Lectura 25 Manual de Criminologia
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controversia; desde luego, el resurgimiento en estos das de nuevas e idealistas formas de neoclasicismo, como la "nueva criminologa administrativa", aunado a formas viru',ltaa y ablvicai del :ler:positivismo, por ejemplo, el realismo de derecha, escenifican las mismas confrontaciones con una pasmosa incapacidad para percibir que la historia se est repitiendo. En cada coyuntura histrica, los tericos propugnan el cambio paradigmtico, desde la revolucin positivista de Enrico Ferri hasta la nueva revolucin cientfica de los lombrosianos redivivos de la actualidad. Era a esto a lo que P. Sorokin aluda hace muchos aos cuando hablaba de una combinacin de amnesia y "complejo del descubridor", en la que el aspirante a cientfico social ignora u olvida el pasado, creyendo descubrir las ideas ya conocidas desde hace mucho tiempo. A ello se pueden agregar los debates del pasado por ejemplo, sobre la posibilidad o imposibilidad de reducir lo social a lo biolgico que tambin son borrados de la memoria, de tal modo que el camino del conocimiento no progresa mucho linealmente, sino que ms bien adquiere la forma de un continuo entorno ya vivido. Es importante en este punto destacar que el pndulo de la moda, en el mbito actual, arroja teoras que constituyen verdaderos reflejos de s mismas en la medida que representan repeticiones de teoras del pasado. Como se ha sealado a menudo, la crtica se convierte, con mucha frecuencia, en una simple inversin de conceptos (Young, 1975, 1979; Bottomlcy, 1979; Spitzcr, 1980). Otra manifestacin de la miopa que existe entre los tericos criminlogos y que caracteriza a una buena parte de este tipo de trabajo, es la tendencia crnica a la parcialidad. Esta unilateralidad puede conducir a que se considere al criminal en un punto determinado del tiempo y se nieguen las circunstancias en las que se realiz el crimen, as como sus posibilidades en el futuro. Esto puede conllevar una fijacin en el pasado de tal manera que las circunstancias presentes sean anuladas, o concentrarse desmedidamente en la macroestructura de la sociedad y su legislacin, sin tomar en cuenta al transgresor en s mismo y slo ver al delincuente como si estuviera al margen de la ley humana. As los criminales se colocaran como actores cuyos actos son prescritos por sus cuerpos, o bien, producir criminales que existen en algn etreo limbo donde no hay en absoluto cuerpos. Tambin pueden ser vistos como simples actores cuyas decisiones sean el resultado de los obstculos y oportunidades espaciales que enfrentan; asimismo, producira criminales que existen fuera del mundo fsico del espacio y la ocasin. Puede tomar un elemento del cuadrado del delito transgresor, vctima, polica o control informal, para luego explicar todo acto delictuoso en trminos de uno o, en el mejor de los casos, dos de estos factores. De la misma manera sera abiertamente determinista o infundir a la naturaleza humana. La razn pura puede, en fin, intentar explicar el universo criminolgico en trminos de raza, clase, gnero o edad, sin que se logre alcanzar una mnima sntesis cultural autntica y significativa de todos los elementos que deben tomarse en cuenta. En este ensayo se describe el desarrollo de los paradigmas recientes ms importantes en la criminologa. Desde luego, existen, y siempre han existido, criminlogos que conciben su trabajo como una mera contribucin a un caudal de conocimientos, al
margen de cualquier preconcepcin ideolgica. Inevitablemente, son estos criminlogos los que se encuentran comprometidos en mayor medida con un paradigma que suele ser el positivista. La gran tradicin emprica anglosajona no es ms que una forma de ceguera terica, es el despliegue de un conjunto de diversas caricaturas de la naturaleza humana y de ideas simplistas en torno al orden social. Esta tradicin opera como si dos siglos de filosofa social nunca hubieran existido. No obstante, es slo descifrando la posicin terica lgica como se podr juzgar claramente la posibilidad de cada situacin para luchar contra los delitos y crear polticas factibles. La teora social no surge de la nada, se desarrolla en situaciones sociales y econmicas particulares y se ve conformada por problemas materiales especficos, en el contexto de un conjunto particular de ideas y problemas socialmente determinados. El debate acadmico tiene una historia tanto interior como exterior. Aqulla se compone del intercambio que se produce entre estudiosos apoyados en la fuerza material del ministerio y en las publicaciones, as como en el acceso a financiamientos externos. Sin embargo, por muy autnomo que juzguen este debate sus practicantes, el dilogo interior es estimulado por el mundo exterior. Las ideas predominantes de un periodo, sean stas conservadoras o radicales; los problemas de una sociedad en particular; el gobierno en el poder y las posibilidades polticas existentes en una sociedad, todo ello conforma el discurso interior de los acadmicos. En ninguna rea del conocimiento resulta esto ms evidente que en la Criminologa y en la Sociologa jurdica. Los factores externos del delito, la creacin de leyes, las opciones polticas y las ideas prevalecientes determinan y fundamentan las teoras emanadas del mundo interior de la Criminologa acadmica y la erudicin legal: El establishment acadmico, impulsado y dirigido por el financiamiento gubernamental local y nacional, y la crtica del estudioso, que cuestiona las siempre cambiantes ortodoxias de la teora y la prctica, entrechocan en un terreno determinado por lo especfico de su sociedad. No es accidental, pues, por mencionar tres corrientes radicales, que la teora abolicionista se origina en las democracias liberales de. Escandinavia y los Pases Bajos (Hulsman, 1986; Scheerer, 1986); que la teora realista de izquierda prospere en una Inglaterra preocupada por la revalorizacin de la democracia social (Young y Matthews, 1992), y que la garanta de legalidad (Ferrajoli, 1989) entusiasme a los criminlogos latinoamericanos cn pases donde la ley es precaria y frgil. No se tiene el propsito de denunciar el relativismo del quehacer terico, sino ms bien de sealar su poder de reflexin. La teora surge como resultado de ciertas coyunturas sociales y polticas, lo que genera sensibilidades y obstculos que impiden el desarrollo de una teora general aplicable a todas las sociedades industrializadas, por no limitarse al Tercer Mundo. Sin embargo, la teora debe construirse de acuerdo con su localidad si es que aspira a tener fuerza en 1 terreno poltico y social del que forma par e. Tomando el realismo de izquierda corno ejemplo, Ray Michalowski (1991) distingue acertadamente entre la discusin del realismo como teora general y su aplicain rctica en Estados Unidos de Amrica, al igual que David Brown y Russell Hogg ;1992) en su discusin sobre la aplicacin del realismo en el contexto australiano; a su
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Paradigmas recientes de la criminologa 5 en e! mismo periodo, la ingreso real per capita del Reino Unido se increment en 64%; cantidad de del;tos enunciados por la polica se elev 172%. Nadie ha expresado ms elocuentemente el carcter de la crisis etiolgica que James Q. Wilson, criminlogo consejero del ex presidente Reagan y escritor de derecha con una nueva perspectiva del mundo: En 1960, si se nos hubiera preguntado cules medidas debera aplicar la sociedad para evitar un incremento drstico en la tasa de criminalidad, podramos haber respondido que la mejor manera de contrarrestar el delito era reduciendo el nivel de pobreza, elevando la calidad de la educacin, eliminando las construcciones en ruinas, promoviendo la organizacin comunitaria y proporcionando servicios de orientacin a la juventud descarriada o delincuente. Al iniciar la dcada de 1960, este pas inici el periodo de prosperidad sostenida ms largo desde la Segunda Guerra Mundial. Se implantaron numerosos programas de ayuda a los jvenes, los pobres y los incapacitados. Aunque estos esfuerzos no tenan como objetivo inmediato la reduccin de las tasas de criminalidad, concordaban en todo, aun en los niveles monetarios brutos, que en gran medida excedan la prescripcin poltica que todo ciudadano consciente y preocupado por el fenmeno del crimen habra sugerido al iniciar la dcada. Los delitos se incrementaron, y no slo un poco, sino a una tasa ms rpida y en niveles ms altos que en cualquier otro periodo desde los aos treinta y, en ciertas categoras, en niveles ms altos que los experimentados en este siglo. Todo esto comenz alrededor de 1963. se fue el ao en que, exagerando un poco las cosas, comenz el desmoronamiento de una dcada.' Pero no fue slo en la faccin poltica conservadora, ni slo entre los estadounidenses, donde el consenso general sobre el crimen se haba visto reducido a la nada. La naturaleza de la crisis etiolgica En este punto se debe esclarecer el problema de la crisis etiolgica. En lo fundamental, el positivismo sociodernocrtico sostiene que el delito es resultado de condiciones sociales deficientes; las conductas delictivas no son sino resultado de una mala organizacin socia). 'fal sistema icicolCicG era, y desde luego sigue siendo, un elemento importante del pensamiento social contemporneo, as como una de las piedras angulares del consenso general en torno al crimen. Destaca el trabajo social y la idea subyacente de que la asistencia social tiene un importante papel en el bienestar y en disminuir los problemas sociales ante las posturas polticas de los liberales estadounidens es , del socialismo democrtico occidental y de los marxistas tanto en Oriente como en Occidente; se extiende el consenso sobre este sistema a las partes ms radicales o progresistas de los partidos eonser , adores en las democracias occidentales. En su forma ms esquemtica, el positivismo social seala que, al in ,zretnentarse la prosperidad, y propicindose con ello niveles cducitivos msl j tos, mejores condiciones de vida, planificaciontn --_
W!LsoN, Thinking abont Crime, Vintage Boeks, Nueva York, 1975, pp. 3-4.
vez, De Keseredy y Schwartz (1992) describen con precisin la forma en que las nacientes corrientes realistas inglesa y estIdounidense estn determinadas por las marcadas diferencias sociales que hay entre ambos pases. Subyacente a este debate, existe el problema de especificacin (Young, 1992), a saber, que las generalizaciones en torno a crimen y justicia, por ejemplo la relacin entre desempleo y delito, slo pueden formularse en contextos polticos y sociales especficos, de ah la imposibilidad de generalizar sin hacer referencia a las caractersticas sociales particulares de transgresor y vctima de acuerdo con sus respectivas situaciones en las categoras de edad, clase, etnia y gnero. No es posible limitarse a trasplantar los resultados de uno a otro pas o generalizar de hombres a mujeres, blancos a negros, clase obrera a clase media, etc.; sin embargo, tales formas de localismo no excluyen la posibilidad de generalizacin, como se jactan en afirmar numerosos posmodernistas (Nicholson, 1990), sino simplemente destacar el hecho de que las generalizaciones sociolgicas deben fundamentarse en las realidades cotidianas en las que estn inmersos los actores humanos.
La crisis etioigica
La criminologa y la sociologa de la desviacin atravesaron por una etapa de intenso 4srrollo durante el p eriQcro ski seadoserriemen t a a los primeros_ ,74- 152.5_,s a. La ... Telent teora de la etiquetacin, la nueva teora desviacionista, la teora del conflicto, la teora de la subcultura, la teora del control social y el neoclasicismo florecieron en el ms extraordinario fermento creativo. Se trataba de un proceso que se dio paulatinamente, en diferentes arados y en diferentes periodos en pases de alto nivel de industrializacin, y que ala larga transform la manera en que no slo los criminlogos, sino hombres y mujeres comunes y corrientes, habranecle-visuaLiza.reel-fe~io~. En el periodo inmediatamente posterior a la guerra prevaleci la opinin, extendi' da en una importante proporcin del pensamiento poltico, de que una de las principas causas del delito era el empobrecimiento de las condiciones sociales. Las condiciones antisociales slo podan producir conductas antisociales. Este paradigma pred7.7.--- annin te era de tipo positivista o, ms -bien, positivist,T3Fmoc ir tico social, es decir, se tena. la conviccin de que el delito u otras formas de comportamiento antisocial podan reducirse en gran medida mediante intervenciones polticas dirigidas a mejorar las condiciones sociales. El palpable fracaso de estas teoras al cual se ha denominado la crisis etiol ica de la criminolo fa, representa, segn el autor, el concento clave7117,5nder el desarrol o de l ciencia crimino oF,e17Jn17sTitS-57s-T!TdirsiT-TTi zadoslo a en la reirdaciresultaba exactamente opuesto a lo que ordenarsiraSa -bi-dura convencional. Se demolieron los barrios bajos, se incrementaron los estndares educativos, se alcanz el pleno empleo y se elev el gasto en el bienestar social, logrndose lo que constituy el nivel ms alto de abundancia en la historia de la human'dad; no obstante, el nmero de delitos aument. En Inglaterra, por ejemplo, en el periodo 1951-1971, el
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Paradigmas recientes de la criminologa 7 igual que la pobreza y la depauperacin. No se halla aqu, pues, nada que deba sorprender. En otros pases, la crisis etiolgica se manifest de diversas maneras: la persistencia del crimen en la Unin Sovitica despus de los logros del socialismo presentaba un cariz muy diferente respecto de la criminalid..d de Estados Unidos de Amrica, donde como estado dl bienestar resultaba, comparativamente, ms fcil de apliCar. La crisis se dio tambin en momentos diferentes. As, fue un dilema en la construccin de los estados del bienestar de la Europa occidental y se retras en pases como Espaa y Portugal, que hasta mediados de los aos setenta permanecieron esclavizados por el fascismo. Por ltimo, en algunos pases, particularmente en los escandinavos, el aumento en las tasas de criminalidad, aunque elevadas en trminos porcentuales, tuvieron una base a tal grado reducida, que el crimen nunca signific all el problema que ha representado para Estados Unidos de Amrica.
urbanas ms eficientes, etc., el crimen decrecer automticamente. En su forma socioclemocrtica, requiere la intervencin de un Estado encargado de asegurar una distribucin equitativa de la riqueza y de impedir que la pobreza se disemine, as como de aplicar medidas rehabilitatorias y de readaptacin en la persona del delincuente. En suma, el positivismo social sostiene que debemos atacar de raz las causas del delito, y que stas tienen su origen en la sociedad. La tradicin del positivismo social se extiende a todo lo largo de la historia criminolgica, desde los fundamentos sentados por estadsticos sociales como Alphonse Quetelet (1842), hasta la escuela de Chicago y la moderna teora de las subculturas. Es cierto que los problemas etiolgicos pueden manifestarse en varias direcciones y no slo en el incremento simultneo de criminalidad y prosperidad. stos se manifiestan cuando: hay una disminucin temporal en la criminalidad acompaada de mayor pobreza o desempleo; se determina que la criminalidad o delincuencia es mayor o igual entre personas de la clase media que entre los pobres; c) se determina que el delito abunda ms en reas acomodadas que en reas pobres. La forma especial en que tales anomalas se presenten, de acuerdo con el positivismo social, depende del tiempo y del lugar. Por ejemplo, para Quetelet, las dificultades radicaban en la disparidad entre las reas urbanas acaudaladas y las reas rurales pobres, mientras que, para la criminologa estadounidense moderna, el problema de la delincuencia juvenil entre las clases medias reviste una importancia particular (Schwendinger y Schwendinger, 1985). Sin embargo, el problema ms agudo en la mayor parte de pases industrializados durante el periodo de posguerra ha sido la existencia de una creciente prosperidad e implantacin de beneficios sociales aunada a tasas de criminalidad y delincuencia igualmente crecidas.
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El aumento de la tasa de criminalidad resultaba ms misteriosa en aquellos pases del occidente europeo que haban pasado por un periodo de reconstruccin despus de la guerra. Para una generacin de socialdemocracias europeas comprometidas, la reconstruccin social de posguerra y la institucin de programas estatales de bienestar no justificaban los incrementos en la tasa de criminalidad. En un fragmento de la influyente obra de John Barron Mays, Crime and Social Structure, publicada en 1963 se afirma: El estado de embrutecimiento, desesperanza y depravacin en que vivan los habitantes de los barrios bajos en medio de la prosperidad de la sociedad victoriana llev a los reformadores sociales a la ingenua esperanza de que, si al menos se pudieran eliminar las condiciones fsicas y materiales adversas, la criminalidad tambin podra contenerse y reducirse. Tales esperanzas se vieron cruelmente frustradas debido a que el crimen y los estndares de vida han aumentado al mismo tiempo, y la cantidad de delitos conocidos se ha duplicado durante los ltimos 20 aos.' T. R. Fyvel expresaba a la sazn algo parecido en su popular obra The Insecure
Box entendi bien lo anterior al escribir su clebre ensayo acerca del descubrimiento de la hiperactividad infantil: Hacia fines de los aos setenta, la promesa del positivismo sociolgico fue vista como un engao debido a que los programas sustentados en l no haban logrado reducir la criminalidad y las conductas antisociales de la juventud, se vieron como cosa totalmente imprctica debido a que se requeran reformas sociales en una escala que las clases dominantes no podan concebir. As, aunque se segua hablando acerca de estos tipos de programas, exista ya la inquietud de recurrir a otras opciones para solucionar el problema de la delincuencia. Una de estas opciones haba sido formulada, y slo requera financiamiento y el espaldarazo oficial para ponerse en prctica; se trataba de una nueva versin del determinismo biolgico, consistente en la idea de que los delincuentes y predelincuentes eran personas esencialmente enfermas, ya fuese en lo mental o, en el caso de la hiperactividad, en lo fsico y lo orgnico, por lo cual requeran tratamiento, especialmente a base de frmacos.' Tal medicalizajn de los problemas sociales, especialmente entre los jvenes, ha persistido hasta la actualidad, proporcionando la base material para la continuacin del positivismo biolgico aun despus de la proclamacin oficial y reiterada de la muerte del iornbrosianismo. En efecto, algunos de los mejores textos contemporneos de criminologa adoptan una postura determinista biolgica (Eysenck, 1970; Jeffrey, 1980). No obstante, existen lmites para el determinismo individual y biolgico. Por tanto, el determinismo biolgico: problema del delito, y resulta inadecuaSlo puede explicar una mnima parte do para explicar las causas de su aumento. La terapia individual es costosa. 3. El reduccionismo biolgico es polticamente explosivo, aun para los polticos de la nueva derecha. rt.accin ms obvia e inmediata a la crisis etiolgica, por el gran nmero de fracasos de las justificaciones sociodemocrticas del control del delito, fue el resurgimiento de mtodos neoclsicos de represin: ms polica, ms prisiones, un sistema de imparticin de justicia ms eficiente. Nada de esto implic el abandono total de las ideas respecto a los factores que predisponan a las personas a delinquir; ms bien, se opt por considerar estos factores como circunstancias atenuantes que corno pretextos para evitar el castigo. En Inglaterra, la reaccin ms inmediata lue la adopcin de un "tratamiento electroconvulsivo corto e intenso" para ciertos tipos de criminales. As, escribe Fyvel: se reflej en un El inesperado crecimiento de la crmiinalidad masculina en grupos de 17 a 21 aos de los centros Borstal, la cual aument de 2 800 al iniciar j ncrernento equivalente en la poblacin
Chillen Gone?", en National Devianev Conference. ' S. Box, "Whcre Havc All the Naughts . Maemillan, Londres, 1980, pp. 116-117. Permis5ivcness and Control,
Offenders:
Hace una generacin se crea que aun cuando la pobreza fuera slo una entre las causas principales, las cifras de criminalidad seguiran al menos la curva del desajuste econmico y el desempleo. En la actualidad, este vnculo se ha roto.' Fyvel observaba que, en toda Europa, haba sobrevenido una paradjica ola de criminalidad que dio origen a la expresin alemana die Wohlstandskriminalitt. O, para decirlo como el criminlogo sueco Bo Svensson: "En el siglo xx... la criminalidad de los desposedos ha sido sustituida por la criminalidad de los asegurados contra el desempleo."'
' J. B. MAYS, Crime and Social Structure, Faber, Londres, 1963, pp. 192-193. 5 T. R. FYVEL, The bisecare Offenders, Penguin, Londres, 1963, p. 14. 6 B. SVENSSON, `
Welfare and Criminality in Sweden', en K. Heal y G. Laycock (eds.), Situational Crime Prevention, HMSO, Londres, 1986, p. 118.
