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La américa globalizada

Se aborda el concepto de globalización a partir de nuevos sistemas de relaciones entre el Estado, la sociedad, las naciones y sus situaciones económicas y culturales.

Título: La América globalizada. Nombre de autor: Raul Anthony Olmedo Neri Abstract: El presente trabajo tiene como objetivo hacer un análisis general sobre el papel de América Latina dentro del marco de la globalización (visto éste como proceso y como sistema). De acuerdo a ello, se analiza diferentes ámbitos (políticos, sociales y económicos) a nivel nacional así como internacional con el fin de ver los obstáculos con los que se encuentra el subcontinente para poder hacer un cambio en el papel asignado en el sistema. Lo anterior es también para dar a conocer los avances y ventajas que tiene el subcontinente y así poder proponer una vía de acción alternativa que permita consolidar el cambio que se requiere en los diferentes países a beneficio de ellos mismos. Palabras clave: globalización, América Latina, ciudadanía, cooperativismo, Estado. Apenas el 22% de la riqueza global pertenece a los llamados “países en vías de desarrollo”, que comprenden al 80% de la población mundial. Zygmunt Bauman Introducción. América Latina ha tenido, desde su incorporación al mundo occidental, un papel de rezago que le ha impedido alcanzar los estándares económicos, sociales y políticos necesarios para dar una vida digna a sus habitantes. Esta incorporación aparentemente tardía al sistema y su posterior desarrollo, en comparación con los países desarrollados, se debe en gran medida en la forma en que fue incorporada: como colonia de los países europeos que “descubrieron” este continente. En pleno siglo XXI y después de una historia de luchas, cambios sociales, políticos, económicos y hasta culturales, la situación es peculiar. Parafraseando a Margarita Carbó “todo cambió para seguir igual” ya que el continente ha dejado de ser un lugar de colonias europeas, se ha convertido en un subcontinente conformado por países en vías de desarrollo que luchan constantemente por alcanzar a los que en un momento dado fueron los conquistadores y ya de paso (re)insertarse en un sistema viejo (como lo es el propio capitalismo) con un nuevo nombre (globalización). A este intento por incorporarse en la globalización es lo que el presente trabajo tiene como tema central; si bien es cierto que América Latina se encuentra caracterizada por el desarrollismo nacional, es cierto también que incluso desde esta clasificación los países involucrados son diferentes entre sí en aspectos tales como la política, la seguridad, los movimientos sociales, la economía y los discursos. No obstante, aunque tienen diferencias pragmáticas, también tienen semejanzas estructurales que aquejan a los mismos como es el caso de la inseguridad, el narcotráfico, las crecientes desigualdades sociales y la cada vez más frecuente lucha contra un Estado neoliberal. Todos estos factores deben ser vistos como elementos integradores de la América globalizada. Esta América es la que tenemos ahora, ¿qué debemos hacer entonces para cambiar el rumbo de este statu quo? Ésa es la pregunta que intentamos resolver en este trabajo. La globalización en América Latina. Hay que diferenciar lo que referimos en este apartado como la globalización en América Latina debido a que hacemos alusión a los procesos económicos, políticos y sociales que se llevaron a cabo en el subcontinente para poder insertar la globalización. Una vez aclarado este punto, nos enfocaremos en el proceso de desarrollo que tuvo el territorio latinoamericano para adaptarse a las exigencias de la misma. En el siglo pasado, el proceso de desarrollo industrial se convirtió en una constante en los países latinoamericanos (México, Brasil y Argentina principalmente); esto tiene como antecedente la Segunda Guerra Mundial en la que la situación de crisis en la que se encontraba el viejo continente así como el propio evento bélico implicaban la integración de países capaces de sostener la producción en esos momentos interrumpida. Dice Gary Gereffi “the process of industrialization, although rooted in national societies, is also a global phenomenon, and it shaped by the dynamics of the world-system” (Gereffi 1990: 3) es decir, el propio sistema necesitó el desarrollo industrial de estos países para mantenerse y no es de sorprendernos que en esos años y los posteriores los países latinoamericanos gozaron de un crecimiento económico y social que no se ha vuelto a ver más que en Brasil1. Llegó, claro está, el momento en que los modelos sustitutivos de importaciones o agroexportadores dejaron de servir al contexto internacional y con el fin de éstos se dio un paso discursivo que utilizó las crisis nacionales para adentrarse en los modelos neoliberales para “salvar y regresar” la seguridad y el bienestar. 