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Vacas

2023, La belicopedia

En tiempos de múltiples crisis ambientales y de salud, y de preocupación por un postconflicto que no llega mientras avanza la deforestación de la Amazonía, recientemente las vacas y la ganadería se han convertido para algunos en una suerte de enemigos públicos en Colombia.

ic a ) ca dé m Daniel Ruiz-Serna y Diana Ojeda ( E di ció na Nombre: Ruiz Serna, Daniel, compilador, autor. | Ojeda Ojeda, Diana Carolina, compiladora, autora. | Cadena, Marisol de la, escritora de prólogo. Título: Belicopedia. Descripción: Bogotá : Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes, 2023. | 292 páginas : ilustraciones ; 15,5 × 21 cm. Identificadores: isbn 9789587982534 (rústica) | isbn 9789587982541 (electrónico) Materias: Conflicto armado – Aspectos sociales – Colombia | Violencia – Aspectos sociales – Colombia | Guerra – Aspectos sociales – Colombia. Clasificación: CDD 303.66–dc23 Primera edición: enero del 2023 SBUA Impresión: Xpress Estudio Gráfico y Digital S. A. S. © Diana Carolina Ojeda Ojeda y Daniel Ruiz Serna, autores Carrera 69H n.° 77-40 compiladores Teléfono: 601 602 0808 Bogotá, D. C., Colombia © Universidad de los Andes, Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (Cider) Impreso en Colombia – Printed in Colombia Ediciones Uniandes Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reco- Carrera 1.ª n.º 18A-12, bloque Tm nocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo Bogotá, D. C., Colombia de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución Teléfono: 601 339 4949, ext. 2133 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia. Acreditación http://ediciones.uniandes.edu.co institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 ediciones@uniandes.edu.co de enero del 2015, Mineducación. isbn: 978-958-798-253-4 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede isbn e-book: 978-958-798-254-1 ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada doi: http://dx.doi.org/10.51563/belicopedia-2022.11 en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecá- Corrección de estilo: Camilo Sierra Sepúlveda nico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, Diseño y diagramación: Felipe Caro, Puntoaparte Editores por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por Imágenes de cubierta y portadillas: Shutterstock escrito de la editorial. de aguacate de barro de caucho de chulo de dragón de Esmad de falsos positivos a b c ch d e f 16 26 36 40 48 56 68 142 150 156 164 174 184 192 n ñ o p q r s de N. N. de ñame de Orión de panfletos de quiebrapatas de río de Samanea saman Contenido 6 Prólogo 12 Introducción de hipopótamo de iglesia de jaguar y medio de kamikaze de leishmaniasis de mercurio i j k l m 84 94 104 114 120 130 200 210 220 230 240 246 256 t u v w x y z de Ubérrimo de vacas de wüin de equis de yerbas de Zika de glifosato 72 h de territorio g 266 Referencias 284 Sobre los autores v de vacas v de vacas* • Julio Arias Vanegas E *. Este texto se produce en el marco del proyecto de investigación “¿Cómo mejorar la disponibilidad y equidad en el acceso de agua? Recomendaciones para mejorar la gobernanza hídrica en territorios andinos con extracción minera a gran escala”, Nacional de Colombia, Fundación 20182020. •v• n tiempos de múltiples crisis ambientales y de salud, así como de preocupación por un posconflicto que no llega, mientras avanza la deforestación de la Amazonía, recientemente las vacas y la ganadería se han convertido para algunos en una suerte de enemigos públicos en Colombia. Pero incluso años atrás venían ganando mala fama. Desde mediados de los años dos mil, diversos estudios empezaron a mostrar cómo muchas tierras despojadas a sangre y fuego terminaron convertidas en haciendas ganaderas. Además, con el renovado interés en el “problema de la tierra”, a partir de las negociaciones de paz con la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (farc-ep), se multiplicaron las voces que afirman con cifras que las vacas tienen más tierra que los campesinos. Al mismo tiempo, la agroindustria a gran escala no deja de autopromoverse como más amigable social y ambientalmente que la ganadería extensiva, reproduciendo viejos estereotipos sobre lo moderno y lo feudal. El incremento de la ganadería, el escalamiento de la guerra y los conflictos ambientales parecieran ir de la mano. Aunque esto puede ser así para varios lugares de Colombia, diversas experiencias complican esta imagen general sobre las vacas, el término más usado para referirse