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07 Pecado NT

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El pecado a la luz del

Misterio Pascual
El Pecado en el Nuevo Testamento
Los datos sobre el pecado en el AT no permiten plantear una doctrina del
pecado original.

Es la revelación realizada en Jesucristo la que nos permite una conciencia


más honda y precisa del pecado original, y del pecado en general.

Desde el don de la salvación


podemos asomarnos al misterio
del pecado, su gravedad.

Además nos da una esperanza


fundada: el amor de Dios es más
grande que el pecado.
El Pecado en el evangelio
Los Sinópticos y Juan

Los evangelios no hablan del pecado original, pues Jesús no ha especulado


sobre el origen o naturaleza del pecado.

En continuidad con el AT, mencionan la pecaminosidad universal, sin


olvidar el principio de responsabilidad personal (cf. Mt 16,27; Jn 5,29).

La solidaridad del pecado entre padres e hijos.

Lo vemos en boca de Jesús que denuncia en los escribas y fariseos ser hijos de quienes
mataron a los profetas, y que no pueden decir que no hubiesen hecho ellos lo mismo (cf.
Mt 23,29-36).
Igualmente, la parábola de los viñadores homicidas da cuenta de que el rechazo del Hijo
del hombre está en continuidad de quienes rechazaron y mataron a los profetas (Mc 12, 1-
12, par.).
Según los sinópticos, Jesús interpela a toda una generación que no lo
acepta (cf. Mt 16,4; 12,28ss par.); maldice las ciudades que no reciben su
mensaje (cf. Lc 10,13-15; Mt 11,21-24; 23,33ss); sus contemporáneos
parecen pensar en categorías semejantes (cf. Mt 27,25).

La solidaridad del pueblo lleva consigo una solidaridad moral y una


comunidad de espíritu que une a las diversas generaciones y a los
contemporáneos entre sí.

El evangelio de Juan da relieve a la categoría “pecado del mundo”.


Mundo (usado en diversos sentidos) en su perspectiva negativa da
cuenta de la pecaminosidad de la humanidad:

el mundo no “conoció” ni “recibió” al Verbo por quien había sido hecho


(Jn 1,10.11).

Aquí la comprensión de mundo no refiera a pecados o personas


concretas, sino a una cualidad universal (cf. Jn 7,7; 12,31; 14,19.22;
16,18ss;17,9), el pecado que Jesús viene a quitar (Jn 1,29; 3,16).
Aunque no se puede extraer de los
evangelios una doctrina, quizás ni
siquiera la existencia del pecado original,
sí existe la constatación de la experiencia
de pecado como algo común a todos los
hombres, es decir, la universalidad
del pecado.

Esto está matizado también con algunas


referencias al origen (Mc 10,6-8 y Mt 19,
4-5), aunque no directamente al pecado
del origen, y a la acción del demonio (Jn
8,44).
El pecado en San Pablo
Es en san Pablo donde encontramos con mayor
claridad una doctrina sobre el pecado.

Desde antiguo, prácticamente desde san Agustín,


Rm 5,12ss es considerado el texto clave para
fundar la teología sobre le pecado original.

Sin embargo, este texto presenta varias


dificultades exegéticas que intentaremos esbozar.
Antes demos una mirada general a la teología
paulina sobre el pecado.
Universalidad del pecado
En san Pablo encontramos como en ninguna parte afirmaciones sobre la
universalidad del pecado:

Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios (Rm 3,23).

Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos
ellos la misericordia (Rm 11,32; cf. Ga 3,22).

… destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera… (Ef 2,3).

Vemos algunos elementos importantes desde lo que Pablo plantea sobre el


pecado.
Estos pasajes hacen referencia, no solo a la suma de pecados individuales, sino
a una situación de carácter general, como lo muestra el uso de la palabra
‘naturaleza’.

Destaca en la teología de Pablo la idea de la solidaridad.

Esta no está fundada tanto en la descendencia biológica (Rm 9, 6-8) sino en la


común pertenencia a la esfera de la sarx: todo hombre o mujer es parte de
aquella carnalidad que precede a su opción personal, y que le inclina a
“apetencias contrarias al espíritu” (Ga 5,17).

Aquí la carne representa lo opuesto al espíritu, aquella dimensión del hombre


afectada por la corrupción que lleva a la muerte. Dicha muerte (thanatos) la
entiende san Pablo, no como meramente física, sino desde la dimensión
teológica que significa la ruptura de la comunión con Dios (cf. Rm 6,23; 7,5;
7,9-11; 8,6-10; 8,13; Ef 2,1-6; Col 2,13, etc.)
Rm 6,23: Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios,
la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Rm 7,5: Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones, excitadas por la


ley, obraban en nuestros miembros, a fin de que produjéramos frutos de la
muerte.