1 Los tan mencionados milagros económicos, como el mexicano, que de una u otra manera se encargaron de crear de manera oculta el debilitamiento del Estado paternalista para la posterior fase de adaptación a la globalización. El segundo paso se dio a partir de su incorporación, esta vez no en la rama de producción, a la guerra entre dos bloques ideológicos que se desencadenó después de la Segunda Guerra Mundial; la también llamada Guerra Fría trajo consigo una serie de alianzas, programas de apoyo internacional y amnistía entre los países latinoamericanos liderados por Estados Unidos con el fin de evitar la propagación de la ideología socialista de la propia Unión Soviética (hoy Rusia). Una vez detentada la amenaza de riesgo ideológico (a excepción de Cuba, el cual sigue en una postura socialista) y con la aceptación del sistema capitalista como un sistema inherente al propio ser humano, se dio así el paso decisivo de adaptación de los países latinoamericanos ante la nueva globalización. Durante los años en que Estados Unidos sufrió de la paranoia socialista, no cabe duda que aplicó de forma autoritaria sobre todo el continente una serie de ejecuciones militares, políticas y sociales que intervinieron en muchos países latinoamericanos. Tómese como ejemplo Chile, Argentina, Panamá y México, entre otros, que bajo el consentimiento del propio Estado y las élites nacionales se realizaron con el fin de aniquilar toda idea socialista y a la vez de integrar a estos países dentro del nuevo orden económico. La globalización como sistema y proceso incluye “una segregación, separación y marginación social progresiva” (Bauman 2001: 9), sin embargo, el propio concepto de globalización vas más allá; “Globalización es ampliación, profundización y aceleración de la interconexión mundial en todos los aspectos de la vida social contemporánea desde lo cultural hasta los criminal, desde lo económico (financierocomercial) hasta lo político” (Lerman Alperstein 2006: 9), no obstante a esta definición añadiremos que dicho proceso de ampliación se da en la rama económica a través de las empresas trasnacionales, de profundización en las desigualdades sociales en los países en vías de desarrollo y de aceleración hacia una uniformidad cultural de corte hegemónico por parte de Estados Unidos. Cuando América Latina aceptó la globalización, entre las diversas adaptaciones que tuvieron que realizar los diferentes países en cuestión se encuentra la pérdida del Estado en materia económica y en materia social, la reestructuración del sistema macroeconómico en razón a las organizaciones internacionales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), la producción y reproducción de una sociedad carente de fuerza y representación políticas, y finalmente la mercantilización de la cultura. El Estado juega un papel importante en la adopción de los países latinoamericanos del sistema globalizador ya que es parte del problema “perjudica la sedimentación de la cultura democrática, dificulta las reformas sociales, retarda el desarrollo cultural, pero no impide la obtención de buenas ganancias” (Ianni 1197: 29) y es que el propio Estado es quien implementa el sistema para la nación en sí y no para sí. Cuando nos referimos a la falta de un Estado social nos referimos en primera instancia a su función como garante de condiciones dignas en vivienda, salario, educación y alimentación. Sin embargo, “es la transformación de la estructura social, con el aumento de la pobreza y la marginalidad, y la precariedad creciente de los sistemas educativos y laborales” (Garretón 2002: 5) lo que el Estado ofrece a una sociedad débil en