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LA NUEVA CRIMINOLOGÍA

CONCEPTO
Se conoce así el amplio movimiento de izquierda que se ha
caracterizado por romper con la criminología tradicional o positivista,
es decir, con aquella que se sustenta en el delincuente entendido como
persona diversa, en el contenido patológico del delito y en el paradigma
etiológico.
Dentro del término caben muchas opiniones, corrientes, teorías, etc., que no
siempre coinciden, pero que sí se identifican y convergen en el radical
desconocimiento de los postulados clásicos. No se trata, pues, de una escuela
científica homogénea ni de una definida comunidad de pensadores; es un
conjunto de iniciativas político-culturales y de obras que a partir de finales
del cincuenta y comienzos de los años sesenta en EE.UU y luego en Inglaterra
y en otros países de Europa occidental ha desarrollado los lineamientos de la
sociología del conflicto y de la reacción social o etiquetamiento hasta llegar,
tras la crítica y superación de estas corrientes, a un enfoque materialista de la
cuestión criminal. Es una pluralidad de ideas cimentadas en lo político, que
refutan la teoría y práctica de la criminología tradicional. Ese extenso
movimiento también ha sido denominado criminología crítica, radical, de las
contradicciones, alternativa, marginal, y politología del delito.
ANTECEDENTES

