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MARXISMO Y TRABAJO SEXUAL. UNA APROXIMACIÓN. Juan Pablo Cuello* * Profesor en Historia, feminista y miembro de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual – Córdoba. . De los diferentes abordajes que suscita la venta de sexo (los hay religiosos, moralistas, higienistas, amarillistas...) me interesan aquellos que la entienden como relación social con genealogías, dinámicas y sujetos particulares. Aquí propongo llamar la atención sobr las reiteradas referencias a esta relación social en la obra de tres referentes del materialismo histórico occidental: Karl Marx, Friedrich Engels y Walter Benjamin reconociendo elementos del contexto histórico-argumentativo en que fueron planteadas. Persigo el objetivo teórico y político de aportar al debate de renovada actualidad en el interior del feminismo y las organizaciones socialistas: ¿es siempre la “prostitución”1 1 Utilizo “prostitución” entre comillas para advertir que es un termino discutido tanto entre especialistas como por las propias organizaciones de trabajadores del sexo. Se argumenta que este concepto no tendría un significado unívoco al mismo tiempo que habilita interpretaciones prejuiciosas como la idea de mala-mujer o la actual sobrevaloracion de la explotación ínista en el termino (ver por ejemplo Aravena, 2013; Agustín, 2009 o Iglesias Skulj, 2013, p. 27). En cambio opté por hablar de venta de servicio sexual o de trabajo sexual entendido como una relación social estigmatizada que implica la venta de la fuerza de trabajo-sexual de cis-mujeres mayores de edad a) autónomas u organizadas en cooperativas de trabajo-sexual o b) aquel servicio sexual cuya organización y venta durante un tiempo estipulado esta supervisado por un/una proxeneta. No analizo aquí las condiciones que hacen a la prostitución travesti (Fernandez, 2004), la que es ejercida por varones (Perlongher, 1993) y tampoco a la trata con fines de explotación sexual o prostitución forzada (Iglesias Skulj, 2013). Considero que la trata de personas si bien se encuentra imbricada en el capitalismo, sus características la acercan al modo de producción esclavista cuyos vestigios perviven. Al respecto Marx señalaba “(...)la fuerza de trabajo no ha sido siempre una mercancía. El trabajo no ha sido siempre trabajo asalariado, es decir, trabajo libre. El esclavo no vendía su fuerza de trabajo al esclavista, del mismo modo que el buey no vende su trabajo al labrador. El esclavo es vendido de una vez y para siempre, con su fuerza de trabajo, a su dueño”. (Marx, 1849: 12, las cursivas son de la edición consultada). una forma de violencia hacia la mujer ó más bien la desigualdad sexual, criminalización y estigma que circunscriben la venta de sexo son causantes de las situaciones opresivas?. Reconozco como limitación que por ejemplo ni Marx ni Engels se ocuparon específicamente de la sexualidad y menos aún de la “prostitución”2 2 Alexandra Kollontai ha sido la marxista que más reflexionó sobre el tema a principios del siglo XX influyendo luego en el tratamiento que el feminismo marxista le ha dado asunto del comercio sexual. Me propongo avanzar sobre su pensamiento en próximos trabajos. Ver Kolontai (1921). ; cuando escribieron tampoco existían organizaciones de trabajadoras sexuales que expusieran en el debate público una voz propia, como sí contamos en la actualidad. Sin embargo en relación a la desigualdad sexual no existiría total desinterés en el pensamiento de los fundadores del materialismo histórico: los feminismos en sus distintas olas tuvieron que adoptar o rechazar críticamente los postulados del marxismo clásico en torno a la cuestión de la mujer3 3 De los limites que se señalan a Marx y Engels cuando se busca en ellos reflexiones relacionadas con lo que llamamos los sistemas sexo-genero sobresale la heterosexualidad natural que presentan sus textos (Haraway, 1991: 222). En Marx por ejemplo podemos encontrar afirmaciones como “(...)del carácter de esta relación [con la mujer] se deduce la medida en que el hombre se ha convertido en ser genérico, en hombre, y se ha comprendido como tal; la relación del hombre con la mujer es la relación más natural del ser humano con el ser humano” (Marx, 1844:141) Esta complementariedad natural se convierte en un a priori que arrastraría otro, el de una división sexual espontánea del trabajo que estaría presente desde tiempos