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Trayectorias de intelectuales en el Estado
Actas de discusión
Gabriela Gomes
Martín Vicente
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Trayectorias de intelectuales en el Estado, actas de jornadas de
discusión / Martín Castro ... [et al.] ; compilado por Gabriela
Gomes ; Martín Vicente. - 1a ed . - San Fernando : Gabriela Gomes,
2016.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-42-0278-9
1. Intelectuales. 2. Historia. 3. Argentina. I. Castro, Martín II. Gomes,
Gabriela, comp. III. Vicente, Martín, comp.
CDD 306.4
3
4
Índice
Presentación
7
Eje 1: Abordaje a los idearios de derechas en relación con el Estado
12
Trayectoria política e intervención intelectual: Rodolfo Díaz, del militantismo
peronista al Estado neoliberal. Humberto Cucchetti
13
Las trayectorias políticas de los funcionarios nacional-corporativistas del
Onganiato. Gabriela Gomes
33
Formación y acción. Idearios e intervenciones públicas en la trayectoria
castrense de Juan Francisco Guevara. Elena Scirica
58
¿La tercera fundación de la República? Ricardo Zinn y las lógicas
de la transformación neoliberal en la Argentina (1975-1995). Martín Vicente
88
Eje 2: Exploraciones acerca de los científicos sociales en torno al Estado
101
Raúl B. Díaz: el inspector de Territorios Nacionales. Miradas, recorridos
y reclamos de un funcionario viajero (1890-1916). Flavia Fiorucci
102
Estanislao Zeballos: sensibilidad diletante, nacionalismo y Estado, 1906-1912.
Martín O. Castro
126
José Luis de Ímaz. Episodios de una trayectoria pública de Onganía a Béliz.
Guido Ignacio Giorgi
150
Los denuedos y sinsabores del intervencionismo estatal en la Argentina
a través de la trayectoria de Alberto Fracchia. Mariana Heredia
5
178
Eje 3: Análisis sobre actores católicos en entramados sociales vinculados al
Estado
194
¿Todo es Historia? Del Jardín de Infantes de Frondizi a asesor presidencial en
los ´90: la trayectoria política de Emilio Perina (Moisés Konstantinovsky).
Luis Donatello
195
Los intelectuales católicos y la educación en la segunda mitad del siglo XX.
Laura Graciela Rodríguez
214
Los actores católicos relacionados con la Secretaría del Menor y la Familia
durante la última dictadura: ¿Cómo pensar los límites entre el Estado y la
sociedad? María Florencia Osuna
231
Eje 4: Estudios en escala provincial
249
Lo saludable de tener a mano un intelectual en el Estado: Antonio Del Vas
y el Plan de Salud Neuquino. Fernando Casullo
250
La bolsa y la vida. Mario Martínez Casas, un intelectual católico en
el mundo bancario estatal (1945-75). Ezequiel GrisendI
272
Por los sinuosos senderos del catolicismo integralista. Una biografía de
Juan Ramón Sepich Lange. María Celina Fares
289
Hólver Martínez Borelli, un intelectual en la destrucción del Estado salteño.
Salvador Marinaro
319
6
Presentación
Martín Vicente (CONICET-UNGS)
Gabriela Gomes (CONICET-UNGS/UBA)
La primera jornada “Recuperando Trayectorias Intelectuales en el Estado” se llevó a cabo el 15 de
setiembre de 2013 en el campus de la Universidad Nacional de General Sarmiento. La invitación al
conjunto de investigadores, tanto formados como en formación, se planteaba una serie de puntos
centrales, basados en el diálogo interdisciplinario y la circulación de tópicos y metodologías. Así, se
buscó la multiplicidad de enfoques a fines de abordar trabajos donde los intelectuales podían aparecer
como figuras singulares o como grupos; donde se podía avanzar sobre casos no analizados o rever
figuras muy estudiadas; donde el eje podía estar en las ideas y conceptualizaciones o en las
peculiaridades del accionar. En ningún momento se entendió a los textos originales como
presentaciones cerradas, sino que el ánimo de circulación y el espíritu de apertura marcó la idea de
organización de la jornada. El mismo procedimiento fue la base de la segunda edición, también
realizada en el campus de la UNGS, el 27 de octubre de 2014.
Más allá del ordenamiento de los textos, consecuencia de aunar los resultados de dos
eventos con presentaciones que representaron múltiples objetos de análisis y modos de abordaje de
los problemas, se apreciará tras su lectura que una serie de líneas atraviesa a los trabajos: la
voluntad de poder ir más allá del caso analizado, la necesidad de vincular el caso con otras áreas
temáticas y debates conceptuales o metodológicos. Esa pauta dinámica, implicada en los trabajos
originales, apareció claramente en los intercambios de ambas jornadas, con lo cual esta edición se
ha realizado dando un plazo de trabajo a los autores para poder incorporar parte de los debates que
circularon en aquellos eventos. Por diversos motivos, los resultados de la primera jornada
aparecieron en la web de la UNGS durante 2014. La buena repercusión llevó a aunar los trabajos de
ambas jornadas en un conjunto único de trabajos, a fin de presentar un mapa extenso.
El primer eje es “Abordajes a los idearios de derechas en relación con el Estado”, con
artículos de Humberto Cucchetti, Gabriela Gomes, Elena Scirica y Martín Vicente. Aquí se buscó
analizar cómo las derechas pueden leerse desde los actores que detentan las configuraciones
ideológicas, sea con énfasis en las construcciones conceptuales como en el accionar propiamente
estatal. El trabajo de Cucchetti, “Trayectoria política e intervención intelectual: Rodolfo Díaz, del
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militantismo peronista al Estado neoliberal”, se centra en la figura de Rodolfo Díaz, abogado e
“intelectual sin obra”, por lo cual atiende centralmente a la trayectoria política del actor en tanto
“intelectual de institución”. Militancia política y gestión, así convergieron en Díaz, actor que
Cucchetti analiza como prisma de cambios y continuidades en el movimiento peronista. Gomes,
por su parte, en “Las trayectorias políticas de los funcionarios nacional-corporativistas durante el
onganiato”, se detiene sobre uno de los diversos grupos que convergieron en la experiencia
dictatorial iniciada en 1966. Partiendo de la base de un “onganiato” conformado por actores,
grupos y visiones dispares e incluso en puja, la autora destaca la convergencia de una serie de
actores nacional-corporativistas que “vieron en la figura de Onganía la posibilidad de concretar sus
aspiraciones políticas”. “Formación y acción. Idearios e intervenciones públicas en la trayectoria
castrense de Juan Francisco Guevara” es el trabajo de Scirica. Allí, la autora estudia al intelectual
militar oriundo de Mendoza, figura clave en las décadas de 1950 y 1960. Scirica destaca la “visión
nacionalista antiliberal anclada en una matriz católica integrista” como clave para entender las
posiciones de Guevara, que son estudiadas hasta su “polémica” baja del ejército en 1970. Vicente
aborda la figura del economista Ricardo Zinn, en “¿La tercera fundación de la República? Ricardo
Zinn y las lógicas de la transformación neoliberal en la Argentina (1975-1995)”, destacando las
continuidades y rupturas de las posiciones de este intelectual “intersticial” ligado tanto a los
ámbitos intelectuales como empresariales y gubernamentales. Así, se retoma la trayectoria y las
lecturas ideológicas de este intelectual “de múltiples espacios”, desde la última dictadura al
neoliberalismo noventista.
El segundo eje es “Exploraciones acerca de los científicos sociales en torno al Estado”,
donde se presentan trabajos de Flavia Fiorucci, Martín Castro, Guido Giorgi, Mariana Heredia y
Gabriel Levita. Este espacio buscó indagar diversos modos en los cuales las Ciencias Sociales (en
sentido amplio), se vincularon con el Estado en contextos muy diversos, entre la “organización
nacional” y el neoliberalismo de la década de 1990. En el primer trabajo, “Raúl B. Díaz: el
inspector de Territorios Nacionales. Miradas, recorridos y reclamos de un funcionario viajero
(1890-1916)”, Fiorucci estudia la poco abordada figura del educador y funcionario, en un momento
de expansión del Estado nacional. Figura múltiple, el Díaz rescatado por Fiorucci emerge al mismo
tiempo como un actor singular y como un “intelectual de Estado”. Luego, es el turno del trabajo de
Martín Castro, quien en “Estanislao Zeballos: sensibilidad diletante, nacionalismo y estado,
1906-1912”, aborda al intelectual y político de múltiples caras. La heterogénea figura de Zeballos
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condensa, en un período breve como el del artículo, muchos de los problemas de su época: el de los
notables del Viejo Orden, el de los límites entre las elites y el Estado, el de las confluencias entre
los espacios políticos, científicos, periodísticos, el del nacionalismo de principios del siglo XX.
“José Luis de Ímaz: intelectual, política y poder. Episodios de una trayectoria de Onganía a Béliz”
es el artículo de Giorgi. Allí, el autor analiza al sociólogo católico por medio de sus diversas facetas
(investigador, experto comprometido, funcionario, legislador), dando una visión amplia de un
autor muchas veces reducido a su clásico trabajo Los que mandan. Mariana Heredia, finalmente, en
“Los denuedos y sinsabores del intervencionismo estatal a través de la trayectoria de Alberto
Fraccia”. Partiendo de la idea de que “la trayectoria de los ‘economistas de estado’ constituye a la
vez un eslabón perdido y un fundamental hilo de Ariadna”, Heredia recupera la trayectoria de uno
de los padres de las Cuentas Nacionales, alumbrando tanto los diversos roles de los economistas
estatales como los debates en torno a sus figuras en el debate intelectual. Finalmente, Levita aborda
el caso de Eric Calcagno. El economista aparece como ejemplo de una familia donde se conjugan
universos heterogéneos (de la política a lo técnico) marcados por la internacionalización. Esta
clave de internacionalización es central en la construcción del trabajo de Levita, que extiende su
análisis desde la infancia de Calcagno hasta su llegada al Congreso: en medio de ambas, aparece
una trayectoria tanto en el mundo privado como estatal que permite ver claves que unen y
diferencian los tránsitos por ambos espacios.
El tercer eje es “Actores en entramados sociales vinculados al Estado”, que presenta
trabajos de Luis Donatello, Laura Rodríguez y María Florencia Osuna. Aquí primó la idea de
relativizar ciertas lecturas, como la imposición del neoliberalismo noventista y los alcances
efectivos del proceso de laicización, en las relaciones de los actores con lo público. “¿Todo es
Historia? Del Jardín de Infantes de Frondizi a asesor presidencial en los ´90: la trayectoria política
de Emilio Perina (Moisés Konstantinovsky)”, de Donatello, estudia la peculiar figura del periodista
y funcionario, buscando hacer inteligible las trayectorias de aquellos actores que se ligaron “a
experiencias por demás contradictorias” como el desarrollismo y el neoliberalismo, a fines de rever
las “caricaturas políticas” que explican la experiencia neoliberal y reintroducir trayectorias como
las de Perina. Rodríguez, por su parte, en “Los intelectuales católicos y la educación en la segunda
mitad del siglo XX” se aboca a las trayectorias de un grupo de educadores formados en la década
de 1940: Alfredo M. Van Gelderen, Luis J. Zanotti, Luis Ricardo Silva, Roberto Burton Meis y
Alfredo J. Tagliabúe. Mediante su análisis, relativiza la idea del normalismo como un movimiento
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principalmente laico y busca trazar las pautas católicas promovidas por estos actores, que pensaron
la política pública tanto dentro como fuera del Estado. En “Los actores católicos relacionados con
la Secretaría del Menor y la familia durante la última dictadura: ¿cómo pensar los límites entre el
Estado y la sociedad”, Osuna aborda a un conjunto de expertos católicos como manera de analizar
los complejos entramados de los vínculos entre lo social y lo estatal. Allí se destaca cómo una serie
de ejes conceptuales, con la subsidiariedad del Estado frente a la sociedad, articularon dicha pauta
relacional. El trabajo permite, además, iluminar el tránsito entre la dictadura iniciada en 1966 y la
que se instauró luego de diez años.
Finalmente, el cuarto eje es “Estudios en escala provincial”, con trabajos de Fernando
Casullo, Ezequiel Grisendi, María Celina Fares y Guillermo Marinaro. En este apartado se hizo
hincapié en casos provinciales, a fin de poder captar cómo el Estado apareció en las experiencias de
intelectuales en un nivel sub-nacional. Abre el segmento el trabajo de Casullo, “Lo saludable de
tener a mano un intelectual en el Estado: Antonio Del Vals y el Plan de Salud Neuquino”, que
analiza la transformación de la localidad patagónica de territorio nacional a provincia, donde la
trayectoria del médico y funcionario aparece como “de una excepcional normalidad” dentro del
imaginario desarrollista que tuvo en el sur un punto clave, truncado por la última dictadura. “La
bolsa y la vida. Mario Martínez Casas, un intelectual católico en el mundo bancario estatal
(1945-75)”, de Grisendi, estudia a Martínez Casas como parte de una serie de pautas grupales y
temporales (ideología, redes, sociabilidad). La figura “plástica” del abogado es analizada por
medio de su preeminencia como intelectual en un espacio de técnicos. En “Por los sinuosos
senderos del catolicismo integralista. Una biografía de Juan Ramón Sepich Lange”, Fares se
encarga de la figura del ensayista católico. Actor de entramados internacionales, sin embargo el
filósofo aparece normalmente asociado con su tarea en la Universidad Nacional de Cuyo, una de
las “estaciones” (como las denomina la autora) de su itinerario intelectual, con lo cual el trabajo de
Fares permite repensar a su actor más allá de los abordajes previos. La complejidad de la
trayectoria de Sepich Lange queda expuesta aquí desde diversos focos: sus tránsitos por diversos
países y ciudades, sus distintas etapas filosóficas, las múltiples redes en las cuales se incluyó.
Marinaro, en “Hólver Martínez Borreli, un intelectual en la destrucción del Estado salteño”, se
centra en la figura del poeta norteño en un contexto local marcado por el peso de las elites. El rol de
Martínez Borreli como rector de la Universidad Nacional de Salta, bajo el gobierno de Miguel
10
Ragone, aparece como hito de un momento de (posibles) transformaciones de tales líneas, en
medio de un contexto de fuerte impronta militante.
Como podrá apreciarse, se trata de trabajos que cubren áreas diversas, bajo ópticas
múltiples, efecto del dinamismo buscado desde la organización y las propias pautas de trabajo de
los ponentes. En tal sentido, queremos destacar la convergencia de estas investigaciones en un
espacio común que aparece no sólo en los ejes propuestos por la convocatoria (intelectuales,
trayectorias, Estado) sino en una serie de tópicos que unen a estos artículos de modos profundos y
dinámicos. Como se podrá apreciar, muchas de las investigaciones bien podrían figurar en otro de
los ejes: ello es resultado de las convergencias de búsquedas distintas que, sin embargo,
encontraron diversos puntos de diálogo.
Para finalizar, queremos agradecer a tres conjuntos de personas: primero, a quienes han
participado como ponentes pero han preferido por diversos motivos no publicar sus trabajos:
Andrés Bisso, Diego Mauro, Mariela Rubinzal, Jeremías Silva, Gabriel Vommaro y José Zanca, ya
que sus intervenciones enriquecieron las jornadas. En segundo lugar, a los comentaristas que
participaron de los dos eventos: Claudia Danani, Daniel Lvovich, Sergio Morresi, Pablo Semán y
el propio Vommaro, quienes brindaron bienvenidas lecturas para las ponencias originales. En
tercer lugar, expresamos los agradecimientos institucionales al Instituto del Desarrollo Humano de
la Universidad Nacional de General Sarmiento y el personal responsable en torno a los eventos y la
edición del material, así como a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, que
ha cubierto parte de los gastos.
Invitamos, entonces, al lector a transitar los textos.
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Eje 1: Abordaje a los idearios de derechas en relación
con el Estado
12
Trayectoria política e intervención intelectual: Rodolfo Díaz, del militantismo peronista al
Estado neoliberal
Humberto Cucchetti (CEIL CONICET)
En el capítulo de apertura de la obra colectiva Les intellectuels et le pouvoir, el politólogo François
Hourmant retoma dos grandes tipos ideales para circunscribir los perfiles de intelectuales en
función de cómo éstos se vinculan con la actividad política. Así se distinguen aquellos cuyo oficio
intelectual se legitima en una reputación personal determinada de los que pueden ser identificados
con justicia como “intelectuales de institución”, quienes legitiman la actividad desplegada en
función de una pertenencia asociativa específica. El autor reconoce que, como suele suceder, la
construcción típico-ideal resiste poco el análisis concreto de trayectorias intelectuales que terminan
hibridando, finalmente, los modos de intervención de los intelectuales en diferentes entramados
políticos (Hourmant, 2012: 9-10).
Tal precisión es por demás necesaria cuando se constata que el intelectual no se
corresponde necesariamente con la figura del notable que expone sus ideas ante un público lector.
Este arquetipo de intelectual, que se confunde en ocasiones con la representación existente sobre el
escritor y su obra, probablemente es un caso más específico y menos representativo de lo que
implica intervenir intelectualmente en política, en especial, cuando se trata de fenómenos
vinculados a la vida partidaria y estatal. A tal arquetipo se ha asociado la figura del
intelectual-profeta, llamado a representar, expresar o esclarecer determinados intereses de clase o
políticos.
A partir de esta salvedad, y de la importancia de reconstruir desde trayectorias individuales
la interfaz militantismo-trabajo intelectual-Estado, resulta más clara la importancia de retomar el
caso de Rodolfo Díaz. Probablemente se trata de un intelectual sin obra (situación más frecuente de
la esperada, lo que para él mismo trasunta menos un déficit que una consecuencia de los aportes
generados en varios de sus planos de actuación) y no por ello menos decisivo al momento de
reconocer recorridos que fueron desde la militancia revolucionaria a los partidos políticos y la
gestión estatal. Por razones de espacio, nos limitaremos a abordar su trayectoria política y cómo
ésta se hace legible en gran medida a partir de los significados atribuidos por el autor a su propio
recorrido y al rol que el trabajo intelectual ha tenido dentro de sus intervenciones políticas, dejando
para otra ocasión el escudriñamiento específico aunque inagotablemente disperso de su producción
13
intelectual. Desde nuestro punto de vista, la reconstrucción biográfica en cuestión nos permite
penetrar en dimensiones sociopolíticas más generales que permiten revisitar en términos concretos
la relación entre intelectuales, saber tecnocrático y política.
Reconstrucción trayectorial
Intentaremos pasar por alto varios de los debates metodológicos que rondan alrededor del método
biográfico y de las técnicas útiles que pueden utilizarse desde tal perspectiva para adentrarnos en la
trayectoria del actor escogido1. Una primera reconstrucción hace hincapié en las características que
podríamos denominar, con cierta vaguedad, “objetivas” de éste y de cómo, a partir de los datos
disponibles, podemos ver que su trayectoria se construyó atravesando diferentes planos de
actuación. Los datos construidos provienen básicamente, para esta presentación, de una extensa
historia de vida realizada entre mayo-junio de 2013 y de referencias autobiográficas precisadas en
diferentes trabajos del actor 2 . Una última salvedad que conviene precisar es que nuestra
presentación habla de una trayectoria política porque creemos que allí se encuentra un dominio
central de la actividad desplegada por el caso en cuestión; sin embargo, nuestro enfoque, a
diferencia de lo que podría sugerir una perspectiva de corte más institucionalista, verá cómo puede
fabricarse una trayectoria política, y esto supone poner sobre la luz un conjunto de dinámicas
biográficas más vastas, las que pueden ser aludidas con la idea de sociabilidad y en las que,
específicamente para el objeto en cuestión, el trabajo intelectual está lejos de constituir una
dimensión accesoria.
Rodolfo Díaz nació en Mendoza en el año 1943, proviniendo de una familia anti-peronista
en la que miembros de las generaciones anteriores habían estado vinculados activamente al
conservadurismo político local. Su escolaridad fue realizada en el Liceo Militar de la capital
mendocina, un colegio destinado a cierta burguesía provincial no siempre poderosa en términos
económicos. La formación universitaria, después de un efímero paso por la Universidad Nacional
de Córdoba, la realizó en la carrera de derecho de la Universidad de Mendoza (privada),
formándose posteriormente en ciencias sociales en el ILADES chileno a fines de los años 1960. En
1
Las características heurísticas de lo biográfico han sido retomadas justificadas en diferentes trabajos y disciplinas
aunque la utilización metodológica construida no haya sido siempre unívoca. Pueden citarse, entre una innumerable
cantidad de referencias, Fillieule, 2001 y 2005; Agriokoliansky, 2001; Ferrarotti, 1981; Grossetti, 2006.
2
Por razones de espacio se ha omitido, prácticamente, la apelación a otras fuentes.
14
1965 se recibió de abogado, lo que le permitió comenzar a ejercer la docencia universitaria y a
trabajar en el Consejo Federal de Inversiones. Un poco antes, con algunos jóvenes colegas, había
manifestado inclinaciones políticas e iniciado la militancia; su primera participación política,
fugaz, fue la Democracia Cristiana.
La fuerte impronta mendocina que cobró en 1965-1966 el conflicto Vandor-Perón produjo un
contexto que modificó su recorrido inicial. Díaz fue elegido, por su grupo de colegas abogados en
vías de politización, para reunirse con Isabel Perón, de paso por Mendoza en 1965. La reunión con
Isabel lo puso en contacto, a él junto a sus camaradas, con el peronismo combativo de la provincia
de Mendoza, en particular con las redes sindicales. Allí construyó, como puede constatarse desde
una simple mirada exterior de su trayectoria, un vínculo inextinguible.
Tales jóvenes abogados comenzaron a participar de la vida político-sindical de diferentes
gremios3. En su caso, fue el sindicato de la Sanidad un lugar de anclaje múltiple donde cumplió
fácticamente funciones de abogado laboralista (ya que no es puntualmente su especialidad
jurídica), consiglieri y, posteriormente, de asistencia a los detenidos políticos. Entre las diferentes
oportunidades que tal vínculo sindical le permitió, una de ellas, otro gran cimbronazo biográfico,
fue entrevistarse con Perón en el año 1971.
Los desplazamientos en las coaliciones políticas y los conflictos intra-peronistas lo llevaron
a seguir las decisiones de los jefes sindicales locales. Por esta razón, acompañó a las
manifestaciones que en Mendoza tuvo la CGT de los Argentinos4 y, años después, el sindicalismo
“burocrático” –a principios de los años 1970, la integración FAR– Montoneros resquebrajó su
profundo vínculo político con el abogado Juan Carlos Cerutti, desde ese momento incorporado a la
superficie política de la Tendencia Revolucionaria. Entre 1973-74 se desempeñó en la secretaría
legislativa del senado provincial, donde se alistó, como es fácil prever, con los sectores que
impulsaron la destitución de Alberto Martínez Baca 5 (Mellado, 2009), siguió los pasos del
antiverticalismo sindical (redactando furiosas solicitadas gremiales contra la intervención de
Antonio Cafiero) y fue Secretario de Planeamiento a partir de la caída del elenco loperreguista.
Apenas comenzada la dictadura militar, Díaz fue encarcelado y estuvo detenido durante
casi un año. Una vez liberado, su situación económica y la de su familia estaba francamente
3
En relación a la relación entre organización sindical y política partidaria, Damín, 2011.
Sobre la CGTA, recomendamos: Dawyd, 2008.
5
Por esta razón, la revista montonera El Descamisado incluye a Díaz dentro de los “gorilas”, “peronistas que se
sienten oligarcas” y que atacaban al “compañero” Martínez Baca, El Descamisado, n° 24, 30 de octubre de 1973.
4
15
deteriorada 6 . Poco a poco, con la ayuda de abogados compañeros de militancia justicialista,
comenzó a retomar la actividad jurídica y, con la progresiva normalización de la actividad sindical,
a recuperar casos judiciales que provenían de los gremios. Esto lo llevó a pasar una gran parte de su
tiempo en la Capital Federal y, allí, reconstruir viejas redes partidarias y comenzar a pergeñar otras.
Una figura clave en su recorrido, situándonos entre fines de los años 1970 e inicios de la
década siguiente, fue Ángel Federico Robledo. Dirigente histórico justicialista, Robledo se había
rodeado de jóvenes peronistas provenientes de diferentes organizaciones de militancia. Allí Díaz
tomó contacto con Jorge Triaca y participó de los embriones de la Renovación junto con Robledo,
el mismo Triaca, Juan Carlos Grosso y Roberto Grabois, entre otros.
El tiempo político que se abrió con la derrota de 1983 le permitió profundizar sus
reflexiones sobre la importancia de democratizar y modernizar al peronismo. En la interna de 1988
se alistó con los dirigentes que apoyaron la candidatura de Antonio Cafiero. En esa época,
igualmente, se reincorporó a la Universidad Nacional de Cuyo y retomó con fuerza un proyecto
específicamente académico. En 1988 obtuvo una beca Eisenhower que le permitió contactarse con
Samuel Huntington e intentar desarrollar un programa de investigación que se propuso, entre otras
aristas, analizar el rechazo de la designación de Huntington en la Academia de Ciencias Políticas
de los Estados Unidos (Díaz, 2009).
A través de Eduardo Bauzá, Carlos Menem lo invitó a participar de la campaña
presidencial. Con el cambio presidencial anticipado y la asunción de Triaca al frente de la cartera
de Trabajo, Díaz abandonó su proyecto de investigación de Harvard para asumir, en primer lugar,
la Secretaría de Trabajo y posteriormente el propio ministerio. Con una intervención en el plano de
la gestión que retomaremos posteriormente, dejó el ministerio a fines de 1992, enfrentado con
Domingo Cavallo. En 1993, además de ser designado como Director de YPF (la que se encontraba
en proceso de privatización), estuvo a la cabeza de la campaña justicialista para las legislativas de
ese año (con el resonante triunfo de Erman González en la Capital Federal), y en 1994 fue
convencional constituyente por la provincia de Mendoza.
Durante la segunda presidencia de Menem el actor se aleja de la política partidaria. Pero no
así de la función pública-estatal. De 1995 a 1999 fue procurador del Tesoro, una alta tarea
jurídico-burocrática en relación al Estado.
6
Veremos en el apartado siguiente cómo su familia pudo hacer frente a su detención.
16
Con el fin de la experiencia menemista, Díaz inicia un proceso de reconversión en el que,
por un lado, se concentra en lo académico-intelectual (pasa casi tres años en Harvard actualizando
nuevamente su formación anglosajona en ciencias políticas y escribiendo un trabajo sobre la
década de 1990 (Díaz, 2002), retoma puestos de gestión en universidades privadas, es designado en
la Academia de Ciencias Políticas y Morales) y en su savoir-faire jurídico-legal abocado al ámbito
empresarial (al día de hoy es un alto cuadro de la petrolera transnacional Pan American Energy
PAE). Si sus relaciones de pertenencia profesional (alejamiento de sus funciones como dirigente
estatal) fueron modificándose, muchos de sus vínculos construidos en el pasado se actualizaron. La
permanencia de tales vínculos, la vastedad de los mismos y hasta la utilidad que muchos de ellos
pueden seguir comportando contemporáneamente (ej., con un fideicomiso, varias organizaciones
sindicales le permitieron efectuar la última gran estadía en Harvard; sus vínculos
político-sindicales le permiten contactar figuras empresariales, participar de proyectos de think
tank y recalar, finalmente, como asesor legal de PAE) no nos impiden constatar, no obstante, un
relativo proceso de des-compromiso (Fillieule, 2005) por parte del actor, asociado altamente a la
no-reproducción de una carrera política.
Relato biográfico y significación militante
Hasta el momento hemos realizado una descripción que se correspondería con la enumeración de
rasgos socio-profesionales generales y de momentos salientes de actuación política. Lo versado
podría ingresar en una base de datos más extensa y conformar un nuevo elemento estadístico
adicional a las reconstrucciones prosopográficas de los elencos políticos elitarios. Sin embargo, el
enfoque cualitativo permite ahondar, a diferencia de las generalizaciones prosopográficas, en
dimensiones tan diacrónicas como significativas presentes en la construcción de una trayectoria
político-intelectual. Ha podido precisarse que Díaz estuvo inserto en el peronismo, en el
sindicalismo, en la gestión estatal, en la vida universitaria nacional e internacional, pero no hemos
hilvanado el proceso indeterminado de construcción de las diferentes opciones, de las
circunstancias externas (oportunidades o bloqueos de las mismas) e internas (decisiones,
circunstancias personales, familiares) que estuvieron íntimamente ligadas al recorrido del actor.
Esto nos lleva a poner de relieve algo que debería merecer un análisis particular: todo
aquello que no ingresa en el currículum. Difícilmente, al momento de querer reconvertirse en
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gerente de empresa o alto funcionario del Estado, un actor dado explicite la pertenencia pasada a
una organización revolucionaria —o, lo que es lo mismo en el caso de otros actores, de haber
pertenecido a Guardia de Hierro (Cucchetti, 2013a). Sin embargo, esta pertenencia pasada no está,
al menos en principio y desde un punto de vista sociológico, desvinculada del proceso de
formación de un dirigente empresarial o político. Y esto trasunta un universo de cualidades
individuales que son representadas en el relato autobiográfico las que, a través o más allá de las
deformaciones memoriales más o menos intencionales, son un componente de la trayectoria. Muy
difícilmente, en sus años de funcionario del gobierno de Menem, Díaz haya hablado del
“compañero Mao”, tal cual apareció varias veces en la entrevista parafraseando a Juan Perón.
Asimismo la figura de Mao remite a una asunción histórica y generacional del marxismo presente
en su formación y en sus lecturas, y sino a una explicación sí, al menos, a una justificación
materialista de la opción por el movimiento obrero peronista y sus sindicatos, “sujeto de la
historia” según su perspectiva. Sin embargo, tales elementos significativos lejos están de ser
simples anacronismos.
En este mismo sentido puede precisarse igualmente el rol de la anécdota y lo anecdótico
como pieza del relato de los actores. Aquello que es mencionado a título de experiencia banal, pero
al mismo tiempo expresivo de lo que quiere transmitirse y constitutivo de la narración política,
tiende a tener un estatus inferior a lo que es considerado, por los analistas, como “acontecimiento
político puro”. Lo que esas anécdotas pretenden mostrar o deformar (términos que pueden ser
prácticamente equivalentes) es una experiencia subjetiva determinante para el actor que sirve para
comprobar la “naturaleza” del hecho relatado.
En relación al recorrido de Díaz, cabe mencionar algunas singularidades que no le son, sin
embargo, exclusivas. Dos de ellas se encuentran íntimamente ligadas: el compromiso duradero en
las filas del movimiento peronista y la relación, igualmente duradera, con diferentes actores del
mundo sindical. Su trayectoria política está vinculada así a estos dos enclaves con una clara
particularidad: él fue un dirigente partidario (tanto en Mendoza como a nivel nacional), y fue un
profesional (abogado) con estrechos lazos sindicales. Pero al mismo tiempo fue un intermediario
entre los dirigentes políticos y los sectores sindicales —aquí mismo podría hacerse alusión tanto a
sus actividades en la política mendocina (años 1970) como a la gestión partidaria de los años 1980
y gubernamental en la primera mitad de la década de 1990. Como cuadro del robledismo y,
posteriormente, como dirigente renovador, su apuesta consistió en hacer penetrar en el peronismo
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la necesidad de una renovación democrática de la cultura política de su partido. Esa opción fue
realizada haciendo coincidir sus esfuerzos estrictamente partidarios y específicamente sindicales.
Lejos de ser un intelectual-profeta, su conducta se orientó bajo una disciplinada
observancia de los caminos seguidos por las organizaciones gremiales. En su relato esta
orientación aparece reflejada en acontecimientos que oficiaron como “constantes” dentro de su
formación política. La proscripción padecida por el partido peronista en los años 1960 no dejaba
mucho más margen de actuación que la militancia en los sindicatos. De sus años iniciáticos
sobresale la “profundidad” de los vínculos construidos, que él refleja en dos dirigentes locales,
Edgardo Boris (Sanidad, futuro dirigente partidario nacional), y Florentino Cortés (ferroviario,
dirigente de la CGT Mendoza).
“Primero, nos recibieron, digo, nosotros veníamos “de la estratósfera”. ¿Qué teníamos que
ver? No teníamos nada que ver, digamos. Sin embargo, primero los tipos nos recibieron,
después nos educaron. Esos tipos nos educaron, nos enseñaron cómo era el tema de la
política. No la parte intelectual sino nos enseñaron pero con un respeto y un afecto. Una
cosa extraordinaria ese proceso; si no, no se explica lo que pasó. Un proceso de una
profundidad y una sofisticación extraordinaria ¿no? Los tipos nos recibieron a nosotros”7.
Esta forma de retribución del militantismo (Gaxie, 1977) no excluyó otras, así como la posibilidad
que brindaban fácticamente esos espacios al desarrollo de formas de sociabilidad que podían llegar
a involucrar la vida afectiva. El peronismo de la época, sea en sus dimensiones territoriales, sea en
los espacios propiciados por los sindicatos, o sea en las dinámicas activistas de las agrupaciones
universitarias “en búsqueda del pueblo”, supuso una intensa interacción entre actores históricos y
“recién llegados”. Y en esos marcos concretos donde se generaban los contactos concretos
(reuniones políticas, manifestaciones, actividades de militancia barrial) se podían producir
encuentros amorosos. Dato biográfico no menor, en un acto sindical realizado entre 1967-68,
“donde los comunistas gritaban unidad, unidad y los peronchos, Perón, Perón”8 encontró otra
universitaria recientemente transformada en peronista y quien terminó siendo su esposa.
Pero esa retribución, además, le permitió a Díaz encontrar en el sindicalismo un trampolín
de poder y clientes jurídicos. Y si en el primer lustro de los años 1970 su función legislativa y su
7
8
Entrevista a Rodolfo Díaz, 22 de mayo de 2013.
Ibid.
19
cargo como Secretario de planeamiento le permitieron agregar a sus labores de abogado otras
formas de ingreso económico y de protagonismo en el Estado, su detención durante la última
dictadura lo enfrentó a un horizonte económico por demás penoso. Un sindicalismo aún proscripto
le permitió a su familia hacer frente a tal situación:
“Todos los meses el compañero Ángel Herrera9, desde el 30 de marzo a la noche; el 30 de
marzo al otro día, no sé, 1º de abril; todos los meses Ángel Herrera llegaba a mi casa.
“¿Cómo le va Marga?, ¿cómo está?, ¿qué sabe del Chango?”. Y cuando se iba le había
dejado el cheque con mi sueldo. Todos los meses”10.
Una vez en libertad, y más precisamente con la recuperación de la actividad sindical bajo el
contexto dictatorial, los clientes fueron reapareciendo. Así como nuevos vínculos políticos que le
permitieron “nacionalizar” su ámbito de intervención. Allí sus lazos sobresalientes fueron Ángel
Robledo y Jorge Triaca, así como un conjunto de interacciones con dirigentes políticos mendocinos
igualmente en proceso de nacionalización: José Luis Manzano, José Octavio Bordón, Juan Carlos
Mazzón, todos ellos actores de relevancia en la Renovación (en particular, los dos primeros). Eso
explica su adhesión a la candidatura cafierista en 1988. Su relato, al mismo tiempo, nos permite
matizar una ilustración trillada que ve en la oposición Renovación/peronismo histórico la
superposición de un antagonismo de corte más corporativo, y que habría opuesto a los dirigentes
partidarios a aquellos de extracción sindical. Además de los sindicalistas que explícitamente
apoyaron al proyecto renovador (entre ellos, el propio Triaca, muy próximo a Díaz), el avance de la
Renovación supuso que diferentes sindicatos optaran de manera discreta tanto por la conducción
renovadora así como por el propio peronismo ortodoxo o el sector duro de la Unión Obrera
Metalúrgica11.
Ideólogo supeditado a los grupos sindicales, el actor acompañó, con sus propias
características biográfico-profesionales (abogado, proclividad intelectual), los corrimientos en la
política interna y externa del justicialismo. Por esta razón puede explicarse la continuidad existente
entre su participación en redes sindicales combativas de la provincia de Mendoza, su posterior
participación en la coalición anti-Montoneros apoyando desde la burocracia legislativa el juicio
contra el gobernador filo- Tendencia (allí estuvo aliado circunstancialmente a la Línea Nacional,
9
Dirigente sindical de la Sanidad.
Entrevista a Rodolfo Díaz, 27 de mayo de 2013.
11
En relación a la Renovación peronista y las tensiones intrapartidarias durante los años 1980, ver: Gutiérrez, 1998.
10
20
integrante de la OUTG), separándose luego de aquellos quienes hasta hacía poco tiempo habían
sido sus aliados anti-Montoneros —Díaz se enroló en un activo anti-verticalismo, lo que casi le
costó ser detenido por grupos de la Triple A. Una década después, su concepción de la
democratización no le pareció contradictoria son el anclaje sindical de su trayectoria, pensando al
peronismo como fuerza política socialdemócrata —lo que, en su caso, por sus vínculos directos
con representantes del movimiento obrero le daba un carácter híbrido que integraba elementos
socialdemócratas con una inclinación partidaria de fuerte extracción sindical. Un relato sobre la
campaña de 1988 le permite graficar, de todos modos, los límites de ciertos dirigentes renovadores
y enfatizar, al mismo tiempo, la capacidad política de Menem para incorporar en su proyecto un
amplio abanico de organizaciones gremiales:
“[…] el Chueco [Juan Carlos Mazón] y yo armamos una reunión con Cafiero y con la
dirigencia sindical de lo que era “la CGT traidora” digamos ¿no? Con los más robledistas,
los más renovadores; los menos convencionales, Triaca, esa banda que sigue existiendo,
que siempre estuvo en eso y hacemos una reunión con los metalúrgicos. Estamos hablando
del 80% del sindicalismo argentino […] Estaban sentados Cafiero, el Armando Cavalieri, el
Juanpi [Juan Pablo Cafiero]; el Gallego [José Manuel] De la Sota y Jorge [Triaca] ¿no? Y
después toda una mesa larga y el Armando le explicaba, lo tenía a Cafiero y le explicaba así:
todo por qué ellos lo querían ayudar, lo querían apoyar. No le estaba pidiendo nada. “Usted
díganos, nosotros apoyamos, nosotros ponemos; nosotros esto, nosotros lo otro”. Y le dice
el Gallego De la Sota, “muchas gracias pero ustedes no digan que nos apoyan a nosotros.
Ustedes apóyennos pero no digan…”. Qué sé yo. Se hizo un silencio de la puta que lo parió
(…) De ahí [los dirigentes sindicales] se fueron a verlo a Menem y le dieron a Menem lo
que Menem no tenía que era una estructura en la provincia de Buenos Aires y chau”12.
En la segunda mitad de los años 1980 él se perfila ya con nitidez como technopol. A fines de esa
década, fue convocado primero por Menem para la campaña y después por Triaca para integrar el
gobierno recientemente electo. Por paradójico que pueda parecer, su relato sobre la reforma del
Estado y sobre sus propias contribuciones en el seno de la cartera laboral son interpretados, por el
mismo, como una continuidad con sus compromisos con el movimiento obrero. Una de sus ideas
en el contexto de avance de reformas de contenido neoliberal consistió en pergeñar el marco legal
que permitiera a los sectores trabajadores participar en la propiedad de sus propias empresas. Tal
12
Entrevista a Rodolfo Díaz, 27 de mayo de 2013.
21
idea, ante los proyectos de privatización gestados en los últimos años del gobierno de Alfonsín,
había sido elaborada por el propio Díaz en colaboración del diputado Manzano. La aplicación de
tal iniciativa no fue posible, “los programas de propiedad participada, yo no implementé ninguno
porque no se llegó. Yo me fui del ministerio antes y Cavallo les dio una interpretación a la
Cavallo”13. Precisamente un conflicto político con el entonces ministro de Economía desencadenó
su salida del gobierno de Menem y su nueva actuación partidaria en las elecciones de 1993, como
constituyente en la Convención un año después, y en la campaña presidencial el año siguiente. Su
relación preexistente con Bordón lo llevó a intentar evitar la disidencia del ex gobernador de
Mendoza, la ruptura de éste con el PJ y el armado de una coalición electoral con Carlos Álvarez
(FREPASO). Como puede apreciarse, tal gestión fue infructuosa.
La segunda presidencia de Menem lo llevó de la gestión de gobierno y la política partidaria
a la alta función burocrático-estatal. Esta nueva designación lo depositó en un encumbrado espacio
jurídico y técnico, aunque difícilmente reconvertible en términos partidarios y en un menemismo
que comenzaba a envejecer políticamente.
Intervención intelectual y modalidad de compromiso político
Si 1) la adhesión al Partido Justicialista 2) a través de las organizaciones sindicales, constituyeron
los anclajes institucionales y partidarios básicos del compromiso político de Díaz, sus modalidades
intelectuales de intervención en la vida política constituyen un rasgo que merece ser subrayado.
En una primera de reunión de presentación 14 , y todavía no en un contexto formal de
entrevista, señaló que siempre se consideró como militante y que su “militancia pasó por lo
intelectual”15. Pero que su producción intelectual, la más significativa, no habían sido los artículos
o libros firmados como autor sino sus aportes materializados en proclamas, panfletos, solicitadas,
síntesis programáticas. Exagerando ciertamente llega a sostener que “no cambio escribir 13 tomos
de Derecho Constitucional por todo lo que hice anónimo y que se ve en otras instancias”16. Ese
trabajo, reconoce, no es el fruto de una creación individual sino la síntesis, a título de reflexión, de
horas de charlas, de café, de intercambios en unidades básicas y demás espacios de la sociabilidad
13
Entrevista a Rodolfo Díaz, 4 de junio de 2013.
Rodolfo Díaz, 20 de mayo de 2013.
15
Ibid.
16
Ibid.
14
22
política. Dicho de otro modo, y nuevamente con Mao, “devolver con precisión lo que se recibe en
estado de confusión”17.
Salta a la vista que las manifestaciones de esta intervención son por demás dispersas,
fragmentadas y, más aún tratándose de aportes insertos en dinámicas institucionales en el
justicialismo18, caótica. Algunos de estos trabajos circularon a título colectivo y programático
dentro de diferentes espacios político-partidarios. Otros constituyen análisis con una especificidad
académica o jurídica en los que, en algunos de ellos, no pueden dejar de atisbarse fundamentos
intelectuales de los compromisos políticos desplegados por el actor. Finalmente, pueden situarse
atisbos de proyectos de investigación (como sus consideraciones sobre Huntington), análisis
específicos sobre la ciencia jurídica constitucional (Díaz, 2008; 2012) e incluso investigaciones
realizadas —vale destacar aquí su análisis de las reformas realizadas en los años 1990 (Díaz, 2002).
En relación a este último, y producto de una investigación iniciada en Argentina y que se
terminó de llevar adelante en el Weatherhead Center for International Affairs de Harvard, dos
características deben ser señaladas: tanto la defensa que el autor esgrime de las reformas encaradas
durante el gobierno de Menem como la perspectiva académica del trabajo. Las categorías analíticas
retomadas parten de diferentes enfoques de la ciencia política y en particular y de las ciencias
sociales en general. Una interpretación que oficia como punto de partida para comprender el
contexto general en el que son llevadas diferentes transformaciones estatales (Díaz da cuenta de
ellas en su totalidad, abordando lo que fue la puesta en plaza de la convertibilidad, el freno del
proceso híper-inflacionario, las privatizaciones, las reformas monetaria, tributaria, educativa,
constitucional, etc.) consiste en determinar la supervivencia del Estado burocrático-autoritario
(EBA) (O’Donnel, 1982) puesto en macha desde el gobierno del General Juan Carlos Onganía,
cuyo funcionamiento económico se habría mostrado persistente hasta finales de los años 1980. La
inflación y el viejo y gigantesco Estado obsoleto, desde la óptica de Díaz, continuaban con un
proceso de transferencia de ingresos de la sociedad (población asalariada y asistida) al sector
privado (Díaz, 2002: 23- 41).
Siguiendo su testimonio en referencia a los “años noventa”, tres grandes ejes evidencian su
contribución político-técnica: la elaboración de un marco legal que permitiera iniciar legalmente
las privatizaciones, es decir, a través del debate en el Congreso de la Nación (allí se pretendió
17
Ibid.
A lo que debería agregarse el pésimo estado de archivos en Argentina por la falta de documentos, la indisposición de
muchos de ellos, el carácter incompleto de diferentes colecciones, entre otras deficiencias que podrían señalarse.
18
23
promover un Programa de Propiedad Participada que le permitiera a los trabajadores participar de
la propiedad de la empresas privatizadas); la reforma del régimen laboral (esto significó modificar
las condiciones de empleabilidad, reduciendo la indexación por despido y creando un subsidio de
desempleo); finalmente, la reforma previsional —su propuesta fue diferente de la que llevó
adelante Cavallo, la que propiciaba la desaparición progresiva del régimen de reparto19.
Pero si se tienen presente los atributos intelectuales de nuestro actor, un elemento no menor
parece distinguir a Díaz de gran parte de la dirigencia justicialista: su relación con la cultura
anglosajona —relación cultural que implica fuertes vínculos con universidades y centros de
investigación ingleses y, particularmente, de los Estados Unidos; relación cultural que entraña, en
particular, el manejo universitario de la lengua inglesa.
En el contexto de la campaña presidencial de 1983, e integrando los equipos de campaña
del justicialismo, viajó a Washington para participar en un seminario organizado por el economista
Ricardo Zinn20. En su labor docente como profesor en la Universidad Nacional de Cuyo, Díaz pudo
acendrar vínculos académicos con profesores extranjeros (muchos de ellos, provenientes de los
Estados Unidos) de visita por tal universidad. Pero fue la obtención de su beca Eisenhower
(Harvard) lo que le permitió profundizar sus lazos con el mundo académico norteamericano, en
particular, con el politológico. Allí tomó contacto con, además de con el propio Huntington, con
figuras como Giovanni Sartori y Robert Dahl. Si años más tarde pudo vincularse con especialistas
de Oxford, las propias redes de Harvard, en particular Jorge Domínguez, le permitieron realizar su
estadía de investigación abocada a estudiar las transformaciones políticas y estatales en la
Argentina de la década de 1990.
A diferencia de otros intelectuales y tecnócratas presentes en la política argentina, la
formación universitaria de Díaz fue realizada en el país, realizando una primera formación
post-universitaria en el ILADES chileno y, más tardíamente, estadías de investigación en los
Estados Unidos. Si en el primer caso pudo incorporar trabajos de corte europeo próximos del
pensamiento marxista, en el segundo logró imbuirse de las actualizaciones propias de la Ciencia
Política anglosajona. Y aunque pueda pensarse que el actor construyó sus compromisos políticos y
académicos en tanto que “campos”, es decir, espacios autónomos e independientes entre sí, las
19
El estudio de todas estas reformas excede los límites de este trabajo ya que las mismas merecerían una discusión en
sí y la apelación a otros documentos y bases de datos. El propio actor hace un minucioso balance de las mismas (Díaz,
2002) que conviene interpretar teniendo bien presente su rol jugado como protagonista estatal del gobierno de Menem.
20
En relación a Zinn, ver: Vicente, 2011.
24
interrelaciones allí existentes no son menores. En primer lugar, ya que la reflexión en materia de
conocimiento social de fines de los años 1960 le permitió asentar una justificación casi
epistemológica de su compromiso en el seno del movimiento peronista. En segundo lugar, ya que
el primer proyecto de Harvard incluía, paralelamente a la propuesta de retomar el caso de
Huntington, analizar los casos presentes en los Estados Unidos sobre la participación de los
trabajadores en la propiedad empresaria; la implicancia política de tales insumos, si bien es
difícilmente inmediata, no dejó de ser visualizada dentro de un ámbito de concreciones políticas
eventuales.
Es por esta razón que un funcionario que participó directamente del gobierno de Menem,
justo en los momentos de cimentación de la convertibilidad e inicio de las privatizaciones, puede
afirmar sobre la hiperinflación, sin solución de continuidad con sus propios compromisos políticos:
“Yo creo que lo que pasó fue la crisis de una formación histórica específica en un modo de
producción capitalista ¿no? Es una formación histórica en un modo de producción
capitalista. En ese particular momento entró en crisis; crisis terminal y no se pudo aguantar
[…] Digamos, la crisis terminal de esa formación histórica del modo de producción
capitalista se la llevó puesta; no había salida; era eso lo que estaba agotado”21.
Reflexiones finales: dimensiones transnacionales y construcción de una carrera
político-tecnocrática
Es por demás plausible ubicar el caso de Rodolfo Díaz en un conjunto de procesos transnacionales
que pueden ser recuperados a partir del análisis de la trayectoria en cuestión. Uno de ellos, que
relaciona cuestiones culturales con características propias de la vida política, entraña la
problemática de los derroteros militantes considerando la integración político-institucional de ex
militantes (reconversiones militantes). El otro nos permite reflexionar sobre el rol de las élites
tecnocráticas en la política local durante las últimas décadas, en una dinámica que ha atravesado a
diferentes sociedades políticas latinoamericanas. Ambos procesos, que en ocasiones pueden
superponerse (el caso de Díaz sería paradigmático) convocan una innumerable cantidad de lecturas
y autores. Vamos a centrarnos sólo sobre dos obras.
21
Entrevista a Rodolfo Díaz, 4 de junio de 2013.
25
En relación a las reconversiones militantes, un tipo de abordaje ha hecho hincapié en los
destinos seguidos por los miembros de organizaciones revolucionarias. Tales destinos, muy
frecuentemente, ha supuesto el abandono del viejo militantismo por consignas hasta
contradictorias a las proclamadas en la época de juventud. En un reciente ensayo de corte
politológico y neogramsciano, Gaël Brustier y Jean-Philippe Huelin han propuesto una
interpretación de las recientes evoluciones vividas en las sociedades occidentales (concentrándose
en diferentes países europeos y los Estados Unidos). Para los autores, se habría producido una vasta
derechización de los sistemas políticos y de un amplio conjunto de valores sociales. Es interesante
destacar que, siguiendo este planteo, tal derechización tuvo un motor más cultural que político, esta
idea depende en gran medida de la interpretación gramsciana propuesta: la actual contestación
derechista se fundamenta en una modalidad de lectura de los problemas sociales en donde las
soluciones de derechas (en términos identitarios, de seguridad, de política migratoria, etc.)
generaron debates completamente legítimos. Pero yendo más lejos, tal viraje a derecha se
caracteriza por su marcado origen a izquierda: son trayectorias de izquierda (básicamente
intelectuales pero también políticas) las que se involucraron de lleno en la fundamentación de una
agenda derechizada. En el caso francés, diferentes tendencias de una izquierda anti-totalitaria en
fuerte crítica con el comunismo fue preparando, desde finales de los años 1970, el terreno cultural
que facilitó el avance de expresiones de derecha o incluso de extrema derecha. En este proceso se
comprobaría un marcado enajenamiento entre los partidos de izquierdas y los electorados
populares (Brustier-Huelin, 2011).
Otro trabajo, en clave estrictamente sociológica, es el enfoque transnacional de las
modificaciones en el campo del derecho en Chile, Brasil, México y Argentina y el desplazamiento
de antiguas generaciones de notables de tal campo por una nueva generación de economistas
formados en la Universidad de Chicago (Chicago Boys). Yves Dezalay y Bryan Garth analizan las
élites cosmopolitas de abogados de los cuatros países (juristas reconocidos, bufetes), para dar
cuenta de aquellos actores que oficiaron de intermediarios (courtiers, Dezalay y Garth, 2002: 35)
en la aplicación de diferentes proyectos de reforma institucional en los estados latinoamericanos
citados. En este proceso transnacional, que incluye no sólo el avance de un neoliberalismo
fuertemente conceptual sino también el desarrollo de redes humanitarias ancladas en todo un
diseño internacional de fundaciones norteamericanas, los Chicago Boys fueron ganando
26
protagonismo, en particular, en la gestión de las áreas económicas22 y en la presión para lograr la
imposición de nuevos marcos jurídicos que permitieran el avance de principios democráticos y de
libre mercado.
El trabajo de Dezalay y Garth, cuya correspondencia, desde nuestro punto de vista, es más
nítida en el caso chileno y, posteriormente, el brasileño, se refleja con mayor dificultad en la
Argentina de las últimas décadas. No por una supuesta inexistencia de redes transnacionales a
partir de las cuales actores concretos se ocupan de importar, pero también retraducir,
conocimientos en boga en el primer mundo —nuevamente con los autores, el desplazamiento de la
influencia europea por la estadounidense constituye un dato no menor. Pero sí porque conviene
matizar cómo se refleja en el campo estatal argentino la existencia de los think tank económicos
citados por los investigadores en cuestión y si, todos ellos, son equiparables al neoliberalismo
riguroso de la Universidad de Chicago.
Volvamos al caso de Díaz. La idea de derechización podría allí confirmarse con notables
matices (parece reflejar más una modernización de un antiguo paradigma de cooperación política
en un esquema sindical-laborista). Al mismo tiempo, gran parte de las reformas legales de los años
1990 no parece ser sólo la obra de tecnócratas outsiders del sistema de partidos sino que entrañó
dinámicas político-estatales elaboradas, igualmente, por cuadros partidarios formados en una
notoria continuidad con el militantismo de los años 1970 (Cucchetti, 2013b) así como con redes
sindicales con fuerte protagonismo político.
Ha sido señalado que, en alusión a los dirigentes territoriales peronistas durante el
menemismo, éstos lejos estuvieron de “convertirse al neoliberalismo” (Sidicaro, 2002: 244-246).
El caso de Díaz parece ser representativo de la misma tendencia aunque en otro plano de la vida
política. Este plano, en él, está constituido por enclaves estatales neurálgicos por donde pasaron
diferentes proyectos de reforma —la célebre reducción de la política menemista al área económica
sería, tomando en cuenta tales enclaves, una simplificación flagrante. En esta nueva oportunidad
política que se abre con la recuperación del gobierno por parte del peronismo, recuperación
fuertemente asediada por una crisis económica de alcance extraordinario, Díaz se adapta a los
condicionamientos que exige pensar nuevos marcos para consolidar un poder estatal debilitado,
repensar el tema del empleo y del estatus mismo del trabajo cuando, y siguiendo su testimonio,
22
En relación a los elencos ministeriales en Economía, ver: Heredia, 2006 y 2011.
27
“Eduardo Curia, que estaba en el Ministerio de Economía en la época que estaba con Néstor
Rapanelli, viene y me dice, “mirá, yo vengo a hablar con vos, no quiero tener conflictos con
vos, somos amigos desde hace muchos años pero el tema de la flexibilidad laboral no es un
problema laboral, es un problema macroeconómico; así que nosotros vamos a empezar a
impulsar”, qué sé yo... Y armaron un artículo, mandaron un proyecto de ley de 9 artículos,
8, no me acuerdo, así cortito donde los tipos intentaban con eso generar diríamos una
flexibilización bastante desordenada de las relaciones laborales en la Argentina pero que él
explicaba desde ese contexto y era el clima intelectual que se empezaba a vivir en el mundo
entero dado que estamos hablando de octubre de 1989, noviembre de 1989”23.
Si el nuevo orden económico-social se alejaba de los marcos históricos de un supuesto modelo
peronista, lejos estaba de corresponderse con algún esquema puro del pensamiento neoliberal.
La interpretación esbozada, que permite alejarse de cierta acusación moral o banal de lo que
fue el gobierno de Menem, corre el riesgo, sin embargo, de pensar que tal gobierno impulsó el
neoliberalismo… sin neoliberales. La incontestable apertura económica durante tal década se
habría visto reducida a la influencia de un puñado de Chicago Boys¸ economistas ortodoxos con
una fuerte formación tecnocrática, un escaso sentido político y un funcionamiento transversal en
términos partidarios.
Las consideraciones previas deben completarse a la luz de toda una bibliografía existente
sobre la política en la última década del siglo pasado, donde sólo podemos remitir, por razones de
espacios y por el inagotable debate que entrañaría, a algunos títulos (Palermo y Novaro, 1996;
Pucciarelli, 2011; Sidicaro, 2002; Morresi, 2008). Nos interesa centrarnos sintéticamente, y a título
de aporte de estas páginas, en cómo un solo caso biográfico puede cuestionar construcciones
tipológicas binarias. Díaz nos muestra los límites de pretender establecer una aporía o tensión entre
la figura del militante y la del funcionario-tecnócrata, así como de reducir las posibilidades de
reconversiones de trayectorias ante la dicotomía entre profesionalización política y carrera
militante. Su biografía nos muestra modalidades de continuidad entre la política profesional, la
formación y actividad universitaria y la significación militante que pueden explicarse tanto por la
adhesión activa al movimiento peronista así como en dinámicas integrales de vivir lo político por
demás extendidas en el militantismo revolucionario presente en los años 1960-1970. El tecnócrata
23
Entrevista a Rodolfo Díaz, 4 de junio de 2013.
28
de los años 1990 no dejó de pensar las ideas que buscaba impulsar desde las reformas como
objetivos que había que “militar”, que fueron “explicados y militados” en diferentes espacios
políticos y corporativos, muchas veces ante la hostilidad de las diferentes fuerzas políticas y de
grupos de presión24.
Así hemos podido ver cómo se produce la construcción de una carrera político-tecnocrática,
que podría resumirse, aunque de manera muy particular, en la figura anglosajona del technopol.
Esta biografía puntual se trata de una charnière, un intelectual-bisagra y articulador de diferentes
recursos en los espacios de poder. Así, él pudo enhebrar formas de funcionamiento esenciales para
la vida política pública, vincular esferas partidarias y sindicales, jurídicas y políticas, de gobierno y
estatales. En este proceso logró transferir conocimientos concretos y técnicos en la función pública,
de la ciencia jurídica y el derecho constitucional y público en el funcionamiento del Estado, en los
marcos legales y legislativos que requiere cualquier racionalidad político-estatal.
Pero esa ubicación intersticial también abarcó actores que sólo una superficial lectura de
corte ideologista podría considerar como discontinuos. Contactos sindicales de largo alcance, que
podrían ser definidos también por su recorrido menemista, le permitieron construir relaciones
diversas —por ejemplo, ser miembro Center for Strategic and International Studies (CSIS)25 y,
posteriormente, obtener un alto puesto profesional en un empresa multinacional. Este tipo de
conexión entre saber experto, relaciones políticas e intereses empresarios, claro está, excede el
simple recorrido de Díaz.
Pero tal conexión autorizaría a proponer una mínima discusión, a desarrollar en otra
oportunidad, sobre las complejidades del neoliberalismo vernáculo, sobre su supuesta defunción en
el año 2003 o si, en todo caso, convendría hablar de una persistencia neoliberal
post-convertibilidad que permitiría trazar una línea mucho más coherente de lo que se piensa entre
la gestión de Eduardo Duhalde26 y la de Néstor Kirchner. Este debate posible excede lo propuesto
por estas páginas.
