpitante bajo el pantaln el abultado sexo de uno de mis numerosos tos. Lo tercero, porque igualmente un buen da escuch a una prima ma muy gorda que apretando convulsivamente una copa en su mano cantaba el brindis de Traviata. (...) Claro que no poda saber a tan corta edad que el saldo arrojado por esas tres gorgonas: miseria, homosexualismo y arte, era la pavorosa nada. Como no poda representarla en imgenes, la represent sensiblemente: tom un vaso, y simulando que estaba lleno de lquido, me puse a apurarlo ansiosamente. Mi padre me sorprendi; muy intrigado preguntme por qu finga que estaba bebiendo... Entonces le respond: que estaba tomando aire. Se explica muy bien que simbolizara inconscientemente la nada si se tiene presente que la materia que se opona a mi materia no se poda combatir en campo abierto, sino que la lucha se desarrollaba en el angustioso campo de lo prohibido.

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Bsicamente, de ese angustioso campo de lo prohibido es que surgen los tercos y obsesivos personajes de la cuentstica virgiliana para desestimar los procedimientos lgicos e instalar en cambio una prosopopeya de la desercin mundana, el poder de la infinita especulacin cuya verdad ltima es la absoluta libertad, la

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consumacin de las extravagancias. Ellos son los que en verdad consiguen una total independencia y por esa finalidad no reparan en las desintegraciones fsicas o psquicas, ms bien se apoyan en ellas para hacerla ms valedera. A Virgilio Piera lo persigui el sino de la exclusin, en ms de un sentido fue un estigmatizado, sin embargo sus personajes van a aprender de esa coartada humana y crean una lgica exclusiva de la sobrevivencia: jams claudicar, jams dejarse vencer, en la consecucin de un empeo por aberrante que ste pueda parecer. A pesar de su vida y precisamente por ella, su literatura es irreductible. Haber nacido en un pueblito como Crdenas, del cual crea Piera que sus habitantes deban llamarse por el mismo nombre: Arturo. Umberto Pea Considerar a la capital, La Habana, como un sepulcro: Un vasto sepulcro dividido a su vez en sepulcros ms pequeos. Darle primaca a la falsedad de las reacciones, ser recitador y masturbador, y cohibirse ante el sexo real, son las constantes de sus aos juveniles. Escapar a La Habana y entrar en la facultad de Filosofa y Letras. Es para Virgilio la entrada oficial en el mundo del arte:
Mis primeros contactos en el terreno as dicho del arte los hice con dos tipos de gente en extremo dudosas. Las primeras formaban fila en las aulas de la facultad de Filosofa y Letras; las segundaseran muchachos inclinados a lo bello, sensibles, amantes de las bellas artes. Unas y otras eran homosexuales porque aspiraban a ser artistas o aspiraban a serlo porque eran homosexuales. (...) Eran muchachos plidos, nerviosos, que no perdan un concierto, que hablaban afectadamente y hacan versos. Me encontr con que todos y cada uno eran poetas, con libro o sin l, que en los patios buscaban ansiosamente a nuevos reclutas, se olan y reconocindose comenzaban por la confesin lrica para llegar abruptamente a la confidencia homosexual. Naturalmente, yo haba escogido por carrera la de Filosofa y Letras. Cmo poda no ser as!

En 1946, Virgilio Piera, presionado por una economa deficiente y tambin por la ausencia de una verdadera vida cultural, decide viajar a Argentina, pas donde reside intermitentemente hasta 1958. En Buenos Aires traba conocimiento con los hombres de letras ms brillantes del momento: Jorge Luis Borges, Mallea, Macedonio Fernndez, Martnez Estrada, Girondo, Bioy Casares, Sbato y muchos ms, pero la persona que mayor influencia va a ejercer en l es el polaco Witold Gombrowicz. La amistad y colaboracin estrechsima entre ellos se comporta como acto de mutuas contribuciones. Piera se convierte en el presidente del comit de traduccin y

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edicin de Ferdydurke, y Gombrowicz, cuando aparecen los primeros ejemplares de la novela en el pas sudamericano, encomia al cubano: Virgilio, en este momento solemne declaro: t me has descubierto en la Argentina. T me has tratado sin mezquindad ni recelo, con amistad fraterna. A tu inteligencia e intransigencia se debe el nacimiento de Ferdydurke. Pero, por sobre todo, Gombrowicz es un lector ideal de la obra virgiliana. A propsito de la aparicin de Cuentos fros, (Editorial Losada, 1956), escribe las siguientes notas, de una precisin muy prxima a las interpretaciones de su propia obra:
Quiere hacer palpable la locura csmica del hombre que se devora a s mismo mientras rinde tributo a una lgica insensata. Su rica imaginacin le permite mostrarnos el contraste sangriento entre el hombre y su ley. Nos referimos a esas leyes nuestras surgidas de las costumbres, la razn, la vida gregaria y esencialmente, de la necesidad innata de un orden, por mucho que ste aplaste lo tiernamente humano. (...) Estos relatos dirigen sus sarcasmos contra la necia vacuidad del mundo y de la existencia; pero a veces asume color local y entonces el autor se convierte en un profeta de la frustracin americana y en glorificador de la inmadurez que nos caracteriza. (...) Como en nuestro pas todo surrealismo resulta parecido a Kafka, debemos cuidarnos de no desfigurar esta obra pegndole el rtulo de procedencia kafkiana.

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1959 es el ao de regreso definitivo de Virgilio Piera a Cuba. Virgilio forma parte del semanario cultural Lunes de Revolucin y se encarga de las Ediciones R. Despliega su talento compulsivo en diversas empresas y sobre todo publica intensamente su teatro, sus novelas, sus cuentos. La dcada de los setenta es bien diferente para Piera y otros importantes escritores cubanos. Se instala el desprecio, la censura y la ms completa marginacin. Mediocres funcionarios avizoran en el realismo socialista el camino de la redencin. Se acenta, por otra parte, una moral pacata y malintencionada que crea reconocer en la prctica homosexual una suerte de peste contaminante. Esta poltica de estado se iba a cebar con predileccin en creadores que como Virgilio hacan del absurdo, de la truculencia, de lo sobredimensional, el material idneo de su existencia y de su literatura. Sarcstico demoledor nunca dej de burlarse, de decir la verdad, y ya sabemos que posiciones de esa naturaleza acarrean incontables rechazos pblicos. Antn Arrufat, discpulo y amigo, en su libro Virgilio Piera: entre l y yo (Ediciones Unin, La Habana, 1994), sintetiza esos aos espasmdicos con hondura y veracidad:
En los aos del setenta, calificados por Piera de muerte civil, la burocracia de la dcada nos haba configurado en esa extraa latitud del ser: la muerte en vida. Nos impuso que muriramos como escritores y continuramos viviendo como disciplinados ciudadanos. Dar muerte al ser que nos otorgaba la escritura y existir con el que nos otorgaba el Estado, exigencia casi metafsica en una sociedad que se propona

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el materialismo, era imposible de cumplir. Tras la orden, la burocracia, dando por hecho esta imposibilidad, tom las necesarias medidas estatales para llevarla a la prctica. Nuestros libros dejaron de publicarse, los publicados fueron recogidos de las libreras y subrepticiamente retirados de los estantes de las bibliotecas pblicas. Las piezas teatrales que habamos escrito desaparecieron de los escenarios. Nuestros nombres dejaron de pronunciarse en conferencias y clases universitarias, se borraron de las antologas y de las historias de la literatura cubana compuestas en esa dcada funesta. No slo estbamos muertos en vida: parecamos no haber nacido ni escrito nunca. Las nuevas generaciones fueron educadas en el desprecio a cuanto habamos hecho o en su ignorancia. Fuimos sacados de nuestros empleos y enviados a trabajar donde nadie nos conociera, en bibliotecas alejadas de la ciudad, imprentas de textos escolares y fundiciones de acero. Piera se convirti por decisin de un funcionario, en un traductor de iteratura africana de lengua francesa. Donde toda actividad cultural es una actividad del Estado, ser marginado por el propio Estado constituye casi un destino. Sin duda cuando terminara la coyuntura poltica, en cualquier momento Virgilio y nosotros creamos que ese momento llegara la orden contra nosotros poda ser revocada, pero mientras tanto, tena, por absoluta, los signos de la inflexibilidad del fatum. Si a esto se une la edad de Virgilio, con ms de sesenta aos en el inicio de la marginacin, para l resultaba el cuadro ms atroz que para nosotros, con menos edad y mayores posibilidades para la espera. Adems, como no crea en la reparacin de la posteridad, aspiraba a tener las cosas en vida. Qu cosas podan ser stas? Simplemente, la posibilidad de reconocimiento de los dems. En su artculo Opciones de Lezama, que ms bien parece opciones de Piera, entre humorstico y dramtico, manifiesta su aspiracin a tener las cosas en vida y la necesidad del reconocimiento, de una manera acuciante.

Virgilio Piera muri en octubre de 1979 de un infarto masivo; quizs, como el personaje de Saln Paraso, en ese instante encontr la luz: Como la luz, era eterno. Sin tiempo, sin espacio, sin memoria, sin aoranza.

LA FRIALDAD ES APARENTE, EL CALOR ES MUCHO

Acercarse a los cuentos de Virgilio Piera presupone la ausencia deliberada de toda concepcin corriente. Intentar crear, entonces, un sistema de significaciones diferenciadoras y opuestas podra constituir el camino adecuado para una interpretacin eficiente de ese cerrado mundo. Y es que los argumentos y personajes pierianos aguzan una marcada liberalidad, una inclinacin al desacato de las leyes establecidas; es como si el desconocido reverso de la realidad cobrase una dimensin excepcional slo explicable fuera de toda normativa. En ese dilatado juego de espejos, la trgica comicidad de los personajes induce a perenne reflexin. Como ningn otro, Piera establece una morbosa conjugacin entre la estructura lgica de los sucesos en sus argumentos y la afectacin y desajustes progresivos que caracterizan a sus criaturas. El regodeo de la simulacin hipocondraca, antropofgica, andrgina, paranoica, deviene sucesivas metamorfosis que, en muchos casos, concluye con la autodestruccin fsica, mas nunca en la claudicacin de los empeos por los cuales se lucha incluso inconsENCUENTRO SOBRE EL CUENTO

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cientemente. Esta es una de las claves paradjicas del proyecto narrativo virgiliano, porque ms all de los tpicos y explicaciones, la inhabilidad racional de alguno de sus personajes los lleva a su deseado fin: la realizacin total y cabal de sus obsesiones, el entero conocimiento de s mismos. La verdad es una y mltiple al mismo tiempo; poseerla, comprenderla, permearse de ella, puede acarrear una real penuria ms all de las desechables fronteras morales y del estado de conservacin. Esto explica que no hallemos trminos medios y que el todo o la nada no sean opuestos significativos, sino una y la misma alternativa. Alberto Garrands en su libro La potica del lmite, (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994), observa: ... la exploracin de Piera no Umberto Pea es la de un intrascendentalista en pos de la desustanciacin, sino la de un contestario indirecto que funda su escritura tambin en elecciones libres del compromiso, a no ser el compromiso de la literatura con el lenguaje y los grandes (y comprobables) dilemas del hombre contemporneo.2 Uno de estos dilemas de fuerte raigambre existencial es aquel referido a los modos de enfrentamiento de ese hombre contemporneo ante el caos regulador. Respuestas ideolgicas, religiosas, ticas, dogmas salvadores son desestimados. Sin embargo, como se trata de ofrecer opciones ficcionales dentro de la alienacin, Virgilio ironiza, ridiculiza, retuerce, incesante y conscientemente para poner de relieve el substrato de lo adverso, no con nimo ejemplarizante, sino como bsqueda de nuevas reflexiones infrecuentes y desoladoras. As pues, la relacin entre lo animado y lo inanimado, entre objeto y sujeto, se funde y desempea con igual eficacia sus papeles interpolares. Se podra aadir la irrupcin de la extrema crueldad o de un tipo de estado limbal, la prdida de una identidad y su sustitucin por otra en apariencias inverosmil y atribulada. Para ello el escritor se vale de copiosas mutaciones, metamorfosis o alteraciones de la corporeidad fsica y mental de sus personajes en razn de una supuesta ilu-

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El ensayista y narrador Alberto Garrands establece cinco grandes zonas explorativas en los cuentos de Piera. A saber: 1) los vnculos alegricos-simblicos entre la opresin fsica y la opresin espiritual. La primera equivale a las torsiones del cuerpo y la segunda a las del espritu (La cada, La carne, El otro yo); 2) la visin de la realidad entendida (esa visin) como acto modelador del universo (Proyecto para un sueo, El baile, El conflicto, Saln Paraso); 3) las vicisitudes del hombre frente a lo enigmtico, siendo los enigmas el modo natural en que se manifiesta el desenvolvimiento de la realidad (La cara, El lbum, El interrogatorio, El crecimiento del seor Madrigal); 4) las obsesiones en tanto tics de la enajenacin y del absurdo (El enemigo, Fro en caliente, En la funrea playa fue); y 5) el proceso creador en calidad de asunto (Concilio y discurso, El caso Baldomero, Un jesuita de la literatura).

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minacin interior. Esta compactacin entre la amputacin o desintegracin fsica y la consecuente claridad espiritual es uno de los asertos del absurdo pieriano. Se trata de patentizar el registro y a la vez la desarticulacin del sentido comn, lo que no quiere decir que por otras vas inusitadas no se insinen variantes de la encrucijada de la nada con sus abundantes pasivos y activos. Recordemos a Navokov en su ensayo El arte de la literatura y el sentido comn, cuando se refiere a este tpico: El principal placer de la mente creadora es el predominio concedido a un detalle incongruente en apariencia sobre una generalizacin aparentemente dominante. En un cuento como La carne se practica con absoluta naturalidad la antropofagia. El relato se inicia con la siguiente afirmacin: La poblacin sufra de falta de carne, es precisamente por ese detalle que se come la carne propia: para seguir viviendo y para suplir la falta de carne. Pero se iba viviendo y era lo ms importante. Se nos indica, pues, otros presupuestos bien distintos a los de la subsistencia, y una relacin integral fuera de la convenida agresin de unos contra otros. En La cara se llega tambin al extremo, esta vez basado en la irrefrenable necesidad de contemplar una cara maldita. El novelista del relato se salta los ojos para lograr con ello que la cara deje de ocultarse; quiere desesperadamente vencer ese maleficio que lo ha elegido a l como su vctima propiciatoria. Ms que ver, lo que requiere en ltimo trmino es vencer su propia restriccin: Una vez que estuve sentado en mi silln le hice saber que me haba saltado los ojos para que que su cara no separase nuestras almas, y aad que como ya las tinieblas eran superfluas, bien podran encenderse las luces. Toda esta cuentstica se sumerge en la investigacin problematizada del ser, por ms que est saturada de peripecias en apariencia intrascendentes. Conocer(se), consumar(se), no traicionar(se) son las aristas de una permanente especulacin. Piera propone una conducta que se redima y se oponga al miedo pblico, a la falsedad y al conservadurismo. Sus personajes desafan a un interlocutor lector presumiblemente excluible. En este sentido el autor se comporta como un anti-moralista. La especulacin es parte de la completa autonoma que hay en sus relatos. Lo importante es el poder de la especulacin, como sucede en El baile, no el poder del poder: As orden (la gobernadora) que la aristocracia de K. se reuniese peridicamente en el palacio del gobernador a fin de especular, nada ms que especular, acerca de la terrible circunstancia que es la posibilidad de... El baile deja de ser una posibilidad real para convertirse en una sucesin de fundamentaciones tericas sobre la ejecucin de uno similiar a aqul de hace un siglo atrs. El autor parece indicarnos que no importan los hechos en s, sino sus mltiples interpretaciones, se inventa actuar para no actuar, y con ello, se refuta la tica de la articulacin de las acciones. La claridad de los hechos es a veces de una simpleza paralizante en apariencia, de aqu sus paradojas entre oscuridad y luminosidad: no era verdad que la alegra fuese consustancial con la luminosidad, o, la luz es causa de muchas cosas oscuras. Otra frmula del absurdo es aquella que indica que a mayor exageracin de la banalidad ms distanciamiento de lo circundante. Con esa marcada tendencia a

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la polaridad extrema, el narrador vuelve a mostrar el lado oscuro de la moneda, huir de lo cosificado y reiterativo es un anhelo apremiante que pocas veces es reconocido en su justa dimensin ya que constituye un acto de desestabilidad; por eso El lbum, con su seora que pasa ocho meses describiendo una foto de boda ante un auditorio cautivo que come y defeca en sus asientos olvidndolo todo, es una muestra de cmo se insiste en la difuminacin de las fronteras entre lo real y lo irreal. Esas criaturas atormentadas, titiritescas, son dueas de s mismas cuando son capaces de imaginar una imagen que apenas pueden ver, pero que a fin de cuentas suplanta sus rutinas lacerantes: La felicidad de aquella gente era absoluta y ni la ms categrica reparacin social las habra satisfecho tanto como los satisfaca las explicaciones de la dama. Los mviles de los acontecimientos o de los comportamientos carecen de importancia, ste es el caso particular de El conflicto, uno de los cuentos capitales de la narrativa pieriana. Ms all de su tipificacin, de lo que se trata es de detener un suceso en su punto de mxima saturacin, de burlar lo ineluctable. Es como si el hombre nicamente con su obsesiva inteligencia, con su no estar apareciese de pronto sustituyendo a Dios. Sin embargo, por no serlo es recurrente y contradictorio. Teodoro pudiera ser una extraa regla-excepcin; al final es fusilado atendiendo a su propia tesis de inanicin que indaga enfermizamente: el oficial sealador detiene en su punto de mxima saturacin la imposibilidad de matarlo y por ello precisamente lo ejecuta. Es el descargo contra la sucesin aniquiladora de los hechos. Virgilio Piera lleva a su extremo la tesis de las oposiciones y ubica en una verdadera encrucijada la utilidad de avanzar o de retroceder. Todo constituye, en suma, una vana faena de la mecanizacin humana. Este gran escritor, como se puede observar, con esa asepsia de la incredulidad desmonta mundos establecidos por la moral, por el modo de vida; sin embargo, le es inevitable proponer en su lugar otros bien distintos, digamos escpticos, sarcsticos, demonacos, sujetos a su vez a leyes bien definidas.

ALEJAR LA COSA REAL CON LA COSA INVENTADA

ENCUENTRO SOBRE EL CUENTO

Toda la obra de Virgilio Piera es un calculado intento por favorecer una salida diferente a la acostumbrada, por cambiar las reglas de la santa normalidad. Nunca condena; por el contrario, sugiere adentrarse y rencontrarse en los instintos ocultos, en la inteligencia irreconocible. Parece invitarnos a tocar fondo, a no desechar la aparente locura, a intuir el trnsito. En tal sentido pertenece a la estirpe disidente de la literatura de este siglo. Como se conoca y reconoca muy bien, los motivos de su creacin rondaron persistentemente su miedo, su soledad, su desconfianza. Su genio transform el absurdo de las calles, y en las calles se encontraba la pavorosa nada:
Despojarnos de las mscaras encajadas en nuestro cuerpo de sangre y huesos nos convierte en otro, en ese Je suis un autre que deca Rimbaud. Yo no soy ms el que avanza enmascarado (larvatus proteo, segn el decir de Descartes), sino el que avanza a cara descubierta, s lo que soy y soy otro que es yo mismo, pero desenmascarado, es decir, justificado existencialmente.

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Crnica de la inocencia perdida

La cuentstica cubana contempornea

Luis Manuel Garca

Es difcil vivir sobre los puentes Atrs qued la negra boca el odio y no aparece el esplendor esto es tambin el esplendor pero tampoco RAMN FERNNDEZ LARREA
Poema transitorio
1

FERNNDEZ LARREA, RAMN: El pasado del cielo. Ed. Unin. La Habana, 1987, p. 81.

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15 AOS, CUYOS PADRES MILITAN EN EL Partido Comunista, se enamora de un joven que est a punto de partir hacia el exilio de Miami, nuevos Montescos y Capuletos aparecen, demostrando que del amor a la muerte, de la poltica al dinero, los temas siguen siendo eternos. Incluso en Cuba, de cuyos autores siempre se espera una escritura poltica, una tesis poltica, hasta una sintaxis quizs y una gramtica polticas. Por suerte, ya en 1976 un precursor de la narrativa de los ochenta, Rafael Soler, en un cuento de su libro Noche de fsforos, donde un joven le escribe a su madre: Comprendi que no poda volver a escribir como antes. Y tampoco le sala nada en otro tono. Como ni siquiera saba en qu tono iba a escribir, decidi escribir sin ninguno, sino simplemente, como si le contara a la madre
I UNA MUCHACHA DE

LUIS MANUEL GARCA

lo que quera contarle, con las palabras que le salieran. Slo as pudo escribir. Al terminar, se senta como si de verdad hubiera hablado con ella. De cmo haba escrito no poda opinar.2 Desde que Rafael Soler Comprendi que no poda volver a escribir como antes, la narrativa cubana, sumida en la primera mitad de los setenta en lo que Ambrosio Fornet llam acertadamente el quinquenio gris, empez a ser otra. Y hasta me atrevera a afirmar que la cuentstica cubana de los ltimos quince aos es la historia de la prdida de la inocencia. Para comprenderlo, valdra la pena recordar lo ocurrido hasta entonces. Durante lo que he llamado el Primer Perodo Didctico de la cuentstica revolucionaria (1959-1966), ocurri el proceso de consolidacin revolucionaria. El acto de vivir se convierte en algo tan impostergable, que el hecho literario queda relegado por la realidad a muy segundo plano. Tienen lugar los sucesos que alimentarn en gran medida la Narrativa de la Violencia que se producir en el perodo posterior: desde el enfrentamiento armado a la contrarrevolucin, que se prolong casi un decenio, con su elevado costo en vidas y recursos, Playa Girn, la actividad terrorista de la CIA y los grupos ms agresivos del exilio. ngel Rama, analizando el devenir literario de las revoluciones rusa, mexicana y, en cierta medida, la cubana, seala que en los albores de la revolucin se produce poca literatura y quienes estn en mejores condiciones para hacerla son, precisamente, los derrotados. Aunque esto no se cumpla estrictamente en nuestro caso, s tiene lugar el proceso de creacin en dos vertientes opuestas: una literaria sin asidero en la circunstancia inmediata, por un lado, y una literatura circunstancial por el otro. Esta ltima, comprometida, deslumbrada por la Revolucin, trata de explicarla desde la perspectiva poco fiable que concede el asombro, haciendo uso de un didactismo a veces ingenuo y excesivamente explcito. A l me refiero al nombrar la etapa. Al tiempo que se radicalizaba la Revolucin y tena lugar el auge de los movimientos guerrilleros en Amrica Latina, ocurre el paso de la lucha contra bandidos, episodio central del perodo anterior, a la lucha ideolgica, cuyo suceso fundamental fue el combate contra la microfraccin; a la lucha econmica que culmina, en 1970, con la zafra de los diez millones, un decenio permeado de voluntarismo. Entre 1966 y 1970 se produce la mejor cuentstica de la Revolucin, cuya calidad slo recientemente ha sido igualada y en parte superada. La Narrativa de la Violencia tiene como tema central la guerra, desde el perodo insurreccional hasta la lucha contra bandidos recin concluida. Caracterizada por conflictos de alto dramatismo, evade la mitificacin de la guerra mediante una diseccin participante y crtica a la vez de la realidad narrada. Esto escandaliza la concepcin maniquea al uso de la guerra como choque entre malos malos y buenos buenos, lo que desata la inquisicin ideolgica contra los principales autores, la censura de los mejores libros, que no seran reeditados sino veinte aos despus; quedan-

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SOLER, RAFAEL: Noche de fsforos. Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1976, pp. 37-39.

