Identidad y etnicidad
en Hispania
Propuestas teóricas y cultura material
en los siglos v-viii
Juan Antonio Quirós Castillo
Santiago Castellanos (dir.)
Con textos de Alfonso Vigil-Escalera Guirado, Carlos Tejerizo García, Idoia Grau Sologestoa,
Begoña Hernández Beloqui, Francesc Burjachs, Francisco Javier Sanz García,
Gregorio José Marcos Contreras, María José Iriarte Chiapusso, Miguel Ángel Martín Carbajo,
Jesús Carlos Misiego Tejeda
CIP. Biblioteca Universitaria
Identidad y etnicidad en Hispania : propuestas teóricas y cultura material en los siglos V-VIII / Juan Antonio Quirós
Castillo, Santiago Castellanos (dir.). – Bilbao : Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Argitalpen Zerbitzua = Servicio Editorial, D.L. 2015. – 395 p. il., gráf.; 30 cm. – (Documentos de Arqueología Medieval ; 8)
Textos en español, inglés, portugués y francés.
D.L.: BI-1393-2015. — ISBN: 978-84-9082-214-2
1. Etnicidad. 2. España – Historia – 0414-0711 (Período visigodo)
Juan Antonio, dir. II. Castellanos, Santiago, dir.
3. Arqueología medieval – España.
I. Quirós Castillo,
904”653”
94(460)”04/07”
Documentos de Arqueología Medieval
Esta colección de monografías tiene como fin editar estudios, actas de encuentros, tesis o memorias de excavación en
el campo de la Arqueología y la Historia Postclásica siguiendo
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will prevail, with publication made in different languages.
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Editorial board
Juan Antonio Quirós Castillo (director); Santiago Castellanos, Julio Escalona Monge, Margarita Fernández Mier, Iñaki Martín Viso
Correspondencia: dam@ehu.es
Este volumen ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación «Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular» (HUM 2012-32514), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, la actividad del Grupo de Investigación en
Patrimonio y Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa Taldea (GIC10-134), financiado por el Gobierno Vasco, la
Unidad de Formación e Investigación «Historia, Pensamiento y Cultura Material en Europa y el Mundo Atlántico» (UFI 2011/02)
de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y la Unidad Asociada CSIC-UPV/EHU «Grupo de Estudios Rurales». Asimismo, forma parte de la actividad de los proyectos HAR2010-18991 y HAR2013-47889-C3-3-P.
© Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua
Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco
ISBN: 978-84-9082-214-2
Lege gordailua / Depósito legal: BI - 1.393-2015
Motivo de la cubierta: Sepulcros del cementerio de época visigoda de Duratón (Segovia).
ÍNDICE
Resumen, Laburpena, Abstract, Riassunto, Resumé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
11
Listado de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
13
Listado de tablas y gráficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
19
1. Identidades y etnicidad en la Península Ibérica en los siglos v-viii. Una introducción
Juan Antonio Quirós Castillo (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea),
Santiago Castellanos (Universidad de León) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
21
2. Los Bárbaros desde la perspectiva intelectual romana
Clelia Martínez Maza (Universidad de Málaga). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
41
3. Los bárbaros y la península ibérica. El caso suevo en su contexto: a vueltas con la identidad
Pablo C. Díaz (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
53
4. El reino de Toledo y su supuesta «identidad goda»
Rosario Valverde (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
67
5. The Growth of Gothic Identity in Visigoth Spain: The Evidence of Textual Sources
Erica Buchberger (College of Charleston). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
87
6. La moneda y la articulación política del regnum gothorum
Iñaki Martín Viso (Universidad de Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
7. Sepulturas e necrópoles alto-medievais na investigação arqueológica portuguesa: metodologias, problemáticas e perspetivas
Catarina Tente (Universidade Nova de Lisboa), Antonio Faustino Carvalho (Universidade do
Algarve) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
8. Arqueologia funerária alto medieval da Torre Velha (Castro de Avelãs, Bragança)
Sofía Tereso, André Brito, Cláudia Umbelino, Miguel Cipriano, Clara André, Pedro C. Carvalho 145
9. Espaços funerários no sítio da Quinta de Crestelos: do Baixo-Império à Idade Media (Mogadouro, Portugal)
Sergio Simões Pereira, José Carlos Sastre Blanco, Alexandrina Amorim, Ana Roiz, Israel Espí,
Marco Liberato, Susana Cosme, Zélia Rodrigues, Enrique Paniagua Vara (ACE Baixo Sabor). . . 161
10. La articulación social de la Alta Edad Media asturiana
Margarita Fernández Mier (Universidad de León). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
11. Necrópolis y cuevas. Caracterización del registro funerario de los siglos vi-viii en Cantabria
Enrique Gutiérrez Cuenca, José Ángel Hierro Gárate (Proyecto Mauranus) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
12. Etnicidad, identidad y poder en la meseta norte durante la Alta Edad Media: reflexiones desde
la Arqueología
Carlos Tejerizo García (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea) . . . . . . . . . . 221
8
ÍNDICE
13. El ocaso del paradigma visigodo
Antonel Jepure (Syracyse University Madrid) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
14. La identidad de la comunidad local y las afiliaciones individuales en necrópolis de la Alta Edad
Media (400-900 AD)
Alfonso Vigil-Escalera Guirado (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea). . . 249
15. Identidad y contexto en la necrópolis tardorromana de Mérida
Francisco Javier Heras Mora (Junta de Extremadura), Ana Belén Olmedo Gragera . . . . . . . . . . . . 275
16. Elementos de armamento y mundo funerario en Hispania (siglos v-viii)
Raúl Catalán Ramos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
17. Gallo-romains, wisigoths, septimaniens? Les nécropoles en Septimanie du ve au viiie siècle et
le paradigme ethniciste
Claude Raynaud (CNRS, UMR 5140, Montpellier) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
18. Necrópolis de época visigoda, ajuares funerarios y depósitos humanos anómalos de los s. v-viii
en la Tarraconense oriental (Cataluña): ¿indicadores de «etnicidad» y/o nivel económico? e indicios arqueológicos de desigualdad y exclusión social
Jordi Roig Buxó (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea). . . . . . . . . . . . . . . . . 333
Criterios de evaluación y normas de publicación de la serie «Documentos de Arqueología Medieval». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395
Títulos publicados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399
14
La identidad de la comunidad local
y las afiliaciones individuales en necrópolis
de la Alta Edad Media
(400-900 AD)
Alfonso Vigil-Escalera Guirado1
UPV/EHU
RESUMEN
1
La revisión de varios contextos funerarios altomedievales permite plantear en este trabajo la no excepcionalidad de la inhumación de individuos con rituales propios de distintas confesiones religiosas en una
misma necrópolis. A la hora de gestionar las posibles
diferentes identidades en juego, la que define la pertenencia a la comunidad local parece tener en estos casos un mayor peso específico que la religiosa. El reconocimiento de este fenómeno pondría en entredicho
la interpretación de algunos cementerios, advirtiéndonos sobre los riesgos de mecanizar la valoración de los
registros arqueológicos de acuerdo a rutinas preconcebidas.
PALABRAS CLAVE: Prácticas funerarias, identidad
local, enterramientos en cámara lateral, ritual funerario judío e islámico, Gózquez, El Soto.
1. INTRODUCCIÓN
Las necrópolis madrileñas de Gózquez y
El Soto, excavadas entre 1997 y 2005, pertene-
cen a épocas distintas y muestran diferentes
formas de ritual fúnebre, pero tienen en común
el hecho de presentar inhumaciones en fosas
con nicho lateral. Su registro arqueológico proporciona indicios acerca de la implantación en
el interior de la península Ibérica de tradiciones funerarias importadas del Próximo Oriente.
La afinidad de los rasgos arqueológicos de este
tipo de fosas de inhumación no ha sido abordada aún por la historiografía con detalle, demostrando la incomunicación existente entre
parcelas disciplinares contiguas en el seno del
medievalismo.
En este trabajo se llama la atención sobre los
vínculos existentes entre la gestión de la identidad local y la de los individuos que la integran en
el ámbito del cementerio comunitario. Los resultados del análisis revelan la compatibilidad entre
distintas afiliaciones en la misma necrópolis y rebaten la imagen monolítica de un universo funerario medieval condicionado por la religión que
con frecuencia ha sido asumida por la historiografía.
2. LA NECRÓPOLIS DE GÓZQUEZ
1
Trabajo realizado en el marco del Proyecto de investigación «Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular: los marcadores arqueológicos», HUM2012-32514,
la actividad del Grupo de Investigación en Patrimonio y
Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa
Taldea (GIC10-134) financiado por el Gobierno Vasco, la
Unidad de Formación e Investigación «Historia, Pensamiento y Cultura Material en Europa y el Mundo Atlántico»
(UFI 2011/02) de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y la Unidad Asociada CSIC-UPV/EHU
«Grupo de Estudios Rurales».
La intervención arqueológica en el yacimiento
de Gózquez (San Martín de la Vega, Madrid) se
desarrolló entre 1997 y 2000, formando parte
de las medidas de prevención, minimización y
compensación del impacto producido por el desarrollo urbanístico del Parque Warner Madrid
(fig. 14.1). Por primera vez en la región se documentaba un cementerio completo de época visi-
250
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Figura 14.1. Localización de los yacimientos peninsulares citados (listado en Tabla 14.1, al final del texto)
goda (siglos vi-viii d.C.) y el asentamiento que lo
había generado (Vigil-Escalera, 2000a; Contreras, 2011; Vigil-Escalera, Strato, 2013,
pp. 155-177).