Volviendo a la lectura con la que iniciamos este trabajo, resulta evidente que hemos
hablado de un intelectual de institución. El propio actor se reconoce como “subordinado” a sus
24
Ibid.
El CSIS es un histórico think tank estadounidense, fundado en 1962, de composición bipartidista y orientado en
temas de política internacional y defensa.
26
Nuevamente apelando a la necesidad de profundizar sobre los actores-protagonistas, recomendamos el análisis de la
trayectoria de Duhalde realizado por Marcela Ferrari (Ferrari, 2013), donde se aborda todo el período político previo a
su protagonismo como gobernador de la provincia de Buenos Aires.
25
29
espacios políticos de referencia y a las decisiones tomadas por los protagonistas directos del poder.
Ni esa subordinación ni el carácter orgánico de sus intervenciones intelectuales y expertas
implicaron un bloqueo de determinadas intervenciones intelectuales en el seno de la vida política
argentina en los años 1980 y que se marcaron mutatis mutandi en la década siguiente. La
Renovación era ese chip que debía transformar al peronismo en un actor racional, impulsando la
creación y consolidación de una dirigencia diplomada, modernizadora y trasnacional.
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32
argentinos
y
la
última
Las trayectorias políticas de los funcionarios nacional-corporativistas del Onganiato*
Gabriela Gomes (CONICET-UNGS/UBA)
“Volveremos a la democracia, pero no a la ilusión de la democracia. (…) la
democracia no se confunde con el acto mecánico y obligado de la votación ni con
los partidos políticos hoy disueltos. (…) La Revolución tiene su plan político,
que no es un plan electoral, ni consiste en combinaciones partidarias para un
resultado comicial. Cuando renovamos la maquinaria inadecuada del Estado,
cuando regresamos al concepto de región para infundir vitalidad y dar vigencia a
las autonomías provinciales, cuando alentamos el concepto de la comunidad para
fundar en ellas las bases de una auténtica democracia, cuando nos empeñamos en
gobernar con eficacia, en elevar el nivel de vida de la población, en mejorar la
vivienda, en el cuidado de la salud pública, en promover la cultura y la
educación, estamos cumpliendo con nuestro plan político.” (Discurso
pronunciado por Juan Carlos Onganía a las Fuerzas Armadas, La Nación, 7 de
julio de 1967).
Introducción
El 28 de junio de 1966 un golpe de Estado derrocó al presidente Arturo Illia, dando comienzo a la
autodenominada “Revolución Argentina”. Esta dictadura irrumpió en la escena con una intención
refundacional del país “sin plazos sino metas”. A diferencia del quiebre institucional de 1955, el
golpe de 1966 no fue dirigido contra un hombre o partido, sino contra la democracia representativa,
el sistema parlamentario y la “inoperancia” de los partidos políticos para solucionar la crisis
política, social y económica.
Entre las primeras medidas adoptadas por la Junta Revolucionaria se destacó el cese en sus
cargos de los miembros de la Suprema Corte de Justicia, gobernadores e intendentes, la disolución
del Congreso Nacional, los partidos políticos y las legislaturas provinciales y el reemplazo de la
* Este trabajo forma parte de la tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos (Gomes, 2013). Agradezco a Ernesto
Bohoslavsky, Paula Canelo, Marina Franco, Valeria Galván, Daniel Lvovich, Florencia Osuna, Laura Rodríguez,
Martín Vicente y Gabriel Vommaro sus comentarios y lecturas atentas a versiones preliminares de este trabajo.
33
Constitución Nacional por el Estatuto de la Revolución Argentina.27 Inspirados en los militares
que habían derrocado a João Goulart en 1964, los Comandantes en Jefe buscaban “eliminar” la
política, por considerarla como la causante de “la ruptura de la unidad espiritual del pueblo
argentino” y del “crónico deterioro de la vida económico-financiera, la quiebra del principio de
autoridad y una ausencia de orden y disciplina”, condiciones que suponía generar un clima propicio
para la “sutil y agresiva penetración marxista en todos los campos de la vida nacional”. Por tanto,
los militares se arrogaron el derecho de intervenir en la política con el objetivo de “salvaguardar los
más altos intereses de la nación”.28 La ambiciosa pretensión de despolitizar el tratamiento de
cuestiones económicas y sociales del nuevo Estado burocrático autoritario, dispuso que la gestión
de las políticas estuviera a cargo de “técnicos” especializados en cada área, quienes garantizarían la
imparcialidad frente a los distintos intereses sectoriales (O'Donnell, 2009).
Entre los objetivos iniciales se destacó la pretensión de eliminar las causas del estancamiento
económico, consolidar los valores espirituales y morales propios de la civilización “occidental y
cristiana”, asegurar el bienestar social de los individuos y elevar el nivel científico y técnico. Tales
objetivos no tenían un plazo definido, sino que se articuló en una planificación organizada en tres
tiempos en el siguiente orden: el económico, el social y el político. En el tiempo económico se
llevaría a cabo la transformación y modernización de los sectores económicos, dado que el Estado
garantizaría la libertad de empresa y contaría con la participación del capital internacional.
Onganía lo anunció como una etapa de crecimiento y sacrificio para los asalariados.29 El tiempo
social, sería el momento de redistribuir el ingreso entre los trabajadores. Por último, el tiempo
político, que no estaba claramente diseñado, se implementaría luego de haber alcanzado la
integración social, cuando el Estado y la sociedad conformaran una “comunidad orgánica”
(O´Donnell 2009).
Con el objetivo de subordinar a las Fuerzas Armadas, Juan Carlos Onganía concentró el
poder ejecutivo y el legislativo. Para ello, se reestructuró el aparato estatal y los mecanismos de
decisión quedaron determinados por una estructura piramidal. 30 Se creó una suerte de estado
mayor de la presidencia con tres sistemas institucionales (planeamiento, consulta y decisión) que se
complementarían para formular e implementar las políticas públicas. El de mayor importancia era
27
Boletín Oficial, Nº 20.972, 29 de junio de 1966.
Mensaje de la Junta Revolucionaria dirigido al pueblo argentino el 28 de junio de 1966 (La Nación, 29 de junio de
1966). En dicho documento se esboza el carácter fundacional del golpe.
29
Véase el discurso de Onganía a las Fuerzas Armadas en: La Nación, 7 de julio de 1967.
30
Art. Nº 5 del Estatuto de la Revolución Argentina, 29 de junio de 1966.
28
34
el sistema de planeamiento nacional31, una estructura jurídica altamente burocrática organizada de
manera verticalista y jerárquica, que estaba integrado por el Consejo Nacional de Desarrollo
(CONADE)32, el Consejo Nacional de Seguridad (CONASE) al que luego se sumó el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) (Rouquié, 1982). El sistema de consulta estaba
conformado por asesores y el de decisión por los ministerios que fueron reducidos de ocho a cinco
por la Ley Nº 16.956 Orgánica de Ministerios Nacionales (Interior, Exterior, Económico, Defensa).
Se creó el Ministerio de Bienestar Social con sus respectivas Secretarías de Estado: de Promoción y
Asistencia a la Comunidad (SEPAC), de Seguridad Social (SESS), de Salud Pública (SESP) y de
Vivienda (SEV) (Rouquié, 1982:268). Para cubrir los cargos ministeriales, Onganía se abocó a la
búsqueda de técnicos y profesionales del servicio social. Esto permitió la entrada de católicos en
áreas técnicas del Estado, provenientes de la derecha católica, principalmente del Ateneo de la
República, la Ciudad Católica, el Opus Dei y los Cursillos de la Cristiandad (Selser, 1973;
Rouquié, 1982:260 y ss.).
Asimismo, el golpe fue bien recibido por la UIA, la CGE, la SRA, la CAC y la Bolsa de
Comercio, pero también contó la simpatía de algunos líderes sindicales que estuvieron presentes en
la ceremonia de juramento en que asumió Onganía como Augusto Vandor (secretario de la Unión
Obrera Metalúrgica), José Alonso (representante del sindicato del Vestido), Francisco Prado
(secretario de la CGT) y Juan José Taccone (Luz y Fuerza), algunas agrupaciones políticas tales
como el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) presidido por Guillermo Acuña Azorena y
el Frente Argentino Justicialista. El golpe también contó con el beneplácito de Juan Domingo
Perón, quien veía en Onganía la oportunidad de vencer a sus históricos adversarios radicales.33 En
este sentido, la base política que acompañó a la Revolución fue heterogénea pues confluyeron
liberales, nacionalistas, sindicalistas, socialcristianos, tecnócratas y desarrollistas. Para ciertos
sectores, la reorganización en pos del desarrollo económico requería de la subordinación de los
sectores populares, otros, en cambio, concebían el reordenamiento de la sociedad al estilo
corporativista.
Asimismo, la pluralidad de corrientes y aspiraciones que convivieron al interior de la
“Revolución Argentina” derivó en profundas pujas entre dos grandes familias ideológicas
31
La Nación, 5 de septiembre de 1966.
Sobre la creación del CONADE durante el gobierno de Arturo Frondizi y su reestructuración durante el Onganiato
véase: Gomes, 2011b.
33
Sobre la posición de Perón frente al golpe véase Primera Plana, Nº 186,19 de julio de 1966, p. 24.
32
35
–nacionalistas y liberales–, que Carlos Altamirano denominó “las dos almas de la Revolución
Argentina”. Pese a que las Fuerzas Armadas debatieron entre el integrismo católico, el
corporativismo, el liberalismo antiestatista y el desarrollismo tecnocrático, todos parecían coincidir
en su orientación anticomunista, en la necesidad de modernizar la estructura económica del país y
en reorganizar la sociedad y el Estado mediante una “nueva institucionalidad” (Altamirano,
2001:81). En ese sentido, es posible afirmar que no existió “una” Revolución, sino diferentes e
irreconciliables versiones de lo que “debería ser la Revolución Argentina”.
En el presente trabajo nos concentraremos en las familias nacionalistas, que si bien
conformaban un grupo heterogéneo con una multiplicidad de diferencias internas respecto a la
relación con los gremios, las políticas para atender el problema del subdesarrollo económico, la
cuestión social y la seguridad interna hasta las medidas para combatir el comunismo. Sin embargo,
dichas diferencias se vieron disminuidas frente a sus oponentes liberales. En este artículo, nos
limitaremos reconstruir las trayectorias políticas y redes sociales de un conjunto de funcionarios
civiles y militares que preconizaron la versión nacional-corporativista de la “Revolución
Argentina”.
En cuanto a la definición de corporativismo, optamos por la que ofrece Ludovico quien
sostiene que, bajo manifestaciones doctrinales y temporales diversas, el corporativismo aparece
como una doctrina que propugna la “organización política y económica de la vida social”, sobre la
base del pluralismo de asociaciones representativas de los intereses y actividades profesionales
(corporaciones). La doctrina corporativista surgió, históricamente, con una finalidad declarada: la
armonía social entre trabajo (obreros) y capital (patronos). Propone, gracias a la solidaridad
orgánica de los intereses concretos y a las fórmulas de colaboración que de ellos pueden derivar, la
remoción o la neutralización de elementos conflictivos como la competencia en el plano
económico, la lucha de clases en el plano social y la diferenciación ideológica en el plano político
(Ludovico, 2007:372). Cuando nos referimos al corporativismo no lo hacemos como un fenómeno
histórico que se manifestó en un período y espacio determinado, sino como una categoría analítica
que designa a determinados sujetos aún cuando nieguen ser corporativistas.
Resulta evidente que la selección de dicha categoría implica un desafío metodológico, en la
medida en que los sujetos analizados no se denominaron “corporativistas”, e incluso negaron serlo.
Probablemente, esto se deba a que no estaban dispuestos a asumir la carga peyorativa de un
concepto que quedó muy desprestigiado después de 1945. Más bien, podríamos afirmar que fue la
36
prensa y sectores liberales de las Fuerzas Armadas los que los etiquetaron o denunciaron como
“comunitaristas” o “corporativistas”.
A los fines de este trabajo, denominamos nacional–corporativistas a quienes despreciaban la
tradicional democracia liberal, promulgaban su reemplazo por una “nueva política” basada en la
descentralización mediante el fortalecimiento de los cuerpos intermedios y el rol subsidiario del
Estado. Consideraban que la “verdadera participación social” era la que se expresaba en los
consejos y comisiones integrados por las organizaciones básicas de la comunidad. Entre
principales voceros civiles de esta tendencia destacamos a los militares vinculados a la Ciudad
Católica como el coronel (R) Juan Francisco Guevara y los generales de brigada Francisco Imaz,
Eduardo Señorans (R) y Eduardo Conesa, junto a civiles pertenecientes al Ateneo de la República y
la Ciudad Católica como Mario Amadeo, Guillermo Borda, Carlos Caballero, Díaz Colodrero,
Roberto Gorostiaga, Martínez Paz, Alberto Federico de Nápoli, Santiago de Estrada y Raúl Puigbó
(Gomes, 2011a; 2013).
La hipótesis que pretendemos demostrar es que los nacional-corporativistas preconizaron
una “nueva” democracia que pretendía sustituir a la “vieja” democracia liberal por un sistema de de
“verdadera participación social” o “comunitaria” que incluía la representación de los cuerpos
intermedios. Esa pretensión produjo serias tensiones con los liberales. Altamirano (2001) sostiene
que la necesidad de implementar el “tiempo económico” fue lo que operó como articulador entre
ambas tendencias: nosotros podríamos agregar que el principio de subsidiariedad del Estado
también funcionó como articulador entre los liberales y los nacional–corporativistas. El principio
de subsidiariedad del Estado, defendido por ambos sectores con fuentes doctrinarias distintas pero
conciliables, permitió que no hubiera una oposición decisiva a las políticas económicas liberales.
El texto se organiza en dos partes. En la primera se analizan las trayectorias y redes sociales de los
funcionarios nacional-corporativistas que ocuparon cargos públicos durante el Onganiato. En la
segunda se abordan las principales tensiones entre éstos y los liberales por el control del aparato
estatal.
Los nombramientos de Onganía: el gobierno de los nacional–corporativistas
Desde sus proclamas iniciales, la “Revolución Argentina”, preconizó una sociedad jerárquica, el
desprecio por la democracia liberal, la defensa de la tradición católica e hispánica, la erradicación
37
del comunismo y el ateísmo. Esto atrajo la atención de miembros de la Ciudad Católica y del
Ateneo de la República. La Ciudad Católica se organizó en Argentina en 1959 por obra del padre
George Grasset cuyo órgano de difusión fue la revista Verbo. Se trató de una organización
anticomunista, antiprogresista y antiliberal de origen francés, que rechazaba la organización
político-partidaria, la masonería y el laicismo.34 Entre los fundadores de la Ciudad Católica en
Argentina se destacan Roberto Gorostiaga, Juan Carlos Goyeneche 35 , Roberto Pincemin y el
coronel (R) Juan Francisco Guevara (Scirica, 2010). El objetivo de la Ciudad Católica era difundir
la doctrina de la Iglesia y formar dirigentes. Se dedicaba al reclutamiento de oficiales mediante la
práctica de implantar “células” en los regimientos (Rouquié, 1982).
Los generales de brigada Francisco Imaz, Eduardo Señorans(R) y Eduardo Conesa eran
miembros de la Ciudad Católica. Este grupo tuvo amplia influencia durante el Onganiato. Su
entrada al gobierno de la Revolución Argentina se debió a los vínculos de Georges Grasset36 con
Onganía, quienes se conocieron en unos retiros espirituales en la localidad de Gándara. El amigo
que tenían en común era Roberto Petracca, 37 titular de la Cámara de vidrio desde 1962, fue
ministro de la cartera de Bienestar Social (1966-1967) y militaba en la Ciudad Católica junto a
Roberto Gorostiaga (Selser, 1973:226).
El Ministerio del Interior fue ocupado por Enrique Martínez Paz, cursillista proveniente de
Córdoba y vocero de la derecha socialcristiana. Martínez Paz era íntimo amigo de Onganía y del
general Pascual Pistarini (Lewis, 2001:343). Le ofreció la subsecretaría del ministerio a su primo
cordobés José María Saravia, también cursillista. Los generales Alejandro Agustín Lanusse y Juan
Carlos Onganía recurrían habitualmente a los retiros espirituales de San Ignacio de Loyola,
34
La Cité Catholique fue fundada en 1946 por Jean Ousset, un católico integrista que se inició en la Acción Francesa
como secretario de Charles Maurras. Su órgano de difusión era la revista Verbe (Scirica, 2010).
35
Juan Carlos Goyeneche fue un tradicionalista católico admirador del fascismo, el hispanismo y la España franquista.
Durante la guerra civil española perteneció al comité editorial del periódico nacionalista Sol y Luna, publicación
dedicada a la propaganda franquista. Durante la segunda guerra peleó con los nazis en el frente ruso incorporado como
voluntario en la Brigada Azul española. Fue funcionario de Perón pero se distanció de éste tras el conflicto con la
Iglesia. Durante el gobierno de Lonardi fue Secretario de Prensa y Actividades Culturales (Rock, 1993: 195; Lewis,
2001:329-330).
36
George Grasset militó como laico en la Cité Catholique francesa. Posteriormente, ingresó a su congregación y se
hizo sacerdote. Grasset estuvo vinculado con grupos carlistas y fue guía espiritual de la Organisation Armée Secret,
agrupación armada de ultraderecha que brindaba resistencia armada al gobierno de Charles De Gaulle (en Scirica 2010;
Rock 1993).
37
La empresa Petracca Construcciones fue auspiciante de la revista Roma (Mallimaci y Giorgi, 2012:126).
38
conocidos como “los Cursillos”, así como otros compañeros de armas que fueron invitados como el
coronel Juan Francisco Guevara.38
El general Francisco Imaz, íntimo amigo de Guevara, fue gobernador de la provincia de Buenos
Aires (1966-1969) y en 1969 ocupó el cargo de Ministro del Interior. Francisco Guevara formó
parte de la Ciudad Católica hasta 1962, cuando decidió abocarse a la acción política a través de la
fundación de su propio movimiento denominado Fuerza Nueva, que en 1965 pasó a llamarse
Movimiento Nacional Comunitario, inspirado en lo planteado por Jaime María de Mahieu en El
Estado Comunitario.39 El Movimiento, que se planteó como una alternativa al individualismo y al
comunismo, pretendía romper con el sistema de partidos y promovía la redacción de una nueva
constitución que incluyera los principios “comunitaristas”. Como miembro de la Ciudad Católica,
mantuvo fluidos contactos con las fuerzas armadas y la jerarquía eclesiástica antiliberal y
anticomunista. Así conoció a Onganía, quien lo designó embajador en Colombia y luego en
Venezuela para evitar conflictos con el sector liberal del Ejército. El alejamiento de la Ciudad
Católica no implicó una ruptura con esta organización ya que siguió manteniendo estrechos
vínculos con Jean Ousset y Grasset. Sin embargo, en junio de 1966 Grasset rompió relación con
Guevara por estar de acuerdo con el golpe de Estado. Guevara formó parte del Grupo de Oficiales
Unidos y posteriormente, colaboró junto a Lonardi con el golpe de Estado de 1955 y durante su
gestión fue secretario con categoría de ministro entre septiembre y noviembre de 1955. Trabajó en
las embajadas argentinas de Egipto, Arabia Saudita, Líbano, Turquía, Jordania, Irak e Irán
(1956-1958) (Selser, 1973:232; Scirica, 2010:34).40
Eduardo Señorans fue secretario de la SIDE (1966-1970) y Eduardo Conesa ocupó el cargo
de presidente de la Lotería de Beneficencia y Casinos desde 1966 (Kraft, 1968). Es probable que el
38
Véase: entrevista inédita del Dr. Daniel Mazzei al coronel (R) Juan Francisco Guevara en 1992. Agradezco a Daniel
Mazzei la cesión de la trascripción de dicha entrevista.
39
Jaime María de Mahieu, sociólogo francés, que participó junto a las potencias del Eje en la Segunda Guerra
Mundial, en la división Carlomagno (la única de su país en las fuerzas ítalo-germanas). Se desempeñó como Profesor
de la Escuela de Altos Estudios Corporativos, donde lo ubicó Pétain (Primera Plana, Nº 210, 3 de enero de 1967, p.
19-20). Con la llegada de Charles De Gaulle en 1945 debió abandonar su país y se trasladó hacia Argentina. Fue autor
de numerosas obras: Evolución del porvenir del sindicalismo (1954); La naturaleza del hombre (1955); El Estado
Comunitario (1962 y 1973); La economía comunitaria (1964); etc.
40
En 1976 el ministro Díaz Bessone le ofreció al coronel Guevara la asesoría del Ministerio de Planeamiento, creado
el 29 de septiembre por la Ley 21.43. Cabe destacar que Díaz Bessone había sido subalterno de Guevara cuando éste se
desempeñaba como oficial, a partir de entonces mantuvieron lazos amistosos. El proyecto de Bessone recogía los
rasgos corporativistas que lo acercaron a Guevara. En varios de sus documentos, Guevara planteó su propuesta
“comunitarista” como una alternativa posible frente al problema de la subversión y otro rumbo económico. Esto le
generó discrepancias con Videla y Martínez de Hoz y en marzo de 1978 renunció al cargo (Véase entrevista inédita del
Dr. Daniel Mazzei al coronel (R) Juan Francisco Guevara en 1992).
39
ingreso de estos generales en el gobierno de Onganía se deba a la influencia de Jorge Salimei quien
era propietario del Banco de Boulogne y manejaba las financias de la Iglesia. Salimei presidía la
corporación agroindustrial Sasetru, en la que Señorans y Conesa ocuparon cargos directivos.
Salimei estaba vinculado a la CC e invitó a formar parte de tal organización a Evaristo Piñón
Figueiras (vicepresidente del Banco de Boulogne y subsecretario de economía de la Compañía
Aseguradora de Sasetru), Francisco Aguilar (secretario de finanzas de Sasetru) y Felipe Tami
(presidente del Banco Central). Salimei conoció a Onganía en uno de los cursos de Cultura
Católica, era un empresario joven y con una fortuna apreciable, obtenida en operaciones
financieras y el comercio de oleaginosas. Formó parte del Instituto de Estudios Económicos y
Sociales que dirigía Alsogaray (Lewis, 2001:344; Rouquié, 1982:260).
Carlos Caballero había sido el primer candidato para ocupar la cartera del Interior pero
rechazó ese cargo por considerar que no lograría un buen desempeño por carecer de contactos
suficientes en Buenos Aires. Como compensación a su fidelidad, Onganía lo designó gobernador
de Córdoba en septiembre de 1967. Caballero era íntimo amigo de Grasset y del coronel Guevara.
En 1965 integró el Movimiento Nacional Comunitario. En su juventud Caballero militó en el
Partido Nacional Fascista. En los ´40 abandonó dicho partido y se acercó al tradicionalismo
católico. Durante el peronismo se desempeñó como juez en Córdoba (1950-1955) y tras el
conflicto de Perón con la Iglesia, Caballero fue desplazado del cargo Lewis 2001; Kraft, 1968).41
El ingeniero y empresario de la construcción Roberto Gorostiaga fue presidente de la
Ciudad Católica y director de la revista Verbo (1959-1966) hasta que ingresó al Ministerio de
Bienestar Social a cargo de la Secretaría de Estado de Promoción y Asistencia a la Comunidad
(SEPAC) (1966-1967).42 Gorostiaga era partidario de la descentralización de la vida social a partir
de la reconstrucción de los organismos intermedios, ponderando la organización profesional
corporativa según la lógica “comunitarista” (Scirica, 2010:36). Junto a su hermano Pablo Roberto
Gorostiaga, dirigió la Empresa Argentina de Cemento Armado S.A de Construcción (E.A.C.A), la
cual obtuvo la licitación para la realización del Puente Paysandú-Colón (1970) y el nuevo Puente
41
Caballero fue profesor de derecho constitucional y aeronáutico en la Escuela de Aviación Militar y gracias a sus
vínculos con Lonardi obtuvo un cargo docente en economía política y doctrina social en la Universidad Católica. Entre
1966 y 1967 fue presidente del Supremo Tribunal de Justicia de Córdoba (Lewis 2001; Primera Plana Nº 256, 5 de
diciembre de 1967, p. 18; Kraft, 1968).
42
Cuando Gorostiaga renunció a la SEPAC en 1967, participó en la revista Roma. Esta publicación eclesiástica, que
trataba temas similares a Verbo, se orientó a la crítica del catolicismo progresista (Scirica, 2010:36). Fue autor de
Cogestión, tecnocracia y orden social cristiano (1965); Cristianismo o Revolución: para una restauración cristiana de
la patria (1977); La misa, la obediencia y el Concilio Vaticano II (1979); Economía para la Argentina de hoy (1982).
40
Pueyrredón (1969) (Castellani, 2008:8 y 25; Scirica, 2010:49). Paul Lewis (2001) señala que la
SEPAC fue concebida por la Ciudad Católica C como la oficina ejecutora de sus proyectos
comunitaristas.
Tras la crisis del gabinete de diciembre de 1966, aumentó el número de miembros del Ateneo
de la República en el gabinete. El Ateneo fue creado en septiembre de 1962 por Mario Amadeo y
Máximo Etchecopar. Se caracterizó por su orientación antiliberal, anticomunista y por reivindicar
la tradición del nacionalismo hispanista y católico. Varios ateneístas simpatizaban con un orden
corporativista.43 Los funcionarios ateneístas, partidarios de las ideas “comunitaristas”, llegaron a
controlar buena parte de la cúpula del aparato estatal, principalmente en la Presidencia de la
Nación, el Ministerio del Interior, la cancillería, el Ministerio de Bienestar Social y algunas
gobernaciones. En el área económica su influencia fue menor. Si bien los ateneístas controlaban la
cumbre del aparato estatal, O´Donnell sostuvo que no tenían o no podían tener una política
económica propia, por lo que debieron ceder esos espacios a los “técnicos” liberales (O´Donnell,
2009:95). Sin embargo, consideramos que la cartera de economía no era precisamente el área más
codiciada para buena parte de los ateneístas, ya que dado su perfiles profesionales y saberes
técnicos –además de reivindicarse católicos–, estaban interesados en promover su proyecto
“comunitarista” por lo que optaron por áreas como educación, Ministerio del Interior, Bienestar
Social y principalmente la SEPAC, en lugar de ocupar la de economía. De todos modos, hubo
participación de ateneístas en sectores vinculados a los equipos de economía. Por ejemplo, el
vicepresidente del Ateneo de la República, Pedro Eduardo Real (1966) fue presidente del Banco
Central. 44 Asimismo, Rafael García Mata ocupó la Secretaría de Estado de Agricultura y
Ganadería.
45
En la cartera del Interior, el ministro Guillermo Borda (1967-1969), fue el principal impulsor
de la “participación comunitaria” y la “comunidad organizada”. Borda provenía de un hogar
cercano al radicalismo. Cuando se produjo el golpe de Estado de junio de 1943 Borda militaba en el
43
Entre los temas que les preocupaban a los ateneístas se destacó la estructura del Estado, la ubicación del país en el
plano internacional, las relaciones entre la Iglesia y el poder civil, la educación, la organización agraria e industrial, la
armonía entre los factores de la empresa, la promoción de la clase trabajadora y el régimen sindical, el planeamiento
urbano y la vivienda, las comunicaciones, la situación económica y financiera (Selser 1973:26). Véase
http://www.ateneodelarepublica.com/2009/05/historia-del-ateneo.html.
44
Pedro Real fue presidente de la industria Metalúrgica IMAR y de CIMET, director del Banco Sur y de Equipos y
Materiales (Kraft, 1968; Selser, 1973:37).
45
García Mata durante el gobierno de Frondizi se desempeñó como subsecretario de la Secretaría de Agricultura y
Ganadería correspondiente al Ministerio de Economía (Kraft, 1968).
41
Movimiento Renovador del radicalismo con Ricardo Balbín, Alejandro Leloir, Salvador Cetrá y
Francisco Marcos Anglada. Luego se pasó al peronismo junto a Cetrá y Leloir. Trabajó en la
Municipalidad de Buenos Aires entre 1946 y 1949 junto a Emilio Siri y en 1949 cubrió la
Secretaría de Obras Públicas por un breve tiempo.46 La subsecretaría del Ministerio del Interior
estuvo a cargo del terrateniente Ernesto Pueyrredón, quien además fue
presidente de Financiera e Industrial del Paraná S.A y de INDO (Industria de Oleaginosas S.A)
(Selser, 1973:37).
Mario Díaz Colodrero, abogado de profesión, ocupó la Secretaría de Gobierno. Fue dirigente
de la Juventud de Acción Católica y discípulo de Mario Amadeo, a quien conoció en los Cursos de
Cultura Católica. Se formó en el Instituto de Cultura Hispánica en Madrid. Formó parte del consejo
de redacción de la publicación mensual chileno-argentino Cuadernos del Sur, vinculada al Opus
Dei (Lewis, 2001). En los ´50 fue uno de los fundadores del grupo Unión liderado por Amadeo, que
se formó en torno al Instituto Argentino de Cultura Católica Católico de Cultura, regido por el
canónigo Luis María Etcheverry Boneo, quien atrajo a numerosas figuras del socialcristianismo y
el nacionalismo. En 1962 militó en el Movimiento Socialcristiano que pasó a formar parte de
Unión Federal.47
Por su parte, Enrique Pearson fue el subsecretario de la Secretaría de Estado de Gobierno
sucedido en octubre de 1968 por Francisco Manuel Uriburu, quien posteriormente fue reemplazado
por Ernesto Olmedo Berrotarán. En la década de 1930, Enrique Pearson participó en la
organización de una agrupación estudiantil fascista en la Facultad de Derecho de la UBA. En 1943
fue jefe de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires y en 1947 asesor de la
Subsecretaría de Instrucción Pública. Poco después fue letrado de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación. En 1955 ejerció como titular del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y como
abogado en la Dirección General de Relaciones Culturales del mismo ministerio. Posteriormente
trabajó en la Dirección General de Asuntos Legales de la Municipalidad de Buenos Aires (Kraft,
1968; Lewis, 2001:347). El abogado Francisco Uriburu, era un ferviente católico identificado con
el socialcristianismo. En 1948 ocupó la Dirección de Asuntos Legales del Ministerio de Justicia a
46
Guillermo Borda nació en un hogar yrigoyenista. Su padre Julio César Borda fue vicegobernador de Córdoba en
1916 y luego gobernador de 1917 a 1920. Estudió abogacía en la UBA y desde 1957 se desempeñó como profesor
titular de Derecho Cívico en la Universidad del Salvador y en la Universidad Católica de Buenos Aires. Fue ministro
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de julio a diciembre de 1966 (Kraft, 1968; Primera Plana, Nº 212, 17 de
enero de 1967, pp. 13-14).
47
Durante el gobierno de Frondizi, Díaz Colodrero se desempeñó como abogado del Banco de la Nación, véase:
Primera Plana, Nº 230, 23 de mayo de 1967, p. 12; Lewis, 2001.
42
cargo de Belisario Gache Pirán y en 1956 se desempeñó como secretario de la Junta de
Recuperación Patrimonial.48 El ingeniero civil Ernesto Olmedo Berrotarán, perteneció a la Unión
Federal Demócrata Cristiana (UFDC) de Tucumán liderada por Mario Amadeo. Entre 1956 y 1968
fue asesor técnico del Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos Aires y del gabinete de la
Secretaría de Industria y minería. En 1958 se desempeñó como asesor económico de la Secretaría
de Gobierno (Kraft, 1968).49
Los ateneístas vieron en la cartera de Educación la posibilidad de transformar radicalmente la
cultura política argentina. El primero en ocupar la Secretaría de Estado de Educación y Cultura fue
Carlos María Gelly y Obes (1966-1967), un ferviente admirador de Franco que intentó eliminar el
sistema mixto de las escuelas públicas (Rodríguez, 2011). Posteriormente, la Secretaría de
Educación pasó a manos del abogado José Mariano Astigueta (nieto), quien tuvo a su cargo a los
ateneístas Alberto Espezel50 y Gastón Terán Etchecopar51, ambos ocuparon la Subsecretaría de
Cultura. Mariano Astigueta se graduó como abogado en la Universidad de Buenos Aires en 1945.
Inició su carrera como fiscal federal en Mercedes (1949-1952) y tuvo a su cargo el juzgado de esa
ciudad. En 1952 renunció al cargo debido a su actuación con motivo de una huelga ferroviaria
produjo descontento en el gobierno de Perón, quién decidió trasladarlo a Ushuaia. Durante el
gobierno de José María Guido tuvo una breve actuación como ministro Defensa Nacional y meses
más tarde asumió el ministerio de Educación y Justicia.52 Laura Rodríguez señala que Astigueta
presentó un anteproyecto de Ley Orgánica de Educación que fue aprobado por resolución
ministerial en octubre de 1968, la cual buscaba la derogación de la Ley Nacional de Educación
1420 y la conformación de un “nivel intermedio” (Cf. Rodríguez, 2011:17-18).
La cancillería fue otra de las carteras que estuvo ocupada por miembros del Ateneo de la
República. Allí se destacó la actuación de Nicanor Costa Méndez como Ministro de Relaciones
Exteriores y Culto (1966-1969) y Jorge Alberto Mazzinghi como subsecretario (1966 y 1969).
48
Francisco Uriburu ocupó la cartera de Hacienda en la Municipalidad de la Capital Federal, durante la gestión del
Arquitecto Alberto Prebisch (1962) véase: Primera Plana, Nº 303, 15 de octubre de 1968.
49
Entre 1961 y 1966 Olmedo Berrotarán fue representante ante la Cámara de Comercio Británica y secretario de la
Asociación de conjuntos para la Fabricación del Agro y del Transporte (Kraft, 1968).
50
Espezel se desempeñó como secretario de la Intervención Federal en la Provincia de San Juan y director de
inspección de sociedades jurídicas de la Provincia de Buenos Aires (1940) (Kraft, 1968).
51
Terán Etchecopar fue abogado y docente de las Faculta de Ciencias y Económicas, Derecho y Filosofía y Letras de la
UBA. A lo largo de su carrera, tomó varios Cursos de Cultura Católica (Kraft, 1968).
52
Entre 1953 y 1966 Mariano Astigueta representó a los institutos educativos privados laicos en el Consejo Gremial de
Enseñanza Privada. Entre 1958 y 1962 fue consejero en la Facultad de Derecho de la UBA. Fue presidente del Consejo
Nacional de Educación en 1963 y en 1966, véase: La Nación, 26 de julio de 2003.
43
Entre 1943 y 1944 Costa Méndez, fue asesor de Estado de la provincia de San Luis. Su trayecto en
la cancillería comenzó a en 1961 como asesor del gabinete del Ministerio de Relaciones Exteriores
y Culto y del gabinete de la Secretaría de Comercio en 1962. Poco después fue designado
embajador en Chile (1962-1964). Fue un miembro activo del Opus Dei y presidente del Ateneo.
Asimismo, fue representante en Argentina de la editorial Pomaire, vinculada al Opus Dei.53 Por su
parte, Jorge Alberto Mazzinghi trabajó como colaborador en la revista del sacerdote Julio
Meinvielle, Nuevo Tiempo, era miembro del Opus Dei y del Instituto Argentino de Cultura
Hispánica. Publicó diversos artículos en La Nación, Balcón y Cuadernos del Sur. Durante el
peronismo se desempeñó como secretario del Instituto de Derecho Civil del Ministerio de Justicia
(1948-1954) y secretario de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1955-1956
y 1962-1963) (Lewis, 2001:348; Kraft, 1982).54
Enrique Pelltzer fue asistente de la Dirección de Política Exterior del Ministerio (Lewis,
2001:348). Héctor Obligado trabajó como vocal de la Dirección Nacional de Migraciones y
Máximo Etchecopar se desempeñó como director del Instituto del Servicio Exterior de la Nación
(1966-1969). Al igual que Mario Amadeo, Etchecopar fue colaborador de Presencia y perteneció
al grupo Balcón. Publicó una numerosa cantidad de artículos y ensayos sobre política, crítica y
estética en revistas como Sol y Luna, Nueva Política, Nuestro Tiempo, Balcón y Quincena. Durante
el gobierno de Perón fue embajador en la Santa Sede (1950-1951 y 1955), posteriormente en Suiza
(1958-1960), en Perú (1960-1961) y en México (1962-1964) (Kraft, 1968). Mantuvo una amistad
entrañable del filósofo José Ortega y Gasset, que se convirtió en su maestro. Participó de los
Cursos de Cultura Católica, junto con los escritores Leopoldo Marechal y Francisco Luis
Bernárdez –y con los dirigentes nacionalistas Mario Amadeo y Marcelo Sánchez Sorondo.55
Durante el Onganiato, Manuel Malbrán ocupó la embajada de Chile, Mario Amadeo fue
embajador argentino en Brasil y Eduardo Roca en la OEA. Basilio Serrano fue delegado ante el
53
En 1982, durante la gestión de Leopoldo Galtieri, Costa Méndez volvió a ocupar la cancillería durante la Guerra de
Malvinas, véase: Selser, 1973; Kraft, 1968; Clarín, 31 de marzo de 2002.
54
Mazzinghi, abogado y docente, fue miembro del directorio de Empresa Industrial Alimenticia S.A, Síndico de
“Nervina” S.A y asesor letrado de “Richmond” S.A y Ultramar desde 1959. Obtuvo varios premios y distinciones entre
los que se destaca la Gran Cruz del Cruceiro do Sul en Brasil, Gran Cruz de Leopoldo II en Bélgica, Gran Cruz del
Cóndor de los Andes en Bolivia y Gran Cruz al Mérito Civil en Perú y Paraguay, entre otros. Perteneció a la
Corporación de Abogados Católicos entre 1962 y 1966, al Círculo de Armas, al Jockey Club y a Buenos Aires Rowing
Club (Kraft, 1982).
55
Máximo Etchecopar fue autor de Con mi generación (1946); Una Revolución en frío (1947); De la democracia
política a la democracia social (1958); Esquema de la Argentina (1966); Ortega, nuestro amigo (1969); El fin del
nuevo mundo: ensayos sobre la independencia de los pueblos americanos (1979); Visto al llegar (1982), véase: La
Nación, 22 de marzo de 2002.
44
GATTy Juan Martín Onetto Gaona embajador en ALALC. Los ateneístas también ocuparon
algunas gobernaciones como el general (R) Fernando Alizón García en Tucumán y Héctor
D`Andrea en Salta56.
Mario Amadeo fue un nacionalista de los ´30 que formó parte del grupo Balcón. Fue
colaborador de Presencia. Le brindó su apoyo a Perón pero le criticó su incapacidad por romper
con el sistema democrático-liberal. Durante el gobierno de Lonardi fue designado Ministro de
Relaciones Exteriores y Culto de septiembre a noviembre de 1955. Con Frondizi se desempeñó
como embajador ante las Naciones Unidas entre 1958 y 1962. Amadeo lideró el grupo Unión que
pretendía elaborar un programa, basado en los principios doctrinarios de la Iglesia, que
contribuyera con la modernización económica del país y con el movimiento “revolucionario”
antiperonista. Luego del complot del 16 de junio de 1955, Unión se convirtió en Unión Federal
Demócrata Cristiana (UFDC) presidida por Horacio Storni. Con la deposición de Lonardi, Amadeo
aceptó ingresar a la UFDC. Así surgieron dos tendencias, la socialcristiana admiradora de la DC
alemana y otra de tinte nacional tradicionalista liderada por Amadeo donde militaba su discípulo
Díaz Colodrero. En la convención partidaria Mario Amadeo fue desplazado por Basilio Serrano.57
Por su parte, el ateneísta Eduardo Roca era miembro de una tradicional familia terrateniente. En
1943 fue presidente del Centro Argentino de Estudiante de Derecho. Se desempeñó como inspector
de justicia (1945 y 1959) y subsecretario de justicia en el Ministerio de Educación y justicia (1962
a mayo de 1963) (Kraft, 1968).Basilio Serrano fue un militante nacionalista que participó en la
Alianza Libertadora Nacionalista (ALN). En 1958 fue candidato a la presidencia de la Nación por
la Unión Federal, integrando la fórmula con Juan de Zan como vicepresidente (Kraft, 1968).58
En la cartera de Bienestar Social se sucedieron cuatro ministros Roberto Petracca (junio
1966- enero 1967), Julio E. Álvarez (enero 1967- marzo 1967); Conrado Bauer (abril 1967- junio
1969)59 y Carlos Consigli (junio 1969-junio 1970). El abogado Julio E. Álvarez participó en la
fundación del Partido Demócrata Cristiano. En 1963 ocupó la Secretaría de Abastecimiento de la
Comuna de Buenos Aires (Kraft, 1968). Cuando asumió como ministro de Bienestar Social tuvo
56
D´Andrea fue general de brigada. Obtuvo el cargo de subsecretario del Ministerio de Ejército (1956). Posteriormente
fue embajador en la República Federal Alemana (1958-1959) y en España (1959-1962) (Kraft, 1968).
57
Primera Plana, Nº 230, 23 de mayo de 1967, p. 12-13; Kraft, 1968.
58
Basilio Serrano fue presidente del directorio de “Solian”, Compañía Interamericana de Industrias y Comercio S.A y
de Establecimientos Metalúrgicos “Uspallata” (Kraft, 1968).
59
Véase “Reportaje al Ing. Conrado Bauer sobre su nueva gestión y la búsqueda de soluciones”, por Julio Lagos el 24
de marzo de 1968. Archivo disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=ATwIMAGo8FA
45
como objetivo la creación de un Consejo Asesor de Bienestar Social integrado por estudiantes,
obreros, empresarios, profesionales, consumidores, amas de casa y jubilados.60
En la SEPAC Roberto Gorostiaga permaneció hasta 1967, luego asumió Raúl Puigbó 61
(1967-1969) y Adolfo Critto asumió como subsecretario. Puigbó fue un militante nacionalista que
participó en la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) (Lewis, 2001). Trabajó como columnista
de las revistas Qué y Mayoría, director del diario El avisador mercantil (1956-62) y miembro de
los directorios de las editoriales Abril y Tiempo Argentino, presidente de la revista cultural Pájaro
de fuego Puigbó. Fue politólogo, sociólogo, periodista, docente universitario y escritor. Se doctoró
en Ciencias Políticas en la Universidad Nacional del Litoral y se desempeñó como decano y
profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Salvador
(1958-1973) y luego de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de La Plata
hasta su fallecimiento en 2001. 62 A partir de los ´70 comenzó a trabajar como Especialista
Principal de la OEA, en cuestiones asesoramiento técnico ante el gobierno de Colombia y como
consultor experto en Desarrollo de Comunidades para la UNESCO (Puigbó, 1966; 1975).
Cuando Puigbó se alejó de la SEPAC lo sucedió Pedro J. Martínez Segovia por un breve
período, quien fue remplazado por Santiago de Estrada hasta junio de 1970 (Bra, 1985:120). En
1970 la Secretaría de Seguridad Social fue ocupada por Samuel Medrano63 y Santiago de Estrada
se desempeñó como subsecretario de Seguridad Social (1967-1970). Su pensamiento se caracterizó
por defender el pensamiento social-cristiano, el principio de subsidiariedad del Estado, el
fortalecimiento de los cuerpos intermedios y concebir a la propiedad privada como un derecho
natural del hombre (Belmartino, 2005:303). 64 Samuel Medrano fue miembro del Opus Dei y
colaborador de Atilio Dell´Oro Maini en Criterio. Se desempeñó como secretario de Salud Pública
y Abastecimiento de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1944-1946) y director de la
misma Secretaría en 1957 (Lewis, 2001:349; Kraft, 1968).
60
Primera Plana, Nº 250, 10 octubre 1967.
Puigbó nació el 30 de junio de 1927 en Presidencia Roque Sáenz Pena, Chaco. A lo largo de su vida publicó varias
obras como La Evolución del Sindicalismo Argentino (1973); Historia Social y económica Argentina (1964), La
evolución del desarrollo de la comunidad (1973), Formas comunitarias de producción en América Latina (1976), etc.
62
La Nación, 10 de junio de 2002.
63
Medrano, abogado e historiador revisionista, publicó una biografía de Bernardino Rivadavia en la que atacaba a la
tradición liberal en Argentina (Kraft, 1968).
64
De Estrada ocupó el mismo cargo durante la última dictadura militar entre 1976 y 1983. En 1984 Alfonsín lo
designó embajador ante el Vaticano. Durante la gestión menemista estuvo a cargo del área de Seguridad Social y del
PAMI (1989-91). En 1998 fue subsecretario de Desarrollo Social y en ese mismo año se afilió al peronismo. En el 2000
comenzó su etapa como legislador porteño y fue reelecto en el 2003 como vicepresidente primero de la Legislatura
porteña, encabezando una de las listas de Mauricio Macri (Clarín, 6 de septiembre de 2006).
61
46
Entre el círculo privilegiado de Onganía se encuentra la Secretaría del Área Legal y Técnica
de la Presidencia de la Nación a cargo de Roberto Roth.65 El coronel (R) Ricardo Gutiérrez Arana
se encargaba de disponer de las audiencias extraordinarias del Presidente y de distribuir las
invitaciones a las veladas de gala.66 En la Subsecretaria Legal y Técnica Roberto Roth trabajaba
junto Diego Muñiz Barreto, Jorge Klappenbach (secretario de Educación) y Gastón Bordelois
(Secretario de Estado de Agricultura y Ganadería, 1970).67 Gastón Bordelois estudió en la UBA y
se especializó en Economía Agraria y Administración de Empresas Agropecuarias. Fue becario de
la UBA en Francia (1968-1969) (Kraft, 1982). Otro de los funcionarios que trabajó junto a Roberto
Roth fue Francisco Wuthenau, quien estudió ingeniería mecánica en la Universidad Técnica de
Munich en 1960. Cuando regresó a la Argentina trabajó en el grupo Bracht como ingeniero de
ventas de la firma Krupp. A partir de 1967 se incorporó a la función pública. Se desempeñó como
asesor técnico de la Subsecretaría Legal y técnica de la Presidencia (1967-1970), director Nacional
de la Comisión Nacional de estudios Geo-Heliofísicos (1970-1973 y 1976-1978), Investigador
Principal del CONICET (1978-1988), director del Centro Regional de Investigaciones Científicas
y Técnicas de Mendoza (1980-1985), miembro del directorio del CONICET (1980-1981), Rector
fundador de la Universidad de San Andrés (1988-2000), director del Programa de Dirigencia
Empresarial de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) desde 2003 e integrante
de la Junta de gobierno de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino desde 2004.68
Mariano Castex se incorporó a la Subsecretaría Legal y Técnica a fines de 1966. Castex
pertenecía a la orden de la Compañía de Jesús, fue confesor de Onganía y asesor científico de la
Secretaría de Gobierno. Estudió medicina y Filosofía en la UBA. Se desempeñó como profesor y
director del Departamento de Ciencias del Instituto de la Inmaculada Concepción de Santa Fe.
Trabajó como profesor de biología comparada en conexión con la filosofía y la teología y director
del Centro de Investigación Biológica del Observatorio de Física Cósmica de la Facultad de San
Miguel. Investigador del Instituto Nacional de Limnología y del Museo de Ciencias Naturales de
Santa Fe (Kraft, 1968).69
65
Roberto Roth estudió abogacía en la UBA. Fue asesor del Ministerio de Hacienda, de la Presidencia del Banco
Hipotecario Nacional y autor del libro Los años de Onganía (1980) (Kraft, 1982).
66
Primera Plana, Nº 269, 20 de febrero de 1968.
67
La Nación, 17 de octubre de 1999.
68
Información extraída del sitio web:
https://sites.google.com/a/convocacion.org.ar/candidatos-comite-directivo/francisco-von-wuthenau.
69
Castex fue autor de La relación médico-enfermo; El Escorial de Onganía (1981) entre otros (Kraft, 1968).
47
El general de brigada (R) Héctor Repetto se desempeñó como Secretario de la Presidencia.
Repetto fue miembro del directorio de SOMISA (1962-1963), de la Delegación Argentina a la
Comisión Técnica Mixta de Salto Grande y vicepresidente primero del Círculo Militar (Kraft,
1968). Federico Frischknecht estuvo a cargo de la Secretaría de Prensa y Turismo. Frischknecht se
desempeñó como docente y decano de la facultad de Ciencias Económica de la UBA (1966-1967).
Fue miembro de la División de Producción del Instituto para el Desarrollo de Ejecutivos, revisor de
cuentas de la Cámara de Comercio Suiza desde 1962, asesor de SIAM Di Tella Automotores y
dirigió la Revista Esquema para Ejecutivos.70
Tensiones entre nacionalistas y liberales por el control estatal
La selección de funcionarios que hizo Onganía para que integraran el primer gabinete no fue bien
recibida por el sector liberal del Ejército, principalmente Alsogaray y Lanusse, ni mucho menos
por los representantes de la UIA, SRA, CGE y ACIEL.71 La designación del Dr. Jorge Salimei en
la cartera de economía fue la que causó mayores tensiones. Como Salimei formaba parte del
Instituto de Estudios Económicos y Sociales, en un principio los “alsogaraístas” y las
corporaciones empresariales simpatizaron con su nominación. De todos modos, su designación
resultó una sorpresa para los liberales que esperaban que el ingeniero Álvaro Alsogaray fuera el
ocupante de esa cartera. Según el testimonio de Roberto Roth, Onganía se sirvió de la experiencia
de Frondizi quien tuvo que cargar con la consecuencia política del fracaso del equipo económico,
cuando designó al Ing. Alsogaray como Ministro de Economía (1960-1961 y 1962) y Trabajo
(1959-1960): “Frondizi quedó prisionero de su Ministro”. Por esa razón, Onganía optó por
designar a Salimei, un hombre poco conocido en ese ámbito público (Roth, 1980:48-50). Sin
embargo, Salimei aplicó un conjunto de políticas “estatistas” que no fueron las esperadas por las
corporaciones empresariales. Profundizó el control del Estado en el ámbito económico y propuso
una leve distribución del ingreso para alcanzar la armonía social e incorporar a los trabajadores a la
“comunidad nacional”. Rápidamente los empresarios rechazaron estas medidas y presionaron a
Onganía para un cambio de gabinete.
70
Federico Frischknecht fue Dr. en Ciencias Económicas y Contador Público (1953) egresado de la UBA, escribió
Administración de Empresas y otras Organizaciones (1964) , La gerencia y la empresa (1966) en otras (Kraft, 1968).
71
Primera Plana, Nº 183, “El primer equipo”, 30 de junio de 1966.
48
La crisis del gabinete en diciembre de 1966 significó el reemplazo del ministro del Interior
Martínez Paz por Guillermo Borda y el de Salimei por Krieger Vasena, economista de orientación
liberal vinculado al capital extranjero. Esto fue visto como el triunfo de los liberales: “lo pedían la
banca y el comercio, la industria y el campo, los libreempresistas y nacionalistas” (Roth,
1980:131). El nombramiento de Krieger Vasena en la cartera de Economía fue aceptada por el
Ejército y la Marina. La Marina, que no simpatizaba con el nuevo gobierno, mostró un fuerte
descontento frente a la designación de Borda en la cartera del Interior por su pasado peronista. Al
sector liberal del Ejército tampoco le cayó bien la llegada de Borda ya que consideraban
“peligrosa” sus simpatías por la “participación comunitaria” y la sociedad organizada.72
A diferencia de la Marina, el Ejército veía como positivo para la “Revolución” que
participara un funcionario con antecedentes peronistas como Borda, ya que eso mostraba la
intencionalidad de apertura política. Para el sector nacionalista del Ejército los nuevos
nombramientos significaron el estancamiento de la revolución. En cambio, al sector liberal le
despertó esperanzas acerca del nuevo rumbo que pudiera tomar la “Revolución”.73 En síntesis, a
los seis meses de haberse proclamado el golpe de estado, la crisis del gabinete puso de manifiesto
las diferentes concepciones que existían dentro de las Fuerzas Armadas acerca de lo que debería ser
la “Revolución Argentina”.
La cuestión de la modernización económica y la defensa nacional fue un tema de encuentros
y disputas al interior de las Fuerzas Armadas. La versión liberal de la “Revolución” insistía en la
modernización del aparato productivo, ponderando la primacía de la economía sobre la política. La
consigna de la “modernización” requería combatir la inflación, domesticar los sindicatos y
“corregir” la indisciplina de la clase obrera, considerada el factor principal del estancamiento
económico. Para ello se congelaron los salarios, se prohibió el accionar político de las
organizaciones sindicales y se reprimieron las huelgas, etc. Según Álvaro Alsogaray la acción
gubernamental de la “Revolución Argentina” debía limitarse a la lucha contra la inflación.74
72
Primera Plana, Nº 210, 3 de enero de 1967, pp. 12-19.
Los liberales, tanto civiles como militares criticaron la reforma del equipo de gobernadores elaborada por Borda, por
considerarla insuficiente ya que contemplaba la permanencia de personalidades políticamente negativas para la
“Revolución”: sólo 6 de los 23 gobernadores fueron desplazados. En Corrientes Gustavo Revidatti fue reemplazado
por el brigadier Hugo Garay Sánchez; en Jujuy el general Héctor Puente Pistarini fue reemplazado por Darío Arias; La
Pampa: contraalmirante Helvio Guozden en lugar del capitán de navío Carlos A. González; La Rioja: Guillermo
Iribarren en lugar del comodoro Julio C. Krausse; San Luis: coronel Matías Laborda Ibarra por Luis Garzo; Chaco:
coronel Miguel A. Basail por general Rafael Torrado (Primera Plana, Nº 212, 17 de enero de 1967, p. 15).
74
Discurso pronunciado por el Ing. Álvaro Alsogaray en un acto en su honor en Washington (La Nación, 7 de
septiembre de 1966).
73
49
Mientras los liberales preconizaban la libertad sindical y la atomización de los sindicatos, los
corporativistas ponderaban un sindicalismo unificado y subordinado al aparato estatal. Se trataba
de “controlar” no sólo al sector popular sino a toda la sociedad (O´Donnell, 2009:95). En cuanto a
los salarios, los corporativistas eran partidarios de defender un nivel de salario “razonable”, algún
tipo de “distribución” de la riqueza y cierto “bienestar social” que permitiera integrar a los
trabajadores a la comunidad nacional.
Los liberales eran partidarios de una política exterior estrechamente vinculada a los EEUU y
a los organismos internacionales de crédito y abogaban por la apertura y liberalización económica,
por lo que defendieron un modelo de integración regional apostando a la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Si bien los liberales no eran antiestatistas,
sostuvieron que para superar el estancamiento económico, la “Revolución” debería favorecer el rol
subsidiario del Estado ante la actividad privada, incentivar la participación del capital extranjero y
adoptar medidas anti-inflacionarias de ajuste y estabilidad macroeconómica. “Al Estado le
corresponde actuar supletoriamente, para promover activamente el logro de objetivos superiores de
la comunidad en la esfera que le es propia, y siempre que así lo exijan razones de seguridad
nacional.”75
En ese aspecto confluían los intereses de las grandes corporaciones empresariales y el sector
liberal del ejército, cuyos principales voceros los generales Julio Alsogaray y Lanusse. Según
Lewis (2001:351) las diferencias personales entre Lanusse y Alsogaray dificultaron la
consolidación de la derecha liberal. Los liberales, tenían cierta confianza en la democracia liberal,
por lo que la “Revolución Argentina” era vista como un momento de “pausa” que duraría hasta
tanto se consiguiera la normalización social y el ordenamiento económico. A este sector le
preocupaba que la “Revolución” se desviara de su camino y que bajo la consigna de fomentar la
“participación” evolucionara bajo la forma de un Estado corporativista. Este temor se alimentaba
de las declaraciones públicas de algunos funcionaros como Martínez Paz, Díaz Colodrero,
Guillermo Borda, Raúl Puigbó, etc. conocidos como los “participacionistas”, “corporativistas” o
“comunitaristas”. En una conferencia en la Universidad Wesleyana de Dakota del Norte, el
embajador Álvaro Alsogaray realizó la una declaración que desató bastante polémica en el
gobierno militar:
75
Políticas del Gobierno Nacional. Cursos de acción generales conducentes al logro de los objetivos políticos fijados
en el Anexo III del Acta de la Revolución Argentina (Boletín Oficial, Nº 20.972, 29 de junio de 1966).
50
“No se puede dudar de que es una pausa y no un régimen permanente. El rumbo hacia la
democracia representativa está trazado, y nadie con autoridad suficiente piensa siquiera en la
posibilidad de apartarse de él. (…) Hasta dónde es así lo demuestra el hecho de que estas
ambiciones figuran no sólo en los documentos básicos del golpe de Estado, sino en las
directivas firmadas por Onganía, el 13 de julio y el 4 de agosto de 1966. También el pueblo
secunda tales ambiciones, pues el pueblo, por ejemplo, no le presta oídos a los comunistas,
socialistas declarados o demás miembros de la gran familia colectivista. (…) La mayor
dificultad proviene de otros grupos, de naturaleza híbrida, que mezclan métodos económicos
y sociales derivados de doctrinas opuestas y, por lo tanto, inconciliables entre sí, lo cual en
definitiva conduce a la inflación y al desorden. Dichos grupos no vacilan en formular
promesas demagógicas que no se cumplen y en intentar aventuras irresponsables que
fracasan, con lo cual terminan por quebrar la fe y la paciencia del público”.76
Resulta evidente, que la declaración no sólo iba dirigida contra el frondizismo y el peronismo, sino
también contra el Secretario de Gobierno, Mario Díaz Colodrero, quien según Alsogaray era el fiel
representante de la tendencia corporativista y tenía “peligrosas” concepciones acerca de la
“participación”. Las críticas de Alsogaray eran respaldadas por organizaciones empresariales como
la UIA, ACIEL, la Bolsa de Comercio y el Instituto de Economía Social de Mercado que criticaron
duramente al gobierno por sus ataques al liberalismo, el fomento de la “consejocracia” y el
“comunitarismo” (Laguado Duca, 2011). Los liberales temían que la “Revolución” derivara en un
“orden corporativista que asociara a las cámaras empresarias, los sindicatos, las comunas y las
instituciones de fomento” (Altamirano, 2001:84). Lo cierto es que tras los intentos de Julio
Alsogaray de boicotear y desestabilizar al gobierno para evitar que la “Revolución” derivara en un
orden corporativista, Onganía lo relevó del cargo y lo reemplazó por Alejandro Lanusse como
Comandante en Jefe del Ejército.77
Ahora bien, ¿eran fundados los “miedos” de los liberales, acera de que los
nacional-corporativistas tenían en marcha un supuesto “plan” para implementar alguna forma de
76
Primera Plana, Nº 252, 24 de octubre de 1967, p. 14. En la misma universidad antes de la exposición de Alsogaray,
Radomiro Tomic, candidato presidencial de la Democracia Cristiana chilena para las elecciones de 1970, expuso sobre
la experiencia de “Revolución en Libertad” en el gobierno de Eduardo Frei.
