In Sur Gencia
In Sur Gencia
In Sur Gencia
Conflicto, Memoria
y Paz
Una aproximación pedagógica al
informe de la Comisión de la Verdad
INSURGENCIAS
La “guerra” colombiana como superposición de guerras
Los grupos insurgentes, desde sus orígenes en los años sesenta y setenta, estuvieron
ligados al campesinado y a los colonos que huían de la violencia partidista de
mediados del siglo XX hacia las zonas de colonización.
Estas situaciones fueron decisivas para el escalamiento del conflicto armado, que se
hizo mucho más ostensible a partir de los años noventa, cuando la guerrilla, los
grupos paramilitares y la fuerza pública fueron responsables del agravamiento de la
crisis humanitaria que padeció el país durante más de sesenta años.
Algunas guerrillas se desmovilizaron alrededor de la aprobación de la Constitución
de 1991, como el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Movimiento 19 de
abril (M-19) y el Quintín Lame, entre otras.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del
Pueblo (FARC-EP) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)
permanecieron en el alzamiento armado y son responsables de mantener
a toda costa la organización político-militar como un objetivo prioritario.
En su insistencia en la lucha armada como medio para lograr sus fines
políticos, ejecutaron graves infracciones al derecho internacional
humanitario (DIH), y su presencia y actuación tuvieron implicaciones
negativas en el desarrollo de importantes regiones del país, afectaron el
buen vivir de las comunidades campesinas, indígenas y
afrodescendientes en las regiones donde hicieron presencia y, de igual
forma, impidieron la consolidación de fuerzas alternativas civiles e
impactaron la participación política.
Esa persistencia de la guerra insurgente se explica no solo por la decisión de los
miembros de la guerrilla de mantener el alzamiento armado, sino también por la
permanencia de los factores objetivos que han alimentado la reproducción incesante
del conflicto armado, que han sido básicamente dos:
a. El modelo económico imperante, que ha favorecido los intereses económicos
de las élites y desprotegido a los sectores más vulnerables, como los
campesinos, las comunidades étnicas y los pobladores urbanos sometidos a
altos niveles de pobreza, informalidad económica y carencia de bienes
públicos;
b. La ausencia de consolidación de una democracia con mayor participación y
representación política de importantes sectores de la población, más allá de
la clase política tradicional.
La Comisión de la Verdad ha identificado los siguientes seis hallazgos relacionados
con la persistencia de los grupos insurgentes en el país:
1) Los grupos insurgentes, en desarrollo de sus objetivos políticos y militares,
ejecutaron graves infracciones al derecho internacional humanitario que
afectaron a diversos sectores de la sociedad colombiana y a las comunidades de las
zonas donde hacían presencia. Dichas afectaciones se hicieron cada vez más
agudas en el marco de la prolongación de la confrontación.
2) Los grupos insurgentes buscaron en diferentes momentos una salida al
conflicto armado a través de procesos de negociación y acuerdos con los
respectivos Gobiernos, los cuales tuvieron resultados y desenlaces contrastantes:
a. Acuerdos con el M-19, el EPL y otras agrupaciones guerrilleras en el
contexto del proceso de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
b. Frustrados diálogos y acuerdos logrados en el gobierno de Belisario Betancur
a mediados de los años ochenta
c. Las infructuosas negociaciones con el ELN y las FARC-EP durante el
gobierno de Andrés Pastrana Arango (1998-2002), que no lograron sentar
las bases de una paz estable y duradera y, por el contrario, tras ellos
aumentó la confrontación armada.
d. Hasta el Acuerdo de Paz con las FARC-EP, un hito nuevo y determinante de un
escenario de transición política y construcción de la paz que debe ampliarse.
3) Los grupos insurgentes, en desarrollo de sus objetivos de control del territorio y la
población, construyeron diferentes formas de relacionarse con sectores de la población
civil que llevaron a formas de control y órdenes violentos basados en la coacción de
las armas y el autoritarismo en las regiones donde tuvieron fuerte presencia.
Esto fue posible por la confluencia en estas regiones de factores como la ausencia
de una presencia integral del Estado, cuyas fallas en la necesidad de regulación
de los pobladores fue sustituida por las guerrillas, y por la marginalidad en la vida
económica y política a la que fueron sometidos estos territorios y sus habitantes.
4) Los grupos insurgentes, a través del relacionamiento con los movimientos sociales
y la izquierda política legal, y la infiltración y los intentos de instrumentalización de
los mismos, trataron de crear, mantener y consolidar una incidencia en la vida política
nacional, regional y local.
Todo ello generó dificultades para mantener proyectos autónomos y cerró el
espacio para alternativas civiles en un contexto de agudización de la guerra y
de sus secuelas posteriores.
También fue utilizado para atacar expresiones políticas que trataban de abrir
un espacio para la democracia y la paz, como el caso de la Unión Patriótica
(UP), partido al que se acusó de supuesta identidad con la guerrilla mientras
se llevaba a cabo su exterminio.
