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Optativo de profundización en teoría política Pensamiento Conservador Segundo semestre 2013 Profesor: Vasco Castillo Ayudante: Camilo Fernández Alumno: Luis Alberto Ahumada Conservadores en la Revolución francesa Introducción A lo largo de la historia han ocurrido sucesos significativos caracterizados por dejar consigo cambios en la vida de una sociedad, país, o cultura determinada. Alteraciones en el ámbito político, social o económico, que para gran parte de los ciudadanos se podrían definir como progreso o un avance para lograr una vida en comunidad más justa, pero para otros, estos cambios no son más que un fastidio, un desagrado o hasta disparates. Ejemplo de esto se da en el surgimiento de la modernización de occidente, cuando el hombre europeo comienza a independizarse de la religión y la superstición que los había tenido encadenados durante toda la Edad Media, esta época se conoce como la Ilustración, caracterizada principalmente por la autonomía del individuo y su capacidad del uso de la razón, práctica que supuestamente llevaría a la humanidad por el camino indicado. Al transcurrir el tiempo, comienzan a surgir ideales políticos basados en los principios ilustrados de la libertad, fraternidad e igualdad, lo que desemboca en la Revolución francesa, donde la clase burguesa se apodera del poder mediante la violencia y acaba con el absolutismo que tenía dominada a Francia durante años. Como resultado, se hace evidente el brote de dos fuerzas políticas opuestas: los que apoyan los ideales de la Revolución, es decir, los liberales, y por otro lado, aquéllos que estaban en desacuerdo con los acontecimientos de la época y que tenían la voluntad de conservar ciertos aspectos de la monarquía, o sea, los conservadores. En este ensayo veremos los principales argumentos de los grupos conservadores de la época de la Revolución francesa, autores como Edmund Burke y Joseph de Maistre, contrastándolo con Nicolás de Condorcet, filósofo francés partidario de los ideales liberales y de perspectiva racionalista. También es importante destacar, el uso de literatura contemporánea acerca del conservadurismo. Russell Kirk examina el comportamiento conservador y hasta es capaz de asegurar ciertos principios que caracterizan a éste. Asimismo, Robert Nisbet, entrega proposiciones desde el punto de vista conservador de la sociología, lo cual logra ser completamente relacionable y comparable con lo ocurrido en los acontecimientos del siglo XVIII mencionados al comienzo. En una primera parte, se contrastarán algunos conceptos del racionalismo e individualismo de los liberales con las ideas conservadoras, para luego en una segunda parte, analizar el discurso de Condorcet acerca de aplicar la idea de la Revolución en prácticamente toda Europa. Desarrollo I Durante Edad Media predominaba la religión como la justificación a toda acción del ser humano, por causa de ésta el hombre se sentía destinado a trabajar, a servir, a hacer o no hacer lo que los más poderosos le dijeran, tanto en el trabajo como en su vida privada, sintiéndose amenazado por la superstición que expresaba el catolicismo en forma de castigo o culpa. Pero con la llegada de los ideales ilustrados de la Revolución francesa, la imagen del hombre como ser autónomo e independiente del catolicismo comenzó a tomar fuerzas. La corriente racionalista prometía que por medio de la razón y la ciencia se llegaría al conocimiento verdadero y ni la religión ni nada podrían colocar límites a la capacidad deductiva e intelectual del ser humano. Esto nos lleva automáticamente a pensar en el concepto de individualismo por parte de los liberales, debido a la autonomía del hombre de toda institución que pudiera entrometerse en su actuar. El individualismo promueve la idea de la autosuficiencia del hombre, la autonomía moral y siempre con la intención de procurar los derechos y libertades individuales que aseguren el beneficio propio. Los grupos conservadores no demoraron mucho en refutar esta tesis, señalando que una de las cosas bases para lograr una vida exitosa en comunidad es el colectivismo, cuyos argumentos los examinaremos a continuación. En primer lugar, Russell Kirk, recalca como primer principio conservador la idea de que: “El conservador cree que existe una orden moral duradera. La orden que está hecha para el hombre, y el hombre está hecho para ella: la naturaleza humana es una constante, y las verdades morales son permanentes. [...] No importa la maquinaria política que utilice, cuando una sociedad en que los hombres y las mujeres están moralmente a la deriva, ignorando las normas, y motivados principalmente por la satisfacción de sus apetitos, será una mala sociedad.” (Kirk, 1993) Para Kirk, el orden moral es señal de armonía y asegura que mediante las premisas liberales de la autonomía moral no es factible llegar a un orden moral duradero, sino que es importante actuar en sentido común, ya que es la única manera de obtener normas morales que guíen a la sociedad por un buen camino, cosa que no se logra en una independencia moral, donde cada persona hace lo que para ella le es moralmente correcto y no se llega a un consenso. En segundo lugar, Robert Nisbet sostiene como premisa fundamental la idea de que en el conservadurismo predomina la importancia de la sociedad por sobre la del hombre, en relación con esto el autor se refiere a la proposición conservadora