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Paradigmas recientes de la criminoioglj 1 1 turar 111"."- y procesar a las personas que los victiman. Por consiguiente, el trabajo de la polica consis1 te en trabajar conjuntamente con la poblacin de tal manera que se puedan desarrollar mtodos especficos y articulados a fin de alcanzar resultados satisfactorios." Se tiene aqu un doble fracaso atribuible a los sistemas de control del delito: el positivismo sociodemocrtico y el neoclasicismo. Si una mejora en las condiciones no bast para obtener resultados, tampoco pudo hacerlo una mejor, es decir, ms apropiada, forma de castigo. Si la construccin de ms viviendas no sirvi para reducir la tasa de criminalidad, tampoco sirvi el reclutamiento de ms policas. Si el rgimen carcelario de readaptacin haba fracasado, lo mismo se puede afirmar del "tratamiento electroconvulsivo corto e intenso". Si haba en la izquierda una crisis etiolgica respecto a los factores del delito, haba tambin una crisis intelectual paralela en la derecha respecto al fracaso de los sistemas policiacos y carcelarios.
1956 a ms de 5 000 a fines de 1960. Era necesario aplicar medidas sin precedente para absorber a esta nueva poblacin, de ah que el informe de Butler de 1959 introdujera un magno proyecto de construccin de correccionales para delincuentes varones adultos, el cual inclua planes para la edific.,cin de ocho centros Borstal, junto con ocho nuevos centros de detencin, diseados para administrar "tratamiento electroconvulsivo corto e intenso" a los jvenes transgresores de la nueva poca."
La crisis en la penalidad
Si las explicaciones biolgicas e individualistas del delito preSentan limitaciones polticas y hermenuticas, el neoclasicismo adolece de problemas aun mayores, los cuales habran de impregnar la disciplina criminolgica en la dcada de los setenta. Sin duda, se puede hablar de una doble crisis en la criminologa: la crisis etiolgica de esos ao seguida por una crisis penalista. En la dcada de los setenta, los polticos estadounidenses, ante los continuos incrementos en las tasas de criminalidad y la crisis fiscal en el costo de manutencin de cuerpos policiacos y centros de readaptacin, manifestaron un vivo inters en el uso adecuado de los recursos. Las investigaciones se concentraron preferentemente en el trabajo policiaco, en particular en la organizacin RAND y la Police Foundation. Sus hallazgos habran de tener un efecto revolucionario sobre la criminologa de los aos subsecuentes, pues sealaban, entre otras cosas, que: el aumento del nmero de policas no reduca necesariamente las tasas de criminalidad; la saturacin de vigilancia policiaca no disminua los delitos, sino tan slo favoreca las prcticas de desplazamiento; el agilizar las respuestas a llamadas de emergencia no aumenta la posibilidad de arrestar a delincuentes; los actos delictivos no se resuelven primordialmente por medio de investigaciones especializadas sino mediante testimonios pblicos; e) los tipos de delitos ms temidos por la poblacin son raramente controlados por policas en labores de patrullaje;
T.
S KOLNICK y D. Bayi.F.y, The New Blue Line, Nueva York, 1936, pp. 5-6.
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Mayor accin estatal. Todo se deba a que, a causa del mayor nmero de policas, ms personas eran arrestadas; y, debido a que existe un grado considerable de incgnitas en las cifras de criminalidad de los departamentos de polica, las estadsticas oficiales pueden incrementarse sin que exista un aumento real en el nmero de delitos. Ms leyes. Como existe una mayor legislacin estatutaria, las posibilidades de comisin de delitos son mayores. Mayor sensibilidad. Las personas se han tornado ms sensibles a cielitos como asalto con violencia, por tanto, son ms los delitos de este tipo que se denuncian a la polica. Ms vctimas. Debido a la creciente prosperidad existen ms cosas por robar, viviendo as de manera ms expuesta a latrocinios. Al crecimiento en las oportunidades corresponde un crecimiento en el nmero de delitos.
inquietud que provoc este debate cuando surgieron los paradigmas ms destacados en los ltimos 10 aos.
Desde luego, al igual que las teoras basadas en la negacin, los tericos conservadores y socialdemcratas sostenan que el incremento era real y comprenda un aumento en la cantidad de delincuentes ocasionado, en primera instancia, por un Estado ms preocupado por los beneficios sociales que por castigar severamente el delito y, en segunda instancia, por un Estado que haba permitido la persistencia de ciertas desigualdades. En cierto modo, la historia reciente de la teora criminolgica est dominada por cmo las diferencias polticas y sociales en choque tuvieron sentido en los primeros aos de la dcada de los sesenta. Aunque son muchas las voces que se hicieron or algunas de ellas difundidas y autorizadas y otras apenas limitadas a pequeos crculos acadmicos, todas tuvieron en comn el constituir una respuesta a la crisis etiolgica y a los problemas correlativos en la penalidad. Lo que s se observa es que cualquiera de los cambios mencionados anteriormente puede modificar la tasa de criminalidad. Si se descompone el concepto de tasa de criminalidad en sus elementos bsicos, podemos obtener las siguientes variables: cantidad de posibles transgresores; cantidad de posibles vctimas; variacin en los niveles de tolerancia de la poblacin o de la polica en torno al delito, es decir, definiciones formales e informales en cuanto a la gravedad de los delitos; variacin en los niveles reales de control ejercidos por la poblacin y la polica sobre el delito, es decir, niveles de control formal e informal. Cualquiera de estas variables, o su combinacin, puede modificar la tasa de crimi nalidad. El problema es que casi todas las teoras se concentran slo en un factor, y hacen caso omiso de los dems. Ninguno de stos puede ser considerado de manera exclusiva; todos los factores son igualmente decisivos, aun cuando la importancia que se deba asignar a cada uno sea cuestin emprica que requiere investigarse. sta fue la forma en que las distintas teoras tradicionales respondieron de inmediato a la crisis etiolgica y de penalidad en el periodo 1960-1980. Fue a partir de la
El idealismo de izquierda
Si se cuestiona concienzudamente a un marxista del siglo xx, nueve de cada 10 veces resultarn ser idealistas de izquierda.'9 El idealismo de izquierda fue un espectro que abarca desde los liberales hasta la izquierda radical; forma parte de un elocuente modo de concebir el mundo, lo cual no es slo evidente en :a criminologa, sino en cualquier aspecto de la vida social de Occidente. En esencia, esta teora se interesa en el papel desempeado por el Estado y en las ideas emanadas de ste y otras poderosas instituciones como una forma de estructura de la conciencia y dirigir de la conducta . (Young; 1979; Lea y Young, 1984). Sus orgenes se remontan a la teora de la etiquetacin estadounidense, si bien se ha desarrollado preferentemente en Europa, donde se le asoeia con ci abolicionisrno, es decir, con un' tipo de poltica que sacara una buena parte del crimen de la rbita de la ley y que se pronuncia abiertamente en favor de la abolicin de las prisiones. Propiamente, su detasas de criminalidad, donde la sarrullo inz; importante ha sido en pases con crisis etiolgica tuvo efectos menos significativos que en Estados Unidos. T tm,PAN Arco, O a AY eri al ion, New Left Books, I emires. 1975, p. 101.
S.
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El idealismo de izquierda aparece en todas las ciencias sociales. En la Sociologa de la Educacin se aplica muy especialmente en la obra de Bowlcs y Gintis (1976) en Estados Unidos, y en la de Michael E Young (1971) en el Reino Unido. En los estudios de los medios masivos de comunicacin, se asocia con los trabajos del Glasgow Media Group (1976) y los fenomenlogos radicales como Tuchman (1978); por ltimo, en la teora de la problemtica social, con la obra de los construccionistas sociales (Kitsuse y Spector, 1973; Pfohl, 1977). Se manifiesta tambin en los estudios de algunas feministas radicales, tanto de las que se desempean en el campo de la criminologa como de quienes estudian otras reas de la vida social (Kelly y Radford, 1987). Sin duda, gran parte de la obra feminista radical discurre de manera paralela a la de los criminlogos socialistas, distinguindose tan slo por la sustitucin de la clase trabajadora por la mujer como sujeto histrico (Nicholson, 1990). Un aspecto central del idealismo de izquierda es la prioridad de la funcin admia nistrativa sobre la estructura. Ah, la sociedad est determinada por la administracin estatal y no por las posiciones estructurales reales en que se encuentran las personas. La juventud es impelida a delinquir por el hecho mismo de recibir el calificativo de delincuente, y no a causa de las condiciones de empobrecimiento; los escolares tienen resultados pobres a causa de la escuela, no por su extraccin social o su posible futuro; son las instituciones mentales, no la vida en el exterior, las que enloquecen a las personas; es la violencia en la televisin la que genera violencia en las calles, y no hay violencia machista, lo que hay es un producto cae la marginalizacin de la juventud obrera. Naturaleza humana y orden social En el fondo, el idealismo de izquierda es una forma de teora radical del contrato social. Las personas son agentes iguales, libres y racionales que, en una sociedad justa, se uniran y engendraran un consenso que constituira la base del poder estatal y la organizacin de la sociedad. No obstante, el mundo real es a todas luces injusto, pues campean all desigualdades de orden genrico, racial y de clase. Debido a esto, los hombres y las mujeres que ocupan posiciones subordinadas crean constantemente subculruras como una forma de resistencia contra dichas desigualdades sociales. Sin embargo, la paradoja persiste. Por qu, en un mundo flagrantemente in j usto, pueden mantenerse las sociedades capitalistas? Cmo es que las personas clasificadas por clase, gnero y raza las cuales conforman multitudes no se unen para crear un contrato social igualitario? La respuesta de la izquierda idealista a estas preguntas insiste, primero que nada, en el poder ideolgico de la clase dominante. Diversas instituciones, desde los medios de comunicacin hasta las escuelas, desde el sistema de justicia penal hasta el arsenal de la poltica consensual, ponen en circulacin una "ideologa de la dominacin" (Abercrombie et al., 1980) que apuntala los valores del capitalismo, el ncleo familiar patriarcal, la idea eurocentrista de superioridad racial. Es as que se transcurre, desde el nacimiento hasta la muerte, en un entorno de clasismo, sexismo y racismo institucionalizados. Los conceptos de normalidad, las imgenes de los papeles genricos ms
apropiados, el consumidor satisfecho, el obrero dcil o el ciudadano honesto, no son sino fabulaciones de estas instituciones supremas. Hasta cierto punto, tal consenso es una mistificacin, ya que el mundo social real cuenta con una constelacin de pluralismos: una diversidad cultural, diferentes definiciones de sexualidad, pluralidad de estructuras familiares y, sobre todo, una inagotable capacidad de respuesta por parte de los rdenes subordinados. La necesidad central de ejercer coercin se debe precisamente a esta capacidad. La polica, los tribuna l es y el sistema de imparticin de justicia son necesarios para mantener bajo control a una poblacin intransigente. De un lado, se tiene la inculcacin de lo normal; de otro lado, la necesidad sempiterna de controlar y estigmatizar al descarriado. El guante aterciopelado de la maquinaria ideolgica encargada del control social contiene en s un puo de hierro coercitivo. Las diversas instituciones de la sociedad, sean stas fundamentalmente ideolgicas (la escuela y los medios dr comunicacin) o coercitivas (el sistema de justicia penal) penden juntos en un todo funcional que perpeta el orden social presente.
Pava los idealistas de izquierda, las causas del delito son evidentes: privacin en los pobres y avaricia en los ricos. No es coto cerrado de una clase social y, por tanto, la asociacin. de mayor pobreza con ms crmenes es una falacia, pues en el caso de las grandes empresas y las clases acaudaladas, la comisin de delitos es producto de la abundancia. As pues, los delitos de las ciases trabajadoras contra la propiedad resultan conductas obvias: La posicin del trabajador subordinado al proceso del capital se ve y se ver deteriorada con una rapidez cada vez mayor de acuerdo con su propia lgica especfica. El delito es una consecuencia obvia y resulta comprensible en este proceso en el que es una c.)nsecuencia inevitable dentro del funcionamiento de las estructuras, que conducen a que los delitos, por inintencionados que sean, ocurrirn, al igual que la noche sucede al da.' Obsrvese aqu un elemento del positivismo social: el delito es una consecuencia predecible e inevitable de la lucha por la vida; es producto de una privacin no tanto relativa cuanto absoluta. Esta creencia se reproduce hasta el detalle en la obra de los historiadores revisionistas, para quienes tanto el delito como la ley reflejan intereses de clases (Hay, 1975). De la misma forma que el delito de las clases trabajadoras tiene reglas obvias que lo rigen, los crmenes de la clase gobernante, ya sea en empresas o en la polica, son ambos endmicos y simples. No se toma en cuenta as la especial situacin que genera el delito entre determinados ejecutivos empresariales en ciertos mo-
11 S. H ALL, C. C RITCHER, 1. J EFFERSON, J. C LARKE y B. R OBERTS, Policing the Crisis, Macmillan, Londres, 1978, p..390.
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El papel de la poblacin
La poblacin o al menos la clase trabajadora y los miembro menos poderosos de la comunidad se define como sujetos pasivos de la actividad policiaca y no como formuladores de demandas a la polica. As, las prioridades de sta son iguales a las de la burocracia policiaca o de las autoridades que la recompensan en el Estado nacional y local. El efecto del estereotipo del delito perseguido por la polica, mediante los tribunales y los medios de comunicacin, consiste en imbuir pnico moral en la poblacin, creando as un miedo irracional al crimen y justificando el gasto que requiere la manutencin de la polica. La crisis etiolgica Para el idealismo de izquierda no existe la crisis etiolgica, como tampoco la carcelaria o policiaca. De hecho, la funcin intelectual del idealismo de izquierda es cuestionar y denunciar este engao. Ambos aspectos de la supuesta crisis no son sino construcciones generadas socialmente por los poderosos. Las estadsticas criminolgicas son producto de preferencias por parte de la polica: la razn por la que las prisiones estn llenas de personas provenientes de la clase obrera, y no de personas de la clase media, es que la conducta de aqullas se define como delictuosa, de ah que sean arrestadas con preferencia sobre las personas de clases sociales ms altas. El incremento estadstico de la delincuencia slo indica que la polica y el Poder Judicial disponen de ms recursos estatales. As, las olas de criminalidad no son sino pnicos morales engendrados por los medios de comunicacin e implantados por la polica. La crisis etiolgica, pues, no existe: primero, porque el aumento de delitos es exagerado; segundo, porque la idea de crimen causada exclusivamente por los pobres es falsa. Por otra parte, existe una crisis en los mtodos de vigilancia, pero se trata de una crisis policiaca que amenaza con abandonar sus cauces preestablecidos. Por ejemplo, el subtitulo de la obra The State of the Police (1985) de Phil Scraton, reza: Se ha perdido el control del orden y de la legalidad? No se trata de una crisis del control del crimen, ya que, en primer lugar, no es sta la misin bsica de la polica (Bunyan, 1976). Por ltimo, no hay tal crisis penal, pues las prisiones no estn ah para promover la rehabilitacin, sino para segregar, clasificar y estigmatizar de manera irrevocable. En este sentido, la elevada tasa de reincidencia representa un xito (Foucault, 1980; Mathieson, 1976).
Los idealistas de izquierda conceden un grado de autonoma extraordinaria a las instituciones de control, cuya expansin, segn los tericos, ocurre independientemente de los propios actos delictivos. Aun as, si la tasa de criminalidad oficial fuera una ficcin, independiente de la tasa real, el incremento exponencial en los delitos reprimidos por la polica en pases como Inglaterra y Estados Unidos de Amrica debe tener un efecto devastador por las presiones ejercidas sobre los cuerpos policiacos, los tribunales y la sobrepoblacin carcelaria, as como las discusiones en torno a la polica y los sistemas carcelarios, ya sea entre liberales o idealistas de izquierda, parecen detenerse en el sistema penal, como si ste comenzara en la puerta de las prisiones, de los tribunales o de la accin policiaca callejera, sin considerar ni extenderse a la propia incidencia del acto delictuoso. As, la obra de Steve Box y Chris Hale en torno a la relacin entre de!ito, desempleo y tasas de confinamiento es a menudo interpretada (errneamente, desde luego) como si los temores ideolgicos de jueces y magistrados respecto del desempleo constituyeran la nica causa del incremento en el nmero de encarcelamientos. Sin embargo, los autores lo aclaran oportunamente: Esto no significa, por supuesto, que el desempleo sea el factor determinante de los niveles de confinamiento: evidentemente, toca este honor a las tasas de criminalidad y confinamiento. No obstante, resulta claro que la cana dad de personas inmediatamente encarceladas... no sera tan alto si el sistema judicial no recluyera cantidades cada vez mayores de transgresores en nmero superior al indicado por la tasa de confinamiento)' Del mismo modo, el fenmeno del "ensanchamiento de la red", y de la cantidad de opciones para la expansin carcelaria, simultne..s al incremento de personas confinadas (Vass, 1990), se concibe, en el mejor de los casos, como una respuesta burocrtica a un creciente problema de saturacin de transgresores en las prisiones. En verdad, como Tony Bo toms ha explicado claramente (1983), la utilizacin proporcional del confinamiewo en el Reino Unido ha disminuido en los ltimos 50 aos, aun con el incremento de la dcada pasada. Es el nmero de convictos lo que ha generado el problema de la sobreoeblacin carcelaria. Sin embargo, !a tendencia por elevar las maquinaciones del sistema penal a una categora causal de primera importancia sigue intacta. Sin duda, como observa irnicamente John Lownian: "Aunque parezca extrao, Cohen no ofrece en realidad ningn anlisis de las cambiantes tasas de criminalidad al pronunciarse en torno a la expansin del control."'
1.,zs races del deliro: desorganizacin social e individualismo. El delito es, por dondequiera que se le mire, resultado de un resquebraiamiento de la solidaridad social. Esto
Imprisonment", en R. Mattliews . y J. Young Box y C. H ALE, "lineinplOyMenl, Crime (,eds.), Confrontms Crime, Szge, Londres, 1986, pp. 86-87 ' 7 H. LOwSIAN, "Rediscoveril i g Crime n , cri J. Young y R. Matthews (eds.), Rethinking Crirrnnology: The Ridirst Debate, Szg , Londres, 1992, p. 15F.
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Paradigmas recientes de la criminologa 21 Un problema decisivo en las historiaSIdealistas de izquierda respecto de la evolucin de la prisin y el sistema penal es su tendencia a concentrarse en los casos atpicos frente a los cuales haba una gran oposicin colectiva, en vez de considerar la inmensa mayora de casos en los que dicha resistencia no exista. As, contrabandistas, vendedores callejeros, cazadores furtivos y traficantes de alcohol se convertan en centro de atencin, no los ladrones, violadores y asesinos. John Langbein aborda con mordacidad este tema al escribir, en torno a la obra de Douglas Hay (1975) sobre los procedimientos penales del siglo xviii: Se puede entender cmo fue que [l] se perdi si reflexionamos acerca [de la forma en que] Hay asegura que el sistema penal no careca de sometimiento de los rdenes inferiores. En verdad, haba sectores de la ley penal que no llamaban su atencin. El probable origen del error de Hay es que la nica parte sustancial del cdigo penal con la que estaba familiarizado al escribir su ensayo eran los reglamentos de caza y pesca, los cuales poseen un fuerte fundamento de clase. Ciertamente, prevaleca cierto descontento popular con dichos reglamentos (descontento no circunscrito a los pobres), pero extrapolar ese extrao esquema (una buena parte de ello consista en faltas leves) al mbito todo del delito sera un error imperdonable, como lo sera, en estos das, igualar las actitudes pblicas hacia el consumo de marihuana con el robo de automviles. Cuando Hay habla indiscrirninadamente del robo de madera del jardn de un Lord y el robo de ovejas de la propiedad de un granjero, comete ese mismo error. Los delitos contra la propiedad que resultaron de mayores consecuencias en los tribunales de lo criminal del siglo xviii en particular el robo de ganado, artculos de tienda y pertenencias personales y domsticas--- eran aquellos en torno a cuya gravedad imperaba un consenso que no conoca lmites de clase. Se explica as que predominaran hombres marginados de las elites (en funciones de fiscales juaces) en la penalizacin de delitos contra la propiedad
fue verdad en el siglo xix y sigui siendo verdad en el siglo xx. As pues, la afirmacin de que la prisin se invent y persiste como una estrategia de los poderosos para individualizar la lucha colectiva del excedente poblacional contina como uno de los aspectos de pura apariencia. Es correcta en un nivel, pero completamente inexacta en otro. En primer lugar, realiza numerosos supuestos respecto de la naturaleza colectiva de dichas culturas y su grado de organizacin. Segundo, supone que una proporcin significativa del delito representa a esta colectividad, cuando la verdad es que la mayora de las transgresiones constituyen una reaccin individual que no necesita ser individualizada por lo poderosa que es. Se puede aceptar o rechazar el tipo de anlisis individualista que los reformadores del siglo xix (o representantes contemporneos de las clase obrera, en todo caso) aplicaban a los transgresores; ello, sin embargo, no es lo mismo que negar el individualismo y la desorganizacin. Hay situaciones sociales y materiales que pueden generar resultados individuales y antisociales: reconocer este hecho no implica acusar a un tribunal de aplicar teoras clsicas o positivistas. Como se ha sealado, estas teoras toman una manifestacin de un fenmeno contradictorio para luego crear a partir de aqu, ambas situaciones, la abstraccin del individualismo liberal o el determinismo patolgico del criminal. Clasicismo y positivismo, los dos polos del pensamiento burgus, son formulados a la manera del individualismo analtico, en el que cada uno, a su manera, aporta una imagen unilateral y polarizada de la realidad. Los reformadores no individualizaban al delincuente, pues el delito era, ante todo, un modo individualizado de conducta. Simplemente ubicaban este fenmeno en un contexto incorrecto. Por ello, no hay razn para pensar en conspiracin de su parte para convertir la resistencia colectiva en un efecto individual. Por aadidura, su interpretacin tocaba y sigue tocando-- fibras sensibles en el seno de la ciase trabajadora y de los transgresores. sta fue la base de su efectividad ideolgica: su arraigo parcial en la realidad. Es as que Michael Ignatieff comenta: Si se retorna lo que los reformadores dijeron acerca de su trabajo, parece ms evidente ahora que cuando el autor escribi A Just Measure o; Pain (1978), la adopcin del mtodo :eadaptatorio en particular y de la solucin penitenciaria en general, no puede explicarse con base en la supuesta utilidad que implicara el crear divisiones sociales dentro de las clases trabajadoras. Esto se debe a que, en el fondo, los reformadores, como casi todas las personas de su clase social, entendan la desviacin ms como conductas individuales e ii:educcibles que corno colectivr,s; la desviacin no era, en ltima instancia, una desobediencia civil colc.ctiva, por ms que movieran a las personas la desesperacin y la alienacin, sino como una cada estrictamente persoiial en a l pecado y el error. De acuerdo con esta interpretacin individualista de la desviacin, el atrac t ivo de las soluciones institucionales radicaba en el drama de culpabilidad que se obligaba a desernpear a cada transgresor."