77
Onganía también relevó a al almirante Benigno Varela, reemplazado por el vicealmirante Pedro Gnavi Alberto José
y en la Fuerza Aérea, el brigadier general Teodoro Álvarez fue reemplazado por el brigadier mayor Jorge Miguel
Zuviría (Primera Plana, Nº 296, 27 de agosto de 1968, p. 13-14).
51
régimen político corporativista? Según Puigbó la “misión transformadora” que impuso como
objetivo la Revolución Argentina consistía en modernizar la estructura del país mediante “la
participación directa” de los ciudadanos en los trabajos públicos.78 Los nacional–corporativistas
despreciaban a la tradicional democracia liberal y el sistema de partidos y promulgaban su
reemplazo por una “nueva política” basada en los representantes de la comunidad y el
fortalecimiento de los cuerpos intermedios. Consideraban que la “verdadera participación social”
era la que se expresaba en “los consejos y comisiones integrados por ‘las organizaciones básicas de
la comunidad’. Según Onganía los partidos eran “formas vacías de contenido” que deberían ser
reemplazados por otras organizaciones igualmente políticas: “ha sido la primera preocupación del
gobierno de la Revolución echar las bases de una sana comunidad. Para que esta democracia sea
auténtica, el país tiene que revitalizar la comunidad. No lo será mientras no sean representativos
sus órganos básicos” 79 . El ministro del Interior, Martínez Paz fue partidario de una “nueva
política”, basada en la representación de los cuerpos intermedios como las ligas de padres, las
sociedades de fomento y las cooperativas. Martínez Paz señaló que la fortaleza del Estado dependía
del desarrollo de los grupos “naturales” y que la participación de la comunidad dentro del proceso
revolucionario debía concretarse a través de los organismos básicos, por lo que les encomendó a
los gobernadores incluir en sus elencos a los líderes “naturales” de la comunidad (Gomes, 2011a:
285-286).80 Por su parte, funcionarios como Gorostiaga y Puigbó apostaron a la “participación”
como forma de fortalecimiento de las estructuras comunitarias basadas en las relaciones solidarias
en beneficio del bien común. También preconizaron la descentralización del poder estatal, ligada al
principio de subsidiariedad, según lo indicaba la Doctrina Social de la Iglesia a través de las
encíclicas Rerum Novarum, Quadragesimo Anno y Mater et Magistra.
Corporativistas y liberales diferían respecto del modelo político a implantar después de
completar la etapa de ordenamiento político-institucional. Para los liberales, había que volver al
sistema político liberal, mientras que los corporativistas pensaban en que los partidos no
representaban los intereses de la sociedad y había que remplazarlo por otras formas de
representación. En ese sentido, a los liberales les bastaba con “alcanzar” el sufragio universal
mediante elecciones, mientras que los corporativistas preconizaban por una “democracia
78
Primera Plana, Nº 250, 10 octubre de 1967, p. 14.
La Nación, 3 de diciembre de 1966.
80
Discurso pronunciado por el Ministro del Interior Martínez Paz, La Nación, 8 de septiembre de 1966 (cursiva
nuestra).
79
52
representativa y participativa” que contemplara la “participación” de todos los sectores
económicos y sociales en los poderes del Estado.
Respecto al comunismo, existieron diferencias sustanciales en cuanto a qué método era el
apropiado para su erradicación. Corporativistas como Martínez Paz y liberales como los hermanos
Alsogaray, eran partidarios de una represión dura ante la formación de focos subversivos.
Concebían a la subversión como un problema externo de “exportación ideológica del castrismo”.
En cambio, para Osiris Villegas81 y Juan Enrique Guglialmelli82, la represión no alcanzaba para
eliminar el comunismo y lograr la seguridad interna. Ambos sostenían que los conceptos de
“desarrollo y seguridad” eran interdependientes y debían formar parte de una misma política
nacional. Según Guglialmelli la derrota de la subversión se daría mediante el desarrollo “integral”
y una política de distribución de la riqueza, creando las bases para un crecimiento más acelerado.
Por su parte, Osiris Villegas decía: “no puede haber seguridad sin desarrollo ni desarrollo sin
seguridad” (Villegas, 1969). En tal sentido, las políticas económicas deberían estar orientadas a la
transición de Argentina como país agrícola-ganadero dependiente hacia uno industrializado e
independiente, esa tarea requería dotar al país de una infraestructura eficiente y desarrollar las
industrias básicas y el conocimiento científico-tecnológico. Ambos generales ejercieron especial
influencia en la formulación del Plan Nacional de Desarrollo 1970-1974,83 donde la cuestión
social y la seguridad interna fueron concebidas como precondición para el desarrollo económico,
que contemplaba una mayor participación de los asalariados en el ingreso nacional.
Otro punto que alimentó el clima de tensiones fue la reducción de los gastos militares en
beneficio de la promoción industrial, principalmente la metalurgia pesada. Al respecto Onganía
argumentaba:
81
Osiris Villegas, oficial de Caballería del bando azul (General de División), fue miembro de la Misión Militar
Argentina en el Paraguay entre 1955 y 1956. Se desempeñó como subdirector del Colegio Militar de la Nación
(1957-1958). Fue Jefe del Comando de la IV División de Infantería (1962-1963); subjefe de Operaciones del Comando
en Jefe del Ejército (1963-64); Comandante del V Cuerpo del Ejército “Teniente General Julio A. Roca” en Bahía
Blanca (1965-1966). Entre abril y junio de 1962 fue interventor federal interino en Neuquén. Durante la gestión de
Guido, Onganía lo designó Ministro del Interior y durante el Onganiato se desempeñó como secretario general del
CONASE. A partir de su obra Guerra Revolucionaria comunista (1960), por la que recibió el primer premio de la
Comisión de Cultura del Círculo Militar Argentino, fue conocido como el “ideólogo” del anticomunismo en las
Fuerzas Armadas. Redactó el célebre discurso pronunciado por Onganía en 1965 ante la conferencia de ejércitos de
West Point en Nueva York (Kraft, 1968; Clarín, 17 de mayo de 1998).
82
Juan Enrique Guglialmelli, General de Brigada. Se desempeñó como secretario de Enlace y Coordinación de la
Presidencia de la Nación en el gobierno de Frondizi (1958-1959). Formó parte de la Delegación Argentina ante la Junta
Interamericana de Defensa, con sede en Washington (1959-1961). En 1963 fue Comandante de la VI División de
Infantería de Montaña y director de la Escuela Superior de Guerra en 1964. Durante el gobierno de Levingston fue
secretario del CONADE y director de la revista militar Estrategia (Kraft, 1968).
83
Este plan fue aprobado por la Ley Nº 19.039, el 14 de mayo de 1971.
53
“La necesidad de reequipamiento y las restantes necesidades económicas de las Fuerzas
Armadas han sido postergadas con vocación patriótica, pero no podrán ser demoradas
durante mucho tiempo más sin caer por debajo de los límites mínimos de la eficiencia. La
edad promedio de nuestro equipo naval, militar y aéreo se cuenta hoy por décadas y no por
años; pero el esfuerzo de las Fuerzas Armadas no ha de ser menor que el esfuerzo del país
entero.”84
Esto desencadenó una serie de críticas entre las distintas Fuerzas. Por ejemplo, el almirante
Benigno Varela, Comandante de Operaciones Navales, atacó a la política económica por favorecer
al capital extranjero e impedir el surgimiento de la industria naval argentina: “no existe en el
presente la necesaria coherencia entre el desarrollo económico de la Nación y su consecuente
seguridad, en un aspecto tan objetivo y evidente como lo es la realidad actual de sus intereses
marítimos.85 La crítica se orientó a la situación de precariedad de dicha fuerza, que no contaba con
un equipamiento naval que pudiera garantizar y resguardar los intereses marítimos nacionales.86
Reflexiones finales
A lo largo de este trabajo creemos haber demostrado la importante participación civil durante el
gobierno de Onganía, así como las conexiones que se establecieron entre una pluralidad de
individuos y redes católicas, que resultaron determinantes para acceder las carteras ministeriales,
secretarías y gobernaciones. Hemos puesto especial atención en la reconstrucción de las
trayectorias de los funcionarios que denominamos nacional-corporativistas, su pertenencia a
diferentes grupos católicos. Esto nos permitió dar cuenta de la composición de buena parte del
equipo gubernamental del Onganiato. Asimismo, mencionamos las principales tensiones que sus
ideas en torno a la participación y simpatías por el fortalecimiento de los cuerpos intermedios
generaron entre las “familias liberales” que fueron parte de la “Revolución”. En este trabajo, por
razones de espacio no hemos podido dar cuenta de cómo el ideario de los nacional-corporativistas
84
La Nación, 7 de julio de 1967.
Primera Plana Nº 230, 23 de mayo de 1967 p. 14.
86
Discurso pronunciado por el Almirante Benigno J. Varela el 17 de mayo de 1968, en conmemoración del Día de la
Armada.
85
54
se expresó en políticas públicas concretas, cuestión que fue abordada en otros trabajos bajo la
autoría de quien escribe (Cf. Gomes, 2011a; 2012; 2013).
Las trayectorias políticas abordadas muestran que buena parte de los funcionarios
ministeriales del Onganiato como habían ocupado cargos públicos durante el peronismo, hasta que
éste tuvo el conflicto con la Iglesia Católica, algunos mantuvieron una destacada participación
durante el gobierno de Eduardo Lonardi e incluso con Arturo Frondizi. Cabe señalar que los
nacional–corporativistas vieron en la figura de Onganía la posibilidad de concretar sus aspiraciones
políticas. Sus ideas corporativistas, presentadas bajo la forma de “comunitarismo”, recuperaron
protagonismo bajo el Onganiato ofreciendo una alternativa frente a la democracia liberal. En ese
sentido, la nueva concepción de la “participación social” fue presentada como un instrumento que a
futuro fortalecería la “verdadera” democracia, que se sustentaría en las “fuerzas vivas”, los gremios
y las “células intermedias” y no en los partidos políticos.
Pese a que varios corporativistas rechazaban el liberalismo en el ámbito político, no
condenaron al liberalismo en lo económico. Asimismo, la descentralización de las funciones del
Estado, fue preconizada tanto por los liberales como por los nacional–corporativistas. Estos
últimos entendieron que la descentralización era una condición necesaria para la implementación
de su proyecto “comunitarista” en los niveles regional, provincial y municipal. Finalmente, las
tensiones al interior de las cúpulas castrenses dominaran la escena política, puesto que cada sector
no sólo trató de imponer “su” proyecto, sino que también tuvo la capacidad de vetar los proyectos
de sus adversarios. El Estado permaneció “capturado” por las pujas sectoriales entre liberales y
nacionalistas de distinto tinte e impidió que se concretaran los pretenciosos objetivos de la
autodenominada Revolución Argentina.
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57
Formación y acción. Idearios e intervenciones públicas en la trayectoria castrense de Juan
Francisco Guevara
Elena Scirica. Universidad de Buenos Aires/ RELIG-AR
Introducción
En los últimos años ha surgido un renovado interés por los usos de la biografía, abordada ya sea
como método, como género o como recurso (Bruno, 2012), y por las historias de vida, concebidas
como una perspectiva que permite analizar las redes de relaciones y sociabilidades en las que una
persona de halla inserta, a la par que posibilita focalizar en nuevos problemas y puntos de
intersección entre el sujeto individual y el contexto más amplio en que se desenvuelve (Mallimaci y
Giménez Béliveau, 2006). Inscripta en esta óptica, el propósito de esta contribución es recuperar la
trayectoria castrense, política e ideológica de Juan Francisco Guevara –en adelante JFG–
(1922-2009).
Este militar nacionalista católico participó en el golpe de Estado de 1955 y tras la caída del
gobierno presidido por el general Eduardo Lonardi –con quien colaboró– se fue del país. Así, obró
como agregado militar en Egipto y otros países árabes, pero retornó a la Argentina tras la asunción
presidencial de Arturo Frondizi. A partir de entonces fue profesor en la Escuela Superior de
Guerra, ayudante militar del Ministerio de Defensa y desempeñó diversas funciones en el Estado
Mayor General del Ejército. En paralelo, integró la primera célula de la “Ciudad Católica”, un
núcleo de laicos intransigentes y contrarrevolucionarios de origen francés orientado a la formación
de cuadros y a la difusión de la doctrina de Guerra Revolucionaria. Sin embargo, al amparo de la
creciente autonomía militar respecto de la autoridad presidencial y del estado deliberativo que fue
expandiéndose en el interior de las Fuerzas Armadas (FF.AA), Guevara profirió declaraciones
críticas respecto de la situación imperante, lo que culminó con su pase a retiro en 1962. A partir de
entonces se concentró en la promoción de su apuesta política comunitarista y durante el Onganiato
fue embajador en Colombia y Venezuela sin por ello desentenderse de las disyuntivas acaecidas en
la Argentina. A fines de 1969 protagonizó una nueva controversia pública que derivó en su
enfrentamiento abierto con el general Alejandro A. Lanusse y su baja del Ejército, en 1970. El
desempeño de JFG en el terreno castrense, su recorrido por distintos espacios políticos e
58
institucionales, sus proclamas públicas y sus propuestas vertidas por escrito no sólo ameritan la
visibilización de su figura sino que aportan elementos para reflexionar sobre la articulación de las
ideas con una praxis política concreta en un escenario complejo y cambiante, a la vez que permite
enriquecer el análisis de los idearios nacionalistas católicos en el período en estudio.
A partir de estas consideraciones, en la primera parte de este trabajo retomaremos sus
espacios formativos y su trayectoria hasta el golpe de Estado de 1955. A continuación haremos un
breve rastreo del contexto nacional e internacional en el que se produjo su viaje como agregado
militar al Cercano Oriente tras la caída del gobierno de Lonardi y su retorno al país luego del
triunfo electoral de Arturo Frondizi, en 1958. A partir de ello, abordaremos su trayectoria en el
espacio castrense en coincidencia con el activo involucramiento de las FF.AA en la vida política.
Asimismo, nos remitiremos a las apuestas políticas en las que se involucró en forma articulada con
sus convicciones nacionalistas católicas y los ámbitos a través de las cuales pretendió propalarlas
hasta el golpe de Estado de 1966. Finalmente, cerraremos el trabajo con una mención a su despliegue durante el gobierno militar del general Juan Carlos Onganía y su posterior baja de las
FF.AA, en 1970. Para este abordaje, nos valdremos principalmente de su obra “Argentina y su
sombra” publicada en octubre de 1970 y reeditada tres años después. Al mismo tiempo,
retomaremos aportes procedentes de diversas notas periodísticas y textos impresos
contemporáneos al estudio e información brindada en una entrevista.
Primeros pasos…
Juan Francisco Guevara (JFG) nació en Mendoza en 1922, en el seno de una familia tradicional de
larga raigambre provinciana.87 Guevara refiere a su padre como un
“agricultor, ganadero, industrial, educador, abogado, pionero del sur mendocino, visionario y
político” […que] “dedicó su vida entera al bien común (…) descubrió la verdad del pasado
argentino buceando, casi sólo en el mar de las confusiones de la historia oficial (…) transmitió a
sus hijos el amor a la vieja tierra y a los próceres vencidos” y desempeñó “las más variadas
87
Sus antecedentes se remontan al período colonial. Eduardo Saguier ubica a esta familia como integrante de las elites
políticas mendocinas; la página web oficial de Maipú, Mendoza, refiere a esta “caracterizada familia”. Ver
http://genealogiafamiliar.net/getperson.php?personID=I65808&tree=BVCZ;
http://www.er-saguier.org/obras/gta/Tomo-III/U-Fuentes/Elites%20Politicas/LIS-XVII-MZA.pdf y
http://www.maipu.gov.ar/intendencia/institucional/lugares.htm#casaguevara (vistos el 25/08/2014).
59
funciones públicas durante medio siglo […con] un claro sentido nacional y por ello un
acendrado amor al Ejército” (Guevara, 1973:44).
Tras estas menciones, en las que subyace una reivindicación del terruño provinciano con un
halo histórico revisionista, JFG atribuye su vocación militar a las enseñanzas impartidas en el
hogar paterno. Cursó sus estudios en el colegio católico San José, de los hermanos maristas. Su
formación profesional y doctrinaria continuó luego en el Colegio Militar, de donde egresó en 1942
como subteniente de artillería (La Nación, 25/08/2009). Esos ámbitos de formación y sociabilidad,
así como las experiencias y valores primigenios inculcados en su ambiente familiar, contribuyeron
a su construcción de una mirada jerárquica de la sociedad y crítica del derrotero de la Argentina
liberal. De hecho, su período formativo coincidió con el resquebrajamiento de dicho ideario y el
despliegue de organizaciones nacionalistas88 a la par de la crisis económica internacional y sus
negativas sobre el viejo modelo agroexportador, así como con el colapso de regímenes
constitucionales liberales y el influjo de propuestas alternativas de cariz antiliberal, antisocialista,
anticomunista, xenófobas y autoritarias. En la Argentina, la crítica espiritualista a los dogmas
positivistas de la clase dirigente fue acompañada por el creciente influjo de un catolicismo integral,
restaurador e intransigente (Mallimaci, 1988) que redobló su impulso para expandirse en el espacio
social en general y en la institución castrense en particular (Zanatta, 1996). Según Loris Zanatta, en
este período la institución eclesiástica, desde las vicarías castrenses, tuvo un protagonismo central
en la construcción del “mito de la nación católica” fundado en la superposición entre catolicismo y
nacionalidad. De este modo, el credo en la “esencia católica” de la Argentina fue acompañado por
el llamado al Ejército –en tanto custodio de la catolicidad– a reorganizar el Estado y la sociedad de
acuerdo con los principios cristianos (Zanatta, 1996). Pero esa labor, intensa y sistemática, no fue
la única –como indicaremos luego– que contribuyó a la difusión de ese ideario.
En reflexiones posteriores vertidas en su principal obra escrita, Argentina y su sombra, donde
JFG analizaba los motivos de disgregación del país y planteaba –en función de ello– rutas de
88
Ello no implica desconocer las tensiones y fracturas previas del ideario liberal y su proyecto de nación. Si bien la
búsqueda de definición de lo nacional se remonta al siglo XIX, fue en torno a la conmemoración del Centenario que los
escritores partícipes de ese ideario elaboraron esquemas identitarios realzando el pasado criollo, gauchesco y campero
en contraposición con un “otro”, ya fuera los “indios”, excluidos in totum del proyecto de nación, o fundamentalmente
los inmigrantes, cuya presencia fue vista como amenazadora para la cohesión social. Este recelo, junto con el
progresivo malestar hacia el influjo de las masas en la vida política, atizado por la conflictividad social y el eco de la
Revolución Rusa, contribuyó a la constitución de una fuerza política “nacionalista” (en un sentido restringido del
término, asociado genéricamente a valores autoritarios, antiliberales y antiizquierdistas) que, si bien adquirió
consistencia tras 1910 y sobre todo durante los gobiernos de Hipólito Yrigoyen, se constituyó en un movimiento
militante de peso en la década de 1930. Dos visiones respecto de esta problemática, Devoto (2006) y Rock (1993).
60
acción, Guevara destacaba como componente inicial de desunión el centralismo porteño y la
defensa de los intereses mercantiles portuarios en detrimento del respeto por los fueros y las
particularidades provincianas. En forma articulada, cuestionaba la orientación hacia Europa más
que hacia el espacio del antiguo Virreinato, mientras realzaba a los viejos caudillos federales como
los verdaderos intérpretes y defensores de la voluntad de los pueblos y del sentido de la Nación. Sin
embargo, tras los factores históricos que, desde su perspectiva, habían violentado la realidad
rioplatense y originado la desunión nacional, ponderaba elementos filosóficos concernientes al
orden social. En concreto, cuestionaba la “conmoción de orden espiritual y filosófica” (Guevara,
1973: 29) sufrida por Europa desde el siglo XV –en consonancia con la Reforma protestante– que
derivó en la ruptura de la unidad europea, agravada luego por el influjo del racionalismo, el
Iluminismo y la Revolución Francesa. Su impacto en nuestro país se habría expresado en la
existencia de las dos corrientes opuestas que se enfrentaron desde las vísperas de la Independencia
y a la postre tomaron cuerpo en la división entre unitarios y federales. Los segundos habrían sido
portadores de una concepción tradicional
“que procura lograr la autonomía de estos pueblos salvando al mismo tiempo el orden jerárquico
y todavía teocéntrico de la civilización cristiano-europea a la que pertenecíamos (…) el
brigadier general Juan Facundo Quiroga trae desde los llanos en su bandera el lema de ‘religión
o muerte’; esta era una consigna, una ‘idea fuerza’, sentida y vivida con tanta convicción como
sus opositores sentían y vivían los de ‘libertad, igualdad, fraternidad’ que exportó Francia a
partir de 1789. Tampoco debe extrañarnos, pues, la típica postura laicista de la mayoría de los
liberales unitarios (…)” (Guevara, 1973:29-30).
El horizonte analítico de Guevara, se hallaba imbuido en las perspectivas contrarrevolucionarias de origen europeo y del pensamiento católico integralista e intransigente 89 ,
adosado con elementos propios del tradicionalismo e hispanismo que, con diversas lecturas,
89
El pensamiento contrarrevolucionario surgió como reacción al iluminismo y a la Revolución Francesa e implicó un
firme rechazo a la tesis de la soberanía popular –a la que contrapuso la soberanía divina–, a los derechos del ciudadano
–a los que se contrapuso el deber de obediencia del súbdito– y, en definitiva, una firme oposición al liberalismo político
así como también a los pilares sobre los que se funda la sociedad democrática moderna y el establecimiento de iguales
garantías constitucionales para los habitantes. La sistematización pionera de estas visiones fue obra de escritores
franceses, como Joseph de Maistre y Louis de Bonald, quienes defendieron la primacía de lazos jerárquicos sostenidos
en una particular matriz católica. Por su parte, el catolicismo integralista se caracteriza por su negativa a recluirse al
ámbito de lo privado y por aferrarse a una unidad dogmática que pretende ser aplicada a todas las esferas y necesidades
humanas y sociales. El cariz intransigente de este modelo se basó en su negativa a cualquier tipo de conciliación con el
mundo moderno –tal como quedó asentado en la Syllabus (1864), de Pío IX, y en la encíclica Pascendi (1907), de Pío
X– y con la secularización de la sociedad (Mallimaci, 1988).
61
primaba en distintos grupos nacionalistas argentinos en la década de 1930 que apelaban al Ejército
como baluarte guardián de la nación.90 Situado dentro de ese amplio encuadre, JFG ensalzaba el
pasado hispano católico previo a la llegada de los Borbones y reivindicaba el federalismo como un
modo de gobierno descentralizado, sostenido en el reconocimiento de los cuerpos intermedios, de
las jerarquías y de los valores morales y religiosos tradicionales, los que habrían sido
menoscabados o destruidos por el liberalismo. Al respecto, reconocía el influjo que habían ejercido
los pensadores nacionalistas en su análisis de la realidad y en su definición política:
“La acción esclarecedora de numerosos civiles alcanzó también a producir impactos en las ideas
de muchos de nosotros, me refiero a la nueva oficialidad de la década del 40. Así el nacionalismo de origen conservador, así el gran Lugones cuando clamaba por la ‘hora de la espada’, así FORJA […] así otros luchadores de pluma (…) como Leonardo Castellani” (Guevara,
1973: 45-46).
A su vez, el mismo JFG destacaba la importancia de las publicaciones periódicas del período,
tales como El Pampero, Cabildo y Tribuna que “se presentaban ante la opinión con tesis
nacionalistas definidas haciendo frente con éxito creciente a los ‘grandes’ diarios, representantes y
voceros del liberalismo clásico” (Guevara, 1973: 46). Suponía que las logias –en tanto espacios
selectos de encuentro, de intercambio de ideas, de toma de decisiones y de acciones
correspondientes– cumplían un rol protagónico en la vida política. Con este discernimiento, que
trasuntaba una visión conspirativa de base elitista o aristocrática, Guevara ingresó en el GOU
(Grupo de Oficiales Unidos) en marzo de 1943. Poco después, mientras se desempeñaba en la
Escuela de Artillería Antiaérea situada en Campo de Mayo, participó del golpe de Estado del 4 de
junio de 1943. Sin embargo, tras un entusiasmo inicial fundado en la expectativa de “alejar el
fraude propio de los partidos, romper la dependencia económica que nos tenía atados a intereses
extraños y preservar a la vez a nuestro país del sometimiento en que estaban cayendo otras
naciones ante las exigencias de participación bélica planteada por las grandes potencias” (Guevara,
1973:47-48), JFG pronto se desencantó con el rumbo adoptado por el gobierno. Al igual que
muchos otros nacionalistas, criticó el cambio en la política exterior y el corrimiento del rumbo del
“proceso revolucionario” en forma concomitante con el creciente influjo del entonces coronel Juan
D. Perón. Así, en un balance de esa experiencia, JFG destacó como elementos negativos iniciales
90
La bibliografía sobre esas visiones es prolífica. Véase: Buchrucker (1987); Navarro Gerasy (1968); Rock (1993;
2001) y Lvovich (2006).
62
–amén de las características personales de esa figura, a quien le endilgó rasgos ambiciosos, corruptos y tintes libertinos– el hecho de que “Perón, llegado al poder también a través de las urnas
como Yrigoyen, cayó en el mismo error: el de creer que los males de Argentina se solucionan con
la simple expresión masiva de la ‘voluntad’ de las mayorías (…) y ante el altar de ese falso dios
quemó toneladas de incienso” (Guevara, 1973: 53). Pero frente a estos factores Guevara
recuperaba el impulso brindado a la organización social a través del renacimiento de las
organizaciones obreras y la nacionalización de las masas, alejadas de “los peligros anarquizantes,
socialistas y marxistas” y la “formación de dirigentes (…) con un profundo sentido nacional”
(Guevara, 1973: 55). Esta valoración, explicitada en 1970, se enmarcaba en la postura
“comunitarista” de JFG, quien –como veremos– desde 1962 concentró sus esfuerzos en esta
apuesta político-social a la que ensalzó como base para una “reconstrucción nacional” frente a la
“falsa democracia”, “la crisis moral y la pérdida de fe” (Guevara, 1963). Por otra parte, para
Guevara, esos caracteres positivos, vinculados con el “renacimiento” de los gremios que, en
términos históricos, fueron destruidos por la Revolución Francesa con su “mito masificante de la
igualdad absoluta, niveladora, a bajo nivel, de todo valor y jerarquía” (Guevara, 1973: 54), habían
sido desvirtuados por el culto al líder, la demagogia, el excesivo peso otorgado al movimiento
sindical –convertido en un instrumento político partidista– y por el espíritu revanchista anexo a ese
influjo.
Con estas consideraciones, este militar que cursaba estudios en la Escuela Superior de Guerra
(ESG) –de la que se graduó como Oficial de Estado Mayor en 1953– pasó a la oposición. Así, se
involucró tras la figura del general Eduardo Lonardi en los intentos golpistas de 1951, junio de
1955 y finalmente en la sedición exitosa de septiembre de ese año. En el interín, entabló contactos
con diversas figuras del Ejército, de la Marina y de la Aeronáutica. Al mismo tiempo, estrechó
diálogo con escritores nacionalistas –como Mario Amadeo– y otros civiles comprometidos con la
rebelión. De tal guisa, con una activa, hábil y sigilosa labor de coordinación entre los sectores disímiles complotados, desempeñó un papel protagónico –incluso se le adjudica la elección de la
contraseña “Dios es Justo”– en la caída del gobierno de Perón, en septiembre de 1955.
Un nuevo ciclo…
El golpe de Estado de 1955 contó con el apoyo de un amplio frente político, donde
confluyeron conservadores, radicales, socialistas, demócratas cristianos y sectores nacionalistas,
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así como los representantes corporativos e ideológicos de los grandes propietarios rurales e
industriales, el grueso de las Fuerzas Armadas y la institución eclesiástica (Spinelli, 2005; Tcach,
2003; Rouquié, 1985). Se inauguró entonces una experiencia que se extendió hasta 1958, bautizada
por sus protagonistas “Revolución Libertadora”, en tanto declamaban que venían a liberar al país
de la tiranía de Perón.
Sin embargo, apenas producido el golpe de Estado y traspasado el umbral de acuerdo básico
–el derrocamiento de Perón–, las diferencias del frente antiperonista resultaron se manifestaron
inmediatamente. El general Eduardo Lonardi, vinculado con sectores católicos, nacionalistas y
antiliberales, intentó emprender una política de conciliación en la que no hubiera “ni vencedores ni
vencidos”. En su perspectiva, era posible rearticular la alianza de militares nacionalistas con
dirigentes sindicales y evitar el desplazamiento de los trabajadores al comunismo. Pero esa
orientación hacía caso omiso de los postulados mayoritarios de la “Libertadora” y no tomaba en
cuenta la tremenda carga de resentimiento acumulada. En efecto, tanto los partidos políticos como
amplios sectores militares y aquellos que se consideraban perjudicados por la política económica y
social del peronismo, buscaron como primer objetivo la “desperonización” del país. Tras esa
hostilidad hacia los denominados “enemigos de la libertad” se encubría, en ocasiones, un profundo
revanchismo clasista (Rouquié, 1985; James, 1990). Respecto a la línea política a adoptar frente al
movimiento depuesto, las tensiones se dieron tanto en la fórmula presidencial como en la
constitución del gabinete.91 Así, junto con algunos miembros vinculados con sectores liberales,
Lonardi nombró a figuras reconocidas por su trayectoria nacionalista católica, tales como Mario
Amadeo, en Relaciones Exteriores; Atilio Dell’Oro Maini, en Educación, y Juan Carlos
Goyeneche, en la Secretaría de Prensa y Actividades culturales. Además, designó a su cuñado
Clemente Villada Achával –miembro de una tradicional familia cordobesa y antiguo presidente de
la Juventud Católica de esa provincia– y al entonces mayor Juan Francisco Guevara como asesores
presidenciales con rango ministerial (Rouquié, 1985:123). Según rememoró JFG, su designación
en ese cargo, a pesar de su juventud, respondió al afán de que él “tomara contacto con distintos
sectores de la realidad nacional, con libertad absoluta” (Guevara, 1973: 89). Ello implicaba un
reconocimiento a la capacidad que había desplegado para articular vinculaciones con sectores
disímiles en procura de un mismo objetivo en la conjura previa, así como un voto de confianza a
91
Como es sabido, el vicepresidente, contraalmirante Isaac Rojas, expresaba a los grupos más recalcitrantes del
antiperonismo. En su gabinete, Lonardi incorporó a figuras afines a los sectores políticos y militares liberales, como
Alberto Mercier, en Agricultura, y Eduardo Busso, en Interior y Justicia. Tcach, César (2003: 21).
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sus ponderaciones. De hecho, “Lonardi advirtió desde el primer momento que la revolución que
había encabezado con las armas y a la cual había hecho triunfar en ese ámbito, carecía de unidad
política, de objetivos, de propósitos comunes y en consecuencia era indispensable elaborar una
doctrina que permitiera encontrar un camino común […]” (Guevara, 1973: 88), para lo cual
apelaba a sus flamantes asesores. Sin embargo, esos intentos se encontraron con la férrea oposición
de los sectores liberales.
En el campo castrense, el gobierno provisional impulsó una política de depuración de
militares comprometidos con el régimen depuesto, así como de reincorporación de otros que
habían sido retirados de su actividad por motivos políticos o, en ocasiones, por temas estrictamente
profesionales (Mazzei, 2012:40). Pero la purga implementada resultó insuficiente para los sectores
más revanchistas o “gorilas” que, a la postre, forzaron la destitución del ministro de Guerra, el
general Justo León Bengoa. Finalmente, falto de apoyos y presionado para que dejara el poder,
Lonardi renunció. Por su parte, JFG fue enviado, en calidad de Agregado Militar, Naval y Aéreo, a
diversos países árabes –Egipto, Líbano e Irak, entre otros–donde permaneció entre enero de 1956 y
mayo de 1958.
En la Argentina, en términos generales, los valores mayoritarios defendidos por la coalición
antiperonista convergían con los postulados del mundo occidental que, en el marco de la Guerra
Fría y la lucha contra el comunismo, realzaba formalmente las banderas de la democracia liberal.
Por otra parte, con el transcurso de los años, los equipos gubernamentales asimilaron el influjo y las
recomendaciones de los organismos internacionales referidas a la modernización, el desarrollo y la
planificación, así como la creciente relevancia otorgada a los “técnicos” portadores de una supuesta
visión “experta y apolítica”, capaces de brindar diagnósticos y propuestas para apuntalar el
desarrollo, concebido a su vez como base para la integración interna y sostén de la seguridad nacional. Así, desde fines de la década de 1950 se desplegó un período marcado por el auge del
“desarrollismo” (Altamirano, 2001). Este impulso, dicho sea de paso, se situaba también dentro del
escenario mundial signado por el avance de los procesos de descolonización y la consecuente
aparición de nuevos países asiáticos y africanos que, a la par de su ingreso a las Naciones Unidas,
atrajeron la atención por los problemas del subdesarrollo y la necesidad de emprender políticas
económicas y sociales para afrontarlos. En estos casos, pues, la independencia política venía
asociada a la realización de un amplio y ambicioso programa de reformas económicas y sociales
que, amén de sus dificultades prácticas para concretarse, se transformaron en terreno fértil para el
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despliegue de los intereses propios de la Guerra Fría. De tal guisa, la agregaduría militar de
Guevara en Egipto –donde se entrevistó dos veces con el líder Gamal Abdel Nasser y presenció la
guerra con Francia e Inglaterra por el Canal de Suez– (La Nación, 25/08/2009), le permitió
observar el ascenso al poder de militares anticolonialistas que sostenían posiciones nacionalistas y
pugnaban por un proyecto de modernización económica con aspiraciones panarabistas, a la vez que
mientras procuraban la constitución de un movimiento de países “no alineados” se acercaban, por
cuestiones geopolíticas, a la Unión Soviética. De todos modos, nunca dejó de estar centrado en su
suelo patrio, a donde retornó el 16 de mayo de 1958, quince días después del ascenso de Frondizi a
la presidencia.
Conflictos sociales y planteos militares. La inserción castrense de Juan Francisco Guevara
en la Argentina de Frondizi
La victoria electoral de Arturo Frondizi, con el apoyo de los votantes peronistas, provocó gran
malestar en el seno de las Fuerzas Armadas. En los meses previos, un sector militar había
considerado la posibilidad de permanecer en el poder e instaurar una “dictadura democrática” hasta
que se erradicara al peronismo y hubiera condiciones para que triunfaran los “defensores de la
libertad”. Otro sector, en cambio, alentó la consulta electoral y, frente al resultado de los comicios,
aceptó con recelos la asunción del nuevo mandatario. Así “se impusieron los legalistas ma non
troppo […] Frondizi asumiría el gobierno, pero las Fuerzas Armadas conservarían el poder”
(Rouquié, 1985: 150). En otros términos, se sentaron las bases de un “legalismo condicionado” por
los militares (Mazzei, 2012:44).
¿Cómo se posicionó al respecto JFG, un militar consustanciado con el “espíritu permanente
del Ejército” como custodio de la nación? ¿Qué debían hacer las Fuerzas Armadas frente al ascenso
del nuevo gobernante, quien “inspiraba desconfianza por su pasado, desconfianza acrecentada por
el pacto firmado con Perón”? (Guevara, 1973:121). Según afirmó luego, “si […] esa investidura
era producto de unas elecciones que, en su momento, las Fuerzas Armadas y el Gobierno del
general Aramburu no habían objetado a pesar de la ficción democrática, si esto era así, las Fuerzas
Armadas debían entonces retomar su labor, dejando gobernar a las nuevas autoridades” (Guevara,
1973: 120). Más allá de que esta afirmación sea ex post, lo cierto es que aunque compartía la
aprensión hacia el presidente –así como, desde un plano más profundo, descreía de los mecanismos
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institucionales de la democracia moderna y la política partidaria–, en ese momento consideró más
importante el robustecimiento de las estructuras castrenses y se concentró en el desarrollo de sus
actividades profesionales.
Apenas regresó obtuvo un cargo de profesor en la Escuela Superior de Guerra (ESG). Para
ese entonces, ese espacio de formación teórica del Ejército se había constituido en un polo de
estudio y difusión de las “’nuevas formas de la Guerra’: la Atómica y la Revolucionaria” (Mazzei,
2012:131) –problemática que retomaremos más adelante–. Dos meses después, fue destinado
como ayudante militar en el recién creado Ministerio de Defensa. Desde allí, JFG pudo “observar
el panorama político y militar del país al mismo tiempo que conocer a muchos de los hombres más
importantes del elenco de Frondizi” (Guevara, 1973: 122). Luego de imbuirse en el manejo de la
política cotidiana y en el trato con sectores políticos hasta ese momento ajenos para él, ya que
“siendo mi familia de tradición conservadora, había mirado siempre con recelo a ese grupo
político” [los radicales frondicistas] (Guevara, 1973: 122), solicitó su retorno al ejercicio de tareas
profesionales. Regresó, pues, a su labor docente en la ESG, actividad que resultó breve. En efecto,
la conflictividad imperante en el país –desatada con la superposición de “batallas” emprendidas por
el presidente, ya fuere en torno del petróleo, de las inversiones extranjeras, de la disputa “laica o
libre”, entre otras– se expresó a través de innumerables manifestaciones, protestas y acciones de
fuerza gremial, que se intensificaron luego de la aplicación de un drástico plan de estabilización y
austeridad. Entre estas acciones, la primera de envergadura fue la huelga ferroviaria de fines de
1958, a la que el gobierno respondió con la militarización del servicio.92 En estas circunstancias,
JFG se desempeñó, desde marzo de 1959, “como subjefe de movilización del Ferrocarril San
Martín”, donde “el problema ferroviario no era sólo de disciplina obrera […], como en todo orden
de la vida, la corrupción viene de arriba. Era absurdo, injusto y hubiera sido ineficaz pretender
poner orden con sólo una movilización de tipo disciplinario […] que no influía en el personal
jerarquizado, y mucho menos en la conducción integral ferroviaria ni en su administración y
gobierno” (Guevara, 1973: 124).
92
El gobierno puso en funcionamiento el “Comando General de Movilización”, por el que los cerca de 235.000
trabajadores ferroviarios, tanto en actividad como jubilados, quedaron bajo órdenes militares. Las FF.AA impusieron
una rígida disciplina laboral, acompañada por la detención del personal reacio a acatar las órdenes, que fue juzgado por
tribunales militares. De este modo, hubo más de 6.000 obreros detenidos y juzgados en el país (Ortega, 2011). En el
Ejército, algunos sectores expresaron su malestar por el ejercicio de estas funciones policíacas (Rouquié, 1985: 168;
Mazzei, 2012: 44).
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Estas reflexiones remiten, una vez más, a su horizonte de análisis centrado en una matriz
jerárquica y orgánica de la sociedad. Al mismo tiempo, permiten avizorar su compenetración con la
búsqueda –junto al intenso despliegue represivo– de formas alternativas de integración social en
forma articulada con la procura de eficiencia, legitimación y seguridad interna. De allí que el sector
militar involucrado transmitiera al presidente, a través de la Secretaría de Guerra, que “mantener la
movilización, solamente, no tenía eficacia práctica a la par que producía, sin fruto alguno, el
desgaste del Ejército” (Guevara, 1973:125). En términos inmediatos, este requerimiento derivó en
la intervención de la Empresa de Ferrocarriles Argentinos y JFG fue nombrado jefe de los
Departamentos de Personal y de Tráfico. Sin embargo, esta gestión no llegó a desarrollarse, ya que
un planteo militar modificó la situación interna del arma. En efecto, el descontento generado en
amplios sectores castrenses por la militarización de los conflictos gremiales, así como por la
difusión del pacto preelectoral entre Perón y Frondizi, desembocó en un firme cuestionamiento de
sectores ultra liberales del Ejército contra el subsecretario del Guerra, acusado de mantener
contactos con dirigentes sindicales peronistas (Mazzei, 2012: 44). Este “planteo” militar –término
con que se designaron cada una de las manifestaciones de descontento y rebeldía castrense frente a
las decisiones tomadas por las autoridades pertinentes– desembocó en la renuncia cuasi forzada del
subsecretario de Guerra. A continuación, un nuevo planteo contra la conducción del arma provocó
también la dimisión del secretario de Guerra. En cuanto a JFG, en los meses subsiguientes ejerció
como jefe del Regimiento 1º de Artillería, con sede en Ciudadela, y luego –tras un pedido de baja
infructuoso, originado en su deseo de desplegar una “campaña de esclarecimiento” frente al
creciente deterioro del principio de autoridad en las filas castrenses, a lo que nos referiremos más
abajo–, fue destinado al Centro de Altos Estudios del Ejército. Entre fines de 1961 –luego de haber
sido ascendido a coronel– y agosto de 1962 fue Jefe de Inteligencia, Jefe de Territorial y Jefe de
Operaciones del Estado Mayor General del Ejército (EMGE). Este espacio de conducción obraba
como órgano de planeamiento del arma, así como de asesoramiento del comandante en jefe y de
transmisión de sus órdenes.
Azules, colorados y deslices violetas. Proclama pública y rebelión de JFG
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Los numerosos planteos –más de treinta– sucedidos bajo la presidencia de Frondizi constituyeron
una expresión de la creciente autonomía militar, entendida como una pérdida de subordinación al
poder político y, a la postre, el despliegue de un creciente condicionamiento a la acción del
gobierno (Mazzei, 2012: 25). Por su parte, el mandatario, recurrentemente cedió ante los reclamos
de los sectores sediciosos, contribuyendo a mermar su propio poder, a la vez que erosionó la
autoridad de los militares “legalistas” atentos al respeto de los reglamentos, a la cadena de mando y
a la preservación de la disciplina interna. Entre estos últimos, donde se ubicaba JFG, fue creciendo
la desazón y la inquietud por el estado deliberativo del Ejército. “El orden militar reposa en el
mando y en la obediencia. Sin ellos están minadas las bases de la disciplina y sin éstas no hay
fuerzas militares” (Guevara, 1973: 128). De hecho, el progresivo involucramiento en las
disyuntivas políticas cotidianas contribuyó al desarrollo de facciones en las filas castrenses, lo que
deterioró el orden interno y afectó la subordinación jerárquica. Incluso, al momento de establecerse
los ascensos y promociones, las afinidades políticas pesaban más que la idoneidad profesional y los
rangos militares (Mazzei, 2012:64). En los términos de JFG, “tuve la clara sensación del desastre y
de la ‘sovietización’ en que iba cayendo el Ejército” (Guevara, 1973: 129). En este marco, a pesar
de la severa política represiva impulsada por el presidente frente a las protestas sociales, diversos
sectores de las FF.AA. consideraron que su actitud ecléctica frente a los planteos debilitaba el
aparato defensivo y por ende era funcional al avance del comunismo.93
La prueba de fuego para el Ejecutivo se produjo en ocasión de los comicios para renovar
legisladores y gobernadores provinciales, en marzo de 1962, cuando Frondizi habilitó la
presentación de candidaturas del movimiento hasta entonces proscripto. En esas circunstancias,
por pedido de sus superiores, en su calidad de Jefe de Inteligencia y de Territorial del Estado Mayor
General del Ejército (EMGE), Guevara realizó un estudio sobre las perspectivas electorales. Su
93
El anticomunismo no constituía un elemento nuevo en la política nacional. Desde la asunción de la “Revolución
Libertadora” y el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se constituyó en objeto de prédica alarmada e insistente en
los medios empresariales, los sectores liberales y conservadores en general, las FF.AA. y el sector mayoritario de la
Iglesia. El fantasma del comunismo era visualizado detrás de toda huelga, manifestación o disidencia social o cultural.
Bajo este horizonte, se acrecentó la preocupación por la seguridad interior. A fines de 1959, el descubrimiento del
comando Uturunco alertó sobre la adopción de tácticas de insurgencia según el modelo isleño. En los círculos
anticomunistas se activó el temor al acercamiento entre el peronismo y el comunismo. Al mismo tiempo, en un marco
de gran conflictividad política y social, el presidente puso en ejecución el Plan de Conmoción Interna del Estado
(CONINTES), que habilitó a las FF.AA. a hacerse cargo de la represión interna (según un asesor militar francés, este
Plan constituyó la primera experiencia de lucha contrainsurgente en la Argentina). No obstante, el acercamiento de
Frondizi al presidente brasileño; su fugaz entrevista con Ernesto “Che” Guevara –ministro de Industria de Cuba y
símbolo de la lucha guerrillera–, y la abstención argentina en la reunión de cancilleres de Punta del Este en la que se
decidió expulsar a ese país de la OEA, generaron una profunda reacción anticomunista en la derecha civil y militar del
país (Mazzei, 2012; Rouquié, 1985; Tcach, 2003).
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análisis, que coligió el probable triunfo peronista, fue expuesto ante el “ministro de Guerra, el
subsecretario, el comandante en jefe, el jefe del Estado Mayor General y el subjefe generales Fraga,
Poggi, Spirito y Villegas”. Según JFG, “propuse en concreto ‘que los ministros militares en
conjunto debían preguntarle al presidente Frondizi, antes de las elecciones, sobre la actitud que
adoptaría […]’” (Guevara, 1973: 138-139). En definitiva, el triunfo de esta fuerza política en gran
parte del país, incluyendo la poderosa provincia de Buenos Aires, precipitó la debacle del
mandatario. Frondizi fue depuesto y en su lugar asumió el presidente del Senado, José María
Guido. Se impuso así una fachada de legalidad gubernamental, signada por el despliegue de una
gestión “liberal en lo económico, conservadora en lo político y reaccionaria en lo cultural” (Tcach,
2002: 38). En este discurrir, mientras se barajaban distintas opciones para afrontar la “cuestión
peronista” y las posibilidades de normalización institucional, las decisiones del Ejecutivo oscilaron
al fragor de la correlación de fuerzas de las distintas facciones militares. En agosto de 1962 se
produjo una nueva insubordinación protagonizada por un sector “gorila” ultra liberal del Ejército.94
El presidente, una vez más, cedió. Pero el sector “legalista” del arma, que se había preparado para
afrontar la sedición, quedó desconforme con esta resolución que, en forma abierta, violentaba otra
vez los reglamentos militares. Así, el general Juan Carlos Onganía, comandante de la caballería,
redactó un memorándum cuestionando la indisciplina fomentada desde arriba, los relevos, las
actitudes “poco claras” del presidente y el abandono de quienes lo habían apoyado (Mazzei, 2012:
66; Rouquié, 1985: 208). A resultas de ello, fue relevado de su cargo. Paralelamente, JFG a la
sazón jefe de Operaciones del EMGE y como tal una figura visible que efectuaba conferencias de
prensa para dar cuenta de la situación del arma (La Nación, 12/08/1962: 3), manifestó –al igual que
la mayoría de los oficiales del Estado Mayor– su objeción al nuevo jefe del EMGE (La Nación,
15/08/1962), por lo que fue pasado a disponibilidad. Días después, hastiado de la situación
imperante; disgustado por el retorno de quienes habían traicionado a Lonardi y convencido de la
necesidad de una reacción militar que afrontara la desmoralización interna y reavivara la confianza
civil en el Ejército, lanzó una proclama “a sus camaradas de las Fuerzas Armadas y al hombre
común argentino” y se declaró en rebeldía (La Nación, 31/08/1962; La Prensa, 31/08/1962: tapa).
Previamente se había entrevistado con Onganía para sumarlo a la causa. Pero este general declinó
la propuesta pues consideró “posible otorgar nuevas oportunidades para rehacer el poder civil,
94
Un estudio de las divergencias en el sector castrense y de los distintos planteos militares excede los objetivos de este
trabajo. Al respecto, consultar, entre otras, la bibliografía citada en la nota precedente.
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amén de que las Fuerzas Armadas no podrían asumir una responsabilidad tan grave en circunstancias de extremo desorden, anarquía e indisciplina” (Guevara, 1973: 168). Por su parte, JFG,
hizo pública su declaración el 30 de agosto en los siguientes términos:
“El Estado, instrumento al servicio de una comunidad organizada, es campo abierto a cuanto
aventurero y revanchista quiere utilizarlo. Este proceso de desintegración incluye también a una
de las instituciones más representativas de la vida de la Nación: el Ejército (…). Se dicen
anticomunistas pero, de hecho, son ‘sovietizantes’ en lo militar y ‘marxizantes’ en lo social.
¿Cómo se explica si no este espectáculo reiterado de generales que se sublevan para cambiar a
sus superiores o que desobedecen al poder civil porque no han sido consultados (…)? Todo ha
sido quebrado y debe ser restaurado, comenzando por los primeros principios: jerarquía, orden,
respeto, leyes, armonía, paz (…) los hombres de armas que han demostrado espíritu de orden,
rectitud, obediencia y capacidad de mando, son los únicos que están en condiciones de
restablecer las normas fundamentales (…) (Guevara, 1973: 169-174; La Nación, 31/08/1692).
Los principales periódicos del país reprodujeron vastos extractos de esta proclama, ya que
creyeron que se estaba en vísperas de una rebelión militar. En los días siguientes diversas esquelas
informativas refirieron a este militar, cuyo paradero se desconocía (La Nación, 03/09/1962). En su
segundo mensaje reafirmó lo vertido antes y puntualizó lo que consideraba como peligros en
ciernes y con un “llamado a la restauración de los valores morales”. JFG responsabilizó a
“las minorías que pretenden dirigir los convulsionados partidos políticos […], los comunistas y
trotzkistas infiltrados en las organizaciones gremiales que procuran llevar a éstas a medidas de
fuerza […] los hombres, civiles y militares, que a título personal intentan gobernar hoy, quienes
tratarán de poner al país un corset de hierro, confundiendo orden con represión […]
aprovecharán cualquier clase de agitación popular para arrojar sobre ella al ejército […] se
constituirán, de hecho, en aliados de aquellos dirigentes comunistas a los que antes me referí
[…]”(La Nación, 08/09/1962).
Si bien esta segunda declaración fue respondida con críticas hacia su persona por sectores cercanos
a la línea oficial de ese momento, el eco de estas misivas pronto fue acallado por la precipitación de
nuevos acontecimientos. En efecto, el 12 de septiembre se produjo la ofensiva “legalista” que
derivó en los enfrentamientos entre “azules” –quienes, con argumentos profesionales, rechazaban
71
la permanente injerencia militar en las decisiones políticas– y “colorados” ––asociados con una
tendencia “gorila”–. Por sus posiciones previas, JFG formaba parte del grupo “azul” que a la postre
tomó la conducción del Ejército. Sin embargo, su anterior declaración de rebeldía, así como su
cuestionamiento hacia el mantenimiento de un gobierno civil y la vigencia del sistema de partidos,
lo colocaban en una posición más bien “violeta”. Estas circunstancias, sumadas a la impronta de su
personalidad, derivaron en su pase a retiro, en octubre de 1962.95 A partir de entonces, con un
enfoque sumamente crítico hacia la “partidocracia” y el desenlace electoral postulado por la línea
“azul”, JFG se concentró en la constitución de una “fuerza nueva” que unificara espiritualmente a
los argentinos y permitiera afrontar el avance del comunismo.
Combate por la verdad: la Ciudad Católica y la propuesta comunitarista de JFG
A partir de una visión nacionalista antiliberal anclada en una matriz católica integralista,
intransigente y antimodernista e imbuida de un ideario contrarrevolucionario, JFG consideraba
imperioso edificar un “nuevo orden” sostenido en la “moral natural, ley inmutable porque es de
origen Divino” (Guevara, 1963). Es probable que en la sistematización de su perspectiva haya
influido, a su vez, su propia experiencia militante en el núcleo Ciudad Católica (CC).
En diciembre de 1958 –el mismo año en que JFG retornó al país y comenzó a dar clases en la
ESG–, Guevara se recluyó en un retiro espiritual de cinco días presidido por el padre Georges
Grasset (Hernández, 2007: 53). Este sacerdote miembro de la CC había venido de Francia enviado
por su congregación, los Cooperadores Parroquiales Cristo Rey (CPCR), y en su búsqueda de
formación de cuadros políticos, fundamentalmente en las FF.AA., se contactó con JFG. A partir de
esa experiencia “espiritual”, compartida con el empresario Mateo Roberto Gorostiaga y el
ingeniero francés –otrora colaboracionista del régimen de Vichy– Roberto Pincemin, surgió la
primera célula de la Ciudad Católica argentina, integrada también por Juan Carlos Goyeneche
(Scirica, 2013: 314-315).
La CC era un núcleo laico contrarrevolucionario de origen francés, que se presentaba a sí
misma como una “agrupación de personas que se proponen el estudio de la doctrina social de la
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Según JFG, el recién nombrado secretario de Guerra, Benjamín Rattenbach, le solicitó “elementos de juicio para
poder recuperarlo”, ya que más allá de que compartieran consideraciones, no era justificable una declaración de
rebeldía de un coronel en actividad. JFG señaló que su rebelión había sido con la pluma y no con las armas –como la
del flamante Comandante en Jefe, Juan Carlos Onganía–. Pero su previa descalificación del presidente resultaba fuerte
para los que se aprestaban a sostenerlo. De allí que presentó su solicitud de retiro (Guevara, 1973: 178; Mazzei, 1992).
72
Iglesia, con vistas a su realización práctica”. Su medio articulador y formador era la revista
mensual Verbo, cuyo primer número salió en mayo de 1959. A dos meses de su aparición, este
boletín, mientras enfatizaba en las normas de acción para ampliar el núcleo y propagar la doctrina,
publicó una “Carta de un sacerdote a un militar” –de Grasset a Guevara– que señalaba: “Sin
virtudes cristianas las tropas no defenderán a la Patria de los enemigos de adentro […]. La tarea es
[…] formar las cabezas y los corazones de los oficiales y suboficiales [...]. Hay que empezar de
uno en uno. Cursos, conversaciones privadas, retiros, etc. [...]. Hay que elegir a los mejores, a los
que podrán encuadrar a los otros […].” (Verbo, 1959: 26-30).
De hecho, la CC –fundada por el antiguo maurrasiano Jean Ousset– se estructuró con una
rígida organización celular orientada a la formación de cuadros, con particular interés por penetrar
en las FF.AA., aunque también en círculos profesionales, empresariales y, en menor medida,
medios universitarios y sindicales. Durante la guerra de independencia argelina su prédica se
expandió entre los militares franceses y, en particular, entre los miembros de la OAS. A la postre, la
CC se convirtió en un importante vehículo de difusión de la doctrina de la Guerra Revolucionaria
(GR) elaborada por el ejército francés y difundida en Argentina, también, por una misión militar
francesa que obró, entre 1957 y 1962, en la Escuela Superior de Guerra (Mazzei, 2012: 131).
Desde la perspectiva de estos teóricos, la GR era una nueva forma de combate entablada por
el “enemigo marxista” para conquistar las almas y la mente de la población con miras a derribar el
orden social existente. Se trataba, de una guerra ideológica de carácter global que aprovechaba todo
tipo de circunstancias para lograr la toma del poder. Para afrontar esta nueva forma de guerra, no
convencional, los teóricos franceses –tras su derrota en Indochina y durante su experiencia en
Argelia– concibieron el despliegue de la Guerra Contrarrevolucionaria, que asignó un lugar central
a la obtención de información sobre el “enemigo” y al empleo de todo tipo de métodos para
conseguirla. La CC, imbuida de un fuerte mesianismo religioso, retomó el concepto teológico
político de guerra justa para fundamentar las formas de interrogatorio –defendiendo así la
aplicación de tormentos– que garantizaran la victoria sobre el “enemigo”.
JFG, embebido con en la lucha contrarrevolucionaria y la necesidad de conformar un nuevo
orden político que permitiera el renacimiento de las “elites verdaderas” y la “reconstrucción
orgánica de la sociedad” arrasada por el Estado “individualista y centralista”, desempeñó una labor
73
muy activa en los primeros años de la CC en la Argentina.96 En tal sentido, no sólo tradujo al
castellano una obra central de Ousset, “El marxismo leninismo”, prologada por el arzobispo de
Buenos Aires y vicario general castrense, monseñor Antonio Caggiano 97 , sino que también
estrechó contactos con otros miembros de la jerarquía eclesiástica y de las FF.AA para propagar la
acción del núcleo (Scirica, 2010: 34). Cabe recordar que, en forma paralela, Guevara asumió la
jefatura del Departamento de Inteligencia del EMGE, a comienzos de 1962. Resulta interesante
señalar que si bien ese año concluyó la misión militar francesa en la ESG, desde ese entonces los
militares argentinos elaboraron su propia literatura sobre la GR (Mazzei, 2012: 141) y
multiplicaron –e incluso superpusieron– servicios de informaciones en todos los cuarteles y
unidades, redoblando así sus condiciones para el ejercicio de la vigilancia interna. Al mismo
tiempo, el militar Osiris Villegas, con su obra “Guerra revolucionaria comunista” (1962), se
convirtió en un referente local sobre el tema. Huelga señalar que, desde esas perspectivas, el éxito
de esta confrontación requería que las FFAA estuvieran sólidamente cohesionadas como
institución, cuestión a la que se abocará el sector castrense liderado por Onganía.98
Una vez retirado del Ejército, JFG se concentró en la formación de un nuevo movimiento
político, crítico de la “democracia burlada, diosa prostituida que pretende reemplazar al Dios
verdadero”. Así surgió el movimiento Fuerza Nueva, que tres años después relanzó con el nombre
de Movimiento Nacional Comunitario (Mazzei, 1992). A raíz de ello, para no confundir la acción
96
En su crítica al orden liberal “individualista” y al comunismo “colectivista”, la CC –retomando aportes del
catolicismo social francés, como el corporativismo del marqués René de la Tour Du Pin, así como idearios
maurrasianos– ensalzaba la necesidad de implantar un modelo comunitarista sustentado en la revivificación de los
cuerpos intermedios –familia, organizaciones profesionales, municipios– considerados como realidades naturales
situados entre el individuo y el Estado. La CC se presentaba como firme defensora de la doctrina católica.
Legitimándose en encíclicas papales –como la Quadragesimo Anno (1931)–, postuló la implantación de un “orden
social católico” basado en la corporación profesional (de raigambre medieval) que incluyera a los propietarios y
trabajadores de cada ramo industrial actuando de manera mancomunada, con vínculos de reciprocidad que respetaran
las jerarquías y lugares propios de cada sector. De tal modo, sobre la base de la autonomía de las comunidades locales,
podría instituirse un orden jerárquico y descentralizado. En términos prácticos, ello implicó la defensa del principio de
subsidiariedad estatal (el Estado no debe absorber funciones que puedan realizar comunidades inferiores) y de
supletoriedad (sólo debe socorrer a quienes no puedan afrontar por sí solos su tarea), lo que limitaba el papel
intervencionista del Estado, relegándolo a un mero papel auxiliar (Scirica, 2013).