prehistóricos como se observa en los Origenes de Engels (1884: 200). En este sentido Gayle Rubin (1975) señalaba que no hay nada semejante a la fuerza argumental de la teoría de la opresión de clases en tanto explicación a lo largo de la historia de la situación desfavorable de las mujeres. Del mismo modo conceptos como patriarcado, división sexual del trabajo, cuerpo, matrimonio y otros son difíciles de abordar ignorando al marxismo como tradición teórica-política. Aunque útil esta mirada teórica no sería suficiente para dar cuenta de las características actuales de la venta de servicios sexuales: las imbricaciones entre capitalismo y sexualidad sucedidas luego de la segunda mitad del siglo XIX nos obligan a pensar “con nuestra propia cabeza” nuevas reivindicaciones. Por último, creo justo advertir que tampoco se encontrará en este trabajo el rescate de alguna cita de autoridad que admita o excluya de manera definitiva la posibilidad de reconocer al trabajo sexual como trabajo. Aunque nos acercaremos bastante. Marx y el trabajo-sexual. Si bien en Marx no existe un análisis exhaustivo ni mucho menos de la compra/venta de servicios sexuales, sí podemos analizar las reiteradas referencias que realiza del fenómeno. Con ellas podemos trazar un marco explicativo que permita entender lo prostibulario que tendría todo trabajo asalariado en los marcos del sistema capitalista. Para Marx la especie humana se diferencia del resto de los animales por el trabajo, entendido como la transformación de los recursos disponibles para satisfacer sus necesidades, pero también como instancia de (re)creación como sociedad y como sujeto racional. “Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material” (Marx, 1846: 19). Lo despreciable para Marx es que la humanidad sufra la existencia a gran escala del trabajo asalariado surgido del contradictorio progreso de las sociedades divididas en clases, debido a las disputas por la apropiación del excedente. La principal impugnación que hace Marx al capitalismo es la enajenación brutal que implica la actual forma de organización del trabajo: “Esta realización del trabajo aparece, a nivel de la economía política, como desrealización del trabajador, la objetivación, como perdida del objeto y como sometimiento servil a él, la apropiación, como alienación, como enajenación” (Marx, 1844: 106). En el capitalismo el objetivo de la producción es la trasformación de objetos y personas en elementos útiles para el acrecentamiento del Capital: éste ultimo al ser intercambiado por trabajo vivo se reproduce y aumenta, pero sólo si el capitalista es capaz al final del proceso de producción de extraer plusvalía, es decir trabajo-no-pago. Cabe aclarar que lxs asalariadxs venden “libremente”4 4 John D´Emilio advierte lo que significa en el capitalismo la libertad para lxs trabajadorxs: “si somos libres para vender nuestra fuerza de trabajo en el sentido positivo, también estamos liberados, en el sentido negativo, de cualquier otra alternativa” (D´Emilio, 1983) al capitalista su fuerza de trabajo por un tiempo determinado, pero que esta fuerza no puede ser desacoplada del propio cuerpo: “la fuerza de trabajo solo se pone en acción trabajando, y para ello se consume una cantidad definida de músculos, nervios, cerebro, etc, humanos y es preciso restaurarlos” (Marx, 1867:171). Marx no hace una distinción sobre cuáles músculos y nervios deberían ser utilizados para que el trabajo sea considerado asalariado: al capitalista sólo le interesa acrecentar su capital más allá de que explote la fuerza de trabajo proveniente de brazos, cerebro o genitales. Las barreras morales universales esgrimidas en un momento por la burguesía en torno a los comportamientos decentes son derribadas por esta misma clase en su afán de lucro. Enfocándonos al tema una de las objeciones más comunes provenientes de las posiciones del feminismo abolicionista6 6 El feminismo abolicionista (o anti-prostitución) es una postura diferente a la presentada aquí. Considera que la “prostitución” es una forma de explotación hacia algunas mujeres muy vulnerables que incluso cuando excepcionalmente puedan consentir “venderse” al cliente-prostituyente, no hacen sino acrecentar el poder del patriarcado y la denigración simbólica de todas las mujeres. Estos feminismos abolicionistas se diferencian en teoría de la postura prohibicionista ya que se oponen a la criminalización de las “mujeres