Book Chapter by Maria Angelica Cruz Contreras
En: Gamboa, Arredondo y Cazorla (eds.) Chile entre Estallidos, Revueltas, Demandas y Pandemias: Reflexiones desde la Cultura Política, Memoria y Derechos Humanos. Valparaíso, Ediciones Universidad de Valparaíso ISBN: 978-956-214-235-9, pp. 5-37., 2022
En Chile, con el Estallido Social2 de octubre de 2019 explotó el descontento contra casi todo lo ... more En Chile, con el Estallido Social2 de octubre de 2019 explotó el descontento contra casi todo lo establecido. Aunque se suele decir que con este acontecimiento el país “despertó”, lo cierto es que hemos asistido a un ciclo de movilizaciones que no han cesado desde el 2006 en adelante (Donoso, 2017) y en el que los feminismos han adquirido un protagonismo extraordinario durante los últimos tres años.
Ya desde el 2011, en el contexto de las protestas del movimiento estudiantil, junto a las proclamas que demandaban una educación “gratuita y de calidad”, empezamos a ver carteles que también reclamaban una “educación no sexista”. En los años siguientes observamos cada vez más cómo las calles se iban llenando de manifestaciones enlazadas a lo que ocurría globalmente, con movimientos como Me too, que denunciaban la violencia sexual, o, como en el caso de América Latina, con las movilizaciones por “Ni una menos” contra los femicidios y la “marea verde” en favor del derecho al aborto.
En mayo del 2018 se produjo el “Tsunami Feminista” (Hiner, 2021), cuando debido a la indignación que provocaron escandalosas denuncias de acoso sexual en las universidades, las estudiantes feministas mantuvieron en “toma” a más de 30 facultades, 15 universidades y algunos emblemáticos liceos en las principales ciudades del país. A la par, rebasaron las calles con innumerables movilizaciones bajo un nuevo repertorio de protesta, reconfigurando otro tipo de liderazgos, feministas y disidentes. Con ello, las estudiantes lograron también alterar las clásicas formas de politización estudiantil de la izquierda masculina universitaria y disputar los imaginarios sociales sobre la violencia de género que la reducían al espacio doméstico o a un problema de varones desadaptados. En paralelo, esta movilización tensionó la propia trayectoria del movimiento feminista chileno, uno que ya venía complejizándose con nuevas interrogantes acerca del movimiento, o los desafíos que implica reconocer la interseccionalidad de las diferentes formas de dominación en las que participa el género, entre otras (Gálvez, 2021).
Poco más de un año después, para el Estallido de octubre del 2019, los feminismos fueron parte esencial de la movilización y del proceso constituyente que se abrió a partir de este acontecimiento (Grau et al, 2020). Por supuesto esto no surge de la nada. Sabemos que, tanto en Chile como en Latinoamérica, el movimiento feminista es de larga data, ha tenido diferentes maneras de ser nombrado e historizado y se ha sostenido por años de activismo y trabajo en múltiples espacios y desde disímiles formas. Lo nuevo es la masividad en las movilizaciones y la radicalidad de la interpelación feminista que atraviesa prácticamente todos los ámbitos del orden social (Gago, 2019). Sin embargo, en Chile hay poca investigación empírica sobre el modo en que estos activismos se han ido fraguando y mucho menos sobre lo que ocurre más allá de la capital.
En este capítulo trasladamos el foco a Valparaíso, ciudad que resulta relevante en tanto se viene constituyendo “en un espacio de articulación de la acción feminista a nivel nacional” (de Armas y López, 2016, p.186). Para este texto, concretamente analizamos las conmemoraciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, entre los años 2017 y 2021, basándonos en un vasto trabajo etnográfico longitudinal de diferentes movilizaciones que hemos llevado a cabo en el contexto de dos proyectos de investigación que estudian las relaciones entre género y memorias sociales del pasado reciente durante los últimos cinco años. Específicamente, nos centramos en el análisis de los registros visuales de los lienzos, pancartas y carteles que portan las manifestantes durante las marchas. Para ello usamos la metáfora de la gramática, no porque creamos en una visión estructuralista del lenguaje sino porque interpretamos las movilizaciones feministas como una provocación a las reglas y normas del habla que, a partir de un “Basta”, buscan cambiar el juego. Nuestros resultados muestran cómo en esta movilización, que históricamente ha sido el escenario más importante de las demandas del movimiento feminista, se transformó en un masivo acto de denuncia de la represión política de las manifestaciones del Estallido Social. Nuestra hipótesis es que la forma en que los movimientos feministas disputan el género y amplían el reclamo contra la violencia, se relaciona estrechamente con las memorias sociales de la dictadura, especialmente con aquellas de las resistencias y las denuncias de las violaciones a los derechos humanos, así como con la presencia de diferentes formas de transmisión generacional de esas memorias dentro de los movimientos feministas. Ese vínculo no siempre ha sido reconocido.
En línea con otras investigaciones recientes, hemos estudiado el repertorio de las manifestaciones de los últimos años, considerando especialmente el uso de los cuerpos y “cuerpas” como un aspecto clave de la acción colectiva de estudiantes, mujeres y disidencias sexuales (Paredes, 2018; Cruz, 2021). Sin embargo, creemos que ello no debería dejar de lado el análisis de las palabras y sus soportes -lienzos, carteles, pancartas- como parte fundamental de la protesta. A través de esta gramática de la acción colectiva se denuncia, se demanda, se solidariza, se interpela y se abren nuevas posibilidades para “con-vivir”. Las palabras operan en una trama donde se articula la indignación que provoca la violencia de género del presente y del pasado con la creatividad de la política feminista para imaginar y proponer otras formas de vivir que interrumpan y transformen la precarización de la vida. Esta gramática es el foco de nuestra reflexión.
En lo que sigue, expondremos primero nuestro lente teórico, luego los antecedentes históricos más importantes que nos permiten contextualizar el análisis; posteriormente, para entender el material con el que trabajaremos -fundamentalmente registro fotográfico- sintetizaremos la metodología utilizada. A continuación, presentaremos los resultados de nuestro análisis que muestran los distintos niveles en que se despliegan los carteles de las marchas del 8M y sus consignas: en primer lugar, como un acto de denuncia; en segundo, como un artefacto de memoria y, por último, como espacio de transmisión del pasado para la activación política. Finalmente, compartiremos algunos desafíos y preguntas sobre los límites y las posibilidades que portan los feminismos y sus disputas en este presente en transformación.
En: Melody Margarita Fonseca Santos, Georgina Hernández Rivas y A. Tito Mitjans Alayón (coord.) Memoria y feminismos: cuerpos, sentipensares y resistencias. CLACSO. México: CLACSO- Siglo XXI. pp.28-126, 2022
El 25 de octubre del 2020 en Chile, por medio de un plebiscito, casi el 80% de los votantes recha... more El 25 de octubre del 2020 en Chile, por medio de un plebiscito, casi el 80% de los votantes rechazamos continuar con la Constitución creada bajo la dictadura cívico-militar (1973-1990) que consagró uno de los sistemas más neoliberales que se conozcan. Al mismo tiempo se aprobó que el nuevo texto sea redactado por una Convención Constitucional paritaria en términos de género, lo que lo convertiría en el primero de su tipo en todo el mundo. Nada de esto se logró por voluntad de las élites políticas. Un año antes se había desatado una revuelta popular en la que confluyeron una amalgama de demandas contra el llamado modelo chileno, una herencia de la dictadura que no se transformó sustantivamente en ninguno de los gobiernos democráticos que vinieron después. Esta revuelta social fue violentamente reprimida por fuerzas policiales, tal como lo denunciaron distintos organismos internacionales de derechos humanos.
Aunque muchos describieron lo ocurrido bajo la frase “Chile despertó”, por lo menos desde el año 2011 en adelante se venían sucediendo una serie de movilizaciones sociales protagonizadas, entre otros, por los y las estudiantes universitarios/as y secundarios/as, organizaciones ambientalistas, agrupaciones contra el actual sistema de pensiones, movimientos regionalistas, luchas indígenas y también los feminismos. De hecho, sólo un año antes de la revuelta, en mayo del 2018, las calles se habían llenado de multitudinarias marchas de estudiantes feministas y de las disidencias sexuales en contra de la violencia de género. En la revuelta social los feminismos volvieron a ser protagónicos, por ejemplo, mediante la performance “Un violador en tu camino”, creada en Valparaíso por la colectiva “Las Tesis” y que fue reproducida en diversas partes del mundo.
Frente a todo ello no hemos sido espectadoras neutrales. Somos investigadoras feministas que desde diferentes ubicaciones generacionales –una nacida en dictadura y otra en democracia– deseamos un orden social distinto que, como recita una de las proclamas característica de las marchas de nuestro territorio, disputamos como “mujeres contra la violencia, mujeres contra el capital, mujeres contra el racismo, contra el fascismo neoliberal.” No se trata sólo de posiciones políticas, sino de una postura aprendida desde la epistemología feminista que proclama que todo saber es situado, también el que construimos desde las ciencias sociales.
Sin embargo, la articulación que urde esa proclama –especialmente el reclamo contra el patriarcado, el capital y el fascismo– no es una invención del presente, allí se entretejen historias que por años discurrieron subterráneamente. Nos referimos a las luchas contra la dictadura, cuando las mujeres fueron protagonistas del movimiento de derechos humanos, militantes de los partidos políticos de izquierda perseguidos y activistas del feminismo y de una serie de otras organizaciones populares. Nuestro convencimiento es que las memorias sociales sobre esas luchas son parte importante de lo que hoy se trama en las calles, en las asambleas y en las miles de organizaciones que las mujeres lideramos en este presente urgente. Y, así como el activismo vuelve a cobrar relevancia, también estamos desafiadas a comprenderlo desde nuevas ópticas.
