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Introducción La tensión se sentía en el ambiente cuando Juan B. Justo subió al escenario del Teatro Verdi de La Boca, el domingo 29 de abril de 1917, para dirigirse a los delegados que asistían al tercer congreso extraordinario del Partido Socialista argentino. El fundador y líder partidario se enfrentaba a una de sus reuniones más difíciles. El día anterior, cuando se abrieron las sesiones y se procedió a elegir la presidencia de la asamblea, Justo había resultado derrotado frente a un militante poco conocido, Carlos Pascali, en una votación que se entendió como una medición de la temperatura del congreso. La presencia del líder socialista, que se desplazaba en muletas porque aún se estaba reponiendo del atentado que había sufrido unos meses antes, no parecía ser suficiente para revertir un clima de opinión hostil a la dirección partidaria. Al tomar la palabra, Justo buscó calibrar su intervención para defender el accionar del grupo parlamentario y la mayoría del comité ejecutivo, que se habían expresado por la ruptura de relaciones con Alemania a pesar de la resistencia de un amplio sector partidario, que reclamaba mantener una tesitura neutral y opuesta a la guerra. En esos días finales de abril de 1917, cuando la sangrienta conflagración mundial estaba cerca de cumplir tres años, las discusiones del socialismo argentino y las del país en general estaban atravesadas por la “cuestión internacional”. Sabiendo que se enfrentaba a un auditorio sumamente crítico donde eran mayoría los “internacionalistas”, opositores a la intervención en la guerra, Justo hizo su mejor esfuerzo para mostrar un perfil cosmopolita. “Somos el pueblo más internacional de la Tierra”, dijo al comenzar su discurso, haciendo referencia no solo al origen migrante de buena parte de la población del país, sino también a los estrechos vínculos comerciales que unían a Argentina con otros países. En un telón, detrás del escenario, estaba el retrato de Karl Marx, y en los costados de la sala donde se ubicaban los delegados se veían imágenes de Jean Jaurès, 8 Émile Zola y Domingo F. Sarmiento. El Partido Socialista, en opinión de Justo, era el mejor representante de ese cosmopolitismo, y en ese carácter estribaba precisamente su razón de ser en el país: “somos, pues, el pueblo más internacional, y porque lo somos, el partido internacional argentino es el verdadero partido nacional argentino”. 1 A pesar de los esfuerzos del líder socialista, el congreso extraordinario del Teatro Verdi rechazó la posición de la dirección partidaria y abrió paso a un período de aguda crisis en el PS que solo culminó hacia fines de 1917, cuando Justo y su equipo lograron revertir la derrota y refrendar su postura pro-aliada, llevando en última instancia a los “internacionalistas” a romper con el partido. Pero los argumentos presentados en el discurso de Justo no habían sido algo episódico: expresaban un planteo que se había consolidado en las décadas previas y que continuaría expresándose en otras de sus intervenciones más importantes de esos años. En un discurso en el Teatro Coliseo, en ocasión del 1° de Mayo de 1918, el dirigente partidario volvió sobre la misma idea y señaló que, “al robustecer nuestra convicción internacional”, los militantes socialistas no hacían sino afirmar “a la vez nuestro carácter nacional”. Era un absurdo, en su opinión, “suponer que el socialismo sea destructor de lo que el nacionalismo tenga de sano y sólido”.2 Cuatro años más tarde, en una conferencia dictada en mayo de 1922, Justo reafirmaba que Argentina era “el país y el pueblo internacional por excelencia”, y que por eso el PS debía hacer valer su “eminente internacionalismo en momentos en que se habla de realizar la unidad socialista internacional”.3 Este tipo de planteos, tan característicos del pensamiento de Justo, ponen de relieve la importancia que la cuestión del internacionalismo —y su compleja relación con el nacionalismo— tuvo en la estructuración política del Partido Socialista argentino en sus años de mayor desarrollo organizativo e influencia política, aquellos que van desde la última década del siglo XIX hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Quien tome como punto de referencia el retrato que desde finales de la década de 1950 fue construyendo sin mayor fundamento empírico la historiografía revisionista 1 La Vanguardia, 29 y 30 de abril de 1917. El discurso también está reproducido íntegramente en Justo, Internacionalismo y patria, 140–51. 2 Justo, 157–58. 3 Justo, 184. 9 sobre el PS, encontrará una organización divorciada de los auténticos problemas del país, europeizante y cosmopolita. Estudios académicos posteriores han mostrado lo incorrecto de esta imagen, dejando claro que, bajo la dirección de Justo, el PS mostró autonomía respecto a sus contrapartes internacionales y procuró anclarse en la historia y la vida política argentinas, sin por ello dejar de verse como expresión local de un movimiento internacional, y fundamentalmente europeo. Como lo ponía de manifiesto el título de una de las más conocidas compilaciones de artículos de Justo, Internacionalismo y patria, para el PS argentino la perspectiva internacionalista no era incompatible, sino antes bien complementaria, con el esfuerzo por echar raíces en la historia y la política del país. El vínculo con partidos de otros países, y en particular con las organizaciones internacionales de la socialdemocracia, resulta por lo tanto un capítulo no menor de la historia del PS, imprescindible para un cabal conocimiento de la organización. Este libro estudia los vínculos del socialismo argentino con las Internacionales obreras y socialistas en el período que se extiende entre 1889 y 1939, con la intención de enriquecer el campo de estudios del socialismo argentino: sin desconocer el fuerte anclaje local que desplegó el PS desde sus inicios, en este trabajo lo ubicamos en el contexto más amplio de la historia de la socialdemocracia a escala global. Los distintos grupos socialistas de Buenos Aires primero, y luego de 1896 el PS como tal, siguieron con atención la actividad de la Segunda Internacional y formaron parte activa de ella, mandatando a diferentes dirigentes de partidos europeos —y, más tarde, a argentinos que vivían en Europa— para que los representaran en los congresos y en el Buró Socialista Internacional (BSI). El PS argentino fue uno de los pocos grupos no europeos que participaban en la Internacional y esta pertenencia, que incluía el envío de un aporte económico, fue siempre un motivo de orgullo y autoafirmación en el plano político e ideológico. Hacia la década de 1900, el PS comenzó a tener incluso alguna influencia en los temas debatidos por la Internacional y en el congreso de 1910, realizado en Copenhague, el protagonismo argentino fue todavía mayor: por primera vez, el partido envió a un delegado desde Argentina —el propio Juan B. Justo— y la reunión aprobó además una declaración específica sobre el país, condenando la represión del gobierno tras la huelga del Centenario. Como es sabido, el estallido de la guerra mundial a mediados de 1914 implicó el colapso de una Internacional que se había dedicado a proclamar su repudio al conflicto bélico pero que no pudo evitar que los principales 10 partidos que la componían se terminaran alineando con sus respectivos gobiernos una vez comenzadas las hostilidades. A pesar de la virtual desaparición de esta relación orgánica, durante estos años la cuestión internacional ocupó un lugar central para el socialismo argentino, incluso más que en la etapa anterior. Justo y el equipo dirigente del PS perfilaron una caracterización del conflicto que lo entendía no como producto de las contradicciones del capitalismo sino antes bien como resultado de la persistencia de estructuras políticas arcaicas y, sobre todo, de tensiones económicas debidas al proteccionismo. En este marco, la dirección partidaria se fue inclinando cada vez más hacia una simpatía por el bando aliado, lo cual provocó la seria crisis interna de comienzos de 1917 a la que nos referimos más arriba. La afiliación internacional del socialismo argentino entró entonces en una nueva y turbulenta etapa, que recién terminó de cerrarse en 1924, con la incorporación oficial a la nueva Internacional Obrera y Socialista (IOS), fundada en Hamburgo un año antes. Buscando enmendar las deficiencias de la Segunda Internacional, la IOS fue diseñada como una organización cuyas decisiones serían obligatorias para sus miembros, lo cual coincidía con la mirada que había adoptado Justo por entonces. Sin embargo, los dirigentes de la socialdemocracia mundial tendieron a procesar sus tensiones adoptando resoluciones amplias y en ocasiones contradictorias, pero capaces de contener a las distintas realidades y perspectivas que se planteaban. El propio PS pudo, gracias a esto, esquivar orientaciones con las que, como en el caso del seguro de desempleo en el contexto de la crisis de la década de 1930, coincidían la mayor parte de los partidos socialistas. Más allá de esto, la membresía del socialismo argentino a la IOS operó, igual que durante los años de afiliación a la Segunda Internacional, como una poderosa fuente de legitimidad a nivel local. Tras la importante escisión del sector encabezado por Antonio de Tomaso, el PS debió esforzarse para conservar los títulos mundiales que le disputó el Partido Socialista Independiente desde 1927. Esto último ilumina nuevamente ese aspecto tan relevante como desatendido que mencionamos al principio de esta introducción: el PS, al igual que el resto de los partidos socialdemócratas de la época, se concebía a sí mismo como parte de un movimiento mundial, por lo que la membresía internacional era una fuente de legitimidad que potenciaba sus iniciativas políticas y favorecía la autoafirmación de la identidad partidaria. 11 Un área de vacancia: la Internacional en la historiografía del socialismo argentino La historiografía sobre el Partido Socialista comenzó con ensayos, memorias y biografías elaborados por dirigentes y militantes de la propia organización, del mismo modo que ocurrió con otras tradiciones políticas en Argentina y demás latitudes.4 Le siguieron los ya mencionados escritos revisionistas asociados al nacionalismo populista y a la izquierda nacional que salían al cruce de los propósitos reivindicativos de los primeros, 5 aunque ambos tipos de producciones se caracterizaron en general por su carácter propagandístico, en uno u otro sentido. En las últimas tres décadas del siglo XX, diversos trabajos elaborados en marcos académicos se fueron agregando a estas obras clásicas, si bien a un ritmo lento y en un contexto en el cual eran otros los temas y problemas que atraían a los historiadores sociales y del trabajo. En la introducción al importante volumen que compilaron en 2005, Hernán Camarero y Carlos M. Herrera produjeron el más exhaustivo estado de la cuestión sobre la historiografía del socialismo argentino a lo largo del siglo XX.6 Desde ese momento, la producción académica sobre el tema se desarrolló ampliamente y abordó diversos ángulos, especialmente para los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente. Una lista no exhaustiva permite observar cuánto se ha avanzado en el conocimiento sobre la historia intelectual del partido,7 su vínculo con el movimiento obrero,8 sus tensiones internas y rupturas,9 4 Entre otros, Giménez, Páginas de historia del movimiento social en la República Argentina; Ghioldi, Juan B. Justo; Oddone, Historia del socialismo argentino; Cúneo, Juan B. Justo y las luchas sociales en la Argentina; Cúneo, El primer periodismo obrero y socialista en la Argentina; Palacin, Breve historia del partido socialista; Pan, Visión socialista de medio siglo argentino; Pan, Juan B. Justo y la fundación del Partido Socialista. 5 Ver, por ejemplo, Belloni, Del anarquismo al peronismo; Puiggrós, Historia crítica de los partidos políticos argentinos; Lopez, Historia del movimiento social. 6 Camarero y Herrera, “El Partido Socialista en Argentina”, 2005. 7 Tarcus, Marx en la Argentina; Martínez Mazzola, “Justo, Korn, Ghioldi”. 8 Martínez Mazzola, “La neutralidad como problema y como solución”; Camarero, “El Partido Socialista de la Argentina y sus espinosas relaciones con el movimiento obrero”; Ceruso, “El Partido Socialista y la cuestión gremial”; Belkin, Sindicalismo revolucionario y movimiento obrero; Herrera, En vísperas del diluvio; Ceruso, “El vínculo entre las izquierdas y el movimiento obrero”; Benclowicz, “El Partido Socialista y la CGT”. 9 Herrera, “Corrientes de izquierda en el socialismo argentino”; Tortti, El “viejo” partido socialista y los orígenes de la “nueva” izquierda; Martínez Mazzola, “Entre la autonomía 12 su vida cultural, simbólica y periodística,10 su relación con la Unión Cívica Radical,11 su rol en la organización de las mujeres trabajadoras,12 o la trayectoria de dirigentes poco conocidos.13 Advirtiendo áreas de vacancia historiográfica, Camarero y Herrera sugerían en aquel trabajo la necesidad de recalibrar la escala de análisis en dos sentidos: por un lado, con estudios locales y regionales que permitieran precisar el despliegue del PS en diferentes puntos del país; por el otro, con trabajos que exploraran la vinculación del partido con las organizaciones socialistas internacionales. Mientras el primero de esos aspectos conoció un desarrollo notable en los últimos veinte años,14 no puede decirse lo mismo sobre el segundo. La historia “canónica” del partido, escrita por Jacinto Oddone, no dedicó espacio a esta cuestión: contamos apenas con un breve folleto de Enrique Dickmann publicado en 1946 acerca de la participación del PS en los congresos internacionales y con referencias dispersas a viajes a Europa en otras memorias y biografías “clásicas” de la historiografía socialista.15 Tampoco las escasas monografías dedicadas a y la voluntad de poder”; Díaz, “El periódico Palabra Socialista”; Poy y Asquini, “La experiencia ‘colectivista’”; Martínez, “Trayectorias de una disidencia partidaria”; Herrera, “El frustrado accionar de un partido socialista nacional en la Argentina”. 10 Buonuome, “Fisonomía de un semanario socialista”; Reyes, “De la velada de club a la estética de los cortejos”; Buonuome, “El partido de los consumidores”; Buonuome, “Los socialistas argentinos ante la ‘prensa burguesa’”; Mazzola, “Ilustrar al hombre culto, formar al militante”; Reyes, “El Jano socialista”. 11 Martínez Mazzola, “El partido socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino”; Reyes, “Radicales y socialistas frente a la centralidad de la nación”. 12 Becerra, “All you need is love”; Valobra, “Feminismo, sufragismo y mujeres en los partidos políticos en la Argentina de la primera mitad del siglo XX”; Becerra, Marxismo y feminismo en el primer socialismo argentino; Palermo, “Palabras e imágenes de mujeres en el Partido Socialista”; Poy, “Entre el discurso maternalista y la emancipación de las mujeres”. 13 Benclowicz, “Trayectoria de Luis Ramicone (Buenos Aires, 1901-1977).”. 14 Bisso, “Apuntes sobre militancia, política, ocio y sociabilidad”; Ullivarri, “El partido en su laberinto”; Barandiarán, “La propaganda socialista en el campo bonaerense”; Cabezas, “Funcionamiento partidario y sentidos del socialismo”; Ferreyra, “Socialismo en el interior. Socialismo al interior”; Cabezas, “La propaganda en el interior”; Barandiaran y Gómez, “Prácticas políticas y socialismo”; Blanco, “Ser parte de”; Martocci, “Auge y crisis del Partido Socialista pampeano”; Ferreyra y Martocci, El Partido Socialista (re)configurado. 15 Dickmann, Cartas europeas; Patroni, Siete meses por Europa; Oddone, Historia del socialismo argentino; Dickmann, El Partido Socialista Argentino en los congresos internacionales; Repetto, Mi paso por la política; Repetto, Juan B. Justo y el movimiento político social argentino; Weinstein, Juan B. Justo y su época. 13 la historia partidaria con una mirada de conjunto abordaron la cuestión.16 En un artículo de síntesis y análisis global sobre la historia del PS antes de 1914, Jeremy Adelman trazó una serie de comparaciones con el contexto más amplio de la Segunda Internacional, pero sin ahondar en un análisis de las relaciones organizativas.17 En el período de los orígenes (antes de 1896), dado el peso de los militantes extranjeros, la historiografía mostró interés por el rol de los “grupos nacionales” (alemanes, sobre todo), por algunos de sus líderes (como Germán Ave-Lallemant) y por la recepción de Marx.18 El vínculo del PS con la Segunda Internacional prácticamente no había sido examinado, más allá de algunos trabajos específicos sobre la cuestión de las migraciones, o las posturas acerca de las huelgas. 19 Sí se ha trabajado mucho recientemente sobre la cuestión de la nación en el PS: en este libro nos apoyamos en los importantes hallazgos de Francisco Reyes, que mostró que el PS pasó de denunciar la “religión patriótica” en la década de 1890 y comienzos de la siguiente a desenvolver un planteo mucho más matizado, que abrazaba la idea de un “nacionalismo sano”.20 Otros trabajos han mostrado, por lo demás, que esta tendencia se profundizó luego de la sanción de la ley Sáenz Peña, algo que se advierte en la creciente reivindicación de próceres como San Martín y en una lectura “patriótica” que empalmaba con la tradición liberal. Estudios recientes sobre la relación de Manuel Ugarte con el PS, vinculada con la actividad que tuvo 16 Por ejemplo, Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930; Poy, El Partido Socialista argentino. 17 Adelman, “Socialism and Democracy in Argentina in the Age of the Second International”. 18 Tarcus, “¿Un marxismo sin sujeto?”; Zeller, “Entre la tradición y la innovación. La experiencia del Vorwärts en Buenos Aires (1882-1901)”; Tarcus, “Entre Lassalle y Marx. Los exiliados alemanes en la Argentina de 1890 y la recepción del socialismo europeo”; Carreras, Tarcus, y Zeller, Los socialistas alemanes y la formación del movimiento obrero argentino; Poy y Gaido, “Under German Eyes”; Poy, Inmigración italiana y socialismo en Argentina; Poy y González Rittler, “Influencias italianas y alemanas en los orígenes del socialismo argentino”. 19 Geli, “El Partido Socialista y la II Internacional: la cuestión de las migraciones”; Poy, “El Partido Socialista y las huelgas”. 20 Da Orden, “Entre internacionalismo y nacionalismo”; Becerra, “¿Fiestas patrias o fiestas socialistas?”; Reyes, “Radicales y socialistas frente a la centralidad de la nación”; Reyes, “La patria es el otro, pero no para siempre”; Reyes y Bacolla, “Los socialistas argentinos ante el conflicto argentino-chileno”. 14 como delegado ante la Internacional, también aportan elementos valiosos para nuestra investigación.21 La “cuestión internacional” en la historiografía del PS cobra un rol algo más protagónico para el período de la Primera Guerra Mundial, aunque con eje en las diferentes lecturas e interpretaciones del conflicto antes que en la relación con los partidos europeos en esa época.22 Hay diversos estudios sobre la coyuntura decisiva de 1917 y sobre el desarrollo de una tendencia izquierdista en los años inmediatamente anteriores.23 También sobre el Partido Socialista Internacional y los orígenes del comunismo, aunque seguíamos sabiendo muy poco sobre lo que ocurrió en el propio PS en el período que va hasta 1923. La ruptura de los “terceristas”, por ejemplo, seguía estando casi inexplorada. Por último, el período de vinculación con la IOS sólo había sido abordado recientemente en lo que hace a las recepciones locales de los planteos sobre la desocupación masiva,24 pero no contábamos con exploraciones de conjunto más allá de un trabajo pionero de Juan Carlos Portantiero y un reciente artículo de los autores de este libro que atiende a los años previos y a la primera etapa de la IOS y que retomamos aquí.25 Amorebieta y Vera y Guiamet, “El Partido Socialista argentino y la cuestión nacional a partir de los usos del pasado independentista (1905-1942)”; Ehrlich, “Manuel Ugarte entre el modernismo latinoamericano y el socialismo”; Merbilhaá, “Trayectoria intelectual y literaria de Manuel Ugarte (1895-1924)”; Merbilhaá, “Patriotismo ‘sano’ o internacionalismo proletario”. 22 Poy, “Argentine Socialism and the Question of War (1909–1915)”; Poy, “Juan B. Justo y el socialismo argentino ante la Primera Guerra Mundial (1909-1915)”; Geli, “Revolución en la Gran Guerra”. 23 Camarero y Schneider, La polémica Penelón-Marotta; Díaz, “El periódico Palabra Socialista”; Camarero, “El Partido Socialista de la Argentina y sus espinosas relaciones con el movimiento obrero”; Camarero, Tiempos rojos; Camarero, “El socialismo, la izquierda internacionalista y el naciente comunismo de la Argentina ante la Revolución Rusa de 1917”. 24 Benclowicz, “El Partido Socialista y la CGT ante la desocupación masiva en la Argentina a principios de los años 30.” 25 Portantiero, “El debate en la socialdemocracia europea y el Partido Socialista en la década de 1930”; Benclowicz, “El Partido Socialista y la CGT ante la desocupación masiva en la Argentina”; Benclowicz y Poy, “El Partido Socialista argentino y el inter-nacionalismo”. Vale señalar también un trabajo reciente que pone en relación las prácticas del internacionalismo socialista con los mecanismos informativos y la circulación de noticias. Buonuome, “Internacionalismo socialista y cuestión informativa”. Existen también estu21 15 Por otra parte, a nivel mundial, vienen cobrando fuerza durante los últimos años trabajos que colocan el internacionalismo socialista como tema de estudio específico, rescatando el valor que le daban los propios actores, más allá de las contradicciones que sin dudas podían encontrarse entre sus prácticas y discursos.26 En esta línea, independientemente de su eventual fracaso, resulta evidente el despliegue de un esfuerzo colectivo por elaborar un enfoque y una respuesta compartidos a los desafíos que el mundo capitalista fue presentando desde finales del siglo XIX.27 Aun cuando es indudable que los partidos socialistas de los diferentes países fueron reforzando su tendencia a actuar en marcos nacionales e incluso a integrarse a los regímenes políticos de sus respectivos estados, el vínculo con partidos de otras latitudes y con organizaciones transnacionales continuó ocupando un lugar importante en su actividad política. Así las cosas, ya desde principios del siglo XX nacionalismo e internacionalismo no eran necesariamente pensados por la socialdemocracia internacional como términos opuestos sino más bien como complementarios: en este sentido, diversos trabajos recientes han hablado de la existencia de un “inter-nacionalismo”.28 Como se verá, el socialismo argentino no dejó de tener un abordaje similar sobre esta cuestión. Hacia una historia de la relación entre el PS y las Internacionales Las preguntas centrales que estructuran este libro pueden esbozarse así: ¿Cuál fue la relación que estableció el Partido Socialista argentino con las organizaciones internacionales de la socialdemocracia entre fines de la década de 1880 y el estallido de la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo fue dios sobre la relación de la Internacional Socialista (IS) con el PS y la izquierda latinoamericana durante la segunda mitad del siglo XX: Godio, La Internacional Socialista en la Argentina; Pedrosa, La otra izquierda; Pedrosa, “Redes transnacionales y partidos políticos”. 26 Ver, entre otros, Callahan, Demonstration Culture; Laqua, “Democratic Politics and the League of Nations”; Imlay, The Practice of Socialist Internationalism; Alayrac, L’Internationale au milieu du gué; Bensimon, Quentin, y Moisand, Arise Ye Wretched of the Earth; Marcobelli, L’internationalisme à l’épreuve des crises; Delalande, La lutte et l’entraide.; Callahan, “A Decade of Research on the Second International”; Dogliani, Internazionalismo e transnazionalismo all’indomani della Grande Guerra; Ducange, Quand la gauche pensait la nation; Musters, “Internationalism, Protectionism, Xenophobia”. 27 Sobre este punto ver, entre otros, Imlay, The Practice of Socialist Internationalism. 28 Callahan, Demonstration Culture. 16 modificándose esa relación? ¿A qué se debieron esas transformaciones? Una de nuestras hipótesis fundamentales es que la historia del socialismo y las izquierdas en Argentina no puede entenderse como mera proyección de lo que ocurría internacionalmente, pero eso no debe llevarnos al otro extremo de pensar que todo se debió a peculiaridades locales sin vínculo con lo que ocurría a nivel global. Nuestra perspectiva es que para entender al PS argentino hay que comprender su rica historia y sus peculiaridades locales y ponerlas en relación con lo que ocurría en el terreno transnacional, una arena que los propios dirigentes del PS seguían con mucha atención. La evidencia sugiere que a medida que el PS fue consolidando su personalidad política —que en buena medida era la de Juan B. Justo—, fue haciéndose más crítico de la Internacional. Pero esto no significa en modo alguno que pasara a transitar un camino diferenciado y autónomo. Es cierto que el PS desarrollaba un planteo político cada vez más gradualista y con un enfoque muy concentrado en lo que ocurría en Argentina. Es claro, también, que el PS con Justo no siguió a la ortodoxia del marxismo alemán, pero esto era algo sumamente habitual en la Segunda Internacional, un heterogéneo conglomerado de grupos y partidos que mostraba un notable eclecticismo a nivel político y teórico. Es importante no perder de vista que ambas características —la formulación de un corpus ecléctico peculiar y la progresiva consolidación de una línea reformista y “nacional”— eran elementos comunes a la socialdemocracia internacional de la época, como lo confirma la literatura más reciente. Esto implica desechar el cuadro simplista que surge de pensar que la estrecha relación inicial con la Internacional puede asimilarse a un planteo “internacionalista” mientras que más tarde, la “nacionalización” del partido habría operado en sentido opuesto. No fue eso lo que ocurrió. Lo que vemos es un proceso de mayor autonomía del PS (y de Justo), que buscaba mostrarse con una voz propia dentro de la Internacional. De hecho, esto se hizo más evidente precisamente en los momentos en que Justo participó personalmente de reuniones de la Internacional: en 1910 en Copenhague y en 1919 en Berna. Por otra parte, hay dos fenómenos que no deben confundirse: para Justo, la “argentinización” del socialismo se refería a la integración de grupos migrantes de diferente origen en un único movimiento obrero y un único partido; mientras que el “nacionalismo sano”, fue un elemento algo posterior que tiene que ver con una valoración del patriotismo hacia 1910. Ambos fenómenos, por otra parte, eran perfectamente compatibles con la 17 pertenencia a la Internacional. Y es que, como apunta Hobsbawm, para la socialdemocracia en general —incluyendo aquí al marxismo— la evolución de las sociedades humanas operaba de menor a mayor, de lo local a lo nacional y de lo nacional a lo global.29 En este esquema, la Internacional representaba la aspiración a alcanzar el grado más elevado de civilización, aunque se trataba de una instancia que se realizaría en el futuro. Por lo pronto, era la nación el terreno en el que los socialistas desplegaban su acción, y el patriotismo “sano” era el vehículo que conduciría eventualmente a la construcción de un mundo sin fronteras. En este punto, la coincidencia del pensamiento de Justo con el de buena parte de los dirigentes de la socialdemocracia mundial es notoria. Otro elemento que emerge de nuestro análisis es que el PS —al igual que otros partidos— no dejó de hacer un uso instrumental de sus vínculos internacionales. En la década de 1900, por ejemplo, buscó convertir a la Internacional en una caja de resonancia para denunciar las prácticas represivas de la burguesía argentina, en lo que por momentos parecía una competencia con la propia elite por “la imagen que tienen de Argentina en Europa”. A fines de la década de 1910, la cuestión internacional se convirtió en uno de los ejes de las tensiones y eventuales rupturas del partido, y en ese momento la dirección justista desplegó una táctica pragmática que buscaba separarse de aquellos sectores del partido más afines a la Revolución Rusa pero sin aparecer alineada a la socialdemocracia de Berna, cuya legitimidad en esos años estaba muy cuestionada. Después de la conformación de la IOS en 1923, ya en pleno curso el reflujo revolucionario y con los comunistas separados del partido, el PS se integró nuevamente a la organización internacional, aunque en los primeros años sin demasiados bríos. Recién en torno a la ruptura del PSI en 1927, cuando la legitimidad internacional estaba en disputa, el PS volvió a vincularse en forma insistente con la Internacional para evitar que los “libertinos” fueran admitidos como sección argentina. Nada de esto implica la ausencia de un sentimiento “verdaderamente” internacionalista: al contrario, fue justamente la fortaleza de esa identificación la que habilitó las apelaciones a las organizaciones del socialismo mundial. En esas y también en otras circunstancias, los intercambios con las Internacionales fueron una pieza relevante de la estrategia partidaria que es preciso incorporar para contar con una historia más acabada e integral del 29 Hobsbawm, “Working-class Internationalism”. 18 socialismo argentino. En eso reside justamente la originalidad de este libro, que rastrea cuidadosamente la dinámica de la relación organizativa y política del socialismo argentino durante medio siglo, trabajando tanto con materiales locales como con fuentes primarias producidas por las Internacionales y por partidos europeos, estas últimas mayormente inexploradas en conexión con el PS. A partir de un extenso relevamiento en archivos de Ámsterdam, Gante, Londres y Buenos Aires, este trabajo busca entender hasta qué punto y de qué manera los socialistas argentinos reflejaban y decodificaban los diálogos transnacionales, y también cómo intervenían en ellos, lo cual fue variando en los distintos períodos bajo análisis. El corte cronológico inicial está dado por la fundación de lo que luego se conocería como la Segunda Internacional, en un congreso realizado en París en 1889 que contó, como veremos, con participación de los socialistas activos en Argentina. El punto de cierre está determinado por la crisis y en última instancia el colapso de la Internacional Obrera y Socialista con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El proceso en ese último período fue gradual pero sostenido: tras los primeros años de la década de 1930, se registró un claro aflojamiento de los vínculos del PS con la IOS. El curso que siguió aquí la relación del PS con la Internacional no se diferenció de lo ocurrido con la mayor parte de sus miembros, que por entonces ya habían ensanchado sus bases más allá del patrón clasista originario. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando se terminó de desintegrar la IOS, se cerró un ciclo histórico tanto en lo que hace al internacionalismo socialista, que ya no volverá a jugar el papel de antaño, como respecto al PS, que ya no volverá a ocupar el lugar al que había llegado en la política nacional. El libro está estructurado de manera cronológica y se divide en tres partes. El primer capítulo examina las relaciones transnacionales del socialismo argentino durante el período de la Segunda Internacional, el segundo se detiene en el conflictivo período que se extiende desde el estallido de la Gran Guerra hasta la conformación de la Internacional Obrera y Socialista en 1923, y el tercero explora los vínculos con la IOS durante las décadas de 1920 y 1930, hasta su disolución de hecho hacia 1939. En las últimas páginas presentamos brevemente una serie de conclusiones. CAPÍTULO 1 El socialismo argentino y la Segunda Internacional (1889-1914) Entre finales de la década de 1880, cuando los primeros grupos socialistas activos en Buenos Aires comenzaron a jugar un rol importante en el movimiento obrero local, y mediados de 1914, cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial propinó un golpe fatal a la Segunda Internacional, el vínculo del socialismo argentino con sus contrapartes extranjeras evidenció el desarrollo de dos tendencias que, aunque pueden parecer contradictorias, en realidad se complementaron mutuamente. Por un lado, el vínculo entre el PS argentino y la Internacional fue consolidándose y haciéndose cada vez más orgánico. Con el correr de los años, el PS se convirtió en un miembro de pleno derecho, si bien con un peso secundario, de una socialdemocracia internacional que también se iba fortaleciendo en términos organizativos hasta alcanzar su apogeo en los años inmediatamente anteriores a 1914. En una Internacional que, a pesar de su nombre, era en la práctica fundamentalmente una comunidad de organizaciones europeas, los socialistas de Argentina, junto a los de Estados Unidos y de Australia, fueron los únicos que contribuyeron a darle un carácter más global a los congresos y reuniones. Lo que inicialmente había sido una relación sumamente unilateral, caracterizada por la actuación de exiliados socialistas europeos en Buenos Aires y por las iniciativas de traducción y publicación de materiales europeos, se fue transformando en un vínculo orgánico, con participación del PS argentino en el Buró Socialista Internacional (BSI), la presentación de propuestas en congresos internacionales y, finalmente, la participación directa de Juan B. Justo en el congreso de Copenhague de 1910. 20 Por otro lado, en este mismo período el socialismo argentino experimentó un crecimiento en términos de autonomía respecto de sus pares europeos, y fue desarrollando una personalidad política propia cada vez más marcada. Al hacerlo, iba reforzando también su carácter “argentino”, lo cual, hacia la década de 1910, implicaba también la creciente reivindicación de lo que se entendía como un “patriotismo sano”. Antes, durante la década de 1880 y gran parte de la de 1890, el socialismo en Argentina había estado fuertemente influenciado por agrupaciones de militantes provenientes de diferentes países europeos, y en particular por los socialistas alemanes agrupados en el Verein Vorwärts. Incluso a mediados de 1890, cuando se constituyeron formalmente en un partido unificado —que no casualmente se llamó inicialmente Partido Socialista Obrero Internacional— y comenzaron a publicar La Vanguardia con un rol mucho más importante de militantes nativos, los socialistas activos en Argentina aún seguían los debates y las discusiones europeas con un respeto casi reverencial. Sin embargo, a medida que iba creciendo y se consolidaba el liderazgo de Justo, el PS comenzó a mostrar una mayor autonomía en el plano político e intelectual. Si bien continuó expresando su admiración y valoración por el socialismo europeo, era más habitual que formulara críticas y buscara reivindicar una identidad política propia. Este capítulo aborda el desarrollo de esas dos tendencias hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras analizar brevemente la efímera experiencia de la Primera Internacional en Buenos Aires entre 1871 y 1872, la primera sección se centra en los años finales de la década de 1880 y los primeros de la siguiente, analizando el papel desempeñado por los diversos “grupos idiomáticos” así como la influencia de la resolución tomada por el congreso fundacional de la Segunda Internacional, a mediados de 1889, de establecer el 1° de Mayo como una fecha de celebración y lucha de los trabajadores en todos los países. La siguiente sección examina el período que comienza con la publicación de La Vanguardia, en abril de 1894. En particular, se analiza el trabajo de difusión y traducción de materiales europeos en la prensa socialista local, con el objetivo de rastrear las influencias europeas que resultaron más relevantes durante este período. Las dos siguientes secciones, en tanto, se centran en la relación organizativa y política que el PS estableció con la Internacional en la década de 1900. La tercera sección lo hace abordando las particularidades del vínculo organizativo, examinando la representación de los socialistas argentinos en los congresos y en el BSI, así como la dinámica de la correspondencia y el 21 envío de cotizaciones y aportes financieros extraordinarios. La cuarta sección, en tanto, se concentra en las diversas campañas políticas implementadas por el PS en relación con la Internacional durante la primera década del siglo XX. El capítulo se cierra con una caracterización de la situación en los años inmediatamente anteriores a la guerra, analizando una serie de planteos políticos e intelectuales de un partido que, en su relación con sus pares internacionales, parecía haber alcanzado la mayoría de edad. De la Comuna de París a la fundación de la Segunda Internacional La historia del socialismo argentino y sus vínculos con organizaciones internacionales se remonta a los tiempos de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), la Primera Internacional, activa a nivel global entre 1864 y mediados de la década siguiente.1 La acción de grupos vinculados con la AIT en Argentina fue muy breve y tuvo lugar luego de la derrota de la Comuna de París, en momentos en que la Internacional comenzaba a entrar en un irremediable declive. En efecto, fue recién a comienzos de 1872 cuando una veintena de communards exiliados constituyeron en Buenos Aires una sección francesa de la AIT. En un primer momento el futuro parecía auspicioso: en los meses inmediatamente posteriores a la fundación, el grupo reportó importantes avances y decía contar con varios centenares de miembros, solicitando al Consejo General de Londres que les facilitaran información y contactos con otros grupos. En julio de 1872 el Consejo General reconoció a la sección francesa activa en Buenos Aires, y existen también registros de la creación de una sección española e italiana. Estos communards contaban con una sede propia y habían logrado establecer vínculos con asociaciones obreras, además de publicar un periódico, del cual sin embargo no han quedado rastros.2 En el marco de la crisis más general de la AIT, sin embargo, estos endebles progresos se terminaron por desmoronar en poco tiempo. Después del congreso de La Haya, en septiembre de 1872, que selló la ruptura con Bakunin, Marx y el Consejo General decidieron enviar un delegado a Buenos Aires, el belga Raymond Wilmart, para enfrentar la posible expansión 1 Sobre la AIT, ver Bensimon, Quentin y Moisand, Arise Ye Wretched of the Earth; Delalande, La lutte et l’entraide. 2 Acerca de la actividad de la AIT en Buenos Aires, ver Falcón, La Primera Internacional y los orígenes del movimiento obrero en Argentina y Tarcus, Marx en la Argentina. 22 de sus rivales anarquistas en la región. Horacio Tarcus reconstruyó las peripecias del joven Wilmart a través de las cartas que le envió desde Buenos Aires al propio Marx, pasando del entusiasmo inicial al desánimo ante las dificultades para promover una sección local.3 Hacia mediados de 1873, la sección argentina estaba en una crisis terminal, y lo cierto es que esta primera vinculación de grupos socialistas argentinos con la Internacional, en la era de la AIT, no dejó un legado organizativo permanente. Esto ocurriría recién más tarde, hacia la década de 1880, cuando una nueva generación de militantes europeos creó nuevos grupos y publicaciones en el país, y lanzó iniciativas que le permitieron vincularse con el naciente movimiento obrero local. Estos grupos estaban relacionados de manera directa con organizaciones socialistas europeas, de modo que la cuestión del vínculo del socialismo argentino con la Internacional se presenta como un nudo fundamental de la historia de las izquierdas en nuestro país. En 1882, varias decenas de militantes socialistas alemanes, que habían escapado de las leyes represivas del canciller Otto von Bismarck, iniciaron su actividad organizada en Buenos Aires al fundar el centro Verein Vorwärts (asociación “Adelante”). El papel de estos activistas en los orígenes del socialismo argentino atrajo la atención de investigadores y activistas en diversas épocas, en tanto militantes opuestos al derrotero seguido por el socialismo argentino bajo la dirección de Justo buscaron en las ideas y acciones de estos pioneros alemanes un período signado por un marxismo “ortodoxo”, luego frustrado por la consolidación de una línea reformista y gradualista.4 El resultado fue un avance en nuestros conocimientos sobre la acción de estos militantes, aunque también la configuración de una suerte de “mito de los orígenes” que no lograba echar luz sobre el papel jugado por estos primeros grupos, a menudo más contradictorio y complejo. El campo historiográfico se ha enriquecido mucho en las últimas décadas, con trabajos que dieron cuenta de la necesidad de estudiar el proceso de conformación del socialismo en nuestro país atendiendo a las diferencias y polémicas surgidas en el seno del núcleo socialista y en el 3 Tarcus, Marx en la Argentina, 84–98. Ver, por ejemplo, Ratzer, Los marxistas argentinos del 90.; Paso, La clase obrera y el nacimiento del marxismo en la Argentina. 