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El presente estudio se centra en el gobierno de uno de los dominios italianos de la Monarquía Hispánica: la isla de Sicilia. Entre las instituciones del rey estaba la figura del virrey, cuyo gobierno estuvo limitado por diversos factores, entre los que destacaron las instrucciones del rey. Las instrucciones remitidas por Carlos II a Pedro Manuel Colón de Portugal y de la Cueva, duque de Veragua y virrey de Sicilia entre 1696 y 1701, constituyen el objeto de este estudio que profundiza en las tres funciones de los virreyes en la isla: la defensa de la fe católica frente a herejes e infieles, la salvaguarda del patrimonio real y la justicia. Palabras Clave: Gobierno, Sicilia, Instrucciones, Carlos II, Duque de Veragua; 1696-1701. Abstract: This study focuses on the government of one of the Italian territories of the Spanish Monarchy: the island of Sicily. Among the institutions of the king was the viceroy, whose government was constricted by several factors, among them were the king's instructions. Those sent by Charles II to Pedro Manuel Colon de Portugal y de la Cueva, Duke of Veragua and viceroy of Sicily between 1696 and 1701, are the keys of this paper that stresses on the three roles of the viceroys in the island: the defense of the Catholic faith against heretics and infidels, the protection of royal heritage and the justice. Keywords: Government; Sicily; Instructions; Charles II; Duke of Veragua; 1696-1701.
2013
RESUMEN: El presente estudio se centra en el gobierno de uno de los dominios italianos de la Monarquía Hispánica: la isla de Sicilia. Este reino era un enclave esencial de la política exterior de la Corona española en el Mediterráneo y, como tal, necesitaba unas instituciones para su gobierno. A través de los siguientes apartados analizaremos las instituciones del rey en Sicilia y las instituciones del reino durante la regencia de Mariana de Austria. PALABRAS CLAVE: Monarquía Hispánica, Sicilia, Gobierno, Instituciones, Política Exterior, 1665- 1675. ABSTRACT: This article is focused in the government of one of the Italian domains of the Spanish Monarchy: the island of Sicily. This kingdom was an important key for the foreign policy of the Spanish Crown in the Mediterranean and, as such, needed some institutions for governance. The following sections we will analyse the king’s institutions in Sicily and the institutions of the kingdom during the Mariana of Austria’s regency. KEYWORDS: Spanish Monarchy, Sicily, Government, Institutions, Foreign Policy, 1665-1675.
2001
Vista en linea: http://www.colmich.edu.mx/files/ceh/rdiego/publicaciones/online/047_Felipe_II/ Ficha Bibliográfica: DIEGO FERNÁNDEZ SOTELO, Rafael, "El gobierno novohispano bajo el reinado de Felipe II (origen y evolución)" en Felipe II y el oficio de Rey: La fragua de un imperio, José Román Gutiérrez, Enrique Martínez Ruiz y Jaime González Rodríguez (coord.), Madrid, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Universidad de Zacatecas, Universidad de Guadalajara, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, pp. 397-430.
Resumen: Este trabajo pretende analizar el reciente panorama historiográfico sobre el reino de Sicilia y su contribución a la defensa española del Mediterráneo durante el reinado de Carlos II. Para ello, comenzamos por abordar la importancia concedida en la política internacional del último Habsburgo a la conservación de sus dominios italianos, para centrarnos posteriormente en el estudio exhaustivo de las aportaciones historiográficas más relevantes de las últimas décadas. De esta forma, el trabajo se estructura en cinco apartados sobre las publicaciones que han sustentado nuestra tesis doctoral, clasificándolas en: investigaciones sobre la política exterior de Carlos II, la evolución histórica del reino de Sicilia; las instituciones del sistema imperial español en la isla; la situación económica y el sistema hacendístico de Sicilia; así como aquellas obras centradas en la organización militar de dicho reino. Respecto a esta última, profundizamos en las que la tratan desde un punto de vista general, así como en las que se interesan por alguno de los elementos de la estructura defensiva de la isla. Por último, dentro de esta última sección mencionamos algunos de los objetivos y de las conclusiones obtenidas en dicha tesis. Palabras Clave: Historiografía; Sicilia; Defensa; Mediterráneo; Carlos II; 1665-1700. Abstract: This paper tries to analyze the recent historiography of the kingdom of Sicily and its contribution to the Spanish defense of the Mediterranean under the Charles II reign. To get it, we focus on the important international politics of the last Habsburg for the preservation of its Italian lands, to go deeper later in the most relevant historiographical contributions of recent decades. According to this purpose, the study is divided into five sections based on the publications used in our PhD thesis and that we can classify under the following items: researches on foreign policy of Charles II, the historical development of the kingdom of Sicily, the institutions of the Spanish imperial system on the island, the economic situation and the tax system of Sicily, as well as those works focused in the military organization of the kingdom. Regarding this latter, we analyze in depth those studies that explained them from a general point of view, as well as those interested in the military structure of Sicily. Finally, in the last section we mention some of the objectives and the conclusions reached in this thesis. Keywords: Historiography, Sicily, Defense, Mediterranean, Charles II, 1665-1700.
La embajada de obediencia era una ceremonia de origen medieval en la que un soberano, a través de su embajador, mostraba pleitesía al papa 1 . Pese a su importancia en la Edad Media y Moderna, existen todavía pocos estudios sobre la evolución de esta ceremonia y sus repercusiones políticas y culturales 2 . En el presente trabajo nos acercaremos a un momento crucial de su evolución, que afectó a las relaciones entre la monarquía hispánica y la Santa Sede y que marcó el ocaso de esta fiesta. La creciente marginalidad de Roma en el plano internacional, desde tiempos de la Reforma, pero de forma más evidente desde la paz de Westfalia (1648), condujo a la suspensión definitiva de esta ceremonia muy poco después, durante el pontificado de Inocencio XI (1676-1689). El declive de la embajada de obediencia durante este periodo puede ser analizado como una manifestación del deterioro del concepto de obediencia hacia Roma. En las siguientes páginas la analizaremos como reflejo de un complejo juego de conflictos e intereses pactados, y no como la representación de un poder estático y de unas relaciones políticas inamovibles.
Revista de Historia, n.º 29, 2022
Resumen: Cuando Fernando Carlos de Vera y Figueroa, II conde de la Roca, pasó a ocupar la embajada en Venecia, el recuerdo de su afamado padre estuvo presente desde el momento de su llegada. No podía ser de otra forma, ya que la proyección que este había logrado en la corte madrileña resulta fundamental para entender la concesión de este cargo a su hijo. En el presente artículo, pretendemos ahondar en la importancia del linaje y las redes clientelares de cara a desarrollar una carrera política al servicio de la corona española. Para ello, abordaremos el proceso por el que nuestro protagonista fue elegido para ocupar esta legación y se gestó su arribo a Venecia. Palabras clave: II conde de la Roca, embajador, Venecia, linaje, patronazgo y carrera política. IN THE SHADOW OF THE FATHER. THE POLITICAL CAREER OF FERNANDO CARLOS DE VERA Y FIGUEROA, 2ND COUNT OF LA ROCA, AND HIS EMBASSY IN VENICE (1662-63) Abstract: When Fernando Carlos de Vera y Figueroa, 2nd Count of la Roca, took up the embassy in Venice, the memory of his famous father was present since the moment of his arrival. It could not have been otherwise, as the projection of his father at the court of Madrid was fundamental to understanding the concession of this position to his son. In this paper, we intend to explore the importance of lineage and patronage networks in developing a political career in the Spanish Monarchy. To this end, we will examine the process by which our protagonist was chosen to occupy this embassy and his stay in Venice. Keywords: II Count of la Roca, ambassador, Venice, lineage, patronage, and political career.
III. FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA
III.1. Poderes económicos y financiación del poder 1. Introducción
Para este estudio hemos seleccionado diez contratos de fletamento que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla, en el Fondo Documental de Protocolos de Fondos Americanos Enrique Otte, y su cronología se extiende entre 1519 y 1550. En todos los casos se trata de contratos de fletamento de ida, que parten desde el puerto de Sevilla hasta los principales puertos de la América Española, como Santo Domingo, San Juan de Ulúa, Cuba o Nombre de Dios. En ellos también se indican que los barcos debían de hacer escala en el puerto de Cabo Verde y que era allí donde se efectuaba la carga de los esclavos que se transportaban a América. Las fuentes archivísticas consultadas son muy numerosas pero nos sirve de toma de contacto con la documentación de la época respecto al comercio de esclavos de este período cronológico, siendo éste el principal objetivo de nuestro estudio. Todo ello se ha sustentado en una bibliografía especializada de la historia de la esclavitud y su comercio con las Indias, por un lado, y sobre los contratos de fletamento desde el punto de vista jurídico, por otro. Asimismo, este estudio se ha intentado complementar con bibliografía específica de los elementos que ejercían la presión fiscal en la Corona castellana del siglo XVI del que hemos dedicado un capítulo sobre los impuestos, concretamente, de las averías.
El segundo objetivo de nuestro estudio fue el análisis cuantitativo fiscal de este comercio que tiene de particular el tráfico humano como mercancías de primera necesidad en el nuevo mundo. El comercio de negros se convirtió, en el siglo XVI, en una de las vías de financiación del poder de la corona castellana. Por tanto, un ámbito, que en un primer momento parece muy específico, nos permite conocer la red mercantil transoceánica con las Indias y que operaba desde Sevilla. Igualmente, permite tratar este tema desde un punto de vista fiscal, en tanto que este dinero se invirtió en otros asuntos como fueron las distintas contiendas bélicas, dirigidas por Carlos V, en el exterior. Por tanto, la finalidad perseguida es contribuir desde una temática (los contratos de fletamento de esclavos negros de ida hacia América) y desde una cronología muy concreta (1516-1556) y espacial (la ciudad de Sevilla) al conocimiento de la historia comercial de esclavos negros y la presión fiscal que se ejercía sobre éstos en el reino de Castilla en época moderna.
Contexto histórico
La estructura económica leridana, para el siglo XVII, se fundamentaba básicamente en la agricultura y la ganadería, que no terminaba de despuntar en el monocultivo de cereal, con un peso marginal del sector manufacturero y con un comercio de base local alejado de los principales polos comerciales del momento 2 . A esta débil estructura económica debe sumársele el desplome comercial que llevarán con sí las coyunturas del siglo XVII, que dejaran a finales de siglo al mundo mercantil en una actividad menor que a finales del siglo anterior.
Con este contexto, La Guerra dels Segadors llevó a la ciudad a una situación paupérrima; epidemias, hambre e inestabilidad económica llevaron Lleida a tocar fondo 3 . Demográficamente se reduce la población a la mitad en relación con finales del siglo XVI y en el contexto catalán, tras unos años de desplome en el número de bautismos, se llega al mínimo en 1656 4 . Esta drástica reducción de la población se plasma directamente con la caída de los ingresos municipales 5 , los cuales divergen cada vez más de los gastos; los costes de la fortificación de la ciudad, los destrozos causados por la guerra y el sobreesfuerzo de la estructura de abastecimiento urbano, que en los años más duros del conflicto intentó paliar los efectos del hambre, son los principales causantes del incremento de gastos y, en consecuencia, del endeudamiento municipal, poniendo así en evidencia las insuficiencias estructurales de la estructura político-económica municipal leridana 6 .
La situación que deja el conflicto en Lleida no difiere en absoluto del que dibuja Llorenç Ferrer para el contexto catalán; El uso de la Taula de Canvi y los equilibrios sobre la política monetaria se hacen bien presentes, pero sobre todo el peso de la guerra se sustenta con la emisión masiva de censales, que terminaran resultando impagables 7 . Antoni Passola, en esta misma dirección, apuntando a las claves de la economía municipal del periodo de entreguerras, destaca la sensación de estancamiento en la crisis hasta la década de los ochenta, con una tenue recuperación ligada a la lenta reconstrucción de la ciudad, limitada por el pago de las pensiones y abortada por el nuevo conflicto militar de inicios del XVIII 8 .
El comercio de esclavos en Sevilla y su legislación durante el reinado de Carlos V (1516-1556)
La esclavitud en la Edad Moderna es un tema conocido y bien estudiado en la bibliografía, pero con grandes lagunas y grandes necesidades de replanteamientos 1 . Además, el tráfico de esclavos negro-africanos entre Sevilla y América es un proceso complejo, con numerosos cambios.
El aprovisionamiento de negros africanos fue una gran empresa comercial para la monarquía castellana durante cuatro siglos que, paulatinamente, fue incrementado. Hasta 1513, antes de la llegada de Carlos V al trono, imperaba el comercio libre. Desde esa fecha hasta 1595, se produce la etapa de las licencias, que consistían en la obtención de una autorización real concedida en pago de servicios o contratada para llevar a las Indias cierto número de esclavos. Sevilla seguía manteniendo, en exclusividad, esta forma de operar, y las concesiones recayeron en comerciantes castellanos; aunque su mayor parte fueron otorgadas a mercaderes portugueses y genoveses 2 . Hasta 1550, la moneda más utilizada para fijar los precios de los fletes era el maravedí, aunque desde el siglo XVI, se fue imponiendo el ducado de oro, de valor de 3 a 34 maravedíes 3 . Hasta 1542 la esclavitud en la América española era mayoritariamente indígena, fecha en la que fue prohibida por Carlos V a través de las Leyes Nuevas. Esta nueva ley dio paso a la exclusividad de la esclavitud negra. A partir de este momento, asistimos a una etapa de tráfico y comercio mercantil internacional, que se podría definir como la primera globalización económica, es decir, el nacimiento del capital en el que el volumen de transacciones abarcaba tres continentes: Europa, África y América. Este proceso fue denominado por I. Wallerstestein como la primera economía-mundo y es el contexto histórico-económico en el que se sitúa nuestra investigación 4 .
A principios del siglo XVI Sevilla era, junto a Lisboa, el principal centro esclavista de la Europa de la época, llegando a tener una población esclava de unas dimensiones verdaderamente importantes 5 . Debido a esta salida al mar desde el Guadalquivir, el comercio de la ciudad floreció de una forma extraordinaria durante este período; sobre todo el comercio exterior, la mayor parte por vía marítima 6 . Hay que tener en cuenta que el Guadalquivir nunca fue un río navegable ideal, pero la navegación se adaptó a sus posibilidades creando los tipos de embarcaciones y de puertos suficientes para cumplir con su fin comercial. Respecto a las instalaciones portuarias de Sevilla, debemos señalar que el puerto de las Muelas era el principal y el punto final de las naves en ella fletadas.
En relación a las naves que se utilizaban en el comercio marítimo, podemos decir que la más usada fue la nao, aunque en la documentación estudiada encontramos contratos que usan naos y navíos, indistintamente. No obstante, para el comercio exterior, como es el caso de los esclavos, se usaba la nao 7 preferiblemente debido a su mayor capacidad. Éstas se fabricaban de varios tamaños pero, por regla general, era de un tonelaje elevado. Mayoritariamente, la propiedad de las naves estaba dividida entre varias personas, oscilando entre dos y cinco, siendo sus maestres los que solían tener la mayor parte de las naves. Pero, además de maestres y mercaderes del comercio trasatlántico, encontramos entre los propietarios de los navíos a mercaderes andaluces, traperos y vecinos de la ciudad 8 . De este modo, Sevilla era el mercado de compraventa de naves más importante del sur de España. Esto se debe a la expansión del comercio exterior que aumentó enormemente su demanda en el reinado de Carlos V.
No obstante, el apogeo de este mercado sevillano llegaría a lo largo del siglo XVI, período en la que la ciudad se convirtió en el principal polo de atracción europeo de todas las actividades mercantiles, y en concreto, del tráfico de esclavos, en el que los comerciantes de la ciudad mostraron una gran actividad 9 . El centro de contratación más importante era la lonja de mercaderes sevillanos ya que en sus gradas se realizaban estas operaciones de compraventas diariamente.
A colación del tráfico mercantil trasatlántico de esclavos desde Sevilla, debemos ser conscientes de que el papel comercial de Sevilla con América se consolida en relación con el esplendor económico de la ciudad aunque la importación de esclavos en América se iniciara desde fechas muy tempranas. Algunos especialistas fechan el inicio de este comercio en 1513, realizándose con la misma libertad que el de cualquier otra mercancía 10 . A partir de esta fecha, la Corona quiso controlar lo que intuía como buena fuente de ingresos y aplicó para ello el sistema llamado de licencias, previo pago de una tasa que en estos momentos iniciales se fijó en dos ducados por cabeza en concepto de averías. Otro fenómeno observado es el aumento ininterrumpido de la tasa fiscal que se aplicó a cada esclavo exportado a América. Este paso de los dos ducados de 1513 a los 30 de 1561 podemos documentarlos a través de los contratos de fletamento estudiados para esta comunicación y conservados en el AHPS, en los que observamos, en todos los casos, este aumento progresivo del arancel.
Esta escalonada subida del precio de las licencias, a lo largo del siglo XVI, tuvo como consecuencia la aglomeración del comercio esclavista en un número exclusivo de casas comerciales que poseían, por sí mismas, las suficientes reservas para vender a crédito 11 . Mayoritariamente, los autores pensaban que estas licencias se repartieron entre los grandes grupos extranjeros: alemanes, franceses y genoveses. No obstante, Enrique Vila Vilar demostró que, por el contrario, fueron los portugueses los que ejercieron el control sobre éstas por ser los señores del mercado africano 12 . Así pues, desde que la trata negrera empezó a tener mayor importancia por la gran demanda de esclavos que se había abierto en Indias en el siglo XVI, éstos se convirtieron en la principal mercancía en la que se basaba el comercio portugués con América 13 , siendo el más rentable y, por tanto, de mayor interés para los comerciantes portugueses.
Además, en estas fechas el fenómeno de la esclavitud ya estaba muy extendido. Según Franco Silva: "Se encontraba muy difundida socialmente…todos los grupos sociales poseían esclavos" 14 . Si hablamos de la esclavitud africana, podemos destacar dos factores muy importantes del comercio en Sevilla: el número de esclavos habituales en la ciudad y la importancia de su mercado. El cronista Luis de Peraza lo define en 1535: "hay infinita multitud de negros y negras de todas las partes de Etiopía y Guinea…de los quales nos servimos en Sevilla, y son traídos por la vía de Portugal" 15 . Los autores proponen considerar a Portugal y a Andalucía occidental, durante el S.XVI, como el tercero de una sucesión de espacios afectados, de más a menos, por el desarrollo de las economías esclavistas del azúcar en las islas del Atlántico 16 . El primero estaría constituido por Santo Tomé y las islas de Cabo Verde que funcionaban como factorías de abastecimiento en la trata negrera, siendo Santiago el puerto de mayor concentración de esta clase de comercio tomando un incremento notable en la etapa portuguesa.
Por otro lado, se señalan hasta tres tipos de mercados esclavistas estantes en Sevilla en el siglo XVI, aunque queda claro que el mercado de esclavos de Sevilla funcionaba más como un enorme consumidor que como un centro redistribuidor. El mercado que nos es de interés para este estudio es el dedicado al envío de esclavos negros a América desde el puerto de Sevilla, que parece haber tenido poca relación con el anterior al estar controlado por distintos comerciantes. La oligarquía mercantil juega un papel directo en el tráfico negrero hacia la América Española, siendo la responsable del negocio del envío de miles de esclavos negros en barcos que, partiendo de Sevilla, recalan en Cabo Verde para cargar la mercancía humana y trasladarla a las Indias. La mayor parte de los contratos de fletamento de ida de este período siguen esta trayectoria espacial: los barcos parten desde Sevilla hacia los puertos de San Juan de Ulúa, en Nueva España, Cuba o Santo Domingo, haciendo escala en el puerto de Santiago en Cabo Verde, lugar donde cargan a los esclavos 17 .
Es importante subrayar que la historia de las relaciones y conflictos entre mercaderes del triángulo comercial entre Sevilla-Cabo Verde-América están aún por hacer 18 . Tres cuestiones son claves: existía una comunicación marítima muy fluida entre ambas, el sistema negrero precisaba de una estructura financiera que le diera soporte y el problema de los impagos estaba a la orden del día. Para concluir con este apartado, solo podemos añadir que, a finales del siglo XVI, la Corona monopolizaba el tráfico de esclavos concediéndoselo en exclusividad a ciertas empresas. Por tanto, el sistema cambia de las licencias a los asientos, que estaban monopolizados por los comerciantes portugueses asentados en Sevilla 19 .
Por último, es importante destacar que la unión de las dos coronas proporcionó una gran ventaja a los portugueses para penetrar en el comercio con las Indias y monopolizar el sistema de asientos 20 . También se les permitió viajar y comerciar con cierta inmunidad a través del Imperio español y su posición en él era bastante fuerte a pesar de ser considerados legalmente como extranjeros y no recibir privilegios especiales 21 .
Su trayectoria histórica y jurídica: los contratos de fletamento y su estructura documental en la ciudad de Sevilla
Si queremos realizar un análisis de la trayectoria histórica y jurídica del contrato de fletamento tenemos que partir de la base de que pocos son los estudios de esta figura jurídica, encontrándonos con un gran vacío bibliográfico. Las únicas aportaciones son las que aborda José Martínez Gijón y Juan José Iglesias.
Respecto a los contratos de fletamento, desde el punto de vista jurídico, debemos decir, en primer lugar, que consiste básicamente en un contrato de transporte naval de mercancías, formalizado ante notario a fin de obtener la fe pública, y concertado entre el cargador y el dueño o el maestre de la nave. En el mismo se fijan las obligaciones mutuas, el flete o el precio del transporte y las condiciones particulares a las que se sujetan las partes. Su valor documental nos permite conocer diferentes aspectos, históricos y jurídicos, todos ellos relacionados: la personalidad de los mercaderes, sistemas de transporte, tipo de mercancías, destinos y rutas comerciales 22 .
Centrándonos en los estudios ya existentes durante los siglos XV y XVI, y especialmente en el estudio de José Martínez Gijón, podemos decir que los correspondientes a la segunda mitad del siglo XV sirvieron como modelo documental y contractual al comercio americano durante sus primeros años de inicio 23 . Pero, a su vez, los fletamentos sevillanos de la misma época no revisten fórmulas netamente originales, sino que adoptan modelos previos que beben de las prácticas habituales del comercio medieval y del Derecho romano 24 . El nacimiento de este tipo de escritura en la Edad Media parece hallarse estrechamente vinculado a la evolución histórica de la organización económica y jurídica de la empresa de armamento o navegación.
En España se halla perfectamente documentado y desarrollado durante la segunda mitad del siglo XIII. De hecho, en el título XVIII de la Tercera Partida hay un modelo de este tipo de contrato. El establecimiento en Castilla fue tardío, y no tuvo un carácter general para todo el reino 25 . Pero en Sevilla, en los siglos XIII y XIV, solamente la ciudad gozó de una jurisdicción marítima, de carácter especial. Esta jurisdicción interna es importarte porque sería la competente para resolver los conflictos marítimos que se plantearan en Castilla sobre esta problemática entre extranjeros y naturales 26 .
La comparación entre las cartas de fletamento estudiadas por Martínez Gijón y las del período anterior arroja como resultado una notable similitud aunque los fletamentos castellanos de la segunda mitad del siglo XV no ofrecen un eficaz modelo documental y contractual al comercio americano del siglo XVI 27 . A su vez, los fletamentos sevillanos adoptan modelos previos siguiendo el esquema de los antiguos contratos de noliejament catalanes. De este modo, las experiencias levantinas y castellanas servirían de base a la práctica de esta tipología documental en el ámbito mercantil sevillano de fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI, y ésta, a su vez, proporcionaría el modelo necesario para el comercio de Indias a lo largo del siglo 28 .
El caso sevillano se define por el caso contrario, es decir, por la total ausencia del control institucional. Observamos algunos cambios significativos en estos modelos contractuales mercantiles entre la Península y América. Por ejemplo, a finales de siglo, se generaliza la consignación de la mercancía a terceras personas, es decir, a los factores, a diferencia del siglo anterior en el que el mercader embarcaba junto con la mercancía ocupándose él mismo de su comercialización. Este hecho evidencia la evolución de las formas comerciales que puede explicarse por la lejanía de los mercados americanos y la difícil y tardía comunicación entre ambas partes del Atlántico.
En este sentido, cabe decir que estos contratos se definen por la ausencia del control institucional y se operó dentro de una libertad de mercado condicionada por la costumbre diferenciándose de la tendencia intervencionista del caso de Burgos, que desde muy temprano, tienen una normativa específica. No obstante, a partir de mediados del siglo XVI, no empiezan a ser regulados dentro de un marco y organismos institucionales aunque se crea la Universidad de Cargadores a Indias y la Real Provisión de 1543 29 . De esta forma, es sorprendente la ausencia de disposiciones sobre la figura del fletamento en las Ordenanzas del Consulado sevillano 30 .
La Hacienda Castellana del Imperio
El gravamen del impuesto de las averías
A partir de la llegada de las primeras remesas de oro a Sevilla desde América, la economía castellana empieza a debilitarse ya que la Hacienda de un solo reino debía de hacer inmensos sacrificios. Estas razones hacen que la evasión de los tesoros que Carlos V destina a los pagos de otras contiendas, en su mayoría bélicas, prive a la economía castellana del propio progreso fiscal interno del reino 31 .
La Hacienda de Carlos V puede definirse como un complejo aparato institucional que tuvo que ir solucionando, de forma arbitraria, los muchos baches económicos en los que le situaba. Por tanto, nos encontramos ante una Hacienda débil que debe buscar otros tipos de vías de financiación con los que sustentar los gastos del Imperio. Por este motivo, las colonias americanas fueron utilizadas como un instrumento de financiación para acrecentar las arcas de tan costoso Imperio, así como el comercio trasatlántico, en general, y el comercio de esclavos, en particular, que servían como medios de financiación para la causa, entre otras muchas actividades mercantiles. A esto hay que añadir que la hacienda castellana de la primera mitad del siglo XVI fue la de un estado beligerante casi sin interrupción, con el añadido de que fue en varios frentes y con diferentes rivales 32 , lo que aún aumentaba más el costo de su mantenimiento.
En relación al derecho marítimo moderno, dentro de la investigación del Derecho indiano, podemos decir que ha sido una de las áreas menos estudiadas por los investigadores de este campo a pesar de su importancia y de la necesidad de su análisis para comprender la economía mercantil de la época. No obstante, encontramos algunos trabajos interesantes sobre esta temática, hecho que no ocurre de igual forma con el impuesto de la avería. Resumidamente, en primer lugar, podemos nombrar la obra de H. Haring 33 en la que defiende el término avería como el daño que era aplicado al deterioro sufrido en la navegación sobre las mercancías. La califica como un derecho sobre exportaciones e importaciones que sufragaban los gastos que ocasionaban las flotas de 29 AGI. Indif. Gral, 423, L.20, ff. 606v-615r (Real Provisión dando Ordenanzas al Consejo de Indias para el buen gobierno de las Indias, 20-11-1542) 30 AGI. Indif. Gral, 418, 1.1, ff. 84v-88v (Ordenanzas de la Casa de la Contratación, 20-01-1503) 31 Ramón Carande, Carlos V y sus banqueros, Barcelona, Crítica, 2000, p. 7 32 R. Carande, Carlos V y sus…, p. 95 33 Clarence Henry Haring, Comercio y navegación entre España y las Indias en la época de los Habsburgos, México, Fondo de Cultura Económica, 1979 protección para las naves de la flota de Indias. Por su parte, Albert Girard 34 la define como una especie de impuesto privado.
Por último, Ramón Carande 35 se opuso a estas opiniones en su obra cumbre calificándola como un ingreso específico de los consulados y no como un impuesto como habían hecho los autores anteriores.
Centrándonos en las obras específicas, es menester indicar la monografía de Céspedes del Castillo 36 ya que es considerada la obra cumbre sobre esta temática por el rigor científico y la abundante documentación que la respalda. Del resultado de toda esta bibliografía podemos concluir que desconocemos muchos de los aspectos jurídicos del impuesto de la avería porque la mayoría de estos autores no hacen ninguna aportación novedosa. Por tanto, es necesaria una obra que realizara un estudio en profundidad sobre la evolución histórico-jurídica de la avería en Indias.
Por otro lado, la etimología de la palabra avería ha sido discutida ya desde el siglo XVII por distintos autores. Si bien la mayoría de ellos se decantan por afirmar que su origen es árabe hay otro sector que cree que el término podría tener raíces latinas.
La terminología árabe pasó después y de forma directa al catalán y al italiano debido a los contactos comerciales continuos entre la Corona de Aragón y el norte de África 37 . De este modo, el término se propagó posteriormente a las demás lenguas romances, entre ellas al castellano 38 y, aunque no conocemos el origen del impuesto de la avería, podemos afirmar que la utilización del término se generalizó en Castilla a partir de 1494, año en que se publicaron las primeras Ordenanzas del Consulado de Burgos así como los primeros años de presencia española en América.
Respecto a la documentación estudiada para este artículo podemos encontrar la palabra avería escrita de formas diferentes: avería 39 o habería, indistintamente, aunque predomina la primera de ellas. Respecto a la vigencia de su uso podemos estar seguros de que el concepto de avería ya había sido regulado en Las Siete Partidas y que el vocablo no volvería a aparecer hasta finales del siglo XV, generalizándose su uso desde entonces 40 .
Por otro lado, el comercio indiano era diferente a las transacciones mercantiles conocidas por Europa hasta ese momento: implicaba mayor coste, largas distancias, diferentes mercancías y mayor riesgo, que implican la combinación de tres figuras jurídicas en estas transacciones: el seguro marítimo, la avería y el contrato de fletamento; con el riesgo como elemento común entre ellas. De esta forma, cada una de estas figuras jurídicas da cobertura a unos riesgos distintos dentro de la navegación transoceánica. Debido al factor del riesgo, que es mayor en el comercio marítimomercantil con Indias, existen dos grandes grupos de averías: el de las averías recaudatorias con fines preventivos y el de las averías-gastos restitutorias de daños 41 . 34 Albert Girard, El comercio francés en Sevilla y Cádiz en tiempos de los Habsburgos: contribución al estudio del comercio extranjero en la España de los siglos XVI al XVIII, Sevilla, Centro de estudios andaluces, 2003 35 R. Carande, Carlos V y sus banqueros…, p. 123 36 Guillermo Céspedes del Castillo, La avería en el comercio de Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1945 37 Miguel Luque Talaván, "La avería en el tráfico marítimomercantil indiano: notas para su estudio (siglos XVI-XVIII)", Revista Complutense de Historia de América, 24 (1998), p. 125 38 M. Luque Talaván, "La avería en el tráfico marítimomercantil indiano…" , p. 125 39 AHPS, protocolos, oficio XV, nº 9160:, ff. 510v-511v 40 M. Luque Talaván, "La avería en el tráfico marítimomercantil indiano…" , p. 125 41 M. Luque Talaván, "La avería en el tráfico marítimomercantil indiano… ", p. 138 No obstante ambas se crearon con la misma finalidad, es decir, la recaudación de dinero para prevenir riesgos y restituir los daños ocasionados por un siniestro.
La primera de ellas se trataba del pago de contribuciones monetarias hechas por los comerciantes de los consulados para el mantenimiento de éstos. Esta cantidad monetaria se obtenía de un tanto por ciento sobre el valor de todas las mercancías que un comerciante introdujera. De esta forma, podemos observar en la documentación que, para el comercio de esclavos negros en el reinado de Carlos V, el pago establecido por las ordenanzas es entre uno y dos ducados de averías por cada pieza de esclavo para este período cronológico.
Por otra parte, las llamadas averías-gastos restitutorias de daños son también llamadas averías ordinarias. Estos pagos, como son los de arribar en un puerto por causa forzosa o de descargar las mercancías en otros puertos que no son los estipulados en el contrato, eran pagados por los propios capitanes o maestres de las naves y nunca de su propio dinero. El incumplimiento de estas medidas estaba castigado por fuertes multas monetarias cuyo monto también está estipulado en el contrato.
Fiscalidad y gasto público: la desviación del dinero
Es por todos bien sabido que la política imperial de Carlos V se vio sometida a una presencia creciente de desequilibrio presupuestario provocado, mayoritariamente, por los gastos exteriores del reino. Aquella política provocaba la ruina de la hacienda castellana debilitando la riqueza del reino 42 .
Este elemento radica en que Carlos V fue un príncipe viajero, con unos dominios muy distantes en superficie y, por tanto, sus ambiciones y necesidades son también mayores. Por otro lado, era un hombre de acción que creía que los problemas debía resolverlos in situ, a lo que hay que añadir su espíritu guerrero. Pero, la singularidad más acusada de la hacienda de Carlos V es el impulso de su política imperial mediante los tesoros recibidos de las Indias, que crecen a medida que el reinado avanza 43 . Gracias a éstos se pudo financiar aquélla política del Imperio. No obstante, uno de los mayores enemigos de la actividad económica era la presión fiscal, un factor predominante en la lista de las causas de la depresión económica castellana 44 . Aunque, de la misma forma que crecían los gastos de la Corona, también lo hacían los ingresos debido a la explotación de los diferentes recursos obtenidos de las colonias americanas llegando incluso a triplicarse.
Por otro lado, el Emperador tuvo que recurrir a impuestos extraordinarios sobre sus territorios españoles. Pero la Corona castellana no solo bebía de estas ganancias sino también de impuestos indirectos como la alcabala, las tercias reales de los diezmos, etc. En este tipo de impuestos se contextualiza el gravamen de la avería. En cualquier caso, todo este gran esfuerzo tributario apenas podía sufragar la deuda que el Emperador había contraído con los banqueros extranjeros. Las Indias era la fuente de ingresos más impresionante que poseía la Corona castellana, sin embargo, no era espectacular en comparación con lo que se obtenía de otras fuentes 45 . 42 R. Carande, Carlos V y sus…, p. 148 43 R. Carande, Carlos V y sus…, p. 154 44 John Lynch, Monarquía e Imperio: el reinado de Carlos V, Madrid, Marcial Pons, 2007, vol. 11., p. 381 45 J. Lynch, Monarquía e Imperio…, p. 386 Ciertamente, en estos años, la posición financiera de la corona se deterioraba sin posibilidad alguna de arreglo. El incremento de la producción americana de plata a partir de 1580 dio un respiro a la hacienda castellana dándole un nuevo impulso. La plata americana contribuyó a las diferentes contiendas que el Imperio tenía en el exterior aunque, a pesar del gran flujo de metales preciosos, no era capital suficiente para hacer frente a tan enorme gasto. En consecuencia, el Estado tuvo que recurrir a nuevos empréstitos que no hicieron más que agravar las deudas que desembocaron en las constantes bancarrotas de la corona castellana. A pesar de la prosperidad económica que las Indias proporcionaba, Carlos V no supo reconducir el dinero en el interior del reino y éste se fugaba en las diferentes guerras en el exterior; de tal forma que éste fue el fisco que heredó su hijo, Felipe II, con todas las consecuencias que ello conllevaba.
Conclusiones
En este capítulo de conclusiones hemos diferenciado entre conclusiones históricas del comercio de esclavos y conclusiones fiscales sobre el impuesto de la avería. Respecto al comercio de esclavos, podemos llegar a las siguientes conclusiones. En primer lugar, podemos afirmar que el tráfico de esclavos con América fue un negocio muy lucrativo para la Corona castellana, desde principios del siglo XVI, consolidándose durante el reinado de Carlos V a través de una serie de licencias que el Emperador concedía a un grupo exclusivo de mercaderes para transportar en sus barcos un cierto número de esclavos.
En segundo lugar, Sevilla era el segundo centro esclavista de Europa en el siglo XVI, después de Lisboa, y desde el río Guadalquivir zarpaban la mayoría los barcos que arribaban en América. Esto responde a la enorme expansión del comercio exterior que estaba aumentando enormemente en este primer tercio del siglo debido a la gran demanda de esclavos negros en América.
En tercer lugar, en relación al comercio de esclavos entre Sevilla-Cabo Verde-América, podemos concluir dos cuestiones: que había un tráfico marítimo muy fluido entre los tres destinos y que el sistema de licencias necesitaba de esa estructura financiera que le daba la Corona castellana y los comerciantes.
Tras el estudio de la hacienda castellana y la presión fiscal que la Corona gravaba sobre el comercio con América, podemos concluir varios interrogantes que la bibliografía actual no ha podido resolver.
En primer lugar, tenemos que decir que aunque existen varios estudios sobre la avería ninguno ha logrado solventar las dudas que se plantean en torno a ella. Esto puede ser por la escasa utilización de sus fuentes documentales a la hora de abordar su estudio ya que, en la mayoría de las investigaciones existentes, se aborda desde un prisma bibliográfico. Por tanto, es necesario consultar la documentación original para el estudio de la figura jurídica, como es el caso de esta comunicación.
En segundo lugar, si queremos analizar la figura de la avería como una figura jurídica, podemos concluir que no es hasta el siglo XV cuando se inició la regulación a gran escala de esta figura. Pero cabe preguntarnos, ¿por qué sucedió en el siglo XV si lleva presente en Castilla desde la Edad Media? Creo que la explicación puede radicar en que no es hasta este período cuando el comercio empieza a ser verdaderamente rentable debido al recién descubierto continente americano y las arcas del Imperio español empiezan a embolsar verdaderos tesoros. Por este motivo, no es hasta este momento cuando los distintos consulados empiezan a dictar sus ordenanzas con especial atención a su reglamentación.
En tercer lugar, debemos decir que el comercio mercantil indiano se sustentaba en tres figuras jurídicas: el seguro marítimo, la avería y el contrato de fletamento; siendo el riesgo el nexo de unión entre ellas. Así, cada una de ellas daba cobertura a unos riesgos distintos que seguían siendo muy numerosos y probables. Como conclusión final, englobando todo lo dicho con anterioridad, podemos definir la avería como una figura jurídica propia del Derecho marítimo-mercantil, que ya se usaba con anterioridad con esta misma finalidad pero que no es hasta el siglo XV, con el descubrimiento del nuevo mundo y su incipiente y rico comercio, cuando toma importancia en dicho negocio y comienza a regularse a través de las ordenanzas de los consulados de comerciantes de distintas ciudades castellanas. Así que, durante los siglos modernos, la avería fue considerada como una contribución que tenía por finalidad evitar el riesgo de daño o bien establecer la cantidad que había que pechar por los daños y perjuicios acontecidos a una nave, o bien a las mercaderías que ésta transporta tras un siniestro.
A partir del análisis del oficio de mostassaf de la ciudad de Palma durante la Edad Moderna hemos intentado aportar un mayor conocimiento sobre el control de varios aspectos vitales de la vida urbana. La historiografía había obviado en buena medida el ejercicio del cargo y, como consecuencia del análisis basado principalmente en la comparativa de los libros de capítulos que regulaban el oficio, se concluía que había cedido la mayor parte de su jurisdicción. Esto, habría conducido a la fosilización de su ejercicio y, finalmente, a su desaparición, como consecuencia de la aplicación de los Decretos de Nueva Planta, al igual que en el resto de territorios de la Corona de Aragón salvo en Menorca.
En el presente texto, se propone revisar esta idea y aportar algunas hipótesis mediante la consulta de documentación que había pasado, prácticamente, inadvertida. De esta manera, se puede observar que el nivel de actuaciones tendió al alza, por lo menos, entre 1500 y 1621. A partir de los pleitos, capítulos y libros de multas del siglo XVII se puede concluir que durante la centuria no parece que su actividad descendiera sino que el objetivo del oficio se centró en una parte determinada de los capítulos y pasó a depender en un grado más alto de la administración regnícola. Su transformación en el siglo XVIII cerraría este proceso. A falta de nuevas investigaciones, parece que durante 64 Carlos Álvarez Novoa, La justicia en el antiguo reino de Mallorca, Palma, Gráficas Miramar, 1971, p. 72. La resolución indica: "cesa el oficio de Almotacén por ser su incumbencia parte del gobierno económico y político de dicha ciudad peculiar de su Ayuntamiento, la qual se debe repartir por meses por comisión entre los regidores, como se practica en Zaragoza y Valencia". 65 Eduardo Pascual Ramos, "De jurados a regidores. La designación de los primeros regidores del ayuntamiento de Palma", Millars, 34, (2011), p. 60. 66 Como la impresión en 1796 de los capítulos de 1678 o la aparición del nombre en las subastas que el patrimonio real hacía del tercio de las multas impuestas por el regidor de mes por las labores que habían sido propias del mostassaf. Por ejemplo, el trienio 1735-1738 se arrendó por 150 libras y el periodo entre 1744 y 1757 lo arrendó el zapatero Joan Ribot por 86 libras anuales. ARM, RP 1861, ff. 8r y 13r. 67 Así como el impacto de la reforma del régimen de policía de 1769 que afectaban a algunas de las prerrogativas del regidor de mes como heredero del mostassaf. Brigitte Marin, "Los alcaldes de barrio en Madrid y otras ciudades de España en el siglo XVIII: funciones de policía y territorialidades", Antropología. Boletín Oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 94, (2012), pp. 19-31. los siglos XVI y XVII, el mostassaf habría cedido parte de sus prerrogativas relativas al control de la edilicia y del comercio de importación y exportación, para convertirse en un oficio dedicado, en buena medida, al control de la producción y venta de alimentos. Es decir, el oficio de origen medieval habría sido adaptado a las nuevas necesidades y realidades del mundo moderno.
Por lo tanto, quedan muchos matices por conocer que la consulta de documentos del real patrimonio del reino de Mallorca conservados en archivos estatales ayudaría a completar. Entre otras, podemos apuntar como futuras líneas de investigación: la realización de estudios comparativos de esta institución y otras análogas entre diversos territorios, el estudio nominativo de las personas que ocuparon el cargo y de sus agentes, lo que contribuiría a explicar algunos comportamientos, y mejorar el conocimiento sobre el oficio durante la Baja Edad Media para situar adecuadamente el debate sobre su evolución. En buena medida, el estudio del mostassaf puede ser útil para conocer mejor los cambios y permanencias del control y la administración diaria de la ciudad.
Analizando los datos contables de la Paeria de Lleida mediante la documentación de la clavaria mayor, hemos puesto de relieve el enorme peso que tenía el pago de la deuda en las finanzas municipales, y más incluso tras soportar el golpe de la guerra y la consecuente crisis, que incremento los gastos, sobre todo con la fortificación, reconstrucción y abastecimiento de la ciudad, y redujo el número de contribuyentes y su posición económica. A pesar de las mejoras substanciales que se producen a final de siglo, ligadas a la coyuntura general i al impulso de las reformas económicas de la corona, y que en el caso de Lleida se plasman en una reducción del total de la deuda, ciertamente a costa de no pagarla, el monto de las pensiones seguía siendo insostenible con los ingresos comunes, haciendo imprescindible la sucesión de concordias con los acreedores que redujeran el porcentaje de intereses. Estos acuerdos ponen de relieve que las mejoras financieras de la institución, más que venir causadas por cambios estructurales, los cuales se encuentran bloqueados, se producen con pactos puntuales, arrastrando así las deficiencias de base del sistema financiero, poniéndolo a merced de futuras coyunturas económicas negativas. Estas deficiencias estructurales del sistema se reflejan también con los índices de morosidad, poniendo de manifiesto que al tiempo que el impago de particulares u otras instituciones se reduce a causa de la mejora económica, el del consistorio municipal sigue estancado, a pesar de no pagar parte importante de las pensiones crediticias, resaltando así que las reticencias al cambio de la institución bloquean los efectos de la mejora económica, una mejora que ciertamente quedará truncada por un nuevo conflicto bélico cómo será la Guerra de Sucesión. morosidad contra la clavaria mayor (en libras nominales) morosidad de la clavaria mayor (en % sobre total gastos) morosidad contra la clavaria mayor (en % sobre tota ingresos) Lineal (morosidad de la clavaria mayor (en % sobre total gastos)) Sustentar a Inquisição com rendimentos eclesiásticos: uma aproximação ao tema (séculos XVI-XVIII) 1
A la espera de profundizar en el análisis de los distintos delitos cometidos por los miembros de la Casa de Contratación a mediados del siglo XVII, los primeros datos demuestran que la institución no fue en aquella coyuntura un modelo de buen gobierno sino, antes al contrario, un órgano en el que sus principales actores funcionaban al margen de las normas, bien por intereses particulares, bien por favorecer intereses de terceros, en este caso del Consulado de Sevilla.
Aunque por el momento nos encontramos en una primera fase de la investigación y todas las hipótesis permanecen abiertas, cabe interrogarse acerca de la relación entre la forma de acceso al cargo de los miembros de la Casa y el ejercicio de sus funciones, en este caso, teniendo en cuenta la cuantía de algunas condenas y la privación de oficios de forma temporal, por comportamientos que debieron ser cercanos a la corrupción. Muchos de ellos accedieron a sus cargos por procedimientos venales, por inversiones de sustanciosas sumas de dinero, que trataron de amortizar en el más breve plazo de tiempo posible. Por otro lado, como hemos visto, para el ejercicio de algunos cargos fue necesario presentar elevadas fianzas, tras las cuales, y a falta de un estudio en profundidad, parece ser que estuvieron algunos de los principales comerciantes sevillanos. El nexo entre el Consulado y cargos de la Casa de Contratación se aprecia con claridad cuando se analizan quiénes fueron los que afianzaron determinadas inversiones cuando se adquirieron los cargos a perpetuidad ¿Fueron pues algunos miembros de la Casa meros agentes de los miembros del Consulado? Aunque por el momento no podemos avanzar demasiado sobre esa interrogante lo que parece claro es que las operaciones venales que tuvieron lugar durante las décadas de los años treinta y 42 AGI, Contaduría, leg. 230. 43 Ibídem. 44 AGI, Indiferente General, Leg. 506, l. 5. 45 Ibídem. 46 cuarenta, y en particular las que dirigió el conde de Castrillo, supusieron la gran oportunidad para que los comerciantes de la Carrera de Indias se hicieran con el control de la institución que debía regular y supervisar ese comercio.
Un segundo aspecto que nos parece esencial en esta aportación tiene que ver con el análisis de los instrumentos de control que la monarquía podía poner en marcha para vigilar el correcto funcionamiento de sus instituciones. En este caso hemos visto cómo se envió a un visitador que desarrolló una ingente tarea durante varios años. Su labor fue refrendada por una sentencia del Consejo de Indias, pronunciada en 1654, por la cual se elevaban a definitivas una serie de sentencias, pecuniarias, de restituciones de dinero apropiado de forma indebida, e incluso de privación de oficios. Sin embargo, cabe interrogarse sobre la eficacia de estas visitas y sobre la finalidad última de las mismas. Dicho de otro modo ¿se pretendía controlar de forma efectiva el buen funcionamiento de la institución u obtener unos ingresos extraordinarios procedentes de las condenas? Por ahora, a la luz de lo que finalmente acabaron pagando los miembros de la Casa de Contratación para ser indultados de los delitos cometidos, todo parece apuntar a que las necesidades financieras de la monarquía estuvieron por encima de la eficacia de los mecanismos de control de las instituciones. La composición a dinero de los delitos para la obtención de los indultos, siempre en cuantías que no superaron en conjunto la mitad de las sumas de dinero a que habían sido condenados los miembros de la Casa, pone de manifiesto no tanto la ineficacia del sistema de control de la institución mediante la visita sino la anteposición de las necesidades de numerario de la monarquía al buen funcionamiento del órgano que se trataba de inspeccionar. En otros términos, de la lectura de los datos ofrecidos se infiere que no interesaba poner coto al fraude sino que, por el contrario, visitas como la que hizo Juan de Góngora se concibieron como un mecanismo de obtención de recursos financieros más o menos rápidos en tiempos de extrema necesidad.
En suma, hemos avanzado algunas reflexiones sobre la visita de Juan de Góngora a la Casa de Contratación y al Consulado de Sevilla, pero es un tema que conforma un ingente campo de investigación, aun por explorar, que sin duda, nos podrá proporcionar en el futuro datos cuantitativos y cualitativos sobre la presencia y permisividad del fraude y la corrupción en la Casa de Contratación, una de las instituciones más importantes de la monarquía hispánica en el Antiguo Régimen.
La Casa de la Contratación, se crea con el objetivo por parte de la Corona de someter a su control todo el comercio con América, ya que anteriormente a ella, las personalidades a cargo de este control se vieron desbordados por la numerosa documentación de las naves que viajaban a las Indias. La necesidad de crear un monopolio sobre el comercio indiano, no pudo llevarse a cabo por los reyes por la falta de capital de la Hacienda Real, por lo que tuvo que relegar en las iniciativas privadas, que impulsaron el comercio pero a su vez con ello se fomentó el fraude.
Los expedientes como unidad documental, cosidos formando un cuadernillo que se le entregaba al maestre del navío y que debía ser presentado ante las autoridades indianas. Para Pablo Emilio Pérez-Mallaina no se puede hablar de una sola unidad temática, pues los expedientes de los registros de ida estaban compuestos por documentos de todo tipo, desde certificaciones, finanzas, cédulas reales visitas, autos, concesiones de poder, etc. 25 Aunque dentro de esta variedad, el objetivo era que todos sirvieran para el mismo fin, por lo que en ellos hay una verdadera unidad de función, para que el navío con toda la seguridad tanto para su carga, como tripulación pasase los trámites que la Corona imponía como obligatorios para todas las embarcaciones que debían y querían realizar la ruta hacia las Indias. 22 Enriqueta Vila Vilar. "Algo más sobre el fraude en la carrera de indias: práctica conocida, práctica consentida", Actas del XI congreso internacional de AHILA: 27-43, (1998), p. 24 23 E. Vila Vilar, "Algo más sobre el fraude…", p. 28 24 Existen dos partes involucradas en los registros, por un lado la Corona, que delegaba en la Casa de la Contratación y en las administraciones de los puertos americanos para actuar en su nombre, y por otra el maestre del navío, que debía ser nombrado por el dueño de la embarcación y llevar todos los trámites con la Casa desde su nombramiento. El registro nace por el interés de la Corona de intervenir para controlar la navegación de los particulares a las Indias, ya que la Corona tenía el monopolio tanto de la navegación como del comercio con las colonias americanas. Los dos aspectos fundamentales de la Corona son la fiscalización del comercio con las Indias mediante una serie de impuestos a las mercancías transportadas y el control político de la única vía de acceso a América.
Por otro lado, el fraude estuvo muy extendido, se encontraba en las cargas, en la tripulación, en los pertrechos,etc. Se buscaba navegar aunque fuese engañando y infringiendo las leyes vigentes, pues el fruto que esperaban conseguir era muy alto. Este fraude era de alguna manera promocionado por la Corona, ya que las penas por transgredir las leyes no eran altas y en muchos casos los procesos eran suspendidos con algún tipo de compensación económica o pequeña multa. A los reyes nunca le interesó que estas multas fueran demasiado cuantiosas, por temor a espantar a los comerciantes.
Se puede encontrar a extranjeros que enviaban navíos a las Indias tomando como testaferros a personas con la nacionalidad española. Eran ventas ficticias que no eran detectadas en los registros, mientras que si se consultan los archivos de protocolos se encuentran las contradicciones ya que se declaraba el comprador que la venta era falsa, que actuaban como hombres de paja, no efectuando el pago por el navío. Esto se hacía para que el falso comprador no pudiera reclamar la posesión del navío a quien era su verdadero dueño. También se encuentran donaciones falsas, que como en el caso anterior se declaraba en escrituras privadas que esta donación no tenía ningún valor.
Por todo esto, la Corona sometió el flujo comercial con América a numerosos trámites para delimitar el número de navíos que podían viajar a las Indias. El interés por el estado de las embarcaciones que deseaban emprender el viaje al continente americano, sus arqueos, conocer los medios defensivos de los que las embarcaciones contaban, el tonelaje, etc. además se debía conocer el origen de su tripulación, su número, y determinar las rutas a seguir. Todo esto se recogía en los documentos que eran necesarios en los trámites que se debían hacer antes de poder realizar el viaje. Todos estos trámites se recogían en los expedientes de registro de ida, que a su vez son los más válidos para el estudio, ya que recogen el mayor números de procesos. Esta documentación era entregada al maestre, que debía llevarla consigo en el trayecto del viaje, y como ya apuntamos anteriormente debía ser presentada a las autoridades americanas a su llegada de destino. La Casa de la Contratación guardaría las copias de los originales que se había entregado a los respectivos maestres de navíos. En los expedientes de los registros de vuelta, aparece la documentación relativa a las cargas que se hacían en las Indias para ser traídas a los puertos castellanos, y en muchos casos la administración indiana se limitaba a copiar parte de los registros de ida y en ocasiones su totalidad. 26 La Corona llegó a adoptar ciertas medidas al ver que el fraude era imposible de parar, como el adoptado de 1660 a 1708 en el que las mercancías que eran transportadas de América a España lo podían hacer sin registrarse. Otro cambio fue abolir el pago de impuestos proporcional a las mercancías que se cargaban por un pago anual fijo. 27 En otros casos los criados actuaban como marinería para ahorrarse el pago de su viaje y en los casos en los que se hablan de fallecidos o de deserciones y fugas en América, se declaraba a la vuelta que se había vuelto con la misma tripulación con la que había partido de España, con ello trasladaban a personas de manera ilegal. Muchos eran los fraudes que se realizaban, no sólo en el tema de las mercancías, se producían de igual manera sobre el monopolio. Se puede encontrar a extranjeros que enviaban navíos a las Indias tomando como testaferros a personas con la nacionalidad española. Eran ventas ficticias que no eran detectadas en los registros, mientras que si se consultan los archivos de protocolos se encuentran las contradicciones, se declaraba por el comprador que la venta era falsa, que actuaban como hombres de paja, no había pagado nada por el navío. 28 Esto se hacía para que el falso comprador no pudiera reclamarle la posesión del navío a quien era su verdadero dueño. También se encuentran donaciones falsas, que como en el caso anterior se declaraba en escrituras privadas que esta donación no tenía ningún valor.
El fraude estaba tan extendido que incluso entre otros maestres se prestaban los unos a los otros los pertrechos o los cañones para poder pasar el trámite, al igual que sus aparejos.
Son muchas y de muy diversa índole las conclusiones que podemos obtener del fenómeno del fraude tabaquero en torno a las Reales Fábricas de Tabacos de Sevilla. Sin embargo, por una cuestión obvia de extensión, me ceñiré de la forma más sintética posible a aquellos puntos que considero de mayor interés.
En primer lugar, ha quedado de manifiesto la imposibilidad de separar al colectivo de los operarios fabriles del resto de la sociedad cuando hablamos del fenómeno del fraude tabaquero, dado que el mero intento de aislar a un sujeto de su propia realidad social carece de todo sentido. Ello explica a su vez la intensa disputa social que el fraude provocaba entre todos los estamentos de la sociedad, sin excluir ninguno de ellos. Por ello, si pretendemos estudiar el fraude desarrollado por los empleados de fábricas, debemos dirigir la mirada a una realidad social mucho más amplia en la que resulta imposible levantar muros de acotación, aunque éstos sean los de las propias Reales Fábricas de Tabacos de Sevilla.
Otro punto que merece especial atención es la severa modificación que en tan sólo dos décadas las prácticas fraudulentas experimentaron en la capital hispalense. Si atendemos específicamente a la década de 1740, veremos cómo lo más habitual era el desarrollo de diversos métodos con el objetivo de aprehender pequeñas cantidades de tabaco 43 . Es lo que podríamos definir de algún modo como un modelo de extracción "simple". No obstante, estas prácticas se transforman profundamente cuando nos adentramos en los autos criminales de la década de 1750 44 . Ya no se trataba de meros operarios que intentaban sacar algunas porciones de tabaco escondidas entre los ropajes, sino que el superintendente era quien ordenaba la mayor parte de las indagaciones. Hasta el momento, resulta muy difícil saber si todo esto respondía a una nueva realidad en la que el fraude tabaquero había adquirido un mayor impacto social o, por el contrario, estamos ante la política seguida específicamente por un superintendente en concreto. Despejar las dudas que existen a este respecto dependerá directamente de ampliar el presente objeto de estudio a la totalidad del siglo XVIII.
El último aspecto a resaltar es el rol jugado por las mujeres en este tipo de actividades ilícitas. Hasta el momento no existe un estudio pormenorizado de lo que el género femenino tenía que aportar a las tramas de fraude tabaquero. Sin embargo, en una industria integrada exclusivamente por hombres a lo largo del Setecientos, resulta curioso observar que la mujer desempeñaba un papel de suma importancia en el ámbito de la delincuencia. Las autoridades lo sabían, de ahí que nos encontremos habitualmente interrogatorios dirigidos a las madres, hermanas, esposas o hijas de los reos en cuestión. En mi opinión, estos indicios se dirigen claramente a una división de tareas en las que, mientras los hombres extraían el tabaco, muchas mujeres se encargaban de distribuirlo. Por desgracia, este tema se nos escapa a día de hoy, aunque creo que un estudio pormenorizado en estos términos enriquecería en gran medida el estudio del fraude tabaquero.
A la completa formación recibida por Isabel en la corte de Lisboa se añadió en los primeros años de convivencia con el emperador el conocimiento profundo y en detalle de los grandes asuntos de los reinos y de los principales problemas de la política internacional a los que tenía que enfrentarse. Isabel hizo suya la visión que Carlos tenía 33 de Francisco I y, según fueron transcurriendo los años, desde la distancia, llevó a cabo su misión en una doble dirección: la organización de la defensa para evitar las posibles incursiones francesas y la configuración de una idea sobre Francisco I y sus movimientos. Desde que asume la gran regencia de 1529 y hasta su muerte diez años después, la emperatriz aborda todo lo que viene de Francia con una gran cautela, con una prudencia exquisita y con una claridad de ideas que ayudara a la pareja imperial a no seguir cayendo en las trampas tendidas por el francés. Sin desviarse de las directrices marcadas por el césar, Isabel aconseja a su esposo sobre cómo proceder en cada momento: desde los primeros intentos por apaciguar ánimos con la liberación de los rehenes y la entrega de Leonor, pasando por la evidencia del choque inevitable y acabando por constatar que la única vía sólo podía ser la de la paz.
Isabel creía que Carlos, con razón, debía estar satisfecho por haber alcanzado el acuerdo y la amistad, que tan necesarios eran para los dos históricos rivales y, sobre todo, para la Europa del momento. Al final, la emperatriz se encontraba feliz y hablaba de "cristiandad reparada". La deseable paz perpetua era imposible. Isabel sabía que se trataba de algo provisional y a esa conclusión podemos llegar tras estudiar la política que lleva a cabo y leer con detenimiento los mensajes que dirige a Carlos. La paz duraría sólo cuatro años y los nuevos enfrentamientos ya no los vería Isabel. No tuvo buen concepto de Francisco, con el que no consta ningún contacto directo. El rey francés no conoció a la emperatriz aunque ambos compartieron suelo español en 1526. Construyó su imagen de mujer y de gobernante a partir de su intervención en la liberación de sus hijos en 1530, a través de las noticias enviadas por sus embajadores y gracias a su esposa Leonor, a pesar del arrinconamiento al que fue sometido. Sea como fuere, Francisco I, como el último representante del rey caballero francés, y en plena tregua con Carlos V, quiso reconocer y homenajear a la emperatriz y ordenó hacer solemnes honras fúnebres con motivo de su fallecimiento el 1 de mayo de 1539.
Las armadas de las coronas de Castilla y Portugal residentes en la ciudad de Lisboa dieron lugar a una transferencia e intercambio de conocimientos, información, recursos materiales, dinero y personas que interconectaban a los ministros de Felipe II en el objetivo común de sustentar las armadas del rey por ser "de su seruicio". La madera y sus derivados para componentes navales constituían un elemento indispensable en las armadas; así el rey y sus ministros trataron de asegurar su provisión mediante relaciones personas no institucionales.
Por lo tanto, la madera se convertía en un agente político de primer orden que estaba directamente vinculada al Rey ya fuese por medio de juramentos (coutadas y matas controlados por monteros-mores ligados al monarca por medio de un juramento), institucionalización de las remesas hispanas enviadas desde la corte de Madrid (el arca de las tres llaves) o, bien, por la firma de asientos que interrelacionaban los territorios de la Monarquía con el norte de Europa. Estas tres vías diferentes de aproximación nos permite, a su vez, conocer el origen de la madera, las personas implicadas en su comercio y las especies de árboles empleadas en los barcos de Su Magestad Católica durante los sesenta años de Unión Política.
Teniendo en cuenta todo lo anterior parece lógico plantearse hasta qué punto los centros políticos fueron capaces de gestionar una denominada "alta política" que, al menos en este caso, parece manifestar ciertas incapacidades y queda un tanto ausente. Frente a posteriores interpretaciones estatalitas que refuerzan esta categoría decimonónica la realidad de la negociación parece mostrarse mucho más compleja. En ella se ponen en evidencia los límites en la autoridad de los monarcas soberanos, las dificultades que a veces condicionaron su actuación y la forma en que la "alta política" requirió en ciertas ocasiones de instrumentos locales y "de abajo" para ser operativa. Pese a que no podemos olvidar completamente el papel que la corte, el entorno del monarca u otros organismos e instituciones de carácter central juegan en el planteamiento de la política exterior, así como el hecho de que a algunos de estos agentes y mediadores podrían considerarse más como informantes que como negociadores o responsables diplomáticos sensu stricto, sí que hemos de advertir la presencia de estos canales de tipo particular a los que determinados poderes soberanos, como es el caso del régimen archiducal, se vieron obligados a recurrir cuando las posibilidades de establecer otras vías más formales de acercamiento y negociación parecían lejanas e inviables. Resulta, por tanto, más que conveniente integrar en el estudio de las relaciones hispanoneerlandesas la actuación y transformación de unos contactos, redes e intereses que, de una forma u otra, contribuyeron a aproximar o distanciar a unas potencias que, paradójicamente y pese a su tradicional enemistad, comparten la importancia y el peso de colectivos, corporaciones y otros poderes de carácter particular dentro del sistema, como así parece reflejarse a partir de un estudio comparado de los modelos políticos de la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas.
En consecuencia, con instrucciones como éstas se pretendía, en primer lugar, mantener el estado defensivo de los virreinatos a la vez que se otorgaban toda una serie de normas, ya fueran de carácter militar, hacendístico o jurídico, con las que se debía recortar el poder de estos virreyes. De hecho, la restricción de la autonomía y del poder del virrey que se pretendía garantizar con las instrucciones quedó reflejada en uno de sus apartados: "El poder que para exercitar este cargo y oficio os he mandado dar es tan cumplido y libre como veréis por que en público combiene a mi servicio que, pues havéis de estar allí en mi nombre y lugar y representar mi persona, tengáis la authoridad necesaria. Pero, no obstante esto, por la presente declaro que mi intención es que guardéis y cumpláis enteramente todas las cosas sobre dichas y que en virtud del poder ni de otra manera vais contra el thenor y forma de ellas directa o indirecta…" 33 . 30 Ibidem, caps. 14-18. El término bagarino deriva del italiano "buona voglia" y se refiere al remero voluntario y asalariado. 31
A través de esta comunicación hemos intentado presentar un avance de algunos de los aspectos en los que pretendemos profundizar en nuestra tesis doctoral 45 . El análisis del proceso de señorialización en el territorio palentino y las relaciones establecidas con las principales instancias municipales y las oligarquías locales nos permitirá conocer la organización y articulación del territorio palentino. En este sentido, cabe destacar la configuración de amplios alfoces concejiles, donde se desarrollaron instituciones 38 L. Díaz de la Guardia y López, "La mitad…". 39 "supramunicipales", conocidas como juntas generales o particulares. Esta forma de organización puede recordar a las juntas o hermandades desarrolladas en el norte peninsular, a lo largo de la cornisa cantábrica, por lo que nos permitiría confirmar su extensión a zonas más meridionales, al sur de las montañas, en este caso en el la cuenca norte del Duero, en el valles del principal río palentino, el Pisuerga.
Estas juntas se van a oponer a la intromisión señorial en el nombramiento de sus oficiales pero, los casos más llamativos de conflictividad antiseñorial, nos lo encontramos en villas que se opusieron radicalmente a su adscripción al ámbito señorial como Dueñas, Paredes de Nava o el Valle de Valdavia. De hecho, en todas las villas señoriales, en mayor o menor medida, fueron constantes los pleitos contra sus señores por los diferentes abusos, agravios e imposiciones a los que les sometían sus señores. Por todo ello, hemos de desterrar la visión de una sociedad estática y controlada por el estamento nobiliario, pues el régimen señorial del Antiguo Régimen hubo de hacer frente a una constante conflictividad del común que se encauzó fundamentalmente por vía judicial, no habiendo sido todavía objeto de un estudio en profundidad, por lo que puede aportar nuevos e interesantes planteamientos. Esta conflictividad, además, estalló puntualmente de forma violenta, desarrollándose un verdadero discurso político del común.
La gestación del Catastro de Ensenada responde como muy bien señala la profesora Camarero Bullón a una necesidad sentida de reforma fiscal 36 , ahora bien, es necesario plantearse hasta qué punto y quiénes estaban dispuestos a reformar y qué. Parece claro y comprensible que la situación económica y social castellana estaba llegando a un punto crítico y la solución pasaba por cambiar la realidad impositiva creada durante los años y siglos anteriores. Sobre el papel parecía y parece una solución fácil y plausible, aliviar a los vasallos para un seguro aumento del erario, pero entonces por qué se produjo esta oposición por parte de los vecinos castellanos. Tras el análisis del caso asturiano intentare exponer una serie de respuestas.
Como ya se ha señalado anteriormente, el conflicto más básico, la ocultación, no era algo que preocupase excesivamente a los funcionarios catastrales, ahora bien estas numerosas declaraciones en las que la falsedad estaba presente nos llevan a concluir una serie de cuestiones, por un lado un alto grado de desconocimiento por parte de la mayoría de los vasallos de aquello que se pretendía con el catastro, si bien, es muy difícil discernir si estos vasallos eran conscientes de lo que suponía por un lado el catastro, y por otro su resistencia a este proceso, que por otro lado no dejaban de suponer más gastos para el erario real al tener que repetirse las operaciones, y consecuentemente pagar más salarios a los funcionarios catastrales. Ahora bien no puede olvidársenos que el simple hecho de que todos los vasallos castellanos, incluidos eclesiástico y nobles, aceptaran declarar sus bienes y aceptaran ser controlados por unos funcionarios reales, supone hablar de un resquebrajamiento de la sociedad hermética y estamental del Antiguo régimen. Hay que entender también que muchas veces estos vasallos se veían sometidos a poderes intermedios que coartaban su libertad y su capacidad de actuación y decisión.
Pero también surgen oro tipo de conflictos, unos conflictos que podríamos denominar de intereses, donde se mezclan tanto personas como instituciones como la Universidad o la Iglesia. Una resistencia reflejada tanto implícitamente en sus declaraciones como explícitamente en sus acciones como se ha podido constatar en el análisis del caso asturiano. Así parece algo más claro tras el análisis de la bibliografía y la documentación es que si existía un grupo más reducido que quizás si pudiese llegar a visionar los cambios intrínsecos que conllevaba la reforma ensenadista.
Un ejemplo claro de estos conflictos de intereses son las represalias políticas tomadas contra el Marques de Campo al calor del proceso catastral 37 Marques sobre los habitantes del pueblo y los eclesiásticos y el castigo parecía un tanto desproporcionado acorde a lo analizado anteriormente. Marques de Campo, se trataba de un militar que había batallado junto al Archiduque Carlos por toda Europa, es decir un austracista confeso. Así parece ser que su oposición a la Única es algo más que un simple conflicto local de una pequeña villa asturiana, vemos aquí ejemplificado ese carácter global y europeo que tiene el proceso en algunos aspectos, vemos como un conflicto local es el escenario de disputas que atañían a toda la Monarquía Hispánica.
El catastro como arma estadística y fiscal será uno de los elementos característicos de los estados europeos del Siglo XVIII, en su afán por reformar y renovar se plantea necesario saber qué hay y a partir de estos datos intentar una equidad impositiva que permitiera romper con la estructura impositiva y social propia del Antiguo régimen. En este marco el catastro ira instaurándose en los diferentes estados europeos, bebiendo unos de otros y como bien señalan algunos de los estudios comparados más recientes sufriendo las mismas problemáticas que finalmente serán superadas a lo largo del Siglo XIX, siglo de instauración total de los catastros nacionales 38 Hay que señalar que el catastro de Ensenada supuso la averiguación catastral más importante de la Europa del siglo XVIII, tanto por el volumen de documentación generada como por la metodología y el rigor con el que fue llevado a cabo.
Todas estas conclusiones aquí planteadas deben ser tenidas como una respuesta parcial a las preguntas e hipótesis planteadas, ya que como se ha visto en el análisis pormenorizado la personalidad de un funcionario puede distorsionar una realidad histórica. Así este estudio de caso abre la puerta a una futura tesis en la que estudiar más a fondo la averiguación catastral en toda Castilla, de modo que conociendo a sus protagonistas y sus problemas podamos calificar la envergadura de este proceso reformista que supuso el inicio del resquebrajamiento de una estructura socioeconómica asentada durante siglos y que abre la puerta a un cambio , a unas nuevas ideas ,que en algunos casos ya había sido expuestas por algún auto pero que verán en el proceso Ensenadista su primera plasmación práctica a gran escala.
Las Relaciones de Cabrera de Córdoba son un ejemplo idóneo para acercarse al ambiente cortesano durante los primeros quince años del reinado de Felipe III. A través de la obra es posible reconstruir multitud de sucesos y, sobre todo, cómo éstos llegaban a la corte por medio de diversos canales de información y eran percibidos por sus integrantes en la mayoría de los casos. Mediante su análisis se demuestra la importancia que tenían, no solamente América, sino la totalidad de los espacios ultramarinos para la Monarquía, siendo fundamentales en el ambiente en el que convivían estas personalidades.
Una de las numerosas realidades que influyeron en la percepción de los espacios ultramarinos fueron las catástrofes naturales; pese a que suponían una pequeña parte en comparación con otras temáticas, deben tenerse en cuenta para la reconstrucción de la visión de estos espacios. Cabrera documentó un total de veinticinco catástrofes diferentes, fundamentalmente tormentas, temporales, inundaciones y terremotos, localizadas la mayoría en el mar y provocando en algunas de ellas graves pérdidas humanas y materiales, aunque dejó de lado otras que se produjeron. Las pérdidas materiales, especialmente los metales preciosos, cuando se veían afectados navíos de la Carrera de Indias, desataron los mayores lamentos y preocupaciones en la esfera cortesana por los intereses que estaban en juego. En función de estas pérdidas, del lugar dónde se produjeron y de la información que tenían, resulta posible establecer una jerarquía en la importancia y percepción de las catástrofes. Asimismo, tampoco se conoce con exactitud la incidencia del factor humano a la hora de enfrentarse a las catástrofes para mitigar sus efectos o todo contrario, cuestión de notable interés, debido a que la información trasmitida por el historiador madrileño es poco transparente al respecto.
Los puntos negros de estas catástrofes se situaron mayormente en torno a la Carrera de Indias, como el Océano Atlántico, Canal de Bahamas y Azores, aunque también, en Ciudad de México, Lisboa, Filipinas o Perú. Gran parte de estas localizaciones son reconocidas por la historiografía como lugares dónde se producían los principales desastres naturales. Llama la atención, en la mayoría de ocasiones la separación de las catástrofes sucedidas en territorio portugués, mostrándolas como si sólo afectasen a dicho espacio y no al conjunto de la Monarquía, demostrando la total separación de los ámbitos de influencia.
En definitiva, queda patente que la incidencia de las catástrofes naturales era una realidad más con la que la Corona debía lidiar, siendo un tema que indudablemente interesaba en la corte. Conocer exactamente los daños que habían provocado era una preocupación constante que se aprecia a través de la cantidad de noticias que llegaban, condicionadas evidentemente, por la rumorología, la fiabilidad o la lentitud con la que tardaban en llegar a Madrid, provocando percepciones, por lo general, de preocupación e indiferencia, en función de las propias características de la catástrofe. Estos desastres producían complicaciones en la actuación de la Corona al crear situaciones inesperadas que condicionaron la administración y dominación de dichos espacios cuando, por norma general, no disponía ni de los recursos económicos ni de unas infraestructuras adecuadas que permitieran afrontar con expectativas favorables algunas de las catástrofes naturales.
Viendo estos cinco casos, desde el mayor de los hijos de don Alonso hasta el benjamín, puede observarse como todos ellos -en mayor o menor medida-fueron piezas importantes dentro de la política de la Corona, ya fuera con los Trastámara o los Habsburgo. Se emplearon tanto para controlar una de las diócesis más importantes de la Península, servir de alter nos del rey, casarse con la alta nobleza o como embajador: la prole del arzobispo de Zaragoza desempeñó un importante papel de servicio a la monarquía. Los dos hermanos mayores, Juan y Hernando siguieron en buena medida la estela de su padre, pero Ana de Aragón, creo que es posible adelantar en espera de nuevos datos al respecto, que tuvo un papel de primer orden en conservar la paz en el sur andaluz. Era la única manera que tenía el rey -el este caso el Católico-de introducir una pieza de su familia en un lugar tan alejado de su radio de acción. Por último, si bien el caso de Alonso de Aragón como embajador de Carlos V es el menos llamativo es también significativo ya que al final toda la familia acabó al servicio de la Corona de una manera u otra.
Es también de interés observar que poco interesaba el hecho de que fueran nietos ilegítimos, lo substancial es que estos tenían sangre real por parte de padre. Dado que la calidad de ésta se transmitía por vía masculina, no importaba tan apenas que fueran doblemente ilegítimos. Eran una preciada pareja, por el entroncamiento con la familia real y prebendas que podía suponer, en sentido ascendente. En el contrario, era el acceso directo por parte del rey a un linaje ajeno a los intereses de la monarquía y en ocasiones contrarios. Por lo tanto, creo que puede quedar demostrado cómo los hijos ilegítimos del arzobispo de Zaragoza don Alonso de Aragón fueron piezas clave en la política de acrecentamiento del poder de la Corona a finales del siglo XV y principios del XVI. Descendencia de Alonso de Aragón.
Tras la llegada al trono de Carlos III, las políticas regias encaminadas al control de la selección del clero nacional y al diseño de un modelo de reclutamiento eclesiástico acorde a los intereses de la Corona se reflejaron en una amplia legislación, dirigida no 38 Para más detalles sobre este aspecto se puede consultar M. A. González Fuertes, La organización institucional…, pp. 87 y ss. 39 AGS, GJ, leg. 306, La Cámara, 9 de marzo de 1765. 40 Vid. nota 37. Manuel de Roda sustituiría al frente de la Secretaría de Gracia y Justicia al marqués de Campo de Villar, hombre de Fernando VI, tras su muerte en 1765. 41 Sobre el poder del confesor real en las provisiones beneficiales antes de 1760 se puede consultar José F. Alcaraz Gómez: Jesuitas y reformismo: el Padre Francisco de Rávago, 1747-1755, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 1995. sólo a lograr la máxima extensión de sus prerrogativas en este terreno, sino también a regular el acceso a las piezas beneficiales e, incluso, el perfil de los clérigos. Éstas fueron también las líneas seguidas por el monarca en la puesta en práctica de las facultades que el Concordato de 1753 le concedía, es decir, en la provisión de los beneficios anteriormente reservados por el papa y, en definitiva, de todos los que pertenecían al Real Patronato. En este ámbito, hemos podido apreciar desde el primer momento la preocupación del soberano por la calidad de los clérigos que eran nombrados, pero también su interés por lograr la omnipresencia del poder real en todo el proceso de reclutamiento. En este sentido, y a pesar de las dificultades para implantar las nuevas medidas y de aquellas que se derivaron de la complejidad del entramado institucional, podemos decir que durante la primera mitad del reinado de Carlos III el control regio sobre la selección del clero alcanzó cotas sin precedentes.
A través de este breve repaso realizado a las trayectorias vitales y profesionales de Melchor Sisternes de Oblites y Jacinto y Martín Valonga pretendíamos evidenciar el poder alcanzado por estas dos familias de juristas que comparten tantas similitudes entre ellas. Y no únicamente esto, sino la posible influencia que tuvieron sus relaciones personales y familiares en el desarrollo y éxito de sus respectivas carreras administrativas. Debido a la necesaria brevedad de esta aportación no ha sido posible comparar estos casos con los estudios de redes sociales y familiares, algo que resultaría sin duda de gran interés.
Hemos podido comprobar cómo tanto los Sisternes como los Valonga estuvieron muy vinculados al poder, en esa vida que consagraron todos ellos al servicio a la Monarquía. Desarrollaron sus carreras profesionales en diferentes Audiencias de la Corona de Aragón y llegaron a alcanzar los máximos cargos administrativos dentro de los aparatos de justicia de esos territorios al convertirse en regentes de las Cancillerías. Más allá de esos puestos técnicos nos ha llamado la atención el gran peso político alcanzado por Melchor Sisternes y Jacinto Valonga y, en menor medida si lo comparamos con los dos primeros, el de Martín. Melchor Sisternes ejerció en dos ocasiones de forma interina el puesto de Presidente del reino de Cerdeña, casi podemos afirmar que fue el momento culminante de su carrera, el período en que se implicó de forma más directa en el ejercicio del poder. Jacinto Valonga estuvo vinculado al poder de una forma, podríamos decir, más sutil, desde su puesto de auditor del ejército, que le llevó a vivir en primera persona uno de los hechos más decisivos del momento: la Guerra dels Segadors, la revuelta desatada en Cataluña en 1640.
Las brillantes trayectorias de estos tres sujetos no pueden desvincularse, evidentemente, de su propia capacidad profesional, ni tampoco de sus relaciones personales y de sus conexiones familiares. Hemos analizado cómo tanto los Sisternes como los Valonga enlazaron con familias de su misma condición, que pertenecían a las elites de las sociedades sardas y mallorquinas. El caso de Jacinto Valonga va mucho más allá, y es que el entramado familiar de su segundo matrimonio le perjudicó al implicarse en la lucha entre bandos en su última etapa como regente de Mallorca, que conllevó su traslado forzoso a la Audiencia de Aragón. Lo que no deja de hacer patente el poder que ejercían las familias, aunque en este caso con un carácter negativo, sobre las trayectorias profesionales de sus miembros. A través de los ejemplos de los Sisternes y los Valonga, familias que estuvieron en el poder, hemos vislumbrado el poder alcanzado por las familias en la España de la edad moderna. Hasta mediados de la década de 1630 el reclutamiento fue esencialmente voluntario, pero a partir de entonces el sistema tradicional por comisión convivió con otras fórmulas. De entre todas ellas una afectó particularmente a Castilla: la coerción. Ante la crisis del reclutamiento voluntario -cada vez más pronunciada desde comienzos del siglo XVII, cuando las compañías cada vez reunían menos soldados 1 -, aparecieron nuevas fórmulas de actuación que intentaban extender varias de las facetas y responsabilidades del reclutamiento a las autoridades locales, sin que se encontrara un método fijo o satisfactorio 2 . En tiempos de crisis bélica, cuando no había suficientes voluntarios, la monarquía no tenía más remedio que decretar una leva forzosa. Sistema que se basaba fundamentalmente en la aplicación de ociosos, jovenzuelos sin ocupación, vagabundos, desertores, delincuentes menores o los elementos más prescindibles de la sociedad, convirtiéndose básicamente en sistemas de control social sobre la población con menos arraigo. Esporádicamente se atendió a la realización de quintas o sorteos según la población de cada municipio, pero este sistema tenía una menor aceptación, por lo que generalmente las autoridades preferían reclutar voluntarios o capturar vagabundos 3 . Debido a los cambios realizados para hacer que la población se alistara de una manera masiva -y a menudo en contra de su voluntad-, se necesitaba la colaboración sobre el terreno de los máximos representantes del rey en la zona. Sin la ayuda de los presidentes de Chancillerías o Audiencias, o cualquier otro ministro real, las levas de maleantes, ociosos, vagabundos, condenados y desertores no se podían llevar a cabo ante la imposibilidad de que las autoridades militares las realizaran, ya que no tenía atribuciones suficientes 4 . Como veremos la actividad de los presidentes de las Chancillerías se realizaba en territorios bastante amplios, que sobrepasaban los corregimientos de las ciudades en las que estos tribunales de justicia se encontraban situados. El presidente de la Chancillería de Valladolid tenía importantes atribuciones en las levas gestionadas a través de su superintendencia, en una zona muy amplia, que en 1676 comprendería casi toda la meseta norte -Valladolid, Palencia, Zamora, Burgos, Soria, Ávila, Segovia y Salamanca-, todo ello en detrimento de sus corregidores.
Como hemos tenido la ocasión de comprobar, los médicos de la ciudad de Alicante tuvieron una participación destacada en los asuntos relativos al mantenimiento de la salud de la población. Las autoridades solicitaban sus informes para prevenir la propagación de una enfermedad, conocer cuál era su naturaleza y cuáles eran los remedios adecuados para conseguir el restablecimiento de la normalidad. Se trataba, en definitiva, de tomar decisiones más acertadas. Además, colaboraron de forma habitual en el funcionamiento institucional del Ayuntamiento, una práctica que también les podía servir como forma de legitimación ante el poder. En cualquier caso, es necesario tener en cuenta que, en buena medida, las redes clientelares propias de la época pudieron influir en la manera de obtener legitimidad, una compleja estructura que, hasta el momento, en el contexto alicantino aún no ha sido posible estudiar Gracias en parte a una efectiva defensa de sus parcelas de actuación, los médicos habían logrado una buena consideración social y la legitimidad necesaria para ser considerados expertos, tal y como ha quedado reflejado en el caso de la ciudad de Alicante en el siglo XVIII. No obstante, esto no impidió que sus informes fuesen desoídos por diferentes motivos. De este modo, en las ocasiones en las que no proporcionaron el dictamen deseado, se recurrió al consejo de alguien considerado más 42 Así lo manifestaron con una queja ante el consistorio, asegurando que "a cada paso les amenaza [a los médicos] la gente más humilde con la resolución de vuestras señoría, menospreciándose con esto una facultad tan noble como la que profesaban que ha logrado estimación desde su principio, la cual ha oscurecido la ciudad con sus pregones" 43 AMA, arm. 9, lib. 56, ff. 233-233v y 239v-240 44 AMA, arm. 9, lib. 56, ff. 241-241v. 45 apto, en un proceso dialéctico muy habitual entre poder y profesionales. Por último, no podemos olvidar que la autoridad médica no fue siempre aceptada de buen grado por todos los colectivos sino que, en aquellas ocasiones donde surgían conflictos de intereses, las partes implicadas en la controversia solicitaban la presencia de personas o instituciones que gozaran de mayor credibilidad.
Las circunstancias políticas que rodearon la corte durante los últimos años del reinado de Carlos II son particularmente interesantes para del estudio de redes de sociabilidad y facciones cortesanas. Con respecto a los alemanes que rodearon a la reina cabe destacar una serie de conclusiones.
En primer lugar, la condición de extranjeros no pareció ser un impedimento a la hora de obtener mercedes y puestos de responsabilidad en la corte. Este elemento jugó un papel más importante a la hora de criticar sus actuaciones por parte de facciones rivales. Sin embargo no podemos considerarlo como un factor determinante, puesto que miembros de la misma nación, como es el caso de los embajadores imperiales no fueron incluidos dentro de este grupo de la misma manera que miembros de familias nobiliarias asentadas en la corte sí lo fueron. Por este motivo podemos concluir que la definición de este grupo venía determinada más que por la naturaleza u origen de los personajes, por su contraposición con los intereses de otros grupos políticos en la corte.
En segundo lugar, otro elemento que definía la facción cortesana que hemos analizado era su vinculación con la reina Mariana de Neoubrgo. Sin embargo, aunque desde la óptica cortesana de la época pareciese que todos los miembros de esta facción perseguían un objetivo común, la realidad era bien distinta. Los objetivos individuales de cada uno de sus miembros pesaron por encima de los intereses de grupo, pues en muchas ocasiones, las ambiciones personales de cada uno de ellos pusieron en riesgo la supervivencia de esta red.
Finalmente queda la cuestión de la cohesión de dicho grupo. Los grandes, la sátira política y los miembros de la corte definieron a este grupo como un conjunto cohesionado en busca de los mismos intereses. Sin embargo, ninguno de sus miembros había mantenido contacto con los demás antes de su llegada a Madrid y cuando el poder de la reina desapareció tras la muerte de Carlos II, el grupo se dispersó y cada uno de sus miembros buscó su fortuna en otros lugares.
Introducción
La siguiente comunicación constituye el primer resultado de un proyecto de tesis doctoral en el que se estudiarán las redes comerciales del norte de Europa que importaron madera a Andalucía entre 1581 y 1621: quiénes fueron los agentes extranjeros que protagonizaron este suministro desde el norte de Europa al sur peninsular, cómo se organizaron y qué mecanismos y estrategias comerciales utilizaron. Debido al estado inicial de la investigación, el objetivo de este texto es limitado: presentar un estado de la cuestión historiográfica sobre el comercio de madera entre el norte y el sur de Europa durante esta época, así como una serie de conclusiones preliminares y de preguntas originadas a partir del trabajo bibliográfico y de una primera aproximación a las fuentes de archivo. Estas hipótesis servirán de base para el estudio sistemático de fuentes primarias que dará comienzo en los próximos meses.
La presente investigación se enmarca dentro de un proyecto más amplio, ForSEAdiscovery 1 , en el que, de manera multidisciplinar e innovadora, historiadores, arqueólogos y dendrocronólogos de distintas instituciones académicas europeas pretendemos realizar una ambiciosa contribución al actual conocimiento de la historia de la expansión de la Península Ibérica durante la Edad Moderna. En ForSEAdiscovery entendemos que esta expansión marítima de las potencias europeas propició la creación de nuevas tensiones entre las regiones europeas y que, en este proceso, la madera se convirtió en un recurso estratégico vital y la industria naval en uno de los principales motores de crecimiento económico de Europa. En ese sentido, dos son nuestros objetivos fundamentales: por un lado, entender la evolución de la industria naval ibérica -tradiciones, técnicas, lugares de construcción o el tipo, origen y edad de la madera; y por otro, comprender desde una historia social y económica cómo se llevó a cabo el suministro de este producto en la Península, a través del estudio de las redes mercantiles peninsulares y europeas que protagonizaron su transporte y comercio.
El mostassaf 1 fue una magistratura esencial en el devenir cotidiano de los núcleos urbanos de la Corona de Aragón entre el siglo XIII y los Decretos de Nueva Planta 2 . Tras una aproximación inicial, podría parecer reiterativo tratar esta figura, debido a la existencia de ediciones y comentarios sobre los denominados "libros del mostassaf" de localidades valencianas, baleares y catalanas 3 . Ahora bien, su estudio se ha centrado en Este artículo ha sido posible gracias a la Beca de Formación de Personal Investigador concedida por la Conselleria d'Educació, Cultura i Universitats de les Illes Balears cofinanciado por el Fondo Social Europeo. 1 Algunos autores traducen mostassaf como almotacén. En este caso, hemos optado por mantener el término original al considerar que no hay una concordancia exacta entre ambas instituciones. Así, el mostassaf palmesano se unirían también las atribuciones de otras figuras castellanas como los fieles ejecutores. Francisco esas ordenanzas dictadas y/o recopiladas, en buena medida, durante la Baja Edad Media. Por tanto, las referencias con las que contamos sobre el mostassaf para los siglos XVI y XVII, o que ultrapasen el marco de la legislación para ocuparse de sus actuaciones ejecutivas y judiciales, son escasas 4 .
Lo mismo ocurre en el caso palmesano. La obra de referencia sigue siendo la edición que Antoni Pons Pastor realizó en 1949 del Libro del mostassaf de 1449 5 . A pesar de la incorporación de algunas normas aprobadas a inicios del siglo XVI, documentos aportados por el autor y la pervivencia de usos y costumbres en la vida urbana, no deja de ser una obra cuyo contenido se centra, especialmente, en los siglos XIV y XV. Contamos, también, con menciones a la Edad Moderna en algunos artículos más recientes desde la historia del derecho y el desarrollo de la ciudad 6 . De estas obras, se concluye que del siglo XVI al XVII la magistratura vivió un proceso de decadencia perdiendo prerrogativas que serían absorbidas por otros tribunales, funcionarios y cargos 7 .
Así, el objetivo del texto es reenfocar el estudio del mostassaf de Palma de Mallorca para matizar y/o reforzar esa hipótesis. En primer lugar, situando el análisis en la época de los Austrias, y, en segundo, aportando documentos ajenos a los libros de ordenanzas 8 . Este estudio permitirá evaluar una parte del control diario de la ciudad a lo largo del periodo y reabrir el interés sobre esta figura en otros lugares de la Corona de Aragón en un debate de mayor alcance 9 .
Esta comunicación pretende presentar para el debate una propuesta metodológica de análisis de las finanzas municipales partiendo del ejemplo del estudio de los fondos de la clavaria mayor de la ciudad de Lleida durante el periodo que va desde el fin de la Guerra dels Segadors hasta la llegada de la Guerra de Sucesión al municipio, al tiempo que quiere enmarcarse en el estudio de la recuperación económica general de finales de siglo XVII, aportando los datos concretos del consistorio municipal. La clavaria mayor, siendo el principal órgano de gestión económica municipal y encargado de llevar las cuentas de la Paeria (gobierno municipal), presenta en sus fondos datos relativos al pago de pensiones de censales o ingresos por arrendamientos y control comercial, que eran las principales partidas de la contabilidad del consistorio, así como el pago de albaranes comunes o sueldos de cargos públicos. La diversidad e importancia de estas partidas, por lo tanto, nos permite realizar una reconstrucción aproximada de lo que podría ser la liquidación de unos supuestos presupuestos municipales. Siempre, claro está, admitiendo las limitaciones que nos supone trabajar únicamente con una única serie de datos relacionados con la contabilidad municipal del siglo XVII 1 .
Con ello, los datos económicos de la clavaria mayor, a pesar de los problemas de credibilidad que nos presentan, creemos que nos pueden servir para contribuir al estudio del peso económico del poder local de la ciudad en un período de máximo interés histórico; una crisis financiera sin precedentes y unos intentos de recuperación económica en el marco de las reformas de Carlos II, truncados por un nuevo conflicto militar. Para este fin, y partiendo siempre de las posibilidades que nos pueden dar estos datos, intentaremos reconstruir las series de ingresos y gastos del municipio, de endeudamiento del común o del grado de cumplimiento de estos pagos para intentar comprender mejor los mecanismos de funcionamiento del entramado económico y financiero municipal y el alcance real de las políticas económicas en la vida urbana.
Desde los últimos lustros del siglo XX, dentro de la renovación historiográfica sobre los paradigmas de la Edad Moderna, se han comenzado a hacer estudios sobre la corte, y poco a poco se han superado los prejuicios historiográficos que consideraban esta institución como un organismo que se caracterizaba por el despilfarro y el lujo 1 . El conocimiento de una de sus entidades básicas, la casa real, nos permite aproximarnos al concepto de gasto cortesano, que a pesar de las dificultades que plantea, como decía Domínguez Ortiz, es un tema de notorio interés. No obstante, este autor, al no utilizar las cuentas del maestro de la cámara no pudo realizar estimaciones correctas sobre los gastos de la casa real, consiguiendo sólo medidas presupuestarias, recursos y costes aproximados 2 . En este sentido, las investigaciones que más destacan por haber estudiado diferentes aspectos de la economía de las casas reales son: un artículo de Ladero Quesada acerca del asentamiento económico de la corte y la casa real durante el reinado de los Reyes Católicos 3 , una tesis doctoral de Jurado Sánchez, donde expone la evolución y características del gasto de las casas reales durante toda la Edad Moderna 4 ; otra tesis doctoral, inédita, centrada en los reinados de Felipe III y Felipe IV 5 ; las investigaciones de Carlos Javier de Carlos Morales, que tratan sobre la configuración y mantenimiento de la casa real entre los reinados de Carlos V y Felipe III 6 ; o el trabajo de Félix Labrador sobre el sostenimiento económico de la reina Margarita, entre otras 7 .
El sostenimiento económico de las casas reales, como capítulo fundamental del gasto ordinario no financiero, conectaba por un lado la corte como institución básica y, por otro, la Hacienda Real. De esta manera, han surgido una serie de cuestiones básicas que, a través del estudio de la economía de las casas reales, se ha intentado resolver: determinar cómo se administraban los recursos, la magnitud de ellos y la distribución del coste, su evolución en valores corrientes y constantes, el porcentaje que representaba en la Hacienda Real, la financiación para su sostenimiento, y su significado socioeconómico dentro del gasto cortesano. Todas estas variables han de estudiarse en función de unas estructuras que no eran visibles y que constituían la base de la economía de la gracia 8 .
Durante mi primer acercamiento a estos temas, defendido anteriormente en mi trabajo de fin de máster, analicé las cuentas de Tomás de Cardona, maestro de la cámara de Felipe IV, para obtener un conocimiento más concreto de los gastos de las casas reales 9 . El objetivo, ahora, de mi tesis doctoral es más complejo, pues analizaré todas las vertientes del gasto cortesano durante el siglo XVII, utilizando como fuente imprescindible las cuentas de los maestros de cámara. Aquí sólo me centraré en los resultados de mi primera investigación, concretamente, entre los años 1623 y 1633.
Al frente de la administración territorial del reino de Sicilia estaba la figura del virrey. Éste disponía, al menos en teoría, de la completa dirección del territorio al incorporar a su cargo las funciones del soberano y podía convocar y disolver el Parlamento, exigir nuevos impuestos y publicar pragmáticas a través del Sacro Consejo, al tiempo que ejercía de presidente de la Gran Corte de Sicilia, aunque debía respetar los dictámenes de los jueces. Se entendía directamente con la Curia Romana para los asuntos eclesiásticos y podía impedir la publicación de bulas papales en el reino. A ello, se unía su función de capitán general, por la que estaba al frente de la defensa de la isla y ejercía su mandato sobre las fuerzas militares del reino 1 .
Sin embargo, el cargo de virrey tuvo sus luces y sombras pues estuvo marcado por una alternancia entre el poder de los virreyes y las limitaciones propias de esta figura. En Sicilia, los virreyes se vieron limitados por las instrucciones del rey y el obligado respeto a las inmunidades sicilianas, sin olvidar las disputas entre las grandes familias del reino y la actitud de sus ministros, que en muchos casos se pasaron a la oposición, mostrándose contrarios al poder de los virreyes ante el monarca. Este cargo fue percibiendo paulatinamente las restricciones de sus funciones desde el reinado de Felipe II. Con la fijación de la Corte en Castilla se incrementó la necesidad de reforzar la presencia de los virreyes en las posesiones de la Corona, a la vez que dio lugar a un aumento de la supervisión y delimitación de sus funciones. De hecho, en la segunda mitad del siglo XVI el alter nos comenzó a concebirse de una forma más restringida entendiéndose como una autorización del virrey en lo público. Es decir, el rey delegaba sólo un aspecto de la potestad regia, la potestad ordinaria, mientras que la potestad absoluta se mantenía intransferible a través de la persona del soberano. La función del doble del rey se convertía en simbólica. En este contexto de reducción del poder virreinal y aumento de la jurisdicción del soberano, se ha enmarcado el desarrollo de las Instrucciones 2 .
Las Instrucciones entregadas a los virreyes antes de la toma de posesión eran dos: una pública u ordinaria y otra secreta. La primera iba destinada al virrey y a los magistrados, autoridades y miembros de las instituciones estamentales del reino. La segunda, estaba dirigida únicamente al virrey y su nivel informativo era más amplio. Dichas instrucciones tenían por objeto aclarar las funciones que debía llevar a cabo un virrey en el desempeño de este cargo. Éstas eran fundamentalmente tres: la defensa de la fe católica frente a los herejes e infieles, la defensa del patrimonio real frente al exterior; y la defensa de la justicia y protección de los vasallos. En éstas se recogía la información necesaria sobre el reino a gobernar, tal como sus instituciones, administración, problemas políticos, sociales y económicos. Con el paso del tiempo estas instrucciones dejaron de tener un carácter orientativo para transformarse en un texto normativo al que debían someterse los virreyes especialmente en el siglo XVII 3 .
En los últimos años se ha producido un movimiento historiográfico de enorme interés. Contextualizado en pleno proceso de replanteamiento de los viejos paradigmas estructuralistas dominantes hasta la década de los años setenta del siglo pasado, la evolución paralela experimentada en el terreno de la historia política, la historia social y la propia historia cultural ha traído consigo -entre otras muchas consecuencias-la expansión del fenómeno político a niveles desconocidos 1 . El número de trabajos e investigaciones relacionadas con algunas de las dimensiones -directa o indirectamente-implicadas en lo político, es un hecho hoy fuera de dudas. A ello ha contribuido la propia transformación de una disciplina que dejando atrás sus excesos superficiales ha conseguido abrirse a nuevas esferas de gestión de lo real, llegando a disputar con garantías en sedes historiográficas tradicionalmente ajenas a la materia (desde la familia, las élites de poder, la cultura, pasando por el mundo de las finanzas, lo militar o las mentalidades) 2 .
En este proceso de renovación y consecuente expansión, lo político ha terminado por recuperar un protagonismo destacado como objeto de estudio en sí mismo. Desde diversas perspectivas, se analizan múltiples dimensiones que oscilan entre lo discursivo, lo práctico, cuestiones relacionadas con la representación, el imaginario colectivo, memorias, biografías, etc 3 . Ante esta situación, cabría legítimamente preguntarse por la propia noción o conciencia de los actores sociales del momento, es decir, recuperar la vieja pregunta acerca de la experiencia política vivida por las gentes corrientes, populares, los de abajo, la mayoría silenciosa, protagonistas -casi siempre en un segundo plano-de los acontecimientos más sobresalientes pero también del día a día de una comunidad local, un territorio regional, nación, etc.
En términos actuales, fue precisamente desde la historia de la cultura donde comenzaron a plantearse algunos de los primeros interrogantes sobre la conciencia política común. En su famosa Cultura popular en la Europa Moderna, Peter Burke rebatió en 1978 el plácido consenso sobre el estadio pre-político de los europeos previos a 1789, fecha que se tomaba -y sigue tomándose-como punto de referencia para datar la mayoría de edad política de las sociedades pretéritas, una divisoria que separaba un mundo ajeno a lo político de otro activo y plenamente consciente 4 . Reduciendo la política a los "asuntos de Estado", Burke impugnó el habermasiano "desinterés" con el que historiadores, politólogos y sociólogos solían juzgar a los hombres y mujeres del Antiguo Régimen, afirmando por el contrario como rasgo característico de las actitudes de los europeos entre 1500 y 1800, la "politización de la cultura popular". Un proceso que conectará con "la centralización de los Estados y el crecimiento de los ejércitos", tendencias (hoy sujetas a profunda revisión) que para el historiador británico provocaron una notoria expansión de la política en la vida diaria de la gente. Éstasegún Burke-iría penetrando lentamente en las conciencias del común a medida que los gobiernos europeos incrementaban las demandas sobre sus súbditos, exigiéndoles más impuestos y logrando que un mayor número sirviese en los ejércitos 5 .
A la estela de la innovadora tesis burkiana -y en el ámbito de la historiografía anglosajona-aparecieron en los años siguientes numerosos estudios que ponían el acento en la participación de "gente corriente" en determinados acontecimientos de cierta gravedad histórica (la Reforma Protestante, las guerras de Religión, la Revolución inglesa, etc.), casos que incidían en la concienciación de buena parte de la población y la propia capacidad del común para "dar forma" a su propia historia 6 . Al mismo tiempo, Guerra, "El renacer de la Historia política: razones y propuestas", en José Andrés Gallego (ed.); New History, Nouvelle Histoire, Hacia una nueva Historia, Actas, Madrid, 1993, pp. 221-245. 2 la evolución experimentada en otras ramas del conocimiento histórico relacionadas con los medios de comunicación, la propaganda, la aparición de la opinión pública, etc., ha contribuido a poner sobre la mesa nuevas cuestiones que insisten en un despertar político cada vez más temprano de la sociedad europea moderna; medios, prácticas, sistemas de circulación e intercambio de información, quiebran la imagen de un desarrollo unívoco de la conciencia política como movimiento lineal que -desde 1500vendría a desembocar en los regímenes liberales y democráticos de finales del siglo XVIII 7 .
El resultado de este giro historiográfico ha supuesto una profunda revisión de la tradicional imagen de inmadurez política o falta de interés popular anterior a 1789, conclusión que se completa con una sorprendente cotidianeidad y una -no tan esporádica-exposición y recepción social de lo político en el día a día del Antiguo Régimen. El movimiento zigzagueante de la opinión deja entrever también cierta tendencia hacia el largo plazo, es decir, hacia la permanencia de actitudes positivas y la voluntad por saber, hablar o estar informado de los acontecimientos y discusiones políticas aún a nivel básico. Todo un bagaje historiográfico que ha permitido un considerable avance en el estudio de la "conciencia política" más allá de las instituciones tradicionalmente consideradas, descubriéndose un interesante terreno de "experiencias políticas" comunes que comienzan a orientar y llamar la atención de buena parte de la historiografía europea.
Globalmente analizados algunos de los cambios más sobresalientes derivados de la nueva perspectiva y la aceptación de la tesis sobre la politización de la sociedad moderna, nuestro propósito se dirige ahora a evaluar su impacto en la historiografía española más reciente. Para ello nos centraremos en los trabajos publicados desde mediados de la primera década del siglo XXI en las principales publicaciones periódicas nacionales, en concreto, las recogidas en el índice RESH de Historia General y Especializada e Historia Moderna. La elección se debe sencillamente al objeto de nuestro análisis, pues en RESH encontramos referenciadas un número muy completo de revistas del ámbito modernista español con el que cubrir un abanico de estudios e investigaciones más amplio.
Durante los siglos XVI y XVII, los planteamientos de la oeconomica aristotélica, que había pasado durante la Edad Media por el filtro escolástico, adquirieron un gran desarrollo. La oeconomica definía el gobierno de la casa, del oikos planteado por Otto Brunner 1 , en un sentido amplio, en el cual la relación del pater familias 2 con el resto de la familia era uno de los elementos principales. La influencia del pensamiento aristotélico sobre la oeconomica también afectó al gobierno de la República, planteando claras similitudes con el de la casa y en el que el rey ejercía el papel de pater familias. Esto llevó a algunos autores, como Lorenzo Ramírez de Prado en su "Consejo y consejero de príncipes" 3 , a incidir en la importancia de que el ministro que aconsejaba al monarca tuviese una gran capacidad para conducir el gobierno de su propia familia, ya que la política y el gobierno de la República se le asemejaban. En el caso de la Monarquía española, la muerte de Felipe II en 1598 inició una etapa de importantes transformaciones y cambios, en la que Felipe III entregó el valimiento a don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma. A partir de ese momento, el valido se convirtió en una de las figuras claves para el gobierno de la República y si el monarca había confiado en Lerma para esta labor, siguiendo los postulados de la oeconomica también debía demostrar una gran capacidad para conducir su casa y su familia.
Por ello, resulta cuanto menos interesante analizar cómo gestionó el duque de Lerma el patrimonio familiar y, especialmente, el mayorazgo. Debido a que esta cuestión solo ha sido estudiada parcialmente, este trabajo pretender incidir en ello a través de la problemática relación del valido con don Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Uceda y su hijo primogénito. El conflicto entre ambos validos tuvo sus ejemplos más claros en el ámbito cortesano y faccional -aunque no hubo una ruptura clara hasta el final del reinado-, pero también en el personal y familiar. Los problemas entre Uceda y su padre a nivel familiar estuvieron determinados por las gestiones patrimoniales que Lerma realizó para engrandecer a los Sandoval y mejorar el estado de su patrimonio, algo que se inició prácticamente con el ascenso al trono de Felipe III.
Con toda seguridad, a finales de 1467, mientras el príncipe Fernando de Aragón ayudaba a su padre el rey Juan II en la guerra civil contra los catalanes, nació el que sería el primer fruto de sus amoríos: don Alonso de Aragón. Nacido de la noble catalana Aldonza Iborra, este niño llegaría a ocupar los lugares más elevados dentro de la Iglesia aragonesa como arzobispo de Zaragoza, mitra que administró desde 1478 hasta su muerte en 1520. El disfrute de tal cargo iba ligado a un gran poder espiritual, pero la influencia de Alonso de Aragón no quedó constreñida, como era habitual en la época, a la ciudad de Dios. Al contrario, que tuvo un peso fundamental en la política del momento, siempre solícito colaborador de su padre el rey quien depositó plena confianza en su hijo. De un rápido vistazo se puede apreciar que, a falta de investigaciones de mayor profundidad, fue nombrado lugarteniente general del reino de Aragón al menos siete veces -desde 1485 en adelante-; fue diputado nueve veces. Además, a su muerte en Madrigalejo Fernando el Católico, a día 22 de enero de 1516, mandaba redactar su testamento así como unas líneas para el príncipe Carlos; al día siguiente moría el rey. En estas últimas voluntades depositaba en su único hijo supérstite, Alonso de Aragón, lo siguiente: "E porque entre tanto que el dicho Illustrisimo Principe viene por ausencia suya e ffasta haberlo el probeydo no se siga algun escandalo o inconuiniente en los dichos reynos confiando muy enteramente dela prudencia e integridad del Illustrisimo e muy Reuerendo Don Alonso de Aragon Arçobispo de Caragoça e de valencia nuestro muy caro e muy Amado fijo lugartiniente e Capitan general e del deudo e obligaçion que tiene al bien publico de los dichos Reynos seruiçio e stado del Illustrisimo Principe nuestro muy Caro nieto nombramos e señalamos al dicho Arçobispo de Caragoça nuestro fijo en nombre del dicho Illustrisimo Principe para que administre probeche y gobierne los dichos nuestros Reynos de la Corona de Aragon fasta tanto que el dicho Illustrisimo Principe lo probea como dicho es para que el dicho Illustrisimo Arçobispo faga en el dicho tiempo todas las coßas que el dicho Illustrisimo Principe e Gobernador General podria y sabria fazer […] 1 ".
Por lo tanto, hasta la venida del príncipe Carlos de sus estados en los Países Bajos, sería el "tándem" formado por el cardenal Cisneros y el arzobispo de Zaragoza los encargados del gobierno. Pese a que fue un personaje de gran relevancia, no existen estudios sobre su persona, debido en parte a la escasez de trabajos sobre su padre 2 . Estos se reducen al campo de la historia del arte y su labor como gran constructor de la catedral de la Seo de Zaragoza.
Don Alonso, administrador de la archidiócesis de Zaragoza desde que tenía unos diez años de edad, se ordenó muy tardíamente en 1501 y se cree que únicamente por presiones de su madrastra la reina Isabel 3 . Pese a ser consciente de su dignidad eclesiástica e intervenir de manera activa en los asuntos de su mitra, no fue precisamente un ejemplo de continencia sexual. Tuvo cinco hijos conocidos, de los cuales cuatro fueron con Ana de Gurrea y el quinto de madre desconocida. Estos hijos los tuvo a partir de la década de 1490 y como veremos, tuvieron una importancia capital en los movimientos políticos de su padre el rey Fernando, con la connivencia como es lógico de Alonso, principal interesado en encumbrar a su progenie en los principales puestos.
Como es bien sabido, la familia siempre ha sido una forma de obtener poder e influencia y más en una sociedad como la del Antiguo Régimen. La intención de esta comunicación es hacer brevemente un repaso de cómo se interesaron Alonso de Aragón y la monarquía -desde Fernando el Católico a Felipe II-por situar estratégicamente a sus hijos ilegítimos. Aunque la familia de los Trastámara acabó reduciéndose de facto a Juana por ser la única que acabó residiendo en España, existió una amplia parentela de origen ilegítimo, pero de sangre real, que colaboraron estrechamente con la Corona en sus intereses comunes por lograr la hegemonía. Por tratarse de un tema considerablemente extenso -y poco estudiado hasta ahora-, nos ceñiremos en este trabajo únicamente a los cinco hijos documentados del arzobispo de Zaragoza don Alonso de Aragón. La hipótesis principal que planteamos es que esta progenie de origen real e ilegítimo fue un recurso empleado en todo momento para el servicio del monarca y del poder real.
La parte ilegítima de la familia fue usada por los Trastámara con inteligencia para conseguir distintos objetivos, que en este caso era ampliar el alcance del poder real. Considero que es más que evidente que esta familia, extensa y de orígenes ilegítimos, formaba un grupo de presión fortísimo, con un papel dominante en Aragón. Ha de tenerse en cuenta que no únicamente lo conformaban los hijos de don Alonso, sino bastardos varios de Juan II. Este clan, de decidido apoyo al poder real para lograr su propio acrecentamiento, fue empleado por el rey, el Católico sobre todo, para extender sus tentáculos de poder y conseguir llegar a zonas remotas en las que no podría actuar directamente.
Antes de dar comienzo, es interesante reseñar que, aunque existe una carencia importante en los estudios sobre la bastardía y sobre todo en España, es destacable que la ilegitimidad cuando se trató de la sangre real en esta época jamás fue un impedimento para alcanzar grandes beneficios eclesiásticos o jugosos matrimonios. La prole del arzobispo de Zaragoza así lo demuestra.
Diversos estudios han demostrado hasta qué punto es insuficiente el retrato de las mujeres fundadoras y benefactoras de colegios de la Compañía de Jesús instaladas en una posición de debilidad frente a los jesuitas, como si se tratase de rebaños de ovejas ante lobos 1 . Indicaba Anderson que estos estudios han fijado unas nuevas bases para el estudio del patronazgo, que nos acercan a la esfera de lo femenino despojándola de ideas preconcebidas 2 , -de ahí que hablemos de patronato consciente-, que particularmente en el caso de la Compañía de Jesús continuaba dando credibilidad a una mal entendida misoginia por parte de San Ignacio de Loyola, extensible a los jesuitas 3 .
La mujer tendrá siempre una importancia destacada en la historia de la Compañía de Jesús dado que es imposible estudiar cualquier aspecto histórico e incluso artístico sin hacernos eco de su importancia. En primer lugar, por aquellas que ayudaron a San Ignacio y después a los jesuitas en su expansión, en algunos casos venciendo la oposición de sus propias familias 4 . De no haber sido así no se hubiera atacado a los jesuitas por ese flanco, como quedó patente en el capítulo VI de Secreta Monita Societatis Jesu, titulado Del modo de atraer a las viudas ricas.
En segundo lugar, y sin necesidad de salir del ámbito ibérico, se debe considerar, que fueron mujeres las que urgieron la construcción de las iglesias colegiales al ser las primeras perjudicadas por la falta de espacio para ser atendidas adecuadamente en aquellas capillas que se aderezaron en las primeras casas de jesuitas. Lo vemos en Valencia en 1553, donde por no estar acabada la iglesia no tenían lugar para confesar a las mujeres y debían acudir a otras iglesias 5 ; lo vemos en Évora, donde admitían los jesuitas que de haber tenido un lugar para atender a las mujeres y explicarles la Doctrina Cristiana hubieran obtenido no menos fruto que con los hombres, "empero al presente no puede ser, por no ser el lugar cómodo para ello" 6 , y cuando finalmente lo tuvieron, de nuevo fueron mujeres las que pidieron al Cardenal Infante don Henrique que mandase dar inicio a la Iglesia nueva del colegio en 1567, pues el edificio de la Universidad era un lugar vetado para ellas 7 .
Noelia García Pérez nos demuestra que debemos mirar con más atención las múltiples facetas de las mujeres protectoras de Órdenes religiosas y promotoras de las artes, valorando su papel activo, pues: "la mujer actuó en las tres facciones que 1 Olwen Hufton, "Altruism and reciprocity: the early jesuits and their female patrons", Renaissance Studies, 15:3 (2001), p. 328.; Agradezco a D. Fernando del Ser Pérez y a D. Iñigo Arranz Roa su inestimable ayudame en la elaboración de este escrito. 2 Jaynie Anderson, "Rewriting the history of art patronage", en Renaissance Studies, 10:2 (1996) comprendían su día a día: la familia, la Iglesia y, en última instancia, ella misma" 8 . De estos tres elementos, el que menos se ha atendido ha sido el último, tal vez, porque se ha sobreentendido que se explicaba con la búsqueda de la salvación de las almas, o porque se quiso obviar cómo reflejaban su personalidad mediante el patronazgo. De hecho, Valone lo omite al destacar solamente dos canales por los que una mujer del siglo XVI podía hablar a la sociedad de su tiempo 9 .
Este escrito pretende confrontar dos de estas mujeres fundadoras de colegios de la Compañía de Jesús en Castilla para responder a la pregunta qué hicieron por ellas mismas. Es obvio que doña Magdalena de Ulloa dejó una profunda huella por haber fundado tres colegios, además de todas las ayudas ofrecidas para difundir los ministerios de la Compañía de Jesús, lo que se ajustaría a las dos primeras facciones de García Pérez, que conocemos en detalle gracias a diversos estudios 10 . Al mismo tiempo, se valió de los jesuitas para conseguir un propósito personal, muy maternal por cierto, tuvo que ver con su faceta de tía de don Juan de Austria. Por su parte, doña Antonia Dávila, cofundadora del colegio de Segovia, es apenas conocida, aunque no por ello dejó de ajustarse a esas mismas tres facciones cuando intentó continuar la labor de su tío el arcipreste Francisco Monroy de Solier 11 , si bien su propósito personal es más complejo, que en mi opinión refleja un cambio de costumbres sociales en la ciudad de Segovia de comienzos del siglo XVII. En definitiva, creo que ahondar en el auto-retrato de estas dos mujeres a través de su protección a la Compañía de Jesús es una aportación al estudio de la Familia, Cultura material y Formas de Poder en la Edad Moderna.
También eran mujeres que, como Leonor de Osorio y a su hija Isabel de Vega,mujer e hija del Embajador de Carlos V don Juan de Vega respectivamente-, ayudaron a los jesuitas en el desarrollo de los ministerios, al tiempo que demandaban para ellas mismas todo tipo de ayudas 14 , mientras la devoción por la Compañía se difundía entre otras mujeres de la familia, en particular las hermanas de don Juan de Vega, doña Teresa de Quiñones y doña Leonor de Vega, que ayudaron al asentamiento de los jesuitas en Palencia 15 , si bien esta última, como hicieron muchas otras, amplió su donación posteriormente, reservándose el usufructo de esa renta mientras viviese 16 .
Incluso podemos decir, que se trataba también de mujeres a las que podemos adjudicar una sensibilidad cultural, en un sentido amplio: educación, teatro, danza, literatura, etc., como se intuye de la segoviana doña Juana de la Lama y de la Cueva, marquesa de Ladrada 17 , esposa del III duque de Alburquerque, que siendo consorte del gobernador general del reino de Milán (1564-1571) favoreció a los jesuitas milaneses 18 .
Trasladados estos ejemplos a España encontramos un panorama similar, pues no en vano, los ejemplos arriba citados no dejan de ser mujeres españolas. Aquí no sólo las mujeres, sino en general los patronos, esperaron de los jesuitas mucho más que la salvación de sus almas, y los sufragios establecidos en Las Constituciones ignacianas, como se desprende de una reflexión del Padre Juan de Mariana recogida por García Cárcel:
"Quieren que todos les ayudemos. En sus casamientos, en hacerles testamento, en favorecerles en sus pretensiones con señores, en sus pleitos y trabacuentas con los jueces; hasta en proveerles de regalos y de las cosas más necesarias para sus casas nos ocupan. Sospecho que algún día les sirvamos como mayordomos, si ya no se hace, y hacer de cocineros y barrenderos, con decir que son obras de piedad" 19 .
La Limosnera de Dios era también una mujer de carácter "un tanto voluntarioso y exigente; tenacísimo, por otro lado, en buscar y llevar a la práctica los medios que creía necesarios y convenientes para lograr sus fines" 20 . Cuando doña Magdalena gestó la fundación de Villagarcía de Campos tenía muy claro que quería que sirviera: para más servicio de Dios Nuestro Señor, para entierro "honrado y autorizado" de su marido (incluidos sus padres, hermanos y descendientes aunque no fueran Señores de Villagarcía), que "hubiese muchas e más misas y sufragios por sus ánimas", y que sirviera para "el bien y utilidad e provecho doctrina y enseñanza de los vasallos del dicho Luis Quijada". Para ello tenía que haber dos instituciones diferenciadas: casa de jesuitas y capilla con doce capellanes, cada uno dedicado a lo suyo, aunque tendrían que compartir "un edificio e monasterio grande y suntuoso", renunciando ella al usufructo de la herencia que le correspondería de su marido 21 .
De aquí hay que destacar dos factores. El primero es la idea de suntuosidad que doña Magdalena quería imprimir en el edificio desde el principio, que distaba de la idea de los jesuitas para su arquitectura basada en la "llaneza, capacidad, comodidad y baratura" 22 . El segundo factor es el establecimiento de capellanías, que no las quiso San Ignacio, por lo que, dispuso doña Magdalena en el capítulo 47 de las constituciones por las que se habría de regir su capellanía, en un intento de evitar cualquier "ocasión de alteración" entre unos y otros, que siempre prevaleciera la voz del Padre Rector del Colegio: "que es, en todo lo que puedo decir, más" 23 , y aunque no fue así inicialmente 24 , finalmente dejó el patronato en manos del Rector que por tiempo fuere de Villagarcía, marcando de nuevo su voluntad:
"porque no es mi voluntad dar ni conceder al patronazgo y patrón de la dicha capilla y capellanes más de lo que exprese claramente y sin inducción e interpretación se contiene en las dichas constituciones, con denegación de todo lo demás por derecho o costumbre puedan pretender los patrones" 25 .
No será la única ocasión en la que se excediera en sus pretensiones, aunque fuera por una buena causa 26 , ella misma reconoció que los jesuitas durante más de 24 años se habían esforzado en complacerla desde la fundación de Villagarcía de Campos:
"he experimentado y conocido grandísima fidelidad, agradecimiento y bondad en los dichos religiosos, haciendo las cosas que tenían obligación con mucha prontitud y cuidado, y mucho más de lo que debían; y procurando en todas las cosas ayudarme y bien asistirme, sin haber faltado jamás" 27 . Y no siempre fue fácil contentar a doña Magdalena, más aún cuando gente a su servicio no conseguía lo que ella quería y acusaban a los jesuitas de la Curia romana de frenar los deseos de una fundadora siempre pendiente de mejorar su fundación. Así que los disgustos de doña Magdalena serán tema recurrente en la correspondencia entre Roma y la Provincia de Castilla. Aquí tenemos dos ejemplos de cartas enviadas desde Roma al Provincial y al Padre Juan de Prádanos respectivamente en 1577: "Dos letras de V. R. de 24 de noviembre y cinco de diciembre recibí a los 19 de Febrero y entiendo por ellas el desgusto que la señora Doña Magdalena de Ulloa recibió con las cartas de sus agentes le escribieron de Roma acerca del impedir la Compañía la unión que para la casa de Villagarcía pretende dicha señora. V. R. la podrá desengañar porque realmente yo no he hablado sobre este negocio palabra ninguna, ni otro por mí, máxime sabiendo la obligación que tiene la Compañía a su señoría, más por ventura como la cosa en si es difícil por estar cerrada la puerta a uniones y más de esta manera y haber tocado el papa con las manos estos días en semejantes reservas y expectativas habrán querido sus criados echar la culpa donde no la hay 21 como lo escribo a la Sra. Doña Magdalena que procurando su señoría el bien de la Compañía no era verisímil que ello lo contradijese" 28 .
"Del desgusto que la señora Doña Magdalena ha tomado con el papel que sus agentes le enviaron he sentido yo pena. V. R. ayude a que su señoría se haga capaz como la Compañía no ha hecho oficio contrario en este negocio antes ha ayudado y mostrado siempre a los agentes la dificultad que tenía. A su señoría se escribe dándole razón de todo y mostrándole como la Compañía no es para faltar jamás de corresponder a la gratitud y obligación que con tantas buenas obras la tiene obligada y creo que quedará satisfecha" 29 .
En 1580 será su propio hermano el que advirtiera a doña Magdalena contra la Compañía, en un episodio bastante conocido, cuando al celebrarse la colocación definitiva del cuerpo de don Luis Quijada en la colegiata y la consagración del templo, doña Magdalena y sus acompañantes rompieron la clausura, y el Visitador Padre Avellaneda les echó a todos 30 , lo que dio pie al hermano a decir esa frase en la que se retrata el parecer de muchos familiares de las fundadoras: "para que veáis, Señora, con qué gente gastáis vuestra hacienda y cómo os lo agradecen" 31 . Aunque el General Everardo Mercuriano se excusó por ello, como decía Astrain, no es del todo cierto que obtuviera doña Magdalena licencia para poder entrar tan libremente en la clausura, pues se especifica que daba licencia para que entrara con mucha moderación y miramiento 32 .
Ocho años después, su sucesor, el Padre Claudio Acquaviva, se mostró más estricto, y así expresó:
"Yo no reparo en que la señora doña Magdalena entre en aquel su colegio, pero no creo que yo habré dado facultad para que entre, porque no la puedo dar. La condesa de Santangelo fundadora de la casa de probación de Nápoles quiso entrar pero el Papa alcanzó la licencia por sola aquella vez" 33 .
Más alarmante fueron los excesos de la pretendida cofundadora de Segovia, bajo la excusa de prometer:
"otros 18.000 ducados con condición que la Compañía la admitiese también a ella por fundadora junto con su tío y su marido don Juan de Mendoza de este Colegio de Segovia, pidiendo a Nuestro Padre General la admitiese por tal y alcanzase de Su Santidad dispensación de la cláusula del testamento de su tío que parece estorbaba esto" 34 .
No fue tan sencillo como se ha dicho, pues con la apertura del testamento del Arcipreste Monroy y Solier (1592) se generó un largo pleito entre la sobrina, el Cabildo catedralicio y una familiar viuda, en el que cada uno reivindicaba para sí el derecho de ser considerado heredero, puesto que en el documento, que tampoco se ajustaba formalmente a un testamento, no lo instituía 35 . Así los jesuitas se vieron arrastrados en este pleito, en el que entró la ciudad de Segovia, aprovechándose la sobrina de su tío el jesuita Solier prestigioso doctor in utroque Iure. Que fue algo muy perjudicial para la Compañía es evidente cuando a partir de 1598 se oyeron voces críticas dentro de la Compañía que apuntaban en ese sentido. De 38 . En consecuencia, hasta la oveja más inofensiva podía convertirse en un lobo fácilmente. Bastaba con excederse en sus peticiones y pedir cosas ajenas al Instituto; bastaba con emprender pleitos y arrastrar en ellos a los jesuitas con la pretensión de asegurar una renta, o incluso simplemente bastaba con acusar a los jesuitas de haber engañado a alguna desvalida viuda desde un lugar estratégico, como lugares estratégicos debemos considerar en la España del siglo XVI la Corte, o las Reales Chancillerías 39 ; todas estas acciones ponían en riesgo el buen nombre de la Compañía de Jesús.
La participación de las autoridades locales en las diversas funciones religiosas tenía una doble función, como ejemplo de conducta a seguir para el resto de pobladores y la más importante, como reflejo de la jerarquía social, de ahí la imperante necesidad de establecer diversos métodos con los que publicablemente mostrar su posición. Esta realidad interfería en ocasiones con el otro poder implicado, el religioso, pues la preponderancia de éste en la esfera de las creencias derivó en diferentes choques a lo largo de la modernidad. Con esta base, este trabajo tiene como objetivo analizar diversos casos ocurridos en las poblaciones del sur alicantino a la hora de la celebración de diferentes ceremonias religiosas, con el fin de adentrarnos en cómo se gestionaron entre ambos poderes, qué tipo de conflictos brotaron y qué soluciones se pusieron en marcha para remediarlos. Entre los diferentes actos destacaremos las cuestiones de protocolo para requerir rogativas, la elección de intercesores, la posición en las procesiones, el lugar de asiento de los capitulares en la iglesia, los sermones críticos y los roces con las cofradías y el papel del obispo en estos lances, entre otros. De este modo, queremos aproximarnos a las disputas que acaecieron a nivel municipal en torno a la preeminencia 1 .
Este trabajo ha sido elaborado mediante el proyecto de investigación HAR2013-44972-P, dentro del Programa Estatal de Fomento de la investigación científica y técnica de excelencia del MINECO 1 En cuanto a los estudios que han abordado esta temática, entre otros, véase Ana M. Sánchez Rodríguez, "Las ceremonias públicas en Lugo durante la Edad Moderna. Conflictos de preeminencia entre obispo, cabildo y concejo", Obradoiro de Historia Moderna, 13 (2004), pp. 195-211 y Antonio Luis Cortés Peña, "Conflictos jurisdiccionales entre la Iglesia y los poderes civiles en el siglo XVIII", en Antonio Luis Las fuentes utilizadas para este estudio proceden de los archivos históricos de las dos localidades más importantes del sur alicantino. De la ciudad de Orihuela, las muestras se han extraído de las Actas Capitulares, las que además de incluir los procesos y las decisiones tomadas por el consistorio, incluyen copias de las misivas de los religiosos. Por lo que podemos aproximarnos a las versiones de ambas partes. En cuanto a la villa de Elche, la fuente utilizada ha sido el Racional de la villa de Elche, que incorpora una copia de las anotaciones tomadas por los síndicos y subsíndicos en algunos conflictos entre la autoridad civil y la religiosa local a modo de ejemplos para actuar ante posibles disputas futuras. También nos hemos apoyado de documentación impresa para conocer la normativa aplicada por el Ceremonial de Obispos y los autos que a partir de éste aplicó el obispo Gómez de Terán en la diócesis de Orihuela.
Las instituciones eclesiásticas tuvieron un peso importante dentro de las relaciones familiares y de poder en la Edad Moderna. Las ventajas que ofrecía el destinar a un hijo a esta carrera eran numerosas: su manutención dejaba de ser una responsabilidad, se evitaba una desintegración del patrimonio y, además, su entrada implicaba la pertenencia a una de las principales instituciones de poder y abría la posibilidad de orientar esas redes para favorecer los intereses de su propia Casa. La figura del tío cura como protector y benefactor es de sobra conocida pero a medida que se avanza en la investigación se ha ido descubriendo que, en ocasiones, el papel jugado por estos personajes va mucho más allá hasta convertirse en auténticos pater familias 1 . Un ejemplo de cómo se fueron trazando y configurando esas estrategias lo podemos encontrar en el cabildo de Ourense. Una institución de tamaño e importancia medios, cuya sede estaba en la ciudad del mismo nombre, que en el siglo XVIII era uno de los principales núcleos urbanos del noroeste peninsular. Desde el siglo XVI, se encontraba bajo jurisdicción real y era cabeza de la provincia y de la diócesis homónima. En esta coyuntura las principales instituciones del poder civil eran el corregidor y el ayuntamiento y las del poder eclesiástico el obispo y el cabildo. Los límites del marco territorial sobre el que estas instituciones ejercían su poder eran diferentes entre sí y también con respecto a los actuales. Así, la diócesis en la zona occidental estaba constreñida por las importantes posesiones de Tuy y Santiago en el actual Ribeiro y en el sector oriental se adentraba en la actual Zamora 2 .
El siglo XVIII es un marco cronológico singular para estudiar las dinámicas capitulares, pues a partir del Concordato cambia la forma de provisión de los beneficios y también porque, mediante diferentes disposiciones reales, desaparecen la coadjutoría y la resigna, las formas características de patrimonialización de los cargos 3 . Son numerosas las sagas que a lo largo de la Edad Moderna buscan situar sus efectivos entre las filas catedralicias orensanas. Entre ellas destacan los Verea, no solo por su peso porcentual, sino también por su gran capacidad de adaptación que les permite estar presentes desde principios del siglo XVII hasta el primer tercio del XIX. Son por lo tanto un excelente ejemplo de cómo evolucionaron las dinámicas familiares ante la nueva coyuntura que se abrió en la centuria dieciochesca 4 .
El acceso a las instituciones eclesiásticas en general y a las capitulares en particular no ejerció una atracción por igual en las élites y, dentro de aquellas que demostraron una cierta inclinación, tampoco todas las prebendas y beneficios lo hicieron en la misma medida. La elección de unas u otras será el resultado de la búsqueda de un equilibrio entre las tradiciones familiares y las posibilidades que se le abrían. Un importante factor condicionante era el volumen de rentas y las posibilidades de ascenso. En este sentido Ourense no era un destino atractivo pues sus rentas eran pingües tal y como ocurría en la mayoría de las sedes del norte peninsular, a excepción de Santiago de Compostela. Es por ello que las familias presentes constituyen una auténtica mesocracia o conjunto de personas que comparten el haber iniciado la carrera del ascenso social y la aspiración a promocionarse hacia otros focos de poder 5 .
El cabildo de Ourense, al igual que el resto de españoles, tenía una estructura jerarquizada y con notables desigualdades. En la cúspide se situaban las doce dignidades, cuyas rentas procedían del conjunto de bienes adscritos a su condición. Se trataba generalmente de una porción del territorio diocesano en el que actuaban como delegados del obispo cuando este no estaba presente. Los canónigos, la base del sistema, eran un grupo plural y desigual no tanto por el emolumento que percibían sino sobre todo por las diferentes obligaciones que asumían y el prestigio social que conllevaban. A grandes rasgos se pueden distinguir tres tipos diferentes: los cardenales, los de oficio y los de gracia. Los canónigos de oficio y los simples o de gracia eran semejantes a los de cualquier otra catedral de norte hispánico. Pero los cardenales sí eran una figura particular. Su número estaba fijado en ocho y aquellos que aspiraran a este puesto tenían que haber recibido el orden presbiterial. A pesar de que económicamente no gozaban de una mejor dotación, sí tenían una mayor consideración social pues eran los únicos que podían misar en el altar mayor. El escalafón inferior lo constituían los doce racioneros una condición que a menudo sirvió de acceso hacia posiciones más privilegiadas.
Para llegar a integrar las filas de esta institución fue necesario, hasta mediados del siglo XVIII, contar con el favor del obispo o del cabildo que se distribuían de forma equitativa en los meses ordinarios la provisión de los beneficios que vacaban. La única excepción a esta norma sería las cuatro canonjías de oficio que, al igual que en el resto de catedrales, se adjudicaban por oposición 6 . Esto dio lugar a dos ejes de poder. Uno más unido al cabildo y susceptible de ser controlado por las élites locales y el otro más próximo al obispo y en consecuencia más abierto a la entrada de grupos foráneos. Ambos intentaban orientar la provisión de vacantes a su favor lo que se tradujo en dos tipos de nepotismo diferentes: uno ejercido directamente por el cabildo y el otro por el prelado del momento. Este último era el que registraba mayores cambios, puesto que estaba condicionado por la persona que lo desempeñara. La concentración de determinados apellidos a lo largo del tiempo o en una coyuntura concreta es el resultado de la interacción de ambas áreas de influencia que no siempre son fáciles de distinguir, pues en numerosas ocasiones el prelado proviene del seno del cabildo, por lo que su labor como tal se limita a continuar aquellas estrategias que lo condujeron hasta la posición que ocupa. Además, no todo el episcopado ejerció prácticas nepóticas, algunos porque no quisieron pero otros muchos porque la duración de su mandato o la pujanza de las élites locales no se lo permitieron. A pesar de ello, fue frecuente que los obispos consiguieran beneficiar a su clientela situándolos en los mejores puestos y dando lugar a auténticas dinastías que en algunos casos pasan a integrar las élites locales y en consecuencia a beneficiarse del nepotismo capitular 7 .
Que en tiempos de Carlos IV el ejército español no gozaba de la salud que debería es de sobra conocido, pero no queremos dejar pasar la ocasión para rescatar una propuesta anónima precisamente para subsanarlo. Efectivamente, en este trabajo vamos a ver las causas de los males de la institución castrense a través de uno de sus protagonistas, a alguien que lo vivió muy de cerca, aunque no sepamos su nombre, en una época trascendental y realmente complicada en la Historia de nuestro país. Lo importante de la fuente principal, un expediente conservado en el Archivo Histórico Nacional y presentado a Floridablanca por un militar 1 , es obvia: muestra los problemas y aporta soluciones a los que indica y a los que sugiere; evidencia que, tanto con los inconvenientes explícitos que nombra, como con las mejoras que sugiere, son problemas que arrastraba el ejército a un lado y otro del Atlántico.
Hablar de todos los inconvenientes del ejército español en el siglo XVIII, de su evolución, las reformas llevadas a cabo, etc. no es posible; sólo exponer el contenido del documento ya cubriría de por sí el espacio al que debemos atenernos. Por estas razones concretaremos y aludiremos al contexto del manuscrito que abordamos.
Se puede definir al experto o perito como aquella persona conocedora de una materia no en un sentido artesanal o gremial, sino que comprendía y empleaba los fundamentos que regían un saber, cuyos principios permanecían ocultos para el resto de la sociedad. La consideración de experto fue construyéndose desde finales de la Edad Media y durante toda la Edad Moderna, puesto que, con anterioridad, aunque podía existir alguien "experto en algo", éste carecía de una categoría propia y diferenciada. El experto estaba llamado a convertirse en una pieza clave del entramado político, a partir de cuyo criterio, las autoridades podían tomar decisiones más acertadas que contribuían a aumentar su poder. A cambio, aquel considerado experto era legitimado como tal, y se le confería reconocimiento y prestigio, diferenciándose así del resto de la población 1 .
En la Modernidad destacaron las ciencias prácticas, especialmente aplicadas a la guerra o a la navegación, aunque también las que posibilitaban la construcción de presas, canales o la minería. En el ámbito de la Medicina, las investigaciones se han centrado principalmente en estudiar la intervención de los sanitarios en los tribunales a través de sus informes peritos en los precedentes de la medicina legal 2 . En el presente trabajo, analizaremos la actuación de los médicos como expertos para el mantenimiento de la salud pública, en un espacio geográfico muy concreto, la ciudad de Alicante, y en un marco cronológico determinado, el siglo XVIII.
Durante este siglo, el mantenimiento de la salud recaía casi por completo en manos de la administración local, a excepción de la prevención contra la peste, cuya responsabilidad había sido asumida por el Estado central. En este contexto, los médicos titulares de la ciudad desempeñaron un papel destacado como vigilantes de la salud pública, especialmente después de la desaparición de la figura del almotacén 3 .
Hipótesis y contexto histórico de la investigación
La hipótesis inicial y principal de este trabajo es que los recursos forestales ibéricos no fueron suficientes para mantener la creciente demanda de madera como consecuencia de la expansión de la Monarquía Hispánica, que tiene su máxima expresión en el desarrollo de la Carrera de Indias y en los conflictos militares en los que los Habsburgo españoles se vieron envueltos contra el resto de potencias de la fachada atlántica europea. Se asume, por tanto, que una parte aún por determinar, aunque presumiblemente significativa, de los recursos forestales utilizados por la industria naval hispánica fue importada desde el Mar del Norte y Báltico por mercaderes que utilizaban los puertos de los Países Bajos -especialmente Amberes y Ámsterdam-como centros de redistribución.
Esta importación de madera nórdica a la Península Ibérica pareció dar lugar a una interesante paradoja: en tanto que los mercaderes neerlandeses llegaron a controlar el comercio báltico es justo sospechar que el suministro de un recurso tan estratégico para la Monarquía Hispánica estuviera bajo la influencia del mercado de Ámsterdam y, por ende, de sus enemigos neerlandeses. En definitiva, a pesar de la guerra económica que emprendieron los Habsburgo españoles contra las Provincias Unidas, en último término los primeros dependieron de lo que acontecía en las provincias rebeldes de los Países Bajos e, igualmente, los mercaderes de estos territorios del norte europeo alimentaron una industria, la naval, que tenía como uno de sus objetivos acabar con el avance neerlandés en el mar.
Sin embargo, esta interesante contradicción no puede hacernos perder de vista que, a finales del siglo XVI, los mercaderes hanseáticos continuaban manteniendo su importancia en el comercio entre el norte de Europa y Andalucía y que, por otra parte, justo en este periodo es cuando da comienzo el auge de la comunidad mercantil flamenca en Sevilla, compuesta por comerciantes que decían provenir de las provincias leales del sur. Sería arriesgado y simplista, por tanto, presuponer de antemano que este comercio de madera estuviera dominado bien por los enemigos de la Monarquía Hispánica o bien por mercaderes fieles al rey Habsburgo. Es más que probable, en definitiva, que agentes del norte europeo de distinta procedencia -alemana, flamenca o neerlandesa-participaran en este negocio. Por ello, en este trabajo se hablará de redes transnacionales del norte de Europa, evitando por un lado referirnos en un principio a redes neerlandesas, flamencas o hanseáticas, aunque por otro, tratando de identificar los elementos neerlandeses, flamencos o hanseáticos que integraron estas estructuras socioeconómicas transnacionales.
La pregunta principal de esta investigación es, en resumen, la siguiente: ¿cómo contribuyeron las redes comerciales del norte de Europa al suministro de madera en la expansión marítima de la monarquía hispánica? Tres son los principales objetivos que se encierran detrás de esta pregunta: en primer lugar, analizar la importancia de la madera y de los barcos procedentes del Mar del Norte y del Báltico para la flota española y, en especial, en la flota que operaba desde la Baja Andalucía, incluyendo los barcos que participaban en la Carrera de Indias; en segundo término, comprender el papel que jugó este recurso estratégico dentro de una mayor variedad de productoscoloniales, agrícolas y textiles fundamentalmente-que se intercambian entre Andalucía y los Países Bajos; y todo ello se hará a través del análisis socioeconómico de los mercaderes que protagonizaron este comercio: quiénes eran y cómo se organizaron en un contexto local, como comunidad extranjera en Sevilla, y en un contexto atlántico, formando parte de las redes mercantiles transnacionales con base en el norte de Europa.
El estudio recorre unos cuarenta años aproximadamente, de 1581 a 1621, aunque la propia viabilidad del trabajo con fuentes primarias determinará en última instancia el foco en un periodo de tiempo más concreto. Estas cuatro décadas constituyen una fase central en la construcción de una economía europea cada vez más conectada entre sus distintas regiones y con los otros continentes, coincidiendo con el surgimiento de los primeros imperios ultramarinos no ibéricos -como el neerlandés-y con el consecuente incremento de la competencia en la fachada atlántica europea, toda vez que las rutas oceánicas que conectaron África, América, Asia y Europa quedaron consolidadas.