Para acercarnos a ese reto, en este texto compartimos parte de los resultados de una investigación que realizamos sobre cómo el género opera al hacer memoria del pasado reciente, a partir de una selección de relatos de vida de tres destacadas mujeres de Valparaíso. Nos referimos a ex presas políticas que comenzaron sus militancias antes del golpe de estado y que tras salir de la cárcel nunca dejaron de participar políticamente, incluso hasta hoy cuando, a pesar de sus avanzados años, siguen presentes en las calles y diversas formas de activismo.
En otros trabajos mostramos el modo en que ellas rememoran la prisión política y torturas de las que fueron objeto; también cómo recuerdan algo sobre lo que pocas veces se les pregunta, las formas en que se iniciaron en la política por medio de sus múltiples activismos a finales de los años 60’ y durante el gobierno de Salvador Allende. En este capítulo compartimos las formas en que cuentan lo que vino después de la represión más directa, cuando combinaron una activa participación en el movimiento de derechos humanos, el movimiento feminista, partidos políticos proscritos y otras variadas formas de participación como un tipo de práctica política que siempre fue múltiple. Relatos que desafían las nociones que las reducen sólo a víctimas del terrorismo de estado para ubicarlas en la trama de resistencias silenciadas por la transición política; pero también narraciones que combinan dimensiones invisibilizadas en los relatos dominantes como el papel de los afectos políticos, la precariedad material, los cruces entre la vida pública y privada o las dificultades que suponía el activismo para las mujeres y, cómo todo ello deriva en que hoy empujen memorias donde el género es algo relevante.
En lo que sigue presentamos algunos diálogos teóricos con los estudios afines, para luego compartir parte de los resultados del análisis de los relatos de vida. Tras ello, arriesgamos algunas conclusiones para seguir pensando el presente.
En: Salomone, Alicia (ed.) MEMORIAS CULTURALES Y URGENCIAS DEL PRESENTE. Prácticas estético-políticas en Chile, Argentina, Uruguay y Colombia. Buenos Aires, Ed. Corregidor , 2022
El 18 de octubre del 2019, en Chile, lxs estudiantes secundarios partieron el día obstaculizando ... more El 18 de octubre del 2019, en Chile, lxs estudiantes secundarios partieron el día obstaculizando los accesos al metro de Santiago como protesta por el alza de treinta pesos en el costo del pasaje. Un reclamo que multiplicó exponencialmente sus sentidos y que se extendió a distintas ciudades donde casi todos los símbolos del sistema fueron intervenidos. Las avenidas se llenaron de multitudinarias marchas y no tardaron en activarse los dispositivos de control social. Con ello la represión política también se desató y una vez más los derechos humanos fueron vulnerados. Encerradas en sus casas por el toque de queda, miles de personas golpearon sus cacerolas para expresar el descontento, retomando formas de protesta contra la dictadura2. Paralelamente se autoconvocaron cientos de asambleas territoriales pugnando por un proceso constituyente. Habían pasado treinta años desde la recuperación del régimen democrático.
Lo que aquí resumo ha sido nombrado de diferentes maneras, Estallido social o Revuelta Popular entre las denominaciones más comunes, proclamando que Chile despertó. Sin embargo, parece difícil pensar que una revuelta de tal envergadura pueda partir de la nada. Ello supondría desconocer, cuando menos, las distintas modalidades de movilización social que en Chile se venían dando como mínimo desde el año 2011; así como las formas en que la Revuelta Popular se conecta con las memorias sociales sobre el pasado reciente, ya no solo de la dictadura sino del modo en que sus herencias siguieron pauteando la democracia inconclusa.
Muy poco antes, en 2018, las calles ya se habían saturado de cuerpos que desafiaban el orden social de género, en lo que se ha tildado como el Sunami Feminista que empujaron las estudiantes en las universidades y liceos (Zerán, 2018). En la Revuelta Popular, los feminismos también entraron en la escena a través de miles de cuerpos que actuaron Un Violador en tu Camino, la performance creada por Las Tesis que fue reproducida globalmente.
En este trabajo propongo que estos acontecimientos pueden ser leídos entrecruzando las perspectivas de tres campos de estudio que suelen correr más bien en paralelo: movimientos sociales, memoria social y teoría feminista. Para hacerlo, retrocedo a lo que venimos investigando desde el año 2015 en Valparaíso, a partir de un proyecto sobre cómo el género es (re)creado al hacer memoria a través de prácticas políticas del presente, junto a lo que actualmente estamos problematizando acerca de la transmisión de memorias del pasado reciente en las movilizaciones que disputan el género.
Tal como han descrito lxs estudiosxs de la acción colectiva, las manifestaciones sociales combinan repertorios tradicionales con nuevas formas de protesta (Della Porta & Diani, 2015). Entre lo novedoso, se suelen citar las prácticas más lúdicas y expresivas ligadas al arte y lo carnavalesco, especialmente cuando participan lxs jóvenes (Badilla, 2019). Para el caso de Chile, se ha señalado que las movilizaciones estudiantiles del 2011 operaron como un ritual creativo que combinó tanto las escenificaciones, murgas, batucadas y distintos tipos de bailes, como cánticos y consignas que apelaban a la memoria de luchas pasadas. “Constituyen estos recursos, los performativos asociados al lenguaje y los performáticos asociados a la actuación (Taylor, 2012), una forma contenciosa de manifestación que dan a la marcha su segunda propiedad: como fuente de producción de significados comunes, agente de significación” (Paredes, Ortiz y Araya, 2018:133).
Con ello en mente, propongo reconocer la performatividad no solo en la capacidad del lenguaje expresado en las consignas de carteles y lienzos, como tampoco exclusivamente en los recursos artísticos performáticos, sino que, siguiendo a Butler (2017), asumir que opera una performatividad de los cuerpos al estar juntos, intervenir y disputar el espacio público, algo que puede hacerse a través de la danza o entonando una canción de protesta, pero también en silencio o de muchas otras maneras. Cuando ampliamos esta forma de entender la performatividad de la protesta podemos encontrar tramas de transmisión de una memoria encarnada (Iglesias, 2020). Eso es lo que aquí quiero compartir interrogando cómo, al poner el cuerpo3, las memorias se mueven disputando el orden de género y la violencia de Estado en la dictadura y la postdictadura.
En tal sentido, la hipótesis es doble. En primer lugar, sostengo que la performatividad de los cuerpos femeninos actuando juntos tiene larga data y podemos rastrearla en múltiples prácticas políticas en la medida que dejamos de creer en la moderna dicotomía público/privado (Stabili, 2017; Valdés, 2000). En segundo lugar, que el repertorio de las manifestaciones permite observar modos en que la transmisión de las memorias sociales no opera solo desde las narrativas escritas u orales sino a través de la acción conjunta (Jeanneret, y otros, 2020). En otras palabras, se pone el cuerpo bajo distintas modalidades y las memorias operan con y a través de los cuerpos reunidos.
En lo que sigue presento una síntesis de la problematización teórica sobre las relaciones entre memoria, movimientos sociales y género. Luego, comparto parte de los resultados del trabajo empírico sobre el registro fotográfico usado en la etnografía de marchas en la ciudad de Valparaíso desde el año 2015 a la fecha, específicamente en las conmemoraciones del 11 de septiembre entre el 2016 y el 2019 y la manifestación del 8 de marzo en el 2020. Cierro el estudio con algunas reflexiones para seguir pensado.
"Este es un libro sobre la pluralidad de formas de entender
la memoria, pues como señalan los aut... more "Este es un libro sobre la pluralidad de formas de entender
la memoria, pues como señalan los autores, esta fuerza moralizante
de la historia que parece ser la memoria, la convierten acaso
en un campo plagado de virtudes. Es la memoria social “la
verdad” como alternativa a la infamia de la dominación y el
ocultamiento. Nuestra impresión es que las cosas no son tan fáciles.
Las memorias sociales, así como el poder y la identidad, están
en constante movimiento en tanto que son socialmente producidas
y elaboradas. Así como el relato dominante no oculta
todo, la memoria social no es todo lo que dice ser porque la memoria
también olvida, niega y oblitera aquello que hace incoherente
su lógica y su propósito".
Testimonio, género y afectos. América Latina desde los territorios y las memorias al presente, Alejandra Oberti y Claudia Bacci (Comp.), 2022
A partir de los años 60’, las mujeres en Chile acrecentaron su participación en espacios tildados... more A partir de los años 60’, las mujeres en Chile acrecentaron su participación en espacios tildados de “públicos”, territorios hasta entonces altamente masculinizados, como la educación universitaria, el trabajo remunerado, el sindicato y la militancia en los partidos políticos de izquierda. La dictadura cívico-militar (1973-1990) frenó esa transformación y sumó importantes retrocesos en los derechos de las mujeres. Los militares, la oposición política y la intervención extranjera derrocaron el gobierno de Salvador Allende terminando con el proyecto de revolución socialista en democracia y buscaron recuperar el orden conservador previo a la Unidad Popular, orden ensamblado en la defensa de la propiedad privada, la familia, la patria y la religión católica. Con ello, las regulaciones del género también estaban en juego.
De este modo, tras el Golpe de Estado, las mujeres que habían tenido una activa participación en lo público-político pasaron a ser parte del “enemigo interno” por sus militancias de izquierda y se convirtieron en peligrosas transgresoras del orden de género hegemónico. Solo así se puede comprender el tipo particular de ensañamiento que hubo hacia ellas de parte de los órganos estatales encargados de la represión política. Por lo mismo, sus memorias tienen que ser interrogadas también en clave de género.