La revisión de los principios comunes a la nueva criminología permite


ensayar su pasado remoto y cercano. Sus orígenes lejanos se encontrarían
en algunos personajes, por ejemplo: Tomás Moro: la delincuencia
conectada con lo social, en especial con la propiedad privada, y la crítica al
sistema penal; Meslier, Morelli, Linguet: las relaciones entre propiedad
privada y crimen; G.B. De Mably: la desigualdad de las condiciones sociales
como causa de innumerables conflictos; Godwin: relaciones entre el delito y
un orden social que, en tanto permite a un hombre vivir en la abundancia, a
otro lo sume en la más extrema miseria; CH. Hall: la ambivalencia de la
civilización; Owen: la corrupción del carácter del hombre por el influjo de
un ambiente desfavorable; Turati: vínculos entre sistema económico y
delito; Marx: los procesos sociales, políticos y espirituales de la vida
condicionados por el sistema de producción de la vida material; Colajanni:
relación entre crisis económica y delincuencia económica; etc.
Como fácilmente se advierte, el desarrollo de la nueva
criminología sigue de cerca el desenvolvimiento del socialismo.
Quizás por ello se ha afirmado que «La criminología crítica surge
como cuestionamiento radical de las teorías criminológicas
tradicionales, así como (guardadas las proporciones) el
marxismo surgió de una crítica radical a la economía política
clásica: las dos construcciones asumen, en la práctica, y
desarrollan, en teoría, un punto de vista de clase (la clase
trabajadora), en cuyo centro se encuentra el proletariado.
Históricamente, de mayor importancia son, sin duda, el estudioso
WA. Bonger y la Escuela de Utrecht. Aquél intentó una explicación
marxista de la criminalidad y fijó la causa del comportamiento
antisocial en el determinismo: la delincuencia -decía-producto del
pensamiento criminal, es generada por la tendencia del capitalismo
industrial a crear egoísmo en vez de altruismo en la estructura de la
vida social. La Escuela de Utrecht, por su parte, ya se refería a la
humanización de los medios de control social, a. la necesidad de
reducir las penas, a la vez que comenzaba a penetrar en los terrenos
de la reacción social. Asimismo, observaba al delincuente como una
persona cualquiera que se tornaba en desviada porque cometía un
delito, y no porque fuera enferma.
Los orígenes inmediatos de la nueva criminología tienen que ver más
que todo con la crisis de la criminología tradicional y, en especial, con
la puesta en duda del alcance de la ley. Según la profesora Rosa Del
Olmo, que en esto sigue de cerca al investigador Gresham Sykes, el
nacimiento de la criminología crítica en EE.UU. está vinculado a varias
razones fundamentales, entre ellas las siguientes:
1) El impacto de la guerra del Vietnam. Como resultado de ella, la
autoridad del estado y sus leyes son sometidos a duda.
2) El surgimiento de la contracultura de la droga con todas sus
contradicciones, fenómeno que hace reflexionar sobre la noción que
el estado tiene de quién es delincuente y la manera como es definido
y sancionado.
3) Los movimientos de protesta política y concretamente la
actuación ilegal y arbitraria de la policía para reprimirlos.
4) El asesinato de personas destacadas, como el del líder de
color Malcom X y de los Kennedy. Se piensa, entonces, en
delitos de mayor envergadura cometidos desde las altas esferas
de poder y por poderosas organizaciones ocultas, lo que lleva a
la incredulidad ciudadana, pues ésta percibe que la justicia se
dirige sólo contra los chivos expiatorios.
5) Los movimientos de protesta dentro de las cárceles (San
Quintín, Attica, Soledad), los disturbios en los barrios negros de las
grandes ciudades norteamericanas y, naturalmente, el racismo.
6) El escándalo Watergate (o asunto Richard Nixon), que
estremece los cimientos del ficticio consenso, hace perder crédito