El análisis de la documentación permitió
sistematizar los rasgos de algunas de las estructuras más características de la arquitectura
doméstica de este periodo (Vigil-Escalera,
2000b). El de las cerámicas comunes (VigilEscalera, 2003, 2005) esclareció la secuencia
de ocupación del sitio, abriendo el camino para
hacer lo propio con otros yacimientos rurales
altomedievales, tan parcos en relaciones estratigráficas verticales. Fueron reconocidos y delimitados distintos espacios domésticos y agrarios, observándose la relación existente entre
ambos. Se poblaban finalmente estos territorios
del interior peninsular, identificándose un alto
número de comunidades campesinas insertas
en una estructurada trama de granjas y aldeas
(Quirós, Vigil-Escalera, 2006; Vigil-Escalera, 2007, 2009a, 2010). Sus lugares de habitación no eran ni mucho menos los campamentos
inestables de «grupos ganaderos» que se movían
con sus rebaños sin apenas dejar rastro, invisibles hasta que recibían sepultura. La investigación sobre el campesinado altomedieval lograba
desbordar sus anteriores límites, marcados por
las escasas y fragmentarias fuentes escritas, revelando la amplitud de lo que quedaba por explorar. El mapa arqueológico peninsular de este
periodo, hasta entonces salpicado de puntos que
representaban casi exclusivamente sepulturas e
iglesias, se quedaba desfasado, haciéndose evidente la necesidad de proceder a una completa
revisión del estudio de las renombradas necró-
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
251
Figura 14.2. Planta de la aldea de época visigoda de Gózquez
polis visigodas a la luz de los nuevos datos (Quirós Castillo, 2011).
El cementerio de Gózquez se localiza en el
centro de la aldea, dividiendo el hábitat en dos
barrios (fig. 14.2). Del oriental se excavó una extensión de casi tres hectáreas mientras que la superficie de otras cinco fue desbrozada y objeto de
una cuidadosa limpieza a mano a fin de levantar
una planimetría precisa. El asentamiento ofreció una secuencia de ocupación fechable entre el
segundo cuarto del siglo vi y mediados del viii
d.C., establecida a partir del análisis de la cerámica común, la presencia esporádica de vajilla de
importación y una serie de dataciones radiocarbónicas2 (Vigil-Escalera, 2000b).
Las 247 sepulturas excavadas (Contreras,
2006, 2011; Contreras, Fernández Ugalde,
2006) suponen un porcentaje apreciable (64,5%)
del total de las 383 identificadas. La prioridad de
la intervención arqueológica fue documentar todas las existentes y excavar aquellas que resultarían afectadas por el proyecto constructivo.
El estado de conservación de la necrópolis era
inusualmente bueno. Es probable que el terreno
nunca fuera puesto en cultivo, de modo que la
cota a la que se documentaron muchas sepulturas debió ser casi la misma que tuvo en origen el
cementerio. La principal pérdida de información
afectaba a los túmulos de tierra o piedras que cu2 No se descarta que la ocupación del barrio occidental
haya podido arrancar algo antes.
brían y señalaban las distintas fosas3. La profundidad conservada de las tumbas de Gózquez es notable: las de adultos tienen una media de 90 cm,
y las infantiles unos 40, aunque algunas llegan a
superar el metro cuarenta. Por contra, el sustrato
geológico de yesos y limos con alto contenido en
sales es responsable de que los restos óseos de
muchas inhumaciones se encuentren en un deplorable estado, aunque permitió la buena conservación de la madera de los ataúdes y de las cubiertas sepulcrales realizadas en ese mismo material.
Los tipos de sepulturas más habituales en la
necrópolis de Gózquez son la fosa simple y la
fosa con sección en T, es decir, con prefosa y
fosa central (fig. 14.8 y fig. 14.12-3). En todas las
inhumaciones el difunto yace en posición de decúbito supino, con la cabeza al Oeste. Existe un
amplio margen de variación en cuanto a la profundidad a la que se encuentra la cubierta del sepulcro, que puede ser de lajas de piedra, de tablas
de madera o mixto. Restos de tablazón se conservaban en el banco de la prefosa en aceptable estado, junto con las huellas de encajes de travesaños para sostener el peso de la cubierta y de la
tierra que rellena la prefosa. Se han registrado todas las variantes posibles entre la cista completa
3 Una estructura de interpretación incierta fechable en
época bajomedieval provocó alteraciones superficiales en la
zona central del cementerio, y el arreglo del trazado del «camino de Gózquez» puede haber supuesto la pérdida de algunas sepulturas en su extremo Norte.
252
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Figura 14.3. Necrópolis de Gózquez: ubicación de las tumbas con cámara lateral (diseño de M.I. García y el
autor)
de lajas (solera, paredes y cubierta), la parcial y
la fosa terrera simple. El uso de ataúdes es también frecuente, como revela la presencia de clavos de hierro. Su depósito dentro de la fosa suele
prever la colocación de dos o tres piedras planas
en el fondo, de modo que la caja no descanse di-
rectamente sobre el suelo y permita la retirada
de las sogas con las que se facilitaba su descenso.
Las sepulturas de neonatos o infantiles suelen ser
poco profundas, y predominan las cajas hechas
con sendas tejas en horizontal enfrentadas por
sus cantos laterales. Todo indica que una parte
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
253
Figura 14.4. Planta y sección de la T.152 de Gózquez y broches de cinturón de las sepulturas T110 (1-2) y
T152 (3)
mayoritaria de las sepulturas se concibió para que
el difunto y su contenedor permanecieran en un
espacio vacío. Sólo la parte superior de la tumba,
por encima de la cubierta de la cámara, se rellenaba con tierra, mostrando probablemente un
túmulo identificador en superficie. No se hallaron
indicios acerca del empleo de estelas u otra clase
de señales externas, pero la visibilidad de los sepulcros a lo largo del tiempo puede inferirse de la
profusa reutilización de determinados sepulcros
y de la ausencia de intersecciones entre fosas, aun
cuando el desfase cronológico entre las primeras
y las últimas sepulturas superase los dos siglos.
La particularidad de un grupo de sepulturas
sólo llegó a revelarse tras el vaciado de la fosa4, ya
que en planta resultan indiferenciables del resto.
El difunto no yacía en el fondo de la fosa, sino en
una cámara excavada en uno de sus lados largos.
Una de ellas, la sepultura T110, presentaba inhumaciones individuales en sendas cámaras abiertas
a ambos lados. Esos nichos pueden estar sellados
4
Tumbas T57, T85, T91, T110, T116, T126, T152,
T156, T180 y T216 (Contreras, 2011, p. 623). Subsisten
dudas al respecto del formato de las fosas de T89 y T140.
Presentaban un muro lateral sospechoso de ser el cierre de
una cámara, aunque retiradas las piedras no se detectó nada
detrás.
por lajas de piedra, por un murete de mampostería, cerámica o adobe o tener un cierre de madera. Hasta la fecha constituyen los únicos casos
conocidos con esta tipología en necrópolis hispanas de época visigoda. La decena de fosas que
presenta estas peculiares características no aparece en la planta de la necrópolis formando un
grupo compacto ni se aprecia un patrón espacial
discernible al margen de que todas las identificadas se encuentran en la mitad meridional del
conjunto (fig. 14.3). Merece señalarse que los individuos inhumados en la T110 lo fueron con
sendos broches de cinturón de bronce de placa
rígida, característicos del siglo vii d.C. El extremo
distal de otro ejemplar similar fue recuperado en
la T152 (fig. 14.4).
3. LA NECRÓPOLIS DE EL SOTO
El yacimiento denominado Encadenado/
El Soto (Barajas, Madrid), a 28 km al Norte de
Gózquez, entre el río Jarama y la nueva pista del
aeropuerto de Barajas, proporcionó otra ocasión
para documentar fosas de inhumación con cámara lateral en la región madrileña (Vigil-Escalera, 2009b; Vigil-Escalera, Strato, 2013,
254
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Figura 14.5. Vista desde el Este del conjunto de sitios de cronología emiral (fuente: Google Earth)
pp. 216-231). El soterramiento de una línea eléctrica y la ampliación de una explotación minera
motivaron la realización de excavaciones arqueológicas de urgencia en el sitio a lo largo de varias
campañas entre los años 2002 y 2005. A lo largo
de las dos hectáreas exploradas se documentaron
evidencias de ocupación de la prehistoria reciente
y de las épocas tardorromana, altomedieval y bajomedieval. El yacimiento muestra un considerable arrasamiento horizontal por causa de las
labores agrícolas y el arrastre fluvial. Se estima
una pérdida de cota de suelo de entre 60 y 80 cm,
mayor incluso en lo que atañe a las estructuras
prehistóricas. Al otro lado del río se alza posiblemente desde el siglo ix la fortaleza de Malsobaco, Paracuellos del Jarama (Priego, 1987), y
a menos de 1600 metros al Norte y al Sur de El
Soto se detectaron asentamientos altomedievales con evidencias funerarias fechables en época
emiral (siglos viii-ix) en Las Charcas y La Huelga
(fig. 14.5).