Elizabeth, Amanda, Ingrid e Irene son nombres de fantasía, sus biografías, en cambio, son reales. Ellas comparten pasados heterogéneos, pero urdidos por un hilo común: a finales de los años 60’ y principios de los 70’ eran jóvenes y militaban en partidos y movimientos de la izquierda revolucionaria. Destacaban también como activas dirigentes estudiantiles, impulsoras de la organización sindical y la reforma agraria, voluntarias en trabajos de alfabetización de adultos y organizadoras de cordones industriales de las empresas estatizadas; en suma, eran apasionadas defensoras de la Unidad Popular. Para el Golpe de Estado, casi todas se encontraban estudiando en universidades de Valparaíso y, producto de su activismo político, sufrieron en carne propia la represión, en especial, la tortura y la prisión política. Sin embargo, la violencia de Estado que marcó sus vidas no logró desmovilizarlas. Desde diferentes frentes sostuvieron híbridas prácticas de resistencia durante los largos 17 años de dictadura cívico-militar. Hoy en día, ya con más de 60 años, algunas de ellas siguen militando en partidos e incluso se han postulado a cargos de representación local; otras son activistas de diversos colectivos y lideran organizaciones de derechos humanos. Junto con eso, marchan en las múltiples movilizaciones que en los últimos años han transitado por las calles de la ciudad-puerto, reclamando contra una postdictadura neoliberal, patriarcal y amnésica.
Judith Butler argumenta que los modos culturales regulan nuestras disposiciones afectivas y éticas frente a situaciones de conflicto mediante un encuadre de la violencia que no solo es selectivo, sino también diferencial. Nuestra apuesta es que en ese encuadre el género también trabaja.
Enmarcar las dictaduras del Cono Sur en clave de género ha sido un empeño que se ha hecho visible solo en los últimos años. Se trata de un esfuerzo necesario, pero todavía muy insuficiente. Así, si bien se ha empezado a trizar el largo silencio sobre la tortura político sexual dirigida hacia las mujeres, asumiendo los complejos desafíos que supone volverla pública, esa no es la única manera en que el género atravesó la experiencia concentracionaria y el encarcelamiento político. Hay muchas otras dimensiones de la prisión política que no encuentran una escucha capaz de reconocer la multiplicidad de la violencia de género. El problema, entonces, es disputar cómo se está transmitiendo esa experiencia.
Eso es lo que hemos tratado de hacer al escribir este capítulo, que es parte de una investigación mayor que se propuso comprender las articulaciones entre género y memoria desde las prácticas políticas del presente, en este caso a partir del testimonio de las mujeres que más arriba cité.
El objetivo es interpretar cómo las normas del género se (re)crean, tensionan y/o subvierten al hacer memoria de la prisión política, especialmente cuando se trata de mujeres que se alejan de la victimización y sostienen agencias contrahegemónicas en el Chile postdictatorial.
Investigación Interdisciplinaria en Cultura Política, Memoria y Derechos Humanos, 2018
Papers by Maria Angelica Cruz Contreras
Revista MORA 30 (1), 2024
En este artículo reflexionamos sobre la forma en que nos hemos apropiado de la epistemología femi... more En este artículo reflexionamos sobre la forma en que nos hemos apropiado de la epistemología feminista de Donna Haraway, particularmente su propuesta sobre los conocimientos situados (CS), desde el cruce de prácticas de investigación situada en el Chile de la postdictadura. Para ello nos retrotraemos a tres proyectos de inves-tigación previos y a uno en curso, ilustrando cuatro formas de uso de la propuesta de los CS que nos han permitido: i) entender las posiciones de sujeto y objeto de investigación como ubicaciones móviles, ambas activas y articuladas al estudiar laransmisión generacional de las memorias de la dictadura; ii) reconocer el punto de vista feminista como un recurso para generizar las disputas por las memorias; iii) ensayar la co-producción de conocimiento con una organización territorial, evitando el ventrilocuismo de las voces subalternizadas y iv) visibilizar la semiótico-materialidad de las formas de trabajo del equipo actual al investigar las disputas por el género en un presente plasmado de contingencias políticas, sanitarias, laborales, familiares e insti-tucionales, pero también de cuidado mutuo. Un ejercicio de reflexividad que partió hace diez años y que aún nos mantiene en un parentesco raro.
Kamchatka: Revista de Análisis Cultural, 2020
La recuperacion de las memorias de territorios que han sufrido la violencia y represion politica ... more La recuperacion de las memorias de territorios que han sufrido la violencia y represion politica en los paises del Cono Sur, ha sido una tarea central en las investigaciones de las Ciencias Sociales. En Chile, las “poblaciones emblematicas” han sido un foco primordial en estos trabajos dado su rol activo en la resistencia contra la dictadura. El presente estudio se centra en una “poblacion emblematica” que tiene la particularidad de ser catalogada por el Estado como “barrio critico”, dado su alto nivel de violencia y conflictividad social. El objetivo es analizar la configuracion de memorias y las politicas que se desprenden de ella a traves de los murales emplazados en un territorio que ha vivido conflictos y violencias no solo en el pasado, sino tambien en la actualidad. Desde un enfoque cualitativo, se genero y analizo un catastro extensivo de murales que se realizo entre 2016 y 2018 para, en el ano 2019, producir y analizar datos a traves de la observacion participante en 5 de e...
Journal of Community Psychology, 2020
Revista Española de Ciencia Política
Este artículo sigue la línea de otras investigaciones sobre cómo opera el género en las campañas ... more Este artículo sigue la línea de otras investigaciones sobre cómo opera el género en las campañas electorales. Su objetivo es comprender el modo en que la cultura visual se articula con una cultura política generizada. Se utilizó un diseño metodológico cualitativo basado en el uso de registros fotográficos de carteles electorales instalados en espacios públicos en Valparaíso y Santiago como parte de dos campañas electorales —celebradas en Chile para las elecciones municipales de 2016 y parlamentarias de 2017—. Se realizó un análisis teóricamente guiado desde una perspectiva de género y de la sociología visual. Los resultados muestran cómo actúan las normas de género bajo diferentes modalidades de aparición de los cuerpos y de los mensajes, evidenciando que a pesar de un contexto de creciente movilizaciones feministas y mayor número de candidatas mujeres, la propaganda electoral reproduce nuevos y clásicos estereotipos de género, sin cuestionar las desigualdades de género. En tal sentido, concluimos que las imágenes de las campañas analizadas reproducen una serie de normas de género y estereotipos sobre la representación que continúan dando forma a un «sentido común de lo visual» (Caggiano, 2012) que refuerza el modo hegemónico de entender la política.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 80 • vol. XXVIII (3er. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065 septiembre-diciembre 2024 • www.revistaiconos.ec https://doi.org/10.17141/iconos.80.2024.6143 • Páginas 33-52, 2024
En el presente artículo se analiza la forma en que los diferentes activismos en Chile-feministas,... more En el presente artículo se analiza la forma en que los diferentes activismos en Chile-feministas, LGTBIQ+, masculinidades antihegemónicas y grupos que se oponen a los derechos sexuales y reproductivos-disputaron el orden de género durante el proceso constituyente del país, desarrollado entre 2020 y 2023. En particular, se explora el modo en que los grupos antiabortistas se movilizaron con el fin de comprender que no solo se oponen a la interrupción del embarazo, sino que tratan de resignificar el género como constructo social. Desde la lógica del ensamblaje metodológico, se combinó la observación de manifestaciones callejeras y la etnografía digital, a través de una serie de entrevistas a ciberactivistas de organizaciones "provida". A partir del análisis realizado sobre las prácticas y discursos de estos grupos, se han identificado tres tipos de operaciones políticas: una redefinición del marco de los derechos en juego al debatir sobre el aborto; una ampliación del sujeto afectado restringido al feto; y una resignificación del feminismo. Estos hallazgos permiten concluir que tales activismos, más que a posiciones "antigénero", corresponden a un contramovimiento neoconservador de género. Descriptores: aborto; derechos humanos; feminismo; género; movimiento provida; neoconservadurismo.
Revista de Sociología
Este artículo analiza parte de la producción de discursos del movimiento feminista y de mujeres e... more Este artículo analiza parte de la producción de discursos del movimiento feminista y de mujeres elaborados durante la dictadura cívico-militar chilena. El objetivo es abordar cómo ocurre la toma de la palabra escrita en la articulación de saberes colectivos que buscaban comunicar interpelaciones y nuevas propuestas para vivir el género en pleno régimen militar. Para ello, trabajamos con tres boletines (i.e., Palomita, Furia, y La Morada) elaborados por colectivos de mujeres pertenecientes a distintas posiciones de enunciación durante los años 80: pobladoras, militantes de partidos de izquierda proscritos, y mujeres ligadas a una ONG feminista de Santiago. Planteamos que los boletines fueron una forma específica de activismo político que buscaba resistir y transformar un orden hegemónico, a partir de un pensamiento emancipatorio de las mujeres que, mediante la escritura política, popular, y feminista denunciaban el doble autoritarismo que vivían en el país y en la casa. Esta forma de...
