Precolombinos
Precolombinos
Precolombinos
un país o que, por el contrario, coexisten dentro de uno) marcadas por ciertos rasgos,
prácticas y experiencias históricas. Puede establecerse así la existencia de cinco
grandes regiones y de ciertas áreas <<intermediaS>>, que llamamos así no porque
sean menores en importancia, sino porque participan en diversa proporción de los
rasgos de aquéllas con las que colindan:
IV Región centroamericana
Zona intermedia: Guatemala
V Región mexicana
¿Cuáles son los pueblos descriptos?
¿Cómo vivían?
Base económica era la agricultura; construyeron
puentes; templos y canales; jerarquías sociales
-tres grupos;
-presentar las características del pueblo originario, en tópicos y escribirlos
en la pizarra: ambiente/localización; economía; arte; organización social.
• Mayas: sudeste de México y Guatemala; Honduras; construyeron
grande templos; crearon un sistema de numeración para “controlar” el
tiempo; pirámides con sacrificios; amor a los animales; creación del
número cero;
Siendo numerosos los testimonios literarios que nos dejó el pueblo azteca,
representan sólo W1a parte de W1a producción que debió ser cuantiosa y con
raíces muy antiguas y complejas. Pero, sin duda, esta herencia literaria es la que
más intensa y ampliamente ha sido estudiada, descifrada, sistematizada y
traducida, primero por los cronistas y luego por los especialistas modernos (los
aportes de Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla son fundamentales en
nuestro siglo); de este modo, hoy sabemos de ella más de lo que podría
suponerse tras la severa destrucción de la que fue objeto durante la conquista.
Las fuentes fundamentales son los códices o amoxtli en los que los aztecas,
haciendo uso de pictografías, ideogramas y, después, de su primaria
transcripción fonética, dejaron testimonio de W1 variado conjW1to de
cosmogonías, historias, cuentas calendáricas, cantares, doctrinas y discursos,
cuya preservación fue indispensable para mantener viva su cultura.
LEYENDA NÁHUATL /
AZTECA
Cuenta la leyenda que cuando los dioses
terminaron de crear el mundo, se dieron cuenta
que el sol que crearon iluminaba muy poco, y
sus rayos no eran lo suficientemente fuertes
para calentar la tierra. Durante ese primera era,
decidieron que uno de ellos sería el nuevo sol
que calentaría la tierra.
Tezcatlipoca se ofreció para ser el nuevo sol y alumbro la tierra
en esa era y las personas al poco tiempo comenzaron a adorarlo ya
que les brindaba calor. Entonces Quetzalcóatl se convirtió en el
segundo sol que les daría calor la segunda era, y fue entonces cuando
Tezcatlipoca volvió en forma de tigre y de un arañazo logro derribar al
sol Quetzalcóatl. Este creo vientos huracanados, los habitantes en ese
entonces les pidieron a los dioses ser convertidos en animales para
poder huir de los vientos.
Quetzalcóatl, fue cuando, los convirtió en monos, Tláloc también
quería ser sol, pero ya era el dios de la lluvia, lo único que pudo hacer
fue que llueva fuego desde las nubes y así calentar la tierra. Entonces,
los habitantes pidieron a los dioses que los transformara en aves y así
huir volando de la lluvia de fuego, entonces todos fueron aves.
Chalchiutlicue como el cuarto sol, que coloco
Tlaloc; pero ella ya era dios del agua, solo podía hacer
llover, entonces, solo provoco fuertes inundaciones y
los habitantes estaban tan aterrorizados que pidieron
ser peces y los dioses lo cumplieron. Así fue como los
dioses se dieron cuenta que ya no había humanos.
Ahora todos eran animales.
1.3. La literatura maya y sus códices
[…] Ahora bien, sus padres, los que murieron antiguamente, fueron
Hun-Hunahpú y Vucu-Hunahpú. Ellos vieron también las caras de sus
padres allá en Xibalbá y sus padres hablaron con sus descendientes,
los que vencieron a los de Xibalbá.
Y he aquí cómo fueron honrados sus padres por ellos. Honraron a
Vucub-Hunahpú; fueron a honrarlo al Sacrificadero del juego de
pelota. Y asimismo quisieron hacerle la cara. Buscaron allí todo su
ser, la boca, la nariz, los ojos. Encontraron su cuerpo, pero muy poco
pudieron hacer. No pronunció su nombre el Hunahpú. Ni pudo decirlo
su boca. […] p. 121
LA TERCERA PARTE: