Sous la direction de Olivier Dehoorne et Pascal Saffache
Études Caribéennes
2008, Volume III
Numéros 9 et 10
Le tourisme dans les îles
et littoraux tropicaux et subtropicaux.
Usages des lieux et enjeux de développement
Publibook
El modelo turistico de canarias
Josefina DOMINGUEZ MUJICA
Introducción
El Archipiélago canario es un territorio atlántico privilegiado desde el
punto de vista del ocio y del esparcimiento. No sólo es una de las
principales regiones turísticas de España sino que brilla con luz propia,
como destino de primera magnitud, en el continente europeo. Así lo
confirma la llegada de un número de visitantes muy numeroso, máxime si
tenemos en cuenta que Canarias tiene una población de en torno a 1.800.000
residentes y una extensión territorial de unos 7.500 kilómetros cuadrados,
dimensión que se reparten las islas habitadas que la conforman y los
pequeños islotes. Concretamente, el pasado año de 2003 nos visitaron unos
diez millones de turistas extranjeros, a los que hay que sumar los que
llegaron desde otras regiones españolas, todo lo cual representó más de
12.000.000 de visitantes que acudieron al Archipiélago a pasar sus
vacaciones.
El turismo se ha desarrollado en Canarias gracias a la existencia de un
litoral atractivo que cuenta con playas extraordinarias, playas que se
mantuvieron prácticamente vírgenes hasta hace unos cuarenta años. A ello
se suman las bondades de su clima, con temperaturas suaves en las zonas
litorales, de no menos de 18º como media de los meses de invierno y de no
más de 25º de media en los de verano, un elevado número de días
despejados a lo largo del año, y la escasez de las precipitaciones, sobre todo
en la zona de costa. Si a estas características medioambientales sumamos el
atractivo de sus paisajes volcánicos, el confort de una oferta alojativa de
elevada calidad, la estabilidad política de la región, el nivel de desarrollo
económico que se ha alcanzado en los últimos años, la conexión aérea con
los países europeos, una promoción constante de este destino turístico en
distintos circuitos internacionales, un alto grado de fidelidad de los
visitantes, etc. habremos dibujado las causas que explican una elevada
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especialización turística, que ha ido gestándose y reorientándose a lo largo
de un dilatado período.
En Canarias, si consideramos los viajes como antecedentes del turismo,
entonces el turismo existe desde siglos. La economía de exportación que los
conquistadores castellanos establecieron en las islas y la situación
privilegiada de encrucijada del archipiélago generaron grandes movimientos
comerciales, responsables a su vez de la visita de un gran número de
viajeros.
Los efectos de la Revolución Industrial en los transportes marítimos y en
la consolidación de una burguesía rentista y ociosa impulsaron el verdadero
desarrollo turístico del siglo XIX. Los Británicos comenzaron a visitar
nuestras islas a fines de dicha centuria de la mano de la inversión y
establecimiento en el Archipiélago de los emporios comerciales extranjeros.
Sin embargo, el modelo turístico de Canarias de la segunda mitad del
siglo XX es bien diferente. Es el modelo que se ha definido como de sol y
playa, el del turismo de masas. El transporte rápido y fluido que garantizan
los vuelos chárter y la organización de las Agencias de Viaje, que ponen en
práctica el sistema de viajes “forfaith” o “packet travel”, conducen a la
captación de sectores sociales populares, a los que se les abre un mundo de
oportunidades : un destino turístico aparentemente exótico, en un clima
cálido para el disfrute del baño, del sol y la tranquilidad y, donde al mismo
tiempo, se les garantiza el mantenimiento de sus hábitos culturales (horario,
comidas, seguridad, …)
Una serie de circunstancias históricas han contribuido a la
especialización turística. En primer lugar, la decidida apuesta del llamado
“desarrollismo” español por la modernización económica en los años
sesenta, durante la Dictadura de Franco, y, con posterioridad, la política de
apoyo decidido al sector por parte del Gobierno central y, sobre todo, por
parte del Gobierno Autónomo, a medida que se han ido consolidando las
competencias de la Comunidad Canaria. También ha influido la
trasnacionalización de capitales, el propio proceso de globalización y, en
particular, la demanda turística internacional : el negocio de los touroperadores y la fidelidad de nuestros visitantes, lo cual no obsta para que se
hayan producido ciertas coyunturas críticas, caracterizadas por una menor
receptividad (1973-1976, 1980-1983, 1990-1994 y 2004).
