DIOS EN LAS MEDITACIONES METAFÍSICAS DE DESCARTES
NOTA INTRODUCTORIA
René Descartes es un autor francés que nació en 1596 y falleció en 1650 en la ciudad de Estocolmo.
Este autor es considerado uno de los más importantes pensadores, no sólo por sus ideas filosóficas, sino también por su trascendencia en el campo de las matemáticas.
Se considera que otro de sus méritos es haber sentado las bases del racionalismo.
La obra que nos ocupa data de 1641 y es un estudio filosófico que se enfoca a un análisis metafísico, al cual denomina: “MEDITACIONES ACERCA DE LA FILOSOFIA PRIMERA EN LA CUAL SE PRUEBA LA EXISTENCIA DE DIOS Y LA DISTINCIÓN ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO.”
En el presente trabajo se analizará la importancia de la idea de Dios (término que es mencionado más de 140 veces) en la obra cartesiana ya citada, con el fin de ponderar el peso de la presencia divina en la construcción metafísica que ofrece el padre de la filosofía moderna.
DESARROLLO
A través de seis partes llamadas meditaciones, Descartes busca explicar de manera amplia cómo se puede arribar a la conclusión de la existencia de las cosas y de Dios, así como la revisión del sentido que tiene el alma humana, con base en el siguiente esquema:
Primera meditación: razones para dudar de las cosas.
Segunda meditación: el espíritu libre, que en ese ejercicio supone la inexistencia de las cosas que ofrecen duda.
Tercera Meditación: la existencia de Dios.
Cuarta meditación: las cosas concebidas de manera clara y distinta son verdaderas
Quinta meditación: naturaleza de las cosas corporales.
Sexta meditación: distinción entre la acción del entendimiento y la imaginación; demostración de que el alma y el cuerpo son distintos.
MEDITACIÓN PRIMERA
DE LAS COSAS QUE PODEMOS PONER EN DUDA
Descartes afirma que no es posible llegar a la conclusión de que existan consecuencias ciertas, a partir de principios falsos, al tiempo que admite una postura sensorial que algunas veces conduce a engaño, hecho por el cual se debe dudar ante la desconfianza generada.
Afirma este filósofo francés que debe ponerse en duda todo lo que se tuvo por verdadero, no por un cuestionamiento irracional, sino por reflexión y meditado con detenimiento. En cuanto a Dios, le reconoce como una idea antigua, ilustrativa de la condición omnipotente y como el origen de la verdad, con lo cual niega la posibilidad de que sea Dios quien induce a falsas concepciones de la realidad, dada su bondad implícita e incuestionable.
MEDITACIÓN SEGUNDA
DE LA NATURALEZA DEL ESPÍRITU HUMANO, QUE ES MÁS FÁCIL DE CONOCER QUE EL CUERPO
Nuestro autor plasma bajo este rubro una afirmación lapidaria, al señalar que lo único digno de ser considerado como verdadero es que en el mundo no hay cosa cierta.
No obstante tal aserto, también dedica varias líneas a la revisión de la proposición “yo soy, yo existo”, considerándola por fuerza verdadera, siempre que sea pronunciada o concebida en el espíritu.
En cuanto al tema de la percepción, Descartes señala que no se trata de una visión ni de un producto de la imaginación, sino que es una inspección del espíritu, clara y distinta, al fijar la atención detenidamente en el objeto y en los elementos de que se compone. Esto lo correlaciona con el entendimiento, caracterizado porque los cuerpos no son conocidos por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino por el pensamiento. En su única alusión a Dios, se cuestiona respecto de si ese ser supremo el autor de los pensamientos o el hombre puede por sí mismo ser su promotor.
MEDITACIÓN TERCERA
DE DIOS QUE EXISTE
En este apartado, el filósofo en estudio reafirma el hecho de que las cosas percibidas clara y distintamente son verdaderas, idea que enlaza con el hecho de la potestad de dudar acerca de las cosas, circunstancia que es permitida por un ser superior, un Dios.
Distingue entre las ideas y los juicios, aseverando que las primeras no pueden ser falsas cuando no se encuentran referidas a las cosas, mientras que los juicios deben manejarse con gran cautela para no errar. En la naturaleza del hombre radica la posibilidad de concebir lo que es una cosa, un pensamiento o una verdad.
Considera Descartes que la naturaleza enseña las semejanzas y que la experiencia muestra que las ideas no dependen de la voluntad; la máxima cartesiana es retomada en este punto: dudo, luego soy.
