papel de colgadura
vademécum gráfico y cultural
Universidad Icesi
Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales
Rector
Francisco Piedrahita Plata
Decano Facultad Derecho
y Ciencias Sociales
Jerónimo Botero Marino
Director Académico
José Hernando Bahamón Lozano
Secretaria General
María Cristina Navia Klemperer
Coordinador Editorial
Universidad Icesi
Adolfo A. Abadía
Decimoctava edición,
Junio de 2019
Dirigida por
Margarita Cuéllar Barona
Diseño y Diagramación
Natalia Ayala Pacini
(nataliaayalapb@gmail.com)
Comité Editorial Invitado
María Paola Herrera Valencia
Tania Pérez–Bustos
Eliana Sánchez–Aldana
Editorial Universidad Icesi
Calle 18 No. 122-135 (Pance), Cali – Colombia
Teléfono: +57 (2) 555 2334
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Impreso en Colombia – Printed in Colombia
ISSN 2011-9763
© Derechos Reservados
Universidad Icesi
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Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
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Cali – Colombia
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Sobre papel
Las telas y los hilos envuelven nuestras
vidas de manera permanente. Estamos
tan acostumbrados a su abrigo que les
damos por sentado, a tal punto que les
hemos hecho invisibles, como el traje
nuevo del emperador. No obstante, con
telas e hilos hemos hilado e hilvanado
memorias, urdido cosmovisiones, remendado economías, anudado travesías
por el océano, zurcido saberes, encriptado textos en nuestros bordados o tejidos
de punto y cosido afectos por siglos y
siglos. Penélope tejía y destejía en tanto esperaba a Ulises, mientras que las
Moiras hilaban el destino de los seres
humanos al nacer, nuestras comunidades indígenas van tejiendo el pensamiento al anudar hilos en forma de espiral y
elaboran mochilas.
Desde sus inicios lo textil, en occidente,
ha estado asociado a lo femenino, a lo
doméstico, al cuidado. En ocasiones, ha
sido un medio de opresión en el que la
gran industria de la moda ha abusado
de las trabajadoras con salarios precarios. Esa misma industria también ha
construido ideas de cuerpos femeninos
deseables y no deseables dependiendo
de cómo se visten, pero, junto con estas
formas de dominación, lo textil también
ha sido un medio de liberación que ha
garantizado autonomía económica y
formas de escritura alternativas para
muchas mujeres, así como para algunos
hombres que se resisten a la asociación
de este oficio con lo femenino. Si hemos
invisibilizado el trabajo, oficio y quehacer
textil es porque lo hemos subvalorado.
Queremos entonces, dedicar este volumen de la revista papel de colgadura a
las costuras que sostienen lo cotidiano y a
las reflexiones sobre los entramados que
surgen en y desde el hacer textil.
El número de artículos que recogimos
en la convocatoria (superior al que publicamos), para que este ejemplar fuese
posible, da cuenta del creciente interés
por el hacer en torno a los hilos y las
agujas, bien como oficio, como quehacer
o como forma de expresión. Recibimos
textos de compañeros y compañeras tejedoras, crocheteras y bordadoras de muchas partes de Latinoamérica, textos que
dan cuenta que no estamos solas, que tejemos redes creativas y politizadas, tanto
cuando abrazamos este oficio en nuestros
espacios domésticos, como cuando nos
tomamos las calles para manifestarnos
contra el olvido y la opresión, tal como
lo evidencian los artículos que recogimos
en la sección que hemos llamado Hilos
que movilizan.
En la sección Genealogías Textiles podrán leer algunas historias sobre legados
de comunidades ancestrales que tejen
mochilas con nudos, como la Iku, cosen
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molas, como la kuna, o hacen preciosos
telares como la quechua y la aymara.
Esta sección es apenas una muestra de
todas las expresiones textiles que narran
la cosmogonía de nuestro continente,
como los tapices de los Navajo en América del Norte, las colchas de retazos de
las mujeres esclavizadas en el sur de los
Estados Unidos, a los bordados Oaxaqueños, las mochilas Wayuu, las muñecas Chancay del Perú, a los encajes
Ñandutí del Paraguay; el tema daría para
10 volúmenes de esta revista.
Entrecosturas recoge poemas a muñecas,
tejidos de abuelas, peleas con planchas,
cuentos bordados y fotos remendadas.
Esta es una sección que nos muestra un
amplio conjunto de emociones e intimidades que acompañan lo textil y otras
tantas que son acompañadas por estos
quehaceres. Por su parte Costuras que
cuidan recoge textos que dan cuenta de
estos oficios como lugares para encontrarse con una o con uno mismo, formas
en que los actos de coser tienen la potencia de zurcir algo más que lo que se hace
con las manos. Los textiles nos arropan,
nos unen, nos acercan, nos cuidan y, a la
vez, cuidamos con ellos.
Aprender desde el hacer recoge diferentes prácticas textiles en el aula escolar
y en el aula Universitaria en las que se
apunta a descentrar el cerebro de los
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procesos de aprendizaje. Allí, la experiencia del aprender recorre las manos y
el cuerpo y ello transforma el trabajo de
aula. Esto lo vemos desde la voz de una
maestra de pedagogía Waldorf, así como
desde los trabajos de dos cursos universitarios que revisan los oficios textiles con
una perspectiva feminista. En Textiles
que cuentan se presentan las historias
de vínculos y afectos que están presentes
en piezas textiles hechas a mano, cartas
de amor, lazos transoceánicos, vínculos
familiares. Por último en Haceres textiles
reunimos relatos sobre cómo la producción lenta y reiterativa de prácticas como
el deshilado y el bordado, son configuradoras de mundos cotidianos, personales,
pero también sociales y colectivos.
Ha sido un gusto y una oportunidad para
nosotras poder reunir todo este conjunto
de piezas textiles y de textos textiles, esperamos que éstos sean para ustedes una
invitación a leer y, ¿por qué no?, a hacer.
Margarita Cuéllar Barona
María Paola Herrera Valencia
Tania Pérez-Bustos
Eliana Sánchez-Aldana
14
Bordando presencias
36
Moni Paulino y Silvia Tabakam
20
24
El arte relacional
María Viñolo Berenguel
32
Unión de fragmentos
Ingrid Pabón
56
Yessica Paola Beltrán Hernández
Cosamos el parche
Juanita Prieto Macía
Daniel Martín Rincón
Neywia. Construyendo
su misión a partir de
pedazos de historias
Bordar con cuidado:
entre la casa y la plaza
40
Vergel
Guadalupe Gómez Verdi
46
Puertas pa' adentro
Kaira Romero Polanía
48
El ojo de la aguja
Isabel Cristina Gonzáles Arango
Adriana Marcela Villamizar Gelves
68
Entrevista a
Meyby Ríos
Margarita Cuéllar Barona
Karen Castelblanco Villamil
60
Molas, riqueza de
una cultura
Montserrat Ordóñez
74
Tejidos
subterráneos
Daniel Bustos Echeverry
84
Autoexploraciones
textiles
Laura Estefanía Valbuena Acero
88
¿Quién soy yo?,
yo soy Isa
Isabel Gonzáles Arango
94
Una trampa más
Miriam Mabel Martínez
98
102
Quimera
Sebastian Reyes
106
El problema de la plancha
Alejandra Soler
108
La muñeca negra
Mary Grueso
110
La arpillera de mi abuela
Catalina Herrera Osorio
El vestido de Ana
Alejandro Martín Maldonado
114
Sangre de mi sangre
130
América Larraín Gonzáles
118
¿Es terapéutico
el bordado?
Yancy Castillo Jiménez
134
Valeria Petruzzi
122
Tejer el duelo
Margarita Cuéllar Barona
126
El principio: un derecho,
un revés
Neil Henry Arenas Camacho
Libertad
Manos de mujeres
tejiendo historias. Una
aproximación al hacer
textil desde las labores
de cuidado
Carolina Rosa Rincón Rincón
140
El vestido
Sandra Viviana Rodríguez Castro
146
Las manualidades en la pedagogía Waldorf
Entrevista a Luz Elena Marulanda, Maestra Waldorf.
1
La aguja subsersiva
Margarita Cuéllar Barona
158
La Moira
172
Luis Córdoba Solarte
162
Costura, maternidad
y economía familiar
Laura María Vivas Sastoque
174
Iara Sofía Patiño Marroquín
166
168
Recados
Colombina Cuero
Emilyn Ortiz Trujillano
La costurera
Juan David Hurtado Realpe
Daniel Stiven Cabrera Salazar
A mi abuela
Leidy Marzela Brochero Sánchez
Margarita, mi flor infinita
Mariela Millán
Katherine Barrios Rosero
Manuela Castro Vargas
170
Bordando como en los
viejos tiempos
A mi madre
Juan Sebastián Castillo Castro
Punto a punto: un antes
y un después
Luz Karina Cometa Fajardo
2
Costuras
Pensando el diseño desde los textiles
Eiliana Sánchez Aldana
180
Querer ver
192
Annette Rodríguez Fiorillo
186
El poder de hacer
Paulina Sáchica
Vena Amoris
Juan David Cáceres Murillo
198
Sin prisa pero sin pausa
María Angélica Moya
204
Amor eterno
210
Alexandra Chocontá Piraquive
206
Tejiendo mientras
se teje:
Artesanal Tecnológica
222
Eliana Sánchez-Aldana
232
Deshilado: destrucción
y remiendo cuidadoso
en el bordado de calado
Memoria textil de un
profesor universitario
Yoseth Ariza Araújo
240
Mi primer dechado
Laura Forero
Mi relato bordado
Comentarios alrededor
de El artesano de Richard
Sennett
Diana Carolina Castaño García
Diego Cagüeñas
Tania Pérez-Bustos
236
Cartas de amor
242
14
Bordando presencias
Moni Paulino
Silvia Tabakam
20
Cosamos
el parche
Juanita Prieto Macía
Daniel Martín Rincón
24
El arte
relacional
32
María Viñolo Berenguel
Unión de fragmentos
Ingrid Pabón
36
Bordar con cuidado:
entre la casa y la plaza
Yessica Paola Beltrán Hernández
40
Vergel
Guadalupe
Gómez Verdi
46
Puertas pa'
adentro
Kaira Romero Polanía
48
El ojo de la aguja
Isabel Cristina
Gonzáles Arango
Adriana Marcela
Villamizar Gelves
14
Bordando
presencias
Moni Paulino
Silvia Tabakam
Acción participativa de bordado de
un estandarte por Memoria-VerdadJusticia
Colectivo de docentes, familiares,
compañeros y compañeras de
estudiantes detenidos-desaparecidos
del Colegio Nacional de Vicente López
Bs. As.- Argentina
Una historia de estudiantes
secundarios
En Argentina, el 24 de marzo de 1976,
irrumpió una dictadura cívico-militar
que se mantuvo hasta 1983 y que desplegó el terrorismo de Estado. Fue la más
cruenta de una larga historia de dictaduras y dejó marcas imborrables en nuestro
pueblo. El secuestro, la tortura, la desaparición, la apropiación de cientos de
bebés fueron solo algunos de los métodos
que usaron para sembrar el terror.
Zimmerman y Pablo Fernández Meijide fueron arrancados de sus domicilios.
Unos días antes habían secuestrado a
Liliana Caimi, embarazada de cinco meses y en abril habían asesinado a Gerardo
Szerzon cuyo cuerpo apareció con signos
de tortura. También Leticia Veraldi fue
secuestrada en 1977 en la provincia de
Neuquén, donde se había refugiado cuando supo que estaba siendo perseguida.
El 23 de octubre de ese año, un grupo
de tarea secuestró a cuatro estudiantes
secundarios del Vicente López, en la
provincia de Buenos Aires. En la misma
noche, Eduardo Muñiz, María y Leonora
Todos habían sido militantes de la Juventud Guevarista. Nunca se supo de ellos
hasta el año 2018 cuando, en el marco del
juicio a los genocidas, dos sobrevivientes
testimoniaron haber compartido la celda
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Imagen no.1
Suturar: verbo transitivo.Coser una herida o una incisión o cerrarla mediante puntos de sutura.
con Leonora en el Centro Clandestino de
Detención de Campo de Mayo.
Estas atrocidades marcaron la vida de muchos de los que fuimos sus compañeros.
Pedagogía de la Memoria
El mismo edificio de esa escuela secundaria alberga hoy una institución de formación docente en la que algunos de nosotros trabajamos. La coincidencia en el
espacio nos ha permitido organizar, desde la recuperación de la democracia, una
serie de homenajes que cobraron forma
de actos, invitaciones a ex-estudiantes,
conciertos, talleres. La formación docente debe incluir la Pedagogía de la Memoria, entendiendo a los futuros maestros
como sujetos críticos y reflexivos, como
“pasadores de memoria”.
La transmisión no se aloja solo en la palabra sino que la reivindicación de Memoria, Verdad y Justicia que levantaron
los organismos de Derechos Humanos
debe tener también materialidad. En la
escuela, esa materialidad cobró entidad
a través de la confección y colocación
de baldosas con los nombres de los estudiantes a la entrada y un mural para
hacerlos presentes una y otra vez en el
espacio en el que estudiaron.
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El día de la colocación de las baldosas
organizamos una acción colectiva de bordado como una oportunidad de poner a
rodar la memoria de sus nombres, sus
rostros, su militancia.
Esa acción dio como resultado un enorme paño con fragmentos suturados entre
sí, que se constituyó en estandarte con
sus presencias.
Los rostros del estandarte
Cuando pensamos esta obra tomamos los
registros fotográficos de nuestros compañeros y de otros que habían pasado por
el Nacional Vicente López. Las mismas
imágenes que vemos en manos de los familiares en cada marcha del 24 de marzo
en la Plaza de Mayo, que dan cuenta de
un nombre, un rostro, una identidad.
A través de un proceso de grabado, llamado monocopia, realizamos transferencias a diferentes retazos de liencillo.
Esta técnica fue trabajada de un modo
que permitía cierta “deformación” de
los rostros. Manchas y salpicaduras que
remiten a la dificultad de recordar, al
ejercicio trabajoso pero necesario, que
nos permite traer el pasado al presente,
siempre tamizado por los años y las experiencias transcurridas. Como una veladura que se nos presenta ante los ojos
y que solo podemos arrancar entre todos.
Luego de realizadas las estampas nos reunimos varias mujeres alrededor de una
mesa a bordar en cada una de ellas los
nombres de los compañeros. Ninguna de
Imagen no.2
La memoria insatisfecha, laboriosa
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Imagen no.3
La mano inteligente y sensible, la mano que piensa y recuerda
las que compartíamos ese hacer éramos
expertas bordadoras, pero fuimos trayendo de otro tiempo los modos de hacer con
las agujas y los hilos, mostrándonos los
puntos que sabíamos, probando colores.
Y así, a manera de un ritual reparador,
recordamos historias de los estudiantes
dejando sobre la tela los humildes saberes y relatos que habíamos compartido.
Después comenzamos la unión de cada
fragmento en una misma historia.
La acción colectiva
El resultado de este primer trabajo fue
dispuesto en una gran mesa con hilos
y agujas. Fueron muchas manos dejando su huella, mirando los rostros de los
estudiantes, interviniendo, pensando,
acariciando, tomando decisiones acerca de colores y texturas alrededor de su
memoria.
La acción que comenzó de manera circular, fue creciendo en un proceso cada
vez más rico y participativo. Fueron más
manos las que iban dejando su huella en
el estandarte, entramando lo artístico en
un conmovedor ejercicio de memoria.
Una memoria que no solo se construye con la palabra ya que, como expresa
Richard Sennet, los movimientos de las
manos, el sentido del tacto, influyen en
la manera de pensar. Así también nos
poníamos en contacto con ellos. Incluso muchos de los asistentes los estaban
conociendo con sus manos. Había que
recorrerlos, tocarlos, cobijarlos entre hilos. Y en ese hacer surgieron las palabras,
las anécdotas, las preguntas.
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Imagen no.4
Una acción colectiva de bordado de retazos que,suturados, formaron un único paño.
Imagen no.5
Un hacer amoroso entre generaciones
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Imagen no.6
La Memoria nunca se da por vencida
Este estandarte sigue moviéndose en las
marchas de cada 24 de marzo en la Plaza
de Mayo y ha formado parte de encuentros de formación docente en los que la
textura y la materialidad invitan a seguir
suturando, hablando, tocando, haciendo,
pensando con las manos.
Hubo memoria vivida en la acción colectiva y lo hubo en su creación; un encuentro
entre generaciones con distintas experiencias y saberes acerca de nuestros compañeros y compañeras. De ahora en más se
trata de seguir construyendo experiencias
singulares y poner el recuerdo a trabajar.
Moni Paulino
Vive en Buenos Aires. Es Artista visual y profesora en institutos de formación docente. Desde hace unos años trabaja en Pedagogía de la
Memoria.
Silvia Tabakman
Nació y vive en Buenos Aires. Es bordadora y especialista en la didáctica de las ciencias sociales.
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cosamos
el parche
Juanita Prieto Macía
Daniel Martin Rincón
La colcha nació en un esfuerzo por materializar el trabajo colectivo que sentimos caracteriza, sobretodo en este año,
al movimiento estudiantil. Así que desde
el 10 de octubre (primer día de las movilizaciones estudiantiles en Bogotá) nos
reunimos en la Universidad Nacional de
Colombia con algunos retazos, agujas e
hilos y con un pequeño letrero en el que
se leía “Cosamos el parche”. Ese día decidimos invitar a la gente a coser creando
un espacio de reflexión sobre la situación
de la universidad pública y cómo actuar
frente a esta. En este contexto, coser
es una manera de estar cerca al otro y
pensamos que muy probablemente en
otra ocasión no se habría podido dar este
acercamiento. Por eso la colcha, para nosotros, también es una excusa para reunirnos, para crear comunidad; semejante
a una mesa redonda, es como regresar a
la hoguera para compartir. Lo que hace
tan poderosa la colcha es que sentimos
que absolutamente todo el mundo cabe,
todos tienen voz y potestad sobre ella en
el sentido que tú puedes poner el parche
que quieras del color, tamaño o material
que desees, también puedes simplemente intervenir un parche ya existente, para
nosotros es igual de importante y valioso.
El sentido de esto es, en principio, que
cada participante se sienta identificado
con la colcha, que deje un poco de sí mismo. Creemos que la colcha fue y seguirá
siendo un gran recordatorio de cuantos
y a quienes nos compete la educación
pública y sobretodo un objeto tangible
que nos permite, a nuestra manera, recordar que los estudiantes estamos aquí
y seguiremos aquí.
Juanita Prieto Macía
23 años. Estudiante de sexto semestre de Artes
Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia. Me gusta mucho el color verde, los elefantes
y las cosas que hacen que se me erice piel.
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arte
relacional
tejido
María Viñolo Berenguel
Maria Viñolo Berenguel
Una mirada a mi tierra desde el barco
Francisca Baez Avila, 2010, Sant Roc, Barcelona
Cosido y bordado, 47 x 50 cm
Arpillera elaborada con la colaboracion de la Fundación Ateneu i de la Generalitat
de Catalunya, Delegació territorial del govern de Barcelona.
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En la historia del arte de Europa tenemos telas y bordados desenterrados del
arte clásico, grandes tapices y alfombras
con motivos históricos o mitológicos,
representaciones pictóricas de mujeres
cosiendo y obras de arte contemporáneo
creadas a partir del S.XX. Pocas mujeres
de las que han tejido, bordado o cosido
han participado en el ámbito artístico
ya que las “cualidades femeninas” no
estaban reconocidas y mucho menos se
podían equiparar con los talentos de los
hombres. Sus trabajos textiles, como modos de producción doméstica no tenían
prácticamente ningún valor de cambio,
servían para abrigar, decorar y socializar
con otras mujeres.
Las mujeres empiezan a formar parte del
mundo público y productivo a través de
diferentes vías; con la industria en fábricas textiles, como artesanas o como artistas. Su participación en estos diferentes
ámbitos crea un gran impacto a medida
que van explorando las posibilidades
del medio textil. Todas estas creaciones
han ido manteniendo vivas las técnicas
relacionadas con el bordado, el tejido
o el cosido y han ido adquiriendo nuevas formas ampliando su versatilidad. A
día de hoy podemos contemplar obras
realizadas con cosidos en el cemento,
fachadas enteramente recubiertas de tela
o ganchillo, el diseño gráfico aplicado al
textil, esculturas enormes blandas y coloridas que ocupan toda una sala de museo
o una plaza, bordados que se asemejan a
las mejores pinturas, instalaciones donde
el hilo es el principal elemento y hasta
performances o acciones de body art
donde la piel, en primera persona, actúa
como tela sobre la que coser o remendar.
En las ferias de arte como ARCO Madrid,
en los museos como el Guggenheim, en
las bienales artísticas como la Biennale
di Venecia, o en el espacio público con la
guerrilla knitting, por nombrar algunas,
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las piezas de arte textil empiezan a ser
muy numerosas. De la mano del ámbito artístico y con el “nombramiento” de
estos saberes como lenguajes válidos de
comunicación, existen y se están visibilizando otras formas de creación colectivas. Grupos de mujeres organizadas
retoman o mantienen estos modos de
producción doméstica usando el hilo y la
aguja como herramienta para informar,
denunciar, participar, socializar o explicitar un mensaje, casi siempre político.
Realizan imágenes e instalaciones hechas
con trozos de saberes haceres que nacen
herederos de una tradición cerrada dentro de los muros de casa. Quienes intervienen con el cosido, no solo revolucionan el arte, sino que ponen al servicio de
nuestra sociedad una forma de expresión
e intercambio accesible.
Inspirada por el arte relacional en las
intervenciones con grupos de mujeres
que llevo a cabo, utilizo el hilo como reconstructor de ideas y de red. Hablo de
experiencias que he ido realizando en
las que son de vital importancia las relaciones que se establecen entre y con las
mujeres. Las hemos ido desarrollando
dentro de actividades y entornos cotidianos, seguros y no mixtos con diferentes
encuentros en los que se cosía, bordaba
o tejía dándole importancia a aquello que
habitualmente es marginal y teniendo
en cuenta que estas labores van más allá
de una simple preferencia individual. La
reutilización de un medio tradicionalmente femenino y cotidiano se revaloriza
al usarlo como recurso estético que se
centra en problemáticas relacionadas
directamente con su género y su contexto geopolítico. Son artistas callejeras,
artesanas, compañeras, vecinas, hermanas, madres con ganas de comunicar a
través de un lenguaje hilado, cosido o
bordado. Candidatas para la creación de
espacios de visibilidad, transformación
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y reivindicación. Creamos, escuchamos,
hablamos y compartimos atendiendo y
cuidando el proceso de elaboración que
consideramos tan importante como el
resultado a través del cual conseguimos
tener voz y mostrarnos en un espacio público que podemos redefinir. Se trata de
acciones femeninas y feministas, inclusivas, domésticas y públicas, individuales
y colectivas.
A continuación muestro algunas de estas
experiencias que he ido realizando desde
2005. Son intervenciones que de alguna
manera han ido diferenciando los espacios urbanos y públicos con mensajes
sociales y políticos legibles y/o interpretables. El carácter colectivo del sujeto
del trabajo doméstico y su circulación
entre mujeres de distintas generaciones
y orígenes, que incluye el cuidado de los
hijos y los distintos modos de participación, han hecho que estos colectivos rompan con la asignación desmovilizadora
y conservadora, y nos muestran cómo
otras formas de denuncia colectiva femenina son posibles en relación a las
actividades que normalmente realizan
otros colectivos.
Arpilleras: El textil como arma
de resistencia política
El caso de las arpilleristas chilenas. Sus
acciones las han convertido en personajes históricos, en iconos populares que
las han incorporado en el folclore, en la
literatura y en la cultura de su pueblo y de
los otros que han impactado; como lo demuestran las artesanas textiles de distintas partes del mundo que han respondido
al terror incorporando sus experiencias
en trabajos que muestran un testimonio
de lo vivido. Suman otra experiencia al
papel potencial de las mujeres en las luchas colectivas. El proceso creativo para
realizar una arpillera consiste en utilizar
diferentes trozos de tela de colores que
cosidos a una base de arpillera con coloridos hilos, lanas y demás materiales
aplicables, construye el acontecimiento.
Si por algo podemos caracterizar a las
arpilleras es por los elementos de tres
dimensiones que protagonizan escenas
como por ejemplo las muñecas.
En diferentes ciudades de España hemos
realizado, con la colaboración de diferentes entidades, talleres inspirados en la
Una vija ejemplar
Mª Carolina Cossío, 2009,
Granada
Cosido
Arpillera elaborada dentro del proyecto
de investigacion participacion activa
Miradas. Como me ven y como quiero
que me vean. Grupo de investigacion
“Otras, persfectivas feministas para la
investigación social”, Instituto de la mujer, Ayuntamiento de Granada, Dirección
General de Coordinación de las Politicas
de Immigración, Consejo de Gobierno,
Junta de Andalucía.
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Mis memorias de la guerra
Rosalia Rodriguez Hernandez, 2010,
Sant Roc, Barcelona
Cosido, 45 x 51,5 cm
Arpillera elaborada con la colaboracion de
la Fundación Ateneu i de la Generalitat de
Catalunya, Delegació territorial del govern
de Barcelona.
técnica de las arpilleras. Un total de 215
mujeres de diferentes orígenes, edades y
clase social han podido realizar su propia
arpillera. Hemos propiciado el espacio
y los recursos necesarios para producir
nuestras propias representaciones. Cada
una de ella ha sido la protagonista de su
propia historia, ha decidido qué representar o compartir. Algunos ejemplos
de las temáticas surgidas son el proceso
migratorio, momentos de la guerra civil,
cultura y tradición, vida cotidiana, alfabetización, peticiones a los ayuntamientos, familia, maternidad, supervivencia
cotidiana, derechos, etc.
La veglia dei fili y El hilo del casal:
Comunicar con la imagen y con
el texto
Tapices o colchas de grandes dimensiones que nos recuerdan a artistas que cubren fachadas, que hacen grandes murales o a grafiteras. Los proyectos La veglia
dei fili o El hilo del casal son muestras
de acciones que hablan con imágenes o
palabras. Se diferencian entre ellas en
los mensajes y en las técnicas pero ambas creaciones visibilizan ejes opresivos
relacionados con las tareas domésticas.
El tapiz resultante de La veglia dei fili
tiene unas dimensiones de 8mts por
5mts completamente tejida con ganchillo o punto. Representa el paisaje de
sus colinas junto a una frase que hace
referencia a un mito en el que se piensa que las mujeres solo hacen abrigos,
e voilà non facciamo solo maglioncini.
Se creó de forma totalmente auto-gestionada un gran mural que cubrió una
fachada durante 5 meses. Los encuentros
se realizaban en las distintas casas o en
el bar del pueblo, con dulces y muchas
conversaciones. Realizamos un material
audiovisual a modo de documental en el
que aparecen entrevistas, secuencias del
proceso de creación y stop motion con
las piezas realizadas. Fue realizado con
14 mujeres del pueblo de Sorbolongo,
situado en la Región Marche de Italia en
el que habitan 40 familias.
El hilo del Casal hace unos meses elaboró una gran colcha-tapiz de 4m x 3m
en la que después de muchos debates
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decidieron decantarse por expresar un
malestar que les ocupaba como mujeres
migrantes: el reconocimiento del trabajo doméstico, más ayudas para las
amas de casa. El objetivo para ellas era
poder transmitirlo tanto para el resto de
su familia como para las administraciones públicas. El lema escogido que hace
referencia a las fuertes cargas de crianza
y trabajo doméstico, sumado a todos los
inconvenientes que tienen en el ámbito
laboral, fue el que les pareció oportuno
para poder crear alianzas con el resto
de vecinas del barrio y del municipio.
Se utilizó tanto la técnica del cosido
como la del bordado, introduciendo
apliques. Cada una de las participantes
construimos una letra en un espacio
donde algunas mujeres aprendieron a
coser a máquina y donde, actualmente,
se siguen compartiendo conocimientos
de técnicas o posibilidades textiles según las diferentes culturas. Ha sido expuesto en varios espacios de la ciudad
de Santa Coloma de Gramenet donde
se ha llevado a cabo, concretamente en
el barrio de Santa Rosa. Es un proyecto
surgido por iniciativa de 12 madres que
participan en un servicio de acompañamiento familiar.
El hilo del Casal
Mujeres residentes en Santa Coloma
de Gramenet, 2018
Tela y diferentes hilos o lanas 3 x 4 m
Produccion realizada en el interno de un servicio
familiar en el Casal dels Infants.
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La veglia dei fili
La veglia dei fili
Mujeres residentes en Sorbolongo (PU) 2013
Mural-tapiz : lana, tela 800x600 cm
(imagen del proceso)
Alfombra roja y Il nostro giardino:
cosiendo en tres dimensiones
Il nostro giardino fue un proyecto que tenía como objetivo participar en el evento
“Scolppire in piazza” que se lleva a cabo
cada año en el pueblo de Sant’Ippolito.
Todo el pueblo acoge durante 2 semanas
a artistas previamente seleccionados que
esculpen la piedra. Un grupo de mujeres
residentes quería participar de alguna
manera en el festival ya que durante ese
periodo están relegadas básicamente a
las tareas de organización relacionadas
con su papel de mujeres. Decidimos recrear nuestro jardín y para ello creamos
300 cactus de tela de diferentes dimensiones que ocupaban por completo uno
de los callejones de la plaza el día que se
celebró el evento.
Con estas instalaciones se reivindica el
espacio público y se denuncia la falta
de participación de obras creadas por
mujeres en los mismos espacios artísticos que ocupan los hombres. Esculturas
realizadas de muchos elementos iguales
o parecidos. La idea de la secuencia y
de trabajar en cadena o sobre el mismo
elemento hace que no sea necesaria tanta
concentración y se amplía el tiempo de
escucha. Ambos proyectos han sido realizados en el espacio público recuperando
los círculos de mujeres que salen con sus
sillas a la luz de las farolas o a la luz del
día en alguna terraza o en la plaza del
pueblo. El gesto de coser no solo es la
mecánica real de producción, sino toda
una metáfora al coser un objeto, al coser
la vida cotidiana.
La Alfombra roja, consiste en una alfombra compuesta de 400 tomates de
tela. Los cosimos un grupo de 15 mujeres
pertenecientes a 3 familias diferentes.
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Il nostro giardino
Mujeres residentes en Sont’Ippolito, 2013
Instalación 350 cactus, tela reciclada, lana. Medidas variables
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Alfombra roja
12 mujeres de El Ejido, Almeria, 2007
Video, 2min de duración, color
Alfombra: fieltro, tela de raso, guata,
parrillada de hierro. 300 x 100 cm
400 tomates de tela.
Alfombra roja
(imagen del proceso)
Rememora una de las hortalizas cultivadas en El Ejido, Almería, en forma de
alfombra roja. El tomate se convierte en
símbolo de la cultura de nuestro pueblo
como despensa de Europa, que ha surtido y surte a los demás países europeos
de verduras, tomates cultivados por los
varones las familias. No aparecen los tomates en su contexto, dispuestos para ser
ingeridos, sino que adquieren forma de
alfombra por la que camina mi abuela en
el cementerio, esta vez acompañada de
todas las manos que la han cosido, en el
ritual de visitar a los muertos.
Este lenguaje doméstico artesanal, estratégicamente aplicado puede resultar
útil como herramienta de cambio y subversión que proporciona voz a grupos
de mujeres que han estado marginadas
de las técnicas del discurso hegemónico.
María Viñolo Berenguel
Soy feminista, investigadora y hago intervención comunitaria y creativa con mujeres. He
trabajado en proyectos sobre mujeres, participación y arte textil. Actualmente soy educadora en el ámbito familiar y formadora en
Certificados de Profesionalidad de Mediación
Comunitaria y de Igualdad efectiva entre mujeres y hombres.
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UNIÓn de
fragmentos
Ingrid Pabón
Cada parche es tan solo un instante registrado que plantea una reflexión. Cada parche
visibiliza una historia que conecta lo individual con lo colectivo, que queda registrado
en un textil y en el mundo virtual con el #ClaseALaCalle, creando una colcha de retazos
de momentos vividos bajo una condición particular: pensar la educación.
Ingrid Pabón
Estudiante de Maestría en Diseño de la Universidad Nacional de Colombia.
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Bordar con
cuidado entre
la casa
y la plaza
Yesica Paola Beltrán Hernández
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Debía ser cuidadosa con cada puntada,
de lo contario el papel se rompería. Meter
la aguja por el agujero ya hecho y sacarla
por el reverso. Parecía sencillo, pero los
punzones con la aguja en el índice y el
pulgar no se hicieron esperar. El hilo de
color lila iba y venía atravesando cada
montaje fotográfico que había realizado
e impreso días antes, formando basticas,
unas más largas que otras, como los pasos
que forman un camino. Los errores no
faltaron, a pesar de haber utilizado hojas
mantequilla para esbozar el rumbo que
tomaría el hilo en cada fotografía, hice los
huequitos por donde no era. Sin embargo,
pude retroceder y re-hacer el camino, con
el error presente como enseñanza.
37
Catorce recuadros, catorce imágenes
cuidadosamente escogidas, catorce fotografías intervenidas digital y textilmente, catorce piezas en las que estábamos
juntas, en las que estamos juntas. No
precisamente porque apareciera también
en una que otra fotografía, sino por el
cuidado con el que pensé que les gustaría
verse y en aquellas que no les gustaría
tanto; no sólo porque haya escogido las
imágenes, sino por la manera cuidadosa
de elegir aquellas que mostraran que no
se trata de viejitas que tienen el tiempo
para bordar, tejer y coser; no sólo por
haber compartido con ellas, sino por mi
acercamiento cuidadoso como investigadora, feminista y tejedora; no únicamente porque nos hayamos encontrado en
lo textil y la acción política, sino porque
al encontrarnos nos transformamos; no
sólo porque las haya bordado, sino por
bordar aquello menos visible: el cuidado.
Una última pieza juega un papel central.
Con una base ahora textil, el hilo construye en cadeneta la frase De la casa a la
plaza y ese nombre potente, Tejedoras
por la memoria de Sonsón.
El lila parecía un poco tenue, entonces
decidí ayudarlo con un color fucsia que
lo entrelazara, con una puntada que
engaña de complejidad al ojo, pero que
tiene su secreto en el revés; una puntada
que aprendí de ellas, usada ahora en una
suerte de complicidad textil. Todas están
unidas por el mismo hilo, uno nuevo hilado en el entrelazamiento del lila y del
fucsia. Pero no es un hilo perfecto, tiene
hilachas y hasta en algunos momentos
está roto. Ahí está lo bueno de estar hecho de fibras, al ser muchas y estar cerquita, es posible mantener el hilo con
todas sus imperfecciones.
Entonces todas están unidas por el hilo
que recorre el tiempo y espacios diferentes, bordando, resaltando y escribiendo de manera cuidadosa, para mostrar
38
cómo el cuidado está presente de maneras diversas en este proceso. Pero hay
que acercarse para detallarlas, pues se
trata de cuidados particulares, cuidados
textiles, cuidados paralelos a lo textil,
cuidados que enseñan, cuidados que potencian, cuidados que sostienen. Desde el
autocuidado de bordar, tejer, coser para
denunciar, para narrar, para conmemorar, para remendar, para recordar, para
olvidar. Anudando por un hacer cuidadoso que toma tiempo, que implica saber
cómo se hace, que implica introspección.
También pasando por las piezas textiles
que cuidan de una gripa a una comunidad. Además de un cuidado paralelo,
un cuidado como trabajo que sostiene la
vida, que convive con el hacer textil en
lo personal, pero a veces se choca con lo
colectivo. Hasta el cuidado de compartir
lo que se sabe con las compañeras, que
implica estar cerquita, que implica enredar manos, que implica tocarse, que
implica intimar, que implica enseñar y
aprender haciendo.
Entre dos y cuatro piezas por silla se
transcurre entre tiempos, espacios y
cuidados diversos. Las sillas están dispuestas unas más cercas de otras -como
conversando-, mientras algunas están
más solitarias, recreando un encuentro comunitario de las Tejedoras por la
memoria de Sonsón, sea en el Salón de
la Memoria, en la casa de alguna de las
compañeras o en la Plaza de Ruíz y Zapata del municipio. El hilo que borda y
se entrelaza entre papel, alfileres, tejidos,
agujas y patas de sillas, nos lleva de la
casa a la plaza, en un movimiento no
lineal sino complejo; que construye y
sostiene lo comunitario al igual que lo
personal, al comprender lo que se tiene
en común. Pero, como cuando te encuentras con un tejido complejo con el que
no sabes por dónde empezar, en el que
no logras identificar el inicio o el final,
el hilo nos lleva también de la plaza a la
casa. No en forma de retroceso, no como
despotenciador, al contrario, rompiendo
con las fronteras entre lo público y lo
pdc • 18
privado, politizando lo cotidiano, politizando lo personal, politizando la casa.
Entonces, vemos una escena en la que el
hilo está en todas partes, entrelazando,
enredando, uniendo.
“Ay, ¿esa soy yo?”, “Vea tan bonito”,
“Vea, yo estoy acá”, me dijeron cuando
les mostré las piezas. También surgieron
sonrisas, preguntas, carcajadas y brillos
en los ojos. Terminamos por montar la
escena en el lugar en el que podría acompañarles cada lunes. Fue duro hacerlo,
fue duro desprenderse de algo que hiciste con tanto cuidado y tiempo, es dejar
parte de ti allí, no sólo por la saliva y
el sudor que dejas al bordar, también
por los afectos que entablas con eso que
bordas, tejes o coses; así lo hayas hecho
para otras personas, dejas algo allí. Pero
en aquel momento, cuando vi la escena
en el Salón de la Memoria, noté que ellas
me han dado muchas más cosas textiles, como regalos, hilos, conocimientos, complicidades, afectos. Puntada a
39
puntada vamos caminando juntas desde
nuestros distintos saberes, encontrándonos y anudándonos en nuestras luchas
textiles por la memoria.