La secuencia altomedieval comienza en el siglo vi d.C. con un modesto establecimiento rural del que se conservan varias cabañas de suelo
rehundido y abundantes silos, aunque no ha sido
posible reconocer un cementerio asociado. La situación cambia entre los siglos vii y viii, cuando
el espacio residencial se desplaza un centenar de
metros al Sur y al lado del antiguo sector residencial/auxiliar se instalan dos sepulturas con orientación Norte-Sur (fig. 14.6, Grupo A). Algún
tiempo después y casi encima de las anteriores
se construyen otras tres orientadas Oeste-Este
(fig. 14.6, Grupo B). El índice de reutilización de
los sepulcros es elevado, ofreciendo un número
mínimo de once individuos inhumados. Todos
los cuerpos en posición primaria yacen en decúbito supino sobre el fondo de la fosa, y son identificables presumiblemente como de rito cristiano. El cambio en la orientación de las tumbas,
el hecho de que una de las orientadas Oeste-Este
corte a una dispuesta Norte-Sur y el índice de
reutilización dan a entender que la actividad funeraria se dilató durante al menos dos o tres generaciones a pesar del corto número de sepulturas.
Entre mediados del siglo viii e inicios del ix
se genera pocos metros al Este del núcleo original
un espacio funerario formado por 26 inhumaciones de rito islámico, con los cuerpos colocados en
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
255
Figura 14.6. Planta de la necrópolis de El Soto
decúbito lateral derecho y el rostro vuelto al Sur5
(fig. 14.6, Grupo C). Seis de ellas pertenecen a infantiles (fosa simple), tres presentan fosas centradas en el fondo de la prefosa (sección transversal
en T) y dieciséis muestran cámara lateral en el
lado Sur de la misma. Los sistemas reconocibles
para el cierre de la cámara van de las lajas de piedra al adobe crudo y posiblemente la madera.
Los resultados de once dataciones radiocarbónicas sobre material óseo (Vigil-Escalera,
2009b, Tabla 3) concuerdan con las fechas propuestas para la actividad del asentamiento excavado un centenar de metros al Sur, ocupado en5 La comunidad que generó tan corta cifra de inhumaciones (admitiendo que se han podido perder algunas de las
infantiles, menos profundas que las de adultos) tuvo que ser
de limitado tamaño si la actividad funeraria se desarrolló durante un periodo de dos a tres generaciones (50-100 años).
tre los siglos viii y ix d.C.6. Los análisis de ADN
mitocondrial e incluso ciertos indicios derivados del análisis antropológico avalan los posibles
vínculos familiares entre individuos inhumados
con arreglo a las distintas normas funerarias (Vigil-Escalera, 2009b, p. 99; Fernández et alii,
2009, p. 304). Todo indica que en el yacimiento
se manifiesta la temprana conversión al Islam de
una comunidad nativa, residente desde tiempo
antes en ese mismo lugar.
El uso de distintos tipos de fosa de inhumación para los individuos islamizados de El Soto
no pudo haber sido casual. El sustrato geológico
de la zona es un abanico fluvial lateral compuesto
de bancos de arenas y limos arenosos intercala6
Señalan también que las dos sepulturas más meridionales del conjunto (Grupo D) pueden tener una fecha posterior al resto.
256
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Figura 14.7. Sepultura 30230 de El Soto, con amplia prefosa, cámara lateral y cierre de lajas de piedra (sección transversal restituida
a la probable cota original)
dos con capas de gravas. Un terreno de sencilla
excavabilidad pero tal vez el menos propicio para
ejecutar fosas de paredes rectas y mucho menos
de cámaras con un tramo abovedado (fig. 14.7).
La elección de un tipo u otro debió estar plenamente justificada7. Las razones por las que una
pequeña comunidad rural reprodujo esa variabilidad en su arquitectura funeraria, cuyas raíces
se remontan a los primeros tiempos del Islam y a
lugares situados a miles de kilómetros de distancia, como luego se verá, merece sin duda una reflexión en profundidad.
Se desconoce casi todo lo relativo a las inhumaciones de rito islámico detectadas en el yacimiento de Las Charcas, menos de un kilómetro al Sur de El Soto (a las que se alude en
Rodríguez, Domingo, 2007). En La Huelga,
unos 1500 metros al Norte, se excavó otro pequeño núcleo funerario unifamiliar compuesto
7 «Mais comme la nature du sol contrarie parfois son
aménagement, les juristes en vinrent à recommander le
lahd dans les terres dures et le saqq dans les terres flasques
qui s’éboulent et s’effritent» (Ragib 1992, p. 394). Los datos de El Soto parecen contradecir, pues, «la inexistencia de
un rito perfectamente concreto (…) hasta los siglos ix o x»
(Chávet et alii, 2009, p. 156).
por ocho sepulturas de rito islámico, cuatro de
adultos y cuatro infantiles. Se documentaron
allí inhumaciones en fosa estrecha, con prefosa
y fosa central y con prefosa y fosa estrecha lateral (Vigil-Escalera, 2004; Vigil-Escalera,
Strato, 2013, pp. 232-243).
4. UNA ARQUITECTURA FUNERARIA
PARTICULAR
La investigación sobre los registros funerarios de los primeros siglos altomedievales ha
privilegiado tradicionalmente el análisis de los
ajuares (p.e. Ripoll, 2001; Pinar, 2012). Más
esporádicos han sido los intentos de establecer tipologías útiles para discriminar las diversas formas de proceder a la inhumación
de los difuntos. Los análisis han recurrido a
muy diversas combinaciones de variables en
su intento de presentar un cuadro taxonómico
coherente y exhaustivo (Cerrillo, 1989; Roig,
Coll, 2012). Simplificando de forma drástica el
elenco, puede afirmarse que la posición del cadáver, la forma en planta de la fosa y el tipo de
materiales empleados en la tumba han sido los
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
principales vectores considerados, junto con el
tipo de contenedor y la forma original de oclusión de la sepultura. En fechas recientes se ha
producido un gran avance en este campo a medida que han mejorado los métodos de excavación y registro8. La nada infrecuente documentación de restos antropológicos en contextos no
funerarios (los muertos en silos, pozos, cabañas
o fosas de función indeterminada) también ha
recibido atención (Roig, Coll, 2011; Vigil-Escalera, 2013a). Se ha abierto con ellos un interesante debate acerca de lo que puede o no
ser considerado una sepultura, sobre la condición social de los protagonistas de esta clase de
depósitos y sobre el significado que adquiere el
lugar, público o privado, de la inhumación a lo
largo de este periodo.
La forma de las fosas de inhumación y a la posición del cuerpo en diversas necrópolis y contextos serán examinadas a continuación. Una
documentación precisa de esos dos rasgos depende en buena medida del estado de conservación del registro arqueológico, pero también de
la minuciosidad del proceso de excavación y del
análisis antropológico. Las investigaciones sobre el registro funerario han mantenido a veces
una actitud displicente en lo tocante a la evaluación del estado de conservación de la sepultura, obviando la que debió ser su configuración
original. No resulta extraño encontrar en la bibliografía minuciosos estudios sobre la variabilidad formal de las sepulturas a partir de registros
fragmentarios o con notables sesgos debidos a su
parcial conservación. No es mucho lo que puede
decirse con seguridad sobre bastantes de estas
cuestiones cuando la sepultura ha perdido más
de la mitad de su profundidad original, cuando
no es posible reconocer la eventual deformación
del trazado de las paredes de la fosa por causas
postdeposicionales o los desplazamientos eventualmente acaecidos de los restos óseos por muy
diversas causas, tanto durante el desarrollo del
sepelio como más frecuentemente tras el cierre
del contexto y la descomposición del cadáver en
un espacio vacío. Debe, por tanto, reclamarse un
esfuerzo adicional y una atención especial destinados a evaluar críticamente la conservación
del registro funerario y la incidencia de procesos
postdeposicionales de igual forma que se ha he8 Algunos trabajos franceses dan buena muestra de ello
(Blaizot, Savino, 2006; Carré, Henrion, 2012).
257
cho en lo referente a otras estructuras arqueológicas como puedan ser los silos subterráneos
para el almacenamiento de cereal (Vigil-Escalera, 2013b).
La caracterización tipológica de las fosas de
inhumación, de acuerdo al análisis de los contextos funerarios altomedievales aquí tratados,
debería prestar atención a parámetros muchas
veces infravalorados. En términos estructurales,
la mayoría de las fosas debería dividirse al menos en dos partes o unidades bien diferenciadas (fig. 14.8). En la parte inferior de la misma
se ubica la cámara o nicho donde se efectúa la
deposición del cuerpo, ya sea dentro de alguno
de los tipos posibles de contenedor o envuelto
en un sudario. Esa cámara prevé siempre alguna
forma de sellado. Para ello se emplean distintos
materiales: tablas de madera, piedra, adobe, ladrillos o cualquier otro elemento, protegiendo
un espacio hueco en torno al cadáver. La parte
superior de la fosa está destinada a acoger la tierra previamente excavada del hoyo. Podríamos
referirnos a esta parte de la tumba como prefosa o «sobrecámara» (fig. 14.9). La única parte
externa, aérea y visible una vez terminado el sepelio sería el túmulo de tierra y piedras. El túmulo sirve de señalización incluso si no existe
otra clase de elemento identificador de la ubicación de la tumba, que puede ser un hito o estela
o una simple alineación de piedras a lo largo del
borde de la fosa9. Tanto las sepulturas presumiblemente cristianas como las islámicas o las judías en contextos de normalidad ritual (sin que
medien circunstancias excepcionales en la ejecución del sepelio) prevén la deposición del difunto en un ambiente vacío y a una profundidad superior a los 60-80 cm. La tierra extraída
de la fosa no es arrojada directamente sobre el
cuerpo o el ataúd. La función aislante de la cámara sepulcral es innegable: su cometido es preservar ese espacio vacío alrededor del cuerpo o
del ataúd. Incluso las piedras planas colocadas
bajo el ataúd de muchas sepulturas de Gózquez
pueden haber servido a ese propósito, al separar
el contenedor de la tierra y elevarlo ligeramente
sobre el suelo de la fosa.