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Crnica de la inocencia perdida

do sobreentendida a partir de entonces la incuestionabilidad del modelo paradigmtico, caldo de cultivo donde florecer la Narrativa del Cambio (1970-1978) o Segundo Perodo Didctico. El inicio de los setenta propici una literatura didacticoide que se siente obligada a explicitar sus posiciones ideolgicas recordar la carta de Engels a Nina Kautsky medicina preventiva para evitar la combustin de barbas que ya haban ardido en el captulo anterior. Al negar la creacin artstica como patrimonio de cenculos o individuos aislados, es decir, artistas ni juntos ni solitarios, y contraponer a esto las masas como genio creador, se cay en la simplificacin de negar el papel del individuo en la creacin artstica. A esto se uni una feroz precaucin contra la cultura capitalista por lo cual se entenda generalmente la facturada en pases capitalistas. Se gener un autobloqueo cultural del que an estamos emergiendo. En este contexto se produce una narrativa anmica, que tiene como tema fundamental y perspectiva el hombre viejo en un mundo nuevo; excluyendo en general los conflictos que tensaran las fuerzas de la sociedad hacia su ulterior evolucin. Pulularon personajes tan aspticos, con una ideologa tan bien planchada, que slo les faltaba para alcanzar la perfeccin que los lectores se los creyeran. Ya desde los setenta se entronizaron en el pas desviaciones y males que no seran descubiertos hasta mediados de los ochenta. Y es en este contexto que se produce la Narrativa de la Adolescencia (1978-1988) que tiene su precursor en Rafael Soler. Una nueva promocin de narradores se abre paso con libros que tienen, como comn denominador, el estar escritos desde el punto de vista del nio-adolescente-joven, es decir, desde la perspectiva del asombro y del descubrimiento. Visin que coincide con la de los propios narradores. Una literatura de la cotidiana, juzgada a travs de una ptica nueva. Una literatura del descubrimiento, donde lo tico y lo moral condicionan una visin ms abierta, menos maniquea y que elude la politizacin explcita; ms humanista, capaz de juzgar fenmenos como el exilio o la intolerancia sin apoyarse en eslganes. Un ejemplo temprano es la antologa Hacer el amor, preparada por Alex Fleites en 1986. Literatura rica en matices, diversa, que an enfocada esencialmente hacia lo cotidiano, puede moverse con comodidad en dismiles universos espacio-temporales, excluye, por lo general, la concisin anecdtica de los narradores de la violencia, dado que aqu la ancdota no es ms que una justificacin para el planteamiento de acuciosas inquietudes ticas. Libros como Salir al mundo de Arturo Arango (1982), Los otros hroes, de Carlo Calcines (1983), cuentos de Francisco Lpez Sacha, como Me gusta la fiesta y Examen final. Vivimos en el submarino amarillo y Maana es fin de curso, de Jos Ramn Fajardo y Carlo Calcines, entre otros, se suman a la cuentstica de Leonardo Padura, Antonio lvarez Gil, Alberto Rodrguez Tosca, Roberto Luis Rodrguez, y Sergio Cevedo. De cierto modo, podra llamarse a esta la Narrativa de la tica, porque con el decursar del decenio se va acusando el tratamiento cada vez ms frecuente e intenso de los conflictos ticos de la sociedad. Si en El nio aquel o Un rey en el

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jardn, de Senel Paz, el punto de vista es el de un espectador que descubre, ya en El lobo, el bosque y el hombre nuevo el encuentro entre un joven comunista y un homosexual, da pie a una bellsima historia de la amistad que pivotea alrededor de la intolerancia, sin necesidad de convertirse en un alegato, y que juzga la sociedad desde ese punto de vista no explorado, que es el de los marginados por una moral estereotipada y por momentos capaz de sacrificar el rbol en aras de una supuesta salud del bosque. Carlos Rafael Rodrguez 3 ha afirmado que el escritor no es conciencia crtica de la sociedad, sino testigo de la verdad. Yo creo, en cambio, que la pasividad de ese papel sera incompatible con las nuevas proposiciones de la narrativa cubana, que no intenta ser, sino formar parte de la conciencia crtica, perteneciente a toda la sociedad, sin distingos ni parcelacin del derecho a la crtica en cotos privados de sectores o grupos. Y un medio frecuente de ejercer esta conciencia crtica es lo satrico, colecciones en las que el absurdo de la vida cotidiana de personajes a veces inocuos, ofrecen una mirada (...) caricaturesca sobre la realidad capaz de dimensionarla y trascenderla.4 El planteamiento es casi siempre ms importante que la ancdota por lo que, refirindonos a la definicin clsica del postmodernismo, podra hablarse de ciertas dosis de toda esta narrativa ms en autores donde la dinamitacin del argumento tiene un peso decisivo. Una literatura que discurre en el ahora, por momentos el hoy, una literatura urbana, de ambiente bsicamente habanero, ciudad donde por nacimiento o adopcin reside el grueso de los narradores, y que opera por interferencias, a travs de conflictos soterrados bajo la aparente inocuidad de lo cotidiano. Los personajes crecen al comps de sus autores: Aquel nio de Senel y los de Carlo Calcines con el tiempo se fueron convirtiendo en adolescentes, para terminar en estudiantes u obreros transidos de rebelda. Porque la crnica de esta narrativa es la crnica de la prdida de la inocencia, alcanzando el desacato, el sentido de culpa, la reafirmacin. Pero la perspectiva se desplaza y el punto de vista adultece hasta una gran diversidad, confirmndose que Una vez institucionalizada la vida social son ya muy diferentes las formas literarias emergentes.5 Entre los narradores de los ochenta, la diseccin crtica de la sociedad, tmida en sus inicios, se va acentuando hacia fines del perodo. Ya no basta contemplar la vida y descubrirla. Esto se subraya como tendencia a fines de los ochenta, en una decena de narradores que an no alcanzan los treinta aos o apenas lo sobrepasan. De modo que la pica de lo cotidiano deja ver una violencia implcita, que no excluye (y por el contrario, obliga a) bsquedas en los resortes sicolgicos que mueven a los personajes. Si en El jardn de las flores silvestres, de Miguel Mejides, obra tpica de ini-

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Ex Vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros. PADURA, LEONARDO: El derecho de nacer. La Gaceta de Cuba, La Habana, marzo-abril, 1992, p. 41. RAMA, NGEL: Diez problemas para el novelista latinoamericano. Casa de las Amricas, La Habana, p. 41.

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cios de los 80, el viejo va quedando arrinconado y es finalmente acusado por los adultos, para quienes ya es un estorbo; ya a fines del decenio aparece el parque donde los ancianos de Atilio Caballero cuentean, el parque en vsperas de demolicin para construir quin sabe qu. Y los viejos, en un acto de resistencia desesperada de su parque, se niegan a moverse, hasta que hijas, nietas y nueras, los llaman a almorzar y slo entonces se retiran derrotados, cediendo el espacio a los bulldozers, que no son aqu lo nuevo contra lo viejo, el progreso contra la decadencia; sino una fuerza mecnica y ciega en funcin de sus propias leyes, apta para demoler una tica, un modo de vida, un sentido de la dignidad. Pero sobre todo, en Solo de violn y viejo de Ricardo Ortega, el anciano estrafalario y manitico, que toca el violn a un vecindario indiferente cuando no hostil, y convoca la magia frente al nio lisiado y sensible, termina siendo arrojado al asilo por una mass media unida las ureas mediocritas y un espritu gregario contra el que se alza el nio, una vez muerto el viejo, para tocarles el violn, que gana entonces una lectura simblica. Los ultimsimos, narradores que se dan a conocer en los noventa, bucean en una materia narrativa de reciente adquisicin: la marginalidad, insinundose con ellos (an incipiente) una narrativa escrita desde cierta contracultura emergente. En ellos la drogadiccin, la sexualidad como alucingeno, la inadaptacin, el heavy rock y la alienacin, conforman una cultura friqui (neo hippies) que va a beber directamente de las fuentes de Henry Miller.

ANAGNRISIS Y SATURACIN. CENSURA Y AUTOCENSURA (A MODO DE CONCLUSIN)

Desde la cuentstica didctica de los sesenta a la Narrativa de la Violencia, desde la segunda didctica del quinquenio gris a la prdida de la inocencia de los ochenta y noventa, el espectro de asuntos y enfoques ha discurrido a travs de un corsi e ricorsi, donde anagnrisis y saturacin han devenido mviles del ejercicio literario. Una censura extraordinariamente susceptible decret la anulacin de la narrativa de la violencia, conden Paradiso de Lezama (que slo se reeditara un cuarto de siglo ms tarde), suprimi de casas editoriales y manuales a cuantos escritores abandonaran el pas; de modo que un lector no avisado podra suponer a Guillermo Cabrera Infante, Lino Novs Calvo, Severo Sarduy y Reinaldo Arenas, entre otros, escritores netamente noruegos. Exclusin que empez a quebrarse (an tmidamente) a fines de los ochenta. La falta de papel, ingrediente de la crisis actual, fue la causa o la excusa que sirvi para detener la publicacin de algunos autores del exilio. Aunque en honor a la verdad, el exilio no ha sido menos intolerante con los escritores que permanecen en la Isla. Una censura que produjo el quinquenio gris y dosis notable de autocensura en los narradores de los setenta. La ms reciente cuentstica emerge a lo largo de esa paulatina apertura que fueron los ochenta. La perspectiva infantil y adolescente de sus inicios, no despert inmediatas suspicacias, y cuando ese punto de vista lleg a la adultez, ya eran otros los tiempos, aunque no tanto como quisiramos. Libros inconvenientes, premiados a inicios de los 90, an permanecen inditos. Claro que la escasez de papel bien podra explicarlo, o no? En otros casos, la

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demora editorial consigue mellar en todo o parte el filo de actualidad de algunos libros. Porque la agnrisis ha actuado, quiraslo o no, sobre buena parte de la narrativa de los ochenta. Gracias a las escasas posibilidades de dilogo y a un periodismo edulcorado, donde triunfalismo, maniquesmo y sinflictivismo (rayanos en el surrealismo) han conseguido una crnica desnutricin informativa de los lectores, conforman un hambre de verse de cuerpo entero en letra impresa, sin subterfugios ni eufemismos. Y por momentos la literatura se ha visto tentada a suplantar el papel que al periodismo corresponda, extravindose en la critica de ocasin, que aterroriza a los burcratas y envejece temprano. Para suerte de la literatura, como contrapartida, aparece en los ochenta la saturacin. Por abuso, el mensaje poltico que bombardea al cubano medio desde los libros en que aprende a leer a los seis aos hasta el peridico, la TV, la radio, las consignas y vallas y hasta los impresos en las camisetas, va perdiendo sentido hasta convertirse en una especie de ruido ambiental. La saturacin provoca una despolitizacin en el plano de lo evidente de la narrativa, que va ms al fondo, hasta los resortes personales, humanos, profundos del devenir cotidiano. Una inmersin en lo puntual que con frecuencia permite desentraar con ms acierto los conflictos raigales del hombre sumergido en el hoy y el ahora de la Isla. Pero el cambio de perspectiva tambin se explica por la sucesin generacional. Si los autores de los 80, que asistieron a los ltimos actos de la poca heroica y participaron en la institucionalizacin del proceso revolucionario, sufren un desgarramiento al verse abocados a una perspectiva crtica de la realidad; en los narradores de los 90 el desasimiento es un proceso natural; su hereja es consustancial, casi dira cromosomtica. La inocencia, que en las obras ms recientes de los narradores de los 80 ha devenido conciencia crtica, es ya escepticismo en los ultimsimos. Los milicianos enfrentados a vida o muerte con los bandidos en la narrativa de la violencia, se han trocado por antihroes extraviados en la selva angolea y en la selva de una guerra donde no saben cmo ni por qu han venido a dar. Los obreros que en los setenta intentaban deshacerse de sus lastres ideolgicos para alcanzar la estatura de la sociedad nueva, son los que para sobrevivir hurtan tiempo de la jornada y piezas de repuesto en la fbrica. Los impecables policas de los setenta, han devenido enemigos irreconciliables de muchos personajes acuados por los novsimos. Aquella Vivian desvirgada por Senel Paz en un lbrego cuartucho lleno de poesa bien pudiera ser la hermana mayor de la Merchy que Ral Aguiar prostituye mientras se evade hacia las visiones luminosas de su infancia ya ida para eludir el asco. Si algn silencio persiste, no ser culpable la censura. En definitiva, como ocurri a sus homlogos norteamericanos con el Ulyses de Joyce, el silencio slo ha conseguido prestigiar el Paradiso de Lezama. Una censura omnipresente en los medios masivos de difusin, pero que se atena exponencialmente al decrecer el nmero de ejemplares. Bien sabe que un chiste indeseable frente a cuatro millones de telespectadores es ms peligroso que un poemario. El chiste y la poltica operan en lo inmediato. La literatura, fondista por definicin, trata de asal-

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Crnica de la inocencia perdida

tar la eternidad. Como resultado, una autocensura que, al menos entre los narradores ms jvenes, es tan rara como un caso de viruelas. Hablamos, por supuesto, de autocensura inducida; excluyndose la que dimana de las propias convicciones y prejuicios. Mientras, una censura del mercado que desapareci durante tres dcadas, asoma ahora la nariz, dada la escasez de papel que ha obligado a los narradores cubanos a buscar editores allende los mares. Perdidos el asombro y la inocencia, madura la distancia histrica que permite calibrar los cmo y los por qu de su circunstancia histrico-social, alcanzando un dominio de sus recursos tcnicos, plena de diversidad y teniendo a la mano una de las materias primas histricas y socio-culturales ms ricas y contradictorias del planeta, la narrativa cubana contempornea constituye hoy, a juicio del crtico y narrador mexicano Hernn Lara Zavala, el corpus ms interesante y prometedor de la literatura contempornea en el continente. Una narrativa con voz propia, pero sin micrfono. Carente de medios de difusin que salen a la impresionante masa de lectores conformada durante tres decenios de analfabetismo, ediciones masivas, instruccin generalizada y libros baratos. Una narrativa condenada a ediciones minsculas o extranjeras y plaquettes slo aptas para cuentos cortos. Una narrativa que en su mejor momento, se debate entre proyectarse al exterior o condenarse al manuscrito. Para bien o para mal: la ganancia de un lector universal y la prdida de su lector ms natural y cmplice: el de aqu y ahora. Y desde cundo se escriben cosas as en Cuba? pregunt un prestigioso profesor de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico luego de una lectura de tres cuentistas cubanos. An no tena noticias del feliz divorcio entre la nueva narrativa y algn que otro paradigma idlico. Ni del compromiso entre cada narrador y su prxima pgina.

Ireno Garca

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Flix Gonzlez-Torres: reflexiones sobre lo temporal

Marcia Morgado

bordeado de rboles y jardines florecidos, nos comunica la alegra del renacer que es la primavera, por diferentes rincones parisinos encontramos vallas en las que vemos la misma imagen: una cama vaca con la huella de dos cuerpos ausentes. Sin ttulo (1991) de Flix Gonzlez-Trres nos habla del carcter pasajero del tiempo, de la prdida de seres queridos, del vaco de la separacin, de la soledad y el silencio, de la muerte. En medio de la ciudad nos encontramos con la presencia poderossima de un joven artista conceptual que muri hace tan slo unos meses. Las vallas son parte de una exhibicin que estar montada en el Museo de Arte Contemporneo de Pars hasta el 16 de junio. Girlfriend in a coma, de Flix Gonzlez-Trres, se origin en el Museo Salomon Guggenheim de New York y es una recopilacin de varias series en las cuales el artista trabaj: Paper stack pieces desde el 88 montculos de papel que recuerdan las esculturas minimalistas y tratan sobre temas que preocuparon al artista: la mortalidad, la distincin entre la propiedad pblica y privada, la unicidad; Billboards desde el 89 vallas pblicas que presentan temas de carcter personal en contexto pblico; Candy pieces desde el 90 caramelos amontonados en formas escultricas que las personas pueden tomar y as, al comer, desmitificar el objeto de arte, estas piezas tambin comunican cierto sentido de esperanza y alegra; Light string pieces desde el 91 cuerdas de bombillas decoracin festiva o luz rejuvenecedora? Obras en transicin constante, como la vida misma, creciendo y disminuyendo con la participacin o falta de cada uno de nosotros. Qu sucede con las piezas de participacin recproca? Cada individuo deja de ser simplemente espectador convirtindose en una extensin de la obra, haciendo que de una forma u otra la pieza se multiplique en innumerables posibilidades / vidas paralelas. Cada individuo trae / lleva consigo algo de s mismo y del autor, crendose un puente de complicidad entre los participantes. En la bienal del Whitney, 1991, muchas personas preguntaban si era correcto llevarse un pedazo de papel. En una exhibicin que tuvo lugar en una galera de New York, una artista se sinti tan molesta por el trabajo que agarr 25 hojas y las tir en un basurero. Me result muy molesto, expres GonzlezTrres. Disfrutaba de la manera en que un trabajo cambiaba al encontrarse en diferentes contextos. Una vez contaba fui al bao de los empleados de un museo de Alemania y me encontr una de mis piezas, Muerte por revlver, clavada a la puerta del inodoro. Los empleados me dijeron que les encantaba leer sobre esas muertes violentas mientras estaban all sentados. Los ayudaba a ir. Nacido en Guimaro, Cuba, en 1957, se cri en Puerto Rico y en 1979 se mud a Nueva York, donde logr su plenitud artstica. Se gradu del Pratt Institute de Nueva York en 1983 y del International Center for Photography en 1987. Desde 1989 hasta que muri, en 1996, alcanz el respeto de las ms reconocidas instituciones artsticas, de New York a Estocolmo, con muestras en las bienales del Whitney Museum y Venecia, el Hirshhorn en Washington, Arte Contemporneo de Los ngeles y otras. Estimulado por los movimientos que marcaron los aos sesenta: el minimalismo y el conceptualismo, Gonzlez-Trres usa el vocabulario formal del minimalismo, pero va ms all. Inyectando

L TIEMPO QUE EL SENA,

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F l i x G o n z l e z - To r r e s : r e f l e x i o n e s s o b r e . . .
su obra de un carcter profundamente clido, vulnerable, personal y hasta romntico que lo diferencian de las corrientes antes mencionadas. Porque dentro de esa apariencia un poco distante de sus obras, late un bolero en versin de las ms apasionadas de nuestras cantantes, Amo a La Lupe, es mi dolo!, deca Gonzlez-Trres. Y de alguna forma la escuchamos al cruzar Sin ttulo (Sangre) una cortina roja de cuentas plsticas, cortina de dolor que nos traen a la memoria los restaurantes chinos y los burdeles. Gonzlez-Trres reflej lo efmero de la vida basndose en fuertes convicciones expresadas con cierta distancia y articulada lucidez. Entre sus influencias cita a Brecht, porque Brecht dice que hay que mantener una distancia que le permita al espectador, al pblico, tiempo para reflexionar. Sin

Ttulo (Amantes perfectos): un par de relojes industriales de bateras colgados uno junto al otro en una pared. Relojes que en algn momento dejarn de mantener la misma hora o uno se parar mientras el otro sigue su marcha. El amor te puede destruir como resultado del miedo. El amor es muy peculiar porque te da razn para vivir pero tambin es una fuente de miedo, de estar extremadamente atemorizado, de estar aterrado de perder ese amor..., expres Gonzlez-Trres en una entrevista en 1993. La obra de Gonzlez-Trres nos invita a pensar, aunque al principio reaccionemos temerosos, planteando de forma innovadora los temas bsicos y profundos que preocupan a la humanidad. Manso ro de hondo caudal. Pasin contenida, peligrosa y contaminadora, en el buen sentido de la plabra, dispuesta a crecer en cualquier instante.

