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1 Sociedad y moral Cuando hablamos de moral, podemos decir que es una resultante biológica, inherente a todos los seres vivientes? Obviamente, no.  La moral sólo se da en la sociedad humana.  Los comportamientos morales, son producto de la evolución social, a partir del ser humano. El ser humano, ser grupal, e interdependiente, nace, vive y muere en sociedad, más allá de sus ocasionales soledades. Nunca el individuo se encuentra aislado de sus semejantes, ni aun queriéndolo. La sociedad en la que está inmerso lo contiene y somete, desde su nacimiento a hábitos, costumbres, formas de comunicación, lenguaje, normas expresas, positivas o supuestas.  Nada le es ajeno al individuo dotado de razonamiento. Ello lo diferencia de las otras especies.  Piensa, elabora razonamientos lógicos, discierne, actúa siguiendo determinados parámetros culturales. Tiene capacidad de amar, odiar, reir, llorar, es mucho más que un ser instintivo. Cumple una función en la sociedad, y , la forma moral de su conciencia es lo que lo destaca absolutamente del resto de los seres vivientes. El fundamento de esa moralidad, se da en la imperiosa necesidad del individuo humano, en vincularse con su entorno, en concordar y pertenecer a su grupo social. Su accionar individual, siempre trasciende dicha individualidad y afecta a su entorno Desde que el hombre es un Ser social, nunca pudo prescindir de la conciencia moral. Históricamente las sociedades no han podido prescindir de dicha conducta Por último, la moral tiene fundamental importancia en la cohesión de la sociedad, habida cuenta que, si bien existen normas positivas que regulan la vida en sociedad, la moral actúa en forma similar pero afirmando el tejido social, a partir de conceptos morales profundos,  la libre convicción y la auténtica conciencia individual 2 -Aproximación a una definición histórica de la moral Disciplina que trata de la valoración moral de los actos humanos, además de conjunto de principios y de normas morales que regulan las actividades humanas. Del griego «ethos», el término ética equivale etimológicamente al de moral (del latín «mos, moris»: costumbre, modo de comportarse); sin embargo, el uso parece asignar a este segundo término una connotación teológico-religiosa, atribuyendo al primero otra más filosófica, o bien reserva el de moral para la moral práctica o vivida, mientras que designa con el de ética la reflexión sistemático-filosófica sobre dicha moral. En definitiva, por moral entendemos el conjunto de normas y reglas de acción destinadas a regular las relaciones de los individuos en una comunidad social dada. Partiendo de esa definición de moral, el significado, función y validez de esas relaciones, se ven obligadas a variar históricamente en las diferentes sociedades, del mismo modo que unas sociedades suceden a otras, dado el carácter cambiante de la misma vida del hombre. Con todo esto se puede decir que la moral cambia a través de los tiempos, o, dicho de otra manera, que tenemos diferentes tipos de morales según el momento histórico en que nos encontremos; así se puede hablar de una moral feudal, que se da en la edad media, una moral burguesa en la sociedad moderna, etc. (ver aptdo. La moral en las diferentes sociedades). La moral es en definitiva un hecho histórico, y por tanto, la ética, como ciencia de la moral, no puede concebirla como algo dado de una vez y para siempre, sino que tiene que considerarla como un aspecto de la realidad humana que cambia con el tiempo; y como tal, la moral se caracteriza por estar haciéndose constantemente, produciéndose de una manera continua a través del tiempo. La mayor parte de las doctrinas éticas, tratan de explicar la moral en términos absolutos, desentendiéndose en principio de las morales históricas concretas. Pero al olvidarse el carácter histórico de la moral, se cae en concepciones ahistoricas de ella, situándola como fuera de la historia, lo que equivale a decir fuera del hombre. 