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I. La primera etapa de desarrollo turístico
(siglo XVIII – Primera Guerra Mundial)
Desde finales del siglo XVIII se estableció entre algunos países europeos
y las Islas Canarias una importante corriente de visitantes. Esta etapa la
podemos caracterizar como un antecedente lejano del desarrollo actual. En
este primer momento, los viajeros venían al Archipiélago movidos por un
cierto interés por la aventura, hasta el punto de que muchos estudiosos han
relacionado este primer turismo con el espíritu cultural del romanticismo.
Las dificultades que suponía llegar a Canarias en aquella época sólo las
vencían las personas que tenían cierta posición económica, tiempo libre y
una actitud decidida de conocer exóticos destinos. También se puede
relacionar este primer período con el llamado turismo de salud, con el
turismo científico o de investigación, etc. Esta corriente involucró un
número muy restringido de grupos sociales, de forma que podemos hablar,
con toda propiedad, de un turismo de elite en aquellos años.
Por entonces, el viajero decidía espontáneamente la manera de ocupar su
tiempo en cada momento. El viaje se convertía en auténtica aventura, sin
que por ello se tornase peligroso u hostil el ambiente que el turista
encontraba. Muchos comerciantes ingleses relacionados con la exportación
de vinos, plátanos y otras mercancías, que constituían los principales rubros
de la actividad económica de Canarias en aquel momento, residían en los
principales puertos, el Puerto de La Luz en Las Palmas de Gran Canaria, el
Puerto de Santa Cruz de Tenerife y el Puerto de la Cruz de La Orotava,
también en Tenerife. Las líneas de vapores asociadas a esta actividad
comercial casi siempre procedían de Inglaterra, por ello, las hostelerías
pertenecían en su mayoría a los ciudadanos de este origen afincados en las
Islas. No ha de extrañar, por tanto, el predominio de esa nacionalidad entre
los turistas que nos visitaban, y que fue absoluto hasta bien avanzado el
siglo XIX (Vera Galván, 1985).
El turismo que vino a Canarias a partir de los años ochenta del siglo XIX,
hasta la Primera Guerra Mundial, conocía mejor este destino gracias a la
publicación de distintas guías turísticas que se imprimieron en Inglaterra y
que ensalzaban las virtudes del clima de Canarias para la cura de ciertas
enfermedades del aparato respiratorio y, sobre todo, para la reparación de
las fuerzas de los visitantes, que podían disfrutar de pintorescos paisajes y
de la amabilidad de sus gentes, es decir de un ambiente plácido y reparador
(Hernández Luís, 2001).
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La mejora de la infraestructura de transportes y comunicaciones, gracias
a la ampliación de los recintos portuarios, a la primera red de carreteras
insulares y a los buques de vapor y vehículos para la circulación rodada,
tuvo un efecto inmediato en el incremento del número de visitantes que
llegaron a las islas de Tenerife y Gran Canaria, las únicas que recibían
viajeros en aquel momento. En distintas localidades de estas Islas se
construyeron los establecimientos que alojaron a estos primeros visitantes.
Hacia 1910, la capital de Tenerife contaba con siete hoteles. En el Puerto de
la Cruz y La Laguna se levantaban otros tantos, entre los que sobresalía el
emblemático Hotel Taoro de La Orotava, que pasó a manos de una
compañía alemana por aquellas fechas. Lo mismo sucedía en Gran Canaria,
donde se gestaron algunos negocios de la mano de estas colonias en su
capital, Las Palmas de Gran Canaria, y en la zona del Monte Lentiscal, en el
municipio aledaño de Santa Brígida. Hacia 1912 el volumen de visitantes
anuales de Tenerife fue de unos 5.000 y de Gran Canaria de unos 3.500
(Riedel, 1972).
El dinero invertido en el desarrollo de este tipo de actividad fue,
fundamentalmente, de origen británico, alemán y suizo, aunque también se
acondicionaron algunos locales de menor envergadura (hospederías,
fondas, …) con capital canario. Por esas fechas, se reconocía ya la
importancia económica de este negocio, como pone de manifiesto la revista
Canarias Turista, que inició su andadura en Las Palmas de Gran Canaria en
1910, y que decía textualmente en su primer número que “el turismo es,
según un juicio en que todos absolutamente coinciden, la primera de las
fuentes de riqueza que tenemos a nuestro alcance” (Canarias Turista,
número 1, 1910).