97
En el prólogo de la obra, Caggiano sostuvo: “estamos en plena lucha y no acabamos de persuadirnos que se trata de
lucha a muerte organizada y dirigida con inteligencia y sin frenos morales de ninguna clase; llevada con decisión y sin
rehuir medios de conquista […] Se trata de una lucha eminentemente ideológica […] este libro responde bien a una
necesidad si queremos contar con dirigentes que puedan salvar nuestros países del peligro comunista” (Caggiano,
1961: IX-XVII).
98
Tras el triunfo de la línea liderada por Onganía, avanzó el proceso de profesionalización militar. Las FF.AA.
afianzaron su cohesión interna, su autoidentificación corporativa, su capacidad técnica y organizativa, a la que
acompañaron con nuevas modalidades de entrenamiento militar y con el estudio de la tecnología moderna y de los
problemas sociales contemporáneos (O’Donnell, 1972: 531).
74
política de su novel movimiento con el accionar de la CC –formación doctrinaria de dirigentes
“naturales” que pudieran ocupar posiciones de poder–, JFG dejó la militancia activa en este núcleo.
De todas formas, mantuvo sus afinidades valorativas y conservó el diálogo y los vínculos
amistosos nacionales e internacionales, con miembros de Francia y España.
El documento programático inicial de Fuerza Nueva, presentado por Guevara en febrero de
1963. En su perspectiva, no se trataba de una mera crisis pasajera sino que ello era resultante de “un
sistema de ideas concretado en realidades institucionales”, ya que “el liberalismo individualista
hizo caso omiso de los grupos sociales o cuerpos intermedios […que] tienen presencia real pero no
se han integrado en un sistema armónico que los tenga sistemáticamente en cuenta y que les
permita asumir sus propias responsabilidades en plenitud” (Guevara, 1963). Por ende, “Somos
solamente cabeza y pies –Estado e individuos– a la vez que carecemos de miembros indispensables
–cuerpos intermedios– para actuar, constituyendo un organismo único pero no uniforme”
(Guevara, 1963). A partir de esta visión organicista, JFG postuló que el “país está hoy gravemente
enfermo en su moral colectiva y […] sobre ese cuadro, y favoreciéndolo, se inserta la propaganda
marxista”. Frente a ello, Fuerza Nueva consideraba imperativo la regeneración “interior del
hombre”.
En términos programáticos, este movimiento postuló la reconstrucción de los cuerpos
intermedios con una mirada subsidiaria del Estado, aunque JFG prefería llamarla principio de
“responsabilidad comunitaria” y sostenía que ella aventaba cualquier forma de totalitarismo. Lo
cierto es que, en el contexto en que estaba dicho, apuntaba a un repliegue de la intervención social
del Estado. Así, por ejemplo, en lo referente a la salud, “Debe terminarse con el demagógico y
perjudicial concepto de la asistencia médica integral a cargo del Estado”, o la previsión social,
“debe trasladarse, progresivamente, a las profesiones, los fondos correspondientes”, y proponía
elevar la edad jubilatoria. En el orden político, preconizó la reconstitución de los llamados grupos
intermedios y “comunidades naturales” como formas de lograr una auténtica representatividad que
“se ha de lograr no tanto por el ascenso de representantes cuando por el descenso de
responsabilidades” (Guevara, 1963), a la vez que proponía restaurar el “auténtico federalismo”. De
tal guisa, propició la descentralización política y administrativa cuya derivación sería que “el
Estado en forma progresiva, disminuya su actual burocracia”. En el plano económico, bajo el aura
desarrollista imperante en el período destacaba que “la promoción del bien común exige hoy al
Estado la formulación y ejecución de un plan de desarrollo que procure la expansión y armonía de
75
la economía nacional”, mediante el establecimiento de tasas de crecimiento deseado y de una
distribución de la renta nacional que debía alcanzar a los distintos sectores sociales y regiones del
país. Para ello, sostuvo la necesidad de un órgano consultivo en el que participaran los representantes de las fuerzas económicas, así como de los distintos órganos del Estado y de la provincia.
Para toda esta acometida, JFG ponderó el papel de liderazgo y vanguardia de las FF.AA. en procura
de la “creación del nuevo Orden Social” como antídoto efectivo contra el comunismo.
Huelga señalar que esta “Fuerza Nueva” que JFG buscó formar “no pasó de ser una
aspiración no lograda”. De hecho, tal como él reconociera, “desde el llano, sin medios económicos
y sin cuadros previamente organizados, es casi imposible constituir, en poco tiempo, una fuerza
política de significación” (Guevara, 1973: 181). Junto con estos elementos, su sustrato
espiritualista y antiestatista recargado con conatos corporativistas no encontraron mayores ecos en
la sociedad argentina del período. Pero la difusión de este programa no fue en vano.
En 1965, al conmemorarse un nuevo año del fallecimiento del general Lonardi, JFG se
encontró con Onganía –a la sazón, comandante en jefe del Ejército–, quien le expresó su interés por
el programa de Fuerza Nueva. A partir de allí se restableció el contacto entre ambas figuras
(Mazzei, 1992). Guevara no dejó pasar la ocasión para exponerle sus propuestas y recomendarle
personas que podían implementarlas. De este modo, tras el golpe de Estado de 1966, circularon
rumores respecto del influjo de JFG en la designación de miembros de la CC en el gobierno. Sin
embargo, el nombramiento de Guevara como embajador en Colombia, más allá de que implicara
un gesto hacia su figura, también constituyó un modo elegante de alejarlo de la escena nacional. No
obstante ello, JFG aprovechó todos sus viajes al país para entrevistarse con Onganía, exponerle sus
puntos de vista y advertirle los riesgos que, en su perspectiva, podían torcer el rumbo del “proceso
revolucionario”.
Con esa inquietud en mente, en diciembre de 1969 JFG realizó declaraciones públicas
–radiales y periodísticas– en las que cuestionaba cualquier posible salida política del gobierno.
Estas afirmaciones, por elevación, implicaban una crítica hacia el entonces Comandante en Jefe del
Ejército, general Alejandro A. Lanusse (Lanusse, 1977: 69-72). Poco después denunció una
conspiración contra el general Onganía quien, en vista del escándalo generado, le aceptó su
renuncia como embajador en Venezuela, donde acababa de ser designado. A raíz de estos
episodios, tras la asunción presidencial del general Marcelo Levinsgon, Lanusse lo sometió al
juzgamiento de un Tribunal de Honor. A resultas de estas querellas, JFG fue sancionado y, a la
76
postre, dado de baja del Ejército, en 1970. Si bien en 1973 se benefició con la amnistía política del
gobierno camporista, su protagonismo ya no volvió a ser el mismo. Por sus viejos contactos castrenses obró como asesor del general Ramón Genaro Díaz Bessone en el efímero Ministerio de
Planeamiento del “Proceso de Reorganización Nacional”, gobierno del que pronto se desencantó.
Tras el fallecimiento de su mujer, en 2008, decidió tomar los hábitos en la congregación del Verbo
Encarnado, en San Rafael, Mendoza, donde lo alcanzó la muerte, en 2009.
Reflexiones finales
En esta contribución nos propusimos presentar la trayectoria militar, política e ideológica de Juan
Francisco Guevara, desde su primigenia formación juvenil hasta su polémica baja del Ejército, en
1970. En este abordaje, se ha tenido en cuenta que “Una historia de vida se torna realmente
interesante cuando logramos cruzar los ambientes en los que se ha desenvuelto la vida de la
persona con las etapas cronológicas y con el contexto más amplio de los hechos históricos y
sociales” (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006: 193). A través del recorrido realizado, no sólo
visualizamos su desenvolvimiento en el espacio castrense sino también el influjo y
retroalimentación que se produjo entre su propia mirada y la de diversos sectores nacionalistas
católicos, cuyos idearios procesó y buscó materializar en apuestas políticas concretas.
Guevara participó de un horizonte ideológico antiliberal, anticomunista, católico,
corporativista, aristocratizante y autoritario que, en el contexto de la Argentina posperonista y de la
guerra fría, se rearticuló con la doctrina de guerra revolucionaria. Así, si bien “los nacionalistas no
permanecieron idénticos a sí mismos” (Lvovich, 2011: 24) y muchos de ellos enarbolaron de
manera pragmática, en su confrontación con el peronismo, las banderas de la democracia liberal,
ello no fue propio de JFG. De hecho, su compenetración con valores absolutos –reafirmados tras su
inserción en la CC–, anclados en la concepción de un orden natural de origen divino, que debía
realizarse en la tierra, se conectó con su propia noción de la importancia de los valores militares
jerárquicos para evitar la penetración comunista. A la par de ello, su idealización del mundo
occidental previo a la reforma, es decir, su reivindicación de la Edad Media, se vinculó con la
concepción de una “comunidad” jerárquica, descentralizada y funcionalmente integrada donde
habrían primado los valores trascendentes, a los que buscó recrear. Huelga decir que su ideario
77
antimodernista e intransigente se hallaba muy distante de las representaciones sociales imperantes
en la Argentina y de las prácticas permeadas por el avance de los procesos de secularización99.
Si bien la implantación de la llamada “Revolución Argentina” pareció abrir un arco de
posibilidades para desplegar su ideario y plasmar sus propuestas, ellas constituyeron más bien un
horizonte de ideas que medidas sistemáticas y, de hecho, convivieron distintas vertientes bajo el
amplio paraguas del comunitarismo (Giorgi, 2014).
Los ámbitos sociales en los cuales JFG se desenvolvió estuvieron constreñidos, básicamente,
por el mundo de relaciones sociales vinculadas con el espacio castrense. De todas formas, a partir
de allí, Guevara desplegó un amplio de relaciones que se extendían a diversos sectores
nacionalistas –que, a su vez, también estaban familiarizados con el mundillo militar–, a numerosas
figuras eclesiásticas –entre las que tuvo cercanía tanto con altos prelados como con meros
sacerdotes– e incluso a un variado arco de políticos con los que estableció –o buscaron establecer
con él– un vínculo de tinte instrumental. Pero este acercamiento estaba condenado al fracaso por el
mismo tenor opuesto a la “partidocracia” de JFG. No poseemos evidencia respecto de si tuvo
posibilidad de entablar contactos con sectores sindicales, pero en caso de que ello se haya
producido no pasó de un contacto efímero.
Las declaraciones públicas de Guevara, si bien apelaban al “hombre común argentino”, se
dirigían fundamentalmente a las FF.AA, consideradas vanguardia portadora del verdadero espíritu
de la nación. De allí que, aunque postulara una convocatoria más amplia, su foco central se
concentraba en el espacio militar. Por otra parte, aunque sus misivas alcanzaron cierta repercusión
mediática, la misma fue ocasional y, en todo caso, no despertó anhelos postergados de la población.
Justamente, su misma mirada jerárquica, elitista y anclada en un ideario antimodernista limitaba
una convocatoria mayor.
En tanto figura comprometida, JFG demostró un interés acuciante por articular su espacio de
acción y sus convicciones con los problemas públicos y la refundación del Estado. En tal sentido,
en sus años de actividad militar, intervino en las principales disyuntivas que atravesaron la política
argentina con miras no sólo a asentar su posición sino a desplegar acciones para lograrlas. De este
modo, la recuperación de su trayectoria permite ver espacios de intersección –o no– entre sus
99
El término secularización puede ser abordado desde distintos ángulos no contradictorios entre sí. Entre ellos, remite
a la “pérdida del dosel sagrado que cubría a las sociedades antiguas”; a un proceso de “salida de la religión” y a una
tendencia a la autonomía de esferas respecto de la religión; a un declive de la autoridad religiosa dentro y fuera del
campo confesional, entre otros aspectos. Sobre este último aspecto, véase Zanca (2014). Para una puesta a punto
aplicada al caso argentino, véase Di Stefano (2011).
78
propuestas y otras imperantes en la sociedad así como reflexionar sobre las condiciones de
posibilidad para que ellas se articularan.
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81
¿La tercera fundación de la República? Ricardo Zinn y las lógicas de la transformación
neoliberal en la Argentina (1975-1995)
Martín Vicente (CONICET-UNGS)
“A la historia favorable no se la analiza ni
critica, se la recibe y se la trata de
aprovechar”
-Ricardo Zinn.
Ricardo Zinn fue un actor cuya trayectoria biográfico-intelectual, debido a su tránsito por diversos
espacios de la sociedad que excedían el “campo intelectual”, fue multiforme100. En efecto, se ligó
tanto al mundo de los negocios como al de la política, a los espacios de las instituciones educativas
y de las organizaciones del tercer sector, de la intervención mediática y de los proyectos editoriales,
siempre desde el rol intelectual. En trabajos previos hemos abordado la trayectoria personal y las
lecturas de Zinn sobre la Argentina en su obra La segunda fundación de la República, que apareció
como diagnóstico y proyecto político en los inicios de la última dictadura101. En esta ponencia, en
cambio, nos centraremos en analizar la trayectoria y las intervenciones de Zinn en un marco más
amplio, partiendo de la etapa dictatorial y a partir de allí buscando analizar las relaciones entre su
trayectoria en la recuperación democrática dentro y fuera del Estado, y sus propuestas durante los
gobiernos de Ricardo Alfonsín (1983-1989) y Carlos Menem (1989-1995)102.
Actor central en la renovación del liberalismo argentino, la dinámica figura de Zinn nos
permitirá abordar sus posiciones teóricas sobre una serie de lógicas en torno a la transformación
neoliberal, configurando un caso que, lejos de comportar un ejemplo exótico, muestra una serie de
complejidades en las imbricaciones entre actores y espacios diversos, sus propuestas en torno a la
100
Hemos analizado la problemática del uso ortodoxo de las categorías de Pierre Bourdieu, para los intelectuales
liberal-conservadores, en diversas ocasiones. Para el caso de Zinn, Vicente (2011a). Una lectura general sobre los
problemas del uso bourdiano en la bibliografía sobre intelectuales en la Argentina, en Vicente (2008).
101
Pueden verse, centralmente, Vicente (2011a; 2012b).
102
Los artículos de Zinn publicados durante el retorno democrático aparecen compilados en Zinn (1996). Para facilitar
su consulta, citamos dicha versión, acompañada, entre corchetes, de las fechas de los originales a fines de recomponer
el contexto original de las intervenciones, por lo cual en la bibliografía final aparecen como obras autónomas.
82
reforma del Estado y los modos en los cuales intervinieron en él en el trayecto de construcción de
una nueva derecha liberal (Morresi, 2008)103.
La trayectoria intelectual de Ricardo Masueto Zinn aparece profundamente ligada a las
transformaciones del liberalismo argentino en el período que nos ocupa, precisamente un momento
donde, bajo la égida del liberal-conservadurismo primero y del neoliberalismo luego, el amplio
espacio liberal argentino ingresó en una compleja serie de polémicas, debates y torsiones. La
centralidad al interior de las derechas argentinas, que el liberal-conservadurismo consolidó en el
período “pretoriano” 1955-1983, fue clave para el desarrollo de las pujas al interior de los espacios
liberales, en un ciclo caracterizado por los modos en los cuales los actores liberales ejercieron
posiciones preeminentes en los gobiernos electos tanto como dictatoriales 104 . Dos fueron los
puntos centrales y convergentes: en primer término, determinar una ontología capaz de determinar
qué era el liberalismo, normalmente remitida a pujas donde se tramaban propuestas deontológicas;
en segundo lugar, promover la aplicación de criterios liberales en la sociedad y el Estado. Dichos
ejes de la amplia trama liberal habían estado en el centro de las preocupaciones del grupo de
intelectuales liberal-conservadores del que Zinn formaba parte, como parte de un notorio avance en
los espacios intelectuales, mediáticos y académicos de estos actores, si bien el economista se
construyó como una figura visible muchos años luego del fuerte ascenso en la escena pública que
estos intelectuales experimentaron con el derrocamiento del peronismo en 1955105.
En este trabajo buscamos modificar la escala de análisis presente en los abordajes previos
que hemos dedicado al economista, a fin de estudiar las continuidades y transformaciones en las
intervenciones de Zinn entre los años 1975 y 1995. El marco temporal aparece marcado por el
“Rodrigazo” de 1975, del cual el economista fue ideólogo central, y el año de su muerte, al mismo
tiempo el de la reelección de Carlos Menem, gobierno donde Zinn se desempeñaba como asesor. Si
103
En efecto, la sugerente lectura de Sergio Morresi (2008) en torno a la aparición de una “nueva derecha argentina”
basada en el liberal-conservadurismo y el surgimiento del neoliberalismo, propone que existió una gradual
configuración cultural que fue centralizando en el mapa político argentino a esta corriente.
104
Figura que remite a la existencia de asaltos militares al poder tanto como a la ligazón de estos con miembros civiles
que permiten su arribo, por falta de instituciones fuertes para encausar la demanda social. Sobre las interpretaciones de
este término de Huntington (1972) según la situación argentina, ver Quiroga, (2004). En el contexto general de
América Latina, Rouquié, (1984). Bohoslavsky y Morresi (2011) han trabajado la centralidad del
liberal-conservadurismo entre las derechas argentinas.
105
Una lectura comparativa de los intelectuales económicos ligados a los espacios empresariales nos muestra una
trayectoria muy similar en el caso de Horacio García Belsunce, quien por años apareció como un actor representante de
intereses empresarios y a mediados de los setenta comenzó a intervenir como actor individual. Por el contrario, casos
como los de Alberto Benegas Lynch y José Alfredo Martínez de Hoz entramaron sus participaciones como
intelectuales empresarios y figuras individuales desde la década del cincuenta. Puede verse una polémica al interior del
liberalismo entre estas figuras en Vicente (2011b).
83
bien ya hemos abordado la trayectoria biográfico-intelectual de Zinn en los trabajos mencionados,
volveremos sobre ciertos puntos a fines de dotar de la necesaria inteligibilidad a los puntos que
siguen.
Del “Rodrigazo” al “Proceso”: la República Posible
Ricardo Zinn nació en Buenos Aires en 1926 y se recibió de Contador Público Nacional en la
Universidad de Buenos Aires, si bien solía intervenir públicamente desde el rol de economista y era
presentado bajo tal profesión. En el período que este segmento ocupa, nuestro actor se ligó
centralmente a los espacios de los negocios y la política estatal, en ambos como una figura
intelectual. En el primero de los ámbitos, fue ejecutivo de las empresas Sasetru, SocMa y
presidente de Sevel, entre otras ligadas al Grupo Macri, y fue el mentor intelectual del delfín del
clan, Mauricio, hasta que un aparente intento de takeover empresarial lo separó de las huestes de
Franco Macri (Cerruti, 2010: 48 y 76-78). En el segundo ámbito, tuvo cargos en los gobiernos de
Arturo Frondizi, Roberto Levigston, Alejandro Lanusse y María Estela Martínez de Perón, como
secretario de Coordinación del ministerio de Economía, asesor en temas financieros de los
gabinetes de facto, y secretario de Programación y Coordinación Económica, respectivamente.
Tanto en la esfera privada como en la pública, la trayectoria de Zinn estuvo vinculada a las áreas
económicas, donde desarrolló un particular interés, que pondría de relieve en La segunda
fundación de la República, en la articulación entre, justamente, los espacios públicos y privados en
los ámbitos económicos. Modo de cerrar, en parte, una serie de debates centrales en el ciclo
desarrollista y que algunos intelectuales notables del liberal-conservadurismo entramaron con
ciertas nociones propias del desarrollismo tal como se planteaba en la Argentina, a la vez que
criticaron la noción misma de desarrollismo, tanto impugnando las teorías del desarrollo como sus
articulaciones en la teoría cepalina o dependentista106.
Diversos análisis coinciden en marcar a Zinn como el creador del plan económico conocido
como “el Rodrigazo”, en la breve gestión ministerial de Celestino Rodrigo. Zinn, profundamente
106
Pueden verse las tensiones entre posturas como las de Zinn o, años antes, las de Mariano Grondona
(Vicente, 2012b), con las de autores que, dentro del espacio liberal-conservador, aparecían influidos por la
transformación neoliberal, como Álvaro Alsogaray y Alberto Benegas Lynch. Es sugerente el análisis del giro “al
neoliberalismo” del propio actor-símbolo desarrollista, Arturo Frondizi, que realiza Dvoskin (2013).
84
antipopulista, señalaba acerca de su experiencia durante la gestión de la viuda de Juan Perón que
“he colaborado en la función pública cada vez que me fue requerido” y que
“Esta es la razón por la cual, no habiendo sido nunca peronista, acepté desempeñarme
como secretario de estado de Programación y Coordinación Económica en mayo de
1975. No puedo ocultar que la decisión no fue fácil. Yo veía que el país estaba siendo
llevado a una política suicida, con un populismo desenfrenado y tergiversador en el que
curiosamente coincidían la coalición gobernante y el principal partido de la oposición,
y después de una prolongada entrevista con el futuro ministro de Economía y de un
profundo examen de conciencia, concluí que existía una posibilidad –aunque mínima–
de introducir cierto realismo económico-social que atemperara la casi inexorable caída
en el vacío. Apenas iniciada la aplicación de un esquema económico antidemagógico
se hizo visible que las fuerzas populistas de todo signo se aprestaban a impedirlo y la
gestión fracasó” (Zinn, 1976:13).
¿Qué entendía Zinn por realismo? En primer lugar, ser conscientes de una doble problemática: el
mentado modelo demagógico y el rol de los actores retardatarios, que tenían su expresión más
problemática al interior del Estado. “Esos 48 días que permanecí en el gobierno fueron, sin
embargo, una rica experiencia que me permitió ver por dentro cómo actúan los mecanismos de
quienes, con intención o sin ella, trabajan para impedir el crecimiento y madurez de la República”
(Zinn, 1976: 13). Para el economista, la Argentina había atravesado, hasta el último golpe de
Estado en ese año, “sesenta años de decadencia”, como titulaba al capítulo que abría su obra
programática dedicada al “Proceso”. El encuentro entre ambos factores se resumía en lo que Zinn
entendía como el pináculo del modelo populista: “El gobierno alienta al pueblo para que devore a
la Nación” (Zinn, 1976: 39). El trienio 1973-1976, para nuestro autor, significaba la “aceleración
de la decadencia”, la cual “es responsabilidad exclusiva de los gobiernos que se sucedieron en los
últimos sesenta años, y sobre todo los de Cámpora, Lastiri, Perón, Isabel Perón, Luder, Isabel
Perón, que crucificaron los últimos tres años de la historia argentina” (Zinn, 1976: 40).
El período de la decadencia aparecía enmarcado entre ascenso de la Unión Cívica Radical,
considerada por Zinn el primer populismo, y el inicio de la última experiencia autoritaria, como
oportunidad de cambio de la matriz populista. El populismo, que para Zinn tenía facciones tan
distintas como las del “quietismo” radical o la combinación del “populismo más demagogia” del
85
peronismo, colocaba, como modelo, en jaque a la democracia: “Si la democracia es el gobierno del
pueblo, el populismo es el abuso del pueblo y el abuso por el pueblo, lo que engendrará
invariablemente a un tirano” (Zinn, 1976: 45). Pero, al mismo tiempo, podía ser conjurado por
medio de un sistema de pinzas: por un lado, la acción del gobierno procesista y por el otro el
esclarecimiento de la población, en especial la juventud107:
“Sí podrá el gobierno de 1976, sentar las bases para interrumpir definitivamente la
decadencia, y para impulsar un nuevo crecimiento de la nación, así como su
adecuada ubicación geopolítica. Para eso es importante que las nuevas
generaciones tengan en claro las causas que tiene esta decadencia y la identidad de
sus responsables” (Zinn, 1976: 41).
Ya durante el PRN, Zinn fue asesor de Martínez de Hoz y uno de los artífices del plan económico al
interior del Grupo Azcuénaga, el nucleamiento de intelectuales, empresarios y militares orquestado
por Jaime Perriaux (Morresi, 2010; Vicente, 2012a). Horacio García Belsunce (1981: XI-XXVI)
señaló, unos años luego, que las líneas directrices del plan de Joe “fueron aprobadas antes del 24 de
marzo”, en referencia justamente a la articulación que el Grupo llevó a cabo, donde se delinearon
diversas políticas luego aplicadas por el “Proceso”. A dicha experiencia dictatorial, Zinn le dedicó
dos libros, los únicos que publicó en vida: el citado La segunda fundación de la república, y su
reversión, 4 años después en la Segunda Fundación de la República. Más tarde diseñó las líneas
maestras del Plan de Entidades Financieras (Cerruti, 2010: 49), cuyos resultados atravesarán la
historia argentina de las siguientes décadas, amén de fungir como ariete entre el gobierno y el
Grupo Macri, uno de los más beneficiados durante el PRN (Cerruti, 2010: 111 y 132; Castellani,
2009).
Durante la dictadura, además, Zinn participó de ámbitos educativos como impulsor del
Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA), gran cantera de funcionarios
procesistas, y la Escuela de Dirección y Negocios (IAE), hoy parte de la Universidad Austral108. En
el espacio editorial, fue asesor de dirección de la publicación política A fondo, dirigida por su
107
El problema de la juventud, en los autores liberal-conservadores, sobrepasaba el problema de la militancia política,
incluso en los grupos de la insurgencia armada. Se ligaba, más densamente, a una problemática cultural cuyo eje estaba
en la década de 1960, donde el abortado proceso de “desperonización” popular abierto en 1955 no se concretaba y se
entramaba con nuevas formas, contestatarias y rupturistas, de las culturas juveniles como espacios de relativa
autonomía. Sobre la desperonización, Spinelli (2005); Vicente (2013).
108
En la edición que conmemora su 30˚ aniversario, el IAE no menciona a Zinn como parte de su historia, si bien
aparece su imagen, bajo apelaciones genéricas al plantel docente.
86
amigo y destacado intelectual liberal-conservador Mariano Grondona. En el ámbito del tercer
sector, junto al empresario Gilberto Montagna creó la Fundación Carlos Pellegrini, otro
nucleamiento del liberal-conservadurismo, y participó en la Fundación Piñeiro Pacheco, de
escandaloso final legal (cf. Piñero Pacheco, 1983).
Como señalamos, ya hemos abordado la figura de Zinn en torno a la última dictadura, pero
nos detendremos, sin embargo, en una serie de puntos que permiten entender las relaciones entre su
rol en el “Proceso” y en la posterior democracia, fundamentalmente desde el ángulo de la
Economía Política, donde no nos hemos enfocado con profundidad previamente y que son claves
para comprender el rol estatal en la mirada del economista. Para el autor, el ámbito económico
estaba plenamente ligado a los planos de la libertad y la justicia, como un eje central de la sociedad,
los mismos que luego la Fundación Pellegrini colocaría como los dos primeros valores de su
misión:
“La economía es medida y también puede ser una generatriz de libertad. Cuando la
economía el sistema de distribución de riquezas permiten que cada uno de los
miembros de la sociedad ejerza su básico derecho-libertad de comer el pan ganado
con el propio trabajo, cuando permiten una razonable libertad en la elección de los
roles socioeconómicos, se satisface una de las exigencias fundamentales de la
justicia. No podemos ignorar que el nivel mínimo de justicia social coincide con el
mínimo derecho a la libertad” (Zinn, 1976: 174).
Aquí era central la idea propuesta por Zinn acerca de que “(l)a iniciativa privada es la condición
imprescindible para el develamiento de la libertad humana”, y que ella debía darse en un marco
donde “el capitalismo liberal representa el triunfo de la tolerancia sobre la intransigencia, la
aceptación de lo provisorio y controversial de nuestros conocimientos” (Zinn, 1976: 175). Por ello,
Zinn proponía una fórmula capaz de dejar de lado las concepciones que entendía como unilaterales:
“Es necesario y posible armonizar las siguientes premisas de los esquemas liberal, desarrollista,
eficientista, distribucionista y autarquista” (Zinn, 1976: 207). El modelo articulador propugnado
por el autor conformaba lo que denominaba “capitalismo sin rasgos feudales” (Zinn, 1976: 204).
Allí era clave, sostenía, tanto la modernización del Estado como de los empresarios y de la propia
sociedad, entendida como un factor posiblemente dinamizante: a diferencia de lo propuesto por el
ministro José Alfredo Martínez de Hoz, quien sostenía que a la Argentina le sobraban 15 millones
87
de habitantes y 2 millones de km², para Zinn, retomando a Juan Bautista Alberdi, aún gobernar era
poblar y en ese plan gubernativo el control territorial y geopolítico era central109.
En el modelo de Zinn, “(l) a exportación agropecuaria no alcanza para financiar las
necesidades de nuestro país en desarrollo creciente”, por lo que: “El Estado debe aplicar, con gran
pragmatismo, reintegros, reembolsos e incentivos fiscales y financieros para incrementar y
mantener una corriente permanente de exportaciones industriales” (Zinn, 1976: 208). Para ello, sus
propuestas partían de una lectura central: “En un país en crecimiento, y para obtener el crecimiento,
debe acrecentarse permanentemente el sentido individual de responsabilidad por el
comportamiento económico”, para lo cual:
“[El país] Deberá, por sobre todo, lograr eficiencia en su propio aparato
administrativo y empresario. No puede haber un país en crecimiento si no hay un
país eficiente. Y no puede ser eficiente un país moderno si su sector público no lo
es. Para ello debe, en primer lugar, dimensionarse de nuevo el sector público,
abandonando aquellas actividades en que la experiencia ha demostrado que logra el
Estado los fines sociales o económicos perseguidos” (Zinn, 1976: 213).
Dentro de tal esquema, Zinn se permitía marcar ciertos puntos en torno a las políticas económicas,
entre ellos: “No creemos en los controles de precios ni en los precios máximos”, ni en la autarquía
económica (Zinn, 1976: 209). “El país requiere en los próximos diez años avanzar
fundamentalmente en numerosos proyectos de infraestructura y de industria de base” (Zinn, 1976:
210). “Todo el sistema fiscal nacional debe ser hecho de nuevo partiendo de cero” (Zinn, 1976:
212). En un cierto sentido, la lectura de Zinn parecía reflejar las diversas líneas económicas que
atravesaban las lecturas de los elencos procesistas, con la centralidad de la Economía Política como
eje transformador (Schvarzer, 1986), al mismo tiempo que preanunciaba tópicos que, en torno a lo
económico, acabaron siendo conflictos políticos al interior de la coalición dictatorial, tanto en el
plano gubernamental como al interior de las Fuerzas Armadas y de sus apoyos civiles (Canelo,
2008a; 2008b; Vicente, 2011b).
109
Las coordenadas geopolíticas no fueron ejes de las intervenciones liberal-conservadoras, con la notoria excepción
de Mariano Grondona, quien también concebía fórmulas mixtas para el desarrollo económico, si bien también
basamentadas en ciertos criterios decimonónicos entendidos como líneas rectoras de probada eficacia (Grondona,
1967; Vicente, 2012).
88
El alfonsinismo y la democracia de la derrota: la República Verdadera
Una vez acabada la última dictadura militar, Zinn fue hombre de la UCEDE, tuvo fuertes
relaciones con la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), el Consejo
Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), y la Asociación de Bancos Argentinos,
(ADEBA). Nuevamente, su figura de intelectual partícipe de una multiplicidad de espacios era
clave en su rol. En el inicio del retorno democrático, sin embargo, el perfil público de Zinn se
morigeró con respecto al de años anteriores, concentrándose en las actividades de la Fundación
Pellegrini, para retomar un importante grado de intervenciones a partir de 1986. La preocupación
por la esfera económica, nuevamente, era central, basada en las preguntas por el sistema
económico nacional y los roles que, en él, tenían para el economista el Estado, el empresariado y
los propios trabajadores.
La idea de dejar de lado lo que consideraba una situación feudal era retomada por Zinn
promediando el primer gobierno de la transición democrática:
“En la Argentina, posiblemente debido a la alta concentración de poder político y
económico en el gobierno y a su capacidad para enriquecer a algunos y empobrecer
a muchos, la sociedad percibe a los empresarios como señores feudales de
privilegios obtenidos, en lugar de valorarlos como creadores de riqueza. La
inestabilidad institucional generó sucesivas incubaciones de ‘duques y barones’
que nada tenían en común con el concepto de empresario (…). En una sociedad
creciente, democrática y republicana el éxito será cada vez más apreciado, ya que
en el mercado político, cada vez más libre y ejemplificador, el éxito será la medida
del acceso a los más altos estrados” (1996: 16 [1986a]).
En las intervenciones de Zinn en estos años era central una triple cuestión ligada al tema de los
empresarios: en primer lugar, su insistencia en que una suerte de capitalismo corporativo había
enturbiado, de la mano de la intervención estatal nociva, la dinámica del mercado110; en segundo
110
Si bien este tipo de consideraciones aparecían, en mucho menor medida sin embargo, en La segunda fundación de
la República, es sugerente analizar el peso que la ruptura de Zinn con el Grupo Macri en estos diagnósticos. Actor clave
del entramado estatal-privado en la construcción de lo que Ana Castellani ha denominado “ámbitos privilegiados de
acumulación” (Castellani, 2009), el Grupo parecía ser el ejemplo princeps, no mencionado, sobre el cual Zinn
apuntaba su crítica, puesto que en ocasiones, como en la transformación de la deuda privada de empresas en deuda
pública durante la última dictadura, Zinn negoció las condiciones de tal política hacia el Grupo, con el banquero central
89
término, que las relaciones de ese tipo habían aplanado la verdadera mentalidad empresarial,
marcada por el riesgo, la inventiva y la competencia; por último, la consecuencia no ya económica
sino sociocultural de estas problemáticas: una separación entre el empresariado y el resto de la
sociedad. Por todo ello, en sus escritos y entrevistas de dicha etapa se hace patente un diagnóstico:
un creciente distanciamiento entre el viejo empresariado contratista del Estado, corporativo y
retardatario, y una sociedad entendida como abierta a un cambio cultural. En esos momentos,
mirando el ideal estadounidense y sus posibles proyecciones a la Argentina, similares lecturas
promovía un intelectual muy ligado a las órbitas en las que Zinn intervenía, el francés Guy Sorman
(1985; 1989)111.
Estas puntualizaciones de Zinn, al mismo tiempo, ponían un especial énfasis en la idea de
destrucción de la cultura del trabajo que aparecía atravesando cada una de las pautas recién
señaladas, pero que en su lectura había surgido como consecuencia de la experiencia peronista.
Así, un “desgano” unía a trabajadores con empresarios y con el propio Estado, en un quietismo que
Zinn entendía como un problema axial que recorría las últimas décadas de la historia del país. “La
situación actual de la sociedad argentina es consecuencia directa de 50 años de ‘Estado promotor’,
que comenzó en la década del ’30 como copia de esquemas keynesianos (…). Hoy el problema es
cómo liberar a los operadores económicos de las ‘promociones’ que lo confunden, asuelan y
oprimen” (1996: 21 [1986a]). A tal punto llegaba el rol estatal que Zinn no dudaba en reclamarle:
“Que cese de devorar la mayor parte de los recursos de la sociedad y devuelva a la
actividad productiva a las personas, que prisioneros voluntarios en el inmenso,
impreciso y aún no reconocido ‘Gulag’ burocrático argentino, se hallan condenadas
a la improductividad organizada forzosa. Cuanto más prescindente sea el Estado,
mejor debería concentrar su accionar en asegurar siempre la máxima transparencia
de los mercados” (1996: 22 [1986a]).
Por lo cual, Zinn nuevamente reingresaba a la sociedad como actor dinámico y retomaba su propia
idea hecha leit motiv por Martínez de Hoz: “En definitiva la que deberá decidir si achicar el Estado
para agrandar la Nación y eliminar del sector público a todas las empresas deberá ser la opinión
Domingo Cavallo y el propio Franco Macri (cf. Cerruti, 2010). La licuación de deuda había sido propuesta por Zinn ya
en tiempos de Rodrigo (Restivo y Dellatorre, 2005).
111
Zinn fue, por ejemplo, el orador de apertura de una de las visitas del autor francés al país, en 1991. Puede verse la
intervención en Zinn (1996: 331-339 [1991]).
90
pública expresada mediante el voto” (1996: 23 [1986a]). El proyecto refundacional que, mediante
el ámbito económico, se proponía en la última dictadura transformaciones socio-políticas, era
retomado por Zinn tanto como empresa inconclusa cuanto como objetivo a lograr, por lo cual
recordaba: “Alguna vez escribí, en el año 1976, que la empresa, el empresario, es el factor
diferencial cuya existencia distingue al mundo libre del mundo soviético” (1996: 40 [1986d]).
El proyecto alfonsinista, así, era leído por Zinn como una democracia de la derrota, en tanto
los objetivos refundacionales del líder de la Unión Cívica Radical, desde una posible reforma
constitucional a la idea del “Tercer Movimiento Histórico”, daban la medida de aquello contra lo
cual Zinn había reaccionado diez años antes, desde su lectura de los “sesenta años de decadencia”.
“Creo que la Constitución que hizo posible la prosperidad del país hasta mediados de la segunda
década del presente siglo sigue siendo perfectamente válida” (1996: 29 [1986a]), señalaba sobre el
primero de los tópicos. “Puede ser tan autoritario un gobierno democrático como un gobierno
autodesignado. Cuando un gobierno democrático comienza a hablar de movimiento nacional hay
una cierta simiente de autoritarismo” (1996: 34 [1986b]), advertía, en tanto, sobre el segundo de los
puntos.
Señalamos previamente el énfasis que Zinn colocaba sobre el cambio cultural de la
sociedad. Este, desde la matriz racionalista propia de las tendencias liberales de la década de 1980,
debía tener un eje rector: la educación: “Eduquemos a nuestros hijos para el mañana. Para el
trabajo, el esfuerzo, el asombro y el éxito. Que del éxito se trata” (1996: 37 [1986c]). Esta idea de
éxito individual, fuertemente presente en la década posterior112, aparecía como modelo de salida de
una situación de masificación que Zinn entendía como clave de las décadas previas: “Cuando la
Argentina copia el modelo nazi-fascista de los imperios europeos centrales ya derrotados,
comienza la masificación del individuo y su destrucción a favor de las corporaciones sindicales,
patronales, militares, burocrática y política partidaria” (1996: 36 [1986c]).
Dicha construcción, puntualizaba el economista unos meses luego, se había dado en contra
de la tradición liberal argentina, primero por lo que describía como una vertiente del socialismo,
luego por el fascismo vernáculo y finalmente por el populismo: “De 1930 a 1955 se plantea,
también en la Argentina, la lucha entre las instituciones liberales locales y el socialismo
nacionalista (fascismo). Así, como el período de Yrigoyen fue una versión vernácula de la sociedad
112
Es llamativo el escaso interés que las ciencias sociales han dedicado a dichas representaciones, socialmente muy
extendidas, como reflejo de la simbología noventista o menemista.
91
fabiana, en 1930 irrumpe una versión vernácula de este último, con la revolución del general
Uriburu” (1996: 44-45 [1987]). Estas construcciones antiliberales en lo político aparecían
entramadas con políticas económicas que replicaban dicho sesgo en el plano económico, con un
pico marcado a partir de 1943: “Se reemplazó así el capital privado de riesgo utilizado en la
industrialización natural, por capital expropiado mediante impuestos e inflación a la comunidad”
(1996: 45 [1987]). Aquí estaba, entonces, el signo inicial de las políticas corporativas que Zinn
denunciaba como aún vigentes y sobre las cuales volvía a enfatizar: “Recordemos que en una
sociedad libre el mercado es de competencia creciente. Cuando, en la Argentina, ésta existe, puede
verse anulada por la existencia de la constitución de un ‘club’ de proveedores” (1996: 51 [1987]).
Nuevamente, desde un diagnóstico general, avanzaba hacia críticas puntuales, como la
“industrialización corporativa”, el control de precios o las retenciones (1996: 52-53 [1987]). En el
ciclo que analizaba nuestro actor, entonces, reaparecía la centralidad de la cuestión de la libertad y
las consecuencias de la acción estatal: “En definitiva en este período, la libertad, también la libertad
empresaria, desaparece y consigo se lleva el progreso” (1996: 46 [1987]).
Las propuestas de Zinn miraban, sin mencionarlo, en retrospectiva el momento de sus
propuestas tanto en el Estado como en La segunda fundación de la República, al marcar que
“en el hemisferio norte el discurso político comenzó a cambiar a mediados de los
’70 y hoy, unos diez años después, el esquema de poder y los hechos reflejan las
nuevas ideas de racionalidad y pragmatismo que han reemplazado las
reaccionarias, voluntaristas y utópicas del socialismo en democracia.// (…). Ya
durante los ’70 se usó una retórica liberal para disimular una política dirigista y
estatizante” (1996: 55-56 [1987]).
Como señalamos, Zinn era en ese momento miembro de la UCEDE, y en la cita recién vertida
puede apreciarse la apelación a los dos términos centrales con los cuales Álvaro Alsogaray solía
describir las políticas económicas de la misma década de 1970: dirigismo y estatismo. Zinn
marcaba una plena convicción en la imposibilidad de transformación que el propio gobierno
dictatorial había plasmado sobre la estructura económica nacional, haciendo especial hincapié
sobre un discurso que, pese a ello, marcaba ser liberal. Separar las políticas procesistas del
liberalismo había sido un eje central de las intervenciones liberal-conservadoras a medida que las
políticas de los sucesivos elencos económicos fracasaban (Vicente, 2011b), y al mismo tiempo era
92
una de las claves que la propia línea discursiva de la UCEDE priorizaba a la hora de separar al
liberalismo de la experiencia de facto (Alsogaray, 1993)113. En tal sentido, las intervenciones de
Zinn, de un modo aún más profundo al promovido en sus dos trabajos publicados durante la última
dictadura, tendía a identificar la idea de República con las lógicas liberales, retomando un debate
que había cruzado tanto al segmento de intelectuales liberal-conservadores en las décadas previas,
como marcado el amplio espacio de los debates de la transición democrática114.
Una sorpresa llamada menemismo: ¿la tercera fundación de la República?
En los primeros años de la presidencia de Carlos Menem, Zinn fue asesor de María Julia Alsogaray
en las privatizaciones de la telefónica ENTEL y SOMISA, junto con el abogado Mariano
Grondona (h), mientras proseguía con sus labores empresariales y académicas, en un renovado
marco de intervenciones públicas, tanto a nombre personal como de la Fundación Carlos
Pellegrini. Posteriormente, se sumó al equipo de José Estenssoro en el Estado para trabajar en la
privatización de YPF, en todos los casos con el apoyo de Álvaro y María Julia Alsogaray y la
oposición de su ex empleador Franco Macri El presidente riojano había se había hecho eco del
pedido de la UCEDE por un “liberalismo en serio”, situación que sorprendió al mismísimo
Alsogaray quien, en concesión al acercamiento con el PJ, rebautizó a su “economía social de
mercado” como “economía popular de mercado” (Alsogaray, 1993). Para Zinn, también la
situación era llamativa pero, como lo marca la frase-acápite con la cual hemos iniciado este trabajo,
“La ironía de la historia quiere que este regreso progresivo al liberalismo de Adam
Smith sea piloteado por el presidente Menem del Partido Justicialista cuyo
fundador instaló el régimen mercantilista que contribuyó a la decadencia del país en
los últimos cuarenta años. A la historia favorable no se la analiza ni critica, se la
recibe y se la trata de aprovechar” (Zinn, 1996: 316 [1990]).
Por dicha situación favorable, Zinn se permitía ajustar el saldo con el pasado conceptual del
término liberalismo, como vimos ya asimilado con la idea republicana:
113
Puede verse un análisis de la UCEDE en Gibson (1996).
Pueden verse las perspectivas transicionales de dos importantes intelectuales liberal-conservadores, Germán Bidart
Campos (1983) y Mariano Grondona (1983).
114
93
“El liberalismo –que no es más un proyecto político sino una clase social– es una
palabra vedada, tan vedada que el único partido liberal que existe hoy en el país, la
UCEDE, no se animó en 1982 a usar el nombre liberal, usó Unión de Centro
Democrático porque todavía en ese momento hablar del liberalismo como estamos
hablando acá y prácticamente confesar que somos liberales, era mal visto. Hoy,
gracias a Dios, eso ha cambiado” (Zinn, 1996: 334 [1991]).
Zinn, sin embargo y pese a su rol en el partido de Alsogaray, criticaba la tendencia personalista del
capitán-ingeniero, a las que, conflicto interno de la UCEDE mediante, entendía como alejadas del
liberalismo, cuestión que reingresaba en una problemática mayor: “Las medidas de corte liberal
que aplica el presidente Menem merecen el aplauso y el apoyo generalizado, mientras sean de corte
liberal, mientras se instrumenten con formas liberales y no se desvíen del liberalismo” (Zinn, 1996:
338 [1991]). Zinn poseía sus dudas acerca del giro liberal del PJ, por lo cual marcaba dos ejes a
entender en torno al futuro del liberalismo en el país: primero marcar la base del liberalismo
político, entendiéndolo desde la pregunta “¿cuándo es liberal? Cuando separa el poder político del
poder de los hombres” (Zinn, 1996: 340 [1991]). Es decir, una lectura del liberalismo en tanto
momento que dejaba de lado el gobierno de los hombres para tramarse como gobierno de la Ley.
En segundo lugar, marcar las propias capacidades del liberalismo de poder quebrar la posible
tergiversación menemista: “Posiblemente los argentinos que apliquen la revolución liberal sean
capaces de malversarla, pero para eso están los liberales, para evitar que eso suceda” (Zinn, 1996:
341 [1991]). Tal lectura, plena de resguardo, estaba densamente entramada en lo que, ya en La
segunda fundación de la República, el autor ubicaba como el problema del populismo como una
forma mutante que cubría casi todos los espacios políticos nacionales, sea a través de radicales, de
peronistas o de desarollistas. De allí que la “clase social” liberal debiera velar por el marco
conceptual. Pero, sin embargo, en la intervención que estamos analizando, el economista realizaba
una maniobra de equilibrio argumentativo, al responder sobre una consulta por el surgimiento del
peronismo como posible consecuencia de los errores liberales115:
115
La pregunta, en el marco de la conferencia de Zinn en la presentación de Guy Sorman en el teatro Coliseo, era:
“¿No cree usted que el fascismo que gobernó a partir de 1943 surgió por los errores de los liberales de la época?”. Zinn
obviaba aquí remitir a la identificación entre fascismo y peronismo que, como vimos, sí alentaba previamente.
94
“Yo no me animaría a decir que el peronismo es consecuencia directa de errores
anteriores, porque fenómenos como el peronismo, no ha habido en muchos países
cultos como la Argentina, y no creo que hubo errores en Argentina. [Karl] Popper
dice bien que la historia, en definitiva, es impredecible y que hay un gran
coeficiente de azar. Perón es un fenómeno que está estudiando todo el mundo y Eva
Perón más aún que Perón. No creo que sean consecuencia directa de un fenómeno
político argentino” (Zinn, 1996: 342 [1991]).
La lectura del peronismo como un proceso marcado por las dos figuras del matrimonio Perón le
daba a la idea del justicialismo del economista un nuevo giro interpretativo. Desligado de la crisis
de 1930 y del posible rol que los liberales pudieron haber tenido en tal quiebre, Zinn reubicaba al
movimiento como un fenómeno atípico, tanto que habría abierto un camino donde,
sorprendentemente, comenzaba desde el propio peronismo un giro liberal que, igualmente advertía
el autor, no debía atrapar a los liberales, dejándolos “enmarañados en un proyecto movimientista”
(Zinn, 1996: 341 [1991]).
En el espacio de optimismo que Zinn había marcado, fue central su operación de poner un
eje en la cuestión económica, especialmente abordando dos tópicos clave de la experiencia
menemista: la problemática inflacionaria y las privatizaciones de las empresas estatales. Desde un
artículo publicado en la revista Sociedad Libre, el intelectual daba su diagnóstico sobre la
inflación:
“La Argentina, hasta 1943, con libertad relativa de mercados, acumuló capital y
reservas en magnitud extraordinaria. Hoy el Estado argentino global está quebrado
y requiere la reorganización de sus ingresos y egresos corrientes y de sus activos y
pasivos para balancear sus finanzas.// La causa es política: durante más de cuarenta
años se gastó sin medida, se incentivó la ineficiencia, la indisciplina, el desorden y
la ‘especulación’” (Zinn, 1996: 321-322 [1991]).
Por ello, Zinn proponía la aplicación de “un plan que cumpla con los requisitos de ortodoxia y que
genere confianza”, tendiente a desarmar “una estructura feudal depredadora que gasta en exceso”
95
(Zinn, 1996: 323 [1991])116. Admitiendo que las transformaciones tendrían un costo social, sin
embargo, el economista advertía la inevitabilidad de su aplicación ante una situación que describía
como desesperante, por lo cual enfatizaba: “Cruel y dura es la realidad y no las medidas para su
cambio”. De ahí que evaluara positivamente los textos de las leyes de Reforma del Estado y de
Emergencia Económica, los cuales “indican que se encararán de una vez las causas de nuestra
decadencia” (Zinn, 1996: 326 [1991]). Ese mismo 1991, desde Zinn & Asociados, se convertía en
el primer presidente de la filial argentina de Junior Achievement, cuyas actividades pedagógicas
fueron declaradas “de interés nacional” por el ministro de Educación Eduardo Salonia en 1993117,
cuando bajo la gestión de Zinn la ONG estadounidense ya había articulado planes con instituciones
privadas y públicas del ámbito escolar.
En el caso de las privatizaciones, en una conferencia brindada en la Academia Nacional de
Uruguay, Zinn señalaba la necesidad social de acordar un punto de partida: “El Estado es
esencialmente malo. Todo Estado. Aún en las funciones legítimas del Estado. Porque significa el
poder del hombre sobre el hombre”. Pero, entendiendo que la historia humana construyó la realidad
estatal y que por lo tanto el Estado era “imprescindible para evitar el caos”, Zinn pasaba del dictum
hobbesiano a proponer un Estado mínimo, aquel que “garantice a todos los esenciales derechos de
la libertad fundamental, el derecho a disponer libremente del fruto del su trabajo y el derecho a la
propiedad, es el Estado más eficiente y que genera máxima prosperidad. Propugno el Estado
mínimo, propugno el Estado de Hume, de Locke y de Adam Smith” (Zinn, 1996: 343 [1993]). El
economista señalaba que eran imprescindible la coincidencia de tres factores clave: “decisión
política, poder político y conciencia pública”, que aparecían dados en el caso del menemismo
(Zinn, 1996: 346 [1993]). De ahí que Zinn propusiera como tres casos ejemplares, desde el plano
teórico al práctico, las privatizaciones de YPF, ENTEL y SOMISA, que entendía ilustrativos de
116
Las causas que enumeraba, como “deformaciones a corregir”, eran las siguientes: gasto público excesivo; empresas
públicas monopólicas, deficitarias e ineficientes; intervencionismo; sistema tributario regresivo y complejo;
monopolios y oligopolios legales privados; cierre de la economía; conculcación de la autonomía y responsabilidad
provincial; aduanas internas; inseguridad jurídica del derecho de propiedad; régimen previsional distorsionado y
deficitario; carencia de un mercado de capitales; ausencia de libertad de asociación sindical; monopolio legal estatal en
materia de salud y educación; colapso de la seguridad interna (Zinn, 1996: 324-325 [1991]).
117
Junior Achievement nació en los Estados Unidos en 1919. Define su misión y visión del siguiente modo: “Junior
Achievement es una fundación educativa internacional cuya misión es generar en los jóvenes el espíritu emprendedor
que les permita alcanzar sus metas, en un marco de responsabilidad y libertad. La visión de Junior Achievement es una
sociedad integrada por individuos libres y responsables que comprendan la importancia de ser emprendedores para el
logro de las metas que, en su particular búsqueda de la felicidad se hayan propuesto; entendiendo que el respeto por los
derechos del otro debe regir las relaciones entre las personas en una sociedad libre”. El Consejo Fundador en Argentina
lo integraron Zinn, Enrique Braun, Enrique Duhau y Enrique Marty. La Institución creó una beca en honor a Zinn, que
lleva su nombre.
96
tres modalidades: venta internacional de acciones, venta de la mayoría de la empresa a
compradores estratégicos, venta de activos estratégicos, respectivamente (Zinn, 1996: 348-363
[1993]). El inicio del ciclo de las privatizaciones que reformularían al Estado argentino era, para
Zinn, el punto de llegada de un ciclo por el cual había bregado durante su vida pública, y que hemos
recorrido en este trabajo. Por ello, decía:
“En este momento yo tengo 66 años y los últimos tres años los he dedicado full time
a colaborar con la privatización de empresas argentinas. Creo que ha sido la
contribución más útil que he hecho a la sociedad de mi país al desarmar el mecano
infernal de empresas que perjudicaban no solamente el quehacer del Estado sino a
toda la macroeconomía del país. Es una experiencia que quisiera no haber perdido y
que me llena de orgullo” (Zinn, 1996: 363 [1993]).
Zinn murió en 1995, junto a Estenssoro y empresarios petroleros chilenos en un siniestro aéreo a
bordo de un jet alquilado por YPF, en Quito, Ecuadror. El accidente fue sospechado, precisamente,
de su carácter accidental. En dicha ocasión, Zinn y Estenssoro trabajaban sobre un plan conocido
como “Proyecto Maxum”, que tomaba su nombre de la petrolera estadounidense que, comprada
por YPF, proyectaba convertir a la empresa en una multinacional de bandera argentina. Tras su
muerte, la Fundación Carlos Pellegrini publicó el compilado de sus intervenciones durante la
transición democrática, titulado weberianamente Ricardo Zinn: Por una ética de la
responsabilidad.
Palabras finales
Hace casi una década, en la introducción a un trabajo colectivo que reposicionaba la hasta allí
dispersa e incluso laxa temática de los intelectuales en la Argentina contemporánea, Federico
Neiburg y Mariano Plotkin advertían sobre la multidimensionalidad y complejidad de los procesos
de constitución del conocimiento social. En efecto, los autores destacaban que allí radicaba la
problemática de establecer una cronología común entre los ciclos de los procesos intelectuales y
políticos (2004: 15-30). La trayectoria de un actor como Zinn, justamente, quien atravesó espacios
diversos como el mediático, el editorial, el empresarial, el gubernamental, el de las organizaciones
del tercer sector, desde la centralidad de su rol intelectual, nos ha permitido aquí presentar a una
97
figura cuya relación con el espacio intelectual y el Estado ha sido intersticial. En ese sentido,
recuperar la trayectoria intelectual de Zinn supuso hacerlo con una figura intersticial entre las
propuestas teóricas y las políticas ejecutadas que, creemos, contribuye a complejizar el
conocimiento de las relaciones entre los intelectuales y el Estado, desde una trayectoria in between,
multiforme, que sin dejar de lado la mencionada aseveración de Neiburg y Plotkin, nos permite
preguntarnos si en las relaciones entre ciclos intelectuales y políticos no estaremos necesitando,
además de complejizar las cronologías, entender cómo los actores particulares han obrado dentro
de tales marcos y, desde allí, reposicionar ciertos marcos y los criterios que parecen definirlos.
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100
Eje 2: Exploraciones acerca de los científicos sociales en
torno al Estado
101
Raúl B. Díaz: el inspector de Territorios Nacionales. Miradas, recorridos y reclamos de un
funcionario viajero (1890-1916)
Flavia Fiorucci (CONICET/UNQ)118
En Argentina, una vez alcanzada la unidad territorial en 1880 la elite política se impuso como
objetivo disciplinar e integrar a los miembros de la sociedad civil en un proyecto común. La
educación fue identificada como el instrumento que permitiría conformar la ciudadanía y alcanzar
la tan añorada modernización.119 En este marco, la creación del Consejo Nacional de Educación
(CNE) en 1881 y la sanción de la ley 1420 en 1884, abrieron el camino en Argentina hacia la
institucionalización de un sistema público de educación centralizado. Mientras que la ley ratificaba
la laicidad, gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria, el Consejo Nacional de Educación
permitía al estado nacional –aunque con injerencia distintas en las provincias que en los Territorios
Nacionales- “la dirección y la administración” de todo el sistema de escuelas.120 La instauración de
un cuerpo de inspectores que dependía directamente del Consejo Nacional de Educación fue
concebido como el mecanismo que permitía a esa burocracia ejercer su autoridad en el nivel micro
de la escuela; allí donde el proyecto educativo debía efectivamente realizarse.121 No es casual que
el cargo de inspector haya sido instituido oficialmente por la ley de educación común. 122 De
acuerdo a esa normativa, el inspector tenía primordialmente funciones asociadas a la tarea de
vigilar e informar: corroborar que la educación se dictase atendiendo a las disposiciones vigentes y
118
Agradezco los comentarios y preguntas de los asistentes a las “Jornadas Recuperando trayectorias intelectuales en
el Estado en la Argentina en la segunda mitad del siglo XX”, UNGS y la lectura de Karina Ramaciotti a una versión
preeliminar de este artículo.
119
La historiografía clásica ha enfatizado el carácter político que tenía la empresa educativa. Un texto que representa
esta tendencia es el de Tedesco Juan Carlos (2009): Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945), Buenos Aires,
Siglo XXI. Para una visión más matizada sobre el rol político véase Lionetti Lucía (2007): La misión política de la
escuela pública- Formar a los ciudadanos de la república 1870-1916, Buenos Aires, Miño y Dávila.
120
Véase “Ley 1420”, en Carou Ramón, Louton Enrique (1920): Digesto de Instrucción Primaria Leyes Decretos y
Resoluciones Vigentes para las Escuelas y Dependencias del CNE, Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación,
artículo 52. El estado nacional ejercía su control en las provincias a través de la Ley de Subvenciones Nacionales de
1871 y la Ley Láinez de 1905 y por la fuerte incidencia nacional en la educación secundaria y superior. Sobre el control
de la nación sobre las provincias en el plano educativo véase Puiggrós Adriana (1993): La Educación en las Provincias
y en los Territorios Nacionales, Buenos Aires, Galerna.
121
Según la ley 1420 éstos debían “dar unidad y orientación a las ideas fundamentales que sustentan la educación” y
“avivar y vigorizar en los maestros el amor al estudio, la libertad en sus iniciativas, la conciencia de la misión social
que desempeñan”.
122
Sobre la figura del inspector véase Myriam Southwell y María Ana Manzione, “Elevo a la superioridad. Un estado
de la cuestión sobre la historia de los inspectores en Argentina”, Historia de la Educación-Anuario, Vol. 12, N1,
enero-Junio 2011. Buenos Aires, SAHE.