3 La moral a través del tiempo La moral reviste un carácter histórico: se inicia cuando el hombre forma sociedades, abandona su naturaleza puramente animal y comienza a sentirse miembro de una comunidad y, a partir de entonces, crea reglas y normas de comportamiento que le permiten regular sus relaciones con los demás. Veamos cómo se dio este proceso desde la antigüedad hasta la época moderna La moral primitiva La moral primitiva es la moral que comienza a desarrollarse en la aurora de la sociedad humana. En esta moral impera un colectivismo que borra todo individualismo; las diversas actividades son realizadas en común por los integrantes de la tribu: recolección de frutos, pesca, construcción de viviendas, etc. La moral primitiva es consuetudinaria, es decir, se mantiene por la fuerza de la costumbre. Una de las bases de la moral primitiva es la ayuda mutua, la obligación recíproca de ayudarse, el espíritu de solidaridad, defenderse y vengar las ofensas. La virtud fundamental es el valor del individuo puesto en práctica en la defensa y preservación de la tribu. El vicio es lo contrario: la cobardía o indiferencia a los intereses de la tribu. La moral en la Antigüedad clásica La moral en la Antigüedad es la que se desarrolla en la cultura grecorromana, a partir del siglo V a.C, hasta los inicios del cristianismo. Se caracteriza por el surgimiento de la esclavitud y la propiedad privada. Los esclavos son considerados como simples instrumentos al servicio de los hombres libres. Al igual que los esclavos, la mujer es menospreciada por considerársele inferior. La moral imperante es la desarrollada por los hombres libres, cuyas virtudes tienden a exaltar el espíritu cívico: fidelidad al Estado, heroísmo y valor en la guerra, fiel observancia de las leyes, etc. Esta moral, propia de la sociedad esclavista, encuentra su justificación en las teorías de los filósofos clásicos. Aristóteles, el más grande pensador del mundo antiguo, se niega a admitir que el esclavo sea hombre, y la mujer libre, un miembro de la sociedad con igualdad de derechos. 4.-La moral en la sociedad feudal Durante la Edad Media surge una nueva moral. El régimen feudal se basa en la gran propiedad de tierra. En lugar del esclavo se encuentra el siervo, que es propiedad del terrateniente; pero se le considera un ser humano y se le da cierta protección. La moral que domina es la propagada por la aristocracia, cuyas virtudes se cifran en el culto al honor, el valor y el arte de la guerra, la nobleza de sangre, el desprecio al trabajo manual.  El código moral de los caballeros tiene exigencias como las siguientes: Todo caballero debe tener actitud y lealtad conjuntamente; debe proteger a los pobres para que los ricos no los opriman, y sostener a los débiles para que los fuertes no los humillen, debe alejarse de cualquier lugar donde habite la traición o la injusticia. Cuando las damas o doncellas necesiten de él, debe ayudarlas con su poder, si quiere ganar alabanzas y premios, pues hay que honrar a las mujeres y soportar la pesada carga de defender su derecho. Otra característica esencial de esta moral feudal es la subordinación a la religión. La religión es la suprema legisladora de la moral, religión que aconseja la resignación ante las miserias e injusticias. La moral en la sociedad moderna Con los ideales de libertad, tolerancia y progreso, la época moderna instaura una nueva idea del hombre y la moral. Se llega a superar la esclavitud y la servidumbre. Las relaciones humanas giran en torno al afán de riqueza. El espíritu capitalista comienza a advertirse hacia fines del siglo XV.  El objeto principal de la acción humana es la búsqueda de la riqueza y esto repercute en la moral. Lentamente, pero de modo irresistible, la ciencia reemplaza a la religión y se convierte en factor principal de la nueva mentalidad humana. La doctrina del progreso, mediante la razón desaloja la idea de una edad pretérita, con su noción de pecado original.  Entre las virtudes más estimadas por la sociedad burguesa están la honradez, la laboriosidad, la fidelidad conyugal, el patriotismo, etc. La valentía y el arrojo, virtudes de antaño, fueron sustituidas por las virtudes de la escrupulosidad, el ahorro y la astucia en los negocios. La curiosidad intelectual y la confianza en uno mismo, de pecados mortales pasaron a ser virtudes sobresalientes.  5La moral económica En la economía actual pueden ser constatados dos falsos mitos: la “productividad sin límite” y “el lucro sin freno”. La productividad es una de las leyes de la economía. Pero esta ley se convierte con frecuencia en mito. El paso de la etapa preindustrial a la economía industrializada ha reportado a la humanidad un impresionante aumento económico.  