Contenidos
01
04
Pág. 04
Pág. 14
Editorial
02
Vamos contando
Cartas
al
director
05
Pág. 06
03
Pág. 11
Objetos
Pedagógicos
Pág. 20
Escuelas
Atmósferas
de Igualdad e
Infancias
OH! INNOVACIÓN
06
Pág. 22
2
Arte hoy
07
10
Pág. 26
Pág. 43
Seciones
Laboratorio de
aprendizaje
08
Diccionario
Pedagógico
Laboratorio de
Aprendizaje
Las escuelas
innovan
11
Pág. 46
Pág. 34
09
Ideas
de
Educación
Arte y
Educación
12
Variedades
para innovar
Pág. 48
Pág. 40
3
Escuela de Educación
Diccionario
10 Pedagógico
Laboratorio de
Aprendizaje
Decálogo de la
Educación Inclusiva
DR. RENÉ VALDÉS
Escuela de Educación, Universidad Andrés Bello
La educación inclusiva es un mandato
a nivel global. Fueron los movimientos
sociales los que impulsaron su agenda,
pero su desarrollo ha dado lugar a declaraciones, foros, encuentros, conferencias e iniciativas en todo el mundo, así
como ha permitido el posicionamiento
activo de organismos internacionales
ONU, UNESCO,
OEA, UE, OCDE,
UNICEF, entre otros. Sin em-
como
bargo, con sus casi 40 años de historia,
todavía persisten debates e imprecisiones en el ámbito escolar en torno a sus
delimitaciones conceptuales.
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¿Qué significa
incluir, qué se
incluye cuando se
incluye? Es una palabra de
moda, llena de preconcepciones,
incluso es utilizada con propiedad
por personas que pueden pensar
muy distinto a uno. Es una palabra
suficientemente elástica como para
encajar sin inconvenientes en todos los
colores políticos y en todos los sistemas
de producción. Esto es respaldado por
la investigación educativa que muestra
divergencias a nivel normativo, a nivel
empírico y a nivel práctico. Es decir,
el concepto de educación inclusiva,
Escuela de Educación
4.
SECCIÓN 10
en parte por pragmatismo y en parte
por contexto, goza de buena fama
entre las palabras complicadas. Este
decálogo tiene un doble propósito:
sintetizar una perspectiva global y
presentarse como una hoja de ruta
que pueda guiar la construcción de
consensos y concepciones locales en
torno a un proyecto tan ambicioso y
necesario como es la promoción de la
educación inclusiva.
1.
La inclusión en educación no es opción, ni
moda, ni caridad, ni buena onda. La inclusión es
un derecho.
Toda persona, sin importar su condición, orientación u origen, tiene el
derecho fundamental de recibir educación formal en un entorno escolar
que le garantice respeto y dignidad.
Este entorno debe estar diseñado
para fomentar el pleno desarrollo de
su personalidad, reconociendo su valía
intrínseca como individuo y su complejidad como ser humano. La inclusión
no es una ayuda alternativa que ofrece
una u otra organización escolar para el
alumnado con necesidades de apoyo.
2. La inclusión en educación se trata de todo el
alumnado; no de una u
otra categoría diagnóstica.
La inclusión busca atender las necesidades y fortalezas de todos los estudiantes, independientemente de su
historial, características identitarias o
OH! INNOVACIÓN
complejidad de sus requerimientos de
apoyo. La noción popular de restringir
la inclusión a soluciones específicas
para categorías particulares, como
diagnósticos clínicos o situaciones de
pobreza, plantea el riesgo de enfocarse
en deficiencias y reducir la inclusión a
criterios y etiquetas médicas, lo que
favorece la individualización de problemas sociales. Los apoyos organizados
deben estar disponibles para todos los
estudiantes, reconociendo que cualquier estudiante podría requerir asistencia durante su trayectoria escolar.
3.
La inclusión en educación es un ideal ético: lo
mejor para uno debe ser
también lo mejor para
todos.
Con frecuencia, el fracaso de un
proyecto inclusivo en una escuela no
se debe a la falta de formación técnica,
recursos o cualificación profesional,
sino a que no logra impregnar completamente nuestra percepción de la
sociedad, las personas y los valores.
La inclusión debe ser entendida,
ante todo, como un ideal ético, ya
que representa lo mejor para todos.
Siguiendo las palabras de Paulo Freire,
la ética y la práctica educativa son
inseparables, siendo la ética una lucha
fundamental en la que nos involucramos en el ámbito educativo, asumiendo la responsabilidad de participar en
la construcción social. Existe una falta
a la ética, por ejemplo, cuando una escuela prioriza a determinados alumnos,
usa incorrectamente los recursos o no
establece evaluaciones comprensivas a
las trayectorias individuales.
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La inclusión en educación es política: se trata
del tipo de sociedad que
necesitamos.
La inclusión se presenta como un
proceso de naturaleza política que
trasciende el ámbito escolar, configurándose como un proyecto para la
sociedad en su conjunto. No se limita
a meras aspiraciones individuales, sino
que representa una lucha colectiva.
Su impacto no se limita al entorno
educativo; más bien lo que hace la
escuela es enrumbar el ideario social
de inclusión. Esta perspectiva permea
todos los aspectos del tejido social,
influyendo en las relaciones y dimensiones que configuran la manera de ser
y participar en la sociedad.
5.
La inclusión en educación es encuentro: hay
que maximizar la presencia de todos en todos
lados.