…Debía ser cuidadosa con cada puntada,
de lo contario el papel se rompería. Meter
la aguja por el agujero ya hecho y sacarla
por el reverso…
Yesica Paola Beltrán Hernández
Feminista, tejedora, politóloga, educadora empírica y estudiante de la Maestría en Estudios
de Género de la Escuela de Estudios de Género
de la Universidad Nacional de Colombia.
vergel
Guadalupe Gómez Verdi
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Como mujeres inmersas en una sociedad
que controla y somete los cuerpos a través de la violencia y el poder, el machismo y el odio, nos han enseñado a callar
y a esconder, a maquillar y a disimular.
Hemos anestesiado el dolor enterrándolo
en identidades ahogadas. Pero hemos
también resistido con potencias que,
aunque a veces parezcan subterráneas,
se van sedimentando, ensamblando y
salen a relucir con energía. El cuerpo
que guarda y protege hasta que se abre
la piel y fluye e intercambia.
Por muchos años me costó ver la violencia
en mi historia, reconocer que mi cuerpo
había sido utilizado según los gustos y
las necesidades de otro. Luego de varios
años, muchas mujeres hemos podido salir del silencio, encontrándonos unas a
otras, reconociéndonos y denunciando.
Comprendí entonces que al dolor había
que mirarlo de frente. Las marcas están
inscriptas en los cuerpos. Y la materialidad del cuerpo, sus afectos y efectos están
indisolublemente anclados a lo social.
Mi voz emergió. De mirar de frente al
dolor, de hundir ojos y manos en heridas
profundas, de los decires inscritos en el
cuerpo… mi voz brotó. El vergel dejó de
estar mustio. El textil, la cianotipia y el
bordado se han convertido para mí en
espacios de intimidad, cobijo y entre-
41
lazamiento. La fotografía me permite
mirarme, recorrerme y reconocerme y
retratar y conocer otros cuerpos que siguen latiendo. Estos cuerpos encarnados
- los míos, los imaginados, los conocidos,
los fantaseados - son revelados en telas
como figuras borrosas que surgen y se
inscriben en cada fibra del tejido. Son
cuerpos que despiertan con sus marcas
y cicatrices develando lo oculto. El textil,
la cianotipia y el bordado relatan desde
la intimidad. El lienzo es frágil y fuerte
a su vez. La imagen fotográfica transformada en una imagen más cercana
al dibujo permite adentrarse de forma
más plástica y profunda en las heridas
y sus formas. Cortar la tela, exponer al
sol, enhebrar una aguja y coser, manchar con sangre e intervenir con otros
elementos naturales es volver a marcar
el cuerpo para curarlo, en un ejercicio
de temporalidades cruzadas, abiertas al
devenir de la experimentación de la piel,
la textura y el tacto.
Guadalupe Gómez Verdi
Fotógrafa y artista visual argentina. Su trabajo,
íntimamente relacionado con su propia experiencia, explora la identidad, la sexualidad, la
mujer y el cuerpo, a través de la fotografía, el
collage y el bordado como principales soportes
de experimentación.
www.guadalupegomezverdi.com.ar
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puertas
pa' dentro
Kaira Romero Polanía
Este mapa bordado refleja mi noción sobre el borde urbano existente entre los
municipios de Mosquera y Funza (Cundinamarca), reconociendo desde esta
técnica y el crochet, otras lecturas de los
limites de estos dos municipios conurbarnos a la ciudad de Bogotá, representa
la coexistencia entre los/las habitantes y
el territorio, como el de los hilos y lanas
con sus agujas, pero también pone en
discusión el desconocimiento y desapropiación de nuestro hogar; vivimos pero
no estamos allí, nuestra casa se convierte
de puertas pa´ fuera, desconocida, ajena
y por tanto ¿para qué cuidarla o hablar
de ella? ¿Mejor, ignorar lo que pasa, lo
que hago, lo que no hago? Bordé el borde
urbano de mi casa y la de mis vecinos/
nas, como una sola, que da una entrada
en crochet cálida y amigable, la cual usamos todos los días.
Lo bordado es una invitación para visibilizar las nuevas formas de ocupación de
espacios urbanos como los de dichos municipios, reflejando la constante transformación y la acelerada expansión territorial, que mediante la transformación de
la bolsa plástica para bordarla y tejerla en
crochet, transmite una acción y reacción
de la creadora y del observador/a, dejan-
do interrogantes de los espacios en que
vivimos, sobre cómo los vivimos y qué
hacemos por ellos; su reja, bordada con
bolsa plástica, traspasa dando la bienvenida a caminantes, ciclistas y motociclistas, construyendo un paisaje de área
verde, para vacas, perros y escombros,
abierto para cuando sale el sol, fragmentando el suelo de piedra y tierra, y para
cuando se está yendo, quedando desolada y tenebrosa su entrada; las cadenetas
del camino y las vías de bolsa plástica,
manifiestan el elemento indispensable
cuya vida útil es de tan solo 5 minutos,
dividen las construcciones del siglo XXI
y refleja la importancia sin decirlo, del
borde urbano, por la distancia que acorta
para el habitante aledaño de Mosquera
que se dirige a Funza.
Kaira Romero Polanía
Estudiante de último semestre de Licenciatura
Ciencias Sociales de la Universidad La Gran
Colombia, actualmente realiza una investigación sobre los bordes urbanos y el tejido en
crochet a partir de la transformación de la bolsa
plástica reciclada.
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Puertas pa' dentro
Bordado y crochet
Hilo de algodón y bolsa plástica
2018
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ojo
el
de la aguja
Isabel Cristina González Arango
Adriana Marcela Villamizar Gelves
Te bordo con hilo rojo
para dignificar la vida
y reclamar justicia
Repertorio y archivo bordado para los líderes y lideresas sociales y defensores de derechos
humanos que han sido asesinados y asesinadas en Colombia desde el 1 de diciembre de 2016.
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El ojo de la aguja
Bordo letras, bordo historias.
Te bordo y a ti me bordo, paisano muerto...
Te abrazo con hilo y aguja,
con una puntada hermosa —la que más bonita me sale—,
con aro de madera e hilito rojo de acrilán.
Miserere nobis, entre uno y otro pespunte... suspiro.
En este pañuelo de algodón blanco, abrazo a tus padres,
a tus hijos y a tu compañera de vida;
abrazo a este México doliente y roto que, como tus deudos y tú,
llora, se desangra y pregunta, sin que nadie lo consuele
—Beatriz Eugenia Andrade Iturribarría
El Ojo de la Aguja: Te bordo con hilo
rojo para dignificar la vida y reclamar
justicia, es el nombre del memorial que
hemos comenzado a elaborar por cada
una de las personas, líderes, lideresas
sociales y defensores de la vida y el territorio, que están siendo asesinadas sistemáticamente en Colombia desde el 1 de
diciembre de 2016, fecha en que inició
la implementación del Acuerdo para
la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera
entre el Estado colombiano y la antigua
insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del
Pueblo (FARC-EP), hoy convertida en el
partido político Fuerza Revolucionaria
del Común (FARC).
Hilos que se entrelazan
para replicar la experiencia
Esta iniciativa de tejido conmemorativo
nació en abril de 2017 inspirada por el
intercambio de experiencias y los lazos
de solidaridad que se conservan con los
colectivos de México Fuentes Rojas: Una
víctima, un pañuelo, y Bordando por la
paz y la memoria de México, los cuales
desde 2011 se han tomado calles y plazas
para bordar los nombres y las historias de
las víctimas de la violencia y construir un
memorial capaz de romper el silencio y
la indiferencia, así como generar, a partir
del gesto personal de bordar en el espacio
público, un vínculo de solidaridad y resistencia que desafía la impunidad mediante
la consigna: “Somos una voz de hilo y
aguja que no se calla”.
Bordar para luchar contra
el silencio, la impunidad
y la indiferencia
En Colombia las víctimas del conflicto
armado se multiplican con el correr de
los días, y cada una de ellas merece desde
el presente un memorial, un gesto de respeto y condolencia que se sobreponga al
dolor. Así, se hace necesario remendar el
corazón y la mirada de los deudos —todos
y todas como sociedad— desde acciones
sencillas, como la del movimiento del
hilo en la aguja que al ser enhebrada crea
un ritual vivo para revelar de qué manera
cada una de estas personas nos faltan. Se
trata de crear un conjuro habilitado para
convertir la impotencia y la indignación
50
frente a la pérdida y la injusticia en la
fuerza de un memorial bordado que, en
el encuentro con quien se acerca a él, informe, honre la vida y haga un homenaje
con capacidad de dignificar, denunciar y
exigir justicia. Se trata de bordar con la
esperanza de que al ritmo de la aguja la
muerte violenta se detenga y se remiende
el entramado social roto por una guerra
que no da tregua.
Todos los nombres, todos
los rostros
Las manos no dan abasto para bordar los
nombres de quienes nos faltan desde el
1 de diciembre del 2016. Los asesinatos
no se detienen. Según la base de datos
del informe especial Todos los nombres,
todos los rostros del Instituto de Estudios sobre Paz y Desarrollo (Indepaz),1
desde esta fecha han sido asesinados 566
líderes y lideresas sociales y defensores
de derechos humanos. Solo en 2018 fueron 252 las personas registradas, y en la
primera semana de 2019 ya se contaban
7 (ver mapa).
La persecución se ha dado de manera
sistemática frente a aquellos y aquellas
que desde sus diferentes territorios coinciden en continuar en la defensa y construcción de la vida digna. Nombres de
mujeres y hombres que lideran procesos
de restitución de tierras y sustitución
de cultivos, que defienden los derechos
humanos, que integran mesas de víctimas y juntas de acción comunales, que
denuncian los atropellos y las amenazas
que actores armados, políticos y económicos cometen en contra de la posibili-
1. http://www.indepaz.org.co/8149/lanzamiento-del-informe-todos-los-nombres-todos-losrostros/Cumbre-Agraria-Marcha-Indepaz
dad de vida en sus comunidades rurales
y urbanas, han sido los que tristemente
integran la lista de asesinatos. Dentro
de los registros también se encuentran
excombatientes y familiares de miembros de las antiguas FARC-EP, así como
integrantes de organizaciones sociales y
políticas como Marcha Patriótica que se
han mostrado activos en los proyectos de
construcción de paz.
Junto a estos nombres aparece el mapa de
los lugares más afectados, dentro de los
cuales los departamentos con el mayor
número de víctimas son Cauca, Antioquia,
Norte de Santander, Nariño, Valle del
Cauca, Chocó, Arauca y Risaralda, todos
ellos territorios para los que la guerra y el
miedo no es una novedad en tanto históricamente han sido disputados por fuerzas
armadas, económicas y/o políticas con
intereses por controlarlos u ocuparlos.
Hasta el momento, de esta base de datos
con 566 nombres, 133 ya han sido bordados y 10 se encuentran en proceso de elaboración. Todo ha sido gracias a la participación de cerca de 250 personas que
en distintos lugares del país han sumado
sus puntadas a lo largo de movilizaciones
y eventos académicos en defensa de la
vida. Han sido manos que bordando en
el espacio público y en colectivo se han
sumado a la intención de proponer otras
maneras de manifestación que posibiliten compartir y crear encuentros donde
sean posibles tanto la conversación como
el silencio, así como la expresión creativa de ideas, lenguajes, herramientas
y emociones que emergen al entretejer
actividades que tradicionalmente han
sido íntimas y domésticas, como lo es el
oficio textil, con la movilización social.
El corazón de El Ojo de la Aguja es la
mano que borda sobre cada uno de los
pañuelos o trozos de tela blanca, de 40
x 40 cm, en los que se escribe con lápiz,
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51
Líderes sociales y defensores de derechos humanos
asesinados en Colombia durante 2019
1 Santa Marta, enero 5: Maritza Quiroz Leiva.
2
1
Suplente de la Mesa de Víctimas de Santa Marta y
lidereza de las mujeres víctimas de desplazamiento
afro en la zona rural.
3
2 Caucasia, enero 4: Jose Rafael Solano González.
4
Presidente de la Junta de Acción Comunal vereda
el Jobo.
3 Ocaña. enero 4: Wilson Pérez Ascanio.
Líder de procesos sociales y de sustitución de cultivos
de uso ilícito en la región.
4 Cúcuta, enero 7: Alan Eder Mostacilla.
Docente de la Caja de Compensación Familiar
-ComfaNorte-. Sindicalista.
5
5 Suárez, enero 1: Gilberto Valencia.
6
Emprendedor social, constructor de paz y gestor
cultural del municipio.
6 Cajibio, enero 1: Wilmer Antonio Miranda Ca-
7
brera. Líder campesino y defensor de Derechos Humanos. Integrante de JAC vereda La Independencia,
ATCC, FENSUAGRO, ANZORC, PUPSOC MAPA.
Estaba incluido en acuerdo de sustitución de cultuvos
de uso ilícito.
7 Cartagena del Chairá, enero 7: Miguel Antonio Gu-
tiérrez. Presidente de la Junta de Acción Comunal
del barrio La Victoria.
Fuente: cruce bases de datos Marcha Patriótica de Indepaz.
Fecha de los datos: enero 1 al 7 de 2019. Elaborado por: Carlos
Eduardo Espitia Cueca. Enero 10 de 2019.
Líderes sociales y defensores de derechos humanos
asesinados en Colombia durante 2018
252 asesinatos
en 119 municipios
Número
de asesinatos
0
1-2
3-5
6-10
Fuente: cruce bases de datos Marcha Patriótica de Indepaz.
Fecha de los datos: enero 1 al 7 de 2019. Elaborado por: Carlos
Eduardo Espitia Cueca. Enero 10 de 2019.
52
para no manchar la tela, el nombre, la
fecha, el lugar y el perfil de la persona
asesinada. Una vez el pañuelo es marcado, se borda con hilo de color rojo, y
las puntadas que se emplean dependen
del conocimiento de quienes se acercan
y ofrendan su disposición y tiempo para
el tejido. Los pañuelos son almacenados y
conservados por personas que socializan
la experiencia y dinamizan la continuidad
de su elaboración.
Isabel Cristina González Arango
Antropóloga, tejedora, especialista en Derechos humanos y Derecho internacional humanitario,
candidata a Magister en Ciencias de la información con énfasis en memoria y sociedad. Investigadora del grupo Cultura Violencia y Territorio adscrito al Instituto de Estudios Regionales de la
Universidad de Antioquia. isabel.gonzaleza@udea.edu.co
Adriana Marcela Villamizar Gelves
Estudiante de sociología de la Universidad de Antioquia e investigadora del semillero y el grupo
de investigación Cultura, Violencia y Territorio adscrito al Instituto de Estudios Regionales de la
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¿Cómo comenzar a bordar?
Guiar El Ojo de la Aguja es muy
sencillo. Se puede participar desde
cualquier lugar, solo se requieren
la voluntad, el tiempo para avanzar
y seguir los siguientes pasos:
Una vez te enviamos la información de las personas, debes tener
los siguientes materiales para continuar
con el bordado:
2
Un pañuelo o trozo de tela blanca que debe medir 40 x 40 cm.
Generalmente usamos una tela
que es mezcla algodón y poliéster que en Colombia conocemos
como “género” y que se usa para
elabora sábanas.
Para comenzar la labor nos escribes al correo losojosdelaguja@
gmail.com y te enviaremos la información de una de las personas que tenemos
registrada en la base de datos que aún no
ha sido bordada.
1
Los datos sobre la persona asesinada que
se escriben en el pañuelo son:
Hilo rojo para bordar.
Nombre completo.
Fecha del asesinato.
Lugar (municipio y departamento)
del asesinato.
Perfil básico (en qué se desempeñaba).
Aguja.
Lápiz para marcar el pañuelo. El
tipo de letras y las puntadas son
libres; lo único que pedimos es
que la letra se conserve en hilo
rojo, aunque se pueden incluir
más colores si se quieren embellecer los bordes del pañuelo.
Además, en un extremo del pañuelo
la persona que borda incluye su firma.
Un ejemplo de texto bordado sería el
siguiente:
florelia cañas
24/08/2018
El Tambo, Cauca
Fundadora del cabildo indígena
Nuevo Despetar del municipio de
Dagua, Valle del Cauca
Una vez que termines de bordar,
te comunicas nuevamente al correo y nos ponemos de acuerdo para la
entrega del pañuelo.
3
Para tener en cuenta
Si puedes nos envías fotografías del proceso de bordado y del pañuelo terminado.
Quienes sumamos nuestras puntadas para guiar El Ojo de la Aguja autogestionamos
los materiales y no recibimos ninguna retribución económica. Todo el trabajo para
hacer posible el encuentro es voluntario.
El memorial viaja a donde lo inviten.
56
Neywia. Construyendo su
misión a partir de pedazos
de historias
Karen Castelblanco Villamil
60
Molas, riqueza
de una cultura
Montserrat Ordóñez
68
Entrevista
a Meyby Ríos
Margarita Cuéllar Barona
74
Tejidos
subterráneos
Daniel Bustos Echeverry
Karen Castelblanco Villamil
neywia
CONSTRUYENDO SU MISIÓN A
PARTIR DE PEDAZOS DE HISTORIAS
Foto: Karen Castelblanco Villamil | Bordado: Diana Carolina Castaño García
Imagen intervenida por: Eliana Sánchez–Aldana
Esta es la historia de Neywia, la niña que emprendió una aventura
para reconocer la responsabilidad que tenía con su pueblo.
Neywia era una pequeña niña iku de 6 años. Tenía una numerosa familia compuesta por su madre, padre, hermanos y abuelos,
quienes compartían la misma uraku en “la tierra donde nace el
sol” Nabusimake.
Ella era una niña dinámica, le gustaba jugar con otros niños, ir al
río y compartir con su zaku (madre), a la que siempre veía tejer.
Un día mientras corría por el valle se tropezó con el mamu, quien
le preguntó con un semblante sabio ¿Por qué corres? ¿Cuál es el
afán?, a lo que Neywia respondió, “no lo sé, tan solo voy casa”. El
mamu preocupado le dijo: “es tiempo de amarrar el pensamiento,
ve a casa y aprende a tejer”.
Neywia confundida regreso a su casa y vio con atención como su
madre, abuela y hermanas tejían, mientras los hombres mambeamban. Esto provocó inquietud y enojo, así que decidió preguntar:
¿Por qué debo tejer? Su zaku la observo sorprendida, pero no pudo
responder con exactitud al cuestionamiento de su hija más pequeña; su mente había viajado hacía el pasado, recordando aquellos
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57
tiempos difíciles, en los que muchos niños eran obligados a dejar de hablar su lengua,
aprender a coser, cortarse el cabello y creer en un dios que habitada al interior de una
casa de ladrillos. Neywia al ver a su madre en silencio, decidió salir de nuevo a jugar.
La madre sabía que debía hablar con Neywia, tenía que conocer la historia de sus ancestros y aceptar la responsabilidad que tenía como mujer iku. Cuando la noche llegó, la
zaku llamó a Neywia afuera de la casa y bajo un manto de estrellas, le contó: “al principio
todo era oscuridad, no había estrellas como las que hoy ves en el cielo, solo existía la
mar y el pensamiento de las madres y padres espirituales. Makuriwa “la mar: la gran
madre” hilo los pensamientos y le dio nueve vueltas al mundo, creando así la vida”.
Con cada palabra del relato, los ojos de Neywia se iluminaban con gran asombro. La
madre continuó: “ahí es donde nace la Sierra, el corazón del mundo. El deber que tenemos nosotros como miembros de uno de los cuatro pueblos que lo habitan es proteger
su palpitar”. Cuando iba a explicarle la importancia de los tejidos, irrumpieron en ella
recuerdos cargados de tristeza. Le comentó sobre aquella misión “civilizatoria” que
los bunachis realizaron en Nabusimake. Entre sus múltiples acciones les enseñaron
a coser, pero esta práctica no representaba lo mismo para los iku, ya que no había
símbolos que los identificaran.1
Neywia preguntó por los símbolos, sin embargo, su madre no pudo responderle; lo
había olvidado. Los iku de aquel tiempo, que no se fueron a los asentamientos para la
resistencia, dejaron de transmitir poco a poco los saberes ancestrales a sus hijos. La
niña pensativa se fue a descansar, sin imaginar que en sus sueños nada más y nada
menos se encontraría con la madre de los tejidos Aty Nabowa.
Aty Nabowa en un gran abrazo recibió a Neywia, quien se acomodó en su regazo.2 La
madre de los tejidos empezó a cantar con su voz sabia y dulce, enseñándole a la niña
la importancia de los símbolos en los tejidos para mantener la memoria del pueblo
wintukwa.3 Las madres y padres espirituales dejaron las normas, medidas y procedimientos para elaborar las tutu, una prenda de vestir y un instrumento de trabajo
que solo las mujeres iku pueden hacer.4 La niña inquieta preguntó ¿Por qué solo las
mujeres? La madre de los tejidos respondió “porque en sus vientres es donde se gesta
la vida, las tutu representan la fertilidad y lo femenino, cada una tiene un significado
y de acuerdo con su uso recibe un nombre”
1. “Cada sociedad secreta tiene sus propios signos y símbolos únicos a sí mismos. Los símbolos son
utilizados por todos los miembros para identificarse entre sí. Como se considera que son de naturaleza
protectora, los signos se pueden encontrar en la ropa, las casas de campo, las casas e incluso el cuerpo de
uno” (Tobin y Dobard, 2000, p. 40).
2. “Los cayados codificados, los taburetes, los tableros de la memoria, la escultura y los textiles relataron la
historia de un pueblo. Pero solo los griots y los adivinos pudieron leerlos”. (Tobin y Dobard, 2000, p. 37)
3. “Muchas de las canciones, como es la tradición, involucran al público en una” llamada y respuesta “. El
Sande usa la llamada y la respuesta como un método para evocar y mantener la memoria. De esta manera, la música se convierte en un lukasa, también un tipo de dispositivo de memoria ”(Tobin y Dobard,
2000, p. 41).
4. “Los actos de creatividad simbolizan la negativa de las mujeres negras a ser circunscritas, redactadas o
narradas por quienes las explotarían y las marginarían por motivos de raza y género” (Rusell, 2014, p. 202).
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La curiosa niña preguntó ¿Qué nombres? La madre de los tejidos con una expresión
de ternura le dijo: “Has visto la tutu en la que tus hermanos guardan sus objetos personales”, la niña asintió. “Esa tutu se llama Chegekwanu; y la que tu padre y abuelo
usan para llevar el Jo ‘buru y las hojas de ayu para saludar, se llama Jo ‘buru Massi,
pero no la puedes confundir con la tutu en la que guardan el ayu de uso personal que
se llama ziyu”. La niña reconocía muy bien cada una, puesto que, familiares y amigos
las usaban en su cotidianidad. Aty Nabowa prosiguió: “la que usan las mujeres como
tú, se llama Tutu gawu”.
La niña iba descubriendo que la práctica del tejido de las tutus no solo representaba
su feminidad, sino el mantenimiento de los pensamientos de los padres y madres
espirituales, que determinan la identidad pueblo wintukwa. La madre le expreso a
Neywia que los hilos a veces de lana, otras veces de algodón o quizá de maguey se
unen en forma de espiral, a través de diferentes puntadas. Siempre dependiendo del
uso, se tendrán en cuenta aspectos como la elasticidad y los grados de resistencia. Las
colectividades pasan por la relación que va desde los pensamientos de la mujer que teje,
los movimientos de sus manos, la posición de su cuerpo y los materiales textiles que
utiliza5, y se extienden a las mujeres iku que resisten desde sus conocimientos textiles.
El sueño ya estaba llegando a su final. La madre de los tejidos se despidió, dejando
en las manos de Neywia cuatro símbolos: Jwisimunu para que nunca olvidara en
donde se ubica el pueblo wintukwa material y espiritualmente, Urumu para que
siempre estuviera en conexión con sus pensamientos, Aku la madre universal, para
que recuerde que del útero nace la vida y, por último, Businka Dwisitama la Sierra
Nevada Gonawindwa, para que entienda que es una protectora del corazón del planeta. Aty Nabowa le encomendó la misión de tejer para el mundo. Este necesitaba
conocer cómo el pueblo wintukwa a lo largo de tantos siglos, ha dejado registro en
las tutus de su historia. Como en una colcha de retazos, los símbolos se unen a través
de los hilos y las puntadas para seguir escribiendo los pensamientos, las memorias y
los silencios de las mujeres iku.6
Neywia despertó con una importante responsabilidad “tejer”. Tejer para mantener
las memorias de su pueblo vivas y para que otros reconozcan el valor del corazón del
mundo. Eso sí, evitando caer en las reproductibilidades7 que provocan la perdida de
ese testimonio único8 que queda en la tutu representado.
5. “Finalmente, nuestro objetivo no es resolver o resolver algo, s ino mantenernos en la complejidad y el
desorden de estas intervenciones colectivas” (Lindström y Stahl, 2014, p. 71).
6. “A veces me gustaría poder coser un edredón que se extendiera por toda la tierra, y la gente simplemente
sigue los puntos de la libertad, tan fácil como tomar una caminata dominical” (Hopkinson, 1995, p. 34).
7. Los “espacios del aficionado” representan “zonas ocultas” de interacción fuera de los sistemas masculinos
de la cultura capitalista y permiten nuevas fuentes de producción de valor; precisamente en la “disminución
como ‘solo’ afectiva y sentimental es donde surgen nuevas cifras y posibilidades” (Hackney, 2014, p. 175).
8. “Debido a que la magnitud cultural de AIDS Quilt como un texto político y un memorial viviente se extiende mucho más allá de sus afirmaciones estéticas como una obra de arte, el testimonio histórico incrustado en Quilt no se basa necesariamente en su autenticidad, como Benjamin argumenta en referencia a los
objetos de arte” (Literat y Balsamo, 2014, p. 146).
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CONCLUSIÓN
El pueblo wintukwa en la actualidad ha promovido prácticas abiertas, las cuales involucran a la ciudadanía y la invitan a reflexionar acerca de temas de carácter social,
político y económico. Si bien mantienen algunos códigos cerrados, las mujeres iku
desde el tejido de las tutu reconocen la importancia de fortalecer su identidad como
pueblo para las futuras generaciones, cumpliendo de este modo con la misión encargada por Aty Nabowa. Cabe destacar, que la colcha de retazos queda representada
en el texto como una metáfora, la unión de diversos símbolos, que permiten narrar
historias y le dan un sentido único a cada tutu.
BIBLIOGRAFÍA
(2014) Los pueblos indígenas en América Latina. Recuperado de: https://www.cepal.
org/es/infografias/los-pueblos-indigenas-en-america-latina
CEPAL
HACKNEY, FIONA. 2013. “Quiet Activism and the New Amateur: The Power of Home and Ho-
bby Crafts”. Design and Culture 5 (2): 169–93. http://www.scopus.com/inward/record.
url?eid=2-s2.0-84885030184&partnerID=tZOtx3y1.
HOPKINSON, DEBORAH.
1995. Sweet Clara and the Freedom Quilt. Dragonfly Books.
LINDSTRÖM, KRISTINA, AND ÅSA STÅHL. 2016. “Patchorking Ways of Knowing and Making.”
In The Handbook of Textile Culture, edited by Janis Jefferies, Diana Wood Conroy, and
Hazel Clark, 1st ed., 63–78. London-NewYork: Bloomsbury Academic.
2014. “Stitching the Future of the AIDS Quilt: The
Cultural Work of Digital Memorials”. Visual Communication Quarterly 21 (3). Routledge:
138–49. doi:10.1080/15551393.2014.955500.
LITERAT, IOANA, AND ANNE BALSAMO.
RUSSELL, HEATHER D. 2014. “Quilted Discourses: Writing and Resistance in African Atlantic
Narratives”. In Stitching Resistence. Women, Creativity, and Fiber Arts, edited by Marjorie
Agosín, 201–2011. Kent: Solis Press.
TOBIN, JAQUELINE & DOBARD, RAYMOND G. 2000. “The Fabric of Heritage: Africa and African
American Quilting”. In Hidden in Plain View, 25-51. New York: Anchor Books
Karen Castelblanco Villamil
Lingüísta de formación y Estudiante de Maestría en Comunicación y Medios de la Universidad
Nacional de Colombia.
Montserrat Ordóñez
molas,
RIQUEZA DE UNA CULTURA
EXPRESADA EN DISEÑO Y COLOR
En el mar Caribe, en la costa de Panamá hasta el golfo de Urabá y el
río Atrato en Colombia, una antigua cultura sobrevive con orgullo
a los impactos de nuestra llamada civilización contemporánea. Los
kuna, como el resto de grupos indígenas del continente, tienen
una larga historia de siglos de robos, engaños y desprecios. Los
conquistadores y más tarde los criollos los fueron sacando de las
tierras fértiles del continente, hasta echarlos al mar, a un archipiélago de más de 350 islas diminutas, la mayoría más pequeñas
que una cuadra, si es que allá se pueden aplicar nuestras medidas
y proporciones urbanas.
Su identidad no depende de las divisiones geográficas modernas.
Cuando Panamá se separó de Colombia duraron mucho tiempo
creyendo que eran colombianos. Ahora, siguen siendo kunas antes
que panameños. Históricamente han tenido mejores experiencias
en su trato con los europeos y norteamericanos que con los “latinos”
(así nos llaman), que los han acosado y explotado durante tantos
siglos. Aún ahora, a pesar de su gran honestidad y calor humano,
no entregan su amistad y su confianza indiscriminadamente.
Además de las islas, han conservado también una estrecha franja
en el continente, la llamada Comarca de San Blas, donde cultivan
sus alimentos, recogen agua dulce cuando no llueve y entierran a
sus muertos. La vida es dura en un hábitat tan escindido: viven en
las islas, especialmente porque allí la brisa evita los mosquitos. Y
diariamente los hombres navegan en sus canoas hasta la costa, para
cumplir una dura jornada de trabajo, en una economía prácticamente de subsistencia. Mientras van y vienen pescan la comida diaria.
Los cayucos, manejados con un solo remo o con motor los más
afortunados, son el único transporte en San Blas. Su canoa es para
un kuna mucho más esencial que para nosotros el automóvil. En
la adolescencia un muchacho kuna ya sabe orientarse y defenderse
solo entre los arrecifes, y asimila desde pequeño una de las más
fantásticas herencias que le transmiten sus mayores: ver caminos
en el mar. Las siluetas de las islas, los movimientos de las olas, el
color del agua, el cielo y las estrellas son las señales de tráfico que
les permiten navegar y sobrevivir.
Aunque por desgracia está llegando el cemento para la construcción
y los techos de hirvientes láminas de metal son ahora más baratos
que los de penca o palma, la vivienda tradicional es una maravilla
de adaptación al clima. Con la caña se logra ventilación continua y
la penumbra interior permite que desde cada casa se pueda ver lo
que sucede en la calle, mientras los transeúntes creen caminar, a
la hora de la siesta, por un pueblo fantasma.
Los kuna se han distinguido siempre por su independencia y rebeldía. Víctimas de humillaciones y brutalidades contra su gente y su
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Mola narrativa (CABALLO Y JINETE)
Variante de diseño: relleno geométrico
del vacío integrado a figura narrativa.
cultura, perseguidos y acorralados, se levantaron en armas en 1925, proclamando la
efímera República Tule (tule significa gente o pueblo). No consiguieron su independencia, pero sí el respeto por sus costumbres y por su riquísima organización política
y social. Aún hoy son muy celosos de sus tradiciones, fiestas y ceremonias, y saben
dónde frenar la curiosidad del turista.
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Mola geométrica (FLECHAS)
Simboliza doble protección. Las flechas defienden a la
mujer, y el efecto óptico distrae y confunde al agresor.
Han resistido los impactos de la modernización sin perder su identidad, asimilando
y usando lo que les ha convenido, como la avioneta que los lleva y trae de Panamá
o el motor que les ponen a sus cayucos. Actualmente, sin embargo, el peligro más
grave no viene de fuera sino de dentro: las nuevas generaciones que van a estudiar
al continente regresan con otros gustos, avergonzados de su gente, de su idioma,
de su música y de su arte, prefiriendo a las mujeres rubias, pensando en sal1r de su
economía de subsistencia para integrarse al consumismo moderno.En esta economía
de intercambio y subsistencia, las principales entradas de dinero en efectivo son los
cocos y las molas. ¿Y qué son las molas?
Se dice que tuvieron su origen en las primitivas pinturas corporales y en la importante
escritura pictórica de los kuna. Cuando a principios del siglo XIX comenzaron a llegar
los productos de la industrialización con la importación de telas, hilos, agujas, tijeras
y dedales, parte de la pintura corporal pasó a los diseños de sus blusas.
Esencialmente una mola se confecciona superponiendo pedazos de telas de diferentes colores. Sobre la tela base se colocan otras con cortes que forman un dibujo. Los
bordes de los cortes se doblan y cosen a la tela base, de forma que el dibujo aparece
como negativo, en contraste. Con otras telas de diferentes colores se incluyen diseños
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Mola narrativa (MUJER)
Alude al nacimiento.
complementarios. Las más difíciles tienen varias telas superpuestas, cada una recortada y cosida en distintos bordes, mostrando diferentes dibujos. Además del recorte
y cosido, se colocan pedazos de tela con la técnica llamada appliqué, para destacar
los diseños. También hay bordados de diferentes puntadas.
Para cada blusa se hacen dos molas similares, aunque no idénticas. Las dos se cosen
entre sí, y se añade un canesú y mangas de telas de colores. Hay una maravillosa armonía entre el tema y el tratamiento de la mola de delante y de la mola de atrás. Las
buenas molas no se venden separadas: las mujeres guardan sus blusas colgadas de las
vigas de sus bohíos (el derecho hacia adentro). Cuando llega un posible comprador
salen a mostrarle sus blusas. Si se cierra el negocio inmediatamente voltean la blusa
para que nadie más vea qué diseño se vendió. Si no se vende, las blusas regresan a
su percha para seguir en uso.
Los diseños son de una riqueza inagotable. Pájaros, flores, animales reales o tomados de libros, motivos abstractos de antiguos simbolismos. Estilización del mundo
mítico, escenas de la vida diaria o temas políticos tomados de propagandas y afiches.
Aparatos de comunicación y de transporte, objetos de uso diario. Etiquetas, marcas
registradas, cualquier diseño básico que caiga en las manos de las mujeres kuna se
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presta para una creación especial y única, interpretada y desarrollada con mucha más
imaginación y riqueza que el original de donde surgió.
La rapiña que ha marcado cinco siglos de interacción con los kuna se refleja tristemente en lo que sucede con las molas. Este arte único en el mundo se ha convertido
en objeto de moda para coleccionistas y diseñadores. Las blusas kuna han pasado a
adornar paredes, cojines y ropa. Y la demanda no ha logrado únicamente que una
mola que hace quince años costaba dos dólares hoy cueste por lo menos cincuenta,
sino que la necesidad de suplir ese mercado ha desarrollado una actividad nueva:
la mola para el turista. Compradores poco críticos hacen que los kuna crean en un
mercado de molas fáciles, producidas de prisa y mal cosidas. Son molas hechas para
el gusto foráneo, en serie, incluso a máquina: molas que las mujeres kuna desprecian
profundamente y nunca usarían. Una tragedia más del siglo XX: la corrupción de
una importante expresión artística, por culpa de un público que no sabe discriminar.
Una buena mola consiste en la combinación de un excelente diseño y un cuidadoso
trabajo. El corte y recorte de las telas superpuestas es perfecto, las puntadas casi no se
ven y el hilo es siempre del color de cada pedacito de tela que se cose. No se descuida
ninguna área del diseño y cada rincón es importante.
La mola que una mujer kuna usa para una de las fiestas de las islas es una verdadera
obra de arte, que le ha costado semanas y a veces meses de trabajo. Y que no venderá
indiscriminadamente a alguien que no sepa apreciarla. Las mujeres kuna saben muy
bien el valor de sus molas y el precio que piden es justo, por el tiempo que se demoran
en su elaboración. Para comprar una mola en San Blas lo esencial es saber distinguir
y apreciar una buena mola y respetar a la artista que la elaboró.
Las molas son, en otras palabras, el arte pictórico de toda una sociedad y una de las
más importantes formas artísticas de nuestro tiempo. Un arte creado y elaborado
por las mujeres, en una sociedad matrilineal: tanto este arte como los derechos de
propiedad se transmiten por la mujer. Y sabiendo hacer molas, la escritura ya no es
necesaria ¿Para qué escribir si una mola expresa todo lo que se puede decir en la vida,
con ingenuidad, humor, y enorme percepción, inteligencia y talento?
Texto publicado originalmente en la Revista de Avianca
(Bogotá) 49, 1980, 34-41. (N. de las e.).
Agradecemos a Meyby Ríos por las imágenes que nos
facilitó para estos textos.
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Montser
EL LEGADO INTELECTUAL
DE MONTSERRAT ORDÓÑEZ1
Betty Osorio
Montserrat Ordóñez reflexionó con rigor y creatividad sobre la literatura colombiana
y latinoamericana; promovió, en la universidad, en el mundo editorial y en espacios
divulgativos, debates relacionadas con las diferentes vertientes de los estudios de
género y más adelante con los estudios culturales, pero insertos, con frecuencia, en la
cultura colombiana. Desde su perspectiva, el texto literario posee una energía capaz de
liberar aspectos silenciados de la memoria histórica. Nació en Barcelona en 1941, de
madre catalana y padre colombiano, y allí recibió su educación básica que completó
luego en Bucaramanga. Estos polos culturales imprimen a su labor académica una
dinámica de búsqueda constante. Su formación universitaria de pregrado la recibió
en Bogotá en la Universidad de los Andes y sus estudios de doctorado en la Universidad de Wisconsin en Madison, donde se graduó con una tesis sobre La vorágine,
de donde surgió una compilación de ensayos críticos indispensables para renovar la
lectura de esta novela (1987) y en una edición comentada para la editorial Cátedra,
entre otras contribuciones.