4 23 contexto del socialismo internacional, evitando al mismo tiempo interpretaciones anacrónicas.5 En un sentido similar es necesario complejizar las habituales referencias a la celebración del 1° de Mayo de 1890 como un momento fundacional del movimiento obrero argentino, un planteo que tiende a presentar el desarrollo de la clase obrera local como una mera consecuencia de lo resuelto en un congreso realizado en Europa y que en ocasiones empalmó con interpretaciones que buscaban presentar al movimiento obrero argentino como una “flor exótica”. Lo cierto es que los socialistas del Vorwärts jugaron un rol fundamental en los orígenes del movimiento obrero local y que la celebración del 1° de Mayo de 1890 fue un momento crucial de ese proceso, pero también que su papel debe ponerse en relación con lo que estaba ocurriendo en esos mismos años en el marco de un avance de la organización y las luchas de los trabajadores locales. Ambos procesos se retroalimentaron e influenciaron mutuamente. A partir de 1887, cuando como producto del deterioro del poder adquisitivo del salario y la crisis económica el clima de agitación obrera en la ciudad de Buenos Aires se volvió inocultable, los socialistas alemanes se volcaron a difundir los conflictos desde su periódico, prestando su local para reuniones y organizando medidas de lucha.6 Su intervención llamó la atención de diversos medios de prensa afines al gobierno de Juárez Celman, que desenvolvieron una campaña pública y sensacionalista de denuncia contra ellos, acusándolos de responsables del movimiento huelguístico. Una nota editorial de Figaro, un periódico alineado con el gobierno, planteaba por ejemplo que “la causa de todas las huelgas es conocida. Existe, aunque parezca increíble, organizado el socialismo en la Argentina. (…) Un alemán me tradujo los sueltos del Vorwaerts (…) esto es tremendo, estupendo, horripilante!”.7 Martínez Mazzola, “Campeones del proletariado. El Obrero y los comienzos del socialismo en la Argentina”; Tarcus, “¿Un marxismo sin sujeto?”; Tarcus, “Entre Lassalle y Marx. Los exiliados alemanes en la Argentina de 1890 y la recepción del socialismo europeo”; Zeller, “Entre la tradición y la innovación. La experiencia del Vorwärts en Buenos Aires (1882-1901)”; Tarcus, Marx en la Argentina; Carreras, Tarcus, y Zeller, Los socialistas alemanes y la formación del movimiento obrero argentino; Poy y Gaido, “Under German Eyes”. 6 Poy, Los orígenes de la clase obrera argentina; Tu quoque trabajador? 7 Figaro, 14 de noviembre de 1888. 5 24 Sud-América, el principal diario oficialista, se sumó a la campaña con un curioso artículo que personificaba al Verein como un seguidor del propio Karl Marx: Desgraciadamente habíamos contado sin herr Worwaertz (sic), o sea el señor Adelante, quien se nos deja caer ahora, con el propósito de hacer flamear bien alto el trapo rojo, símbolo del socialismo… y de la locura. Así es: el caballero Worwaertz, ferviente discípulo a lo que parece de Karl Marx, el fundador de la Internacional, ha lanzado su proclama –en alemán, y se imagina que todo el cosmopolitismo obrero se halla pronto a seguirle ebrio de entusiasmo! 8 Si bien fueron varios los dirigentes alemanes que jugaron un papel importante en este período, en términos programáticos y doctrinarios la figura fundamental fue Germán Avé-Lallemant, un ingeniero de minas y agrimensor nacido en 1835, que abandonó su país a los 25 años y arribó a Buenos Aires en 1868. Tras acercarse al marxismo en la década de 1870, Lallemant tuvo unos años de intensa actividad política, en la cual analizó la crisis de 1890, elaboró una interpretación de la historia y la economía del país y planteó las tareas que los socialistas debían abordar en Argentina.9 Esta era la situación en Buenos Aires cuando se reunió en París, a mediados de 1889, el congreso que dio origen a lo que más tarde se llamó la Segunda Internacional.10 Los socialistas argentinos estuvieron representados en ese congreso, si bien de forma indirecta, a través de Alexis Peyret y de Wilhelm Liebknecht. Este último era uno de los principales dirigentes del SPD alemán y su representación de los argentinos obedeció a un pedido del Vorwärts de Buenos Aires, que no estaba en condiciones de enviar un delegado desde Argentina. El de Peyret, que aparecía en las resoluciones del evento como delegado “por los grupos socialistas de Buenos Aires”,11 es un caso peculiar. Nacido en Francia en 1826, participó en los 8 Sud-América, 15 de noviembre de 1888. La campaña trascendió las páginas de los periódicos y llegó hasta el propio Congreso: allí, “tuvo lugar un debate antisocialista virulento” en el cual “el diputado Costa reclamó medidas enérgicas contra el confiscado periódico socialista Vorwärts” y los “viciosos discursos del club homónimo” (Vorwärts, 15 de agosto de 1896). 9 Tarcus, “¿Un marxismo sin sujeto?”; Poy y Gaido, “Under German Eyes”. 10 La bibliografía sobre la Segunda Internacional es muy vasta. Algunos trabajos indispensables son Longuet, “Le mouvement socialiste international.”; Joll, The Second International, 1889-1914; Van Der Esch, La Deuxième Internationale; Haupt, La Deuxième Internationale, 1889-1914; Braunthal, History of the International; Callahan, Demonstration Culture; Taber, Under the Socialist Banner. 11 Protokoll des Internationalen Arbeiter-Congresses zu Paris. 25 acontecimientos revolucionarios de 1848 y, luego del ascenso de Luis Bonaparte en 1851, emigró al Río de la Plata: primero en Montevideo y luego en Entre Ríos, abrazó la causa de la Confederación, editó periódicos y se convirtió en dirigente de una colonia agrícola. Se dedicó luego a la docencia y a la escritura, publicando volúmenes sobre la experiencia de las colonias agrícolas, sobre historia contemporánea y sobre historia de la religión. Solo retornó a Francia en 1889 para participar en la Exposición Universal como representante del gobierno argentino, y es en este contexto que se sumó al congreso fundacional de la Segunda Internacional.12 Las actas no registran ninguna intervención de Peyret en las discusiones del congreso. La reunión de 1889 fue relativamente débil, debió competir con un evento simultáneo organizado por otros grupos socialistas y solo en retrospectiva se convirtió en un hito como el momento fundacional de la Segunda Internacional. Pero lo cierto es que la resolución tomada por los delegados para conmemorar el 1° de Mayo en los diferentes países como una jornada internacional de los trabajadores tuvo un impacto extraordinario. Argentina no fue la excepción. Luego de que las noticias de la resolución llegaran a Buenos Aires, diversos grupos pusieron manos a la obra: los socialistas alemanes nucleados en el Vorwärts tomaron la iniciativa, pero también anarquistas y republicanos italianos confluyeron en reuniones preparatorias desde fines de 1889. Como era de esperarse, y como ocurría también en otras latitudes en esta etapa fundacional de la Segunda Internacional, surgieron rápidamente tensiones entre socialistas y anarquistas, a punto tal que los segundos se retiraron de la organización del evento. Finalmente, hacia el mediodía del jueves 1º de mayo de 1890, en simultáneo con actividades y conmemoraciones en distintos puntos del mundo, se reunieron en el Prado Español “de mil quinientas a mil ochocientas personas, figurando en mayoría el elemento alemán e italiano”. Pocas horas antes del meeting también se resignaron a ser de la partida los militantes anarquistas, “salvando su disidencia con las ideas moderadas de los marxistas que son los iniciadores de ese movimiento universal”. El acto contó con discursos de José Winiger, presidente del comité organizador, y de cuatro oradores designados: Bernardo Sánchez en castellano, M. Jäckel en francés, Adolf Ühle en alemán y Carlos Mauli en italiano: todos ellos dirigentes del 12 Tarcus, Diccionario biográfico de la izquierda argentina, 508–9. 26 grupo socialista. A continuación habló un orador en neerlandés y dos militantes anarquistas.13 El acto, aunque de proporciones modestas, tendría un impacto histórico, marcando un mojón en la historia del movimiento obrero argentino y entroncando su tradición con la del movimiento socialista internacional. En los años inmediatamente posteriores, sin embargo, la actividad organizada de los socialistas en Buenos Aires entró en un reflujo. Una vez más, para comprender las causas hay que prestar atención a lo que ocurría con el movimiento obrero: la celebración del 1º de Mayo de 1890 había tenido lugar en un contexto en el cual las huelgas venían espaciándose, quedando reducidas a reclamos defensivos y encontrando serias dificultades para obtener las reivindicaciones, en el marco de un agravamiento de la crisis económica y social. En la primera mitad de la década de 1890, la actividad de los socialistas activos en Argentina se vio impactada por este cuadro de reflujo. Un buen ejemplo de la correlación de fuerzas en estos años se obtiene al analizar lo ocurrido con la celebración del 1° de Mayo en los años inmediatamente posteriores a 1890, que tuvieron lugar en un contexto de creciente influencia de los anarquistas de orientación “anti-organizadora”, articulados en torno al periódico El Perseguido.14 A diferencia de lo ocurrido el año anterior, en 1891 por ejemplo los socialistas se vieron en minoría en las reuniones preparatorias, y se estableció que el 1º de Mayo debería celebrarse al aire libre, “con o sin permiso” policial.15 En este contexto, los siguientes congresos de la Internacional no tuvieron, en Argentina, un impacto comparable al de 1889. El segundo congreso, que tuvo lugar en Bruselas en 1891, no contó con una delegación argentina,16 aunque los socialistas activos en nuestro país lograron hacer llegar un informe. La lista de firmantes era representativa de esa primera generación de socialistas y el texto era un testimonio del clima de crisis y pesimismo que atravesaban en estos años difíciles. El informe, en efecto, comenzaba indicando que Argentina se encontraba “en un estado de crisis 13 La Prensa, 1 de abril, 30 de abril y 2 de mayo de 1890; Vorwärts, 10 de mayo de 1890. Sobre el anarquismo argentino, ver, entre otros, Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina; Zaragoza Rovira, Anarquismo argentino, 1876-1902; Suriano, Anarquistas. 15 Vorwärts, 18 de abril de 1891. 16 Achille Cambier, que posteriormente jugaría un rol importante como delegado ante la Internacional, estuvo presente en el congreso de Bruselas, pero figuraba como delegado por Francia. 14 27 económica desesperante” y pasaba revista a las quiebras bancarias y la insolvencia del estado. Los militantes de Buenos Aires agregaban que la inmigración se había convertido en emigración y subrayaban que numerosos militantes se habían visto obligados a abandonar el país con destino a Brasil o a Europa. Entre los emigrados a Brasil, de hecho, se encontraba José Winiger, el dirigente que había liderado la manifestación del 1° de Mayo de 1890 en el Prado Español. En este cuadro, lamentaba el informe, la manifestación propuesta para el 1° de Mayo de 1891 había sido “interferida por los anarquistas, que hablaban de huelga general, asalto a los comercios y revolución social”. Agregaban que no habían querido exponerse a la brutalidad de la policía, “irritada por la absurda cháchara de los anarquistas” y por eso habían celebrado la fecha en reuniones cerradas.17 En el tercer congreso de la Internacional, realizado en Zúrich en 1893, tampoco hubo representación argentina y en este caso ni siquiera se envió un informe. Era el momento de más profunda crisis en la naciente organización socialista local, y los grupos alemanes activos en Buenos Aires estaban atravesando una pelea intestina en la que se había puesto en duda la posibilidad misma de organizar al movimiento obrero en el país. En 1891, el Verein Vorwärts había anunciado su separación de la recién creada “Federación Obrera”, planteando que la clase trabajadora local aún no estaba preparada para plantearse la tarea de crear una organización semejante.18 Otros militantes alemanes, bajo el liderazgo de Germán Ave-Lallemant, admitían las dificultades pero defendían el trabajo realizado y consideraban que la crítica elaborada por el Vorwärts no sólo coincidía con la realizada por los anarquistas, sino que tenía la misma base teórica y filosófica.19 Lecturas e influencias del socialismo internacional en los años fundacionales del Partido Socialista La caracterización del Vorwärts se mostraría errada en el mediano plazo, pero en lo inmediato tuvo algo de profético: la profundización de la crisis llevó, en la segunda mitad de 1892, a la disolución de la efímera 17 Congrès international ouvrier socialiste tenu à Bruxelles du 16 au 23 août 1891, 103– 5. Los firmantes del informe eran “L. Baces, Carité, G. Hummel, C. Kogan, A. Kühn, C. Mauli, Palaces, Prera, J. Piqueres, Rigoli, Roca, D. v. d. Thusen”. 18 Vorwärts, 22 de agosto de 1891. 19 Vorwärts, 31 de octubre de 1891. 28 Federación Obrera y a la desaparición de El Obrero, un periódico en español surgido con el impulso de la celebración del 1° de Mayo de 1890. La actividad de los socialistas en Argentina había llegado a su punto más crítico, pero la situación iba a cambiar en los años inmediatamente posteriores. A partir de abril de 1894, en efecto, se abrió un nuevo período de expansión y progresiva centralización de las actividades de los grupos socialistas activos en Argentina, que culminó con la fundación del Partido Socialista en un congreso constituyente a mediados de 1896.20 Al igual que en el período anterior, hay que situar esta evolución en el contexto de una reactivación del movimiento obrero en el país: los primeros núcleos socialistas seguían una trayectoria que, sin duda, se inspiraba en la experiencia de sus homólogos internacionales, pero que también respondía a los retos políticos y organizativos a los que se enfrentaba una vanguardia obrera en esta etapa. En este proceso de centralización, los grupos de socialistas alemanes, italianos y franceses fueron ocupando un lugar cada vez más marginal, dando lugar a un partido en el cual confluían militantes de distintos orígenes junto a otros nacidos en el país.21 El elemento crucial en este proceso de centralización política fue el periódico La Vanguardia, que comenzó a publicarse en abril de 1894, bajo la dirección de Juan B. Justo. En el lapso de un par de años, Justo logró avanzar en una serie de definiciones programáticas fundamentales, que marcaron la trayectoria posterior del socialismo en nuestro país. 22 En primer lugar, Justo desplegó una interpretación de la sociedad que se centraba en su evolución económica, algo que entendía como la principal enseñanza a recoger de los escritos de Marx. En segundo lugar, y en relación 20 Sobre este proceso de centralización, ver, entre otros: Oddone, Historia del socialismo argentino; Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930; Camarero y Herrera, El Partido Socialista en Argentina, 2005; Tarcus, Marx en la Argentina; Poy, El Partido Socialista argentino. 21 Lamentablemente sabemos muy poco acerca de los grupos italianos y franceses que jugaron un papel en este período fundacional. Del grupo francés, llamado Les Egaux, no han quedado registros de ninguna publicación. Es interesante destacar que uno de sus dirigentes fue Achille Cambier, que como veremos más adelante fue luego delegado argentino ante la Internacional (Longuet, “Le mouvement socialiste international.”, 619.). Sabemos un poco más sobre los italianos, agrupados en un centro llamado Fascio dei Lavoratori, de cuya publicación periódica quedan algunos números. Ver, al respecto, Poy, Inmigración italiana y socialismo en Argentina. 22 Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930; Franzé, El concepto de política en Juan B. Justo; Geli y Prislei, “Una estrategia socialista para el laberinto argentino”; Aricó, La hipótesis de Justo; Tarcus, Marx en la Argentina; Poy, El Partido Socialista argentino. 29 con lo anterior, proponía una caracterización de la situación del país que reconocía como elemento determinante el proceso de desarrollo capitalista, así como el predominio de una clase burguesa particularmente ignorante e ineficaz. Justo valoraba este avance del capitalismo, ya que era la vía para la delimitación de las clases sociales y la formación de un proletariado en el país; la lucha de clases, para Justo, era un factor de progreso. En tercer lugar, el dirigente hacía un llamado a la organización de la parte “inteligente y sensata” del proletariado, con el fin de obtener reformas inmediatas a través de la acción política. La perspectiva de Justo subrayaba que estaban dadas las condiciones para la consolidación de un partido obrero en el país; al mismo tiempo, estaba marcada por una perspectiva evolucionista y positivista, compartida con amplios sectores de la clase dominante de la época. La confianza en la ciencia y en la comprensión de las leyes de la evolución de la sociedad llevaba a una interpretación que consideraba al proceso civilizatorio, al progreso y, en última instancia, al socialismo, como etapas no contradictorias sino complementarias y necesarias en el desarrollo de las sociedades. Al tiempo que delineaba estos planteos y definía su propia personalidad política, Justo promovía insistentemente la naturalización de los militantes —impuesta como requisito para quienes fueran de la dirección partidaria— e insistía en que los grupos idiomáticos alemanes, franceses e italianos debían jugar un rol cada vez más subordinado en el nuevo partido. Todo esto no implicó, sin embargo, un cuestionamiento al rol modélico que jugaba la socialdemocracia europea, entendida como referencia del movimiento que estaba surgiendo en Argentina. Justo realizó un importante viaje por Europa y Estados Unidos en 1895, donde entró en contacto con dirigentes e intelectuales socialistas, y fue a su retorno cuando aceleró las iniciativas para dar forma definitiva al partido y asegurar su consolidación organizativa.23 Las ideas de Justo, es cierto, no abrevaban en la ortodoxia 23 Repetto, Mi paso por la política, 21; Weinstein, Juan B. Justo y su época; Geli y Prislei, “Apuntes de viaje”. Justo quedó muy impresionado por la actividad del socialismo belga. En una carta enviada desde Bruselas, afirmaba que en ese país se había extendido el socialismo “con un criterio científico más amplio y más práctico. Todo está organizado como para una campaña larga. Aquí es donde se ha hecho la primera única revolución socialista que hasta ahora haya tenido éxito: la huelga general de hace dos años en favor del sufragio universal. Y sin embargo nadie habla de revolución, ni de cambios violentos de la noche a la mañana”. Justo también mostraba su admiración por Vandervelde: “no 30 marxista, pero se ubicaban sin problemas en el amplio rango de voces del socialismo de la Segunda Internacional.24 En estos años críticos para la estructuración partidaria, en efecto, el PS fue definiendo un peculiar perfil de influencias y deudas intelectuales, abrevando en lecturas europeas. Horacio Tarcus destacó, en este sentido, que “en el trayecto que va del Verein Vorwärts al Partido Socialista” las influencias y traducciones se desplazaron “del socialismo alemán al socialismo de los países latinos”, particularmente al italiano.25 Un ejemplo es la importancia que adquirió el líder socialista Enrico Ferri, cuyo folleto Socialismo y ciencia positiva fue traducido, publicado y difundido en forma activa en 1895, convirtiéndose en uno de los textos fundamentales de la cultura política del socialismo argentino. Dentro del amplio abanico de posicionamientos y perspectivas que ofrecía la socialdemocracia internacional de la época, el naciente socialismo argentino encontró en Ferri una voz autorizada, cuya lectura evolucionista se alineaba con las caracterizaciones que se estaban desarrollando en La Vanguardia.26 Un joven Roberto J. Payró, que se ocupó de traducir la obra, hacía hincapié en la introducción en que el libro de Ferri reflejaba la naturaleza no violenta, gradual, reformista y científica que caracterizaba al movimiento socialista que estaba emergiendo en el país. Según el traductor, el libro tenía el mérito de brindar “una clarísima explicación de lo que es el socialismo marxista” para desvanecer “los temores que despierta en ciertos espíritus la creencia de que el socialismo marchará a la conquista de su ideal político con las armas en la cree que la táctica socialista en Alemania y en Francia sea actualmente la mejor que se podría seguir (…) Es un orador correcto, claro, moderado, que parece creer lo que dice; la antítesis del demagogo charlatán. En todo sentido me ha gustado mucho” (La Vanguardia, 10 de agosto de 1895). 24 Geli, “El Partido Socialista y la II Internacional: la cuestión de las migraciones”. Justo conocía ampliamente las ideas de Marx, a punto tal que realizó la primera traducción al castellano de Das Kapital, publicada en Madrid en 1898. Ver Tarcus, Marx en la Argentina. 25 Tarcus, Marx en la Argentina, 327. 26 Poy y González Rittler, “Influencias italianas y alemanas en los orígenes del socialismo argentino”. El hecho de que los socialistas alemanes activos en Buenos Aires criticaran fuertemente el trabajo pero sin lograr tener mayor impacto es indicativo de que se había entrado en una nueva etapa en la cual estaban convirtiéndose en un grupo minoritario dentro de la constelación de grupos del socialismo argentino. Lallemant, posteriormente, describió el libro en Die Neue Zeit como “la biblia de los socialistas locales”. 31 mano”.27 El libro de Ferri buscaba trazar una relación directa entre el socialismo y las teorías positivistas y evolucionistas, configurando una interpretación que estaría en la matriz del socialismo argentino. La influencia de ideas y pensadores del socialismo europeo se expresó también de otras maneras en este período fundacional. La Vanguardia seguía con atención las novedades políticas y organizativas de la socialdemocracia del viejo continente —y a menudo también de la estadounidense y australiana—, y era habitual que reprodujera artículos propagandísticos escritos por dirigentes e intelectuales extranjeros.28 Se trataba de trabajos de características muy diversas: extractos de libros y folletos publicados y editados en otros países, artículos de periódicos de otros partidos, selecciones de novelas y capítulos de obras científicas. El socialismo de los países latinos jugó en efecto un papel central: en el período 1894-1905, el 40% de los artículos que indicaban su fuente original provino de periódicos italianos, el 23% de publicaciones españolas y el 13% de revistas y periódicos franceses. La mitad de todos estos materiales, de hecho, provenía de un puñado de periódicos españoles e italianos: Critica Sociale y Lotta di Classe, de Milán, El Socialista de Madrid y La lucha de clases de Bilbao. El órgano teórico marxista más importante del período, Die Neue Zeit, aparecía en cambio en un más lejano quinto lugar, mostrando la declinación de la influencia de la socialdemocracia alemana en esta etapa, así como también el limitado interés que mostraba el partido por alinearse con lo que podía considerarse la ortodoxia marxista de la Internacional.29 Tabla 1. Autores extranjeros más publicados en La Vanguardia, 1894-1905 Autor De Amicis, Edmondo Vandervelde, Émile Turati, Filippo Morato, Juan José Prampolini, Camillo 27 Artículos 19 13 11 9 8 Ferri, Socialismo y ciencia positiva: Darwin, Spencer, Marx, 135. Sobre las características de La Vanguardia y su evolución hasta su conversión en diario a mediados de la década de 1900, ver Buonuome, “Fisonomía de un semanario socialista”. 29 Los datos están tomados de Poy, “Une analyse des documents étrangers publiés dans la presse périodique du socialisme argentin (1894-1905)”. 28 32 Spencer, Herbert Lafargue, Paul Letourneau, Charles Zola, Émile Engels, Friedrich Ferri, Enrico Iglesias, Pablo Kautsky, Karl Loria, Achille Marabini, Emilia Bebel, August Bernstein, Eduard Guesde, Jules Jaurès, Jean Bissolati, Leonida Deville, Gabriel Liebknecht, Wilhelm Marx, Karl Plejanov, Gueorgui Zerboglio, Adolfo 8 7 7 7 5 5 5 5 5 5 4 4 4 4 3 3 3 3 3 3 La Tabla 1 muestra quiénes eran los principales autores de trabajos que reprodujo La Vanguardia. Se observa que los autores italianos eran el 31% del total y los españoles tan solo el 10%, mostrando que las publicaciones italianas y españolas eran en realidad muchas veces una vía de difusión de autores de otros países europeos, ya traducidos al idioma local o disponibles en italiano, un idioma que tenía amplia circulación en la Buenos Aires de entonces. La presencia de autores alemanes, en cualquier caso, seguía siendo relativamente menor. El novelista italiano Edmondo de Amicis era muy popular en esa época: su presencia muestra la importancia que tenían este tipo de textos para los editores y los lectores de la prensa socialista y revela que los materiales reproducidos del extranjero no eran necesariamente obras propagandísticas y mucho menos las obras “clásicas” del marxismo. Algo similar puede decirse de la conspicua pre- 33 sencia de textos de Herbert Spencer. Otra conclusión evidente es la presencia del belga Émile Vandervelde y el italiano Filippo Turati, considerados voceros autorizados ante una diversidad de temas sociales y políticos. Llama la atención, por último, el lugar relegado que ocupa Karl Marx, y en menor medida Friedrich Engels, en esta lista. En estos años formativos, en suma, “la Internacional” estaba muy presente en la prensa socialista argentina, en tanto los socialistas locales se sentían parte de un movimiento cosmopolita y civilizatorio cuya vanguardia estaba en Europa y, a la hora de desplegar recursos propagandísticos, se apoyaron en una diversidad de autores y dirigentes que estaban activos en la socialdemocracia de su época antes que en los textos clásicos del fundador del socialismo científico y de su principal colaborador. La evidencia también revela que, si en los años iniciales del PS fue fuerte la necesidad de apelar a materiales producidos por autores “consagrados” y fuerzas políticas extranjeras más consolidadas, como un modo de apoyarse en una tradición más amplia y reforzar así al débil y reducido grupo del socialismo local, la presencia de artículos extranjeros en la prensa socialista argentina fue reduciéndose, de manera gradual pero sostenida, hacia los años finales del siglo XIX y los primeros de la década siguiente. La consolidación del vínculo organizativo con la Internacional en la década de 1900 Hacia mediados de la década de 1890 los grupos socialistas activos en Argentina habían confluido en un partido unificado. Desde las páginas de La Vanguardia, la pluma de Justo iba delineando una personalidad política propia: si bien se apoyaba en la producción intelectual de socialistas europeos, lo cierto es que tenía lugar un proceso de selección de qué se publicaba y qué se traducía, dando lugar a un eclecticismo teórico que se reivindicaba abiertamente y buscaba distanciarse de cualquier seguidismo a la “ortodoxia” marxista de la socialdemocracia alemana. En términos organizativos, en tanto, la relación con el socialismo europeo era mucho más difusa. El peso relativo de los grupos socialistas de lengua extranjera, siempre muy vinculados con los partidos de sus respectivos países, decayó de manera significativa, a medida que el PS crecía y se consolidaba una nueva generación militante. En las páginas del periódico se publicaban numerosas informaciones sobre los avances de los partidos socialistas europeos y se utilizaban expresiones como el “partido socialista universal” 34 para hacer referencia a lo que se entendía como un movimiento común que reunía a trabajadores de diferentes países, pero lo cierto es que en este período no había relaciones más estrechas u orgánicas. En casi todos los casos, las informaciones que se reproducían sobre la actividad de los socialistas europeos eran abiertamente celebratorias, destacando sus avances organizativos y electorales, o bien denunciando ataques gubernamentales y medidas represivas.30 La actitud del PS argentino ante el cuarto congreso de la Internacional, realizado en Londres a mediados de 1896, es ilustrativa de este estado de cosas. En un informe del comité ejecutivo presentado ante el congreso fundacional del partido, en junio de 1896, se indicaba que el organismo había planteado a las agrupaciones locales la importancia de presentar una serie de propuestas para ese cónclave internacional. La respuesta, sin embargo, no había sido positiva. Los centros locales no habían contestado a tiempo, y el envío de un delegado se consideró como “un gasto que las modestas finanzas del partido no permiten por ahora”.31 Una mirada a las páginas de la prensa partidaria en esos meses atestigua que incluso en términos de circulación de información sobre este congreso —sin presencia de delegados propios y marcado por la polémica y las discusiones con los anarquistas— los socialistas argentinos carecían de noticias precisas.32 “Son tan contradictorios los telegramas que publican los diarios burgueses con respecto al congreso socialista internacional que funciona actualmente en Londres”, indicaba La Vanguardia, “que nos abstenemos de dar detalles, hasta no recibir informes serios”.33 Recién el 12 de septiembre había un breve informe, tomado de la prensa socialista europea recibida en el país, y algunos días después, bajo el título “Crítica del congreso internacional de Londres”, se publicaban extensos extractos traducidos de Die Neue Zeit, comentando que se trataba de “un artículo debido indudablemente a la 30 Cabe señalar que el PS se contactó con los partidos socialistas de Italia y de España para solicitarles apoyo en su campaña política para que los inmigrantes se naturalizaran y así estuvieran en condiciones de participar en las elecciones. Recibieron un apoyo claro de Pablo Iglesias, líder del PSOE, y una nota mucho más ambigua de parte de la dirigencia del socialismo italiano. Ver Poy, “Ciudadanía, derechos políticos y conciencia de clase”. 31 La Vanguardia, 9 de mayo de 1896. 32 Sobre el congreso de Londres, ver Alayrac, L’Internationale au milieu du gué. Sobre la circulación de información y noticias en la prensa socialista, ver Buonuome, “Internacionalismo socialista y cuestión informativa”. 33 La Vanguardia, 8 de agosto de 1896. 35 pluma de Bernstein, uno de los mejores teóricos alemanes del socialismo”. Pero estas reproducciones estaban lejos de representar una clara toma de posición sobre los debates que recorrían al socialismo europeo. El 10 de octubre, por caso, se publicó una opinión de Liebknecht, con una perspectiva opuesta, sin ninguna toma de posición ni aclaración por parte de la redacción.34 La situación se modificó significativamente en los años posteriores. En buena medida, esto se debió a los cambios que se produjeron en la propia Internacional, que logró consolidar su estructura organizativa. En efecto, luego del accidentado congreso de Londres, los anarquistas habían sido definitivamente excluidos y los diversos partidos socialistas europeos vieron llegado el momento de avanzar hacia una nueva etapa, con la creación de un secretariado permanente que actuara, en los hechos, como organismo coordinador de la Internacional entre un congreso y otro. Según la clásica formulación de Jean Longuet, el primer historiador de la Internacional, a partir del congreso de 1900 la organización pasaba así de su período “constitutivo” a su período “orgánico”.35 Este proceso de consolidación de la Segunda Internacional empalmó con un desarrollo similar del PS argentino, que luego de atravesar una crisis en 1897 y 1898 emprendió una nueva etapa de expansión y crecimiento. Así las cosas, y a diferencia de lo que había ocurrido en los congresos de la década de 1890, el PS argentino sí participó del quinto congreso de la Internacional, realizado en París a mediados de 1900. El tercer congreso del PS, realizado a fines de julio de ese año, manifestó su adhesión, y una semana más tarde el comité ejecutivo designó como delegado a un militante francés, Achille (Aquiles) Cambier, que había vivido y militado durante bastante tiempo en Argentina, jugando un rol en los orígenes del socialismo local.36 Nacido en Francia a mediados del siglo XIX, Cambier había sido en efecto uno de los fundadores de Les Egaux, la asociación socialista de lengua francesa activa en 34 La Vanguardia, 12 y 19 de septiembre de 1896; 10 de octubre de 1896. Longuet, “Le mouvement socialiste international.” 36 Dickmann, El Partido Socialista Argentino en los congresos internacionales, 8. Las actas del evento indicaban que el país había sido “representado por primera vez en un congreso internacional”, acaso mostrando que aquella presencia de Peyret en el congreso de 1889 había sido un tanto borrosa y confirmando que no había existido presencia argentina en los congresos de 1891, 1893 y 1896 (Cinquième Congrès Socialiste International, 33.) 35 36 Buenos Aires en la primera mitad de la década de 1890. Hacia 1900 retornó a París, donde se integró a la organización socialista y se convirtió en un importante dirigente del ala guesdista, participando en todos los congresos del socialismo francés en la primera década del siglo.37 La recepción en la prensa socialista argentina del congreso de París contrastaba con el tono de lo publicado cuatro años antes. El 17 de noviembre de 1900, una editorial firmada por Guido Anatolio Cartei destacaba que el evento había tenido una “importancia excepcional” y que había sido “el más interesante desde que se está verificando el movimiento de organización del proletariado internacional”. Esto se debía, según Cartei, a que se habían abandonado “las declamaciones platónicas” y la “vieja fraseología revolucionaria”, mostrando que la idea socialista había “llegado a su madurez”. Como era habitual en el joven socialismo argentino, se consideraba que el más importante síntoma de progreso de una fuerza política eran los avances “prácticos”, y no las discusiones teóricas. La editorial no parecía muy preocupada por las discusiones doctrinarias que habían tenido lugar en París y tampoco había referencias a las decisiones tomadas por Cambier en términos de votos por las diferentes mociones:38 se destacaba, en cambio, la decisión de crear el Buró Socialista Internacional (BSI) como “la prueba real y palpable de la unidad de acción entre los socialistas de todos los países”.39 En la misma línea, el 22 de diciembre de 1900, La Vanguardia publicó un artículo de Enrico Ferri que celebraba la creación del BSI. Saliendo al cruce de la inquietud de alguna prensa conservadora sobre una suerte de resurrección de la Primera Internacional, Ferri decía que “sin duda esa secretaría continuará dando más eficacia y más actividad a la acción de los partidos socialistas en todos los países; pero todo el mundo sabe que el socialismo contemporáneo ha entrado completamente gracias a Carlos Marx en la vía de la evolución, que es la ley universal”. No 37 Tarcus, Diccionario biográfico de la izquierda argentina. En la discusión sobre táctica, los dos votos que le correspondían a Argentina fueron para la moción de Kautsky, que derrotó a la de Ferri y Guesde. En la discusión sobre huelga general, Cambier votó en tanto por la postura de Briand, que fue derrotada por amplio margen (Cinquième Congrès Socialiste International, 90–100.) Esto no parece haber obedecido a ninguna instrucción explícita enviada desde Buenos Aires. En la crónica del congreso, publicada el 3 y 10 de noviembre de 1900 en La Vanguardia, se hacía referencia al voto por la moción de Briand, pero sin hacer más comentarios al respecto. Sobre estos debates, ver Poy, “El Partido Socialista y las huelgas”. 39 La Vanguardia, 17 de noviembre de 1900. 38 37 había nada “de peligroso, de ‘dinamitero’ en esta nueva obra internacional”.40 Para el PS, como para Ferri y para tantos otros dirigentes socialistas de la época, la creación del BSI representaba una consolidación organizativa de la Internacional que se leía como reafirmación del irresistible pero siempre gradual y moderado avance del socialismo en la aurora del nuevo siglo. Las consideraciones sobre el avance del evolucionismo en el siglo XX no soportarían la prueba de los hechos, pero por cierto Cartei y Ferri no se equivocaban en cuanto a la importancia que la creación del nuevo organismo iba a tener, en lo inmediato, para el funcionamiento de la Segunda Internacional. Desde que se constituyó en la práctica, un año después de la resolución tomada en París, la nueva oficina mostró una notable capacidad para estructurar y coordinar el trabajo de los diversos partidos socialistas: sin ser un organismo ejecutivo, el BSI proporcionó un mecanismo de coordinación que resulta clave para entender los años de apogeo de la Segunda Internacional en la primera década del siglo. La estructura del BSI era en un principio federativa: todos los partidos vinculados a la Internacional tenían uno o dos delegados, aunque más tarde se discutió un criterio de votación —también para los congresos— que daba más peso a los partidos más grandes. Dado que el BSI solo se reunía una o a lo sumo dos veces por año, en la práctica un papel muy importante era el trabajo cotidiano realizado por el secretario —primero el belga Victor Serwy y, a partir de 1905, su compatriota Camille Huysmans— y el comité ejecutivo permanente, constituido por los delegados belgas al BSI. El secretariado, que funcionaba en unas oficinas de la Maison du Peuple de Bruselas, mantenía una abundante correspondencia entre los partidos de diferentes países, publicaba boletines, circulares, minutas y resoluciones, preparaba los congresos de la Internacional y las reuniones del Buró. A estas asistieron algunos de los más importantes dirigentes de la socialdemocracia internacional de este período, como James Keir Hardie, August Bebel, Karl Kautsky, Jean Jaurès, Edouard Vaillant, Jules Guesde, Victor Adler, Pablo Iglesias, Giorgi Plejanov, Lenin y Rosa Luxemburg, entre otros.41 El PS argentino, tras haber caracterizado tan positivamente la creación del BSI, no se demoró y mostró una disposición entusiasta a participar en 40 La Vanguardia, 22 de diciembre de 1900. El BSI sigue aguardando un estudio académico definitivo. La fuente fundamental es Haupt, Bureau socialiste international. 41 38 el nuevo organismo, lo cual implicaba nombrar un delegado y colaborar económicamente. El 9 de mayo de 1901 el comité ejecutivo acordó girar a Bruselas los 200 francos de cotización.42 Se trataba de una cifra importante, pero que estaba al alcance del PS en este estadio de su desarrollo: según un balance publicado en 1903, estos 200 francos (91,70 pesos) eran aproximadamente equivalentes a un mes de cotizaciones de los militantes del PS a la caja central.43 En cuanto al nombramiento de su delegado, como era de esperarse, el PS argentino decidió delegar la tarea en militantes que residieran en Europa. El 24 de noviembre de 1900 la dirección designó como delegados a los franceses Achille Cambier y Christian Dällembach.44 Una circular del BSI girada en mayo de 1901 confirmaba esta designación, añadiendo al líder italiano Andrea Costa como suplente.45 Cambier, que como vimos había sido delegado de Argentina en el congreso de París de 1900, fue el principal referente del PS argentino en el BSI en la primera década del siglo. Se trataba de una elección comprensible: era un militante que había formado parte activa del socialismo argentino en los años previos, que ahora se encontraba en Francia con un rol dirigente en el socialismo de ese país. En diversas actas del comité ejecutivo publicadas en La Vanguardia se ponía de manifiesto que el dirigente francés solía enviar informes, que lamentablemente no han quedado dis- 42 La Vanguardia, 18 de mayo de 1901. El presupuesto del BSI había sido fijado en 10.000 francos, con dos categorías de aportantes: los “países principales” aportaban 800 francos mientras que el resto contribuía con 200. Argentina estaba en esta segunda categoría, junto con Noruega, Polonia, Portugal, España, Rusia, Japón, Bohemia, Bulgaria, Rumania, Suecia, Islandia, Hungría y Australia. En 1906 este esquema se complejizó, con más variantes de aportes, aunque Argentina siguió aportando 200 francos (Haupt, 25, 205.). 