Revista Española de Ciencia Política. Núm. 59. Julio 2022, pp. 143-180, 2022
Este artículo sigue la línea de otras investigaciones sobre cómo opera el género en las
campañas... more Este artículo sigue la línea de otras investigaciones sobre cómo opera el género en las
campañas electorales. Su objetivo es comprender el modo en que la cultura visual se articula con una cultura política generizada. Se utilizó un diseño metodológico cualitativo basado en el uso de registros fotográficos de carteles electorales instalados en espacios públicos en Valparaíso y Santiago como parte de dos campañas electorales —celebradas en Chile para las elecciones municipales de 2016 y parlamentarias de 2017—. Se realizó un análisis teóricamente guiado desde una perspectiva de género y de la sociología visual. Los resultados muestran cómo actúan las normas de género bajo diferentes modalidades de aparición de los cuerpos y de los mensajes, evidenciando que a pesar de un contexto de creciente movilizaciones feministas y mayor número de candidatas mujeres, la propaganda electoral reproduce
nuevos y clásicos estereotipos de género, sin cuestionar las desigualdades de género.
En tal sentido, concluimos que las imágenes de las campañas analizadas reproducen una serie de normas de género y estereotipos sobre la representación que continúan dando forma a un «sentido común de lo visual» (Caggiano, 2012) que refuerza el modo hegemónico de entender la política.
Journal of Community Psychology, 2020
In Latin America, one of the key tasks of Community and Liberation Psychology has been to recover... more In Latin America, one of the key tasks of Community and Liberation Psychology has been to recover the memories of marginalized and excluded communities that have experienced multiple pasts marked by political violence. In Chile, researchers have focused on poor urban neighborhoods, where the question of how memories are transmitted in areas where conflicts and violence are still present has been overlooked. In this context, the following article aims to analyze the ways in which memories are transmitted in a neighborhood that has a long organizational history in the struggle against social inequalities; while at the same time being classified as a critical area by the state due to its current levels of violence and social conflict. The researchers led a 3‐year case study from an ethnographic perspective, and applied a collaborative methodology that brought together the research team and the members of a territorial organization. The analysis is based on 72 interviews, 5 conversation groups and ethnographic observation. The data was analyzed using discourse analysis. The results revealed that the main form of memory transmission is not based on intergenerational narratives of the past, but rather on joint action; namely, dialogical practices among neighborhood residents that generate an ethos; a common way of life.
Athenea Digital. Revista de pensamiento e investigación social, 2022
Siguiendo la lógica de un estudio de caso, nos focalizamos en un barrio popular de Santiago (Chil... more Siguiendo la lógica de un estudio de caso, nos focalizamos en un barrio popular de Santiago (Chile), La Legua, reconocido como población “emblemática” por sus luchas contra la dictadura militar, e identificado por el Estado como “barrio crítico” por su asociación al narcotráfico. Lo anterior ha motivado que sea objeto de un polémico “Plan de Intervención” estatal para contrarrestar la violencia. Como parte de una etnografía desarrollada durante tres años (2016-2019), en el artículo exponemos, desde un análisis del discurso, cómo en el Día del Patrimonio las memorias sociales del pasado reciente son usadas por representantes del gobierno local, de instituciones y de organizaciones comunitarias para producir determinadas identidades barriales. El objetivo es problematizar que la relación entre memorias e identidades sociales no siempre posibilita proyectos liberadores, sino que puede tensionar el tejido social favoreciendo nuevas y viejas exclusiones.
Kamchatka. Revista de análisis cultural, 2020
RESUMEN: La recuperación de las memorias de territorios que han sufrido la violencia y
represión ... more RESUMEN: La recuperación de las memorias de territorios que han sufrido la violencia y
represión política en los países del Cono Sur, ha sido una tarea central en las investigaciones de
las Ciencias Sociales. En Chile, las “poblaciones emblemáticas” han sido un foco primordial en
estos trabajos dado su rol activo en la resistencia contra la dictadura. El presente estudio se centra
en una “población emblemática” que tiene la particularidad de ser catalogada por el Estado como
“barrio crítico”, dado su alto nivel de violencia y conflictividad social. El objetivo es analizar la
configuración de memorias y las políticas que se desprenden de ella a través de los murales
emplazados en un territorio que ha vivido conflictos y violencias no solo en el pasado, sino
también en la actualidad. Desde un enfoque cualitativo, se generó y analizó un catastro extensivo
de murales que se realizó entre 2016 y 2018 para, en el año 2019, producir y analizar datos a
través de la observación participante en 5 de ellos. Los hallazgos principales apuntan a una
politización de las memorias que se configuran en los murales, utilizándose el pasado para disputar
sobre cómo vivir y convivir en este particular territorio.
Journal Community Psychology, 2020
Abstract
In Latin America, one of the key tasks of Community and
Liberation Psychology has been t... more Abstract
In Latin America, one of the key tasks of Community and
Liberation Psychology has been to recover the memories
of marginalized and excluded communities that have experienced
multiple pasts marked by political violence. In
Chile, researchers have focused on poor urban neighborhoods,
where the question of how memories are transmitted
in areas where conflicts and violence are still
present has been overlooked. In this context, the following
article aims to analyze the ways in which memories are
transmitted in a neighborhood that has a long organizational
history in the struggle against social inequalities;
while at the same time being classified as a critical area by
the state due to its current levels of violence and social
conflict. The researchers led a 3‐year case study from an
ethnographic perspective, and applied a collaborative
methodology that brought together the research team and
the members of a territorial organization. The analysis is
based on 72 interviews, 5 conversation groups and
ethnographic observation. The data was analyzed using
discourse analysis. The results revealed that the main form
of memory transmission is not based on intergenerational
narratives of the past, but rather on joint action; namely, dialogical practices among neighborhood residents that
generate an ethos; a common way of life.
Revista Athenea Digital, 2022
Siguiendo la lógica de un estudio de caso, nos focalizamos en un barrio popular de Santiago (Chil... more Siguiendo la lógica de un estudio de caso, nos focalizamos en un barrio popular de Santiago (Chile), La Legua, reconocido como población “emblemática” por sus luchas contra la dictadura militar, e identificado por el Estado como “barrio crítico” por su asociación al narcotráfico. Lo anterior ha motivado que sea objeto de un polémico “Plan de Intervención” estatal para contrarrestar la violencia. Como parte de una etnografía desarrollada durante tres años (2016-2019), en el artículo exponemos, desde un análisis del discurso, cómo en el Día del Patrimonio las memorias sociales del pasado reciente son usadas por representantes del gobierno local, de instituciones y de organizaciones comunitarias para producir determinadas identidades barriales. El objetivo es problematizar que la relación entre memorias e identidades sociales no siempre posibilita proyectos liberadores, sino que puede tensionar el tejido social favoreciendo nuevas y viejas exclusiones.
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Book Chapter by Maria Angelica Cruz Contreras
Ya desde el 2011, en el contexto de las protestas del movimiento estudiantil, junto a las proclamas que demandaban una educación “gratuita y de calidad”, empezamos a ver carteles que también reclamaban una “educación no sexista”. En los años siguientes observamos cada vez más cómo las calles se iban llenando de manifestaciones enlazadas a lo que ocurría globalmente, con movimientos como Me too, que denunciaban la violencia sexual, o, como en el caso de América Latina, con las movilizaciones por “Ni una menos” contra los femicidios y la “marea verde” en favor del derecho al aborto.
En mayo del 2018 se produjo el “Tsunami Feminista” (Hiner, 2021), cuando debido a la indignación que provocaron escandalosas denuncias de acoso sexual en las universidades, las estudiantes feministas mantuvieron en “toma” a más de 30 facultades, 15 universidades y algunos emblemáticos liceos en las principales ciudades del país. A la par, rebasaron las calles con innumerables movilizaciones bajo un nuevo repertorio de protesta, reconfigurando otro tipo de liderazgos, feministas y disidentes. Con ello, las estudiantes lograron también alterar las clásicas formas de politización estudiantil de la izquierda masculina universitaria y disputar los imaginarios sociales sobre la violencia de género que la reducían al espacio doméstico o a un problema de varones desadaptados. En paralelo, esta movilización tensionó la propia trayectoria del movimiento feminista chileno, uno que ya venía complejizándose con nuevas interrogantes acerca del movimiento, o los desafíos que implica reconocer la interseccionalidad de las diferentes formas de dominación en las que participa el género, entre otras (Gálvez, 2021).
Poco más de un año después, para el Estallido de octubre del 2019, los feminismos fueron parte esencial de la movilización y del proceso constituyente que se abrió a partir de este acontecimiento (Grau et al, 2020). Por supuesto esto no surge de la nada. Sabemos que, tanto en Chile como en Latinoamérica, el movimiento feminista es de larga data, ha tenido diferentes maneras de ser nombrado e historizado y se ha sostenido por años de activismo y trabajo en múltiples espacios y desde disímiles formas. Lo nuevo es la masividad en las movilizaciones y la radicalidad de la interpelación feminista que atraviesa prácticamente todos los ámbitos del orden social (Gago, 2019). Sin embargo, en Chile hay poca investigación empírica sobre el modo en que estos activismos se han ido fraguando y mucho menos sobre lo que ocurre más allá de la capital.
En este capítulo trasladamos el foco a Valparaíso, ciudad que resulta relevante en tanto se viene constituyendo “en un espacio de articulación de la acción feminista a nivel nacional” (de Armas y López, 2016, p.186). Para este texto, concretamente analizamos las conmemoraciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, entre los años 2017 y 2021, basándonos en un vasto trabajo etnográfico longitudinal de diferentes movilizaciones que hemos llevado a cabo en el contexto de dos proyectos de investigación que estudian las relaciones entre género y memorias sociales del pasado reciente durante los últimos cinco años. Específicamente, nos centramos en el análisis de los registros visuales de los lienzos, pancartas y carteles que portan las manifestantes durante las marchas. Para ello usamos la metáfora de la gramática, no porque creamos en una visión estructuralista del lenguaje sino porque interpretamos las movilizaciones feministas como una provocación a las reglas y normas del habla que, a partir de un “Basta”, buscan cambiar el juego. Nuestros resultados muestran cómo en esta movilización, que históricamente ha sido el escenario más importante de las demandas del movimiento feminista, se transformó en un masivo acto de denuncia de la represión política de las manifestaciones del Estallido Social. Nuestra hipótesis es que la forma en que los movimientos feministas disputan el género y amplían el reclamo contra la violencia, se relaciona estrechamente con las memorias sociales de la dictadura, especialmente con aquellas de las resistencias y las denuncias de las violaciones a los derechos humanos, así como con la presencia de diferentes formas de transmisión generacional de esas memorias dentro de los movimientos feministas. Ese vínculo no siempre ha sido reconocido.