Divisin y acuerdo dentro de la ciase trabajadora. Es importante destacar que la mayor parte de los delitos suceden dentro de una clase social, no entre varias clases. As i ocurre en la actua .lidad y as ocurra curando naci el sistema penitenciario en el siglo xix. Resulta insuficiente que los autores idealistas y revisionistas insistan en que la mayora de personas confinadas co. prisin pertenecen a la clase obrera, pues lo mismo cabe afirmar acerca de sus vctimas. stas, como vctimas, a menudo formulan acusaciones couti a otras personas de clase Trabajadora que delinquieron en su perjuicio. La historia del sistema penal --y de la polica y las prisiones presenta numerosos casos de complicidad y cooperacin por parte de la clase trabajadora. Es esto lo que hace inadmisible la idea de que el Estado promueve la criminalidad en el seno de la clase obrera. .1 1?;natieif se expresa claramente en este sentido: Respecto al continainiento, parece que cl argumento de divide y vencers ha cedido inadvertidamente al problema inherente a lo que !os criroinlogw; denominan teora de la etiquetacin. La dificultad ms notoria de este mtodo es que considera las sanciones del Estado como el nico
18 M. IGNATIEFF, "State, Civil Society and Total Institutions", en S. Cohen y A. 5( . 1111 (eds.), Social Control and the State, Basil Blackwell, Oxford, 1985, p. 92.
" J. LANGBEIN,
'Albions 's Fatal Flaws", Past and Present, nm. 98, 1983, p. 15.
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MANUAL DE CRIMiNOLOGLA
Paradigmas recientes de la criminologa 23 de una institucin que funciona mal y que, no obstante, sobrevive aun ante el creciente escepticismo respecto de su capacidad disuasiva o regeneradora. En vez de buscar una funcin oculta para las prisiones en la cual han sido muy eficientes, deberamos desembarazarnos de supuestos funcionalistas y comenzar a concebir la sociedad en trminos mucho ms dinmicos e histricos, y ver que est regid... por instituciones que, al igual que las prisiones, no cumplen con su cometido y funcionan mal debido a la ausencia de opciones, o porque el conflicto sobre las diversas opciones existentes es demasiado intenso como para dirimido." As pues, si deseamos investigar las causas de las prisiones, podemos empezar analizando la forma en que interactan las concepciones reformistas del delito que se basan parcialmente en la realidad; en los conflictos y convergencias entre las exigencias de control por parte de un amplio sector de la poblacin; en los temores de las personas que poseen propiedades, y en la situacin econmica. Del mismo modo, las demandas de opciones en la actualidad chocan con la resistencia de la clase trabajadora, el escepticismo del gobierno, tanto desde el punto de vista de sus propios conceptos en torno al crimen como ante la posibilidad de perder votos, y con las ideas extremadamente conflictivas de lo que debera hacerse a partir de las propuestas abolicionistas y reformistas. La sola sugerencia de dar una solucin intermedia provoca estremecimientos en la poblacin, y hay mil diferentes formas de llegar a una solucin exitosa. Sin embargo, ninguno de los medios de solucin afirman que la prisin es necesariamente funcional para los poderosos y se deja slo para las clases trabajadoras. Es sta una cuestin muy alejada de la causalidad y que por tanto debe acometerse. As, convendra determinar de manera desapasionada el posible efecto disuasivo de la prisin sobre diversos tipos de transgresores (jill Box-Grainger, 1986, y su alegato en torno a los violadores). Los efectos impeditivos, tanto sobre los transgresores como sobre los posibles delincuentes, no son tan evidentes como los abolicionistas, la ley y los polticos quisieran hacernos creer. Las limitaciones del idealismo Durante ms de una dcada ha prevalecido una retrica general que se hace pasar por marxista. En ocasiones esta retrica se expresa de forma intelectualmente sofisticada, z. veces en forma de leninismo al viejo estilo, a veces tan slo mediante el uso irreflexivo de un vocabulario especializado en coexistencia con otros tipos de lenguajes... los elementos comunes de esta retrica son algunos de los siguientes: primero, la nocin platnica... del Estado capitalista ideal... Tal Estado es, de manera inherente, profundamente autoritario corno rgano directo de explotacin y control capitalista, y cualesquiera restricciones que se le intenten imponer se visualiza como mscaras o disfraces, o corno trampas dirigidas a proporcionarle iegitin-lAcin ideolgica y fortalecer su hegeniona. De aqu... puede seguirse que cualquier signo de autoritarismo revela una
criterio de divisin entre la desviacin y la respetabilidad. Pareciera que se ignora el grado al que, en los siglos xix y xx, las sanciones morales que condenaban el asesinato, la violacin y las agresiones personales y sexuales eran anteriores e independientes respecto de la sancin punitiva, obteniendo as un asentimiento universal. Al castigar estas transgresiones, el Estado no haca ms que ratificar una lnea divisoria entre indgenas y las clases menos privilegiadas. Aun en el caso de faltas menores contra la propiedad, no es del todo claro que la sancin penal etiquetara actos que el pobre excusara como inevitable reaccin al infortunio, o que fueran justificados por la justicia natural. El pobre, en la misma medida que el rico, era vctima de delitos contra la propiedad; cualquier estudio de los tribunales policiacos londinenses del siglo XIX demuestra que las personas estaban dispuestas a recurrir a la ley para castigar a miembros de su propia clase social. Si haba un proceso de constante deslinde entre los transgresores y las clases trabajadoras, en este proceso la clase trabajadora desempeaba un papel prominente.20 Podra argumentarse que lo anterior no hace sino reflejar la divisin entre una clase obrera respetable y los pobres, vale decir los desempleados y la poblacin excedente. Los primeros respaldan las medidas de control contra el delincuente, los segundos son delincuentes. Todas estas diferencias son inexactas. La mayora de los pobres son respetables, y son muy pocos los desempleados que delinquen. Los crmenes de naturaleza profesional constituyen sin duda un fenmeno minoritario; los delitos menores son frecuentes entre las clases trabajadoras ms depauperadas, pero son producto de la desorganizacin y esto se deplora casi de manera universal. Otra afirmacin infundada contra los desempleados es sugerir que la criminalidad es un modo por lo general aprobado de conducta entre estos grupos. Como sucede con muchos otros asertos de la criminologa convencional, cae por tierra estrepitosamente cuando se introduce la cuestin del gnero. Una constante de la desorganizacin social en los barrios bajos es la violencia contra las mujeres. Este fenmeno ha representado siempre la mitad de las estadsticas de homicidios, casi todos los casos de violacin y una proporcin significativa de agresiones graves. Todos estos delitos han sido considerados siempre y con razn delitos graves. Se ha de creer que la mayora de personas pobres difieren respecto de este juicio?
1_a necesidad de las prisiones. Los problemas planteados por la teora carcelaria
funcionalista de izquierda son casi !os mismos que los de la teora funcionalista en general. Puesto que en ellas la prisin se concibe como un elemento esencial para el funcionamiento del capitalismo, la reforma en el sistema no tiene aqu ningn papel por desempear. Esto provoca una incapacidad crnica para tornar seriamente las posibles opciones o, lo que es peor, para dar cabida a las dificultades reales en la creacin de op ciones para el sistema carcelario. Ignatieff, en una crtica del funcionalismo caracterstico de sus primeros escritos, afirma: Al aplicarse a la historia de las prisiones, su supervivencia implica que las instituciones funcionan, dondequiera que las prisiones se encuentren; sin embargo, la prisin es el ejemplo cis;co 20 M. I GNATIEFF, op. cit., pp. 90-91.
21 /bideM,
p. 96.
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"crisis hegemnica" que incluso podra percibirse como desenmascaradora del verdadero (es decir, platnico) carcter del Estado, as como seal de la coyuntura en la que tendr lugar una ltima confrontacin de clases... Esto puede, a su vez... generar una vaga retrica en la que los derechos civiles y la prctica democrtica scan considerados como mero camuflaje, o como reliquias del "liberalismo burgus". Para abreviar las cosas, este furor ideolgico suele acompaarse del desprecio absoluto de toda ley- y de todas las formas de regulacin, a veces con la torpe intuicin de que todo delito constituye una especie de actividad revolucionaria desplazada. No es ste el lugar para enfrascarnos en discusiones filosficas. Baste sealar que todo lo anterior no son sino verdades a medias, caracterizadas por la continua tendencia a degenerar en basura terminolgica. Lo ms grave es que esta retrica contribuye a desvalorizar los orgenes de la accin, as como a disminuir la importancia de cualquier lucha en favor de los derechos civiles. Si todas las leyes y todas las formas de institucin son aborrecibles, entonces carece de importancia de qu tipo de ley se trate ni qu papel desempee la institucin, no obstante, las luchas inmediatas y trascendentales por preservar la libertad se refieren exactamente a clases, lugares y casos anteriores y al uso del poder para fines particulares." Es importante destacar que la expresin idealista se refiere al idealismo filosfico; no se trata de una crtica del pensamiento utpico (MacLean, 1991). Este pensamiento es idealista debido a que su concepcin de la accin es voluntarista y niega las situaciones materiales con excepcin de la intervencin estatal sobre las que construyen su realidad los hombres. Es idealista porque pone un nfasis excesivo en el control social a travs de las ideas, ya sea mediante la mistificacin o la hegemona/De aqu su obsesin por el lenguaje "polticamente correcto y el reetiquetamiento de la desviacin: por ejemplo, los ciegos reciben la nueva denominacin de visualmente impedidos, etctera. Es idealista porque concibe al Estado como una esencia platnica, no como un mbito de contradiccin y lucha, ni como una entidad responsable de los cambios en la sociedad civil. De aqu la extraordinaria indiferencia con la que actan las instituciones estatales respecto de los problemas que deberan combatir. Es idealista porque exalta las normas y cultura de os grupos subordinados (Matza, 1969). Ms que investigar la forma en que las condiciones materiales adversas generan desorganizacin social entre los pobres y los desposedos, prefiere inventar un preclaro sujeto histrico, llmese clase obrera, negros, mujeres, homosexuales o minoras tnicas (Young, 1983). Invoca las comunidades en contextos donde la comunidad apenas existe (Scraton, 1985; comprese con Pryce, 1979) y postula estructuras familiares alternativas donde la familia adolece de una debilidad manifiesta (I.awrence, 1982; comprese con Wilson, 1987). Por ltimo, es idealista porque niega que los humanos tengan una realidad corporal que envejece, que difiere en gnero y presenta diferencias psicolgicas entre las 22 E. P. THOMPSON, Writing by Candlelight, Londres, 1980, pp. 166-167.
diversas personas. Confunde, en fin, el argumento contra el reduccionismo biolgico con el rechazo de la biologa.
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Paradigmas recientes de la criminologa 27 invierte la pregunta usual de por qu se cometen delitos?, para interrogarse: "por qu las personas no delinquen?" La respuesta es caracterstica de la teora social dimanada de la obra de Thomas Hobbes, es decir, que las personas delinquen en ausencia de medidas restrictivas. En efecto, Hirschi (1986) explica detalladamente cmo ambos enfoques tericos comparten algunos supuestos en torno a la naturaleza humana y el orden social. Se presenta as el problema de la parcialidad: lo importante es la reaccin social (compulsin), no la accin (motivacin). No obstante, una teora adecuada debe tomar en cuenta ambas dimensiones, pues aun la fuerza coactiva depende de los motivos de los actores y de la evaluacin de su legitimidad. Desde luego, visualizar la accin delictiva como un mero epifenmeno de la ausencia de control invalida la discusin de las causas del delito en el contexto general de las desigualdades de poder y riqueza prevalecientes.
de siglo (Taylor et al., 1973; Vold, 1 95 8) tanto en su concepcin de los actores racionales como en su idea de un contrato social refutado o disuelto, aspectos a los que se debe el calificativo de nueva criminologa administrativa. Su principal revisin del neoclasicismo es el concepto de racionalidad limitada, labor para la que se apoyaron en la obra del economista Herbert Simon (1978) y sus seguidores, quienes rechazaban el supuesto de completa racionalidad muy comn en la economa, e insistan en que los procesos de toma de decisiones reflejan las evidentes limitaciones de ia poblacin para adquirir y procesar informacin. En particular, se cree que las personas tienden a economizar esta escasa capacidad adoptando reglas empricas, o "decisiones permanentes", las cuales eliminan por entero la necesidad de analizar cada nueva decisin Esta idea se robustece al aplicarla a la psicologa social de una amplia gama de sectores, como la planificacin familiar, la conducta, el acto de votar y las investigaciones de mercado (Tuck y Riley, 1986; Fishbein y Coombs, 1974; Tuck, 1976). As pues, se imponen lmites a la racionalidad, trtese de las decisiones del consumidor en el supermercado o las decisiones delictivas en las unidades Labitacionales. Ninguno de estos casos implica la maximizacin del poder de decisin implcito ya sea en la macroeconoma o en la teora legal clsica. Congruente con el clasicismo, sin embargo, es la insistencia en que las conductas normal y delictiva no son en s mismas diferenciables, y que, en consecuencia, la distincin positivista tradicional entre transgresores y no transgresores resulta inadmisible. No es que los partidarios de esta teora nieguen la patologa, sino slo dicen que est exagerada y sostienen que "no se excluyen de la accin delictiva los motivos patolgicos en concierto con medios racionales para alcanzar fines irracionales"." En este sentido, los criminlogos administrativos estn en lo correcto: las actividades de los homicidas, por ejemplo, suelen combinar una perpetracin en extremo racional con fines absolutamente incomprensibles. Tenemos aqu, pues, una franca ruptura con los principios legales neoclsicos que conduce a una divisin entre actores racionales y no racionales, la cual, al invocar conceptos de racionalidad como la mens rea, se encuentra incapaz para determinar, con fadidad, ante los tribunales, la salud mental de criminales como Peter Sutcliffe o Brady y Hindley. Por ltimo, estos criminlogos argumentan que una buena parte del delito, trtese de vandalismo vulgar, desmanes de hooligans en estadios de f tbol, violencia domstica u homicidio, presenta caractersticas eminentemente racionales en la planeacin de sus pasos, objetivos e intencionalidad (Cornish y Clarke, 1986b). Respecto al problema del orden social, los nuevos criminlogos administrativos rara vez se preocupan de esta cuestin en sus aspectos ms generales. Ah resultan perceptibles sus afinidades con la teora del control (1969) de Travis Hirschi, la cual
24 P. COOK, Criminal Deterrence", en M."."onry y N. Morris (eds.), Crime and Justice, vol. 2, University of Chicago Press, Chicago, 1980, p. 220; vase tambin el comentario en Trasler, 1986. 25 D. C ORNISH y R. C LARKE, The Reasoning Criminal, Springer-Verlag, Nueva York, 1986,
p. 3.
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personas a delinquir, sean stas factores sociales, como en el positivismo, o etiquetas administrativas, como las que impone la teora clasificatoria. La mayor parte de los delitos no slo son oportunistas, sino que manifiestan un motivo mucho menos evidente de lo que ha sugerido el positivismo en sus aspectos ya sea individualista o social. Debido a esto, es posible interponer barreras estructurales a la comisin de delitos: por ejemplo, instalando alarmas en los autos, cerraduras de seguridad en las casas, mayor vigilancia por parte de vigas vecinales o inspectores especializados.
El efecto
Sobre esta base, y suponiendo que las tasas de criminalidad son las mismas que en 1981, los estudios indican que una persona "estadsticamente promedio" de 16 aos o ms puede esperar: Un asalto con robo cada cinco siglos (sin contar intentos). Un ataque fsico en el que habr lesiones (aun si son leves) cada siglo. Un robo o prstamo del auto familiar cada 60 aos. Un robo con allanamiento de morada cada 40 aos. Los estudios sealan, adems, que la imagen popular instigada por polticos, medios de comunicacin y hasta la polica (cuando sta necesita ms hombres y recursos) resulta desproporcionada con la realidad. La mayor parte de transgresiones es de orden menor y, por tanto, convendra que !a polica recibiera asesora a fin de adoptar un mtodo preventivo, dirigido a mejorar las relaciones pblicas y comunitarias, que sustituya el mtodo de "lucha contra el delito" que predomina en la actualidad." Lo anterior se torn de la excelente introduccin de Martin Slattery a las estadsticas sociales oficiales, la cual resume adecuadamente la posicin de la nueva criminologa administrativa en torno a los efectos del delito. Obsrvese la idea de que el temor al delito es un problema tan agudo como el delito mismo, as como lo que se ha denominado simetra moral de la victimacin (Lea y Young, 1984), es decir, que vctimas y transgresores presentan caractersticas sociales muy similares, en marcado contraste con el perfil del transgresor predatorio y la vctima inocente.
del delito
La criminologa administrativa no niega los incrementos en la tasa de criminalidad, aun cuando los atribuya a la denuncia de una mayor cantidad de faltas leves que antao; al misrnc, tiempo, las ocasiones de delinquir se han elevado en trminos de posibles vctimas y medios de transgresin (Clarke, 1984). Adems, esta teora acenta la rareza comparativa del delito en trminos del riesgo promedio de victimacin (Hough v Mayhew, 1983), as como el hecho de que los actos delictivos especialmente cuando se acompaan de violencia conforman una proporcin mnima entre la totalidad de delitos (I- Iough y Mayhew, 1985). La principal base de datos de que dispone la nueva criminologa administrativa ha sido el British Crime Survey (Estudios de Criminalidad en Inglaterra), realizado en etapas sucesivas desde 1982. Estos criminlogos definan su labor como una tentativa de mitigar el temor excesivo al delito. As, Hough y Mayhe w escriban acerca de los conceptos que subyacen al British Crime Survey: Se crea en el Ministerio del Interior que existan, ampliamente difundidas entre la poblacin, ideas distorsionadas y exageradas acerca de los niveles, tendencias y riesgos de la criminalidad; la informacin sobre dichos riesgos demostrara las posibilidades relativamente bajas de delitos graves, combatiendo as estereotipos imprecisos en torno a las vctimas. En otras palabras, los datos se conceban, al menos en parte, como una forma de alcanzar lo que podramos denominar la normalizacin del delito, es decir, contribuir a generar un ambiente de opinin menos alarmista y ms equilibrado acerca de la ley y el orden." En seguida se analizarn sus descubrimientos empricos. El primer estudio de criminalidad en Inglaterra revel: Que la vctima tpica se parece en realidad al delincuente tpico, no de edad avanzada, sexo femenino y adinerado, sino varn, joven, soltero, bebedor y acostumbrado a los ataques violentos contra los dems. Que el temor al delito es mayor que la realidad. El delito es un riesgo menor en las vidas de la mayora de personas (fuera de la parte antigua de la ciudad).