Para asegurar un encuentro genuino
es imperativo no solo garantizar que
todos los niños tengan acceso a una
escuela, sino también crear espacios
escolares verdaderamente diversos. No
es suficiente tener escuelas separadas
para diferentes grupos, ya sean ricos,
pobres, con necesidades especiales,
talentos académicos, etc. El encuentro
real implica la formación de entornos
escolares heterogéneos, donde cada
estudiante, independientemente de
sus circunstancias, pueda compartir
experiencias con sus compañeros
en un mismo espacio educativo. Si
esto no sucede, si solo accedemos a
espacios homogéneos, corremos el
riesgo de una segregación que socave
el tejido social de un proyecto político
de inclusión.
6.
La inclusión en educación es democracia:
demanda voz, voto e implicancia.
La sola presencia heterogénea en la
escuela no garantiza de manera automática la inclusión. Aunque tengamos
escuelas que abran sus puertas a la
diversidad y fomenten el encuentro,
aún podemos encontrarnos lejos de
los principios inclusivos o cerca de la
segregación. No es suficiente estar en
la escuela; los niños deben ser parte
de la cultura escolar, participar activamente en y para la escuela, compartir
con amigos, llevarse bien con los adultos. Por ello, la participación escolar es
crucial, pues permite abordar aspectos
como el bienestar, el desacuerdo, el
conflicto, la felicidad y el significado de
estar en el entorno escolar. Es posible
que haya un alumnado diverso en la
escuela, pero que se sientan solos, que
no compartan en el aula, que opten
por almorzar en la biblioteca para evitar estar solos en el recreo o que busquen conversar con los adultos porque
los niños no quieren interactuar con
ellos. No basta con estar, hay que sentirse parte.
7.
La inclusión en educación es aprendizaje integral de acuerdo a trayectorias escolares flexibles.
Probablemente el proceso más complejo sea que todas y todos aprendan.
Para esto es necesario articular una
enseñanza que no juzga, que acepta,
que reflexiona y que experimenta. El
profesorado, respaldado siempre por
un liderazgo comprometido con la
inclusión, debe repensar sus métodos,
su sala de clases, colaborar en equipos,
evaluar críticamente sus planificaciones, adoptar nuevas formas de
comunicación, de espacios y modelar acciones basadas en el respeto
y la comprensión individual. Seguir
haciendo lo mismo sin una reflexión
profunda de las prácticas cotidianas
de aula posibilita una suspensión de la
identidad pedagógica y un alejamiento
de una enseñanza que piensa en el
aprendizaje de todo el alumnado sin
condiciones.
8.
La inclusión en educación es entender que la
diferencia es un aporte al
encuentro pedagógico.
La inclusión implica un profundo cuestionamiento a la normalidad. Entender
que las diferencias son una posibilidad
para replantearse el ideario de escuela.
Si esto no ocurre, la inclusión se vuelve
más bien una carga, un paradigma
impuesto, lo que afecta la construcción
de una cultura escolar que valore la
diversidad. ¿Quiénes son los destinatarios de la inclusión? ¿Solo aquellos con
dificultades o todos? ¿solo los niños o
también los adultos? La inclusión en
educación es entender que la diversidad es una condición humana y que va
más allá de las categorías que hemos
creado para clasificar a las personas. Si
entendemos que la normalidad es lo
estadísticamente más común, se corre
el riesgo de retroceder hacia enfoques
biomédicos e individualizantes.
9.
La inclusión en educación es una responsabilidad interdisciplinaria.
La noción de colaboración o comunidad va más allá del ámbito escolar
y de la interacción entre profesores
de aula y especialistas. La inclusión
debe expandirse hacia otras disciplinas, llevando los procesos escolares a
nuevos ámbitos de acción. La inclusión
no puede limitarse a una disciplina
específica debido a su complejidad
teórica; es un asunto de profesores, de
psicólogos, de las ciencias médicas, de
las humanidades, de los artistas, de los
ingenieros, etc. Debe concebirse como
un espacio amplio de producción, un
movimiento continuo que requiere
la participación de diversos modelos,
disciplinas y epistemologías. Se espera
que los profesionales de diferentes
áreas de conocimiento asuman el desafío de contribuir a una sociedad más
justa e inclusiva.
51
10. La inclusión en educación
es un proyecto que siempre está en desarrollo.
La inclusión es un proceso lento, no
lineal, a veces subjetivo y multidimensional, que toma formas diversas según
el contexto de las escuelas. Para algunas, el éxito se mide en logros basados
en rendimiento; en otras importa la
participación, así como otras se basan
en la independencia o en el bienestar
individual. La inclusión disfruta de la
lentitud y de la flexibilidad de los itinerarios educativos. No es un destino
fijo, sino un viaje planificado, pero no
totalmente controlado. Una escuela
inclusiva no es perfecta; no basta con
proyectarse como inclusiva en un plan
educativo. Implica aprendizajes, es un
proceso complejo, sensible al debate
y la crisis. No hay soluciones mágicas
ni recetas; lo que sí existen son pistas
y experiencias valiosas que deben
adaptarse y hacerse propias en cada
contexto particular.
La idea de ofrecer un decálogo no es
reducir la complejidad conceptual, más
bien es ofrecer un consenso en torno
a una tensión teórica y práctica. Pues
llevar a la práctica el sueño de una
educación inclusiva no es tarea fácil.
Es un discurso fácil de aceptar, pero
difícil de hacer realidad. Este decálogo
se presenta para ofrecer coherencia
a esta palabra tan de moda, pero tan
difícil de atrapar. La falta de coherencia
solo debilitará la puesta en práctica
de procesos inclusivos, pues, mientras
no tengamos claridad de sus mínimos
teóricos, el proyecto de una educación
inclusiva se verá afectado por la discrecionalidad de sus adherentes.
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