materia educativa, política, económica y cívica. En estos países, la inseguridad, la desconfianza ante los partidos políticos y los constantes atropellos de los cuales son víctimas para que el Estado complazca a las empresas trasnacionales a través de la devaluación del trabajo ha generado nuevas relaciones sociales, nuevas élites que luchan por el poder a través de los poderes fácticos que en ocasiones superan al propio Estado (medios de comunicación y narcotráfico) y que deterioran al mismo tiempo el capital social que tan necesario es en la conformación de un nuevo proyecto latinoamericano. Capital social entendido como “la autoorganización solidaria generadora de redes de confianza y de reciprocidad entre las personas, los grupos y las comunidades. Su esencia es cívica puesto que involucra un compromiso con la administración y el bienestar del todo colectivo” (Sobrado y Rojas Herrera, América Latina: crisis del estado clientelista y la construcción de Repúblicas ciudadanas 2004: 100)2. Así es como se presenta la América una vez que la globalización se inserta en aquélla. Su visión dista mucho de la misión con la que fue creada. El statu quo de 2 Este punto será abordado con mayor profundidad más adelante. este lado del mundo se vuelve una herramienta de doble filo: una sumisión y profundización de las desigualdades sociales entre sí y los diferentes países por un lado, y por otro el campo fértil para las empresas trasnacionales, obtención de recursos naturales y explotación de recursos sociales a un costo que sólo los índices de calidad de vida que Estados Unidos y la unión Europea están dispuestos a pagar. La globalización de América Latina Ya hemos hecho una distinción en el primer apartado, y en este segundo hacemos lo mismo. Cuando hablamos de una globalización de América Latina hacemos alusión a la inserción del subcontinente dentro del sistema de la globalización. Es decir, hablamos de qué papel le fue asignado a América Latina dentro del propio sistema. La apertura de las economías con apoyo del Estado neoliberal ha provocado la creación de planes, programas, tratados e instituciones internacionales en materia económica que permiten mayor velocidad del capital financiero y comercial entre las diferentes economías. La Organización Mundial del Comercio (OMC)3 ha sido una de las instituciones más importantes, los países integrantes y por integrar “tienen que retirar las subvenciones proteccionistas que han utilizado durante décadas o siglos para sostener sus propias industrias internas” (Shapiro 2002: 27) a esa industria nacional subdesarrollada y subvencionada por un Estado protector que más que dinamizarla, la estancó en una burbuja que no la obligó a tecnificarse y desarrollarse para ser competitiva en el mercado mundial. El papel que se ha asignado al subcontinente latinoamericano ha sido en gran medida el del productor de materias (sistemas agroexportadores) primas a nivel mundial, basta decir las zonas geográficas como el destinado a la producción de soya en Suramérica, las zonas cafetaleras de Colombia, México y Brasil, las grandes praderas del Uruguay, así como las constante deforestación de la selva Amazónica para incrementar el área ganadera y agrícola. 3 Que tiene como elemento importante el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Este papel asignado también incluye la implantación de empresas industriales que generan un costo ecológico en las zonas rurales de los países sede, “hasta ahora radica, en última instancia, en el saqueo de recursos de todo tipo y en la destrucción de su potencial productivo” (Torres Carral 2012: 62); los megaproyectos mineros por empresas canadienses, la implantación del cultivos comerciales perennes que destruyen el ecosistema4 debido a su sistema monocultivo como el café, la palma de aceite y la soya transgénica, entre otros, que bajo el discurso de cambiar al uso de energías menos contaminantes al ambiente generan un dilema entre qué porcentaje del área agrícola es para la alimentación y qué para la producción de biocombustibles5. Con esto, se justifica el nuevo concepto de sustentabilidad o sostenibilidad que impera en el hecho de “pretender cambiar la relación hombre-naturaleza, sin trastocar las relaciones de dominación hombre-sociedad” (Torres