27 M. HOUGH y P. MAYHEW,
El papel de la polica
Los nuevos criminlogos administrativos reconocen el papel limitado que desempea la polica en el control de los distintos niveles de criminalidad. En reas de delitos graves se considera a la polica eficiente, aunque, respecto de los efectos marginales del incremento de oficiales de polica sobre la reduccin de las tasas globales de criminalidad, estos criminlogos se muestran escpticos. Por ejemplo, en torno a la vigilancia policiaca, Clark y Hough escriben: No existen pruebas concluyentes de que el incremento en la frecuencia de los rondines a pie contribuya en la realidad a reducir los delitos, aun cuando esto sirva para alcanzar otros objetivos, como la conformidad pblica y el sentimiento de seguridad." La importancia de la polica depende en gran medida de la demanda pblica: ms de 90% de los delitos graves reciben atencin policiaca gracias a las denuncias pblicas.) Per lo dems, la magnitud de ias demandas del pblico hacia la polica comprende el
Finding of the British Crime Survey", en M. Maguire y J. Pointing (eds.), Victims of Crime: A New Deal, Open University Press, Milton Keynes, 1988, p. 157.
21 M. SLATTERY, Offico/ Statstics, Tavistock, Londres. 1986, pp. 70-71. 1984, p. 6. 29 R. CLARKE y M. HOUGH, Crime and Po/ice Effectiveness, HM50, Londres, 30 M. HoucH y P MAYHF.W, Taking Account of Crime, ithiso, Londres, 1985, cap. 3.
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delito en una mnima proporcin frente a las demandas de servicio, como informar sobre objetos perdidos, solicitar asesora, orientacin, etc., servicios que predominan sobre las denuncias de actos delictivos. Debido a esto, resulta errneo evaluar el desempeo de la polica con base exclusiva en el delito.
El papel de la poblacin
La poblacin desempea un papel de gran importancia en las actividades policiacas. El esclarecimiento de crmenes, por los que la poblacin clama, est determinado en gran medida por los testimonios pblicos, y en medida mucho menor por las investigaciones directas de la polica. Por tal razn, los incrementos en el reclutamiento de nuevos policas no bastan por s solos para controlar el delito. Lo que s resulta indispensable es la cooperacin entre polica y poblacin, lo cual explica el nfasis que suele hacerse en las patrullas vecinales. Ms an, la poblacin puede prevenir el delito de manera ms directa y eficiente que la propia polica mediante la proteccin adecuada de sus casas (es decir, convirtindolas en objetivos difciles de penetrar para los ladrones), as como mediante la adopcin de conductas ms cautelosas al estar fuera de ellas. La prevencin del delito ocasional comprende limitaciones fsicas (proteccin de las casas), cambios fsicos que facilitan una mayor vigilancia informal (diseos que aumenten el espacio defendible) y vigilancia pblica (condiciones bsicas, patrullas vecinales). Lo que dichas prcticas no incluyen es la prevencin social del delito en el sentido de las cambiantes condiciones sociales que podran provocar la comisin del mismo, por ejemplo, desempleo, depauperacin. Su principal ventaja es que destaca los mtodos informales por sobre la actividad policiaca como medida de control y, sobre todo, que concibe el espacio natural real del delito tanto en trminos de ocasiones como de vigilancia. Al igual que la sociologa general, la criminologa sociolgica se ha mostrado muy renuente a considerar el espacio fsico como un importante parmetro de la interaccin social y de la actividad delictuosa (Gregory y Urry, 1985). La crisis etiolgica Para los criminlogos administrativos, la crisis etiolgica no existe. Ante todo, la idea de etiologa o factores del delito no es ms que un tendencioso prejuicio. Segundo, el incremento en la criminalidad emana, por dondequiera que se le mire, de un mayor nmero de denuncias por parte de la poblacin, as como de un incremento en la voluntad popular para denunciar delitos no graves que absorbe la cifra de los delitos graves y que ocasiona en gran medida la "ola de criminalidad". Problemas de causas y desplazamiento La nueva criminologa administrativa limita sus intervenciones a un solo elemento de la ecuacin del delito: no aprueba la intervencin en el plano de la causalidad. Tal limitacin no permite una comprensin completa de los motivos del criminal; no obstante, resulta difcil prevenir el delito si no se conocen las fuerzas motrices que subyacen en
la comisin del delito por parte de los participantes. Por ltimo, dicho desconocimiento genera problemas para entender adecuadamente el fenmeno del desplazamiento. Aun reconociendo la existencia de este fenmeno, el compromiso con la solucin administrativa del delito (la llamada combinacin tcnica) no permite a quienes proponen esta metodologa responder a la observacin de que las causas subyacentes del delito sern siempre las mismas dondequiera que se les considere. En efecto, cualquier intervencin tiene sus costos. Las diferentes medidas de control del delito han de evaluarse de acuerdo con los siguientes cuestionamientos: Cun efectivas resultan estas medidas cuando se comparan entre s? Es efectivo el incremento marginal de recursos asignados a un rea en detrimento de otra? 3. Cul es el costo de estas medidas en trminos de otros aspectos como la calidad de vida o el ejercicio de las libertades civiles? Una poltica realista debe admitir la existencia de varios mtodos que, si son debidamente experimentados, seguidos y financiados, pueden contribuir a reducir la criminalidad. Sin embargo, cualquier mtodo, por muy efectivo que resulte, tendr rendimientos marginales bajos si se lleva demasiado lejos y se implanta de forma exclusiva. Ms an, cualquier mtodo, trtese de la vigilancia pblica mediante patrullas vecinales, policas adicionales en las calles o proteccin de las casas, requerir costos que afectarn la calidad de vida y la libertad de los ciudadanos. Las polticas actualmente aplicadas por los gobiernos, al poner un nfasis excesivo en la proteccin de casas y no tomar en cuenta las condiciones que aumentaron el delito, han generado cierzo desequilibrio en su intervencin. En efecto, se ha dedicado a reducir las ocasiones de delinquir, no a investigar y eliminar sus causas; dicho de otro modo, se concentr exclusivamente en uno de los elementos de la ecuacin, en los efectos, y se ha olvidado de las causas, y debe de atender a ambos. Cada intervencin social genera invariablemente repercusiones no previstas. El costo del control del delito tiene que medirse frente al grado de desplazamiento prevaleciente y a su efecto sobre la calidad de vida, desde la esttica de la proteccin habitacional hasta las libertades civiles afectadas por una actividad de vigilancia intensiva. Una intervencin efectiva provocar un desplazamiento del delito menor en lo cuantitativo, de naturaleza menos grave en lo cualitativo y alejar el delito respecto de los grupos sociales ms vulnerables. (En el rea de control de estupefacientes, vase Dorn y South, 1987.) Su costo social tendr que tomar en cuenta las prdidas en la calidad de vida. En la realidad, se debe determinar cul es el nivel de criminalidad polticamente tolerable al ponderar dichos costos sociales.
El
James Q. Wilson es una gran figura en la criminologa estadounidense reciente. Autor del xito de librera Tbinking about Crime (1975), as como de numerosos artculos y
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libros en torno al delito, desempe tambin la funcin de consejero del presidente Reagan. Su obra goza de una enorme influencia tanto en Estados Unidos de Amrica como en Inglaterra. Como se aprecia en el pasaje citado al comienzo de este artculo, este autor se ocupa precisamente del problema de la crisis etiolgica, declarndose adversario tanto de las ideas en torno al delito propias del positivismo democrtico social que imperaron en la dcada de 1960, como de la postura de aquellos conservadores que se limitan a proponer ms policas, ms prisiones y la asignacin de ms facultades al Poder Judicial. Lo interesante de la obra de este autor radica en las diferencias que manifestaron las reacciones a la crisis etiolgica en Inglaterra y Estados Unidos de Amrica. Pues existe una diferencia abismal entre la criminologa administrativa inglesa y el realismo de derecha estadounidense. Esto se debe en parte a las diferentes circunstancias exteriores que manifiestan ambos pases, en particular la elevada tasa de criminalidad de Estados Unidos de Amrica y la existencia, en este ltimo pas, de un clima intelectual de claro predominio de la derecha sobre la izquierda. Las causas del delito Wilson desarrolla su teora en la vertiente ms importante de la criminologa. No niega las causas del crimen; antes bien, se declara casi determinista por la cantidad de causas que podran reunirse. Pese a ello, Wilson no es eclctico, pues su sistema tiene como fundamento las teoras conductistas modernas del condicionamiento. Esto significa que su respuesta a la crisis etiolgica no consiste en romper con la causalidad, como han hecho los criminlogos administrativos ingleses, sino junto con Richard Herrnstein de contabilizacin debido a que un transgresor puede cometer los mismos tipos de fraude varias veces durante cierto periodo. Podra argumentarse que, para fines prcticos, resulta adecuado determinar las dimensiones del problema del crimen por el total de delitos registrados por la polica, con base en que dichas cifras comprenden los delitos ms graves y que, en su mayora, representan condenas de reclusin. Sin embargo, tambin se incluye un gran nmero de incidentes, en desarrollar la teora de la criminologa positivista individual fundada por pensadores corno Hans Eysenck. En esencia, esta teora parte de la premisa de que los clculos simplistas y hedonistas propuestos por la criminologa clsica, donde el actor sopesa las recompensas y castigos del delito, difcilmente impediran que las personas robasen, ya que el castigo es a tal punto incierto, que el delito quedara sin esclarecerse, por lo general, en beneficio del propio transgresor. Sin embargo, esta siniestra posibilidad de una guerra de todos contra todos se matiza con el condicionamiento temprano en la infancia, cuando las reglas son interiorizadas. Aqu, los realistas de derecha coinciden con el lema de Eysenck (1970) segn el cual "la conciencia es un reflejo condicionado". Dicho esto, tal conciencia depende de la condicionabilidad y efectividad de la familia para condicionar al nio: es decir, de la constitucin fsica de la persona y, por ende, de la sensibilidad para el condicionamiento, as como de la calidad del condicionamiento
que l o ella reciba, primordialmente en el mbito familiar. Pasando a niveles de anlisis ms amplios, los compaeros, la situacin laboral, el sistema de imparticin de justicia y la propia cultura actuarn sobre este proceso de condicionamiento bsico. O, para decirlo con las sucintas palabras de Wilson y Herrnstein: Cuanto mayor sea la proporcin de las recompensas (materiales y no materiales) del no delinquir, la recompensa (material y no material) debilitar la tendencia a delinquir. El remordimiento de conciencias, la aprobacin de los compaeros y cualquier sentido de desigualdad incrementar o decrecer la importancia de delinquir." Son importantes, pues, la socializacin de la persona y las posibles recompensas y castigos asociados con el delito. stos, a su vez, han cambiado con el transcurso del tiempo: Se cree que las tendencias de largo plazo en las tasas de criminalidad pueden atribuirse principalmente a tres factores. Primero, los cambios en la estructura de edad de la poblacin acrecern o disminuirn la proporcin de personas -- varones jvenes que, en su entorno, manifiesten actitudes temperamentalmente agresivas por tener horizontes limitados para su desarrollo. Segundo, los cambios en los beneficios aportados por el delito (la accesibilidad, densidad y valor de las ocasiones de delinquir), el costo del crimen (el riesgo del castigo, y el costo de perder la escuela o el trabajo) modificarn la rasa de comisin de delitos, en especial aquellos contra la propiedad. Tercero, los cambios sociales y culturales significativos y el nivel e intensidad de la inversin social (por medio de familias, escuelas, iglesias y medios de comunicacin) en la observancia de un compromiso interiorizado junto con el autocontrol determinar el grado al que las personas proclives postergarn la gratificacin, aceptarn como equitativos los logros de los dems y aceptarn las reglas Conviene destacar el neopositivisrno de Wilson, enriquecido por su trabajo con el psiclogo Richard Herrnstein. Tradicionalmente, la base determinista del positivismo se dirige contra la naturaleza voluntarista del clasicismo. As, el enfoque teraputico ha de contrastarse con el nfasis en la disuasin (Taylor et al., 1973; Vold, 1958; Eysenck, 1970). Tal oposicin carece de bases lgicas, pues si el positivismo se basa en una estructura motivacional generada por castigos y recompensas en el proceso de socializacin primaria, no hay razn para concluir que dichos castigos y recompensas (la disuasin incluso) no deba resultar efectiva en etapas posteriores de la vida. La obra de Wilson reconoce esto, al igual que viraje recientemente experimentado por la teora criminolgica de Eysenck. (Eysenck y Gudjonsson, 1989), as corno la revitalizacin de la criminologa positiva promovida por Gottfredson y Hirschi (1987).
VitisoN y R. F1EKRNSTE!N, Crime and Hurnan Nature, Simon and Schuster, Nueva York, 1985, p. 61. ;2 lbidern, p. 437.
J. Q.
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Paradigmas recientes de la criminologia 35 tiva no por su efecto directo sobre el control del delito, sino ms bien porque propicia la preservacin del orden social. En lugares donde no son controlados los alborotos, por ejemplo, de ebrios o jvenes pendencieros, el vecindario ingresa en una espiral deteriorante en que los transgresores emigran del rea, los controles sociales informales se debilitan y el delito comienza a florecer. As pues, la intervencin de la polica en la preservacin del orden propicia, a la larga, el proceso de control del crimen. La presencia de la polica facilita el crecimiento de controles vecinales informales al proporcionar al rea un sentido de solidaridad general. Wilson divide el trabajo policiaco en tres tipos: reforzamiento de la ley, preservacin del orden y servicio pblico. Este ltimo se relaciona con el control del trnsito, rescate de gatos de los rboles, restitucin de objetos perdidos, etc. Para Wilson, es una mera contingencia histrica que la polica deba realizar estas tareas, de ah que no tarde en suprimir este elemento de su anlisis. Lo verdaderamente importante de su argumento es la distincin entre reforzamiento de la ley y preservacin del orden. Segn Wilson:
El papel del polica se define ms por su responsabilidad en la preservacin del orden que por su
El efecto del delito Wilson admite no tener razones para negar el incremento en las tasas de criminalidad. Por tanto, su respuesta difiere en gran medida de las de los criminlogos del establishment ingls. Su realismo consiste en reconocer el complejo problema de la criminalidad en la sociedad estadounidense y la insensatez de aquellos que insisten en esgrimir argumentos en otros sentidos. As pues, se burla de que los liberales nieguen la crisis etiolgica y pretendan que nada ha cambiado en trminos de tasas de criminalidad e incluso de que el crimen en s mismo haya representado simplemente una forma encubierta de expresar sentimientos racistas. Aade nuestro autor con irona: Empero, hacia 1970 haba suficientes miembros de la intelectualidad liberal que haban hecho robar sus mquinas de escribir para dificultar la tarea de escribir artcul.is en que se negara la existencia de una ola de crmenes." Una conclusin que se extrae de los anlisis de Wilson es que es muy poco lo que se puede hacer para combatir el delito. Los factores constitucionales son difciles de modificar (y la era de la ingeniera biolgica apenas se inicia); la proporcin de hombres jvenes en la poblacin es un elemento permanente con el que la sociedad tiene que aprender a vivir; la eficiencia de la crianza de nios particularmente la incidencia de madres y padres solteros no es una situacin que pueda cambiarse de la noche a la maana. Mucho de lo que contribuye a estimular las conductas delictivas en Estados Unidos de Amrica, corno admite Wilson, forma parte inherente de las conductas egostas de la modernidad de ese pas, y esto no es algo que pueda cambiarse. En cuanto a los efectos de la actividad policiaca y el sistema punitivo, Wilson es portavoz de quienes se muestran escpticos respecto de su efectividad. Qu hacer entonces? El realismo de Wilson destaca los beneficios marginales sobre los objetivos utpicos, as como una intervencin cuidadosamente planeada sobre la idea de "tirar el dinero" para solucionar el problema. En efecto, sostiene que: Si se acepta que es posible tratar de mejorar el sistema penal sin la excusa de que esos esfuerzos no atacan el crimen "desde sus races", se debe recordar que se est buscando, en el mejor de los casos, mejoras marginales que slo pueden realizarse mediant, pacientes procedimientos de ensayo y error, acompaados de evaluaciones estrictas y objetivas. Por sobre todo, podemos tratar de aprender ms acerca de lo que funciona y, en el proceso, abandonar nuestras preconcepciones ideolgicas acerca de lo que debera funcionar." El papel de la polica Wilson ocupa una posicin prominente en la relacin entre polica y control del delito. Resumida en unas pocas palabras, la hiptesis seala que la actividad policiaca es efec33 J. Q. WILSON, op. cit., pp. 83-84. Ibidem, pp. 253-254.
participacin en el cumplimiento de la ley. Cualquier intervencin de la polica se realiza al abrigo de la ley y puede concebirse como un reforzamiento de la misma. Al considerar los hechos, un juez seguramente actuar conforme a esta lgica, no as el polica, para quien bastar la existencia de la ley para realizar un arresto, pero quien siempre actuar por cuenta propia al decir a las personas: 'acbalo", "disprsense" o 'vyanse a sus casas"." La preservacin del orden es una prioridad en el tiempo de la polica, pues requiere, segn Wilson, tres veces ms tiempo para las tareas de reforzamiento de la ley. Este es un trabajo ms difcil, y sin embargo, es la tarea en la que la polica se muestra ms efectiva. Asignar ms policas a las calles puede no servir para reducir de inmediato la tasa de criminalidad, como George Kelling demuestra en su estudio en torno a Newark, Nueva Jersey, aunque reduce considerablemente el temor de la poblacin al delito. Son varias las razones que explican esta aparente paradoja. Primero, el desorden mismo asusta a las personas. Segundo, en el 'largo plazo el desorden engendra ms desorden, y ms desorden produce crmenes. Esto significa que, cuando la preservacin del orden se resquebraja, los mecanismos de control informales naturales o anticuerpos sociales de la comunidad se debilitan, dando lugar a incrementos reales en la criminalidad. Histricamente, la funcin de la polica, desde los serenos nocturnos en adelante, ha sido la de brindar prioridad al orden. Segn Wilson y Kelling, fue en respuesta al acelerado crecimiento de la criminalidad en Estados Unidos de Amrica que el control del delito adquiri la importancia que ahora tiene. Esto ha significado un viraje en el desempeo del polica como preservador del orden e improvisador de reglas de acuerdo 35 J. Q. WILSON, Varieties of Police Behavior, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1968,
pp. 16-17.
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con los usos y hbitos de la comunidad, y al polica como funcionario de la legalidad, dirigido por el Departamento de Justicia y facultado para ejercer procedimientos oficiales. Esta transicin ha sido en perjuicio del orden, pues la justicia per se no propicia la preservacin del orden. A este respecto Wilson y Kelling escriben: Cuando se piensa en todos los aspectos del trabajo policiaco como la aplicacin de reglas universales segn procedimientos especiales, la pregunta es inevitable: qu es lo que hace que a una persona se le considere indeseable?... Un plausible y vehemente deseo de que las personas sean tratadas con respeto y equidad hace que nos preocupemos por permitir que la polica atemorice a personas que, como resultado de un criterio estrecho e intolerante, son consideradas indeseables. Y asf, muchos de los que presencian la accin policiaca quisieran evitar que la polica acte como lo hace, sin detenerse a meditar que estn desempeando, a su manera, la funcin que la comunidad desea que desempee.3' Lo importante aqu es asignar prioridad al orden y no el juzgar a la polica sobre la base exclusiva de su capacidad para combatir el delito. Se deben concentrar los recursos disponibles en las reas ms urgentes y "donde el orden pblico est deteriorado pero no de manera irreversible , no necesariamente en aquellas conductas que presenten las tasas de criminalidad ms altas y que acaso hayan alcanzado ya un punto sin retorno. Es necesario capacitar a los policas para que sepan desenvolverse en las calles en la misma medida que se les instruye en materia legal y de procesos. La ciudadana debe, como insisten Wilson y Kelling, oponerse a las campaas emprendidas para descriminalizar las llamadas conductas inofensivas: "Borracheras pblicas, prostitucin callejera y espectculos pornogrficos pueden destruir una comunidad ms rpidamente que cualquier equipo de ladrones profesionales,"" Es importante observar los objetivos polticos a los que se dirige este anlisis. Wilson y Kelling se oponen a las polticas conservadoras tradicionales que visualizan el fenmeno delictivo en trminos cuantitativos. Quiz lo ms revelador es que tambin se manifiestan contra las ideas liberales como al control del delito. Primero, se oponen a la despenalizacin de delitos menores y de los llamados delitos sin -)ctimas. Segundo, su anlisis ensancha la esfera del control social al atribuir a la vigilancia de las conductas desviadas, tanto legales como ilegales, una importancia igualmente decisiva en la preservacin del orden. Tercero, la opinin de insistir en los derechos y el debido proceso y criticar tanto la posibilidad como la deseabilidad de imponer medidas de control administrativo a la polica. Por ltimo, este anlisis insiste en el control social por parte tanto de la comunidad como de la polica como una clave del control delictivo, en vez de esperar que el delito se reduzca a partir de medidas dirigidas a la supresin de la pobreza y la privacin.