en situación de prostitución”, aunque sí la aconsejan para clientes y proxenetas. Resalta en esta postura la falta de empatia/solidaridad con las demandas de aquellas mujeres, travestis y varones, muchas veces migrantes ilegales, que se organizan e identifican como trabajadorxs sexuales. Ver Gimeno (2012) y MacKinnon (2014). es que la mujer que vende servicios sexuales se encuentra previamente en una situación de vulnerabilidad (pobreza, abuso infantil, coacción...) tal que nunca podría decidir libremente esta actividad ni pactar con sus clientes condiciones favorables, por ende sería reaccionario y machista entender esta actividad económica como trabajo en el sentido moderno. Aunque la heterogeneidad del trabajo sexual hace difícil validar esta generalización, muchas veces esta pre-supuesta en estudios y políticas públicas. En Marx no sería sino una peregrina ilusión liberal que la compra-venta de fuerza de trabajo se da en términos de un contrato establecido entre personas “libres e iguales”7 7 También es ilusorio para algunas autoras feministas. Por ejemplo la antropóloga Rita Segato resalta el descubrimiento de Carol Pateman en el “Contrato Sexual” en torno a la fragilidad de la igualdad supuesta en la moderna “ley del contrato” mientras permanece operando solapadamente la antigua “ley del estatus o de género”. Segato el respecto rescata los saberes de un grupo de trabajadoras sexuales de Londres para quienes lo que cuenta como violación es precisamente la ruptura unilateral del contrato por parte del cliente: el no pago del servicio, negarse a utilizar el preservativo, la presión a realizar practicas sexuales no acordadas, etc. Ver Segato (2010). En el capitalismo, la fuerza de trabajo acoplada al cuerpo de lxs obrerxs “libres” es una mercancía y esto resulta alienante: (...) el trabajador se siente a sus anchas, en las horas de ocio, mientas que en el trabajo se siente incomodo. Su trabajo no es voluntario, sino impuesto, es un trabajo forzoso. No es la satisfacción de una necesidad sino solo un medio para satisfacer sus otras necesidades. (…) El trabajo externo, el trabajo en el hombre se enajena, es un trabajo que implica sacrificio y mortificación. (Marx, 1844:109). En este mismo sentido, en una nota marginal de los Manuscritos económicos-filosóficos relaciona la prostitución con el trabajo asalariado y al capitalista con el proxeneta: La prostitución es solo una expresión particular de la prostitución general del trabajador, y en vista de que la prostitución es una relación de la que no sólo participa el prostituido, sino también el que prostituye (cuya infamia es aún mayor) también el capitalista, etc, participa de esta categoría (Marx, 1844: 143). Creo apresurado inferir de esta cita que Marx entendía a la venta de sexo como un trabajo igual que cualquier otro. Ya vemos como para él la infamia también llega, aunque sea en menor grado a la “prostituta” (de la cual no conocemos su opinión). Considero que el énfasis de Marx está en poner de relieve que la existencia del capitalismo hace inevitable la mercantilización de los cuerpos obreros. La “prostitución” sería junto al trabajo asalariado una de las relaciones sociales infames creadas por el sistema capitalista: la venta por horas de la fuerza de trabajo adherida al cuerpo, pero no sólo en el ámbito de la producción industrial sino también de la, la cultura, la salud, la sexualidad y tantos otros ámbitos considerados inalienables. En el Manifiesto Comunista junto a Engels, Marx enfrentan la acusación ligera de que los comunistas luchan por la abolición de la familia. Pero: “¿En que bases descansa la familia actual, la familia burguesa?. En el capital, en el lucro privado. La familia plenamente desarrollada, no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública. La familia burguesa desaparece naturalmente al dejar de existir ese complemento suyo, y ambos desaparecen con la desaparición del capital” (Marx, 1848, p.50) Más adelante los autores del Manifiesto señalan que los comunistas tienen el interés de abolir la actual e hipócrita “comunidad de las mujeres” en donde estas son consideradas meros instrumentos de producción situación que observan tanto en la “prostitución” oficial como en el matrimonio moderno. Entiendo que para Marx el hecho de que las mujeres proletarias a veces vendan sexo representaba una situación opresiva y expresión de desigualdad sexual, pero