en la justicia penal, reduce la creencia en la dicotomía
delincuentes – no delincuentes y muestra la descomposición del
poder político.
También son antecedentes la política norteamericana desplegada por la
C.I.A. y algunas transnacionales contra el presidente Salvador Allende en
Chile; la toma de conciencia de que los delitos de los poderosos son más
graves que los convencionales; los movimiento hippies; las revueltas
estudiantiles y la antipsiquiatría.
Ya en el campo más concreto de la evolución de las ideas criminológicas,
constituyen precedente importante los siguientes aportes:
1) Los trabajos del profesor Edwin Sutherland sobre la asociación
diferencial y el delito de cuello blanco, que quiebran el mito del
delincuente pobre, mísero, enfermo biológicamente, para comenzar a
referir la criminalidad también a los poderosos y a las personas jurídicas o
corporaciones.
2) El interaccionismo, al centrar la desviación no en cualidades
personales sino en definiciones sociales.
3) La sociología del conflicto social, que señala el primer paso
del proceso de criminalización, es decir, el poder de definición,
y que hace hincapié en el permanente choque social producto
de la relación gobernante-gobernado.
4) La teoría del etiquetamiento o de la rotulación, que señala el transfondo
político de la conducta desviada entendida como definición social y que ahonda
sobre el proceso de criminalización para demostrar la selectividad que hace y
reproduce el sistema penal.
Pero sin duda el principal antecedente de la nueva criminología es el conjunto de
ideas del ideólogo Carlos Marx, que llevadas al ámbito de la criminología
conforman el denominado paradigma marxista.
Si bien el pensador Marx nunca se ocupó específicamente del tema criminalidad,
de varias de sus reflexiones El capital; La ideología alemana, La sagrada familia y
los Debates sobre la ley contra el hurto de leña, se puede extractar el contenido
del modelo o paradigma que sirve de base a la nueva criminología.
Veámoslo.
1) La concepción burguesa de la ley se halla inextricablemente
enlazada con la ficción de un concurso general de la voluntad.
2) El uso de la violencia estatal y, por ende, del derecho penal,
cumple una función garantizadora del control de la fuerza de
trabajo y de la sustracción y disfrute de la plusvalía. El criminal
es un importante elemento de producción por cuanto genera
delitos, códigos, libros y revigoriza la reacción social. El delito,
entonces, es funcional al sistema capitalista de producción.
3) La existencia del derecho debe estar supeditada al cambio de
las estructuras económicas. El derecho, entonces, es algo más
que un problema jurídico si se tiene en cuenta, de otra parte, que
sus categorías encubren problemas sociales y económicos.
4) La criminalidad no puede ser objeto de una ciencia singular
porque es expresión de la condición humana bajo el dominio del
capital.
5) El modo de producción capitalista genera valores egoístas y
no altruistas o comunitarios. Por ello se busca el
enriquecimiento a toda costa, aún de la vida, la salud y los
bienes de los demás.
6) El sistema capitalista produce alienación: cuando se rompe la
unidad del hombre consigo mismo y con la naturaleza porque su
fuerza de trabajo es vendida sin que tenga una utilidad para él
sino un valor como mercancía, el hombre también pasa a
convertirse en mercancía.
El profesor Francisco Muñoz Conde resume en tres puntos el aporte del
marxismo a una teoría científica del delito y del control social:
1) El derecho y los demás sistemas de control social dependen de los
modos de producción.
2) La afirmación según la cual el derecho penal es igualitario, no es más
que un mito.
3) Es necesario elaborar una teoría científica y, por tanto, crítica, capaz
de desmitificar el carácter ideológico y superestructural de los diversos
sistemas de control social y, concretamente, del derecho penal.
PRINCIPIOS