de la naturaleza de la sociedad, la cual señala que “la sociedad no es una creación de la agregación de partículas individuales, sino que es una entidad orgánica que funciona como un todo orgánico” (Nisbet, P.169), es decir, que para este autor, la suma de la racionalidad de los individuos no es superior a la confianza que emana la racionalidad colectiva. Afirma que ésta es histórica, lógica y ética y que es la sociedad la que constituye al hombre. Nisbet sostiene que el individuo no debe ser la unidad irreductible de la sociedad, sino que debe ser una manifestación social. Por lo tanto, la tesis de Nisbet critica directamente al individualismo de los liberales, los cuales ponen énfasis en el individuo como unidad moral. El autor afirma que “el individuo no es una unidad irreductible, los pequeños grupos sociales sí lo son, y en estos se forjan las fidelidades de una sociedad” (Nisbet, P.170). En tercer lugar, es importante mostrar el punto de vista de Condorcet, quien introduce el argumento menospreciando a todos los monarcas y autoridades que gobernaban previo a la Revolución, tildándolos de tiranos e infieles: “Vuestros monarcas, vuestros gobernantes, vuestras asambleas representativas levantándose contra estas máximas, han confesado el proyecto de establecer o eternizar la tiranía” (Condorcet, P.242), a continuación llama a los hombres a actuar y señala lo siguiente: “¿No significa esto algo así como decir a los hombres: no tendréis más libertad que aquella que nos interese dejaros? Nosotros hemos de marcar los límites, determinando hasta qué punto permitiremos a vuestra alma elevarse, a vuestro espíritu iluminarse. Todo pueblo que ose franquear estos límites será nuestro enemigo, pues una potencia desconocida nos entregó la especie humana para disponer de ella según nuestro capricho” (Condorcet, P. 244) En esta cita insiste en crear una percepción de la sociedad en el hombre desde el punto de vista racionalista e individualista, en el sentido de que es el hombre el que marca los límites del actuar y no una entidad ajena. Asimismo, señala la idea de que el hombre está destinado a disponer de sí mismo como él se lo estime, es decir, Condorcet es partidario de la idea de autonomía moral. Por último, en relación a la idea de Condorcet y el racionalismo en general, podemos afirmar que existe una similitud de Kirk y Nisbet con Burke, en el sentido de que la Revolución francesa termina drásticamente con lo que había antes, por lo que comenzar de nuevo con la idea autónoma de la razón del hombre, produce inseguridad en los conservadores. Burke señala lo siguiente: “Tenemos miedo a hacer que los hombres vivan y se relacionen basándose en su depósito personal de razón; porque sospechamos que el depósito de cada hombre es pequeño y que harían mejor los individuos aprovechando el banco general y el capital común de las naciones y de los tiempos” (Burke, P.116), o sea, el autor se declararía partidario de las ideas doctrinarias señaladas anteriormente. II En el texto, Condorcet constantemente insiste en la idea de que la Revolución francesa es aplicable a otros países, indicando lo siguiente: “Hombres de todos los países, comprended pues cuáles son estos principios: la inalienabilidad de la soberanía del pueblo, inalienabilidad aun por un tiempo limitado, la imprescriptibilidad absoluta de los derechos de los hombres, la igualdad natural en toda su extensión, he ahí lo que nos distingue de todas las naciones que también saben que poseen derecho y hablan como nosotros de derechos y constituciones capaces de garantizarlos. (Condorcet, 244) El autor habla de trasladar los principios liberales y racionales propios de Francia a países que se encuentran en las mismas condiciones de absolutismo y despotismo que se encontraban ellos, es decir, donde predominaban los magistrados católicos, y que los ciudadanos, como víctimas, se sentían conformes creyendo que aquéllos le aseguraban una constitución ligada a la libertad. Pero los teóricos conservadores tienen argumentos para dar a entender que esta idea de la Revolución exportable no perdurará en el tiempo. Para indagar en esto, primeramente podemos aludir al segundo principio conservador que mencionaba Russell Kirk, acerca de que los conservadores adhieren a la costumbre, a la convicción y a la continuidad, es decir, la experiencia social juega un papel fundamental en la armonía de la sociedad, el depósito acumulado de la experiencia de una comunidad genera cierta identidad, asegurando un sentimiento de pertenencia a los individuos. Kirk indica que lo que aún se conserva, es porque ha sido lo suficientemente bueno para mantenerse en el tiempo y trascender hasta la actualidad. Pero ¿qué relación tiene esto con la idea de aplicar los ideales revolucionarios en otros países? Los burgueses de la Revolución constantemente tenían en mente erradicar con todo lo antiguo y crear prácticamente todo de nuevo, lo que para los conservadores parecía inaudito, ya que se eliminaba todo aquello que se había mantenido por siglos, y que por lo tanto, era lo suficientemente bueno. Robert Nisbet afirma que los conservadores enfatizan el principio de legitimidad de la autoridad, es de decir, que la legitimidad de un mandatario se mide a través de las costumbres y tradiciones, respaldadas por innumerables enlaces que comienzan por la familia, clases sociales y sociedad. O sea que necesariamente es indispensable el uso del pasado