Es T 1645541138 Cuento Doris La Loris Ver 2

Doris la loris era una magnífica cuentacuentos.
Cada atardecer, Cam el cuco cantaba para anunciar

Desde historias reales a aventuras, pasando por que la hora del cuento iba a empezar. Criaturas de
historias absurdas e historias de amor, Doris todos los rincones de la selva se acercaban al árbol
siempre tenía una historia para todo el mundo. de Doris y esperaban a que sus palabras hicieran
volar su imaginación.
Una tarde, Pipo el pangolín iba de camino a la —Ya te lo he dicho otras veces: columpiarme
hora del cuento. Vio a Gelo el gibón en lo alto de es la única aventura que necesito —dijo
un árbol. Gelo —. Los cuentos son aburridos.
—¿Por qué no nos acompañas a escuchar un cuento,
Gelo? —preguntó Pipo —. Doris te dejará
boquiabierto con unas aventuras que jamás has
imaginado.
—¡Ya verás como un día cambiarás de

opinión! —dijo Pipo mientras se alejaba.
Doris contó una historia muy —¡Una historia fantástica! —dijo
emocionante sobre un tigre que había Pipo al terminar —. Es una pena
rescatado a su amigo de las aguas que no haya podido convencer a
turbulentas de un río. Gelo para que viniera a
escucharte.
—Nunca deja de columpiarse el rato suficiente

como para escuchar todo el cuento — dijo
Doris —. Si hubiera alguna manera de que le
pudiéramos llevar una historia hasta donde
está…
—¡Qué curioso que digas eso! —graznó Todos regresaron a sus casas, pero una idea estaba
Coco el cálao —. Ojalá pudiera llevarme tomando forma en la cabeza de Doris. Tenía que
tus historias a casa para dormir a mis encontrar la manera de que sus amistades
bebés. ¡Nunca me acuerdo del final! pudieran llevarse sus historias con ellos allá donde
fueran.
A la mañana siguiente, muy Doris trató de hacer marcas en la
temprano, Doris puso en marcha su hoja con barro, pero quedaban muy
plan. Encontró una enorme hoja pringosas.
verde en el sotobosque.
Intentó hacer trazos con un

palo, pero la hoja se
desgarraba.
“¿Y si…?”, pensó Doris.

Entonces Doris vio unas bayas moradas Doris se pasó el resto del día trabajando sin
en el suelo. Una pluma cayó desde un descanso para escribir sus primeros tres
nido y en ese momento supo lo que libros.
tenía que hacer.
Para empezar, escribió un cuento de
aventuras para Gelo. Era sobre un gibón
que batía el récord mundial de columpiarse
en el árbol más alto de la selva.
Después, escribió un cuento rimado sobre Repartió los cuentos y deseó que sus
rinocerontes para los bebés de Coco. destinatarios estuvieran tan emocionados como
ella.
Para acabar, escribió una historia real sobre

el árbol favorito de Pipo: el eucalipto arcoíris.
Al día siguiente, Doris tuvo una visita sorprendente. Justo entonces, Coco pasó volando.
—¡Gracias por tu cuento, Doris! —chilló —.

—Pipo tenía razón —dijo Gelo —. ¡Tus ¡Mis bebés nunca habían dormido
cuentos no son aburridos! Es fantástico tan bien! ¿Tienes más?
poder leerlos sin tener que dejar de
moverme. ¿Tienes más?
Una sonrisa empezó a formarse en los labios de

Doris.
Nadie vio a Doris durante días…
Y entonces, un atardecer, la llamada de Cam
volvió a flotar por la selva.
—¡La hora del cuento! —llamó Pipo mientras corría

hacia el árbol de Doris junto a una multitud de
animales. Se alegró de ver que Gelo también iba
con ellos.
...excepto las luciérnagas, cuya luz ayudaba a

Doris a trabajar toda la noche.
Pero Doris no aparecía por ninguna parte. Allí encontraron a Doris,
En su lugar, había un letrero en la puerta. esperándolos. Y en el árbol junto al
que se sentaba Doris había cientos y
cientos de…
…¡libros!
Cada una de las historias que Doris les
había contado estaba plasmada en
preciosas hojas verdes. ¡Y había
historias nuevas!
—¡Podéis cogerlas prestadas cuando queráis!
—dijo Doris —. Cuando las hayáis terminado,
tan solo tenéis que devolverlas para que otros
puedan leerlas.
Las criaturas estaban entusiasmadas y Doris se convirtió en la primera
la nueva biblioteca de la selva pronto escritora y bibliotecaria de la
estuvo llena de lectores y lectoras de selva. Había encontrado el
topo tipo. ¡Había un libro perfecto para trabajo de sus sueños: dar
cada uno! felicidad a todas sus amistades
todos los días a través de la
magia de leer.

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Doris la loris era una magnífica cuentacuentos.

Cada atardecer, Cam el cuco cantaba para anunciar

—¡Ya verás como un día cambiarás de

—Nunca deja de columpiarse el rato suficiente

Intentó hacer trazos con un

“¿Y si…?”, pensó Doris.

Para acabar, escribió una historia real sobre

—¡Gracias por tu cuento, Doris! —chilló —.

Una sonrisa empezó a formarse en los labios de

—¡La hora del cuento! —llamó Pipo mientras corría

...excepto las luciérnagas, cuya luz ayudaba a

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