Este periodo es, además, crucial en la historia compartida entre los Países Bajos y la Península Ibérica. La fecha de inicio de 1581 responde al año en el que tuvo lugar la firma del Acta de Abjuración, que supone la declaración unilateral de independencia de las provincias del norte con respecto a la Casa Habsburgo. Precisamente, la fundación de las Provincias Unidas no sólo significó el primer gran revés para el prestigio de la Monarquía Hispánica en Europa, sino que supuso la aparición de una amenaza permanente para los intereses españoles en Europa y fuera del continente 2 . En el año 1621, por su parte, encontramos dos hechos trascendentales: el final de la Tregua de los Doce Años y la fundación de la West-Indische Compagnie, la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, dando inicio a un nuevo contexto militar y comercial, en el que Ámsterdam aparece ya indiscutiblemente como principal centro económico mundial 3 . Este trabajo se enmarca, por tanto, en un periodo de continuas 2 El estudio de las relaciones entre la Monarquía Hispánica y las República neerlandesa ha dado lugar a una fructuosa y heterogénea producción historiográfica, a la que Manuel Herrero Sánchez se aproxima de manera breve pero detallada en: Manuel Herrero Sánchez, "La cuestión de Flandes y la Monarquía Hispánica", en P. Sanz Camañes (ed.), La Monarquía Hispánica en tiempos del Quijote, Madrid, Sílex, 2005, pp. 501-528. Para comprender en mayor profundidad el estado actual de la cuestión, desde distintas perspectivas, es recomendable la lectura de los dos volúmenes de Ana Crespo Solana y Manuel Herrero Sánchez, España y las 17 Provincias. Una revisión historiográfica (siglos XVI-XVIII), Córdoba, Universidad de Córdoba, Fundación Carlos de Amberes, 2002. transformaciones surgidas a partir de las tensiones entre ambas potencias: el ascenso de los neerlandeses en el Atlántico, los embargos de Felipe II y III a barcos enemigos en aguas españolas, o la firma de una tregua que se extendió de 1609 a 1621 son buen ejemplo de ello.
Finalmente, una de las principales razones que explican este marco temporal es la escasa atención historiográfica que han recibido estas redes comerciales que conectaron Andalucía, el Mar del Norte y el Mar Báltico en los años anteriores a la Paz de Westfalia en 1648 4 , cuando se inicia otro contexto político y económico distinto.
Conocer los términos y la trascendencia en los que se desarrolló la importación de madera nórdica al sur peninsular durante estos cuarenta años, de 1581 a 1621, nos permitirá sin duda entender mejor el funcionamiento de estas redes socioeconómicas que, a pesar de las crecientes tensiones, conectaron las distintas regiones europeas.
Nociones preliminares sobre la flota andaluza
Para comprender el aumento de la demanda y la consecuente necesidad de importar madera extra peninsular, hay que tener en cuenta sobre todo dos factores: el desarrollo de la Carrera de Indias y el surgimiento de potencias rivales en el Atlántico durante la segunda mitad del siglo XVI. Y es que en los cuarenta años que aquí nos ocupan son prácticamente incontables los conflictos que protagonizaron los Habsburgo españoles en el Canal de la Mancha y Mar del Norte con Inglaterra, Francia o las Provincias Unidas. La Gran Armada de 1588 se presenta, en ese sentido, como el paradigma de una época dominada por los conflictos en el mar entre la Monarquía Hispánica y el resto de países.
Este contexto de creciente competencia explica la incipiente y cada vez mayor preocupación de Felipe II y Felipe III y sus consejeros por aumentar en número y capacidad la flota española. Para ello, se crearon distintos programas que, en resumen, pretendían incentivar la inversión en la industria naval de emprendedores privados para que, a través de una serie de concesiones, construyeran navíos que pudieran adaptarse a una dobla función mercantil y militar 5 . Queda mucho todavía para hablar de un proyecto centralizado de expansión naval-militar, pero lo cierto es que encontramos una progresiva preocupación y un creciente intervencionismo del rey en los asuntos que concernían a la construcción de barcos, especialmente en la región más especializada de la Península Ibérica en esta cuestión, la fachada cantábrica.
Debido a su posición de cabecera en la Carrera de Indias, Sevilla jugó un papel primordial en la expansión hispánica. La ciudad del Guadalquivir, que fue elegida por su condición de único puerto fluvial de la Península accesible para grandes navíos, se convirtió durante el siglo XVII en el gran centro de redistribución del sur europeo, junto world trade, 1585-1740, Oxford, Clarendon, 1989; J. I. Israel, Conflict of empires Spain, the low countries and the struggle for world supremacy, 1585-1713, London, Hambledon Press, 1997. 4 Cabe mencionar en este punto la obra de Ana Crespo Solana, El comercio marítimo entre Cádiz y Amsterdam, 1713-1778, Madrid, Banco de España, 2001, o de Mercedes Gamero Rojas y Manuel F. Fernández Chaves, "Flamencos en la Sevilla del siglo XVIII: entre el Norte de Europa y América" en Fernando Navarro Antolín: Orbis Incognitus: Avisos y legajos del Nuevo Mundo. Homenaje al profesor Luis Navarro García, Huelva, Universidad de Huelva, 2008, vol. II, pp. 211-220. 5 José Luis Casado Soto, "La construcción naval atlántica española del siglo XVI y la Armada de 1588" , La Gran Armada. Simposio Hispano-Británico Londres-Madrid 1988, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, 1989. pp. 51-86, p. 57. a Lisboa 6 . Sin embargo, ni la urbe hispalense ni el territorio bajoandaluz eran el principal centro naval de la Península; por el contrario, la cantábrica se mantuvo hasta mediados del siglo XVII como la más destacada región productora de naos atlánticas, estuvieran destinadas al servicio del rey o no 7 . La importancia del barco cantábrico en los albores de la Edad Moderna es tal que, según los cálculos de Chaunu, de 1504 a 1580 prácticamente el 90% de los galeones que participaron en la Carrera de Indias provenían de centros de construcción del norte peninsular 8 . Sin embargo, esta situación cambiará a partir de la década de 1570, cuando comienza un proceso que tradicionalmente se ha entendido como la crisis de la industria naval vasca, concepto que actualmente se encuentra en revisión 9 . Más allá de esta interesante discusión historiográfica, lo cierto es que progresivamente las naos cantábricas parecen perder protagonismo en la flota indiana y cada vez son más los galeones procedentes de otras regiones de Europa 10 .
La década de 1580 es, por tanto, un punto de inflexión en la composición de la flota de Indias con la introducción de barcos no cantábricos y, quizás, con una incipiente aparición de naos construidas en astilleros andaluces, aunque es bastante aventurado afirmar esto último. Podemos imaginar un panorama provisional e hipotético de esta flota para los años de 1581 a 1621, en el que encontramos, aún, un predominio claro de galeones construidos en el cantábrico pero cuyo porcentaje disminuye progresivamente en favor de los barcos procedentes de territorios extrapeninsulares, fuesen o no parte de la Monarquía Hispánica. Ejemplos de esta tendencia son las peticiones de los mercaderes de Sevilla de introducir naos del norte de Europa en la Carrera 11 . No debemos olvidar en este punto que, cuando hablamos de comerciantes sevillanos, tenemos que incluir a un grupo cada vez mayor de agentes extranjeros pertenecientes a redes de comercio transnacionales que, ejerciendo labores de lobby, consiguieron frecuentemente imponer sus intereses en las instituciones locales y de comercio de la ciudad hispalense. Finalmente, tenemos que incluir en este análisis la presencia de una industria naval andaluza, cuya transcendencia en el siglo XVI y 6 El papel de Sevilla como nexo económico de América y Europa ha dado lugar a un incalculable número de obras, entre las que podríamos destacar tres extensos trabajos que son, además, una base fundamental para todo aquel que quiera acercarse a la realidad económica de la Sevilla del Quinientos: Eufemio Lorenzo Sanz, Comercio de España con América en la época de Felipe II. Tomo I: Los Mercaderes y el tráfico indiano, Valladolid, Diputación Provincial de Valladolid, 1979; Enrique Otte, Sevilla, siglo XVI: materiales para su historia económica, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2008; Pierre Chaunu, Séville et l'Atlantique (1504-1650), Paris, S.E.V.P.E.N., 1955-1959. 7 Michael Barkham, "La construcción naval vasca en el siglo XVI : la nao de uso múltiple", Vasconia: Cuadernos de historia -geografía, 3 (1984), pp.101-126, p. 114. La principal razón de esta predominancia era, en palabras del autor, que "en esta costa había una abundante provisión de materias esenciales para la construcción naval, tales como la madera de roble y el hierro, junto con un alto nivel técnico entre los carpinteros de ribera, y no faltaba tampoco la disponibilidad de capital". 8 M. Barkham, "La construcción naval vasca en el siglo XVI..."m p. 114, en referencia al octavo volumen P. Chaunu, Séville et..., pp. 257-259. 9 Álvaro Aragón prefiere hablar de reconversión y transformación del sector costero, en un artículo en el que, además, recorre esta larga discusión historiográfica sobre cómo afectó la conocida como crisis del XVII a la economía costera vasca. Álvaro Aragón Ruano, "Transformaciones económicas en el sector costero guipuzcoano central durante el siglo XVII", Manuscripts, 26 (2008), pp. 191-236. 10 J. L. Casado Soto, "La construcción naval atlántica española del siglo XVI...", p. 64 11 Ibídem Cuenta Casado Soto que, "bajo las presiones de los comerciantes sevillanos para que se permitiera incorporar al tráfico indiano urcas flamencas y alemanas, palpitaba el hecho de que su precio venía a ser la mitad que el de una nao cantábrica del mismo porte". principios del XVII está aún por determinar y que, si bien no parece que tuviera por aquel tiempo una gran relevancia en la construcción de galeones, sí que tuvo un papel estratégico en su reparación, esto es, en la carena.
Quedan, por tanto, algunas cuestiones pendientes de ser estudiadas: ¿Hasta qué punto dependía la industria naval andaluza, ya fuese de construcción o de carena, de la importación de madera desde el Mar del Norte y el Mar Báltico? ¿Podemos hablar en estos momentos de una industria naval andaluza dirigida a la expansión atlántica de la Monarquía Hispánica, más allá de una construcción artesanal? ¿Hasta qué punto fue habitual la incorporación de barcos del norte de Europa a la Carrera de Indias? ¿En qué términos se realizaba esta práctica? ¿Podemos determinar, en este sentido, una estrategia clara tendente a incorporar naos de fabricación noreuropea por parte de los mercaderes sevillanos, incluyendo a los agentes de las redes comerciales europeas?
Comercio de madera entre Andalucía y los Países Bajos
Debemos entender que no hubo un comercio específico de madera. Es decir, no encontraremos navíos cuya carga fuera exclusivamente esa. De hecho, es de sobra sabido que, con el objetivo de minimizar riesgos, una de las más básicas estrategias comerciales de la época era diversificar las cargas y los negocios. Sin embargo, debido a la propia naturaleza de esta materia prima -gran tamaño, importancia estratégica y procedencia lejana-, sí que debemos asumir la existencia de un mercado especializado. Dicho de otro modo, sólo unas pocas compañías y agentes podrían haber hecho frente a una inversión tan considerable como el tráfico de madera a través del atlántico. Una de las tareas primordiales de esta investigación será, por tanto, identificar a estos mercaderes.
De esta forma, al no hablar de un comercio específico con sus propias dinámicas, debemos integrar la importación de la madera nórdica en los mecanismos y rutas generales de intercambios atlánticos entre los Países Bajos y Andalucía. Unas dinámicas comerciales que podemos resumir de la siguiente forma: mientras Sevilla se constituyó como un nexo de unión entre el mercado europeo y el americano, Amberes y posteriormente Ámsterdam, sirvieron de principales centros de redistribución de los productos coloniales y peninsulares en el norte y centro de Europa; igualmente, los productos flamencos, neerlandeses, alemanes y bálticos se redistribuían en su mayoría a través de los puertos de los Países Bajos hasta Sevilla donde, en buena parte, terminaban siendo incorporados a la flota indiana. Los productos intercambiados más destacados eran los agrícolas procedentes del hinterland sevillano, junto con especias y tintes indianos, en especial la cochinilla, que servía para la industria textil flamenca, cuya producción también se importaba en grandes cantidades al sur peninsular 12 .
Gracias a una de las pocas fuentes primarias que hemos conseguido analizar hasta el momento, tenemos conocimiento de peticiones específicas del mercader Stephan Jansen para que un apoderado suyo importase a Sevilla productos de madera relativos a la construcción naval, como tablazón, mástiles o bornes, junto con lo que las 12 Un buen resumen de estos intercambios los encontramos en E. Otte, Sevilla, siglo XVI... en el capítulo 3 "El comercio exterior: infraestructuras y exportaciones" y en el capítulo 4 "El comercio exterior: importaciones", así como en Werner Thomas y Eddy Stols, "La integración de Flandes en la Monarquía Hispánica", en Werner Thomas, Robert A. Verdonk, (eds.) Encuentros en Flandes: Relaciones e intercambios hispanoflamencos a inicios de la Edad Moderna, Lovaina, Leuven University Press, 2000, pp. 1-73, pp. 31-32. fuentes llaman tripitrapes, productos de bajo precio que servían para completar la carga. Esta madera debía proceder de Alemania, Flandes y Noruega y el negocio debía hacerse "en qualesquier puertos e partes del Condado y Estado de Flandes" 13 . Todo esto confirma el papel de centros de redistribución que jugaron los puertos flamencos y neerlandeses en el comercio entre Andalucía y el norte de Europa.
En este punto, sería también conveniente plantearnos una cuestión muy significativa que concierne a la importación de este recurso forestal: su uso para otros fines que no tuvieran que ver con el mar; sobre todo, su utilización para fines urbanísticos y artísticos en una ciudad en continua expansión y con una oligarquía mercantil que vivía en estos momentos su cénit y no dudará en representar su creciente poder 14 . Igualmente, debemos incluir aquí el auge en Sevilla de los sectores artesanales relacionados con la industria naval, como el de toneleros, en donde además destaca la presencia de trabajadores de origen flamenco 15 .
En lo que respecta a las rutas marítimas que conectaban estos mercados -el americano, el sur peninsular, los Países Bajos y el Báltico-, puede afirmarse que no sufrieron grandes variaciones en este periodo, a pesar de los conflictos militares y el corsarismo, cada vez más frecuentes en las aguas atlánticas. Por un lado, el trayecto de Sevilla a América respondía a un calendario fijo de galeones con puertos y fechas únicas bien conocido por la historiografía. Por otro, de Flandes en dirección a Andalucía el viaje solía durar unas dos semanas y, para evitar la piratería, se tomaba con frecuencia la ruta que bordeaba el norte de Inglaterra. En algunos casos, incluso, llegaban hasta Hamburgo donde embarcaban en los navíos hanseáticos, "reputados como neutrales y más seguros", como explica Eddy Stols 16 . Igualmente, los comerciantes neerlandeses introdujeron un tipo de carabela que les permitió especializarse en un tráfico que recorría en una misma ruta el norte peninsular y el Báltico, por lo que alcanzaron una gran flexibilidad a la hora de poner en contacto el mercado de Ámsterdam con el de norte de la Península y el del Báltico; un circuito triangular, conocido como Deurgaand vaart 17 .
Aunque este esquema parece más o menos estable, el estudio del tráfico de madera nos puede ayudar a comprender un proceso clave en el comercio entre la Península Ibérica y el norte europeo: la transición del corazón económico europeo desde las provincias del sur a las del norte de los Países Bajos, mientras que todavía permanecerá la influencia de las redes de comercio hanséaticas, reforzadas durante los primeros años de las revuelta neerlandesa debido al éxodo mercantil desde Amberes a las ciudades alemanas, paso previo al definitivo establecimiento de gran parte de estas 13 Archivo Histórico Provincial de Sevilla, Protocolos Notariales de Sevilla, leg. 9223P, ff. 524r-525v. No es éste el único documento disponible en el archivo de protocolos de Sevilla sobre Stephan Jansen, un personaje que, según Enrique Otte, fue central en el comercio de madera sevillano durante la década de 1580. E. Otte, Sevilla, siglo XVI... pp.184-185. 14 Los dendrocronólogos Eduardo Rodríguez Trobajo y Marta Domínguez Delmás dan buena cuenta de ello en "Swedish oak, planks and panels: dendroarchaeological investigations on the 16th century Evangelistas altarpiece at Seville Cathedral", Journal of Archaeological Science, 54 (2015), pp. 148-161. 15 Carolina Abadía Flores, "La comunidad flamenca en Sevilla en el siglo XVI" Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artística, tomo 93, (2010), pp. 173-192, pp. 175-178. 16 Eddy Stols, "Experiencias y ganancias flamencas en la Monarquía de Felipe II", en Luis A. Ribot García y Ernesto Belenguer Cebrià (coords.) Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI, Lisboa, Sociedad Estatal Lisboa '98, 1998, pp. 147-169, p. 160. 17 Jan de Vries y Ad van der Woude, The first modern economy : success, failure, and perseverance of the Dutch economy, 1500-1815, Cambridge University Press, Cambridge, 1997, p. 356. familias de comerciantes en Ámsterdam; todo este proceso culminará en las primeras décadas del siglo XVII 18 . Por ello, resulta imprescindible que preguntemos a las fuentes con qué otros productos solía intercambiarse o acompañarse la madera, así como su origen y los puertos flamencos, hanseáticos o neerlandeses en los que se redistribuía.
¿Redes neerlandesas en Andalucía? El ascenso de la comunidad flamenca en Sevilla
Si centramos nuestro análisis en la ciudad de Sevilla apreciamos que, en torno a los años de 1581 a 1621, se produce una aparente contradicción: justo durante la crisis comercial de las provincias del sur de los Países Bajos y en concreto de Amberes da comienzo el auge de la comunidad flamenca en Sevilla. Sin duda, su crecimiento en número puede explicarse a través de la conocida como diáspora mercantil de Amberes, consecuencia de su decadencia, pero no así el aumento de su influencia en el comercio bajoandaluz. Esto último sólo puede comprenderse si conseguimos entender cómo estaban conectadas las comunidades flamencas en Andalucía con el mercado de Ámsterdam; o dicho de otra forma, si analizamos la relación de estas colonias de mercaderes del norte europeo con las redes de comercio transnacionales con base en Ámsterdam, así como el papel que tuvieron los agentes neerlandeses en la que dio en llamarse "Antigua y noble nación flamenca y alemana de Sevilla y Cádiz" 19 .
Recientemente identifiqué la presencia de ciento once flamencos que, temporal o permanentemente, negociaron en Sevilla durante el reinado de Felipe II 20 . Algo que viene a confirmar las estimaciones de quienes sugieren que, a finales del siglo XVI, la comunidad mercantil flamenca -en la que integraremos a neerlandeses y alemanesandaba entre los cincuenta y cien miembros 21 . Desgraciadamente, el estado actual de nuestra investigación nos obliga a atenernos a un margen de error tan amplio, pues no conviene olvidar el obstáculo que entraña el estudio de una comunidad extranjera que, como tal, tardó en integrarse de manera oficial en las grandes instituciones del comercio indiano: el Consulado de Cargadores de Indias y la Casa de la Contratación 22 y que, igualmente, estaba integrada por una población flotante muy dinámica y que en muchos casos no llegaba a establecer una residencia definitiva en Sevilla.
Sin embargo, un hecho es innegable: el número de mercaderes flamencos no dejó de aumentar en las décadas finales del siglo XVI, incluso desde antes de que se iniciase la rebelión de los Países Bajos 23 , hasta que finalmente los flamencos terminaron 18 Jonathan I. Israel, Dutch primacy... pp. 26-42. 19 Este nombre nos da muestra de la íntima vinculación entre las colonias sevillana y gaditana. "Elementos de transnacionalidad en el comercio flamenco-holandés en Europa y la Monarquía Hispánica", Cuadernos de Historia Moderna. Anejos. Nº 10 (2011), pp. 55-76, p. 63. 20 Esta cifra fue el resultado de sumar a 73 mercaderes flamencos recogidos en los estudios de Otte, Lorenzo Sanz y Stols antes mencionados junto con 38 mercaderes identificados por primera vez en un pleito que tuvo lugar en la Real Audiencia de Sevilla entre mercaderes flamencos (Archivo Histórico Provincial de Sevilla, Archivo de la Audiencia Territorial, XV, 1565-2, leg. 1.039), que analicé recientemente y cuyos resultados están pendiente de publicación. 21 por suceder a los genoveses como la colonia mercantil más importante en Sevilla 24 . Es justo en este periodo de prácticamente cuatro décadas cuando se intensifican la construcción de una organización diferenciada y endogámica dentro del mundo mercantil hispalense; un proceso que culminará en último término con la institucionalización de esta comunidad extranjera, a través de la construcción de la capilla de San Andrés en la década de 1580 y la fundación de un consulado de mercaderes flamencos en 1647 25 . Sin embargo, conviene señalar en este sentido que, en un trabajo reciente, Mercedes Gamero Rojas y Jaime García Bernal demuestran que esta comunidad ya actuaba de facto como consulado desde finales del siglo XVI 26 .
El reforzamiento, justo en estos años, de estrategias asistenciales y de solidaridad nos obliga a pensar en que este grupo se encontraba en una situación delicada, propiciada seguramente por el desarrollo de la Guerra de los Ochenta Años. Y es que estas fundaciones les servían sobre todo para representar, de cara a la sociedad sevillana, su celo católico y su compromiso de lealtad al rey Habsburgo, y les situaban en una mejor posición de cara a presionar a las instituciones locales e indianas de la ciudad.
Cabe, por otra parte, sospechar que estas instituciones beneficiaron igualmente a aquellos neerlandeses y alemanes que quisieron participar en el ambiente comercial de la ciudad. Sin embargo, está por determinar todavía qué protagonismos tuvieron estos agentes no flamencos en la consolidación de la comunidad mercantil flamenca, en un periodo en el que -merece la pena incidir en ello-la región flamenca y brabantina veía como una buena parte de su capital humano y económico emigraba hacia ciudades como Hamburgo, Colonia y, sobre todo desde principios del siglo XVII, Ámsterdam. ¿Podremos identificar los elementos neerlandeses y alemanes de esa comunidad? ¿Es conveniente identificar esta presencia extra flamenca o, en el fondo, no es relevante ya que todos formaban parte de redes mercantiles transnacionales? Estas preguntas son especialmente interesantes para la investigación que nos ocupa en tanto que fueron alemanes primero y holandeses después quienes controlaron el comercio de la madera proveniente del Báltico.
Finalmente, cuando hablamos de la importancia de la presencia neerlandesa en Andalucía estamos hablando de una moneda de dos caras, pues del mismo modo que el comercio andaluz dependía de la presencia de redes de comercio extranjeras, Andalucía era igualmente importante para las redes comerciales con base en Ámsterdam. En ese sentido, Jan De Vries y Ad van der Woude definen los años de transición del siglo XVI al XVII como un momento muy importante para la aparición de lo que ellos llaman el Dutch commercial system, cuando el comercio báltico (Oostvaart) y el comercio con la Península Ibérica y Francia (Westvaart) pasan a formar una misma red mercantil 27 . Andalucía tendrá una posición destacada en este proceso en tanto que constituía la puerta de entrada para el tercer elemento del sistema comercial neerlandés en Europa: el Straatvaart, es decir, el mercado mediterráneo 28 .
De Vries y Van der Woude señalan igualmente que el comercio con el Báltico, que desde el punto de vista neerlandés se conoce como comercio madre (moedernegotie), fue tremendamente sensible al estado de las relaciones entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas. Por ejemplo, la actividad neerlandesa en el Báltico decrecerá durante los embargos que Felipe II y Felipe III impusieron a sus enemigos; y de la misma forma, durante la Tregua de los Doce Años -1609 a 1621-la actividad mercantil en Sevilla y Cádiz hacia el Báltico vivió su mayor expansión 29 . Tomando como referencia esta tesis, este trabajo aspira en última instancia a comprender cómo funcionaron los ejes mercantiles Sevilla-Ámsterdam y Sevilla-Amberes, y de esta manera contribuir también a nuestro conocimiento sobre la transición de Amberes a Ámsterdam como principal centro económico de Europa.
Conclusión
El estudio de estas redes transnacionales que conectaron territorios europeos tan alejados, desde el Báltico hasta Andalucía pasando por los Países Bajos, aspira a reivindicar la importancia que tuvo, para Sevilla, el comercio con otras regiones europeas, cuestión muchas veces minusvalorada como consecuencia del peso historiográfico que tradicionalmente ha tenido la Sevilla americana. Esta investigación servirá para poner de relieve cómo el papel de Sevilla como cabecera de la Carrera de Indias impulsó precisamente su relevancia como centro mercantil europeo y, así, conocer mejor la incorporación de la región bajoandaluza a los circuitos mercantiles europeos. Y además esta perspectiva, desde el sur peninsular, nos puede ayudar a entender mejor un problema historiográfico que muchas veces se ha simplificado: la transición de Amberes a Ámsterdam como principal entrepôt de Europa.
En resumen, la investigación que acabo de emprender tiene como reto estudiar de manera sistemática los negocios y documentos notariales que tengan relación con el comercio de madera, con tres objetivos fundamentalmente: identificar a los principales actores, trazar sus redes personales y profesionales, y analizar los mecanismos y las estrategias que usaron para importar madera desde el norte de Europa y comerciarla en Andalucía. Y es que, cuando pensamos en las relaciones entre potencias europeas durante la Edad Moderna, y sobre todo entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas, tendemos a pensar en términos de competición política y confrontación militar; sin embargo, este proyecto pretende poner en valor una perspectiva que muchas veces olvidamos: la cooperación económica de aquellas redes transnacionales, cuya actividad permitió conectar distintas y distantes regiones del continente europeo, a pesar de las crecientes tensiones entre ellas.
Durante la primera etapa del reinado de Felipe IV, en la que el Conde Duque de Olivares manejó el timón de la monarquía, se produjeron una gran cantidad de cambios en la administración que resultan sobradamente conocidos merced a una enorme producción historiográfica que ha visto la luz en los últimos años. Las causas de esta abundancia de trabajos hay que buscarlas en el atractivo despertado por el estudio de las ambiciosas políticas que Olivares puso en práctica, así como de la resistencia que opusieron las diferentes clases sociales, especialmente en el plano fiscal.
Uno de estos ambiciosos proyectos del valido sevillano fue reformar la administración, a la cual consideraba un mecanismo lento y pesado, además de poco eficaz en su obediencia al monarca. Su objetivo fue transformarla en una estructura eficiente y que persiguiese en todos sus niveles el servicio al soberano, ideas que ya apuntaban la filosofía absolutista que se desarrollaría posteriormente. Para ello utilizó diversas estrategias entre las cuales destacó la creación de un sistema de Juntas, que actuaban de forma paralela a los tradicionales Consejos y añadían nuevas vías El presente estudio se ha realizado en el marco del Proyecto del Plan Nacional de I+D Entre la venalidad y la corrupción en la Monarquía Hispánica durante el Antiguo Régimen HAR2014-55305, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad administrativas específicas para asuntos concretos, o el uso de comisiones y visitas para controlar desde la Corte los territorios periféricos 1 .
Además de las reformas dibujadas por Olivares, hubo otra serie de cambios, también de notable importancia, que afectaron a la administración durante este periodo. Nos estamos refiriendo a las transformaciones que produjo en la administración el aumento de las ventas de oficios públicos. La casi perenne necesidad de fondos que aquejó a la monarquía hispánica durante el siglo XVII tuvo su momento cumbre en la década de 1630 y los años posteriores, coincidiendo con la entrada en la Guerra de los Treinta Años. Ganar la guerra pasó a convertirse en el único objetivo que contaba y las finanzas un medio esencial para conseguir la victoria. Con esa justificación Olivares organizó una enorme campaña de ventas que se extendieron hasta casi todos los ámbitos de la monarquía, aunque está por ver si la guerra fue excusa en lugar de fin. Aunque se conocían, o al menos se sospechaban, las consecuencias negativas para la monarquía de muchas de las ventas, había en juego factores más importantes que obligaban a llevarlas a cabo sin pensar en el largo plazo.
Todos los ingresos obtenidos de la venalidad fueron considerados como extraordinarios y como tales se encontraban, generalmente, al margen de los tanteos que elaboraba el Consejo de Hacienda. Además, las ventas no se encontraban centralizadas en una única institución, sino que eran múltiples las vías por las cuales se enajenaban oficios y mercedes. Estos dos factores provocaron que cualquier evaluación del alcance de las ventas, tanto en cuanto a número de oficios beneficiados como a su valor económico, resultase una tarea imposible para los contadores del Consejo y, por extensión, para los historiadores de hoy día. Con el fin de sortear las dificultades que plantea el estudio de la venalidad en términos generales, las historiografía se ha centrado en trabajar, por un lado la venalidad según los diferentes espacios en los que se dio, tales como los oficios concejiles o los de hacienda y, por otro, los canales de venta, desde las comisiones a las Juntas y Consejos 2 .
En este trabajo vamos a analizar la venta de escribanías relacionadas con la deuda pública, un ámbito de venalidad en el que apenas se produjeron una decena de ventas y que, por tanto, podrían carecer de importancia dado su escaso volumen. Sin embargo, estos oficios tenían implicaciones fuertes para el sistema financiero, pues su mera creación ya suponía una reforma administrativa. En concreto, analizamos la venta de la Escribanía de juros y cartas de pago de la Corte y la de la Escribanía de cartas de pago y juros del almojarifazgo mayor de Indias y Sevilla. Para ello, además de documentación inédita, contamos con un trabajo de Roberto Quirós Rosado sobre otra venta de este tipo en una cronología posterior que nos permite establecer comparaciones 3 .
Las ventas de estos cargos provocaron una enérgica oposición entre el resto de escribanos, el colectivo más directamente perjudicado, pero además cambiaron el funcionamiento de la deuda pública hasta que a finales del siglo XVIII quedaran suprimidos estos oficios. Entre los argumentos utilizados contra las ventas de oficios, una de los principales fue siempre la ruptura de los diferentes cursus honorum en la administración. En este caso, los oficios de escribanos de juros y cartas de pago no existían con anterioridad, pues fueron creados ex profeso para su venta. No había por tanto aspirantes a ocupar el oficio que pudiesen ver vulnerados sus derechos por la venta y, por tanto, resultaban oficios más fáciles de vender que otros que sí lesionaban derechos de terceros.
Pese a no interrumpir la carrera de ningún oficial real, la creación de escribanías de juros y cartas de pago afectó al resto de escribanos al restarles competencias en las operaciones financieras relacionadas con la deuda. No obstante, solo los escribanos cercanos a los centros financieros de Madrid y Sevilla resultaban perjudicados por esta medida. Coincidía además que estos escribanos eran los mejor relacionados con el mundo financiero y mercantil, por lo que pudieron llevar sus quejas hasta el propio Consejo de Hacienda.
La creación del oficio en cuestión implicaba que a partir de ese momento todos los juros y las cartas de pago situadas en rentas correspondientes debían pasar por esa escribanía pare ser aceptados y pagados por los oficiales regios. Es decir, el oficio eliminaba una competencia de los escribanos ordinarios y la transformaba en un monopolio que era otorgado al mejor postor. Por supuesto, el precio iba a depender de las posibilidades de enriquecimiento 4 que otorgaba el oficio; y dichas posibilidades estaban estrechamente ligadas al manejo de capitales que implicase el oficio, aunque en este caso no tanto el manejo directo como el oficio era la llave para poder convertir la deuda pública en dinero líquido.
La operación fue magnífico ejemplo de la complejidad que llegaron a alcanzar los procesos venales durante el gobierno de Olivares pues no se trataba de s oficios ya existentes, ni siquiera de un aumento de la planta de una institución, sino que eran creados exnovo. Por las dificultades que entrañaban este tipo de ventas corrieron por comisiones especiales dadas a algunos de los personajes más importantes de la burocracia de la época. Al ser oficios de nueva creación, la delimitación de las competencias resultaba clave para establecer el valor de los mismos. Resulta interesante señalar en este punto que mientras que la primera de las ventas que analizamos, realizada por Spínola en Sevilla, contó con unas competencias muy bien delimitadas y previamente negociadas, en cambio, la operación llevada a cabo por José González en la Corte, generó una notable confusión.
El célebre asentista Bartolomé Spínola, fue el primero en recibir una comisión para crear, negociar y enajenar la Escribanía de cartas de pago y juros del almojarifazgo mayor de Sevilla e Indias 5 . El perfil de Spínola resulta aún más interesante pues la comisión le fue concedida por ser consejero de Hacienda y, muy especialmente, por ser el Factor General. Como Factor General desempeñaba un papel a medio camino entre los asentistas tradicionales y el de un agente del rey y servía como amortiguador entre las exigencias de los banqueros y las posibilidades de la hacienda regia 6 . Precisamente por ello conocía a la perfección el mundo financiero, un conocimiento que había permitido al agente regio estimar mejor el precio del oficio y, por tanto, negociar en igualdad de condiciones con los potenciales compradores. El oficio en este caso controlaba unas rentas notablemente menores que el que iba a enajenar posteriormente José González y, por ende, la deuda pública situada sobre ellas eran también menor, pero aun así alcanzó la cifra de 33.000 ducados de plata, que acordó con Antonio Domingo de Bobadilla en 1631. Con él pujó también Esteban de Santiago, que igualó la oferta añadiendo un bajel de 6.000 ducados por el oficio 7 , pero finalmente, debido a la oposición del Consejo de Hacienda esta venta no se llevaría a cabo hasta cinco años después, con idénticas condiciones pero con otros compradores.
Además de los almojarifazgos, la escribanía se ocupaba también de las rentas consignadas en los derechos sobre la cochinilla y el tabaco, y el medio por cierto de la seda. Sin embargo los dos almojarifazgos constituían el principal atractivo del oficio, pues esta renta estaba en torno a los 800.000 ducados 8 y para acceder a ella los titulares de deuda pública debían pasar primero por la escribanía.
Según la propia documentación elaborada por el Consejo de Hacienda para la operación, sobre dichas rentas había situados un total de 2.812 juros. El oficio no llevaba aparejada un sueldo fijo, pero sí un derecho de dos reales por juro o carta de pago, por los cuales sus propietarios recibían una renta, por norma general, en tres ocasiones cada año. Es decir, multiplicando el número de juros por las tres ocasiones que cada propietario requería de la firma del escribano para cobrar, el oficio podía rentar en torno a los 16.000 reales anuales. Obviamente no todo eran beneficios, sino que la escribanía implicaba una serie de costes añadidos derivados de la propia actividad como el papel y útiles necesarios y, por supuesto, el sueldo del escribano, puesto que en el contrato constaba también el privilegio de poder ser servido por un teniente. Huelga decir que alguien capaz de reunir una suma tan elevada para comprar un oficio de pluma no iba a ocuparse personalmente de rellenar las miles de cartas de pago.
El precio de cada escritura y el número de juros nos sirven también para calcular el precio teórico al que debía venderse el oficio, pues a ese ritmo se tardarían más de 22 años en amortizar el coste de la inversión, suponiendo claro que no hubiese ningún otros elementos en juego. Una inversión muy poco atractiva cuando no directamente ruinosa si solo tenemos en cuenta los derechos que oficialmente le correspondían. Sin embargo, hay varios indicios en el contrato que permiten adivinar los mecanismos que hacían de la compra una inversión lucrativa. La cláusula 20 del acuerdo entre Domingo de 6 Carlos Álvarez Nogal, "El factor general del Rey y las finanzas de la Monarquía Hispánica", Revista de Historia Económica / Journal of Iberian and Latin American Economic History, 17,3,1999, pp. 507-539. Carlos Álvarez Nogal, "La factorie générale du roi dans les finances de la monarchie espagnole au milieu du XVII siècle", en Anne Dubet y Jean-Philippe Luis (eds.), Les financiers y la constructiron del l'État. France, Espagne (XVII-XIX siècle), Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2012, pp. 33-50. 7 AGS, CJH, leg. 750, consulta del Consejo de Hacienda de 7 de julio de 1631. 8 Por encima de los 200 cuentos de maravedís en todo caso según los trabajos de José Ignacio Andrés Ucendo y Ramón Lanza García, "Estructura y evolución de los ingresos de la Real Hacienda de Castilla en el siglo XVII", Studia Histórica. Historia Moderna, 30, 2008, pp. 147-190. Ildefonso Pulido Bueno, Almojarifazgos y comercio exterior en Andalucía durante la época mercantilista, 1526-1740: contribución al estudio de la economía en la España moderna, Huelva, Artes Gráficas Andaluzas, 1993. Bobadilla y el Factor General, rezaba lo siguiente: "Que no se pueda perder ni confiscar el oficio por ningún delito que cometa el que lo poseyere por grave que sea salvo los tres capitales" 9 .
Aún más claro es uno de los dictámenes del mismísimo Consejo de Hacienda que desaconsejaba la venta: "la descomodidad y vejaciones que se aseguran a los dueños de los juros respecto de las condiciones de ella y de la mano y autoridad que por este camino habría de tener el que comprase con que quedarían sujetos a que él aprobase o dejase de aprobar los recaudos dando por buenos los que le pareciese y dejando de admitir los demás para obligarlos por ventura por este camino a redimir estas vejaciones con diligencia y medios a costa de la hacienda de los juristas y otras muchas razones que se podrán decir y se deja de hacer por no alargar" 10 . La venta no llegó a producirse en 1631 pues el Consejo de Hacienda puso demasiadas objeciones a las condiciones que habían acordado Spínola y Bobadilla, aunque nada dijo de la cláusula 20 que garantizaba la propiedad pese a la comisión de delitos. Cinco años después, con la Guerra de los Treinta Años ya en curso las circunstancias habían cambiado y la necesidad de fondos era tal que se vencieron todas las reticencias del Consejo y se acabó enajenando en 30.000 ducados, esta vez a Pedro Pacheco que ganó la puja a José Flores, pues los anteriores compradores no participaron en esta ocasión 11 .
Con el antecedente ya sentado por la venta de Spínola, la Escribanía de juros y cartas de pago de la Corte fue creada y vendida por José González, en 1635 por 58.000 ducados 12 . José González era en ese momento miembro de la Cámara de Castilla y, en calidad de tal, había recibido diversas comisiones para enajenar oficios. Puesto que la Cámara de Castilla era el órgano que mayores competencias tenía en la concesión de gracias y nombramientos, y José González era uno de los hombres más próximos a Olivares, nadie mejor que él para llevar a cabo operaciones tan delicadas como esta. La suma alcanzada es más que considerable para tratarse de un oficio de pluma, pero no resulta extraordinaria si tenemos en cuenta que, debido a sus características entraba prácticamente dentro de los oficios de hacienda, mucho más cotizados. Los compradores fueron Carlos Pablo y Jacinto Gómez, y una considerable fortuna a pagar a plazos durante siete años, para ejercer un único oficio de pluma, lo que muestra a las claras los grandes beneficios que esperaban obtener del nombramiento.
Como mencionamos anteriormente, la operación estuvo llena de confusión en torno a las condiciones con las que se enajenaba el oficio. Entre las pocas cualidades que se especificaban era la de contar con seis oficiales que se ocupasen del trabajo de la escribanía, es decir, que el volumen de negocio que se esperaba era muy superior al de una escribanía del número 13 . Además, los nombramientos de estos oficiales debían ser aprobados por el Consejo de Hacienda, aunque a propuesta siempre de los propietarios 9 AGS, CJH, leg. 750, consulta del Consejo de Hacienda de 7 de julio de 1631. Sobre la pérdida de la propiedad del oficio véase Francisco Andújar Castillo, "Los contratos de venta de empleos en la España del Antiguo Régimen", en Francisco Andújar Castillo, María del Mar Felices de la Fuente, (eds.), El poder del dinero: Ventas de cargos y honores en el Antiguo Régimen, Madrid, Biblioteca Nueva, 2011, pp. 63-82. 10 AGS, CJH, leg. 750, consulta del Consejo de Hacienda de 10 de junio de 1636. 11 AGS, CJH, leg. 750, consulta del Consejo de Hacienda de 10 de junio de 1636. 12 AGS, CJH, leg. 734, consulta del Consejo de Hacienda de 12 de abril de 1635. 13 Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, protocolo 13.174, fol. 593. del oficio, otro ejemplo más de la "venalidad en cascada" que se producía al enajenar un oficio con subalternos a su cargo.
El punto más controvertido fue la jurisdicción de los pleitos originados por la actividad de la escribanía. En principio el oficio incluía también la jurisdicción, lo que justificaba un precio tan elevado, pero eso suponía poner en cuestión todo el sistema financiero. El propio Consejo de Hacienda, espoleado también por las quejas del resto de escribanos, intervino para no perder totalmente el control de un mecanismo tan importante para las finanzas como era la deuda pública. Puesto que la operación ya se había formalizado y los compradores habían desembolsado los 58.000 ducados, un cambio tan radical en las condiciones del contrato suponía un enorme perjuicio para ellos. La solución que el Consejo de Hacienda propuso al rey, y que este aceptó, fue que el Consejo mantuviese la jurisdicción y, para compensar la pérdida de valor del oficio, se concediese a los compradores un oficio de oidor en el tribunal de oidores del mismo Consejo de Hacienda que debía juzgar estos casos 14 .
Finalmente en la operación, por los 58.000 ducados, se incluían la escribanía con seis oficios subalternos y el cargo de oidor del Consejo de Hacienda. No había lugar a la queja pues el oficio de oidor no solo compensaba la pérdida la jurisdicción al formar parte del tribunal competente en esos casos, sino que además aportaba un nuevo valor añadido al sumar el sueldo y una posición privilegiada para conocer el estado de los juros situados en cada una de las rentas. Para poder cobrar las rentas de los juros era necesario, primero pasar por la escribanía pero, y este elemento es aún más importante, que los juros estuviesen situados en rentas con cabimiento, es decir, que el producto de la renta fuese suficiente para pagar toda la deuda situada sobre ella. De lo contrario los juristas no podían cobrar los réditos de sus títulos.
Conocer el estado de las diferentes rentas y, al mismo tiempo, controlar la escribanía por la cual debían tramitarse los juros situados sobre ellas permitía, de facto, poder privilegiar a unos rentistas frente a otros a la hora de cobrar los réditos. Es decir, que el propietario de la escribanía de juros y cartas de pago era quien, en los casos de juros situados sobre rentas sin cabimiento, iba a decidir qué juristas percibían las rentas correspondientes simplemente reteniendo la tramitación del resto de juros.
Como mencionábamos al principio las ventas de este tipo fueron muy escasas debido a la propia naturaleza de los oficios, pues no solo tenían sentido en las grandes urbes, donde tanto las rentas como los juros situados en ellas alcanzaban cifras considerables. El último caso que tenemos bien documentado es el de la venta de otra escribanía en Madrid -la de cartas de pago-pero esta vez de ámbito local, que iba a afectar a los juros situados sobre los impuestos municipales. Aunque fuese un oficio de tipo municipal, al ser Madrid una de las ciudades más pobladas, así como una de las que mayor carga fiscal soportaba, el oficio iba a controlar el acceso a un capital considerable.
Firmada ya la paz con Francia y terminada por tanto la Guerra de los Treinta Años, la situación financiera de la monarquía hispánica no había mejorado mucho. Las deudas contraídas por la corona en los años previos consumían los exiguos ingresos que no siempre eran suficientes para pagarlas, por lo que los arbitrios y expedientes para aportar ingresos por vías extraordinarias siguieron existiendo. En 1676 la corona quiso incorporar a su patrimonio la escribanía de cartas de pago del ayuntamiento, lo que desató una feroz oposición entre los regidores madrileños. El cabildo no quería bajo ningún concepto que se introdujese un oficio de las características de los anteriores, por dos motivos, porque el comprador de la escribanía podría tener casi tanto control sobre los ingresos municipales como el propio ayuntamiento, y porque los juros eran una de las fuentes de riqueza de la oligarquía madrileña 15 . La escribanía no era sino un elemento más de la estrategia del Consejo de Hacienda para presionar al cabildo madrileño y aumentar así los ingresos de la monarquía a costa de la villa y Corte. El resultado fue un acuerdo en el que el ayuntamiento conservaba la escribanía, que adquiría con jurisdicción privativa y por tanto se situaba al mismo nivel que los oficios anteriormente analizados. La contrapartida fue el ofrecimiento por parte de la ciudad a la corona de un generoso donativo de 200.000 ducados 16 . Por supuesto la cifra no se corresponde únicamente con el oficio, sino que a través del ofrecimiento quedaban zanjados varios expedientes similares que el Consejo de Hacienda estaba llevando a cabo contra el cabildo.
Poco después, en 1682 el proceso volvería a reabrirse, por la situación en la que había quedado la Hacienda tras la boda de Carlos II con María Luisa de Orleans, y el ayuntamiento acabó ofreciendo el oficio a la corona. La escribanía la acabó comprando un italiano, Pietro Paolo Dini, en 90.000 escudos 17 . Pero este no lo compró para sí, sino que se trataba de un testaferro de Manuel de Peñas, quien a su vez contaba con grandes inversiones en las sisas y otros impuestos de la ciudad 18 .
Entre este caso y los dos anteriores hay varias diferencias significativas, la primera de ellas es que el oficio ya existía antes de la venta. Si bien es cierto que no contaba con los mismos privilegios hasta la primera negociación en 1675, sí que existía una escribanía que, gobernada por el cabildo municipal, controlaba el acceso de los juristas a las rentas de la villa. Este elemento reforzaba el poder de la oligarquía madrileña y explica también sus resistencias a que fuese enajenado. El otro factor que diferencia a esta venta de las dos anteriores es el precio, 90.000 escudos frente a los 58.000 que se pagaron por la de la Corte y los 30.000 de la de Sevilla. Esta diferencia viene dada por la forma de pago, pues como expuso Roberto Quirós en su trabajo, el desembolso final del comprador no se hizo en metálico sino en juros sobre las propias rentas que iba a controlar la escribanía. Es decir, Manuel Peñas solo renunciaba a una parte de sus inversiones en deuda pública madrileña, probablemente la peor situada, pero con ello se garantizaba una posición privilegiada para el resto de sus negocios, por lo que podía permitirse un margen mayor a la hora de pujar por el oficio.
Las situaciones creadas por estas ventas perduraron hasta que en el siglo XVIII la corona comenzó a suprimirlos o reincorporarlos. Sirva como ejemplo el caso de la escribanía de juros y cartas de pago de la Corte, la vendida en 1635 por José González, que permaneció privatizada hasta su extinción el 31 de diciembre de 1799 19 . Se 15 Mauro Hernández Benítez, A la sombra de la Corona: poder y oligarquía urbana (Madrid, 1606(Madrid, -1808, Madrid, Siglo XXI, 1995. 16 AGS, Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 333. 17 Ibídem. 18 Roberto Quirós Rosado, "Agentes diplomáticos y homines novi: una nota sobre la venta de escribanías concejiles en el Madrid de Carlos II", Op. cit.. 19 Novísima recopilación de las leyes de España, libro 10 p. 76 suprimió por las demoras que se causaban en la escribanía y que causaban enormes perjuicios entre los juristas que, como comentamos anteriormente, era una de las formas a través de las cuales la tesorería podía ofrecer unos réditos complementarios a sus poseedores. La escribanía gestionaba en las postrimerías del siglo XVIII alrededor de 18.500 cartas de pago al año 20 . Los seis escribanos con los que empezó en 1635 habían aumentado a nueve, pero los retrasos en el despacho eran la norma, tanto por conveniencia como por la incapacidad de gestionar tal volumen de trabajo con tan poco personal. El pequeño engranaje que se había introducido en la maquinaria estatal para financiar la guerra en 1635 se había convertido más de un siglo y medio después en una pieza enorme y lenta que entorpecía a los juristas la cobranza de las deudas contraídas por la hacienda regia.
Con su supresión se creó al mismo tiempo un nuevo sistema en el que fue el intendente el encargado de certificar las cartas de pago de cara a su cobranza en la Tesorería General. Para impedir falsificaciones, en todos los documentos debía señalarse la referencia exacta a los libros de cuenta en los que quedaban registradas las libranzas y los interesados debían firmar los extractos de la Tesorería a modo de recibí. De esta forma se ahorraba así todo el trabajo, y por supuesto los retrasos, de la escribanía sin reducir por ello reducir las garantías que ofrecía el sistema para la Real Hacienda. La reforma fue sencilla, y el impacto que tuvo sobre la cobranza de la deuda pública enorme.
Los trabajos realizados sobre venalidad han primado hasta ahora las facetas política y social. Estos ámbitos resultaban mucho más visibles y, además, las metodologías desarrolladas para identificar la venalidad han ahondado en este sentido, permitiendo analizar los efectos de la venalidad sobre el escalafón administrativo o el ascenso social 21 . En cambio, acerca de los efectos de la venalidad sobre la economía aún tenemos aún muy pocos análisis, y eso que algunas de las instituciones económicas más importantes para el funcionamiento de la monarquía fueron enajenadas casi en su totalidad. El ejemplo más paradigmático es la Casa de Contratación, institución totalmente invadida por los intereses comerciantes y financieros de la Carrera de Indias 22 . Escasean por otra parte trabajos como el de Ricardo Hernández García, que miden la implicación de la venalidad en un sector económico determinado 23 . La importancia de las tres escribanías analizadas no radicaba en sus posibilidades políticas o sociales, sino en que su único valor, aunque no por ello menor, era su rentabilidad económica. La creación y patrimonialización de escribanías de juros y cartas de pago influyó en el mercado primario de deuda y muy especialmente en el 20 Ibídem. 21 Francisco Andújar Castillo, "Venalidad de oficios y honores. Metodología de investigación", en Roberta Stumpf Giannubilo, Nandini Chaturvedula (eds.), Cargos e ofícios nas Monarquías Ibéricas: provimiento, controlo e venalidade (séculos XVII e XVIII), Lisboa, Centro de história de Além-Mar, 2012, pp. 175-197. 22 Francisco Andújar Castillo, "La Casa de Contratación de Sevilla y la venalidad de los cargos (1634-1717)", en Francisco Núñez Roldán y Mercedes Gamero Rojas (eds.), Entre lo real y lo imaginario: estudios de historia moderna en homenaje al prof. León Carlos Alvarez Santaló, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014, pp. 47-73. Carlos Álvarez Nogal, "Instituciones y desarrollo económico: la Casa de la Contratación y la Carrera de Indias (1503-1790)", Documentos de trabajo. Historia Económica e Instituciones, vol. 190. 23 Ricardo Hernández García, "Impuestos y venta de oficios en la industria textil castellana del siglo XVII secundario, pues se convirtieron en un actor privado con mucha información y una posición de superior a la de los juristas. Como mostró Carlos Álvarez del Nogal en su excelente trabajo sobre los juros y la deuda pública en Castilla 24 , que hemos tomado como punto de partida, los juros tuvieron un alcance mucho mayor de lo que su número sugiere. La inversión en deuda pública fue un refugio para el capital de muchos sectores de la sociedad castellana, empezando por la nobleza o el clero que con frecuencia amortizaron los títulos de deuda en mayorazgos, capellanías y otros mecanismos para evitar la dispersión de la propiedad. Pero, sin duda, en las dos ciudades de las que hemos tratado, Madrid y Sevilla, fueron comerciantes y banqueros los más vinculados a la deuda pública, bien fuese por propia iniciativa, bien por los repartos de juros de la corona, o bien por las consolidaciones de la deuda flotante cuando la liquidez de la monarquía era insuficiente para afrontar el pago de los asientos.
La creación de este tipo de oficios supuso un oneroso gravamen para todos los juristas con intereses sobre las rentas, pues sobre ellos repercutía finalmente el precio pagado por el oficio y los beneficios. No obstante, hasta que no contemos con estudios en profundidad sobre los juros situados en estas rentas, no podemos afirmar que el peso de la nueva carga repercutiese únicamente en las clases altas pues los juros fueron también uno de los refugios preferidos para obtener rentas fijas por parte de instituciones de tipo asistencial como los hospitales. En cualquier caso, si bien es difícil valorar en qué medida repercutían estas escribanías de juros y cartas de pago sobre los juristas, sí es cierto que, cuando menos, dificultaron la cobranza de las rentas. Venían a sumarse así al resto de problemas que presentaban este tipo de títulos como los ya citados de exceso de juros situados sobre una renta, conocidos como juros sin cabimiento, o las diversas incautaciones o "valimientos" que hizo la monarquía del interés de los juros cuando la situación hacendística fue más crítica 25 .
Ya Alberto Marcos ha señalado los diferentes motivos por los cuales los títulos de deuda pública castellana, los juros, fueron perdiendo a lo largo del siglo XVII parte del prestigio del que habían gozado en la centuria anterior. Este tipo de escribanías estudiadas, lejos de introducir elementos que diesen seguridad a los juristas y que ayudasen a compensar los problemas que sufría la deuda pública, se convirtieron en nuevos obstáculos para la inversión. Además, como ya ha señalado el propio Alberto Marcos, la inversión de capital en mercedes regias no destinadas a la producción de bienes, como es el caso, no hacía sino mermar las posibilidades de crecimiento económico a medio y largo plazo, pues ayudaba a consolidar una mentalidad rentista y centrada en elementos no productivos 26 .
La revuelta agermanada mallorquina enfrentó a dos cuerpos militares muy diferentes. Los agermanados fracasaron en su tentativa de utilizar una milicia local, principalmente defensiva y modernizada por la participación del reino en las campañas norteafricanas, para imponer su programa económico en el archipiélago. La comunión de intereses de los sectores contrarios a la revuelta, principalmente las autoridades reales y la oligarquía local, permitió levantar un ejército profesional para acabar con los rebeldes. El estudio de la documentación contable sobre la reducción militar insular, permite observar la necesaria colaboración entre los diferentes grupos de poder, para apoderarse del mismo. También apunta a numerosas similitudes con la revuelta valenciana. De la misma forma, nos aporta una interesante panorámica sobre la organización y problemas de las expediciones militares de la época, susceptible de ser comparada con otros casos contemporáneos. Finalmente, el análisis aquí presentado rompe con la tradicional visión de una fácil reducción de la isla a la obediencia real, demostrando los obstáculos inherentes a los operativos militares del momento, como los estragos de la peste y las dificultades para el abastecimiento, que la expedición tuvo que solventar.
El análisis de la intervención del duque de Uceda en las gestiones patrimoniales de la casa de Lerma ofrece una imagen muy diferente a la que tradicionalmente se ha desarrollado sobre don Cristóbal. Uceda se aleja así de postulados historiográficos que lo han caracterizado como un simple títere en manos de otros ministros y se acerca al perfil que utilizó Francisco Tomás y Valiente para identificarle como el último valido de Felipe III 54 . Asimismo, esta cuestión también indica que la relación de Uceda y su padre, no exenta de problemas tanto en el ámbito cortesano como en el patrimonial, no sufrió una ruptura definitiva hasta prácticamente el final del reinado. El duque de Lerma siempre deseó que su hijo se convirtiese en su heredero, tanto en la casa de Lerma como en el valimiento.
A lo largo de un período que abarcó entre 1601 y 1619, Uceda actuó en diferentes ocasiones en la gestión del patrimonio de su familia. Primero, por la preocupación que le causaron las maniobras de su padre en cuanto a la utilización de la renta de los 72.000 ducados y la conformación de un mayorazgo para el conde de Saldaña. Posteriormente, centrando sus esfuerzos en el cumplimiento de la concordia que firmó en 1607 junto a Lerma en San Lorenzo de El Escorial. A la luz de la documentación que ofrece la Cámara de Castilla, se puede afirmar que Uceda y Lerma cumplieron con parte de las condiciones impuestas en este acuerdo y que don Cristóbal tuvo un interés real por consolidar y acrecentar el mayorazgo de Lerma. El objetivo siempre fue mantener el patrimonio de los Sandoval en el mejor estado posible y evitar que Lerma lo desgastase con sus gestiones. Tal vez, esta fue la misma preocupación que presidió el enfrentamiento político-cortesano con su padre por acceder al valimiento.
La muerte de ambos Duques en 1624 y 1625 inició una etapa diferente para esta familia, en la que la situación de la misma fue bastante diferente a lo que había tenido durante el reinado de Felipe III. Los procesos, los pleitos o el endeudamiento de los Sandoval a partir de entonces indican que su tiempo había pasado y que el modelo de gestión que habían propuesto tanto para su casa como para la Monarquía no podía dar soluciones a la nueva situación iniciada a partir de 1621 por Felipe IV.
El papel que desempeñaron en Roma los poderosos cardenales Zapata y Borja, de regreso a Roma en 1631 como embajador ordinario 95 , es significativo del peso político que adquieren los cardenales protectores de Castilla a lo largo del siglo XVII. Éstos se convierten en eficaces referentes entres los ministros del rey en Roma, junto con el embajador. Aunque, a diferencia de éste, el protector no goza de la calidad de representante oficial del monarca, y está sometido a la jurisdicción papal, se encuentra en el centro de los negocios más importantes que se tratan en Roma, como lo es la elección del pontífice. De ahí la importancia que cobra el nombramiento del protector, en el que intervienen distintos poderes e intereses divergente, tanto más cuanto que, a principios del reinado de Felipe III, la creciente presencia francesa en Roma amenazaba la hasta entonces preeminente facción española. Durante dicho reinado, el cargo del cardenal protector de los reinos de España sigue consolidándose a raíz de los conflictos que nacen entre los protectores y los demás cardenales nacionales, o con el embajador, 89 Ibidem, leg. 2994, consulta, Madrid, 31 de marzo de 1620. 90 mientras que surgen dificultades por la existencia, al lado del protector, de un viceprotector y co-protector 96 .
La figura del cardenal protector de los reinos españoles, tanto como la del cardenal nacional, carecen de un estudio específico que permita profundizar en nuestro conocimiento del sistema de la representación española en Roma y de su dinámica, a través del mosaico de figuras que lo componen, enfocando desde ahí las relaciones entre Madrid y la Santa Sede durante la Edad Moderna.
Ilegitimidad y poder real: el empleo de los hijos de Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza
Por todo lo dicho se tiene otra perspectiva de las labores de patronato de doña Magdalena de Ulloa y doña Antonia Dávila y se comprueba que lucharon por hacerlo por ellas mismas, como ellas consideraron mejor, en el caso de la segunda implicando a su marido una vez ella murió.
Al mismo tiempo, subyace la delicada situación de la Compañía de Jesús, buscando el equilibrio entre cumplir sus ordenanzas internas, las pretensiones de las fundadoras y satisfacer las necesidades económicas de sus colegios, evitando conjuntamente cualquier conflicto con aquellos que, sin duda estaban "a la mira", y pudiesen decir que lo querían abarcar todo 67 .
Desde el reinado de Carlos II en los tratados militares se van produciendo unos cambios que se asentaran en el siglo XVIII. Debido a los reveses militares que sufre la Monarquía Católica desde mediados de siglo, la tratadística empezó analizar los defectos que acarreaba el ejército y como debían de ser solventados. De esta forma, se inicia en las últimas décadas del XVII una defensa de las letras en el ámbito militar. Las letras debían dejar de ser enemigas de las armas y colaborar para conseguir recuperar el ejército. Este discurso se irá acomodando en el siglo XVIII hasta que fuese una vista común en casi todos los tratados. A la vez, se empezó a pensar en el oficial como un puesto que debía ser ocupado por personas duchas en la ciencia, ante el nivel de tecnificación que estaba alcanzando la guerra y de la que la monarquía se había quedado descolgada. De esta forma, vemos como en el reinado de Carlos II fue cuando la tratadista empieza a promover estos cambios y será en el siglo XVIII cuando consigan asentarse en el pensamiento militar. Hay que tener en cuenta que incluso entre los tratadistas más defensores de la tecnificación de la oficialidad, nunca se defendieron desbancar a la nobleza del puesto de oficial, a lo sumo se pedía una meritocracia dentro de la nobleza u obligar a instruir a todos los oficiales, pero sin alterar el orden social que representaba el ejército.
Desde un punto de vista moral vemos como, en especial en el XVII, la religión ocupa un lugar preminente y se intenta instruir al oficial dentro de la más estricta ortodoxia católica. Este rasgo es algo estricto de los tratados españoles y perdura incluso hasta los primeros años del siglo XIX. Esta búsqueda de un oficial perfecto moralmente se debía a que ya que es el personaje que deben imitar sus soldados, por lo tanto oficial con moral laxa podría contagiar a otros oficiales inferiores y los soldados. Finalmente, en los personajes de la Antigüedad se encontraron personajes que debían ser los iconos de los jóvenes militares.
Finalmente, tenemos que tener cuidado a la hora de plasmar estas consideraciones en el mundo castrense. Ya que, por ejemplo, el afianzamiento de la tecnificación entre los tratadistas no significa que fuese así en el mundo real. Esto se debe a que la tratadística muchas veces no era un reflejo de la realidad sino que muestra una visión ideal del ejército. Pero aunque realmente muchos oficiales no siguiesen estas pautas, esto no debe obviar la importancia que tiene la tratadística. Ya que gracias a ella podemos ver que temas eran los que más importaban a los militares y como concebían un ejército ideal.
Aparte de lo apuntado a lo largo del trabajo, a nivel general, es un ejemplo de la preocupación del estamento militar, no rudo ni analfabeto, con experiencia y atribulado por su situación y su país, buscando soluciones a un mal endémico. Es importante, entre otras cosas, porque muestra que hubo miembros ilustrados del estamento militar que quisieron hacerse oír y lo fueron, ya que, de otro modo, no hubieran presentado nada. Todo ello en un momento delicado, con un rey inexperto y ante continuas amenazas externas. Ciertamente no se trató del único plan presentado hasta el momento, ni lo será, ni fue del todo original aludiendo a los problemas que menciona, pero sí se trató de un signo que aborda síntomas a corregir. Dentro de él, deja ver un ejército que no se había modernizado frente a sus competidores, con problemas en el campo social en los métodos de alistamiento forzoso, con grandes carencias para poder ser efectivo y con un soldado que hay que motivar. Para ello hablamos de unas medidas que honraran el servicio y que, por ser más suaves y consideradas así como justas, harían al reemplazo menos reticente al servicio y, por tanto, más efectivo en el combate al sentirse más ligado a la tierra, a su unidad y oficialidad y menos preocupado incluso por sus seres queridos en su ausencia. La cuestión, con ello, era no ser gravoso a la delicada economía española y hacer del ejército algo incluso productivo para la vida civil. Sólo restaría saber si, una vez aplicado, sería tan efectivo como el autor quiso exponer.
Legislación del oficio
Antes de iniciar el análisis del ejercicio del cargo, es necesario resumir cuáles eran las competencias teóricas del oficio. Para ello, sintetizaremos el contenido de las dos Valencia, 2003 4 Las excepciones se reducen a citas en las introducciones de los libros del mostassaf y algunos artículos: Vicent Salavert Fabiani, "Notes sobre la sanitat municipal a la València dels XVI i XVII: les competències del mostassaf en matèria de mercats i conservació dels carrers", Afers, 5/6, (1987), pp. 223-271, Josepa Cortés Escrivá, "Les actes del mostassaf de Sueca (1571-1578)" , Anàlisi local i història comarcal. La ribera del Xúquer, Valencia, Diputación de Valencia, 1990, pp. 33-52 y Miquel Amengual Bibiloni, "L'ofici de Mostassaf a la vila de Pollença: 1410-1430", Randa, (2014), 72, pp. 11-34. 5 Antoni Pons Pastor, Libre del Mostassaf de Mallorca, Palma, CSIC-Escuela de Estudios Medievales, 1949. 6 Jaume Serra Barceló, "Intervencionisme i control de mercat. Notes introductòries. (s. XVII)", en Antoni Riera Melis y Maria Barceló Crespí (Coords.) Actes de la XIV Jornades d'Estudis Locals: La Mediterrània, àrea de convergència de sistemes alimentaris (segles V-XVIII), Palma, IEB, 1995, pp. 333-345. Emilio Bejarano Galdino, "El almotacén y el desarrollo urbano de Palma en el siglo XVI", en Enrique Martínez Ruiz, Madrid, Felipe II y las ciudades de la Monarquía. Las ciudades: capitalidad y economía, Madrid, Editorial Actas, 2000, pp. 319-326. 7 Margalida Bernat Roca y Jaume Serra Barceló, "Els novatores de Montision i la reforma del sistema mètric mallorquí", BSAL [Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana], 59, (2003), 109-132. 8 Faltan documentos para completar el análisis: carecemos de libros de ingresos del real patrimonio de la mayor parte del siglo XVII, algunas actuaciones del mostassaf no se registraban por escrito y parte de la documentación se ha perdido, está en mal estado o se encuentra en manos privadas. 9 Vincent Milliot: "Histoire des polices. L'ouverture d'un moment historiographique", Revue d'histoire moderne et contemporaine, 54/2, (2007), 162-177. recopilaciones de capítulos del mostassaf de Palma 10 . La primera de ellas fue redactada en 1449 11 , la segunda data de 1678, y fue reimpresa en 1796, con añadidos elaborados entre 1696 y 1794 12 Sin entrar en detalle, como primera conclusión de la comparativa podemos establecer que el mostassaf fue perdiendo capacidad para controlar algunas industrias y aspectos comerciales, concentrando su actuación en la limpieza y mantenimiento de calles e inmuebles y en el mercado de abastos. En relación con las cantidades de las penas, hay una actualización de las mismas, siendo las cantidades más repetidas en los capítulos de 1678, de 1 y 3 libras, que eran sumas considerables para los posibles infractores, principalmente, artesanos y vendedores 16 . Las sanciones inferiores a 1 libra oscilaban entre los 2 y 10 sueldos y hacían referencia a aspectos menores: la limpieza de las calles que debía hacer cada vecino de su tramo, la venta de achicoria y carrizo, la forma de llevar las bestias de carga por la ciudad, la tarifa del tocino, algunas prácticas concretas de la venta de fruta, el uso de jarras en la medición de aceite o el acabado en las obras de acequias 17 . Además, la combinación de la pérdida del género y el pago de cantidades que iban aumentando tras cada multa aseguraban su capacidad disuasoria. Otro elemento destacable, es la desaparición en el libro de 1678 del tercio destinado al acusador, el cual pasó a ser cobrado por los ministros del mostassaf, siendo un 10 11 Antoni Pons Pastor, Libre del mostassaf…, pp. 1-137. 12 De esta recopilación se han conservado impresos en distintos archivos y bibliotecas. Hacemos uso de la copia depositada en la Biblioteca Bartolomé March [BBM], 78-VII-14. 13 Divididos de la siguiente manera: 125 de 1678, de los cuales del 117 al 125 limitan el ejercicio del oficio, 5 de 1696, 3 de 1775, 6 de 1779, 1 de 1780, 6 de 1787, 12 de 1793 y 1 de 1794. También hay una sentencia de 1764 sobre la capacidad para tasar los precios de los vegetales que tenía el regidor de mes, como heredero de las funciones y capítulos del mostassaf. 14 Se incluye en este apartado: horarios de uso de las plazas, ordenanzas sobre el ejercicio del cargo y elección de agentes y productos no relacionados con la alimentación o la industria textil o del cuero. 15 En algunos capítulos aparecen dos o más disposiciones distintas sobre el producto o tarea indicado en el índice, en el capítulo o en el punto. 16 La multa de 1 libra se repite 55 veces y la pena de 3 libras en 53 ocasiones. 17 indicativo del proceso de profesionalización del control de la policía urbana 18 . En definitiva, a través del estudio del mostassaf se puede apreciar, en parte, la adaptación de las instituciones urbanas medievales a los nuevos modos de producción e intercambio del mundo moderno 19 .
Problemas de jurisdicción
Otra de las razones en las que se fundamenta la pérdida de poder del mostassaf es el aumento de barreras jurisdiccionales sobre las cuales no podría hacer valer sus competencias. En una dinámica iniciada ya en la Baja Edad Media, las autoridades reales ampliaron su capacidad de influencia en un mayor número de aspectos del gobierno municipal 20 . Por lo tanto, también intentaron controlar elementos tan sensibles para la administración de la ciudad como los abastos 21 , la regulación urbanística 22 o la limpieza 23 . Esta idea, es común a otros territorios levantinos de la Corona de Aragón ya desde el siglo XIV. Así, en los privilegios del mostassaf de Valencia y Barcelona se incluyen órdenes reales a sus oficiales para que no se entrometiesen en ninguna materia del mostassaf 24 . En la Edad Moderna encontramos ejemplos similares. Como sería el capítulo otorgado a la ciudad de Gerona por el rey Fernando el Católico en las Cortes de Monzón de 1510 confirmando los privilegios del mostassaf y remarcando sus competencias con el fin de superar el conflicto jurisdiccional con el batle 25 . Lo mismo se reguló en el caso de Ibiza en 1655 26 . Un caso destacable es el ocurrido en Valencia en 1652 cuando el batle real arrestó al mostassaf por prohibir vender vegetales en los poyos de la pescadería 27 . Además, intentó, con la connivencia del oficio de pescadores, arrogarse la capacidad de asignar a las pescaderas las mesas de venta que les correspondían, pasando por encima de la jurisdicción del mostassaf y del municipio. El abogado de la ciudad de Valencia envió un informe a la corte defendiendo que el mostassaf era la máxima autoridad sobre el mercado de alimentos. Apuntaba, también, que se trataba de un agente de origen real, por lo que, las modificaciones debían hacerse mediante mandato directo del rey. Los problemas entre el mostassaf y el batle por la jurisdicción de la pescadería se mantuvieron hasta el último cuarto del siglo XVII 28 . Se observan pues, problemáticas similares a lo largo de buena parte del territorio de la corona de Aragón vigentes durante toda la existencia del cargo.
En el caso mallorquín, también se detecta la voluntad de las instituciones reales y regnícolas influir sobre la jurisdicción de la institución. Teóricamente, por orden del virrey se irá apartando al mostassaf de algunos de los campos sobre los que legalmente tenía capacidad de actuación según los capítulos 29 . No hay que olvidar que en el mostassaf concurrían rasgos propios de oficiales universales y reales. Como en el caso de otros oficios, se regía por ordenanzas elaboradas por los jurados de la universitat que eran sancionadas por el virrey y rendía cuentas al patrimonio real, ingresando un tercio de las multas recaudadas 30 . Por ejemplo, en 1537 desde el real patrimonio se le ordenaba que se inhibiese en los pleitos sobre paredes medianeras de casas bajo alodio real y que no sancionara el lanzamiento de basuras en el torrente de la Riera a su paso por la ciudad 31 . Por lo tanto, el mostassaf debería haber cesado en sus funciones como juez o agente de estas materias, algo que no ocurrió. Hay ejemplos de cómo entre los siglos XVI y XVIII el mostassaf emitió sentencias en materia urbanística, de limpieza de calles y de lindes 32 . Otro ámbito en el que la jurisdicción del mostassaf de la ciudad se puso en duda fue su función como juez de apelación de las sentencias emitidas por los mostassafs de los pueblos de la isla 33 . En algunos casos se consideró que eran los batles reales de cada villa los que debían juzgar esas materias, aunque, se conservan ejemplos de apelaciones que llegaron al mostassaf durante todo el periodo. El rey usó, también, de la potestad que tenía sobre el cargo. Así, Felipe II ordenaba en 1595 el 26 Entre otras, se le asignó aprobar el precio del vino y se le obligaba a hacer todas sus declaraciones en la sala de la universitat ibicenca bajo pena de 50 libras. Enrique Fajarnés Tur, "Capítols de política i bon govern de la illa de Iviça fets en 1655", BSAL, 5, (1893-1894), pp. 178-187. 27 Donato Sánchez del Castellar, Informe a la S. C. R. Magestad del Rey nuestro señor, por parte de la ciudad de Valencia, en favor de la iurisdicción de su almotasén, Valencia, Imprenta de Silvestre Esparsa, 1652. 28 Concretamente entre 1677 y 1678. Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, Legajos, 796, nº49. 29 Al igual que en el siglo XIV se habían concedido al mostassaf prerrogativas propias del veguer como el control sobre los oficios dedicados a la transformación de alimentos o en pesos y medidas. Margalida Bernat Roca y Elvira González Gonzalo, "Un conjunt de mesures de terrissa de la Societat Arqueològica Lul·liana (Mallorca, segles XV-XVIII)", BSAL, 67, (2011), pp. 160-161 y Jaume Sastre Moll, "El Libre del Veguer de la Ciutat de Mallorca (1326)", BSAL, 70, (2014), pp. 75-99. 30 Antonio Planas Rosselló, "El Mestre de guaita y la custodia de esclavos en Mallorca", BSAL, 52, (1996), pp. 109-110. 31 ARM, Real Patrimonio [RP], 2280, sf. 32 Como ocurría en otros territorios de la Corona de Aragón. Josep Serrano Daura, Senyoriu i municipi a la Catalunya nova (segles XII-XIX), Barcelona, Fundació Noguera, 2000, p. 892. 33 Antonio Planas Rosselló, El Sindicat de Fora, Palma, Font Editor, 1994. nombramiento de un asistente del mostassaf y, anticipándose a posibles quejas, que finalmente llegaron y quedaron sin efecto, obligaba a aceptarle bajo pena de 50 libras 34 . En octubre de 1587 los organismos municipales intentaron frenar esta pérdida de poder, como ya se había hecho en 1555 35 , acordando defender en la corte las prerrogativas de los jueces universales, especialmente del mostassaf cuyas atribuciones estaban en retroceso desde la creación de la Real Audiencia 36 .
La doble naturaleza del cargo, real-municipal, llevó a que en ocasiones fueran la monarquía y sus agentes en el reino los que defendiesen las competencias mostassaf frente a otras jurisdicciones. Por ejemplo, Fernando el Católico frenó las pretensiones de los maestros de las cecas de las ciudades de la Corona de Aragón de eximirse del cumplimiento de los capítulos del mostassaf 37 . El 31 de enero de 1550, era el lugarteniente general quien ordenaba al mostassaf, atendiendo la súplica de los jurados, que ejecutara los capítulos concernientes a vías públicas y cornisas de casas en alodio de magnates 38 . En varias ocasiones a lo largo de la época moderna fueron la Inquisición y los familiares del Santo Oficio quienes trataron de exentarse de esa jurisdicción. Así, en 1607, el nuncio del inquisidor fue visto increpando al mostassaf por haber embargado toda la nieve que había en la ciudad, a lo que éste contestó que lo hizo por orden del virrey. Al ser informado, el inquisidor ordenó al nuncio volver a casa de Juliana Torrella, poseedora del monopolio de la venta de nieve en la ciudad, donde adquirió 55 libras de la nieve embargada, ignorando las órdenes del virrey ejecutadas por el mostassaf 39 . Dos años después, en 1609, se determinó, entre la Inquisición y la Real Audiencia, que el mostassaf intervendría en los fraudes que cometiesen los miembros del Tribunal del Santo Oficio, que la inquisición no podría asumir su defensa y el mostassaf ejecutaría las penas dispuestas en sus capítulos 40 . En los conflictos entre el obispado y la administración, la jurisdicción del mostassaf también estuvo presente. En un memorial redactado por el gobierno regnícola en 1566, momento de desencuentro con la autoridad episcopal 41 , aparece, entre las quejas apuntadas, la detención del mostassaf. El encarcelamiento se debió a que el mostassaf impidió al mayordomo del obispo adquirir cierta cantidad de carne, ya que los jurados habían ordenado su racionamiento como medida para afrontar la carestía 42 .
En definitiva, tratándose de un cargo mixto, real y municipal, la superposición de jurisdicciones y competencias fue consustancial al cargo 43 . Así, debido a la falta de incentivos que se derivaba de que el cargo fuera anual, la falta de un sueldo fijo difícilmente compensada con el tercio de las multas impuestas o de los problemas potenciales que podía suponer para la persona electa el enfrentarse con otras autoridades o los magnates por cuestiones jurisdiccionales o, con el resto de habitantes de la ciudad por la aplicación de los capítulos, se ha supuesto que su ejercicio debió ser muy irregular dependiendo más de factores coyunturales que de los reglamentos.
Evolución del ejercicio del oficio
Atendiendo a la fosilización de los capítulos y a los problemas jurisdiccionales, la actividad del cargo debería haber caído en la anécdota. Para poder cuantificar y ver la evolución del ejercicio del oficio, la única fuente disponible es el registro del pago al real patrimonio de lo que le correspondía sobre las multas impuestas. En los capítulos se preveía un reparto por tercios: uno al mostassaf, otro al acusador y otro al real patrimonio. En caso de no haber acusador, ese tercio pasaba al fisco real o a los ministros del mostassaf. Si bien, al crearse el cargo, del tercio del mostassaf debían salir, su propio salario, el de sus agentes y el de los veedores y peritos que le asesoraran en pleitos 44 , aunque, ya en el último capítulo de la recopilación de 1449, se fijaba, que en caso de no mencionarse el tercio para el acusador, se diera a los agentes del mostassaf 45 . Tabla 2. Multas cobradas por el mostassaf de Palma entre 1500 y 1621 (en libras) 46 . 44 Antoni Pons Pastor, "Constitucions e ordinacions del Regne de Mallorca (Continuació)", BSAL, 23, (1930-1931), pp. 412-420, Antoni Pons Pastor, "Constitucions e ordinacions del Regne de Mallorca. Capítols de ordinacions fetes pel Sr. Rei pertocants al règim de la casa de la Juraria de Mallorca (1373)", BSAL, 24, (1932-1933), pp.315-321 y BBM, 78-VII-14, f. 1r. 45 A. Pons Pastor, Libre del mostassaf…, p. 137. 46 Las fuentes son limitadas para los siglos XVI y XVII, cubriendo, de forma irregular, el periodo 1500-1621. A partir de esa fecha, hemos de acudir a otros documentos para intentar obtener una aproximación cualitativa a la labor del oficio durante el siglo XVII. Durante el siglo XVI el volumen de actividad aumenta. Tras los ingresos mínimos de las fechas en torno a las Germanías, en los años 30' se recuperó y superó el nivel de inicios del siglo XVI. En un momento de crecimiento de la población como fue la segunda mitad de la centuria, la labor del mostassaf era irrenunciable. Con las carestías de finales del siglo XVI e inicios del siglo XVII la importancia de su papel se mantendrá, a pesar de la caída en torno a los años 70', que podría estar relacionada con la creación de la Real Audiencia, que situaba los ingresos a niveles anteriores a la Germanías. La superación de esa situación vino en noviembre de 1576. En esa fecha, el virrey aprobó un aumento de las penas impuesta contra horneros, las cuales pasaron de 5 sueldos a 3 libras 47 .
A la vista de los datos recopilados podemos concluir que si bien las autoridades reales y regnícolas asumieron algunas de las labores incluidas en los capítulos del mostassaf, en realidad, no sustituyeron al magistrado en sus funciones 48 . De hecho, a falta de conocer mejor el ejercicio del cargo en la Baja Edad Media, no parece que haya una reducción de su actividad. Más bien se trataría de una reorganización y adaptación de los cargos subalternos y de las jurisdicciones a lo largo de la Edad Moderna. Durante el siglo XVII el oficio dependerá, cada vez más, de la administración municipal. Así, parece que a lo largo del siglo XVII la principal función del mostassaf será la de garantizar la disponibilidad de alimentos básicos. En las reuniones de los consejos o en los libros de contabilidad de molineros, horneros y carniceros encontramos órdenes o apelaciones a las multas recibidas 49 . Por ejemplo, en las reuniones de los molineros de viento entre 1652 y 1690 hay menciones continuas sobre las relaciones con el mostassaf 50 . También en la documentación sobre la ejecución de las políticas locales, el mostassaf aparece en los asuntos relativos al abastecimiento urbano como la creación de las tarifas del pan 51 , la inspección de la salubridad de las carnes 52 y otros alimentos 53 , en la recepción de las importaciones de cereal 54 , el reconocimiento de la salubridad de productos y personas llegadas al puerto 55 o en el nombramiento de cargos subalternos como alguaciles o pesadores 56 . 47 ARM, Audiencia 51, f. 457r. 48 Por ejemplo, las Pragmáticas de 1600 y 1614 reservaban parte del control del comercio a las autoridades reales. Jaume Serra Barceló, "Intervencionisme i control...", pp. 341-342. 49 Los jurados, con la colaboración del mostassaf podían alterar los capítulos de esos gremios. Antoni Pons Pastor, "Els gremis. Capítols dels moliners d'aygue", BSAL, 23, (1930-1931), pp. 82-84. 50 Biblioteca Nacional de España, Manuscritos, 18047. Hay ejemplos del 18 de agosto de 1652, 14 de julio de 1658, 28 de junio de 1662, 3 de junio 1663, 31 mayo 1665, 1 de agosto de 1666, 25 de noviembre de 1668 o 6 de agosto de 1684. De especial interés es el acuerdo del 15 de diciembre de 1696 revocando el pago de 9 libras a los ministros del mostassaf con las que se intentaba conseguir su favor. 51 En 1644 se hizo un ensayo para fijar los precios y pesos del pan en presencia del mostassaf. Eusebi Pascual y Estanislao Aguiló, "Noticias y documentos del siglo XIII. II. Dels flequers", BSAL, 4, (1891-1892), pp. 214-217. 52 Enrique Fajarnés Tur, "La inspección de carnes en Palma (1684)" BSAL, 9, (1899-1900), p. 349. 53 Enrique Fajarnés Tur, "Licencia para vender granadas. Precio e informe facultativo. 1695", BSAL, 9, (1899-1900), p. 369. 54 ARM, Extraordinaris de la Universitat [EU], 33, f. 22v. 55 Enrique Fajarnés Tur, "Un reconocimiento médico en el lazareto de Palma (1677)", BSAL, 9, (1899-1900), 349. 56 ARM, EU, 33, ff. 297r-297v.
A partir de estas se comprueba que el mostassaf cumplía regularmente con las disposiciones de los capítulos y con órdenes específicas de los jurados de la ciudad. Tabla 3. Número de actuaciones de los mostassaf en el siglo XVII 57 . 1594 1603 1633 1647 1696 258 162 58 120 471 144 Por ejemplo, en el ejercicio 1646-1647 aparecen 471 actuaciones 59 . Entre las que indican la causa, la mayoría hacen referencia a multas a vendedores y vendedoras por tener mal los pesos o dar cantidades inferiores a las acordadas, por vender productos en mal estado, intentar vender productos de contrabando o sacar provisiones de la isla. Las multas a los colegios de carniceros y panaderos son también continuas. Además, y a falta de consultar documentación generada por otros oficios, el mostassaf y sus agentes no dejaron de actuar en otras esferas como demuestran tanto las fuentes propias del cargo, como los citados libros de multas y los pleitos que por vía de apelación llegaban al juez ejecutor de la universitat, a los jurados o, contraviniendo las disposiciones 60 , a la Real Audiencia 61 .
Table 1594
El oficio en el siglo XVIII
Llegados a este punto, podría parecer que los últimos años de existencia del cargo debieron tener un nivel de actividad residual 62 . A partir de la documentación, se puede matizar esta idea. Se han conservado libros de multas del oficio entre 1702 y 1718, exceptuando el trienio 1713-1715. Estos libros contienen: los pregones que cada mostassaf realizaba al inicio del ejercicio del cargo, los avisos a infractores, embargos, apelaciones, subastas de prendas, avisos a los oficios para que realizaran algún trabajo o sentencias por pleitos entre particulares por cuestiones urbanísticas y uso de aguas. Aunque el número de intervenciones cae con respecto al siglo anterior, no parece que el oficio dejara de tener una actividad constante. Tabla 4. Número de actuaciones del mostassaf entre 1702 y 1718 63 . 1702 1703 1704 1705 1706 1707 1708 1709 1710 1711 1712 1717 1718 37 148 44 57 52 31 71 85 77 100 47 41 68 57 A partir de libros de bandos. Se contabilizan las actuaciones que conllevaron multa. 58 Es una cantidad mínima dado que el libro está incompleto y en muy mal estado. 59 El Decreto de Nueva Planta de la Real Audiencia de Mallorca de 1715 no explicitaba la eliminación del cargo, por lo que Pere Pax Nét siguió ejerciendo hasta el 6 de septiembre de 1718. En esta fecha, un informe real respondiendo algunas dudas surgidas en la aplicación del decreto, suprimía el oficio 64 . En realidad, más que de supresión, se puede considerar una transformación del cargo, en un proceso de transición institucional compartido con el conjunto del sistema de gobierno municipal 65 . Así, las prerrogativas del oficio pasarían a uno de los regidores de mes del recién creado ayuntamiento palmesano. Muestras de esta continuidad serán el uso hasta 1720 por parte de los regidores de mes del mismo libro que de 1716 a 1718 había utilizado el mostassaf para anotar sus intervenciones o la conservación del nombre mostassaf en documentos del siglo XVIII 66 . Sería la definitiva absorción del cargo en la esfera municipal, dentro ya del marco del ayuntamiento borbónico, a su vez, más controlado desde las instituciones reales. El estudio del regidor de mes a lo largo del siglo XVIII proporcionaría más información sobre el alcance de las continuidades y rupturas en relación al modelo anterior 67 .
Table 1702
La clavaria mayor de la ciudad de Lleida entre 1652 y 1707. Una propuesta metodológica para el estudio de las finanzas municipales
The treasury of the city of Lleida between 1652 y 1707. A methodological proposal for the study of municipal finances Gabriel
Resumen:
En esta comunicación se analiza la evolución financiera de la clavaria mayor de la ciudad de Lleida durante los años que van desde el final de la guerra dels Segadors hasta la llegada de la guerra de Sucesión al municipio. Con ello, se pone de relieve el enorme peso que tenía la deuda sobre las finanzas municipales, la que aumentó fuertemente a causa del conflicto militar y la consecuente crisis económica, llegando a niveles insostenibles y forzando la firma de concordias con los acreedores para reducir los intereses. En este breve estudio también se evidencia que los bloqueos políticos para aplicar reformas estructurales del sistema financiero de la institución, mantienen el consistorio alejado de los beneficios de la recuperación económica de finales de siglo. Palabras Clave: Crisis económica, deuda pública, finanzas municipales, recuperación económica, siglo XVII.
La ineficaz búsqueda de métodos de financiación regulares durante el siglo XVI hizo que se tuviera que utilizar la vía del crédito como recurso imprescindible para poder hacer frente a todos los compromisos de la Monarquía, tanto internos como externos. A la llegada de Felipe IV, la situación hacendística era preocupante y esto provenía del llamado déficit flotante, procedimiento que se utilizó para el sostenimiento económico de las Casas Reales desde el reinado de Felipe II y que había dado lugar a un cúmulo de deudas y atrasos que afectaban a todo el egreso, incluyendo las Casas Reales. En los primeros años de su reinado, hubo un continuo intento de racionalizar el gasto, comenzando por la Casa Real, con el objetivo de reducir la deuda que se había contraído anteriormente. No obstante, las continuas guerras en las que se involucró España hicieron que se llevaran a cabo negociaciones con los asentistas, deteriorando aún más el erario real y que terminó en la bancarrota de 1627, enmarcada dentro de una crisis que comenzaría en 1626 y no acabaría hasta 1628. Con la suspensión de pagos, todos los gastos ordinarios quedaron suspendidos hasta mayo de 1631 y el cobro de gajes se atrasó aún más. Debido a estos atrasos y a la irregularidad en la presentación de las cuentas de los tesorerosincluido el maestro de la cámaraen la Contaduría Mayor de Cuentashasta 1633 -, hubo serios problemas para realizar la cuantificación anual del coste de la Casa Real. Sin embargo, el estudio de las cuentas de los maestros de la cámara es un medio que nos ofrece datos imprescindibles para el conocimiento del funcionamiento y la organización del servicio palatino-doméstico; y sus dimensiones como fuente de obtención de recursos fiscales y financieros del monarca. Además nos sirve para valorar económicamente la Casa de Borgoña, como centro de consumo, en el que había una importante demanda de bienes y servicios. El objetivo de este trabajo es ver la evolución de la distribución del gasto desde el inicio del reinado de Felipe IV hasta la década de 1630, el destino que tuvieron los egresos dentro de la Casa Real a través de las cuentas de Tomás de Cardona y los problemas que tuvo para efectuar los pagos, sobre todo, tras la bancarrota de 1627. Palabras clave: Casa Real, gasto, maestro de la cámara, Casa de Borgoña, corte.
Las fábricas de tabacos sevillanas se convirtieron en un auténtico gigante de la industria española de la Edad Moderna. Las ingentes cantidades de tabaco producidas en su interior permitían, a su vez, el sostenimiento económico de gran parte de la maquinaria estatal. Ahora bien, en torno a la industria tabaquera se fue forjando a lo largo de toda la Edad Moderna un entramado fraudulento y contrabandista que llegó a adquirir unas dimensiones temibles a ojos de la corona. Desmarcándonos en cierta medida de la perspectiva global y económica con la que mayoritariamente se ha investigado el fraude tabaquero, este estudio intenta aportar una nueva perspectiva centrándose en un escenario más concreto: las Reales Fábricas de Tabacos de Sevilla durante las décadas de 1740 y 1750. Los protagonistas de esta investigación, como cabe deducir, no son otros que los propios operarios y empleados de la maquinaria fabril hispalense. Individuos muy familiarizados con el fraude del tabaco aunque, por el contrario, no lo suficientemente estudiados en este sentido. Palabras Clave: Tabaco, fraude, Sevilla, Edad Moderna, reales fábricas, operarios de fábricas, conflictividad.
La Germanía mallorquina demostró el descontento de la mayor parte de la sociedad insular, contra el desigual reparto de la carga fiscal. Su radicalización llevó a la alineación de los tradicionales grupos del poder mallorquín. El resultado de esa convergencia fue la organización de una expedición armada contra la revuelta. El análisis de la documentación contable del contingente anti-agermanado muestra esa comunión de intereses, en lo que respecta a las aportaciones de capital necesarias para preparar la expedición en Ibiza, a finales de 1522. Los gastos permiten seguir el desarrollo de la campaña desde la Pitiusa mayor hasta la capitulación de la ciudad de Palma, en abril del año siguiente. Analizaremos una cuestión poco tratada por la historiografía sobre el tema: el uso del elemento militar como forma de poder y medio para restaurar la autoridad real y a las elites tradicionales en el ejercicio de su dominio. Palabras clave: Germanía, Mallorca, revuelta, ejército, asedio, peste.
Francisco I fue el gran enemigo del emperador y por tanto de Isabel. El monarca francés ya se había enfrentado a Carlos V antes de que la emperatriz se casara con el césar, volvería a hacerlo con ella al frente de la lugartenencia de los reinos, y nuevamente tras su muerte. Desde el principio, Isabel actuó con contundencia en el cumplimiento de las directrices marcadas por su marido. No se fió de Francisco I y denunció su comportamiento con alianzas que atentaban contra la cristiandad. Isabel defendió el sentido de la justicia al exigir un buen trato para los hijos del monarca francés retenidos durante más de cuatro años en España. Aunque a la corte francesa llegó en 1530 la nueva esposa del rey, Leonor, que era cuñada y también madrastra de Isabel, las relaciones entre ambas monarquías sólo conocieron escasos momentos de relativa tranquilidad. Coincidiendo con el quinto aniversario de la coronación de Francisco I (1515) resulta interesante comprobar cómo fueron los movimientos de la emperatriz. Además de sus iniciativas para frenar el avance musulmán, la duda permanente hacia Francia fue el asunto de la política exterior que más le preocupó durante sus mandatos. Palabras Clave: Isabel de Portugal, Carlos V, Francisco I, defensa, paz.
La derrota ante los españoles en las largas "guerras de Italia" debilitó notablemente a Francia, y la nobleza estaba profundamente dividida por la penetración del calvinismo. Un testigo privilegiado de este periodo de inestabilidad es el embajador Tomás Perrenot, señor de Chantonnay, quien informaba periódicamente al monarca de la grave crisis a la que se enfrentaba Francia, y que se agudizaría a la muerte de Enrique II. Chantonnay consideraba que para fortalecer la autoridad monárquica, era necesario sofocar la herejía que estaba erosionando el poder real, y que llevaba a antagonismos en el seno de la misma corte. Esa sensación de anarquía se desprende con nitidez al revisar las cartas que, casi diariamente, le enviaba el embajador a Felipe II y que hoy se conservan en el Archivo General de Simancas. Los informes de riñas al interior de los templos, de la presencia de predicadores protestantes en el propio palacio real y de los desórdenes callejeros que se producían en diversas ciudades de Francia, dan cuenta de un reino al borde de la guerra civil, a pesar de la política conciliadora de la reina. El embajador español se dio cuenta de la tensión del ambiente, y que cualquier incidente, por trivial que fuese, podía tener consecuencias funestas. Palabras clave: Diplomacia, guerras de religión, crisis de autoridad
La Batalla de San Quintín es uno de los acontecimientos más afamados del siglo XVI y uno de lo más celebrados de todos los tiempos como victoria militar. Se desarrolló en el Norte de Francia, el día 10 de Agosto de 1557 festividad de San Lorenzo. Su notoriedad, debido a la magnitud del resultado, ha eclipsado el conocimiento del desarrollo y planificación de la propia operación bélica. La principal fuente utilizada en este artículo intenta responder algunos interrogantes que sucedieron durante el desarrollo de la campaña, se plantean algunas cuestiones que manifiestan claramente la preocupación por potenciar el papel del nuevo monarca en su primera guerra, en busca del necesario honor y reputación. Algunas de estas maniobras iban en contra del desarrollo de una estrategia militar adecuada. La metodología para mostrarlo consiste en emplear las fuentes más directas, nos referimos al diario de campaña entre el capitán general Felipe II y su comandante el duque de Saboya que se guarda en el Archivo General de Simancas.
Palabras clave: San Quintín, Felipe II, duque de Saboya, rey soldado, prestigio, honor, reputación, diario, campaña de guerra, expedición militar, operación bélica.
La Unión de la corona de Portugal a la Monarquía hispana en la persona de Felipe II supuso la agregación del imperio portugués al conjunto patrimonial de Felipe II. El funcionamiento de la Monarquía era impensable sin la operatividad de las armadas del Rey. Durante los sesenta años que el reino luso estuvo incorporado al patrimonio de los Hasburgo, se produjo un intercambio y transferencia de hombres, recursos económicos y materiales entre las cortes de Madrid y Lisboa que permitieron mantener en funcionamiento las armadas del rey en el reino de Portugal. El principal objetivo de este trabajo es dar a conocer algunas de las estrategias empleadas por Felipe II para garantizar el aprovisionamiento de madera para las armadas en la corte de Lisboa. Estrategias que fueron repetidas durante la Unión. Por un lado, la conservación y explotación de las coutadas y matas en el reino de Portugal y, por otro lado, la firma de asientos por los ministros del Rey Católico en las cortes de Lisboa y Madrid. Palabras clave: Armadas del rey, cortes de Madrid y Lisboa, madera, Coutadas y matas, asientos.
Hablar de las negociaciones hispano-neerlandesas que llevaron a la firma de la Tregua de los Doce Años como el fruto de la mera actuación de centros políticos limita la enorme complejidad y el alcance de estos contactos. Una revisión pormenorizada nos mostrará cómo dichas negociaciones no pueden ser concebidas como un asunto restringido solamente al interés y la actuación de los gobiernos de Madrid, Bruselas y La Haya, sino que hubo otros poderes, grupos e individuos que intervinieron en el proceso. Palabras clave: Monarquía Hispánica, Flandes, Países Bajos, Ambrosio Spínola.
La defensa de Cádiz de 1625 frente a los ingleses fue ampliamente representada en las relaciones de sucesos como uno de los grandes acontecimientos de aquel año. La nobleza implicada en la batalla las utilizó para dar su propio punto de vista sobre lo sucedido. El análisis de las relaciones de sucesos y sus redes de comunicación permite estudiar desde otra perspectiva las disputas cortesanas, así como demostrar el interés por el control de una incipiente esfera pública. Palabras clave: Relaciones de sucesos, Cádiz, noticias, información, duque de Medina Sidonia, esfera pública
El análisis del régimen municipal en las principales villas de señorío en territorio palentino y su relación con las diferentes instancias jurisdiccionales de la Edad Moderna, especialmente los grandes señores nobiliarios y la Corona, nos permitirá aproximarnos a diversos aspectos del Antiguo Régimen. Abordaremos, así, no sólo la organización y articulación territorial, sino también las relaciones que se establecieron entre señores y vasallos, tanto los mecanismos de control por parte de la élite nobiliaria, como las vías de resistencia y oposición por parte de los vasallos para mantener su autonomía y control. Esta conflictividad social se encauzó fundamentalmente por vía judicial, aunque estalló de forma violenta en momentos puntuales y supuso la elaboración de un verdadero discurso político por parte del común. Palabras clave: régimen señorial, régimen municipal, nobleza, conflictividad social.
Este artículo se propone ofrecer una nueva perspectiva sobre la figura de Ripperdá, situándola en relación con los discursos políticos del tacitismo y la razón de Estado que circulaban a principios del siglo XVIII. Ello incluye la teorización de la política en la cultura cortesana, tomando como referencia la obra de Baltasar Gracián. También trata de analizar su actuación a través de las críticas de la sátira y la correspondencia del personaje y los que lo conocieron. Como conclusión, se propone la posibilidad de entender a Ripperdá como un go-between, que quiere adaptarse y conquistar el poder para obtener un beneficio personal, a la vez que reformar la situación de España. Las ambigüedades del personaje lo acercan al arquetipo del trickster o "burlador", usando la seducción y el artificio al mismo tiempo que es engañado durante su misión en Viena. Palabras clave: Juan Guillermo Ripperdá, Baltasar Gracián, cultura cortesana, razón de Estado, reformismo borbónico, sátira, go-between, trickster, Paz de Viena (1725).
En este trabajo nos proponemos revisar la concepción del poder en la España del reformismo borbónico que exploraron los historiadores del siglo XIX, un aspecto que se encuadra en una tesis en curso sobre la interpretación liberal y romántica del siglo XVIII. El siglo de la Ilustración y del absolutismo mirado a través de este filtro puede dejarnos entrever rastros de varias discusiones. La principal inquietud que los historiadores del siglo XIX tenían sobre el siglo XVIII era comprender en qué medida se había contribuido al "progreso" de la "nación" española. Entre el período de "decadencia del imperio" (representado por el último reinado de los Austrias) y la "revolución nacional" de la Guerra de Independencia, había un siglo cuya naturaleza estaba por establecer. El proyecto político del nacionalismo exigía un relato sobre el pasado y los historiadores tuvieron la misión de construir una memoria sobre la España borbónica que fuera coherente con su identidad nacional. Palabras claves: historia de la historiografía, despotismo, absolutismo, nacionalismo, ilustración, reformismo borbónico
En este texto se lleva a cabo un balance crítico-analítico provisional de los estudios sobre la expansión de la conciencia política común en la sociedad española del Antiguo Régimen. Partiremos de una breve introducción en la que trataremos de situar los orígenes de la polémica tesis sobre la "politización" del mundo Moderno, una base teórica desde la que analizaremos la producción historiográfica publicada en la última década en algunas de las revistas del ámbito modernista más significativas. Finalmente, propondremos posibles líneas de interpretación que nos ayuden a comprender el complejo desarrollo de un fenómeno historiográfico en auge pero carente de sistematicidad y precisión metodológica. Palabras Clave: Politización; Historiografía; Opinión política; Información; Circulación.
El presente estudio analiza el papel desempeñado por la escritura y el documento real, como estrategias de poder, en la Real Audiencia y Chancillería de Charcas durante el siglo XVI. Las facultades documentales y representativas otorgadas a la institución, desempeñadas por los delegados del rey en Charcas, permitieron la expedición en nombre del monarca con el empleo del sello real de Indias. Así mismo, perpetuaron la memoria real e institucional con la conformación y mantenimiento del registro.
Nuestra investigación se sitúa en el contexto de las consecuencias provocadas por las revoluciones de la década de 1640. Pretende estudiar las transformaciones que experimentó la Monarquía hispana en el período que se ha calificado como decadencia, que ha sido abordado desde planteamientos netamente económicos. Las transformaciones que se dieron en las cortes virreinales tuvieron como consecuencia un intento por llevar a cabo una reorganización política que permitió mantener la soberanía de estos territorios unida más allá del cambio dinástico producido tras la muerte de Carlos II. Durante la segunda mitad del XVII la política de la Monarquía dejó de centrar su atención sólo en los territorios europeos para poner sus ojos en los americanos, que pasan a tener un peso político notable en comparación con la centuria anterior. ¿Cómo afectan estos cambios a las élites americanas? En esta contribución pretendemos resolver este planteamiento utilizando como ejemplo los conflictos que se produjeron entre el arzobispo de Lima y el virrey del Perú entre 1681 y 1689, mostrando con ello que las reformas borbónicas ulteriores tienen un origen en el reinado del último monarca de la Casa de Austria. Palabras claves: Virrey, América, arzobispo, reorganización política, inmunidad eclesiástica.
El ascenso al valimiento del duque de Lerma en 1598 inició un modelo en el que los Sandoval tuvieron un papel determinante en el reinado de Felipe III. Las aspiraciones del valido siempre fueron que el duque de Uceda, su hijo, heredase el valimiento y el mayorazgo de la casa de Lerma. A pesar de esto, la relación entre ambos no estuvo exenta de problemas, produciéndose ciertas disputas por las gestiones patrimoniales que el valido fue realizando en los primeros años del reinado. La consecuencia más evidente de estas gestiones fue el acuerdo realizado entre ellos en 1607, que permitió a Uceda tener un cierto control sobre el patrimonio de su familia. El desacuerdo entre Lerma y su hijo se fue desarrollando de forma paralela al ascenso del duque de Uceda en la Corte y terminó con la muerte de los dos Duques en 1625 y 1624, respectivamente. El heredero de ambos fue el II duque de Lerma, primogénito de Uceda, que tuvo que afrontar los problemas económicos que los valimientos de su abuelo y de su padre generaron para la casa de Lerma. El estudio de estas gestiones patrimoniales y de la relación de Uceda y Lerma demuestra que la familia y el poder eran dos vertientes indisolubles del ejercicio del valimiento. Palabras clave: Duque de Lerma. Duque de Uceda. Reinado de Felipe III. Patrimonio de la casa de Lerma. Valimiento. Mayorazgo.
Poco estudiada, la figura del cardenal protector de Castilla, ambivalente por su doble fidelidad al rey y al papa, estaba en el centro de la configuración de alianzas y dependencias en Roma. Aunque el primer cometido del cardenal protector era la proposición y presentación de las iglesias en consistorio, adquiere, a finales del siglo xvi, un importante peso político que lo singulariza entre los demás ministros del rey en Roma. Examinando el caso concreto de los cardenales protectores de Castilla durante dicho reinado se pueden destacar aspectos significativos de la presencia del cardenal protector dentro del sistema de representación española en Roma. Palabras claves: Cardenales protectores -Representación española en Roma-Felipe III (1598-1621)
El reinado de Carlos III supuso un avance significativo en el control real de la Iglesia y de sus ministros. Con este fin, el monarca aprovechó las ventajas que le ofrecía el reciente Concordato de 1753, el cual había dejado en sus manos la provisión de la práctica totalidad de los beneficios anteriormente reservados por el papa y, en consecuencia, la posibilidad de configurar un nuevo modelo de reclutamiento eclesiástico. Nos preguntamos, por tanto, cómo fue ejercido este poder por parte de la Corona tras el ascenso al trono de Carlos III, dentro del marco de las políticas regalistas del momento y de la visión de la Iglesia y del clero que tenía este monarca. El trabajo que ahora presentamos pretende precisamente analizar el modo y la medida en los que fueron puestas en práctica dichas prerrogativas, en concreto durante la primera mitad de este período. Palabras clave: Poder real; reclutamiento eclesiástico; clero beneficial; Carlos III; siglo XVIII
Family and power in the council of Ourense, like the rest, will be marked by the presence of a number of dynasties through different strategies manage to perpetuate relations. One of the most characteristic were the Verea that by a successful policy, manage to be present since his arrival in the early seventeenth to the first quarter of the nineteenth. Palabras clave: Estrategias familiares, Promoción social, Cabildo, Ourense, Verea
El presente estado de la cuestión pretende analizar el proceso de ascensión social de cuatro importantes linajes nobiliarios valencianos, éstos son, las familias Vilaragut, Cervelló, Mercader y Boïl de Arenós. A tal fin, se estudia su trayectoria y proceso de promoción social, que culmina en el siglo XVII, a partir de los servicios prestados a la Corona y otras estrategias desplegadas para su ennoblecimiento, como son las alianzas matrimoniales. Del mismo modo, se aporta el caso de otro relevante linaje -la familia Vic-para el cual el siglo XVII supuso su decadencia y ocaso, con la finalidad de comprender que el caso de las cuatro estirpes estudiadas no puede hacerse extensivo a toda la nobleza, hecho que daría una imagen distorsionada de la realidad. Palabras clave: Linaje, ascensión social, servicios, conde, Corona, ennoblecimiento, Cortes.
Los Sisternes y los Valonga fueron destacadas familias de juristas del siglo XVII. Ambas llevaron a cabo complejas estrategias matrimoniales encaminadas a la consolidación y promoción social y laboral de sus componentes. Varios miembros de estas familias alcanzaron las máximas cuotas de poder al ocupar los puestos de regentes de las Cancillerías de diferentes reinos de la Monarquía. Este ejercicio del poder y el contacto con las elites de esos lugares sirvieron para consolidar y ampliar sus relaciones sociales y, de esta forma, mejorar las expectativas sociales y profesionales de todo el grupo familiar. Palabras clave: familia, poder, juristas
El objetivo del trabajo es realizar un estudio sobre la tratadística militar entre los reinados de Carlos II y Carlos III, en los que se produjeron muchos cambios en el ámbito castrense. Dentro de esta tratadística nos centraremos más específicamente en las características que los escritores militares solicitaban para los oficiales, tanto morales como técnicas. De esta forma, estudiaremos los cambios que se produjeron entre finales del siglo XVII y del XVIII en el ideario del perfecto militar, así mismo prestaremos también atención a ciertas características que persistieron entre ambos reinados. Palabras clave.: oficial militar, tratados militares, tratadistas
A comienzos del reinado de Carlos IV la política española se encuentra en un momento realmente delicado. Contar con un buen ejército era fundamental ante las amenazas a las que debía hacer frente, especialmente Francia y Gran Bretaña, pero no estaba en las mejores condiciones. Por este motivo se buscaron soluciones para mejorarlo desde la raíz. Entre los distintos proyectos presentados, rescatamos uno muy interesante que se centra en la infantería y pone de manifiesto problemas en las pagas, pertrechos, levas y reclutas, el honor del oficio militar, etc. Recordemos que el ejército está compuesto por hombres, con un origen que se puede ver alterado en sus familias y formas de vida y se trata de una parte importante de la cultura de una nación. Palabras clave: Floridablanca; militar; levas y reclutas; Carlos IV; Revolución Francesa
En el año 1690 llegó a Madrid la princesa palatina Mariana de Neoburgo, la nueva mujer de Carlos II. Su llegada supuso la entrada en el juego político cortesano de la época de una serie de extranjeros que han sido calificados por la historiografía como la camarilla alemana de la reina Mariana de Neoburgo. El presente artículo tiene como objetivo presentar al grupo que rodeó a la reina durante esos años y a analizar su actitud individual y colectiva como un ejemplo de la importancia política que determinados grupos de extranjeros pudieron llegar a tener en un contexto tan concreto y determinante como el de la corte en los últimos años del reinado de Carlos II. Palabras clave: Madrid, Corte, Mariana de Neoburgo, Carlos II, camarilla alemana, extranjeros.
Todas las relaciones se fundamentan en el beneficio común. Si trasladamos este principio al reinado de Felipe IV y sus relaciones con los hombres de negocios cristianos nuevos, nos muestra un interesante panorama de alianzas, retribuciones e intereses, no sólo basados en la obtención de honores por los hombres de negocios cristianos nuevos, sino también en la alineación de los objetivos de la Monarquía y los objetivos particulares de estos hombres de negocios. Palabras claves: colaboración, cristianos nuevos, intereses, Pedro de Baeza, alienación de objetivos, Jorge de Paz.
La reconstrucción presupuestaria a partir de los libros de Cabreos
La serie de libros de cuentas de la clavaria mayor de la ciudad, conservados en el Archivo Municipal de Lleida [AML] bajo la denominación de libros de cabreos, nos ofrece datos de las principales partidas de la contabilidad del municipio, como son los ingresos por arrendamientos o los gastos en pago de pensiones de censal o laudemios (deuda), sueldos de los empleados y representantes municipales y albaranes de gastos corrientes 9 . Es por esto que, atendiendo al hecho que la mayoría de las partidas 4 Jordi Nadal, "La población catalana als segles XVI i XVII", en Joan Maluquer de Motes (Coord.), Història de Catalunya, Barcelona, Salvat, 1998, Vol. VII, pp. 925 y 928. 5 La caída recaudatoria en la ciudad de Lleida no es en absoluto una excepción en comparación con el contexto catalán, pero sí que es uno de los lugares donde se produce de una forma más pronunciada, como se destaca en Jordi Casas i Roca, La hisenda municipal catalana. De la baixa edat mitjana a la revolució liberal (segles XIII-XIX), Lleida, Pagès Editors, 2015. 6 Una visión de la economía municipal durante los años de la guerra que presta un especial interés al aspecto del abastecimiento puede verse en Gabriel Ramon i Molins, "Abastecimiento, política y economía en una ciudad en guerra; Lleida durante la guerra dels Segadors", Actas de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014. En esta obra se apuntan estas políticas de abastecimiento, así como los costos de fortificación y reconstrucción, como principales detonantes de la crisis financiera municipal, que junto con las hambrunas y las epidemias, plasmadas en el desplome demográfico, hicieron de esta una crisis total. 7 contables de la universidad están incluidas en esta serie, o como mínimo las más representativas e importantes, nos hemos atrevido a trabajar únicamente con ellas y a reconstruir lo que podría ser la liquidación de unos presupuestos municipales desde 1655 (primer año pasada la guerra del que conservamos tales libros 10 ) hasta 1705, que presentamos en el gráfico 1. Estos datos, no obstante, contienen una pequeña alteración que a pesar de no distorsionar la discrepancia entre gastos e ingresos "previstos", sí que aumentan la cantidad total de ellos, ya que entre los ingresos se cuentan los gastos municipales no pagados, y entre los gastos aquellos pagos que la universidad no ha percibido. Esto se podría interpretar como compra o venta de censales, aunque ninguna documentación lo corrobora. A pesar de ello, y atendiendo al hecho que se llevaba un control claro sobre la morosidad, hemos optado por respetar el formato de la contabilidad original. Esto conlleva, por tanto, que el resultado de la liquidación presupuestaria solo contemple los ingresos o gastos previstos, y no los derivados de la morosidad tanto de la institución como de los particulares. Gráfico 1. Reconstrucción aproximada de una liquidación presupuestaria municipal (datos en libras catalanas 11 ) Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor no está anotado en este libro al ser responsabilidad del arrendatario o depender de otras instituciones que como los arrendatarios privados, pasaban un tanto anual a la clavaria. 10 Los datos contables de 1655, a pesar de conservarse el libro, no están completos, por lo que no ha sido posible usar los datos de este año para todos los gráficos que presentamos. 11 La equivalencia de las libras catalanas en plata para este periodo seria de 16,392 gramos por libra hasta el año 1675 i de 18,268 gramos a partir de esta fecha y hasta 1708. Equivalencia sacada de Gaspar Feliu, Precios y salarios en la Cataluña Moderna, Madrid, Banco de España, 1991, Vol. I, p. 21. 1656 1659 1662 1665 1668 1671 1674 1677 1680 1683 1686 1689 1692 1695 1698 1701 1704 ingresos de la clavaria mayor gastos de la clavaria mayor El gráfico 1 tiene que ser observado conjuntamente con el 2, en el que hemos presentado la evolución del resultado de la liquidación entre gastos e ingresos anotados aplicando una mediana móvil de 5 años para resaltar mejor las tendencias. Observando ambos gráficos podemos observar que, en los primeros años después del fin del conflicto, existe un importante desajuste deficitario como consecuencia del golpe que supone la guerra en la economía local. Este desequilibro, que incrementa fuertemente la deuda municipal con la emisión de nuevos títulos, se prolonga hasta el inicio de la década de los setenta, 20 años después del final de la contienda, a pesar que gracias a las concordias firmadas entre acreedores y representantes de la universidad solamente se pagase el 50% de las pensiones de censal. Observando el primer gráfico, no podemos obviar tampoco el hecho que este desequilibrio inicial, más que por una variación de los gastos respecto a los otros años estudiados, se encuentra en unos ingresos paupérrimos y una morosidad con el consistorio que oscila entre el 10 y el 20%, que como hemos comentado no se ve reflejada en los gráficos y que analizaremos más adelante. Para poner un ejemplo podemos observar los ingresos procedentes de imposiciones y arrendamientos comerciales, que son la principal partida contable positiva, los cuales no recuperan los niveles de preguerra (superiores a las 7.000 libras) hasta 1687.
Table 1656
Gráfico 2. Evolución del resultado de la reconstrucción de la liquidación presupuestaria (en libras catalanas) Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor Pasados estos primeros años, podemos visualizar un segundo periodo, que comprende la década de los setenta y la primera mitad de los ochenta, en la que aparentemente se consiguen equilibrar gastos e ingresos, mejorando aparentemente las finanzas públicas municipales. Sin embargo, el análisis de estos años puede resultar ligeramente distorsionado por las alteraciones formales de los documentos originales comentados 1655 1658 1661 1664 1667 1670 1673 1676 1679 1682 1685 1688 1691 1694 1697 1700 1703 liquidación MM 5 anteriormente; por un lado, efectivamente, mejoran los ingresos municipales y cae fuertemente la morosidad relativa de particulares con el consistorio en torno al dos por ciento, pero por otro, la caducidad de los acuerdos de las concordias con los acreedores llevan al consistorio a tener que pagar la totalidad de las pensiones de censales adquiridas, cosa que no realiza y sigue pagando en torno a la mitad, o incluso nada los años 1676 y 1678 (posiblemente como forma de presión para forzar a los acreedores a firmar una nueva concordia). Este hecho distorsiona parcialmente los gráficos 1 y 2, ya que como hemos comentado, en la partida de los gastos se contabiliza el 100% de las pensiones a pagar y en la partida de ingresos se anota la parte no pagada, cosa que hemos intentado subsanar con los gráficos 3 y 4. Finalmente, es también observable un periodo a partir de 1685 en que la disparidad entre ingresos y gastos es positiva. La clave de bóveda de este tercer periodo se encuentra fundamentalmente en la firma de nuevas concordias entre consistorio y acreedores, reduciendo el porcentaje de pensiones a pagar al 25% hasta 1699, y de nuevo al 50% a partir de aquel año.
Table 1655
La deuda municipal: imposibilidad de pago y concordias sucesivas
Como hemos venido comentando, la clave del equilibrio de las finanzas municipales se encuentra, fundamentalmente, en evitar el pago del crédito adquirido en forma de pensiones de censales, y en menor medida de violarios; un problema crónico de los municipios catalanes desde la baja edad media. La imposibilidad del pago de la deuda es una realidad común para el siglo XVII en todo el Principado de Cataluña y las concordias con los acreedores, por tanto, una necesidad evidente 12 . 12 Una buena visión de la panorámica catalana la podemos encontrar en Llorenç Ferrer i Alòs, "Pagar les guerres. Una càrrega…", pp. 61-62, donde en una tabla presenta datos de una serie representativa de municipios, en los que se compara el total de la deuda y las pensiones a pagar tras la guerra dels segadors con los ingresos anuales y los habitantes de cada localidad. En esta tabla se puede observar que la deuda por habitante de Lleida asciende a 70,6 libras por habitante, solo superada por la de Barcelona, con 116,5 libras/habitante. Para el ejemplo Barcelonés la referencia es el estudio de Jaume Dantí, "Els creditors del Consell de Cent de Barcelona a la segona meitat del segle XVII", Revista Pedralbes, 23 (2003), pp. 749-764. Gráfico 3; Porcentaje de pago sobre el total de pensiones crediticias y total a pagar según concordias firmadas con los acreedores Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor En la ciudad de Lleida, la quiebra de facto del consistorio es una evidencia; el total a pagar por pensiones de censal ocuparía la globalidad de los ingresos cobrados y la renegociación con los acreedores es la única herramienta que puede garantizar una cierta estabilidad política. Cogiendo como ejemplo los datos de 1672 podemos ver como el total de pensiones a pagar sube a 9282 libras, ingresándose 9087, por lo tanto, haciendo una aproximación rápida al total de la deuda contraída por la Paeria partiendo de la base que el pago de las pensiones de censal se situaba al 5% podemos situar en torno a las 185640 libras el total de la deuda, suponiendo el conjunto de los ingresos por un periodo de 20 años 13 .
En el gráfico Gráfico 3; Porcentaje de pago sobre el total de pensiones crediticias y total a pagar según concordias firmadas con los acreedores lo que presentamos es el porcentaje a pagar a los acreedores según concordia partiendo de los datos que se recogen en los libros de cabreos de la clavaria mayor de la ciudad, así como cuál fue el grado real de cumplimiento de estos acuerdos, mostrando el porcentaje real de pago sobre el total.
En este gráfico, más allá de observar la importancia evidente de la necesidad de negociar con los acreedores para intentar sanear las finanzas municipales, o como mínimo para poder seguir pagando parcialmente a los acreedores y hacer sobrevivir el 13 AML, libro de cabreos de 1672. Para realizar esta aproximación no hemos tenido en cuenta el hecho que no todas las pensiones a pagar eran de censal, aunque creemos que sí que lo eran la gran mayoría, ya que los libros de contabilidad no concretan el tipo de crédito por el que se paga pensiones, ignorando por tanto cuantas de ellas son intereses de violarios, las que tienen unos intereses más altos y disminuirían parcialmente la estimación que hemos realizado. Se tiene que concretar también que en esta estimación hemos partido del total teórico a pagar y no de la parte a pagar acordada en la concordia, que en 1672 era de la mitad. 1656 1659 1662 1665 1668 1671 1674 1677 1680 1683 1686 1689 1692 1695 1698 1701 1704 porcentaje de intereses a pagar según concordia porcentaje de pago sobre el total teórico a pagar sistema, podemos observar claramente que después de la caducidad del primer acuerdo que reduce los censales al 50%, la forma que tiene el consistorio para forzar un nuevo acuerdo pasa por dejar de pagar pensiones o reducir drásticamente la cantidad pagada en relación con los años anteriores. Gráfico 4; Grado porcentual de cubrimiento del pago de pensiones por parte de la Paeria Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor También es observable que en ningún momento se llega a pagar la totalidad del capital pactado, incrementando anualmente, por tanto, la deuda del municipio. En el gráfico 4, para ilustrar mejor el porcentaje de pago, hemos transformado los datos del gráfico anterior en serie lineal, tanto del porcentaje de cubrimiento de lo pactado por concordia como de lo que representaría sobre el total de pensiones a pagar, y además, para moderar los picos y resaltar mas las tendencias generales hemos aplicado una media móvil a 5 años para ambas series. Con este gráfico 4 podemos resaltar de forma mucho más evidente que con los gráficos anteriores el efecto de la presión municipal sobre los acreedores para forzar un nuevo acuerdo que redujera de nuevo el porcentaje de pago de las pensiones. Es también claramente observable la caída del pago de las pensiones el año 1705, último año del que se conservan datos antes de la llegada de la guerra a la ciudad, evidenciando que los efectos económicos precedieron a los bélicos. No podemos tampoco dejar de resaltar el hecho que el aumento del porcentaje de pensiones a pagar por concordia en 1699, que pasa del 25 al 50%, no supone una reducción del grado de cubrimiento de la parte pactada en relación con años anteriores, lo que atribuimos al hecho que la carga de las pensiones se había conseguido reducir casi a la mitad; si en 1655 el pago teórico de pensiones ascendía a 9536,04 libras, en 1705 solo suponían 4767,36. 1656 1659 1662 1665 1668 1671 1674 1677 1680 1683 1686 1689 1692 1695 1698 1701 1704 porcentaje de pago sobre lo pactado por concordia porcentaje de pago sobre el total teórico a pagar Finalmente, y para aportar una última visión al efecto de la deuda, hemos realizado el gráfico 5 en el que relacionamos el peso que tenía el pago de pensiones sobre los ingresos anotados en los libros de contabilidad, que recordemos que consideran como ingresos las partidas no pagadas. En este gráfico podemos ver como hasta 1670 no se consigue situar el pago de las pensiones por debajo de los ingresos, llegando a su límite, obviamente, durante los años que por concordia el porcentaje de pago es menor y suponiendo la clave para la estabilidad financiera para los años venideros. Gráfico 5; Porcentaje de lo que supone el pago de las pensiones en relación con los ingresos de la clavaria Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor 5. La recuperación económica de finales de siglo; divergencia entre morosidad pública y privada Un último elemento que queremos comentar de las finanzas municipales del periodo de entreguerras es el de la morosidad, tanto la de la institución como la de particulares con el consistorio. Para visualizar este elemento hemos realizado los gráficos 6 y 7; en el primero, en una escala logarítmica de base 10 hemos plasmado la morosidad en cifras absolutas, mostrando también en una línea evolutiva la variación porcentual de ambas, en este caso en escala aritmética. 1656 1659 1662 1665 1668 1671 1674 1677 1680 1683 1686 1689 1692 1695 1698 1701 1704 % sobre ingresos reales Gráfico 6; Evolución de la morosidad de la Clavaria Mayor de la Paeria de Lleida y de la morosidad contra ella (1655-1705) Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor Lo más característico de este gráfico es, sin duda, el incremento de la morosidad pública en los años que van desde 1676 hasta 1684, que ya hemos comentado anteriormente. También es claramente observable que la morosidad de la Paeria es, por lo general, bastante superior en números absolutos a la de particulares así como también la porcentual. Para observar mejor la evolución de la morosidad, y evitando que el impago voluntario de los años citados nos distorsionen el resultado, hemos recortado del gráfico anterior los años que preceden a 1685 y hemos agregado una línea de tendencia del porcentaje de la morosidad. Esto nos ha permitido observar claramente tendencias divergentes; por un lado, cae la morosidad de particulares, seguramente impulsada por la mejora general de la economía, y por otro, persiste la de la institución, necesitada de cambios estructurales para un sistema municipal colapsado financieramente a pesar de pagar solo parcialmente la carga de la deuda contraída. morosidad contra la clavaria mayor (en libras nominales) morosidad de la clavaria mayor (en % sobre total gastos) morosidad contra la clavaria mayor (en % sobre tota ingresos) Lineal (morosidad de la clavaria mayor (en % sobre total gastos)) Gráfico 7; Evolución de la morosidad de la Clavaria Mayor de la Paeria de Lleida y de la morosidad contra ella (1685-1705) Fuente: AML, libros de cabreos de la clavaria mayor
Dotar o Santo Ofício: pensões e conezias
Com a instalação de um novo poder religioso (1536), que teria a seu cargo a vigilância das heresias em sentido lato, havia que definir estruturas de financiamento que suportassem os gastos desta instituição. Embora não se conheçam estudos sistemáticos e detalhados acerca do tema para o caso português, sabe-se que era dos cofres da coroa que saíam dos réditos para pagamento dos salários das hierarquias inquisitoriais. Pedro Domenico, em 1542, em carta redigida em Roma, referia, ter informado o papa, que D. João III gastava cerca de 10/11.000 ducados nas despesas da Inquisição e nos salários das hierarquias 4 . Em 1553 terão saído dos mesmos cofres cerca de 2000 réis para serem aplicados de forma autónoma pelos inquisidores de Lisboa 5 A preocupação inerente era: se a Inquisição não podia pagar aos seus homens com os bens confiscados, havia que procurar alternativas. Esta questão ganharia, contudo, contornos mais definidos com a publicação do Regimento do Conselho Geral, em 1570, no qual se estabeleceram as primeiras regras em matéria de confisco de bens, onde, contudo, se autorizava que daqui saísse dinheiro para pagamento de salários de ministros e oficiais 7 . Em teoria com a promulgação deste documento, o assunto fisco ficava arrumado; mas na prática não foi assim 8 Havia ainda plena consciência de que o Fisco representava uma renda instável, sujeito aos ritmos da actividade persecutória, que pontualmente foi travada com os perdões-gerais concedidos pelo papado aos cristãos-novos, como o de 1605: «sou informado que pelo Conselho de minha Fazenda se despachou um padrão de trezentos de réis de juro para se pagarem os ordenados dos ministros do Santo Ofício da Inquisição 29 .
Table 1605
Com um pouco mais de detalhe, conhecem-se os contornos da dívida do arcebispo de Lisboa, em 1578, ao Santo Ofício. Como se viu, desde 1567 que a mesa arcebispal deveria contribuir com 1:000.000 réis para os cofres inquisitoriais, no entanto houve anos em que esta directriz não se cumpriu. Se a instituição tinha problemas de sustentação financeira, havendo dívidas, a situação ficaria ainda mais debilitada. Para resolver este assunto, D. Henrique, fazendo-se valer do seu estatuto e dos bens que lhe pertenciam na mesa do arcebispado (de quando ali fora prelado), definiu que dos seus 6:000.000 réis, 2:000.000 fossem entregues directamente ao Tribunal, durante cinco anos 30 . Deste valor, metade já estava consignado à Inquisição, como se viu, o restante seria assim para pagar a dívida e equilibrar a balança financeira, num momento conjuntural. Após estes cinco anos, Lisboa passaria a receber apenas o que lhe estava consignado (1:000.000 réis).
Os bens do Cardeal incluíam ainda cem arrobas de cera, as quais passaram para o arcebispo de Lisboa em exercício, D. Jorge de Almeida. Foi uma forma de recompensá-lo e evitar que futuramente houvesse atrasos nos pagamentos; não se sabe, porém, se surtiu, de facto, efeito. 24 ANTT, Inquisição de Lisboa, Liv. 340 e 341. 25 Cf. ANTT, Conselho Geral, Livros e papéis de contas, Mç. 12, cx. 21, n.º 1649. 26 32 .
Em suma, estes réditos radicados nos bens dos arcebispados eram uma fonte importante na sustentação do Santo Ofício, na medida em que proporcionavam uma maior estabilidade financeira nas contas inquisitoriais, face ao fisco, que estava dependente da actividade repressiva. Resta saber que papel desempenhavam no cômputo global de receitas, o que se fará mais adiante.
A atribuição de rendas não se esgotou aqui. Para além dos rendimentos de natureza perpétua, as prebendas das sés não foram esquecidas.
Numa bula de 26 de Outubro de 1575, o papa Gregório XIII concedeu aos tribunais da Inquisição meia prebenda em cada uma das sés, na primeira conezia que vagasse por morte do seu possuidor 33 . Contrariamente ao que sucedeu em Espanha onde a Inquisição, a partir de 1559, passou a dispor de uma conezia inteira, mas não de rendas perpétuas 34 . Não tendo surtido efeito esta determinação, o mesmo pontífice promulgou novo documento (1583/Julho/28), no qual revogava o anterior e definia que nas sés de Coimbra, de Évora e de Lisboa, o Santo Ofício passasse a ter direito a meiaconezia, da primeira prebenda que vagasse, respectivamente para cada uma das mesas inquisitoriais, e nas restantes catedrais (Braga, Faro, Guarda, Lamego, Leiria, Miranda, Portalegre, Porto, Viseu), um terço de conezia (tercenaria). É de crer que estas medidas causaram problemas de implementação, possivelmente devido à resistência dos cabidos. A 1 de Agosto de 1584 foi promulgado novo documento pontifício, onde se definia que a conezia a ser ocupada pudesse ser a segunda ou a terceira a vagar, e não a primeira como se tinha definido. Não se conhecem as datas a partir de quando estes réditos passaram a ser pagos aos tribunais, mas, no começo do século XVII, ainda não pagas as tercenarias de Lamego e do Porto 35 . Terá sido um processo relativamente lento devido, por um lado, à necessidade de vacatura das conezias e, por outro, à resistência dos cabidos.
A mesa de Coimbra tinha direito a meia-conezia no seu bispado, e a um terço da prebenda nas sés de Braga, de Lamego, de Miranda do Douro, do Porto e de Viseu 36 .
Em 1589, com a morte do cónego Paulo Afonso 37 , cinco anos depois da bula, o tribunal de Évora passou a ter direito à sua meia-prebenda, assim como a uma tercenaria localizada em Elvas, outra em Faro e outra em Portalegre.
Em termos globais, Lisboa era excepção: para além de um maior número de rendas com origem nos lucros das dioceses (Fig. 1), usufruía ainda de meia-conezia que lhe estava afecta no seu arcebispado e mais as tercenarias da Guarda e de Leiria.
Figure 1
Em termos de síntese, pode dizer-se que a distribuição das meias-conezias e das tercenarias obedeceu, deste modo, a uma lógica geográfica: Coimbra actuava no Norte, Évora no Sul e Lisboa no centro, por isso foram-lhe atribuídas conezias nas suas áreas jurisdicionais, à semelhança do que aconteceria em Espanha 38 .
Estavam assim definidas as primeiras rendas fixas dos tribunais inquisitoriais. A preocupação inerente, a esta à procura de autonomização face à fazenda régia, era o pagamento de salários. Assiste-se a uma preocupação de o dinheiro auferido com estes rendimentos ser direccionado para pagamento dos ordenados dos ministros e oficiais e que não se gastasse noutras despesas, como se refere em 1632:
«o ilustríssimo senhor Bispo Inquisidor-geral me ordenou que dissesse a Vossas Mercês da sua parte mandassem ao tesoureiro Diogo Velho, que do dinheiro das pensões e rendas da Inquisição não gaste nenhum se não em os quartéis de Vossas Mercês e dos mais ministros dele e que disso se faça termo por ele assinado; e que faltando dinheiro para coisas necessárias e para as mercês que Sua Ilustríssima fizer que se lhe faça a saber [...]» 39 Sabe-se ainda que apesar do descrito anteriormente, o Santo Ofício continuava com as suas contas em défice e que, nos começos do século XVII, fizeram-se várias tentativas (frustradas) no sentido de ampliar estes rendimentos 40 , à semelhança do que se tentou em Espanha 41 . Neste sentido, procuraram-se alternativas que passaram pela consignação de um juro nos lucros do estanco das cartas de jogar e do solimão (1608), tendo este também fracassado, uma solução similar foi equacionada, já às mãos de D. João IV (1641), desta feita no estanco do tabaco 42 . Era o Santo Ofício a autonomizar-se, mas a ficar suportado, pelo menos em parte, nos rendimentos da coroa.
As receitas inquisitoriais e a importância das rendas eclesiásticas
Analisaram-se os dois tipos de rendas eclesiásticas que foram consignadas aos tribunais da Inquisição, ao longo da segunda metade do século XVI, com o intuito de o dotar de estruturas fixas que permitissem fazer face às despesas, sobretudo, com salários. Sendo assim, ir-se-á agora responder à questão: qual o papel destes réditos, no quadro global das receitas inquisitoriais?
Receitas Descrição
Acertos de pagamento de custas de processos
Pagamento das custas de processos de presos que saíram em auto-de-fé e que tinham deixado dívidas em atraso referentes aos seus processos-crime. Podem ser os próprios a pagar à Inquisição ou outros a fazê-lo em seu nome, como comissários do Santo Ofício ou outros.
Botica
Sobejos de gastos efectuados com a botica.
Conselho Geral
Valores tramitados do Conselho Geral para a Inquisição de Lisboa apenas, para fazer face às despesas do mesmo Conselho.
Décimas das outras Inquisições
Empréstimos externos
Dinheiro que era emprestado à Inquisição por indivíduos externos aos tribunais inquisitoriais. Transacção de dinheiro entre diferentes cofres da Inquisição, como por exemplo, tomar-se por empréstimo dinheiro do cofre das Esmolas de São Pedro Mártir, ou ainda haver réditos tramitados do Conselho Geral para uma mesa da Inquisição, também a título de empréstimo. Foros, censos e rendas de imóveis Rendimentos com origem em património imóvel.
Table
Empréstimos internos
Juízo do Fisco
Por ordem do inquisidor-geral e/ou dos inquisidores distritais do Santo Ofício dinheiro que saía dos cofres do fisco com diferentes objectivos: pagamento de obras, ajuda nos salários, ou outros.
Juros
Dinheiro emprestado a juros.
Propina do papel
Propina assente na Chancelaria do Reino que se pagava à Inquisição de Lisboa desde 1613 (?).
Rendimentos eclesiásticos
Conezias e rendimentos localizados nos bens dos Cabidos de Elvas Évora, Faro e Portalegre.
Reservas dos habilitandos
A partir de 1720 houve ordem do inquisidor-geral para que dos depósitos iniciais feitos pelos habilitandos para cargos inquisitoriais, se retirasse um valor para ajudar a custear as despesas com o papel e correio.
Sobras dos alimentos dos presos
De todas as receitas é a que levanta mais dúvidas. Seriam dinheiros que estavam atribuídos aos presos (com origem no fisco) e que sobravam.
Tença do Tabaco
Desde Agosto de 1718 que a Inquisição contou com este novo meio de financiamento, pago em bloco à Inquisição de Lisboa que depois redistribuía pelas restantes mesas. Eram 500.000 réis/ano. No entanto, o tribunal de Lisboa contava com uma outra tença do tabaco, mais elevada, que lhe foi consignada ainda no tempo dos Filipes.
Tesoureiro da alfândega
Receita ainda não identificada.
Transacção de objectos
Objectos em metais preciosos ou outros bens que foram deixados nos cárceres e que a Inquisição liquefez. Inclui também a venda de resmas de papel aos ministros da Inquisição para seu usufruto pessoal.
Fonte: elaboração própria.
Para o exercício que se pretende empreender, dispõe-se de dados para o século XVII para as mesas de Évora e de Lisboa; para Coimbra apenas para a centúria seguinte; não há, contudo, dados seriais para os anos de quinhentos. A contabilidade inquisitorial dividia-se em quatro núcleos fundamentais: a gestão quotidiana da casa (cada tribunal), os presos, os processos para obtenção de cargos inquisitoriais e as condenações pecuniárias. Para avaliar o que se propôs acima, há que trabalhar com as receitas da casa, porque os presos ou eram custeados pelos próprios ou pelos Juízos do Fisco e os processos de limpeza pagos pelos pretendentes; as condenações pecuniárias resultavam de sentenças que implicavam um pagamento em dinheiro. Na Fig. 2 sistematizou-se a estrutura das receitas da casa para facilitar a análise dos dados das figuras seguintes.
Figure 2
Descrição da estrutura das receitas da Inquisição de Évora e de Lisboa (1701-1755).
Refira-se ainda que, em termos metodológicos, se retiraram das receitas da casa os saldos dos anos anteriores (dados como tal em Évora, por exemplo), para se ter acesso aos valores que de facto foram registados como rédito entrado nos cofres de determinado ano. Da mesma forma, em Coimbra, incluiu-se o valor da nova tença do tabaco (a partir de 1718) que estava registada à parte, não sendo somada pelos tesoureiros como receita da casa, mas aqui contou-se como tal. A escolha dos anos de análise foi aleatória, dependendo da qualidade e da quantidade de informação disponível, tentando-se encontrar dados para os mesmos anos ou para anos próximos.
Com a análise dos dados das Figs. 3, 4 e 5 algumas conclusões gerais podem ser retiradas. As três principiais categorias de financiamento dos tribunais inquisitoriais, portanto da casa, eram o Juízo do Fisco, os rendimentos eclesiásticos e a tença do tabaco, cada uma delas, todavia, apresentando valores diferentes entre si no total das receitas.
Verifica-se que em Coimbra e Évora os réditos alocados nos bens da Igreja ocupavam um papel mais central do que em Lisboa, embora este último possuísse um número mais elevado de réditos desta natureza (Fig. 1). Saliente-se, a título de exemplo, que em Évora, em 1700, estas receitas foram a quase totalidade das auferidas pelo tribunal distrital naquele ano. Eram um meio de sustento não só em Portugal, como se verifica, mas também em Espanha, onde boa parte das mesas inquisitoriais do Norte do território eram financiadas com este recurso 43 , como na Galiza 44 .
Pode dizer-se que a preocupação da coroa, da segunda metade do século XVI, de criar estruturas de financiamento fixas para o Santo Ofício, foi bem conseguida e a sua importância para a existência do Tribunal perdurou na longa duração, em todas as mesas de distrito, assumindo esta renda um papel central não só em Portugal, como em Espanha.
A título comparativo, em Espanha verificava-se uma situação idêntica, sendo que em vários tribunais o desafogo proporcionado por este tipo de rendimentos era de tal ordem que lhes permitia investirem noutras rendas fixas, como censos, ou ainda tramitarem somas de dinheiro para as instituições com menos recursos 45 . Em Portugal, não parece que estas práticas tenham sido comuns, uma vez que se verifica pouca relevância de juros ou censos nas estruturas de financiamento dos tribunais, assim como não há, para já, registos de tramitação de dinheiro entre as mesas distritais. O projecto idealizado na segunda metade do século XVI, que terá sido inspirado num projecto desenhado para a Inquisição espanhola, conseguiu, pelo menos em parte, vingar e fazer com que se tornasse numa instituição autónoma financeiramente. Consta-se ainda que, na longa duração, que não havia uma total dependência dos réditos auferidos com o fisco, no entanto, este era um dos pilares da sustentação financeira do Santo Ofício, a par da tença do tabaco, como se viu.
Notas finais
Inerente a esta preocupação estava a necessidade de dotar o tribunal de rendas fixas para custear as despesas com salários. À semelhança do que acontecia em Espanha, havia vozes dissonantes que acusavam o Santo Ofício de actuar em termos persecutórios com o intuito de arrecadar fundos financeiros. Para pôr cobro a esta situação, a alternativa encontrada pela monarquia foi alocar rendas consignadas à Inquisição nos bens da Igreja, por um lado, e, por outro, de consignar rendas para financiamento na instituição nos próprios bens da fazenda régia.
No que respeita à Igreja, colocou-se o problema da resistência dos cabidos, que não queriam ver as suas receitas diminuídas em favor de um outro poder eclesiástico que, em parte, vinha também intrometer-se na sua jurisdição. Ainda assim, parece que o Santo Ofício saiu vitorioso tornando-se um pilar fundamental no controlo da heresia.
La Casa de Contratación a mediados del siglo XVII
La visita de Juan de Góngora a la Casa de Contratación, que se inicia en 1642, es poco conocida aún, 1 pero arroja datos relevantes sobre el estado en el que se encontraba dicha institución a mediados del siglo XVII así como sobre sus principales cargos de gobierno. Hasta la fecha se han publicado numerosos trabajos sobre esta institución en la centuria del Barroco pero destacamos los realizados con motivo de la conmemoración del quinto centenario de su creación y, en particular, aquellos que inciden sobre la paulatina pérdida de poder que fue sufriendo la Casa en favor de los hombres del Consulado sevillano. 2 Al respecto, las investigaciones de Enriqueta Vila Vilar han puesto de manifiesto cómo el comercio con las Indias tuvo en el siglo XVII un fuerte apoyo en el "pacto" entre el gran mercader, que necesitaba lograr una serie de privilegios que le permitieran el libre desarrollo de su actividad, y la corona, que precisaba de un nuevo ordenamiento económico que le permitiera alcanzar los fines propuestos. 3 La entrada de los comerciantes en los puestos de mando y poder de la Casa, con toda probabilidad, se orientó a detener las incautaciones de plata de la corona por medio de la obtención de una serie de privilegios que pagaron a buen precio. Es bien sabido que el Consulado de Sevilla obtuvo una gran fuerza y autonomía sobre la Casa de Contratación llegando a controlar los hilos de la carrera de Indias. 4 La Casa perdió sus competencias sobre la administración del asiento de avería, quedando éste en manos de los hombres del Consulado, al menos, mientras duraron estos contratos. Esto supuso para el Consulado poder controlar el comercio con América pero, al mismo tiempo, sufrir una notable presión por parte de la corona, que acabó con la institucionalización del fraude a cambio de servicios, donativos e indultos.