5) Para el desarrollo de sus objetivos militares y políticos, las guerrillas fueron
actores centrales en las disputas por el poder político local y regional en sus
zonas de presencia; en algunos momentos impusieron su poder armado y en
otros atacaron directamente a representantes políticos, afectando, por ende, la
precaria democracia colombiana.
La extensión de estos ataques, especialmente a partir de finales de los años
noventa, supuso un enorme impacto también en la población civil, que vio
como sus representantes eran objeto de amenazas, atentados e incluso, en
algunos casos, masacres.
6) Finalmente, la solución a los problemas estructurales no fue la guerra, al
contrario, los problemas se acrecentaron con el conflicto armado interno.
Las guerrillas colombianas surgieron en la década de 1960 con la expectativa de
tomar el poder, basándose en el discurso de superar la exclusión política y cambiar
las situaciones de desigualdad y pobreza dominantes.
En Colombia han existido y persistido diferentes tipos de organizaciones
insurgentes:
Tanto el M-19 como el EPL, tras varios reveses militares y replanteamientos políticos se
desmovilizaron y se incorporaron a la vida política legal para participar en el proceso de la
Asamblea Nacional Constituyente y en la formulación de la Constitución de 1991.
FUNDAMENTACIÓN
MILITAR Y CONFLICTOS
CONTEXTO HISTORICOS INTERNOS.
ORGANIZACIÓN Y
• Violencia de los años 50 ESTRUCTURA DE PODER.
• Guerrillas liberales Organización político-militar
• Frente nacional Teoría el foco guerrillero La teoría del foco
• Revolución cubana Guerra de guerrillas FUNDAMENTACIÓN Guerra popular
Centralismo democrático POLÍTICAS E IDEOLÓGICA prolongada
Guerra Popular Prolongada La concepción de la
COMPOSICION SOCIAL Marxismo-leninismo
Estructura jerárquica y rígida insurrección general
Jóvenes de las clases media Castro- Guevarismo La lucha política interna
Concentración del poder en
media baja proveniente de Pensamiento revolucionario acerca el papel de la
la dirección (Coce-DN)
los sectores urbanos. latinoamericano lucha armada y su
Evolución hacia el mando
Intelectuales estudiantes y Camilismo relación con la lucha
colectivo Socialismo
profesionales con El carácter de vanguardia. legal
inquietudes políticos sociales relacionarse con la La religión católica y su
Trabajo y vinculación de población y la clase obrera y compromiso
sectores campesinos demás sectores sociales. revolucionario
Influencia en el sector obrero Negación de la figura del Conflicto, rupturas
partido fraccionalismo
Replanteamiento
Corriente de renovación
socialista
MOVIMIENTO 19 DE ABRIL (M-19)
ORGANIZACIÓN Y
ESTRUCTURA DE PODER.
CONTEXTO HISTORICOS COMPOSICION SOCIAL Experiencia de guerrilla FUNDAMENTACIÓN
urbana MILITAR Y CONFLICTOS
• Surge en el contexto de las Intelectuales,
Articulación orgánica con INTERNOS.
luchas sociales y políticas de la Artistas,
sectores populares
década de los setenta. Comunicadores
Construcción de un mando
• hace parte de las confluencias sectores populares Guerra urbana
unificado de carácter vertical
políticas que se dan al interior del Estudiantes universitarios Propaganda armada
Centralismo democrático
movimiento Alianza Nacional Clase media Hechos militares de alto
Desplazamiento organizativo
Popular (ANAPO) Campesinos
hacia las zonas rurales impacto mediático
• Recoge las inconformidades Proletariado rural Operatividad militar con
urbanas existentes contra el Miliatares propósitos de
régimen del Frente Nacional. FUNDAMENTACIÓN
propaganda social
POLÍTICAS E IDEOLÓGICA
Despliegue hacia
Pensamiento nacionalista guerrillas rurales
Pensamiento popular y Infiltración, liberalismo y
democrático clandestinidad frágil.
Pensamiento critico
Pensamiento bolivariano
Pluralismo político
Antioligarquico
Autodefensa Obrera (ADO)
ORGANIZACIÓN Y
ESTRUCTURA DE PODER. FUNDAMENTACIÓN
MILITAR Y CONFLICTOS
CONTEXTO HISTORICOS COMPOSICION SOCIAL Experiencia de guerrilla INTERNOS.
urbana
• Surge en el contexto de las Activistas revolucionarios
Articulación orgánica con
luchas sociales y políticas de la procedentes del amplio
sectores populares
década de los setenta. movimiento estudiantil Guerra urbana
Lucha armada revolucionaria
• Recoge las inconformidades universitario existente en Propaganda armada
por la toma del poder.
urbanas existentes contra el universidades públicas Se erige en torno al
Dirección simple con
régimen del Frente Nacional en el Activismo político sindical concepto de
coordinación operativa
periodo de finalización. Movimientos bbarrial en el autodefensa
ámbito popular Operatividad militar con
propósitos de
FUNDAMENTACIÓN propaganda social
POLÍTICAS E IDEOLÓGICA Poca capacidad para
reaccionar a la ofensiva
Organización Autónoma
institucional
Sin mayores pretensiones
de fundamentación política
e ideológica
Recoge las tradiciones
políticas y organizativas de
sus militantes
MOVIMIENTO QUINTÍN LAME (MQL)
ORGANIZACIÓN Y
ESTRUCTURA DE PODER.