9 La visibilidad del túmulo puede incluso ser deliberadamente limitada para reducir el impacto visual de la estructura si llegara a considerarse como un posible elemento
de ostentación, de acuerdo a la tradición islámica (Ragib,
1992).
258
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Figura 14.8. Elementos constitutivos de la fosa: restitución hipotética de la sepultura T.109 de Gózquez (planta y sección longitudinal axial)
5. LAS TUMBAS DE NICHO LATERAL:
ANTECEDENTES
Las primeras interpretaciones ofrecidas para el
anómalo tipo de sepulcros documentado en Gózquez fueron dubitativas. En 2006 se señalaron los
paralelos de este tipo de tumbas que disponen la
inhumación en un nicho lateral con las de alguna
necrópolis de la península de Crimea (fig. 14.10)
y con otra de Polonia (Contreras, Fernández
Ugalde, 2006, p. 524, fig. 8; Contreras, 2006,
p. 276). Esta posibilidad fue utilizada después al
señalarse sus vínculos con elementos culturales
alano-sármatas10. Diversos motivos abundan sin
embargo en la improbabilidad de esa vía, comenFigura 14.9. Restitución hipotética de la sección transversal
de la sepultura T.85 de Gózquez
10
López Quiroga, 2011, p. 91.
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
259
Figura 14.10. Sepulturas de inhumación de necrópolis con nichos laterales de Crimea (modificado a partir de
KAZANSKI, MASTYKOVA, 2003, pp. 24-25)
zando por la propia fecha de las sepulturas de este
tipo en Gózquez. No hay elementos que permitan
remontar ninguna fosa con cámara lateral a las fases
iniciales de uso de la necrópolis, y ni siquiera de una
forma más genérica al siglo vi d.C. Las sepulturas
que incluyen esos específicos rasgos y pueden ser
datadas con cierta precisión han de situarse al menos en el siglo vii d.C. Ese pretendido parentesco
requiere por otra parte salvar un continente completo sin evidencias arqueológicas afines o similares.
Establecer cuál puede haber sido la vía de entrada de esa específica arquitectura funeraria al
interior peninsular (y también en qué momento)
requiere un previo conocimiento sobre el origen
de ese tipo de sepulturas y su implantación posterior en Hispania o el occidente mediterráneo.
Se expondrá, a continuación, el resultado de unas
primeras pesquisas del que parece un itinerario
más verosímil (aunque no exento de trances) en
la resolución de la incógnita abierta a raíz de la
aparición en Gózquez de este tipo de fosas.
Suele admitirse que las fosas de inhumación
individuales suponen una evolución desde el ritual colectivo al individual a partir de las cámaras hipogeicas familiares. En la zona del Próximo
Oriente, las inhumaciones individuales en lóculo
excavado en el lateral de la parte inferior de la
fosa comienzan a registrarse entre judíos y nabateos en torno a los siglos i y ii d.C. (Hachlili,
2005). La orientación, tanto del eje largo de las
fosas como de los nichos, es variable, y la posición
habitual del cuerpo es decúbito supino. Se documenta su presencia en la necrópolis del renombrado sitio de Qumran, cerca del Mar Muerto,
donde ese tipo de fosas ha sido objeto de un intenso debate. Salvando la incertidumbre que crea
la presencia de sepulturas de cronología posterior
(consideradas «beduinas»), fosas de estas caracte-
260
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Figura 14.11. Inhumación de la necrópolis oriental de Setif (Argelia), atribuida al siglo
FÉVRIER, GUÉRY, 1980, fig. 5)
rísticas11 han sido documentadas en las necrópolis judías de Beth Zafafa o En el-Ghuewir12, pero
también en la nabatea de Khirbet Qazone (Politis, 2006) o incluso en ambientes culturales meroíticos (El-Tayeb, Kolosowska, 2007).
Algo más cerca de la península Ibérica se detecta la presencia de este tipo de sepulturas en la
necrópolis oriental de la colonia romana de Setif
(Argelia), donde reciben fechas desde finales del
siglo i al ii d.C. (Février, Guéry, 1980). Un sondeo abierto en los cimientos de la fortificación
11 «The hewn shaft tombs recovered at Qumran, En elGhuweir and Beth Zafafa are a rectangular cavity with a pit
at the bottom, often closed by mud bricks or flat stones»
(Hachlili, 2005, p. 518).
12 En las que se admite la probable presencia de sepulturas posteriores, del periodo bizantino (Hachlili 2005,
p. 4).
II
d.C. (a partir de
tardía (siglo iv d.C.) demostró que durante su
construcción se habían cortado algunas tumbas13.
Se registran inhumaciones en nicho lateral (tipo
I-A) desde la fase a la que se atribuye una mayor
antigüedad (fig. 14.11). Un total de diecisiete sepulturas se adscriben a esta tipología (un 4,7% del
total). De ellas, 12 tenían el nicho cerrado con lajas de piedra y dos con placas de arcilla cruda.
Siete de las inhumaciones son en decúbito supino, si bien las de algunos niños aparecen laterales, con las piernas flexionadas. La orientación
habitual es con el cráneo al Este (desde NE a SSE)
13 Este hecho podría estar condicionando la lectura de la
cronología que de la necrópolis ofrecen Février y Guéry en
1980. Sin embargo, es posible que la actividad funeraria haya
continuado tras la construcción de la muralla al exterior de
la misma.
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
y en un solo caso con la cabeza al NO. Una de las
sepulturas ofreció evidencias del uso de ataúd de
madera y sólo cinco sepulturas carecían de ajuar,
todas ellas de niños. Las fosas con lóculo lateral se
relacionarían, según Février y Guéry, con formas
tradicionales de inhumación de origen prerromano. Advierten además que esta forma de excavar las sepulturas se habría perpetuado al menos
en la región de la Gran Cabilia hasta mediados
del siglo xx (Février, Guéry, 1980, p. 121).
Este tipo de fosa de inhumación aparece también en la primera fase de la necrópolis de la basílica extra muros de Histria (a orillas del Mar Negro, en Rumanía), fechada a lo largo del siglo iv
y durante la primera mitad del v d.C. (Rusu-Bolindet et alii, 2014, p. 204, Pl. VIII-IX).
Cerrando provisionalmente estas breves notas acerca de los antecedentes en tierras lejanas
de esta particular arquitectura funeraria, se verá a
continuación en qué ámbitos se localizan estructuras de este mismo tipo en la geografía ibérica.
6. SEPULTURAS CON NICHO LATERAL
EN EL ÁMBITO IBÉRICO
Sepulturas en fosas con los específicos rasgos que se han señalado aparecen en la península
Ibérica relacionadas tanto con comunidades hebreas como musulmanas. La falta de comunicación entre los distintos ámbitos disciplinares del
medievalismo se manifiesta en este caso dando
lugar a una llamativa ausencia de referencias
cruzadas, al mutuo desconocimiento y al consiguiente desaprovechamiento de las posibilidades
de estudio que sugieren los propios registros arqueológicos.
6.1. Contextos funerarios asociados
a comunidades judías
Las «tumbas de fosa y cámara lateral» (Maese,
Casanovas, 2004) se conocen desde la primera
intervención que se llevó a cabo en nuestro país
en una necrópolis judía, la de Montjuïc, en Barcelona (Durán, Millás, 1947). Aparecerían luego
también en la necrópolis homónima en Gerona
(Riu Barrera, 1982, p. 192-193). En ambas han
sido identificadas las secuencias de uso pleno y
bajomedievales, aunque resulta difícil de determinar la existencia de posibles fases anteriores.
261
Ese tipo de fosa no tendría paralelos claros o conocidos, según Casanovas14, en los usos de otras
comunidades, y «parece tratarse de una pervivencia […] arcaizante de la que es posible encontrar
ejemplos en ambos extremos del mundo mediterráneo en fechas considerablemente remotas».
En el caso de la necrópolis judía de Les Roquetes, en la localidad leridana de Tárrega, sus autores afirman que «a diferència de les necròpolis de
Girona i de Barcelona, no es documenten enterraments amb cavitat lateral», aunque en una de
las fotografías publicadas parece apreciarse precisamente ese tipo (Colet et alii, 2010, p. 246,
fig. 3). Presentaban la misma tipología algunas de
las sepulturas excavadas al lado del alfar de San
Antón, en Lerma, de acuerdo a la puntual noticia
ofrecida por F. Pérez Rodríguez-Aragón, quien
recoge testimonios al respecto de que ése había
sido el emplazamiento de la necrópolis judía de la
localidad (Pérez Rodríguez-Aragón, Domínguez, 2005). Fosas de similares características se
han documentado en la necrópolis de La Encarnación, a las afueras de Ávila15, también considerada judía (Cabrera et alii, 2013). Otro inequívoco testimonio de sepulturas con cámara lateral
idénticas a las de Gózquez procede de la ladera
del castillo de Palenzuela (Palencia), aunque permanece huérfano de adscripción cronocultural
(De Castro, 1977, p. 134, Láms. IX-X). A principios del siglo xx fueron excavadas en las afueras de Xátiva (Valencia) más de medio centenar
de sepulturas de inhumación de la necrópolis del
Bernisa (Martínez Aloy, 1908). Sólo una proporcionó pistas para poder establecer la fecha de
utilización del cementerio, en concreto dos anillos de plata. Uno de ellos presenta un anagrama
interpretado como judío por Fita (1907, p. 509),
aunque diversos autores han discutido luego esa
posibilidad (Corell, 2006, p. 116). Paleográficamente podría datarse en el siglo vii d.C. En
una visita girada al yacimiento en 1993, González Villaescusa refiere que la tipología sepulcral
allí presente «recuerda en gran medida las sepul14
El autor presentó una ponencia sobre este tipo de sepulcros en el Congreso de Arqueología Judía Medieval celebrado en Murcia (febrero, 2009), aunque el volumen aún no
ha sido publicado.
