UPM
Aerospace
La gravedad es siempre el gran enemigo a vencer. Si alguna vez se preguntaron el interés de la NASA en colocar su base de lanzamientos en una zona azotada periódicamente por huracanes, la responsable es la distancia al eje de rotación de... more
La gravedad es siempre el gran enemigo a vencer. Si alguna vez se preguntaron el interés de la NASA en colocar su base de lanzamientos en una zona azotada periódicamente por huracanes, la responsable es la distancia al eje de rotación de la Tierra. La fuerza de la gravedad disminuye según nos acercamos hacia el ecuador. La misma fuerza que provoca que un coche se salga en una curva, en este caso, nos ayuda a despegarnos del suelo. Esto desafía a lo que nos enseñaron en clase de ciencias naturales, donde nos dijeron que éramos atraídos con una aceleración de 9,8 m/s 2 , pero un sencillo experimento con un péndulo y un cronómetro puede sacaron de vuestro error. Por ejemplo, en Madrid la gravedad local está más próxima a los 9,76 m/s 2. Y claro está, todo aquello que nos ahorre unas cuantas toneladas de combustible o aumente la carga útil resulta muy interesante. Lo malo es que las zonas cercanas al ecuador suelen sufrir de cierta inestabilidad política y como solución, se creó una empresa para realizar lanzamientos orbitales desde plataformas en el mar. Funcionó durante casi 20 años pero las desavenencias del gran número de socios y la mala gestión llevó a la compañía a la bancarrota. Y ahora que sabemos desde donde lanzar un satélite hay que ver donde ponerlo. Se considera órbita baja desde los 100 km de altura a los 2000 km, pero en la práctica se colocan por debajo de los 1000 km donde se encuentran los cinturones de Van Hallen, una zona de la magnetosfera donde se concentran las partículas cargadas. También existe una región más baja, a 450 km, de partículas cargadas que se conoce como la Anomalía del Atlántico Sur. Esta región se debe a la discrepancia que hay entre el centro geográfico de Tierra y el centro de su campo magnético. Hay que buscar una solución de compromiso entre el desgaste que provoca el rozamiento con las capas más externas de la atmosfera, la exosfera, y estas regiones de alta densidad de campos magnéticos y teniendo en cuenta que cuanto más alto más caro resulta el lanzamiento pero mejores servicios podrá ofrecernos nuestro satélite. Para poner en órbita un satélite debemos darle una velocidad suficiente como para que la fuerza centrípeta iguale la fuerza de la gravedad y no necesite ningún tipo de aporte energético nuevo para mantener la órbita. Esta velocidad se encuentra entre los 7,79 km/s, velocidad mínima para la órbita y los 11,18 km/s que sería la velocidad de escape que alejaría el artefacto fuera del campo gravitatorio de la Tierra. Y en este punto es donde entran en juego los lanzadores orbitales multietapa, ya que estas velocidades varían con la altura. A parte de la ventaja de no trasladar peso muerto, las distintas etapas de un cohete se van desprendiendo a medida que alcanzan más altura. Es en la última etapa donde se da la velocidad necesaria para que el cuerpo permanezca en órbita y se convierta en un satélite o con más velocidad se trate de algún tipo de misión de exploración del espacio y el artefacto se aleje de la Tierra.