43 La Vanguardia, 23 de mayo de 1903. Además de esta cotización regular, el PS contribuyó para campañas específicas, a veces con cifras más significativas. En enero de 1906, por ejemplo, una nota enviada por el PS argentino al BSI informaba que se había girado un total de 2298,45 francos: 200 correspondientes a la cuota anual, 183,24 “a favor de las víctimas de las últimas matanzas de israelitas” y una notoria cantidad de 1915,21 “a favor de los revolucionarios rusos”. En julio de 1906 enviaron un giro de 665,20 francos, correspondientes a una “segunda suscripción a favor de los revolucionarios rusos” y en octubre de 1909 un giro por 1055,85 francos recogidos en una suscripción de apoyo al PSOE y organizaciones obreras de España, “por las víctimas del gobierno monárquico” (Archive Huysmans, 06_0064 y 06_0069). 44 Tarcus, Diccionario biográfico de la izquierda argentina. 45 Haupt, Bureau socialiste international, 23. 39 ponibles para su consulta. Cambier no fue, sin embargo, el único representante del PS en Bruselas. Ocasionales reemplazos debido a su imposibilidad de participar de las reuniones, viajes a Europa de militantes del PS argentino que aprovechaban su estancia para participar en una reunión del organismo, y el nombramiento de un nuevo delegado a partir de 1904 fueron factores que contribuyeron a complejizar la representación argentina en el BSI. Un vistazo a las minutas de las reuniones del BSI permite precisar estas afirmaciones. Si en la primera reunión, realizada en diciembre de 1901, el delegado argentino fue en efecto Cambier, en la segunda, que tuvo lugar casi exactamente un año más tarde, la representación quedó a cargo del también francés Gérault-Richard, ante la imposibilidad de Cambier de asistir a la sesión. En la tercera reunión, que se realizó en julio de 1903, el delegado del PS argentino fue Adrián Patroni, un reconocido dirigente del socialismo de Buenos Aires que se encontraba de viaje por Europa.46 En la cuarta reunión del BSI, en febrero de 1904, Cambier volvió a ser de la partida, pero ahora acompañado por un joven Manuel Ugarte, designado como delegado en reemplazo de Andrea Costa a mediados de diciembre de 1903.47 La figura de Ugarte es polifacética y su análisis excede los límites de este trabajo, pero su rol como delegado socialista ante la Internacional jugó un papel en su biografía política que debe tenerse en consideración. Nació en Buenos Aires, en el seno de una familia acomodada, en 1875. Vivió algún tiempo en Francia durante su adolescencia, y tras regresar a Argentina se consagró a las letras en el seno de la bohemia porteña de la época, editando La Revista Literaria en 1895 y 1896. En 1897 volvió a París, donde desarrolló una actividad literaria y periodística y vivió de cerca el affaire Dreyfus, que lo acercó a las posturas de Jaurès. También, en esos años, fue gestando su planteo “antiyanqui” en el marco de la guerra hispano-cubana y luego de una estadía en Estados Unidos en 1901. Luego de haber viajado por España, regresó a Argentina en 1903 y se sumó al Partido Socialista, participando en la campaña electoral que llevó a Palacios a la Cámara de Diputados y también en una comisión creada por el ministro del Interior Joaquín V. González para recopilar información 46 En el archivo Huysmans hay notas de Cambier delegando su representación en Gérault-Richard y en Patroni. Sobre el viaje de este último, ver Patroni, Siete meses por Europa. 47 Archivo Huysmans, 625.2587, 06_0009. 40 sobre legislación laboral. En 1904 regresó a París, donde habría de quedarse por varios años, y fue en este momento cuando el PS decidió designarlo como delegado ante la Internacional.48 Manuel Ugarte (izquierda) y Achille Cambier durante el congreso de la Segunda Internacional en Stuttgart, 1907 (IISH, Second International Archives, 446). Laura Ehrlich, “Manuel Ugarte”, en Tarcus, Diccionario biográfico de la izquierda argentina, 666–71. Ver también Ehrlich, “Manuel Ugarte entre el modernismo latinoamericano y el socialismo”; Merbilhaá, “Trayectoria intelectual y literaria de Manuel Ugarte (1895-1924)”; Merbilhaá, “Patriotismo ‘sano’ o internacionalismo proletario”. 48 41 En estos años, en suma, el PS argentino consolidó su presencia orgánica en la Segunda Internacional y lo hizo con la presencia habitual —más allá de diversas ausencias ocasionales— de Cambier y de Ugarte. Ambos participaron en la quinta reunión del BSI y en el congreso de la Internacional (que tuvieron lugar en Ámsterdam en agosto de 1904),49 mientras que Cambier representó al PS en la sexta reunión (enero de 1905) y Ugarte hizo lo propio en la séptima (marzo de 1906). Si bien según las actas del BSI ambos estuvieron ausentes en las reuniones realizadas en 1907 y 1908, lo cierto es que participaron del congreso de Stuttgart en 1907 y que el nombre de los dos dirigentes aparecía en forma permanente en el listado de miembros del Buró. La vinculación organizativa, más estrecha que en la década previa, también se reflejaba en la correspondencia entre el BSI y la dirección del PS en Buenos Aires: los materiales disponibles en el archivo de Camille Huysmans dan cuenta de un intercambio epistolar activo entre Buenos Aires y Bruselas, de unas tres o cuatro cartas por año, por lo general respondiendo acerca de asuntos financieros u organizativos. También hay numerosas cartas y esquelas enviadas por Cambier y Ugarte a Serwy y Huysmans, los secretarios del BSI, respecto a temas puntuales de las reuniones del organismo. Las campañas del PS ante la Internacional: denuncias a la “inmigración artificial” y a las prácticas represivas En la primera década del siglo XX, el PS argentino no sólo profundizó su vínculo organizativo con la Segunda Internacional y con el BSI: en estos años, además, utilizó esta relación para llevar adelante una serie de iniciativas políticas. Son dos los ejes fundamentales que sobresalen en este sentido: una campaña para intentar limitar la llegada de inmigrantes al país y otra, más extendida en el tiempo, para denunciar las prácticas represivas del gobierno argentino. En ambos casos, un elemento común fue la idea de usar a la Internacional como una caja de resonancia y un espacio para denunciar las prácticas “ineptas” de la burguesía argentina. Como veremos, en algunos casos también se reclamaron medidas prácticas de solidaridad, algo que no dejó de provocar polémicas. 49 En su libro de 1946, Dickmann indica que el PS estuvo representado por Ugarte y por Dino Rondani, un dirigente italiano que había viajado poco antes a la Argentina. (Dickmann, El Partido Socialista Argentino en los congresos internacionales, 9.) 42 La campaña del PS sobre el tema migratorio es interesante porque fue la primera vez que una proposición enviada por los argentinos abrió un debate en los congresos de la Segunda Internacional y dio lugar a la aprobación de una resolución específica. El tema no era nuevo para el PS: desde su congreso fundacional, el partido había dejado por escrito sus resquemores ante la magnitud de la inmigración. En momentos de crisis económica, el periódico partidario manifestaba su inquietud por el impacto que la llegada masiva de trabajadores podía tener sobre los salarios y los empleos de la clase obrera local. Sin embargo, tal como señaló Patricio Geli, el PS argentino no podía condenar en bloque la inmigración porque allí residía un elemento central de su estrategia: “la necesidad de acelerar la conformación de una clase obrera argentina que preferentemente trasplante las tradiciones de lucha europeas”.50 El PS decidió por lo tanto enfocarse en la denuncia de lo que llamaba la “inmigración artificial”, es decir promovida especialmente por empresas y gobiernos para, entendían, bajar el costo de la mano de obra y debilitar así al movimiento obrero. En este sentido, el programa mínimo contenía un artículo reclamando la “supresión de todo fomento artificial de la inmigración”. En 1902 esta campaña cobró más fuerza. Tras informar sobre algunas reuniones realizadas por delegados gremiales para limitar la llegada de inmigrantes, La Vanguardia señalaba que el país necesitaba “cierta calidad especial” de inmigrantes porque requería “el concurso de un elemento extranjero inteligente, que se adapte al país y adaptándose que lo regenere interviniendo en su política e introduciendo solo las buenas prácticas de su país de origen”.51 En septiembre de ese año, la dirección partidaria resolvió enviar una proposición al BSI para que incluyera el tema en el orden del día del siguiente congreso de la Internacional. El organismo aprobó la propuesta en su reunión de julio de 1903, lo cual planteó al PS argentino el compromiso de desarrollar un texto más extenso. Se designó para escribirlo una comisión integrada por Juan B. Justo, Alfredo Palacios y Enrique del Valle Iberlucea y, a mediados de diciembre de 1903, el texto fue publicado en el periódico. La propuesta, que también fue reproducida en diferentes idiomas en los materiales editados por el BSI, argumentaba que los socialistas promovían “las migraciones que elevan realmente la situación de la clase obrera”, pero al mismo tiempo condenaban “las maniobras con 50 51 Geli, “El Partido Socialista y la II Internacional: la cuestión de las migraciones”, 134. La Vanguardia, 26 de abril de 1902. 43 que los malos gobiernos tratan de establecer artificiales corrientes de hombres, para sus fines de explotación capitalista y política”. Esta caracterización era acompañada con una agenda: el proletariado internacional debía iniciar una campaña para “contrarrestar la acción de los gobiernos burgueses sobre la emigración e inmigración”. En los países receptores de inmigrantes, se debía luchar contra el gasto público destinado a promover la inmigración. En los países de emigración, en tanto, se debía exigir “que las agencias de propaganda extranjera sean sometidas a un severo control”. 52 En el tramo final, se abordaba otra gran inquietud de los socialistas argentinos en este terreno: la reticencia de buena parte de los inmigrantes europeos residentes en el país a naturalizarse y obtener así los derechos políticos que les permitían votar.53 La propuesta sugería iniciar una campaña para “conseguir que la adquisición voluntaria de la ciudadanía en un país no prive del derecho de conservar la de origen, una vez que el súbdito o ciudadano haya regresado a su patria”. La discusión sobre la propuesta argentina no ocupó un lugar importante en la agenda del congreso de la Internacional realizado en Ámsterdam, a mediados de 1904. Dado que no había llegado a discutirse en una comisión especial, el tema fue incluido en la agenda de la sesión plenaria del último día. Allí la propuesta argentina se encontró con una contrapropuesta, elaborada en el transcurso mismo del congreso por delegados de Holanda, Estados Unidos y Australia, que planteaba una postura mucho más restrictiva y basada en consideraciones abiertamente racistas. Según esta moción, “los trabajadores de razas atrasadas (como los coolies asiáticos y africanos) son frecuentemente importados por los capitalistas para reducir la mano de obra nativa por medio de la competencia barata, y estos trabajadores importados, que se someten muy fácilmente a la explotación, viven frecuentemente en una condición de esclavitud apenas disimulada”.54 En este contexto, Manuel Ugarte defendió y explicó el planteo del PS argentino, desarrollando su crítica a la inmigración “artificial”. Denunció que ciertos gobiernos provocaban “una emigración artificial de amplias masas de la población restringiendo al máximo la libertad de los trabajadores en 52 La Vanguardia, 19 de diciembre de 1903. Poy, “Ciudadanía, derechos políticos y conciencia de clase”. 54 Sixième Congres socialiste International, 119–20. 53 44 beneficio de las clases dominantes o haciendo imposible su existencia económica”. Agregó que estos gobiernos se guiaban “por la visión imperialista de que el envío masivo de la población a territorios vírgenes podría asegurarles nuevos dominios”. El estadounidense Morris Hillquit, en tanto, fue vocero de la otra postura y destacó que era imprescindible establecer “una distinción entre los trabajadores de los países civilizados y los de los países incivilizados”. Recordaba a los delegados que los sindicatos estadounidenses habían reclamado, y obtenido, la prohibición de la admisión de inmigrantes chinos. “Esto puede parecer reaccionario”, concluyó Hillquit, “pero es indispensable si no queremos destruir todo el movimiento obrero, pues es un interés vital de nuestro movimiento obrero mantener fuera a los coolies y a los negros”.55 El breve debate había puesto de manifiesto que el tema no interesaba únicamente a los argentinos y que la referencia explícita a la cuestión racial convertía el punto en una cuestión delicada. A propuesta de James Keir Hardie, se decidió postergar la discusión para el siguiente congreso, que tuvo lugar en Stuttgart en 1907. En los meses previos a dicha reunión, de hecho, la cuestión de las migraciones dio lugar a posicionamientos de diferentes partidos, incluyendo el poderoso socialismo alemán.56 Una mirada a las páginas de La Vanguardia en los primeros meses de 1907 revela que los socialistas argentinos seguían considerando la necesidad de apelar al “socialismo internacional” para poner un límite a la inmigración. En enero de ese año, por ejemplo, tras informar que el BSI se había comunicado con un grupo obrero de Punta Arenas, en Chile, pidiendo información sobre la 55 Internationaler Sozialisten-Kongress zu Amsterdam, 51–52. En el congreso de Ámsterdam, el PS volvió a tomar distancia de la ortodoxia marxista en la importante discusión en la cual los socialistas alemanes reclamaron que la Internacional aprobara la condena al revisionismo que habían sancionado en el congreso de Dresde del SPD. El planteo de los alemanes fue aprobado, pero con un sector que se pronunció por la abstención: el PS argentino integró este grupo, junto con los partidos de Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia y Suiza. Ver Geli, “El Partido Socialista y la II Internacional: la cuestión de las migraciones”, 131. En su intervención, Ugarte planteó que el PS argentino no se adjudicaba “el derecho de juzgar a sus mayores” y que “en esta lucha de tendencias, que entre nosotros no se ha hecho sentir aun seriamente, no nos inclinamos ni de un lado ni del otro”. (Dickmann, El Partido Socialista Argentino en los congresos internacionales, 11.) Ver más adelante, en este mismo capítulo, lo dicho por Ugarte al respecto cuando rompió con el PS en 1913. 56 Para una reconstrucción del debate, ver Poy, “La Segunda Internacional y la cuestión de las migraciones a comienzos del siglo XX”; Musters, “Internationalism, Protectionism, Xenophobia”. 45 “inmigración pagada y gestionada por el Estado”, un artículo de La Vanguardia saludaba la iniciativa e insistía en la necesidad de tomar medidas “para evitar que continúe este oleaje inmigratorio que solo contribuye a empeorar la situación de estos pueblos”.57 El congreso de Stuttgart aprobó finalmente una extensa resolución sobre el tema, que suele ser mencionada en los estudios canónicos sobre la Segunda Internacional. El texto mostraba una línea internacionalista, cuestionando los intentos de poner límites a la movilidad de los trabajadores y llamando a la organización conjunta de la clase trabajadora nativa e inmigrante, pero no ocultaba del todo las tensiones que habían surgido en el debate e incluía una serie de consideraciones acerca de los límites que debían imponerse a estrategias de importación de mano de obra. 58 En la discusión de Stuttgart, sin embargo, no hubo intervención del PS argentino, cuya presencia en el debate fue desdibujándose. La propuesta que los socialistas argentinos habían enviado al BSI respondía a dificultades que encontraban en su acción local pero había abierto un debate internacional que los excedía largamente. Como se puso de relieve muy rápidamente, la “cuestión de las migraciones” era en realidad un nudo gordiano que enhebraba problemas políticos muy medulares para la Internacional y ante la cual los partidos socialistas de diferentes países tenían posturas divergentes, porque muy diferentes eran las coyunturas y contextos que enfrentaban en el plano local. Las denuncias a las prácticas represivas de la burguesía argentina fueron el elemento más importante y repetido en las campañas que desarrolló el PS en relación con la Segunda Internacional en la década de 1900. Una primera ocasión surgió en los meses posteriores a la sanción de la Ley de Residencia, a fines de noviembre de 1902, cuando las organizaciones obreras sufrían un fuerte embate represivo, y el PS tomó la iniciativa de comunicarse con la Internacional para denunciar la situación.59 El 3 de marzo de 1903, Nicolás Repetto envió una extensa misiva a Bruselas, en la cual reproducía la caracterización que el PS había desarrollado de la huelga, del rol de los anarquistas en ella y de la represión subsiguiente. 57 La Vanguardia, 10 de enero de 1907. El mismo congreso de Stuttgart aprobó sendas resoluciones sobre el militarismo y la cuestión colonial que mostraban la misma tensión entre formulaciones políticamente radicalizadas y prácticas mucho más conservadoras. 59 Sobre la sanción de la ley, ver Oved, “El trasfondo histórico de la ley 4.144, de Residencia”. 58 46 Repetto indicaba que el conflicto inicial, una huelga simultánea de carreros, descargadores de frutos y estibadores, se desarrollaba en forma pacífica, pero los anarquistas “creyeron que había llegado el momento de hacer la revolución social y para esto empezaron por proclamar la huelga de todos los gremios, sin excepción”. La misiva copiaba luego el texto de la ley, agregando que el Congreso la había sancionado en menos de seis horas. Repetto continuaba informando que el gobierno había complementado esta medida con el estado de sitio, lo cual había afectado profundamente todas las actividades del PS y logrado derrotar la huelga. La carta concluía expresando que el PS había creído conveniente informar estos hechos para que el BSI hiciera conocer a los trabajadores europeos “las condiciones que crea la ley de residencia de extranjeros a los obreros que vienen a nuestro país”.60 La carta de Repetto no cayó en oídos sordos. El 15 de abril de 1903, una circular del BSI llamaba la atención de los partidos acerca de la denuncia hecha por los socialistas argentinos y agregaba que la misma había sido publicada en el órgano belga Le Peuple, que actuaba a menudo como vocero de las informaciones del Buró.61 Para un posicionamiento formal hubo que esperar hasta la reunión de febrero de 1904, casi un año más tarde: allí, Achille Cambier propuso la siguiente resolución, que fue aprobada: El BSI protesta enérgicamente contra la expulsión del territorio de cualquier país por motivos de opinión, y en particular denuncia ante la opinión pública la conducta del gobierno argentino al utilizar una ley circunstancial, conocida como ley de residencia, para expulsar en masa a los socialistas extranjeros. 62 Un segundo momento tuvo lugar a comienzos de 1905, cuando el PS lanzó otra campaña para interesar a dirigentes y militantes europeos acerca de las consecuencias de las políticas represivas del régimen conservador. Se trató de un año marcado por una elevada conflictividad obrera y, en el seno del PS, por la crisis con los sindicalistas revolucionarios, que habían alcanzado un peso destacado en el partido y contaban incluso con 60 Archive Huysmans, 0006_0032. La carta de Repetto mostraba el interés del PS por mantener buen contacto con el BSI: concluía informando que las cotizaciones habían sido enviadas en tiempo y forma y que el partido planeaba enviar un delegado desde Argentina al siguiente congreso internacional, cosa que finalmente no ocurrió. 61 Haupt, Bureau socialiste international, 72. 62 Haupt, 101. 47 influencia en la dirección. Es en este contexto que debe entenderse la campaña que se lanzó sobre el BSI, que esta vez no solo implicó una denuncia del embate represivo del gobierno argentino. A fines de marzo, en el marco del estado de sitio decretado luego de los levantamientos radicales, la dirección partidaria decidió reclamar a los partidos europeos un boicot a los barcos argentinos de parte de los trabajadores portuarios de Europa. El PS envió una carta al BSI, que comenzaba explicando los ciclos de la cosecha y la exportación, mostrando por qué las luchas obreras solían concentrarse en los meses de verano austral. Agregaba que los gobiernos recurrían habitualmente durante ese período al estado de sitio, lo cual bloqueaba la posibilidad de llevar a cabo luchas obreras. En ese marco, los socialistas argentinos pedían solidaridad de los trabajadores portuarios de Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania e Italia para boicotear barcos con exportaciones argentinas.63 La carta fue publicada también en La Vanguardia el 8 de abril. La semana siguiente, una nota de la dirección agregaba que se trataba de una estrategia para ejercer presión ante los capitalistas argentinos: “la divulgación que alcanzará este asunto en Europa”, argumentaban, “contribuirá a desacreditar a nuestro gobierno y creará algunas prevenciones o recelos en el comercio internacional”. También, decían, era una oportunidad de probar de un modo práctico la solidaridad internacional de los trabajadores y la “eficacia” del BSI.64 La respuesta de los socialistas europeos, en cualquier caso, no parecía ser entusiasta: el 1 de septiembre La Vanguardia publicó una circular enviada por el Buró, que indicaba que el tema había sido girado a diversos partidos y grupos sindicales de Europa, sin tener aún respuesta.65 Las circunstancias se aceleraron en los meses inmediatamente posteriores. En octubre de 1905, un amplio conflicto huelguístico en los puertos —en el cual las medidas de boicot a ciertas compañías jugaron un papel importante— llevó al gobierno a decretar nuevamente el estado de sitio y emprender una fuerte represión sobre las organizaciones obreras. En ese momento, el PS se comunicó telegráficamente con el BSI para transmitir la urgencia de la situación y reclamar la solidaridad de los trabajadores 63 La Vanguardia, 8 de abril de 1905. La versión en francés, en Haupt, 149. La Vanguardia, 15 de abril de 1905. 65 La Vanguardia, 1 de septiembre de 1905. 64 48 europeos.66 El 9 de octubre, Aquiles Lorenzo, dirigente de la facción sindicalista revolucionaria y en ese momento secretario general del partido, le envió una carta a Manuel Ugarte en nombre del comité ejecutivo del PS para que reforzara la campaña en Europa. Tras describir la situación que se había abierto con la sanción del estado de sitio y la declaración de la huelga general, la nota explicaba que los obreros europeos podían y debían contribuir a “doblegar a la burguesía argentina”, y así lo reclamaba “en nombre de la solidaridad proletaria, si es que esa solidaridad no es una simple palabra”.67 El 5 de noviembre, Ugarte se sumó a la campaña con una nota enviada a Huysmans desde París, en la que justificaba el pedido y denunciaba los “medios excepcionales que una burguesía codiciosa, lejos del control de la opinión europea, no duda en utilizar”.68 La cuestión del boicot se había convertido en un eje de la situación política argentina y del conflicto obrero en el momento. El 14 de octubre, en pleno estado de sitio, un Boletín del Comité Ejecutivo del Partido Socialista argentino —La Vanguardia no se publicaba debido a la situación represiva— indicaba que el telegrama enviado al BSI había sido caracterizado como “antipatriótico” por los armadores navieros y el gobierno.69 Surgió también una polémica en la Cámara de Diputados, donde el diputado conservador Rufino Varela Ortiz denunció que los socialistas habían cometido un “crimen de lesa patria” por haber reclamado el boicot sobre productos argentinos.70 Los socialistas, en tanto, defendieron la medida debido a la gravedad de la situación: las argumentaciones, de todas formas, eran diversas y reflejaban el estado de crisis en que se encontraba el partido. Mientras algunos dirigentes, como Aquiles Lorenzo, defendían sin matices la iniciativa, en otros casos la prensa socialista la presentaba como una muestra de sus convicciones gradualistas y no violentas. Así se expresaba el Boletín el 21 de octubre: Cuando los gobiernos suprimen todas las libertades políticas, hasta los elementos menos exaltados consideran justificada la rebelión armada contra el poder detentador. ¿No es esa la situación y el deber de la clase trabajadora ante la declaración sistemática del estado de sitio para ahogar toda tentativa 66 Haupt, p. 150. Boletín del Comité Ejecutivo del Partido Socialista argentino, 14 de octubre de 1905. 68 Archivo Huysmans, 06_00048. Como veremos más adelante, en 1913 Ugarte negaría haber llevado adelante la campaña, ya que no estaba de acuerdo con ella. 69 Boletín del Comité Ejecutivo del Partido Socialista argentino, 14 de octubre de 1905. 70 Boletín del Comité Ejecutivo del Partido Socialista argentino, 21 de octubre de 1905. 67 49 suya de mejoramiento y de defensa? Entre la rebelión sangrienta y el boicot, nos parece preferible este último.71 Lo cierto es que la campaña no encontró eco en Europa. El BSI difundió el pedido, pero no tomó ninguna medida práctica. En una carta fechada en París el 5 de enero de 1906, Ugarte informó que el pedido no había logrado “conmover a las organizaciones de aquí”, agregando que el Buró había circulado la información “pero solo los dockers de Suecia han contestado, aceptando el proyecto a condición de que las otras agrupaciones de los demás países lo acepten también”.72 Un tercer momento en las campañas de denuncias sobre prácticas represivas tuvo lugar en el período 1909-1910. El contexto era nuevamente un fuerte embate represivo del régimen, con la declaración del estado de sitio luego del asesinato del jefe de la Policía Ramón Falcón. El 19 de noviembre de 1909, el PS se comunicó con el BSI a través de una “circular internacional” firmada por Mario Bravo, que informaba de la implementación del estado de sitio, la clausura de los diarios obreros y la detención de muchos militantes. El tono era fundamentalmente de denuncia, y ponía el foco en convertir a la Internacional en caja de resonancia: Bravo pedía a los europeos que usaran sus periódicos para protestar “contra estos procedimientos bárbaros de la Rusia argentina, que se traducen en detenciones y deportaciones inmotivadas”. Concluía pidiendo también “ayuda moral y material” para “nuestros presos (más de 600 obreros) y sus familias” y para el periódico. La carta fue reenviada por Huysmans a los partidos afiliados, al BSI y a Carl Legien, secretario de la Internacional sindical. Se publicó además una “Circular sobre los eventos en Argentina” en el Bulletin que había comenzado a editar el Buró pocos meses antes. El 11 de diciembre de 1909, el PS envió otra extensa carta al BSI, en la que se denunciaba la represión ejercida por el gobierno, resaltando el hecho de que no les permitían realizar actividades de campaña para las elecciones presidenciales y legislativas. La misiva transmitía un clima de mucha tensión, indicando que las organizaciones obreras discutían declarar una huelga general y que el PS todavía no había tomado una postura. La situación política, decían, era “muy crítica”, dado que existían “muchas 71 Boletín del Comité Ejecutivo del Partido Socialista argentino, 21 de octubre de 1905. Manuel Ugarte y el Partido Socialista, 124–25. El 28 de junio de 1906, una carta al BSI proponiendo editar un “anuario socialista internacional” concluía pidiendo información o respuesta sobre la campaña de boicot propuesta (Archivo Huysmans, 06_0071). 72 50 circunstancias que hacen prever un movimiento violento”. Luego explicaban que preferían escribir por carta porque el telégrafo estaba intervenido, pero que llegado el caso de una huelga general iban a ponerse en contacto con el BSI usando un determinado código secreto para informar sobre el desarrollo de la huelga. Los argentinos, en cualquier caso, querían saber “cuál será la actitud de la Internacional y las organizaciones obreras en Europa”. Concluían lamentándose de que “nuestros delegados al Bureau están muy lejos [e] ignoran, seguramente, todos estos acontecimientos”. El tono de estas comunicaciones dirigidas por el PS a la Internacional, disponibles en el archivo Huysmans, echan luz sobre el clima de temor y la gravedad de la situación represiva que vivieron los militantes del movimiento obrero argentino en torno al Centenario de la Revolución de Mayo.73 La respuesta de la Internacional fue, otra vez, bastante decepcionante. El 21 de febrero de 1910, el BSI indicó que se había girado el pedido de apoyo material y moral a los partidos de la Internacional y a la Internacional sindical de Berlín. Sin embargo, los militantes argentinos tendrían que contar “más con el apoyo moral que con la ayuda material en caso de que estalle un movimiento de lucha contra el régimen brutal aplicado por el gobierno plutocrático de vuestro país”. La nota de Huysmans aclaraba que esto no se debía a falta de solidaridad sino a un problema de recursos: en el contexto de “graves crisis de desempleo y huelgas en los distintos países”, los recursos se habían agotado para “ayudar a los camaradas de Suecia, España, Rusia y otros lugares”. Los únicos dispuestos a enviar un aporte material eran el buró en el extranjero del POSDR (100 francos), el POB belga (250 francos) y los socialistas revolucionarios de Rusia (200 francos). También era negativa la respuesta de Huysmans en cuanto al pedido de boicot: explicaba que sólo el partido socialdemócrata de Hungría se había manifestado a favor y que “el silencio de los demás partidos indica que no creen que puedan recurrir a este medio: las organizaciones de los trabajadores marítimos son aún demasiado débiles”.74 El 31 de mayo de 1910, Mario Bravo respondió al BSI con una extensa misiva que incluía un relato detallado de los acontecimientos en el Centenario. Al igual que en otros materiales publicados por el PS en esta coyuntura, la carta denunciaba la represión estatal pero también la presentaba 73 74 Archive Huysmans, 06_00141 y ss. Archive Huysmans, 06_00150. 51 como una respuesta a las acciones y anuncios de los adversarios anarquistas. Bravo explicaba que la solidaridad internacional era ahora más necesaria que nunca, ante un nuevo avance represivo que se sumaba al sufrido entre noviembre y enero. Pero ya no solicitaba una medida tan extrema como el boicot. En una sección de la carta que había anotado como “confidencial”, Bravo listaba sus solicitudes: a) ayuda para el periódico, b) declaraciones contra el gobierno argentino y en solidaridad con el PS y los obreros argentinos, c) un llamado a los extranjeros residentes en Argentina para que se incorporen al movimiento obrero y socialista, d) actos públicos “de la juventud, de grupos universitarios, de estudiantes, contra la juventud argentina, el gobierno y la reacción dominante”, e) publicación en todos los periódicos de la Internacional de las manifestaciones de solidaridad realizadas por las secciones nacionales, y comunicación de las mismas al PS argentino, f) acción parlamentaria: interpelación a sus gobiernos sobre la seguridad de los compatriotas en la Argentina en un contexto de estados de sitio, privación de libertades, deportaciones sin proceso y actos de violencia.75 En la misma línea, en una carta enviada el 29 de junio de 1910 para denunciar la ley de Defensa Social, Bravo se concentraba nuevamente en pedir al BSI que difundiera la denuncia a la legislación represiva, haciendo especial énfasis en la inclusión de la pena de muerte, “manifestación brutal de la reacción política y social de la clase gobernante argentina”. También informaba que el periódico aún seguía sin publicarse, debido al estado de sitio, y que los locales estaban siendo reconstruidos con lo recolectado en la suscripción nacional, insistiendo en que continuaban esperando la solidaridad moral y material del extranjero. “La ley está concebida para combatir el anarquismo”, concluía, “pero el gobierno la utilizará para interrumpir la propaganda socialista, la organización sindical e impedir el libre ejercicio de los derechos de huelga, boicot, pensamiento y reunión”.76 El PS se hace “mayor de edad”: entre la visita de Ferri y la Primera Guerra Mundial 75 76 Archivo Huysmans, 06_00154 Ídem. 52 1910 fue un año clave en la relación del PS con la Segunda Internacional. Como vimos en la sección anterior, fue un período de estrecho intercambio de correspondencia con el BSI, en el marco de la grave situación represiva que se vivía en Argentina. Pero fue también un momento significativo por la decisión de Juan B. Justo de viajar a Europa para participar como delegado en el congreso de la Internacional en Copenhague. Era la primera vez que el PS enviaba un representante local a participar del evento, y la nominación recaía nada menos que en el principal líder partidario. Justo se embarcaba hacia Europa en una situación política marcada por los embates represivos pero también en un momento peculiar de la vida del PS, en el que se estaban procesando realineamientos en cuanto al lugar de lo “nacional” en las caracterizaciones partidarias. 77 Por otra parte, Justo venía de desenvolver una amplia polémica con el líder italiano Enrico Ferri, tras su visita a Argentina en 1908 y sus críticas a la construcción de una organización socialista en el país.78 No hay lugar aquí para reconstruir este importante debate, pero cabe señalar que el PS apeló al BSI y a la Segunda Internacional para cuestionar la postura del dirigente italiano. El número 1 del Bulletin Périodique del BSI, publicado en 1909, se hizo eco de la condena de los socialistas argentinos, informando que El PS argentino ha lamentado profundamente la actitud del camarada Enrico Ferri durante su visita a la Argentina. Pretendiendo haber firmado un contrato con una agencia, se negó a hablar en un acto socialista, pero en todas las ciudades que visitó presentó sus respetos a los representantes del gobierno italiano y a las autoridades gubernamentales argentinas, todas ellas perseguidoras de los socialistas. Aún más, deseando justificarse en una conferencia pública… alegó que el Partido Socialista de Argentina no tenía fundamentos para existir (…) El camarada Juan B. Justo respondió mostrando la evolución de los capitalistas en la Argentina, citando las estadísticas de trabajadores que suman 2 millones para todo el país.79 Becerra, “¿Fiestas patrias o fiestas socialistas?”; Reyes, “La patria es el otro, pero no para siempre”; Amorebieta y Vera y Guiamet, “El Partido Socialista argentino y la cuestión nacional a partir de los usos del pasado independentista (1905-1942)”. 78 Sobre el debate con Ferri, ver Crovetto, “Enrico Ferri in Argentina”; Herrera, “El socialismo argentino frente a Enrico Ferri”. 79 Bulletin Périodique du Bureau Socialiste International, año 1, n.° 1, p. 15. En la reunión del BSI de noviembre de 1909, Huysmans informó de esta queja y anunció que la había 77 53 La denuncia ante la Internacional de ese líder que tan influyente había sido apenas una década y media antes, en el momento de fundación del PS, era un testimonio del camino que había recorrido el PS, bajo el liderazgo de Justo, delineando un perfil cada vez más autónomo y una personalidad propia. A comienzos de ese mismo año crucial de 1910, poco tiempo después de publicar su voluminoso Teoría y práctica de la historia —acaso su obra más importante en la cual delineaba su filosofía de la historia y su interpretación del socialismo—, Justo escribió un trabajo titulado “El socialismo argentino”, a pedido de La Nación en el contexto del Centenario. Allí repasaba el desarrollo histórico de las clases populares desde la revolución de independencia, argumentando que habían conocido un gradual “movimiento de elevación”. Al referirse a los años iniciales de la década de 1890, decía que en ese primer momento el socialismo era un movimiento “realmente extranjero”, pero no por ello “exótico”. Los europeos habían actuado, entendía Justo, como factor de progreso: “como nos habían traído más perfectos procedimientos de trabajo y mejores semillas, traíannos también los europeos gérmenes de una nueva y vigorosa política”. Había sido un “primer impulso” para un movimiento que “tenía su razón de ser en los caracteres fundamentales de la sociedad argentina”. La organización obrera, concluía Justo, se había “argentinizado” y ejercía sobre el inmigrante una función de “asimilación”: “los periódicos revolucionarios de lengua extranjera han desaparecido”, celebraba Justo, “y apenas quedan grupos políticos segregados por la nacionalidad de origen o por el idioma”.80 El viaje de Justo a Copenhague —su tercera visita a Europa, tras las realizadas en 1889 y 1895— debe ubicarse en este contexto: como veremos, sus planteos durante y luego del congreso mostraron a un dirigente que entendía que su partido había llegado a la mayoría de edad y que iba a vincularse desde ese lugar con los partidos europeos. Sin dudas, el PS jerarquizó el viaje de su máximo líder: el 22 de julio Bravo despachó una esquela a Huysmans solicitándole la publicación en Le Peuple de la biografía y la foto del dirigente argentino, si bien aclaraba que Justo era un “enemigo declarado de la publicidad personal” y por lo tanto le pedía algo transmitido al PSI de Italia, indicando que “no se podía hacer más”. Esto fue aprobado por el BSI. (Bulletin, año 1, n.° 2, p. 42). El 14 de febrero de 1910 el PSI italiano envió una carta al BSI informando que la dirección del partido discutiría el tema esa semana 80 Justo, Socialismo, 49–57. 54 discreto.81 Una vez en Copenhague, Justo se encontró con una Internacional que estaba en su apogeo. “La magnitud rápidamente creciente de las organizaciones políticas socialistas y obreras en el mundo entero civilizado”, escribió, se había puesto de relieve en una reunión “digna de la poderosa organización del proletariado universal, cuyas altas aspiraciones han tenido en ella una grande y hermosa expresión”. 82 Era un evento, por otra parte, en el que la cuestión de la represión en Argentina figuraba entre los temas a tratar. En su discurso de apertura en nombre del BSI, el belga Emile Vandervelde señaló que el movimiento socialista crecía y se desarrollaba en todos los países, y que en los años transcurridos desde el congreso previo “solo en Rusia, Hungría y Argentina el movimiento ha sufrido contratiempos”, aclarando que esas dificultades se debían “a la violencia odiosa del capitalismo dominante, de la violencia hipócrita de las repúblicas burguesas y de la brutalidad descarada de la autocracia rusa”.83 La resolución sobre Argentina se trató en una comisión que debía discutir mociones sobre temas y países específicos. En ella surgió un breve intercambio que resulta revelador de la perspectiva que buscaba imponer Justo y que se diferenciaba de las apelaciones que había hecho el PS ante la Internacional en los años inmediatamente anteriores. La dirigente francesa Antoinette Cauvin, conocida como Madame Sorgue, fue la primera en intervenir, diciendo que una “protesta en palabras no [era] suficiente” y proponiendo el boicot a los productos argentinos, es decir algo similar a lo que había solicitado el PS argentino unos pocos años antes. Justo, a su turno, lamentó que todos estos hechos hicieran que se confundiera a los socialistas con los anarquistas, y agregó que incluso en este contexto, a pesar de la restricción del derecho de asociación y de huelga, los socialistas habían progresado en términos electorales.84 Concluyó oponiéndose a la propuesta de Sorgue, refiriéndose a los “perjuicios que el boicot propuesto, tan difícil de realizar, traería a la clase productora argentina, y también a la 81 Archivo Huysmans, 06_00169. Justo, Internacionalismo y patria, 3–4. 83 Justo no dejó pasar este detalle en su informe publicado al regresar a Argentina, y explicaba que esta referencia de Vandervelde probablemente se refería a que el PS argentino había perdido su banca legislativa, pero que eso se debía al cambio en la ley electoral, y no a un retroceso organizativo. Ver Justo, 5. 84 Huitième Congrès Socialiste International, 243–44. 