Carlos Garaicoa

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buena letra

Moreno Fraginals y la Historia de Cuba en sus relaciones ntimas con Espaa

VCTOR BATISTA

Manuel Moreno Fraginals Cuba / Espaa, Espaa / Cuba Ediciones Crtica; Grijalbo Mondadori Barcelona, 1995

STE AMENO Y AMBICIOSO LIBRO DEFINE LA

posicin del ilustre historiador ante la historia de Cuba, hasta 1898. Est en los antpodas de la Historia de Cuba en sus relaciones con los Estados Unidos y Espaa, de Herminio Portell-Vil, puesto que para este autor Espaa apenas contribuye a la formacin de la nacionalidad cubana y el texto de Moreno Fraginals, en cambio, se inspira en una ntima vinculacin con la metrpoli. Por eso, mientras Portell-Vil, centrado en las conflictivas relaciones con los Estados Unidos, apoya la identidad cubana en la oposicin y la ruptura, Moreno Fraginals la apoya en una larga y continuamente renovada tradicin histrica. Desde casi comienzos de este siglo algunos de nuestros ms prestigiosos intelectuales se dieron a la tarea de buscar las races de la nacionalidad en una perspectiva que superar la que se iniciaba en la toma de La Habana por los ingleses y el ascenso de la burguesa azucarera. Fernando Ortiz y Ramiro Guerra destacaron la importancia de los primeros siglos de la colonizacin, y ms recientemente Lev Marrero cifr en ello lo ms notorio de su extenssima investigacin histrica. Se trataba, en primera instancia, de oponer dos formas divergentes de organizacin socioeconmica, optando por una Cuba minifundista y

libre sobre una Cuba latifundista y esclavista, y que Fernando Ortiz acu, en feliz metfora agrcola como el contrapunteo del tabaco y el azcar. Moreno Fraginals, por razones fundamentalmente econmicas, se desmarca de esa tendencia general; l no comparte la idlica visin de la Cuba del pequeo propietario rural como antdoto al rampante capitalismo azucarero. Considera un error pretender que, en la industrializada era moderna, una nacin desarrolle riqueza y conserve independencia econmica y, por tanto, poltica con una economa exclusivamente agrcola y artesanal. Esta misma es la opinin expresada por Ral Maestri (El latifundismo en la economa cubana, 1929) al sealar la deficiencia del pensamiento econmico cubano comn a casi todos nuestros intelectuales desde el siglo pasado; fueron ellos: ... ciudadanos que tuvieron un utilitario y patritico concepto de la cultura. De ah lo angosto y peculiar de su ideologa econmica... Predominantemente fisiocrtica resuenan en ella ecos del mercantilismo y tmidas voces precursoras del industrialismo... Pozos Dulces encarn el espritu de la clase terrateniente de su tiempo: el movimiento reformista y en no escasa medida el separatista de 1868 no ocultaron jams su manifiesta motivacin terrcola. Pero no slo l sino todos sus contemporneos avisados actores de una civilizacin patriarcal y esclavista consideraron la tierra como el desidertum de todas las riquezas y su cultivo la primera actividad econmica. Esta direccin pervive an en el ambiente y recluta mantenedores en notables figuras de la actualidad, tales como el profesor Ramiro Guerra. Pero el error no es slo econmico, sino tambin histrico y poltico. Todos los autores coinciden en dividir a Cuba, durante los primeros siglos de la colonizacin, en dos sociedades que se desconocen y recelan: una ra-

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BUENA LETRA

dica en La Habana (y en menor medida en Santiago) y vive una privilegiada situacin como enclave estratgico del imperio espaol; la otra ocupa el resto de la isla, pero principalmente la zona oriental, y vive fundamentalmente del ganado y del contrabando con las potencias rivales de Espaa. Esta ltima sociedad cuasi rural, menos beneficiada por la metrpoli y necesariamente ms independiente, ha sido exaltada por nuestros historiadores como un exponente temprano de la futura rivalidad entre criollos y peninsulares y, por consiguiente, como el ncleo inicial de la nacionalidad. Pero Moreno Fraginals, a pesar de su enorme entusiasmo por la autctona y rebelde zona oriental de hecho la gestora de nuestra independencia no incurre en prematuros pruritos de afirmacin nacional, ni descalifica a la ms dependiente pero econmicamente ms floreciente sociedad habanera. Admira a esta primitiva oligarqua habanera, creadora, segn l, de un sentido de identidad y destino. Y establece una continuidad entre ella y la sacarocracia, a la cual tambin admira en su primera fase ascendente, cuando todava se impone a la metrpoli. Distingue, segn sus propias palabras de El Ingenio, entre el reformismo agresivo y orgulloso del hispano-cubano Arango y Parreo, que aboga por una poltica azucarera altamente industrializada con mano de obra asalariada, y el reformismo senil del Conde de Pozos Dulces, que defiende el colonato azucarero en una economa exclusivamente agrcola, entregada a los Estados Unidos. Para el autor de El Ingenio, por otro lado, el azcar ha sido la actividad cubana por excelencia, y el tabaco la espaola. Este planteamiento pragmtico invierte los trminos de la metfora de Fernando Ortiz, mostrando que lo que estaba en contrapunto eran en cierta forma, dos nacionalidades, la espaola peninsular y la naciente cubano-espaola. Segn l, en lo fundamental las diferencias entre cubanos y espaoles no han sido tan esquemticas y per-

durables como han solido presentarse, y a la larga sus semejanzas son mucho ms decisivas que sus diferencias. La primitiva oligarqua habanera, precursora de la sacarocracia, forma parte de una Cuba desconocida que l ha contribuido a descubrir, y que llama una Cuba continental, o sea, una Cuba proyectada hacia Europa, hacia la metrpoli, en contraposicin a la archiconocida Cuba insular, aislada y proyectada en s misma. Moreno Fraginals describe la trayectoria de esta oligarqua en los siguientes trminos: ... la produccin habanera, que fue surgiendo y organizandose como actividad dependiente de la funcin militar y de comunicaciones, creci a tal punto que termin siendo ms importante que los mismos servicios. Dicho de una manera tajante y sin matices: durante casi tres siglos La Habana fue un enclave que no produca dinero a la metrpoli, sino que le costaba dinero. Y debi su extraordinario crecimiento al doble empuje que le dio la condicin habanera de fundamental enclave estratgico, y a la forma en que una competente oligarqua local reinvirti en actividades productivas los ingresos recibidos por concepto de servicios, canalizando en inters propio el sistema defensivo y de comunicaciones creado por la metrpoli. Es curioso que se destaque el hecho de que en sus orgenes la economa insular dependi del sector de servicios cuando, en plena era del auge de la economa terciaria, Cuba est abocada a replantearse su poltica econmica y dedicarse preferentemente a dicho sector. Pero con la desventaja de que no cuenta con un incondicional apoyo similar al de cuando La Habana era la ciudad clave del trfico martimo imperial. Parecera, a tenor de lo dicho hasta ahora, que para Moreno Fraginals la economa es la asignatura pendiente de la nacionalidad cubana. Pero esto es slo parcialmente, puesto que son indisociables lo econmico, lo social y lo poltico. Varona pudo decir que despus del 131

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BUENA LETRA

Zanjn se perdi la supremaca econmica sin haber conseguido el poder poltico. La trillada historiografa marxista zanja la cuestin alegando que la riqueza anterior no era propiamente cubana, negndole cubana a la sacarocracia por el hecho de haber posedo esclavos. Moreno Fraginals rechaza semejante simplificacin sin subestimar el decisivo avance social y poltico que signific que blancos y negros combatieran juntos, en pie de igualdad, en las guerras de independencia. La esclavitud fue, para la sacarocracia ... el sistema que provoc su crisis, y termin siendo el abismo que sell su suerte. No fueron ellos, sino las oligarquas de la zona oriental, quienes acaudillaron la Guerra de los Diez Aos, el crisol donde se fundi la nacionalidad cubana. Moreno Fraginals confronta estas dos mentalidades; Puerto Prncipe era, en el siglo XVIII, la segunda ciudad de Cuba y una de las cinco primeras de Amrica, y su riqueza se deba a una economa no azucarera que dependa del contrabando: La economa ganadera, creando una especial mentalidad librrima, ms cercana a la conciencia burguesa moderna que la del hacendado esclavista... hizo de estos hombres de Puerto Prncipe una brillante tropa de choque frente al concepto occidental de plantacin... La primera manifestacin de esta pugna es el extraordinario Informe de Ignacio Zarragoita y Juregui... en el que se plantean los problemas de la poca desde un ngulo no azucarero. Pone, por primera vez en Cuba (1805), el ejemplo ascendente de Estados Unidos... Y por primera vez tambin, emite el exacto concepto de cubano, el grito de plena insularidad, de honda raigambre nacional: El pueblo de la isla de Cuba no est representado ni lo constituyen los vecindarios de La Habana, (Santiago de Cuba), Trinidad o Matanzas. El pueblo de Cuba es compuesto de todos sus habitantes, y este mismo pueblo compuesto de todos sus habitantes no debe formar sino una sola familia, y entre los miembros de 132

esta familia es que se deben distribuir los bienes y los males, sin distincin ni privilegios. Sin embargo, en alguna medida la jerrquica Cuba continental y la igualitaria Cuba insular logran encontrarse. La sociedad habanera y matancera de 1860 gener una poderosa clase media blanca criolla, que, segn los versos de Enrique Jos Varona, anda en berlina / ama la libertad y tiene esclavos. Concluye Moreno Fraginals: Esta generacin dio su apoyo a la sublevacin iniciada en La Demajagua. Y el sacrificio de centenares de ellos demostr que amaban ms la libertad que andar en berlina. Pero no sabemos qu proporcin de esta clase media criolla apoy la revolucin insular e independentista (no anexionista). Tampoco sabemos en qu medida la mentalidad jerrquica cal en las distintas capas de la sociedad occidental. Moreno Fraginals analiza detenidamente las distintas sociedades que coexisten en la poblacin negra, reflejas o reversos de la blanca. All tambin descubre una Cuba continental que radica en La Habana y las superiores condiciones del esclavo urbano. Estos negros urbanos, en su mayora libertos o esclavos a jornal es decir, a medio camino de la libertad llegaron a constituir una clase media de militares, msicos y artesanos, aunque, debido a crecientes tensiones a lo largo del siglo XIX, fueron hostigados por las autoridades peninsulares y temidos por los blancos criollos. Se dan por supuestas, sin suficiente demostracin, sus simpatas por la causa separatista. Todava no se ha dilucidado la postura de ese sector ms desarrollado de la poblacin negra respecto de la metrpoli, la sociedad blanca criolla y los estratos inferiores de su propia raza. En suma, el autor de El ingenio reconoce la existencia de un doble proceso de conflicto y sincrona de las dos races tnicas cubanas, y estima que el problema negro, como se le llamaba en la poca es el problema social ms agudo al iniciarse la repblica. El autor sortea estas incgnitas apelando a una oportuna distincin entre patria y nacin.

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BUENA LETRA

Son nociones que corresponden a lo criollo y lo cubano, y no slo son compatibles sino tambin inseparables; es decir, lo criollo es el escaln previo indispensable para acceder a lo plenamente cubano. El concepto de patria, segn l, comprende una primera valoracin de lo propio, basada en el arraigo al suelo y a los antepasados. Los patricios de la primitiva oligarqua habanera tenan conciencia de patria (la patria es La Habana), pero no de nacin; para ellos la totalidad era todava Espaa. La sacarocracia, con profundo sentido patrio, no siempre ahondado en sentido nacional, mantuvo esa conciencia hasta el decenio de 1830, cuando se acomod a unos valores materialistas. Ambos estados de conciencia, sin embargo, provienen de un sustrato comn. En un admirable ejercicio de evocacin e interpretacin del pasado pre-plantacional, Moreno Fraginals descubre en esenciales valores hispnicos el vnculo con el pasado que late bajo todas las contradicciones. Esos valores estn expresados por Jos Martn Flix de Arrate, idelogo de la primitiva oligarqua habanera, en su Llave del nuevo mundo: Antemural de las Indias Occidentales, de 1761. El discurso ideolgico de esa oligarqua formada por una casta militar y marinera es un discurso de hidalgos... la escala de valores conformada por la hidalgua se nutra de hechos pretritos y tena como marco de referencia la herencia de la sociedad originaria. Fundamentaba a un criollismo aristocrtico, colonialista, esclavista y racista..., aunque, en su exaltacin del oligarca blanco habanero, Arrate se vio obligado al elogio y la alabanza de la isla toda, y de lo que en ella nace: indios, negros, frutas, rboles, cerdos... y entrega valores que en un futuro pudieron ser asumidos y concientizados por las propias clases dominadas. En este expediente de raz cultural Moreno Fraginals implica a una conservadora sociedad occidental en un proceso posterior de ruptura insular. El profundo vuelco dado por Moreno Fraginals a la vez que por Lev Marrero a la in-

terpretacin de la historia de Cuba, reivindicando a los tenidos por pobres y rezagados primeros siglos coloniales e instaurando a La Habana como un exponente adelantado de la pletrica Espaa imperial, merece los mayores elogios. Pero tropieza con las posteriores dificultades de una isla pequea y codiciada que aspira a nacin. De ah su ambigua defensa de una industrializacin incapaz de desarrollarse por s misma, no slo por sus propias contradicciones internas, sino tambin por carecer de adecuado apoyo continental. Por eso nos parece poco realista su decidido hispanismo; se presta a una mitificacin en cierto modo anloga a la de la historiografa ingenuamente nacionalista e insular. La ausencia de rechazo al espaol (el nacionalismo cubano no deriv en rechazo y odio al espaol) es ciertamente un rasgo de hidalgua; y la permanencia de nexos familiares, personales e institucionales tan elocuentemente ilustrados por l, abona la tesis de la vigencia de lo hispnico en Cuba. No negamos lo hispano como semilla de la nacionalidad, siempre que se tengan igualmente en cuenta los cambios producidos por el trasplante, y por los injertos. No resulta tan convincente, por ejemplo, una solidaridad basada en la mutua frustracin producida por la intervencin norteamericana en el 98. Moreno Fraginals no se suma a la tesis de los Estados Unidos como chivo expiatorio de todos nuestros males, aunque soslaya la importancia que tuvo la cultura liberal norteamericana en la Cuba del siglo pasado. Son aplicables las palabras al parecer an revolucionarias de Herminio Portell-Vil: ...esa gran ley natural del Nuevo Mundo que hace que tengan ms en comn los pases de ambas Amricas, entre s, que lo que tienen con sus antiguas metrpolis. Cuba continental? s, pero cul continente? El autor refleja esa incgnita cuando, al considerar el significado del crucial ao 98, concluye, parafraseando al fervoroso hispano-americanista que fue Lezama Lima, que Cuba pare133

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ce escaparse cuando uno cree haber hallado la definicin mejor. Es de lamentar, por ltimo, la falta de notas al pie de pgina que fundamenten la abundancia de sugerentes y novedosas afirmaciones. En qu se funda, por ejemplo, para afirmar que, en la guerra del 95: Los miembros de la directiva del Partido Revolucionario Cubano en Estados Unidos tambin tenan prevista una posible solucin en caso de que la prolongacin de la guerra hiciese inminente la intervencin norteamericana: la anexin a Mxico? Pero estas dudas e interrogantes no empaan en absoluto la profunda impresin causada por un texto que cala tan hondo en la entraa de lo cubano. s

Saludable debate
MANUEL IGLESIAS CARUNCHO

Julio Carranza, Luis Gutirrez Urdaneta y Pedro Monreal Cuba. La reestructuracin de la economa. Una propuesta para el debate Editorial Ciencias Sociales La Habana, 1995

I EN ALGUNAS OCASIONES SE DICE QUE LO IM-

portante de un evento es el mero hecho de que se produzca, ello es verdad sin duda en el caso de la edicin del libro que comentamos. La publicacin en la isla de propuestas distintas a las oficiales sobre la actual crisis econmica constituye un acontecimiento muy saludable. Carlos Fuentes seal hace tiempo que el capitalismo haba demostrado ser superior al socialismo en un aspecto primordial: mientras aquel se enriqueca absorbiendo en parte y, as, renovandose y adaptndose las crticas que le llegaban tanto desde dentro del sistema

pinsese en la ruptura que supuso Keynes para la economa clsica como desde extramuros cuntos marxistas no enseaban en las mejores universidades norteamericanas? en los pases socialistas, por el contrario, cualquier crtica, por nimia que fuese, se consideraba desviacin perniciosa que haba que evitar, cuando no, que haba que perseguir. Ello fue una causa ms del anquilosamiento y, finalmente, cada de los sistemas comunistas. Por tanto, si la etapa actual cubana permite, como es el caso, una reflexin pblica sobre los problemas que aquejan a su economa y el diseo de propuestas heterodoxas en la bsqueda de soluciones, bienvenida sea, as como el libro objeto del comentario. El libro est escrito de forma inteligente, no para cuestionar, sino para convencer sobre todo, dentro de la isla acerca de la necesidad de seguir profundizando en el camino emprendido de las reformas econmicas, si bien, se echan en falta en algunos apartados explicaciones ms acabadas sobre la justificacin y conveniencia de las propuestas. Tal vez en esa lnea de persuadir, para no provocar una reaccin demasiado negativa a sus propuestas, los autores pasan de puntillas sobre las causas de carcter interno de la crisis. En el libro se hace hincapi en las consecuencias adversas que significaron para Cuba los cambios experimentados en los pases del Este europeo a fines de los ochenta. Nada que objetar al enorme impacto de tales sucesos. Basta con recordar que la cada del PIB entre 1989 y 1994 alcanz el 45%. El efecto sobre el nivel de vida de la poblacin cubana ha sido demoledor. Pero la prdida de los mercados, crditos y precios preferenciales del Este europeo no lo explica todo. El modelo cubano mantena unos rasgos difcilmente compatibles con un buen desempeo econmico. Entre ellos, una alta vulnerabilidad en su economa externa; una baja eficacia en la produccin y los servicios, fruto de un estado paternalista y un

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sistema igualitarista que eliminaron en gran parte los incentivos al trabajo; y, una rgida centralizacin econmica. De hecho, desde que en 1985 se retomaron medidas centralizadoras, los indicadores econmicos haban mostrado un fuerte descenso en el crecimiento de la produccin. Reconociendo implcitamente lo anterior, los autores proponen un modelo diferente. Su tarea no es fcil. Como ellos apuntan, se trata, por una parte, de recuperar el crecimiento y de reinsertar al pas en el mercado mundial, lo que, para contar con el consenso social, hay que llevar a cabo sin afectar las conquistas del perodo revolucionario en aspectos como la salud y la educacin y sin poner en peligro la soberana nacional. Todo ello en una isla pequea, bajo el acoso estadounidense y partiendo de un modelo de socialismo totalmente estatizado. Vayamos a partir de aqu por partes. Un asunto relevante tratado en la Introduccin es el de la viabilidad de la renovacin del socialismo. Los autores no comparten obviamente las posiciones que sostienen la incapacidad de cambio de los modelos socialistas, basadas en que las modificaciones parciales resquebrajan la coherencia interna del sistema. Para ellos, el ejemplo de Viet Nam, que representara un caso de reforma econmica fundamental del socialismo no necesariamente un modelo a imitar indica lo contrario. No se recogen en el libro, tal vez por las mismas razones de cautela apuntadas, aquellos obstculos y resistencias que pueden aparecer en el camino en el caso de Cuba. No hay que olvidar que la generacin que se mantiene en el poder es la misma que hizo la revolucin. Aunque ha admitido siempre a regaadientes reformas parciales para mejorar el modelo existente, cambiarlo por otro equivaldra a negarse a s misma creencias, sueos y luchas de muchos aos, adems de reconocer un fracaso que cuestionara su legitimidad para mantenerse en el poder. No es casual que los autores

pertenezcan a generaciones ms jvenes. Ello significa el anhelo de construir el futuro y no solo de resistir la embestida de la crisis presente y, por otro lado, una mayor flexibilidad ideolgica que sus mayores. Pero, las resistencias al cambio no se encuentran slo entre los dirigentes de mayor edad. Juegan tambin en contra las inercias acumuladas por buena parte de la poblacin durante muchos aos. Obviamente, que sea difcil modificar el modelo no quiere decir que haya que dejar de intentarlo. Como deca Schumager, lo importante no es cavilar sobre si los problemas del mundo tienen solucin o no, sino ponerse a trabajar para resolverlos. Si algo est claro es que no suelen arreglarse solos. En el primer captulo, adems de describirse la gravedad de la situacin econmica, se recogen las medidas de reforma econmica decididas a lo largo del perodo 89-94: Entre las principales, por su impacto productivo, se encuentran la apertura de la economa cubana a la inversin extranjera, la extensin del trabajo por cuenta propia a toda una serie de oficios, la cooperativizacin del campo y la autorizacin de los mercados agropecuarios. A ellas hay que aadir, por su importancia, la despenalizacin de la tenencia de divisas, puesto que incentiva la entrada al pas de las substanciosas remesas de la comunidad cubana de Miami. Medidas que se han visto acompaadas por otras que persiguen el control de los equilibrios macroeconmicos. La ausencia de nuevas reformas desde 1994, con la notable excepcin de una nueva ley de inversin extranjera1, permite que, en estos aspectos, la obra se mantenga actualizada.
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En septiembre de 1995 se aprob una nueva ley de inversiones extranjeras que permite detentar el 100% del capital social al inversor forneo, admite la inversin en casi todos los sectores de la economa y agiliza la respuesta del Gobierno a las ofertas de inversin recibidas. La ley no contempla, para la empresa extranjera, la contratacin directa de mano de obra. La inversin en

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Lo ms destacable es que, a juicio de los autores, las medidas tomadas hasta el momento son parciales y desarticuladas. Su objetivo en los dos ltimos captulos es precisamente presentar un programa global de cambios que habran de tomarse en distintas reas de la economa, en diversas etapas y fases. Entre ellos se encuentran las relativas a la reforma de la seguridad social, la fiscal y presupuestaria, los cambios en la finanzas y el sistema bancario, la poltica de inversin pblica y el comercio exterior. Nos detendremos slo en aquellas que ms cuestionan los planteamientos oficiales. En primer lugar, est el reconocimiento del papel que puede jugar la pequea y mediana empresa privada en el nuevo modelo. Aunque los autores reconocen la hegemona de la empresa estatal como rasgo central de la economa socialista, propugnan un cierto espacio para la iniciativa privada en aquellos sectores que no sean estratgicos por su escala o tecnologa como la produccin agropecuaria, empresas de servicios, etc. con lmites mximos de capital o en el nmero de empleados. El principal argumento en favor de la propuesta es muy slido: esta medida, junto con la ampliacin de los permisos para ejercer el trabajo por cuenta propia, permitira la creacin de empleo en un momento en que el Estado no puede hacerlo2. Adems, la autorizacin de empresas no estatales igualara los derechos de los cubanos residentes con los de los extranjeros o los cubanos no residentes, que s estn autorizados a invertir. En el nuevo esquema, las empresas

Cuba queda ahora abierta a la comunidad cubana de Miami, aunque persiste como impedimento el embargo estadounidense.
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Segn la Asociacin de Economistas Cubanos (anec), de tendencia oficialista, en las empresas y organizaciones estatales, ante una eventual reestructuracin econmica, sobraran entre 500 y 700 mil empleados.

estatales contaran con una autonoma muy superior a la actual gestin, incluyendo la posibilidad de repartir incentivos salariales a sus trabajadores. Esta reforma empresarial podr parecer insustancial por lo evidente. Pero no lo es. No hay que olvidar que el socialismo cubano se construy sobre la base de un igualitarismo exacerbado y de la prohibicin estricta de toda actividad econmica privada salvo para un sector marginal de la agricultura. Adems, durante muchos aos se desconocieron los incentivos econmicos, en la lnea guevarista de la construccin del hombre nuevo. En segundo lugar, otro asunto importante lo constituye el papel que se asigna al mercado. En la combinacin entre plan y mercado, entre la planificacin centralizada para lo esencial y la descentralizacin alrededor de un mercado regulado de medios de produccin y de divisas que, en la ltima etapa del programa, se aadira al de bienes de consumo encuentran los autores la sntesis adecuada. De hecho, la construccin de un mercado de medios de produccin en el contexto de una economa socialista es el principal elemento del programa, el que, a su juicio, lo define como una reforma econmica fundamental. Las empresas, incluidas las estatales, financiaran sus inversiones con sus ganancias o acudiendo al mercado de capitales, mientras el Estado actuara a travs de instrumentos propios de la poltica econmica. En tercer lugar, un aspecto que no debe pasar desapercibido es el de la definicin de criterios para la poltica inversora del Estado. Adems de la inversin para garantizar el consumo y los medios de produccin esenciales, los autores propugnan la prioridad de las destinadas a la produccin de bienes de consumo para la incentivacin, puesto que la productividad del trabajo en Cuba est muy ligada al cobro en especie. El sector exportador tradicional constituye, a su juicio, otra prioridad inversora, al encontrar en la

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brecha externa una restriccin fundamental para la recuperacin y el crecimiento econmico. Hay que interpretar que cuestionan la dirigida a sectores nuevos como el biotecnolgico que suponen menores ingresos netos de divisas, al menos en el corto plazo. Con lo que se reabre el viejo debate de los primeros aos de la revolucin sobre la oportunidad del momento de escapar de la dependencia azucarera. La intemporalidad del programa de reformas y su gradualismo merecen un comentario final. Las distintas etapas y fases propuestas no cuentan con plazos para su introduccin, lo que justifican por la existencia de factores extraeconmicos difciles de predecir como la evolucin de la poltica norteamericana hacia la isla. Esta flexibilidad supone, en mi opinin, ventajas e inconvenientes que habra que sopesar ms. A su favor se encuentra entender que el proceso de reformas est mediatizado por la reaccin de los distintos sujetos sociales ante las mismas. Empearse en cumplir plazos, en el contexto de la grave crisis existente, resultara cuando menos arriesgado. El gradualismo ofrece un clima de mayor estabilidad para la poblacin que es tambin de enorme importancia para el inversor extranjero y tiempo para lograr su apoyo. Pero, por otro lado, la falta de un calendario ms o menos preciso implica el riesgo de frenazos y retrocesos ante cada dificultad que surja, pues da oportunidades a la generacin de resistencias de todo tipo. Algo as parece estar sucediendo en el momento de escribir esta lneas marzo de 1996 despus del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate. La aprobacin de la ley Helms-Burton, dirigida a dificultar la inversin extranjera en la isla, podra servir de nueva excusa para paralizar todo el proceso de cambios. Ojal no sea as. En el medio plazo, cuesta trabajo creer en el triunfo del inmovilismo. Sera sin duda la mejor manera de no llegar a ninguna parte. s

La piel y la mscara

JOS MANUEL CABALLERO BONALD

Jess Daz La piel y la mscara Anagrama Barcelona, 1996

O PRIMERO QUE HA SUSCITADO MI INTERS

por La piel y la mscara de Jess Daz, es su estructura, es decir, la pericia del autor para ensamblar los distintos aparejos temticos: el que corresponde a contar una historia y el que depende del rodaje de una pelcula. La literatura y el cine se imbrican en una misma trama y tienden en todo momento a compartir o intercambiar sus funciones. Y eso puede llegar a resultar muy llamativo, ms que nada por los aparentes equvocos o la doble reclamacin argumental que genera. Aunque se trate, en sentido estricto, del relato de la filmacin de una pelcula, todo lo que ocurre por fuera de esa concreta filmacin sincroniza con el propio guin cinematogrfico. Digamos que el rodaje de una pelcula equivale aqu a la redaccin de una novela. La frontera entre ambas vertientes creadoras se hace con frecuencia casi imperceptible y los personajes de la novela y los de la pelcula pueden interceptarse mutuamente, delimitando quiz una de las ms poderosas seducciones del texto. Ese sutil engranaje tcnico, cuyas dificultades de funcionamiento resultan evidentes, proporciona tambin a La piel y la mscara un eficaz vnculo narrativo. Hay que estar muy

Se reproduce con variantes, el texto ledo por J. M. Caballero Bonald en la presentacin de la novela La piel y la mscara, el 24 de enero de 1996, en la Sociedad General de Autores y Editores, en Madrid.