a estos animales, sean machos o hembras. Las vacas son múltiples, al igual que su relación con la guerra. ¿Qué vacas o, más bien, qué relaciones ecológicas, económicas y políticas entre las vacas y otros actores se han entretejido con la guerra? Y, ¿con qué guerras o conflictos tan variados? Quiero abordar estas preguntas desde unas historias y lugares específicos en los Llanos, en especial desde el oriente del Meta y Vichada —lo que ahora se conoce como la Altillanura—, las cuales no buscan generalizar afirmaciones sobre todo el país. Junto con otros personajes, como los pájaros, los cerdos y las palmas, estas historias muestran cómo distintos conflictos 221 han estado atravesados no solo por el protagonismo de las vacas, sino por la lenta desaparición y marginación de algunas de ellas, en medio de procesos de encerramiento y despojo. SABANAS ABIERTAS Y HATOS “Y lo único que faltaba: mandaron unas cartas de que todo era privado, y que teníamos que sacar todo nuestro ganado”. César recuerda así el momento cuando, en el 2009, varios campesinos como él decidieron sacar sus últimas vacas de las sabanas, en el nororiente del Meta, donde habían vivido por décadas1. Aunque oficialmente los grupos paramilitares de la zona se habían desmovilizado y las cartas seguían un lenguaje legal, ellos sabían que esto formaba parte de una larga historia de violencia y desplazamiento de las personas y del ganado. Como otros campesinos, los padres de César se fundaron cerca del río Meta, huyendo de la violencia bipartidista de los años cincuenta en Casanare. Con la ayuda de un pequeño lote de vacas, se establecieron cerca de matas y ríos, para pescar, sembrar y mariscar o cazar. Las vacas no solo daban comida diaria, sino que ayudaban a fundarse. Sin vacas no había fundos, ni comida. En ese proceso, vacas y colonos dieron forma a sabanas abiertas, sin cercas, donde el ganado de distintas familias andaba revuelto. Lo importante era marcarlo, con hierro o con cuchillo, para diferenciarlo. Al mismo tiempo que los campesinos, grandes ganaderos fundaron sus hatos: una cantidad de ganado con el que ejercían dominio sobre terrenos extensos. Los dueños de hatos se volvieron las autoridades locales en muchos aspectos. En algunos casos, el hato les otorgaba el poder de disponer sobre quiénes y dónde podían fundar sus terrenos; no en vano, desde el orden colonial, la posesión del ganado se convirtió en una fuente de poder señorial, de un poder sobre la gente y el espacio (Patiño 1969; Yepes 2001; Flórez 2008). En ese Llano en formación, los dueños más respetados eran 222 1. No uso nombres reales, sino seudónimos. • belicopedia • los de origen llanero o quienes dejaran que sus hatos se mezclaran con el ganado de otros en las sabanas abiertas o compartidas. Como parte de la ganadería extensiva de cría y levante, desde esas sabanas, diversos campesinos criaban sus bienes más preciados. Con la venta de los machos, esas mercancías que podían sacar andando solas, conseguían más ingresos. Mientras tanto, las vacas se quedaban para seguir bridando más reses, compañía en la sabana y más posibilidades de fundarse en otros lados. MAÑOSERA Y CONTRAINSURGENCIA Algunos grandes ganaderos dejaban que las vacas se mañosearan o enmontaran. Las vacas mañosas, resabiadas y fuertes por su origen criollo, se imponían sobre sabanas y montes y participaban en el lento desplazamiento de los pueblos indígenas. Pero en varios casos ese desplazamiento no fue tan lento. Ciertos dueños de hatos soltaban deliberadamente su ganado hacia los sembrados y asentamientos de sikuanis, piapocos, salivas, cuibas, entre otros, a quienes llamaban genéricamente guahíbos. De igual manera, a mediados del siglo xx, en el Llano entero se hicieron más comunes las llamadas guahibiadas. Con este nombre se conocieron las masacres y cacerías de indígenas, que expresaban con todo su terror un conflicto ambiental y de propiedad de larga data, el cual, en buena medida, inició desde que los conquistadores introdujeron el ganado vacuno en América durante el siglo xvi. Desde los años sesenta, la doctrina contrainsurgente del estado atizó ese viejo conflicto, como lo hizo con la violencia política en general. La masacre de Planas, en febrero de 1970, en el suroriente de Puerto Gaitán, fue un claro ejemplo (Pérez Ramírez 1971). Ante la organización de varios campesinos y sikuanis en torno a una cooperativa, algunos ganaderos los acusaron de ser guerrilleros liderados por un antiguo inspector de policía. Rápidamente, las fuerzas militares desplegaron varios operativos, en