La Primera Guerra Mundial supuso una brusca interrupción de esta
corriente de visitantes, que se reanudó tras finalizar la contienda.
II. La expansión turística desde 1920 hasta principios de los años
sesenta
En el período de entreguerras se recuperó la actividad turística y se
incrementó de la mano de los primeros cruceros, de entre los que destacan
los que organizaba la empresa británica Cunard Line, que hacían una ruta
atlántica con origen en el puerto de Southampton y escalas en Santa Cruz de
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Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, entre otros lugares ; cruceros que
constituyen el precedente de los que han empezado a adquirir una gran
importancia en Canarias, en los primeros años del siglo XXI.
El turismo de placer comenzó a identificarse, en aquella fecha, con el
turismo de invierno y se puso de moda el baño en las playas, por lo que,
paralelamente, aumentó la urbanización de los enclaves costeros. En Las
Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, se construyó un gran número de
pensiones y de hoteles en el istmo de Guanarteme, junto a la playa de Las
Canteras. Lo mismo sucedió en el Puerto de la Cruz en Tenerife, aunque los
destinos tradicionales de zonas de mayor altitud también siguieron contando
con visitantes foráneos. La generalización de las excursiones por otros
lugares de las islas también supuso la creación de algunos establecimientos,
como había sucedido con anterioridad con el sanatorio de Güimar o con el
hotel de veraneo de Vilaflor en Tenerife. Nos referimos a los alojamientos
asociados al afloramiento de aguas termales, como el balneario de Los
Berrazales de Agaete y el de Azuaje, en Firgas (Gran Canaria).
La Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial supusieron una
nueva paralización de la actividad turística aunque su impacto no fue tan
intenso para Canarias como el de la Primera Guerra Mundial. A partir de
1945 se reanudó lentamente la afluencia de visitantes y, pocos años después,
el propio negocio turístico. Se reinició la construcción de hoteles que
anticipó, por lo general, la puesta en explotación de nuevos espacios
geográficos, como sucedió, por ejemplo, en Lanzarote, que se sumó, de
forma tímida en un principio, a los destinos turísticos del Archipiélago, con
la apertura de algunos establecimientos en Arrecife, su capital. A mediados
del siglo XX, se registraron unos 15.000 visitantes foráneos, al año, en toda
Canarias.
La aceleración del desarrollo turístico tuvo lugar unos años más tarde,
cuando se produjo un cambio definitivo en este panorama, gracias al tráfico
aéreo y, de forma más señalada, gracias a la aparición de los vuelos chárter,
a fines de los años cincuenta.
III. La evolución vinculada al turismo de masas (1960-2003)
En esta fase, no sólo se ha incrementado el número de visitantes, sino que
se ha dado entrada a empresas con una mayor cuota de mercado y con un
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mayor respaldo financiero. En un primer momento, fueron sobre todo los
Alemanes, al socaire de la Ley Strauss o Ley Fiscal sobre Ayuda a Países en
Desarrollo de 1968 (ley que estuvo vigente hasta 1971), los que se hicieron
con grandes bolsas de suelo y promocionaron nuevos complejos turísticos.
También hubo compradores de otras nacionalidades, suecos, por ejemplo,
Holandeses, Británicos, etc. así como otros empresarios españoles. Más
recientemente, también han adquirido una gran dimensión las compañías de
capital canario, que están compitiendo con una alta rentabilidad y que han
alcanzado un grado de capitalización muy importante, gracias al propio
negocio turístico insular, lo que les está permitiendo invertir en otros países
y en una gama más amplia de actividades. Simultáneamente, el tejido
urbano de promoción turística se ha ido extendiendo por toda la geografía
del Archipiélago, con intervenciones cada vez más complejas y que han
llegado a poner en peligro el equilibrio ecológico.
En la década de los años sesenta, se abandonaron algunas de las
localizaciones tradicionales de las zonas húmedas de abundante vegetación,
situadas cierta altitud (Monte Lentiscal en Gran Canaria, por ejemplo) y se
pusieron en explotación zonas vírgenes de la costa, que hasta ese momento
tan sólo albergaban algunas viviendas de pescadores, sobre todo en las islas
de Tenerife y Gran Canaria, además de Lanzarote. Nos referimos a los
enclaves situados en el sur de las dos primeras islas, Los Cristianos – Las
Américas (Tenerife), Maspalomas Costa Canaria (Gran Canaria) y Playa del
Carmen, al este de Lanzarote. Por último, también se produjeron algunas
intervenciones en Fuerteventura, La Palma, Gomera y Hierro aunque de
importancia dispar, de cierto interés en la primera e insignificantes en la
última. En la memoria popular, esta etapa, llamada del “boom turístico”,
aparece con frecuencia como el punto de partida de la “industria del viaje”
en Canarias, sin duda, por la importante transformación económico-social y,
sobre todo, territorial que produjo en nuestra sociedad, hasta ese momento
predominantemente agraria y con una débil salarización de su población
activa (Vera Galván, 1993). Son los años del turismo escandinavo, que
llevaron a identificar como suecos a todos los extranjeros que nos visitaban.
Las desenfadadas costumbres que exhibían los bañistas causaban interés y
cierto revuelo en las playas, en una sociedad aún profundamente religiosa y
poco modernizada.
La evolución de este período se vio frenada, de forma brusca, por la
llamada crisis del petróleo de 1973, que ocasionó la primera recesión en esta
nueva etapa del turismo de masas. Sin embargo, no podemos olvidar que, en
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los años sesenta, se produjo un auténtico proceso de urbanización vinculado
a algunos elementos característicos de las ciudades vacacionales, como el
paseo marítimo y un gran centro de equipamientos colectivos y de espacios
verdes que contribuyeron a formalizar la relación playa-ciudad y la cohesión
social y física del nuevo espacio urbanizado (Morales Matos, 2001).
Simultáneamente, se fue consolidando la oferta turística. En dicha oferta,
podemos reconocer tres grupos distintos, diferenciados según el papel que
las empresas desempeñaron en la materialización del producto : las de
alojamiento, restauración y servicios comerciales y de ocio ; las agencias de
viajes, los tour operadores y los agentes públicos y privados dedicados a la
promoción y al transporte ; y, por último, los servicios complementarios
especializados (Parreño Castellano, 2001).
Esta oferta, que caracterizaremos más adelante, no ha cesado de
incrementarse, pese a las distintas etapas de recesión. La primera, la de las
secuelas de 1973, que se superaron en los años ochenta, cuando el nivel de
promoción y de urbanización se incrementó notablemente y se extendió, de
forma muy destacada, por Lanzarote y Fuerteventura. Otro momento crítico
de cierta importancia afectó al desarrollo turístico a principios de los años
noventa. En la segunda mitad de esa década, sin embargo, se inició una
nueva etapa de expansión que ha consolidado aún más, si cabe, la
especialización turística de Canarias, hasta el punto de que no se ha acusado
la crisis de septiembre de 2001, cuando se auguraba una recesión
internacional del turismo, tras el episodio de la destrucción de las Torres
Gemelas de Nueva York. En nuestros días podemos afirmar que Canarias se
ha convertido en un destino sólido, que se ha dotado de una oferta
cualificada y que resiste muy bien las situaciones críticas, aunque la
vorágine constructiva haya deteriorado algunos parajes de un gran valor
ecológico y haya modificado la dinámica natural de algunos espacios,
alterando las mareas, la circulación de las arenas, haciendo peligrar la
conservación de algunas especies endémicas y destruyendo la propia
conformación orográfica de lomos y barrancos, con un tipo de edificación
que no ha respetado la fisonomía original del territorio.
Es conveniente, también, tener en cuenta el impacto social del turismo.
Los turistas han sido portadores involuntarios de una nueva cultura,
esencialmente urbana, que impone su ritmo de vida : acumulación de
personas, agitación, ruidos, transformación de infraestructura, … Han
cambiado así algunos hábitos alimenticios, vestimenta, diversiones,
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expresiones… y, para satisfacer los gustos y necesidades de los turistas, la
propia cultura local se convierte en objeto de comercio.
Otro aspecto importante del turismo es que se trata de una cultura del
ocio : excursiones, baños en la playa, comidas en restaurantes, noches en las
discotecas, … suelen ser actividades normales en la estancia de un turista.
El contacto permanente con este modo de vida, despreocupado, suele crear
cierto mimetismo entre la juventud local. Asimismo, la población de
aquellos lugares donde el turismo se implanta se ve afectada por una
profunda reestructuración social. Se produce un rejuvenecimiento
demográfico asociado a la inmigración de mano de obra que llega al
archipiélago atraída por el negocio turístico y aparecen nuevas profesiones
como camarero, animador, vigilante, … que hacen variar la valoración
social de otros trabajos tradicionales.