Con la misma advertencia, es decir, generalizando sobre el conjunto de ideas que


constituyen la nueva criminología, sintetizamos así los principios de ésta
corriente, que ya fueron esbozados en la presentación de los enfoques
sociopolíticos que pretenden explicar la criminalidad.
1) La criminalidad no es una cualidad ontológica de determinados
comportamientos y de ciertos individuos, sino un status asignado a unas
personas por quienes tienen en sus manos el proceso de criminalización. El poder
político, entonces, define, rotula y ejecuta la delincuencia.
2) El análisis de la desviación y de la criminalidad debe ser incrustado en el
estudio de la estructura general de la sociedad y sus contradicciones políticas,
económicas y culturales. La criminalidad, pues, no se da ni se explica
aisladamente.
3) El derecho penal no protege por igual todos los bienes y no es
igual para todos los ciudadanos. La criminalidad, así, reitérase, es
un status producto de la selectividad. Por ello el derecho penal no
ofrece una alternativa al conflicto social sino que, al contrario,
tiende a encubrirlo.
4) Su compromiso primario es la abolición de las desigualdades
sociales; el problema del crimen puede ser solucionado si se
eliminan la explotación económica y la opresión política de clase.
5) Quiere aliviar en todos los sentidos la presión ejercida por el sistema
penal sobre las clases subalternas y busca abrir mayores espacios de
aceptación social de la desviación. Para lo primero, impónese la
contracción o reducción máxima del sistema, y para lo segundo la
ampliación de un concepto de libertad que incluya la tolerancia hacia lo
diverso.
6) Busca despertar la criminología sacándola de la atención que presta sólo
a la criminalidad de los pobres, al carácter patológico de la conducía
desviada por razones biológicas, psicológicas, antropológicas y
sociológicas; y quiere también suprimir la separación o distinción que se
hace entre el estudio de la criminalidad y el estudio del funcionamiento
del estado y la ideología de la clase dominante.
7) La criminología, en vez de ocuparse de las causas del delito, debe concentrarse
en el examen del proceso de criminalización esto es, en el estudio del por qué y del
cómo ciertas personas son consideradas como delincuentes en tanto que otras no
sufren esas calificaciones. Es el cambio de paradigma respecto del objeto de la
ciencia: del etiológico al del control social (formal e informal).
8) Su actual y máxima aspiración es la sustitución, parcial o total, del sistema penal
por medidas que más adecuada y humanamente consulten los intereses de los
grupos sociales mayoritarios y al mismo tiempo respeten plenamente el derecho a
la diversidad.
Siguiendo los mismos soportes, han sido presentados en la literatura criminológica
algunos submovimientos que han recibido diversas denominaciones, vgr. economía
política del crimen, criminología de los derechos humanos, criminología del
movimiento obrero, criminología critica, criminología radical, etc.
LA PERSPECTIVA ABOLICIONISTA

CONCEPTO
Abolir es anular, dejar sin efecto, fuerza o vigor un precepto, tendencia o
costumbre. Etimológicamente viene del latín abolere, que significa suprimir. Si
trasladamos el término al terreno de la criminología, podemos decir que la
perspectiva abolicionista es aquél movimiento que pretende la desaparición o
reducción total o parcial del sistema penal. Y si tomamos los estudios que en el
campo jurídico-criminológico se han hecho sobre tal corriente, puede afirmarse
que es el conjunto de aquellos pensamientos valorativo-morales (axiológicos)
que encuentran como ilegítimo el derecho penal, bien porque no le admiten
ninguna finalidad posible que justifique las aflicciones que compara, bien porque
estiman ventajosa Ja supresión de las sanciones penales en su forma jurídica,
para cambiarla por medios pedagógicos o instrumentos informales y sociales.
Estrictamente hablando, el abolicionismo verdadero (radical)
es una toma de posición crítica-negativa frente a los problemas
del control social, que busca la extinción del sistema penal, por
irreal y totalitario, para sustituirlo por medidas basadas en el
diálogo, la concordia, la apertura y la solidaridad.
ANTECEDENTES

Sin que tuvieran por objetivo la construcción de una hipótesis


criminológica, algunos estudiosos de la política, especialmente
anarquistas, socialistas y comunistas (Godwin, Kropotkin, Balunin,
Molinari, Malatesta, Marx, Lenin), han plantado la supresión del
sistema penal. Así, por ejemplo, en algunos de ellos se observa la idea
de extinguir la pena -y quizás el derecho penal- como medida jurídica
aflictiva y coercitiva, sin que ello signifique suprimir toda forma de
control social pues se supone -afirmábase- que una moral superior
debe regular directamente la futura sociedad.
Agregábase que como la infracción o transgresión de la ley
resultaba justificada porque entrañaba muestra de rebelión o señal
y efecto de causas sociales patológicas, la pena debía ser entendida
simplemente como instrumento presionante, constrictivo y
funcional a la defensa de contingentes intereses dominantes.
Otros consideraban necesaria la desaparición del derecho positivo
confiando en que las leyes naturales, liberadas del poder estatal,
bastarían para que las relaciones y los conflictos sociales se
regularan y resolvieran.
Ese abolicionismo, denominado antiguo, igualmente creía en la
desaparición de los conflictos mismos.
Los planteamientos de los pensadores Marx y de Lenin, como resulta obvio,
también conducirían al abolicionismo porque al pregonar aquél la desaparición del
estado, incluía la del sistema penal, mientras éste, entre otras cosas, imaginaba una
sociedad en la cual los hombres, liberados de la esclavitud capitalista, se
habituarían poco a poco a cumplir las reglas elementales de convivencia social, sin
constreñimientos, sin sumisión, sin ese especial aparato presionante llamado
Estado.
Asimismo es frecuentemente recordado como antecedente del abolicionismo el
individualismo anárquico del profesor Max Stirner, para quien no se justifican las
prohibiciones ni los procesos penales sencillamente porque parte de la
deslegitimación de cualquier tipo de coerción o constreñimiento social o penal con
base en que las infracciones y la rebeldía son libres y auténticas manifestaciones
del egoísmo anormal del yo.
UBICACIÓN

El abolicionismo no es una corriente o teoría jurídica ni criminológica.