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atento para que ese vnculo no se enrede y se convierta en una trampa. Aunque tampoco estoy muy seguro de que Jess Daz no lo haya concebido deliberadamente as, con nimo de exigirle al lector una connivencia perentoria: o comparte con l la aventura de seguirle la pista a la novela de una pelcula o a la pelcula de una novela o se queda en el extrarradio del asunto. Supongo, sin embargo, que ningn lector que se sumerja en este torrente narrativo, podr equivocarse de direccin. Ya se cuidar mucho el narrador, o el director de la pelcula, de mostrarle algunos imprescindibles atajos, sobre todo para que no se confunda a la hora de identificar el tempo del cine y el tempo de la novela, que son ritmos muy distintos, aunque ambos suenen poderosamente a cubanos. La piel y la mscara es desde luego una novela sobre el cine o a partir del cine. No slo porque se trate de describir una pelcula desde dentro, sino por la sucesin de escenas narrativas que equivalen a secuencias cinematogrficas. Por supuesto que el constante uso de tecnicismos incluso de trminos jergales relacionados con la filmacin, proporciona al texto una credibilidad supletoria. En cierto modo, Jess Daz incorpora a su novela, a manera de temtica adicional, una especie de compendio de lecciones de cine desde la diversidad de puntos de vista del equipo de rodaje. No hay naturalmente ningn matiz didctico, cosa que habra sido ms bien latosa, sino una simple artimaa operativa, un procedimiento que lo mismo puede funcionar como eje del guin de la pelcula que como hilo conductor de la novela. Sin duda que, tal como est planteada, la novela habra sido muy distinta sin el apoyo de esa experiencia personal del autor. La vida y milagros de un profesional del cine en la Cuba actual ocupa efectivamente la base temtica del relato, o del doble plano literario y cinematogrfico del relato. Y por ah an138

da, a manera de subtexto, una obstinada intencin crtica. Pero como afirma un personaje de la novela (a la vez director de la pelcula) no quera aparecer como juez sino como testigo. Y as ocurre efectivamente. La Cuba que se perfila entre los crculos concntricos de la narracin viene a ser como un contrapunto entre los aciertos ya remotos de la Revolucin y los excesos y locuras del presente. La vida cotidiana, con todas sus carencias y represiones, hace las veces de caamazo sobre el que se proyecta un severo veredicto poltico. El hecho de que los personajes de la novela o los actores de la pelcula alternen sus intervenciones en primera persona es desde luego un hallazgo tcnico. No importa que a veces esa dualidad provoque que no se sepa muy bien si actan dentro de la ficcin del cine o de la literatura, pues ah se condensa toda la dinmica narrativa. El autor penetra en la psicologa de esos personajes con una muy peculiar dosificacin de astucias como director y guionista de cine y como autor de novelas. Lo que ocurre dentro y fuera del rodaje de la pelcula se complementa en un mismo encauzamiento de la accin. La protagonista (Ofelia: Iris en la pelcula) vuelve a Cuba despus de diez aos y desencadena, por as decirlo, toda una serie de tensiones y conmociones entre los personajes. La actualidad de la vida habanera sirve como teln de fondo de esa crispacin generalizada: una sntesis suficiente en la que caben el mercado negro, el deterioro urbano, la escasez, la desbordante alegra de vivir, la santera, el erotismo. Y todo ello avalado por la excelente prosa de que se vale Jess Daz para contar esta historia singular. La elegancia del fraseo, la hbil adecuacin del tono y el ritmo narrativos, el buen acomodo de los usos lxicos y sintcticos cubanos, suponen otros tantos estmulos para recomendar la lectura de una novela por muchos motivos apasionante. s

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El libro derivado
ALBERTO GARRANDS

Guillermo Cabrera Infante Mi msica extremada (ed. Rosa M. Pereda) Espasa-Calpe, Madrid, 1996

AY QUE DECIRLO DE ENTRADA: LOS TEXTOS

de Guillermo Cabrera Infante se leen en Cuba con una fruicin cuyo origen est en los atractivos de lo subterrneo. No conozco la totalidad de su escritura, pero me inclinara a aseverar sobre el creador de Tres tristes tigres la obra por la que presumiblemente ser recordado que la notoria brillantez de su literatura se sustenta en la combinacin de un ingenio prximo a lo barroco con una capacidad para relacionarlo todo dentro de un lenguaje estereoscpico, estereofnico y debidamente detonador. Cabrera Infante es un activo heredero de Joyce, ya se conoce. Y sin embargo, aunque esa herencia lo mantendr en principio atado al irlands infinito (as le llamaba Borges, creo), el autor de Mi msica extremada salt la barrera del influjo para aduearse de una potica personal. El mtodo de Joyce, si es que puede hablarse de algo parecido, tiene en Cabrera Infante su primer gran avatar. Y no slo en la narrativa cubana contempornea, sino tambin en la hispanoamericana. Ahora, en las postrimeras de un siglo de algn modo joyceano, enunciar esa verdad es casi como enunciar un lugar comn, pero es til subrayarla porque Mi msica extremada alude a ella y todava ms brota de su ejercicio con naturalidad, para emplear un trmino inexacto e inevitable. Un libro derivado (o derivable) es, por lo general, un ejemplo de unicidad en la potica de un escritor. Cuando los componentes de una serie literaria admiten el barajamien-

to y se resuelven, en la lectura, ms all de la opacidad (una opacidad, me apresuro a aclararlo, que es hija de la disyuncin, del movimiento centrpeto y de la auto-referencialidad), entonces el lector discurre por un mbito traslcido, un espacio reservado a la ausencia de fronteras. Este fenmeno posibilita, en las obras de Cabrera Infante, que nos adentremos en una orgnica intercomunicacin de sus elementos. As, pues, Rosa M. Pereda ha podido extraer de un corpus visible un libro que antes podamos tan slo intuir. Se trata de un volumen radical, de radicalidades diversas, y que posee una virtud: la de asomarse a dos abismos sin caer en ninguno. El de lo ensaystico y el de lo novelesco. El de la reflexin y el de la ficcin. Este doble vrtigo no supone, empero, la presencia de un combate. Cabrera Infante sabe (lo habr dicho en alguna parte, supongo) que toda la experiencia humana transcurre, en primera o en ltima instancia, dentro del lenguaje, y que el conocimiento de esta insatisfactoria mediacin produce una especie de fiebre argumentativa. Despus de sufrirla, es imposible separar el regusto ficcional del reflexivo. Mi msica extremada no es lo que, con ponderacin, cabra juzgar una antologa. He ledo el volumen como puede leerse un texto abierto (pensemos en el concepto que tiene Umberto Eco de lo abierto en una obra literaria) y me parece que la atomizada heterogeneidad de sus partes expresa una idea singular de esa dimensin dialgica, casi absolutamente oral, en la que se desenvuelve un suceder descentrado y al mismo tiempo aglutinador. El eje del libro pasa por una nocin (y una praxis) de la msica comprometida con el amor, el sexo, la cubanidad, el kitsch y la explosin del delirio confesional: el bolero. Del mismo modo, Mi msica extremada es otro homenaje, por necesidad ms abarcador, al reciclamiento pardico de esas historias congruentes con la sensibilidad del bole139

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ro, pero sobre todo a la aspiracin de que un texto sea real en tanto msica, especialmente si su musicalidad manifiesta se orienta hacia un tipo de recepcin mtica, de destino mtico, cuyo mbito es el de la andibilidad. Ese destino es intil decirlo tiene mucho que ver con una claustrofobia evidenciada cuando el lenguaje obra como crcel y como espacio de la emancipacin. Y cuando, adems, la factografa de lo real se sublima, se esencializa, se autotrasciende. Cuando a Joyce le preguntaron si Finnegans Wake era msica en palabras, contest: No; es simplemente msica. Uno lee (intenta leer) ese portento para el odo y comprende que en el anhelo de Joyce existe un estrato en forma de historia, en forma diramos de suplemento narrativo, que es el de la coherencia y acaso el del sentido. Cabrera Infante se presenta aqu con comentarios sobre msica, msicos y letras musicales, pero el libro tambin acepta textos de otra ndole, textos avecinables a lo musical porque sus complementos estn all, en la msica, y porque ella los reclama colateralmente, en un roce oblicuo, de vivencia oblicua lezamiana. Es preciso aadir, por otra parte, que el autor de Mea Cuba es un dialctico prolijo, pues de sus obsesiones extrae una extremada microfsica de los actos humanos, una suerte de diagrama alusivo a la percepcin del micromundo, en este caso el de las operaciones de la sensibilidad dentro de un orbe cuya ecuacin es msica-amor-bolero-Cuba. (Cuando me refiero, pensando en la literatura de Cabrera Infante, al hecho de que l es un dialctico prolijo, un diagramador del micromundo de marras, no puedo dejar de recordar al Marx no marxista de los Manuscritos econmicos y filosficos de 1844, en algunas de cuyas pginas se anticipan incoativamente los procedimientos de Joyce y, por analoga, los del gran escritor cubano.) No puedo hablar con responsabilidad sobre la msica (o las msicas) en la isla, ni so140

bre los msicos cubanos (de dentro o de fuera). Me resulta posible, en cambio, conjeturar que este libro revela en todo su alcance el vnculo anmalo, en estado de ignicin, simbitico y, desde luego, pasional de Cabrera Infante con el contexto cubano. Esta aseveracin corre el riesgo de cortejar lo obvio, pero tal vez podra servir de punto de partida a quienes, en Cuba, leen a G. Can y, con extraeza dubitativa, entre el humear sagrado de un cigarrillo y los aromas del ron, piensan en el curioso destino literario de un creador que es un bolero, o de un bolero que se encarna, se fragmenta en palabras, canta. s

Florit queda
GUILLERMO RODRGUEZ RIVERA

Eugenio Florit Lo que queda Ediciones Cocodrilo Verde Cceres, 1995

O QUE QUEDA ES UNA ANTOLOGA DE LA OBRA

del poeta cubano Eugenio Florit, una de las figuras capitales de la rica tradicin que conforma la poesa de la isla en el siglo XX. Integrante de una generacin que ha solido llamarse del treinta, de la vanguardia e incluso de la Revista de Avance (a partir de su publicacin ms caracterizada), Florit pertenece a la promocin de nacidos despus de 1900. Si los nacidos antes de esa fecha integran el grupo ms ideologizado y director de los destinos de la generacin (Martnez Villena, Jorge Maach, Juan Marinello), la segunda promocin comprende a los ms importantes creadores que ese momento de la historia literaria cubana produjo: Alejo Car-

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pentier, Lino Novs, Nicols Guilln, Eugenio Florit, Emilio Ballagas, Lydia Cabrera. Lo que queda aparece estructurada en tres secciones que, tcitamente, establecen una periodizacin en la obra del poeta que fcilmente podemos aceptar. La primera de esas secciones parte de Trpico, el libro que representa el emerger vanguardista del poeta. Casi inmediatamente despus que Mariano Brull, Eugenio Florit coloca una piedra fundamental en la formacin de la poesa pura cubana, que tendra su tercer gran nombre en Emilio Ballagas. Es compleja, mltiple, la integracin de esa tendencia que viene desde Francia por la obra de Paul Valry y por los acercamientos crticos y tericos de Henri Bremond, y desde Espaa por Juan Ramn Jimnez y varios de los jvenes poetas de la generacin del 27, estos ya perfectamente coetneos de los cubanos. Si Brull y Ballagas conforman la vertiente sensual del purismo cubano, Eugenio Florit ser el poeta de su vertiente reflexiva. Esta emerge ya en las originales y hermosas dcimas de Trpico. La dcima, estrofa culta conformada en tiempos del barroco espaol, se convierte en Cuba, gracias al genio de Juan Cristbal Npoles Fajardo, El Cucalamb, en el extrao vehculo de la poesa popular y repentista, campesina y urbana, que no ha dejado de existir y revitalizarse desde el pasado siglo. Extrao, porque la poesa de esa naturaleza suele apoyarse en estrofas que no presentan la complejidad de la dcima. En las dcimas de Florit convergen las dos lneas de la dcima: la tradicin popular cubana, y el pasado culto espaol, desde Espinel a Caldern. Las dcimas de Florit son paisajes como tan frecuentemente ocurre en nuestra dcima popular, pero construidos desde una calculada geometra en la que estalla la pirotecnia de un metaforismo que fue esencial en la vanguardia y que ella asedi desde mltiples posiciones. A la hora de considerar las piezas repre-

sentativas de la poesa pura de Florit, es una pena que en esta breve pero atinada seleccin, falte un texto como Estrofas a una estatua. All el poeta inicia una suerte de purismo neoplatnico que, aos despus, acoger el Brull de Solo de rosa. Por supuesto, en esta seccin aparece otro poema imprescindible de Florit: su Martirio de San Sebastin. Este texto funda en la isla una exigente poesa religiosa que dejara huellas imborrables en los poetas de la revista Orgenes quienes, aun cuando se proponen una aventura potica distinta a la de Eugenio Florit, parten inevitablemente de la referencia que su obra ha conformado en los aos treinta de Cuba. La segunda seccin de Lo que queda, la integran textos que el antologista recoge a partir de Asonante final y otros poemas, el primer libro que Florit da a conocer despus de haberse radicado en New York, donde ejercer como profesor en Columbia University. El poeta cubano llegar a dirigir la Revista Hispnica Moderna, como dignsimo sucesor del gran maestro espaol Federico de Ons. Es curioso y significativo que Florit, arraigado en tierras de otra cultura y de otra lengua, produzca entonces otro giro en su poesa. Es el de la bsqueda, acaso partiendo de la tradicin anglosajona, de un lenguaje conversacional que constituye tambin un reencuentro con el habla cubana. Falta otra vez, en la antologa, un texto fundacional. Me refiero al poema Conversacin a mi padre. Ya, desde el ttulo mismo, aparece la palabra que servir para denominar un largo perodo de la poesa en lengua espaola. Conversacional se ha llamado a esta poesa que tiene en Eugenio Florit a uno de sus fundadores. Por supuesto que no es este el lugar para precisar las peculiaridades de la compleja integracin de esta tendencia potica que, mutatis mutandi, se ha llamado tambin en Hispanoamrica antipoesa, poesa de la existencia, exteriorismo. 141

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Octavio Paz, en su famoso ensayo El caracol y la sirena que figura en Cuadrivio, ve en la obra de Rubn Daro el punto de partida de las que considera las dos grandes vertientes poticas de la contemporaneidad: la poesa de la imagen inslita y la poesa del prosasmo. Florit, que haba sentado plaza en la primera de esas direcciones y pareca haber consolidado en ella su voz definitiva, va a contribuir asimismo, entre los primeros, junto al Virgilio Piera de La isla en peso, y al Eliseo Diego de En la Calzada de Jess del Monte, a la integracin de un modo de poetizar que tendra entre sus voces ms caracterizadas a poetas de varias generaciones posteriores. Un texto como Los poetas solos de Manhattan, escrito en 1959 y recogido en su libro Hbito de esperanza, nos entrega a un Florit impresionantemente joven a sus entonces casi sesenta aos, y con fuerzas y oficio para dar lecciones a los nuevos poetas. Recuerdo lo que a m me impresion, cuando pude leerlo en La Habana, en un ejemplar de la Antologa penltima, que la generosidad de Jos Zacaras Tallet haba puesto en mis manos, como prstamo que nunca devolv. Todava, a pesar de su brevedad, Lo que queda nos reserva una tercera seccin, que conforman los textos que el poeta escribe entre 1988 y 1993. Poemas de un armonioso sosiego en los que, a sus noventa aos, Florit se sabe situado au dessus de la mele, por encima de la contienda de tendencias y poticas. El ltimo poema de la seleccin se titula La poesa: Una rama de aire que se mece / a la pausa del viento verdadero, / hecha de dulce resonar / y de armonioso pensamiento. / Y un aire antiguo. Clara poesa de siempre, de muchos siglos atrs o del siglo que viene, en la voz de uno de los ms genuinos poetas de la isla. Desde una de las solapas de esta muestra, se presenta a Eugenio Florit como uno de los escritores ms sobresalientes entre los poqusimos que consideramos como clsicos en la literatura hispanoamericana del siglo XX. 142

Quien esto escribe, sin embargo, no apunta los escasos nombres de esa exigua nmina. Aunque Florit es una voz de Hispanoamrica y, ms an, de la lengua, yo quisiera ahora estrechar el crculo y confinarlo a Cuba. Porque, a mi modo de ver, es ciertamente un clsico, pero no por su excepcionalidad, sino por ser uno de esos nombres imprescindibles en la rica tradicin de la modernidad potica de la isla, que inauguran los de Jos Mart y Julin del Casal. s

El ser cubano y la nada

CARLOS VICTORIA

Zo Valds La nada cotidiana Emec, Barcelona, 1995

AY UNA LITERATURA QUE PODRA LLAMAR-

se de urgencia, en la que el escritor se siente apremiado a relatar sucesos que para l (o ella) tienen una extrema importancia, porque han marcado y cambiado su vida. Se trata de una literatura de tono confesional, narrada en primera persona, que sin ser estrictamente testimonial puede tomarse como una ficcin autobiogrfica. Este gnero (porque de alguna forma lo es), en el que predomina una voz desafiante, no se detiene en cuestiones de estilo, y parece desmentir el postulado de que la escritura, y muy en especial la novela, es el resultado de un arduo proceso de reflexin, revisin y depuracin. El lenguaje de esta narrativa puede ser tosco, pero nunca pasivo; el impudor, incluso el desparpajo, nutren e impulsan el catico relato, pues pocas veces puede esperarse de estos libros escritos febrilmente un argumen-

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to slido y bien elaborado. Muchas de las novelas de Jean Genet, Jack Kerouac y Henry Miller pertenecen a esta especie de antiescuela, por slo citar tres ejemplos sobresalientes de este siglo. En la literatura cubana tenemos dos recientes, ambos memorables: Los aos de Orgenes de Lorenzo Garca Vega y Antes que anochezca de Reinaldo Arenas. (El escritor Antonio Jos Ponte, agudamente, los ha clasificado tambin como literatura cubana del no). A esta corriente se suma ahora con gran vitalidad La nada cotidiana de Zo Valds. Los peligros del gnero son evidentes: lo acechan de continuo la falta de rigor, los tonos estridentes e incluso la incoherencia. Muchos escritores para los que el lenguaje es un culto sagrado se rebelan ante lo que ellos ven como un ataque a su oficio, adquirido con penosos desvelos. Truman Capote, cuya fama a finales de los aos 50 se debi a su estilo meticuloso, casi en el lmite de lo exquisito, y a sus argumentos sugerentes, teidos en ocasiones de un tinte de irrealidad, se resistira a aceptar la devocin de lectores y crticos por En el camino de Kerouac. Eso no es escribir, es mecanografiar, protestaba con desdn el autor de Otras voces, otros mbitos. Pero al juzgar a Kerouac, Capote no supo ver ms all de la abigarrada superficie del que fue el libro clave de una generacin; no tuvo olfato para distinguir el valor de la urgencia. Lo que redime a esta literatura es algo que muchas veces falta en otros libros de esplndida factura, llenos de inteligentes reflexiones y brillantes imgenes: la autenticidad. Para que la narrativa urgente supere su inmediatez, tiene que ser absolutamente genuina. La nada cotidiana lo es. Por ser autntica, esa ferocidad que recorre las pginas de la novela de Zo Valds convence y sobresalta; ese resentimiento, esa desfachatez, esa burla grosera y ponzoosa se vuelven parte esencial de la sustancia; transforman sus defectos en virtudes. Patria, la protagonista, nace al parecer

destinada a convertirse en la versin femenina del hombre nuevo que proclam el Che Guevara; no es casual que sea el propio Che el que coloque una bandera cubana sobre el vientre de la madre encinta, que est a punto de dar a luz a esta nia promisoria. Hija de un fervoroso revolucionario, Patria va a disfrutar desde muy temprana edad las prebendas del rgimen castrista, incluso de una imponente mansin, abandonada por un escultor que huy a Miami. La historia de esta joven belicosa, que primero cambia su nombre por el de Yocandra (como si renegara de la consigna ms machacada en Cuba desde 1959 hasta la fecha: Patria o Muerte), luego desciende a una vida de humillaciones y mentiras en su relacin con el Traidor, y por ltimo, como amante del Nihilista, se enfrentan a su propio vaco y esterilidad, en el medio de la ms agobiante miseria, es casi una metfora de la degeneracin de ese fenmeno que todava a estas alturas muchos llaman (con mayscula) Revolucin. Sobresalen en la novela los dos personajes masculinos que dominan la vida sexual y afectiva de Yocandra. Es lgico que ninguno de los dos tenga nombre, sino apodo: ambos simbolizan dos generaciones, dos etapas del mundo intelectual cubano que a la protagonista, y a la escritora, les toc vivir. El Traidor surge en los aos 60, cuando el rgimen comenz a efectuar una de sus compras ms sabias, tal vez la ms hbil de todas: la de los escritores y artistas a los que otorg status, privilegios, publicaciones, recursos para hacer cine, exposiciones, viajes a foros internacionales, prestigiosos empleos en revistas y casas editoras, a cambio de la sumisin. Tan eficaz result ese contrato (que recuerda bastante al de Mefistfeles y Fausto), que prosper a lo largo de los aos 70 y 80, y con muy escasas excepciones se encuentra vigente hasta el da de hoy. Incluso actualmente se renueva de forma continua (con ciertas concesiones forzadas por la poca) con los nuevos intelec143

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tuales en Cuba que firman el pacto. El requisito indispensable fue desde el principio, y sigue siendo, no cuestionar la autoridad mayor. En La nada cotidiana el Traidor, imitando sin duda a sus amos, o tal vez simplemente en singular, a su Amo, le impone condiciones a Yocandra para la relacin entre ambos: l le dar educacin, placer (aunque siempre doloroso), seguridad, comodidades, incluso breves estancias en otros pases, si ella renuncia a su nombre, a su individualidad, a su familia, si vive para l, para atenderlo, para complacerlo, y sobre todo si no pone en duda jams su gran obra, siempre inconclusa, siempre en vas de desarrollo, y que al final resulta la repeticin de unas palabras carentes de sentido, escritas por un loco. Por el contrario, el Nihilista simboliza una generacin posterior, con la que Yocandra llega a identificarse despus de su ruptura con el Traidor: la de jvenes con una indudable sensibilidad, con una aspiracin creativa, pero frustrados y amargados ante la imposibilidad de una realizacin personal que no implique la negacin de s mismos. Para ellos el sexo se transforma en un culto, el escapismo en un modo de vida, y su juventud se diluye en proyectos que no llegan a concretarse jams. Renuncian a la hipocresa, pero a la vez a toda forma de ideal y de lucha: el nico objetivo es vivir el instante, subsistir como mejor se pueda, sin el menor asomo de una verdadera fe, de un impulso que cambie su destino. El Nihilista, pese a su honestidad, su encanto personal y sus dotes de amante, es a la larga vctima de su incredulidad y de su inercia. Entre estos dos extremos se mueve Yocandra, colrica y confusa, valiente y cobarde: hacia el final, cuando sus dos amigos, la Gusana y el Lince, que optaron por el mundo de la marginalidad, logran salir de Cuba, debe enfrentarse a sus propios demonios sin ms recursos que su capacidad de convertir su rabia y sus temores en lenguaje, en narracin de urgencia. 144

El resultado es una novela contundente: el cido retrato de una utopa que se disolvi en la nada. s

Las memorias de Daz Martnez

JOS PRATS SARIOL

Manuel Daz Martnez Memorias para el invierno Ediciones del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 1995

ENTRO DE LA POESA CUBANA ACTUAL LA

obra de Manuel Daz Martnez (1930) destaca entre las ms representativas de su promocin. Tal representatividad viene dada inicialmente por el rompimiento con los poderosos artificios verbales del grupo Orgenes encabezado por Jos Lezama Lima, la plenitud de la potica conversacionalista y, recientemente, su insercin dentro de lo que podra considerarse una suerte de eclecticismo estilstico. As lo confirma la poesa de sus principales coetneos y coterrneos como Heberto Padilla y Francisco de Ora, Csar Lpez y Rafael Alcides, Pablo Armando Fernndez y Roberto Fernndez Retamar. El cuaderno Memorias para el invierno, con el que Daz Martnez obtuvo el II Premio de Poesa Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tambin confirma la representatividad heterognea y polmica que sus mejores poemas brindan, convocan. La lectura de los cuarenta y tres poemas, preferencias a un lado, es una verificacin saludable de que hoy las ms autnticas voces de la poesa de habla castellana han dejado atrs cualquier hipoteca sectaria, para no hablar de los virus producidos por la idea de progreso en arte y literatura.