El
As pues, Wilson concibe el control informal como el factor ms poderoso del control social. El papel de la polica se reduce, por as decirlo, a poner en accin el sistema de control informal en aquellas reas donde no se aplica, reas que, ipso facto, se caracterizan por un alto nivel de delincuencia. El trabajo policiaco directo, en el modo tradicional de investigacin y deteccin, ha de dirigirse contra los transgresores reincidentes de alto riesgo. De igual manera, los tribunales y prisiones deberan imponer en las sentencias periodos largos a este reducido grupo de delincuentes con el fin de neutralizarlos. Aqu, Wilson concuerda con su colega conservador Ernest van den Haag en el sentido de que los intereses de mantener el orden se imponen a los de la justicia. Es mejor aislar de la sociedad a un reincidente con base en una pena proporcional a sus delitos anteriores que juzgarlo de acuerdo con el ltimo delito cometido. La poblacin, por su parte, juega un importante papel en la formulacin wilsoniana del control social. La propia crianza de los nios forma parte indispensable del proceso de socializacin, al igual que la presin ejercida por los compaeros, de ah que sea mucho lo que queda por hacer en trminos de control ciudadano organizado, como las patrullas vecinales y los comits pblicos de autoayuda. La crisis etiolgica: el realismo de derecha y la realpolitik Como se ha visto, Wilson confronta directamente la crisis etiolgica destacando el drstico incremento en la criminalidad de Estados Unidos de Amrica y sealando sus causas. Su realismo se propone determinar: 1. los lmites de lo que se puede hacer en trminos de una posible intervencin; 2. la pobreza de nuestros conocimientos respecto de lo que verdaderamente funciona, y 3. la importancia marginal de los beneficios. El realismo de derecha wilsoniano da prioridad al orden sobre la justicia, aspecto que puede ilustrarse en cuatro fases: La intervencin policiaca debe existir ante la necesidad de preservar el orden en las calles y no tanto por el propio delito, pues es en este sentido que dicha intervencin resulta efectiva, aunque se hayan cometido faltas leves. La intervencin pblica debe proporcionarse en aquellas reas que an no manifiesten un deterioro tal que nada pueda hacerse en su favor: es decir, no en las reas que puedan requerido ; sirio en aquellas que se consideren todava rescatables. La intervencin con fines de control en el consumo de estupefacientes no ha de dirigirse contra los adictos (a quienes es difcil regenerar) o contra los traficantes, sino contra los nuevos consumidores, en quienes todava puede prevenirse la adiccin: es decir, contra los menos culpables. Los delincuentes reincidentes, a quienes Wilson atribuye una gran participacin en el problema de la delincuencia, deben ser incapacitados mediante un encarcelamiento con una doble base, es decir, se les debe castigar tanto por la gravedad de su delito como por el inters pblico.
36 J. Q. W ILSON y G. K ELLING, "Broken Windows", Atlantic Monthly, nm. 29, vol. 38, marzo de 1982, p. 35. 3 Ibidem, p. 38.
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El realismo de izquierda en la criminologa: anlisis radical, poltica realista El realismo de izquierda en la criminologa, como su nombre lo indica, es radical desde el punto de vista criminolgico y realista en la evaluacin del delito y sus causas. Radical, en el sentido de que el delito se concibe como un producto endmico de la organizacin clasista y patriarcal de las sociedades industrializadas avanzadas. No se trata de una criminologa cosmtica del tipo oficial que visualice el delito como un estigma que, merced a un tratamiento adecuado, pueda eliminarse del cuerpo social, el cual, por s mismo, gozara de excelente salud sin ese estigma y que, por consiguiente, no requiere reconstruirse. Ms bien, el realismo de izquierda seala que es dentro de las instituciones bsicas de la sociedad (sus relaciones de clase y gnero) y sus valores centrales (como el individualismo competitivo y la masculinidad agresiva) donde se gesta el delito. ste no es producto de la anormalidad, sino de los mecanismos normales del orden social. En segundo lugar, es realista en el sentido de que procura no perder de vista la realidad del delito. Esto implica varias tareas: una evaluacin realista del problema del delito, una descomposicin del fenmeno en sus elementos fundamentales (el cuadrado del delito), un anlisis crtico de la naturaleza de la causalidad, la adopcin de una postura realista respecto de las posibilidades de la intervencin y. ante todo, una comprensin cabal de las cambiantes condiciones sociales que nos rodeen. El espacio poltico especfico en el que se gest el realismo de izquierda fue la mitad de la dcada de 1980. La yuxtaposicin la representa el surgimiento de los gobiernos conservadores ("neoliberales") en numerosos pases occidentales, los cuales aplicaren una perspectiva punitiva explcita en el control del delito, as como una oposicin democrtica de tipo liberal-social en el aspecto defensivo. La derecha se propona, de manera coherente desde su perspectiva, generar incentivos de mercado en el mbito liberal y una disuasin penal en el rea de las conductas ilegtimas. Sealbase activamente todo aumento en las tasas de delincuencia, y se emprendan vigorosas campaas a favor de la legalidad y el orden en representacin de las "mayoras silenciosas", atribuyendo la responsabilidad a los transgresores y propugnando el castigo como solucin. La postura de la nueva izquierda, que tiene sus orgenes en la dcada de 1960, representaba un reflejo inverso de la derecha, es decir, negaba o consideraba irrelevantes los niveles de delincuencia, representaba al delincuente como una vctima del sistema e insista en un multiculturalismo de lucha y diversidad en el que el radicalismo significaba la defensa de la comunidad contra las incursiones del Estado, en particular de la polica y del sistema de justicia penal. Lo que se necesitaba era una criminologa que conciliara ambos extremos, esto es, que tornara seriamente el fenmeno del delito pero que, al mismo tiempo, se mostrara radical desde los puntos de vista analtico y poltico (vase Gitlin, 1995; Curric, 1992). Por ello, no fue accidental que a la sazn (1984) john Lea y Young publicaran la primera obra representativa del realismo, Vhat is to be Done About Law and Order? Correspondi al autor canadiense Brian MeLean la realizacin, en 1985, de uno de los primeros estudios en torno de la victirnacin, el mismo
ao en que el distinguido radical estadounidense Elliott Currie public Confronting Crime, seguido en 1987 por el innovador estudio de William Julius Wilson, The Truly Disad y antage d . Abordemos ahora los elementos fundamentales del realismo, sealando al mismo tiempo las claras diferencias que presenta tanto respecto de las polticas conservadoras como de todo aquello que, por tradicin y costumbre, se asocia con la izquierda.
Realismo y delito: la crtica del idealismo de izquierda acontecimiento que dio lugar a la criminologa realista fue la convocatoria a "tomar seriamente el fenmeno del delito", causada por la necesidad de reconocer que el delien particular ^.t0 es un problema real para una proporcin significativa de la poblacin, tas mujeres, los sectores ms vulnerables de la clase obrera y las minoras tnicas. Surejti como la crtica de una tendencia que predominaba por entonces en la discusin `Izquierdista y liberal, segn la cual el delito formaba parte de una campaa de los Medios masivos de comunicacin dirigida a instigar pnico entre la poblacin; as, el ,delito no significaba en realidad ningn problema. Segn estos comentarios, el discurlo pblico en torno al delito encerraba un desplazamiento de los problemas "reales" de la poblacin (por ejemplo, desempleo, explotacin, pobreza), utilizando el fenmeno del delito como un poderoso smbolo de la angustia social que permita a los gobiernos legitimar un gasto cada vez mayor en la preservacin de la legalidad y el orden, pero que a menudo se diriga al desasosiego social y a la militancia poltica e industrial, -* no al delito mismo. El control del delito se conceba como una forma de control social, de ah que el desarrollo de nuevas tcnicas de prevencin y de actividad policial corno la inzroduccin de Vigilancia Vecinal, (el CTV, por sus siglas en ingls) e, incluso, las unidades para el control de la violencia domstica se visualizaran segn esta ptica. Si tal idealismo de izquierda (o lo que Elliott Currie llama minimalismo progresivo) no ha participado en el debate en torno a la ley y el orden, ello se debe al temor de exacerbar los prejuicios de la poblacin v estimular el apoyo pblico a las estrategias conservadoras de control delictivo. Aunque sus orgenes se remontan a la dcada de 1960, este concepto minimalista mantiene hasta nuestros das un vigor notable (Currie, 1992, p. 91). Tal minimiaacin de los efectos del delito se acompaa de una idealizacin de la realidad, es decir, la negacin de los trastornos patolgicos y disfunciones que menudean entre los grupos ms oprimidos. Mientras los radicales de otras pocas explicaban cmo determinadas condiciones materiales por ejemplo, la pobreza generaban problemas de gran magnitud en los niveles familiar y comunitario y, de hecho, consideraban la criminalidad como un indicador de esos problemas, los idealistas de izquierda rechazan de piano dichas afirmaciones por considerarlas etnocentristas y hasta racistas. Un ejemplo claro de lo anterior es la resistencia que opusieron los idealistas de izquierda a intervenir en el debate acerca de las disfunciones que caracterizan a los
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negros de los guetos estadounidenses, las cuales se describen con precisin en las obras del eminente estudioso negro William Julius Wilson: A las familias de los guetos se las muestra como resistentes y capaces de adaptarse de manera creativa a las condiciones de una sociedad opresiva. Estos argumentos revisionistas cuyo cometido era "liberar" a las ciencias sociales de la influencia del racismo no hicieron sino desviar la atencin que los socilogos dedicaban a las consecuencias de la segregacin racial y de la subordinacin econmica de las clases, haca la discusin en torno de los progresos alcanzados por los negros (1987, pp. 6-9). Sin embargo, como seala Currie, el idealismo de izquierda o minimalismo sigue re" presentando una tendencia significativa en las esferas ms progresistas. Ciertament, no desapareci en la dcada de 1990, aunque son pocos ya los estudiosos que se resi ' -tenacodrimp lobeaditnmequlohicrns predecesores durante la "gran negacin de finales de las dcadas de 1960 y 1970 (Young, 1991). Lo que persiste hoy es una marcada y unilateral orientacin al sistema de justicia penal, as como cierta tendencia a considerar el delito como un elemento insignificante dentro del cuadro general. Esto significa que para justificar cualquier crtica del sistema de justicia penal se deber proceder con independencia del problema del delito, el cual originalmente dio lugar a la respuesta, por inadecuada que resulte sta. Dos ejemplos contemporneos de lo anterior son Crime Control as Industry (1993), de Nils Christie, y dos artculos de William Chambliss, "Policing the Ghetto Underclass" y "Don't Confuse Me With Facts" (1994b). El brillante alegato de Christie se dirige contra el alarmante incremento en el uso del recurso carcelario en todos los pases del mundo occidental. Aunque, en trminos generales, sus comentarios son acertados y no puedo sino elogiarlo por ello, c ncuentro que, desde el punto de vista analtico, sus resultados son unilaterales. Intentar demostrar lo anterior extrayendo algunos ejemplos de su libro, as como de los artculos de William Chambliss, los cuales derivan parcialmente de dicha obra:
La industria del control delictivo es ms problemtica que el propio delito. Desde luego, ambos constituyen un problema, y como tal han de reconocerse. Estados Unidos de Amrica, por ejemplo, no slo posee una poblacin carcelaria enorme: tambin presenta una tasa de delincuencia extremadamente alta. Por ejemplo, las posibilidades de que un varn joven muera asesinado en ese pas es 52 veces mayor a la de su contraparte inglesa (Currie, 1996). Por ello, es importantsimo que se tome en consideracin el problema del delito al debatir acerca de la industria del control delictivo. Las prisiones se han expandido de manera independiente respecto del problema del delito. Con esta afirmacin, se comete el error que no por simple es menos
frecuente de suponer que, como no hay una relacin lineal evidente entre las tasas de criminalidad y las tasas de encarcelamiento, dicha relacin no existe. Los polticos y los magistrados han reaccionado de maneras diferentes al aumento general de la delincuencia desde la dcada de 1960, en ocasiones decretando
excarcelaciones debido a los altos costos que implica el mantener a las poblaciones de reos, y a veces para canalizar a la poblacin de transgresores, con lo cual se intenta alcanzar ambos objetivos a la vez. Aunque sera sorprendente que tales variaciones de juicio resultaran en una relacin lineal, ello no significa que el primer motor de esos cambios no sea el problema del delito. Sin duda, son muchos los intereses y las fuerzas relativamente autnomas que intervienen en la expansin de las prisiones, pero pasar por alto el fenmeno del delito resulta extraordinario, pues en ms de un sentido es la crisis del delito la que representa el problema bsico, del cual la crisis de las prisiones es un mero epifenmeno (vase Lowman, 1992, p. 158, nm. 4). 3. El desproporcionado nmero de negro, en prisin es, en gran medida, atribuible al sistema de justicia penal. Todas las prisiones de los pases que componen el mundo occidental albergan una cantidad desproporcionada de miembros de minoras tnicas. De ah a concluir que ello se debe a los prejuicios que se practican en los diversos niveles del sistema de justicia penal no hay ms que un paso. Lo anterior corresponde a lo que John Lea y Young han dado en denominar estadstica de delincuencia democrtica, es decir, que los niveles de delincuencia de cada sector de la poblacin son casi iguales entre s, y que la ausencia de proporcin en las poblaciones carcelarias es producto de los prejuicios que se practican en la esfera judicial. Por supuesto, esto contradice la marcada correlacin entre la pobreza y los tipos de delitos que pueden resultar en encarcelamiento, as como que ciertas minoras tnicas son mucho ms pobres que la poblacin general. Sin duda, hay prejuicios en el sistema de justicia penal, aunque tambin deben considerarse las diferencias en las tasas de delincuencia (Lea y Young, 1993). Tomando una vez ms como ejemplo el caso de Estados Unidos de Amrica, la excesiva cantidad de negros en las crceles es motivo de preocupacin general, pero tambin debe recordarse que el nivel de delitos graves es asimismo extremadamente alto. Por ejemplo, la tasa de homicidios entre los negros es 8.6 veces ms alta que la tasa de la poblacin blanca, y se debe tener presente que la inmensa mayora de los homicidios cometidos por los negros (94%) son intrarraciales (vase Mann, 1993; DeKeseredy y Schwa..tz, 1996). Polticos como Jesse Jack.son sealan constantemente el problema de la violencia entre negros, atribuyndola una y otra vez a la pobreza de los barrios donde habita la poblacin de raza negra. Elliott Currie (1996) observa que en 1992 en Filadelfia, las tasas de lesiones graves no intencionales entre hombres y mujeres negros con edades de 20 a 29 aos fueron de 175 por mil anuales; al cabo de cuatro aos, un' preocupante 94% de los varones de esas edades haba ingresado en las salas de urgencias de los hospitales por lesiones graves al menos una vez. Sin duda, tambin hay prejuicios en las estadsticas de criminalidad pero, como indica Al Blumstcin ( t 982), esto se aprecia en ambas direcciones: probablemente las tasas de negros arrestados por delitos relacionados con drogas resulten desproporcionadas cuando la intervencin policial es proactiva, no as las tasas de negros
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Paradigmas recientes de la criminologa 43 criminalidad en EUA se ha estabilizado (incluso, es posible que haya disminuido) durante los ltimos 10 aos, pese a lo cual la poblacin carcelaria se ha ms que duplicado, suele afirmarse que tal fenmeno demuestra claramente la naturaleza irracional de la expansin del sistema penal. Znjase as el terreno para investigar otras posibles causas del incremento poblacional de las prisiones. Son muchas las razones vinculadas con el problema del delito por las que los polticos y el Poder Judicial estadounidenses desearan incrementar sus tasas de encarcelamiento, en particular si se aspira, como en el caso de Newt Gingrich, a reducir la delincuencia en niveles comparables con la criminalidad europea. Esto resulta tanto ms claro si lo analizamos a la luz de la reduccin de los encarcelamientos por delitos graves en Estados Unidos de Amrica durante un periodo largo (64% entre 1961 y 1971) (Wilson, 1975: Murray, 1997). Muchos pases industrializados (como Inglaterra y Gales) han experimentado disminuciones de este tipo, supuestamente como resultado de incrementos acelerados en los niveles de delincuencia; esto significa que aun cuando la capacidad de las prisiones haya aumentado, nunca ha logrado mantenerse al ritmo de la comisin de delitos graves, de tal suerte que mientras aumentaba el nmero de reos, la posibilidad de ir a prisin disminua. Tal vez nos parezca insensata la idea de que a mayor cantidad de encarcelamientos habr una menor delincuencia, a pesar de que eminentes criminlogos propugnen esta idea. Acaso sea incorrecta, mas no irracional, de ah que resulte desesperado e infructuoso todo esfuerzo por explicar, nvxliante otras razones, el incremento en el uso de las crceles (vase Young, 1997c). 6. La preocupacin por el delito es un pnico moral. La ltima parte de este argumento seala que la razn del aumento en los encarcelamientos no refleja sino un pnico moral en torno al delito, generado por los polticos conservadores, las oficinas especializadas y los medios masivos de comunicacin. Centrmonos en Estados Unidos de Amrica, ya que este pas representa el reductio ad absurdum de este argumento. William Chambliss escribe al respecto: La generacin del pnico moral alrededor del delito se origin de una coalicin entre intereses polticos, legales y de los medios de comunicacin; a la cual se debe el crecimiento de la industria del delito. En especial, el pnico moral instigado por los medios de comunicacin provoc que los varones negros jvenes en particular, y los grupos miroritarios en general, pagaran el precio en forma ck una vigilancia policial intensiva, una mayor cantidad de encarcelamientos y la institucionalizacin del racismo (1994a, p. 192). En realidad, Chambliss haba observado con anterioridad: "Los sondeos de victimacin revelan las escasas posibilidades de que cualquier persona sea vctima de un delito en c ualquier ao... En verdad, en toda una vida, son pocas las probabilidades de que la mayora de personas resulten vctimas de delitos graves" (ibid., p. 184). Por su parte, Tony Platt seala que en Estados Unidos de Amrica "hay una ola de pnico moral en torno al delito y la ilegalidad que se extiende a todos los rincones del pas" (1996, p. 3).
detenidos por delitos violentos, ya que tal violencia suele ser intrarracial, y una polica prejuiciada se mostrar menos sensible a las denuncias que interpongan las personas de raza negra. As pues, el racismo puede generar tanto sobrerrepresentacin como subrepresentacin desde el punto de vista estadstico. Si se pusiera fin al combate a las drogas, los problemas del habitante de los barrios bajos se agudizaran de manera dramtica. Segn este argumento, el combate a las drogas implica la criminalizacin de una gran cant . dad de personas pobres (en particular miembros de las minoras tnicas), lo que inducira a los grupos delictivos a incorporarse a la economa ilegal de la distribucin de estupefacientes; si se legalizaran las drogas, sus efectos seran relativamente inocuos. Aqu, de nuevo, tenemos una verdad a medias y, si se toma literalmente, conduce a la adopcin de posiciones absurdas y de polticas inadecuadas (vase Thompson, 1980, pp. 149-180).