Ordóñez comprendió muy bien que los estudios de género eran indispensables para revelar
la contribución de las mujeres a la historia de la literatura. Sus lecturas de Virginia Woolf
le permitieron descubrir una interioridad femenina en constante fluctuación. Esa
misma sensibilidad la llevó a escribir sobre las novelas de Elisa Mújica nume-
1. Esta presentación está basada en el siguiente texto.
Osorio, Betty. “Montserrat Ordóñez: la práctica académica como actividad intelectual”. Redes, alianzas
y afinidades. Mujeres y escritura en América Latina. Homenaje a Montserrat Ordóñez. Carolina Alzate
y Darcie Doll compiladoras. Santiago de Chile y Bogotá: Universidad de Chile y Ediciones Uniandes,
2014: 217-228.
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Mola narrativa (PISTA AÉREA)
Escena que describe un avión en la pista y también
los pasajeros, maletas, caseta de despachos, y
personal de servicios aéreos.
rosos ensayos entre los cuales se encuentra “Elisa Mújica: El recuerdo de Catalina”,
aparecido en Voces insurgentes (1986) y la publicación en la antología de Diane Marting
Escritoras de Hispanoamérica (1990), donde propone que la obra de la santandereana
encierra claves sobre la historia colombiana. Un proceso semejante la mueve a publicar
crítica sobre la novelista barranquillera Marvel Moreno y a ser una de las organizadoras
del Coloquio sobre su obra en la Universidad de Toulouse (1997). La poesía de Montserrat
Ordóñez es una zambullida en un mundo subjetivo profundo y desgarrado que logra hacer
eco también en su labor de crítica literaria. Por ejemplo, “El oficio de escribir” (1993, 1995)
es un manifiesto poético donde ella revela la fuerza de la lectura y de la escritura como
procesos voraces donde el tiempo se vuelve un remolino agitado (318-319)
Su aporte más significativo lo hace en el campo de los estudios sobre el siglo XIX colombiano. En 1988 publicó Una nueva lectura, una antología de la ficción de Soledad
Acosta de Samper con un estudio preliminar suyo que invita a releerla. Así Ordóñez
transformó el canon de la literatura colombiana, para ello creó un grupo de investigación que sigue ampliando el conocimiento sobre la labor incansable de Soledad
Acosta, una autora que luchó por la participación de la mujer en la construcción de
la sociedad letrada de su época.
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Montserrat Ordóñez murió el 2 de enero del 2001 cuando se acaba de jubilar y estaba
completamente activa. La comunidad académica nacional e internacional ha reconocido la importancia de su obra y ha organizado múltiples homenajes y reconocimientos
en su honor. Su legado intelectual sigue activo, es reflexivamente denso y dotado de
gran pasión, como ella misma lo expresa.
Me ha gustado trabajar siempre en los límites, al borde de los abismos en una tensión
entre lo nuevo y lo viejo-lo clásico y lo marginal- y aun más , en lo marginal relativo…
textos sobre amores, obsesiones traiciones y la escritura como definición y pasión…(De
voces y de amores, 10).
BIBLIOGRAFÍA
ACOSTA DE SAMPER, SOLEDAD. Una nueva lectura. Introducción y compilación de textos de
ficción de Montserrat Ordóñez . Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1988.
ORDÓÑEZ, MONTSERRAT.
De voces y de amores. Ensayos de literatura latinoamericana y
otras variaciones. Alzate Carolina, Liliana Ramírez y Beatriz Restrepo, editoras. Bogotá:
Grupo Editorial Norma, 2005.
________. “Elisa Mújica: El recuerdo de Catalina”. Voces isurgentes. Edición de María Cristina
Laverde y Luz Helena Sánchez. Bogotá: Fundación Universidad Central y Servicio Nacional
de Información, 1986: 47-67.
________, compiladora. La vorágine. Textos críticos. Bogotá: Alianza Editorial Colombiana,
1987.
________. “Elisa Mújica”. Escritoras de Hispanoamérica. Compilación de Diane E. Marting.
Prólogo y coordinación en español de Montserrat Ordóñez. Bogotá: Siglo XXI editores,
s.a., 1991: 362-374.
_________. ¿Qué le debo a Virginia Woolf?. Magazín Dominical. El Espectador (Bogotá)
413, 24 de marzo de 1991: 6-7.
________. “El oficio de escribir”. Literatura y diferencia. Escritoras colombianas del siglo
XX. Edición de María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Angela Inés Robledo. Medellín y
Bogotá: Universidad de los Andes y Universidad de Antioquia, 1995,II, 317-321.
________.”Una mirada desde Oriana: vidas y mentiras.” La obra de Marvel Moreno. Edición de Jacques Gilard y Fabio Rodríguez Amaya. Viareggio, Lucca: Mauro Baroni editore,
1997: 213-219.
OSORIO, BETTY.
“Montserrat Ordóñez: la práctica académica como actividad. Intelectual”.
Redes, alianzas y afinidades. Mujeres y escritura en América Latina. Homenaje a Montserrat Ordóñez. Carolina Alzate y Darcie Doll, compiladoras Santiago de Chile y Bogotá:
Universidad de Chile y Ediciones Uniandes, 2014: 217-228.
***
ENTREVISTA A
meyby
ríos
COLECCIONISTA Y
HACEDORA DE MOLAS
Bordado: Diana Carolina Castaño García
borda_lapena
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PDC
MR
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Cuéntanos un poco sobre ti, ¿a qué te dedicas?
Nací en Cali, en 1959. Soy hija de una modista, razón por la cual el contacto y
familiaridad con la costura han sido parte esencial de mi vida desde el comienzo
(me encanta coser). Estudié licenciatura en lenguas modernas, y una especialización en traducción. Adicionalmente, tomé clases y practiqué durante algún
tiempo el oficio de la cerámica, y también he tenido varias oportunidades como
aprendiz en la creación de utilería y escenografía para teatro. Estuve vinculada
laboralmente durante ocho años a la entidad oficial para el sector artesanal colombiano, en las áreas de capacitación, planeación, y cooperación internacional
y divulgación.
Todas estas experiencias determinan de una u otra manera mi dedicación actual
que comenzó a mediados de la década de 1990, enfocada en difundir la riqueza
de la mola del pueblo indígena Gunadule (conocido comúnmente como kuna).
Dentro de este enfoque, adelanto actividades como la intermediación comercial y
diseño de composiciones con mola, también colecciono, y comparto experiencia
a través de charlas, exposiciones, talleres de acercamiento a la técnica, y apoyo
a investigaciones y publicaciones. Mi objetivo constante es destacar las molas
gunas en un marco acorde con su dimensión integral, y brindar elementos para su
valoración completa basada en el reconocimiento y comprensión de sus atributos.
PDC
MR
¿Qué significa la mola para ti?
En primer lugar, tengo que definir qué es la mola. En sentido estricto, es una
pieza polícroma rectangular formada mediante la superposición de capas de
tela, que integra la blusa femenina guna. Esta prenda tradicional de uso diario
incluye dos molas que constituyen (cada una) el área del pecho y espalda, donde
se configuran imágenes que traducen la cosmovisión, pensamiento, sentimientos,
percepción… guna. Las figuras de diseños geométricos simbolizan generalmente
protección, mientras las molas narrativas plasman por ejemplo la fauna, flora,
fenómenos naturales, actividades cotidianas, escenas de costumbres y celebraciones, conmemoraciones, objetos, o hechos que llaman la atención y son motivo
de inspiración para quien elabora la pieza.
Con el tiempo, la mola se ha convertido también en un emblema de identidad
y afirmación de independencia del pueblo gunadule, toda vez que ha jugado un
papel importante en sus luchas reivindicativas por la preservación de la cultura
y la autonomía.
Para mí, la mola es una evidencia de la capacidad para transmitir estéticamente
una conexión directa entre el pensamiento, sentimiento, y habilidad manual.
Un lenguaje en imágenes que permiten comunicar la cultura guna en general y
las ideas de quien cose en particular. Los principios básicos de su elaboración
(superposición de capas de tela) son semejantes a los de otras expresiones en
el mundo, pero el desarrollo que ha alcanzado la técnica en la sociedad guna es
asombroso. El grado de maestría que reflejan algunas molas hasta con 5-6 capas
completas es admirable si se tienen en cuenta las condiciones básicas en que se
realizan sin utilizar siquiera un metro, ni regla, ni plancha, ni taller especializado.
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Atributos como la minuciosidad, diseño intrincado en distintos planos, utilización del color, y efecto óptico, demuestran una gran capacidad para diseñar y
una enorme concentración y paciencia. Dos aspectos de la mola tradicional que
vale resaltar, son el efecto de vibración mediante un vacío dinámico (ausencia
de vacío) que se integra a la narración, y el efecto de profundidad a través de
una sutil disposición del color entre las capas.
PDC
MR
¿Cuál es el origen de la mola?
Las evidencias datan alrededor de la segunda mitad del siglo XIX cuando se
construía el Ferrocarril transcontinental de Panamá. La interacción de los gunas
con personas de diversas procedencias dio lugar posiblemente a la consolidación
de la blusa con molas. Algunas tesis le atribuyen a una imposición por parte de
religiosos misioneros, quienes obligaban a las mujeres a cubrir el torso desnudo
y les enseñaron la técnica específica de costura. Un estilo particular de diseño en
las molas actuales, que consiste en módulos repetidos, sería un posible vestigio
de los diseños de pintura corporal de rodillo o sello que los gunas trasladarían
probablemente de la piel a la tela.
Independiente de la veracidad de los testimonios y evidencias históricas, el surgimiento de la mola guna está fundado en sus relatos de origen. A continuación,
comparto una versión libre* de las varias que existen en la tradición oral gunadule.
Las molas fueron creadas
Desde el comienzo de los tiempos
En la cuarta capa,1
Donde solo pueden ir chamanes
Y habitan las especialistas de las tijeras:
Espíritus con aspecto de mujeres muy bellas.
En este lugar escondían con celo,
Un secreto para los humanos.
Cuando alguno se aproximaba,
Una de ellas salía,
Lo seducía,
Y antes de que lograra ingresar,
Lo convertía en ‘marido’.
... Después, lo alejaba de nuevo.
Entonces delegaron la misión a una mujer,
Quien fue la primera en conocer
En lo profundo de la selva,
La residencia de las maestras.
Era un lugar pleno de figuras,
De signos cambiantes como las nubes del cielo,
Que delineaban flechas, hojas, aves, peces…
Similares a escrituras.
Había una gran mesa y muchas telas.
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Unas ‘mujeres’ cortaban, y otras cosían.
Así, alguien conoció finalmente las molas.
Al regresar, ella narró:
Describió como diseñar,
Cortar, doblar, y coser
Las diversas capas de tela.
… Entonces, los niños preguntaban
Y las mujeres aprendían.
De esta manera,
Nuestra Madre (Nana Nagegiryai)
Develaba los caminos de la creación.
Hasta entonces,
Las mujeres se vestían solo con hojas.
1. La cosmovisión Gunadule concibe el mundo como una estructura formada por capas dimensionales
* Traducción libre de Meyby Ríos, basada en un relato contado por E.G., Mulatupu, Isla del Urubu,
Panamá, 1994 (PERRIN Michel, “Tableaux Kuna. Les Molas, un Art D’Amérique”, p. 19, 1998)
PDC
MR
¿Cómo conociste las molas, y quién te enseñó la técnica
de elaboración?
Las conocí hace 40 años, cuando se las vi a una mujer guna que las vendía en
una calle de Colón (Panamá). Ahí comenzó el encantamiento. Me atrajeron los
colores vibrantes, efecto óptico, y su compleja y fina elaboración. La técnica principal que se utiliza se denomina reverse appliqué: superposición de mínimo dos
capas (de tela) unidas entre sí mediante costura a lo largo de cortes que delinean
figuras. Este conjunto se completa a veces con otras técnicas secundarias como
la aplicación y bordado en la superficie.
En realidad, mi comprensión de la técnica ocurrió mucho después. Tampoco
he asistido a clases. Mi conocimiento es empírico y se deriva de la observación,
lecturas, ensayo-error, y conversaciones espontáneas con cosedoras gunas. Los
principios básicos de estructuración de la obra, los he aprendido a través de las
molas mismas en el proceso de restaurar (principalmente), limpiar, emparejar,
desmanchar, remendar, planchar… No me ahorro nada de lo que me parece
necesario para devolverles el vigor (la mayoría han sido usadas y muchas se
adquieren en un estado muy regular o crítico). Este ejercicio me despertó la
curiosidad por entender la manera como se arman, y cómo se logra ese aspecto
característico que evoca el trabajo de cincelado (pero ¡EN TELA!). Por esta razón
me interesa consultar información sobre la técnica, su procedencia, y trayectoria
por el mundo. Y también hacer ensayos.
Pero yo no me dedico a hacer molas gunas. Ni lo pretendo porque soy consciente
de que se requiere mucho más que entender la técnica. Cuando diseño composiciones con molas trato de estar a su mismo nivel de superioridad en cuanto a
72
los materiales, confección, y acabados que utilizo. Asumo el reto de organizar
de manera armónica y coherente el discurso visual a través de la utilización de
elementos (molas) concebidos aleatoriamente con una intención distinta. Como
ya expresé, el objetivo es situar las molas de manera acorde con su valor integral.
PDC
MR
¿Cómo ves actualmente las molas?
Pienso que las lógicas del mercado no coinciden generalmente con el equilibrio
en que se crean las molas. La costumbre común guna desde hace poco menos
de cien años, es vender las molas después de usadas. Esta práctica representa
una fuente de ingresos que contribuyen a la economía familiar. Sin embargo,
la intensa demanda del mercado para la producción en serie de mercancías,
ha dado lugar a una proliferación de molas sin usar y solo para el intercambio
comercial. Esta tendencia sumada al regateo por el precio que se paga, genera
desmotivación en cuanto a mantener la esencia y atributos de la obra. Una consecuencia es el predominio de molas desvirtuadas donde en lugar de diseños
tradicionales geométricos o de contenido testimonial de la cosmovisión guna,
se evidencian simples figuras estáticas sin ningún grado de complejidad, ni
minuciosidad, ni riqueza visual, ni efecto óptico, ni relato. También es común
advertir el remplazo paulatino de la técnica principal de superposición de capas,
por la de aplicación y de bordado. Otro hecho adicional muy común actualmente,
es utilizar la mola subordinada a la forma y función de diversas mercancías que
implican su desintegración para convertir en retales de adorno en productos.
Este fenómeno donde la mola y contexto de origen no son contemplados en
toda su dimensión, distorsiona el conocimiento y concepto del público que por
ejemplo cree que las molas son la caricatura que brinda en su mayoría la oferta
comercial, ya que no cuenta con elementos de juicio para una valoración acertada. De igual manera, el impacto en el pueblo gunadule representa un riesgo
para la esencia cultural implícita en la mola, debido a una pérdida progresiva
de los diseños tradicionales, originalidad estética, significado-simbología, y
maestría en la elaboración.
PDC
Cuéntanos un poco más sobre la hermosa exposición que montaron
con el Museo del Oro, ¿cómo fue ese proceso?
MR
La exposición temporal itinerante “Molas. Capas de sabiduría”, que se exhibe
aún en sedes nacionales del Banco de la República, se inauguró en octubre de
2016 en el Museo del Oro (Bogotá) donde permaneció hasta julio de 2017. Es
un reconocimiento a la nación gunadule mediante la exaltación de su más conocida expresión de identidad: la mola. Esta constituye un testimonio vivo del
legado cultural guna.
Los antecedentes se remiten a una colección que inicié espontáneamente hace
alrededor de dos décadas. El corpus de la exposición del Museo del Oro lo
constituían 220 molas de esta colección, de las cuales el Banco de la República
adquirió 97 que integran hoy la versión itinerante, y forman parte de sus colecciones. A modo de anécdota, no fue fácil tomar la decisión de desprenderme. Sin
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embargo, me ayudó la convicción de saber que la misión institucional expositiva
permitirá compartir con mucha gente el aprecio y valoración a las molas, y que
además cuentan con las condiciones idóneas para su conservación.
El proyecto fue presentado en el año 2009 en conjunto con la arqueóloga Clemencia Plazas, como consecuencia de una actividad académica impartida por ella.
Posteriormente, siguió un período de paciente incertidumbre antes de obtener
la aprobación, después del requerimiento de algunos ajustes a la propuesta
inicial y de someter a consulta previa y socialización frente al pueblo gunadule.
El trabajo curatorial comenzó en el año 2012 conforme a la directriz de la
Subgerencia Cultural del Banco de la República, a cargo de un equipo conformado por un delegado del Museo del Oro, una delegada de la etnia gunadule,
y las dos proponentes del proyecto. Esta fase preparatoria también contó con
la colaboración de otras instituciones que prestaron objetos de sus colecciones
etnográficas, y con el apoyo de personas particulares que brindaron conceptos y
asesoría. El aporte conjunto desde distintas dimensiones del saber y experiencia
permitió tender puentes, crear vínculos, y establecer un diálogo necesario que
enriqueció el resultado del proyecto. El enfoque del guion museográfico pone
de relieve el carácter simbólico y la cosmovisión narrada visualmente en las
molas, en el marco de su función tradicional en el atuendo, además de su variedad iconográfica y la complejidad desarrollada en su técnica de elaboración.
El hilo conductor inicia desde la relación entre la lengua y la cosmogonía gunadule, luego la dimensión mítica del origen de la mola, y abarca temas como la
cosmovisión gunadule, resonancias precolombinas en la iconografía, diseños
antiguos o de protección, territorio (Revolución Tule) y paisaje, celebración de
la pubertad femenina, casa del congreso, proceso de elaboración de la mola,
blusa femenina guna (transformación), hasta las molas narrativas sobre temas
de la realidad guna y también foránea.
El diseño museográfico, producción y montaje estuvo a cargo del Museo del Oro.
De manera paralela, se llevó a cabo un ciclo de conferencias, demostraciones de
oficio, talleres, visitas guiadas, y la publicación de un excelente catálogo.
El balance ha sido positivo. Ha habido gran afluencia y acogida por parte del
público, que ha adquiriendo el catálogo en cantidad. Para los gunas también ha
sido importante y se mostraron complacidos de poder a través de la exposición
y el catálogo, recordar y en muchos casos conocer diseños antiguos que ya no se
usan, y aspectos dejados de lado en la elaboración de la mola. El público general
ha manifestado sentirse sorprendido por descubrir la riqueza simbólica y técnica
en una tela muy común que para muchos no pasaba de ser solo bonita, y darse
cuenta de lo desconocida que es realmente. Satisface ver el interés despertado
por conocer más sobre la cultura guna, y continuar develando las capas de su
sabiduría para entender (“leer”) la mola. De igual manera, es importante construir narrativas que contribuyen a fortalecer la divulgación de valores que no
ocupan casi espacios de acceso al gran público. El reto es también fortalecer este
incentivo para garantizar el cuidado y preservación de la mola.
*
«La gente puede aprender de sí misma a través de las cosas que
produce» (2009, pág. 19) fue lo que Richard Sennett intuyó que
faltaba a las capacidades de juicio del Homo faber desarrollado por
Hannah Arendt. No solo hacemos cosas y nos preguntamos por qué
hacerlas, también aprendemos de lo hecho. Una comunidad jalq’a
a través de sus mujeres y los tejidos que realizaban recogió del aire
una viva tradición. Se sirvió de la llama invicta del ojo de sus ancianas y de los tejidos protegidos en archivos nacionales y colecciones
personales para reconfigurarse en una práctica y aprender de las
cosas que producían.
Para los quechuas y aymaras hay un mundo de arriba (hanan pacha), un mundo del aquí y ahora (kay pacha) y un mundo de abajo
(uku pacha).1 Los tres mundos están habitados por dioses y espíritus
que a la vez son buenos y malos.2 Los españoles interpretaron esta
división como un paso hacia la cristianización de las comunidades:
el cielo donde habita una divinidad buena y todopoderosa, el mundo
sin divinidades del aquí y ahora y el infierno donde están los ángeles
caídos. De lo que no se percataron, y es ahí donde se andiniza el
cristianismo, es que donde un español veía lo uno el andino veía
lo múltiple: lo que puede ser y no ser. Debajo de los atuendos de
los santos, animales e iglesias que construyeron sobre las wak’as3
siguieron habitando las divinidades aymaras/quechuas.
Daniel Bustos Echeverry
El tejido jalq’a retrata uno de los tres mundos: el uku pacha —el
mundo subterráneo—. Es un mundo caótico, desordenado, fértil y
múltiple en el que el pensamiento binario o el orden biológico no le
dan geografía ni territorio al tejido. Está habitado por seres oblicuos
llamados khurus:4 espíritus malignos/seres míticos de adentro de
la tierra en forma de animales deformados o seres imaginarios que
transitan entre las tres pachas y que los humanos atrapan en sus
tejidos para protegerse de ellos: pájaros bicéfalos, cóndores de 4
alas, llamas abultadas, murciélagos con lengua de serpiente, micos
y gatos con cola de iguana, alacranes preñados de alacranes, sapos
fecundados con llamas y pájaros en el vientre, el Jorobado y el Grifo.
1. En aymara tienen otro nombre: mundo de arriba / alax pacha, mundo del aquí
y ahora / aka pacha, y mundo de abajo / manqha pacha.
2. Debo reconocer que esto es una interpretación simplificada de dos culturas que
exceden en riqueza, matices y diferencias mi intención de hacer una lectura comparada.
3. Concepto quechua usado para nombrar lugares andinos sagrados —que facilita
la relación con las demás pachas— a los que se le hacen ofrendas.
4. Según Verónica Cereceda (1993) khuru es una palabra jalq’a que significa salvaje, no domesticado, indómito. Por eso la asocian a la variedad de seres o personajes
extraordinarios que pueblan sus tejidos.
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El camino que me condujo a la cosmogonía jalq’a me hizo reconocer el lugar desde
dónde miraba: una herida colonial. Una herida con la que convivo y reconozco, desde
la que me relaciono y a la que no puedo renunciar. En el límite de convertirme en un
pragmático por una deformación académica que plantea una falsa dicotomía entre el
hacer y el pensar me acerqué a una gran maestra. Terminé en La Paz - Bolivia viviendo un mes y asistiendo a un curso de Silvia Rivera Cusicanqui sobre Sociología de la
Imagen. Se dice de la imagen porque para acercarse a sociedades no fococentristas
hace falta una mirada periférica —descolonizar la mirada— que busque otro lugar
de información que no sea el discurso hablado o escrito, y la imagen, sea pictórica o
fotográfica y su montaje, son fuentes de información subterráneos que comunican
sentidos ocultos, en ocasiones contrapuestos con el discurso escrito. Los discursos que
no pueden exponerse por escrito suelen manifestarse en sensibilidades o actitudes
culturales regionales que yo, viendo desde la herida/miopía colonial, solo hallaba
en la pintura del mal llamado ‘arte primitivista o naïf’ y en Bolivia todavía no había
encontrado a sus pintorxs.
En clase Silvia mostró como referencia una pintura realizada en 1684 por un jesuita,
José López de los Ríos, que reposaba encima de una wak’a poderosa sobre la que los
españoles habían construido la Iglesia de Carabuco. La pintura titulada El Infierno le
sirvió de prólogo para explicar por qué fue tan ingenuamente efectiva la conversión
cristiana del pueblo aymara y quechua. La discusión la condujo a hablarnos de la
comunidad jalq’a y del tejido a doble cara hecho a dos colores —rojo y negro— que
representa el uku pacha habitado por khurus. Esa noche volví a casa, abrí mi computador y busqué los tejidos: fue una experiencia visual, todavía no táctil, del uku pacha.
Mi mirada focalizada/colonial afortunadamente había fallado, estaba buscando una
experiencia cultural plasmada en lienzo con pinturas en unas comunidades que desde tiempos precolombinos se expresan en lenguajes visibles y táctiles que hacen del
tejido su máximo discurso. Si buscaba esa sensibilidad cultural hecha arte precisaba
olvidarme del cuadro y la pintura y en su lugar debía, con mirada periférica, fijarme
en algo que jamás me había interesado: el tejido.
Los jalq’as son comunidades quechuaparlantes que poco visitan la fortaleza aymara
de La Paz. En la Calle Sagárnaga entablé conversación con un vendedor de ponchos
antiguos que se hace encima del andén, quien en su aymara y limitado español me
alentó a dejar La Paz e ir a Potolo en búsqueda de los tejidos, no sin antes advertirme
que adonde me dirigía se hablaba quechua y muy poco español. La ciudad más cercana a Potolo es Sucre, una ciudad a 413 km de distancia de La Paz, a 14-16 horas en
bus o 1 hora en avión. Compré el tiquete esa misma noche y al otro día en la mañana
emprendí el viaje. Una vez en Sucre me dirigí al terminal y en un minibús a las 6 p.m.
de ese mismo día viajé a Potolo. Un trayecto de 3 horas se convirtió en 5 por el agua
de deshielo que corría por la carretera. La imagen era poética, aterradora: el entre. A
un lado del minibús las luces iluminaban el roce de la llanta con el filo del camino que
anunciaba el abismo más oscuro, al otro lado, sobre la nieve que cubría la montaña,
imponente se reflejaba la luz de la luna.
El minibús paró y los pasajeros se bajaron. El conductor giró su cuerpo y me dijo: «bájese, ya estamos en Potolo». En el pueblo no había energía hace 4 días, la nevada había
tumbado unos postes y sepultado la posibilidad de la luz. Hacía un frío de 3 ºC, estaba
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Tejido por Doña Juliana Choque.
Foto: Daniel Bustos Echeverry
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Jorobado
solo, no hablaba quechua y no tenía dónde dormir. En ese momento de desasosiego
una poderosa intuición en forma de serendipia me devolvió la calma y la tranquila
alegría: se acababa de cerrar el círculo. Recordé que ese día en la mañana vi una placa
al entrar al avión que decía «En esta aeronave voló el Papa Francisco de Quito a La Paz
y de La Paz a Santa Cruz. Julio 08 de 2015». Por los cielos de Bolivia (hanan pacha/
mundo de arriba) en un avión bendecido por la presencia del Papa —el santo padre
en la tierra según el catolicismo— iba en búsqueda de la representación de un mundo
subterráneo (uku pacha/mundo de abajo) al que había llegado cruzando un pasaje
del medio —un río de deshielo con una orilla negra y la otra blanca—: el entre (kay
pacha/mundo del aquí y ahora). Había, metafóricamente hablando, transitado por
los tres mundos, por las tres pachas. Parado en ese lugar oscuro, solitario, silencioso
y frío una linterna iluminó mi cara. Era el conductor del bus, se había dado cuenta
que no tenía adonde ir y arregló con un familiar suyo para que me alquilara una cama.
Al despertar salí a caminar por el pueblo. Las casas son en su mayoría en adobe,
techos de palma, calles sin pavimentar y levantamientos en piedra, roca sobre roca,
que fijan los límites de los corrales. Fui a la periferia del pueblo, evité empezar por el
centro temiendo que el contacto con los turistas hubiese beneficiado a las tejedoras
que hablan español. En la última casa de Potolo subiendo hacia la montaña me encontró Doña Aurelia quien me invitó a pasar a su casa, me mostró sus tejidos y luego
fuimos de casa en casa, desde la periferia hacia el centro, y me presentó a tejedoras
como ella. Fue en ese momento que conocí a Doña Juliana Choque.
Doña Juliana está muy acostumbrada al contacto con los viajeros. Solemos pensar que
las poblaciones indígenas son estáticas, pero estamos completamente equivocados.
Son poblaciones que migran y están en constante movimiento, Doña Juliana vivió en
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Argentina y Paraguay donde trabajó en cultivos y construcción. Se devolvió a Potolo
porque quería formar una familia y vivir de tejer, como su mamá le había asegurado
que podía hacer. Doña Juliana me contó la historia de los tejidos jalq’a y me habló
de Mamá Verónica —Verónica Cereceda—, una chilena que llegó a Bolivia en los
años 70 y se fascinó con los tejidos de la comunidad. La región jalq’a abarca varios
pueblos del departamento de Chuquisaca y Potosí, y cuando Verónica los visitó vio
que los textiles «eran decepcionantes: habían perdido su encanto estético, estaban
elaborados con acrílico, y los diseños se habían convertido en estilizaciones —por lo
general de cóndores— sin el desarrollo icónico que tenían los bellos animales que se
tejían en décadas anteriores» (Lema, 2011, pág. 13). Entonces con su grupo buscó
tejidos antiguos en colecciones privadas y catálogos de museos que fotografiaron con
el fin de que «sirvieran de inspiración para un intento de revivir las calidades antiguas
con la misma finura y los hermosos diseños de antes… la prioridad era revitalizar la
cultura» (Lema, 2011, pág. 14). En Irupampa, un pueblo cercano a Potolo, armaron un
taller y les preguntaron a las mujeres jalq’a si querían tejer como antes. La respuesta
fue contundente, mujeres de todos los pueblos cercanos se movilizaron a inscribirse
en los talleres. Fue así como Mamá Verónica, según Doña Juliana, «entre el 90 y 93
no nos enseñó a tejer jalq’a porque ya sabíamos, sino que nos ayudó a recuperar más
animales y más cultura». Doña Apolinar Mendoza, Doña Justina Cervantes y Doña
Juana Montaño Mendoza —la mamá de Doña Juliana— fueron algunas de las mujeres
de Potolo que viajaron al primer llamado a Irupampa y se embarcaron en este nuevo
proyecto. Hoy dos de ellas ya murieron y su legado fue dejar en Potolo a más de 180
mujeres haciendo tejidos jalq’a complejos y muy finos.
Apolinar Mendoza quien todavía está viva me vendió una chuspa —mochila para
guardar coca—. De Doña Justina Cervantes pude comprar dos aqsus5 quien antes de
morir le encargó a su esposo venderlos y de Doña Juana Montaño pude comprar, a
través de su hija Doña Juliana Choque, su último trabajo todavía en el telar, el cual
abandonó a mitad de camino porque la enfermedad de las tejedoras mayores la apartó
de su labor, repentinamente quedó ciega y luego murió. Doña Juliana no es celosa
con los tejidos, ella entendió que Mamá Verónica les ayudó a recuperar una memoria ancestral que por simplificar el trabajo estaba perdiéndose y que hoy, además
de contener la cosmogonía de su pueblo y expresar una sensibilidad estética de un
mundo ingobernable, se puede enseñar y es fuente de ingreso para muchas mujeres
de su comunidad. Antes de partir de Potolo Doña Juliana me explicó que en esta
manera de hacer las cosas ellos han encontrado un mecanismo efectivo para proteger
y salvaguardar sus costumbres y creencias, por eso siguiendo los consejos de su madre ella ofrece cursos para aprender la manera de hacer/pensar/imaginar el cuerpo
textil jalq’a brindando a su vez hospedaje y la experiencia de vivir con la comunidad.
Según sus estudiantes —6 meses antes de mi visita una mujer francesa vivió con
5. Las mujeres en épocas precolombinas lo usaban como un vestido, envolvía todo el cuerpo. Hoy es una
especie de manto que solo cubre la espalda desde los hombros hasta la rodilla y se ajusta a la cintura.
Doña Juliana lamenta que las mujeres en Potolo se dedicaron a tejer telares pequeños de fácil venta y
ya no estuvieran tejiendo aqsus. Ya no poblarían su cuerpo de metáforas ni lo sublimarían con el tejido
jalq’a (Auza Aramayo, 2010).
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Doña María Sánchez desplegando los aqsus de su tía Doña Justina Cervantes.
Foto: Daniel Bustos Echeverry
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ella y aprendió a tejer— entre 1 y 2 meses se necesitan para «sacar de la cabeza» un
tejido jalq’a. Cuando la llamé para preguntarle si estaba de acuerdo en que usara su
nombre completo y el de su mamá en este escrito, me autorizó y además solicitó que
compartiera su teléfono. Así que los que quieran visitar su pueblo, aprender a tejer
y «sacar de la cabeza» un mundo imposible, caótico, fecundo y saturado de khurus
que habitan el uku pacha aquí está el número (+591) 67554892.
El cuerpo textil jalq’a amplía la noción del nosotros, nos invita a pensar en un mundo
subterráneo, de abajo y de adentro, habitado por seres extraños e imaginados en el
que lo monstruoso, lo salvaje y lo imposible tienen una función cultural y estética.
Es una negociación de identidades por debajo de las fronteras, un mundo oscuro,
peligroso, mágico, caótico, ingobernable: un imposible para el conocimiento linealbinario al que accedemos bajo la función estética de poiesis de las manos de los y las
artenasanas como Doña Juliana Choque.
BIBLIOGRAFÍA
SENNETT, R. (2009). El Artesano. Barcelona: Anagrama.
(2010). Una mueca de la feminidad jalq’a. Los cuerpos monstruosos en
el tacto sublimado del textil. T’inkazos. Revista Boliviana de Ciencias Sociales, 131-142.
AUZA ARAMAYO, V.
(2011). Entrevista a Verónica Cereceda, Tejiendo la memoria. T’inkazos. Revista
Boliviana de Ciencias Sociales, 9-15.
LEMA, A. M.
(1993). Una diferencia, un sentido. Los diseños de los textiles Tarabuco y
J’alqa. Sucre: Ediciones ASUR.
CERECEDA, V. E.
MARTÍNEZ, G. (2001). Saxra (Diablo)/Pachamama: Música, tejido, calendario e identidad entre
los Jalq’a. Estudios Atacameños N 21.
(2015). Sociología de la imagen. Miradas ch’ixi desde la historia
andina. Buenos Aires: Tinta Limón.
RIVERA CUSICANQUI, S.
RIVERA CUSICANQUI, S. (2017). La universalidad ch’ixi de Magín Díaz. Magín Díaz, el Orisha
de la Rosa. Bogotá, Colombia: Noname.
(2018). Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en
crisis. Buenos Aires: Tinta Limón.
RIVERA CUSICANQUI, S.
Daniel Bustos Echeverry
Es un investigador y productor cultural interesado en la relación entre el Caribe, la Selva y los
Andes. Trabaja con poblaciones de la diáspora africana en Latinoamérica con las que ha realizado proyectos musicales, documentales y editoriales. Sus producciones musicales han ganado
Grammy Award, Grammy Latino, IMA. Escribió la biografía de Magín Díaz para el Ministerio
de Cultura y ha dado conferencias en Estados Unidos, Senegal, Colombia y Bolivia. Se graduó
de la carrera de Filosofía.
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Autoexploraciones
textiles
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Laura Estefanía Valbuena Acero
¿Quién soy yo?,
yo soy Isa
Isabel Gonzáles Arango
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Una trampa más
Miriam Mabel Martínez
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El vestido de Ana
102
Alejandro Martín Maldonado
Quimera
Sebastian Reyes
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El problema
de la plancha
Alejandra Soler
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La muñeca
negra
Mary Grueso
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La arpillera
de mi abuela
Catalina Herrera Osorio
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Autoexploraciones
textiles
Laura Estefanía Valbuena Acero
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Siempre me ha parecido interesante reconocer, en algunos objetos de la cotidianidad, aquellos aprendizajes que la vida
me va poniendo en el camino. Mi cercanía
con el hacer textil no pasaba de un gusto,
podría decirse que solo se trataba de una
habilidad cultivada desde la intimidad de
mi casa, desde mi niñez. Sin embargo, en
estos últimos meses se me ha presentado
como un tema que reúne mucho de los
sentidos de mi vida, que retiene verdadero contenido y lo más importante, como
un hacer que, a partir de su práctica y
reflexión, genera transformaciones.
En esta ocasión quise realizar una exploración a un objeto bastante particular: la
colcha que cubre la cama de mi mamá;
colcha que curiosamente un día me detuve a observar y descubrí que se trata de
un objeto que indiscutiblemente guarda
una historia y que reconocí solo ante la
oportunidad de mi reciente cercanía con
la noción de las creaciones textiles. Reconocer el hacer textil como una configuración de saber y conocimiento, como
una herramienta que desarrolla subjetividades, como una manera de escribir y
contar alguna historia o suceso que nos
permite descargar y plasmar; me permitió reconocer en esta colcha una historia.
A pesar de tratarse de un elemento icónico y muy presente en el día a día de
mi casa, solo hasta hace unos días noté
que se trataba de una colcha de retazos,
retazos en los cuales se observaba un recorrido manual que implicó un esfuerzo
físico y mental, donde la sutileza de sus
uniones y su uniformidad generan su
propia complejidad. Detallándola noté
cómo ha sido remendada en varias ocasiones y mejor aún, comprendí por qué
mi mamá me pide celosamente que tenga
cuidado al usarla pues es blanca y sensible a cualquier maltrato.
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A partir de esto, proyecté en ella una persona, una mujer, que trabaja, que ama,
que cuida y protege del frío. Desde allí
decidí coser imágenes que cuentan parte
de mi historia personal en el encuentro
con las costuras, en primer lugar quise
plasmar aquel primer acercamiento a
una máquina de coser, en el que se puede
identificar una persona, un vínculo entre
quien hace uso de la máquina, el proceso
de coser y el resultado que esto genera.
Usé fotos de la primera vez que utilicé
una máquina, cuando aprendimos varias
de sus mañas y caprichos, del ejercicio de
crear. En segundo lugar, cosí a la colcha
imágenes de las manos que se reúnen y
construyen una colcha estudiantil, amistosa, experiencial, en la cual las distintas
decisiones, opiniones, intereses, gustos
y reflexiones tienen lugar. En tercer lugar, escogí algunas imágenes sobre los
apartados teóricos cercanos a concebir la
costura como una forma de escritura, de
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lenguaje y de comunicación. Y en cuarto
lugar, decidí plasmar la acción de tomar
hilo y aguja y unir a mano, de la manera
que sabemos o se nos ocurre.
