http://dx.doi.org/10.35659/designis.i29p129-136
DECONSTRUIR EL ACONTECIMIENTO
Deconstruir el acontecimiento /
Deconstruct the event
María Elena Bitonte
(pág 129 - pág 136 )
Este artículo parte de un error en el que algunos medios incurrieron al construir
la noticia de la muerte de Eliseo Verón. La investigación se remonta a sus años de joven
estudiante y a sus primeros escritos publicados por CENTRO, revista del Centro de estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras, en el contexto de los agitados movimientos
de intelectuales en los años 50s. El texto recupera fragmentos de un Verón habitualmente desconocido, que asumía tempranamente su posición de enunciador crítico hacia los
poderes instituidos y portavoz de un estudiantado convocado a reclamar la integración
democrática en el gobierno universitario.
Palabras clave: Joven Veron, Revista Centro, Critica, Formación
This article derives from an error that some of the media made when constructing the news of the death of Eliseo Verón. The research goes back to his years as a young
student and to his first writings published by CENTRO, review of the Student’s Center
of the Faculty of Philosophy and Letters of the University of Buenos Aires, in the context
of the agitated movements of intellectuals in the 50s. The text retrieves fragments of a
usually unknown Verón, who early on assumed his position of critical speaker towards the
instituted powers and spokesman of a student body called to claim democratic integration
in university government.
Key words: Young Verón, Centro Review, Critics, University life.
María Elena Bitonte es Magíster en Comunicación y Cultura de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se desempeña como docente
de Semiótica de los Medios en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Dirige el Taller de Lectura y Escritura Académicas del Curso de ingreso de la Universidad Nacional
de Moreno (UNM). Tiene a cargo del Taller de Expresión Oral y Escrita II de la Carrera
de Ciencias de la Comunicación de la UNM. Es investigadora sobre temas de semiótica,
medios de comunicación y didáctica de la lectura y la escritura académicas. E-mail de
contacto: mariabitonte@hotmail.com
Referenciado el 18/07/2018 (ULille) y 30/09/2018 (UAB)
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1. INTRODUCCIÓN
Esta exposición focaliza algunos acontecimientos en la vida intelectual de Eliseo
Verón que forman parte de una línea de tiempo que sólo su muerte pudo conjuntar. Y
voy a partir del final, de la mediatización de la noticia de la muerte de Eliseo Verón porque este tipo de noticias asociadas a tributos y efemérides son las que finalmente quedan
para la posteridad. Aclarar algunas cosas en torno a lo que se publicó en dicha ocasión
será la excusa para adentrarme en algunos rincones de su historia y mi humilde tributo
a su memoria. Agradezco a Sophie Fisher haberme brindado algunos datos sin los cuales
mi indagación no hubiera sido posible1.
Hace largo tiempo ya que ha dejado de sorprendernos -tanto a los que
frecuentamos lecturas universitarias como a los demás- la idea de que un acontecimiento es una mercancía fabricada por la industria de la información. La idea,
exenta de cualquier matiz peyorativo, había resultado cuanto al menos, provocativa
-si no escandalosa- en un contexto cultural en el que prevalecían visiones representacionalistas, reproductivistas y autoritaristas de la lectura, congeladas al frío de la
censura militar en la Argentina de la década del ‘70. En ese contexto y gracias a un
trabajo sistemático de impedir, interrumpir, expulsar la producción científica, se
hacía difícil instalar la discusión acerca de los problemas que traía aparejado el estudio de los medios de comunicación social. ¿Quién podría discutir ahora, en cambio,
que Los medios no “copian” nada sino que producen realidad social? (Verón, 1983: III).
Hoy padecemos la dificultad de explicar lo obvio. Sin embargo, en 1981 todavía
había que demostrarlo. Una de las lecciones de Verón que no habremos de olvidar es que
los hechos “no están ahí” no son accesibles sino a través de los medios que los fabrican. El
planteo polemizaba no sólo con el modelo ideal del periodismo sino con diversas aproximaciones que trataron el fenómeno de la comunicación de masas. Verón (1983) explicaba
su tesis rebatiendo punto por punto, cada una de ellas: Decir que los medios fabrican la
realidad social a) no significa que la realidad sea una ilusión (polémica con el idealismo
filosófico); b) no significa que la realidad sea un simulacro (polémica con Baudrillard); c)
la realidad social existe “en y por” la experiencia colectiva, no hay ningún original, no hay
re-presentación (polémica contra el sentido común); d) La trampa en la que no hay que
caer es pensar que los hechos están ahí y que pueden ser reflejados por los medios. Ese era
el vellocino de oro del periodismo y también, de los gobiernos autoritarios.