Es una forma espiritual y ejecutiva. Sin embargo, dentro de un
programa de criminología, tendría que ver primero con su material de
trabajo y, en segundo lugar, con la política criminal.
Respecto del objeto de la criminología, constituido
tradicionalmente por la criminalidad, esta equivaldría al conjunto
de disturbios, situaciones problemáticas, inconvenientes, actos
lamentables, conflictos, etc., sucedidos en tiempo y espacio
determinados. Expresado de otra forma, dentro de ésta
perspectiva aquello que las disciplinas emparentadas con el delito
suelen denominar criminalidad es superado para tender a la
esencia de las cosas y dirigir la atención no al invento delito, sino al
comportamiento que constituye un problema,
independientemente de que esté o no descrito como punible en la
ley penal.
En el ámbito de la política criminal, el abolicionismo merecería sitio
independiente, pues no puede ser clasificado dentro de la
tradicional como un mero instrumento preventivo-represivo, ni
dentro de la contemporánea como simple pretensión de cambiar el
sistema político-económico con el propósito de erradicar con ello
la desviación, previa venganza de una clase contra otra. El
abolicionismo tiene otra finalidad u objetivo: ayudar a resolver los
conflictos, a enfrentarlos, a erradicarlos si es posible, o a convivir
con ellos.
FORMAS O CLASES DE ABOLICIONISMO

En los últimos años se ha utilizado el término frente a cualquier


planteamiento -parcial o total- que propende la disminución o
desaparición del sistema penal o del control social formal. En términos
generales, puede aceptarse que existe un abolicionismo en sentido
restringido y otro en sentido amplio. En sentido restringido, significa
supresión de un aspecto especifico del sistema penal, por ejemplo, la
pena de muerte o la cárcel, y en sentido amplio implica considerar al
sistema entero como un problema social cuya única solución es su
desaparición integral. Cualquier clasificación depende, entonces, de
aquello que se quiera suprimir. No obstante, veamos las principales
tendencias:
ABOLICIONISMO INSTITUCIONAL

Circunscribe su objetivo a las cárceles y demás centros segregatorios,


como los hospitales psiquiátricos judiciales. Dentro de esta especie aún
se puede hablar de subespecies, vgr:
1) Abolición de la cárcel, como se encuentra actualmente, para
reformarla haciéndola más humana.
2) Sustitución de las cárceles por otras alternativas punitivas.
3) Supresión total de las cárceles.
Dentro de ésta manera de pensar sobresale el profesor Mathiesen,
quien con base en esquemas marxistas, y tras vincular la existencia
del sistema penal con las estructuras productivas capitalistas,
anhela la abolición de todas las estructuras represivas de la
sociedad. También se ha querido ubicar probablemente en esta
sede al pensador M. Foucault, en cuanto rechaza los límites que
fijan relaciones asimétricas, oposicionales, como las existentes
entre inocencia y culpabilidad, razón y locura, bueno y malo,
normal y patológico, etc.; y porque las cárceles y el sistema penal
representan para él la más desnuda y excesiva manifestación de
poder estatal, que siempre ha cuestionado.
REDUCCIONISMO PENAL

Busca limitar, restringir el área del control social formal conocida como
sistema penal. Equivale al derecho penal mínimo, como síntesis de las
características, incluso ya tradicionales, que se endosan al derecho
penal desde el liberalismo: fragmentario, accesorio, última o extrema
ratio, mínima intervención, etc. Con estos fundamentos, y otros de
contenido filosófico-político, son representantes importantes de ésta
corriente los profesores A. Baratta y L. Ferrajoli.
ABOLICIÓN DE LOS SUBROGADOS PENALES

Es la eliminación de los mecanismos liberatorios (condena condicional,


libertad condicional, etc.) para dar paso a la fundamentación
puramente retributiva de la pena. Esta, sin embargo, resultaría
impuesta en muy pocos casos pues previamente el catálogo de tipos
penales debería ser considerablemente reducido para que el sistema se
ocupara exclusivamente de los comportamientos más graves. El castigo,
considerado como la imposición de un mal, sería la consecuencia de la
realización de un hecho de los pocos elevados a la categoría de delito.
Presentado de otra forma, puede decirse que lo básico es la
reducción de las definiciones punibles para erigir en delito
sólo las conductas severamente lesivas. Cometido el hecho, se
inflige la pena simplemente para castigar a título de
retribución, sin posibilidades de obtener la libertad a través de
aquellos mecanismos tradicionales como rebajas de pena,
libertad preparatoria, etc. Esta es la idea central del profesor
N. Christie.
ABOLICIONISMO PENAL RADICAL