15 También en la cuenca del Duero merecen ser destacadas las investigaciones llevadas a cabo en las necrópolis hebreas de Cuesta de los Hoyos, Segovia (Fernández
Esteban, 2003; Marqués, 2012) y Valladolid (Moreda,
Serrano, 2009).
262
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
turas judías de época bajomedieval halladas en
Montjuïc», «pues se excava una subfosa lateral
cubierta por teja curva, placas de arcilla o piedra»
(González Villaescusa, 2001, pp. 270-271).
Un descubrimiento arqueológico reciente en
Lucena, provincia de Córdoba, ha contribuido
a relanzar el interés por este formato de fosa de
inhumación. Es bien sabido que la localidad cobró fama por albergar entre los siglos ix y xii a
una mayoritaria e influyente comunidad judía.
Los testimonios documentales más antiguos sobre su presencia se remontan a mediados del siglo ix. Al-Idrisi, a mediados del siglo xii, la señaló como «ciudad de los judíos», indicando que
en el arrabal, fuera de las murallas, vivían los musulmanes. En el año 2007, con motivo de la construcción de la Ronda Sur de circunvalación, se
produjo el descubrimiento y excavación de parte
de una extensa necrópolis16 (Botella, Casanovas, 2009; Riquelme, Botella, 2011). Las sepulturas en fosa con cámara lateral aparecen aquí
minuciosamente descritas en un conjunto amplio y coherente que proporciona fechas más antiguas que en los restantes yacimientos conocidos
hasta ahora. Este tipo de tumbas conforma un
tercio (107 unidades) del total de las excavadas
(337, aunque se identificaron 346 en el ámbito
de la intervención). Un total de 61 fosas simples
(17.6%), 176 escalonadas17 (51.2%) y dos mixtas18
completan el repertorio (Botella, Casanovas,
2009, p. 6). No se especifica en qué lado de la fosa
(Norte o Sur) aparece la cámara lateral, aunque
en las láminas publicadas se aprecian las dos posibilidades, con un mayor número de casos en los
que la cámara ocupa el lateral Sur. Dentro también del lote de las tumbas con cámara lateral se
señala que aparecen dos casos de enterramientos secundarios, ambos individuales. Resulta difícil de determinar la representatividad del dato, ya
que no pudieron documentarse restos óseos conservados en un total de 142 sepulturas. El mal estado de conservación del material óseo sólo permitió recuperar muestras antropológicas en un
tercio de las sepulturas (117).
Inicialmente, el uso de tegulae tanto en cubiertas horizontales como en los cierres laterales de los nichos dio pie a pensar que la actividad inhumatoria se había desarrollado en fechas
«tardoantiguas». Se planteó pues la posibilidad
de datar la necrópolis con «una cronología amplia entre una fase tardoimperial y el inicio de la
cultura andalusí» (Botella, Casanovas, 2009,
p. 8). La interpretación del cementerio sufrió
un vuelco por el hallazgo de una lápida funeraria con inscripción en caracteres hebreos19. Es
posible fechar la lápida a partir de criterios epigráficos en los siglos viii o ix, aunque apareció
reutilizada como material constructivo en una sepultura posterior. Tiene estrechos paralelos con
un cipo conservado en la iglesia de San Miguel de
la ciudad de Córdoba, fechado en los siglos ix o
x. Otra inscripción cordobesa, la procedente de
la necrópolis de El Zumbacón, tiene una estructura epigráfica más elaborada y compleja, y proporciona la fecha del año 846 (Larrea, Hiedra,
2009). La lectura de los resultados de tres dataciones radiocarbónicas sobre material óseo ha
condicionado, sin embargo, una propuesta de datación tal vez demasiado restringida para el conjunto de la necrópolis. Las muestras fueron tomadas de distintos tipos de fosas «en el centro del
yacimiento» (Botella, Casanovas, 2009, p. 9).
Los resultados de las tres se ciñen, según Botella,
al siglo xi (T.11, UGRA663: 1050±60 BP; T.26,
UGRA664: 1000±60 BP; y T.131, UGRA665:
1020±80 BP). La fecha finalmente propuesta por
los autores para el periodo de uso de la necrópolis se mueve entre finales del x y el siglo xi (Botella, Casanovas, 2009, p. 15), considerando
que los diferentes tipos de fosas coexistieron al
mismo tiempo. La imprescindible calibración de
las mediciones radiocarbónicas permite, no obstante, ampliar la horquilla ofrecida por esas tres
sepulturas20 al lapso comprendido entre finales
del siglo ix y finales del xii d.C.
A tenor de lo anterior podría confirmarse que
alguna de las comunidades hebreas más emblemáticas y mejor conocidas de la península Ibérica
habría tenido este tipo de estructura funeraria
16 Pudo constatarse la continuidad del cementerio por al
menos tres de los lados del sector abierto.
17 Este tipo se correspondería con el tipo denominado
en Gózquez como «de fosa con sección en T», con prefosa y
fosa central.
18 Se denominan de esta forma en el texto a las fosas con
sección en T que además presentan cámara lateral.
19 Documentación fotográfica de la lápida en http://www.
redjuderias.org/google/google_maps_print/cronologialucena-es.html (consultado por última vez el 24 de noviembre de 2014).
20 Se requiere además cierta cautela a la hora de extrapolar esos tres valores a un conjunto formado por más de
300 sepulturas.
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
con cámara lateral como rasgo distintivo al menos desde el siglo ix en adelante.
6.2. Contextos funerarios islámicos
En uno de los escasos trabajos dedicados a
este tema, desde la perspectiva de las fuentes de
la tradición y el derecho, refiere Yusuf Ragib que
los primeros musulmanes conocían dos tipos de
sepulturas diferenciadas por el emplazamiento
de la fosa destinada al cadáver: el lahd, que es
la cámara excavada bajo el flanco que mira a la
qibla y el saqq o darih, donde la cámara se dispone en el centro de la fosa sepulcral (Ragib,
1992, p. 393). Los de Medina tenían por suyo el
primero, y los de La Meca el segundo (fig. 14.12).
A la muerte del Profeta, la forma que debía tener
su sepultura suscitó la inquietud entre sus compañeros. Para zanjar la macabra diferencia, se
mandó llamar a los dos sepultureros de Medina.
Uno practicaba el segundo tipo de fosa (saqq)
para los extranjeros y el otro hacía la primera
(lahd) para los locales. Fue este quien antes llegó,
lo que se entendió como una manifestación de
la voluntad divina. Esa fue también la forma de
la fosa de los primeros califas, compañeros y seguidores y quedó establecida como la costumbre
entre sunnitas y chiítas. La tradición, pues, señala que este tipo de fosa con cámara lateral fue
la empleada en la inhumación de las primeras
comunidades islámicas en Arabia, en la tumba
del propio Mahoma (632) o en la de los muertos
de la batalla de Ohod (625).
Esta particularidad del ritual funerario de los
primeros siglos del Islam 21 fue reconocida en
la península Ibérica en Baza, Granada (Salvatierra et alii, 1984) y más tarde también en
la maqbara del Carmen, en Lorca (Sánchez,
Chávet, 2007), la de l’Alfossar en Novelda, Alicante (López Seguí et alii, 2005) y en las de Marroquíes Bajos, Jaén (Serrano, Castillo, 2000).
Una primera sistematización de las características de estas necrópolis les asignó de forma apriorística una cronología temprana (siglos viii-ix),
distinguiendo entre los ritos «tradicionistas» y
los implantados a partir del califato bajo los aus21 También se registró su presencia en el Norte de Siria (Tell Jamîs, junto al Eufrates) aunque sin evidencias que
proporcionen una datación contrastada (Matilla, 1996,
p. 205).
263
picios de la doctrina malikí (Chávet et alii, 2009,
pp. 156-157).
El tipo de fosa con lahd aparece sin embargo
en bastantes yacimientos donde este rasgo no ha
sido identificado en primera instancia, aunque
existen fundados indicios para presumir su presencia, incluso manejando tan solo la escasa información publicada.
Así sucede en Pamplona, por ejemplo, donde
se documentaron un total de 190 enterramientos
de rito islámico. Las fosas se describen como estrechas, sin aludir a la presencia de nichos. Aunque predominan las sepulturas sin cubierta reconocible, en algunos casos se usaron para ello lajas
de arenisca. La esporádica presencia de clavos,
elemento extraño en las sepulturas de ritual coránico, se vincula a elementos de madera en el sistema de cierre o cubrición. En tres casos (sepulturas 47, 49 y 129) las fosas contaron, según los
autores, «con cubierta a una vertiente, a partir de
lastras hincadas formando un ángulo de entre 60º
y 70º, protegiendo la zona dorsal del individuo
inhumado» (Faro et alii, 2007, p. 109). Esa descripción deja abierta la posibilidad de entender
que el ensanchamiento inferior cubierto con lajas
de piedra corresponda realmente al lóculo lateral
imperfectamente conservado. La datación de la
necrópolis se apoya en las fuentes históricas sobre el dominio islámico de la ciudad y en una datación radiocarbónica22.