Carral 2002: 30), es decir se intenta ser menos agresivo con la naturaleza y a la vez seguir con el nivel de producción del sistema mercantilista del propio sistema. A esta tesis ya se ha hablado mucho al respecto en diferentes textos, sin embargo aquí sólo mencionaremos que ésta es refutable en la medida en que influyen dos aspectos importantes: el primer aspecto es que no se puede ser amable con la naturaleza mientras se siga con el nivel de extracción que el propio sistema necesita para seguir funcionando, es decir los ciclos biológicos y de reintegración de los elementos bióticos y abióticos tienen un ritmo menor al de la acumulación capitalista (que es el fin último del proceso productivo del propio sistema) por lo que se extrae más de lo que se regresa; el segundo elemento es que no se puede tener una relación nueva con el territorio y la naturaleza mientras las relaciones sociales y de producción sigan siendo de explotación y de crecientes carencias para la mayoría de la población, que bajo la medida de sus necesidades se ven obligados a cubrirlas bajo 4 En este sentido hacemos alusión a todos los factores bióticos y abióticos presentes en el mismo sistema ecológico como lo es la pérdida de fauna y flora, así como el empobrecimiento de los suelos y su posterior incremento a través de fertilizantes ya sean éstos agroquímicos o vía agroecológica. 5 A ese aspecto, se encuentra la contradicción de no saber qué atender primero: la producción de alimentos que disminuyan la hambruna o biocombustibles que permitan disminuir los costos de producción. cualquier cosa6. El propio concepto de sustentabilidad se enarbola dentro del marco de un sistema que quiere sobrevivir, no de un cambio radical, sino productivo que permita la reproducción del statu quo, bien lo afirma Husson “la hipótesis de tal régimen se basa en una mala comprensión de las leyes del capitalismo y en una sobreestimación de su capacidad hacer frente de manera racional a los desafíos medioambientales” (Husson 2013: 183). Ya mencionamos el papel de la sociedad latinoamericana como una base de mano de obra que crece y que a la vez hace disminuir su propio valor (por ser mano de obra con poca o nula cualificación). Sin embargo su papel dentro de la globalización es ser la otra cara de la moneda humana, es decir, la cara del subdesarrollo, de las esperanzas, del anhelo, de la lucha por conseguir algo digno. Esta población carente de presencia política y cuyos movimientos sociales se enfocan en la resistencia más que en la ejecución de soluciones que sirvan de contrapeso al poder discursivo de las élites, es a la vez presa de la glocalización, concepto baumiano que es definido “como el proceso de concentración no sólo del capital, las finanzas y demás recursos de la elección y la acción efectiva, sino también-y quizá principalmente- de libertad para moverse y actuar (dos libertades que, para todos los fines prácticos, se han vuelto sinónimos)” (Bauman 2001: 95). Mientras unos viajan por gusto, otros más lo hacen por necesidades y el resto no tienen que más opción que vivir con la impotencia de no moverse ni actuar. Y al no actuar se inhibe de manera clara la participación social, marginándola a mítines, bloqueos y acciones que lejos de crear una consciencia sobre lo que se debe hacer, genera conflictos con sectores de la sociedad que son afectados y que no se suman al movimiento, por el contrario se vuelcan contra él7. Nos dice Ianni “la 6 Y con esto aludimos a que las personas están conscientes del daño que se provoca, sin embargo, su visión pragmática de la vida les impide de una u otra manera abstenerse de utilizar los recursos naturales a su alrededor para cubrir sus necesidades básicas (alimentación, vivienda y vestido). 