CONGRESO Johnnny Calle 2023
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La presente ponencia tiene el objetivo de compartir algunas “ideas y experiencias” que aportan
a la intervención psicoterapéutica de la violencia de género como un grave problema social que
tiene una afectación directa en la salud de las víctimas.
Mas bien se trata de plantear ¿cómo podemos entender y ayudar a las mujeres que viven
situaciones de violencia de género y se encuentran en las primeras etapas de toma de
consciencia de su situación.
¿Ayudar a alguien a tomar consciencia de qué? ¿de que está siendo golpeada, vejada, herida o
humillada? ¿acaso no se da cuenta?
CONTEXTO BOLIVIANO
Mandatos de género
• Forma parte de las circunstancias invisibles y «normales» que atrapan a las mujeres en relaciones de
violencia sin tener conciencia de ello, o lo que se denomina “mandatos de género de la identidad femenina”.
• En nuestra sociedad, la forma de ser y de sentirse mujer viene determinada por un estereotipo de
«feminidad» tradicional que, entre otros rasgos que la definen, incluye todo lo relacionado con lo emocional,
con las relaciones interpersonales, con el afecto, los cuidados, el apego, y no solo con la creación de estos
vínculos sino con la responsabilidad en su mantenimiento. Así, lo emocional queda sobredimensionado para
las mujeres, del mismo modo que el impacto ante las pérdidas amorosas y la dependencia de los objetos de
amor.
• Es innegable «la importancia crucial, vertebral, que adquieren las relaciones humanas, los vínculos de gran
intimidad y permanencia en el tiempo, en la organización de la identidad femenina. Por ello se sienten
fracasadas como seres humanos ante las rupturas amorosas o las pérdidas (Dio Bleichmar, 1991).
TÍTULO (Anotar el título o subtítulo)
Dicho esto, es importante considerar algunos aspectos importantes la hora de realizar psicoterapia con víctimas
de violencia. Por ejemplo:
• Entender los factores que impulsan o inhiben a las víctimas a romper el ciclo de la violencia;
• Comprender la psicología de las víctimas y sus paradojas que las hacen comportarse de formas “erráticas” y
“difíciles” contradiciendo la lógica esperable en una situación de violencia
• Qué pasa con el sexo de los/las psicoterapeutas, ser terapeuta varón o mujer ¿contribuye o restringe la
terapia?;
• Cuando las víctimas se muestran desde un absoluto sometimiento a la psicoterapia, o en el otro extremo,
simplemente desautorizan la psicoterapia, indicando que será inútil que “vienen por obligación”,
Son aspectos por demás importantes a considerar a la hora de intervenir desde la psicología.
SEXO DEL TERAPEUTA
De acuerdo a las percepciones sociales, existe consenso sobre el hecho de que una mujer, por el hecho de serlo,
puede entender mejor a la víctima de violencia. También se da por supuesto, que las mujeres por el grado de
socialización, tendrían mayor capacidad de escuchar, elaborar y tener empatía con las de violencia y que los
hombres no han sido socializados para ello.
De acuerdo a algunos estudios (Dio Bleichmar, 2014), la variable sexo del terapeuta no se correlaciona con un
mejor o peor pronóstico en el resultado de la intervención, sino mas bien una condición a la que se ha
denominado “perspectiva de género” que abarcaría aspectos formativos, subjetivos, afectos e integración de las
y los profesionales, lo que lleva a reflexionar sobre el grado en el que el «sexo del terapeuta» influye en la
«perspectiva de género».
La experiencia con pacientes nos enseña que no solo las mujeres pueden entender y empatizar con los
pacientes, tanto los y las terapeutas ejercen un magnifico trabajo con las víctimas, e incluso ambos sexos
pueden cometer fallos y realizar intervenciones iatrogénicas.
SEXO DEL TERAPEUTA
Algunos factores propios de malas prácticas para el tratamiento con mujeres víctimas de violencia:
• No acogerla adecuadamente
• No estar formado en las consecuencias que provoca la violencia de género.
• No evaluar correctamente y/o aplicar modelos terapéuticos generales, sin tener en cuenta la singularidad del problema.
• Exceso de empatía que provoca que el profesional se angustie tanto que minimice, no reconozca, niegue, deforme las
experiencias que relata la víctima.
• Falta de empatía que le lleve a pedir detalles y detalles de la violencia sufrida, provocando retraumatización.
• Dificultad para manejar situaciones de alta activación emocional.
• Trabajar desde una perspectiva de género anteponiendo la ideología a la conexión subjetiva y emocional (vínculo con mujer
maltratada.
• No favorecer la independencia y autonomía o promoverla tanto que no se contengan las conductas impulsivas.
• Considerarles víctimas y que continúen en esa posición más de lo necesario.
• No tener en cuenta su situación personal, social, familiar.
SEXO DEL TERAPEUTA
Estos factores no tienen nada que ver con ser terapeuta mujer o varón, sin embargo no podemos negar que, al
menos al comienzo, podríamos encontrarnos con algunas dificultades específicas en el encuentro entre un
terapeuta varón y una mujer víctima de violencia de género.
La dificultad más evidente para una mujer víctima de violencia es establecer un vínculo de confianza con otro
varón. Este primer encuentro puede generar angustia o incluso temor en mujeres gravemente traumatizas o que
no hayan conocido relaciones donde el varón cumpla un rol de cuidado, protección o cualquier forma relacional
saludable.