pareciera que su interés no es encontrar en esto una situación especialmente ignominiosa (como hipócritamente se escandaliza la burguesía) si no resaltar el hecho histórico de que en su fase capitalista esta forma de ganar dinero de las mujeres y de obtener sexo por parte de los hombres resulta la contracara necesaria de la familia monogámica. Resulta llamativo del debate ´trabajo sexual/”prostitución”´, como los contornos morales se encuentran excesivamente pronunciados y las posiciones rígidas. Por el contrario en Marx resulta erróneo hablar desde una moral universal cuándo se trata de la vigencia de un sistema social donde entre otras contradicciones, lxs obrerxs luchan por satisfacer necesidades básicas mientras que las clases poseedoras de los medios de producción buscan prioritariamente aumentar su capital. Marx que estaba atento de la vida de lxs obrerxs razona: Si pregunto al economista ¿obedezco a las leyes económicas si consigo dinero de la entrega, de la prostitución de mi cuerpo al placer ajeno? (los obreros fabriles en Francia llaman a la prostitución de sus hijas y esposas la enésima hora de trabajo, lo cual es literalmente cierto)8 8 Al respecto Joan Scott analiza las representaciones en Francia durante la segunda mitad del s.XIX de las femmes isolées, jóvenes mujeres pobres e independientes quienes complementaban los magros ingresos fabriles con la “prostitución” clandestina (Scott, 2008: 181). […] el economista me contestará: no operas en contra de mis leyes, pero mira lo que dicen la señora Moral y la señora Religión; mi Moral y mi Religión económica no tienen nada que reprocharte. El hecho de que cada esfera me mida con una medida distinta y opuesta a las demás, con una medida la moral, con otra distinta la Economía Política, se basa en la esencia de la enajenación, porque cada una de estas esferas es una determinada enajenación del hombre. (Marx, 1844: 161, resaltado mio) ¿Significa esto que para Marx la moral era un tema banal? Más bien ya desde sus escritos de juventud opone frente a la moral “universal” que emana la burguesía, una ética revolucionaria de lxs explotadxs. El Comunismo seria la materialización social las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, pero sin los dobles discursos de la burguesía. El pensamiento expresado con un marcado sentido de la ironía en Marx reconoce la hipocresía que implica la estigmatización burguesa hacia la “prostitución” de la mujer, siendo ésta producida directa e indirectamente por una clase social que explota los cuerpos “libres” a gran escala. Engels y las Hetairas El sentido común a veces repite que “la prostitución es el oficio más antiguo del mundo”. Quienes así argumentan se ahorran el tener que abordar la dimensión histórica de las múltiples (y de hecho antiguas) formas sociales en que se dio la compra-venta de sexo. Por el contrario Engels a fines del siglo XIX utilizó el mejor material de la nueva ciencia pre-histórica y la etnografía que tenía a su disposición y lanzó algunas hipótesis que aún hoy generan polémica. Para Engels escrudiñar sobre el pasado remoto y las culturas exóticas tenia como fin responder acuciantes preguntas actuales. Sabemos que durante el siglo XIX la familia occidental en su forma pre-capitalista sufre trasformaciones en gran parte por el ingreso a la producción fabril de la mujer otrora dedicada exclusivamente a las labores hogareñas. Pero no sólo a esta actividad, también las tareas de domestica en los hogares de la floreciente burguesía y la “prostitución” en los arrabales, serían opciones válidas e intercambiables para las mujeres de las clases subalternas (Scott, 2008: 125). Debido a la creciente mercantilización de la vida, a su pobreza y gran movilidad resulta difícil distinguirlas claramente de las obreras fabriles (Guy, 1994), como vimos antes en el agudo señalamiento de Marx en referencia a las obreras francesas. En este contexto convulsivo es que Engels publica en 1884 una obra de suma importancia para entender estas cuestiones: el Origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Allí estudia los aportes que significó en su época la aparición en 1871 de “Ancient Society” la obra de Lewis Henry Morgan así como los apuntes que había dejado uno de sus lectores más lucidos, Karl Marx. Evidentemente en la actualidad algunos de los planteos de el Origen han sido ampliamente superados, pero aquí nos detendremos en el método