Cabe sealar que las tasas de delincuencia en los barrios bajos seran altas con drogas o sin ellas, que los grupos delictivos no desapareceran con el fin del combate a las drogas sino que slo se incorporaran a otras actividades lucrativas (prostitucin, extorsin, juego, etc.), y que la legalizacin de una droga como el alcohol difcilmente reduce su papel en la generacin de violencia. Por aadidura, el problema del consumo de estupefacientes no es tanto la naturaleza de la sustancia cuanto la forma y los propsitos del consumo. Cuando en circunstancias de pobreza y desesperanza se tienen culturas en las que se fomentan situaciones de alto riesgo, el consumo de drogas como una forma de "escapar de los propios pensamientos" continuar, se legalice o no, junto con los peligros. William Julius Wilson describe de manera grfica los efectos de las drogas sobre la comunidad blanca en su obra ms reciente, When Work Disappears (1996), aunque no comete el error de separar el consumo de drogas del problema econmico. Tambin en este caso, el idealismo de izquierda comete el error fundamental de atribuir el problema del sector ms depauperado de la poblacin a la respuesta dei Estado a sus necesidades. Ciertamente, las polticas de control del delito actuales empeoran las cosas, pero al hacer un nfasis excesivo en ellas, se corre el riesgo de omitir los problemas estructurales de clase y raza que dejan en la inactividad y la desesperanza a zonas enteras de las ciudades. O, para decirlo con Elliott Currie:
[al la tendencia ms perceptible del minimalismo liberal consiste en representar el temor y la
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indignacin en torno de las drogas duras como histeria o manipulacin; asegurar que la verdadera amenaza no son las drogas, sino la guerra contra las drogas; y restar importancia o de plano rechazar cualquier prueba respecto de los costos sociales y personales del abuso en el consumo de las drogas duras, insistiendo en los costos exorbitantes de las leyes contra las drogas. Con tales posturas, los minimalistas liberales han sealado importantes problemas, aun a costa de pasar por alto el problema de las drogas mismo (1992, pp. 91-92).
El incremento en las tasas de encarcelamientos en Estados Unidos de Amrica es un ejemplo fehaciente de la irracionalidad de la respuesta penal. Como la tasa de
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Tenemos aqu un recalcitrante ejemplo de idealismo de izquierda. Hablar de pnico moral respecto al delito en Estados Unidos de Amrica es un insulto a la imaginacin, adems de que trivializa un concepto creado para contrastar el pnico causado por los delitos menores (por ejemplo, el consumo de marihuana o peleas de mods contra rockers en las playas de Brighton) con problemas de delincuencia graves (vase Cohen, 1972; Young, 1971). Las cifras en torno de la violencia dentro de la comunidad afroamericana son tan altas, que un investigador radical declar recientemente que trataba de "una forma de genocidio negro, ya que en la mayora de los casos la vctima de homicidio es otra persona negra, siendo el homicidio uno de los delitos ms frecuentes" (Mann, 1993, p. 46). Es posible, pues, que los autores mencionados sealen la presencia de un pnico moral en relacin con la delincuencia en la comunidad de raza negra? La tasa general de homicidios es abnimadoramente alta: en una ciudad como Los ngeles, por ejemplo, con una poblacin de 3.5 millones de habitantes, la tasa de homicidios es mayor que la de Inglaterra y Gales juntas, con ms de 50 millones de habitantes (Currie, 1996). No es de extraar que el delito genere tal preocupacin. En verdad, desde la perspectiva europea, qu otro fenmeno podra causar tal preocupacin moral? Igualmente cierto es que el pueblo estadounidense en general considera el delito como un problema en la misma medida que la poblacin afroamericana. Aun as, estos autores consideran a ambos como retardados culturales cuyas actitudes y opiniones se deben al mucho mirar televisin. Las seis percepciones anteriores, consideradas individualmente o en su conjunto, forman parte del canon convencional del pensamiento liberal vinculado con el delito v el sistema de justicia penal. A veces figuran como elementos de una estructura intelectual general y en ocasiones como meras fraseologas, aunque su influencia siga siendo sustancial hasta nuestros das. As, podemos percibir el sndrome caracterstico del idealismo de izquierda: se insiste en el sistema de justicia penal como un agente autnomo que genera y confor. ma problemas. En tal sentido, se resta importancia al delito, se le margina y deja de ser objeto de estudio por s mismo. Los trastornos patolgicos y las disfunciones dentro de los grupos oprimidos son minimizados o de plano rechazados. Las causas del delito se perciben ya sea como obvias (por ejemplo, pobreza) o como producto de la intervencin del sistema de justicia penal (por ejemplo, el combate a las drogas) o, ms radicalmente incluso, como una quimera debido a que el delito no tiene otra realidad que las definiciones arbitrarias de la ley penal (vase Hulsman, 1986).
sociedad, sino de la persona que, por causas biolgicas, psicolgicas o sociales, se ha tornado disfuncional. Las causas son numerosas y en ocasiones se acumulan de manera heterognea en la "teora" de los factores mltiples; as, tenemos las causas genticas o de baja inteligencia (Herrnstein y Murray, 1994), propensiones raciales (Rushton, 1995), factores genticos y crianza inadecuada (Eysenck y Gudjonsson, 1989), madres solteras poco aptas (Murray, 1994), socializacin inadecuada en los primeros cinco aos de vida (Gottfredson y Hirschi, 1995), y todos los anteriores (Wilson y Herrnstein, 1985). Tales tendencias a delinquir se combinan con las oportunidades para dar origen a una "teora integrada", la cual puede resumirse en los trminos siguientes: al ceder a tentaciones variables, la debilidad humana diferencial da lugar al delito (Felson, 1994). Este neopositivismo difiere del positivismo individualizado de antao: reconoce abiertamente las dimensiones y la extensin del delito, admite el uso del libre albedro pero slo en funcin de las opciones determinantes de que se disponga, el delincuente es ms "normal" que antes aun cuando las tendencias de la gentica y de la socializacin durante las primeras etapas de la infancia generan una mayor o menor vulnerabilidad frente al delito. El delincuente con dotes de actuario calcula todas las consecuencias de sus actos, al igual que en los mercados legtimos, aunque algunos poseen ms capacidad de clculo racional y pueden sustraerse mejor a la tentacin que otros. Sin embargo, lo significativo es que no se toma en consideracin una estructura social general en la que privan la desigualdad y k injusticia. La criminologa oficial propone un materialismo simple, aunque debe sealarse que se trata de un materialismo divorciado de la realidad. Ah, unidades causales giran alrededor de un universo poblado por tomos aislados: se culpa al entorno familiar como si no guardara ninguna relacin con la economa (vase Currie, 1985); las familias se separan entre s, y se habla de una crisis moral> como si aqullas fuesen entidades flotantes sin ninguna relacin con la sociedad de mercado. Por aadidura, el delito es un problema que ha de administrarse, es decir, atacarse mediante intervenciones dosificadas y graduales. Trtase de una criminologa cosmtica que visualiza el delito como una mancha en una sociedad que, en otras circunstancias, se vera libre de problemas. Se invierte as la causalidad: el delito genera problemas para la sociedad, no es la sociedad la que engendra el problema del delito. En efecto, as corno el idealismo de izquierda intenta deslindar al sistema de justicia penal del fenmeno delictivo, la criminologa oficial se esfuerza por desvincular el delito de la sociedad general. En tal sentido, ninguna de las dos corrientes adopta una posicin seria respecto a la delincuencia: el idealismo de izquierda porque no concede la debida importancia al problema del delito, y la criminologa oficial porque, aun cuando reconozca la severidad de este problema, insiste en abordarlo desde una perspectiva s uperficial. Tenemos aqu, pues, la tarea del realismo radical: establecer las relaciones adecuadas entre el delito, el sistema de justicia penal y la sociedad, es decir, asumir una Posicin realista frente al idealismo de izquierda y una posicin radical frente a la c riminologa oficial.
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Analicemos ahora la estructura de la sociedad y los cambios generales que se han verificado en aos recientes. El terreno del cambio: el delito en la era de la modernidad tarda Ha caracterizado al ltimo tercio del siglo xx una notable transformacin en la vida de los ciudadanos dentro de las sociedades industriales avanzadas. La edad dorada de la estabilizacin de posguerra, con sus altos niveles de empleo, sus estructuras familiares slidas y sus valores consensuales, ,.undados en la red de seguridad que representaban los beneficios otorgados por el Estado, se vio reemplazada por un mundo de desempleo estructural, precariedad econmica, una reduccin sistemtica de la seguridad social y la creciente inestabilidad de la vida familiar y las relaciones interpersonales. Donde otrora imperaba un consenso sobre determinados valores, observamos ahora un pluralismo y un individualismo incesantes (Hobsbawm, 1994; Gitlin, 1995). El mundo de la seguridad material y ontolgica de la cuna a la tumba ha sido sustituido por la precariedad y la incertidumbre; y mientras los directores de conciencia de las dcadas de 1950 y 1960 deploraban la complacencia de una generacin para la cual las cosas "nunca haban sido mejores", los observadores de la actualidad hablan de una sociedad de riesgo en la que el cambio se convierte en la dnamo central de la existencia y donde todo puede ocurrir. Para decirlo con Anthony Giddens: "Vivir en el mundo de la alta modernidad es como conducir un camin pesado" (1991, p. 28; vase tambin Beck, 1992; Berman, 1983). Dbese este cambio a las fuerzas del mercado, las cuales han transformado sistemticamente la esfera de la produccin y la del consumo. El viraje del fordismo al posfordismo signific cambios profundos en el mundo del trabajo: el mercado de trabajo primario no ofrece ya empleo seguro ni las mismas posibilidades de desarrollo personal de antao; el mercado de mano de obra secundario funciona hoy sobre la base de contrataciones de corto plazo, y la flexibilidad y la inseguridad aumentan, junto con el crecimiento de una subclase de desempleados estructurales. Lo anterior ha dado por resultado para decirlo con la atinada frase de Will Hutton-- una "sociedad de 40:30:30" (1995), en la que 40% de la poblacin tiene empleo seguro, 30% empleo inseguro y 30% se compone de marginados, ociosos o personas que perciben salarios muy bajos. En segundo lugar, el mundo del esparcimiento se ha transformado del consumo masivo a un mundo en el que las opciones y las preferencias se elevan a proporciones ideales y en el que la insistencia en la inmediatez, el hedonismo y la autoactualizacin han ejercido un hondo efecto sobre las sensibilidades de la modernidad tarda (Campbell, 1987; Featherstone, 1985). Tales cambios en las esferas del trabajo y el ocio, propios de la modernidad tarda referida, producen una situacin general de privacin y marcado individualismo. Las fuerzas de mercado generan una sociedad ms desigual y menos meritocrtica, mientras los valores de ese mercado promueven una tica de "cada cual para s mismo", dando lugar a una mezcla severamente criminognica (Young, 1998).
Este proceso se combina con un deterioro en los mecanismos informales de control social, a medida que las comunidades se desintegran por la movilidad social y se les abandona a su suerte; el capital, por su parte, encuentra actividades ms redituables para invertir y desarrollarse en otros lugares. A la vez, las familias se ven fragmentadas por la desaparicin de los sistemas de apoyo comunitario, la reduccin del apoyo estatal y las cada vez ms diversas presiones que impone el trabajo (Currie, 1997; Wilson, 1996). As, las presiones que conducen a incrementos en la delincuencia se acompaan del debilitamiento de las fuerzas de control. De manera paralela a los procesos productores de criminalidad y desorden en el periodo moderno tardo, se observa tambin una mayor diversidad en los valores y en el debate en torno a lo que ha de considerarse como legtimo e ilegtimo en las conductas. Las fuerzas de mercado que dieron lugar a un individualismo radical contribuyeron a generar una sociedad ms diversificada, mientras que movimientos poblacionales como la inmigracin y el trnsito masivo de personas, estimulados por el turismo y los negocios, no hicieron sino oscurecer esa diversidad y ese pluralismo aparentes. Por tanto, la criminologa del siglo xx necesitaba explicar los crecientes niveles de delincuencia y contar con la capacidad de incorporar la naturaleza cada vez ms problemtica de la desviacin y el delito. La crisis de la etiologa y la penalidad Un mundo, pues, que en el periodo posterior inmediato a la Segunda Guerra Mundial se caracterizaba por una estabilidad relativa en las esferas del trabajo, la familia y la comunidad, as como por estndares de vida extremadamente altos, se vio perturbado por un incremento en la delincuencia y el desorden. Tratbase de un mundo en el que imperaba un consenso, extendido a lo largo de todos los sectores de la opinin pblica, en el sentido de que el delito se deba a determinadas condiciones de empobrecimiento en el seno de la sociedad (positivismo social) y de que no era sino un fenmeno minoritario, ai cual poda ponerse coto mediante la juiciosa intervencin del sistema de justicia penal (neoclasicismo). Las condiciones antisociales dan lugar a conductas antisociales; la intervencin poltica y la reconstruccin econmica crearan mejores condiciones que, inevitablemente, se traduciran en una disminucin en las tasas de delincuencia. Sin embargo, ocurri precisamente lo contrario: se demolieron los barrios ms depauperados, se mejor la educacin, se alcanz el pleno empleo y se aument el presupuesto para beneficios sociales: aunque la humanidad adquira niveles de bienestar sin precedentes histricos, e: delito aumentaba. En Inglaterra, por ejemplo, entre 1951 y 1971 el ingreso real por persona se increment en 64%, mientras la tasa de delincuencia aumentaba a ms riel doble (172%). En realidad, aun antes de la recesin de la dcada de /980, la tasa de delincuencia comenz a incrementarse, de manera aparentemente inexorable. Por aadidura, los efectos de apuntalamiento del sistema de justicia penal mediante nuevos reclutamientos en las fuerzas policiales y la capacidad incrementada de las prisiones tampoco parecan funcionar. Eran enormes las sumas que se invirtieron
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en el sistema de justicia penal, pese a lo cual las tasas de delincuencia no slo siguieron aumentando, sino que se empez a sospechar que la experiencia carcelaria generaba criminalidad incrementando el volumen de la delincuencia, en realidad y, lo que es ms, la polica y el Poder Judicial, al concentrarse en determinados sectores de la poblacin, no hacan sino recrudecer la prctica de la injusticia, en vez de disminuirla. As, los fundamentos gemelos de la modernidad --el progreso a partir del mejoramiento de las condiciones materiales y cl progreso mediante la institucin de la legalidad atravesaban por un severo impasse. Se observaba, en suma, una crisis de la etiologa y de la penalidad.
El
realismo
Era el fracaso patente de los dos pilares de la teora criminolgica el neoclasicismo y el positivismo social, los cuales se remontaban a los estudios precursores de Cesare Beccaria en el siglo xvin y de Adolphe Quetelet en la primera mitad del xIx lo que se dejaba sentir en la esfera de la criminologa. Por ello, no es de sorprender que en el ltimo tercio del siglo xx se verificara un debate extraoi dinariamente frtil en la ciencia criminolgica. No es slo que esta especialidad se consolidara como un lugar interdisciplinario de intensa competencia acadmica; tambin creci de manera exponencial en trminos de practicantes y estudiantes. Fue a partir de este fermento como surgieron las vertientes que conformaron las bases {futuras del realismo, la teora subcultural y la teora de las etiquetas. Conviene, ante todo, sealar los dos problemas que requeran explicarse: primero, el aumento en la delincuencia a pesar de la prosperidad material general; segundo, la naturaleza problemtica del delito y la forma en que el sistema de justicia penal responda a este fenmeno. Es decir, transgresin y creacin de reglas, accin y reaccin. Las dos grandes corrientes sociolgicas que introdujeron los cientficos sociales al trmino de la dcada de 1950 y principios de la de 1960 con la finalidad de entender el aumento de la delincuencia y la transformacin del sistema de justicia penal son la teora de la anomia y el interaccionismo simblico. La teora de la anomia de Robert K. Merton, estrechamente vinculada con Emile Durkheim, fue desarrollada por Albert Cohen, Richard Cloward y Lloyd Ohlin hasta dar lugar a la clebre teora subcultural. El interaccionismo simblico de George Herbert Mead se populariz y rejuveneci con las dinmicas investigaciones de Howard S. Becker, Edwin Lemert, Kai Erikson y John Kitsuse. Becker se ocup de estudiar las causas del delito y su relacin con la estructura de la sociedad, mientras Lemert se dedic a la diversidad de las reglas y consecuencias no previstas de su aplicacin, es decir, de la accin y de la reaccin. En verdad, la contribucin ms significativa de la teora de las etiquetas a la criminologa y al estudio de la desviacin es la frmula que conoce todo estudiante de estas especialidades: que "la desviacin no es una propensin inherente en cualquier forma de conducta particular; se trata de una tendencia conferida a esa conducta por las personas que establecen contacto directo o indirecto con esa conducta" (Erikson, 1966, p. .;).