Por último, pensé en las conexiones imaginarias que significaban para mí estos
momentos que como retazos adherí, a lo
más íntimo de mi casa y de mi ser. Por
ello el hilo fucsia que representa para mí
los vínculos entre el aprender, el construir, el significar y el hacer.
Laura Estefanía Valbuena Acero
Estudiante de trabajo social de la universidad
Nacional de Colombia, amante de los animales
y el diseño.
¿Quién
soy yo?,
Isabel Gonzáles Arango
yo soy
Isa
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Isabel González Arango
Antropóloga, tejedora, especialista en Derechos humanos y Derecho internacional humanitario,
candidata a Magister en Ciencias de la información con énfasis en memoria y sociedad. Investigadora del grupo Cultura Violencia y Territorio adscrito al Instituto de Estudios Regionales de la
Universidad de Antioquia. isabel.gonzaleza@udea.edu.co
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Una
trampa
más
Miriam Mabel Martínez
Escritora. Cuidad de México.
Bordado: Diana Carolina Castaño García
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I
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Frente al cajón enmudeció. ¡Hacía tanto
que no lo vestía! Pero estaba ahí, altivo,
doblado junto a su playera favorita.
Una vez más la tristeza obligó a Ricardo
a vestir el recuerdo. Lo encontró en el
fondo de la gaveta, arrugado, un poco
estropeado por los años, sudando como
siempre. Lo observó, nada había cambiado demasiado –ni él–. Las telarañas
enrejaban su mirada, eso creía, sentía
esos hilos sujetos a sus brazos y piernas,
tal como si sus actos pendieran de ellos.
Una manita, la cerradura grasienta. En la
habitación una nube espesa. Ricardo con
los pies colgando, meciéndose. El ruido allá afuera. Adentro el niño Ricardo
mordiendo el labio sin saber por qué. Los
gritos, la pelota. Acá el juego solitario.
Trató de regresar en el reloj, de recuperar los días. En el cuerpo la misma sensación: insomnio y fiebre. Sonámbulos,
intentó arañar los temores, pero ya no
tenía tiempo ni ganas.
Con precaución y de puntitas cierra la
ventana. Del armario saca a la abuela.
(La madre lo busca, no atina). Ricardo
ríe, retoza, la pellizca, la besa, la empuja;
ella le pide bajar la voz. Obedece.
II
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—Sólo con una condición —la reta—.
Enséñame.
La abuela se niega, él suplica. Ambos
saben que si lo hacen no volverán a verse. Lo sienta en sus piernas, le estira los
bracitos; así inician el baile del bordado.
Callan. El niño está triste. Una cascada en
la mirada. Lluvia. Está solo; de su cuerpo
brotan hilos. Se mece.
—¡Aquí estás! —otro reclamo. La madre
lo sacude (¿y la abuela?). Patalea, chilla,
se zafa, baja apresurado, en los escalones
deja hilos y más hilos.
Pronto olvidó a la anciana del armario;
sin embargo, la nostalgia lo atrapó para
siempre.
III
Desde entonces se encerró en su habitación para deshilar la melancolía, exiliado
del tiempo. De sus manos, piernas o brazos jalaba estambres, hilazas, desbarataba nudos, enrollaba o tejía algo y en su
cabeza un remolino sacudiendo las ideas.
Nadie comprendió su afición.
—Eso es de extravagantes —No, de ociosos. —¡Bah!, deshilar la tristeza... —¿A
quién se le ocurre?
En las noches luchaba contra sus pensamientos, contra esa necesidad de jalar hilos. Por eso lloraba a hurtadillas en los salones. Creo que por eso le temblaba la voz.
IV
Me acostumbré a verlo y él también a mí.
Lo seguía a todas partes, recogía la maraña, le cargaba los carretes, acomodaba
las madejas por tonalidades y gruesos.
A veces me sonreía, yo lo tiraba de cualquiera de sus hebras hasta el bar.
Nunca le gustó hablar mucho. Bebíamos
una o dos cervezas y pronto esos cordones manaban sin parar, aislándonos. En
ocasiones me mentía diciendo que era
feliz, que nada lo ataba, aunque yo sabía
bien de ese cúmulo de recuerdos hecho
nudo, guardado en los bolsillos.
V
Apareció repentina. Ricardo no alcanzó
a comprender esa presencia. No sé bien
cómo ocurrió. Desde ese día no hizo más
que pensar en ella, deshilarse y tejer.
Mariana, ese nombre se tatuó en sus manos. La miraba hablar, ir, venir, moverse
fuera de su alcance.
Día tras día Mariana. Mariana aquí y allá.
Mariana, hilos de colores. Mariana, una
puntada. Mariana, otra puntada. Mariana. Mariana... hasta que tejió el recuerdo
para retenerla, para vestirla.
Una mañana la abordó nervioso, la descubrió más guapa, recorrió paso a paso
sus ademanes, su cuerpo. Robó esa imagen y ese nombre. Ni siquiera lo miró.
Ricardo apretó los puños y huyó. Traté de
alcanzarlo pero mis pies se enmarañaron
en su dolor. Sólo contemplé su figura
convertirse en un puntillo.
No volvió a hablar de ella ni de su recuerdo. Lo arrumbó en el clóset y prometió no
tocarlo más. Se negó a deshilar la tristeza,
ya no quiso jalar más esas hebras. Una
rabia amarilla provocó que las rompiera
y tirara en cualquier parte. Deambuló
ausente, lastimándose con su silencio,
escupiendo al tiempo.
VI
Aplastó el cigarro en el cenicero y se marchó. Ricardo se dirigió a su casa. Al entrar
el perfume de otros días lo abrazó. Cayó
bajo el influjo de un sueño (más bien una
pesadilla). Abrió la puerta, se topó con un
pasillo jamás visto. Algo lo llamó. Al fondo distinguió unas escaleras. Se dirigió
al cuarto, lo encontró lleno de neblina.
La radio estaba prendida, sonaba una
canción que conocía de sobra.
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Buscó en el cajón más grande. Hurgó
hasta tentar al recuerdo. Lo sacudió,
estaban un poco empolvado. Acarició
los puntos, rozó la textura. Se desvistió; harto contempló su cuerpo y, por
primera vez, observó un halo de luz a su
alrededor.
Taciturno, vagó vistiéndolo. Caminó,
subió, bajó. Entonces, en medio de la
noche, comprendió que era una treta del
reloj. Los hilos de tristeza empezaron a
borbollar desaforados. Le rodearon el
cuello, lo apretaron con paciencia. Ligeras patadas. Le falta el aire.
Desnudo, sin manecillas, se reconoció en
el espejo. Después tomó el tejido, se lo
puso: los estambres viejos recuperaron el
color original al tacto con su piel. A Ricardo lo invadió una tranquilidad exquisita,
mejor que todo lo añorado. Mejor, mucho mejor que el ansia de palpar el eco.
Silencio.
VII
Nadie supo por qué. Dicen que encontraron sobre la cama, rodeado de millones
de hilos, un cuerpo sin vida, enredado en
la trampa del recuerdo.
El
vestido
de Ana
Alejandro Martín Maldonado
Bordado: Margarita Cuéllar Barona
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Ana no podía ir al colegio porque le habían sacado el apéndice. Se miraba la
tripa y se encontraba con esa raya cruzada por muchos hilitos. ¡Iba a tener que
pasar en su cuarto todo el día!
Miró una cartulina de una exposición
vieja de geografía que estaba enrollada
entre el escritorio y la pared, vio las crayolas de colores encima de la mesa y justo
en ese momento escuchó como su mamá
cortaba con unas inmensas tijeras.
Todo se juntó en un momento: iba a
diseñar un vestido, iba a aprovechar el
tiempo en la casa para hacerse el vestido
más bonito de todos.
Claro que iba a tener que pedirle prestada a su abuelita la máquina de coser.
Adoraba esa máquina de coser, podía
pasarse horas viendo como bajaba y subía la aguja trazando todo tipo de figuras
y costuras. Era una especie de magia,
entraban las telas de formas extrañas y
salían convertidas en vestido.
Pero lo que más le gustaba era el sonido:
tracatracatratracatraca... era como una
locomotora.
A ratos estaba tan absorta mirando subir
y bajar la aguja que le parecía más bien
que la tela estaba quieta y que se trataba
de un trencito que iba cosiendo los rieles.
Que el mundo entero estaba partido y
que como una cremallera la máquina lo
iba cerrando.
A ella la habían cosido. La hizo reír pensar que su piel era un vestido. ¿Cómo
sería la piel de dentro? ¿Será que uno
se puede quitar este disfraz? ¿Quién se
lo habría puesto?
Se puso a mirar su herida. Se veía roja,
la costura no parecía ser muy buena, de
pronto habían debido llamar a su abue-
«Adoraba esa
máquina de
coser, podía
pasarse horas
viendo como
bajaba y subía
la aguja
trazando todo
tipo de figuras
y costura»
lita en vez del médico ese inmenso de la
bata blanca.
Se rozó con los dedos y sintió algo extraño. Los hilos eran duros y raspaban.
Se miró por todos lados y pensó que el
suyo era el vestido más raro que había
visto. Buscó a ver si se veían puntadas por
otros lados pero no encontró nada. ¿Cómo
habrían hecho para meterla dentro?
Se bajó de la cama y fue a coger la cartulina y los colores. La desenvolvió con
cuidado, miró el mapa, estaba pintada
su casa en la mitad de las montañas, la
carretera que daba vueltas y vueltas, el
edificio del abuelo, el parque con el columpio, el niño en el parque, las escaleras
que subían la loma y casi llegaban a la
casa...
Lo volteó y comenzó a pensar en el vestido.
Buscó las crayolas en la mesa. Cuando las
estaba cogiendo una se le cayó debajo,
estiró y estiró la mano y no la alcanzó.
pdc • 18
Sintió un dolorcito en la herida, parecía
que los hilos la jalaran. No intentó más,
ya tenía suficientes colores, se volvió
sobre la cartulina y comenzó a pensar.
Empezó por pintar los hilos, así que
tomó la crayola negra e hizo una línea
larguísima que daba vueltas por todas
partes, luego hizo lo mismo con el azul,
luego con el rojo. Estaba triste, el amarillo se había quedado debajo de la mesa.
Ahora tenía que comenzar a hacer la forma del vestido. Primero quiso uno largo,
pero pensó que esos siempre los pisaba
y se volvían nada cuando jugaba con la
oveja. Se dijo: ¡más bien unos pantalones! y se puso manos a la obra.
Se arrodilló en la cartulina y cuando estaba gateando para comenzar a pintar
sintió como el prense del pantalón de la
piyama se corría y le tocaba su herida.
Odió sus pantalones, los que tenía puestos y los que iba a diseñar.
101
do para meterla de nuevo en la cama. Le
costó mucho vestirla, sobre todo ponerle
los pantalones.
Finalmente, consiguió meterla entre las
cobijas, pero no lograba que le explicara
como había terminado así de enredada.
Ana solo se tranquilizó y se deslizó feliz
en el sueño cuando la mamá le prometió
que le llevaría los dibujos a la abuelita
para que los cortara en tela y con ellos le
hiciera un vestido: su vestido.
Alejandro Martín Maldonado
Matemático de pregrado y Filosofo de posgrado. Curador del Museo La Tertulia de Cali.
Se miró otra vez la cicatriz, estaba muy
roja y se moría de ganas de jalarse los
hilitos. Copió en la cartulina su herida.
Aprovechó el hilo que había pintado de
negro y lo usó para coser en el dibujo.
De repente lo vio todo claro: ¡ya sabía el
vestido que quería hacer!
En la salita fuera del cuarto de Ana estaba la mamá con las tijeras. Concentradísima corte que cortarás, un grito de Ana
la sacó de su ensueño trabajador.
Muy preocupada se paró corriendo y
abrió la puerta para encontrarse una
Anita llorosa hecha un ovillo encima de
la cartulina, desnuda, y pintada de todos
colores.
No entendía nada, pero no perdió el
tiempo pensando. La levantó con cuida-
El cuento Costuras ilustrado por Powerpaola
está inspirado en el cuento El vestido de Ana
escrito por Alejandro Martín. La imagen
bordada que acompaña este texto, elaborada
por Margarita Cuéllar Barona, es tomada de
una de las ilustraciones del libro.
Quimera
Sebastian Reyes
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Las imágenes son complicadas de describir cuando las
haces con más pasión que razón, no son fortuitas, se
construyen con tiempo y con mimo. Asimismo, tampoco
eres capaz de explicar todo lo que ellas traen consigo,
porque surgen de momentos emocionales intensos o
porque son en sí mismas ese momento. La vida es un
constante entretejer de recuerdos.
En la imagen que se lee desde sus extremos a la parte
interna, están presentes tres décadas y cerca de 80 años
de historia.
De derecha a izquierda: Abuela Chava, Rafael padre,
Rafael abuelo, Rafael padre, Sebastián, Blanca madre,
Luis abuelo, Blanca abuela.
Sebastian Reyes
Estudiante de Maestría en Diseño de la Universidad Nacional de Colombia
103
Aquello que cada uno de nosotros es, en cada momento de su vida,
es la suma de sus elecciones previas. El hombre es lo que decide ser.
—Sartre
El
problema
de la
plancha
Alejandra Soler
pdc • 18
Lo confieso, mi conocimiento de ropa,
confección, moda, hilos, lentejuelas y
toda su progenie, es tan limitado como
mis habilidades con la plancha. Ni hablar
del uso. Las máquinas de coser son los
monstruos que me perseguían de niña, se
escondían debajo de la cama y en el closet
esperando a triturar mis dedos. Pero para
no ir tan lejos, el solo uso adecuado de la
ropa es tan ajeno a mí, como propio de
los que se ganan la vida enseñándonos a
usarla. Es parte cotidiana de mi vida ver
a mi mamá corriendo detrás de mí para
arreglarme las costuras de los hombros,
“porque siempre te pones las cosas chuecas”, en sus propias palabras. Y en cuanto
a planchas, pues si no puedo arreglar una
costura en mi hombro menos en una mesa
de planchar. No debo mentirles: así sea
un pañuelo, jamás logro que llegue a su
forma original.
Si no sé nada, ¿por qué escribo sobre eso?
Bueno, simple observación, cero experiencia. Yo no sé nada, pero mi mamá
estudia diseño de moda y pasa los días en
su máquina de coser o en el piso cortando
y obvio en la mesa de la plancha “pisando
costuras”. Y pelea con la plancha, que da
gusto. Ella culpa a la pobre plancha: es la
peor plancha de todas, mancha las prendas y quema el chiffon (¿será la plancha
el problema?). Aparte de eso, también
la veo haciendo tremendos esfuerzos de
ingeniería para lograr que algo tan plano
como una tela se adapte a algo tan lleno
de curvas cóncavas y convexas como los
humanos sin dejar arrugas. Millones de
pliegues, costuras y prenses con el único propósito de que, al usarla, la tela se
adapte a nuestra figura.
Hasta aquí, todo tiene sentido. Pero cuando la prenda está terminada, lo primero
que hacemos es ponerla en una mesa de
plancha, tan plana como la misma tela que
fue destrozada, con el propósito totalmente opuesto. Yo soy diseñadora industrial.
El primer proyecto de la carrera era una
107
“geometrización”, concepto que ni Microsoft Word identifica pero que consiste en
generar volúmenes y formas a partir de
un material plano como el cartón paja.
Es muy simple, son cortes rectos en el
cartón que al unirlos forman maravillosos
volúmenes rechonchos. Más o menos lo
mismo que veo que mi mamá hace con
la tela. Lo único es que uno no se mata
formando una geometrización para aplastarla con una plancha. Así que no entiendo
por qué sí es válido hacerlo con la ropa.
Tal vez ese es de los pocos universos en
el que a lo que se da volumen se aplana
como parte lógica del proceso.
La única explicación que se me ocurre es
que quien se inventó la plancha no cosía.
No pensaba en la gracia del volumen, sino
en lo práctico de solo aplastar y doblar.
Aunque ni tan práctico, porque vaya usted
y acomode un pantalón sobre una mesa
de planchar. Sabias eran las abuelas que
se inventaron un doblez recto en la mitad
de la bota para facilitar su labor, pero eso
ya pasó de moda. No se me olvidan los
ingeniosos inventores de televentas, el
vapor a larga distancia también funciona,
tanto como una tina caliente, pero vuelve
redondas las forzosas costuras.
De ser coherentes con los hechos y las características de las prendas, las planchas
deberían tener partes tanto curvas como
planas. Planas, para “pisar las costuras”
y curvas para respetar nuestras curvas
y el sudor de la modista. Al final, no me
culpen si me ven con las prendas arrugadas y con las costuras chuecas: no tengo
quien me planche y quien se inventó la
plancha no pensó que su lógica estaría
lejos de ser la mía.
Alejandra Soler
Nacida en Villavicencio y adoptada por Cali
desde 1990. Diseñadora industrial de profesión, (dedicada al desarrollo de empaques) y
estudiante de innovación empresarial.
108
La
muñeca
negra
Mary Grueso
Foto: Margarita Cuéllar Barona
pdc • 18
Le pedí a Dios una muñeca
pero no me la mandó;
se la pedí tanto, tanto,
pero de mí no se acordó.
Se la pedí a mi mamá
y me dijo: “pedísela duro a Dios”,
y me jinqué de rodillas
pero a mí no me escuchó.
Se la pedía de mañanita
antes de rayar el sol
para que así tempranito
me oyera primero a yo.
Quería una muñeca
que fuera como yo:
con ojos de chocolate
y la piel como un carbón.
Y cuando le dije a mi taita
lo que estaba pidiendo yo
me dijo que muñeca negra
del cielo no manda Dios;
“buscáte un pedazo’e trapo
y hacé tu muñeca vo”.
Yo muy tristecita
me fui a llorá a un rincón
porque quería una muñeca
que fuera de mi color.
Mi mamá muy angustiada,
de mí se apiadó
y me hizo una muñeca
oscurita como yo.
Mary Grueso
Escritora, poeta y narradora oral colombiana. Nacida en
Guapi, Cauca y radicada en Buenaventura, Valle del Cauca.
109
Catalina Herrera Osorio
Estudiante del programa Ciencia Política en la Universidad Icesi.
Esta arpillera fue hecha por las manos de mi abuela, Licinia
Martínez Cortés (1923 – 1998) quien trabajó como profesora de
primaria en el Colegio Gimnasio Femenino del Valle, ama de casa
y mamá de 9 hijos (5 hombres y 4 mujeres).
pdc • 18
111
118
¿Es terapéutico
el bordado?
114
Valeria Petruzzi
Sangre de mi sangre
América Larraín Gonzáles
122
Tejer el duelo
Margarita Cuéllar Barona
126
El principio: un derecho,
un revés
Neil Henry Arenas Camacho
130
Libertad
Yancy Castillo Jiménez
134
Manos de mujeres tejiendo
historias. Una aproximación
al hacer textil desde las
labores de cuidado
Carolina Rosa Rincón Rincón
140
El vestido
Sandra Viviana Rodríguez Castro
114
Sangre de
mi sangre
América Larraín Gonzáles
pdc • 18
115
“De cualquier forma, el
tejido, el bordado y la costura
no han sido actividades
ajenas a mi vida”.
Me reencontré con el bordado en Medellín hace un poco más de un año. Digo
que me reencontré porque de niña, alguna vez en el colegio, tuve la oportunidad
de aprender puntadas básicas para un
regalo del día de la madre. De cualquier
forma, el tejido, el bordado y la costura
no han sido actividades ajenas a mi vida.
Mi abuela materna fue costurera y siempre manifestaba con orgullo que gracias
al dinero que ganaba con esta labor, había logrado dar estudio a sus cuatro hijas
mujeres, pues mi abuelo consideraba que
ellas no debían estudiar y solo aportaba para sus cuatro hijos varones. A mi
abuela paterna la recuerdo tejiendo en
dos agujas. De pequeña me hacía gorros
y sacos coloridos de lana que picaban
mucho –no me gustaba usarlos–.
Más adelante, de adulta, en una temporada que pasé en Chile con mi familia
paterna, aprendí a tejer en dos agujas
con la hermana de mi madrina y aprendí
crochet con una gran amiga de la familia.
Cuando regresé a Colombia le enseñé a
mi hermana lo que había aprendido y “la
aprendiz superó a la maestra”. En pocos
días había desarrollado su propia técnica,
aprendió trucos con otras mujeres de la
familia y rápidamente estaba creando
zapatitos, bolsos, chalecos, etc.
Años después, conversando con una vecina en Medellín, supe que ella coordinaba un grupo de costura para adultas
mayores y como le manifesté que me encantaba ese trabajo me invitó. Comencé
a participar como aprendiz de bordado
tradicional tres horas una vez por semana, en el salón social de un edificio
del barrio. Mi profesora orienta un grupo más o menos estable de 20 mujeres
mayores de 60 años. Soy la menor del
grupo, tengo 37.
Estas mujeres se juntan todas las semanas para trabajar en sus “proyectos”:
bordados para cojines, pies de cama,
adornos navideños, caminos de mesa
etc. En las sesiones, la profesora nos
enseña puntadas nuevas y nos recuerda
las puntadas más indicadas para cada
figura, también nos señala las mezclas
de colores que le parecen funcionar mejor. Cada temporada los proyectos van
cambiando: cojines de mandalas y elefantes; pies de cama de pájaros y flores;
cuadros de pesebres, etc. Pero los temas
no son compulsivos, cada una puede ir a
su ritmo haciendo lo que prefiera. – He
notado que muchas veces algunas van
solo para conversar y durante las tres horas, ni siquiera sacan su bordado-. Estas
mujeres se encuentran principalmente
para compartir, para acompañarse, para
reír un rato.
En este tiempo, ha sido muy evidente
para mí cómo la práctica de la costura nos
une desde el ser mujeres, a pesar de la diferencia de edad y de las experiencias vi-
116
“Minecraft“
...“mi arte, mi creación,
mi artesanía”
pdc • 18
117
“Al pasar la aguja por el
entramado diminuto de la
tela mientras las escucho,
he tenido ’epifanías’...”
tales que cada una de nosotras tiene. No
pretendo teorizar al respecto aquí, solo
quiero señalar que la experiencia sensible
del hilo entre los dedos, el intercambio
de palabras, galletas, tinto y dulces, me
ha revelado un espacio de complicidad
y confidencialidad muy fuertes. He escuchado todo tipo de conversaciones:
chistes picantes, confesiones, chismes,
infidencias. Al pasar la aguja por el entramado diminuto de la tela mientras las
escucho, he tenido “epifanías”, revelaciones espirituales. Ese saber consignado en
mi cuerpo, no es solo mío, viene de antes,
está aquí y viaja al mañana.
Durante los últimos meses no pude asistir asiduamente a las clases por motivos
laborales, seguí trabajando en mi casa en
intervalos cada vez más distantes. Mi hijo
mayor, que ahora tiene 8 años se interesó
por el bordado, me pidió un tambor y él
mismo dibujó e hizo su “proyecto”: un
personaje del videojuego minecraft –que
coincidencia–, traducido libremente sería algo así como: “mi arte, mi creación,
mi artesanía”.
Me siento profundamente conmovida
por lo que el reencuentro con el bordado
ha propiciado en mi vida: una suerte de
conciencia sobre la costura y el tejido de
mis abuelas, sobre el saber transmitido
y aprendido de otras mujeres en mi vida,
sobre cómo las formas de (todo) lo que
hago delinean también nuevos contor-
nos. Mi hijo, un pequeño hombre, adora
bordar y a veces se sienta a mi lado para
hacerlo. Cuando estuvo su abuela paterna –mi suegra- visitándonos, él se sentó a
enseñarle las puntadas que había aprendido conmigo, pues ella no sabía bordar.
Para mi esta imagen es potente, la abrazo
con gran cariño. Estamos literalmente
aprendiendo juntos otras formas.
Titulé esta mandala “sangre de mi sangre”, es un trabajo en curso. Cuando inicié el centro con la sugerencia de colores
de mi profesora, percibí que las formas
parecían pequeños glóbulos rojos aglomerados en un núcleo. Pensé en un óvulo
fecundo formando un nuevo ser a partir
de la información de seres anteriores,
otras mujeres, su sangre, sus úteros, sus
vulvas. Soy yo, ellas, mis hijos.
América Larraín Gonzáles
Antropóloga, Mamá y Profesora. Adquirí los
títulos en ese orden. Trabajo en la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Me
interesan los temas ligados al arte, la cultura,
el patrimonio y la política.
¿Es terapéutico
el bordado?
Valeria Petruzzi
Hace tres años comencé a bordar, primero de manera autodidacta, luego acompañada y motivada gracias al estilo de
enseñanza de Amparo Villareal en el
espacio Cristal en Buenos Aires.
Aprender a bordar me confrontó con un
montón de fragmentos de mi persona,
algunos amables, y otros que me cuesta un poco más amar. Enfrentarte a un
lienzo en blanco despierta una pregunta
absolutamente singular: lo que irá en ese
fragmento de espacio vacío dependerá
de uno y hablará por uno. Eso es fuerte.
Constantemente se erige la necesidad de
tomar decisiones que implican abandonar opciones, ya sea la paleta de colores,
la cantidad de hebras de hilo a utilizar,
el tipo de tela, los puntos. En mi caso,
la toma de decisiones nunca me resultó
fácil y durante mucho tiempo me amparé
en decisiones ajenas, en delegar en el
otro la responsabilidad por mis propias
elecciones. Por eso noto, por ejemplo,
que me resulta más sencillo bordar patrones preestablecidos, porque al bordar
un diseño ajeno me puedo relajar y dejar
fluir. En este sentido, para mí el bordado
es terapéutico, desestresante, limpia mi
mente y focaliza mi atención en seguir
una guía, pero a la vez este estilo presta-
do no me fuerza a tomar decisiones ni a
expresar quién soy, salvo por la elección
de ese patrón y no otro. Si bien la pericia
técnica es mía, la obra no nace de mí y
algo de mi subjetividad no se transmite
a la tela.
Nunca bordé una imagen realmente mía
y en eso estoy trabajando este año. Adapté distintas imágenes que adoro o que
me resuenan, me convocan. La toma de
decisiones de paleta, hebra, tela, puntos
es una montaña rusa de emociones entre
ilusión, temor, rechazo y enamoramiento
hasta que finalmente la obra queda terminada y siento que ya no me pertenece.
Mientras la estoy bordando soy una con
la obra, muero por terminarla y a la vez
quisiera que dure por siempre. Una vez
que está enmarcada y ahí afuera en el
mundo, ya vista por los ojos ajenos, es
mía y a la vez ya no la siento propia, es
fruto de mi trabajo pero tiene una existencia totalmente separada de mí.
Cada proyecto implica por lo general
una investigación, que puede ser breve
o extensa, y que puede tener que ver con
información que está en el mundo o que
está en mi interior, que habla de mí sin
saberlo del todo. Al dedicar horas y horas
a esa imagen uno va gestando un amor
pdc • 18
y una conexión con eso que borda y la
curiosidad empieza a armar preguntas.
Así aprendí un montón acerca de una
guerra europea del siglo XI, exorcicé aspectos de mi sexualidad que me eran ajenos o impuestos y que creía míos, bordé
sin saberlo una imagen que hablaba de
una situación opresiva en la que estaba inmersa y que sólo tiempo después
pude comprender a qué se refería. La
119
mayoría de estos bordados significativos
y personales se me vuelven muy potentes
y me resulta terapéutico exponerlos y
brindarlos al afuera que los resignifica
y transforma.
Seguir la trama de la tela y quedarse en
el encuadre o marco de un patrón me
da paz pero no dice mucho de mí. Por
eso, hace unas clases atrás, Amparo me
120
pdc • 18
incentivó, como hace siempre, a superar
esas limitaciones autoimpuestas. No lo
hace de un modo rígido, es casi un pedido de amor, una forma de trasmitirme
sin palabras un deseo suyo, un curioso
querer ver brillar esa luz única de cada
una de sus alumnas.
Que haya un otro que guíe y acompañe,
que tienda la mano cuando cuesta dar el
paso, para mí al menos, es crucial. También lo son mis compañeras de taller,
que desarman las autocríticas exageradas y me prestan sus ojos para ver mis
bordados con una mirada amorosa que
me llena de potencia. Verlas en sus propios procesos creativos es una bocanada
de aire fresco que renueva mi conexión
con la práctica; verlas enamorarse de un
punto, de un color, fantasear proyectos,
resolver los desafíos que van surgiendo,
ser testigo del vínculo singular que cada
una tiene con el bordado es muy valioso.
Con todas estas ideas en la cabeza, sumado a que casi sin saberlo, hace unas clases
atrás Amparo me autorizó a pensarme
como una bordadora hecha y derecha,
no únicamente aprendiz, este año resolví
trabajar para encontrar mi propio estilo.
Descubrí que soltar las ataduras de las
elecciones ajenas era mucho más sencillo que toda la fuerza que me sostiene
atada a ellas. La brújula que me orienta
es la intuición y un tipo de saber que va
surgiendo en mí, que no tiene palabras,
no es racional y no va a aparecer en ningún libro o producción ajena porque es
absolutamente propia.
Una buena pregunta sería ¿por qué bordas? Quizás arrancar con esa pregunta
podría ayudar a encauzar la respuesta terapéutica. Si la respuesta se relaciona con
el bordado como un modo de distensión
y relax, una manera de desconectarse de
todo y conectarse con los colores y las
121
“Seguir la trama
de la tela y
quedarse en el
encuadre o marco
de un patrón me
da paz pero no
dice mucho de mí”
texturas, ahí tenemos algo del orden de
lo terapéutico, de lo curativo.
En mi experiencia, siento un llamado
creativo a la expresión. Es justo ahí
donde siento el desafío y la dificultad.
¿Hasta dónde puedo expresarme sin la
ortopedia de la imagen de otro? Por esta
vía encuentro mi respuesta a por qué
bordo. Yo particularmente bordo para
averiguar qué hay más allá de ese límite
que vislumbro en mí. Sospecho que el
bordado oepra como una especie de médium que puede potencialmente hacer
existir eso que es único y singular en mí,
que podría permitirme volverlo visible,
volverlo imagen y entregarlo al mundo.
Desplegarlo y desprenderlo, volverlo tangible. Idealmente volverlo estilo.
Valeria Petruzzi
Psicoanalista argentina, nieta de una modista
italiana y de una bordadora y tejedora española, recorre el camino heredado de los hilos,
desde hace cuatro años, de la mano amorosa
de Amparo Villareal.
Tejer
el duelo
Margarita Cuéllar Barona
Mi padre tenía manos grandes, gruesas,
hermosas. No sabía usarlas mucho, incluso sus caricias eran torpes. Dejaba
caer el peso de la mano en mi coronilla
y con ese mismo peso recorría la cabeza
hasta llegar a la nuca. Retomaba el movimiento hasta que se le cansaba el brazo.
Aprendí a esquivar su mano retorciendo el cuerpo como quien va a embestir
con un gancho bajo y me le colgaba del
cuello para darle un abrazo. El se reía
creyendo que era parte del juego, bajaba
la mano y ponía sus brazos alrededor de
mi cintura, sujetándome fuerte, como
queriendo retenerme.
Tenía una caligrafía preciosa. La J de su
firma arrancaba de la línea baja del renglón y subía hasta tocar la línea superior,
dibujando una gota perfecta. Pasando
por punto de inicio, el lápiz seguía su recorrido y bajaba dos líneas más para hacer la misma gota invertida pero un poco
más larga y más ancha. La barriga de la
J regresaba de nuevo al punto de inicio
y empataba con una perfecta e que a su
vez empataba con una s, una u y una s.
Siempre escribía en cursiva y prefería el
lápiz aunque adoraba abastecerse de diversos utensilios de oficina. Su escritorio
era un tesoro para mi hermano y para mí
quienes saqueábamos descaradamente
los marcadores, lapiceros, lápices, portaminas, borradores, reglas, sacapuntas
y papeles de colores que guardaba celosamente bajo llave.
Recuerdo también la manera en que
agarraba el timón del carro con firmeza.
Lo apretaba entre sus manos y las giraba, frotando los dedos y la palma de su
mano contra el cuero del timón, produciendo un sonido que parecía agradarle
porque lo repetía varias veces, alternando las manos. Luego liberaba un poco
la fuerza del puño y recorría el timón
con las manos aún cerradas, acariciando
las costuras que se escondían al reverso
del mismo. Desde que mi padre murió
he notado que hago el mismo ejercicio.
Mis manos se embelesan recorriendo el
reverso del volante, sintiendo sus texturas. Las yemas de mis dedos palpan los
timones a los que tengo acceso, como si
trataran de revivir aquello que sentía mi
padre cuando los acariciaba.
Mi papá murió el 5 de abril de 2017. Una
semana antes había entrado a cirugía
de bypass a las 7.30 de la mañana. A las
pdc • 18
123
124
“Fue entonces
cuando me
arriesgué a sacar
la aguja, los hilos
y me puse a tejer”.
8.15 llamaron nuestros nombres por el
parlante y pidieron que nos acercáramos.
Mi hermano y yo caminamos hacia la
sala y cuando vimos a los dos cirujanos
parados detrás de la puerta de cristal
supimos que algo no iba bien. Mi padre
había sufrido un infarto en el quirófano,
nos dijeron que ya no podrían hacer la
cirugía, que intentarían ponerle un stent,
que el riesgo era mayor y que harían todo
lo que estaba a su alcance. Unas horas
después mi padre salió conectado a una
máquina que hacía las veces de corazón,
permitiendo que el suyo descansara.
Las enfermeras de la Unidad de cuidados
intensivos (UCI) nos aseguraron que no
era necesario que estuviéramos ahí, que
ellas se ocuparían de él, pero yo no quería
separarme de su lado. Esa misma tarde
tomé posesión de la silla reclinable de
su cubículo. Me senté a observarlo, no
quería perderme el más mínimo cambio.
Le hablaba y lo miraba por si su rostro
me dejaba entender que podía oír mi voz.
Quería hablarle y que supiera que estaba
ahí, acompañándolo, pero no me sentía
del todo cómoda. Por una parte porque
nunca tuvimos una relación de charla; mi
papá y yo jugábamos cartas, peleábamos
si me hacía trampa, hablábamos de historia, me contaba sobre su niñez, pero
nunca sostuvimos una conversación íntima. Si no se había dado en los cuarenta y
tantos años que vivimos juntos no se iba
a dar ahora que él no podía responder.
Por otra parte estaban las enfermeras,
quienes podían escuchar lo que le decía.
Todo resultaba demasiado cinematográfico para mí. Ya había visto esta escena
miles de veces en películas y telenovelas y
me sentía impostando, actuando, como si
esa fuera yo para las cámaras, a lo Norma
Desmond en la escena final de Sunset
Blvd (1950). Sin embargo, no quería alejarme, quería rodearlo de amor, como él
lo hacía con los abrazos que me ofrecía
cada que yo esquivaba las palmadas que
me daba en la cabeza y que él confundía
con caricias.
Intenté leer los trabajos de mis estudiantes. Intenté leerle en voz alta. Nada. No
lograba concentrarme. Los sonidos de
la UCI son fuertes y poco a poco te vas
interesando por lo que pasa en los cubículos contiguos. Además, leer es abstraerse
del mundo que te rodea y yo no quería
abstraerme de mi padre, quería acompañarlo y que él sintiera mi presencia. Fue
entonces cuando me arriesgué a sacar la
aguja, los hilos y me puse a tejer. Todavía me da algo pudor bordar y tejer en
espacios públicos. Salí del closet hace ya
varios años pero aún me da algo de pena
porque sé que atraigo miradas; sé que
la tarea no pasa desapercibida. No soy
una abuela ni me visto como tal, soy una
mujer educada, que trabaja por fuera del
hogar, que teje como pasatiempo, y eso,
parece ser, es algo que llama la atención.
A veces escojo irrumpir los espacios tejiendo para ver las caras de los demás,
medir sus reacciones, provocar… a veces
me importa un pito y simplemente estoy
en lo que estoy, otras veces quiero pasar
desapercibida y concentrarme en lo mío.
Como sé que la UCI es un lugar pequeño
donde las personas entablan conversaciones con facilidad, sabía que mi acto no iba
a pasar inadvertido. No obstante sabía
que era la mejor manera de estar con mi
pdc • 18
padre. Quería que escuchara mi voz y si
no podía conversarle directamente porque no me salía de manera espontánea,
al menos podría escucharme conversar
con otras personas y sabría que estaba a
su lado. Cuando nos dejaban a solas, en
la intimidad de su cubículo, mientras crocheteaba, me dejaba llevar por el ritmo
de las cadenetas y le cantaba las mismas
canciones que le canto a mis hijas a la
hora de dormir. Nunca antes le había
cantado a mi padre, pero él si me había
escuchado cantarle a las niñas, sabía que
conocía las canciones y que reconocería
mi voz. Tejía para estar con él. Cantaba y
conversaba para que me escuchara. Tejía
para estar conmigo misma; tejía mi angustia y mi esperanza a la vez.
“Tejía para estar
con él. Cantaba
y conversaba para
que me escuchara.
Tejía para estar
conmigo misma”.