Por otra parte, también conviene tener en cuenta que desde mediados de
los años noventa hay una mayor conciencia acerca de la necesidad de
controlar el crecimiento turístico desorbitado. Se ha proyectado la
rehabilitación de los inmuebles y de las urbanizaciones obsoletas, para
evitar el incremento de la urbanización y se ha intentado diversificar la
oferta mediante nuevas formas de explotación como la del “time sharing”.
Además, aunque no podemos olvidar la importancia de los “paquetes
turísticos” y de los vuelos chárter, cada vez se intenta respetar más las señas
de identidad de nuestro paisaje, como se ha hecho de forma ejemplar en
gran parte de la isla de Lanzarote, y de ofrecer un mayor abanico de
posibilidades, mediante el ensayo de algunas modalidades de los llamados
turismos alternativos : turismo rural y agroturismo, turismo de golf, turismo
de congresos, turismo de salud vinculado a establecimientos con “spa” o
helioterapia, turismo de ocio marítimo, turismo cultural o temático, etc.
IV. La llegada de turistas y su procedencia
Antes de comenzar a mostrar los datos de que disponemos acerca de este
particular, conviene tener presente que las estadísticas turísticas aparecieron
en toda España ligadas a la propaganda y, en particular, a la propaganda
política del régimen dictatorial de Franco. El turismo aportó divisas y actuó
como “locomotora” económica y, desde esta premisa, se asoció de manera
mecánica el concepto estadístico “número de turistas llegados” al concepto
económico de “riqueza”. Como consecuencia de esta función
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propagandística las estadísticas de este período son deficientes y poco
fiables (Vera Galván, 1993).
Si a este hecho unimos el que las autoridades de AENA, la Agencia
Española de la Navegación Aérea, no proporcionaban datos desagregados
de los viajeros que llegaban a los aeropuertos en vía regular y en vuelos
chárter, se entenderá que, pese a la democratización de España, que se inicia
en el año de 1975, y a la consolidación del Estado de las autonomías, tan
sólo dispongamos de información adecuada a partir del año 1992, cuando la
Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias dio las primeras
estadísticas regionales en las que no se confunde al turista (vía aérea) con el
viajero, razón por la cual el comentario lo restringimos al período de 19922003, es decir, a los últimos años de evolución.
En 1992, el número de turistas extranjeros que llegaron a Canarias fue de
6.019.221 mientras que en el año 2001 la cifra alcanzó los 10.137.202, un
crecimiento espectacular, del orden del 68 por ciento. Si atendemos a la
evolución que refleja la figura 1, podemos apreciar que la tendencia es
ascendente a lo largo de todo el período si bien con un cierto estancamiento
en los años 1995-1996 y con una moderada regresión en 2002, esta última a
consecuencia, probablemente, de un tímido estancamiento de la economía
internacional y, particularmente, de la Alemana, que condiciona mucho el
mercado turístico de Canarias (figura 1).
Figura 1
Número de turistas extranjeros llegados a Canarias (1992-2003)
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La mayor parte de estos turistas probablemente habían visitado el
Archipiélago en más de una ocasión, pues según datos de la Consejería de
Turismo del Gobierno, que se basan en encuestas de muy diverso tipo, un 55
por ciento de los que vienen a Canarias repite su estancia, es decir, el grado
de fidelidad es muy alto y aún lo es más si tan sólo tenemos en cuenta el
turismo de invierno (un 70 por ciento), pues otra de las características más
destacadas de nuestros turistas es la de que acuden, fundamentalmente, en
dicho momento del año. El reparto temporal es bastante equitativo, si bien
hay cuatro meses muy altos en aquella estación : diciembre, enero, febrero y
marzo y un quinto en verano, este último en agosto, que nutren
especialmente los nacionales. Los meses más flojos son mayo, junio,
septiembre y octubre, pero los índices de ocupación no bajan del 60 por
ciento en ninguno de ellos. Las estancias son cortas, de en torno a los ocho
días, por la generalización y sobreoferta de las compañías aéreas (figura 2).
En la figura 2 se refleja la temporalidad que hemos comentado con
referencia al año de 2003, patrón que se repite a lo largo de todo el período.
Es de destacar que en el mes de marzo de algunos de los años de la serie
estudiada se supera el millón de visitantes, concretamente en los de 2001 y
2002.