La Casa trató de ser al mismo tiempo una firme defensora de los intereses de la corona así como de las haciendas de los comerciantes, siendo escenario de fuertes y frecuentes tensiones entre ambos. Lo cierto es que un somero repaso a los apellidos de los principales mercaderes asentados en Sevilla revela numerosas coincidencias con los nombres de quienes ejercieron los cargos más importantes de la Casa de Contratación. El progresivo endeudamiento de la monarquía y la constante demanda de servicios pecuniarios permitieron, a través de los cauces venales, la entrada en la Casa de Contratación de los comerciantes, dejando la institución a merced de los intereses del Consulado y desvirtuando los mecanismos de control del fraude. 5 Varios elementos facilitaron el fraude, entre ellos los indultos al comercio. Como demostró Lutgardo García Fuentes, esos indultos que no eran otra cosa que una rebaja pactada de las multas impuestas, supusieron durante la segunda mitad del siglo XVII unos ingresos para la corona cercanos a los seis millones de pesos. 6
La venta de oficios de la Casa de Contratación
Es de sobra conocido que en estos años centrales del siglo XVII los incesantes y dilatados conflictos bélicos en que se vio inmersa la monarquía arrastraron a la hacienda regia hacia una profunda crisis financiera que se tradujo en un incremento de la presión fiscal y en el recurso, cada vez más frecuente, a valerse de arbitrios y expedientes 2 Enriqueta Vila Vilar., "El tesorero Andrés Munibe: entre la Casa y el Consulado" en Enriqueta Vila Vilar 1650-1700, Sevilla, 1980 extraordinarios con los que afrontar los elevados gastos de tales empresas bélicas. 7 Uno de esos medios fue la venta masiva de cargos y honores, un fenómeno de enorme calado que iba a tener una trascendencia decisiva para el funcionamiento de la maquinaria burocrática de la monarquía.
La Casa de Contratación no solo no escapó de la gran almoneda que tuvo lugar durante el siglo XVII, sino que la padeció de una manera muy intensa. Al respecto, debemos diferenciar, cuando aludimos a ventas de cargos, entre los "beneficiados", es decir, los que se vendían pero una vez expirado el tiempo establecido o fallecido su titular, volvían a ser posesión de la monarquía, y las ventas a perpetuidad 8 . Estas últimas supusieron, en la práctica, la privatización de cargos que hasta el momento de su enajenación formaban parte del patrimonio regio. La Casa de Contratación fue una de las instituciones de la monarquía que con más virulencia experimentó durante el siglo XVII la venta de sus principales cargos, tanto en forma de "beneficios" de puestos vitalicios como de empleos vendidos a perpetuidad que pasaron a ser patrimonio privado de sus compradores y, por ende, alejados de cualquier forma de control por parte de la corona.
Como ha demostrado Francisco Andújar, la venalidad de los cargos propició el refuerzo de los vínculos entre el Consulado y la Casa de Contratación al posibilitar que acaudalados comerciantes pudieran comprar cargos en la Casa, así como obtener la facultad para que muchos oficios fueran desempeñados por tenientes, lo que en la práctica permitió a sus poseedores arrendarlos a los comerciantes o a sus hombres de paja. Pero, además, hubo otra fórmula por la cual los comerciantes pudieron hacerse con el poder de los cargos de la Casa, al actuar como avalistas en las fianzas que se exigían a determinados cargos antes de ejercerlos. Desde el año 1608 los oficiales que, junto al presidente, servían en la Sala de Gobierno de la Casa de Contratación, debían aportar antes de comenzar a ejercer sus cargos, unas fianzas subsidiarias por importe de 30.000 ducados. Dicha cantidad, a menudo fue facilitada por los comerciantes que más tarde iban a estar supervisados en sus tratos y negocios por el control y vigilancia de los individuos a los que habían avalado. 9 Por tanto, los comerciantes, al tener acceso a los cargos públicos bien mediante compra directa, bien actuando como avalistas de quienes ejercían los cargos, podían salvaguardar sus intereses en claro detrimento del funcionamiento de la Casa de Contratación.
Las vías de venta de los oficios siguieron los cauces habituales, es decir, comisiones especiales de los distintos Consejos, Juntas e incluso asentistas. En concreto, en el Consejo de Indias, el conde de Castrillo, que ocupó la presidencia desde noviembre de 1632 a 1653, fue un auténtico experto en las enajenaciones de patrimonio regio, pues se ocupó personalmente de negociar y tratar las ventas a perpetuidad de los principales puestos de la Casa. Entre la gran cantidad de oficios de la Casa que vendió Castrillo, se encuentran algunos de los que luego serían condenados tras la visita de Juan de Góngora, como por ejemplo, Alonso de Tapia Vargas que compró el oficio de veedor general de las armadas y flotas de la Carrera de Indias, o Pedro de la Mata 7 Velasco, que adquirió el de alguacil mayor de las armadas y flotas de Indias. Castrillo no fue el único que vendió oficios de la Casa pues otro consejero de Indias, Juan Pardo Arenillas, también recibió una comisión para este mismo efecto durante dos años, de 1638 a 1640. En relación a la Casa, el más considerable, por su valor, y por verse involucrado también en la visita de Juan de Góngora, fue el de proveedor general de armadas y flotas de Indias, beneficiado por Alonso Ortega en octubre de 1638.
Al margen de la venalidad, dos importantes cargos de la Casa de Contratación fueron a parar a manos de dos de los personajes con más poder durante el reinado de Felipe IV, como fueron el conde duque de Olivares, y el conde de Castrillo. En 1625, el rey concedió al conde duque el alguacilazgo mayor y la escribanía mayor de la Casa de Contratación con la facultad de nombrar tenientes, lo que le proporcionó unas suculentas rentas al poder arrendar ambos cargos. Unos años más tarde, en 1644, el monarca otorgó al conde de Castrillo, gobernador del Consejo de Indias, la merced perpetua de la alcaidía y guarda mayor de la Casa de Contratación. De este modo, en ambos casos se procedió a la patrimonialización de estos empleos, que recayeron sobre dos de las más altas dignidades del Estado, quienes al arrendarlos pudieron ponerlos en manos de particulares con intereses que no tenían por qué coincidir siempre con lo que debía ser el buen gobierno de la Casa de Contratación 10 .
La visita de Juan de Góngora
Como ya se ha señalado más arriba, la visita de Juan de Góngora, oidor en la Audiencia de Grados de Sevilla, y comisionado del rey para la inspección a la Casa de Contratación, se inició en 1642 y, por el momento, es muy poco conocida. En su obra sobre el Consejo de Indias y la Casa, Schäfer aportó algunos datos sobre esta visita, en tanto que Enriqueta Vila Vilar, en su estudio sobre el tesorero Andrés Munibe, aportó referencias sobre aquella inspección. La documentación que hemos manejado corresponde a la relación de las condenas que recibieron los cargos de la Casa, así como a la composición de los delitos, es decir, los indultos otorgados a quienes a cambio de servicios pecuniarios se vieron libres de las condenas. Se trata pues del final de la investigación judicial, terminada en 1654, tras sentencia dictada por el Consejo de Indias.
Ya Enriqueta Vila demostró cómo la visita de Juan de Góngora reveló claramente la unión de intereses entre los miembros del Consulado y los miembros de la Casa, propiciada, como ya hemos visto, por la venalidad de los cargos y por la superposición del Consulado en la administración del comercio con Indias sobre la Casa de Contratación, ya que la visita que realizó Juan de Góngora se produjo sobre ambas instituciones sin distinción de competencias ni de jerarquía.
El tesorero Andrés Munibe fue un buen ejemplo de las relaciones íntimas de los personajes que rigieron los dos instituciones, por ser su hermano, Juan Munibe, uno de los comerciantes más activos del momento y, además, por haber servido en las dos instituciones. Este último detalle no pasó desapercibido para Juan de Góngora, que le acusó de incompetencia por ser ministro de la Casa y cobrar de las dos instituciones, aunque como él mismo demostraría, no había incompatibilidad para ejercer a la vez el puesto de receptor del Consulado y ministro de la Casa. 11 Como tesorero, los cargos que se le hicieron se centraron en unas cuentas mal dadas, y una serie de irregularidades a la hora de hacer los pagos en plata, incluso se le acusó de un pequeño cohecho, que él mismo, en sus descargos, demostró que no fue tal. Aunque los delitos de los que fue acusado no fueron de mucha monta, es evidente que su labor no se ajustó siempre a la legalidad y que en los pagos de la tesorería, al incumplir las normativas, estaba incurriendo en algunas que otras corruptelas. 12 No disponemos de los datos relativos a los cargos por delitos que se le hicieron al resto de miembros de la Casa y del Consulado, pero sí sobre las condenas, que fueron pecuniarias, cárcel, restituciones de dinero malversado y privación de oficios, de forma temporal o indefinida, así como los indultos que finalmente se les concedieron a cambio de cuantías económicas muy por debajo de las condenas.
Las condenas y la composición de los delitos
La relación de las condenas de la visita de la Casa de Contratación realizada por Juan de Góngora nos muestra un panorama desolador en cuanto al funcionamiento de la institución, pues la práctica totalidad de los miembros de la Casa fueron condenados. 13 La suma de las condenas pecuniarias de todos los cargos de la Casa ascendió a 152.750 ducados de plata. De todas ellas, las más significativas se muestran en el cuadro 1. En el mismo también se compara la diferencia entre el valor de las condenas y el importe de lo que finalmente acabaron pagando los miembros de la Casa de Contratación por ser indultados de los delitos cometidos.
Con esa comparación demostramos cómo los cargos de la Casa de Contratación, tras ser condenados por haberse enriquecido ilícitamente, pagaron por el indulto una cuantía mucho menor de los importes de las condenas. Es evidente que para la corona, el objetivo recaudatorio estuvo, una vez más, por encima de garantizar el buen funcionamiento de la Casa de Contratación. Aún siendo escasos los datos que tenemos, analizaremos uno a uno los cargos que fueron objeto de las condenas más elevadas. El tesorero Andrés Munibe, según Vila Vilar 15 , comenzó su carrera burocrática como oficial mayor de la contaduría en 1606 y el mismo año fue nombrado receptor del Consulado. Entró a desempeñar el cargo de tesorero juez oficial de la Casa de Contratación en 1640. Este cargo podría ser una posible compra, pues es futura de la plaza que servía Antonio Manrique. Las fianzas que tuvo que pagar para poder desempeñar el cargo fueron de 45.000 ducados, de ellos 30.000 para la Hacienda y 15.000 para los bienes de difuntos. Aunque el dato más revelador y que demuestra la unión de intereses entre los comerciantes y los miembros de la Casa es observar quiénes fueron sus fiadores. Entre ellos estuvieron Juan de Olarte, Andrés Arriola, Miguel de Neve, Cristóbal de Contreras, Francisco de Castro, y una larga nómina de los comerciantes más activos de la época. 16 Andrés Munibe fue condenado en 1654 por la visita de Juan de Góngora al pago de 8.800 ducados de plata, más restituciones y privación de su oficio durante cuatro años, 17 pero solo un año más tarde fue jubilado de su oficio de tesorero con goce de honores y emolumentos, llegando a pagar por el indulto de la condena 4.000 pesos de a 8 reales de plata lo cual, en términos porcentuales, equivalió a tan solo un 33% de la condena impuesta en 1654 18 .
Juan Ramírez Bustamante, escribano de la Casa de Contratación fue condenado al pago de 1.450 ducados de plata, 19 pero en la relación de cargos indultados no figura su nombre. Otro escribano, Bartolomé López Salas, fue condenado al pago de 900 ducados, de los que abonó a cuenta por esa condena 1.926 reales y 16 maravedíes, un 19% de la condena impuesta en 1654. 20 Sebastián Olivera Angulo que había comenzando su carrera burocrática en 1646, cuando compró por 4.500 ducados el puesto de contador de libros de la Aduana de Sevilla, 21 volvió a obtener en 1653 -por el mérito de desembolsar 2.500 ducados-el puesto de agente fiscal de la Casa de Contratación, con carácter vitalicio, y ese mismo año pidió licencia para nombrar persona que sirviese el oficio de forma interina pues tenía que marchar a Gibraltar. 22 En la visita de Juan de Góngora fue condenado al pago de 750 ducados de plata, pero en la relación de cargos indultados no aparece su nombre por lo que entendemos que tal vez le debieron ser perdonados los delitos. 23 Pedro Fernández Moreno es uno de los personajes claves, dada su dilatada trayectoria venal. En 1637, de los efectos que beneficiaba el conde de Castrillo por el Consejo de Indias obtuvo, en octubre de 1635, una licencia para navegar un navío a Indias por un "servicio" de 544.000 maravedíes 24 . Un año más tarde, en 1638, compró a perpetuidad por 10.000 pesos el puesto de veedor de las flotas de Nueva España de la Casa de Contratación 25 . En el momento de la visita de Juan de Góngora estaba ejerciendo el puesto de Juez del juzgado de Indias en Cádiz, y lo servía como teniente, es decir, por nombramiento de Jerónimo Rodríguez Roca. Fue condenado al pago de 14.400 ducados de plata y privación de su oficio. Pero solo unos meses más tarde ya obtuvo la facultad de nombrar tenientes que sirvieran los dos oficios que tenía, el de veedor de flotas y el de juez del juzgado de Indias de Cádiz 26 . Además, se levantó la privación de sus oficios a cambio del préstamo que ofreció de depositar 40.000 pesos en las arcas del Tesorero General 27 .
Sebastián Rodríguez Peralta, que era escribano de registros del juzgado de Indias de Cádiz, fue condenado en 1654 al pago de 6.000 ducados de plata y privado de su oficio. Posteriormente fue indultado por un servicio pecuniario de 5.000 pesos 28 , lo que supuso un 60% del valor de la condena aunque, según García Fuentes, 29 solo pagó la mitad de esa condena.
Pedro Mata Velasco fue también otro destacado personaje con acreditado historial venal. Vecino de Sevilla, caballero de Santiago en 1642 30 , consiguió ese mismo año el puesto de alguacil mayor de las armadas y flotas de Indias de la Casa de Contratación, al comprarlo al conde de Castrillo con carácter de perpetuo por 10.000 ducados, 6.000 de ellos en vellón y el resto en plata. 31 Un año más tarde, en 1643, 19 AGI, Contaduría, leg. 230. 20 Ibídem. 21 compró por 40.000 ducados a la caja de la quiebra de Francisco Gutiérrez Bustamante el puesto de tesorero y receptor del Consejo de Indias 32 , que vendería en 1652 a Juan Bautista Verardo por 35.000 ducados de vellón, con carácter de perpetuo y con las mismas preeminencias que tenía 33 . En la visita de Juan de Góngora fue condenado en el ejercicio de su cargo de alguacil mayor al pago de 4.000 ducados de plata 34 , pero en la relación de personas indultadas no figuró su nombre.
Sebastián Greña, pagador de las armadas en la Carrera de Indias, fue condenado en 1654 al pago de 3.500 ducados de plata, más restituciones que importaron 48.052 ducados de plata 35 . Un año más tarde, en 1655, los herederos de Sebastián Greña entregan a Lope de Mendoza 6.000 pesos de 8 reales, cuantía en la que se había negociado una composición por el perdón. El asunto se vio en la Cámara de Indias, se consultó al rey y se aprobó, de modo que el acuerdo supuso que por los delitos que había sido condenado tan solo debió abonar una pena que supuso el 9% del total de lo que debía pagar. 36 Alonso Ortega, proveedor general de armadas de la Casa de Contratación había comprado su cargo en 1638 por 12.000 ducados al consejero de Indias Juan Pardo Arenillas, encargado de beneficiar cargos de la Casa entre 1638 y 1640 37 . Por la visita de Góngora fue condenado al pago de 6.200 ducados de plata y privación de su oficio durante cuatro años. En 1656 fue indultado de la condena pecuniaria y de la suspensión del oficio, por un servicio pecuniario de 4.000 pesos, pagados por su cuñado Diego Ortiz Melgar, lo que supuso que por menos del 50% del valor de la condena quedara exento de toda culpa 38 .
Francisco de la Parra, adquirió en 1640 una plaza de juez oficial de la Casa de Contratación por 14.000 ducados que, al igual que otros puestos que se enajenaron en la misma institución por esas fechas, fue vendida por el conde de Castrillo. 39 El interés de su caso radica en observar, una vez más, quienes estaban detrás de esas inversiones en los puestos de la Casa, es decir, nombres conocidos, pues amén de familiares, estuvieron Juan de Munibe, hermano del tesorero de la Casa Andrés Munibe, así como hombres de apellidos de clara ascendencia vasca, seguramente de los asentados en Sevilla para comerciar con Indias. 40 Por la visita de Juan de Góngora fue condenado en 1654 a la paga de 2.350 de plata, y según García Fuentes fue indultado por un servicio pecuniario de 200 pesos, un 6 % de la cantidad estipulada en la condena. 41 Juan Muñoz Dueñas, oficial mayor de la Tesorería de la Casa de Contratación, debió cometer tal cantidad de delitos que obtuvo una de las condenas más severas: privación del oficio, pago de 20.100 ducados de plata, más restituciones por importe de 120.000 reales, valor en que se estimaron las 2/3 partes de la pérdida detectada en el arca de bienes de difuntos. Sin embargo todos los delitos quedaron en nada merced a un 32 E. Schäfer, El consejo Real y Supremo de las Indias…, Op. cit., p. 363. 33 AGI, Indiferente General, leg. 506, l. 5. 34 AGI, Contaduría, leg. 230. 35 Ibídem. 36 Pedro Camino, receptor general de la avería de la Casa de Contratación fue condenado en 1654 a la paga de 14.800 ducados de plata, más restituciones 43 , además de privación de su oficio durante 8 años 44 . Fue indultado en 1655 por un servicio pecuniario de 11.000 pesos depositados en las arcas del tesorero Juan Bautista Tirado. Previamente, Pedro Camino, por los delitos cometidos en el ejercicio de su cargo de receptor había sido encarcelado un año durante el cual se le rechazaron varias propuestas para pagar la condena 45 . Según García Fuentes, fue condenado junto con su hermano Alonso al pago de 19.402.502 maravedíes, de modo que el servicio del indulto lo habrían abonado entre los dos hermanos 46 .
Por último, entre los cargos de la Casa de Contratación condenados, anotamos el caso de Alonso Tapia Vargas, veedor general de las armadas y flotas de la Carrera de Indias, con un historial venal a sus espaldas más que notable. En 1637 por 12.000 ducados compró a perpetuidad, y con facultad de nombrar teniente que lo sirviera, su oficio de veedor, de los cuales abonó ese año 2.224.000 maravedíes, 47 pagados por mano del gobernador Lope 48 .
Introducción.
Este estudio está enfocado a los expedientes de registros de ida de navíos, dentro de la Casa de la Contratación como organismo de la administración real para la Carrera de Indias. Pretendo con ello y dentro de las particularidades de este trabajo, intentar comprender como se realizaba el funcionamiento, procesos y trámites de la Casa, reflejados en los expedientes. Debido a las dimensiones que deben ser respetadas, no es preciso hacer un trabajo en profundidad, por lo que nos hemos limitado al análisis de un pequeño número de expedientes repartidos entre los tres siglos de vida de la institución, para realizar una pequeña aproximación a su funcionamiento y mecanismos. La elección de este tema plantea como punto de partida de la indagación de la formación y composición de los expedientes, y su evolución histórica desde un enfoque documental, y teniendo en cuenta que es un tema que no ha sido muy estudiado por los documentalistas. Intentamos arrojar un poco de luz, aunque de manera breve, en la formación y evolución documental de los expedientes de registros de ida de navíos. Estos expedientes conformados por los oficiales reales, son un compendio de documentos que se van acumulando tanto por los trámites de la propia gestión del asunto, como por los documentos que los interesados del negocio aportan.
Los objetivos que nos hemos marcado suponen iniciar un pequeño estudio, de manera muy general, sobre el funcionamiento de la Casa de la Contratación, en la sección de los registros de navíos, y más concretamente en los registros de ida. Éstos recogían la documentación referida al inicio de los procesos y sus tramitaciones para realizar los viajes a Indias. Ligado a esto, y como objetivo principal, el análisis de las formas documentales que presentan los expedientes y su evolución en el tiempo.
Tres siglos de duración donde estudiaremos cómo se va conformando el expediente de registro de navío, observar si tuvo cambios en su elaboración y en sus documentos, o si por el contrario, quedará fijado desde un principio sin llegar a tener cambios en su recopilación. Estudiaremos qué documentos son los que formaban el expediente, los trámites que el interesado debía realizar para que se diera inicio a la tramitación de los negocios.
Pero debemos también plantearnos si los documentos individualmente, y en su conjunto formando el expediente, respetan las normas establecidas por la Corona o, en caso contrario, si existiría un fraude por el cual estas leyes eran infringidas. Tendremos que ver cuáles eran las medidas que la Corona adoptaba contra los defraudadores, si se imponían penas ejemplares para intentar erradicar el fraude y que sus leyes vigentes fueran respetadas.
Debemos de entender cuál fue la situación sobre el monopolio que tenía la Corona en exclusiva sobre las tierras descubiertas en el nuevo mundo. ¿Asumirá la Corona el peso del comercio indiano, o se deberá de otro modo en iniciativas privadas?. Las potencias extranjeras intentaron siempre derrocar este monopolio español de comercio con América, atacando a las naves españolas, por lo que se tendrá que conformar en la Carrera de Indias una escolta de defensa con buques de guerra, pero no de manera temprana por lo que debemos ver en los expedientes cómo era la defensa de los primeros navíos que navegaban la ruta hacia América.
Pero no sólo eran los gobiernos de las potencias extranjeras las que intentaban romper el monopolio, prohibido a todos los extranjeros, intentaremos comprobar si por iniciativas de individuos extranjeros se intentaba engañar a la administración y poder viajar a las Indias de una manera encubierta. Para ello será necesaria la ayuda de individuos con nacionalidad española, como podremos comprobar en los expedientes, si hay huellas del engaño a la administración.
Contexto Histórico: La Casa de la Contratación: creación, evolución y final. 1503-1790
La Casa de la Contratación nace por orden de los Reyes Católicos en 1503, debido a la amplia documentación que la organización del comercio indiano estaba generando y ante la imposibilidad de su gestión por el obispo Fonseca. Quedó reflejado que un sólo hombre no podía ser el encargado de organizar todo el tráfico comercial indiano, por lo complejo de la empresa, por lo que la Corona tomó la decisión de crear un institución encargada de todo ello 1 . Serán las atarazanas sevillanas el primer lugar donde la Casa tendrá su ubicación, pero por su reducido tamaño y el creciente comercio indiano debió cambiar de lugar en 1508, siendo este "en locales correspondientes al Alcázar Viejo como los llamados el cuarto de los almirantes y en el de los cuatro palacios se construyó el edificio" 2 . Así, las dependencias de la Casa permanecerán en el Alcázar de Sevilla, con futuras ampliaciones, hasta su traslado a Cádiz en 1717.
Se le dotó de unas ordenanzas por las que se se debía regir la organización de la Casa. Las primeras fueron dadas por Isabel I en 1503, pero sufrirían ampliaciones en los años 1510, 1539 y 1552, y en 1680 fueron recogidas en el tomo 9 de las Leyes de Indias. Estas ordenanzas recogían todo lo concerniente al comercio indiano, multas por fraude, el poder dado por lo Reyes a la Casa, etc, y además dotaba de oficiales reales para el desempeño de sus funciones como un factor, un tesorero y un contadorescribano. Estos cargos serían los garantes de que el tráfico con las Indias fuera correcto, era una labor fiscalizadora, por lo que su mayor preocupación era controlar lo que salía y llegaba a Sevilla, y que concordará en el caso de la vuelta con lo recogido por los oficiales allá en las Indias. 3 En los primeros años, se prevé ya la estructura burocrática básica: el registro de mercancías, la instrucción de las tripulaciones, el parejo de las naves y la creación de una oficina mercantil paralela en La Española. La Corona, por falta de capital, no intentó monopolizar el comercio, sino que fueron efectuadas por iniciativas privadas, eso sí, el órgano que regulada el comercio era la Casa de la Contratación, institución de la monarquía.
Debido a la falta de capital de la Corona para fletar barcos para el comercio con América, nace el Consulado de Cargadores a Indias, que estará estrechamente unido a la Casa de la Contratación. Como dice Enriqueta Vila Vilar "Conocer la Casa de Contratación es conocer el Consulado de Cargadores a Indias y la historia de éste nos lleva indefectiblemente a la de aquélla." 4 . Hubo lazos entre ambas para la cooperación y el buen funcionamiento de la Carrera de Indias, el beneficio era mutuo y por ello eran estrechas las colaboraciones, aunque no siempre será así, ya que en otros casos el 1 Consulado de Cargadores a Indias, por motivos de intereses más cercanos a los de otros privados, asumían competencias de la dicha Casa, con poder real expreso. Y es que, en muchos casos este capital privado venía a aliviar las arcas reales, por lo que en ocasiones los monarcas veían con buenos ojos que el Consulado pudiera disponer de estas competencias en detrimento de la Casa de Contratación, y por ello el soborno se dio de manera natural y repetidamente. La monarquía transfirió su poder a esta institución y esta a los oficiales de ella, quienes son los encargados de su buen funcionamiento y del control del comercio. Pero en muchos casos, estos oficiales cedían parte de su poder a cambio de favores y dinero. Esto se hace muy patente en el siglo XVII, ya que los oficiales tenían intereses propios, saltándose en multitud de casos la jurisdicción para su propio beneficio. La corruptela instalada ya en la institución, siendo la tónica durante todo este período. Pero esta corrupción nace por la gran transferencia de poder que la monarquía había depositado en los dichos sus funcionarios u oficiales. Como recoge Veitia y Linaje "no solamente respecto a subordinados, por la jurisdicción, sino a reconocidos, y obligados, por depender de la Casa a la elección de su puestos, hasta los de Generales de Flotas; y porque también para lo político nombravan ministros, davan licencias a los Navios para las parte adonde tenían por conveniente, sin otra obligación que a de dar quenta al Consejo" 5 . Claro está que con el mayor crecimiento del comercio, también lo hizo el cuerpo de oficiales de la Casa, si en principio estaba el factor, tesorero y contador, ahora nacían ayudantes como escribanos, oficiales, diputados, comisarios, y también cargos superiores como presidente, artillero mayor, visitador etc. Pero no todos los oficiales tenían al oportunidad de actuar en su beneficio, siendo los cargos con responsabilidad los que con mayor frecuencia realizaron negocios clandestinos.
La Corona también contribuyó a esta corrupción, con la política de venta de cargos nacida de la mano del monarca Felipe II, para lograr ingresos rápidos en épocas de carestía. Además en muchos casos eran ventas hereditarias, lo que hacía que si se descubría fraude, las penas fueran bastante moderadas, siendo los delitos en ocasiones graves. Además en este período los controles de la Corona sobre la administración de la Casa se redujeron conforme al siglo pasado, por lo que la corruptela se hizo más evidente. Aunque las visitas a la Casa habían sido frecuentes en el siglo XVI, sólo fueron dos las que se realizaron en el siglo siguiente, en 1615 y 1643 6 .
Con la llegada de los Borbones, Sevilla perderá la sede de la Casa de la Contratación en 1717, que pasará a Cádiz. Un hecho contrastado es que el traslado a Cádiz está determinado por la realidad comercial que ya desde 1680 se estaba dando desde la ciudad gaditana y aún desde antes. Desde el principio Cádiz era como la segunda sede del comercio indiano y era necesario el traslado de algunos jueces de la Casa a la ciudad durante el tiempo que allí entraban en puerto los navíos. Se efectúa la remodelación del sistema comercial colonial, que pretendía acabar con el monopolio andaluz, aunque las reformas tardarían en llegar. Cádiz como puerto natural abierto al océano, ofrecía una serie de ventajas que no tenía Sevilla, como era el acceso de las naves al puerto 7 . Pero también una serie de desventajas, "Sevilla ofrecía un ambiente mucho más sofisticado y cómodo, siendo la ciudad natal de gran parte de los cargadores" 8 . El puerto gaditano ofrecía poder unir en uno el comercio y la nueva Armada Real, creándose la Intendencia de Marina, que aunque nunca estuvieron unidas, si que lo fueron sus intereses. Además si unimos a esto la mejora de los buques, tanto en tamaño como en capacidad de carga, con la sedimentación del Guadalquivír, se hace muy complicado remontar el río para llegar a Sevilla.
Con la apertura del libre comercio a los puertos españoles con América en 1776, la Casa de la Contratación se quedará sin su cometido, el control del comercio indiano, por lo que en 1790 desaparecerá.
Análisis comparativo de los expedientes de ida de navío. Una práctica documental
Los expedientes de los registros de ida de navíos son una base para el estudio de la fluctuaciones navales entre España y el continente americano durante la Edad Moderna. Según la función de cada navío podemos encontrar un tipo de registro u otro, ya que tenían modelos que se diferenciaban si se realizaba el viaje como embarcación comercial o como navío de guerra. Tenían una tramitación pareja pero con distinciones que son notables, y por ello el estudio debe realizarse con cuidado. Durante estos tres siglos, tanto en Sevilla como después en Cádiz, los expedientes partirán desde una manera más sencilla y con pocas premisas para su funcionamiento, hasta llegar con el paso del tiempo a solicitar por parte de la administración un intrincado número de trámites. Los expedientes se van complicando y alargando en sus procesos como marcaba la legislación de la época, que va cambiando sustancialmente e incorporando nuevos requerimientos para poder realizar los viajes hasta las colonias americanas que la Corona española poseía.
Primeramente, el paso que marcó el inicio de la tramitación del expediente fue la petición. No siempre aparece, como se puede comprobar en los primeros registros del siglo XVI, dónde todavía el expediente no está confeccionado totalmente y faltan elementos que sí encontraremos avanzado el tiempo y que se volverán trámites obligatorios. En estos casos encontramos la orden, 9 transferida por los jueces oficiales de la Casa de la Contratación a los encargados de realizar los registros de navíos, siempre encabezada por la intitulación de los mismos, en la que se hace formal dicha orden para la realización del registro. "Los juezes officiales de su çesarea cathólicas magestades de la Contratación de las Yndias que residimos enesta muy noble e muy leal çibdad de Seuilla mandamos a vos.." 10 . Esta petición se realizaba exponiendo el motivo del viaje y quién era su maestre y dueño del navío. Estaba dirigida a los Oficiales Reales de la Casa y se debía demostrar la posesión del navío para poder conseguir la licencia y emprender el viaje. "Juan Home, por mí y en nombre de Dominguez Arias Home, mí hermano, dueños de la nao Nuestra Señora del Rosario, surta en la baya desta çiudad, para yr con la flota que Vuestra Merced despaxa a la probinçia de Nueva España..." 11 . La petición es el documento que se elevaba a la autoridad directamente o mediante las oficinas de la administración encargadas de la gestión documental 12 . La petición se eleva a las autoridades competentes como súplica a través de las oficinas, siendo ésto un derecho reconocido del rey a sus súbditos.
A continuación se pasa a la exposición, en la que se indican los motivos de la petición y por la que pide la merced introducida por los verbos "dice que" si es redactada en tercera persona o "digo que" si se redacta en primera persona. Una vez explicados los motivos de esta encontramos el dispositivo con la expresión "pido y suplico" o "pide y suplica" según la redacción en primera o en tercera persona, realizada por el oficial de la Casa, reflejando la finalidad del trámite.
La petición como elemento iniciador del expediente se irá conformando en la segunda mitad del siglo XVI, quedando ya definido en el siglo siguiente, y completamente integrado en el siglo XVIII, donde además de ella, se debía documentar las escrituras de propiedad del navío, aunque no se encuentra en algunos de los expedientes analizados.
El siguiente documento que conforma el expediente son las fianzas. Antes de que la visitación se lleve a cabo, el interesado debería presentar una serie de documentos para acreditar a sus fiadores. Para José Bono es un documento en el que una persona, que se constituye en fiadora del deudor principal de la obligación, asume ante el acreedor la deuda contraída por aquel. En la intitulación se especifica quién es el deudor (como principal obligado) y el fiador (como su fiador), incluyendo la fórmula de solidaridad 13 . Entre las cláusulas que incluye destaca la de renuncia a los beneficios de excusión, específica de estos tipos documentales, en los que se establecen una serie de condiciones de solidaridad entre deudor y fiador 14 . Existían tres tipos de fianzas que se debían cumplir, la primera de ellas se llamaba la de maestraje en la que el interesado y sus fiadores se comprometían a entregar la carga a sus destinatarios, a pagar los impuestos que por ellas se efectuaran por los Oficiales Reales, no cometer contrabando con sus naves, no llevar en ellas pasajeros de manera ilegal y, por último, no arribar en puertos prohibidos ni desviarse de su ruta bajo ninguna circunstancia. Las fianzas por las penas pecuniarias eran las penas que se debían pagar a la Cámara del Rey si se incumplen las leyes. El testimonio de abono se aseguraba la solvencia del maestre y la de sus fiadores con el pago de sus bienes, a no tener deudas con la Casa de la Contratación, y realizar los pagos a la Universidad de Mareantes y al Consulado de Cargadores a Indias.
El siguiente paso que se repite de manera continuada durante los años de actuación de la Casa, es la orden de visitación. Encontramos antes de ésta orden, el comunicado de los oficiales a sus superiores, donde se expone el motivo de la petición. Mediante un auto, se toma la decisión de dar como favorable la petición y en en el caso de serlo, se procede a una orden para que sea visitada la nave. Este paso administrativo se realizaba en varias visitas, siendo la primera de ellas la comprobación de los Maestros Mayores calafateros y carpinteros, para comprobar que el estado del navío era óptimo para realizar el viaje. En esta visita, según Pablo Emilio Pérez-Mallaina, se encargaban de tomar nota de las dimensiones y la fábrica de los navíos, su tonelaje, si constaba de todos los aparejos propios para hacer su viaje y emitían un informe en caso necesario de señalamiento de obras 15 . Podemos encontrar en estas primeras visitaciones las relaciones de la marinería que en el navío iba. Relación en la que se redactaba sus nombres y apellidos, sus oficios dentro de la embarcación, sus edades, el lugar de procedencia, y lo que llevaban consigo. "El maestre <Estevan Quinto> con un peto e casquete e espada e rodela El piloto general Álvares con un peto e casquete e espada e rodela El general Juan Esquierdo con un peto e casquete e espada e rodela..." 16 Uno de los pasos intermedios dentro de la visitación, es la relación de mercancías y pagos de impuestos. Una vez cumplidos los arreglos en los navíos, la Casa daba la orden para que se pudiera empezar a subir la carga a los navíos. Cada vez que una mercancía se subía al navío el visitador y su escribano, se personaban en el puerto un escribano y se hacía el recuento de lo que se embarcaba. Tomaba nota de todo lo que se embarcaba, haciendo una relación de la carga. Ésta no se hacía de manera única, como atestiguan los documentos, en los que por las fechas que cerraban los documentos, sabemos que se realizaban varías visitas. De la misma manera no eran siempre el mismo visitador y escribano los que hacían las relaciones de las cargas, ya que la letra cambia y las suscripciones no son de las mismas personas en todos los casos. En la relación de mercancías, podemos encontrar anotaciones en los márgenes de las cantidades en maravedís de los que se debía pagar como impuestos a la Corona.
La última de las visitaciones era la de salida, que se realizaba antes de que el navío saliera del puerto. En ella se hacía un recuento con toda la mercancía cargada en su totalidad, y se comprobaba que coincidiera con los registros que anteriormente se habían hecho. Con esto se intentaba evitar el fraude, y que se hubiera cargado alguna mercancía no declarada o que se levaran pasajeros que no habían sido autorizados. De igual manera con el visitador asistían un juez oficial de la Casa de la Contratación y los Maestros Mayores de carpintería y calafatería y se comprobaba que el barco en su tiempo en puerto no hubiera sufrido nuevos daños, pudiendo realizar el viaje a las Indias con todo lo indicado 17 . Este paso, no es atestiguado en algunos expedientes del siglo XVI, no así en el XVII y XVIII, como ya mencionamos anteriormente, ya que el siglo XVI es una centuria de transición documental y los expedientes van evolucionando durante este siglo.
El último paso para la cancelación de un expediente, consistía en dos pasos administrativos: la visitación de vuelta y la cancelación de registro. No siempre aparecen en los expedientes, y sobre todo es una medida más de finales del siglo XVII y del siglo XVIII. En la visita de vuelta se recogía los pagos de los impuestos de las mercancías subidas a borde en América y la marinería que volvía, que debía coincidir con la que salió de Sevilla al inicio del viaje. En los expedientes de vuelta, elaborados por los oficiales que residían en las Indias, en la mayoría de los casos estaban copiados totalmente o parcialmente de los de ida, sin elaborar por ellos mismos los diferentes mecanismos del expediente 18 .
Este trámite era llevado a cabo por la Casa de la Contratación con los documentos que los maestres de navío traían de América. Se debía presentar en la Casa, 15 se declaraba la carga que traía y se presentaban estos documentos de las administraciones indianas. Con ello se pretendía que se pagara los impuestos por las mercancías que se traían a España. También se comprobaba que las visitas en América habían sido efectuadas y que coincidían los datos con los tomados en la visitación de vuelta para evitar que hubiera fraude, o se hubiera transportado mercancías y personas sin declarar. En algunos casos encontramos una carpetilla por la cual la Corona abre un pleito contra algún maestre de navío por alguna irregularidad. En muchos casos se debían a fraudes en las cargas, contrabando o mercancías no declaradas, y en otras por no pagar los impuestos a la Casa de la Contratación de las mercancías. "...en quienes señaladamente se halla la circunstancia de no hauer chancelado sus obligaciones y fianzas con expresión de los tiempos en que llegaron y partes de su destino y entre las partidas que en dicha certificasión se conttren en esta una de Don Juan Pinto...". 19
Fraude del monopolio
La Corona adoptó numerosas medidas para controlar con rigor el comercio con las Indias, pero siempre existió fraude y se acrecentó cuanto más lo hacían las restricciones. Este control, no hizo sino acrecentar el fraude, llegando al punto, que cuanto más aumentaban las restricciones que los secretarios reales imponían, más aumentaba el fraude, siendo una carrera paralela sin freno. 20 Ya en las declaraciones de la carga que se hacía ante los funcionarios reales, existía fraude, al declarar lo que contenían los fardos y cajones, pero que no eran revisados, por lo que se mentía sin pudor, siendo fácil declarar una mercancía y llevar otra. Este privilegio de no tener que mostrar el contenido de la carga a los oficiales, fue el más defendido por el Consulado de Cargadores y consentido por la Casa, dejando a la Corona sin medidas para evitarlo.
Además existían otros métodos de fraude como los "testimonios" o las "partidas adicionales". Consistían en cargar mercancía adicional después de hecho el registro, y entregar a los oficiales estos testimonios, que se añadían al registro para entregar en el puerto de destino, pero al no ir cosidos entre sí, el mercader podía presentarlos o no. El fraude era tan evidente, que fue cada vez más difícil cometerlo, por lo que se trataba de seguir con la práctica pero cambiando el método, según Antonio García-Baquero González "se trataba de cargar las mercancías lo más tarde posible, de modo que se echara encima la fecha de partida de las flotas y estas tuvieren que emprender el viaje sin llevar consigo los registros" 21 . El soborno estaba a la orden del día, oficiales corruptos realizaban sus registros pasando por alto parte de su carga, o las propias naves de la armada, usadas en muchos casos para llevar cargas sin declarar.
La Corona fomentaba en muchos casos el fraude, no castigando con dureza a los defraudadores, pero en realidad a la administración le resultaba el mal menor, ya que con ello no paraba el flujo comercial, vital para una maltrecha Hacienda Real. Quedaba claro que los comerciantes que defraudaran mercancía, si declaraban y pagaban el impuesto de avería en Sevilla, le serían perdonadas las penas por el rey, por lo que, sobre todo en momentos de carestía de la hacienda del reino, se otorgaba su perdón, con las llamadas cédulas de manifestaciones. Afirma Enriqueta Vila Vilar que "Veitia y 19 Registro del navío: "San José" AGI., CONTRATACION,1285 Linage, recoge este perdón general en el capítulo de las llamadas 'manifestaciones', y venía a ser una gracia Real, que más adelante se tomó como costumbre, que contravenía las leyes descaradamente." 22 .
Pero además, la Corona proporcionaba más recursos a los que intentaban defraudar, el indulto se trataba en un asiento, por el cual, el defraudador mediante el pago de una multa pactada con la Corona, paraba la investigación judicial 23 . De esta manera los comerciantes que hubieran defraudado y estuvieran sometidos a una investigación por parte de los oficiales reales, paraban la investigación pagando los derechos no declarados al rey, quedando libres de cualquier tipo de pena por defraudar, librándose así de penas mayores. Este hecho se dará a lo largo de la historia de la Casa de la Contratación, siendo frecuente el engaño en las cargas al no aplicarse la legislación de una manera dura contra los defraudadores.
Así, queda claro que las medidas para crear un monopolio por parte de la Corona nunca llegaron a ser efectivas y que el fraude corroía el comercio. Las altas medidas impositivas de la Hacienda, las apropiaciones de los beneficios de los particulares por parte Real en épocas de carestía, y el miedo a no recibirlos mediante juros, hicieron que los comerciantes intentaran todo tipo de engaños para sortear las imposiciones reales y sacar un mayor beneficio. Si se descubrían anomalías en las declaraciones de la carga en los registros por parte de los comerciantes, la Corona imponía una multa, pero nunca fueron altas para no espantar a los comerciantes y que la ruta a las Indias siguiera funcionando 24 . La Corona se mostró indulgente en muchos casos, los comerciantes eran fuente de beneficios y los castigos no fueron sino pequeñas reprimendas.
Gasto y financiación de la Casa Real entre 1621-1633: Las cuentas de Tomás de Cardona
Expenditure of the Court between 1621-163: Thomás de Cardona accounts
Miriam RODRÍGUEZ CONTRERAS Universidad Autónoma de Madrid
La Casa Real como espacio económico
A partir de la fundación de la Casa de Borgoña, tras la llegada de Carlos I, se estableció una nueva jerarquía de cargos y obligaciones palatinas que se reflejaban mediante salarios y desembolsos y que se fue perfilando en los años posteriores. Dentro de este esquema, en cuando al funcionamiento económico se refiere, existían tres niveles, según la relación elaborada por Juan de Sigoney, dentro de los cuales se encontraba la figura del maestro de la cámara, cuyas competencias detallaré más adelante 10 . A través de ellos podemos observar que en la Casa de Borgoña, como parte sustancial de la corte, se concentraban y distribuían recursos y flujos económicos, convirtiéndose, así, en un centro de consumo, que suponía una importante demanda de bienes y servicios.
Desde la segunda mitad del siglo XVII y durante todo el siglo XVII, hubo continuos intentos por buscar nuevas fuentes de financiación para superar el déficit crónico que se estaba padeciendo, como consecuencia de la falta de rentas o consignaciones fijas y la irregularidad de las dotaciones que cedía la Tesorería General. Esto provocó que se abriera una nueva vía, la del crédito, a través de la firma de asientos con banqueros, para poder suministrar a la corte y a las casas reales. Esto incitó que todos los desembolsos del maestro de la cámara se pagasen con una gran irregularidad y estuviesen condicionados por las necesidades urgentes de la casa real. Para poder conocer mejor el funcionamiento y la organización del servicio palatino-doméstico y sus dimensiones como fuente de obtención de recursos fiscales y financieros del monarca, hay que tener en cuenta también las diferencias entre el gasto de la casa real y el gasto cortesano.
Cuestiones de cálculo: casa real y gasto cortesano.
Generalmente se entiende que la corte al estar compuesta por diversas casas de la familia real, consejos y tribunales, el palacio y el séquito real, el cálculo de su gasto total cortesano sería la suma de los montantes de cada estas entidades. Sin embargo, para ponderar el gasto cortesano hay que valorar, además de la perspectiva institucional de la corte, otros aspectos, incluyendo o separando partidas como embajadas, ayudas de costa, mercedes, jornadas regias, etc 11 .
En cuanto al coste de las casas reales, hay que observar que desde la llegada de Carlos I surgieron dos casas, cada una con su gestión, financiación y contabilidad: una principal, la Casa de Borgoña, y una secundaria, la Casa de Castilla. Desde entonces, siempre que se referían al servicio palatino-personal de la "casa ordinaria" o "casa de su Majestad" se referían a la primera, después se añadían las casas de los demás miembros de la familia real, y finalmente, la Casa de Castilla. De esta guisa, la valoración rigurosa del gasto de la casa real ha de precisar de qué entidad se trata, si solamente de la Casa de Borgoña, de la suma de esta con la Casa de Castilla y, en general, con las demás casas de la familia real 12 . No obstante, existía la dificultad de marcar los límites de las casas reales, lo que influía en el control de sus gastos, perjudicando en la actualidad a los historiadores en el estudio de la economía de la corte. A esto hay que añadirle que durante el siglo XVII surgieron dos sistemas monetarios, uno en plata y otro en cobre que afectaba tanto a los ingresos como los pagos que el maestro de la cámara efectuaba.
Sin embargo, respecto al siglo XVI, el coste nominal de las casas reales experimentó un enorme crecimiento, como consecuencia de la ampliación y diversificación del servicio palatino, llegando a más de 600.000 ducados anuales durante Felipe III 13 . Para el caso de Felipe IV hay divergencias entre los autores. Según defiende Jurado Sánchez, el reinado de Felipe IV experimentó dos fases de gasto: una primera que comprendería desde 1621 hasta 1640, donde el gasto permaneció más o menos estableen torno a los 750.000-800.000 ducados-y, una segunda, comprendida entre 1640 y 1665, donde el gasto se elevó hasta los 1.300.000 ducados 14 . Por otro lado, Trewinnard sostiene que el coste medio de la Casa de Borgoña fue de 450.000 ducados 15 . La diferencia entre uno y otro es que el primero utiliza las cuentas de los tesoreros de las reinas y los maestros de la cámara en un período muy amplio, mientras que el segundo sólo se refiere a los ingresos que el maestro de la cámara recibió.
Por tanto, a través de las cuentas del maestro de la cámara podemos ver la distribución de las sumas de dinero y la irregularidad de los pagos y es imprescindible para comprender el funcionamiento cortesano, a pesar de las características actuales de las fuentes documentales.
Tomás de Cardona como maestro de la cámara
Tomás de Cardona fue un vecino de Sevilla, nacido en la segunda mitad del siglo XVI y emparentado, según algunos autores, con los duques de Sessa 16 . De capitán pasó a ser arbitrista durante el reinado de Felipe III, donde se mostraba contrario a los asientos firmados entre la corona y los banqueros extranjeros e incidía en el reajuste del valor de los metales venidos de Indias como solución a los problemas de financiación que la Monarquía estaba teniendo 17 . Tras su llegada a la corte para el estudio de sus escritos, no llegó su ocasión de ascender hasta que la autoridad del conde-duque se fue consolidando en los primeros años del reinado de Felipe IV. El valido, con la intención de reformar económicamente las casas reales, intentó intervenir en las cuentas y destituir a las personas que habían tenido varios cargos financieros durante el valimiento del duque de Lerma. De esta manera, defendiendo la posición de Stradling, en 1623, Olivares consiguió retirar a Francisco Guillamás Velázquez del cargo de maestro de la cámara, una de las principales jefaturas de la sección de la casa real, nombrando en su lugar a Tomás de Cardona 18 .
Las funciones del maestro de la cámara consistían, desde las ordenanzas de 1515, de pagar a todos los departamentos de la casa del rey, es decir, toda la despensa (tanto ordinaria como extraordinaria), gajes, pensiones y recompensas que se contaban en el bureo, después de recibir autorización del mayordomo mayor 19 . Para realizar su trabajo, el tesorero o receptor general del rey le entregaba el dinero necesario, además de una cantidad adicional que le entregaba a principio de cada mes para repartir a cuenta entre los oficiales que gastaban, según la orden que el contralor le daba. De la misma manera, por orden del contralor, libraba mensualmente cantidades que se destinaban a las compras y abastos. Tenía la obligación, desde las ordenanzas de 1545, de hacer un cuaderno de todo lo que montaba la despensa, así como lo que entregaba. Además debía llevar otro cuaderno donde anotaba cada tres meses los gajes, pensiones y recompensas que se contaban en el bureo. Igualmente, el montante de esa cantidad trimestral se le entregaba para pagar a cada uno lo que había de haber en ese período. Una vez realizado el pago, el maestro de la cámara presentaba sus cuentas en el bureo "en fin de cada tercio o año" ante los mayordomos y oficiales para que las examinara y así realizar la distribución 20 .
Durante el reinado de Felipe III hubo un intento por reglamentar las ordenanzas y etiquetas de los oficios, además de prácticas y ceremonias con el objetivo de dotar a la Monarquía de una casa propia. No obstante, más que cambiar la estructura de la casa e inventar un estilo específico de la Monarquía hispana, las nuevas ordenanzas se limitaban a reglamentar detalladamente las obligaciones de cada oficio sin modificar el estilo borgoñón 21 . En lo referente al maestro de la cámara se estableció que recibiera, por orden de la junta de la Real Hacienda, las cantidades necesarias para hacer frente a los pagos de la casa del rey. Esas cantidades se las entregaba a los distintos jefes de los departamentos o a los criados, según las órdenes que se despacharan.
Desde 1623, tenía la obligación de presentar las libranzas del contralor para poder efectuar pagos pero hasta que no se realizara la previsión y el gasto no se ajustaban sus cuentas en el bureo 22 . Así mismo, el maestro de la cámara tenía que presentaren un período de cuatro o cinco años sus cuentas ante la Contaduría Mayor de Cuentas 23 .
Además, cada año tenía que presentar una relación jurada, firmada por el contralor y grefier, donde exponía todas las copias de las órdenes de pago que realizaba desde las arcas de tres llaves, cartas de pago y diferentes nóminas. Este documento estaba compuesto por tres secciones: el cargo, la data y el cargo de entrada por salida. En el primero, se mostraban los ingresos recibidos de una gran variedad de fuentes de financiación irregulares y se libraban al maestro de la cámara, sin tener una descripción de dónde se había obtenido dicho ingreso. En el segundo, se incluían y disgregaban los gastos de acuerdo con las fechas reales de servicio de los oficiales y de consumo de la despensa. En el tercero, se mostraban los pagos que tenían un destino fijo en el momento que pasaba por las manos del maestro de la cámara, que generalmente era pagar en pequeñas cantidades diferentes salarios.
Estas cuentas se entregaban al bureo y, más tarde, a la Hacienda Real para que se comprobaran a través de varios instrumentos (documentos de justificación de ingresos y gastos, cartas de pago, etc.). Si no se detectaba ninguna irregularidad, las cuentas se enviaban al bureo para que se diera el visto bueno. En cambio, si había algún error, el maestro de la cámara tenía que aportar otros escritos adicionales para comprobar las sumas pagadas o recibidas y corregir esos errores 24 .
Para regularizar las entradas y salidas de dinero, en las ordenanzas generales, realizadas entre 1623 y 1624, se mandó que "aya un libro dentro de la misma arca de la entrada y salida del dicho dinero firmado y autorizado en cada partida de entrada y salida por personas que tienen las dichas llaves y con el mismo libro se ponga el dinero de las cassas de sus Altezas cuyas llaves tengan los mismos [maestro de la cámara, contralor y grefier]" 25 . También hubo otros intentos de reforma de este oficio cuya intención era facilitar sus labores y controlar al maestro de la cámara 26 .
Para relacionar las sumas percibidas por el maestro de la cámara respecto a las partidas de la Tesorería General, hay que confrontar tres tipos de documentos: en primer lugar, el cargo y data del maestro de la cámara y otras instancias de la Casa; en segundo lugar, las consultas del Consejo de Hacienda, donde se estimaba previamente el coste corriente anual de las casas y el total de los gastos asumidos por la Real Hacienda; y por 21 último, las cuentas de los tesoreros generales de Castilla, donde constaba (en su data) la aportación anual que entregaban al maestro de la cámara y a otros miembros de la Casa real. A través de estos documentos se puede observar la diferencia entre las cantidades que el maestro de la cámara percibía y las que el Consejo de Hacienda presupuestaba 27 . Generalmente, la suma que obtenía el maestro de la cámara para desembolsarlo en los diferentes oficios era menor que lo que debía entregársele y, en consecuencia, se producía un cúmulo de atrasos que sólo se satisfacía en ejercicios posteriores. Por otro lado, dentro de la Casa de Borgoña existían partidas de gastos que no pasaban por las manos del maestro de la cámara. De esta manera, la presentación de la data de Tomás de Cardona no terminó hasta 1640 -tres años después de su muerte-. Esta dependencia del maestro de la cámara respecto a la Tesorería General, conducía a un déficit entre los gastos que contraía y los fondos que recibía, teniendo como única solución, primero provisional y después definitiva, recurrir al crédito con banqueros extranjeros para poder efectuar los pagos de la Casa Real.
Ingresos y gastos manejados por Tomás de Cardona entre 1623 y 1633.
La situación hacendística durante el comienzo del reinado de Felipe IV era preocupante, debido al cúmulo de deudas y obligaciones que heredó, que afectó de la misma forma al sostenimiento de las casas reales como al resto del gasto 28 . A su llegada, la mayoría de los ingresos previstos hasta 1625 ya estaban consignados a hombres de negocios y la Real Hacienda sólo ingresaba teóricamente unos 8.595.169 ducados aproximadamente 29 . A principios de julio de 1623 se presentó en las Cortes una "Relación del estado y empeño en que se alla la Real Hacienda de Su Majestad" 30 en el que se calcularon que los gastos anuales alcanzaban 8.500.000 ducados, de los cuales 1.500.000 ducados estaban destinados al gasto cortesano y las casas reales. maravedíes y la data 338.056.516 maravedíes, siendo aportaciones del tesorero general, Jiménez de Góngora, únicamente 28 pagos 31 . El incremento de los gastos se debió a las grandes jornadas reales que hizo Felipe IV en sus primeros años de reinado (jornada de Andalucía en 1624 y la de Aragón en 1626) y el aumento del personal que servía en las casas reales. No obstante, hay que tener en cuenta que esta subida también estuvo condicionada por el incremento y la inestabilidad de los precios 32 . Además hay que considerar que de los asientos firmados tan sólo una mínima parte se distribuía a las casas reales y a distintos gastos cortesanos. Por ejemplo, para el año de 1626 de los 5.980.000 escudos y ducados que se consiguió con los banqueros, tan sólo se destinaron 600.000 ducados (48.000 en plata y 552.000 en vellón) para las casas reales y 100.000 ducados de vellón para los embajadores, a los que habría que sumar gastos extraordinarios y salarios, además de las pagas de las guardias y la capilla, que para la provisión de 1627 estaban consignados 200.000 ducados de vellón.
Los gastos estaban divididos en ordinario y extraordinario. Dentro de la casa real, la despensa y la caballeriza formaba parte del ordinario, de la misma forma que los gajes. Aunque se destinara más dinero a distribuir dentro de las casas reales, Tomás de Cardona sólo se encargaba de una parte, no llegando a los 500.000 ducados de gasto, a entregar en cada departamento de la casa real, siendo otros pagadores, como el limosnero mayor, los que también utilizarían esas cantidades para cederlas en otros departamentos. Dentro de los gastos que manejaba Tomás de Cardona, los mayoritarios fueron los ordinarios, que se abonaban de forma cuatrimestral, siendo los que se pagaban con una relativa puntualidad la despensa. Tras la bancarrota de 1627, este tipo de egreso quedó suspendido hasta mayo de 1631, cuando se negoció un nuevo préstamo para cubrir los gastos esenciales 33 . Siempre se intentó reducir los gastos para reducir la casa como la que había en tiempos de Felipe II, pero no se terminó por conseguir. En cuanto al régimen de pagos, aún en 1633, no se consiguió fijar la paga de los ordinarios, a pesar de que la Junta de Reformación insistió que se hicieran siempre las provisiones a tiempo 34 . Otro departamento que también manejaba Tomás de Cardona y causaba más costes en el ordinario era la caballeriza 35 . En esta sección también los pagos se hacían de forma irregular, sobre todo a partir de la suspensión de pagos. Lo que más incrementaba el coste de esta dependencia eran las jornadas reales, debido al gran número de personas, enseres y transportes que había que trasladar desde la corte al 31 AGS, TMC, leg. 188. 32 C. Álvarez Nogal, "El dilema monetario de la monarquía española en el siglo XVII: pequeñas monedas de plata o crédito internacional", Economic history workshop, 2008. 33 R. Giles Trewinnard, The household…, p. 206. 34 AGP, ADM, leg. 928. 35 36 . Para este tipo de gastos además de lo que se entregaba a la caballeriza, se conseguían otras formas de financiación para cubrirlas, como los préstamos que realizó el secretario Bartolomé de Anaya 37 . Dos años después de este gran viaje, el rey organizó uno nuevo, la de Aragón. Para este viaje Tomás de Cardona libró un total de 9.202.364 maravedíes y la de Barcelona, 5.138.120 maravedíes 38 .
Otra de las razones que incrementaba el coste eran los gastos extraordinarios. Cuando surgía un gasto de este tipo, todos los ingresos que se recibían para las casas reales, se destinaban a hacer frente al pago de estos egresos. En esta sección se incluían los viajes a sitios reales, honras fúnebres y otros gastos ocasionales.
Fuente: Elaboración propia con los datos de la data del maestro de cámara.
AGS, TMC, leg. 189, 190 y 191.
En la gráfica vemos que los gastos ordinarios eran las cantidades más altas que el maestro de la cámara distribuía, mientras que los gajes eran las mínimas. Las dos excepciones, entre 1632 y 1633, del incremento de los gajes son porque se seguían aún pagando gajes atrasados pertenecientes al reinado de Felipe III. El maestro de la cámara se encargaba de pagar a toda la casa del rey y el personal de la cámara, desde los ayudantes de la cámara hasta los puestos más altos. También se incluían las guardas, los caballerizos, arqueros de corps y capilla. Entre 1628 y 1632 Tomás de Cardona solo controló el dinero destinado a los ordinarios de la casa real, a pesar de que el 10 de abril de 1630 el rey ordenase que todo el dinero de los ordinarios se librase directamente a los oficiales de boca y "otras personas que hubieran de haber" 39 . El pago de gajes, sin embargo, se libraron durante estos años en los pagadores de Consejos, Gerónimo de Barrionuevo y Diego Ruíz de Castellanos 40 . Lo que refleja, por tanto, la gráfica anterior es que las necesidades de la casa real era la prioridad máxima en ese momento, lo que provocó que los gajes se fuesen atrasando cada vez más, sobre todo, tras la bancarrota de 1627.
Primeras conclusiones.
A través de las cuentas del maestro de la cámara se puede ver que los ingresos no eran regulares y que estos no eran capaces de mantener los gastos básicos de la casa real. A esto se le tiene que sumar las dificultades de crédito de la corona. El crédito, junto a las transferencias de dinero por parte de los banqueros extranjeros, resultaron ser imprescindibles para poder hacer frente tanto a los compromisos interiores como a los exteriores de la Monarquía. Sin embargo, a través de los numerosos asientos que tuvieron lugar durante el reinado de Felipe IV la vía del crédito deterioró el erario real. Esto dio lugar a la suspensión de pagos de 1627, que formó parte de una crisis más amplia que había nacido en 1626 y duraría hasta 1628. El factor determinante de la primera bancarrota de Felipe IV fue el agotamiento del mercado de juros y los impagos de réditos anuales de juros por parte de los banqueros genoveses. En definitiva, la monarquía, con la intención de obtener crédito, por mano de los hombres de negocios, derrumbó el funcionamiento de su sistema monetario.
La mayoría de los ingresos iban destinados a los gastos ordinarios de ambas casas reales, sin embargo, cuando surgía algún gasto extraordinario se concentraban en destinar cualquier ingreso a su pago más que en los ordinarios. Esto indica que según las circunstancias los gastos variaban enormemente y, junto a las deudas que se tenían sobre los estipendios del personal de la Casa Real, podía peligrar la capacidad de servicio al rey 41 .
Hemos constatado las dificultades para calcular con exactitud las cuentas del maestro de la cámara, debido a las devaluaciones de la moneda, las alteraciones de los precios y la no computación de algunos gastos en sus cuentas de cargo, data o relación jurada. A través de sus balances se pueden observar los ingresos y los gastos pero no las deudas contraídas ni las cantidades destinadas al mecenazgo regio.
Por otro lado, las rentas que se utilizaron para abastecer a las casas reales fueron irregulares, utilizándose asientos, millones, donativos, etc. La necesidad financiera de obtener ingresos, derivada de la política exterior, obligó a emplear moneda de vellón. A corto plazo resultó beneficioso pero a largo plazo se vio que no ayudó a mejorar la situación económica de la Monarquía. El estado crítico de la Hacienda unido al comienzo de la Guerra de los Treinta Años provocó que se incrementara la cuantía de las provisiones y que todos los ingresos que se interceptaran se destinaran a la guerra, dejando una pequeña parte para distribuirlos a las necesidades de las casas reales. Como consecuencia, las dificultades financieras se fueron acentuando, provocando que el déficit se trasladara de año en año y se elevara sus costes.
En un momento crítico de la Real Hacienda como era la que había a principios del reinado de Felipe IV, lo principal era abastecer las necesidades de la casa real y en 39 AGP, ADM, leg. 640. 40 R. Giles Trewinnard: The household...., p. 182. 41 R. Giles Trewinnard: The household…, p. 243 un segundo plano los estipendios de todo el personal. Estos gajes cada vez se fueron retrasando más como consecuencia de la falta de liquidez. Cuando surgía algún gasto extraordinario todos los ingresos se concentraban en pagarlo, dejando una mínima parte para los gastos ordinarios. Todo esto podía hacer peligrar la capacidad del servicio al rey 42 .
Los costes aumentaron debido a la revolución de los precios pero también por el alto número de personas que servían al monarca. Desde que comenzó el reinado de Felipe IV se iniciaron medidas de reforma pero tardaron en aplicarse pues la reducción de gastos en las casas reales conllevaría a dañar la autoridad real y, en definitiva, la grandeza de la monarquía. El coste ascendió a precios corrientes de 3,70 millones de reales entre 1599-1618 a 10,02 millones de reales en el reinado de Felipe IV. A precios constantes este coste sin embargo nos muestra una disminución de 8.01 millones de reales a 6,95 millones. En cuanto a las casas reales, durante el reinado de Felipe IV su porcentaje llegó a reducirse un 6%.
Fuente: José Jurado Sánchez, La economía de la corte…, p. 181.
La Casa de Castilla aunque dependía de la misma fuente de ingresos que la Casa de Borgoña, tuvo autonomía financiera con respecto a ella y las cuentas las llevaban el despensero mayor y el pagador de ellas, no el maestro de la cámara. Si comparamos ambas Casas, la Casa de Castilla no tenía una carga tan excesiva, tan sólo un gasto anual de 12% aproximadamente.
En cuanto a Tomás de Cardona, sus servicios a la Corona junto con sus arbitrios hicieron que obtuviese en el año de 1623 el cargo de maestro de la cámara. Hasta que murió en 1637 tuvo que hacer frente a unos pagos atrasados, tanto los que estaban destinados a los gastos ordinarios de las casas reales como los diferentes gastos de los distintos departamentos, pero sobre todo, tenía que hacer frente al pago de gajes atrasados desde finales del reinado de Felipe III. A través del "déficit flotante" pudo efectuar diversos pagos con la intención de disminuir la deuda contraída con el personal que servía a la Casa Real. 42
Fraude y conflictividad en las Reales Fábricas de Tabacos de Sevilla (1740-1759)
Fraud and unrest in the Royal Tobacco Factories of Seville (1740-1759)
Álvaro Javier ROMERO RODRÍGUEZ Unviersidad de Huelva
III.2. Teoría y práctica del poder
Contra la diabòlica desmandada. La reducción militar de la Germanía mallorquina
Contra la diabòlica desmandada. The military reduction of the Majorcan Germania
Andreu SEGUÍ BELTRÁN Universitat de les Illes Balears -Universitat Pompeu Fabra
El poder militar local en manos agermanadas
En los primeros años del siglo XVI, aprovechando el receso de la lucha contra Francia por el reino de Nápoles, la Monarquía hispánica continuó otra de las líneas de la política mediterránea aragonesa: la conquista de los principales puertos de la costa norteafricana 4 . Como los demás territorios aragoneses, las Baleares contribuyeron a las intervenciones contra el litoral argelino, especialmente a la toma de Bugía en 1510 5 . La colaboración insular fue más relevante en el posterior abastecimiento al presidio de esta plaza y al del peñón de Argel. Cinco años más tarde, también apoyaron a la fortaleza buginesa, protegida por la guarnición comandada por Ramon Carròs, cuando fue nuevamente asediada por Oruç Barbarroja. La participación en esas empresas permitió una cierta modernización del poder militar insular, al precisar un mayor número de armas de fuego y, especialmente en esta última expedición, instruir a la población en su uso 6 Valencia y Mallorca, continuaron armándose para mejorar la respuesta frente a posibles ataques corsarios, como el de Andratx en 1519. En ambos casos, la administración militar continuó bajo la dirección del virrey y con una notable presencia de las autoridades locales, propietarias de la mayor parte de las armas y de la munición, así como de los oficios ligados a su producción 7 .
En 1521, como consecuencia de la escalada de la tensión social en Mallorca, se constituyó una junta de trece miembros -tretzena-, que destituyó al virrey Miguel de Gurrea e impuso su autoridad sobre las instituciones locales. Los agermanados se hicieron así con el pleno control del poder militar y la posesión del armamento existente en la isla. El emperador ordenó, mediante la cédula de Worms de finales de marzo del mismo, reinstaurar y obedecer a su representante en la isla, para evitar una nueva guerra como las de Castilla y Valencia. No obstante, la misiva imperial provocó el efecto contrario: la radicalización de la revuelta, con la substitución de la facción moderada de Joan Crespí por la radical de Joanot Colom. La Germanía dejaba de ser un movimiento fiel al soberano, pero contrario a la corrupta administración local que defendía un desigual reparto de la carga fiscal, para convertirse en una rebelión. Fue entonces cuando se incrementó la emigración de los contrarios a la revuelta hacia el resto de islas, Valencia y Cataluña. Los que optaron por permanecer en Mallorca, se refugiaron tras los muros de Alcúdia y en el castillo de Santueri.
Los agermanados utilizaron su poder bélico para intentar someter esos dos focos de resistencia y acabar con levantamientos en núcleos como Manacor. Los asedios contra Alcúdia demostraron la modernización militar mallorquina, con el uso de artillería y de una tortuga para batir y asaltar sus murallas. Sin embargo, también indicaron la irregularidad de sus fuerzas, incapaces de mantener el sitio por mucho tiempo y de interrumpir la comunicación con Menorca. Los asediados, el sector social más formado para la guerra, también se habían beneficiado de la experiencia norteafricana. La debilidad de los atacantes les permitió apoderarse del armamento enemigo y hacerse con un cierto control sobre la zona, amenazando a núcleos cercanos como Pollença. Los rebeldes también fracasaron al intentar extender la revuelta al resto Valladolid, 1991 8 . Su derrota más significativa se produjo en Ibiza, donde se había refugiado el virrey y buena parte de los exiliados 9 .
El operativo militar anti-agermanado
Los mallorquines exiliados impulsaron una propaganda anti-agermanada, informando de supuestas negociaciones de los rebeldes con Barbarroja y Francisco I de Francia. Los contactos con el primero eran lo más alarmantes, aunque poco probables, porque en esos momentos Hayreddín concentraba sus fuerzas para apoderarse de la costa argelina y recuperar Argel, lo que daría paso a una etapa de mayor actividad del corso berberisco. Por su parte, la inestabilidad en los territorios de Carlos V beneficiaba al rey francés, porque la revuelta insular dificultaba la comunicación entre las penínsulas Ibérica e Itálica. No obstante, los jurados desmintieron rápidamente las conversaciones con los Valois 10 . Paralelamente, apoyaron a la resistencia en Alcúdia y fomentaron la captura de las embarcaciones, que los agermanados fletaban para abastecer de trigo a la isla 11 . El objetivo era aislar a Mallorca y promover la oposición interna, mientras solicitaban la organización de una expedición armada contra los rebeldes. En respuesta a sus peticiones, se prepararon cuatro galeras reales, comandadas por Juan de Velasco. El ataque a Ibiza y la captura de naves catalanas y sicilianas, terminaron de evidenciar la necesidad de acabar con la revuelta manu militari, acelerándose los planes entre julio y septiembre de 1522 12 .
La expedición contra la Germanía mallorquina se distinguió de la campaña contra la revuelta valenciana, por su carácter marítimo-terrestre. El libro de cuentas del operativo, una clara muestra de la burocratización de la guerra, permite examinar minuciosamente su organización y componentes 13 . Las fuentes señalan la isla de Ibiza como lugar de reunión de la escuadra y de los efectivos, llegados de Barcelona y de Valencia, con el virrey, así como de varios preparativos previos al paso a Mallorca. El flete de navíos, la compra de víveres y de munición, junto con el pago de los sueldos de los soldados, exigían unas elevadas sumas de dinero, que la Corona no podía adelantar en ese momento. La cobertura del último de esos tres aspectos era esencial para reunir un contingente en la Pitiusa mayor, porque su población fue muy reacia a la presencia de tropas en la isla, recordando el saqueo de la villa por las tropas de Hugo de Moncada, tras fracasar en su intento de arrebatar Argel a Barbarroja. Por todo ello, como en Valencia, fueron esenciales los préstamos efectuados por "servidores nuestros y de personas que dessean el assiento y reducción del dicho reyno", a devolver con las futuras multas y confiscaciones que se impondrían a los rebeldes 14 . Entre los prestamistas figuran miembros de los principales linajes mallorquines, como los Sureda, los Quint y los Santacilia, además de artesanos como el sastre Mateu Batle y el pelaire Pere Boi; demostrando la heterogeneidad del sector contrario a la revuelta 15 . El mercader Joanot Vidal fue nombrado pagador de la armada y del ejército, cargo que ya había desempeñado en la fortaleza del peñón argelino 16 . Él era el responsable de administrar el dinero prestado y de asentar las pólizas de los gastos en los libros de cuentas. Por ejemplo, en los primeros días, su principal cometido fue pagar a las cinco compañías que servían en la expedición, el servicio de correo que informaba a la Corte y la compra de víveres, munición y medicinas 17 .
La escuadra que partió hacia Mallorca, además de las cuatro galeras reales, estaba integrada por otras embarcaciones de menor porte, dedicadas al transporte de tropas, armas, munición, vituallas y correspondencia. La expedición llegó a Alcúdia, tras fracasar unas negociaciones previas en Portopí, desde donde se enviaron discretamente algunos hombres para que alentasen un motín en Sóller. Las fuentes no cifran el número exacto de hombres que participaron en la campaña, porque solamente contabilizan los soldados presentes en la revista celebrada al final, en la que faltarían los combatientes heridos y fallecidos. Por esta razón, de momento, no podemos confirmar ni desmentir el relato del notario Morro, donde se apunta a unos mil doscientos efectivos, que ascenderían a dos mil cuando se sumaron los refugiados de Alcúdia 18 . Lo que sí sabemos es que el operativo adquirió entonces un carácter básicamente terrestre, aunque continuó contando con efectivos marítimos. Esto resulta lógico si tenemos en cuenta que el ataque a Pollença comenzó con el desembarco en su bahía. Además, fue absolutamente necesario mantener abierto un canal de suministro al ejército desde Denia e Ibiza, para continuar enviando dinero, vituallas y munición para las tropas. Los navíos que acompañaban a la escuadra se encargaron de ese transporte. Los obstáculos impuestos por los agermanados a la actividad marítima, parecen ser una de las razonas de algunos marineros para unirse al bando anti-agermanado 19 . Así, la documentación indica la participación de algunas naves, como la de Gaspar Torres, dedicada esporádicamente al corso contra la costa berberisca, antes y después del conflicto. La Germanía proporciona un nuevo ejemplo, aunque en una medida no demasiado significativa, de la actuación de los corsarios como flota auxiliar, rol que desempeñaron antes en la guerra civil catalana de mediados del siglo XV, así como posteriormente durante la guerra contra Francia y la sublevación de Messina en el XVII 20 . En lo que se refiere al componente terrestre, durante los quince días siguientes al desembarco, la prioridad fue poner a punto la artillería llevada desde Ibiza y organizar la asistencia sanitaria a los soldados heridos y enfermos. Esta última resultó esencial para disminuir los efectos de la epidemia de peste que, según las fuentes, asolaba la isla desde antes de su llegada y que el avance del ejército ayudó a expandir 21 21 Los avisos por sospecha de infección apuntan a que la epidemia fue anterior a la llegada del contingente. Pollença, 18/9/1522. AMP, C, lib. 1.230, s.f. Las cuentas contienen pagos de medicinas, Después de restablecer el control en la zona cercana a Alcúdia, la reducción de Pollença demostró el potencial del contingente al resto de villas de la parte foránea mallorquina, que fueron sometidas a lo largo del mes de noviembre, quedando libres quienes estaban atrincherados en el castillo de Santueri. Las sumas prestadas por los habitantes de esas localidades, permitieron continuar pagando buena parte de los costes de la expedición, postergándose otros 22 . Los agermanados no pudieron frenar el rápido avance del ejército hacia la capital mallorquina, al ser derrotados por las tropas de Gurrea en la batalla de Rafal Garcès 23 . Las cuentas sugieren que la victoria se debió al previo conocimiento del virrey sobre los movimientos rebeldes, gracias al servicio de información que había desplegado cerca de Palma 24 .
El contingente se instaló en los alrededores del monasterio de la Real e inició el asedio de la ciudad, antes de mediados de diciembre de 1522 25 . El abastecimiento de munición desde Valencia e Ibiza continuó siendo fundamental durante los cuatro meses de sitio, para mantener la presión artillera sobre las murallas palmesanas. También lo fue el avituallamiento desde Alcúdia y Sóller. Para asegurar el aislamiento de los sitiados y evitar su fuga, se estableció un servicio de vigilancia en torno a la ciudad. Las condiciones de los asediados empeoraban progresivamente, debido a la epidemia de peste y a las continuas bajas. No obstante, la documentación indica que la situación del ejército sitiador también era delicada. Las cuentas registran numerosos pagos para el sueldo de morberos, además de alimentos y medicinas para los soldados enfermos, posiblemente ubicados unos en el monasterio de Jesús y otros en Portopí, a los que se añadirían los heridos en las refriegas contra los rebeldes 26 . Todo parece indicar que la expedición anti-agermanada se encontró con unas condiciones y una resistencia más duras a las previstas. La delicada situación del contingente y la necesidad de incrementar la presión sobre la ciudad provocaron, en febrero de 1523, el envío de una aceite y otros conceptos relacionados con el cuidado de enfermos. Alcúdia, 27/10 y 3/11/1522. ADM, MSL, lib. 287, f. 16v; ACA, RP, AG, lib. I/142, f. 10v. 22 Mateu Ferrer reclamó durante años el pago de los proyectiles de ballesta que fabricó. Carta del regente de la cancillería al baile de Sineu. Mallorca, 2/4/1538. ARM, Lletres Comunes [LC], lib. 296, f. 36r. 23 E. Duran, Les Germanies…, p. 312. P. Pérez García y S. Urzunaiqui Sánchez, "Testimonios de la Germanía…", pp. 886-887; Mas Forners, "La Germania de…", pp. 316-317. Las misivas enviadas a la Corte destacaban la victoria de Sa Pobla. El notario Nicolau Panadés dirigió la expugnación y captura de "los rebelles que eren fets forts en la sglesia de Polensa". El rápido avance percibido en las cuentas, permite intuir ese rápido avance. Alcúdia y Binissalem, 10 a 29/11/1522. ADM, MSL, lib. 287, ff. 5v-6r y 18r-18v; ACA, RP, AG, lib. I/142, ff. 2r-3r y 12r. 24 Joan Carbonell y Miquel Pou de Sencelles recibieron 12 l. 6 s. por servir como espías y escuchas, avisando de las acciones de "los rebelles de la ciutat". El pago destacaba "com los desmandats eren exits de la ciutat", motivo por el cual "isque lo señor visrey y rompe lo exercit de dits rebelles prop la vila d'Inca". Binissalem, 29 26 Miquel Llabrés y sus compañeros servían como "sentinelles de nit prop de la ciutat". Las cuentas indican la continuación de los pagos de correspondencia y del transporte de vituallas. Son especialmente numerosos los gastos para "pagar vitualles y altres despeses per los malalts del present camp", como el pago del sueldo del capitán Medrano, "qui esta malalt en Portupi". Los morberos, como Nicolau de Berga, Antoni Torres y el notario Cristòfol Mir, compraban las medicinas y, posiblemente, separaban a los hombres enfermos de los sanos, para minimizar la propagación de las enfermedades. Todas estas cuestiones se indican en los pagos realizados en los monasterios de la Real y de Jesús, 11/12/1522 a 14/3/1523. ADM, MSL, lib. 287, ff. 18v-23r; ACA, RP, AG, lib. I/142, ff. 12r-16v. El cuidado de los enfermos quedaba en manos de los cirujanos, como Domingo Biscaí. Castillo de Bellver, 22/4/1523.
Ibid., f. 21v. expedición de refuerzo desde Valencia, comandada por Ramon Carròs, antiguo capitán del presidio de Bugía; pagada con el dinero prestado por los mercaderes valencianos a la hacienda real 27 .
El socorro decantó definitivamente la balanza a favor de las tropas reales, capitulando Palma el 7 de marzo 28 . La reducción militar terminó entonces, dando paso a la represión de la revuelta. El virrey y el ejército se instalaron en el castillo de Bellver. La fortaleza, situada en un monte cercano a la ciudad, les permitía mantenerse a una distancia prudencial del núcleo y de la epidemia, pero controlar a la población e intimidarla con la presencia de las tropas. Los jurados mallorquines asumieron el coste de su sueldo y manutención hasta principios de verano, cuando los soldados empezaron a ser licenciados. La rendición también dio paso a la instauración de controles en la costa y los puertos, para evitar la fuga de agermanados, enviándose expediciones terrestres para su captura 29 .
La reinstauración manu militari del poder real y local en la isla fue seguida, en años posteriores, de cambios en la administración artillera mallorquina que, como en la valenciana, apartaban a los gremios del control de los bienes de guerra. Las medidas más claras fueron la creación de una compañía, militarmente dependiente del virrey y administrativamente de la Universidad, así como el que la responsabilidad de las armas de fuego recayera en un caballero mallorquín. La gestión armamentística resultante continuó casi intacta en la isla, hasta finales del siglo XVI 30 . 27 Tradicionalmente, las principales crónicas locales y los trabajos sobre el tema mencionaban a Carròs como uno de los comandantes de la expedición, junto con el virrey Gurrea y el capitán Velasco. La documentación valenciana, en cambio, sugiere el envío de una expedición de refuerzo, comandada por el primero. Vicente Vallés Borrà, "La Germanía y la Corona de Aragón", en R. Franch Benavent y R. Benítez Sánchez Blanco (eds.), Estudios de Historia Moderna…, vol. 1, pp. 502-504. Lo mismo se señala en el recientemente publicado relato del notario Morro. Mas Forners, "La Germania de…", p. 318. Las cuentas lo confirman, con la completa ausencia de referencias a Carròs, durante los primeros meses de la expedición. La documentación sitúa la petición de socorro a principios de febrero, posiblemente con el envío del notario Pere Torres, quien cobró una ayuda de costa "perque va a la cort del rey nostre senyor per manament del senyor visrey per cosas concernents de sa Magestat y benefici del real exercit per la reductio de Mallorca". Los refuerzos llegarían en la barca Teresita, patroneada por Cristòfol Garrot. No queda claro si Barcelona aportó hombres a ese refuerzo. Monasterio de la Real, 7/2, 23/3 y 2/4/1523. ADM, MSL, lib. 287, ff. 21v, 24r; ACA, RP, AG, lib. I/142, ff. 15r, 17v y 20v. 28 29 Ingresos y gastos realizados en el castillo de Bellver, del 20/3 al 31/3/1523. ADM, MSL, lib. 287, ff. 7r-11v y 23v-26v; ACA, RP, AG, lib. I/142, ff. 3v-6v y 16v-19v. Los pagos entre abril y agosto, solamente se incluyen en el último de los dos ejemplares, ff. 20r-39r. En ellos se indica el pago a los hombres de las diferentes compañías, indicando algunos cambios de rango o de sustitución de capitanías, por defunción. También mencionan las obras necesarias para acondicionar el castillo de Bellver para la tropa y el mantenimiento de sus instalaciones en buen estado. Asimismo se procedió a la devolución de algunos de los préstamos recibidos en Ibiza. El patrón de bergantín Miquel Gili patrulló el puerto de Palma y la costa mallorquina, para impedir la fuga "dels desmandats i altres sens llicencia". El verguer Joan Tous quedó a cargo del cuidado de los prisioneros "pels delictes de la diabolica Germania". Francesc Sunyer dirigió una expedición a Manacor para capturar a Antoni Riera Gorga y a otros responsables de la muerte del virrey interino Uguet Palou. 30 J. F. Pardo Molero, "«Cañones contra el Turco»", pp. 248-249; A. Seguí Beltrán, "La administración…", p. 147.
La rivalidad entre Carlos V y Francisco I: el desencuentro permanente desde la corte de la emperatriz
The rivalry between Carlos V and Francisco I: permanent disagreement from the court of the empress
Isidoro JIMÉNEZ ZAMORA Universidad Francisco de Vitoria
Abastract:
Francisco I was the great enemy of the emperor and of Isabel. The french monarch already had faced Carlos V until the empress to marry the caesar, it would do it with her in front of the government of the kingdoms, and again after her death. From the beginning, Isabel acted forcefully in compliance with the guidelines set by her husband. She didn't trust of Francisco I and denounced its behavior with alliances that attacking christianity. The empress defended the sense of justice by requiring a good deal for the children of the french monarch withheld during more than four years in Spain. Although the french court arrived in 1530 the new wife of the king, Leonor, who was sister-in-law and also Isabel's stepmother, relations between both monarchies met only few moments of relative tranquility. Coinciding with the fifth anniversary of the crowning of Francisco I (1515), it is interesting to check how were the movements of the empress. In addition to its efforts to stop the muslim advance, the permanent doubt towards France was the subject of foreign policy that most worried her during their mandates. Keywords: Isabel of Portugal, Carlos V, Francisco I, defense, peace.
Isabel de Portugal no conoció personalmente a Francisco I ni tuvo una relación directa con él. Sin embargo, sus vidas están cruzadas desde el mismo momento en que se compromete con Carlos V. La rivalidad y el enfrentamiento entre los dos monarcas siempre estuvieron presentes en su mente, y también en su mesa de despacho cuando tuvo que hacerse cargo de la regencia de los reinos hispánicos con motivo de las ausencias del emperador. Francisco I accede al trono francés en 1515, hace ahora quinientos años. Carlos sería rey de España dos años después y posteriormente emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El título imperial, el choque de intereses en Italia y las alianzas de uno y otro acabaron por enfrentar a dos personajes, muy diferentes, en un momento de cambio trascendental en la historia europea.
La futura emperatriz tiene sólo 11 años cuando Francisco se convierte en rey de Francia. Cuatro años más tarde, cumplidos ya los quince, la corte portuguesa empieza a pensar en el recién nombrado emperador, el joven Carlos, como el candidato ideal para casarse con Isabel. Así lo piensa también la sociedad castellana que hace suya la idea de la alianza hispano-portuguesa que venía protagonizando varios matrimonios durante las últimas décadas. Sin embargo, la boda de Isabel y Carlos tardó en llegar; hubo que esperar hasta el 10 de marzo de 1526 para un enlace en el que había puestas muchas esperanzas. A los 26 años, una edad muy elevada para contraer matrimonio en esa época, Carlos estaba plenamente convencido de que la princesa portuguesa era la ideal por cuestiones económicas, porque el reino más rico de la cristiandad iba a contribuir con una cuantiosa dote con la que podría financiar sus obligaciones imperiales. Por otro lado, en ella vio a la persona idónea para asumir la gobernación de los reinos cuando tuviera que dejar la península. El matrimonio, de no muy larga duración ya que la emperatriz falleció en 1539, a los 35 años, fue todo un éxito y superó ampliamente las expectativas creadas. Carlos y sus consejeros, así como la práctica totalidad de la sociedad española, vieron en ella a la mejor representante de sus intereses. Y además en la pareja imperial surgió desde el principio una total y completa compenetración en lo público y en lo privado, en medio de una historia de amor intensa, breve e interrumpida en demasiadas ocasiones.
Estaba claro que Carlos situaba los asuntos políticos por encima de los planes matrimoniales, y así precisamente Francisco I empezó a marcar los destinos de la vida de Isabel. El enlace con Carlos tuvo que esperar porque había que cerrar bien y con garantías el Tratado de Madrid que permitía salir a Francisco I de España, después de llevar meses retenido por el emperador tras su derrota en Pavía, en 1525. Durante los trece años de matrimonio, y especialmente durante sus regencias, Isabel estuvo al tanto de los movimientos del francés. En la corte conoció el incumplimiento de su palabra de caballero tras los acuerdos de 1526, sus amenazas constantes sobre los territorios españoles y los dominios de los Habsburgo, sus alianzas con cualquier oponente que sirviera para minar el poder de Carlos, y su apuesta final por la paz en las treguas de 1538. Al lado de Francisco I, en los cruciales años treinta para Isabel, hubo una persona de máxima confianza: Leonor, la hermana mayor de Carlos y mujer del rey francés. Una vieja y querida amiga que había conocido en Lisboa al contraer matrimonio con su padre, el rey Manuel el Afortunado. Todas las informaciones de que disponía Isabel la llevaban a pensar una y otra vez que el rey francés no era de fiar. Su papel activo ante la amenaza casi continua de Francisco I la condujo a formular una serie de consejos, entre advertencias y propuestas, con las que contó siempre el emperador. Una relación imposible entre Carlos y Francisco, analizada y tratada desde la corte de la Emperatriz que pasó por tres destacadas etapas.
Desconfianza y servicio a una causa justa
El mismo año de su boda con Carlos, la emperatriz ya se indignó al enterarse de que el rey francés había incumplido el Tratado de Madrid. Francisco I había renunciado a sus pretensiones territoriales en Italia y Flandes, y lo más importante para el emperador, al tan deseado ducado de Borgoña. Sin embargo, apenas liberado y tras cruzar la frontera, no dio validez al acuerdo y encabezó la Liga de Cognac junto al Papa, Milán, Venecia y Florencia. El rey francés se había intercambiado con sus hijos, el delfín y el duque de Orleans, como prueba de que cumpliría lo pactado. Dos jóvenes rehenes, Francisco y Enrique, de sólo ocho y siete años de edad respectivamente, que no olvidarían tan largo cautiverio a lo largo de sus vidas. A pesar de todo, Francisco I movía ficha y también pretendía la alianza del rey inglés Enrique VIII.
La emperatriz manifestaba su estupor cuando llegaban las noticias del desafío del francés, retando a un emperador que aumentaba su ira por momentos. Los acuerdos de Madrid eran papel mojado y todo lo que venía de Francia ocupaba muchas horas de despacho de la emperatriz. Isabel de Portugal, tras un breve período de gobierno en Castilla, asumió en 1529 la lugartenencia general de los reinos, tanto los castellanos como los aragoneses, y durante más de cuatro años quedó al frente de los mismos. Tuvo, claro está, el apoyo de varios consejeros, entre los que debemos citar a Juan Pardo de Tavera, presidente del Consejo Real y arzobispo de Santiago primero, y de Toledo desde 1534. En el lado opuesto, la representación de la Grandeza estaba en manos del conde de Miranda, Francisco de Zúñiga, su camarero mayor. Isabel no participó del enfrentamiento protagonizado por ambos como representantes de los partidos "fernandino" y "felipista". No fueron los únicos asesores de la emperatriz, que además contaba con todos los Consejos, siempre a su servicio. Ella tenía siempre la última palabra, al margen, claro está, de Carlos V.
En un ambiente de amenaza constante, la seguridad fronteriza, tanto en su flanco pirenaico occidental como en el oriental, era vital. Había que reforzar y asegurar al máximo plazas como Fuenterrabía, San Sebastián y Pamplona, por un lado, y las de Perpiñán, Salses, Colibre y Colliure, por el otro. Y así lo comunicaba nada más asumir la regencia, en el verano de 1529: de 1529, para agradecer su buena disposición y el ofrecimiento de asistencia hecho a la Corona ante las amenazas que llegan de Francia 2 .
Entre tanto, en este primer momento, los príncipes franceses habían cumplido once y diez años de edad y seguían retenidos. Tras los primeros meses de espera, Carlos había decidido prolongar el encierro y despedir a gran parte del servicio que trajeron con ellos. Muy pronto, la emperatriz sería consciente de que la situación de los dos muchachos no era la que correspondía a personas de tan alta dignidad. Estaba muy preocupada por su situación y también por la mala fama que empezaba a tener su marido en toda Europa por este motivo 3 . Pasaron por varios castillos, como los de Villalpando y Berlanga, y finalmente recalaron en Pedraza, lo más lejos posible de la frontera francesa. Isabel expresó abiertamente su malestar al no comprender por qué había que ensañarse con los hijos de Francisco I. Desde luego, contraria a la política francesa, consideraba adecuado castigar al rey por incumplir su palabra, mediante el aumento del rescate a más de dos millones de escudos para liberar a sus herederos. Pero lo que no podía aceptar era el trato poco adecuado que estaban recibiendo el delfín y el duque de Orleans. La emperatriz decidió inicialmente mantener un prudente silencio en las reuniones del Consejo Real, pero enseguida se vio obligada a actuar y solicitó que le informaran con precisión de la situación en la que se encontraban los jóvenes rehenes. En ese momento, algunos miembros del Consejo se dieron cuenta de que Isabel no estaba ahí sólo para escuchar y firmar, sino para gobernar. Muchos se quedaron estupefactos por su reacción y tuvieron que aceptar sus mandatos. Ella se consideraba la máxima responsable de un problema que dificultaba, aún más, las ya tensas relaciones entre España y Francia, y hacía crecer la inseguridad de los reinos. La emperatriz se mantuvo firme y obtuvo, a través del arzobispo Alonso de Fonseca, noticias de la situación. El comendador mayor de Castilla, Juan de Zúñiga, le informaba del estado del cautiverio: los dos niños estaban incomunicados, se distraían haciendo figuritas de cera o garabatos en los muros, y comían poco más que garbanzos y habichuelas. Además, el dinero procedente de la corte francesa no se empleaba precisamente en comprarles las mejores ropas. Preocupada por lo que aparece en el informe, la emperatriz decidió dar un giro a la situación, atendiendo además a la reclamación de la abuela de los infantes, Luisa de Saboya. Entre otras medidas, acordó enviar dos mil ducados de su casa para vestirles mejor, hacerles llegar alimentos y dulces de su propia despensa, así como recibir todas las visitas que tuvieran y permitir que fueran retratados tal y como había pedido su padre. Isabel, pues, se había puesto al frente de un problema y se puede decir que salió triunfante, aunque enojada ante un asunto, en principio trivial, pero que ponía en juego las relaciones diplomáticas 4 . En diciembre de 1529 ya había mejorado bastante la situación de los jóvenes franceses, y de ello se hace eco la regente de los Países Bajos: Margarita agradece la labor de Isabel porque "tales mancebos príncipes sin culpa no han de pagar la pena de las enemistades de sus padres" 5 , y se muestra confiada en que mejorará la amistad entre ambos países A pesar de los acuerdos alcanzados, Isabel seguía mostrando su total desconfianza hacia Francia, y por eso pedía redoblar los esfuerzos que se realizaban en la frontera. Tanto allí como en la corte las noticias hablaban del riesgo existente: "[…] se ha escrito a los capitanes generales que estén muy sobre aviso y no pueda haber descuido en ello, porque la misma sospecha se tiene acá" 6 . Toda precaución parecía insuficiente y afirmaba que la entrega de los príncipes debía hacerse por el camino más seguro:
"En lo capitulado se asentó que la entrega de estos príncipes fuese por Perpiñán, lo cual parece inconveniente tan en entrando en Aragón van siempre cerca de Francia, y además de esto al condestable se le hará muy trabajoso el camino y V. M. debe procurar que la dicha entrega sea por (en blanco) pues para todo será muy mejor y más seguro y conveniente".
Entre los acuerdos de 1529 estaba además el compromiso matrimonial de Leonor, la cuñada de la emperatriz, y Francisco I. Y de nuevo encontramos, el temor de Isabel: dudaba que se cumpliera lo estipulado. Un embajador francés, el vizconde de Turuena, había llegado a la corte para negociar la salida de Leonor y de los jóvenes príncipes. Isabel informó de que a los miembros del Consejo Real no les parecía suficiente el poder que traía para ratificar el matrimonio contraído por Francisco con el procurador de la reina en Madrid. Todos sospechaban, decía la emperatriz, y creían que el rey de Francia faltaría a su compromiso y cuando se viera con sus hijos buscaría todas las fórmulas para no cumplir ni con la reina ni con el emperador por lo que "convendría diferir la entrega de los hijos hasta tanto que V. M. haya hecho sus negocios en Italia" 7 . La emperatriz advertía a su marido de lo que podía ocurrir y solicitó que su querida Leonor no cruzara la frontera francesa sin que Francisco ratificara en persona el matrimonio firmado en Madrid. Isabel no dudaba de que el rey francés mentía y de que podía haber aceptado el matrimonio sólo para liberar a sus hijos. Para Isabel, Leonor era mucho más que su cuñada y temía que pudiera ser maltratada y deshonrada en el país vecino. Así hablaba del peligro: "[…] el rey de Francia siente tanto estos dineros que ha de dar a V. M. que no puede disimular la pena, y si ahora faltase su palabra podría hacer detenimiento en la reina y en los que van con ella, pensando cobrar parte de los dineros; esto no se debe creer de príncipe ni de otro hombre cristiano, más las cosas pasadas hacen sospechar en la presente, de tal manera, que a todos comúnmente parece que la reina va en el mayor peligro del mundo, y esto se habla por todo el reino". Sólo hacía unos meses que Isabel era la gobernadora y aún no ejercía su poder con la fuerza y la autoridad con la que lo iba a hacer en los siguientes años. Su insistencia y la del Consejo Real no hacían mella en Carlos V y éste confirmó que cuando Francisco reuniera el dinero del rescate, tanto su hermana Leonor como los jóvenes rehenes marcharían a Francia. Carlos se tomó muy en serio la política de prevención de su esposa y se mostró totalmente de acuerdo, asegurando que en un asunto de tal importancia debía haber mucha vigilancia y cuidado para evitar problemas. Junto a esa actitud, seguía estando el emperador paciente, tolerante y responsable, cuando instaba a Isabel a que se cumpliera enteramente la parte del acuerdo correspondiente a España 8 . A pesar de la decisión de Carlos, Isabel siguió articulando todo un entramado diplomático para saber qué estaba pasando en cada momento en Francia. Instó a los embajadores a que le informaran puntualmente de los acontecimientos. Isabel comentaba en sus cartas con todo detalle el traslado de Leonor y los príncipes a Francia junto a sus correspondientes séquitos; un traslado que ella sólo pudo hacer parcialmente, hasta Torrelaguna. No se conformaba con las noticias que recibía y exigió que se probara por todos los medios que se habían cumplido los acuerdos enteramente, sin olvidar al mismo tiempo que se extremaran las medidas de control en las fronteras para garantizar la paz.
Isabel se ponía en alerta en el verano de 1530. Para el 27 de junio estaba prevista la entrega a Francia de Leonor y de los hijos de Francisco I, el delfín y el duque de Orleáns. Unos días antes se dispuso a estudiar la información que llegaba a su despacho sobre ciertos preparativos de guerra en la zona fronteriza con Navarra. La emperatriz dio órdenes para intensificar las defensas de Pamplona, así como las de San Sebastián y Fuenterrabía. Y pidió al emperador que se adelantara a los acontecimientos y que le informara sobre lo que había que hacer. No se olvidó de la frontera oriental y sus escasas defensas por motivos económicos. Esa tierra, decía la emperatriz, sigue bajo los estragos de la peste y el hambre y encima no hay dinero suficiente para atenderla. Ante la situación de soledad y desamparo en la que podía quedar, consideraba urgente un abastecimiento inmediato. A pesar de estas precauciones, Isabel estaba convencida de que no habría guerra por el momento:
Como casi siempre, una vez más, al margen del problema de seguridad con Francia, la asfixia económica. Finalmente el 1 de julio de 1530 tuvo lugar la entrega de los tres personajes reales y se recibió un rescate de 1.200.000 escudos. Carlos, desde Alemania, estaba más que satisfecho porque la operación, coordinada por la emperatriz, había salido bien y porque realmente necesitaba mantener la paz con Francia si quería abordar los asuntos alemanes. Por ello insistirá mucho en que no se toque el dinero del rescate para no soliviantar al francés. Pero eso será sólo cuestión de tiempo. El fabuloso botín desaparecerá muy pronto ante los desajustes económicos ya que, con mucho, los gastos superaban a los ingresos.
Enterada finalmente de que Leonor había sido bien recibida en la corte francesa, Isabel expresó su alegría pero con una extrema cautela. Por eso decidió enviar a Garcilaso de la Vega para que le informara de una relación y de un trato que, según ella, influirían en las relaciones pacíficas entre ambos países. La emperatriz se mostraba alegre de lo bien acogida que fue la nueva reina francesa y consideraba fundamental ese buen trato "para que la paz se conserve" 10 . Pero Isabel no ignoraba que esa paz era algo provisional. De momento no había "bullicio de guerra ninguno" pero no había que bajar la guardia.
Isabel influyó al imponer sus ideas contrarias a las de la corte francesa para impedir un doble enlace entre las casas reales de ambos países. En 1531 Francisco I se dirigió a Carlos V para ofrecer en matrimonio al delfín, el heredero de la corona francesa, con la infanta María, y al mismo tiempo la boda entre el futuro Felipe II y una de sus hijas. Isabel de Portugal no titubeó y lo tuvo muy claro. Los argumentos utilizados fueron más que convincentes para Carlos. ¿Cómo razonaba Isabel su propuesta de respuesta negativa a la corte francesa? Los emperadores sólo tenían un hijo varón (el segundo, Fernando, había fallecido hacía menos de un año), por lo que si Felipe moría antes de tiempo podría sucederle María y esto facilitaría una posible unión de los reinos español y francés: "se debe mirar que esta negociación es desigual, porque el rey de Francia tiene tres hijos, y no sucede en su reino hija, y hasta ahora no tenemos sino un varón" 11 . Parecía un motivo más que suficiente e Isabel dio un paso en sus maniobras diplomáticas y propuso cambios en las alianzas solicitadas por el francés. Entre esas propuestas figuraba que María se casaría no con el Delfín, sino con "otro de los hijos del rey de Francia", más joven, y "esto sería mejor". Era mejor para la pareja imperial pero no interesaba a Francisco I y, por tanto, no se llevó a cabo. La petición francesa, según Isabel, aumentaba el peligro. Así pues, su intervención evitó una alianza matrimonial que podría haber sido arriesgada en ese momento, a pesar de la fragilidad de los compromisos matrimoniales de la época.
Comportamiento desleal y peligro para la cristiandad
El paso del tiempo no hizo que los temores de la emperatriz desaparecieran, sino todo lo contrario. En vísperas de la campaña de Túnez, en 1535, sospechaba que Francia y otros que seguían al emperador se preparaban para cambiar de rumbo, dependiendo del resultado de la expedición: "Del rey de Francia y del de Inglaterra y de los otros que os siguen, también me parece que se debe tener la misma sospecha" 12 . Isabel no se fiaba nada y escribía a los virreyes y a los capitanes de la frontera para que investigaran e informaran de inmediato sobre cualquier movimiento. No podía creer nada de lo que llegaba de Francia después de años de alianzas interesadas, muchas de ellas contra natura, que sólo perseguían un fin: acrecentar el poder francés a costa de dañar el patrimonio y la esfera de influencia de los Habsburgo. Carlos, una vez más, había expresado su enfado por el acercamiento de Francisco a los turcos y berberiscos, y mucho más cuando interceptó cartas del francés en su expedición tunecina con un claro compromiso con los aliados de Solimán. Desde Roma, y ante el colegio cardenalicio, el emperador anunció que se disponía a dirigir en persona una expedición sobre la Provenza francesa. Era una operación de castigo que no perseguía la guerra total contra el enemigo francés, sino que pretendía asegurar el control del Mediterráneo occidental: la conquista de Marsella daría a Carlos un dominio marítimo que dejaría a Argel en una posición muy delicada. Pero Carlos no tuvo suerte y sus planes y tácticas fracasaron, y Castilla volvía a insistir en la siempre aplazada campaña contra Argel 13 .
La emperatriz seguía pendiente de los movimientos del rey francés, prácticamente sin descanso. Así, el 4 de febrero de 1536 Isabel se alarmó por la incursión realizada en el ducado de Saboya, territorio aliado de Carlos V, y cuya titular consorte era Beatriz, hermana de la portuguesa. Se estaba produciendo su ocupación y en la zona se concentraban cien piezas de artillería y más de cinco mil alemanes. Sin dilación alguna, ordenaba tomar medidas en los puestos fronterizos y puso en aviso a los virreyes y capitanes generales de la frontera 14 . Isabel estaba preocupada por Carlos y por Beatriz. Cierto consuelo obtendría al leer las palabras del emperador, decidido y seguro de que "quebraremos la cabeza" al francés 15 .
Antes de la invasión de Saboya, la sucesión del ducado de Milán, tras la muerte de su titular en 1535, ya había puesto de nuevo en tensión las relaciones hispanofrancesas. Francisco I quería el ducado para su segundo hijo, el duque de Orleans 16 . Tanto Carlos e Isabel conocían sus intereses y ambiciones por lo que había que estar prevenido por lo que pudiera ocurrir. El emperador rogó a Isabel que cuidara la frontera terrestre y que las galeras, con tres mil infantes, fueran rápidamente a Génova. Eran sólo los primeros pasos para frenar a Francisco. Isabel llevó el asunto al Consejo de Estado y sus miembros propusieron que el ducado de Milán fuera cedido al duque de Angulema, el tercer hijo del francés. Para evitar la reanudación de las hostilidades había que contentarle y garantizar la paz de la cristiandad, pero era muy complicado porque de él "no se puede tener ninguna seguridad" 17 . Tampoco estaba seguro el emperador que decía temer más que esperar la reacción de Francisco I. Carlos pidió a Isabel proveer "con extrema diligencia las cosas de allá, así las fronteras de Navarra, como las del Rosellón" 18 . Y de inmediato, ordenó la vigilancia tanto de la frontera oriental como de la occidental y el reclutamiento de la gente necesaria. Para ello, tuvo que reunir todo el dinero, incluido el procedente de Perú. La prioridad era defender los reinos. Francia era territorio enemigo y los mensajes al emperador irían por agua ya que no era seguro atravesar la frontera 19 . La desconfianza no hacía más que crecer y el embajador francés se preguntaba cómo España aumentaba su protección cuando estaban en vigor unas amistosas relaciones entre Carlos V y Francisco I. Lo cierto es que los franceses se dirigían al norte de Italia con la idea de tomar Saboya, Piamonte y Niza. En Brescia se habían situado ya ocho mil soldados alemanes junto al delfín, y un ejército de suizos estaba ya en el ducado de Saboya. La emperatriz lamentaba lo que estaba sucediendo, y no entendía cómo el rey francés se empeñaba en hacer tanto daño. Los acontecimientos se precipitaron e Isabel vio con buenos ojos la preparación de las fuerzas alemanas e 13 italianas del ejército del césar, y confirmó que la Liga con los venecianos había sido ratificada, y que el resto de estados italianos les apoyarían. Desde Madrid, Isabel dispuso que Álvaro Bazán estuviera preparado con las galeras para partir en poco tiempo, junto a tres mil infantes, hacia Génova. Andrea Doria, por su parte, tenía como objetivo, llegado el caso, la ciudad de Marsella y sus alrededores. En conjunto se habían movilizado cinco mil infantes en la armada, diez mil en la frontera navarra y cinco mil en la catalana. La emperatriz, siempre al servicio del césar, tenía todo perfectamente controlado: "Para lo de acá se han hecho los apercibimientos que V. M. envió a mandar a las ciudades, grandes y caballeros de estos reinos, y los de Aragón, Valencia y Cataluña. Y se ha apercibido al condestable y al duque de Alburquerque, y a los virreyes de Navarra y Cataluña […] para que estén apercibidos y en orden para lo que se ofreciere, y que procuren saber por todas las vías que pudieren lo que se hace en Francia, para que nos avisen de ello y con tiempo se pueda proveer lo que convenga".
La guerra ya era inevitable. Carlos redobló sus esfuerzos diplomáticos para que en el conflicto el papa fuera neutral. Paulo III, que anunció la inminente celebración de un concilio, afirmó ante el emperador que quería ser y quedar neutral. El principal apoyo de Carlos fue Venecia, donde tenía a un hábil diplomático como Lope de Soria. El ejército imperial contaba ya en Milán con unos 26.000 infantes. El francés se situaba en el Piamonte y alcanzaba el límite entre Saboya y Milán, una línea defendida por Antonio de Leyva. En todo este proceso, Isabel cuidó al máximo los preparativos del enfrentamiento. Pero sabemos que no le gustaba la guerra y por eso, a pesar de todo, conminaba al emperador a que agotara todas las posibilidades de diálogo con los franceses, aun conociendo la "desvergüenza" de su rey: "[…] le suplico que, aunque la desvergüenza del dicho rey sea tan grande y su intención la que se conoce, que V. M., no mirando a esto sino al bien general que de ello se seguirá, si él viniere en medios justos y razonables, V. M. se concierte con él, porque la guerra trae consigo los inconvenientes que V. M. tiene mejor entendido, y no se acaban como se piensan" 20 .
La emperatriz apostaba por el diálogo porque temía las consecuencias del choque y no olvidaba lo que venía ocurriendo. Y porque además ella, como fiel representante de los nuevos tiempos, situaba el acuerdo y el diálogo siempre por encima de la guerra. Al final, no obstante, lamentaba que el emperador hubiera entrado en territorio francés, al frente del ejército, él en persona, en una estampa que recuerda las andanzas de ese último caballero en el trono. La regente y gobernante incansable sentía pena por ello y confiaba en que el césar abandonara pronto el campo de batalla 21 . Como ocurriera con motivo de la campaña de Túnez, la emperatriz encargó plegarias y oraciones en todas las iglesias y monasterios de los reinos para pedir por la victoria sobre el francés. Estamos ante un nuevo conflicto, una nueva guerra entre España y Francia. El emperador había ordenado a la emperatriz que pusiera en estado de alarma a los reinos. Isabel se encargó de preparar todos los refuerzos y tuvo poder para ello 22 contacto con la nobleza, a la que pide 23 que tenga todo dispuesto con la gente necesaria ante las noticias que llegan de Francia. Por otro lado, Isabel tuvo también que encargarse de que una armada española se preparase en aguas del Atlántico para frenar a los franceses que amenazaban con atacar a las embarcaciones procedentes de las Indias y tomar todo el oro que traían. Ordenó que esa flota especial saliera de los puertos de Vizcaya y Guipúzcoa. Así fue transcurriendo una etapa que acabó en enfrentamiento y que dio paso a un nuevo tiempo para la esperanza.
El diálogo para superar diferencias y garantizar la paz
La emperatriz siguió siempre las directrices de Carlos V pero se mostró firme en muchas ocasiones manifestando una idea propia y un estilo de gobierno particular. Desde la corte intentó influir todo lo que pudo en el ánimo de un emperador que no logró el éxito deseado contra los franceses. Había que intentar poner fin, por enésima vez, a las amenazas y, sobre todo, al enfrentamiento directo. Las posturas eran irreconciliables y el odio acumulado parecía imposible de ser reconducido hacia posiciones que garantizasen una convivencia pacífica. Era el momento de llegar a la paz y, al menos, sobre el papel y durante un tiempo, se logró.
Carlos V no pudo apuntarse ninguna conquista importante en su enfrentamiento de 1536 y procedió a retirarse de la Provenza y a abandonar las pequeñas plazas ocupadas. El enemigo no se había atrevido a librar combate en campo abierto. El emperador convirtió esta intervención en una operación de castigo contra el rey de Francia, para el que quedaba la vergüenza por no haber aceptado la batalla a la que le había retado; una nueva nota caballeresca de Carlos V 24 . Niza y el ducado de Saboya quedarían salvaguardados por las fuerzas españolas para evitar nuevos hostigamientos. El emperador dio orden además de que se mantuvieran en alerta todas las guarniciones fronterizas así como las de Baleares y el norte de África porque había un temor real a que los franceses lanzaran una contraofensiva, especialmente en la zona catalana, dada la proximidad de Avignon, donde mantenían un campamento atrincherado considerado como una obra maestra de la ingeniera militar de la época 25 . A finales de octubre vemos de nuevo muy preocupada a la emperatriz porque en la frontera se habían situado más de doce mil franceses. Una vez más, los efectivos españoles estaban en guardia y preparados por si había que intervenir 26 . Seguía pues una política de carácter preventivo a la espera de la deseada negociación de la paz. Es este momento en el que podemos ver el retrato que Isabel hace de Francisco I: una persona alejada de lo justo y apático respecto a la paz. Y ella estaba satisfecha porque Carlos había dado toda una lección al francés en beneficio de la cristiandad: "[…] se conoce bien la poca gana que ha tenido y tiene de inclinarse a lo justo para asentarla y establecerla (la paz), […] me ha parecido bien que por el respeto que siempre V. M. ha tenido al bien público de la cristiandad y de Italia, […] haya V. M. concedido a tratar otra vez del 23 Unos meses después, en el verano de 1537, la tensión entre ambos monarcas iba a alcanzar un nivel preocupante. Desde Monzón, Carlos comunicaba a Isabel que en Francia se habían tomado medidas contra los servidores y aliados suyos, se les atacaba y se les quitaban sus bienes. La represalia estuvo en la misma línea y de ello se tenía que encargar la emperatriz 28 . Nadie sabía cuál iba a ser el próximo movimiento de ficha del francés. Isabel pensaba, sin embargo, que su última derrota y la alianza de Carlos con el papa y Venecia podrían atraerle definitivamente a la causa de la defensa de la cristiandad en contra los otomanos.
"Y siendo cierto que es hecha la liga entre el papa y venecianos y V. M. contra el turco, sería en buena coyuntura y cosa provechosa para tratar de la paz con el dicho rey. Nuestro señor lo encamine como más convenga a su servicio y al bien y quietud de la cristiandad. 29 " Isabel confiaba en que la paz con Francia se prolongara durante mucho tiempo y que incluyera también, como cosa muy importante (la más necesaria, diría más adelante), acabar con el "daño que los corsarios franceses hacen a los navíos que vienen de las Indias" 30 . Francisco I puso muchas trabas a la paz y Carlos V se ofreció a reunirse con él en Italia en presencia de Paulo III, que actuaría como mediador. Para evitar que el rey de Francia penetrara con un ejército en Italia, el papa propuso la ciudad de Niza, a lo que se mostró favorable Carlos. A la emperatriz le parecía un buen lugar y negarse podía dejar al francés muy al descubierto 31 . Isabel aplicó su táctica política y propuso a Carlos que no arriesgara demasiado; consideraba que si finalmente Francisco no acudía a la cita, el encuentro debería celebrarse entre los delegados del papa y los del emperador para evitar nuevos peligros y más gastos.
En las vistas de Niza el duque de Saboya dejó su castillo pero no cumplió como esperaba con Carlos, e Isabel quedó muy sorprendida. Para la emperatriz se trataba de una gran falta tras la que seguramente estaba el rey de Francia. Además había expulsado del edificio a todas las personas próximas al emperador y a todas las mujeres de origen portugués. A pesar de lo ocurrido, la prudente Isabel pidió a Carlos que no actuara preso de la ira 32 .
La emperatriz sabía que las intenciones de Francisco no podían ser buenas porque había llevado consigo un elevado número de soldados. Pero había que evitar la guerra y presionó a Carlos para que hiciera un nuevo esfuerzo por alcanzar la paz definitiva: 27 "[…] aunque de su caminar tan despacio y traer tanta gente de guerra consigo se pueda juzgar que no trae la voluntad e intención que sería menester […], le suplico mire lo que importa la paz al bien y quietud de la cristiandad, y los inconvenientes que trae consigo la guerra […], V. M. no deje de venir en todo aquello que fuere justo y honesto, y que todo el mundo vea y entienda las justificaciones en que V. M. se pone por este beneficio tan general".
El rey francés no se comportó precisamente como esperaban de él tanto Carlos como Paulo III. Y por supuesto, Isabel, que pedía a Dios que pusiera "en razón al rey de Francia" 33 . Al final, en la vistas de Niza, se acordó mantener una tregua de diez años. Pero, muestra de esa nula confianza, es que Isabel no cesó en su empeño de continuar hasta el final las fortificaciones de Pamplona y Perpiñán por lo que pudiera ocurrir en el futuro. En cualquier caso, la noticia había que celebrarla y así comunicaba a las ciudades en el verano de 1538 la paz y el regreso, una vez más, de Carlos 34 . El emperador seguía controlando el Milanesado y gran parte del ducado de Saboya.
Carlos V se citó con Paulo III, cerca de Niza, en Villefranche, para firmar el acuerdo de amistad. El papa no consiguió reunir a los dos monarcas pero Carlos y Francisco se vieron las caras poco después y ratificaron el acuerdo de paz y de amistad en Aigues-Mortes. Sin embargo, ese nuevo encuentro personal doce años después, fue posible gracias a la mediación de Leonor, fue políticamente inútil 35 . Hubo, eso sí, un acercamiento que permitió que el espíritu de reconciliación recuperado en ese instante continuara con nuevas entrevistas y festejos el año siguiente 36 . No duraría los diez años firmados porque ambos seguían siendo oponentes, sus intenciones eran muy diferentes y no olvidaban las ofensas pasadas 37 . En todo caso, el emperador mostró su satisfacción al llegar a Valladolid y dar cuenta a Isabel del resultado. Meses antes de morir Isabel estaba contenta porque creía ver un cambio de actitud en Francisco I, o al menos lo deseaba y así se lo pedía a Dios, "que haya sido tal y como significan sus palabras y ofrecimientos, para que V. M. con razón pueda tener contentamiento y seguridad de su amistad" 38 . Isabel murió el 1 de mayo de 1539 y no pudo ver a Carlos atravesar en paz y calma el territorio francés cuando se dirigió a Gante a castigar la rebelión de la ciudad en la que había nacido. Tampoco vio la ruptura de la tregua y la reanudación de las hostilidades entre el emperador y el rey francés; tanto el que le intentó hacer la vida imposible, Francisco I, como su sucesor, Enrique II, aquel joven que pasó cuatro años de su vida encerrado en la Castilla de Carlos V.
¿Crisis o anarquía? La corte francesa en vísperas de las guerras de religión (1559-1562) vista por el embajador español
Crisis or Anarchy? The French court on the eve of the wars of religion (1559-1562) seen by the Spanish ambassador
Diego Matías CANALES RAMÍREZ Universidad de Valladolid
Introduccion
Varios historiadores, entre ellos el británico Helmut Köenigsberger 1 , han coincidido en la importancia de considerar el siglo XVI como un siglo de profundos y dramáticos cambios, con efectos aún palpables actualmente. Uno de ellos es la crisis ideológica que afectó a Europa a partir de las críticas que el monje sajón Martín Lutero hizo a la superestructura que había dominado el mundo de las ideas, y por consiguiente, la teoría política dominante desde la aprobación de la bula Unam Sanctam en 1302, que estipulaba el dominio de la Iglesia Católica sobre los asuntos temporales, y reservaba el derecho del papa a excomulgar a los monarcas, es decir, a deponerlos. Las críticas luteranas tuvieron una gran no solo en los principados alemanes, sino también en países tan lejanos como Suecia, Inglaterra, Dinamarca o incluso Francia. De todas partes de Europa llegaban a Sajonia estudiantes ávidos de conocer las novedades propuestas por el monje rebelde, y los príncipes lo protegían al entender la gran ventaja de su teología: la confirmación de la autoridad del príncipe sobre la población, al ser un enviado y un ejecutor de la voluntad de Dios en su respectivo reino. Sus postulados, revolucionarios para la época, sedujeron a burócratas y universitarios, inmersos en una sociedad que aún temía el poder divino.
En ninguna parte esto era mas claro que en una Francia que, aunque había salido intacta de las aventuras caballerescas de las guerras de Italia, enfrentaba un grave proceso de descomposición de la autoridad monárquica, que se vería reforzado por la aparición del protestantismo y su difusión, a pesar de las repetidas censuras de la Sorbona y las presiones ejercidas por Felipe II a través de sus embajadores, uno de los cuales, Antonio Perrenot, señor de Chantonnay 2 , fue uno de los testigos claves de este proceso de anarquía, que conduciría a la apertura de un profundo barranco que dividió a católicos y protestantes, quienes se enfrentarían violentamente en una sucesión de guerras que durarían casi medio siglo, y que solo concluirían tras la firma del Edicto de Nantes por Enrique IV en 1598.
Desde este punto de vista, la presente comunicaciónque es una pequeña parte de una tesis que involucra los conflictos a los que Felipe II se debió enfrentar durante su reinado -se dividirá en dos partes. En primer lugar, se caracterizará la política exterior de Felipe II y personificada en el embajador Chantonnay, para luego pasar a exponer la crisis de autoridad que se manifestaría en el periodo 1559-1562, en que el poder monárquico definitivamente colapsó y se vio sobrepasado por la rivalidad entre católicos y protestantes, a pesar de los repetidos intentos de los reyes por lograr una conciliación entre los bandos opuestos.
La diplomacia filipina
En el reinado de Felipe II el embajador en Francia cumpliría un papel fundamental, pues era el puente entre Castilla y los Países Bajos Españoles, por lo que repetidamente solicitaba que sus embajadores le informasen constantemente de las novedades de una corte que se enfrentaba al dilema generado por los asuntos religiosos.
Esa importancia hizo que se concediese el cargo de embajador a personas de niveles sociales altos y con amplia experiencia militar y diplomática. Aunque el conocimiento y experiencia en asuntos militares era conveniente en un reino en crisis, eran esenciales también la habilidad para el trato de todo género de personas, especialmente cortesanos, la capacidad para interpretar los acontecimientos, prever sus consecuencias y tomar decisiones con prontitud, y el conocimiento de la lengua del país. Se elegían hombres de edad madura (más de 40 años) que debían dejar en España a sus hijos y esposa, cuando eran casados, debido a lo absorbente de su tarea, y con experiencia en misiones de menor rango o delegaciones enviadas con propósitos específicos. Debían tener también fortuna personal, algo conveniente y necesario debido al retraso en el pago de sus salarios y gastos inherentes a su función, algo que los obligaba a hacer frente a las necesidades diarias con sus propios recursos, situación agravada por el constante alza de los precios y el elevado nivel de vida que requería el cargo, que exigía costosos gastos personales y de representación. A pesar de ello, el nombramiento en la embajada se consideraba todo un honor, por el estatus que otorgaba al beneficiado 3 .
A la cabeza de la cancillería de la embajada estaba el secretario, quien tenía al menos su propio caballo y un criado, quien también tenía uno a su servicio, y su manutención estaba a cargo del propio embajador. Como su asistente, el secretario debía trasladar en clave la correspondencia dictada por el embajador y el descifrado de la que llegaba, con la ayuda de amanuenses de la mayor confianza. Debían solicitar las audiencias a los reyes y reemplazar al embajador en caso de enfermedad o interinato, y en este último caso, podrían estar varios meses en el puesto. En un puesto secundario se encontraban los miembros de la cancillería de la embajada (escribientes o amanuenses), y los llamados "criados" o servidores propiamente dichos (cocineros, lacayos, encargados de la limpieza, entre otros) 4 . El trabajo era arduo, ocupando largas horas en la redacción de la correspondencia, acudir a las audiencias y comunicarse con los informantes.
El embajador debía mantener comunicaciones fluidas con el monarca y la corte, pero también debía informar a su soberano de cuanto en Francia ocurría y avisar al gobernador de los Países Bajos de lo que a éste le pudiera afectar, una tarea primordial en una época en que las comunicaciones aún no alcanzaban un pleno desarrollo y la prensa aún no existía. Por esa razón, en sus copiosas cartas, aparece una panorámica muy completa de lo que ocurría en el reino, teñida de subjetivismo y parcialidad, al punto de atribuir numerosos vicios y defectos a los franceses, que se convertían en aversión en el caso de que fueran de la "nueva religión" 5 . Los embajadores debían seguir a la corte en sus desplazamientos (puesto que esta se desplazaba siguiendo al monarca a las diferentes residencias), y aunque el aposentador real les buscaba alojamiento conveniente, para estar más próximos a lugares donde pudiesen recibir información y despachar correos, buscaban un lugar ellos mismos 6 .
Aunque recibían instrucciones escritas y recomendaciones de palabra, los embajadores tenían amplia iniciativa dentro de las directrices impuestas por el soberano. Debido a que el único sistema de comunicación posible era por cartaque a veces se demoraba un mes en llegar, sin contar los incidentes que pudieran producirse, como robos, asesinatos o secuestros -, si no disponían de tiempo para consultar, actuaban generalmente según su criterio, rectificando en el caso de recibir indicación en contrario del rey, cosa que ocurría esporádicamente, dado que las instrucciones recibidas y su conocimiento de la situación les permitía tomar las decisiones más acertadas de acuerdo con las directrices enviadas desde Madrid. El gobernador de los Países Bajos también le enviaba órdenes o indicaciones en los asuntos que pudiesen atañerle 7 .
Para asegurar el secreto de los despachos, estos eran enviados en la llamada cifra, una clave especial que se renovaba con frecuencia, debido a la frecuente interceptación y robo de despachos. Estas claves consistían en un alfabeto convencional de signos y números, que representaban vocales y sílabas, y palabras sin sentido, para desorientar a quienes no pusieran la clave, e incluso números. Al comienzo de su misión, cada embajador recibía una cifra general, utilizada para la correspondencia general y otra particular, exclusiva para su comunicación con el soberano. En la práctica, si se sospechaba que la general era conocida, hasta disponer de una nueva, se usó la particular 8 .
El embajador comunicaba gran cantidad de información a Madrid, proveniente de "confidentes" o "amigos", apelativo usado para definir a aquellos que suministraban avisos o noticias de forma desinteresada, y de espías pagados. La información de estos últimos no siempre era confiable y en ocasiones sus avisos eran intencionadamente falsos, ya que con frecuencia practicaban el doble juego, por lo que solía comprobarse previamente la veracidad de los informes antes de pagárseles. Por otra parte, el embajador debía tener sumo cuidado con las personas que entrasen a sus casas, pues eran constantemente vigilados, por lo que solo en el caso de personas de extrema confianza, se les permitía entrar a la residencia del diplomático. A pesar de su prudencia, varias veces fueron engañados 9 .
En 1559 el embajador español en Francia era Tomás Perrenot, señor de Chantonnay (que firmaba Perrenot en sus cartas). Era hermano del cardenal Granvela y había sido miembro del Consejo de Flandes. Sus cartas, numerosas y extensas, y muchas completamente cifradas, revelan un diplomático diestro y bien informado, y cuidadoso en avisar todas las noticias relevantes, gracias a su contacto con Catalina de Médicis e influyentes personalidades de la corte francesa 10 .
La crisis y la posicion del embajador español
Como embajador, Chantonnay pudo ser testigo de la inestabilidad que se inició en Francia con su derrota en las largas guerras de Italia. Es indudable que la situación religiosa había pesado considerablemente en la decisión de Enrique II de aceptar la paz propuesta en Cateau-Cambrésis (1559), pues estaba alarmado por el avance sostenido del calvinismo, que estaba ganando fuerza con la adhesión de importantes nobles como Antonio de Borbón, duque de Vêndome, y su hermano Luis, príncipe de Condé; o los tres hermanos Châtillon, sobrinos del Condestable Anne de Montmorency 11 , desafiando abiertamente las disposiciones del edicto de Compiègne (1557), que prohibía cualquier religión que no fuera la católica 12 .
La muerte del rey Enrique II en 1559 significó el fin de la política represiva, pero también marcó el principio del colapso de la autoridad monárquica. La frágil salud de su sucesor permitió el ascenso de sus tíos Francisco, duque de Guisa y Carlos, cardenal de Lorena. Ambos acentuaron el rigor de las medidas antiheréticas de Enrique II, enviando a quienes las desoían a galeras, al destierro e incluso al cadalso, ganándose una fuerte impopularidad entre el pueblo, descontento también por su política tributaria 13 . Aunque los teólogos calvinistas rechazaban toda violencia, el propio Calvino llegó a admitir la legitimidad del levantamiento, en el caso de que los príncipes de la sangre (muchos de ellos calvinistas) y los Parlamentos o los Estados Generales se opusieran a los gobernantes. Esa opinión abrió posibilidades para un levantamiento, cuya primera manifestación sería la conjura de Amboise, cuyo objetivo era eliminar a los Guisa, como relata Chantonnay en una carta del 28 de febrero de 1560, y sermón, respondió que no quería oyr a hombre tan abominables y tan mal auenturado como el Cardenal. En aquellos días se echaron por la corte, por París, Orléans y otras tierras, pintándole en unos ahorcado y en otros la cabeça puesta sobre un tapón que esperaua que se la cortasen, diziendo todo el mal que han sabido decir y haciendo también mención de la opinión que el rey Francisco tenia dél, desde su moçedad, conosciendole por hombre de espíritu muy pernicioso…" 15 .
La oposición achacaba al gobierno despótico de los Guisa la causa de los desórdenes y la Reina madre procuraba difundir esa opinión, pues pensaba que solo con una política conciliadora los descontentos cesarían. En consecuencia con esa premisa, al fallecer el canciller Olivier en junio de 1560, Catalina logró imponer en el cargo a Michel de L'Hopital, un reputado jurista partidario de la conciliación, convocando una reducida Asamblea de Notables que, reunida en Fontainebleau, recomendó al gobierno una política religiosa de mediación y criticó las directrices de gobierno de los Guisa. La misma Asamblea acordó la convocatoria de los Estados Generales para hallar solución a las dificultades financieras y de un Concilio Nacional para la reforma de la Iglesia de Francia, pero todo fue un fracaso debido a la beligerante conducta de los Borbones, quienes deseaban proclamar los derechos de Antonio de Borbón a la regencia y exigir el apartamiento de los Guisa. Aunque esto último no se logró, la política de la reina era seguida con atención desde España, como lo demuestra la audiencia concedida al embajador francés el 13 de septiembre de 1560 en Toledo, donde este le informó a Felipe II sobre los problemas que se estaban generando en Francia: le emplearemos de tan buena gana en ello, como lo vera con efecto, y aun si fuesse menester acudir a ello con nuestra propia persona, lo haremos …" 17 .
La situación religiosa se complicó con la muerte de Francisco II, el 5 de diciembre de 1560 y el ascenso al trono de un niño de nueve años que tomó el nombre de Carlos IX, con Catalina de Médicis de regente, gracias a un acuerdo con Antonio de Borbón, que fue nombrado Lugarteniente General de Francia. Los Estados Generales, reunidos en enero de 1561, reconocieron a la reina como regente, como informaba Chantonnay en carta del 12 de enero 18 . El monarca español, aprovechando la protocolaria embajada de don Juan Manrique de Lara, que había sido enviado a París para manifestar a la familia real francesa sus condolencias por la muerte de Francisco II, encomendó a este que expresase formalmente su apoyo a la Reina madre y le animase a aceptar la convocatoria del Concilio General, del que esperaba el remedio de los males religiosos de Francia, sin necesidad de convocar el Concilio nacional que los Estados Generales habían pedido, pero aunque Manrique volvió satisfecho con las explicaciones que le dieron en la corte, la verdad era que Catalina no estaba dispuesta a aceptar la tutela de su yerno en el gobierno del reino 19 . Tanto ella como su canciller l'Hôpital eran fieles a la idea tradicional de "una fe, una ley y un rey", e intentaban conseguir una concordia entre todos los cristianos. La herejía era considerada una "enfermedad del espíritu", que era necesario curar, pero no con medios violentos, pues estos solo agravarían el mal. Chantonnay constantemente se quejaba a la Reina madre de esto, como lo demuestra en la carta enviada el 1 de mayo de 1561: "Si la autoridad de la Reyna fuese qual ella ha hecho entender a V.M. por el obispo de Limoges, la liçencia que toman en este reyno los protestantes y en especial en esta corte el Almirante y los suyos se le deuria imputar enteramente y sería aprouar lo que ellos publican que es de su parte, aunque ella muestra bien lo contrario en la manera de su vida y de la criança del rey su hijo, y assí se ha de creer que aunque ella propone en consejo el remedio de las cosas de la religión por las manías del Almirante y de otros espíritus malignos, ay tales pláticas que los otros no viene bien en ello y assí ella sola no osa o no puede efectuar o que cumpliría en la importancia deste negoçio" 21 .
Preocupados por el avance de los calvinistas, los católicos del Consejo decidieron unirse para defender la fe católica y oponerse a la expansión de la nueva religión. Ese sería el origen del llamado compromiso de Fontainebelau, formalizado el 6 de abril por el Condestable, el duque de Guisa y el mariscal de Saint-André, lo que era simplemente un acuerdo en previsión de males mayores expresión del descontento de los católicos frente al avance calvinista. Así lo explicita Chantonnay en una carta del 12 de mayo, donde señala: "Anteayer llegó a la corte madama de Vandoma y la recibieron con muy grande solemnidad, huuo fuegos, couetes y toros y otros semejantes regozijos antes de cenar […] La noche antes que llegasse a París durmió a Longueme, adonde fueron a encontrar los de su secta y allí se hizo una predica solemne, en la qual […] a lo menos assistió su hijo. Desde que ha llegado a la corte continua sus sermones y cerimonias heréticas y pretende no dexarlas, y no es maravilla, pues infinitos otros lo hacen" 25 . El coloquio o "junta de los prelados", como Felipe II la llama en un carta enviada a Chantonnay el 2 de octubre 26 , fue un rotundo fracaso y las rivalidades se acrecentaron. En carta del 14 de octubre, Chantonnay comentaba:
Médicis, quien también debió enfrentar la rivalidad generada entre el poderoso linaje de los Guisa y los protestantes, encabezados por un Antonio de Borbón que aspiraba a quedarse con el derecho a la regencia del rey Carlos IX, que al momento, era solo un niño de diez años.
Francia fue uno de los países más afectados por los vaivenes ideológicos provocados por la Reforma Protestante, al punto que provocó un verdadero barranco que impidió toda posibilidad de reconciliación y arreglo pacífico. Solo reyes fuertes lograron mantener la unión de la población, pero la muerte de Enrique II en 1559 provocó que católicos y protestantes se enfrentasen en una guerra sin cuartel, generando una espiral de violencia religiosa a pesar de los sucesivos edictos de tolerancia promulgados por Catalina de Médicis y los intentos de diálogo en los Estados Generales, que fueron fracasos rotundos. El espíritu conciliador de la reina fue advertido por los embajadores españoles, testigos clave que ilustran la necesidad de haber impuesto un golpe fuerte para lograr la obediencia a las autoridades, y por esa razón, Felipe II animó a sus embajadores a persuadir a Catalina a adoptar una política de persecución a los calvinistas, una idea que mantuvo a lo largo de cuatro décadas, en las que Francia se desangró por las guerras internas y acuerdos de paz que nunca se respetaron. En tal sentido, el Edicto de Nantes y el reconocimiento de la confesión protestante, evitaron que Francia se fragmentara debido a la tensión religiosa, a pesar de los anhelos filipinos por defender la supremacía de la fe católica en territorio galo.
San Quintín y el éxito de Felipe II
San Quintín and sucess of Philip II
José Antonio REBULLIDA PORTO UNED
Un rey que se ocupaba de todo y todos.
A mediados del siglo XVI adquirir honor y reputación en la guerra todavía es un fin primordial para los reyes Felipe II y Enrique de Valois. El primero lo necesitaba más que el segundo en aquel momento que coincidía con el inicio de su reinado. El rey español se encontraba ante su primera guerra en el conflicto heredado con Francia, hasta que no se resuelva no tendría la oportunidad de concentrarse en el ejercicio del poder y elegir el lugar donde asentar su trono. Con sobradas razones Felipe II administró todos los aspectos financieros y logísticos de su primera campaña militar contra el rey francés, desempeñando incluso una serie de oficios menores donde extremo la supervisión de toda la contabilidad y gastos de la futura expedición. Lo hizo hasta en el más mínimo detalle, ocupándose incluso de pedir el pan para sus soldados o exigir grandes memoriales al duque de Saboya donde le justificara todas y cada una de las cuentas, desde lo que gastaban sus hombres en el tiempo libre hasta discutir los honorarios en última estancia de los capitanes de las tropas mercenarias contratadas para la ocasión. Sugirió por esto los mandos y comisarios encargados de las pagas, insistió en una propia estrategia para esa guerra ante las iniciativas de su comandante Saboya que le separaban de la estrategia inicial que había ideado junto con sus consejeros, y preparó con estos una serie de acciones destinadas a potenciar su primera aparición ante sus súbditos, en la guerra como rey soldado. Aquellas formas de Felipe II tan concienzudas en planear la grandiosa campaña militar de San Quintín, tenían mucho que ver con la manera personal de llevar los asuntos políticos de su ancestro. Una metodología aprendida de su padre Carlos, con instrucciones escritas claras y concisas en forma de testamento político 1 . Las enseñanzas estaban basadas en ejercer el control de forma personal en todas los áreas del poder, no permitiendo que cualquier ministro o servidor las llevara individualmente sin dar cuentas a su real persona. El rey católico extremó aquí este método más que su progenitor. Variados y profundos eran los motivos, por un lado había heredado una serie de dificultades que le obligaban a ello, elementos que potenciaban su desprestigio, y por otro lado contaba con frustradas ocasiones donde había demostrado su iniciativa para liderar una operación militar. Su juventud o el suceso de su boda inglesa habían eliminado esta posibilidad 2 .
Sin embargo, es la necesidad de administrar unos escasos recursos financieros conjuntamente con la obligación de no fallar en su estreno en la guerra, la que forzará una serie de decisiones en la planificación y en el desarrollo de esta operación militar. Haremos especial hincapié en estas elecciones erróneas durante la guerra que iban en contra de la lógica militar. Estos planteamientos estaban mal enfocados, simplemente porque cualquier planteamiento bélico es siempre provisional, e improvisar era y es totalmente necesario en cualquier guerra ante los imprevistos causados por el enemigo.
La historiografía actual permite estudiar la forma en que Felipe II vence los obstáculos iniciales para formar esta campaña. Es posible analizar las estrategias encaminadas a vencer la resistencia de los consejos castellanos o de los Países Bajos y Flandes 3 . Prueba de estas dificultades es la propia forma que empleo el rey al acudir a Londres personalmente para lograr la ayuda inglesa 4 . En cambio, el desarrollo de la propia expedición militar cuyo resultado mejoró el estatus militar del rey, sólo ha tenido lecturas segmentadas adaptadas al formato de la biografía. No se ha realizado ningún estudio completo de la campaña en las últimas décadas. Se ha dado por supuesto un conocimiento pleno del suceso en base a una historiografía tradicional que navega entre cronistas y estudios decimonónicos. Una mezcla que combina fuentes cercanas al acontecimiento con tópicos arraigados que deforman una perspectiva clara del hecho. Entre otros asuntos, ha importado más la épica del acontecimiento del día 10 que la propia participación de Felipe en el asedio, la última de un rey español en un conflicto 1 armado. Además, la utilización de conjuntos documentales como el CODOIN o los Papeles de Estado del Cardenal Granvenla 5 , han resultado una base errónea para el conocimiento del desarrollo de la propia campaña de San Quintín. Un claro ejemplo lo constituyen las cartas que escribió el propio Felipe II al emperador Fernando 6 , cuyo objeto constituía una forma de presumir del propio rey ante su tío. Esta alta documentación diplomática no resuelve las dudas sobre las complicaciones surgidas en el transcurso de la expedición.
La posibilidad de estudiar con detenimiento la campaña militar de San Quintín surge del análisis de la documentación del Archivo General de Simancas, donde existen cientos de documentos para contrastar la financiación y organización de la logística 7 . Destacamos la caja excepcional que contiene el diario de campaña entre el duque de Saboya, comandante en esta guerra y su capitán general Felipe II 8 .
La principal novedad de este diario surge cuando aparecen los problemas en la campaña y la forma de resolverlos. El intercambio epistolar es clave para entender las principales decisiones estratégicas, los itinerarios y composiciones de las unidades militares, los avituallamientos, alojamientos de los soldados y muy especialmente las consecuencias de decisiones acertadas o erróneas que apuntan a los dos causantes más directos, el monarca y su comandante. En definitiva, la lectura continuada del diario y de todas las cartas, con sus relaciones con otros conjuntos documentales simanquinos, nos permite reconstruir toda una campaña militar de la Edad Moderna.
El intercambio de cartas estudiado, presenta un cruce de decisiones acertadas y de cúmulos de errores, que lejos de ser utilizadas para construir parte de una biografía del rey o Saboya sirven para demostrar que la colaboración de ambos suplió la inexperiencia de cada uno, siempre en el acierto basado en lo mejor que sabía hacer cada uno. Es por esto el momento de repasar aquellas dificultades surgidas en la campaña durante la fase de potenciar la persona del monarca.