Retoma el objetivo de la meditación y explica que las ideas por las que se concibe a Dios están fuera de nosotros, ello en razón de que la luz natural del espíritu “nos enseña que debe haber tanta realidad por lo menos en la causa eficiente y total como en su efecto...”
René Descartes, Meditaciones metafísicas, Colección “Sepan Cuantos...”, número 177, México, Editorial Porrúa, 2006, p. 75., nos hace conocer que las ideas existen en nosotros, menos perfectas que las cosas representadas.
Para este filósofo no puede ser que Dios sea engañoso, ya que reconoce en él una bondad que aunque a Dios le es dado engañar en el momento que quiera a los hombres, no lo hace.
Descartes arriba a la conclusión de que Dios es “una substancia infinita, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente...”, es el creador de todas las cosas existentes, salvo de sí mismo; asegura la existencia de Dios a partir de un razonamiento basado en la idea de la substancia y le atribuye la autoría de la existencia del hombre, quien nace con la idea de Dios. Puntualiza que las cosas concebidas con claridad y que encierran una perfección están en Dios.
Dios existe, al considerar que es una substancia infinita, dotada de plena independencia, que sabe y puede en el más alto de los grados posibles, es creador del hombre y de todo lo que le rodea, cuyo origen es imposible que se atribuya al hombre mismo. La condición infinita de Dios es también otra explicación de su existencia, al considerar Descartes que en el hombre hay un conocimiento intrínseco de lo infinito, lo cual es más real que lo finito. Por otra parte, sostiene este filósofo que las cosas percibidas de manera clara y que guardan alguna perfección tienen en Dios una existencia formal, siendo esa idea de Dios la más verdadera, definida y clara de todas.
La perfección divina es manifiesta en el hombre, aún y cuando no tengamos la posibilidad de verlo abiertamente; a través del conocimiento es como podemos alcanzar a aprehender las perfecciones de Dios, en el que nada es en potencia, sino realidad.
Para Descartes una de las perfecciones de Dios consiste en la unidad e inseparabilidad de todo lo que en Él existe.
Otro argumento para afirmar la existencia de Dios que maneja en esta meditación nuestro autor es el hecho de que la existencia misma del hombre, aunada a su posesión de la idea de la existencia de un ser perfecto, acreditan a ese Ser Supremo.
En cuanto a la explicación de la forma en que el hombre ha recibido la idea de Dios, afirma que no es de carácter innato, sino que se entiende a partir de la posibilidad de percibirnos a nosotros mismos; el hombre no puede existir siendo poseedor de la idea de Dios, si no es porque Dios existe.
MEDITACIÓN CUARTA
DE LO VERDADERO Y DE LO FALSO
En cuanto a esta meditación, podemos resaltar la disertación que hace este filósofo francés en torno al hecho de que el ser humano no debe extrañarse si no tiene la capacidad de comprender la obra divina o si se equivoca, lo cual sucede en virtud de que el poder que Dios ha otorgado a los hombres para ser aptos para distinguir lo verdadero de lo falso, no es infinito.
En este apartado distingue al entendimiento de la voluntad, como causas de la facultad de conocer y de elegir. Corresponde al entendimiento concebir las ideas de las cosas que se pueden afirmar o negar.
En cuanto a Dios, Descartes asevera que de Él depende en todo momento la existencia del hombre, al tiempo que reconoce que el conocimiento de las demás cosas es asequible con base en la contemplación al Dios verdadero. Deslinda a Dios del error en que puede incurrir el hombre, al afirmar que el mismo proviene de la limitada facultad humana de enjuiciar lo verdadero.
MEDITACIÓN QUINTA
DE LA ESCENCIA (SIC) DE LAS COSAS MATERIALES Y, OTRA VEZ, DE LA EXISTENCIA DE DIOS
Descartes explica la importancia de las ideas, aseverando que hay infinidad de ellas acerca de cosas que no pueden ser desestimadas, que no son fingidas; destaca que la verdad es lo mismo que el ser, y que por tanto es evidente que todo lo verdadero es alguna cosa.
Abona más argumentos a favor de la existencia de Dios, apuntando que no se puede concebir más que un Dios, cuya esencia pertenece a la existencia; Él ha existido eternamente y lo seguirá haciendo.