La misma situación puede haberse dado con
algunas sepulturas de la necrópolis de la Puerta
de Toledo, en Zaragoza23 (Galve, Benavente,
1992), o en una de las documentadas en la Era del
Lugar, Mojácar, Almería (Alcaraz, San Martín, 1992). En la también zaragozana necrópolis de Valdeherrera (Calatayud) se reconocen
igualmente las sepulturas con nicho lateral lahd
(Sáenz Preciado, Martín-Bueno, 2013). El
extenso cementerio, del que se llevan excavadas
62 sepulturas, se fecha en torno a la segunda mitad del siglo ix a partir de los resultados de dos
dataciones radiocarbónicas (T46 1210±30 BP,
BETA-329875, calibrada a 2 sigma en la horquilla
710-890 AD; T2124 1140±30 BP, BETA-329876,
22 Sepultura 32, 1330±40 BP (BETA-218654), calibrado
a 2 sigma entre 650 y 770 d.C.
23 Se excavaron allí más de trescientas sepulturas, con
tres niveles superpuestos, fechadas entre los siglos viii y xi
d.C., aunque en condiciones metodológicas algo precarias.
24 En el texto se menciona la T21, aunque en la figura 14.13 se lee Tumba 31.
264
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
calibrada a 2 sigma en 810-850 AD25). También
en la provincia de Zaragoza, con fosas lahd y fechas dentro del rango de los siglos viii-ix, se encuentra la necrópolis de rito islámico de Tauste.
Su cronología se establece de acuerdo a dataciones radiocarbónicas aún inéditas26.
A menos de 80 kilómetros al Sureste de Gózquez se encuentra la denominada «necrópolis hispano-visigoda» de Segóbriga (Almagro,
1975). Son reconocibles en la documentación publicada varias sepulturas con lajas de piedra inclinadas que cierran un nicho lateral donde se inhuman individuos en decúbito lateral derecho.
La filiación islámica resulta indiscutible27. Este
tipo de sepultura con cámara lateral tiene una representación notable en la necrópolis sureste de
Mérida (ochenta casos para un total de 200 sepulturas), donde ha recibido interpretaciones
contrapuestas aunque coincidentes en su fecha
(siglos viii-ix d.C.). Atendiendo a la posición del
cuerpo (decúbito supino), su excavador las consideró inhumaciones cristianas de época andalusí
(Delgado, 2006). Más recientemente han sido
leídas como una versión transicional, imperfectamente ajustada al canon ritual, de una población
recién islamizada (Alba, 2011), aunque los argumentos no parecen suficientes y contravienen lo
observado en muchos otros sitios.
Igual que se ha visto en El Soto, las necrópolis
del sitio jienense de Marroquíes Bajos (Castillo
et alii, 2011; Serrano, Castillo, 2000) ofrecen
una variedad de ritos y tipologías, especialmente
en las N2 y N4. Aparecen allí enterramientos de
rito cristiano con feluses e inhumaciones en decúbito lateral que vienen a rellenar los posibles
eslabones intermedios entre el tipo de tumba
tradicional de la población nativa y los nuevos
modelos propios de la normativa religiosa islámica. Los tipos de sepultura con amplia prefosa
y fosa estrecha central o de cámara lateral son
característicos de las primeras fases de uso, datadas en época emiral, mientras que a partir del siglo xi parece consolidarse la inhumación en fosa
25
En realidad, la horquilla a 2 sigma de esta muestra sería 775-980 d.C. (programa Calib700). Los resultados ofrecen un margen que por prudencia cabría situar entre los siglos viii y ix d.C.
26 http://arqueoguti.blogspot.com.es/search/label/
Tauste (último acceso 16 abril 2014).
27 En el texto no se menciona siquiera esa posibilidad,
que sí fue advertida por L. Caballero en una reseña de la
obra y más recientemente por E. Manzano (2006, p. 269).
estrecha. Resulta muy reveladora, como veremos,
la documentación de enterramientos de ritual islámico junto con otras de posible ritual cristiano
en la N4 (Serrano, Castillo, 2000, p. 106). En
su primera fase se documentan sólo sepulturas
orientadas Oeste-Este con prefosa y fosa central
de inhumación estrecha (Serrano, Castillo,
2000, p. 99), con paralelos en el Cabezo del Aljezar, Ricote (Murcia), donde se datan también en
el siglo ix (Sánchez et alii, 1987). La fosa estrecha parece haber permanecido vacía y cubierta
con tapa de madera, como indica la presencia de
algún clavo y de muescas o encajes en el banco
de la prefosa preparados para alojar traviesas
de refuerzo del cierre. En el grupo de sepulturas atribuido a la segunda fase aparecen las fosas estrechas de inhumación desplazadas al lado
Sureste o Sur de la prefosa o directamente convirtiéndose en una cámara lateral. El ritual funerario perdura sin cambios respecto a la fase precedente.
La coexistencia de distintos rituales religiosos
en la misma necrópolis se apunta igualmente en
Tossal de Manises, con 108 individuos inhumados de acuerdo al ritual coránico y uno al cristiano (Olcina et alii, 2007, p. 214). La cronología propuesta para esta necrópolis concuerda con
las ya vistas (época emiral), y de nuevo vuelve a
citarse el tipo de fosa lahd. Un total de 48 sepulturas son de fosa estrecha simple, 20 cuentan con
escalón lateral, y 18 de ellas presentan covacha lateral28. El escalón lateral se interpreta de acuerdo
a motivos funcionales, como solución para apoyar las lajas de cubierta inclinadas de la cámara
funeraria, citándose el paralelo de la maqbara de
Bab Bayyana, en Almería (Alcaraz, 1990). En la
necrópolis Norte del Tolmo de Minateda (Gutiérrez Lloret, 2007, p. 296) se documentan
doce inhumaciones de rito islámico y cuatro de
rito cristiano. En el sitio de Rinconada de Olivares, Jumilla (Murcia), los trabajos de delimitación
de la necrópolis de rito islámico dieron como resultado la localización de cinco sepulturas de
rito cristiano entre medias a las que se fecha en
el siglo vii d.C. Entre las primeras se citan prefosas con fosa estrecha central o lateral y cierres
de adobe o lajas de piedra (Pozo, Hernández,
2000, p. 422).
28 Los conteos de los distintos tipos de sepulturas han de
leerse sólo a título orientativo y pueden no ser muy precisos,
dada la dificultad con que se documentaron las fosas a causa
del arrasamiento superficial de la necrópolis.
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
El establecimiento de la cronología de las sepulturas o del periodo de actividad de las necrópolis por medios independientes no es tan
frecuente como sería deseable. La datación propuesta para la necrópolis de la iglesia de El Carmen en Lorca (entre los siglos viii y x) se deduce
por ejemplo a partir de la orientación y la tipología de las fosas (Sánchez, Chávet, 2007). Las
fechas propuestas para l’Alfossar de Novelda (entre mediados del siglo xii y la primera mitad del
xiii) carecen de solidez, ya que se basan en los
rasgos de la cerámica presente en el nivel superficial (López Seguí et alii, 2005, Láms. 4, 6, 7).
El análisis de este conjunto de necrópolis de
rito islámico cuyas fosas presentan nicho o cámara lateral revela que el fenómeno tiene una
amplia difusión geográfica. No se trata de un endemismo circunscrito a una zona concreta y tampoco parece determinado por las cualidades de
firmeza o excavabilidad del sustrato geológico,
como se ha visto en El Soto. El significado de la
forma en que se deposita al difunto dentro de la
fosa tiene valor en el momento en el que se celebra la inhumación y para aquellos que participan en ese evento, independientemente de que el
terreno sea más o menos apropiado para ello. El
uso de estas necrópolis se ciñe a los dos primeros
siglos tras la conquista islámica de la península
Ibérica, y no sería razonable identificar a todos
sus protagonistas con inmigrantes extrapeninsulares. La evidencia disponible en El Soto sugiere
de hecho que esas sepulturas corresponden a población nativa convertida al Islam. La variabilidad
observada en la forma de las fosas deja abierta la
posibilidad de que estén convergiendo al mismo
tiempo distintas tradiciones funerarias de remoto
origen incluso sobre una pequeña comunidad rural del interior peninsular.
265
reconocimiento está exento de especiales dificultades en condiciones normales de conservación
del registro, ya que los cuerpos deben yacer en
decúbito supino. Sin embargo, en ausencia de alguna clase de elemento, epígrafe o material con
una simbología específica, el carácter cristiano
de una sepultura es habitualmente bastante más
difícil de determinar.
Tanto musulmanes como judíos han utilizado
fosas de inhumación con cámara lateral al menos
durante un tramo de la Alta Edad Media, y los segundos continuaron sin duda haciéndolo durante
algunos siglos más. Distinguir unas de otras no
presenta en principio mayores problemas, dada la
normativa disposición del cuerpo dentro del nicho, lateral en el ritual islámico, supino en el judío. Además, el lóculo debe estar excavado en el
lado de la fosa que mira a la qibla de acuerdo a
la tradición islámica, mientras que en el ritual judío cabe la posibilidad de que una misma fosa albergue una cámara a cada lado. Es bien conocido
el problema del desplazamiento que, en condiciones de vacío, puede sufrir el cuerpo originalmente colocado de costado, al tratarse de una posición inestable. Mucho más difícil e improbable
resulta la posibilidad del giro a posición lateral de
un cadáver originalmente dispuesto de espaldas
sobre el fondo de la fosa.