Empecé varios proyectos y ninguno me
convenció. Estaba fascinada con tres colores que, al azar, había combinado en
una colcha que le hice a mi primera hija y
quería tejer algo con esos colores aunque
no sabía qué. De modo que tejía y destejía
mientras escuchaba la máquina bombear
la sangre de mi padre. Poco a poco fui
notando como se fue dando un círculo
que bien podría ser el centro de un cojín
de estrella que quería hacer desde hacía
un buen tiempo. Esa noche, mientras
mi madre me remplazaba en el hospital,
descargué un patrón para llevar conmigo
125
al otro día. Lo delicioso del crochet es
que cuando una encuentra el ritmo de
las puntadas se puede interactuar con
el mundo. Por un lado te relaja y te hace
perder la noción del tiempo, pero por
otro te hace estar más presente. Mente
y cuerpo se entregan al ritmo de la mano
que engancha el hilo con la aguja, sientes
la postura de tu cuerpo y cómo se te va
cansando la mano pero no quieres detenerte. Una vuelta más. Mientras tanto,
escuchas todo lo que te rodea, puedes
entablar conversaciones e incluso, si ya
te tienes confianza, puedes hacer las puntadas sin mirar el tejido.
Mi madre lo acompañaba en las noches
y yo la relevaba por las mañanas. Me
sentaba a su lado a tejer y escuchaba las
conversaciones de los médicos, preguntaba por su corazón, indagaba por su evolución y la de los demás pacientes de la
UCI. Tejía relaciones con las enfermeras
y con los médicos que nos acompañaron.
Cuando mi padre murió me dio tristeza
dejar ese pedazo de mi atrás; dejarme
sentada en ese cubículo vacío sin cuerpo
que cuidar, sin tiempo por el qué preocuparme. El tiempo había vuelto a su curso
y ya mi padre no estaba más en este.
Estoy segura que tejer me permitió
acompañar a mi papá sin angustia, por
el contrario, me permitió acompañarle
con alegría y rodearlo de amor en los
últimos días. Llevo sus manos en mis
manos y fueron estas manos las que precisamente me ayudaron a sobrellevar
esos días en los que todos teníamos los
corazones rotos.
Margarita Cuéllar Barona
Literata y crochetera. Profesora del Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Icesi. www.icesi.edu.co/elcosturero
El principio:
un derecho,
un revés
Neil Henry Arenas Camacho
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1
Con lentitud, el silencio se fue
tomando el garaje convertido en
taller de impresión y en ese momento en aula de clase. Las conversaciones se fueron apagando como el rescoldo
de una fogata. Solo se escuchaba la respiración de quienes tejían o trataban de
hacerlo. Algunas manos se movían como
las alas de un cisne, las de la instructora,
otras como las de un pingüino. Ya era la
segunda sesión, los puntos básicos estaban claros. La aguja se zambullía en
el punto, a veces por delante otras por
detrás, y capturaba la lana para formar
el siguiente punto de la otra pasada. El
hilo iba de una aguja a la otra y el tejido
crecía. Con excepción de Clopy, la instructora, todos los aprendices éramos
hombres.
DERECHO, REVÉS, DERECHO, REVÉS…
2
Me había inscrito a Degenerando oficios: Taller de tejido
básico a dos agujas dirigido a
hombres. Mis compañeros eran Emmanuel, Fabián, Osman, Pablo y Lucía…
— Qué pena, no escuché bien tu nombre
—dije cuando se presentaba al grupo.
— Lucía —dijo con voz gruesa y el énfasis
respetuoso de quien está acostumbrado
a que le pregunten dos y hasta tres veces
su nombre.
Me quedé rumiándolo. Solo hasta la segunda sesión, con una pizca más de confianza con el grupo, me atreví a usarlo.
REVÉS, DERECHO, REVÉS, DERECHO…
127
3
Hacia la década del 2000 me
enfermé y tuve que guardar silencio por casi seis meses. Un día
me levanté y mi voz era un débil hilo. Me
encontraron las cuerdas vocales inflamadas y en la izquierda un quiste. Para poder operar primero debían deshincharlas. Siempre pensé que tenía un excelente
manejo del tiempo libre. Sin embargo,
luego de dos meses de lectura, radio, televisión y escribir mis requerimientos en
una libreta, me estaba enloqueciendo.
— Necesitas terapia ocupacional —dijo
con sabiduría mi novia.
Me trajo dos ovillos de lana negra. Montó
la base y tres hileras después comencé a
tejer con dificultad. Ella me guiaba con
paciencia.
— Haz los puntos más sueltos.
…
— Estás apretando mucho.
…
— Ven te corrijo que te saltaste uno —me
decía tomando el tejido y arreglándolo.
Gracias a Dios, las monjitas le enseñaron
este oficio a quien luego sería mi esposa.
Así pude soportar los seis meses que duró
todo. Avancé poco a poco. El objetivo:
una bufanda.
DERECHO, DERECHO, REVÉS, REVÉS…
128
4
De acuerdo con lo que nos contaba Clopy en el taller, tejer era
un oficio de hombres, comenzando por redes de pesca, luego fue ropa
e incluso en la Edad Media existió el gremio de los calceteros. Hilar, en cambio,
era oficio de mujeres. Con la industrialización ambos oficios fueron desapareciendo y algunas mujeres terminaron
asumiendo el rol de tejedoras. Así que,
de alguna manera, me sentía pionero al
rescatar un oficio masculino en el taller y
recordar lo que me enseñaron mi esposa
y luego mi suegra. Sí, ella también tejía y
me enseñó crochet. Enarbolé las agujas
negras con vetas un poco más claras de
palo de chonta que entregaron con las
lanas como símbolo de recuperación de
una actividad que fue masculina.
REVÉS, REVÉS, DERECHO, DERECHO…
5
Por supuesto, creamos un grupo
de Whatsapp. Allí publicamos
nuestros avances y resultados.
Un día, aún en el taller, Lucía nos compartió un video al que le puso el comentario “Cuando te quedas atrapado por la
lluvia, pero llevas contigo las agujas y la
lana...” Pablo le respondió con el Emoji
de la mano con el gesto de los cuernos,
¡el heavy metal celebrando el tejido a
dos agujas! Emmanuel fue más tropical
y escribió: “Epa!”. Clopy puso las dos
manos celebrando la actitud y escribió
“Fantástico”, ante el hecho: un hombre
tejiendo en el Centro comercial Centenario. Sí, yo le pregunté que dónde estaba
y él nos lo contó.
— ¿Notaste que se te quedaban viendo o
algo por el estilo?
— Sobre todo los hombres —escribió—,
jejeje, con cara de curiosidad y un par de
señoras con caras de admiración.
Aquí entró Fabián y escribió: “Genial”.
Por mi parte, no sé si sea tan macho como
para ir a un sitio público y hacerlo.
3 DERECHOS, 3 REVESES,
6 DERECHOS, 3 REVESES…
6
Solo cuando lean esto mis compañeros del taller de tejido para
hombres sabrán que tenía algunas bases. Sí, por eso me quedaban más
sueltos los puntos. Parece que es como
montar bicicleta nunca se olvida. Solo
desde el año pasado volví a interesarme
en el tema y fue cuando me enteré de
que existía un grupo que se llama Hombres tejedores que nació en Chile y que
ya estaba en Argentina y Colombia, en
Pereira. Entonces una amiga me habló
del taller para hombres que organizaban
Acumulaciones Taller y Gayo territorio
orgánico en Cali. Allí recordé el punto
Jersey; el punto bobo; y el punto elástico
simple, doble, triple.
3 DERECHOS, 6 REVESES,
3 DERECHOS, 3 REVESES…
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7
El quiste desapareció como por
arte de milagro y lo único que hicieron fue tomar una biopsia que
resultó normal. Pero el tejido se enredó
en mi espíritu. Poniendo el retrovisor
veo a mi familia y amigos con bufandas,
decoraciones navideñas y separadores
de libros que he hecho a mano, objetos
a los que he dedicado tiempo. Es como
darles un abrazo constante. Hoy me pregunto dónde estará la colcha o el tapete
de trapillo tejidos por mi abuela paterna, quisiera tocarlas y sentirlas. Cuando
terminé mi primera bufanda, casi una
manta, me sentí orgulloso por lo que había logrado. En algún momento de mi
incapacidad traté de hacer un gorro, pero
salió chueco. Lo guardé. Hace unos días,
cuando terminé el taller lo deshice, fue
como despedirme con cariño de la enfermedad por la que comencé a tejer. Usé
las nuevas instrucciones que me dieron
en el taller y me volvió a quedar mal. Lo
volví a deshacer y al fin lo logré. Ya tengo
mi gorro tejido.
129
Crowe; el creador de La Guerra de las
Galaxias, George Lucas; el Oficial K de
Blade Runner 2049, Ryan Gosling. No
sé ellos, pero yo disfruto tejer. Aunque
mis manos todavía no se mueven como
las alas de un cisne, mientras lo hago
me desconecto de todos mis problemas.
Estoy en el aquí y el ahora. Puedo tener
conversaciones agradables y profundas
con quien esté a mi alrededor. Pero, más
importante aún, puedo estar acompañado en el silencio, solo escuchando la
respiración y el sonido de las agujas. El
principio: un derecho, un revés.
3 DERECHOS, 3 REVESES,
SACAR A OTRA AGUJA 3 PUNTOS,
RESERVARLOS, Y SE TEJEN
LOS SIGUIENTES 3 PUNTOS…
8
Este renacer del tejido incluye a
muchos hombres alrededor del
mundo. Existen grupos de tejedores en países como Japón, Estados
Unidos, algunos europeos, además de los
ya mencionados en América Latina. En
Turquía lo usan para evitar la pérdida
de la memoria en los hombres mayores.
Entre los tejedores más famosos de la
actualidad están: El Gladiador, Russell
Neil Henry Arenas Camacho
Nacido en Popayán. Ingeniero Electricista con
Magíster en Sistemas de Generación de Energía
Eléctrica. Participante del Taller de escritura
creativa de Comfandi, Cali, 2016 a 2018. Beca
para estancia pedagógica en Escuela Incierta
de Lugar a Dudas, Cali, 2017.
130
Libertad
No conozco a nadie que disfrute el vivir con
una enfermedad, pero sí conozco a muchos
que fingen un malestar para no cumplir con
sus deberes. No conozco a quien finja vivir con
VIH o Sida, conozco a mujeres y hombres que
viven y conviven con la infección.
Yancy Castillo Jiménez
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Ella… Rosa, tiene cabello negro, ojos
aguileños con pestañas muy pobladas
que le dan a sus ojos un delineado negro
natural permanente, cejas muy pobladas,
una nariz perfilada y unos dientes perfectamente blancos, que deja ver cuando
sonríe con timidez.
Rosa habló de lo difícil que fue ser mamá
los 15 anos, cuando su madre le dijo que
le había conseguido un señor para vivir
y pese a no querer, obedeció. Pronto se
embarazó. Dice que solo hasta el día en
que su hija nació fue que se enteró por
donde nacería: “hasta el último día pensé
que mi hija nacería de un vomito”, se ríe:
131
dibujándose en su rostro líneas de expresión prematuras a sus 38 años de edad.
Tuvo su segundo hijo mientras trabajaba
en una casa de familia. Allí, sus patrones
le enseñaron a planificar. Por ello, su primer esposo la dejó: ¡por no parir más!
Luego conoció el amor de su vida y tuvo
a su tercer hijo, al que desaparecieron
ellos, los grupos al margen de la ley, que
circulan en la zona, cuando el pequeño
solo tenía 10 años. Lo dice mirando a lo
lejos, con lágrimas en los ojos y un suspiro profundo. Se lo llevaron y no volvió
a saber de él.
132
Tuvo dos hijos más para un total de cinco. Sobreviven 3 hijas. Su segundo esposo, fue su único amor y la abandonó.
“Después de la ida de mi esposo, tuvimos
un desplazamiento, hemos tenido varios,
pero este nos sacó por mucho tiempo
de nuestra tierra, y nos tocó vivir en la
ciudad, ¡ahhh eso de vivir en la ciudad
es muy duro, imagínese, yo, sin saber
leer ni escribir, pero yo sé trabajar, a lo
torpe, pero sé!”
No fuimos para la ciudad, intenté darles
otra vida a mis hijas. Estuvimos en un
albergue, allí me di a conocer por trabajadora, organizaba, limpiaba, en fin…
fue así como un abogado me vio y me
contrató para trabajar en su casa. Luego
me dijo que si me iba para Bogotá, pero la
ciudad es muy dura y me sentía cansada.
Decidí salir con mis hijas a otra vereda.
No pude con el estrés de la ciudad. El
pelo se me caía, me sentí ciega, quedé
en coma por dos meses.
Cuando desperté, el médico me dijo:
Usted tiene VIH, ¿usted ha escuchado
hablar de eso?” Sí doctor, respondió. “Allí
se cerró el mundo. De todas las violencias
que he vivido esta es la que más me ha
dolido”. No puede contener el llanto.
Se acerca a una mesa de la cual toma
hilo verde para bordar, una base para
sostener un pedazo de tela y realiza unas
puntadas en zigzag. La observo y entien-
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133
do que ha dado por terminado nuestra
conversación. Toma hilos de otros colores, realiza muchas puntadas. Continúo
observándola.
un profesor a la escuela, organizamos el
acueducto comunitario y que el centro de
salud visite las familias de la zona para
los controles de salud.
Casi una hora y media después dijo: “hace
8, ya casi 9 años, 8 hombres me violaron.
Me fui a trabajar a una mina, a 9 horas
de camino, 2 horas en carro. Iba a ganar
mucha plata, quería conseguir una casa.
Me iban a pagar 3 millones mensuales.
Para mí eso era mucho, era lo que ganaba
un abogado”; dice elevando su tono de
voz y abriendo sus ojos. “Trabajé 4 meses en los que solo pedí parte del dinero
para enviarles a mis hijas, los 10 millones
restantes los pedí para marcharme, ya
con eso compraría un rancho… ¡vivir en
arriendo es muy verraco!”
…Continúa bordando…
Al cobrar el dinero, esa gente me dijo:
“Aquí el que trabaja y ahorra tanto, no
se le puede pagar ese montón de plata”
le dieron un millón de pesos y le pidieron
que se fuera antes que se hiciera de noche.
Sabía que estaba lejos, Rosa salió lo más
rápido posible. “En el camino 8 hombres
que también se estuvieron conmigo trabajando en la mina me salieron al paso.
Me violaron”. Continúa bordando, “usted
no sabe lo que significa eso, ocho personas, con las que usted ha trabajado,
ocho… ¡jamás volví a tener relaciones,
ni quisiera pensar en eso, jamás! Lo dice
abriendo sus ojos.
A mis hijas les hicieron la prueba de VIH,
están sanas. En el pueblo donde vivo
debo pedir permiso a ellos, a los grupos
al margen de la ley que circulan en la
zona, para salir e ir a mis tratamientos.
Mi historia clínica dice que tengo una enfermedad hereditaria. Nadie en el pueblo
y mucho menos ellos pueden saber que
vivo con la infección por que eso es una
sentencia a muerte, es una sentencia de
muerte adelantada, dice con una sonrisa.
Hace un punto cruzado, gira dos veces la
aguja y el hijo y lo corta. Bordó la palabra
“libertad”.
***
El relato fue realizado en el proyecto Colcha de
Relatos que hizo parte de las actividades del
IV Foro: Mujeres lideresas construyendo paz.
¿Las Mujeres y el VIH en el pos acuerdo qué?
Liderado por la Asociación Lila Mujer y apoyado
por el Centro de Estudios Afrodiaspóricos CEAF
de la Universidad ICESI. La Colcha de Relatos es
un proyecto de El Costurero (www.icesi.edu.co/
elcosturero) asociado al Programa de Estudios
de Género de la Universidad Icesi.
Otro momento…
Yancy Castillo Jiménez
Soy consciente de la vida que vivo. No
me puedo sentir culpable por trabajar
y querer salir adelante, por haber sido
violada y ahora infectada pero así, trabajo de manera independiente en lo que
puedo, labores del campo, ventas ambulantes, aseo de viviendas. Me he dado a
conocer como líder en mi vereda, logramos con la comunidad que nos llevaran
Estudiante de la Maestría en Culturas Audiovisuales de la Universidad del Valle. Comunicadora social de la Universidad Nacional Abierta
y a Distancia (UNAD) , especialista en Gerencia
Social de la Corporación Universitaria Minuto
de Dios de Bogotá y Becaria del Departamento
de Estado del Gobierno de los Estados Unidos.
En la actualidad, coordinadora de comunicaciones del Centro de Estudios Afrodiaspóricos
de la Universidad ICESI.
Manos de mujeres
tejiendo historias
Una aproximación al hacer textil
desde las labores de cuidado
Carolina Rosa Rincón Rincón
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“Mano fuerte va barriendo, pone leña en el
fogón, mano firme cuando escribe una carta de
amor, manos que tejen haciendo nudos, manos
que rezan, manos que dan... mano vieja que
trabaja va enlazando algún telar…”
Canción “Manos de mujeres”
Martha Gómez
Mis exploraciones en relación con el hacer textil surgen como una necesidad de
encontrar un espacio propio, en el que
pudiera refugiarme y alejarme un poco
de los niños, de la casa, de las abrumadoras cargas del cuidado.
Entonces, decidí hacer una colcha de
retazos para Isabella, la menor de mis
tres hijos, pues le gustaba acostarse en el
suelo a tomar su biberón y me daba pesar
que pasara frío. Así, diseñé una colcha
didáctica, que además de protegerla del
frío le permitiera aprender y jugar. La
colcha estaba formada por nueve retazos,
cinco dedicados a las vocales y cuatro
a los números. Sobre cada retazo cosí
apliques que yo misma diseñé, así el primer retazo de la colcha estaba dedicado
a la letra “a” y llevaba cosido además de
la letra un avión, la letra “e” llevaba un
elefante, la “o” un oso y así con las demás
letras y con los números.
Era una época un poco difícil, en lo cual
no podía darme el lujo de comprar telas,
así que reciclé ropa vieja, camisas, camisetas, sábanas de distintos colores y texturas. Recorté cada una de las piezas que
formarían la colcha, compré algunos hilos
y me puse a coser. Cosía por las tardes
y por las noches, muchas veces hasta la
madrugada, pensaba en mil cosas, recordaba, añoraba, reía, proyectaba, lloraba.
Ese fue un ejercicio complejo de aprendizaje, en el que no solo aprendí de forma
autodidacta a coser sino que a través del
hacer textil me aprendí, me descubrí. A
la vez era algo paradójico, pues por una
parte quería huir del cuidado, pero por
otra estaba construyendo una pieza textil
destinada a cuidar, a proteger, a abrigar.
Entonces mientras cosía cuidaba. Y muchas veces tenía que interrumpir mi labor
para atender a los chicos, preparar la comida, poner la lavadora, limpiar la casa.
Tres o cuatro meses después terminé
la colcha e inicié otros proyectos, pero
siempre atrapada en el cuidado: estudiando y cuidando, trabajando y cuidando, cosiendo y cuidando, tejiendo y cuidando. Atrapada en mi propia telaraña,
librando una lucha entre el cuidado y mi
realización personal y profesional.
Estas reflexiones y molestias en torno al
cuidado, a las labores femeninas en el
ámbito doméstico, al tiempo que empleamos en ello, a los sacrificios que implican
esas labores para las mujeres, me encaminaron a aventurarme en otro proyecto,
esta vez más ambicioso y aunque no es
textil, es algo que también realizo con las
manos, la razón y el corazón.
Entonces inicio la maestría en Estudios
de género en la Universidad Nacional y
decido desarrollar mi proyecto de investigación en torno al estudio y análisis de
los trabajos de cuidado realizados por
mujeres adultas mayores y la manera
como dichos trabajos se relacionan con
la construcción y ejecución de sus proyectos de vida.
136
La realización del trabajo de campo me
ha permitido acercarme a la vida de tres
maravillosas mujeres, conocer sus historias, sus frustraciones, sus anhelos, sus
tristezas, sus alegrías, y compartir con
ellas las mías.
“Yo siempre he hecho todo… cuando tenía quince años mi mamá murió en un accidente y mis hermanos eran pequeños entonces yo los
cuidaba y cocinaba para ellos y le
ayudaba a mi papá con la finca”.
Me cuenta Gladys mientras observo
detenidamente sus manos.
Las manos de Gladys duelen, le duelen,
me duelen, están completamente dobladas por la artritis pero poseen una destreza sencillamente sorprendente, pues
cuida, limpia, cocina, lava, y vuelve a
cuidar, limpiar, cocinar, lavar… todos
los días, todo el día está en un constante
hacer repetitivo, monótono, hipnótico y
adictivo como el tejido.
La observación de la cotidianidad de
Gladys me hizo reflexionar sobre varios
puntos de conexión que existen entre el
hacer textil y los trabajos de cuidado, así
pues se trata de labores feminizadas,
lentas, laboriosas, cuidadosas, repetitivas que tienen lugar en el ámbito doméstico y que en gran parte se realizan
con las manos.
Labores que se pueden prolongar durante toda la vida, como en el caso de Mery,
toda una vida dedicada al cuidado de su
familia, pero especialmente dedicada a
Samuel, su hijo con discapacidad cognitiva. Cuarenta y cinco años procurando
que no le falte nada, que esté cómodo,
que sea feliz, que la gente no lo lastime.
Cuarenta y cinco años y los que faltan…
La vida de Mery ha sido una vida de sacrificio, de entrega permanente e incondi-
cional a un ser vulnerable que demanda
cuidados. Cuidados que ha realizado en
solitario, de forma esmerada y con una
dedicación casi exclusiva, al punto de olvidarse de todo lo demás, incluso de ella.
Ella, que trabaja incansable todos los
días repitiendo las mismas rutinas para
que Samuel no note nada extraño, para
que esté cómodo y feliz, para que todo
sea perfecto… casi imperceptible.
Las labores de cuidado así como el quehacer textil son labores carentes de reconocimiento, a pesar de la laboriosidad y
cuidado que implican no son valoradas,
son invisibilizadas y solo son perceptibles cuando no se realizan, cuando por
ausencia de estas se pone en peligro el
sostenimiento de la vida.
Cuidar, en palabras de Joan Tronto, es
“una actividad característica de la especie
humana que incluye todo lo que hacemos
con vistas a mantener, continuar o reparar nuestro mundo, de tal manera que
podamos vivir en él lo mejor posible. Este
mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades y nuestro entorno,
que buscamos tejer juntos en una red
compleja que sostiene la vida”1 (Tronto,
1993, citado en Paperman) (Arango Gaviria & Molinier, 2011).
Sin embargo, tejer esa red no es sencillo.
Aprender a tejer pude ser algo complicado, no a todas las personas se les da
fácilmente. A veces, mantener, continuar
o reparar nuestro mundo se convierte
en un ejercicio de sobrevivencia. Y de
esto, de sobrevivencia, sí que sabe Pilar;
quien ha tenido que mantener y reparar
su mundo a pesar de las dificultades.
1. Arango Gaviria, L. G., & Molinier, P. (2011). El
trabajo y la ética del cuidado. Medellín - Bogotá.
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138
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“…Cuando yo no tenía más que un
solo vestido y unas chanclas horribles
y viejas, entonces me acordaba de
mi mamá. Mis papás se separaron
cuando nosotros éramos pequeños,
fueron tiempos difíciles pues a veces
solo desayunábamos chocolate sin
pan y sin nada y ya, y al almuerzo
era una sopa con papa y maíz y ya…
yo veía sufrir mucho a mi mamá…
pero con todo y eso ella siempre se
preocupó porque comiéramos algo,
porque tuviéramos nuestro uniforme, porque fuéramos al colegio. Le
tocaba duro porque vivimos de lo
que daba el campo y de los tejidos de
mi mamá, mi abuela hilaba la lana y
mi mamá tejía a mano, pero la gente
no daba nada por eso.
…Mis primeros años de matrimonio
fueron más duros, pues mi esposo
siempre estaba de parranda y yo
encerrada en la casa, mal vestida,
triste e intentando que rindiera la
comida, como hacía mi mamá.
…Entonces un día saqué fuerzas de
donde no tenía y dejé a un lado el
miedo y fui a una entrevista que me
había conseguido una amiga para
trabajar como aseadora y me dieron el empleo y aún sigo trabajando como aseadora, gracias a Dios,
porque con eso he sacado adelante
a mis hijos, como hizo mi mamá
con nosotros, pues si de mi esposo
hubiera dependido nos hubiéramos
muerto de hambre”.
Esto me cuenta Pilar mientras se seca
las lágrimas con sus manos, muy bien
arregladas pero cansadas de tanto trabajar. Pilar habla con tristeza, pero a la
vez con satisfacción, satisfacción por el
deber cumplido, satisfacción por haber
mantenido y reparado su mundo y el de
los suyos, por haber tejido su red.
139
Esta aproximación al hacer textil desde
las labores de cuidado pretende no solo
mostrar las similitudes existentes entre
ambos oficios sino también rendir un
homenaje a las manos de las mujeres, a
nuestras manos, manos que cuidan, manos que limpian, manos que cocinan, manos que sostienen, manos que abrigan,
manos que escriben…manos que tejen.
***
Como parte de mi proyecto he bordado
las manos de las mujeres participantes en
la investigación que a manera de rúbrica
dan autenticidad a los relatos y a la vez
constituyen un homenaje a sus manos,
a las manos como herramienta fundamental para el hacer textil y los trabajos
de cuidado.
El material textil que acompaña a este
texto está conformado por tres piezas textiles que llevan por título “Bordando con
cuidado”, realizadas con la técnica de bordado por Carolina Rosa Rincón Rincón.
Carolina Rosa Rincón Rincón
Madre de tres hijos, abogada y estudiante de
la Maestría en estudios de género de la Universidad Nacional. Formo parte del colectivo
Artesanal Tecnológica en el que participo como
investigadora empírica. Me gusta tejer, coser
y bordar.
El vestido
Sandra Viviana Rodríguez Castro
LA PRUEBA
[Principios de noviembre de 2007]
Es el día de la prueba de mi vestido de
Primera Comunión. Luego de semanas
de buscar uno, finalmente decidimos que
era mejor prestarlo que comprarlo.
La señora Omaira, una conocida de mi
mamá, nos ofreció el vestido de la Primera Comunión de su hija menor. Llegó ese
día, subí las escaleras hasta el tercer piso
de la casa, y allí estaba, recostado sobre
el sofá, el tan esperado vestido.
Siempre he sido delgada y bajita, por lo
que al probármelo me quedaba algo grande. “Unos arreglitos aquí y allá y le queda
perfecto a la niña” – dijo la señora Omaira. Lo empacamos y lo llevamos a casa.
Cuando volvimos a traerlo a casa era hora
de probármelo con todos los accesorios y
los zapatos escogidos. Me puse el vestido
y aunque me ajustaba bien, aún me quedaba muy largo. Empecé a caminar por
el pasillo del apartamento, intentando
ver si era posible hacerlo con comodidad pero pisé el vestido y me tropecé. En
medio de la caída pude sentir y escuchar
como un trozo de tela de la parte de atrás
se rompía.
Justo en el peor momento y circunstancia: Había dañado un vestido prestado
a pocos días de mi Primera Comunión.
EL REMIENDO DE MI PAPÁ
[Finales de noviembre de 2007]
Mi papá y sus hermanos fueron criados
por la tía Aura, quien trabajó toda su
vida como costurera. Mi papá, que siempre tuvo gran habilidad con lo manual,
aprendió de ella las labores de costura.
El vestido había estado varios días en
la lavandería, intentando encogerlo con
unos procesos de lavado con calor.
En mi casa quien se encargaba de remendar la ropa, era mi papá. Por lo que
aquel día del incidente del vestido, él fue
LOS DÍAS PREVIOS
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142
quien acudió al rescate. Tomó el vestido, lo puso sobre su cama y empezó a
analizar el daño. Él sabía zurcir pero
notó que con esa tela sería un trabajo
que tomaría tiempo y la verdad, no teníamos mucho. La segunda opción y la
más viable era coser.
Cogió la tela entre sus manos, se levantó las gafas, se lo acercó para ver bien
el daño y con aguja e hilo y mucha paciencia, fue cerrando la rasgadura hasta
unirla por completo. La costura estaba
tan bien hecha que ni se veía.
Eso resolvía el problema de la rasgadura,
pero no atendía el asunto del largo del
vestido. Así que la creatividad de mi papá
y la mía entraron en juego. Recién había
aprendido a hacer unas rosas con cinta de
tela. Le mostré a mi papá cómo las hacía
y entonces se le ocurrió realizar una serie
de recogidos alrededor del vestido, usando las rosas para disimular las costuras.
Mi papá sacó a flote lo aprendido con la
tía Aura y nos pusimos manos a la obra.
Estuvimos haciendo eso durante tres o
cuatro días, a punta de prueba y error.
Él cosía y yo elaboraba las rosas, hasta
que finalmente, la noche anterior a la
Primera Comunión, logramos terminar.
Me lo puse de nuevo, di un par de pasos,
volteé a mirar a mi papá y sonriendo, en
medio de una mirada de complicidad,
dijimos: “¡Lo logramos!”.
EL GRAN DÍA
[02 de diciembre de 2007]
El día de la Primera Comunión llegó. Me
puse el vestido y me dirigí a la ceremonia con mi familia. Recuerdo que varias
personas me alagaban por el vestido y
preguntaban donde lo había conseguido.
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“Cogió la tela entre
sus manos, se
levantó las gafas,
se lo acercó para
ver bien el daño y
con aguja e hilo y
mucha paciencia,
fue cerrando la
rasgadura hasta
unirla por completo”.
Les contestaba diciendo que era prestado
y que entre mi papá y yo lo habíamos
adecuado.
Solo mis papás y yo sabíamos del remiendo de la rasgadura. Al día de hoy parece
ser que nadie lo notó. Esa noche, llegamos a casa y nos pusimos a soltar todas
las costuras de los recogidos.
No voy a negar que no me entusiasmaba
devolver el vestido al día siguiente. Se
sentía mío, nuestro, algo que mi papá y
yo remendamos y ajustamos juntos. Sin
embargo, así eran las cosas, ese vestido
pasó por mi vida de manera fugaz solo
para dejarme uno de los mejores y más
lindos recuerdos que tengo con mi papá.
Sandra Viviana Rodríguez Castro
Artista Plástica y Estudiante de Maestría en
Museología y gestión del patrimonio de la
Universidad Nacional de Colombia.
146
Las manualidades en la pedagogía Waldorf
Entrevista a Luz Elena Marulanda, Maestra Waldorf.
1
La aguja subsersiva
Margarita Cuéllar Barona
158
La Moira
172
Luis Córdoba Solarte
162
Costura, maternidad
y economía familiar
Iara Sofía Patiño Marroquín
166
La costurera
Juan David Hurtado Realpe
Daniel Stiven Cabrera Salazar
168
Margarita, mi flor infinita
Manuela Castro Vargas
170
Punto a punto: un antes
y un después
Luz Karina Cometa Fajardo
Bordando como en
los viejos tiempos
Laura María Vivas Sastoque
174
Recados
Colombina Cuero
Emilyn Ortiz Trujillano
A mi abuela
Leidy Marzela Brochero Sánchez
Mariela Millán
Katherine Barrios Rosero
A mi madre
Juan Sebastián Castillo Castro
2
Costuras
Pensando el diseño desde los textiles
Eiliana Sánchez Aldana
180
Querer ver
192
186
El poder de hacer
Paulina Sáchica
Vena Amoris
Juan David Cáceres Murillo
Annette Rodríguez Fiorillo
198
Sin prisa pero sin pausa
María Angélica Moya
Las
manualidades
en la
pedagogía
Waldorf
Entrevista a
Luz Elena Marulanda
Maestra Waldorf
por Margarita Cuéllar Barona
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147
Pensando en la relación entre pedagogía, el hacer y el
aprender, me cité con la Maestra Luz Elena Marulanda
(MLEM) para que me contara sobre el lugar que las manualidades ocupan en el currículo del Colegio Waldorf,
Luis Horacio Gómez de Cali. Le pedí a mi amigo, el Maestro Ismael Cortés (MIC), que me acompañara y que me
ayudara con preguntas que pudieran ahondar en la importancia del trabajo manual en esta pedagogía. Hicimos
la entrevista en su salón, un aula preciosa decorada con
los trabajos en progreso de los diferentes grupos que tiene
a su cargo. La puerta suele estar adornada con algo que
ella, o que alguno de sus alumnos ha hecho y que indica
la época del año que se celebra. De las paredes cuelgan
trabajos de sus alumnos, así como lanas, hilos y telares a
medio hacer. El salón huele a lana virgen y el closet es un
festival de materiales y herramientas. La maestra enciende una vela y abre la sesión leyendo un verso.
Teje el sentir
en el corazón,
luce el pensar
en la cabeza
actúa el querer
en los miembros.
Lucir, que teje
Tejer, que actúa
Actuar, que luce
¡he ahí al hombre!
148
MCB
Quisiera que hablemos de la asignatura “Manualidades” que tiene
una intensidad significativa en el currículo del colegio, sobretodo
considerando que es la única materia que deja tareas para hacer
en casa durante los tres primeros años de la primaria. ¿Puedes
explicarnos por qué “Manualidades” es tan importante para la
pedagogía Waldorf?
MLEM
La materia Manualidades es, en efecto, muy importante en este modelo pedagógico ya que este busca propiciar vivencias que le generen al ser humano
su propio florecimiento. No tenemos manualidades para hacer cosas lindas,
objetos para decorar o cosas para montar una exposición, sino que tenemos, a
través de ese hacer, una multiplicidad de competencias a desarrollar en niños
y niñas. El hacer con las manos forja la voluntad, la capacidad de desarrollar
un pensar ordenado y metódico y los niños pueden palpar los resultados.
Aprenden también que el error puede ser adornado o que definitivamente
tenemos que vivir el proceso de frustración de deshacerlo todo y volver a
empezar. Siempre tengo cuidado de no poner el énfasis en la belleza (aunque
siempre hay una búsqueda por la armonía) sino más bien en el proceso, en
lo que ocurre en el aula de clase y en sus casas cuando se llevan las tareas.
Es así como las manualidades nutren el currículo de la escuela Waldorf,
propiciando vivencias que despiertan en el ser humano su potencial, lo que
hay ahí dentro que está llamado a ser desarrollado.
MCB
Me surge una pregunta, entiendo que fuiste a un colegio de solo
niñas ¿tuviste acaso una materia de costura? Si así fue, ¿qué
diferencias y qué similitudes encuentras entre esa formación
“manual” y la que busca impartir la escuela Waldorf?
pdc • 18
MLEM
149
Sí, claro que tuve una materia de costura. Mi maestra era una mujer encantadora: la señora Enith. La recuerdo con cariño, ella era una mujer mayor,
muy alegre, muy bella, muy especial. Pero pasa que en el colegio ese hacer
operaba al gusto de la maestra, entonces hacíamos punto de cruz o croché
de manera indistinta, sin tener una base. Nosotros en el colegio Waldorf
hacemos todo un desarrollo de las competencias de modo que desde transición hasta secundaria se va aprendiendo algo y es una ganancia poder
hacer este tipo de conquistas desde pequeños. A medida que van creciendo,
los alumnos van pudiendo resolver cosas más complejas y planear cosas
mucho más elaboradas.
Entre los más pequeños se siente la alegría que les genera venir y siempre
hablan de que esta es su clase favorita. Pero, no solo conversan los pequeños, sino también los más grandes y para mi resulta muy especial tener ese
contacto casi individual con ellos. Recibo grupos entre 11 y 12 niños y niñas
de modo que es un privilegio para mí porque puedo entablar relaciones
personales con cada uno de ellos.
La preparación de la clase y del material se hace en la mañana y cuando
ellos llegan yo siento como si llegara la visita, entonces, uno atiende la visita
y luego de un rato la visita se hace más familiar, se conversa, se intima, se
dan otras dinámicas alrededor del hacer.
MCB
Como en un costurero...
MLEM
Tal cual: el costurero, “maestra, vieras que tal cosa”… “no te imaginas la
película que acabo de ver”… Hablan entre ellos, comentan, se relacionan.
Y en esas me percato que hay uno que teje muy apretado y le digo, “cada
vez que vengas y esté tan ajustado que no se pueda tejer, te voy a apretar
duro, duro para que sientas como esos puntitos no pueden ni respirar”. Lo
abrazo y lo aprieto duro, le digo “viste así sienten tus puntos que están tan
ajustados”. El otro día una chica estaba tejiendo y dice: “yo soy adoptada
maestra”. Yo le digo: “¿Sí, amor?, eso quiere decir que tú eres una hija del
corazón, nosotros somos hijos de la panza y del corazón y tú eres hija del
corazón, puro corazón”. Y todos seguimos tejiendo, la cosa más natural de
la vida. Ella ya varias veces ha necesitado decirlo porque en el fondo siente
esa distinción. En este espacio se generan reflexiones profundas sobre la
muerte, sobre la gente querida, sobre cosas que les han impactado durante
la semana. Creo que eso de sentirse percibido por el otro y sentir que el otro
está en disposición de atenderte, de acompañarte, genera mucha confianza
entre ellos, y siento que se teje otro tipo de relación.
MCB
Justamente eso te quería preguntar: ¿qué se teje cuando se teje?
MLEM
Yo siento que se teje la vida y se tejen las relaciones. Y estoy convencida
de que cada vez es más importante ese encuentro. Pero no solo eso, aquí
también se hace consciencia ambiental, se mueve también un tema ético;
150
pdc • 18
151
que hay que economizar el hilo, que no se botan los materiales, que alguien
trabajó muy duro para que tuviéramos ese hilo, esa lana, etc. Cuando presento los materiales cuento sobre ese animal que vive en ese lugar tan frío
y que cuando llega el verano nos entrega esa lana porque ya no la necesita
mientras que la planta de algodón muere cuando da el fruto. Entonces ¿cómo
vamos a botar lana y algodón así no más?
El solo contacto con el material nos ofrece una multiplicidad de cosas, sentir
la lana de la oveja, el hilado a mano, la sensación de esa textura. Ellos lo
diferencian de inmediato, lo comparan con la ropa industrial que usan, el
olor, la calidad… “ay maestra, esto es distinto”. Aquí pueden oler la lanolina
del material y todas esas cosas que se articulan alrededor del hacer y que
son de gran trascendencia. Yo siempre digo que lo más importante que
se hace en la escuela es lo que se hace con las manos. Estoy convencida
de que enseñamos a pensar cuando hacemos con las manos. Llevamos el
pensamiento hasta la punta de los dedos, eso es una cosa muy importante.