Surge como una FUNDAMENTACIÓN
organización de protección MILITAR Y CONFLICTOS
CONTEXTO HISTORICOS COMPOSICION SOCIAL
comunitaria y autodefensa INTERNOS.
• Surge en el contexto de las Esta constituido en los indígena
luchas indígenas por la liberación esencial por comunidades y Se erige como una
de la madre tierra. liderazgos indígenas. organización autónoma Protección comunitaria
• Es una organización con claros Impulsan el fortalecimiento Tiene que enfrentar la Autodefensa indígena
propósitos reivindicativos y de de las organizaciones violencia de otras Grupo Móvil autónomo
identidad étnica y cultural indígenas y su agenda de organizaciones armadas
• No se fija la toma del poder, ni la reivindicaciones ilegales
construcción de una nueva No tenían grupo de dirección.
sociedad. Mando comunitario con
responsabilidades
FUNDAMENTACIÓN
POLÍTICAS E IDEOLÓGICA
Tierra, cultura, tradiciones,
organización social
Su pensamiento se
construye desde la
tradiciones indígenas y su
cosmovisión
MOVIMIENTO DE INTEGRACION REVOLUCIONARIA PATRIA
LIBRE (MIR PL)
ORGANIZACIÓN Y
ESTRUCTURA DE PODER.
CONTEXTO HISTORICOS Se estructuran como una
• En 1974 tras la crisis política fuerza política en armas. FUNDAMENTACIÓN
al seno del PCC ML, varios Su énfasis esta más en MILITAR Y CONFLICTOS
dirigentes de distintas COMPOSICION SOCIAL lo político que lo militar. INTERNOS.
regiones fueron expulsados Heredan las formas de
Influencia significativa en organización del PCC-ML
por asumir posiciones Partido Político en
el movimiento campesino del cual provienen.
divergentes con la oficial,
la ANUC, Establecen una armas
• Con apoyo de parte Influencia en sectores del estructura miliar sin gran Precaria estructura
importante de la militancia
proletariado rural y sus capacidad operativa pero armada
conformaron nuevas Fortaleza en el
organizaciones si política
agrupaciones políticas con
sindicales trabajo político
distintas denominaciones, Influencia en FUNDAMENTACIÓN
• La más significativa y POLÍTICAS E IDEOLÓGICA
movimientos
mayoritaria de ellas en la
estudiantiles Entran en debate con
segunda parte de los años Sectores sociales de
70 se denominó Tendencia las viejas formas de
algunos barrios asumir las teorías
Marxista-Leninista-Maoísta
populares de ciudades revolucionarias de
(TMLM).
como Medellín y Bogotá manera dogmática y
• Ésta agrupación a la vez
tuvo una fractura, dando sectaria
Revisan las
lugar a dos grupos políticos
de inclinación insurgente, el interpretaciones del
MIR PL y el PRT en los marxismo- leninismo
maoísmo a la luz de la
primeros años 80.
realidad colombiana
Contextos, transformaciones estratégicas e
intensificación de la violencia
En los años ochenta, los relevos de liderazgos llevaron a la federalización del ELN y
colegiaron el mando, cambiaron de estrategia armada, se abrieron más a las
organizaciones sociales y reformaron el discurso político, al punto de que fue la
guerrilla que más creció en pie de fuerza y en presencia territorial en esa década.
Los acuerdos de La Habana alcanzados bajo el Gobierno del presidente Santos trazaron
una hoja de ruta de corto, mediano y largo plazo para superar los factores que explican la
persistencia del conflicto armado.
Los acuerdos fundamentales giran, pues, en torno al problema del desarrollo rural y de la
concentración de la tenencia de la tierra; la cuestión del narcotráfico y los cultivos de uso
ilícito; la participación política y la reincorporación a la vida civil de los excombatientes;
y, finalmente, la verdad, justicia y reparación para alcanzar por fin la reconciliación entre
los colombianos y las colombianas y lograr una paz estable y duradera.
El triunfo del «No», por una diferencia de 60.000 votos y con una abstención
del 62 % en la refrendación del Acuerdo Final para la Terminación del
Conflicto en Colombia, facilitó el escenario de polarización y deslegitimación
de lo pactado en La Habana y determinó los límites en la implementación de
dicho acuerdo, favoreciendo con ello la persistencia del conflicto armado.