6.3. La discriminación del ritual
funerario
Desde un punto de vista arqueológico, no debiera entrañar excesivos problemas la correcta
discriminación de las sepulturas de rito islámico,
dada la posición del cuerpo en decúbito lateral
derecho con el rostro hacia la qibla, con independencia del tipo de fosa empleado. Por otra
parte, la utilización de cámaras excavadas en los
laterales de la fosa parece ser un rasgo distintivo
tradicional de algunas comunidades judías. Su
Figura 14.12. Tipología sepulcral de acuerdo a la posición del
cadáver y la forma de la fosa en sección transversal. Fosas características de inhumaciones con ritual judío (1), musulmán (2)
y cristiano (3)
266
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
Una determinación precisa de los principales rasgos de la arquitectura funeraria exige
que se tenga en consideración el formato original de la sepultura y no solo el estado en el que
finalmente se ha podido proceder a su documentación. Una evaluación adecuada del arrasamiento del nivel de frecuentación original del
cementerio evitaría las especulaciones sobre la
naturaleza de los posibles elementos de señalización en superficie y contribuiría a reducir
muchas inexactitudes relacionadas con la profundidad original de las fosas. El registro arqueológico suele ser parcial (aunque muchas
veces se olvide esta circunstancia) y poco de extraño debiera verse en la inadecuación entre las
supuestas normas cuyo funcionamiento cotidiano apenas conocemos y los datos arqueológicos.
En general, resulta urgente una adecuada
planificación de la actividad arqueológica relativa a contextos funerarios, donde las prisas
y la improvisación son aún más dañinas de lo
habitual. Los registros arqueobiológicos están llamados a desempeñar un papel clave en
la lectura arqueológica del pasado. La reconstrucción de patrones alimentarios o los de la
movilidad de individuos y grupos son dos de
los atractivos retos planteados por los análisis
isotópicos. Aquellos días en los que se pensaba
que una necrópolis sin ajuares personales apenas podía proporcionar datos de interés han
terminado. Muchos de los paradigmas de entonces también necesitan una revisión en profundidad (Inskip, 2013).
Los casos de cementerios comunitarios
donde aparecen mezclados rituales con diferentes connotaciones religiosas no son excepcionales en el registro ibérico, como hemos tenido ocasión de comprobar. Si no se abandonan
ciertos prejuicios, las sepulturas de rito islámico
siempre recibirán fechas posteriores a las de rito
cristiano cuando la necrópolis se encuentre en
activo entre los siglos viii y x, aunque en realidad pueden haberse producido solapamientos e
incluso coexistencia. Teniendo en cuenta lo anterior, no se debería adjudicar globalmente una
adscripción religiosa concreta a ciertos cementerios altomedievales en los que puede sospecharse la existencia de inhumaciones realizadas
de acuerdo a rituales característicos de distintas
confesiones.
7. CONCLUSIONES. IDENTIDADES Y
AFILIACIONES SUPERPUESTAS EN UNA
COMUNIDAD RURAL ALTOMEDIEVAL
Existe constancia por las fuentes escritas
acerca de la existencia de una numerosa comunidad judía en Toledo durante el periodo visigodo. Se sabe igualmente que no todos vivieron
en la ciudad, y que antes de que se implantaran
las brutales medidas legislativas antijudías (sobre
todo en la segunda mitad del siglo vii) algunos
poseían viñedos, olivares y tierras de labor y otros
las trabajaban, es posible que en el propio distrito
rural toledano. Un canon conciliar de época del
rey Ervigio (680-687) les prohibía hacerlo en domingo (González Salinero, 1998, p. 441).
La hipótesis que aquí se plantea es que las sepulturas de nicho lateral de Gózquez pueden testimoniar la presencia de alguna unidad doméstica o un grupo de individuos cuyas tradiciones
funerarias judías se expresan a través de una específica arquitectura funeraria, pero que las posibles diferencias identitarias existentes entre los
miembros de la comunidad aldeana de Gózquez
quedan subsumidas en la necrópolis colectiva,
donde el rasgo que prevalece no es la religión ni
el origen étnico de los residentes, sino la estricta
pertenencia al grupo local, cuya base es esencialmente territorial29.
Un detalle que no debe pasarse por alto a la
hora de valorar los aspectos rituales implícitos en
la particular arquitectura funeraria de ese grupo
de sepulturas de Gózquez concierne a su relación con otros posibles elementos que apuntan a
la definición identitaria de los fallecidos. En la sepultura T110, la que presenta dos cámaras laterales, ambos individuos (hombre y mujer) fueron
inhumados vestidos y portan broches de cinturón
de placa rígida en bronce. De las restantes sepulturas de este grupo (con nicho lateral simple) tres
presentan reducciones (91, 116 y 216), dentro o
fuera de la cámara. En una de ellas (152) apareció
el extremo de un broche de cinturón de placa rígida calada, en otra (126) una cuenta de collar en
ámbar, y en otra (91), la hoja de un cuchillo.
En un reciente trabajo sobre los rituales funerarios en la Tarraco tardorromana se comenta
29 Sobre los problemas de identificación que generan los
rasgos locales de las comunidades judías del Norte de África
véase Stern, 2008, donde las categorías (religiosas o identitarias) quedan despojadas de su monolítica trascendencia.
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
el hallazgo de una menorá incisa en la parte inferior de la losa de cubierta de una de las 400 tumbas excavadas de la necrópolis de Mas Rimbau,
utilizada durante los siglos iv, v, vi y vii (Ciurana, 2013, p. 182). Algunos han supuesto que
podía tratarse de un cementerio judío (Menchon, 2010, p. 536), pero la autora considera que
«no existeixen proves sòlides de la separació confesional dins dels cementiris» (Ciurana, 2013,
p. 187), dado que el enterramiento no era visto
durante este periodo como una práctica relacionada con la liturgia y el hecho religioso, tampoco
para los cristianos. Cronológicamente la sepultura se adscribe al nivel más reciente de uso de
la necrópolis del Francolí (segunda mitad del vi
y primera del vii). Para Casanovas, «no es tracta
d’un enterrament hebreu, ans de l’enterrament
d’un jueu» (Casanovas, 2013, p. 16).
Lo publicado hasta la fecha sobre la excavación de la necrópolis de Lucena podría sugerir
que el espacio funerario de la comunidad de esa
localidad cordobesa acogió a individuos pertenecientes a diversos credos religiosos. En una de las
figuras del trabajo (Botella, Casanovas, 2009,
Ilustración 2) se aprecia una inhumación en decúbito lateral, y en el texto se citan al menos otros
dos casos (Botella, Casanovas, 2009, p. 7).
Los argumentos por los que se considera unitaria y monoconfesional una necrópolis en la que
solamente se tiene la certeza de que uno de los
inhumados (o su familia) profesó la fe judía (un
epígrafe así lo demuestra) y al menos dos se enterraron previsiblemente de acuerdo al ritual coránico no son fácilmente asumibles. Con independencia de su carácter mayoritario o minoritario,
no puede descartarse que en la misma hayan sido
inhumados individuos pertenecientes a las tres
religiones del libro, e incluso paganos30. Resulta
bastante probable que en las 107 fosas detectadas con cámara lateral se hayan inhumado individuos de religión judía, pero no es posible conocer
si en las restantes se pudieron enterrar otros lucentinos, residentes cristianos o musulmanes de
la localidad. Los individuos cuya actividad generó
nuestro registro arqueológico formaron parte de
30 La colocación de tegulae de cierre en algunas cámaras
con la fórmula D(iis) M(anibus) S(acrum) sugiere algún tipo
de intencionalidad que los autores de la publicación consideran poco relevante (Riquelme, Botella, 2011, p. 266).
No se procede del mismo modo al considerar el significado
del epígrafe, que positivamente sabemos fuera de su posición original.
267
esas grandes comunidades que son las tres religiones del Libro, pero al mismo tiempo pertenecieron también a un grupo definido localmente.
La línea que separa lo habitual de lo extraordinario es hoy por hoy, en consecuencia, difícil de trazar. El panorama de la arqueología funeraria de los primeros siglos altomedievales
se revela mucho más complejo de lo hasta hace
poco supuesto. Como se señala en un trabajo reciente, «the exact connections between early Islam and Judaism and Christianity are still debated» (Goodman et alii, 2007, p. xii, n. 7). En el
yacimiento de Los Berrocales (Vicálvaro) tres necrópolis distintas podrían sucederse en el tiempo
a partir del siglo v d.C., cambiando de ubicación
a la vez que se producen variaciones significativas
en el complejo de rutinas que conocemos como
ritual (Vigil-Escalera, 2013a). El lugar de residencia de esa comunidad permaneció, sin embargo, durante varios siglos relativamente estable.
Mientras tanto, un sitio rural cercano (Loranca,
en Fuenlabrada, a 21 km de distancia) generó dos
espacios funerarios segregados en uso a la vez durante al menos los siglos vi-vii d.C.