2. (DE)CONSTRUCCIÓN DE LA NOTICIA
Al enterarme de la noticia de la inesperada muerte de Ernesto Laclau, el domingo
13 de abril de 2014, a través del diario Página 12, leí con los ojos todavía entumecidos por
la sorpresa, que lo describían como cofundador, junto a Verón, del grupo llamado Contorno:
“Tras el golpe de Estado de 1955, llamado Revolución Libertadora, Laclau formó el
grupo Contorno, junto con Eliseo Verón, entre otros intelectuales” (http://www.pagina12.
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com.ar/diario/ultimas/20-244049-2014-04-13.html ).
El estupor se duplicó luego, el 15 de abril de 2014, cuando el diario Perfil, en ocasión
de la inesperable muerte de Eliseo Verón, replicaba exponencialmente el error: “en 1955,
conformó el grupo Contorno, junto a Ernesto Laclau, León Sigal y Sofía Fisher” (http://www.
perfil.com/sociedad/Murio-el-semiologo-argentino-Eliseo-Veron-20140415-0020.html).
Perfil develaba a quién se refería Página 12 con “entre otros intelectuales”, agregando, de este modo, datos que me dieron la pista para encontrar la punta del ovillo. Después de explorar erráticamente –como no puede ser de otro modo- en la Red creo poder
afirmar que la confusión se generó en una nota aparecida con anterioridad en el portal del
Consejo Municipal de la ciudad de Rosario:
“Laclau, uno de los más debatidos teóricos políticos, nació en Buenos Aires, en
1936. Ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras, a la carrera de Historia, en 1954. Su formación política intelectual se amplía alrededor de las discusiones en el Centro de Estudiantes,
la militancia socialista y el influjo peronista de la época. En 1955, luego de la Revolución
Libertadora conformó el grupo Contorno junto a Eliseo Verón, Sofía Fisher, León Sigal y
Jorge Lafforgue en el marco de un marxismo político.” (http://www.concejorosario.gov.ar/
personalidadDestacada.jsp;jsessionid=aff251e077bbd2c9faa031720538?cod=00068dt).
Dicho en términos de Verón, la mediatización del acontecimiento de la muerte de
Ernesto Laclau en el diario Página 12 (Discurso A) tuvo como condición de producción
el discurso del portal del Consejo Municipal de la ciudad de Rosario (Discurso C) y a su
vez, el discurso del diario Perfil (Discurso B), es reconocimiento del Discurso A y a través
de este, también del Discurso C al cual accede para ampliar su cobertura, incorporando,
en un encomiable esfuerzo de investigación, algunos datos, aunque falsos. Pero no es precisamente al rigor metodológico de la investigación periodística en la era de Internet a lo
que me quiero referir. Antes bien, mi propósito es poner un grano en la arena infinita de
la semiosis para aclarar el equívoco. Porque este tipo de noticias asociadas a tributos y efemérides, por el alcance, repercusión y por la autoridad que representan los medios que las
producen, son las que finalmente quedan para la posteridad y es probable que en el futuro
le atribuyan erróneamente a Verón y Laclau la invención del grupo Contorno. No es así:
una cosa es Contorno y otra cosa es CENTRO.
3. DOS REVISTAS -CENTRO Y CONTORNO- DE DEBATES UNIVERSITARIOS
El Consejo Municipal de Rosario no se equivocó en un nombre sino en su conjunto
y esto fue un indicio clave para desenmarañar el enredo. Contorno fue el nombre de una revista de enorme gravitación en la conformación del campo intelectual en la Argentina de la
década del ’50 y dio nombre al grupo conformado por los hermanos Ismael y David Viñas.