y la perspectiva argumental las cuales creo conservan actualidad. Engels coincide con quienes afirmaban que en el salvajismo o paleolítico parecería evidente un “comercio sexual promiscuo” en el que los hombres practicaban la poligamia y las mujeres la poliandria más o menos libremente. Aunque debemos abandonar cualquier visión idílica de la prehistoria, al parecer en las hordas salvajes era hegemónico el matrimonio por grupos, los celos y la propiedad exclusiva de la pareja tenían poco margen (Engels, 1884, p. 47). Tomando los aportes de Johann Bachofen otro antropólogo, el autor del Origen avala la hipótesis que en esta suerte de “economía domestica comunista” primitiva, las mujeres habrían tenido una preponderancia relativa que se evidenciaba tanto en su valoración social, como en la existencia de un derecho materno hegemónico. Sin embargo el desarrollo de técnicas productivas que permitieron la obtención de excedentes alimentarios y de otro tipo habrían significado un duro revés para el matriarcado con la llegada del estadio medio de la barbarie. En esta etapa sucede lo que Engels llama la derrota histórica de las mujeres en manos de los jefes del clan quienes imponen un régimen cuya relación de fuerzas sigue vigente hasta hoy. Con la domesticación de animales y el consiguiente pastoreo emerge la esclavitud de prisioneros de guerra, alentada para hacer frente de manera eficiente el cuidado de los rebaños; esta institución a su vez impulsa el aumento del poder en el elemento masculino-guerrero dentro de los clanes. Junto a las disputas por el excedente y a la esclavitud nace también la familia monogámica (cuyo etimología latina el autor nos recuerda es famulus es decir esclavitud domestica). Este poder masculino se cimienta sobre el aumento de las riquezas y su retención en el seno familiar a través de la herencia, ahora por vía patrilineal y re-asegurada por una nueva forma de familia: [la monogamia] fue la primera forma de familia que no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en la familia y procreación de hijos que sólo pudieran ser de él y destinados a heredarle. (Engels, 1884: 83) De ahora en más los matrimonios serán acordados teniendo especial cuidado en el estricto cálculo económico y poder político. El rol de la esposa sólo se diferencia de la “prostituta” de los templos o de las calles, en que vende su cuerpo una sola vez y para siempre a un único hombre (cuando Engels escribe no existía el divorcio) mientras que la Hetaira antigua o moderna “alquila su cuerpo de a ratos como una asalariada” (p. 90). Para Engels no seria prudente exagerar la desmoralización que se le suele adjudicar (hoy también) a las meretrices. El énfasis de su abolicionismo no se encuentra en el prostitución en sí misma o principalmente, sino en la destrucción de la propiedad privada y la familia monogámica1 1 2 Aquí vale la pena reflexionar brevemente sobre la experiencia de la Revolución Rusa en sus primeros años, en tanto oportunidad histórica para probar las tesis de Marx y Engels en relación a las capacidades emancipadoras de la construcción del socialismo. A partir de 1917 la administración soviética no prohibirá la prostitución (cómo sucedía en la época de los Zares) aunque tampoco la reglamentará. Si bien se avanzó en la nacionalización de la propiedad privada y en términos de derechos democráticos inauditos despenalizado el aborto, así como la homosexualidad; la prostitución siguió siendo un tema espinoso y su desaparición difícil de concretar. La tesis de Engels defendida fuertemente por los bolcheviques de que con la revolución socialista junto a la propiedad privada capitalista desaparecería la familia monogámica, no se desarrolló plenamente sobre todo a partir de la contra-revolución que también en el terreno de las relaciones personales y de la sexualidad significó el estalinismo. (Ver Kollontai, 1921 y Goldman, 2011).2. Engels se pregunta entonces “¿puede desaparecer la prostitución sin arrastrar consigo al abismo a la monogamia?” (p. 96). Para él sin embargo no era suficiente la desaparición de la propiedad privada para alcanzar estas transformaciones radicales: resultaría necesario que una nueva generación de seres humanos fueran educadxs en nuevos valores que no implicaran la mercantilización de los objetos, ni de la vida material, la cultura, así como la libre asociación en términos afectivos (en Engels la relación