Figura 2
Temporalidad de la llegada de turistas (año 2003)
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En cuanto a las procedencias, fenómeno que se refleja en la figura 3, se
aprecia el predominio de los turistas de origen alemán y británico, hasta el
punto de que la suma de los que vienen desde otros países (no considerados
de forma individual en la tabla) no llega a alcanzar a cada uno de aquéllos
por separado. Los visitantes de procedencia alemana oscilan entre los dos y
tres millones, mientras que los de origen británico llegan a superar los
cuatro millones en el último año de la serie, el 2003, lo que representa que
se ha doblado el número de turistas británicos en tan sólo diez años.
Las causas que determinan el predominio de estas nacionalidades son
varias y entre ellas destaca el alto nivel de renta de sus habitantes así como
el elevado volumen demográfico de los países de procedencia, pues
Germanos y Británicos reúnen el 38 por ciento de la población de la Unión
Europea de los quince, además de que un 15 y un 23 por ciento de los que se
desplazan al exterior tienen como destino algún punto geográfico del Estado
español (Hernández Luís, 2001). Por otra parte, según las previsiones de la
Organización Mundial de Turismo para el año 2020, Alemania y el Reino
Unido ocuparán el primer y quinto lugar en cuanto a generación de viajes
turísticos internacionales, con 150 y 95 millones de viajes al año, en esa
fecha, respectivamente.
Figura 3
Islas Canarias : Plazas de alojamiento (año 2001)
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Sin embargo, en el período analizado, la tendencia al incremento se
advierte en todas las procedencias, salvo en la de los Alemanes. Este caso es
el más significativo pues presenta un cierto estancamiento y una pérdida
ligera desde 1999. Es probable que no sea ajena a esta recesión la crisis
coyuntural que está atravesando la economía alemana. En las demás
nacionalidades también se advierten altibajos. Desde Francia, por ejemplo,
viene un menor número de turistas desde mediados de los años noventa.
Desde Holanda y desde Suecia, también llegan menos visitantes desde
principios del nuevo siglo, sin embargo, es muy significativo el avance que
han tenido los turistas procedentes de otros orígenes. Así, por ejemplo, se ha
incrementado notablemente la llegada de italianos (aunque no aparezca este
dato recogido en la tabla) y se comienza a hacer promociones turísticas en
Europa oriental, para captar turismo ruso, así como en otros puntos distantes
de la tierra, con poca tradición de contacto turístico con Canarias, como es
el caso de Estados Unidos y Canadá. Podemos señalar también otras
nacionalidades que han estado históricamente relacionadas con el
Archipiélago, como destino de ocio, entre las que se encuentran la noruega,
la finlandesa, la suiza, etc.
Por otra parte, conviene recordar que, en la actualidad, se han
popularizado las vacaciones y que las políticas de bienestar europeas han
posibilitado que se desplacen como turistas hasta Canarias personas de toda
condición y clase social. El grupo más numeroso corresponde, no obstante,
al de personas jubiladas o prejubiladas, que ansían disfrutar de las bondades
de un clima más cálido en los meses de invierno, aunque recientemente
también se han incorporado grupos de jóvenes con menor poder adquisitivo,
que han podido hacerse con un paquete turístico gracias al abaratamiento de
los costes. Estos jóvenes suelen venir al Archipiélago en los meses de
verano o en los períodos vacacionales, mientras que el “paisaje
demográfico” del invierno es, predominantemente, el de personas jubiladas.
En relación con las diferencias socio-profesionales o de niveles
económicos, la segregación la establece el precio de los paquetes turísticos,
aunque por razones de estrategia comercial o de promoción, ya sea porque
se inaugura un nuevo establecimiento o a causa de la menor ocupación que
se produce en ciertas épocas del año, se pueden dar situaciones de una gran
diversidad en los complejos turísticos. En cualquier caso, hay
establecimientos más cualificados, más caros y que se reservan a un público
más escogido, como sucede con los hoteles que se complementan con
campos de golf, aunque, por lo general, los establecimientos que se han
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construido en el Archipiélago no tienen la máxima categoría y predomina,
de forma abrumadora, la extracción social de clase media, sin que puedan
establecerse diferencias.