Algunos de sus integrantes fueron Noé Jitrik, León Rozitchner, Juan José Sebreli, Carlos
Correas, Oscar Masotta, Ramón Alcalde, Halperin Donghi. Lo que en verdad fundaron
Ernesto Laclau, Eliseo Verón, Sofía Fisher, León Sigal y Jorge Lafforgue fue la segunda eta-
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pa de CENTRO, la revista del Cefyl (CENTRO de estudiantes de la facultad de Filosofía
y Letras). El grupo Contorno compartió con CENTRO algunas de las polémicas políticas
y culturales que estaban en el CENTRO del debate nacional (imperialismo, nacionalismo,
populismo, elitismo, totalitarismo, fascismo, clericalismo, cosmopolitismo, existencialismo, compromiso). Hay que recordar que son casi contemporáneas. Pero eso no da derecho
a confundirlas. El primer número de Contorno sale en 1953 (2da presidencia de Perón) y
CENTRO se editó durante el período de 1951 a 1959 (la 2a.etapa de CENTRO sale con la
Revolución Libertadora) y ambas se terminan con el gobierno de Arturo Frondizi.
CENTRO era editada por el Centro de estudiantes de la Facultad de Filosofía y
Letras, afiliado a la FUBA. No tenía restricciones de tema o género pero sí, estrictos criterios de calidad literaria. Un dato de color -leído en medio de la explosión de la Red- es
la siguiente advertencia de los editores que se lee en la primera página, resabio de la escritura mecanografiada: “Los originales no se devuelven”. CENTRO Recibió los aportes de
eminentes estudiantes y profesores que serían luego referentes teóricos ineludibles en el
campo intelectual nacional. El primer número salió en 1951 y contó entre sus primeros
colaboradores a Noé Jitrik, Ramón Alcalde, Adolfo Carpio, Gustavo Cirigliano, Alberto
Girri. Los números siguientes, convocaron a David Viñas, Ismael Viñas, Jaime Rest, Marcelo Abadi, Adolfo Prieto, Juan José Sebrelli, León Rozitchner, Oscar Masotta, H.A.Murena, Guillermo de Torre... Se irían sumando luego, Francisco Romero, Jorge Lafforgue,
Halperin Donghi, Sofía Fisher.
Todos estos intelectuales fueron parte de un movimiento estudiantil atravesado por
un contexto denso por la cuestión política, época de fuertes tensiones y virajes, la militancia socialista, el disconformismo frente al peronismo y al militarismo, pero que compartió
preocupaciones éticas fundamentales, como la necesidad de divulgar ciertos saberes antes
reservados a una elite. Esta aspiración se infiere claramente cuando se observa el caótico
listado de anunciantes con cuyos aportes se subsidiaba la edición: Imprentas, bares, librerías, galerías de arte, revistas, inmobiliarias, clases particulares de griego y latín, música,
lencerías, escribanías, peluquerías, talleres mecánicos, préstamos hipotecarios, entre otros.
Pero no sólo eso: basta con leer algunas de sus editoriales para notar que se trataba de un
verdadero punto de concentración de lucha intelectual. CENTRO es también –dice el Nº
1- “el impacto que se espera hacer cuando se tira (...) El interés y la demanda del lector dirá
si hemos hecho blanco”. Ernesto Laclau fue Presidente en el periodo 1956-1957, y Sofía
Fisher, Secretaria general (cfr. los n° 11 y 12 de la revista).
En el Nº 9 de CENTRO (1955) encontramos la primera de una serie de colaboraciones sistemáticas de Ernesto Verón (sic: Ernesto Eliseo Verón Thirión) titulada “La historia
de la filosofía como problema: dos interpretaciones”. El Nº 10 salió en Noviembre de 1955
(Recordemos que la revolución “Libertadora” fue en septiembre de 1955), estuvo coordinado por Yvonne Bordelois, Jorge Lafforgue, Carlos Lafuente, César Magrini, Nannina
Rivarola, León Sigal, Rita Zungri y Verón (que entonces, con tan solo 20 años, se daba en
llamar Ernesto y llevaba el apellido de su madre). Compartió las páginas de esta edición
con otros estudiantes y docentes: Romero, Francisco, Viñas, David; Lafforgue, Jorge y Forndizi, Risieri, hermano de Arturo y rector de la UBA entre 1957 y 1962, año en que caen
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las gestiones de ambos hermanos. Los ideales que reivindicaba el grupo CENTRO eran,
esencialmente, los valores de la reforma universitaria (1918): autonomía, representación
estudiantil y enseñanza laica, quitar la universidad de manos de los doctores y convertir
al estudiantado en el principal actor, unidad latinoamericana, antiimperialismo, defensa
de la libertad y justicia social, solidaridad con el movimiento obrero (cfr. artículos de
Gerardo Andújar y Risieri Frondizi). En este sentido, el artículo de Frondizi, “La libertad
no basta”, es una muestra de la buena escucha que tenían de las formas de manifestación
y protesta populares, en tanto que expresa la desilusión generacional que produjo ver
truncado el sueño del “motín venturoso del pueblo” por la irrupción del gobierno militar
y la “desvergüenza oligárquica del fraude”. El número incluye reseñas de otras revistas,
también recordadas por sus rebeldías e insurrecciones: Contorno, Criterio, Gente de cine e
Imago mundi (dirigida por José Luis Romero), entre otras.
4. LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA VISTA POR ERNESTO VERÓN
La colaboración de Ernesto Verón para esta edición se tituló “La circunstancia universitaria” y la presentó como un registro más sensorial que reflexivo de su experiencia. Es
sorprendente constatar que Verón definía a la comunidad en términos ya incipientemente
peircenaos, como una comunidad en el hacer, esto es, por el desarrollo de hábitos similares
(acceder a determinadas clases, bares, adquirir libros, etc.) pero sobre todo, la comunidad
universitaria se definía por “ir tras una forma” para la vida futura (Verón, 1955: 80). Esta
formación revestía un carácter búsqueda, de posibilidad. De ahí que los estudiantes según
su juicio, son personas en una misma circunstancia, esto es, son personas que tienen “cosas en
común” (Verón, 1955: 80). Pero el punto crítico de su escrito es el siguiente interrogante:
¿por qué no con-versan los estudiantes? ¿es que no tienen nada que decirse? ¿No hay problemas universitarios? Todo el artículo puede leerse como un elogio de la con-versación.
Y más aún, como una severa denuncia del retaceo al diálogo en nombre del ascetismo
político (“el estudiante no tiene que hacer política”, “no quiero mezclarme en asuntos
estudiantiles”), lo que desencadena un simulacro de intercambio entre “amordazados espirituales” oyendo a “castrados espirituales” (Verón, 1955: 83). Con todo, en una muestra
de optimismo, el artículo afirma finalmente que “es posible hacer algo con los demás”
(Verón, 1955: 84).
Rescato este escrito de un Verón adolescente porque me parece el preámbulo de
otros que vendrán después y me animaría a decir, el germen de la idea de comunidad que
rigió su noción de semiosis social y sus desarrollos sobre el discurso político.
En el Nº 11 (de julio de 1956), Ernesto Verón Thirión insiste en el tema, pero
no apunta esta vez a la falta de diálogo sino al diálogo como simulacro de los procederes
democráticos. En efecto, su artículo, llamado “Reflexiones universitarias”, denuncia la
retórica vacía que atraviesa el sinnúmero de mesas redondas que se organizan en la universidad y que, a juzgar por la voluntad que las anima -“acertar el procedimiento político
más eficaz para impresionar al auditorio” (Verón, 1956: 36)-, el diálogo queda reducido
sólo a un “rótulo lamentable”. Verón hace extensivo este cuadro de situación a su cultura
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contemporánea, cuyo precedente más próximo era el peronismo. Para reseñar dicha coyuntura Verón retoma retrospectivamente la historia de la universidad. Parte de la Reforma
Universitaria de 1918, a la que se refiere como una rebelión contra su forma social de clase,
contra la retórica academicista y el feudalismo de cátedra, aún conservados. Advierte que
pese a la conmoción que generó en su concepción, sus repercusiones fueron efímeras: no
pudo evitar no sólo que siguieran perpetuándose viejos males (accesibilidad para los privilegiados económicos, cátedras hereditarias) sino que se generaran nuevos, a partir del
período de decadencia que se inicia 1930 y corre en paralelo al derrumbe institucional del
país y al militarismo creciente de los gobiernos.
Su caracterización del peronismo, fundada no en la objetividad, sino –tal como él
mismo lo declara- en la urgencia que exige la faena diaria de la democracia, es marcadamente borgeana: “El peronismo no se agota en el fenómeno político –dice-. El “caudillismo” –enfermedad latinoamericana- es sólo su aspecto superficial” (Verón, 1956: 40). El fenómeno
peronista no constituyó, según su juicio, una auténtica revolución debido a los elementos
de despotismo que entrañaba. Pero Verón le concede una enorme virtud y es que consiguió
nada menos que la autoconciencia del proletariado: “el poder histórico de la clase trabajadora
forma parte ya, de hecho, de la constelación de elementos de nuestra situación. Es preciso
luchar a toda costa para que no la abandone en el futuro” (Verón, 1956: 40).
