2.-Miercoles de Ceniza
2.-Miercoles de Ceniza
2.-Miercoles de Ceniza
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy
fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado,
de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión
de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy
polvo y ceniza", dice Abraham en Gen. 18,27.
El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo
entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto
simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas
del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la
conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a
la Pascua.
La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la
Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para
dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente:
"Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al
polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien
nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de
vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
A pocos días del inicio de la Cuaresma, que sirve de preparación para la Pascua y que
comienza este miércoles 6 de marzo, recordamos algunas cosas esenciales que todo
católico debe saber para poder vivir intensamente este tiempo litúrgico.
Es el primer día de la Cuaresma.
Con el Miércoles de Ceniza inician los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la
conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte
y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. Este
explica que en la Misa se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha
de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior.
La imposición de las cenizas surge en los primeros siglos del cristianismo.
La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión
de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte,
caducidad, pero también de humildad y penitencia.
La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó
al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste
hecho" (Gn 3,19).
Las cenizas se producen de las palmas del Domingo de Ramos.
Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas bendecidas el Domingo
de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego
aromatizada con incienso.
Las cenizas se imponen en la frente al término de la homilía.
Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos
ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con
ellas mientras el ministro dice las palabras bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te
convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».
Luego, quien recibe las cenizas debe retirarse en silencio meditando la frase o invitación que
la acaban de hacer.
Las cenizas también pueden imponerse sin Misa.
Cuando no hay sacerdote la imposición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma
extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda con una liturgia de la
palabra.
Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede
realizarla un sacerdote o diácono.
Las cenizas pueden ser recibidas por no católicos.