Felipe II en la campaña de San Quintín era un rey cuyo prestigio económico no era garantía de pago 9 . El acantonamiento inicial y la negativa por parte de las unidades de partir, nos muestran que desde el comienzo siempre se actuó al límite de las posibilidades financieras. La documentación simanquina revela otra razón acerca del retraso en materia de abono de salarios, antes de la salida de la expedición y también después en el mes de noviembre con la problemática para licenciar a la soldadesca mercenaria. En el fondo de estos dos asuntos la cuestión se centraba en la forma de repartir el escaso capital y que el rey personificara estos pagos. El duque de Saboya desconfió en la decisión de los repartos del dinero que su soberano marcaba. La primera complicación en la puesta en marcha de ejército respondía a que el rey quería de su mano realizar estos pagos cuando se juntara con las fuerzas de su comandante el duque de Saboya. Todo estaba en parte planificado para que sucediera un día después de que se iniciara el asedio en San Quintín. El duque de Saboya en realidad estaba para asegurar las posiciones y que el rey no corriera peligro en su traslado. Todo estaba programado para que el monarca fuera el verdadero protagonista en la dirección militar. Los pagos que acompañarían al rey eran un elemento para granjearse el afecto de los soldados. La medida que en este caso no era muy conveniente, al retrasar la salida de toda la expedición debido al amotinamiento. Será una de las primeras decisiones en la que el duque de Saboya corrija a su monarca en las formas de cubrir las necesidades económicas más urgentes, al buscar la mejor manera de recuperar a la tropa encerrada en sus alojamientos: "Habiéndoseles acabado el dinero con gran trabajo vendrán y serán desobedientes cosa que no conviene caminando en tierras de enemigos y así suplico a vuestra majestad me ha de enviar este socorro lo más brevemente que se pueda porque no puedo perder el tiempo, muy buena cosa sería pagar a la caballería e infantería española pero si no se puede mas no tengo que decir en esto sino que este dinero que les ha ordenado vuestra majestad se les dé lo más rápido que se" 10 .
El plan de campaña de San Quintín se había aprobado un 4 de Julio en Bruselas, hasta el viernes 23 de julio de 1557 no se solucionaron las desavenencias económicas de las diferentes unidades 11 .
El duque de Saboya arrancará la campaña sin destino definitivo, pero tenía una idea muy clara de lo que quería y pretendía hacer en la estrategia de esta guerra, los designios teóricos del consejo que rodeaba a Felipe 12 encaminados a potenciar la imagen del nuevo monarca iban por otro lado, llevando al duque de Saboya a un primer destino equivocado.
Insuficiente prestigio.
El monarca deseará estar al tanto de todo 13 , vigilante y continuamente informado por su comandante para que no se salga de la estrategia diseñada en el plan del 4 de julio. Las propuestas del comandante Saboya son más tácticas, en ellas dejaba ver un mayor dominio sobre los asuntos de la guerra. Felipe eliminará todas las ideas de su comandante con respecto a diversificar los frentes y dividir sus fuerzas, por temor a retrasar los objetivos generales que se había marcado junto a los de su consejo 14 .
La misión seguía ante todo unos pasos cuyo diseño servía para el lucimiento del rey, consistían en tomar una importante plaza de prestigio en el norte de Francia con un gran ejército, que debía estar representado por todos los reinos de Felipe II y cuya presencia permaneciera lo máximo posible en el territorio enemigo 15 . El duque de Saboya es consciente de la prioridad a cumplimentar por Felipe II en la dirección militar. Rechaza su primer destino en Rocroy, la plaza más prestigiosa y emblemática que preveía el consejo. La elección no reunía ninguna de las condiciones mínimas para un buen asedio. Sí, era la plaza más espectacular en el impacto que ocasionaría la noticia sí se tomaba, aunque un lugar nada recomendable por sus defensas y refuerzos. Saboya, que tenía que proveer muy bien las necesidades alimenticias del enorme contingente sitiador, sabía que era un lugar imposible de albergarlas.
"Ya estoy en camino y esta tierra no está de manera que se pueda parar en ella, que yo digo a vuestra majestad que es la peor y más estéril que he visto. Porque aquí donde estamos no tenemos forma de poder estar tres días y me dicen que la de alrededor de Rocroy es algo peor" 16 . Felipe insistió en su decisión hasta la saciedad en varias cartas, replicándole a su primo en una de ellas: "A lo que decís de Rocroy no hay que responder fino, remitirme a lo que sabéis que se platicó antes que partiesedes de aquí y que me hagáis saber el día cuando pensáis ser en chatto Cambresi" 17 .
La escaramuza salió mal y el ejército de Felipe fue rechazado, además el comandante era consciente que la opción de replegarse junto a su primo en Cambray, con el fin de iniciar conjuntamente la marcha, llevaría a perder el factor sorpresa. El duque eligió la mejor opción e insistió en que el único destino posible era San Quintín. Lo sabía antes que nadie y antes de partir, y ya se lo escribía a Felipe el día 23 de julio cuando iniciaba el camino. Curiosamente no obtiene respuesta a esta comunicación hasta que ya es demasiado tarde, tres días después del malogrado reconocimiento de Rocroy 18 : "Mucho convendría que vuestra majestad determinase la empresa que quiere hacer para que conforme a ello se encaminase todo, y más si ha de ser San Quintín, que yo lo podría ya cercarlo en la parte del rio haciendo el mismo camino que hago, y vuestra majestad con la otra gente podría venir por esta otra parte(…) sería menester que yo me anduviese deteniendo hasta que vuestra majestad tuviese la otra gente de manera que un día después de yo llegado vos llegase, y de esta manera podría ser que se saliese muy presto con la empresa, porque el detenerse en el chato Cambresi es darles a entender que se quiere darles por aquella parte, y más ahora que tienen por muy cierto que les daremos por esta parte habiendo hecho bien vituallas junto a Metz" 19 .
La teoría del consejo y el propio rey se impuso a la práctica de Saboya sobre el terreno, solamente en esta ocasión. Por otro lado las órdenes eran lentas desde Bruselas, y el consejo no se decidía a dar el siguiente paso. Una próxima carta nos muestra el gran conocimiento geoestratégico de la zona que poseía el duque de Saboya. Las órdenes posteriores del rey le confirmaban la acertada elección del duque. Podemos afirmar entonces que el mérito en la elección de San Quintín con las ventajas de tomarla es 15 mérito del comandante Saboya, y no del rey o su consejo que confirmará la decisión dos días después: "Que no haciéndose la empresa de Rocroy y me dijeres que no tiene vuestra majestad otra empresa digna de su persona sino San Quintín o Perona donde más daño puede hacer a su enemigo, que la una es grande y flaca pero se puede hacer fuerte poniendo mucha gente dentro y tiene a Chatelet que daría el gran estorbo a las vituallas, la otra es pequeña y más fuerte pero tiene gran comodidad para todo el campo que estuviera sobre ella. Que teniendo a la persona tan cerca del campo del rey de Francia, si quiere presentar la batalla a vuestra majestad tanta comodidad tiene en la una como en la otra y así vuestra majestad podrá escoger cuál de las dos querrá combatir que no puede hacer mala elección" 20 .
Resaltaremos la importancia que se le da a la cuestión directa del enfrentamiento en la contienda entre los dos reyes, preparando el terreno ante una supuesta aparición durante la contienda del mismísimo Enrique II de Francia.
Insuficientes fuerzas.
El duque comenzaba el asedio de San Quintín sin suficientes hombres para cercar con éxito aquella prestigiosa ciudad, teniendo que aguantar las posiciones con enorme esfuerzo. Esta importante diferencia de fuerzas contrasta con respecto al relato del cronista Cabrera de Córdoba, al no coincidir en su descripción con el diario de Felipe y Saboya. Es la correspondencia original la que nos aclara las fuerzas que realmente partieron, las que llegaron primeramente y las que participaron en la batalla del 10 de agosto. El otro dato que nos aportan las fuentes son los lugares donde se establecieron las diferentes unidades alrededor de San Quintín. La novedad documental confirma una escasez de infantería y caballería del duque de Saboya hasta que llegara Felipe II, unos 12.000 hombres en total. El cronista realizaba la siguiente exposición: "La mano derecha al maestre de Campo Alonso de Cáceres con los españoles, y al coronel Lázaro Xuendi con sus alemanes. La mano Izquierda al tercio de Navarrete y al Conde de Mega con los Valones. La tercera a Julián Romero con tres compañías de españoles y los borgoñones e ingleses" 21 .
La información de Cabrera difiere de la realidad de lo acontecido, mezclando algunas unidades con otras que llegarían el día 7 de refuerzo. Esto solo sucedió ante la urgente necesidad del duque cuando ya no podía asegurar el asedio. La petición fue producto de lo sucedido en la madrugada del día 5 de Agosto. La primera batalla, producto de un gran auxilio comandado por moss de Andelot, cuñado del almirante de Francia, con 4000 infantes y 500 caballeros. Fue la primera fuerza importante para el auxilio de San Quintín repelida con efectividad por los arcabuceros españoles de Julián Romero y los alemanes del conde de Marienburg junto a un pequeño grupo de ingleses albergados en posiciones principales 22 . El comandante Saboya razonaba esta petición de refuerzos suplicándole a su rey: "De más de esto yo no creo que podamos durar en la vida, que pasamos cada noche para estorbar a los enemigos de entrar en este lugar de donde depende el buen suceso de esta empresa, porque esta gente se cansa ya de estar cada noche en arma y preparar asiduamente los caballos, porque si vuestra majestad no manda a los españoles del tercio de Cáceres que caminen de día y de noche sin esperar y vengan aquí, yo no creo que se pueda sin estimable dificultad estorbar que no entren a socorrer" 23 . Las airosas peticiones provocarían un cambio de planes en el ideal que se había marcado Felipe II, renunciando en gran parte del cuantioso acompañamiento preparado para su llegada al asedio, unos 20.000 hombres. Entre los que llegarían con la nueva ayuda estaba el reclamado tercio de Cáceres, que supuestamente Cabrera anunciaba que se encontraba en San Quintín desde el principio. Esta acción, la de pedir refuerzos y aceptar su concesión, representó una decisión principal que posibilitaría la victoria del día 10 de Agosto o de San Quintín, al aumentar la caballería y superar ligeramente en número al ejército francés:
"Visto lo que hacen los franceses por meter gente en esa ciudad y el trabajo que pasáis, la que tenéis allá en estar en arma, (…) he mandado partir hoy el tercio de Cáceres y la caballería ligera y arcabuceros que trajo don Enrique y los trescientos caballos del conde Wichstain con ocho cañones y pólvora y pelotas y el plomo y mecha que habéis enviado a pedir, más de mil quinientos gastadores ingleses y cuatro banderas de infantería de ellos" 24 .
Insuficiente protagonismo
El retraso del rey en llegar a la batalla principal, tiene diferentes explicaciones que no concuerdan con la sencilla teoría acerca de la ausencia de valor de Felipe II para los asuntos de la guerra. La cobardía es una interpretación simplista más, alimentada en parte por la leyenda negra que se ha tejido alrededor de este monarca 25 con intención de desprestigiarle.
Felipe II, que había preparado concienzudamente su primera guerra, era en parte víctima de su propia precisión, lo cierto es que su retraso estuvo a punto de costarle lo contrario, la pérdida de prestigio por la no participación de manera activa al frente de su ejército.
Varias razones argumentan la falta en el acontecimiento principal del 10 de agosto por parte del rey. Cuando el monarca preguntaba a su primo la fecha en que llegaría a Cambray un 19 de Julio, con intención de agruparse con él un día después, esta opción pronto se descartó al no cumplirse la previsión por la cual los ingleses pasarían a Calais 26 . El rey debía esperar a que Saboya hubiera asegurado el cerco en la ciudad de San Quintín, antes de acudir. A partir de aquí Felipe ya no disponía de una fecha certera, los informes de la cercanía de los enemigos con la resistencia de Rocroy cambiaron esta posibilidad, sumada al retraso de las restantes unidades que debían de acompañarle 27 .Con razón, el comandante Saboya que tenía toda la experiencia en 23 administrar los tiempos, le contestaba al rey que la fecha para retroceder y reagruparse los dos en Cambray sería muy difícil de determinar 28 .
El 26 de Julio en la resolución que escribe el rey de su mano confirmando como objetivo principal de conquista la ciudad de San Quintín, le comentaba ya al duque la probabilidad del retraso de algunas bandas de soldados alemanes, son las tropas del conde de Wichstaín y del regimiento del barón Monchaussen que acudirían el 7 de Agosto y el 13 respectivamente 29 .
El rey se trasladaba a continuación desde Bruselas a Cambray con el fin de buscar cuándo puede dar el salto definitivo junto a su primo. El último día de julio continuaba pensando que los ingleses ya habían salido de Calais. Organizaba para entonces la partida conjunta con los de María Tudor, esperaba llegar un 4 de Agosto al campamento de Saboya. Se hubieran cumplido entonces las expectativas de llegar un día más tarde que su comandante a la ciudad de San Quintín. En consecuencia Felipe ya era capaz de describir con suma claridad cuál sería su itinerario: "(Escrito de mano de su majestad), yo seré sin falta en cambray el sábado, por dar prisa en, y espero que el lunes estará toda esta gente (ingleses) donde convenga, y que así lo estaréis vos con lo que lleváis" 30 .
El día primero de Agosto, y ya desde Cambray, antes de que llegue el duque a San Quintín, complementaba Felipe un comunicado sobre la estrategia a seguir con una serie de instrucciones donde mostraba su preocupación por la posibilidad de perderse el acontecimiento principal. El rey sugiere a su comandante que no se enfrentara al enemigo sino quedaba más remedio 31 , no quiere perderse la batalla. Contrariamente los informes enemigos declaraban la imposibilidad de su partida sin que corriera peligro porque había disminuido considerablemente su escolta al cederle parte de su ejército al duque de Saboya. Felipe, argumentaba finalmente que esta sería la causa principal de su retraso, decidiendo que al final partirá con todos los rezagados para ocuparse de la organización de estos 32 .
Estalla entonces la preocupación del duque para que su primo no sufra el deshonor de no estar presente en la batalla principal. Saboya no le echaba la culpa al rey de su tardanza, creía que el resultado de aquella dilación prolongada era una maniobra del consejo que le retenía con sus argucias, entre otros asuntos se estaban despachando las posibles contribuciones de 1557 de Flandes y los Países Bajos, fundamentales para la financiación de esta guerra, por lo que seguramente tenía algo de razón 33 .
El duque toma la decisión de escribir directamente a Francisco de Eraso, preocupado por un posible desprestigio real. El poderoso secretario del consejo recibía una carta reclamando que acudiera el monarca cuanto antes al campo de batalla, mientras le había dicho el mismo día y en la carta anterior a Felipe justo lo contrario, 28 Respuesta desde el campo del duque de Saboya a Felipe II del 21 de julio de 1557. AGS, E/K 1490, f.42b. 29 que no se preocupara por su llegada un día más o menos 34 , ¿en qué quedamos? La petición al secretario contenía un mensaje destinado a influir verdaderamente en el rey y en su consejo: "Yo entiendo en impedir la entrada del socorro, que los franceses andan ordenando de enviar como cosa de que depende el suceso principal, vuestra majestad de allá se de toda la prisa posible a que su majestad se venga luego, porque en su venida consiste acabar presto y bien lo de aquí" 35 .
El rey no daba explicaciones a su primo de los especiales preparativos que supervisaba para su llegada a San Quintín. Proyectaba una entrada triunfal ante sus hombres que no estaba lista todavía. Había pensado en acudir a San Quintín con una armadura damasquinada especialmente diseñada para la ocasión, un vestuario que mostraría en sus posteriores retratos 36 , cuyo peto y espaldar realzaban la carga heráldica mostrando al mundo el poder del nuevo rey. Elementos como la virgen María y el Aspa de San Andrés de la casa de Borgoña decoraban la faja principal, y en el cuello se encontraban los eslabones de la orden del Toisón de Oro que acompañaban al Vellocino de Oro de Jasón y los Argonautas. Felipe era quién presidia aquella orden de caballería y su montura también contaba con otra armadura para el animal a juego. Armado con una lanza, el monarca portaba un ristre o pieza que se articulaba desde el lateral derecho del peto para poder soportar el peso de aquella arma. De este atavío apareció en el campamento de San Quintín el día 13 de agosto, escoltado por su Guardia Real capitaneada por Guillermo de Orange. Junto al rey también venia el retrasado ejército inglés en retaguardia con los restos de bandas de mercenarios alemanes, sumados a los más de 500 infantes españoles. Muy por extraño que pareciese para los tiempos que corrían, había logrado uniformar a toda aquella infantería española con casacas azules y las correspondientes bandas rojas, las bandas rojas eran realmente la única uniformidad en los ejércitos imperiales, colocándose en la cintura o en forma de bandera en el pecho. El rey no solo había conseguido una puesta en escena llena de simbolismo, sino que era acompañado de su plana mayor, el séquito de consejeros de estado. Para registrar la celeridad del acontecimiento venía acompañado de un famoso pintor de batallas-Antonio de la Viñas que es como rebautizaron en Castilla a Antón Van den Wyngaerden, siguiendo el ejemplo de su padre en la toma de Túnez. Descubrimos algunas de las cuidadas atenciones en una comunicación que se encuentra actualmente entre la contabilidad de la expedición, en donde el rey le pedía a su factor mayor Lopez Gallo un pequeño adelanto económico en oro -con lo dificultad de pagar en aquel noble material-y lo que se pudiera en plata para recompensar a los tercios de su propia mano, exactamente igual que en los preparativos iniciales que demoraron la marcha inicial de las tropas como hemos apuntado antes: "Y porque llegue el término de la paga de mi ejército y habiendo de irme a juntar con el (Saboya),mañana o ese otro día, conviene llevar alguna cantidad conmigo a menos para poder socorrer a la gente, os pido que todo lo que pudieras hacer en oro lo enviéis luego, por la posta 34 Carta desde el campo de San Quintín del duque de Saboya a Felipe II del 8 de agosto de 1557. A.G.S, E/K 1490, f.66. 35 Carta desde el campo de San Quintín del duque de Saboya a Eraso del 8 de agosto de 1557. A.G.S, E/K 1490, f.67. 36 En: (https://www.museodelprado.es/exposiciones/info/en-el-museo/arte-del-poder-armas-y-pinturas-dela-corte-espanola/videos/) con personas de confianza a Valenciennes, con orden que nos avisen de ello y si no la plata que tuvieseis disponible y fácil de usar en esto, con toda diligencia y dar prisa a lo de las calzas y jubones, pues esta hay Navarrete, y en lo de los sacos no aguardéis en enviarlos todos juntos, y en este socorro me avisareis de lo que se ha hecho y podrá hacer" 37 .
Podemos afirmar que la causa fundamental del retraso del monarca fue la obsesión por su seguridad, una verdadera prioridad que chocaba con la intención del monarca de no perderse el acontecimiento principal. La decisión fue acertada, después de la victoria del día 10 de agosto la dirección del asedio se convertía en el sitio más seguro para la persona del rey, un lugar donde cumpliría con los objetivos marcados para enriquecer su nuevo expediente militar sin correr riesgos innecesarios.
Aunque la tardanza real se cubriría de diplomáticas excusas ante su primo, la actuación de Felipe como militar fue más que suficiente durante el asedio de San Quintín y de la fortaleza de Ham, la cual consta en la documentación simanquina de la campaña militar, actividad por lo tanto más que probada y que hoy sigue siendo una gran desconocida para muchos investigadores: "Y el estandarte de su majestad con el escuadrón de los caballeros y arqueros se puso donde convino, y su Majestad le dejo y se puso cerca de la batería de la mano izquierda andando a caballo con don Fernando Gonzaga el conde de Feria y don Antonio de Toledo y otros de su cámara para desde allí estar más a mano para proveer y ordenar lo que conviniese a todas partes y según la necesidad que pidiese 38 ".
A pesar de la victoria demoledora del día de San Lorenzo, se perdería la oportunidad de conquistar París, tesis defendida por la historiografía francesa que parece haberse instaurado hasta la actualidad, entre otras cosas porque consideraba un triunfo el alargamiento del asedio de San Quintín, lo que lo evitó 39 . A pesar de esta campaña, Francia recuperaría la ofensiva ese mismo invierno con la toma de Calais.
El cómputo final no obligaría a Enrique II al cese de las hostilidades obteniendo la paz definitiva, sin embargo se pudo asegurar el éxito de varias formas gracias a la conquista de San Quintín, opción mucho más acertada que el riesgo de avanzar hacía Paris. El rey firmaba una victoria en primera persona por primera vez, lo cual serviría para disipar las dudas de aquellos que pensaban que el nuevo soberano extranjero no era capaz de defender sus reinos del norte de Europa 40 . Felipe II demostraba la acertada forma de organizar una campaña bélica a pesar de sus limitadas finanzas. La reputación obtenida aumentaba su credibilidad en el panorama europeo cuyo colofón fue el premio de Italia. Hay que tener en cuenta que los dos frentes, el del norte de Francia y el de las afueras de Roma estaban interconectados. La noticia definitiva de la conquista de la plaza francesa llevaba a Enrique II a ordenar la retirada del duque de Guisa con sus 20.000 hombres de Italia. El Papa Napolitano Paulo IV se veía obligado a pactar la paz con el duque de Alba. Una noticia esperada, si analizamos los Calendars State of Papers 41 . Sin duda era mejor asegurarse la victoria de la modesta plaza de San Quintín, que aventuras inciertas de las 37 que no hay documentación que pruebe unas claras intenciones de proseguir hasta Paris, por parted e Felipe II, tan solo invenciones de la historiografía decimonónica convertidas en tópicos 42 .Felipe siempre tuvo claro que la mejor opción era esta, al contrario que su comandante Saboya, por eso discutió este tema en la correspondencia de Simancas que aquí tratamos. El duque presentó al rey variados planes de ataque con objeto de aislar el corredor de Calais y llegar hasta Paris, Felipe siempre los rechazó 43 Saboya, al fin y al cabo era un exiliado político que buscaba la derrota total de Francia para recuperar su reino perdido. Existía además la profunda creencia que la captura del condestable en la victoria pírrica del día 10, aderezada con la conquista de la plaza, provocaría cierta intercesión del papa filo francés Paulo IV en busca de una paz universal. No fue suficiente, se necesitó una segunda campaña militar en 1558 para forzar las definitivas negociaciones de paz con Francia. Esta sí fue la última guerra del último rey soldado español, donde Enrique que no valoraba suficientemente a Felipe cómo para enfrentarse a él personalmente en San Quintín 44 , sí acudiría al año siguiente a la ciudad de Doullens, lugar donde los dos ejércitos y los dos reyes acamparon enfrentados y armados hasta los dientes dispuestos a todo 45 .
Lo cierto es que San Quintín permite la conversión de Felipe II en un rey de transición, cuando asume esta carga medievalista en plena época moderna. Y, sí algo aprendió el rey español en 1557 y 1558, es la forma de disponer de maneras y formas menos arriesgadas para potenciarse en política internacional que la del papel de rey guerrero, métodos más seguros de adquirir el preciado honor y reputación. La muerte accidental de Enrique II le daría en parte la razón 46 45 Antonio Bustamante García, "De las guerras con Francia, Italia y San Quintín (II)", Anuario Del Departamento de Historia y Teoría Del Arte, 23, (2011), p.63. 46 El rey francés fallecía accidentalmente a consecuencia de las heridas recibidas en un combate, dentro del torneo medieval que paradójicamente se establecía en las celebraciones por la ansiada paz alcanzada con Felipe. La unidad del reino se disolvió y comenzó la oscura etapa de las guerras de religión en Francia. Una maravillosa fuente literaria que relata este suceso es: Alexandre Dumas, El Paje de Saboya, México, ed. La Maravilla, 1862, p.376.
Las armadas en el reino de Portugal en los reinados de los Felipes (1580-1640)
Portuguese fleets during Philip's reigns (1580-1640)
Koldo TRÁPAGA MONCHET IAP-UNL/IULCE *
Introducción: la madera y el 'servicio del rey'
"una cosa deseo ver acabada -le indicó a un ministro en 1582-y es lo que toca a la conservacion de los montes […]. Temo que los que viniesen despues de nosotros han de tener mucha queja de que los dejamos consumidos, y plegue a Dios que no lo veamos en nuestros días" 1 .
Este fragmento de texto ha sido extraído de la monografía de Felipe II realizada por Henry Kamen. Forma parte de un marco más amplio sobre la figura del Rey Prudente, quien era presentado como un soberano que tenía aficiones más allá de las obligaciones derivadas de gobernar la Monarquía. De ahí el nombre del capítulo: "El mundo de Felipe II". En las siguientes páginas el autor expone numerosos detalles de la preocupación de Felipe II por el cuidado de los Sitios Reales, como evidencia de su gusto por la arquitectura y los elementos al aire libre: fuentes, jardines, frutos y, cómo no, los árboles 2 . Lo que en un principio puede parecer anecdótico, en realidad guarda una trascendencia fundamental para asegurar la pujanza de las Monarquías europeas durante la época moderna. La madera, representada en los Sitios Reales del texto arriba expuesto (coutadas y matas en el reino de Portugal), resultó ser una materia prima de primera magnitud en la organización territorial y gobierno diario de la Monarquía de Felipe II. De ahí la preocupación mostrada por el Rey Prudente por la conservación de los bosques. Estos eran entendidos como un patrimonio que debían ser salvaguardados, ya que su mantenimiento estaba orientado hacia un propósito claro: aprovisionar los astilleros del reino y, de esta forma, garantizar la construcción naval. Las armadas eran el nervio de la guerra y permitían mantener comunicadas las posesiones territoriales del rey a lo largo de todo el orbe. Es por ello que los soberanos europeos llevaron a cabo a lo largo de toda la Edad Moderna políticas conservacionistas de los bosques. De acuerdo con John Perlin, la madera fue un actor esencial en el desarrollo de la civilización, ya que esta se utilizaba para numerosas cuestiones del día a día. La madera era, en efecto, un material de construcción, un combustible fósil utilizado como materia prima 3 . La deforestación constituyó una de las mayores preocupaciones de los soberanos europeos, llegando a ser en el caso de los monarcas ingleses un factor esencial en la búsqueda de nuevas tierras. Junto a la exploración de lugares desconocidos, hubo una preocupación creciente por proteger las masas arbóreas ya conocidas. Esta materia prima llegó a forzar a los dirigentes políticos a desarrollar leyes para su protección: "Wood scarcities have forced goverments to take an active role in the allocation and protection of this precious resource" 4 .
Para el caso hispano, John Wing ha estudiado la importancia de las reglamentaciones realizadas por los reyes hispanos desde mediados del siglo XVI hasta que en 1748 fue decretada la primera legislación nacional para el mantenimiento forestal para la construcción naval 5 . El autor interrelaciona las dinámicas de la formación del Estado moderno con el control de los recursos naturales a través de una aspecto concreto: el cuidado de las reservas forestales para asegurar la construcción naval 6 . La madera (timber) se convierte por lo tanto en un agente político 2 Ibidem, pp. 187-195. 3 "trees have been the principal fuel and building material of almost every society for over five thousand years, from the Bronze Age until the middle of the nineteenth century […] wood, in fact, is the unsung hero of the technological revolution", John Perlin, A Forest journey: The Story of Wood and Civilization, Countryman Press Imprint, fall, 2005, introducción. 4 Ibidem, pp. 11-12, "foreword". Para el caso de Inglaterra véase el capítulo décimo. 5 El cuidado y explotación de los bosques ha sido ya resaltada por parte de la historiografía, aunque desde distintas ópticas. Para el caso de Galicia nos remitimos al trabajo de Ofelia Rey Castelao, Montes y política forestal en la Galicia del Antiguo Régimen, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1995. Se ofrece una visión temporal y geográfica en Erich Bauer Manderscheid, Los montes de España en la Historia, Madrid, Ministerio de Agricultura y Pesca, 1991. En ambos se dedica una parte específica del trabajo al reinado de Felipe II. 6 John T. Wing, Roots of empire: State formation and the politics of timber Access in early modern Spain, 1556-1759, Tesis Doctoral del 2009. El libro ha sido publicado recientemente con el título Roots of imprescindible que condiciona las formas de poder durante la época moderna y la articulación del territorio. Elemento irremplazable para asegurar el mantenimiento de la Monarquía, ya que su funcionamiento era asegurado por medio de los barcos que conectaban las distantes posesiones territoriales de los reyes hispanos.
Por lo tanto, existía una estrecha imbricación entre la construcción naval y la conservación de los bosques, política que es definida por el autor como state forestry. La construcción de los barcos conllevó una tendencia a intentar conocer las posibilidades reales de los bosques de la Península Ibérica por parte del monarca hispano, entablando contacto con los poderes locales y produciéndose, de esta forma, un proceso interno de territorialización, lo que permitió al Estado (entendido como unidad política) reforzar su poder 7 .
Referente a la Monarquía hispana, Felipe II se mostró preocupado por proteger los bosques. Para ello elaboró una extensa labor reglamentística, a fin de garantizar la provisión de madera para la construcción naval 8 . Importante recalcar que la política forestal conducida por el Consejo Real, en el caso de Castilla, estaba orientada al fin concreto indicado con anterioridad. Proceso que fue paralelo a la configuración política de la Monarquía hispana, mediante la institucionalización de sus organismos gubernativos 9 . Por lo tanto, no ha de extrañar que fuera durante este reinado cuando surgieron los oficios e 'instituciones' encargadas de la gobernación y control de los bosques de Felipe II en la corona de Castilla 10 . Hecho que ya había acontecido previamente en la Monarquía portuguesa, ya que esta se había configurado con anterioridad.
En 1580, Felipe II agregó el reino de Portugal a sus posesiones patrimoniales 11 . De esta forma contaba con un nuevo reino que tenía unas instituciones políticas ya asentadas desde, al menos, la primera mitad del siglo XVI. La Unión de ambas Coronas permitió a los portugueses disponer de las inmensas riquezas del Rey Católico. Tras la Unión, Felipe II juró respetar las instituciones y tradiciones políticas del reino lusitano, para lo cual se produjo una reglamentación de la casa real de Portugal 12 . A su vez, el Empire: Forest and State Power in Early Modern Power, c. 1500-1750, Leiden, Brill, 2015, "Introduction". 7 Ibidem, pp. 1-9. Más detalladamente: "Through the lens of internal territorialization, this book analyzes the intensification of forest resource use for Spanish naval shipbuilding and its relation to early modern state formation from the sixteenth century to the middle of the eighteenth century" (p. 4). 8 archiduque Alberto fue electo virrey de Portugal, es decir un miembro de la familia real iba a ejercer de alter ego de Felipe II lo que situaba al territorio portugués y a la corte de Lisboa en una posición preeminente sobre las demás, ya que estaban gobernadas por un aristócrata. Punto importante en este presente trabajo, ya que vamos a ceñirnos a los años de gobierno del archiduque Alberto. Momento en el que se establecieron los procedimientos utilizados en el futuro para garantizar la provisión de la madera. Felipe II percibió la conservación de los bosques como si de su propio patrimonio (Monarquía) se tratase. De ahí la estrecha imbricación existente en el establecimiento de los organismos que aseguraban la gobernación de la Monarquía con los procedimientos para garantizar el aprovisionamiento de madera para las armadas del rey.
La importancia del reino de Portugal dentro de la Monarquía quedó de manifiesto en numerosas cuestiones, por lo que los sucesivos Felipes no escatimaron en utilizar recursos económicos para garantizar su operatividad, entre los que se encontraba la armada y, evidentemente, la madera que aseguraba su operatividad. La defensa militar, es decir la conservación territorial del patrimonio, constituía una de las cuestiones fundamentales.
De forma paulatina se fue produciendo un proceso de transferencia de conocimiento, dinero y hombres entre los distintos territorios de los Felipes. Las diferentes armadas de la Monarquía no fueron ajenas a esta dinámica, sino que participaron de forma activa en ella. En el río Tajo residieron y fondearon tanto las armadas del reino de Portugal, como aquellas que formaban parte de la corona de Castilla. Es por ello que en esta aportación empleamos el término "armadas en el reino de Portugal", centrándonos en el aspecto concreto de la provisión de la madera y los derivados de ella.
El control de las coutadas y matas del rey en el reino de Portugal
Las coutadas y matas de los soberanos lusos eran espacios forestales que pertenecían al Rey, es decir formaban parte de su patrimonio 13 . Eran administradas por el monteiromor, oficio que existía en la casa real de Portugal desde al menos el siglo XIV. Estos bosques no eran gestionados por funcionarios del rey de Portugal, sino por criados suyos que estaban vinculados a él por medio de un juramento. La primera instrucción a un monteiro-mor de la que hay constancia data de 1381, aunque la primera reglamentación completa del oficio no se produjo hasta 1442 14 . Desde el primer cuarto del siglo XVI, la dignidad y el oficio quedó vinculado al linaje de los Melo, quien lo retuvieron incluso después de la proclamación de don João IV como rey de Portugal en 1640 15 del Antiguo Régimen, siendo eliminada en la primera mitad del siglo XIX en la conformación del Estado liberal 16 .
La reglamentación de este oficio fue en paralelo con los despachos y regimientos de los soberanos portugueses, en los que delimitaban y protegían esto espacios forestales para la construcción naval. Ya desde 1377, los bosques del rey aprovisionaron de madera a los astilleros de Lisboa para la construcción naval 17 . En el reino de Portugal Lisboa fue el principal centro de desarrollo de esta industria 18 . De acuerdo con el trabajo de Nicole Devy Vareta, la madera procedente de las coutadas y matas del rey empleada en los astilleros de la ciudad era transportada por navegación de cabotaje o, en su defecto, por vía terrestre: "por cabotagem ou por via terrestre madeiras das áreas de Alcobaça, Leiria, Torres Vedras, Óbidos e Alcacer do Sal; pelo Tejo, chegariam outras das matas de Santarém e das coutadas do Ribatejo" 19 .
La incapacidad de los bosques portugueses para satisfacer la demanda creciente de los astilleros del reino impulsó a los soberanos a conceder ciertos privilegios para la importación de madera durante los siglos XV y XVI 20 . No por ello se dejaron de promulgar decretos y regimientos reales regulando las coutadas y matas del soberano. Resultó ser una preocupación constante en los años inmediatamente anteriores a la Unión de Coronas y durante la misma 21 .
La importación de madera y componentes navales y la explotación de los recursos forestales patrimoniales fueron algunas de las fuentes de aprovisionamiento de madera que garantizaban la construcción y el reparo de las armadas del soberano luso a lo largo del siglo XVI. La Unión de los reinos de Portugal y Castilla suscitó la controversia de la utilización de recursos de ambas Coronas para empresas que no cabe entenderlas como propias de cada una de ellas, sino que respondían a la conveniencia e intereses del monarca. Eran, por lo tanto, de "su seruicio".
1. Construcción de galeras en Lisboa con la utilización de las coutadas y matas
La galera, aunque era una embarcación conocida en Portugal, no resultaba ser el tipo de construcción más habitual, ya que las embarcaciones de vela predominaban sobre las de remos. Algunos de lo tratadistas del arte de la construcción naval no se referían a las galeras más que de forma nominal 22 , por lo que se trata de un navío secundario dentro 16 de las armadas del reino de Portugal. A partir del siglo XVI su construcción se quedó principalmente limitada a las regiones sureñas y del Mediterráneo 23 . Ello no significaba que dejasen de ser empleadas, especialmente en momentos menos propicios. Tras el fracaso de la Armada Invencible, Felipe II sabía de la necesidad de recuperar el poder naval perdido 24 . Lisboa se convirtió en uno de los puntos estratégicos para la ejecución de este proyecto.
En el verano de 1589 don Francisco Coloma llegó al puerto de Lisboa, comenzando de forma inmediata a analizar el estado de las galeras allí residentes. Para don Francisco las galeras "están bastante deshechas" y requerían de la adopción de medidas urgentes. El militar proponía construir galeras en el puerto de Lisboa, ya que "en esta tierra tiene Vuestra Magestad mucha cantidad de madera en Bosques suyos y mucha comodidad para conduzirla por el Rio con facilidad y poca costa y cantidad de maestrança y para la clauaçon Vizcaya cerca para hazerse Galeras es lo mas apropósito que puede ser y no costaran mas que en Barzelona" 25 .
Las ventajas del puerto lisboeta estribaban en la presencia de un maestro constructor 26 , la posición geográfica de la ciudad y, especialmente, la buena calidad y cantidad de los bosques del Rey 27 . El negocio fue remitido a la corte de Madrid, en donde se solicitó el envío de un presupuesto detallado para ponderar la conveniencia de construir galeras en Lisboa 28 . Pocas semanas más tarde don Francisco trasladó la información requerida 29 .
De acuerdo con esta, Felipe II debería desembolsar 2.722 ducados y siete reales para efectuar el negocio. La memoria desglosaba las partidas de gastos de mano de obra, algunos de los componentes del navío, el transporte de la madera e, incluso, el precio de los palos y la especie que iba a ser empleada, tal como se puede observar en la tabla infra. 23 José Luis Casado Soto, "Los barcos del Atlántico ibérico en el siglo de los descubrimientos. Aproximación a la definición de su perfil tecnológico", en Bibiano Torres Ramírez (coord.), Andalucía, América y el mar: Actas de las IX Jornadas de Andalucía, Sevilla, Diputación de Huelva, 1991, p. 130. En otro trabajo suyo indica su escasa trascendencia en las grandes actividades militares de las Azores o la Armada de 1588, J. L. Casado Soto, Barcos para la Guerra. Soporte de la Monarquía hispana", Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, V, p. 29 24 Entre otros autores lo cita David Goodman, Spanish naval power, 1589-1665, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp. 6-8. 25 AGS, GYM, leg. 250, docs. 164 y 167, julio de 1589 desde Lisboa. 26 Ibidem: "Maestre Bartolome que es el mexor official que ay agora deste menester porque es tan bien afortunado en fabricar galeras que todas las que el a echo an salido tan buenas como es notorio" 27 De esta forma se profundiza en la afirmación de L. F. Costa, Naus e Galeões..., p. 315. 28 No ha de extrañar la predisposición de Felipe II hacia esta propuesta, ya que durante la década anterior había intentando, en vano, disponer conjuntamente sus galeras y las del rey don Sebastião I. F. J. Bouza Álvarez, Portugal en la Monarquía…, vol. I, pp. 91-92. Una vez realizada la Unión, el monarca dictó en ocasiones la incorporación de galeras de las coronas de Castilla a sus armadas de Portugal. Luis R. Guerrero, "Pirataria, corso e beligerância estatal no sudoeste peninsular e ilhas adjacentes (1550-1600)", en Maria da Graça Ventura (coordª.), As Rotas Oceânicas (séculos XV-XVII), Lisboa, Edições Colibri, 1998, pp. 126-127. 29 "Quanto a lo de la relación de lo que por menudo costara un buque de una galera en este lugar la enbio a Vuestra Magestad con esta lo que poco mas o menos constara según ha paresçido al capitan Gutierre de Arguello y a las demás personas platicas", AGS, GYM, leg. 250, doc. 170. Carta de don Francisco Coloma de 21 de julio de 1589 desde Lisboa.
Partida de gasto
Cantidad (ducados castellanos) 50 quintales de clavazón peso de Portugal a 60 reales el quintal 272 ducados y 8 reales 40 quintales de brea peso de Portugal a 20 reales el quintal 72 ducados y 8 reales 20 quintales de estopa a 45 reales el quintal 81 ducados y 9 reales 1850 jornales de galafates a 3 reales 504 ducados y 6 reales 4500 jornales de maestros "dajas" a 3 reales 1227 ducados y 3 reales De cortar seiscientos pinos que son menester a medio real 27 ducados y 3 reales De acarrearlos del bosque al embarcadero a dos reales 109 ducados y 1 real Cortar y acarrear sesenta pintos para bacallares 9 ducados Por tres árboles de Flandes para las postizas a 80 ducados portugueses 218 ducados y 2 reales 12 palos de pino bravo para la "crueia" que se han de cortar en la Pederneira 30 . Se aserrarían allí y después se llevarían en barcos a Lisboa 21 ducados y 9 reales Cortar 300 árboles de alcornoque son menester al precio de un real cada uno 27 ducados y 3 reales Acarrearlos "a la Marina" en 100 carros a cinco reales cada uno 45 ducados y 5 reales 24 palos de roble que se han de comprar para quillas y cuerdas, tratándose de madera que viene fuera del reino de Portugal De acuerdo a esta memoria, dos tercios del gasto de construcción un barco procedían del pago de la mano de obra. Don Francisco Coloma resaltaba que se produciría un ahorro sustancioso por proceder las maderas de las coutadas y matas del soberano. Don Francisco recordaba el procedimiento a seguir en el reino de Portugal para proceder a la tala de árboles, que debería realizarse durante el mes de septiembre, mediando la correspondiente licencia del soberano 31 . El rey expedía al virrey, el qué, a su vez, la remitía al montero mayor, por lo que se encontraba dentro de la sección de la caza de la casa del rey de Portugal 32 . Este la hacía llegar a los oficiales que estaban bajo su mando, los monteros-mores de los distritos. En ocasiones eran acompañados de expertos encargados de la construcción del barco o por ministros del rey conocedores de las verdaderas necesidades de los astilleros de Lisboa: especie de árbol, medidas, características, etc. 33 . El trabajo desempeñado por don Francisco de Coloma resultó ser del agrado de Felipe II, razón por la cual le fue encomendada la construcción de varias galeras. En diciembre de 1590, don Francisco concertó la ejecución de dos galeras con don Sebastián Tenudo al precio de dos mil y novecientos ducados cada una. Las embarcaciones serían realizadas en Seixal, municipio próximo de Lisboa, y deberían estar finalizadas en fecha anterior a final de mayo de 1591. La madera procedería de los bosques del rey y los árboles se talarían durante la luna de enero. Las medidas se corresponderían con las diseñadas por el maestre mayor Bartolomé Jordán 34 . El primero de junio, don Francisco informaba que los trabajos iban muy adelantados "y la una se podrá barar antes de San Juan y pareçe que an de ser buenas galeras" 35 . Poco después confirmó la información adelantada y aseguró que la segunda embarcación sería botada en poco tiempo, ya que habían llegado todas las maderas requeridas. Una proporción del pagamento había sido acordado con Pedro Baeza, asentista para el mantenimiento de las galeras de España en Lisboa y de quien hablaremos más adelante. A finales de mes una de las mismas ya estaba construida y armada, pero se encontraba varada 36 .
Los problemas de las galeras del reino de Portugal no se solucionarían con la construcción de uno o dos navíos. La situación de la escuadra del reino requería una renovación de mayor alcance. La "Galera Esfera", por ejemplo, se encontraba sin remos, por lo que don Francisco proponía otros expedientes. Uno de ellos era el intercambio de embarcaciones entre las distintas escuadras de Felipe II. Decidió intercambiar algunas de las galeras de la corona de Castilla por otras del reino de Portugal, a pesar de que estas segundas se encontraban sensiblemente deterioradas: "Vuestra Magestad ha sido seruido que vengan las ocho galeras de mi cargo [galeras de España] que estan en Lisboa auiendo trocado quatro buques de los mejores con otros quatro de los viejos de aquel Reyno y que no partan hasta que lleguen las galeaças" 37 .
La importación de "pino de Flandes" 38 , la tala de madera en las coutadas y matas de Felipe II o la utilización de expertos procedentes de otros reinos resultaba, en ocasiones, insuficiente para culminar el proyecto de construcción de un barco. Los navíos del rey eran gestionados por ministros y cortesanos que interrelacionaba a numerosos súbditos situados en varios espacios geográficos de distintos territorios, pero que compartían la preocupación principal de garantizar "el servicio del Rey". La firma 33 Nos remitimos a los numerosos ejemplos que se encuentran en BAMOP, MMR, serie 9. Los escribanos locales del monarca solían realizar una relación de la madera cortada, el lugar de extracción y las personas que tomaron parte. 34 AGS, GYM, leg. 291, doc. 31: "Queda entendido y porque conuiene que estas galeras se fabriquen de la traça y medidas que el maestre mayor Bartolome Jordan que alli hizo otras dos embarcaciones a proposito para nauegar en los mares de Poniente, le ordene que de la dicha traça y media y conforme a ella se hagan estas dos galeras". Carta de don Francisco Coloma de 28 de diciembre de 1590. 35 38 El pino de Flandes en realidad hace alusión a madera procedente del norte de Europa y que probablemente fue reembarcada en otros navíos en los estados flamencos. Referencias a su importación a comienzos del XVI en L. F. Costa, Naus e galeões..., pp. 326-327. de asientos era otro de los mecanismos empleados por el monarca y sus ministros, produciéndose en este campo un intenso intercambio y transferencia de dinero y productos dentro y fuera de las posesiones patrimoniales de Felipe II.
La importación de madera y la firma de asientos: la labor de don Esteban de Ibarra
Don Esteban de Ibarra fue a finales de la década de 1580, en condición de su cargo de proveedor general de las armadas de Felipe II, el ministro del rey encargado de ajustar las materias relativas a la provisión de los barcos en la corte de Lisboa. Don Esteban pertenecía a una familia de origen vasca, varios de cuyos miembros habían desempeñado tareas militares en los ejércitos de la Monarquía. Don Esteban comenzó su carrera como secretario de uno de los hijos del III duque de Alba, por lo que desde un principio estuvo vinculado a asuntos de gobernación de la Monarquía. Don Esteban fue, posteriormente, enviado a la corte de Lisboa en donde se convirtió en uno de los ministros de mayor confianza del soberano, razón por la que en 1592 fue desplazado, en donde desarrolló una intensa carrera política jalonada con encargos de enorme confianza y trascendencia tal como indicaremos a continuación 39 .
En la corte de Lisboa su cometido estuvo más relacionado con el manejo económico de las remesas que se enviaban desde la corte de Madrid a la de Lisboa. En agosto de 1589, Felipe II firmó un decreto por el que ordenaba la implementación del arca de las tres llaves para la gestión de los recursos numerarios enviados a Lisboa, entre los que figuraban "los Gastos de las dichas Armadas" 40 .
Durante el tiempo del proveedor don Francisco Duarte, antecesor de don Esteban de Ibarra, el arca permaneció en la casa de don Francisco y no contaba más que con dos llaves. Don Francisco cayó en desgracia y fue llamado a la corte de Madrid, otorgando Felipe II el oficio a don Esteban de Ibarra. A él le encomendó la supervisión del dinero, y a su vez trató de institucionalizar la distribución de las 'remesas hispanas' en la corte de Lisboa: "Porque he acordado que la dicha Arca tenga tres llaues como hasta aquí ha tenido dos y auiendo dado licencia al dicho Francisco Duarte para salir desa ciudad y Reyno para venir a Castilla es necesario que en su lugar aya persona en cuya casa y poder quede la dicha Arca y los libros y papeles que señale las libranças como él las señalaba y haga las demás cosas de mi seruicio que el hazia. Yo os mando que paséis luego la dicha arca a buestra casa a donde la tendréis en guarda con el buen Recaudo que conbiene y que en ella hagáis echar luego otra llaue de manera que tenga tres de las quales tendreis bos en vuestro poder la que el dicho Francisco Duarte tenia y la otra entregareis a la persona que el dicho serenísimo Principe mi sobrino eligiere a quien acudiréis para que nombre la que le paresciere y la que nombrare Gonçalo de Salamanca mi criado" 41 .
Con estos fondos se financiaba no sólo el pago de los árboles del Rey empleados en la construcción de galeras en la corte de Lisboa, sino también la importación de maderas y componentes navales procedentes de áreas geográficas del norte de Europa. Por lo tanto, don Esteban de Ibarra era el depositario y administrador de todo el dinero que se 39 José Eloy Hortal Muñoz, "La visión de un ministro "castellanista" sobre la situación de los Países Bajos al final del siglo XVI: los "advertimientos" de Esteban de Ibarra", Handelingen van de Konkinklijke Commissie voor Geschiedenis, 174 (2008), pp. 89-166. 40 AGS, GYM, leg. 310, doc. 100, orden real de 16 de agosto de 1589. 41 Ibidem.
remitía desde la corte de Madrid para garantizar su defensa "y otros qualesquier efectos de mi seruicio" 42 . En 1588 y 1589, don Esteban de Ibarra firmó varios asientos con algunos mercaderes, incluyendo el alemán Otto Vilquiens, para la importación de mástiles procedentes de Noruega y otras regiones de Europa que iban a ser empleados en los barcos del Rey, que no necesariamente se encontraban en Lisboa 43 . En los artilleros del norte de la Península Ibérica se estaban construyendo numerosos galeones, para lo cual los criados y ministros de Felipe II desplegaron una gran actividad para asegurar, entre otros bastimentos, la madera 44 .
Así, don Esteban de Ibarra no fue el único, ya que don Bernabé de Pedroso, proveedor de una de las armadas de Felipe II, había firmado otro asiento con un flamenco para transportar mástiles desde el norte de Europa hasta la corte de Lisboa, a pesar de que el dicho don Bernabé no operaba en la ciudad lisboeta 45 . Por lo tanto, hubo una transferencia constante de conocimientos y dineros entre puntos neurálgicos de la Monarquía a fin de garantizar la operatividad de las armadas del rey.
El buen quehacer de don Esteban de Ibarra en Lisboa motivó su nombramiento de secretario real el 19 de agosto de 1591, extendiéndose su influencia durante la jornada de Aragón de 1592. A don Esteban se le encomendó, entre otros propósitos, la fiscalización de las cuentas y el intento de institucionalización de diversos organismos que no estaban únicamente relacionados con la gestión económica, como fue el establecimiento de la Secretaría de Estado y Guerra 46 . Referente a materia económica, la tarea fue desempeñada entre, al menos 1593 y 1596, a través de la creación de la Junta de Hacienda 47 . Por lo tanto, su estancia en la corte de Lisboa supuso un refrendo a sus capacidades y un paso decisivo en su ascenso cortesano. Con todo, la labor de gestor político-económico también requirió la firma de asientos con varios portugueses residentes en Lisboa. El objetivo principal de estos asientos no era otro que aprovisionar y mantener en buen estado las armadas que el rey Felipe II tenía en las riberas del río Tajo. 42 AGS, GYM, leg. 310, doc. 101 despacho de 30 de septiembre de 1589 de Felipe II: "me ha parescido combeniente que todo el dinero que deste Reyno se lleua a essa ciudad para la paga de la gente de guerra y prouisiones de armadas, gastos de fortificaciones, paga y prouision de las Yslas de las Açores y para otros qualesquier efectos de mi seruicio todo ello se ponga y entre en la dicha arca de tres llaues que en vuestra casa ha de estar". 43 Véase AGS, GYM, legs. 250, 285, 286, 291 y 322. Por motivos de espacio no vamos a desarrollar este punto, dejándolo para próximos trabajos. Señalar que la orden vino de mano del rey: "Despues que V. Md me mando que mirase la forma que aqui [Lisboa] se podría dar en assentar con algunas personas que prouean de mástiles y antenas para nauios e ydo platicando desto, con todos los que tratan dello y pueden seruirse en esta suerte de mercadería y porque todos, son Alemanes", AGS, GYM, leg. 250, doc. 173. 44 J. Wing, "Keeping Spain Afloat…", p. 132. 45
El mantenimiento de las armadas residentes en la corte de Lisboa
En 1588, el portugués Pedro Baeza indicaba que llevaba más de ocho años encargado de proveer "las armadas y galeras que alli [Lisboa] se junta por quenta de la Corona Real de Castilla" 48 . En efecto, Pedro Baeza fue uno de los asentistas con quien los ministros del monarca trataron en las décadas de 1580 y 1590. Esteban de Ibarra estuvo atento a garantizar la cualidad de los pertrechos y vituallas empleados en la renovación y puesta a punto de las embarcaciones del rey. Don Francisco Duarte y don Esteban de Ibarra, ambos proveedores de las armadas de Felipe II en Lisboa, firmaron en esa ciudad cuatro asientos con Pedro Baeza entre 1587 y 1591. Así, lo fueron el 27 de noviembre de 1587, el 25 de abril de 1589, el 12 de septiembre de 1590 y, por último, el 1 de febrero de 1591 49 . No obstante, en la corte de Madrid hubo una labor de fiscalización completa desde la aprobación del asiento hasta la presentación de cuentas. El 28 de enero de 1588 el rey aprobó el asiento que se había firmado el 27 de noviembre del año antecedente en Lisboa. Pedro de Baeza quedaba encargado de proveer "los bastimentos y municiones" por un periodo de catorce meses, entre el 1 de noviembre de 1587 hasta final del año siguiente.
El 25 de abril de 1589, Esteban de Ibarra y Pedro Baeza acordaron un segundo asiento. El mismo obtuvo la sanción regia el 16 de junio. Según este, Pedro Baeza "se obligo de proueer todas las galeras que estauan en el Rio y Puerto de la dicha ciudad de Lisboa y las que mas alli viniesen desde el dia de la fecha del dicho assiento hasta fin de diciembre del dicho año de todos los bastimentos y muniçiones, pagas de soldados, mediçinas, dietas de enfermos y todas las demás cossas que las dichas galeras tubiesen necessidad".
Las condiciones varían ligeramente entre los asientos, pero se reconocen fórmulas similares. Entre "las demás cossas" se encontraba la provisión de la madera. Entre las cláusulas del tercer asiento, encontramos tres que se refieren al abastecimiento de esta preciada materia prima 50 . Incluso, el portugués se obligó a suministrar todos los materiales y el dinero necesarios para la fábrica de dos galeras que el rey había acordado.
Descendiendo a las cuentas del primer asiento, se certifica la existencia del abastecimiento de madera procedente de dentro y fuera del reino de Portugal. Así, por ejemplo, fueron desembolsados 6.800 maravedíes "por sesenta tablas de pino de Flandes a razón de 40 reales la docena" que habían sido evaluados por el maestre mayor de la Rivera de Lisboa. Asimismo, 92.565 maravedíes "por razón de 138 pinos, los treçe de ellos brauos y lo demás mansos a rraçon de 7 reales y medio los bracos y los manos a
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Alberto Mariano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ Universidad Pablo de Olavide
Una diplomacia de soberanos
El texto de la Tregua de los Doce Años da muestras en su preámbulo del largo proceso de negociación que fue necesario para la conclusión del tratado, al mismo tiempo que recoge el nombre de aquéllos individuos que representaron a los poderes involucrados 4 . En este sentido, Felipe III, los archiduques y los Estados Generales de las Provincias Unidas figuran como los principales responsables del acuerdo. La aparición y participación de estos poderes en el tratado respondería a su condición de poderes soberanos, como identificación misma de las entidades o potencias que respectivamente encarnan y encabezan. Esto nos podría llevar, evidentemente, a incluir a este tratado entre aquellos que son fruto del elevado juego diplomático que se da entre las potencias europeas, con la participación de unos poderes soberanos responsables de fijar el rumbo de las relaciones que han de darse entre Estados a los que dirigen y representan. La Tregua de los Doce Años podría percibirse, por tanto, bajo la etiqueta de "alta política", de acuerdo con un texto en el que se subraya el protagonismo de elevados poderes soberanos que aparecen como responsables últimos del acuerdo y como principales garantes de su cumplimiento. En este sentido, la participación de una serie de individuos en las negociaciones y la aparición de sus nombres en el preámbulo y en la firma del tratado sólo se entiende en tanto en cuanto estos particulares han sido previamente autorizados por dichas potencias para que se las represente, portando poderes e instrucciones que, respectivamente, permiten y condicionan su actuación 5 . Estos planteamientos que podríamos extraer del texto de la Tregua se ajustarían perfectamente a la concepción tradicional que durante bastante tiempo ha acompañado al estudio de la diplomacia y de las relaciones internacionales para los siglos XVI y XVII. De acuerdo con esta concepción, las relaciones entre las distintas potencias europeas estarían fundamentalmente basadas en la negociación y en la actuación de sus poderes soberanos hacia el exterior. El acercamiento o la confrontación entre potencias podría en buena parte medirse y justificarse por la actuación y los intereses de los distintos centros políticos presentes en el continente, quienes parecen involucrar a las distintas entidades mediante una relación vertical en la que el centro político actuaría como principal responsable a la hora de elaborar las líneas maestras de la política exterior, que se proyectan hacia la "periferia" (entendiendo con este término al resto de poderes presentes en la misma entidad). Mientras tanto, la actuación de ésta se limitaría a asimilar con pasividad las directrices políticas centrales y a ofrecer los medios para su realización 6 . En este sentido, dinastías, cortes y consejos aparecen generalmente como los principales actores del juego diplomático europeo al mismo tiempo que otros sectores y poderes quedan relegados a una posición secundaria, excluidos de unos espacios y unos canales de negociación que en teoría corresponderían únicamente a los poderes soberanos y a sus representantes 7 . De acuerdo con esta visión, la figura del monarca y vicisitudes de tipo dinástico (matrimonios, herencias, etc.) o factores de tipo biográfico (carácter guerrero o temperamento pacífico del soberano) aparecen como referentes clave en el estudio de las relaciones internacionales, a las que acaba por identificarse en gran medida como relaciones personales entre monarcas que encarnan a las distintas entidades políticas que participan de una negociación.
Más allá de la corte: bases de una diplomacia "informal"
Pese al enorme peso que esta explicación clásica sigue teniendo entre ciertos autores, fundamentada en presupuestos dinasticistas y centrada en la figura del príncipe como fuente única e indiscutible de soberanía y como principal responsable de la política exterior, actualmente otros trabajos empiezan a subrayar la presencia de otro tipo de actores en el juego diplomático y el importante papel que estos desempeñaron en los espacios de negociación a partir de su actuación y sus intereses. Las nuevas tendencias de la historia diplomática empiezan a enfocar un modelo de negociación que, si bien no rechaza la importancia que los centros políticos y los monarcas juegan como gestores de la negociación entre las potencias, sí que se aleja de esa visión que limitaba el estudio diplomático a parámetros meramente dinásticos o estatalistas. La figura del monarca y el modelo de representación diplomática unilateral van dejando paso, progresivamente, a un protagonismo creciente de otros actores y otros modelos de negociación. En este sentido, la atención viene a centrarse actualmente en la forma en que toda una pluralidad de poderes y grupos generan sus propias formas de representación y negociación para la defensa de unos intereses particulares y en la manera en que estos recurren a unos canales de comunicación que no tienen por qué coincidir con aquellos vinculados al monarca o a la autoridad soberana correspondiente. Cabe señalar, además, cómo hipótesis de este tipo conectan con un revisionismo que, de forma simultánea, viene aplicándose en los últimos años a la hora de estudiar el funcionamiento de modelos políticos. A partir de aquí vemos que, tal y como parece ocurrir en los casos ejemplares de la Monarquía Hispánica o de las Provincias Unidas, hay que tener en cuenta cómo ciertas entidades de la Europa de los siglos XVI y XVII presentan un carácter políticamente desagregado por el que la autoridad, la soberanía y la responsabilidad en la toma de decisiones no se hallan concentradas en un solo centro, sino que se dispersan en una miríada de grupos, individuos y formas de poder 8 . Revalorizar políticamente el papel de estos poderes "menores" y reservar un lugar de importancia a la actuación de estos elementos a la hora de estudiar la articulación política de una entidad está estrechamente ligado con el estudio de la actuación que éstos desarrollaron desde el punto de vista diplomático y la fuerte presencia que tuvieron en el exterior 9 . Al mismo tiempo que la nueva historia diplomática insiste en la necesidad de interconectar la articulación política de una determinada entidad con las formas de representación que ésta desarrolla hacia el exterior, estrechando así la relación entre lo político y lo diplomático 10 , parece agrietarse aquella percepción tradicional que contempla las negociaciones diplomáticas en clave de alta política y las ubica en un marco restringido a una société des princes y a intereses exclusivamente dinásticos.
Como veremos, el proceso de acercamiento hispano-neerlandés que daría como resultado la firma de la Tregua en 1609 constituye un magnífico terreno a la hora de comprobar la validez de estos nuevos planteamientos. Las últimas aportaciones sobre el fenómeno nos revelan cómo las negociaciones que llevaron a la Tregua no estuvieron ni mucho menos monopolizadas por la actuación de los poderes soberanos directamente implicados, ni fueron únicamente los intereses de Madrid, Bruselas y La Haya los que estuvieron en juego 11 . Muy al contrario, podemos observar cómo dichas negociaciones se abrieron al interés y a la mediación de otras potencias europeas, manifestando así un carácter "multilateral" 12 que resulta visible en el texto final y que algunos autores parecen señalar, entre otros elementos, a la hora de ver en este tratado un claro precedente del sistema westfaliano y de la Europa de los conciertos y los tratados 13 . No obstante, además de percibir esta multilateralidad desde el punto de vista de la participación de otras potencias europeas también debemos ver en ella la participación de otros actores y poderes que, pese a que no se ajustan a la imagen de centros políticos soberanos, de alguna u otra manera intervinieron en unas negociaciones en las que incorporaban también sus propios intereses 14 . Resulta aconsejable, por tanto, abrir las relaciones hispano-neerlandesas, en general, y las negociaciones de la Tregua, en particular, al estudio de nuevos elementos, cuya actuación e intereses condicionaron en gran medida las conversaciones y nos obligan a tomar en cuenta otros factores más allá de aquellas posturas oficiales emanadas de Bruselas, Madrid y La Haya y defendidas por sus principales representantes. Valorar la importancia que individuos, corporaciones y poderes "periféricos" manifiestan en el desarrollo de las negociaciones se convierte en tarea pendiente para futuros estudios sobre el fenómeno, después de años en los que los mecanismos de representación formal han sido el elemento dominante 15 . Grupos e individuos se convierten así en principal foco de atención, generando formas de representación diplomática y nuevos canales de comunicación en los que resulta difícil distinguir qué tipo de intereses, ya públicos ya privados, son los que predominan. Como apuntábamos antes, la capacidad de actuación diplomática de estos elementos no puede entenderse sin tener presente una realidad política que, para el caso de los Países Bajos españoles, se fundamenta en una heterogénea variedad de poderes locales (de carácter esencialmente urbano) cuya amplia autonomía nos obliga a matizar la imagen de una autoridad y control político efectivo irradiando desde Bruselas. De este modo, la soberanía de la corte de los archiduques parece ponerse en cuestión ya no solo a partir de las directrices matritenses que llegan desde el exterior, como suele ser habitual señalar, sino también gracias a una realidad interna donde ciudades, corporaciones e instituciones locales desarrollan actuaciones propias en defensa de sus intereses particulares 16 .
Agentes, informantes y mediadores: otros protagonistas de la negociación
Consciente de sus limitaciones a la hora de establecer políticas autocráticas y medidas de presión fiscal sobre sus vasallos que facilitasen la continuación del conflicto, el régimen de Bruselas intentó buscar la participación de grupos e individuos en las conversaciones con los neerlandeses fomentando la incorporación de intereses privados y corporativos a la mesa de negociación. La actuación de particulares y el establecimiento de canales de comunicación informales a través de terceros con las provincias septentrionales constituyen medidas que Bruselas normalmente alentó para facilitar el contacto diplomático con las Provincias Unidas. En este sentido, vemos cómo son precisamente individuos representantes de corporaciones e instituciones locales y no de los archiduques los que protagonizan los primeros encuentros a principios del siglo XVII. Ya en 1598 Guillaume Maes, como representante de los Estados Generales de Bruselas aunque a instancias de los archiduques, fue enviado para entrevistarse con sus homólogos de La Haya 17 . Posteriormente, a mediados de 1600, eran el barón de Bassigny y el pensionario antuerpiense Henri Schotti (o Hendrik de Codt, en alguna documentación) quienes, en representación de los Estados Generales de Bruselas, escribían a La Haya una carta por la que solicitaban pasaportes para presentarse ante los Estados Generales neerlandeses en búsqueda de una solución a "asuntos que en gran medida afectaban al bien general del común de los Países Bajos" 18 . Denegados sus pasaportes en 1600, ambos personajes restablecieron el contacto con La Haya, esta vez comisionados por los Estados provinciales de Brabante, 15 Entre otros trabajos, se desprende esta imagen de P. C. Allen, Felipe III y la Pax Hispánica…, y del clásico estudio de Joseph Lèfevre, "Les ambassadeurs d'Espagne à Bruxelles sous le règne de l'Archiduc Albert (1598-1621)", en Revue belge de philologie et d'histoire, t. 2, 1923, pp. 61-80. 16 Las bases de este modelo de ciudades, elites y agrupaciones locales como fundamento del poder político y como partícipes de una negociación que proyectan hacia otros grupos y hacia centros políticos internos y externos, queda expuesto en M. Herrero Sánchez, "El modelo republicano en una monarquía de ciudades", en Alain Hugon y Alexandra Merle (eds.), Soulèvements, révoltes, révolutions dans la monarchie espagnole au temps des Habsbourg : sources, moyens d'expression et légitimation, Madrid, Casa de Velázquez (en prensa). 17 Referencias a la aprobación de su pasaporte por parte de los Estados Generales neerlandeses para viajar a La Haya en Resolutiën Staten-Generaal Oude en Nieuwe Reeks (1576-1625), libro X (1598-1599, GS 71), p. 367. 18 Ibidem, libro XI (1600-1601, GS 85), p. 79. La traducción del original neerlandés es mía. aunque sin apenas resultados. Podemos citar también la oferta de una suspensión de armas que Bruselas intentó presentar a través de la mediación de Francisco de Mendoza, almirante de Aragón, mientras este se hallaba cautivo en manos neerlandesas 19 , o bien los inútiles esfuerzos de Walraven van Wittenhorst a la hora proponer ante los Estados Generales de La Haya, ya en enero de 1607 e impelido por los archiduques, una salida al conflicto. Ante casos así, saltan a la vista las enormes dificultades que los Estados Generales de las Provincias Unidas normalmente pusieron al régimen de los archiduques para concertar una solución negociada. El problema derivaba de la negativa de La Haya a negociar con unos individuos procedentes de un gobierno que era considerado como un mero agregado de la Monarquía Hispánica y que: "continúan todavía en su pretensión mal fundada que tienen derecho en y sobre los dichos países unidos, y que sus dichas señorías [los miembros de los Estados Generales de La Haya] tienen por cosa evidente, irretragable y notoria a todo el mundo que sus Altezas no pueden pretender cosa ninguna con ellos, con algún título, que el de la fuerça y de la guerra […]" 20 .
A partir de aquí, parece lógico que Bruselas optase desde el principio por recurrir a individuos vinculados a instituciones territoriales (Estados Generales de Bruselas o de Brabante) para sondear las inclinaciones hacia la negociación en las Provincias Unidas. Frente una situación en la que la voluntad de los neerlandeses "desde la conferencia de Colonia, […] ha sido de trattar solo con los Estados obedientes después de salidos o para hazer salir los españoles y estrangeros sin intervención de Su Majestad y de Sus Altezas" 21 los archiduques se vieron obligados, casi a lo largo de todo el proceso de negociación, a emitir sus propuestas a través de poderes territoriales y a evitar hacerlo desde Bruselas y en su nombre, pese a figurar como soberanos del territorio. Esto es algo que de nuevo veremos repetirse en posteriores contextos de acercamiento hispanoneerlandés 22 . Hemos visto, además, cómo en otras ocasiones fue sobre particulares movidos por Bruselas en quienes recayó la tarea de contactar diplomáticamente con los Estados Generales de La Haya, normalmente a través de canales de comunicación personales que estos individuos mantenían al otro lado de la frontera. Los archiduques no dudaron en aprovechar esta circunstancia y ocasionalmente canalizaron sus ofertas a través de unos espacios de comunicación que se fundamentaban en la existencia de ciertas afinidades personales y lazos familiares entre los individuos que participaban de ellos a uno y otro lado de la frontera. Es el caso de Walrave van Wittenhorst, quien estaba emparentado con la prestigiosa familia neerlandesa de los Brederode 23 y a quien 19 Referencias en Archivo General de Simancas [AGS], Estado, leg. 2023, f. 104 (Consulta de oficio del Consejo de Estado, Valladolid, 18 de mayo de 1602). Pese a que de esta comunicación apenas se obtuvieron logros a la hora de facilitar un acercamiento que pusiese fin al conflicto, parece ser que las gestiones del almirante sí que allanaron el camino para un intercambio de prisioneros. Ver en AGS, Estado, leg. 2289, f. 66-68. 20 Citado en AGS, Estado, leg. 2289, f. 117. Este documento, fechado en 27 de enero de 1607, recoge la respuesta que los Estados Generales de La Haya dieron a Wittenhorst y algunos detalles de su misión. 21 Citado en Alicia Esteban Estríngana, "Haciendo rostro a la fortuna: guerra, paz y soberanía en los Países Bajos (1590-1621)" en B. J. García García, Tiempo de paces…, p. 108. 22 Fueron de nuevo los Estados Generales de Bruselas quienes tomaron la iniciativa en el acercamiento que tuvo lugar con las Provincias Unidas en 1632-1633. Ver en Jonathan I. Israel, "The Holland towns and the Dutch-Spanish Conflict", BMGN, 94 (1979), pp. 55-69. 23 Información biográfica sobre este personaje en Nieuw Nederlandsch Biografisch Woordenboek, libro VII, pp. 1334-1335. Contamos con más información sobre estos medios indirectos de negociación en se encomendó a principios de 1606 el traslado de una oferta de negociación a La Haya aprovechando una visita a sus parientes del norte. Contamos con más ejemplos en esta línea, como el del comerciante Werner Cruwel, quien portando un mensaje secreto de los archiduques se presentó ante su primo político Cornelis van Aerssen, griffier de los Estados Generales neerlandeses, o el caso del franciscano de Amberes Jan van Neyen, a quien el archiduque Alberto encargó desplazarse a La Haya para negociar los términos del armisticio de abril de 1607. El hecho de que Neyen fuese hijo de un antiguo clérigo calvinista que, al cargo de la cámara de cuentas de Amberes "se mantuvo en secreto junto a la reforma de Calvino y en entendimiento con Orange", explica muy posiblemente la cálida bienvenida que éste personaje recibió a su llegada de manos del estatúder Mauricio de Nassau 24 . Al hilo de todo esto, vemos cómo los medios privados constituyeron un factor de considerable peso en unas negociaciones en las que los centros políticos soberanos mostraron, al menos en los primeros momentos, su incapacidad a la hora de dirigir y controlar los contactos diplomáticos de forma directa.
Si subrayamos la importancia de estos particulares a la hora de protagonizar las conexiones norte-sur, no hemos de olvidar a otras figuras que no solo intervinieron en su puesta en práctica, sino que lo hicieron también en la gestión directa de dichos contactos. Ambrosio Spínola constituye el ejemplo más evidente de esto que venimos diciendo. Su responsabilidad en la toma final de Ostende en 1604, después de tres largos años de asedio, y el interés que los significativos recursos financieros del genovés habían despertado entre los círculos de poder bruselenses fueron factores que reforzaron, de forma extraordinaria, su ascendiente en la corte de los archiduques. En poco tiempo fue elevado, a instancias de Felipe III y con el beneplácito del archiduque Alberto, al cargo de Maestre de campo general del Ejército de Flandes a la vez que se le concedió el control de las provisiones del Tesoro militar en calidad de supertintendente de hacienda 25 . Junto a la evidente influencia política y militar que mantenía en Bruselas, el genovés se convirtió en un auténtico factótum del archiduque Alberto a la hora de gestionar el asunto de las negociaciones con las Provincias Unidas 26 . Además de figurar como cabeza visible de la delegación que viajó a La Haya en enero de 1608 (una vez que se abrieron las negociaciones oficiales de forma directa) y de mantener un contacto privado con influyentes figuras dentro del gobierno de la República, al margen de sus reuniones con los delegados de los Estados Generales, vemos también cómo por manos 26 Diego de Ibarra, enviado desde Madrid en junio de 1607 para reforzar el control de Felipe III sobre unas negociaciones en las que el monarca veía implicados sus intereses pero que estaban siendo conducidas desde Bruselas, da numerosas pistas de la dependencia que Alberto parecía manifestar hacia el genovés en lo tocante al asunto de la Tregua y de la fuerte influencia que Spínola ejercía sobre la opinión del archiduque al respecto. Confiesa cómo "está S. A. de la misma opinión, voluntad y desconfianza que el Marqués, y asi sus respuestas fueron casi unas mismas, aunque yo tuve cuidado de hablar antes de que lo pudiese hacer el Marqués, que como su criado puede a todas horas […]" (en AGS, Estado, leg. 2289, f. 109). del genovés pasaba toda la información que agentes, informadores y demás correspondientes remitían a Bruselas desde que se dieran los primeros contactos.
El hecho de que en Spínola convergiesen las instrucciones de Madrid y de Bruselas y de que actuase como principal canal de comunicación hacia estos centros en lo referido a las negociaciones, gracias en parte a los recursos y redes de información de los que el genovés parecía disponer, dejaba fuera de lugar la figura del embajador oficial. En este sentido, al Consejo de Estado llegaron las quejas el marqués de Guadaleste, embajador de Felipe III en Bruselas, quien advertía cómo "[…] allí se trata esto con tanto recato que para poder escribir algo le ha sido forçoso valerse de un correspondiente que tiene en las Islas. Y habiéndose visto en el consejo, parece que será cosa muy justa y conveniente al servir de V. M. que al marqués se le avise de lo que se escribiere al señor archiduque Alberto y al marqués de Spínola […] y que no tenga necesidad de saber lo que hay por rodeos […]" 27 .
Este caso es ilustrativo para ver cómo frente a la incapacidad del embajador autorizado, considerado tradicionalmente como prolongación de la autoridad regia y protagonista destacado de la actuación diplomática, vemos que aquí es un particular quien está al frente del manejo de los contactos con los neerlandeses, gracias a su adaptación a un modelo de negociación informal en el que la presencia de los centros políticos y sus embajadores parece, al menos en los primeros momentos, bastante limitada. Hemos apuntado cómo, frente a estas circunstancias, centros políticos como Bruselas se ven obligados a delegar en particulares y en instituciones locales la comunicación con el enemigo y a poner sus intereses y ofertas de negociación en manos de estos agentes y de sus canales. Agentes que, como fue el caso de Spínola, no dudaron en defender su privilegiada posición ante los intentos por parte de los poderes centrales de reforzar el control de las negociaciones 28 .
Controlar la información: las relaciones de sucesos en torno a la batalla de Cádiz (1625)
Control over Information: the News around the Battle of Cádiz (1625)
Beatriz ÁLVAREZ GARCÍA Universidad de Leiden (Países Bajos)
Maximiliano II Manuel de Baviera y la herencia de la Monarquía Hispánica (1679-1699).
Maximiliano II Manuel de Baviera (1662-1726) fue uno de los personajes más destacados de la segunda mitad del siglo XVII 1 . La importancia que tuvo tanto en el contexto de la problemática sucesoria de Carlos II como en el ámbito de la política internacional europea durante las últimas décadas de esta centuria es indudable, pero no se puede negar tampoco que continúa siendo una figura enormemente desconocida dentro de la historiografía española. Es interesante señalar, asimismo, que también su primera esposa, la archiduquesa María Antonia, considerada como la legítima heredera de Carlos II por parte de la corte de Madrid durante casi veinte años (desde la muerte de su madre, la infanta Margarita de Austria, en 1673, hasta su propio fallecimiento en 1692) carece de estudios en castellano vinculados a su figura 2 , así como también el hijo de la pareja, José Fernando de Baviera, apenas es considerado poco más que un fantasma de breve relevancia en aquellos estudios que le mencionan 3 . En las próximas líneas, vamos a intentar arrojar algo de luz sobre este personaje tan destacando analizando brevemente su cercana vinculación con la Monarquía Hispánica y cómo se convirtió en una figura capital para el gobierno de Madrid durante los últimos años del gobierno de Carlos II 4 . 1 Pese a su importancia apenas se le ha dedicado espacio en los estudios existentes en castellano relacionados con la problemática sucesoria. En contraposición, la historiografía alemana sí le ha prestado bastante atención, publicando estudios muy notables sobre su figura. Entre estos véanse especialmente los siguientes: Reginald de Schryver, Max II. Emanuel von Bayern und 4 El estudio del reinado de Carlos II está siendo objeto de una gran atención en los últimos años, siendo actualmente objeto de una importante revisión por parte de historiadores de la talla de Antonio Álvarez-Ossorio, Christopher Storrs, Silvia Mitchell, Luis Antonio Ribot García, David Martín Marcos y otros historiadores que están haciendo importantes descubrimientos en diferentes aspectos de su gobierno. Asimismo, también se están realizando avances significativos en el ámbito del estudio de la Guerra de Sucesión, donde trabajos como el libro de Joaquín Albareda "La guerra de Sucesión de España (1700-1714)" están presentando datos y perspectivas muy relevantes para su investigación. Para obtener una visión más general de los avances que se están haciendo en este sentido, recomiendo el libro de reciente Ciertamente, nadie en la corte de Madrid podía haber augurado la gran importancia que acabaría teniendo Maximiliano Manuel de Baviera para la Monarquía Hispánica cuando se anunció su nacimiento, acaecido el 11 de julio de 1662. Hijo del príncipe elector Fernando María de Baviera y de la princesa Enriqueta María de Saboya, la política cercana a Francia de su padre, que culminó con la boda, en 1680, de la princesa Ana Victoria de Baviera con el Delfín Luis, no auguraban en un principio grandes nuevas para la Monarquía Hispánica. Las posiciones de Fernando María y del emperador Leopoldo I se acercaron en diversas ocasiones (como se puede apreciar en la ayuda que el elector prestó al emperador en su lucha contra los turcos en las campañas de 1662, 1663 y 1664, por citar un único ejemplo), pero su constante cercanía política con Francia supuso una fuente de preocupación habitual tanto para el gobierno imperial como, en menor medida, para la corte de Madrid.
Sin embargo, la muerte del príncipe elector Fernando María en 1679 cambió el rumbo de la política bávara y tanto el Imperio como la Monarquía Hispánica vieron en el joven príncipe, Maximiliano Manuel, una oportunidad para conseguir una alianza que les permitiera contar con los destacados recursos tanto militares como económicos del poderoso territorio bávaro en sus enfrentamientos contra los otomanos y, también, contra la amenaza constante que para ellos suponía Luis XIV 5 . Así, con este objetivo en mente, se trató de tentar al joven príncipe elector poniendo sobre la mesa, entre otros ofrecimientos, una muy poderosa baza: la posibilidad de negociar su matrimonio con la hija mayor del emperador y legítima heredera de la Monarquía Hispánica según el testamento de Felipe IV, la archiduquesa María Antonia de Austria 6 .
Sin duda, la posibilidad de obtener la mano de la novia más codiciada del continente supuso un gran aliciente para el príncipe bávaro, pero sería un error considerar que Maximiliano Manuel se había alejado de la línea política mantenida por su padre únicamente para tener la oportunidad de casarse con la archiduquesa María Antonia. Para conseguir que esta alianza se llevara a cabo fueron fundamentales los destacados beneficios de distinto tipo que tanto el Imperio como la Monarquía publicación titulado "Vísperas de Sucesión. Europa y la Monarquía de Carlos II", editado por la Fundación Carlos de Amberes en el presente año 2015 y donde colaboran algunos de los historiadores más destacados de los últimos años vinculados al estudio del reinado de Carlos II. 5 En la correspondencia intercambiada entre el gobierno de Madrid y el embajador de la Monarquía Hispánica en Viena, el marqués de Falces, durante los años 1679 y 1680, aparecen de forma muy habitual avisos relativos a las sospechas que se tenían en Viena de que Luis XIV pretendía conseguir que el Delfín fuera proclamado Rey de Romanos gracias al conocido apoyo con el que contaba entre diversos electores y que pretendía controlar la Dieta Imperial a través de su alianza con la mayoría de los príncipes imperiales. Por ejemplo, en su carta del 12 de noviembre de 1679, el embajador decía lo siguiente: "…casado el Delphin en Baviera, el Palatino ganado, Tréveris, suxeto; Colonia, francés y con fábrica francesa Maguncia en elección con negociaciones de Francia y Brandemburg armado y casi aliado con la fuerça y amistad de los demás Príncipes protestantes, las deliveraciones del señor Emperador sobre este punto me persuado que hasta este día han estado entre duda y suspensiones […]". Archivo General de Simancas [AGS], Estado, leg. 3920. 6 Las negociaciones para la realización del matrimonio entre la archiduquesa María Antonia y Maximiliano Manuel no se iniciaron hasta varios años después pero se consideraba que era una posibilidad con la que se podía tentar al poderoso príncipe elector, especialmente después de que el enlace entre Carlos II y María Luisa de Orleans acabara con el ya anunciado enlace entre el monarca hispano y la archiduquesa. Así, por ejemplo, el marqués de Falces, en su despacho del 3 de agosto de 1679, decía lo siguiente sobre las negociaciones que el emperador quería iniciar con Baviera: "[…] a tratar en lo público negociados de Alianza, pero en lo secreto, tengo entendido que para dar esperanzas a este nuevo elector de Cassamiento de esta señora Archiduquesa, no pasando a más por ahora, que a esperanzas sobre que se van formando diferentes tratados de alianza […]". AGS, Estado, leg. 3920.
Hispánica le podían proporcionar en un momento en el que su ayuda era especialmente valiosa para ellos, pues su necesidad económica y militar hacía que el Imperio le ofreciera una alianza mucho más favorable que Luis XIV, muy seguro en su posición tras la ventajosa firma de la paz de Nimega. En este contexto, tras unas largas negociaciones con los delegados imperiales, Maximiliano Manuel no renovó la alianza de Baviera con Francia y firmó un pacto de colaboración con el emperador que, aunque distó mucho de salirle barato 7 , no podía considerarse sino un gran alivio para Leopoldo I, que veía con aprensión cómo los turcos avanzaban por sus territorios patrimoniales e imperiales y llegaban a presentarse a las puertas de Viena.
En un principio, como ocurría con otros príncipes imperiales, las relaciones diplomáticas habituales mantenidas entre la Monarquía Hispánica y Baviera se vincularon a un intercambio de correspondencia centrada en el ofrecimiento y respuesta de felicitaciones, pésames, promesas de fidelidad y apoyo (según la situación lo requiriese), y en la discusión de temas concretos o peticiones de protección o promoción de diferentes personajes vinculados a ellos 8 , dejando que las relaciones diplomáticas más habituales se llevasen a cabo en consonancia con el gobierno imperial y con la cercana colaboración del embajador correspondiente de la Monarquía Hispánica en Viena. Sin embargo, especialmente durante la década de los ochenta del siglo XVII, podemos apreciar cómo la Monarquía Hispánica, en su constante búsqueda de apoyos, intentó iniciar una relación más estrecha con los principales príncipes imperiales, con el objetivo de conseguir su ayuda militar especialmente en relación con la defensa de los Países Bajos españoles, cada vez más amenazados ante los ataques de Luis XIV. Esta estrategia de acercamiento se hizo cada vez más relevante en aquellos momentos en los que se produjo un alejamiento claro y marcado en los intereses y prioridades políticas que presentaban el Imperio y la Monarquía Hispánica, haciendo problemáticos los canales más habituales de comunicación y negociación entre la corte de Madrid y los príncipes imperiales.
Este marcado alejamiento entre los intereses de ambas ramas de la familia, que en ocasiones podían resultar directamente contrapuestos, se aprecian claramente en este momento, cuando el emperador tuvo como prioridad la lucha contra la amenaza turca, para la cual buscó constantemente la alianza de los príncipes imperiales más poderosos, 7 Las negociaciones para la firma de la alianza entre el emperador y el elector de Baviera fueron largas pero, por citar solo un testimonio referente al alto precio que exigió Maximiliano Manuel por su colaboración, el embajador de la Monarquía Hispánica en Viena en 1682, el marqués de Burgomayne, indicó en su carta de 19 de noviembre de ese año lo siguiente: "Aunque no ha llegado aun el ministro de Baviera que ha tanto que se aguarda, no obstante como S. M. C. ha ressuelto darle hasta 400 mil florines además de los 700 mil que él pretende y ciertos lugares por cauçión de esta suma, en caso que no se le pagare, se tiene por çierto quedará esta matheria fenecida, que hoy en día es de la mayor importancia para esta monarchia, por hallarse aquel elector con 15 mil hombres […]". AGS, Estado, leg. 3.923. 8 Es interesante recalcar que también se observan relaciones directas entre los príncipes imperiales y la Monarquía Hispánica cuando dichos gobernantes deseaban que el rey influyera ante el emperador en su favor en alguna cuestión en concreto. Pero también, aunque con menos frecuencia, ciertos príncipes alemanes pedían ayuda al monarca hispano para favorecer sus intereses frente a otros príncipes imperiales, especialmente cuando consideraban que dichos movimientos podían ser vistos por el Emperador con malos ojos o como contraproducentes. Así, por ejemplo, en relación con Maximiliano Manuel, se conserva en el Archivo General de Simancas un curioso intercambio de cartas entre el duque de Hannover y la corte de Madrid, vistas por el Consejo de Estado, en las que el duque pedía ayuda a Carlos II para concertar el matrimonio de su hija con el príncipe electoral de Baviera, algo que no quería presentar por el momento al emperador porque se decía que quería casar a su propia hija con el mismo pretendiente. Véase AGS, Estado, leg. 3923. y Carlos II intentaba recabar la ayuda de esos mismos príncipes para la defensa de sus territorios ante el avance de Luis XIV. Atenazado por doquier por problemas en sus propios territorios, Leopoldo I no estaba en posición de proporcionar la ayuda que la Monarquía Hispánica necesitaba para la defensa de los Países Bajos, por lo que ésta se volvió hacia los mismos príncipes imperiales a los que el emperador intentaba recurrir, llegando en ocasiones a competir por los mismos recursos que éstos tenían a su disposición y que otorgaban al mejor postor. En este contexto, se produjo un acercamiento entre la Monarquía Hispánica y el príncipe elector, con el objetivo de contar con su ayuda para la defensa de los Países Bajos, por lo que, ya antes de su matrimonio con la archiduquesa María Antonia, era considerado como un aliado de creciente importancia por el gobierno de Madrid 9 .
Este príncipe elector con poderosos recursos y una destacada habilidad política, se dejó cortejar por el embajador de la Monarquía Hispánica en Viena, ante el que siempre se presentó como un fiel servidor de Carlos II y un aliado muy conveniente, aunque sin comprometerse a nada en estos primeros años que pudiera comprometer la alianza que había establecido con el emperador Leopoldo I. Su importancia, como no podía ser de otra manera, no hizo sino aumentar cuando se anunció en 1685 su próximo matrimonio con la archiduquesa María Antonia, pues Maximiliano Manuel pasaba así de ser un aliado de la Monarquía Hispánica de relevancia ascendiente a posible monarca de la misma por su matrimonio con su heredera legítima. Debemos recordar que, según el testamento de Felipe IV 10 , siguiendo las renuncias a sus respectivos derechos al trono de las infantas Ana y María Teresa 11 , consideradas válidas desde el punto de vista de la corte de Madrid pese a las protestas y reclamaciones procedentes de la corte francesa, era la línea de la infanta Margarita la llamada a heredar el trono de la Monarquía Hispánica si Carlos II fuese a morir sin descendientes. De los cuatro hijos que habían nacido del matrimonio de la infanta Margarita con el emperador Leopoldo I solo había llegado a la edad adulta la mencionada archiduquesa María Antonia, convirtiéndose así en la receptora de todos los derechos, beneficios y mercedes que a ella podían haberle correspondido 12 . Tras el fallecimiento de la emperatriz en 1673, tanto la corte de Madrid como la de Viena defendieron constantemente en el ámbito diplomático los derechos sucesorios de la pequeña archiduquesa, pese a que se esperaba que el joven rey tuviera herederos que la alejaran de la sucesión directa de la Monarquía Hispánica. Pero esa defensa conjunta de los derechos al trono de María Antonia llevada a cabo durante doce años tocaría a su fin cuando se produjese su enlace de con Maximiliano Manuel de Baviera.
Leopoldo I era muy consciente de que, según la legitimidad otorgada por el ya mencionado testamento de Felipe IV, la única persona que le apartaba de la sucesión al trono de la Monarquía Hispánica era su primogénita. Y no solo eso, sino que, si llegaba a recibir tan magnífica herencia, su matrimonio con el príncipe bávaro vincularía la Monarquía Hispánica a otra dinastía, algo que Leopoldo I trató de prevenir por todos los medios diplomáticos a su alcance. Por lo tanto, durante las negociaciones matrimoniales, el emperador Leopoldo I se encargó de pactar con Maximiliano Manuel de Baviera un tratado en el que, a cambio de que María Antonia renunciase a todos sus derechos, no solo a los territorios patrimoniales de los Habsburgo, sino también a la Monarquía Hispánica, a favor de sus parientes varones, él trataría de conseguir de Carlos II el gobierno de los Países Bajos para la pareja, con la promesa de otorgárselos en propiedad si el emperador o uno de sus hijos llegaban a convertirse en los herederos de Carlos II. Con este acuerdo de fondo, María Antonia firmó su renuncia a sus derechos a la herencia de la Monarquía Hispánica poco antes de su boda en 1685. Sin embargo, desde el gobierno de Madrid nunca se consideró legal esta renuncia, que no había sido ni aprobada por el rey ni legitimada por las Cortes, por lo que María Antonia continuaría siendo la legítima heredera desde el punto de vista de la Monarquía Hispánica durante los años siguientes, encontrándose las peticiones de ratificación de dicha renuncia llevadas a cabo reiteradamente por parte de Leopoldo I siempre con una respuesta negativa por parte de Carlos II 13 . Su matrimonio con la heredera de la Monarquía Hispánica fortaleció los lazos de Maximiliano Manuel con el gobierno de Madrid, auspiciados por sus cada vez más numerosos desencuentros con el emperador Leopoldo I y también por la atención que empezó a recibir por parte de una creciente cantidad de personajes relevantes de la corte hispana, que veían cómo el tiempo pasaba sin que Carlos II alcanzase la deseada sucesión para su trono y veían en la pareja a sus herederos más probables. En este sentido, Mariana de Austria, abuela de la archiduquesa María Antonia, fue un personaje fundamental a la hora de entender el aumento de la importancia de Maximiliano Manuel en la corte de Madrid, ya que fue una firme defensora de los intereses de la joven pareja electoral y la fuerte ascendencia que conservaba en la corte sirvió de gran ayuda a Maximiliano Manuel a la hora de ganarse importantes apoyos en distintos ámbitos de la Monarquía Hispánica.
Esta creciente importancia de Maximiliano Manuel durante la última década del reinado de Carlos II se puede detectar en varias instancias, pero hay dos episodios que reflejan este punto con especial claridad. En primer lugar, su nombramiento como gobernador de los Países Bajos, puesto para el cual había diversos candidatos a considerar y en cuya obtención había fracasado en los años anteriores, pero que logró alcanzar por fin en 1691 pese a los intentos de la nueva reina, Mariana de Neoburgo, por conseguir tal dignidad para uno de sus hermanos y a las reticencias expresadas en algunas instancias de que tal designación pudiera interpretarse como un reconocimiento tácito del acuerdo firmado por el emperador y Maximiliano Manuel con motivo de su matrimonio, tan fuertemente vinculado a los derechos sucesorios de la archiduquesa 13 Resumen y extracto de lo que se ha ofrecido antes y después del casamiento de la señora Archiduquesa María Antonia con el elector de Baviera sobre su renuncia y cesión de los Payses Bajos y gobierno dellos. Archivo Histórico Nacional [AHN], Estado, leg. 2805. María Antonia. Por otro lado, tenemos la destacada batalla diplomática que se llevó a cabo en torno a la designación del arzobispado de Lieja de su hermano José Clemente, ya arzobispo de Colonia, que despertó una gran oposición tanto por parte del gobierno de Carlos II como del emperador y que estuvo rodeada de una gran polémica, aunque finalmente consiguió el objetivo que pretendía 14 .
El nacimiento de un heredero varón, el príncipe José Fernando, en 1692, y la muerte en ese mismo año de la archiduquesa María Antonia cimentaron su posición. Pese a que el fallecimiento de su cónyuge implicaba que él no sería ya monarca consorte, el control que poseía sobre el posible heredero era prácticamente absoluto, pudiendo llegar a alcanzar la posición de regente si Carlos II dejase al joven José Fernando como sucesor. Finalmente, en 1698, con la realización del segundo testamento de Carlos II 15 , que constituyó la gran victoria de Maximiliano Manuel en el ámbito de la disputa diplomática por la sucesión, y la firma del segundo tratado de reparto, donde José Fernando aparecía como el principal receptor de la herencia hispana, parecía que el futuro de Maximiliano Manuel y José Fernando de Baviera estaba vinculado de forma segura al trono de Madrid.
Entre dos fuegos: Maximiliano Manuel de Baviera y la Monarquía Hispánica tras la muerte de José Fernando de Baviera.
Si a finales de 1698 Maximiliano Manuel podía mirar al futuro con un indudable optimismo, en los primeros meses de 1699 el príncipe elector vio cómo todas sus esperanzas sucesorias se desmoronaban como un castillo de naipes. La repentina muerte de su hijo José Fernando tras una breve enfermedad dejó a Maximiliano Manuel sin su más valioso activo en el en el panorama internacional y en una posición incómoda en el contexto de sus relaciones con la Monarquía Hispánica. Si poco antes era un personaje de vital importancia dentro de la política hispana y prácticamente intocable como padre del heredero de la Corona, la desaparición de su principal lazo con el trono de la Monarquía Hispánica hacía de él una figura destacada, pero reemplazable, a merced de los enemigos que había acumulado durante los años anteriores y que difícilmente habían podido minar su posición hasta entonces. Maximiliano Manuel seguía siendo un príncipe imperial poderoso, pero en tiempos de paz su ayuda no era tan necesaria ni tan ambicionada como lo había sido en su primera aparición en la arena política veinte años antes y su mala relación con el emperador hacía de él un personaje, si no totalmente incómodo, sí polémico para el gobierno de Madrid.
Después de la muerte de José Fernando de Baviera, como indicaba Bernardo Bravo al barón de Prielmayer 16 en una carta del 13 de mayo de 1699, "ahora nos toca ver qué fragmentos podremos salvar del naufragio que han padecido nuestras esperanzas, al tiempo que corrían más que nunca con viento en popa y que se puede decir habían ya dado fondo en el puerto deseado, donde zozobraron"17.
Deseoso de mantenerse en el gobierno de los Países Bajos y retener la máxima influencia política posible, negó reiteradamente todas las acusaciones que vertieron sus enemigos sobre él, auspiciadas especialmente por Francisco Bernaldo de Quirós 18 , que en prácticamente todos sus despachos presentados para su consulta en el Consejo de Estado vinculados a esta época remarcaba el mal gobierno de Maximiliano Manuel en los Países Bajos, su peligrosa inteligencia con Holanda e Inglaterra en su propio beneficio y sus supuestas actuaciones en contra de los intereses de la Monarquía Hispánica, por lo que pedía constantemente su alejamiento de los Países Bajos 19 . En los meses posteriores, las informaciones continuamente vertidas por Quirós y por otros opositores a Maximiliano Manuel, entre las que se encontraban noticias de que el príncipe elector había participado en el segundo tratado de reparto firmado por Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas y las sospechas de que quería utilizar las tropas que mantenía en los Países Bajos para hacerse con esos territorios en propiedad, entre otras cuestiones, aumentó paulatinamente la desconfianza que el gobierno de Madrid empezaba a sentir hacia Maximiliano Manuel, cuya posición como gobernador era cada vez más precaria.
¿Qué fue, entonces, lo que mantuvo a Maximiliano Manuel como gobernador de los Países Bajos frente a esta creciente oposición? Las razones son variadas en un contexto político de creciente incertidumbre y complejidad, pero queremos llamar la atención sobre los factores que vamos a mencionar a continuación. En primer lugar, ciertamente, aunque la actividad de los enemigos de Maximiliano Manuel de Baviera había crecido enormemente tras desaparecer la protección que suponía la posición de su hijo, no es menos cierto que continuaba teniendo poderosos parciales en la corte de Madrid y, concretamente, una de mucha influencia sobre el rey: la reina Mariana de Neoburgo. La relación entre Maximiliano Manuel y la reina Mariana de Neoburgo fue 16 En el Archivo Histórico Nacional se conserva una interesantísima correspondencia a tres bandas respecto a este tema que ha sido publicada en parte por Adalberto de Baviera en sus Documentos inéditos referentes a las postrimerías de la Casa de Austria en España. Los protagonistas de esta correspondencia son, por un lado, Bernardo Bravo y Pedro González, informantes vinculados al entorno de Maximiliano Manuel de Baviera que se encuentran en Madrid y que transmiten detallados informes contando lo que ocurre en la corte y, por otro, el barón de Prielmayer, hombre de confianza de Maximiliano Manuel que gozaba de gran poder en el ámbito del príncipe electoral. Adalberto de Baviera y Gabriel de Maura Gamazo, Documentos inéditos…, vol. 2, pp. 709-710. 17 Adalberto de Baviera y Gabriel de Maura Gamazo, Documentos inéditos…, vol. 2, p. 955. 18 Por la brevedad obligada, no se puede examinar aquí la compleja relación que unió a Francisco Bernaldo de Quirós con Maximiliano Manuel de Baviera mientras este último fue gobernador de los Países Bajos. Baste decir que el primero trató constantemente de conseguir que el rey relevase al príncipe electoral de su cargo, tanto antes como después de la muerte del príncipe José Fernando y su animadversión por Maximiliano Manuel era bien conocida. Por poner un ejemplo, en una carta vista por el Consejo de Estado fechada el 26 de marzo de 1699, después de indicar cómo el elector de Baviera había mantenido inteligencias con Francia e Inglaterra para el reparto de la Monarquía Hispánica, se dice en dicha consulta al Consejo lo siguiente: "Y concluye que es imposible hacer el Real servicio con un Gobernador de Flandes a quien se ha de considerar con intereses y máximas opuestas a las de V. M.". Adalberto de Baviera y Gabriel de Maura Gamazo, Documentos inéditos…, vol. 2, p. 969. 19 Adalberto de Baviera y Gabriel de Maura Gamazo, Documentos inéditos…, vol. 2, pp. 969-972. enormemente compleja; cuando llegó la nueva consorte de Carlos II a la corte de Madrid, entre las instrucciones que llevaba de favorecer los intereses de su familia, se encontraba la de conseguir para sus hermanos, entre otras dignidades, el gobierno de los Países Bajos y el obispado de Lieja que, como hemos mencionado, también ambicionaba Maximiliano Manuel para sí y para su familia. Asimismo, en un principio, la reina se encontraba defendiendo los intereses de su propia familias, lo que la enfrentaba directamente a Maximiliano Manuel al competir ambas dinastías por puestos, mercedes y privilegios similares en el contexto imperial y también luchaba por disminuir la influencia de la experimentada reina madre Mariana de Austria sobre Carlos II, quien defendió con ahínco la candidatura de José Fernando de Baviera al trono de la Monarquía Hispánica, por lo que en un principio sus posiciones estuvieron enormemente enfrentadas en ámbitos muy diversos. Sin embargo, esta primigenia situación de hostilidad cambió a partir de 1696. La muerte de Mariana de Austria ese mismo año, la grave enfermedad que sufrió Carlos II y el deterioro de la difícil relación que mantenían Mariana de Neoburgo y Leopoldo I promovió un acercamiento en sus posturas. La reina Mariana era muy consciente de la precaria situación en la que quedaría a la muerte de Carlos II como una viuda sin hijos que heredaran el trono de su marido y consideró que el apoyo de la candidatura bávara podía proporcionarle mayores beneficios que los otros dos contendientes a la sucesión. Así, estos dos antiguos opositores llegaron incluso a negociar un acuerdo muy beneficioso para la reina donde esta se comprometía a utilizar toda su influencia para que el príncipe José Fernando fuera proclamado heredero de Carlos II y llamado a la corte de Madrid, a cambio de destacados beneficios económicos y diversas promesas para su viudez 20 . Este acuerdo, como todos aquellos vinculados al joven príncipe, quedó en nada tras la muerte del príncipe José Fernando, pero ambos continuaron manteniendo una relación política enormemente cordial y Mariana de Neoburgo protegió, en la medida de sus posibilidades, la posición de Maximiliano Manuel como gobernador de los Países Bajos hasta la muerte de Carlos II el 1 de noviembre de 1700.
El apoyo de la reina y sus afines, junto con la refutación constante de las acusaciones, retrasó constantemente la toma de una decisión determinante respecto a su futuro en los Países Bajos. A esto había que añadir el apoyo que muchos consideraban que le prestaban Inglaterra y las Provincias Unidas, potencias a las que no convenía contrariar en ese momento y, también, otros dos factores a considerar, cuya influencia sin duda merece un estudio más profundo del que se puede hacer aquí. Por un lado, Maximiliano Manuel reclamaba a la Monarquía Hispánica la devolución de los importantes gastos personales en los que había incurrido durante su gobierno de los Países Bajos para su mantenimiento y defensa, especialmente numerosos durante el desarrollo de la guerra de los Nueve Años. Los requerimientos constantes de dinero que no se podían proveer desde la corte de Madrid pero que Maximiliano Manuel se encontraba en condiciones de suplir y la necesidad de resolver adecuadamente las reclamaciones de retribución del gobernador en un momento en el que no había dinero para contestar a esas peticiones de pago se convirtieron en poderosas razones para no alejarlo de su puesto. Por otro lado, estaba el problema de las tropas que el elector aún mantenía en los Países Bajos y que el gobierno de Madrid no se encontraba en condiciones de sustituir. En diversas ocasiones tras la paz de Ryswick el emperador y el elector Palatino habían ofrecido sus propias tropas para la posible defensa de los Países Bajos, pero el gobierno de Madrid, reticente a dejar entrar tropas tan vinculadas al emperador en estos territorios de la Monarquía Hispánica, solo permitió ya en 1699 y 1700 contribuciones puntuales. Todos estos factores, entre otros, hicieron que se forjara una problemática situación de difícil resolución en torno a la posición de Maximiliano Manuel como gobernador de los Países Bajos.
Por lo tanto, en un ámbito de gran inestabilidad dentro de la Monarquía Hispánica 21 , lo que parece deducirse de la documentación es que su situación se mantuvo sin resolver deliberadamente. Durante los últimos y problemáticos meses del gobierno de Carlos II, la posición como gobernador de los Países Bajos de Maximiliano Manuel no era ni el problema más urgente ni el que más pasiones despertaba, por lo que se mantuvo en una situación que podríamos considerar de obligado impasse hasta que el inicio de la enfermedad final de Carlos II y su postrera muerte detuvieron en seco la práctica totalidad del proceso de toma de decisiones en la Monarquía Hispánica a este respecto.
Cuando se produjo el fallecimiento del monarca hispano, dejando como heredero a Felipe de Anjou, Maximiliano Manuel se vio obligado a pronunciarse públicamente respecto a la sucesión de Carlos II, quien reconoció a Felipe V como legítimo rey de la Monarquía Hispánica en una fecha muy temprana 22 , cuando la inmensa mayoría de los príncipes extranjeros todavía esperaban a ver el desarrollo de los acontecimientos antes de pronunciarse para salvaguardar sus intereses.
Para ilustrar este último punto, a modo de conclusión, vamos a citar un interesante documento que se conserva en el Archivo Histórico Nacional donde se presenta una lista con los reyes y príncipes europeos a los que se había comunicado la muerte de Carlos II y la proclamación como rey de Felipe V en noviembre de 1700. Este papel, que hace referencia a una consulta del 22 de enero de 1701, indica que meses después de la muerte de Carlos II no habían respondido ni al aviso del fallecimiento ni a la noticia de la aclamación el rey de Inglaterra, el de Dinamarca, el de Suecia, el de Polonia, el gobierno de los Estados Generales, el elector de Tréveris, el de Maguncia y el Palatino. A esto había que añadir que en el mismo papel se especificaba que el elector de Brandemburgo indicaba que no había recibido ninguna notificación, que al de Colonia no se había escrito por haberse suspendido la correspondencia con él por problemas de tratamiento (pero que, como el anterior, no se había pronunciado públicamente sobre la sucesión), que el duque de Hannover había respondido al anuncio del fallecimiento pero no al de la proclamación de Felipe V y que el duque de Lorena y el rey de Portugal sí habían contestado a ambas noticias, aunque no se especifica en qué sentido. En este documento, aparece que solo Maximiliano Manuel había reaccionado públicamente en calidad de elector de forma positiva a la proclamación de Felipe V 21 Bernardo Bravo, en su carta a Prielmayer del 21 de octubre del año 1700, indica que la confusión de la corte era tal que "esta carta puedo decir que la escribo más de Babilonia que de Madrid". Adalberto de Baviera y Gabriel de Maura Gamazo, Documentos inéditos…, op. cit., vol. 2, p. 1335. 22 Prielmayer indicaba en su diario el 20 de noviembre de 1700 que Maximiliano Manuel ya había enviado sus felicitaciones al nuevo rey. Adalberto de Baviera y Gabriel de Maura Gamazo, Documentos inéditos…, vol. 2, p. 1372. como rey, haciéndole los reconocimientos pertinentes 23 . Así, podemos ver con inusitada claridad cómo meses después de la muerte de Carlos II, Europa se encontraba a la espera y Maximiliano Manuel de Baviera, como príncipe elector y como gobernador de los Países Bajos, se encontraba en uno de los puntos estratégicos en los prolegómenos de un conflicto que acabará cambiando la política continental: la conocida Guerra de Sucesión Española, en la que el príncipe elector tendría un papel destacado aún por estudiar.
Conclusiones.
El reinado de Carlos II se encuentra actualmente en plena revisión historiográfica y se están realizando importantes descubrimientos vinculados a este gobierno que están cambiando de forma significativa nuestra forma de analizar y de concebir el devenir de la Monarquía Hispánica durante la segunda mitad del siglo XVII. Sin embargo, todavía quedan muchos ámbitos por estudiar. En este contexto, el estudio de las relaciones entre la Monarquía Hispánica, el Imperio y Baviera durante el reinado de Carlos II se revela como un elemento fundamental para comprender adecuadamente las complejas relaciones diplomáticas que dominaron Europa durante las últimas décadas del siglo XVII. Como hemos visto en las líneas anteriores, en este ámbito destaca la importantísima figura del príncipe elector Maximiliano II Manuel de Baviera, que está aún por descubrir dentro de la historiografía española. La compleja red de influencias que este príncipe elector forjó a su alrededor, donde confluyen intereses de todo tipo en distintos ámbitos, nos permite conseguir una nueva visión de la problemática sucesoria de la Monarquía Hispánica intrínsecamente relacionada con otros elementos destacados de la política internacional del momento y nos da una visión, todavía muy pequeña, de cómo el problema sucesorio de la Monarquía Hispánica influyó de forma decisiva en el devenir de la diplomacia europea durante los últimos años del reinado de Carlos II.
El gobierno de Sicilia: las instrucciones de Carlos II al duque de Veragua (1696-1701)
The government of Sicily: the instructions of Charles II to the Duke of Veragua (1696-1701) Mª
del Pilar MESA CORONADO Universidad Castilla La Mancha
Resumen: El presente estudio se centra en el gobierno de uno de los dominios italianos de la Monarquía Hispánica: la isla de Sicilia. Entre las instituciones del rey estaba la figura del virrey, cuyo gobierno estuvo limitado por diversos factores, entre los que destacaron las instrucciones del rey. Las instrucciones remitidas por Carlos II a Pedro Manuel Colón de Portugal y de la Cueva, duque de Veragua y virrey de Sicilia entre 1696 y 1701, constituyen el objeto de este estudio que profundiza en las tres funciones de los virreyes en la isla: la defensa de la fe católica frente a herejes e infieles, la salvaguarda del patrimonio real y la justicia. Palabras Clave: Gobierno, Sicilia, Instrucciones, Carlos II, Duque de Veragua; 1696-1701.
Las instrucciones de Carlos II al duque de Veragua
Este es el caso de las instrucciones otorgadas por Carlos II a finales de su reinado al duque de Veragua para el virreinato de Sicilia. A través de sus 131 cláusulas podemos observar los aspectos esenciales del gobierno en la isla, cuyo fin era la conservación y obediencia del reino al monarca. El análisis se centrará principalmente en los tres puntos fundamentales de la actuación de un virrey: la justicia, la hacienda y la defensa. No obstante, comenzaremos por los apartados referidos a los aspectos religiosos y sociales.
Según se ha indicado, la defensa de la fe católica era uno de los cometidos esenciales del gobierno del virrey, quien debía honrar, acatar y servir a Su Santidad y a la Santa Sede, asegurarse del recogimiento, honestidad y decoro de los prelados, religiosos y personas eclesiásticas, conceder limosnas al monasterio del Monte Sión en Jerusalén, así como favorecer la labor del Tribunal del Santo Oficio, aunque vigilase el uso indebido de las exenciones por parte de los familiares 4 .
Dentro de los aspectos sociales, una de las labores del virrey consistía en garantizar la existencia de unas infraestructuras apropiadas en la isla. En los años anteriores se había comprobado la falta de puentes en el reino por lo que se le encomendaba que revisase el estado de los mismos, asegurándose de que se había incrementado su número y se habían reparado los que estaban en mal estado.
Otra de sus tareas era proteger a los vasallos de la Corona de las injusticias perpetradas por los bandidos y los barones. El problema de los bandidos era un mal endémico de la isla contra el que se había luchado reduciéndose los casos aunque no se había conseguido erradicar. Una de las razones era la existencia de personas que los acogían y protegían propiciando su incremento. Por ello, se encargaría de perseguir y castigar a estas personas de la misma forma que se hacía con los bandidos. Por otra parte, se aseguraría de que los barones tratasen correctamente a sus vasallos, informándose de las posibles quejas de estos últimos. Además, revisaría las leyes, pragmáticas y constituciones del reino con el fin de reducir la posible licencia que permitía a los barones cometer dichos abusos, ejecutando las penas corporales y pecuniarias que dichas legislaciones contemplasen. Sin embargo, el problema del maltrato continuó presente a lo largo del tiempo, como lo demuestra la reiteración de este apartado en todas las instrucciones. Los barones y la nobleza utilizaron su poder para bloquear las iniciativas contra los abusos que cometían con los vasallos y poco pudieron hacer los virreyes contra ellos, pues podían ser destituidos por las protestas de los barones ante la Corte 5 .
Las malas prácticas también eran frecuentes en las ciudades de jurisdicción real, donde según las instrucciones estaban presentes la tiranía y la opresión. En este sentido, el virrey debía garantizar la igualdad entre sus habitantes evitando que los poderosos oprimieran a los débiles con acciones como el uso indebido de los bienes de propios, que solían gastarse en beneficio de los primeros en lugar de emplearse en las distintas necesidades de las ciudades. Era conveniente, por tanto, que los maestros jurados revisasen con cierta asiduidad las cuentas de las universidades 6 .
Estos propósitos, que pretendían el cumplimiento del buen gobierno, podían verse favorecidos con medidas como las visitas. A lo largo de los tres años del cargo, el virrey debería realizar una o dos visitas generales al reino con el fin de obtener de propia mano todo tipo de noticias concernientes al mismo. Ahora bien, en esas visitas procuraría que su estancia en los distintos pueblos no se viera acompañada de agravios ni por su parte ni de las personas que lo acompañasen 7 .
Para asegurar el buen funcionamiento del virreinato se le encargaban igualmente distintas medidas con respecto a sus oficios. De esta manera, se le ordenaba que no otorgase cartas de recomendación para la obtención de oficios sin asegurarse de la aptitud de los candidatos. Igualmente no crearía o empeñaría ningún oficio, dignidad, priorato, beneficio o castillo, ya que dicha potestad estaba reservada al monarca, como tampoco se le autorizaba a conceder la ampliación, adjunción, coadjutoría o licencia de traspaso sin el consentimiento real. Por tanto, se ceñiría a elaborar las ternas de aspirantes para su posterior elección real 8 .
En cuanto a su cargo y, con el fin de que conociera las restricciones del poder virreinal, se le recordaba que estaba obligado a conformarse con las resoluciones de los tribunales y ministros del reino, salvo cuando éstas pusieran en riesgo la defensa de la isla ante una invasión o el sitio de una plaza 9 ; obedecería los despachos reales en materia de gobierno y hacienda; revisaría las cartas de oficio y las ordenes reales enviadas al conde de Santisteban y al duque de Uceda, ejecutando las que no se hubiesen cumplido todavía; aplicaría la orden otorgada al duque de Alburquerque tras la conquista de Candía para la obtención de recursos económicos con los que hacer frente a la defensa en una situación adversa; y mantendría informada a la Corte del estado del reino a través de la remisión a su debido tiempo de una relación con las acciones que había realizado y las que pretendía llevar a cabo. Asimismo, el último apartado volvía a reiterarle la importancia de las instrucciones como norma de obligado cumplimiento, por lo que se le aconsejaba que efectuase una lectura mensual de las mismas 10 .
La justicia, según la relación, "constituía el principal cargo que tenían los reyes y príncipes en la Tierra". Por ello, el virrey debía atender a las siguientes cuestiones. Uno de los elementos fundamentales de la función de gobierno de un rey o príncipe consistía en lograr la igualdad ante la ley de sus vasallos, sin distinción de estamento o lugar de procedencia, puesto que el buen gobierno dependía de una buena 6 Ibidem, cap. 100. 7 Ibidem, caps. 96-98. 8 Ibidem, caps. 102, 109, 110 y 113. 9 Los virreyes tenían atribuciones judiciales que los hacían presidentes de las audiencias o de los consejos con estas funciones. Sin embargo, su poder era simbólico, pues debían respetar las decisiones de los jueces y no se les permitía ejercer funciones judiciales de facto. Cfr. Manuel Rivero administración de justicia. Para cumplir con este principio esencial era aconsejable que se sirviera del método más fiable "amar y temer a Dios sirviéndole con todo su esfuerzo" 11 .
Además, se encargaría de transmitir las cartas del rey a los tribunales del reino, así como de garantizar que cumpliesen con sus obligaciones con la debida integridad requerida para estos cargos. Es decir, garantizaría la existencia de magistrados, ministros y oficiales de justicia honrados y, con ello, la reputación de sus oficios. De igual forma, debía salvaguardarlos de cualquier ofensa y en caso de que no cumpliesen con su deber podría castigarlos. Estas obligaciones eran especialmente recomendables para los jueces de la Gran Corte, que gozaban de mayor autoridad y proximidad al virrey. Asimismo, a fin de hacer guardar y cumplir la ley en el reino, revisaría las ordenanzas y constituciones que reglamentaban la labor de los oficiales y ministros de los tribunales 12 .
Una de sus tareas más visibles y populares consistía en hacer plausible su dedicación a los desamparados y necesitados, a quienes escuchaba en audiencia dedicándoles parte de su tiempo, "con el objeto de satisfacer al pueblo" a la vez que se fortalecían sus virtudes jurídicas como sustituto real. Igualmente, durante su visita al reino, debía enviar al abogado y al procurador fiscal a visitar la cárcel, mientras el procurador y abogado de los pobres debía recabar los datos de las personas necesitadas de justicia, para quienes celebraría una audiencia especial en la que estarían presentes los miembros de la Gran Corte, el abogado fiscal y los jueces de aquel territorio 13 .
Una de las intenciones de la Corona era mantener el buen gobierno en la isla por lo que había que luchar contra las malas prácticas. La justicia no podía verse afectada por el mal hacer de algunos oficiales que se entrometían en el trabajo de los demás. No estaban autorizados para hacerlo por lo que debían centrarse en su trabajo y dejar actuar a la persona a la que perteneciera, castigando los abusos y errores que pudieran estarse cometiendo. Igualmente, se encargaría de que los cargos de justicia como capitanes, jueces así como los que tenían jurisdicción y administración de la hacienda, ejercieran su trabajo correctamente, pues en caso contrario se procedería a su castigo, al igual que se haría con los que vendiesen o comprasen oficios de justicia. Estaría atento también al soborno y al tráfico de influencias, prácticas habituales en la administración siciliana 14 .
En relación a los delincuentes debía prestar especial atención y para impedir su impunidad se imposibilitaba el uso de testigos falsos tanto por parte de la defensa como de la acusación a lo largo de la causa judicial. Para evitar que la justicia se convirtiera en un instrumento de venganza era especialmente perseguido el delito de injuria. Cualquier sentencia que conllevase la pena capital o simplemente la mutilación de miembros, debía ser consultada previamente al monarca según los mecanismos habituales. Según la relación, tampoco estaba facultado a inmiscuirse en una amplia serie de delitos, tales como: el de lesa majestad, pecado nefando, ofensa a oficiales reales, moneda falsa, "disminución" de la moneda, latrocinio público, homicidio, 11 AHN, E, leg. 2.248, doc. "Instrucción al duque de Veragua", caps. 2 y 3. La justicia también era uno de los temas esenciales de las instrucciones dictadas a los virreyes de Nápoles, véase en Isabel Enciso Alonso-Muñumer, Nobleza, poder y mecenazgo en tiempos de Felipe III: Nápoles y el conde de Lemos, Madrid, Actas, 2007, p. 284. 12 Ibidem, caps. 32, 33 y 34. 13 Ibidem, caps. 35 y 99; Pietro, Celestre, "Idea del govierno del reyno de Sicilia", en Vittorio Sciuti Russi, Il governo della Sicilia in due relazioni del Primo Seicento, Napoli, Jovene Editore, 1984, p. 21. 14 estupro, rapto, delitos contra los templos religiosos, o contra la congregación de grupos numerosos de personas -por encima de la decena-, así como "los consumados con arcabuz, escopeta o ballesta". Además, con respecto a los castigos, se establecía que se cumpliesen los mandatos del rey, el virrey, oficiales y ministros que administraban la justicia, sin consentir en ningún caso la desobediencia del pueblo, de los barones o de los más acaudalados 15 .
La relación pretendía desterrar un mal endémico en la sociedad siciliana poniendo especial cuidado para acotar la inseguridad y el bandolerismo. Debía ser consciente de que esta clase de delincuentes era extremadamente peligrosa porque se adueñaban de los campos, atacaban y abusaban de los sicilianos y de sus propiedades. Por tanto, debía perseguirse la tenencia ilícita de armas para empezar a resolver uno de los problemas más arraigados en la isla 16 .
Una de las labores más importantes del virrey era la de proteger la jurisdicción real frente a determinados colectivos. En primer lugar, debía vigilar al ingente número de clérigos de primera tonsura que solían entorpecer las acciones de la justicia. Además, sin perder de vista las actuaciones de los ministros de la Cruzada debía aparentar con ellos "cierta libertad de actuación" y acallar las voces de quienes alegaban su exención frente a la jurisdicción real. Con respecto a los capitanes de "armas a guerra" se debía asegurar su nombramiento, y más aún en situaciones de extrema necesidad, para que sus puestos cayesen en manos de personas independientes de cualquier atadura personal, de parentesco o laboral, garantizándose una actuación en concordancia con la justicia ordinaria. Por otra parte, los capitanes de armas de justicia de los tres valles de la isla, destinados a la persecución de bandoleros, quedaban desautorizados en las causas criminales. En cuarto lugar, se cercioraría de que los procuradores fiscales del reino cumpliesen con su labor de defender la jurisdicción real frente a determinados cargos como el almirante, el maestre portulano y el maestre secreto, entre otros. Por último, debería velar porque los barones no abusasen del mero y mixto imperio del que gozaban en detrimento del correcto funcionamiento de la justicia 17 .
Especial interés revestía la justicia criminal por lo que debía ser examinada y mejorada a fin de resolver con celeridad las causas, pues resultaba esencial que el criminal viviese con temor a la pena, mientras se garantizaba al honrado su seguridad y tranquilidad. Para ello, los delitos de mayor gravedad serían especialmente vigilados y penados sin dejarse influir por las solicitudes, aficiones o mediaciones de particulares, al margen de su linaje 18 .
Por otra parte, en las instrucciones otorgadas a los virreyes se concedía un valor especial a las causas fiscales y patrimoniales. Según éstas, el virrey favorecería este tipo de asuntos porque repercutían en la conservación y aumento de la hacienda real. Resultaba conveniente que se pusiera cierto interés en las causas fiscales para mejorar el 15 Ibidem, caps. 38, 42, 43, 61, 66 y 107. 16 Ibidem, caps. 53 y 54. Este problema no era exclusivo del reino de Sicilia, pues la lucha contra el bandolerismo también estuvo presente en otros, como sucedió en los reinos de Valencia y Cerdeña, véase en Sebastián García Martínez, Valencia bajo Carlos II. Bandolerismo, reivindicaciones agrarias y servicios a la monarquía, Villena, Ayuntamiento de Villena, 1991, pp. 21-262; y J. Revilla Canora, "Para la execucion…", pp. 1641-1649, cita en la p. 1647. 17 Ibidem, caps. 44-48 y 68; M. Rivero Rodríguez, "La edad de oro…", p. 194; I. Enciso Alonso-Muñumer, Nobleza, poder y mecenazgo…, p. 291. 18 Ibidem, caps. 55, 58-60, 63 y 64. sistema de los embargos, realizando los inventarios correspondientes en el tiempo otorgado para que los bienes fueran confiscados 19 .
Por último, en cuanto al funcionamiento de la justicia, se le ordenaba que cumpliese la Real Pragmática de 1608 por la que se impedía delegar o extraer las causas civiles o criminales de sus respectivos tribunales para destinarlas a otros, pues debían decidirse en los autorizados siguiendo las leyes y costumbres de Sicilia 20 .
Entre los apartados de las instrucciones también se hacía especial referencia a los asuntos económicos y hacendísticos del reino. La mejor medida para mantener un saneado estado de la tesorería era contar con la confianza y el apoyo de los oficiales y ministros dedicados a la hacienda, recibiendo cierto trato de favor con objeto de animarles al buen cumplimiento de su labor, castigándolos severamente, en caso contrario 21 . A continuación, se citaba toda una batería de medidas que el virrey debía aplicar "para conservar y aumentar la hacienda real".
Una de las principales preocupaciones del virrey para preservar las rentas reales, consistía en analizar y comprobar la correcta concesión sobre las mismas de mercedes, pensiones, provisiones, exenciones y comisiones de por vida o perpetuas. Sin duda, resultaba complejo acabar con la práctica generalizada de adjudicaciones dudosas, fruto de las necesidades de una hacienda que había recurrido tiempo atrás a la venta y empeño de las rentas reales y de una larga serie de oficios. Se trataba, por tanto, de revisar exhaustivamente todos los casos a fin de hallar las posibles irregularidades que justificasen su devolución a la Corona 22 .
De este modo, con prudencia y rigor debía vigilar el buen estado de la hacienda siciliana y enterrar algunos errores, basados en malas prácticas, usados en el pasado. Para ello, estaba obligado a la consulta al soberano de todas las ayudas de costa de cierta importancia, limitando la utilización de los gastos extraordinarios y secretos. De igual forma, debía evitar el uso indebido de los ingresos de las tandas de la tabla de Palermo, perseguir los fraudes y abusos cometidos en los arrendamientos de las aduanas y gabelas del reino; anular las gracias, franquezas y mercedes concedidas a las universidades tras su finalización; y evaluar detenidamente las condiciones de los asentistas para elegir los préstamos más favorables a la hacienda real 23 .
No obstante, las instrucciones contemplaban otras medidas para los fraudes y los abusos contra la hacienda. Con este fin, se exigiría al Tribunal del Real Patrimonio la remisión anual a la Corte de un balance del año precedente, se revisarían las cuentas de los oficiales para luchar contra la malversación de fondos de la Regia Corte y se elaborarían informes para controlar las deudas de la Corona con los particulares 24 . 19 Ibidem, caps. 67 y 70. 20 Ibidem, cap. 57. 21 Ibidem., cap. 71; Camillo Giardina, "L'istituto del viceré di Sicilia (1415-1798)", Archivio Storico Siciliano, vol. LI (1931), pp. 189-294, cita en la p. 266. 22 Ibidem., caps. 73 y 74. 23 Ibidem,caps. 76,77,79,80,87,112, 117 y 126. Los gastos secretos estuvieron fijados en 15.000 escudos hasta que en el año 1694 se decretó su reducción a 6.000 escudos, véase en Camillo Giardina, "L'istituto...", pp. 189-214, cita en la p. 230. 24 La tercera función a la que debía hacer frente todo virrey era la defensa del virreinato. De esta forma, se recordaba al duque de Veragua la posición geoestratégica del reino de Sicilia, que hacía de ella un territorio expuesto, especialmente, por parte de los infieles. Por esta razón, se le encargaba encarecidamente la guarda y la defensa de la isla por mar y tierra, cuidando también de los puertos cargadores de grano y de la costa, muy apreciados por los corsarios 25 . A ellos se añadía el riesgo de un posible ataque turco, por lo que se procuraría estar bien informado de la llegada de la armada del sultán, de la unión de los corsarios berberiscos, así como del plan y fuerzas que emplearían en sus intentos, con el fin de comunicarlo a la Corte y a los virreyes de Nápoles, Cerdeña y Mallorca: "La Armada Turquesa se ha hecho tan familiar y ordinaria en aquellos mares, haciendo en las partes de mis Reynos y señoríos de mis Amigos y confederados el daño que se save, que no solo para obiar el que adelante podría hacer, pero para poderla ofender importa mucho tener ordinaria, buena y cierta inteligencia, así de la venida de la dicha Armada como de las Juntas que suelen hacer cosarios en Bervería. Para lo qual terneis especial cuidado de ser avisado por todas las vías y medios que pudieredes de lo uno y de lo otro y de la intención y disignio que tuvieren y de el número de vageles que se entendiere podrán traer, para darme aviso de lo que se pudiere y también a mis Virreyes de Nápoles, Cerdeña y Mallorca y las otras partes de mis Reynos que os pareciere convenir para que se pueda prevenir y proveer en tiempo lo necesario a mi servicio, defensión y guarda de ellos" 26 .
A continuación, las instrucciones se adentraban en todos los asuntos imprescindibles para la protección de la isla frente a los posibles enemigos. En primer lugar, era preciso que controlase correctamente el dinero de la isla pues era "el nervio y principal fuerza de la Guerra" del que dependían todas las medidas que se pudieran llevar a cabo. Se le encargaba aprovechar al máximo los fondos disponibles y, que en caso de urgencia, supiera cómo y dónde acudir para obtenerlos, empleándolos siempre en necesidades urgentes e inexcusables de las que informaría a la Corte con anterioridad o posterioridad, dependiendo de su calidad 27 . Una vez aclarado este punto, se centraban en la estructura defensiva del reino.
Como parte esencial de la conservación del reino, las fortificaciones de las zonas marítimas serían objeto de especial control por el virrey. Obtendría la información adecuada de las obras realizadas hasta entonces y de las que se tenían previstas, el gasto que suponían las mismas y participaría a la Corte su paulatina evolución hasta su debida perfección. Estos castillos y fortalezas estarían bien provistos de vituallas y municiones, 25 Ibidem, cap. 9. 26 Ibidem, cap. 10. 27 que se renovarían constantemente para mantener su seguridad y conservación. Al frente estarían los castellanos, que residirían obligatoriamente en ellos. Cuidaría de que desempeñasen este cargo las personas más aptas para cada uno, pues en caso contrario, procedería a sustituirlos por otros que cumplieran con dichas características 28 .
La defensa terrestre se completaba con el tercio de infantería española, la milicia y el servicio militar. Debía asegurarse de que el tercio no cometiese ningún agravio contra la población de los lugares en los que se alojase, que sus hombres estuvieran bien disciplinados y ejercitados en las armas y que sus capitanes y oficiales residieran en sus correspondientes compañías para prevenir posibles desórdenes civiles. Para prevenir los fraudes y abusos que solían estar presentes en el tercio, procuraría hacer varias muestras generales aprovechando, especialmente, los momentos de paga en los que acudiría un pagador para entregar las cantidades correspondientes a las distintas banderas, evitando que los capitanes o alféreces efectuaran el pago, pues solían producirse engaños y otra serie de abusos.
Con respecto a la milicia, las instrucciones aludían a la necesidad de mantener un número de naturales que se ejercitara en el uso de las armas y supiera emplearlas para salvaguardar la isla, por lo que se encargaba de su cuidado y conservación al virrey. Por su parte, el servicio militar obligaba a los barones del reino a acudir a la defensa del reino con un número establecido de caballeros durante tres meses en los que no recibirían ningún sueldo. Según la relación, desde hacía tiempo se había intentado remediar el incumplimiento de esta obligación, aunque todavía no estaban solucionados todos los problemas, por lo que se ordenaba al virrey continuase por este camino para conseguir que los barones tuvieran bien provistas las fuerzas con las que debían presentarse a tiempo en caso de invasión en la isla o sospechas de ella. No obstante, ante las numerosas quejas procedentes de los barones, emplearía un carácter severo para que acataran sus órdenes, salvo en caso de que interesase su sustitución por una compensación económica con la que pagar otros caballeros de mejor calidad. Dentro de esta última opción, se podían incluir los pertenecientes a huérfanos, viudas, universidades, ancianos, enfermos y barones que debían contribuir con una gran cantidad de caballos; no así los que aportaban menos de cuatro, pues un número tan reducido podía mantenerse sin mucho esfuerzo. Por último, para evitar algunas de estas protestas, se nombraría por capitán de dicho servicio al primer titulado del virreinato 29 .
La defensa marítima contaba con la escuadra de galeras que debía estar bien armada y prevenida para hacer frente a los problemas en los que pudiera verse inmersa la isla, garantizando su propia protección y la de los dominios adyacentes que pudieran necesitarla. Para ello, mantendría un tarazanal seguro y en perfectas condiciones, ya que en él se construirían y repararían las galeras. Se esperaba supervisar a los remeros acabando con los abusos de los capitanes de galera que pagaban indebidamente a los bagarinos y sobrepasaban el tiempo de condena de los forzados sin concederles la libertad. Asimismo, velaría porque los barones, que gozaban de "mero y mixto imperio", cumpliesen la prohibición existente de condenar a los delincuentes a las galeras de los asentistas en lugar de destinarlos a las de titularidad regia, o se atendrían a graves penas. Por último, perseguiría los fraudes y excesos cometidos por las personas con licencia para armar galeras contra los infieles 30 .
Al margen de la escuadra de galeras era frecuente el recurso al corso para proteger la isla, pero la Corona era contraria a esta práctica por los inconvenientes que solían derivarse de su empleo 31 . Por esta razón, el virrey tenía prohibido armar y enviar navíos en corso por su cuenta, algo que no parecía cumplirse a tenor de la repetición de la orden en todas las instrucciones dadas en el reino. Junto a las irresponsabilidades cometidas por los virreyes en el cargo, estaban las que realizaban los particulares que solían salir en corso, exponiéndose a ser apresados por corsarios que podían agredirlos y, lo que era peor para el reino, "tomar lengua de ellos" para perpetrar ataques posteriores. No obstante, las invasiones podían ser prevenidas por lo que se le encargaba mantener la guardia y el sistema de avisos en las zonas marítimas con el que se protegía a los habitantes de la costa 32 .
El régimen municipal en las villas de señorío palentinas en la Edad Moderna
The Municipal System in the Early Modern Manorial Villages in Palencia
Álvaro PAJARES GONZÁLEZ Universidad de Valladolid
Heterogeneidad del régimen municipal castellano
El armazón fundamental del régimen municipal de la Baja Edad Media y la Edad Moderna es el concejo cerrado o regimiento, instaurado por Alfonso XI a través del ordenamiento de Alcalá en 1348. Sin embargo, la principal premisa de la que hemos de partir a la hora de estudiar la organización municipal de la corona de Castilla en la Edad Moderna es su profunda heterogeneidad y, por ello, aunque no faltan los estudiosque tratan del tema 9 , es necesario profundizar en los diferentes casos locales para poder establecer tanto paralelismos como rasgos distintivos y particulares (cuadro 1).
La composición y organización de los concejos castellanos suele presentar cierta uniformidad en cuanto a los oficios concejiles existentes, si bien una y otra están en función de las necesidades y características de cada lugar. Nosotros nos hemos centrado en villas de un cierto peso por ejercer de cabezas de los diferentes estados señoriales. Empero, su influencia y peso están alejados de los que adquirieron las grandes ciudades castellanas. En otras palabras, nos hallamos en un escalón intermedio entre la vida urbana y la rural.
Los principales cargos concejiles presentes en todas ellas son los de regidor, procurador, mayordomo y fiel. Sin embargo, su número es variable, desde los ocho regidores de Paredes de Nava (elegidos por cada uno de los barrios de esta localidad) y los seis de Aguilar de Campoo, a los cuatro de Saldaña, Dueñas y Herrera (que, en el siglo XVI, pasa de tres a cuatro regidores cuando se establece la mitad de oficios), y los dos de Cervera de Pisuerga. A estos cargos, elegidos anualmente, se suman otros cargos subalternos que requieren de cierta profesionalización y que, por tanto, son elegidos cada dos años e, incluso, llegan a ser vitalicios, como escribanos, alguaciles, alcaides de la fortaleza, alcaldes de hermandad, etc., así como los encargados de la administración de justicia como alcaldes ordinarios, merinos, jurados, etc. El día de reunión del concejo, cuyo contenido era secreto, multándose a los que no asistieran para evitar el absentismo, variaba también para cada lugar: el lunes en Cervera, el miércoles en Saldaña, el jueves en Aguilar de Campoo, el viernes en Herrera y el sábado en Dueñas. En Paredes, en cambio, se celebran tres reuniones semanales: los lunes, los miércoles y los sábados son los días escogidos para ello:
Mecanismos de control de la élite nobiliaria
Desde la consolidación de los señoríos jurisdiccionales en la Baja Edad Media, la nobleza intentó someter a las villas y lugares que señoreaban por medio de una serie de mecanismos entre los que hay que destacar, por su especial reiteración en la documentación, el interés que mostraron por conseguir hacerse con el control del principal organismo municipal, el concejo. Para ello, fue fundamental la redacción y aprobación de ordenanzas que regularan los diferentes aspectos de la vida municipal desde el punto de vista político, económico y social. Este tipo de documento proliferó en Castilla en los siglos XV y XVI, en sustitución de los viejos fueros y cartas pueblas, característicos del periodo de repoblación, que regulaban los diferentes aspectos de la vida local, al que habría que sumar los diferentes privilegios y ordenamientos concedidos por los monarcas. Esta práctica provocó una gran diversidad en la regulación municipal de Castilla, por lo que ya en el siglo XIII, con la recepción del derecho romano, Alfonso X intentó unificar y homogeneizar el derecho castellano. En este sentido, para el ámbito local, destaca la concesión del llamado Fuero Real a Aguilar de Campoo en 1255, extendiéndose a otras villas y ciudades castellanas en los años siguientes. Sin embargo, llegó un momento en el que la regulación foral fue insuficiente para ordenar el gobierno y administración de unas villas y ciudades cada vez más grandes y complejas, por lo que empezaron a desarrollarse verdaderas ordenanzas municipales 10 . En el caso de las villas señoriales, nos encontramos con ordenanzas redactadas directamente por el señor, como el caso de Herrera de Pisuerga en 1522 11 , aunque lo más habitual es que fueran redactadas por el concejo y vecinos, bien a través de un concejo abierto o general, bien a través del nombramiento de unas personas encargadas de esta labor, remitiéndose posteriormente al señor para su aprobación, lo que requiere de una serie de negociaciones y acuerdos entre las partes, como ocurre en Dueñas 12 , Aguilar de Campoo 13 o Cervera de Pisuerga 14 . Por lo que respecta a Paredes de Nava, las ordenanzas redactadas por el concejo en 1550, fueron remitidas al rey y a los de su Consejo Real, quienes las aprueban en 1552. Su redacción, sin embargo, se llevó a cabo también por de la villa, en concejo abierto, es decir, con la participación de los vecinos y "con licençia e mandado del dicho señor conde nuestro señor" 15 .
Los primeros capítulos de estas ordenanzas solían dedicarse a la regulación del sistema político local. Sin embargo, esta es una cuestión que por lo general no se desarrolla de forma detallada y extensa, por lo que se constituirá en uno de los principales motivos de conflicto entre señores y vasallos, llegándose en muchos casos a 10 Miguel Á. Ladero Quesada e Isabel Galán Parra, "Las ordenanzas locales en la Corona de Castilla como fuente histórica y tema de investigación (siglos XIII al XVIII)", Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval, 1 (1982), pp. 221-244. 11 Antonio Moreno Ollero y José A. García Lujan, "Ordenanzas de la villa de Herrera", Actas del I Congreso de Historia de Palencia: Castillo regular estos aspectos por vía de sentencia. Así, el principal mecanismo para el control de los concejos por parte de los señores será la intromisión en la elección de los cargos concejiles, convirtiéndose en una de las principales reivindicaciones del común entre las quejas y reclamaciones que se elevan a los señores, requiriendo "pudiesen nonbrar y nombrasen para su gobierno [los cargos concejiles] sin ynterbención de los señores de los dichos lugares y sus justicias en conformidad de la costunbre antigua que tubieron" 16 .
Podemos diferenciar tres sistemas de elección: la elección directa por parte del señor, el régimen de propuesta y cooptación, consistente en el nombramiento de listas dobladas para cada uno de los cargos por parte de los oficiales salientes, entre los cuales el señor ha de elegir a los cargos de ese año, y la insaculación o sorteo. En el caso palentino, (cuadro 1) el sistema predominante es el intermedio de la cooptación o de listas dobladas, que permite a las oligarquías locales conservar cierto control y poder, pues son ellos los que proponen las personas para los cargos, fundamental para el mantenimiento del sistema clientelar, aunque en última instancia sea el señor el que realiza el nombramiento. La excepción la encontramos en Aguilar de Campoo, donde el marqués nombra directamente la mayor parte de los cargos, lo cual denota un mayor control por parte del señor, mientras que en Herrera de Pisuerga, por el contrario, nos encontramos con un régimen mixto de cooptación e insaculación. Así se desprende de un pleito iniciado en 1568 por las discrepancias con el Condestable en la elección de los oficios concejiles, designándose para alcanzar una solución al Licenciado Ybarra, persona de la confianza del Condestable como corregidor suyo que era en Villadiego (Burgos). Se establece, así, la llamada Institución del Licenciado Ybarra, regulando el sistema de elección en 1572:
Los dichos rregidores e procurador e cada uno de ellos elixan e nombren seis personas áuiles e suficientes […] hecha la dicha electión e nombramiento […] Haga [el escribano] diez y ocho zédulas de una fforma e manera en las quales se pongan los nombres de las persona que an sido elegidas e nombradas para rregidores e poniendo y scriuiendo en cada zédula el nombre de cada uno e ansí scriptas en presencia de la dicha justiçia e rregidores se doblen e doblados igualmente de manera que no puedan hacer fraude ni engaño las dichas çedula se echen en un cántaro donde, por la dicha justiçia e rregidores, se haga rreboluer muy bien.