Ese resultado minó la confianza, alimentó la estigmatización y condicionó el
proceso de reincorporación política, económica y social de los excombatientes
de las FARC-EP, situación agravada por la división interna de las FARC-EP y la
emergencia de disidencias que se han convertido en un factor directo de
inseguridad para los excombatientes.
El Estado no cumplió con la promesa de atender las demandas en los territorios
que desocuparon las FARC-EP. A partir de 2018, la oposición del Ejecutivo y el
partido de gobierno a asumir el acuerdo y el cuestionamiento de algunas de las
instituciones del Sistema Integral para la Paz, enmarcaron el posicionamiento
de un discurso que ha desestimado las dimensiones políticas del acuerdo con las
FARC-EP.
El ELN emprendió en este contexto de implementación un proceso de
expansión territorial, dentro de una nueva trayectoria militar y organizacional.
Este reacomodo, si bien antecedió al Acuerdo de Paz con las FARC-EP, fue
facilitado por su repunte militar y la diversificación de sus fuentes de recursos.
El ELN aumentó su pie de fuerza: para 2016 contaba con 2.972 integrantes
(entre hombres y mujeres en armas y redes de apoyo), en 2019 pasó a 4.879 y
en 2021 llegó a 5.187 miembros (2.570 hombres y mujeres en armas), según el
Ministerio de Defensa.
Una expansión que, más que abarcar nuevas zonas del territorio nacional, es
decir, arribar a áreas donde no había tenido presencia, como Caquetá, Putumayo
o la costa Caribe, se consolidó o intenta hacerlo en las zonas adyacentes a sus
áreas de dominio, en particular en antiguos espacios de control fariano, como en
los casos de regiones como Antioquia, Chocó, Catatumbo, Arauca, sur de
Bolívar y Cauca, entre otros.
En todas estas áreas se han fortalecido militar, política y socialmente, bajo
una particularidad: es una insurgencia más enfrascada en luchas territoriales –
en algunas zonas en disputa por diferentes etapas de producción del
narcotráfico (cultivo, producción y comercialización), la minería y otras
rentas– que en desafiar directamente al Estado colombiano.
Esto muestra una guerrilla más robusta en términos militares y presencia
territorial, pero apostada en los márgenes del país y en dinámicas y lógicas
que no desafían directamente el poder del Estado, aunque sí plantean retos en
materia de seguridad y orden público por los graves impactos humanitarios
que arrojan sus acciones armadas o ataques realizados contra instalaciones
militares, así como los realizados en Bogotá contra la escuela de Policía o en
Cúcuta.
El punto de no retorno: financiamiento de la guerra, control territorial y deterioro de las
relaciones con la población civil
Los grandes pilares de financiación de las FARC-EP a partir de los años noventa, en el
escalonamiento de la violencia, que llevaron al crecimiento militar durante este periodo,
fueron el involucramiento en el narcotráfico y el secuestro. Durante esos años se dio cada
vez más una mayor participación de las FARC-EP en las diferentes etapas de las economías
regionales de la coca.
Al comienzo de los años ochenta, en el sur del país, las FARC-EP se opusieron a la siembra
de marihuana y coca por parte de los colonos, pero esa posición inicial cambió en la Séptima
Conferencia, cuando adoptaron la política del cobro de impuesto a los compradores de pasta
base de coca y, finalmente, se involucraron de forma creciente en otras etapas de la cadena
productiva del narcotráfico.
Este involucramiento de las FARC-EP en los eslabones de producción de coca en los
territorios no permite concluir que esta guerrilla se transformó en un cartel o que perdiera
definitivamente sus objetivos políticos, pero tampoco se pueden desdeñar los impactos que
tuvo este involucramiento en sus dinámicas organizativas y los problemas de mando y
control que generó, específicamente dentro de mandos medios
El vínculo del ELN con la economía cocalera presenta una trayectoria distinta a
la de las FARC-EP por dos razones. Primero, porque la asunción de la
comandancia de una postura moralista y prohibicionista respecto a las formas
legítimas de consecución de recursos para la lucha armada y la revolución
produjo una vinculación tardía y diferenciada espacial y temporalmente. Este
giro en el terreno concreto se debió a presiones tanto externas como internas en
la organización que explican en el presente una brecha entre el discurso de la
organización nacional y la realidad concreta de sus frentes.
El tardío arribo del ELN a la economía cocalera y la condición federada de esta
guerrilla explican las diferentes formas de inserción en esa economía. El
Domingo Laín en Arauca mantuvo su postura prohibicionista y radical de no
involucrarse con la coca, en lo cual tuvo que ver la disputa armada con el
Frente 10 de las FARC-EP, entre 2005 y 2010. Después de 2006 están los casos
de los frentes del Chocó, Cauca y sur de Bolívar, que con el cobro del gramaje
se empezaron a relacionar de manera tangencial, y de acuerdo a sus
posibilidades y alianzas, con otros grupos armados.