los que hirieron, apresaron •v• 223 y torturaron a decenas de sikuanis, hechos en los que asesinaron a diecisiete de ellos. Esta masacre reprodujo el temor aún presente a las guerrillas liberales de Guadalupe Salcedo (1949-1953), y siguió el entrenamiento de militares estadounidenses en plena Guerra Fría (Bjork-James 2015), quienes a su vez recogían una historia más larga de exterminio indígena en el centro y oeste de su país. Desde un resguardo en el Vichada, a donde llegaron después de tanto huir, Gabriel y Rosario me contaron historias similares, en una época en que, para los “blancos”, una vaca valía más que ellos. Ahora crían su propio ganado, y las vacas se han convertido en una fuente más de comida e ingresos. Misioneros católicos y protestantes, y luego funcionarios del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) y del Instituto Colombiano Agropecuario (ica), les entregaron las primeras vacas a algunos grupos sikuanis, creyendo que permitirían su civilización e integración a la Nación y al mercado. En particular, creían que la ganadería ayudaría a asentarlos, contrario incluso a lo que constituía la vida de muchos llaneros y del mismo ganado: el continuo movimiento. Sin embargo, más que la ganadería y las instituciones estatales, lo que terminó limitando y confinando a los sikuanis en resguardos fue la guerra entre las farc-ep, los paramilitares, el Ejército y más paramilitares desde finales de los años ochenta (Calle 2015; Centro Nacional de Memoria Histórica [cnmh] 2018). PÁJAROS Y PARACOS “Y llegaron los fulanos pájaros a matar gente”, “Por la noche, también por el día, pero más por la noche”, “Ni siquiera eran paracos, eso fue al rato, eran los pájaros esos”. Pájaros no era cualquier nombre. Así llamaban a los sicarios durante la Violencia, en los años cincuenta, en varios pueblos del Valle del Cauca y Boyacá, y luego en más lugares del país. En la década de los ochenta aparecieron en los Llanos Orientales, supuestamente para matar a los ladrones de ganado. Llegaban, 224 • belicopedia • asesinaban y huían. Volaban rápido. Actuaban sin uniforme, sin identificaciones, pero igual sembraban el terror. Justamente, ese terror se alimentaba de cierto ocultamiento, aunque no total: no era explícito quiénes eran, ni para quiénes actuaban, pero al final todos lo sabían o lo imaginaban. Y así ocurrió cuando llegó el zar de las esmeraldas Víctor Carranza a comprar tierras. Pocos le adjudicaban de forma directa estos crímenes, pero sabían que venían con él. Los pájaros actuaban desde una nueva política sobre el ganado. Desde la mirada de los nuevos dueños, como Carranza, la tierra era más importante que las vacas; en buena medida, las vacas eran valiosas en tanto permitían el control de la tierra. De hecho, en Cabiona, el hato más grande que compró el esmeraldero en el Meta —cerca de 27 000 hectáreas—, sacó miles de reses más de las acostumbradas en los primeros viajes de ganado, incluidas muchas vacas mañosas. Los pájaros, los carranceros y los masetos —por el grupo Muerte a Secuestradores (mas)— reemplazaron al ganado como nuevo mecanismo para el control del espacio. En lugares así, donde las sabanas seguían abiertas, el sicariato se convirtió en una tecnología más rápida y contundente que el alambre de púas, el cual ya venía cerrando el Llano desde el piedemonte. Así lo recuerdan en El Porvenir, al lado de Cabiona. Allí, en septiembre de 1987, después de varios asesinatos y ante las amenazas de que iban a quemarlo todo, el pueblo entero huyó, al menos miles de personas, como aseguró la prensa. No solo en los Llanos, sino en el Caribe, en el Magdalena Medio o en Antioquia, los ladrones de ganado y los subversivos se volvieron los objetivos militares más comunes de los nuevos ejércitos privados (Gutiérrez 2019). Varios de los primeros grupos paramilitares fueron financiados por grandes ganaderos, en parte por las extorsiones y los robos que cometían las guerrillas (Gutiérrez y Vargas 2017). Con el tiempo, los grupos paramilitares justificaron varias masacres en retaliación por el robo de ganado, aun cuando los muertos no fueran guerrilleros ni ladrones. En 1990, después de que las farc-ep le robaran cuarenta y tres reses •v• 225 al líder paramilitar Fidel Castaño, este ordenó el asesinato de cuarenta y tres campesinos en Pueblo Bello, Urabá. Una persona por cada res. En El Salado, Bolívar, en febrero del 2000, las Autodefensas Unidas de Colombia (auc) asesinaron a sesenta y seis personas, después de que las farc-ep le robaran cuatrocientas reses a la empresaria del chance y