histórico de un pueblo, como las costumbres, para legitimar la vida en común. Para Edmund Burke, uno de los problemas que tuvo la Revolución francesa fue que no siguió bajo ninguna circunstancia el principio de herencia que este autor declara como fundamental, es decir, se conserva lo elemental de una sociedad, lo que ha logrado mantener una profunda continuidad y por lo tanto, es fruto de la tradición, costumbres y herencia de un pueblo. Burke señala que la Gran Revolución de los ingleses sí cumplió con estos requisitos, o sea que incluyó aspectos del pasado, se llevó a cabo el principio de la herencia y los cambios adoptaron un papel secundario. Burke menciona la idea de que la religión constituye moralmente a la sociedad, y gracias a ciertas tradiciones, permitían a diferentes generaciones entrelazarse a través del tiempo, respecto a esto, Burke señala que: “Por lo que hace a los fines de tal asociación, no pueden conseguirse en muchas generaciones y por ello es una asociación no sólo entre los vivos sino entre los vivos, los muertos y los que han de nacer” (Burke, P. 125), es decir, que la conservación de las tradiciones de nuestro pasado, es tan importante para hoy, como para mañana. El autor se refiere a dos principios fundamentales que son la base de la identidad europea, estos son el principio de la caballería y el de la religión. Básicamente, Burke dice que estos principios no fueron respetados por la Revolución francesa, lo que ha resultado en la destrucción de la identidad europea, sin el merecido respeto a sus principios esenciales. Respecto a la idea de exportar las ideas de la Revolución francesa a otras naciones de Condorcet, Joseph de Maistre tiene bastante que decir, ya que como ya dijimos, esa idea implicaría acabar con todo lo antiguo y comenzar con algo totalmente nuevo, es decir, según De Maistre, surgiría la necesidad de tener un nuevo orden moral para constituirse como nación, caracterizado por su cultura, costumbres, tradiciones, símbolos, etcétera. Como las ideas revolucionarias han suprimido cualquier vínculo con el catolicismo, De Maistre señala que las próximas generaciones estarán “perdidas”, ya que la revolución ha acabado con las instituciones divinizadas, que para él eran las únicas que han perdurado en el tiempo, y esto era producto de que existía algo establecido por dios y los hombres debían respetarlo, sino se verían desorientados. De Maistre asegura que el hombre no puede crear una constitución: “Ninguna constitución es resultado de una deliberación; los derechos de los pueblos no son nunca escritos, o al menos los actos constitutivos o las leyes fundamentales escritas no son nunca más que títulos declaratorios de derechos anteriores, de los cuales no se puede decir otra cosa, sino que existen porque existen” (De Maistre, P.61), esta cita revela la idea de que los derechos existen porque existen, no porque un hombre los creó, y se refiere también a la idea de que lo único que puede constituir una sociedad es una institución de providencia divina. Por último, existe un argumento que tanto Edmund Burke como Joseph de Maistre comparten: que la concepción de la libertad no existe en sentido abstracto o metafísico, como es en el caso de los liberales, donde, por ejemplo, Condorcet afirmaba: “Pero sólo os mostraréis verdaderamente dignos de vuestros derechos si respetáis los de los demás hombres” (Condorcet, P. 261), que claramente se ponen los ideales en sentido figurado y no práctico. Burke y De Maistre, insisten en que son las circunstancias las que hacen que un actuar sea beneficioso o perjudicial, ya que no todos los hombres son iguales, y que la libertad y los derechos no se hacían realidad con solo escribirlos, sino que estaban más vinculados al terreno de la historia, de las circunstancias. Conclusión Para concluir, podemos decir que es evidente la conexión que poseen autores de diferentes épocas respecto a los fundamentos del pensamiento conservador y a los argumentos en contra del liberalismo. El conservadurismo se ha caracterizado por una naturaleza más colectivista que individualista, ya que les importa ver a la sociedad como una comunidad y no como un conjunto de individuos. También, sus principios están claramente diferenciados porque le ponen mucho énfasis a mantener las tradiciones y costumbres por medio de la herencia y la religión, capaces de ser trascendentales en el tiempo. La libertad para los conservadores se halla más en las circunstancias y en el acercamiento a la historia, que en el sentido metafísico y abstracto de los derechos individuales. Por último, se podría afirmar que los argumentos conservadores de los autores revisados son de carácter doctrinario, ya que exponen ideales que son fijos y están fundamentados bajo ciertos criterios. No son actitudes inmersas en cada persona, que surgen con cada circunstancia. Bibliografía Russell Kirk, “Ten Conservative Principles”, The Russell Kirk Center for Cultural Renewal. Robert Nisbet, “Conservatism and Sociology”, American Journal of Sociology, Vol. 58, No. 2, (Sep., 1952), pp. 167-175. Edmund Burke, Reflexiones sobre la Revolución en Francia, Madrid: Alianza, 2003. (Selección para el curso) Joseph de Maistre, Consideraciones sobre Francia, Madrid. Tecnos, 1990. Selección: capítulo V. Nicolás de Condorcet, “De la nación francesa a todos los pueblos” en Influencia de la revolución de América sobre Europa, Buenos Aires: Editorial Elevación, 1945.