Finalmente, están las estructuras de Cauca, Nariño y Catatumbo, que se metieron de lleno en
el narcotráfico después de 2008, tanto en los cultivos como en las etapas de transformación,
ofreciendo seguridad a las rutas de Nariño y Catatumbo. La única excepción sigue siendo el
Frente de Guerra Oriental, donde no hay cultivos y se cobra por el paso de droga hacia
Venezuela.
Para los años noventa, también se vinculó con dinámicas productivas ilegales y criminales,
con la introducción de maquinaria pesada para la extracción del mineral. Esto le generó
fricciones al ELN en ciertas zonas del país, porque los explotadores tradicionales y artesanales
se vieron marginados y afectados.
En algunos casos, por esas fricciones, el ELN perdió el control de ciertos
distritos mineros a lo largo de los años. Por ejemplo, en el Bajo Cauca, con la
expansión paramilitar, o en tiempo reciente con las autodenominadas
Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) en áreas del San Juan en Chocó.
En el caso tanto del ELN como de las FARC-EP, la priorización de los
objetivos militares y un mayor involucramiento en la regulación de los
mercados derivados de las economías ilegales, como el narcotráfico y la
minería ilegal implicaron un quiebre definitivo de las relaciones iniciales con
la población civil, en las que anteriormente fue central lo que los grupos
guerrilleros denominaron el trabajo político y de organización de los
pobladores en los territorios donde hicieron presencia.
Infracciones graves al derecho internacional humanitario y responsabilidad
de las insurgencias en la crisis humanitaria
La guerra se dio en medio de la población civil, a la que se trató de involucrar
y contra la que se actuó de diferentes maneras.
Las guerrillas utilizaron entre sus estrategias de guerra el secuestro y los asesinatos
selectivos, además de los ataques a infraestructuras, incluyendo aquellas que estaban
en las comunidades o en las ciudades, así como las tomas guerrilleras, orientadas a
destruir instalaciones militares u otras, con enorme afectación a las propias
comunidades por combates en las comunidades, con afectación, entre otras, a las
escuelas, o el uso de cilindros-bomba y otras armas indiscriminadas como minas
antipersona, que convirtieron los territorios y las comunidades en escenarios de
violencia donde no había ningún respeto por la población civil.
Los grupos guerrilleros, en desarrollo de sus objetivos militares y de control del
territorio y la población, victimizaron a la población civil, en particular a determinados
sectores políticos y económicos a los que declararon objetivo militar.
Si bien en todo conflicto armado es consustancial al mismo la consideración del otro
bando como enemigo, en el caso de las guerrillas la extensión de la noción de enemigo
incluyó la consideración de los sectores económicos o políticos dominantes como
parte del «enemigo de clase», interpretación extendida a los políticos, a la élite y, en
general, a cualquier persona adinerada o detentadora de poder público.
Al tiempo que esos sectores fueron considerados enemigos, fueron la fuente de
financiación y personas que podían utilizar para presionar a los aliados de clase y al
Estado para conseguir réditos políticos y propagandísticos.
Ampliar la noción del enemigo a quien se opusiera a su proyecto armado conllevó una
acción cada vez más indiscriminada e incierta. Cualquiera podía convertirse en objetivo
de un secuestro en una carretera, padecer una toma en la comunidad o ser atacado por
estar en contra del proyecto guerrillero o ser considerado un obstáculo.
El secuestro es, sin duda, una de las modalidades de violencia que expresa los niveles de
deshumanización que alcanzó el conflicto armado colombiano.
Los grupos guerrilleros convirtieron el secuestro en uno de sus principales patrones de
violencia.
Los mayores responsables fueron las FARC-EP con 40 % de los casos (20.223 víctimas),
los grupos paramilitares con el 24 % (10.538 víctimas) y el ELN con 19 % (9.538).
También los secuestros fueron llevados a cabo en un número considerable por
otros grupos (9 %).
El secuestro de civiles por parte de las organizaciones guerrilleras constituyó un
crimen de guerra.
La privación de libertad de una persona dentro del marco del conflicto armado,
seguida de la formulación de una exigencia para garantizar su libertad o
seguridad, es una toma de rehenes, según el derecho internacional humanitario.
Las condiciones infrahumanas en que se dieron dichas detenciones, así como
los tratos inhumanos que sufrieron muchas personas, pueden ser calificados
como torturas.
El crecimiento militar y el agravamiento de la crisis humanitaria: tomas,
arrasamiento de pueblos, uso indiscriminado de armas no convencionales y
minas antipersona
El proceso de mayor afectación a población civil se produjo cuando se
generalizaron las tomas de poblados y las guerrillas pasaron a utilizar armas
como explosivos, cilindros-bomba u otros artefactos con gran poder de
destrucción y capacidad de producir víctimas indiscriminadas.
Los ataques a infraestructuras militares, policiales y civiles llevaron a una
violencia que afectó de forma masiva a la población civil.