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Dos seales parecen ser las que le otorgan cohesin a este cuaderno: las nostalgias y las preocupaciones no quiero usar la palabra angustias ontolgicas. Ambas recrudecidas respecto de sus textos precedentes por una mayor afinidad con las formas mtricas clsicas, con ritmos y eufonas, particularmente con el soneto. A partir de su anlisis, puede ofrecerse una valoracin cuya clave est en el epgrafe de Jos Lezama Lima, que preside, orienta: si la ausencia pregunta con la nieve desmayada. Las nostalgias, como si fueran deidades griegas a la sombra de Kavafis, son las que arman Memorias para el invierno. Alejado de su patria, traspasado el aprensivo umbral de los sesenta aos, el poeta decide recoger amarras, es decir: poemas. Las fechas y los sitios que dan las referencias hacen obvio el propsito de nuclear, de ordenar. La impresin primera es que se trata de una agrupacin apresurada por el miedo a perderlos. La dispora parte del drama cubano actual clava sus uas en la memoria afectiva, cala hondo en la carne material y espiritual del hombre desilusionado, arrepentido, estafado. Es ella quien tortura y retuerce, quien sobre la provisoriedad del exiliado, siempre al borde de la mendicidad, edifica este cuaderno tan desigual como la vida. De esa atmsfera las nostalgias entonces descienden a los textos. Toman cuerpo. Son los Sonetos en mi isla con los cangilones del litoral. Son plegarias grises que dispersa el viento porque a una isla se llega tal vez cuando se toca / su intensidad de brizna contra el viento. O se hacen confesin en Escena con una avenida detrs de la ventana, para decir Mis papeles crujen en la hornilla / mis viejos papeles cargados / de lejansimos olvidos. Porque: Necesito como nunca su paciencia: / no es fcil salir de pronto / sin hilos / a la escena / habiendo sido tanto tiempo ttere / con titiritero como se lamenta en Discurso del ttere, desde la animadversin que Jos Mart siempre tuvo contra los manipuladores y caudillos.

La rosa nostlgica de Daz Martnez, implcito homenaje a un olvidado poeta cubano, Mariano Brull, es la rosa imposible de siempre. La que sin por qu florece en Silesius. La que aqu se nos va descubriendo por el mismo azar en la tumba de Kafka, en cada tumba afectiva y racional. Es la rosa en el Guadalquivir andaluz junto a la solidaridad de unos amigos, pero siempre en Cuba y siempre, universalizando los versos, con una melancola y una ternura como en el poema El imaginero de Cdiz capaces de aceptar virilmente los golpes del azar. No por gusto se incluye un Posible epitafio para Antonio Machado, como si nos sugiriera buscar analogas, pesadumbres. Claro que la segunda seal, las preocupaciones ontolgicas, no puede aislarse de las tercas, empecinadas nostalgias que aciclonan Memorias para el invierno. Las aejas preguntas sobre la razn de ser, el ser y el devenir, las sinrazones, cubren escpticamente a esta voz que recuerda a momentos el trgico decir de Len Felipe, la insondable sabidura de Csar Vallejo. El paisaje del hombre y su indefensin existencial, carente en l de fe en Dios, se convierte en sofisma o apora a lo Borges. Un solo ejemplo es difano, Contribucin a la dialctica, dice: Sin el nunca / no hay jams / ni siempre / de eternidad, / sino el hoy / sin ya, / el entonces / y el quizs. La realidad verbal, con independencia para el lector de los motivos, y aun del autor, hace decisivo un punto de vista, una ventana que se abre a una casi obsesin dentro de la ms reciente poesa cubana, sin deslindes generacionales: la salvacin del individuo, de la individualidad. Reaccin lgica frente a las aberraciones de la masa, su presencia deja como aprendiera Jos Ortega y Gasset y denunciara en La rebelin de las masas una leve aurora en el complejo, torturado horizonte cubano. O quizs, ms importante, unos versos que tal vez logren salvarse del caos ltimo o primero, all donde Manuel Daz Martnez 145

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dice que Todo sobra en el adis, o donde nos advierte que las palabras son semejantes a espadas rencorosas. De ese adis y de ese rencor estn hechas sus Memorias para el invierno. s

Gastn Baquero, un maestro de la lengua espaola

PEDRO SHIMOSE

Gastn Baquero La fuente inagotable Pre-Textos Valencia, 1995

propedutica, mediante veinte minicrticas reunidas en el libro Escritores hispanoamericanos de hoy (1961), el escritor cubano Gastn Baquero (Banes, 1918) prosigui su labor ensaystica en Daro, Cernuda y otros temas poticos (1969). Hizo un alto en el camino de las disquisiciones literarias y se dedic a estudiar el mestizaje en Amrica. As naci su esclarecedor libro Indios, blancos y negros en el caldero de Amrica (1991) al cual le sigue, ahora, La fuente inagotable. El ttulo martiano se justifica porque la mitad del libro est dedicado a Jos Mart; el resto, a otros poetas casi siempre hispanoamericanos. Con su manera peculiar de decir las cosas prosa galana, sencilla y coloquial Baquero vuelve a conversar con su lector, con agudeza de ingenio y elegancia de espritu. Por qu insiste en Mart? El mismo Baquero nos lo aclara: porque la magnitud de su genio, la riqueza de su personalidad, no estn agotadas por el ocano de pginas y de palabras que pesa sobre l (...) Es una mina muy excavada, muy abusada, pero nadie ha conseguido
ESPUS DE REALIZAR UNA EFICAZ LABOR

vislumbrar su fondo. Por mucho material que se saque de ah, todava queda mucho adentro. De esta manera, Baquero trae tambin su candil minsculo y nos habla del misterio de la obra martiana; misterio porque Mart muere joven, demasiado pronto, dejndonos un legado impresionante en calidad literaria y en cantidad de libros; nos conduce por senderos inexplorados hacia una nueva forma de leer sus versos (los menos populares, ante todo); nos muestra un Mart humano, profundo, interior, autntico, y nos invita a rechazar el Mart superficial y postizo de los discursos. Un Mart por fuera, uno de invocacin patritica, de reclamo a fecha fija, es un intil Mart, sostiene Baquero. Tambin repasa y comenta varias ediciones de las obras de Mart (obras completas, cartas, antologas y la edicin de La edad de oro que l prolog, en 1990, para la editorial Mondadori, en Madrid). En dicho prlogo, Baquero nos comunica el parangn entre Mart y el escritor holands Multatuli (seudnimo de Eduard Downes Dekker), hallazgo primicial del traductor espaol Francisco Carrasquer. Otro repaso a Mart se verifica en Mart, Gabriela y Montalvo, donde Baquero sostiene un juicio sugerente: Mart era una sinfona de Mozart. Ms adelante y casi al final de la seccin martiana, leemos un atrevido ensayo El cristal laico muy influido por Teilhard de Chardin, en el cual se dice: No hay, pues, fallo teolgico alguno en comparar a Mart con Cristo. Si ya sabemos que la vida y pasin de Jess es una ejemplarizacin, un compendio de la historia de la humanidad, debe entenderse que por cuanto Cristo fue todo un hombre, todos los hombres, todo hombre puede ser, llegar a ser Cristo. Y una revelacin La pgina inslita donde se invita a la lectura de un texto alucinante de Mart, contenido en sus Cuadernos de apuntes. El texto en cuestin, brevsimo, (un minicuento, se dira hoy) relata la agona de

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un cuerpo esqueltico, vivo que no pudo amar, acurrucado en su secreto. En cuanto le arrancan el dolor, rueda por tierra, muerto. Fiel a las normas del gnero ensaystico, Gastn Baquero renueva nuestro repertorio de opiniones sobre esto y aquello; replantea cuestiones supuestamente inmutables en el reino de las enciclopedias y nos divierte con noticias inditas y raras como la del lugar de nacimiento de Alejo (o Alexis) Carpentier y la de una carta desconocida de Csar Vallejo dirigida a su hermano Vctor, fechada en Pars el 18 de junio de 1929. Todo breve, claro, sencillo, nuevo. Debe sealarse el ensayo La poesa de Lezama Lima, aparecido en el diario El Mundo (La Habana, domingo, 8 de febrero de 1942) por su carcter precursor: fue el primer estudio dedicado a la original poesa de un poeta original de un grupo llamado Orgenes. La fuente periodstica de los ensayos de Baquero cumple con otro requisito exigido al gnero en Latinoamrica. Nacidos en las pginas de revistas y suplementos dominicales, estimulados por la imaginacin e inspirados en la ficcin muy en el estilo de los grandes maestros Pedro Henrquez Urea, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges y Julio Cortzar e irrumpen en el gnero fantstico. Tal es el caso de Oye, mira: esos pasos son los de l. Aqu recrea la estancia de Vallejo en Madrid, calle Antonio Acua, nmero 4. El autor de Trilce y Poemas humanos transita, silencioso y espectral, en amable vecindad con el poeta Gastn Baquero. Anulado el tiempo, el espacio intacto, permanece. Por otra parte, al lector cubano le gustar saber que en el volumen que reseamos hay dos ensayos Panorama de la poesa cubana y Loa y vilipendio de las antologas que contribuyen, creo, y seguirn contribuyendo al mejor conocimiento de una de las poticas ms abundantes y valiosas de Hispanoamrica, segn palabras de Rubn Daro escritas hace un siglo y an vigentes. Se podr comprobar cmo, al margen de banderas y

disensiones polticas, muy respetuoso del valor esttico de cada poeta, Baquero integra, no disgrega, ni sectariza. Baquero aplica en estos actuales (y antiguos) textos, la crtica hermenutica (en el caso de Goethe, por ejemplo) e insiste en un aspecto olvidado o descuidado por la crtica acadmica contempornea: el anlisis comparado. En este sentido el ensayo Jorge Manrique en Amrica es ejemplar. Obra as, no por limitacin de criterio ni por ausencia de mtodo. Precisamente, el mtodo abunda. En Gastn Baquero es permanente la referencia, la alusin, la relacin de obras y autores de diversa procedencia porque en ningn momento olvida la herencia del pasado y su proyeccin en la obra presente. Principio tienen las cosas. Baquero escribe como habla: con esa soltura, esa gracia, ese ritmo prosdico y esa sintaxis realmente originales. Una de las esencias del ensayo es la mirada o la visin virginales, nuevas; la palabra nunca dicha, el juicio no expresado antes, la revelacin del descubridor de nuevas rutas y territorios no hollados por otras inteligencias. Asombra ver a este exiliado prodigndose en su cubana, despojado de rencores y mezquindades. A pesar de su alejamiento forzoso, no ha olvidado su isla, la isla de Mart. En realidad, La fuente inagotable es el homenaje de un poeta que no se cansa de ser poeta a otro poeta que vuelve siempre a nosotros como aparecido despus de un bao de luz. El autor disfruta como un nio, inventando un juego inteligente que comparte con sus lectores, cercanos e ignotos. De esta forma intensifica y enriquece el acervo ensaystico latinoamericano. Aunque Baquero aluda, en uno de sus ensayos sobre Mart, al desencanto de ste al conocer la faz oscura de la condicin humana (Conozco al hombre... He visto al hombre y lo he encontrado malo), Baquero esgrime la razn potica para activar el estallido de la esperanza en un mundo desesperado. 147

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Las pginas que el autor dedica a los escritores espaoles Jorge Manrique, Juan Ramn Jimnez y Pedro Salinas tan generosas, tan justas, tan esplndidas no hacen otra cosa que poner en evidencia el mal trato, la reticencia, la cicatera de las lites de Espaa hacia un escritor que, en su humildad de exiliado y en su cubanidad insobornable, ha dejado de pertenecer a un pas para convertirse en un maestro de la lengua espaola. Hay que decirlo hasta el cansancio: Gastn Baquero es una de las glorias vivas del idioma en prosa y verso y el libro que comentamos exige ser ledo, pues las reseas slo anuncian plida y desconsoladamente el oro de su contenido. s

La vida no vale nada?

ZO VALDS

Alberto Schommer (fotgrafo) La vida La Habana, 1994 Caja de Madrid / Turner Madrid, 1994

La vida no vale nada, si tengo que posponer, cada minuto de ser, y morirme en una cama...
Fragmento de una carta de los esposos Rosemberg a sus hijos, cantada por Pablo Milans

mo! Sobre todo esa pobreza que no es evidente, no como suele serlo en Bolivia, Per, o en frica. Qu bien retrata la pobre148

U FOTOGNICA ES LA POBREZA, DIOS

za aliada con el mestizaje! Y mucho mejor, si esa pobreza se llama Cuba, y deba, por estatuto, ser alegre, impetuosa, narcisista, vaya, una mezcla de todo lo que ya no queda en el mundo: El capitalismo, aos cincuenta, renovado, para los turistas, y el socialismos para los nativos, qu ms se puede pedir? Estoy, nuevamente, frente a un hermossimo libro de fotos. Tengo, gracias a algunos antiguos laboratorios habaneros, el ojo adiestrado para la buena foto. Me apasiona este arte por la capacidad fabulosa que posee de atrapar el detalle real de un instante, y de su poca, o de la emocin de un rostro, o la esencia de la luz y del paisaje, la edad de un cuerpo. Para m, foto, es momento. Ese momento misterioso de la poesa enfrentada, cara a cara, y que, ya escrita, deja de ser inspiracin para ser poema. Estas fotos son poemas. Cercanos a la sensibilidad del fotgrafo, pero, lo siento, lejanos de nuestra sensibilidad. No quiere decir que no est La Habana en ellas. Est, sin dudas, luminosa en sus derrumbes, terrible en sus flaquezas, demonaca en sus risotadas. Ya lo dice l mismo en el prlogo, este libro es sencillamente una vivencia. La del fotgrafo. Porque, lo siento, una puede ser muy intelectual, y muy artista, y todo, pero una lengua es una lengua, aqu y en Cocosolo, y ya que en este libro hay tantas fotos con lenguas para afuera, diciendo aqu estoy yo, pues yo tambin voy a desatar la ma. Primero, porque a m, lo de las lenguas, tambin me fascina, pero a su hora y momento. Segundo, no s si esto es una invitacin al chisme, tan comn donde quiera que los cubanos forman sociedad, o una incitacin a opinar con vehemencia sobre cualquier disparate, o a otra trampa freudiana del placer... Lo ltimo me gustara ms, aunque siempre he dicho que Freud se salv en tablitas, porque entre ver orinar a Lou-Andras Salom en un jarrn de porcelana, y sentarse en el muro de La Punta, a la una de la maana, donde el Kamasutra es

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un nio de teta, junto al Catresuda habanero del malecn, pues con lo ltimo se hubiera tarado para toda la vida, y al psicoanlisis que se dedicara dios. Y hablando de ella, de La Vida, y desatando la lengua, son fotos de una calidad estupenda y todo lo que se quiera, pero es que La Habana, 1994, no era precisamente la vida. No olvidar que 1994 fue el ao ms duro de toda la historia de Cuba, desde 1959 hasta la fecha, y uno de los ms duros de su historia. No obviar que a principios de ese ao, cuarenta y tres personas en un intento de salida ilegal del pas por mar, entre ellas veinte o veintitrs nios, (nunca se ha dicho la cifra exacta) fueron hundidas en el mar por guardafronteras cubanos, perdiendo, nada menos que, las vidas. No obviar que, en el verano de ese ao, miles de personas se botaron para la calle en protesta contra el rgimen, arriesgando la crcel, y las vidas. No menospreciar que, ese mismo verano 35.000 personas, ancianos, jvenes, madres con nios en brazos, se lanzaron al mar en embarcaciones artesanales, con tal de huir de su pas. Muchos encontraron la muerte. Recuerdo que cuando se intentaba hacer retroceder a una madre con un nio de seis meses en brazos, la respuesta era: Aqu no dicen que socialismo o muerte?, me voy palo segundo. Yo lo siento, tal vez, lo ms seguro es que el fotgrafo haya visto slo lo mejorcito, que es lo que sale en las fotos, pero que tampoco es la vida del cubano. En el sentido esencial, social y cultural, de vida. El cubano nunca vivi as antes. El cubano vive, ms o menos as, ahora. Lo que s es cierto es que el cubano quiere vivir, como todo el mundo, y en verdad sobrevive. No confundir el deseo propio con el ajeno. Que la gente se babea de gusto cuando ve un edificio en ruinas, porque, mira que las ruinas son graciositas!, pero que nadie piensa en los habitantes, es cierto. En Cuba mucha gente vive, desde aos de aos, en albergues colectivos. Por

qu no enterarse de lo que es un albergue colectivo? Nadie me lo cont, viv en uno de ellos, porque el solar donde habitaba se derrumb cuando contaba diez aos, estuvimos dos ms esperando por una casa. Y so que era cuando mejor estaba la vivienda, porque exista Celia Snchez. Lo otro, bonito a ms no poder, son las playas. Es que son fotos realmente vivas, demasiado vivas. Cualquier playa cubana (no es chovinismo) es bella. En cualquier playa cubana, la gente es ms que bella: son jvenes, se aman, necesitan alegra. Las playas son para eso, para desconectar un rato, o... para desconectar de la vida, del pas. Del Rincn de Guanabo, una de las zonas playeras ms seductoras del mundo, salieron hacia el muere miles de cubanos en 1994, con la esperanza de otra vida... quin sabe... Otra foto que me magull, y no, nunca por mala sigo pensando que las fotos de este libro son joyas de perfeccin, otra foto que me noque fue la de la templadera en el muro. Es una secuencia: el mulato y la mulata, ya de cierta edad, deforme ella, en pleno palo (polvo, para los que an no han ido de turistas), de tijera o de caballito. Despus, el hombre es sorprendido y sonre, todava con los sentidos puestos en otra cosa, en el limbo orgsmico. Luego, la tercera, en que ya da lo mismo chicha que limon, y el tipo entra en complicidad con el voyeur (lo puse en francs porque suena ms fino que mirahueco, o rescabuchador). Es verdad que uno es libre de templar donde le cojan, (con licencia argentina) las ganas. Pero es que todos sabemos que, all, la gente no tiene viviendas, y muchos mantienen relaciones sexuales debajo de una mata, en el muro del malecn, o detrs de un Lada o un Chevrolet. Que de seguro es muy rico cuando ha sido por eleccin, y no por obligacin. Porque, cundo se har en un cuarto propio, sin tener que llamarse Virginia Woolf? Hay un chiste cubano, de esos crueles que 149

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te quiero crueles, que dice: Le preguntan a un nio: Qu quieres ser cuando seas grande? A lo que el pequeo responde: Extranjero. Esto es casi una provocacin a la Ley Pascua. Ay, cmo me gustara a m ser, de vez en cuando, extranjera, y mirar a mi pas de otro modo! De ese modo que no me matara tanto, de amor y de dolor, ese modo que me obliga a ver, ms que a mirar. En fin, que es un libro precioso de fotos de guaguas repletas, de inundaciones, de ruinas, de gente flaca y desgreada, tantos viejos o jvenes, pero lucen bonitos. De bailarines clsicos, y tropicales. De chinos, de tanto que me los escondieron ya me haba olvidado, y eso que tengo un abuelo materno cantons. De gays masculinos, fjense, nadie se ocupa de las gays femeninas. De culos... Este es el culo ms hermoso que ojos humanos han visto. En fin, es la misma belleza que puede tener Calcuta, sin los monumentos arquitectnicos, pero ya ven lo linda que sale. Qu pasara si un fotgrafo decidiera retratar todo al revs? En lugar de los autos viejos, a los turitaxis Mercedes Benz slo para el turismo, o los Nissan de los nuevos ricos. En lugar de los culos de Tropicana, a los culos resecosos de las viejas flacas. En lugar de tanta negrita sabrosona, a los solares donde viven hacinadas, no slo ellas, sino tambin blancos, amarillos, y de todos los colores. Y hablando de La Habana de Walker Evans, y ms tarde, de la de los aos cuarenta, dnde estn los rboles del Paseo del Prado? Y la estatua de Zenea? Y hablando de las libreras, de los escritores, de los pintores, de los cafs de antao, de las recetas culinarias? Y hablando de las avenidas, de los autos, de las guaguas? Por qu tantas bicicletas, y tantos bancos, y tantos parques vacos? A dnde se fueron sus ocupantes, sus habitantes? Hablando de La Habana, t, qu es de su vida? s 150