[…] Hagan sacar la dichas zédulas por un muchacho que sea menor de catorze años y en quien no concurra dolo ni maliçia alguna el qual saque las dichas zédulas de el dicho cántaro una a una e las tres primerass zédulas que sacare las personas cuyos nombres en ellas se declararen sean y queden por rregidores para el dicho año 17 ".
La injerencia en la vida municipal de estos oficiales impuestos por el señor se va a convertir también en una queja constante entre los vecinos, apelando al miedo que les causaba enfrentarse a éstos cuando había que tratar aspectos relacionados con el señor:
"Por ser los más offiçiales de la dicha villa criados y allegados del dicho conde que mirauan más por su prouecho que no por el bien público, dichos pleytos no se seguían ny solizitauan como hera rrazón 19 ".
La elección de cargos por parte del señor no se circunscribía al concejo y regimiento, sino que afectaba también a la justicia de la villa, eligiendo a los alcaldes ordinarios. En este sentido, cabe destacar sobre todo la imposición de la figura del alcalde mayor o corregidor, en este caso siempre nombrado directamente por el señor y bajo cuya autoridad se encontraban el resto de oficiales municipales. La figura del alcalde mayor viene a ser una traslación de la figura del corregidor impuesta por los monarcas para el gobierno de las villas y ciudades de realengo ya desde el siglo XIV pero que se institucionalizó a partir de los Reyes Católicos. A través de esta figura, por tanto, los señores consiguen controlar también la administración de justicia, llegando en algunos casos a ser la principal instancia judicial local, ante la ausencia de alcaldes ordinarios, como es el caso de Aguilar de Campoo o Paredes de Nava. El principal interés de los señores por el control jurisdiccional de las villas y lugares de sus señoríos era la percepción de rentas, consiguiendo incluso la concesión de rentas reales como tercias y alcabalas pues, en muchos casos, acabaron siendo enajenadas por los monarcas, así como otras rentas de carácter local. Se convierten, así también, en una de las principales reivindicaciones y quejas de los vasallos contra sus señores.
Como conclusión de este apartado, podemos destacar que el afán de control por parte de los señores se va a traducir en constantes amenazas, extorsiones, sobornos, etc., que son más difíciles de rastrear en la documentación, pero de las que hemos encontrado también diversos ejemplos en los pleitos: "Con grande furia y alboroto començó [Gerónimo Manrique, tío del V conde de Paredes de Nava] a dezir muy feas palabras contra Agustín Alario, procurador, y contra las más personas que entienden en este pleito, llamándole bellaco desvergonzado y jurando a Dios que a él y a todos los demás que entendían en este negoçio les auía de matar y azer morir a palos por lo qual ubo grandes escándalos y alborotos 20 ." "Temen [los vecinos] que por hauer dado poder de nuevo para seguir este pleito el dicho conde [Antonio Manrique, V conde de Paredes de Nava] y sus criados y allegados y deudos y parientes e personas que an de hacer lo que él dixere y encomendare les erirá, matarán o les arán otros malos tratamientos a ellos o a sus mujeres o criados o en su haciendas, suplico a Vuestra Alteza les mande dar su carta de seguro 21 ". "Que de secreto los sobornó [el marqués de La Algaba] y se saue que al vno le dio una escribanía del número de la dicha villa 22 ." No podemos saber hasta qué punto esta actitud violenta coaccionó al común en sus reivindicaciones y protestas que, como veremos, fueron constantes. El caso más evidente es Aguilar de Campoo, donde la documentación parece indicar que el señor consiguió un control efectivo. La única referencia a unas quejas presentadas por parte de los vasallos es un pleito en el que se prohíbe al abogado Juan de Mier que "defienda 19 ARCHV, Masas (F). Caja 802, leg. 0003. 20 Ibídem. 21 los agravios que se azen a muchas personas" por parte del marqués y sus criados 23 . Sabemos, así, que los vecinos habían mandado a su señor un memorial con ciertos capítulos de quejas pero, como podemos apreciar, el marqués ejercía un fuerte control que obstaculizaba a sus vasallos canalizar sus protestas y reivindicaciones.
La Articulación territorial y la resistencia antiseñorial
Los señoríos palentinos, sobre todo en la zona septentrional, se caracterizaron por el desarrollo de amplios alfoces concejiles que se convirtieron en el principio vertebrador del espacio y en el organizador del dominio señorial, estableciéndose la dependencia y subordinación jurídica de las aldeas del entrono respecto a la cabeza del alfoz. En ocasiones, reciben el nombre de comunidades de Villa y Tierra o, simplemente, se hace referencia a este amplio territorio como alfoz, tierra o jurisdicción. Así, los Mendoza controlaban la amplia vega de Saldaña y los marqueses de Aguilar de Campoo el amplio alfoz dependiente de esta villa que había formado parte de la antigua Merindad de Campoo pero, que con la señorialización de Aguilar en el siglo XIV, se desgajó en dos partes, la palentina señorializada y la cántabra que conservó su condición realenga. Sin embargo, cabe destacar aquí las tierras bajo el dominio de las dos ramas de los Velasco, tanto Herrera como Cervera de Pisuerga. En el primer caso, los duques de Frías, desde Herrera de Pisuerga, van a controlar los valles de Boedo y Ojeda, en los cuales tenemos constancia de la celebración de juntas generales sin intervención de la justicia y oficiales nombrados por el señor, "ssin que para cossa alguna de lo rreferido yntervenga la justicia ordinaria de la villa de Herrera" 24 . Esto nos permite establecer paralelismos con las juntas y hermandades celebradas en el territorio de la cornisa cantábrica, más estudiado, como Cantabria, País Vasco o Asturias. Así, por lo que respecta al valle de Ojeda, hemos encontrado transcritas en un pleito 25 unas ordenanzas de 1635 en las que se establece un regimiento para todo el valle formado por dos procuradores generales, dos alcaldes de hermandad y dos personas designadas al efecto, cuyo nombramiento se realizaba sin la intervención de la justicia de Herrera (o sea, del señor), ya que se elegían por cooptación, es decir, los oficiales salientes nombraban a los oficiales entrantes el día de Santo Toribio (16 de abril). Este regimiento venía a sustituir, entre reunión y reunión, a las juntas generales que se celebraban para el gobierno y administración del valle con la asistencia de dos personas de cada uno de los lugares nombradas a tal efecto, ya que "sucede de cada lugar d'él dos personas se rrecreze muy grandess gastos y poco ssecretto en lo que sse tratta y es muy hordinario no sse conformar ni tener efegtto". La junta general del valle de Ojeda parece ser que se reunía en San Pedro de Moarves, donde se encontraba el "archiuo donde están los papeles y beredas con que se gobierna dicho valle", encontrándonos también con la celebración de este tipo de juntas generales en el valle de Boedo, en este caso nombrándose tres procuradores generales y reuniéndose en Calahorra de Boedo en "vna casa […] en donde en vn quartto bajo de ella […] hera donde se juntaban los procuradores generales a haçer sus junttas", donde custodiaban también el archivo, "vna arca grande que estaua con dos cerraduras y dentro de ella auía diferentes papeles".
Conocemos el caso de los valles de Boedo y Ojeda gracias a que fueron tomados como modelo en el pleito ya mencionado, iniciado en 1667 por la condesa de Siruela contra los procuradores de los lugares de la jurisdicción o tierra de Cervera, quienes reclamaban también la celebración de juntas particulares sin la participación de la justicia de Cervera, "porque d'esta manera no se atreuen a votar libremente los vecinos de la dicha tierra y menos quando se tratan cosas tocantes a la condesa de Siruela cuya dice es la dicha villa por ser los oficiales de justicia y regimiento puestos por ella". Al igual que en el caso de Herrera, se nombran una serie de procuradores generales, en este caso cuatro, uno por cada vereda. La condesa había intentado intervenir en el nombramiento, estableciendo a través de una provisión que ha de hacerse la elección "proponiéndoselos en número doble para que de ellos su excelencia elijiese de quatro los dos que le pareziesen como lo habían echo los demás señores antecesores". Sin embargo, hay una primera sentencia en 1664 que se salda a favor de los lugares de la jurisdicción de Cervera, quienes "tenían nonbramiento absoluto de dichos procuradores cada y quando que quisiesen tenerlos sin ynterbención de su excelencia". Ante esta sentencia, la condesa va a dar un paso más y en 1667 va a iniciar un pleito contra los procuradores por haber convocado una junta particular en enero de ese año en la ermita de Santa Lucía de Bañes. De nuevo, en este caso, la justicia regia va a sentenciar de forma favorable a los lugares de la tierra de Cervera. De hecho, el 30 de enero de 1667, se redactaron unas ordenanzas con 17 capítulos que regulaban el nombramiento de estos procuradores sin la intervención de la condesa.
La celebración de juntas generales en las que no intervenía la justicia de la villa que ejerce de cabeza del alfoz y que, como hemos visto, solía ser nombrada por el señor, se produce también en tierras de Aguilar de Campoo. Así, en el valle de Santullán, formado por un total de quince lugares con cabeza en Santa María de Nava, tenemos constancia 26 de que, anualmente, se nombraban seis oficios mayores: cuatro regidores y dos procuradores, designando los regidores salientes a sus sucesores y, eligiendo éstos a su vez, a los dos nuevos procuradores.
En otros casos nos encontramos con el intento por parte de los señores de ampliar su jurisdicción y, así, observamos como el llamado concejo de la Peña 27 , pertenecientes a la jurisdicción real, se encuentra subordinado a la justicia de Saldaña, bajo el señorío de los Mendoza. Así, estos lugares "como realengos que son nombran y ponen justicias, aunque subordinadas a la que pone el Duque del Ynfantado". Sin embargo, los duques van a intentar usurpar "las facultades que como a ttales justtizias pedáneas nos corresponden", por lo que ante estas intrusiones van a iniciar también diversos pleitos 28 .
A pesar de la tensión constante entre señores y vasallos que refleja la documentación, nos encontramos con casos más extremos, en los cuales los vasallos se niegan a aceptar su adscripción al ámbito señorial y reclaman constantemente "ser de Vuestra Alteza y su corona y patrimonio real", "y no se aver podido enajenar d'ella". En este sentido, los casos más paradigmáticos son los de Dueñas 29 , Paredes de Nava 30 y el valle de Valdavia 31 , con extensos e interesantes pleitos que requerirían de un análisis en profundidad. No obstante, aunque estos casos son los más llamativos, presentando una 26 Pl. Civiles, Ceballos Escalera (F). Caja 3144, leg. 1 27 Formado por 24 lugares con cabeza en Respenda de la Peña, donde realizan sus reuniones. 28 tenaz resistencia (en ocasiones de forma violenta) a su señorialización 32 , en todos los casos nos encontramos pleitos similares que, aunque no llegan a reclamar su condición realenga, sí protestan contra las diferentes "ympussiçiones que ha puesto y va poniendo" el señor, provocándoles así "muchos agravios" 33 , centrados fundamentalmente en cuestiones como el aprovechamiento de montes y términos municipales, el cobro de diferentes rentas, pechos y derechos, el nombramiento de cargos concejiles, etc.
Composición de los consejos: la mitad de oficios
Paralelamente a estos conflictos entre señores y vasallos, asistimos también en el siglo XVI a luchas internas entre las oligarquías locales por el control del gobierno municipal. Así, frente a visiones que nos hablan de concejos controlados únicamente por nobles e hidalgos, en los que los pecheros luchan por conseguir su representación 34 , nos encontramos con una realidad muy distinta y, tal y como ha puesto de manifiesto Luis de la Guardia "el concejo cerrado de caballeros, en ningún modo debe entenderse como sinónimo de una tipología concejil de naturaleza nobiliaria". De hecho, advierte que "la mayoría de los concejos de la Corona de Castilla, inclusive los más significados, se encuentran dirigidos por grupos esencialmente villanos hasta casi el siglo XV", es decir, los cargos de los concejos estaban copados mayoritariamente por personas "de naturaleza pechera", hablando incluso de "exclusión sufrida [por los hidalgos] ante un común labrador y pechero que hasta entonces poseía el poder municipal" 35 .
El caso palentino viene a corroborar esta realidad, ya que los concejos son controlados por hombres buenos pecheros y, por tanto, serán los hijosdalgo los que se vean obligados a pleitear a lo largo del siglo XVI para conseguir la mitad de oficios. La única excepción se produce en algunos lugares pertenecientes a la tierra de Aguilar de Campoo, como Villanueva de los Henares, Villarén, Bascones y Rebolledo 36 , donde sólo existía el estado de hijosdalgo (lo que recuerda a la hidalguía universal de las montañas o de las tierras vascas); así como la propia Aguilar donde la documentación parece indicar que no había "distinción de oficios" 37 .
Como apunta Díaz de la Guardia, se llegó a solicitar una ley general para la regularización y generalización de la mitad de oficios en los concejos castellanos pero la Corona prefirió las respuestas concretas a través de provisiones o sentencias jurídicas. Así, la manera más eficaz "de instituir la mitad de oficios en un concejo fue el contencioso jurisdiccional ante los tribunales del Rey", manteniendo "la regia posición de árbitro -parcialpero árbitro al fin entre los Estados que se disputaron el poder concejil en Castilla". Por ello, estos pleitos nos permiten observar una tendencia de la Corona ya desde el siglo XV por la búsqueda de un equilibrio en las élites locales no sólo favoreciendo el acceso de la representación pechera sino también a la inversa en aquellos lugares donde "los grupos de extracción pechera sean caballeros cuantiosos o 32 H.R. Oliva Herrer, Justicia contra señores… 33 37 Ibídem labradores dominan los concejos". La mitad de oficios se presentó, por tanto, "como remedio a los conflictos continuos que se repetían en casi todos los concejos de la Corona de Castilla […] por el reparto de poderes que representaba" 38 .
En el caso palentino, los hijosdalgo van a ir accediendo al gobierno municipal a través de la vía judicial a lo largo del siglo XVI (cuadro 1), como es el caso de Dueñas en 1511, a través de una sentencia dada por el alcaide de la fortaleza, Pedro López de Tordesillas, nombrado comisario en este juicio por el conde, y que será confirmada por la Chancillería en 1514 y, en grado revista, en 1517 39 ; Paredes de Nava en 1557 40 , Herrera de Pisuerga en 1572 41 , Saldaña en 1584 42 y Cervera de Pisuerga en 1587 43 . A pesar de ello, la oligarquía pechera va a presentar una fuerte oposición a la intromisión de los hijosdalgo, por lo que los pleitos son retomados debido a su constante incumplimiento, como es el caso de Dueñas que se vuelve a confirmar en 1556 o Saldaña que se retoma en 1622. Además, esta lucha por la mitad de oficios la encontramos también en esas instituciones "supramunicipales", las juntas generales o particulares que se celebraban en algunos territorios sin intervención de la justicia impuesta por el señor en la cabeza del territorio. Así, en el valle de Santullán también se establece la mitad de oficios en 1674, retomándose también en 1720 44 .
Por último, no queremos dejar de señalar que en este caso sería interesante realizar un estudio en profundidad para conocer la realidad de esta oligarquía local de naturaleza pechera, pues estos hombres buenos pecheros se configuraron en estas villas como una verdadera oligarquía que llegó a controlar la principal instancia municipal, el concejo, y por lo tanto sería interesante conocer la realidad de este estado, quiénes lo formaban (artesanos, mercaderes, grandes propietario, labradores, etc.), cuál era su estatus social y económico, sus relaciones clientelares, etc. No en vano, éstos habían de cumplir una serie de requisitos para ocupar los cargos concejiles, como contar con una renta mínima anual y, así, en el caso de Dueñas, "los que fueren nonbrados para los dichos oficios abían de ser pecheros que valiese su hazienda por lo menos sesenta mil maravedís".
Deconstruyendo el ministerio de Ripperdá
Un trickster entre la razón de estado y el reformismo borbónico
Deconstructing Ripperda's ministry A 'trickster' in the midst of reason of state and bourbon reforms
Víctor PAJARES LIBERAL Universidad Complutense de Madrid
Ripperdá y la razón de Estado
Que el holandés llegase a detentar la confianza de los reyes de España con este perfil, habla de la apertura de la monarquía a este tipo de cualidades, un tanto ajenas a la tradición de los secretarios españoles. Es un hecho que el holandés se trabajó ampliamente su relación con los reyes, pero también que su nombramiento como embajador extraordinario obedecía a un plan de reducción de daños en favor de la razón de Estado. Como Koopmans señala, Ripperdá fue un experto en aprovechar ocasiones pero nunca gozó de un apoyo estable de ningún círculo de influencia en su país, cuanto menos en España 8 . Este factor fue crucial precisamente, porque de no lograrse lo que se pretendía, sería relativamente fácil deshacerse del embajador extraordinario 9 .
Hay por tanto una dimensión de practicismo en la utilización de un hombre tan criticado como admirado por sus desempeños, tan inmorales como útiles según el punto de vista aplicado. La perspectiva de la noción de equilibrio entre potencias, en un periodo de la política internacional que ha sido llamado de "estado de naturaleza" 10 , refleja la ausencia de compromiso en torno a unos límites claros en las acciones de los Estados para lograr su propio provecho 11 . Norberto Bobbio señala acertadamente la presencia en el siglo XVIII de estas concepciones, citando a Vico al decir que Tácito era uno de sus "cuatro autores" 12 . Igualmente, analizando el pensamiento de Edmund Burke, David Armitage nos pone en la pista de la condición de "Jano bifronte" del ius gentium o incipiente derecho internacional desde Grocio, entre la teoría del poder y su 7 Ana Mur Raurell, Diplomacia secreta y paz. La correspondencia de los embajadores en Viena Juan Guillermo Ripperdá y Luis Ripperdá (1724-1727), t. I, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, 2011, p. 31. 8 "Zwar war Ripperda der einflußreichste Mann Spaniens geworden er konnte jedoch diese Position ohne Basis und Kontakte nicht lange behalten. Die radikalen Sparmaßnahmen kamen nicht gerade gut an, und auch seine anderen finanziellen Maßregeln, um Spanien aus der Sackgasse zu holen, wurden stark kritisiert". Koopmans, op. cit., p. 195. 9 Ana Mur Raurell, op. cit., p. 56. 10 En el sentido hobbesiano del término. En el capítulo XIII de su Leviathan, "De la condición natural del género humano, en lo que concierne a su felicidad y miseria", Hobbes explica que "si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos… Dada esta situación de desconfianza mutua, ningún procedimiento tan razonable existe para que un hombre se proteja a sí mismo, como la anticipación, es decir, el dominar por medio de la fuerza o por la astucia a todos los hombres que pueda, durante el tiempo preciso, hasta que ningún otro poder sea capaz de amenazarle". Thomas Hobbes, Antología de Textos Políticos. Del ciudadano y Leviathan. Edición de Enrique Tierno Galván. Estudio de contextualización de Richard Tuck. Traducción de André Catrysse y Manuel Sánchez Sarto, Madrid, Tecnos, 2013, p. 165; Norberto Bobbio apunta acertadamente a la persistencia de esta concepción y la influencia de Tácito "a lo largo de esa era que duró más siglos (de Maquiavelo a Hegel) y que se conoce como de la razón de Estado". Norberto Bobbio, Democrazia e segreto. Edizione di Marco Revelli, Milán, Einaudi, 2011, p. 5. 11 Koldo Sebastián García, "La evolución del servicio diplomático español en el siglo XVIII a través de la embajada de Viena", en Eliseo Serrano Martín (coord.), De la tierra al cielo. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna, Zaragoza, Institución "Fernando el Católico" (CSIC), 2013, p. 330. 12 Norberto Bobbio, ibidem., p. 5. reparto, y la teoría internacional de la igualdad de los hombres 13 . Así, a pesar de la oposición moral tanto católica como protestante, es capaz de establecer, a través de los diferentes teóricos de la ley natural de finales del XVII y del XVIII, la conexión entre las ideas iniciadas por Maquiavelo y Guicciardini y la noción de Estado presente, por ejemplo, en el marqués de Halifax, David Hume o el citado Burke 14 .
Durante el siglo XVII había ocurrido un viraje desde las ideas de la política cívica y el buen príncipe -tras mezclar el republicanismo de Maquiavelo 15 con las virtudes cardinales de origen estoico ensalzadas por el humanismo-hacia la concepción del arte del Estado, triunfando las ideas de Guicciardini sobre las del florentino. Esto es, que el gobernante no está capacitado para conocer los múltiples sucesos a los que la circunstancia y la fortuna le exponen, por lo que no es útil guiarse por principios universales; la clave, como abordaría Lottini de Volterra ensalzando a Cosme I de Medici en sus Avvenimenti, es que la práctica forja la virtud necesaria y, toda acción, es en último término concreta 16 . El desarrollo de la "filosofía experimental" en el XVII, particularmente desarrollada en España por los jesuitas, lleva a un tipo de análisis de la realidad que, siguiendo la lógica de la definición de los hechos físicos, pretende reducirla a un número limitado de factores abarcables por el intelecto. Baltasar Álamos Barrientos, Juan Huarte de San Juan y Diego de Saavedra Fajardo serán los máximos representantes de esta postura en España 17 .
El concepto de bueno o malo, se mezcla con el de útil y necesario, hasta el punto de que Justo Lipsio, gran epígono del tacitismo, llegará a decir que "sin prudencia nadie es verdaderamente bueno". Lipsio tendrá una gran influencia en España a través de la traducción de Bernardino de Mendoza de su Politicorum sive civilis doctrinae sex en 1604, ofreciendo un concepto de prudencia inseparable de términos como la 13 David Armitage, Foundations of Modern International Thought, Cambridge, Cambridge University Press, 2013, p. 157. 14 David Armitage op. cit., pp. 158-162. 15 La gran novedad de Maquiavelo fue su desapego de la moral clásica defendida por los humanistas, inspirado a su vez en los textos de Tito Livio, Tácito, Plutarco, Polibio, Séneca y Cicerón fundamentalmente, pero también añadiendo nociones de contemporáneos como Pandolfo Petrucci y Giovanni Soderini. El florentino aplicó una visión propia y pragmática, fruto del conocimiento de las personas y los hechos contemporáneos. A la erudición y los conceptos tradicionales de virtus, a los que, aparte de las virtudes cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza-, Cicerón añadía la honestidad, Séneca la magnanimidad y la liberalidad, e igualmente ambos, reconociendo que ciertos comportamientos viles pueden dar beneficios, terminaban por concluir que "la conveniencia nunca puede entrar en conflicto con la rectitud moral", Maquiavelo, defensor de la misma como referencia, antepone sin embargo la conservación de la república sobre todo lo demás, y parte de que los hombres, si no por naturaleza, actúan en contra de la virtud por necesidad. Por esta razón el príncipe debía actuar en consecuencia, oponiéndose a la moralidad y convenciones establecidas en defensa de la integridad del Estado, cuando la prudencia y la necesidad lo aconsejaran. "simulación" o la "astucia" 18 . La razón de Estado, a través de Tácito y la noción de prudencia que adelantaba Álamos de Barrientos en España, también era una razón de estado de uno mismo 19 , siendo el cuerpo de la monarquía una proyección de las virtudes del rey, y así mismo los órganos que la hacían funcionar se equiparaban a la eficacia de sus artífices, los secretarios o ministros. Hobbes, en su Leviathan, llegaba a la conclusión de que el pactum societatis que teóricamente articulaba el orden social que legitimaba la soberanía regia y el gobierno de las elites, era de facto un pactum subjectionis 20 , realizado entre individuos cuyas personas y cuerpos eran los agentes del poder y de la simbología del mismo.
Así, no habría razón de Estado sin hombre de Estado, en tanto que las virtudes personales de éste, se subliman en las formas abstractas del orden político, aceptando la superioridad del discernimiento por encima de la ley o la costumbre; pero al mismo tiempo, en la idea de que los ministros modelan a los países o viceversa. Entender esta característica del discurso político, puede ayudarnos a comprender tanto la faceta del superministro que llegó a encarnar Ripperdá, como las críticas hirientes y el mito que la sátira y el bando castizo pudieron levantar en su contra 21 . La teoría política y de gobierno, obedecía a una dialéctica que no escapaba al complejo legal que, como señala Rodríguez de la Flor, articulaba figuras de carácter simbólico-funcional que sancionaban el poder de la elite dentro de la monarquía, de una manera que resultara ejemplar y persuasiva; un juego de metáforas y mecanismos que creaba las imágenes que trascendían al cuerpo social, mientras los sujetos aplicaban en su persona y beneficio el conjunto de leyes, ordenanzas y reglamentaciones 22 . Álvarez-Ossorio Alvariño se refiere a esta traducción de lo particular e individual a las imágenes de lo colectivo, como la "ductilidad de los sujetos de referencia" en el Antiguo Régimen 23 . Ripperdá, respecto a estas concepciones, puede ser entendido como un personaje intermedio que responde tanto a la volubilidad 24 de la ética por fuerza de la necesidad, 18 Como dice Skinner, "He notes that many moralists 'only approve the path to which by virtue leads to honour', but he complains that 'they seem not to know this age'… The truth is, he briskly asserts, that 'some kinds of persons rage too much against Machiavelli' ". Quentin Skinner, The Foundations of Modern Political Thought. Volume I: The Renaissance, Cambridge, Cambridge University Press, 2010, p. 254. 19 Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño, "Cultura de élites en la monarquía católica. El cortesano discreto: itinerario de una ciencia áulica (ss. XVI-XVII)", Historia Social, núm. 28 (1997) La transición de la fe a la razón en los Países Bajos, había tomado una forma a lo largo del siglo XVII en la que la razón, había dejado de ser una herramienta al servicio del contenido revelado de la religión. Incluso, en el clima reformista de Leiden o Ámsterdam, no faltaban aquellos que habían sustituido la luz de la revelación divina por la concepción de luz interior. Los radicales reformistas, especialmente los "colegiantes" 25 del siglo XVII, habían llegado incluso a criticar a luteranos y calvinistas por su defensa de la alianza entre Iglesia y Estado 26 . El cambio de sujeto del espíritu a la razón natural humana que se gestó en estos credos, fue clave para la secularización de la razón y la actuación y espiritualidad del individuo en la Provincias Unidas 27 ; ello puede relacionarse con la libertad espiritual del ser humano a la que, según Hegel, contribuyeron tanto la Reforma Protestante como la Ilustración 28 . También puede explicar que Ripperdá tuviese tan pocos reparos en sus cambios de credo, a pesar de los límites legales de la república, donde no se había superado la preeminencia de la Iglesia Calvinista en medio de la permisividad intelectual reinante. Aun siendo un individuo de educación católica -y jesuítica-deudora del siglo anterior, era también partícipe de una transición intelectual que, en palabras de Adorno, tenía "el objetivo de quitar a los hombres el miedo y convertirlos en señores" 29 .
Las dos caras de Ripperdá: hombre de Estado y extranjero imprudente
Esta actitud ambigua, sin embargo, le haría víctima de críticas y burlas por su falta de moral y escrúpulos. De él diría Beretti-Landi que era "un homme sans principes, d'un esprit déreglé et étourdi et peu estimé" 30 , así como en un memorial dirigido a Felipe V, en el que se le presenta la famosa "Conversación curiosa entre el Duque de Ripperdá y D. Juan Francisco Brutto", el autor anónimo se refiere al holandés como "un extranjero tan corto de conducta para el intento, cuanto sobrado de maquinaciones maquiavelas" 31 . Pero también, quizá ello sirva para comprender la creencia aparentemente caprichosa de los reyes en lo oportuno de las maniobras de Ripperdá, por ser él mismo un proteico hombre nuevo, adecuado para una nueva razón de Estado tras el fracaso de la política de Alberoni. Adorno resulta certero en su análisis del concepto de hombre que empieza a surgir en los albores de la Ilustración: "El saber, que es poder, no conoce límites… Del mismo modo que está la disposición de los objetivos de la economía burguesa en la fábrica y en el campo de batalla, se halla también a la disposición de los emprendedores sin distinción de origen. Los reyes no disponen de la técnica más directamente que los comerciantes 32 ." Ripperdá, con esa aura arquetípica de aventurero, en cierto modo la contradice al hacer largos memoriales sobre gobierno, Hacienda, el ejército y la política exterior, como el que elogia el historiador británico William Coxe 33 , o como su encargo de reformar la infantería que muestra un manuscrito guardado en la Biblioteca Nacional de España 34 . Rosa María Alabrús, que también ha estudiado la "Conversación" de Ripperdá y Brutto, no duda en decir del holandés que "fue un arribista pero ni mucho menos fue un simple parásito cortesano. Al contrario, demostró incuestionable olfato para la política económica" 35 . Teniendo en cuenta la noción del emprendedor ilustrado de Horkheimer y Adorno, hay que decir que entender a Ripperdá sólo como un aventurero prototípico del siglo XVIII, o sólo como un pre-ilustrado incomprendido, sería un error; su comportamiento se puede comprender a través de concepciones ilustradas como también a partir de la cultura cortesana, relacionada con los arcana imperii y la razón de Estado de los dos siglos anteriores.
Una fuente que permitiría entender el atractivo de este personaje en la política española es el libro publicado en 1686, "El hombre práctico", del III conde de Fernán Núñez, a la sazón diplomático español en varias cortes extranjeras que moriría en 1721. En él alaba la práctica y la experiencia guiada hacia la acción útil, defendiendo la actitud de los "empíricos" sobre los "metódicos", al entender la política como un espacio para la inteligencia práctica y no la especulación teórica 36 . Al igual que con los espejos de príncipes, a raíz del lenguaje de la razón de Estado hubo una literatura del manual del "perfecto embajador", de inspiración estoica y aristotélica, que diferenciaba entre la prudencia privada, la doméstica y la política 37 . También, cual personaje gracianesco en varios aspectos, Ripperdá muestra sus cualidades de hombre práctico en cómo logra ascender, siendo sus cartas un fiel reflejo de sus habilidades.
Decía Gracián que "todas las cosas se han de saber tomar, no por el corte, sino por la empuñadura, que defiendan; mucho más la emulación. Al varón sabio más le aprovechan sus enemigos que al necio sus amigos" 38 . Tras sus harto complejas maniobras en Holanda, y su increíble mano izquierda recomponiéndose de los envites de sus enemigos, que lograron echarle de los Estados Generales 39 , logró ser nombrado enviado especial en Madrid. Previamente había intentado ser incluido en la delegación 32 Theodore W. Adorno, ibidem, p. 20. 33 William Coxe, España bajo el reinado de la Casa de Borbón 37 Ibidem, p. 143. 38 "Fabricáronle a muchos su grandeza los malévolos. Más fiera es la lisonja que el odio, pues remedia éste eficazmente las tachas que aquélla disimula". Baltasar Gracián, "Saber usar de los enemigos", op. cit. (2009), pp. 148-149. 39 Ana Mur Raurell, op. cit., t. I., p. 5. de la paz de Utrecht, sin descartar tampoco la embajada en Berlín 40 . Asentado en España, como relata Taxonera, la impresión inicial que causó en la corte fue buena. Aunque su primera relación de importancia fue el cardenal del Giudice, tras la caída de éste y por sus virtudes, logró hacerse con la confianza de Alberoni 41 ; a la sombra del cardenal y los cometidos que le encargaba, prosperaría en la corte española, ganando el favor de los reyes y la dirección de la Real Fábrica de tejidos de Guadalajara 42 . Por Coxe sabemos que tuvo que ver en la trama que los abates sicilianos Patania y Caraccioli, junto con el confesor real el padre Daubenton, urdieron para terminar de convencer a Felipe V de la destitución del cardenal 43 . De esta forma, tras haber convencido a Alberoni de ser infundados los recelos que su bienhallada presencia le provocaba, Ripperdá no dudó en asestarle una puñalada certera cuando la situación fue propicia. Así lo relata la "Conversación" de Brutto:
"Cogiéndole las circunstancias de su nazimiento, Padres y primeros principios de su vida, porque él se la refería sin embargo a Vuestra Excelencia por la amistad y confianza que tenía, y Vuestra Excelencia formó aquel escandaloso papel en francés, en medio pliego, de su vida, y le embió a Ámsterdam al impresor Humbrert, confidente de Vuestra Excelencia, que llenó la Europa de Papeles de la vida de Alberoni 44 ." No cabe mucha duda de que Ripperdá podría haber hecho suyos otros dos aforismos de Gracián: uno el de valerse de su novedad, "que mientras fuere nuevo, será estimado" 45 ; el otro "un grano de audacia con todos" 46 . Norbert Elias citaba a La Bruyère, otro hombre del XVII, diciendo sobre la vida en la corte que "es necesario ordenar las piezas y las baterías, tener un objetivo, inutilizar el del adversario a veces, arriesgarse y tentar la suerte" 47 . Éste rasgo de audacia y la metáfora de Elias sobre la corte como una "especia de bolsa", en la que la "opinión" sobre el "valor" de cada individuo no depende de su riqueza ni de sus capacidades, sino del favor real que goza y la influencia que ejerce sobre otros poderosos gracias a ella 48 , encajan perfectamente con los atrevimientos de Ripperdá en su ascenso. El testimonio que dan sus cartas así lo revela, 40 Koopmans, op. cit., pp. 165-184. 41 45 "Aplace la novedad, por la variedad, universalmente; refréscase el gusto y estímase más una medianía flamante que un extremo acostumbrado. Rózanse las eminencias, y viénense a envejecer; y advierta que durará poco esa gloria de novedad: a quatro días le perderán el respeto". Baltasar Gracián, "Válgase de su novedad", op. cit. (2009), p. 246. 46 "Ni la necedad ha de ser atrevida ni la virtud temerosa. Y si a la simplicidad le valió la confianza, ¡quánto más al valer y al saber!". "Un grano de audacia con todos", en ibidem, p. 202. 47 Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (tercera edición en español, segunda reimpresión), México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 574. 48 Ibidem, p. 575. teniendo además la habilidad de entreverar sus prudentes ataques ad hominem, siempre con alguna lisonja para los reyes o un servidor fiel, o con asuntos de Estado que reflejasen, como dijera Gracián, su "valer" y "saber".
Por ejemplo, para resaltar su clarividencia, en 1724 no duda en escribir a Felipe V que "Ils sont plus que quatre annés que j'ai dit à Votre Majesté la pure verité, disant qu'elle était vendu et trahi par son ministère, tant dans négociacions des Traités que des autres chauses (sic)", para luego proponer medidas concretas de gobierno relacionadas con el comercio y la política exterior, "que Votre Majesté n'avait pas en bon ordre ses troupes; que ses finances étaint mal governé" o que "n'ai avait des vessaux de gerre ni marine suficiente pour le commerce des Indes", concluyendo que "Je le prie qu'il assiste à Votre Majesté en tout et principalement dens (sic) la conjuncture presente… que persone au monde ne peut être plus attaché aux intérês de Votre Majesté et la famille Royale que moi" 49 .
Además de no guardarse en enviar otra carta con el mismo fin a la reina, es de observar también que, siguiendo otra reflexión de Gracián, "comprehensión de los genios con quien se trata: para conocer los intentos… Y cada uno según su afecto o su humor. Y todo muy lejos de la verdad. Sepa descifrar un semblante y deletrear el alma en los señales" 50 , en sus adulaciones muestra conocer tanto por experiencia como de oídas, los caracteres de sus benefactores; no es baladí su ensalce de la inteligencia y "raras cualidades" de la reina, siendo un comentario común de la época, como refleja el enviado diplomático de Lucca Lorenzo Salvatore Cenami, "dopo lo studio della Gramatica, Rettorica, Filosofia, della Geografia, e de' Sistema Celesti, si fece costume il passare molte ore del giorno su i libri", como que también "né piccolo ornamento gl'acresce la pittura, tanto più stimabile, quanto che rara nel sesso, e única forse in una destra reale" 51 .
Se percibe también una clara diferencia entre aquellos escritos dedicados a las intrigas personales -denotando por otra parte un nítido juicio en el reconocimiento de sus enemigos-, y otros abiertamente reformistas y concienzudos, en los que lanzaba iniciativas claras como que "todas las Rentas Generales deben estar arrendadas, y es cierto que darán casi el doblado de lo que producen hoy día estando en administración, y además… logra Su Majestad de no pagar los excesivos sueldos que satisface a los administradores"; o que "las rentas provinciales deben estar administradas par (sic) las mismas Provincias" 52 . De este "proyectismo" voluntarioso, el holandés pasa rápidamente a la sagacidad, cuando tras hablar del mal estado de la monarquía desde 1720, explica "que les persécutions du Ministère contre moi ont été seulement fondé sur 49 Carta de Ripperdá a Felipe V, Madrid, 13 de septiembre de 1724, AHN, Estado, leg. 2.460.III/12. 50 Baltasar Gracián, "Comprehensión de los genios con quien se trata", op. cit. (2009), pp. 247-248. 51 Son una serie de características que sorprendía verlas en una mujer en la época, a pesar de explicarse por la rica cultura cortesana y el amplio patrimonio artístico de la pequeña pero antigua corte de los Farnesio en Parma. No obstante, como referiría Belando al hablar de su "espíritu varonil", y como reflejan los grabados de Matías de Irala, representándola con atributos propios de un soberano masculino, la reina tenía fama de ser ambiciosa y tener sed de poder, que ejercería a expensas de su marido, propaganda que sus enemigos personales y de España difundirían en su contra, quedando el tópico asentado además en la historiografía del XVIII y del XIX. Pablo Vázquez Gestal, Una nueva majestad. Felipe V, Isabel de Farnesio y la identidad de la monarquía 53 .
No mostraría tampoco reparos en atacar a Grimaldo, del que en la "Conversación curiosa" de Brutto se dice que, junto con Bermúdez "son la honrra de la nación y los ministros que con mayor christiandad y Zelo miran por los intereses de Su Majestad y de la Corona" 54 . Tampoco se escapa Orendain. En una carta de noviembre de 1724, Ripperdá no duda en escribir al rey relatando cómo durante el reinado de Luis I, "Orendain se insinuó fuertemente en la gracia del Mariscal de Tessé, a quien sirvió en las ocasiones que se presentaron" y que se sabía que "era consentimiento y aprobación del Marques de Grimaldo", señalando también que "habiendo el Mariscal acusado el Marqués de Grimaldo de felonía, y otras maldades, las cuales y otras muchas ciertamente cometió el Marqués de Grimaldo como es notorio ya a todas naciones, se ha sabido que Grimaldo entendía bien manejar la cosa. Fingiendo él ser el enemigo de Orendain por de fuera" de forma que así pudiera "quedar en la confianza del rey" 55 .
Si bien hemos hablado de la audacia de Ripperdá como virtud para colocarse en la primacía del favor regio, desde la misma perspectiva de pensamiento hay que hablar de las flaquezas que otros testimonios evidencian. Como señala Ana Mur, Ripperdá distaba de ser ortodoxo respecto del estricto protocolo de la corte de los Habsburgo de Viena, pagando su reputación por ello fuera de la influencia de Felipe V y su esposa. A pesar de sus propia visión algo indulgente, entre los que le trataron había una impresión general de falta de diplomacia en su forma de proceder; Jacob Jan Hamel Bruynincx, embajador holandés -no debemos descartar por ello una predisposición negativa hacia su pródigo compatriota-, criticaba sus "desenfrenados discursos y maneras extrañas en una corte, donde un ministro necesitaría más bien usar mucha prudencia y gestión" 56 .
En otras, Ripperdá revela un rasgo de ingenuidad en contraste con su audacia y capacidades de seducción política. Son varias las otras máximas gracianescas que incumple el holandés en su desempeño diplomático en Viena. Por ejemplo, "nunca hablar de sí. O se ha de alabar, que es desvencimiento, o se ha de vituperar, que es poquedad; y, siendo culpa de cordura en el que dize, es pena de los que oyen" 57 . Así lo muestra que en sus cartas reprodujese frases como: "tengo ya en esta corte de Viena muchos amigos, y soy bien visto y estimado de los mismos emperadores que tienen entera confianza en mí, reconociéndome por hombre claro, franco y verdadero" 58 . También incumpliría el "no pagarse de la mucha cortesía… que sólo con el buen aire de una gorra encantan necios, digo desvanecidos. Hazen precio de la honra y pagan con el viento de unas buenas palabras" 59 . Ello es evidente en la suave y sutil forma de dar largas de la pareja imperial, tanto como del voluntarismo de Ripperdá y de las ansias de la reina, siendo numerosísima la correspondencia del enviado y de Orendain en torno al asunto de las bodas, que siempre recibirán las promesas como respuesta, o las dilaciones de tiempo sin que se concierte nada por escrito. Por ejemplo, "me respondió la emperatriz que estimaba infinito a Vuestra Majestad… y que de tal madre no podía sino 53 salir un hijo perfectísimo, como ya sabía que era el príncipe don Carlos, que esperaba que en Dios a su tiempo se harían los casamientos" 60 ; a pesar de la insistencia de Ripperdá en otras cartas: "Yo le respondí que nada menos que eso, que se debía responderme claro" 61 , ante lo que Carlos VI le daba largas continuamente: "Será preciso al menos dar un poco de tiempo para vencer esta dificultad (minoría de edad de María Teresa)" 62 .
Conclusión: caracterización de Ripperdá como trickster y go-between en los comienzos del reformismo
Todos los ejemplos vistos en la correspondencia, sirven para ilustrar la ambigüedad característica de este hombre de Estado y aventurero, culto y sagaz, al mismo tiempo que atrevido e ingenuo. En la época en la que el Mercurio Histórico Político difunde las informaciones de la política internacional por el continente, resulta increíblemente apropiado aplicar estas cualidades de la figura mitológica de Hermes 63 a un Ripperdá, cuyo periplo en Viena encaja sorprendentemente a la perfección con la figura del trickster. No sólo esto, sino que además es un hombre que ha construido su vida en torno a este modus operandi y que, igualmente, sin percibirlo a tenor de sus cartas, es utilizado por sus superiores en función de tal estereotipo, aun cuando las razones, críticas, sátiras y correspondencia revelen un continuo estado de confusión o alucinamiento ante el personaje. Este trickster o "burlador", es un préstamo de la figura que Paul Radin utilizara en 1955 para una figura típica del folklore de los indios Winnebago, y que otros estudios como el de Cristopher Vecsey han utilizado al ver la repetición de unas mismas características, en torno a personajes que aparecen en historias y mitologías de prácticamente todas las culturas; tal es el caso del dios Hermes en la mitología griega ya aludido 64 .
La caracterización del proteico holandés como tal, surge de las propias palabras de los que le conocieron, encajando perfectamente con los discursos circulantes en la cultura y jerga cortesana, política y diplomática que ya se ha introducido al comienzo. Patrick Laules no dudó en transmitir a Felipe V lo que el conde de Beretti-Landi opinó sobre Ripperdá por encargo suyo, siendo ambos extranjeros fogueados en las artes de la diplomacia; como dijera Michel de Montaigne de los embajadores, "no se limitan a cumplir el deseo de su señor, sino que lo forman y visten con su consejo" 65 . Beretti Landi, mostrando una opinión negativa del mismo, hablaba de su rara habilidad: 60 63 "A curious combination of typical trickster motifs can be found in the alchemical figure of Mercurius; for instance, his fondness for sly jokes and malicious pranks, his powers as a shape-shifter, his dual nature, half animal, half divine, his exposure to all kinds of tortures and -last but not least-his approximation to the figure of a saviour. These qualities make Mercurius seem like a daemonic being resurrected from primitive times, older even than the Greek Hermes". Carl Gustav Jung, "On the psychology of the trickster figure" en Paul Radin, The Trickster. A Study in American Indian Mythology, Nueva York, Schocken Books, 1972, p. 195. 64 Guillermo de Eugenio Pérez, Máscaras e identidad en la cultura ilustrada, Madrid, Biblioteca Nueva, 2015, pp. 202-203. 65 "The charge of ambassadors leaves them with a freer hand, much depending directly on their own judgement; they do not merely carry out their Master's will, they form that will and dress it by their "Il me parut extraordinaire qu'il désertat de la République de cet manière… je pris les papiers en depôt… m'attendant un'infinite des plaintes de ces Messieurs ci lorsque ils apprendraient qu'il était arrivé en Espagne… j'en était persuadé mais que seulement je l'en avait informé à fin qu'il sceut les sentiments de la patrie de Monsieur Ripperda 66 ".
Ripperdá encaja también con la definición jungiana que define a este trickster como la sombra del héroe 67 , un ser híbrido que reúne la figura del loco, del chivo expiatorio y del bufón, y que sin embargo concita la admiración de sus contemporáneos. Esta figura entre el engaño y la estulticia, que juega siempre al límite de lograr lo imposible y caer en un fracaso predecible, es también un arquetipo que muestra un entendimiento profundo de los límites de la realidad. Que funciona a través de su experiencia y sus actos cambiantes y ambiguos, suspendido entre lo fáctico y la trascendencia 68 ; también rasgo de una existencia desligada de los cánones. Así lo hemos visto con respecto a los aforismos de Balstasar Gracián, en torno a los cuales se construye siguiendo lo propio y lo contrario de los mismos según la ocasión, en un original manejo del acierto y el error a través del engaño y la exageración. Y al mismo tiempo, siguiendo la metáfora de la "fe de la mala fe" de Sartre 69 , guiado por una creencia firme en el sentido de los propios actos, que se materializa en sus reflexiones sobre la reforma del Estado, a las que no les faltaría reconocimiento tanto en la corte española como en el extranjero.
Como colofón, no cumplió Ripperdá uno de los preceptos de la prudencia que ensalzara Gracián, ser un "hombre de buen dexo" 70 , en su caída del poder. Según se relata en una carta de Orendain al embajador Stanhope 71 , parece que el duque se precipitó, pidiendo asilo en la casa del embajador Stanhope bajo el amparo del derecho de gentes 72 , lo que le valió ser acusado por crimen de lesa majestad debido al rumor de que había revelado información secreta de España 73 . Aun de buenas formas y actuando de acuerdo en el embajador Stanhope, el duque fue recluido en el alcázar de Segovia. Ripperdá, con ayuda de una sirviente en el alcázar, logró escapar, volviendo a La Haya, donde estableció relación con el alcaide Pérez, embajador del sultán de Marruecos, a donde acabaría yendo para ponerse a su servicio; posiblemente participaría en el fracasado ataque a Ceuta de 1732, refugiándose luego en Túnez donde vería la muerte 74 72 Sobre el derecho de gentes derivado del ius commune y a través de teóricos como el padre Francisco de Vitoria o Hugo Grocio, aplicado al funcionamiento de las leyes entre naciones, y la disputa teórica con el ius civile y la progresiva codificación de la ley en el siglo XVIII europeo. Peter A. J. van den Berg, op. cit., pp. 19-34. 73 Nicolás de Jesús Belando, "Historia civil de España, sucessos de la guerra y tratados de paz…, Parte quarta", Madrid, en la imprenta y librería de Manuel Fernández, impresor de la reverenda Cámara Apostólica, Cava Baja, 1744, p. 396. 74 Sytze van der Veen, Een Spaanse Groninger in Marokko. De Juan Bautista Orendain, flamante marqués de la Paz, no dudó en culpar y difamar a Ripperdá por su maniobra 75 .
Este novelesco episodio cumple con una de las facetas fundamentales del arquetipo del trickster: la del sufrimiento físico y mental, el fracaso frente al mundo del orden que lo caracteriza como el doppelgänger, la imagen especular del id freudiano inhibido, que sale a la superficie pero que sirve para ser el contraste de la consciencia real 76 . De tal forma que, a través de sus alteraciones y desarreglos que obedecen a patrones similares a las transformaciones que ejerce el arte -el arte del Estado en el caso de Ripperdá-, no hace sino afirmar la corrección del sistema vigente. Mientras que su embajada sirve para afrontar la seria problemática de una paz con Viena, sin posibilidad de llegar a ser plenamente satisfactoria bajo el prisma del revisionismo de Utrecht, el previsible fracaso y desgaste personal de Ripperdá sirven para salvar la política de Felipe V, al asumir toda la responsabilidad de los fracasos de las negociaciones. Con concepciones heredadas de la época de los arcana imperii y la razón de Estado, en los comienzos de los que historiográficamente se ha fijado como el reformismo borbónico y el comienzo de la Ilustración en nuestro país 77 , la figura híbrida de Ripperdá -un gobetween que nunca llegó a encajar del todo en las estructuras de poder de ninguna de las naciones en las que forjó su adversa fama-, es justamente defendida por la visión de aquél que la historiografía culpa de su caída en desgracia. Nada encajaría mejor a su papel de trickster por otro lado. Así, Königsegg en su famosa "Relation de l'Espagne" 78 , traducida y publicada por Pedro Voltes 79 , decía del holandés en 1726:
"Ha elaborado el proyecto más bonito del mundo, fundado sobre principios sólidos... pero se cree que este ministro fracasará dentro de poco tiempo, sea de una manera o de la otra, y que en suma, si no se hunden los españoles… Entonces, todos esos bonitos planes se irán en humo y las cosas volverán a su primera oscuridad. Esto sucedió ya en tiempo de los señores Amelot, Orry y Alberoni, y de este modo no causará asombro ver que ocurre lo mismo."
Asombrosa o no, la figura de Ripperdá está condenada a vivir en la ambigüedad, inseparable de su aventura personal, pero también de las formas de poder a caballo entre el siglo XVII y el XVIII; entre la moralidad e inmoralidad de sus procederes personales y sus profundas visiones de Estado; entre Holanda, España, Viena y el Norte de África; entre el secreto, la ingenuidad y la audacia; entre lo que decían de él y lo que él decía de sí mismo; y en definitiva, entre lo que tenía que hacer, lo que quería hacer y lo que hizo. del siglo XVIII: el duque de Ripperdá en Marruecos y Túnez", Historia 16, núm. 115 (1985), pp. 125-131. 75 Orendain le explica a Stanhope que "Señor mío, conoce el rey mi amo la comprensión de V.E. y le considera bien hecho cargo de las circunstancias del caso presente del duque de Ripperdá, para no poder suponer a V.E. ajeno de las perjudiciales consecuencias que resultaren contra su real autoridad sobre ministros, sin dejarse consentir al duque su temeridad, y viniese su majestad en asentir a las proposiciones que se resuelve a hacer por hallarse, a su parecer, absolutamente cubierto con la inmunidad de la casa de V.E.". Copia de carta de Orendain a Stanhope, Madrid, 21 de mayo de 1726, BNE, Ms. 18.213, f. 30v. 76 El Catastro del Marqués de la Ensenada ha sido intensamente utilizado como fuente cuantitativa para conocer los nervios económicos, sociales y demográficos de Castilla a mediados del siglo XVIII. Esta comunicación tiene como objetivo trascender las deducciones descriptivas en que se centra gran parte de la literatura existente y abordar el estudio del Proyecto de Única Contribución desde nuevas perspectivas que consideramos necesarias para arrojar luz sobre los mecanismos internos de las operaciones catastrales y los múltiples conflictos que se generaron a lo largo del proceso de elaboración. En este caso pretendo centrar mi atención en los problemas surgidos en torno a las averiguaciones y a los intentos de implantación de dicha reforma fiscal. Situándonos en un marco global dentro de la fiscalidad del Antiguo Régimen, una fiscalidad con una lógica interna asentada a lo largo de los siglos, y entendiendo el catastro como uno de los primeros indicios de transformación social y fiscal, una de las primeras fisuras de la maquinaria del Antiguo Régimen. Esta hipótesis que planteamos en la que el Catastro implicaría unos cambios importantísimos evidentemente se topó con multitud de resistencias 1 . El objetivo central de este proyecto es que a partir del análisis de la conflictividad en el Principado de Asturias podamos responder de manera práctica a las hipótesis planteadas; es decir dar unas respuestas (que podremos calificar de provisionales al ser un estudio de caso y no de todo Castilla) a una serie de preguntas que se centran por un lado en torno a la conflictividad y problemática surgida en torno a esta Magna averiguación fiscal y por otro en torno a la capacidad de reforma social, planteándonos sí existió un intento de cambio de las bases sociales del Antiguo Régimen, es decir, si los propios reformadores y los catastrados eran consecuentes de la capacidad de cambio que pudo llegar a tener la realización de estas averiguaciones y la posterior implantación de una sola contribución. Es evidente que la reforma ensenadista tuvo que enfrentarse con una férrea oposición, pero quienes eran esos opositores y por qué estaban en contra de dicho proyecto. 2 Además, me parece de sumo interés analizar cómo se canalizaban dichas protestas, como se expresaba el descontento ante una reforma de esta índole en la Castilla del siglo XVIII.
Está claro que en un proceso de estas características es imposible que no surgieran problemas entre dos grupos claramente opuestos, por un lado todo el aparato funcionarial y por el otro la masa de gente objeto de las pesquisas; pero en este caso el conflicto iría mucho más allá y surgiría también dentro de ambos grupos. Así el conflicto pasa por ser algo más que un simple enfrentamiento, sino que adoptará muchas caras y tipos.
Entendiendo el Proyecto de Única Contribución como un marco reformador de amplio espectro, el estudio de la conflictividad supone el estudio de las resistencias ante por un lado los intentos de racionalización y centralización y por otro de los cambios en el orden social establecido. Para su análisis se hace necesario acudir por un a las fuentes documentales que contienen las quejas de los que se sintieron agraviados: la correspondencia catastral, los libros de acuerdos de los ayuntamientos, los memoriales de los particulares, las representaciones dirigidas al Rey, etc. etc.
La conflictividad catastral es un tema que no ha suscitado un gran interés entre los expertos del Catastro; si encontramos varios artículos y aportaciones sobre la fiabilidad del catastro, es decir el grado de ocultación en las declaraciones, uno de los tipos de problemáticas que analizaremos posteriormente. Cabría señalar por un lado el artículo de Pérez García "El Catastro de Ensenada en tierras de León .Problemas y soluciones para su adecuado uso historiográfico 3 " el autor realiza una comparación entre los datos catastrales y documentación notarial (protocolos, inventarios...) con el propósito de discernir la fiabilidad de los datos contenidos en la Magna Averiguación, esta comparativa le lleva a señalar tanto discordancias dentro de los propios datos catastrales como fraudes en las declaraciones sobre todo en los tamaños y rendimientos, y la interesante aportación de la Dra. Camarero Bullón "La lucha contra la falsedad de las declaraciones en el Catastro de Ensenada (1750-1756)" 4 donde analiza y clasifica los tipos de intentos de ocultación que surgieron a lo largo de las averiguaciones y ejemplifica estos conflictos en diferentes pueblos y villas catastrados. Metodológicamente ambos artículos nos muestran y aportan un modelo de análisis de esta conflictivo catastral, pero nuestro análisis pretende dar un paso más, encuadrar esta conflictividad en un proceso de reforma social y económico más amplio.
Así mismo la mayoría de las obras sobre la conflictividad social en el siglo XVIII restan muy poco interés a los posibles conflictos surgidos durante el intento de implantación de la Única, se trata en muchos casos de estudios aislados sobre un lugar y un periodo pero no específicamente sobre los conflictos surgidos durante los años de las averiguaciones. Son obras centradas en la mayoría de los casos en los conflictos municipales y rurales, que quizás no profundizan en el conflicto y la reforma social, en los cambios y mutaciones, en muchos casos de carácter conflictivo, en los que se inserta el Catastro y muchas de las posteriores medidas borbónicas-Los planteamientos e hipótesis expuestos pretenden ser resueltos mediante el análisis de los principales escollos con los que se enfrentó el proyecto de Única Contribución en el Principado de Asturias. Así a partir del análisis de los conflictos de esta región pretendemos trazar un marco en el que comprender mejor todo lo que supuso el intento de Reforma ensenadista. Es necesario señalar desde este primer momento, que la realidad geográfica del Principado de Asturias tal como la conocemos hoy no era la de la época ensenadista. Aun así hemos decidido que este estudio aborde Asturias tal y como hoy es, y por esta razón se han incluido referencias a los concejos asturianos (Peñamelleras y Ribadedeva) que en 1750-53 formaban parte del llamado Bastón de Laredo, Intendencia de Burgos. Denominaremos a esta zona "La Asturias burgalesas".
Esta investigación estudia así los problemas a los que debían enfrentarse los funcionarios catastrales en el desarrollo de las averiguaciones, esta conflictividad surgiría del simple hecho de que averiguadores y averiguados poseían unos intereses que se presentaban como diametralmente opuestos, problemas de muy diversa tipología y que intentaremos analizar y desmenuzar ejemplificándolo mediante el análisis de una Intendencia castellana, el Principado de Asturias, una de las regiones que supuso más "dolores de cabeza" al aparato catastral durante el desarrollo de las averiguaciones llevadas a cabo para la implantación de la Real Única Contribución entre 1750 y 1753 5 .
Para alcanzar estos objetivos utilizaremos diversas fuentes y metodología. Para el análisis de la conflictividad en el Principado de Asturias utilizaremos las siguientes fuentes documentales: -La copia de las Respuestas Generales correspondientes al Principado de Asturias custodiadas en Archivo General de Simancas (A.G.S., 1ª Remesa, Dirección General de Rentas, libros 366 al 376, ambos inclusive). El análisis de esta fuente se realizara mediante la confección de una base de datos donde se recojan y clasifiquen los conflictos para elaborar una posterior tipología así como para conocer e identificar a sus protagonistas.
-La correspondencia de la Real Junta de Única Contribución con el Comisionado del Principado de Asturias (A.G.S., 1ª Remesa, Dirección General de Rentas, Legajos 1887 a 1889). Este fondo metacatastral es particularmente rico ya que no sólo conserva la correspondencia meramente administrativa entre el Comisionado Saavedra y la Real Junta, sino que también es particularmente rico en cartas remitidas a la autoridad central por otros protagonistas del proceso de elaboración del Catastro asturiano: subdelegados, autoridades del Principado, ayuntamientos, vecinos particulares, dependientes de la Contaduría de Hacienda…También hay que señalar la correspondencia entre la Real Junta el Comisionado y el Intendente de Burgos a cerca de la zona de Peñamellera y Ribadedeva, correspondiente a los Legajos 1860 a 1863.
-Las Actas Históricas de la Junta General del Principado de Asturias, que se conservan en el Archivo Histórico de Asturias. Las referencias sobre el establecimiento de la Única Contribución en el Principado de Asturias y la conflictividad surgida en torno al mismo se recogen en las Actas de la Junta General y Diputaciones desde el año 1751 hasta el año 1772 Para poder analizar la conflictividad en torno al proceso catastral, lo primero será definir que entendemos por conflicto, litigio, oposición o por resistencia. El conflicto pasa por ser algo más que un simple enfrentamiento, sino que adoptará muchas caras y tipos. Hay que tener en cuenta además que estamos hablando de un proceso en el que se estaba intentando cambiar un sistema impositivo asentado durante siglos, las fricciones y los conflictos pueden calificarse de hasta bajas en número comparados con las surgidas en otros intentos de reforma fiscal anteriores y posteriores.
Los litigios en torno a las operaciones catastrales han sido objeto de diversos análisis, Camarero Bullón, una de las máximas expertas en el ámbito catastral, define diferentes tipos de problemas: intentos de ocultación, sobornos, cárcel, delaciones, perjurios, altanería, prepotencia, servilismo, tráfico de influencias... 6 En su obra se ha centrado en estudiar los intentos de fraude en las respuestas catastrales, estos casos analizados por la autora serán o bien un intento de ocultación de bienes, o mediante la rebaja de las calidades de los terrenos, o mediante la disminución de la producción, falseando rendimientos o precios...estos sistemas de ocultación serian tanto individuales como colectivos, incluso uniéndose averiguadores y averiguados en el intento de engaño.
Tras el trabajo con la documentación asturiana podríamos identificar dos grandes tipos de conflictos dentro de esta Intendencia, por un lado los más numerosos los problemas de ocultación y fraude, por otro los diferentes problemas surgidos en torno al funcionariado catastral tanto dentro como contra este cuerpo.
Los problemas de ocultación serán un continuo dentro de la administración asturiana, ahora bien es necesario realizar una serie de puntualizaciones para comprender estos casos de ocultación o fraude. Desde los inicios de las averiguaciones la Real Junta de Única Contribución se mostró comprensiva y benévola con este tipo de situaciones, los miembros de la Junta entendían que era algo natural, normal que los vecinos intentasen ocultar bienes o declarar a la baja, así siempre trato de persuadir a los funcionarios para que intentasen conseguir la verdad por otros métodos, sobre todo mediante nuevas declaraciones, y pocas veces mediante el castigo. Ahora bien en determinados casos castigos ejemplarizantes servían para que los averiguados comprendiesen el poder de la maquina catastral. Hay que señalar también que es difícil discernir si las rectificaciones hechas muchas veces por los peritos en los propios libros oficiales pueden ser entendidos como un intento de ocultación, es complejo saber si las valoraciones de los peritos tendría un trasfondo de falsedad o simplemente contestaban aquello que bien entendían teniendo que ser luego arreglado por personas de mayor conocimiento, como señala Camarero Bullón en la mayoría de los casos fueron tenidas por olvidos o confusiones , pero no sería así en el caso asturiano donde el comisionado General Gabriel Francisco Arias de Saavedra se mostrará inflexible ante cualquier sospecha de fraude.
Para analizar estas tentativas y su intencionalidad y trasfondo he procedido a cruzar tanto los datos recogidos en los libros oficiales, en este caso en las Respuestas Generales correspondientes a los 214 términos asturianos , y la correspondencia entre la Real Junta de Única Contribución y el comisionado Saavedra ; la Real Junta como ya hemos dicho se mostrará siempre precavida ante estas denuncias , en diferentes ocasiones el comisionado se muestra descontento con la benevolencia de la Real Junta ante lo hechos que expone.
De las 214 operaciones realizadas en el actual Principado de Asturias, 53 de ellas tiene algún tipo de anotación posterior a su primera evacuación, es decir casi un 25% de las operaciones. Estas anotaciones no siempre corresponden a un conflicto, sino que en su revisión por parte del Subdelegado o del propio comisionado, este, encuentra algo que no estaba según su criterio adecuado a la norma catastral o bien declarada a la baja según su parecer, a veces simplemente es la falta de algún tipo de justificación.
Podemos señalar que estas anotaciones se corresponden en la mayoría de los casos a las respuestas 12, 14,17 y 18. Es decir problemas en torno a las utilidades, medidas, calidades y esquilmos de ganado. El comisionado Saavedra ordenará en la mayoría de los casos que se evacuen de nuevo, pero no por los mismos peritos o vecinos del término si no por vecinos de concejos colindantes prácticos en la materia: "El comisionado, que ha experimentado en aquellas Justicias, peritos y agrimensores la malicia con que proceden faltando a la verdad de sus declaraciones y respuestas en perjuicio de las diligencias siendo preciso repetirlas con personas acreditadas de otros pueblos para justificar lo cierto y aún enmendarlas... 7 " Al margen de estas generalidades pasaremos a analizar más detalladamente ciertos casos en los que las notas posteriores son algo más que un apunte o complemento a un olvido o una justificación que completa una respuesta. Por un lado media docena de concejos presentan conflictos en torno a otras preguntas, el caso del concejo de Carreño donde el subdelegado manda repetir las cuestiones relativas a los bienes del común, es decir las cuestiones 23 24 25 26 y 28 8 , así como el de Olloniego, perteneciente a Oviedo donde se repiten 23, 24, 25,26 y 27 9 en torno a molinos, colmenas, cirujanos...
El comisionado se mostró en todo momento inflexible, no se fiaba de lo respondido por los peritos, agrimensores y vecinos, si bien en la mayoría de los casos no castigo a estos y simplemente indicaba que podría achacarse "a su falta de inteligencia u a otros motivos" y busco tanto que adjuntasen las justificaciones como segundas opiniones en más de una decena de casos; incluso hubo un caso en el que volvería insistentemente sobre la misma cuestión, la pregunta número 12 del Coto de Cerdeño, en Oviedo, ya que la respuesta ofrecida por diversos peritos no acababa de convencer al comisionado 10 .
En algunas operaciones Saavedra no confía al subdelegado encargado en primera instancia de la realización de esta segunda pesquisa sino que, o bien lo deja en manos de uno de los escribanos como en la operación de Caso 11 de todos los labradores, hijos y criados del término, un ejemplo que una anotación posterior no suponía un intento de ocultación.
Existen casos en los que con la documentación existente es muy difícil discernir si se trata de un intento de ocultación o simplemente de un olvido fortuito como por ejemplo el caso de la operación del Coto de Montealegre en Castropol, donde Saavedra da cuenta de que no constan datos sobre la herrería y manda hacer las averiguaciones y unirlas a los autos 14 , o el caso de Siero donde en la respuesta 32 se había omitido la información relativa a los cirujanos. 15 Puede parecer que Asturias fue un terreno muy conflictivo y en el que sus vecinos intentaron por todos los medios "estafar" a la Real Hacienda, pero no puede escapársenos lo que Camarero Bullón denomina el "Factor comisionado" 16 , En este caso el comisionado para el Principado de Asturias fue Don Gabriel Francisco Arias de Saavedra Cáceres Maioralgo Monrroy y Zúñiga, se trataba de un hidalgo extremeño que mantenía buenos contactos en la Corte, puesto que estaba emparentado con el Marqués de Camarena y todo parece apuntar a que también conocía al miembro de la Real Junta, el Marqués de Puertonuevo con quien había coincidido en la Audiencia de Barcelona, donde el Marqués fue Regente y Saavedra oidor. El extremeño fue un hombre caracterizado en todo momento por su meticulosidad. El funcionario visitará muchas de las operaciones asturianas y mantendrá un incesante flujo de correspondencia con la Real Junta, órgano que en algunos casos se muestra abrumado por la personalidad de Saavedra.
Un ejemplo de su obsesión por que todo estuviese controlado, revisado y acorde a la legislación de la Única es el caso de la operación de Llanes donde casi dos años después de su evacuación Saavedra ordena que se completen los datos sobre los arbitrios de vino y cestería 17 .
La fuerte personalidad del comisionado también lo llevo a continuas desavenencias con las diferentes instancias de poder existentes en el Principado de Asturias. Prueba de ellos es el ejemplo que Camarero Bullón recoge en su obra para ejemplificar tanto los conflictos como la personalidad del comisionado .El 12 de abril de 1751 envía Saavedra una carta a la Junta "Poco tiempo después de haber llegado a esta ciudad, estando ausente el caballero regente de su Real Audiencia, D. Isidro Jil de Jaz, pedí a su decano me destinase un alguazil para que me sirviese, facilitase las diligencias de mi encargo y pudiese hacer por su medio los apremios que tuviese por convenientes" 18 .El regente confirmó días después la autorización, asignándole a Miguel de Villabrille. Pretendió Arias que el alguacil le sirviese de guardia permanente. La ausencia del alguacil de sus restantes obligaciones hizo que el regente revocase la concesión. Arias entiende esto como un grave desaire. La revocación del regente se produjo como consecuencia de los métodos empleados por Arias. La Real Junta entendió que el comisionado se había extralimitado de sus funciones y usado unos métodos y formas que estaban fuera de lugar, contestó con dureza al comisionado: que excuse molestar a la Junta con asuntos tan impertinentes que no ha manifestado otro 14 algún Intendente ni comisionado, como también de disputas con los ministros de la Audiencia, dedicándose sin estos embarazos al fin principal para que está destinado 19 El Catastro asturiano seguirá su andadura, marcada siempre por la personalidad de Saavedra y sus tensas relaciones con los poderes locales y provinciales y con la Real Junta. Algunos de los subdelegados escribirán personalmente a la Junta para denunciar los métodos y forma de actuar del comisionado, por ejemplo el 30 de diciembre de 1751 Don Frenando Coronel se había dirigido de forma particular a la Real Junta para criticar la forma de actuar del comisionado que a su parecer no seguía las directrices de la Real Instrucción 20 . Pidió permiso para informar directamente sobre las maldades de Saavedra. La Real Junta escribió al subdelegado pidiéndole datos concretos y asegurándole que todo este asunto se trataría con el mayor secreto. El 10 de febrero de 1752, desde Mieres del Camino, Don Fernando Coronel expone los errores que él consideraba Saavedra estaba cometiendo, por ejemplo, que ordenase nombrar peritos forasteros lo que ralentizaba mucho las operaciones de reconocimiento ya que no conocían el terreno. También insiste en lo dificultoso que es operar por concejos y que Saavedra desoye sus suplicas de permitir operar por parroquias.
Incluso el propio Procurador General de Principado de Asturias se quejará de los métodos que usa el comisionado, y que a su entender causaran gran perjuicio entre los asturianos .El Procurador enviara el 23 de Enero de 1752 carta a Saavedra para exponerle sus quejas; estas quejas representaran los continuos problemas que encontraría Saavedra en las operaciones y que entiende como malicia e intento de fraude por parte de los declarantes, es decir la respuesta número 12 que tantas anotaciones posteriores ocupará. El Procurador General defiende que el Principado posee unas características (su difícil orografía, el pequeño tamaño de las parcelas y la inexistencia de rotación o barbecho ,la infinidad de hórreos, paneras , molinos y caseríos, la importancia de los pastos y ganados abundantes...) que imposibilitan que en ella se apliquen minuciosamente las instrucciones dadas por la Real Junta, así insta al comisionado a que reflexione sobre estos asuntos y con el beneplácito de la Junta busque nuevos métodos para aliviar a los vasallos asturianos. La respuesta del comisionado es una muestra más de su personalidad y prepotencia, y su ironía ante las quejas del Principado: Yo perdono la poca merced que me hace poniendo la quexa en lugar de el agradecimiento que devía retribuirme por la suma equidad con que trato al Principado y celebro la bondad de VS de que quando se finga agraviado con mi práctica aia recurrido a mí con tan ingeniosas reflexiones para que la enmiende y no a la Real Junta para que me la reprehenda... 21 Estos son solo algunos ejemplos de los litigios que el comisionado fue enfrentándose durante las averiguaciones. Además también se enfrentará muchas veces a sus propios "empleados" Saavedra criticará la lentitud y mal hacer de algunos de ellos, por ejemplo el caso de la operación de San Tirso de Candamo realizada por el subdelegado Francisco Ayerbe y Aragón , el comisionado reconoce la operación encontrando muchos errores y señalando la falta de justificación y formalidad con que el subdelegado ha realizado las averiguaciones por no haberse arreglado a la instrucción 19 y los modelos , así lo aparta de las averiguaciones y manda al subdelegado Pedro Rivera corregir y enmendar las respuestas y en caso necesario formar una nueva audiencia, así habrá unas segundas Respuestas Generales realizándose las cuestiones de 19 a 40 22 .
Como ya hemos señalado el comisionado Saavedra tendrá problemas importantes con el subdelegado Fernando Coronel, cuando revisa las operaciones realizadas por este, Mieres y Pajares del Puerto encuentra multitud de defectos, entre ellos el de no haber resuelto la respuesta décima del interrogatorio. La Junta en su afán mediador decide apartar a Coronel de la Comisión asturiana ordenándolo que pase a la Intendencia leonesa 23 . Saavedra continuará quejándose de la actitud que había mantenido el subdelegado y pide que se le descuente de su sueldo ya que durante las operaciones utilizo días para sus fines propio. Aunque parecía que ya estaba todo arreglado, Saavedra recibe orden de arreglar las operaciones que Coronel había hecho en ambos concejos. Así en las respuestas de Mieres encontramos en un folio a parte "Arreglo de los reparos de las Respuestas Generales de la Jurisdicción de Mieres del Camino" y la evacuación de las preguntas 12, 14, 18 ,23 ,24 y 29. En el caso de Pajares ocurrirá prácticamente lo mismo y tras haber encargado al escribano que realizara las rectificaciones necesarias , finalmente se forma una segunda audiencia y se evacuan nuevamente las respuestas 2,9, 18,19,20,22,23,25,26,27,28,29,32 ,33 y 35. 24 Estando ya asentado Coronel en León y con el catastro casi finalizado en 1753 continuarán las desavenencias entre ambos funcionarios, Coronel continua quejándose a la Real Junta de las formas con las que trabaja el Comisionado teniendo que intermediar el Intendente de León Agustín Giráldez para la firma de la cuenta de los sueldos 25 Otro caso peculiar es el ocurrido en Avilés, donde figuran las conocidas como "antinotas de Saavedra" Dada la particular meticulosidad del comisionado, no es de extrañar que algunas de las informaciones recopiladas por él y su audiencia suscitaran ciertas controversias. Las principales las mantuvo con Bernardo Díaz Paniagua, Contador de León y encargado de revisar las operaciones catastrales del Principado de Asturias. En el caso de la villa de Avilés, y tras las habituales notas elaboradas por Paniagua, que intentaban completar y aclarar la información contenida en las respuestas, el comisionado antepuso unas "antinotas" en las no solo justificaba su actuación, sino que aprovechaba para rebatir las críticas de Bernardo Díaz Paniagua. No se libró tampoco el Catastro asturiano ni sus funcionarios de intentos de soborno por parte de algún vecino. En la operación de Caravia tuvo que enfrentarse el subdelegado con los caciques del lugar quienes intentaron sobornar a su escribano Sebastián Antonio Rodríguez Aramil y a los peritos que operaban. Así ante la información que le remite el escribano en carta explicándole que ante la presencia de determinadas personas poderosas es imposible la realización de las averiguaciones y reconocimientos ya que los peritos mienten por el soborno de los mandones. El subdelegado envía esta información a Saavedra quien ordena que Don José de Cangas y a Don Fernando Xavier Peón, los poderosos que intentaron el soborno, se personen en Oviedo y se mantengan en la ciudad mientras dure la operación catastral para permitir trabajar a la Audiencia 26 . 22 AGS, DGR, 1ª Remesa, lib 3 ff 118r-163v 23 Un caso curioso recogido en la correspondencia es el que ocurre en mayo de 1752 cuando los vecinos del coto de Leitariegos (Cangas de Narcea) envían una carta al comisionado pidiéndole que su población no fuese catastrada. La carta estaba acompañada de un Privilegio Real que concedía a los vecinos la absoluta excepción de todo tributo y por ello consideraban no era necesario realizar la operación catastral. Este privilegio había sido concedido por Alfonso XI en 1374 y desde entonces todos los reyes lo habían respetado y confirmado, incluido Fernando VI en 1746. Como explica a Saavedra el apoderado del coto, este privilegio respondía a la realidad del lugar que estaba durante ocho meses del año cubierto de nieve, lo que hacía imposible que los vecinos pudiesen contribuir. Sin embargo para la Junta no era el primer caso de este tipo, la ciudad del Campo de Gibraltar había planteado una instancia similar con lo que determinó la misma solución, debería hacerse la averiguación aunque el lugar poseyera unos derechos diferentes 27 .La operación catastral será realizada apenas un par de mes después sin ninguna incidencia reseñada.
Por otro lado ocurrirán otra serie de sucesos durante las operaciones que atentaran contra los funcionarios catastrales, el primero ocurre cuando se incendia en Pola de Siero, de manera un tanto extraña la casa donde se alojaban dos de los subdelegados que estaban operando en la zona Don Ignacio de Totosaus y Don Antonio Miralpeix. Para Saavedra no parece tratarse de un hecho fortuito, por lo que la Real Audiencia de Oviedo decide investigarlo. En opinión del Regente, el causante había sido Domingo Toribio, criado de unos de los subdelegados, quien se había quedado dormido en el pajar "dejando un cabo de sebo pequeño encendido, despertándose por los relinchos de los caballos cuando todo ardía" 28 Los enemigos de la Única Contribución en el Principado de Asturias o más bien de la contestada figura del comisionado Saavedra, que como define Gonzalo Anes fue riguroso en grado sumo y sobrado de imperio 29 En esta ocasión la acción fue más allá de las palabras. Una tarde de marzo de 1753 don Gabriel Ferreti, amanuense de la audiencia de don Bruno de Antentas y Ros, acudió a rezar en la capilla de San Nicolás, situada en la capital del Principado. Una vez arrodillado según narra Saavedra en carta a la Real Junta, un individuo embozado, que iba acompañado de otras tres o cuatro personas, "descargó un fuerte golpe de espada o palo en la caveza del referido Don Gabriel continuando después los compañeros en darle todos de palos hasta en las piernas estando ya caído en el suelo" 30 . Al día siguiente se supo la identidad del asaltante José Villademoros, estudiante matriculado en la Universidad de Oviedo, quien después del ataque se refugió en la casa del Rector de la Universidad ;éste le encarceló, pero según Saavedra sin la suficiente seguridad ya que escapó con la ayuda del sobrino del rector. El comisionado culpo de estos acontecimientos al mundo universitario ya que confiesa "el encono con que se miran los estudiantes y los empleados en Única Contribución 31 " En este caso los miembros de la Real Junta decidieron hacer una representación al Marqués de la Ensenada. El dictamen de Ensenada fue fulminante: "que se ponga orden de SM para que la audiencia proceda y entienda en la causa de 27 estos reos y proteja con sus auxilios los dependientes de la Única Contribución en que se interesa el Real Servicio32".
Uno de los concejos más conflictivos fue el de Villaviciosa dividido en tres operaciones: la capital y las parroquias del concejo, la operación del coto de Poreño y la del coto de Santa María de Valdedios. El coto de Valdedios, fue uno de los primeros cronológicamente hablando en el que el comisionado Saavedra tuvo que enfrentarse a un intento fehaciente de ocultación. Ya en la evacuación de las respuestas el subdelegado Gonzalo Fernández de Tejada mantuvo enfrentamientos con los peritos en las preguntas 9, 12, 14 y 17, algo que el subdelegado comunica a Saavedra junto con él envió de las respuestas. El comisionado revisa las mismas e insta al subdelegado que compruebe y ratifique lo declarado con la ayuda de labradores del lugar; así el subdelegado vuelve a reunir a los peritos para que ratifiquen sus declaraciones. Las investigaciones de Tejada dejan claro que los peritos y vecinos habían tendido a aminorar tanto las calidades agronómicas de las tierras como a reducir sus rendimientos. Saavedra envía misiva a la Real Junta el 15 de marzo de 1752 exponiendo lo acaecido y las medidas que debe tomar ante un caso comprobado de intento de fraude "El comisionado, que ha experimentado en aquellas Justicias, peritos y agrimensores la malicia con que proceden faltando a la verdad de sus declaraciones y respuestas en perjuicio de las diligencias siendo preciso repetirlas con personas acreditadas de otros pueblos para justificar lo cierto y aún enmendarlas como acaba de suceder a su subdelegado Don Gonzalo Tejada en el Coto de Valdedios, enmendando los mismos peritos del coto sus declaraciones mediante la adjunta carta con que instruyó a su subdelegado por lo que juzga conveniente se proceda a multarlos en aquella cantidad que hayan ocasionado de gastos a la Audiencia detenida en recibir la referida información para cortar por este medio este abuso 33 ". El caso de la operación de la capital del concejo y sus cotos será el litigio mejor estudiado del Principiado de Asturias, ya que ha sido objeto del análisis de Camarero Bullón en varias ocasiones 34 . Haré aquí pues un sucinto resumen del conflicto. El subdelegado Don Gonzalo de Tejada se da cuenta de que los peritos no respondían libremente a determinadas cuestiones debido a la presencia de dos individuos, el Juez Noble, Don Francisco de Solares, Marques de Campo, y el Escribano de Ayuntamiento. Continuo la evacuación de las respuestas pero los peritos continuaban obedeciendo a las mismas sujeciones. Todos estos hechos eran comunicados a la Real Junta por Saavedra. Consciente el Juez Noble de la Villa que necesita actuar, ya que su plana peligra, envía una "instrucción" a los peritos que deben declarar en el concejo, "recomendándoles" que deben contestar al interrogatorio. Pero el subdelegado intercepta uno de estos documentos, poniéndolo en conocimientos del Comisionado. Ante el desarrollo de los acontecimientos Solares escribe al regente de Oviedo y a la Real Junta quejándose de las formas con las que ha actuado el funcionario. La Real Junta, que por un lado conocía la información remitida por Saavedra y la remitida por Solares, pide al Regente Gil de Jaz que envíe su versión de los hechos. La postura de Gil de Jaz dando amparo a las denuncias del alcalde noble e intentando buscar una solución que no dañara ni el honor del Marqués, ni la autoridad del subdelegado, no convence a la Real Junta, y por una vez le da plenamente la razón 32 AGS, DGR, 1ª Remesa, leg 1.888, Junta de 29 de marzo de 1753. 33 al Comisionado y considera preciso el escarmiento, esto provocó que se dictara una de las órdenes más duras "Atendiendo la Real Junta de la Única Contribución al servicio de S. M., y desempeño de su Real confianza en este encargo, ha tenido por conveniente tomar la providencia de prevenir a V. S. que haga comparecer en esta Corte, dentro de el término de quince días, y con apercibimiento de la pena de mil ducados, a Dn. Francisco Solares, juez noble y vezino de Villaviciosa, a Dn. Andrés Cardín, escribano de Ayuntamiento, a Dn. Juan Antonio Peón Valdés, procurador general, y al también escribano Manuel de Peón, quienes deberán presentarse a disposición de la misma Real Junta" 35
La historiografía del despotismo ilustrado: el siglo XVIII visto por los historiadores del XIX
The historiography of the Enlightened Despotism: the 18th century as seen by 19th-century historians
Alfonso CALDERÓN ARGELICH Universidad Autónoma de Barcelona
Balance provisional de una polémica historiográfica. Estudios sobre conciencia política común en la sociedad española moderna
Provisional results of a historiographical controversy.Studies on political consciousness of ordinary people in modern Spanish society
Francisco PRECIOSO IZQUIERDO Universidad de Murcia
La política vivida en la historiografía española. Espacios, medios y coyunturas
Al igual que en el resto de Europa, una parte muy significativa de la historiografía española ocupada en el estudio de la politización de la sociedad moderna, lo ha hecho en marcos analíticos relacionados con el desarrollo de la cultura escrita, el peso de la oralidad, las formas de oposición, crítica, etc. La mayoría de aproximaciones han carecido de un enfoque unitario, a pesar que no han faltado intentos de abordar en común aspectos diversos al mundo político y cultural de la España de 1500 a 1800. En este último sentido, destacan las reflexiones del propio Peter Burke profundizando en algunos extremos teóricos y metodológicos ya tratados por el autor en uno de sus últimos libros 8 . Otro tanto puede decirse del trabajo publicado por Alabrús Iglesias acerca de la trayectoria de la opinión política y su conexión con el mundo de las élites de poder, auténticos lobbies o grupos de presión siempre interesados en influir sobre la colectividad a través de mensajes hábilmente difundidos 9 . Igual de significativo resulta el artículo de Franco Rubio sobre las prácticas culturales puestas en marcha durante el tiempo de los Borbones y su canalización hacia la política de reformas en los sucesivos gobiernos dieciochescos 10 .
No obstante, la atomización de los estudios y la dispersión de objetos ha sido la tónica dominante, una realidad que no nos impide poner en común la serie de investigaciones publicadas en los últimos años con el fin de extraer algunas conclusiones generales que nos permitan conocer algo mejor qué se ha investigado en relación a los supuestos de concienciación y politización de la sociedad española moderna. De este modo, sin proponérselo, los estudiosos de la opinión pública, la propaganda, la información, las revueltas populares o la cultura política, nos han legado diversos testimonios que debidamente contextualizados y ordenados pueden servirnos en nuestro propósito evaluador.
Debido a la extraordinaria variedad temática, hemos decidido agrupar en tres categorías básicas la amplia gama de posibilidades de nuestro balance, una reducción que no implica la exclusión o aislamiento artificial de textos sino que persigue fines de claridad en la exposición y análisis. En consecuencia, tanto los espacios como los medios y las coyunturas deben considerarse conceptos permeables y meras abstracciones parciales sin más pretensión que la de servir de elementos referenciales.
Los espacios.
Una de las preocupaciones comunes tanto a los investigadores de la opinión como de las élites, las representaciones, etc., atañe a los espacios donde tiene lugar la transmisión o exposición de imágenes, discursos políticos o estatus de poder. Se trata de lugares o escenarios de diversa naturaleza en los que las autoridades interesadas despliegan una actividad propagandística o los vecinos y curiosos se informan sobre tal o cual hecho, generando con ello un nivel primario de conocimiento y difusión de noticias.
En la España del Antiguo Régimen, la corte fue el espacio privilegiado para la exposición y transmisión de información política. Era allí donde se generaban gran parte de las noticias que posteriormente rebasaban sus propios límites hasta alcanzar las plazas públicas de las villas, conventos, casas y hogares. En este sentido, se entiende el interés de la historiografía por el análisis de las ciudades cortesanas como escenario de representación y manifestación del poder 11 . Otro tanto ha ocurrido con el mundo urbano, primer centro político y administrativo para la mayoría de la población 12 este caso, se ha estudiado principalmente el papel de las ciudades, sus concejos e instituciones político-religiosas, como conformadoras de identidades políticas que servían para reforzar vínculos comunitarios a escala monarquía 13 . Pero si por algo destaca el interés en las ciudades ha sido por su potencialidad escenográfica y la visibilidad de sus representaciones públicas, auténticas formas de propaganda y exposición política a través de los diversos rituales y ceremonias civiles 14 , festivas 15 , actos de ajusticiamiento 16 , etc.
Sorprende el escaso número de publicaciones relativas a espacios como el religioso, máxime cuando en la actualidad, conocemos cada vez mejor la función y los modos propagandísticos empleados por la Iglesia y sus clérigos en la eficaz comunicación de mensajes y prédicas que podían esconder críticas o servir de transmisores de la tensión política del momento 17 . Igualmente, hemos de reconocer el limitado número de artículos sobre la experiencia política en el ámbito doméstico y familiar así como en el resto de espacios que escapaban a la rigidez de lo institucional (caso de las tabernas, posadas o talleres), plazas -sin duda-complejas de abordar pero de gran relevancia para pulsar la forma de esa otra política, la que se habla en las calles y llega a los hogares o lugares de trabajo y ocio, donde se discute en un ambiente cercano, se deforman los discursos y se generan actitudes de consenso, aceptación o rechazo 18 .
Los medios.
El estudio de lo que hemos denominado genéricamente medios incluye -al igual que el apartado anterior-una realidad muy heterogénea. Gracias al desarrollo de disciplinas ligadas a la historia de la opinión pública, la propaganda y la comunicación, conocemos bien muchos de los materiales y herramientas utilizadas en la difusión de ideas, mensajes o simples soflamas. Medios de diversa naturaleza (visuales, orales o escritos), empleados en la comunicación y exposición social de noticias y acontecimientos políticos a través de los cuales se lograba hacer llegar a un público mayor aquello que se pretendía 19 .
En este sentido, cabría destacar la importancia de los discursos leídos o expuestos para su visualización, cuya circulación sabemos hoy que no fue menor entre una población a la que se orientaba pero también se informaba de los pormenores de una batalla, un nacimiento o defunción real 20 . Otro de los medios representativos del cada vez mayor interés popular por la política son los pasquines y libelos. Fuente de extraordinario valor por su enorme capacidad de divulgación, acusación y ofensa, su forma escrita y breve garantizaba una resonancia social amplia entre sectores populares 21 . También la sátira política puede contemplarse en la actualidad como una herramienta eficaz en la difusión crítica o burlona de los asuntos públicos y la denuncia subversiva contra un determinado orden de cosas 22 .
Asimismo, debemos hacer referencia al protagonismo que en los últimos años ha despertado el estudio del género epistolar, una de las ramas más exitosas de la historia social de la cultura escrita. Su consolidación como práctica informativa a lo largo del periodo moderno, hacen de la correspondencia un medio contrastado para el análisis del intercambio y circulación de noticias, un material idóneo para el estudio de la difusión de información política en la sociedad del Antiguo Régimen 23 . A medio camino entre la correspondencia y la prensa 24 , nos encontramos un subgénero de avisos y relaciones de sucesos que bien puede considerarse ejemplo del interés de un público en aumento por saber y estar al tanto de los acontecimientos más significativos localizados en el entorno de los reyes, los gobernantes y los poderosos. Su mercantilización y la especialización de un alto número individuos en la redacción de noticias prueba la existencia de ese particular modo de adquirir o consumir información sobre una amplia gama de asuntos entre los que destacan -sin duda-los políticos 25 .
De igual forma, las crónicas de viajes o desplazamientos reales se han descubierto como una fuente de notable valor para el estudio de la politización de la sociedad moderna, ya que, además de las particularidades organizativas del trayecto y la descripción exagerada de los recibimientos populares, se pueden advertir otras muchas actitudes de rechazo o críticas veladas contra los gobernantes 26 .
Otro de los medios más estudiados en los últimos años ha sido el relativo a la actividad de los predicadores y sus sermones, materiales que han merecido un papel bien señalado en la estructura de la incipiente opinión pública de los tiempos modernos por su enorme virtualidad como cauces para la propaganda política 27 . Por último, hemos de destacar los estudios publicados recientemente sobre el papel de la censura, una actividad reflejo de la expansión de la literatura escrita y la necesidad de asegurar el control sobre el pensamiento y la difusión de la producción intelectual 28 .
Las coyunturas.
El análisis de las coyunturas viene impuesto por la especial segmentación de los estudios sobre opinión, crítica u oposición, vías indirectas que nos permiten penetrar en algunas de las dimensiones más sobresalientes para el estudio de la politización de la sociedad española moderna. La ausencia de perspectivas de conjunto y el énfasis por el tiempo medio y corto, ha supuesto una cierta recuperación del acontecimiento como conformador de opiniones, discursos encontrados, memorias, etc. Por esta razón, no son pocos los testimonios localizados a partir de los cuales profundizar en múltiples parcelas en las que -de forma directa o indirecta-nos percatamos del interés o la participación de una parte notable de la sociedad en la circulación y acceso a la información.
Ante este panorama, hemos de destacar el siglo XVII como una de las coyunturas más reiteradas en los estudios sobre politización. Un hecho que debe en buena medida a la reconsideración de la "sociedad del Barroco" como organización participada ya por las primeras formas culturales de masas, lo que -a juicio de Maravall-derivó en una tímida pero perceptible extensión de la política a otros espacios de discusión como la calle 29 . Así, cabe subrayar el periodo inaugurado por el advenimiento de Felipe III al trono de la monarquía española, una coyuntura que algunos historiadores sitúan en el origen de la opinión pública/política en España 30 .
Reacciones diversas y opiniones desiguales como las generadas tras la firma de la Tregua de los Doce Años, confirman la apertura de cierta flexibilidad en la 25 31 . Una tendencia que seguirá al alza en otro de los momentos de mayor efervescencia política, esto es, el que tendrá lugar tras la expulsión de la comunidad morisca, decisión controvertida que no impidió a buena parte de los grupos y facciones de la élite de la monarquía manifestar posiciones antagónicas 32 .
Otro de los periodos preferentemente estudiados desde la perspectiva de la opinión y la politización del común ha sido el definido por la guerra de Sucesión española 33 . En este sentido, nos encontramos con investigaciones orientadas hacia el estudio de la movilización social y la elección política por parte de una población que recibía continuos estímulos para dar su apoyo a uno u otro candidato 34 . También han aparecido trabajos que hacen hincapié en el papel jugado por actores tradicionalmente pasados por alto como las mujeres 35 o las repercusiones de batallas y acontecimientos militares reflejados en la prensa extranjera 36 . Andando en el siglo, se cuentan escasísimas las publicaciones sobre motines y revueltas "populares" como la acaecida en 1766 37 .
Conclusiones y propuestas
Nuestro balance ha puesto en común un número de artículos de diversa índole a través de los cuales hemos podido analizar una parte del estado actual de la historiografía sobre los supuestos de extensión de la conciencia política en la sociedad española moderna. A falta de completar el análisis con la necesaria suma del resto de fuentes (entre libros y monografías, capítulos de libro o actas de congreso), el resultado del estudio de las publicaciones periódicas más recientes nos permite arrojar ya una serie provisional de conclusiones.
La primera ha quedado anunciada al comienzo de nuestro texto, es decir, la excesiva atomización de los objetos de estudio y la consecuente ausencia de lecturas o trabajos de conjunto. Fruto en buena medida de la naturaleza heterogénea de nuestro balance, creemos sin embargo que la escasa definición metodológica es una de las razones más evidentes de la fragmentación seguida a la hora de evaluar el factor político en la sociedad y cultura de la Edad Moderna. En este sentido, si bien parece necesario una obligada reducción de la perspectiva micro-analítica que favorezca el examen del "universo particular" de actitudes, valores y formas de comunicación, no menos importante parece una puesta en consideración de lo reducido en lo colectivo, del caso concreto en un contexto más amplio en el que valorar cada objeto dentro de un todo más complejo y estructural. 31 Alberto Mariano Rodríguez Martínez, "Entre la conveniencia y la reputación: una aproximación a las opiniones generadas por la firma de la Tregua de los Doce Años", Chronica Nova. Revista de Historia Moderna, 39 (2013), pp. 291-320. 32 José Martínez Millán, "Las facciones cortesanas ante la expulsión de los moriscos", Chronica Nova. Revista de Historia Moderna, 36 (2010), pp. 143-196. 33 Posiblemente, la guerra de Sucesión ha sido uno de los hitos historiográficos más tempranamente atendidos por los estudiosos de la opinión y la crítica política, una tradición que tiene en los trabajos de Pérez Picazo y Egido López sólidos referentes. 34 En segundo lugar, junto a la metodología comparativa y de escalas, debemos subrayar la práctica inexistencia de la perspectiva relacional. Este paradigma historiográfico podría servir con plena coherencia a la forma más actual de concebir los procesos comunicativos como un diálogo en el que se destaca la importancia de las acciones tanto individuales como grupales, los micro-espacios, etc. La trascendencia de las conexiones, interacciones y redes de relación, permitirían captar la larga cadena de intereses, oposiciones y reacciones que la información política llegaba a generar en el seno de una comunidad así como los espacios y medios que era preciso poner en circulación para llevar y traer todo el nervio político. La aplicación del enfoque relacional, en tercer lugar, podría proporcionar respuestas básicas sobre quién o quiénes emiten y reciben la información, cómo se transmite o expone la comunicación que llega finalmente a las plazas, calles o casas y finalmente qué era lo que se expone y circula, con qué objetivos o intenciones se procesa y se transmite mediante el habla, la escritura o lo visual.
Analizar los móviles que impulsaban a la "gente corriente" a mostrar determinado interés por acontecimientos, hechos o decisiones de la más alta trascendencia política, se nos presenta como una vía de enorme recorrido para seguir avanzando en el estudio de la organización social del Antiguo Régimen. Una sociedad que comienza a perder sus notas definitorias tradicionales -como sujeto pasivo en lo político-a favor de una capacidad -cada vez más reconocida-de recibir y formular mensajes críticos sobre la realidad del momento. El principal reto de esta forma de hacer historia se dirige a comprender la compleja relación de la sociedad del pasado con lo político, entendido éste en su forma más actual, como elemento vertebrador y articulador de prácticas y relaciones conformadoras, también, del sistema social.
Cuando la naturaleza manda: percepciones de los desastres 1. Introducción
En las últimas décadas se está produciendo una revisión historiográfica del reinado de Felipe III analizándose desde nuevas y diferentes perspectivas, que rompe de forma directa con los estereotipos y críticas que habían dibujado una visión en la que predominaban las sombras extendiéndose no sólo a la figura del monarca, sino especialmente a la figura del duque de Lerma, valido de Felipe III 1 . De esta manera, se ofrece un panorama mucho más rico y complejo, siendo un reinado continuador, pero también con importantes evoluciones y cambios.
En esta línea, recientes investigaciones enfatizan el cambio de la actitud sobre la opinión pública del reinado respecto al de su predecesor, Felipe II 2 , definido en líneas generales como un régimen político más abierto. La vida cultural durante este reinado presentó una fase de notable dinamismo por diferentes causas, entre las que destacó la relajación de las prácticas censoras tanto de la Inquisición como de la Corona, debido a la falta de imposición de filtros preventivos a diferentes tipologías de escritos como memoriales, arbitrios o escritos jurídicos que abordaban cuestiones del momento de notable interés, facilitando de esta forma, su crecimiento en número y extensión, permitiendo su mayor difusión entre el público 3 . Además, los avisos, las relaciones de hechos y la correspondencia de la corte, que tampoco eran objeto de una especial vigilancia, permitieron una circulación de noticias sistemática 4 . Así pues, fue posible el desarrollo de una opinión pública más articulada, las noticias y opiniones crecieron en número, influenciadas también por el propio devenir de la cultura del Siglo de Oro, siendo mayor su alcance y, extendiéndose incluso fuera de los circuitos cortesanos; por ello, la población pudo convertirse en juez colectivo de las realidades con las que convivían. Conviene matizar que el aumento de la difusión de las noticias 5 no significó que la población accediera a las mismas por igual, dado que el nivel cultural y social, la actividad profesional, la residencia o el desconocimiento de las mismas, fueron elementos imprescindibles a la hora de informarse con mayor profundidad de los acontecimientos ocurridos. En este sentido, las noticias que tenían mayor interés para la población eran: las decisiones políticas, ya fueran de índole interna o externa, las celebraciones y festividades cortesanas, las medidas de carácter fiscal a diferentes niveles, los escándalos en la cúspide social y política, los nombramientos de los principales cargos de la monarquía o, la llegada de las flotas indianas 6 .
En este contexto de florecimiento de noticias, era necesario para la Corona conocer con el mayor detalle posible lo que ocurrió en los diferentes territorios que la componían. Para acercarse a la visión que en la Corte se tenía sobre dichos espacios, resulta pertinente ver qué tipo de noticias llegaban, cómo se escribían y difundían en la capital y alrededores, permitiendo entender cómo la élite de una de las monarquías hegemónicas durante la Edad Moderna entendía la realidad de un espacio que se iba la cuestión prácticamente actualizado sobre el reinado de Felipe III y los estudios americanistas del período, detallando las nuevas líneas de investigación. 2 Michele Olivari, Avisos, pasquines y rumores. Los comienzos de la opinión pública en la España del siglo XVII, Madrid, Cátedra, 2014; y, Idem, Entre el trono y la opinión, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2012. 3 M. Olivari, Avisos, pasquines..., p. 484. 4 Ibidem. 5 Los canales de comunicación y los lugares de difusión son fundamentales para entender cómo circulaba la información y para conocer las percepciones de la sociedad ante la realidad con la que convivían. A ello, debe sumarse la política de la Corona sobre su regulación y la actuación ante la difusión de noticias que escapaban de su control. Algunas obras que analizan estos aspectos son: Fernando Bouza, administrando, descubriendo y conquistando día a día, en dónde el factor tiempo y la veracidad de la información eran condicionantes a tener en cuenta.
Catástrofes naturales: preocupación e indiferencia sin azar
Los desastres, en general, han sido definidos por fenómenos que afectan a las personas y/o sectores productivos y que, provocando daños de consideración en las infraestructuras físicas y de servicios, empeoran las condiciones de vida de diversos sectores de la población que ven alterada su actividad cotidiana 7 ; por este motivo, se suele denominar desastres naturales a aquellos sucesos catastróficos relacionados de alguna manera con procesos naturales 8 . En nuestro caso, cabe preguntarse si realmente a la corte le afectaba; cuáles eran sus valoraciones; si influía la localización de la catástrofe en su percepción y, si eran rodeadas por algún elemento sobrenatural o conocían los motivos reales por los que estos sucesos ocurrían.
La influencia del contexto interno y externo que atravesó la Monarquía Hispánica influyó obviamente en la percepción de los desastres naturales. Sucesos como la expulsión de moriscos; el traslado de la corte a Valladolid y su retorno de nuevo a Madrid; los problemas económicos que dejaron en una situación más que comprometida las cuentas reales; la búsqueda de la paz con diferentes naciones europeas; o, el mismo período de Unión de Coronas, son acontecimientos que deben valorarse debido a que atrajeron en función de la coyuntura el interés de la corte y, en ocasiones, la atención por otras temáticas, dejando los espacios ultramarinos a un segundo plano.
Tras un análisis minucioso de las Relaciones de Cabrera en referencia a los espacios ultramarinos, se obtiene un elevado número de noticias, que asciende a cuatrocientas cincuenta y nueve, en las que destacan temas políticos y económicos. La información plasmada en cada noticia podía tener continuidad a lo largo del tiempo, mejorando así su contenido, siendo más detallista o matizando información errónea en nuevas anteriores. Por ello, resulta necesario relacionarlas para observar que la información recibida era variada, procedente de diferentes canales de información en dónde el papel de la rumorología, la diplomacia y el interés, las condicionaban y, por ende, la propia actuación de la Corona. Las referencias a los desastres naturales en los espacios ultramarinos 9 impregnaron la obra de Cabrera que, en determinados casos, enfatizó las propias impresiones que provocaron en la corte. El interés suscitado en ellos tenía su origen en que formaban parte de la realidad con la que las élites cortesanas convivían fundamentado en la imposibilidad de controlarlos y su espontaneidad, además de los daños que ocasionaban tanto a nivel económico y humano. Por ello, en ocasiones, la expresión utilizada por el historiador madrileño reflejó perfectamente tanto su 7 Guillermo A. Espinoza, "El manejo de los desastres naturales: conceptos y definiciones básicas aplicadas a Chile", Medioambiente y urbanización, 30 (1990), p. 21 y María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, "Los desastres naturales en América: el aporte de la geografía histórica en el caso de Chile", Revista Rábida, 18 (1999), p. 25. 8 María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica (siglos XVI al XX), Huelva, Universidad de Huelva, 2004, p. 23. Esta definición engloba a terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis, sequías, inundaciones, tormentas, huracanes o plagas. En este trabajo se incorpora otros fenómenos naturales que provocaron daños humanos y materiales como incendios, rayos o temporales. Sobre los incendios, a pesar de incorporarlos al análisis, no se conoce si se produjeron por causas naturales o no, ya que la información proporcionada por Cabrera no permite despejar esta incógnita. En el resto de desastres naturales si queda probada la acción exclusiva de la naturaleza. 9 Se indicará qué otras catástrofes naturales ha obviado Cabrera. El porqué de la recogida de algunas catástrofes naturales y la exclusión de otras que incluso pueden provocar un mayor número de víctimas y daños materiales es una de las preguntas a realizarse y para cuya respuesta puede apuntarse diferentes hipótesis. mentalidad como la cortesana, aunque a veces, la información sobre el suceso era escasa, mostrando una mera narración sin manifestar percepciones o determinando solamente el número de víctimas o daños materiales de forma genérica. En total, hay cuarenta y nueve noticias que hacen referencia a veinticinco catástrofes naturales diferentes 10 (Tabla 1), cuya localización se divide en dieciocho ocurridas en el mar u océano; cinco en tierra; y, dos, resultado de ser una combinación de ambas. Las catástrofes naturales que incidieron en los navíos que circulaban por los espacios ultramarinos son mayoría en las Relaciones. La navegación entre España y sus Indias Occidentales constituía en los siglos XVI y XVII una aventura que suponía un considerable riesgo, a pesar de los avances realizados en la navegación en las centurias previas 12 , y por ello, la incidencia de las catástrofes naturales era un condicionante importante al que podía enfrentarse cualquier expedición. Aun así, la siniestralidad en la Carrera de Indias fue muy baja, con porcentajes inferiores al 5% tanto en el número de embarcaciones, como en el de toneladas 13 Respecto a la información de todos los registros (Tabla 3), se percibe si hubo víctimas mortales; los daños materiales ocasionados y de qué tipo; el número de noticias asociadas a dicho registro; así como su impacto en la corte. En catorce de las veinticinco catástrofes hay referencias sobre cómo se percibieron, mientras que en las once restantes, solamente, se detalló una descripción de los hechos. 17 La localización del Atlántico recogida en la tabla es poco precisa, pero es la terminología empleada por Cabrera. 18 22 La fecha señalada en la tabla corresponde a la de recepción del suceso en la corte y no cuando éste se produjo, ya que su llegada al ámbito cortesano permite analizar las percepciones. Las catástrofes que aparecen con dos fechas hacen referencia a su conocimiento por primera vez y a la última en la que siguen llegando noticias sobre el suceso. Asimismo, el apartado impacto hace referencia al mismo en la corte en función del lenguaje expresado por Cabrera. 23 El impacto de la noticia en la corte se basa en el lenguaje expresado por el cronista, así como la rumorología que suscita. Las catástrofes naturales mencionadas por Cabrera no eran, ni mucho menos, todas las que ocurrieron en los espacios ultramarinos 25 ; solamente recogió aquellas de las que tuvo conocimiento o, probablemente, las que él, creyó más relevantes. Sobre ello, cabe preguntarse por la propia metodología de trabajo y los canales de información que manejaba 26 , puesto que en ocasiones resulta llamativo que no indicara grandes catástrofes que sesgaron muchas vidas y provocaron importantes daños materiales, como los terremotos y la erupción del volcán Huaunaputina de 1600 en Arequipa, que sepultaron al menos seis pueblos de indios 27 ; el terremoto de principios de abril de 1607 que produjo la ruina de la ciudad de Guatemala 28 ; o, la inundación en marzo de 1609 en Santiago y en el centro de Chile que ocasionó la muerte de ciento veinte personas e importantes pérdidas económicas 29 . Las percepciones que recoge Cabrera sobre las reacciones de la corte son variadas (Tabla 4) debido a que en veintiocho de las cuarenta y nueve noticias el cronista señala el sentir cortesano. Dicha reacción se vio determinada por multitud de factores, por ejemplo, el estrato social de los seres humanos afectados, la localización de la catástrofe, las pérdidas económicas derivadas y, especialmente, si se ponía en jaque los propios intereses de la corte. 25 Una lista completa de los desastres naturales en Hispanoamérica desde el siglo XV hasta el siglo XXI, que ascienden hasta los quinientos sesenta y uno, puede consultarse en: Mª E. Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y..., pp. 35-142. En el tramo cronológico de este trabajo, 1599-1614, hay un total de quince catástrofes documentadas, aunque todas ellas afectan a núcleos poblacionales y no incluyen desastres marítimos. 26 Una aproximación sobre la tipología de fuentes que manejan personas como Cabrera de Córdoba que se desenvuelven por el ambiente cortesano se puede consultar en: M. Olivari. Avisos, pasquines..., pp. 148-151. 27 Mª E. Petit-Breuilh Sepúlveda, Desastres naturales y..., p. 46. 28 Ibidem. 29 En este sentido, no resulta sorprendente un mayor interés por las pérdidas económicas sobre las víctimas humanas 31 , ya que por norma general las víctimas no pertenecían a la misma categoría social que los miembros cortesanos y, usualmente, los comentarios que realizó el cronista son de indiferencia; un buen ejemplo de ello sería cuando las víctimas eran marineros 32 o pasajeros 33 . En cambio, sí mostraba algún indicio de preocupación si el fallecido era cercano o miembro de la corte, como por ejemplo, la muerte de Gutierre López de Padilla, sobrino de El Adelantado y, la del general Luis de Córdova 34 ; o cuando la información recibida era alarmante, afectando a puntos estratégicos de los espacios ultramarinos, como por ejemplo, la inundación de la capital del Virreinato de Nueva España, conocida en la corte en 1608 35 que, sin indicar el número de víctimas pero sí su destrucción, dejó atemorizada a la corte 36 . En cambio del terremoto y tsunami que asoló las costas de Perú en 1604, que provocó en la zona de Arica grandes destrozos, derribando multitud de casas y causando innumerables bajas humanas, no recogiera ninguna muestra de preocupación de la corte, exceptuando: "dejó atemorizada a aquella tierra" 37 . Lo mismo sucedió con el terrible incendio que asoló Filipinas en 1603, destruyendo la ciudad de Manila 38 ; o el seísmo que sufrió Ciudad de México en 1611 que ocasionó cuantiosos daños materiales y humanos 39 . La alegría resultó ser otra muestra significativa de las percepciones cortesanas ante la consecución de los objetivos y planes previstos, especialmente si las noticias a priori eran funestas consiguiéndose salvar las mercancías y, en menor medida, los seres humanos 40 . La petición de ayuda a Dios para favorecer los intereses de la Corona se encontraba presente, y su referencia se debía especialmente cuando había sucesos de desasosiego 41 . La preocupación fue la percepción que en mayor número de ocasiones salió a relucir debido a la ruptura de los planes esperados 42 . La visión sobre las catástrofes en suelo portugués era significativa, varió desde la indiferencia hasta la preocupación y, en ocasiones, se desligaba afirmando que la catástrofe suponía un duro golpe para Portugal y no para los intereses generales de la Monarquía 43 ; también existieron noticias positivas, aunque en menor número, sobre los territorios lusos que suponían júbilo en Madrid 44 . En el análisis de las catástrofes resulta pertinente acercarse al número de víctimas (Tabla 5) y a los daños materiales que ocasionaron (Tabla 6). Sobre la primera cuestión, Cabrera de Córdoba no es del todo preciso a la hora de cuantificar un número exacto de víctimas, solamente se recoge el total cuando el cronista las ha determinado con exactitud. En cambio, en doce desastres naturales no se conoce si se llegaron a producirse. Solamente tres de las veinticinco catástrofes no ocasionaron víctimas, lo que evidencia la gran capacidad destructiva de estos sucesos. perdidos, registra ciento noventa, aunque no es la cifra total, ya que en otras noticias solamente indica su pérdida sin determinarla. En líneas generales, las cuantías de los daños humanos y económicos deben ser puestos en cuarentena porque no reflejan datos con exactitud, aunque revelan de forma indirecta la información conocida por la corte, que, por norma general, era poco específica. A través de una serie de ejemplos se apreciará estas percepciones in situ, siendo más visibles cuando existían rumores, porque no conocieron a ciencia cierta qué había sucedido y su resolución se alargó durante meses (ver Tabla 3). Así pues, se muestra el proceso de cómo la información que llegaba a la corte con noticias que podían ser totalmente opuestas, completando, en otros casos, la información de las noticias anteriores.
Acorde con estas dinámicas destacan las cinco noticias fechadas entre marzo y junio de 1599 que intentaron resolver qué ocurrió con parte de la flota de Luis Fajardo que traía la plata americana y, fruto de una tormenta en el Canal de Bahamas, el convoy se dividió y varios barcos quedaron fuera de formación 47 . Lo realmente interesante era el continuo in crescendo de la preocupación en la corte, puesto que se pasó de una mera referencia en la que nada malo ocurría en el primer registro: "pero como se entienda que no hay enemigos en la carrera todo terná buen suceso, Dios mediante" 48 , a: "solo de este galeón se tiene noticia donde haya ido á aportar, y se teme mucho no se haya perdido con la tormenta que le sobrevino [...] lo cual tiene con harto cuidado á los ministros y particulares" en la siguiente noticia, fechada en el mes de abril tras conocerse que solamente faltaba una embarcación tras llegar el resto con mercadurías 49 . Seguramente esta alarma se debía a que dicha embarcación, pese a perderse, traía un millón ochocientos mil ducados y otros quinientos mil en contrabando y, al mando estaba, Luis Fajardo, el máximo dirigente de la flota 50 . A día 22 de mayo, seguía sin conocerse el paradero del navío aunque varían las cantidades que traería: "Hasta ahora no se tiene ninguna noticia donde haya ido á parar el galeon de don Luis Fajardo, que venía con las demas por capitana con dos millones y medio, y se teme mucho se haya perdido" 51 . La incertidumbre se tornó en júbilo cuando el 19 de junio se conoció que como consecuencia de la tormenta, se rompió el árbol y, tras casi mes y medio de navegación, el galeón pudo desembarcar en Cartagena con más de dos millones de ducados y cuarenta cajones de cochinilla sin perder nada: "la cual ha sido gran nueva, por la poca esperanza que se tenia de que hubiese de parecer" 52 .
Hechos semejantes, ocurrieron año y medio después, el 21 de octubre, saltó la alarma al no saberse nada de los galeones de la plata procedentes de La Habana: "Con grande deseo se espera cada día aviso de los galeones de la plata que han de venir de la Habana, de los cuales no hay ninguno [...] Dios los traiga con bien, que hay harta falta del dinero que traen" 53 . Casi un mes después, empezaron a llegar noticias a través de un patache, que formaba parte del convoy, señalando que sufrieron una tormenta y fuertes vientos que hizo apartarse a la flota de la ruta establecida al no pasar por el Canal de Bahamas, exceptuando a dicho navío, generándose un retraso en su llegada a Sevilla, pero en la corte se percibió que solamente era un contratiempo y no podían tardar demasiado 54 . El retraso provocó que la flota que solía situarse en las Azores para proteger a la flota de Indias y escoltarla hasta Sevilla tuviera que volver por mal tiempo 55 . Los malos augurios crecieron, un mes después seguía sin conocerse el paradero: "lo cual acrecienta el cuidado por estar el tiempo tan adelante, y así se espera cada día aviso de haber llegado los dichos navíos á la costa de España; Dios los traiga con bien" 56 . A primeros de enero de 1601, los navíos llegaron en malas condiciones y en tiempo contrario que la repartió a diferentes lugares como Málaga; el cabo de San Vicente, lugar en el que encalló un barco y se perdieron tres navíos que fueron a rescatarlo; y, Cádiz, sin perder nada de lo que traían 57 .
Un suceso llamativo por la dureza e indiferencia de la corte ante el desastre, se produjo tras llegar a Lisboa un navío en 1613 procedente de la India, que llevaba tres años perdido en torno a Mozambique debido a los temporales que impedían su retorno, del cual de los trescientos tripulantes solamente sobrevivieron veintisiete. Los únicos rumores que se reflejaron indicaban que dicha nave vendría más rica que las naves anteriores 58 , ejemplo perfecto del carácter mercantilista imperante en la época. Una perspectiva diferente en la apreciación de la vida humana, ocurrió en una de las catástrofes que se cobró mayor número de vidas en 1601. En ella, se perdieron más de mil personas y catorce navíos, manejándose como causa probable la climatología, puesto que la flota que iba hacia Nueva España llegó más tarde, sobre finales de septiembre, debido al escaso viento, momento en el que en esas latitudes se producía vientos fuertes que los impidieron entrar a puerto. En este caso, el temporal fue más fuerte, provocando el naufragio cerca de la costa, por el que Cabrera resaltó el pesar sentido en la corte, abandonando la indiferencia, aunque intentó plasmar el lado "positivo" de la catástrofe: "...aunque será provecho para los que llevaren mercaderías en la flota de ese año, que las venderán á súbditos precios" 59. Con estos ejemplos se aprecia una valoración de la importancia de las catástrofes naturales por norma general, especialmente, si afectaban a recursos económicos, dejando en segundo plano las víctimas humanas, aunque, en otras ocasiones se mantenía vigente cierta indiferencia.
El poder de la escritura y del documento real en Indias: la Real Audiencia y Chancillería de Charcas (siglo XVI)
The power of writing and royal documents in the Indies: the Royal Court and Chancellery of Charcas (16 th Century)
Laura Mª GRUESO MOLINA Universidad de Sevilla
Introducción: La Real Audiencia y Chancillería de Charcas (siglo XVI)
El Descubrimiento de América fue un hito trascendental que trajo consigo la ruptura con ciertas concepciones de origen medieval y el planteamiento de nuevos enfoques 1 . Ante esta situación, el poder tuvo que reinventarse para adaptarse a la nueva realidad que se le planteaba. A consecuencia de la inmensidad territorial de sus dominios y la distancia de éstos en relación a su centro de poder peninsular, la monarquía se vio en la tesitura de tener que delegar su poder. Con todo esto, se fue creando un entramado administrativo y judicial en los nuevos territorios conquistados, consolidándose la Audiencia y la Chancillería como el referente americano. La multiplicación de esta institución se extendió por los dominios de la corona y con ello la práctica documental como forma de poder. Al igual que ocurría en las Reales Audiencias y Chancillerías de Valladolid y Granada, el monarca otorgó a las Audiencias indianas el privilegio de custodiar y usar la matriz del sello regio, convirtiéndolas en Chancillerías y permitiéndoles la expedición del tipo documental más solemne 2 . Es en este contexto en el que debemos encuadrar la conformación de la Audiencia que nos compete. La Real Audiencia y Chancillería de Charcas fue fundada en 1559 por mandato real 3 . Se ubicó en la antigua ciudad de Chuquisaca, también llamada La Plata, y actualmente conocida como Sucre (Bolivia) 4 . La elección de esta ubicación no fue fortuita pues una serie de motivos de especial relevancia llevaron a la Corona a cimentar esta institución en tal emplazamiento. A través de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas podría el monarca ejercer su poder, justicia y jurisdicción sobre el territorio.
Sabemos que Charcas pertenecía al Virreinato del Perú, lugar en el que la Real Audiencia y Chancillería de Los Reyes (Lima) se erigía como soberana sobre todo el territorio. Es por esto por lo que resulta inevitable plantearse el porqué de una nueva Audiencia para un área concreta del mismo Virreinato.
Parece ser que el origen de la idea fundacional de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas podría responder a un cúmulo de circunstancias que propiciaron la creación de la institución 5 .
En primer lugar, nos encontramos ante un territorio de grandes dimensiones en el que la distancia que mediaba entre Charcas y Los Reyes era considerable.
En segundo lugar, la propia conflictividad del territorio que, desde los enfrentamientos entre Diego de Almagro y Francisco Pizarro, se había visto inmerso en guerras, motines y levantamientos. Esta inestabilidad traía como consecuencia la prioridad de la imposición de orden desde un centro de actuación próximo.
En tercer lugar, la defensa de las minas de Potosí se constituía como un objetivo a alcanzar de manera inexcusable. Aquélla era una fuente imprescindible de sustento para la Corona, y la convulsión del territorio provocaba desasosiego e inquietud.
En cuarto lugar, otro propósito era hacer extensible el poder real teniendo firmemente asentadas las bases de la conquista 6 con una institución importante como lo era la Audiencia y la Chancillería. Se cubriría con ello de una manera más satisfactoria las necesidades judiciales y administrativas de esta parte del Virreinato del Perú.
Por último, me gustaría añadir otro factor igualmente importante y sustancial, que no podemos olvidar y que resulta fundamental desde el punto de vista de la Diplomática. La gran distancia que mediaba entre la ciudad de Los Reyes y la de La Plata hizo necesaria la multiplicación de la Audiencia para que, a su vez, las 2 Margarita Gómez Gómez necesidades documentales también quedasen cubiertas. El enorme esfuerzo que suponía el desplazamiento de la población en un momento en el que los medios de transporte eran tan limitados, los caminos tan peligrosos y los costes tan elevados, hacía razonable la idea de crear esta nueva Audiencia y Chancillería en Charcas.
La solución que adoptó la Corona, ante la problemática situación existente en el territorio, fue hacer extensible su poder a esta zona del Virreinato del Perú. La forma de llevarlo a cabo fue a través de la creación de la Audiencia y Chancillería, de la delegación del poder regio en sus representantes en Indias y del envío de su máximo símbolo representativo: el sello real de Indias.
Se estaba produciendo con ello, como apunta Margarita Gómez Gómez, una "delegación textualizada" 7 que traería como consecuencia el hacer del documento y la escritura una forma de poder 8 con la que controlar las tierras charqueñas. El documento escrito se convirtió en la canalización de los dictados de un rey ausente. Sus órdenes se efectuaban a través de documentos de procedencia peninsular, sin embargo, la necesidad de conocer lo que ocurría de primera mano en el territorio hizo que fuese conveniente que también se generasen desde el ámbito ultramarino, a través de la Audiencia y Chancillería de Charcas en su nombre.
Dado que no todas las Audiencias gozaron del mismo rango en América, es preciso aclarar el que poseyó la de Charcas. Sabemos que ésta formaba parte del sistema virreino-audiencial del Perú 9 , existente desde 1542, en el que la Real Audiencia y Chancillería de Los Reyes se situaba a la cabeza 10 . Siguiendo la nomenclatura existente, la Real Audiencia y Chancillería de Charcas fue una Audiencia subordinada a la de Los Reyes 11 , y estuvo compuesta por un gobierno conjunto entre el presidente y los oidores 12 . Este hecho resulta de vital importancia puesto que incidirá en el tratamiento de ciertos asuntos relativos a la Audiencia, en el modo de proceder de sus miembros y, por supuesto, en la documentación charqueña. Si bien es cierto que, a pesar de la subordinación gubernativa de Charcas con respecto a Los Reyes, gracias a las facultades que se desprendían de la posesión del sello real de Indias, la Audiencia y Chancillería de Charcas gozó de independencia documental 13 .
Por último, para cerrar esta breve introducción, apuntaremos en líneas generales la primigenia composición de la Audiencia puesto que, a través de los miembros que la constituyeron, se canalizó la delegación de la autoridad real en el territorio charqueño. Con ello, la Real Audiencia y Chancillería de Charcas quedó conformada por el presidente y los oidores, así como por el resto de empleados que se precisaban 14 13 Me gustaría aclarar que en ciertos asuntos, tales como los repartimientos de indios, debían contar con la aprobación del virrey. 14 Para obtener una idea más aproximada de los miembros que compusieron la primigenia Audiencia y Chancillería de Charcas consultar: J. M. Barnadas, Charcas: orígenes…, pp. 515-517. J. E. Contreras Destacaremos de entre sus miembros las figuras del canciller y del registrador, pues ellos desempeñaron un papel fundamental en la representación del monarca a nivel documental.
Capacidades documentales y representativas de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas
La base de la implantación de las instituciones indianas así como de las capacidades documentales y representativas a ellas conferidas surgió de la necesidad de acortar distancias entre el rey y América. El no estar presente en un territorio tan vasto, lejano, heterogéneo y desconocido, dificultaba considerablemente la gobernabilidad del mismo. Es por todo esto, por lo que la monarquía debió actuar en consecuencia y adaptarse a las novedades que se le presentaban. De este modo, otorgó determinadas competencias y permitió el uso de su símbolo.
La Real Audiencia y Chancillería de Charcas estaba autorizada para expedir documentación en el ámbito indiano, siendo parte de ella en nombre del rey 15 . Esta gran responsabilidad era el resultado de la inevitable delegación del poder regio a través de su máximo símbolo jurisdiccional: el sello real de Indias. La facultad representativa otorgada a la Audiencia y Chancillería facilitaba el ejercicio del poder desde la distancia.
La matriz del sello regio permitía la validación documental cargada de la mayor fehaciencia. Como Bartolomé Clavero apunta, los oidores de la Audiencia y el sello real de Indias eran "los oídos que escuchan y la mano que firma del propio cuerpo del rey" 16 .El monarca, gracias a la actuación de sus representantes en Charcas y del sello real de Indias, pudo hacerse presente simbólicamente en el territorio sin su consecuente traslado. A través de éstos hizo extensible su poder jurisdiccional en Charcas. Dicha facultad representativa quedó expresada en las Ordenanzas de 1563 dadas a la Audiencia para su funcionamiento.
En el capítulo 10, se establecía que los documentos más solemnes dirigidos a personas o instituciones que estuviesen alejados de la Audiencia más de cinco leguas, debían contar con los siguientes atributos: intitulación real, impronta del sello real de Indias y registro. Además, debían ir tasados en base al arancel del sello de la Audiencia. Esto significaba que la Real Audiencia y Chancillería de Charcas estaba expidiendo documentación de la misma forma en la que el rey lo haría si estuviese allí presente. El alcance que el documento tenía en Charcas era, sin lugar a dudas, extraordinario pues mediaba en la separación que el océano Atlántico producía entre el rey y sus súbditos.
Sin embargo, debemos advertir que no todos los documentos fueron expedidos en nombre del rey ni fueron validados con el sello real de Indias y, por tanto, no toda la documentación precisó de los mismos caracteres externos e internos.
En el mismo capítulo 10 de las Ordenanzas de 1563, se establecía que las provisiones destinadas a aquellos lugares ubicados dentro de las cinco leguas, debían despacharse de una forma diferente. Esta tipología documental que se nos presenta ponía de manifiesto otra faceta de la extensión del poder real, esta vez a través de sus representantes en Indias. El modo de hacerlo sería por la vía de "mandamiento (coord.), Cedulario de la Audiencia…, pp. 40 executorio" 17 , es decir, por mediación de documentos intitulados por los miembros de la Audiencia y Chancillería. En el caso de Charcas intitularían los documentos el presidente y los oidores. Por su parte, la validación se llevaría a cabo mediante sus firmas y rúbricas. Quedaban degradados estos documentos a un nivel de solemnidad inferior en comparación con las Reales Provisiones emanadas de la misma Audiencia, sin embargo, estaban equiparados a éstas en validez, vigencia y, lo que sin duda era más importante para gobernar el territorio, en obediencia. "Yten mandamos que las provisiones que dieren los dichos nuestro Presidente e oydores que sean para fuera de las cinco leguas, y executorias y otras cosas vayan libradas en nuestro nombre y con nuestro título y sello Real y registro; lleven los derechos que por nuestros aranceles reales dados para la dicha Audiencia les está mandado; y las provisiones que se dieren para dentro de las cinco leguas vayan por vía de mandamiento sin sello ni registro, que digan Nos los oidores, etc., las quales sean obedecidas y cumplidas como cartas y provisiones selladas con nuestro nombre y sello Real 18 ."
Hasta ahora hemos podido observar dos mecanismos diferentes para gobernar el territorio con un elemento común: la escritura. A través de la palabra escrita, del sello real de Indias y del documento, los representantes del rey en Indias podían ejercer sus facultades documentales como si el mismo rey expidiese en América o como sus delegados en Charcas.
Por añadido, del análisis del artículo 10 de las Ordenanzas también se extrae el establecimiento de una clara diferenciación regida por la pertenencia o no al distrito de la Audiencia. Este factor repercutía en la solemnidad de los documentos expedidos, generando una diversidad documental centrada en tres aspectos: la fórmula de la intitulación, la ausencia o presencia de validación realizada con la matriz del sello regio, y el registro documental. Cabe preguntarse por qué se llevó a cabo tal distinción y no se permitió que todos los negocios fuesen despachados empleando el tipo documental más solemne: las Reales Provisiones.
José Joaquín Real Díaz apunta que esta diferenciación documental venía respaldada por la proximidad que tenían los documentos expedidos para dentro de las cinco leguas, con respecto a la Audiencia, ya que ésta era la que autorizaba a los oidores a despachar documentos intitulados por ellos mismos 19 .
Sin embargo, existe otra teoría que está íntimamente relacionada con la representatividad real en América y con el valor simbólico que se le atribuye al sello real de Indias, como encarnación de la propia persona del monarca. A pesar de que los documentos despachados por la vía de mandamiento estaban provistos de una menor solemnidad, contaban con una importante ventaja para sus beneficiarios. Al no estar sellados ni registrados, no fueron gravados con las tasas de Cancillería que debían cobrarse tras la actuación del canciller y el registrador. Esto ha llevado a Margarita Gómez Gómez a sostener que quizás esa distinción documental se llevase a cabo para favorecer a los habitantes más cercanos a la Audiencia 20 . Al residir allí el sello, el distrito de la Audiencia era Corte, y los residentes en ella quedaban exentos del pago del arancel. Este matiz de la asimilación de la Audiencia y Chancillería como Corte, ya lo señaló en 1624 el Conde-Duque de Olivares, aludiendo al hecho de que eran lugares en los que "se supone que asiste Vuestra Majestad en ellos" 21 . También lo señaló Bartolomé Clavero 22 para la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, de la que no podemos olvidar que fue, junto a la de Granada, el ejemplo a seguir para las Audiencias americanas. Añade éste último que vivir en la Corte implicaba una serie de privilegios por el hecho de ser sede real y que éstos redundaban en los residentes en ella 23 . En el caso de Charcas, el privilegio podía consistir en no abonar las tasas de Cancillería.
Juan de Matienzo, oidor de la Real Audiencia y Chancillería de Los Reyes y posteriormente de Charcas, refuerza esta misma idea de privilegio. A través de su obra titulada Gobierno del Perú, nos relata la reducción de costes que supuso la creación de la nueva Audiencia y Chancillería de Charcas. Por un lado, suprimía las tasas de Cancillería para las personas ubicadas dentro de las cinco leguas. Por otro, como es evidente, la reducción de costes para los beneficiarios de Reales Provisiones procedía de evitar su traslado a la Audiencia y Chancillería de Los Reyes, teniendo únicamente que aportar éstos las tasas del registro y del sello real. "Por excusar de costas y gastos a los litigantes, que se den Provisiones Reales selladas con el sello real para fuera de la dicha ciudad y sus términos y jurisdicción propia, en la ciudad y sus términos mandamientos sin sello, ni registro diciendo: Nos los oydores, y lo mesmo se haga en Potosí en los casos que el presidente y oydores vieren que es justo no hazer tantas costas" 24 .
No sólo se había trasladado al monarca a Charcas, a través del documento y de su símbolo, sino que la presencia de éste, a través de su sello, implicaba hacer del lugar en el que su signo se custodiaba su Corte. Volviendo a las Reales Provisiones emanadas de la Audiencia y Chancillería de Charcas, hemos de advertir que éstas sí generaban un beneficio de índole económico, derivado de la acción de sellar y registrar realizadas por el canciller y registrador. Estos documentos quedaban gravados según el arancel establecido 25 , que normalmente era susceptible de ser adaptado a las necesidades de cada Audiencia. Para Charcas en concreto, Felipe II ordenó, en el artículo 44 de las instrucciones dadas a Pedro Ramírez de Quiñones-primer presidente de la Audiencia-, que se fijase el arancel si éste no estaba establecido, y que, en el caso de que ya existiese y no lo considerase conveniente, lo modificase 26 .
A pesar de esta apariencia desmedida en el otorgamiento de facultades representativas y simbólicas a la Real Audiencia y Chancillería de Charcas, la monarquía también se preocupó de establecer unos límites. Un aspecto que evidencia esa intención vendrá reflejado en la propia expedición documental. Aunque el presidente de Charcas era la figura de mayor importancia dentro de la Audiencia 27 , éste, al igual que el virrey 28 , necesitaría el acuerdo de los oidores para usar el sello y la 21 Carlos A. Garriga Acosta, "Sobre el gobierno de la justicia en Indias (siglos XVI-XVII)", Revista de historia del derecho, 34 (2006), p. 86. 22 "…la Audiencia del rey, acaba fincándose desde el mismo siglo XV en Valladolid y dándosele esta ciudad por sede permanente…Allí se establece junto a la Chancillería, entendiéndose que lo queda así establecida es la Corte, la del mismo rey aun cuando el rey no se encuentre. Está su Audiencia y su Chancillería, él mismo siempre". Bartolomé Clavero, "La Monarquía…", p. 20. 23 intitulación regia. Este matiz resulta muy interesante puesto que, por un lado, el monarca se veía en la tesitura de tener que delegar su poder a representantes reales para gobernar en la distancia y, por otro, para garantizar el funcionamiento correcto del engranaje institucional y evitar el uso y abuso de su símbolo -esto es, el sello real de indias-, se valió de rudimentos que limitasen la actuación de su representante de mayor rango en Charcas. El monarca tendió a buscar la colegialidad mediante el acuerdo, en lugar del uso unipersonal de su intitulación y validación sigilar, a la hora de proveer Reales Provisiones.
Otro aspecto que ejemplifica el control sobre la expedición documental viene recogido en el capítulo 306 de las Ordenanzas 29 . En éste se establecía que el precio del arancel, tanto del sello como del registro, fuese público, exhibiéndose debidamente en la propia sala de la Audiencia. Se pretendía con ello evitar la corrupción de la Cancillería sobre los beneficiarios de los documentos, manteniendo la rectitud e integridad en los oficios.
Para finalizar este apartado, es necesario referirse al oficio de canciller, dado que su actuación sobre el papel es la que le otorgaba la validez y fehaciencia que convertía un simple documento en un documento real con todas las letras. Se ocupaba de la validación documental y, por tanto, de la aposición del sello real de Indias en Charcas. Su cometido podemos extraerlo de lo recogido en las Reales Provisiones despachadas para el cargo. En ellas se dice que el canciller debía custodiar el sello real de Indias, evitando su uso malintencionado, tenía que sellar la documentación pertinente, y, así mismo, encargarse del cobro de los derechos de expedición de la Cancillería relativos a la validación 30 .
Registro y conservación
El control sobre los asuntos americanos era de suma importancia para la monarquía. Es por ello que surge la necesidad de poner por escrito, con la finalidad de ser preservados y cotejados, ciertos documentos emanados de la Audiencia, muy especialmente aquellos que habían sido intitulados por el rey.
Como bien apunta Manuel Romero Tallafigo, "los registros escritos tienen poder porque acumulan sintéticamente, legalizan, simbolizan, estructuran y operan objetividad" 31 . El registro de la documentación era sin duda otro mecanismo de control ejercido desde la distancia por el monarca. La información que retenía servía para plasmar las actividades del organismo productor, para comprobar la autenticidad de la documentación, para coartar la propia actuación de los delegados del rey, para-como apunta Margarita Gómez Gómez-documentarse sobre determinados asuntos antes de 29 J. Sánchez-Arcilla Bernal, Las Ordenanzas..., p. 245. 30 Podemos verificarlo en la Real Provisión que le otorgaba el título de canciller de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas a Luis de Rojas: "… y que, como tal mi chançiller de la dicha Audiençia, vos y no otra persona alguna, usséis el dicho offiçio en los casos y cosas allá anexas y concernientes, y tengáis mi sello real y selléis las cartas y prouissiones que con mi título se libraren y despacharen por mi presidente e oidores de la dicha Audiençia, según y de la manera que lo hacen y deuen hazer los mis chançilleres de las mis Audiençias destos reynos. Y lleuo y lleuéis las rentas y salarios y otras cosas al dicho offiçio anexas y pertenecientes". Copia en libro registro de 32 . Es por todo esto por lo que era preciso establecer un procedimiento que sirviese de guía y reglamentase esta práctica documental 33 . Para el caso charqueño, fueron las Ordenanzas de 1563 las que establecieron las pautas a seguir. A este aspecto se le dedica un apartado específico, en el que se pone de manifiesto la importancia de preservar y proteger la documentación así como de llevar buena cuenta de lo despachado por la Cancillería. El resultado se materializaría en la conformación del archivo de la Audiencia, el cual quedó constituido tanto por la documentación expedida como por la recibida.
En el capítulo primero de las Ordenanzas de 1563, se establecía que el archivo debía residir en la propia Audiencia. Junto al sello real, el presidente y los oidores, debía estar custodiado el registro. La necesidad de tener disponible y próxima la documentación, para su consulta y vigilancia, repercutía en que el emplazamiento elegido fuese dentro del mismo edificio.
"Primeramente ordenamos y mandamos que en la dicha ciudad de la Plata de las Charcas aya casa de Audiençia do estén y habiten los dichos nuestros Presidente e oydores, y esté nuestro sello Real y registro, y la cárcel y Alcaide della, y la fundición. Y entretanto que no huviere comodidad para vivir en las dichas casas, los oydores se aposenten en las posadas que tomaren con voluntad de sus dueños, pagándoles su alquiler; y la Audiençia se haga en la casa do morare el Presidente, y allí esté la cárcel y alcaide della" 34 . El mero hecho de que las Ordenanzas se inicien con una alusión al sello real y al registro, denota la importancia que ambos tenían para la monarquía y para el desempeño de las funciones de sus delegados en Charcas. Recordemos además que durante la mitad de esta centuria era el rey Felipe II el que gobernaba, y que el gusto que tuvo por el control de la documentación y de los asuntos que le atañían no pasó desapercibido, llegando a ser conocido como el "Rey Papelero" 35 .
A través de la lectura del capítulo 308 de las Ordenanzas, que recibe precisamente el nombre de "archivos", se deduce la relevancia que tenían y la preocupación que despertaban la buena conservación, ordenación y clasificación documental. Las pautas que se marcaron en relación a esto se centraban en diversos aspectos. Por un lado, se habla de llevar a cabo una división documental con la finalidad de favorecer la localización de la documentación:
Del mismo modo y como consecuencia de cierta conciencia sobre el deterioro documental, se insta a utilizar pergamino como material protector para ciertos documentos. No podemos perder de vista que el registro era la memoria de la Audiencia. No sólo testimoniaba la actuación de los miembros que la componían, sino que se conformaba como el lugar al que acudir para revisar lo dictaminado desde el ámbito peninsular. La corona era consciente de ello: su mandato debía estar protegido y accesible para poder ser acatado, y los documentos despachados por la Audiencia y Chancillería de Charcas debían así mismo quedar registrados para su consulta y control.
Por último, un aspecto fundamental: la seguridad del archivo. Los armarios debían estar cerrados con llave, la cual quedaría, según las Ordenanzas, a cargo del canciller, aunque, probablemente, en el caso de Charcas, la custodiase el registrador. El acceso a la documentación debía ser restringido, para evitar que ésta fuese manipulada, interpolada o erradicada. La autoridad con la que fue revestido el registro y el reconocimiento público de su autenticidad 37 , hacía que su alteración o pérdida, no sólo del elemento físico sino también de la información que albergaba, repercutiese en asuntos muy serios.
De entre la documentación que se registraba, nos centraremos en dos tipos documentales que fueron fundamentales para el gobierno desde la distancia: las Reales Cédulas peninsulares y las Provisiones Reales charqueñas.
Para el caso de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas, sabemos, por el capítulo 310 de las Ordenanzas de 1563, que las Reales Cédulas de procedencia peninsular recibidas en la Audiencia debían registrarse por extenso. Esta práctica documental ha derivado en parte de la documentación que actualmente constituye el fondo del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia 38 . La motivación e interés que se escondían tras esta orden eran simples y muy razonables. El monarca pretendía con ello que su voluntad se perpetuase en el tiempo, a través de su plasmación física en el documento escrito, para que, de esa manera, se efectuase el cumplimiento de sus órdenes. "Yten mandamos que en la dicha nuestra Audiençia aya un libro donde se asienten por estenso todas las cédulas que nos le ymbiáremos y oviéremos ymbiado, y tengan cuydado de las guardar y cumplir" 39 .
Por último, en lo concerniente a las Reales Provisiones emanadas de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas, el registro documental era sustancial. Al ser una documentación expedida en nombre del rey y validada con su símbolo a miles de kilómetros de distancia, el control que debía ejercerse sobre la misma debía ser riguroso. Para llevar a cabo dicha tarea, se precisaba la figura del registrador. Sus funciones quedaban delimitadas en el propio nombramiento del cargo 40 y consistían en registrar la documentación por extenso, para recopilar todo lo que se redactó en el original expedido 41 , custodiarla y cobrar las tasas del arancel del registro, cuestión ésta última sobre la que hemos hecho mención anteriormente. Este tipo de registro surgió como consecuencia de la multiplicación del sello real de Indias, concebido como un sello específico para estos territorios, que fue empleado por las Reales Audiencias y Chancillerías indianasentre ellas la de Charcas-con el fin de representar al rey y controlar las tasas de Cancillería 42 . La actividad del registro de las Reales Provisiones selladas con el sello real de Indias en este territorio que nos ocupa, conformaría el registro del sello de la Real Audiencia y Chancillería de Charcas.