El uso de explosivos improvisados jugó un papel determinante en la estrategia
de ataque. Muchas tomas guerrilleras se dieron con el uso de los cilindros-
bomba y otras armas construidas de forma artesanal como granadas de mortero,
cohetes e incluso minas antipersona. Debido a sus características –imprecisión,
volatilidad, inestabilidad–, estas armas no convencionales no solamente
afectaron las estaciones de Policía, sino también viviendas y otros bienes
protegidos como escuelas, centros de salud e iglesias.
El uso de minas antipersona por parte de la guerrilla como forma de defensa de sus
territorios o campamentos produjo muchas víctimas civiles, así como la extensión de
la amenaza a los territorios de vida de las comunidades.
Igualmente, produjo numerosas víctimas entre las Fuerzas Militares, la mayor parte
de ellas soldados que vieron amputadas sus vidas y sufrieron numerosos problemas
de salud, adaptación y las consecuencias de esto sobre sus familias.
De 12.170 víctimas de minas de las que existe registro, 20 % resultaron muertas y 80
% heridas. Y del conjunto de las víctimas, 60 % fueron militares y un 40 % civiles.
Reclutamiento forzado de menores
Otro elemento de creciente impacto en la población civil fue el reclutamiento de
menores
Las FARC-EP, especialmente, pero también el ELN, pasaron a considerar el
reclutamiento de menores en sus filas como una forma de fortalecimiento militar
extensiva.
Niños y niñas sin la capacidad de decidir por su edad y condiciones sociales,
sin posibilidades de salir de la guerra, utilizando la propia desprotección del
Estado como un mecanismo para facilitar su reclutamiento, o estimulando la
participación de menores que a su vez habían sido víctimas o habían perdido
familiares a manos del Ejército o los grupos paramilitares, sin tener en cuenta
los impactos que todo ello iba a suponer.
El reclutamiento conllevó mayor sufrimiento para muchas familias que vieron
cómo sus hijos eran llevados en medio de formas de estímulo, utilización o
seducción para formar parte de la guerra, y sobre quienes ejercían coacción y
control interno cuando se querían salir del grupo.
Desde 1990 hasta 2017 se registraron 16.238 casos de reclutamiento, de niños,
niñas y adolescentes a lo largo del país, aunque las estimaciones teniendo en
cuenta el potencial subregistro son mayores. La mayor intensidad de
reclutamiento se registró en los departamentos de Meta, Antioquia, Guaviare,
Caquetá y Cauca.
Purgas y disputas entre guerrillas
El concepto de enemigo también fue utilizado por las guerrillas como una forma de acabar
con disidencias internas o señalar a quienes desertaron, a quienes se desencantaron de sus
planteamientos, se cansaron de la guerra o decidieron que la solución no eran las armas,
quienes frecuentemente fueron tratados como traidores y vendidos, y señalados para irse o
morir.
Algunas situaciones extremas se dieron cuando en las guerrillas se llevaron a cabo purgas
por paranoia, riesgo de infiltración o por conflictos con otros grupos por motivos de control
del territorio o disputas sobre recursos.
Los años iniciales del ELN estuvieron marcados por muchas tensiones y problemas internos,
que fueron dirimidos a través de purgas que llevaron al grupo a una coyuntura crítica y a casi
a la extinción de su proyecto armado.
El Frente Ricardo Franco, grupo guerrillero disidente de las FARC-EP, comandado por José
Fedor Rey, alias Javier Delgado, y Hernando Pizarro, asesinó a 164 combatientes que hacían
parte de la organización, en un contexto de alta infiltración por parte de las Fuerzas Militares.
Además de estas disputas internas violentas y la práctica de ajusticiamientos, los
enfrentamientos entre guerrillas han tenido en algunos periodos históricos un
alto costo en víctimas de la población civil. Arauca y el Catatumbo, sufrieron el
impacto de la guerra entre las FARC-EP, el ELN y las disidencias del EPL (los
Pelusos).
La lógica de enfrentamientos entre grupos guerrilleros por el control del
territorio se replica desde 2017 hasta la actualidad en las disputas de las
disidencias de las FARC-EP, tanto las que sostienen entre ellas –hasta hace poco
lideradas por Gentil Duarte versus la Segunda Marquetalia– como las que libran
contra el ELN, especialmente en Arauca y la frontera con Venezuela. Aunque
también tienen lugar en Cauca y Nariño.
Los llamados a acuerdos humanitarios y la protección de la población civil
suponen no solo una demanda para detener la violencia contra la población, sino
una apuesta por la no continuación de la guerra en el país.
Violaciones de los derechos humanos contra combatientes, sus familias y sus entornos
La guerra también jugó en contra de muchos guerrilleros, o personas sospechosas de serlo,
que fueron objeto ejecuciones extrajudiciales fuera de combate, torturas y tratos crueles,
inhumanos y degradantes, regularmente en el marco de detenciones, bien fueran estas
legales o ilegales.