Finalmente, en este perfil del turista que hemos dibujado conviene tener
presente las previsiones de futuro. Las realizadas por la Organización
Mundial de Turismo para el año 2020, a las que ya nos hemos referido,
indican que las llegadas interregionales dentro de Europa apenas
descenderán, por lo que se podría deducir que el futuro turístico de Canarias
no estaría en peligro siempre que el destino aumente en calidad, diversifique
su producto y se controlen los posibles excesos de la oferta (Hernández
Luís, 2001).
V. La oferta turística de Canarias
En este apartado vamos a constreñir el análisis a la oferta de alojamiento,
dado que es la principal responsable del tejido urbano de los espacios
turísticos de Canarias, aunque no hemos de olvidar que a ella va asociada,
por lo general, la de restauración y de servicios comerciales y de ocio,
además de aquella otra oferta complementaria en la que juegan un papel
definitivo los operadores turísticos (figura 4).
Figura 4
La oferta alojativa según isla (año 2002)
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El número total de plazas, a 31 de diciembre del año 2001, era de
359.887, como puede apreciarse en la figura 4. En ese momento, el cálculo
acerca de las plazas reales de alojamiento, realizado por los técnicos de la
Consejería de Política Territorial del Gobierno de Canarias, responsables de
la redacción de las Directrices de Ordenación del Territorio, incrementaba
aquella cifra hasta las 454.455. Su distribución insular es la que se ofrece en
el mapa de la figura 4. En las islas occidentales del Hierro, La Palma y
Gomera (se han mencionado por su posición de oeste a este), el número es
muy reducido, de tan sólo unas 15.000, mientras que Tenerife y Gran
Canaria, con un número de plazas próximo entre sí (121.311 y 138.740,
respectivamente) concentran la mayor parte de la oferta, una oferta que ha
crecido mucho en los años noventa y que ha implicado la expansión de la
urbanización por un amplio sector de las costas suroccidentales y
occidentales de esta islas. Ahora bien, el ritmo más intenso en el
crecimiento lo han arrojado las islas de Fuerteventura y Lanzarote y,
particularmente, la primera. Se trata de espacios que se incorporaron más
tardíamente al desarrollo turístico, pero que lo han hecho con tal fuerza que
se han visto desbordadas todas las previsiones de crecimiento originales, lo
que ha transformado no sólo el paisaje y la economía insulares sino también
la propia evolución y estructura demográficas. El ritmo ha sido tal que la
inmigración, que ha llegado atraída por los puestos de trabajo que se han
creado, ha contribuido a incrementar la tasa de aloctonía hasta niveles
extremos (tan sólo una de cada cuatro personas que residen en
Fuerteventura, por ejemplo, ha nacido en la isla) y ha favorecido el
rejuvenecimiento de la estructura poblacional, con los índices de
crecimiento vegetativo más elevados de todo el Archipiélago.
En otro orden de cosas, vamos a caracterizar, a continuación, el tipo de
oferta de alojamientos. Cualquier clasificación al uso diferencia entre las
edificaciones hoteleras y las extrahoteleras. A su vez, dentro de estas
últimas, podemos establecer distancias entre bungalow, apartamentos y otro
tipo de inmuebles que permiten pasar las vacaciones.
El bungalow es un alojamiento aislado o adosado, de una o dos plantas,
con espacios libres en el interior de la parcela que los acoge. Este tipo está
muy extendido y presenta una organización espacial relacionada con la
ciudad-jardín. El apartamento, por su parte, suele tener una menor superficie
y se agrupa en bloques de varias plantas, cuyos servicios se centran en la
planta baja. Suele disponer de piscina y de otros equipamientos comunes a
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los residentes en el complejo, zona de juegos, solarium, etc. La casa de
vacaciones se equipara a las segundas residencias típicas de cualquier
destino turístico histórico. Son viviendas unifamiliares emplazadas en
parcelas que carecen de cualquier tipo de servicio hotelero concentrado,
pero que son alquiladas por sus propietarios en los períodos en que no las
ocupan.
En cuanto a los hoteles, su presencia se ha reforzado en los últimos años,
desplazando paulatinamente a los establecimientos extrahoteleros, que
habían adquirido un protagonismo casi exclusivo en algunas urbanizaciones.