Incluye los anteriores y propugna por la supresión integral del sistema


penal inadmitido por el grupo social. En estricto sentido, es el
verdadero abolicionismo, pues los otros son simplemente reformistas.
El sistema penal, añádese, debe desaparecer porque causa
sufrimientos innecesarios que se reparten socialmente de manera
injusta, no tiene efectos positivos sobre las personas involucradas en
los conflictos y es muy difícil de someter a control. Su principal
representante es el profesor L. Hulsman.
En adelante, como ejemplo de ésta perspectiva, es desarrollado el tema
siguiendo los planteamientos radicales.
PRESUPUESTOS

Señalamos aquí los cimientos de la perspectiva, de la siguiente manera:


1) El abolicionismo es una manera de pensar que incluye en sus fundamentos, entre
otros aspectos, ideas cristianas, neoliberales, anarquistas y funcionalistas. O, dicho
de otra forma, el desenvolvimiento de la corriente permite detectar rasgos de
aquellas posturas. Así, por ejemplo, las referencias del profesor Hulsman a la iglesia
como modelo que permite explicar las jerarquías, y su confesión de fe cristiana; la
aceptación del consenso en cuanto las modificaciones de la estructura social
pueden surgir después del acuerdo entre personas y grupos que quieren cambiar
algunas situaciones y circunstancias; la búsqueda de horizontalización de las
sociedades en contra del mantenimiento del verticalismo, es decir, la lucha por la
igualdad, que es suprimida con la jerarquización; y el énfasis puesto en la necesidad
de acercamiento y solidaridad entre las personas en aras de la mejor solución de las
situaciones problemáticas.
2) El abolicionismo no es una teoría estricta, por su falta de precisión, por
la ambigüedad descriptiva de sus conceptos, porque es más aplicativo que
explicativo y porque carece de leyes más o menos universales que
permitan relacionar determinado orden de fenómenos. Es una postura
definida frente al control, es un movimiento social con particulares
finalidades tácticas e instrumentales, es una forma de organización del
pensamiento y de la percepción de los fenómenos del control social
formal. Es una apreciación diferente sobre lo que existe, acompañada de
formulaciones alternativas.
3) Es una crítica negativa del derecho y de la justicia penal porque parte de
la inutilidad de ésta y de sus características violentas. Se centra en lo malo
del sistema penal sobre la base de que mientras daña, nada resuelve.
4) No pretende extirpar la totalidad de los problemas generados y constituidos por
el sistema penal, como tampoco erradicar todas las situaciones problemáticas, ni
remediar los males de nuestra condición social. Estima, entre otras cosas, que no
es posible imaginar un cuerpo social sin conflictos y que, al contrario, para vivir y
progresar hasta son necesarios los disturbios.
5) El sistema penal debe desaparecer sobre todo porque es totalitario, en cuanto
funciona alejado de la realidad de las gentes. La situación de las cárceles y en las
cárceles es un argumento importante para tender hacia la supresión del mismo,
pero no es el fundamental. De mayor trascendencia es tener como principal punto
de mira el poder central pues éste es el que decide e interpreta lo justo y lo
correcto, a la vez que hace derivar de tales determinaciones las llamadas
consecuencias punitivas, formas reales de violencia, privación de libertad y muere.
6) La finalidad de la política social del abolicionismo no es evitar los
conflictos o prevenir las dificultades sociales sino concientizar a las
personas para que sepan hacer frente a los problemas, entendiéndolos
integrados a sus vidas. Revolucionando el sistema penal, de otra parte,
no desaparecerán las clases, los antagonismos, ni las conductas o
comportamientos indeseables. Pero el pueblo, la gente, podrá afrontar
tales dificultades mucho mejor.
7) El delito no existe ontológicamente. Por ello el derecho penal, la
criminología y la política criminal se equivocan cuando lo toman como su
objeto pues con ello la infracción, antes que el objeto, es el producto de
la política criminal. El delito no es trascendental u ontológico, porque:
Los conflictos sociales no son definidos en el sistema penal desde el
punto de vista de las partes involucradas en el problema, sino desde
el punto de vista de las regulaciones (legislación penal) y de los
requerimientos organizativos del sistema mismo. Las personas
comprometidas en un disturbio pueden ejercer poca influencia sobre
el curso ulterior de los acontecimientos una vez que un asunto ha
sido definido como delictivo y como tal ha sido atraído por el
sistema.
Muchos comportamientos definidos como definidos revisten
gravedad igual y hasta inferior a la que encierran conductas no
tipificadas.
Numerosos conflictos calificados como punibles son resueltos por sus
protagonistas en el mismo ámbito en que han tenido lugar, sin que
sea imprescindible la intervención del sistema penal.
Las acciones actualmente calificadas como delictivas no siempre han
sido adjetivadas de esa manera. Al contrario, el delito se caracteriza
por ser relativo, oscilante: lo que hoy es descrito como tal, puede no
serlo mañana, y viceversa. El delito, por ello, no es de la esencia de lo
humano ni de lo social. Es la ley la que dice qué es un crimen; en otras
palabras, la ley crea al criminal.
8) El abolicionismo no persigue la desaparición de todas las formas de
control social, porque antropológica y sociológicamente se ha
demostrado la necesidad y permanencia del orden. Debido a ello
admite la policía, el juez penal convertido en juez civil, la coerción
temporaria y hasta alguna parte del sistema penal, siempre que sea
aceptado por el pueblo. Importa no la desaparición del control; que
equivale a orden, sino la eliminación de los controles represivos que
actúan ideológicamente sobre la psiquis y sobre el cuerpo humano. Es
capital, entonces, distinguir el control nacido de la constitución
antropológica del hombre, de su misma condición humana, de aquel
que es pura coacción y expresión de formas de dominio históricamente
variables y por ello, en principio, superables. El control, en síntesis,
debe existir. Pero no el control ideologizado.
9) Todos los seres humanos son iguales, entendiendo por igualdad no
la noción oficial sino aquel estado que admite Ja diversidad, que
suele ser excluida por la práctica y el discurso institucional.
10) En los países democráticos, en nombre de la libertad, se impone
disminuir la injerencia del estado en la vida de los particulares.
No se debe permitir al estado, poder a menudo anónimo y lejano, la
misión -exclusiva- de resolver los problemas surgidos de nuestros
contactos más personales.
11) El aparato oficial de justicia, mecanismo artificial, puede entrar en
juego para solucionar los conflictos sociales sólo cuando los
instrumentos naturales han fallado o se han mostrado impotentes. Con
otras palabras, los tribunales deben intervenir solamente a petición de
los interesados una vez que estos se han demostrado su incapacidad
para resolver sus inconvenientes, o cuando la ley impone esa obligación
como fórmula de arreglo.
12) El abolicionismo no busca suprimir el sistema penal indeseado para
sustituirlo por otro. Pretende, antes que nada, una sociedad en la que
ningún suceso sea señalado de antemano como punible.
Desde este punto de vista, el sistema penal, o algo parecido, es
innecesario.
PRINCIPIOS