Rm 8,13: …si vivís en la carne moriréis, pero si con el Espíritu hacéis morir las
obras del cuerpo, viviréis.
Paralelo Adán Cristo
Una imagen que confirma la universalidad del pecado y el sentido teologal de
la muerte y es esencial a la teología de Pablo es la relación Adán-Cristo.

Este tema se descubre en 1Co 15, 22.45-49:

Pues del mismo modo que en Adán todos mueren, así también todos revivirán en
Cristo…

Así también dice la Escritura: fue hecho el primer hombre, Adán, alma
viviente (Gn 2,7; cf. Gn 1,27); el último Adán, espíritu que da vida.
Pero no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural; luego lo
espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del
cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así
serán los celestes.

Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno,
llevaremos también la imagen del celeste.
Adán y Cristo son presentados, más allá de su individualidad, como dos
comienzos diversos y dos polos de la humanidad (vv. 20-21).

La muerte de todos tiene su origen en Adán, la vivificación o resurrección


en Cristo.

Considerados cabezas de la humanidad, aunque siempre Adán


subordinado a Cristo, nos da a entender la solidaridad y por tanto la
universalidad.
La muerte de todos en Adán
claramente tiene relación con su
pecado, pero no muerte biológica.

Si fuese así no tendría paralelo con la


resurrección de Cristo.

La resurrección nos hace ver la


dimensión teologal de la muerte, pues
la resurrección es más que un evento
físico u histórico.

Todo esto no inhibe la responsabilidad


personal en el pecado que Pablo tiene
clara, como se puede por sus diversas
exhortaciones parenéticas (morales).
El texto clave: Rm 5,12-22
El capítulo 5 de la carta a los romanos está a continuación de lo que se
considera generalmente la primera sección de la carta: 1,18 - 4,25.

Esta sección está dedicada a la justificación por la fe. Basado en la cita


de Ha 2,4, Pablo trata el tema de la cólera de Dios y de la justicia de
Dios. El pecado de todos los hombres, gentiles y judíos, provoca la
cólera de Dios (cfr. 1,18; 3,5.8).

Vemos aquí la afirmación de la universalidad del pecado. Los judíos


por la transgresión de la ley y los paganos por la idolatría.

…pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están todos


bajo el pecado (Rm 3,10).
La redención o justificación no se alcanza por los méritos de quienes han
pecado, sino por la fe, es decir, gratuitamente (3,21-31).

Ejemplo de esto es Abraham (4,1ss).

La redención es la respuesta del


Dios fiel frente a una humanidad
pecadora.

La justificación del hombre por la fe es


gratuita porque se basa en lo que ha hecho
Cristo, no en lo que hace el hombre.

Existe una acción previa de Jesús que da la


posibilidad de la salvación.

Pablo considera el conjunto de la


humanidad como pecadora, condición de
la cual solo Cristo nos salva.
Desde el comienzo del cap. 5 se describe el estado
de gracia en que ha sido constituido el hombre por
la justificación.

La garantía de esto es el Espíritu que nos ha sido


dado; ya gozamos en esperanza, a pesar de la
dificultades del momento presente (Rm 5,1-5; cf.
2Co 1.22; Ef 1,44).

Esto tiene su razón en que es Cristo quien ha


conquistado la salvación para nosotros, sin aporte
de nuestra parte:

…siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros (Rm 5,8).

Este don inmerecido es la gloria de los cristianos frente a las obras de la ley.
El Paralelo Adán Cristo en Rm 5,12ss
Pablo acude al tema de Adán, bien conocido por sus contemporáneos, para
justificar sus afirmaciones sobre Cristo, y dar cuenta frente a tendencias
judaizantes de la significación salvífica de Cristo.

Parte por una conocida afirmación judía: por la


acción infeliz de Adán entró la muerte en el
mundo.

Luego destaca a Cristo como portador de la vida


nueva y de la salvación (cfr. 1Co 15).

Lo que muestra es que la misericordia divina es


la que salva, y no las obras de la ley, como
afirman los judíos.
12
Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el
pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto
(ef’w) todos pecaron…

El texto no tiene una clara ligazón lógica con lo anterior, y su construcción tiene algunas
inconsistencias gramaticales.

Podemos ver en él la expresión ‘un solo hombre’: se refiere a Adán (1Co


15,21), por quien ha entrado el pecado en el mundo, y con el pecado la
muerte.

Entendemos la muerte en sentido fuerte, es decir, teologal.


El pecado del que se habla aquí, no refiere a transgresiones
particulares (para las que se usa el término griego parabasis o
paraptoma), sino a la fuerza del pecado (para lo que se usa hamartía;
este término aparece por primera vez en Rm 3,10).

Es el pecado es cierto modo personificado, aquella fuerza que lleva al


hombre a pecar.
Pero el contexto nos hace ver que es la trasgresión concreta de
Adán la que ha abierto la puerta al poder del mal en la historia. Lo de
un hombre tiene implicancias en la conducta de todos.