MCB
¿Cómo se escogen los materiales para trabajar con las diferentes
edades y cómo evoluciona ese hacer textil en la escuela?
MLEM
Podemos decir que uno se la pasa, durante todo el proceso de desarrollo,
tratando de mostrar diferentes maneras de hacer una misma cosa, muchas
maneras de tejer. Entonces, ¿cómo se escoge? Ciertamente hay una relación
entre qué materiales puedo usar con las diferentes edades, pero creo que
lo más importante para nosotros es ofrecer siempre materiales naturales,
porque el material natural tiene una relación con el mundo vegetal o el
mundo animal. Tejer es importante entre los pequeños porque se hace
un trabajo con la lateralidad y es lo más puntual para poder desarrollar el
sentido derecha-izquierda.
Ya a los 9 y 10 años se empieza a bordar, se van agudizando la capacidades
y el punto se va volviendo un puntito pequeño, viene de grande (en el tejer)
y se va enfocando (en el bordar); así como el pensar. Ya cuando se llega al
bachillerato se trabaja algo casi milimétrico, tejemos en telar con una lanzadera que pasa y avanza milímetro a milímetro. Entonces, esos primeros
años aprendemos a tejer en dos agujas y a tejer en croché, luego bordamos
y luego volvemos a tejer pero ya con cinco agujas y hacemos un gorro en
lana para cubrirse la cabeza. Luego cosemos muñecas y luego, en séptimo
grado, se borda otra vez. Tejer es muy fuerte en los primeros años porque
el movimiento del tejido es un movimiento armonioso. Cuando se avanza
de grado se van trabajando más las fuerzas del pensar, entonces así mismo
se van haciendo más complejos los trabajos.
MIC
A mí me llama la atención esa transversalidad, por decirlo así.
Mencionas lo del gorro que se amarra a la salida pedagógica donde
puedan usar el gorro de manera directa y pensaba también en lo
del telar, porque se trabaja el telar fuerte en esa edad en la que
están viendo trigonometría…
152
MLEM
MIC
Sistema binario…
Y tienen que hacer una experiencia en donde miden el campo y
todo eso, y uno ve también que el telar es un entramado complejísimo que está amarrado, entonces podríamos afirmar que el
trabajo manual ayuda a otros procesos cognitivos, o, a la inversa,
que todo lo otro complementa el trabajo manual. Pero yo quería
preguntarte por otro asunto, y es el tema de la inclusión. Al colegio cada vez llegan más niños con necesidades especiales y quizás
buscan la escuela porque la pedagogía es abierta y es mucho más
sensible para ese tipo de situaciones. ¿Cómo es la experiencia en
el trabajo con ellos?
“... tejer es como escribir, si alguien
escribe en tu cuaderno se detecta
rápidamente quién lo hizo. Yo sé
cuando alguien tejió, sobretodo si no
fue un niño quien lo hizo”.
MLEM
Siempre hemos tenido niños con necesidades especiales pero siento que
ahora es más significativo. Para nosotros como maestros resulta interesante
aproximarnos a las diferentes maneras en que estos niños y niñas desarrollan su proceso de conocimiento. Ha sido un gran aprendizaje en el que
hemos incorporado modificaciones en los métodos y materiales ya que hay
actividades que no se pueden realizar con ellos. En manualidades hay un
elemento fundamental que es la pinza; pinzar pulgar e índice (o el pulgar
con cualquiera de los otros dedos de la mano) es una habilidad humana
que tiene una relación con el pensar y la afectación más significativa que
hay en algunos síndromes es en los procesos del pensar. Muchos de estos
niños y niñas tienen gran dificultad en ese pinzar y las manualidades nos
permiten acercarnos a conocer los retos a los que se enfrentan todos los
niños y niñas en su desarrollo. Y es que hay otros tipos de retos diferentes
a los del desarrollo del pensamiento, retos y dificultades en el ámbito comportamental, en las relaciones con los otros y que son síndrome común hoy
día. Estos niños y niñas sí tienen la habilidad de pinzar y lo hacen muy bien,
pero con ellos debemos incorporar otras estrategias y generar otras formas
de inclusión. En el aula siempre hacemos modificaciones y todos los niños
pdc • 18
153
y niñas saben que ellos, en algún momento, van a hacer trabajos diferentes
que conservan la esencia de lo que se está trabajando pero tal vez con un
material más grueso, o va a ser un trabajo más asistido, etc, de modo que
él o ella puedan siempre participar.
MCB
Maestra, cuando una toma el trabajo manual de otro /otra siempre lo relaciona con esas manos que lo han hecho. Entonces
¿cómo lees tú esos trabajos? ¿Qué se puede observar en el trabajo
individual de cada uno de estos niños? Porque me imagino que
no se puede generalizar. Un tejido apretado no necesariamente
quiere decir una cosa, pero entonces, ¿cómo haces la lectura de
ese trabajo?, ¿cómo se evalúa?
MLEM
Pues que esté bien o mal hecho, bonito o feo no son cosas que nos interese
evaluar, sabemos que es un proceso en el que van a adquirir competencias
y lo que hago es acompañar ese proceso. No tengo un estándar de lo que
puede ser algo bien hecho sino que debo observar quién lo está haciendo y
qué desafíos le significó ese hacer. Si veo que hay errores y que no pueden
ser reparados, o que se requiere de mayor concentración, es posible que les
visite la brujita desbaratadora; porque puede que por ahí entre mucho aire
y se salga el relleno, o cosas de ese tipo.
Por otra parte, tejer es como escribir, si alguien escribe en tu cuaderno se
detecta rápidamente quién lo hizo. Yo sé cuando alguien tejió, sobretodo si
no fue un niño quien lo hizo. En algunos momentos, en la textura del tejido,
se puede hacer relaciones del estado anímico del niño; hay algunos que se
les van los puntos y jamás los ven y se abre tremendo hueco y entonces ahí
hay un elemento para ayudar. Hay otros que inmediatamente notan que la
lana cambió, “aquí pasó algo maestra” mientras que otros ni cuenta se dan.
Entonces hay que ayudarlos a que se hagan más conscientes de sus procesos
porque lo que se teje es justamente la consciencia, el aquí y el ahora. Entonces
ese que deja todo tan suelto debe aprender a prestar más cuidado al detalle.
MCB
MLEM
A estar más presente…
Sí, en su aquí y en su ahora. Si por alguna razón los puntos aumentan de 10
a 12 o 14, con humor les digo: “No pues ahí nos va a salir es un elefante” y
les arreglo un ladito para que puedan volver a tomar el camino. Tenemos
mecanismos para saber cuándo se duermen en el hacer, cuándo no están
presentes, y entonces les muestro cómo me doy cuenta porque es como
con la caligrafía… “Mira lo que pasó aquí, mira esta filita” y se percatan que
dieron vueltas de más, que ahí fue donde ocurrió el error y, o desbaratamos
o nos ingeniamos maneras de corregir el error.
154
MCB
El pensamiento occidental hace una escisión muy tajante entre
el pensar y el hacer, ¿cómo crees tú que la pedagogía Waldorf
apuesta por sanar esa división que hemos creado entre mano y
cerebro?
MLEM
Pues nosotros de plano ni siquiera consideramos que haya una separación.
Hay hacer en el pensar y hay pensar en el hacer; hay voluntad en el pensar,
hay voluntad en el hacer. Cuando se activa una facultad las otras están ahí,
una más escondidita que la otra, más afuera, porque el ser humano es una
unidad maravillosa. Entonces, desde la base fundamental nosotros consideramos que no hay ruptura entre una facultad y otra, aunque es cierto que
estemos inmersos en una cultura que quiere fragmentar todos esos ámbitos
y ver al ser humano desde un solo lugar y por eso estamos como estamos;
porque creemos que solo merece la pena desarrollar un solo plano, el del
pensar, como si este estuviera separado de nuestros cuerpos.
MIC
Incluso esa tensión entre el pensar y el hacer siempre está mediada en la escuela por una parte rítmica. Estos trabajos en manualidades tienen ciclos de un mes, en donde se tejen diferentes
proyectos de acuerdo con lo ciclos académicos de cada nivel.
Hace rato le comentaba a Margarita una anécdota que nos contó
el profesor escocés que vino a hacer cerámica y que no sé si sea
una anécdota verdadera o si es ficticia, pero es el comentario que
les hace Steiner a los profesores que se habían formado para la
pdc • 18
155
primera escuela Waldorf, en 1919, hace ya cien años… Y la pregunta del profesor es: “mañana llegan los niños, entonces ¿qué
vamos a hacer con los niños? Y la respuesta de Steiner es: “Hacer
trabajo manual”, o sea desde ahí arrancamos. Mi pregunta, mi
comentario es: ¿cien años después esto sigue vigente?
MLEM
Yo creo que mucho más. Debemos buscar maneras de comunicarnos con
nuestro ser y con los demás, de entender el comportamiento de los niños
y niñas de la escuela, de comprender su interés o su desinterés… Hay una
cosa que me encanta del pensamiento de Steiner y es que debemos hacer
preguntas para no tragar entero, observar el contexto en el que se dan los
procesos.… Steiner dice que quien sabe dirigir sus manos sabrá dirigir sus
pensamientos. Si tenemos la posibilidad de desarrollar un pensar que sea
flexible y creativo, estamos ayudando a que ese ser se manifieste como individualidad que se enrede, que pueda encontrar soluciones, que pueda analizar
las situaciones por las que atraviesa. No estoy hablando de una operación
matemática, sino de la vida: una separación, la pérdida de un ser querido.
Debemos saber que siempre hay una posibilidad para seguir adelante, para
continuar. Entonces aquí pienso que desarrollar ese pensamiento, además
de fortalecer los procesos de abstracción, nos deja es la capacidad de aplicar
los conocimientos para la vida. Hay toda una cantidad de situaciones que a
través del arte y de las manualidades, pueden resolverse. Yo puedo enfrentarme a algo que se rompe, a algo que se pierde, a que se cometen errores,
pero he de tener claro que siempre hay una posibilidad de transformación,
de que algo puedo aprender de lo vivido.
MCB
Validar el error. Dejar de obsesionarnos por la perfección. Perfección que además es impuesta por un orden social.
MLEM
Validarlo sí, el error no es malo. Yo tengo la posibilidad de aprender del
error. Y creo que eso no es un asunto menor.
Luz Elena Marulanda
Profesional en salud ocupacional y Licenciada en educación preescolar formación
en Pedagogía Waldorf. Maestra de manualidades en primaria y secundaria. Tutora
de grado en secundaria. Enamorada de la vida y del ser humano en su maravillosa y
misteriosa configuración.
156
1
La
aguja
subersiva
“Si les pidiera que evocaran el recuerdo de la abuela o de
la persona que los cuidó de niños, muy seguramente este
vendría acompañado de la imagen de una mujer cosiendo,
tejiendo o remendando algo. Es probable que también
guardemos el recuerdo de cuando acompañábamos a
nuestras madres a comprar hilos, botones y telas para
llevarlos a las modistas, o puede que el zumbido de las
máquinas de coser forme parte del paisaje sonoro de las
casas que habitábamos durante nuestra infancia.
Muchas de nuestras madres y abuelas conocían estos
oficios porque se transmitían de generación en generación o porque la costura, el bordado y el tejido solían ser
clases que se impartían a las niñas en el colegio. Entre mayor habilidad y destreza se lograra, mayor sería la virtud,
castidad, pureza y obediencia de esa niña en formación,
lo cual aseguraba su futuro como una buena esposa y una
buena ama de casa. ¿Qué nos lleva a hacer esa asociación?
¿Qué relación tienen oficios como el bordado, el tejido y la
costura con la construcción del ideal femenino?”
pdc • 18
Escribí los párrafos anteriores como
introducción al programa de La aguja
subversiva: reflexiones sobre la costura,
el activismo y la construcción de la feminidad, que se ofrece como parte de los
cursos electivos en Artes y Humanidades
en la Universidad Icesi. Los textos aquí
recogidos hacen parte de los trabajos que
los y las estudiantes entregaron en 2018
y 2019, a partir de las reflexiones que el
curso les suscitó. Reflexiones en torno a
los lugares que han ocupado las mujeres
de sus familias, las vidas que les ha sido
posible llevar, la relación que ellas han
tenido con el bordado, la costura y el
tejido, así como su propia exploración
en los oficios textiles como parte de las
actividades del curso.
El primer día de clases pregunté a mis
estudiantes si sabían de mujeres en su
familia que tejieran, bordaran o cosieran.
Unas cuantas personas alzaron la mano,
algunas más tímidas que otras. El primer
semestre nos sorprendió que muchos no
sabían de la vida de las mujeres de su
familia, pero luego de una indagación
se dieron cuenta, no solo de lo que estas
labores significan/significaron para esas
mujeres, sino de la cantidad de historias
de madres y abuelas valientes que levantaron y continúan sosteniendo a sus
familias a punta de costuras. Historias
jamás contadas incluso dentro del mismo
núcleo familiar. Historias de vida que
merecen ser recordadas y valoradas.
El curso invitaba también a tomar agujas
e hilos y tanto hombres como mujeres
se lanzaron a aprender a bordar y tejer,
buscando auxilio en sus madres, tías,
abuelas, etc. Estos espacios de aprendizaje constituyeron también espacios
157
de intercambio con diversas mujeres
a través de los cuales conocieron más
acerca de sus vidas, de los silenciosos
aportes que hicieron y continúan haciendo a la economía del hogar y del poder
del trabajo manual. Entre otras cosas
esto les permitió valorar estos trabajos
de cuidado invisibilizados, así como comparar las diferencias en la crianza y las
expectativas de vida que podían tener
esas mujeres versus la propia.
Los textos seleccionados recogen diferentes momentos del curso: los de Luis
Córdoba Solarte y Iara Sofía Patiño Marroquín, son producto del primer trabajo
en que les pido que escriban, un relato
sobre una de las mujeres de su familia y
su relación con los oficios textiles; los de
Manuela Castro Vargas y Karina Cometa
Fajardo, son parte de la entrega final
para la que los y las estudiantes debían
construir una pieza textil acompañada
de una reflexión escrita; y, por último,
los textos que hemos llamado “Recados”
son mensajes cortos que los y las estudiantes escriben para honrar la memoria
de estas mujeres y sus relaciones con el
tejido y la costura.
Espero que disfruten leyéndolos tanto
como los disfruté yo.
—Margarita Cuéllar Barona
La
Moira
Luis Córdoba Solarte
pdc • 18
159
“El tejido a punto no lo inventó
una abuela, pero casi”.
(Angulo y Martínez, 2016: 52)
Desde que tengo memoria mi abuela,
Amparo Vázquez, siempre ha estado tejiendo: muñecos, vestidos, camisetas y
carpetas, entre muchas otras cosas. Todas estas manualidades inundan la visión
panorámica que se obtiene al momento
de subir las escaleras y abrir la puerta de
su casa, donde vive con mi abuelo -Jairo
Solarte- y la gata que adoptaron hace 4
años. Siendo un lugar en donde viven dos
personas de la tercera edad, tiene cajones
llenos de pastas, algunos tendidos viejos
y muchas fotos de todos los miembros de
la familia. Panorama que contrasta con
el televisor pantalla curva 4k que adorna
la sala de estar de la casa, en donde mi
abuela ve sus novelas y reza el rosario y
donde mi abuelo se ve las películas del
oeste que colecciona.
Los lunes siempre resultan algo pesados pues marcan el inicio de la semana
laboral o de clases, por ende, muy pocas
personas están ansiosas de su llegada.
Sin embargo, para mí, estos días se han
resignificado desde hace ya más de 7
años; hace un tiempo el América jugaba
a las 8 de la noche, por estos días es el
momento en que visito a mi abuela, le
ayudo con sus tejidos y ella me ayuda con
los míos. En todos estos lunes de tejido
he aprendido muchos términos que desconocía como “baretas simples,” “baretas
dobles,” “punto alto” y “punto medio.”
Pero, más allá de aprender y mejorar mis
habilidades como tejedor, he aprendido
muchas cosas de la vida de mi abuela, por
las que nunca me había preguntado, pero
que son parte de su historia de vida y
que, hasta cierto punto, definen en dónde
estoy yo en este momento.
Aproveché uno de los tantos lunes de
tejido con mi abuela para comenzar el
proyecto del curso, para el cual decidí
realizar una bufanda con los colores
emblema de una de mis sagas favoritas:
Harry Potter. Entre cadeneta y cadeneta
la abuela me enseña a tejer mientras se
queja del mundo: de cómo mi abuelo no
le hizo un favor, de cómo mi abuelo no
le regresó una plata, de cómo mi abuelo
no trajo el pan; al parecer las agujas, los
hilos y la compañía hacen que sus ganas
de quejarse estén a flor de piel. Esas tardes de lunes, entre queja y cadeneta nos
pusimos a conversar sobre ella.
Mi abuela nació el 6 de junio de 1946
en la ciudad de Medellín, Antioquia. Su
papá, Dámaso Antonio Vásquez, trabajó
haciendo mantenimiento en una industria de telares. Su madre, Julia Charria,
era ama de casa y se dedicaba en “sus
tiempos libres” a tejer cosas para su hogar y para sus hijos e hijas. Mi abuela
era la hija de la mitad entre 4 mujeres
y 3 hombres. Cuando se mudaron a la
Sultana llegaron a vivir a un barrio de la
comuna 10 llamado El Dorado. Los niños
y niñas comenzaron a estudiar en un colegio cercano donde ella y sus hermanas
estudiaron hasta 5 de primaria mientras
que sus hermanos lograron estudiar unos
cuantos grados académicos más.
A la edad de 16, y a un año de casarse,
aprendió a tejer. Mi abuela solía sentarse
al lado de la abuela Julia -como todos
la llamábamos- para ver cómo tejía. Me
cuenta que le tomó 6 meses realizar una
carpeta de 30cm x 30cm de colores verdes oscuros y claros con un borde de co-
160
lor blanco. Ante esta anécdota suelta una
carcajada y dice: “pensar que antes me
tiraba medio año en una «chimbadita»
que ahora puedo hacer en hora y media…
o quizás menos”.
sino que daban clases a personas interesadas. Esto lo hicieron por casi 6 años.
Tiempo durante el cual pudo generar sus
propios ingresos, con los cuales aportó a
la economía familiar.
Una vez casada, mi abuelo no la dejó
trabajar y se vio obligada a ejercer las
labores domésticas, así la economía familiar necesitara mejores ingresos. Entre tejidos, comidas, el aseo de la casa y
salir los viernes a bailar con su esposo,
se pasaban los días de su semana. A sus
56 años y aburrida de “no hacer nada”
decidió emprender un negocio con dos
de sus hermanas. Para ello, y sin decirle
para qué, le pidió plata a su esposo a los
que sumó sus ahorros y los aportes de las
otras dos socias (la tía Luz y la tía Gladis)
y montaron un local en donde no solo
tejían muñecos y bisutería para vender,
En esos años, no hubo fiesta familiar en
la que las sorpresas, las rifas y los recuerdos no fueran algún muñeco, prenda o
accesorio hecho por estas tres mujeres.
Para mi primer cumpleaños, por ejemplo,
ellas, en compañía de mi madrina y mi
mamá, se dedicaron a tejer por dos días:
osos, muñecas, collares y adornos para
mesas fueron las manualidades que en el
primer sábado de octubre del año 1995 se
entregaron a los y las asistentes al festejo
de mi primer año en este mundo.
Cuenta mi abuela que esa fue una de las
épocas más movidas de su vida, pues sa-
pdc • 18
lía todos los días, tejía, enseñaba, se reía
y conocía mucha gente. Me cuenta que
su hermana hasta logró salir en algunos
programas de Telepacífico dando clases
de tejido o mostrando las cosas que entre
todas realizaban. Un cáncer de mama
puso fin al negocio ya que tuvo que someterse a una gran cantidad de operaciones
en senos, columna, ojos y otras partes
del cuerpo que ni ella ni yo recordamos.
Por todo esto se vio obligada a volver
a su casa, pues su movilidad se redujo
bastante. En este momento de su vida, el
tejido se volvió su gran aliado, le ayudaba
a distraerse en casa y le dejó seguir realizando piezas que lograba vender tanto
en la ciudad como fuera del país. Para las
exportaciones se ayudó de la segunda de
sus hijas, mi tía Liliana, pues ella vive en
la ciudad de Miami. Aunque sus manos
son regordetas y temblorosas, todavía
realizan los trabajos con gran calidad,
pues son años de experiencia. En palabras de Sennett (2011), mi abuela se hizo
tejedora tejiendo.
Luego de las charlas con la abuela me di
cuenta de que mi gusto por el tejido no es
gratuito, pues tanto ella y sus hermanas,
como su mamá -sin contar algunas de
las hermanas de mi abuelo- han tejido
durante gran parte de sus vidas. El acto
de tejer para mi abuela fue una herramienta de emancipación económica que
le permitió no depender de mi abuelo -su
esposo- para comprar sus cosas y aportar
a la economía familiar en un momento
en el que no estaba en la mejor de sus
condiciones.
En la mitología Griega Las Moiras eran
las encargadas de “tejer” el destino de los
y las habitantes y la muerte llegaba el día
en que les cortaban el hilo de la vida. Mi
abuela, por su parte, no cuenta con esas
bondades, pero es una Moira ya que a
través del tejido logró construir su libertad económica; pese a la negativa de mi
161
abuelo con respecto a su trabajo, encontró en las cadenetas y las agujas la llave
para abrir la puerta de su emancipación
y tejer su propio destino. El tejido fue su
manera de rebelarse contra el sistema
patriarcal que la obligaba a vivir el día
a día dentro de las mismas cuatro paredes, ejerciendo labores domésticas y sin
las posibilidades de salir y experimentar
vida por fuera de las dinámicas hogareñas. Fue gracias a ese trabajo manual que
logró salir de la casa y conectarse con el
mundo. Hoy en día, a sus casi 80 años,
el trabajo manual sigue formando parte
de su cotidianidad y aunque su vista ya
está cansada y sus dedos rechonchos son
menos ágiles, sigue construyendo piezas
con un nivel de detalle que solo es resultado de la experiencia y la pasión.
Bibliografía
(2016). La evolución del nudo: un poco de historia
en “El mensaje está en el tejido.” Futra
textos, Ciudad de México. pp. 52 - 71
ANGULO, A. Y MARTÍNEZ, M.
(2011). El artesano atribulado
en “El artesano”. Editorial Anagrama,
Barcelona. pp. 31-71
SENNETT, R
Luis Córdoba Solarte
Es egresado de los programas de Antropología
y Sociología de la Universidad Icesi.
Costura,
maternidad
y economía
familiar
Iara Sofía Patiño Marroquín
pdc • 18
Cuando tenía 10 años, y vivía en un mundo de muñecas, una persona muy importante y especial en mi vida me obsequió
cualquier cantidad de Barbies. Al ver a
esa persona amante de la costura e inspirada en su trabajo, me animé en hacerle
la ropa a mis muñecas, al punto en que
pedía máquinas de coser y escogía el tipo
de tela para sus vestidos. Me le acercaba
y le preguntaba cómo podría hacer una
falda, una blusa, o cualquier prenda para
ellas. Esta persona, con su espléndido
amor, me daba todas las indicaciones
posibles. Esa mujer que siempre tuvo la
complacencia de dedicarme tiempo, de
explicarme cómo podría coser con una
simple aguja, y que hasta el día de hoy
me hace alguna ropa, es mi madre. Es
de ella de quien hablaré en este escrito.
Aunque mis abuelos querían darle a mi
madre una vida con más posibilidades,
mi mamá tuvo una infancia con dificultades económicas. No podían comprar
la ropa que ella hubiera querido; razón
por la cual su hermana mayor de vez en
cuando le hacía un vestido. Sin embargo,
los vestidos que le hacía no eran apropiados para su edad (12 o 13 años) sino
que eran modelos de mujeres adultas y
extremadamente largos, ella se los ponía
sin mucho agrado pues no había más
que ponerse. Por esta razón, desde muy
joven, decidió estudiar en paralelo con el
colegio y realizar cursos de contabilidad
que allí se ofrecían en horario nocturno,
de manera gratuita. Posteriormente, se
integró los días sábados a un curso de
modistería que brindaba la junta de acción comunal del sector en el que vivía.
A pesar de la difícil situación económica de sus padres, el señor José de Jesús
Marroquín, su papá, al ver el deseo de su
hija por aprender el arte de la confección,
quiso incentivarla y haciendo un enorme
esfuerzo le regaló una máquina de coser
para que hiciera su propia ropa.
163
Este grandioso regalo, recibido a la edad
de 15 años, le permitió desarrollar su
creatividad, dibujar diferentes estilos de
prendas de vestir. Desde luego, le sacó
provecho y comenzó a arreglarles la ropa
a sus propias amigas. Gracias a esto obtuvo unos ingresos que iban dirigidos al
aporte de la casa, a los pasajes de bus para
ir en busca de trabajo, a la compra de telas
para la elaboración de prendas y, desde
luego, a darse gustos básicos como comprar unos aretes, una pulsera o un collar.
A comienzos de la década de los 80 se
vio en la obligación de dejar los estudios
y buscar trabajo. Pero, como era una
joven menor de edad, sin bachillerato
y sin ninguna experiencia laboral, pasó
por varios empleos; desde ser vendedora
puerta a puerta, auxiliar de oficina en la
terminal de transporte (con un abogado
que nunca le pagó su sueldo), armar cajas
para empacar mercancía hasta que llegó
a ser auxiliar de oficina en una empresa
que fabricaba lámparas para exteriores
e interiores llamada Industrias Ocampo.
Durante este tiempo trabajó de día y estudió de noche para recibir el título de
secretaria auxiliar contable a los 21 años
de edad. Como el sueldo era tan bajo,
ella continuó repartiendo hojas de vida,
hasta que la llamaron de una empresa
de confecciones y fue allí donde se enamoró más del diseño de modas, pues le
tocó manejar el personal, las ventas y
las compras. Al poco tiempo le asignaron una secretaria personal y fue en ese
momento que pudo terminar su educación y continuar los estudios de diseño
de modas en un prestigioso instituto de
Cali llamado Esmoda.
El gerente del banco con quien trabajaba
la empresa de confecciones donde laboraba mi mamá, quien confiaba en sus
capacidades, le ofreció un empleo que
pagaba mejor y le permitía flexibilidad
164
horaria para continuar sus estudios. Trabajó en Remolques Dial durante cuatro
años, período en el que logró alcanzar
el título de Diseñadora de Modas. Este
tiempo se caracterizó por intensas y exigentes jornadas académicas, largas horas
de trasnocho estudiando y presentando
trabajos en desfiles (los cuales eran en
horario nocturno), que implicaban llegar
trasnochada al trabajo. Sin embargo, mi
mamá narra que fue feliz por poder hacer
aquello que amaba. Además, paralelo a su
trabajo y a su estudio, montó un negocio
de venta de ropa en La 14 de Calima, donde le alquilaron un local y dio apertura
a un almacén llamado Taffareli Moda,
enfocado a la comercialización de ropa
femenina. Alguna de esta ropa era confeccionada por mi mamá, mientras que otra
se encomendaba a diferentes modistas.
Un suceso muy triste frenó sus actividades laborales ya que, luego de un pavoroso accidente en moto, sufrió cerca de
13 fracturas en todo su cuerpo: desde el
dedo del pie hasta la punta de la cabeza.
Algunas de esas fracturas ocurrieron en
el fémur, tibia, peroné, maxilar inferior,
varias costillas, y demás partes del cuerpo. Quise relacionar este hecho porque
debido a esto tuvo una incapacidad de
dos años durante los cuales su actividad
como costurera quedó suspendida. Su
familia no le prestó apoyo económico y se
vio en la obligación de cerrar el almacén
ya que las ventas decrecieron y dejó de
ser un negocio rentable.
Hace 16 años tuvo la posibilidad de adquirir una máquina industrial. Esta mujer dedicada, fuerte y luchadora, nunca
frustró la idea de continuar su vida en
relación con la industria textil, esa era
su pasión, ese era su llamado. Luego de
un tiempo logró conseguir varias máquinas de coser y emplear operarias. Con
su trabajo ha sostenido a sus dos únicas
hijas, mi hermana Sari y yo, dándonos
la posibilidad de estudiar, practicar un
deporte como el patinaje (que es un deporte costoso por los viajes que implica
pertenecer a la Liga). Gracias a su trabajo
logró comprar un carro nuevo, pensando en el beneficio que nos traería a las
tres; en él me transporto todos los días
a la Universidad, llevo a mi hermana a
entrenar y llevo a mi mamá donde ella
necesite ir, ya que soy la única de las tres
que sabe manejar.
Mi mamá es quien responde por nosotras
económicamente. Además, confecciona
nuestra propia ropa, nos hace arreglitos,
pero en especial, lo que más valoramos
es que nos diseña nuestros vestidos de
fiesta. Es una labor muy bonita, porque
ella es la que se encarga de nuestro vestir, dándonos consejos de como debemos
ir presentadas a diferentes eventos, ya
sean fiestas, entrevistas, conferencias,
o a centros comerciales, etc. No todas
las niñas tienen el privilegio de tener
una mamá que se dedica a este oficio de
la confección.
Actualmente se dedica a confeccionar
uniformes para colegios de Buenaventura y Chocó, también ropa sobre medida y
atiende los pedidos de algunos almacenes. Un privilegio que tenemos mi hermana y yo es que mi mamá trabaja desde
la casa y ha podido cuidarnos mientras
trabaja. Al respecto mi mamá comenta:
“es muy duro hacer las dos cosas simultáneamente, pero me siento muy feliz
y orgullosa de haber estado siempre al
lado de tu hermana y de ti, porque son
dos excelentes hijas, nunca he pensado
en cambiar mi lugar de trabajo, mi tranquilidad es estar con ustedes dos”.
Antes de morir, mi abuela tejía con lana y
crochet y hacia individuales para la mesa,
o para el televisor. Me entretenía mirando a mi abuela mientras que ella me explicaba algunas cosas, de las cuales no me
pdc • 18
165
“mi meta es en este momento
sacarte a tu hermana y a ti, como
dos personas profesionales con
el fruto de mi trabajo”
acuerdo muy bien porque estaba muy pequeña. Mis dos tías, ambas mayores que
mi mamá, también saben modistería y la
hija de una de ellas al ver que mi mamá
hacía moldes y confeccionaba se inclinó
por esta profesión y actualmente vive en
Palmira confeccionando ropa interior y
pijamas para mujer y hombre. Sumando
que, tiene su propia marca, vende al por
mayor y tiene su almacén junto con su
esposo, quien hace estampados. Hago
mención de este acontecimiento porque
ellos afirman que están muy agradecidos
con mi mamá ya que ella los ha apoyado
y direccionado en este mundo de la ropa.
Mi madre nunca nos ha exigido que hagamos lo mismo que ella, pues nos dice
que debemos estudiar lo que nos guste
y hacerlo de corazón. Del mismo modo,
dice que “mi meta es en este momento
sacarte a tu hermana y a ti, como dos
personas profesionales con el fruto de mi
trabajo”. A largo plazo, después de que
Sari y yo nos graduemos, y ella no tenga
tanta presión económica, me cuenta que
quiere sacar su propia colección, aunque
ya lo hace para un punto de venta que
tiene, lo quiere hacer a una escala mayor.
Quiero terminar este texto hablando específicamente de la mujer que me dio la
vida. Es una mujer luchadora, toda la
vida le ha tocado sola con mi hermana
y conmigo porque nunca tuvo un apoyo importante por parte de mi papá. No
tiene preferencias en las marcas de ropa,
es una mujer muy sencilla al momento
de vestirse. Le gusta comer en buenos
lugares, no necesariamente en lugares
caros, sino donde la comida sea rica y
bien preparada. Es estricta, exigente y
de temperamento fuerte, pero también es
amorosa, comprensiva, justa y tolerante.
Le gusta mucho viajar y conocer lugares nuevos; la naturaleza y los lugares
frescos la tranquilizan mucho. Ella es
la única persona en la que puedo contar para cualquier problema o situación
pues siempre me aconseja. Para mí es
un ejemplo a seguir y espero superarme
profesionalmente y darle todo lo que ella
quiera, recompensarle cada una de las
cosas que hizo por mí y dedicarle todo
el tiempo posible, porque ha sido una
madre maravillosa.
Iara Sofía Patiño Marroquín
Es estudiante del programa de Ciencia Política
de la Universidad Icesi.
166
La
Costurera
Juan David Hurtado Realpe
Es estudiante del programa de Diseño de
Medios Interactivos de la Universidad Icesi.
Daniel Stiven Cabrera Salazar
Es estudiante del programa de Biología de la
Universidad Icesi.
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167
Manuela Castro Vargas
Margarita
mi flor infinita
Quizás solo es el fallido intento de una flor de hilos
Una flor blanca como tus cabellos ya envejecidos,
Una flor con un centro amarillo
Que nos recuerda aquellos tiempos mágicos cuando éramos niños
Una flor tejida a tu lado que en su centro posee todo mi amor plasmado
Un silloncito caliente como el café que preparabas junto con el sol saliente
Una aguja fría y tus manos tibias, pero te aseguro que no tanto como tus caricias
Mis manos torpes y tu paciencia enorme
Mi enredo de hilos y tu sonrisa sin reclamos
Que con cariño desenreda sujetando mis manos
Quien diría que una tarde de hilos
Me llevaría a dar un paseo por tus sentidos
Un viaje de muchas horas para sentarme a hilar tus recuerdos
Una excusa para abrazarte y poder sentir tus latidos
Entre lanas verdes y colores pálidos, mis pensamientos yacían amontonados
Sentimientos encontrados, entre la felicidad de estar ahí sentada y la excusa tan
tristemente obligada
Pero nada eso detuvo la margarita que tenía planeada
Solo un recuerdo tuyo anhelaba y esta pieza, era la indicada
Para tenerte siempre aunque fuera en los hilos plasmada
Hasta el día de hoy, creo que el tejido no es lo mío
Pero si eso me hace acercarme a ti, ningún intento será fallido.
Estudiante del programa de Derecho de la Universidad Icesi.
pdc • 18
169
Luz Karina Cometa Fajardo
Punto
a punto:
un antes
y un después
El tejido era para mí una hermosa labor que no conocía en esencia, ni había
realizado jamás. Tenía arraigada la idea
de que el tejido era una labor destinada
solo para mujeres y, específicamente,
para las abuelas. No obstante, siempre
quise aprender a tejer. Ahora, no solo
conozco algunas puntadas sino que he
logrado trazar una línea que manifiesta
tanto lo tangible como lo que hay detrás
de un tejido.
La razón que alteró la percepción que
tenía sobre el tejido fue el curso al que me
inscribí en la universidad. En realidad no
fui yo quien primero vio el nombre del
curso sino una amiga, cuando estaba en
proceso de matrícula. Me llamó la atención la manera como hilaba los oficios
textiles con el feminismo. Recuerdo la
grata sorpresa que me llevé la primera
clase cuando vi que entre las muchas
personas que había inscrito el curso ha-
pdc • 18
bía varios hombres. Creo que, en cierta
medida, este fue el primer paradigma que
se tambaleó en mi mente frente a la idea
que tenía del tejido.
En la medida en que fui conociendo los
entramados que se esconden detrás del
tejer, y aunque claramente no conozco
toda la historia ni la diversidad de estudios sobre el tejido, tengo cierta certeza
sobre el importante papel que ha jugado
en nuestra sociedad. Sé que no se le ha
reconocido esta importancia, pero está
siempre vinculado con la cultura y las tradiciones que marcan la diferencia entre
un antes y un ahora, entre una comunidad y otra. Es de esta manera que el tejido
y sus obras dan razón de quienes fuimos,
de nuestras creencias, de las ideologías,
de las construcciones esenciales que diferencian una civilización de otra.
Asimismo, encontré que la labor de tejer
ha estado estrechamente relacionada con
las historias de las mujeres y las labores del hogar. En la cultura occidental
la mujer ha sido formada para la vida
doméstica y realizar las labores que una
“buena mujer” debía saber hacer, entre
las cuales estaban los oficios textiles. En
esta medida los oficios textiles y las mujeres jugaban en el mismo patio, ambas
estaban segregadas por la sociedad. Sin
embargo, lejos de aislarlas, el tejido les
permitió mostrar, puntada tras puntada,
sus sentimientos, sus ideas y las razones
de sus silencios. Fue entonces que el tejido sutilmente empezó a ser un arma de
subversión. Esta idea me pareció fabulosa: el tejido como activismo.
Siempre asocié activismo con algo que
requería de fuerza, de multitud, de elementos de expresión más “imponentes”,
por tanto, el tejido no cabía dentro de
esta noción de activismo. Cuando conocí sobre los movimientos activistas que
tenían su base fundamental en lo textil,
171
comprendí el potencial transformador de
esta labor, donde no se requiere de “imposiciones” sino de cohesión. Es asombroso conocer experiencias de hombres
y mujeres que se reúnen a tejer en grupo.
La “fuerza” de estas reuniones radica en
la construcción de comunidad y el rompimiento de estigmas sociales.
Al finalizar el semestre teníamos la tarea
de realizar algo que representara lo que
nos llevábamos del curso, que tuviera
algún significado para nosotros y no fuera
solo por cumplir con la tarea. Me puse a
pensar en el qué y en el porqué y me quedé varios días sin concretar nada. Hasta
que supe que debía tejerme un gorro.