En este numeral hacemos mención de aquellos puntos que permiten al


abolicionismo negar la necesidad del sistema penal. Recuérdese que
esta perspectiva es una crítica negativa, lo que conduce a que sus
principios siempre apunten a los males y desaciertos del control formal
penal. Haremos la presentación partiendo de unos principios generales,
es decir, aquellos que irradian todo el sistema, para luego señalar los
principios concretos frente a la creación, aplicación y ejecución de la ley
penal.
PRINCIPIOS GENERALES

1) El sistema penal no funciona de acuerdo con los principios que


quieren legitimarlo. Si de pronto coinciden, es obra del azar.
2) El sistema penal, las instituciones, el estado, deberían ocupar un
lugar modesto y subordinado respecto del hombre. El sistema penal,
por el contrario, degrada al género humano, lo coloca en situación de
inferioridad, lo estigmatiza y lo conduce a la pérdida de toda dignidad.
3) El sistema penal se apoya en un pretendido consenso,
completamente irreal.
4) Dentro del sistema penal cada órgano o servicio trabaja aisladamente
y cada una de las personas que actúan en el aparato penal cumple su
papel sin preocuparse por lo ocurrido antes ni por lo que pueda
suceder después. No hay cohesión, por ejemplo, entre legislador y
aplicador de leyes. Cada cuerpo o sujeto desarrolla sus propios criterios
de acción, posee su ideología, su cultura particular. De allí que no sea
raro que el propio sistema entre en contradicciones e incluso en lucha
abierta. Siendo así, resulta imposible creer que todos los miembros del
sistema penal puedan administrar justicia y combatir la criminalidad.
5) Nadie detiene la máquina penal. Una vez puesta en marcha, es
incontenible.
6) Muchas situaciones que responden a las definiciones legales no
entran en la maquinaria, como lo demuestra la llamada cifra negra.
Por consiguiente, el sistema penal, lejos de funcionar en la totalidad
de los casos para los cuales tendría competencia, opera a un ritmo
extremadamente apagado. Las investigaciones sobre la cifra negra,
oscura o criminalidad oculta, se vuelven contra el sistema mismo.
No es posible, pues, aceptar la creación y programación de una
máquina que produce tan bajo rendimiento, como tampoco lo es
aceptar un aparato que estadísticamente resulta anormal porque se
ocupa escasamente de lo excepcional.
7) El sistema penal juega peligrosamente con la culpabilidad,
concepto grave, complejo, ambiguo, inasible, metafísico,
imponderable y escolástico, que nadie domina.
8) El sistema penal fabrica culpables porque siempre se pone en
marcha contra alguien, a quien precisamente denomina
responsable. Y los escogidos como culpables resultan siéndolo
para toda la vida.
9) El sistema penal crea y refuerza desigualdades sociales.
10) El sistema penal, cuando conoce un caso, lo mira a través de un
espejo deformante que lo reduce a un momento, a un acto.
1I) El sistema penal roba el conflicto a las personas directamente
implicadas en él. En general, desde que un problema cae en las redes
de la justicia oficial deja de pertenecer a quienes lo han protagonizado;
y desde tal instante los involucrados portarán las etiquetas de
delincuente y víctima.
12) Ordinariamente la víctima pierde el control del suceso una vez
iniciada la acción pública, pues poco o nada puede participar en el
desarrollo de la investigación.
13) El sistema penal impone un sólo tipo de reacción frente a los disturbios que entran
en su competencia formal: la reacción punitiva. Sin embargo, no es raro que, por
ejemplo, la persona afectada no quiera realmente el castigo de quien la ha lesionado.
14) El sistema penal está específicamente concebido para hacer daño. Se caracteriza,
como el sistema militar, por ser enormemente peligroso, aun cuando más que éste
porque la justicia punitiva es permanente, funciona todos los días. Es un mal social:
perjudica y no resuelve problemas.
15) Por ser un condicionamiento social, el sistema penal puede desaparecer, puede ser
fácilmente abolido, sin que surjan traumas porque los organismos que lo componen
no son dependientes suyos y, por el contrario, quienes trabajan en su interior no viven
de él, pueden existir sin su presencia. Así, por ejemplo, el policía podría dedicarse a
cuidar la población, los fiscales y jueces penales dedicaríanse a los aspectos civiles, el
gobierno y el congreso a sus labores administrativas y legislativas en otros ámbitos, y
las cárceles y carceleros ocuparíanse en servicios de asistencia.
PRINCIPIOS RELACIONADOS CON LA CREACIÓN DE LA LEY

1) Los políticos que hacen las leyes normalmente actúan en planos


abstractos. Si, por ejemplo, alguna vez han visitado una prisión, lo han
hecho al modo de los turistas.
2) Las leyes son confeccionadas y enmendadas precipitadamente.
3) En el ámbito legislativo es donde las personas comienzan a ser
seleccionadas para luego convertirse en reclusas. Por ello, más
importante que buscar modificaciones de la situación de los presos, es
situarse arriba, allí donde se inicia el proceso selectivo, allí en el lugar
en que es definido el delito.
PRINCIPIOS RELACIONADOS CON LA APLICACIÓN DE LA LEY

1) La inhumanidad del sistema penal proviene, en parte, de la situación recíproca de


inculpados y agentes que tienen que ver con él. En el contexto del sistema penal el
acusado no tiene ocasión de expresarse como quisiera, y el policía, el juez, etc., aunque
quieran, no siempre pueden hacerlo.
2) Dentro del sistema penal es común el uso de imágenes que muestran al policía, al
juez y al carcelero como representantes del orden y del bien, y al delincuente como
persona aparte, mala, socialmente anormal.
3) Los jueces de carrera, al igual que los políticos, están psicológicamente lejos de los
hombres a quienes profesan y condenan, ya que pertenecen a una categoría social
diversa de la que tiene la clientela corriente de los tribunales represivos. Entre hombres
diferentes por cultura, modo de vida, lenguaje, manera de pensar, etc., la
incomunicación es difícil de vencer, a más de que el papel que el sistema penal concede
al juez lo impermeabiliza contra toda proximidad humana.
4) Dentro del sistema no se escucha verdaderamente a las personas
implicadas. No siempre se consigna en las actas de diligencias lo
que ellas dicen con sus propias palabras, y muy buena parte del
trámite procesal se adelanta en formularios, formatos, frases o
preguntas prefabricadas. Es decir, la justicia está profesionalizada y
normalmente se guía por moldes.
5) Las garantías y derechos individuales están sujetas a
ambigüedades nacidas especialmente de la doble e imposible
función que se entrega al juez: proteger el orden y al ciudadano.
PRINCIPIOS RELACIONADOS CON LA EJECUCIÓN DE LA LEY