Diversas evidencias arqueológicas sugieren,
pues, que las sociedades del pasado pudieron ser
bastante más heterogéneas de lo imaginado hasta
ahora, incluso las rurales. También resulta necesario admitir que las prácticas funerarias estuvieron con frecuencia determinadas por el contexto local31. El caso de Gózquez contemplado
en este trabajo ilumina el solapamiento de diferentes identidades, individuales y colectivas, al
que se han referido diversos autores al definir el
fenómeno de la identidad como una experiencia
eminentemente situacional, dinámica y adaptable
a circunstancias y contingencias (Barth, 1969;
Hakenbeck, 2007).
Quedan por resolver flecos importantes relativos a la aparición de esta clase de arquitectura funeraria en la península Ibérica, especialmente cuáles son sus más antiguas atestaciones
arqueológicas, dónde se localizan y quienes las
utilizaron. Las necrópolis de Gózquez y Lucena
constituyen episodios difíciles de situar en una secuencia de la que desconocemos el punto de par31 «This diversity suggests that diasporic burial practices
were often locally determined and commonly reflected the
behaviors and attitudes of surrounding Jewish, pagan, and
Christian populations as much as, if not more than, biblical
or Levantine antecedents» (Stern, 2013, p. 270).
268
ALFONSO VIGIL ESCALERA GUIRADO
tida. Existen interrogantes abiertos también por
lo que se refiere a la presencia de distintos tipos
de sepulturas en las más antiguas necrópolis de
rito islámico en la península Ibérica y la generalizada homogeneización de la inhumación en fosa
estrecha a partir del Califato (siglo x). Parece difícilmente discutible que la mayor parte de los individuos que se inhumaron de acuerdo al rito coránico en estas necrópolis (si no todos en muchas
de ellas) debieron ser locales (Vigil-Escalera,
2009b). A partir de mediados del siglo viii y durante buena parte del ix, la conversión al Islam de
una parte más o menos sustancial de la población
rural pudo ser rápida, lo que implica la llegada de
juristas, imanes y la implantación también rápida
de estructuras de encuadramiento social ajenas al
sistema local nativo. Los aspectos materiales de la
adopción de esa nueva fe (lo que habitualmente
se define como su islamización cultural32) fueron
con probabilidad matizados por la idiosincrasia y
las peculiares tradiciones de esos grupos. La conversión al Islam se manifiesta de forma muy evidente en el ritual funerario mediante la colocación del cuerpo en decúbito lateral derecho, con
el rostro del difunto hacia la qibla, de una forma
perfectamente distinguible del resto de las confesiones religiosas33. Los rasgos constructivos de las
fosas de inhumación aparecen fijados normativamente desde un primer momento, aunque con
una variabilidad difícil de explicar en una necrópolis rural de pequeño tamaño y no excesiva duración como El Soto.
El debate sobre la forma de las fosas de inhumación es posible porque se dispone ahora de
una aceptable documentación arqueológica sobre algunas necrópolis. El margen de avance de
la investigación arqueológica sobre el universo
funerario en general tiene un componente metodológico ineludible que comienza por el propio
desarrollo de los trabajos de campo. Es absolutamente dependiente de la meticulosidad con la
que se ejecuten esos trabajos y del adecuado reconocimiento de los procesos postdeposicionales
que afectan al registro arqueológico. Si fallan los
32
Gutiérrez Lloret, 2007, 2012; Carvajal, 2013.
Como se señala a veces, el principal cometido de los
líderes religiosos en los inicios del Islam fue el establecimiento de límites entre la comunidad islámica y las de los
cristianos o judíos (Safran, 2013, p. 9). «This separation
was to be upheld in various spheres of social relations, as
well as in rites and customs» (Kister, 1989, p. 134.
33
primeros eslabones de esa cadena poco podrá hacerse luego para remediar la situación.
Tanto el exceso de especialización como la rigidez de la compartimentación académica o disciplinar tradicional han supuesto, además, un
obstáculo a la correcta identificación y a la resolución de los problemas34. A lo largo del texto se
ha pasado revista a un puñado de necrópolis altomedievales, algunas de época visigoda y otras
englobadas en el periodo islámico. Nos hemos
referido a algunas que caen en el ámbito de los
estudios clásicos o de la tardoantigüedad (la de
Mas Rimbau en el suburbio tarraconense), pero
también a otras pleno y bajomedievales. El reconocimiento de los vínculos existentes entre todas
ellas, lo que comparten y lo que es específico de
cada periodo y cada tradición, es sin duda parte
de la solución a un problema que no es atribuible
en exclusiva a ningún departamento académico
en concreto.
Los paradigmas en los que se ha insertado
la mayor parte de la investigación contemporánea son construcciones del siglo xix (Wickham,
2005, p. 1). La base empírica para estudiar el periodo altomedieval se ha expandido masivamente
desde entonces gracias a la arqueología. Se necesita una urgente revisión de los modelos existentes, la reorientación de las líneas de interés y una
aproximación explícitamente teorizada a todas estas nuevas cuestiones. Deben extremarse las precauciones en lo concerniente a la forma en que se
manejan ciertas etiquetas, y repensar cómo describir y clasificar el registro funerario sin los sesgos
habituales. El empleo de sintagmas como «necrópolis visigoda» o «judía» no sólo conlleva a menudo un error de valoración, sino que minusvalora
la complejidad real del registro funerario de esta
época y de las sociedades que lo generaron, contribuyendo a limitar de forma apriorística la potencialidad informativa del dato arqueológico. Queda
mucha tarea para poder determinar en qué momento la segregación de las comunidades en función de sus creencias religiosas se generalizó en
cada territorio, sobre todo en el ámbito rural.
34 «The deeper the ditch we dig, the less we are able to
see what is happening in the larger field. Specialists in the
New Testament are ignorant of later Christianity, while specialists in Islam are ignorant of Judaism, and so on. Second,
we need to be conscious of what recent cultural critics have
called “master narratives”, in particular their power to distort our picture of the past» (Gager, 2007, p. 366).
LA IDENTIDAD DE LA COMUNIDAD LOCAL Y LAS AFILIACIONES INDIVIDUALES EN NECRÓPOLIS DE LA ALTA EDAD MEDIA...
N.º
Nombre
Localidad
Provincia
1
Gózquez
S. Martín de la Vega
Madrid
2
El Soto
Barajas, Madrid
Madrid
3
Malsobaco
Paracuellos del Jarama Madrid
4
Las Charcas
Barajas, Madrid
Madrid
5
La Huelga
Barajas, Madrid
Madrid
6
Carmona
Carmona
Sevilla
7
Montjuïc
Barcelona
Barcelona
8
Montjuïc
Gerona
Gerona
9
Les Roquetes
Tárrega
Lérida
10
San Antón
Lerma
Burgos
11
Ladera del Castillo
Palenzuela
Palencia
12
La Encarnación
Avila
Avila
13
Cuesta de los Hoyos
Segovia
Segovia
14
Valladolid
Valladolid
Valladolid
15
Lucena
Lucena
Córdoba
16
Córdoba
Córdoba
Córdoba
17
Toledo
Toledo
Toledo
18
Baza
Baza
Granada
19
El Carmen
Lorca
Murcia
20
L’Alfossar
Novelda
Alicante
21
Marroquíes Bajos
Jaén
Jaén
22
Pamplona
Pamplona
Navarra
23
Puerta de Toledo
Zaragoza
Zaragoza
24
Valdeherrera
Calatayud
Zaragoza
25
Era del Lugar
Mojácar
Almería
26
Bab Bayyana
Almería
Almería
27
Tauste
Tauste
Zaragoza
28
Cabejo del Aljezar
Ricote
Murcia
29
Tossal de Manisses
Alicante
Alicante
30
Tolmo de Minateda
Hellín
Albacete
31
Rinconada de Olivares Jumilla
Murcia
32
Mas Rimbau
Tarragona
Tarragona
33
Berrocales
Vicálvaro
Madrid
34
Loranca
Fuenlabrada
Madrid
35
Segóbriga
Saelices
Cuenca
36
Necrópolis SE Mérida Mérida
Badajoz
Tabla 14.1. Lista numerada de los sitios peninsulares citados
269
El análisis de la evidencia arqueológica refuerza la idea de que durante el periodo altomedieval es la identidad territorial de la comunidad
local la que tiende a imponerse sobre cualquier
otra forma de adscripción, ya sea ésta étnica o
confesional (religiosa). Ser enterrado en el cementerio tuvo tanta importancia para el individuo como para su linaje, y previsiblemente lo fue
sobre todo para los descendientes del fallecido.
Es allí donde se preserva una memoria social extremadamente relevante (Fentress, Wickham,
1992), donde queda probada para los tiempos venideros la pertenencia al grupo y probablemente
también la condición de individuo libre, como
parece avalar además la estricta regulación del
derecho a ser inhumado en el cementerio comunitario (Vigil-Escalera, 2013a). Resulta necesario, a modo de conclusión, trascender la inercia
que durante mucho tiempo ha llevado a la investigación histórica a trasplantar a este periodo valores y comportamientos propios de épocas posteriores, cuando no directamente de la nuestra.
AGRADECIMIENTOS
Durante la elaboración del presente trabajo he
recibido comentarios, información y consejo de
parte de muchas personas. Quedo en deuda especialmente con P. Cressier, V. Salvatierra, E. Manzano, A. León, J.A. Quirós Castillo, M. Contreras,
C. Tejerizo, R. Catalán, L. Hernández y J.L. Herce.
Los errores y omisiones en el trabajo son exclusivamente mi responsabilidad.
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