82 55 población obrera de Europa, al privarla de alimentos y materias primas indispensables para su trabajo”.85 La comisión aprobó por unanimidad la resolución tal como había sido formulada originalmente: El congreso socialista internacional condena la actitud de la oligarquía argentina, que desvirtúa sistemáticamente el sufragio universal, que pisotea tanto las leyes como la sana acción política de la clase obrera, que organiza escenas de violencia y se deja comprar al servicio de los intereses del capital autóctono y extranjero, que mantiene al pueblo en un estado de bárbara opresión y le ofrece el deprimente espectáculo de la anarquía. El congreso socialista internacional condena en los términos más claros la escandalosa situación política de Argentina y saluda con alegría la actitud del Partido Socialista en estas difíciles circunstancias, y espera que logre llevar luz y conciencia de clase a la clase obrera, asegurando así el progreso de este país tan atrasado en términos políticos.86 En la sesión plenaria, la resolución también fue aprobada por unanimidad, en conjunto con otras resoluciones específicas sobre distintos países. El dirigente austríaco Wilhelm Ellenbogen presentó el texto y se extendió sobre la situación argentina. A pesar de ser una república, dijo, el país estaba “enteramente bajo el dominio de una oligarquía corrupta que trabaja no sólo a favor del capital local, sino también a favor del capital extranjero”. Agregó que la burguesía argentina trataba al movimiento obrero local “con un método de extrema brutalidad, abolido hace tiempo en Europa”. A pesar de todo ello, concluyó, la Internacional tenía “la mayor esperanza en el futuro desarrollo de la socialdemocracia argentina, que ya ha obtenido 75.000 votos en las últimas elecciones y sigue creciendo”. Recordaba al plenario que la resolución expresaba “admiración” por los socialistas argentinos y “desprecio” por su burguesía.87 Otro aspecto sobre el cual Justo intervino en el congreso fue la discusión sobre cooperativas. En ese debate se habían perfilado dos grandes tendencias. Por un lado, los dirigentes belgas plantearon que las cooperativas debían tener un vínculo orgánico con los partidos socialistas, lo cual implicaba, entre otras cosas, entregarles parte de sus ganancias. En relación con ello, sostenían que las cooperativas no eran un fin en sí mismas y por lo tanto no podían ser consideradas una forma de emancipación 85 Justo, Internacionalismo y patria, 8. Huitième Congrès Socialiste International, 243. 87 Huitième Congrès Socialiste International, 287. 86 56 obrera, argumentando incluso que podían ser apropiadas por la burguesía. El planteo contó con el apoyo de una minoría de la SFIO francesa, representada por Jules Guesde, quien insistió en que el punto clave era la lucha por “la conquista de los poderes públicos” y que la cooperación solo servía si contribuía a ese objetivo. La otra tendencia se expresó a través de delegados de la socialdemocracia alemana con el apoyo de dirigentes escandinavos, y su argumento central era que las cooperativas debían ser autónomas de los partidos socialistas. La mayoría de la SFIO, representada por Albert Thomas y Louis Héliès, respaldó estos planteos y argumentó además que la cooperación era “en sí misma socialismo” porque marcaba “el camino hacia la transformación de la producción actual”.88 Luego de un extenso debate que incluyó la formación de una subcomisión especial, se aprobó una resolución de compromiso que buscaba un equilibrio entre las dos posturas que habían polemizado en el debate.89 En la primera parte, se señalaban las ventajas y los límites de las cooperativas y se afirmaba que la clase obrera tenía “el mayor interés en utilizar el arma cooperativa en su lucha de clase”, llamando a participar activamente en el movimiento cooperativo “para desarrollar en él el espíritu del socialismo y evitar que las cooperativas se desvíen de su función de educación y solidaridad de los trabajadores”. En la parte final, se establecía que correspondía “a las cooperativas de cada país decidir si, y en qué medida, ayudarán directamente con sus recursos al movimiento político y sindical”. Luego se incluía un último párrafo, que en cierta forma compensaba al anterior y decía que “la clase obrera, en su lucha contra el capitalismo, tiene el mayor interés en que los sindicatos, las cooperativas y el Partido Socialista, sin dejar de preservar su propia autonomía y unidad, estén unidos por relaciones cada vez más estrechas”.90 Esta resolución fue la última en plantearse frente a la sesión plenaria. Aunque no era habitual que allí se reabriera el debate, Juan B. Justo, que no había podido participar de la comisión ya que debió participar en la que discutió el posicionamiento sobre Argentina, tomó la palabra para criticar 88 La reconstrucción del debate en comisión está en Huitième Congrès Socialiste International, 89–116. 89 Los únicos en votar en contra fueron el checo Modracek y Lenin, quien de hecho presentó una contrapropuesta diciendo que solo se debía reconocer la acción socialista y democrática de las cooperativas después de la expropiación de los capitalistas, algo que fue rechazado por amplia mayoría. 90 Huitième Congrès Socialiste International, 117–19. 57 la resolución. Fiel a su estilo, y subrayando la autonomía que quería mostrar respecto a sus camaradas europeos, comenzó explicando que el texto le parecía “insuficiente desde el punto de vista teórico”. Si bien admitía que la resolución era “mejor que lo que todavía se dice con demasiada frecuencia en los círculos socialistas sobre la cooperación”, Justo sostuvo que al establecer tantas reticencias y salvedades podía llevar a los socialistas “por el camino equivocado en su necesaria acción cooperativa, y alejar a los cooperantes de nosotros en su necesaria acción política”. Además de insistir en que las cooperativas debían ser ajenas a “cualquier hegemonía del partido”, Justo cuestionó los elementos más radicales del texto: La resolución sigue hablando de la conquista de los poderes públicos como objetivo del socialismo. Cada día queda más claro que el socialismo es un proceso y una acción histórica mucho más compleja que la mera acción política de los trabajadores; que la conquista de los poderes públicos es nuestra meta como partido político, pero que junto a ella la clase de los asalariados debe aspirar a otros objetivos inmediatos que están fuera del ámbito de la política; que la conquista de los poderes públicos no es más que uno de los medios para establecer la propiedad colectiva de los medios de trabajo y que la libre cooperación, la acción económica de los trabajadores, es también hoy un medio muy poderoso para establecerla.91 Tras la finalización del congreso de la Segunda Internacional, Justo viajó a Hamburgo para asistir al VIII Congreso Cooperativo organizado por la Alianza Cooperativa Internacional, en representación de “El Hogar Obrero”. Al retornar a Argentina, se ocupó de informar al comité ejecutivo sobre lo sucedido en Copenhague. Allí se leía a un dirigente que no ocultaba la impresión positiva que le causaba un movimiento socialista que desenvolvía su fuerza en muchos países europeos, pero que al mismo tiempo dejaba claro su propio perfil y repartía críticas a los planteos políticos de los partidos más fuertes de la Internacional. Las cooperativas creadas e impulsadas por los socialistas belgas, tan exaltadas por Justo quince años atrás, ahora expresaban una mirada errada sobre cómo desplegar el cooperativismo internacional. A la vez, Justo acusaba a los socialistas belgas de ser temerosos de la autonomía de la organización económica de la clase trabajadora ya que esto conllevaría al debilitamiento de sus recursos monetarios para la lucha electoral. Por otra parte, lamentaba también la poca profundidad de los planteos de la socialdemocracia alemana sobre 91 Huitième Congrès Socialiste International, 379–80. 58 este tema, así como el silencio de los ingleses, aunque destacaba al socialismo francés, que se “distinguía entre todos por la valentía y el alcance de su proyecto de declaración” que colocaba a la cooperación como una herramienta necesaria para la transformación social, con importancia para la educación y organización del proletariado.92 En términos de la relación del PS con la Segunda Internacional, en suma, el congreso de Copenhague marcó una diferencia cualitativa respecto a los congresos previos, en los cuales el PS argentino había sido representado por delegados que vivían en Europa. En un artículo publicado para darle la bienvenida a Justo cuando regresó al país, La Vanguardia celebraba que … si en Europa nos han conocido hasta ahora por nuestras carnes y trigos, por nuestras lanas y cueros, por los charlatanes y rastacuers argentinos que pululan en los bulevares de París y por la barbarie de nuestros gobernantes, de hoy adelante nos conocerán también por nuestros hombres de ideas modernas, de pensamientos propios y de grandes y nobles ideales. En un preciso resumen del lugar que el PS argentino quería forjar dentro de la Internacional, agregaban que la tarea de Justo había sido delicada, porque “había que denunciar ante la auténtica democracia europea, que somos un pueblo civilizado sometido por un gobierno bárbaro; y había que oponerse a cualquier proposición descabellada, que nunca falta en toda gran asamblea, que haciendo el juego a los agrarios europeos hubiera perjudicado al proletariado argentino”. La nota recordaba, en este sentido, que Justo se había opuesto a la idea de boicotear los productos argentinos, una “proposición absurda y descabellada cuando todo el proletariado europeo, sometido al régimen del hambre por los partidos agrarios y conservadores, reclama con urgencia la libre introducción de los trigos y carnes argentinos”.93 Atrás quedaban los años en que la dirección partidaria se comunicaba con el BSI para solicitar medidas de acción directa contra los barcos argentinos. 92 Justo, Internacionalismo y patria, 3–14. Justo volvió sobre el tema en 1920, en una polémica con los comunistas (Weinstein, Juan B. Justo y su época, 140.) 93 La Vanguardia, 4 de noviembre de 1910. 59 En vísperas de la guerra: la ruptura de Ugarte y la cuestión del “patriotismo” En los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, el vínculo orgánico del PS con el BSI se hizo más distante. En buena medida, esto se debió a un alejamiento de Cambier de las tareas en el Buró y a que Manuel Ugarte no se encontraba en Europa.94 Pero en 1913, además, el propio Ugarte rompió con el PS: si bien exceden los alcances de este libro, algunos tramos de la polémica que llevó a esta ruptura son ilustrativos porque trajeron a colación aspectos de su participación en el BSI y otros debates relacionados con el rol del PS en la Internacional. Ya en julio de 1908, Ugarte había publicado en La Vanguardia un artículo titulado “El socialismo y la patria”, que giraba en torno a las discusiones de la Internacional en el congreso de Stuttgart y desarrollaba una reivindicación de un tipo de patriotismo como algo compatible con las ideas y la práctica de los socialistas. Comenzaba calificando de “forzosamente vagas” a las resoluciones del congreso, y agregaba que en Francia no habían podido “aplacar las discusiones y las polémicas que suscita la pretendida incompatibilidad entre el socialismo y la patria”. Ugarte se definía como enemigo del “patriotismo brutal y egoísta” que llevaba a las guerras y del “patriotismo orgulloso” que buscaba promover un sentimiento de superioridad, pero reivindicaba “otro patriotismo superior, más conforme con los ideales modernos y con la conciencia contemporánea”. Concluía planteando que el socialismo y la patria no eran enemigos, “si entendemos por patria el derecho que tienen todos los núcleos sociales a vivir a su manera y a disponer de su suerte; y por socialismo el anhelo de realizar entre los 94 En 1909-1911 en el Bulletin seguían figurando ambos como delegados, con domicilio en París. Enrique Dickmann viajó a Europa en 1912 y participó en una de las reuniones del BSI. No dejó registro de ella, sin embargo, en las impresiones que compiló en Dickmann, Cartas europeas. En 1913 aparecía mencionado solamente Cambier, mientras que más tarde, en ese mismo año, no aparecía ningún delegado en la lista oficial, solo el nombre de Juan B. Justo, “diputado” 60 ciudadanos de cada país la equidad y la armonía que implantaremos después entre las naciones”.95 Hasta aquí, como ha sugerido Margarita Merbilhaá, la posición de Ugarte no se diferenciaba demasiado de la que propiciaba el propio Justo.96 El tema del “patriotismo”, de hecho, estaba abriendo en esos años una importante discusión en el seno del partido: Francisco Reyes la reconstruyó cuidadosamente, mostrando que hacia 1910 se iba configurando un planteo que reivindicaba un “patriotismo sano” y se alejaba de los planteos más críticos habituales en el período previo, aunque no sin fuertes tensiones internas.97 En este contexto, la ruptura con Ugarte se procesó en forma relativamente rápida a mediados y fines de 1913. La discusión comenzó cuando Ugarte respondió a un artículo de La Vanguardia a propósito del aniversario de la independencia colombiana, en el cual se decía que la creación de Panamá iba a contribuir al progreso y llevaría a Colombia a entrar “al concierto de las naciones prósperas y civilizadas”. Ugarte rechazaba la idea de que Colombia no estuviera en el grupo de naciones que merecían ese calificativo y repudiaba la idea de que la creación de Panamá fuera un factor de desarrollo. La dirección del PS subió la apuesta, argumentando que sus dichos se atenían a una “verdad objetiva”, y presentó al PS argentino, el único presente en forma constante en la Segunda Internacional, como la vanguardia del proletariado de la región.98 Ugarte, que respondió desde las páginas de La Nación lamentando que el PS continuara agravando la “descortesía contra los países hermanos”, asoció la posición de la dirección del PS a la persistencia de un “antipatriotismo” que lo incapacitaba para solidarizarse con la nación colombiana ante el avance del imperialismo yanqui.99 El clima de hostilidad fue escalando hasta llegar a un punto sin retorno: el periódico socialista se burlaba de quien se dedicaba a “contemplar el mundo desde lo alto de la torre de marfil y rimar buenas o malas coplas amorosas” en lugar de “descender a la arena de la lucha”, vindicando luego a los que habían desarrollado su actividad política para hacer de Argentina 95 La Vanguardia, 2 de julio de 1908. El artículo también fue reproducido en el libro Manuel Ugarte y el Partido Socialista. Documentos recopilados por un argentino (1914), publicado luego de la ruptura de Ugarte con el PS en 1913. 96 Merbilhaá, “Patriotismo ‘sano’ o internacionalismo proletario”. 97 Reyes, “La patria es el otro, pero no para siempre”. 98 La Vanguardia, 25 de julio de 1913. 99 Manuel Ugarte y el Partido Socialista, 35–39. 61 “un país más civilizado” en lugar de estar “en las cálidas playas de Niza” o en las “bien puestas garconiere de París”.100 Ugarte viajó luego a Montevideo y al regresar a Buenos Aires, tuvo a fines de octubre un incidente personal con Alfredo Palacios, que incluyó un frustrado reto a duelo. Ante esta situación, el comité ejecutivo del partido resolvió expulsarlo por haber violado el estatuto, y someter la conducta de Palacios a discusión del siguiente congreso.101 En noviembre, Ugarte publicó un manifiesto en los diarios en el que resumía sus diferencias y no faltaban referencias a su rol como delegado ante la Segunda Internacional. En el texto, en efecto, Ugarte aclaraba que en 1905 no había impulsado el pedido de boicot solicitado por el PS, que consideraba basado en un “incomprensible desamor por la patria y una limitación de juicio”. Al incumplir el pedido, decía, “yo, que he sido siempre el más moderado de los socialistas, creí hacer un bien, no sólo al país, sino al mismo partido”. Se definía como “partidario de un socialismo basado, no en la lucha de clases, sino en la colaboración de éstas” —en este punto se alejaba del pensamiento de Justo pero coincidía en cambio con el de Alfredo Palacios— e insistía en “el desastre nacional que, en el caso de ser acatada, debía desencadenar aquella orden, formulada en la sombra por un grupo nervioso y ensimismado”. Más interesante era que señalaba que, al expresar estas ideas, era “consecuente con la manera de razonar que en el congreso socialista internacional de Ámsterdam me hizo dar mi voto como delegado argentino a la tendencia moderada de Millerand, Briand y Jaurès”. Ugarte concluía diciendo que el socialismo se había desarrollado en muchos países pero que en ningún lado había tomado el carácter “antipatriótico” que le observaba a los argentinos.102 En su argumentación, nuevamente hacía referencia a su actividad como delegado ante la Internacional: Los socialistas norteamericanos son tan celosos de su origen que en los congresos internacionales, donde siempre tratan de imponer su idioma, ostentan la escarapela de su país, los franceses han declarado que en caso de guerra defensiva serán los primeros en tomar las armas, los alemanes votan como 100 La Vanguardia, 31 de julio de 1913. Palacios sería expulsado del PS en 1915 por batirse a duelo aunque las diferencias políticas en torno a la cuestión nacional eran notorias: tras su salida intentó sin mucho éxito impulsar su línea con el efímero Partido Socialista Argentino. Ver, entre otros, Herrera, “El frustrado accionar de un partido socialista nacional en la Argentina”. 102 Manuel Ugarte y el Partido Socialista, 103–5. 101 62 todos sabemos los créditos cuantiosos que exige el ejército más formidable de Europa y sólo aquí, donde la nacionalidad por ser más nueva necesita mayores entusiasmos unánimes para solidificarse, advertimos el resurgimiento de tendencias que sólo han defendido en estos últimos tiempos, al margen de sus propios grupos, los dos retardatarios del movimiento social europeo: Julio Guesde en Francia y Dómela Nieuwenhuis en Holanda. 103 La respuesta de La Vanguardia era brutal: se refería a la “largamente anunciada y tercera epístola antisocialista dirigida por el señor Ugarte a los fariseos de las clases privilegiadas y conservadoras del país”, definiéndola como “pobre y mezquina de forma, ruin y miserable de fondo”. La cuestión del pedido de boicot a los productos argentinos, no obstante, ponía a la dirección del PS en una situación algo incómoda, porque como vimos era un planteo que ya no defendían. La primera reacción fue decir que los argumentos de Ugarte eran falsos, recordando que Justo, en el congreso de Copenhague, se había opuesto a la medida y que en ese momento “los anarquistas denunciaron la actitud del delegado argentino y el voto del congreso internacional rechazando el boicot como una traición a la clase obrera argentina”.104 Ugarte respondió publicando la carta que le había enviado Aquiles Lorenzo en octubre de 1905, ante lo cual La Vanguardia debió retomar el tema, argumentando esta vez que la campaña para reclamar al BSI que se boicotearan los productos argentinos en realidad había sido tomada “por iniciativa e inspiración del sindicalismo revolucionario, representado en el Comité Ejecutivo por el señor Aquiles S. Lorenzo”. Esa medida, recordaban, “fue pública y discutida, tanto, que el entonces diputado oligarca Varela Ortiz pronunció en el congreso, a raíz de esta medida, una catilinaria antisocialista”. La nota recordaba que los sindicalistas habían sido expulsados en el congreso de Junín de 1906 y que “luego el partido repudió el boicot a los productos argentinos por ser una medida mala e inconducente”. Agregaban que Ugarte de hecho sí había hecho trabajos para llevar adelante esta campaña. Se daba así la extraña situación en que tanto el PS como Ugarte repudiaban la medida del boicot y se responsabilizaban mutuamente de haberla 103 Manuel Ugarte y el Partido Socialista, 108. La Vanguardia, 22 de noviembre de 1913. Ver también Manuel Ugarte y el Partido Socialista, 116. 104 63 defendido unos años antes.105 Pocos meses después del alejamiento de Ugarte de las filas partidarias, de todas formas, el mundo ingresaba en una crisis de alcances incalculables que iba a trastocar por completo la trayectoria del socialismo en todo el mundo: comenzaba la Primera Guerra Mundial. 105 La Vanguardia, 24 de noviembre de 1913. El propio Aquiles Lorenzo publicó una carta al director de La Vanguardia en La Acción Obrera del 6 de diciembre de 1913: “Tú sabes muy bien que la comunicación a Manuel Ugarte suscrita por mí, como secretario general, no pudo ser obra exclusivamente mía (…). Tú sabes muy bien, o por lo menos debes saberlo que fue tu camarada Repetto quien propuso la medida del boicot con aprobación unánime de todos” (Manuel Ugarte y el Partido Socialista, 128–29.) CAPÍTULO 2 El PS y la “cuestión de las Internacionales” entre la guerra y la revolución (1914-1923) El inicio de la guerra en Europa, a fines de julio de 1914, impactó de lleno en la Segunda Internacional. Tras años de anunciar una serie de “medidas preventivas” que se tomarían en caso de que estallaran las hostilidades, cuando esto finalmente ocurrió los partidos socialistas de los principales países beligerantes se alinearon detrás de sus propios gobiernos.1 En ese marco, la continuidad organizativa de la Internacional se reveló imposible: el congreso que iba a tener lugar en Viena ese mismo verano nunca se realizó y, con Bélgica ocupada por los alemanes, el BSI fue trasladado a La Haya pero no realizó ninguna reunión plenaria y dejó prácticamente de funcionar.2 La guerra electrizó al mundo y, como no podía ser de otra manera, tuvo un impacto profundo en el movimiento obrero y en los grupos socialistas. Pocos años más tarde, en 1917, la revolución sacudía al imperio ruso y daba la victoria a los bolcheviques, produciendo una nueva y más profunda división entre los socialistas de todo el mundo. Ya nada volvería a ser igual. Este capítulo explora las relaciones del PS con el socialismo internacional en este turbulento período, marcado por la guerra, la revolución y la división de las izquierdas en diferentes Internacionales. En estos años, como veremos, los acontecimientos globales jugaron un papel decisivo en la historia del socialismo argentino, que se vio surcado por debates y tensiones muy similares a los que recorrían a otros partidos en diferentes partes del mundo. En la primera sección, se analizan las caracterizaciones y 1 Haupt, Socialism and the Great War; Schickl, Universalismus und Partikularismus; Marcobelli, L’internationalisme à l’épreuve des crises. 2 Fainsod, International Socialism and the World War. 66 posicionamientos que desarrolló el PS ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, mostrando cómo el conflicto fue interpretado en los marcos analíticos desarrollados por Justo en el período previo. Entre 1914 y 1916, el socialismo argentino formuló un planteo neutralista que fue deslizándose hacia posturas cada vez más afines a los aliados. En estos años, la Segunda Internacional prácticamente había dejado de existir como tal, pero el PS se mantuvo activo en sus contactos con los partidos socialistas europeos: la segunda sección explora la participación de Nicolás Repetto en una conferencia realizada por los socialistas de países neutrales en La Haya, en 1916. La tercera sección se concentra en los acontecimientos de 1917, cuando la dirección partidaria se volcó a una posición pro-aliada y el PS entró en un período de seria crisis y ruptura interna, mientras que la cuarta se enfoca en la intervención muy activa del PS —que incluyó el viaje a Europa de Juan B. Justo y Antonio de Tomaso— en la conferencia de Berna y los intentos de reconstituir la Segunda Internacional, a comienzos de 1919. La quinta sección se detiene en las tensiones que nuevamente atravesaron al partido en esos años decisivos, siempre con eje en la cuestión de la afiliación internacional, hasta la ruptura de los llamados “terceristas” en 1921. El cierre del capítulo presenta el escenario en el que se encontraban los socialistas argentinos antes de su incorporación a la Internacional Obrera y Socialista. El socialismo argentino ante la Primera Guerra Mundial El estallido de la guerra generó un profundo impacto social y político en la Argentina. Si bien tanto el presidente conservador Victorino de la Plaza como el radical Hipólito Yrigoyen, que lo sucedió en octubre de 1916, mantuvieron una política de neutralidad, el país estaba atravesado por un clima de movilización y agitación en el cual surgieron diversas posiciones, reflejadas en tribunas políticas, periodísticas y parlamentarias.3 Como no podía ser de otro modo, la cuestión pasó a ocupar un lugar central en las formulaciones y reflexiones políticas del socialismo argentino. El partido llegaba a 1914 con un importante bagaje intelectual en cuanto a la caracterización de los conflictos bélicos, que combinaba la recepción de las resoluciones Fernández Vega, “Crisis política y crisis de representación estética”; Tato, “La disputa por la argentinidad”; Tato, La trinchera austral; Rinke, América Latina y la primera Guerra Mundial. 3 67 de la Internacional con una serie de planteamientos teóricos de parte de Justo.4 Vale la pena analizar estos últimos en detalle, porque se mantendrían en el centro de los argumentos del PS ante la cuestión internacional en los decisivos años posteriores. Cuando, a fines de noviembre de 1912, la prensa socialista argentina celebraba las resoluciones de la conferencia internacional realizada en Basilea —que había declarado la “guerra a la guerra”— La Vanguardia publicó un artículo que podía colocarse en la línea de oposición genérica al militarismo y la guerra que caracterizaba al movimiento socialista internacional pero que incluía también elementos propios de la peculiar “versión argentina” del socialismo: Los trabajadores políticamente organizados de los principales países de Europa, es decir, unos diez millones de hombres inteligentes, enérgicos y conscientes, han manifestado resueltamente, por intermedio de sus representantes, el propósito inquebrantable de evitar a todo trance el abominable crimen de la guerra (…) La tranquilidad y el bienestar del mundo peligrarán mucho menos cuando la paz o la guerra dependan sólo del pueblo. En los países civilizados el pueblo la considera ya como un crimen, cada vez más peligroso y difícil de consumar. Y si muestra a veces alguna indulgencia para juzgarla, es que “le parece reconocer en ella algún objetivo legítimo”, alguna finalidad civilizadora que no puede realizarse sin esfuerzos, debido a la desigual aceleración del movimiento histórico.5 Los señalamientos finales correspondían a la caracterización desarrollada por Juan B. Justo en su libro Teoría y práctica de la historia, aparecido en 1909, que incluía un capítulo especial dedicado al problema de la guerra. Para Justo, en otros momentos de la historia de la humanidad las guerras habían jugado un papel necesario, en tanto constituían un “riguroso proceso de selección natural”. Incluso en estadios más avanzados, las guerras mantenían un elemento progresivo, pero cambiaban de carácter: ya no implicaban el simple exterminio sino “la absorción o asimilación de unos grupos humanos por otros, en una relación de dependencia permanente y división del trabajo”. Justo reivindicaba, en este punto, el papel jugado por las guerras que habían contribuido “a extender la división del Esta sección se basa en Poy, “Argentine Socialism and the Question of War (1909– 1915)”; Poy, “Juan B. Justo y el socialismo argentino ante la Primera Guerra Mundial (1909-1915)”. 5 La Vanguardia, 27 de noviembre de 1912 4 68 trabajo y el comercio entre los pueblos”. En su perspectiva, de todas maneras, el desarrollo de la sociedad y el progreso de la técnica convertían a las guerras en un fenómeno tendiente a desaparecer: A medida que las relaciones comerciales se desarrollan, la guerra es más ruinosa para los pueblos que la sostienen, y por eso menos frecuente y prolongada. (…) Entre dos sociedades de avanzado desarrollo la paz está cada día más garantizada, no sólo por las relaciones comerciales que las unen, sino también por las que ligan a cada una de ellas con otros pueblos y que serían perturbadas por un conflicto. (…) Con la creciente solidaridad económica de los pueblos, las guerras internacionales toman cada vez más el carácter de contiendas intestinas y éstas, con el progreso histórico, tienden también a desaparecer.6 Estas ideas conformaron la base de las primeras interpretaciones desarrolladas por el PS cuando estalló la guerra. El 2 de agosto de 1914, apenas iniciada la conflagración, La Vanguardia publicó un extenso editorial de Justo en el que caracterizaba a la guerra como una gran tragedia que interrumpiría “por meses o por años”, el trabajo de millones de hombres, “las relaciones económicas entre grandes colectividades humanas vecinas”, las producciones artísticas y culturales. Semejante golpe al progreso debía tener una explicación: para el principal dirigente del socialismo argentino las causas no podían encontrarse en la escasez de territorios, en algún tipo de “incompatibilidad biológica” entre los diversos pueblos, ni en la necesidad de “abrir nuevas vías para el comercio”. La nueva contienda no tenía ninguna de las características que, según lo expuesto en su libro de 1909, podían “justificar” una guerra históricamente progresiva. No exis- 6 Justo, Teoría y práctica de la historia, 119–26. Eso no le impedía, de todas formas, reivindicar un tipo de guerra que a su juicio aún jugaba un papel positivo. Al incluirlas en su esquema dentro de las guerras que apuntaban a un desarrollo del progreso histórico, Justo consideraba que los trabajadores debían apoyar las incursiones coloniales de los países europeos, y sentaba su posición sobre la ocupación militar del territorio indígena en Argentina: “Con un esfuerzo militar que no compromete la vida ni el desarrollo de la masa del pueblo superior, esas guerras franquean a la civilización territorios inmensos. ¿Puede reprocharse a los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades? Los africanos no han vivido ni viven entre sí en una paz idílica (…) Crimen hubiera sido una guerra entre Chile y la Argentina por el dominio político de algunos valles de los Andes, cuya población y cultivo se harán lo mismo bajo uno u otro gobierno. ¿Pero vamos a reprocharnos el haber quitado a los caciques indios el dominio de la Pampa?”. Justo, 136. 69 tía, para Justo, ningún elemento propio del desarrollo capitalista que llevara al estallido del conflicto: por el contrario, la conflagración era consecuencia de la falta de desarrollo, de la persistencia de elementos arcaicos, de la desigualdad en la evolución de las diversas partes componentes del organismo social. Era un “choque innecesario y evitable de pueblos que nada pueden ganar desangrándose y barbarizándose recíprocamente”, provocado por “formas arcaicas de gobierno, vanidades e intereses dinásticos y de casta apoyándose en lo mucho que hay aún de ciego e instintivo en los movimientos de las grandes sociedades humanas”.7 A fines de agosto otro artículo editorial volvía a insistir sobre la necesidad de distinguir entre las guerras antiguas, que respondían a una necesidad histórica, y la que acababa de estallar, que era incomprensible en el marco del progreso que parecía haber alcanzado la humanidad.8 En la interpretación de Justo, en suma, la guerra aparecía como una aberración, como un inexplicable retorno a un pasado ya superado: no podía entenderse por lo tanto más que como un producto de rémoras de etapas pretéritas. Su primera reacción ante el conflicto fue “leerlo como un retroceso barbarizante atribuible a la pervivencia de regímenes dinásticos arcaicos, a un todavía escaso desarrollo del socialismo y a la predominancia del discurso racista”.9 Esta lectura comenzó a modificarse entre los últimos meses de 1914 y los primeros de 1915, llevando a Justo a una interpretación cada vez más afín a los aliados. El desplazamiento era natural, y no violentaba la lógica de su marco analítico: en tanto el conflicto era una consecuencia de los elementos arcaicos que sobrevivían en Europa, y en particular de los odios dinásticos y los regímenes políticos menos democráticos, el militarismo alemán podía fácilmente ser vislumbrado como el principal responsable. Criticando un largo artículo de Augusto Bunge que sostenía una interpretación favorable a Alemania,10 un editorial de octubre de 1914 argumentaba que no podía ponerse un signo igual entre las reacciones bélicas de las potencias centrales y las de los aliados, cuya entrada en la guerra era considerada defensiva: 7 La Vanguardia, 2 de agosto de 1914. Si bien en el periódico partidario el artículo apareció sin firma, fue incluido más tarde en Justo, Internacionalismo y patria. 8 La Vanguardia, 31 de agosto de 1914. 9 Geli y Prislei, “Una estrategia socialista para el laberinto argentino”, 36. 10 La Vanguardia, 14 y 15 de octubre de 1914. 70 Si el mundo se ha vuelto contra Alemania, o mejor, contra el imperialismo alemán, es porque éste quería el mundo para sí. (…) Aunque no creemos oportuno analizar las virtudes y los defectos de la democracia francesa comparada con la alemana, podríamos hacer notar que sólo un régimen en que un empleado del káiser (no es otra cosa el canciller del imperio alemán) puede burlarse del parlamento, permite concebir la aberración de la actual guerra, desencadenada en nombre de un pueblo que no necesitaba de ella para ser grande.11 Menos de diez días después, La Vanguardia avanzaba una postura que sugería que el socialismo argentino debía ser partidario de un triunfo de los aliados: Una vez producida la guerra, su resultado no puede sernos indiferente, ni creemos que sea el mismo con la victoria de unos o de otros de los contendientes (…) El triunfo de los estados que más han dado al militarismo, y donde menos influencia política tiene el socialismo, a pesar precisamente de su poderosa organización y de su fuerza, tiene que parecernos muy peligroso para todos los pueblos (…) La política de los armamentos adquiriría mañana un nuevo empuje con el triunfo del imperialismo alemán.12 El eje que guio este desplazamiento —y jugaría un rol de primer orden en los años inmediatamente posteriores— fue la reivindicación del libre comercio, un elemento medular de la perspectiva de Justo que se asociaba con la necesidad de proteger los intereses y el nivel de vida de los asalariados argentinos, que dependían del consumo de productos extranjeros. En diciembre de 1914, Justo sostenía que la guerra no era para los argentinos un problema “simplemente sentimental”, sino uno que … nos afecta profundamente en nuestras relaciones comerciales, restringe el mercado para la venta de los productos argentinos, así como limita las plazas que pueden proveernos de los artículos que necesitamos importar. Y, lo que no es menos grave, dificulta el transporte de los cereales, la carne y la lana de este país a todos los países, neutrales o en guerra, que los necesiten. Las naves alemanas de guerra son prácticamente buques piratas, apostados en la vecindad de nuestras vías marítimas, para robar o destruir los cargamentos que vienen a este país o salen de él. 13 11 La Vanguardia, 16 de octubre de 1914. La Vanguardia, 25 de octubre de 1914. 13 La Vanguardia, 6 de diciembre de 1914. El artículo también es reproducido en Justo, Internacionalismo y patria, 254. 12 71 El artículo admitía que aún no estaban dadas las condiciones para plantear la ruptura de relaciones con las potencias centrales, y en ese sentido planteaba la necesidad de mantener una neutralidad “vigilante y consciente”, siguiendo una línea de argumentación que colocaba al PS en un rol de “consejero” del gobierno y de la clase dominante del país. Hacia fines de 1914, como se observa, todavía primaba la cautela pero ya estaban planteados los argumentos que se desenvolverían con fuerza en el debate de 1917: Por grandes que sean nuestra simpatía y solidaridad nacionales con la causa de los aliados, no podemos pensar en comprometernos en la guerra. (…) Pero, ¿hemos de facilitar su obra destructiva de nuestro comercio? (…) El gobierno argentino, si tiene la conciencia de la situación y de sus deberes, no puede emplear subterfugios para disculpar tolerancias, manifiestamente contrarias a nuestras necesidades colectivas. Los buques mercantes alemanes deben ser sujetos a estricta vigilancia y contralor.14 Si la guerra no había sido consecuencia de los desarrollos propios del capitalismo moderno sino de pervivencias arcaicas, lo que se planteaba era una línea de acción que buscase —como antes— impulsar un desarrollo gradual de la modernidad occidental. Una vez restablecida la paz, argumentaba el periódico socialista, debía “imponerse la vuelta a las dos viejas verdades burguesas, olvidadas un poco, y no apreciadas en todo su valor: el librecambio y la forma republicana de gobierno, entendiendo por tal la república parlamentaria –de la cual nada se diferencia la monarquía inglesa”.15 Como señalaron Patricio Geli y Leticia Prislei, en suma, la guerra había provocado en Justo una inicial consternación que “iría prontamente a neutralizarse mediante su desciframiento desde el catálogo nocional preexistente”.16 En julio de 1915, un año después del inicio del conflicto, Justo desarrollaba una explicación de sus causas que podía entroncar plenamente con sus interpretaciones previas: era el proteccionismo lo que había llevado al conflicto y era por tanto a partir del librecambio como debía pensarse cualquier tipo de reconstrucción a futuro de la paz.17 La interpretación 14 Ibid. La Vanguardia, 5 de marzo de 1915. 16 Geli y Prislei, “Una estrategia socialista para el laberinto argentino”, 35. 17 La Vanguardia, 17 de julio de 1915. También en Justo, Internacionalismo y patria, 263. 15 72 se colocaba siempre dentro del marco cognoscitivo desarrollado en la filosofía de la historia de Justo: era la falta de desarrollo, la desigualdad en el “progreso” de las diferentes naciones, o la pervivencia de elementos arcaicos lo que llevaba a la guerra; en ningún caso se consideraba que no era la ausencia sino el exceso de desarrollo lo que puede generar una situación de barbarie y muerte a nivel mundial. El énfasis puesto en el librecambio, por otra parte, se producía al mismo tiempo que se hacían evidentes las dificultades que implicaba para el comercio argentino la actitud de Alemania ante la guerra: se procesó así una operación intelectual que al mismo tiempo que permitía a Justo integrar la comprensión de la guerra en su cosmovisión previa, lo llevaba a abandonar una posición neutralista con la que siempre se había sentido incómodo y con la que los propios intereses de la clase dominante argentina comenzaban a chocar. Cuando en 1917 la cuestión de la neutralidad se colocara en el centro del debate político del país, el reclamo por la ruptura de relaciones con las potencias centrales encontraría un fuerte eco en diferentes sectores de la política del país. Pero antes de llegar a ese punto el socialismo argentino encontró una nueva oportunidad de hacer escuchar este credo librecambista en el seno de la socialdemocracia europea. Nicolás Repetto en La Haya Durante la guerra la relación del PS con los partidos europeos se hizo algo más distante,18 pero una mirada a las páginas de La Vanguardia revela que se seguían con atención las diferentes posturas y planteos de los socialistas de ese continente, si bien con una perspectiva cada vez más crítica. Si ya hacia comienzos de la década, como vimos en el capítulo anterior, Justo había hecho un balance del congreso de Copenhague que no se privaba de cuestionar diversos planteos de los socialistas europeos, esta tesitura no hizo más que reforzarse con el estallido de la guerra, cuando el prestigio político y la autoridad intelectual de los grandes partidos de ese continente se vio seriamente debilitado. Pero aún en este contexto el PS se consideraba parte de este movimiento internacional, y en este sentido hay que destacar su participación activa en uno de los pocos 18 En el archivo Huysmans hay una serie de cartas de enero de 1915, en las cuales el BSI pedía al PS que abonara cotizaciones pendientes y otros gastos incurridos en la organización del frustrado congreso de Viena de 1914. 