1) El castigo corporal no ha desaparecido, pues la prisión degrada la


incolumidad personal: hay limitaciones de aire, luz, sol, espacio; trátase
de cuatro muros estrechos, de infamantes barrotes o rejas, de
promiscuidad con indeseados, de sanidad humillante proveniente del
olor, el color, la alimentación, el frío, etc. La pena es una lesión corporal
que deteriora lentamente.
2) La prisión no constituye solamente un retiro forzoso del mundo
normal, de las actividades habituales y del afecto. Es el ingreso en un
mundo artificial, donde todo es negativo. La prisión es otro mal social
específico: es un sufrimiento estéril porque, además, nada produce y
hace que los hombres pierdan su personalidad y sociabilidad.
3) El sistema penal estigmatiza. Proceso y cárcel, en muchos casos;
producen en los condenados un estigma que puede ser profundo. Las
definiciones legales y el rechazo social que traen consigo pueden
determinar en el hombre la percepción de sí mismo como un ser
realmente desviado è impulsan à algunos à vivir conforme a tal imagen,
como si estuvieran situados al margen.
4) El sistema penal tiene efectos totalmente contrarios a los que quisiera
obtener el discurso oficial que pretende favorecer la enmienda del
condenado. Lo que se logra, en verdad, es que el sistema endurezca al reo
en sus relaciones con el orden social al cual se le quiere incorporar, con lo
que se hace de él una nueva víctima.
5) Quienes van a la cárcel son siempre los mismos: las categorías más
débiles, los más desamparados de la población.
PROPUESTAS

Corresponde ahora indicar las probables soluciones que proporciona esta


perspectiva. Y decimos probables porque el abolicionismo, que, se repite,
no pretende cambiar un sistema penal por otro; no aporta aún modelos
definitivos que permitan enfrentar radicalmente las situaciones
problemáticas. Pero hace importantes recomendaciones, que pueden ser
sintetizadas así:
1) Situarse de manera crítica ante los sistemas existentes. Escapar del
conformismo, dícese, permite el acceso al universo de libertad.
2) Tener en cuenta que ideas fundamentales de la vida son permanecer
siempre abierto, vivir solidariamente y estar dispuesto a la conversación.
3) Recordar que cl delito no existe ontológicamente, razón por la cual
no es un concepto operacional. Un buen punto de partida es la
descriminalización pero igualmente es necesario desmitificar sobre
todo las diferencias artificiales establecidas entre buenos y malos,
guardianes del orden y delincuentes, etc.
4) acudir a los acuerdos, mediaciones y decisiones privadas para tratar
de afrontar y resolver los conflictos, ojalá entre los mismos interesados.
Aún hoy, vigente el sistema penal, la mayor parte de los disturbios son
solucionados por tales medios.
5) Dar a las personas involucradas en los conflictos la posibilidad de
manejarlos, por ejemplo mediante la relación cara a cara.
6) Aprender a negociar la situación conflictiva, a vivir las tensiones. y a
superarlas.
7) Problematizar las nociones de crimen y de autor que, eliminadas obligan
a renovar el discurso del fenómeno criminal y el de la reacción social que
suscita. Para comenzar, seria menester cambiar el lenguaje: crimen,
criminal, criminalidad, política criminal, etc., pertenecen al dialecto penal,
reflejan los a priori del sistema.
Seria mas conveniente, vgr., aludir a actos lamentables, comportamientos
no deseables, personas implicadas, situaciones problemas, etc.,
terminología que no marca, no etiqueta, no estigmatiza, como sí lo hacen,
desde el inicio, voces como crimen, criminalidad, delincuente, etc.
8) Privatizar la búsqueda de soluciones, es decir, sustituir la ley penal
quizás por la ley civil, haciendo énfasis en la transacción, en la
compensación, en la reparación y en la importancia que merece la víctima
del insuceso.
9) Dejar de lado los aspectos centrales con los que trabaja el sistema
penal tradicional, es decir, los conceptos de delito; conducta y autor, para
dar trascendencia a otros aspectos neurálgicos: evento problemático, en
vez de delito; situación, en remplazo de conducta; y víctima, en vez de
autor. En efecto:
El sistema penal tradicional actúa sobre la base del término delito, que
merece las observaciones hechas en precedencia. Por la terminología, y
por el contenido, delito debe ser suplido por problema, disturbio,
conflicto o evento problemático.
El sistema penal tradicional trabaja mucho, y se preocupa bastarle, por la
conducta. Sin embargo, la mira estáticamente, como congelando y aislando
el comportamiento humano, en el tiempo y en el espacio, y mirando hacia el
pasado. En contra de esa voz, el abolicionismo propone como una de sus
claves la palabra situación, para observar el comportamiento del hombre
como un evento dinámico que se produce dentro de un ámbito más amplio;
que incluye todos los protagonistas del suceso, cada uno de ellos con
capacidad para definir lo que ha ocurrido.
Y en vez de dar toda la importancia al autor, el abolicionismo propone ubicar
en el centro de la reflexión a la víctima, que debe regir la solución del
problema, y no limitarse a actuar como en el sistema penal tradicional, es
decir, como un mero testigo.
En pocas, palabras, el abolicionismo sugiere como propuesta la privatización
y la negociación de los disturbios.

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