política Enlise López, conocida como la Gata. Reyes (2009) ha señalado que estos empresarios del narcotráfico u otras actividades ilegales estaban tan identificados con su propiedad privada, fruto de un ascenso económico vertiginoso, que quitárselas era como arrancarles una extensión de su propio cuerpo. Pero, sobre todo, el terror que generaban las masacres buscaba construir autoridad y control sobre los nuevos territorios. TERRITORIO Y ENCERRAMIENTO Es común decir que, desde la década de 1980, empresarios de actividades ilegales llegaron a los Llanos a comprar hatos para lavar dinero. Pero eso no fue lo único en juego. Una variedad más amplia de empresarios compró grandes extensiones de tierras, entonces muy baratas, para construir esa compleja relación entre producción de carne de res, economía rentista y poder político (Van Ausdal 2009). A lo largo de las carreteras en construcción, instalaron un nuevo paisaje de pastos “mejorados”, postes de cemento, toros grandes y vacas blancas, distintas a las criollas: casanareñas y sanmartineras. Todos estos elementos materializaban y exhibían no solo su poder, sino la nueva forma de los hatos como tierras cercadas. En el Llano adentro, hacia el oriente, y en las llanuras hacia el sur, este tipo de empresarios también se apropiaron de hatos, fundos y sabanas. Su interés era el territorio. Así como las vacas pasaron a un segundo lugar, la tierra empezó a importar en tanto territorio. Dos objetivos se entrelazaban en torno al control territorial: primero, ampliar la producción y el tráfico de cocaína, lo cual llevó a la guerra contra las farc-ep y su proyecto territorial; segundo, buscaban el 226 • belicopedia • control político, en un momento de permanente colonización y movilización social. Con la doctrina contrainsurgente muy enraizada, estos nuevos dueños estrecharon lazos con parte de las fuerzas militares y las élites regionales, lo que condujo al exterminio del partido político Unión Patriótica y a diezmar organizaciones como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (anuc). Este control territorial pretendía la transformación de vidas y lugares concretos. No era el simple control de un espacio plano y de rutas entre distintos sitios, como lo retratan algunos analistas. Alrededor de Cabiona, los carranceros, quienes durante los años noventa se uniformarían como Autodefensas Campesinas del Meta y Vichada (acmv), permitieron a los campesinos seguir criando ganado, para mantenerlos ocupados. Sin embargo, ocuparse con el ganado no implicaba que los campesinos pudieran ocupar la tierra y exigir su propiedad —mediante amenazas y desapariciones, unos años antes, los carranceros habían frenado la titulación de las sabanas para los campesinos ante el Incora—. Los paramilitares limitaron entonces la movilidad entre el río, las sabanas y los montes, y sobre todo llevaron al confinamiento a quienes quedaban en el pueblo. Encerrados, los paramilitares controlaban su vida cotidiana: desde el trabajo en las huertas hasta la sociabilidad. Por eso, cada vez más personas huyeron junto con sus animales. Todo esto se profundizó a finales de los noventa, con el recrudecimiento de la guerra. Algunos hatos y sabanas se volvieron no solo piezas de la red territorial del narcotráfico, sino campamentos, centros de entrenamiento, campos de guerra y fosas comunes. En este nuevo terreno, ni la gente ni las vacas podían andar tranquilamente. Sobraban. Así ocurrió no solo en Cabiona, sino también en El Brasil, otro gran hato del que se apropió Carranza, más al sur. El Brasil fue una pieza clave de las masacres de Mapiripán, en julio de 1997, que marcaron el inicio de la expansión de las auc en la región. Con el repliegue de las farc-ep y, aunque suene paradójico, durante y después de la desmovilización de las auc y las acmv, en el 2005, la guerra entre •v• 227 distintos grupos paramilitares se intensificó. Para muchos, este fue el peor momento. Más ganaderos, pequeños y grandes, tuvieron que huir. El mismo Carranza, inmerso en distintos enfrentamientos, continuó sacando más ganado, dejando las sabanas cada vez más vacías. PALMA, CERDOS Y LOTES Con esos procesos de desplazamiento y vaciamiento, en tiempos de la política de Seguridad Democrática (2002-2010) se dio un cambio legal y material profundo. Muchas tierras despojadas fueron privatizadas (i)legalmente, con ayuda de funcionarios estatales. Asimismo, varias tierras acumuladas fueron transformadas en plantaciones de monocultivos, con una particular expansión de la palma de aceite. Las plantaciones