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Juan Ramón Jiménez
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Casa de Juan Ramón en Moguer (Huelva)
Juan Ramón Jiménez
MOGUER
Juan Ramón Jiménez
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Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
TE LLEVARÉ MOGUER A
TODOS LOS LUGARES Y A
TODOS LOS TIEMPOS,
SERÁS POR MÍ, POBRE
PUEBLO MÍO (...)
INMORTAL.
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
PLATERO ES PEQUEÑO,
PELUDO, SUAVE; TAN BLANDO
POR FUERA, QUE SE DIRÍA
TODO DE ALGODÓN, QUE NO
LLEVA HUESOS. SÓLO LOS
ESPEJOS DE AZABACHE DE
SUS OJOS SON DUROS CUAL
DOS ESCARABAJOS DE
CRISTAL NEGRO.
Juan Ramón Jiménez
LO LLAMO DULCEMENTE:
“¿PLATERO?”, Y VIENE A MÍ
CON UN TROTECILLO ALEGRE
QUE PARECE QUE SE RÍE, EN
NO SÉ QUÉ CASCABELEO
IDEAL…
Juan Ramón Jiménez
COME CUANTO LE DOY. LE
GUSTAN LAS NARANJAS
MANDARINAS, LAS UVAS
MOSCATELES, TODAS DE
ÁMBAR, LOS HIGOS MORADOS,
CON SU CRISTALINA GOTITA DE
MIEL…
Juan Ramón Jiménez
ES TIERNO Y MIMOSO IGUAL
QUE UN NIÑO, QUE UNA
NIÑA…; PERO FUERTE Y SECO
POR DENTRO, COMO DE
PIEDRA. CUANDO PASO SOBRE
ÉL, LOS DOMINGOS, POR LAS
ÚLTIMAS CALLEJAS DEL
PUEBLO,
Juan Ramón Jiménez
LOS HOMBRES DEL CAMPO,
VESTIDOS DE LIMPIO Y
DESPACIOSOS, SE QUEDAN
MIRÁNDOLO:
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
VIAJAN SIN DINERO Y SIN MALETAS;
MUDAN DE CASA CUANDO SE LES
ANTOJA; PRESUMEN UN ARROYO,
PRESIENTEN UNA FRONDA, Y SÓLO
TIENEN QUE ABRIR SUS ALAS PARA
CONSEGUIR LA FELICIDAD; NO SABEN
DE LUNES NI DE SÁBADO; SE BAÑAN
EN TODAS PARTES, A CADA MOMENTO;
AMAN EL AMOR SIN NOMBRE, LA
AMADA UNIVERSAL.
Juan Ramón Jiménez
"En el arroyo grande que la lluvia había dilatado hasta la
viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla,
perdida toda bajo su carga de yerba y de naranjas. Una
niña, rota y sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar
con el empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más
pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero. Y el borriquillo se
despachaba contra el viento, intentando, inútilmente,
arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la
chiquilla. Era vano su esfuerzo, como el de los niños
valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano
que se caen, en un desmayo, entre las flores.
Juan Ramón Jiménez
Acaricié a Platero y, como pude, lo enganché a la carretilla,
delante del borrico miserable. Lo obligué, entonces, con un
cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y
rucio del atolladero y les subió la cuesta.
¡Qué sonreír el de la chiquilla! Fue como si el sol de la tarde,
que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en
amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus
tiznadas lágrimas.
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
Entrando, en la dehesa de los Caballos,
Platero ha comenzado a cojear. Me he echado
al suelo...
- Pero, hombre, ¿ qué te pasa ?
Platero ha dejado la mano derecha un poco
levantada, mostrando la ranilla, sin fuerza y
sin peso, sin tocar casi con el casco la arena
ardiente del camino.
Juan Ramón Jiménez
Con una solicitud mayor, sin duda, que la del
viejo Darbón, su médico, le he doblado la
mano y le he mirado la ranilla roja. Una púa
larga y verde, de naranjo sano, está clavada
en ella como un redondo puñalillo de
esmeralda. Estremecido del dolor de Platero,
he tirado de la púa; y me lo he llevado al
pobre al arroyo de los lirios amarillos, para
que el agua corriente la lama, con su
larga lengua pura, la heridilla.
Juan Ramón Jiménez
Después, hemos seguido hacia la mar blanca,
yo delante, él detrás, cojeando todavía y
dándome suaves topadas en la espalda.
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez
“Soy español. Desde 1939 vivo en Estados Unidos,
donde todavía se respeta la libertad moral y física. Me
gusta vivir en el país de la libertad, porque yo he sido,
soy y quiero ser hasta mi final, un hombre libre. (…)
No he pertenecido nunca a ninguna secta política,
social ni relijiosa: un uniforme es lo que más detesto
en la vida; nunca he cobrado un céntimo de ningún
partido político, monarquía, república o anarquía. Mi
libertad consiste en tomar de la vida lo que me parece
mejor para mí, para todos, con la idea fija de aumentar
cada día la calidad jeneral humana, sobre todo en la
sensibilidad”
El trabajo gustoso (1942)
Juan Ramón Jiménez

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