EL VINCULO ENTRE TERAPEUTA Y VÍCTIMA DE VIOLENCIA
Al inicio del proceso terapéutico, el vínculo entre ambos es la base para asegurar el curso del tratamiento. Las
personas que han estado sometidas a relaciones abusivas reaccionan de diversas maneras, pues es complicado
generar una relación de confianza cuando uno viene de ser dañado por quien se supone tenía que querer,
respetar y cuidar.
Tomar en cuenta que en las victimas, el miedo es el eje de su existencia, por cuanto desde la primera entrevista
se debe evaluar este miedo y desconfianza que le genera este proceso para que no afecte la ayuda terapéutica.
La relación con la víctima, debe lograr que la paciente confíe y se sienta segura con su terapeuta, que pueda
percibirla como alguien con motivaciones claras y benignas con quien establecer una relación de confianza, cosa
que comprenda que su terapeuta no va ser malintencionada. Crear un vínculo seguro implica que la terapeuta
se alinee con sus estados psicológicos, temores, alegrías, y otros estados emocionales.
RECHAZO MANIFIESTO AL VINCULO
Se dan casos en que la paciente, en la primera entrevista, nos desautoriza (descalifica), se expresa con frases
tipo:
- «no va a servir para nada»
- «que está aquí solo porque le han mandado otros técnicos que intervienen con ella»,
- «que le parece que es una pérdida de tiempo»,
- «que a ella nadie la puede ayudar», etc.
En estos casos es importante preguntarnos, ¿qué significo yo como profesional para esta mujer?, ¿qué miedos le
genera la terapia?, ¿siente vergüenza?, ¿qué necesidad y qué motivación le lleva a sabotear una relación de
ayuda? En función de ellas, reconducir la relación; caso contrario, el riesgo es que las sesiones se conviertan en
una sucesión de descalificaciones hacia la terapeuta y de descarga de afectos negativos sin posibilidad de
elaboración alguna.
RECHAZO MANIFIESTO AL VINCULO
Es conveniente explicar que es normal sentirse así, que debemos de darnos tiempo para poder comprendernos.
Si esto no se resuelve adecuadamente, corremos el riesgo de que en las sucesivas sesiones puede generarse en
el/la terapeuta ideas y sentimientos que obstaculizan la terapia: frustración, enfado, incompetencia, rechazo,
deseo de abandonar ese tratamiento, etc.; contagiándonos y saturándonos de afectos negativos de la paciente
sin poder ayudar adecuadamente.
Es importante enfatizar la necesidad de autocontrol como forma de no retroalimentar los afectos negativos que
las consumen, y animarlas a crear la posibilidad de contener el miedo que les impide crear un vínculo que
permita la cura de sus heridas.
ADEHERENCIA AL VÍNCULO
Otro estilo de relación terapéutica que dificulta el inicio del trabajo es que la paciente se presenta en una
posición de absoluto sometimiento, es como si el miedo y la extrema necesidad de protección conllevara a
borrar cualquier vestigio de sí misma.
En estos casos debemos invitarla a modular la información que nos da, decirle que tenemos tiempo, expresar la
conveniencia de hablar despacio de lo que le daña, que a veces cuando uno habla del daño con demasiada
premura le perjudica, aun así, reafirmarle en que ella decide lo que quiere contar; explicar claramente que tiene
derecho a discrepar, animarla a no hablar de lo que no desee, siempre con extremo cuidado para no activar
sentimientos de humillación, inadecuación y rechazo que vivió anteriormente.
PROCESO DE TRATAMIENTO
• Que la mujer pase de ser víctima a ser superviviente, habiendo aumentado su confianza para afrontar
cualquier adversidad que le pudiera sobrevenir.
• Poder manejar tanto los afectos positivos como los negativos.
• Reestructurarla cognitivamente poniendo en cuestión con ella los estereotipos, mandatos de género y
creencias machistas.
• Haber instalado en su psiquismo funciones de señalización de sus estados mentales subjetivos que le
permitan conseguir una plena autonomía individual y social y no regrese jamás a relaciones de
dominación/sumisión.
• Reconstruir su memoria traumática tanto en la mente como en el cuerpo, construyendo una imagen corporal
sana, cuidada y un cuerpo reconocido, integrado y bien nutrido.
• Ser capaz de experimentar placer y no volver simplemente al estado previo al acontecimiento traumático.
• Que haya podido reconstruir una cierta red familiar y social que la apoye y contenga.
FACTORES IMPULSORES DE RUPTURA DEL CICLO DE LA VIOLENCIA
La Organización Panamericana de la Salud plantea que existen factores inhibidores e impulsores de la ruptura
del ciclo de la violencia, los que, a su vez, pueden ser internos o externos (ver Cuadros 1 y 2), OPS/OMS (2000).
CUADRO 1: FACTORES IMPULSORES DE LA RUPTURA DEL CICLO DE LA VIOLENCIA
La Organización Panamericana de la Salud plantea que existen factores inhibidores e impulsores de la ruptura
del ciclo de la violencia, los que, a su vez, pueden ser internos o externos (ver Cuadros 1 y 2), OPS/OMS (2000).
CUADRO 2: FACTORES INHIBIDORES DEL CICLO DE LA VIOLENCIA