A finales del siglo XVIII la administración colonial española recibió el encargo de convertir la frontera de Arizona en un lugar atractivo para los colonos españoles frente a los apaches. Los franciscanos venían fundando pueblos y villas por todo el territorio, mientras mantenían buenas relaciones con los indios pimas y simultaneaban sus labores de cristianización con la creación de nuevas zonas ganaderas, cultivos de árboles frutales y redes de acequias, sin embargo no podían hacer nada frente a las constantes incursiones saqueadoras de los indios apaches.
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La defensa española de Tucson contra los apaches
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3. A finales del siglo XVIII la administración colonial española recibió el
encargo de convertir la frontera de Arizona en un lugar atractivo para
los colonos españoles frente a los apaches. Los franciscanos venían
fundando pueblos y villas por todo el territorio, mientras mantenían
buenas relaciones con los indios pimas y simultaneaban sus labores de
cristianización con la creación de nuevas zonas ganaderas, cultivos de
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contra los apaches
4. árboles frutales y redes de acequias, sin embargo no podían hacer nada
frente a las constantes incursiones saqueadoras de los indios apaches.
Por ello se encargó la reorganización de la defensa de Arizona a Hugo
O'Connor Cunco y Fali (conocido por los apaches como el capitán rojo
por su pelo pelirrojo), irlandés de origen pero naturalizado español, el
cual, para hacer la defensa mas efectiva, reubicó unas 40 millas mas al
norte el presidio de Tubac, en una zona que los indios pimas llamaban
Tuch Son, del que derivó el nombre actual de Tucson.
El presidio se fortificó con adobe y madera entre 1775 y 1783, con la
intención de proteger las comunicaciones y rutas comerciales del norte
de Sonora y el sur de la Alta California. Desde allí operaron los dragones
de cuera, duros jinetes soldado, acostumbrados a vivir en la frontera,
que impusieron la autoridad virreinal. Su organización basada en
compañías volantes ligeras y móviles, les permitió perseguir a los
apaches hasta sus escondites y cuevas, apoyados por exploradores
aliados de los indios pimas.
La defensa española de Tucson contra los apaches
El 6 de diciembre 1779 una partida de guerra del jefe Quilcho formada
por unos 350 guerreros atacó Tucson. La guarnición estaba al mando
del capitán Pedro Allande y Saavedra, el cual, en vez de quedarse al
amparo de los muros de adobe de Tucson, sorprendió a los indios
cargando contra ellos con 15 lanceros y derrotándolos e hiriendo al
hermano del jefe Quilcho.
El 1 de mayo de 1782, los apaches nuevamente atacaron Tucson, esta
vez con 600 guerreros. Los apaches atacaron por sorpresa a las 10 de la
mañana de un domingo, atacando tanto el pueblo adyacente de indios
aliados de los españoles, el presidio y la casa del capitán Miguel de
Urrea. La mayor parte de la caballería española estaba fuera del
presidio en misiones de patrulla, por lo que los españoles sólo
disponían de unos 42 lanceros, 20 dragones de cuera, 10 exploradores
indios aliados y 1 pieza de artillería. Los apaches que atacaron el pueblo
indio solo encontraron una resistencia ligera, y pudieron avanzar hasta
el puente que lo unía con el presidio, donde una pequeña fuerza
española pudo mantener la posición gracias al fuego graneado de sus
mosquetes frente a 200 apaches. Mientras tanto, otra fuerza apache
intentaba abrir las puertas de la fortificación española, pero el capitán
5. Allande y cuatro de sus hombres con la ayuda del único cañón y sus
mosquetes contuvieron el ataque, con la ayuda del capitán Urrea, que
parapetado desde el techo de su casa con algunos indios aliados
armados, dispararon a los apaches por su flanco y evitaron que unos
140 apaches se unieran al ataque contra las puertas del presidio. Tras
una batalla de 2 horas, los apaches se retiraron, pudiéndose confirmar
solo la muerte de por lo menos 8 de ellos y docenas de heridos, aunque
probablemente fueron mas por la costumbre apache de retirar del
campo de batalla sus bajas inmediatamente, por tan solo una vida
española y tres heridos.
Desde Tucson, el capitán Pedro Allende y Saavedra dirigió a posteriori
una campaña de incursiones contra los apaches entre 1783 y 1785 en
las que la crueldad por ambos bandos fue notable, convirtiendo el
presidio de Tucson en un símbolo del poder colonial español. A partir de
1786, a instancias del virrey Bernardo de Gálvez, se implantó la política
de campos de paz apaches, en los que se permitía comerciar con ellos
con alcohol, azúcar, tabaco y chocolate, lo que permitió detener las
incursiones firmándose la paz definitiva en 1793, paz por la que los
apaches obtuvieron tierras para vivir cerca del río Santa Cruz (zona que
pasó a denominarse Apaches Mansos), y de paso conseguían la
protección española frente a la incipiente amenaza común de los
comanches, consiguiéndose por fin la paz y la tranquilidad de los
colonos españoles.
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