102
comunicar del resultado de sus visitas periódicamente. El reglamento disponía que cada inspector
debía concurrir al menos dos veces al año a las escuelas asignadas. También le correspondía
adoptar medidas para propiciar el mejoramiento de la calidad educativa corrigiendo los errores
“introducidos en la enseñanza”. 123 La inspección de los establecimientos ubicados en los
Territorios nacionales apareció un poco retrasada con respecto al resto del país. Ésta sólo se hizo
efectiva en 1890 cuando se encomendó la tarea a Raúl B Díaz. Previo a esa fecha las pocas y
dispersas escuelas de los Territorios no habían sido prácticamente fiscalizados por el CNE.124
Son escasos los datos personales de Raúl B Díaz.125 Hijo de un estanciero, se recibió de
maestro normal en San Luis y luego estudió para profesor normal en la por entonces prestigiosa
Escuela Normal de Tucumán, donde se graduó en 1885. Regresó a su provincia natal y ejerció
como maestro en Villa Mercedes. En 1886 volvió a Tucumán y en la Escuela Normal de esa ciudad
se desempeñó en las cátedras de geometría y agrimensura hasta 1899. De allí se trasladó a Salta,
donde trabajó un año como vicedirector de la Escuela Normal. El 25 de mayo de 1890, luego de tan
sólo unos 4 años de experiencia profesional docente, fue convocado para ser el primer Inspector de
Territorios Nacionales del CNE, ocupación que desempeñó hasta 1916. La magnitud de la tarea
encomendada y la tenacidad de Díaz para sostenerla por tanto tiempo, nos permite interrogarnos
sobre una serie de cuestiones que atañen tanto al accionar de este “funcionario viajero”, como a su
rol en la construcción de “estatalidad” en los confines y albores de la nación. Díaz fue una figura
crucial en la expansión el sistema educativo en su período inicial. Gestionó y administró el proceso
de creación de escuelas en esas regiones; documentó su desarrollo mientras que intervino en los
debates que suscitaba. Fue además quien organizó las bases del sistema de inspección en los
Territorios. De allí la importancia de detenerse en su figura de la que todavía se sabe muy poco.126
A priori podemos afirmar que a Díaz se le asignó un rol que la administración consideraba
clave, que además no había sido ejercido por ningún otro funcionario anteriormente. Debía
garantizar tanto la uniformidad como la calidad de la educación en los rincones más remotos del
país. Cabe preguntarse ¿qué inflexiones particulares le impregnó a esta función? ¿Fue un mero
123
Ley 1420.
Las escuelas de Territorios debían ser visitadas por los inspectores de la Capital pero en la práctica esto no sucedía.
125
Nació en Villa Estanzuela, Chacabuco, provincia de San Luis en 1862 y murió en Buenos Aires el 6 de diciembre
de 1918.
126
Una excepción la constituye el capítulo que le dedica Mirta Elena Teobaldo en su texto sobre los inspectores en la
Patagonia. La autora señala la necesidad de ampliar la bibliografía sobre esta figura. Teobaldo Mirta Elena (2011):
¡Buenos días, Sr. Inspector! Historia de los inspectores escolares en la Patagonia Norte: Río Negro y Neuquén. Perfil y
funciones (1884-1962), Córdoba, Editorial de la FFyH UNC, pp. 221-266.
124
103
agente del estado centralizador? ¿Qué nos dice su labor sobre el proceso de construcción estatal en
la periferia? ¿Cómo fueron cambiando sus ideas a medida que se complejizaba la oficina que
lideraba? ¿A qué tipo de saberes y referencias apeló para llevar adelante su trabajo? ¿Cuál fue su
impacto concreto en el diseño del sistema educativo? Y finalmente, ¿qué tipo de figura recorta este
funcionario viajante? Si bien carecemos de material que nos permita un acercamiento biográfico a
Díaz éste fue un prolífico redactor de informes. Escribió además folletos y libros donde discurrió
sobre su tarea y sobre el estado de la educación en los Territorios. Esa obra nos permite responder a
los interrogantes planteados. El artículo se divide en tres secciones y una conclusión. La primera de
ellas, “Inspeccionar los Territorios”, tiene como objetivo describir qué implicaba la tarea que se le
había encomendado. La segunda, “La educación en los Territorios”, discute los diagnósticos que
hizo Díaz de la problemática educativa en esas regiones. La tercera, “La voz del inspector”, analiza
las estrategias a las que apeló para dirigirse al CNE y los roles que asumió en su accionar. La
sección final se propone dilucidar qué tipo de figura recorta este singular agente estatal.127
Inspeccionar los Territorios
Antes de poder adentrarnos en Díaz, en su accionar e ideas, es preciso aclarar qué suponía en la
dimensión más práctica que uno pueda imaginar inspeccionar los Territorios Nacionales a fines del
siglo de XIX y principios del XX. En 1884 la ley 1532 creó nueve gobernaciones bajo el formato de
Territorios Nacionales: Chaco, Misiones, Formosa, La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa
Cruz y Tierra del Fuego. En 1900 se sumó la Gobernación de los Andes, que subsistió hasta 1943,
momento en que el territorio fue fragmentado y pasó a formar parte de las provincias de Jujuy,
Salta y Catamarca. La creación de los Territorios fue concebida como una respuesta que se pensaba
como provisoria a la incorporación y organización de vastas extensiones al nordeste y sur de la
República Argentina, las cuales no estaban comprendidas por las provincias existentes.128 Como
127
Es preciso aclarar que el trabajo se detiene en la relación del inspector de territorios con las autoridades del Consejo
Nacional de Educación. Es decir que el artículo no se ocupa de las actividades del inspector en las escuelas que visita.
Sobre este tema véase Teobaldo, ¡Buenos días, Sr. Inspector!, pp.139-220.
128
La Ley No 1532 que rigió a los territorios hasta 1954 estipulaba un criterio numérico para decidir la ampliación
política. Al llegar a los treinta mil habitantes el territorio estaba habilitado para instalar legislatura y a los sesenta mil
habitantes debía constituirse la provincia. En 1914 La Pampa ya tenía la cifra necesaria para convertirse en provincia y
Chaco, Misiones y Río Negro podían tener legislaturas electivas. En 1922 Chaco y Misiones ya superaban los sesenta
mil habitantes y Chubut podía aspirar a legislatura propia. Las legislaturas nunca fueron instaladas y la conversión en
provincias se postergó hasta 1951.
104
es conocido, los Territorios no eran entidades políticas autónomas sino divisiones administrativas
dependientes del gobierno central. Sus habitantes no gozaban de los mismos derechos políticos que
el resto de la población porque no podían participar en las elecciones de autoridades nacionales, ni
votar por sus propios gobernantes salvo a las autoridades municipales. Martha Ruffini describió el
sistema como un “republicanismo tutelado” basado en “la percepción homogeneizante del sector
dirigente” que sustentaba su visión en “la minoridad e incapacidad de la población” de esos
espacios.129 Díaz era claramente una pieza de ese engranaje del poder centralizado. Volveremos
sobre este tema más adelante. Lo que nos importa subrayar por ahora es la dimensión de la tarea
que se le encargaba. Un solo agente debía inspeccionar una extensión geográfica que superaba en
tamaño al de las 14 provincias existentes cuya población, mayoritariamente rural y analfabeta,
apenas rozaba a principios de siglo los 100.000 habitantes. A esto había que sumarle la existencia
en esa geografía de poblaciones con culturas diversas –indígenas e inmigrantes- que tan sólo con su
presencia cuestionaban la idea de un estado nación y representaban un claro desafío a la vocación
homogenizadora presente en el proyecto educativo.
El mismo Díaz aclaraba los inconvenientes cotidianos con los que se enfrentaba en su
función cada vez que elevaba su informe anual. Su puesto significaba en su propia reconstrucción:
“viajes penosos y largos”. “Dificultades… debido a la carencia de medios de locomoción” y al
clima, “a los soles ardientes y a las copiosas lluvias” en el norte; y a las nevadas y fríos en el sur.130
Díaz desempeñó sólo la tarea de la inspección hasta 1903, y a partir de entonces con cuatro
subinspectores. Cuando se retiró en 1916 compartía la obligación de viajar con 10 subinspectores,
aunque seguía juzgando su tarea como difícil de abarcar por la falta de recursos humanos
asignados.131 En los primeros años, sus visitas se extendían alrededor de tres meses y realizaba dos
129
Ruffini Martha (2007): La pervivencia de la república posible en los territorios nacionales. Poder y ciudanía en Río
Negro, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes. Largamente relegado como tema de investigación hoy la literatura
sobre los Territorios Nacionales ha incorporado valiosas investigaciones que tratan fundamentalmente (aunque no
exclusivamente) sobre la política en estos espacios. Para citar algunos ejemplos recientes podemos nombrar Leoni
María Silvia Solís Carnicer María del Mar (2012) (compiladoras), La política en los espacios subnacionalesProvincias y Territorios en el nordeste argentino (1880-1955), Rosario, Prohistoria, Lluch Andrea y Moroni
Marisa(compiladoras) (2010), Tierra adentro… Instituciones económicas y sociales en los Territorios Nacionales
(1884-1955), Rosario, Prohistoria. Como ejemplos de literatura que estudia casos de agentes estatales en los territorios
podemos mencionar los sugerentes artículos de Casullo Fernando, “El Estado mira al sur.” Administración de Justicia
en los Territorios Nacionales de Río Negro y del Neuquén (1884-1920)” y Di Liscia María Silvia, Instituciones
“portátiles”. La sanidad pública en los Territorios Nacionales (1880-1910) ambos en Bohoslavsky Ernesto Soprano
German (editores) (2010), Un estado con rostro humano. Funcionarios e instituciones estables en Argentina (desde
1880 hasta la actualidad),Buenos Aires, Prometeo/UNGS.
130
Díaz Raúl, (1891), “Informe del Inspector de Colonias y Territorios Nacionales”, Monitor de la Educación, p. 29
131
En 1905, un nuevo Reglamento estableció una modificación en la estructura del personal de la Inspección. La
105
al año. Para llevarlas a cabo debía apelar a todos los medios para movilizarse e incluso trasladarse a
pie o caballo. Como ilustración podemos citar su informe de 1893 donde da detalles de su viaje.
“Desde el 29 de marzo hasta el 14 de junio he viajado en tren, mensagería (sic), á caballo y á
pié, como se viaja en nuestras fronteras; he recorrido en este tiempo 850 leguas más o menos,
visitado todas las escuelas públicas y particulares más remotas de las citadas gobernaciones y
conocido los principales centros de población”.132
A este racconto Díaz le agrega un prolijo cuadro donde especifica lugares visitados, puntos
principales recorridos, distancias en leguas y vehículos utilizados.
El lugar destacado que Díaz le otorga en la mayoría de sus informes a relatar los
pormenores de sus viajes no es casual. La fijeza en el detalle, la provisión de datos cuantitativos,
que es preciso aclarar no se limitaba a los referidos a los traslados (los informes de Díaz contenían
cuadros estadísticos sobre el personal, el mobiliario, los alumnos junto con croquis de los edificios
escolares) dan cuenta de un rasgo de la época. Como es conocido, la elaboración de estadísticas
constituyó un aspecto inherente a la formación del estado y de las burocracias estatales modernas,
ya que sobre esos datos debían sustentar y justificar las intervenciones estatales. Pero el énfasis de
Díaz en los pormenores de sus traslados transmitía algo más: sin abundar en adjetivos y
cuantificado en leguas develaba los esfuerzos titánicos que implicaba su tarea. El mapa imaginario
implícito en las descripciones de sus viajes encerraba un argumento de autoridad. La dificultad que
suponía aprehender esa geografía dotaba a Díaz de un saber de pocos, de un conocimiento que
esgrimiría para dirigirse a las autoridades del CNE. Es por esto que es tan importante entender qué
implicaba en el sentido más práctico que uno pueda imaginar inspeccionar los Territorios.
misma quedaba conformada por un Inspector General - jefe inmediato de la Repartición y asesor del Consejo- y de los
Inspectores Seccionales, a cargo de las cuatro Secciones e Inspección: I) Misiones, Formosa Chaco Austral y Los
Andes; II) Pampa Central, Río Negro, Martín García, Puerto Militar y Buques de Guerra; III) Neuquén; IV) Chubut;
Santa Cruz y Tierra del Fuego. Además, se asignaban El Inspector General de Colonias y Territorios debía visitar por
lo menos una vez al año todas las escuelas públicas o particulares de la sección. Véase Teobaldo Mirta
Elena (2006), “Los inspectores en los orígenes del sistema educativo argentino”, Educere et Educare Revista de
Educacao, Vol. 1, N 2, , pp. 13-32 y Teobaldo, ¡Buenos días, Sr. Inspector!, pp. 90-104. Cascavel, Universidade
Estadual do Oeste do Paraná.
132
Díaz Raúl (1893), “Informe del Inspector de los Territorios Nacionales correspondiente al año 1893, Monitor de la
Educación, p. 556-572
106
La educación en los Territorios: las soluciones del inspector
Si nos atenemos a la letra de la ley, el inspector era un agente del estado central que recorría las
gobernaciones haciendo que las disposiciones que tomaba el estado nacional se cumplieran en las
regiones más apartadas. Dijimos antes que los habitantes de los Territorios estaban sujetos a un
régimen jurídico que los colocaba en una situación de “incapacidad o minoridad”. La ley establecía
que éstos debían recibir la tutela del Estado hasta llegar al momento en el que podrían gozar de los
mismos derechos que las provincias.133 Esta situación tenía sus correlatos en la organización del
sistema educativo porque en el caso de los Territorios –a diferencia de las provincias- la enseñanza
dependía directamente del CNE. Díaz era, y se presentaba asimismo, como el representante del
CNE en esas regiones, es decir como una pieza de ese régimen.134 Sin embargo, en el desempeño
de su funciones cumplió múltiples roles. Algunos de éstos cuestionaban implícita, e incluso
explícitamente, el modelo centralizado y de ciudadanía tutelada presente en la forma en que se
organizaba el sistema educativo. Detengámonos ahora en las representaciones que Díaz construyó
en sus inspecciones para avanzar luego sobre su rol.
Como adelantamos en la introducción, en sus informes (tanto los anuales como los que
realizaba luego de cada viaje) Díaz documentaba sus actividades e ideas. A través de ellos
podemos ver que desde un comienzo fue consciente que su función primordial no podía ser
fiscalizar escuelas porque éstas eran prácticamente inexistentes, sino que debía abocar su energía a
fundarlas y a erradicar el que consideraba el gran problema de esas regiones: el analfabetismo. Es
decir que Díaz se pensó desde temprano como el impulsor de la educación en estos parajes
proyectándose como mucho más que un mero ejecutante de las políticas que otros habían diseñado.
Los informes además de detallar asuntos específicos a la tarea de inspeccionar (datos sobre las
escuelas visitadas: calidad de los maestros, alumnos, asistencia, descripciones de los edificios
escolares) traen consigo apreciaciones generales sobre el estado de la educación en los Territorios.
Éstos nos permiten identificar una serie de preocupaciones que transitan toda su gestión y que
según este agente limitan el proyecto de una educación común en esa geografía. Dichos temas se
pueden agrupar en tres grandes ítems: los maestros, la edificación y la población. Esos tópicos –
sobre los cuales ahondaría también en sus libros - aparecen incluso en su primer informe al CNE,
133
Casullo, “El estado mira al sur”, p. 338.
En el primer informe que escribe presenta a la inspección como “representante genuino del Consejo Nacional en
aquellas regiones apartadas”.
134
107
en 1890. En ese escrito Díaz resume su visión de las causas que explican las malas condiciones de
la educación en los Territorios como la consecuencia de “la escasez de maestros idóneos”, de “la
falta general de edificios construidos para el efecto” y de “la ignorancia de muchos padres de
familia que no quieren… que sus hijos sepan leer”.135
Con respecto al magisterio, la principal preocupación de Díaz es la falta de docentes
diplomados. Prácticamente no hay informe en que no recale en ese punto. Una y otra vez registra
con alarma que en los Territorios Nacionales faltan maestros, y los que hay no son buenos; o
porque carecen de los incentivos de la “civilización” o porque no son maestros diplomados. Por
ejemplo, al describir las escuelas de la Isla Martín García, Díaz sostiene que “la falta de estudios
profesionales de los maestros es la causa principal del atraso y estacionamiento de la escuela de
campaña”. 136 La escasez de maestros sin título era un problema del sistema educativo en su
conjunto, pero proporcionalmente era más apremiante en los Territorios. En 1892 había en
Argentina 7.054 maestros a cargo de la instrucción primaria estatal, de los cuales 1.704 poseían
título. De los 68 que impartían clases en los Territorios sólo 1 poseía título normal.137
El reclamo por edificios escolares construidos especialmente para constituirse en escuelas
fue también recurrente en las intervenciones del inspector. Es un dato conocido que el sistema de
instrucción público fue considerado un vehículo central para la propagación del pensamiento
higienista en la población. La emergencia de los estados nacionales estuvo estrechamente
vinculada al ascenso de lo que fue considerado una “ciencia política y social”: la Higiene.
Sustentado sobre la convicción de lo que los males sociales se podían revertir, la autoridad pública
identificó la prevención de las enfermedades y el cuidado de la higiene como asuntos de estado.
Esto implicó formas específicas de vigilancia e injerencia en las vidas privadas familiares. En este
esquema los maestros y maestras eran quienes debían llevar adelante la tarea de trasmisión y
fiscalización de los principios, valores y prácticas del higienismo. Las exigencias higiénicas se
plasmaron en un discurso arquitectónico y urbanístico. Viviendas y edificios públicos debían
135
Díaz Raúl (1890) “Informe del inspector de Territorios y Colonias Señor Raúl B. Díaz”, Monitor de la Educación,
p.658.
136
Díaz Raúl, (1894)“Informe del Inspector de Territorios sobre las escuelas de Martín García Señor Raúl B. Díaz”,
Monitor de la Educación, p. 1227.
137
La respuesta del estado a esta falta de maestros titulados fue la creación de escuelas normales en distintos puntos del
país. He discutido este proceso en Fiorucci Flavia, “Las escuelas normales y la vida cultural en el interior: apuntes para
su historia” en Laguarda Paula y Fiorucci Flavia (2012), Intelectuales Cultura y Política en Espacios Regionales,
Argentina Siglo XX, Rosario, Prohistoria.
108
poseer determinadas características para ajustarse a dicho paradigma. Sobre el edificio escolar
específicamente, la higiene ejerció un influjo muy marcado que determinaba la necesidad de que
ésta poseyera espacios diferenciados para la enseñanza y para el juego y establecía criterios para la
orientación de las aulas, circulación del aire y entrada de luz. Según la bibliografía, la aparición de
la temática de la arquitectura escolar en la Argentina fue simultánea al problema educativo en
términos modernos.138 Sarmiento sostuvo reiteradamente en sus escritos que la escuela no sólo era
la institución, los programas y los maestros, sino también el edificio y concluyó que si este último
no era adecuado el proyecto educativo en su totalidad fracasaría.139 Al igual que el autor de El
Facundo, Díaz estaba convencido que en la materialidad de las paredes radicaba gran parte del
éxito de la escuela. La casa escuela concluye en uno de sus reportes “debe ser en las gobernaciones
como lo es en las aldeas de Suiza y otras naciones de Europa y América del norte, el monumento
más importante”.140 “Mediante la grata impresión de la casa propia, descollante en el pueblo, en la
aldea y el campo” debe “despertar simpatía en la masa popular”. Es decir que para Díaz la escuela
como objeto condensaba el imaginario educativo. Sus paredes, erigidas y distribuidas
correctamente, permitirían acercar a la población valores patrióticos y educativos a la vez. No
obstante, la realidad que se encuentra en sus inspecciones es otra: “la escuela espaciosa, higiénica,
con aire y luz suficiente no existe”. En su lugar se alzan “edificios de ladrillos construidos para un
fin muy diferente, galpones de techo y pared de zinc, ranchos de paja y barro, que perjudican la
salud de los niños y estorban la acción del educador”.141
Los habitantes de los Territorios no colaboraban para difundir la educación. Por el
contrario, en la mirada del inspector, éstos constituían uno de los mayores obstáculos al proyecto
educativo. El tema involucraba dos tópicos a los que Díaz consagró especial atención a lo largo de
su carrera: los inmigrantes y los indígenas. En el tratamiento de estos asuntos se anudan una serie
de representaciones y supuestos que se relacionan con el imperativo nacionalizador y con el motivo
civilizatorio. Desde sus primeros informes Díaz observa con alarma que los inmigrantes se resisten
a asimilarse y atentan así “contra la prosperidad de la escuela argentina en las gobernaciones”.142
Como en otros aspectos, el pensamiento de Díaz no era original. Mientras en el país se acentuaba el
138
Espinoza Lucía (2005), Arquitectura escolar y estado moderno. Santa Fé 1900-1943, Polis, Santa Fé.
Aliata Fernando, “Contemplar y Recordar. Sarmiento frente a la arquitectura, el paisaje y la ciudad”, en Adriana
Amante (directora) (2012), Historia crítica de la literatura argentina, Sarmiento, Buenos, Emecé, p. 153.
140
Díaz Raúl, (1892), “Informe del Inspector de Territorios Señor Raúl B. Díaz”, Monitor de la Educación, p.132, el
subrayado es mío.
141
Díaz Raúl (1892), “Informe del Inspector de Territorios Señor Raúl B. Díaz”, Monitor de la Educación.
142
Díaz Raúl (1895), “Informe del Inspector de Territorios Señor Raúl B. Díaz”, Monitor de la Educación.
139
109
fenómeno inmigratorio ganaba adeptos entre las elites locales la visión negativa de los inmigrantes,
quienes eran identificados como los responsables de la conflictividad social.143 El estado nacional
ensayaba soluciones represivas, como la Ley de Residencia (1902), junto con proyectos de reforma
social. Díaz distinguía entre inmigrantes deseables (los europeos sin distinciones sobre su origen) e
indeseables (los sudamericanos). En su visión los inmigrantes europeos eran más proclives a
nacionalizarse que los sudamericanos por lo que en uno de sus libros propuso reemplazar a unos
con otros.144 No obstante, para el inspector sería la “escuela pública de carácter inminentemente
argentino”, la que finalmente subsanaría el problema, al constituir el “medio más eficaz para
desarrollar y difundir el sentimiento de la nacionalidad en las nuevas generaciones procedentes de
esas razas”.145
Su mirada crítica sobre la inmigración no se tradujo en una idealización del pasado criollo,
como hicieron otras figuras de su época. Su pensamiento estaba habitado por un marcado
biologismo positivista. Para el inspector de Territorios el determinismo de la raza y del ambiente
reforzaban los males de la población.146 En una extensa sección escrita en 1909 Díaz resumió los
“obstáculos a la educación”.147 Allí advirtió que escuela de campaña recibía “las víctimas del
clima, del ambiente estrecho y de la herencia”.“El espíritu refractario a la educación” de los
habitantes se explicaba entonces por el origen étnico de esa población y también por un contexto
geográfico y político-económico adverso a la civilización. Las autoridades, en particular la policía,
no cumplían con la ley al no forzar la obligatoriedad escolar. Por requerimientos económicos, o por
costumbres arraigadas la población era nómade, lo que obviamente hacía imposible la acción
sostenida de la escuela. Las formas de la sociabilidad eran en su visión ajenas e incluso
incompatibles con la rutina escolar. La pobreza de los habitantes rurales era otro impedimento,
porque los obligaba a ocupar a sus hijos en los quehaceres domésticos. A todo esto se agregaba el
desafío que significa la presencia de habitantes que hablaban lenguas diversas. En este marco, la
143
Terán Oscar (2000), Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo. Derivas de la “cultura científica”
(1880-1910), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
144
A Díaz le preocupan particularmente los chilenos en el Sur, los brasileños y paraguayos en el norte quienes
conservan sus costumbres, incluso su lengua. La superioridad de los europeos la sostenía a pesar que los galeses fueron
también una preocupación constante por su resistencia a asimilarse.
145
Díaz Raúl (1910), La educación en los territorios y colonias federales. Veinte años de inspector, 1890-1910,
Buenos Aires, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, p. 21.
146 El biologismo positivista, en especial la idea de raza, trascendía toda división ideológica y era adoptada por
políticos e intelectuales de diversas tendencias. Véase Zimmermann Eduardo (1995), Los liberales reformistas. La
cuestión social en la Argentina (1890-1916), Buenos Aires, Sudamericana/Udesa.
147
Díaz Raúl (1910), La educación en los territorios y colonias federales, p. 87-99.
110
población indígena constituía en su visión una raza inferior determinada por el ambiente y la
herencia.
La representación negativa de las poblaciones rurales, o porque se dudaba de sus
“capacidades” para adaptarse a la modernización, o porque se resistían a la voluntad
homogeneizadora, conforma todo un corpus en el debate sobre educación en la Argentina y motivó
el diseño de políticas específicas.148 Como es conocido, esta representación sobre el mundo rural y
sus habitantes conlleva su opuesta: la ciudad como foco civilizador. Díaz compartió esa visión
porque en sus informes la geografía conspiraba para que “el problema de la población” se
resolviera rápidamente: “grandes distancias y desiertos aíslan las poblaciones con respecto al
centro vital de la nación” que es obviamente la ciudad. 149 Los informes no sólo proveen de
enumeraciones de aquello que resta por realizar. En ellos Díaz comunica qué hizo en cada una de
sus inspecciones. Así podemos saber que en sus visitas funda escuelas y bibliotecas, dicta clases y
conferencias para los maestros, se reúne con lo miembros del Consejo Escolar y con autoridades
locales, alquila casas para impartir enseñanza, al mismo tiempo que inspecciona la labor docente y
recoge datos para el CNE. Entiende a la inspección en un sentido amplio: además de mejorar
materialmente la enseñanza, “estimular a los maestros” debe también apuntalar “la opinión pública
a favor de la escuela”.150 Sus reportes también traen extensas secciones sobre lo qué se necesita
para subsanar las dificultades que aquejan a la educación en las gobernaciones. Díaz insiste que
para contar con buenos maestros es preciso aumentar los sueldos de quienes trabajan en los
Territorios, al menos equipararlos con los de la Capital, y pagarlos en tiempo y forma. Es necesario
que el estado asuma el pago de pasajes para estos maestros. “¿Cómo llevará el CNE esas maestros
a las gobernaciones?”- se pregunta el inspector- si no es ofreciéndoles una remuneración adecuada
que compense por las privaciones que significa vivir en los Territorios. 151 A medida que
avanzamos en el tiempo y el número de escuelas primarias crece, Díaz demanda la creación de
escuelas normales en los Territorios. Producto el mismo del normalismo, es un fiel creyente en este
148
Según Teobaldo la descalificación de los pobladores rurales, porque constituían un “otro interno” (los indígenas) o
un “otro externo” (los chilenos en la Patagonia y los paraguayos en el norte) orientó la práctica de los maestros, los
directores e inspectores en las escuelas rurales de los territorios. Teobaldo Mirta Elena (2008), “Las luces de la
civilización enseñar y aprender en las escuelas de la Patagonia Norte. Neuquén y Río Negro (1884-1957), Espacios en
Blanco, N 18, pp.167-186. Tandil, Unicen.
149
Díaz Raúl (1895), “Informe anual del Inspector de los Territorios nacionales Señor Raúl B Díaz”, p. 798.
150
Díaz Raúl (1895), “Informe anual del Inspector de los Territorios Nacionales Señor Raúl B. Díaz”, Monitor de la
Educación, p.801.
151
Díaz Raúl (1891), “Informe del Inspector de Colonias y Territorios Nacionales Señor Raúl B. Díaz”, Monitor de la
Educación, p. 134.
111
tipo de formación. Contar con un maestro normal es en su visión garantía de una buena escuela.
Para resolver el tema de la edificación Díaz insta periódicamente al Consejo Nacional a usar los
terrenos fiscales ociosos; a disponer recursos económicos y como solución provisoria, sugiere
emprender la edificación con el albañil pagado por la gobernación para ejecutar obras nacionales,
incluso apelar a los soldados asentados en los Territorios.
Para atraer a la población Díaz propone una enseñanza “práctica y útil” “adaptada a la vida
del pueblo y de la campaña.”152 Es decir que el proyecto homogeneizador que la escuela pública
encarna, implica para este funcionario una educación diferente en la periferia que en las ciudades.
Dada la existencia de necesidades y de poblaciones diversas (léase aquí con capacidades también
distintas) la educación debe tener en la campaña objetivos más acotados: basta con formar hombres
productivos y ciudadanos disciplinados. En unos de sus primeros escritos, en donde podemos
adivinar cuáles son las representaciones de la población sobre las que se asientan sus propuestas,
concluye al respecto que,
“El secreto del engrandecimiento nacional no está en formar jóvenes para la
empleomanía, para la demagogia estriba, sí, en formar hombres para el trabajo
independiente, basado en los principios del saber, hombres educados, aunque no
sean tan sabios, hombres en fin, capaces de producir, de conocer sus deberes y
practicar sus derechos como ciudadanos de un país libre”.153
Al final de su carrera rescata éste como un tema central en su prédica al Consejo y observa que
“siempre [sostuvo] que la uniformidad de los programas en la Capital y los Territorios, establecida
por la ley de educación de 1884, no respondía al concepto práctico y adelantado de la
enseñanza”.154 Es decir que en su visión la uniformidad atentaba contra el ánimo universalista del
proyecto educativo.
Con respecto a los indígenas, Díaz cree posible su “incorporación a la civilización” aunque
haciendo uso de estrategias particulares tendientes a su aculturación. 155 Al identificar al
152
Díaz Raúl (1910), La educación en los Territorios y Colonias Federales, p.40.
Díaz Raúl (1892), “Informe del Inspector de Territorios Nacionales Don Raúl B Díaz”, Monitor de la Educación, p.
326.
154
Díaz Raúl (1910), La educación en los Territorios, p.40
155
La visión de Díaz está habitada por lo que la bibliografía ha identificado como la “lógica esquizofrénica de la
incorporación de los pueblos originarios a la matriz estado-nación-territorio” “del ser y no ser”, del modelo de
ciudadano que a la vez es otro. Delrío Walter Mario (2010), Memorias de expropiación. Sometimiento e incorporación
indígena en la Patagonia. 1872-1943, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, p. 21.
153
112
nomadismo como un problema, aconseja el encierro de los pueblos originarios en reducciones o
misiones “bajo un sistema administrativo de inmediata atención por parte del Gobierno Federal”.
Como advierte Delrío, la localización en lugares físicos separados supone “un adentro y un afuera
para sostener y hacer visibles las jerarquías establecidas por una teoría de lo social”.156 Consumado
el encierro, su proyecto es la instalación de una escuela en la reserva con el objetivo de hacer al
indígena funcional a las demandas del capitalismo agrario, es decir volverlo un ser útil. Díaz
propone como un modelo las instituciones educativas para indígenas norteamericanas porque allí
“el niño [aprende] en la escuela, lo más pronto posible, cómo vivir una vida industriosa y moral,
cómo sostenerse a sí mismo y a los suyos”.157
Preocupaciones y soluciones permanecen constantes en los peregrinajes de este
funcionario.158 Son pocas las inflexiones que podemos observar en su pensamiento. En 1910 Díaz
escribe una extensa obra titulada La Educación en los Territorios y Colonias Federales. Veinte
años de Inspector, la cual puede ser leída como un balance de su gestión. Aunque celebra el
presupuesto aprobado por Ramos Mejía para la edificación de 55 escuelas advierte que todavía hay
en los Territorios “276 escuelas pésimamente instaladas”.159 Con respecto a la población la obra
no trae novedades. En los informes en cambio, con el correr del tiempo y con la acumulación de
leguas en su foja de servicios, podemos observar un giro sobre este tópico. En sus viajes iniciales,
salvo contadas excepciones, Díaz es sumamente pesimista sobre los residentes de las
gobernaciones, lo que refleja en su posición frente a los Consejos Escolares. Estos últimos
consistían en cuerpos administrativos formados mayoritariamente por vecinos, los cuales tenían
como función fiscalizar cotidianamente la educación en los Territorios. De acuerdo al inspector de
territorios la “mayoría de los Consejos Escolares, lejos de ayudar a mejorar la escuela la estorban
156
Para la administraciones de los territorios nacionales, los indígenas constituían un problema. Si bien no existió una
legislación ad-hoc para los pueblos originarios, las distintas leyes que regularon el régimen de distribución y propiedad
de la tierra compartían la idea de encerrar a los indígenas en misiones aunque en la práctica se ensayaron soluciones
diversas. Sobre este tema véase Delrío, Memorias de expropiación.
157
El libro que Díaz publica a la vuelta de su viaje a Estados Unidos tiene una sección titulada “El problema de las
razas”. Allí analiza las estrategias utilizadas en el país del norte para tratar con la que denomina la “raza ciega”.En el
esquema de reservas que rige en Estados Unidos –que Díaz celebra- hay distintos tipos de escuelas cuyo planes de
estudios incluyen una porción importante de asignaturas sobre industria y agricultura. Díaz rescata el carácter práctico
de la enseñanza impartida, mientras critica el énfasis en la instrucción teórica de las escuelas para indígenas argentinas
“sin chacra, ni hogar”.
158
Además de los proyectos que tienen que ver estrictamente con lo educativo, en sus libros Díaz agrega una serie de
propuestas claramente decimonónicas y de largo alcance. Por ejemplo, traer inmigrantes europeos, distribuir la tierra
entre los colonos y habitantes para hacer de la propiedad un agente moralizador. Crear mejores caminos y extender el
trazado de ferrocarriles.
159
Díaz Raúl (1910), Veinte años, p. 51.
113
con sus querellas, con sus pretensiones, o la estacionan con su inacción, hija de los quehaceres
rurales de sus miembros o de la incapacidad de los mismos”.160 Claramente la solución a esta
situación era para el funcionario viajero una mayor injerencia de la inspección. Refiriéndose a los
establecimientos de la Patagonia, Díaz alega que “una inspección constante y buena… ha de ser la
única palanca que dé impulso favorable a esas escuelas”. En suma, donde la población es
“ignorante y apática”, como la describió en 1890, se necesitan más inspectores y más inspección. A
su juicio la falta de agentes provoca que la inspección sea “tardía e intermitente” y por lo tanto no
suministra “los estímulos ni las direcciones profesionales que requiere el adelanto de la
educación”.161 El atraso social justificaba la mayor intervención del estado central, que en el caso
estudiado se corporizaba en la presencia del inspector. Avanzado los años veremos un Díaz
convencido que aún sin ser los ciudadanos ideales, sólo con el concurso de los actores locales la
educación podrá avanzar en esos parajes.
La creencia que la enseñanza en la periferia requiere del apoyo de la sociedad se hizo fuerte
en Díaz luego del viaje de estudios que realizara a los Estados Unidos. En 1908, emulando el gesto
de quien reconoce como un modelo, Sarmiento, y auspiciado por el CNE, el inspector realizó un
viaje de 8 meses por Estados Unidos con el fin de “estudiar las escuelas de campo de ese país”.162
Aunque la desconfianza frente a la población sigue intacta, el sistema educativo del país del norte,
caracterizado en las palabras de Díaz por su “flexibilidad y democracia”, produce un cambio en su
percepción de qué necesita la educación en los Territorios. “La influencia local, estimulada por la
iniciativa y ayuda central” es, según Díaz, “la célula que produce y caracteriza el organismo escolar
tan admirado”.163 El sistema educativo argentino se estructura en forma inversa:
“En la Argentina, la educación va desde el gobierno que asume su absoluto control, al pueblo
que es pasivo e irresponsable, justamente lo contrario del pueblo americano. Está a cargo de
un Consejo Central en la Capital Federal y en cada capital de provincia, nombrado por los
gobiernos, con amplia jurisdicción sobre ciudades y campañas, secundados por Consejos de
160
Díaz Raúl (1890), “Informe del Inspector de Territorios Señor Raúl B. Díaz”, El Monitor de la Educación, p. 815.
Díaz Raúl (1894), “Informe de la Inspección de Territorios Nacionales, El Monitor de la Educación, p.862.
162
Díaz Raúl (1908), “Viaje a los Estados Unidos de América”, El Monitor de la Educación, p. 751. Raúl B. Díaz es
parte de una larga serie de viajeros que a partir de mediados del siglo XIX se trasladaron a Estados Unidos. Según
David Viñas en el último tercio del siglo XIX el viaje al país del norte se propagó hasta convertirse en una
“yanquimanía”. Viñas David (1998), De Sarmiento a Dios, Viajeros argentinos a USA, Buenos Aires: Editorial
Sudamericana, p.34.
163
Díaz Raúl (1908), “Viaje a los Estados Unidos”, p. 758
161
114
distrito sin facultades legales ni medios eficaces. No existe en los Estados Unidos, Consejo
Nacional de Educación ni Ministerio de Instrucción Pública como entre nosotros”.
164
Todo esto lo lleva a postular la necesidad de “poner las escuelas, aunque sea parcialmente, bajo la
responsabilidad y directo control del pueblo en la Argentina”.165 En este punto la postura de Díaz
recorre el camino opuesto al de Sarmiento. Enfrentado a la disyuntiva entre participación y
centralización, Sarmiento quien había sido un impulsor del concurso de la sociedad civil en la tarea
educativa, optará al final de sus días por “la creación de engranajes y cuerpos de funcionarios que
fortalezcan el control y la dirección centralizados”. Para esto, como señala Inés Dussel, Sarmiento
había “imaginado” a los inspectores. 166 El caso de Díaz muestra cómo aquel que había sido
pensado como el agente del estado centralizado por antonomasia termina proponiendo la
descentralización como solución a las dificultades que aquejan a la educación en las
gobernaciones.167 Esto no quiere decir que se pueda prescindir de la tarea del inspector. Por el
contrario, en la obra que el funcionario escribe como balance de sus veinte años de su gestión,
afirma tajantemente que “la Inspección de escuelas, en los Territorios Nacionales, tal cual está
organizada, es la energía más eficaz en la obra de la educación. Suprimirla, modificarla o detenerla
… sería un gran error”.168
El cambio en la postura de Díaz no se explica sólo como un efecto de su viaje a Estados
Unidos. No hay dudas que Norteamérica es para este funcionario un ideal, pero son los años de
aconsejar y demandar a las autoridades del Consejo Nacional de Educación sin obtener respuesta,
los que socavan su fe en el sistema que encarna y en el que tanta confianza depositaba en sus días
iniciales. Otra vez se puede ver en Díaz una deriva opuesta a la de Sarmiento en lo que concierne al
binomio participación o centralización. Si el sanjuanino se había inclinado por proponer una mayor
injerencia del estado, desilusionado ante sociedades que juzgaba indolentes al proyecto educativo,
Díaz optaba por aconsejar mayor participación de la sociedad civil decepcionado por la exigua
presencia del estado en las gobernaciones. Sus informes dan cuenta de que gran parte de sus
pedidos no son oídos. Periódicamente Díaz lamenta que no se aumentan los sueldos, ni se pagan los
pasajes de los maestros; no se construyen edificios escolares y no se mejora el presupuesto para su
164
Díaz Raúl (1908), “Viaje a los Estados Unidos”, p. 758. El subrayado es mío.
Díaz Raúl (1908),”Viaje a los Estados Unidos”, p.761.
166
Dussel (2012), “Poder Pedagógico”, p. 563.
167
Dussel, “Poder Pedagógico”, p. 563.
168
Díaz Raúl, La educación en los territorios, p.123
165
115
dependencia. Estos problemas obedecerían según el inspector a la postergación por parte de las
autoridades nacionales de los Territorios.
“En trinidad actual Capital, Provincias y Territorios Nacionales, éstos son los últimos en
todo. Pero en materia de educación común no caben últimos ni primeros: sólo hay iguales. Es
lo que se ve cuando el concepto de la Nación preside el pensamiento y la voluntad es dirigida
por la bondad y la justicia”.169
El retardo supone desigualdades que podrían compensarse con la participación de los actores
locales y con la descentralización del sistema. Díaz convoca concretamente a crear “una
superintendencia u otro organismo lo más simple posible que pueda concentrar sus esfuerzos en la
cultura de esas regiones exclusivamente”.170 En el último de los informes que Díaz escribe para el
Consejo Nacional antes de jubilarse, discurre largamente sobre la falta de respuesta por parte de las
autoridades nacionales y a modo de balance señala que “de nada sirve [lo hecho por la inspección]
si toda esa serie de trabajos, iniciativas e indicaciones no reciben su sanción respectiva”.171
La voz del inspector
Como podemos inferir de lo discutido hasta ahora, los informes despliegan las estrategias a las que
este funcionario apeló para intervenir en la definición de la política educativa en los Territorios. En
sus alocuciones Díaz deja ver quiénes son sus interlocutores: las autoridades del CNE primero y del
Congreso Nacional en segunda instancia. A esto les habla de una realidad que desconocen y que
también –de esto se quejará- excluyen. El contacto directo con un contexto que los políticos
sentados en los escritores ignoran es la carta que utiliza para proyectarse como mucho más que un
enviado estatal. De cara a los docentes, en el nivel micro de las escuelas, los inspectores eran los
depositarios de un saber docto que la literatura engloba bajo el rótulo de “saber pedagógico”. Los
inspectores debían ser según la ley 1420 maestros o profesores normales. Eran enviados a los
establecimientos escolares porque contaban con esa credencial y se suponía que ella garantizaba un
169
Otra crítica al afán centralizador lo constituye la impugnación que Díaz hace a la participación de los gobernadores
en los Consejos Escolares. El inspector desaconseja su intervención porque ante su presencia y autoridad “desaparece
el padre de familia que piensa y obra con libertad”. Díaz Raúl (1908), “Viaje a los Estados Unidos de América” , El
Monitor de la Educación, 1908, p. 751-953.
170
Díaz Raúl, “Viaje a los Estados Unidos”, p. 949
171
En este último informe también vuelve a subrayar la necesidad de descentralizar el sistema, sobre todo en lo que
concierne a la asignación de presupuesto.
116
saber específico y por lo tanto podían fiscalizar la educación que se impartía.172 Recordemos que
en ese contexto muchos de los maestros no eran titulados por lo que los inspectores constituían
como señala Martín Legarralde “la última línea de fidelidad garantizada para la implementación de
las políticas de Estado”.173 Cuando Díaz se dirige al CNE a través de sus informes no lo hace
invocando ese saber pedagógico, ni siquiera apela a sus credenciales como normalista. Son los
sacrificios que soporta en sus peregrinajes –que ex profeso Díaz subraya en cada informe- los que
legitiman su derecho a intervenir en la política educativa para los Territorios.
El inspector presenta sus reportes como insumos para definir la política educativa y sus
viajes como “recursos de conocimiento y aprehensión”.174 En sus comunicaciones con el CNE
Díaz asume funciones y posiciones diversas. Por un lado le dice al estado aquello qué son los
Territorios. Hay entonces un Díaz cronista para el estado, que construye imágenes y
representaciones de una geografía y una población apenas conocida, que elabora estadísticas,
señala problemas y potencialidades que no sólo atañen a lo educativo. 175 Los cuadros sobre
personal, número de escuelas y condiciones de los edificios que asiduamente adjunta a sus reportes,
señalan lo realizado y lo pendiente. Buscan, al igual que otras estadísticas recopiladas para el
estado, como las referidas a la salud, autorizar e impulsar la intervención estatal.176 Pero esta
tarea, propia de un funcionario, imbuidas en lógicas específicas de la discursividad estatal (me
refiero aquí a la preocupación por cuantificar y mensurar), está habitada por un gesto que tensiona
a ese estado que encarna. El inspector empuña su pluma una y otra vez para señalar las
172
La legitimidad de los inspectores no se sostenía sólo en su poder punitivo sino también en la posesión de un saber
exclusivo que era la Pedagogía. Tal como quedaba preescrito en la letra de la ley 1420 su misión no era sólo controlar
sino también funcionar como un modelo de buenas prácticas de enseñanza.
173
Legarralde Martín Roberto (2008), La formación de la burocracia educativa en la Argentina: los inspectores
nacionales y el proceso de escolarización, 18171-1910, Tesis de Maestría, Flacso. Sede Académica Argentina, p. 80.
Teobaldo sostiene que en los primeros años de la formación de la inspección el rol pedagógico de los inspectores se
impuso sobre el fiscalizador. Teobaldo, ¡Buenos días!, p. 107.
174
Di Liscia usa esta expresión en Di Liscia, “Instituciones “portátiles”, p. 379.
175
La representación y el pensamiento que articuló la elite argentina sobre los territorios nacionales los identificó
como regiones lejanas, diversas y deshabitadas lo que no descartaba la posibilidad del progreso. Es decir que esa
geografía se proyectaba para la elite como un espacio repleto de posibilidades. Lo mismo motivó que proliferan en esos
años intervenciones que “representaran” a estos espacios. Véase Moroni Marisa (2012), “Escenografía para el
progreso. Representación y discurso hegemónico sobre los territorios nacionales en las publicaciones especializadas de
las primeras décadas del siglo XX”, en Laguarda y Fiorucci (2012), Intelectuales, Cultura y Política en Espacios
Regionales, pp. 39-54.
176
Un caso elocuente en este sentido es el de la medicina. La vigilancia estadística provenía en este terreno de la
percepción que la salud colectiva se encontraba en peligro permanente de contagio. Como resume Claudia Daniel la
herramienta cuantitativa “actuaba resforzando la legitimidad de la agenda de intervención propuesta por el
higienismo”. Daniel Claudia (2012), “Contar para curar: estadísticas y comunidad médica en Argentina. 1880-1940,
História, Ciencias Saúde Manghuinhos, Vol. 19, N 1, pp. 89-114. Rio de Janeiro, Fundacao Oswaldo Cruz.
117
limitaciones del proyecto modernizador. En un país que está cambiando a pasos acelerados Díaz
hace hincapié en los capítulos pendientes del proceso modernizador. En esa operación la voz de
Díaz se proyecta como la de un actor exterior al estado. Es decir que con el cronista recolector de
estadísticas convive un Díaz censor de la burocracia que representa. Radica aquí un rasgo
idiosincrásico. Si bien la retórica de la queja y el énfasis puesto en las limitaciones del proyecto
sirven al propósito de hacer oír sus demandas, el gesto no fue emulado por otros inspectores, como
puede ser el caso de Horacio Ratier quien también tuvo una actuación en muchos sentidos
sobresaliente. Es decir que las impugnaciones no son parte de la retórica del informe de inspección
como podría pensarse , sino que debemos adjudicarlos al estilo de Díaz.177 El ánimo combativo lo
llevó a tener recurrentes conflictos con las autoridades del CNE. El trabajo que Díaz publica en
1909 como balance de su gestión de veinte años da cuenta de las reacciones adversas que generaba
su retórica. Según Díaz el CNE lo instó por escrito a callar determinados reclamos para que “no
dieran lugar a presumir que la superioridad no hace lugar a las mejores que proponen los señores
inspectores estando en sus facultades realizarlas”.178 Otro dato que el mismo asocia al desagrado
que generaba su retórica encrespada, es que hasta 1895 El Monitor de la Educación, la revista del
Consejo Nacional de Educación que se distribuía en forma gratuita en todas las escuelas, publicaba
los informes. A partir de ese año la transcripción de los informes comenzó a ralearse y su
publicación fue muy esporádica. Según Díaz se intentaba ocultar de esta forma “las llagas de la
educación y la solución retardada de los problemas”.179
Las críticas de Díaz se pueden relacionar con la presencia a fines del XIX y principios del
siglo XX de discursos críticos sobre la forma en que los Territorios habían sido integrados a la
nación. Entre las voces que con argumentos diversos se refirieron al tema podemos mencionar la
del escritor Roberto Payró y la de intelectuales como Estanislao Zeballos y Joaquín V. González.
Éstos alertaron sobre la escasa presencia estatal y el exiguo progreso alcanzado en esos parajes.180
Sus discursos se insertaban en un escenario donde el proceso modernizador en general engendraba
ansiedades, juicios y posiciones ambiguas y contradictorias entre los miembros de la elite letrada
argentina.181 La peculiaridad del caso de Díaz es que impugna aquello de lo que es parte y ha
177
Sobre los informes de Ratier véase Teobaldo, ¡Buenos días, Sr. Inspector!, pp. 267-326.
Díaz, La educación en los territorios, p. 48 .
179
Díaz, La educación en los territorios, p.76.
180
Navarro Floria Pedro (2009), “La mirada del reformismo liberal sobre los Territorios del Sur argentino, 1898
-1916”, Quinto Sol, N 13, pp. 73-103. Santa Rosa, Universidad Nacional de La Pampa.
181
Véase Zimmermann, Los liberales reformistas y Terán, Vida intelectual.
178
118
contribuido a institucionalizar. Incluso Díaz se diferencia de otros funcionarios que desempeñan
roles análogos. Martín Legarralde estudia el caso de los inspectores nacionales que actuaban en las
provincias en el período 1871-1910. Estos últimos también eran sumamente pesimistas sobre el
avance de la educación común en el país pero culpaban del atraso a las administraciones
provinciales.182
El ademán crítico no puede soslayar el hecho de que Díaz fue un actor central en la
construcción del sistema de educación pública en las gobernaciones. Cuando comenzó su gestión
había según cifras oficiales 103.369 habitantes, 36 escuelas, 1533 alumnos y sólo 52 docentes.
Cuando se retiró las gobernaciones sumaban 329.568 habitantes, 344 escuelas, 870 docentes y
22.684 alumnos. En este crecimiento del sistema educativo mucho tenía que ver su labor. Es decir
que Díaz fue también un eficiente realizador de la voluntad estatal. Producto del estado en
formación fue también un productor de estatidad y un difusor del proyecto estatal. Además de
fundar escuelas primarias y poner en movimiento diversas iniciativas tendientes a mejorar la
educación como la apertura de bibliotecas escolares, Díaz fue el impulsor del normalismo en las
gobernaciones. Convencido de que los maestros no irían a los Territorios consiguió que el
Congreso aprobara en 1909 la creación de escuelas normales en los Territorios de Chaco, La
Pampa y Río Negro. Las apertura de esos establecimientos se vincula con toda una serie de
fundaciones que tuvieron lugar alrededor del Centenario y que pueden relacionarse directamente
con los motivos nacionalistas que como es conocido dominaron ese período. En el proyecto de las
escuelas normales de los Territorios es clara la impronta del pensamiento de Díaz. En sintonía con
la postura de que la educación en esa geografía debía ser diferente –con objetivos menos
grandilocuentes- las escuelas normales que ahí se crearon tenían un plan de estudios de sólo dos
años, mientras que el resto era de cuatro. El acortamiento de los estudios se explicaba también por
la urgencia por contar rápidamente con maestros con título. La participación de Díaz en la
construcción de todo este sistema revela que a la par del Díaz cronista y del censor había un Díaz
agente y propulsor de la voluntad del estado central. Otra contribución importante de Díaz al
proyecto estatal fue la organización del sistema de inspección que en forma más amplia funcionó
hasta mitad del siglo XX.
182
En su trabajo Legarralde identifica las preocupaciones que recorren los informes de estos inspectores. Éstas pocas
se diferencian de las que pueblan los reportes de Diaz. La diferencia mayor consistiría en la mirada sobre las
administraciones provinciales que estos funcionarios aportan.
119
A modo de conclusión
Las disposiciones contenidas en la ley 1420 que crearon la figura del inspector se asentaban en una
serie de antecedentes previos entre los que se pueden mencionar los señalamientos de Sarmiento
sobre esta figura, especialmente en su obra La Educación Popular, la Ley de Educación de la
Provincia de Buenos Aires de 1875 y la primera circular a los Inspectores de Escuelas de la
provincia de Buenos de 1884 que luego se plasmaría en el Reglamento de la Inspección. Todo este
corpus dejaba claro que los inspectores habían sido pensados como el brazo del estado pero con
escaso poder de autonomía.183 En la letra habían sido delineados como figuras subordinadas a la
voluntad política, sin atribuciones para definir la política educativa. La asignación de tareas traía
implícita una división entre un saber técnico vinculado a la cultura normalista y aquello que
pertenecía al terreno de las decisiones políticas. La insistencia de Díaz en sugerir soluciones al
problema de la educación nos dice claramente que no se proyecta como un mero ejecutante de
políticas trazadas por otros. No obstante Díaz no es un ideólogo. En sus intervenciones reclama
intervenir en el diseño de la educación en los Territorios pero no cuestiona los fundamentos del
sistema, ni propone alternativos.
¿Es Díaz un intelectual, un experto o simplemente un agente estatal con voz propia? ¿Tiene
sentido hacerse esta pregunta? Los múltiples roles que asume hacen difícil encasillarlo en un tipo
de figura definido. Es claro que Díaz participa de los objetivos y consensos sobre los que se asienta
el proyecto de la educación común. Orienta su acción a colaborar en el proyecto de homogeneizar a
la población y a la manera de Sarmiento coloca la educación en una serie de oposiciones binarias
que
se
encadenan:
civilización/barbarie,
cultura
letrada/ignorancia,
campo/ciudad
y
escuela/rancho. El dispositivo “escuela” es para este funcionario la única alternativa de educación,
es entonces el estado el que terminará con el lado negativo de esas oposiciones. Al igual que los
intelectuales públicos de su época, Díaz expresa en voz alta sus dudas y ansiedades sobre el alcance
del proceso modernizador y comparte la voluntad reformista producto de esas preocupaciones. Es
decir que el inspector está a tono con los debates intelectuales de su tiempo. No obstante el título de
intelectual público le queda un tanto holgado a Díaz. Sus intervenciones, incluso las que se
encuentran elaboradas en formato libro, son demasiado acotadas: se dirige a un público restringido
183
Teobaldo sugiere que en sus interacciones con la sociedad civil los inspectores también desempeñaron funciones
que sobrepasaban aquellas asignadas por el estado, actuando con libertad e independencia. Por ejemplo éstos oficiaron
de intermediarios ante las autoridades nacionales.
120
y el campo donde reclama intervenir es en el del diseño de la política educativa de los Territorios,
aún cuando intenta colocar el tema que lo desvela (la educación rural) en el debate público.184
Tampoco hace gala de un saber docto que pretende institucionalizar y en el que base sus
diagnósticos, a la manera de quienes por ese entonces se perfilaban como los precursores de las
ciencias sociales en la Argentina.185
El libro que Díaz escribe a su vuelta de Estados Unidos revela ciertos aspectos de la figura
pública que pretende configurar.186 El de Díaz es –siguiendo la tipología de David Viñas- el viaje
utilitario.187 El inspector fue al país del norte con un objetivo- conocer y estudiar la educación
rural- y de allí no se apartó. La suya fue una travesía signada por preocupaciones empíricas. El
folleto que publica a su regreso y que El Monitor reproduce trasunta este aspecto con elocuencia.
Está escrito en un tono serio e informativo que evita cualquier digresión. Procura, como el mismo
expresa, “apartarse de las consideraciones vagas y aproximarse a hechos definidos”.188 Cada ítem
que trata –entre los que podemos mencionar la organización del sistema educativo en Estados
Unidos; “la escuela para los niños retardados”, la escuela del campo, las escuelas normales, la
educación de los indígenas- es descripto minuciosamente. Todo lo que está en esa enumeración
sirve para marcar la distancia que separa el modelo (la educación rural en Estados Unidos) de la
enseñanza en las gobernaciones de la Argentina. Como el mismo Díaz lo aclara el objetivo que lo
anima es que sus impresiones tracen un proyecto. Es decir que el inspector opera como el
importador de un modelo, aunque acepta que éste debe adaptarse, pero en su recuento prolijo y
184
Una figura que se puede contrastar a la de Díaz –para observar la distancia que los separa- es la del médico y jurista
Bialet Massé. Como es conocido este médico catalán fue comisionado en 1904 para la redacción de un informe sobre
las condiciones de trabajo de la población obrera. Al igual que Díaz, Bialet Massé fue un severo crítico del proceso
modernizador. Sus intervenciones se legitimaron (al menos en parte) en el conocimiento de las condiciones de vida de
poblaciones marginales adquirido en viajes penosos. No obstante muchas son las diferencias entre estas dos figuras.
Bialet Massé no fue un funcionario estatal a la maneta de Díaz. Su relación con el estado fue esporádica y no se
posicionó como su representante. Por esto mismo, su retórica fue más “radical” y con objetivos más amplios que la del
inspector. En sus descripciones Bialet Massé esbozó un diagnóstico sobre los orígenes de los males del país basado a la
vez que propuso toda una visión alternativa de la modernización del mundo del trabajo. Apeló al lenguaje de la ciencia
en forma mucho más sistemática que Díaz. Por otro lado, como ha señalado la crítica, si bien sus intervenciones no se
tradujeron en políticas, sus escritos tuvieron una difusión importante que pretendía superar el espacio burocrático
estatal mientras alternaba su actuación profesional en el ámbito privado, gremial y estatal. Sobre Bialet Massé veáse el
dossier publicado en Entrepasados (2004), N26, pp. 7-82. Buenos Aires.
185
Altamirano Carlos (2004), “Entre el naturalismo y la psicología: el comienzo de la “ciencia social” en la
Argentina”, en Neiburg Federico, Plotkin Mariano (2004), Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento
social en la Argentina, Paidós, Buenos Aires, pp.31-65.
186
Torre Claudia (2012), “Sarmiento en Viaje”, en Amante Adriana, Historia Crítica de la Literatura Argentina
Sarmiento, pp. 451- 473.
187
Viñas David (2005), Literatura argentina y política. 1. De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista, Buenos
Aires: Santiago Arcos Editor, pp. 11- 67.
188
Díaz Raúl, “Viaje a los Estados Unidos”, p.751.
121
sistemático no nos dice qué piensa de la sociedad norteamericana en general, ni tampoco nada de la
intimidad o incluso de la materialidad de su recorrido por el país del norte. Es evidente que en este
ademán se legitima frente a quienes han pagado su viaje al mismo tiempo que pretende
interpelarlos. No obstante, su escrito se aparta del relato de la experiencia individual que signa las
memorias de viajes de los personajes públicos, como por ejemplo las de Sarmiento donde la
memoria de viaje se “conforma como la historia de un conjunto de episodios personales de un
hombre público”.189 Su texto sobre Estados Unidos se agota en un estudio sobre la educación
donde se omite cualquier desplazamiento que no tenga relación con esa materia.
Tampoco Díaz es un pedagogo, ni pretendió serlo incluso cuando en sus informes hubiera
acotaciones sobre cómo debía orientarse la enseñanza en el escenario rural. Como se dijo antes no
apeló ni al saber científico, ni al saber pedagógico para legitimar sus intervenciones antes el CNE.
Si lo contraponemos a una figura del normalismo de la época como Víctor Mercante podemos
observar que aún entre los normalistas destacados el espacio de actuación de Díaz es limitado.190
Mercante, quien como el inspector de Territorios era un profesor normal, actuó en distintas
instancias del sistema educativo. Fue director de escuelas normales e inspector, impulsó la creación
de la primera Facultad de Ciencias de la Educación y fue su primer decano, escribió libros de texto
y libros de teoría pedagógica. Fue además autor intelectual de un proyecto de reforma educativa
que le había encomendado el Ministerio de Educación cuyo objetivo era la reorganización del
sistema educativo. El ámbito de actuación de Díaz fue siempre el mismo, la inspección, lo que nos
inclina a pensarlo como un agente estatal, como un intelectual de estado que ejerció una tarea
quijotesca plagada de sacrificios y obstáculos. En esta deriva cuestionó los límites de aquello que le
habían encomendado pero sin renegar ni discutir los principios que animaban su tarea y sin circular
más allá de los ámbitos asociados estrictamente a su función.