7 El caso de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa puede ilustrarnos que a pesar de ser un hecho claramente ejecutado por el Estado, siendo un acto hostil contra la sociedad y que marca la posición firme del Estado neoliberal revestido bajo un Estado mixto, y que la sociedad se ha manifestado contra este hecho, también han surgido conflicto entre los sectores sociales que ven en peligro su estabilidad económica, por ejemplo. Los bloqueos carreteros, las marchas y los mítines van carcomiendo más la indiferencia en la medida en que éstos afectan intereses de terceros. Otro caso importante es el movimiento de los maestros y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) los cuales, después de haber tomado el Monumento a la ciudadanía tiende a ser precaria; puede ser tutelada, otorgada, regulada, mediatizada, raras veces plena” (Ianni 1997: 43) y hablamos de ciudadanía en un sentido tradicional como “el lugar del reconocimiento y la reivindicación de un sujeto de derecho frente a un determinado poder, y ese poder fue normalmente el Estado” (Garretón M. 2002: 9), que dentro de la globalización se transforma. Y es notable que la sociedad se establezca en estos términos como endeble, ya que cuando el Estado comenzó con el modelo económico, dio paso a ser mutilado de las acciones propias de un Estado social, es decir se minimizó su papel en los medios de comunicación, volviéndolos monopolios privados, y en el sector de salud, educación, vivienda y seguridad pasaron a segundo plano. Así se presenta América Latina en el sistema de la globalización; como un espacio dual donde existen desigualdades crecientes entre la población y desigualdades económicas entre países. Una América diferente. Ante esta visión tanto interna como externa de América Latina no cabe más que evidenciar el tipo de relaciones sociales presentes y además hablar de las nuevas relaciones que se pueden generar a partir del cambio en la esencia del desarrollo de América Latina; desde su incorporación al mundo “civilizado” las relaciones sociales que se generaron fueron clientelistas, corruptas, asistencialistas y de corte corporativo que minaron el camino para poder crear una sociedad fuerte y una ciudadanía responsable, de allí que necesitemos del capital social (del cual ya definidos en el primer aparatado) y capital humano8 “esto significa una sociedad compuesta por miembros, adecuadamente educados y formados en el conocimiento y uso de destrezas sociales y profesionales” (Sobrado y Carmen, Un futuro para los excluidos 2002: 37) y esto implica necesariamente que el Estado Revolución y hacer marchas en distintos puntos de la capital del país fueron agredidos por comerciantes del barrio de Tepito ya que éstos vieron en peligro su estabilidad económica en peligro. 8 En este caso, el capital humano va de acuerdo a la formación profesional y universal que los propios individuos obtienen en los espacios sociales públicos y privados (casa, escuela y trabajo por ejemplo). (re)tome su papel como garante del desarrollo9 social para poder construir una nuevo proyecto de Nación. Es decir se necesita de un Estado eficaz, entendido éste como un ente que implemente “una estrategia eficaz para asegurar un crecimiento económico que incluya todos” (Green 2008: 13) por un lado, y por otro de una sociedad comprometida con su propia realidad. Al poder activar, y en nuestro caso reactivar, el capital social para dar un nuevo papel a la ciudadanía que hoy más que nunca debe organizarse ya no en individuos, sino en colectivos que le permitan obtener una postura ante los cambios que se están llevando a cabo y los que vienen, se está dando paso a la integración. Este capital social implica tener una dinamización de la sociedad tanto a nivel interno como a nivel externo (visto este en relación con el Estado) para reconfigurar la relación entre éstos. Así se pretende dar una participación política-popular, esto “significa, ni más ni menos, colocar el poder de la gente lado a lado con el poder del Estado e insistir en que la soberanía del Estado debería ser la soberanía popular de a gente” (Carmen 2004: 120). Acciones tan simples como la exigencia, como obligación de ellos y responsabilidad nuestra, de dar y recibir rendición de cuentas por parte de los gobernantes y nuestra son actos simbólicos y prácticos que refuerzan el sentido de inclusión de los individuos en colectivos locales, regionales y nacionales. Ante esta reincorporación, “la tarea principal de la política es la reintegración socioeconómica, en el sentido de educación, salud, etc.” (Touraine 2002: 36) Es decir, la integración del Estado en estos espacios es fundamental. No sólo porque allí se encuentra la manera de generar en la sociedad un cambio cualitativo, sino porque es allí donde