complementaria hombre/mujer en términos sexo-afectivos también es natural como vimos sucedía en Marx). Es decir una sociedad comunista asentada sobre las ruinas del capitalismo y del trabajo asalariado. Walter Benjamin: el flâneur y la prostituta En la obra de Walter Benjamin la critica cultural a la vida citadina y los reflexiones filosóficas se analizan con prisma marxista, aunque también convive el mesianismo judío como notamos en obras de impacto como su Tesis sobre la filosofía de la historia. Probablemente sea uno de los marxistas más difíciles de interpretar debido a su original propuesta sincrética en termino de tradiciones. Tampoco hay trabajos especializados en torno a sus aportes para una critica de la sexualidad en las sociedades occidentales de entreguerras. Aquí solo haremos referencias breves a algunos fragmentos de sus obra “Infancia en Berlin hacia 1900” y el “Libro de los Pasajes”. En este ultimo libro “uno de los más extraños del siglo veinte” según Serra (2006), encontramos una suerte de calidoscopio compuesto por un cúmulo de citas y reflexiones breves en torno a problemáticas propias de la modernidad. El escenario transcurre sobre todo en una París que es capital del siglo XIX por antonomasia; aunque más bien nos propone un recorrido por los passage comerciales emregentes luego de las trasformaciones urbanas haussmannianas. La ciudad y sobre todo estos luminosos pasajes o galerias (existentes en todas las grandes metropolis del mundo no solo europeo) no deja de cargar las contradicciones que jaquean una visión positiva del progreso social, celebrado por la burguesía triunfante y deseosa de extender el consumo, luego de las grandes rebeliones de la clase obrera. Una de estas contradicciones esta en el par flâneur/prostituta. Las grandes novedades, la adrenalina citadina, los inventos y las mercancías inundando los escaparates invitan al paseo por la ciudad. El poeta caminante (Baudelaire es “la” figura) no deja de tomar nota acerca de las figuras que se le aparecen, así como ver con pesimismo las contradicciones que aguardan explotar: por un lado la visión de una frenética acumulación de riquezas, mientras por el otro se adentra en territorios menos iluminados donde los obreros se entretienen en tabernas y burdeles antes de ir a sus hogares en los suburbios. Las referencias a la “prostitución” son insistentes en Los Pasajes, sin embargo son oscuras y de difícil interpretación. Por un lado para Benjamin la prostituta que aguarda en los umbrales de los Pasajes comerciales es una señal de una naturaleza mercantilizada: (…) el ultimo espejo ilusorio de la apariencia histórica, celebra su triunfo cuando la naturaleza misma adquiere el carácter de mercancía. Esta apariencia mercantil de la naturaleza queda encarnada en la prostituta. El dinero criá la lujuria, se dice y este dicho describe un hecho que va mas allá de la prostitución. Bajo el dominio del fetiche-mercancía, el sex-appeal de la mujer se contagia en mayor o menor grado de la incitación de la mercancía. (…) La sexualidad movilizada antaño (socialmente) por la fantasía del futuro de las fuerzas productivas, lo fue luego por el poder del capital. [Benjamin, 2005, J 65 a,6] La naturaleza feminizada es asediada por la presión mercantil (tal vez una imagen de resistencia por preservar los hilos de continuidad con el pasado matriarcal) la cual no se conforma con las mercancías tradicionales, sino que también produce en épocas del año más que en otras una legión de prostitutas entre las jóvenes francesas como también vimos señalaba antes Marx. Pero esta mercantilización abierta que expresa la prostitución en las grandes ciudades no es más que un ejemplo de la fabricación en masa de las mujeres y un imagen dialéctica para el critico cultural, ella sintetiza la forma y el contenido de la mercancía (Buck-Morss, 1995, p.208). El sistema sexo-genero de la época1 1 3 Entiendo por sistema sexo-género siguiendo a Gayle Rubin al “conjunto de disposiciones por el cual una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (Rubin, 1975)3 re-produce a través de la moda y los maquillajes a la mujer en serie que pasea por los bulevares o se queda esperando en los umbrales. En otro pasaje Benjamin también relaciona a la prostitución con las condiciones del trabajo que tiene que soportar la clase obrera industrial. Aquí por primera vez en este analisis de autores clasicos del marxismo, aparece