189
Torre, “Sarmiento”, p.453
Sobre Mercante véase Lionetti Lucía (2006) “Víctor Mercante: agente político e intelectual del campo educativo
argentino de principios del siglo XX”, Revista Prohistoria, año X, Número10, pp. 93-112. Rosario, Prohistoria. Dussel
Inés (1993), “Víctor Mercante (1870-1934), Perspectivas, Vol. XXIII, N 3-4, pp.808-821. París, Unesco.
190
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Estanislao Zeballos: sensibilidad diletante, nacionalismo y Estado, 1906-1912
Martín O. Castro (CONICET/Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E.
Ravignani”/ UNTREF)
Introducción
Estanislao Zeballos constituye una de las figuras relevantes del antiguo orden conservador que
escapa a las rápidas caracterizaciones. Su extensa y lucrativa carrera profesional como abogado y
su participación en la república de las letras dificultan su definición como un miembro tradicional
de la elite política. Su trayectoria pública sería capaz de mostrar tanto las transferencias frecuentes
de lealtades entre las décadas de 1870 y 1890 como un consecuente antirroquismo en el cambio de
siglo, el cual le permitiría acceder a posiciones de influencia durante el gobierno de José Figueroa
Alcorta. Su intervención en la constitución de ligas nacionalistas y su activa participación en el
cenáculo del diario La Prensa advertían sobre la política exterior finalmente desarrollada como
canciller entre 1906 y 1908. Este trabajo se propone explorar tres momentos de la extensa carrera
pública de Zeballos: el alejamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores de Figueroa Alcorta en
1908; la campaña a favor de la adquisición de armamentos desarrollada en la segunda mitad de
1908 y los trabajos electorales emprendidos como candidato a diputado nacional por la ciudad de
Buenos Aires en 1912. A través del estudio de estos tres momentos de la última fase de la vida
pública de Zeballos se espera contribuir al estudio de las vinculaciones entre política y
nacionalismo, las tensiones en el interior del campo periodístico y las interconexiones entre saberes
profesionales, trayectorias políticas y la participación de los miembros de la elite política en el
aparato burocrático del Estado a comienzos del siglo XX.
Una breve referencia al debate historiográfico sobre la vida política entre el Ochenta y la
reforma electoral de 1912 y las modalidades advertidas en el ocaso del ordenamiento político
conservador puede servirnos de introducción a la cuestión de la participación de las figuras
públicas en los elencos dirigentes de comienzos del siglo XX. Frente a la visión antiguamente
dominante sobre el control que una clase terrateniente habría ejercido sobre el Estado y los resortes
de la política del período, la historiografía reciente ha cuestionado la hipótesis de una relación
constante de armonía entre sectores terratenientes y elite política (señalando las situaciones de
conflicto entre sectores de aquella y el Partido Autonomista Nacional (PAN)) y sugerido formas
126
más complejas de construcción del poder que se vinculaban a una variedad de factores, entre ellos
la participación en ámbitos de sociabilidad, la inserción en redes familiares, la incorporación a
cuerpos legislativos y burocráticos así como las relaciones provenientes de la esfera económica.191
Por otra parte, una serie de estudios recientes han avanzado en la comprensión de la dinámica
interna del orden conservador en los años previos a la reforma Sáenz Peña y han contribuido a la
revisión de interpretaciones tradicionales que postulaban el carácter inalterado del PAN en las
décadas previas al Centenario.192 Este trabajo espera avanzar hacia una mayor comprensión de la
dinámica interna del ordenamiento conservador a comienzos del siglo XX examinando –a través
del estudio de una parte de la actuación pública de Estanislao Zeballos– las vinculaciones
construidas entre la definición de saberes profesionales (y su relación con la política), la
identificación de roles en los círculos dirigentes e intelectuales y la relación entre las tramas
facciosas y las formas colectivas de expresión política. En este último sentido, si bien este trabajo
puede considerarse parte de una producción reciente que atiende a la historia de las elites
argentinas, en su exploración de la campaña pro armamentos de 1908, también expresa interés en la
articulación entre los movimientos colectivos de opinión, la prensa y los elencos dirigentes a
comienzos del siglo XX en la Argentina.
Militancia antirroquista, nacionalismo y periodismo
La vida de Estanislao Zeballos ha concitado un renovado interés en años recientes a partir de
enfoques que se proponen, de alguna manera, desentrañar las diversas facetas de un personaje que
transitó por la política, los círculos intelectuales, la ciencia y las relaciones internacionales con
aparente versatilidad (Paredes, 2000; Castro, 2003; Fernández y Navarro, 2011). Nacido en
Rosario e hijo de un coronel de milicias provinciales, la formación intelectual temprana de
Zeballos y su participación en ámbitos de sociabilidad política respondieron en sus comienzos a su
inserción en las redes familiares y a las vinculaciones que podían ser construidas con los referentes
de las facciones provinciales. Cercano a Julio A. Roca, como se advierte en su apoyo a la solución
diseñada para la “cuestión indígena” y al Partido Nacional, Zeballos participó activamente del
191
Entre la creciente producción historiográfica señalamos algunas referencias: Hora (2005); Losada (2008); los
artículos del dossier sobre las elites argentinas entre 1850 y1910 coordinado por Gustavo Paz (2007).
192 Sobre balances diversos de la historiografía política del período véase: Botana (2012a); Míguez (2012); Alonso
(1998). Sobre el ordenamiento político conservador y sus transformaciones, véase: Botana (2012b); Alonso (2010);
Castro (2012).
127
espacio roquista durante la primera parte de la década de 1880 (Bonaudo, 2011). Sin embargo, la
intervención de Roca en la obstrucción de su candidatura a la gobernación de Santa Fe en 1886 (y
el apoyo a la suerte política de José Gálvez), conducirían hacia un paulatino alejamiento de las filas
roquistas del por entonces diputado nacional por Santa Fe (Melo, 1961: 1-2; Caillet-Bois, 1973:
1-2). No había sido ésta, la primera participación relevante de Zeballos en la política activa. Para
quien a comienzos del siglo XX, mantendría similar grado de encono hacia la máquina política
roquista y hacia la tradición mitrista, no deja de ser una paradoja que los primeros pasos de su
extensa trayectoria estuvieran vinculados a su rol como secretario de campaña del General Mitre en
el levantamiento de 1874, movimiento revolucionario del cual extraería – según uno de sus
biógrafos– una fuerte convicción en la importancia del mantenimiento del orden político y en el
papel de la educación, la prensa y la tribuna como herramientas transformadoras del sistema político (Rivarola, 1923: 20; Míguez, 2011: 67 y 106). Estos itinerarios políticos cambiantes también
incluirían participaciones como Ministro de Relaciones Exteriores en los gobiernos de Miguel
Juárez Celman y Carlos Pellegrini. Justamente, sería aquel paso por el gabinete juarista el que sería
recordado en 1906 al hacerse cargo de la política exterior del gobierno de José Figueroa Alcorta
(Etchepareborda, 1980: 20).
Capaz de generar una riqueza considerable a partir de explotaciones agropecuarias o a través
de sus intermediaciones como abogado, su participación en la política facciosa del orden
conservador y en el campo intelectual siempre mantendrían esos rasgos particulares de quien no se
encontraba sujeto a la suerte de su inserción en las redes de amigos políticos o a la necesidad de
cultivar los cenáculos literarios adecuados. Por otra parte, aquella carrera profesional lucrativa193 y
una activa participación en la “república de las letras” como publicista, pero también como experto
en política internacional y como impulsor de iniciativas editoriales (como sería el caso de la
Revista de Derecho, Historia y Letras –en adelante RDHL- fundada en 1898), le ayudarán a forjar
un perfil de notable capaz de alternar entre los ámbitos de sociabilidad de las elites sociales y los
vericuetos del poder de la república posible.
Su participación en la formación de ligas nacionalistas en el cambio de siglo y su radical
interpretación de la política exterior argentina durante el novecientos colocó a Zeballos en el centro
de frecuentes polémicas (sazonadas no pocas veces con disputas facciosas con el roquismo y las
193
Véase, por ejemplo, la correspondencia con Victorino de la Plaza. Estanislao Zeballos a Victorino de la Plaza,
04/7/1900, Archivo Estanislao Zeballos (Complejo Museográfico “Enrique Udaondo”, Luján), en adelante AEZ, Libro
copiador de correspondencia 186. Zeballos fue presidente de la Sociedad Rural entre 1888 y1894 (Lacoste, 2001).
128
expresiones del liberalismo mitrista) que le garantizaban una cierta popularidad entre sectores
urbanos porteños y una activa presencia en los debates periodísticos (Bertoni, 2001: 239). Como ya
ha sido analizado, su ingreso al gabinete ministerial de Figueroa Alcorta en noviembre de 1906 iba
a ser interpretado no solo en términos de sus claras definiciones antirroquistas sino también en
relación a las sólidas vinculaciones que el diplomático había sabido establecer con el diario La
Prensa desde la década de 1870 (Castro, 2012: 196 y ss). Su larga trayectoria en esta empresa
periodística y la influencia indudable de su pluma y de sus concepciones sobre la línea editorial del
diario –fundamentalmente en relación a una política exterior de tonos agresivos- llevará a que, a
comienzos del siglo XX, sean no pocos los que identifiquen en Zeballos al propietario de la hoja
periódica.194 Uno de los diarios de mayor prestigio y circulación junto a La Nación, el diario
fundado por José C. Paz en 1869 se define por un modelo de acción periodística que no se encuadra
fácilmente en el molde de la prensa política (o simplemente facciosa) pero que sí iba a demostrar
una crítica visceral hacia la influencia de la maquina roquista sobre el ordenamiento político
argentino.195 Identificado desde temprano como un “hombre de La Prensa”, la multiplicidad de
facetas que adquiriría la personalidad pública de Zeballos iba a impedir, sin embargo, interpretar
los momentos de relevancia alcanzados en su carrera política como directa consecuencia de su
gravitación en el ámbito periodístico. Con todo, cuando se presta atención a los intercambios
epistolares entre Zeballos y sus amigos personales y políticos en el cambio de siglo emerge con
tonos definidos por un lado su antirroquismo por momentos furibundo; por el otro, la rivalidad
entre los periodistas y políticos que participaban de los cenáculos intelectuales congregados en
torno a los diarios La Nación y La Prensa. Desde este último punto de vista, no aparece como tan
sorprendente que el diplomático describiera frecuentemente a los alineamientos en el interior del
gabinete de Figueroa Alcorta como dictados por las simpatías dirigidas hacia estas dos hojas
periódicas ni que pergeñara planes futuros tendientes a disminuir la influencia política de La
Nación entre las “clases intelectuales” y a transformar el “poder financiero” alcanzado por La
Prensa en “influencia política” que impactara sobre el proceso de toma de decisión a nivel
nacional.196
194
A. de Vedia a Julio A. Roca, 22/7/1908, Archivo General de la Nación Fondo Julio A. Roca (en adelante AGN
FJAR)
195
Sobre cómo interpretaba La Prensa su relación con la opinión pública, véase Navarro Viola (1897: 11-12). Sobre el
concepto de prensa política, Alonso (2003); Duncan (1980). Sobre el diario La Nación a comienzos del siglo XX puede
consultarse Zimmermann (1998).
196
E. Zeballos a José C. Paz, 24/4/1911, AEZ Legajo 63.
129
Desde que Figueroa Alcorta asumiera la presidencia a la muerte de Manuel Quintana en
marzo de 1906, parte de su respaldo político descansaría en la continuidad de una coalición política
antirroquista (la Coalición Popular) constituida originariamente por autonomistas pellegrinistas,
radicales bernardistas y republicanos. En el breve período que va desde las elecciones nacionales
de 1906 hasta el denominado “golpe de Estado” de 1908 (en el que Figueroa Alcorta clausuraría las
sesiones extraordinarias del Congreso) el gobierno central se encontrará jaqueado constantemente
por la fortaleza de los restos de la maquina política roquista en los gobiernos provinciales y la
obstrucción parlamentaria que bloquearía un buen número de iniciativas legislativas del
oficialismo (Castro, 2012: 174). Tensionado entre propios y extraños el gobierno de Figueroa
Alcorta explorará caminos diversos que producirán eventualmente una política más definida de
desmantelamiento del roquismo (en las situaciones provinciales y en el Congreso) y,
eventualmente, la imposición de la candidatura presidencial de Sáenz Peña. En este contexto,
Estanislao Zeballos gustaría de describirse en su correspondencia como un eficaz colaborador de
esta guerra de posiciones que tendría lugar caracterizada por la fluidez de los alineamientos
facciosos.
Su paso por el Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1906 y junio de 1908 se encontró
teñido de fuertes controversias y enfrentó la sistemática oposición de lo que Zeballos describió “la
vieja camarilla de la doctrina Drago”. La polémica pública en torno a las posibilidades de que la
Argentina se viera envuelta en una carrera armamentista con Brasil y (en menor medida en estos
años) con Chile acompañarían el paso del publicista rosarino por la cancillería, en donde afrontaría
las intrigas constantes de quienes eran sus adversarios ideológicos. En agosto de 1907 describía a
Roque Sáenz Peña un listado de enemigos en las sombras: “Yo he sido un ministro combatido
violentamente por los republicanos, por el grupo de ‘El Diario’, que tiene su cuartel en el Círculo
de Armas y por otras fuerzas…”.197 Si el enfrentamiento con El Diario y su dueño Manuel Láinez
se explicaba muy probablemente por antiguos enfrentamientos decimonónicos en los estrados de la
justicia 198 , las tensiones constantes con los herederos de la tradición del liberalismo mitrista
(fundamentalmente expresado en el Partido Republicano y el diario La Nación) se encarnaban
claramente en la persona del ex canciller Luis María Drago, autor de la doctrina que llevaría su
nombre y que había desarrollado una carrera periodística (espejo de la de Zeballos) en el diario de
197
E. Zeballos a Roque Sáenz Peña, 27/6/1907, Archivo General de la Nación Fondo Roque Sáenz Peña (en adelante
AGN FRSP) Legajo 2458
198
Expedientes judiciales, 1876-1878, AEZ Legajo 133.
130
los Mitre. “Hombre de la casa” en La Nación aquel había apoyado la ratificación de los Pactos de
Mayo en el Congreso (1902) y sería un crítico acerbo de la política exterior dirigida hacia Uruguay
y Brasil durante el ministerio de Zeballos (Conil Paz, 1980: 668). Por el contrario, desde las
páginas de la RDHL Zeballos había expresado en agosto de 1902 su rechazo a los acuerdos
limítrofes y de desarme con Chile que establecerían, en la interpretación del director de la revista,
las bases para una expansión chilena futura en la Patagonia y el Atlántico (Ferrari, s/f, 43). En esta
oposición estaría acompañado por Indalecio Gómez, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza y
otros que favorecían una política exterior más agresiva y que serían parte de lo que algunos
historiadores han denominado la “generación argentina del destino manifiesto”, que tendría en el
diario La Prensa a su ámbito de sociabilidad más definido (Etchepareborda, 1974). Estos
miembros de la elite política sostendrían la necesidad de mantener una modernización constante
del armamento argentino de acuerdo al engrandecimiento económico porque, al decir de Sáenz
Peña, “…a mayor riqueza tentadora no es prudente corresponda una menor capacidad ofensiva”.199
En la misma línea Zeballos, desde las páginas de la RDHL, había delineado en 1904 una visión
pragmática y descarnada de las relaciones internacionales que debía conducir a los hombres de
Estado a asumir posiciones realistas y alejadas de todo “idealismo ingenuo”.200 Este alarmismo
belicista y el temor de que tanto Chile como Brasil (al cual Zeballos interpretaba como
persiguiendo una política de hegemonía sobre el Río de la Plata) se armaran conspirando con la
posibilidad de involucrar a la Argentina en una guerra conformada por dos frentes replicaría el
contexto de las disputas internacionales y de la carrera armamentista previa a la Primera Guerra
Mundial (Paredes, 2011: 117).
Con Zeballos al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores desde 1906 la
implementación de una política exterior de tono belicoso y radical parecía forzar inexorablemente
a la Argentina hacia una carrera armamentista con el Brasil, que también respondía a una
concepción similar adoptada desde el Palacio de Itamaraty por el Barón de Rio Branco (Fausto,
2014: 147-148). Las diversas estrategias propuestas por el canciller argentino para equilibrar la
adquisición de armamentos navales por parte de Río de Janeiro (negociaciones secretas con Chile,
Bolivia y Paraguay; la cesión de los acorazados brasileños en construcción y una directa política de
rearme) encontrarán la oposición del Congreso y de una parte influyente de la prensa de Buenos
199
R. Sáenz Peña a Vicente Casares, 05/12/1908, Academia Nacional de la Historia Fondo Roque Sáenz Peña (en
adelante AFRSP) Legajo 141.
200
Estanislao Zeballos, “Los armamentos navales del Brasil”, RDHL Tomo XX, 1904, pp. 297-298.
131
Aires. Por otra parte, el rechazo de Zeballos a compartir la soberanía sobre el Río de la Plata con el
Uruguay conduciría a un acercamiento entre éste último país y la diplomacia brasileña con el
consecuente incremento de tensiones entre brasileños y argentinos. De acuerdo con Zeballos su
“plan político de diplomacia defensiva” trazado para aislar regionalmente a Brasil se había
encontrado con la propaganda concertada de La Nación dirigida por Emilio Mitre la que en junio
de 1908 haría público un acuerdo de gabinete que dejaba expuesto los planes extremos del
canciller: en su obsesión por no perder la supremacía naval sudamericana y asegurar el control del
Río de la Plata Zeballos propugnaba la movilización de cincuenta mil reservistas de la guardia
nacional, la escuadra y, de ser necesario, “…la ocupación de Río de Janeiro”.201 Zeballos, aislado
dentro del gabinete y ya sin el apoyo del presidente se alejará del gobierno nacional para lanzar
desde la prensa, la RDHL y la tribuna callejera una campaña para forzar al parlamento a sancionar
créditos para la compra de armamentos navales.
De ‘entusiasmos patrióticos’, armamentos y ‘oligarquías’
En esta sección se busca acercar algunas definiciones sobre las dimensiones de la figura del ex
canciller en una coyuntura particular de su trayectoria (abandono del ministerio y lanzamiento de la
campaña Pro Armamentos), reconstruir los juicios y opiniones sobre su participación en los
círculos políticos e intelectuales en esos años y su naciente ascendencia sobre sectores de la
opinión a partir de una posición nacionalista radical. ¿Diletante superficial, simple agitador o la
expresión más acabada de la defensa de los intereses nacionales? Estas interpretaciones
contrapuestas sobre su figura emergerán en no pocas ocasiones a lo largo de los años que siguen a
su salida del ministerio. Como ha sugerido Rogelio Paredes, es posible argumentar que su paso por
el ministerio entre 1906 y 1908 habría representado para Zeballos la oportunidad de concretar un
plan político que, combinando diplomacia y guerra sobre la base de los fundamentos de sus
conocimientos sobre el estado del arte de las relaciones internacionales y el derecho internacional,
condujera a fortalecer sus ambiciones políticas. Si este era el proyecto, indudablemente su política
exterior carente de toda cautela lo alejaría de los consensos inevitables necesarios para pergeñar
cualquier candidatura política relevante.
201
E. Zeballos a R. Sáenz Peña, 27/6/1908, AGN FRSP Legajo 2458
132
Sin embargo, es difícil sostener –como propone Paredes- que su alejamiento del ministerio
significara también un renunciamiento a una carrera política (Paredes, 2011: 119). Puede
conjeturarse, por el contrario, que este alejamiento del ministerio fuerza a Zeballos a explorar otros
caminos alternativos que lo conducirán, cuatro años más tarde, a la Cámara de Diputados de la
Nación. En este sentido, su persistencia en continuar promoviendo una política exterior
escasamente conciliadora con los vecinos sudamericanos lo alejará del poder presidencial y
eventualmente de los apoyos sobre los cuales girará la candidatura presidencial de Roque Sáenz
Peña pero colocará a Zeballos en una permanente exposición pública sostenida por sus
intervenciones en La Prensa y la RDHL y por su participación central en la campaña Pro
Armamentos de 1908. Los debates periodísticos sobre la cuestión de los armamentos cruzarán a
toda la prensa nacional, si bien encontrarán en La Nación y La Prensa a las expresiones más
acabadas de las ideas que identificaban a ambos bandos: en pro del incremento de armamentos la
última; favorable a un acercamiento conciliador con Brasil la primera. Si el diario de los Mitre
procuraría desestimar los rumores sobre los sueños hegemónicos brasileños, el diario de los Paz
intentaría demostrar la situación de inferioridad naval en la que se encontraba la Argentina que,
hipotéticamente, colocaba al país en dificultades para asegurar la soberanía nacional y el comercio
exterior.
Zeballos, por su parte, continuará denunciando la política armamentista de Río Branco y,
desde las páginas de la Revista, defenderá el rol de las fuerzas armadas en el sostenimiento de la
posición internacional argentina. A partir del regreso del diplomático a la dirección de la RDHL en
1908 (luego de un interinato a cargo de Carlos F. Melo) y, fundamentalmente, a partir de su salida
traumática de la cancillería, la Revista incrementaría la publicación de artículos dedicados a
estudiar los conflictos con los países vecinos y la carrera armamentista regional. Así, en el número
de junio de 1908, la RDHL se introducía plenamente en el debate que tenía lugar en la prensa
nacional sobre la cuestión del rearme y las relaciones con los países vecinos. Partidaria del
perfeccionamiento de los “armamentos de mar y tierra” en concordancia con el progreso de la
“capacidad económica del país” y el mantenimiento de las “fuerzas defensivas de la nación”, la
RDHL daba la bienvenida a las iniciativas de rearme del Poder Ejecutivo y criticaba mordazmente
a aquella prensa que daba a conocer secretos de Estado, actitud que la hacía pasible del “delito
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abominable de traición a la patria”.202 En esta línea, entre setiembre de 1908 y mayo de 1910,
Zeballos publicaría una serie de artículos en la Revista con la intención tanto de dejar expuesta la
política agresiva del Brasil como de argumentar la inutilidad de una política exterior argentina
desarrollada sobre la base de lo que describía como una “diplomacia desarmada” que, entendía,
dejaba librada la suerte exterior del país a la voluntad de los adversarios.
Entre los meses de setiembre y octubre de 1908, el ex ministro viajará a través del territorio
nacional participando de meetings en las ciudades de La Plata, Rosario, Córdoba y Tucumán (a los
que la Revista dedicará íntegramente el número de noviembre de ese año) con el objeto de
presionar sobre el Senado nacional para que aprobara el aumento en el presupuesto dedicado a la
compra de armamentos. Una serie de grupos de apoyo se repetirán a lo largo del periplo de
Zeballos por el interior del país. De manera poco sorpresiva, entre aquellos que simpatizaban con la
iniciativa del ex diplomático se encontraban miembros del ejército y la armada, si bien la campaña
de Zeballos iba a producir tensiones en el interior de las instituciones militares. Personal del
Arsenal de Guerra del Río de la Plata, del Estado Mayor y oficiales de marina de los acorazados
mantendrían una activa correspondencia con Zeballos con la intención de manifestar su adhesión a
su “brillante actuación en “defensa de la dignidad nacional” y formarían parte de la comitiva que
acompañaría al ex canciller en su gira.203 Por otra parte, entre los miembros del Centro Naval una
brecha significativa se abrirá entre aquellos que adherían a la postura más radical en relación a la
incorporación de armamentos y otros grupos que priorizaban una posición más conciliadora. La
división llegaría a tal extremo que Zeballos recibirá una esquela intimidadora firmada por “varios
socios” en la que era definido como un “enemigo de su patria”.204 En su carta de respuesta a la
invitación del presidente del Centro Naval, Zeballos procuraba interpretar a la reunión (pero podría
también afirmarse que a la naciente campaña) dentro de la necesaria formación intelectual que,
sostenía, debía perseguirse a fin de “poner la paz, el honor y la integridad de la soberanía
nacional…” al abrigo de amenazas futuras. En ese sentido, los marinos argentinos debían emular,
de acuerdo con Zeballos, el ejemplo de las marinas de las “naciones mejor organizadas” que
“….cumplen el supremo deber disciplinario de prepararse para defender la patria, escribiendo en
revistas
y
diarios…y
escuchan
conferencias
202
y
hasta
producen
libros
de
política
En oblicua referencia al diario La Nación. En cursiva en el original, “Analectas”, RDHL, Año X, Tomo XXX, junio
1908, p. 241.
203
Oficiales de marina del acorazado “Independencia” a E. Zeballos, 21/10/1908, AEZ Carpeta 78.
204
“Varios socios” a E. Zeballos, 1/9/1908; Comisión Directiva del Centro Naval a E. Zeballos, 05/9/1908, ambas en
AEZ Legajo 78; véase también “La defensa nacional y los marinos”, La Prensa (en adelante LP), 11/8/1908
134
internacional…entre los cuales debo citar las celebradas obras del capitán Mahan de la marina
americana…” Ha sido señalada en repetidas ocasiones la influencia que el pensamiento de éste
tendría sobre la política exterior alarmista de Zeballos y, sin dudas, esta referencia intelectual a
Alfred Thayer Mahan no era casual. Es significativo, sin embargo, que en esta coyuntura particular,
al ex canciller devenido en propagandista le pareciera también importante subrayar la faceta
pública de la trayectoria de Mahan y su influencia sobre “…el congreso, en el Ejecutivo y en la
prensa y en la opinión pública…”.205
Desde esta perspectiva no sorprende la importancia que Zeballos y los propagandistas que
favorecían la adquisición de armamentos asignaban al rol de la prensa nacional y provincial en los
debates sobre la política exterior argentina. Una de las características de las disputas periodísticas
sobre las necesidades de la “defensa nacional” sería no solamente la atención constante que
recibirían los debates parlamentarios entre setiembre y diciembre (con la intención manifiesta de
informar sobre los rumores que podían recuperarse de las sesiones secretas), sino también la
participación activa de la prensa periódica de Córdoba y Tucumán en la organización de los
eventos a favor de la sanción del proyecto de armamentos.206 En este sentido, lejos de comportarse
exclusivamente como prensa partidaria, estas hojas periodísticas se articulaban con sectores de la
sociedad civil (clubes y asociaciones de estudiantes) y manifestaban prácticas de intervención en la
esfera pública.207 Un año antes Zeballos ya había esbozado una lista de los periódicos porteños
organizada de acuerdo a sus posturas a favor o en contra de la compra de armamentos.208 De
manera escasamente sorpresiva La Prensa será el órgano que mejor sintonizaría con los objetivos
de Zeballos y quien se encargará de publicar los artículos y revelaciones (surgidos de la
correspondencia diplomática) que iba a producir el publicista rosarino. Es significativo, en este
sentido, que el número que dedica la RDHL a la campaña Pro Armamentos se abriera con una
205
Carta borrador de E. Zeballos a Angel S. Elias, presidente del Centro Naval, setiembre de 1908, AEZ Legajo 78.
Con su libro The Influence of Sea Power upon History (1890) en el que establecía la importancia del poder naval en la
lucha por el dominio global entre las naciones, Alfred Thayer Mahan se convirtió en una de las voces más influyentes
en el contexto de la paz armada (Clark, 2012: 147). Sobre el peso que el pensamiento de Mahan tendría sobre Zeballos
y sectores de la elite política argentina véase Etchepareborda (1974).
206
Véase la participación de La Libertad, Justicia y Los Principios en la ciudad de Córdoba, y de El Orden, dirigido por
Leon Rosenvald, en la ciudad de Tucumán. RDHL, Año XI, Tomo XXXI, p. 370 y ss.
207
Sobre las vinculaciones entre prensa y esfera pública existe una rica historiografía reciente, véase Sabato (1998);
Rojkind (2006); Cibotti (1995).
208
“Por los armamentos: La Prensa; La Argentina; El Diario de Comercio, El Pueblo, The Standard; The Buenos Aires
Herald, Deutsche La Plata Zeitung, El Nacional, La Razón Sarmiento, Tribuna, La Patria Degli Italiani. Todos los
diarios de la República contra los armamentos: La Nación; El País; El Diario, El Tiempo” Listado que se encuentra
entre la correspondencia de setiembre de 1907. AEZ Legajo 41
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editorial del diario bajo el sugerente título de “Resurgimiento cívico. El Alma argentina”. Desde
esta columna del diario de los Paz se iba a proponer una serie de asociaciones entre la campaña y la
situación política y social argentina que recuperaba las vinculaciones formuladas en las reuniones
que habían tenido lugar en teatros y clubes sociales del interior del país a lo largo de setiembre. Así,
desde esta perspectiva, la “fibra patriótica” de los pueblos de las provincias aparecía interpretada
como un tónico eficaz frente al impacto desfavorable del “cosmopolitismo” sobre la sociedad
argentina. A los ojos de La Prensa, aquellos alejados de los “comicios fraudulentos de las
oligarquías” se abrían, sin embargo, al “sentimiento patriótico” y las concentraciones populares
(con la presencia del “elemento conservador”) emparentaban el entusiasmo nacionalista con el
avance de la “civilización política”.209 De manera similar, también la redacción del Sarmiento
(periódico estrechamente vinculado a Zeballos y dirigido por Manuel María Oliver) manifestaría
sus esperanzas de que, como consecuencia de la propaganda armamentista, surgiera una
“asociación argentina con objetivos netamente nacionalistas” que propagara desde la tribuna sus
ideales patrióticos.210
La gira de Zeballos contó con el apoyo de sectores de los oficialismos provinciales y de las
elites locales que prepararían sus mejores galas y rituales para recibir al ex canciller, como se
advertía en la recepción en el Club Social en Córdoba o en el listado de figuras expectables
incluidas en el comité organizador de los actos en Tucumán.211 Los actos comenzaban con el
reparto de las invitaciones y afiches anunciando la realización de las conferencias y banquetes. En
el caso de Tucumán, por ejemplo, un intercambio de telegramas y cartas entre Zeballos y los
organizadores locales prologarían la realización de las actividades previstas que procuraban
demostrar, con su pompa y boato, la importancia del personaje agasajado. Como los anuncios de
propaganda advertían, los organizadores buscaban presionar por una resolución favorable del
Senado en relación al aumento de armamentos navales e influenciar sobre el pueblo en general,
aunque fundamentalmente sobre lo que definían como la “clase intelectual y estudiantes” a los que
se invitaba a concurrir a las fiestas de recibimiento del ex canciller.212
209
“Resurgimiento cívico”, LP, 30/9/1908, reproducido en RDHL, Año XI, Tomo XXXI. En la correspondencia entre
Ezequiel Paz y Estanislao Zeballos se observa el compromiso del diario por reflejar la “extraordinaria importancia” de
los meetings más allá de alguna queja ocasional del ex diplomático. Véase Ezequiel P. Paz a E. Zeballos, 01/10/1908,
AEZ Legajo 78.
210
Alfredo Lopez a E. Zeballos, 09/10/1908, AEZ Legajo 78.
211
Véase “La llegada del doctor Zeballos”, El Orden, 05/10/1908
212
Véase el afiche preparatorio en AEZ Carpeta 78, folios 245 y 246.
136
En cada una de las ciudades en que se había desarrollado la recorrida de Zeballos se podía
constatar la presencia de un grupo de actores similares involucrados en el programa de actividades:
una comisión pro armamentos, oficiales de las fuerzas armadas, el comercio local y activas
comisiones de damas formadas por mujeres de las elites sociales provinciales. Pero más allá de lo
que esta movilización pudiera sugerir sobre algún resurgimiento cívico (como le gustaba proponer
a La Prensa), tanto quienes acompañaban a la campaña Pro Armamentos de Zeballos como
quienes se oponían a ella subrayarían el rol destacado de la juventud universitaria y de los
estudiantes de los colegios nacionales en la movilización y organización de los eventos.213 El
mismo diario La Nación reconocía una “actitud plausible” en el entusiasmo manifestado por la
juventud de La Plata durante el mitin a favor de los armamentos, en el cual Zeballos había sido la
figura más destacada. Esperaba el diario mitrista, sin embargo, la intervención de aquellos
(legisladores y gobernantes) capaces de introducir la tranquilidad y la responsabilidad en la
cuestión de los armamentos a fin de evitar “las actitudes marciales, hablando heroicamente de
patria y de batallas y de enemigos”.214 La cuestión de la adquisición de los armamentos sin dudas
había logrado agitar también a la opinión pública porteña (imperturbable como había estado frente
a las elecciones complementarias de octubre de ese año) que había sido testigo (o partícipe) de
manifestaciones en uno u otro sentido. El Partido Socialista, agrupaciones anarquistas y obreras
marcharían rechazando la incorporación de armamentos. 215 Aquellas disputas que cruzaban al
parlamento o a la prensa también iban a encontrar su correlato tanto en las manifestaciones de
entusiasmo por la figura de Zeballos como también en el hondo rechazo que generaría entre
sectores de la opinión pública porteña. De acuerdo con el diario católico de la provincia de Córdoba
Los Principios, el entusiasmo provocado por la disertación del ex canciller –con sus promesas de
dar a conocer documentos secretos y su comentarios sobre la mala fe de la política exterior
brasileña- había llevado a la muchedumbre de la ciudad de Córdoba a desprender los caballos del
carruaje de Zeballos (preanunciando el conocido acto de la multitud durante la asunción
presidencial de Hipólito Yrigoyen años más tarde) (Horowitz, 2008) y a arrastrarlo “en medio de
vivas y aplausos” hasta el Club Social.216 Personaje que despertaba pasiones y generaba olas de
simpatía nacionalista, también daría lugar a reacciones profundas entre los que rechazaban sus
213
“La juventud y los armamentos”, El Día, 21/9/1908; “Imponente asamblea en La Plata”, LP, 20/9/1908.
“La juventud y los armamentos”, La Nación (en adelante LN), 20/9/1908
215
Sobre la masiva manifestación del Partido Socialista, el anarquismo y agrupaciones obreras contra la adquisición de
armamentos véase LN, 12/10/1908.
216
“La recepción al Doctor Zeballos”, Los Principios, 29/9/1908, citado en RDHL, Año XI, Tomo XXXI, p. 367.
214
137
planes belicistas. Así, en diciembre de 1908 Manuel M. Oliver, director del diario Sarmiento,
advertía al ex diplomático sobre la profusa distribución de tarjetas satíricas que rechazaban su
política belicosa y cuestionaban su honestidad en la función pública.217
A lo largo de la campaña, Zeballos propuso distintas maneras de legitimar su participación en
los eventos organizados en las diferentes ciudades. Cercana la fecha de su renuncia al Ministerio se
advierte una intención por asignarse un rol diferente de aquel definido por su condición de simple
publicista o propagandista. Frecuentemente será presentado ante la concurrencia como un experto
en derecho internacional (el “ilustre internacionalista”), portador de un conocimiento especializado
y avalado además por su trayectoria previa en el campo intelectual y en la vida política del país.218
Así, en el banquete ofrecido en la ciudad de Rosario, Benjamín Avalos (presidente del meeting
pro-armamentos) ensaya un largo listado que procura captar la condición del agasajado en tanto
que “estadista, […] tribuno, […] literato, […] jurisconsulto, […] maestro en la ciencia del derecho,
[…] publicista, en todo este inmenso campo de labor intelectual…” 219 Parece evidente que,
quienes llevaban adelante esta serie de conferencias y reuniones procuraban también presentar a la
campaña como a un “movimiento de opinión” o un “acto de civismo” en el cual se involucraban la
“intelectualidad”, el “movimiento universitario” y el “elemento conservador”. En ese sentido, el
aporte de una figura como Zeballos al que se atribuía la condición de “distinguido diplomático” y
“hombre público” en posesión de los conocimientos necesarios para estudiar los “grandes
problemas internacionales” contribuía a conceder a los mítines la condición de asambleas
capacitadas para el debate racional de los temas de la defensa nacional.220
Para el mismo Zeballos, será también importante señalar su vinculación (en un pasado no
distante) con el aparato del Estado y con el proceso de la toma de decisiones desde un sector de la
burocracia ligado estrechamente con la razón de ser de la campaña. Desde este punto de vista,
gustará describirse como un “hombre de Estado” y señalar, por el contrario, la escasez de hombres
capacitados que podían cumplir con este rol desde el aparato burocrático. En la intensa actividad
desarrollada durante la gira, Zeballos iba a recurrir a un modelo constante de discurso que repetirá,
con algunas modificaciones, a lo largo del camino. En la conferencia pronunciada en el Teatro
217
La cabeza dibujada de Zeballos aparecía en la tarjeta atravesada por una pica. Un texto acompañaba la ilustración:
“Por sádico sangriento, falsificador y coimero”. Firmado: El pueblo. AEZ Carpeta 78, Folio 258.
218
Sobre las diferencias entre los usos de los términos intelectual y experto véase la compilación de Federico Neiburg
y Mariano Plotkin (2004).
219
“Grandioso acto de civismo”, El Municipio, 29/9/1908.
220
“Su verdadero alcance”, Justicia, 28/9/1908.
138
Argentino de Córdoba el 28 de setiembre de 1908 propondría la existencia de tres puntos de vista
posibles al momento de abordar el estudio de las cuestiones internacionales: “…[el] punto de vista
del agitador popular,…[el] punto de vista del filosofo y…[el] punto de vista del hombre de
Estado”.221 Zeballos desestima a los dos primeros para presentarse ante la audiencia como la
expresión del punto de vista del hombre de Estado. Si los agitadores populares son instrumentos
que facilitan “el camino de las evoluciones sociales”, los filósofos persiguen “la transformación
fundamental de las sociedades” pero sin atender a las “situaciones reales” en su afán por descubrir
“leyes fijas”. En esta última categoría, el ex diplomático colocaba a Enrico Ferri, a una de cuyas
conferencias había asistido unos días antes. La Vanguardia había elegido entonces proveer una
descripción colorida de las reacciones de Zeballos frente a los comentarios de Ferri (crítico de la
paz armada) a partir de las cuales podía el diario socialista deducir los rasgos fundamentales de su
personalidad y de su concepción política: “Odia al proletariado. Ama la paz armada. Ha sido
colaborador de los gobiernos burgueses.”.222 Para Zeballos, por el contrario, serían justamente
aquellas argumentaciones pacifistas y contrarias al mantenimiento de los ejércitos las que
revelarían en Ferri a la figura del filósofo poco proclive a los hechos concretos. Zeballos, “hombre
de Estado”, llamaba desde la orilla opuesta a evitar la mirada del filósofo que en la búsqueda de las
“nociones exactas” olvidaba atender a los asuntos humanos y en esa desatención facilitaba la tarea
de los “adversarios” que podían “desgarrar o humill[ar] nuestra soberanía.” La elección de la figura
de “hombre de Estado” era, sin dudas, instrumental a Zeballos en su intento por colocarse por
encima de las luchas facciosas y le concedía la posibilidad de lanzar diatribas contra sus enemigos
políticos, más allá de una pretendida imparcialidad surgida de su carácter de hombre de ciencia, rol
también reivindicado como propio. De esta manera Zeballos apelaba tácitamente a sus credenciales
de “científico del territorio” (como denomina Paredes a su actuación entre los años 1872 y 1881),
partícipe de la fundación de la Sociedad Científica Argentina y autor de textos que habían
contribuido a consolidar su perfil de hombre público (Paredes, 2011: 106 y ss.; Podgorny y Lopes,
2008). Desde allí y desde la apelación del “método científico de investigación universitaria”
aplicada a las cuestiones internacionales, Zeballos sostenía la necesidad del rearme en vistas de lo
que interpretaba era una “tendencia persistente y secular” de los adversarios regionales. Desde este
lugar se permitía también rechazar las prácticas de los caudillos políticos que habían prevalecido en
221
“Conferencia pronunciada en Córdoba por el doctor Estanislao S. Zeballos en la noche del 28 de setiembre de
1908”, La Voz del Interior, 28/9/1908, reproducido en RDHL, Año XI, Tomo XXXI, p. 401.
222
La Vanguardia, 11/8/1908.
139
el pasado sobre los escasos hombres de Estado, cuyo métier (cuando no eran doblegados por los
primeros) se definía a partir de su calidad de observadores profundos de la realidad y de
conductores de una política internacional acertada.223
Con la sanción del aumento de los armamentos por parte del Congreso en diciembre de 1908,
interpretado por sus amigos personales y políticos como un triunfo de la campaña desarrollada por
Zeballos, se abriría paso entre algunos de sus simpatizantes la propuesta de una candidatura al
Congreso, de aquel que describían como el “Canciller de Hierro”, en obvia alusión a Bismarck.
Desde el comienzo de la gira había sobrevolado el rumor persistente de que Zeballos perseguía un
relanzamiento de su carrera política, quizás buscando conformar una coalición de intereses
enfrentados a la política presidencial.224 En una carta dirigida a Sáenz Peña en junio de 1908, luego
de su alejamiento del gabinete ministerial, Zeballos había especulado con la posibilidad de
constituir lo que aquel iba a denominar un “partido de los resentidos”, articulado en torno al capital
electoral de Benito Villanueva en la ciudad de Buenos Aires y a los restos de los autonomistas
pellegrinistas.225 El temor frente a un (ya por entonces) improbable resurgimiento de la maquina
política roquista contagiaba un marcado escepticismo a la visión que Zeballos tenía de la política
de reacción presidencial y lo llevaría meses más tarde a incitar a las abigarradas concurrencias de
sus conferencias a transformar a aquellos movimientos de opinión en reacciones cívicas que
pusieran un final a “treinta años de tripotajes electorales” y a restablecer la influencia de las
provincias “en la dirección de los negocios nacionales.” 226 Aquellos “triunfos oratorios” de
setiembre y octubre de 1908 reforzarían la imagen que Zeballos procuraba construir de sí mismo
como un hombre de Estado preocupado y capacitado en cuestiones de la “defensa nacional”. Seria
este potencial capital simbólico y político el que resurgirá nuevamente en la coyuntura electoral de
1912 y sobre el cual Zeballos esperaba poder construir su triunfo en los comicios.
La condición de un náufrago y la nave a la deriva
Zeballos había quedado marginado relativamente de los círculos de poder presidenciales luego de
su abrupta salida del ministerio en junio de 1908. Su extraña decisión de continuar amenazando a
223
“Conferencia pronunciada en Córdoba…”, cit, pp. 402-403.
José B. Montoto a E. Zeballos, 18/12/1908, AEZ Legajo 78.Sobre probables ambiciones presidenciales de Zeballos
véase “El Fénix argentino”, Ultima Hora, 28/9/1908.
225
E Zeballos a R. Sáenz Peña, junio de 1908, AEZ Legajo 63.
226
“Imponente asamblea en La Plata”, LP, 20/9/1908; La Voz del Interior, 03/10/1908.
224
140
propios y extraños con la publicación de documentación de carácter delicado sobre cuestiones de
política internacional o incluso interna reduciría considerablemente su influencia en los círculos
del ascendente movimiento a favor de la candidatura presidencial de Sáenz Peña y entre los amigos
políticos de Figueroa Alcorta.227 En este contexto, no sorprende que (de manera similar a la actitud
asumida en los años finales del siglo XIX) Zeballos buscara cultivar una imagen del hombre
público que no buscaba “ubicarse” sino resguardarse para aquellos momentos de “crisis
definitiva”: “Entonces se necesitará hombres preparados, honorables y enérgicos para la reacción
de verdad. Para entonces, amigo, quiero guardarme…”228 Esa nueva oportunidad llegaría con el
escenario electoral que se abría con la realización de las elecciones de abril de 1912 (las primeras
en el distrito luego de la sanción de la Ley 8871) y en el contexto de un presidente que se resistía a
convertirse en la cabeza de los oficialismos provinciales. En efecto, la resolución de Sáenz Peña de
colocarse por encima de las disputas partidarias y de evitar transformar a la Unión Nacional (la laxa
coalición de partidos provinciales y facciones que había sostenido su candidatura presidencial) en
el nuevo partido oficial exacerbaría el proceso de fragmentación de las fuerzas conservadoras y
concedería un mayor peso a los actores locales (Castro, 2012).
Desde comienzos de la segunda presidencia de Roca, Zeballos se había manifestado como un
crítico agudo de los límites de la política de conciliación entre partidos (la Política del Acuerdo
lanzada en 1891) que había conllevado la debilidad estructural de los partidos “orgánicos” y la
concreción de una “unanimidad aparente”.229 Esta crítica venia acompañada de una concepción
pesimista del peso que la influencia roquista había adquirido sobre la vida política argentina. Con
su salida del gabinete de Figueroa Alcorta su escepticismo sobre las posibilidades de dar forma a
un proceso sólido de “reacción cívica” crecería considerablemente. Recordemos que en sus
arengas a las asambleas universitarias de 1908 había celebrado también el éxito de aquel
movimiento porque podía constituirse en la antesala de una “rehabilitación de las fuerzas
conscientes de la opinión pública” que condujeran a la sanción de la “…verdad suprema: que solo
las inteligencias tienen el derecho de gobernar el país…”230 Esta mirada revelaba una concepción
elitista de cómo debía ser ejercido el poder político pero también un escepticismo hacia las notas
características del electorado, como insistiría años más tarde en una carta a José C. Paz. Estas
227
En su carta del 15 de octubre de 1908, José María Ramos Mejía aconsejaba a Sáenz Peña tratar a “nuestro amigo
Zeballos…con mucha discreción”, AFRSP Legajo 21; Manuel María Oliver a E. Zeballos, 31/1/1909, AEZ Legajo 284
228
E. Zeballos a Manuel María Oliver, 23/1/1909, AEZ Legajo 284.
229
E. Zeballos, “La Política del Acuerdo y la desorganización de los partidos argentinos”, RDHL, Tomo II, 1898.
230
“La Juventud y los armamentos”, El Día, 21/9/1908.
141
últimas eran consecuencia de “treinta y cinco años de educación roquista” que había actuado sobre
“masas” habituadas a no votar. No sorprende, entonces, que en su respuesta a la política
saenzpeñista de sufragio libre privilegiara ubicar en un primer lugar el impacto que la tradicional
apatía del electorado (“no existe país en el sentido político”) podía tener sobre un programa que
veía como fundamentalmente “ideal” y carente de un escenario favorable constituido por partidos
políticos organizados. De acuerdo con Zeballos, una reforma electoral como la de 1912 que se
basaba en nombramientos en los organismos de control realizados directamente por el presidente y
ante la inexistencia de una opinión pública preparada podía dar lugar a una potencial dictadura
presidencial o al resurgimiento de la continuidad del “régimen” por otras vías.
231
En abril de 1912 un Zeballos exultante pero consciente de la excepcionalidad de su situación
celebraba su éxito electoral en los comicios porteños. De manera quizás algo inesperada el ex
ministro había conseguido sacar partido de sus buenas relaciones con quien aparecía como la figura
más influyente del Partido Nacional en el distrito, Benito Villanueva, e incorporarse a la lista de la
Unión Nacional.232 El ex diplomático sólo había aparecido en el horizonte de posibles candidatos
unas escasas dos semanas antes del día de los comicios cuando en una reunión realizada en la casa
particular de Villanueva los presidentes de los comités de la Unión Nacional acordarían la lista a
ser votada por la convención del partido, en un contexto de profundas desavenencias internas. Las
tensiones internas y la controversia que la figura de Zeballos despertaba entre los amigos políticos
de Sáenz Peña se advertían en la renuncia de Federico Pinedo a la agrupación, en desacuerdo con la
designación del político rosarino como candidato. 233 Sólo dos políticos pertenecientes a los
partidos tradicionales (significativamente Luis M. Drago de la Unión Cívica y Estanislao Zeballos)
alcanzarían a ingresar al Congreso nacional en representación de la capital federal. Zeballos
claramente comprendía la magnitud del temblor político provocado por el desempeño electoral de
radicales y socialistas en el distrito: “Estoy en la condición de un náufrago que se salva cuando se
hunde la nave con todos los otros tripulantes”.234
Como señala Natalio Botana, en la Capital Federal los partidos del antiguo orden buscaron
adaptarse al nuevo escenario electoral delimitado por la nueva ley a partir del diseño de “listas de
231
Carta borrador de E. Zeballos a José C. Paz, 24/8/1911, AEZ Legajo 63.
En 1908 Zeballos había apoyado a Benito Villanueva en su intento por forzar la intervención federal en la provincia
de Mendoza. Véase Walter Townley to Edward Grey, 01/4/1908, Public Record Office. Foreign Office (en adelante
FO) 371/397.
233
“Unión Nacional”, LN, 27/3/1912.
234
E. Zeballos a Hilmar Von dem Busshe-Haddenhausen (ministro alemán en Buenos Aires), 20/4/1912, AEZ Legajo
182. El escrutinio provisorio puede consultarse en “El escrutinio de las elecciones nacionales”, LN, 19/4/1912.
232
142
apoyo” cuyo objetivo consistía en ampliar el sustento electoral de algunos de los candidatos por
fuera de las redes partidarias (Botana, 2012 b: 237). Este método (también utilizado por los
socialistas para la candidatura de Alfredo Palacios) advertía tanto sobre el todavía escaso peso de
las disciplinas partidarias como sobre la extensión solo incipiente de las identidades políticas de
carácter más permanentes. Zeballos se vería beneficiado directamente por la suma de los votantes
acercados por estas ligas electorales y asociaciones de muy variado origen e intereses (por ejemplo,
la Unión Israelita Argentina, grupos universitarios, comités independientes parroquiales, el
Colegio de Escribanos, la Unión Comunal, etc.) que coincidían en incorporar candidatos que
provenían de diversos rincones del mundo faccioso conservador o de los partidos “nuevos” en los
listados propuestos a la opinión pública porteña. Este método que iba a permitir sumar valiosos
contingentes de electores a las candidaturas, también se daría en consonancia con un aumento
exponencial de los candidatos, lo que La Nación denominaría “la germinación de las
candidaturas”.235
A diferencia de las campañas electorales de radicales y socialistas dominadas por la
realización de meetings masivos en las calles de Buenos Aires, los trabajos electorales de la Unión
Nacional se caracterizarán por la yuxtaposición de formas tradicionales y otras más novedosas de
proselitismo político. En este sentido, la campaña electoral de parte de las agrupaciones
conservadoras es considerablemente breve e incorpora la presencia de los habituales “fabricantes”
de sufragio (incluido un uso generoso del voto venal) como así también la participación de grupos
de universitarios y de comités independientes que procuran favorecer las candidaturas,
frecuentemente como parte de listas heterogéneas de candidatos. La correspondencia
intercambiada por Zeballos durante la campaña electoral de 1912 brinda abundantes ejemplos de
los vínculos cultivados entre aquel y los caudillos locales, movilizadores de clientelas electorales,
que combinaban una base territorial (la constitución de comités parroquiales) pero también étnica.
En este ultimo sentido, si como se ha señalado Zeballos (que había sido un conocido defensor de
los intereses de la comunidad italiana en la década de 1880) (Devoto, 2002: 30-31) giraría hacia
concepciones más críticas de la inmigración y más proclives a identificar el valor positivo de la
inmigración española (en contraposición a otras contingentes mas “exóticos”) (Man, 2011),
aquellos contactos con los sectores intermedios demostraría una clara postura pragmática hacia
235
“La germinación de candidaturas”, LN, 17/3/1912; “Banquete de los escribanos de la Capital al doctor E. S.
Zeballos”, RDHL, Año XIV, T. XLII, junio de 1912.
143
caudillos que prometían acercar el voto de la comunidad española pero también de la italiana,
“israelita” y otomana.236 A estos aportes se iban a sumar los apoyos provenientes de algunos
sectores católicos (el Círculo de Obreros de la Merced y cierta simpatía de prelados hacia su
candidatura) y de miembros de las fuerzas armadas que veían a la candidatura de Zeballos como
una continuidad de la campaña de 1908. En este sentido, Manuel Domecq García no iba a dudar en
asegurar al ex canciller que su voto “moral” (en tanto se encontraba imposibilitado de votar) sería
sin dudas para el publicista rosarino en tanto que “luchador infatigable por el bien de la Nación
Armada, plataforma única para que sea respetada”.237
Estos últimos apoyos a su candidatura y las referencias de una parte considerable de sus
amigos políticos hacia su figura como defensor de la tradición nacional y capaz de expresar la
defensa del alma de la nacionalidad ante la amenaza de los “viejos regímenes”, del
“comercialismo” e intereses extranjeros sugieren una vinculación considerable entre su concepción
de la política exterior argentina en la década previa y su popularidad entre sectores universitarios y
urbanos porteños.238 En todo caso, como bien explicaría uno de los enemigos tradicionales de
Zeballos, serían las listas mixtas de “ciudadanos conscientes” y los votos “independientes” los que
explicarían la elección tanto de Luis M. Drago como de Estanislao Zeballos (con visiones tan
opuestas en la década precedente), en medio del desconcierto introducido en las filas
conservadoras porteñas por el ejercicio del voto secreto.239
Hombre político, hombre de Estado, hombre de mundo
En Zeballos se advierte una figura relevante de la vida política del orden conservador que escapa,
sin embargo, a las rápidas caracterizaciones. Para aquellos entusiastas que en las calles de Córdoba
habían desprendido su carruaje para conducirlo hasta el Club Social, el ex diplomático
representaba la encarnación de la defensa de los intereses nacionales y el ejemplo más concreto del
especialista y experto en cuestiones internacionales. Paradójicamente diplomáticos europeos como
236
Cayetano Gangui a E. Zeballos, 23/3/1912; A. M. Nahon (Presidente Comité Israelita) a E. Zeballos, 26/4/1912; E.
Zeballos a Justo S. López Gomara (“Diario Español”), 02/4/1912, todos en AEZ Legajo 166.
237
Subrayado en el original. M. Domecq Garcia a E. Zeballos, 01/4/1912. Sobre la popularidad de su candidatura entre
las fuerzas armadas véase, Circulo de Oficiales de Mar a E. Zeballos, 14/5/1912; Listado de 60 miembros del Arsenal
Principal de Guerra que votarían por Zeballos. Sobre el apoyo de los católicos, Circulo de Obreros de La Merced a E.
Zeballos, 02/5/1912. Todos en AEZ Legajo 166.
238
A. E. Carava Alarcón a E. Zeballos, 24/4/1912, AEZ Legajo 166.
239
“Las sorpresas del escrutinio”, LN, 09/4/1912; “Ecos de las elecciones”, LN, 10/4/1912.
144
el representante británico en Buenos Aires, enemigos del campo periodístico y antiguos amigos
políticos no iban a dejar de señalar en Zeballos una persistente superficialidad a la hora de encarar
los debates intelectuales e internacionales.240 Es posible, sin embargo, que ese cariz polifacético de
su trayectoria obedeciera más a una marca de la época (la porosidad de los campos profesionales en
el cambio de siglo) que a un atributo de su personalidad (Bohoslavksy, 2011). Hombre de la
política que no dejaba de prestar atención al cultivo de las redes de vinculación con los notables
nacionales y los jefes políticos locales no sería, sin embargo, (como acertadamente sugiere Marta
Bonaudo) un político profesional. Su lugar en el universo faccioso del orden conservador iba a
provenir de una diversidad de áreas de actuación que le concedían prestigio (en ocasiones
profesional y académico), un acceso fluido a los ámbitos de sociabilidad de la elite porteña y una
incorporación a la burocracia estatal en sectores que, como interpretaba Zeballos, se definían por
un grado no desdeñable de ausencia de una expertise profesional. Tanto su participación en la
república de las letras como su condición de “hombre de mundo” (es decir, como miembro de los
ámbitos de sociabilidad de la elite) no lo conducen a un cuestionamiento de la intervención en la
arena política (intervención que acomete con naturalidad) pero ésta se realiza subrayando su rol de
servicio al Estado y diferenciada de un compromiso absoluto con la política electoral. 241
Reivindica, en ese sentido, su rol de hombre de Estado experto en política internacional y atento a
los resultados de la circulación transnacional de saberes ligados a la construcción estatal.242
En el cambio de siglo, el ascenso de Estanislao Zeballos en el andamiaje de la política
conservadora obedecía parcialmente a su tardío antirroquismo (frente a otros más consecuentes
como el de Roque Sáenz Peña), a sus radicales definiciones sobre la concepción de la “Nación
armada” y a su participación en cenáculos y ligas patrióticas obsesionadas con la defensa nacional
en un contexto de tensiones regionales e internacionales. En este escenario, Zeballos se revelará
como un personaje capaz de recurrir a diversos talentos para sobrevivir a la fragmentación
creciente de la elite política, si bien agregará en el camino un componente de imprevisibilidad que
pondrá repetidamente en riesgo sus esfuerzos por cultivar un perfil de experto en cuestiones
internacionales. Estos saberes diversos y su, por momentos, variopinta participación en la escena
240
Véase “Argentine Republic Annual Report 1907”, Mayo 1908, en FO 371/397; de acuerdo con Ramón Cárcano, en
su Diario Inédito. 1906-1907, (14/11/1906), Zeballos era “…un farsante incurable, superficial,…" (Sáenz-Hayes,
Ricardo, 1960).
241
Compárese, en este sentido, las trayectorias de Eduardo Wilde y José Manuel Estrada (Bruno, 2011). Las
expresiones “hombre político” y “hombre de mundo” provienen de una carta de Zeballos a José A. Lavalle, 1/6/1910,
en AEZ, Legajo 181.
242
Sobre esta problemática puede consultarse la compilación de Mariano Plotkin y Eduardo Zimmermann (2012).
145
pública le pondrán limites ciertos a su colaboración en los destinos de la política exterior argentina
pero le garantizarán, sin embargo, una popularidad entre sectores universitarios y de la opinión
pública porteña que serian decisivos en la coyuntura electoral de 1912.
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Fe.
149
José Luis de Ímaz. Episodios de una trayectoria pública de Onganía a Béliz
Guido Ignacio Giorgi243 (CEIL-CONICET / UBA)
I. INTRODUCCIÓN
El nombre de José Luis de Ímaz suele estar asociado a su obra sociológica de mayor trascendencia:
Los que mandan, publicado en 1964 a la edad de 36 años. Este libro es al mismo tiempo un hito en
la historia de la sociología argentina como la consagración de su autor en el mundo intelectual
nacional. Sin embargo, más allá de Los que mandan es relativamente poco lo que conocemos sobre
de Ímaz. A lo largo de su extendida carrera como docente e investigador en la Universidad de
Buenos Aires y Católica Argentina y en el CONICET, de Ímaz demostró una preocupación por
articular academia con los problemas públicos y el Estado.