73 intentos que hizo el BSI, en el marco del conflicto, por rearmar algún tipo de coordinación internacional: la conferencia de socialistas de países neutrales que se celebró en La Haya en agosto de 1916, que contó con la participación de un dirigente muy destacado como Nicolás Repetto. Desde un primer momento La Vanguardia asignó importancia al evento, que era presentado como “la primera tentativa seria de volver a la vida a la Internacional socialista”, y contrastado con la conferencia de Zimmerwald, en donde solo habían asistido “delegados de la minoría de cada partido” y con otras reuniones entre los socialistas del mismo bando bélico. El posicionamiento crítico de la dirección partidaria hacia estas iniciativas internacionalistas llevadas a cabo por sectores de izquierda del socialismo europeo, como se advierte, era indudable ya en 1916. El órgano oficial del partido dejaba claro que la reunión era una oportunidad para desplegar una campaña por la paz siguiendo los ejes de las caracterizaciones que se habían desarrollado en los años previos. En efecto, La Vanguardia subrayaba que la principal medida que iba a presentar Repetto era “reconocer como base primordial de una paz permanente la plena libertad de comercio entre todas las naciones del mundo”.19 En su autobiografía, Repetto recordaba la travesía de más de veinte días en un vapor inglés, armado con cañones, con precauciones propias de los tiempos de guerra: “desviación de las rutas habituales, oscurecimiento total durante la noche, el menor número posible de escalas y frecuentes ejercicios de salvataje”.20 En Londres, mientras esperaba la confirmación de la realización del evento —postergado varias veces—, Repetto entró en contacto con los principales dirigentes del laborismo británico, además de viajar a Manchester para conocer la industria local. Al llegar a Países Bajos, tuvo reuniones privadas con Camille Huysmans, el secretario del BSI y con Pieter Jelles Troelstra, el líder del socialismo local, además de ser agasajado por el embajador argentino.21 La conferencia de La Haya fue pequeña, dado que solo estaban convocados socialistas moderados de países neutrales. Participaron de todas formas figuras muy destacadas, como el sueco Hjalmar Branting y el danés Thorvald Stauning, que pocos años más tarde serían primeros ministros de sus respectivos 19 La Vanguardia, 3 de agosto de 1916. Repetto, Mi paso por la política, 181. Al llegar a Inglaterra, tras una escala en Lisboa, Repetto recibió un telegrama del canciller argentino en el cual le informaba del atentado que había sufrido Justo el 7 de junio de 1916. 21 Repetto, 183–84. 20 74 países, el estadounidense Algernon Lee —en ese momento Estados Unidos todavía no había entrado en la guerra—, el belga Huysmans y una más nutrida representación de los más importantes socialistas y sindicalistas holandeses: además de Troelstra, estuvieron Henri van Kol, Willem Albarda, Floor Wibaut, Willem Vliegen, Jan van Zutphen, Henri Bruens y Edo Fimmen. Repetto representó también a los socialistas de Uruguay.22 La conferencia organizó dos comisiones, una para discutir aspectos políticos y otra para abordar cuestiones económicas. La primera de ellas tenía la difícil tarea de posicionarse sobre el conflicto sin definir responsabilidades ni culpabilizar a ninguno de los dos bandos. La resolución declaraba que el principal responsable de la guerra era el sistema económico y político del capitalismo, que había dado lugar al imperialismo y al militarismo asociado a él, y planteaba la necesidad de que el proletariado socialista prosiguiera con mayor vigor su lucha contra el capitalismo y por la conquista del poder político. Para ello, agregaba la resolución, era indispensable la lucha contra el absolutismo y por el reconocimiento constitucional de la soberanía popular en los países que aún carecían de un régimen parlamentario. Asimismo, planteaba que era un deber de los partidos socialistas considerar seriamente “si pueden justificar, tanto ante su propia memoria como ante la Internacional, la ausencia continuada de un acercamiento entre todas las secciones de la Internacional sobre las cuestiones cuya solución es necesaria para poner fin a la guerra” y concluía reafirmando los planteamientos del congreso de Copenhague, que había sido “repetidamente confirmado en sus puntos principales por los partidos de los países beligerantes durante la guerra”.23 Repetto concentró su actividad en la comisión sobre economía, para la cual fue nombrado presidente. En su intervención, resumió de manera inmejorable el impacto que había tenido la guerra entre los socialistas argentinos cuando señaló que, en un primer momento, “vuestra guerra civil nos ha desconcertado casi totalmente. No esperábamos, ni habríamos sospechado jamás, que en la entraña de vuestra cultura se ocultaran todavía 22 Het Volk (Ámsterdam), 31 de julio de 1916. La prensa socialista neerlandesa informaba en esa ocasión que los delegados de Noruega, Luxemburgo y Suiza no habían conseguido autorización de las autoridades alemanas para llegar a La Haya, y que Julián Besteiro del PSOE no había podido cruzar de Londres a Holanda por un inconveniente con el vapor. 23 Het Volk (Ámsterdam), 2 de agosto de 1916. 75 tantos resabios de las pasadas épocas”. Agregaba que la paz debía celebrarse sobre bases durables, y para ello debía excluir cualquier anexión territorial, respetar las nacionalidades, evitar las humillaciones y, sobre todo, buscar “sus bases más sólidas en los recíprocos intereses económicos de las naciones”. Repetto añadía que los socialistas argentinos tenían “el mérito de haber comprendido y sostenido desde el principio de su organización las ventajas de la política internacional basada en el librecambio”. Concluía señalando que la acción socialista debía marchar en consonancia con “las verdades científicas de cada época” y por esa razón sostenía que los socialistas debían adoptar “el principio burgués del librecambio”. 24 La crónica de La Vanguardia indicaba que el tema de la libertad de comercio no encontró oposición pero sí que hubo discusión sobre ciertos matices, como por ejemplo cuando van Kol sugirió incluir una fórmula que permitiera algunas transgresiones. Finalmente se llegó a un acuerdo y Repetto y Wibaut redactaron la resolución, en la que era conspicua la presencia de argumentos fundamentales de la caracterización del PS. El texto, en efecto, sostenía que ambos bandos planeaban implementar, después de la guerra, una política económica que afectaría sistemáticamente la actividad económica del otro bando, y que eso convertiría el enfrentamiento militar en un enfrentamiento económico y sería una amenaza constante para el mantenimiento de la paz. En oposición a ello, se sostenía que el proletariado necesitaba relaciones económicas que fomentasen, en lugar de obstaculizar, el desarrollo de las fuerzas productivas de todas las naciones. La resolución concluía que la clase obrera debía oponerse a esta política económica que “oscurece y complica la lucha de clases”, dedicándose a defender una política comercial de “librecambio integral” entre las diferentes naciones, las colonias y los protectorados, así como la libertad en el mar. Para los socialistas reunidos en La Haya, sólo una política económica de estas características favorecería la organización de un sistema de producción mundial sobre una base socialista. La prensa socialista de Buenos Aires no ocultó su satisfacción por lo que se veía como una victoria política: el 4 de agosto La Vanguardia informaba de la recepción de un telegrama de Repetto por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el cual el dirigente argentino caracterizaba al evento como un éxito y agregaba que “la proposición argentina de librecambio se ha aceptado por una- 24 La Vanguardia, 5 de septiembre de 1916. 76 nimidad”. Dos días más tarde, aún antes de recibir más detalles o informaciones, una nota editorial destacaba que la aprobación de esta proposición era “un legítimo triunfo nuestro”.25 Una vez finalizada la conferencia, y como era habitual en este tipo de eventos, se realizó un mitin público. Según las crónicas, el entusiasmo había sido moderado y el reportero de Het Volk admitía que el lugar —el Concertgebouw de Ámsterdam, que había sido la sede del congreso de la Internacional en 1904— no se había llenado. Repetto fue uno de los oradores, junto a Stauning, Huysmans, Lee y Branting. En su discurso, comenzó brindando ciertos datos básicos sobre la historia argentina, subrayando por ejemplo que la población indígena había sido “reemplazada gradualmente por europeos emigrados” y que, en términos de política y estrategia, “el partido argentino es un partido europeo”. Agregaba, sin embargo, que la guerra había impactado fuertemente en los socialistas argentinos, dando “una imagen muy baja de la cultura europea”. Celebraba la conferencia, que había demostrado “la vida y fuerza de la Internacional” y le había revelado que en el Viejo Continente aún había “socialistas sensatos y serios”.26 Repetto, que debió quedarse un par de días más en Holanda por falta de vapores hacia Inglaterra, y fue invitado, junto con Branting, a visitar el campo de internación de soldados belgas refugiados en el país, regresó a Argentina a comienzos de septiembre. En esa ocasión La Vanguardia se lanzó a una nueva campaña de difusión y reivindicación del evento. Una editorial firmada por Esteban Jiménez insistía en diferenciar a la conferencia de La Haya de “iniciativas más restringidas y menos felices como la Zimmerwald”, subrayando que esta había sido convocada por el BSI. Más allá del tono celebratorio de la conferencia y del rol de Repetto, un elemento interesante que se advierte —y que se profundizó en los años posteriores— es la idea de que los socialistas del continente americano debían pasar a jugar un rol más importante en el contexto de la socialdemocracia internacional, debido a la guerra europea. “Hace dos años”, decía Jiménez, “cualquier socialista argentino debía sentirse cohibido para lanzar palabras de paz en nombre de un país que no podía pesar en la marcha de los acontecimientos”. Eso había cambiado en el marco de una “total revisión de los valores a que estamos asistiendo” y ahora “el papel de la América 25 26 La Vanguardia, 4 y 6 de agosto de 1916. Het Volk (Ámsterdam), 3 de agosto de 1916. 77 en la historia del mundo ha de hacerse cada día más considerable.” La editorial también dejaba ver la postura pro-aliada, señalando respecto a la resolución política de la conferencia: “Al condenar demasiado claramente la ‘agresión contra los países que se han visto obligados a defenderse’, y al explicar las causas de la guerra, ha dicho todo lo que se podía decir para no aparecer amparando a nadie, y menos al grupo beligerante al que le cabe más responsabilidad en la catástrofe, según el consenso universal”.27 La crisis de 1917 Hacia fines de 1916, en suma, el PS venía manteniendo “un delicado equilibrio entre la defensa del comercio exterior y la propaganda del principio de no intervención”.28 Luego de un momento de desconcierto a mediados de 1914, el partido había afinado una caracterización de la guerra que se acomodaba en los marcos de las caracterizaciones justistas y, si bien se mantenía en el terreno de la neutralidad, se deslizaba cada vez más abiertamente hacia una simpatía por el bando aliado. Enviando a Europa a una figura de primera línea como Repetto, por otra parte, la dirección partidaria se había esforzado por hacer llegar estos planteos —que hacían fuerte eje en la defensa del librecambio— ante los partidos socialistas de países neutrales que se habían reunido siguiendo la iniciativa del muy debilitado y casi inactivo BSI. En 1917, la situación empezaría a cambiar vertiginosamente, dando lugar a una muy seria crisis partidaria. Al igual que sus contrapartes internacionales, el PS argentino ingresaba así a un período de cuatro años de cambios acelerados, durante los cuales los debates internacionales ocuparon un rol fundamental y la “cuestión de las Internacionales”, es decir del alineamiento con diferentes facciones de las izquierdas a nivel global, tuvo una importancia decisiva. Para comprender la magnitud de la crisis partidaria de 1917 es preciso prestar atención a elementos externos e internos al partido. El contexto fundamental, por supuesto, es la agudización de las discusiones acerca de la neutralidad argentina que tuvo lugar desde comienzos de ese año, en el marco de la entrada de Estados Unidos en el conflicto en el bando aliado, la caída del zarismo tras la revolución de febrero y la decisión alemana de 27 La Vanguardia, 11 de septiembre de 1916. Camarero, “El socialismo, la izquierda internacionalista y el naciente comunismo de la Argentina ante la Revolución Rusa de 1917”, 17. 28 78 generalizar la guerra submarina. Pero es importante no perder de vista que esta agudización de la crisis impactaba sobre un PS en el cual ya venía gestándose una oposición interna, de orientación izquierdista, que cuestionaba los planteos de la dirección partidaria e intentaba hacerse fuerte en diferentes centros y organismos.29 Ambas líneas de tensión coagularon en una crisis cuyo eje fue la acción de los parlamentarios socialistas, lo cual tiene sentido porque en estos años la bancada socialista había crecido y conformaba un grupo respetable en el Parlamento. Al interior del partido, el peso de la acción electoral y del grupo parlamentario también había crecido notablemente. En el momento de la crisis de 1917, el PS tenía nueve diputados y un senador, todos por la Capital Federal. El desarrollo de los acontecimientos es conocido. A comienzos de 1917, los alemanes anunciaron que extenderían los ataques con submarinos a buques mercantes de países neutrales, mientras los Estados Unidos entraban en la contienda en el bando de los aliados. La prensa socialista reivindicó en este contexto la decisión de la “gran república americana” y reforzó la idea de que los países neutrales debían “adoptar las medidas necesarias” para salvaguardar los intereses de su comercio exterior. En un mitin realizado el 10 de febrero, Antonio de Tomaso subrayó una vez más la diferencia entre el “atraso político” del imperio alemán y países como Francia e Inglaterra, representantes de la “civilización política, la república y el gobierno parlamentario”.30 La situación escaló a mediados de abril, cuando se conoció la noticia de que los alemanes habían hundido el velero argentino Monte Protegido, generando una importante reacción en Buenos Aires con movilizaciones que incluyeron ataques a centros y periódicos asociados con la comunidad alemana. El 17 de abril, el grupo parlamentario publicó una declaración en la que llamaba al gobierno a “adoptar todas las medidas necesarias de orden portuario y empleo de la marina de guerra, para hacer efectivo tan ampliamente como sea posible el comercio argentino”.31 En el comité ejecutivo esta postura era contestada por una minoría que expresaba al sector izquierdista e internacionalista del partido; la cuestión de la ruptura de relaciones actuaba así como “condensación de buena Camarero y Schneider, La polémica Penelón-Marotta; Díaz, “El periódico Palabra Socialista”. 30 Martínez Mazzola, “El partido socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino”, 344. 31 Martínez Mazzola, 345. 29 79 parte de los cuestionamientos preexistentes al grupo de conducción”.32 La actitud frente a la guerra era vista por este sector como una consecuencia del abandono del principio de la lucha de clases y una adaptación al parlamentarismo y al reformismo. Según una crónica escrita años más tarde por Benito Marianetti —para entonces ya militante comunista—, en esas semanas “el Partido Socialista era un hervidero”. 33 En este marco se convocó al tercer congreso extraordinario del partido, mencionado en la introducción de este libro, que se reunió en el Teatro Verdi de La Boca los días 28 y 29 de abril. El clima era de máxima tensión: cuando se llegó a la votación fundamental, se consumó una impactante victoria de los internacionalistas, un grupo de composición mayoritariamente juvenil que estaba liderado por José Penelón, Juan Ferlini y Agustín Muzzio, concejal de la capital, y sostenía que la responsabilidad de la guerra era de todas las potencias y no del militarismo de los alemanes. Su moción logró imponerse por 4210 a 3557 votos sobre el planteo defendido por la dirección partidaria y el grupo parlamentario, es decir por todos los principales dirigentes del PS.34 Era un golpe muy duro, pero la contraofensiva de la dirección y el grupo parlamentario —que seguían controlando La Vanguardia— llegaría unos meses más tarde. Mientras todo esto ocurría, la prensa socialista iba reflejando en sus páginas las primeras caracterizaciones de ese acontecimiento inesperado que electrizaba al mundo: el estallido revolucionario en Rusia. El 20 de marzo, poco después de que llegaran las primeras noticias del derrocamiento del zar, el comité ejecutivo del PS decidió enviar un telegrama de adhesión a la Duma, invitando al grupo parlamentario a firmarlo.35 En esas primeras semanas, el PS elaboró una caracterización de la Revolución Rusa que celebraba lo que veía como avances democráticos, sin dejar al mismo tiempo de expresar su intención de que Rusia continuara su combate contra Alemania. Para el PS, “el proceso ruso debía ordenarse conforme a un horizonte democrático-liberal, republicano y progresista, abierto a las demandas de los trabajadores”.36 Campione, “¿Neutralidad o ruptura?”, 4. Marianetti, Enrique del Valle Iberlucea, 18. 34 Martínez Mazzola, “El partido socialista y sus interpretaciones del radicalismo argentino”, 350. 35 Camarero, “El socialismo, la izquierda internacionalista y el naciente comunismo de la Argentina ante la Revolución Rusa de 1917”, 16. 36 Camarero, 19. 32 33 80 En un primer momento, la crisis partidaria, que estaba centrada en la cuestión del posicionamiento sobre la guerra, no giró en torno a las posturas sobre la Revolución Rusa. Recién hacia el mes de junio, La Vanguardia comenzó a identificar a los “bolshevikistas” como una tendencia más radical de la revolución, y no dejó de hacer referencia a la idea de que Lenin estaba al servicio de los alemanes. En agosto, en tanto, los disidentes habían comenzado a editar un órgano de prensa, La Internacional —que sería durante varias décadas el periódico del comunismo argentino— en el cual surgían planteos afines a los bolcheviques. La ruptura empezaba a perfilarse. La crisis se aceleró decisivamente en septiembre, y otra vez tuvo como eje lo ocurrido en el ámbito parlamentario. En el mes de junio los alemanes habían hundido otras dos embarcaciones argentinas (Oriana y Toro), y más tarde se produjo un grave incidente diplomático cuando Estados Unidos dio a conocer el contenido de tres telegramas interceptados al embajador alemán en Argentina, que llamaba a hundir los barcos argentinos “sin dejar rastros”. El diplomático fue expulsado del país, pero la situación continuó escalando en el Parlamento. El Senado interpeló al canciller y, a moción del senador conservador Joaquín V. González, se aprobó pedir al Poder Ejecutivo la suspensión de relaciones diplomáticas con el imperio alemán, con el voto a favor de Enrique del Valle Iberlucea, el único senador socialista. El despacho también fue aprobado en Diputados, con los votos del grupo socialista. Los argumentos de la dirección giraban en torno a la denuncia de la diplomacia secreta pero sobre todo, una vez más, a la defensa de la libertad de comercio, subrayando la dependencia de los asalariados argentinos respecto a productos importados y la necesidad de defender su nivel de vida.37 Los parlamentarios y la dirección del partido eran conscientes de que estaban yendo en contra de lo resuelto en el congreso extraordinario de abril. La crisis se agudizó de inmediato y el partido entró en un estado de ebullición. Varios centros pidieron sanciones contra los parlamentarios, por violentar lo resuelto en el congreso. La dirección, en tanto, lanzó una con- 37 La posición de Del Valle Iberlucea, en el Senado, fue la más agresiva y pro-aliada. En la Cámara de Diputados, el eje de Juan B. Justo estuvo puesto en la cuestión de la libertad de comercio. Campione, “¿Neutralidad o ruptura?”; Marianetti, Enrique del Valle Iberlucea, 22–23. 81 traofensiva: el 2 de octubre, el grupo parlamentario envió una nota al comité ejecutivo presentando la renuncia a sus bancas “para que nuestra actitud sea sometida al voto general de los ciudadanos que forman el partido y los afiliados manifiesten si merecemos su confianza como representantes del pueblo”. Agregaban que no podían aceptar los términos de la resolución del congreso extraordinario, ni ajustar su conducta a ellos. Según ellos, la guerra no era consecuencia —como planteaban los internacionalistas— “de la propiedad privada y la producción mercantil”, sino de las acciones del imperialismo alemán. Añadían luego que el comercio exterior era “una necesidad cada día más fundamental de los pueblos modernos, y muy singularmente de nosotros”, y que en el conflicto estaban en juego “principios políticos y morales”.38 Los parlamentarios lograban así correr el eje de la discusión, convirtiendo a la votación en un virtual plebiscito sobre la actuación parlamentaria del PS, que era el centro de la actividad del partido y su principal modo de presentarse ante la población. En este punto, el debate se generalizó a todo el partido, en un cuadro que Daniel Campione caracterizó como “una suerte de proceso asambleario” con ricas discusiones que revelaban la existencia de “una cultura de debate arraigada”. 39 La Vanguardia habilitó una sección especial para el debate, que se titulaba “La cuestión internacional y la renuncia de los parlamentarios socialistas”. El debate, breve pero muy intenso, mostró una variedad de posturas, que iban desde el alineamiento sin fisuras con la dirección partidaria y la bancada parlamentaria hasta un repudio completo a su actitud en clave internacionalista. Con el correr de las semanas, no obstante, luego de permitir estos posicionamientos de las agrupaciones, la dirección fue cerrando el círculo sobre los internacionalistas. El 14 de octubre, cuando ya se vislumbraba, por los pronunciamientos de los diferentes centros locales, que la posición de la dirección resultaría mayoritaria, los disidentes crearon un organismo llamado “Comité de defensa de las resoluciones del III° congreso extraordinario”. El camino hacia la ruptura estaba ya marcado: desde el periódico oficial, los ataques a los internacionalistas se hacían dada vez más virulentos y se evitaba entrar en un debate sobre diferencias políticas para 38 La Vanguardia, 3 de octubre de 1917. El diputado Bunge también presentó su renuncia, pero con otros considerandos. 39 Campione, “La formación del Partido Socialista Internacional”, 2–3. Ver también Campione, “¿Partido revolucionario o partido de gobierno?” 82 enfocarse en cuestiones personales y disciplinarias. En noviembre el comité ejecutivo comenzó a sancionar a los disidentes y a disolver centros en los que eran mayoría. El 26 de noviembre se publicaron los resultados del voto general: La Vanguardia informó que el 80% de los afiliados había “rechazado la renuncia de los parlamentarios socialistas y ratificado su confianza en ellos”.40 Tal como señaló Camarero, los internacionalistas no habían sabido “calibrar la capacidad de reacción y maniobra de la vieja conducción justista”.41 El debate tenía lugar mientras se desenvolvían los acontecimientos decisivos de la Revolución Rusa.42 En los días inmediatamente posteriores a la insurrección, las noticias eran confusas y La Vanguardia pareció mostrar expectativa en una rápida derrota de los “maximalistas”. En el balance posterior, la prensa socialista, ya sobrepuesta de la sorpresa, ordenó los acontecimientos en una caracterización que se alineaba con lo planteado en los meses previos. Entendían que lo ocurrido era un golpe de estado dirigido por agitadores que habían desviado el curso natural de la construcción de una república democrática para implementar un régimen extremista que además sacaba a Rusia de la guerra, poniendo en riesgo la situación de los aliados. Los bolcheviques, en suma, habían desnaturalizado el proceso revolucionario: “la revolución verdadera era la de febrero y su estela, mientras que lo siguiente era la anarquía, la inconcebible lucha por el poder entre soviets, gobierno y partidos, y finalmente el golpe de estado”.43 Consumada la ruptura, los internacionalistas se dieron cita en un congreso el 5 y 6 de enero de 1918, en el cual sellaron la estructuración de un nuevo partido. El recién formado Partido Socialista Internacional se alineaba explícitamente con la tendencia internacionalista a nivel global y reivindicaba las resoluciones antibélicas de los congresos de Stuttgart, Copenhague y Basilea, así como los de Zimmerwald y Kienthal. La formación del nuevo partido ocurría apenas unos pocos meses después de la revolución de octubre: en el período inmediatamente posterior, la reivindicación del gobierno bolchevique fue ocupando un lugar cada vez más prominente, 40 La Vanguardia, 26 de noviembre de 1917. Camarero, “El socialismo, la izquierda internacionalista y el naciente comunismo de la Argentina ante la Revolución Rusa de 1917”, 23. 42 Camarero, Tiempos rojos. 43 Camarero, “El socialismo, la izquierda internacionalista y el naciente comunismo de la Argentina ante la Revolución Rusa de 1917”, 30. 41 83 hasta que en diciembre de 1920, en respuesta a las 21 condiciones aprobadas en el segundo congreso de la Comintern a mediados de ese año, el PSI se convirtió en el Partido Comunista, cuya historia excede los límites de este trabajo.44 Justo y De Tomaso en la conferencia de Berna Si bien la dirección consiguió revertir la derrota del congreso del Teatro Verdi y terminó expulsando a los críticos, la afiliación internacional del socialismo argentino había entrado en una nueva y turbulenta etapa, que recién terminaría de cerrarse en 1924. Fue un período de mucha fluidez política y de crecientes discusiones en el seno del movimiento obrero argentino, al igual que lo que ocurría en el resto del mundo, en un contexto marcado por el enorme ascendiente de la Revolución Rusa y por las discusiones entre los países victoriosos en la guerra que llevaron a la formación de la Sociedad de las Naciones y una plétora de organizaciones y asociaciones internacionales. Como veremos, el PS quiso jugar un rol muy activo en el escenario internacional, aunque poco después advirtió lo resbaladizo de la situación y desarrolló un planteo más cauto. Apenas terminada la guerra, el 13 de noviembre de 1918, el PS publicó un manifiesto titulado “El Partido Socialista y la paz”. El texto era una oportunidad para que la dirección partidaria reafirmara las líneas fundamentales que había defendido durante la guerra y en particular durante la crisis interna de 1917. El manifiesto celebraba el triunfo de la “alianza social y democrática” y entendía confirmadas las caracterizaciones previas al subrayar la caída de las autocracias de los imperios centrales. El PS reivindicaba no solo la paz, sino la derrota de estas “castas privilegiadas y sistemas políticos de absolutismo” que no habían dudado en atacar a países neutrales. Los socialistas argentinos aprovechaban también para reivindicar su propia actuación, recordando que se habían sumado a las gestiones de paz del presidente estadounidense Woodrow Wilson, a comienzos de 1917, y que habían reclamado en el Parlamento la “ruptura de relaciones con el gobierno imperial”. Mirando hacia adelante, planteaban que se im- 44 Sobre el Partido Comunista puede verse Corbière, Orígenes del comunismo argentino; Camarero, A la conquista de la clase obrera; Jeifets y Jeifets, “La Internacional Comunista y la izquierda argentina”; Massholder y López Cantera, ¡Adelante camaradas! 84 ponía ahora la tarea de establecer una paz “justa y duradera”: “la libre actividad económica, la libertad de los mares, el desarme, la diplomacia pública y la constitución de la sociedad de las naciones” aparecían como objetivos fundamentales.45 Pocas semanas más tarde, a comienzos de diciembre, Justo dio una conferencia en un centro de la capital sobre “el socialismo y las relaciones internacionales”, en la cual pulió algunos de estos argumentos. Para el dirigente socialista, la clave para “cimentar la paz” no pasaba por construir nuevas organizaciones, como la Sociedad de las Naciones, sino fundamentalmente por desarrollar los vínculos económicos y comerciales entre los diferentes países. “A pesar de su fundado ‘materialismo histórico’ y de su internacionalismo pacifista”, agregaba Justo, “los socialistas europeos no han dado la importancia debida al comercio entre los pueblos, o no lo han comprendido absolutamente”. Recordando su participación en el congreso de Copenhague, lamentaba que allí se hubieran malgastado horas en “largas deliberaciones sobre la huelga general en caso de declaración de guerra”, sin que nadie mencionara “el fomento del intercambio entre los pueblos”.46 Los líderes del PS veían llegado el momento de hacer escuchar su voz en ese nuevo mundo que se abría con la posguerra, y vieron su oportunidad en ocasión del congreso socialista internacional que se reunió en Berna, a comienzos de 1919, con la participación de partidos provenientes de países de ambos campos beligerantes. A fines de noviembre de 1918, Bravo envió una nota a Huysmans, recordándole acerca del envío de dos telegramas que habían quedado sin respuesta en los que solicitaban información sobre la fecha del congreso. Bravo agregaba que el PS había decidido enviar una delegación directa y que se habían puesto en contacto con los socialistas de Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil para representarlos en Suiza.47 45 La Vanguardia, 14 de noviembre de 1918. Justo, Internacionalismo y patria, 158–67. También en La Vanguardia, 9 de diciembre de 1918. 47 Archivo Huysmans, 08_0001. Bravo también reclamaba reabrir un canal de comunicación directa con el BSI para recibir información sobre los acontecimientos en Europa, particularmente sobre el movimiento revolucionario en Rusia y Alemania, lamentando que solo se estaban informando por la prensa. 46 85 Que al PS le importaba mucho el evento, quizás más que ningún otro congreso socialista en las décadas previas, queda de manifiesto en el hecho de que envió dos delegados de la primera línea de dirección del partido: Juan B. Justo y Antonio de Tomaso.48 La reunión, en la que hubo delegaciones de 26 países, se producía apenas unos meses después de finalizada la guerra. Formalmente, era una continuidad de la conferencia de socialistas de los países aliados que se había realizado en marzo de 1918. La novedad principal era la presencia de los socialistas alemanes — tanto el mayoritario MSPD como el rupturista y más izquierdista USPD—, algo que de hecho provocó que la AFL norteamericana y los socialistas belgas, entre otros, rechazaran participar. Un inevitable ajuste de cuentas sobre el pasado, en torno a la cuestión de las responsabilidades de la guerra, fue uno de los temas que generaron debate al comienzo de la reunión, aunque finalmente la cuestión fue saldada con una resolución general y postergada para un congreso posterior. Los temas principales que ocuparon a los delegados eran en realidad de una actualidad más inmediata. La conferencia socialista de Berna se realizaba en simultáneo con una reunión de los gobiernos aliados en París, donde se estaba jugando el destino del escenario postbélico, y además bajo el impacto fundamental de la revolución bolchevique: pocas semanas más tarde, en Moscú, se fundaría la Comintern. En ese marco, los ejes de todas las discusiones de la conferencia de Berna fueron la Sociedad de las Naciones y la Revolución Rusa. Justo fue designado como uno de los vicepresidentes de la conferencia y tuvo en ella un rol protagónico. Sus planteos fueron un reflejo de los posicionamientos que había madurado durante la guerra y que se concentraban en la cuestión del librecambio; al mismo tiempo, evidenciaban la intención de mostrar al socialismo argentino en un lugar menos subordinado, ahora que los partidos europeos habían demostrado sus límites y ya no merecían ese respeto casi reverencial de algunas décadas atrás. En un informe presentado luego de retornar a Argentina, Justo comparaba en los siguientes términos la conferencia de Berna con la reunión de Copenhague en la que había participado diez años antes: 48 Ambos viajaron con uno de los hijos de Justo y se quedaron más de tres meses en Europa, residiendo sobre todo en París, lo cual les permitió participar no solo de la conferencia de Berna sino de la primera reunión de un comité surgido de ella, realizada en Ámsterdam en el mes de abril. Ver Het Volk (19 de abril de 1919) y L’Humanité (29 de mayo de 1919). 86 … no estaban en Berna aquellos muchos centenares de delegados, llenos de júbilo de un agradable viaje y del ruidoso entusiasmo de una fe superficial. Bajo los rigores del invierno y de la escasez de alimentos y de abrigo, y al través de mil mallas policiales opuestas al cambio de lugar de las personas, los socialistas llegaban a Berna movidos por una fe grave y dolorosa o dominados por preocupaciones prácticas, que no los predisponían a los himnos expansivos.49 Para el dirigente argentino, era preciso caracterizar las causas económicas del conflicto que acababa de terminar, en lugar de perderse en recriminaciones retrospectivas que entendía “estériles”. La guerra, según Justo, era “la explosión de energías humanas latentes y potenciales, acumuladas bajo la presión de instituciones bárbaras todavía no caducas”. La clave para evitar esos estallidos residía en la promoción activa del librecambio, “punto de vista burgués, si se quiere, de la burguesía más progresista y esclarecida, sobre el cual hay que insistir ahora en los medios obreros”.50 En un informe posterior, Justo recordaría que la proposición argentina había antepuesto “las consideraciones de orden económico a todas las otras”. No perdió ocasión de denunciar el proteccionismo, que creaba “la peor solidaridad de clases” entre los capitalistas y los obreros de una determinada rama de la producción, contra los consumidores del propio país. En el contexto de las discusiones sobre la creación de la Sociedad de las Naciones, Justo insistió en que le parecía más importante “suprimir los obstáculos puestos por malas leyes a la unión práctica de los pueblos que empeñarse en crear, mediante otras leyes, nuevos vínculos, siempre secundarios o ficticios mientras no estén los pueblos unidos en lo fundamental, que es la producción”. Según el informe del líder partidario, la cuestión de la libertad de comercio había encontrado cierta oposición entre los delegados de otros países: “era más fácil aclamar cualquier dogma sobre la absoluta autonomía y la eterna comunión de los pueblos, que obligarse al deber concreto de combatir en el propio país el proteccionismo aduanero”.51 49 Justo, Internacionalismo y patria, 16. Justo, 19. 51 Justo, 23–24. La propuesta hecha por De Tomaso sobre el pago de salarios “en moneda de oro o en papel moneda convertible a la par” fue parcialmente incorporada en una de las resoluciones. El PS reforzó la campaña por el librecambio en el marco regional. A fines de abril de 1919 se reunió en Buenos Aires una “conferencia socialista y 50 87 De Tomaso, en tanto, jugó un papel activo en la comisión que se centró en discutir sobre “dictadura y democracia” —es decir sobre la Revolución Rusa y el régimen bolchevique— y se alineó con las posturas más antisoviéticas, que aun siendo mayoría en Berna encontraban críticos en distintos grupos, como el partido austríaco y un sector de los franceses. En las discusiones sobre el tema, en efecto, la conferencia se dividió entre dos mociones: una del sueco Hjalmar Branting, mayoritaria, y otra de Friedrich Adler y Jean Longuet, que representaba la postura menos crítica al bolchevismo. La propuesta de Branting, que fue abiertamente apoyada por De Tomaso en el debate y en sus escritos posteriores, era una clara denuncia de la “dictadura” y, por ende, de toda la política bolchevique. Según George Cole, “era una enfática declaración de la inseparabilidad del socialismo y la ‘democracia’, y una denuncia de la ‘dictadura’ y, por consiguiente, de toda la política del bolchevismo. La ‘democracia’ se definía explícitamente en términos de gobierno parlamentario”.52 Tanto esta discusión específica como el viaje a Europa en general tuvieron un impacto significativo en la formación política de De Tomaso, que entonces tenía apenas 29 años y era una estrella en ascenso en el PS. En los años inmediatamente posteriores, se convertiría en un promotor muy activo de los posicionamientos más antisoviéticos de la socialdemocracia internacional de la época.53 En cualquier caso, el planteo antisoviético de la conferencia de Berna terminó poniendo serios límites al intento de reconstituir la Segunda Internacional, en el marco de un ascenso revolucionario global y una corriente de simpatía por los bolcheviques en numerosos países. Si bien una recién formada “comisión socialista permanente internacional” realizó una nueva obrera panamericana” con delegados de Perú, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Chile y Argentina, en la que se aprobó una resolución que insistía en la defensa del librecambio como única base para una “paz justa y duradera sobre la base de libres y cordiales relaciones de comercio entre todos los pueblos de la Tierra”. También se acordó un posicionamiento a favor de tratados de arbitraje internacionales “de acuerdo con el espíritu del pacto de la Liga de las Naciones”. (Dickmann, El Partido Socialista Argentino en los congresos internacionales, 37–39.) 52 Cole, A History of Socialist Thought, 294. 53 El dirigente argentino de hecho quedó incluido en una comisión de socialistas que iba a viajar a Rusia y que finalmente fue cancelada porque diversos delegados no conseguían autorización de sus países. Durante su estancia en Europa, De Tomaso se entrevistó además con Alexander Kerensky y con Eduard Bernstein, como para no dejar dudas sobre su posicionamiento político: tanto las crónicas de sus entrevistas como sus informes de la conferencia fueron luego publicados en De Tomaso, La Internacional y la revolución. 88 reunión poco tiempo más tarde en Ámsterdam, lo cierto es que las tensiones que se habían hecho evidentes en las discusiones sobre la Revolución Rusa, sumadas al impacto causado por la formación de la Comintern y su apelación a los socialistas de todo el mundo a romper con la Segunda Internacional, hicieron prácticamente imposible la continuidad del espacio reunido en Berna. El período 1919-1921, en suma, marcado por un ascenso de masas a nivel global, era testigo de una extrema fluidez en los partidos socialistas de todo el mundo. En buena medida como consecuencia de la iniciativa de la Tercera Internacional, en todos los partidos se produjeron luchas internas y tensiones ante la alternativa de unirse o en todo caso acerca del modo de posicionarse frente a la experiencia rusa.54 Una expresión de ello fue la creación, en un congreso realizado en Viena en febrero de 1921, de un nuevo agrupamiento de partidos —conocido luego como “Internacional de Viena” o “Internacional 2 y media”— que buscaba un lugar intermedio entre la Segunda Internacional y la Comintern: allí estaban el USPD alemán, el ILP británico y otros sectores que se habían alineado con la moción de Adler y Longuet en la conferencia de Berna.55 La ruptura de los “terceristas” (1920-1921) El PS argentino no fue ajeno a este proceso de tensiones y luchas internas ante la alternativa de unirse a la Comintern o en todo caso acerca del modo de posicionarse frente a la experiencia rusa. En un folleto publicado en 1922 acerca de la Primera Internacional —en el que desarrollaba la idea de que la ideología de la revolución bolchevique se basaba en las ideas de Bakunin—, Enrique Dickmann admitía con crudeza cuán seria había sido la crisis interna del partido en estos años. Allí recordaba que en los años inmediatamente posteriores a la Revolución Rusa, los partidos socialistas de todo el mundo habían sufrido “graves trastornos internos por la intromisión e influencia directas del gobierno bolchevique de Moscú” y que habían sido “años muy duros para la vida y organización de los partidos socialistas que arrastrados en el torbellino de la confusión de ideas y 54 Ver Cole, A History of Socialist Thought, 320–21, con los casos de Italia, Noruega, Suiza, Grecia, Hungría, entre otros. 55 Sobre esta efímera Internacional, ver Donneur, Histoire de l’Union des partis socialistes pour l’action internationale. 