terminaron de cerrar las sabanas, alteraron los viejos caminos ganaderos y limitaron el acceso de las personas a una diversidad de espacios (Díaz 2016; Moreno 2020). Hay lugares en la mitad del Vichada en los que, después de haber forzado el desplazamiento de indígenas cuibas y sikuanis, plantaciones de palma hoy abandonadas son una muestra de su papel como infraestructuras de ocupación territorial. Por otro lado, en el 2007, después de varias argucias legales, El Brasil pasó a formar parte de una nueva red de tierras entre Puerto López y Puerto Gaitán, ahora dedicadas al cultivo de maíz y soya para alimentar cerdos. Allí, se crían cerca de medio millón de cerdos al año, en galpones gigantes y encerrados, para ser convertidos en carne; la producción porcícola más grande del país. En ese mismo contexto, César y otros campesinos se vieron obligados a sacar su ganado, por la presión ya no solo armada, sino legal, en un momento en que había menos ganado cabionero. Después de la muerte de Carranza, en el 2013, y de que el estado declarara Cabiona como tierras baldías, en el 2014, los conflictos no pararon en estas sabanas. Distintos ocupantes, incluidas personas adineradas, reclamaron la adjudicación de la tierra, animados por las 228 • belicopedia • Vacas envenenadas, anónimo. •v• recientes promesas estatales sobre el desarrollo agroindustrial de la Altillanura. Entre tanto, los antiguos pobladores de El Porvenir han intentado ocupar y mantener algunos lotes de tierra; sin embargo, desde el 2015, a algunos de ellos les han quemado los corrales y envenenado sus pocas vacas, como lo revelan las fotografías que circulan. Como en muchas partes, el envenenamiento del ganado y la lentitud del estado son prácticas viejas y bien conocidas. En cambio, los campesinos tienen una nueva incertidumbre: si es posible mantenerse con estas nuevas tierras delimitadas y con sus animales encerrados, en medio de la nueva arremetida productivista estatal y la expansión de los monocultivos. Esta incertidumbre es más difícil de expresar cuando se pregona la ausencia de la guerra, mientras la violencia contra la gente y las vacas no deja de rondar. 229 Pablo Abitbol Politólogo, magíster en Filosofía y doctor en Economía. Ha sido asesor del Gobierno nacional y de gobiernos departamentales y municipales en Colombia, así como de organizaciones sociales, no gubernamentales e internacionales. Se ha desempeñado como profesor en las universidades de Los Andes, Javeriana y Witten/Herdecke. Desarrolla proyectos de investigación-acción participativa sobre memoria colectiva, aprendizaje social, democracia deliberativa y construcción de paz. Actualmente coordina el Grupo Regional de Memoria Histórica de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Tatiana Acevedo Guerrero Geógrafa, profesora asistente del Instituto Copernicus de la Universidad de Utrecht (Países Bajos) y profesora adjunta del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (Cider) de la Universidad de los Andes. Su trabajo se pregunta por la relación entre ciudades, infraestructura, estado y agua. Estudia las relaciones e historias que se reflejan en el acceso a infraestructuras de agua, saneamiento y drenaje. Además de ser docente e investigadora, es columnista de El Espectador todos los domingos. Julio Arias Vanegas Investigador del Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana. Ha trabajado y • Referencias • escrito sobre la formación del estado nación y la construcción de jerarquías raciales y regionales, y recientemente sobre los vínculos entre formaciones políticas, conflictos territoriales y la propiedad y despojo de tierras. Ha sido profesor de la Universidad de los Llanos, de los Andes, del Cauca y del Rosario. Alanis Bello Ramírez Socióloga y magíster en Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. Doctoranda del Programa de Posgrados en Educación de la Universidade de São Paulo (Brasil). Investigadora del Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género (gieg) de la Universidad Nacional de Colombia. Becaria del Programa Convenio de Estudiantes Extranjeros pec-pg de la Agencia capes (Brasil). Alejandro Camargo Antropólogo y geógrafo interesado en la vida de la gente en ambientes fluviales en contextos de desigualdad, vulnerabilidad y cambios abruptos del paisaje. En la actualidad es profesor asistente en el Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte. Juan Alberto Conde Escritor, investigador y docente universitario. Doctor en Semiótica y Ciencias del Lenguaje de la Universidad de Limoges, Francia. 285