En este artículo tomaremos seis episodios de la biografía de José Luis de Ímaz que dan
cuenta de distintas formas de intervención en la esfera pública y en la política. Primero, el
académico que interpela desde la universidad con escritos y conferencias a factores de poder.
Segundo, el asesor de gobierno el consejero del Príncipe Juan Carlos Onganía. Tercero, el experto
comprometido con las experiencias de promoción humana cristiana realizadas por organizaciones
de la sociedad civil. Cuarto, el intelectual orgánico al servicio de la Iglesia Católica que produce
conocimiento científico para defender la posición institucional los debates por la Ley del Divorcio.
Quinto, el alto funcionario en Educación durante la presidencia de Carlos Menem. Sexto, el
legislador que busque, infructuosamente, reinstaurar la educación religiosa en las escuelas públicas
en la Ciudad de Buenos Aires.
En cada una de ellas, de Ímaz intervino en el debate público buscando, explícita o
implícitamente, orientar la acción del Estado y de los sucesivos gobiernos. La vocación hacia la
política y la política pública lo acompañan a lo largo de su vida pública. Todos los episodios que
243
Este trabajo se inscribe en dos investigaciones complementarias: por un lado, los trabajos del grupo de
investigación en historia de la Sociología dirigido por Diego Pereyra en el Instituto Gino Germani (UBA), y por otro la
tesis de doctorado que realizo sobre trayectorias, redes y sociabilidades de altos funcionarios del gobierno nacional, en
el marco de una beca doctoral de CONICET, bajo la dirección de Fortunato Mallimaci y Luis Donatello (CEIL).
Agradezco a los colegas de ambos grupos por los debates que han alimentado las reflexiones de este trabajo, en
particular a Joaquín Algranti y a Nicolás Damín. También, agradezco a Martín Vicente la invitación a participar de
estas Jornadas, y a Sergio Morresi, comentarista designado, por sus enriquecedoras observaciones.
150
veremos tienen un carácter propositivo, interpelando a los funcionarios, sugiriendo cursos de
acción, presentando proyectos de ley o brindando diagnósticos de situación.
Lejos de un oportunismo coyuntural, a estas intervenciones públicas subyace un mismo
proyecto político: la sociedad organizada bajo el principio de subsidiariedad, inscrito en el
horizonte de sentido de la Doctrina Social de la Iglesia, en ocasiones antiliberal y en otras
mostrando significativas afinidades con el neoliberalismo respecto al rumbo de ciertas políticas
públicas. En todos los episodios de Ímaz reiteró la necesidad que el Estado permitiese y alentase la
participación de actores privados, sin desentenderse de sus “obligaciones indelegables”. Esta línea
nos lleva desde el corazón del proyecto corporativista de la Revolución Argentina hasta el clivaje
de neoliberalimo con sentido social que buscó encarnar Gustavo Béliz.
Con la recuperación de su trayectoria como intelectual, experto y político nos proponemos
reconstruir algunas de las maneras a través de las cuales cuadros católicos buscaron intervenir
públicamente en la política y la política pública en el último tercio del siglo XX.
II. PRELUDIO
José Luis de Ímaz nació en 1928 en la Ciudad de Buenos Aires, hijo de la unión entre un inmigrante
vasco empleado de comercio, luego chacarero y luego comerciante él mismo, y una mujer porteña
de familia de ascendencia vasca de comerciantes y empleados. Uno de sus tíos fue Juan Alberto
Lartigau, secretario privado del Jefe de Policía Ramón Falcón que compartió su explosivo final. Su
primera infancia trascurrió en Las Flores (Buenos Aires), donde la familia intentó sin éxito explotar
una chacra. De vuelta en Buenos Aires se afincaron en el distinguido Barrio Norte, entorno urbano
en el cual el joven José Luis se crió.
Los de Ímaz Iriart constituyen un pequeño crisol de la intensidad de la movilización
aglutinada en torno a un clivaje nacionalista católico durante el agitado clima de la década de 1930.
Por un lado, la Guerra Civil Española los movilizó hacia el bando nacionalista, adhiriendo a los
Legionarios Civiles. Contemporáneamente, el Congreso Eucarístico Internacional de 1934
interpeló a la madre de José Luis, quien a partir de ese momento se vinculó al efervescente
movimiento católico (cf. Mallimaci, 1992), apoyando financieramente a la revista Sol y Luna,
publicación cultural del nacionalismo católico-hispanista dirigida por Juan Carlos Goyeneche y
Mario Amadeo (Galván, 2012: 30). Entre las primeras lecturas del niño José Luis estuvieron
151
Pampero y El Fortín, expresiones del nacionalismo vernáculo, acompañado por el revisionismo
historiográfico de las clases que Guillermo Furlong dictaba en el Colegio Champagnat.
El mundo social nacionalista católico envolvió al joven también en su educación formal, ya
que cursó primaria y secundaria en el Colegio Champagnat: “Así, casi sin darme cuenta, ingresé al
mundo de los privilegiados” (de Ímaz, 1977: 18). Esta socialización educativa, que lo codeaba con
compañeros de curso de ilustres apellidos, fue para los de Ímaz Iriart un ascenso social. Esa
pertenencia liminar a “la clase alta” lo dotó de inquietudes que luego se tradujeron en sus más
potentes investigaciones sociológicas sobre las elites sociales.
Este tipo de sociabilidades, propias de la matriz del catolicismo integral, marcaron a José Luis de
Ímaz para el resto de su vida, definiendo una identidad ideológico-religiosa y permeando sus
intervenciones públicas. En sus propias palabras: “Nunca me separé de mi Casa-Iglesia […] ni aún
cuando pasé por la literatura marxista, ni por los interrogantes psicoanalíticos, ni tampoco al estar
prolongadamente expuesto al relativismo, ese mal añejo a las disciplinas que conforman mi
profesión” (De Ímaz, 1977: 23).
De Ímaz ubicaría allí las bases de su visión del mundo: “Desde que tuve uso de razón, la
Casa me confirió sus claves para entender el mundo y me abrió las más inesperadas puertas de
inimaginable universalidad.” (De Ímaz, 1977: 24). Se trata de un fenómeno largamente descrito por
la sociología histórica de la religión, en particular los numerosos cuadros católicos formados en el
catolicismo integral (cf. Donatello, 2011). La organización que lo inició en la acción pública fue la
Juventud de la Acción Católica (JAC), donde realizó una breve carrera interna: iniciado a los 12
años, presidente de un centro colegial a los 17, luego dirigente nacional de los estudiantes
secundarios de la ACA:
Mi gran maestra en la vida fue la JAC. Me dio tareas, me incorporó como copartícipe en el
“apostolado jerárquico de la Iglesia”, me hizo sentir dentro de un movimiento generacional
[y] me brindó modelos, que eran puros, eran limpios. (De Ímaz, 1977: 59).
La militancia en la JAC se articuló brevemente con un involucramiento en organizaciones políticas
del nacionalismo católico. La lectura del bestseller antisemita Kahal y Oro, de Gustavo Martínez
Zuviría, fue el preludio para su incorporación a la Alianza de la Juventud Nacionalista en 1944,
rama juvenil de la Alianza Libertadora Nacionalista que apoyó con reservas al Coronel Juan
Domingo Perón. Allí, y hasta los magros resultados en las elecciones de 1946, el adolescente de
152
Ímaz participó repartiendo periódicos, asistiendo a conferencias de Jordan Bruno Genta o
Bonifacio Lastra, y protagonizando las peleas callejeras entre los estudiantes “nacionalistas” con
los “democráticos”.
En 1946 egresa del Champagnat. La inercia de los círculos sociales donde se había formado
lo condujo a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Siendo estudiante, fue
invitado por Mario Díaz Colodrero, dirigente del Consejo Superior de Jóvenes de la ACA, a la
Asociación de Propagandistas, un centro de estudios orientado a organizar y formar a estudiantes
universitarios católicos de Derecho. Las actividades consistían en un seminario semanal de lectura
y debate dirigido por el Padre Manuel Moledo.
En 1952, tras graduarse como abogado y trabajar brevemente en los Tribunales de Trabajo,
de Ímaz fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica para estudiar en el Colegio Mayor
Guadalupe y en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, España. Este organismo del Estado
español se proponía influir políticamente en Iberoamérica y difundir la cultura hispánica con miras
a fortalecer la Comunidad Hispánica de Naciones (Navarro y Niño, s/f). Allí coincidió con el
sociólogo Juan Carlos Agulla, quien cursaba su doctorado en el Colegio Mayor, en el mismo
programa que, cuatro años antes, había tomado Díaz Colodrero.
La militancia en el movimiento católico dio paso a la participación en el Ateneo de la
Facultad y en la Confederación General Universitaria, ambos orientación peronista. Pero de Ímaz
transitó un camino colectivo de lento desencanto con el gobierno: En 1953 “Me sentía ‘peronista en
retiro efectivo’ [porque] Perón negaba con los hechos el contenido humanístico y cristiano de su
pensamiento [y] a través del proyecto de contrato de explotación petrolífera con la
California-Argentina S.A., la traición resultaba programática” (de Ímaz, 1977: 99). El quiebre se
produjo a fines de 1954: para gran parte de los católicos peronistas, el enfrentamiento entre el
gobierno y la Iglesia fue vivido como un momento liminar, ante el cual de Ímaz optó por volcarse
activamente en contra del gobierno, participando del Corpus Christi, escribiendo panfletos y
participando de actos callejeros.
Concretado el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, tras la figura de Eduardo
Lonardi se alinearon distintas corrientes identificadas con el nacionalismo, representadas por Luis
María del Pablo Pardo, Mario Amadeo o Luis Cerruti Costa (Fares, s/f). En noviembre de 1955
fueron desplazados del gobierno por la fracción liberal, y varios de ellos se reorganizaron en Unión
Federal Demócrata-Cristiana, existente desde mayo de 1955. De Ímaz forma parte de estos grupos:
153
primero Lonardista, luego adherente y candidato por la Unión Federal a la Convencional
Constituyente en 1957. El fracaso abrumador de esta apuesta política desencantó fuertemente en de
Ímaz: “Ahí cerré una etapa de mi vida” (de Ímaz, 1977: 120).
Este desencanto se ubica en los inicios de un proceso general de retroceso del modelo de la
cristiandad del catolicismo integral, dentro del cual primaba un enfoque militante de la religión
bajo el lema “Instaurare omnia in Christo” (Mallimaci, 1992; Zanca, 2006). Sin embargo, perduró
en los jóvenesla vocación pública siguió guiando a gran parte de los jóvenes formados en ella,
como de Ímaz. Lo que sí cambió, entre otras cuestiones, fue el desplazamiento del componente
religioso en la acción pública.
III. CINCO ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN PÚBLICA
En tanto nuestro objetivo es comprender las formas de intervención pública de actores intelectuales
católicos, es en los círculos de socialización política y educativa en los que se forma de Ímaz donde
buscaremos las coordenadas analíticas fundamentales.
De Ímaz inició su camino en las ciencias sociales recién a sus 26 años de edad. De allí en
adelante, su vida daría un vuelco definitivo. De Ímaz se convirtió en uno de los principales
profesionales de la sociología: vivió no solo para la sociología, sino también vivió de la sociología,
ya que el cargo de investigador de CONICET y los sucesivos puestos docentes constituyeron la
base de su modus vivendi.244 Sobre ello, fue articulando una identidad profesional vinculada tanto
al rol del intelectual clásico como al del experto. Estas credenciales de “sociólogo” lo invistieron
de la autoridad suficiente para intervenir en el espacio público y convertirse en interlocutor de
“factores de poder” con un éxito relativo.
Su reconversión hacia la sociología se inicia en 1954. Cierta holgura económica le permitió
extender sus estudios, dando dos pasos claves. Primero, se inscribió en la Licenciatura en Ciencias
Sociales y Diplomacia de la Universidad Nacional del Litoral, de la que egresará en 1957.
Segundo, se incorporó al Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
244
Un punto a explorar en futuras investigaciones –sugerido por Laura Rodríguez tras mi exposición– es el de la traza
burocrática de de Ímaz en CONICET: informes presentados, subsidios recibidos, tesistas dirigidos, etc.
154
Católico, nacionalista, con pasado peronista, a de Ímaz le costó ganar la confianza de la nueva
cabeza de la Sociología en la UBA, el laico, liberal y filosocialista Gino Germani.245
Contra todo prejuicio, el italiano lo aceptó como discípulo, y así lo reconocía de Ímaz:
“Germani me rehizo […] Me sentía frente a un auténtico maestro, a un hombre integralmente
dedicado a la investigación y la enseñanza, a un universitario cabal” (de Ímaz, 1977: 127-128).
Este fue el modelo profesional que de Ímaz abrazaría en la próxima década: el del académico
profesional. La ideología cientificista del proyecto germaniano lo llevó a abandonar su militancia
político-religiosa, abriendo paso al período más productivo de su vida como sociólogo.246
a. El sociólogo político
Integrado al equipo inicial del Departamento de Sociología (UBA), de Ímaz inició un cursus
honorum académico en docencia e investigación. Dictó clases como auxiliar docente primero y
profesor adjunto luego. En agosto de 1958 defendió su tesis, intitulada “Río Cuarto. Estructura
Social de una Ciudad Argentina”, en el Doctorado de Derecho y Ciencias Sociales bajo la dirección
de Germani.
En 1959 integró la selecta camada que recibió las primeras becas de investigación, una
interna de la Universidad de Buenos Aires, y otra externa del recientemente creado Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Esta le permitió viajar a
Francia, donde tomó cursos con Mattei Dogan, Maurice Duverger y Raymon Aron, y estudió a los
clásicos de la sociología política, como Gaetano Mosca, Wilfredo Pareto y Robert Michels. De
vuelta a la Argentina en 1961, inició la investigación de la que surgiría Los que mandan.
En escritos posteriores, de Ímaz señaló al menos tres fuentes intelectuales para Los que
Mandan. Primero, dos libros del nacionalismo argentino: La Argentina y el Imperialismo Británico
de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, de la que de Ímaz retendría la idea que desde el proceso
245
Diego Pereyra (2005) desliza la hipótesis que, en sus inicios, Germani aceptó a de Ímaz para demostrar el
pluralismo del Departamento de Sociología, en particular hacia el movimiento católico.
246
En el Departamento de Sociología de la UBA, de Ímaz trabajó en dos áreas de conocimiento: sociología de los
grupos dirigentes, y estructura social. De allí surgieron trabajos como el de Río Cuarto (De Imaz, José Luis (1958):
“Movilidad Social en Argentina (Estudio realizado en un pequeño grupo urbano)”, en Revista Mexicana de Sociología,
v20 n°3: 743-750; (1963): “Pucará y Jasimaná; el desarrollo económico y social en dos comunidades indígenas”,
conferencia pronunciada el 17/7/1963 en el Consejo Federal de Inversiones bajo auspicios del Instituto de Desarrollo
Económico y Social; (1962): “Estratificación Social del Sector Primario en Ucacha”, en Desarrollo Económico, V.1
n°4: 47-61; (1962): La clase alta de Buenos Aires. Instituto de Sociología- UBA; (1965): Estructura social de una
ciudad pampeana, Departamento de Filosofía-UNLP; (1972): Los Hombres del confín del mundo: Tierra del Fuego:
Buenos Aires: EUDEBA.
155
independentista las elites dirigentes porteñas fueron gerentes de los intereses británicos; y La
Teoría del Estado de Ernesto Palacio, “magnífico estudio sobre la circulación de las élites” (de
Ímaz, 2004: 53-55). En segundo lugar, el libro de Charles Wright Mills The Power Elite, de amplia
difusión en el momento, del cual el argentino retomaría las principales preguntas de investigación y
los conceptos de trabajo. En tercer lugar, lo dicho sobre la estadía en Francia, donde profundizaría
las lecturas sobre sociología de las elites.
La investigación se desarrolló entre abril de 1961 y junio de 1964, inscrita en el Instituto de
Sociología (UBA), y contó con la participación de estudiantes de dicha Licenciatura. En una
primera etapa, de Ímaz se interesó por la clase alta de Buenos Aires, analizando las guías sociales y
afiliaciones a clubes de sociedad (de Ímaz, 1962). La conclusión a la que arribaría fue que “La clase
alta porteña desempeñó un papel decisivo en el pasado argentino pero actualmente no dirige ni la
vida económica ni política ni intelectual” (de Ímaz, 1963c: 34). Esto lo llevó a reorientar su
investigación hacia el estudio de las cúpulas dirigentes en función de las posiciones jerarquizadas
en diversas esferas de la vida social: gobierno, partidos políticos, fuerzas armadas, sociedad rural,
empresarios, Iglesia y sindicatos.
El argumento de Los que mandan es conocido: la Argentina vive una crisis de conducción
causada por la ausencia de una clase dirigente. La generación destinada a ocupar dicha función
fracasó al no estar preparada para desempeñarse en el pasaje de una sociedad simple a otra de
estructura compleja. De Ímaz explica este fracaso por dos cuestiones. Por un lado, la ausencia de
procesos de socialización comunes entre los elencos dirigentes ocasionó una alarmante
incomunicación general: de elites oligárquicas a elites especializadas, que recién entran en diálogo
cuando son dirigentes. Por otro, una falta de conducción a nivel colectivo. La generación dirigente
de ese entonces se muestra inmadura, carente de la “base para mandar” y conducir un Estado
moderno. A esto contribuyó fuertemente la primacía de la lucha política, terreno fecundo para la
inmediatez y las dicotomías excluyentes (de Ímaz, 1964).
Frente a este escenario, el autor avizoraba, con precaución, que la única salida era la
renovación de las clases dirigentes, que debían dejar las dicotomías en el pasado. Si bien de Ímaz
creía que esto era posible entre los dirigentes sindicales, los eclesiales y los empresariales, no era
tan optimista con los militares. Pero por sobre todo, los datos indicarían que el vacío generacional
en los partidos políticos era irreversible (de Ímaz, 1964: 236-250). El escepticismo respecto de los
políticos profesionales es un tópico que repetiría en aquellos años. En un ciclo de conferencias
156
organizado por el Congreso por la Libertad de la Cultura,247 de Ímaz disertó sobre los fundamentos
sociológicos de los partidos políticos. Allí, sostuvo que en sociedades plenamente modernas los
partidos están a cargo de “incorporar todos, o una buena parte, de esos intereses al sistema político”
(de Ímaz, 1963a: 57). Sin embargo, en la Argentina las alternancias entre gobiernos democráticos y
dictadura impedirían que los partidos políticos cumplieran esa función. Ante ello, de Ímaz sostenía
que:
los intereses, ideologías o cosmovisiones que los partidos políticos no sean capaces de
incorporar al sistema político, serían intereses, ideologías y cosmovisiones que, en función
del principio de las alternativas funcionales válido para todos los sistemas político, serán
incorporados a éste por otro elementos, que no es precisamente un partido político (de Ímaz,
1963a: 62).
Estos “elementos” alternativos serían los “factores de poder”. Hijo de la matriz del catolicismo
integral, antiliberal por default, de Ímaz no percibía al sistema de partidos como la forma
naturalizada de la democracia. Es un argumento de época, generado por la percepción general que
el sistema de partidos ya no podía garantizar un régimen de dominación política (O’Donnell, 1977;
Smulovitz, 1991). Ciertamente, de Ímaz contribuyó a la difusión de este diagnóstico mediante sus
intervenciones expertas.
Si bien en sus intervenciones no hay respuestas sobre quién podría cumplir el rol de
intermediación de intereses, el repaso de los auditorios ante los que de Ímaz presentaba sus trabajos
brinda indicios al respecto. De Ímaz le hablaba a los empresarios (publicó en sus revistas, presentó
ante ellos sus trabajos), a los militares (expuso las conclusiones de Los que mandan en el Centro de
Altos Estudios de las Fuerzas Armadas) y a los sindicatos (fue profesor de la Escuela Sindical de la
CGT).248 Estos son los “factores de poder” que dirigen al país.
Es particularmente interesante el discurso programático que elaboró hacia los empresarios.
En uno de los artículos publicados en la revista oficial de la Confederación General Económica, de
Ímaz retomaba la preocupación por la intermediación de intereses. Tras criticar la incapacidad de
los empresarios argentinos de articular acciones colectivas, los conminaba a establecer un
247
El Congreso por la Libertad de la Cultura se presentaba como un espacio de resistencia política y activismo
intelectual por oposición a totalitarismo comunista. Sus actividades servían de sustento de una red internacional entre
intelectuales y político desde la izquierda antistalinista hasta el liberalismo conservador (Jannello, 2012).
248
De Ímaz fue docente de la materia “Sociología” en el Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical de la
GGT, como parte de una red referenciada en José Alonso (Scodeller, 2013).
157
programa ideológico común y a organizarse como un grupo de presión. Estos serían constitutivos
de la democracia, ya que a través de ellos los diversos grupos sociales expresan directamente sus
intereses por sobre los partidos políticos, los cuales tienden a parecerse más entre ellos y a relegar
otros intereses que no sean los políticos (de Ímaz, 1963d).
Rápidamente, de Ímaz logró ubicarse como un interlocutor valorado por diversos “factores
de poder”. En gran medida, su vinculación previa con diversos círculos sociales allanó su camino
para convertirse en proveedor de datos para empresarios, sindicatos, la Iglesia y las Fuerzas
Armada. Al mismo tiempo, estas conexiones le facilitarían el trabajo de recolección de
información, accediendo a datos que hasta el día de hoy son de difícil acceso.249
Esta demanda “externa” del expertise sociológico que recaía en Ímaz se correspondía con una
posición de ascendencia hacia el interior del mundo de la sociología académica. En noviembre de
1965, nuestro personaje coordinó un seminario de puesta en común de las investigaciones
sociológicas en el país, y debatir el compromiso del sociólogo con los problemas del país. Salvo
Germani, que estaba fuera del país, concurrieron algunas de las principales figuras de la sociología
científica argentina del período –proyecto trunco por el golpe de Estado de junio de 1966. Juan
Carlos Agulla y Adolfo Critto (Universidad Nacional de Córdoba), Floreal Forni y Gerardo
Andujar (U BA), José Enrique Miguens, Francisco Suárez y el mismo de Ímaz, por el Centro de
Investigaciones (UCA).
Hacia 1966, de Ímaz se hallaba ante un promisorio futuro académico, gozando de un
consolidado lugar entre los más prestigiosos sociólogos del país. Era investigador de carrera de
CONICET. Los que mandan se convirtió en uno de los mayores éxitos editoriales de la sociología
argentina: publicado en 1964, en un año alcanzaría la cuarta edición y en 1970 fue publicado en
inglés. En términos institucionales, abandonó el agitado Departamento de Sociología de la UBA
para volver al redil confesional (a la “Casa”): en 1965 se incorporó como docente en el
Departamento de Sociología de la UCA, y en 1966 se convirtió en su Director, liderando su
reconstrucción tras el conflicto entre Miguens y Derisi (cf. Giorgi, 2010) y desarrollando un
programa de investigación que profundizaba las líneas de las grupos dirigentes. Al mismo tiempo,
se adscribió al Instituto de Ciencia Política de la USAL.
De allí en más, la carrera de José Luis de Ímaz tomaría otro perfil. Comenzó un lento
proceso de pérdida de gravitación en el mundo académico argentino, refugiado en la UCA,
249
Es interesante el racconto de de Ímaz (2004) sobre la cocina de la investigación de Los que mandan.
158
institución en la cual la sociología también retrocedió al eliminarse la licenciatura en 1980 y quedar
reducida al programa de postgrado.250 ¿Cómo explicar el derrotero intelectual de de Ímaz luego de
Los que mandan? Una hipótesis parcial puede encontrarse en la circulación y recepción de su obra
tanto dentro y fuera del mundo académico.
Por un lado, de Ímaz y su obra no parecen haber encontrado dentro del campo académico
argentino interlocutores interesados en debatir y avanzar en el trabajo de investigación. Es notable
la ausencia de mediaciones académicas que contengan a de Ímaz dentro de la actividad académica.
Es probable que esto se agravase por el contexto institucional en el que se encontraba, ya que la
UCA funcionó en un relativo aislamiento respecto al mundo de debates sociológicos de la época,
fuertemente politizado. Años después, de Ímaz comentó amargamente sobre el destino de Los que
mandan entre los cientistas sociales: “La investigación fue aprobada por Germani y el libro no
mereció comentarios bibliográficos de mis pares, sólo los ‘gramscianos’ cordobeses de ‘Pasado y
Presente’” (de Ímaz, 2004: 59).
Contrastando notablemente con la magra recepción en el mundo académico, de Ímaz se
encontró, junto al suceso editorial, con un relativo éxito en la interpelación a los factores de poder
que trataba en sus obras. Nuestro personaje comenzó a ser convocado como portador de un saber
experto valioso por actores del mundo empresarial, sindical, militar, del movimiento católico y
diversos centros de expertise, como el caso del instituto de Ciencia Política de la USAL. En un
intento por comprender a su generación, de Ímaz señaló agudamente:
Nos gustaba que nos ‘llamaran’, satisfacía nuestro ‘ego’ el que prestaran correcta atención a
nuestro currículum. Pero lo que más nos placía era que al ‘co-optarnos’ desde el poder
militar se nos liberara de los costos de la lucha por el poder. Presentábamos el activo
–nuestra impoluta vida profesional– y nos eximíamos del pasivo; la pelea cotidiana dentro
de un partido político, en el que no sólo no se respetarían nuestros títulos, sino que incluso
se nos pospondría a causa de ellos. (de Ímaz, 1977: 249).
Frente a la ausencia de mediaciones académicas, el llamado a la participación política desde el
saber experto sociológico sedujo a de Ímaz, formado en la vocación pública de la matriz del
catolicismo integral. Recorre así una trayectoria colectiva (aunque no grupal) frecuente en su
generación, que ya hemos descripto en otros textos (cf. Giorgi, 2010).
250
Para un racconto de la historia de la sociología en la UCA, ver Amadasi y Fidanza (2011)
159
b. El asesor político: A la sombra del poder del Onganiato251
El golpe de Estado de junio de 1966 encontró a José Luis de Ímaz integrando algunas de las redes
de las cuales se reclutaron muchos de los funcionarios de la Revolución Argentina. Es el momento
en que gran parte de su generación accedió al poder. Como parte de esos círcuos, de Ímaz entabló
un diálogo con los funcionarios sugiriendo líneas de acción política y de política pública,
ulteriormente convirtiéndose él mismo en asesor presidencial.
De Ímaz explicitó tempranamente su apoyo al nuevo gobierno de facto. En septiembre de
1966 escribe un capítulo en La Revolución Argentina, libro publicado por el Instituto de Ciencia
Política (USAL) que hace a la vez de sustento ideológico para el Onganiato, y una declaración de
adhesión a la misma. En su capítulo, de Ímaz señala que la democratización y movilización de las
“masas populares” es un dato de la estructura social que no es posible negar. Frente a ello, dos
opciones: o se gobierna por la “fuerza-fuerza […] ejerciendo una auténtica dictadura”, a sabiendas
que le seguirá el levantamiento popular, o se integra a las masas populares. Allí, la cultura
paternalista vuelve proclive a “las masas populares a adherirse a los sistemas autoritarios”, lo que
ayudaría a crear “un clima favorable a la adhesión” popular a la Revolución (de Ímaz, 1966:
189-190). Más allá de este aporte intelectual, de Ímaz demoró poco más de un año en ingresar al
gobierno, como asesor y redactor de un ambicioso proyecto de participacionismo a pedido del
Secretario de Gobierno, Mario Díaz Colodrero, uno de los personajes claves del participacionismo.
En 1968, de Ímaz obtuvo una beca Eisenhower252 por la cual pasó una temporada en los
Estados Unidos. A su vuelta, fue invitado a dar una conferencia sobre su viaje en Casa Rosada ante
parte del Gabinete nacional. Entre ellos, estaba Díaz Colodrero, aquel que lo había invitado a
participar de la Asociación de Propagandistas de la ACA en 1946, y con quien mantenía una “vieja,
probada y reiterada afinidad con [quien era] –para el caso– el nuevo gurú, intermediario fiel de un
pensamiento no siempre bien explicitado”. Sustentado en esta afinidad, de Ímaz se sumó a la
empresa del Secretario de Gobierno (De Ímaz, 1977).
Parte de la red de miembros del Ateneo de la República que integraron los elencos del
Gobierno de facto dirigido por Juan Carlos Onganía, Díaz Colodrero ocupaba desde octubre de
1966 la Secretaría de Gobierno, un virtual Ministerio del Interior responsable de diseñar y
gestionar la política interior de la Revolución Argentina. Y en esta materia, el gobierno aspiró a ser
251
Esta sección sintetiza trabajos nuestros previos sobre la Revolución Argentina, las redes católicas y los proyectos
comunitaristas y participacionistas (Giorgi, 2014; Giorgi y Mallimaci, 2012; Giorgi, 2010).
252
Acerca del programa Eisenhower Fellowship, ver Giorgi y Mallimaci (2012: 124).
160
más que una pausa momentánea del sistema político liberal, y para ello propuso
–infructuosamente– echar las bases de una nueva estructura política: una nueva fórmula política
(Giorgi y Mallimaci, 2012)
El diagnóstico de partida era el agotamiento del régimen de matriz liberal vigente desde
1853. Para ellos aparecía como indispensable la refundación de la Argentina sobre otras bases
políticas, sociales y culturales. En el largo plazo, esto significaba diseñar y poner a funcionar una
fórmula política, sustentada en un nuevo tipo de sociedad, de tipo comunitarista. Para ello, era
necesario modificar el funcionamiento societal de la sociedad, es decir, las modalidades a través de
las cuales los individuos se relacionaban mutuamente y participaban de lo público, los mecanismos
a través de los cuales se canalizaban las demandas a los gobiernos. Aunque nunca se cristalizó en
una programática, sí se tradujo en acciones concretas: el comunitarismo social de la Secretaría de
Estado de Promoción y Asistencia de la Comunidad, el participacionismo comunistarista de la
Secretaría de Gobierno y el participacionismo sindical de la Secretaría de Trabajo forman parte de
un ambicioso proyecto. Lejos de ser preexistente al golpe, esta fórmula política fue tomando forma
durante los primeros años de la dictadura, a la luz de las tensiones palaciegas y a la capacidad
programática de los funcionarios: si hacia 1966 era un difuso horizonte de sentido que oponía
liberalismo a la comunidad, en 1969 se expresaba en las medidas concretas y específicas de la
Directiva de Participación.
La elaboración de esa nueva fórmula política fue gran parte un asunto de un conjunto de
individuos con características y trayectorias singularmente comunes: cuadros católicos
desarrollistas insertos en universidades privadas confesionales y con poca o nula experiencia en
participar del sistema político liberal (elecciones). Para ellos, todo estaba por ser creado.
De Ímaz fue responsable de operacionalizar la propuesta comunitarista, dándole forma
técnica al participacionismo comunitarista de la Secretaría de Gobierno. Días después de su
conferencia en Casa Rosada, Díaz Colodrero lo contactó para comentarle que Onganía estaba
resuelto a lanzar el año siguiente una “política de participación”: la primera inserción
institucionalizada de los distintos sectores de la comunidad dentro del proceso gubernativo. Y lo
invitó a preparar “algunos documentos que sirvieran para la discusión”. De Ímaz aceptó el convite,
pasando a ocupar el rol de intelectual detrás del trono.
Según de Ímaz: “A mí se me pidió que hiciera un estudio preliminar. Elaboré un proyecto
en vistas a la apertura del Gobierno Militar comenzando desde la base municipal. Todo eso debería
161
culminar con la participación por antonomasia” (de Ímaz, 1977: 211). El resultado de su labor y de
la de Díaz Colodrero fue una serie de directivas, la última de las cuales fue la Directiva de
Participación, presentada por Onganía en la III Reunión de Gobernadores de 1969.
La Directiva de Participación ordenaba a los Secretarios de Estado y a los gobernadores
“estructurar un sistema de participación de la comunidad” en los tres niveles de gobierno, creando
Consejos y Comisiones Asesores en distintos temas o sectores, integradas por representantes de
todos los grupos interesados. Estos serían instancias de vínculo orgánico con la dependencia estatal
pertinente, cumpliendo dos funciones: a) de asesoramiento en la toma de decisión; b) de
comunicación entre la comunidad y el Gobierno. El objetivo de estos “mecanismos de
participación” era “promover así una auténtica transformación de estructuras administrativas,
sociales y económicas desactualizadas, mediante el acuerdo de las personas más capaces de arbitrar
las soluciones técnicas”. (Secretaría General de la Presidencia, 1969).
Los efectos de la aplicación de la Directiva de Participación solo los podemos imaginar: lanzada
entre el 5 y el 7 de mayo, el 29 de ese mes estalló el Cordobazo provocando la renuncia del gabinete
en pleno.
Para de Ímaz, esta fue una experiencia novedosa aunque frustrante: “Era la primera vez que me
había sido dado estar ‘detrás del trono’ […] mi rol había sido tan solo el de fautor de un proyecto.
Pero un proyecto que ya no era mío, sino de la administración. ¡Terrible, en esos casos, ser
intelectual!” (de Ímaz, 1977: 214). Aun cuando su función fue principalmente técnica, su abierto
compromiso hacia el gobierno y su propuesta de poder conllevó una frustración mucho mayor:
“Cinco meses pasé en total a la sombra del poder […] en los que ratifiqué mi íntimo
convencimiento de que mi vocación era intelectual” (de Ímaz, 1977: 213). Esta es una afirmación
hecha en 1977. En 1989, 19 años después de la decepción de su primer contacto con el poder
político, de Ímaz volvería a actuar como hombre político.
c. El experto comprometido
Luego de esta frustración, José Luis de Ímaz se volcó al trabajo académico, cambiando el objeto de
estudio. Definitivamente dejó detrás la sociología política de los grupos dirigentes, y se abocó al
estudio de los grupos marginales o, como él los llamó, “los hundidos”. Todo indica que el interés
por este problema se generó dentro del entorno de la Universidad Católica. Al estudio de la
marginalidad se dedicaría la siguiente década.
162
Para ser precisos, la marginalidad se había convertido en un problema de investigación
central para las ciencias sociales latinoamericanas desde mediados de la década de 1960. Este
interés surgió como un desprendimiento de los estudios sobre la modernidad, desarrollo y la
dependencia en América Latina, fomentado por distintos proyectos de investigación –como el
Proyecto Marginalidad, dirigido por José Nun, Miguel Murmis y Juan Carlos Marín.253
Entonces, la reorientación temática de de Ímaz se comprende parcialmente por el estado de
la agenda académica regional. Pero al sumarse a este debate, articuló la tarea de la sociología
científica con el compromiso militante del proyecto de la promoción humana, fundado en valores
cristianos. En efecto, de Ímaz abordará la marginalidad desde la perspectiva de la promoción
humana, estudiando el fenómeno a partir de experiencias de “humanitarismo cristiano” como
FUNDAPAZ o INCUPO. Estas eran organizaciones católicas o de inspiración religiosa dedicadas
al trabajo en comunidades marginales de zonas pobres de la Argentina. Por ejemplo, FUNDAPAZ
se presenta como una entidad sin fines de lucro dedicada “a la promoción humana y el desarrollo
solidario de comunidades rurales pobres”254.
Por esos años, de Ímaz matizó su postura acerca del carácter a-valorativo de la ciencia social, la
cual debía limitarse al análisis de “datos” duros:
No creo en la ciencia social neutra, ni en la eliminación aséptica de los valores; considero
indispensable explicitar los valores en que se está, y reconocer el carácter instrumental de la
ciencia social. Es decir, colocarla al servicio de la comunidad concreta —el tiempo y el
espacio que nos toca vivir— para orientarla en la dirección de nuestros amores (de Ímaz,
1974: 53).
Aunque se trate de un giro respecto del ethos cientificista del proyecto germaniano, de Ímaz
seguiría adhiriendo a la idea de que la sociología debe proceder en el proceso de investigación bajo
cierta metodología que garantice la neutralidad de los datos, pero este proceder está orientado en
última instancia por valores que no deben ser negados. En su caso, el servicio a la comunidad se
concretó en su participación en el Consejo de Administración de FUNDAPAZ entre 1976 y 1986.
253
Aunque presente en ciertos trabajos de Gino Germani –y con una acepción distinta– la marginalidad adquiró status
de “teoría” a partir del Informe del Proyecto Marginalidad, y con la publicación en la Revista Latinoamericana de
Sociología del artículo de José Nun "Superoblación relativa, ejercito industrial de reserva y masa marginal"(Vol. 5, nº.
2, julio 1969: 180-225). Cf. Belvedere, 1997.
254
Cf. http://www.fundapaz.org.ar/es/article.php?id=FUNDAPAZ.
163
Justamente, entre esos años es que publicó Una estrategia de promoción humana, probablemente
el libro que condense sus experiencias en FUNDAPAZ y que contiene mayor carga propositiva.
Uno de los ejes de la propuesta del libro se basa en la experiencia de organizaciones
confesionales en procesos de educación y de formación de comunidades de base. Denominada
Estrategia de Educación Integral (EEI), comprende dos ciclos de cursos: los “concretos”,
orientados a la capacitación laboral práctica, y los “abstractos”, abocados a una formación en
valores de la familia, la nacionalidad y espiritualidad. Es considerando estos últimos que de Ímaz
reafirma en su libro la necesidad de una formación espiritual adecuada a las características
religiosas de las poblaciones:
La educación integral solo debería ser impartida por agencias cristianas, para un público
que está en las antípodas de la secularización. Su mundo es “sacro”, así cuestionemos las
exteriorizaciones de la religiosidad de los marginales rurales que elevan el “culto de los
muertos” a una dignidad sacramental. Esto no siempre lo entiende el hombre urbano. (de
Ímaz, 1979: 64).
Ensayando un análisis de sociología de la religión, De Ímaz recupera el elemento evangelizador de
este tipo de experiencias político-caritativas, señalando que el objetivo debía ser “que la Buena
Nueva y el encuentro con Dios resulten más personalizados.” (de Ímaz, 1979: 61).
El sociólogo cientificista se combina aquí con el católico integral llamado a la acción: la
producción de datos al servicio del militantismo político-caritativo (Mabille, 2004). El aporte de de
Ímaz reside en el análisis y formalización de estas experiencias, para brindar insumos para dos
interlocutores: las instituciones intermedias privadas y los funcionarios estatales.
Respecto de las primeras sostiene “que son las grandes dinamizadoras de las promoción
humana” (de Ímaz, 1979: 7), ocupando “un lugar irremplazable [ya que] en promoción humana, las
organizaciones intermedias son las que ponen en marcha a los ‘grupos de base’” (de Ímaz, 1979:
12). Estos tienen la función de ser “el tamiz del Estado [así como] los testigos y los cobayos de que
un mundo mejor, vale decir más solidario” (de Ímaz, 1979: 13). De esta manera, emerge el
principio de subsidiaridad de matriz religiosa.
El segundo interlocutor de de Ímaz son los funcionarios estatales, en particular aquellos
responsables de las áreas de planificación y de bienestar social: “creemos –a partir de estas líneas-
164
que lograremos convencer a algunos para que asuman un proyecto y una decisión política. La
‘decisión política’ en favor de la promoción es la piedra basal” (de Ímaz, 1979: 12).
Uno de los objetivos de de Ímaz residía la articulación de las experiencias privadas con la
acción estatal. No es una propuesta “estatalista” que solicite al Estado que se haga cargo
directamente de la promoción humana, sino una propuesta subsidiaria por la cual los privados
verían potenciada su acción gracias al apoyo del Estado, sin que este interfiera en el proceso.
Esto se ve claramente en el apartado “dispositivo” que cierra el libro. En él de Ímaz presenta
un proyecto de Ley para la creación de la Secretaría de Estado de Promoción Humana (SEPH)
dentro del Ministerio de Bienestar Social de la Nación. El SEPH se ocuparía de la “población
marginal”, hacia la cual implementaría “acciones tutelares, de promoción individual y colectiva, de
policía del trabajo y de seguridad social, de reemplazo y subsidiariedad en la generación de
auténticas fuentes de trabajo para con individuos, grupos y familias, en tanto y cuanto resulten
pertinentes” (de Ímaz, 1979). Si bien este proyecto no fue recuperado por ningún funcionario, nos
brinda pistas del lugar desde el cual de Imaz proyectaba su trabajo.255
La voluntad de establecer un vínculo entre academia y Estado lo llevó a reorganizar el
Departamento de Sociología (UCA) –formalmente dirigido por una de sus discípulas, Beatriz
Balián–priorizando la "sociología aplicada que permitan un ulterior pasaje a la acción". Por ello, la
programación de las líneas de investigación del Departamento “se corresponde con los temas de las
áreas administrativas del Ministerio de Bienestar (o Acción) Social y otros de Educación" (de
Ímaz, 1983: 13). Este es uno de los casos más intersantes de articulación institucional entre Estado
y sociología universitaria en la Argentina.256
255
El caso de de Ímaz nos permite vislumbrar algunos de los clivajes que separan a un tipo de cuadro católico que
adhirieron a la Revolución Argentina respecto de los intelectuales liberal-conservadores que pasaron a primer plano
con la última dictadura militar. Esto se ve, entre otras cuestiones, en la diferencia entre el elitismo de base religiosa de
los últimos, opuesto a la sensibilidad –también de base religiosa– hacia la cuestión social y a expresiones políticas de
tipo popular-conservadores de los primeros. Por ello, muchos de ellos se autodefinan como “justicialistas”, marcando
una distancia con la personalización que conlleva la voz “peronista”. Sobre el fundamento religioso del liberalismo
conservador argentino, ver Vicente (2012).
256
Un ejemplo de esto es la tesis doctoral presentada en la UCA en 1982 por María Inés Passanante, becaria de
CONICET dirigida por de Ímaz, acerca de las políticas públicas hacia la población de tercera edad.
165
d. El alto funcionario
Consejero del Príncipe, intelectual orgánico a la Iglesia Católica,257 experto comprometido con las
organizaciones cristianas de promoción humana, interlocutor académico de los “factores de
poder”, ninguno de estas formas de intervenir públicamente implica ocupar posiciones de toma de
decisión, sino la elaboración y provisión de elementos para que otros lo hagan: diagnósticos,
evidencia científicamente construida, propuestas de cursos de acción pública, etc. A partir de 1989,
de Ímaz cruzó al otro lado del escritorio, convirtiéndose, momentáneamente, en parte de los
decisores.
La vocación intelectual que había reafirmado tras la frustración que supuso la caída del
Onganiato quedó en segundo plano. La vocación política, latente desde su juventud, fue despertada
por la convocatoria a sumarse a los elencos de gestión en el Ministerio de Cultura y Educación de la
Nación. Su titular era Antonio Salonia, iniciado en política en la UCRI y luego en el MID. Entre
1958 y 1962, durante la presidencia de Arturo Frondizi, Salonia había ocupado la Subsecretaría de
Educación de la Nación, del Ministerio de Educación y Justicia, cuyo ministro era Luis Mac Kay.
Esa gestión llevó adelante la Ley de Enseñanza Libre, que habilitó la educación superior a las
instituciones privadas y confesionales. Luego, Salonia se dedicó a la gestión educativa privada
(fundó su propio colegio, Nueva Escuela 2000) y en 1984 formó parte de los fundadores de la
Academia Nacional de Educación. La combinación de pasado desarrollista, experiencia en gestión
educativa y perfil de laico católico lo llevaron al gabinete de Carlos Menem, donde permaneció
desde julio de 1989 hasta diciembre de 1992.
Entre otras vertientes, Salonia reclutó a sus funcionarios de diversas redes católicas, con un perfil
técnico vinculado al mundo educativo y universitario confesionales. Algunos de ellos fueron
Beatriz Balian (socióloga y Directora del Departamento de Sociología - UCA), designada asesora
privada de Salonia; Alfredo Tagliabue (Universidad Católica de Salta, ex ministro de Educación de
la Provincia de Buenos Aires en 1971) a cargo del área de enseñanza privada; Carlos Ríos (ex
subsecretario de Educación de la gestión Tagliabue en 1971) ocupó una Dirección de
257
Por cuestiones de espacio omitiremos la actuación de de Ímaz como intelectual orgánico de la Iglesia en el debate
por la Ley del Divorcio Vincular. En 1985 publica los resultados de una investigación colectiva realizada por el
Departamento de Sociología (UCA), en el que buscan “analizar el sustrato en que se multiplican tantas quiebras
familiares”. En la Introducción, anticipan que “Los datos son expuestos con veracidad, así satisfagan o contravengan
los valores en que explícitamente se sustenta una Universidad católica”. En efecto, el texto está cuidadosamente escrito
en un registro positivista de trabajo estadístico, sin hacer explícitos juicios de valor. Si bien es posible leer las
conclusiones en términos políticos (se anticipan 1.200.000 divorcios), lo más significativo es el esfuerzo por poner en
escena la neutralidad valorativa en la interpretación de los datos.
166
Departamento. Uno de los principales referentes expertos católicos en materia educativa, Alfredo
Van Gelderen estuvo cerca de la gestión, aunque sin ocupar cargo, al igual que Francisco Piñon, ex
Guardia de Hierro y ex Rector de la USAL. Por su parte, De Ímaz ocupó la Dirección Nacional de
Asuntos Universitarios entre 1989 y 1991. Este tipo de cargo de alta función pública, formalmente
enmarcado en la Administración Pública, en los hechos suele regirse por lógicas políticas. Luego,
en 1991 de Ímaz alcanzó el cargo político más alto en toda su vida: Subsecretario Adjunto de
Educación. Se trataba de un cargo creado por decreto, cuya designación era potestad de cada
ministro. Sin embargo, más allá del cambio de nominación, las labores de de Ímaz no parecen
diferir mucho entre uno y otro puesto.
Además de apoyar la Ley 24.049 de Transferencia Educativa258, en el área de competencia
particular a su cargo de Ímaz impulsó la reforma del sistema universitario, en consonancia con el
espíritu de “Revolución Educativa” proclamada por las autoridades del Ministerio. Entonces, junto
con la gestión cotidiana de las políticas de educación superior, la principal labor de de Ímaz
consistió en la elaboración de un proyecto de Ley de Sistema Universitario, presentado sin suerte al
ministro Salonia.
Este proyecto de ley proponía la creación de un Sistema Universitario integrado por las
Universidades oficiales, las privadas, las provinciales y los Institutos universitarios, todas bajo un
mismo marco regulatorio. Entre otras cuestiones, se planteaba la evaluación externa de las
universidades, la introducción de indicadores de eficiencia y equidad, la desregulación salarial y un
nuevo régimen de gobierno universitario.
Asimismo, el proyecto proponía instancias de participación “no tradicionales” de la
comunidad no universitaria en las casas de altos estudios públicas y privadas. Como consignada el
proyecto de ley, se trataba de incorporar a: “los Colegios Profesionales, a los ex-alumnos
graduados de la universidad, a los medios empresarios locales, a las agrupaciones civiles,
vecinales, sindicales, del sector docente y no docente, a las cooperadoras de padres, a las
autoridades públicas y demás asociaciones voluntarias” (de Ímaz et al, 1992: 285). Esta se llevaría
a cabo a través de Fundaciones creadas ad-hoc, que tendrían voz y voto en los distintos órganos de
gobierno universitario (de Ímaz et al, 1992: 279).
258
Mediante esta ley se dispuso la descentralización del sistema educativo, concretando la transferencia a las
provincias de casi todos los servicios educativos administrados por el Estado Nacional. La Ley Federal de Educación
fue obra de la gestión que sucederá a Antonio Salonia en el Ministerio.
167
Son evidentes las similitudes con el proyecto participacionista en el cual el mismo de Ímaz
había estado involucrado durante el Onganiato. Se trata del mismo mecanismo de integración de la
comunidad en la cosa pública y en el proceso de toma de decisiones. Ambas responden a la misma
matriz comunitarista de raíz católica, fundada en el principio de subsidiariedad: las asociaciones
que la ley enumera no son otra cosa que los grupos intermedios a través de los cuales se organiza la
sociedad.
La matriz subsidiaria, implícita en el proyecto de ley, se vuelve evidente luego de que
abandone el cargo: en 1992 de Ímaz traslada su interés por las políticas educativas al Departamento
de Sociología de la UCA, donde se abocó a la preparación del Libro blanco sobre el sistema
educativo argentino. En ese texto, además de difundir el malogrado proyecto de Ley de Sistema
Universitario, de Ímaz articuló una programática de gobierno para el sistema educativo argentino,
que responde a una concepción subsidiaria del rol del Estado. Su función indelegable de garantizar
la educación para todos los ciudadanos se articula con “un principio de subsidiariedad por el cual
las comunidades intermedias están llamadas a cubrir supletoriamente las falencias de las que
adolece la gestión oficial” (de Ímaz et al, 1992: 236)
Nuevamente, el mecanismo de participación comunitaria en los órganos de gobierno está en el
centro de la propuesta de de Ímaz. Este derivado intelectual de la Doctrina Social de la Iglesia es
afín al pensamiento neoliberal hegemónico en ese momento en su intención de transferir gran parte
de las responsabilidades del Estado hacia la “sociedad civil”. De todas maneras, más allá de esta
convergencia en el curso de acción, el análisis de la trayectoria y la concepción del mundo de de
Ímaz (y de parte de los cuadros católicos participantes del ministerio Salonia) nos precaven de
considerarlo como un cuadro del neoliberalismo.259
De Ímaz concluyó su paso por la alta gestión pública reconvertido en experto en educación.
La experiencia de gestión tuvo el efecto de investirlo de un expertise en materia educativa hacia el
cual orientó su carrera. En este caso, la experiencia práctica de gestión suplió la ausencia de una
formación teórica especializada.
259
Como me fue sugerido por Sergio Morresi, los fundamentos ideológicos de esta afinidad entre la doctrina social de
la Iglesia Católica y el pensamiento neoliberal deben buscarse en las trayectorias de los miembros de la Escuela
Austríaca de Economía, que provenían de una socialización religiosa.
168
e. El legislador
A diferencia de lo sucedido en 1970, la salida del poder no conllevó el desencantamiento con la
política. Por el contrario, de Ímaz continuó ligado a la actividad política. En un primer momento, se
incorporó al equipo de asesores de Gustavo Béliz en el Ministerio del Interior. Cuando este
renuncie al ministerio en agosto de 1993, de Ímaz lo acompañó en su proyecto político, que en
1996 toma la forma del partido Nueva Dirigencia. Merced a este vínculo es que de Ímaz llegaría a
obtener una banca en la Legislatura de la Ciudad de Buenos en 1997. Dentro del armado político de
Nueva Dirigencia, De Ímaz quedó a cargo del área de Educación de los equipos técnicos, nucleados
en la Fundación Nueva Dirigencia. La presencia del experimentado sociólogo era para Béliz un
capital político interesante, quien remarcaba la presencia del sociólogo como una prueba de la
capacidad experta del equipo que lo secundaba. Por ejemplo, durante la campaña para las
elecciones de octubre de 1997, Béliz señalaba que “vamos a llevar en nuestra lista de legisladores
porteños a la personalidad más importante de la Argentina en la materia [educativa], el profesor
José Luis De Imaz" (“La campaña rueda por las calles”, La Nación, 7/9/1997).
Más allá del capital simbólico que su figura aportaba, el principal trabajo de de Ímaz a
Nueva Dirigencia consistió en diseñar una propuesta de gobierno en el área educativa. Para ello,
retomó los lineamientos presentados en el Libro Blanco, ampliados para diseñar un sistema
educativo para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, publicado como documento programático de
Nueva Dirigencia en 1996 (de Ímaz, comp., 1996). El equipo de trabajo que redactó ambos libros
estaba compuesto mayoritariamente por cuadros de perfil técnico, no partidario, profesores o
egresados en sociología, ciencia política y economía en universidades confesionales, en particular
de la UCA, como María Nicholson, Juan Carlos Auernheimer, Marcelo Pérez Alfaro, Antonio Paz
y Fernando Sotz.
El peso de de Ímaz en Nueva Dirigencia lo llevó a integrar las listas para legisladores de la
Ciudad de Buenos Aires. En octubre de 1997, la lista “Alianza Acción por la República-Nueva
Dirigencia” obtuvo el 17% de los votos. Se colocaba así como la tercera fuerza política en el
distrito, obteniendo 11 sillas en la Legislatura porteña, una de ellas para el sociólogo.
Sobre la propuesta educativa, se inscribe en el mismo sentido de las anteriores intervenciones
públicas de nuestro personaje. En primer lugar, atravesado por una concepción negativa del
funcionamiento del Estado, el proyecto pondera el rol de agentes privados: “la escuela privada
racionaliza mejor sus recursos, emplea más intensivamente su cuerpo docente, sus costos unitarios
169
son menores que en la educación oficial” (de Ímaz, 1996: 116). Esto no supone una voluntad
privatizadora, mas sí la defensa de la autonomía de las instituciones privadas por sobre el Estado.
Tampoco debe confundirse con la defensa de lógica empresarial de persecución del lucro. El
horizonte de sentido del equipo redactor liderado por de Ímaz no es de tipo empresarial, sino de
subsidiariedad del Estado.
En segundo lugar, y más significativamente, el proyecto proponía reinstaurar la educación
religiosa como parte de la currícula obligatoria y dentro del horario calendario. El planteo se
sustentaba en dos disposiciones de la Ley 24.195 Federal de Educación de 1993. Por un lado, esta
define que la educación debe ser “integral”. Amparado en ese difuso concepto, de Ímaz retomó la
propuesta de la EEI ya mencionada (cf. de Ímaz, 1979). Su interpretación era que el carácter
integral remite “a la búsqueda del sentido de la vida, y a los caminos para descubrirla. Se refiere a la
pregunta (que tiene una inevitable raíz religiosa), y a su respuesta” (de Ímaz, 1996: 181). Se trata de
educación en valores, no simplemente “formar”, y en tanto “todos los principios sustentadores de
nuestra convivencia, filosófica e históricamente, vienen deducidos del Evangelio”, es a este al que
la educación integral debe recurrir para “poner orden en el desorden, para marcar pautas –y
ratificarlas– en medio de la anomia” (de Ímaz, 1996: 183).
Por otro lado, la Ley 24.195 justificaba la política de descentralización de los servicios
educativos por la necesidad de dotar de mayor autonomía a las comunidades educativas, y acercar
los perfiles educativos a los actores locales. Sobre ello, de Ímaz et al propusieron que la decisión de
impartir educación religiosa en las instituciones públicas debía ser tomada de manera
descentralizada por cada una de las comunidades educativas, en un debate en torno a cada perfil
institucional. De esta manera, “Habría así establecimientos dotados de educación católica para
quienes la solicitaran, y judía, y evangélica, etc.” (de Ímaz, 1996: 185). Es decir, la política de
Estado debía permitir que la decisión de dictar contenidos religiosos se tomara de manera
descentralizada en cada jurisdicción educativa.
A esta cesión de competencias por parte de los niveles administrativos nacional y
provinciales se agregaba otra: de Ímaz proponía que los docentes de estas materias deberían estar
habilitadas por la autoridad religiosa del culto correspondiente, lo cual daría a estos un poder
importante en la selección del personal. De hecho, para de Ímaz los docentes de las asignaciones
religiosas deberían ser creyentes ellos mismos, para realizar con vocación la tarea educativa,
asimilada al trabajo evangelizador:
170
A los futuros docentes habrá que formarlos haciéndoles comprender que los valores…
simplemente valen […] No dejaré en ningún momento de anunciar el Evangelio. Si lo vivo.
Si lo testimonio. No hartaré a nadie, se me reflejará en el rostro la inmensa felicidad de
saberme creado y redimido. (de Ímaz, 1997: 10).
Este proyecto de reforma del sistema educativo fue el principal aporte de de Ímaz a Nueva
Dirigencia. En torno a él giró gran parte de su actividad legislativa durante los tres años de su
mandato. Esto era reconocido por su partido en un balance publicado del primer año de trabajo
legislativo del bloque: “[la propuesta de de Ímaz] de Ley de Educación para Buenos Aires, sin duda
la más novedosa y transformadora de todas cuanto se presentaron en la Legislatura. Nos permitió,
de tal modo, ubicarnos en una inteligente vanguardia de cambio y progreso, frente a muchas voces
que solo pretenden cristalizar el status quo y el atraso. (Béliz, 1999: 23)
El de de Ímaz era uno de los 8 anteproyectos de ley de sistema educativo para la Ciudad de
Buenos Aires. Más allá de las fuentes religiosas de su proyecto, no contó con el pleno apoyo de la
Conferencia Episcopal Argentina, lo cual se puede ver en un intercambio público ocurrido en ese
entonces. En octubre de 1998 la Vicaria de la Educación del Episcopado porteño hizo público un
pronunciamiento a favor de la educación religiosa obligatoria. Antes este posicionamiento, De
Ímaz declaró que su proyecto iba en esa dirección, pero dejando la decisión en cada colegio
(“Dispares voces sobre el pedido de la Iglesia porteña”, La Nación: 24/10/1998). Este matiz
muestra por un lado la afinidad de ambos proyectos, y por otro el margen de acción de un laico
comprometido que no respondía directamente a la línea oficial.
La apuesta de de Ímaz por reorientar el sistema educativo de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires no prosperó, empero siguió ligado a Nueva Dirigencia. Béliz fue el compañero de
fórmula para la candidatura a la Jefatura de Gobierno de Domingo Cavallo, derrotados en 2000.
Disuelta esa alianza, de Ímaz integró los equipos de Béliz en el lanzamiento de "un plan de
gobierno para volver a ser Nación" (“Béliz presentará en 10 días su plan nacional de gobierno”, La
Nación: 15/6/2002). Sin embargo, pocos meses después el ex ministro del Interior de Menem fue
nombrado ministro de Justicia por el flamante presidente Néstor Kirchner; para ese entonces, de
Ímaz ya había abandonado a su antiguo referente político.
En este recorrido, de Ímaz se había convertido en uno de los principales expertos en materia
educativa. Esto llevó a que fuera considerado un referente de consulta experto, más allá de su
171
compromiso político. Por ejemplo, Juan José Llach, ministro de Educación de la Nación
(1999-2000) lo convocó para que integrara un Consejo Asesor de Educación Básica con “figuras
prestigiosas del ámbito educativo”. 260 En el mismo sitial lo ubicaba la prensa, indagando su
opinión –junto a ex ministros del área y expertos académicos– sobre la propuesta del presidente
interino Adolfo Rodríguez Saa de eliminar el Ministerio de Educación
IV. ALGUNAS NOTAS A MODO DE CIERRE
La reconstrucción de la trayectoria de José Luis de Ímaz a través de estos cinco episodios nos ha
permitido conocer algunas de las estrategias mediante las cuales sociólogos e intelectuales
católicos pretendieron interventor en el debate público y orientar las acciones del Estado a en el
último tercio del siglo pasado. Asimismo, hemos visto que el sentido de esta orientación encuentra
sus fundamentos ideológicos en una cosmovisión socio-religiosa generada en formas de
socialización particulares, ligadas a forma modernizadoras del catolicismo. Finalmente, ya en un
plano metodológico, hemos procurado dar cuenta tanto de la especificidad de cada episodio como
de las líneas de continuidad que los unen, considerándolos eslabones dentro de un encadenamiento
que recorre toda la biografía de nuestro personaje. Procedimos de dicha manera considerando que
difícilmente la biografía de de Ímaz pueda ser condensada en una de las categorías teóricas que las
ciencias sociales brindan para el ejercicio del etiquetamiento: intelectual, académico, experto,
asesor.