Adán resulta ser para Pablo una persona individual, pero a la vez un
hombre primordial.

y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto (ef’w) todos
pecaron.

Esta última traducción (ef’w en vez de in quo) hace ver que la muerte
que reina sobre todos los hombres no está puesta en relación
únicamente con la transgresión del primer hombre, sino también con
los pecados de todos, manifestación de la fuerza del pecado que aquella
transgresión ha desencadenado.

Los pecados individuales son consecuencia y confirmación del primer


pecado.
De esta forma, parece que se debe entender el “todos pecaron” del final
del v.12 en el sentido de los pecados personales de todos los hombres,
sin que esto signifique contemplarlos con independencia del pecado de
Adán.

El uso del verbo “pecar” (hamartano) en la carta a los Romanos parece


contribuir a esta interpretación, ya que parece referirse a los pecados concretos
que los hombres realizan (cf. Rm 2,12; 3,23).

La fuerza del pecado, que se manifiesta en la muerte, antecede a las


decisiones que realizan los individuos (pecados concretos); éstas no se
pueden ver al margen de la historia que les precede, y en concreto del
pecado del primer hombre.

Existe una relación entre la muerte y aquellos pecados personales que


tienen su raíz en la fuerza del pecado.
Se debe evitar entonces cargar la interpretación ubicando la única causa de
la muerte en el pecado de Adán (en él todos pecaron), que ha sido la más
frecuente.

Pero también se debe evitar atribuir la muerte a los pecados personales


simplemente, sin referencia al pecado del origen. Con ello quedaría sin
sentido la perícopa que se basa en el paralelo Adán-Cristo.

Como veremos más adelante, y el catecismo afirma lúcidamente:

““el misterio [...] de la iniquidad” (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del


“Misterio de la piedad” (1 Tm 3,16).

La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la


extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20).
Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la
mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn
16,11; 1 Jn 3,8)” (CEC 385).
…13 porque hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se
imputa no habiendo Ley; 14 con todo, reinó la muerte desde Adán hasta
Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión
semejante a la de Adán, el cual es figura del que debía venir.

Los vv. 13-14 quieren establecer que incluso aquellos que no han
conocido la ley, han pecado. Pero al no conocer la ley no se les
imputa ese pecado, pero se deja sentado que el pecado de Adán ha
desatado en todos la influencia de la fuerza del pecado.

En los versículos siguientes podremos ver la desproporción de este


paralelismo.

La gracia supera sobreabundantemente la fuerza del pecado, y lo que por


un solo hombre significó la muerte, por uno solo significa una
abundancia de vida que supera la falta y sus consecuencias.

Incluso asumiendo los pecados de todos los hombres, la justificación


supera la condenación ampliamente.
15
Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo
murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la
gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado (eperísseusen)
sobre todos! 16 Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado
de uno solo; porque la sentencia, partiendo de muchos delitos, se resuelve
en justificación. 17 En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por
un solo hombre ¡con cuánta mayor razón los que reciben en abundancia la
gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por
Jesucristo!

Al igual que con la fuerza del pecado, la fuerza incomparable de la salvación


exige la respuesta humana, de modo que los que reciben en abundancia la
gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo
(v.17).

20
La Ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde
abundó el pecado, sobreabundó la gracia; 21 así, lo mismo que el pecado
reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia
para Vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.
Los vv. 18-19 vuelven a la comparación, pero ahora de las
consecuencias de la acción de cada uno:
18
Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres
la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura
para todos los hombres la justificación que da la Vida. 19 En efecto, así
como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo,
todos serán constituidos justos

Todos quienes han sido constituidos pecadores por la desobediencia de


uno solo, versículo que está en armonía con lo planteado en el v. 12, son
constituidos justos por Cristo. Al hablar de Adán afirma que no solo la
muerte fue transmitida a los hombres sino que es el pecado mismo que
los afecta.

En ambos casos está la anterior a la decisión y la decisión (reciban del


v.17).

El pecado resulta ser una realidad histórica, fruto de la libertad humana.


Hay una desproporción entre gracia y pecado, v. 20 y 21.
Podemos deducir que la intención de Pablo en este pasaje es destacar la
fuerza de la salvación de Cristo. Para eso recurre a Adán, que era una
imagen conocida por sus contemporáneos.
Pero, no podemos pensar que Pablo haya aludido a la realidad del
pecado por simple conveniencia redaccional, sin comprometerse con el
contenido de la doctrina expresada.

“A la luz de la salvación de Jesús


aparece cuál es la verdadera situación
de la humanidad antes o fuera de
Cristo, el destino común de
solidaridad en la perdición y en el
mal, que es el contrapunto de la
definitiva solidaridad de salvación de
Jesús”.

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