Recapitulación
La escritura y el documento fueron concebidos durante la Edad Moderna como mecanismos empleados por la monarquía hispánica para hacer extensivo su poder a otras zonas del orbe. Estos rudimentos permitieron no sólo controlar América sino también a los representantes del rey en Indias. En Charcas, la representación real fue encomendada a la Audiencia y Chancillería a través de la tenencia del sello real de Indias. Gracias a la actuación de los delegados del monarca, muy especialmente a la figura del canciller y registrador, se expidieron Reales Provisiones sin la presencia del rey, produciendo la misma obediencia. Por su parte, la práctica del registro permitió la conservación, preservación y control de la documentación expedida por la Audiencia y recibida en ésta. El monarca pudo ejercer su poder a través de sus delegados y su sello regio, con unas pautas previamente fijadas que organizaron la práctica documental charqueña. 41
La Reconfiguración de la Monarquía Hispana en los territorios americanos: el conflicto entre el virrey del Perú y el arzobispo de Lima en la década de 1680
The Reconfiguration of the Spanish Monarchy in the American territory: the conflict between the viceroy of Peru and Archbishop of Lima in the 1680´s
Juan JIMÉNEZ CASTILLO Universidad Autónoma de Madrid / IULCE
En las Indias casi no hay Iglesia; porque Vuestra Majestad se lo es todo. 6
Durante las últimas décadas del siglo XVII en los diferentes territorios de la Monarquía, las relaciones entre lo temporal y lo espiritual tomaron un carácter cuanto menos quebradizo 7 . Hubo numerosos acontecimientos que pusieron en tela de juicio la violación de la inmunidad eclesiástica por parte de la Corona. El 21 de enero de 1677 fue hecho prisionero D. Fernando de Valenzuela en la misma iglesia del Escorial. Este hecho suponía, además de la profanación del templo, "la interferencia -dela jurisdicción eclesiástica, a la que correspondía juzgar a los reos refugiados en lugar sagrado." 8 Esto dio lugar a una a una gran revuelta entorno a la violación de la inmunidad de la Iglesia cometida por las autoridades seculares. Pero no fue el único caso en el que la autoridad civil se entrometía de una manera directa sobre las competencias eclesiásticas que hasta el momento habían permanecido inmunes. En ese mismo año, se inició otro caso protagonizado por el obispo de Mallorca en defensa de su propia jurisdicción por otro conflicto calificado como "de los clérigos menores". Tres años más tarde, en 1680 se produjo otro incidente en Valencia, en este caso entre el virrey y el arzobispo, en torno a la inmunidad personal de un religioso. La chispa que emergió en Valencia se propagó a Sicilia en el mismo año de 1680. En este caso, se produjo entre el virrey conde de Santisteban -marqués de Naves-, y el arzobispo de Palermo, don Jaime de Palafox.
Estos últimos sucesos se enmarcan bajo el gobierno de Juan Francisco de la Cerda y Aragón, VIII duque de Medinaceli, que ocupó el más alto rango en la esfera política tras la muerte de D. Juan José de Austria. A diferencia de éste último, el gobierno de Medinaceli pretendió resolver las cuestiones de la inmunidad eclesiástica en España, "prescindiendo lo posible de intervenciones de la Santa Sede." 9 Mantener la distancia para resolver con mayor autonomía y evitar el choque frontal con Roma fue la máxima del gobierno del duque. Pero los problemas que emergían en los distintos territorios de la monarquía se trasladaron a América, concretamente al virreinato del Perú. El enfrentamiento que protagonizó el virrey D. Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata, junto al arzobispo y último virrey interino 10 , D. Melchor de Liñan y Cisneros, representa uno de los hitos fundamentales en cuanto a la problemática regalista frente a invulnerabilidad eclesiástica 11 . Estos sucesos nos dan una panorámica de cómo se entablaban las relaciones políticas entre las distintas repúblicas de poder que existían en América. Dado que la lógica del gobierno de la Monarquía se basaba en "una asociación imprecisa de sus territorios" 12 , resultaba muy difícil establecer la autoridad real en tan vastos virreinatos, por ello se hacía inevitable las alianzas de intereses locales, así como "una colaboración entre autoridades municipales o regionales y virreinales." 13 En este caso, además, tanto el ámbito espiritual como el temporal estaban mal delimitados, eran difusos. Podemos encontrar algunos casos en los que se disputaban parcelas de poder, mientras que en otros, colaboraban 14 .
El papel del virrey en América, a pesar de su amplísima autoridad como máxima figura exponente de la soberanía real, estaba limitado por las múltiples repúblicas de poder que, para mantener su estabilidad y alcanzar el buen gobierno, tenía que ejercer una política basada en la negociación y equilibrio de fuerzas. Principalmente, las dos grandes esferas de poder eran el clero -lo eclesiástico-, y el cuerpo o los cuerpos visibles del rey, encarnados en la figura del virrey y las audiencias, además de otros órganos seculares. 15 Así pues, la Iglesia había mantenido cierto nivel de autonomía justificado en la ideología de los <<dos cuchillos>>, la forma dualística del poder -potestad espiritual y temporal-. En palabras de Cañeque, "los monarcas siempre trataron de ejercer el mayor control posible sobre el clero de sus reinos, -aunque-nunca negaron el concepto de las dos potestades y, con ello, la autonomía de la Iglesia respecto de la autoridad civil." 16 No obstante, la única manera mediante la cual podía justificar el gobierno de la monarquía la "intromisión" de la autoridad regia era en el nombre del ius maiestaticum, de acuerdo a las ideas de mantener la paz y el orden, es decir, las virtudes propias de un buen gobernante, justicia y armonía. 17 Esto se observa en las palabras del virrey Palata cuando escribe al arzobispo de Lima argumentándole que: 10 En numerosas ocasiones, el nombramiento de virreyes provisionales ocasionaban grandes inconvenientes durante su mandato hasta que llegaba el nuevo virrey designado. Esto se intentó solucionar con la propuesta del Consejo de Indias en 1689 argumentado "los gravísimos daños" ocasionados por el Virrey Melchor de Liñán y Cisneros, para que se pudiese: "…mandar embiar orden al Virrey del Perú y Presidentes de las Audiencias de cuyos distritos serán los oficios de oficiales Reales que estauan vacos para que se dispusiesen se beneficiasen sacándolos al pregon admitiendoles las posturas que hiciesen y que los rematasen en las personas que fuesen de mayor inteligencia y satisfacción…". Archivo General de Indias [AGI], Lima, leg. 13. 11 Ibidem, "…la gran oposición que a hauido entre los dos naturales del Duque de la Palata y el Arzobipos, que ha ido encendiendo tanto este fuego…" 12 Alejandro Cañeque, "Cultura vicerregia y estado colonial. Una aproximación critica al estudio de la historia política de la Nueva España", Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. LI, 2001, p. 34 13 Horst Pieschtman, "Actores locales y poder central: la herencia colonial y el caso de México", Relaciones 73, 1998 "… siendo tan continuas las quejas, con que concurren a este Gobierno los Indios de todas las Provincias del Reyno, de los agravios, vexaciones, que padecen de los mismos por quienes avian de ser amparados, y que los gobiernan, asi en lo espiritual, como en lo temporal; y conviniendo, que de una vez se ponga remedio eficaz a este daño, (…) ruego a vuestra excelencia que se incluya en las instrucciones o interrogatorios, que se hicieren para las visitas de los curas de su Diocesis, (…) se cumpla por todos el buen tratamiento con que deben atender a los Naturales, que tanto encarga su Magestad para que por este medio se consiga la conservación, y aumento de estas Provincias (…)" 18 Asimismo el virrey continúa enumerando la cantidad de agravios y perjuicios ocasionados, en este caso, no ruega, sino ordena y manda: "…a los Governadores, Corregidores, Tenientes y demás Justicias Españolas de este Reino, a los Caziques, Governadores, Principales, y Ayllos, que no consientan que los Curas, asi seculares, como regulares, ni otros en su nombre, se apoderen, y aprovechen de los viene rayces (…) [sino] para que los ayan, y hereden sus hijos (…) no cobren derechos por casamientos (…) que se guarden los aranceles (…) que se enseñe la doctrina a los Indios en lengua castellana (…) el cura entregue al corregidor el padrón de las confessiones (…) que se de la eucaristía a los Indios y se les ministre estando enfermos (…) defiendalos de los corregidores y injusticias (…) nadie se sirva de los indios sin pagarlos (…) los agravios que se les hacen exceden a los de los Españoles…" 19 La autoridad regia que intenta impregnar el virrey frente a la potestad eclesiástica, hace de ésta una institución quebradiza en Indias, en la cual poco a poco se intentará llevar a cabo una "secularización" de todos los procesos que hasta el momento la Iglesia había disfrutado con plena autoridad. Esto tiene unas consecuencias importantes en lo referente a la inmunidad eclesiástica en cuanto a su forma de actuar en dichos territorios. Todo esto se debe circunscribir a un hecho importante; y es que, las relaciones entre la Santa Sede y los territorios americanos se producían a través del Consejo de Indias. 20 A diferencia de lo que ocurría en los diferentes reinos de la Monarquía, que establecían sus relaciones a través de los llamados nuncios 21 , el intermediador en Indias fue el Consejo tanto para presentar peticiones de América a Roma como en sentido inverso. Se observa esta política en la real cédula despachada por Carlos II de 26 de diciembre de 1680, mandando a todos sus súbditos de los dos virreinatos americanos que: "Ha parecido advertiros que cuando tuvieseis que representar a Su Santidad, lo debéis hacer por medio del dicho mi Consejo…, pues de otra suerte podría causar grave perjuicio al real patronazgo". 22 Así pues, bajo la supervisión del Consejo de Indias, la Monarquía podía gestionar con mayor tratamiento las cuestiones derivadas de su patronazgo en América. Era la encargada de organizar todo lo referente a los asuntos eclesiásticos 23 . En base a esta política, el 24 de febrero de 1684 el virrey Don Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata, publicó un edicto con 24 ordenanzas sobre lo que debían percibir los curas en alivio al tratamiento de los indios que anteriormente se mencionó. Este hecho se manifiesta como una intromisión de lo secular en lo eclesiástico -al menos así lo consideraba el arzobispo de Lima-, cuya labor quedaría a partir de este momento a merced de los corregidores y oficios temporales 24 . Don Melchor de Liñán y Cisneros rápidamente respondió a las prerrogativas del virrey el 3 de agosto de 1684. Mediante una carta, el arzobispo manifestaba una férrea defensa de la inmunidad eclesiástica, dejando ver la fuerza de sus argumentos, apoyándose en citas de doctores y juristas clásicos que rebatían la postura del virrey Palata:
"…no e podido encontrar en la execución del despacho, sino inconvenientes graves, que perjudican la excempcion del Estado Eclesiástico, que clama, y acusa al Pastor que no acude al desconsolado balido de su Rebaño. (…) hallo que el común sentir niega a los seculares la facultad de procesar a los eclesiásticos, aunque sea para efecto solo de informar a sus prelados (…). Y la razón se funda en principios theologicos, que jurídicos porque no puede dudarse que la Bula excomulga a todos los que procesan, aunque sea con animo informativo (…) si por naturaleza es malo prohibido, como lo es el procesar a los eclesiásticos, que por derecho divino están excemptos de la jurisdicción secular, principalmente en causas criminales (…)" 25 22 S. Cayetano Bruno, El derecho público de la Iglesia… p. 244. Aquí reivindicamos la figura de Frasso que en su De regio patronatu, argumentaba: "Para la ejecución de cualquier rescrito apostólico siempre se requiere, principalmente en estas regiones, que el Consejo Real de las Indias examine antes su contenido y lo mande ejecutar; de otra suerte las Reales Audiencias y demás jueces seculares retienen dichos rescritos para enviar sus originales al Consejo", De regio patronatu, Matriti, Vol. I, p. 50 (Extraído del libro: El derecho público… p. 193) 23 Un ejemplo claro de cuáles eran las prerrogativas por parte de la Corona a toda persona eclesiástica que iba a Indias para desempeñar su oficio era la siguiente recogida en la Recopilación de 1680: "Que los Arzobispos y Obispos de las Indias, antes que se les den las presentaciones o executoriales , hagan el juramento de esta ley", en la que se menciona que no podrán: "contravenir en tiempo alguno, ni por ninguna manera a nuestro Patronazgo Real, y que le guardarán y cumplirán en todo y por todo, (…) asimismo mandamos, que no se entreguen, ni en su virtud se les de la posesión de los Arzobispados u Obispados, no haciendo primero el juramento referido ante Escrivano publico y testigos, y que de ello de fe, y hecho, se les de posesión, y embien tertimonio autentico de el juramento a nuestro Consejo, para que se guarde en el." En Madrid a 15 de marzo de 1629. Recopilación de leyes de Indias, Ley, I, Tit. VII, Lib. 1. Madrid, Edición utilizada de Andrés Ortega, 3ª edición, 1774. 24 El virrey hace referencia en su memoria durante su gobierno a la dificultad de gobernar lo eclesiástico: "…con que es muy difícil tener satisfecha y contenta esta gran parte de la república, y la más peligrosa, por la libertad que se toman en la esempcion que les asegura su estado". Continúa exponiendo su idea principal mediante la cual intenta defender la libertad e inmunidad eclesiástica:
"El común sentir [de los autores] niega a los seculares la facultad de procesar a los eclesiásticos, aunque sea para efecto sólo de informar a los prelados…, añadiendo que el secreto no los excusa y que incurren en la excomunión del capítulo 19 de la bula In coena Domini…" 26 Planteado el conflicto y las diferentes posturas, no podemos entender este proceso sino es comprendiendo que la forma de articular el espacio político se realizaba en base a una realidad que "obedecía a una lógica en la que cada institución disponía de un poder y jurisdicción propios." 27 Ambos organismos en su lucha jurídica por acaparar amplias cuotas de poder en el caso del virrey y, defender las prerrogativas y privilegios por parte del arzobispo, hacían de este conflicto un "equilibrio perfecto", ya que ambos actuaban como contrapesos políticos. El virrey apoyado en los mejores jurisconsultos de la época, como Juan Luis López, Marqués del Risco, que realizó la famosa Alegación jurídica 28 , en defensa de la autoridad regia, y D. Pedro Frasso que en 1677 publicó De regio Patronato Indiarum (1677), en defensa del patronato real. Así pues, y con la ayuda de ambos jurisconsultos, siguió defendiendo su inquebrantable regalismo con destreza, argumentando que el "juicio, vulneraciones, recelos y perjuicios" de la perdida de la libertad eclesiástica, no se debería acometer con generalidad, salvo "cuando estuvieran fundamentadas por las leyes, órdenes, estatutos o despachos reales" que deben cumplir las justicias seculares. 29 Es justo ahora, cuando el virrey se entromete en una lucha jurídica, en la cual intenta rebatir y anteponerse, mediante leyes y decretos reales, a los privilegios eclesiásticos argumentando que: "tiene conocimiento y es competencia la Justicia secular en causas y cosas con las personas eclesiásticas aunque sean demandadas, y nadie ha dicho, ni pudiera decir que están comprehendidos en la dicha Bula de la Cena (…)" 30 Este aspecto de la inmunidad eclesiábstica defendido por el arzobispo y el regalismo férreo en el que se escudaba el virrey será el tema de estudio en el siguiente apartado, mediante el cual se observará, no solo la riqueza jurídica que dio lugar dicho enfrentamiento, sino el reflejo de una postura política que estaba tomando la Monarquía en cuanto a los asuntos eclesiásticos en Indias se refiere. La disputa entre ambos no solo se efectuará en lo jurídico, sino que se manifestará en las diferentes celebraciones públicas. La Corona definitivamente había dado un vuelco decisivo tanto en lo religioso 26 Ibidem. En la bula de la Cena, el punto 20 precisamente cita lo que demandaba el arzobispo y refleja propiamente la base jurídica de la misma: "Item excomulgamos y anatematizamos a todos y qualesquier Magistrados y Jueces, notarios, escrivanos y executores, subexecutores que en cualquier manera se interpusieren en las causas capitales o criminales contra personas eclesiásticas, haciendo procesos contra ellas, encautandolas y prendiéndolas, dando sentencia contra ellas, o executandola sin particular especial expresa licencia desta Santa Sede Apostolica y los que estienden la dicha licencia a las personas y casos no expresos en ella, o en otra manera usan mal de ella, aunque los que tales cosas cometieren sean consejeros, senadores, presidentes de Chancillerías, o vicecancilleres o, de qualquier otro nombre que sean." 27 A. Cañeque, "Cultura vicerregia y estado colonial…", p. 12. 28 Compuso en 1684 su Discurso legal teológico práctico en defensa de la provisión y ordenanza de gobierno de 20 de febrero de 1684; Observaciones Teo-Políticas en que se ilustran varias leyes de la Recopilación de leyes de Indias y las Observaciones Político-Sacras sobre la Real Cédula de 17 de diciembre de 1689. Para conocer más sobre este jurista ver el artículo de Muro Orejón, Antonio, "El doctor Juan Luis Lopez, Marqués del Risco, y sus comentarios a la Recopilación de Indias", Miscelánea, Sumario año 1946. 29 AGI, Lima, leg. 296. 30 Ibidem. como en lo geopolítico. Ahora su mirada basculaba hacia los virreinatos trasatlánticos en su intento de administrar más y mejor sus reinos indianos.
Si esto no se les permitiesse a los Reyes, i sus Vicarios, serián sus cetros i mandos como de caña 31
El 10 de abril de 1685, el virrey duque de la Palata publicó un escrito anunciando desde el puerto de Callao a la Real Audiencia que para las próximas fiestas no se visitara al arzobispo de Lima a la Catedral. Para no faltar a la obligación de celebrar las festividades se reunirían en la Iglesia de Santo Domingo de la misma ciudad 32 . El conflicto entre ambos se llevó a la escena pública y no era del todo extraño. En la sociedad colonial americana, la consolidación de la autoridad dependía en su mayor parte de cuestiones de prestigio, apariencia pública y status, más que del uso de la fuerza. Es a través del ceremonial público mediante el cual las distintas autoridades mostraban su poder e identidad. 33 Estos enfrentamientos no solo reflejaban una postura determinada de la articulación de la sociedad, sino que "contribuían a darle forma" 34 . Del mismo modo, este acto promovido por el virrey, era una consecuencia directa llevada a lo público del enfrentamiento entre la esfera eclesiástica y la secular. El poder, la autoridad, y el prestigio de la monarquía en los territorios indianos dependían en su mayor medida de la manifestación pública de los actos de sus entidades políticas. Esta ocasión no deja de ser una muy clara e importante ostentación del poder con que la Corona intentó aplicar su potestad, mostrando su descontento con la esfera espiritual. Ahora bien, esta contienda entre el virrey y el arzobispo, en palabras de Cañeque: "eran la encarnación misma de la producción y negociación de las relaciones de poder entre la jerarquía secular y la eclesiástica (…) los continuos enfrentamientos entre virreyes y obispos (…) lo que estaba en juego en un contexto más amplio era el grado de control que el monarca podría ejercer sobre el clero de sus reinos." 35 Durante el enfrentamiento el virrey monta en cólera, debido a los discursos que ofendían a la autoridad virreinal y que en este caso injuriaban no a la persona física del duque de la Palata, sino a la figura jurídica, es decir, a la imagen viva del Rey en América: "Yo le perdono a Vuestra Excelencia todo lo que murmurare de mi Gobierno (…) Lo que no perdono a Vuestra Excelencia es que aga Cathedra de pasiones el Pulpito y no siendo esta la primera vez pues aun se tiene presente en la admiración de los cuerdos y crisitanos el sermón de la Madalena en que Vuestra Excelencia perdió tanto el respeto a la representación y personas de otro virrey (…)" 36 A pesar de los avatares públicos entre ambos, el conflicto hasta el momento venía a ser por un lado el intento del virrey de proyectar la jurisdicción real por encima de cualquier institución u poder -en este caso el eclesiástico-, para proyectar el buen 31 J. Solórzano Pereira, , Política Indiana, Libro IV, Cap. XXVII, <<Del modo en que pueden i deben proceder los Virreyes, Governadores, i Audiencias contra los Clerigos, i Frailes que son escandalosos, i sediciosos en ellas, o exceden de la modestia que debe en su sermones>>, p. 742. 32 AGI, Lima, leg. 296. Copia del Papel del excelentísimo Señor Duque de la Palata, Virrey del Perú escrito desde el Callao en 10 de abril de 1685 a la Real Audiencia sobre que no visiten al Arzobispo de Lima y para que acudan a celebrar las fiestas de tabla a la Iglesia de Santo Domingo. 33 Michel Foucault argumentaba en el caso del suplicio que "…es revelador de la verdad y realizador del poder". Así observamos que el poder es aquello que se manifestaba públicamente. Ver en Foucault, M., Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo Veintiuno Editores S.A., 1992, p. 60. 34 A. Cañeque, "De sillas y almohadones…", p. 611. 35 Ibidem, p. 627. 36 AGI, Lima, leg. 296. Copia del escrito al Señor Arzobispo de Lima sobre el sermón que predicó en la Iglesia Cathedral el día 21 de marzo de este año (1685). gobierno de la monarquía sobre el tratamiento de los indios 37 . El arzobispo se limitó a contrarrestar exponiendo los diferentes puntos de la Bula de la Cena que defendía su inmunidad. El enfrentamiento pasó a ser un debate jurídico que impregnó, aún más si cabe, el fortalecimiento del regalismo por parte de la Corona 38 . Así pues, desde mediados del siglo XVII se puede observar que las actuaciones de la Corona se manifiesta claramente como una doctrina vicarialista en cuestiones indianas, e irá adquiriendo una postura aún más férrea hasta desembocar su justificación en "las regalías mayestáticas como derecho inherente a la corona". 39 Esta doctrina tuvo su gran abanderado en la figura de Juan de Solórzano Pereira, que con sus dos obras fundamentales De Indiarum Iure (1629) y Política Indiana (1648), establecía la autoridad que tenía la Corona de establecer una función directa sobre la autoridad pontificia, gracias a la concesión de las bulas papales 40 . Tal fue así, que el 20 de marzo de 1642 el libro III del tomo II De Indiarum Iure entró en el famoso Índice de libros prohibidos. La parte que se condenaba propiamente era la referente a los asuntos eclesiásticos y al regio patronato, aunque no se condenaba la teoría vicarial. No obstante, y pese a ser prohibida cierta parte de su obra, esto no llegó a ser conocido en Indias, ya que Felipe IV mandaba retener por real cédula de 25 de noviembre de 1647 el decreto condenatorio. 41 Entre muchos religiosos que apoyan férreamente la teoría de Solórzano, encontramos al que fue obispo de Santiago de Chile y Arequipa, además de Arzobispo de Charcas. Para Gaspar de Villarroel la autoridad venía siempre del Rey, como intermediador entre temporal y lo espiritual: "Yo procuro tener siempre sobre mi cabeza la de Vuestra Majestad". 42 Esto en cierta medida era debido a la imagen de la Monarquía y del mismo rey como protector de la fe y su propagación católica por todos los territorios del mundo. Asimismo, Felipe IV era considerado como el <<rey planeta>> en su momento, debido a la lucha incansable frente al infiel. Se establece en el imaginario una mitificación e idealización de la propia Monarquía así como la de los monarcas católicos. 43 Muchas de las propuestas de las que se hacía eco el virrey Palata estaban arraigadas en la obra cumbre de Villarroel, el famoso Gobierno eclesiástico pacífico y unión de los dos cuchillos pontificio y regio. La principal tesis que tiene como fundamento todo su discurso es: "Para mi hay dos evidentes razones para tener por evidente el privilegio si bien bastara el consentimiento tácito: despachar cédulas el Consejo y decirlo el Señor Solórzano." 44 Las sentencias pronuncias por este obispo 37 Esto era imprescindible y el clero tenía que hacer el juramento de obediencia, como se ha indicado más arriba, se exigía debido a que los Obispos ejercen un dominio y jurisdicción sobre lugares y bienes meramente temporales, como cualquier otro corregidor. Véase a Antonio de Egaña, La teoría del Regio Vicariato…, p. 111. 38 El virrey y sus juristas arremeten contra la defensa del arzobispo delimitando sus privilegios argumentando que: "la Inmunidad Eclesiástica no es otra cosa que un privilegio, divino, o humano, concedido a las cosas sagradas, o Eclesiásticas en personas, lugares, y cosas." Alegación Jurídica, Histórico-Política, en defensa de la Jurisdicción Real, Capítulo V, Punto XXVIII. Véase este alegato para mayor estudio. 39 S. Cayetano Bruno, El derecho púbico…, p. 93. 40 Véase la [R.L.I.], lib. 1, tít. 6, donde expone las leyes del patronato real según la cédula de 1574, en base a la bula de patronato otorgada el 28-VII-1508, por Julio II <<Universalis ecclesiae regimini>>. 41 tuvieron una resonancia importante, gracias a su férrea postura regalista. 45 Reivindica la paz y el buen gobierno frente a obispos que intentaban turbarla, así que llega a preguntarse: "¿Con qué cara ha de turbar un Obispo la República? ¿Y con qué corazón desobedece en lo justo y santo al Rey? ¿Por qué teme que una Audiencia vea su proceso si va justificado?" 46 Esto era precisamente contra lo que clamaban los obispos, y defendían sus privilegios de inmunidad otorgados por la Santa Sede. Es precisamente en este punto donde entra la tan llamada inmunidad eclesiástica que, Solórzano con una pluma muy delicada pero tajante, hace separar ambas jurisdicciones: "…que aun que los Clérigos i demás personas Eclesiásticas, estén exentas de la jurisdicción del Rei, no por esso dexan de ser vassallos, i comprehenderse debaxo del nombre de tales, i de la fidelidad, i obediencia que todos, como tales le juramos i debemos, especialmente en los mandatos i ordenes, que se endereçan a la publica utilidad, como por expressas palabras, lo enseñan i resuelven infinitos Autores i Modernos…" 47 Esta idea está íntimamente ligada con la respuesta que el virrey y el fiscal de la audiencia del Perú dieron, respondiendo al auto publicado por el obispo de Arequipa el día 29 de septiembre de 1684 en la que se incluía la Bula de la Cena. Uno de sus mensajes más claramente señalados fue en lo que respecta a la inmunidad eclesiástica, haciendo hincapié que: "en materia jurisdiccional es mas poderosa la naturaleza de la causa que de la persona, y aquella atrae y vence al fuero desta…" 48 Este llamativo "dogma jurídico" tomaba como referencia absoluta la autoridad real, ya que superponía la naturaleza de la causa, es decir, la potestad real propiamente, frente a la competencia, autoridad o status social al que perteneciera dicha persona. Este cambio de visión, incorpora la supremacía de la jurisdicción real y, como consecuencia, minimizaba la influencia (soberanía) de todos los miembros de las esferas civiles y eclesiásticas en Indias. Este es un claro ejemplo de las reformas que estaba llevando a cabo el propio virrey, que tuvo la gran designación durante su gobierno de aplicar la Recopilación de las Leyes de Indias. Estos enfrentamientos son la consecuencia de un cambio de visión por parte de la Monarquía a la hora de reestablecer su política con los territorios americanos. Si durante la centuria anterior, la Monarquía se presentaba y se justificaba como una Monarquía universalis 49 , desde mediados del siglo XVII -al menos, es a partir de este momento cuando se hacen evidentes estos cambios, o incluso antes-, la Monarquía Católica no necesitaba alegar dicho proyecto y, como consecuencia, el papel que le otorgaba la Santa Sede dejó de ser exclusivamente necesario. Mientras que por un lado, las relaciones con Roma se hacían cada vez más lejanas, por otro, se estrechaba el control y la autoridad de la Corona respecto a los asuntos eclesiásticos en Indias, además de en los territorios europeos, con la diferencia y exclusividad que, como se dijo anteriormente, el mediador en América era el Consejo de Indias mediante el cual, todos los asuntos eclesiásticos debían de ser supervisados. Así pues, observamos que durante el gobierno del duque de Medinaceli y bajo el virreinato del virrey Palata, la Corona toma posiciones más secularizadas en materias espirituales, acaparando lo que hasta entonces había realizado con plenas prerrogativas la Iglesia 50 .
Conclusión.
A lo largo de este artículo se ha tratado de exponer la postura regalista que estaba llevando la Monarquía católica en las Indias a finales del siglo XVII, a través del conflicto jurídico-político entre el virrey del Perú y el arzobispo de Lima. La "lucha" se enmarca propiamente en determinar la jurisdicción y competencias que pudieran tener sobre los indios tanto el clero como los corregidores, en el ámbito del Real Patronato concedido por la Santa Sede sobre los privilegios eclesiásticos. Así pues, en base a los documentos analizados, podemos exponer una serie de ideas sobre lo ocurrido. En primer lugar, con la llegada del virrey se acentúa la división de ambas esferas. La aplicación de la Recopilación de las Leyes de Indias junto con las medidas regalistas hace florecer las distinciones y luchas entre las diferentes corporaciones que formaban la comunidad política. El virrey justifica su comportamiento regalista en base a la de la defensa y buen gobierno de los territorios americanos sobre la "república de indios". Alegaba su intervención debido a la gran cantidad de agravios y vejaciones ocasionados por los eclesiásticos a los indígenas, llegando a compararla con la violencia que producían los ingleses a los indios. Además, el gobierno de la monarquía justificaba su política gracias a los derechos otorgados por las bulas del Papa Julio II, concedidas en 1508. Esta apología regalista llevada a cabo por el virrey, a pesar de los intentos del arzobispo de rebatir tal teoría, hizo acaparar ciertas funciones hasta ahora desempeñadas por la Iglesia lo cual tuvo como resultado la secularización de dichas actividades, acaparándolas la administración real. El enfriamiento de las relaciones entre el gobierno de Medinaceli con Roma, y el intento del duque de adjudicarse más autonomía sobre las competencias espirituales, fueron una de las causas por las que se produjeron dichos conflictos ocasionados en los diversos reinos de la monarquía.
Este conflicto se desarrolló tanto en la esfera pública -la ya mencionada negación del virrey y la audiencia de acudir a la catedral en determinadas fiestas religiosas-, como en la literatura jurídica, aunque fue esta última la que tuvo el principal escenario de batalla. Hubo un aumento de escritos jurídicos a favor de posiciones regalistas, tanto por parte de oidores como de obispos de las distintas regiones de América, que afianzó las posturas regias de la Corona. Se llevó a la práctica el argumento que esbozaban estos abanderados de la justicia real los cuales defendían que los privilegios otorgados a las corporaciones por parte del Pontífice, como individuo o como grupo, tenían que someterse a la responsabilidad jurídica de los hechos o causas reales. Con otras palabras, y como decía el propio virrey Palata casi citando las mismas palabras que se mencionaron con Solórzano en la introducción: "En materia jurisdiccional es mas poderosa la naturaleza de la causa que de la persona, y aquella atrae y vence al fuero desta." Esta postura no es más que el reflejo de una política diferente llevada a cabo por la Monarquía, la cual ya no necesitaba justificar su proyecto universalis con el apoyo de la Santa Sede, sino que su aspiración y su proyecto político había cambiado drásticamente y, es ahora, cuando intenta recuperar su preponderante papel de patronazgo en dichas tierras al otro lado del Atlántico. Es la oscilación de una política con su mirada puesta en América.
Espaços e actores da comunicação política nos impérios ibéricos (1700-1750)
Spaces and agents of the political communication in the Iberian empires (1700-1750)
António CASTRO NUNES CIDEHUS/Universidade de Évora
Resumo:
Nesta comunicação serão abordados os espaços e agentes que, no seio da arquitectura políticoadministrativa de cada um dos impérios ibéricos de Antigo Regime, se assumiam como principais interlocutores e intermediários de correspondência, assim como os principais ritmos e tendências evolutivas da mesma. Considerando a impossibilidade da análise de todos os municípios de ambas as Coroas, a opção foi por focar em quatro casos específicos, Évora, Córdoba, Ouro Preto e Quito, seguindo uma lógica que assegure a comparabilidade e, ao mesmo tempo, garanta a exequibilidade do trabalho. Defender-se-á a ideia de que as diferenças existentes na malha administrativa das duas Monarquias, nomeadamente o perfil dos indivíduos que acediam aos cargos providos para os territórios teria um impacto directo na lógica de funcionamento da comunicação, assim como na participação política de cada um destes intervenientes. Para o efeito serão apresentados alguns exercícios quantitativos que permitam caracterizar melhor os fluxos de comunicação e que darão uma panorâmica mais alargada do problema em estudo. Palavras-chave: comunicação política; municípios, redes político-adminsitrativas Abstract: "The main focus of this work is the spaces and agents that played the major role as interlocutors and intermediaries of the political correspondence in both the iberian empires. A special emphasis will be given to rhythms of this correspondence. Considering the impossibility do analyze all the municipalities in each of the empires, the option was to focus in four specific cases: Évora, Córdoba, Ouro Preto e Quito. The idea was to assure the comparability of both the political unities and this work was stillpracticable. The main idea of this analysis is that there were considerable differences in the administrative network of the two monarchies, such as the profile of the individuals nominated to positions in the overseas territories, which had direct impact in the political participation of each of the intervenients. For this purpose will be presented some quantitative exercises, in order to get a better characterization of the communication flows, that will give a broader view of problem being studied." Keywords: political communication; municipalities, political and administrative networks O texto que aqui se apresenta corresponde a uma parte da investigação desenvolvida no âmbito da tese de doutoramento. Aqui serão abordados os espaços e agentes que, no seio da arquitectura político-administrativa de cada um dos impérios ibéricos do período Moderno, se assumiam como principais interlocutores e intermediários de correspondência, assim como os ritmos e tendências evolutivas da mesma. O foco será colocado na comunicação entre os municípios e as demais instâncias, o que obrigou a que se trabalhasse apenas com uma amostra, face à notória impossibilidade de analisar a correspondência de todos os concelhos e concejos. Seleccionaram-se para o efeito os Tese desenvolvida no Programa Interuniversitário de Doutoramento em História (PIUDH) intitulada Comunicação e prática política nas monarquias ibéricas de Antigo Regime: Évora, Córdova, Ouro Preto e Quito , financiada com um bolsa de doutoramento da Fundação para a Ciência e Tecnologia (SFRH / BD / 77116 / 2011) mesmos municípios que servem de base para a referida tese: Évora, Córdova, Ouro Preto e Quito.
Considerou-se para o efeito que seria importante definir alguns aspectos que as localidade que serviriam de observatório deveriam ter em comum, no sentido de atenuar o eventual impacto que algumas diferenças estruturais poderiam ter na análise. No entanto, a escolha destes quatro municípios não foi orientada pela procura exaustiva de realidades o mais semelhantes possível. Ou seja, apesar de se reconhecer a necessidade de algumas semelhanças estruturais, as especificidades não são aqui encaradas como uma limitação significativa da comparação. Como alertou Heinz-Gerhard Haupt a ideia de que a comparação terá que abarcar a realidade na sua plenitude é na verdade um grande equívoco, alertando para a necessidade da selecção de alguns casos para definir uma amostra. A validade e representatividade da mesma dependerá muito da capacidade que estes tenham de fazer uma boa contextualização das variações, capaz de dar conta tanto das especificidades quanto das características que integram esses casos em dinâmicas mais amplas:
O primeiro critério que se considerou ser vital seguir será talvez, de todos, o mais difícil de medir. Foi previamente definido que qualquer uma das localidades seleccionadas teria que ter uma relativa importância política e económica no quadro genérico de cada uma das monarquias. Seria desprovido de sentido incluir nesta análise municípios que fossem periféricos dentro do quadro genérico de cada uma das unidades políticas e que não tivessem também um certo nível de centralidade regional. Não só a intensidade da comunicação seria previsivelmente baixa, como seria certamente difícil de identificar na mesma assuntos e dinâmicas que fossem além da micro-escala local, o que desvirtuaria a já difícil relação que este trabalho pretende estabelecer entre o "mundo" local e a governação mais ampla de ambos os impérios.
Os municípios escolhidos procuram dar também resposta ao objectivo de comparar não só os dois impérios, mas também os seus espaços metropolitano e ultramarino. Neste sentido, das duas localidades de cada monarquia, foram deliberadamente seleccionadas uma peninsular e outra sul-americana. Assim, torna-se viável integrar de forma mais pertinente este trabalho nos debates que se debruçam sobre a transferência de sistemas político-administrativos entre os vários territórios das monarquias de Antigo Regime.
Todavia, o número de cidades ou vilas que poderiam ser incluídas seria ainda muito alargado. Decidiu-se que estas teriam de ser sede, além do poder municipal, de outras pólos de poder nomeados pela Coroa, dos quais são exemplo, para o caso português, os corregedores/ouvidores, o governo de capitania e os provedores e, para o mundo hispânico, as audiencias/chancillerías, corregidores, intendencias. Crê-se que existência de qualquer uma destas instâncias não só garantiria que seriam municípios com estatuto e preponderância no seio da respectiva monarquia, como, acima de tudo, as probabilidades de se identificarem conflitos de jurisdição e outras divergências entre estes múltiplos actores seria francamente superior. Mais concretamente, será possível medir o papel das coroas nestes conflitos, quer na procura de resolução dos mesmos, quer, como sugere a ideia dos checks and ballances, promovendo os mesmos, na medida em que esta conflitualidade lhe poderia garantir um maior controlo sobre os acontecimentos nos territórios mais longínquos 1 . Desta forma, procura-se também evitar uma visão demasiado bilateral da governação dos territórios periféricos, na qual o excesso de protagonismo concedido à Coroa e os municípios e mais concretamente a troca de correspondência entre ambos tenda a esbater a acção de outros agentes. Em sentido contrário, optou-se deliberadamente por não incluir nenhuma cidade que fosse também capital ou sede de vice-reino ou governo-geral. No caso de Lisboa, são por demais conhecidas as especificidades deste município, com poderes e orgânica muito distintos dos demais, razão pela qual, num trabalho que pretende uma análise o mais global possível, não faria sentido incluir este concelho.
Existem no entanto outros critérios, não tão abrangentes, que presidiram a esta escolha. Évora e Córdova, ambas cidades situadas no sul da Península ibérica, pese embora as especificidades, tinham um conjunto de características económicas, demográficas e de desenvolvimento da malha urbana que as tornavam bastante semelhantes. Ambas estão situadas em regiões com terrenos morfologicamente similares o que, aliado às parecenças climatéricas, terá ajudado a que estas mesmas características se tenham desenvolvido de forma idêntica. De uma forma geral, a zona meridional ibérica, em especial nos territórios mais interiores (de que Évora e Córdova são um bom exemplo), é marcada pela fraca precipitação, em especial no Verão, e pela grande amplitude térmica, quer diária, quer sazonal. A densidade da ocupação populacional é bastante baixa, estando concentrada essencialmente em torno de alguns pólos principais, como estas cidades. Na órbita destas estavam -e ainda estão -vilas de menores muito menores dimensões, sendo que o espaço rural entre estas é de reduzida ocupação humana. A reduzida fertilidade dos solos favoreceu a prática de culturas agrícolas extensivas -embora não obviamente na acepção contemporânea -e da pecuária, à excepção eventualmente do entorno das localidades, onde algumas explorações de pequenas dimensões surgiam 2 . Estas propriedades de grandes dimensões tendiam, apesar de em alguns casos fraccionadas, a estar na posse da aristocracia local.
Ainda que com algumas diferenças, resultantes da maior diversidade de situações 3 -certamente em resultado da maior extensão da região da Andaluzia por comparação com o Alentejo -genericamente também no sul espanhol a grande propriedade era dominante. Concretamente na região de Córdova, o sul da cidade era marcado essencialmente pela exploração extensiva de cereais, enquanto a norte da mesma, resultado certamente da existência da serra de Hornachuelos, a realidade era ligeiramente diferente, com a dimensão da propriedade a ser menor e as principais produções a vinha e o azeite 4 . Pese embora as diferenças, no essencial -domínio da grande propriedade, pouca ocupação populacional do território, concentração da propriedade em poucas famílias -estes dois espaços eram, no séc. XVIII, bastante semelhantes, o que pelo impacto directo na estrutural social e demográfica dos mesmos, se crê que pode tornar mais pertinente a comparação. instância foco de bastante conflitualidade, os Oficiales de la Hacienda y Cajas de Quito. Já o caso da cidade andaluza será, de todos, o que preenche de forma menos eficaz este critério, na medida em que se destaca quase unicamente o corregidor e, audrante algum tempo, o intendente, além de outras entidades menores; a chancillería com jurisdição era a de Granada, no entanto, pela muito maior importância socioeconómica de Córdova e a pressão centrípeta exercida por esta sobre uma região mais ampla, optou-se por manter este município. 2 A primeira questão que aqui importa abordar prende-se com a participação política dos municípios. Concretamente interessa entender se estes seriam um interlocutor primordial das coroas na sua articulação com os territórios. Como já se explicou, toda a documentação levantada acabou por chegar, directa ou indirectamente, aos mesmos. Na medida em que estes funcionavam -principalmente na Monarquia portuguesa -como verdadeiros guardiões da memória administrativa nas localidades, é natural que se encontrasse registada nos seus cartórios não só documentação enviada para outras instâncias, como também missivas que, aparentemente, versariam temáticas paralelas à sua esfera de acção. No entanto, é pertinente focar aquela que seria trocada directamente com as câmaras e ayuntamientos. Os gráficos abaixo servirão de base para analisar esta questão. Estes apresentam os destinatários da correspondência expedida pelas várias instâncias centrais de cada monarquia que foi registada nos livros camarários.
Gráfico. 1. Destinatários da correspondência enviada pela Coroa (VilaRica)
Gráfico 4 Destinatários da correspondência enviada pela Coroa (Córdova)
Fica desde logo patente a grande diferença nos índices de participação relativa dos municípios na comunicação política. Para os casos portugueses os mesmos surgem como as mais importantes instâncias. Em Évora, o seu protagonismo é claro, sendo que em Vila Rica são apenas ultrapassados por "Genérico", uma catalogação que convém explicar melhor. Em muitos dos casos os documentos não têm um destinatário claro ("todos os que este ... virem"). Neste sentido, a opção foi por, evitando especulações sobre a quem a missiva teria sido enviada, marcar toda esta correspondência como não tendo um receptor definido. No entanto, é perceptível que, na generalidade dos casos, a mesma era enviada para as câmaras, sendo que os pormenores formais de determinadas tipologias documentais obrigavam a que esta não fosse encaminhada com um destinatário devidamente identificado. Neste sentido, é possível assumir que a centralidade das câmaras neste particular fosse ainda maior.
Por comparação, é notório o pouco relevo dos cabildos hispânicos na comunicação. No entanto, crê-se que em ambos os casos -ultramarinos e metropolitanos -as explicações são significativamente diferentes.
No caso de Córdova e, no geral, dos concejos peninsulares, a figura do corregidor, as suas competências e a forma como estas se intersectavam com as do próprio municípios dão indicações sobre esta aparente atrofia da participação política dos mesmos. Convém relembrar que este oficial, apesar de provido pela Coroa, servia como presidente do cabildo, assumindo amplo leque de funções governativas. O gráfico 5 mostra como este era, de forma inequívoca, o destinatário principal da correspondência da Monarquia. No entanto, o que explicaria esta opção? Esta realidade é indissociável da forma como, especialmente nos territórios metropolitanos castelhanos, se afirmaram ao longo do tempo polaridades regionais e do contributo de um oficial com as características do corregidor para a cristalização da supremacia de determinadas cidades em relação a outras.
Se é verdade que a afirmação de cabeças de comarcas ou partidos é motivada por processos eminentemente económicos, demográficos e, em certa medida, de prevalência de estatutos e privilégios, a análise da comunicação política de outras instâncias com os corregidores fornece outros elementos para compreender de que forma o carácter simultaneamente concelhio e supramunicipal deste oficial acentuava as relações de dependência entre as "cidades-cabeça" e os demais territórios.
O corregidor de Córdova era incumbido de encaminhar para outras instâncias locais uma parte considerável da documentação que lhe era endereçada, em muitos casos, articular a aplicação das medidas previstas nestas missivas, o que desde logo mostra que, apesar da concentração das suas actividades como presidente do ayuntamiento, o mesmo mantinha competências que extravasavam os limites municipais. Tal não será surpreendente se tivermos em conta que este mantinha, apesar de tudo, jurisdição sobre todo o corregimento, composto por vários concejos.
No entanto, o que acaba por contrariar aquela que seria a lógica da relação entre a acção dos agentes e o espaço sob sua jurisdição é que esta prática se estende a áreas muito mais amplas, incluindo outros corregimientos, chegando em alguns casos a toda a extensão do denominado "Reino de Córdoba". Tal é perceptível pelo facto de a correspondência oriunda do centro político que ocorregidor de Córdoba encaminhava ter como destinatários mais frequentes os "Señores Juezes y Justicias de todas las Ciudades, Villas y lugares de este Reynado" 5 ou os "Señores Corregidores, Alcaldes mayores e Ordinarios à donde este llegare" 6 . Percebe-se por isso que passaria por este oficial a dispersão de comunicação muito além dos limites geográficos da área em que teoricamente exerceria as suas competência. Mais significativo do que a simples difusão de documentação é que, em alguns casos, fica evidente que este actuaria além do seu corregimiento.
Esta actuação é particularmente evidente em duas áreas: a mobilização militar e gestão da produção agrícola e dos abastecimentos. No seu estudo sobre o cabildo de Córdova, Manuel Cuesta Martínez alerta para a centralidade das funções económicas do corregidor, em especial as relacionadas com a "política agrária" 7 . Defende todavia, que a maior actuação deste oficial nestas questões se verificaria após a criação da junta rectora del pósito, em 1751. No entanto, é perceptível que muito antes disso já o Consejo de Castilla recorria a este agente para garantir o abastecimento e fiscalizar o estado dos depósitos de cereais de regiões além do município cordobês 8 . A recorrência da correspondência sobre este tema intensifica-se após 1718, altura em que o sistema de intendencias é aplicado na Andaluzia. Seria extinto poucos anos depois 9 , sendo apenas retomado em 1749. A coincidência entre a criação desta nova malha e a maior participação do corregidor nesta questão decorre do facto de o mesmo indivíduo acumular as duas funções. O que importa salientar é que mesmo com o fim provisório destas circunscrições, a sua acção coordenadora da manutenção dos depósitos se manteve.
Outro posto que era habitualmente acumulado pelos corregidores castelhanos era o de capitan à guerra, que essencialmente lhe atribuía funções de defesa da cidade e respectivo partido, mas também o vinculava ao esforço de realização de recrutamentos em períodos de guerra. É neste último aspecto que se constata, uma vez mais, uma acção que vai além dos limites da sua jurisdição. Pela própria natureza das funções, a 5 sua actuação neste particular estaria mais limitada aos períodos de guerra em que fosse necessária a convocação de tropas. O que é interessante verificar é que, ao contrário da participação em matérias de abastecimento e produção agrícola, já durante a Guerra de Sucessão o corregidor de Córdova foi, por diversas vezes, chamado pela coroa a participar no envio de homens para os exércitos. Neste sentido, é evidente que o período em que os corregidores acumularam as suas funções com as de intendente terá correspondido certamente a um alargamento do seu leque de competências, sendo que em alguns casos este aumento não terá sido exclusivo do curto período em que esta malha inicialmente vigorou. Mesmo em termos geográficos, a vigência das intendencias representou para o caso de Córdova o aumento da jurisdição deste oficial, que incluiu também o denominado "Reino de Jaén" 10 , expandindo desta forma a área de actuação do corregidor cordobês.
Defende-se desta forma a ideia de que a aparente grande amplitude de competências dos corregidores peninsulares era, obviamente, decorrente da sua acumulação de vários outros cargos que alargaram a sua actuação em termos de território, mas também de matérias. No entanto, pelo menos no caso concreto de Córdova, percebe-se que estes oficiais, mesmo antes da criação e depois da extinção das intendencias eram por diversas vezes convocados pela Monarquia a actuar fora dos limites da sua jurisdição "natural", o corregimiento. Crê-se que estes dados corroboram a ideia de que, apesar de exercer a presidência do cabildo, este era um agente com um cariz indubitavelmente supramunicipal, que acentuaria a tendência já existente para que as mais importantes cidades cabeça de partido exercessem um forte papel centrípeto em relação às demais.
Embora idêntico, o caso de Quito aparenta ter motivações diferentes, apesar de se acreditar que está em tudo relacionado com a relação entre a Coroa e o corregidor. Defende-se aqui a ideia de que, apesar da matriz comum, este cargo tinha nas Indias uma natureza substancialmente diferente. O gráfico 4 ilustra de forma clara, à semelhança de Córdova, o reduzido papel do cabildo na interlocução com a Monarquia. No entanto, ao contrário do município andaluz, o corregidor não emerge como figura de destaque neste particular, mantendo-se inclusivamente com um número muito próximo dos do concejo.
Mesmo recusando abordagens excessivamente redutoras, considera-se que esta situação terá relação directa com o perfil de quem acedia a estes ofícios e, mais concretamente, com a recorrência da venda de cargos em Espanhaem especial nos territórios indianos -, por comparação com a reduzida expressão deste fenómeno em Portugal, em muitos casos completamente inexistente. Como menciona José Manuel Santos Pérez: "La entrada en el entramado burocrático del imperio hispano en América se hizo posible para cualquier persona con medios económicos desde que a finales del siglo XVI la corona decidió vender una buena parte de los postos disponibles. La ocupación de un cargo se hizo cada vez más una cuestión de capacidad económica, incluso para los oficios que requerían cierta capacidad técnica." 11 A possibilidade de comprar um cargo estendia-se desde a audiencia até alguns significativamente menores, ao nível do ayuntamiento. De entre estes últimos os mais desejados eram os regimentos que muitas vezes eram adquiridos de forma indirecta, na medida em que os cabildos os anexavam a outros menos apetecidos de forma a incentivar a compra destes. Já os casos dos corregimientos e das alcaldías mayores, não podendo ser alvo de uma venda directa, em grande medida pelo conjunto de conhecimentos específicos que o seu exercício exigia, eram nestes casos concedidos "em benefício", tratando-se na prática de uma venda encapotada, com a especificidade de o comprador não ficar com a propriedade do ofício, exercendo-o apenas durante um período pré-determinado 12 .
Na Monarquia lusa, como referiu Roberta Stumpf, a opção foi pela "venda de poucos, mas importantes cargos" 13 , o que de acordo com a mesma autora representa uma diferença muito significativa em comparação com a política castelhana de colocar à venda uma grande variedade de ofícios, incluindo menores. Ainda assim, dos ofícios que constituem o foco do presente trabalho, poucos eram os casos passíveis de ser vendidos, à excepção provavelmente do de provedor da fazenda. Cargos de nomeação régia como ouvidor, corregedor, provedor das comarcas metropolitanas, juiz de fora, superintendente dos descaminhos do tabaco, tendencialmente desempenhados por letrados, não eram passíveis de ser comprados. No mesmo sentido, embora existam casos de ofícios de âmbito municipal concedidos em propriedade, tratava-se na verdade de cargos menores, não havendo registos de tal fenómeno aplicado a vereadores.
A compra generalizada de ofícios no império espanholem especial no período que se seguiu a 1680está na génese de uma alteração significativa na origem social de quem desempenhava muitos destes cargos. A extensão desta prática a postos de carácter judicial de nomeação régia, como os de corregidor e oidor, permitiu que membros da elite local tivessem acesso aos mesmos, algo até então praticamente reservado aos nascidos na Península. No mesmo sentido, generalizou a já recorrente prática de prover indivíduos sem formação universitária e eventualmente sem experiência passada 14 . Ainda assim, a prática tinha muitas variações. No caso concreto do território quiteño todos os presidentes de audiencia nomeados daí em diante foram-no na sequência de uma compra, enquanto no caso de corregidores e oidores se manteve em alguns casos o provimento decorrente de uma consulta, embora consideravelmente mais recorrente no caso dos segundos 15 .
Como já se detalhou, a possibilidade de compra dos mesmos fez com que a estes passassem a poder aceder indivíduos cuja preparação e grau de conhecimento técnico a Coroa controlava muito menos. Se a isto se acrescentar o facto de o comércio dos corregimientos ser utilizado pelas principais famílias locais para tentar obter posições de vantagem nas disputas entre si é possível equacionar que o grau de confiança depositado pelas instâncias centrais da Monarquia, principalmente o Consejo de Indias, pudesse ser menor do que tinha nos oficiais metropolitanos. Ángel Sanz Tapia alerta para a frequência da venda de cargos ao longo do séc. XVII, estimando que esta prática se tenha verificado em cerca de dois terços dos ofícios providos na América 16 . O início do reinado de Filipe V, coincidente com a cronologia deste estudo, correspondeu, numa primeira fase a uma tentativa de reverter esta realidade. No entanto, o esforço económico exigido pela Guerra de Sucessão alterou por completo esta tendência dos primeiros anos da dinastia bourbónica, promovendo um novo ciclo no comércio de cargos. 17 A ideia de que a natureza do provimento condicionaria a participação política dos oficiais e respectivas instâncias é reforçada se se considerar qual o órgão que, em contra-ciclo com a fraca participação do concejo, surge como interlocutor principal, a Audiencia de Quito. Acredita-se que a primazia atribuída pela Monarquia a estas instâncias resulta, por um lado, do perfil dos indivíduos que ocupavam estes cargos, mas também da necessidade de garantir algum equilíbrio nos jogos de interesses locais. Embora se saiba que é muito discutível a ideia de encarar a audiencia como um espaço de garantia dos interesses régios, a verdade é que as características e percurso de quem nela desempenhava funções, em especial oidores e o presidente, permite estabelecer uma diferença clara em relação a, por exemplo, os corregidores.
Apesar de alguns oidores, como Juan Dionisio Larrea Zurbano 18 , terem desempenhado as suas funções sem formação jurídica, na generalidade dos casos eram magistrados que ocupavam este posto. Este era, ainda assim, formado em Teologia, o que, mesmo considerando a sua pouca preparação na tramitação dos processos judiciais, lhe conferia alguma legitimidade para julgar os vários casos, à luz das concepções da época. À semelhança deste também Lorenzo Lastero y Salazar, Juan Bautista Sánchez de Orellana, Juan Romualdo Carfanger y Artienda, Luis Se Santa Cruz y Centeno, Juan Romualdo Navarro, Manuel de la Vega e Bárcena e Gregorio Ignacio Hurtado de Mendoza foram providos neste ofício por meio de compra 19 , tendo os demais sido seleccionados por meio de consulta, ou seja, pelos seus méritos e serviços passados. No caso dos presidentes da audiencia de Quito, foram todos nomeados na sequência de um pagamento, como já se referiu.
Neste sentido, mais do que propriamente a questão de o provimento decorrer ou não da compra do cargo, crê-se que a primazia da audiencia como interlocutor da Coroa decorreria, por um lado, da maior especialização dos seus agentes -essencialmente oidores e protector de indios -e da origem dos mesmos que, ao contrário dos corregidores, além de tenderem a circular por outros espaços da Monarquia (fundamentalmente na América), eram, em muitos casos, oriundos de outros locais que não Quito. Não se quer com isto defender a ideia de que a audiencia seria um espaço apenas de fiscalização e em que os interesses régios fossem inequivocamente defendidos. Muito pelo contrário, vários estudos têm demonstrado a forma como o rápido enraizamento dos oficiais que desempenhavam funções neste órgão, em conjunto com o facto de alguns dos escolhidos serem mesmo locais, obriga a que se relativize esta visão deste tribunal. No entanto, o facto de muitos serem nomeados sem necessidade de compra do posto, aliada à formação universitária da maioria dos que ali desempenhavam funções e, principalmente, a dispersão da origem geográfica dos mesmos, revestia a audiencia, e especialmente os seus oficiais, de características que nenhuma outra instância na malha administrativa colonial espanhola -principalmente os corregidores -tinha.
A ideia que aqui se defende é a de que, pese embora as aparentes semelhanças entre a estrutura administrativa hispânica metropolitana e colonial, a transferência do modelo peninsular para os territórios ultramarinos e as diversas adaptações do mesmo geraram um conjunto de mutações na natureza dos ofícios e instituições que, apesar de permanecerem aparentemente idênticos, tinham diferenças substantivas quer ao nível das competências, quer ao nível da participação política que a Coroa lhes reservava.
Em sentido inverso, parece verificar-se uma maior uniformidade no caso português. Não só as câmaras se apresentam com um papel central na correspondência com o centro político da Monarquia, como os demais intervenientes são em tudo semelhantes, principalmente corregedores e provedores e os seus correspondentes ultramarinos, ouvidores e provedores dos defuntos e dos ausentes e provedores da fazenda. A grande diferença residirá no papel que os governadores de capitania assumiam na intermediação da comunicação com as localidades no Brasil (gráfico 2), cargo sem correspondência directa na metrópole. Para o caso eborense, por comparação com o município mineiro, as funções de intermediação aparentam estar mais concentradas no corregedor e juiz de fora, essencialmente no primeiro (gráfico 3). O maior número de ofícios nos territórios ultramarinos ditaria uma maior dispersão das instâncias com responsabilidade de fazer chegar às câmaras determinada documentação. De facto, a percentagem da correspondência expedida directamente para os oficiais camarários é menor no caso de Vila Rica, o que aparentemente confirma a ideia de que a comunicação seria não só intermediada por um número maior de agentes, como o seu volume total seria superior.
O que explicaria esta diferença? Seria o resultado de algo premeditado ou apenas o produto das divergências na malha administrativa peninsular e colonial? Acredita-se que esta situação decorreria, desde logo, da necessidade de uma melhor operacionalização da logística da comunicação em territórios muito mais vastos e em que as principais localidades se encontrariam separadas por distâncias muito superiores às verificadas no Reino. Ou seja, recorrendo a agentes que tivessem sob sua jurisdição mais do que um concelho, a Coroa conseguia tornar mais eficiente a difusão da informação, na medida em que estes ficariam responsáveis por fazer chegar às câmaras a respectiva documentação. Além de permitir a redução de custos, importa aqui equacionar até que ponto o recurso a esta modalidade não poderia também ser visto como forma de exercício de um controlo mais apertado da actividade dos oficiais camarários por parte da Monarquia. Embora seja difícil avançar nesta matéria pouco mais do que a mera suposição, a verdade é que nos casos em que se recorria à intermediação eram, frequentes vezes, atribuídas a esses indivíduos algumas responsabilidade de verificação de aplicação dessas mesmas directrizes. Além do mais, garantia que estes tomavam conhecimento da respectiva matéria, algo que por vezes poderia não estar assegurado quando a correspondência era trocada directamente com os municípios.
Alargando a comparação para o território espanhol, parece evidente que, se por um lado, a intermediação da correspondência com os municípios era muito mais comum por comparação com a Monarquia lusa, por outro esta tendia a estar muito mais concentrada em apenas uma ou duas instâncias, enquanto se dispersaria por um número maior de agentes no caso português.
III.3. Las estructuras del poder: poder y sociedad
Poder y familia: el duque de Uceda ante las gestiones patrimoniales de la casa de Lerma
Power and family: the Duke of Uceda facing with the assets and property management of the House of Lerma
Daniel GALVÁN DESVAUX Universidad de Valladolid *
La configuración del patrimonio de la casa de Lerma al inicio del reinado de Felipe III
Hacia finales del reinado de Felipe II, el duque de Lerma, entonces marqués de Denia, se encontraba en una situación compleja, ya que el estado de su hacienda no era el más apropiado y prácticamente no tenía con qué hacer frente al mantenimiento de su casa 4 . El ascenso al valimiento en 1598 le permitió encontrar una manera de encauzar y solventar este problema, ya que desde ese momento tuvo a su disposición el control del patronazgo regio. Tras el regreso de la Corte de la jornada de Valencia en 1599, se produjo el primer paso dentro de la política de acrecentamiento de la casa de Lerma, dado que Felipe III concedió a su valido el ducado de Lerma 5 y el marquesado de Cea para su primogénito don Cristóbal. El rey también le otorgó la posibilidad de configurar el mayorazgo de su casa "[…] como en mayorazgo regular y ordinario, rebocando para ello los llamamientos de la primitiva fundación del señor rey don Fernando […]" 6 . A partir de aquí, el duque de Lerma inició toda una serie de gestiones para configurar su mayorazgo y aumentar ostensiblemente su patrimonio, en las que tuvo un papel significativo el duque de Uceda.
Sin duda, una de las rentas más sustanciosa que logró en estos primeros momentos del reinado fue la de la extracción de 15.000 salmas de trigo de Sicilia en septiembre de 1601, que quedó incorporada a su mayorazgo. A pesar de ello, los problemas que generó su gestión hicieron que el duque de Lerma la intercambiase en septiembre de 1603 por 72.000 ducados de renta, situados 30.000 en Sicilia, 32.000 en Nápoles y 10.000 en la Corona de Aragón 7 . La concesión de esta gracia real también provocó uno de los primeros enfrentamientos explícitos entre el valido y su hijo, a pesar de los deseos del primero de que Uceda heredase tanto el valimiento como el ducado de Lerma. Según relató don Francisco en 1621, Uceda actuó con Fernando Carrillo, que para 1601 era abogado de su padre, para lograr la consignación de esta renta en el mayorazgo de Lerma y evitar que se pagase con ella las deudas que tuviese en el momento de su muerte 8 . La utilización de esta renta es fundamental para entender la relación entre ambos validos, puesto que fue la base sobre la que se planteó la intervención de don Cristóbal en el patrimonio de su casa.
La siguiente decisión de Lerma para organizar su hacienda se produjo entre 1602 y 1603, generando de nuevo problemas con Uceda. El valido consideró que la mejor opción para su familia era conformar dos mayorazgos 9 , manteniendo el de Lerma para el duque de Uceda y creando uno nuevo de 20.000 ducados de renta 10 para don Diego Gómez de Sandoval y Rojas, su hijo segundo. Este segundo mayorazgo se estructuró para que don Diego lo recibiese en el marco de su matrimonio con la heredera de la casa del Infantado, la condesa de Saldaña 11 . La constitución de un segundo mayorazgo en una casa aristocrática no era algo excesivamente extraño, aunque sí que contravenía la idea de transmitir incólume el patrimonio familiar y evitar su disgregación en el futuro 12 . Tal vez, Lerma desease con este nuevo mayorazgo generar una línea secundaria dentro de los Sandoval, que además sería parte de la casa del Infantado, y ofrecer a su hijo una base sobre la que desarrollar su posición cortesana.
De nuevo, la configuración que estaba realizando del patrimonio familiar situó a su hijo en un contexto complicado, dado que este mayorazgo iba "[…] en perjuicio del duque de Uceda y de D. Francisco de Sandoval, su hijo […]" 13 . La clave para entender este problema la vuelve a otorgar el valido en 1621, cuando refirió las complicaciones que provocó Fernando Carrillo al avisar al duque de Uceda de la predisposición de su padre hacia la constitución de un segundo mayorazgo. A partir de aquí se inició un cierto enfrentamiento entre Uceda y Saldaña, que obligó a su padre a establecer el mayorazgo con una cláusula de retorno al principal de la casa de Lerma 14 . La solución de este problema se produjo en abril de 1602, cuando el duque de Uceda y su hermano hicieron una escritura de concierto en la villa de Olmedo por la que consentían en la fundación de los dos mayorazgos 15 .
Desde este momento y durante los siguientes años, el duque de Lerma siguió aumentando el patrimonio de su casa, a la vez que afianzaba su poder al lado de Felipe III. El objetivo fundamental era lograr el engrandecimiento de su familia y el mantenimiento de una estructura de poder basada en los Sandoval. Sin embargo, los diferentes movimientos hacendísticos del valido, sus excesivos gastos, así como la conformación de toda una serie de patronazgos y fundaciones, provocaron que el duque de Uceda tuviese que actuar de nuevo para asegurar el futuro de su patrimonio.
La concordia de San Lorenzo de El Escorial de 1607
En uno de los muchos pleitos que se desarrollaron sobre la posesión de los estados de Lerma durante el siglo XVII como consecuencia de la organización patrimonial del duque de Lerma, se remarcó la idea de que el duque de Uceda no había recibido nada de su padre y que todo lo que tuvo fueron mercedes regias: "Y el duque de Uceda no [h]abía recibido nada del señor Cardenal Duque por gracia ni por cuenta de legítima, porque todo lo que tenía y tuvo fueron mercedes que le hizo Su Magestad en contemplación de sus servicios y de su persona misma" 16 .
Este planteamiento desarrollaba tanto la idea de que la relación de Lerma y Uceda siempre había estado marcada por la dificultad, como que don Cristóbal no había participado en modo alguno en la configuración patrimonial de su casa. Como se ha planteado anteriormente, esto no sería cierto, dado que el duque de Uceda se mostró entre 1601 y 1603 ciertamente preocupado por las maniobras de su padre en la gestión de la renta de los 72.000 ducados y en la fundación de un segundo mayorazgo para su hermano. Sin embargo, el punto de referencia que definió la relación entre ambos durante los siguientes años fue la concordia que firmaron en San Lorenzo de El Escorial el 20 de julio de 1607 17 . El documento final está fechado el 8 de agosto y ambos Duques pidieron validación al rey unos días después 18 . La interpretación que se ha hecho de este documento se ha centrado en considerar que Lerma lograba de su hijo la aprobación de sus excesivos gastos y de la organización de su testamento. Sin duda, 13 esto es cierto, pero también que Uceda consiguió de su padre permiso directo para controlar la utilización de una parte de su patrimonio y el reconocimiento de que era el heredero político y familiar de los Sandoval.
En esta concordia, Lerma admitió que había gastado una gran parte de su hacienda en la fundación de monasterios, iglesias o patronazgos y se cuestionó sobre si -ahora que iba a realizar su testamento-sus gastos excedían el quinto de los bienes libres de los que podía disponer por ley. Por ello, realizó este acuerdo con Uceda para que este aceptase y diese validez a los gastos realizados hasta ese momento. Además, don Cristóbal también se comprometió a que a la muerte de su padre cumpliría con el mayorazgo de 20.000 ducados para su hermano don Diego 19 . Asimismo, aceptó pagar las deudas de su padre cuando este muriese, los gastos derivados de las fundaciones y patronazgos y renunció a su legítima, como habían hecho sus hermanos cuando contrajeron matrimonio.
A cambio de estos reconocimientos, el duque de Uceda reclamó al valido algunas contraprestaciones, a las que tradicionalmente no se ha otorgado demasiada importancia. Primero, los bienes libres que quedasen a la muerte de don Francisco se vincularían al mayorazgo de la casa de Lerma 20 . Además, logró que su padre no pudiese pedir permiso para consignar, vender o hipotecar los bienes del mayorazgo. Por último, le obligó a que algunas rentas y dinero concretos se tuviesen que administrar con su intervención directa y siempre en beneficio del mayorazgo: "[…] y lo que se [h]a de pasar a Castilla de las tratas y de lo de la recompensa […] y de la benta de la huerta de Valladolid, se [h]aya de emplear y emplee con intervención del señor duque de Cea y su satisfacción en la misma casa y maiorazgo de Lerma, […]" 21 .
La última disposición demuestra que el duque de Uceda estaba profundamente preocupado por el futuro de su mayorazgo y que deseaba ejercer a partir de entonces una cierta supervisión sobre algunos de los bienes de su padre. Tanto es así que también le exigió, mientras negociaban esta concordia, imponer una posible renta de 8000 ducados para Mariana de Padilla, su esposa, sobre los bienes del mayorazgo en caso de que él muriese antes que Lerma 22 . El objetivo fundamental de Uceda era asegurarse de que, llegado el momento, tanto el patrimonio de su casa como el valimiento no estuviesen tan erosionados que no pudiese ejercer ambos satisfactoriamente. Algo que se refrenda al considerar que junto a esta concordia debió de existir un documento anejo (que no se ha conservado) en el que ambos pactaron "[…] el tiempo que permanecería Lerma en la Corte y cómo y cuándo dejaría el poder en manos de su hijo" 23 . Evidentemente, esto ofrece una imagen del duque de Uceda muy diferente, alejada de visiones historiográficas que han incidido en su debilidad o desinterés político.
Pero más allá de esto, la pregunta reside en si Uceda ejerció esta supervisión sobre este patrimonio concreto de la casa de Lerma como se estipulaba en la concordia de El Escorial. La respuesta es positiva y se puede rastrear entre la documentación de la Cámara de Castilla, puesto que Lerma y Uceda actuaron juntos para utilizar parte de los 72.000 ducados de renta que provenían de la merced de las 15.000 salmas de trigo de Sicilia.
La intervención del duque de Uceda en las gestiones patrimoniales de la casa de Lerma
La utilización de la merced de los 72.000 ducados por el duque de Lerma con la participación de su hijo se desarrolló entre 1609 y 1619, cuando el duque de Uceda ya había ascendido al valimiento junto a Felipe III. En concreto, utilizaron su influencia sobre los virreyes de Nápoles, el conde de Benavente y el VII conde de Lemos, para desempeñar en varias ocasiones parte del juro de 32.000 ducados que estaba situado en este reino y utilizarlo para beneficiar su mayorazgo. La primera partida de dinero que llegó fueron 79.010 ducados y Uceda y Lerma escribieron en julio de 1609 24 a la Cámara pidiendo permiso para que se utilizase en la compra de las alcabalas y tercias de las once villas de behetría 25 que pertenecían al valido, como habían pactado el 14 de mayo de 1608 con los diputados del Medio General. La persona encargada de realizar esta labor fue Garci Mazo de la Vega, tesorero real, y el dinero se debía emplear "[…] en beneficio del dicho su mayorazgo y porque el que recibe su casa en mudar la dicha renta […] es muy notorio, pues hazienda tan remota la biene a tener en otra de mejor calidad y en sus mismas tierras y lugares cercanos a ellas" 26 . Sin embargo, esta primera petición fue seguida de otra en octubre de ese mismo año, en la que volvieron a incidir en la necesidad de usar este dinero para comprar las alcabalas y tercias según se había estipulado en el nuevo asiento de 22 de septiembre con los representantes del Medio General 27 .
A parte de este primer uso del dinero desempeñado de Nápoles, Uceda también participó en algunas modificaciones que Lerma realizó sobre su mayorazgo. En diciembre de 1609, el valido pidió permiso a Felipe III para intercambiar 10.000 ducados de renta de su mayorazgo por los beneficios provenientes de los celeiros que tenía en las villas de Serpa y Mora en Portugal 28 . A cambio de introducir esta renta en su mayorazgo, el valido podría disponer libremente de estos 10.000 ducados. De nuevo, Uceda y su padre sabían que actuaban contradiciendo la concordia de El Escorial: "[…] él y el duque de Cea, su hijo y subcesor en su casa, estado y mayorazgo de Lerma, suplican a V.Magd. se sirva de les conceder facultad para ello sin embargo de los capítulos hechos entre padre y hijo y [e]scriptura otorgada en razón dello […]" 29 . Tras la muerte de ambos Duques, el II duque Lerma informó al rey que la hacienda que tenía en estas rentas portuguesas estaba secuestrada por pleito y que su abuelo había usado la cantidad libre en beneficiar el mayorazgo del conde de Saldaña 30 .
Al caso de estas rentas portuguesas se unen otros dos ejemplos de la intervención de Uceda en los cambios realizados por su padre en el mayorazgo de Lerma. El primero fue la renuncia que hizo el valido de 2152 ducados de las tenencias del castillo de Burgos, que estaban incorporados al mayorazgo, en la Hacienda Real. A cambio, Felipe III les concedió la posesión de los alcázares, puertas y puentes de 24 31 . La segunda estuvo relacionada con la religiosidad de Lerma y su deseo de dotar el patronazgo y capilla mayor del monasterio de Santa Catalina de Siena de Madrid. Esta fundación contravenía la concordia de El Escorial y Uceda tuvo que otorgar permiso expreso a su padre: "[…] el dicho duque de Uceda como tal su hijo mayor y sucesor en la dicha su casa, estado y mayorazgo y en cuyo favor se hizo la dicha concordia y capítulos, lo [h]a consentido y consiente para que el dicho patronazgo, dotazión y fundación sea segura" 32 . Además, en este caso la intermediación de Uceda se ratifica porque este memorial es uno de los pocos que aparece directamente firmado por él y por el duque de Lerma.
En paralelo a esta estructuración patrimonial, don Cristóbal también fue configurando su propia "casa, estado y mayorazgo" a partir de la compra de la villa de Uceda en diciembre de 1609 33 . A la vez, pidió licencia al rey para fundar un mayorazgo para don Bernardo Gómez de Sandoval y Rojas, su hijo segundo, dotado en 30.000 ducados de renta. Este mayorazgo fue aprobado por Felipe III en febrero de 1610 y tomaba como ejemplo para su fundación los que había conformado el duque de Lerma 34 . En la facultad en la que el rey aprobaba este mayorazgo, también reconocía la pertenencia de Uceda al linaje de los Sandoval y que esta concesión era consecuencia de los múltiples servicios que habían realizado a la Corona 35 . Finalmente, el monarca elevó a don Cristóbal a la dignidad de duque de Uceda, estableciendo así un nuevo ducado para el heredero de la casa de Lerma 36 .
Después de haber conseguido conformar un mayorazgo propio, el duque de Uceda volvió a actuar junto a su padre en julio de 1611 y enero de 1614 para utilizar otra parte del dinero desempeñado del juro de Nápoles. En ambos casos no se estableció para qué debían usarse estas cantidades más allá de en bienes y rentas para el estado de Lerma 37 . Sin embargo, no será hasta 1615 cuando este tipo de actuaciones se hagan mucho más frecuentes y continuadas. Esto coincidió con la etapa de mayor protagonismo cortesano del duque de Uceda, sobre todo a partir de su participación en el intercambio de princesas para los dobles matrimonios con Francia. En este mismo año, ambos Duques informaron al rey de que el VII conde de Lemos había mandado entre 1613 y 1614 cuatro letras a Madrid con otras partidas de dinero. En esta ocasión, el encargado de utilizarlo fue Juan Ladrón de Guevara, quien tuvo una relación cercana con el duque de Uceda durante todo el reinado. El total de estas letras ascendió a 2.488.890 reales y una parte se utilizó en la compra de la villa de Arganda, la cual se incorporó al mayorazgo, otra para redimir un censo impuesto sobre la villa de Vergel en 31 Unos meses después, Uceda y su padre volvieron a avisar al monarca de que llegaba un nuevo envío de 3.271.112 reales y que deseaban utilizar una parte para armar cuatro galeras en el puerto de Denia. Los beneficios de esta pequeña armada se incorporarían al mayorazgo hasta una cantidad de 70.000 ducados 39 . Asimismo, también se empleó otra parte para que Juan Ladrón de Guevara redimiese algunos censos impuestos sobre los bienes y rentas del marquesado de Denia y para pagar al duque de Lerma 4100 libras que había utilizado de sus bienes libres en cuatro censos 40 . Por tanto, se observa que uno de los objetivos de estas operaciones patrimoniales era usar el dinero de Nápoles para desempeñar sus estados y mejorar la situación del mayorazgo de Lerma. A esto se une también que el duque de Uceda y el valido invirtieron cantidades del dinero llegado de Italia en la compra de la villa de Villasandino, la villa de Puerto 41 y el lugar de Cillaruelo de Abajo, esta última a las monjas de las Huelgas de Burgos 42 . Especialmente interesante es el caso de la primera villa, porque muestra una de esas operaciones hacendísticas tan propias de los Sandoval, ya que se pagó en parte con el dinero enviado por el conde de Lemos, pero la otra cantidad provino de lo que Felipe III debía al duque de Lerma de la venta del palacio de la Ribera de Valladolid 43 . Finalmente, también compraron con este dinero algunas escribanías del número y ayuntamiento de villas y lugares del duque de Lerma 44 , aunque a partir de noviembre de 1618 con la participación de Fernando de Segura en vez de Juan Ladrón de Guevara 45 . En concreto, adquirieron tres escribanías de su villa de Tudela de Duero 46 , la cual habían comprado unos años atrás.
Esta fue la última vez que el duque de Uceda y el duque de Lerma, ahora ya cardenal, escribieron a la Cámara para gestionar la utilización de la renta proveniente de Nápoles. Tal vez el motivo residió en que para 1619 Uceda ya había ascendido al valimiento y tenía que ocuparse de otras cuestiones más urgentes. La realidad es que estos casos demuestran que el duque de Uceda intervino activamente junto a su padre en el cumplimiento de la concordia de El Escorial. El objetivo principal fue favorecer la situación del mayorazgo de Lerma, ya fuese incorporando nuevas rentas o lugares o desempeñando censos. Parece claro que Uceda deseaba que el patrimonio de su casa se mantuviese en una situación óptima para cuando se convirtiese en II duque de Lerma. Ciertamente, esto nunca llegó a ocurrir, dado que Uceda falleció en 1624 y su padre un 38 año después. Para ese momento, el II duque de Lerma, hijo mayor de don Cristóbal, obtuvo tanto el mayorazgo de su abuelo como del que había conformado su padre en torno al ducado de Uceda.
Una aproximación a la situación de los Sandoval bajo el II duque de Lerma (1625-1635)
La muerte de Felipe III en 1621 y el ascenso al trono de Felipe IV generó una gran reorganización en la Monarquía española. El nuevo monarca llevó a cabo una profunda revisión del uso que los Sandoval había dado al patronazgo regio y, por tanto, del patrimonio que habían incorporado en su casa. En especial, Felipe IV centró su atención en la merced de los 72.000 ducados de renta, que fue incautada por Domingo de la Torre Rucabado, escribano mayor de rentas 47 . Los procesos que se iniciaron contra los Sandoval incidieron en el enriquecimiento ilícito que habían logrado gracias a su cercanía con Felipe III. Aunque esta imagen parece real, también lo es que el II duque de Lerma tuvo que enfrentarse con el endeudamiento de sus estados cuando tomó posesión de todo su patrimonio en 1625. No hay que olvidar que las obligaciones cortesanas y de legitimación del duque de Lerma y del duque de Uceda provocaron el aumento del gasto en sus haciendas, puesto que lo importante para ellos era la demostración de poder inherente al mismo 48 .
Respecto a la situación del mayorazgo del duque de Uceda, el II duque de Lerma acabó heredándolo por muerte de su hermano don Bernardo en 1615. Sin embargo, para 1629 su estado era más que complejo y estaba pleiteando con los testamentarios de su padre por la posesión del mismo, ya que estos aducían que no había hacienda suficiente para dotar al mayorazgo de los 30.000 ducados correspondientes por fundación. Hasta ese momento, el II duque de Lerma solo pudo gozar de un quinto de los bienes 49 , tal y como había establecido su padre, de la jurisdicción del mayorazgo y de 70.000 ducados de la almoneda de los bienes del duque de Uceda, aunque esta cantidad regresó a los testamentarios tras su muerte. Por tanto, todo esto indica que para los años 30 del siglo XVII la situación del mayorazgo de Uceda estaba bastante lejos de lo que don Cristóbal había estipulado en su fundación.
En cuanto al estado de la hacienda de la casa de Lerma, al que se ha aludido a lo largo de este trabajo, tampoco era el más adecuado cuando se produjo la muerte del Cardenal Duque en 1625. El II duque de Lerma tuvo que resolver los problemas que había generado la política de prestigio de su abuelo, sobre todo por los pleitos acerca de la posesión de las villas de Arganda y Tudela de Duero y de la merced de los 72.000 ducados de renta, que estaba embargada. A esto se unieron las múltiples deudas que había contraído el valido -incluido un pleito por los salarios de sus criados 50y el deterioro que se había producido en el mayorazgo, que para ese momento alcanzaba los 300.000 ducados 51 .
La complicada realidad en la que se encontraban estas dos haciendas se intensificó a la muerte del II duque de Lerma en 1635, cuando ambos patrimonios aparecían claramente endeudados. En uno de los pleitos que se produjeron en ese momento, doña Feliche Enríquez de Cabrera, II duquesa de Lerma, reclamó su derecho por capitulaciones matrimoniales a gozar de una renta de 10.000 reales anuales y a la posesión de una villa de los estados de su casa. Sin embargo, también se indicó la imposibilidad de atender a esta petición por la falta de bienes con que sufragarla: "Lo séptimo, se presupone que la señora Duquesa para comprobación y evidencia de que no [h]ay ni ha quedado bienes algunos libres de los señores cardenal duque de Lerma y duque de Uceda, su hijo, ni del Duque don Francisco, nieto, su marido, […]" 52 . Incluso, doña Feliche refrendó el endeudamiento en el que se encontraba su casa al señalar que era acreedora de "[…] 16 quentos 307.571 maravedís, según consta y parece por los testimonios, papeles y recaudos presentados" 53 .
A través de este acercamiento inicial al estado del patrimonio de las casas de Lerma y Uceda tras la muerte de ambos validos, se puede afirmar que junto a la imagen del fuerte enriquecimiento ilícito que ambos proyectaron, aparece otra vinculada al endeudamiento generado expresamente por el ejercicio del valimiento y sus obligaciones.
Una mujer temida. Estrategia familiar y autoridad política de Catalina de Zúñiga, condesa de Lemos
A feared woman. Family strategy and political authority of Catalina de Zúñiga, countess of Lemos
representative never missed a chance to stress the role within the court of Catalina de Zúñiga y Sandoval, countess of Lemos, 3 sister of the duke of Lerma and camarera mayor of the deceased queen. Her elder son, Pedro Fernández de Castro, count of Lemos, 4 was the viceroy of Naples, while her youngest son, Francisco de Castro, count of Castro and duke of Taurisano, 5 at that time was working as Spanish ambassador to the Holy See, in Rome. Consistent rumors had preceded his arrival to the court. Here Caetani soon came to be considered as an enemy of cardinal Pietro Aldobrandini. 6 Even more, it seemed that it had been the cardinal himself to have planned the trick, together with his "friends" from the Lemos family. Therefore, it is self-evident of how awkward the position of the nuncio was: he found himself right in the middle of two groups of political powerinside the Sandoval's clanwhose borders were not always welldefined. The first group was close to Pietro Aldobrandini, cardinal nephew of deceased pope Clement VIII, whose rivalry with the Borghese family is well known: 7 it embraced those whom nuncio Caetani defined as partials [partiali, ndr.], 8 of the lords of Lemos, and found in Catalina de Zúñiga y Sandoval its highest representative. The second group was the one formed by the partials of the duke of Lerma himself, and whose many representatives were: Rodrigo Calderón, 9 don Gabriel de Trejo 10 and Cristóbal Gómez de Sandoval, duke of Uceda, 11 son of Francisco de Sandoval (this was until the inevitable break because of the succession to the father's office, and the consequent fight to gain the favour of the king, which was made possible thanks to the help of the king's confessor, the dominican frair Luis Aliaga, 12 sworn enemy of the valido).
There was great rivalry even between the two sisters of the duke of Lerma: Catalina de Zúñiga y Sandoval and Leonor de Sandoval y Rojas, countess of Altamira. 13 Nonetheless, perhaps for the sake of their own families, they always tried to hide their discord at court, as well as not to show their distance from one another in the light of common interest. According to some observations sent by the nuncio to Rome in June, 1614, public hostility between the two sisters had been avoided because of their "mutual interests compatibility" which made them "capable of dissimulating"; also because, the paths they chose in order to "help their sons", even though had the same target, took differents ways. The countess of Lemos chose the way of the "high roles and offices", while that of the countess of Altamira was ecclesiastical benefits. Although their concealed hostility, they never missed the chance to discredit one another, like when, the Nuncio reported, "some ladies in the palace had written" a letter in verses directed to Catalina de Zúñiga where they made fun of Leonor de Sandoval, defining her as a "small, ugly, distorted and rascal" person, causing the obvious reply of the so-quoted, who, likewisely, had made fun of countess of Lemos with "some very annoying stuff". 14 Most of the above mentioned figures were related by blood. To both the groups must be added the pertaining groups of "friends" or partials (i.e.: agents, spies, bureaucrats, magistrates, clerics, military representatives, merchants, and so on), who were linked to the groups' main representatives via a strong patronage system. 15 Such clear-cut division is clearly a simplification: it is impossible to pre-define some boundary lines and to apply them to these groups of power «it wouldn't suffice to outline the complessity of such phenomena», 16 the boundaries which are supposed to be naming their belonging were often blurred and unstable. They might as well have originated and disappeared in the same time frame. In fact the rules of loyalty and influence peddling did have strong predominance, but must not be read as monolithical nor be exaggerated. 17 About it, now we can refer to the relationship between the duke of Lerma and the countess of Lemos: both the brother and the sister tended to take their decision aiming to reinforce their common front at court. This was not true for the appointment of government roles for the countess' sons: in fact, that she often intervened in the valido's decisions, strongly influencing the crown's political affairs for her own and the family's private businesses. Speaking of which, please refer to what the nuncio used to reveal about the tensions in the court during the months right after the death of the queen: at that time the countess of Lemos, with great finesse and as a "good sister", acting as to safeguard her brother, had handed him some letters that had been kept in the queen's personal room, among which, some suggested to the king the suspension of Lerma from his role, as well as some practical indications on how to do it. Among them, some were from the count of Salinas, from count of Barajas, brother of cardinal Zapata, 18 and others. 19 At the same time, the countess never missed the chance to stand by the claims made by his son the ambassador, as per the fight that was born for reasons of reverence and of visits between the count of Castro and the constable of Naples, Filippo Colonna, 20 who was supported, instead, by his aunt, the powerful duchess of Medina de Rioseco, Vittoria Colonna de Cabrera. 21 The main questions that the countess of Lemos had taken more seriously, are also the two most intricated political questions concerning direct relations between Rome and Madrid, and that nuncio Caetani had to deal with during his permanence at the court, just as he himself claimed in the papers. The first issue was related to the demanding, obsessive requests from Paul V and cardinal nephew directed to the duke of Lerma, in order to destitute the count of Castro from his role as Spanish ambassador in Rome. The second issue, instead, was defined by the nuncio as the "most dangerous hurdle" of the nunciature, 22 and it was about the desire of the valido to help appoint, in one same occasion, two cardinals to be sided with the re Cattolico, so that within the College of Cardinals a "difference" came to be created, with those cardinals loyal to the re Cristianissimo. Besides some complaints expressed by the french, related to a double election in favour of the crown of Castilla, the bone of contention between Rome and Madrid was the permanence of countess of Lemos's son in his role as ambassador. The friendship between Francisco de Castro and former cardinal nephew, was strongly opposed by the papal family, because of the obsession of a conspiracy against the pope plotted by Lemos-Aldobrandini altogether. The count of Castro, according to Scipione Borghese, didn't respect the regulations of the diplomatic etiquette: he acted more and more insolently, day after day, so that he didn't even try to conceal his actions; furthermore, he was at the mercy of "people full of passion and poison", 23 considered part of an authonomous group of power within the Spanish nation in Rome and close to the Aldobrandini. 24 Therefore, when the Pope came to know about the will of the duke of Lerma to elect his two favourite cardinals (Gabriel de Trejo y Paniagua, related to the wife of Rodrigo Calderón), and Baltasar de Moscoso y Sandoval (son of the countess of 18 Altamira), 25 he had the chance to stress one more time the immidiate suspension of Francisco de Castro, to be replaced with a loyal ambassador. The nuncio was ordered more than once to convince Lerma to substitute his nephew. The most powerful mean to be used to convince him was that, until count of Castro had remained stick to his role, the creation of Spanish cardinals would have never taken place. And this point had to stay arised in their minds, 26 considering that it didn't seem "convenient to give such kind of favours in time of an ambassador who is an enemy and declares it publicly". 27 According to the apostolical nuncio, the main reason why the duke of Lerma didn't take the decision of substituting his nephew from the embassy, even though he was aware of his behaviour, was due to the influence the countess of Lemos had on his brother. According to Catalina de Zúñiga, the main assumption was that the removal of her son from the prestigious role he had in Rome, could have happened only if he had the opportunity to invest a similarly or most important role of government. As a matter of fact, she wanted Francisco to substitute his brother in ruling the viceroyalty of Naples, once Pedro Fernández had become president of the Council of Italy. This possibility had surely to be avoided, according to the pope: in fact, it was unacceptable that the count of Castro, enemy of the Borghese family, ruled over such an important realm so close to the Papal State. In order to make sure for this possibility to ever happen, the nuncio had tried several times to convince the valido to call back to court the ambassador, and move him to the government of Valencia, Zaragoza or Barcelona. 28 «[…] è già voce publica qua per la Corte che il Duca di Lerma, prima che partisse per andar con il Re, fece una grandissima battaglia con la sorella per farla contentare che il Conte di Castro andasse al carico di Valenza, et vi fu da gridare un pezzo, ma al fin la Contessa lo vinse et bisogna havere per certo che in materia de' suoi figli questa donna è onnipotente». 29 And it was thanks to the tough reaction of the countess of Lemos that Caetani's idea didn't get to become reality. He could only rely on count of the Oliva and the duke of Uceda (who was sworn enemy to the Lemos clan, especially to the cousin viceroy), as a back up against the countess's "omnipotence".
As per the double cardinal promotion for the two favourites of the duke of Lerma, in agreement with her sons and openly opposing to the valido's goals, Catalina de Zúñiga had tried to include, among the candidates, a trusted man from the house of Lemos, Fernando de Andrade y Sotomayor (who was blood related to the galician family). 30 It was count of Castro who made all efforts in order to recommend him, buth this plot was in opposition to the guidelines given from Madrid, and it was revealed to the nuncio by Scipione Borghese, stressing one more time under the eyes of Lerma how his sister and nephew's own conspiracies were an obstacle to his own desires.
In the nuncio papers, it is very interesting to notice the way in which the countess of Lemos is depicted: her temper, character and actions being especially underlined. It is also interesting to see how Caetani described her relationship with the duke of Lerma, who never won a discussion with the countess: she never feared to openly face the valido, even more, she never missed the chance to publicly scold him. 31 What comes out from these descriptions is an image of a strong woman, fully aware of her role at court, always busy in planning and acting out "trickeries which are not believable by those who don't see them", 32 always aiming to the safeguard of her own family's interests and honour, in order to keep the high role she had been able to reach, aiming at increasing her own fortune and defending her own son's demands. 33 The whole court knew how she was "almighty". 34 All this contributed to keep on edge the government political choices, which sometimes were made in order to favour the family interests. As a matter of fact, Catalina de Zúñiga was, in the nuncio's eyes, an obstacle becoming more and more insuperable. Her "hands were everywere" 35 to grasp something, and, in the matter of court schemes, she knew it all, "more than Merlin", 36 so that Caetani cried and dispaired because there was nothing he could do against her trickeries. 37 The elder countess never missed to show her capability in plotting her plans at court, being, alternatively, haughty or modest. For instance, regarding the appointment of her sons, she had plead to the state counsellors with a heart-felt humility, as when she needed something, according to the nuncio, there wasn't in the world somebody who could have shown more submission than her; while when she had difficulties in having her issues prevailed -«sentendogli un poco tocchi» -, she became even more haughty -«di più leonina superbia» -, and never admitting her wrongs. She often claimed to be grieving because so many people in the world envied her only for "giving birth to such brilliant sons". 38 At court, at the same time, people used to notice how she talked to her brother and the authority she used to discuss with him: everybody feared her. The strong influence Catalina de Zúñiga had on the government representatives is true even towards the representatives of the Council of Italy, where her son Pedro Fernández soon would have been part. The nuncio was sure that the decision eventually made within the above mentioned Council would have certainly been just those the countess had previously disposed (since the counsellors surely wanted to honour the future president, the count of Lemos). 39 In an other letter, the nuncio makes it even more clear that the influence the camarera mayor had on the secretaries who dealt with dispatches coming from the roman embassy was really consistent. Amongst these secretaries, he wrote, there are "many of them who depend on the countess of Lemos, being it for fear or for love". 40 Even more, when roman businesses (gratie, ndr.), passed through the hands of someone who wasn't her son, she never missed the chance to scold them. That is how it was: "the secretaries, whether for their own choice or for being threatened by the countess, did drove those dispatches as they wanted". 41 Even more important was the authority the countess used when she referred to the duke of Lerma. Certainly, we need to consider a certain critical distance to claim that the powerful valido was at the mercy of his sister's will, and the nuncio (close to the lermistas), probably exaggerates with his judgment to justify its failures. Anyways, according to what is reported in the correspondence, Caetani always took the chance to underline the difference in character and temper of the two, as well as the deep influence that the countess had on her brother, at least as far as her son's position and role within the government was concerned. According to the nuncio, having to deal with Lerma was not easy: his sister had more chances to meet him, she had "a room right beside his, and could have gone to see him and talk with him just as she pleased, and after they shouted good piece together her wins and does make what she wants". 42 Catalina de Zúñiga was very powerful and very sly; furthermore, "she always manages to get her things done as she wants them, never telling her brother the real intensions, but she just leads him right where she wants by exhaustion or second chance". 43 According to some rumors that the countess had contributed to spread in the court about herself, she had gone as far as actually threaten the valido telling him that "she wouldn't have recognized him as her brother anymore" 44 in case her son would have been lifted from his position in Rome for a less important one. "We could never tell how terrible and sly she was", because she always concealed her plots under a veil of "authoriry and committment": this is what Caetani said, in an attempt to praise the old countess. 45 She was "more cunning" than the duke, who was, on the contrary, "outgoing and lovely". Sometimes Lerma had been heard shouting vigorously against his sister, but she always ended up winning the dispute and got what she wanted, because she knew "how to win her brother over". 46 As per the two, "nobody wants to go between", 47 so that the countess always was the "only lady in the field and everyone knows it clearly that she can't be resisted nor contrasted". 48
Conclusions
The features that stand out in the persona of Catalina de Zúñiga y Sandoval, countess of Lemos, are those of a woman with a huge authority, sharp political skills, and who was absolutely at ease within Madrid's court. In my case, of course, I made a clear choice: it's the apostolic nuncio's point of view that was considered here. It is probable that, in his own personal judgment, the Holy see's emissary has emphasized the role of the countess, and his frequent stressing of her negative aspects was made in order to justify his difficulties in mediation. As a matter of fact, she does look like an insurmountable obstacle to the achievement of successful resolutions in the nuncio's negotiations. However, this doesn't mean that what is written in Antonio Caetani's correspondence is false, or tendentious, but the figure depicted is actually real. From the dispatches we can come to understand the countess' political strategy and her loyalty to the family clan. What comes out is a profile of a woman with a strong personality who was feared by the court's men. Thanks to the persuasive power she employed on her brother, the duke of Lerma, she managed to influence the political decisions and interfere with the State's affairs. It is true, however, that, if we are to measure how much she actually intervened in the valido's political choices, we have to mantain a certain critical distance. Furthermore, we should engage in the study of other historical sources in order to express a more accurate judgment of the countess of Lemos' effective role in the court.
Los cardenales protectores de Castilla en Roma bajo el reinado de Felipe III
The cardinal protectors of Castile in Rome during the reign of Philip III
Léa BÉNICHOU Universidad Paul Valéry, Montpellier. Francia
Keywords: Cardinal protectors -Spanish representation in Rome -Philip III (1598-1621)
A finales del siglo XVII, Giovanni Battista de Luca, en su obra dedicada a la figura del cardenal, advertía que los cardenales podían recibir diversos tipos de protecciones. Consideraba en primer lugar la protección de las órdenes religiosas, en segundo lugar la protección de las iglesias, cuerpos y lugares eclesiásticos antes de dedicarse al tercer tipo de protección, el de los reinos, principados y ciudades 1 . Este último tipo de protección es el más tardío y menos conocido.
Disponemos de pocos estudios sobre los cardenales protectores de los reinos en Roma durante la Edad Moderna. Basándose en las investigaciones de Josef Wodka, quien ofrece una amplia síntesis de los orígenes y del desarrollo, a partir del siglo XV, de la institución del cardenal protector 2 , William Wilkie y Olivier Poncet han dedicado estudios recientes a los cardenales protectores de Inglaterra y Francia, respectivamente 3 . 1 Giovanni Battista de Luca, Il Cardinale della S. R. Chiesa pratico, Roma, Reverenda Camera Apostolica, 1680. 2 Josef Wodka, Zur Geschichte der nationalen Protektorate der Kardinäle an der römischen Kurie, Innsbruck-Liepzig, Publikationen des ehemaligen Österreichischen Historischen instituts in rom 4/1, 1938. 3 William E. Wilkie, The Cardinal protectors of England: Rome and the Tudors before the Reformation, Londres, Cambridge University Press, 1974; Olivier Poncet, "Les cardinaux protecteurs des couronnes en cour de Rome dans la première moitié du XVII e siècle: l'exemple de la France", en Gianvittorio Signorotto Los cardenales protectores de los reinos de la monarquía española, sin embargo, no han sido objeto de ningún estudio específico, a pesar de ser una figura clave dentro del sistema de la representación española en Roma. Nos interesaría destacar, por lo tanto, algunos aspectos significativos de la compleja figura del cardenal protector, examinando el caso concreto de los cardenales protectores de Castilla durante dicho reinado.
Felipe III nombraba hasta seis cardenales protectores para cada uno de los reinos de la monarquía. Existía una protección para el reino de Aragón, que incluía Valencia, Cataluña, Cerdeña y Baleares, una para el reino de Nápoles 4 , una para Flandes, una para Portugal y una para el reino de Castilla que incluía las Indias Occidentales. Entre todas, la más importante y prestigiosa era la protección de Castilla. Es la que nos interesa en este estudio. El primer cometido del cardenal protector era la proposición y presentación, en consistorio, de los candidatos designados por el rey para las iglesias, los arzobispados y beneficios vacantes. El cardenal protector recibía lo que llamaban entonces "una propina", que valía el quince por ciento de las tasas de las iglesias otorgadas y que el mismo obispo presentado tenía que pagar. Disponemos, a este propósito, de un interesante informe fechado en Madrid a 17 de enero de 1631, probablemente dirigido al conde duque de Olivares, en el que el autor explicaba el fundamento de dicho privilegio que un decreto papal estaba comprometiendo. Empezaba recordando la función de los cardenales protectores, antes de defender las prerrogativas reales relativas a la propina: "Digo que los reinos tienen en Roma un protector cuya ocupación principal es proponer en consistorio los obispados y iglesias consistoriales. En reconocimiento de este cuidado y de la protección universal que tienen del reino y principalmente de las iglesias se le da al protector una propina a razón de un quince por ciento de las tasas de las iglesias que se despachan. Estas protecciones las dan los reyes por favor y merced fundada así en la confianza como en los gajes que son de consideración y porque estos los pagan los obispos presentados vienen a ser las protecciones como parte del patronazgo real, por quien pasan las presentaciones y así solamente a los reyes esta reservada la materia de estos gajes sin que a otros sea permitido el moderarlos o remitirlos porque quien los pudiese moderar o remitir, también podría acrecentarlos y agravar las iglesias del patronazgo en quien están fundados ni dejaría de ser inconveniente que por este camino los protectores dependiesen de otro poder y recibiesen leyes en Roma 5 ".
La función del cardenal protector, sin embargo, no sólo consistía en defender ante el papa los intereses y privilegios del reino que tenía a su cargo. Como representantes del monarca español, los protectores velaban por los intereses del rey y trabajaban para consolidar y aumentar la facción española en Roma, y eso tanto más cuanto que se iba perfilando la elección de un nuevo pontífice. En este contexto, el cardenal protector de Castilla recibía muy a menudo la voz del monarca para el cónclave, o sea las órdenes reales relativas a la elección del pontífice. El protector de Castilla destacaba también entre los demás protectores por ocuparse de cuestiones de estado. Recibía órdenes del rey directamente, o a través del embajador al que sustituía algunas veces para determinados asuntos. Por las competencias que compartía con el embajador surgían pues frecuentes conflictos entre ambos, que reflejaban a menudo enfrentamientos entre dos líneas políticas. Por todas estas razones, en torno al nombramiento del protector de Castilla, se movían intereses múltiples que ponían en juego las relaciones entre la monarquía y el papado.
Aunque los cardenales protectores eran nombrados por el rey, la elección del protector obedecía a diversas influencias. El embajador, por supuesto, intervenía en buena medida presentando al rey las distintas candidaturas y dando su parecer sobre ellas. Así, a principio del reinado de Felipe III, el embajador en Roma, el duque de Sessa 6 , actuó a favor del cardenal de Ávila 7 para que éste recibiera la protección de Castilla. A finales de 1600, Sessa notificaba al rey la muerte del cardenal Pedro Deza 8 por lo cual vacaba la protección de Castilla. Varios cardenales habían comunicado al embajador su deseo de sustituir a Deza en dicha protección, pero le parecía al duque que el candidato más idóneo era el cardenal de Ávila. Francisco de Ávila era entonces el único cardenal español sirviendo al rey en Roma pero, según advertía Sessa, aparte de que Ávila se había retirado a Zagarolo para pagar sus deudas, decía que no se sentía útil al servicio del rey "no siendo más que un cardenal ordinario y que el mundo veía que se tenía poca memoria del". Convenía entonces favorecerle y honrarle de manera que pudiera residir y servir al rey en Roma con más reputación 9 . Además, el papa acababa de nombrarlo para formar parte de la poderosa Congregación del Santo Oficio desde la que Ávila podía actuar favor de la monarquía y cobrar influencia entre los demás cardenales del Colegio. El año anterior, el embajador ya estimaba que era necesario señalar al sucesor del cardenal Deza antes de que muriera y encomendar por lo tanto la protección de Castilla al cardenal de Ávila en ausencias de Deza 10 . En efecto, el cardenal que sustituía al protector solía heredar de la protección, como había ocurrido en tiempos de Felipe II con el cardenal Deza, el cual había sustituido al cardenal protector Mendoza antes de recibir la protección 11 . Entonces, para asegurarse del nombramiento de Ávila, el duque de Sessa le había encargado las presentaciones de las iglesias de Burgos y Pamplona al tiempo de la muerte de Deza 12 . El embajador, en realidad, no sólo contemplaba la protección de Castilla para el cardenal de Ávila sino también la voz del rey en el cónclave que vacaba por la muerte del cardenal Madruzzo 13 . Sessa, en efecto, escribía al rey que, en su opinión, la protección de Castilla y la voz del cónclave "verdaderamente parece que conviene que estén juntas en una persona mientras se pudiere 14 " tanto más cuanto que los cardenales que solicitaban la voz también pedían la protección de Castilla. Se trataba de cardenales italianos que tenían autoridad y se preciaban de servidores del monarca español. En una carta a Felipe III 15 , Sessa presentaba brevemente a cada candidato, teniendo en cuenta sobre todo su influencia sobre los demás cardenales del Colegio y los seguidores que tenía, ya que importaba que las principales cabezas de facciones se fiaran de él. Sin embargo, demostraba el embajador que ninguno de los cardenales italianos conseguiría la confianza de los demás, e insistía en los inconvenientes que resultaban de encargar la voz a un cardenal italiano. Según él, tanto el nepote del papa, el cardenal Aldobrandini, como el poderoso cardenal de Montalto, le habían confesado que no confiarían en un cardenal italiano porque "todos están llenos de emulaciones y tienen sus designios particulares [...]". En cambio, el embajador afirmaba que al cardenal de Ávila, "cederán todos los italianos sin ninguna envidia ni emulación, y se fiarán dél". Este último reunía todas las cualidades que requerían los cargos de cardenal protector y de la voz. Además de ser el único español que residía en Roma, gozaba de buena fama, era bienquisto por los cardenales, los conocía a todos y tenía mucha experiencia de la corte romana. El embajador no disimulaba su preferencia por Ávila y concluía su carta al rey afirmando: "[...] que lo que al presente más conviene al servicio de Vuestra Majestad, es que Vuestra Majestad se sirva, como ha días que tengo escrito, de honrar desde luego al cardenal Dávila declarándole por sucesor de Deza en la protección de Castilla y de Madruzzo en esta negociación" 16.
No obstante, otras consideraciones iban a influir sobre la decisión que tomaría el monarca. Es de notar que el embajador se preocupaba por el escaso número de cardenales españoles que residían en Roma e instaba al duque de Lerma a que pensara en otros candidatos que proponer al papa para recibir la púrpura 17 . En la última promoción de cardenales el monarca español no había obtenido más que un capelo, mientras que salía reforzada la posición del cardenal Aldobrandini. Esta promoción revelaba pues la intención del papa de favorecer a los partidarios de su nepote, para que pudiera oponerse a la facción española en caso de elección pontificia 18 . En estas circunstancias, resultaba imprescindible al joven monarca reforzar sus lazos con la familia Aldobrandini, honrando y favoreciendo al dicho cardenal. El 16 de noviembre de 1600 el rey escribía por lo tanto a su embajador en Roma que había determinado dar la protección de Castilla al cardenal Aldobrandini 19 . El nombramiento, sin embargo, tenía que permanecer secreto para no despertar las sospechas y quejas de Francia, ya que el cardenal iba como legado a Paris para resolver la cuestión del marquesado de Saluzzo. Además, esto significaba que el papa se declaraba abiertamente a favor de España, lo que podía desembocar en una crisis entre las dos potencias rivales. En cuanto a la voz del cónclave, el rey la encomendaba al cardenal Odoardo Farnese, no sólo por ser deudo del monarca 20 sino, antes que nada, por su recién parentela con el papa 21 . La necesidad de granjearse a la familia papal prevalecía entonces sobre cualquier otra 15 Ibidem, el duque de Sessa a Felipe III, Roma, 5 de mayo de 1600. 16 Ibidem. 17 Ibidem, leg. 973, el duque de Sessa a Lerma, Roma, 14 de septiembre de 1600. 18 "[...] el fin desta promoción y aun de la pasada se ha visto claro que no ha sido otro que dar mucho séquito a Aldobrandino para que tenga mucho parecer en los cónclaves y se pueda oponer a la facción de España (que acá llaman) [...]", ibidem, leg. 971, el duque de Sessa a Felipe III, Roma, 10 de marzo de 1599. 19 Ibidem, leg. 973, Felipe III al duque de Sessa, El Pardo, 16 de noviembre de 1600. 20 Por su madre María Braganza de Portugal. 21 Ranuccio I Farnese, duque de Parma y hermano del cardenal Odoardo Farnese, se había casado con Margherita Aldobrandini, hija de Gianfrancesco Aldobrandini y Olimpia Aldobrandini, sobrina de Clemente VIII, el 7 de mayo de 1600. Véase Roberto Zapperi, "Farnese Odoardo", Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 45, 1995, [en línea]: http://www.treccani.it/enciclopedia/odoardo-farnese_(Dizionario-Biografico)/. consideración y Sessa tenía orden de avisar al cardenal de Ávila de que el rey no había podido excusar lo que se había hecho 22 .
Aun así, las cosas iban a cambiar a raíz de un acuerdo secreto concluido entre el cardenal Aldobrandini y el duque de Sessa. En virtud de lo tratado, el rey otorgaba públicamente al cardenal de Ávila la voz del cónclave que, en realidad, pertenecía secretamente al cardenal Aldobrandini. Siendo el nepote del papa el verdadero propietario de la voz, Ávila tendría que fingir pero recibía, además de los honores relativos a la voz, la protección de Castilla. El rey alababa lo concluido por su embajador, lo cual implicaba "que en lo exterior se de [la voz] al cardenal de Ávila y en el efecto y interior al mismo cardenal Aldobrandino asentándolo desta manera con el de Ávila y que se contente con la protección de Castilla y tener el aplauso exterior en el cónclave siguiendo y haciendo interiormente lo que Aldobrandino le dijere que tendrá entendida mi voluntad, con que se habrá mirado por la reputación del cardenal de Ávila. Pues esto ha de ser tan secreto que no ha de salir dél y de vos, y de camino se habrá proveído lo que conviene a mi servicio para acertar el de Dios, que es lo que yo pretendo gratificando a Aldobrandino y poniéndole en las manos el negocio más grave y de mayor importancia que se puede ofrecer [...] 23 ".
Al fin y al cabo, el rey daba satisfacción al cardenal español y preservaba su vínculo con los Albrobrandini de tal manera que la facción española salía reforzada para el próximo cónclave en el que se juntarían los votos de los seguidores del nepote y los de los partidarios de España.
Ahora bien, lo asentado en cuanto a la voz del cónclave resulta más complejo de lo que parece. A principios de 1605, en vísperas de la muerte de Clemente VIII 24 , el duque de Sessa ya había regresado a Madrid y su sucesor en Roma, el duque de Escalona 25 , no estaba al tanto de lo acordado en cuanto a la voz. En un primer tiempo se sorprende de no haber sido avisado de que la voz recaía en el cardenal de Ávila, quejándose al rey de que "ni Vuestra Majestad, ni ministro alguno me advirtió de que este cardenal había de tener la mano en el cónclave, ni el duque de Sessa acabó de decírmelo ni dejo papel para ello 26 ", antes de descubrir que el verdadero propietario de la voz era el cardenal Aldobrandini. Una situación que no podía complacerle al embajador. Por un lado, le pertenecía a él encargarse de la negociación del cónclave, corresponder con el rey y remitir luego al cardenal de la voz las instrucciones reales. Que los ministros del rey no le hubieran informado de las resoluciones que se habían tomado revelaba su desconfianza. Por otro lado, el duque de Escalona no había conservado las alianzas consolidadas por Sessa. Apenas en Roma, había entrado en conflicto con varias personas entre las cuales el papa, el cardenal Aldobrandini y el cardenal de Ávila. Por lo tanto, desconfiando del cardenal de Ávila, se oponía a que éste tuviera la voz del cónclave y desde el mes de agosto de 1604 advertía que sabía de un acuerdo secreto concluido entre los cardenales Aldobrandini, Ávila y Marcio Colonna, duque de Zagarolo, que consistía en asegurar la elección del cardenal de Florencia que el rey excluía 27 . Además, el cardenal de Montalto, una de las principales cabezas de la 22 AGS, E, leg. 973, Felipe III al duque de Sessa, El Pardo, 16 de noviembre de 1600. 23 Ibidem, leg. 1870, f. 2, Felipe III al duque de Sessa, Valladolid, 28 de septiembre de 1602. 24 Ippolito Aldobrandini muere el 3 de marzo de 1605: ibidem, leg. 980, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 3 de marzo de 1605. 25 Juan Fernández Pacheco, duque de Escalona y marqués de Villena, embajador en Roma entre 1603 y 1606. 26 AGS, E, leg. 981, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 18 de febrero de 1605. 27 Ibidem. Más tarde lo confirma dando como prueba de ello un billete del secretario del cardenal de Ávila escrito desde el cónclave: ibidem, leg. 980, el duque de Escalona al duque de Lerma, Roma, 30 de marzo facción española, no se llevaba bien con Ávila, y Escalona podía afirmar que "estamos a peligro evidente de un gran daño poniendo el negocio en sus manos" 28 si bien, al percatarse de las órdenes del rey en cuanto a lo dispuesto para la voz, se había conformado con ello 29 . Por si fuera poco, al conflicto abierto entre el embajador y los cardenales Ávila y Aldobrandini, se sumaron desavenencias entre ambos cardenales. Una semana después de cerrarse el cónclave el 14 de marzo 1605 30 , Aldobrandini decidió romper el acuerdo por considerar que Ávila no le obedecía en todo 31 . El cardenal de Ávila se quedó pues con las voz pero, conforme al pronóstico del embajador, salió elegido el cardenal de Florencia 32 que el cardenal de Ávila no había excluido a pesar de las órdenes reales. Con todo, la temprana muerte del nuevo papa, tras veintiséis días de pontificado, daba a la facción española otra oportunidad de salir con reputación del cónclave. Dada la responsabilidad del cardenal de la voz en la derrota española que suponía la primera elección, el embajador y los ministros del rey resolvieron quitarle la voz a Ávila 33 y encomendarla al cardenal Zapata, que acababa de de 1605 con "Copia de billete en cifra que el secretario del cardenal de Ávila escribió al secretario del duque de Villena". 28 Ibidem, leg. 981, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 18 de febrero de 1605. Escalona no podía contravenir a las órdenes del rey pero insistía largamente sobre la razones que le movían a oponerse a que Ávila tuviera la voz, intentando convencer al rey y a sus ministros de que revocaran su orden: "se me ofrece que él [Ávila] sólo se halla en Roma de nuestra nación, que cuando yo llegué a ella tenía la voz de la confidencia porque así se había esparcido [...] tengo obligación a seguir el orden que dejo introducido aquí mi antecesor, pues no truje yo otro contrario. Que si no le siguiese, aunque sucediese bien, me podría Vuestra Majestad culpar y deslucir quien quisiere mi servicio por grande que sea. Que si sucede mal, todas las piedras han de dar sobre mí [...]. Que me tengo de fiar, más que de otro, de un español, de un protector de España de quien Vuestra Majestad ha mostrado fiarse y publicadolo su embajador, aunque ninguna destas cosas ni todas juntas le ponen ni pueden dar las partes que le faltan para ministerio tan arduo", ibidem, leg. 981, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 18 de febrero de 1605. 29 "[...] habiendo yo visto las cartas de Su Majestad y del duque de Lerma, fiado en la palabra y juramento de Vuestra Señoría Ilustrísima, le recibí y nombré por confidente, siguiendo el orden del rey [...], por los inconvenientes que tenía declararse Vuestra Señoría Ilustrísima por confidente, conferimos en quien se pondría esta sombra de confidencia ya que Vuestra Señoría Ilustrísima era el propietario [...] y estuvo en su mano nombrar a quien quiso como lo hizo nombrando al cardenal de Ávila", ibidem, leg. 980, "Respuesta del duque de Escalona al papel de protesta del cardenal Aldobrandino que le llevó el caballero Clemente con Vicenzo Cigala". 30 El cónclave por la muerte de Clemente VIII tiene lugar entre el 14 de marzo de 1605 y el 1 de abril de 1605. 31 AGS, E, leg. 980, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 26 de marzo de 1605; "Relación de lo que ha pasado con el cardenal Aldobrandino después que envió a hacer la protesta con el caballero Clemente y padre Cigala"; "Respuesta del duque de Escalona al papel de protesta del cardenal Aldobrandino que le llevó el caballero Clemente con Vicenzo Cigala"; "Billete para el cardenal de Ávila que fue con la respuesta del papel de Aldobrandino. En el pliego que no quiso recibir el cardenal Aldobrandino". 32 Alessandro Ottaviano de Medicis, cardenal de Florencia, papa León XI (1 de abril 1605-27 de abril 1605): ibidem, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 1 de abril de 1605 y 27 de abril de 1605. Al conocer la noticia de la elección del cardenal de Florencia el duque de Escalona apunta al final de la carta que estaba por despachar: "después de escrita esta [...] salió elegido papa el de Florencia que se llama León undécimo en esto verá Vuestra Señoría cuan acertadamente se ha fiado Su Majestad para esta ocasión y si lo he andado yo en adivinar el suceso [...]", ibidem, el duque de Escalona a Felipe III, Roma, 30 de marzo de 1605. 33 llegar a Roma para el próximo cónclave 34 . La nómina del rey para el cardenal Zapata llegó demasiado tarde 35 , pero el duque de Escalona había remediado el problema remitiéndole al cardenal de Zapata instrucciones particulares y otras más limitadas al cardenal de Ávila 36 . Por supuesto, esta resolución no hizo sino incrementar el odio de Ávila hacia el embajador, a cuyas órdenes no quiso someterse en el cónclave 37 . Otra vez, los consejeros de Estado condenaron la actitud del cardenal de Ávila. Incluso el duque de Sessa, quien en un principio defendía a Ávila, reconocía que el cardenal de la voz debía obedecer al embajador como "mero ejecutor" y que era necesario que el rey pensara en otra persona de más talento que mandar a Roma 38 . Quedó claro que para un próximo cónclave Zapata se encargaría de la voz, aunque el propio cardenal consideraba que no era bueno fomentar enemistades entre los únicos cardenales españoles que estaban en Roma. Prometía sin embargo "ayudar al cardenal [de Ávila] como dependiente de sus órdenes y ejecutar los de Su Majestad como si fuera el propietario, que aunque es dificultoso lo procuraré porque se excuse la nota y discursos que romanos hacen aun de menores cosas 39 ". A este propósito, tanto Zapata como los consejeros de estado insistían en que la mala correspondencia entre Ávila y el embajador también había comprometido la unidad de la facción española, poniendo en peligro el servicio del rey y su reputación en Roma 40 .
Los cónclaves de 1605 ponen así de relieve el papel clave que desempeñaba en la elección pontificia el cardenal de la voz el cual, por lo general, era también protector de Castilla mientras que su pretensión de actuar de manera autónoma respecto del embajador revela los conflictos de intereses que agitan las cortes de Roma y Madrid en tiempo de sede vacante. El nombramiento del cardenal protector, en el que intervenían diversos actores, resultaba pues de estrategias complejas que apuntaban a granjear la devoción del papa y de sus aliados hacia la monarquía, favoreciendo al mismo tiempo a los cardenales españoles, como cabezas de la facción española en Roma.
A raíz de lo ocurrido en 1605, el rey y sus ministros iban a cuestionar los usos que hasta el momento regían en parte la elección de los protectores de Castilla. Tras la muerte del cardenal de Ávila el 20 de enero de 1606 41 , el duque de Escalona opinaba que la protección de Castilla debía pasar al cardenal Zapata puesto que era el único cardenal español que residía en Roma y suplía al cardenal de Ávila en sus ausencias. El embajador, además, ya le había encomendado el ínterin de la protección 42 . Recordemos a este propósito que el duque de Sessa, en 1600, recurría a los mismos argumentos para justificar la candidatura del cardenal de Ávila, y ya hemos visto que, por lo general, el cardenal que había sustituido al protector heredaba de la protección. Al fin y al cabo, el embajador tenía mucha mano en el nombramiento del cardenal protector de Castilla dado que para conseguir el nombramiento de algún cardenal, le bastaba con encargarle el ínterin de la protección tras la muerte del protector. Resultaba luego difícil quitársela. Con todo, esta vez, aunque los cardenales Colonna, Farnese, Sforza, Montalto e incluso el nepote del nuevo papa, el cardenal Scipione Borghese, habían pedido la protección 43 , tanto los consejeros de estado como el rey decidieron, sin vacilar, dársela al cardenal español 44 . Ahora bien, el monarca ordenó también al embajador que, en caso de ausencia del protector de Castilla, no encomendara la protección a un solo cardenal sino a varios, de manera que nadie pudiera luego alegar que la poseía 45 . Estas órdenes reales afectaron igualmente a las demás protecciones 46 . De esta forma se impedía que el embajador favoreciera la candidatura de algún cardenal y se prevenían las quejas de los que pretendían la protección. Durante el reinado de Felipe III siguen así consolidándose las reglas que definen la actividad del embajador respecto del cardenal protector. En adelante, las nuevas medidas que se habían tomado vendrían incluidas en las instrucciones que Felipe III remitía a sus embajadores cuando salían para Roma. El conde de Castro, en las instrucciones que recibió en 1609, quedó pues advertido de que el rey, cuando había encomendado la protección de Castilla al cardenal Zapata, había ordenado a su antecesor, el marqués de Aytona, que cónclave, lo único a lo que podía pretender para preservar su autoridad y reputación en Roma 52 . El rey se la concedió 53 , lo que desembocó en un conflicto entre ambos cardenales 54 . Efectivamente, la voz del cónclave debía pertenecerle a Borja dado que, como embajador, le tocaba recibir primero las órdenes reales para la elección del pontífice y que, como cardenal, entraba en el cónclave.
Por su doble lealtad al rey y al papa, la figura del cardenal embajador presentaba de por sí un carácter ambiguo que afectaba las modalidades de su comunicación con el papa 55 y con los demás cardenales españoles. Entraban pues en competencia Borja y Trejo por la voz y la protección a las que ambos, siendo cardenales españoles, podían pretender, y por las funciones que uno y otro, como cardenal nacional y como embajador, desempeñaban en defensa de los intereses reales. Sin embargo, la supremacía del embajador en cuanto a la voz se había venido afirmando a raíz de lo ocurrido en 1605. Tanto el futuro embajador, el duque de Alburquerque, como el cardenal Zapata, escribieron al secretario de estado en este sentido, desaprobando el haber encomendado la voz a Trejo 56 . También el Consejo de Estado acabó por pronunciarse a favor de Borja y limitar las prerrogativas de Trejo al enterarse de que se había metido en el negocio del matrimonio del duque de Bracciano 57 , el cual concernía directamente al embajador. Trejo alegaba en su defensa su deber de servir e informar al monarca y el hecho de que, teniendo la voz, este negocio le tocaba a él, por ser el hermano del duque de Bracciano 58 un cardenal poderoso que era necesario granjearse para la futura elección del papa 59 . El Consejo de Estado subrayó entonces que, por una parte, el ejercicio de la voz dependía de las órdenes del embajador y que, por otra parte, sólo al embajador le correspondía la dirección de los negocios de estado: lo haga [...] y ahora que el cardenal de Borja sirve al embajador y que por cardenal entra en el cónclave le tocará tener la voz y no al de Trejo [...] 60 ".
Por supuesto, los cardenales nacionales, y ante todo el protector, trataban de tener un peso mayor en el tratamiento de los diversos asuntos, rivalizando con el embajador. En 1607, tras unas desavenencias ocurridas entre el cardenal Zapata y el embajador, el marqués de Aytona, el Consejero de Estado recalcó la sustancia de tales conflictos: "[...] por haberse visto esto en tiempos pasados hubo opiniones que no convenía que en Roma hubiese cardenales españoles porque no llevan bien que los embajadores sean dueños de todas las materias que en aquella corte se tratan del servicio de Vuestra Majestad, como en efecto conviene que sean, y que pase todo por sus manos [...] 61 ".
Dichas recomendaciones a favor de la supremacía política del embajador respecto del cardenal protector de Castilla se reiteran a lo largo del gobierno de Felipe III. Los conflictos de poder entre ambos resultaban en parte del papel político que desempeñaban a favor de la monarquía, papel no bastante delimitado como para evitar confusiones. El cardenal protector, que tenía el deber de informar al rey, le comunicaba a veces materias de estado y, actuando de manera autónoma respecto del embajador, correspondía directamente con el secretario de estado. El cardenal de Ávila mandaba así, en 1604, una carta a Pedro Franqueza advirtiéndole de algunas amenazas de los franceses 62 y el duque de Lerma, en 1618, remitía al secretario Aróstegui un capítulo de carta del cardenal de Trejo sobre "materias de Alemania y Italia" 63 . En cuanto al cardenal Zapata, sabemos que disponía de una cifra para corresponderse con los secretarios Andrés de Prada y Antonio de Aróstegui 64 . Los cardenales protectores actuaban en este sentido como informadores del monarca, quien podía controlar, de esta manera, la actividad del embajador. Efectivamente el cardenal de Ávila, que no se llevaba bien con el duque de Escalona, condenaba en 1604, en dos memoriales dirigidos al rey y al secretario de estado, el proceder del embajador 65 . El cardenal Zapata tampoco dudó, tras la elección del papa Paulo V, en advertir al secretario de estado de que no convenía que el duque de Escalona y el cardenal de Ávila siguieran sirviendo al rey en Roma 66 . Al margen de esto, el rey ordenaba a veces al cardenal protector que sustituyera al embajador en la dirección de algún negocio de importancia, así como lo hizo en 1606, pidiéndole al cardenal Zapata que se encargara de la primera promoción de cardenales del papa Paulo V. El duque de Escalona, en efecto, hacía inadecuadas instancias para que su hermano, don Gabriel Pacheco, recibiera la púrpura, lo que podía comprometer el asunto, tanto más cuanto que el rey no quería proponer a Pacheco sino a otros dos candidatos. Felipe III comunicó por lo tanto secretamente al cardenal Zapata sus nombres y le ordenó que avisara al papa del trato 67 .
A fin de cuentas, las cuestiones que los protectores de Castilla trataban en Roma, para el servicio del rey, salían con mucho del ámbito eclesiástico y del patronato real. Los protectores llegaban incluso a ocupar importantes cargos en el gobierno de la monarquía. Ejemplar, en este sentido, resulta la trayectoria política del cardenal Zapata, y el peso político que adquiere en el seno de la embajada de Roma durante el reinado de Felipe III. Entre los cardenales protectores de Castilla de Felipe III, el cardenal Zapata es el que más tiempo se quedó con la protección y permaneció en Roma. Antonio Zapata procedía por su padre, Francisco Zapata de Cisneros, primer conde de Barajas, de una familia recién ennoblecida bajo Felipe II 68 . Nombrado cardenal en 1604, Zapata se encuentra en Roma entre 1605 y 1617 69 . En 1606, recibe la protección de Castilla 70 de la que queda propietario hasta el final del reinado de Felipe III aunque, tras su partida de Roma en 1617, es el cardenal de Borja quien la ejerce 71 . Fuera de la correspondencia secreta que Zapata mantenía con los secretarios de estado, cumpliendo con su papel de informador en Roma 72 , el rey le encomendó varias misiones políticas. Así, en 1609, es nombrado embajador extraordinario en Florencia con ocasión del matrimonio de María Magdalena de Austria, hermana de la reina, con el hijo del gran duque de Toscana, Cosme II de Médicis 73 . Dos años más tarde tendría a su cargo la embajada de Roma durante tres meses con motivo de la ida del conde de Castro a Nápoles 74 . Por sus buenas relaciones con el conde de Castro, sobrino de Lerma 75 , fue encargado de interceder a favor del embajador contra las pretensiones de los condestables de Nápoles en materia de cortesía 76 . A finales de 1611, el rey le propuso incluso ocupar el ínterin del gobierno de Milán ya que estaba a punto de morirse el virrey 77 . Zapata se disculpó entonces por no poder acudir a Milán 78 pero de regreso a España en 1617, acabó siendo nombrado consejero de Estado al año siguiente. El rey lo incorporó en 1619 a la junta de pontificado encargada de fijar las directrices relativas a la elección pontificia. Renovada después de la caída de Lerma, y mucho más activa que la anterior, la junta incluía también al confesor del rey, fray Luis de Aliaga y a Baltasar de Zúñiga 79 . Por cierto, tras el nombramiento del cardenal de Borja como embajador interino en 1616, Zapata se había sentido algo marginado del poder en Roma 80 , tanto más cuanto que Borja disponía del apoyo firme de su pariente, Baltasar de Zuñiga 81 . Desde Madrid, Zapata trató entonces de seguir controlando los asuntos romanos. Lo confirmaba el doctor Nicolò Benigni, hombre de confianza del cardenal Aldobrandini en Roma, avisando al secretario Andrés de Prada de que el cardenal Zapata transmitía información secreta del Consejo de Estado al nuncio 82 . A raíz de esta revelación, el cardenal fue apartado de la junta de pontificado 83 pero, retirado en Barajas, seguía mandando informes relativos al cónclave y a la situación romana al secretario de estado 84 . También seguirá ocupándose de las cuestiones relativas a la protección de Castilla, dado que la tenía en propiedad. Esto lo había dejado bien claro antes de salir de Roma, recordándole a Antonio de Aróstegui que la protección le pertenecía a él, por si los nuevos cardenales, Trejo y don Baltasar de Sandoval, en llegando a Roma "como nuevos [...] pidieren lo que tiene dueño 85 ". Como convenía, Zapata había encomendado la protección al cardenal Borja en su ausencia 86 pero éste, al ser nombrado lugarteniente y capitán general del reino de Nápoles en 1620 87 , consideró que, mientras estaba fuera de Roma, podía encargarse de la viceprotección el cardenal nepote, Scipione Borghese 88 . Borja ya había avisado al papa de su intención de dejar la protección a su sobrino, por lo cual Zapata protestó diciendo que a él, como propietario de la protección, le tocaba nombrar al viceprotector. Sin duda, encomendar la protección al cardenal Borghese era una forma de obligar al papa pero, en caso de que Borja volviera a Roma o vacare la protección por muerte de Zapata, presentaría inconvenientes quitársela al nepote 89 . Zapata se oponía por lo tanto a las iniciativas de Borja y consiguió que el Consejo de Estado decretara que el cardenal, antes de hablar al papa y a su nepote, tenía que haber esperado respuesta del rey "tanto más sabiendo que el cardenal Zapata era el propietario de aquello 90 ". Con todo, el asunto provocó las quejas de los franceses que lo vieron como una afrenta y una demostración obvia de parcialidad de parte del papa 91 . El cardenal Zapata aprovechó pues la ocasión para mandar a Roma la nómina en blanco de modo que el cardenal Borghese pudiera escoger a una de sus criaturas, como lo hizo nombrando al cardenal de Aquino 92 . Finalmente, el cardenal Zapata estaría apartado algún tiempo de los asuntos romanos por tener que sustituir a Borja como lugarteniente y capitán general de Nápoles entre finales de 1620 y 1622 93 , aunque vuelve a tener la voz del monarca en el cónclave por la muerte de Paulo V, a principios de 1621 94 .
La intensa actividad política de Zapata en Roma, con Lerma en el poder, culminó en tiempo de la embajada del conde de Castro si bien, tras el nombramiento de Borja como embajador interino y la caída del poderoso valido, seguirá interviniendo en la dirección de los asuntos romanos.
Los hijos de don Alonso de Aragón
Juan de Aragón
El mayor de los hijos de Alonso de Aragón fue Juan de Aragón y Gurrea, nacido posiblemente en 1492 estuvo desde su juventud en el ambiente cortesano. A la muerte de su padre, continuó la tradición de los arzobispos de la Casa Real siendo él mismo nombrado para la mitra cesaraugustana. Su preocupación por las cosas espirituales al parecer era más bien escasa, ya que únicamente fue diácono 4 ; estuvo bastante más preocupado de los placeres mundanos que de sus obligaciones eclesiásticas, si bien es cierto que a diferencia de su padre no se le conocen hijos 5 .
Debido a estar siempre en la corte de su abuelo, se propagaron varios rumores sobre su futuro que se auguraba prometedor. Uno de ellos causó problemas en las relaciones hispanas con el emperador Maximiliano. Fue extendido por el rey Luis XII de Francia en 1512 cuando se encontraba fuertemente presionado por suizos y venecianos en Milán, buscando así la disensión entre los aliados de la Santa Liga. La idea, que según el monarca francés tenía del católico, era casar las dos hijas del Gran Capitán con su nieto Juan, futuro arzobispo de Zaragoza, y con el duque de Segorbe, sobrino suyo. Así, Juan de Aragón acabaría siendo rey de Nápoles 6 . Esto no parece ser del todo verosímil, ya que Fernando II mandó a su nieto a Flandes con el príncipe Carlos, pero es de importancia reseñar el valor que tenía, aunque solamente fuera una noticia espuria, el anuncio de un matrimonio de esta categoría.
En la corte de su primo Carlos permaneció varios años hasta algo antes de la llegada de Carlos a España. Hay constancia de que a su llegada en 1513 fue recibido con todos los honores por el príncipe. Posiblemente se debiera tal recibimiento a que no dejaba de ser un personaje de la familia real y nieto de católico, si bien fue interpretado en su momento como un argumento más por los que podría ser Juan de Aragón investido como rey de Nápoles 7 .
El papel que desempeñó fue como intermediario entre Alonso de Aragón y el príncipe Carlos de Gante. De hecho, se conservan misivas en las que el arzobispo de Zaragoza le da pormenorizadas instrucciones de qué ha de decirle al príncipe de su parte, en las que se ruega por su venida a sus estados peninsulares -tema muy manidocomo por asuntos del entorno familiar del arzobispo de Zaragoza 8 .
Como hemos dicho, a la muerte de su padre recibió el arzobispado de Zaragoza, prebenda que ocupó hasta su muerte en 1530. No podemos determinar por ahora si su carrera estaba destinada a la Iglesia desde un principio o no, pero sí es seguro que a la llegada del príncipe, antes de las cortes de Aragón de 1518, ya era eclesiástico. Esto es debido a una declaración de Carlos sobre la posible merced que le haría a su padre de un obispado que podría pasar a Juan de Aragón si lo quisiera. A diferencia de Alonso, no tuvo una residencia constante en la archidiócesis ya que sus deberes cortesanos le obligaron en varias ocasiones a desplazarse. A ello es debido que su fin llegara en la villa de Madrid, donde estaba por mandato imperial.
Hernando de Aragón
El siguiente de los hijos varones habidos con Ana de Gurrea que tuvo don Alonso de Aragón fue Hernando. Este, al igual que su hermano Juan, también se crió lejos de su padre, cerca por lo general de la corte y de su abuelo Fernando II, quien debía de tenerle bastante aprecio.
Hernando, a diferencia del resto de hijos del arzobispo de Zaragoza sí ha sido estudiado, si bien de forma general y únicamente su episcopado en particular 9 . En su juventud decidió huir del siglo e ingresar en un monasterio, aunque Carlos V lo presentó para el abadiado de Veruela y finalmente la mitra de Zaragoza, con lo que así concluía la saga de los arzobispos de la Casa Real de Aragón.
En un principio, su abuelo tenía pensados para él diversos cargos en las Órdenes Militares. Disfrutaba al parecer desde los nueve años de importantes emolumentos y de un futuro prometedor, ya que gracias al regreso y coadjutoría de Montesa sería en un futuro maestre de la orden. También conocemos que recibía un sueldo por sus servicios en la corte. Moviéndose con Fernando II, estuvo con él en sus últimos momentos en Madrigalejo; como es conocido, el rey pensaba celebrar capítulo de la orden de Calatrava en Guadalupe. En esta junta, que jamás tuvo lugar por sobrevenirle la muerte al monarca, el católico pensaba otorgarle o la encomienda mayor o la clavería. Es decir, de haber podido llevar a cabo sus planes -con cierta facilidad por disfrutar del maestrazgo de la orden-, Hernando hubiera disfrutado en un futuro próximo el maestrazgo de Montesa y el segundo cargo más importante de Calatrava -con las rentas que conllevaba-.
Cuando decidió retirarse del mundo, tomó el hábito de San Bernardo e ingresó en el monasterio de Piedra. De esta manera, a diferencia de sus familiares más cercanos, con 26 años había tomado las órdenes sagradas. En este estado de retiro y estudio vivió 8 Un ejemplo lo tenemos en la extensa epístola que le manda el 7 de marzo de 1516 desde Zaragoza a su hijo, que es básicamente una radiografía de los problemas más acuciantes que tenía Alonso de Aragón en aquel momento; Manuel Fernández Álvarez, Corpus documental de Carlos V, tomo I, Salamanca, 1973, pp. 50-57. 9 El más estudiado de los arzobispos, Hernando de Aragón, cuenta con dos trabajos principales, de los cuales el más completo es, si bien una biografía divulgativa, Gregorio Colás Latorre, Isidoro Miguel García, Jesús Fermín Criado Mainar, Don Hernando de Aragón: arzobispo de Zaragoza y virrey de Aragón, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, 1998. Por su parte, centrado en el aspecto religioso del mismo, Isidoro Miguel García, Don Hernando de Aragón, Arzobispo de Zaragoza (1539-1575): índole pastoral y talante reformador del último arzobispo de la casa real de Aragón, Zaragoza, 1994. durante once años hasta que su primo el Emperador decidió proponerlo para el abadiado de Veruela, que ocupó en 1535. Esto lo obligó a entrar en la vida política al salir elegido como diputado; ya en 1539 tomó posesión de la mitra de sus antepasados.
A lo largo de su pontificado, se dedicó a la reforma de los hábitos del clero, siguiendo el impulso tridentino, así como a dedicar gran parte de los recursos de la archidiócesis en reparar y mejorar las fábricas de los templos. Finalmente, su situación acabó por encumbrarse cuando en julio de 1566 Felipe II decidió nombrarlo lugarteniente general del reino. Como virrey fue partícipe de los principales asuntos del momento, como los problemas con la Inquisición y las leyes aragonesas, la defensa de la frontera con el Bearne o los temores surgidos tras el levantamiento de los moriscos granadinos 10 .
Juana de Aragón
Además de los dos primeros varones, Alonso de Aragón, tuvo dos hijas. La mayor de ellas, Juana de Aragón fue casada en 1507 con Juan de Borja, III duque de Gandía. Fue la madre de Francisco de Borja, futuro jesuita y santo de la Iglesia católica. Antes de contraer matrimonio con el citado noble, fue Pedro Manrique de Lara, el I duque de Nájera quien intentó casarse con ella o al menos ofrecía tal posibilidad a cambio de regresar a la lealtad al rey, con quien estaba enemistado 11 . De hecho, la idea inicial del matrimonio de Juana de Aragón no fue esa, sino que se intentó con otros grandes potentados para aquietar facciones 12 . Posteriores investigaciones podrán arrojar luz sobre este caso, que no deja de tener cierto interés. ¿A qué fue debido este matrimonio, sobre todo cuando los Borja ya no ostentaban gran poder en Europa a la muerte del patriarca de la familia, Alejandro VI? Creo que posiblemente, la idea sería revertir de una manera u otra el dicho ducado en el patrimonio real, a donde había pertenecido de manera tradicional.
Ana de Aragón
El siguiente caso se encuentra en relación con los grandes y ricos estados del sur hispano, especialmente los del reino de Sevilla. Es aquí precisamente cuando Ana de Aragón entra en escena, una de las dos hijas de don Alonso habidas con Ana de Gurrea. Aunque finalmente acabó casándose con el duque de Medina Sidonia, es necesario señalar que se inserta en la culminación de unas pautas comenzadas ya en la época de la Guerra Civil Castellana. En esos momentos entraron en escena por primera vez, si bien las negociaciones no llegaron a buen término, Juana y Alonso, los primeros hijosilegítimos-habidos por el joven Fernando 13 . La idea original del trato consistiría en casar a Juana de Aragón con un hijo de Juan Téllez-Girón, II conde de Ureña (¿quizás con Pedro Girón?). El conde era, además de otros dominios, señor de Osuna y, lo más importante, sobrino de Beltrán de la Cueva, gran maestre de Santiago. Este acuerdo tenía una segunda parte que incluía el matrimonio entre Alonso de Aragón y una hija de 10 G. Colás Latorre, I. Miguel García, J. F. Criado Mainar, Don Hernando de Aragón, pp. 27-37. 11 J. Zurita, Historia del rey don Fernando, libro VI, cap. XXVIII. 12 Ibidem, libro VIII, cap. IX: "Entonces, por asegurar más al duque de Alburquerque en su servicio, que era muy deudo, y confederado con el condestable, trató el rey que casar don Beltrán de la Cueva su hijo mayor con doña Juana de Aragón hija del arzobispo de Zaragoza: y aunque esto no se efetuó, tuvo el rey tan cierto al duque en su servicio, como al condestable, y doña Juana de Aragón casó con don Juan de Borja duque de Gandía." Nótese que no era la primera vez que Fernando II intentaba emparentar con el linaje de La Cueva, si de bien la vez anterior hacía treinta años. 13 José Ángel Sesma Muñoz, Fernando de Aragón. Hispaniarum Rex, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1992, pp. 260-263. Beltrán de la Cueva; no cabe duda de que estas medidas tenían como objetivo sujetar a la Casa de Alburquerque 14 .
