Clase - Manejo de la Muerte y el Duelo
Clase - Manejo de la Muerte y el Duelo
Clase - Manejo de la Muerte y el Duelo
EL DUELO
Cuidar en casa a un ser querido agonizante era una experiencia común, como lo es todavía
en algunas comunidades rurales.
Desde el siglo XXI han tenido lugar grandes cambios históricos concernientes a la muerte y
el proceso de morir, sobre todo en los países desarrollados. Los avances de la medicina y
los servicios médicos, los nuevos tratamientos para enfermedades que alguna vez fueron
fatales y una población más educada y consciente de la salud han dado lugar a una
revolución de la mortalidad.
En la actualidad es menos probable que las mujeres mueran en el parto; los infantes tienen
mayores posibilidades de sobrevivir al primer año y es más probable que los niños
alcancen la adultez; los adultos tempranos tienen mayor oportunidad de alcanzar la vejez y
las personas ancianas a menudo pueden superar enfermedades que antes se consideraban
fatales.
Al mirar la muerte a los ojos, poco a poco, día tras día, la gente que
creció en sociedades tradicionales asimiló una verdad importante: morir
es parte de la vida.
La muerte es un capítulo
importante del desarrollo
humano.
El patrón clásico de aflicción incluye tres etapas en que la persona doliente acepta la
dolorosa realidad de la pérdida, de manera gradual rompe el vínculo con la persona muerta
y se readapta a la vida desarrollando nuevos intereses y relaciones:
No hay una sola forma de ver la muerte a cualquier edad; las actitudes
de las personas al respecto reflejan su personalidad y experiencia, así
como lo cerca que creen que están de morir.
Los cambios típicos en las actitudes hacia la muerte a lo largo del ciclo
vital dependen tanto del desarrollo cognoscitivo como del momento
normativo o no normativo del evento.
NIÑEZ
Entre los cinco y siete años, la mayoría de los niños llega a entender que la
muerte es irreversible, que una persona, animal o flor muerta no pueden
regresar a la vida.
Antes de eso, los niños pueden creer que ciertos grupos de personas (como
los profesores, los padres y los niños) no mueren, que una persona lo
bastante lista o afortunada puede evitar la muerte, y que ellos podrán vivir
para siempre. También pueden creer que una persona muerta todavía puede
pensar y sentir.
Las personas que desarrollan enfermedades terminales en sus veinte y treinta tienen que
enfrentar las cuestiones de la muerte y la agonía en una edad en que deberían resolver los
problemas de la adultez temprana como establecer una relación íntima. En lugar de tener una
larga vida de pérdidas como preparación gradual para la pérdida final de la vida, todo su mundo
se derrumba de manera repentina.
En la edad media, la mayoría de los adultos entiende que realmente van a morir. Sus cuerpos les
envían señales de que ya no son tan jóvenes, ágiles y fuertes como alguna vez lo fueron. Piensan
con frecuencia creciente cuántos años más les quedan y en aprovecharlos.
A menudo, sobre todo después de la muerte de ambos padres, adquieren la conciencia de ser la
generación mayor o la siguiente en la línea para morir.
Los adultos de edad media y edad tardía pueden prepararse para la muerte tanto en términos
emocionales como prácticos mediante la elaboración de su testamento, la planificación de sus
funerales o planteando sus deseos a la familia y los amigos.
ADULTOS MAYORES
Pueden experimentar sentimientos encontrados acerca de la perspectiva de morir. Los quebrantos
físicos, además de otros problemas y pérdidas de la vejez, pueden disminuir su gusto por la vida y su
voluntad de vivir.
Algunos adultos mayores, desisten de alcanzar metas no satisfechas. Otros pueden esforzarse más
para aprovechar el tiempo que les queda.
Muchos tratan de prolongar el tiempo restante adoptando estilos de vida más sanos o luchando por la
vida incluso cuando están muy enfermos.
Cuando piensan o hablan acerca de su muerte inminente, algunos adultos mayores expresan temor.
Otros, en especial los religiosos devotos, comparan la muerte con quedarse dormidos, una transición
sencilla e indolora a la otra vida.
PÉRDIDAS SIGNIFICATIVAS
Las pérdidas especialmente difíciles que pueden ocurrir durante la
adultez son la muerte del cónyuge, de un padre y de un hijo.
La muerte de un padre puede hacer que un hijo adulto se sienta libre para
dedicar más tiempo y energía a las relaciones que fueron descuidadas de manera
temporal para satisfacer las demandas del cuidado.
Esta conciencia puede ser una oportunidad de crecimiento que dé lugar a una
perspectiva más madura de la vida y a un mayor aprecio del valor de las
relaciones personales.