Órdenes violentos guerrilleros y relaciones con la población civil
El ELN, desde los años setenta y comienzos de los ochenta, logró consolidarse en
Arauca y establecer un orden autoritario alternativo al del Estado en el contexto
de las movilizaciones campesinas ante los incumplimientos del Estado frente a
las políticas de parcelación.
Este proceso no se puede entender sin la dinámica de configuración territorial del
Sarare, con la acción colonizadora que se dio a partir de 1956, con acento en las
zonas de lo que hoy son los municipios de Saravena, Tame, Arauquita y Fortul.
En su mayoría, los colonos provenían de Norte de Santander, huyendo de la
violencia bipartidista y en busca de tierra.
En el Sarare, el Estado incentivó en esa época el proceso de colonización,
dirigida, primero, por la Caja Agraria (1956), y luego por el Instituto Colombiano
de la Reforma Rural (Incora), con el apoyo del Banco Mundia, bajo el proyecto
denominado Arauca 1.
Los liderazgos formados en este proceso, sumados a la respuesta represiva estatal,
enmarcan los inicios del Domingo Laín y posteriormente del Frente de Guerra
Oriental. Esta estructura insurgente crece y se entrama con las necesidades del
territorio y la población civil.
Este contexto permitió al ELN ofertar y regular formas de tramitación y control a
los habitantes rurales y de los nacientes cascos urbanos del Sarare.
Estas normas fueron legitimadas con la creación –algunas veces de forma
consensuada con las comunidades y otras no– de manuales de convivencia que
estandarizaron las faltas y castigos de acuerdo con la infracción.
Este poder social, más el descubrimiento del petróleo y la elección popular de
alcaldes en los años ochenta de la mano de algunas redes políticas liberales, le
permitieron al ELN tener la hegemonía en el Sarare y configurar un entramado de
alianzas que se reforzó entre sí: su relación con las comunidades se vio
potencializada con el poder político (redes liberales) y económico (petróleo), y, a
su vez, estos dos últimos ámbitos reforzaban su papel, al irrigar y beneficiar a las
comunidades con las rentas petroleras «como cualquier otra maquinaria política
del bipartidismo tradicional»
En conclusión, la inserción de los grupos guerrilleros en los territorios a que se ha
hecho mención y la posibilidad que tuvieron de mantener su presencia y
posteriormente configurar órdenes violentos se debió, además de su propia capacidad
organizativa y control armado, sobre todo a la incapacidad del Estado para ganarse la
confianza de los pobladores y ser considerado legítimo, para tramitar por la vía
pacífica los conflictos sociales, políticos, económicos y ambientales de esas
comunidades.
Esta situación de escasa legitimidad y capacidad de regulación ha sido un factor de
persistencia del conflicto que explica la posibilidad de que grupos armados distintos
al Estado hayan podido suplir sus funciones en algunos territorios.
Entramados guerrilleros, partidos políticos y movimientos sociales
La guerra en Colombia no se ha dado solo entre los aparatos armados, sino que
también ha involucrado a diferentes sectores de la población. Para las guerrillas, tener
relación con diferentes sectores de la población civil ha sido parte central de su modo
de actuación y de sus estrategias.
Para ello configuraron redes de relaciones más o menos estables que
involucraron a diferentes sectores sociales, económicos y políticos, ya fuera que
compartieran el proyecto revolucionario, se sintonizaran con los reclamos
sociales de las comunidades o se relacionaran a través de la coacción y el
compromiso en vínculos estables funcionales a la guerra.
En sus orígenes, las guerrillas se sumaron a demandas sociales existentes y, en
otros casos, trataron de influir en el campesinado y sectores populares; también,
por su misma composición y concepción política, procuraron entablar lazos
políticos con las organizaciones sociales y las comunidades.
En general, conforme se extendió y se alargó en el tiempo el conflicto armado,
estas relaciones se fueron haciendo cada vez más autoritarias y devinieron en
numerosas ocasiones en confrontación y disputas cuando se quisieron imponer
por la fuerza de las armas.
Entender esta superposición de luchas no significa identificar a los sectores que
hacen demandas sociales con las guerrillas ni establecer un vínculo entre ellos,
cuestión determinante para estigmatizar a los movimientos sociales o políticos, o
a los sectores de diferentes comunidades campesinas y étnicas,
fundamentalmente.
Este señalamiento, de hecho, ha llevado a recurrentes violaciones de derechos
humanos, persecución, masacres, ejecuciones extrajudiciales, en una visión del
enemigo interno que ha criminalizado por décadas a los movimientos y
organizaciones sociales.
La falta de entendimiento de esta cuestión ha llevado a la búsqueda de
soluciones militares que constituyeron una forma de reforzar la dinámica del
conflicto armado.
Izquierda política y guerrillas: más allá de la llamada combinación de todas
las formas de lucha
En su gobierno, el presidente Belisario Betancur (1982-1986) puso en marcha un
proceso de paz que reconoció las causas objetivas de la violencia, impulsó el
diálogo con las guerrillas y admitió la necesidad de importantes reformas
políticas como la elección popular de alcaldes.