aunque mediada la voz de las trabajadoras sexuales: Cuanto más se aproxima el trabajo a la prostitución, tanto más tentador es considerar a la prostitución (como ocurre desde hace tiempo en el argot de las prostitutas) trabajo. Esta aproximación se produjo a la marchas forzadas bajo el signo del paro; el keep smiling aplica en el mercado laboral el proceder de la prostituta, que en el mercado del amor sonríe para captar al cliente. (J 75-1) Nadie se salva de las sonrisas con dobles intenciones en la época del triunfo victorioso de la burguesía sobre la Comuna: así como la clase obrera debe venderse por unas miseras monedas, también el poeta ejemplificado “hasta el final” en Baudelaire y debido al fracaso editorial, debe venderse a sí mismo “confirmando la inexorabilidad de la prostitución para el poeta” (60 a, 2). En “Infancia en Berlin” Benjamin también hace referencia a las prostitutas. Algunos como Chaves (2003) ven en Mendigos y prostitutas, así como en otros relatos una reflexión en torno a la triada madre-hijo-prostituta que señala las continuidades entre la civilización y la Vorwelt (antigüedad). El matriarcado ahora burgués y judío, del cual quería liberarse el pre-adolesente encontraba en los “umbrales” de las calles de Berlin su contra ejemplo en las atrayentes prostitutas. La madre, siempre omnipresente nos recuerda "el derecho de la madre" del que hablaba Bachofen y Engels; mientras que la prostituta ocupa el "umbral" en la ciudad burguesa. No es por casualidad que las paradas de las prostitutas de la ciudad son vistas como "umbrales": puertas, esquinas, veredas, caminos, centros comerciales. El carácter fronterizo y mercantil del trabajo sexual tiene en Benjamin una fuerte insistencia en varias de sus obras; se sentía irresistiblemente atraído por la figura de la meretriz así como por sus significación cultural. A modo de cierre. Pudimos por un lado rescatar en la obra de Marx, Engels y Benjamin algunas citas, referencias directas o analogías referidas a la venta de sexo de la marginalidad analítica donde solemos encontrarlas, y así como sopesar su actualidad teórica-metodológica para impulsar nuevas reivindicaciones provenientes de poblaciones subalternas como es el caso del movimiento de trabajadoras sexuales. Valorar esa vigencia implica contextualizar su escasa preocupación en relación al trabajo sexual, como lo que una privilegiada lectura contemporánea estima prejuicios de su parte. Si para estos autores la venta de sexo es abordado de manera tangencial no encontré argumentaciones que nieguen la posibilidad de re significarla en términos de trabajo. Sí encontramos hipótesis sobre el origen de la mercantilización de la sexualidad, la relación estrecha con otras instituciones como el matrimonio y el trabajo asalariado, así como su transformación a partir de un análisis del desarrollo histórico general. Todo esto prevenidos metodológicamente de cualquier moralismo que limite de antemano el reconocimiento de derechos. Como señalé al comienzo interesa impulsar reflexiones dentro de los movimientos feministas y socialistas útiles a la lucha de las trabajadoras sexuales por sus derechos. Es decir fortalecer una teoría de género que al mismo tiempo que no oculta su perspectiva de transformación social como horizonte ético-político, dispute en los movimientos obreros y sociales de base el reconocimiento de las meretrices como parte del pueblo trabajador1 1 4 Ver Bourdieu (2004) y Pecheny (2008). Tambien www.ammar-cordoba.org 4. Desde esta perspectiva la lucha por el reconocimiento del trabajo sexual (con su correspondiente dimensión teórica) no es una estrategia de “maquillaje” de la desigualdad sino la adopción de medidas democráticas, sindicales y de protección social que busquen sacar de la opacidad a esta actividad, aportando a la dignificación y la auto-organización de lxs propixs trabajadorxs. Bibliografía. Agustin, Laura (2009), “Sexo y marginalidad. Emigración, mercado de trabajo e industria del rescate”, Editorial Popular, España. Benjamin, Walter (2005), “El libro de los pasajes”, Ediciones Akal, Madrid. Benjamin, Walter (2011) “Infancia en Berlin hacia 1900”, Abada, Bourdieu, Pierre (2004) “La filosofía, la ciencia, el compromiso”, en El infrecuentable Michel Foucault (p. 253 a 259), Letra Viva, Buenos Aires. Buck-Morss, Susan (1995), “Dialectica de la mirada. 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