Tal es la dada que componen el delito y la desviacin, con una estructura doble que implica transgresin de reglas y creacin de reglas. Al iniciar la dcada de 1960 ambas corrientes se pres -mataron como antagnicas. En realidad, la teora de las etiquetas, el adversario ms importante de la ortodoxia, estuvo a punto de subvertir los principios convencionales de la causalidad al sealar que el control social da lugar a la desviacin, y no a la inversa, y como la mayor parte de personas poseen naturalezas desviadas, se trataba de una cuestin de "muchos son los llamados, mas pocos los elegidos" (vase, por ejemplo, Lemert, 1967, p. y; tomado de Becker, 1963, pp. 26-27). Empero, como indicamos en The New Criminology (Taylor et al. 1973), estas posturas no son antitticas; I'. de hecho, son complementarias. La teora subcultural se ocupa de las causas del delito, mientras que la teora de las etiquetas estudia las -eacciones contra ste: ambas son necesarias para la construccin de una teora del delito verdaderamente social; ambas se com- plernentan como piezas de rompecabezas. Ms an, la teora subcultural tiene como obj eto de estudio las soluciones que intentan construir las personas para los diferentes problemas de sus vidas, mientras que la teora de las etiquetas (y el construccionismo social que le sucedi) se centra en las formas en que las vidas de las personas son construidas a travs de etiquetas oficiales, estereotipos, los medios de comunicacin, discursos legales, etc. La primera es construccin ascendente y la segunda descendente: la dada esencial de la criminologa, accin y reaccin, transgresores de reglas y constructores de reglas. Aunque la integracin de ambos procesos se antoja obligatoria, la parcialidad representa uno de los principales obstculos para tal cometido. En la esfera de los radicales sociales, es cosa frecuente que en la historia social por ejemplo, se visualice la historia desde abajo, mientras que los autores ms tradicionales acostumbran abordarla desde arriba, cuando todos sabemos que ambas dimensiones son esenciales. Despus de todo, los pueblos crean su historia, pero no como les place, sino en medio de circunstancias materiales e ideolgicas que se originan en el pasado y desde all se transm Para estudiar el delito y la desviacin necesitamos igualmente entender los actos humanos y las reacciones que generan stos, pero no slo como dos aspectos desvinculados, es decir, las causas del delito por un lado y la respuesta del sistema de justicia penal por el otro, pues en el proceso de elucidacin las construcciones ascendentes y descendentes no son factores independientes. Aun en un plano causal, el delito no puede concebirse como resultado unvoco de las fuerzas causantes del mismo contra los esfuerzos de quienes intentan controlarlo, ya que ambos procesos interactan y se conforman entre s. Por ejemplo, como Mary McIntosh (1971) demostr en su artculo semanal acerca de las formas que adoptan las organizaciones delictivas, los grupos transgresores adoptan estrategias cada vez ms complejas para contrarrestar las medidas de seguridad que se aplican contra sus actos; a su vez, la estructura de dicha s eguridad se torna ms elaborada en respuesta a la complejidad del delincuente. En v erdad, aun los niveles de violencia a la que recurren ambas partes estn determinados por un proceso de interaccin. Sin embargo, las reflexiones de una y otra partes no se l imitan al clculo del riesgo y a la observacin; el delito y la desviacin, como explica
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elocuentemente David Matza en Becoming Deviant, se cometen en un entorno dominado no slo por la fuerza fsica, sino tambin por la hegemona moral. El discurso moral del transgresor est determinado de manera ntima por la calumnia moral que asocia al delito, as como por las circunstancias que justifican sus actos y los vocabularios vinculados con sus motivos, todo lo cual resulta necesario para colocar al actor en el umbral de la transgresin (lo mismo cabe afirmar respecto a la ilegalidad de los grupos poderosos, Cohen, 1995). La conjuncin de ambas corrientes se traduce, ante todo, en la idea de que el delito es una dada y, en segundo lugar, que los elementos que componen esa dada no pues den estudiarse por separado (Young, 1977b). La relacin que guardan ambas es ntima e intrincada. Se pone as en duda la base misma del positivismo y su radical divisin entre hechos y valores, en particular la idea de que el delito es un fenmeno exterior e que puede estudiarse de manera separada y cientfica con independencia de su definia cin, con la premisa de que sta no transforma ni modifica las cosa:. La realidad es que esa definicin se transforma constantemente: no hay una esencia cientfica de lo que constitui ye violacin o asesinato, mientras que el sistema de justicia penal "contamina" de forma reiterativa su objeto de atencin al proporcionar vocabularios de motivos y conceptos subjetivos respecto a lo que debe entenderse por ladrn, drogadicto, hooligan, etc. Pero esto no es todo. La idea de una dada inextricablemente unida no nos permite estudiar la reaccin contra el delito de manera independiente del delito mismo, es decir, la prisin con independencia del delito, el discurso sobre la prostitucin separado de la prostitucin, el combate a las drogas con autonoma de la drogadiccin. Sin embargo, como hemos visto, esto es precisamente, lo que se propone el idealismo de izquierda y lo que intenta de modo explcito el construccionismo social, del cual forma parte aqul, es decir, separar el estudio de la formacin de problemas sociales del estudio de los problemas sociales mismos, para centrarse predominantemente en el primero (Kitsuse y Spector, 1973; Sumner, 1990, 1994). Por tanto, la misin del realismo es integrar estas dos grandes vertientes a la ciencia sociolgica. Aunque, como sealamos anteriormente, sus diferencias son complementarias, tambin es necesario destacar lo aue tienen de comn. Pues tanto la teora de la anomia como el interaccionismo adoptan una postura crtica frente al positivismo, y ambas son radicales desde el punto de vista analtico. Desde luego, el interaccionismo simblico representa una de las me j ores crticas del positivismo, aun cuando, a menudo, en las diversas exposiciones de la anomia y de las corrientes subculturales se omitan sus propias bases antipositivistas. As, el importantsimo artculo de Mcrton titulado "Social Structure and Anomie" (1938) es explcitamente una crtica, primero, del Positivismo biolgico y, en segundo lugar, del positivismo social. La conciencia y la decisin humanas, la creacin de valores en un mundo determinado, ocupan un lugar decisivo en la teora subcultural, al igual que en la teora de las etiquetas. Segundo, ambos se muestran radicales en el sentido de que atribuyen los problemas delictivos a la estructura y los valores de la sociedad, as corno a sus instituciones. La teora de la anomia es una crtica del sistema de justicia distributiva, rrnentras que la teora de las etiquetas construye sus
argumentos contra la esfera de la justicia penal. As, para la teora de la anomia, las causas del delito estriban en la contradiccin entre la cultura de la meritocracia la cual pretende materializar el sueo de la igualdad de oportunidades y la estructura de ciases que impide la realizacin de ese sueo--, mientras que para la teora de las etiquetas el delito representa una transgresin de los principios neoclasicistas de la democracia liberal. En vez de justicia e igualdad ante la ley, tenemos el problema de la selectividad: el transgresor es seleccionado mediante criterios de edad, clase, raza y gnero, y se le castiga en forma desproporcionada. En lugar de un mundo igualitario pese a las diferencias, tenernos un mundo cuyas desigualdades se gestan con base en estereotipos y diferencias. Es as que, a partir de ambas vertientes, observamos las dos ironas descritas de manera grfica por Matza (1976): toda cultura que intenta legitimar el sistema contribuye a generar desorden, y toda ley que contempla con indiferencia las transgresiones cotidianas dentro de la sociedad parece perpetuar y exacerbar el -:sentimiento de injusticia que da origen al delito en primer lugar. Son estas dos grandes e tradiciones las que el realismo se propone conciliar en virtud de que son complemen't'arias y de que tienen en comn el repudio del positivismo; ambas son radicales en el sentido de que atribuyen el delito y el desorden a las instituciones centrales de la sociedad y, por ltimo, porque ambas perciben la irona y las contradicciones entre el delito ;iltS y las organizaciones sociales. s Naturaleza y forma del delito. El principal cometido del realismo es mantenerse fiel a la realidad de la transgresin, es decir, al hecho de que todos los delitos comprenden, por necesidad, reglas y transgresores (o sea, la conducta delictiva y las reacciones que sta genera) y delincuentes y vctimas. Esto significa que el realismo distingue una forma en el delito, un contexto social en su derredor, una trayectoria a travs del tiempo y una realizacin en la dimensin espacial. Para el realismo, el mayor problema de la criminologa que le precedi es su parcialidad, ya que slo se centra en una parte del proceso delictivo y se desentiende de los dem. .; elementos que lo componen. Se estudiaba a la vctima o al transgresor, la reaccin social al delito o la propia conducta delictiva. El realismo se plantea corno objetivo reunir todos los aspectos del proceso; en tal sentido, su mtodo apunta a la sntesis de dichos elementos y no a la mera eliminacin de las teoras antitticas. La forma del acto delictivo se compone de dos dadas: vctima y transgresor, y de acciones y reacciones: el delito y su control. Esta desconstruccin resulta en cuatro elementos definitorios del delito: una vctima, un transgresor, control formal y control informal. El realismo, pues, propone un cuadrado del acto delictivo que comprende la interaccin de la polica y otros agentes de control social, el pblico, el transgresor y la vctima. Las tasas de delincuencia se generan no slo mediante la interaccin de estos cuatro factores, sino como relaciones sociales entre cada punto del cuadrado. Es la relacin entre la polica y el pblico la que determina la eficacia de la accin policial, la r elacin entre vctima y transgresor la que determina el efecto del delito y la relacin
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Multiagencias policiales
Transgresor
Control social
El acto delictivo
El pblico
Vctima
entre el Estado y el transgresor la que representa un factor decisivo para la reincidencia. SonL.s personas vctimas de robo domiciliario las que generan la economa informal que mantiene este tipo de delito, o bien es la polica la que da lugar, a travs de la corrupcin, a un clima moral que impele a los transgresores a delinquir? Por ltimo, la relacin entre los cuatro puntos del cuadrado (transgresor, vctima, instituciones estatales y el pblico) vara de acuerdo con los diferentes tipos de delitos (Lea, 1992). Por consiguiente, las tasas de delincuencia constituyen un producto de los cambios en el nmero de posibles transgresores, la cantidad de posibles vctimas y los cambiantes niveles del control ejercido por las instituciones oficiales y el pblico. Las explicaciones que no incorporen estos cuatro factores resultarn totalmente intiles para explicar las tasas de delincuencia. Por cl momento, limitmonos a xaminar la relacin entre el control social en todas sus manifestaciones y el acto delictivo, el cual contiene la dada de vctima y transgresor, es decir, en el acto delictivo y la reaccin que ste desencadena. Analizando los cambios a lo largo del tiempo, los realistas definiran aqullos como productos necesarios de las modificaciones en la conducta delictiva, as como de los cambios en las reacciones al fenmeno delictivo. Por su misma naturaleza, el delito no es una cosa fija y objetiva; sus caractersticas dependen de quin lo define. Empero, nada de lo anterior hace menos "real" el delito, pues tal es precisamente la realidad de las tasas de delincuencia. El contexto social del delito. El contexto social no es otra cosa que la interaccin social inmediata de estos cuatro elementos, as como el entorno de cada uno de stos dentro de la estructura social general. El texto en el que se formul esta premisa es The New Criminology (Taylor et al., 1973), a saber, que los orgenes sociales inmediatos de un acto desviado deben situarse dentro de su contexto social general y que dicho anlisis debe comprender tanto la accin como la reaccin. El realismo va ms all al insistir no slo en que los actos de los transgresores y de las agencias estatales deben entenderse de esa manera, sino que ello ha de extenderse al sistema informal de control social (el pblico) y a las vctimas (Young, 1996b).
El aspecto temporal del delito. El aspecto temporal del delito lo representa el pasado de cada elemento del cuadrado de la transgresin y los efectos que ejercen entre s en el futuro. El enfoque realista analiza el desarrollo de la conducta transgresora a lo largo del tiempo, descomponiendo la trayectoria delictiva en sus elementos constitutivos y sealando las interacciones de las diferentes agencias. As, puede hablarse de las causas antecedentes del acto delictivo; del contexto moral que condicion la conducta delictiva; de la situacin en la que se cometi el delito; de la deteccin de la transgresin; de la respuesta al delincuente y de la respuesta a la vctima. Las trayectorias delictivas se construyen merced a la interaccin de la posicin estructural en que se encuentra el delincuente y las respuestas administrativas a las diversas transgresiones de aqul. Estas trayectorias morales no se circunscriben al transgresor: los otros puntos del cuadrado del delito tambin cambian con el tiempo. Las prcticas policiales se modifican al interactuar con los transgresores; el temor al delito en las ciudades genera pautas conductuales que, consciente e inconscientemente, se desarrollan con el tiempo; y las vctimas en particular las vctimas repetidas, como en numerosos casos de violencia domstica-- modifican las pautas de sus vidas como consecuencia de dicha interaccin. Corno actividad, el delito requiere una decisin moral en cierto punto del tiempo y en medio de cambiantes circunstancias determinantes. No es un acto totalmente determinado, como queran los positivistas, ni la manifestacin eminentemente racional consagrada por el clasicismo legal. Ciertamente se trata de un acto moral, con la diferencia de que siempre se ha de evaluar dentro de un contexto social determinado. Tampoco es un acto patolgicamente condicionado, ni representa una respuesta unvoca a situaciones desesperadas: comprende tanto una organizacin como una desorganizacin de la sociedad. El realismo prescinde tanto del romanticismo de los idealistas de izquierda los cuales suponen niveles excesivos de organizacin como de la racionalidad de la conducta desviada y la diseccin cientificista de la criminologa positivista, la cual aspira precisamente a lo contrario (Wilson, 1987; Young, 1987; Matza, 1969). La dimensin espacial del delito. La dimensin espacial de la transgresin es el espacio material en el que se verifica este proceso. Todos los delitos tienen una dimensin espacial; la geografa del acto transgresor vara de acuerdo con las caractersticas del delito, y as como los delitos especficos contienen diferentes estructuras de relaciones, tambin comprenden estructuras de espacio particulares. Por tanto, el realismo de izquierda propone que el control del delito debe traducirse en intervenciones en todos los puntos del cuadrado del delito (por ejemplo, una actividad policial ms efectiva, una mayor participacin de la comunidad, proteccin y consagracin de derechos para las vctimas y resolucin de los problemas estructurales que causan los actos t ransgresores). Sin embargo, propugna la intervencin en el plano de las causas del delito sobre los actos que tienen lugar despus de que ste se ha cometido (Young y Matthews, 1992).
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Causas del delito. El realismo considera la privacin re 'ativa como una causa deterrni- tia delictiva. A la inversa, el delito no se circunscribe a una decisin moral, a una malenante de la conducta delictiva. Por consiguiente, el delito puede ocurrir en cualquier volencia distribuida arbitrariamente por el mundo. parte de la estructura social y en cualquier periodo, sea ste de tanto, sealar la causalidad del delito no significa que se introduzca un conPor abundancia material o de otro tipo; no depende de niveles de privacin absolutos o de la posicin del transgresor ,-epto mecanicista de las causas, como, por ejemplo, cuando empujamos una mesa... y en la estructura social (Lea, 3992). Empero, es entre las clases pobres, en particular la o la mesa se mueve. Ms bien, debido a un elemento subjetivo, ciertas circunstancias clase obrera ms baja y ciertas minoras tnicas, las cuales se encuentran al margen de los favorecen los incrementos de la delincuencia entre algunos sectores de la poblacin. "seductores beneficios" de la sociedad general, donde se observa una pronunciada inch- As, los intentos de vincular factores sociales, como el desempleo, con el delito, fracanacin al delito. Insistir en la privacin relativa no es incurrir en la monocausalidad . ca, san irremisiblemente, por muy elaboradas que sean las tcnicas estadsticas q ue se usen muchas las causas que dan lugar a! delito. Aun dentro de la teora de la anomia, los .para demostrarlo. l desempleo genera descontento en situaciones en que las personas tericos subculturales han hecho un nfasis indebido en la privacin relativa, es decir, experimentan sus circunstancias como injustas, innecesarias y, por encima de todo, la discontinuidad entre aspiraciones y oportunidades, por sobre la anomia como au: vaie podran haberse evitado. El descontento se traduce en delito cuando las personas sencia de lmites, un producto del individualismo. Por aadidura, la anomia de los a sienten marginadas en lo social y en lo poltico. Como hemos observado, son varias desposedos, la cual se relaciona estrechamente con la privacin relativa, puede com- '1' :emuy especficas las razones por las que la marginacin y la privacin relativa han aupararse con la anomia de los privilegiados, la cual, con frecuencia, es resultado de la mentado en la actualidad. Entre otras razones, tenemos una generacin que ha crecido persecucin irrestricta de dinero, posicin y poder (Young, 1974; Simon y Gagnon, 1986; ,.f. ;:acostumbrada a las intervenciones keynesianas en la esfera de la economa y que, en n Taylor, 1990). A lo largo del siglo xx, el problema de las causas del delito ha generado .:: :}`Consecuencia, percibe el desempleo no como un elemento del (piden natural, sino como perplejidad entre los criminlogos y ha confundido la opinin pblica. En tal sentido, cabe un producto poltico. El desempleo y la pobreza relativa se experimentan no como una sealar las tres ideas que informan el debate: privacin absoluta, determinismo total y parte de la vida, sino como un fracaso de la sociedad y del gobierno. causalidad mecanicista. Esenciales como son estos conceptos para el positivismo de las Los conceptos mecanicistas en torno a las causas del delito suponen una causalidad democracias sociales, sus premisas emanan de errores fundamentales. "inmediata. Sin embargo, las personas necesitan tiempo para evaluar sus problemas, y No hay nada que pruebe que la privacin absoluta (por ejemplo, desempleo, aums tiempo an para construir soluciones alternativas. El desempleo de hoy no guarda sencia de educacin, vivienda deficiente, etc.) conduzca automticamente al delito. La ninguna relacin con el delito que se cometer maana o pasado maana. Las subculturas criminologa realista recurre a la privacin relativa en ciertas condiciones como la prinjuveniles, por ejemplo, construyen y desarrollan evaluaciones de su situacin, las cuacipal causa del delito, es decir, cuando las personas sufren alguna forma de desigualdad les no pueden florecer sino hasta aos despus de que se gest el problema inicial de en la asignacin de recursos y recurren a medios individualistas para corregir esa situadesempleo. De igual manera, el desarrollo de una economa oculta, incluidas las activicin. En este caso, se trata de una reaccin a la experiencia de la injusticia, la cual, dades ilegales, requiere tiempo para realizarse. As, al correlacionar el delito y el desaunada a la "solucin" individualista, puede ocurrir en diferentes sectores de la socieempleo en un punto del tiempo se corre el riesgo de omitir el dato de que la evaluacin dad: al igual que el delito, injusticia e individualismo no constituyen un monopolio de y construccin de empresas de los humanos requiere tiempo para desarrollarse. los pobres. Tales respuestas individualistas del tipo "cada cual para s mismo" se perciPor ltimo, respecto a la constitucin humana en relacin con el delito, el realismo ben con ms frecuencia en determinados periodos: es la tica ascendente que prevalece no niega las correlaciones entre biologa y transgresin, ya sea que impliquen conforen la Inglaterra moderna, con sus crecientes tasas de delincuencia, y particularmente en macin corporal, sistemas hormonales, complexin o edad. Al rechazar el reduccioEstados Unidos de Amrica, pas que posee, con mucho, los niveles de delincuencia nisme biolgico, el idealismo de izquierda y la teora de las etiquetas prefieren ahorrarse ms altos entre los pases industrializados. quebraderos de cabeza negando la biologa misma. Es indudable que las personas granLa idea de que ciertas condiciones sociales conducen al delito se asocia con el condes y fuertes son ms capaces de recurrir a la violencia que las personas de complexiocepto del determinismo total. Afirmar que la pobreza actual es una incubadora lel nes dbiles, que las hormonas masculinas guardan una estrecha correlacin con la delito no es lo mismo que afirmar que todos los pobres son delincuentes. Por el conviolencia, que los hombres musculosos representan una amenaza mayor que las persotrario, la mayor parte de las personas pobres son perfectamente honestas, mientras que nas obesas o de condicin fsica deficiente. Despus de todo, a nadie se le ocurrira muchos ricos cometen delitos. Ms bien, significa que las tasas de delincuencia :ron cruzar la calle por la noche para evitar encontrarse con una ancianita. As, el realismo ms altas en determinados sectores de la sociedad en ciertas condiciones. El delito, postula que las causas de la violencia patriarcal contra las mujeres o el machismo de los 1 como cualquier otra forma de conducta, requiere que se tomen decisiones morales en jvenes pertenecientes a las clases obreras ms bajas tienen como raz determinadas si1 determinadas circunstancias restrictivas. En cualquier caso, no se trata de una decisin tuaciones sociales, no la biologa, y que la capacidad fsica para cometer delitos no es ms i fatal. Se explica as que la tica del individualismo afecte la moral pblica y la inciden-- que una variable entre muchas. I