Sin embargo, enfrentó la más fuerte resistencia y oposición de los poderes locales
y regionales, los gremios, los mandos militares y sectores de la clase política.
En ese contexto, como parte de los acuerdos de Uribe con las FARC-EP, se creó
la Unión Patriótica (UP), que logró elegir catorce congresistas y dieciocho
diputados en once asambleas departamentales, y 335 concejales en 187 concejos.
La UP protagonizó un importante éxito electoral, directamente proporcional a la
violencia que los diferentes grupos paramilitares con las Fuerzas Militares, los
narcotraficantes y las élites locales ejercieron contra esta agrupación política,
especialmente en regiones como Urabá, Magdalena Medio y los departamentos
del Meta y Caquetá, así como en el nordeste antioqueño, entre otras zonas, donde
el nuevo partido amenazaba las mayorías electorales de los poderes políticos
establecidos
8.300 víctimas de todas las violaciones, incluyendo atentados, torturas,
desplazamiento forzado, amenazas o violencia sexual, entre otras, que tuvieron la
intención de destruir a la UP.
De ellas, 5.733 fueron muertos y desaparecidos, es decir, el 60 % de las
violaciones cometidas contra miembros o simpatizantes de dicho partido, lo que
muestra una proporción de violencia letal orientada a acabar con el grupo político.
No hay en la historia de Colombia ni en el mundo otro partido que haya sufrido un
nivel de victimización similar. La violencia perpetrada contra los miembros de la
Unión Patriótica fue un genocidio político y fue determinante para el regreso de las
FARC-EP a la lucha armada y el refuerzo de la guerra durante las siguientes
décadas.
El debate público y académico sobre la llamada combinación de todas las formas
de lucha ha sido un tema enconado. Para unos sectores se trata del «pecado
capital» de los comunistas colombianos y enfatizan en la responsabilidad histórica
y política que le cabe a las FARC- EP y al Partido Comunista por desarrollar
dichos planteamientos. Con esta excusa, algunos sectores políticos, las Fuerzas
Militares y el paramilitarismo justificaron el genocidio de la UP.
La denominada combinación de todas las formas de lucha fue una formulación
mediante la cual se intentó dirimir el balance precario entre quienes, al interior de
la tendencia comunista, se inclinaban por la salida negociada al conflicto armado,
llamaban la atención sobre la deriva e inviabilidad de la lucha armada y
enfatizaban en el campo político legal.
Las tensiones y posiciones diferentes al interior de la familia comunista se
hicieron más evidentes durante la fallida negociación con el presidente Betancur
(1982-1986).
Las FARC- EP, al mismo tiempo que desarrollaron su estrategia hacia la toma del
poder que forjó un cuerpo organizativo, político y militar en la Sexta y Séptima
Conferencia, buscaron de manera incesante la paz. Pero, como ya se indicó, esa
decisión de pasar a la ofensiva por parte de las FARC-EP contrastó con la
determinación del XIII Congreso del PCC de impulsar la apertura democrática a
través de los diálogos con las guerrillas.
La experiencia de la UP y el papel inicial que jugaron los miembros de las FARC-EP
implicaron el comienzo de dos transformaciones centrales en su relación con el campo
político en los años noventa:
a. En primer lugar, ese encuentro con la política local permitió a los comandantes y a los
mandos medios tomar conciencia de la importancia del juego político regional para sus
objetivos.
b. En segundo lugar, fue el escenario donde las FARC-EP aprendieron, de manera concreta
y práctica, que podían participar e influir en las arenas políticas sin la tutela del Partido
Comunista.
La relación del ELN con la izquierda política legal y los movimientos sociales tuvo una
trayectoria distinta:
a. En la primera etapa (1964-1977), marcada por el inicio fundacional del proyecto
armado, esta guerrilla tuvo dos vasos comunicantes con el mundo social, bastante
diferenciados. Uno en sus zonas de presencia en los espacios rurales y otro con
procesos organizativos en el mundo urbano. En cada uno de ellos las tensiones fueron
visibles y los contrastes bastante marcados.
b. En la segunda etapa (1978-1990), en pleno proceso de recomposición y
expansión del proyecto armado, el ELN estuvo marcado por matices: en
algunos lugares estableció fuertes articulaciones con la movilización social,
en otros hubo una relación mucho más pragmática y finalmente formas más
caracterizadas por un trato militarizado.
Esta coyuntura estuvo marcada por una política estatal de represión y la
emergencia de la denominada guerra sucia que empezaron a desatar agentes
del Estado y los paramilitares, hecho que enmarca la decisión de ciertos
líderes sociales de ingresar a la lucha armada.
En ese momento se produjo la estigmatización del movimiento ¡A Luchar!,
objeto de la violencia ejercida por grupos paramilitares y las Fuerzas Militares,
con la justificación de que sus miembros eran integrantes del ELN.