Santos rbanos / Xawa Marks the Spot

GUSTAVO PREZ FIRMAT

Roberto G. Fernndez Holy Radishes! Arte Pblico Press Houston, 1994

MAGINEN UN MUNDO DONDE UN CERDO DOmstico llamado Rigoletto, ataviado con costosos trajes de seda, encabeza una comitiva nupcial. Imaginen un mundo donde se cubre a los perros callejeros con plumas y caparazones de langosta, y se les presenta como ejemplos de una especie extica, el Garca Uniplumado de las dos Colas. Imaginen un mundo donde las prostitutas se visten de caballos, y relinchan gozosamente al tacto de sus clientes. Imaginen un mundo donde Bernab, un cubano venido a menos en el exilio, se hace circuncidar, tata una serie de nmeros en su antebrazo, y finge ser sobreviviente de un campo de concentracin. Imaginen, si pueden, un mundo donde lo nico real es el dolor, donde la mscara es el rostro y el rostro la mscara, donde la nica direccin es la miseria, y donde la nica forma de escapar es en un barco encaminado al reino mgico de Mondovi, que no existe. As es el mundo de este libro, la cuarta novela de Roberto G. Fernndez, un relato de penas y prodigios tan triste como emocionante. Ya conocido por sus cariosas stiras caricia y cachetada sobre la comunidad cubana de Miami, en esta nueva novela Fernndez va ms lejos, hurga ms hondo que en su obra anterior. Siguen presentes muchas de las cualidades que uno ya asocia con su escritura: la invencin disparatada, la impresionante galera de personajes estrambticos, el agudo y

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estrafalario humor bilinge (Fidel Castro aparece brevemente como Faithful Chester, autor del manifiesto La Historia te absorber). Nueva, sin embargo, es la mueca dentro de la sonrisa, el patetismo e incluso la desolacin que atraviesan este libro. No es casual que su espacio ya no sea el enclave cubano en Miami de Raining Backwards (1988) y La montaa rusa (1985), sino la pequea ciudad de Belle Glade, en el centro de Florida, y Xawa, un pueblo fantasma en una isla imaginaria que algunos podran confundir con Cuba. Arrancados de la cmoda seguridad de Little Havana, ahora los personajes de Fernndez deben estar a la altura de su desamparo, el embarque en que se ha convertido su destino. Aunque la mayora de los acontecimientos de la novela ocurren al comienzo de los sesenta, la sensibilidad subyacente es de una estirpe ms actual, porque en este mundo la nostalgia carece ya de sentido y el exilio se ha hecho obsoleto. Es un mundo de refugiados que han perdido su refugio, sea ste el refugio fsico del ghetto de exiliados o el refugio espiritual de la memoria. La trama de la novela se centra en Nellie y Nelson Pardo, un matrimonio que deja su patria para instalarse en Belle Glade. Aunque tienen dos hijos, y medios para vivir sin apuros, ambos son terriblemente infelices. Nelson organiza piezas de repuesto en un almacn, y pasa sus das recordando y aorando el gran amor de su vida la Ardilla, una prostituta que conoci en un clebre burdel de la Cuba precastrista, y la nica mujer con la que no ha experimentado la post coitam tristitia (sic). Nellie, por su parte, trabaja en una fbrica de embalaje de rbanos (de ah el ttulo), y tampoco logra olvidar al gran amor de su vida, el cerdo Rigoletto, hace mucho tiempo metamorfoseado en tocino; se consuela haciendo planes para emigrar a Mondovi, el nico lugar en la tierra donde uno puede ser lo que el destino quera que fuera. Despus de varios aos en los Estados Unidos, Nellie y su fa-

milia todava guardan la ropa en maletas debajo de la cama. Zigzaguea entre las vidas de la familia Pardo una abigarrada coleccin de rednecks y cubanazos, entre ellos la mejor amiga de Nellie, Mrs. James B., y su marido un xenfobo violento, Lysander Pons, poeta laureado de Xawa que termina convirtindose en estrella de rock y se fuga con una de las Shirelles; Pete Frey, ltimo magnate del cido murtico; Rulfo, un revolucionario panzudo y despiadado; y el residente britnico de Xawa, Floyd Conway, fugitivo de una novela de Graham Greene, que muere delante de un pelotn de fusilamiento pidiendo un Scotch and soda. Con una narrativa vibrante que va y viene entre Belle Grade y Xawa, Fernndez entreteje hbilmente los diversos sinos de sus personajes, y pinta un retrato intenso y a menudo cmico de la sociedad cubana, en la patria y en el extranjero (cul es cul?), un lienzo ancho y luminoso cuya desmesurada y escandalosa stira no niega, en ningn sentido, su veracidad. En una inversin del eslogan de Faithful Chester, este es un libro que absorbe la historia y la expele a escupitajos, pedazo a pedazo. Los resultados no siempre son agradables prueben la escena en que los cadveres amontonados en una cmara de tortura son despegados, uno del otro, con aceite), pero siempre deslumbran. Aqu, quizs por primera vez, Fernndez ha creado personajes que no slo hacen rer sino tambin conmueven. Sus novelas han sido siempre desternillantes; Holly Radishes! es desgarradora tambin. Especialmente conmovedora es la relacin entre Nellie y Mrs. James B., la quinceaera atrapada en el tiempo y la southern belle, dos almas perdidas que encuentran juntas un consuelo improbable. Algunos de los momentos ms cmicos y ms tiernos en el libro describen los planes descabellados de estas dos mujeres para abrir un zoo, y el crecimiento de su amistad. Al final de la novela, Nellie intenta conven151

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BUENA LETRA

cer a Mrs. James B. para que se fugue con ella a su paraso europeo, con el argumento de que en Mondovi no se puede recordar lo que no se quiere recordar. Para ambas, Mondovi es un mundo nuevo en el viejo mundo que promete liberarlas de la historia, tanto de la confusin de mitos que envuelve el pasado en Xawa, como del presente en Belle Grade, ennegrecido por el holln de las fbricas, sin embargo, cuando las dos mujeres llegan por fin al

barco, los marinos nunca han odo hablar de tal sitio, y slo permiten embarcarse a Nellie y Mrs. James B. porque ellos han formulado sus propios planes para el futuro. De esta manera, Nellie y su amiga terminan embarcadas, en todos los sentidos de la palabra. Tiene razn Fernndez: uno no puede escaparse de la historia. Primero nos absorbe; luego no deja de apretarnos y apretarnos. s
Trad. Niall Binns

PASADO PRESENTE

MART Y EL BOBO Aqu entre nosotros, Apstol, qu fue lo que usted so?
La Semana, 1929

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la isla en peso
Un siglo sin Jos Mart
Mal conocido fuera de su patria e insuficientemente valorado como escritor, el centenario de la muerte de Jos Mart (1853-1895) ha servido para que su obra y su figura merecieran una atencin especial. En la isla adems de numerosas actividades, las revistas Casa de las Amricas, Revolucin y Cultura y La Gaceta de Cuba le dedicaron nmeros monogrficos. Fuera de Cuba, ha sido Espaa el pas en el cual el ao martiano dej un balance ms fecundo. Alianza Editorial reuni en un volumen de casi seiscientas pginas su Poesa completa, al cuidado de Carlos Javier Morales. Por su parte, Anaya & Muchnik edit un tomo de sus Ensayos y crnicas, preparado por Jos Olivio Jimnez. El propio Carlos Javier Morales dio a conocer La potica de Jos Mart y su contexto (Editorial Verbum), un completo y riguroso estudio del cual Carlos Bousoo ha dicho que es una aportacin esencial para el conocimiento del gran poeta cubano, que no slo penetra en su obra, sino en todo el tejido o entramado doctrinal de la poca en que Mart vivi y en el mbito europeo del que surge su tarea potica e intelectual. Poesa, una publicacin del Ministerio de Cultura espaol, dedic su entrega nmero 42 al autor de Ismaelillo. Se trata de algo ms de doscientas pginas cuyo objetivo es contar a un amplio pblico lector la obra y la vida de Jos Mart, y hacerlo de manera tal que estuviera presente el poltico y el poeta, el pensador y el periodista, el hombre pblico y el pri-vado. Fragmentos de sus discursos y artculos, selecciones de sus versos, muestras de su produccin dramtica y narrativa, aparecen junto a testimonios y cartas de contemporneos suyos que lo cono-cieron, ms una abundante documentacin grfica, conforman una es-tructura a manera de novela vital, con un prlogo, cuatro partes y un eplogo. Cuadernos Hispanoamericanos consagr el nmero 15 de Los Complementarios a los varios Mart que la historia recoge, la leyenda desfigura y el patriotismo envuelve en alabanzas monumentales. Colaboran, entre otros, Jos Miguel Oviedo, Gastn Baquero, Mercedes Serna y Lourdes Rensoli. Tambin Repblica de las Letras, que publica la Asociacin Colegiada de Escritores, rene en su entrega 45 trabajos de Cintio Vitier, Roberto Fernndez Retamar, Caridad Atencio, Paul Estrade, Juan Marinello, Alexis Schlater, Enrique Ubieta, Salvador Arias, Andrs Sorel e Ivn A. Schulman, quienes abordan aspectos como el tratamiento de la muerte en la poesa martiana, sus relaciones con el modernismo hispanoamericana y su concepcin de la identidad latinoamericana. En la presentacin en la Casa de Amrica de Madrid de algunas de las ediciones antes citadas, el poeta y narrador Luis Antonio de Villena se refiri al secular recelo que los lectores espaoles han tenido ante Jos Mart, y afirm: Su obra no debera sernos ajena porque fue un gran escritor en nuestro idioma que inaugura, ms que el modernismo, la modernidad.

Todos los premios, el premio

Cuarenta y siete asociaciones de directores de diarios de todo el mundo acordaron conceder su premio anual Pluma de Oro de la Libertad al periodista y escritor disidente cubano Yndamiro Restano Daz. La noticia fue dada a conocer en el marco de la reunin de la Federacin Internacional de Editores de Diarios, que se celebr en el mes de febrero en la ciudad espaola de Granada, y a la cual asistieron representantes de sesenta rganos de prensa. El jurado que otorg el reconocimiento fundament su fallo en que Restano Daz ha dedicado toda una vida a la lucha contra el totalitarismo castrista. Fundador de la Asociacin de Periodistas Independientes de Cuba y del Movimiento Armona, fue condenado en la isla a diez aos de crcel, donde permaneci recluido hasta junio de 1995. Ese mismo ao, Reporteros sin Fronteras public en

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Francia una edicin bilinge de su obra potica, con traduccin al francs de Liliane Hasson. Restano Daz recibir el premio en Washington, el prximo mes de mayo. s Otro cubano que recientemente obtuvo un galardn internacional es Leonardo Padura, quien mereci el Premio Caf Gijn por su novela Mscaras. Se trata de una obra de corte policial, en la cual su autor ofrece una imagen nada complaciente de la realidad cubana de hoy. El jurado, seleccion, entre los 130 originales que concursaron, el de Padura, por su retrato de la vida de la Cuba actual, la trabajada arquitectura literaria y la soltura de estilo. Creado en 1949, es la primera vez que el Caf Gijn recae en un autor no espaol. s La escritora cubana Mara Elena Cruz Varela ha ganado en Madrid el premio Mariano de Cavia por su artculo Espaa, aparta de m este cliz, publicado en el diario ABC. Cruz Varela firm en 1991 el Manifiesto de los diez, donde se peda una actitud razonable y moderada para evitarle una catstrofe al pas. Meses despus fue duramente represaliada y condenada a dos aos de prisin. Sali de Cuba en 1994 y actualmente reside en Puerto Rico.

ria ARCO 96, el Pabelln de Caballerizas acogi la exposicin Mundo soado. La integraban sesenta y cinco obras de catorce artistas nacidos entre 1955 y 1972, que emplean lenguajes que van de lo minimal al informalismo y el arte povera. Paralelas a la exposicin, se celebraron dos mesas redondas donde se analizaron las tendencias dominantes en el panorama plstico de la isla. En ellas tomaron parte los pintores Belkis Ayn, Sandra Ramos, Antonio Eligio Fernndez (Tonel) y Carlos Estvez y la crtica Luisa Marisy. Por ltimo, fueron impartidos dos seminarios, Discursos de identidad y diferencia en Amrica Latina y Los estudios culturales. Posturas de las artes visuales. El primero lo dict Ivn de la Nuez, ensayista e investigador cubano que imparte clases en las universidades de Barcelona y Gerona; el segundo, Magali Espinosa, profesora y directora del Departamento de Filosofa y Esttica del Instituto Superior de Arte de La Habana.

Ojo: pintura fresca

Una de cada clase es un conjunto de nueve muestras individuales y tres colectivas que reuni en distintos lugares de La Habana la obra de cuarenta y cinco artistas jvenes y que auspici la Fundacin Ludwig de Cuba. Otras exposiciones paralelas se pudieron ver en instituciones oficiales y en las incipientes galeras privadas que han aparecido en la isla, as como las colectivas New Art from Cuba (Whitechapel Art Gallery, Londres) y Cuba: la isla posible (Centro de Cultura Contempornea de Barcelona). Segn el crtico espaol Jos Antonio Ramrez, tal eclosin debe ser considerada sintomtica de otros cambios estructurales, pues si mi hiptesis es correcta los artistas cubanos estaran hoy revelando instintivamente los sntomas de una profunda renovacin nacional, como si anticiparan la inminencia de otra fase, cualitativamente diferente, en la compleja historia de la Revolucin. Seala como una de las caractersticas de los nuevos creadores su capacidad para buscar soluciones inge-

Cuba en la Casa
Al arte cubano actual estuvieron dedicadas varias de las actividades que la Casa de Amrica de Madrid organiz en el mes de febrero. Fueron presentadas sendas retrospectivas de dos reconocidos cineastas de la isla, Octavio Cortzar y Juan Carlos Tabo, que incluyeron documentales y largometrajes. Ese programa se complet con una muestra de ttulos significativos producidos por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematogrficos, compuesta por realizaciones de Toms Gutirrez Alea (La muerte de un burcrata), Gerardo Chijona (Adorables mentiras), Santiago Alvarez (Now), Rolando Daz (Los pjaros tirndole a la escopeta), Pastor Vega (Retrato de Teresa), Sergio Giral (Maluala) y Rebeca Chvez (La felicidad). Asimismo, coincidiendo con la Fe-

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niosas frente a la falta de materiales con que trabajar. En estas circunstancias de escasez y penuria, tiene sentido la abundancia de instalaciones que se sitan entre la tradicin dadasta del objeto encontrado y la complacencia con el oficio del artesano tradicional. Ejemplos de ello son los trabajos de Eduardo Ponjun Gonzlez y Ren Francisco Rodrguez, confeccionados con trozos soldados de chapas metlicas multicolores. Douglas Prez Castro, Alexis Leiva (Kcho), Sandra Ramos Lorenzo, Antonio Eligio Fernndez (Tonel), Oswaldo Yera Montero, Pedro Alvarez y Jos Angel Toirac, son otros jvenes cuya obra sobresale. Y como de artes plsticas estamos hablando, en abril el Centro Atlntico de Arte Moderno, de las Palmas de Gran Canaria, inaugur la exposicin Cuba siglo XX. Modernidad y sincretismo. Se trata de una amplia muestra de la pintura cubana en su plural geografa, la creada dentro y fuera de la isla. Segn sus comisarios, Mara Luisa Borrs y Antonio Zayas, ha pretendido reunir obras y pintores clave del arte cubano las autoridades culturales de La Habana negaron su apoyo oficial, para tratar de mostrar la diversidad del dilogo del arte de la isla caribea con la cultura occidental. La muestra se inspira en experiencias del pasado como Pintores Cubanos Modernos (MOMA, Nueva Yorka, 1944), Outside Cuba / Fuera de Cuba (itinerante en EE UU, 19871988) y Cuba: la isla posible (Centro de Cultura Contempornea de Barcelona, 1995). La exposicin ha sido organizada en diferentes apartados histricos, lo que permite apreciar los primeros pintores costumbristas y pasisajistas del siglo XIX; la vanguardia de los aos 40 (Lam, Vctor Manuel, Ponce); la generacin del 50 y las experiencias abstractas y expresionistas (Ral Martnez, Cundo Bermdez, Antonia Eiriz, Nelson Domnguez, etc.); los creadores de los 80 y el acercamiento a un nuevo lenguaje (Jos Bedia, Rubn Torres Llorca, Marta Mara Prez, etc.); y los ltimos artistas de los 90 (Kcho, Osvaldo Yero y Belkis Ayn, entre otros. La muestra viajar a Palma de Mallorca en julio y a Barcelona en septiembre.

Fin de partida
Ofelia Daz Gronlier, esposa del escritor cubano Manuel Daz Martnez falleci en Las Palmas de Gran Canaria el pasado 27 de diciembre. Ofelia Daz Gronlier, que fuera secretaria de Jos Lezama Lima entre 1959 y 1962, debi abandonar Cuba por las represiones que ella y su marido sufrieron en la isla. Colaboradora de Linden Lane Magazine y de otras publicaciones, dej inditos poemas, narraciones y un volumen de memorias. s La compositora Isolina Carrillo falleci en La Habana el 21 de febrero, a los 88 aos. Sus composiciones alcanzaron gran popularidad en los aos 40. Su catlogo comprende boleros, danzones, rumbas, chachachs y canciones. Entre sus piezas ms notables sobresale Dos gardenias, la ms difundida de todas las que escribi. s Otra baja reciente ha sido la del tresero y compositor Nio Rivera, nombre artstico con que era conocido Andrs Echeverra. Nacido en Pinar del Ro en 1918, se inici en la msica tocando en el Sexteto Caridad. En 1934 se traslad a La Habana y all ingres en el Sexteto Boloa, hasta que en 1945 form su propio conjunto. Como compositor, su pieza ms conocida es el son El jamaiquino, aunque su produccin tambin incluye otras piezas notables. s Una importante prdida para la cultura cubana ha sido la de Jos Antonio Portuondo, quien falleci en La Habana el 20 de marzo. Nacido en Santiago de Cuba en 1911, y graduado en la Universidad de La Habana, realiz estudios e investigaciones de Teora Literaria bajo la direccin de Alfonso Reyes. Fue profesor de varias universidades cubanas y extranjeras y rector de la de Oriente, as como director del Instituto de Literatura y Lingstica de la Academia de Ciencias.
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No se parece a nada
Jack Nicholson, Gianni Versace, Silvester Stallone, Gloria Estefan, Liza Minelli y la mismsima Madonna forman parte del nutrido club de fans de Albita, el ltimo huracn de la msica cuba-

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na. Publicaciones tan influyentes como Spin, Detour y Penthouse no han escatimado elogios hacia la llamada k. d. lang latina. Unos y otros han sido seducidos por su talento tempestuoso, su voz grave y su aspecto andrgino. Ya los colombianos y los mexicanos, adems de sus compatriotas de la isla, haban descubierto en ella a una gran estrella y aplaudieron su primer elep, Habr msica guajira (1988), de modo entusiasta (fue el disco cubano ms vendido del ao). Instalada desde 1993 en Miami, donde se encontr, ha dicho, con gente que defiende, como yo, la cubana, nuestra propia identidad, fue apadrinada por ese rey Midas de la msica latina que es Emilio Estefan, quien incluy una de sus canciones en la banda sonora del filme El especialista. En 1995 le produjo adems su cuarto lbum y el primero para una multinacional, No se parece a nada. El ttulo, comenta la cantante, es un juego publicitario, pero se ajusta a lo que he estado haciendo durante este tiempo. Intento no parecerme a nadie. Busco un sonido personal, propio, tratando de respetar lo antiguo, las races de la msica cubana. A fines del ao pasado, Albita se present por primera vez en Madrid y Barcelona, cerr la velada de los Premios Onda. La prensa espaola no escatim elogios, como el del escritor J. J. Armas Marcelo, al afirmar que el talento de Albita: no se parece a nada porque es, en s mismo, el talento, la inteligencia y la memoria de un pas que est por encima de secuestros, embargos, mentiras, contradicciones y turismos empedernidamente vulgares.

Centenario de Lecuona
Tarde o temprano, todos sabamos que no poda estar oculta en su pas la obra del compositor cubano ms difundido en el mundo. Lecuona fue mucho Lecuona para permanecer postergado ms aos de los necesarios en un purgatorio impuesto, de donde, al fin y a la postre, se alzara con la gloria de lo prohibido y el xito de lo rabiosamente reivindicado. As comenta el perioLA ISLA EN PESO

dista espaol Santiago Castelo, a propsito de las actividades que se realizaron en Cuba con motivo del centenario del nacimiento de Ernesto Lecuona (1895-1963), el mayor, si no el ms grande, melodista de la msica de la Amrica hispana, a juicio de Guillermo Cabrera Infante. La Habana tuvo como sede el Concurso Festival Internacional que contempl conferencias, exposiciones, galas y conciertos. Alina Snchez, Linda Mirabal, Emelina Daz,Mara Eugenia Barrios, Lucy Ferrero, Hilda del Castillo, Hugo Marcos, Alberto Joya y Frank Fernndez, fueron algunos de los artistas nacionales que participaron. Tres de los recitales estuvieron a cargo de los pianistas Huberal Herrera y Nelson Camacho y la cantante Esther Borja, quienes a lo largo de los aos han demostrado una verdadera devocin por la obra del creador de Como arrullo de palmas y la defendieron en tiempos de postergacin y silencio. Hubo representaciones de sus zarzuelas Mara la O y El cafetal, as como de la revista Lecuona...inolvidable. Asimismo, por primera vez se ejecut completa la Suite Andaluca, compuesta por su autor entre 1919 y 1927. Intrpretes de Mxico, Cuba, Espaa y Japn compitieron en el Concurso Internacional, en el que resultaron galardonados los cubanos Mer vin Fernndez (piano) y Nelson Martnez (canto). El evento se realiz con la colaboracin, entre otras instituciones, de la espaola Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), que present el catlogo de obras del compositor, hecho por Hamil Rozada, y el libro El arte musical de Ernesto Lecuona, coordinado por Jess Gmez Cairo, que recoge trabajos de especialistas y conocedores de la vastsima y polifactica produccin lecuoniana. Por ltimo, en la catedral habanera se ofici una Misa de Accin de Gracias, presidida por el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de la ciudad. Varias fueron tambin las actividades con que se celebr en Espaa tan significativa efemrides. No hay que olvidar que Lecuona consideraba a este pas como su segunda patria -al marchar al exilio escogi las islas Canarias para su ltimo reposo hasta que Cuba volviera a la democracia-, y que adems de dedicarle varias composiciones, toc y dirigi en

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sus principales escenarios. La SGAE, de la cual Lecuona fue socio desde los aos 30, organiz recitales en Madrid, San Sebastin, Tenerife y Las Palmas; auspici el seminario ofrecido por Gmez Cairo en el Festival de Msica y Danza de Granada; y acogi en su sede la mesa redonda Lecuona entre nosotros, en la que intervinieron Leo Brouwer, Pedro Simn, Mayda Prado, Pedro Machado y Esther Borja. Por su parte, la madrilea Casa de Amrica, con el auspicio del Ministerio de Asuntos Exteriores, program un homenaje organizado por Tony Evora, que incluy varios conciertos en los que participaron los pianistas Jos Luis Fajardo, Alberto Joya, Mervin Fernndez y el incomparable maestro Amando Orfiche; los cantantes Emelina Lpez, Nelson Martnez y Lorenzo Mock; y el coregrafo y bailarn Domingo Rojas. Un amplio coloquio sobre la obra de quien el paso del tiempo ha confirmado como un clsico clausur este evento. Para la ocasin, Tony Evora dirigi la edicin de un amplio y pormenorisado programa que recoge una amplia biografa del Maestro y numerosos ensayos sobre su figura.

sobre msica de Mikis Theodorakis. Considerado una de las indiscutibles figuras masculinas del ballet mundial de los 70 y los 80, todo indica que ser nombrado director artstico del Ballet de Zaragoza. Todava no hay contrato firmado, pero las negociaciones con ellos estn por muy buen camino, expres muy satisfecho el bailarn.