Al no llegar a buen puerto estas negociaciones, el rey Juan II rehízo su estrategia. Se mantuvo como línea de trabajo intentar unir a su estirpe la casa de la Cueva mediante el matrimonio de la hija de don Beltrán. Sin embargo, esta vez lo intentó con su propio hijo Juan I de Aragón, el arzobispo de Zaragoza, quien no había tomado órdenes sagradas. En esta ocasión, la oferta matrimonial tampoco acabó por fructificar 15 .
Retomando el hilo de los hijos de Alonso, treinta años más tarde esta estrategia destinada a extender los intereses de la monarquía en el sur empezaba a dar sus frutos. En el año de 1506 daban comienzo los problemas que se alargarían más de un decenio en Andalucía. Juan Alonso Pérez de Guzmán y de Ribera, III duque de Medina Sidonia, intentó manu militari hacerse con Gibraltar; lugar que más allá de su vital importancia por su posición, era posesión de la Corona 16 .
A este problemático duque se vino a sumar la montaña de problemas que surgieron con su muerte. Pedro Girón -del que anteriormente hemos hablado-, hijo del conde de Ureña, estaba casado con la hermana del IV duque titular de Medina Sidonia, Enrique Pérez de Guzmán y Fernández de Velasco. Pedro Girón ejercía un tutelaje sobre su cuñado y al parecer tenía poderes suficientes para hacer y deshacer a su antojo. Por ello mismo, quiso casar a su hija con el citado Enrique Pérez de Guzmán, algo a lo que el rey Fernando se opuso, alegando "que no se entremetiese en el gobierno de aquella casa; diciendo que tenía al duque opreso" 17 .
Evidentemente, el católico tenía otras ideas para el joven duque; para zanjar definitivamente los problemas en el sur andaluz pensó en casarlo con su nieta Ana de Aragón, hija del arzobispo de Zaragoza. Sin embargo, en un golpe de audacia Pedro Girón secuestró al duque y lo llevó a Portugal; pero a la muerte del IV duque, el rey Fernando consiguió finalmente casar a su nieta con el V duque, Alonso Pérez de Guzmán, hermanastro del anterior. Se llevó a cabo el referido matrimonio en noviembre de 1515 en Palencia, estando presente el rey 18 . Su matrimonio fue anulado posteriormente y el noble apartado del gobierno de sus estados debido a sus desarreglos psíquicos, pasando estos a su hermano, con quien casó después Ana de Aragón.
Como cabía de esperar en esta embrollada cuestión, el asunto no quedó ahí. Debido a que los dos hermanos eran de otro matrimonio del III duque, para el cual parecía que no había habido dispensa papal, Pedro Girón contraatacó. Esgrimiendo la nulidad de dicho enlace, reclamó lo que consideraba la herencia de su mujer, ya que según sus presupuestos, sus cuñados eran de origen ilegítimo. La muerte de Fernando, acaecida dos meses después de la boda, fue el inicio que esperaba para comenzar las hostilidades. Reunió gente de guerra en abundancia y decidió tomar los estados que debían pertenecer a su mujer por la fuerza. Al menos en marzo de 1516 ya está constatado, debido a que don Alonso de Aragón se quejaba por esas fechas amargamente tanto al gobernador Cisneros como al príncipe Carlos. Dos años más tarde, el asunto aún estaba candente, aunque finalmente Pedro Girón desistió de su empresa.
Alonso de Aragón
El último de sus hijos debió de tenerlo ya en torno a 1515, ya que no aparece en la escena política en ningún momento dentro de la vida de Alonso de Aragón. Posiblemente lo tuvo con otra mujer distinta de Ana de Gurrea -con la que amancebado y era madre de sus otros hijos-; conocemos actualmente bastante poco. Llamado Alonso de Aragón también, no recibió grandes prebendas de su primo el Emperador pero sí responsabilidades. Tal y como apunta brevemente M. Carrillo: "Don Alonso, que fue Arcidiano de Zaragoça: de quien el Emperador Carlos Quinto hizo mucha cuenta, y le nombro en Embaxador de Venecia y Abad de Monteraragon" 19 .
Árbol genealógico de los Medina Sidonia
Bajo el poder de la púrpura. La Compañía de Jesús y el cardenal Moscoso, obispo de Jaén (1619-1646)
Under the purple power. The Compañía of Jesús and the cardinal Moscoso, bishop of Jaén (1619-1646)
Francisco MARTÍNEZ GUTIÉRREZ Universidad de Granada Sin lugar a dudas, la Compañía de Jesús fue percibida como uno de los principales paradigmas de la Contrarreforma en la Europa Moderna 1 . A menudo cerca del poder, durante el reinado de Felipe III las relaciones entre el duque de Lerma y el prepósito general no estuvieron exentas de frecuentes desencuentros 2 . No ocurría lo mismo con otros miembros de su facción. Gracias a la influencia de su poderoso tío, el sobrino de Lerma, Baltasar de Moscoso y Sandoval, consiguió en 1615 el capelo cardenalicio 3 . En señal de gratitud al valido, el nuevo purpurado, hijo de los condes de Altamira, decidió cambiar el orden de sus apellidos 4 . En las páginas siguientes trataré de analizar la estrecha vinculación que se entabló entre este cardenal y la Orden jesuita.
El cardenal de Jaén y los jesuitas. Los primeros años.
En mi opinión, a principios del siglo XVII la Compañía de Jesús podía considerarse orgullosa de sus progresos en Andalucía. En la centuria precedente los jesuitas habían logrado instalarse en lugares importantes gracias al apoyo de destacados miembros de la nobleza 5 o del alto clero 6 . La renovación católica que la devotio jesuítica representaba parecía extenderse por doquier en el seno de la sociedad andaluza del Siglo de Oro. Pero estos triunfos contrastaban, en el caso giennense, con la ausencia de una fundación de la Compañía en la capital. Finalmente, la ocasión propicia se presentó con la llegada a Jaén del obispo Sancho Dávila y Toledo. Este antecesor del cardenal Moscoso llamó a los jesuitas en 1611 a realizar una missión larga en la ciudad de Jaén. Entrando para predicar consiguieron quedarse definitivamente, fundando primero una residencia y luego el Colegio de San Eufrasio 7 . Es fácil comprender que la llegada de un nuevo prelado en 1619 avivó en los jesuitas giennenses el interés por atraerse su atención. Estaban de suerte. Como buena parte de la alta nobleza durante el reinado de Felipe IV, el cardenal Moscoso buscó siempre el consejo de la Compañía en el confesionario 8 . El padre Francisco Luis de Sandoval fue el primer director espiritual del purpurado 9 . Con este religioso a su lado, el cardenal tuvo siempre presente a la Compañía desde el principio de su episcopado. Así, en octubre de 1625 secundó todos los preparativos que los jesuitas sugirieron al cabildo catedralicio para celebrar la fiesta de san Francisco de Borja 10 . A fin de cuentas, no hay que olvidar que Moscoso era descendiente del tercer general de la Compañía 11 . Tres años más tarde, el cardenal autorizó oficialmente el rezo del oficio a san Ignacio de Loyola en su diócesis 12 . Pero, según su biógrafo jesuita, no sólo se trató de decretos episcopales. La admiración de este príncipe de la Iglesia por la espiritualidad ignaciana llegó a tal extremo que todos los años promovió dentro de su Casa la práctica de los Ejercicios espirituales 13 .
Tanta confianza depositó el cardenal en su confesor jesuita que pronto dio que hablar. Desde 1620 el general de la Compañía, Muzio Vitelleschi, comenzó a inquietarse. En su correspondencia con el superior de la residencia de Jaén, el general temía que este especial ascendiente del director espiritual sobre su noble penitente perjudicase seriamente la imagen pública de la Compañía. Sobre todo porque el cardenal estaba comisionando a su confesor en asuntos especialmente vedados a los jesuitas, como dictaminar en las oposiciones para la concesión de beneficios curados.
Tampoco gustaba a Vitelleschi que el confesor del cardenal viajase en carroza o en litera, contraviniendo nuevamente las Constituciones de la Compañía 14 .
En julio de 1621, después de conocer la designación del jesuita como juez en un concurso de prioratos, Vitelleschi escribió directamente al cardenal. Atentamente le agradecía la confianza depositada en su jesuita. No obstante, le recordaba que los religiosos de su Orden tenían expresamente prohibido inmiscuirse en estas cuestiones ya que "podría ser causa de que algunos se quexasen de la Compañía" 15 . Una amonestación que, lejos de lo que se podría pensar, no quería enturbiar las buenas relaciones con el cardenal. Lo demuestra el hecho de que, a renglón seguido, el general pusiese a disposición de Moscoso al provincial de Andalucía. El purpurado debía escoger qué religioso iba a reemplazar al padre Alonso de Valenzuela, quien acababa de agotar su trienio como rector del Colegio de Úbeda 16 .
Poco después de esta primera reconvención a propósito de su confesor -por lo demás, bastante frecuente en estos casos -, el cardenal solicitó ayuda del general en un caso particular. El 8 de enero de 1622 escribió a Vitelleschi sobre el padre Matías Izquierdo, del Colegio de Granada 17 . En su misiva Moscoso pedía que este jesuita no fuese trasladado de la ciudad. Hasta el momento no conozco qué relación existía entre el cardenal y este otro religioso. Bien pudiera tratarse de un favor a petición de terceros. Lo que sí está claro es la reacción del general. Vitelleschi ordenó responderle avisando de que había leído su carta; pero no le complació. Todo lo contrario, mandó que Matías Izquierdo fuese trasladado del Colegio granadino, que se le castigase y que luego se le expulsase de la Compañía 18 . Qué no haría este sujeto para que incluso la mediación de un cardenal resultase inútil.
Sin embargo, a pesar de que desde Roma se cuidaban las relaciones con Moscoso, Vitelleschi no quería que la Compañía estuviese en boca de todos. Con especial atención vigilaba todo lo que atañía al confesor del cardenal y al rector del Colegio de Jaén, el padre Juan de Santibáñez. A juicio del general, el padre Francisco Luis cometía algunas negligencias aprovechándose del tácito consentimiento del superior del colegio, quien, por si fuera poco, estaba demostrando falta de tacto en su cargo 19 . El 2 de junio de 1626 el general escribió alarmado al provincial alertando sobre la dirección espiritual de una señora giennense por el padre Francisco Luis. Vitelleschi mandaba que se llamase al orden al confesor, pues "la pribança del señor Cardenal [hacia su director espiritual] no ha de servir para estar menos convenientes, antes le debe ser freno para mejorarse, atento que Su Ilustrísima gustará que la Compañía ponga en ello la mano según es grande la merced que en todo nos hace" 20 .
Tiempo de tribulaciones
Coincidiendo con estos acontecimientos, en 1627 la fundación de los Estudios Reales en Madrid bajo los auspicios de la Corona puso en guardia a las universidades, que percibían que la nueva institución madrileña les iba a restar influencia. Contribuían a crispar aún más los ánimos disputas teológicas como la De auxiliis o la de la Inmaculada Concepción. El silencio impuesto por el papa había acallado momentáneamente unas discusiones que tenían entre sus protagonistas más destacados a los jesuitas y a los dominicos 21 . No hay que olvidar que estos últimos dominaban las cátedras de teología tomista dentro de las universidades españolas.
En febrero de 1627 se presentó ante la Universidad de Salamanca Cornelius Jansen. Venía como representante de la de Lovaina para informarles de los pleitos que la institución tenía con la Compañía de Jesús. Según él, la situación era crítica. Si las universidades de Castilla no apoyaban a la de Lovaina, su dominio sobre la educación superior peligraría. Sólo tenían que recordar el reciente ejemplo de los Estudios Reales de Madrid 22 . Para Jansen, era necesario que todas, comenzando por la salmantina, escribiesen al rey corroborando las quejas de Lovaina sobre la Compañía.
No se sabe si Jansen visitó otras instituciones universitarias. De lo que no cabe duda es que el cardenal Moscoso estaba al tanto de que Salamanca enviaba cartas a otras universidades para que secundasen su protesta. Así se lo comunicaba el 12 de abril de 1627 a la única universidad de su diócesis, la de Baeza: "He sabido de la manera que, a persuasión de un doctor de la Universidad de Lobayna, han conspirado algunas Universidades contra la venerable religión de la Compañía de Jesús, envidiando el fruto que sus hijos hazen siempre en los estudios públicos con tan gran crédito de virtud, y con tan lucidos aprovechamientos de letras…" Y añadía después, en tono paternalista: "Yo en caso tan grave no tengo que desear mayor interés que el acierto de la Universidad, que (a mí parecer) consistirá en mirar mucho por el crédito de la Compañía dando, antes de tomar resolución en cosa de tanta importancia, cuenta al Rey y a sus Consejos de los inconvenientes que en esta materia se ofrecen …" 23 Así pues, en el conflicto entre las universidades y la Compañía, Moscoso se puso del lado de los jesuitas. Una actitud que resulta lógica, habida cuenta de que el cardenal no confiaba mucho en una institución como la Universidad de Baeza, que se escapaba a su control. Por ello, paralelamente, había escrito a uno de sus contactos, el doctor Herrera, catedrático de prima y patrón de la institución universitaria baezana. Le hacía llegar su preocupación y su certeza de que los conspiradores contra la Compañía se estaban comunicando con ellos: "…Yo quisiera en esta ocasión ser miembro de esa universidad para tomar la pluma en respuesta de la carta que sé que ha tenido…" 24 . Y lo que es más, quería supervisar personalmente la respuesta que debía darse: "…y así le suplico vea yo 21 Paolo Broggio, La teologia e la política. Controversie dottrinali, Curia romana e Monarchia spagnola tra Cinque e Seicento, Firenze, Leo S. Olschki Editore, 2009. Y concretamente, para el caso andaluz, vid. Juan Aranda Doncel, "La ofensiva inmaculista en Córdoba durante la centuria del Seiscientos", en Boletín de la Real Academia de la Historia de Córdoba, Córdoba, 151 (2006), pp. 147-164. 22 Antonio Astrain (S.I.), Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, Tomo V. Vitelleschi, Carafa, Piccolomini (1615-1652), Madrid, Est. tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1916, pp. 160-173. 23 antes un borrador de la respuesta, que quiero tener este consuelo, y gozarme de que sea la Universidad de Baeza, como sin duda lo será, poderosa para deshazer estos nublados…" 25 .
Finalmente, a pesar de cualquier impedimento en contra, Felipe IV y Olivares reafirmaron su voluntad de abrir los Estudios Reales de San Isidro. Enterado del apoyo particular de Moscoso en el asunto de las universidades, Vitelleschi ordenó escribir a su confesor, el padre Francisco Luis:
"Muy bien ha mostrado el señor cardenal Sandoval en la contradiçión que las universidades hazen a la Compañía el cordial afecto y devoçión que nos tiene, pues con tan grandes veras la favoreçe y ampara, de que estoy con el reconoçimiento que es raçón. Agora escribo a Su Ilustrísima agradeciéndoselo mucho…" 26 En reconocimiento por su intermediación, el general añadía en su carta al confesor del cardenal que el procurador de la provincia de Paraguay "lleva para Su Ilustrísima una patente de participación de los sacrificios, oraçiones y pías obras de la Compañía, y una reliquia de san Ignaçio…" 27 . En mi opinión, era toda una declaración de intenciones. Si Sandoval velaba por los asuntos terrenales de la Compañía, los jesuitas intercederían por él con medios celestiales. No conforme con ello, en diciembre del mismo año el general volvía a transmitir a Moscoso su contento, recordándole "su grande piedad e inclinaçión a favoreçer y hazer merçed a la Compañía". Acababa de leer una carta de su puño y letra que le había entregado el maestro Domingo Pasano Casela, abad de la Fuensanta. El cardenal de Jaén, aprovechando el envío de Pasano para realizar su primera visita ad limina a Roma, le había ordenado que transmitiese sus respetos a Vitelleschi 28 .
Por desgracia, las relaciones de la Compañía no eran tan cordiales con otros sectores eclesiásticos como con el cardenal Moscoso. El protagonismo que tan rápido había conseguido y el alto grado de eficacia de las misiones jesuíticas estaban atrayendo envidias y furibundos detractores contra la Compañía. Muchos de sus enemigos militaban en las filas de las demás órdenes religiosas. Es cierto que siempre se habían producido roces; pero en estos momentos parecieron agravarse 29 .
Uno de los ejemplos más claros del aumento de la tensión en contra de la Compañía sucedió en la ciudad de Córdoba 30 . El origen del problema fue un breve expedido por el papa Urbano VIII el 13 de octubre de 1627. Por él facultaba al obispo de Córdoba, Cristóbal de Lobera y Torres (1624-1631), para examinar al clero regular con objeto de obtener licencia para confesar y predicar. De manera casi automática, los superiores de los conventos masculinos de Córdoba consideraron este documento un atropello contra su independencia. Tras protestar sin resultados ante el Consejo de Castilla, el prior de San Agustín, en connivencia con el superior de los dominicos del 25 Idem 26 ARSI, PROV. BAETICA, 5 I, f. 249. 1627, con el ordinario de 13 de julio. 27 Idem. 28 Archivio Segreto Vaticano [ASV], Congr. Concilio, Relat. Dioec., 364. 29 Entre otros motivos, hubo tensiones por cuestiones de honor y antigüedad en los actos públicos, por la difusión del culto a una u otra advocación religiosa -lo que redundaba en mayores limosnas para la religión que la promovía -, o por envidia del éxito que la Compañía iba alcanzando en sus establecimientos educativos. Cfr. Antonio Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen, Madrid, Istmo, 1973, p. 318. 30 Como en otras capitales andaluzas, en Córdoba la Compañía gozaba de considerable influencia social. convento de San Pablo y el guardián de los franciscanos observantes de San Pedro el Real, convocó una junta general de las religiones con la intención de acordar una postura común 31 .
Pero el superior de los jesuitas cordobeses, escarmentado de un caso precedente sucedido en Sevilla 32 , no acudió a la junta. Conjuntamente con los basilios, los jesuitas acataron el breve y obedecieron al obispo. En represalia por su actitud insolidaria, los religiosos de la junta acordaron no acudir a los actos organizados por el colegio de la Compañía. En primer lugar, empezaron por dejar plantados a los jesuitas en unas conclusiones de teología a las que habían invitado a las demás órdenes 33 . Luego, decidieron ignorar las celebraciones por la proclamación de los santos Mártires de Japón. Las campanas de sus conventos permanecieron mudas ante la solemnidad religiosa, por lo que "se dio mucha desedificación al lugar" 34 . Su oposición a la medida del obispo llegó a tal extremo que el 4 de febrero de 1628 los priores de San Agustín y San Pablo avisaron al cabildo catedralicio que las órdenes religiosas de la junta se negarían a administrar la confesión y la comunión en la cuaresma 35 . Pero el prelado cordobés no estaba dispuesto a claudicar.
Lobera consideraba al prior de San Agustín y provincial de Andalucía, fray Pedro de Góngora y Angulo, "el principal motor y autor de estas Juntas" 36 . Él mismo había impulsado una ambiciosa remodelación del interior de la iglesia de su convento para mayor gloria de la Orden de san Agustín 37 . A fin de cuentas, desde un punto de vista artístico este proyecto suponía rivalizar con la iglesia de la Compañía. Estaba claro que el fraile no estaba dispuesto a claudicar sin agotar sus recursos. Para presionar sobre el obispo, decidió dar un peligroso giro al asunto haciendo que trascendiese el ámbito de la capital cordobesa. Las órdenes religiosas representadas en la junta solicitaron el apoyo de los conventos del obispado. Incluso comisionaron a un agustino para extender sus reivindicaciones a los capítulos provinciales de dominicos y mercedarios, reunidos en Granada y en Écija respectivamente. Lobera, alarmado por el rumbo que tomaba la disputa, ordenó poner por escrito una información de todo el suceso 38 . Tenía que enviar memoriales para parar esta conspiración contra la Compañía y contra su autoridad y buscó el apoyo de los cardenales Agustín Spínola, arzobispo de Granada 39 , y Baltasar de Moscoso, obispo de Jaén. En este sentido, merece la pena recordar que Moscoso y Lobera tenían un punto de conexión entre sí nada despreciable. Ambos habían sido protegidos del duque de Lerma 40 .
El verano de 1628 fue escenario de una correspondencia frenética con las Cortes de Madrid y de Roma. El 4 de julio Moscoso escribía una carta a Lobera tranquilizándole sobre "la causa de Córdoba" 41 . Le confirmaba el apoyo del Cardenal Infante, arzobispo de Toledo, y del cardenal Antonio Zapata, Inquisidor General. El de Jaén aún no creía necesario llevar la causa ante el papa; aunque, in extremis, ya había pensado en los hombres idóneos para ello. Además, demostraba estar en inteligencia tanto con el cardenal Spínola como con el arzobispo de Sevilla. Los obispos estaban haciendo causa común del asunto para frenar a los regulares sediciosos. Al mes siguiente, cuatro cartas fueron enviadas a la Corte de Felipe IV. En ellas se alertaba al rey, al Conde-Duque, al cardenal Trejo -presidente del Consejo de Castilla -, y al cardenal Zapata, que fray Pedro de Góngora: "…con poder de los conventos de Córdoba ha imbiado un religioso que por las más principales ciudades de Castilla pida a las demás religiones, así juntas en capítulo como fuera dellos, que no acudan a açión ninguna de la Compañía, de devoción, de letras, ni de lucimiento de concurso, que no tengan ni lean sus libros, que no sigan sus opiniones, que no les conozcan, traten, ni comuniquen como hermanos…" 42 Esta petición de ayuda a Madrid no debía parecer suficiente. El 16 de septiembre el cardenal Moscoso dio un paso más y puso al tanto de todo a Urbano VIII. En su carta le pedía que "como cabeza, Padre Universal de todos, sea servido de amparar y defender esta Religión, pues ay tantas raçones de conveniençia para esto […] mandando con penas graves y eficazmente que çesen conjuraciones de tan mal exemplo…" 43 . El recurso al papa debió contribuir a lograr el efecto esperado, porque el 30 de enero de 1629 Urbano VIII expedía un breve confirmando la facultad del obispo de Córdoba para examinar a cualquier eclesiástico que solicitase licencia para confesar y predicar 44 . Sin duda, al ponerse de parte de los obispos, la Compañía había apostado por el caballo ganador.
Lo que fuere más a gusto de su eminençia
Es lógico pensar que, si alguna preocupación tenía Muzio Vitelleschi sobre el confesor jesuita de Moscoso, a partir de estos acontecimientos se despejó. Resultó aún más tranquilizador para el general conocer personalmente al cardenal y a su confesor en Roma. La oportunidad de este encuentro llegó en 1630 como consecuencia del envío de Moscoso junto a otros príncipes de la Iglesia españoles a la Corte de los Barberini. Una convergencia de cardenales hispanos sobre la Ciudad Eterna, fraguada por el valido de Felipe IV, y que tuvo su punto álgido en 1632 con la Solemne Protesta del cardenal Gaspar de Borja y Velasco ante Urbano VIII 45 .
El 30 de julio de 1630 Vitellechi escribía ufano al Provincial de Andalucía para felicitarle por permitir al padre Francisco Luis acompañar al cardenal Moscoso hasta Roma. Si, años atrás, el general había albergado alguna duda, ahora "se había consolado mucho" al encontrarse cara a cara con el confesor del obispo de Jaén 46 . A lo largo de su estancia italiana al cardenal no le faltó la acogida de los jesuitas allá por donde iba. Al mismo tiempo, Vitelleschi pedía a su confesor que se esmerase en el trato con su ilustre penitente 47 . Por otro lado, Moscoso no dejaba de solicitarle peticiones especiales al general de la Compañía. El 6 de febrero de 1630 Vitelleschi le escribía otorgándole su consentimiento para que el P. Andrés de Palencia se quedase en Jaén como confesor del deán de la catedral, Juan Francisco Pacheco, hijo del marqués de Villena 48 .
Después de conocerlo personalmente, el general pudo corroborar que el modelo de perfecto prelado emanado del concilio de Trento parecía encajar perfectamente con el cardenal de Jaén 49 . En aquel momento, los representantes de Felipe IV en Roma escribían a favor del relevo de Gaspar de Borja como protector de España en Roma y cardenal de la voz en el Cónclave. Parecía conveniente sustituirle porque su contundente actividad diplomática comenzaba a desagradar a los Barberini. Incluso pensaron en reemplazarle por el purpurado español más antiguo en la Ciudad Eterna, que no era otro que Baltasar de Moscoso. A juicio del embajador español en Roma, el conde de Monterrey, el cardenal era casi una rara avis:
"…Sandoval […] aunque no es sujeto de mucha maña, puede tanto y vale tan gran reputaçión y autoridad la reformaçión con que vive él y toda su casa, y la limosna que haçe, que yo juro, como quien soy, que entiendo que Su Magestad no ha tenido aquí cardenal de mayor estima…" 50 Un hecho que podía haberle venido muy bien a la Compañía; pero los acontecimientos se desarrollaron de manera distinta y Moscoso volvió a su obispado. Durante esta segunda etapa en Jaén, las relaciones entre el general y el entorno jesuítico del purpurado ahondaron en una línea de mutuo entendimiento. Vitelleschi encomendaba a cada nuevo superior del Colegio de Jaén que los jesuitas debían mostrarse solícitos "en las ocasiones que se ofreçieren de servir al señor cardenal Sandoval" 51 . Si antes el general había albergado alguna duda sobre la privanza del confesor jesuita cerca de Moscoso, ahora incluso favoreció su nombramiento como rector de Jaén en 1634 52 . Justo al año siguiente, Vitelleschi, enterado de que el religioso ya no confesaba al cardenal -probablemente por sus nuevas obligaciones -, incluso llegó a pensar en designarlo como director de otras fundaciones de la Compañía; pero eso sí, "siempre 45 Cfr. Maria Antonietta Visceglia, "Congiurarono nella degradazione del papa per via di un Concilio: la protesta del cardinale Gaspare Borgia contro la politica papale nella guerra dei Trent´anni", en Marina Caffiero y Maria Antonietta Visceglia (eds.), Roma moderna e contemporanea, XI, 2003, pp. 167-193. 46 F. J. Martínez Rojas, "El ARSI (Archivum Romanum Societatis Iesu)...", p. 473. 47 Ibidem, pp. 473-476. 48 Los Pacheco habían logrado sustituir en el deanato giennense a una rama menor de los Rojas y Sandoval (parientes de Moscoso, del cardenal Bernardo de Sandoval y del mismísimo duque de Lerma). El 27 de marzo de 1621 la Cámara Apostólica aceptaba la resignación del deanato de Diego Roque Pacheco a favor de su hermanastro, Juan Francisco Pacheco. ASV, Cam. Ap., Consensus, 110, f. 294v.-295r. 49 Cfr. Alonso de Andrade (S.I.), Idea del perfecto prelado… 50 que el señor cardenal Sandoval diese liçençia" 53 . Por otro lado, el general también se felicitaba por el éxito de las misiones de los jesuitas y de que "el señor cardenal Sandoval esté tan satisfecho de lo que se ha trabajado en su obispado" 54 .
Por su parte, el cardenal contando con la comprensión de Vitelleschi a la hora de solicitar peticiones especiales. En enero de 1636 el general escribía al padre Francisco Luis, superior del Colegio de Jaén, deseando que "en el negoçio que se trata del señor cardenal se disponga lo que fuere más a gusto de Su Eminençia y de Su Magestad…" 55 . Vitelleschi incluso llegó a ser mucho más permisivo que de costumbre. En 1639 concedió a Moscoso que el jesuita Lázaro Martín, residente en Córdoba, pudiese desplazarse a los estados señoriales de los Portocarrero "a fin de acomodar y poner en orden los papeles y libros de cuentas del señor conde de Palma" 56 . Un favor muy personal, al fin y al cabo, porque la condesa consorte, Antonia Hurtado de Mendoza-Moscoso, era sobrina-nieta del purpurado 57 .
Al mismo tiempo, la colaboración de Moscoso con la Compañía parecía inquebrantable. En septiembre de 1643 el doctor Espino, un viejo enemigo de los jesuitas, volvía a las andadas. No contento con haber sido encarcelado antes por motivos parecidos, comenzó a afirmar nuevamente contra la Compañía "que había en ella herejes y que de su modo de proceder recibía la república cristiana gran detrimento en lo espiritual" 58 . El prepósito de Sevilla se querelló inmediatamente contra Espino ante la Inquisición 59 . En febrero del año siguiente, Moscoso se quejaba ante el cardenal nepote Francesco Barberini: "La Compañía de Jesús en esta Andaluçía se haya tan desconsolada y mortificada con la persecución que han movido contra ella sus émulos por medio de un doctor Espino, expulso de los Carmelitas descalços, que se ve obligada a ponerse a los santísimos pies de Su Santidad [...] Suplico a Vuestra Eminencia se sirva de amparar causa tan justificada, honrando a la Compañía y premiando lo mucho que está sirviendo a la religión católica..." 60
Conclusión Final
Como puede verse, la buena sintonía entre el cardenal Baltasar de Moscoso y Sandoval y la Compañía de Jesús se mantuvo durante todo su episcopado giennense. Este buen entendimiento también prosiguió cuando el purpurado tomó posesión del arzobispado de Toledo en 1646. Una estrecha relación que, lógicamente, pudo haber motivado que el escritor jesuita Alonso de Andrade se convirtiese en el primer biógrafo conocido del cardenal después de su muerte 61 . Por otro lado, no hay que olvidar que la Orden había rehusado a tener un cardenal protector nombrado por el papa 62 . Paradójicamente, la falta de un protector oficial de la Compañía había permitido a los jesuitas buscar y potenciar varios apoyos extraoficiales entre diversos purpurados, entre los que se debe señalar el caso del cardenal Moscoso. En definitiva, se trataba de unas relaciones mutuamente beneficiosas. Para la Orden suponía cobijarse bajo el poder de la púrpura. Una postura que, como creo haber dejado claro en este trabajo, muchas veces supuso una ayuda nada despreciable contra los enemigos de la Compañía. Desde otra perspectiva, Moscoso no sólo compartía afinidades con la espiritualidad propugnada por la Orden. El cardenal entendía que era necesario defender a los jesuitas porque, frente a otras órdenes, se sometían al control de los obispos, involucrándose activamente en las reformas diocesanas. Años antes, así se lo había confesado al prelado de Córdoba: "…pues es esta Religión la que con tan particular zelo y cuidado asiste siempre a las obligaciones de los Prelados […] Yo he experimentado esto con gran consuelo mío, y así echo de ver, que no es pasión ésta, aunque son tantas y de tan gran respeto las razones que me hacen muy de la Compañía" 63 .
El poder y la influencia del clero regular en la Asturias de la Edad Moderna
The power and influence of the regular clergy inAsturias Modern Age
Poder e influencia en el ámbito de la Cultura.
Después de la revisión bibliográfica y documental que he realizado y de la información recopilada he podido realizar las tablas nº1 y nº2. Contienen las actividades o referencias culturales de la que tenemos constancia 2 , que permiten extraer importantes conclusiones respecto a la participación cultural del clero regular asturiano. A la vista de los datos de ambas tablas, en primer lugar, se observa que en la rama masculina destaca la Orden de San Benito con un total de 16 actividades de índole cultural (el 23,8% del total de actividades). Le siguen los franciscanos con 15 (22,4% del total), los jesuitas con 8 (12% del total), los bernardos con 6 (9% del total), los dominicos con 5 (7,4% del total) y los mercedarios con 2 (3% del total). La importancia de los centros benedictinos y franciscanos es notable, lo cual es lógico dada la fuerte vinculación de los benedictinos a la cultura a nivel erudito y educacional alto y la vinculación de los franciscanos a la cultura sobre todo destinada a su faceta misionera y una presencia menor en la alta cultura. Este predominio de ambas Órdenes corresponde, además, a su notable presencia en la región. En el caso de la Orden de la Merced dada la pérdida documental, casi absoluta, los datos aportados no son representativos. Por otro lado, en cuanto a la rama femenina destacan las dominicas y clarisas con 4 actividades de índole cultural (6% del total), cada una, le siguen las agustinas con les exigía era mínima. También cabe destacar, para la rama femenina, que no hay alusión alguna de actividades culturales para el siglo XVI y que ello puede deberse a la falta documental para ese siglo.
Puede observarse además que, dentro del ámbito cultural asturiano, la posición del clero regular asturiano respecto a la educación es privilegiada. Las Órdenes Religiosas en Asturias destacarán por dedicarse a la enseñanza teniendo profesores en todos los niveles educativos (primario, secundario y universitario), si bien es cierto que hay evidencias de la presencia de maestros y perceptores laicos a nivel de las primeras letras y las cátedras de gramática, fundamentalmente. 3 Por otro lado, su posición en lo que respecta a la posesión de bibliotecas también es destacada, si bien entra en competición con la nobleza en cuanto a la calidad y el contenido de sus bibliotecas. Frente a los 195 títulos y 697 volúmenes que se adquieren para la biblioteca de la comunidad de San Vicente de Oviedo, entre 1741 y 1805, tenemos constancia de que la biblioteca del marqués de Santa Cruz, a la altura del año 1788, estaba compuesta por 905 títulos y 1605 volúmenes y que la biblioteca del conde de Toreno, a la altura del año 1804, contaba con 114 títulos y de 339 volúmenes. El predominio en la posesión de libros y la conformación de bibliotecas por parte de la nobleza y las Órdenes Religiosas en Asturias es absoluto si lo comparamos con el campesinado. En una revisión de un millar de inventarios de campesinos asturianos se ha comprobado que el libro está ausente. Además, se constata que el porcentaje de analfabetos es muy elevado en la sociedad asturiana, pero que mejora a lo largo de los siglos XVII y XVIII 4 .
Poder e influencia en el ámbito de lo Espiritual e Ideológico.
El predominio y el poder de la Órdenes Religiosas serán muy notables en el ámbito espiritual. Como pauta general, tras revisar las fuentes documentales y bibliográficas que he podido recopilar, se observa para los centros masculinos la participación en las misiones, la predicación, la cura de almas, la enseñanza religiosa universitaria, la realización de enterramientos en el interior del monasterio o convento, la celebración de misas por los difuntos y la práctica de la confesión. En cuanto a las religiosas de las distintas Órdenes destacan por su dedicación al rezo, la meditación, la vida contemplativa, las lecturas piadosas, existiendo escasas diferencias por Órdenes religiosas, siendo un patrón común a lo largo de los siglos analizados.
En el ámbito espiritual entrarán en colisión con otros centros regulares, con el clero secular y con la jerarquía eclesiástica de la diócesis de Oviedo, en cuya cúspide está el obispo. Estos conflictos por el poder espiritual pueden verse, por ejemplo, en las tensiones que surgen en la fundación de nuevos monasterios y conventos. Las nuevas fundaciones se enfrentarán a la oposición del Cabildo Catedralicio, del obispo de la diócesis o de los monasterios y conventos asentados en la zona que no desean compartir su poder espiritual y los beneficios económicos que supone, en muchas ocasiones, esta gestión de sus derechos espirituales. A continuación adjunto la tabla nº 3 en la que se presentan de forma sintética los conflictos existentes en la fundación de nuevos centros. Se observa como de 7 nuevas fundaciones hay 5 conflictos relacionados con la oposición eclesiástica. Frente a esta oposición sólo habrá 3 conflictos relacionados con el poder civil.
Otro indicio del poder espiritual e ideológico se sustancia en la creación y mantenimiento por parte de las comunidades de una serie de cofradías y hermandades, con el fin de encauzar la religiosidad popular sirviendo para controlar a la sociedad, en tanto que están dirigidas por dichas comunidades e imponen una serie de máximas y normas respecto a cómo deben vivir y comportarse los laicos que las integraban. Para darnos cuenta del arraigo y de la proliferación de las cofradías y hermandades auspiciadas por las comunidades religiosas, vamos a tomar como referencia el informe sobre las cofradías existentes en Asturias del regente D. Teodomiro Caro de Briones de 1770-1771 6 . Para esta primera aproximación, únicamente detallaré la cantidad de cofradías fundadas dentro de las comunidades que indica este informe.
Según este informe hay 9 monasterios y conventos de la región que tienen en su seno un total de 21 cofradías y hermandades. Destaca la Orden de San Francisco con 10, Orden de San Bernardo 4, Orden de Santo Domingo con 3, la Orden de San Benito 3, Orden de la Merced 1. Con todo, en un análisis más profundo (en el contexto de mi investigación en curso) habrá que tener en cuenta todas las cofradías que crean las Órdenes Religiosas fuera de sus muros y que se extienden por toda la geografía asturiana, para conocer con exactitud el calado y el grado de influencia espiritual de dichas Órdenes, en Asturias, dentro del fenómeno cofrade. Por ejemplo, si la comunidad dominica de Oviedo únicamente tenía 3 cofradías (fundadas dentro de sus muros claustrales), hay que destacar la presencia de cofradías de la Virgen del Rosario auspiciadas por ella en casi todas partes de la región, si bien no se ha realizado aún ningún trabajo de investigación que cuantifique y analice estas cofradías del Rosario. 7 Como un exponente del espíritu dominico asturiano, cabe destacar a Fray Luis de Llano, natural de Oviedo que profesó en el convento dominico (en el año 1625). Fue un predicador muy afamado en toda la región donde fundará numerosas cofradías. 8 La importancia y extensión de las cofradías del Rosario la observamos, de manera más tenue, en la rama femenina. Así nos consta como las religiosas dominicas de Cangas de Tineo restituyen una Cofradía del Rosario en el año 1806. Las religiosas recibirán el visto bueno de los superiores de la Orden para restituir esta cofradía. 9 Por otro lado, la Orden de San Francisco (como Orden Mendicante, al igual que la de Santo Domingo) también le dio importancia a la fundación de Cofradías por toda la geografía asturiana, entre las cuales se encuentra la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Gijón 10 , fundada en el siglo XVII. A pesar de no tener ningún convento en dicho municipio, los franciscanos asentaron de este modo su influencia espiritual en la zona. 11 Igualmente, la Compañía de Jesús en su afán por aumentar el conocimiento de la doctrina católica y del desarrollo de prácticas asociativas cristianas van a promover la creación de varias cofradías, 12 si bien no queda constancia en dicho informe ya que los jesuitas había sido expulsados en el año 1767, por Orden Real.
Otro aspecto en el que se plasma la influencia espiritual de las Órdenes Religiosas es la práctica de la predicación y de las misiones populares. Destacan en esta faceta las Órdenes Mendicantes sobre las Órdenes Monásticas. Dentro de la Orden de San Francisco, sabemos que los padres franciscanos de Avilés contaban con un excelente prestigio como predicadores, tanto que tenían la exclusividad de los sermones de cuaresma en la parroquia de San Nicolás. Con todo, en 1757 el Ayuntamiento suprime la subvención de los sermones de Cuaresma. 13 Otro centro franciscano dedicado a la tarea de la predicación y de las misiones será el Colegio y Convento de San Juan de Capistrano de Villaviciosa (siglos XVII al XIX) que cumplió una trayectoria de numerosos lustros dedicado a la preparación de misioneros para enviar a la Patagonia, a las misiones australes de Chile y Argentina, de Perú y de México. 14 Por otro lado, en la Orden de Santo Domingo, la comunidad de Oviedo también destacará en la predicación, que fue su gran misión en Asturias. 15 Hasta el momento en que se fundó la Universidad, a inicios del siglo XVII, prácticamente toda la comunidad estaba dedicada a la predicación. Cuando se establece la Universidad y parte de la comunidad se dedica a la enseñanza, en la misma, surge un debate interno entre el sector dedicado a la enseñanza y el sector dedicado a la predicación. Este conflicto llegará a sus cotas más altas en el año 1649 cuando el obispo don Bernardo Caballero de Paredes escribe al prior del convento exigiendo la puesta en práctica de la predicación misional. En el año 1653 las aguas volvieron a su cauce y se restablecen los estudios y se continúa la tarea de la predicación por el Principado. De este modo se volvía a la compaginación de ambas facetas, sin problemas. Por último, una muestra significativa de la influencia de la predicación de los dominicos en Asturias será la presencia de cofradías de la Virgen del Rosario en casi todas partes de la región 16 , que ya he comentado anteriormente.
La Compañía de Jesús, con su único centro de Oviedo, dará un gran impulso a la tarea de la predicación y la realización de misiones por toda la geografía asturiana, para mejorar el nivel cultural y religioso de la región. La labor pastoral que desarrolló la Compañía de Jesús contribuyó a propagar la doctrina cristiana, la reforma de las costumbres y el fomento de la espiritualidad católica, en concordancia con las orientaciones y el enfoque emanado del Concilio de Trento. Los jesuitas, en el plano espiritual, van a contribuir a eliminar la ignorancia de la doctrina por parte del pueblo cristiano y acercar a los lugares más remotos de la diócesis un programa de profundización en el mensaje evangélico, a través de las misiones populares, que desarrollarán con gran intensidad. 17 En el momento de la expulsión de los jesuitas (año 1761) de la comunidad formada por 17 religiosos 3 de ellos se dedicaban a la tarea de las misiones, exclusivamente, muestra de la importancia dada a esta actividad por parte de la Compañía de Jesús. 18 A modo de síntesis, adjunto las siguientes mapas (nº1 y nº2) en los cuales se indica el itinerario de las misiones populares que desarrollaron los jesuitas para los siglos XVII y XVIII. En el siglo XVI, los datos disponibles corroboran la bonanza económica de la Orden de San Benito, así como la idea de que dicho siglo fue de limitaciones económicas para el caso de la Orden de San Bernardo. Por otro lado, el ideal de pobreza de la Orden de Santo Domingo queda reflejado en el hecho de que sus ahorros no sean muy elevados (2.245 reales). Por último, en lo que respecta a la Compañía de Jesús es la congregación con el peor estado económico en Asturias, según la información conservada (-15.046,8 reales). De la Orden de San Francisco y de la Orden de la Merced no podemos decir nada en tanto que no conservamos datos económicos para dicho siglo.
En el siglo XVII, el estado económico de la Orden de San Benito sigue siendo bueno. En el caso de su rama masculina, con el ejemplo del monasterio de Corias, aunque sigue teniendo el mejor estado económico su cuantía no es tan elevada como lo fue para el siglo anterior. En cuanto a su rama femenina experimenta una notable mejoría acercándose a las cifras de la rama masculina. Le sigue la Orden de Santo Domingo, en su rama masculina, lo que evidencia una situación saneada. En su rama femenina, con su centro en Cangas de Tineo, se confirma su situación económica crítica aludida en las referencias documentales y bibliográficas si bien no tiene un saldo negativo, contando con un superhábit de 2,8 reales. En cuanto a la Compañía de Jesús también tiene una buena situación económica que contrasta con el saldo negativo que tenía para el siglo XVI. Por otro lado, la situación de la Orden de San Bernardo sigue siendo negativa, duplicándose las deudas del centro monástico de Villanueva de Oscos. En su rama femenina sólo contamos con datos de sus ingresos y no de sus gastos. En cuanto a las Órdenes de San Agustín, de San Francisco y de la Merced no disponemos de ningún dato cuantitativo sobre su economía.
En el siglo XVIII, el estado económico de la Orden de San Benito continúa siendo bueno, como así lo había sido en los dos siglos anteriores, mostrando una enorme estabilidad económica. En el caso de su rama masculina, con el ejemplo del monasterio de Corias, sigue teniendo uno de los mejores estados económicos de todas las Órdenes. A mediados de dicho siglo este monasterio figura como el Mayor Hacendado del Principado de Asturias, en el Catastro del Marqués de la Ensenada. En su rama femenina, la comunidad de San Pelayo de Oviedo sigue aumentando sus ahorros. Todos estos datos confirman la bonanza económica de la Orden.
Le sigue en importancia la Orden de San Bernardo que resurge en el siglo XVIII teniendo datos económicos positivos en su rama masculina después de una situación crítica en los dos siglos anteriores y colocándose en el segundo lugar de bonanza económica. Para este siglo por fin conservamos datos económicos para la Orden de San Francisco, aunque sólo en su rama masculina. Nos muestra una situación de salud económica ya que existe ahorro si bien tiene una posición secundaria respecto a las Órdenes ya referidas. Por otro lado, en cuanto a la Orden de la Merced también es el primer siglo para el que disponemos de datos económicos concretos y nos da una situación económica saludable, ocupando el siguiente lugar detrás de la Orden de San Francisco. En cuanto a la Orden de San Agustín también tenemos datos económicos, por vez primera, que nos muestran una mala situación económica que se corresponde con las continuas referencias de las fuentes sobre la pobreza de las agustinas. Peor situación económica tiene la Orden de Santo Domingo, en su rama femenina, con una deuda bastante superior a la de las agustinas. En el siglo XVII su situación era saneada y se observa ese paulatino retroceso con el avance del siglo XVIII.
En último lugar, está la Compañía de Jesús que para el año 1764 tenía la deuda más elevada (-54.597 reales).
En cuanto al siglo XIX, el estado económico de la Orden de San Benito continúa siendo bueno, nuevamente, mostrando una gran estabilidad económica en la región. En el caso de su rama masculina, con el ejemplo del monasterio de Corias, sigue teniendo uno de los mejores estados económicos. Su rama femenina presenta, también, una buena situación como lo demuestran los datos disponibles para el monasterio de San Pelayo de Oviedo. La comunidad de San Pelayo de Oviedo pasa de 836,7 reales en el siglo XVI a 7.078 reales en el XVII, a 71.254 reales en el XVIII (si bien faltan los gastos del monasterio para esta última fecha) y en el siglo XIX tiene un ahorro de 8.749 reales y 25 maravedíes.
En suma, en todo este periodo la Orden Religiosa con más poder económico fue la Orden de San Benito contando con el mejor estado de sus cuentas, en sus ambas ramas, con alguna fluctuación lógica y contando a mediados del siglo XVIII, como ya referí, con el mayor hacendado del Principado de Asturias. Dentro del poder económico, hay que referirse además a los señoríos dependientes de las Órdenes Religiosas, la tendencia se dirige a una reducción notable de la presencia de los señoríos monásticos, entre el siglo XVI y XVIII. De 23 cotos dependientes de los monasterios y conventos asturianos en el siglo XVI pasamos a 11 a mediados del siglo XVIII (reducción global del 47,8% del total). A nivel de la distribución de los dominios, en lo que respecta al siglo XVI la Orden de San Benito cuenta con 13 cotos (56,5% del total), le sigue la Orden de San Bernardo con 9 cotos (39,1% del total) y la de San Agustín con uno (4,4% del total). Avanzado el tiempo, a mediados del siglo XVIII, destaca el predominio de la Orden de San Benito que tiene un total de 6 cotos (54,5% del total) seguido de la Orden de San Bernardo con 4 (36,4% del total) y la Compañía de Jesús con uno (9,1% del total). A la vista de los datos anteriores, se observa que el número de señoríos de la Orden de San Benito se reduce en un 53,9%, los de San Bernardo en un 55,6% y la luchas por el poder espiritual pueden verse, por ejemplo, en la punga por los derechos eclesiásticos en las tensiones que surgen en la fundación de nuevos monasterios y conventos. Otro indicio del poder espiritual e ideológico de las Órdenes Religiosas se sustancia en la creación y mantenimiento por parte de las comunidades de una serie de cofradías y hermandades con el fin de encauzar la religiosidad popular, destacando el empeño puesto en esta tarea por parte de las Órdenes Mendicantes de San Francisco y Santo Domingo, fundamentalmente. Otro aspecto en el que se plasma la influencia espiritual de las Órdenes Religiosas sobre la sociedad es la práctica de la predicación y de las misiones populares, destacando el papel de los dominicos, los franciscanos y los jesuitas.
En tercer lugar, otro aspecto en que se demuestra el poder del clero regular asturiano es la cuestión económica. A pesar, de la dispersión y pérdida de buena parte de la documentación económica, se puede concluir que destaca la Orden de San Benito en sus dos ramas con el mejor estado económico para toda la región y contando para mediados del siglo XVIII con el Mayor Hacendado del Principado de Asturias que era el Monasterio de San Juan Bautista de Corias. Otro indicio del poder económico lo encontramos en los señoríos dependientes de las Órdenes Religiosas en la región. Observamos como la tendencia se dirige a una reducción notable de la presencia de los señoríos monásticos, entre el siglo XVI y XVIII. De 23 cotos dependientes de los monasterios y conventos asturianos en el siglo XVI pasamos a 11 a mediados del siglo XVIII (reducción global del 47,8% del total), destacando la Orden de San Benito, nuevamente. Por otro lado, en cuanto al volumen territorial en manos del clero, la entidad de los señoríos eclesiásticos asturianos no es relevante dentro del panorama del Principado. Por último, un indicio indirecto del grado de riqueza y bienestar es el consumo del chocolate (alimento escaso y preciado), a partir del siglo XVII, por parte del clero regular Asturiano que estará presente en buena parte de las comunidades religiosas y cuyo consumo irá en aumento.
El patronato femenino consciente de la compañía de Jesús: Magdalena de Ulloa y Antonia Dávila, fundadoras de Villagarcía de Campos y Segovia
The conscious female patronage of the society of Jesus: Magdalena de Ulloa and Antonia Davila, founders of Villagarcía de Campos and Segovia
Cristina GARCÍA OVIEDO Universidad Complutense de Madrid Resumen: Actualmente, los estudios sobre el patronato ejercido por mujeres a favor de la Compañía de Jesús a lo largo de los siglos XVI y XVII tienden a mostrar una realidad más compleja de lo que se creía. Algunos autores rechazan la imagen de estas mujeres frente a los religiosos como si se tratase de ovejas ante lobos, basándose en una documentación que ha puesto de manifiesto los rasgos de la personalidad de estas mujeres, sobre todo para demostrar hasta qué punto supieron regir su destino, y lejos de buscar solamente la salvación de sus almas, impusieron a los jesuitas su voluntad de manera consciente, y solicitaron toda una serie de privilegios, justificándolos por medio del mecenazgo. Después de revisar el estado de la cuestión con varios ejemplos de españolas que por distintas circunstancias desarrollaron su patronato a la Compañía de Jesús en Italia, este estudio se centra en Doña Magdalena de Ulloa, protectora de Don Juan de Austria desde la niñez, y más todavía durante los años en los que el hijo de Carlos V fue Gobernador de los Países Bajos, porque durante ese tiempo, doña Magdalena utilizó su papel de fundadora de Villagarcía de Campos y benefactora del Colegio de Valladolid, para recibir información detallada sobre su ahijado y asegurarse de que sus necesidades espirituales estaban satisfechas. Por último, se menciona el ejemplo concreto de la fundadora de Segovia, para demostrar que ella también impuso su voluntad, si bien sus peticiones sería completamente diferentes, centrándose más en erigirse como heredera de su familia, y por tanto, en alcanzar el patronato del Colegio al que prácticamente toda su familia ayudó desde los inicios. Palabras Clave: Patronazgo femenino de la Compañía de Jesús, Confesores jesuitas, Don Juan de Austria, Magdalena de Ulloa, Antonia Dávila, Villagarcía de Campos, Segovia.
Por ella misma; doña Magdalena de Ulloa
En el caso de doña Magdalena de Ulloa debemos considerar cómo por su proximidad a don Juan de Austria se preocupó por él durante los años de Flandes, haciendo uso de su posición privilegiada para obtener lo que en ese momento más necesitaba: información y control. Contó para ello con el apoyo del Prepósito General Everardo Mercuriano, que había nacido en Marcourt, muy cerca de donde moriría don Juan de Austria 40 , y con quien tenía buena relación previamente. Desde Valladolid el 20 de noviembre de 1574 se expresaba doña Magdalena en los siguientes términos: "Reverendísimo señor. Usa Vuestra Paternidad Reverendísima liberalidad en hacerme mercedes que con muchas más fuerzas que las mías no ternía yo atrevimiento para pensar que podría servir parte de ellas, pero Nuestro Señor por cuyo servicio V. P. R. procede y encamina sus cosas tomara así cuenta la remuneración de ellas y tomaré yo el cuidado y solicitud que debo describir a V. P. R. en todo lo que por acá se ofreciere cuyas manos beso infinitas veces por la memoria que tiene de favorecer este colegio de Villagarcía de lo cual yo estoy tan contenta cuanto es razón porque entiendo que no podrán dejar las cosas del suceder en aumento y prosperidad de manera que Nuestro Señor sea muy servido a quien prego de a V. P. R. muy larga vida con acrecentamiento de sus divinos dones como su reverendísima persona merece e yo deseo. De Valladolid 20 de noviembre 1574. Besa las manos a V. P. R. Doña Magdalena de Ulloa" 41 .
Entre 1576 y 1578 don Juan de Austria fue Gobernador de los Países Bajos 42 . Desde el nombramiento se preparó la llegada de don Juan en la casa de los jesuitas de Amberes, "la más española de todas las de los Países Bajos" 43 , orquestado todo desde Villagarcía y Roma 44 . A raíz de entonces, la cotidiana correspondencia entre el General no evitó lo relacionado con don Juan de Austria 45 , como en esta carta en la que además de reconocer la alegría por la fundación del Colegio de Oviedo, a pesar de haberse encomendado en Congregaciones pasadas no multiplicar colegios, "Gran contentos nos han dado las buenas nuevas que cada día vienen de Flandes y del buen suceso que el señor don Juan tiene en aquella empresa. Nuestro Señor va oyendo las oraciones de tantos y allanando las dificultades para que tenga el fin que se desea" 46 .
No hay duda de que la Compañía de Jesús se mostró sensible ante la preocupación de doña Magdalena. Desde Roma se escribía al Padre Juan Suárez en Valladolid:
"Puede V. R. asegurar a la Señora Doña Magdalena que acá se tiene mucho cuidado de encomendar a Dios las cosas de Flandes pues es causa tanto común y que tanto toca a la Compañía. Avíseme V. R. como está la madre del Señor Don Juan y qué servicio le hacen los nuestros" 47 . Pero no conforme doña Magdalena con las oraciones quiso reservarse el escaso control que podía tener en esta complicada situación, empezando por encargarse de recibir en España y sustentar a Bárbara Blomberg 48 , y seleccionar al Padre Pedro Trigoso como el confesor adecuado para don Juan. Este jesuita ya había ejercido como confesor muy satisfactoriamente en Medina del Campo a partir del año 1568, coincidiendo en este colegio con el Padre Baltasar Álvarez, que llegó en calidad de Rector y maestro de novicios hasta su trasladado a Villagarcía de Campos. Con lo que no contaba nadie era con la propia personalidad del confesor, cada vez más entrometido en los asuntos de Estado 49 . Aunque se le respetaba por su valía, los jesuitas le adjudicaron el sobrenombre de El mercader de Amberes, y terminaron por forzar su regreso a España, asegurándose la conformidad de Don Juan de Austria: proveerá de manera que el señor don Juan de Austria quede satisfecho y el Padre Trigoso trabaje en esa Provincia [Castilla] como hasta ahora lo ha hecho" 50 . Y lo que es significativo, dando explicaciones a doña Magdalena por el cambio, mientras se buscaba al sustituto adecuado, que fue el Padre Juan Fernández, a quien correspondió ayudar a bien morir a don Juan 51 . Por todo ello, no puede ser casual que a su regreso a España Trigoso se retirarse un tiempo a Villagarcía: "Cuanto al mercader de Amberes me parece muy bien <...> despedirse totalmente de la esperanza de tornar a Flandes y me contenta mucho el retiramiento que ha hecho a Villagarcía y V. R. me avisara en qué para este recogimiento" 52 .
Allí es evidente que tendría oportunidad de dar cuenta de todas las informaciones que respecto a don Juan de Austria y los asuntos de Flandes solicitase doña Magdalena.
Tampoco puede ser casualidad que se enviaran a Villagarcía a dos hermanos flamencos. Se trataba de los hermanos Arlemio y Eucronio, destacando el primero, del que sabemos que llegó a Villagarcía para ser confesor, queriendo saberse en Roma si ya era sacerdote. De ahí suponer que fue enviado para ser confesor de doña Magdalena 53 . Desde luego en 1574 constaba el Hermano Juan Harlemio en Amberes 54 . Su relación con la fundadora debió ser tan estrecha, que se decía que la propia Magdalena de Ulloa lo sustentaba 55 , algo anodino en el funcionamiento de un Colegio de la Compañía, y lo cierto es, que una vez muerto don Juan de Austria no se consideró oportuno que ninguno de los dos regresaran a Flandes, en especial Arlemio, por las razones que a todos nos parecerán evidentes:
"No es tiempo de enviar a los padres Arlemio y Euchronio a Flandes pues sabe V. R. cuáles están aquellos Estados, antes se busca dónde meter los que de allí andan echados. El Padre Arlemio es necesario por el consuelo de la madre del señor Don Juan que sea en gloria y el Padre Euchronio después de ordenado y hecho su año de probación será útil en Madrid para su nación y así V. R. me avisará cuando será tiempo para que dispongamos de él" 56 . jesuita Padre Hernando de Solier, verdadero padre y patrono del colegio de Segovia 59 , pero a pesar de que era algo notorio en la ciudad, no se llegó a firmar nada. De este modo, era su testamento la única base sobre la que aceptar su patronato, y como decíamos antes, no fue un proceso sencillo, que conllevó iniciar un largo proceso en los tribunales, en el que contrariamente a lo que se creía, doña Antonia no estuvo sola, sino que en su pretensión de ser aceptada como cofundadora del colegio de Segovia iba explícita la obligación de aceptar también a su marido. En este tiempo, llegaron a firmar acuerdos con los jesuitas en 1595, y ya se permitía la señora solicitar a determinado jesuita para su servicio, y alguna celebración se hizo en honor a este matrimonio, lo que no gustó nada en Roma. De hecho, como benefactores se les trataba en una carta escrita en agosto de 1595 en señal de agradecimiento a lo firmado en Los Ardidos, ofreciéndoles los sufragios de la Compañía como a tales benefactores 60 .
Mientras seguían los pleitos, las cosas variaron y mucho con la noticia de la muerte de doña Antonia. De nuevo un testamento dejaba por escrito la base de su fundación, en la que exigía demasiado a la Compañía, tanto como indicar, que si existía alguna manda contraria a su Instituto, y las había porque el documento en sí es un despropósito, que el Padre Provincial dispensara en ello, "y le suplico que lo ponga por la mejor manera que le pareciere con tal que tenga efecto y se haga lo que yo quiero y mando" 61 .
Entre las cosas que ella quería figuraba el continuar con el pleito que traía ahora ante el Real Consejo contra el Cabildo y la ciudad de Segovia a cuenta de la hacienda y bienes de su tío el Arcipreste Monroy y Solier, estableciendo que, aunque saliera ganadora, su marido disfrutaría de todo el usufructo de sus bienes 62 ; y peor todavía, porque también estableció en ese testamento que si sobraban más de 1.000 ducados de renta se fundara el Colegio de Teólogos seglares de San Ildefonso que oyesen las lecciones en la Compañía, cuyos patronos tendrían que ser los mismos a los que ella llevaba años enfrentando en las distintas apelaciones de su pleito 63 .
Quiso la mujer que este nuevo colegio de Teólogos de San Ildefonso contase con su edificio propio, independiente del Colegio de la Compañía, con su propia capilla, pero doña Antonia quiso ser enterrada en la iglesia de la Compañía, que se había consagrado en 1606, en su Capilla Mayor, con todo lo que había establecido su tío: enterramiento, bulto de alabastro, retablo y reja.
En mi tesis doctoral soy muy crítica con estas disposiciones testamentarias, porque no termino de comprender cómo se puede ayudar a una colegio creando otro, ni a un edificio levantando otro, y de hecho, no existe evidencia de que se llegara a encargar bulto de alabastro, sino unos cuadros de grisalla que cumplen la misma función. Aun así, fuentes de la Compañía valoraron positivamente la fundación de este nuevo colegio de teólogos, como obra pía, por lo que serviría para "criar y enseñar la juventud y para dar ministros a la Iglesia de Dios y curas al Obispado de que hay falta" 64 , y el Colegio en pleno pidió que se aceptase la fundación de doña Antonia esgrimiendo, entre otras cosas: que se trataba de una sobrina muy querida del fundador, las necesidades de un colegio enormemente endeudado, el no poder sustentar a los sujetos necesarios en Segovia para atender los ministerios, y un detalle que me parece muy interesante: que teniendo la sobrina en la parroquia de San Martín, "un honradísimo entierro en la Capilla Mayor con muchos capellanes a donde están sus padres enterrados escogió antes estarlo entre nosotros y junto a su tío" 65 .
Hasta entonces San Martín había sido el lugar más prestigioso de la ciudad donde tenían enterramiento las principales familias de la oligarquía local que habitaban esa colación, lo que considero un claro signo de que los tiempos y la idea de prestigio social en Segovia estaba cambiando. De hecho, las noticias que tenemos inciden en que el entierro fue "con la mayor honra que pudimos", al que asistió toda la clerecía y religiones de Segovia 66 .
El poder regio en la selección del clero beneficial español durante la primera mitad del reinado de Carlos III
The royal power in the selection of the beneficial Spanish clergy during the first half of the reign of Charles III of Spain
Mónica FERRÁNDIZ MORENO Universidad de Alicante
La situación de partida
El acceso al sistema beneficial, gozne en torno al cual se articulaba la estructura del clero diocesano 5 , y el ascenso dentro del mismo, dependían, como es lógico, de quienes tenían en sus manos la provisión de las distintas piezas beneficiales. En los territorios españoles, la mayoría de estos nombramientos estuvieron controlados por la Santa Sede hasta mediados del Setecientos 6 , cuando el Concordato de 1753 puso fin a esta situación. A partir de este momento, la presentación de los más de dos tercios de beneficios eclesiásticos que constituían las reservas pontificias -a excepción de las 52 piezas que el papa conservaba para premiar a los eclesiásticos españoles-recaería sobre el monarca hispánico. De este modo, y aunque no sea posible hablar de un auténtico patronato universal, pues los obispos y los patronos eclesiásticos y laicos siguieron manteniendo sus derechos 7 , podemos decir que los logros obtenidos por Fernando VI en lo que se refiere a la selección del clero nacional abrieron definitivamente las puertas al control de la Iglesia por el Estado 8 .
Tras firma del concordato, las medidas orientadas a conseguir la máxima extensión de las nuevas facultades regias se plasmaron en la amplia legislación postconcordataria, derivada de la premisa de que todo aquello que la Santa Sede había querido mantener en vigor quedó consignado en este texto 9 . Así, se trató de acabar con las prácticas que pudieran limitar el poder real en nombramientos eclesiásticos, como era el caso de las formas extraordinarias de acceso a los beneficios -coadjutorías con derecho a sucesión, resignas in favorem y permutas, vigentes en la curia romana a pesar de las prohibiciones de Trento-10 o aquellas que se consideraban concesiones graciosas del papado, como los indultos o el empleo de la alternativa por parte de los obispos 11 .
En la misma línea, era preciso un conocimiento exacto de los beneficios que tocaban a la real provisión, de sus características y de las vacantes que se producían en ellos. No obstante, esta tarea, en la que debían participar los prelados y cabildos, se llevó a cabo con tal lentitud que todavía en 1759 no se había logrado elaborar una relación de todos los beneficios y capellanías ni se conocía la totalidad de las vacantes existentes 12 . A estas trabas, se unía, además, el colapso que vivió la Cámara de Castilla, encargada de la gestión del Real Patronato, ante el incremento sufrido en el número de provisiones que debía tramitar 13 .
Por último, debemos tener presente también que la enfermedad de Fernando VI durante los últimos meses de su reinado y la paralización de la actividad administrativa que se derivó de ella supusieron un freno para la configuración de este nuevo modelo de reclutamiento eclesiástico e, incluso, llegaron a impedir el correcto funcionamiento de la gracia regia, pues las consultas para la provisión de las vacantes se acumulaban sin que el rey fuera capaz de evacuarlas 14 . A esta situación hubo de hacer frente Carlos III tras su ascenso al trono español en 1759.
El poder regio en el reclutamiento eclesiástico (1760-1775)
A su llegada a la península, Carlos III era ya un gobernante experimentado, con una idea clara del papel que debía desempeñar la Iglesia dentro de sus dominios15. Así pues, en el ámbito eclesiástico, como en el resto de la administración, la política carolina estuvo marcada, más si cabe, por el afán del monarca de fortalecer su control a todos los niveles, al tiempo que se diseñaban medidas encaminadas a la reforma del estamento eclesiástico y a la racionalización de su composición.
En lo que respecta a las provisiones beneficiales, Carlos III hubo de ocuparse en un primer momento de restituir el funcionamiento normal del proceso, lo que implicaba dar salida al inmenso volumen de consultas que aguardaban la resolución real. El nuevo monarca, como sus predecesores, despachó estos nombramientos con el titular de la Secretaría de Gracia y Justicia, el marqués de Campo de Villar, pero, a diferencia de su padre y su hermano, sin solicitar dictamen a su confesor en la mayoría de los casos16. Durante este reinado, proseguiría también la labor legislativa iniciada en el período anterior, cuyo análisis resultará de gran utilidad para conocer las líneas de la política regia en lo que respecta a la selección de los beneficiados de Real Patronato y, en definitiva, y al diseño de un clero nacional que respondiera al perfil deseado por la Corona.
La labor legislativa
La inflación legislativa que, en materia eclesiástica, se aprecia con posterioridad al Concordato, se mantuvo e, incluso, se intensificó durante la primera mitad del reinado de Carlos III. Por un lado, como hemos dicho, el monarca pretendía lograr la máxima extensión posible de sus derechos de patronato. Por otro, era necesario también definir las cualidades deseadas en los integrantes del estamento eclesiástico y, en concreto, en quienes ocupaban las piezas de su provisión. Este tipo de legislación nos permite conocer cuál era la voluntad del rey en ambos sentidos, aunque no debemos perder de vista las diferencias existentes entre el ámbito teórico y su puesta práctica.
De hecho, y a pesar de las medidas que se fueron adoptando ya desde el mismo momento de la firma el concordato, la situación distaba mucho de ser envidiable, pues, como hemos señalado, la paralización que habían sufrido las provisiones beneficiales a finales del reinado de Fernando VI había agravado las consecuencias derivadas del colapso de la Cámara. Estas dificultades, que irían solventándose a medida que avanzara el siglo, no fueron, sin embargo, las únicas a las que hubo de hacer frente el nuevo titular de la monarquía hispánica. El desconocimiento de los beneficios de Real Patronato y de sus vacantes, por otra parte, continuó lastrando el ejercicio de la gracia regia durante este período, tal y como se deduce de las continuas órdenes dirigidas a solicitar el puntual envío de información sobre estas cuestiones. La ineficacia de la labor de los obispos y prelados en este ámbito llevaría a la Corona a buscar el apoyo de las autoridades civiles 17 o, incluso, de aquellos clérigos interesados en obtener alguna pieza beneficial. Éste fue el caso de José Fernández de Castro, nombrado para un beneficio simple de la parroquia de Santa María de Ameixida (diócesis de Mondoñedo), de cuya vacante, causada hacía más de tres años, había informado a la Corte. Este hecho, en palabras de la Cámara, le hacía acreedor del mismo en virtud de las "órdenes y decretos expedidos ofreciendo atender y premiar sujetos que descubriesen derechos de Vuestra Majestad concurriendo en ellos suficiencia para obtener rentas eclesiásticas" 18 .
Tan importante como el control sobre las provisiones que tocaban al rey era hacer presente el poder real en todos los ámbitos del reclutamiento eclesiástico y reglamentar el modo en el que debían llevarse a cabo las diferentes actuaciones previstas en ellos. Así pues, durante los primeros años del reinado de Carlos III se regularon las provisiones de las canonjías de oficio y curatos, realizadas mediante concurso 19 ; las jubilaciones de los capellanes de las capillas reales, facultad que el monarca declaró de su dominio y libre de la intervención de la Santa Sede 20 o las renuncias, que debían hacerse ante el ordinario, sin que por ello dejara de tocar al monarca la presentación a las piezas que vacaban por esta razón en los meses reservados 21 . Al mismo tiempo, se trató de impedir la presencia en la Corte de los pretendientes a beneficios eclesiásticos, acostumbrados a ir a Roma para satisfacer sus demandas. No obstante, las disposiciones dictadas en este sentido no fueron seguidas por el conjunto de los clérigos que se hallaban en esta situación, los cuales siguieron acudiendo a Madrid, donde llegaban a residir largos períodos de tiempo "padeciendo extraordinarias incomodidades" y desatendiendo sus obligaciones y la residencia en sus respectivas iglesias 22 . Es más, a pesar de la legislación en contra, algunos de estos clérigos no tenían reparos en llegar incluso a alegar sus largos años pasados en la Corte como pretendientes a la hora de solicitar alguna pieza beneficial. Éste era el caso de Miguel Cots Mitjans y de Martínez, que aseguraba haber residido 8 años en Madrid con este propósito 23 .
Precisamente la cuestión de la residencia comenzaría a recibir una especial atención por parte de la Corona en estos momentos, sobre todo a partir del inicio de la reforma beneficial en 1769 y dentro del renovado interés por mejorar la calidad del clero y acabar con los abusos que se producían en su seno 24 . En esta misma línea, encontramos también numerosos ejemplos de órdenes dirigidas por Carlos III a los obispos, en las que les encomendaba el control de la disciplina de sus diocesanos y les instruía sobre el modo en el que tenían que llevar a cabo los castigos. En otras, el monarca les instaba, además, a que sólo ordenaran a aquellos individuos que fueran de utilidad para la Iglesia y a que procuraran su ascenso a las órdenes mayores 25 .
Estas aspiraciones de control y reforma del estamento eclesiástico, que no eran nuevas, se extendían al mismo tiempo a otros aspectos del perfil de los clérigos que también se trataría de reglamentar, como la edad, la formación y la trayectoria necesarias para el acceso a los distintos beneficios. Las disposiciones de este tipo, de las que encontramos numerosos ejemplos en la Novísima Recopilación, culminaron en la instrucción de 1784, que trataba de regular las cualidades de los candidatos a ocupar las piezas de Real Patronato a la vez que establecía un sistema de turnos para su concesión 26 .
No obstante, esta labor legislativa, desarrollada en los distintos frentes que hemos ido enumerando, no siempre llegó a materializarse, como hemos visto, de modo que existirían diferencias significativas entre el espíritu que la inspiraba y la situación real. Por ello, a la hora de comprender el verdadero alcance que el poder del monarca pudo tener en el reclutamiento eclesiástico, debemos referirnos también al ejercicio directo de la gracia regia en la selección del clero beneficial, es decir, a las provisiones de los beneficiados de Real Patronato y a los agentes que intervenían en las mismas.
Las provisiones beneficiales
La principal novedad que se aprecia en la selección del clero beneficial español durante la segunda mitad del siglo XVIII es, sin duda, el lugar central que la gracia regia pasó a ocupar en este proceso. Con todo, debemos tener presente que en su ejercicio intervenían un amplio entramado de instituciones e individuos, de modo que eran muchos los factores que se hallaban presentes en el proceso de provisión y que determinaban que estas piezas recayeran en un individuo u otro.
Como hemos dicho, la institución encargada de la gestión del Real Patronato era la Cámara de Castilla. A sus Secretarías, la de Real Patronato de Castilla y la de Gracia, Justicia y Real Patronato de Aragón, llegaban los memoriales de los pretendientes a los distintos beneficios vacantes, para los cuales proponían candidatos los camaristas -4 a principios del reinado y 5 a partir de finales de 1760-, junto con el gobernador del Consejo de Castilla y el fiscal 27 . No obstante, aunque ésta era su principal labor en el terreno beneficial, también intervenían emitiendo su parecer en otros ámbitos relacionados con el reclutamiento eclesiástico, como era el caso de las solicitudes de permutas, las de renuncias de los obispos -ya que las del resto de los beneficiados se dirigían a los ordinarios-o las de jubilaciones de capellanes reales, todas ellas remitidas a la Cámara por orden del rey 28 . Además, tenían atribuidas también aquellas causas que atañían a los derechos de la Corona "de nombrar y presentar persona para las iglesias y piezas eclesiásticas" 29 .
El fiscal de la Cámara, que podía emitir su voto cuando no actuaba como tal, era el máximo defensor de las regalías del soberano en esta institución y daba su parecer en todos los asuntos en los que éste se le requería 30 . Así ocurría con las licencias para la permuta de beneficios eclesiásticos, que, a pesar de llevarse a cabo ante el ordinario, debían contar con la aprobación del monarca, el cual solía remitirlas a la Cámara para su examen. En este proceso era el fiscal quien acostumbraba a encarnar la posición más estricta, frente a los prelados de las diócesis en las que residían las piezas a permutar -a los que se solía pedir informe sobre los interesados y sus beneficios-e, incluso, los camaristas, que emitían su dictamen después de que el fiscal hubiera revisado estas instancias. Las razones de su oposición tenían que ver, fundamentalmente, con la falta de utilidad que estas permutas tendrían para la Iglesia -al no favorecer la residencia de los beneficios que se pretendían intercambiar o el desempeño de las cargas anejas a los mismos-y los perjuicios para la Corona que se derivarían de ellas.
La mayoría de las veces estos inconvenientes resultan más que evidentes, pues no era extraño que quienes las solicitaran fundamentaran sus pretensiones en intereses 27 terrenales, que exponían sin reparo en sus memoriales. De hecho, seguimos encontrando casos de parentesco entre los solicitantes y otros en los que las diferencias en la edad de los clérigos y en la renta de sus beneficios, que habrían dado lugar a intercambios demasiado desiguales, dejan entrever unas intenciones bastante alejadas del ámbito espiritual. Estas dos circunstancias concurrían, por ejemplo, en la solicitud de Mateo Gómez de Liébana, beneficiado de la parroquial de Tresjuncos, en la diócesis de Cuenca, y Juan de Noales, que lo era de la de Arándiga, en el arzobispado de Zaragoza. A pesar del informe favorable del arzobispo, el fiscal, Francisco de Cepeda, dictaminaba que esta permuta era "odiosa, sospechosa y poco conforme a la disciplina de la reforma eclesiástica", pues consideraba que de ella no se seguía utilidad a ninguna de las dos iglesias, a lo que se sumaba el hecho de que los interesados fueran parientes, "desiguales en la edad y desigual la renta de los beneficios" 31 . En otras ocasiones, sin embargo, es más difícil entender el parecer del titular de la fiscalía de la Cámara, que fue mostrándose cada vez más cauto a la hora de apoyar estas prácticas. No obstante, cuando la salud o la edad de alguno de los solicitantes le impedían desempeñar correctamente sus funciones, sobre todo si éstas eran de carácter pastoral, solía emitir un dictamen favorable, con el que casi siempre se mostraban de acuerdo los camaristas y, por último, el soberano. De hecho, más de la mitad de las peticiones de licencia para permutar piezas eclesiásticas que hemos analizado fueron concedidas finalmente por el monarca, siguiendo en la inmensa mayoría de los casos el parecer del fiscal, igual que sucedió con aquellas que fueron denegadas 32 .
De este modo, podemos decir que Carlos III fue capaz de controlar el uso de estas vías extraordinarias de acceso a los beneficios eclesiásticos y limitarlo a aquellas circunstancias en las que las consideraba apropiadas, para lo cual contaba con el asesoramiento de la Cámara y, sobre todo, del fiscal de la misma, en cuyo parecer confiaba. No obstante, en última instancia, estas prácticas seguían permitiendo la obtención de ciertas piezas a través de cauces que no eran los habituales, lo que evitaba la competencia con el resto de posibles pretendientes, especialmente cuando la provisión debía realizarse por concurso, e impedía al monarca escoger a los candidatos que considerara más apropiados entre un número relativamente amplio de individuos.
Algo similar sucedía con las solicitudes de jubilaciones por parte de los capellanes de las reales capillas o con las renuncias que eran remitidas a la Cámara, en cuyo examen también intervenía el fiscal. No obstante, a diferencia de las permutas, estas peticiones se satisfacían la mayoría de las veces, pues solían responder a las dificultades para continuar en sus cargos de quienes las realizaban.
Los camaristas, por otra parte, tenían como principal cometido, dentro del ámbito eclesiástico, la elaboración de las ternas para las provisiones beneficiales. La selección de los pretendientes que serían consultados al monarca y su ordenación se realizaban a través de una votación en la que el fiscal podía participar en las mismas condiciones que los miembros de la Cámara y que, en principio, tenía como objeto escoger a los candidatos más idóneos para cubrir las vacantes beneficiales que se 31 32 Se trata de un total de 65 solicitudes, la mayoría de ellas relativas a beneficios de la archidiócesis de Toledo o sus sufragáneas, que fueron remitidas por el rey a la Cámara para su examen. Vid. nota 28. producían 33 . No obstante, y aunque la posición de los propuestos en estas ternas debía ser, por tanto, acorde a sus méritos personales, hemos podido observar que no siempre ocurría así. De hecho, no era extraño que, por encima de su currículum, se valoraran, cuando los había, los servicios prestados a la Corona por ellos mismos o por sus familiares o su proximidad al entorno del rey y de la Corte, de acuerdo con los intereses regios de promover a individuos de confianza e, incluso, de premiar su lealtad.
Más significativos resultan, sin embargo, los casos en los que la Cámara consultaba en los primeros puestos a individuos de elevado origen social, pero de mérito escaso y menor al de quienes se encontraban por debajo de ellos en la terna, a pesar de que a menudo fueran rechazados por el monarca o nombrados para piezas de menor importancia que las que pretendían. Así, dentro del clero capitular, podemos citar el ejemplo de Gil de Lanzas, rector de la Universidad de Baeza y cura de su colegial, al que Carlos III concedió en 1772 la ración de la catedral de Jaén para la que había sido propuesto en segundo lugar. Su trayectoria lo acreditaba, sin duda, como el de mayor mérito, a diferencia de los individuos que habían sido colocados en los primeros puestos, entre ellos, Juan Fernando de Quesada y Silva, hijo de los condes de Donadío y Casasola, clérigo subdiácono de tan sólo 24 años que aún no había podido acceder al sacerdocio ni había ejercido ningún cargo eclesiástico 34 . Al margen de la idea que los camaristas -colectivo, en general, conservador e integrado por individuos de elevado nacimiento, muchos de ellos procedentes de los colegios mayores 35podían tener acerca de los mejores candidatos para ocupar las vacantes, los favoritismos y las redes de influencias, como es lógico, estaban también presentes. De ello se quejaba, tal vez de forma algo exagerada, Sancho Guerrero, juez eclesiástico y examinador general en el obispado de Jaén, en el memorial que envió directamente al rey para suplicar que le concediera alguna prebenda en la catedral de Málaga, pues no tenía esperanza de que lo hicieran en la Cámara, "donde sólo ascienden a sus parientes y ahijados" 36 .
No obstante, como hemos dicho, el rey no seguía siempre el parecer de la Cámara, sino que en el 43,11% de las provisiones que hemos analizado para este período -276 sin contar las que se realizaban previo concurso, en las que el monarca se limitaba a confirmar al primer propuesto por ser, en principio, el que mayor puntuación había obtenido-Carlos III prefirió a clérigos que no habían sido propuestos en el primer lugar o que, incluso, ni siquiera aparecían en las ternas, lo que sucedió el 23,91% de las veces. Esta práctica era más habitual en las provisiones de los beneficios de mayor importancia, lo que demuestra la preocupación del monarca por el perfil de los individuos que ocupaban estas piezas, y se fue haciendo más frecuente a partir de la segunda mitad de la década de 1760. Así, durante el período que va de 1760 a 1765, el rey nombró a los consultados en los primeros lugares de las ternas el 67,21% de las veces, mientras que entre 1766 y 1775 esta cifra alcanzó sólo el 55,73%. Este comportamiento debió de tener su razón de ser en la influencia que, a partir de este momento, ejercería en los nombramientos eclesiásticos el nuevo titular de la Secretaría de Gracia y Justicia, Manuel de Roda 37 , así como en la inflación de candidatos consultados -y, por tanto, de posibilidades entre las que elegir-, consecuencia del abuso del voto particular por parte de los camaristas que se aprecia, sobre todo, a partir de los cambios en la composición de la Cámara llevados a cabo por el monarca en 1767 38 .
En general, el monarca solía apartarse de la postura de la Cámara para premiar los servicios prestados a la Corona por algunos eclesiásticos o sus familiares, o cuando la ordenación de los pretendientes que ésta había realizado dejaba manifiestamente de lado sus méritos, algo que se aprecia sobre todo en el acceso a las prebendas capitulares, para las que prefería, cuando era posible, promocionar a individuos que obtenían beneficios de menor rango en las catedrales o colegiatas donde se producían las vacantes. Así, por ejemplo, en la provisión de una canonjía de la catedral de Segovia en 1765, Carlos III llegó a solicitar a su confesor que buscara candidatos apropiados entre los racioneros de aquel cabildo, pues ninguno le había sido propuesto por la Cámara 39 .
En la decisión real, no obstante, debieron de influir otros agentes o individuos próximos al monarca, como es el caso de su secretario de Gracia y Justicia, al que ya nos hemos referido. De hecho, la inmensa mayoría de los clérigos que el monarca nombró para alguna pieza sin haber sido propuestos por la Cámara contaban con memoriales o relaciones de méritos que habían sido adjuntados a las consultas por orden suya. Además, el trato directo que tenía con el soberano en el despacho de estos nombramientos le ofrecía la posibilidad de transmitirle su parecer e inclinar su voluntad, lo que ocurriría especialmente a partir de la llegada de Roda a esta Secretaría 40 .
En este sentido, el reinado de Carlos III supuso una diferencia significativa con respecto a los de sus predecesores, en los que el secretario actuaba casi exclusivamente como un intermediario en este proceso, pues era el confesor real quien dictaminaba qué candidato obtendría cada pieza. El monarca ratificaba su parecer sin leer los expedientes de nombramiento que el secretario de Gracia y Justicia le presentaba, en los que, por otra parte, no se solía incluir apenas información sobre los propuestos 41 . A partir de 1760, sin embargo, las provisiones eclesiásticas seguirían los mismos cauces que los nombramientos de la administración civil en los que intervenía la Cámara de Castilla. El confesor del rey -José Calzado primero y Joaquín de Eleta tras su muerte en 1761-no participaría ya de forma sistemática en este proceso, como un eslabón más del mismo, lo que no quiere decir que dejara de ejercer su influencia sobre el soberano, quien seguía solicitando su opinión en algunos casos concretos y conformándose con ella cuando esto sucedía. Ello refleja, una vez más, la diversidad de fuerzas existentes en torno al ejercicio de la gracia regia, las cuales no impidieron, como hemos visto, el desarrollo de un control monárquico reclutamiento eclesiástico sin precedentes. Estas novedades se dejarían ver también en el perfil de los clérigos nombrados por Carlos III, aunque en esta cuestión será necesario profundizar en trabajos posteriores.
Luchas de poder entre las autoridades civiles y las eclesiásticas en el sur alicantino durante el siglo XVIII
Power fights among the civil and ecclesiastic authorities in the south part
of Alicante during the 18th century
Las rogativas ante las inclemencias naturales y climáticas
La celebración de rogativas ante las inclemencias naturales y climáticas 2 se realizaba mediante la petición del Ayuntamiento a los sacerdotes o a las comunidades eclesiásticas, así como de manera independiente por el clero secular o regular. El protocolo marcado para la petición de los ruegos estaba claramente definido, no obstante fueron constantes los episodios de conflicto a tenor de su incumplimiento. Un ejemplo paradigmático lo hallamos en la villa de Elche durante 1725, donde tras finalizar los actos de una procesión con la intercesión de la patrona, la Virgen de la Asunción, para que se lograran las precipitaciones, el consistorio acordó que prosiguieran las oraciones al continuar el cielo despejado. Por este motivo, el síndico procurador general partió a la iglesia de Santa María. Éste permaneció en el coro con su homónimo del templo para pasar a ser recibido y dar recado. Tras el aviso del sacristán para que ambos entraran por la sacristía, nadie esperaba al delegado municipal ni en la nueva ni en la vieja, como se acostumbraba. Solamente en el final del recorrido encontraron al clero residente y a los dos sacerdotes. Tras la reunión, no hubo novedad, pues tampoco el representante civil fue despedido como estaba estipulado. Enterado el Ayuntamiento de esta falta de cortejo, éste comunicó al vicario foráneo el suceso, acusando al cura Gaspar Esclapez de saltarse la normativa establecida en estos asuntos. Con el deseo de dar luz a la queja, el vicario foráneo tomó informe al otro presbítero y a gran parte de los residentes, todos coincidían en que no tuvieron aviso para prepararse. Ahora bien, otro punto de desencuentro no tardó en sumarse al anterior, dado que Esclapez, tras finalizar la siguiente función de rogativas, fue el único miembro del clero de Santa María que no esperó a recibir a los regidores. Tras esta nueva fricción, los capitulares reclamaron al vicario foráneo que el implicado se disculpara, pero éste se negó, por lo que la autoridad civil trató el suceso con el obispo, quien obligó al cura a que por misiva pidiera perdón y que siempre estuviera a plena disposición 3 .
Situaciones como la que acabamos de exponer derivaron en Elche en que fuera necesario que se plasmaran sobre el papel los pasos a seguir para acudir a la intercesión divina. De negociaron en 1775 cómo debían proseguir las súplicas si fracasaban las previas. El acuerdo que los mediadores alcanzaron determinó que el subsíndico procurador general avisaría al representante de la parroquia de que el síndico procurador general pasaría a dar petición al clero y que era necesario que le fijaran hora de encuentro, en la que se desarrollaría el modo de recibimiento y despedida característico 4 .
A pesar de que estaban claramente diferenciadas las rogativas organizadas por el Ayuntamiento de las que por decisión propia ponían en marcha las comunidades religiosas, existieron malentendidos. A mediados de marzo de 1719 en la ciudad de Orihuela, el cabildo eclesiástico dispuso trasladar en rogativa a la Virgen de Monserrate, patrona por excelencia de la localidad, desde su ermita a la catedral con la intención de que aparecieran las lluvias en los meses fundamentales para el desarrollo de las espigas. El problema surgió ante el intento de que el consistorio hiciera frente a los gastos de la cera para los actos. Ante ello, los regidores fueron claros y tajantes en su resolución pues subrayaron que "en todas las ocasiones que la ciudad se halla con necesidad de agua para sus campos los labradores pasan esta noticia a la ciudad y en su consecuencia se observa que dicha noticia la comunica el cabildo eclesiástico para fin de que se haga rogativa cuya circunstancia no ha precedido por lo que se acordó no poder convenir la ciudad en dar la cera acostumbrada para dicha rogativa como ni asistir a la procesión en caso de pasar a nuestra señora de Monserrate a la catedral" 5 .
Esta decisión fue comunicada al obispo, quien dio la razón a las autoridades civiles. Ante esta victoria y en contrapartida, éstas cedieron y acordaron participar así como donar una limosna en cera 6 .
Fijar la duración de las rogativas era otro foco en el cual aparecían choques. El consistorio oriolano, ante la sequedad de los primeros meses de 1761, decidió pasar recado al cabildo eclesiástico para solucionar esta adversidad. Sin embargo, la llegada de la Semana Santa fue el argumento expuesto por éste para que solamente se realizaran los actos durante dos días. El consistorio no aprobó lo planteado y, aprovechando las primeras gotas caídas en la noche anterior, suspendió los rezos 7 . Otro roce lo encontramos en marzo de 1769 pero esta vez entre las autoridades locales y los miembros de la Orden Tercera. La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue trasladada desde la capilla del convento de San Francisco de Asís a la iglesia de las Santas Justas y Rufina ante un nuevo episodio de esterilidad. Cumplidos los días de exposición del intercesor, el Ayuntamiento sugirió que éste continuara algún tiempo más sin embargo, la junta de la Orden Tercera declinó la propuesta, pues decidió que al día siguiente regresara en procesión 8 . El motivo de esta negativa se debía a "no poder estar la imagen en la parroquial con aquella decencia, culto y veneración necesaria por ser indispensable el trabajar en la nave de la iglesia, con la construcción del monumento que debe estar concluido para el miércoles santo, continuación de golpes y oficiales que trabajan en dicho monumento, como el tener el sacristán que quitar las cortinas, dosel, armamento de la mesa donde está Jesús, quedando por ello sin arbitrio la Tercera Orden para hacer aquellas súplicas y rogativas acostumbradas, no poder complacer a la ciudad" 9 .
Como vemos, las obras para las ceremonias de la cercana Semana Santa habían provocado malestar entre los hermanos, por lo que sin dilación el Ayuntamiento comisionó al síndico procurador general para que se reuniera con el provisor y se desembozara la situación. Tras una orden de suspensión inicial de este último, la Orden Tercera ubicó el regreso para la tarde del día siguiente. La oferta desesperada del consistorio fue que si continuaban los inconvenientes pasara el protector a la iglesia de Santiago hasta la procesión del Miércoles Santo. Ahora bien, la nueva propuesta no fue bien vista por el provisor pues ya se había publicado la fecha de vuelta. A pesar de todo, el consistorio decidió acudir al regreso de la imagen para evitar un posible escándalo, pero informarían al obispo con el objetivo de que en el futuro, el provisor usara todas sus facultades para que no volviera a ocurrir un hecho similar 10 .
A la hora de elegir un intercesor u otro, también se llegó a poner por escrito qué tipo de protocolo había que seguir, de lo que Elche nos brinda un asentado sistema a la hora de proceder. Si la imagen de San Pascual Bailón, ubicada en la iglesia de San José de los franciscanos, quería ser trasladada a la de Santa María, la principal de la localidad, el subsíndico del Ayuntamiento daría noticia al padre guardián de San José y al sacerdote de Santa María, quien desde el púlpito informaría a los feligreses de la rogativa programada. Para el traslado y la estancia, el consistorio estaba en la obligación de aportar la cera para el debido culto. En cuanto al recorrido, el vicario foráneo tenía la potestad de fijarlo, sin embargo en este caso al ser corriente recurrir a esta imagen, ya se conocía y no intervendría 11 . Si Nuestro Padre Jesús del Hospital del convento de la Merced era el mediador elegido, las dos diferencias eran que se fijaba que en su acompañamiento irían caballeros, hombres de distinción y labradores portando antorchas y que como este protector no era de los más utilizados, el vicario foráneo sí que tendría que marcar el recorrido a seguir 12 . Si la rogativa consistía en una procesión de penitencia, el Ayuntamiento la concretaría con el vicario foráneo quien fijaría la ruta y daría noticia a las comunidades regulares y seculares para que participaran. En cuanto al sermón que coronaría la marcha, el síndico procurador general avisaría con dos o tres días de antelación al sacerdote elegido y una vez que terminara su labor, se le ofrecería vino y bizcocho y como limosna, dos o tres libras de chocolate 13 . Por último, si el obispo se encontraba casualmente entre los ilicitanos y el consistorio quisiera pasar recado para que se inauguraran los rezos, directamente se trataría el deseo con el prelado, quien ya delegaría la organización en su vicario 14 .
La asistencia a los ruegos por parte de las autoridades locales era protagonista de encontronazos. Debido a la imperante sequía y diversas enfermedades desarrolladas en Orihuela en noviembre de 1770, comenzaron rogativas públicas durante diez días pero al no darse novedad, el Ayuntamiento acordó pasar recado al cabildo eclesiástico para que se extrajera a la patrona en procesión 15 . Hasta el momento los pasos que normalmente se ejecutaban no mostraban ninguna anomalía, sin embargo desde el cabildo eclesiástico existía malestar ya que en las celebraciones previas el Ayuntamiento solamente hizo acto de presencia un día, así que defendían que existía 9 Ibídem, f. 39. 10 Ibídem, ff. 42-44. 11 AHME, Racional, b237, núm. 45, ff. 33v-34; A. García Torres, "Redención y luchas…", p. 115. 12 AHME, Racional, b237, núm. 46, ff. 34-34v; A. García Torres, "Redención y luchas…", p. 116. 13 AHME, Racional, b237, núm. 61, ff. 50v-51v; A. García Torres, "Redención y luchas…", p. 117. 14 AHME, Racional, b237, núm. 186, ff. 161-162; A. García Torres, "Redención y luchas…", p. 117. 15 AHO, A212, Actas Capitulares, sesión del 12 de noviembre de 1770, ff. 177-177v. una alta probabilidad de que no mandaran comitiva y además, veían oportuno que simplemente siguieran los rezos 16 . Como era de esperar, esta posición no sentó nada bien entre los regidores ya que subrayaban la importancia de recurrir a la principal protectora para este tipo de menoscabos. Para mantener su visión se escudaban legalmente en la reciente orden del Consejo de Castilla de 21 de agosto de 1770, que fijaba el modo de practicar las rogativas ante las constantes desavenencias entre ambos poderes 17 . El contenido de la ley, que favorecía a los intereses civiles, establecía que "quando los Cabildos eclesiásticos consideren que pueden convenir sus preces á la divina misericordia, por alguna calamidad que amenace, será muy propio de su estado practicar las secretas y acostumbradas de colectas, y avisar de sus piadosos ruegos al Magisterio y Ayuntamientos seculares para su noticia y aprecio: pero para rogativas mas solemnes, aunque sean interiores del templo, permanecerá al Gobierno secular el solicitarlas, y será correspondiente al Estado eclesiástico concurrir con ellas á tan devoto fin; y en caso a que llegasen á ser procesionales por el pueblo (que también será de cargo del Gobierno secular el procurarlas), se suspenderán las diversiones públicas por los días que se hiciesen. Y si los Cabildos concibiesen que en el Gobierno secular pudiese haber alguna confianza ménos urgente que ellos la consideren, podrán insinuárselo; pero no pasar á la práctica de solemnidades, sin que medie la solicitud secular" 18 .
Bajo este paraguas y con el visto bueno del obispo, el cabildo eclesiástico rectificó y la procesión se realizó días después con la grata noticia de que tras su intercesión "las lluvias aparecieron" 19 .
En cuanto a la participación del clero en las rogativas, el secular estaba obligado; sin embargo, el regular tenía en sus manos la capacidad de aceptar la invitación o no. De este modo, en la rogativa de penitencia pedida por el Ayuntamiento de Elche a finales de marzo de 1768, se sugirió a los franciscanos y a los mercedarios que salieran a exhortar al arrepentimiento. Los primeros aceptaron, no obstante los segundos recordaron que este acto era voluntario así que el religioso que estaba al mando del convento no podía obligarles. Así pues, no acudió ninguno de sus miembros 20 .
Las fricciones también estaban a la orden del día entre el consistorio y las cofradías a la hora de tomar decisiones concernientes a las imágenes en rogativa. En julio de 1743 dos mayordomos de la cofradía de Monserrate de Orihuela 21 elevaron memorial al vicario general con el fin de que la patrona regresara a su santuario tras proteger a los oriolanos de los temporales. Esta notificación le fue comunicada al cabildo civil por dicho cargo eclesiástico. El parecer de los capitulares era que continuara la intercesión ya que existían otros problemas, como el de los conflictos bélicos en los que estaba embarcada España. Antes de comunicar la decisión, le fue requerido al síndico procurador general un informe destinado a conocer realmente qué potestades tenía dicha cofradía para la petición que había realizado y si existían casos pasados 22 . El texto presentado dejaba claro que este deseo no era válido puesto que para ello, debería desarrollarse una junta de los mayordomos de la cofradía. En cuanto a si alguna vez había ocurrido una petición de este tenor, nunca se había producido cuando el consistorio había reclamado a la patrona en la catedral para rogativas. Así pues, se comunicaría a la cofradía que no deberían haber recurrido al vicario dejando a un lado a quien promovió el traslado, el Ayuntamiento 23 . En cuanto a los dos mayordomos que se saltaron las normas, el alcalde mayor los castigó con la cárcel durante algunos días por su falta 24 .
Los choques frontales entre las autoridades civiles y las eclesiásticas locales también atañían a cuestiones de índole personal. En el cierre del siglo XVII, la ausencia de lluvias en Elche durante la primavera derivó en que el cabildo civil planteara que las rogativas que ya se celebraran, se coronaran con una procesión con la patrona desde la iglesia de Santa María al convento de Santa Lucía de la orden de la Merced. De la intención no se hizo partícipe al clero de la iglesia de El Salvador, dado que la relación estaba enrarecida desde la anterior notificación donde éstos espetaron que tenían causas justificadas contra el consistorio y que harían los ruegos si ellos querían, pues defendían que no necesitaban del Ayuntamiento para ello. De esta situación fue informado el cura de Santa María que dejó claro que el acto se celebraría aunque deslizaba que se pidiera perdón al clero de El Salvador y que los capitulares avisaran al resto de comunidades religiosas de la villa. El día de la procesión, con la imagen ya colocada en las andas, el otro sacerdote de Santa María expuso que el traslado no podía llevarse a cabo sin el clero de El Salvador. A pesar de la reunión de urgencia entre el síndico procurador general y el clero de Santa María, la postura fue enconada y se suspendió la ceremonia 25 . De lo sucedido, el Ayuntamiento informó al obispo para que ordenara que el siguiente domingo se celebrara la procesión con ambos cleros sin más recados que los ya dados. En cuanto a lo que motivó este desaire, los capitulares argumentaron que tras tomar noticia de diversos residentes de ambos cleros, todo era una venganza, pues no veían con buenos ojos que el convento de los mercedarios fuera el protagonista de las últimas rogativas que la villa pedía celebrar 26 .
El conflicto de la aplicación del ceremonial de obispos de 1741
La ubicación preferencial en las eucaristías de las autoridades también era un motivo que podía desembocar en luchas por la preeminencia. En el caso de la diócesis de Orihuela, el origen fue la nueva edición del Ceremonial de Obispos 27 por el papa Benedicto XIV en 1741 y la aplicación del mismo por parte del obispo Gómez de Terán 28 . El mes de mayo de 1742 estuvo marcado por las diferentes reuniones entre el representante del Ayuntamiento de Orihuela y el prelado, debido al auto del 9 de abril de 1742 de este último donde ordenaba los casos en que el Altar Mayor se halla arrimado à la pared, y el Coro en medio de la Iglesia, (que es como lo estan en esta su Santa Cathedral) se previene por dicho Sagrado Ceremonial el capitulo trece del libro primero, cuya Cathedra, y sus gradas se cubran, y adornen con paños de seda verde, segun està prevenido en el Capitulo doce del referido libro primero del Ceremonial, poniendolo en el mismo lugar, que ha ocupado la Silla portatil en los Pontificales, que se han celebrado aqui arrimado al poste, y estrivo de los dos arcos, usando, en caso que se necesitase de alguna mas extension en el plano del Altar Mayor del que por sì tiene, podrà usarle del medio, que para quando se pone el Faldistorio se previene por dicho Ceremonial al Capitulo doce del libro primero, que es añadir à dicho plano alguna grada de madera, ò tabla dexandole igual, le ensanche" 29 . Ante este mandato, el consistorio no tardó en criticar que su puesto en la capilla mayor de dicho templo se reduciría. Ante esta queja, Gómez de Terán argumentó que había mandado que la silla que se estaba formando no fuera tan extensa y que no llevara dosel. La respuesta no satisfizo a los capitulares, dado que estos ordenaron que los abogados analizaran la situación y que emitieran informe del asunto 30 . El veredicto de los letrados fue que, sobre el papel, el obispo quería respetar la posición de relevancia de las autoridades locales y si esto se incumpliera, debería tratarse con el monarca para defender los derechos del consistorio. Ante ello, los capitulares nombraron a un comisario para que hiciera relación de cómo avanzaba la construcción del asiento con sus gradas y tronos 31 . Pocos días después, Gómez de Terán matizó sus palabras, pues admitía que sí utilizaría el dosel. Conocidas las novedades por los abogados, éstos esgrimieron que la intención era que dicho asiento estuviera de manera permanente en la catedral y el dosel cuando lo requiriera el obispo, elementos que pertenecían a la real soberanía. En cuanto a los derechos de asiento del Ayuntamiento, entendían que estaban salvaguardados, por lo que su dictamen era que asistieran a las funciones religiosas. El acuerdo alcanzado por el Ayuntamiento fue aprobar lo dicho por los expertos 32 . La nueva respuesta del obispo fue recordar que dicho Ceremonial de Obispos contaba con la aprobación del Consejo de Castilla, por lo que se respetaba de este modo al monarca y sus atribuciones 33 . Sin embargo, mientras se debatía entre ambos poderes esta cuestión, el alcalde mayor acudió a la Catedral donde se estaba celebrando la eucaristía y encontró al obispo en la capilla mayor en la silla con el dosel, objeto de la discordia, así que reclamó al resto de miembros que se tratara con el Consejo de Castilla si estas novedades violaban las regalías del monarca 34 .
Ahora bien, este asunto quedaría en segundo plano puesto que el auto del obispo del 18 de mayo de 1742, en el que modificaba las pautas a seguir en la celebración del Corpus Christi basándose en el Ceremonial de Obispos, iba a ser el nuevo objeto de debate, pues anulaba algunas de las tradiciones, como por ejemplo, que se celebrara por la tarde. En lo tocante al papel del consistorio en la procesión, se fijaba que el palio fuera llevado por eclesiásticos con capas pluviales blancas hasta la puerta del templo, donde entregarían a los representantes nombrados por la ciudad las varas, para luego devolvérselas al clero tras la función. El Ayuntamiento defendía que continuara como antes se practicaba, que consistía en que la ciudad tomara las varas dentro de la iglesia y sin recibirlas de nadie 35 . La respuesta del obispo el día previo al acto fue clara, no le parecía poco decoroso, pues recibirían las varas de sacerdotes y que era mejor que en medio de la iglesia por medio de mullidores o sacristanes. Los abogados defendieron que mientras se dieran en el interior no se faltaría al respeto de la autoridad civil 36 La contra del consistorio a renunciar a perder su derecho a sentarse en la capilla mayor de la catedral derivó en dos pleitos en el Setecientos, el primero en 1726 y el segundo en 1752. En el segundo caso, la proximidad de la celebración del Corpus Christi generó una ardua discusión entre los capitulares. Uno de ellos expuso que el consistorio no tenía por costumbre acudir a los actos de la catedral para permanecer en ella, aunque defendía que sería ideal participar en este misterio y en su octava, ya que los mismos monarcas asistían como ejemplo al pueblo, aunque el decreto de 21 de mayo de 1744, que regulaba esta procesión y posición de los gremios en la misma, no lo obligara directamente. La resolución del cabildo fue que se procediera del mismo modo que se hizo en la de la bula de la Santa Cruzada y como se hubiera practicado en la del Viernes Santo si no hubiera llovido, es decir: esperarían en la sacristía para salir con la comitiva y evitarían sentarse en los bancos y estrados, germen de esta posición contraria 37 .
Los sermones críticos y otras celebraciones religiosas
El sermón suponía el mejor altavoz del que disponía el clero para el control de las conciencias, más todavía cuando la asistencia a la misa dominical era obligada 38 . Una de las cuestiones que produjo diversos choques fue la referida a las celebraciones de comedias, atacadas ferozmente por los eclesiásticos en tiempos de escasez al ser un divertimento que tachaban de inmoral 39 . De este modo, en la ciudad de Orihuela hallamos un episodio protagonizado por los jesuitas, que fue denunciado por el Ayuntamiento a su superior en Valencia al exceder en sus formas y salpicar a los capitulares. La respuesta de éste supuso un jarro de agua fría, pues aunque criticó el lenguaje y las voces dadas por el padre comendador que practicó la plática, defendía sus argumentos pues "en asunto de comedias sabe toda España, y no lo ignora el resto de Europa, la opinión de la Compañía, y no puedo desaprobar que los jesuitas de esa casa hayan promovido la práctica de una teología tan beneficiosa a las Almas y que han aprendido de sus Mayores" 40 .
La posición de las procesiones fue otro de los puntos calientes durante la modernidad. En Elche, la Fiesta de Agosto dedicada a la Virgen de la Asunción en 1750 no estuvo exenta de polémica. El Ayuntamiento nombró como electores a Félix Esplá de Ibarra, primer alcalde, y a Manuel Montoro de Valero, regidor primero y familiar del Santo Oficio de Murcia; y como sustitutos de elector a Pascual Ortiz y a Juan Santacilia de Mancebo. La víspera de la patrona, reunidos en la ermita de San Sebastián las personas que tomarían parte, los sustitutos de elector dijeron que los músicos fueran delante de ellos, a lo que éstos respondieron que los electores siempre habían ido en ese lugar. La postura del vicario foráneo en su función de presidente fue clara "esta ya no es hora de cuestionar; vamos como siempre se ha ido, no hagamos novedad. Si vuestras mercedes tienen alguna pretensión se decidirá a un tiempo". Así que en la procesión de 36 AHO, A194, Actas Capitulares, sesión del 23 de mayo de 1742, ff. 221v-223v. 37 AHO, A199, Actas Capitulares, sesión del 27 de mayo 1752, ff. 137-141. 38 Arturo Morgado García, Ser Clérigo en la España del Antiguo Régimen, Cádiz, Servicio de publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2000, pp. 101-104; Antonio Peñafiel Ramón, Mentalidad y religiosidad murciana en la primera mitad del siglo XVIII, Murcia, Universidad de Murcia, 1988. 39 Antonio Roldán López, "Censura civil y censura inquisitorial en el teatro del siglo XVIII", Revista de la Inquisición, 7 (1998), pp. 119-136; A. García Torres, "Víctimas del miedo…", pp. 102-103; 40 AHO, A175, Actas Capitulares, ff. 265-266. la víspera los electores fueron antes que los músicos. Terminado el recorrido, los sustitutos de electores fueron en búsqueda del resto de capitulares y volvieron a poner encima de la mesa su intención de que los electores se ubicaran detrás de los músicos o no participarían en la procesión del día siguiente. Montoro expuso que no había tiempo material para gestionar la propuesta y que no se evadiría de su obligación. Esplá apoyó a los sustitutos de elector y espetó "yo no quiero ir". Así pues, Montoro fue el único de los electores que se presentó para el inicio del acto y tras preguntar dónde debería colocarse, le asignaron la misma posición que en el día anterior, a lo que respondió "pues toquen vuestras mercedes que yo me pongo en el puesto que siempre han ido los electos 41 ".
Ya hemos visto el férreo protocolo seguido entre ambos poderes en el caso de las rogativas, ya fuese para pedirlas o para despedirse una vez finalizadas. Las normas también se extendían a otro tipo de actos y situaciones, como la previa al inicio de otras celebraciones religiosas. Con la visita de la bula de la Santa Cruzada a la ciudad de Orihuela en los primeros meses de 1722 encontramos un ejemplo de ello. Tras acudir los miembros del consistorio a la iglesia de las Santas Justa y Rufina, el canónigo doctoral Pascual Ruiz y el canónigo Jaime Soler no se levantaron de sus bancos para recibir a la comitiva municipal, sino que el primero, además, no tuvo reparo alguno en intentar suspender la procesión, pues denunciaba la suciedad de las calles. La medida del Ayuntamiento ante este episodio fue la de informar al Consejo de Castilla del suceso en búsqueda de un arrepentimiento 42 .
Consideraciones finales
El intento de preeminencia del poder civil en las funciones religiosas ha sido el elemento fundamental de los casos que hemos analizado en este pequeño estudio. Tal era su importancia que cualquier detalle que pudiera modificar la balanza hacia un lado u otro suponía que se pusiera en marcha la maquinaria para evitar que la posición del consistorio se viera mancillada. Las rogativas pedidas desde el Ayuntamiento nos han mostrado una buena muestra de ello, donde el incumplimiento del protocolo para el recado, la elección de intercesores y el desarrollo de las mismas se tradujeron en sucesivas quejas a los eclesiásticos, cuestión que cristalizó en que en algunos lugares llegaran a fijarse por escrito o que a nivel de la monarquía se plasmaran mediante ley unas pautas generales que debían ser cumplidas.
La visibilidad de la posición social ha sido otra de las partes sustanciales tratadas. Las procesiones nos han mostrado los constantes intentos del Ayuntamiento para que no se modificara el simbolismo de preeminencia, como en el Corpus Christi, o inclusive el intento de cambiar algunas tradiciones, como la de ir delante de los músicos en la Fiesta de Agosto de Elche. Asimismo, la ubicación privilegiada de los miembros del consistorio dentro del templo fue origen de forcejeos. El caso de Orihuela con el asiento en la capilla mayor o la construcción del Gómez de Terán de un fastuoso trono desembocó en disputas legales, en la falta a los actos religiosos o proceder de manera diferente con el fin de mantener su imagen.
A la hora de obtener una solución a los conflictos entre la autoridad civil y la eclesiástica, la figura mediadora del obispo va a ser clave puesto que por norma general éste dará la razón al consistorio y pasará a ser su mejor aliado en los momentos de mayores tensiones. Por otro lado, la autonomía de la que las órdenes regulares disfrutaban, les daba una capacidad de maniobrar frente a las peticiones del consistorio 41 AHME, Racional, b237, núm. 115, ff. 100-102. 42 AHO, A178, Actas Capitulares, sesión del 1 de febrero de 1722, ff. 13-14. para tomar decisiones por sí mismas, como hemos visto en la asistencia a las rogativas o en los sermones críticos.
Relaciones familiares y de poder en el cabildo de Orense en el siglo XVIII
Family and power relations in the council of canons of Orense in the 18th century
Laura RODICIO PEREIRA Universidad de Vigo
Los Verea en el cabildo de Ourense.
A principios del siglo XIX había tres hombres de apellido Verea en el cabildo de Ourense. Su presencia era el resultado de las estrategias de una familia que hacía tiempo tenía en esta institución uno de sus destinos preferentes. Desde principios del siglo XVII, en que se documenta el primero de ellos, hasta el primer tercio del XIX encontramos un total de catorce individuos distribuidos en siete generaciones consecutivas que se suceden de forma ininterrumpida en diferentes prebendas aurienses 8 . Y, sin embargo, forman un caso singular, ya que, a pesar de la vinculación que esto implica, ni son naturales de la ciudad ni del ámbito geográfico próximo y nunca llegan a avecindarse en ella. Su acceso tampoco es el resultado de sus lazos familiares con el obispo del momento 9 .
El primer miembro de esta familia del que tenemos noticia es Mateo Verea y Aguiar quien en 1609 obtiene del obispo la provisión de un canonicato simple. Este hombre era el segundo de los hijos nacidos de la unión de Pedro da Brea y su mujer Constanza Seoane, un matrimonio de campesinos acomodados de la parroquia de San Estevo do Campo (ayuntamiento de Arzúa-provincia actual de A Coruña). Una familia que a través de diferentes estrategias intentará dar el salto desde esta zona rural a otras instancias de poder entre de las cuales el cabildo de Ourense va a tener un papel preponderante 10 .
El acceso a las filas capitulares de Mateo Verea se produjo tiempo después de su llegada a la ciudad donde desde hacía años ejercía de secretario del obispo Miguel Ares de Canaval. Un obispo originario de la ciudad de Santiago y que había sido catedrático en su Universidad; un centro de enseñanza con el que la familia tenía una importante vinculación, como se demuestra en el hecho de que hasta diez de ellos figuren entre los pretendientes a una de las becas para estudiar tanto en el Colegio Fonseca como en el de San Gerónimo. La obtención de este beneficio era pues el resultado de una de las estrategias de promoción más características de la época, la entrada al servicio del prelado, y obedecía a la tradicional preferencia de los obispos foráneos de traer su propia clientela 11 . Este triunfo se vio complementado en 1614 cuando se le conceden las bulas de coadjutoría de la chantría que ocupaba Sebastián de Prado. Una provisión que debe interpretarse como un síntoma de su integración y asimilación entre las élites locales pues los Prado eran uno de los linajes más asentados de la ciudad 12 .
Desde su posición privilegiada se convierte en el organizador de las estrategias familiares, actuando casi como pater familias. Así, por ejemplo, él va a ser el responsable del pago de las dotes de sus sobrinas, hijas de su hermano Juan, y para Gregorio, hijo de su hermano Pedro, consigue un matrimonio muy provechoso con Mariana de Aguiar, heredera de un oficio de receptor del tribunal de la Inquisición 13 . Prueba del poder que alcanzó es que otro sobrino, Sebastián Verea, hijo de su hermanastro Gregorio y de María López de Castro, heredará no sólo su prebenda sino también su dignidad. Son precisamente estos dos los únicos integrantes de la familia que mantienen esa condición. Algo que en las generaciones posteriores no se logra.
Sebastián Verea y Aguiar accede al cabildo como coadjutor de su tío en 1628 y a su muerte no solo hereda sus cargos sino que, como su cumplidor y heredero universal, será el encargado de administrar su patrimonio, de pagar las dotes de sus familiares y de la formación de sus sobrinos 14 . Sobre su vida tenemos menos datos pero por lo que figura en su testamento debió afanarse por conservar los bienes que le habían legado de la forma más integra que pudo 15 .
La tercera generación de los Verea en Ourense marca un antes y un después. La política familiar se salda con un fracaso y es que no se logra una patrimonialización de la chantría. Así, Sebastián Verea fallece siendo chantre y canónigo y sin tener coadjutor. Algo sorprendente teniendo en cuenta que por aquel entonces su sobrino, Gregorio Verea, ya era racionero. Resulta difícil entender el porqué de esta situación. Aunque quizás la propia evolución biológica de la familia nos dé la respuesta a este comportamiento anómalo. Así, las mandas testamentarias de Gregorio Verea y la escritura de fundación del vínculo que otorga junto a su hermano el abad Benito, nos informan de la existencia de dos hermanos difuntos que habían sido racioneros en la catedral de Ourense. Se trata de Juan Verea y de Sebastián Verea. Las fuentes no ofrecen datos que nos permitan conocer la edad de uno y otro pero es muy probable que la condición de chantre y canónigo y el papel de coadjutor de su tío le estuviera reservado a Sebastián Verea, nombre que normalmente recibe el hijo segundogénito destinado a la carrera eclesiástica. Su prematura muerte seguramente alteró la política familiar. Todos ellos eran hijos de Susana Verea y Bartolomé Cospeite. En este caso la herencia se traspasa por la vía femenina y se inicia otra de las características de esta dinastía que es la alternancia de apellidos de tal forma que aquellos que se destinan a la vida eclesiástica asumen el apellido Verea y Aguiar y el primogénito y heredero mantiene el apellido paterno 16 .
Gregorio Verea y Aguiar, quien a la muerte de su tío era racionero, alcanzará a lo largo de su vida la condición de canónigo y con ello la posición preeminente sobre sus familiares que ya disfrutaran sus predecesores. Se constata así mismo la labor asistencial que tradicionalmente se asocia con el tío cura, pues se encarga del pago de dotes de familiares, en su testamento deja estipuladas ciertas cantidades para la formación de sus sobrinos y como heredero de sus bienes aparece mencionado un sobrino menor que vive con él en casa. Un sobrino que con el paso del tiempo y después de la muerte de su tío llegará a ser racionero 17 .
En la siguiente generación tres miembros de esta dinastía van a coincidir al mismo tiempo en las filas capitulares lo que provoca la aparición de una serie de dinámicas diferentes. Hasta ese momento la política familiar venía marcada por el consenso pero esta etapa empiezan a aparecer noticias de desavenencias. En principio, el puesto preferente le correspondía a Sebastián Verea, coadjutor del anterior familiar en el cabildo. Sin embargo, su autoridad no será respetada por sus familiares. Ya el propio testamento de su tío canónigo permite entrever un cierto clima de conflicto, ya que no lo incluye como heredero y fija además que debe pagarle los 15.800 reales que le adeuda en concepto de bulas de coadjutoría. No parece raro dadas estas circunstancias que la intervención de este canónigo en la vida familiar fuera limitada 18 .
Los otros dos capitulares de esta saga presentes en esta época son Gregorio Antonio Verea y Juan Rey Verea. Ambos logran acceder a la condición de racioneros, un puesto que implicaba un capital económico y relacional mucho menor. El papel que jugaron parece haber sido diferente como también lo fueron las ramas de la que procedían 19 . Así, Juan Rey Verea, descendía de una hermana del anterior canónigo, Inés Verea, y mantenía el apellido paterno lo cual marca una diferencia respecto a generaciones anteriores y posteriores. Este hecho va a condicionar mucho las relaciones. Juan Rey Verea asume en este contexto un protagonismo mayor del que le estaba reservado pues aparece como heredero de otros familiares eclesiásticos no capitulares. El enfrentamiento entre Sebastián Verea y su primo Juan llega incluso a una disputa legal por la herencia de su tío Benito, cura de San Cibrao de Covas. Por su parte, Gregorio Antonio se revela como el auténtico continuador del legado familiar, de hecho, es el que trasmite su condición a la siguiente generación. Además, su provisión refleja el cumplimiento de las disposiciones testamentarias de su tío quien atesoraba poder suficiente como para lograr que ocurriera aún después de muerto y revela la imbricación que la familia había logrado entre las élites capitulares 20 .
A la muerte de Sebastián Verea sin coadjutor su canonjía se pierde. La única prebenda que se logra transmitir es la ración de Gregorio Antonio que hereda su sobrino Sebastián que fue racionero desde 1708 hasta 1733. Poco sabemos sobre su actuación pero parece que esta época debió ser aquella en la que la situación de la familia se presenta como más endeble y en la que las estrategias han de ser reconsideradas. El propio testamento de Gregorio Antonio de Verea da muestras de este repliegue al mencionar entre sus herederos a un sobrino cura en San Lorenzo Pastor, una parroquia de la diócesis de Santiago, algo sorprendente teniendo en cuenta la preferencia de la familia por los beneficios eclesiásticos orensanos y que parece deberse a una mayor fortaleza por parte de aquellos que siguieron vinculados al solar de origen 21 .
Esta política debió dar sus frutos porque el siguiente en entrar, Pedro Benito de Verea, llega al cabildo como coadjutor de la ración de su tío pero muere siendo canónigo. Se convierte así en el segundo miembro de la dinastía que consigue promocionarse más allá del puesto que ha heredado. Una condición que muy probablemente habría podido transmitir a sus sobrinos de no ser porque la entrada en vigor del Concordato y la desaparición por disposición real de la coadjutoría y la resigna establecen un nuevo marco de actuación 22 .
La coyuntura que se deriva del acuerdo entre Fernando VI y la Santa Sede fija nuevas vías y formas de ingreso en las instituciones capitulares y en consecuencia obliga a la dinastía estudiada a plantearse una reconsideración y adecuación de sus estrategias al nuevo panorama. En este contexto en el que Juan Pérez Verea logra ingresar después de ganar la plaza de canónigo lectoral en 1796. Años más tarde, en 1805, Gregorio Pérez Verea es provisto como racionero y en ese mismo año su hermano Ramón recibe la colación como canónigo. La naturaleza de las prebendas que alcanzan es diferente tanto por su dotación como, sobre todo, por la forma de provisión. Es de destacar, que tras años sucediéndose en el cabildo mediante estrategias de patrimonialización, sea precisamente una canonjía de oposición la primera a la que acceden. ¿Guardará acaso alguna relación con el hecho de que este tipo de beneficios eran los únicos que estaban bajo control capitular en este caso mediante votación? 19 Ver Anexo, cuadro 1: Árbol genealógico de los Verea capitulares ss XVII-XIX. 20 María Ángeles Bobillo Vázquez-Monjardín, "Los Capitulares de la Catedral de Ourense ante la muerte en el siglo XVIII", Boletín de estudios del Seminario"Fontán-Sarmiento" de hagiografía, toponimia y onomástica de Galicia, 18 (1997) Resulta complicado valorar desde el punto de vista actual y a la luz de la información recogida en los expedientes para la provisión de las canonjías de oposición la fiabilidad y objetividad del proceso. En este caso concreto, no se refleja que hubiera protestas ni peticiones de impugnación pero sorprende que en comparación con otros ejemplos estudiados, Juan Pérez Verea logre a la primera la entrada al cabildo. Sea como fuere la reorientación de la política familiar se fraguo con éxito pues a la canonjía lectoral le siguen una ración y una cardenalía. La clave, de nuevo parece haber sido el favor de un obispo, en este caso el de Pedro de Quevedo de quien Gregorio fue provisor y secretario 23 .
Las estrategias familiares
Completado este breve repaso por las trayectorias personales nos interesa ahora hacer una pequeña caracterización de las estrategias que permitieron que eso fuera posible. La primera pregunta que nos hacemos es quién eran los Verea y cómo consiguieron llegar hasta ahí. El primero, Mateo Verea y Aguiar, nació en la parroquia de San Estevo do Campo de la diócesis de Santiago de Compostela. Era hijo de un campesino acomodado Pedro Brea y de su mujer Constanza Seoane. Una unión de la que nacieron otros tres hijos varones (Juan, Gregorio y Pedro) y una mujer (Catalina). Su acceso al cabildo fue el resultado de la política de una familia que intentó el ascenso social mediante una política matrimonial con otros linajes de la zona y que acabará dando lugar a la Casa de Andabao. Pero en paralelo también se buscó la promoción mediante otra serie de recursos característicos de la época como eran el destinar a algún hijo a la Iglesia, a la Inquisición o a los cuerpos letrados. Algo semejante a lo que se sabe que practicaron familias del sudeste peninsular y que fue frecuente en generaciones anteriores a la estudiada. Prueba de ello es que Mateo Verea deja como su testamentario a su primo el también eclesiástico abad de Pontedeva. La preferencia por los cuerpos letrados también queda de manifiesto por su vinculación con instituciones como la Real Audiencia aunque quizás, esta vía fue preferente para otras ramas de esta familia y no para la estudiada 24 .
Pero es la conexión con la Inquisición la que va tener un peso determinante en las primeras generaciones. Tenemos constancia de que el chantre Sebastián Verea y Aguiar muere siendo comisario del Santo Oficio y su tío reclamó también serlo. La política seguida en este caso se centró en garantizar una adecuada preparación y formación académica y en situarlos en la órbita de dicha institución. De esta forma se conseguía que establecieran con los inquisidores lazos de carácter personal que luego les servían para promocionarse. De hecho, Mateo Verea aparece como cumplidor del receptor Juan Vázquez de Aguiar, lo que implica una confianza por su parte. Una relación de la que seguramente se sirvió para que a su muerte su sobrino Gregorio Verea logre ocupar la receptoría primero de forma provisional y después definitiva, al casarse con su propietaria Mariana de Aguiar, hija del anterior oficial 25 .
La transmisión de las diferentes prebendas y beneficios se hizo durante toda estas generaciones por vía colateral y siempre siguiendo el tándem tío-sobrino. Sólo hay un ejemplo en el que es posible que la transmisión se realizara de un hermano a otro, aunque la documentación no lo precisa. Se trataría de la ración que ocuparon en diferentes momentos Sebastián Verea y Juan Verea en la segunda mitad del siglo XVII. Fue frecuente el recurso a diferentes estrategias de patrimonialización de los cargos como la coadjutoría o la resigna. De hecho, de los doce que llegan a ser capitulares tenemos la certeza de que cinco acceden a partir de una coadjutoría y un sexto recibe una resigna in favorem. A pesar de ello el triunfo de la familia no es completo ya que al contrario de lo que ocurre en otras latitudes no se puede hablar de que consiguieran patrimonializar una prebenda concreta. Las políticas familiares logran garantizar la presencia y la continuidad en la institución pero no son capaces de transmitir un mismo beneficio durante más de tres generaciones seguidas lo que puede interpretarse como un relativo fracaso 26 .
La familia reproduce lo que ya se ha constatado en el estudio de las dinámicas familiares cordobesas. Un modelo "basado fundamentalmente en la hipergamia femenina a costa del celibato de la mayoría de los hijos y su dedicación en el mayor porcentaje posible al clero catedralicio y a la acumulación de rentas eclesiásticas". Estas mujeres tendrán una singular importancia, ya que se convierten en las transmisoras de un derecho y de un beneficio, hasta el punto de que muchos de sus hijos conservan su apellido y no el de sus cónyuges. Así ocurre, por ejemplo, con Susana Verea cuando se casa con Bartolomé Cospeite. Esta política se debería en primer lugar a un intento de mantener unido el patrimonio familiar para lo cual resultaba útil destinar hijos a la Iglesia pues al no tener descendencia a su muerte sus bienes volvían a integrarse con el resto 27 .
Dentro de la estrategia de esta saga lo más frecuente es que los hijos recibieran el mismo nombre. En general, el segundogénito y heredero de la prebenda de mayor valor sería bautizado como Sebastián. El siguiente, al que se le reservaba una ración, sería Gregorio. Los siguientes serían Benito o Juan. Así ocurre en todos los casos estudiados salvo en uno, el de Ramón, el único de esta familia que no recibe uno de estos nombres pero nos situamos ya a finales del siglo XVIII. El significado de esta repetición de los nombres era enorme. Al igual que lo fue el mantener el apellido Verea, a pesar de que a partir de la tercera generación debieron ser Cospeite, y sin embargo el apellido paterno solo lo asumen aquellos que no se destinan a la vida eclesiástica 28 .
Otra de sus características es la unión con su solar de origen del que apenas se desplazan unos kilómetros alternando las parroquias de San Vicente do Pino y San Estevo do Campo. Semejante vinculación dará lugar a que, a finales del siglo XVIII, en el expediente de limpieza de sangre de Juan Pérez Verea se mencione la existencia de la Casa y Pazo do Campo. Lo que resulta un buen indicador de que las diferentes estrategias habían conseguido la tan ansiada promoción social 29 .
Las políticas familiares no se redujeron al cabildo de Ourense, y fue frecuente que una parte de la descendencia masculina se destinara a otros beneficios eclesiásticos de la provincia como Santa María Camba. Una preferencia por el rural orensano que seguramente haya que relacionar con la mayor participación en el reparto del diezmo 30 .
Parece que las mujeres de la familia que no tuvieron cabida dentro de la política matrimonial eran enviadas al convento de Santa Clara de Allariz junto con otras hijas de las élites orensanas. Tenemos referencia de tres de ellas aunque seguramente fueron más. La primera Mariana Verea llega a ser vicaria. A ella le siguen Sebastiana Verea y Antonia Verea años más tarde. Siendo los responsables del pago de la dote de la primera el chantre Sebastián Verea y de la segunda el canónigo Gregorio Verea 31 .
A pesar de la imbricación de esta familia con las élites orensanas no hay noticia de que consiguieran en ningún momento dar el salto a otras instituciones de poder de la ciudad. Así, en el ayuntamiento solo aparece una persona con este apellido, pero ni siquiera sabemos si estaba emparentado con ellos. Se trata de Juan Vrea que en 1640 aparece vendiendo un regimiento. No parece probable que se trate del mismo hombre que por entonces debía ser racionero 32 . Tampoco se constata su presencia en otras instituciones eclesiásticas del clero regular o de algún otro cabildo gallego. Otras ramas de esta dinastía si están presentes en Santiago pero, se trata de líneas diferentes y por lo tanto su acceso no obedece a las políticas aquí estudiadas. Tal es el caso de José Giráldez Aguiar 33 , resultado de la unión de los Verea con los Giráldez, que fue canónigo en Santiago, o de Juan Varela Fondodevila y Verea que fue provisor y vicario general del Arzobispado y que está emparentado con la casa de Andabao 34 .
Valoración final
La familia estudiada, los Verea, es un buen ejemplo del papel que pueden haber desempeñado las instituciones capitulares dentro de las estrategias de promoción y ascenso social. Esta dinastía logra permanecer unida a este cabildo durante más de doscientos años durante los cuales atravesará diferentes altibajos que dejan fuera de cualquier duda que los procesos de movilidad social pueden darse, y se dieron, tanto en sentido ascendente como descendente. En este sentido los dos momentos claves fueron el cambio de siglo y el propio Concordato. La familia logra salir bien parada en ambas coyunturas pero sería necesario profundizar en nuestro conocimiento de la élites locales para valorar si los comportamientos detectados son algo característico y definitorio de esta saga o si, por el contrario, se trata de tendencias comunes.
Otro aspecto sobre el que mercería la pena volver es la importancia de los beneficios eclesiásticos rurales algo que, a tenor de la saga estudiada, parece íntimamente relacionado con la participación que tuvieron en el reparto del diezmo. Los altos índices que disfrutaba el clero orensano pudieron suscitar que otras dinastías dirigieran a estos puestos una parte de su descendencia y que se trate de una nueva variable a ser tenida en cuenta a la hora de estudiar estas dinámicas. Anexo Gráfico 1. Árbol genealógico de los Verea capitulares SS Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes consultadas. 35 Se señalan en negro aquellos que logran el acceso al cabildo y en gris aquellos que ocuparon puestos de relevancia en otras instituciones. La fecha indicada es la de su defunción aproximada.
Servicios a la corona y ascensión social entre la nobleza valenciana del siglo XVII
Services to the crown and social ascension among valencian nobility in the 17 th century
Míriam DEVESA BENLLOCH Universidad de Valencia
El estado de la cuestión
En nuestra pretensión de aproximarnos a la ascensión social en el caso valenciano durante el siglo XVII, constituye un primer referente el estudio de Jaume Pastor i Fluixà "Nobles i cavallers al País Valencià" 5 . En él, este autor se reafirma en la idea de que la nobleza nunca ha sido un estamento herméticamente cerrado y que, a pesar de ser un porcentaje de la población muy reducido, no era inmutable. Asimismo, distingue entre la nobleza de herencia, transmitida por la sangre, y la nobleza de privilegio. Esta última adquiere la condición nobiliaria a través de concesiones o compensaciones por sus méritos y servicios a la corona, consiguiendo así la ascensión social tan deseada. Centrándonos en el segundo grupo, que es el que interesa a este trabajo, Pastor remarca cómo, además de la consideración e influencia social, los privilegios constituían un fuerte atractivo para los nobles y aspirantes a esta condición, caso del tratamiento de don, la convocación a Cortes, la sujeción a la jurisdicción del rey, el diferente tratamiento penal, o las ventajas de exención fiscal, entre otros. En definitiva, la aspiración a un privilegio de caballería o título de nobleza constituía una premisa de primer orden, ya que obtenían una mayor consideración social, además de acceso a determinados oficios y funciones prohibidas a los plebeyos.
El autor se interesa también por la evolución de las concesiones y comprueba que con Felipe III se incrementó la concesión de títulos y mercedes, pero que fue en el reinado de Felipe IV cuando este proceso adquirió una fuerza vertiginosa. En su opinión, a este proceso contribuyeron factores tales como la expulsión de los moriscos, las peticiones de la Corona para sufragar la política de Olivares y la penuria de la hacienda pública. Observa cómo el rey pagaba con títulos determinadas donaciones o contribuciones que se hicieron; que una generosa aportación a una campaña bélica, por ejemplo, podía agilizar el trámite de concesión de determinada merced e incluso llegar al punto de conceder títulos o privilegios de caballería con el nombre del beneficiario en blanco. Es decir, sostiene que Felipe IV se sirvió de la concesión de títulos para sanear su penosa hacienda. También recoge que el propio monarca se percató del exceso de las concesiones de títulos y de que conceder tantas noblezas y caballeratos en la Corona de Aragón suponía un inconveniente que se había de cortar; así como que en adelante sólo se concederían por causas particulares. Sin embargo, insiste el autor en que estas propuestas no se cumplieron, ya que en las Cortes de Valencia de 1626, y en los años posteriores, se produjo una gran hornada de concesiones. Señala que los beneficiarios provienen, fundamentalmente, de tres ámbitos: el militar, el de judicatura y, por último, el ámbito de los comerciantes o burgueses adinerados que compraban el título.
Por otra parte, para aproximarnos a los mecanismos de ascenso social y ennoblecimiento durante el siglo XVII, contamos con un abanico de estudios muy recientes sobre determinadas casas nobiliarias valencianas que nos permiten realizar una aproximación al tema, observar su trayectoria y sus formas de ascenso social.
El proceso de ennoblecimiento del linaje de los Vilaragut
El linaje de los Vilaragut ha sido objeto de investigación por parte de Paz Lloret Gómez de Barreda, que estudia su proceso de promoción social, tanto en su trabajo "Los servicios a la monarquía y el proceso de ennoblecimiento del linaje valenciano de los Vilaragut en el siglo XVII" 6 , como en su libro publicado en 2005 bajo el título Ser noble en la Valencia del siglo XVII. El linaje de los Vilaragut 7 . En ellos, la autora analiza el proceso de ennoblecimiento del linaje de los Vilaragut y su ascenso a la nobleza titulada en el siglo XVII. Con esta finalidad comienza situando la procedencia de esta familia en Cataluña, siendo a raíz de la conquista cuando se establecieron en el Reino de Valencia, y pronto sus miembros destacaron por una importante actividad política al servicio de la Monarquía, ocupando cargos militares y políticos de gran relevancia. En el siglo XIV, Antonio Vilaragut Visconti fundaba la Casa de Olocau, base sobre la cual iría construyendo los cimientos de su linaje. Además, participó en las campañas de Pedro IV y Juan I de Aragón, hecho que le valió para conseguir numerosos títulos, oficios y privilegios.
La autora destaca el siglo XVII como un periodo fundamental para el linaje, ya que es cuando se produce su gran auge pero también su ocaso. De esta manera, resalta la figura de Juan Vilaragut, quien supuso un eslabón clave en el proceso de ennoblecimiento del linaje. Contaba con el favor del duque de Lerma, valido de Felipe III, por tanto, desde esta protección se entiende su ascendente carrera política y militar. En 1597 fue nombrado gobernador general de la caballería de la parte de poniente del reino. En 1600 el rey lo nombró gentilhombre de la boca. En 1599 había sido insaculado para ejercer cargos en la Generalitat y fue contador entre 1602 y 1604. En este último año es designado lugarteniente de general gobernador de la ciudad de Valencia y destacó por su papel en la represión de la lucha de bandos. Llegado el 1606, su carrera se coronaba con su nombramiento como virrey de Mallorca. En este momento, la autora destaca una estrecha colaboración con el duque de Lerma, sobre todo respecto al tema de la expulsión morisca organizando la emigración de mallorquines para repoblar la comarca de la Marina, en Alicante, donde el valido tenía sus intereses valencianos. Al final de su vida, fundó un vínculo sobre el señorío de Llanera que, junto al de Olocau, será la base señorial del patrimonio familiar durante toda la centuria 8 .
En 1610 la sucesión recayó en Alonso Vilaragut, quien se trasladó con la familia desde Mallorca a Valencia. La autora señala que, para éste, las juntas del Estamento Militar se convirtieron en el escenario de su actividad política, defendiendo intensamente el ordenamiento jurídico foral. En 1614 comenzó a trabajar en calidad de examinador en la junta de su estamento. Fue un periodo corto pero muy intenso en el que obtuvo la confianza de su brazo para liderar la defensa de los privilegios del Estamento Militar establecidos en la legislación foral, denunciando los contrafueros más urgentes. A partir de 1619, su actividad se desarrolló en la Generalitat hasta que en 1625 quedó inhabilitado por haber ingresado en la Orden de Calatrava 9 .
La autora se hace eco de la repercusión que para Alonso Vilaragut y su linaje tuvieron las Cortes de 1626. Su actuación le valió para ganarse el favor real, ya que se convirtió en un instrumento de la monarquía para conseguir la unanimidad del brazo militar en la concesión del servicio que Felipe IV exigía a los valencianos. Su defensa de los intereses del monarca fue recompensada con la concesión del título de "conde de Olocau" en 1628. No hay duda de que su gestión en las Cortes a favor del rey fue decisiva para la obtención del privilegio real, pero el título también significaba tener un reconocimiento de los servicios prestados por su linaje. De esta manera, accedía a la nobleza titulada y ascendía en la jerarquía social. En los años posteriores continuó prestando servicio al monarca en el ámbito militar hasta que murió en 1632 luchando en Flandes. Su heredero fue Jorge Vilaragut Castellví, a quien en 1634 el monarca le concedió el hábito de la Orden de Montesa, hecho importante en el proceso de ennoblecimiento de la familia. Pero más relevante fue su matrimonio en 1650 con Inés de Lima y Silva, hija de los condes de Regalados, ya que entre la dote aportada figuraba el título de marqués de Llanera. Así, esta alianza matrimonial culminaba el proceso de ennoblecimiento. Además, el matrimonio se consolidó en el ambiente cortesano, en el círculo de confianza de la reina Mariana de Austria. Con la muerte de Jorge Vilaragut en 1676, la sucesión recayó en su hijo José Vilaragut, quien dedicó su vida a los ejércitos españoles e imperiales consiguiendo el reconocimiento del emperador En este sentido, estas Cortes ofrecieron la posibilidad para muchos nobles de solicitar compensaciones por los servicios prestados. Así, entre los diecisiete que elevaron sus peticiones figuraba Gerardo Cervelló, a quien el monarca no hizo ninguna concesión. Don Gerardo, decepcionado, elevó a la Junta de Materias un memorial con referencias de distintos cronistas y documentos que evaluaban sus méritos. Después de referirse a los orígenes y antigüedad del linaje, enlaces matrimoniales y mercedes concedidas por anteriores monarcas, se extiende en detalle en los servicios prestados por sus antepasados y los suyos propios. La Junta aconsejó al rey que cuando hubiera de hacer alguna concesión de título considerara al Cervelló en primer lugar. Pero el monarca no aceptó este compromiso y se inclinó por una solución intermedia que consistía en otorgarle un hábito de la Orden de Montesa o de Santiago, a su elección. Esta solución no pareció satisfactoria al barón de Oropesa, que en 1647 elevó un nuevo memorial al rey. En esta ocasión, el Consejo de Aragón se mostró favorable a la concesión del título de conde pero, de nuevo, Felipe IV se resistió a dar su beneplácito. Sólo después de diversas peticiones y obstáculos, en 1654 el rey le concedió finalmente el título de conde de Cervelló y, de esta manera, Gerardo Cervelló veía cumplida su aspiración de ascensión social, por la que tanto había luchado.
Los años siguientes, señala Amparo Felipo que el recién conde desarrolló una intensa actividad municipal y en las juntas del Estamento Militar, proceso que culminó con el nombramiento en 1665 de baile general de la ciudad y Reino de Valencia en reconocimiento de los servicios propios y de sus antepasados 11 . A su muerte, le sucedió su hija Laura Cervelló y de ella pasaría a su hijo Gaspar Mercader y Cervelló, conde de Buñol y Cervelló, personaje más interesado por la actividad literaria que por la política. Después de él, la sucesión recayó en la cuarta condesa de Cervelló, Francisca María, quien casó en 1702 con Juan Basilio Castellví y Coloma, primogénito del marqués de Villatorcas. Éste provenía de una destacada familia ligada por tradición al cargo de gobernador de Valencia. En 1698 fue nombrado portavoz de general gobernador y en 1704 era maestre de campo. Tal y como expone la autora, es fundamental destacar la actuación de este personaje en el contexto de la Guerra de Sucesión, cuando pasó con su mujer a Castilla y Felipe V recompensó su fidelidad con el cargo de virrey de Mallorca. Asimismo, es remarcado su cambio de bando y su fidelidad, a partir de 1710, al archiduque Carlos, al que siguió a Barcelona, y después a Italia con su familia. Allí el emperador no se olvidó de sus fieles vasallos y lo nombró gentilhombre de la cámara en 1716 pero, lo que es mejor, en 1717 le concedió la dignidad de Grande de España, especificando el grado de segunda clase. Después de la Paz de Viena, Juan Basilio y su familia residieron en Viena y solicitó la confirmación de la Grandeza por el rey, hecho que se produjo en 1751. Por tanto, una gran culminación a principios de siglo XVIII gracias al esfuerzo y lucha que los miembros del linaje protagonizaron en el XVII, a pesar de las dificultades a causa de unas fuertes convicciones personales no siempre coincidentes con los deseos de la Corona.