En línea con otras investigaciones recientes, hemos estudiado el repertorio de las manifestaciones de los últimos años, considerando especialmente el uso de los cuerpos y “cuerpas” como un aspecto clave de la acción colectiva de estudiantes, mujeres y disidencias sexuales (Paredes, 2018; Cruz, 2021). Sin embargo, creemos que ello no debería dejar de lado el análisis de las palabras y sus soportes -lienzos, carteles, pancartas- como parte fundamental de la protesta. A través de esta gramática de la acción colectiva se denuncia, se demanda, se solidariza, se interpela y se abren nuevas posibilidades para “con-vivir”. Las palabras operan en una trama donde se articula la indignación que provoca la violencia de género del presente y del pasado con la creatividad de la política feminista para imaginar y proponer otras formas de vivir que interrumpan y transformen la precarización de la vida. Esta gramática es el foco de nuestra reflexión.
En lo que sigue, expondremos primero nuestro lente teórico, luego los antecedentes históricos más importantes que nos permiten contextualizar el análisis; posteriormente, para entender el material con el que trabajaremos -fundamentalmente registro fotográfico- sintetizaremos la metodología utilizada. A continuación, presentaremos los resultados de nuestro análisis que muestran los distintos niveles en que se despliegan los carteles de las marchas del 8M y sus consignas: en primer lugar, como un acto de denuncia; en segundo, como un artefacto de memoria y, por último, como espacio de transmisión del pasado para la activación política. Finalmente, compartiremos algunos desafíos y preguntas sobre los límites y las posibilidades que portan los feminismos y sus disputas en este presente en transformación.
Aunque muchos describieron lo ocurrido bajo la frase “Chile despertó”, por lo menos desde el año 2011 en adelante se venían sucediendo una serie de movilizaciones sociales protagonizadas, entre otros, por los y las estudiantes universitarios/as y secundarios/as, organizaciones ambientalistas, agrupaciones contra el actual sistema de pensiones, movimientos regionalistas, luchas indígenas y también los feminismos. De hecho, sólo un año antes de la revuelta, en mayo del 2018, las calles se habían llenado de multitudinarias marchas de estudiantes feministas y de las disidencias sexuales en contra de la violencia de género. En la revuelta social los feminismos volvieron a ser protagónicos, por ejemplo, mediante la performance “Un violador en tu camino”, creada en Valparaíso por la colectiva “Las Tesis” y que fue reproducida en diversas partes del mundo.
Frente a todo ello no hemos sido espectadoras neutrales. Somos investigadoras feministas que desde diferentes ubicaciones generacionales –una nacida en dictadura y otra en democracia– deseamos un orden social distinto que, como recita una de las proclamas característica de las marchas de nuestro territorio, disputamos como “mujeres contra la violencia, mujeres contra el capital, mujeres contra el racismo, contra el fascismo neoliberal.” No se trata sólo de posiciones políticas, sino de una postura aprendida desde la epistemología feminista que proclama que todo saber es situado, también el que construimos desde las ciencias sociales.
Sin embargo, la articulación que urde esa proclama –especialmente el reclamo contra el patriarcado, el capital y el fascismo– no es una invención del presente, allí se entretejen historias que por años discurrieron subterráneamente. Nos referimos a las luchas contra la dictadura, cuando las mujeres fueron protagonistas del movimiento de derechos humanos, militantes de los partidos políticos de izquierda perseguidos y activistas del feminismo y de una serie de otras organizaciones populares. Nuestro convencimiento es que las memorias sociales sobre esas luchas son parte importante de lo que hoy se trama en las calles, en las asambleas y en las miles de organizaciones que las mujeres lideramos en este presente urgente. Y, así como el activismo vuelve a cobrar relevancia, también estamos desafiadas a comprenderlo desde nuevas ópticas.
Para acercarnos a ese reto, en este texto compartimos parte de los resultados de una investigación que realizamos sobre cómo el género opera al hacer memoria del pasado reciente, a partir de una selección de relatos de vida de tres destacadas mujeres de Valparaíso. Nos referimos a ex presas políticas que comenzaron sus militancias antes del golpe de estado y que tras salir de la cárcel nunca dejaron de participar políticamente, incluso hasta hoy cuando, a pesar de sus avanzados años, siguen presentes en las calles y diversas formas de activismo.
En otros trabajos mostramos el modo en que ellas rememoran la prisión política y torturas de las que fueron objeto; también cómo recuerdan algo sobre lo que pocas veces se les pregunta, las formas en que se iniciaron en la política por medio de sus múltiples activismos a finales de los años 60’ y durante el gobierno de Salvador Allende. En este capítulo compartimos las formas en que cuentan lo que vino después de la represión más directa, cuando combinaron una activa participación en el movimiento de derechos humanos, el movimiento feminista, partidos políticos proscritos y otras variadas formas de participación como un tipo de práctica política que siempre fue múltiple. Relatos que desafían las nociones que las reducen sólo a víctimas del terrorismo de estado para ubicarlas en la trama de resistencias silenciadas por la transición política; pero también narraciones que combinan dimensiones invisibilizadas en los relatos dominantes como el papel de los afectos políticos, la precariedad material, los cruces entre la vida pública y privada o las dificultades que suponía el activismo para las mujeres y, cómo todo ello deriva en que hoy empujen memorias donde el género es algo relevante.
En lo que sigue presentamos algunos diálogos teóricos con los estudios afines, para luego compartir parte de los resultados del análisis de los relatos de vida. Tras ello, arriesgamos algunas conclusiones para seguir pensando el presente.
Lo que aquí resumo ha sido nombrado de diferentes maneras, Estallido social o Revuelta Popular entre las denominaciones más comunes, proclamando que Chile despertó. Sin embargo, parece difícil pensar que una revuelta de tal envergadura pueda partir de la nada. Ello supondría desconocer, cuando menos, las distintas modalidades de movilización social que en Chile se venían dando como mínimo desde el año 2011; así como las formas en que la Revuelta Popular se conecta con las memorias sociales sobre el pasado reciente, ya no solo de la dictadura sino del modo en que sus herencias siguieron pauteando la democracia inconclusa.
Muy poco antes, en 2018, las calles ya se habían saturado de cuerpos que desafiaban el orden social de género, en lo que se ha tildado como el Sunami Feminista que empujaron las estudiantes en las universidades y liceos (Zerán, 2018). En la Revuelta Popular, los feminismos también entraron en la escena a través de miles de cuerpos que actuaron Un Violador en tu Camino, la performance creada por Las Tesis que fue reproducida globalmente.
En este trabajo propongo que estos acontecimientos pueden ser leídos entrecruzando las perspectivas de tres campos de estudio que suelen correr más bien en paralelo: movimientos sociales, memoria social y teoría feminista. Para hacerlo, retrocedo a lo que venimos investigando desde el año 2015 en Valparaíso, a partir de un proyecto sobre cómo el género es (re)creado al hacer memoria a través de prácticas políticas del presente, junto a lo que actualmente estamos problematizando acerca de la transmisión de memorias del pasado reciente en las movilizaciones que disputan el género.
Tal como han descrito lxs estudiosxs de la acción colectiva, las manifestaciones sociales combinan repertorios tradicionales con nuevas formas de protesta (Della Porta & Diani, 2015). Entre lo novedoso, se suelen citar las prácticas más lúdicas y expresivas ligadas al arte y lo carnavalesco, especialmente cuando participan lxs jóvenes (Badilla, 2019). Para el caso de Chile, se ha señalado que las movilizaciones estudiantiles del 2011 operaron como un ritual creativo que combinó tanto las escenificaciones, murgas, batucadas y distintos tipos de bailes, como cánticos y consignas que apelaban a la memoria de luchas pasadas. “Constituyen estos recursos, los performativos asociados al lenguaje y los performáticos asociados a la actuación (Taylor, 2012), una forma contenciosa de manifestación que dan a la marcha su segunda propiedad: como fuente de producción de significados comunes, agente de significación” (Paredes, Ortiz y Araya, 2018:133).
Con ello en mente, propongo reconocer la performatividad no solo en la capacidad del lenguaje expresado en las consignas de carteles y lienzos, como tampoco exclusivamente en los recursos artísticos performáticos, sino que, siguiendo a Butler (2017), asumir que opera una performatividad de los cuerpos al estar juntos, intervenir y disputar el espacio público, algo que puede hacerse a través de la danza o entonando una canción de protesta, pero también en silencio o de muchas otras maneras. Cuando ampliamos esta forma de entender la performatividad de la protesta podemos encontrar tramas de transmisión de una memoria encarnada (Iglesias, 2020). Eso es lo que aquí quiero compartir interrogando cómo, al poner el cuerpo3, las memorias se mueven disputando el orden de género y la violencia de Estado en la dictadura y la postdictadura.