Con ellas lleg el filin

Madrid ha tenido la oportunidad de disfrutar de las voces de Omara Portuondo y Marta Valds, quienes se unieron en el concierto Ellas tienen filin, que el Crculo de Bellas Artes acogi a mediados de marzo. La Valds se presentaba en Espaa por primera vez, lo cual la llev a comentar: Mi obra ha llegado con mucho retraso a la gente. Mi labor ahora es dar a or mis canciones. Compositora de obligada referencia en la msica cubana -ah estn ttulos de la calidad de T no sospechas, Llora, En la imaginacin o Hay mil formas, canciones suyas han sido grabadas, entre otros, por Bola de Nieve, Vicentico Valds, Elena Burke, Miriam Acevedo, Pablo Milans, Miriam Ramos y la propia Omara Portuondo. Una muestra de su produccin acaba de ser editada en Cuba, bajo el ttulo de La msica de Marta Valds. Se trata, ha dicho ella, de una recopilacin de las cosas que considero ms interesantes por su sonoridad o por su valor de archivo. Omara, por el contrario, es una reincidente en los escenarios espaoles. Hace poco sali aqu su disco Palabras (Nubenegra), que recoge doce temas de otros tantos compositores del filin, ese movimiento musical que comenz en Cuba en los aos 40 y que aport intimismo al bolero tradicional.

La aventura espaola de Fernando Bujones

El afamado bailarn cubano-norteamericano Fernando Bujones estren en enero, en el Teatro de Madrid, una versin propia de Cascanueces, a partir de la coreografa original de Ivanov y Petipa. El montaje lo realiz con el Ballet Clsico Mediterrneo. Aqu hay bondad para trabajar y yo lo que quiero es trabajar con los clsicos, declar. Creo que en Espaa hay mucho talento y un buen nivel en la danza clsica. No hay ms que recordar a Trinidad Sevillano, con quien bail aqu, o a Arantxa Argelles, que ya tienen un prestigio internacional. Yo estoy contento con el trabajo que he hecho, pues los chicos han asimilado muy rpido los estilos. Bujones present un segundo programa compuesto por Paquita, Napoli, dos obras de Angela Santos y las Danzas griegas, un solo creado para l por Maurice Bjart

Los ritmos cubanos triunfan en Europa

La edicin de este ao del Mercado Internacional del Disco y la Edicin Musical ( MIDEM) de

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Cannes estuvo marcada por la msica hispana y latina. Gracias a un convenio existente entre la Sociedad de Autores y Editores de Espaa (SGAE) y el MIDEM, se pudo presentar en el Midem 96 un ramillete de la ltima msica cubana que se ha grabado en Espaa: la Charanga Habanera, Habana Secreta, el ltimo disco de Jos Mara Vitier, y el do Gema y Pvel. Para los ltimos, estas exitosas presentaciones significaron el paso inicial de lo que ser su estreno fuera de las fronteras cubanas y espaolas, donde han desarrollado casi toda su carrera artstica. Sus dos trabajos editados hasta la fecha, Trampas del tiempo (1994) y Cosa de broma (1996), los grabaron con Nubenegra, una discogrfica independiente de Madrid. Al primero pertenece La capital, el tema seleccionado por los organizadores del evento para el disco compuesto por nueve canciones de los representantes hispanos. s Otro festival que cont con presencia cubana fue Atlntica 96, que tuvo como escenario la Playa del Ingls, en la isla de Gran Canaria. Actuaron aqu Los Van Van, la legendaria banda de la isla fundada en 1970 por Juan Formell. Fueron ellos los encargados del fin de fiesta, con un repertorio de guarachas, rumbas, guaguancs y songos que mantuvo al pblico en movimiento y sin respiro. s Debemos referirnos tambin a la gira de la Charanga Habanera, que tras abarrotar la Fiesta Latina en el Midem 96, se present en Madrid y Bilbao, para despus instalarse durante quince das en el Ronnie Scott, el famoso club de jazz de Londres. Formada en 1988 por estudiantes de la Escuela Nacional de Arte, desde 1992 es dirigida por David Calzado, quien le dio una sonoridad ms actual y otro sentido del espectculo. A Europa viajaron para promocionar su nuevo disco, Pa que se entere La Habana, que ha arrasado entre los jvenes de la isla y les ha situado, junto a Los Van Van y El Mdico de la Salsa, en el gran triunvirato de la msica bailable cubana. Sus estribillos han pasado a formar parte de las conversaciones cotidianas, y resulta fcil escuchar en la calle palabras acuadas por ellos como wanikiki (dlares) o papirriqui (hombre econmicamente solvente). s A las presentaciones de estos artistas y de otros co-

mo Compay Segundo, Los Tradicionales, Cachao, Elio Rev y su Charangn, Los Papines y la Original de Manzanillo, se sumarn en los prximos meses las de Isaac Delgado, Albita, El Mdico de la Salsa, Los Muequitos de Matanzas, En Serie y el grupo Sampling. Asimismo, varias discogrficas espaoles han editado o anuncian lbumes de NG La Banda, Bebo Valds, Vicente Feli, Omara Portuondo, Benny Mor, Jos Mara Vitier, Sierra Maestra, Tito Gmez, Gema, Rojitas y Adalberto Alvarez.

Vivir La Habana
Queremos, como La M teodora, rajar la lea que sirva de combustible al fuego que cada uno de los artistas cubanos en nuestra ciudad llevamos dentro. En estos trminos resume sus objetivos estticos el Grupo Cultural La M Teodora, fundado en Miami a fines del ao pasado, y que rene a creadores cubanos de diferentes disciplinas. Su junta de directores, asesores colaboradores la componen Alberto Sarran, Elsa Nadal, Wilfredo Cancio, Jos Luis Llanes, Pedro Portal, Carmen Duarte y Adalberto Garca. Una de sus primeras actividades, ha sido el estreno de Santa Cecilia, de Abilio Estvez, quien asisti a varias de las representaciones. Dirigido por Alberto Sarran e interpretado por Daisy Fontao, el montaje tuvo una excelente y muy merecida acogida entre el pblico y la gente de la profesin, lo que hizo que las funciones en el Creation Art Center se prolongaran ms de lo inicialmente previsto. Wilfredo Cancio apunt en las notas al programa que esta obra, como antes Perla Marina, intenta definirnos. Examen descarnado de lo que hemos sido y lo que no hemos podido ser. Es decir, un asunto de identidad, pero no visto a travs de los cuatro estereotipos ineptos con que estamos acostumbrados a vanagloriarnos, sino desde una perspectiva telrica, hecha verdad en las entraas mismas de la tragedia. Por su parte, Estvez escribi: Que Alberto Sarran, otro habanero obstinado, acompaado de un grupo de melan-

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clicos furibundos, decida llevar a escena en Miami Santa Cecilia, es la mejor prueba de que La Habana, con su desfachatez y recato, con su aristocrtica chabacanera, contina en cada uno de nosotros. Nos hostiga y acucia y apremia.

Una historia de censuras y claudicaciones

Con su obra ms reciente, Un poeta espaol en Cuba: Manuel Altolaguirre, el investigador y escritor Gonzalo Santonja obtuvo el Premio Nacional de Ensayo 1995, que concede el Ministerio de Cultura de Espaa. A raz de la entrega de los galardones, el diario ABC (23 de febrero de 1996) revel la historia de censuras que rode la elaboracin del libro. Estando en La Habana para recopilar documentacin sobre la estancia en la isla del destacado integrante de la Generacin del 27, Santonja recibi la propuesta de la Cooperacin Cultural espaola de asumir la financiacin de sus desplazamientos, a cambio de que l cediera los derechos para una edicin a cargo de la editorial Letras Cubanas. Una vez que concluy su trabajo, el autor envi una copia a La Habana, a comienzos de 1993. Meses despus, en una entrevista que tuvo con Pablo Pacheco, director del Instituto Cubano del Libro, y Armando Cristbal Prez, director de la Editorial Arte y Literatura, stos le propusieron la supresin de cerca de la tercera parte del texto, segn sus palabras, para bien suyo, ya que correra el grave peligro de ser agredido por el pueblo cubano si el libro sala con aquellas pginas, llenas de errores en su referencia al contexto cubano y de opiniones injustas sobre la revolucin. En un informe enviado a la Embajada espaola, y del cual ABC posee una copia, gracias a la ayuda de la disidencia interna, el ICL propona dos soluciones: 1. mantener todo lo que tiene que ver con la estancia de Altolaguirre en Cuba y excluir las referencias de Santonja a La Habana de hoy en la edicin cubana y la parte crtica dejarla como prlogo para la edicin espaola; 2. si lo anterior resultaba muy difcil, hacer una nueva versin pa-

ra el exterior, ampliada y enriquecida, del texto, que podra incluso llevar otra denominacin y que significara otro resultado. El problema fundamental estaba en el tono de la obra: Santonja haba reconstruido la memoria viva de Altolaguirre, y eso lo llev a rebasar el marco asptico de los archivos y las bibliotecas para recorrer la ciudad y escuchar a sus habitantes. Se relacion adems con algunas personas en dificultades y aprovech su situacin de privilegio para sacar a algunas del pas. Todo eso origin intentos de disuasin y represalias, entre ellas el robo de una maleta llena de documentos que, previsoriamente, el escritor haba duplicado y situado en lugares seguros. Al final, Santonja se neg a rectificar y las autoridades cubanas vetaron la publicacin y difusin del libro en la isla, con el consentimiento de los representantes espaoles. Posteriormente, Un poeta espaol en Cuba..., en su versin ntegra, apareca publicado en Espaa por Crculo de Lectores, con un prlogo del mismsimo Rafael Alberti. Meses ms tarde, un jurado nombrado por el Ministerio de Cultura le conceda merecidamente el ya citado galardn.

El cine que viene

En el marco del XVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, fueron estrenadas las ltimas producciones filmadas en Cuba. Una de ellas fue el largometraje Pon tu pensamiento en m, coproducida por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinemato-grficos y Tabasco Films, de Mxico. La dirigi Arturo Sotto, un joven de 26 aos graduado en la Escuela Internacional de Cine, Vdeo y Televisin de San Antonio de los Baos, quien se inspir libremente en la pieza teatral de Virgilio Piera Jess. El filme propone una reflexin sobre los mecanismos de la idolatra y el complejo vnculo mito-masa. Lo protagonizan Fernando Echevarra, Susana Prez y Jos Antonio Rodrguez. Otro de los estrenos fue Quireme y vers, de Daniel Daz Torres, un mediometraje con ingredientes de cine negro y comedia de

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equvocos. El guin cont con la colaboracin del crtico y escritor Guillermo Rodrguez Rivera, y entre sus principales intrpretes figuran Reinaldo Miravalles, Litico Rodrguez y Ral Pomares. Muy apaudido fue el cuarto largometraje de Rolando Daz, Melodrama, una farsa que narra las peripecias de una meteorloga que quiere tener un hijo. El crtico Frank Padrn elogi su bien armado rejuego argumental, la sutileza en las gamas del humor, el desenfadado tratamiento de los encuentros sexuales y un transitar astuto por las tan de moda coordenadas posmodernas de la cita y la intertextualidad. Tambin fue muy bien acogido en el certamen La ola, de Enrique Alvarez, que mereci una mencin especial de la Federacin Internacional de la Prensa Cinematogrfica. El realizador lo ha definido como un poema metafrico sobre la conciencia insular y la persistencia de la poesa sobre la poltica. Desde las pginas del boletn del festival, Rufo Caballero elogi la pelcula, y comenta que casi al final, la emocin llega al paroxismo cuando se escucha la voz de Gastn Baquero diciendo el Testamento del pez, uno de los ms grandiosos poemas que se hayan escrito. Los otros galardones obtenidos por los cineastas cubanos fueron, en ficcin, el Segudo Premio (Guantanamera, de Toms Gutirrez Alea y Juan Carlos Tabo); en documentales, el Premio Especial del Jurado (El cine y la vida, de Manuel Iglesia) y la Mencin Especial (Cuerdas en mi ciudad, de Mayra Vilass); y el Primer Premio de animacin (Filminuto no. 30, de Tulio Raggi). Por lo inusual de su temtica, vale destacar la proyeccin de los documentales Mariposas sobre el andamio, de Margaret Gilpin y Luis Felipe Bernaza, y Gay Cuba, de Sonja de Vries, en los que se aborda el mundo de los homosexuales y los travestis en la Cuba de hoy.
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Breves
s Los pintores cubanos Toms Snchez y Ramn

Alejandro expusieron durante el mes de noviembre de 1995 en la galera Weiss Sori Fine

Art de Coral Gables, Florida. Snchez es una de las figuras ms influyentes del arte contemporneo cubano por la singularidad y exhuberancia de sus paisajes; Ramn Alejandro sorprende con sus inquietantes artefactos instalados en vastos espacios desolados y por la voluptuosidad de sus frutos tropicales, en los que la papaya impone su desparpajo de carnosidad provocadora. s Durante el pasado mes de diciembre, el fotgrafo cubano-americano Luis Mallo present sus obras en la Judite Galleries en la ciudad de Nueva York, donde est radicado el artista. Bajo el ttulo de Eros y Civilizacin, Luis Mallo explora el tema ertico contrastndolo con referencias a la antigedad (torsos y bustos grecorromanos) y a la modernidad industrial (ruedas dentadas, espirales metlicas, tornillos, etc.). s La galera The Americas Collection de Coral Gables, FL., present la muestra Como el destello del cobre del pintor cubano Luis Marn. Sobre esta exposicin ha escrito el crtico cubano Lzaro C. Prez-Mor: La figura humana: esplndida, indomable, agresiva o vulnerable a su suerte como narradora y protagonista del mito est en en el corazn mismo de la obra de Luis Marn. s El pintor cubano Humberto Castro ha expuesto entre el 24 de febrero y el 10 de abril en la galera Got de Pars. El artista, residente en Pars, ha alcanzado el reconocimiento internacional en Francia, donde ha expuesto en numerosas oportunidades. Su obra se ha podido ver tambin en Nueva York, Miami, el resto de Europa y en Hispanoamrica. Una nueva muestra de su pintura se expondr en Austria durante la primavera. s The Whitney Museum of American Art ha adquirido para su coleccin permanente el portfolio Five compuesto por cinco grabados a color realizados por otros tantos artistas cubanos radicados en EE UU: Juan Abreu, Julio Antonio, Luis Cruz Azaceta, Carlos Crdenas y Toms Esson. La inclusin de estas obras en el Museo Whitney es una muestra del alto prestigio alcanzado por la pintura cubana en medios norteamericanos. Hasta la fecha, slo Azaceta y Carlos Alfonzo es-

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tuvieron representados en esta coleccin. Las piezas fueron grabadas por los maestros Katsumi Suzuki y Hidemi Nomura. La edicin del portfolio es de 47 unidades ms las pruebas de artista y se comercializa a travs de la Frederic Snitzer Gallery de Miami. s El Housatonic Museum of Art de Bridgeport, Connecticut, ha reunido 24 artistas latinoamericanos para su exposicin Paper Visions VI. Figuraron entre los invitados, los cubanos Jos Iraola, Luis Marn, Marta Prez Garca y Roberto Estopin. s El pintor y grabador cubano Luis Cabrera presenta en la Galera Miguel Espel & Casa Bella de Madrid una muestra de acrlicos y linleos que estampa un guio cmplice e irnico con el pop art de las dcadas de los 50 y 60. s Se ha estrenado en EE UU la pelcula Azcar amargo del director cubano Len Ichaso. El largometraje ha sido filmado en parte en Repblica Dominicana y ha sido ambientada con fragmentos de fondos que que fueron rodados en La Habana de manera clandestina. Entre su filmografa anterior, Ichaso cuenta con los largometrajes Sugar Hill y Cross over, con guin del msico panameo Rubn Blades. s La productora Dokument Utifran de la televisin sueca ha distribuido para su difusin en la televisin europea el cortometraje Socialismo o muerte. Sus directores, Bengt Norborg y Bo Sand, se trasladaron a Cuba para entrevistar a jvenes roqueros de entre 22 y 26 aos que se haban autoinoculado el virus del SIDA segn declaran en el documental como una trgica manera de resistir a las persecusiones con que la polica poltica cubana hostiga su comportamiento, considerado oficialmente como indeseable. Socialismo o muerte recoge el pattico testimonio de ms de una decena de jvenes enfermos de SIDA, as como del director del sidatorio de Pinar del Ro, el Dr. Jorge Prez, quien considera la actitud de los jvenes como normal en la conducta atpica de cualquier grupo juvenil marginal. Por su parte, Mons. Carlos Manuel de Cspedes declara la impotencia de la Iglesia catlica en la asistencia a estos jvenes por estarle expresamente prohibida cualquier ac-

cin social. El equipo de la televisin sueca se traslad tambin a Miami, donde entrevist al roquero y cineasta Vladimir Ceballos, quien cedi fragmentos de filmaciones propias realizadas a jvenes enfermos de SIDA ya fallecidos.

Pasar revista
s ARS MAGAZINE. En diciembre de 1995 apareci

en Miami el primer nmero de esta publicacin bilinge dedicada bsicamente a las artes plsticas. Con una frecuencia bimestral, su tercera entrega (Marzo-Abril de 1996) dedica sus pginas centrales al escultor y pintor cubano Roberto Estopin. Tambin, ensayos sobre el pintor Vctor Gmez y el fotgrafo Joas A. Figueroa. Director: Gustavo Valds. Direccin: 220-45th St. Suite 3, Union City, NJ 07087, EE UU. s LINDEN LANE MAGAZINE. La revista literaria cubana de mayor continuidad publicada fuera de la isla. Directora: Belkis Cuza Mal. Direccin: P. O. Box 2384, Princeton, NJ 08543-2384, EE UU. s PALABRA N UEVA (Nmero 40, Octubre de 1995), edicin consagrada a homenajear la figura de Jos Mart. Palabra Nueva es una publicacin del Departamento de Medios de Comunicacin Social de la Arquidicesis de La Habana. Director: Orlando Mrquez. Direccin: Calle Habana n 152 esq. a Chacn, La Habana Vieja, C.P. 10100, Cuba. s SIN VISA (Nm. 4, Abril de 1996). Boletn Cubano de Arte, Poltica y Cultura, editado en Pars. Recoge la primera declaracin del coronel Daniel Alarcn Ramrez, Benigno, combatiente de la Sierra Maestra y compaero del Che en Bolivia, al pedir asilo poltico en Francia: (...) Hoy hago una denuncia formal y pblica sobre mi desacuerdo con la poltica actual del gobierno de Cuba, donde la represin, vejaciones, hambre, miseria y prohibicin de todo, de la palabra y la accin, explican que las crceles estn llenas de presos polticos, por decir lo que se debe gritar (...) No renuncio a mi conviccin de revolucionario; sta fue una de las primeras co-

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sas que aprend del Che y hoy pienso con vergenza que, de estar vivo, se indignara al ver cmo Fidel Castro convierte su imagen en una bandera para hacer trabajar al pueblo cada da ms a cambio de nada. Se resea Vie et mort de la rvolution cubaine (Ed. Fayard, Pars, 1996), memorias de Benigno, por Jorge Masetti; y Daro Mndez comenta el volumen de ensayo de Rgis Debray Lous soient nos seigneurs, que incluye una amplia reflexin sobre Cuba. Ofrece adems una extensa informacin cultural. Director: Eduardo Manet. Direccin: 6 rue Linn, 75005 Pars, Francia. s JULE. (Nm. doble 3/4, Primavera de 1995). Un monogrfico dedicado a la literatura venezolana. Colaboran en esta entrega, entre otros: Juan Lizcano, Carlos Contramaestre y Ana Mara Mazzei. Directores: Lorenzo Garca Vega, Carlos A. Daz y Octavio Armand. Direccin: 417 SW 95 Ct. Miami, FL 33174, EE UU. s BOLETN DEL COMIT CUBANO PRO DERECHOS HUMANOS (ESPAA). (Nm. doble 17-18, Primavera-Verano, 1996). En esta entrega se recoge el Informe sobre la situacin de los derechos humanos en Cuba, presentado por el Relator Especial, Sr. C. J. Groth, en el 52 perodo de sesiones de la Comisin de Derechos Humanos de la ONU, celebrado en Ginebra en abril de este ao, as como el ltimo informe sobre Cuba de Amnista Internacional, entre otros materiales. Director: Dra. Martha Frayde. Direccin: Apartado de Correos 45011, 28080 Madrid, Espaa. s DISIDENTE. Revista independiente y pluralista que informa sobre los Derechos Humanos en Cuba. Director: Angel W. Padilla. Direccin: P.O. Box 360889, San Juan, Puerto Rico, 00936-0889. s CUBAN STUDIES. (Nm. 26, 1996). Anuario especializado en estudios monogrficos sobre Cuba, portador de una amplia informacin bibliogrfica. En este nmero, entre otros: La presencia de Canad en Cuba a mediados de la dcada de los 90 de Julia Sagebien; El fenmeno de los balseros: 1991-1994 de Holly Ackerman; Los principales cdigos de la cultura cubana en la novela Soando en cubano de Cristina Garca de William Luis; Fondos cubanos, documentales y hemero-

grficos para el estudio del 98 depositados en los archivos espaoles, 1878-1898 de Consuelo Naranjo Orovio y Luis M. Garca Mora. Senior Editor: Jane Flanders. Direccin University of Pittsburg Press, 127 North Ballefield Ave., Pittsburgh, PA 15260, EE UU. s CUBANEWS. (Vol.4, Nm 3, Marzo 1996). Publicacin mensual en ingls editada por el Miami Herald Publishing Co. cuyo objetivo es el anlisis econmico, poltico y comercial de la realidad cubana. En este nmero, entre otros, se abordan los siguientes temas: El futuro de las inversiones en Cuba, Nuevos impuestos para el trabajador por cuente propia, Informe demogrfico, Aumenta el turismo, Canad se resiste al embargo, Decepciones en la industria lctea. s LA GACETA DE CUBA. (Nm. 1. Ao 34. Enero / Febrero de 1996). rgano oficial de la Unin de Escritores y Artistas de Cuba. Entre otros, el nmero incluye un dilogo entre Jorge Luis Arcos y Arturo Arango sobre el hombre interior, la conciencia, y su finalidad; Rafael Rojas (El epitafio de Saco) reflexiona sobre las refutaciones de Cintio Vitier y A. Arango a su ensayo La otra moral de la teleologa cubana (Casa de las Amricas, nm. 194); a su vez Mario Rodrguez Pantoja (Comentarios a una escritura de la historia) responde al ensayo de Rojas que aparece en el mismo nmero. La polmica sobre racionalidad moral emancipatoria y racionalidad moral instrumental, y sus derivadas contina; el narrador Leonardo Padura entrevista a Johnny Pacheco (Del nuevo tumbao al tumbao aejo). Director: Norberto Codina. Direccin: Calle 17, n 354, Habana 4, Cuba. s APUNTES POSTMODERNOS. (Primavera de 1995). Publicacin semestral. Ensayos de Rafael Rojas, Antonio Vera-Len, Arcadio Daz Quiones y Enrique del Risco, entre otros, abordan el pensamiento y la figura de Jos Mart. El fotgrafo cubano Arturo Cuenca da noticia de las peculiaridades de su arte. Su editor es Jos A. Sols Silva. Direccin: P. O. Box 654305, Miami, FL 33165, EE UU. s TRAZOS DE CUBA. (Nm. 11, Marzo de 1996). Revista de reflexin poltica y cultural. Contiene

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en este nmero anlisis sobre la represin a Concilio Cubano y el derribo en aguas internacionales de dos avionetas de Hermanos al Rescate con la consiguiente muerte de sus cuatro ocupantes. Otras secciones debaten las relaciones entre Castro y la familia Mitterand y la exhibicin en Pars de la pelcula Alicia en el pueblo de Maravillas. Jacobo Machover escribe: La furia indmita de Reinaldo Arenas. Director: Lzaro Jordana. Direccin: 15, avenue de la Garenne, 77270 Villeparisis, Francia. s CATLOGO DE LAS LETRAS. Revista cubana de divulgacin cultural. Director: Soren Triff. Direccin: P.O Box 557304, Miami, FL. 33255-7304, EE UU. s EL HERALDO CUBANO. (Enero de 1996).Publicacin de temas culturales, religiosos, polticos y de actualidad cubana. Director: Rigoberto Artiles Ruiz. Direccin: Fridhemsgatan 66, 112 46 Estocolmo, Suecia. s CUBA NUESTRA. (Enero de 1996). Revista literaria y poltica. Vinculada a una seccin de la Unin Liberal Cubana. Director: Carlos M. Estefana. Direccin: Krongarsvg 3, BV 143 46 Varby, Suecia.