Mientras tejía empecé a notar que en él
se ordenaban puntos no tan simétricos
al inicio, pero luego iban mejorando su
forma. Esto para mí no era solo un mal y
buen hacer, sino que reflejaba un caminar
desde mi inicio hasta la consolidación de
mi aprendizaje. A medida que avanzaba
incluí nuevos puntos y nuevas técnicas,
perdí el miedo a devolverme y deshacer,
y adquirí un gusto por tejer en público.
Al principio era solo una forma de aprovechar el tiempo libre pero luego se
convirtió una manera de mostrar que el
tejido aún está presente y no pertenece
únicamente a labores domésticas ni a las
abuelas. Finalmente, el gorro manifestaba la libertad. La libertad que tenemos
nosotras como mujeres de pensar, de
actuar y de decidir. El gorro y su color,
su textura, su forma, su símbolo, fueron
una manifiestación de que las decisiones
que tomé son mías, me pertenecen y no
deben ser condicionadas para complacer
a los demás.
Luz Karina Cometa Fajardo
Es estudiante de los programas de Ingeniería
Industrial y de Medicina de la Universidad
Icesi.
Laura María Vivas Sastoque
Bordando
como
en los viejos
tiempos
Este curso trajo recuerdos muy gratos de
mi infancia y me sentí afortunada de poder volver a conectarme con las historias
de mi niñez y poder contagiar a mi abuela de la alegría que me ha causado esta
experiencia. Por una parte, he logrado
retomar el bordado y aprender un poco
de cosas nuevas como el crochet. Además, he aprendido un poco más sobre
feminismo y que la subversión también
puede existir en el tejido. Cada uno de
estos aprendizajes ha sido valioso para
mí; el primero me brinda un nuevo conocimiento para disfrutar un tantito más la
vida y el segundo, además de brindarme
una mirada más amplia sobre un movi-
miento (el del activismo textil), apoya mi
crecimiento como psicóloga y profesional
en el campo social.
Una de las actividades que más disfruté
a lo largo del semestre fue el bordado,
pues desde el primer momento me conectó con mi abuelita. Tuve la fortuna
de que me heredara sus materiales y herramientas para bordar, entre las que
había unas revistas de punto de cruz,
hilos, agujas, tijeras, cajitas para guardar
cosas y algunos bordados que ella quería
que yo interviniera. Durante el semestre
bordé una foto de mi madre y yo, pero
al pensar en un proyecto para el traba-
pdc • 18
jo final no daba con algo que realmente
quisiera hacer. Con el tiempo recordé
que mi abuela había mencionado que
podía trabajar sobre tela que ella hubiera
usado, así que busqué entre las cosas
y encontré un “trapito” en el que había
bordado un árbol y unas frutas en punto
de cruz. Como mi abuela no ha podido bordar desde hace mucho, busqué
en las revistas de las que ella sacaba los
modelos y efectivamente ahí lo encontré. Cuando lo hallé me di cuenta de que
habían dos modelos más por hacer, uno
de ellos era un pino, uno de nuestros
arboles preferidos. Así fue como decidí
que este sería mi trabajo final. Llamé a mi
abuela y le pedí su ayuda, le pregunté si
podría guiarme y recordarme cómo debe
de hacerse el bordado de punto de cruz.
Afortunadamente, ella aceptó.
Durante las últimas semanas, estuve
yendo a compartir con ella para que me
explicara y me indicara cómo seguir los
patrones de la revista, pues aunque yo
podía recordar algo, fue hace tanto tiempo que era como aprender desde cero.
Mi abuela se entusiasmó y me dio las
indicaciones nuevamente. Me recordó
que es de suma importancia no hacer
nudos al final del hilo, ya que la idea es
que este parezca que no tiene un principio ni un fin. Esto es lo que hace que la
parte de atrás del bordado se vea “limpia”, además estas puntadas de principio
y fin son esenciales, pues es ahí donde
se esconde el hilo y se ajusta el trabajo,
sino se hace bien todo se va a terminar
desarmando. Por otra parte, me explicó
la lógica del punto de cruz, hacia dónde
deben ir las puntadas de acuerdo con
lo que se necesita armar y cómo seguir
los patrones de colores. Lo más curioso
de todo esto fue que después de tantos
años, aún lograba recordar muchas de
estas cosas, pero ahora pude entender
mejor cómo funciona el bordado en cruz
173
y por ende comprender el porqué de cada
puntada o movimiento. Me impresionó
recordar y vivir lo bonito y significativo
que puede ser el trabajo con las manos.
Finalmente con tiempo, paciencia, y la
ayuda de mi abuela, pude completar
el árbol, un pino muy especial, no solo
por sus características sino porque me
permitió compartir con mi abuela y me
transportó a esos momentos en los que
compartía vacaciones enteras con ella y
que me enseñaba el bello arte del bordado. El curso me ha brindado la posibilidad de darme cuenta que por medio del
arte, en este caso del bordado, es posible
generar vínculos, memorias y experiencias muy valiosas. Pues el tejido como
cualquier otra actividad, está rodeado y
permeado por historias, mujeres, personas, artistas y movimientos sociales que
han permitido darle un sentido más allá
del trabajo manual y de entretenimiento.
Además, este indagar me ha permitido
acceder a historias que no conocía como
el importante papel que el bordado y el
tejido han tenido en la vida de personas
tan cercanas a mí. Por último, a pesar
de que la experiencia de bordar y tejer
(por sí sola) es una experiencia gustosa
y enriquecedora, aquellos aprendizajes
detrás de esta actividad y las grandes
implicaciones que ha tenido a través de
la historia humana (obras de arte actuales, movimientos políticos y sociales, así
como posibilitar la liberación, en muchos
aspectos, de las mujeres), son la verdadera ganancia y el verdadero aprendizaje
que me ha dejado la materia, además de
recuperar el espacio para bordar para y
con las mujeres de mi familia.
Laura María Vivas Sastoque
Es estudiante de los programas de Psicología y
Química Farmaceútica de la Universidad Icesi.
Recados
Emilyn Ortiz Trujillano
Katherine Barrios Rosero
Juan Sebastián Castillo Castro
Leidy Marzela Brochero Sánchez
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A Colombina Cuero,
mi abuela
175
Emilyn Ortiz Trujillano
Colombina Cuero es una mujer extraordinaria, de carácter tranquilo, que se enfrentó al oficio del bordado por primera vez en el colegio. Ahí aprendió a bordar y más
tarde, a la edad de 39 años, aprendió a coser a máquina. Después de dejar el colegio
no continuó bordando, probablemente porque en el lugar donde creció el fuerte era,
y sigue siendo, la gastronomía. Pero, pese a esto, tiempo después se inscribió en un
curso de costura.
Consideraba que diseñar su propia ropa era un privilegio, uno que disfrutó por mucho
tiempo y en el que combinaba sus conocimientos de bordado y costura. Mi abuela
disfrutaba el tiempo que pasaba frente a su máquina. Bordar y coser fueron espacios
que construyó para ella y cuentan sus hijos que mientras lo hacía se la veía muy feliz.
Compartía estos momentos con una amiga con quien construyó un laso fuerte de
amistad ya que mientras cosían hablaban de su vida cotidiana.
El bordado y la costura no son oficios que mi abuela realice actualmente, ya que su
pulso se ha deteriorado a causa de la edad; lo cual le impide bordar. La costura la
abandonó cuando su máquina se dañó y al parecer no se conseguían repuestos para
repararla. Cuando le conté a mi abuela que estaba aprendiendo a tejer se puso muy
contenta, recordó cuando ella cosía y me contó que siempre había querido aprender
a tejer con la aguja de crochet pero que nunca tuvo la oportunidad.
La relación entre mi abuela y la costura fue muy estrecha durante varios años. La
costura fue un momento de esparcimiento, de olvidarse de sus quehaceres y hacer
volar su imaginación. Nunca lo hizo para vender pero si era su forma de contribuir
a su hogar ya que le hacía ropa a sus hijos quienes se sentían orgullosos de llevar lo
que su madre les confeccionaba.
176
A mi abuela,
Mariela Millán
Katherine Barrios Rosero
Ella fue una mujer valiente, tenaz, amorosa, apasionada y, cuando tenía algo en mente
no descansaba hasta alcanzarlo. Ella es mi abuela, Mariela Millán. Su relación con el
tejido fue muy estrecha aunque no era su intención ser recordaba por ello. De lo que
me cuentan, y cuando estuve con ella, percibí que era una mujer dedicada a su hogar
y a su trabajo de docencia, aspecto por el cual es bastante recordada entre sus conocidos. Sin embargo, con el recuento que hice durante el curso me pude dar cuenta de
que el tejido era su forma de escape, su terapia, el lugar donde podía encontrar paz.
El tejido, el bordar, el coser eran actividades que, sin ejercerlas como profesión o como
medio de sustento, hacían parte de ella. Lo poco que queda de sus obras da cuenta de
una persona entregada a sus cosas, una persona que lograba reflejar en ellas su espíritu pasional, su forma de ver las cosas. Recuerdo que siempre quería ser ella quien
hiciese los remiendos de las prendas; la forma en que lo hacía no es sino un reflejo de
algo que le permitía encontrarse con ella misma. Siempre en su silla mecedora, solía
vérsela tejer en sus espacios libres. El aura que reflejaba no era otra sino sinónimo
de su paz y regocijo que solo ese contacto le permitía experimentar. A pesar de ese
gran potencial y afinidad con la actividad, ella se encargó de que quedara ahí, en ese
espacio entre la silla y ella. No fue una persona que a través del tejido marcase la
vida de otros en lo económico o laboral, sin embargo, el saber-hacer sí que marcó un
espacio muy grande en su alma.
A mi madre
Juan Sebastián Castillo Castro
Crecí viendo a mi madre coser, viendo como pasaba las tardes sentada en frente de su
máquina, emitiendo ruido con los pedales mientras veía la televisión. Crecí viéndola
arreglar cosas y darle forma a muchas otras que hoy decoran la casa… manteles, sábanas y cortinas. Crecí jugando con los pedales de la máquina de coser, imaginando
que era un avión. Contrario a lo que hoy sé, luego de hacer este trabajo, crecí creyendo
que mi madre había estudiado tanto costura como peluquería. Crecí sabiendo que
cuando se me rompía un jean mi mamá me lo iba a arreglar. Crecí y fui adolescente
con pantalones a la moda, de esos botatubo, porque mi mamá me los ajustaba a la
medida. Crecí sin tener que ir a donde una costurera porque asumí que era normal
tener una en casa. Crecí llevándole la contraria a mi madre en algo que pensaba estábamos de acuerdo y que después de 21 años no merece la pena cuestionar… pues
crecí convencido que soy el hijo de una gran costurera.
A mi abuela
Leidy Marzela Brochero Sánchez
Es difícil describir lo que a lo largo de estos meses he logrado entender y aprender
de ti. Me acompañan diferentes sentimientos cada vez que realizo un punto en mis
tejidos. Esto me recuerda a ti. Abuela, eres una mujer maravillosa, luchadora, tristemente limitada pero nunca silenciada; sacaste tu hogar adelante mientras cargabas
con el peso de seis hijos y un esposo machista, indiferente y ofensivo.
A tus 80 años continúas promoviendo aquél discurso de superación e independencia
que antes me parecía tan aburrido y sin sentido, continúas incentivando la lucha y el
amor, pero nunca el rencor. Me dirijo a ti, el pilar de siete mujeres que gracias a tus
enseñanzas logramos gritar ¡No! cuando lo necesitamos. A ti, cuyas canas dan cuenta
de una vida llena de obstáculos, me dirijo a ti para decirte gracias.
Recuerdo tu rostro cuando te pedí ser parte de este trabajo y tus ojos se llenaron
de lágrimas mientras aparecía una pequeña sonrisa. Recuerdo también tu tristeza
al decir en voz alta lo que por tanto tiempo mantuviste en silencio, pero lo que más
amo recordar es aquella frase que, cargada de fuerza, dijiste clara y sin temor “uno
no puede dejar que un hombre sea el dueño de nuestra vida”. Tú, como muchas más,
haces parte de ese grupo ignorado por mucho tiempo. Sin embargo ahora, a pesar de
no reconocerte como feminista, lo eres.
Aquél día que me viste tejer, me recordaste la agonía que te invade al no poder haber
seguido con tu sueño, el sueño de crear cosas maravillosas con tus manos. Y sé, lo que
ahora representa la osteoporosis para ti, ya no es tu esposo, es una enfermedad. Pero
a pesar de eso, nada te detiene y es por eso que ahora solo hay amor, agradecimiento
y admiración, te veo y me siento orgullosa de que estés en nuestro camino: lamento
profundamente no haber sido la persona que debí ser durante tantos años, pero, si
la vida nos regala otra oportunidad, comenzaremos a tejer este nuevo camino que
estará entrelazado de esa historia que nos ata.
Con amor, Leidy.
Emilyn Ortiz Trujillano
Estudiante del programa de Economía y Negocios Internacionales de la Universidad Icesi.
Leidy Marzela Brochero Sánchez
Es estudiante del programa de Sociología de la Universidad Icesi.
Katherine Barrios Rosero
Estudiante del programa de Ingeniería Industrial de la Universidad Icesi.
Juan Sebastián Castillo Castro
Estudiante de los programas de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Icesi.
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2
Costuras
Pensar
el diseño desde
los textiles
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En 2018, con Tania Pérez-Bustos, iniciamos una
clase para la Universidad de Los Andes y la Universidad Nacional de Colombia llamada Costuras:
Pensamiento textil y escrituras que resisten. El nombre lo escogimos porque cuando nosotras éramos
estudiantes universitarias, las clases que se inscribían como relleno se las llamaba coloquialmente
costuras. Como si las costuras no exigieran mayor
esfuerzo intelectual o inversión de tiempo, demostrando un desconocimiento del trabajo que hay
detrás de los oficios textiles, pero sobre todo de las
formas de saber/pensar que esta práctica implica.
En este espacio, en el que investigamos haciendo,
exploramos colectivamente las formas de pensar
particulares que traen con ellos los quehaceres textiles y nos preguntamos ¿qué tienen estas formas de
hacer-saber para decirle al quehacer del diseño?
De la mano de algunas autoras y desde el quehacer
textil, estudiantes de diseño reflexionaron sobre lo
que han aprendido. Así, hicieron llamados a incluir
el cuerpo de quien diseña en la práctica, a bajar la
velocidad y permanecer con lo que pasa mientras
se diseña y a reconocer el saber que guardan las
manos, ese que no se puede expresar con palabras.
—Eliana Sánchez Aldana
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Annette Rodríguez Fiorillo
Querer
ver
Querer ver. Dechado experimental
Annette Rodríguez Fiorillo
Materiales: Plástico (vinilo), hilo, acetato,
papel pergamino, lana y papel
Técnica: Bordado, dos agujas, telar, canvas
Dimensiones: 21,5 x 27,9 cm
Estudiante de Diseño en la Universidad de los Andes. Mi mayor interés es el área de textiles y
la creación de superficies. Siento fascinación por diferentes culturas y saberes tradicionales. He
construido habilidades de conceptualización y análisis con tendencia al diseño sostenible y crítico.
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El poder
del hacer:
¿cómo el hacer textil
aporta a re-pensar el
hacer del diseño?
Paulina Sáchica
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Nunca me había detenido realmente a
pensar en el impacto real que ha tenido
en mi vida el poder hacer/producir objetos con mis manos. Como artista y diseñadora pensaba que mi habilidad estaba
inscrita en alguna parte de mi cerebro,
que mis manos eran simples extensiones
de mi mente. Los primeros acercamientos en clase a lo textil me ayudaron a
comprender que, al igual que mi cabeza,
mis manos también tienen memoria. Que
no solo la parte “racional” es capaz de
recopilar conocimiento y que mi actuar, y
hacer, no están dirigidos completamente
por el cerebro. Mi cerebro podría tener
ideas, relacionar conocimientos, atesorar
memorias, sin embargo, lo único capaz
de tangibilizar estas cosas efímeras son
mis manos. Las lecturas y las discusiones
en torno a ellas, conocer la experiencia de
personas expertas en el quehacer textil,
los encuentros para hacer textil en colectivo, así como las conversaciones que
187
tuvimos en clase me llevaban a fijarme
más y más en algo que se da por sentado
en las artes y el diseño: las manos.
En el diseño, la producción de nuevos
objetos sobrepasa nuestra necesidad
real, la rapidez de las producciones es la
muestra de los cortos ciclos de vida desde
los cuales los objetos creados por máquinas tienen siempre poco valor económico
y emocional; en el que esos objetos no
tienen marcas de fabricación, ni historias
y no dejan marcas en la vida de quien
los usa. En ese contexto pensé en mis
manos, en como ellas dejan huella en lo
que hago. Los haceres textiles manuales
me ayudaron a ver que mis manos son
capaces de cambiar esta situación. Como
diseñadora, veo el hacer manual como un
súper poder que poco a poco me ayuda
a crear una revolución silenciosa contra
un mundo capitalista y fundado en la
heteronormatividad.
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Esta reflexión fue lograda de la mano de:
KÖNIG, ANNA. (2013). “A Stitch in Time : Changing Cultural Constructions of Craft
and Mending.” Culture Unbound. Journal of Current Cultural Research 5:
569–85.
HACKNEY, FIONA. (2013). “Quiet Activism and the New Amateur: The Power of Home
and Hobby Crafts.” Design and Culture 5 (2): 169–93. http://www.scopus.com/
inward/record.url?eid=2-s2.0-84885030184&partnerID=tZOtx3y1.
Paulina Sáchica
Diseñadora de 22 años graduada de la Universidad de Los Andes. Su trabajo se centra
en buscar alternativas sostenibles para la industria textil. Actualmente trabaja en Verdi
Design como parte del grupo de diseño y mercadeo.
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Vena
amoris
Juan David Cáceres Murillo
Estudiante de diseño de la Universidad de los Andes.
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El largo de la lana mostrada es
aproximadamente igual a la distancia
de mi mano a mi corazón.
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¿CÓMO LO TEXTIL PUEDE CONTRIBUIR
A RE-PENSAR EL HACER DEL DISEÑO?
Sin prisa,
pero
sin pausa:
Una reflexión de mi
experiencia como diseñadora
desde el hacer textil
María Angélica Moya
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En mi bitácora de clase, registré el
encuentro de aprendizaje que a lo largo
del semestre tuve con mi tía, Blanca
Nélida Jiménez; el cual resultó en un
dechado muy particular. Para nuestro
dechado decidimos registrar en bordado
las texturas que nos encontrábamos
en el camino de su casa a mi casa.
¿Por qué? Bueno, esta es una de mis
prácticas usuales cuando camino por
la calle, veo una textura interesante o
una composición particular en el suelo
y la capturo con la cámara de mi celular.
Y mi tía bordó por mucho tiempo, lo
disfrutaba profundamente, pero ahora
199
sus ojos no le permiten hacerlo tanto
como ella quisiera. Mi tía y yo decidimos
unir nuestros gustos, y reproducir estas
texturas bordándolas en nuestros
encuentros. Así, este dechado registra
el camino, pero no solo el que une
nuestras casas, también el camino que
empezamos a recorrer para acercarnos,
en el que nos dábamos el tiempo y el
espacio para reunirnos a bordar y hablar.
Para las dos, los suelos que bordamos se
suavizaban con cada puntada y hacían
delicado el andar. Nuestro camino ya no
solo era recorrido por nuestros pies, sino
que también lo hacíamos nosotras.
200
Nuestros encuentros, donde logramos abrir
espacios de diálogo y resignificación colectiva
Bordar fue como andar,
pero con las manos
Este acercamiento a lo textil que me
permitió pensar el quehacer del diseño,
ahora que me encuentro finalizando mi
carrera. ¿Qué es diseñar? ¿Es como coser? ¿Qué puedo decir de mi experiencia
de aprendizaje de los haceres? Lo primero que me pasó al aprender a bordar
con mi tía fue creer que bordar era fácil
y rápido. Y no lo es. Pero es que no siempre aprender es fácil o instantáneo. Los
tiempos de mi tía son diferentes a los
míos, sus manos ya no pueden moverse a
la velocidad que solían hacerlo y el dolor
en las articulaciones no le permite bordar
jornadas largas. Debí liberarme de lo que
yo creía iba a hacer, abrir la mente y permitirme re-aprender desde las técnicas,
las materialidades, los medios y mi tía.
Con ella, y con lo textil fue posible entender partes del diseño que nunca había
integrado con significados en mi vida.
Estas costuras contribuyeron a mi hacer
en el diseño, me ayudaron a comprender
la importancia de detenerse. Pensar el
diseño desde mi dechado fue una invita-
pdc • 18
201
Selección de muestras finale
ción a parar, a estar presente en el momento, a abrir un paréntesis en mi vida
para que el pensar descanse mientras la
reflexión habla. Y darle permiso al cuerpo
para que se encargue del hacer mientras
la mente observa, reflexiona, descansa y
de alguna forma se renueva.
Cada uno de los pedazos de suelo que
hicimos me permitió pensar en el diseño
como un espacio de diálogo y resignificación colectiva. No solo quien diseña
tiene el control, con quienes trabajamos
y los materiales nos ayudan a pensar lo
que estamos diseñando. De esta forma el
hacer del diseño puede hacer extensiva
esta pausa a las personas y materiales
con los que se trabaja para generar reflexiones en conjunto.
María Angélica Moya
Diseñadora de la Universidad de los Andes,
interesada en la sensibilidad sensorial y la exploración visual las sensaciones. Cree firmemente en el poder de las manos, los oficios y
las experiencias personales profundas.
204
Amor eterno
Alexandra Chocontá Piraquive
206
Tejiendo mientras
se teje:
Eliana Sánchez-Aldana
210
Cartas de amor
Artesanal Tecnológica
222
Memoria textil de un
profesor universitario
Yoseth Ariza Araújo
Amor
eterno
Antropóloga y Magister en Estudios de género. Investigadora del colectivo Artesanal Tecnológica.
Alba Piraquive (Pensionada, Bordadora, Costurera en su juventud) y Alexandra Chocontá Piraquive (Bordadora Aprendiz)
2018
Costura y Bordado sobre fotografía
Amor eterno
Enviamos esta fotografía para la convocatoria 18 de la Revista Papel de Colgadura. En ella cosimos en una sola fotografía dos fotos en donde aparecen las jóvenes Alba y Emelina (hija y madre respectivamente), quienes a su vez
son mi mamá y mi abuela. Buscamos a través de esta costura re-unir la vida de Alba y Emelina quienes pese a la
estrecha relación emocional y afectiva que tuvieron no poseen una sola foto juntas, pues Emelina murió hace mucho tiempo ya. Hacemos esta costura y este bordado como una forma de conmemorar nuestro amor y admiración
hacía nuestras madres y reforzar el hilo de amor que nos une como mujeres de distintas generaciones.
Alexandra Chocontá Piraquive
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205
una historia cotidiana
de tejidos invisibles
Tejiendo
mientras
se teje:
Eliana Sánchez-Aldana
“Mila decidió confiar en mí para quitarle su diente. Ella ya estaba enterada de lo que esto significaba: sabía que le dolería, sabía que podría haber
sangre. Yo tenía que hacerlo muy bien y aunque tenía nervios sabía que podía hacerlo. Para esto, debía escoger muy bien el hilo, saber la fuerza,
anudar bien y estar segura de mis movimientos. El diente estaba amarrado, la decisión estaba tomada. Mila está llegando al momento en que
puede decidir sola, al momento en el que dice: “yo soy yo”. Lali, abril 2018
Un nudo fuerte que no se salga, que sea firme y no cause dolor
Anudar
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207
M
Esto me contó Lali cuando la visité en su
casa en Brighton, la primera noche que
nos vimos y tratamos de contarnos lo que
pasamos por alto en el tiempo que no nos
habíamos visto. La distancia no evita que
seamos las amigas más antiguas para cada
una. Mientras Lali me contaba su historia
yo pensaba en lo que ella estaba en el fondo
anudando mientras anudaba el diente de
ila tiene su primer diente flojo,
y le pide a Lali, su mamá, que se
lo quite. Andre esposo de Lali
y papá de Mila mira a Lali esperando su
respuesta, pero haciendo saber que es una
decisión importante. Lali le pide a Mila que
lo piense, que considere que va a doler y
que es posible que le salga sangre, le pide
que se tome un momento ella sola para decidir. Mila se va y luego vuelve: - Si mamá,
estoy segura, ¡quítamelo!-. En ese momento Lali analiza lo que tiene que hacer, debe
seleccionar un hilo resistente, hacer un
nudo que no se suelte, ejercer una fuerza
suficiente. -¡Listo!, yo puedo hacerlo- Se
dice Lali a sí misma. Envuelve el diente con
un nudo, lo asegura. Mila espera confiando
completamente en su mamá. El diente ya
estaba amarrado, la decisión estaba tomada. Lali hala y ¡tin! el diente estaba afuera.
Lali siempre ha estado entre lo textil. Sus
manos inquietas siempre están haciendo,
para ella las costuras son un medio de expresión y una compañía. Fueron también lo
que soportó sus años de estudio al mudarse
a Bogotá desde Bucaramanga, porque, al
igual que muchas familias colombianas,
Yo no quería perder nada de nuestra conversación, así que saqué mi cuadernito
de apuntes para no olvidarlo, Lali se rió
mucho. Dijimos que era como cuando mi
abuelita sacaba su libreta para anotar el
patrón de algún mantel que encontraba en
las casas que visitaba.
Mila. Pensaba en cómo ese nudo, ese hilo
ensortijado que sostenía el diente de Mila
hacía parte de un tejido mayor, que podía
tocarse en ese hilo pero que traspasaba lo
tangible. Cuando Lali le pidió a Mila que
decidiera si quería que sus manos rompieran lo enlaces que sostenían aún ese diente
a su cuerpo, Mila debía aceptar una ruptura
para darle paso a algo nuevo, la destrucción
de unos tejidos (biológicos) por parte de las
manos -para ella expertas de su mamá- que
sumaría una ensortijada más a ese tejido
de confianza, de cuidado y de admiración
mutua que lleva casi 7 años.
Diseñadora - Tejedora. Profesora Asistente de la
Faculta de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes.
Eliana Sánchez-Aldana
Cada día trae una historia. Historias cotidianas, invisibles, como las manos de quien
teje, como las costuras que unen pero que
no deben dejar rastro para demostrar que
las manos que las hacen son expertas. Son
historias invisibles de mujeres poderosas.
Son conocimiento que sostienen la vida.
las costuras en su familia soportaba su economía. Lali creció entre costuras con su
mamá. Laura, mamá de Lali, hacía vestidos
de niña para vender en otros países, y así
ella aprendió la magia de la confección.
Ahora Mila e Ida, hijas de Lali, aprenden
a tejer, coser, trenzar y anudar: a imaginar
mundos imposibles y vestidos increíbles
y hacerlos con sus manos. Con lo textil
llegan a ellas los saberes de las mujeres
que las precedieron, la seguridad de tomar
decisiones, de vestirse como quieran, la
fuerza para proponer. Lecciones que no
son separadas, vienen la una con la otra,
vienen juntas.
208
“Soy privilegida, puedo estar en casa cuidando a mis hijas porque lo he escogido. Todos los días hacemos algo: pintamos, tejemos, cosemos. Ida
aún no usa agujas, pero Mila ya puede hacerlo. Hoy estuvimos haciendo el regalo para la fiesta de cumpleaños de una de sus amigas. Siempre
regalamos cosas que hacemos. Yo recuerdo a mi mamá cosiendo, luego de todo lo que hacía en casa. Ella me enseñó. Lo que ella hacía era percibido como algo adicional sin importancia. Ahora lo que yo hago, coser la ropa de mis hijas, es admirado por las demás familias en su colegio”.
Lali, abril 2018
Mientras se teje se teje lel cuidado y se materializan los saberes
Conformar
209
Cartas
de amor
Somos un costurero/colectivo/laboratorio feminista intergeneracional e interdisciplinario. Nos interesan los diálogos entre haceres
textiles artesanales y las tecnologías digitales.
Ver las fotos de las piezas y de las cartas aquí: http://artesanaltecnologica.org/repositorio_textil/
Colección Cartas de amor
Estas cartas hacen parte de la exposición “Relatos: Piezas textiles hechas a mano”. Se trata de una colección
de 11 “cartas de amor” que dan a conocer de cerca la relación afectiva que se construye entre las personas y
sus textiles. Por medio de estas cartas las poseedoras o autoras de las piezas textiles, que se presentan en formato fotográfico, comparten las relaciones de cercanía que han desarrollado con sus tapices, sus dechados,
sus bordados, lo que ese hacer o tenencia les ha significado a cada una. En su conjunto, estas cartas dejan ver
las relaciones profundamente íntimas que se configuran con las materialidades textiles.
Artesanal Tecnológica
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Yoseth Ariza Araújo
Memoria
textil de un
profesor
universitario
M
e encantaba que nuestro uniforme fuera de un color diferente cada día de la semana. Los martes y jueves, por la clase de
educación física, así se llamaba en mi
infancia a la clase de deportes, mi salón
era habitado por una manada de inquietas criaturas vestidas de blanco de pies
a cabeza. Por supuesto que luego de la
clase de educación física que se unía de
forma consecutiva con la media hora de
recreo, sobre las superficies blancas de la
indumentaria se sobreponían de forma
apretada varias capas de polvo y sudor
que introducían a la imagen una amplia
gama de colores terracota que se resistían a la uniformidad.
Pocos eran los que se mantenían con el
uniforme de color blanco. Recuerdo que
de forma repetida yo era una de esas
criaturas que rechinaban en la paleta
de tonos ocre y ladrillo, por la blancura
de mi “pinta” cuando hacíamos la fila
por grados en la enramada central de la
escuela. También, yo era una de las criaturas que prefería los otros tres días de la
semana, en los que dejábamos a un lado
el blanco y usábamos ropa de color. Los
varones lucíamos una guayabera de un
color distinto cada día. La camisa amarilla era para los lunes, la azul para los
miércoles y la blanca para los viernes y
días de homenaje a los símbolos patrios o
las fiestas religiosas católicas de guardar.
Me encantaban las guayaberas. En la
parte delantera, además de los cuatro
bolsillos, tenían un bordado vertical con
figuras geométricas de precisión perfec-
pdc • 18
ta a ambos lados de la línea central de
botones. Adicionalmente, la camisa tenía tres bloques de dobleces perfectos
que dividían en flancos simétricos la
parte posterior. El complemento para
esta “pinta” que hacía solemne cada día
impar de la semana escolar era un pantalón de “tela de algodón asargado de
trama blanca y urdimbre teñida de azul
índigo”, que para señas más sencillas
era un bluyín. Pantalón corto si eras del
pre-escolar o cursabas primer grado y
estabas aprendiendo a leer con la seño
Mercedes, o pantalón largo si ya habías
pasado a segundo y comenzabas a escribir con lapicero de tinta azul y roja los
dictados de la seño Chava.
Con especial cariño recuerdo a la señorita Mercedes, porque además de ser la
“seño” con quien aprendí a leer y escribir,
la tengo en mi memoria como una mujer distinguida entre todas las maestras
por sus atuendos de elegancia imperturbable, llenos de colores, accesorios
brillantes y bolsos enormes y diversos,
que no repetía por varias semanas. Con
ella tengo la única foto de mi último día
de guayabera y bluyín en la escuela. Era
la clausura del año escolar, y la “seño”
me está colocando con una nodriza una
cinta del pabellón tricolor en el bolsillo superior izquierdo de mi guayabera
blanca. Allí, en ese lugar privilegiado,
más cerca de mi corazón, me colocaba
la bandera nacional para premiar el alto
rendimiento académico, el sentido de
solidaridad con la institución y por supuesto la disciplina.
Como esa vez, continué asistiendo a las
clausuras que siguieron, pero ya en segundo grado cambiaron el uniforme de
la escuela haciéndolo más simple y menos variado. Entramos al mundo de la
camisa blanca de polyester con un solo
bolsillo y pantalón largo de algodón y
color azul petróleo que confeccionó por
223
todo el resto de la primaria la seño Pau,
la única modista del barrio que se dedicaba a coser ropa para varones. Mi mamá
decía que era indispensable tener una
modista cerca de casa, para atender cualquier arreglo de emergencia, pues mis
tías paternas vivían en Valledupar y no
era sencillo viajar en ese entonces.
Las más de seiscientas palabras que lleva
este texto pretenden mostrar más allá de
la nostalgia por la infancia, la importancia que la ropa tiene en nuestros recuerdos. La mayor parte del tiempo andamos
por el mundo vestidos, cubiertos por las
telas y cuando andamos desnudos reposamos o retozamos sobre otras telas que
también quedan inscritas en la memoria.
Adicionalmente, se ilustra cómo desde
muy temprano en la vida, al incursionar en la comunidad académica de la
escuela básica, los códigos del vestir nos
inscriben en unos grupos u otros, y que
poco a poco, independientemente de si
somos conscientes de ello o no, vamos
identificando el matiz personal que nos
hace únicos en la aparente “uniformidad”
del grupo. Y por último, también quiero
señalar que en mi caso particular, así
como en muchos de mi generación, los
referentes para la construcción del imaginario de la ropa y las pautas del vestir,
son mujeres, nuestras maestras.
La verdadera responsable del sentido de
la elegancia en mi familia fue mi mamá.
Una maestra de básica primaria que
además de inspirar a sus cuatro hijos, lo
hizo de forma excepcional con niños que
vivían en la zona rural o en la zona periférica de la cabecera de San Juan del Cesar,
un municipio ubicado al sur de la Guajira.
La seño Nancy, como la llamaban sus
estudiantes, era la artífice de que cada
mañana los cuatro hermanos llegáramos
impecables a la Escuela Anexa y, además,
hacía dos veces cada año el milagro de la
multiplicación de los pesos para hacer
224
“...la tengo en mi memoria como una
mujer distinguida entre todas las
maestras por sus atuendos
de elegancia imperturbable, llenos
de colores, accesorios brillantes
y bolsos enormes y diversos...ˮ
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posible que todos en casa estrenáramos
“pinta”, ya fuera para la fiesta del Bautista
o de la Carmela a mitad del año, y por
supuesto también para ir a la misa de
gallo el 24 o el 31 de diciembre.
El milagro se soportaba en una meticulosa planeación del gasto, y la complicidad
de las tías paternas que aprendieron a
coser muy jóvenes para ayudar en la casa
de los abuelos y luego para sacar adelante
sus propios hogares. Mode, Pancha, La
Mona, Yulie y Yesmi, todas saben coser.
Tía Mary se especializó en el cabello y
tía Yola hizo los puentes entre el mundo
de las marcas comerciales y las creaciones de los talleres de las otras tías. Esta
concentración familiar alrededor de la
costura era muy frecuente en la Provincia
de Padilla, así lo ilustra Rafael Escalona
en su canción cuyo verso anuncia a la
vieja Sara un regalito, compuesto de “Un
corte blanco con su collar, pa’ que haga
un traje bonito y flequetee por El Plan”.
Los textiles para hacer la ropa de todos
eran meticulosamente seleccionados en
los almacenes de los libaneses en la calle
real de Valledupar. Los hilos, botones,
cremalleras, y adornos requeridos se
conseguían en una casa de puerta estrecha e interior laberíntico que ostentaba
un cartel sencillo con el nombre “las Modistas”. Algunas de veces acompañé a mi
mamá en la travesía de comprar los insumos de la mejor calidad para garantizar
alta durabilidad, la suficiente para estar
en óptimas condiciones al momento de
heredar las prendas cuando el inaplazable proceso de crecer nos obligaba.
Acompañarlas implicaba tener energía
suficiente para caminar mucho, preguntar poco y observar absolutamente todo.
Entrar a esos almacenes era todo un
ritual de compra para mi tía, y una explosión continua de colores y texturas
entre rollos voluminosos organizados
225
de diversas maneras. Mi favorita era
cuando los disponían como un bosque
de distribución regular en medio del cual
me podía escabullir y jugar a perderme
y volver a encontrarlas, mientras ellas
negociaban o combinaban estampados y
tonalidades de telas de colores sólidos y
brillantes imaginando el resultado final.
Todas esas telas terminaban convertidas en “pintas” únicas que distinguían
a los hijos de la seño Nancy y Jesús en
los eventos sociales del pueblo. Siempre
le preguntaban a mi mamá por el lugar
donde nos compraba la ropa y mi mamá
orgullosa decía que la había mandado a
hacer con mis tías en el Valle. Si la interlocutora era una persona cercana, le
contaría la historia de cómo lograron la
compra perfecta.
Como mi madre, y mis tíos: Liliana, Jairo, Rodrigo, Libia, María Teresa, María
Elisa y Dominga, terminé dedicándome a
la docencia. Ya no en el pueblo, sino en la
ciudad. Ya no la educación básica, sino en
la Universidad. Ya no en el Caribe, sino
muy cerca del Pacífico. Más precisamente en Cali, el lugar más al sur de Colombia
a donde un miembro de mi familia había
llegado alguna vez. La capital del Valle
del Cauca ofreció a mi memoria textil
la mejor oportunidad para fortalecerse,
integrarse con mi identidad y expandirse
a lo que hago y lo que soy.
Ya trabajando en Icesi, una universidad
privada de la ciudad, pasé por varias etapas en la construcción de mi memoria
textil. Inicié con la “pinta” habitual de
jeans y pantalones de dril acompañados por camisas de mangas largas que
acostumbro doblar hasta la altura de los
codos. En ocasiones, las personas que
trabajan allí me confundían con un estudiante. Esto duró alrededor de un año,
hasta cuando comencé a hacer parte de
la memoria individual y colectiva de la
comunidad universitaria, cuya construc-
226
ción se facilitó significativamente si se
tiene en cuenta la condición de ser el
único profesor negro en la joven Facultad
de Ciencias de la Salud.