En tal sentido, la hipótesis es doble. En primer lugar, sostengo que la performatividad de los cuerpos femeninos actuando juntos tiene larga data y podemos rastrearla en múltiples prácticas políticas en la medida que dejamos de creer en la moderna dicotomía público/privado (Stabili, 2017; Valdés, 2000). En segundo lugar, que el repertorio de las manifestaciones permite observar modos en que la transmisión de las memorias sociales no opera solo desde las narrativas escritas u orales sino a través de la acción conjunta (Jeanneret, y otros, 2020). En otras palabras, se pone el cuerpo bajo distintas modalidades y las memorias operan con y a través de los cuerpos reunidos.
En lo que sigue presento una síntesis de la problematización teórica sobre las relaciones entre memoria, movimientos sociales y género. Luego, comparto parte de los resultados del trabajo empírico sobre el registro fotográfico usado en la etnografía de marchas en la ciudad de Valparaíso desde el año 2015 a la fecha, específicamente en las conmemoraciones del 11 de septiembre entre el 2016 y el 2019 y la manifestación del 8 de marzo en el 2020. Cierro el estudio con algunas reflexiones para seguir pensado.
la memoria, pues como señalan los autores, esta fuerza moralizante
de la historia que parece ser la memoria, la convierten acaso
en un campo plagado de virtudes. Es la memoria social “la
verdad” como alternativa a la infamia de la dominación y el
ocultamiento. Nuestra impresión es que las cosas no son tan fáciles.
Las memorias sociales, así como el poder y la identidad, están
en constante movimiento en tanto que son socialmente producidas
y elaboradas. Así como el relato dominante no oculta
todo, la memoria social no es todo lo que dice ser porque la memoria
también olvida, niega y oblitera aquello que hace incoherente
su lógica y su propósito".
De este modo, tras el Golpe de Estado, las mujeres que habían tenido una activa participación en lo público-político pasaron a ser parte del “enemigo interno” por sus militancias de izquierda y se convirtieron en peligrosas transgresoras del orden de género hegemónico. Solo así se puede comprender el tipo particular de ensañamiento que hubo hacia ellas de parte de los órganos estatales encargados de la represión política. Por lo mismo, sus memorias tienen que ser interrogadas también en clave de género.
Elizabeth, Amanda, Ingrid e Irene son nombres de fantasía, sus biografías, en cambio, son reales. Ellas comparten pasados heterogéneos, pero urdidos por un hilo común: a finales de los años 60’ y principios de los 70’ eran jóvenes y militaban en partidos y movimientos de la izquierda revolucionaria. Destacaban también como activas dirigentes estudiantiles, impulsoras de la organización sindical y la reforma agraria, voluntarias en trabajos de alfabetización de adultos y organizadoras de cordones industriales de las empresas estatizadas; en suma, eran apasionadas defensoras de la Unidad Popular. Para el Golpe de Estado, casi todas se encontraban estudiando en universidades de Valparaíso y, producto de su activismo político, sufrieron en carne propia la represión, en especial, la tortura y la prisión política. Sin embargo, la violencia de Estado que marcó sus vidas no logró desmovilizarlas. Desde diferentes frentes sostuvieron híbridas prácticas de resistencia durante los largos 17 años de dictadura cívico-militar. Hoy en día, ya con más de 60 años, algunas de ellas siguen militando en partidos e incluso se han postulado a cargos de representación local; otras son activistas de diversos colectivos y lideran organizaciones de derechos humanos. Junto con eso, marchan en las múltiples movilizaciones que en los últimos años han transitado por las calles de la ciudad-puerto, reclamando contra una postdictadura neoliberal, patriarcal y amnésica.
Judith Butler argumenta que los modos culturales regulan nuestras disposiciones afectivas y éticas frente a situaciones de conflicto mediante un encuadre de la violencia que no solo es selectivo, sino también diferencial. Nuestra apuesta es que en ese encuadre el género también trabaja.
Enmarcar las dictaduras del Cono Sur en clave de género ha sido un empeño que se ha hecho visible solo en los últimos años. Se trata de un esfuerzo necesario, pero todavía muy insuficiente. Así, si bien se ha empezado a trizar el largo silencio sobre la tortura político sexual dirigida hacia las mujeres, asumiendo los complejos desafíos que supone volverla pública, esa no es la única manera en que el género atravesó la experiencia concentracionaria y el encarcelamiento político. Hay muchas otras dimensiones de la prisión política que no encuentran una escucha capaz de reconocer la multiplicidad de la violencia de género. El problema, entonces, es disputar cómo se está transmitiendo esa experiencia.
Eso es lo que hemos tratado de hacer al escribir este capítulo, que es parte de una investigación mayor que se propuso comprender las articulaciones entre género y memoria desde las prácticas políticas del presente, en este caso a partir del testimonio de las mujeres que más arriba cité.
El objetivo es interpretar cómo las normas del género se (re)crean, tensionan y/o subvierten al hacer memoria de la prisión política, especialmente cuando se trata de mujeres que se alejan de la victimización y sostienen agencias contrahegemónicas en el Chile postdictatorial.
Papers by Maria Angelica Cruz Contreras
campañas electorales. Su objetivo es comprender el modo en que la cultura visual se articula con una cultura política generizada. Se utilizó un diseño metodológico cualitativo basado en el uso de registros fotográficos de carteles electorales instalados en espacios públicos en Valparaíso y Santiago como parte de dos campañas electorales —celebradas en Chile para las elecciones municipales de 2016 y parlamentarias de 2017—. Se realizó un análisis teóricamente guiado desde una perspectiva de género y de la sociología visual. Los resultados muestran cómo actúan las normas de género bajo diferentes modalidades de aparición de los cuerpos y de los mensajes, evidenciando que a pesar de un contexto de creciente movilizaciones feministas y mayor número de candidatas mujeres, la propaganda electoral reproduce
nuevos y clásicos estereotipos de género, sin cuestionar las desigualdades de género.
En tal sentido, concluimos que las imágenes de las campañas analizadas reproducen una serie de normas de género y estereotipos sobre la representación que continúan dando forma a un «sentido común de lo visual» (Caggiano, 2012) que refuerza el modo hegemónico de entender la política.
represión política en los países del Cono Sur, ha sido una tarea central en las investigaciones de
las Ciencias Sociales. En Chile, las “poblaciones emblemáticas” han sido un foco primordial en
estos trabajos dado su rol activo en la resistencia contra la dictadura. El presente estudio se centra
en una “población emblemática” que tiene la particularidad de ser catalogada por el Estado como
“barrio crítico”, dado su alto nivel de violencia y conflictividad social. El objetivo es analizar la
configuración de memorias y las políticas que se desprenden de ella a través de los murales
emplazados en un territorio que ha vivido conflictos y violencias no solo en el pasado, sino
también en la actualidad. Desde un enfoque cualitativo, se generó y analizó un catastro extensivo
de murales que se realizó entre 2016 y 2018 para, en el año 2019, producir y analizar datos a
través de la observación participante en 5 de ellos. Los hallazgos principales apuntan a una
politización de las memorias que se configuran en los murales, utilizándose el pasado para disputar
sobre cómo vivir y convivir en este particular territorio.
In Latin America, one of the key tasks of Community and
Liberation Psychology has been to recover the memories
of marginalized and excluded communities that have experienced
multiple pasts marked by political violence. In
Chile, researchers have focused on poor urban neighborhoods,
where the question of how memories are transmitted
in areas where conflicts and violence are still
present has been overlooked. In this context, the following
article aims to analyze the ways in which memories are
transmitted in a neighborhood that has a long organizational
history in the struggle against social inequalities;
while at the same time being classified as a critical area by
the state due to its current levels of violence and social
conflict. The researchers led a 3‐year case study from an
ethnographic perspective, and applied a collaborative
methodology that brought together the research team and
the members of a territorial organization. The analysis is
based on 72 interviews, 5 conversation groups and
ethnographic observation. The data was analyzed using
discourse analysis. The results revealed that the main form
of memory transmission is not based on intergenerational
narratives of the past, but rather on joint action; namely, dialogical practices among neighborhood residents that
generate an ethos; a common way of life.
Ya desde el 2011, en el contexto de las protestas del movimiento estudiantil, junto a las proclamas que demandaban una educación “gratuita y de calidad”, empezamos a ver carteles que también reclamaban una “educación no sexista”. En los años siguientes observamos cada vez más cómo las calles se iban llenando de manifestaciones enlazadas a lo que ocurría globalmente, con movimientos como Me too, que denunciaban la violencia sexual, o, como en el caso de América Latina, con las movilizaciones por “Ni una menos” contra los femicidios y la “marea verde” en favor del derecho al aborto.
En mayo del 2018 se produjo el “Tsunami Feminista” (Hiner, 2021), cuando debido a la indignación que provocaron escandalosas denuncias de acoso sexual en las universidades, las estudiantes feministas mantuvieron en “toma” a más de 30 facultades, 15 universidades y algunos emblemáticos liceos en las principales ciudades del país. A la par, rebasaron las calles con innumerables movilizaciones bajo un nuevo repertorio de protesta, reconfigurando otro tipo de liderazgos, feministas y disidentes. Con ello, las estudiantes lograron también alterar las clásicas formas de politización estudiantil de la izquierda masculina universitaria y disputar los imaginarios sociales sobre la violencia de género que la reducían al espacio doméstico o a un problema de varones desadaptados. En paralelo, esta movilización tensionó la propia trayectoria del movimiento feminista chileno, uno que ya venía complejizándose con nuevas interrogantes acerca del movimiento, o los desafíos que implica reconocer la interseccionalidad de las diferentes formas de dominación en las que participa el género, entre otras (Gálvez, 2021).