Insiste en la idea de que conocer las cosas clara y distintamente es fundamental para evitar la falsación; aunado a ello, expresa que sin el conocimiento de Dios es imposible saber perfectamente. “La certeza y la verdad de la ciencia depende del conocimiento del verdadero Dios.”
Op. cit., p. 92.
MEDITACIÓN SEXTA
DE LA EXISTENCIA DE LAS COSAS MATERIALES Y DE LA DISTINCIÓN REAL ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO DEL HOMBRE
Atribuye a Dios el poder de producir las cosas que concebimos con distinción y destaca la diferencia entre la imaginación y la intelección, Dios cuenta con la capacidad de crear todo lo que puede percibir el hombre de manera clara y definida.
Descartes afirma que hay cosas corporales que existen tal cual como las percibimos, aunque ello no implica admitir sin más las cosas que los sentidos nos muestran, ni ponerlas en duda automáticamente.
El hombre tiene una naturaleza finita, que trae como consecuencia que su conocimiento sea de una perfección limitada.
En cuanto a la distinción de alma y cuerpo, este autor precisa que hay una gran diferencia entre el espíritu, ente indubitable, y el cuerpo, dotado de partes, en contraposición al alma, que no se fracciona.
A pesar de la bondad divina, el hombre cuenta con una naturaleza engañosa de suyo, alma y cuerpo, los sentidos.
Descartes culmina su obra con la siguiente frase, que resulta sumamente gráfica de lo contenido en esta visión metafísica: “Es necesario reconocer la flaqueza y debilidad de nuestra naturaleza.”
Una vez expuesto el contenido de la obra cartesiana objeto del presente análisis, nos corresponde ahora expresar nuestro punto de vista en torno a la idea de Dios en esta perspectiva filosófica.
La explicación cartesiana acerca de Dios se circunscribe a la argumentación denominada como prueba cosmológica, sustentada en el hecho de la existencia de algo, entendiendo implícitamente que esa condición existencial da pauta a considerar que debe haber un ser necesario.
Descartes afirma que ese ser necesario es Dios. Al respecto, identificamos una clara congruencia en este filósofo, dado que sostiene una serie de atributos en la divinidad que se pueden considerar implícitos en la idea de Dios.
Dios no puede ser de otra manera, sino eterno, inmanente y perfecto. La perfección de Dios es un atributo insoslayable para dar una explicación del mundo sustentada en ese Ser Supremo, porque de otra forma, admitir una condición imperfecta de Dios sería como admitir la posible inexistencia de Él, dado que como parte de la imperfección manejada por Descartes, estaría la indefinición del origen de las cosas y por tanto estaría en pleno cuestionamiento todo lo que se considera existente. Dios, si existe, debe ser perfecto, de lo contrario, no es entendible considerar su existencia.
Por otra parte, la idea de Dios que tiene el hombre, es entendible al tamiz del momento histórico del padre de la Filosofía moderna, en virtud de que las pruebas de Dios esgrimidas por Descartes se fundan esencialmente en que existe en el ser humano esa intuición de lo divino.
Al parecer puede resultar contradictorio pensar que un ser perfecto produzca otro ser tan imperfecto como lo es el hombre; al respecto podemos afirmar que no es asequible entender si hay razón para Dios en crear un ser imperfecto, cuya condición puede ser calificada a su vez como perfectamente imperfecta, con lo que se daría la necesaria congruencia entre la imperfección y un Dios creador que admite la imperfección misma.
CONCLUSIONES
René Descartes elabora una teoría gnoseológica que tiene premisas fundamentales como el entendimiento y la idea de Dios.
Considera este autor como algo intrínseco al hombre la imperfección, característica que le lleva a mostrar problemas ante el conocimiento.
Es una constante la consideración de que la verdad sólo puede derivar de conocer las cosas de forma clara y distinta.
Este filósofo ofrece una argumentación interesante acerca de la existencia de un Ser supremo, toda ella digna de una reflexión más profunda y que no debe descontextualizarse del momento histórico.
Otra variable interesante en la postura cartesiana es la distinción entre cuerpo y alma, a través de la cual encuentra este filósofo una explicación metafísica trascendental para la filosofía moderna.
BIBLIOGRAFÍA
ABBAGNANO, Nicola, Diccionario de Filosofía, México, Fondo de Cultura Económica, 1986.
DESCARTES, René, Meditaciones metafísicas, Colección “Sepan Cuantos...”, número 177, México, Editorial Porrúa, 2006.
R. MIGUEL ÁNGEL GRANADOS ATLACO
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