En la actualidad, el número de plazas hoteleras representa un 36 por ciento
de la oferta, produciéndose una gran disparidad según islas y zonas
geográficas concretas. Así por ejemplo, en Tenerife, los hoteles reúnen el 54
por ciento del total de las plazas, mientras que en Gran Canaria, el número
de las extrahoteleras (de más de 100.000) es semejante a la suma del de las
islas de Tenerife y Lanzarote, que se sitúan en segundo y tercer lugar. Por
último, en áreas de urbanización consolidada, como el Puerto de la Cruz, en
Tenerife, el predominio de plazas hoteleras es muy destacado. En
Maspalomas Costa Canaria, en Gran Canaria, por el contrario, ha
prevalecido el modelo de bungalow y apartamentos, desde su primitiva
urbanización.
En nuestros días, una buena parte de los hoteles y apartahoteles se
encuentra agrupada en unas pocas cadenas de alojamiento, de entre las que
han adquirido un peso significativo las de capital nacional como las
mallorquinas RIU, Barceló y Sol Meliá, aunque en algunas de ellas muchas
de las acciones estén en manos del capital alemán (en Riu Hotel un 49 por
ciento de ellas). También sigue teniendo una cierta importancia la inversión
alemana directa a través de cadenas como Seasides Hotel, o la inversión
escandinava. Ahora bien, la diferencia más importante que se advierte hoy,
con respecto al pasado, es la de la consolidación de cadenas de capital
canario, que no sólo han promocionado nuevos establecimientos, desde
mediados de los años noventa, sino que también se han hecho con
inmuebles que eran propiedad de inversores extranjeros. Los capitales de
estas empresas proceden de la construcción o del propio sector inmobiliario,
sectores en los que, además, siguen invirtiendo las propias ganancias del
turismo. Esta actividad, por otra parte, han empezado a promocionarla, de
forma tímida aún, en destinos tan dispares como la República Dominicana o
Cabo Verde.
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La inversión en apartamentos proviene de muy diferentes orígenes.
Algunos complejos extrahoteleros fueron promocionados por extranjeros o
por inversores nacionales o locales que también explotan el negocio de su
ocupación, mientras que otros muchos, tras su construcción por una empresa
inmobiliaria promotora, fueron adquiridos uno a uno por pequeños
propietarios, asalariados, inversores extranjeros, turistas que los utilizan
como residencia permanente en sus largos períodos de estancia en las Islas,
residentes locales que tienen en ellos su domicilio habitual, etc. En el caso
de los pequeños inversores canarios se da, con frecuencia, un
aprovechamiento temporal, de forma que algunos propietarios los alquilan a
tour-operadores durante el período de invierno y los disfrutan para su
descanso en el verano.
Finalmente, en los últimos años, asistimos a una diversificación de
establecimientos, con la incorporación de viviendas o de pequeños hoteles
situados en zonas del interior, que atienden a la emergente demanda del
turismo rural. Además, también se han puesto en marcha nuevas formas de
explotación, como las del time-sharing.
Conclusiones
El Archipiélago Canario se ha venido especializando en la búsqueda de
un mercado que se ha denominado como turismo de masas, una modalidad
que ha consolidado a las Islas como un importante destino turístico mundial,
con unos niveles semejantes a los de Baleares y muy superiores a los de
Hawai (6.8000), Cancún (2.000.000), Chipre (2.200.000), Jamaica
(1.600.000) o Bali (1.000.000) ; el sector que genera la mayor parte de su
riqueza económica. En los últimos años han llegado unos doce millones de
visitantes anuales al archipiélago, siendo las islas de recepción más
importantes Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura que, a pesar
de compartir características comunes, también ofrecen algunas
peculiaridades en cuanto a su oferta turística alojativa y, sobre todo, con
peculiaridades paisajísticas que las hacen, por sí mismas, atractivas.
Para salvaguardar la apuesta por este tipo de desarrollo, desde la década
de los años noventa se han tratado de captar nuevos segmentos de demanda,
se han desarrollado planes de calidad y se han diseñado políticas de control
para el crecimiento de la infraestructura turística. Ello es síntoma de que
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aumenta la preocupación por la consolidación del sector, por evitar la
obsolescencia de la oferta y por salvaguardar el legado de nuestro
patrimonio natural, el mayor reclamo de que dispone este territorio.
Paralelamente, se ha confirmado la estabilidad del mercado, porque no se
han producido grandes fluctuaciones en los últimos diez años, fenómeno en
el que ha influido, decisivamente, el alto nivel de fidelidad de nuestros
visitantes, fundamentalmente de los Británicos y Alemanes, todo lo cual
permite augurar la consolidación de este sector de la economía insular.
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