Poco más de un año después, para el Estallido de octubre del 2019, los feminismos fueron parte esencial de la movilización y del proceso constituyente que se abrió a partir de este acontecimiento (Grau et al, 2020). Por supuesto esto no surge de la nada. Sabemos que, tanto en Chile como en Latinoamérica, el movimiento feminista es de larga data, ha tenido diferentes maneras de ser nombrado e historizado y se ha sostenido por años de activismo y trabajo en múltiples espacios y desde disímiles formas. Lo nuevo es la masividad en las movilizaciones y la radicalidad de la interpelación feminista que atraviesa prácticamente todos los ámbitos del orden social (Gago, 2019). Sin embargo, en Chile hay poca investigación empírica sobre el modo en que estos activismos se han ido fraguando y mucho menos sobre lo que ocurre más allá de la capital.
En este capítulo trasladamos el foco a Valparaíso, ciudad que resulta relevante en tanto se viene constituyendo “en un espacio de articulación de la acción feminista a nivel nacional” (de Armas y López, 2016, p.186). Para este texto, concretamente analizamos las conmemoraciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, entre los años 2017 y 2021, basándonos en un vasto trabajo etnográfico longitudinal de diferentes movilizaciones que hemos llevado a cabo en el contexto de dos proyectos de investigación que estudian las relaciones entre género y memorias sociales del pasado reciente durante los últimos cinco años. Específicamente, nos centramos en el análisis de los registros visuales de los lienzos, pancartas y carteles que portan las manifestantes durante las marchas. Para ello usamos la metáfora de la gramática, no porque creamos en una visión estructuralista del lenguaje sino porque interpretamos las movilizaciones feministas como una provocación a las reglas y normas del habla que, a partir de un “Basta”, buscan cambiar el juego. Nuestros resultados muestran cómo en esta movilización, que históricamente ha sido el escenario más importante de las demandas del movimiento feminista, se transformó en un masivo acto de denuncia de la represión política de las manifestaciones del Estallido Social. Nuestra hipótesis es que la forma en que los movimientos feministas disputan el género y amplían el reclamo contra la violencia, se relaciona estrechamente con las memorias sociales de la dictadura, especialmente con aquellas de las resistencias y las denuncias de las violaciones a los derechos humanos, así como con la presencia de diferentes formas de transmisión generacional de esas memorias dentro de los movimientos feministas. Ese vínculo no siempre ha sido reconocido.
En línea con otras investigaciones recientes, hemos estudiado el repertorio de las manifestaciones de los últimos años, considerando especialmente el uso de los cuerpos y “cuerpas” como un aspecto clave de la acción colectiva de estudiantes, mujeres y disidencias sexuales (Paredes, 2018; Cruz, 2021). Sin embargo, creemos que ello no debería dejar de lado el análisis de las palabras y sus soportes -lienzos, carteles, pancartas- como parte fundamental de la protesta. A través de esta gramática de la acción colectiva se denuncia, se demanda, se solidariza, se interpela y se abren nuevas posibilidades para “con-vivir”. Las palabras operan en una trama donde se articula la indignación que provoca la violencia de género del presente y del pasado con la creatividad de la política feminista para imaginar y proponer otras formas de vivir que interrumpan y transformen la precarización de la vida. Esta gramática es el foco de nuestra reflexión.
En lo que sigue, expondremos primero nuestro lente teórico, luego los antecedentes históricos más importantes que nos permiten contextualizar el análisis; posteriormente, para entender el material con el que trabajaremos -fundamentalmente registro fotográfico- sintetizaremos la metodología utilizada. A continuación, presentaremos los resultados de nuestro análisis que muestran los distintos niveles en que se despliegan los carteles de las marchas del 8M y sus consignas: en primer lugar, como un acto de denuncia; en segundo, como un artefacto de memoria y, por último, como espacio de transmisión del pasado para la activación política. Finalmente, compartiremos algunos desafíos y preguntas sobre los límites y las posibilidades que portan los feminismos y sus disputas en este presente en transformación.
Aunque muchos describieron lo ocurrido bajo la frase “Chile despertó”, por lo menos desde el año 2011 en adelante se venían sucediendo una serie de movilizaciones sociales protagonizadas, entre otros, por los y las estudiantes universitarios/as y secundarios/as, organizaciones ambientalistas, agrupaciones contra el actual sistema de pensiones, movimientos regionalistas, luchas indígenas y también los feminismos. De hecho, sólo un año antes de la revuelta, en mayo del 2018, las calles se habían llenado de multitudinarias marchas de estudiantes feministas y de las disidencias sexuales en contra de la violencia de género. En la revuelta social los feminismos volvieron a ser protagónicos, por ejemplo, mediante la performance “Un violador en tu camino”, creada en Valparaíso por la colectiva “Las Tesis” y que fue reproducida en diversas partes del mundo.
Frente a todo ello no hemos sido espectadoras neutrales. Somos investigadoras feministas que desde diferentes ubicaciones generacionales –una nacida en dictadura y otra en democracia– deseamos un orden social distinto que, como recita una de las proclamas característica de las marchas de nuestro territorio, disputamos como “mujeres contra la violencia, mujeres contra el capital, mujeres contra el racismo, contra el fascismo neoliberal.” No se trata sólo de posiciones políticas, sino de una postura aprendida desde la epistemología feminista que proclama que todo saber es situado, también el que construimos desde las ciencias sociales.
Sin embargo, la articulación que urde esa proclama –especialmente el reclamo contra el patriarcado, el capital y el fascismo– no es una invención del presente, allí se entretejen historias que por años discurrieron subterráneamente. Nos referimos a las luchas contra la dictadura, cuando las mujeres fueron protagonistas del movimiento de derechos humanos, militantes de los partidos políticos de izquierda perseguidos y activistas del feminismo y de una serie de otras organizaciones populares. Nuestro convencimiento es que las memorias sociales sobre esas luchas son parte importante de lo que hoy se trama en las calles, en las asambleas y en las miles de organizaciones que las mujeres lideramos en este presente urgente. Y, así como el activismo vuelve a cobrar relevancia, también estamos desafiadas a comprenderlo desde nuevas ópticas.
Para acercarnos a ese reto, en este texto compartimos parte de los resultados de una investigación que realizamos sobre cómo el género opera al hacer memoria del pasado reciente, a partir de una selección de relatos de vida de tres destacadas mujeres de Valparaíso. Nos referimos a ex presas políticas que comenzaron sus militancias antes del golpe de estado y que tras salir de la cárcel nunca dejaron de participar políticamente, incluso hasta hoy cuando, a pesar de sus avanzados años, siguen presentes en las calles y diversas formas de activismo.
En otros trabajos mostramos el modo en que ellas rememoran la prisión política y torturas de las que fueron objeto; también cómo recuerdan algo sobre lo que pocas veces se les pregunta, las formas en que se iniciaron en la política por medio de sus múltiples activismos a finales de los años 60’ y durante el gobierno de Salvador Allende. En este capítulo compartimos las formas en que cuentan lo que vino después de la represión más directa, cuando combinaron una activa participación en el movimiento de derechos humanos, el movimiento feminista, partidos políticos proscritos y otras variadas formas de participación como un tipo de práctica política que siempre fue múltiple. Relatos que desafían las nociones que las reducen sólo a víctimas del terrorismo de estado para ubicarlas en la trama de resistencias silenciadas por la transición política; pero también narraciones que combinan dimensiones invisibilizadas en los relatos dominantes como el papel de los afectos políticos, la precariedad material, los cruces entre la vida pública y privada o las dificultades que suponía el activismo para las mujeres y, cómo todo ello deriva en que hoy empujen memorias donde el género es algo relevante.
En lo que sigue presentamos algunos diálogos teóricos con los estudios afines, para luego compartir parte de los resultados del análisis de los relatos de vida. Tras ello, arriesgamos algunas conclusiones para seguir pensando el presente.
Lo que aquí resumo ha sido nombrado de diferentes maneras, Estallido social o Revuelta Popular entre las denominaciones más comunes, proclamando que Chile despertó. Sin embargo, parece difícil pensar que una revuelta de tal envergadura pueda partir de la nada. Ello supondría desconocer, cuando menos, las distintas modalidades de movilización social que en Chile se venían dando como mínimo desde el año 2011; así como las formas en que la Revuelta Popular se conecta con las memorias sociales sobre el pasado reciente, ya no solo de la dictadura sino del modo en que sus herencias siguieron pauteando la democracia inconclusa.
Muy poco antes, en 2018, las calles ya se habían saturado de cuerpos que desafiaban el orden social de género, en lo que se ha tildado como el Sunami Feminista que empujaron las estudiantes en las universidades y liceos (Zerán, 2018). En la Revuelta Popular, los feminismos también entraron en la escena a través de miles de cuerpos que actuaron Un Violador en tu Camino, la performance creada por Las Tesis que fue reproducida globalmente.
En este trabajo propongo que estos acontecimientos pueden ser leídos entrecruzando las perspectivas de tres campos de estudio que suelen correr más bien en paralelo: movimientos sociales, memoria social y teoría feminista. Para hacerlo, retrocedo a lo que venimos investigando desde el año 2015 en Valparaíso, a partir de un proyecto sobre cómo el género es (re)creado al hacer memoria a través de prácticas políticas del presente, junto a lo que actualmente estamos problematizando acerca de la transmisión de memorias del pasado reciente en las movilizaciones que disputan el género.