Ascenso y decadencia del linaje de los Mercader, señores de Buñol
En la obra Historia de Buñol, dirigida por J. Hermosilla y A. Ledo en 2007, encontramos un importante capítulo 12 dedicado al recorrido de los señores de Buñol en la Edad Moderna que nos muestra la trayectoria de los señores de Buñol, los Mercader que, desde sus orígenes como juristas, pasaron a formar parte de la nobleza en el siglo XV y destacaron en el XVII cuando fueron ascendidos a condes. Así, los Mercader nos ofrecen un notable ejemplo de promoción social. Fueron distinguidos a principios del XV como caballeros gracias al apoyo incondicional a la Corona y a su ocupación de cargos y oficios regios. De tal manera, ya en el siglo XVI el Rey Católico lo ascendió a nobilis, hecho que significa más una compensación que un premio porque, paralelamente, se les apartó de los cargos del reino. Los autores nos muestran cómo los Mercader se valieron de los dos principales medios de promoción social: los servicios a la Corona y las alianzas matrimoniales. En este sentido, durante el XVI practicaron una estrategia matrimonial para consolidar su ascenso, entroncando con familias como los Centelles, Blanes o Castellví. Desde 1425 poseían la baronía de Buñol, y desde 1470 la de Cheste, pero el patrimonio se dividió al escindirse la familia en dos ramas. Juan Mercader recibió el señorío de Buñol y sirvió personalmente al virrey Diego Hurtado de Mendoza durante la guerra con los agermanados y reunió su hueste para engordar las filas del ejército real. Además, realizó cuantiosas aportaciones para sostener los gastos de la guerra. Éste, de nuevo, dividió la herencia entre sus tres hijos.
Posteriormente, el matrimonio de Gaspar Mercader con Laura Cervelló, señora de Oropesa, fue trascendental para la conformación del patrimonio del linaje. Por otro lado, los autores nos muestran cómo después de casi un siglo conformándose en administrar su señorío, ahora volvieron a ejercer cargos regios, ya que don Gaspar fue nombrado baile general del reino en 1597 13 .
No obstante, fue la centuria del seiscientos la de mayor reconocimiento y ascenso social para la familia Mercader, siglo en el que disfrutaron de la confianza y respeto de la Corona. Así, el heredero Gaspar Mercader Carrós, caballero de la Orden de Santiago, formó parte de la Academia Literaria de los Nocturnos, bajo el pseudónimo "Relámpago", siendo autor de la obra El Prado de Valencia, ambientada en el virreinato del marqués de Denia y dedicada a la esposa de éste, Catalina de la Cerda. Esta obra ha sido valorada como un medio de halagar al valido de Felipe III para aproximarse a la Corona. Además, don Gaspar participó en las Cortes de 1604, durante las cuales Felipe III le hizo concesión del título de conde. Una aspiración que se veía cumplida y premiaba los múltiples servicios a la Corona de la familia. Con esto, el proceso de ennoblecimiento había llegado a su cima, consiguiendo llegar a la nobleza titulada. En efecto, durante los siguientes años, la Casa se vio afectada por el duro golpe de la expulsión de los moriscos, hecho que provocó la despoblación de su señorío. Todo esto sumado a una declinación de la actividad política y un azar biológico marcado por los problemas de descendencia. Hacía 1656, el III conde de Buñol, Gastón Mercader contrajo matrimonio con la heredera del condado de Oropesa y el de Cervelló, Laura Mercader. De esta manera, el primogénito de éstos, Gaspar Cervelló y Mercader, unió en su persona el condado de Buñol y el de Cervelló con el consiguiente incremento del patrimonio familiar. Pero sería ésta una situación efímera, dado que el heredero falleció prematuramente provocando un conflicto por la posesión del condado, al mismo tiempo que se producía la Guerra de Sucesión. Así, en 1705 una sentencia declaró justificada la pretensión de Eiximén Pérez Milán de Aragón y Mercader, marqués de Albaida, de corresponderle el condado.
En definitiva, este estudio nos permite seguir de la mano de sus autores el interesante doble proceso de ascenso y decadencia protagonizado por el linaje de los Mercader a lo largo del siglo XVII.
Una centuria de esplendor para el linaje Boïl de Arenós
En 2011 veía la luz el trabajo de Guadalupe Pérez Torregrossa que, bajo el título "Espacio foral y patronazgo regio. Los Boïl de Arenós en el siglo XVII" 14 , ofrece un detallado análisis de la trayectoria de los Boïl de Arenós desde sus orígenes medievales hasta principios del siglo XVIII, cuando la opción austracista en la guerra obligaría al último miembro del linaje de la centuria del seiscientos a exiliarse a Viena.
Procedentes de Aragón, se establecieron en el Reino de Valencia con la reconquista y adquirieron, con el tiempo, el señorío de Borriol. Los diversos miembros del linaje ocuparon cargos relevantes como el de baile de Valencia y gobernador de Mallorca. Hay que destacar el siglo XVI, cuando Juan Boïl de Arenós y Martí de Palomares sirvió a Felipe II tanto en el conflicto con los moriscos como en Flandes e Italia, destacando por sus méritos militares. Pero nos centraremos en la proyección del linaje durante el XVII, siglo iniciado de la mano de Pedro Boïl de Arenós y Mercader. Éste, nacido en Aínsa, fue barón de Boïl y Borriol y casó en 1639 con Teresa Fenollet de la Paz, hija de un caballero de la Orden de Santiago y de la señora de Torrente. En este sentido, resultan destacables los esfuerzos de este personaje por elevar la consideración social de su linaje, a través de su participación en la Guerra de Cataluña y la Guerra de los Treinta Años, entre otras, que determinaron que se convirtiera en imprescindible para la Monarquía.
El barón de Borriol ejerció como capitán de tercio y maestre de campo, además de ser insaculado para concurrir a los oficios de la Diputación y ejercer como jurado de Valencia en 1670. Más adelante, accedió al oficio de Portavoz de general gobernador de Orihuela y Alicante pero, además, consiguió ser uno de los pocos privilegiados en ocupar el cargo de "juez de Capa y Espada" en Valencia.
La autora señala que tan distinguida trayectoria sería la esgrimida por don Pedro para solicitar la concesión de un título nobiliario, hecho producido en 1680. Así, por privilegio real, la baronía de Boïl fue elevada a marquesado y don Pedro Boïl de Arenós y Mercader a la condición de primer marqués de Boïl. De esta manera, el prestigio y honor de la familia fueron elevados enormemente. Poco después, en 1688, le sucedió su hijo y después su nieto don José Boïl de Arenós y Fenollet. Éste se posicionó a favor del bando austracista en la guerra, hecho que le valió que con la entrada del Archiduque Carlos fuera nombrado gobernador. Pero, con la victoria borbónica, hubo de exiliarse con sus hijos a Viena. Nunca volvió a Valencia. La Casa de Austria premió su fidelidad y servicios con nuevas mercedes y privilegios en la Corte del Emperador Carlos VI que, como los anteriores, había de transmitir a sus descendientes.
A modo de conclusión
La trayectoria de los linajes estudiados, para los cuales el siglo XVII fue la época de mayor esplendor respecto a la ascensión social, podría dar una imagen que no se corresponde con la realidad. Es necesario tener presente que para otras Casas esta centuria iba a suponer, por el contrario, el inicio de su decadencia y fin. Aunque hay otros casos, paradigmática en este sentido resulta la familia Vic, estudiada por Carmen Pérez Aparicio y Joan Brines Blasco bajo el título "A la sombra de la Monarquía. Esplendor y ocaso de la familia Vic" 15 . Los autores sitúan el origen de la familia en la conquista del reino de Valencia, destacando la figura de mosén Guillem Vic, el primer caballero catalán de este linaje que se asentó en el reino, estrecho colaborador real, a quien le encargaron el repartimiento de tierras en Peñíscola y acompañó al rey en la conquista de 1238. Igualmente, destacan la importancia que para el linaje tendría la personalidad de Jeroni Vic, sus servicios a Fernando el Católico y muy particularmente su largo periodo como embajador en Roma, así como el importante hito que suponía que su nieto Jeroni Vic heredara en 1585 el patrimonio señorial, que quedaría vinculado para su primogénito. De este modo, este periodo fue el de mayor esplendor para el linaje pero en 1608, con la muerte del último hijo varón, los Vic entraron en una etapa de decadencia que los llevaría al ocaso de su linaje.
Evidentemente, esta trayectoria es muy diferente a la de los cuatro linajes estudiados -Vilaragut, Cervelló, Mercader y Boïl de Arenós-que protagonizaron su proceso de ascensión social y ennoblecimiento durante el siglo XVII y, por tanto, son representativos de un sector de la nobleza valenciana que no puede hacerse extensivo a toda, como demuestra el caso de los Vic. A pesar de esto, centrándonos en los casos analizados, hay que considerar que la ascendente trayectoria de estas familias se encuentra estrechamente relacionada con la coyuntura financiera y política de la Monarquía, obligada a compaginar las graves dificultades económicas con la necesidad de sufragar la política de Olivares y los grandes gastos que ocasionaba la guerra.
En estas circunstancias, la Corona hizo servir las concesiones de títulos, mercedes y privilegios para conseguir ayuda económica. Esta fórmula, ya importante durante el reinado de Felipe III, adquirió especial impulso durante el de Felipe IV. Afirma María del Mar Felices de la Fuente que, en los momentos de mayor necesidad económica, la venta de mercedes se intensifica como modo de financiación extraordinario, dando lugar a periodos de venalidad más acusados 16 . Así, los linajes estudiados se aprovecharon de este contexto para ascender en la escala social y los servicios a la Corona constituyeron el mecanismo fundamental para conseguir dicha promoción. Ciertamente, hemos de entender que no era la riqueza su objetivo, sino el deseo de consideración social, honor e influencia. Por tanto, posicionarse al lado de la Monarquía y ejercer los servicios requeridos por ésta eran la vía idónea para ser compensados con títulos y cargos posteriormente.
Por otro lado, es interesante analizar de forma comparativa los cuatro linajes para observar puntos en común y diferencias en sus trayectorias, como expresión de lo que podría ser el comportamiento de la nobleza valenciana, a pesar de que extraer conclusiones más definitivas exigiría el análisis de un mayor número de casos. De este modo, respecto al origen geográfico, los Vilaragut y los Cervelló procedían de Cataluña, mientras que los Boïl de Arenós eran aragoneses y los Mercader valencianos que compraron su señorío en el siglo XV. Además, los tres primeros coinciden en que su momento de establecimiento en el Reino de Valencia fue con la Reconquista en el siglo XIII y todos tienen una actuación destacada en el XVII. Respecto al tipo de servicios prestados a la Corona, todos los linajes han participado en campañas militares y, en el ámbito político, cabe destacar principalmente el cargo de baile general, que ejercieron todos excepto los Vilaragut; en segundo lugar, el cargo de virrey de Mallorca fue ocupado por los Cervelló y Vilaragut; menos coincidentes entre las familias pero muy frecuentes particularmente fueron los cargos de gentilhombre de la boca, maestre de campo, portavoz de general gobernador, jurado, justicia civil, juez de capa y espada y síndico. Asimismo, la mayoría tuvo activa participación en las juntas del Estamento Militar.
Respecto a la concesión de títulos, los Mercader obtuvieron el título de "conde de Buñol" a raíz de las Cortes de 1604; en el caso de los Vilaragut el título de "conde de Olocau" fue concedido en 1628 por la actuación de Alonso Vilaragut en las Cortes de 1626. Por su parte, los Cervelló consiguieron su condado en 1654 compensando los servicios prestados por el linaje pero ninguna participación en las Cortes, debido a que en éstas mantuvieron una postura contraria a la Corona. Por último, los Boïl de Arenós vieron su baronía elevada a marquesado en 1680, debido a los servicios prestados por el linaje. Así, de estas referencias se desprende que los momentos de mayores concesiones estuvieron estrechamente relacionados con la celebración de las Cortes valencianas.
Otro aspecto a considerar es la importancia de la estrategia matrimonial. En general, las alianzas matrimoniales de los linajes estudiados fueron de gran relevancia, siempre entroncando con familias distinguidas que les aportaron influencias, respetabilidad y consolidación patrimonial. Pero cabe resaltar la especial transcendencia que tuvo la política matrimonial en el caso de los Vilaragut -para los que el matrimonio en 1650 de Jorge Vilaragut Castellví con Inés de Lima y Silva, hija de los condes de Regalados, supuso la aportación del título de marqués de Llanera-, los Cervelló -al casar Francisca María Cervelló con Juan Basilio Castellví y Coloma, hijo del marqués de Villatorcas y posterior Grande de España-y los Mercader -al entroncar con familias tan distinguidas como los Centelles, Blanes, Castellví y Cervelló. Particularmente, la Grandeza de España, en el caso de los Cervelló, significaba una aspiración fundamental entre los títulos por ser una verdadera fuente de prestigio social.
En definitiva, el seiscientos constituyó una magnífica centuria para ascender socialmente la nobleza pero, de todas maneras, hemos de tener presente la larga trayectoria de servicios a la Corona que estos linajes arrastraban. Además, el contexto político, económico y social de la Monarquía en el XVII jugó un papel básico. Se dieron unas circunstancias favorables para la aspiración de las diferentes familias. Como hemos visto, el favor real era una preocupación presente entre las Casas, que habían de ganarse a través del apoyo militar, político y económico. El monarca, por su parte, para sanear su penosa hacienda, compensaba a aquellos que le habían demostrado fidelidad otorgándoles su confianza y, sobretodo, ascendiéndoles socialmente. Soria Mesa hace referencia a Bartolomé Yun 17 , quien define el imperio como una poderosa máquina de promoción social. Así, esta expresión resume perfectamente la importancia de servir a la Corona en el contexto de la Época Moderna.
Familias en el poder. El poder de las familias: los Sisternes y los Valonga
Families in the power. The power of families: the Sisternes and the Valongas
Laura GÓMEZ ORTS Universitat de València
Sisternes
Melchor Sisternes de Oblites y Badenes (1619-1689) se doctoró en leyes en el Estudi General de Valencia en 1643 3 . Fue hijo ilegítimo de Vicente Sisternes y Vicenta Badenes, aunque su padre en un acto de las Cortes valencianas de 1645 lo reconoció formalmente 4 . Melchor era sobrino de otro jurista con una brillante trayectoria profesional, nos referimos a Melchor Sisternes de Oblites y Centoll. Este personaje inició su carrera en la Audiencia valenciana, ocupando sucesivamente todos los puestos que constituían el cursus honorum típico, hasta alcanzar el puesto de regente del alto tribunal valenciano, cargo en el que se mantuvo durante tres años para culminar su impresionante trayectoria como regente en el Consejo de Aragón. Además, Melchor Sisternes de Oblites y Badenes era nieto de Marc Antoni Sisternes, al que podemos considerar como iniciador de esta saga de destacados juristas valencianos. Marc Antoni desarrolló toda su carrera profesional en el seno de la Audiencia valenciana como oidor civil durante casi tres décadas, concretamente hasta 1624, momento en el que le fue concedida la jubilación. Nuestro trabajo se enmarca en la línea de estudio sobre la tradición familiar de servicio a la Monarquía desarrollada por la profesora T. Canet 5 .
No es este el momento de entrar a analizar con detalle los antecesores de Melchor Sisternes de Oblites y Badenes, algo de lo que ya me ocupé en otro momento 6 . Únicamente destacaremos el hecho de que su tío Melchor Sisternes de Oblites y Centoll enlazó matrimonialmente con otra familia de juristas valencianos, los Pellicer. Su suegro, Vicent Pau, formó parte asimismo del alto tribunal valenciano; otro miembro de esta familia, el abuelo de su mujer Casilda, perteneció a su vez al Consejo de Aragón. Estamos ante otro caso representativo de ese poder de las familias, de cómo el hecho de vincularse con otras familias de su misma condición y posición social reforzaba su situación y su proyección profesional. La endogamia era una práctica muy habitual en esta época, pero llama la atención la elevada intensidad con que fue practicada en el caso de la familia Sisternes.
Otro rasgo importante para conocer la personalidad y la situación social en la que se encontraba Melchor Sisternes de Oblites y Badenes es el hecho de su pertenencia a la orden de Montesa. El entrar a formar parte de una orden militar es un importante rasgo de la sociedad de estos momentos, la familia Sisternes no podía ser menos y muchos de sus miembros obtuvieron hábito montesiano (sus tíos Melchor y Vicente, sus primos Joan, Marc Antoni, entre otros) 7 . Igualmente, otros componentes de la familia militaron en la orden de Santiago y en la de San Juan de Malta. Como vemos el hecho de que Melchor Sisternes de Oblites y Badenes formara parte de la orden de Montesa era casi un hecho inevitable dados los antecedentes.
Más allá de esta circunstancia interesa acercarse a su vida profesional, ver qué cargos ocupó y qué funciones desarrolló, aspectos éstos que pudieron motivar sus sucesivos nombramientos a las regencias de las Cancillerias de Cerdeña y de Mallorca. Algo que no puede desligarse ni mucho menos de su posición familiar y social.
Melchor entró a formar parte de la Real Audiencia valenciana en 1660 al ser nombrado juez de corte en noviembre de dicho año 8 . Previamente había trabajado durante varios años como asesor del justicia criminal. Este hecho incide favorablemente en su designación, ya que el virrey considera esa experiencia como muy valiosa para el nuevo cargo asignado. Como juez de corte desarrolló una destacadísima labor en la lucha contra el bandolerismo, uno de los grandes males que azotaron al reino de Valencia en esta época 9 .
Continuando con su trayectoria profesional el siguiente escalón alcanzado por él en su cursus honorum fue la plaza de oidor civil de la Real Audiencia, ascenso habitual de los jueces de corte del tribunal valenciano. Con anterioridad a su nombramiento, producido en 1666 10 , ya había sido propuesto en al menos otras dos ocasiones para esa plaza civil, una en la temprana fecha de 1662 11 y solo un año después fue él mismo quién presentó un memorial solicitando dicha plaza 12 . Curiosamente permaneció como oidor civil el mismo período de tiempo que en el cargo anterior, seis años, hasta 1672, momento de su designación como regente de la Cancilleria de Cerdeña.
La década que vivió en la isla sarda fue tremenadamente importante, tanto desde el punto de vista profesional, como del de las relaciones personales. Allí ocupó en dos momentos concretos el cargo de Presidente del reino sustituyendo al alter nos en las vacantes producidas por las ausencias de los virreyes el Marqués de los Vélez y el Marqués de las Navas en 1675 13 y 1678 14 , respectivamente. En esta segunda ocasión desarrolló su actividad durante un prolongado periodo de tiempo, finalizando su cometido en abril de 1680, al arribar a la isla el nuevo virrey don José de Funes Villalpando. No es este el momento de adentrarnos en el análisis de su actuación y la problemática a la que se enfrentó. Simplemente cabe subrayar que ocupar el puesto de Presidente del reino era una gran responsabilidad, así como un gran reconocimiento a su labor y a su valía profesional.
Como decíamos, no menos importante que este nuevo hito de su vida profesional fue el hecho de enlazar, a través de los matrimonios de algunos de sus hijos, con ilustres e importantes familias de la sociedad sarda. Su hijo Plácido Sisternes se casó con Maria Ángela Manca de Guiso y Sana, hija del tercer marqués de Albis, en 1675. Ella estaba emparentada con ilustres familias como los Sanna, Santus, Vico, Cervelló, etc. Maria Ángela tenía como tutores a Francesc Roger, procurador real, y a su esposa Clementa Sanna. "Els lligams familiars inseriren Plàcid en una xarxa de poder local que tocava també les més altes magistratures del regne" 15 . Además, algunos de los descendientes de esta rama fueron destacados personajes de la iglesia sarda del siglo XIX. Francesco Maria (-1812) fue arzobispo de Oristano y Pietro (-1828) llegó a ocupar la alta magistratura eclesiástica del reino sardo, al convertirse en obispo de Càller.
Una de las hijas de Melchor, Inés, contrajo matrimonio en 1678 con Joan Baptista Zatrillas, hijo del marqués de Sietefuentes, y sobrino de la famosa Francesca Zatrillas, marquesa de Laconi y de Sietefuentes, quien se vió envuelta en el asesinato unos años antes del virrey de Cerdeña, Manuel de Gómez de los Cobos, marqués de Camarasa (1668). Se constata una vez más cómo los descendientes de Melchor Sisternes emparentaron con las familias más poderosas del momento. Una biznieta de Melchor, Maria Àngela Borro, se casó con Jaume Carròs, quien fue designado como tesorero general del reino de Cerdeña en 1713 16 . Ella era hija de Joan Baptista Borro i Maria Antonia Zatrillas, quien a su vez lo era de Joan Baptista Zatrillas e Inés Sisternes. Debemos insistir una vez más en la importancia de estos enlaces matrimoniales, en el poder reunido por todas estas familias. Precisamente, el profesor Lluis Guia atribuye a esas "relaciones de patronazgo" ejercidas entre las familias locales más poderosas de los Sisternes, Valonga, Zatrillas, Borro, Mana…, el encumbramiento y éxito profesional de Jaume Carròs 17 . Algo que se evidencia todavía más al saber que fue Plácido Sisternes, hijo de Melchor, quien se ocupó de forma interina del cargo de tesorero general mientras duró la minoría de edad de Carròs 18 .
Por último, Paula Sisternes, hija de Melchor, se casó con Martín Valonga en 1676. Este es el matrimonio que más nos interesa en el presente trabajo, ya que él era hijo de Jacinto Valonga y compañero de su suegro Melchor en la Audiencia de Cerdeña. En este tribunal desempeñó los cargos de abogado fiscal, oidor civil y regente de la Cancillería. Siguió así los pasos de su suegro Melchor, que como hemos dicho ocupó ese mismo puesto de regente durante una década (1672-1682).
Otra evidencia de la perfecta incardinación de Melchor Sisternes en la elite de la sociedad sarda la hallamos en las personas elegidas como padrinos en los matrimonios o bautizos de sus descendientes. Encontramos importantes apellidos como Zatrillas y Castelví, Sanna, Dexart, Sanjust, Cervellón, Aymerich, o al marqués de Soleminis (Francisco Vico), la marquesa de Villasor (Teresa Alagón y Pimentel), Josep Delitala (gobernador del cabo de Càller), o Francisco Roger, procurador real de Cerdeña, entre otros. Todos ellos poderosos nombres de la sociedad sarda del momento.
Tras esta década en Cerdeña a Melchor Sisternes de Oblites y Badenes todavía le faltaba por vivir un nuevo cambio de destino, que tampoco fue el último 19 . En junio de 1682 fue nombrado regente de la Cancillería del reino de Mallorca 20 . Aquí se repetirán las mismas pautas sociales analizadas en el caso de Cerdeña. Se rodeará de personas que participan en los altos cargos de la administración del reino, uno de sus hijos se casará con la hija de un importante miembro de la Audiencia mallorquina, y sus descendientes consolidarán esa posición social a través de nuevos enlaces matrimoniales.
Veamos algunos ejemplos concretos de esto que comentamos. Por una parte, Melchor Sisternes trabó amistad, entre otros, con Ramón Burgues Çaforteza, procurador real, una de las principales figuras de la administración del reino de Mallorca 21 . Destaca asimismo, otro rasgo que comparte con Melchor Sisternes, además del servicio a la Monarquía, y no es otro que su pertenencia a una orden militar, en el caso de Çaforteza a la de Calatrava.
Por otra parte, uno de los hijos menores de Melchor, Juan, se casó con una hija del doctor Nicolau Mora y Mulet 22 . Éste fue un importante jurista mallorquín que desarrolló la totalidad de su carrera profesional en el seno de la Audiencia de aquel reino. Obtuvo la cátedra de Instituta en la Universidad de Barcelona. Durante el tiempo en que fue abogado perpetuo de la Universidad, Ciudad y Reino de Mallorca, participó en diversas causas en defensa de la jurisdicción real. Tras ser asesor del Baile entró a formar parte de la Audiencia mallorquina en 1658 23 . Llegó a ocupar de forma interina durante algún tiempo los cargos de abogado fiscal y patrimonial, juez de corte e incluso el de regente. También fue asesor de la Capitanía General. Como ocurrió en el caso de Melchor Sisternes, Nicolau Mora y Mulet tuvo una destacada participación en el mantenimiento del orden público, en la lucha contra delincuentes y bandidos. Incluso se llega a afirmar que a él se le debe la quietud de la que gozó el reino tras la gran persecución del año 1666 24 .
Los descendientes de este matrimonio de Juan Sisternes y la hija de Nicolau Mora y Mulet enlazaron a su vez con otras importantes familias mallorquinas como los Orlandis, Cavalleria o Villalonga entre otros. Como muestra, una vez más, de esa endogamia practicada en el seno de las instituciones, que llevaba a reforzar la posición de las familias y a favorecer su promoción entre las elites de la sociedad en la que se encuentran.
Otra de las familias en el poder que alcanzaron puestos relevantes tanto en Mallorca como en Cerdeña es la aragonesa de los Valonga que analizaremos a continuación.
Valonga
Es el momento ahora de centrar nuestra atención en la familia aragonesa de los Valonga. Jacinto nació en Monzón, desde 1618 estudió en Huesca, en el Colegio de Santiago. Pocos años después de licenciarse en Cánones en la Universidad de esa ciudad y ocupar esa misma cátedra se trasladó a Salamanca (en 1622). En esta ciudad castellana estudió en el Colegio de San Bartolomé, donde se licenció en leyes en 1624 25 . La importancia de su paso por el colegio salmantino se comprueba en el hecho de que en la consulta del Consejo de Aragón sobre el nombramiento para la plaza vacante de abogado fiscal de la Audiencia mallorquina, este dato sea el único destacado de la formación de este jurista que se mencione 26 .
Desconocemos los detalles de la familia y del ambiente en que nació y creció Jacinto Valonga, no obstante podemos aventurar que debió de ser una familia con una relativa posición económica al tener la capacidad de permitirse dar esa educación a su hijo. Nos encontramos de nuevo con la importancia del poder de las familias en la trayectoria de estos individuos. Seguramente gracias a la educación recibida Jacinto pudo optar a la plaza de abogado fiscal de la Audiencia de Mallorca, vacante tras el fallecimiento de Cristóbal Fivaller en 1624. En la consulta de 20 de diciembre el Consejo de Aragón los regentes Fontanet y Castelví propusieron en primer lugar de la terna presentada al monarca a nuestro protagonista, Jacinto Valonga, aunque reparando en el hecho de que este candidato "no sabe la lengua mallorquina ni el estilo…" 27 . Esto es algo de lo que los mallorquines se habían quejado en ocasiones anteriores, el hecho de reservar plazas de la Audiencia de Mallorca a personas ajenas al reino implicaba que esas personas foráneas desconocían completamente las leyes, costumbres y estilo mallorquines, no digamos ya la lengua en el caso de los aragoneses. Parece ser que con anterioridad a la obtención de este cargo Valonga fue propuesto para una plaza de auditor de Rota por la Corona de Aragón y para otros puestos en su reino de origen, el Consejo Supremo de Aragón insiste así en esa versatilidad de su perfil profesional.
Su nombramiento como abogado fiscal de la Audiencia de Mallorca supuso el inicio de su carrera administrativa en los territorios de la Corona de Aragón. Esa vocación de servicio a la Monarquía le llevará a lo largo de toda su vida a los reinos de Mallorca y Aragón, culminando su trayectoria profesional en la corte, como regente del Consejo Supremo de Aragón. Su desempeño como abogado fiscal de la Real Audiencia de Mallorca fue breve, permaneciendo en el cargo únicamente un año, al ser ascendido a la presidencia de dicho tribunal tras la vacante producida por el también aragonés Juan Francisco de Gracia de Tolva y Lunel 28 .
Si como venimos insistiendo resulta imprescindible prestar atención a las relaciones personales de estos personajes para completar la imagen que tenemos de ellos, así como para valorar el mayor o menor peso que tuvieron dichas relaciones en su vida profesional, en el caso de nuestro protagonista aragonés, este hecho resulta mucho más trascendental ya que marcará de forma incuestionable su destino profesional. A continuación podremos comprobar el porqué de esta idea.
Jacinto Valonga se casó con una hija del doctor don Ramón de Verí y Moyà. Éste, que procedía de un antiguo linaje de juristas, desarrolló la totalidad de su carrera en la Audiencia mallorquina como oidor (1582-1614) 29 . Conviene señalar en este momento, como indica Planas Rosselló en su obra, que a los mallorquines únicamente se les permitía optar a dos plazas de oidores, las otras, la plaza de abogado fiscal, de juez criminal y de regente, estaban reservadas en exclusividad para personas foráneas a la isla.
Pocos meses después del fallecimiento de su primera esposa, ocurrido en febrero de 1628 30 , Jacinto Valonga pretendió casarse con Leonor Rossinyol. Este matrimonio fue muy problemático, llegando incluso a tratarse en el seno del Consejo de Aragón, algo poco habitual. El sólo hecho de implicar al Consejo en ese asunto indica la tremenda importancia otorgada a este enlace, a pesar de que en la época no era obligado solicitar permiso al rey 31 . Y es que Leonor, hija del ciudadano Martí Rossinyol, pertenecía a una familia implicada en las características parcialidades de este período. Si en 1624 uno de los motivos para que Valonga obtuviera su designación como abogado fiscal fue precisamente la ausencia de ataduras familiares y clientelares 32 , ahora es claramente un problema. El Consejo de Aragón se cuestiona si Valonga puede desempeñar con imparcialidad sus labores en la administración de justicia como regente del tribunal mallorquín. Finalmente el Consejo aprobará este matrimonio para impedir el escándalo social, a pesar de que el regente enlace "con personas cuyos deudos son tan parciales en aquel Reyno, que forçosamente su respecto ha de tener poco gustosos a los naturales del, con poca satisfacción de la cosa pública y de la justicia, consideraciones que las ha de tener el regente tan delante los ojos que su proceder borre estas sospechas"... Y de no hacerlo así, su Magestad "mandará sacar del Reyno en puesto y ocupación de mucha menos calidad y útil del que ahora posehe" 33 .
A pesar de estas adevertencias, en la visita realizada el año 1635 a la Audiencia mallorquina por el doctor Gaspar Lupercio de Tarazona 34 se formularon cargos, entre otros, contra Jacinto Valonga. Se le imputaba actuar en favor del bando de los Rossinyol-Villalonga, familiares de su segunda esposa, resolviendo favorablemente las causas en las que se veían envueltos. El resultado de esta visita fue el traslado de Valonga a la Audiencia de Aragón para alejarlo de estas parcialidades. En ella se hizo cargo de una plaza de oidor civil y unos años más tarde promocionaría a la plaza de regente. De nuevo alcanzaba la máxima condición dentro del tribunal de justicia. Seguramente la experiencia acumulada en Mallorca en ese mismo puesto pudo ser muy valiosa e importante para enfrentarse al reto de regresar a su reino de origen y dirigir toda la maquinaria de justicia.
Estando todavía en su puesto de regente de la Audiencia de Aragón tuvo el cometido de acompañar a Barcelona al virrey de Cataluña, el conde de Santa Coloma, nada menos que en 1640, como auditor del ejército. "Les prevencions del doctor Valonga sobre l'estat de Catalunya era el comentari de més força que sobre els perills que comportava la política catalana de Madrid havia arribat als ministres procedents d'una persona d'autoritat amb experiència directa del Principat" 35 . Jacinto Valonga estuvo presente en la muerte violenta del virrey de Cataluña ocurrida el 7 de junio (el Corpus de Sang), de la que él consiguió escapar milagrosamente. "fueron varios y evidentes los peligros de la vida en que se vió, y sumas las dificultades de salir con ella de aquel Principado, aunque casi desnudo" 36 . Este hecho marca el inicio de la revuelta catalana, conocida como la Guerra dels Segadors (1640-1652) 37 . Su vinculación con este conflicto político no queda ahí, y es que continuó siendo auditor general del ejército que condujo el marqués de los Vélez en septiembre de ese mismo año a Cataluña. En esa ocasión, Valonga padeció de nuevo situaciones peligrosas, como el sitio y toma de la ciudad de Tarragona, ocurrido en diciembre de ese fatídico 1640.
Sin embargo, a Jacinto Valonga todavía le restaba una última promoción, en esa vida de servicio a la monarquía en la que se volcó. Y es que en mayo de 1642 fue nombrado regente del Supremo Consejo de Aragón 38 . Ocupó este puesto hasta su fallecimiento, acaecido en 1644, cuando fue sustituido por Vicente Hortigas 39 , al igual que lo había hecho ya con la plaza de regente de la Cancillería de la Audiencia aragonesa. Lejos de gozar de la tranquilidad de su puesto como regente, tuvo que desplazarse de nuevo al escenario del conflicto, esta vez a Fraga, donde se reorganizaba el ejército del monarca español y asistir al sitio que se puso sobre la ciudad de Lleida en la primavera-verano de 1644. Fue en el transcurso de dicho sitio cuando murió, "de una violenta enfermedad" 40 . En esa vida consagrada al servicio a la Monarquía, Jacinto Valonga vivió en primera persona uno de los hechos históricos más importantes de aquella época, que no es otro que uno de los más graves ataques a la autoridad de la Corona experimentados hasta el momento, Valonga se alineó, como no podría ser de otra manera, con las posturas reales.
El otro miembro de la familia Valonga que nos interesa en el presente trabajo es su hijo Martín. Éste siguió los pasos de su padre y ejerció como jurista. Como ya hemos adelantado Martín Valonga desarrolló toda su carrera profesional en la Real Audiencia de Cerdeña, en ella desempeñó prácticamente todos los puestos del escalafón administrativo: abogado fiscal, oidor civil y regente. Efectivamente, Valonga entró a formar parte del tribunal sardo en 1673 al ser nombrado abogado fiscal para cubrir la vacante producida por la promoción de Rafael Martorell 41 . Pocos años más tarde, en julio de 1678 promocionó a una plaza de oidor civil 42 , donde permaneció durante más de dos décadas. Por último, alcanzó la cúspide del tribunal sardo al ser elegido regente de la cancillería de Cerdeña en 1702 43 . Durante todos esos años Martín realizó una importante labor en el seno de la Audiencia sarda, interviniendo en diferentes comisiones, como la Junta de Sanidad, realizando diversos cometidos, y participando en la convocatoria del Parlamento Montellano de 1698, entre otras cuestiones. Siempre desde una actitud exclusivamente profesional y pragmática 44 .
Si prestamos la debida atención a estas fechas y las unimos con las referidas a Melchor Sisternes de Oblites y Badenes comprobaremos cómo al llegar Martín a la Real Audiencia de Cerdeña, Melchor ya era regente de la misma. En 1678, meses después de que Martín alcanzara una de las plazas de oidor civil, Melchor fue nombrado por segunda vez Presidente del reino. Por lo tanto eran compañeros en este tribunal, compartían el hecho de haberse trasladado a otro reino para desarrollar su carrera profesional y pertenecían a familias dedicadas tradicionalmente a la magistratura y al servicio de la Monarquía. Sea como fuere, y más teniendo en cuenta las reducidas dimensiones de la sociedad sarda del momento, Martín Valonga contrajo matrimonio con una hija de Melchor Sisternes, Paula, el 16 de diciembre de 1676 45 . De esta forma enlazaron ambas familias, los Sisternes y los Valonga, que poseen características tan similares entre ellas.
Fruto del matrimonio de Martín y Paula, contraído el 16 de diciembre de 1676, nacieron numerosos hijos, concretamente once, algunos de los cuales seguramente no llegaron a alcanzar la edad adulta, algo habitual en la época. Uno de ellos, Josep Valonga, fue administrador del convento de Nuestra Señora de Bonaria hacia 1740 46 y el primer provincial de la orden de los mercedarios de Cerdeña tras la creación de una provincia sarda independiente a mediados del siglo XVIII 47 . Los dos hijos menores del matrimonio, Joan y Agostí, se convirtieron en capitanes de dragones del escuadrón sardo que servía en España 48 .
Finalmente Gerónimo Valonga y Sisternes fue canciller de competencias, canónigo de la iglesia de Càller, colegial y rector de la universidad 49 . Es decir, la descendencia de Martín Valonga ocupó un relevante puesto dentro de la vida social sarda del setecientos. Recordemos que esto también ocurrió con los descendientes del primogénito de Melchor Sisternes, Plácido, quien enlazó con hemos dicho con Mª Angela Manca y Sana. Dos de sus sucesores también formaron parte de las altas dignidades eclesiásticas. Es otra característica en común de las dos familias, el poder alcanzado en otros ámbitos, más allá del judicial, campo donde lo habían desarrollado tradicionalmente. La posición social alcanzada por Melchor Sisternes o Jacinto y Martín Valonga pudo favorecer a sus sucesores, al facilitarles una educación, unas posibilidades económicas y unos contactos sociales que les permitieron desarrollar esas carreras eclesiásticas, demostrando la influencia de ese poder de las familias en el que venimos insistimos.
Las nuevas funciones militares de la
En 1676 cambió la tónica general de lo que estaba siendo el reclutamiento del ejército de Cataluña y del formado en Sicilia con motivo de la revuelta de Mesina. El alto mando hispano era consciente de que se necesitaban más hombres en los ejércitos, lo que significaba que con el reclutamiento de voluntarios no bastaba. El viraje hacia métodos más obligatorios era una de las pocas opciones posibles, aunque la fórmula y la gestión realizada ese año serán novedosas. El reclutamiento quedó en manos de ministros togados del rey, siendo la mayoría miembros de alguna Audiencia o Chancillería, aunque en algunos casos siguieron siendo corregidores de la zona. Lo importante de la novedad eran los poderes y las atribuciones de justicia que tenían estos sujetos, lo que les permitiría realizar más fácilmente su trabajo. Al aumentar los cupos de soldados disminuía la calidad que se exigía, necesitándose además extender el reclutamiento por zonas rurales. En estas reclutas se pedían hombres, aunque éstos no fueran voluntarios. Lo importante era poder formar un ejército considerable, y no tanto la calidad que ofrecía el voluntariado. De esta manera se va a pasar de unos reclutamientos a pequeña escala en zonas urbanas, buscando voluntarios, a levas de otro tipo de hombres -penados, forzados, vagabundos,…en las que el reclutamiento se extiende también por zonas rurales, para así reunir más hombres 5 . efectiva como se esperaba, y tras pasar los capitanes todo el otoño y el invierno alistando en esos lugares apenas hubo voluntarios 7 .
A finales de 1675, al temer que las tropas francesas que se concentraban en Burdeos pudieran atacar la provincia de Guipúzcoa, se ordenó una nueva leva de 400 hombres. Los lugares indicados eran Valladolid, Medina del Campo, Medina de Rioseco y Palencia, ya que los lugares más cercanos como La Rioja, en donde tradicionalmente se realizaba el reclutamiento para esas guarniciones, estaban ocupados realizando una leva para los presidios de Navarra. La recluta se gestionaría a cargo del Presidente de la Chancillería de Valladolid 8 . La leva comenzó al llegar los avisos, en enero del año siguiente, entregando la Hacienda Real 4.000 escudos para costear cada compañía, estimándose el coste de cada vestido de munición en 209 reales de vellón 9 .
La leva a cargo del Presidente de la Chancillería de Valladolid se realizó sin problemas, reclutándose soldados en Medina de Rioseco, Valladolid, Palencia y Medina del Campo. Los 400 hombres fueron reunidos con rapidez, enviándose desde Valladolid dos compañías los días 13 y 5 de febrero. La compañía formada en Medina de Rioseco, a pesar de las dificultades, salió de la ciudad a mediados de marzo. La última compañía con 116 soldados, salió a comienzos de abril, dándose por concluida la leva. Los gastos no fueron demasiado elevados, sobrando 24.284 reales de los 160.000 remitidos, aplicándose el remanente a la leva para Cataluña 10 .
El reclutamiento para Cataluña: La superintendencia del Presidente de la Chancillería de Valladolid
La cédula real del 5 de febrero modificaba un poco el proyecto, y clarificaba lo que se intentaba conseguir, reorganizándose las aportaciones y distritos ante la negativa de la nobleza a participar. En primer lugar se pedía brevedad en el servicio, ya que lo que importaba era que estos hombres estuviesen en Cataluña para la campaña de ese mismo año, por lo que los encargados debían actuar con rapidez, moviéndose por los distritos para solucionar problemas y acudir contra las justicias locales que no cumpliesen las órdenes. En cuanto al reclutamiento, lo primero era intentar alistar voluntarios -todos los que se pudiesen-, además de aplicar a la leva -por métodos suaves-, todos los malentretenidos, vagabundos y presos por delitos leves que hubiese en las cárceles. Ya que se esperaba que eso no levantara excesivas quejas, ante la oportunidad de que las provincias se beneficiarían de "limpiar sus lugares de gente tan perjudicial" 12 .
Junto con estas medidas se mandó publicar un bando, pregonado en todas partes, que ordenaba que todos los soldados que hubiesen gozado sueldo del rey, y hubiesen vuelto de los ejércitos con licencia o sin ella -del grado de Maestre de Campo hacia abajo -, debían registrarse en menos de 15 días, presentándose en los lugares donde hubiera alguna bandera arbolada. Todos los que no tuviesen licencia debían alistarse en estas compañías bajo pena de servir 6 años en uno de los presidios. Los que sí tenían licencia, se comprobarían sus papeles, determinando las justicias si éstos podían volver a servir o si estaban imposibilitados 13 .
La superintendencia quedó en manos del presidente de la Chancillería, Manuel González, que elegiría a otros tres ministros para que le ayudaran en la materia 14 , ante la enorme extensión del territorio que debía abarcar, siendo los elegidos dos de los oidores de la Chancillería y un alcalde del crimen. Los hombres debían enviarse a la plaza de armas elegida como punto de reunión de las tropas: Valladolid. Allí se vestiría a todas las compañías menos las reclutadas en La Rioja y Burgos por Juaniz de Echalaz, que para evitar mayores costes se enviarían desde los lugares de reclutamiento.
La gestión del reclutamiento
El reclutamiento se produjo mediante diferentes métodos. Las acciones directas de reclutamiento estuvieron a cargo de los ministros togados -y de los capitanes, que reunieron voluntarios-, mientras que el presidente de la Chancillería coordinó el conjunto y vigiló los procedimientos usados. Gran parte de las cuentas, cartas y otros diversos papeles administrativos han llegado hasta nuestros días. Mediante ellos podemos saber más de este enorme esfuerzo reclutador. Los partidos encomendados al presidente de la Chancillería fueron muy amplios, aunque no todos estaban libres de cargas militares o reclutamientos. Los pueblos de las provincias de Zamora y Salamanca -al ser fronterizos con Portugal-participaban activamente aportando milicianos para las fortificaciones que jalonaban dicha frontera 15 . Además, en una parte del territorio estaban reclutándose 400 hombres para los presidios de Guipúzcoa, además de una compañía para el Regimiento de Guardia en Segovia, lo que limitó las posibilidades del reclutamiento voluntario en estas zonas, excesivamente sobrecargadas 16 . Por ello era obvio que no se podrían encontrar los suficientes voluntarios para completar la petición de 1.600 hombres, por lo que se usaron diversos métodos para cumplir con el número pedido.
El presidente de la Chancillería se encargó de continuar con la captación de voluntarios en Valladolid, Palencia, Medina del Campo y Medina de Rioseco, gracias a la ayuda de sus respectivos corregidores. Para ello contó con diez capitanes que se desplazaron desde Madrid, la mayoría veteranos enviados de los Tercios que combatían en el principado, además de varias patentes en blanco que había recibido 17 .
En la ciudad de Palencia se continuó con el reclutamiento comenzado en enero para los presidios de Guipúzcoa. Los primeros hombres, tanto voluntarios como forzados, se enviaron a Valladolid y otros puntos de encuentro en pequeñas tropas, aplicándose tanto a la leva pedida para los presidios de Guipúzcoa como a la de Cataluña. En total salieron de Palencia 186 hombres, 110 de ellos a mediados de marzo en la compañía de don Jerónimo Sandoval, mientras que el resto se envió en pequeñas tropas a Valladolid y otras partes para agregarse a otras compañías 18 . En Medina del Campo también se reclutaron al menos unos 40 soldados con la ayuda del corregidor 19 .
Desde el principio la ciudad de Valladolid mostró su colaboración, sobre todo a raíz de la llegada de las cédulas reales. En febrero el cabildo nombró dos aposentadores para el cuidado de la leva, que fueron los encargados de comunicar al Presidente de la Chancillería la disponibilidad de la ciudad para conceder cualquier ayuda económica. El presidente, agradecido, contestó que no hacía falta más dinero ya que el reclutamiento era a costa de la corona, aunque ordenó que el cabildo "estubiese a la vista de la gente vagante y malentretenida que hubiere en la ciudad", para comunicárselo y poder detenerlos para engrosar las compañías que se formaban. En la ciudad se arbolaron varias banderas para captar voluntarios, de sus cárceles salieron condenados y en sus calles se realizaron redadas para capturar a todos los vagabundos y ociosos, como estaba ocurriendo en todas las ciudades de la meseta norte 20 .
El oidor Gaspar de Mondragón debía reclutar en una amplia zona de la Sargentía Mayor de Valladolid -que por aquel momento abarcaba también lugares más allá de sus fronteras, como el norte de la actual provincia de Zamora-, las ciudades de Toro y Zamora y sus jurisdicciones, además de levantar gente en los estados del marqués de Astorga y del conde de Benavente. En un primer momento se desplazó a Benavente, en donde con rapidez pudo reunir -a comienzos de marzo-dos compañías con los hombres entregados por las jurisdicciones de la zona, y de las tierras del conde de Benavente y el marqués de Astorga.
Después del análisis pormenorizado de los papeles remitidos por Mondragón al secretario de la Sargentía Mayor de Valladolid, y de los pies de lista de los soldados de las compañías de los capitanes don Nicolás de Agüero y don Joseph de Villa, conocemos mejor como se efectuó este reclutamiento. Los capitanes reunieron 26 voluntarios en Benavente y La Bañeza, por lo que estas villas de importancia no se vieron comprometidas a entregar ningún hombre, solventando así su contribución. Los restantes 167 hombres fueron entregados por los pueblos de esas jurisdicciones, sin que se llegara a establecer un cupo fijo, siendo su aportación bastante acorde con el vecindario de cada uno y su importancia. La fórmula era idéntica a la utilizada para nutrir las compañías con las que esa región acudió a defender Puebla de Sanabria durante el enfrentamiento hispano-luso que había concluido diez años atrás. Pero la diferencia estaba en que entonces había un cupo obligatorio, y en ese año no parece que lo hubiera, ya que las órdenes reales nada hablaban de ello.
Si analizamos los sujetos entregados nos damos cuenta que muy pocos pueblos sirvieron con sus propios vecinos. Así, de todos los soldados, sólo 9 eran naturales del pueblo que los entregaba. Casi la mitad eran de la zona implicada en el reclutamiento y de pueblos próximos, siendo algunos de ellos de zonas muy cercanas pero más deprimidas y pobres, como la zona cercana a Puebla de Sanabria. Prácticamente la otra mitad de los entregados eran originarios del norte peninsular. Al menos 22 eran naturales de Galicia, además de otros que no hemos podido identificar debido a la dificultad de encontrar sus lugares de origen al estar ahora despoblados o haber cambiado de nombre. Otros 5 eran de Asturias y 3 de Cantabria. También abundaban los originarios del norte de León, sobre todo de las zonas montañosas como el Bierzo, la Cabrera y los Ancares. Incluso había algunos de zonas más distantes, como los 2 naturales de Salamanca, y otro de Almagro. De entre todos los entregados por las autoridades municipales sólo hay constancia de un voluntario, siendo el resto forzados.
Tras este análisis podemos determinar que los entregados por los pueblos serían en su mayoría vagantes, presos condenados o simplemente personas que estaban de paso. Esto explica el gran número de gallegos, muchos de ellos emigrantes temporales y permanentes de las tierras de labor castellanas, más ricas que sus tierras montañosas, que ya fuera por el verano o indefinidamente emigraban a los pueblos castellanos, sobre todo a Tierra de Campos. Entre los voluntarios alistados en Benavente podemos comprobar también el mismo fenómeno, ya que de ellos un buen número eran naturales de la misma villa, o de pueblos cercanos, encontrándose en los pies de lista también gallegos y asturianos. Pero en el caso de los voluntarios el número de procedencias más dispares aumenta, ya que entre ellos podemos ver a un navarro, un aragonés, además de a un madrileño y un salmantino, aumentando en este grupo el porcentaje de provenientes de poblaciones urbanas, prácticamente nulo en el caso de los entregados por los pueblos 21 .
La actuación de Mondragón conllevó las críticas del corregidor de León, que en esos momentos debía reunir 600 hombres en esa provincia, acción que limitaba el oidor al reclutar en los territorios señoriales de su jurisdicción y de la difusa frontera del adelantamiento. Ante ello la leva se detuvo, y Mondragón se desplazó a Zamora, donde reunió otra compañía, para después proseguir sus labores en Toro. En ambas ciudades contó con la ayuda de los corregidores, que ya antes de su llegada había comenzado la recluta con el dinero enviado por el presidente de la Chancillería 22 .
Gracias al diario contemporáneo de Antonio Moreno de la Torre, Merino mayor de la ciudad de Zamora, conocemos diversas noticias sobre el reclutamiento. Según su crónica casi diaria de los sucesos más importantes de la ciudad, sabemos que la primera de las acciones llevadas a cabo por las autoridades fue la remisión a Valladolid de todos los vagabundos. Aunque no sabemos su número, el 2 de marzo salieron de Zamora tres carros con hombres. Sin duda esta era la acción más fácil, por lo que a la llegada de las órdenes reales a la ciudad ésta se aplicó a su captura, lo que no suscitó las críticas de la población, que en general no se veía perturbada, como nos demuestra el diario, muy crítico con la corona: "Domingo 8 de marzo 1676: Ha 6 días que partieron para la guerra 3 carros con vagabundos. Es general en las demás ciudades, así saldrán las victorias. Verán las orejas al lobo y se aplicarán al trabajo" 23 .
En el mes de abril llegó Gaspar Mondragón, que por desconocimiento Antonio Moreno cita como José Mondragón, Oidor de Benavente, aunque realmente era Oidor de Valladolid pero venía de reclutar en Benavente. Mondragón permaneció en la ciudad 17 días para sacar gente para Flandes, según la idea incorrecta de Antonio Moreno. Pero el cabildo de la ciudad no le dio la acogida esperada, por lo que éste se marcharía a Toro disgustado, quedando la ciudad de Zamora con miedo a un mal informe. A partir del 30 de abril el gobernador y muchos alguaciles comenzaron, de día y de noche, a prender vagabundos y mozos solteros sin ocupación aparente, por lo que por miedo muchos huyeron a los montes. A comienzos de mayo salieron de la ciudad tres tropas hacia Toro, con un total de 158 hombres a pie y esposados. Las prevenciones acabaron el 10 de mayo, cuando se pregonó en Toro el final de la leva y la marcha de Mondragón a Valladolid 24 . La implicación de la ciudad fue alta, en parte porque según la historiografía local en ese año se habían pedido al cabildo 800 hombres, algo que no sabemos si es una exageración o una treta de Mondragón para conseguir una importante aportación, algo que parece que consiguió 25 . Mondragón no sólo incomodó a las autoridades locales, sino que incluso el Consejo de Estado criticó sus actuaciones ya que la zona estaba empobrecida por la pasada guerra y se temía que la leva se llevase a los pocos naturales que podían defender la región, perturbando a su vez a los portugueses, que podían creer que las tropas se reunían para atacarles 26 .
En las tierras Puebla de Sanabria, que por aquel entonces dependía como señorío del Conde de Benavente al partido de Valladolid, se intentó también reclutar hombres. Tentativa que tuvo poco éxito, ya que a finales de mayo sólo se habían podido reclutar 8 hombres en la compañía del capitán don Antonio de Prada Barrio. El motivo, según el Conde de Benavente, fue la "mala disposición" de la villa a efectuar el reclutamiento, que por lo que creemos se limitó a permitir el reclutamiento de voluntarios, no dándose ninguna orden para que los pueblos entregasen hombres. Para justificar su negativa es posible que los pueblos de la zona reclamaran ser excusados por el alto número de habitantes de procedencia hidalga que los habitaba, o que esgrimieran que sus milicias seguían participando en la guarnición del presidio de Puebla 27 .
En total, entre las actuaciones de Gaspar Mondragón y del Presidente de la Chancillería, se formaron cinco compañías -entre las aportaciones sacadas de Benavente, Zamora, Toro, Valladolid y Medina del Campo-reuniéndose unos 585 soldados, que junto con sus oficiales serían 621 plazas, además de otros 110 reunidos en Palencia. Con ellos se formaron 6 compañías, aunque algunos se incluyeron en otras compañías que salieron de la ciudad 28
El ejemplo del fraude: El reclutamiento en Soria, La Rioja y Burgos
A Juan de Echalaz, Alcalde del Crimen de la Chancillería de Valladolid, se le encargó el reclutamiento de 500 hombres en los partidos de La Rioja y Burgos, y las Sargentías mayores de Soria y Ágreda. Para realizar esta labor se le enviaron al menos 2 capitanes desde Valladolid, de los remitidos desde Madrid. Pero en el transcurso de esta leva se vieron distintos problemas motivados sobre todo por lo agotados que estaban dichos distritos, ya que pocos meses antes había dado por concluida la leva que se realizaba para el presidio de Pamplona ante los pocos voluntarios reunidos. Igualmente en la ciudad de Burgos se continuaba reclutando una compañía para los presidios de Guipúzcoa, que no terminó de completarse hasta principios del mes de abril, por lo que coincidió con el reclutamiento que realizó uno de los capitanes enviados de Valladolid, don Cosme Lorenzo 32 . Echalaz también encontró muchos problemas en Soria y La Rioja, por lo que tenía difícil reunir los hombres pedidos. Ya el corregidor de Santo Domingo de la Calzada -con la llegada de las órdenes emitidas por el Alcalde del Crimen, y de un capitán enviado por éste-, informaba al Consejo de Guerra que sería complicado cumplir con la leva, ya que incluso aún se encontraba en esa jurisdicción un capitán de la leva pasada 33 . También desde el cabildo de la ciudad de Burgos se ofrecieron distintas objeciones y quejas, no sólo porque otro capitán estaba reclutando en la ciudad, sino también porque echaban en falta una orden real firmada por el rey a la llegada del capitán procedente de Valladolid, que sólo había presentado una carta del Presidente de la Chancillería. Por esta última cuestión el cabildo retrasó el comienzo de la recluta poniendo en apuros la autoridad de Juan de Echalaz, que por aquel momento se encontraba atendiendo al reclutamiento en La Rioja. Finalmente la ciudad reconoció su obligación para cumplir con las necesidades que atravesaba la monarquía, por lo que se aplicó a encontrar y asegurar en la cárcel a todos los vagabundos y malentretenidos que se encontraban en su jurisdicción, para que se pudieran incluir a la leva junto con los voluntarios reunidos por el capitán, como pedían las órdenes 34 . A mediados de mayo la ciudad dio por cumplido su servicio, e informó por carta a Echalaz, aunque éste pretendía una mayor contribución 35 .
Echalaz incumplió las órdenes e intentó negociar con diferentes ciudades para que entregaran hombres más allá de los dictados de las cédulas reales. Así negoció con la ciudad de Soria durante el mes de abril. Tras reunirse todos los regidores a campana tañida acordaron que la ciudad y su sargentía contribuirían con 100 soldados y 40 reales por soldado para su manutención. También se acordó que los pueblos podían evitar entregar soldados si daban 60 ducados 36 . Con esta treta Echalaz no sólo intentaba cumplir con sus objetivos, sino que además exigía dinero cuando todos los gastos del reclutamiento estaban pagados por la corona.
Gracias a un memorial presentado en el Consejo de Guerra contra Echalaz sabemos más sobre su actuación, y sobre los excesos que realizó 37 . Diversos partidos se quejaron de su aspereza en la comunicación de las órdenes, y muchos lugares pequeños colaboraron en los dictados de este ministro por miedo, dando tanto los hombres como dinero. A muchos lugares, sobre todo a los más pobres y pequeños, les pidió que dieran dinero, entre 30 a 50 reales por cada soldado que repartió. Según Echalaz este dinero serviría para el vestuario y sustento de los hombres, pero para ello la corona le había remitido 24.000 escudos. Todo el dinero recaudado por esta vía -cerca de 20.000 ducados-, se lo embolsó contraviniendo las instrucciones. El descaro del Alcalde del Crimen era tal que incluso llegó a remitir papeles a cada pueblo que entregaba dinero certificando la entrega. Por ignorancia muchos de los pueblos pequeños contribuyeron celosamente, pero no fue así en los lugares de mayor tamaño, sobre todo la ciudad de Burgos, que siempre celosa de sus privilegios pidió cuentas de lo exigido. Esta circunstancia hizo que Echalaz actuase fundamentalmente sobre los lugares más pequeños, centrando sus actuaciones en La Rioja, las Sargentías Mayores de Santo Domingo de la Calzada y Ágreda, y el estado de los Cameros.
Según el memorial apenas se reunieron 120 voluntarios en las 5 banderas arboladas en diferentes ciudades y villas. Además las autoridades entregaron otros 100 malentretenidos, siendo el resto forzados aplicados por sus propios pueblos a través del repartimiento efectuado. Estas acciones se saldaron con el reclutamiento de 500 hombres entre el 1 de marzo hasta mediados de julio, pero por múltiples razones apenas se pudieron enviar 400 a Cataluña. El gran problema fue la enorme detención, ya que hubo hombres que estuvieron encarcelados durante tres meses en las cárceles de La Rioja provocando múltiples enfermedades. La situación fue tan extrema que la población llegó a pensar, por el mal olor, que la gente estaba apestada. Las malas condiciones de la tropa, por los muchos enfermos que había, hicieron que los soldados fueran enviados a Cataluña en carros, aumentando los gastos. La primera compañía enviada a Cataluña se remitió a finales de abril, y la cuarta y última el 15 de julio, por lo que todas salieron mucho más tarde de lo esperado, no siendo los reclutados de mucho provecho en el frente ante su tardía llegada y mala calidad. También la corona se quejó de los gastos ocasionados, ya que por el dinero gastado se podrían haber reclutado perfectamente 600 hombres, excusándose los 8.000 ducados que se gastaron en sueldos por la detención de los oficiales y soldados.
También los capitanes elegidos para la recluta se quejaron de las arbitrariedades del ministro. Uno de los capitanes tuvo que ser enviado a Valladolid para que el Presidente de la Chancillería le formara una compañía ante la imposibilidad de darle hombres para que reuniese la suya propia. Otro de los capitanes, un caballero notorio y natural de Calahorra, había llegado a reclutar con gran esfuerzo 80 soldados, gastando dinero de su hacienda. Pero Echalaz le quitó su compañía agregando sus hombres al resto de los capitanes, premiando a este sujeto con la cárcel por sus continuas quejas.
En total formó 4 compañías con 410 hombres, que se socorrieron, vistieron y enviaron desde sus partidos a cargo del dinero consignado por el presidente de la Chancillería 38 . Los abusos, robos y engaños de Echalaz fueron muy importantes y notorios, pudiendo enriquecerse notablemente gracias a su intervención en la leva. Pese a que había salido hacía 4 años del colegio mayor, endeudado tras sus estudios, Echalaz mostraba una enorme ostentación en carros, caballos, ropas, criados, alhajas y propiedades, lo que le hacía parecer un marqués más que un hombre de leyes, ya que como mínimo disponía de una fortuna valorada en 4.000 ducados de plata 39 . A pesar del fraude, este ministro no parece que fuera castigado, ya que en 1691 se convertiría en Alcalde de Casa y Corte, y consejero de Órdenes 40 .
Balance y costes
Durante 1676 el reclutamiento realizado para Cataluña fue realmente intenso, multiplicándose la llegada de hombres con respecto a años pasados. En total se remitieron por parte del presidente de la Chancillería 16 compañías al ejército de Cataluña con más de 1.600 hombres, además de otros 400 para reforzar la frontera de Guipúzcoa 41 . Los gastos diferían mucho entre los hombres reclutados para uno y otro destino, y eso que el coste del vestuario pudo rebajarse notablemente de una leva a otra, ahorrándose 51 reales 42 . Un hombre reunido en los primeros meses del año para Guipúzcoa costaba casi 340 reales, mientras que los reclutados meses después 486, debido a la gran diferencia que había en el transporte de los soldados, ya que un soldado tardaba de Valladolid a Barcelona un mes, y en Aragón había que pagar a los soldados en plata, multiplicándose los gastos. A nivel social, los costes fueron altos, ya que la realización de esta leva en muchos casos generó pequeños conflictos locales ante la arbitrariedad de las autoridades, que por fines particulares atropellaban a algunos vecinos honrados a los que sin causa alguna incluían en los cupos pedidos, como le ocurrió a un vecino de Viana de Duero, al que sin motivo aparente alistaron a la fuerza 43 . Es lógico que a finales de junio el rey ordenara el cese de todas las levas ante el incumplimiento de las órdenes, en las que expresamente se hacía mención al reclutamiento de voluntarios, vagabundos y malentretenidos, además de los desertores y antiguos soldados que hubieran gozado de sueldo. En esos momentos habían llegado a Madrid noticias de que las autoridades empezaban a aplicar a los labradores, artesanos y otras personas necesarias en los pueblos, lo que había hecho que muchos abandonasen sus tierras por miedo. Ahora se necesitaba que la cosecha se recogiese, por lo que el rey daba orden para que las levas cesasen, y que todos los ministros mandaran sus cuentas 44 . Las fugas en estas tropas compuestas por muchos forzados fueron importantes, a pesar de que cada compañía iba acompañada por 6 guardas. Incluso las cuentas de algunas compañías nos muestran la compra de esposas para evitar la deserción durante el tránsito, si bien en otros casos las enfermedades evitaban que las compañías llegasen completas. Así, de la compañía de 110 soldados reclutada en Palencia, 10 huyeron antes de llegar a Cataluña, pudiéndose capturar a dos de ellos meses después 45 . Ya en ejército las tasas de deserción solían ser más altas, ante la falta de medios. En los alojamientos de campaña, o en las guarniciones, todos los que querían huir podían hacerlo si lo deseaban, siendo sólo cuestión de tiempo. Solamente el cuidado de sus oficiales y la ayuda que éstos podían prestar a los hombres podía diferenciar en mayor o menor grado las fugas. La carencia de informes precisos no impide que podamos realizar estimaciones, debido a que para ese año se conservan dos muestras del ejército de Cataluña, una para finales del mes de junio y la otra de finales de septiembre. Gracias a ellas, y al conocimiento de muchos de los capitanes reclutadores, sabemos que en junio ya sólo quedaban 572 de los 1.010 soldados enviados desde Valladolid por el presidente de la Chancillería. En septiembre, a pesar de que habían podido llegar otros 200, ya sólo quedaban 522 soldados, poco más del 40% de los alistados meses atrás 46 La importancia de esta clase de reclutamientos fue tal que su éxito era esgrimido por los ministros togados para que la corona los recompensase con un ascenso o con alguna merced. De esta manera el presidente de la Chancillería intentó ser nombrado consejero de Castilla tras el éxito de la leva que había realizado en 1675. Incluso ese mismo año el licenciado don Juan de León Araujo, Oidor de la Chancillería de Valladolid, ofertó al Consejo de Guerra reunir 300 hombres a su costa para ser nombrado alcalde de Casa y Corte, algo que no fue aceptado 47 . Eso deja claro que la nueva importancia de las labores de los ministros togados en el reclutamiento, el éxito que tuvieron en el mismo, y que estas nuevas funciones eran vistas como una oportunidad de ascender, medrar o incluso enriquecerse ilícitamente.
La figura del oficial a través de la tratadística militar (1665-1788)
The officer through the military treatises (1665-1788)
David Alberto ABIÁN CUBILLO Universidad de Cantabria
El oficial a lo largo de la edad moderna
Como es bien sabido, la sociedad europea medieval estaba organizada según el esquema tripartito Oratore-Laboratore-Bellatore. Estos últimos, ligados a la nobleza, eran en su condición de caballeros los encargados de la defensa del territorio. Dada la preminencia de la caballería en los campos de batalla medievales, este orden estructural estaba claramente establecido en la sociedad, pero con la revolución militar la caballería perdió su aura de invencibilidad amén de su preeminencia en el ejército, y desde este momento cualquier "plebeyo" podría derribarlo ya fuese con una pica o con arcabuz a distancia, algo de lo que da buena cuenta Cervantes en el Quijote:
En España, desde el reinado de Carlos II, y especialmente con la llegada de los Borbones, se fomentó con mayor insistencia la incorporación de la nobleza al ejército creando la figura del cadete. Este puesto estaba reservado a los hijos de nobles, quienes con el tiempo serían los que se convirtiesen en oficiales. De hecho, sería requisito indispensable en todo el siglo XVIII superar pruebas de nobleza para ser cadete o entrar en una academia militar, si bien, si eras hijo de oficial, quedabas exento de dichas prueba.
Entre la propia nobleza existían también diferencias, ya que mientras que a la alta nobleza le eran normalmente asignados los puestos más altos del escalafón, los puestos de oficiales de menor rango eran ocupados por miembros de la baja nobleza, que veían ésta como una salida honorable e incluso bien remunerada, además de proporcionarles honor y prestigio 17 .
Si bien la tratadística siempre defendió el papel de la nobleza, empezó también a defender desde mediados del siglo XVII el ascenso a través del mérito, la calidad y la experiencia 18 . Como expresaba Francisco Dávila Orejón "se ha de buscar el puesto a la persona y no la persona al puesto" 19 . Sin embargo, no será hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando la tratadística defienda más fervientemente la meritocracia. Manuel de Aguirre, por ejemplo, sobreponía el mérito por encima de la antigüedad 20 . No obstante, esta meritocracia defendida por la tratadística no significaba un ataque contra la nobleza, puesto que lo que se estaba defendiendo era una meritocracia entre los oficiales nobles. De hecho, en 1794 Donoso todavía relaciona en su tratado, Despertador O Avisos Para La Juventud Militar, oficial con noble, y oficial con los antiguos caballeros medievales. 21 Habría que esperar hasta principios del XIX para que se empezase a pedir la abolición de pruebas de nobleza para la oficialidad.
Donde la meritocracia alcanzó un mayor protagonismo fue entre los cuerpos facultativos -artillería e ingeniería-ya que, debido a los grandes requisitos científicos que exigían, fue necesario promover a hombres no solamente por méritos sino incluso fuera de la nobleza.
Uno de los principales temas de los que la tratadística militar se ocupó durante la Edad Moderna fue del debate entre las armas y las letras. Desde la segunda mitad del XVII, la tratadística empezó a defender la formación de los militares, si bien en muchas de las ocasiones veces seguían siendo las armas las vencedoras de la pugna. A este respecto, Francisco Ventura de la Sala y Abarca, incluye por ejemplo en su obra Después De Dios La Primera Obligación Y Glosa De Órdenes Militar (1681), a modo de prólogo, una discusión entre un hombre de letras y un soldado sobre quién debe quedarse por méritos la única cama de una posada. Si bien al final resulta vencedor el soldado, ambos llegan a una cordial amistad, simbolizando una posible colaboración entre ambas disciplinas 22 .
No obstante, si bien se inicia en esta época la defensa de la colaboración entre las armas y las letras, seguirán escribiéndose tratados que aborden esta pugna hasta finales del siglo XVIII 23 . Llegar a una conclusión no fue algo sencillo. El giro de pensamiento hacia un acercamiento entre ambas posturas se produjo tras la crisis militar hispana del siglo XVII, que hizo que los tratadistas buscasen los fallos del ejército, identificando la preeminencia de las armas como uno de esos males.
Ante la presencia de esta rivalidad entre letras y armas, los tratadistas se centraron en convencer a los soldados de la necesidad e importancia de leer, haciéndoles ver que un oficial no era perfecto sin ciencia. En este sentido, son elocuentes las palabras de Pugas y Roja: "las letras son madre de las armas, el arte de la militar se comprendía debajo de la ciencia legal…Sin luz, sin tiento, y sin guía, hecho pasajero errante el militar sin las letras, camina a precipitarse" 24 .
Esta pelea entre armas-letras se dio casi por finalizada en el siglo XVIII con el advenimiento de los Borbones. Militares y tratadistas de envergadura como Santa Cruz de Marcenado o el marqués de la Mina fueron fervientes defensores de la importancia del libro para el mundo militar. No obstante, a finales del siglo XVIII se encontraban todavía algunos militares que se aferraban a la experiencia y repudiaban el libro como método de aprendizaje de la guerra 25 . Sin embargo, a pesar de ello, puede decirse que el ejército borbónico encontró por lo general en las letras un aliado para introducir en la institución militar los adelantos técnicos y científicos que la guerra, de complejidad y exigencia crecientes, demandaba 26 .
Esta pugna entre letras y armas tuvo su influencia en los valores que la tratadística quería para la oficialidad. En un primer momento, la nobleza se había ligado a ese ideal medieval, dónde el valor lo vencía todo y era lo único necesario para derrotar al enemigo, a imitación de los caballeros novelescos como Roldán o Sigfrido. Este ideal del valor sufrió una evolución a lo largo de la Edad Moderna, si bien en las primeras décadas del XVI todavía encontramos afirmaciones como éstas: "la inclinación natural con la que un hombre nace para ponerse en las cosas peligrosas, la tiene naturalmente, sin artificio ni costumbre….con las ballestas y los tiros de pólvora no se conoce la virtud ni el esfuerzo en las batallas" 27 . Con el tiempo, se fueron matizando estas alegorías al valor como único requisito de la oficialidad, incorporándose otras nuevas. Desde mediados del XVII, a la par que se producía el debate armas-letras, la tratadística empezó a dibujar las cualidades de un oficial más allá del valor caballeresco. Esto no quiere decir que el valor dejase de ser importante desde finales del XVII, pero sí el valor irracional sin ningún tipo de sentido. De hecho, es curioso que el coraje, como decía un tratadista inglés, fuese un requisito del honor que solo podían tener los oficiales: "bravery is in the blood, but the courage in the soul. Bravery is instinctive, almost a mechanical reaction. Courage is a virtue, and a lofty and noble sentiment" 28 .
El valor racional se debería conjugar a partir de ahora con un elemento tan o más importante en la guerra, la ciencia. Durante el siglo XVIII, la formación de la oficialidad se convirtió en un tema recurrente dentro del pensamiento militar, como nos muestra la obra de Pugas y Rojas, quien para los puestos de coronel exigía como requisito "tener Ciencia militar adquirida por libros", mientras que de los puestos superiores, como el de Teniente General, afirmaba que "es alma del ejército y conviene que sea gran matemático…ningún otro cargo requiere más adorno de Ciencia y Experiencia" 29 .
Según fue avanzando el siglo, las afirmaciones se volvieron aún más contundentes. Así, Ignacio Liaño y Córdoba afirmaba que "sin el estudio no puede un militar se sabio guerrero, capitán o general consumado…Es la guerra un oficio para los ignorantes y una ciencia para los entendidos" 30 , mientras que otros autores como Cadalso llegaron a realizar duros ataques contra aquellos que no defendían la ciencia como requisito para un oficial, dedicando su obra a "tapar la boca a los pocos viejos y desaliñados militares que se deshacen en invectivas contra la multitud de jóvenes que con gloriosa emulación aspiran a sepultar en perpetuo olvido aquella rancia fama adquirida por nuestros antiguos capitanes, cuyo mal dirigido valor y falta de instrucción, los hizo acreedores, justamente, a la crítica de algunos sabios extranjeros, sonrojo que aun en día sufre nuestra juventud militar" 31 .
Esta importancia de la ciencia en la vida militar, se ve reflejado en el catálogo de la biblioteca de la Academia Militar de El Puerto de Santa María, abierta entre los años 1783 a 1790. En esta biblioteca podemos encontrar más de 420 libros, de los cuales más de 106 son de matemáticas, y en los que hay autores como Newton, Montesquieu, Hume o Whiston 32 .
Los valores morales de la oficialidad según los tratados
Utilizar a los antiguos para aprender o compararse con ellos era algo común en bastantes facetas de la Edad Moderna, y en el mundo militar no fue distinto. A priori, dado que la forma de guerrear en la República Romana o en las polis griegas era diferente a la del periodo moderno, podría parecer que no podrían aplicarse sus enseñanzas a los siglos XVII y XVIII. De hecho, según apunta López Espino, existe un debate abierto sobre el impacto que tuvieron los clásicos entre los oficiales, si solamente servían como aportaciones eruditas o tuvieron alguna repercusión en el mundo militar. Sin embargo, lo que sí parece claro es que para la tratadística de este periodo sí que tuvieron una importancia para la formación completa de un oficial, ya que si no servían para la instrucción en formaciones y tácticas, sí que lo hicieron para formarlos moral y psicológicamente. De hecho, era muy habitual que los escritores militares en el siglo XVIII hablasen de las guerras de la Antigüedad y sus protagonistas, ya que creían que sus valores no habían cambiado. Por ello, los escritores más famosos se basaban muchas veces en los antiguos 33 . Así se expresaba por ejemplo, Pedro de Lucuze en su tratado 28 sobre fortificación (1772): "las máximas de la guerra siempre han sido las mismas, a pesar de que el modo de la guerra haya cambiados desde que se inventó la pólvora, los escritos antiguos son válidos….la historia es central, ya que los hechos pasado iluminan los presentes y previene para los futuros" 34 .
Conocer la historia y las acciones de hombres como Julio Cesar, Aníbal o Alejandro Magno, permitía aprender a los oficiales el valor en hazañas heroicas, cómo tratar a los soldados, el ansia de prestigio, arengas, el honor, cómo impartir disciplina etc. De esta forma, conociendo a los grandes militares de la Historia y teniéndolos como ídolos intentarán emular sus grandes acciones 35 . Asimismo, utilizar a personajes como Alejandro Magno o Julio Cesar, que manejaban ejércitos donde la infantería reinaba, servía para convencer a la nobleza militar europea que era igual de honroso vencer en una batalla con un ejército formado mayoritariamente por infantes 36 .
En la tratadística española, había un factor clave en la formación moral de la oficialidad: la religión. En particular, en el siglo XVIII aparecieron una serie de obras que pretendían formar al militar como un verdadero cristiano católico, defendiendo que la vida castrense no debía estar reñida con los ideales católicos. De hecho, muchos de los tratados de la época señalaban que la región en la vida del oficial era esencial, incluso en fechas tan tardías como 1800, como muestra la obra Discurso Sobre Fomentar La Educación De La Nobleza Destinada A La Milicia, de José Manuel Abarca, quien sostiene que "las reglas militares están extremadamente unidas o son inseparables de la religión y la política, pues ambas contribuyen a la conservación, aumento y seguridad del estado" 37 . Esta importancia de que en la instrucción de los soldados se proporcione una educación dentro la más estricta ortodoxia católica en fechas tan tardías es algo que no se observa en otros países católicos, como por ejemplo Francia 38 .
Esta persistencia demuestra que, a pesar de todas las innovaciones militares acaecidas a lo largo del periodo moderno, el ideal humano que se deseaba era tan piadoso como a comienzos del periodo. Ello se debía a la creencia de que el soldado padecía de los mismos defectos que eran inherentes a su profesión. Por ello, se debía prestar la máxima atención a los riesgos que corría sucumbir en el pecado reprendiéndoles y ayudándoles a retornar al buen camino 39 . De esta forma, según García Hurtado, el soldado español no sólo tenía que ser un perfecto católico, sino también un ejemplo en medio de sus compañeros, preocupándose no sólo de cumplir de manera exacta con sus deberes para con Dios, sino instando a los demás a que perseveren en ese camino" 40 . Además, se pensaba que un soldado que hubiese comulgado con Dios antes de una batalla, no tendría miedo a la muerte, ya que estaría libre de todo pecado y por lo tanto combatiría con un valor que solo daba la religión. "El temor a Dios es la base del arte militar, es lo que da las victorias y hace actuar heroicamente a los soldados" 41 .
La importancia que tuvo esta moral católica se refleja en la obra Instrucciones de un padre á un hijo que entra en el Servicio Militar, impresa en España en 1791. Ésta fue redactada a finales del siglo XVII en Francia y fue traducida por Santiago Álvarez y Campo, de la versión portuguesa impresa en Lisboa en 1713. Esta obra tuvo una gran repercusión en la sociedad española ya que contenía muchas de las máximas que se creía que un buen militar debía tener. En ella se daba gran importancia a la moral del soldado, y destacaba el valor de la religión: "El primer paso hacia la gloria, y base de ella, es la religión, no hay que dejar de ser cristiano por servir al rey". Asimismo, daba una serie de recomendaciones típicas de un "buen cristiano" como respetar las normas escrupulosamente y no adueñarse de la paga del soldado, cuidar heridos, alejarse del vino, de las mujeres y de juegos de apuestas, etc. Este tipo de obras serán comunes a lo largo del siglo XVIII, pudiéndose encontrar algunas incluso a principios del siglo XIX 42 .
Durante el siglo XVIII, esta instrucción en el catolicismo no solamente se proporcionaba a través de tratados militares, sino que incluso venía de las mismísimas instrucciones u ordenanzas reales, y en algunas Academias constituía una materia de enseñanza 43 . Esto puede deberse, según Albaladejo, a la creencia de que los mayores éxitos de la Monarquía Hispánica se habían producido en el siglo XVI y principios del XVII, que coincidían justamente con la época de mayor fervor religioso y más "respeto" a la Iglesia 44 .
El autor
Evidentemente, conocer al autor acredita la importancia del presente trabajo. No se trata de alguien que desconozca de qué habla, sino de un militar de graduación, experimentado y veterano en el combate y la vida castrense, cuestiones que dan valor a sus palabras y propuestas.
Efectivamente. Cuenta en el momento veintidós años de servicio, en el cual había empezado de capitán, y era teniente coronel graduado de coronel; había servido 12 años en la Plana Mayor de Guardias y herido en Argel. Entendemos que esté ligado a América, ya que sabemos que fue veterano en Panzacola, donde mandó una división, a lo que añadimos que en su plan contempla también las Américas y que pide una encomienda de no llevarse a cabo 2 .
Pero no sólo es un militar experimentado, sino ilustrado, ya que en el momento de presentar este plan de reformas, había escrito dos tratados, uno de fortificación y el otro de táctica. Por último, a pesar de todo, no se siente reconocido.
Contexto del documento; problemático contexto español
Al ser nuestra fuente principal un documento es esencial conocer en qué momento fue creado. Aunque no especifica la fecha, sí contamos con algunas valiosas pistas. Según explicita el autor, fue redactado en un momento en el que no había guerra, aunque intuía una conflagración inminente. Atendiendo a esto y a que está dirigido a Floridablanca, deducimos que fuera redactado tras la Paz de París de 1783 y cuando el conde ostentaba el cargo de primer secretario de Estado (1777 a 1792). Por tanto, estaría redactado entre 1783 y 1792, antes del estallido de la Guerra contra la Convención (1793). Nuestras hipótesis se refuerzan si, como indica, data de veintidós años después de unas reformas muy positivas, que suponemos sean las de Carlos III de 1768. Así pues, lo ubicamos en 1790 y, como es sabido, por esas fechas España tenía un panorama internacional, y nacional, realmente difícil con su nuevo rey Carlos IV, que había subido al trono muy recientemente (1788) 3 .
José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, la Revolución y Nootka
En la última década del siglo XVIII se produce un giro brusco en la política internacional europea. El origen está en la Revolución Francesa, cuyo estallido tiene lugar en 1789. En ese momento las ideas ilustradas de Floridablanca desaparecieron e 2 Por estas pistas y las que veremos a continuación, aunque no lo podamos rubricar, nos acercan a la figura del conde del Asalto, Francisco González de Bassecourt. Además, aparece en esos años siempre en el Regimiento de Guardias de Infantería Española y, en éstos regimientos, los empleos de coroneles y tenientes coroneles también estaban desempeñados por tenientes generales y mariscales de campo. Respecto a este personaje en sí, sabemos que de 1785 a 1790 es teniente coronel. Igualmente en 1788 y 1799 este regimiento no tuvo coronel, por lo que se supone que desempeñó el cargo de jefe, es decir, graduado de coronel. Agradecemos al fallecido profesor Nigel Glendinning así como a Agustín Pacheco Fernández su ayuda para encontrar las pistas pertinentes. intentó que no contagiaran a España aislándola del país vecino 4 . El país se debe preparar para la guerra, llegando a aumentar hasta 20.000 hombres el ejército de Cataluña en 1790 -lo que siguió, evidentemente, a las reformas militares de la centuria y las inmediatas anteriores de Carlos III-.
Al morir Carlos III, había en España una fuerza total de 130.000 hombres entre ejército permanente y milicias provinciales y urbanas. En lo que hace a la Armada, no gozaba de buena salud a pesar de ser numerosa. Carlos IV comprendió desde el principio la necesidad de aumentar y organizar adecuadamente su ejército para resistir una conflagración, sobre todo con el ahora más amenazante vecino francés, que precisamente se estaba reorganizando de cara a luchar contra Europa entera. Y así, se llevarán reformas, destacando la de infantería en 1791 5 , pero estalló la guerra sin terminarlas y sin una preparación para hacer frente al enemigo 6 .
Por si fuera poco, se une una nueva crisis con Inglaterra, reflejando la debilidad española. La solidez del gobierno y la capacidad de actuación hispana se vieron seriamente en entredicho tras los sucesos de la bahía de Nootka-Sound (Vancouver) en la que finalmente hubo de renunciar a sus pretensiones territoriales al Norte de los 48º 7 .
En suma, tanto por los choques con Inglaterra, que acababa de perder sus colonias pero no quería perder el control del mar, como por la inquietante Francia, el potencial militar debía estar preparado, al menos por lógica y por precaución.
Contexto del ejército español; los problemas del proyecto
Ante tal panorama, el ejército es un garante y signo de salud y potencia de la nación, algo que ve claramente el autor, que plantea una cuestión evidente: repercute de forma directa en la política. Junto a ello, por su plan de reforma, deja patente el mal estado de éste en España, entendiendo como España también las Indias, claro. Así, qué males sufría y revela el documento.
Con todo, centrándose en la infantería y siguiendo el expediente que tomamos como punto de partida, se trataba de un ejército incompleto, le faltaban hombres; sin medios, mal vestido y mal pertrechado; atrasado dos décadas respecto a sus principales competidores; deficientemente instruido. Además, el soldado lo aborrecía y los oficiales se sentían abatidos por tener un sueldo escaso, es decir mal pagado, que se les debía aumentar ya que habían sufrido la subida de los precios de géneros y comestibles en la última guerra -no hará falta entonces hablar de la tropa-. Por si fuera poco, esos oficiales ignoraban en buena medida los principios de las grandes maniobras. Muestra, evidentemente, una visión desalentadora y en un momento además crítico. Junto a ello, tenemos unas levas y reclutas insuficientes y gravosas, que se evidenciaron así más durante el último conflicto, con lo cual se debía cambiar el método de alistamiento. Por si fuera poco, además de perjudicar a la población, lesionaban al desarrollo de la agricultura y de la industria.
Plantea así una reforma a fondo. Las de veintidós años atrás habían sido muy positivas y un avance respecto al resto de Europa, pero desde entonces no se había hecho nada, mientras que las demás potencias habían superado en ese tiempo lo realizado en nuestro país -según explicita el autor, por los progresos derivados de la experiencia en los campamentos y la maniobra con cuerpos de ejército-.
Por tanto y en resumen: un ejército mal formado, con carencias de hombres y de material, mal pagado, con una oficialidad poco motivada y que en ocasiones no contaba con la formación que debería.
Levas y reclutas
Como recoge Cristina Borreguero, Vallecillo, comentarista de la legislación militar, se queja de que las Ordenanzas nombran indistintamente las voces de "quinta", "leva", "recluta" o "reemplazo" sin distinguir su significado 8 . Según diferentes autores, unos verán matices entre estas acepciones por forma de inserción en filas de los mozos. A nivel general y para simplificar, hablaremos de levas cuando aludamos a un sistema para incluir en el ejército mozos forzados y de reclutas en caso de voluntarios 9 .
Con todo, al comenzar el reinado de Felipe V la necesidad de tropas ya se había planteado como uno de los mayores problemas a afrontar. Más adelante, la falta de efectivo humano se acabó convirtiendo en una constante secular y fue objeto de preocupación de los sucesivos gobernantes, traduciéndose pronto en la implantación de unos métodos de reclutamiento coercitivos e impopulares, no desarrollándose una política que tendiera a incentivar la atracción de la sociedad por la carrera de las armas. De esta manera se integraron en la tropa individuos que muchas veces provenían de los Le colocaría su nombre en el "templo de la fama entre los de más apreciables a la nación española" 13 . El autor piensa que la plana mayor de los cuerpos de infantería le apoyarían, pero el Inspector General 14 , tras el ministro del momento 15 , serían el escollo a vencer. De ahí que solicitara a Floridablanca que, si aprobaba el plan, le diera el empleo de Ayudante General de Infantería, directamente supeditado al aristócrata, mientras se llevara a cabo la reforma; de lo contrario, solicitaba una encomienda para mantener a su familia 16 .
Por otro lado, también deja ver los posibles recelos que había en la administración española y en los que se veía Floridablanca afectado. Decimos esto porque expone que, debido a la importancia de esta reforma, no habría sospechas de intromisión en "un departamento extraño". Esta afirmación igualmente evidencia que las facciones y las intrigas políticas eran apreciadas por distintos sectores de la sociedad. En el caso de Floridablanca o Aranda eran conocidas 17 .
Desarrollo de la propuesta
Veamos ahora concretamente en qué consisten las soluciones de la reforma, punto por punto:
Organización
Respecto al soldado:
-Aquellos que fueran designados por sorteo al servicio militar o que se presentaran voluntarios para la tropa, serían denominados soldados del reemplazo o simplemente reemplazo. Para distinguirlos, deberían llevar encima de la escarapela un distintivo honorífico, que sería una pluma de lana de cinco dedos de alto (unos 9 cm.) del color de la compañía en la que estuvieran alistados.
-Estos reemplazos y -especificalos voluntarios, deberían pasar los nueve primeros meses en su destino sin solicitar una licencia temporal; ausentarse del mismo por un tiempo, lo conocido popularmente como un permiso. Respecto a la distribución de los cuerpos:
-Cada cuerpo debería tomar la denominación de su distrito. Entendemos, por tanto, que una mayor identificación con el solar de origen 18 .
-Cada regimiento, en tiempo de paz, debería quedar de guarnición en la provincia que se le señalara.
-Habría un turno anual, siguiendo el orden que se estipulara para ello y que se seguiría con rigurosidad, para que cada regimiento nacional estuviera un año de 13 También posiblemente para asegurarse de que se llevara a cabo estando el Conde implicado personalmente. 14 Si aceptamos que nos movemos en el año de 1790, debe tratarse del marqués de Zayas (1789-93). 15 Si no se trata de Aranda, algo que no afirmamos en este caso, podría referirse al Secretario de Guerra que, por las fechas que suponemos, sería o Jerónimo Manuel Caballero (1787-90) o el conde de Campo Alange (1790-95). 16 El autor busca implicar directamente al conde. La respuesta estaría en que de este modo su plan sería realizable, pero, más allá, muestra una confianza en él quizás de tipo personal. Esto último se refrendaría si atendemos a que, de no aceptarse, se le confiriera la dicha encomienda. Pero esto es una hipótesis. 17 El primero partidario de la guerra con Francia, el segundo reacio; pero, como es conocido, iban más allá, siendo la causa de su caída en 1792. Por otro lado, Floridablanca fue un enemigo de la Francia revolucionaria hasta tal punto que sufrió un intento de asesinato por un agente galo que llegó a herirle. J. de Mariana, Historia…, ob. cit., pp. 302, 303. 18 A modo de hipótesis planteamos entonces que el soldado se pudiera ver entonces más vinculado con su unidad. guarnición en los presidios de África. Por tanto, mayor igualdad en los destinos y que no fuera su movilización en lo posible algo odioso al soldado.
-Los doce regimientos extranjeros, en caso de que no tuvieran un destino fijo, deberían reforzar aquellos lugares que lo requirieran 19 . Respecto a los cuarteles:
-Una vez concluida la leva para los cuerpos que cada provincia debiera reclutar, se deberían poner en venta los cuarteles "sobrantes o inútiles". Con el dinero obtenido se cubrirían los gastos de aquellos otros que fuera conveniente construir en otros lugares. Mientras tanto, la tropa se alojaría en las casas de los vecinos donde debieran estar o en las que los propios pueblos franqueasen para ello. Es decir y lo que entendemos es que unos cuarteles más coincidentes con las necesidades militares.
Oficiales
Se procuraría en lo posible que los oficiales de cada cuerpo fueran del distrito o, en su defecto, de la provincia a la que se le destinara. Esta medida recuerda la tomada en su momento precisamente en este sentido con los regimientos de Milicias Provinciales. Valorar que los oficiales fueran del mismo lugar que sus subordinados no era algo sin importancia en la época. Debemos tener en cuenta varios factores, como la mentalidad del soldado (un campesino), la obediencia a las familias tradicionales del lugar, que seguramente fueran sus oficiales, o más afinidad en mentalidad y costumbres junto con el peso de la propia tierra común 20 .
Repartimiento
-Los veintinueve regimientos de infantería deberían repartirse entre todas las provincias del Reino. Atendiendo a la densidad de población de cada una, se deberían establecer qué aporte de hombres y qué unidades deberían reclutar.
-Se estipularía en cada provincia asimismo qué localidades (ciudades, villas, lugares, aldeas) deberían aportar a según qué regimiento.
Estos dos primeros puntos son realmente importantes, pues aluden entonces a un respeto hacia el soldado y evitar injusticias, evidenciando que no debía respetarse ese criterio, dando pie a desigualdades en los repartos y sin fijarse en qué tipos de unidades eran más convenientes crear en según qué lugares. Entendemos aquí que tiene que ver mucho con los modos de vida tradicionales de las poblaciones, que pudieran favorecer más a unas unidades que otras y más según arma o cuerpo 21 .
-Los regimientos del Rey, Príncipe, Princesa y Corona quedarían en la repartición para ambas Castillas y las provincias más cercanas a la Corte. Además debían conservar las mismas denominaciones que tenían.
-Debían completarse los regimientos anualmente cada 1 de marzo 22 , de la forma siguiente:
Cada regimiento debería enviar el 15 de enero al Capitán General de las provincias de su distrito un informe de qué plazas habría que completar en cada uno. Por tanto, entendemos que contar con mayor control efectivo de las necesidades de hombres.
Los capitanes generales deberían efectuar la repartición de los hombres que correspondieran a cada pueblo de su distrito y disponer que los justicias entregaran al regimiento que debieran el número de hombres que se les hubiera señalado. Medida que entonces alude a mayor colaboración de los poderes locales, voluntariamente o no.
Tras recibir los justicias de cada pueblo la orden del Capitán General, debería llevar a cabo una leva de holgazanes, cavilosos y hombres de mala conducta que estuvieran en su jurisdicción, siempre que cumplieran con los requisitos para ser incorporados a filas. Se comprobaría la conducta de cada uno y se enviarían todos juntos, custodiados, al lugar de reunión que estaría señalado previamente. Quedaría exento "todo hombre tachado con notas viles o vicios indecorosos" 23 . Así pues, se eliminan problemas sociales y se daría una imagen castrense más honrosa.
Relacionado con el punto anterior, aparte de una leva ordinaria para el mes de enero, los justicias levarían a aquellos vagabundos, holgazanes… que encontraran durante todo el año.
Si los levados no completaran el número de hombres señalado, el justicia debería efectuar un sorteo entre los solteros aptos del pueblo, siendo asistido por los párrocos. Así pues, los párrocos eran interesantes para la administración y entendemos que en dos sentidos: porque sabrían leer y escribir y por tanto aptos para determinadas gestiones y, sobre todo, porque eran una autoridad respetada a nivel local. En cuanto a la alusión a los solteros, evidentemente, eran los que menos ataduras familiares tendrían, siendo esas un escollo de cara a una movilización larga y más si hay bastante distancia por el medio de su lugar de origen.
De cara a evitar que los cuerpos se encontraran en un momento dado sin hombres y formados en gran parte por soldados nuevos, se repartirían las contratas del primer reemplazo de tiempos de seis, siete y ocho años. Los interesados se las sortearían a su llegada al regimiento. Ciertamente, entendemos que una medida de mayor libertad que lo contemplado hasta el momento.
Aquel que hubiera salido designado en el sorteo podría ser sustituido por otro hombre, siempre que cumpliera éste con los requisitos necesarios y que se obligara a ello o a terminar el tiempo que le quedara por cumplir a aquél en caso de deserción del primero o que cometiera algún delito que le excluyera del servicio 24 .
El justicia de cada pueblo debería encargar a los reemplazos del mismo la conducción de los que fueran destinados por sorteo. En su defecto, de los pueblos más cercanos. Los reemplazos, tras haber pasado el invierno en sus casas, deberían incorporarse a su regimiento el 1 de marzo.
Honor y honra
Como vimos, se distinguirían a los reemplazos con una pluma de lana de cinco dedos de alto. A esto unimos que aquellos que se licenciaran una vez cumplido su servicio, gozarían del privilegio de poder conservar en el sombrero el distintivo honorífico que llevaban en su regimiento de por vida. Es decir, aunque hubiera un rechazo popular a servir, está claro que el que sirviera tenía una consideración social y le gustaba que se fuera reconocida. En suma, la profesión militar otorga honor.
Atractivos al soldado
Nuevamente debemos aludir aquí al distintivo de la pluma de lana, ya que portarla, al evidenciar un honor, es un atractivo para el soldado.
Otro atractivo sería el no desligarlos completamente de sus lugares de origen, al conceder a los reemplazos el privilegio -como explicita literalmente-de que éstos pudieran pasar tres meses y medio (contando los trayectos de ida y vuelta) en sus pueblos en tiempo de paz, disfrutando del prest 25 y el pan diarios que les correspondiera 26 .
Los tiempos en los que se les concederían esos permisos serían entre junio y agosto, mitad de septiembre, mitad de noviembre y de diciembre a febrero. Además, en lo que hace a las licencias absolutas, deberían concederse el 15 de noviembre, independientemente de que fuera en tiempo de guerra como en el de paz.
Aquel reemplazo que pudiera disfrutar de una licencia temporal, la podría ceder a un compañero o intercambiarla, atendiendo al período de su disfrute, con otra de otro compañero.
Junto a ello, se adelantaría un mes de prest y pan a los reemplazos y voluntarios que pasaran con licencia temporal a sus pueblos. Sería el justicia de éstos quien les proporcionaría cada ocho días el prest y el pan que les correspondiera hasta el día de su reincorporación al regimiento. Asimismo, los justicias adelantarían igualmente el prest y pan que necesitaran los nuevos reemplazos para llegar al regimiento. Luego, formarían la cuenta de ambos importes y la deberían dirigir el 1 de marzo y el 1 de octubre al cuerpo para su abono.
La conducción de los levados por sorteo, encargado a los justicias de cada pueblo, como ya expusimos, debería ser en lo posible sin métodos violentos para evitar que hubiera desórdenes.
El autor no descuida las familias de los soldados, que son sin duda una fuente o un aliciente para el mismo, haciendo que su conducta pudiera verse afectada. Este aspecto generalmente se contempla más en sentido negativo, en tanto a cuestiones como la deserción, derivada por la preocupación del soldado por sus seres queridos. Por eso entiende que la vida familiar es importante al comprender que su familia pueda disfrutar de la condición de militar de su marido o padre. Así es, primero se le facilita formar una familia permitiendo contraer matrimonio en tiempo de servicio, siempre y cuando su mujer e hijos se queden en sus respectivos pueblos. Los hijos de los reemplazos que se hubieran presentado voluntarios para servir en la tropa, podrían empezar a disfrutar a los doce años del prest, pan "y demás preeminencias" concedidas a su padre (a los reemplazos). Asimismo, cuando un regimiento, fuera en tiempo de guerra o paz, saliera a guarnecer los presidios o a alguna misión, sus mujeres e hijos disfrutarían en su pueblo de una ración de pan diaria mientras durara la ausencia de éstos. Estas raciones se las abonarían los justicias de sus localidades, "pasando el último del mes el estado general de las que se hayan proveído, individualizado y firmado de cada párroco, a la tesorería de la provincia para su abono".
Sanciones
Evidentemente, el ejército debe estar disciplinado, pues a la hora final, la del combate, no sería efectivo. La disciplina se forma con sanciones o miedo a éstas, lo cual no escapa, como es lógico, al autor.
Los castigos no serían los mismos para todos, ya que primeramente, estipula que se distinga entre los soldados de reemplazo de los de leva. Pero no se queda el autor sólo en el soldado, sino que alarga su mano a los justicias que hubieran procedido con parcialidad o sido injustos a la hora de llevar a cabo las levas o los sorteos. A éstos los escarmentaría para crear un precedente que evitara reincidencias -cuestión que repercutiría en la población, en tanto un abuso restaría atractivos-.
Sugiere que aquél reemplazo que estuviera preso en el momento en que le tocara disfrutar una licencia temporal, cumpliera la pena íntegra, perdiendo los días que le correspondieran disfrutar en el permiso 27 .
Por otro lado, los reemplazos, tras los permisos deberían reincorporarse a sus unidades con el uniforme al completo y en buenas condiciones. En caso de no ser así, quedaría arrestado hasta reponer lo que faltare o haber arreglado lo que debiera, siendo costeado esto con el importe de lo correspondiente a medio prest diario y la masita.
América
En tiempo de paz, las Américas deberían guarnecerse con piquetes extraídos de la infantería. Éstos serían escogidos de entre aquellos que se hubieran presentado voluntarios de cada regimiento y, en caso de que no fueran suficientes, serían sorteadas las plazas que hicieran falta entre los soldados de leva que hubiera.
En lo que hace a los oficiales, serían asimismo escogidos entre los que solicitaran pasar a tal destino.
Estos cuerpos serían relevados cada cinco años en tiempo de paz. Una vez de vuelta al viejo continente, los soldados se incorporarían en la infantería. Los oficiales por su parte serían reemplazados y se les contabilizaría cada año de estancia en América como dos de servicio en Europa. Este punto es importante en tanto se puede colegir un premio al servicio en la lejanía, que también lo sería en el clima y modos de vida.
Ventajas de la reforma
Sobre la población
Primeramente, el autor se preocupa de que las levas y los sorteos sean limpios, procurando evitar injusticias. Evidentemente, si hay irregularidades, le resta atractivo y, si por el contrario, se hacen de forma ecuánime, habría menos problemas sociales.
Según el autor, con estos medios se mantendría el ejército siempre completo, contando con hombres escogidos y animados de espíritu patriótico y se protegería la producción del campo y la industria; no perjudicaría la mano de producción, "la juventud más robusta y floreciente de la nación". Se conseguiría mostrando: a) que la Corona utilizaría el método de sorteo (leva) solamente tras haber agotado la posibilidad de levar "la gente ociosa y más inútil de sus reinos"; b) mostrando también que se utilizaron todos los medios posibles "para suavizar la suerte de los reemplazos y privar lo menos que se pueda a sus familias de su asistencia". 27 No obstante, es una pena suave en tanto que también podría estipularse que perdiera el permiso por completo. Quizás el autor, en su afán de hacer atractivo el servicio militar al soldado, lo tuviera en cuenta para no dar una imagen de excesiva rigidez. Antes de publicar la convocatoria de reemplazo, cada regimiento debería establecerse en la provincia que tuviera señalada. De este modo, los lugares de origen del soldado, aunque éste no se quedara en su provincia, verían que el soldado volvería cada año a su casa en los períodos del trabajo del campo y se harían los sorteos sin grandes complicaciones.
Por otro lado, los jóvenes, serían menos reacios a insertarse a filas atendiendo a que tendrían un trato menos brusco, que verían en los reemplazos, los cuales además también harían ver a los mozos que podrían regresar a sus casas un tiempo todos los años -que a su vez sería otro acicate para eliminar reticencias-.
En caso de conflicto, con estas medidas además los mozos estarían más frescos para servir. Es decir, serían más efectivos.
Asimismo, en el tiempo de conflicto es evidente que se necesitarán más hombres, pero los pueblos ya estarían hechos a reclutar anualmente, con lo que no habría mayor problema. Estos pueblos se harían cargo de tal necesidad, más con la esperanza de que o el conflicto acabara a no mucho tardar o que sus amigos y parientes se licenciaran cumpliendo su compromiso y volvieran con licencia absoluta a sus hogares.
Además, al ser castigadas la holgazanería y las malas costumbres, cada vecino vería las ventajas de las levas y estaría interesado en que se llevaran a cabo rigurosamente ya que, de lo contrario, el pueblo debería suplir los mozos que debiera con reemplazos.
Ventajas al ejército unidas a la población
Por otro lado, aunque el reemplazo que hubiera servido el tiempo que debiera se hubiera desacostumbrado al trabajo, se darían tres casos, que igualmente serían provechosos tanto para la población como para el ejército, a saber: a) Que el soldado se reenganche habiendo visto las ventajas de servir. b) Que, una vez licenciado se reenganchara igualmente para sustituir a aquellos mozos que les hubiera tocado la suerte habiendo sido sorteados con la fórmula vista. c) Que se conviertan en holgazanes y llevaran una vida viciosa, con lo que serían levados. El que hubiera sido levado en su momento, también seguiría los mismos supuestos, pero le cabría una mejora en tanto que podría regresar siendo ahora trabajador y útil a su pueblo. De este modo, "el ejército conservará siempre un pie de soldados veteranos, sin trabajo, sin gastos y con disminución considerable del número de reemplazos que tendrán que dar en los principios de los pueblos".
Además, en caso contrario, que el reemplazo licenciado hubiera seguido siendo trabajador, al volver a su pueblo "este hombre será tanto más útil al Estado que a más de llevar a su pueblo los conocimientos adquiridos en sus viajes, animará la juventud por el ejemplo, las conversaciones y los distintivos que conservara, a marchar sin repugnancia al servicio de la Patria".
Ventajas generales del plan
Tomamos aquí las palabras textuales del autor, pues nosotros simplemente repetiríamos las suyas, que parecen suficientemente claras: "Se mantendría el ejército siempre completo y compuesto en parte de gente escogida y veterana. -Se perjudicaría lo menos posible a la agricultura y a la industria.-Se fomentaría en el soldado la costumbre del trabajo. -Se aliviaría a los pueblos y a los reemplazos el sentimiento del sorteo con las licencias anuales y la satisfacción de servir entre sus compatriotas. -Se influiría en los regimientos una emulación patriótica que los haría invencibles. -Se castigaría en los pueblos la holgazanería y las malas costumbres sin que el soldado de reemplazo o voluntario pierda de su estimación, respecto que quedaría siempre diferenciado del soldado de leva." En fin, se harían los delitos, la mala conducta y la deserción tanto menos frecuentes en el ejército que los reemplazos, voluntarios y aún los mismos soldados de leva tendrían que temer, a más del castigo, la pérdida de su estimación y concepto entre los suyos, no quedando esperanza a los desertores de volver nunca a los pueblos" 28 .
Médicos expertos al servicio de la ciudad de Alicante en el siglo XVIII
Medical experts at the service of the city of Alicante in 18th Century
Eduardo BUENO VERGARA Universidad Miguel Hernández Resumen: Con el objetivo de aumentar su poder, a lo largo de la historia los estados han utilizado el consejo de determinadas profesionales considerados "expertos" para tomar decisiones más acertadas. Aunque la conservación de la salud en las ciudades no formaba parte de la agenda de las instituciones de la Monarquía, las autoridades locales sí lo tenían como una de sus prioridades. Tomando como modelo la ciudad de Alicante en el siglo XVIII, observamos cómo el Ayuntamiento estableció una serie de normas y llevó a cabo determinadas acciones, apoyadas en muchas ocasiones en el consejo experto de los médicos asalariados. Para ello, estos sanitarios debían gozar de la autoridad concedida por el poder, al tiempo que buscaban su propia legitimación en espacios que no eran exclusivamente la asistencia a aquellos vecinos que habían caído enfermos. Palabras Clave: Médicos, Testimonio de Experto, Gobierno Local, Alicante, Siglo XVIII.
Papel desempeñado por los médicos de la ciudad
La ciudad de Alicante mantuvo durante el siglo XVIII tres plazas de médicos asalariados para hacer frente a los problemas de salud de la población. Se trataba de una práctica frecuente que es conocida como "conducta" o "conducción" médica y que consistía en un contrato firmado entre el municipio y el galeno 4 . Este tipo de acuerdo era una fórmula muy extendida en los núcleos de población de poca entidad ya desde la Edad Media, pues se aseguraba la presencia de un doctor que, de otro modo, nunca llegaría a establecerse dada la imposibilidad de subsistir económicamente tan sólo atendiendo a los enfermos con solvencia económica 5 .
Vigilancia de los focos de insalubridad
Sin pretender ser exhaustivos, las áreas de acción de los galenos quedaban limitadas a cuatro grandes esferas: atención gratuita a los pobres, asistencia a los enfermos internados en las diversas instituciones que existían en la ciudad, vigilancia del tráfico comercial para evitar la llegada de la peste y la conservación de la salud a través de la localización de focos de insalubridad que pudiesen devenir en epidemia 6 .
En líneas generales, las características de higiene pública que se daban en la ciudad de Alicante durante el siglo XVIII, fueron las mismas que existían prácticamente en cualquier núcleo urbano desde el período medieval y que podemos resumir en: falta de pavimentación de las vías, ausencia o mal funcionamiento del alcantarillado, deficiencias en el abastecimiento de agua, contaminación de ésta con las residuales, presencia de oficios considerados insalubres (aquellos que generaban residuos malolientes: curtidores, tintoreros, lavanderos, jaboneros, veleros, etc.), acumulación de todo tipo de desperdicios en las calles (basura, estiércol, animales muertos, etc.), filtraciones de los pozos negros de las viviendas, falta de ventilación, exhalaciones mefíticas de los cementerios intramuros, cárceles y hospitales como focos de contagio o convivencia con animales de granja. Todas estas realidades se enmarcaban siempre dentro de la interpretación miasmática del contagio, de modo que los médicos se convirtieron en centinelas de la salud pública localizando los peligros que podían originar la enfermedad, principalmente a través del olor 7 .
Para prevenir y, en su caso, atajar las enfermedades originadas en estos lugares, los testimonios de los médicos fueron solicitados constantemente. Uno de los principales focos de contagio fueron las aguas estancadas que, durante la estación cálida podía producir un contagio de fiebres tercianas 8 . En esas ocasiones, los facultativos eran comisionados para realizar una inspección ocular y determinar la naturaleza de la afección, determinar las medidas más convenientes para frenar el contagio y dar la terapia más adecuada a quienes ya habían enfermado 9 . Un proceso muy similar también lo encontramos cuando se sospechaba de otro foco de transmisión como, por ejemplo, las destilerías de aguardiente 10 , los ameradores de esparto 11 , o las acumulaciones incontroladas de estiércol en las afueras de la ciudad 12 .
Por otro lado, destaca la vigilancia sobre aquellos alimentos que eran expuestos a la venta pública, pues la ingesta de comida en mal estado podía desencadenar una enfermedad. La mayoría de estas consideraciones se referían a víveres en descomposición, aunque también surgieron dudas acerca de la conveniencia de ingerir determinados frutos que, aun bien sazonados, podían ser capaces de causar fiebres, al igual que también se prestó atención a la posible adulteración de los productos. De este modo, durante el siglo XVIII, los médicos fueron los encargados de determinar si un alimento era beneficioso o nocivo para la salud. Entre los vigilados destaca el cereal panificable 13 , principal nutriente de la mayoría de la población, pero también la carne 14 , que presentaba notables problemas derivados de su conservación, sobre todo durante el verano. En menor medida aparecen otros víveres que también serán inspeccionados como frutas 15 o vino 16 .
Participación en el engranaje administrativo
En otras ocasiones, descubrimos a los médicos participando del funcionamiento interno del Ayuntamiento. Un ejemplo de ello lo encontramos en el reconocimiento médico que fue practicado al fiel de carnes, (encargado de vigilar la buena salud de los rebaños que llegaban al matadero y se sacrificaban en condiciones óptimas) para comprobar que éste no había podido cumplir personalmente con su cometido a causa de una parálisis, valorando si podría recuperar la salud y volver a ejercer su oficio 17 .
Otro de los ámbitos relativos al funcionamiento institucional del consistorio alicantino es el que se refiere a evaluar la aptitud de las candidatas a ocupar la plaza de comadre titular, un proceso en el que los galenos participaban, al menos, desde 1754 18 . El examen era realizado por un médico, quien debía constatar los conocimientos físicos de la aspirante y por un religioso, encargado de certificar que ésta podía administrar el sacramento del bautismo en caso de presentarse alguna urgencia.
Podemos aludir a un tercer ejemplo de la intervención de los médicos en las cuestiones relacionadas con la gestión municipal. Concretamente, en 1769, cuando el abastecedor de la carne, Antonio Soler, había sido encarcelado a causa de unas deudas pendientes. Su apoderado solicitó la pronta excarcelación por motivos de salud (aseguraba que padecía una hipocondría con principios de demencia). El cabildo envió entonces a dos de los médicos titulares, quienes recomendaron sacar a Soler de prisión para someterlo a tratamiento a fin de conseguir su curación 19 .
El nivel socioeconómico de los médicos de la ciudad
Como es evidente, la legitimación del experto no puede medirse en términos económicos. Sin embargo, resulta interesante aproximarse a la posición que los médicos ocupaban en el seno de la sociedad alicantina, puesto que permite explicar parte del prestigio necesario por un experto y que le confiere un rango diferente 20 . Así, aunque la documentación existente no permite completar un perfil detallado, sí ha sido posible dibujar unos trazos generales acerca de la posición económica de los profesionales sanitarios.
Dentro del sector formado por lo que podemos denominar como profesionales liberales, los médicos eran los que, generalmente, mayores ingresos percibían, unas 200 libras anuales, algo que les situaba por delante de escribanos (80 libras anuales), abogados (40-200 libras), boticarios (60 libras) y cirujanos (21-40 libras). Por su parte, las rentas de los artesanos fluctuaban entre las 11 y 40 libras, lo que proporcionaba a los médicos una situación acomodada. La misma circunstancia encontramos en relación a los trabajadores del sector productivo, quienes percibían rentas anuales entre 11 y 20 libras. En cualquier caso, el salario librado por el Ayuntamiento podía ser complementado con otras ganancias procedentes del ejercicio de la profesión, por lo que la renta anual sería necesariamente superior.
Los mismos médicos asalariados por la ciudad, eran los que atendían a las elites sociales, de modo que mantenían un contacto permanente con ellas. A modo de ejemplo, el médico Antonio Bernabeu trabó amistad con el ilustrado Manuel Marín, deán de la colegial de San Nicolás 21 , tal y como éste contaba en una misiva a Gregorio Mayans 22 .
También es posible observar el nivel de riqueza de los doctores a través del estudio de sus testamentos 23 . Así, por ejemplo, José Ramón poseía dos propiedades en la Huerta alicantina, valoradas en 1.500 libras cada una. Vicente Guillem poseía un considerable patrimonio que repartió entre su esposa y sus descendientes, además de una heredad en Monóvar. Pedro Guillem, hijo de Vicente, mantuvo la solvencia económica, e incluso la vio mejorada después de un matrimonio que le aportó 4.000 libras en concepto de dote. La cómoda situación económica de Guillem hijo, le permitía mantener en casa a un hijo, tres hijas, un criado y dos criadas.
Disputas entre sanitarios dentro del mundo médico
Aunque, durante la Edad Moderna, los médicos gozaban de un estatus diferenciado, a la hora de realizar un diagnóstico y proponer una terapéutica tuvieron que compartir su espacio y autoridad con el consejo del lego fundamentado en el sentido común 24 . Del mismo modo, los sanitarios titulados convivieron, en no pocas ocasiones, con otros que no gozaban de un reconocimiento oficial (curanderos), aunque no por ello eran considerados menos eficaces entre la población. Esta red asistencial, configura parte de lo que se ha venido a denominar mundo médico 25 , donde existía una disputa por la posición hegemónica institucional e intelectual entre los sanitarios con una formación regulada por instituciones y colegios profesionales (médicos, cirujanos y boticarios) y aquellos que permanecían al margen y, debido al reducido rastro documental que han dejado, permanecen en una suerte de penumbra. La legitimación de una profesión y, por tanto, la cercanía al poder, dependía del mantenimiento de esa hegemonía. Esto no quiere decir que su presencia fuese residual, sino todo lo contrario, durante la Edad Moderna, el recurso a estas instancias asistenciales era muy frecuente 26 . En este sentido, se ha puesto de manifiesto cómo existía una triple esfera (oficial, religiosa y popular) de límites muy permeables que permitía cierta interacción entre ellas 27 .
Así, en el siglo XVIII alicantino, hemos hallado varios ejemplos que ilustran este marco teórico, la mayoría como resultado de una denuncia por "intrusismo" desde la opción médica hegemónica (aquella que contaba con el respaldo de la institución competente). Es el caso de los maestros cirujanos que, en enero de 1729 se reunieron para tratar de aunar esfuerzos y buscar protección ante una situación que consideraban intrusismo profesional, protagonizada por un peluquero de origen francés a quien el Colegio de Cirujanos de Valencia había expedido un título para ejercer de barbero en la ciudad de Alicante 28 .
En la misma línea, también localizamos aquellas disposiciones precedentes de la Corte que buscaban sancionar severamente a quienes actuaran como médicos, cirujanos y boticarios sin las acreditaciones correspondientes. Así, en noviembre de 1737 la ciudad recibía copia de la Real Orden del uno del mismo mes, por la que se establecían nuevas penas más severas a los que "sin los requisitos precisos se ofrecen y arrojan a ejercer la Facultad que no entienden, ni han estudiado" 29 . La legislación no buscaba perseguir a los sanitarios situados en la penumbra médica, sino sólo a aquellos que cometían "intrusismo". Un nuevo caso data de julio de 1753, cuando al Ayuntamiento llegan noticias sobre la presencia de determinados individuos que estaban ejerciendo la medicina y la cirugía sin el debido título oportuno, por lo que se pasó el asunto al alcalde mayor, encargado de hacer cumplir la ley 30 . Como es evidente, el control ejercido no podía ser completo, y en mayo de 1755 el corregidor, Marqués de Alós, informaba al cabildo de la necesidad de velar por el cumplimiento de esta normativa 31 . De nuevo, en septiembre de 1760, los médicos de la ciudad (Guillem, Sala y Puerto), advertían al cabildo que se estaban produciendo injerencias de ciertos sujetos en su campo de actuación, practicando la medicina sin tener la acreditación necesaria del Protomedicato lo que provocaría graves perjuicios a los atendidos 32 . Lo mismo ocurrió años más tarde, cuando en agosto de 1777, en el contexto de una epidemia de tercianas, los médicos denunciaron que se estaba ejerciendo la medicina sin el permiso correspondiente 33 . En septiembre de 1766, de nuevo con las fiebres como protagonistas del estío alicantino, los médicos de la ciudad informaban cómo cirujanos y sangradores estaban asistiendo a los enfermos, realizando prácticas que correspondían exclusivamente a los médicos, y argumentaban que aquellos "no teniendo la ciencia necesaria", causarían irremediablemente más daño que auxilio a los necesitados 34 .
No en el contexto de un enfrentamiento profesional, sino en el marco de una convivencia pacífica, hemos documentado la presencia de prácticas de sanación que podemos situar en la penumbra según el modelo explicativo del mundo médico y, en un lugar indeterminado entre las tres esferas que componen el del pluralismo médico. Nos referimos a dos episodios narrados dentro de una memoria acerca del santo Luis Gonzaga. En este relato, uno de los médicos de la ciudad recomienda, en dos casos de grave enfermedad, recurrir a instancias asistenciales que se sitúan a mitad de camino entre lo popular y lo religioso, como eran una estampa del santo jesuita y una harina que se pensaba milagrosa y era custodiada por las Monjas de la Sangre 35 . El hecho de que los profesionales médicos certificasen la validez de unos remedios basados en la fe no resulta algo extraordinario y la medicina científica de la época podía refrendar las curas milagrosas 36 .
Cuestionamiento de la pericia médica
La condición de experto que poseía un determinado colectivo profesional era una distinción que éste debía reclamar para sí. Así, es posible observar cómo los memoriales elevados al Ayuntamiento por parte de los médicos, estaban trufados de referencias eruditas, así como de un vocabulario muy elaborado. Se trataba, obviamente, del uso de una terminología científica que formaba parte de la retórica empleada para poner de manifiesto su conocimiento sobre las causas de la enfermedad, cuestiones que quedaban vedadas al resto de la población.
Sin embargo, su autoridad no fue aceptada por todos, algo que formaba parte del propio proceso de consolidación de la figura del experto. Así, por ejemplo, en 1715 el abastecedor de la ciudad protestaba al considerar incompetentes a los médicos que habían juzgado como perjudicial la carne que él había proveído 37 . Algo similar encontramos en 1775, cuando un comerciante quiso recurrir ante el Protomedicato de Valencia, por haber sido considerada nociva la harina que pretendía vender en la ciudad 38 .
Como es fácil de imaginar, los facultativos no estuvieron al margen de presiones de todo tipo. En 1753, los médicos señalaron que los residuos procedentes de una fábrica de aguardiente eran responsables, en parte, de la epidemia de fiebres que se vivía en la ciudad. Esta afirmación contrastaba con el dictamen que ellos mismos habían emitido seis años antes, según el cual no advertían ningún tipo de peligrosidad en esa manufactura. La diferencia entre ambos informes radicaba en que la segunda inspección fue solicitada por importantes personalidades pertenecientes a la sociedad estamental alicantina que padecían los fuertes olores de la destilación. Parece ser que, en este episodio, al final se impuso el orden social sobre el dictamen médico 39 .
Los médicos tuvieron que compartir su pericia con otros, especialmente en los asuntos relativos a los alimentos. Así, cuando debían comprobar el estado de los vinos elaborados en la ciudad, se recurría a otros "expertos" -de los que nada más se detalla en las fuentes-que seguramente fueran catadores o productores de caldos 40 . Otro ejemplo lo encontramos en el trigo y el pan, cuando también era solicitado el parecer de los maestros panaderos para determinar si se había echado a perder el grano o la harina 41 . En realidad, buena parte del acervo médico era compartido por vecinos, clérigos regulares y los propios regidores del Ayuntamiento que, en no pocas ocasiones, aludían a las "emanaciones malignas" que "corrompían" el aire y provocaban la aparición de los brotes de fiebres. Dirimir quién era el experto no fue siempre tan obvio.
Las relaciones entre el poder y los médicos tampoco estuvieron exentas de tensiones. En septiembre de 1766, había llegado a oídos de los regidores que los facultativos asalariados no atendían a los vecinos con la prontitud y diligencia necesarias. Mediante pregones, animaron a denunciar ante el ayuntamiento la falta de asistencia, lo que fue entendido por los médicos como un ataque a su autoridad y un descrédito ante los pacientes 42 . Los asalariados expusieron que, según el reglamento de la ciudad, no estaban obligados a prestar asistencia a los enfermos pobres de la ciudad y, que si lo hacían, era solamente como muestra de su caridad 43 . Ante esta situación, hubo quien, entre los regidores, propuso apartar a los médicos de su empleo pero, finalmente, simplemente se les amonestó verbalmente 44 , al tiempo que se envió una representación al Consejo de Castilla para que corroborase la obligación de los médicos de asistir a los pobres enfermos 45 . Desde el tribunal castellano se confirmó este puto, instando a que, en futuros desencuentros, actuaran de forma más discreta ante la población 46 .
La autoridad médica local también se vio cuestionada cuando estuvo envuelta en una disputa por la jurisdicción territorial. Así, en 1769 el alcalde mayor, representante de la administración central, prohibió el consumo de higos chumbos. La prerrogativa de obstaculizar la entrada de un alimento en la ciudad recaía en el pleno del Ayuntamiento, de modo que los regidores solicitaron a los médicos asalariados un dictamen acerca de la conveniencia del consumo de estos frutos para que la decisión del alcalde mayor quedase deslegitimada 47 . Sin embargo, los doctores desaconsejaron su ingesta por resultar dañino para la salud, reforzando con ello la prohibición. Para hacer prevalecer su autoridad, los miembros del cabildo pidieron una nueva opinión, esta vez al Protomedicato de Valencia, desde donde se consideró que tomar higos chumbos, no sólo no era perjudicial, sino muy beneficioso, llegándolo a definir como "el milagro de la naturaleza" por sus cualidades curativas 48 . Atendiendo a este último examen, la prohibición quedó sin efecto.
Los extranjeros en la corte: La red alemana en torno a la reina Mariana de Neoburgo (1690-1700)
Foreigners in the Spanish Court: the German lobby of Queen Maria Anna of Neuburg (1690-1700)
Beatriz SANTIAGO BELMONTE Universidad de Leiden, Países Bajos
Introducción 1
El reinado de Carlos II (1665-1700) presenta una serie de particularismos con respecto a los reinados previos dentro de su casa 2 . Por primera vez desde que los Habsburgo gobernaron la Monarquía Hispánica, el heredero al trono era menor de edad cuando el rey falleció. Esta minoría facilitó la instalación y difusión de la poliarquía dentro de la corte madrileña 3 . En un contexto en el que se multiplicaron los centros de poder y de equilibrios como consecuencia del deterioro de la autoridad regia, el papel de los extranjeros como representantes de nación o miembros servidores de un personaje u otro, se hace indiscutible. 1 Este artículo resume el trabajo de fin de máster defendido en la Universidad Complutense de Madrid en septiembre de 2012 dirigido por Óscar Recio Morales, sin cuya guía y comentarios este trabajo no sería el mismo. El presente artículo tiene como objetivo examinar un grupo de extranjeros que rodearon a la reina Mariana de Neoburgo entre 1690 y 1700 con el objetivo de responder tres cuestiones: ¿Quiénes fueron miembros de este grupo y por qué se les consideró como miembros del mismo?, ¿Qué imagen se difundió de los mismos?, ¿Qué papel jugaron los intereses de «nación» o de grupo y los intereses individuales a la hora determinar sus actuaciones políticas?
Este trabajo se sitúa dentro del marco del estudio de las comunidades de extranjeros en la Monarquía y dentro de los estudios de corte. En relación con el primero, es importante comprender conceptos como naturaleza, vasallaje y vecindad. En este sentido, la monografía publicada por Tamar Herzog en 2006 constituye un magnífico punto de partida para este análisis 4 . Su tesis principal rechaza la asunción de que la pertenencia o no a una comunidad estuviese determinada por la existencia de disposiciones legales o procedimientos formales. Antes bien, considera necesario examinar los procesos de identificación a través de los cuales las personas eran consideradas como miembros de una comunidad. Partiendo de esta idea, ahonda en conceptos como la naturaleza o el vasallaje para establecer las bases de la vecindad.
Dentro de la historiografía española, tras el estudio publicado por Antonio Domínguez Ortiz en la década de los sesenta, no ha sido hasta principios del siglo XXI cuando el interés y los avances en el estudio de comunidades extranjeras han empezado a proliferar 5 . Este impulso viene relacionado con el estudio de redes y, por consiguiente, la temática fundamental de los mismos se centra en aspectos mercantiles y comerciales. El I Coloquio Internacional "Los extranjeros en la España Moderna", celebrado en Málaga entre el 28 y 30 de noviembre de 2002 presenta los ejes temáticos en los que se viene centrando el estudio de comunidades extranjeras en la Monarquía 6 . La mayoría de estos estudios han puesto el foco en el análisis en el siglo XVIII y se han centrado especialmente en las colonias mercantiles 7 . Por otra parte, los grupos de extranjeros que han sido objeto de mayor atención son los franceses, flamencos, irlandeses y genoveses 8 .
Este trabajo viene a cubrir el vacío historiográfico existente sobre el estudio de comunidades de origen alemán o germano dentro de la Monarquía Hispánica. Parece que el tradicional eje Madrid-Viena ha despertado el interés sobre el análisis de las relaciones internacionales y familiares entre ambas ramas de los Habsburgo, pero sin embargo no ha prestado la atención suficiente a la movilidad e influencia que grupos de alemanes pudieron llegar a adquirir dentro de la Monarquía 9 .
varones: Sittich Herbold y Peter Philipp Joseph. Tras enviudar, entró en 1676 al servicio de los Habsburgo en la corte de Viena y ya durante los preparativos de casamiento entre Mariana y Carlos II aparece como camarera mayor de la reina 19 . Así pues, desde el mismo viaje a Madrid, la condesa viuda ocupó un cargo de gran importancia que le reportó un gran poder. Desde el 9 de mayo de 1690 figuró como dueña de honor de la reina 20 .
Enrique Xavier Wiser llegó a la corte madrileña en 1692. Hijo del canciller de la corte palatina, Gottfried Wiser, su hermano Franz Melchior llegó a ocupar el cargo de primer ministro del elector palatino y llegó al puesto de consejero imperial 21 .Wiser había estado al servicio de una de las hermanas de Mariana, María Sofía, casada con el rey de Portugal Pedro II. Desde 1692 se convirtió en el secretario personal de la reina. El padre fray Gabriel Pontifeser, se incorporó a este grupo en agosto de 1692 tras ser designado confesor de la reina en sustitución del padre Rhem 22 . Conocido popularmente como padre Chiusa nació en el Tirol en 1653 y sirvió en la corte vienesa desde 1685. Si bien en un principio su persona gozó de gran consideración en la corte madrileña, poco a poco empezó a ser criticado por sus opositores 23 .
Junto a este grupo de desconocidos en la corte aparecen en las fuentes como miembros del grupo de poder de la reina el conde de Baños, el conde de Oropesa y el almirante de Castilla. Pedro de Leiva y de la Cerda, III conde de Baños y VI marqués de la Adrada (1633-1705) inició su cursus honorum durante los primeros años del reinado de Carlos II. Fue su caballerizo mayor desde 1682, ocupó el cargo de gentilhombre de cámara en 1687 y en 1691 obtuvo la grandeza de España de segunda clase 24 . Su estrecha relación con el entorno de la reina Mariana, así como el descontento de miembros de la nobleza tras su nombramiento como Grande de España provocaron su caída en desgracia y destierro en 1694.
Oropesa tradicionalmente vinculado a la reina María Luisa de Orleans, durante cuyo reinado alcanzó el puesto de primer ministro 25 , fue destituido en junio de 1691 y desterrado en parte a las presiones de los grandes, pero también a la influencia de la reina, quien no quería que existiese continuidad entre los ministros del periodo de su predecesora y el suyo propio 26 . Sin embargo, hacia 1696, el conde de Oropesa recuperó su posición en la corte y fue vinculado al entorno de la reina desde entonces.
El último miembro destacable es Juan Tomás Enríquez de Cabrera 27 . Nacido en diciembre de 1646 en Génova, se labró una extensa carrera en la que destacan cargos como el de capitán de la guardia Chamberga, capitán de la caballería de Milán, gobernador del mismo territorio hasta 1686 o virrey de Cataluña en 1688. A principios de los años noventa regresó a Madrid como miembro del Consejo de Estado y sucedió a su padre como Almirante de Castilla 28 . Desde enero de 1695 se convirtió en caballerizo mayor del rey, lo que le permitió introducirse dentro del grupo más cercano a los monarcas. Fue expulsado de la corte tras el Motín de los Gatos y pasó su destierro en Portugal desde mayo de 1699.
Es importante matizar que del mismo modo que miembros de familias con presencia en la corte fueron vinculados al entorno de la reina, otros personajes procedentes del Imperio no fueron identificados con este grupo. Es el caso de los embajadores imperiales: el conde de Lobkowitz (entre 1690 y 1697), Fernando Buenaventura de Harrach (1697-1698) y Aloisio Buenaventura Harrach (1698-1701?). Además de la reina madre, Mariana de Austria, quien desde la llegada de la de Neoburgo, manifestó claramente su falta de entendimiento con la nueva esposa de Carlos II 29 .
La visión cortesana de la red alemana
La presencia de este grupo de extranjeros en la corte de Carlos II no dejó indiferentes a los habitantes de Madrid, especialmente a aquéllos que se movían en el entorno cortesano. En este capítulo analizaremos la imagen que se difundió de este grupo. Una visión que cohesionó a sus miembros y los vinculó a la reina definitivamente. Para ello analizaremos algunos memoriales y cartas, pero sobre todo sátira política. Este tipo de fuente, al margen de denunciar las actitudes políticas de aquéllos descritos en ellas, nos proporcionan además descripciones físicas en un tono muy mordaz. Así pues, el secretario Wiser era conocido como el cojo, la baronesa de Berlepsch como la perdiz y el padre Gabriel de Chiusa como el barbón.
La sátira política intercalaba problemas del día a día como la falta de medios de subsistencia o la mala situación internacional de la Monarquía con el gobierno y actitudes de estos personajes. Wiser fue uno de sus objetivos principales. Tras ser expulsado de la corte portuguesa llegó a Madrid debido a que "la gracia por extranjero granjeó de su majestad" 30 . Además fue acusado de profesar la fe luterana o calvinista y ése había sido uno de los motivos por los que se le expulsó de la corte portuguesa 31 . Estas sátiras lo relacionaban directamente con la baronesa de Berlepsch junto con la cual intervenía "en todas las gracias, puestos y dignidades, quanto sea de consulta, y habiendo pactado el precio" 32 .
La Perdiz fue acusada por sus detractores de actuar con ansia y cizaña en beneficio propio y de su familia 33 . Las críticas hacia su persona no se redujeron solo a censurar las mercedes y prebendas que obtuvo gracias a su posición, sino también el arte de la mentira en el que se instaló. En numerosas ocasiones encontramos críticas a su colaboración, junto con la propia reina, a difundir falsas informaciones sobre supuestos embarazos de Mariana 34 . Por su parte, el padre Chiusa era considerado "dueño del Reyno" 35 y se le acusaba, junto a la Perdiz de utilizar su cargo para beneficiarse económicamente 36 . Personajes políticos como el conde de Baños, el conde de Oropesa y el Almirante de Castilla, fueron incluidos en el discurso satírico contra la reina y su grupo de confianza.
Esta crítica, si bien sin una autoría evidente, está relacionada directamente con una oposición política firme a la reina y sus políticas. La camarilla alemana de la reina fue considerada como un grupo cerrado y, por consiguiente, claramente diferenciado de la nobleza que se movía en la corte que, al verse privada de la tradicional privanza ejercida durante los reinados anteriores, se convertirá progresivamente en un bloque compacto situado directamente frente a estos alemanes 37 . El grupo de nobles organizado en torno al cardenal Portocarrero era conocido como la cábala o el partido de los celosos 38 . El cardenal criticó duramente a este grupo en un memorial enviado al rey en enero de 1695 39 . Solicitó la expulsión del grupo alemán de la corte como medida "conveniente para que estos reinos no se vean en el abandono, en que oi se considera, reconociéndose destruidos, y arruinados". A su juicio, era necesario "desarraigar esta mala semilla, que no arrancándose muy luego ha de producir mui perjudiciales efectos, i una cizaña de incomparables embarazos" y "apartar la practica perjudicial de chismes, y embustes, que naturalmente han de perjudicar a Vuestra Majestad".
Entre los intereses de grupo y los individuales: redes de sociabilidad y mecanismos de supervivencia en la corte
Ante una acogida poco cordial por parte de la corte madrileña cabe preguntarse cuáles fueron los mecanismos de supervivencia, las redes de sociabilidad y a qué intereses atendían los miembros de la camarilla. En este apartado desarrollaremos el caso del secretario Wiser, la condesa de Berlepsch y el padre Chiusa.
Wiser poseía el cargo de enviado palatino desde julio de 1692 y su misión principal en la corte era facilitar el nombramiento de Carlos Felipe del Palatinado como nuevo virrey de Nápoles; granjearse la amistad de los personajes más influyentes de la corte; lograr la confianza del emperador cesáreo y gestionar la concesión de subsidios para la manutención del ejército palatino en la guerra contra Francia 40 . Como hemos indicado con anterioridad, Wiser nunca logró la aceptación por parte de otros miembros de la corte además, su candidato para ocupar el cargo de virrey en Nápoles no fue el elegido, obteniendo ese cargo el duque de Medinaceli desde 1695. Wiser fue consciente, en todo momento, de su delicada situación en la corte e informaba al elector palatino de las "persecuciones de que la condesa de Berlips y él son objeto" 41 . La impopularidad del secretario fue en aumento durante su estancia en Madrid, el poco contacto con miembros tradicionales de la corte, además de su mayor sintonía con el elector palatino que con la propia reina Mariana, precipitaron su caída en desgracia pues "su marcha se hizo indispensable para mantener la paz conyugal" 42 . La reina Mariana hacía un diagnóstico de los motivos que habían precipitado su caída: "Es muy inteligente y aun se pasa de listo. Esto fue lo que le perdió con los españoles.
[…] Para vivir en paz en este país hay que abstenerse de hacer negocios […] porque se adquiere fama de codicioso. Sus proyectos matrimoniales con condesas […] le pusieron en ridículo, […]. Es un iluso que creía hacederos los mayores progresos de la Casa Palatina…" 43 A pesar de su marcha, la estancia en Madrid le había reportado una serie de beneficios como la obtención de la baronía para su familia y continuó al servicio de la casa palatina gestionando el matrimonio de Dorotea Sofía con el príncipe heredero de Parma 44 , tras lo cual se convirtió en enviado palatino en Holanda hacia 1703 45 .
La condesa de Berlepsch tejió su red de contactos gracias a su cercanía a la reina. Su vinculación a Mariana atrajo a nobles como el Almirante o el conde de Benavente con quienes mantuvo una relación muy cercana. Los últimos años del reinado de Carlos II estuvieron marcados por el conflicto sucesorio y, en ese juego de poderes y lealtades, la Berlepsch jamás abandonó el lado de la reina, pese al creciente temor de que el sucesor a la corona estuviese destinado a ser un miembro de otra familia 46 . De ahí que autores como Ribot hayan concluido que "todos los alemanes vinculados a la reina eran […] incondicionales a la casa de Austria, y únicamente la Berlips, al igual que su señora, se dejó tentar […] por los beneficios que pudieran ofrecerla Baviera o Francia" 47 .
Su cercanía y apoyo sin género de duda a los intereses de la reina le reportaron considerables beneficios para ella y su casa 48 . Su hijo menor Peter Philipp aparece en la documentación como Archimandrita de Mesina lo que le permitió estar presente en la corte durante mucho tiempo y lo que le convirtió también en objeto de críticas y sátiras políticas, era conocido popularmente como perdigón (en alusión al nombre de su madre, la perdiz). Su hijo mayor, Sittich Herbold acompañó a su madre a la corte de Madrid y en octubre de 1694 fue nombrado enviado especial de la Monarquía 49 , un nombramiento que resultó llamativo incluso al propio elector palatino que dudaba de sus capacidades para desempeñar tal cargo 50 . Por otra parte, en octubre de 1694 se le concedió el hábito de la Orden de Alcántara junto con la encomienda de Belvis y Navarra 51 . Esta última merced no pasó desapercibida y muchas personalidades dentro y fuera de la corte se hicieron eco de ellas. Especialmente interesante resulta el testimonio del embajador extraordinario del emperador del Sur y Marruecos, y rey de Fez, Antonio de Alarache. El embajador, quien se declaraba musulmán, solicitaba el hábito de una orden militar al rey por sus servicios explicando que se le podía considerar "christiano viejo mandando V.M. sean sus informantes los mismos que hizieron las pruebas al Perdigon" ya que si este último "profesor de las sectas de Lutero i Calvino" había obtenido el hábito, ser musulmán no habría de ser problema para conseguir uno para sí mismo 52 .
Finalmente, el padre Chiusa se presentó como un miembro conciliador dentro del grupo. En innumerables ocasiones fue el intermediario entre las pretensiones de Mariana y las limitaciones que su hermano el elector quiso imponerle 53 . Dada su condición de eclesiástico, además de su vinculación con los miembros de la camarilla, sus redes de sociabilidad se extendían a personalidades pertenecientes a la Iglesia. Entre ellos destaca el cardenal Iudice o el Obispo de Solsona, embajador en la corte imperial desde 1697 54 . La prudencia a la hora de dirigir sus asuntos y su carácter conciliador lo situaron en un puesto relativamente estable en la corte, de donde no salió hasta asegurarse un puesto en Roma en el año 1702.
Una manera de determinar el éxito o fracaso de los mecanismos de supervivencia y las redes de contacto de cada uno de estos personajes puede medirse de acuerdo con lo que ocurrió con ellos tras la salida de Mariana de la corte 55 . Los nobles españoles más cercanos a la reina, el Almirante y el conde Oropesa fueron desterrados tras el Motín de los Gatos en abril de 1699 56 . Wiser había sido retirado de la corte en el año 1694. La Berlips abandonó Madrid el 31 de marzo de 1700, no sin antes obtener, entre otras cosas, una pensión de 8000 ducados sobre el ducado de Geldres 57 . Se dirigió a Viena donde ocupó un puesto en la corte imperial y desde julio de 1706 se convirtió en la abadesa real en un convento de damas nobles en Praga 58 . En 1709 se trasladó al territorio imperial que había obtenido en 1699, Mylendonck, en los Países Bajos, donde probablemente murió hacia el año 1723 59 . El único personaje que permanecía con la reina tras la muerte de Carlos II fue el padre Chiusa. Éste acompañó a Mariana en su exilio en Toledo hasta enero de 1702 cuando fue llamado a Roma. Se retiró en un convento capuchino en Urbino donde falleció el 12 de diciembre de 1707 60 .
Colaboración e intereses entre la monarquía de Felipe IV y los hombres de negocios de la nación portuguesa Jorge de Paz Silveira y Pedro de Baeza
Collaboration and interests between the monarchy of Philip IV and the businessmen of the Portuguese nation Jorge de Paz Silveira and Pedro de Baeza
Roberto GARCÍA PUENTE Universidad Complutense de Madrid
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