Poema de Mío Cid
Poema de Mío Cid
Poema de Mío Cid
Corriente poética de los siglos XIII y XIV constituida por escritores cultos, es decir, por clérigos:
· Emplean la cuaderna vía, estrofa de cuatro versos de catorce sílabas, con una fuerte cesura en mitad del
· Tema: recuperación del honor en un plano social, como vasallo del rey, y como padre injuriado.
· Protagonista: héroe virtuoso: fiel como vasallo de su rey, clemente, hombre familiar.
· Estilo:
a) Versos de diferente medida con rima asonante. En mitad del verso hay una pausa o cesura.
b) Epítetos épicos: “el que en buen hora nació”, “el que en buen hora ciñó la espada”.
c) Cambio de punto de vista narrativo: se pasa del estilo indirecto (3 ª persona) al diálogo.
e) Expresiones juglarescas: reclaman la atención del público: “yo vos diré”, “bien oiréis lo que
dirá”...
La España de don Rodrigo Díaz de
Vivar, Cid campeador(1048-1099)
Se estructura en tres partes: Cantar del destierro, Cantar de las bodas y Cantar de la
afrenta de Corpes. La estructura del poema es lineal y bimembre, ya que la división
tripartita no responde a la acción, sino posiblemente a exigencias temporales de la
representación. En la primera parte todas las acciones del Cid desde su salida del reino
están encaminadas a demostrar la inocencia de la acusación de que ha sido objeto y a
restaurar la posición perdida y recuperar el favor del rey Alfonso VI y su perdón. El Cid lleva
esto a cabo por medio de sus victorias en la guerra, y por su adherencia al derecho
público. El Cid es acusado por sus enemigos y el rey hace recaer sobre él la ira regia, por lo
que es condenado a la deportación. Esta condena conllevaba el destierro del reino para
siempre, la confiscación de los bienes y la pérdida de la patria potestad sobre su mujer e
hijas. Este castigo se denominaba muerte civil porque quien incurría en él perdía todos sus
derechos y privilegios, incluido el derecho de heredar y testar. Rodrigo parte al destierro
pasando por Burgos, donde no puede pernoctar porque el rey lo ha prohibido. Allí se le une
Martín Antolinez que le ayuda y juntos engañan a los judíos para financiar sus primeras
campañas militares. Pasa por el monasterio de Cárdena para despedirse de su mujer e
hijas y les promete formalmente casarlas “por su mano”. Esta promesa es esencial en la
Domingo Valdivieso Henarejos
acepta, por lealtad, pero pide a Alfonso que sea él quien las case. El rey nombra a Minaya como su representante y éste
casa a sus primas en nombre de Alfonso. Muchos vasallos del rey van a Valencia a las bodas que se celebran con gran
pompa. Trascurren un par de años en calma hasta que un día se escapa un león de la jaula. Todos los vasallos del Cid
corren a proteger a su señor, que dormía sin enterarse del peligro, salvo los infantes, que muertos de miedo se esconden.
El Cid despierta y con gran parsimonia conduce al león a su jaula. Cuando pregunta por sus yernos, estos salen de sus
escondites, sucios y mal vestidos y los vasallos se burlan de su cobardía. Los infantes se sienten injuriados y el Cid
prohíbe las chanzas. Poco después, el rey Búcar se presenta con un enorme ejército. El Cid y los suyos se aprestan a librar
la batalla, pero los infantes temen morir por ella. El Cid se entera de su temor y les exime de la lucha, pero ellos,
avergonzados niegan tener miedo y se unen al ejército. Una vez en el campo, sin embargo, huyen despavoridos. La lid
acaba en victoria y cuando todos vuelven contentos del éxito, Minaya informa al Cid de que sus yernos han peleado con
valentía. El Cid acepta alegremente esta noticia falsa, porque sus vasallos no los vieron en el campo de batalla. Los
infantes, felices del error, se muestran muy arrogantes y deciden de una vez por todas y antes de que corran las burlas
salir de Valencia y vengarse de la injuria que sufrieron por las mofas sobre el león. Con premeditación y alevosía, fingen
querer llevar a sus mujeres a Carrión para darles las arras que les prometieron. Se despiden del Cid y de su mujer y éste
les da un ajuar muy cuantioso. En el camino, paran en Molina, donde Avengalbón los recibe muy bien y les colma de
regalos. Al ver su riqueza, los infantes traman su muerte, pero un espía los oye y Avengalbón los despide. En el camino,
hacen un descanso en el Robledo de Corpes. Allí pasan la noche con sus mujeres, con quienes yacen y consuman el
matrimonio.
A la mañana siguiente, con la excusa de retozar con ellas, despiden a su séquito y una vez solos atan a sus mujeres, las
dejan en paños menores y comienzan a pegarles con las cinchas y las espuelas hasta dejarlas sin sentido y
ensangrentadas. Cansados de pegarles, los infantes las dejan abandonadas a la merced de los animales salvajes y
creyéndolas muertas se van alabando su venganza contra el Cid. Félez Muñoz, que tenía la orden de velar por ellas,
vuelve sobre sus pasos y las encuentra medio muertas. Las revive, informa al Cid, y finalmente vuelven a Valencia. El
Cid denuncia los hechos y el rey decide convocar a todos los vasallos de sus reinos a Cortes Extraordinarias. Una vez
reunidos, el rey nombra a los jueces, ordena que se proceda con justicia y siguiendo el derecho. Los infantes son
condenados a devolver todo lo recibido, lo cual en parte han malgastado y deben pedir prestado, deben devolver las
espadas Colada y Tizón. En la querella criminal el Cid les acusa de abandono y lesiones graves contra sus hijas y los
desafía alegando que por su conducta valen menos y deben ser legalmente infamados. El rey acepta los tres desafíos.
En ese momento, llegan a la corte emisarios de los Infantes de Navarra y de Aragón que piden a las hijas del Cid en
matrimonio. En esta ocasión el Cid está contento de la petición y otorga casarlas “por su mano”. Los duelos se realizan
y los tres hermanos de Carrión son derrotados por los vasallos del Cid, de modo que quedan como infames, lo que
significa que pierden sus privilegios nobiliarios. El poema termina ya rápidamente, mencionando que las hijas recobran
las tierras de Carrión que les habían dado en arras los infantes, que las nuevas bodas se realizaron con grandísimas
fiestas, que las hijas del Cid ya son señoras de Navarra y de Aragón y que “Oy los reyes d’España sos parientes son”. La
honra del Cid ha aumentado de tal modo que ahora es su linaje real quien la conferirá a los nobles que escuchen el
Poema. El poema termina con la noticia de la muerte de Rodrigo el día de Pentecostés.
Dióscoro Puebla
Las hijas del Cid (1871)
Francisco de Goya
El cid campeador lanceando otro toro (1816)
Selección de versos
v.1 De los sos ojos tan fuertemientre
llorando,
tornava la cabeça e estávalos catando.
v. 1642 “En estas tierras agenas verán las moradas cómo se fazen,
afarto verán por los ojos cómo se gana el pan.
Créçem’ el coraçon porque estades delant”.
v. 2698 los montes son altos las ramas pujan con las
nuves
e las bestias fieras que andan aderredor.