Libros recibidos
s Armando Alvarez Bravo, Al curioso lector, Ediciones Universal, Miami, 1996. Una recopilacin de ensayos sobre temas de literatura y arte de uno de los poetas ms jvenes de la generacin del 50. s Luis de la Paz, Un verano incesante, Ediciones Universal, Miami, 1996, pp. 122. Se trata del primer volumen de cuentos de un autor llegado al exilio durante el xodo del Mariel en 1980. Un texto donde la realidad nunca muestra un nico rostro, construido con un lenguaje limpio de excesos proveniente de la mejor tradicin del cuento cubano (Novs Calvo, Calvert Casey). s Jos Lezama Lima, La materia artizada, compilacin y prlogo de Jos Prats Sariol, Tecnos, Madrid, 1996, pp. 297. El volumen rene las crticas de arte del autor de Paradiso. Cada uno de los ensayos testimonia que slo lo difcil es esti-

mulante. Son flechas a lo inapresable insular, eras imaginarias de una voz que al remitir a s misma dimensiona sus objetos, los re-crea, los artiza y atiza. s Rosario Hiriart, Las horas, Ediciones Cocodrilo Verde, Cceres, 1995, pp. 97. Once relatos en los que cada pgina arriesga nuevos acercamientos al universo de la memoria ficcin. La autora, residente en Nueva York, ha publicado con anterioridad las ficciones Nuevo espejo de paciencia y Albahaca, entre otras. s Louis A. Prez, Jr., Cuba. Between Reform & Revolution, Oxford University Press, New York, 1995, 2 ed., pp. 538. Una muy documentada sntesis de la historia de Cuba. Esta segunda edicin aade un anlisis de la situacin cubana a partir de la cada de los pases de la Europa oriental. s VV. AA., Doce nudos en un pauelo, seleccin y prlogo de Salvador Redonet, Ediciones Mucuglifo, Mrida, Venezuela, 1995, pp. 53. Antologa de doce narradores nacidos entre 1958 y 1972 y residentes en Cuba, presentados por Redonet como una muestra de la escritura de los novsimos autores cubanos. s VV. AA., Theatre: 5 Cuban authors, seleccin y prlogo de Rine Leal, Ollantay Press, Nueva York, 1995, pp. 277. En su prlogo Ausencia no quiere decir olvido, el crtico teatral cubano afirma de manera conciliadora que el teatro cubano escrito dentro y fuera de la isla debe ser entendido como la extensin de una cadena coherente ya que la verdadera unidad es la que muestra la riqueza de una diversidad de miradas. Los autores seleccionados son: Mara Irene Forns, Eduardo Manet, Pedro Monge Rafuls, Hctor Santiago y Jos Triana. s Arturo Arango, La Habana elegante, La Rueda Dentada, La Habana, 1995, pp. 85. Tres cuentos sobre la vida habanera que explora crticamente desde lo cotidiano inelegante hasta un potencial y desgarrador futuro. Arango obtuvo el premio Juan Rulfo en 1992 con su cuento Bola, bandera y gallardete, incluido en el volumen. Su libro La vida es una semana fue premio UNEAC de cuento en 1988.

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s Daniel Iglesias Kennedy, La hija del cazador, Betania, Madrid, 1995, pp. 107. Novela sobre la confusa vida interior de una adolescente que vive en la Cuba de finales de los aos ochenta. Una reflexin sobre la soledad, el fracaso y el desamor en un escenario hostil e intolerante. Iglesias Kennedy vive en Espaa y ha publicado las novelas La ranura del horizonte en llamas y El gran incendio, ambas en Tusquets Editores. s Rafael Bordao, El libro de las interferencias / The book of interferences, edic. bilinge, trad. Lous Bourne, Editorial Palmar, Nueva York, 1995, pp. 53. Poesa de la soledad y la memoria. s Carlos Verdecia, La escalera de incendios, Coleccin Gran Poesa, Madrid, 1995, pp. 63. Poesa desgarrada, el amor, el desamor. Verdecia public en 1992 Conversacin con Heberto Padilla. Fue director de El Nuevo Herald (1987-1993). Reside en Miami. s Nancy Hernndez Quintana, Mujer de cal y cemento, Betania, Madrid, 1995, pp. 74. Poesa de la memoria y del amor. La autora reside en Madrid. s Rosario Rexach, Estudios sobre Getrudis Gmez de Avellaneda, Verbum, Madrid, 1996, pp. 84. Cinco ensayos que demuestran un amplio y maduro conocimiento de la obra y personalidad de la autora cubana. s Orlando Rossardi, Memoria de m, Betania, Madrid, 1996, pp. 80. Este es el cuarto libro de poemas del ensayista y profesor universitario Orlando Rodrguez Sardias, residente en Virginia. De su poesa ha dicho Gastn Baquero: Los paisajes ofrecidos en el periplo de un alma, en esta biografa cabal de s mismo que hace paso a paso el autor, fueron para m una sorpresa. s Ileana Peralta, Temperamentales, Betania, Madrid, 1995, pp. 88. Poesa del desencanto y del amor. La autora reside en Madrid. s Ignacio Cabrera Ms, Cavidad, Betania, Madrid, pp. 99. Cavidad es el hueco, el vaciado, por donde entramos poblando, incurriendo, depositando, y al mismo tiempo incluye lo que cava, pica o escarba, y se acrecienta, labora..., instruye. Jorge Valls. Cabrera Ms reside en Miami. s VV. AA., Poesa cubana hoy, seleccin y prlogo de Juan Gonzlez Daz, Grupo Cero, Madrid,

1995, pp. 126. Una muestra de 64 poetas cubanos residentes en la isla. Entre los seleccionados sobresalen Carilda Oliver Labra, Nancy Morejn y Reyna Mara Rodrguez, el resto son buenas intenciones. s VV. AA., Mapa imaginario, seleccin y prlogo de Rolando Snchez Mejas, Embajada de Francia en Cuba/Instituto del Libro, La Habana, 1995, pp. 297. Seleccin de veintiseis nuevos poetas cubanos, residentes en la isla y nacidos entre 1952 y 1977, con la que Snchez Mejas ha querido inventar un precario mapa o fenomenografa de los imaginarios poticos cubanos ms recientes. s Gustavo Prez Firmat, Next Year in Cuba, Anchor Book, Nueva York, 1995, pp. 274. El autor lleg a EE UU a la edad de siete aos, all se educ y se ha convertido en uno de los escritores cubano-americanos de mayor prestigio. Next Year in Cuba constituye un valioso y sincero aporte al canon de la escritura cubano-americana. El excelente retrato de una familia y de una cultura en transicin, Oscar Hijuelos. s Zo Valds, La Colre, Editions Textuel, Pars, 1996. Como parte de la coleccin Pchs capitaux aparece este nuevo texto de la escritora cubana afincada en Pars. Mezcla de amor y de stira poltica, la narracin traza la transformacin de una joven cubana que parte de la clera ntima, pasa por la clera social y culmina en una clera divina. La coleccin est concebida a partir de la fusin de un relato con reproducciones de la pintura universal. El texto del primer volumen, La Gourmandise (La Gula), estuvo a cargo del escritor espaol Manuel Vzquez Montalbn. s Michle Guicharmaud-Tollis, Regards sur Cuba su XIX sicle, Editions LHarmattan, Pars, 1996. Un anlisis de los testimonios de los viajeros europeos y norteamericanos que visitaron la isla durante el siglo. La obra revela la importancia de Cuba en el mbito internacional, al tiempo que revela diversos aspectos de la realidad cubana de entonces. La autora es profesora de la universidad de Pau. s Patrick Glaize (fotgrafo), La Habana - La Havane, Editiones Plante Aurora, Pars, 1995.

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Una inmensa sensibilidad potica emana de estas fotos, las que atestiguan una innombrable mezcla de sensaciones a travs del lente de Galize: amor, furia, celos, creencias, exilio, ritmo, en fin vida cotidiana y arte. s Bjrn Afzelius, La Habana era una fiesta, Verbum, Madrid, 1995, pp. 362. El narrador, un reconocido cantautor sueco socialdemcrata, ofrece en esta novela la confesin de un desgarramiento: el fracaso de la utopa. El autor aprovecha la narracin para recorrer la historia reciente de la isla, demostrando ser un magnfico conocedor de sus ms ocultos secretos. s Mara Cristina Garca, Havana USA, University of California Press, Berkeley and Los Angles, 1966, pp. 290. El subttulo de esta obra Exiliados cubanos y cubano-norteamericanos en el sur de la Florida. 1959-1994) anuncia el propsito de la autora, que no es otro que poner en evidencia las dificultades de acomodo de las dos cvulturas. Garca estudia con eficacia el resultado del esfuerzo de ms de un milln de cubanos asentados en el sur de la Florida. La investigacin cubre la dinmica actividad econmica de la comunidad; los xitos de sus ms importantes artistas, escritores e intelectuales; la evolucin de las ms dismiles posiciones polticas; y, sobre todo, su enorme capacidad para conservar su cubana. Mara Cristina Garca, profesora de Historia en la universidad de Texas A&M, lleg a Miami como refugiada siendo an una nia. s Carlos Miguel Surez Radillo, Amrica del Norte... de mar a mar, Editorial Alpuerto/Tierra de Fuego, Madrid, 1996, pp. 444. Es el cuarto libro de memoria de viajes del autor. Un texto que acumula extensos saberes, al tiempo que incorpora al lector a una aventura donde la amistad y la fraternidad son constantes compaeras del viajero. s Ian Lumsden, Machos, maricones and gays. Cuba and Homesexuality, Temple University Press, Philadelphia, 1996. Una encuesta rigurosa sobre la vigencia de la homosexualidad como problema en Cuba. s Uva de Aragn, Alfonso Hernndez-Cat. Un escritor cubano, salmantino y universal, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1996, pp.

180. Biografa y estudio crtico que pone al da la obra del narrador y diplomtico cubano nacido en Espaa. s Severo Sarduy, Cartas, seleccin, prlogo y notas de Manuel Daz Martnez, Verbum, Madrid, 1996, pp. 64. No slo el estimonio de la relacin fraternal entre dos escritores cubanos de la misma generacin, sino tambin de las circunstancias polticas y culturales en que fueron escritas. s Elena M. Martnez, Lesbian Voices from Latin America Breaking Ground, Garland, Nueva York, 1996, pp. 223. La ensayista cubana analiza la obra de cinco autoras contemporneas (Magaly Alabau, Sylvia Molloy, Nancy Crdenas, Rsamara Roffiel y Luz Mara Umpierre) para definir el cuerpo lesbiano dentro de la literatura latinoamericana a travs de cuatro variables: lo ertico, lo autobiogrfico, la autorreflexin y lo sociopoltico. s Reinaldo Arenas, Adis a mam, Ediciones Universal, Miami, 1996 y Ediciones Altera, Madrid, 1995, pp. 177. Un volumen de cuentos que a pesar de su escritura transgresora y pesimista, destila un profundo amor por la vida. s Felipe Lzaro y Bladimir Zamora (antlogos), Poesa cubana: La isla entera, Betania, Madrid, 1995, pp. 382. Una amplia muestra de 54 poetas cubanos (nacidos entre 1940 y 1971) de dentro y de fuera de la isla. Ambos compiladores afirman: La poesa une lo que la poltica desune. Lo importante no es donde estamos, dentro fuera de Cuba, sino la direccin en que nos movemos, hacia la reconciliacin, el dilogo y la unidad nacional.

Convocatorias
s Premio CIUDAD DE CUENCA de cuentos. Cin-

cuenta mil pesetas y veinticinco mil para el ganador y el finalista, respectivamente, en categora juvenil (menores de 18 aos). Ciento cincuenta mil pesetas y setenta y cinco mil para el ganador y el finalista, respectivamente, para adultos (mayores de 18 aos). Ayuntamiento de Cuenca. Sec.

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N A R R AT I VA

de Cultura, Festejos y Deportes. Plaza Mayor s/n, 16001, Cuenca, Espaa. Hasta el 31 de agosto. s Premio BENITO PREZ DE ARMAS. Un milln de pesetas para el ganador. Caja de Ahorros General de Canarias. C/ Puerta Canseco 49, 38003 Santa Cruz de Tenerife. Hasta el 1 de septiembre. s Premio EDEB de Literatura infantil y juvenil. Infantil (7 a 12 aos). Tres millones de pesetas para el ganador y un milln para el finalista. Juvenil (mayores de 12 aos). Cuatro millones de pesetas para el ganador y un milln para el finalista. Edeb. Pg. Sant Joan Bosco 62, 080017, Barcelona. Telfono: 203.74.08. Hasta el 15 de septiembre. s Premio EL BARCO DE VAPOR de Literatura infantil. Tres millones de pesetas para el ganador. Fundacin Santa Mara. Hasta el 15 de septiembre. s Premio CAF IRUA de Novela Corta en Castellano. Seiscientas mil pesetas para el ganador. Caf Irua. C/ Berastegui 4-6, 48001, Bilbao. Hasta el 29 de septiembre. s Premio NADAL. Tres millones de pesetas para el ganador. Ediciones Destino. Hasta el 30 de septiembre. s Premio HUCHA DE ORO de cuentos. Setecientas mil pesetas para el ganador. CECA; C/ Alcal 27, 28014, Madrid. Hasta el 30 de septiembre. s Premio GABRIEL SIJE de novela corta. Doscientas cincuenta mil pesetas para el ganador. Caja de Ahorros de Alicante y Murcia. Departamento de Obras Sociales. C/ Doctor Gadea 1, 03003, Alicante. Tl: 21.00.53. Hasta el 30 de septiembre. s Premio CAMILO JOS CELA de narraciones cortas. Cien mil pesetas para el ganador. Ayuntamiento de Palma de Mallorca. Negociado de Cultura. C/ San Sebastin 1, 070001, Palma de Mallorca. Hasta el 30 de septiembre. s Premio APELLES MESTRE de Literatura infantil.
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Setecientas cincuenta mil pesetas para el ganador. Ediciones Destino. Hasta el 30 de septiembre.

POESA
s Premio ANA DEL VALLE. Doscientas mil pesetas. Casa Municipal de la Cultura. C/ Jovellanos 3, 33400 Avils, Asturias. Hasta el 30 de septiembre. s Premio REY JUAN CARLOS I. Un milln de pesetas. Ayuntamiento de Marbella. Delegacin de Cultura. 29600, Marbella, Mlaga, Espaa. Hasta el 30 de septiembre. s Premio SEARUS. Cien mil pesetas y placa para el ganador. Cincuenta mil pesetas y placa para el segundo lugar. Premios especiales para promocin de jvenes poetas. Asociacin Cultural Seaurus. C/ Pedro Prez Fernndez 30, 41720, Los Palacios y Villa Franca, Sevilla. Hasta el 17 de octubre.

E N S AY O y varios
s Premio JOAN FUSTER de Ensayo. Un milln

de pesetas para el ganador. Editorial Tres i Quatre. Valencia. Hasta el 15 de septiembre. s Premio MARQUS DE BRADOMN de Teatro. Doscientas mil pesetas. Instituto de la Juventud. Ministerio de Cultura. C/ Jos Ortega y Gasset 71, 28006, Madrid. Hasta el 15 de septiembre. s Premio MARGARITA XIRG de Teatro Radiofnico. Medio milln de pesetas. Escritores de pases iberoamericanos con obras en formato de guin radiofnico que no exceda los 30 minutos ni sea inferior a los veinticinco minutos. Original y cuatro copias, bajo sistema de plica. Radio Exterior de Espaa. Apdo. 156.202, 28080, Madrid. Hasta el 1 de octubre. s Premio FUNDESCO de Ensayo Comunicacin, Tecnologa y Sociedad. Tres millones de pesetas. Fundesco. C/ Alcal 61, 28014, Madrid. Hasta el 31 de octubre.

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C O L A B O R A D O R E S

Eliseo Alberto, (La Habana, 1951). Su ltima novela es La eternidad por fin comienza un lunes. El texto que publicamos es un captulo de su libro Informe contra m mismo. Reside en Mxico. Gastn Baquero, (Banes, 1918). Patriarca de la poesa cubana, pertenece a la generacin de Orgenes. En 1995 public los volumenes Poesa y Ensayos, en los que recoge su labor en ambos gneros. Reside en Madrid. Vctor Batista, (La Habana, 1933). Escritor e historiador. Reside en Madrid. Elizabeth Burgos, (Valencia, Venezuela). Gan el Premio Casa de las Amricas con el libro de testimonio Me llamo Rigoberta Mench. Es agregada cultural de la embajada de Francia en Madrid. Jos Manuel Caballero Bonald, (Cdiz, 1928). Uno de los grandes de las letras espaolas. Recientemente ha publicado el primer tomo de sus memorias, Tiempo de guerras perdidas. Reside en Madrid. Luis Cabrera, (La Habana, 1956). Pintor y grabador. Reside en Madrid. Lzara Castellanos, (La Habana, 1939). Licenciada en Historia. Ha publicado la novela Estudio de familia y el libro Vctor Patricio de Landaluze . Reside en La Habana. Michael Chanan,(Londres). Crtico de cine especializado en Amrica Latina. Prepara un libro sobre Toms Gutirrez Alea. Reside en Londres. Jorge I. Domnguez,(La Habana). Profesor de la Universidad de Harvard y miembro del Dilogo Interamericano. Ha publicado, entre otros, el ensayo Cuba, Order and Revolution. Reside en Cambridge. Luis M. Garca, (La Habana, 1954). Ha publicado, entre otros, el libro de relatos Habanecer, con el que gan el premio Casa de las Amricas. Reside en Jan. Ireno Garca, (La Habana, 1954). Compositor y dibujante. Premio Adolfo Guzmn de msica cubana. Reside en La Habana. Alberto Garrands, (La Habana, 1960). Su libro La narrativa cubana de 1923 a 1958, mereci el premio de ensayo de la Unin de Escritores y Artistas de Cuba. Reside en La Habana. Adriano Gonzlez Len, narrador venezolano.

Viejo es su ltima novela. Consejero cultural de la embajada de Venezuela en Madrid. Manuel Iglesias Caruncho, economista espaol. Fue Coordinador General de la Cooperacin Espaola en Cuba de 1991 a 1994. Jos Iraola, (Cuba, 1961). Pintor y dibujante. Reside en Miami. Lzaro Jordana, (Trinidad, Cuba, 1957). Pintor y dibujante. Reside en Pars, donde dirige la revista Trazos de Cuba. Jos Kozer, (La Habana, 1940). Su ltimo cuaderno de poesa es Et mutabile. Reside en Nueva York. Andrs Lacau, (Santiago de Cuba, 1944). Pintor y dibujante. Reside en Madrid. Julio E. Miranda, (La Habana, 1945). Su ltimo libro de relatos es Luna de Italia. Reside en Mrida, Venezuela. Mayra Montero, (La Habana, 1952). Fue finalista del premio La Sonrisa Vertical con la novela La ltima noche que pas contigo. Reside en Puerto Rico. Marcia Morgado, (La Habana, 1951) Escritora y periodista. Reside en Miami. Paulo Antonio Paranagu, (Ro de Janeiro, 1948). Crtico e historiador del cine latinoamericano. Su ltimo trabajo es un ensayo audiovisual sobre el filme El, de Luis Buuel. Reside en Pars. Umberto Pea, (La Habana). Pintor y diseador grfico. Durante muchos aos fue responsable artstico de la revista Casa de las Amricas. Reside en Miami. Gustavo Prez Firmat, (La Habana). Profesor en Duke University, donde ha publicado Next Year in Cuba. Marifeli Prez Stable, (La Habana). Presidenta del Instituto de Estudios Cubanos y vicepresidenta del Comit Cubano por la Democracia. Ha publicado The Cuban Revolution: Origins, Course, and Legacy. Reside en New York. Jos Luis Posada, (Villaviciosa, Asturias, 1929). Pintor y dibujante. Fue diseador grfico de la revista literaria El caimn barbudo. Reside en Asturias. Jos Prats Sariol, (La Habana, 1946). Ha publicado, entre otros, el libro de relatos Ertica. Reside en La Habana.

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encuentro

COLABORADORES

Zaida del Ro, (Las Villas, 1954). Obtuvo el Primer Premio de Pintura en la Bienal de El Cairo. Reside en La Habana. Guillermo Rodrguez Rivera, (Santiago de Cuba, 1954). Ha publicado, entre otros, el poemario Amor de ciudad grande. Reside en La Habana. Rafael Rojas, (La Habana, 1965), historiador y ensayista. En la actualidad disfruta de una beca en Estados Unidos. Osvaldo Snchez, (La Habana, 1958). Obtuvo el Premio David de poesa por Matar al ltimo venado. Reside en Mxico, donde es subdirector del Festival Cervantino. Rolando Snchez Mejas, (Holgun, 1959). Escri-

turas es su ltimo libro de relatos. Ha recibido el Premio de la Crtica. Reside en La Habana. Pedro Shimose, (La Paz, 1940). Gan el Premio Casa de las Amricas con el poemario Quiero escribir pero me sale espuma. Reside en Madrid. Carlos Victoria, (Camagey, 1950). Su ltima novela es La travesa secreta. Reside en Miami. Zo Valds, (La Habana). La hija del embajador, su ltima novela, recibio el premio Juan March. Es jefe de redaccin de la revista Ars Magazine. Reside en Pars. Ren Vzquez Daz, (Caibarin, 1952). Su ltima novela es La isla del Cundeamor. Reside en Malm, Suecia.

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encuentro

EN EL PRXIMO NMERO

ENCUENTRO DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS CUBANOS

MANUEL MORENO FRAGINALS
El tiempo en la historia de Cuba

CARLOS SOLCHAGA
La economa cubana a mediados de los 90 Gastn Baquero

entrevisto

por Efran Rodrguez

M A N U E L D A Z M A RT N E Z
La carta de los dez

ANTONIO FERNNDEZ FERRER

La poesa de Eliseo Diego

PEDRO PREZ SARDUY

Y que tienen los negros en Cuba

MANUEL FERNNDEZ
Notas para una historia del catolicismo en Cuba

ALAN WEST
Sones peregrinos