Cada cosa en el universo tiene su Espíritu Guardián. El planeta también lo tenía y a él obedecían las jerarquías de los Espíritus de la Naturaleza cuando empezaron los días y las noches. Aún lo tiene y lo tendrá hasta su desaparición. Es... more
Cada cosa en el universo tiene su Espíritu Guardián. El planeta también lo tenía
y a él obedecían las jerarquías de los Espíritus de la Naturaleza cuando empezaron los
días y las noches. Aún lo tiene y lo tendrá hasta su desaparición. Es el Dyan-Chohan del
Libro tibetano de Dzyan, el Alma Resplandeciente que rige la Tierra, o el Anima Mundi
de los latinos (pues anima y mueve, y no hay que confundirlo con el espíritu o ego
planetario del cual la Tierra física sería el cuerpo)
Disfrazados de comadronas, enseñaron a los primeros sexuados a tener vástagos
y a darles a luz correctamente. E incitaron en hombres y mujeres los juegos del trabajo,
de la guerra y del amor.
Fueron puentes entre los altos dioses y los humanos, y llevaron a sus protegidos
a las aras de sacrificios con tal de que la relación religiosa y mistérica perdurase.
Hoy los artificios han reemplazado en buena medida la relación entre los
humanos y los Elementales. Tan solo en zonas en donde la actual civilización
materialista no ha llegado, los contactos se mantienen aunque de manera precaria.
Si pensamos que las máquinas, los fragores, las contaminaciones y las grandes
aglomeraciones caóticas de gentes los aterrorizan y los destruyen, nos es fácil deducir
que hemos alejado de nosotros el encanto de aquel viejo pacto con los Elementales.
Pero, si bien en niveles mucho más humildes que en la Antigüedad, los
Elementales siguen en contacto con los humanos.
y a él obedecían las jerarquías de los Espíritus de la Naturaleza cuando empezaron los
días y las noches. Aún lo tiene y lo tendrá hasta su desaparición. Es el Dyan-Chohan del
Libro tibetano de Dzyan, el Alma Resplandeciente que rige la Tierra, o el Anima Mundi
de los latinos (pues anima y mueve, y no hay que confundirlo con el espíritu o ego
planetario del cual la Tierra física sería el cuerpo)
Disfrazados de comadronas, enseñaron a los primeros sexuados a tener vástagos
y a darles a luz correctamente. E incitaron en hombres y mujeres los juegos del trabajo,
de la guerra y del amor.
Fueron puentes entre los altos dioses y los humanos, y llevaron a sus protegidos
a las aras de sacrificios con tal de que la relación religiosa y mistérica perdurase.
Hoy los artificios han reemplazado en buena medida la relación entre los
humanos y los Elementales. Tan solo en zonas en donde la actual civilización
materialista no ha llegado, los contactos se mantienen aunque de manera precaria.
Si pensamos que las máquinas, los fragores, las contaminaciones y las grandes
aglomeraciones caóticas de gentes los aterrorizan y los destruyen, nos es fácil deducir
que hemos alejado de nosotros el encanto de aquel viejo pacto con los Elementales.
Pero, si bien en niveles mucho más humildes que en la Antigüedad, los
Elementales siguen en contacto con los humanos.