El nivel económico de la humanidad ha dejado por debajo la línea de la escasez y se ha instalado en la línea de la abundancia, y hasta de la opulencia. Pero esta realidad ha traído consigo un mito nuevo para el hombre actual: el mito de la productividad sin límite. La moral económica no puede aceptar la productividad sin límite como criterio ético. Dejada la economía a la fuerza ciega de la productividad, además de desencadenar periódicamente “crisis profundas”, iría en contra de los valores básicos de la humanidad: la dignidad de las personas, el interés socialmente compartido, la equidad en el reparto de los bienes, etc.  El mito del lucro es correlativo al de la productividad. Los incentivos sicológicos han de ser tenidos en cuenta para estimular la actividad económica.  No estamos propiciando la prohibición de aumentar adecuadamente y justamente fortunas a quienquiera que trabaja para producir bienes, sino que aún es justo para quien sirve a la comunidad y la enriquece, con los bienes aumentados de la sociedad, y de esta manera se adquiere también un beneficio personal o institucional.  Pero eso sí, cuando el afán de lucro se sitúa como el motor decisivo de la actividad económica, se echa por tierra la nobleza de la economía. 6.-La productividad sin límite y el lucro sin freno, engendran una tremenda voracidad estructural. Pablo VI expresó agudamente la inutilidad humana de estos mitos, contraponiendo las dos dialécticas: la del “tener” y la del “ser”.  Merece la pena no sólo leer, sino anotar, por eso lo transcribimos: “Así, pues, el tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin último. Todo crecimiento es ambivalente. Necesario para permitir que el hombre sea más hombre, lo encierra como en una prisión desde el momento en que se convierte en bien supremo, que impide mirar más allá. Entonces, los corazones se endurecen y los espíritus se cierran; los hombres ya no se unen por amistad, sino por interés, que pronto les hace oponerse unos a otros y desunirse. La búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera grandeza; para las naciones, como para las personas, la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo moral”.  La persona es el autor, el centro y el fin de toda la actividad económica. Uno de los principios básicos en la moral económica es que “la persona es el autor, el centro y el fin de toda la actividad económica”. Una de las consecuencias más lamentables a nivel económico que genera una economía mal orientada es la pobreza.  El grado de pobreza se mide por el nivel de ingresos de una familia y la infraestructura que tiene o puede utilizar. Diferentes características adquiere la pobreza, de acuerdo al acceso o posibilidad de alimentación, vivienda, salud, educación, servicios: luz, agua, transporte, etc.  En caso de no satisfacerse, por lo menos regularmente, las necesidades básicas, se dan las primeras consecuencias de la pobreza: la desnutrición, el hacinamiento o falta de espacio vital en una vivienda, las enfermedades, la falta de higiene, la dificultad de aprender, entre otros.  Si las necesidades vitales no se satisfacen regularmente, entonces se llega a consecuencias mucho más graves, como la mortalidad infantil, y en general, una inserción social deficiente, que lleva a la falta de apertura socio-política, como así también la falta de participación a nivel de decisiones. 7 MORAL Y ECONOMÍA 330 La doctrina social de la Iglesia insiste en la connotación moral de la economía. Pío XI, en un texto de la encíclica Quadragesimo anno, recuerda la relación entre la economía y la moral: « Aun cuando la economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, a pesar de ello es erróneo que el orden económico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre sí, que bajo ningún aspecto dependa aquél de éste. Las leyes llamadas económicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y en la índole del cuerpo y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda certeza qué fines no y cuáles sí, y con qué medios, puede alcanzar la actividad humana dentro del orden económico; pero la razón también, apoyándose igualmente en la naturaleza de las cosas y del hombre, individual y socialmente considerado, demuestra claramente que a ese orden económico en su totalidad le ha sido prescrito un fin por Dios Creador. Una y la misma es, efectivamente, la ley moral que nos manda buscar, así como directamente en la totalidad de nuestras acciones nuestro fin supremo y último, así también en cada uno de los órdenes particulares esos fines que entendemos que la naturaleza o, mejor dicho, el autor de la naturaleza, Dios, ha fijado a cada orden de cosas factibles, y someterlos subordinadamente a aquél ».691 331 La relación entre moral y economía es necesaria e intrínseca: actividad económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante. Así como en el ámbito moral se deben tener en cuenta las razones y las exigencias de la economía, la actuación en el campo económico debe estar abierta a las instancias morales: « También en la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social ». 