En cualquier lugar del mundo los imaginarios que las personas construyen a
partir de la ropa que usan los otros son el
resultado de la diversidad de su memoria
textil y de los prejuicios que heredan y, de
forma consciente o inconsciente, mantienen y replican. En una ocasión, debí
visitar en Cali una prestigiosa institución
que estaba en proceso de ampliación de
su planta física. La reunión estaba programada a las 11:00 am y terminaría con
un almuerzo de trabajo. Como tendría
clases por la tarde iba con mi atuendo
habitual de profesor. Por motivo de la
remodelación, se había dispuesto una
entrada alterna en donde estaba el acostumbrado filtro de seguridad. Se alcanzó
a formar una fila corta de cuatro o cinco
personas que pasaron sin demora alguna.
Cuando llegó mi turno, el vigilante de la
empresa privada que presta el servicio de
seguridad en la institución, me preguntó:
¿Lleva alguna herramienta de la obra?
Yo quedé inmovil y en fracción de segundos pensé que en el imaginario del vigilante yo debía pertenecer a la cuadrilla
de trabajadores contratados para la construcción. Para él, era muy poco probable
que un hombre negro y joven con “pinta
informal” fuera médico, docente universitario e investigador. Aunque también
podría ser un paciente, o un familiar de
alguien que bien podría estar usando los
servicios o estar laborando allí. Respiré
profundo, y procedí a abrir el maletín
para mostrar el contenido mientras analizaba la expresión facial de quien hacía
la revisión. Mi lectura fue, total desconcierto. Un portatil plateado y de aspecto
ligero no se ajustaba a lo esperado. Luego
de una rápida recomposición del rostro,
continuó un incómodo silencio que ter-
minó con una orden en una sola palabra:
“¡siga!”. Como esto tomó más tiempo de
lo habitual, la gente que fue llegando tras
de mí, pasaba por el lado siguiendo la
indicación de otro vigilante que los invitaba a avanzar por la vía alterna. Sin
revisión alguna.
Estuve pensando en esta situación todo
el fin de semana y decidí emprender un
experimento, que consistió en vestirme
como “doctor” todos los días para analizar las reacciones de los otros. Aunque
traté de visitar nuevamente los sitios de
donde recordaba situaciones incómodas, alcancé solo a observar cerca del
50% de los lugares clave. A medida que
transcurría el experimento los hallazgos
eran consistentes, vertirse de “doctor”
agradaba más a los otros y se reflejaba
en recibir un tratamiento diferente al
que recordaba, se notaba un trato más
repetuoso y amable. Pero no me sentía
completamente cómodo. No era completamente yo.
Para “vestirse de doctor” usé mi memoria textil e intenté reproducir el estilo
que recordaba de mis profesores en la
Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional de Colombia. Sacos y chaquetas de colores oscuros, camisa blanca o
de colores claros, con corbatas discretas
de tonos contrastantes, maletín y zapatos de cuero con diseños sobrios en
el espectro estrecho entre negro y café.
Puede parecer monótono, pero no fue
del todo así. Disfruté explorar los paños
nacionales e importados, las distintas
calidades de algodón de las camisas y
las tendencias en corbatas. Descubrí las
respuestas de la industria colombiana
a este mercado en consolidación y las
fuertes influencias europeas en la moda
masculina que, por la herencia colonial,
se encuentran alineadas con las ideas de
superioridad y belleza que se identifican
con el grupo que había estado desde su
pdc • 18
227
“...me encanta contribuir
al proceso de construcción de
la memoria textil individual
y colectiva de las personas con
las que interactúoˮ.
condición privilegiada moldeando los
patrones dominantes.
Bien avanzado el experimento me vinculé con el Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF) de la Universidad Icesi,
donde a partir de las conversaciones
académicas y cotidianas, fui identificando los elementos que incorporé en
la estrategia de transición para cerrar
el experimento y avanzar a la siguiente
etapa de conformación de mi memoria
textil. Fue en esa etapa que se dio el retorno de la guayabera, que en las últimas
décadas se había posicionado en lo alto
de la jerarquización de la moda.
La guayabera pasó a ser la prenda masculina favorita en la bodas de famosos y
personas influyentes que pagaban sumas
exorbitantes de dinero por una versión
“estilizada” y “elitizada” de la camisa que
tenía un lugar privilegiado en mi memoria textil de la infancia. Tengo en mi
armario varias de estas prendas que pertenecen a esas marcas comerciales, y que
pasan la rápida verificación de lugar de
manufactura al revisar la etiqueta donde
se lee “Hecho en Colombia”. Las prefiero
de colores o con estampados, lo que me
permite alejarme un poco del promedio
poblacional dominado por “lo blanco”.
En el marco de las relaciones que se potencian en el CEAF, conocí a la maestra
Emilia Eneyda Valencia y luego, por rutas confluyentes, a Consuelo Cruz Arboleda. La primera, es natural de Andagoya
(Chocó) y trabaja como maestra del sector público en la ciudad de Cali. Además, es fundadora de la Asociación de
Mujeres Afrocolombianas (Amafrocol)
y una reconocida lidereza comprometida
con el empoderamiento alrededor de la
identidad afrocolombiana. La segunda es
caleña y se encuentra radicada en España, donde es reconocida por ser activista
por los derechos de las comunidades africanas y afrodescendientes. Ambas tienen
en común que han llevado el activismo
al campo de las telas, la moda y los peinados, al mismo tiempo que han iluminado los contextos del activismo con los
colores y diseños vibrantes de las telas,
y han enriquecido las discusiones con las
narrativas de la moda y los peinados de
la diáspora africana.
De la mano de las conversaciones asincrónicas o simultáneas que compartimos
con estas dos asombrosas mujeres, comencé a explorar las telas, los diseños, las
historias de varios países de África y de la
diáspora africana en países de Europa y
América. Incursioné con intervenciones
un poco tímidas sobre ropa convencional, y luego pasé a incluir prendas completas que hacían una explícita declaración a la influencia estética de una matriz
muy valiosa que estaba invisibilizada en
el código de vestir de los hombres en la
universidad: la matriz africana. Al principio solo fue en eventos especiales, pero
luego decidimos hacerlo periodicamente,
y así como en muchas instituciones educativas y estatales se adoptó el “jean day”,
228
comenzamos a celebrar el “kitenge’s Friday”, nombre tomado de la iniciativa que
asciende con auge en ciudades capitales
de Kenia, Nigeria y Ghana. Contextos
donde la moda local está celebrando las
identidades y dinamizando, no solo el
sector económico, sino la narrativa y la
representación estética de mujeres, niños
y por supuesto, hombres.
En esta aventura de reconocimiento, he
identificado páginas electrónicas donde
se presenta y discute contenido de gran
actualidad, así como nombres, rostros
y marcas muy influyentes en la escena
de la moda de la diáspora que tiene un
espectro tan amplio y diverso como el
continente madre. Debido a las dificultades logísticas relacionadas con las im-
pdc • 18
portaciones que encarecen el valor de las
prendas, fue necesario acudir al modelo
que combina conseguir por encargo las
telas y comprometer a las personas en
Cali que asumieran con la seriedad y solemnidad del caso la empresa de hacer
ropa que no estamos acostumbrados a
hacer, porque no está en el imaginario
de quienes hacen magia con las manos,
tijeras, hilos y botones.
229
Yoseth Ariza Araújo
Es el mayor de los hijos de Nancy y Jesús.
Originario de un pueblo, criado en ciudades y
viajero frecuente entre mundos. Comprometido con sus familias: la nuclear, la extensa, y la
que ha conformado con sus amigos. Le encanta
el buen vallenato y la ópera, disfruta mucho ir
a cine y cocinar.
***
Hoy continuamos explorando la escena
local identificando talentos. Hemos obtenido buenos resultados en la mayoría
de las veces y en la totalidad de los casos
hemos ampliado, complejizado e inspirado la memoria textil de las mujeres y
hombres a quienes hemos llegado por el
voz a voz, tal como hace unas décadas,
aunque es innegable la valiosa ayuda
del WhatsApp que hace más ágil la comunicación.
Para celebrar la diversidad es fundamental hacer más polifónicas las narrativas
estéticas en los sitios de trabajo, en el
transporte, en las calles, en los espacios
públicos y privados. De manera personal, me encanta contribuir al proceso
de construcción de la memoria textil
individual y colectiva de las personas
con las que interactúo. De esa interacción, un día por la mañana alrededor de
un café, conversando sobre una de esas
camisas estampado exquisito, surgió la
iniciativa de participar en el seminario
El Costurero, que hizo posible compartir estas experiencias con un auditorio
diverso en Icesi. Esa conversación luego
se transformó en este texto que celebra,
por un lado, el sentido de comunidad
tejido con la familia y las amistades y,
por otro, celebra con orgullo la herencia africana que hace parte de nuestra
identidad y se fortalece con esta nueva
conexión diaspórica que la moda como
escenario político hace posible. ¡Margarita y Aurora, muchas gracias!
PONENTES:
19 sept
10 A.M.
lina lucumí
yoseth ariza
amber marie henry
aud. banco de occidente
TURBANTES & TRAJES
tradición textil y afrodescendencia.
Invita:
INFORMACIÓN:
Margarita Cuéllar
mlcuellar@icesi.edu.co
Este texto es una versión más corta de la conferencia que el Profesor Ariza dio en la Universidad Icesi, el 19 de Septiembre de 2018,
titulada Turbantes y trajes: tradición textil y
afrodescendencia. La conferencia hizo parte
de las actividades programadas en el marco
de la agenda que el seminario textil El Costurero diseñó junto con el CEAF (Centro
de estudios afrodiaspóricos) para el segundo
semestre de 2018: Zurciendo constelaciones
afrodiasporicas.
www.icesi.edu.co/elcosturero
232
Deshilado: destrucción
y remiendo cuidadoso
en el bordado de calado
Tania Pérez-Bustos
236
Mi relato bordado
Diana Carolina Castaño García
240
Mi primer dechado
Laura Forero
242
Comentarios alrededor
de El artesano de
Richard Sennett
Diego Cagüeñas
Tania Pérez-Bustos
Deshilado:
destrucción y remiendo
cuidadoso en el bordado
de calado
l calado es un tipo particular de
bordado realizado principalmente por caladoras, mujeres bordadoras en Cartago, Colombia. A
diferencia de otros tipos de bordados,
que consisten en decorar una superficie
textil determinada, sin modificar su estructura original, el calado se basa en la
destrucción parcial y posterior remiendo
de determinados tipos de tejidos. Así, el
calado decora los textiles modificando
inicialmente su superficie. Es en este sentido que se concibe como una forma de
tejido (Cunha & Vieira, 2009). La destrucción de la tela original toma cuidado,
tiempo y conocimiento, un proceso que
se aprende corporalmente, pero que suele
ser invisible para quienes admiran los
E
productos calados, lo que contribuye a
su desvalorización.
Comencé a conocer esta técnica cuando
invitamos a la Sra. Elsa, una mujer de
80 años, de Cartago a Bogotá, para que
nos enseñara la técnica. Recuerdo que le
dije que sólo teníamos tres días completos para que nos explicara las generalidades de lo que hacían en Cartago. Ella
era escéptica acerca de la posibilidad de
que nosotros pudiéramos comprender la
complejidad de la técnica con tan poco
tiempo. “No necesitamos aprender el calado, sólo queremos entender lo básico”,
le dije, pero estábamos a punto comprender que lo básico en calado era un asunto
muy complejo.
pdc • 18
233
Foto 1
Calado en proceso: muestra un lino grueso parcialmente deshilado
(4x4) y la producción de una puntada llamada Punto Espíritu.
Conmigo, había un grupo de ingenieros
que habían aceptado mi invitación a conocer este oficio para inspirarse en él y
desarrollar una tecnología de comunicación y dejarse acompañar en el proceso
de diseño por mi etnografía. El primer
día de nuestro encuentro de aprendizaje,
la Sra. Elsa comenzó explicando cómo
deshilar la tela. Todos teníamos pequeños trozos de lino muy grueso, “nada
fino”, decía, “en Cartago sólo lo usamos
para aprender”, y estaban bien tensados
en tambores redondos de plástico. Nos
pidió que marcáramos un cuadrado en
la tela usando la urdimbre y trama originales de la tela como bordes; sacando
dos hilos horizontalmente y dos verticalmente para definir la forma del cuadrado.
Después de eso, nos hizo deshilar la tela
dentro del cuadrado “dependiendo del
tamaño del deshilado que quieras hacer,
sacas o dejas hilos en cada lado, 2 por 2,
3 por 4, 4 por 5, también depende del
grosor de los hilos, porque a veces los
hilos de un lado son más finos que los del
otro y por lo tanto hay que sacar más o
menos”, decía ella mientras realizaba la
tarea y nos hacía imaginar que ese primer
paso era fácil.
El propósito de este primer paso es deshilar la urdimbre y la trama original del
textil para luego calarlo. Esto genera una
rejilla más grande que es la base del diseño del trabajo posterior. Como los tejidos
se debilitan en este proceso de deshilado,
lo que hacen las puntadas de calado es
remendar la tela parcialmente destruida,
234
tejiendo nuevos hilos dentro de los agujeros de la rejilla generada, y creando así un
nuevo patrón en la superficie (ver imagen
1). En palabras de König (2013:578), este
proceso modifica la identidad original del
tejido, reelaborándolo de tal manera que
cambia su significado.
En esa primera mitad del día no llegamos
a la parte de tejido del calado. Pasamos
casi cuatro horas deshilando el cuadrado
en el pequeño trozo de tela. Algunos de
nosotros apenas logramos terminar, en
parte porque nuestro lino era más grueso,
otros lo dejamos en la mitad del proceso
porque nos aburrimos de sacar los hilos
y pensamos que no habíamos aprendido ni una puntada. Nuestras mentes se
silenciaron al contar los hilos uno por
uno para que la rejilla fuera simétrica,
nuestros dedos estaban adoloridos de
sentir la tensión de los hilos antes de ser
sacados de la tela de lino y de pelear con
aquellos que no estaban dispuestos a ser
deshilados, rompiéndose en pequeños
pedacitos durante el proceso. La Sra. Elsa
nos animaba a terminar ayudándonos
con la tarea, un trabajo que sus manos expertas hacían cuidadosa y rápidamente.
Destruir cuidadosamente el tejido es
cuestión de aprender pacientemente
cómo se comportan las diferentes telas
urdidas y tejidas cuando se tensan en los
tambores de bordado: las telas no pueden ser demasiado densas (demasiados
hilos) ni demasiado gruesas, la tensión
del aro debe medirse en relación con esa
densidad, y los hilos deben ser tomados
de uno en uno, “si tratas de deshilar dos
hilos a la vez, ellos no te dejan, se pegan
entre sí” (Olivia, caladora de 65 años de
edad). Todas estas son percepciones encarnadas que las manos aprenden a apreciar a través de la interacción íntima y a
veces dolorosa con las materialidades del
calado; un aprendizaje que toma tiempo
y práctica. De vez en cuando este apren-
dizaje íntimo tiene que ser reaprendido
u olvidado cuando las telas desaparecen
del mercado debido a la decadencia de la
industria textil colombiana y la llegada
de nuevas telas de menor calidad desde tierras desconocidas, “no se puede
encontrar más tela buena para bordar
calado, la ectamina se ha ido, en cambio,
está esta otra tela [mostrándomela] que
es demasiado rígida para desenhebrar
o esta otra que sale con facilidad pero
que no se puede contar, teniendo que
adivinar dónde deben ir los agujeros, y
por lo tanto se tarda siglos en deshilar,
lo que pasa es que la gente no paga por
este tipo de trabajo” (Celmira, caladora
de 60 años). En este contexto, el cuidado
en la destrucción de los textiles no es un
deseo, ni una norma; es el aprendizaje
de una habilidad encarnada, un devenir
silencioso y lento con las telas y los hilos.
Como menciona Prain (2011:17), la silenciosa y tranquila disposición corporal de
las bordadoras no debe confundirse con
la sumisión. En efecto, se trata de un
estado activo y concentrado en el que se
entrecruzan las relaciones entre actores
humanos y no humanos.
El remiendo es una parte central de esta
cuidadosa destrucción, tanto como lo es
el bordado del calado. Al deshilar, las
bordadoras a veces se equivocan y sacan
hilos que no deben ser retirados, lo que
afecta la simetría de la rejilla que se está
creando. Esto pone a las caladoras en
la necesidad de remendar el deshilado.
Para ello, mueven los hilos de la tela para
llenar el espacio extra creado por el hilo
mal retirado, haciéndolo más pequeño,
o vuelven a tejer este espacio añadiendo
un nuevo hilo a la tela. En cualquier caso,
el propósito del remiendo es cubrir el
error, y crear una ilusión de simetría y
perfección (König, 2013) que de alguna manera también oculta la mano de
obra de la reparación, “no quieres que se
pdc • 18
vea remendada” (Olivia, caladora de 65
años). El remiendo cuidadoso de un error
está destinado a ser un trabajo invisible.
Por lo tanto, cuando el daño de la tela es
demasiado grande (demasiados hilos removidos donde debería haber menos) no
es posible remendar, esta se vuelve una
tarea imposible. Por lo tanto, el remiendo
cuidadoso en los procesos de destrucción
implica desarrollar un conocimiento muy
cercano sobre el ciclo de vida de las materialidades y su poder transformador,
una “mentalidad cognitiva de poder evaluar un problema con el objeto material e
identificar un arreglo apropiado” (König,
2013:580), así como descifrar cuando
ningún arreglo es viable.
Como he dicho, el bordado del calado es
también una forma de reparar el tejido
deshilado a través de nuevos diseños en
su superficie: las puntadas refuerzan el
tejido, mientras lo decoran, pero también
enmarcan el diseño mientras que reparan
sus contornos, creando una contención
para el proceso de deshilado, deteniendo
así la destrucción cuidadosa. Contrariamente al remiendo de errores que es un
trabajo invisible, el resultado del calado
es la parte más visible de este tipo de
bordado y por lo tanto nos ayuda a captar
más abiertamente otros valores encarnados en la reparación, más allá de la
invisibilidad; entre ellos: la tranquilidad
-que produce el proceso de deshilado-, el
compromiso -con las materialidades-, y
la creatividad -de la estética de la superficie-. Valores que, a su vez, están muy
próximos a otras prácticas de cuidado
orientadas a la sostenibilidad de la vida
(Fischer & Tronto, 1990; Precarias a la
Deriva, 2005).
La mencionada visibilidad de las puntadas de calado resalta la superficie diseñada que estas producen, pero no las
entiende como procesos de remiendo. En
este contexto, las prácticas intensivas en
235
mano de obra asociadas al remiendo que
son co-constitutivas de la destrucción
cuidadosa en el calado, están también
desvalorizadas socialmente.
Bibliografía
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P RECARIAS A LA DERIVA. (2005). Una huelga de mucho cuidado (cuatro hipótesis).
Tania Pérez-Bustos
Profesora Asociada de la Escuela de Estudios
de Género en la Universidad Nacional de
Colombia
236
Diana Carolina Castaño García
Mi relato
bordado
ntes de abocarme a explicar por
qué me dio por bordar de esta
manera frenética, siendo que no
hay mejor manera para describirlo, quisiera dejar de manifiesto que,
aunque inicié con la técnica de una forma
un poco desprevenida, he ido hilando
una relación intrínseca entre el bordado,
lo que soy como persona y lo que soy
como profesional.
A
Comencé a bordar en uno de los dos
inviernos chilenos que tuve que pasar
mientras hacía mi maestría. En Chile,
es un oficio común el de los hilos y las
lanas y fue muy fácil conseguir quien me
guiara para empezar a trabajarlo. Tengo
gran facilidad con las manos y confieso
que la técnica que más disfruté fue la de
tejer a dos agujas, técnica que al volver
a Cali quedó vetada porque el calor de
la ciudad no me permite ningún tipo de
contacto con la lana, de solo verla, me
acaloro. De ahí que al regresar quedó
un poco olvidado eso de las dos agujas.
Hace casi dos años retomé la técnica del
bordado. En un comienzo porque tenía
una pena de amor y me era necesario
transformar un poco toda esa ansiedad
en algo más que quejas y me pareció
divertido e interesante darle forma a
dibujos e ilustraciones con una técnica
distinta a la pintura o los lápices. Antes
de estudiar y dedicarme a la Historia ya
había intentado con las Artes Plásticas y
sigo teniendo una relación cercana con
el hacer a través del lenguaje del Arte.
Con el bordado me pasa que lo que inició como una necesidad de manejo de
la ansiedad se ha ido transformando en
una oportunidad para materializar ideas,
dibujos y retratos.
Una vez retomada la técnica, una gran
amiga me sugirió dar clases de Bordado, ya que soy profesora innata y le
pareció que manejaba bien la técnica.
De ahí surgió la idea de no solo vender
mis bordados, sino también dar algunas
clases. Fue así que hicimos un primer
acercamiento con un costurero en su
casa. De este costurero me quedó una
de las cosas más hermosas: descubrir la
capacidad de desarrollar relaciones con
otras mujeres que también buscan en
el bordado una opción para la creación
de un lenguaje alternativo. Un lenguaje
para asumir sus penas, para distraerse,
para crear, para no pensar en trabajo,
para salir de casa un rato.
Mis bordados hoy en día tratan de narrar
un proceso todo el tiempo, pero también
pdc • 18
237
238
se suman a los pedidos de las personas
que desean tener alguna pieza de mi
elaboración.
Recuerdo que inicié con piezas delineadas que vendía en pequeñas cartucheras
de lienzo.
Un punto de quiebre importante para mí
fue cuando comencé a bordar animales, a
color y con relleno. El más lindo para mí
sigue siendo el jaguar, pero los pájaros
tienen un nosequé en el que la mezcla de
colores logra un realismo muy especial
que dan ganas de volver a hacer otro.
Pero es innegable que la elaboración de
retratos es una parte del bordado que
atesoro. Desde el paso de la fotografía al
dibujo (paso para el cual cuento con la
ayuda de mi pareja, manejando mucho
mejor que yo los programas de edición)
lo cual es vital para hacer una mejor selección de líneas, luces y sombras, hasta
el paso final al bordado sobre la tela. El
retrato es una técnica que sigo fielmente desarrollando, por su complejidad y
porque siento que cada vez mejoro más.
Admiro muchísimo el proceso de otras
compañeras que bordan en Latinoamérica y han desarrollado un Arte del
retrato bordado increíble. Espero algún
día sentir que mi nivel se acerca a dichos
procesos. No quiere decir esto que sienta
que ya llegué a la perfección en mi elaboración de bordados de animales, sino que
pdc • 18
me parece que el retrato es mucho más
complejo, por eso siento los pasos que
doy hacia su perfeccionamiento.
Desde hace unos 7 meses y en familia
decidí dejar la docencia en colegios para
dedicarme al bordado y a la investigación
historiográfica de lleno. Fue una decisión
difícil, casi un acto de fe, que fue motivado
y apoyado por mi compañero y que celebro cada mañana, porque no solo no hemos pasado por ninguna gran necesidad
sino que la vida, en mi caso, se hizo mucho
más hermosa al darme la oportunidad a
mí misma de hacer lo que me apasiona.
Desde ese momento los esfuerzos por
hacer un trabajo mejor se redoblaron, la
necesidad de mejorar la calidad no solo
239
del bordado sino también de los registros
y los temas se hizo mayor y me alegra
poder decir que mi horario laboral no está
demarcado, pero me permite pasar tiempo de calidad no solo en casa sino también
con mi pequeña hija Emilia.
Ahora mi proyecto @bordalapena es mi
sustento y mi pasión diaria. Este es mi
relato sobre el bordado.
Diana Carolina Castaño García
Historiadora de la Universidad del Valle, caleña, docente de sociales, actualmente dedicada
por completo al proyecto de bordado @bordalapena que se enfoca en dar talleres y proponer
una mirada del bordado mas contemporánea,
una que se acerca a la ilustración.
Laura Forero
Mi primer
dechado
ara esta publicación quería hacer
una pieza hermosa, de diseño, una
obra de arte, pero me di cuenta de
que eso no iba a tener ninguna
carga histórica, iba a ser un recién nacido
sin mucho para contar. Entonces me acordé de mi primer dechado. Lo hice hace
ochos años, cuando decidí estudiar bordado en la Escuela de Artes y Oficios Santo
Domingo. Tenía un espiral, unos círculos
y unas flores de diferentes colores.
P
inolvidable: una señora paisa que se llama Consuelito y ahora debe tener unos
80 años. Con ella me sentaba a hablar de
técnicas, costuras y encajes, pues ella creció bordando y cosiendo. Cuando le conté
sobre mi dechado perdido me dijo que en
el mundo de las bordadoras los dechados
son tesoros que facilito se pierden: “No se
deben prestar los dechados, los dechados
son como el cepillo de dientes”. Aunque
tarde, aprendí la lección.
Cuando llegué allá ni siquiera sabía qué
era un dechado, pero fue lo primero que
bordé, y con él aprendí que generalmente
se borda con dos hebras, que cuando uno
se tensiona mucho las manos sudan y las
agujas se ponen negras, que los bordados
siempre se deben planchar por el revés,
con trapo y vapor, que este oficio tiene un
montón de secretos y que algunas bordadoras son celosas con ellos.
Como ya no tengo mi primer dechado,
quiero mostrar el segundo, que vendría
siendo mi nuevo primer dechado, la pieza
bordada más antigua que todavía tengo,
porque antes de él ya había bordado otras
cosas (de manera muy empírica) pero las
vendí o regalé.
Mi primer dechado se lo presté a la maestra que me enseñó a hacerlo. Nunca me lo
devolvió y no tuve el valor para pedírselo.
Lo perdí para siempre.
Tiempo después, en una de las tantas
casas en que he vivido, tuve una vecina
Laura Forero
Bogotana de 31 años y bordadora desde hace
mas de 10 años. Fui docente en la Escuela de
Artes y Oficios Santo Domingo en el oficio de
Bordado por casi cuatro años. Actualmente
estudio Diseño y Gestión de Moda en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y soy una bordadora/tallerista/diseñadora independiente.
pdc • 18
241
Diego Cagüeñas
Comentarios
alrededor de
El artesano de Richard Sennett
Al maestro Lelio Fernández,
por él muchos conocimos
“El Artesano”...
“¿Qué puede querer decir que la experiencia sea un oficio, tal y como lo son la
alfarería, la música, o la programación,
por ejemplo?”. La pregunta es imprecisa.
En su libro El Artesano, Richard Sennett
no piensa la experiencia como un oficio
en general, sino como “el oficio de la experiencia” (354). La experiencia no es
de por sí un oficio; no es algo que esté
necesaria e indisolublemente atado a la
artesanía. El proyecto de El artesano es
el de pensar la experiencia no como un
fenómeno interior, que residiría más allá
de toda reflexión que no le sea posterior,
sino como un acontecimiento que abre la
posibilidad de cultivar nuestras relaciones con el mundo y con nosotros mismos.
“El oficio que consiste en producir objetos físicos proporciona una visión interior [insight] de las técnicas de la experiencia capaces de modelar nuestro trato
con los demás” (355); en otras palabras,
pdc • 18
243
El trabajo artesanal es arduo. Toma tiempo, paciencia, repetición. La materia se
resiste a amoldarse a nuestras intenciones; es necesario conocer sus propiedades y posibilidades. La materia es
moldeable pero también se resiste. Cada
material posee un carácter propio. Otro
tanto cabría decir del mundo social. Los
otros no se avienen a nuestros caprichos
e intenciones, por loables que puedan
ser. Los otros se resisten, cuestionan,
demandan atención. Sennett cree que
aprendemos de esos otros y sus resistencias al aprender sobre los materiales
con los que buscamos crear algo. Tal vez
quepa leer así afirmaciones como esta:
“La atribución de cualidades humanas
a los materiales -honestidad, modestia,
virtud- no tiene el objetivo de explicar;
su propósito es realzar nuestra conciencia de los materiales mismos y, de esta
manera, pensar en su valor” (172). Toda
valoración de las propiedades de un material es también una valoración moral.
Claro está, tal juicio de valor no explica,
no describe el material (la madera no
“es” noble), sino que habla de nuestro
entendimiento acerca de lo que el material permite y no permite hacer con él. Se
trata, por tanto, de juicios pragmáticos.
Hablan de las posibilidades del material,
y por ende, de los problemas que nos
plantean cuando pretendemos hacer algo
con ellos. Si esto es correcto, me atrevería
a afirmar que “los problemas filosóficos
insertos en la vida cotidiana” (26) de los
que se ocupa el pragmatismo son ante
todo problemas de límites.
en “amargura y desazón”, cuando no en
patente destrucción, como nos enseñó el
caso de la bomba atómica. Pero se trata
de un riesgo que no podemos sino correr.
En virtud de la siempre presente posibilidad del estrago y el fracaso, aprendemos
de nuestros propios límites, aprendemos
que el resultado de nuestras acciones rara
vez concuerda con aquello que habíamos
imaginado. Y esto, pienso, nos impone
una responsabilidad moral enorme cuando no infinita. De ahí la necesidad de un
involucramiento más reflexivo y sistemático con el hacer y, ante todo, con el
producir. De ahí, también, que Sennett
nos deje, en la última frase de El artesano, con la figura de Hefesto, el dios cojo,
“orgulloso de su trabajo aunque no de sí
mismo”, quien en su cuerpo contrahecho
encarna “el tipo más digno de persona
a que podemos aspirar” (363). No solo
somos exiliados del Paraíso, también somos dioses caídos: tenemos la facultad
de la creación mas carecemos del control sobre nuestras creaciones. Y ello nos
obliga a responder, por anticipado y en la
incertidumbre, por aquello que creamos.
Para que la carga de esa responsabilidad
nos sea menos agobiante, recurrimos al
maestro. Para no actuar en completa oscuridad volvemos la mirada al acerbo de
conocimiento sobre la vida en común
que nos han legado las generaciones
que nos han precedido. Este acerbo es
mucho más que la decantación de sabiduría moral; es el resultado de siglos
de refinamiento de nuestra conciencia
material. Tal y como sucede en el taller en
la relación entre maestro y aprendiz. Por
enfrentarnos directamente con nuestras
limitaciones e imperfecciones, y con las
enormes responsabilidades que de ellas
se derivan, la artesanía es, ante todo, una
lección de humildad.
¿Qué quiere decir esto? Vale la pena señalar que Sennett reconoce que el trabajo
artesanal puede fácilmente desembocar
Los juicios pragmáticos son entonces juicios morales por ser juicios sobre límites
y limitaciones. Pero no se trata de juicios
la artesanía, por ocuparse de objetos, de
entes externos y ajenos a la voluntad del
sujeto, tal y como lo son los demás seres
humanos, es un oficio de la experiencia
en el que aprendemos civilidad.
244
enteramente restrictivos; el juicio pragmático también descubre la posibilidad.
Es un juicio pedagógico. La artesanía
se centra “en objetos en sí mismos y en
prácticas impersonales” (354). Por estar
volcado hacia afuera, el artesano aprende
acerca de lo que es posible hacer con la
materialidad del límite y la posibilidad:
la arcilla se amolda a ciertos fines, no a
otros, sin importar qué tanto los deseemos. Esos fines, sin embargo, pueden ser
llevados, en ocasiones, más allá de los
límites encontrados en un principio. Las
potencialidades del material pueden ser
explotadas de modos inéditos. Cuando
esto sucede el dilema pragmático no es
superado sino vuelto a plantear. El oficio del artesano, al resolver unos problemas, plantea otros nuevos. Los avances
en artesanía no pueden sino ser lentos y
paulatinos, y solo son posibles gracias a
avances e innovaciones previas. A pesar
de su profunda absorción en los problemas inmediatos de lo que está haciendo,
el artesano solo puede resolver estos problemas al formar parte de una comunidad de conocimiento. El juicio pragmático, al no buscar simplemente alcanzar
fines por medio de medios adecuados (lo
que no sería más que una consideración
utilitarista), nos pone en contacto con el
medio social en el que enfrentamos los
problemas a resolver: el ámbito del oficio
nos educa para movernos en el ámbito de
lo social. Pero esto se logra, ante todo, si
comprendemos que el oficio del artesano
no consiste tan solo en resolver problemas, sino en resolverlos bien.
De acuerdo con el pragmatismo que
Sennett suscribe, “para trabajar bien, la
gente necesita libertad respecto de las
relaciones entre medios y fines” (353).
Si tomamos en cuenta que la artesanía
designa “un impulso humano duradero
y básico, el deseo de realizar bien una
tarea, sin más” (20), encontramos que
en ella aprendemos de un imperativo
práctico-moral que nos lleva más allá
del simple utilitarismo. Las herramientas y los materiales del artesano no solo
son buenos para hacer sino también para
pensar. La noción de utilidad es insuficiente para aprehender lo que hace el
artesano en su taller: más que producir
cosas útiles, produce cosas bien hechas.
Esto no querría decir que la artesanía
se agota en sí misma en una suerte de
ejercicio obsesivo y narcisista de búsqueda de la perfección. Por el contrario,
la artesanía, al producir enfrentándose
con la realidad, se convierte también en
un ejercicio de libertad.
Por ejemplo, los inagotables recursos
económicos de los que disponía Ludwig
Wittgenstein cuando se embarcó en la
construcción de una casa que reescribiría los fundamentos de la arquitectura
le cerraron el camino hacia tal libertad.
Al no enfrentar el límite y así eludir la
dificultad, Wittgenstein terminó preso
del material. Su casa “carece de vida”
porque consigue borrar todo rastro de
su hacedor, porque es que es exactamente la casa del plano, la casa imaginada,
punto por punto. Wittgenstein, por no
encarar las dificultades propias del oficio de la construcción, poco aprendió de
este. Nunca más construyó. Adolf Loos,
por su parte, acostumbrado a resolver
problemas, nunca dejó de aprender de
este oficio. Al construir la Villa Mueller
sus metas eran mucho más modestas: no
ya refundar la arquitectura, sino hacer
una casa bien hecha. Esta modestia es
el inicio de la libertad, alienta el ejercicio de la imaginación: ¿cómo hacer esto
mejor? No de forma más “eficiente” o
más “eficaz”, sino simplemente mejor. El
imperativo práctico-moral de hacer bien
las cosas, sin más, en virtud del oficio
mismo, es también el imperativo de ser
mejores personas pues nos haría cada
pdc • 18
vez más difícil ver en el otro un mero
medio para alcanzar nuestros fines. El
oficio del artesano es la propedéutica de
la civilidad: “Aprender a trabajar bien
capacita para autogobernarse y, por tanto, convierte a los individuos en buenos
ciudadanos” (330).
Así Sennett reinscribe la moral en el quehacer cotidiano. Por tratarse la artesanía
del cultivo de habilidades compartidas
por todos, alberga la posibilidad de poner al alcance de todos llevar una vida
buena. Sennett reconoce que “el trabajo
artesanal encarna la gran paradoja de
que una actividad de gran refinamiento y
complejidad surja de actos mentales tan
simples como la descripción detallada
de los hechos y su indagación posterior”
(329). Es decir, ya que, en principio, esos
actos mentales simples son posibles para
todo ser humano, el cultivo de dichos
actos es una posibilidad real para todos.
Hacer un buen trabajo, vivir una vida
buena, no será cuestión de “talento” ni
de “genio”; se trata de una posibilidad
común. Sin embargo, sin maestría no hay
artesanía, sin maestro no hay aprendiz,
y “los problemas éticos del oficio hacen
su aparición cuando se alcanza la maestría” (33). El maestro no es el mismo
virtuoso. Su oficio siempre está volcado
hacia afuera; busca la manera de hacer
un mejor trabajo, no el reconocimiento
del público. Pero si bien la artesanía se
caracteriza por una fuerte anonimidad
del artesano, esta no es completa, pues
después de todo no se estudia cello en
este o en aquel conservatorio; se estudia
cello con Rostropovich.
Así las cosas, ¿los problemas éticos del
oficio, y por tanto, de la vida en comunidad, solo se le presentan al maestro?
No parece ser este el espíritu con el que
Sennett escribió El artesano. No obstante, parece difícil negar que cuando
245
se está comenzando a aprender un oficio
las preguntas y dificultades con las que
se encuentra el aprendiz no son las mismas que enfrenta el maestro, y por ello
hablan de lo que significa aprender; las
del maestro de lo que significa enseñar.
Dos formas ineludibles de la vida en sociedad. Porque en la artesanía se aprende
algo más, aunque nos parezca antipático:
se aprende a obedecer. Para poder hacer
las cosas de otro modo primero hay que
aprender a hacerlas en los modos heredados. No obstante, la disparidad entre
maestro y aprendiz no es la misma disparidad que entre jefes y subalternos en
la gran mayoría de organizaciones productivas del capitalismo contemporáneo,
pues se trata de una disparidad dictada
por el oficio mismo, no por las características de los individuos. Al volcarnos hacia
afuera, la artesanía nos obliga a encontrarnos unos con otros, allí encontramos
que algunos tienen cosas por enseñar y
que todos tenemos algo por aprender.
El oficio de la experiencia es el oficio de
la vida en común. La civilidad es fruto
del cultivo de nuestras capacidades para
obrar en el mundo, para obrar entre y
junto a los otros. ¿Qué aprendemos en
el trabajo artesanal? Que todos podemos
aprender, que todos debemos aprender.
Pero quizás la enseñanza más simple y
más aguda de la artesanía es que no se
aprende en solitario.
Diego Cagüeñas
Es antropólogo y filósofo, profesor del departamento de estudios sociales de la Universidad
Icesi. Entre sus intereses se cuentan la memoria histórica, la teología política y la relación
entre repetición y diferencia
VOL. 18
DIRECCIÓN
Margarita Cuéllar Barona
COMITÉ EDITORIAL
INVITADO
María Paola Herrera Valencia
Tania Pérez-Bustos
Eliana Sánchez-Aldana
DISEÑO, DIAGRAMACIÓN
e ilustración
Natalia Ayala Pacini
nataliaayalapb@gmail.com
www.icesi.edu.co/papeldecolgadura
papeldecolgadura