89 sentimientos estaban amenazados de parálisis y muerte”.56 El año 1920, en particular, había sido según Dickmann “de doloroso desgarramiento interno para nuestro partido”.57 En el mismo sentido, Repetto recordaría en su autobiografía que la “penetración comunista” en las filas del PS había sido “profunda y grave”, alcanzando no sólo a los militantes obreros sino también “dirigentes y legisladores”. Para Repetto, de todas formas, no había sido una consecuencia de una conspiración sino de un “movimiento que hizo estremecer al mundo de temor y de esperanza”.58 La postura de quienes serían conocidos como “terceristas” combinaba una reivindicación de la Revolución Rusa con una dura crítica a la Segunda Internacional. El debate no era sólo institucional en cuanto a una afiliación, sino que estaba en juego un balance de la guerra, de la Internacional y sobre todo un posicionamiento respecto a la revolución bolchevique y el régimen soviético. Su desenlace marcó la última gran ruptura por izquierda del PS en estas décadas iniciales del siglo XX y terminó de sellar definitivamente su perfil reformista y gradualista en los años venideros, así como su nueva afiliación con la socialdemocracia internacional. Los “terceristas” representaban un sector interno que se veía fuertemente atraído por la experiencia revolucionaria rusa y su nave insignia, la Tercera Internacional, y no ahorraba críticas al reformismo de los socialistas moderados europeos. En su revista Claridad, que comenzó a aparecer a comienzos de 1920, este sector caracterizaba a la Segunda Internacional, que había intentado ser revivida en la conferencia de Berna, como “un enclenque organismo en estado agónico” al tiempo que confiaba en que “un nuevo espíritu de renovación ha de sanear las filas del partido” para llevarlo a la afiliación a la Tercera Internacional. La nueva publicación, que incluía una imagen de Lenin en la portada de su tercer número, era para este sector un síntoma del malestar que existía dentro del partido y un testimonio de la intención de “luchar en sus filas con sinceridad de intenciones”.59 Una de las figuras clave de los “terceristas” fue el entonces senador Enrique del Valle Iberlucea, quien había defendido las posturas de la dirección partidaria en la crisis de 1917 pero se radicalizó en el período posterior, abrazando la causa de los revolucionarios rusos. En una conferencia 56 Dickmann, Marx y Bakunin, 3. Dickmann, 8. 58 Repetto, Mi paso por la política. 59 Claridad, n. 3, marzo de 1920. 57 90 dictada a fines de mayo de 1920, Del Valle reclamaba la solidaridad de los trabajadores argentinos con el proletariado ruso y señalaba que los socialistas se enfrentaban a un dilema decisivo: “seguir empeñados en una lucha electoral o tomar el camino de la toma del poder en la forma que lo han hecho en Rusia los trabajadores”.60 A fines de ese mismo año, en otra conferencia, reclamaba el ingreso a la Comintern, planteando que ya no había margen para indecisiones “porque eso sería cobardía o traición. ¡O estamos en la Segunda Internacional o en la Internacional Comunista!”.61 Nuevamente, había un clima enrarecido al interior del partido, en un contexto de creciente desafección por los líderes reformistas de la Internacional. La situación había cambiado respecto a comienzos de 1919, cuando Justo y De Tomaso viajaban a Berna esperando restablecer el vínculo con los sectores reformistas de la socialdemocracia europea. Una muestra del nuevo escenario se observó en julio de 1920 en las páginas de La Vanguardia, con una polémica entre el propio De Tomaso y Nicolás Repetto, en ese momento a cargo de la redacción del periódico partidario. Repetto publicó un artículo tomando distancia de ambas Internacionales y sugiriendo el envío de un delegado propio del PS argentino a Rusia y Europa para conocer la situación de primera mano, algo que De Tomaso criticó duramente por considerar que se trataba de una postura de simpatía con los bolcheviques.62 El clima era tenso y las fuerzas de los “terceristas” al interior del partido no eran despreciables. La profusión de conferencias de líderes socialistas acerca de la “cuestión rusa” da cuenta del clima de agitación interno. Un rasgo común de estas intervenciones es que insistían en la necesidad de estudiar con mucho cuidado lo que sucedía en Rusia: las críticas solo parecían posibles después de haber declarado su simpatía por el proceso revolucionario y proponer un estudio desapasionado de la situación. El 30 de mayo de 1920, por caso, Nicolás Repetto planteaba en una conferencia que los “sucesos actuales de Rusia” debían analizarse con prudencia y un “raciocinio sereno, frío”. Repetto era, en efecto, mucho menos crítico que De Tomaso y se permitía críticas a Kerensky, el famoso dirigente socialista y primer ministro del gobierno provisional, diciendo que sus ideas eras las 60 Marianetti, Enrique del Valle Iberlucea, 35. Marianetti, 39. 62 La Vanguardia, 15, 17 y 24 de julio de 1920. 61 91 de “un desalojado, un hombre que no ha sabido hacer en el momento preciso lo que debía hacer”. En su perspectiva, de todas formas, lo ocurrido en Rusia era una consecuencia “de las condiciones históricas y políticas de aquel país tan peculiar”, y por lo tanto no podían generalizarse.63 A fines de junio, en otra conferencia, Enrique Dickmann hablaba de “Lenin el Grande” y se refería a Trotsky como el “maravilloso organizador del ejército más nacional que tuvo jamás Rusia”, para luego tratar de insistir en su crítica a “algunos socialistas mal informados” que creían que no se podía hacer ningún cuestionamiento a los bolcheviques y plantear que el experimento ruso debía ser estudiado con mucho cuidado y no podía trasplantarse a otros países. Dickmann no escondía su ansiedad al advertir que muchos centros socialistas estaban más interesados “por lo que acaece en el soviet de Vladivostok que en el Concejo Deliberante de Buenos Aires”.64 El 26 de agosto, cuando se realizó un mitin en el Teatro Marconi de Buenos Aires “por la revolución rusa y la paz mundial”, De Tomaso declinó tomar la palabra a pesar de que había sido anunciado como uno de los oradores. Poco más tarde, indicó que no había intervenido porque “había grupos dispuestos a impedir que yo hablara”.65 La gravedad de la crisis se sentía en el ambiente. En este nuevo contexto, Justo actuó con cautela. Salir a defender abiertamente a la Segunda Internacional y su continuación en Berna y atacar frontalmente a la Comintern y la revolución bolchevique podía convertirse en un callejón sin salida, exponiéndolo a perder la votación en un congreso, como ya había ocurrido a comienzos de 1917. Se trata de un fenómeno que por otra parte no era sólo argentino; muchos otros partidos estaban atravesando el mismo trance y por eso el reagrupamiento de Berna estaba en un impasse. A partir de mediados de 1920, ante la crítica interna de los “terceristas”, la argumentación de Justo se centró, en cambio, en cuestionar abiertamente a la Segunda Internacional, marcar los límites e incapacidades de los partidos europeos y sostener que el socialismo argentino podía tener una voz independiente en el contexto de fluidez de los alineamientos internacionales. El corolario de este razonamiento era plantear que no había urgencia por vincularse a una organización internacional en lo inmediato. 63 Repetto, Puntos de vista sobre la cuestión rusa, 6–7. Dickmann, Marx y Bakunin, 80–83. 65 La Vanguardia, 20 de septiembre de 1920. 64 92 Advirtiendo la seriedad de la tensión que recorría al partido, en los primeros días de agosto de 1920 Justo dio una conferencia con el título “El aspecto internacional del socialismo”.66 El evento se realizó el mismo día que daba comienzo el congreso de Ginebra de la debilitada “Internacional de Berna”, en la cual esta vez no había delegados argentinos, y prácticamente en simultáneo al segundo congreso de la Comintern, que aprobó las famosas “21 condiciones” para el ingreso a sus filas. Justo no ocultaba su inquietud ante un partido que parecía “más preocupado de las relaciones internacionales del socialismo que de las cuestiones de la política nacional” y concedía que muchas agrupaciones reclamaban “que nos desprendamos de la llamada Segunda Internacional, o que entablemos relaciones con la llamada Tercera, o nos incorporemos a ésta, o celebremos un congreso extraordinario para resolver cuanto antes la cuestión”.67 En una argumentación típica de su estilo, Justo trató de quitarle importancia al asunto, señalando que implicaba “anteponer el nombre, el símbolo de la Internacional a la substancia misma de las relaciones socialistas internacionales”. Además de argumentar que el socialismo era “originariamente y ante todo un movimiento nacional”, centrado en los problemas nacionales, se esforzó por subrayar los límites de las Internacionales previas y transmitir su mala impresión de la reunión de Berna diciendo que había malgastado el tiempo sin discutir las cuestiones realmente importantes. Su argumento central era que no había que preocuparse por la falta de una organización internacional por el momento, recordando además que sí estaban en funcionamiento una Internacional gremial y otra de cooperativas: … sólo en sus órganos políticos la Internacional Socialista parece debilitada. Pero la obra política efectiva de solidaridad socialista internacional no depende de que en Bruselas o en Moscú exista una oficina llamada socialista internacional. Depende de la inteligencia y la voluntad de las masas productoras organizadas en los partidos obreros socialistas (...). Con o sin una nueva Internacional política, que todos deseamos reconstruir cuanto antes, la influencia política socialista en la formación y aplicación de las leyes que atañen a las relaciones internacionales ha de ser cada día más grande. 68 66 La Vanguardia, 4 de agosto de 1920. También en Justo, Internacionalismo y patria, 171–81. 67 Justo, 172. 68 Justo, 180. 93 El sector del partido más crítico de la Comintern se articuló en torno de una publicación llamada Democracia Socialista, cuya aparición se anunció en octubre de 1920. Un interesante artículo publicado allí por Mario Bravo mostraba que incluso para este sector era difícil oponerse frontalmente a la Revolución Rusa. Su texto buscaba evitar, en efecto, que los terceristas lograran colocar la discusión en términos de apoyo o rechazo a aquella. Para Bravo, la revolución era un proceso general, amplio, social, al cual los socialistas debían apoyar, pero sin dejar de examinar ciertas peculiaridades políticas: La revolución rusa, como movimiento social con su portada de transformación social, con su enorme sacudimiento de masas, con el caudal gigantesco de energías que ha acumulado y puesto al servicio de sus ideales, es para nosotros, lo ha sido en todo momento, un movimiento digno de los mayores respetos, un esfuerzo social digno de todos los aplausos, un levantamiento colectivo merecedor de todas las cooperaciones. Dentro de una revolución, agregaba Bravo, había “una serie interminable de hechos sociales, de poco o de mucho volumen, de pequeño o de considerable valor histórico, que forman, en realidad, la médula del proceso revolucionario, y es necesario llegar hasta ellos para apreciar su eficacia, para comprobar su trascendencia”. El partido debía por lo tanto evitar un posicionamiento sentimental y concentrarse en el análisis y la crítica, que “contribuye a rectificar juicios y nos permite observar fríamente un acontecimiento social sin ser arrastrados por el acontecimiento mismo”. Todo esto, según Bravo, debía ser separado de la cuestión de la afiliación a la Tercera Internacional, que era lo que estaba en debate. Respecto a este punto, sostenía que era una estructura internacional que se impondría sobre los argentinos y les haría perder autonomía. Bravo concluía de la siguiente forma: No vamos a ir al congreso a discutir la revolución rusa como movimiento histórico, como hecho social colectivo, como acción del proletariado ruso; nadie estaría en contra de la revolución, no podría estarlo, siendo socialista, no debería estarlo (…) El congreso, en cambio, debe discutir si nuestro Partido ha de incorporarse o no a la Tercera Internacional, lo que significa resolver si la táctica, organización, procedimientos y métodos de acción del Partido debe- 94 rán ser los de la Tercera Internacional y si el Partido perderá o no su capacidad para establecer dentro de la organización nacional, su disciplina, sus métodos, su dirección.69 Cuando la crisis avanzaba hacia su definición, la dirección del PS y el grupo parlamentario se alinearon en torno a un “Programa para la acción socialista internacional”, escrito por Justo a fines de 1920. Allí se trataba de sentar una posición original, rupturista con la vieja Segunda Internacional pero que rechazaba integrarse a la Comintern. Lo más significativo del texto era la autonomía y la distancia con la que Justo quería intervenir en el debate: partiendo de un diagnóstico crítico de lo hecho por los socialistas europeos, sugería que Argentina podía tener una voz propia e incluso dirigente sin alinearse con nadie. Como era habitual, Justo argumentaba que el problema de la Segunda Internacional era haber prestado poca atención a las cuestiones económicas: profundizaba así las ideas que había expuesto en Berna, aunque con un tono más crítico: En lugar de abrir campo al acercamiento y la compenetración de los pueblos por el comercio, por la prestación recíproca de servicios, que puede ser más grande y más regular a medida que progresa la técnica, y crece la unidad industrial y retrocede el privilegio, la Internacional descuidó ese aspecto material y mensurable del internacionalismo, e imitando al revés a los patrioteros, se distrajo en declaraciones sonoras contra el militarismo y la guerra, repetidas sin eficacia, y a veces sin convicción, hasta que la guerra estalló.70 Se refería críticamente a la resolución contra la guerra votada por la Segunda Internacional en el congreso de Stuttgart en 1907, en tanto no planteaba “nada en materia de comercio internacional y colonial, ni de aduanas”. Para Justo, atacar el armamentismo era ir al síntoma, no al “fondo de la cuestión”. Agregaba además que no defender el librecambio conducía a planteos imperialistas: No estableciendo explícitamente como un postulado fundamental el libre acceso de los hombres a las fuentes naturales de vida y a los productos del trabajo humano, la libre circulación de hombres y cosas por el mundo, los socialistas europeos tenían que inclinarse hacia el sistema colonial militarista, aunque en apariencia lo condenaran (…) Las declaraciones socialistas internacionales sobre las colonias, salvo algunas frases sobre la suerte de los na- 69 70 Democracia Socialista, n. 4, 5 de diciembre de 1920. Justo, Internacionalismo y patria, 53. 95 tivos, se han limitado a negaciones insinceras y estériles. No mencionan siquiera la libertad de comercio, que hubiera sido la mejor garantía para los nativos.71 Cuestionaba asimismo a las 21 condiciones de la Comintern, subrayando que tampoco decían nada sobre las “cuestiones económicas”. El texto concluía planteando que el PS argentino se encontraba en una “situación singularmente favorable para elaborar ese plan de acción socialista internacional y proponerlo a las entidades afines”. Los trabajadores argentinos poseían “un cosmopolitismo sano, sin enemigos tradicionales ni recientes, sin imperio colonial ni tendencia a tenerlo” y podían plantear un camino “que merezca la aceptación de los partidos socialistas”.72 La discusión llegó a un desenlace en el cuarto congreso extraordinario del Partido Socialista, realizado en Bahía Blanca a comienzos de 1921, esta vez sí con la presidencia de Juan B. Justo. El despacho de la mayoría de la dirección partidaria planteaba la separación de la Segunda Internacional, la aprobación del “programa de acción” escrito pocos meses antes, y de unas “condiciones y estatutos” para una eventual reconstrucción de la Internacional, así como “un caluroso saludo” a la Revolución Rusa. El despacho de la minoría, en tanto, planteaba la necesidad de “desarrollar entre las masas obreras y campesinas una intensa propaganda revolucionaria” y reclamaba romper con la Segunda Internacional y afiliarse a la Comintern. En el transcurso del debate, el concejal por Avellaneda Jerónimo Della Latta incluso propuso una moción intermedia, planteando la adhesión a la Tercera pero de manera condicional. En una vibrante intervención, Del Valle Iberlucea defendió la tesis de los “terceristas” en términos que implicaban una delimitación indudable con la dirección partidaria: No creo en la eficacia de la democracia burguesa ni en la conquista de las instituciones burguesas. (…) La emancipación del trabajo sólo puede efectuarse por medio de la revolución. La dictadura del proletariado es esencial para la emancipación de la clase obrera, pero no puede ser un acuerdo definitivo de gobierno. Existirá tan sólo durante el período necesario para efectuar la conquista de los poderes públicos.73 De Tomaso, en tanto, fue uno de los principales defensores de los planteos de la dirección. Denunció que las “21 condiciones” revelaban que la 71 Justo, 55–56. Justo, 59. 73 Marianetti, Enrique del Valle Iberlucea, 48. 72 96 Tercera Internacional no sería más que un organismo manipulado por Moscú, que quitaría autonomía al socialismo argentino. Agregaba, además, que el planteo de construir una organización “con disciplina militar y férrea que guíe y dirija la revolución” se oponía por el vértice a la perspectiva de los socialistas argentinos, “que miramos con repugnancia la difusión entre las masas de la idea de que la revolución puede ser el efecto de la voluntad de un grupo que la declara cuando se le ocurre”. En una línea similar, Enrique Dickmann añadió que las “21 condiciones” eran un instrumento de los bolcheviques “para ejercer la dictadura sobre los partidos”. 74 Quedaban todavía 28 oradores anotados pero una moción de orden, que fue aprobada, planteó pasar directamente a votación. A instancias de la dirección, se decidió dividir las votaciones en diferentes aspectos. En primer lugar, se votó por “inmensa mayoría” la ruptura con la Segunda Internacional, una moción que era apoyada tanto por los terceristas como por buena parte de quienes seguían a la dirección partidaria. Luego se puso en consideración el “programa de acción”, que fue aprobado, pero por una mayoría exigua. El otro texto de la dirección, que proponía una serie de condiciones y un proyecto de estatuto para una nueva Internacional, fue en cambio rechazado. Por último, y cuando la dirigencia del partido ya había podido mensurar la correlación de fuerzas, se puso a votación la afiliación a la Comintern, defendida por los terceristas, que fue rechazada con números relativamente estrechos, por 5013 votos contra 3656.75 Tras su derrota, numerosos terceristas abandonaron el PS y se sumaron a las filas del comunismo. Otros permanecieron en el partido, entre ellos el propio Del Valle, que falleció poco más tarde, tras haber sido exonerado del Senado por sus planteos revolucionarios en el congreso de Bahía Blanca. Hacia comienzos de 1921, en suma, el PS argentino había quedado en una posición híbrida, aunque eso tampoco era extraño en el contexto de reposicionamientos que estaban atravesando casi todos los partidos socialistas a nivel internacional. Había roto oficialmente con la Segunda Internacional y también se había manifestado en contra de la Comintern. Tampoco, por lo demás, tenía ningún vínculo con la Internacional de Viena. Poco más de un año más tarde, en mayo de 1922, Justo dictó una conferencia titulada “La asociación internacional política de los trabajadores”, que revelaba de manera precisa esta situación transicional en la que se 74 75 Marianetti, 51–52. Marianetti, 53. 97 encontraba el PS en términos de sus afiliaciones internacionales. El punto de partida del líder socialista era insistir en una mirada muy crítica de la Segunda Internacional. Para Justo, esta había sido por lo demás una organización “casi exclusivamente europea”, ya que los socialistas estadounidenses y argentinos habían tenido escasa influencia en ella y la participación de grupos de otras regiones había sido insignificante. La mirada crítica llevaba incluso a Justo a sugerir un cuestionamiento a la expansión colonial, algo que nunca había ocupado un lugar central en sus posicionamientos: “ni en los medios socialistas europeos”, decía, “se ha extinguido la idea de que Europa, descubridora de los otros continentes, debe dominarlos”. Esta crítica a la socialdemocracia europea era la antesala de un planteo que proponía un rol mucho más activo del socialismo de otras regiones, y en particular el argentino, en el nuevo escenario mundial. “A esclarecer y metodizar la acción socialista internacional”, decía Justo, “han de contribuir sobre todo pueblos que tengan en el internacionalismo uno de sus más fuertes caracteres nacionales”. Y este era precisamente el activo que veía en Argentina, “el país y el pueblo internacional por excelencia”.76 El discurso de Justo reflejaba su desencanto con la socialdemocracia mundial tras varias de décadas de vínculos estrechos, y al mismo tiempo era el reflejo de la situación compleja en la que había quedado el PS en términos de afiliación internacional luego del congreso de Bahía Blanca. Como veremos en el próximo capítulo, luego de algunos años de mayor clarificación y delimitación política con los comunistas y estabilización política de la dirección partidaria tras la crisis de 1921, el PS volvería a vincularse orgánicamente con las viejas direcciones reformistas de la Segunda Internacional a partir de 1924. 76 Justo, Internacionalismo y patria, 181–85. CAPÍTULO 3 El PS en la Internacional Obrera y Socialista (1923-1939) Una vez que se aquietó la turbulencia creada por la Revolución Rusa, el PS se afilió a la Internacional Obrera y Socialista (IOS), creada en 1923. Las relaciones con esta nueva Internacional, que se extendieron hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, fueron variando según las expectativas y necesidades propias de cada contexto. En línea con lo planteado en su conferencia de mayo de 1922, mencionada en el tramo final del capítulo previo, Justo apostó a lograr para el PS un lugar más relevante en la orientación de la socialdemocracia mundial que el que había jugado en el pasado. Sin embargo, la rápida recuperación de los principales partidos socialistas tras la Gran Guerra y el hecho de que la IOS adoptara un carácter mucho más laxo que el esperado por el líder argentino, se tradujo en una primera etapa de relaciones poco más que formales. Esto se modificó notoriamente cuando el PS debió enfrentar el desafío del Partido Socialista Independiente, la ruptura encabezada por De Tomaso en 1927: en esa ocasión, la IOS se convirtió en un escenario central. En este sentido, puede decirse que la relación con la organización mundial tuvo un componente instrumental, montado sobre la identidad internacionalista que seguía teniendo el PS. Una vez superado este reto, algo que requirió casi un lustro, los debates de la Internacional operaron como caja de resonancia de las nuevas diferencias internas que crecían al calor de la crisis económica y política de los años treinta. Para la segunda mitad de esa década, los intercambios se fueron enfriando paulatinamente. En este capítulo recorremos el ciclo de la IOS desde la incorporación del socialismo argentino, que se procesó lentamente desde 1923, para efectivizarse recién al año siguiente. En 1925 el PS participó por primera 100 vez en un congreso de la nueva Internacional. Aun cuando no llevó ninguna propuesta, la participación en el cónclave y la membresía fueron exhibidas con orgullo por un PS que seguía encontrando en la Internacional un marco de identificación y pertenencia. Asimismo, al igual que lo ocurrido en tiempos de la Segunda Internacional, la dirección de la socialdemocracia europea celebró la participación de los argentinos: su presencia —y la de los socialistas norteamericanos, cada vez más debilitados— les permitía reivindicarse como una organización que iba más allá de los límites del Viejo Continente. Este momento inicial es el tema del primer apartado, que evalúa también el lugar que ocupaba el PS en la organización mundial en comparación con el resto de partidos que la integraban. En 1927, la escisión del PSI provocó una profunda crisis en el viejo partido, que debió esforzarse para mantener su membresía internacional, disputada por los “independientes”. Por ese entonces, la IOS pasó a ser clave para la legitimidad del PS a nivel local, lo que motivó la designación de un cuadro como Mario Bravo para participar en el congreso de la Internacional de 1928, cosa que no se repetiría. El segundo apartado examina los diálogos con la IOS durante este período que se extiende hasta 1932, cuando el pedido del PSI fue finalmente rechazado. Las dos secciones siguientes analizan las recepciones de las principales discusiones internacionales en el contexto de la crisis económica y política de los años 30. La tercera se centra en las distintas perspectivas sobre la desocupación masiva y la democracia en el país a la luz de los posicionamientos de la Internacional en su congreso de 1931, cuando la Argentina experimentaba la primera dictadura de su historia. La cuarta, en tanto, ahonda en las orientaciones que emanaron de la última reunión internacional que logró convocar la IOS en 1933, signada por la llegada de Hitler al poder. Los debates sobre la actitud a adoptar ante el ascenso del fascismo impactaron en las filas del socialismo argentino, donde una vez más se perfilaba un sector de izquierda que reclamaba la adopción de una perspectiva marxista y revolucionaria. El último apartado está dedicado a seguir los enfrentamientos que se registraron en el PS a partir de 1934 y los ecos que generaron en la Internacional, que iniciaba por entonces su declive. A pesar de que a partir de ese momento los temas locales pasaron a absorber más que nunca la atención del partido, los vínculos con la IOS se mantuvieron hasta que el inicio de la Segunda Guerra Mundial terminó por paralizar definitivamente las actividades de esta última. 101 La incorporación a la IOS y el congreso de Marsella La reunificación de la socialdemocracia alemana, a mediados de 1922, hirió de muerte a la Internacional de Viena, que perdía así al USPD, uno de sus principales animadores y en buena medida la razón de ser de ese espacio centrista. En este contexto, se procesó una tendencia a la unificación de todo el tronco socialdemócrata, que cristalizó en un congreso realizado en Hamburgo en 1923 y dio lugar a la formación de la Internacional Obrera y Socialista.1 En este nuevo escenario, el PS argentino se movió con reserva. Aunque decidió no designar delegados para el congreso de Hamburgo, publicó un folleto en cuatro idiomas (español, francés, inglés y alemán) que fue enviado formalmente a Friedrich Adler y Tom Shaw, los secretarios de la Internacional. Incluía información sobre el partido, en el estilo y formato que era habitual en estas comunicaciones —con énfasis en los resultados electorales y en la representación parlamentaria—, así como el programa mínimo, la declaración de principios y las “Bases de la declaración de principios y estatutos para la reconstitución de la Internacional Socialista”, esto a pesar de que ese texto había sido rechazado en el congreso de Bahía Blanca. Además, enviaron el “Programa de acción socialista internacional”, que como vimos había servido para reagrupar a la dirección partidaria durante la crisis con los terceristas y sí había sido aprobado en dicho congreso. El espíritu general de las comunicaciones era el de un partido que quería marcar su presencia en el universo de la izquierda adversaria de Moscú, pero al mismo tiempo no comprometerse del mismo modo que lo había hecho en 1919. En una nota dirigida a Shaw y Adler, firmada por el secretario general Jacinto Oddone, se decía que “habríamos deseado participar en esa asamblea […], pero la distancia es tan grande que no nos animamos a hacer el sacrificio necesario […] Tenemos hasta Hamburgo más de veinte días de navegación, y los gastos son elevados”. Primaba una actitud de cautela y cierto recelo: el informe enviado decía que si las conclusiones que se tomaran en el congreso … estuvieran de acuerdo con nuestro punto de vista y contemplaran la situación internacional y la lucha contra la clase capitalista en la forma como noso- 1 Braunthal, History of the International; Rapone, La socialdemocrazia europea tra le due guerre; Imlay, The Practice of Socialist Internationalism. 102 tros creemos que debe realizarse y que exponemos en este informe, tendremos el mayor placer en adherir nuestro partido a la Internacional que de allí surja.2 La incorporación efectiva del PS a la IOS llevó más de un año, en el cual se sucedió un intercambio epistolar algo accidentado. El 5 de junio de 1923 el secretariado de la IOS envió una breve carta en la que informaba sobre la creación del nuevo organismo, reproducía las bases fundamentales de la fusión y pedía al partido argentino que comunicara si estaba dispuesto a afiliarse. El comité ejecutivo del PS respondió en septiembre que realizarían un congreso en octubre para tomar una resolución que suponía sería favorable.3 Tras el cónclave celebrado en Mar del Plata, una nueva carta informaba que efectivamente habían resuelto adherirse, aunque pedían aclaraciones sobre la política internacional, que para Justo debía basarse, como ya había defendido reiteradamente, en el librecambio. 4 Así, se pedía al secretariado de la IOS “aceptar la adhesión bajo condición de nuestro partido”. La contestación a Buenos Aires estaba fechada el 21 de diciembre y reflejaba cierta incomprensión: “Le agradecemos su carta anunciando la afiliación. En cuanto a la reserva que hace su partido en el congreso, no terminamos de entender qué significa”. El secretariado londinense le hacía saber al PS que los objetivos de la Internacional estaban claros en las resoluciones aprobadas en Hamburgo. El PS respondió por su parte en febrero de 1924, sin hacer referencia al malentendido y señalando sorpresa por ver que el partido no estaba incluido en la nómina de organizaciones adheridas que había sido enviada en forma adjunta. La IOS, a su turno, indicó en marzo que habían decidido admitir al partido de Argentina si les confirmaban que aceptaban sin reservas los estatutos de la Internacional y las resoluciones del congreso de Hamburgo.5 La situación terminó de resolverse recién a comienzos de mayo de 1924, cuando el PS envió una nueva carta en la que señalaba que el comité ejecutivo había podido finalmente tomar nota de los estatutos y resoluciones de la Internacional y confirmaba la adhesión a la IOS en los siguientes términos: 2 Labour and Socialist International Archives (Instituto Internacional de Historia Social, Ámsterdam; en adelante LSI Archives/IISH): ARCH01368.8. 3 LSI Archives/IISH: ARCH01368.1212. 4 Dickmann, El Partido Socialista Argentino en los congresos internacionales, 32–33. 5 LSI Archives/IISH: ARCH01368.1212 y ARCH01368.1213. 103 Nos alegramos de que el libre comercio y la libertad de migración se hayan convertido en partes obligatorias del programa político de los partidos admitidos en la nueva Internacional. Al igual que ustedes, también queremos una legislación social, la paz y el arbitraje internacional, y apoyamos la lucha de clases aquí en el campo político. Por ello, queremos ser admitidos como Partido Socialista de la República Argentina en su federación. 6 El PS cerraba así una década de orfandad en términos de afiliación internacional desde el colapso de la Segunda Internacional en 1914, y buscaba reforzar la reivindicación del librecambio, el elemento que había ordenado todas sus caracterizaciones y campañas políticas a nivel mundial. Sin embargo, pronto quedaría en evidencia que la capacidad de la Internacional para influir en las políticas nacionales de cada partido era bastante limitada, sea sobre el libre comercio y la libertad de migración o sobre cualquier otro tema. Considerando los afiliados y la fuerza total de la clase obrera organizada en la Argentina, el ejecutivo de la IOS le adjudicó inicialmente al PS tres votos en los congresos.7 Se trata de un número reducido si se lo compara con los 30 que tenían los partidos de Gran Bretaña o Alemania, pero similar al que le tocaba al Partido Socialista Obrero Español o al socialismo noruego. Por otra parte, los tres votos fueron ampliados a cuatro a partir de 1925, tras considerar la fuerza del movimiento sindical argentino y los vínculos del PS con éste. Con esa nueva distribución, el PS cuadriplicaba la representación de países como Grecia o Portugal. Para financiar la celebración de los congresos, los estatutos de la IOS establecían un pago por cada delegado con tres tarifas diferenciadas según la condición económica de cada país: el PS estaba agrupado en la categoría más alta, junto a los partidos de Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda, Suecia y Estados Unidos, entre otros.8 El cálculo de delegados a los congresos fue materia de diversas polémicas, no sólo porque estaba en relación con el tamaño y prestigio de cada organización sino porque, a diferencia de lo que ocurría con la Federación Sindical Internacional, se suponía que las resoluciones que adoptaba la IOS debían ser obligatorias para sus miembros.9 Esta cuestión había sido 6 LSI Archives/IISH: ARCH01368.1213. Second Congress of the Labour and Socialist International, 60. 8 Second Congress of the Labour and Socialist International, 76. 9 Price, The International Labour Movement; Second Congress of the Labour and Socialist International, 4. 7 104 objeto de debate debido a las diferencias que tenían al respecto los partidos provenientes de la Segunda Internacional y aquellos que formaban parte de la “Internacional de Viena”. En este punto, el carácter que había asumido formalmente la IOS parecía acercarse al modelo que propugnaba el PS, en particular su principal dirigente. En efecto, Justo consideraba que, así como en la escala nacional se trataba de organizar un partido socialista centralizado que asumiera la representación política de los trabajadores de su país, en el contexto del crecimiento de la influencia del socialismo mundial después de la guerra, había que promover un nuevo papel para la Internacional. Más que un foro, como habían funcionado la Primera y la Segunda, la IOS debía configurarse como una estructura capaz de formular orientaciones precisas y obligatorias para sus miembros.10 En la práctica, sin embargo, la IOS funcionó de una manera diferente, caracterizándose por otorgar una considerable libertad de acción a partidos miembros a la hora de interpretar y aplicar las orientaciones que se aprobaban en los congresos. Sus resoluciones eran supuestamente vinculantes, aunque deliberadamente amplias para evitar posiciones claras o definitivas sobre temas controversiales.11 Con respecto al librecambio, por caso, la IOS adoptó una línea esquiva: si bien en las resoluciones del congreso de 1925 se consideraba que el proteccionismo amenazaba la paz y la prosperidad, la alternativa defendida no fue el restablecimiento del libre comercio sino “un sistema de intercambios organizado”.12 Así las cosas, las expectativas que parece haber albergado inicialmente Justo se debieron disipar, y la relación tras la incorporación no fue particularmente estrecha. El comité ejecutivo de la IOS estaba conformado por delegados de todos los partidos asociados en función de su tamaño, y a su vez designaba a un buró de nueve miembros para tratar asuntos urgentes. El PS nombró como representante a un personaje poco conocido: Eugenio Etchegoin, un médico propietario de una casa de importaciones que tenía la virtud de residir en París. En el congreso de 1925, el primero en el que le tocaba participar como miembro pleno, el PS no envió ningún delegado desde la Argentina, sino que optó por asignarle la tarea a Etchegoin. Se repetía así 10 Justo, Internacionalismo y patria, 32–33. Price, The International Labour Movement; Imlay, “Socialist Internationalism after 1914”; Imlay, The Practice of Socialist Internationalism. 12 Second Congress of the Labour and Socialist International, 290. 11 105 la dinámica de representación a través de militantes residentes en Europa que había caracterizado al vínculo con la Segunda Internacional en la década de 1900. Más allá de las reticencias, y de la cautela que también se explicaba por los altos costos implicados en el envío de delegados, la IOS no le era indiferente al PS, y lo mismo puede decirse en sentido inverso. Cuando la Internacional se reunió en su congreso de Marsella, en 1925, había quedado atrás la fuerte radicalización política que se había producido en la Argentina después de la Revolución Rusa, varios de los “terceristas” habían regresado al redil socialista y el PS triunfaba en las elecciones legislativas de la Capital Federal, colocando 13 diputados sobre los 19 que estaban en juego en ese distrito, y consagrando senador a Juan B. Justo, que se sumaba a Mario Bravo en el bloque socialista de la Cámara Alta. Estos éxitos fueron exhibidos, como es lógico, en el informe enviado al congreso internacional. El PS podía jactarse de ser el único partido importante de América Latina en la Internacional, y reivindicar unas relaciones supuestamente “íntimas” con sus hermanos menores de Brasil, Chile y Uruguay, entre otros, postulándose de ese modo como referente del subcontinente en su conjunto.13 Al mismo tiempo, la IOS se valía de esa incorporación para no aparecer como una organización exclusivamente europea —a fines de 1924 los únicos partidos afiliados de países no europeos eran Argentina y Estados Unidos— y hacer un llamamiento a los partidos obreros del resto del mundo a sumarse.14 A nivel local, la dirección de PS buscó promocionar su participación en el congreso, cuyo desarrollo general era informado inmediatamente a través de un “servicio cablegráfico exclusivo” de La Vanguardia, gestionado por un “corresponsal especial”.15 El primer cable se refería a la reunión como “el congreso de los obreros del mundo afiliados a la Internacional Socialista, conocida como la Segunda Internacional”; la denominación que 13 De hecho, el PS jugó un papel de intermediario entre la dirigencia de la IOS y las organizaciones socialistas del resto de Latinoamérica que se expresó en el plano de las comunicaciones. Véase sobre este punto Buonuome, “Internacionalismo socialista y cuestión informativa”. 14 Second Congress of the Labour and Socialist International, 114. 15 Fuera de eso, varias contratapas de las ediciones de La Vanguardia de esos días, donde se publicaban las noticias internacionales en base a informaciones cablegráficas, aparecen dominadas por los títulos de las notas del corresponsal al congreso de la IOS. Véanse las ediciones de La Vanguardia de los días 23, 24 y 26 de agosto de 1925. 106 se permitía el corresponsal, más allá de su validez, revela hasta qué punto el PS ya no se esforzaba, como a comienzos de la década, por diferenciarse de la desaparecida Internacional anterior a la guerra.16 El propio título de la nota, “La misión histórica de la Internacional es el grito de esperanza de todas las libertades” resultaba sumamente vago con respecto a los temas planteados en la agenda de discusión del congreso, pero expresaba sintomáticamente el avance de un sector del partido reunido en torno de la figura de De Tomaso, que llegó a dirigir brevemente el periódico partidario hacia finales de 1923 y que pugnaba hacia 1925 por controlar el partido.17 En cualquier caso, este tipo de planteamientos cabían cómodamente en el amplio repertorio de la IOS, que también se proponía potenciar la acción de los partidos en “la lucha de los trabajadores por la libertad”. 18 En suma, puede decirse que la dirección del PS no dejaba de reflejar su vínculo internacional en función del prestigio que podía otorgarle, aunque el carácter laxo y ambiguo que asumió la IOS probablemente sembró dudas en torno a la relevancia de intervenir efectivamente en ese foro, al menos para el sector que, reunido en torno a la figura del fundador del partido, procuraba reestablecer una unidad y centralización partidarias cada vez más difíciles. La evaluación cambió notoriamente poco después, cuando el PS se sumió en una nueva y seria crisis interna. La IOS como clave de legitimidad en Argentina En efecto, el siguiente congreso de la IOS, realizado en 1928 en Bruselas, ocurrió en un contexto muy diferente, cuando el PS debía enfrentar el desafío planteado por recientemente escindido Partido Socialista Independiente (PSI), que competía con el viejo partido por la adhesión de militantes y votantes. Y debía hacerlo, además, sin la dirección de Juan B. Justo, que había muerto a principios de ese mismo año. No está de más recordar que el impacto de la escisión fue enorme: pocos meses antes del congreso de Bruselas, el socialismo dividido había sido derrotado en las elecciones legislativas en la Capital a manos del radicalismo yrigoyenista, que se alzaba también con la presidencia de la nación; el PSI obtuvo la 16 La Vanguardia, 23 de agosto de 1925. Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930. 18 Second Congress of the Labour and Socialist International, 5. 