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El problema de la especificidad. Por lo general, la criminologa positivista se afana en formular generalizaciones independientes de la cultura y el entorno social. Desde luego, el desempleo puede producir delitos, y todos sabemos que la recesin econmica ha contribuido al incremento en el consumo de herona entre los jvenes. Sin embargo, resulta absurdo establecer una relacin de tipo mecanicista entre condiciones objetivas y conducta humana. La reflexin y la conciencia humanas no generan relacior.es lineales simples entre los niveles de desempleo y el delito o la desigualdad y la violencia, por ejemplo. Cuando se detecta este tipo de relaciones lineales, lo ms probable es que se trate de un artefacto de los mtodos de medicin y no de una reflexin en torno a la realidad misma. Las tendencias en una direccin particular dentro de una cultura especfica son otra cosa; pero las relaciones lineales divorciadas del significado humano y de la situacin social constituyen una quimera positivista. Para el realismo, resulta esencial que las condiciones objetivas se interpreten a la luz de grupos subculturales especficos, pues tal es la naturaleza de la experiencia humana y de la accin social. Las generalizaciones son vlidas, pero slo si incorporan condiciones culturales y contextos sociales especficos, pues el realismo se interesa por las realidades vivas. Le preocupa el problema material que experimentan determinados grupos de personas, de acuerdo con los importantes ejes sociales de edad, clase, gnero y etnicidad, junto con el aspecto espacial propio de cada localidad (DeKeseredy, 1997). Son estos parmetros estructurales los que dan origen a las subculturas, las cuales constituyen mecanismos de resolucin a los que se recurre de manera constante cada vez que determinados grupos intentan resolver los problemas estructurales que se les imponen. El delito es una forma de adaptacin subcultural que ocurre cuando las circunstancias materiales bloquean las aspiraciones culturales y cuando las opciones no delictivas de que se dispone resultan poco atractivas o simplemente no existen. El efecto del delito. Los realistas tambin critican la supuesta separacin entre el temor al delito y el riesgo del delito que conforma una de las bases in s importantes de los conceptos convencionales en torno a la transgresin. Muchas de las "irracionalidades" ms brillantes se centran en derredor del marcado temor al delito por parte de las mujeres y de los ancianos, pese a los bajos niveles de riesgo. Siempre se contrasta lo anterior con el bajo temor al delito que manifiestan los varones jvenes, aun cuando sean stos los que, supuestamente, presentan las tasas de riesgo ms altas de todos los grupos sociales. Los realistas denuncian el error fundamental que supone el creer que se puede proporcionar una respuesta fcil a lo que debe entenderse por un nivel "racional" de temor al delito. El mtodo realista no consiste en abordar el riesgo del delito en trminos generales, ya que las tasas globales pierden objetividad cuando se incorporan grupos de riesgo muy bajo a grupos con riesgos muy altos. Ms bien, el mtodo de los realistas consiste en delinear la forma en que el delito se concentra en ciertas reas geogrficas y en ciertos grupos dentro de esas reas, por ejemplo, ms negros que blancos y ms pobres que ricos. Los sectores ms vulnerables de nuestra sociedad son los que presen-
tan los riesgos de delito ms altos. Empero, el efecto que ejerce el delito sobre estos grupos es ms significativo debido a que carecen de dinero y recursos. Por aadidura, las personas que sufren ms profundamente los efectos de la transgresin tienden a ser las que ms resienten las consecuencias de otros problemas sociales (por ejemplo, enferfemedades fsicas y mentales, condiciones de vivienda deficientes, etc.). As, el efecto del J ,- `delito se combina con otros problemas. . Si hemos de dilucidar la relacin entre la angustia causada por el delito y el riesgo el delito debemos, pues, sustituir las tasas de efectos por las tasas de riesgo. Debemos .IIservar asimismo que los sectores supuestamente `!irracionales" de la comunidad paden delitos que son "invisibles" para todos excepto para los mtodos de sondeo ms rotundos. En tal sentido, los delitos sexuales, la violencia domstica y el hostigamiento :tic mujeres son los mejores ejemplos, ya que generan niveles de riesgo y efectos mucho pls altos de los que suelen indicar las cifras oficiales (Mooney, 1993). Debemos dar abida al dato de que, supuestamente, los grupos de riesgo bajo como las mujeres y los cianos constituyen en parte una funcin de su propio nivel de tcticas precautorias. abra preguntarnos, por ejemplo, cul sera la tasa de delitos contra mujeres si stas ctuaran como los varones en sus estrategias para evitar la victimacin. Por ltimo, se ..eben analizar los diferentes niveles de tolerancia respecto a delitos corno la violencia. '1, 41Por qu no habran de mostrar las mujeres una mayor intolerancia a la violencia que os hombres y, por ende, un nivel ms alto de inquietud? No es el bajo nivel de temor al delito que manifiestan los varones jvenes un mero producto de sus valores machistas? (Young, 1988). Sin embargo, las actitudes frente al delito constituyen algo ms que una funcin de la experiencia del mismo, ya que para algunos subgrupos el temor al delito representa, en parte, un desplazamiento de otras formas de inquietud social (por ejemplo, desempleo, racismo, intranauilidad frente a la soledad del entorno). En realidad, la angustia causada por el delito es un aspecto de una posicin subcultural particular que comprende diferentes grados de tolerancia al desorden social, as como una serie de angustias sociales, de las cuales el riesgo del delito es slo un factor. Por tanto, el "temor" al delito no es ni una entidad autnoma ni un simple reflejo de las tasas de riesgo. Lo cierto, empero, es que la rnejoe forma de reducir el temor al delito es reducir la incidencia del cielito. ti:. 0 n la i tti iiid: a intie xisbi, i frente al delito significa inflexibilidad peral
Debemos desechar la consigna de que "nada funciona", el lema preferido de la dcada de' 1 9 80; nuestro problema es que no sabemos a ciencia cierta qu funciona, para cules delitos y respecto a cules transgresores. Este problema se manifiesta en los planos tanto hermenutico como de seguimiento. Debemos dejar de preguntarnos qu es lo que funciona y comenzar a estudiar la forma en que funcionan las cosas. Cuando se hayan ordenado intervenciones basadas en un anlisis racional y no en conceptos regidos por el sentido comn, se impondrn lmites al torrente de proyectos mal implanta-
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dos cuyo principal tema es la autocomplacencia. Si al menos una dcima parte de los proyectos que se presentan como exitosos hubieran rendido los frutos que proclaman sus artfices, habramos ya resuelto el "problema" del delito. Una parte importante de nuestro problema es que el nmero de intervenciones implantadas de manera cientfica para el control del delito es extremadamente reducido. Respecto a dichas intervenciones, no podemos menos que observar cierta ingenuidad. Los legisladores esperan que, una vez promulgadas, las leyes se aplicarn de forma satisfactoria y que, una vez aplicadas de este modo, los objetivos planteados se alear zarn por s solos. Prcticas policiales tenidas por sacrosantas, como las detenciones y los cateos en gran escala, se mantienen con toda su costosa arbitrariedad, pese a que las investigaciones han demostrado que los beneficios de tales prcticas son mnimos y que la indignacin resultante de acosar a personas inocentes no slo es estril, sino tambin contraproducente (Young, 1994). Como sealamos, el problema ms significativo es una ingenuidad enraizada en el sentido comn acerca de la naturaleza del delito. No hay razn para suponer que la intervencin exitosa en el mundo social sea ms fcil que en el mundo natural. No obstante, las intervenciones cientficas en el universo fsico resultan de todo un acervo de experimentos y comprobaciones, mientras que los productos reales, llmese puente, aeroplano o automvil, representan una funcin de incesantes actividades de investigacin y desarrollo. No se debe al sentido comn la construccin del transbordador espacial; por qu hemos de permitir que el sentido comn rija las in tervenciones en los mucho ms complicados sistemas de la realidad social? Es tal asociacin entre lo simple y lo social la que corrompe la naturaleza de las intervenciones del sistema penal e impide un seguimiento adecuado de los efectos. Por aadidura, resulta fcil suponer una relacin lineal simple entre el nmero de intervenciones y la magnitud de los efectos; por ejemplo, ms policas igual a menos delitos, o a mayor severidad en el castigo, mejores efectos disuasivos. Es necesario guardar conciencia de la merma que significa cualquier intervencin, as como las diferencias entre lo "demasiado y lo "demasiado poco". Por ejemplo, el saturar de policas un rea como Brixton podra provocar un amotinamiento y producir estadsticas de delincuencia superiores o iguales a las que se obtendran si no se asignaran fuerzas policiales en dicho barrio. Es necesario, pues, determinar con exactitud las circunstancias que favorecen una intervencin policial efectiva. Ello exige que se sometan a examen los mtodos mas funcionales y, lo que es ms importante, detectar los mecanismos causales que den lugar a una presencia policial efectiva (y tambin infructuosa) (Sayer, 1984). Dicho anlisis revelara la inutilidad de extraer generalizaciones a partir de la combinacin actual de elementos efectivos, insuficientes y francamente contraproducentes en el sistema de justicia penal. Algunas cosas funcionan, otras no funcionan; otras, en fin, podran surtir efecto en ciertas situaciones, mas no en la totalidad de stas. Ello no significa que ese sistema represente, o pueda representar, el modo dominante en el control del delito: ninguna reforma o cambio bastara p ara que as fuese. Lo cierto es que la contribucin actual del sistema de justicia penal podra enriquecerse, aun cuando ello requiera un nivel ms concienzudo de diseo y inonitoreo. investigacin, dise
o, evaluacin: todos estos procesos adquieren un sentido propio, en especial si tomamos en consideracin la inmensa cantidad de recursos que se canalizan al funcionamiento de la justicia penal. Empero, un anlisis vigoroso debe acompaarse de la decisin de modificar las prcticas y cambiar el curso de las cosas cuando se demuestre que algo simplemente no funciona. El adoptar una posicin intransigente con el delito debe -incluir una posicin igualmente inflexible respecto al sistema de justicia penal. Para el realismo, el control delictivo exige que se realicen intervenciones en todos los nlveles: en las causas sociales de la transgresin, en el control social que ejerce la comunidad y las instituciones formales y en la situacin de la vctima. Las causas sociales deben ocupar un lugar prioritario. Por su parte, las instituciones formales, como la polica, ' dIsempean un papel decisivo, aun cuando se haya exagerado su importancia. El principal baluarte en la lucha contra el delito no es tanto la publicitada "tenue lnea azul", ietez 'Cuanto los ladrillos y la argamasa de la sociedad civil. Para crear una sociedad msin `grada y menos criminognica se necesitan empleos estables y bien remunerados, vivn '.das de las que sus moradores puedan enorgullecerse, servicios comunitarios que brinden la sentimiento de cohesin y pertenencia, y una reduccin sustancial en las desigualda,Zdes en que abunda la distribucin del ingreso.
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Estrategias realistas: beneficios de corto plazo, transformacin ?r1 el largo plazo El realismo busca tanto una intervencin inmediata como una transformacin fundamental en el largo plazo. Se trata, en primer lugar, de una disciplina radical que se opone a una criminologa oficial empeada en impedir el cambio y para la que el delito no es ms que una espina clavada en el sistema social, que puede extraerse por medios dispersos, menudos y desconectados entre s. Sin embargo, sus crticas se dirigen wat1. bin contra ese radicalismo que, imbuido de la idea de que nada puede hacerse si no es hadiante transformaciones fundamentales, se centra de manera defensiva en las desigualdades del sistema de justicia penal, merced a es npaas cuya proclama es "todo o nada". Debido a la importancia de estas actividades, es necesario incorporarse plenamente al debate en torno a la ley y el orden a fin de proponer polticas inmediatas que contrarresten el efecto del delito y del desorden sob r e amplios sectores de la poblacin (Scharf, 1 r. 1990. Hansson, 1995). Aunque esto requiere la reforma del sistema de justicia penal en trminos de objetivos y efectividad, conviene sealar que las intervenciones inmediatas que se diriati a realizar mejoras sociales pueden surtir efectos igualmente considerables. il Tales reformas inmediatas no pueden visualizarse de manera separada del probleI ,i largo plazo (Cohen, 1990). En verdad, esas medidas mejoran marimco del cambio social de I de la comunidad, generando as nuevas capacidades para el cambio. Sin embargo, pueden resultar infructuosas si no se controlan en la direccin de los objetivos t de largo plazo relacionados con la justicia social (Matthews, 1988; Lowman, 1992; / Loader, 1997), pues el delito no es sino la justicia social descarriada. Su solucin no es i : el orden divorciado de la justicia, sino un orden dimanado de una sociedad justa. Vivi1
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mos una era en la que cada vez se ensancha ms la brecha entre quienes poseen un empleo seguro y quienes no tienen ninguna seguridad para el futuro, un abismo entre los que trabajan y los desempleados estructurales; muy atrs quedaron los das de las sociedades incluyentes caracterizadas por el pleno empleo y la confianza en el desarrollo personal. La carrera meritocrtica en la que, supuestamente, todos participaban en pos de los premios adecuados al esfuerzo de cada cual empieza a perfilarse como lo que, en realidad, siempre ha sido: un sueo. Las pistas donde se verificaba esa carrera se reservan slo a los rpidos y a los lentos, con una significativa proporcin de la poblacin desems peando el papel de espectadores (los perdedores) en eterna contemplacin de los press mios conferidos a los exitosos (los ganadores). La pobreza relativa prolifera por doq acompaada por una precariedad e inseguridad materiales crecientes. Adase a lo anterior una de las emanaciones de los valores del libre mercado el in'dividualismo--, y tendremos una sociedad criminognica y autodestructiva. El delito se ha convertida en una norma de la vida, y la incivilidad en uno de los elementos de la vida cotidiana Estos problemas se tornan ms acuciantes an para las personas que no gozan de uni:-, ciudadana plena, si bien se les padece en todos los sectores de la sociedad, en especia iQ dentro la familia, piedra angular de la democracia liberal. As, el motor del desordeas::t radica en las desigualdades generadas por los mritos y las recompensas el corazn mismo del sistema, as como en los valores del individualismo, los cuales destruyen la aceptacin del statu quo necesaria para el funcionamiento de ste. La criminologa oficial evita aludir a la injusticia social: su primera respuesta es actuarial; la segunda, nostlgica. De manera casi inmediata, se observa una criminologa comprometida con la administracin del riesgo (Feeley y Simon, 1994; Van Swaaningen, 1997; Young, 1998). Trtase de un actuarismo por el que los delincuentes calculadores se enfrentan a un pblico que tambin ha aprendido a calcular; el generador del riesgo encuentra al que corre riesgos, sin que intervenga all ua elemento de justicia o, al menos, de juicio moral. Cuando el delito se convierte en un elemento normal de la vida diaria y cuando se torna necesaria la administracin eficiente de una poblacin carcelaria cada vez ms abundante, la tarea del criminlogo administrativo consiste en disear barreras, evaluar las actividades de seguimiento y calculas la posibilidad de perturbaciones; en suma, la proteccin de la propiedad, el espacio pblico y la administracin de las crceles. Surge as una floreciente industria de la evaluacin, gran parte de la cual carece de valor cientfico, siendo unos cuantos los que se preguntan a q u conduce mantener un sistema que opera sobre bases tan endebles. La criminologa oficial se inspira en el irreflexivo orden de los tericos del control, para quienes los valores bsicos son instilados a la persona desde la infancia y la moral es una cosa que "no puede ensearse" (Hirschi y Gottfredson, 1995). Su propsito es reinstituir a la familia fuerte (ella misma una incubadora de violencia y delito) en la que la autoridad no puede cuestionarse, para luego construir una comunidad que prefiere el orden y la certeza sobre la justicia y la igualdad (Etzioni, 1993). Pero son stas causas perdidas, pobres intentos de contener, nostalgia de por medio, los vertiginosos cambios por los que atraviesa el mundo en que nos encontramos. Desde luego, esa nostalgia tiene sus atractivos para los polticos
tanto de izquierda como de derecha (en realidad, su quehacer poltico se torna cada da ms indistinto); pero lo cierto es que no hay retorno. Pues, para decirlo a la evocadora manera de Marshall Berman, "nuestro pasado, sea como fuere, era un pasado en proceso de desintegracin; quisiramos tomarlo, pero se muestra esquivo; desearamos tener algo slido para asirnos, pero slo para descubrir que abrazamos fantasmas" (1983, p. 333). Cualquier realismo digno de ese nombre debe mantenerse al tanto de los acelerados cambios que nos impone la modernidad tarda (Hofman, 1993; Lippens, 1994). Debemos defender el derecho al trabajo, mas no engaarnos pensando que los empleos de hoy ofrecern la seguridad casi vitalicia que brindaba el trabajo de antao. Debemos pugnar por el apoyo a la crianza de los nios, sin olvidar que la familia nuclear del pasado representa hoy una opcin poco viable. Debemos construir comunidades slidas, sin esperar que renan las caractersticas de las telenovelas que se ven con avidez en los medios domsticos. Si nuestro deseo es construir una democracia social para este siglo, debemos utilizar nuevos materiales. Aun cuando el trabajo, la familia y la comunidad se transformen, la demanda de ciudadana y justicia ser cada vez ms intensa. Es slo en esta direccin como podremos implantar un programa realista mediante el cual se abata la delincuencia y se adopte un orden social que acte en beneficio de las mayoras.
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Paradigmas recientes de la criminologia 63 damentaimente el orden econmico y judicial, entonces la coercin y la disciplina son las nicas op c iones para preservar el orden. Pero esto no siempre funciona: las polticas coercitivas tienden a incrementar la violacin de la ley, en vez del efecto contrario. Queda a este razonamiento la virtud de ser lgica desde el punto de vista conservador. Por su parte, los recientes criminlogos administrativos confan en que la proteccin de las casas, mejores mtodos de vigilancia y una seguridad ms estrecha mantenga las cosas en su sitio sin necesidad de recurrir a cambios significativos. Las polticas de "normalizacin del crimen" tienen como objetivo tranquilizar a la poblacin; la implantacin de protecciones en las casas brindp. seguridad. Sin embargo, sean cuales fueren los beneficios reales que pueden obtenerse a partir de la prevencin situacional del delito, siempre habr o..: lmites. Existe un punto en el que los costos y la violacin de la libertad para tomar medidas de proteccin pueden tornarse contraproducentes. Para los idealistas de izquierda nada puede lograrse fuera del cambio poltico radi...:, ell. Esta perspectiva de espera de una utopa remota y distante no puede consolar a .11- nadie ante los problemas reales que los sectores ms vulnerables de la poblacin tienen 4 .-- - f ue enfrentar da con da. El realismo de izquierda admite la posibilidad de alcanzar beneficios, pero stos deben formar parte de una estrategia coordinada que comprenda a varios agentes. Para detener los aumentos en la criminalidad, las intervenciones ' tienen que realizarse en los niveles familiar, laboral, juvenil, habitacional, policiaco, ...:.: etc., con la participacin de las autoridades locales, la polica, los grupos voluntarios, . las autoridades educativas y otros (Lea et al., 1988). Tal coordinacin debe poseer una naturaleza democrtica, as como ii voluntad de corregir la distribucin de recursos A.. econmicos y las decisiones judiciales. La crisis etiolgica no se resuelve aportando fondos o mejorando las condiciones, sino mediante una distribucin equitativa de los recursos como parte de una prctica justa. Dicha poltica de reforma requiere coordinacin, un mtodo democrtico que comprende a varios agentes y un seguimiento minucioso. Las fuentes del delito slo podrn suprimirse en una sociedad donde imperen la justicia y la legalidad.
de otras filiaciones. La diferencia es que estos ltimos no quieren o no pueden creer en la posibilidad de tal intervencin. La comunidad ha aprendido que los factores de su vida e historia que ms influencia tienen en las tasas de criminalidad son el compromiso con la libertad, la prosperidad general, la forma de educar a los nios, los valores populares, y que son precisamente los factores ms difciles de cambiar o cuyo cambio implica mayor riesgo. En cierto sentido, los crticos radicales de la sociedad estadounidense tienen razn: si se desea atacar de raz el problema de la delincuencia, es necesario promover cambios fundamentales en la sociedad. Pero tienen razn slo en este sentido, pues lo que proponen instalar en lugar de las instituciones actuales, si es que son capaces de proponer algo ms que la retrica del resentimiento, probablemente han, aorar los tiempos en que la criminalidad era ms alta, pero las libertades se mantenan intactas." El delito est ntimamente ligado a la estructura social. Si se desea seriamente eliminar o reducir significativamente su incidencia, debe modificarse el sistema social. Sin embargo, el precio que se debe pagar puede resultar demasiado alto para siquiera imaginarlo. Por tanto, se propone la reconstruccin de la sociedad. Sera ideal que las instituciones polticas fuesen examinadas y renovadas hasta conformarlas de acuerdo con un propsito moral comn, pero hay que confesar que no se ven posibilidades de que esto se realice. Parece que lo ms razonable que se puede hacer es fracasar juntos para lograr un modus vivendi que produzca las menores incomodidades y delitos posibles, al costo social ms bajo para todos." Dos autores: un estadounidense derechista que se pronuncia en los aos ochenta y un socialista britnico que escribe en la dcada de 1950, ambos en un extrao acuerdo que traspone las barreras de raza, las polticas y del tiempo sostienen que si se desean modificar profundamente las tasas de criminalidad, entonces hay que modificar profundamente la sociedad. Al final, los barmetros morales se vern ms fcilmente afectados por los cambios en el entorno poltico. Algunos se resisten con firmeza al cambio; otros lo desean, aun cuando en su fuero interno reconozcan su imposibilidad rea'. El delito implica a la poltica. Ello es as porque es sta la que crea las condiciones sociales que generan el delito, el grado en que el sistema penal es igualitario y la definicin de lo que ha de considerarse como delito, para luego establecer la gravedad que se dar a una transgresin en comparacin con otras. Cada cual a su manera, todos los criminlogos reconocen esto. En lo fundamental, Wilson afirma que si se desea disfrutar de los beneficios del capitalismo estadounidense, el precio que se deber pagar es cierto nivel (no:malmente alto) de delincuencia. Pocos conservadores ingleses tendran las agallas para escribir algo as. Pero se ha de admitir que el autor estadounidense tiene razn, aun cuando los beneficios de una cultura sustentada en la libre empresa sean matera de debate. Wilson procede luego a explicar una serie de medidas, las cuales trascenderan la mera esfera penal, a fin de construir una apologa del orden imperante. En cierto sentido, tiene razn una vez ms desde su perspectiva conservadora: si no se desea reformar fun39 J. Q. W ILSON, 1985, op. cit., pp. 250-251. " J. B. HAYS, op. cit., pp. 206-207.
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del delito es Law and Order: Arguments for Socialism, de lan Taylor (Londres, Macmillan, 1981). Entre los autores estadounidenses que adoptan un enfoque realista se cuentan W. DeKeseredy y M. Schwartz, con su obra Contemporary Criminology (Wadsworth, Belmont, Cal., 1996), mientras que merece mencin un texto australiano con una buena seccin dedicada al realismo: Crime and Criminology, de R. White y F. Haines (Oxford University Press, Melbourne, 1996). La edicin especial de Contemporary Crises, vol. II (1987) contiene importantes ensayos; el debate internacional se resume en los dos tomos editados por Roger Matthews y Jock Young, Rethinking Criminology and Issues in Realist Criminology (Sage, Londres, 1992), complementado por la obra de los canadienses J. Lowman y B. MacLean, Realist Criminology, University of Toronto Press, Toronto. Uno de los mejores ejemplos de sondeos locales es Islington Crime Survey, de T. Joncs, B. MacLean y J. Young (Gower, Aldershot, 1986), junto con las investigaciones en torno a casos de Blgica, Burt en Criminaliteit (Vanden Broele, Brujas, 1992), de P. Hebberecht y H. Hofman. Entre los sondeos especializados ms recientes vale la pena mencionar J. Mooney, The Hidden Figure: Domestic Violente in North London, Centre for Criminology, Middlesex, 1993, y E Pearce, Comercial and Conventional Crime, Centre for Criminology, 1993. Por ltimo, un texto comparativo til en torno a la criminologa crtica es el de B. MacLean y D. Milanovic, Thinking Critically About Crime (Collective Press, Vancouver, 1997), junto con una compilacin de ensayos que sitan el realismo en el con exto terico del movimiento de la modernidad tarda, la cual se titula The New Crirninology Revisited, de P. Walton y J. Young (Macmillan, Londres, 1997).
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