692 Dar el justo y debido peso a las razones propias de la economía no significa rechazar como irracional toda consideración de orden metaeconómico, precisamente porque el fin de la economía no está en la economía misma, sino en su destinación humana y social.693 A la economía, en efecto, tanto en el ámbito científico, como en el nivel práctico, no se le confía el fin de la realización del hombre y de la buena convivencia humana, sino una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes materiales y de servicios. 332 La dimensión moral de la economía hace entender que la eficiencia económica y la promoción de un desarrollo solidario de la humanidad son finalidades estrechamente vinculadas, más que separadas o alternativas. La moral, constitutiva de la vida económica, no es ni contraria ni neutral: cuando se inspira en la justicia y la solidaridad, constituye un factor de eficiencia social para la misma economía. Es un deber desarrollar de manera eficiente la actividad de producción de los bienes, de otro modo se desperdician recursos; pero no es aceptable un crecimiento económico obtenido con menoscabo de los seres humanos, de grupos sociales y pueblos enteros, condenados a la indigencia y a la exclusión. La expansión de la riqueza, visible en la disponibilidad de bienes y servicios, y la exigencia moral de una justa difusión de estos últimos deben estimular al hombre y a la sociedad en su conjunto a practicar la virtud esencial de la solidaridad,694 para combatir con espíritu de justicia y de caridad, dondequiera que existan, las « estructuras de pecado » 695 que generan y mantienen la pobreza, el subdesarrollo y la degradación. Estas estructuras están edificadas y consolidadas por muchos actos concretos de egoísmo humano. 333 Para asumir un perfil moral, la actividad económica debe tener como sujetos a todos los hombres y a todos los pueblos. Todos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber de contribuir, según sus capacidades, al progreso del propio país y de la entera familia humana.696 Si, en alguna medida, todos son responsables de todos, cada uno tiene el deber de comprometerse en el desarrollo económico de todos: 697 es un deber de solidaridad y de justicia, pero también es la vía mejor para hacer progresar a toda la humanidad. 8 Cuando se vive con sentido moral, la economía se realiza como prestación de un servicio recíproco, mediante la producción de bienes y servicios útiles al crecimiento de cada uno, y se convierte para cada hombre en una oportunidad de vivir la solidaridad y la vocación a la « comunión con los demás hombres, para lo cual fue creado por Dios ».698 El esfuerzo de concebir y realizar proyectos económico-sociales capaces de favorecer una sociedad más justa y un mundo más humano representa un desafío difícil, pero también un deber estimulante, para todos los agentes económicos y para quienes se dedican a las ciencias económicas.699 334 Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la realización de la auténtica felicidad humana. En este sentido, el Magisterio social pone en guardia contra la insidia que esconde un tipo de desarrollo sólo cuantitativo, ya que la « excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materiales para algunas categorías sociales, fácilmente hace a los hombres esclavos de la “posesión” y del goce inmediato... Es la llamada civilización del “consumo” o consumismo... ».700 335 En la perspectiva del desarrollo integral y solidario, se puede apreciar justamente la valoración moral que la doctrina social hace sobre la economía de mercado, o simplemente economía libre: « Si por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios productivos, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta es ciertamente positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de “economía de empresa”, “economía de mercado” o simplemente de “economía libre”. Pero si por “capitalismo” se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa ».De este modo queda definida la perspectiva cristiana acerca de las condiciones sociales y políticas de la actividad económica: no sólo sus reglas, sino también su calidad moral y su significado.