17 107 primera minoría, dejando al PS sin nuevos diputados. Contando los mandatos que vencían, el PS perdió nada menos que 15 bancas en la Cámara de Diputados, reteniendo sólo 4. En ese contexto, el congreso internacional se convirtió, para ambas organizaciones, en un escenario central a los efectos de posicionarse y legitimarse a nivel local. Para el PS, en particular, la nueva situación llevó a revalorizar el papel de la Internacional. El PSI tampoco perdió el tiempo y se apresuró a reclamar su lugar en la IOS: si tenía éxito, podía darle un golpe de gracia al viejo partido. En una extensa misiva de seis páginas fechada en diciembre de 1927, los independientes se dirigieron a Friedrich Adler, el secretario de la Internacional, ofreciendo su versión de la separación. En junio de 1928 escribieron una nueva carta a la IOS para expresar “más fuertemente que nunca”, su deseo de ser admitidos en la Internacional. Además de exhibir su triunfo electoral sobre el PS, presentaban allí el currículum de los principales dirigentes del nuevo partido, resaltando su trayectoria, y destacaban el compromiso con esa fuente de legitimidad que era el socialismo internacional. De Tomaso, firmante de la nota y figura principal del PSI, se presentaba como “ex secretario del Partido Socialista, anteriormente delegado a los congresos internacionales de Berna y Ámsterdam en 1919”. Asimismo, apuntando a disipar las acusaciones del PS en torno al abandono de los principios socialistas, se planteaba que “ningún partido socialista en el mundo tiene un mejor programa” que el PSI, inspirado, según se afirmaba, en los de Alemania y de Austria. El texto reivindicaba también el reciente voto del PSI en la Cámara de Diputados a favor de la nacionalización del petróleo y su explotación por parte del estado, planteando que el voto negativo del PS a este proyecto favorecía a trusts como la norteamericana Standard Oil, mientras que la posición del PSI respondía a la defensa “de los verdaderos principios socialistas”.19 Por su parte, el PS envió un informe a la IOS intentando minimizar las consecuencias de la ruptura. Se pretendía que no había variado la cantidad de afiliados, se enfatizaban éxitos obtenidos en distintas elecciones municipales, la participación del partido en casi todas las provincias y el aumento de votos obtenido en Buenos Aires y Tucumán. La obtención por parte de los independientes de la primera minoría en la Capital —y, a la sazón, la derrota del PS— se asociaba al supuesto apoyo de fuerzas burguesas y conservadoras, reivindicando para sí el triunfo en los distritos 19 LSI Archives/IISH: ARCH01368.308. 108 “genuinamente obreros”. A su vez, en el informe se aseguraba que, tras la exclusión de quienes habían “travestido su doctrina y sus métodos”, el partido estaba entrando “en uno de los mejores períodos de su vida interna”, con sus miembros abocados con “entusiasmo inigualable y tenacidad a la noble misión de educar al pueblo”.20 A continuación del informe propiamente dicho, el documento depositado en el archivo de la IOS contiene una suerte de anexo que ilustra extensamente el sistema electoral argentino, explicando que sólo la primera y segunda fuerza obtenían cargos en las elecciones legislativas, y que en la Capital lo que se había registrado era un virtual empate entre ambos socialismos. Este agregado enfatizaba, a su vez, que “los dos partidos socialistas juntos” habían registrado un pequeño avance con respecto a la elección previa.21 Se anticipaba así la orientación que iba a asumir la dirección de la Internacional con respecto a la división y al conflicto en el socialismo argentino: procurar la reunificación de ambos sectores y, de no ser posible, respaldar al PS al menos por un plazo. Por una nota publicada tiempo después en La Vanguardia, sabemos que quien realizó esos agregados al texto enviado por el PS fue nada menos que el secretario de la IOS, Adler.22 La discusión no se podía dilatar mucho más ya que se avecinaba el congreso de la IOS, previsto para agosto de 1928. Así, el ejecutivo internacional nombró una comisión especial para tratar la solicitud del PSI, que había enviado a un delegado, Augusto Bunge, para participar en el encuentro. El PS, por su parte, que hasta ese momento no había participado en las reuniones de la IOS con dirigentes de primer orden —ni lo haría luego—, envió esta vez a Mario Bravo, uno de sus principales cuadros. Finalmente, la comisión emitió un dictamen en el que planteaba que “el objetivo mismo de la unidad impide a la Internacional afiliar a un segundo partido frente al que constituye actualmente su sección argentina”.23 En este marco, la IOS resolvió no innovar y pedirle a Émile Vandervelde, que viajaría poco después a la Argentina, un informe de la situación. Bunge fue admitido mientras tanto en el congreso como delegado fraternal, sin voz ni voto. Sin embargo, un repaso de las discusiones de la comisión —que se extendieron de acuerdo a La Vanguardia a lo largo de tres horas y media— 20 LSI Archives/IISH: ARCH01368.108. Destacado en el original. LSI Archives/IISH: ARCH01368.108. 22 La Vanguardia, 30 de septiembre de 1928. 23 La Vanguardia, 1° de octubre de 1928. 21 109 pone en evidencia que la prevalencia del PS no estaba asegurada de antemano. Más allá de llamar a la reunificación de las dos organizaciones — cosa que hicieron todos los miembros de la comisión—, Morris Hillquit, el representante norteamericano, consideró que el PSI representaba mejor al socialismo en Argentina ya que había superado electoralmente al viejo partido. Pierre Renaudel, uno de los delegados por Francia, argumentó que si no se lograba la reunificación, ambos partidos debían desconocerse para convocar desde la IOS a la conformación de uno nuevo. Bravo respondió con los argumentos mencionados en la nota del PS y llamativamente, denunció que la victoria del PSI se asociaba entre otros hechos al de “haber recurrido a la exhibición de la bandera argentina”.24 Al regreso de su viaje a Argentina, Vandervelde recomendó aplazar el pedido de admisión del PSI hasta el siguiente congreso, apostando a lograr la reconciliación en ese lapso, y eso mismo es lo que resolvió el ejecutivo de la IOS. No fue sencillo para el PS obtener esa resolución, provisoria pero relativamente favorable, ya que buena parte de sus planteos fueron desechados por el veterano dirigente belga, que planteó que … es imposible distinguir diferencias de principios, divergencias doctrinales profundas entre las dos fracciones. Hay muchas menos diferencias entre ellos desde ese punto de vista que las que había entre los alemanes ‘oficiales’ y los independientes, o antes, entre los guesdistas y los jauresistas en Francia… En ambos lados encontramos camaradas probados que se posicionan con igual vigor en torno a los principios de la Internacional.25 La lectura era que la división se debía a cuestiones personales. Planteos como el de la bandera argentina, que implicaba según el viejo PS un compromiso de sus adversarios con el nacionalismo, fueron desechados, sacando a relucir un argumento de los independientes con el que el propio Juan B. Justo habría coincidido. El internacionalismo no excluía el sentimiento nacional: si se pretendía condenar al PSI por el hecho de llevar el emblema argentino junto a la bandera roja, se debería condenar también a la socialdemocracia alemana —el principal partido de la Internacional— que también enarbolaba la bandera nacional junto a la roja en distintas circunstancias. 24 25 La Vanguardia, 29 de septiembre y 1° de octubre de 1928. LSI Archives/IISH: ARCH01368.317. 110 La IOS otorgó mucha importancia a lo que estaba ocurriendo entre los socialistas argentinos y Vandervelde lo decodificó en términos de la historia de la socialdemocracia mundial, con una analogía algo inquietante para un PS con el que parecía simpatizar Adler y que buscaba posicionarse a la izquierda, igual que los alemanes “independientes”. Éstos habían sido minoría y se separaron del partido socialdemócrata oficial; por lo demás, su posición pacifista contrastaba con la que sostuvo la dirección justista, como se vio en el capítulo anterior. Lo mismo vale para para el caso de Jaurès, que sostuvo una posición de ese tipo frente a los planteos nacionalistas de Guesde. Lo cierto es que Vandervelde dictaminó advirtiendo tanto a la dirección de la IOS como a los partidos en pugna que … más allá de las simpatías personales o prejuicios que puedan tener los miembros del ejecutivo a favor o en contra de uno u otro grupo, debe quedar claro para ambos que mientras persista la presente situación el poder del socialismo argentino para actuar y desarrollarse peligrará seriamente. De ahí que considerara fundamental “hacer todo lo posible para reestablecer la unidad socialista en Argentina”.26 La dirección del PS, que no estaba dispuesta a eso —como tampoco lo estaba la del PSI— hizo un esfuerzo notorio para mantener el mejor vínculo con la Internacional. Si bien el partido siempre había mantenido una comunicación permanente con la IOS, lo cierto es que el archivo de la correspondencia muestra un crecimiento significativo de los diálogos sostenidos entre 1928 y 1931, período durante el que se prolongó esta disputa por el reconocimiento de la organización mundial. Y no se trataba sólo de intercambios referidos al tema en cuestión, que obviamente abundaban, ni de los relativos al fallecimiento de Justo, también esperables. En mayo de 1928, por ejemplo, una carta dirigida “A todos los partidos socialistas adheridos a la Internacional Obrera Socialista”, que acompañaba un paquete que tiene que haber sido voluminoso, invitaba a los destinatarios a iniciar un intercambio permanente de memorias de congresos, estatutos partidarios, volantes y carteles de propaganda, entre otros materiales. En diciembre de ese año, se informaba la decisión del ejecutivo del PS de aportar 1000 francos de las arcas del partido para colaborar con la compra de la sede del partido socialista francés (SFIO), y se adjuntaba el cheque, con el pedido de hacérselo llegar 26 LSI Archives/IISH: ARCH01368.317. 111 a los franceses “como una modesta contribución de la solidaridad internacional de los socialistas argentinos”. Un mes antes, el PS también había enviado al secretariado de la IOS 451,57 francos para el Partido Socialdemócrata Obrero de Bulgaria, el cual, acaso algo sorprendido, destacó la actitud y la agradeció especialmente ya que otros partidos “se disculparon por encontrarse en una situación financiera precaria y no poder ayudarnos”.27 Sin descartar la posibilidad de una acción solidaria genuina, no deja de llamar la atención este giro de dinero para partidos europeos. Debe considerarse que en particular la SFIO no era un partido pobre ni chico: contaba con 25 votos en los congresos de la IOS, la representación más numerosa después de Alemania y Gran Bretaña. Estos aportes de un partido ya maduro, y con recursos financieros no despreciables, pueden pensarse también como una inversión para su capital político, en el contexto de la disputa internacional con el PSI. Asimismo, al contrario de lo que se ha afirmado para los partidos extraeuropeos en general, el PS nunca dejó de pagar las cuotas de afiliación a la IOS,28 y lo hizo en este período con especial puntualidad. En una palabra, hacia fines de la década de 1920 el PS hizo un gran esfuerzo por estrechar sus relaciones con la Internacional, para evitar su posible desplazamiento a manos del PSI. Tras la intervención de Mario Bravo en el congreso de Bruselas, designó como delegado ante el ejecutivo de la IOS a Bernardo Delom, ya que Etchegoin se había alineado con el PSI. Delom, un militante socialista de larga data que residía por entonces en Europa, mostró asistencia perfecta en todas las reuniones del ejecutivo de la Internacional en el contexto de la querella con los independientes: estuvo presente en febrero de 1929 en Londres, en julio de 1929 en Zúrich, en mayo de 1930 en Berlín, y en agosto de 1930 y febrero de 1931 en Zúrich.29 A finales de 1928, en las elecciones municipales de la Capital, el PS logró superar al PSI, lo cual fue informado de inmediato por vía telegráfica a la dirección de la IOS. Sin embargo, en 1930, para las aún más importantes elecciones de diputados nacionales, el PSI obtuvo la mayoría en la Capital, asegurándose 10 bancas, mientras que el PS sólo logró un lugar por la minoría para Repetto. La IOS, en cualquier caso, seguía mostrando 27 LSI Archives/IISH: ARCH01368.1217. Price, The International Labour Movement, 84–85. 29 Fourth Congress of the Labour and Socialist International, 122. 28 112 simpatía por el viejo partido: International Information, su órgano informativo, dio cuenta de las elecciones en Argentina, subrayando la performance del socialismo de conjunto y justificando nuevamente el pobre resultado que había obtenido el PS por el carácter distorsivo de la modalidad de asignación de espacios. La nota llegaba a estimar la cantidad de bancas que hubiesen correspondido en un sistema proporcional, donde disminuían los puestos conquistados por los independientes y aumentaban los del viejo partido. Reconocía asimismo que el sistema vigente no alentaba la reunificación de ambos partidos ya que entre los dos habían obtenido 11 bancas y habían estado muy cerca de lograr las 14 —mientras que si se hubieran presentado juntos les hubieran correspondido solo 10—, pero argumentaba que si los partidos “burgueses” lograban recomponerse podrían desplazar a los socialistas, por lo que insistía en la conciliación.30 El desplazamiento llegó, aunque no del modo esperado: el golpe de septiembre de 1930 clausuró el Parlamento e instauró una dictadura militar. En seguida la IOS publicó un informe de Delom sobre los acontecimientos en el que exponía la posición del PS: el golpe era asociado al carácter autoritario y corrupto de Yrigoyen, aunque no podía esperarse nada bueno del nuevo gobierno, integrado por conservadores y reaccionarios y proclive a instaurar un gobierno de facto. 31 Los cuadros de la IOS, que miraban con creciente preocupación el avance del fascismo a nivel mundial, no dejaron de considerar el escenario argentino. Así, una nota sobre la diseminación del fascismo y sus peligros ponía como ejemplo el intento de reforma constitucional corporativa impulsada por José F. Uriburu.32 Meses después, otra nota de Delom en International Information abundaba sobre este punto y sobre la situación argentina en general, sin privarse de apuntar contra los independientes como aliados de la dictadura y afirmando, exageradamente, que el PS era el único partido que defendía las libertades y el sufragio universal.33 En realidad, si bien había apoyado el golpe con entusiasmo, el PSI se pasó a la oposición apenas el gobierno de facto empezó a amagar con perpetuarse y avanzar con su proyecto protofascista. En una línea más ecuánime, el órgano de la IOS publicó dos meses después una nota sin 30 International Information, 3 de mayo de 1930. International Information, 20 de septiembre de 1930. 32 International Information, 22 de noviembre de 1930. 33 International Information, 7 de marzo de 1931. 31 113 firma, es decir, reflejando la posición oficial de la Internacional, donde se señalaba que los partidos políticos que acompañaron la “Revolución” de septiembre de 1930 lo habían hecho para restaurar la “normalidad constitucional”, cosa que el gobierno provisional se resistía a concretar. 34 La diferencia de enfoques y de acentos continuaba en artículos posteriores: en julio de 1931, Delom denunciaba un acuerdo del PSI con los conservadores para apoyar a éstos en la provincia de Buenos Aires a cambio de obtener lo propio en la Capital.35 En cambio, un tono neutral prevalecía en las notas oficiales de la IOS.36 Se hacía evidente una diferencia entre ambas orientaciones, una asociada a la expectativa de reunificación y otra mucho más crítica del PSI en las notas de Delom. El PS, en suma, hacía uso pleno del espacio que le tocaba por su membresía internacional para dirigir sus dardos contra el PSI y procurar recuperar el terreno perdido en el terreno electoral. Se suponía que la IOS debía resolver sobre la disputa entre ambos antes del siguiente congreso internacional, convocado para fines de julio de 1931 en Viena. El PSI volvió a enviar a un representante —esta vez fue el turno de Germinal Rodríguez—, pero la Internacional postergó nuevamente la decisión y sólo admitió su presencia como huésped.37 Delom se apresuró a informar de esto a sus compañeros en Buenos Aires, y el sucinto telegrama fue publicado en La Vanguardia, todo lo cual muestra el interés y la atención que mantenía el PS sobre esta cuestión, que recién terminaría de resolverse en mayo de 1932. 38 Entonces el diario socialista se ocupó nuevamente del tema, publicando una nota en primera plana en la que afirmaba que la IOS “no ha vacilado en negar su incorporación [la del PSI] a las filas del socialismo internacional” lo cual evidenciaba que “para la Internacional no hay en Argentina otro Partido Socialista que el viejo y aguerrido Partido”.39 Sin embargo, la decisión llegaba tras un compás de espera de más de cuatro años. 34 International Information, 23 de mayo de 1931. International Information, 18 de julio de 1931. 36 Este tono se mantuvo aún después de celebrado el congreso de 1931 en el que el delegado independiente fue rechazado. Ver International Information, 31 de octubre y 14 de noviembre de 1931. 37 Sanguinetti, Los socialistas independientes, 199. 38 La Vanguardia, 29 de julio de 1931. 39 La Vanguardia, 21 de mayo de 1932. 35 114 Desocupación y democracia a la luz del congreso de la IOS de 1931 Si bien todo indica que para el PS el objetivo central de la membresía internacional en estos años fue la legitimidad que le aportaba en su disputa con los independientes, el partido no dejó de mostrar interés por las deliberaciones de la socialdemocracia mundial, sobre todo cuando los temas en debate confluían con problemas domésticos que apremiaban. Entre los congresos de la IOS de 1928 y de 1931 el escenario mundial se había transformado drásticamente. El crack bursátil de 1929 estaba asumiendo proporciones y consecuencias inusitadas, que ponían en jaque todo el andamiaje político y económico que venía sosteniendo la IOS. En lugar de gestionar una transición más o menos indolora hacia el socialismo, los partidos socialdemócratas europeos, en particular el alemán y el laborista inglés, se encontraban atrapados a la cabeza de un sistema económico que no reconocían como propio y que se caía a pedazos. La crisis económica llevaba al límite tres problemas acuciantes: el de la exacerbación de los nacionalismos y la amenaza del estallido de una nueva conflagración mundial, el de la crisis de la democracia y el avance de la extrema derecha — especialmente en Alemania y Europa central— y el del notorio agravamiento de la desocupación masiva, que retroalimentaba a los anteriores. Estos fueron, precisamente, los tres temas centrales de la agenda del congreso que la IOS realizó en Viena en 1931.40 Si el primero de los tres no involucraba de lleno a la Argentina, la cuestión de la defensa de la democracia en el contexto una dictadura con pretensiones protofascistas como la de Uriburu resultaba central. También la desocupación masiva, que no dejó de impactar fuertemente en el país, era un tema que interpelaba al socialismo argentino, aunque su recepción fue tardía y dispar. Lo cierto es que en el particular contexto político y económico argentino, el congreso de 1931 no sólo constituyó una fuente de legitimidad sino que fue un foco de interés para el PS. Las resoluciones sobre la crisis económica y la desocupación masiva recogían el trabajo que venía llevando adelante una comisión conjunta de la IOS y la Federación Sindical Internacional (FSI), constituida a mediados de 1930. En enero de 1931, la IOS y la FSI dieron a conocer su plan de acción, que subrayaba que la crisis tenía un carácter excepcional, no comparable a las anteriores. Entre las consignas centrales del plan figuraban 40 Fourth Congress of the Labour and Socialist International. 115 el seguro de desempleo y la semana de 40 horas de trabajo, sin afectar el salario real. Esto iba de la mano de la organización del mercado de trabajo mediante agencias estatales creadas a tal fin, que se encargarían de organizar obras públicas y censos periódicos sobre los niveles de ocupación. La idea era que, en tiempos de crisis, los gastos estatales no debían reducirse sino aumentar lo máximo posible, activando las obras públicas.41 Sin embargo, la reivindicación de las 40 horas fue matizada casi de inmediato: en su reunión de febrero de 1931, el ejecutivo de la Internacional puso en duda su factibilidad en el corto plazo por los efectos de la propia crisis, planteando en cambio una propaganda enérgica para alcanzar dicho objetivo más adelante. Asimismo, advertía que lo anterior no debía impedir la defensa de las 8 horas diarias, ante los intentos patronales de extender la jornada, y consideraba actos de solidaridad obrera los acuerdos que disminuían el tiempo de trabajo y los salarios para evitar despidos, aun cuando exigía en esos casos el pago de seguros de desempleo por los días caídos.42 Como se puede ver, estas enmiendas habilitaban un menú de opciones variadas y contradictorias que daban lugar a encuadres alternativos para las distintas líneas que se perfilaban en los partidos socialdemócratas, incluyendo al PS. Los planteos sobre el tema que circularon entre las filas del PS los meses previos al congreso de Viena eran bastante divergentes. Uno de los primeros artículos de fondo en abordar directamente la cuestión para la Argentina fue publicado en abril de 1931 en Revista Socialista, la publicación dirigida por Rómulo Bogliolo que desde hacía un año reflejaba los crecientemente agitados debates del socialismo internacional. Tras advertir que el desempleado “se convierte en un menesteroso, en un delincuente”, el texto desestimaba el seguro al parado que insumía “sumas fabulosas” a Alemania e Inglaterra. Así, se proponían dos alternativas: la primera consistía en introducir “períodos de descanso” sin paga correspondientes a un 10% del trabajo anual de los trabajadores ocupados, durante los que trabajarían los desocupados; la segunda planteaba una reducción salarial ge- Joint Unemployment Committee of the IFTU and the LSI, “Fighting world economic crisis and unemployment”, 1931, 3-5. 42 Fourth Congress of the Labour and Socialist International, 49–50. 41 116 neralizada de ese mismo porcentaje como base para implementar un reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados, sin afectar los costos patronales.43 Poco después, el 4 de junio de 1931, Enrique Dickmann dictó una conferencia sobre el tema, publicada por La Vanguardia y recogida también un año más tarde por Revista Socialista.44 Planteó allí una diferenciación entre la desocupación provocada específicamente por la crisis mundial y aquella “estructural” u “orgánica”, asociada al progreso técnico y la racionalización del trabajo, defendiendo como medidas urgentes el seguro contra la desocupación y la reducción de la jornada a 40 horas. Relativizaba, en cambio, la efectividad de las obras públicas por depender de las escasas posibilidades financieras de los estados en el contexto de la crisis. Asimismo, rechazaba por “antisociales y absurdas” las tentativas de disminución de salarios, ya que agravaban “aún más el problema de la crisis y la desocupación”. De este modo, el dirigente socialista salía al cruce del primer artículo publicado en Revista Socialista y se ubicaba en un terreno afín al de los planteos de la IOS. Sin embargo, no fue esa la orientación que terminó prevaleciendo entre los miembros de la dirección partidaria. Asumiendo una posición intermedia aunque conceptualmente más cercana a la primera, la dirección adoptó mayormente un enfoque que, aunque menos extremo en sus formulaciones y en sus representaciones de los desocupados, llegó a plantear un polémico “impuesto a la solidaridad”, consistente en el descuento del 1% del sueldo de los trabajadores ocupados para la construcción de escuelas.45 El impulso de la obra pública —aunque sin descuidar el equilibrio presupuestario— y en menor medida la organización del mercado de trabajo se convirtieron en los ejes centrales de la campaña del PS con respecto a la desocupación; otras medidas fueron minimizadas o rechazadas, mientras que la amplitud y ambigüedad de los planteos de la IOS facilitaron la presentación de iniciativas disímiles, a través de las cuales se expresaban sectores diversos. 43 Revista Socialista, n.° 11, abril de 1931. Al igual que en La Vanguardia, si bien no faltan artículos sobre la crisis mundial en Revista Socialista, en general tienen un enfoque global que no se detiene en el caso específico de la Argentina. 44 La Vanguardia, 2 de julio de 1931, y Revista Socialista n.° 23, abril de 1932. 45 Nicolás Repetto en Actas de la Cámara de Diputados de la Nación, 8 de junio de 1932, p. 1395. 117 Sobre el seguro al parado, La Vanguardia no dejó de reflejar su desarrollo a nivel mundial, pero es notoria la ausencia de artículos que considerasen su aplicación en Argentina. La reivindicación fue incluida en la plataforma electoral del PS de 1931, elaborada varios meses después del cierre del congreso de Viena, pero aparecía diluida entre otras: se proponía allí “Seguro nacional de enfermedad, invalidez y desocupación. Pensión a la vejez”,46 pero luego fue archivada definitivamente.47 Esto se relaciona con los alcances que la conducción partidaria le otorgaba a la cuestión: Repetto asumía que Argentina era “un país realmente privilegiado […] Gracias a esta circunstancia, nuestro país ha podido y puede afrontar las consecuencias de la crisis económica mundial en condiciones ventajosas”. Las medidas que se planteaban tenían entonces más bien un carácter preventivo.48 En cualquier caso, la propuesta de las 40 horas, más en línea con los planteos de la IOS, no fue enteramente desechada. Dickmann presentó un proyecto de ley en ese sentido; en su intervención, la diferenciación entre la desocupación provocada específicamente por la crisis mundial y la “estructural”, asociada al progreso técnico, le permitió postular distintos medios para luchar contra cada una: las obras públicas eran el remedio adecuado para enfrentar el desempleo coyuntural provocado por la crisis, mientras que la reducción de la jornada de trabajo se postulaba como la indicada para combatir el paro estructural.49 Resulta significativa la inversión de las prioridades con respecto a sus planteos originales de un año atrás. En este sentido, la propia argumentación que ofreció Dickmann en la Cámara parecía una invitación para archivar su proyecto: lo urgente era la crisis, lo otro podría esperar. Sin embargo, como ya se dijo, este planteo no dejaba de formar parte del menú de opciones que ofrecía la IOS: la idea de las 40 horas como una reivindicación que debía instalarse discursivamente para conquistarse cuando la crisis económica mundial hubiera pasado, estaba prevista por la Internacional. Pero si la Argentina podía ser imaginada a salvo de los efectos más graves de la desocupación —una imagen que no tardaría en desmoronarse—, la centralidad de la cuestión de las libertades y la democracia en el contexto de la dictadura de Uriburu era autoevidente. De ahí que pocos 46 La Vanguardia, 20, 24 y 29 de octubre y 6 de noviembre de 1931. Sobre este punto véase Benclowicz, “El Partido Socialista y la CGT ante la desocupación masiva en la Argentina a principios de los años 30.” 48 Nicolás Repetto en ACD, 8 de junio de 1932, p. 1394, 1395, 1399. 49 La Vanguardia, 11 de julio de 1932. 47 118 días después del 25 de julio de 1931, cuando fueron inauguradas las deliberaciones del congreso de Viena, La Vanguardia publicara una extensa nota que recogía palabras del presidente de la IOS, Vandervelde, señalando al nacionalismo y al fascismo como responsables de la crisis y llamando a seguir el camino de la defensa de las libertades, del pacifismo y del desarme.50 Los debates del socialismo mundial servían de este modo para afilar las críticas a la dictadura vernácula. Algunas semanas después de finalizado el congreso internacional, el diario socialista ofreció a sus lectores una cobertura de sus debates y actividades, incluyendo una nota en la portada que continuaba desplegándose en el interior del periódico a página entera con fotos del evento, completada al día siguiente con otra página en la que se reproducían más imágenes y autógrafos de figuras de primer nivel del socialismo mundial con dedicatorias dirigidas al PS y su militancia.51 50 La Vanguardia, 29 de julio de 1931. El aniversario del asesinato de Jean Jaurès sirvió también para reforzar esta perspectiva, reivindicando su defensa de un ejército democrático y popular que protegiera la independencia nacional para garantizar la libre evolución de la justicia social. Véase La Vanguardia, 31 de julio de 1931. 51 La Vanguardia, 23 y 24 de agosto de 1931. 119 Imágenes de eventos que rodearon al Congreso de Viena de 1931, autógrafos y dedicatorias (La Vanguardia, 24 de agosto de 1931). Las dedicatorias están firmadas por Karl Seitz, expresidente de Austria y alcalde de Viena (izquierda arriba), por el belga Corneille Mertens, vicepresidente de la Federación Sindical Internacional y presidente de la representación obrera ante la Organización Internacional del Trabajo (abajo a la izquierda) y por la delegación socialista italiana encabezada por el célebre dirigente Filippo Turati (derecha). 120 Una vez más, la exhibición de los vínculos internacionales resultaba central. Para el PS argentino, pertenecer a una organización mundial socialista cuyo centro estaba en Europa siempre había representado un modo de acumular legitimidad política. Hacia afuera, en relación con la comunidad transnacional socialdemócrata, postulándose como referente de Sudamérica en su conjunto;52 hacia adentro del país, en relación con otros grupos políticos e intelectuales, y hacia dentro del propio partido, ofreciendo a los militantes un marco de referencia que los vinculaba a sus camaradas de otras latitudes que combinaban de manera similar lo político con distintas formas de sociabilidad. Como vimos en el caso de la querella con el PSI, esta base identitaria habilitaba la búsqueda de legitimidad externa en los momentos de crisis interna. Era en esos contextos cuando la búsqueda de apoyos internacionales se hacía más concreta, en tanto se trataba de usar los vínculos con el exterior como ventaja y herramienta contra adversarios locales. Justamente, cuando los ecos de la ruptura con los independientes empezaban a apagarse, otra crisis empezaba a gestarse en torno a un sector que impugnaba por izquierda a la dirección partidaria, planteando la necesidad de dejar atrás la tradicional táctica legalista del PS. El antecedente inmediato de este reagrupamiento de izquierdas puede encontrarse en la fugaz publicación de Bandera Roja, que se editó durante 1929.53 Pero sin duda el estallido de la crisis económica y el colapso del liberalismo político a nivel mundial —así como la superación del desafío interno “por derecha” que encarnaron los independientes— sentaron nuevas bases para la disputa por la táctica y la orientación partidarias. Como se dijo, el temario y los debates del congreso de la IOS, que incluían la cuestión de la lucha por la democracia a propósito del agravamiento de la situación política en Alemania, resonaban a nivel local. El número de agosto de 1931 de Revista Socialista amplió la información difundida por La Vanguardia. Sobre la cuestión de la democracia, la nota ponderaba el discurso del miembro informante de la comisión, Otto Bauer, que reivindicó la política de coalición con partidos “burgueses” para defender 52 A comienzos de agosto de 1931, el PS informaba en su portada sobre la incorporación de “nuestros camaradas” del PS de Uruguay a la IOS (La Vanguardia, 8 de agosto de 1931). Sin embargo, los socialistas uruguayos no alcanzaron a participar de las reuniones de la Internacional. 53 Martínez, “El mundo en la mira”. 121 los intereses de la clase obrera, y planteó la ayuda financiera internacional a Alemania como principal herramienta para superar la crisis. En ese preciso momento, el PS se aprestaba a aprobar en su congreso extraordinario de agosto de 1931 su política de alianza con el Partido Demócrata Progresista (PDP), cuyo líder, Lisandro de la Torre, encabezaría la fórmula presidencial. Como contracara, en el congreso de la IOS los representantes del ILP británico habían criticado esa política de alianzas, planteando la necesidad de recurrir, en la etapa que se iniciaba, a métodos revolucionarios para la toma del poder. Esta perspectiva ofrecía una referencia alternativa para los sectores de izquierda que una vez más comenzaban a cobrar fuerza en el socialismo argentino, y que entendían que la colaboración con el PDP era incompatible con el principio de lucha de clases que el PS formalmente seguía reivindicando. Los planteos del ILP canalizaban una discusión destinada a ensancharse; por el momento, la resolución de la IOS aprobada por una abrumadora mayoría de delegados seguía reivindicando la vía gradualista y planteaba que solo si, a pesar de los esfuerzos de la socialdemocracia, se terminaban derrumbando la economía y la democracia en Alemania, se convocaría a la clase obrera a “oponer a la violencia del fascismo todos los medios a su alcance”.54 Pero el debate había quedado instalado. El siguiente número de Revista Socialista incluía otra nota sobre el congreso de Viena, en esta ocasión escrita por Benedikt Kautsky, diputado por la socialdemocracia austríaca e hijo del célebre dirigente socialista. El artículo reiteraba los conceptos expuestos en el número anterior, y dejaba ver un elemento adicional de discrepancia en los debates: el de “algunos delegados que sostenían el principio de la defensa nacional” ante la posición mayoritaria en torno al desarme. Después del texto del artículo, en un recuadro se reproducían unas líneas de Internacionalismo y patria, de Juan B. Justo, en el que se rescataba la idea de que “sólo un estado mental como el que conduce al suicidio puede hacer desear la ruina del propio país”.55 El fragmento parecía estar en armonía con la posición de aquellos delegados celosos de la defensa nacional; más allá de eso, la revista no sólo buscaba prestigiarse convocando una pluma reconocida por su apellido, sino que revolvía en el arcón de frases de la histórica figura partidaria para exhibir una vinculación vívida, tal vez destinada a disimular el hecho 54 55 Revista Socialista, n.° 16, septiembre de 1931. Revista Socialista, n.° 17, octubre de 1931. 122 de que Delom, el delegado del PS ante la IOS, no había tenido ninguna intervención durante el congreso. Los ecos del congreso de 1931 perdurarían aun un poco más en La Vanguardia, que publicó en octubre un artículo sobre las resoluciones de la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, ratificadas por el congreso de Viena.56 Pero lo que más espacio ocupaba en sus páginas de noticias internacionales eran los acontecimientos políticos europeos subsiguientes, que marcaban un ascenso sostenido de las derechas. Los avances del nazismo en Alemania, en particular, exacerbarían aún más las diferencias entre los socialistas tanto a nivel mundial como local, al punto que la IOS no logró realizar un nuevo congreso posterior al de 1931. Su último encuentro general fue una conferencia realizada en París en 1933. El último cónclave de la IOS. Tendencias internacionales y locales Más allá del vínculo que existía entre el PS y la IOS por la participación en los foros mundiales y en las reuniones del ejecutivo de la Internacional, las publicaciones de ambas organizaciones reflejaban distintas novedades que consideraban de interés, reforzando de esta manera en un plano más cotidiano el marco común de pertenencia. Así, en diciembre de 1931 un artículo de International Information comentaba el triunfo electoral en la ciudad de Buenos Aires del Partido Socialista, “afiliado a la IOS”, que le permitía reconquistar la mayoría del distrito para la Cámara de Diputados, además de imponerse, junto al PDP, a la “Alianza reaccionaria” que integraba el PSI.57 El mes siguiente se informaba sobre “un nuevo avance socialista en Argentina” referido a la apertura de centros y al progreso en la afiliación,58 y el siguiente sobre el rápido crecimiento del “Partido Socialista de Argentina, que está afiliado a la Internacional Obrera y Socialista”, dando más detalles sobre apertura de filiales, incorporación de miembros y resultados electorales positivos en los comicios municipales de la ciudad de Buenos Aires, donde el PS superaba nuevamente al PSI.59 Durante todo el año 1932 se siguieron publicando notas del mismo tenor en el órgano de prensa de la IOS, lo cual da cuenta de una presencia significativa del 56 La Vanguardia, 9 de octubre de 1931. International Information, 12 de diciembre de 1931. 58 International Information, 23 de enero de 1932. 59 International Information, 23 de febrero de 1932. 57 123 PS en las consideraciones de la comunidad socialista internacional, contribuyendo a terminar de despejar las dudas que pudieran quedar tanto en la IOS como en Argentina sobre el derecho de membresía del PSI. Asimismo, el órgano de prensa de la Internacional daba cuenta del compromiso internacionalista del PS. Por ejemplo, cuando se celebró el XXI congreso del PS, en mayo de 1932, recogió fragmentos del informe partidario publicado en La Vanguardia, donde se destacaba que los delegados honraron la memoria del recientemente fallecido Filippo Turati; se consignaba también que se reunían “como una sección de la Internacional”.60 A su vez, La Vanguardia daba cuenta del saludo enviado por la IOS, firmado por Adler y Vandervelde.61 Por su parte, entre un encuentro internacional y otro, La Vanguardia no dejaba de publicar noticias sobre la socialdemocracia mundial, la IOS y sus pronunciamientos. En ocasión del 1° de mayo de 1932, por ejemplo, el diario del PS incluía la declaración emitida por la Internacional, donde aparecían sus dos reivindicaciones centrales de cara al impacto social de la crisis económica: la de la jornada de 40 horas semanales y el seguro al parado. Sin embargo, la traducción del texto que se ofrecía, probablemente del inglés, —“Por que sea asegurado un nivel de existencia aceptable a las víctimas del capitalismo”—,62 no parece reflejar adecuadamente esta última consigna, sobre la que la IOS insistía una y otra vez y el PS adoptaba una actitud reticente. En esa línea, algo después, al comentar la situación de los desocupados en Francia, una brevísima nota informaba que, a pesar de la demanda de brazos en el campo, había aumentado la cantidad de desocupados que cobraban el subsidio. La propaganda en torno a las 40 horas tenía mejor acogida, y las declaraciones y trabajos de la IOS, la FSI y la OIT no dejaron de aparecer en La Vanguardia.63 La selección de artículos publicados operaba en un doble sentido: fortalecía el marco de referencia internacional de la organización y también la propia línea partidaria que, como se dijo, comenzaba a cosechar sus críticas. En el mes de 60 International Information, 23 de julio de 1932. Los mismos fragmentos pueden verse publicados en La Vanguardia, 26 de mayo de 1932. 61 La Vanguardia, 26 de mayo de 1932. 62 La Vanguardia, 1° de mayo de 1932. En el texto en inglés, “For adequate maintenance for the victims of capitalism” (International Information, 11 de abril de 1932), maintenance remite al seguro al desocupado, reivindicación que se pierde tal como está traducido el fragmento. 