Tal como han descrito lxs estudiosxs de la acción colectiva, las manifestaciones sociales combinan repertorios tradicionales con nuevas formas de protesta (Della Porta & Diani, 2015). Entre lo novedoso, se suelen citar las prácticas más lúdicas y expresivas ligadas al arte y lo carnavalesco, especialmente cuando participan lxs jóvenes (Badilla, 2019). Para el caso de Chile, se ha señalado que las movilizaciones estudiantiles del 2011 operaron como un ritual creativo que combinó tanto las escenificaciones, murgas, batucadas y distintos tipos de bailes, como cánticos y consignas que apelaban a la memoria de luchas pasadas. “Constituyen estos recursos, los performativos asociados al lenguaje y los performáticos asociados a la actuación (Taylor, 2012), una forma contenciosa de manifestación que dan a la marcha su segunda propiedad: como fuente de producción de significados comunes, agente de significación” (Paredes, Ortiz y Araya, 2018:133).
Con ello en mente, propongo reconocer la performatividad no solo en la capacidad del lenguaje expresado en las consignas de carteles y lienzos, como tampoco exclusivamente en los recursos artísticos performáticos, sino que, siguiendo a Butler (2017), asumir que opera una performatividad de los cuerpos al estar juntos, intervenir y disputar el espacio público, algo que puede hacerse a través de la danza o entonando una canción de protesta, pero también en silencio o de muchas otras maneras. Cuando ampliamos esta forma de entender la performatividad de la protesta podemos encontrar tramas de transmisión de una memoria encarnada (Iglesias, 2020). Eso es lo que aquí quiero compartir interrogando cómo, al poner el cuerpo3, las memorias se mueven disputando el orden de género y la violencia de Estado en la dictadura y la postdictadura.
En tal sentido, la hipótesis es doble. En primer lugar, sostengo que la performatividad de los cuerpos femeninos actuando juntos tiene larga data y podemos rastrearla en múltiples prácticas políticas en la medida que dejamos de creer en la moderna dicotomía público/privado (Stabili, 2017; Valdés, 2000). En segundo lugar, que el repertorio de las manifestaciones permite observar modos en que la transmisión de las memorias sociales no opera solo desde las narrativas escritas u orales sino a través de la acción conjunta (Jeanneret, y otros, 2020). En otras palabras, se pone el cuerpo bajo distintas modalidades y las memorias operan con y a través de los cuerpos reunidos.
En lo que sigue presento una síntesis de la problematización teórica sobre las relaciones entre memoria, movimientos sociales y género. Luego, comparto parte de los resultados del trabajo empírico sobre el registro fotográfico usado en la etnografía de marchas en la ciudad de Valparaíso desde el año 2015 a la fecha, específicamente en las conmemoraciones del 11 de septiembre entre el 2016 y el 2019 y la manifestación del 8 de marzo en el 2020. Cierro el estudio con algunas reflexiones para seguir pensado.
la memoria, pues como señalan los autores, esta fuerza moralizante
de la historia que parece ser la memoria, la convierten acaso
en un campo plagado de virtudes. Es la memoria social “la
verdad” como alternativa a la infamia de la dominación y el
ocultamiento. Nuestra impresión es que las cosas no son tan fáciles.
Las memorias sociales, así como el poder y la identidad, están
en constante movimiento en tanto que son socialmente producidas
y elaboradas. Así como el relato dominante no oculta
todo, la memoria social no es todo lo que dice ser porque la memoria
también olvida, niega y oblitera aquello que hace incoherente
su lógica y su propósito".
De este modo, tras el Golpe de Estado, las mujeres que habían tenido una activa participación en lo público-político pasaron a ser parte del “enemigo interno” por sus militancias de izquierda y se convirtieron en peligrosas transgresoras del orden de género hegemónico. Solo así se puede comprender el tipo particular de ensañamiento que hubo hacia ellas de parte de los órganos estatales encargados de la represión política. Por lo mismo, sus memorias tienen que ser interrogadas también en clave de género.
Elizabeth, Amanda, Ingrid e Irene son nombres de fantasía, sus biografías, en cambio, son reales. Ellas comparten pasados heterogéneos, pero urdidos por un hilo común: a finales de los años 60’ y principios de los 70’ eran jóvenes y militaban en partidos y movimientos de la izquierda revolucionaria. Destacaban también como activas dirigentes estudiantiles, impulsoras de la organización sindical y la reforma agraria, voluntarias en trabajos de alfabetización de adultos y organizadoras de cordones industriales de las empresas estatizadas; en suma, eran apasionadas defensoras de la Unidad Popular. Para el Golpe de Estado, casi todas se encontraban estudiando en universidades de Valparaíso y, producto de su activismo político, sufrieron en carne propia la represión, en especial, la tortura y la prisión política. Sin embargo, la violencia de Estado que marcó sus vidas no logró desmovilizarlas. Desde diferentes frentes sostuvieron híbridas prácticas de resistencia durante los largos 17 años de dictadura cívico-militar. Hoy en día, ya con más de 60 años, algunas de ellas siguen militando en partidos e incluso se han postulado a cargos de representación local; otras son activistas de diversos colectivos y lideran organizaciones de derechos humanos. Junto con eso, marchan en las múltiples movilizaciones que en los últimos años han transitado por las calles de la ciudad-puerto, reclamando contra una postdictadura neoliberal, patriarcal y amnésica.
Judith Butler argumenta que los modos culturales regulan nuestras disposiciones afectivas y éticas frente a situaciones de conflicto mediante un encuadre de la violencia que no solo es selectivo, sino también diferencial. Nuestra apuesta es que en ese encuadre el género también trabaja.
Enmarcar las dictaduras del Cono Sur en clave de género ha sido un empeño que se ha hecho visible solo en los últimos años. Se trata de un esfuerzo necesario, pero todavía muy insuficiente. Así, si bien se ha empezado a trizar el largo silencio sobre la tortura político sexual dirigida hacia las mujeres, asumiendo los complejos desafíos que supone volverla pública, esa no es la única manera en que el género atravesó la experiencia concentracionaria y el encarcelamiento político. Hay muchas otras dimensiones de la prisión política que no encuentran una escucha capaz de reconocer la multiplicidad de la violencia de género. El problema, entonces, es disputar cómo se está transmitiendo esa experiencia.
Eso es lo que hemos tratado de hacer al escribir este capítulo, que es parte de una investigación mayor que se propuso comprender las articulaciones entre género y memoria desde las prácticas políticas del presente, en este caso a partir del testimonio de las mujeres que más arriba cité.
El objetivo es interpretar cómo las normas del género se (re)crean, tensionan y/o subvierten al hacer memoria de la prisión política, especialmente cuando se trata de mujeres que se alejan de la victimización y sostienen agencias contrahegemónicas en el Chile postdictatorial.
campañas electorales. Su objetivo es comprender el modo en que la cultura visual se articula con una cultura política generizada. Se utilizó un diseño metodológico cualitativo basado en el uso de registros fotográficos de carteles electorales instalados en espacios públicos en Valparaíso y Santiago como parte de dos campañas electorales —celebradas en Chile para las elecciones municipales de 2016 y parlamentarias de 2017—. Se realizó un análisis teóricamente guiado desde una perspectiva de género y de la sociología visual. Los resultados muestran cómo actúan las normas de género bajo diferentes modalidades de aparición de los cuerpos y de los mensajes, evidenciando que a pesar de un contexto de creciente movilizaciones feministas y mayor número de candidatas mujeres, la propaganda electoral reproduce
nuevos y clásicos estereotipos de género, sin cuestionar las desigualdades de género.
En tal sentido, concluimos que las imágenes de las campañas analizadas reproducen una serie de normas de género y estereotipos sobre la representación que continúan dando forma a un «sentido común de lo visual» (Caggiano, 2012) que refuerza el modo hegemónico de entender la política.
represión política en los países del Cono Sur, ha sido una tarea central en las investigaciones de
las Ciencias Sociales. En Chile, las “poblaciones emblemáticas” han sido un foco primordial en
estos trabajos dado su rol activo en la resistencia contra la dictadura. El presente estudio se centra
en una “población emblemática” que tiene la particularidad de ser catalogada por el Estado como
“barrio crítico”, dado su alto nivel de violencia y conflictividad social. El objetivo es analizar la
configuración de memorias y las políticas que se desprenden de ella a través de los murales
emplazados en un territorio que ha vivido conflictos y violencias no solo en el pasado, sino
también en la actualidad. Desde un enfoque cualitativo, se generó y analizó un catastro extensivo
de murales que se realizó entre 2016 y 2018 para, en el año 2019, producir y analizar datos a
través de la observación participante en 5 de ellos. Los hallazgos principales apuntan a una
politización de las memorias que se configuran en los murales, utilizándose el pasado para disputar
sobre cómo vivir y convivir en este particular territorio.
In Latin America, one of the key tasks of Community and
Liberation Psychology has been to recover the memories
of marginalized and excluded communities that have experienced
multiple pasts marked by political violence. In
Chile, researchers have focused on poor urban neighborhoods,
where the question of how memories are transmitted
in areas where conflicts and violence are still
present has been overlooked. In this context, the following
article aims to analyze the ways in which memories are
transmitted in a neighborhood that has a long organizational
history in the struggle against social inequalities;
while at the same time being classified as a critical area by
the state due to its current levels of violence and social
conflict. The researchers led a 3‐year case study from an
ethnographic perspective, and applied a collaborative
methodology that brought together the research team and
the members of a territorial organization. The analysis is
based on 72 interviews, 5 conversation groups and
ethnographic observation. The data was analyzed using
discourse analysis. The results revealed that the main form
of memory transmission is not based on intergenerational
narratives of the past, but rather on joint action; namely, dialogical practices among neighborhood residents that
generate an ethos; a common way of life.
LINK: https://www.clacso.org/afectos-en-clave-feminista-y-latinoamericana/
Inscripción: https://www.ides.org.ar/formacion/curso-virtual/genero-memoriasperspectivas-debates