Con todo, este hecho revolucionario no alcanzó y la universidad peronista continuó
siendo una universidad de clase y de estructura burocrática que empujó a los estudiantes
a una “arriesgada resistencia” en medio de prácticas docentes “enmohecidas”, “el miedo”
y “la negación intelectual” (Verón, 1956: 40). Esta situación crítica donde el sistema de
ideas vigentes no se correspondía con la vida de los estudiantes, se caracterizaba por un
anacronismo aparentemente irreductible cuya única alternativa era devolverle la función
social a la universidad pública: “la universidad argentina no puede seguir siendo una universidad de clase. Debemos encarar el modo en que el obrero tenga efectivamente abierto el
camino a la educación superior” (Verón, 1956: 42).
En este mismo artículo Verón reclamaba la integración democrática, jurídica y
paritaria en el gobierno universitario, de docentes, graduados y estudiantes. Su reclamo
por una universidad libre y con sentido social se daba en el marco de los debates por la
apertura de la educación superior a manos de capitales privados y clericales y con ello, el
riesgo de un aumento en la desigualdad social: “En estas condiciones ¿quién puede ignorar
que una universidad católica será simplemente una universidad para la burguesía católica
ilustrada?” (Verón, 1956: 45).
5. CONCLUSIÓN
Eliseo Verón fue un marxista incómodo, un liberal incómodo, incomodó a la academia, a la lingüística, a la semiología, a la sociología, a la antropología, a la psicología, a
las ciencias de la comunicación. José Luis Fernández escribió en su memoria las siguientes
palabras:
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“Fue un discutidor fuerte, agudo, profundo y leal. Era emocionante el momento
en que guardaba silencio para comprender o refutar una idea que se le acercaba. Su obra
tiene reconocimiento internacional desde hace tiempo pero nunca dudó en embarrarse con
las polémicas locales. No dejó de estar cerca y de acompañar críticamente el trabajo de sus
colegas. Fue profesor en esta Facultad y en nuestra Carrera en sus inicios, pero la prueba
del tipo de trascendencia que Eliseo consiguió se verá en que, a pesar de que su presencia
no fue constante, todo alumno de la casa lo conoce, lo respeta, trata de comprenderlo y,
seguramente, leerá sus textos ávidamente por muchos años. Nosotros extrañaremos su presencia frecuente y cercana, pero tenemos por delante el desentrañar y discutir su Semiosis
Social II. Al menos en ese sentido, clave para nuestro trabajo, nos seguiremos viendo”
(Comunicado por la Dirección de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de
Ciencias Sociales de la UBA, 15/4/14).
Para terminar, como argumenté en otro lugar, nada de lo social puede ser transformado si no son consideradas sus condiciones de producción y trabajar sobre la materialidad
de los discursos sociales, desmontando los procedimientos que los configuran, es una forma
de favorecer el pensamiento crítico.
Este aprendizaje es un uno de los más preciados legados que le debemos a un autor
cuyas especulaciones permitieron una reflexión crítica sobre los modelos teóricos, sobre las
ideologías y sobre los discursos sociales. Construir el acontecimiento fue publicado en Paris
por Ediciones du Minuit en 1981, fue traducido en Argentina por Horacio Verbitzky y
Beatriz Anastasi de Lonné en 1983, en los albores de la democracia y junto con La semiosis
social (ratificada y expandida en La semiosis social II), fue uno de los pilares a nivel mundial
para la enseñanza de una recepción crítica de los medios.
Estos libros, junto con otras producciones teóricas de Verón constituyeron el sustrato epistemológico que permitió dar fundamento inclusive a una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que deploró. En fin, el trabajo de los medios de comunicación social es construir los acontecimientos y el de los intelectuales es, antes bien, deconstruirlos.
NOTAS
1. Este artículo fue presentado en la Jornada en Homenaje a Eliseo Verón, “Eliseo Verón: su obra,
su legado”, organizado por las cátedras de Lenguajes I, II y III de la Licenciatura en Comunicación
Social de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, el 13 de Agosto de 2014.
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la central nuclear de Three Mile Island. Buenos Aires: Gedisa, traducido por Beatriz Anastasi de Lonné
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