generará el conocimiento y reconocimiento de la situación actual de la realidad latinoamericana. Uno de los movimientos que se están llevando a cabo en sectores hasta ahora desprotegidos por las secuelas de la globalización han optado por organizarse y movilizarse dentro del cooperativismo y la economía Ya ue hay ue dife e cia lo del c eci ie to, té i o co el cual su uso se ha i disc i i ado; cua do algo crece se hace cuantitativamente más grande; cuando se desarrolla, se hace cualitativamente mejor o, al e os, dife e te (Meadows 1992, 22) 9 solidaria que sin duda alguna han llevado a mejorar su calidad de vida, su concepto de humanidad y por supuesto de encontrar una nueva relación con la naturaleza. En este apartado le hemos dado énfasis en el papel del Estado y la ciudadanía para la transformación de América Latina. No cabe duda que ahora más que nunca necesitamos romper con las relaciones sociales que obstaculizan el desarrollo combinado y complementario de estos agentes. Aunque no hemos mencionado la resistencia de la élite gobernante, sabemos que ésta tendrá una reacción. La forma en que ésta se desarrollará será mediante cooptación de líderes, represión ante los movimientos sociales de reivindicación y por supuesto la utilización del Estado y de la violencia que en él se encuentran para mantener el statu quo, sin embargo la manera en que la sociedad pueda contrarrestar dichas represiones y movilizaciones es mediante la creación de cuerpos de representación política que permitan su incorporación a los puestos locales y regionales. Es necesario fomentar, desarrollar y consolidar nuevos espacios de poder donde el capital no ha entrado, esto es a nivel local y regional; así el desarrollo regional endógeno podrá dar de una manera ad hoc las condiciones de seguridad, soberanía, capital social y humano, aunado al papel de la educación pública para reconquistar espacios públicos como los que ahora hemos expuesto. Conclusión. “No es viable un subcontinente con una pobreza cercana a 50 por ciento de su población, en un estado de indefensión tan notable. Simplemente no es funcional” (Pérez Fernández del Castillo 2009: 26). Y no es viable no sólo para los que están “adentro”, sino porque en un momento dado, las consecuencias de los procesos productivos y ecológicos que se están generando aquí también afectarán a los que están “afuera”. Hemos visto a lo largo del presente trabajo a la globalización como proceso (dentro de América Latina) y como sistema (donde se insertó el subcontinente) para analizar las características sociales, económicas y políticas que permearon en el proceso y en el sistema; vimos que las relaciones sociales que se generaron desde la incorporación del subcontinente al mundo occidental trazó una línea que limitó el desarrollo del “nuevo continente”. La corrupción, el clientelismo, el asistencialismo y un Estado neoliberal, aunado a una sociedad débil y anquilosada dentro de esos mecanismos es lo que produjo una separación entre el Estado-Nación y sus ciudadanos. Es necesario ante estas estructuras, un cambio cualitativo que se enfoque al desarrollo social y a la vez del crecimiento económico que permita un decrecimiento en las desigualdades de este territorio. También es necesario resarcir la relación con el Estado haciendo que éste cambie el rumbo de las tendencias globalizadoras del sistema mundial a nivel nacional y a la vez reproducir el capital social y humano que permitan la consolidación de una ciudadanía con cultura política-popular, con una reivindicación de su papel como agente de cambio y sobre todo con una consciencia de clase que le dé el sentido (direccionalidad) de cambio a la hegemonía ideológica de modernización y progreso. Bien lo afirma Ianni “una necesidad apremiante hoy para América Latina es crear su propia vía de desarrollo” (Ianni 1997: 7). Bibliografía Bauman, Zygmunt. La globalización. Consecuencias humanas. México: FCE, 2001. Carmen, Raff. Desarrollo autónomo. San José de Costa Rica: EUNA, 2004. Garretón M., Manuel Antonio. «Las sociedades latinoamericanas y las perspectivas de un espacio cultural.» En América Latina: un espacio cultural en el mundo globalizado, de Manuel Antonio Garretón M., & et al, 2-28. 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