63 Por ejemplo, La Vanguardia, 23 de mayo y 7 de junio de 1932; 124 junio, el diario socialista incluyó la traducción de un discurso del presidente de la Internacional a propósito de la celebración del 1° de Mayo: Vandervelde concluía que los trabajadores del mundo estaban “resueltos, cueste lo que cueste, a defender por todos los medios la democracia, y con ella y por ella a realizar, a construir el socialismo”.64 Sin embargo, los acontecimientos en Alemania, que se precipitaban desde que Adolf Hitler fuera nombrado canciller en enero de 1933, provocaron la alarma entre las filas de la socialdemocracia mundial. En marzo de ese año, el comité ejecutivo de la Internacional decidió la convocatoria a una conferencia para agosto de 1933 para revisar la táctica de la organización ante la victoria del fascismo y declaró que los eventos en Alemania mostraban a los trabajadores de los países donde aún prevalecía la democracia la necesidad de defender las libertades civiles y políticas “con todos los medios a su disposición”. Se advertía además que los trabajadores “no deben hacer concesiones de ningún tipo al nacionalismo y al fascismo… y que deben poner por encima de cualquier otra cosa los intereses de la lucha socialista internacional, que son los mismos que los verdaderos intereses de los pueblos”.65 La Vanguardia siguió atentamente los sucesos y al iniciarse la conferencia destacó la participación del delegado argentino entre representantes de más de 20 países.66 Adler, secretario de la conferencia, había llamado a evitar las soluciones extremas: “defendamos la democracia en los países democráticos y empleemos los medios revolucionarios allí donde ha sucumbido la democracia”.67 El problema era que no siempre la situación política de los distintos países se planteaba en términos claros. Hasta qué punto podía considerarse a la Argentina un país democrático era materia de debate bajo el régimen de Agustín P. Justo, construido sobre la base de la proscripción de candidatos del partido mayoritario, el fraude y una represión estatal y paraestatal sin precedentes.68 Inédito también era el tamaño de la representación socialista, que debido a la abstención electoral de la Unión Cívica Radical (UCR) había obtenido una bancada de 43 diputados nacionales. Sin embargo, el creciente peso institucional socialista no alcanzaba 64 La Vanguardia, 23 de junio de 1932. International Information, 27 de marzo de 1933. 66 La Vanguardia, 21 de agosto de 1933. 67 La Vanguardia, 22 de agosto de 1933; International Information, 21 de agosto de 1933. 68 Sobre este punto, véase Benclowicz, “‘Un Estado dentro del Estado que ha creado un nuevo Código Penal’”. 65 125 para lograr el desmantelamiento de las bandas fascistas que pululaban por entonces, en particular de la Legión Cívica, que contaba con reconocimiento oficial desde la dictadura de Uriburu. Así, en un contexto de exacerbación de los enfrentamientos ideológicos, la dirección socialista optó por apuntalar a un régimen político al que debía su nutrida representación parlamentaria y que tendía a ser visto como la mejor opción ante la perspectiva de un mayor avance de las derechas y también de la izquierda revolucionaria, que ganaba posiciones dentro del propio PS y consideraba al régimen como una continuación de la dictadura.69 Esta última visión se veía robustecida por la declaración del estado de sitio que, aunque asociado a los intentos revolucionarios radicales, se prolongaba durante meses —de diciembre de 1932 a mayo de 1933; de diciembre de ese año a julio de 1934— siendo utilizada para la detención de cientos de activistas del movimiento obrero. Según la caracterización que se aceptara, quedaba habilitaba una u otra táctica de las planteadas por la IOS. Pero La Vanguardia no dejaba de reflejar también una tercera perspectiva, que se expresó en la conferencia de la Internacional. En el número del 23 de agosto de 1933, en efecto, el diario socialista reprodujo la posición de la minoría francesa, representada por Pierre Renaudel, que tan sólo un mes atrás había sido expulsada de la SFIO. Este sector, que venía reivindicando desde el congreso de 1931 el principio de la defensa nacional en contra del desarme, rechazaba ahora la acción directa del proletariado contra el fascismo e impulsaba la participación socialista en los gobiernos de turno como forma de potenciar su influencia,70 una posición demasiado similar a la que habían defendido y llevaban en esos momentos a la práctica los socialistas independientes en Argentina, que formaban parte de la coalición de gobierno del presidente Justo. Como se recordará, en ocasión del conflicto con el grupo de De Tomaso, el propio Renaudel se había opuesto al reconocimiento del viejo partido, planteando el mismo arbitraje de la IOS que ahora reclamaba para la disputa que mantenía con el sector mayoritario encabezado por León Blum.71 Las posiciones de Reanudel no dejaban de tener cierto atractivo para la dirección del PS: si bien podían emparentarse a las del PSI, también Herrera, “Corrientes de izquierda en el socialismo argentino”. La Vanguardia, 23 de agosto de 1933. 71 Sobre esta disputa puede verse, entre otros, Berstein, Léon Blum. 69 70 126 reflejaban parcialmente la política del propio partido, que venía de conformar la Alianza Civil con el PDP y, con su participación parlamentaria, otorgaba legitimidad al fraudulento régimen de Justo. El “neosocialismo” francés, que evolucionaba rápidamente hacia la derecha, venía resonando en las filas del PS argentino. En el congreso de la SFIO celebrado poco antes de la conferencia de la IOS de 1933, los neosocialistas habían apuntado contra el internacionalismo por considerarlo un ideal utópico, planteando que el socialismo debía levantar las banderas que se imponían en esa nueva etapa: “orden, autoridad, nación”.72 Si bien el PS nunca llegó a asumir las derivas antiparlamentarias y autoritarias de este giro, más que nunca antes procuró presentarse como un partido de orden, fuertemente compenetrado con los intereses de la nación. En este punto, no se diferenciaba de los socialistas de otros países que, como señala Sturmthal, “combatían a los nazis en nombre del orden existente, convirtiéndose así inconscientemente en agentes de ideas conservadoras”.73 En cualquier caso, lo que queda claro es que en estos años el socialismo argentino fue más receptivo a los debates mundiales de lo que suele suponer la literatura académica, donde la cuestión internacional está mayormente ausente. El 26 de agosto La Vanguardia publicó otro artículo sobre la conferencia que parecía rescatar a Renaudel, quien “si bien es participacionista, no se coloca, sin embargo, en la extrema derecha del partido”. Al día siguiente se publicó el último artículo sobre la conferencia, en el cual León Blum era considerado un delegado de “extrema izquierda” por su propuesta de rechazar cualquier “unión sagrada” en el debate sobre la guerra y condenar todo recurso a las fuerzas armadas.74 La conferencia de la IOS de 1933 adoptó una serie de resoluciones que no resultaban claras a partir de lo publicado en La Vanguardia. Ocurre que, a diferencia de los encuentros internacionales previos, este evento no alcanzó los habituales consensos; por el contrario, como reconocía Otto Bauer, miembro informante de la comisión encargada de delinear la “estrategia y la táctica del movimiento obrero internacional durante el período de la reacción fascista”, los debates 72 Sobre este punto véase Sturmthal, La tragedia del movimiento obrero, 259. Sturmthal, 261. 74 La Vanguardia, 26 y 27 de agosto de 1933. 73 127 habían puesto al descubierto “profundas diferencias de opinión sobre varias cuestiones entre distintos partidos y al interior de esos partidos”. 75 El PS no era la excepción. En la resolución sobre la estrategia y la táctica del movimiento obrero ante el fascismo, lo primero que se planteaba era que la crisis demostraba que el capital era incapaz de utilizar las fuerzas productivas que él mismo había desarrollado y de garantizar la existencia de las masas, lo que hacía que se abriera una posibilidad histórica en torno a “la destrucción del capitalismo a través de la creación de un orden socialista”. La resolución anunciaba, en lo económico, el fin de la etapa liberal y el advenimiento del capitalismo monopólico, y en lo político el fuerte resquebrajamiento de la democracia en aquellos países en los que no se encontraba firmemente establecida antes de la Primera Guerra Mundial, lo cual aludía obviamente a Alemania pero no deja de comprender también a la Argentina. Asimismo, consideraba que las nuevas formas de economía controladas por el estado podían servir de transición al socialismo en la medida en que el poder estuviera en manos del pueblo y que los trabajadores tuvieran total libertad de organización. En este punto, se notaba la influencia de la escuela de Estocolmo, del belga Henri de Man y del laborismo británico, principales usinas de las nuevas ideas del estado planificador. Aquí abrevaba la corriente planista de Bogliolo contra la dirección partidaria encabezada por Repetto, aferrada a la que había sido también la posición de la mayor parte de la socialdemocracia europea: la defensa del librecambio. En el caso de la conducción del PS, no sólo permaneció inalterada tal posición hasta finales de la década de 1930 sino que, aún bajo los efectos más severos de la crisis económica, la importancia de mantener el equilibrio presupuestario primó sobre la satisfacción de las reivindicaciones obreras; el ejemplo del “impuesto a la solidaridad”, mencionado en el apartado anterior, ilustra bien este enfoque.76 Por su parte, la izquierda partidaria hacía suyo el tema de la crisis de la democracia, asumiendo las conclusiones más radicales: la necesidad de una salida revolucionaria. En este sentido, las conclusiones de la IOS que La Vanguardia no compartía con sus lectores alcanzaban a plantear que 75 International Information, 26 de agosto de 1933. Para ampliar sobre este punto véase Benclowicz, “El Partido Socialista y la CGT ante la desocupación masiva en la Argentina a principios de los años 30.” 76 128 las revoluciones desatadas contra las dictaduras fascistas “destruirán también a las fuerzas del gran capital y de la propiedad terrateniente que son su fundamento económico”.77 Más relevante aún para la situación política de la Argentina: en su presentación de la resolución, Otto Bauer, el informante de la comisión, llegó a plantear que en los países en los que la democracia persistía pero estaba en peligro inmediato de sucumbir ante el fascismo, los socialistas “deben estar preparados para adoptar cualquier método —sin excluir ninguno, el que sea— y hacer todos los sacrificios, incluso los más duros, para alejar el fascismo”.78 Como se verá más adelante, puede pensarse que la dirección del PS no ignoró por completo estas recomendaciones. De hecho Delom, el delegado del PS, votó a favor de esta primera resolución, contribuyendo con los 7 votos reservados a la sección argentina a los 291 con los que fue aprobada, frente a 18 delegados que votaron en contra y cinco que se abstuvieron.79 Pero lo que parecía prevalecer aquí es, más que una convicción para impulsar determinadas políticas, el alineamiento del socialismo argentino con el ejecutivo de la Internacional. Con respecto a la izquierda del PS, sus planteos se encontraban en consonancia con los defendidos por los sectores más radicalizados de la IOS, dentro de los que se encontraban algunos delegados de la SFIO. Syromsky, por ejemplo, defendió en la conferencia la posición de la minoría, planteando que: … aún en una democracia altamente desarrollada… la clase obrera no debe limitarse únicamente a los métodos democráticos y no puede abstenerse incluso en estos casos de utilizar medios revolucionarios, cuya necesidad surge de la propia lucha de clases… una concepción socialista y marxista tan esencial como la de la dictadura del proletariado no debería haberse rechazado simplemente porque el bolchevismo la haya caricaturizado. 80 La relación de fuerzas no era la misma en la IOS que en el PS. Mientras que en la conferencia de la Internacional la posición mayoritaria presentada por Bauer fue aprobada por nada menos que por 291 a 18,81 en mayo 77 Bulletin of the LSI, n° 5, octubre de 1933, p. 101 a 103. International Information, 26 de agosto de 1933. 79 Bulletin of the LSI, n° 5, octubre de 1933, p. 109 80 International Information, 26 de agosto de 1933. 81 Además de 5 delegados franceses (sobre 26) votaron la propuesta de la minoría 7 de Estados Unidos (sobre 11), 2 de Italia (sobre 16), 1 de Estonia (sobre 3) y los 3 delegados polacos. Bulletin of the LSI, n° 5, octubre de 1933, p. 109. 78 129 de 1934 el margen por el que fue derrotada el ala izquierda del PS en el en el XXII congreso partidario fue mucho más acotado. La conferencia internacional fue seguida a su vez por Revista Socialista, que anunció la realización del evento en su número de agosto de 1933,82 y reflejó los debates en el siguiente a través de una nota de Arturo Havaux.83 En este caso, Renaudel, “que se aferra a los métodos democráticos y a una eventual unión con la burguesía liberal”, aparecía menos favorecido respecto a un Blum que, lejos de ser presentado como ultraizquierdista, “declara que hay que combatir la crisis económica para vencer la reacción fascista”. La publicación también se hacía eco de las reservas que se formularon en el debate sobre la democracia, que si bien … es el camino más llano para aproximarnos a las posibilidades del socialismo, seríamos más que ingenuos si negáramos que, llegado el momento, es preciso saber abandonar el liso asfaltado del sufragio libre y popular, de la libertad de prensa y de reunión, etc., para asumir por vías más rugosa la responsabilidad del poder.84 Havaux hacía suyas las críticas vertidas a los socialistas alemanes, a quienes fustigaba duramente: tras considerar que era preciso aprender de las desgracias de los demás, llamaba elípticamente a aplicar la sentencia a la situación propia. La nota concluía adhiriendo a la sentencia de Blum, que condenaba la alianza con la burguesía como “una alianza monstruosa”. Un mes después de realizada la conferencia de la IOS empezó editarse la revista Cauce, impulsada por el sector de izquierdas nucleado en torno de la Confederación Juvenil Socialista de la capital y encabezado entre otros por Ernesto Giúdici. En este caso se rechazaban sumariamente y en bloque los debates del socialismo “democrático y revisionista”, impugnando entre otros el planteo de defender de la democracia allí donde perduraba: “lo reafirmó Adler: el socialismo será revolucionario después que los fascistas. ¡Pero entonces será tarde!”.85 Lo cierto es que las referencias 82 Revista Socialista, n° 39, agosto de 1933, p. 155. Havaux, antiguo redactor de La Vanguardia, figura entre quienes se posicionaron tempranamente en contra de la revolución bolchevique. Véase Camarero, Tiempos rojos; Pittaluga, “Hybris del soviet”. 84 Revista Socialista, n.° 40, septiembre de 1933, 191-192. 85 Cauce, n.° 1, septiembre de 1933. 83 130 internacionales de este grupo habían dejado de ser las de la socialdemocracia. Muy cercanos a la Tercera Internacional, estos militantes terminarían afiliándose al Partido Comunista tras su derrota en el congreso del PS de 1934. Los enfrentamientos en el PS en el período de decadencia de la Internacional Como se puede ver, lo que aparecía como trasfondo en las publicaciones argentinas sobre la Internacional era, una vez más, el debate que crecía dentro del PS. Si la alianza con el PDP podía pensarse como monstruosa por un sector de la izquierda partidaria, 86 y el recurso al fraude por parte del régimen permitía cuestionar la vigencia real de la democracia, el accionar de las bandas fascistas y del propio aparato de represión estatal, que comenzaba a generar estructuras abiertamente ilegales,87 habilitaban la conclusión de que la democracia no regía ya en la Argentina. Ya en la apertura del XXI congreso nacional del PS, celebrado en mayo de 1932, Mario Bravo, su presidente, había llamado a “dar a la clase obrera su organización de defensa”, para impedir la instauración de una nueva dictadura.88 Forzada por las circunstancias, la conducción partidaria recurrió a lo que consideraba, para usar la expresión de las resoluciones internacionales, “la defensa de la democracia por todos los medios”. En efecto, poco después, a mediados de junio, Repetto anunció abiertamente en la Cámara de Diputados que, para contrarrestar la acción de las bandas armadas, el PS organizaría una “Legión Socialista” con fines defensivos.89 Para esos momentos, en el país trasandino se proclamaba la fugaz “República socialista de Chile”, y en Argentina comenzaron a circular rumores de la preparación de un golpe de estado que sería perpetrado por la extrema derecha. Frente a esto, el PS convocó a un acto público en defensa de la democracia y las libertades. La Vanguardia, además de publicar los discursos y destacar la masividad del acto, daba cuenta de la eficaz actuación de “las guardias socialistas”, organizadas para la defensa del acto, que 86 En particular, por el grupo nucleado en torno a la revista Cauce. Benclowicz, “‘Un Estado dentro del Estado que ha creado un nuevo Código Penal’”. 88 La Vanguardia, 26 de mayo de 1932. 89 La Vanguardia, 16 de junio de 1932. Para diciembre de este año, el dirigente socialista recomendaba implícitamente la defensa armada de los locales partidarios. Ver Iñigo Carrera, La otra estrategia. 87 131 “son ya organizaciones importantes dentro de nuestro movimiento social”.90 También para esos momentos comenzó a desarrollarse ampliamente el debate en torno a cuáles eran los mejores métodos para la defensa de las libertades, del que se hizo eco la revista Claridad, y que, atento a las discusiones de la Internacional, terminó en una encuesta sobre la necesidad o no de un cambio de táctica del socialismo, donde se acumularon las críticas a la política legalista y reformista del partido.91 Casi en simultáneo con la conferencia de la IOS de 1933, varios militantes socialistas resultaron muertos por la Policía o por legionarios mientras se desarrollaban actos partidarios en la provincia de Buenos Aires; un mes después, era asesinado el diputado cordobés José Guevara. Tras este hecho, la dirección partidaria impulsó la interpelación del ministro del Interior y convocó a una conferencia nacional para tratar la actitud a seguir. El manifiesto emitido por esta conferencia, publicado por La Vanguardia el 24 de octubre de 1933, apuntaba contra la indiferencia del gobierno y denunciaba a las bandas fascistas “que estaban intentando destruir la democracia aterrorizando a los partidos políticos”. Asimismo, daba cuenta de que la conducción del PS había logrado imponer su posición, utilizando el lenguaje de la Internacional: La defensa de las instituciones democráticas constituye la base común de una acción armónica de todos los esfuerzos para aniquilar los planes dictatoriales en ciernes. Para esa acción el Partido Socialista reafirma su contribución decidida, en todos los terrenos y por todos los medios.92 Sin embargo, la línea adoptada no lograba terminar de neutralizar a las bandas armadas: poco después de la conferencia se produjo un ataque a un acto en Avellaneda que terminó con la vida de otro activista socialista. Todos estos acontecimientos fueron recogidos por International Information, que comparó a Guevara con Giacomo Matteotti, el diputado socialista italiano asesinado por el fascismo, y denunció el accionar de los grupos fascistas en Córdoba y la complicidad de la Policía.93 En una nota sobre el 90 La Vanguardia, 19 de junio de 1932. Véase especialmente las ediciones de Claridad del 18 de junio de 1932 y el 29 de abril de 1933. 92 La Vanguardia, 24 de octubre de 1933. 93 International Information, 18 de noviembre de 1933. 91 132 “desorden fascista en Argentina”, se repudiaba también el ataque de Avellaneda y se traducían consideraciones de la conferencia nacional del PS, que exigían la observancia de la Constitución, el mantenimiento del sistema democrático y la disolución de las bandas armadas, reafirmando, en línea con las resoluciones de la Internacional, que el partido haría todos los sacrificios que fueran necesarios para restaurar el imperio de la ley y la libertad.94 Junto al manifiesto, La Vanguardia advertía en un recuadro sobre la situación de la provincia de San Juan, considerada por la conferencia como “el exponente de un estado de regresión y de barbarie que sólo se prolonga y se sostiene por el apoyo del gobierno federal”.95 Si se piensa a la luz de los acontecimientos mencionados arriba y de los posicionamientos de la IOS a los que adhería el PS, no resulta extemporáneo que, a principios de 1934, la Federación Socialista Sanjuanina haya participado por iniciativa propia, junto a fuerzas conservadoras, en un intento de derrocamiento del gobernador, acusado de cercenar las libertades y garantías individuales.96 El comité ejecutivo del PS designó a dos miembros para indagar e informar sobre lo acontecido, incluyendo a Benito Marianetti, de la Federación Mendocina, una de las figuras centrales de los sectores de izquierda que asumía una creciente influencia. El informe, aceptado por la dirección, justificaba el accionar de la Federación Sanjuanina, lo cual motivó la crítica del sector de izquierdas nucleado en torno a la revista Cauce, que señalaba no sin razón que la situación en San Juan no difería demasiado de la imperante en otras provincias.97 En paralelo, los acontecimientos internacionales se aceleraban. El mismo mes en que ocurrieron los eventos sanjuaninos, en Francia se producía la “Marcha sobre París” de las escuadras paramilitares del fascismo local y en Austria las fuerzas conservadoras y fascistas aplastaban a la resistencia socialista y comunista. Estos hechos allanaron el camino para la confluencia de ambos junto a los partidos “burgueses” democráticos en 94 International Information, 13 de diciembre de 1933. La Vanguardia, 24 de octubre de 1933. 96 Detalles de estos eventos pueden verse en Iñigo Carrera, “La clase obrera y la alternativa parlamentaria”, 268–71. 97 Cauce, n.° 7, 1° de mayo de 1934. Además de Córdoba, donde había sido asesinado el diputado Guevara, sobresalía la mismísima provincia de Buenos Aires gobernada por Fresco, simpatizante del fascismo. 95 133 torno al frente popular, constituido exitosamente en Francia un año después, y al siguiente en España. Asimismo, los eventos parecían habilitar la puesta en juego de la última carta que había reservado la IOS para la lucha contra el fascismo: organizar una perspectiva revolucionaria antes de que fuera tarde, como en los casos de Alemania y Austria. Esa fue la línea que siguió el socialismo español: a finales 1933 se había registrado un fuerte avance electoral de las derechas, enmarcado en los pobres avances en materia social que había logrado la Segunda República gobernada por radicales y socialistas. En ese contexto, y ante la perspectiva que el fascismo español terminara asumiendo el poder, el PSOE, históricamente reformista y sumamente moderado, empezó a asumir una perspectiva revolucionaria,98 que fue seguida con gran interés en Argentina por la izquierda del PS.99 El debate sobre la necesidad o no del cambio de táctica se desplegó finalmente en el congreso partidario de mayo de 1934, que terminó ratificando la línea de la dirección. Las polémicas de los socialistas argentinos fueron seguidas por la IOS, que publicó una síntesis de las posiciones en disputa. Sobre el planteo de la mayoría se anotaba que reivindicaba las tácticas y los métodos que se desprendían de la declaración de principios y del programa mínimo para lograr la emancipación económica y social de las masas trabajadoras. Sobre el de minoría se señalaba su reivindicación del carácter internacionalista y de clase del partido y su propósito de abolir la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, su rechazo a las alianzas con partidos “burgueses”, su llamado a continuar la acción internacional contra el fascismo y a consolidar en la prensa socialista una posición marxista.100 La posición de la minoría fue derrotada, pero obtuvo un nada despreciable 28% de los votos. Paralelamente, se había empezado a producir cierto desplazamiento, que implicaba un reforzamiento de las cuestiones nacionales en la agenda política del partido. Como se mencionó, desde el centenario de la Revolución de Mayo el PS se ubicaba en torno a la reivindicación de un “nacionalismo sano”; con la sanción de la Ley Sáez Peña y las conquistas electorales que le siguieron, la relación partidaria con la tradición nacional se fue 98 Que terminó con un sonado fracaso en el intento de revolución de octubre de 1934. Sobre este punto puede verse entre otros Preston, The Coming of the Spanish Civil War; Juliá Díaz, “Preparados para cuando la ocasión se presente”. 99 Véase sobre este punto Martínez, “El mundo en la mira”. 100 International Information, 14 de julio de 1934. 134 afianzando, y acontecimientos clave como la Revolución de Mayo empezaron a ser valorados como expresión de libertad política. En ese marco interpretativo, la misión que se daban los socialistas era la de llevar la emancipación al terreno social, tarea en la que confluían con el resto de los socialistas del mundo. Hacia la década de 1930, al calor del avance de las derechas, lo nacional fue asumiendo otra presencia y otra potencia, que terminó relegando definitivamente las identificaciones de carácter internacionalista.101 Una vista rápida de este desplazamiento —al que no escapó la mayor parte de la socialdemocracia mundial— puede verse al comparar las ediciones de La Vanguardia del mes de mayo en 1932 y 1934, cuando se celebraron sendos congresos partidarios que ocuparon justamente la fecha patria del 25 de mayo. En 1932 no había mayores alusiones a esa fecha como tal, y la única actividad relacionada que aparecía —perdida en la anteúltima página de la edición del mismo día 25— era un acto en Casilda, una pequeña localidad de la provincia de Santa Fe.102 En contraste, se transcribía la alocución del presidente del congreso, Mario Bravo, que declaraba que se reunían “como una sección de la Internacional” y que, en ese 25 de mayo “mientras las tropas marchan… detrás de la bandera que simboliza la libertad e independencia del pueblo de Argentina… desde este recinto la bandera de la Internacional le dice a la de la nación argentina: ‘estamos determinados a completar el trabajo de emancipación’”. 103 Se repetía aquí la línea partidaria clásica. Lo que se veía en las páginas de La Vanguardia para 1934, más allá del álgido debate con los sectores de izquierda propiamente dicho, era bastante diferente. Primero, porque a partir del día 12 de mayo se anunciaba repetidamente la realización de un acto para conmemorar la Revolución de 1810, organizado por la Federación Socialista de la Capital en la Casa del Pueblo.104 Al día siguiente se decía que el acto había tenido “brillantes contornos”, y dos días después se publicaban los discursos de los oradores, los diputados nacionales Palacín y Mouchet.105 Más allá de su Amorebieta y Vera y Guiamet, “El Partido Socialista argentino y la cuestión nacional a partir de los usos del pasado independentista (1905-1942)”. 102 Fuera de esa nota, lo único que encontramos es una breve nota del día 21 que informa lo comunicado a los directores de escuela de la misma provincia de Santa Fe con respecto a los contenidos a trabajar. Véase La Vanguardia, 21 y 25 de mayo de 1932. 103 La Vanguardia, 24 de mayo de 1932. 104 Véase La Vanguardia del 12, 13, 16, 17, 18 19 y 20 de mayo de 1934. 105 La Vanguardia, 19 y 20 de mayo de 1934. 101 135 contenido específico, que ubicaba a los eventos de 1810 en el curso evolutivo ya mencionado, el hecho es que La Vanguardia otorgó al evento, casi inexistente dos años atrás, una cobertura considerable, tendiendo a incorporarlo a la liturgia socialista. En segundo lugar —y más importante considerando sus consecuencias a largo plazo—, el mismo mes de mayo Alfredo Palacios presentó en el Senado un proyecto de ley “para difundir en el pueblo el conocimiento del derecho argentino a la soberanía de las islas Malvinas” en base a la traducción, publicación y difusión de la obra Les Iles Malouines, de Paul Groussac. Así, un representante del socialismo se lanzaba a la construcción de Malvinas como causa patriótica y popular. Palacios, reincorporado al partido en 1931, se había distinguido justamente por su tendencia a impulsar la nacionalidad como eje de la identidad socialista.106 Los hechos mencionados se alejaban bastante de la ya citada resolución de la IOS en torno a la necesidad de movilizar el espíritu del internacionalismo y no hacer concesiones de ningún tipo al nacionalismo. En este sentido, el año 1934 puede pensarse como un punto de quiebre. Más allá de la cuestión del internacionalismo, como resultado del congreso de 1934 la conducción del PS no sólo sostuvo su táctica legalista, sino que rechazó la perspectiva del frente popular, impulsada por los sectores de la izquierda partidaria, cuya presencia no había menguado a pesar de la salida del grupo encabezado por Giúdici.107 De hecho, al reunirse el congreso nacional de 1936, la izquierda logró introducir su perspectiva en los debates. Frente a la posición del ejecutivo, defendida por Américo Ghioldi, que consideraba al régimen de Justo como un gobierno constitucional, los sectores de izquierda lo presentaron como una continuidad de la dictadura de Uriburu, y lograron que el congreso se pronunciara por unanimidad a favor del frente popular.108 Los desacuerdos en torno a este último punto atravesaban a todo el arco de la socialdemocracia mundial. Así, mientras en Francia y España la perspectiva de un frente con los comunistas se terminaría imponiendo, el laborismo británico y el socialismo escandinavo, entre otros, se opusieron firmemente, lo cual llevo a la IOS a decretar la libertad de acción de cada partido sobre el tema.109 Pero, al igual Herrera, “El frustrado accionar de un partido socialista nacional en la Argentina” En el movimiento obrero socialista, uno de los gremios más activos en esta campaña fue el de los gráficos, dirigido por Luis Ramicone. Ver Benclowicz, “Trayectoria de Luis Ramicone”. 108 Dickmann, Los congresos socialistas. 40 años de acción democrática, 67–68. 109 LSI Archives/IISH: ARCH01368.438. 106 107 136 que en Argentina, todos los partidos socialistas europeos experimentaron la presión de una parte más o menos importante de sus bases, según el caso, en pos de la convergencia con los comunistas de cara al fascismo.110 En 1937, un informe del secretariado de la IOS recogió las caracterizaciones y resoluciones del congreso del PS realizado el año previo: allí se planteaba que “desde la ‘Revolución’ de 1930 el país ha estado viviendo bajo una dictadura de hecho si no en nombre” y que se había decidido recomendar “la formación de un frente popular democrático de todas las fuerzas de la democracia y los trabajadores a fin de realizar una larga serie de reformas políticas y económicas”, lo cual, se dejaba constancia, había sido refrendado en la reunión del comité nacional de diciembre de 1936.111 A pesar de esto, el ejecutivo partidario no pondría en práctica esta resolución. Esto, sumado a la importante diferencia de perspectivas, provocó finalmente una importante ruptura al año siguiente, cuando el ala izquierda fundó el Partido Socialista Obrero (PSO), de corta vida, con un perfil clasista, internacionalista, revolucionario y antiimperialista.112 El PS se desdibujaba cada vez más en tanto partido de trabajadores, para confundirse crecientemente con una organización liberal,113 mientras que el levantamiento del abstencionismo de la UCR provocaría la reducción drástica de su peso parlamentario. Para entonces, a diferencia de lo que había ocurrido durante la ruptura de los independientes en 1927-1928, la IOS se encontraba sumamente debilitada y no ocupaba el mismo lugar como marco de referencia. Aun así, el PS no descuidó su membresía, en un contexto en el que también el partido se había debilitado. Para la reunión del ejecutivo de la Internacional de marzo de 1937, el secretario general del PS, Américo Ghioldi, envió una misiva con detalles sobre el modo en que abonaría las cuotas de afiliación que adeudaba.114 Y aún al filo de su parálisis definitiva, hacia marzo de 1939, la IOS seguía recibiendo los envíos de La Vanguardia que el partido realizaba desde su incorporación. El interés seguía siendo recíproco: la IOS registraba los artículos que consideraba relevantes sobre el socialismo 110 Imlay, The Practice of Socialist Internationalism, 254. LSI Archives/IISH: ARCH01368.989. 112 Sobre el PSO puede verse Herrera, “Corrientes de izquierda en el socialismo argentino”; Iñigo Carrera, “Alternativas revolucionarias en los 30”; Pasquali, “Volver a Marx”. 113 Sobre este punto véase Mazzola, “Justo, Korn, Ghioldi”. 114 LSI Archives/IISH: ARCH01368.487. 111 137 internacional publicados en el diario del PS.115 Con todo, el hecho de que la conferencia de 1933 haya sido el último encuentro internacional que logró realizar la IOS marcaba un desapego más general con respecto a la elaboración de una política conjunta entre unas “secciones nacionales” que tendían a recostarse cada vez más en ese segundo término. 115 Para enero y febrero de 1939 se destacan una serie de artículos de Mario Bravo sobre la lucha socialista en Chile; otros dos sobre la Guerra Civil Española, uno sobre las brigadas internacionales y otro sobre un acto organizado por el PS en Buenos Aires; otro sobre el reclamo de las organizaciones anti-fascistas a los gobiernos de la región del Plata para que se liberalice la política de inmigración; otro de Adler sobre un libro de Bauer. LSI Archives/IISH: ARCH01368.1221. Conclusión En este libro reconstruimos la relación política y organizativa que mantuvo el Partido Socialista argentino con las diferentes Internacionales obreras y socialistas durante el medio siglo que va desde la fundación de la Segunda Internacional en 1889 hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939. A lo largo de estas décadas, el movimiento socialista internacional sufrió muchas transformaciones, y lo propio ocurrió con el socialismo local: a pesar de estos cambios, en todo momento la “cuestión internacional” ocupó un lugar de relevancia para el PS y existieron relaciones constantes no solo con partidos de otros países sino también con las organizaciones internacionales de la socialdemocracia. El PS se consideraba parte de un movimiento mundial y su acción política nunca dejó de estar atravesada por esta concepción, dando lugar al desarrollo de vínculos y diálogos variados que forman parte ineludible de la historia partidaria. Desde fines de la década de 1880, la referencia a la “Internacional” fue permanente: se buscaba en ella una autoridad política para construir la actividad local como parte de un movimiento más amplio, y esta actividad estaba fuertemente inspirada en los partidos europeos. A pesar de esto, en este período temprano no hubo una participación activa del socialismo argentino en los congresos de la Internacional. Para mediados de la década de 1890, cuando La Vanguardia comenzó a galvanizar la actividad de los socialistas argentinos, la influencia del socialismo internacional se manifestaba principalmente a través de la publicación de materiales extranjeros y la circulación de libros y folletos, que contribuyeron a forjar una interpretación ecléctica, lejos de la ortodoxia marxista. A partir de 1900, en tanto, la relación entre el PS y la Segunda Internacional se hizo más estrecha y orgánica. Durante este período, el socialismo argentino participó activamente en los congresos internacionales y en las reuniones del BSI, cumplió regularmente con sus cotizaciones y se convirtió en un miembro 140 “estable” de la Internacional, pero no mostró un interés significativo en involucrarse en sus grandes debates políticos y teóricos. El PS utilizaba la Internacional como una plataforma para difundir una serie de campañas, entre las cuales se destacaba la denuncia de las prácticas represivas de la burguesía local. Hacia finales de la década de 1900 y en los años previos al estallido de la guerra, tras la expulsión de los sindicalistas revolucionarios, el PS perdió influencia en el movimiento obrero pero ganó en coherencia interna, y el liderazgo de Justo se hizo indudable. El viaje de Justo al congreso de Copenhague, en 1910, es sintomático de la actitud de este partido que parecía haber alcanzado su mayoría de edad. Durante este evento se aprobó una resolución que denunciaba tanto a la burguesía de Argentina como a su gobierno, aunque se rechazó la idea de llevar a cabo un boicot a los productos argentinos de exportación. En los últimos años previos a la guerra, la relación con el BSI se volvió menos estrecha debido a la ruptura de Manuel Ugarte. El estallido de la guerra mundial a mediados de 1914 implicó el colapso de la Segunda Internacional. A pesar de la desaparición de la relación orgánica, durante estos años la “cuestión internacional” ocupó un lugar central para el socialismo argentino. Entre 1914 y 1916, Justo perfiló una caracterización de la guerra que la entendía como un resultado de la persistencia de estructuras políticas arcaicas y, sobre todo, de tensiones económicas debidas al proteccionismo. La reivindicación del libre comercio pasó a ocupar un lugar crucial, casi obsesivo, en todas las reflexiones del PS sobre la cuestión internacional, al tiempo que se veía de manera cada vez más crítica a los partidos europeos. Equipada con estas caracterizaciones, la dirección partidaria se fue inclinando cada vez más hacia una simpatía por el bando aliado, lo cual provocó una crisis interna a comienzos de 1917. Recién a fines de ese año, el grupo parlamentario y la dirección del partido lograron recuperarse y derrotar a los “internacionalistas”. Tras la ruptura del Partido Socialista Internacional, que luego se convertiría en el Partido Comunista, el PS pareció recuperar homogeneidad política y reforzó los planteamientos reformistas y gradualistas. En este contexto, Justo y De Tomaso viajaron a Berna para participar en una conferencia que tenía planteada la refundación de la Segunda Internacional. A pesar de las expectativas que había puesto en el viaje, la dirección partidaria se encontró enseguida inmersa en una nueva crisis interna, en un contexto en el que la emergencia de la Comintern fragmentaba y dividía a 141 los viejos partidos socialistas de todo el mundo. En 1920 el PS se vio atravesado por otra fuerte discusión interna, esta vez protagonizada por un grupo partidario de alinearse con la Tercera Internacional. Estos “terceristas” fueron finalmente derrotados en un congreso extraordinario realizado a comienzos de 1921: otra vez la vieja dirección justista emergía triunfante, pero siempre al costo de perder por el camino a los sectores más radicales del partido y dando lugar a una consolidación de los planteos más reformistas y gradualistas. Cerrada la crisis con los “terceristas”, en 1924 el PS se reintegró finalmente a una organización internacional, en este caso la recientemente fundada Internacional Obrera y Socialista que reagrupaba a los partidos reformistas europeos. En los primeros años, el PS no destinó grandes recursos para intervenir en la IOS, aunque no dejó de reivindicar la filiación, que formaba parte importante de su identidad. La situación cambió notoriamente en 1927, cuando el PS sufrió una importante ruptura por derecha, encabezada por De Tomaso. El nuevo Partido Socialista Independiente pugnaba por ingresar a la Internacional, amenazando la membresía del viejo partido. Ya sin el liderazgo de Justo, fallecido a comienzos de 1928, el PS movilizó en este contexto recursos extraordinarios. No sólo envió a Europa a Mario Bravo para impugnar la solicitud de los independientes: también buscó estrechar los lazos con el resto de los partidos intercambiando materiales y contribuyendo económicamente con los que así lo requerían. En paralelo, el PS no dejó de prestar atención a los debates que se empezaron a desarrollar en el seno de la socialdemocracia mundial a propósito de la crisis económica y política de los años 30. La amplitud y el carácter vago de las resoluciones adoptadas por la Internacional permitieron avalar perspectivas diversas, y a veces contradictorias. En estos años, por lo demás, empezó a organizarse nuevamente un sector de izquierdas dentro del partido que impugnaba en especial el tradicional reformismo y legalismo, lo que terminó provocando la escisión del Partido Socialista Obrero en 1937. Los debates de los militantes de la Argentina no dejaron de ser recogidos por la Internacional, que ya había entrado en una fase de declive. Por su parte el PS, desde mediados de los años 30, había iniciado una nueva etapa en lo que hace al lugar que le otorgaba a la cuestión nacional. Esto no era muy diferente de lo que ocurría en otros casos en los que la ampliación de las bases sociales partidarias operó fortaleciendo las políticas nacionales y debilitando la perspectiva transnacional. Con todo, 142 el interés mutuo entre la IOS y el PS se mantuvo hasta que, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la Internacional dejó de funcionar por completo. También por entonces se perfilaba el declive del propio PS. Así, su periplo coincide con el auge y caída de unas Internaciones que no dejaron de capturar, con distintos énfasis y características, y durante medio siglo, la atención de los socialistas argentinos. Bibliografía Adelman, Jeremy. “Socialism and Democracy in Argentina in the Age of the Second International”. Hispanic American Historical Review 72, núm. 2 (1992): 211–38. Alayrac, Pierre. 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