Finalizado este ejercicio, nos interesa ensayar alguna reflexión a partir de la noción de
expertise. Según Sergio Morresi y Gabriel Vommaro (2011), el expertise puede definirse como las
formas de intervención en el campo de poder mediante la producción de bienes materiales y
simbólicos. Su fundamento de autoridad yace en un doble juego entre la posesión de un saber
técnico ligado a una disciplina científica, y a la legitimación social de estos discursos, técnicas y
agentes expertos. Esto implica la confluencia de una lógica técnica y una lógica política, que une
diversos espacios atravesados por la circulación de discursos y personas.
Del análisis de las estrategias de intervención pública de José Luis de Ímaz, de su
participación en instancias de poder, de su interpelación a distintos grupos dirigentes y políticos,
260
En el Consejo Asesor coexistieron dos de las grandes redes de funcionarios en educación: la católica (de Ímaz,
Alfredo van Gelderen, Antonio Battro) y la FLACSO (Cecilia Braslavsky, Daniel Filmus, Juan Carlos Tedesco). Los
otros miembros eran Irma Parentella, Edith Litwin, Horacio Sanguinetti y Matías Etchart.
172
encontramos que todas ellas se ajustan grosso modo a la del expertise. De hecho, la reconstrucción
de la trayectoria pública de nuestro personaje muestra un derrotero similar a la tipificación que
Morresi y Vommaro proponen sobre la circulación de discursos y personas expertas: del mundo
académico al mundo de la política, del Estado y de los negocios, y de allí al espacio público y a los
medios de comunicación. Este modelo típico permite comprender la trayectoria de de Ímaz en
función del fenómeno sociológico mayor, permitiéndonos evadir las explicaciones centradas en la
excepcionalidad de los atributos individuales. Sin embargo, el análisis profundo de los vericuetos
biográficos de de Ímaz nos devuelve un fresco mucho más complejo sobre el cual señalaremos dos
cuestiones.
En primer lugar, las condiciones de posibilidad para que de Ímaz se convierta en
interlocutor válido con distintos actores externos a la academia deben buscarse no principalmente
en la acumulación de credenciales expertas que lo doten de autoridad científico-técnica, sino en las
redes de sociabilidades que de Ímaz fue tejiendo, consciente e inconscientemente, en la escuela, en
la parroquia, en la militancia en el movimiento católico, en su activismo en organizaciones
nacionalistas, desde la universidades Católicas y de Buenos Aires. En ese sentido, la lógica técnica
del expertise no basta para explicar las intervenciones públicas de de Ímaz. A lo largo de su
trayectoria pública, el tema por el cual se lo consulta varía: grupos dirigentes, estructura social,
marginalidad, divorcio, educación. Esta capacidad para deslizarse de un tema a otro lo aproxima a
las formas de intervención pública de los intelectuales, aún cuando el fundamento de legitimidad
sea técnico-científica.
En segundo lugar, no podemos comprender el proyecto político-intelectual de de Ímaz sino
a partir de los ámbitos de socialización y sociabilidad religiosas en los que estuvo inmerso a lo
largo de su vida. Aquel proyecto era, en esencia, el del principio de subsidiariedad: una sociedad
organizada en cuerpos intermedios, en la que el Estado tiene la obligación de abstenerse de actuar
donde ya actúa un cuerpo social intermedio pero de asistir a aquellos que no pueden subsistir por sí
solos. Su fuente doctrinal es la Doctrina Social de la Iglesia, que de Ímaz conocía desde pequeño,
que se combinaba con el llamado a la acción pública que nos permite comprender sus sucesivas
incursiones desde la torre de marfil académica hacia extramuros, en particular la actividad política.
La cosmovisión comunitarista atraviesa todas las intervenciones públicas de de Ímaz: desde
el desplazamiento de los partidos políticos del rol de representación política, en pos de favorecer la
organización de grupos de presión que respondan a los cuerpos intermedios (de empresarios, de
173
sindicatos, etc.), pasando por la reivindicación del trabajo social de las organizaciones caritativas
cristianas allí donde el Estado no puede llegar, hasta los sucesivos intentos de orientar la acción del
Estado hacia el impulso de una matriz societal de tipo comunitarista (y un Estado con un rol
consonante). Esto se expresó en distintas propuestas, tanto durante el Onganiato como en la década
de 1990, momento en el cual convergieron cuadros neoliberalres y cuadros católicos sobre la base
de afinidades electivas entre el principio de subsidiariedad y primacía de los cuerpos intermedios, y
el antiestatismo del Consenso de Washington.
Más allá de estas variaciones históricas, el principio de subsidiariedad es el eje ideológico
que guía sus intervenciones públicas. Esto revela una dimensión de su intervención pública que nos
remite a la figura del intelectual. Sin embargo, el énfasis en mantener las formas y el registro
científico dan cuenta de la imbricación entre ambos modelos de intervención pública, aquí
fusionados y nutridos, entre otras fuentes, por el llamado a la acción pública en la cual de Ímaz se
formó en el movimiento católico.
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177
“Los denuedos y sinsabores del intervencionismo estatal en la Argentina a través de la
trayectoria de Alberto Fracchia”261
Mariana Heredia (CONICET-IDAES/UNSAM-UBA)
Introducción: Tras las huellas de la economía estatal
En su libro sobre el desarrollismo en la Argentina y en Brasil, Kathryn Sikkink (1991: ix) comienza
por comparar el acceso a las huellas de este ideario y su época en los dos países. Su relato
contrapone la fastuosidad de los edificios, la celebración de los grandes hombres, la disponibilidad
de archivos metódicos y bien preservados en Brasilia, con la decadencia, la dispersión y la escasez
de pistas materiales de este pensamiento y sus representantes en Buenos Aires.
Esta vacancia no se limita al desarrollismo y su tiempo sino que atañe a gran parte de las
doctrinas estatistas, sus protagonistas y cristalizaciones. Hasta hace muy poco, el escaso
conocimiento disponible era una de las tantas expresiones de las dificultades del Estado argentino
para construir, a partir de la segunda mitad del siglo XX, un relato sobre sí mismo más o menos
sistemático y acumulativo. Al calor de los conflictos sociales y la inestabilidad política, la
Argentina no sólo perdió la capacidad de documentar y celebrar los avances de su Estado, careció
también de la más mínima vocación de atesorar las huellas de su propia historia. Este trabajo se
suma al esfuerzo reciente de quienes, desde las ciencias sociales, han intentado cubrir estas
omisiones.
Para el caso que nos ocupa, los antecedentes en estos temas pueden organizarse en función del
modo en que han intentado aprehender al Estado y sus intervenciones económicas en la segunda
mitad del siglo XX.262 Un conjunto de indagaciones ha preferido un recorte por administraciones
(la peronista, por ejemplo: Berrotarán, 2003 y Sidicaro 2002). Otro se ha concentrado en el
derrotero de ciertas agencias públicas (es el caso de los bancos de desarrollo, Rougier, 2004).
Varias han seguido las inconstancias de ciertas políticas públicas (la internacional: Rapoport, 1995;
la industrial: Belini y Rougier, 2008; la petrolera: Gadano, 1998; la referida a las grandes empresas:
261
Este texto retoma la ponencia presentada en las Jornadas "Recuperando trayectorias intelectuales en el Estado.
Argentina en la segunda mitad del siglo XX" en la Universidad de General Sarmiento, en septiembre de 2013.
Agradezco muy especialmente a Martín Vicente por la invitación y a Sergio Morresi por sus comentarios.
262
Para un análisis más exhaustivo y sistemático de esta producción, remitimos al lector a los estados de la cuestión
propuestos por Bohoslavski, Soprano (2010) y Pereyra (2012).
178
Castellani, 2009). Una última línea se ha desarrollado recientemente, revitalizando las
preocupaciones en torno de las relaciones entre el Estado central y las administraciones
subnacionales (en materia tributaria: Gómez Sabaini, Santieri y Rossignolo, 2002, en el área
educativa: Rivas, 2004).
Si la intención de estas Jornadas es recuperar algunos retazos de la historia de la administración
central y de sus protagonistas en Argentina en la segunda mitad del siglo XX, la trayectoria de los
“economistas de estado” constituye a la vez un eslabón perdido y un fundamental hilo de Ariadna.
Inspirados en una noción de Neiburg y Plotkin (2005), podemos llamar “economistas de Estado” a
quienes, identificados con esta disciplina, se formaron en la administración nacional para y por su
desarrollo.
Los “economistas de estado” y Alberto Fracchia en particular no son necesariamente
intelectuales si por ello se entiende a quienes detentaron visibilidad e influencia pública directa.
Difícilmente quienes recorran los diarios nacionales e incluso las publicaciones profesionales más
prestigiosas se topen con su nombre. Ciertamente, hacia fines de los años cincuenta, Raúl Prebisch
y Aldo Ferrer, comenzaban a instalarse en la prensa y en las discusiones especializadas como
representantes de la moderna ciencia económica. Los economistas, sin embargo, estaban lejos del
grado de institucionalización, unidad teórica y predicamento político que conquistarían décadas
más tarde. Si Fracchia y otros economistas de su trayectoria merecen en cambio ser caracterizados
como “economistas de Estado” es porque participaron, de manera determinante, de los círculos
nacionales e internacionales que forjaron, en la práctica, el perfil de los estados latinoamericanos
durante la segunda posguerra. Como otros expertos de la época, Alberto Fracchia se encuentra
entre quienes, desde las oficinas estatales, contribuyeron a traducir ciertas ideas en indicadores,
instituciones y políticas. De este modo, sin ser un intelectual asiduo en las grandes tribunas de
doctrina, Fracchia contribuyó a la construcción de las categorías y los números públicos sobre los
que se asentarían más tarde variadas observaciones, controversias y políticas económicas.
Interesarse en estos economistas permite cubrir una doble vacancia. Por un lado, la
preocupación por los expertos en economía como intelectuales públicos y funcionarios de alto
rango se concentra en el último cuarto de siglo XX y en el fortalecimiento de los (neo)liberales.
Escasos son los análisis sobre los economistas asociados al populismo o al desarrollismo y aún
menos aquellos que se interesan en su derrotero como portavoces y ejecutores de ciertas políticas
179
públicas. En efecto, si bien algunos referentes del intervencionismo han despertado atención,263 la
misma se pierde cuando se trata de economistas que no participaron de decisiones
macroeconómicas puntuales sino de impulsos más lentos y acumulativos en las diversas áreas de la
intervención estatal. Este olvido es sintomático y soslaya un hecho fundamental: los diagnósticos y
ensayos macroeconómicos solo fueron posibles porque se asentaron en una infraestructura
estadística que hizo posible visibilizar, cuantificar y monitorear la evolución de ciertos fenómenos.
Por otro lado, el análisis de las trayectorias individuales de estos agentes estatales permite
identificar rupturas y continuidades que no necesariamente se corresponden con aquellas que
delimitan los estudios interesados en gobiernos, agencias, políticas o anclajes ideológicos
específicos. Como apunta Mitchell (2005), el interés en la historicidad de las instituciones
económicas revela vínculos muchas veces desatendidos entre la etapa neoliberal y la keynesiana.
La noción de economía, como jurisdicción específica, universal y autorregulada, característica del
neoliberalismo, hunde sus raíces en el desarrollo de las instituciones estadísticas, legales,
tecnológicas y hasta cognitivas legadas por los Estados interventores del período anterior y
ancladas en una internacional de expertos que precedió, con mucho, al Consenso de Washington.
Así, complementando los estudios anteriores, el análisis prosopográfico de la biografía
profesional de Alberto Fracchia permite contar dos historias y vincularlas en una paradoja. La
primera historia reconstruye el proceso en el que se forjaron, debilitaron y sostuvieron las
capacidades estadísticas de la administración central264. La segunda enlaza la fragilidad del aparato
estatal argentino y la exclusión de sus cuadros más calificados con la consolidación de una zona
gris de experticia económica internacionalizada que signó las instituciones y las políticas públicas
tanto liberales como desarrollistas. Entre ambos procesos, se demarca una paradoja. Cuando
permitió retener y perpetuar el saber de los especialistas formados en el Estado, la
internacionalización sirvió de atenuante al desconocimiento de las experiencias y tradiciones
locales. En otras palabras, el rescate con recursos externos de los cuadros técnicos formados en las
burocracias públicas contrapesó el desgarramiento recurrente de la administración central y
263
Entre ellos, pueden mencionarse Roccanello y Rougier (2013) sobre Aldo Ferrer, Fernández López (2001) sobre
Raúl Prebisch; Neiburg y Plotkin (2004) sobre los economistas que participaron de los primeros años del Instituto di
Tella. Piezas de esta historia se encuentran también en diversos obituarios publicados en las actas de la Asociación
Argentina de Economía Política y la Academia Nacional de Ciencias Económicas.
264
En este sentido, este trabajo se nutre de la fructífera línea de investigación desarrollada en el país por Hernán Otero,
Claudia Daniel y Hernán González Bollo, entre otros.
180
preservó cierto grado de continuidad y reflexividad en el diseño y la implementación de las
políticas públicas.
Sintéticamente, Alberto Fracchia es considerado, junto con Manuel Balboa, uno de los padres
de las cuentas nacionales en la Argentina. Nacido a fines de los años veinte, su trayectoria
profesional quedó marcada a fuego a mediados de los años cuarenta cuando se incorporó al Banco
Central (BCRA), poco después de que las desavenencias con el peronismo llevaran a Raúl Prebisch
a alejarse de la institución y del país. Desde el BCRA, Fracchia tuvo una participación crucial en la
elaboración y la expansión de las estadísticas económicas, proveyendo al Estado de herramientas
para describir e intervenir en la “economía nacional”. Este rol no cesó cuando abandonó su puesto
como funcionario del principal banco público. En tanto consultor internacional, Fracchia trabajó en
el Consejo Federal de Inversiones (CFI), el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) y Instituto
Nacional de Estadística y Censos (INDEC) para culminar luego su carrera como docente de la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde sus diversos roles contribuyó a formar a muchos de
los economistas que tendrían un rol destacado tras el regreso a la democracia.
Basado en una larga entrevista realizada en 2002 265 , este escrito recorre su trayectoria
profesional en la administración pública. En este sentido, intenta revertir la ausencia de
recordatorios y obituarios que, como en el caso de otros “economistas de estado”, se suma a otros
denuedos y sinsabores del intervencionismo estatal en la Argentina.
La economía como profesión de Estado: el BCRA y las estadísticas públicas
Si bien en la tradición liberal y marxista la economía ha tendido a homologarse a una estructura
ahistórica que opera, desde siempre, como determinante último de las relaciones sociales (así lo
revelan los estudios de historia intelectual de Hirschman, 1977 y Rosanvallon, 1999), el análisis de
las instituciones vinculadas con las ciencias económicas delinea un recorrido y un significado
diferente. Primero, el gran aporte de la historia y la antropología económica ha sido precisamente
afirmar la asociación entre modernidad y separación de esferas; muy particularmente, la tardía
emergencia, en los países occidentales, de la noción de “economía” como un espacio discernible y
autorregulado [Polanyi, 2000 (1944)]. Más tarde, los estudios sobre las formaciones universitarias
y las agencias estatales que permitieron diferenciar y expandir las jurisdicciones designadas bajo el
265
El encuentro tuvo lugar en su departamento en el barrio de Belgrano, el 18 de diciembre de 2002. La entrevista
fijada para las 9 de la mañana se prolongó hasta bien entrada la tarde.
181
término economía, reafirman este desarrollo reciente. Los orígenes más remotos e imprecisos de la
disciplina remiten al desarrollo de herramientas y especialistas centrados en el comercio y las
finanzas públicas. Inmersos en herencias filosóficas y orientaciones teóricas diversas (Fourcade,
2001), los conocimientos económicos como tales aparecieron a fines del siglo XIX en las naciones
de Europa continental estrechamente vinculados con la aritmética estatal.
En la Argentina, como en otros países contemporáneamente, la economía interesaba sobre todo
como instrumental de cálculo para la administración del comercio y el tesoro. Tal fue el argumento
enunciado por los primeros cultores de esta disciplina quienes, en la última década del siglo XIX y
a primera década del siglo XX, emprendieron una primera disputa jurisdiccional con las
formaciones en leyes. Atrayendo a estudiantes de medios relativamente modestos, estos
promotores lograron primero formar la Escuela Superior de Comercio (de nivel secundario) y
luego crear, en la Universidad de Buenos Aires, la licenciatura de contador y el doctorado en
ciencias económicas (Plotkin, 2006).
Fue en este marco que, luego de estudiar en un bachillerato comercial, el joven Fracchia se
inscribió en la carrera de contador en la Universidad de Buenos Aires. La economía no existía aún
como disciplina específica y, como Fracchia lo entreveía en ese momento, estudiar ciencias
económicas equivalía entonces a asistir al sector público o privado sobre todo en materias
tributarias.
Ahora bien, aunque los claustros universitarios apenas comenzaban a acusar los cambios, los
imperativos de la gran guerra y la crisis de 1930 comenzaban a forjar una misión y un nuevo
impulso a las ciencias económicas y sus profesionales. En 1925, el Banco de la Nación Argentina,
que existía desde 1891, decidió crear una Oficina de Investigaciones Económicas (OIE). La misma
reclutó a muchos de los mejores estudiantes y profesores de la Facultad de Ciencias Económicas.
La creación del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en 1935 constituyó la
culminación de este proceso: Raúl Prebisch había elaborado el proyecto desde la OIE y se desplazó
allí con todo su equipo. El BCRA se afirmó entonces como un espacio de excelencia que, a pesar
del cambio de cúpulas, seguiría afirmándose durante la década peronista
Este impulso modificó el destino de Fracchia. A través de un aviso, supo de una convocatoria
en el BCRA y se incorporó al Banco a través de un estricto examen de ingreso que incluía una
prueba escrita y una entrevista con el entonces técnico en investigaciones económicas. Aunque
Prebish ya no estaba, su liderazgo intelectual seguía impregnando a la institución y regulando gran
182
parte de sus procedimientos. Según Fracchia, por entonces el BCRA contaba con no más de 60
empleados, con un fuertísimo compromiso con la institución que los hacía trabajar sin horario.
El Instituto de Estudios Económicos, donde se incorporó, tenía varias divisiones que ilustran el
modo en que le economía política estaba dejando de ser una mera aritmética estatal para
convertirse en una herramienta clave para la planificación centralizada. Según su testimonio, el
Instituto contaba con 5 divisiones: 1) Industria; 2) Agropecuaria; 3) Política Comercial; 4)
Estadística; 5) Análisis Monetario y 6) Grandes Empresas. Fracchia fue designado en la División
Estadística y empezaron allí, junto a su maestro Manuel Balboa, sus 55 años en el tema de Cuentas
Nacionales. Balboa se encargaba de la tarea de coordinar la labor del equipo, resolviendo tanto los
problemas conceptuales como aquellos relacionados con las fuentes. Sus tareas contribuyeron a
consolidar al BCRA como una de las piezas centrales del Sistema Estadístico Nacional hasta la
actualidad (Mentz, 1991: 524-525).
Desde el BCRA, Fracchia conoció el énfasis del peronismo en la lealtad de los cuadros
superiores, pero también la heterogeneidad ideológica de los técnicos ligados al gobierno. Según su
relato, tanto el presidente y como parte del directorio del Banco fueron conformados por gente de
confianza del ejecutivo. Estas recomposiciones no hicieron perder la orientación más bien liberal
con la que se asociaba a esta institución. En una posición distinta, el grupo de Mario Bunge, más
católico y nacionalista, colaboraba con el gobierno desde el Consejo Nacional de Posguerra. Allí se
intentaba elaborar un programa de mediano y largo plazo para el país, que sirviera de base para los
planes quinquenales.
Pero es la política fiscal y arancelaria la que despertaba en Fracchia un recuerdo más
ambivalente. Si bien consideraba que la creación del Instituto de Argentino de Promoción del
Intercambio (IAPI) había sido una iniciativa positiva, recordaba que había complicado mucho la
tarea del BCRA. El problema era básicamente que solían solicitar redescuentos para respaldar una
suerte de presupuesto paralelo. De hecho, según recordaba, eran estos desórdenes fiscales los que
habían llevado a muchos de los técnicos originariamente ligados a Prebisch a alejarse de la
institución.
La crisis económica de fines de la presidencia de Perón obligó a rectificar el rumbo, con al
nombramiento de Alfredo Gómez Morales al frente del Ministerio de Economía. El nuevo ministro
había sido presidente del BCRA y manifestó su intención de conocer el Ingreso Nacional para
poder hacer proyecciones. Esto supuso un gran crecimiento para la división de Balboa y Fracchia:
183
pasaron de ser 3 o 4 empleados a 20. Como la facultad no formaba a la gente para este tipo de
tareas, Fracchia recordaba que una de sus principales misiones en esos años fue la enseñanza de las
nuevas generaciones. Según recordaba, el ministro Gómez Morales tenía la certeza de que el país
había completado la etapa de la industrialización liviana y debía avanzar sobre la pesada. Esta
convicción había llevado al ministro a alentar la industria automotriz y a propiciar la instalación de
Kaiser, FIAT y Mercedes Benz en Córdoba donde la industria de la aviación había permitido el
desarrollo de mano de obra calificada.
Debilidad estatal y organismos internacionales: de funcionarios a tecnócratas
Las modificaciones en materia económica no impidieron el golpe que trajo de regreso al BCRA a
los antiguos adversarios de Perón. Para Fracchia, el desorden y la premura que caracterizaron los
años de la Revolución Libertadora se hicieron insoportables. Tanto, que en 1956 presentó su
renuncia. Al poco tiempo, un amigo le propuso trabajar en su consultora asistiendo a un par de
empresas privadas. La sorpresa que le generaron sus honorarios ilustra la brecha que existía ya, en
ese entonces, entre los cuadros calificados del sector público y los del sector privado. Según su
recuerdo, asistir a estas dos empresas le permitía ganar tres veces lo que obtenía como alto
funcionario del BCRA y eso que se había retirado como subgerente de investigaciones financieras.
La experiencia de Fracchia expresa con claridad las incongruencias de lo que Fernández López
(2001: 512) ha dado en llamar la “década dorada de los economistas”, aquella que el autor enmarca
entre 1955 y 1965. Por un lado, desde su perspectiva y desde el testimonio de los economistas que
se insertaron profesionalmente entre los años cuarenta y sesenta, no existía destino más anhelado
para un joven graduado en ciencias económicas que obtener un empleo en las reparticiones
estatales más modernizadoras: los bancos públicos primero y las agencias de planificación más
tarde. Desde el gobierno peronista, éstas no habían hecho más que expandirse y generar espacios
para la novel disciplina que sería finalmente creada, en los claustros universitarios, en 1958. Por
otro lado, estos mismos testimonios subrayan las tensiones recurrentes dentro de estos espacios y el
retraso de las remuneraciones públicas con respecto a los salarios que podían obtenerse en otros
espacios de inserción profesional.
Los “economistas de estado” ofrecen así un ejemplo de la relativa debilidad de la
administración pública del período. La primera razón ha sido sin duda la más documentada: las
184
purgas y renuncias provocadas por los enfrentamientos político-institucionales 266 . La segunda
razón, menos conocida, remite a las posiciones y sus recompensas. La situación era
particularmente dramática en las altas casas de estudio. Aún cuando las universidades públicas
argentinas se encontraron entre las más prestigiosas y masivas del continente, los presupuestos
fueron siempre exiguos. De hecho, aunque no haya datos específicos sobre las ciencias
económicas, su situación ha de haber sido aún más ajustada que la de otras disciplinas más
dependientes de la Universidad. E incluso en estos últimos casos, los profesores a tiempo completo
fueron durante décadas minoritarios y mal remunerados.267 Si bien en las agencias públicas las
posiciones no escaseaban, el testimonio de Fracchia pareciera indicar que, para sus cuadros más
calificados, los salarios del sector privado resultaban mucho más interesantes y las posibilidades de
promoción mayores.
Pero no fueron solo ni centralmente las empresas las que reclutaron a estos cuadros formados
en la administración estatal: mientras el Estado argentino purgaba o desatendía a quienes tan
arduamente había contribuido a formar, los organismos internacionales apuntalaban, con su interés
y sus recursos, el desarrollo de las capacidades técnicas vinculadas con la economía. En efecto, tras
la revolución cubana y bajo la administración Kennedy, la conformación de la “Alianza para el
progreso” aspiró a evitar la polarización del campo político latinoamericano entre una derecha ultra
conservadora y una izquierda revolucionaria y procastrista. Su estrategia fue aportar asistencia
técnica y financiera para formar “amigos de América” (Dezalay y Garth, 2002: 182 y ss.). Esta
nueva impronta se combinó con el prestigio de las universidades norteamericanas y con los
recursos puestos a disposición del intercambio por parte de las agencias “filantrópicas”
estadounidenses (Berman, 1983).
Si bien la internacionalización de esta etapa anticipa a la que se desplegará más tarde, la
influencia americana y en particular de sus teorías económicas estaban lejos de alcanzar la unidad
que adquirirían en la década de los noventa. La existencia de otros centros políticos e intelectuales
(Europa y la Unión Soviética), la fragmentación de los referentes de la cultura americana
(demócratas en Harvard y republicanos en Chicago) y la relativa importancia de instituciones
266
En general, suele enfatizarse el ataque del primer gobierno peronista contra los intelectuales independientes a
mediados de los años cuarenta (Dagnino Pastore, 1988 y Beglaiser, 2009: 69-70). Aunque fueron particularmente
virulentas en ese período, estas prácticas no comenzaron ni se interrumpieron en la década peronista. Al respecto
Buchbinder (2005) y Neiburg (1998).
267
Según Gentel (1997:66, citado por Biglaiser, 2009 : 66), apenas el 10% de los profesores de las universidades
públicas argentinas eran de dedicación exclusiva entre 1960 y 1980. De acuerdo con Biglaser (2009: 78), antes de
1989, un profesor a tiempo completo de la UBA ganaba apenas 250 dólares por mes.
185
regionales de distinto signo ideológico (Beigel, 2012 y 2009), abrían mayores márgenes de
maniobra para las elites técnicas locales. En el caso de las estadísticas económicas, es crucial
considerar el rol que jugó la CEPAL y la capacitación y actualización profesional impartida en
espacios como el Centro Latinoamericano de Enseñanza de Estadística (CIENES), creado por la
Organización de Estados Americanos (OEA) en Chile (Daniel, 2013).
Es precisamente este proceso de internacionalización técnica el que evitó que Fracchia, tras
alejarse de BCRA, se dedicara exclusivamente a la actividad privada. Al alejarse de la burocracia
pública en los años cincuenta, Fracchia pudo reconvertirse primero en consultor y luego en
funcionario de organismos internacionales. Fueron éstos los que recompensaron y contribuyeron a
propagar sus conocimientos como especialista en cuentas nacionales en el país y en el continente.
La reconversión fue rápida. Cuando en 1956, Raúl Prebish regresó al país como asesor
económico del gobierno, se conformó un equipo con técnicos de las Naciones Unidas y del
gobierno. En este marco, Fracchia obtuvo un contrato para informar sobre la riqueza tangible, la
distribución del ingreso y la distribución por sectores de la población activa. Durante 6 meses,
trabajó a la vez con las dos empresas como consultor y como organizador de un equipo de 30
personas para enseñarles cómo mirar las cuentas nacionales. Este contrato dio lugar a otro y
Fracchia se desempeño como asesor técnico en estadísticas públicas hasta 1958. Este caso no hace
sino ilustrar el modo en que las estadísticas desarrollistas se nutrieron de la asistencia internacional.
Según Daniel (2013: 16-17) y sobre la base de estadísticas de la ONU, durante el trienio
1960-1962, la Argentina recibió 52 expertos en el primer año, 59 en el segundo y alrededor de 50
en último.
La candidatura de Arturo Frondizi despertó entonces las esperanzas de muchos argentinos,
entre ellos la de Fracchia. El economista comenzó a reunirme con un grupo de técnicos
comprometidos con el candidato que trabajaban, gratuitamente, en la elaboración de un plan de
corto plazo para el futuro gobierno. Norberto González y Aldo Ferrer eran parte de ese grupo que
se vio profundamente desencantado cuando, sin prevenirlos, el presidente escogió al equipo
coordinado por Frigerio. Las rencillas entre Frigerio, Ferrer y Frondizi forman parte de la historia
del desarrollismo en la Argentina y ameritan que alguien se ocupe de ellas en profundidad. A
Facchia, el desenlace lo llevó a retornar al BCRA como subgerente, mientras muchos de sus
compañeros de militancia acompañaban a Allende y a Ferrer al gobierno de la provincia de Buenos
186
Aires. Comprometido con ellos, Fracchia participó de la organización de la dirección estadística de
La Plata, formando al personal del organismo en los temas de su especialidad.
Pero el BCRA no era el mismo. Manuel Balboa había renunciado para irse a trabajar con
Prebish en las Naciones Unidas. Al tiempo, Fracchia seguiría sus pasos. Se tomó licencia en el
BCRA, fue consultor en Colombia donde desarrolló su actividad entre 1961 y 1962. La Alianza
para el Progreso no sólo mereció la simpatía de Fracchia sino que gracias a ella los conocimientos
que había contribuido a generar abandonaron el BCRA y conquistaron un espacio propio dentro del
Ministerio de Economía con la creación de la dirección estadística. Una vez más, en 1962-1963,
Fracchia asistió este proceso, esta vez como consultor de la Organización de los Estados
Americanos (OEA).
Con el triunfo de Illia, en 1963, volvieron al gobierno muchos de quienes habían militado
con él en el asesoramiento de Frondizi. Se relanzó entonces la idea de delinear un plan de
desarrollo y en ese marco se fortaleció el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), creado en
1961, y el Centro Federal de Inversiones, de 1959. En este marco, y con la participación del
Instituto di Tella, Norberto González, Felipe Tami, Héctor Grupe y Alberto Fracchia coordinaron
un grupo de 25 personas jóvenes que realizaron un informe sobre la estructura económica
argentina. Según el conocimiento de Fracchia, el diagnóstico del país que desarrollaron en esos
años nunca se repitió con semejante magnitud. En este equipo de técnico se definieron las regiones,
se analizó el producto de cada municipio, en acuerdo con el BCRA, se completó una matriz de
insumo producto, se analizó desde el tráfico ferroviario hasta las sucursales bancarias. Un
documento del CONADE sintetizó parte de este esfuerzo (Fracchia, Altimir y Sourrouille, 1965).
Esta tentativa de conocer en profundidad la realidad nacional a través de las estadísticas
públicas no se detuvo con el golpe de Onganía. Fue precisamente bajo este régimen que se intentó
consolidar institucionalmente esta tarea al crearse el Instituto Nacional de Estadística y Censos
(INDEC). A través de la ley 17.622 de 1968 y su implementación en 1970, el INDEC adquirió la
centralidad que hoy detenta dentro de la producción de números públicos estatales (Mentz, 1991:
502). No obsta que desde los años cincuenta, el BCRA siga ocupando un lugar central en materia
de estadísticas económicas.
Ante un escenario nacional cada vez más enrarecido, Fracchia decidió incorporarse como
funcionario de las Naciones Unidas donde permaneció por 22 años. Fue subdirector de la oficina de
CEPAL en Buenos Aires, asesor de los gobiernos de Paraguay y Bolivia y terminó jubilándose en
187
1987 como parte de un equipo financiado por el Banco Central de Venezuela. A lo largo de estos
años, Fracchia se desempeñó intermitentemente como docente del BCRA, del Instituto di Tella, de
las Facultades de Ciencias Económicas de la UBA, de la Universidad Católica y de la de Belgrano.
Después de jubilarse, entre 1994 y 1997, volvió a trabajar como docente en la UBA en la Maestría
dirigida por uno de sus amigos, Carlos García Tudero.
A modo de conclusión: de denuedos y sinsabores
Al menos por su relato, Fracchia parece haber permanecido relativamente ajeno a las
confrontaciones personales que desgarraron a los intelectuales del desarrollismo. Había
compartido la desilusión de Ferrer ante Frondizi pero no necesariamente albergaba las mismas
enemistades con respecto a otros voceros del pensamiento económico de su época. A la hora de
reflexionar sobre los economistas que habían dirigido las polémicas y la acción pública en el
período de posguerra, Fracchia manifestaba compartir sus buenas intenciones, al tiempo que
lamentaba el modo en que las ambiciones personales habían conspirado, muchas veces, contra la
consecución de un objetivo que juzgaba bastante compartido.
Su juicio era mucho más crítico a la hora de evaluar la suerte de las instituciones que había
contribuido a construir. Desde su perspectiva, el CFI había sido progresivamente cooptado por los
ministros de hacienda de las provincias y el CONADE había perdido la capacidad de conducir la
acción planificadora del Estado. Desde su opinión, la Argentina había carecido de un consenso o de
un liderazgo político capaz de respaldar y sostener en el tiempo los programas de planificación
estatal que habían comenzado a desarrollarse en los años 1930.
En el momento de la entrevista, el país atravesaba aún los estertores de la crisis de 2001. Los
economistas se veían entonces fuertemente cuestionados por el protagonismo que habían adquirido
en la política económica adoptada desde la dictadura y sobre todo por la responsabilidad de la
profesión en el sostén de la convertibilidad y en el respaldo de múltiples ajustes. A la hora de
contestar a la pregunta sobre a quiénes consideraba economistas destacados, Fracchia tuvo la
oportunidad de proponer su evaluación de la disciplina.
En términos personales, el experto en cuentas nacionales recordaba con orgullo y admiración a
muchos de quienes habían sido sus estudiantes. Había trabajado con Juan Vital Sourrouille en el
CFI y en el CONADE y lo recordaba como un joven brillante y comprometido. Pero su cariño y su
188
admiración se concentraban en Daniel Heymann al que consideraba un modelo de economista.
Frente a la arrogancia y la premura de muchos de sus pares, Fraccha veía en Heymann a un
economista brillante pero modesto, creativo pero atento al rigor de los datos y a las consecuencias
sociales de ciertas políticas.
Pero su juicio más general no era exactamente personalista. En estos jóvenes reconocía menos
una ideología particular que una deontología profesional que creía perdida. En su evaluación, el
economista de estado no culpaba a personas ni a orientaciones ideológicas, intentaba comprender
más bien la dinámica prevaleciente entre los economistas a finales del siglo XX. Fracchia se
mostraba particularmente perplejo frente a quienes, a pesar de estar directamente vinculados con
ciertos sectores privados, se atribuían realismo y objetividad. A lo largo de la entrevista, se
preguntaba cómo, quienes vivían asesorando a empresas con intereses particulares, podían tomar la
palabra públicamente erigiéndose en representantes del interés general. Lo que hacía falta,
subrayaba, era gente con formación de excelencia para el sector público.
Desde su punto de vista, la UBA hacía rato que se había revelado incapaz de servir a esta tarea.
Su experiencia lo llevaba a pensar que la Universidad de masas no contaba con las condiciones
para desarrollar una formación personalizada y que esta casa de estudios había sacrificado los
méritos académicos a rencillas políticas que poco recompensaban a los especialistas más
destacados y valiosos de la disciplina.
En este sentido, la trayectoria y las opiniones de Fracchia echan una luz particular sobre el
despliegue de los agentes y las capacidades estatales en materia económica. Los estudios sobre los
economistas han subrayado o bien el ascenso de la profesión o bien la confrontación entre
ortodoxos y heterodoxos. Menos se ha dicho sobre el hecho de que, desde los años setenta, el
ensanchamiento de la jurisdicción reclamada por los economistas se dio de manera concomitante al
establecimiento de una nueva configuración profesional en el interior de esta disciplina.
Si bien la relativa unificación teórica y metodológica así como la polivalencia de sus
profesionales nos lleva a hablar de “los” economistas, vale la pena subrayar que la consolidación
de esta nueva “profesión global de mercado” (Fourcade, 2009) no benefició por igual a todos sus
practicantes. El éxito material y simbólico de “los” economistas tuvo como contrapartida una serie
de nuevos imperativos. A la internacionalización del prestigio y las referencias, se correspondió la
creciente mercantilización de los conocimientos y destrezas. En un caso, como en el otro, se perdió
aquello que Fracchia representaba en los años 1940-1950: una profesión que buscaba alcanzar la
189
formación y el reconocimiento ofrecidos por el sector público, que se interesaba muy
especialmente en el desarrollo de herramientas de observación capaces de comprender la
especificidad de la realidad local, que aspiraba a contribuir a la planificación del desarrollo
nacional y regional. La reconversión de Fracchia anunciaba los nuevos tiempos. Al calor de las
rencillas políticas primero y de los sucesivos planes económicos después, la centralidad de los
“economistas de estado” se fue perdiendo. Altos burócratas como Fracchia llegaron justo a
reconvertirse, para virtualmente desparecer entre las nuevas generaciones.
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Eje 3: Análisis sobre actores católicos en entramados
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¿Todo es Historia? Del Jardín de Infantes de Frondizi a asesor presidencial en los ´90: la
trayectoria política de Emilio Perina (Moisés Konstantinovsky)
Luis Donatello (UNL/CONICET)
Introducción: Cómo llegué a Emilio Perina.
“Miró la escena desde el cielo. Centenares de productores enfurecidos que querían
repetirle las críticas que habían hecho oír en la Plaza de Mayo el miércoles pasado.
Hasta estaba ahí la cosechadora que la Policía Federal había detenido propiamente en
la esquina de la casa del ministro del Interior, Carlos Corach. Hombre intuitivo,
percibió que allá abajo todo era bronca contra él. Hombre moderno, pidió
información al gobernador Jorge Busti, un duhaldista con el que –parece– ahora
quiere empezar a recomponer relaciones, quien le confirmó que el horno no estaba
para bollos. Mascullando su bronca el Presidente decidió no aterrizar. La protesta
agraria lo había puesto en fuga, privándolo de hacer un homenaje a Emilio Perina,
uno de sus asesores favoritos, aquel que aseguraba que Menem era un estadista
superior a Juan Perón y a Julio Argentino Roca.
Villa Mantero es una antigua población agrícola de 1600 habitantes. Está a 350
kilómetros de Buenos Aires y a 50 de la ciudad de Concepción del Uruguay. En este
pequeño pueblo entrerriano nació el abogado y escritor Emilio Perina, asesor y
panegirista de dos presidentes argentinos (Arturo Frondizi y Menem), inventor del
slogan “la máquina de impedir” usado para definir a los opositores de ambos
presidentes. Menem –quien hizo suyo el latiguillo de Perina– se disponía a
homenajear a quien tanto lo homenajeó en el marco de una visita relámpago que
incluía la reinauguración de la plaza central de la ciudad de Concepción del Uruguay.
Un operativo de seguridad nunca visto en la zona había cercado todo el pueblo con
vehículos de la municipalidad local y vallados. El palco estaba preparado, el
intendente peronista Eduardo Bonnín repasaba su papel de anfitrión del Presidente.
No era un acto más: por primera vez Menem visitaba Villa Mantero. También
estaban, entre otras figuras de la provincia, el senador Augusto Alasino y el
195
gobernador Jorge Pedro Busti, dos duhaldistas que venían a hacer buena letra con el
Presidente”268.
A partir de la conclusión elaborada por Ana Castellani sobre los ámbitos privilegiados de
acumulación (CASTELLANI, 2009) entre las décadas de sesenta y ochenta del siglo pasado, y a
partir de mis propias indagaciones sobre las sociabilidades patronales llegué a una hipótesis. La
misma se sintetiza en la siguiente afirmación: para comprender el sustrato social sobre el que se
erigieron los nichos descriptos por Castellani, es necesario estudiar las trayectorias y redes sociales
de los agentes que circularon entre posiciones destacadas en el mundo de los negocios y la alta
función pública. Es decir, conociendo la conformación de categorías dirigentes 269 a la vez
económicas y políticas, podemos conocer algunas de las propiedades de la articulación entre
Estado y mercado durante la segunda mitad del siglo XX.
De este modo, a partir de los relatos y fuentes secundarias con los que vengo trabajando en
la construcción de biografías de miembros de la Unión industrial Argentina-UIA, empiezo a
indagar – en paralelo y siguiendo un camino inductivo – sobre personas que circularan entre los
espacios mencionados. Así es como me topé – entre otros – con figuras como las de Octavio
Caraballo, Carlos Corach o Roberto Roth270 quienes integraron un grupo de jóvenes profesionales
universitarios que – provenientes de la militancia estudiantil en la FUBA – iniciaron sus pasos en la
función pública durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962). Los integrantes de este grupo,
apodado como el jardín de infantes por los dirigentes radicales más maduros que integraban la
Unión Cívica Radical Intransigente-UCRI, siguieron derroteros diversos en los años posteriores.
Sin embargo, la constante, fue su circulación entre la Alta Función Pública y el Sector Privado.
Dentro de ellos, aparece mencionado Moisés Konstantinovsky (Emilio Perina). A partir de una
rápida indagación, pude descubrir a un personaje con una incidencia significativa en diferentes
coyunturas políticas. En primer lugar, tenía más o menos diez años más que los mencionados y que
había participado de la fundación del sector intransigente del radicalismo. Al mismo tiempo,
durante el gobierno de Frondizi fue un nexo entre los diversos grupos que convergieron en dicha
experiencia. Luego, fue editor periodístico y escritor. En paralelo se fue convirtiendo en
268
Nota de Américo Schvartzman en Página 12, edición del día 24 de junio de 1999. Edición digital:
http://www.pagina12.com.ar/1999/99-07/99-07-24/pag03.htm
269
Utilizo el término categoría dirigente para evitar caer en problemas de definición en torno al concepto elite.
270
La trayectoria de este último la trabajé en las jornadas sobre el onganiato organizadas el año pasado en la UNGS
(DONATELLO, 2012).
196
representante de diferentes empresas para asuntos de lobby tanto en los gobiernos civiles como
militares que se sucedieron con posterioridad. Y que, finalmente, sería nombrado asesor de la
Presidencia de la Nación durante la gestión 1989-1998.
De acuerdo con lo expuesto, considero que a partir de la reconstrucción de su biografía,
emergen elementos que – lejos de constituir elementos singulares – dan cuenta de algunas
transformaciones más profundas en los terrenos que circunscriben la indagación. Y, al mismo
tiempo, nos ilustran por abajo aquel proceso descripto por Anibal Viguera sobre las condiciones
políticas locales de las reformas de los noventa del siglo pasado (VIGUERA, 2000).
Las fuentes: sus límites y potencialidades
Para reconstruir la Historia de Vida de Emilio Perina, contamos con un recurso sumamente valioso:
su propia obra escrita. Dado que el periodismo fue una de sus profesiones, la misma podría
considerarse inabarcable. Sin embargo, tenemos una buena parte de la misma publicada en dos
tipos de libros: unos, volcados al ensayo político en clave testimonial; mientras que otros se
encuentran escritos como cuentos.
Pasemos revista a ellos:
Detrás de la Crisis, La Editorial Periplo, 1960
El texto se erige como un autoreportaje. En su interior, el autor desarrolla una relación minuciosa
de su participación en los acontecimientos políticos del país entre 1955 y 1960. Al mismo tiempo,
y de manera asistemática, da pistas sobre su pasado hasta esas fechas. De este modo, podemos
encontrar una trama sumamente densa que sintetiza una serie de agentes y posiciones políticas en
dicha coyuntura histórica: sus vínculos con las distintas facciones del radicalismo y el peronismo,
sus relaciones con otros espacios políticos, su rol en la campaña presidencial y en el posterior
gobierno de Arturo Frondizi, sus encuentros con Perón y sus divergencias con diferentes
protagonistas del intento de construcción de un Frente Nacional.
El Presidente Cautivo, Editorial Directrices, 1962
Se trata de un breve ensayo político. Pero a la vez intenso en definiciones políticas. Allí Perina
narra una explicación de la caída del golpe de estado a Arturo Frondizi, a la vez que propone una
caracterización del arco de fuerzas que protagonizan la política nacional.
197
El Frente Nacional, Editorial Directrices, 1963
Al igual que el anterior, este texto se organiza como un análisis de coyuntura. Pero, con una serie de
agregados entre los que se incluye un apéndice: un reportaje dado por Perina al diario El Mundo, en
donde aclara sus motivos de renuncia a un lugar en la lista de diputados de la UCRI por diferencias
internas con parte de quienes integraban dicha fuerza política.
Historias Apasionadas. La Mary y El Fiscal. Buenos Aires, Stilcograf, 1965. Después Ediciones de
La Flor re-editó en 1974 La Mary a la luz del éxito cinematográfico de su versión fílmica realizada
por Daniel Tinayre.
Dos cuentos de corte realista donde se combinan impresiones sobre el sustrato social del cual
emergió el peronismo.
La Máquina de impedir, Editorial Historia Contemporánea, 1981
En este texto, Perina realiza un complejo análisis de crítica al pasado y de apología de ciertos
sectores que configuraban uno de los brazos de la dictadura cívico militar que venía gobernando a
la Argentina hasta entre 1976 y el año de edición. Allí realiza una revisión y descripción de su
pasado personal, de las circunstancias políticas que mediaron en las décadas del sesenta y setenta
del siglo pasado, a la vez que realiza una significativa apología de la gestión económica de
Martínez de Hoz. En ese sentido, vale la pena enfatizar que el autor destaca el carácter
modernizador e irreversible de dicha experiencia, a la vez que juzga de manera llamativa a sus
opositores tanto civiles como castrenses. Una figura emerge como referencia : la de Julio
Argentino Roca, que luego reaparecerá en la obra posterior del autor .
Cuatro Confesiones y Un Espejo, Sudamericana, 1988
Recurriendo a elementos de la ficción, este trabajo se aboca nuevamente a una narración
autobiográfica en la cual se narran los principales acontecimientos políticos de la vida del autor.
Una figura clave en la trama es Arturo Frondizi – quien es retratado en su complejidad vital –. El
texto, constituye – al mismo tiempo – un diagnóstico de ciertos males del la Argentina.
Cuando los Vicepresidentes torcieron la Historia, Unión Ciudadana Independiente, 1994.
198
Ensayo histórico – resultante de una compilación de artículos publicados en El Cronista Comercial
–, es publicado por una agrupación política que dirigía. El paralelismo entre Carlos Ménem y Julio
Argentino Roca es uno de los grandes argumentos de la obra. Y en la necesidad de que Eduardo
Duhalde lo sucediera como Pellegrini a aquel.
La Argentina Acosada: Ideologías versus Nación, Sudamericana, 1996
Continuando con el derrotero iniciado en la máquina de impedir, el texto es un inventario de los
elementos destacables de las Presidencias de Ménem. En ese sentido desarrolla varias tesis: el
carácter irreversible de las reformas de los noventa y del proceso de globalización de la economía,
su sesgo modernizador y desarrollista, la comparación entre el presidente, Roca y – ahora también
– Juan Domingo Perón.
Estos textos poseen una gran virtud para el ejercicio de reconstrucción: en ellos Perina destaca en
sobre manera su influencia en los acontecimientos políticos a los que estuvo ligado directa o
indirectamente. De manera análoga a la reconstrucción biográfica a través del testimonio directo de
los agentes, esta tendencia – correlativa a aquello que Pierre Bourdieu llamaba efecto biográfico
(BOURDIEU, 1986) – puede ser tomado en cuenta como un recuso más. Básicamente, porque a los
fines de la reconstrucción sociológica que realizo, no es importante que tal o cual haya sido o no tan
protagónico. Sino porque, a través de esta suerte de representación exagerada de determinadas
personas sobre sí mismas, es que podemos obtener información sobre determinadas pautas de
comportamiento más extendidas, formas de actuar socialmente más legítimas que otras o rasgos
significativos de las esferas de acción por dónde circulan.
Asimismo, existen también un conjunto de fuentes secundarias – fundamentalmente
documentos de época, recortes periodísticos e investigaciones periodísticas – son sumamente útiles
a la hora de contextualizar y llenar vacíos. En la media en que avance en mi descripción, las iré
mencionado.
199
La trayectoria pública de Emilio Perina / Constantino Costa / Moises Konstantinovsky
Según la referencia periodística del inicio, Moises Konstantonivsky nació en Villa Mantero,
Provincia de Entre Ríos, en 1922. Su infancia en el medio rural, fue – en sus propias palabras –
típica de lo que Alberto Gerchunoff denominó la de un gaucho judío.
Sin embargo, en su juventud, su familia – dedicada a actividades comerciales – se mudó a Ramos
Mejía, en el bonaerense. En la medida en que realizaba sus estudios secundarios en un colegio
público, se volcó a la militancia estudiantil dentro del radicalismo. La misma prosiguió en su
juventud como estudiante de Derecho en la UBA, mientras que en paralelo cultivaba la amistad del
mundo nocturno de Buenos Aires. De este modo se vinculaba a tertulias donde descollaban figuras
como Arturo Jaurectche, Raúl Scalabrini Ortiz u Homero Manzi: fundadores del grupo Fuerza de
Orientación Radical Joven Argentina-FORJA. También encontraremos en este círculo a la
vanguardia artística del grupo MADÍ, muchos de ellos vinculados al Partido Comunista (PERINA,
1988: pp. 65-80).
Sin embargo, en este período formativo, se volcaba de lleno a lo que sería su actividad
principal en los años posteriores: el periodismo. Ya desde sus estudios secundarios venía
trabajando en diversas publicaciones, con su primer pseudónimo: Costantino Costa. Dicho nombre
era – al mismo tiempo – identidad pública. Años más tarde, explicó el porqué de este recurso: la
extensión de su apellido hacía difícil su pronunciación y otros motivos que veremos más adelante.
Volcado de lleno a estas actividades, Moises Konstantinovsky va ganando peso en la
militancia estudiantil, lo cual – a partir del golpe de estado de junio del ´43 – lo llevará a la cárcel:
ello incrementó su prestigio dentro del sector que en el partido centenario empezaba a conocerse
como intransigente. De este modo, comenzó a relacionarse con dirigentes como Moisés Levenson,
Crisólogo Larralde, Juan Isaac Cooke y Arturo Frondizi (PERINA, OP.CIT: pp.85-101). De la
mano de este último fue que entre 1946 y 1951 llegó a ser funcionario parlamentario de la Unión
Cívica Radical-UCR. Sin que existan referencias al respecto, concluyó sus estudios de derecho, sin
obtener el título de abogado. También participó de la experiencia, común a aquellos que se
encontraban fuera del mundo universitario durante el peronismo que fue el Instituto Libre de
Estudios Superiores: si bien había sido fundado dos décadas antes, por ese entonces nucleaba al
mundo intelectual antiperonista. Para ese entonces también se casa y comienza a tener hijos.
200
Una vez pasada esa etapa, se propone vincularse – por primera vez – al mundo de los
negocios como productor artístico. De este modo, en 1952 se embarca en la gestión del Teatro
Corrientes en el barrio Villa Crespo de la ciudad de Buenos Aires. Allí protagoniza una quiebra
fraudulenta que lo obliga a exiliarse del país, tomando Brasil como destino (PERINA, 1962: pp.
57-67).
Allí continuará su carrera periodística, trabajando en diversos medios paulistas y cariocas,
siendo Río de Janeiro su ciudad de residencia. También en dichas tierras en donde decide cambiar
su pseudónimo por el de Emilio Perina, acróstico formado por los nombres de su mujer e hijos.
Instalado en la – por entonces – capital del país vecino, es donde se re-encuentra con un antiguo
compañero de militancia: Juan Isaac Cooke. En palabras del propio Perina, en Brasil tendrá una
exitosa y sumamente redituable carrera como periodista, lo cual le permitió hacer una pequeña
fortuna en poco tiempo. También le implicó ser corresponsal y trazar lazos con dirigentes políticos
de la mayor parte de los países del subcontinente.
Estos elementos, sumados a sus vínculos con el sector del radicalismo más propenso al
diálogo con el peronismo, le valieron ser considerado como una suerte de benefactor de los
dirigentes peronistas que partieron al exilio en dicho país. Y, al mismo tiempo, la posibilidad de ser
considerado como un interlocutor entre la naciente Unión Cívica Radical Intransigente y el
peronismo. Diferentes testimonios lo consignan como uno de los primeros emisarios de Frondizi en
sus intentos de negociación con Perón (PERINA, Op.Cit.: pp. 45-53; EGUREN, 2007; GALASSO,
2005: 802-805).
Hacia el año 1957 se instala en Uruguay, donde empieza a realizar tres tipos de gestiones:
afianzar las relaciones entre los exiliados peronistas y Frondizi; entrar y salir clandestinamente por
Argentina como uno de los encargados de la campaña de la UCRI; y contribuir al mentado pacto
entre Perón y Frondizi. Al respecto de esto último, vale la pena señalar que en sus distintos libros
negó la existencia de tal pacto: por el contrario, lo consideraba como una concesión de Perón ante
las evidencias de un triunfo de Frondizi. Del mismo modo en que resaltaba su protagonismo a partir
de sus relaciones con la familia Cooke: hecho que fue confirmado por la propia Alicia Eguren,
compañera de John William Cooke.
201
En paralelo al desarrollo de la campaña y posterior triunfo de Arturo Frondizi271, se abocó a
sus labores como periodista y empresario en el rubro: a instancias de éste y de Rogelio Frigerio –
con quien después se enfrentó de manera irreconciliable – se encarga de crear un pool mediático
que sirviera de apoyo al proyecto ucrista. El ya existente diario Democracia, el nuevo periódico El
Nacional y otro titulado Tiempo Presente formaron parte de sus emprendimientos, sostenidos por
empresarios afines a un proyecto que se iría configurando en los meses posteriores. El mismo
suponía una alianza entre sectores del radicalismo y del peronismo bajo el liderazgo de Frondizi y
se iba perfilando bajo el nombre de Frente Nacional. Para tales fines contaba con el apoyo de
antiguos compañeros de militancia como Arturo Jauretche – referencia constante en sus escritos – y
de periodistas peronistas que poco tiempo antes habían estado proscriptos como el fundador de la
Academia Nacional de Lunfardo, José Gobello.
Vale la pena detener brevemente la relación, en torno a una consideración significativa. Al
inicio de mi exposición, mencioné al jardín de infantes de Frondizi, categorizando bajo tal rótulo a
un conjunto de jóvenes profesionales que apoyaban al dirigente radical. En ese sentido, a partir de
la reconstrucción biográfica que estoy realizando, y sumándole otras referencias, en realidad hubo
una cohorte considerable de jóvenes que apoyó a la experiencia democrática de 1958-1962. Por un
lado, tenemos a los escritores y ensayistas que empezaron sus armas en la revista Contorno. Los
hermanos Ismael y David Viñas, León Rozitchner, Juan José Sebreli o Carlos Correas – por
mencionar a figuras ilustrativas – formaban parte de este grupo (SARLO, 2001: 92-93).
Rápidamente se desencantarían con Frondizi: la sanción de la Ley que habilitaba a las
Universidades privadas a otorgar títulos habilitantes, las políticas de promoción de de la
productividad en la vida económica o los contratos petroleros con empresas norteamericanas, los
hicieron desertar de dicho proyecto. Por otro, menos visible, estaba el grupo de militantes
nacionalistas de la FUBA, que ya habían tenido un acercamiento a Lonardi, y que comenzaban a
ocupa cargos en la Administración Pública con Frondizi. Ya mencionamos a tres emblemáticos:
Corach, Caraballo y Roth. También podemos identificar a otro colectivo de jóvenes conformado en
torno a Rogelio Frigerio y sus ámbitos de construcción: la Revista Qué y el Instituto de Estudios
Nacionales. Futuros cuadros estatales como Oscar Camilión, Carlos Florit, Blanca Stábile o Nélida
Baigorria formaban parte este entramado (AMATO, 1983).
271
A los pocos días del triunfo de Frondizi, Perina fue absuelto de sus causas judiciales (COMISIÓN ESPECIAL
INVESTIGADORA SOBRE EL PETRLEO, 1964: pp. 12-14).
202
Por una cuestión de edad y experiencias, Perina mediaba entre los antiguos dirigentes
radicales y estos nuevos grupos. De allí que – a fuer de ser exactos – no sea lo más correcto ubicarlo
en una suerte de colectivo juvenil: parafraseando a la caricaturización periodística, hubo varios
jardines de infantes frondicistas.
Retomando el hilo de la descripción, en 1958 Perina va a formar parte de uno de los pilares
más controvertidos de la política económica de Frondizi: los contratos que permitieron a empresas
norteamericanas la explotación petrolera. Más allá de la polémica petrolera – sin duda significativa
en otro tipo de abordaje –, esta gestión va a implicar dos cuestiones importantes en la lectura
propuesta. Por un lado, va a seguir profundizando su enfrentamiento con Frigerio – a la sazón,
encargado de gestionar él también los vínculos de un affaire sumamente complejo.
Las negociaciones reportaron a Perina una fuente de desazones que – unos años después –
lo llevarían nuevamente al terreno judicial (COMISIÓN ESPECIAL INVESTIGADORA SOBRE
EL PETROLEO, 1964). Estos hechos, lo conducen a una situación paradójica. En el apogeo de su
labor militante – como personalidad política, mediador entre el mundo de los negocios y el Estado
y empresario periodístico –, queda debilitado por los propios compromisos políticos que entabla.
Con una retórica propia de uno de sus referentes – Arturo Jaurectche – debe seguir, al igual que el
propio Frondizi, una senda en gran medida opuesta al proyecto político que viniera elaborando su
espacio político una década atrás.
La justificación de Perina, fue una muy extendida entre quienes apoyaron a Frondizi:
“(…) En efecto: con una tasa de natalidad del 23,4 por mil; con un crecimiento
continuo de las necesidades del consumo; frente a un orden de cosas en el que el menor
estacionamiento representa un atraso enorme. Frondizi no se equivocó cuando resolvió
dar prioridad a la expansión. Era necesario hacer. Y hacer cuanto antes (…).
Este era un verdadero plan económico. Su base daba la persuasión de que un intenso
esfuerzo nacional modificaría las condiciones generales de la economía argentina en
forma tal que luego resultaría una tarea sencilla eliminar los factores de perturbación
(…).
Tal programa era, además, el resaseguro de la paz social (…)” (PERINA, 1962: p.243).
Como podemos ver, la esta frase no se diferenciaba en gran medida de la senda trazada por
Frigerio: al mismo tiempo compartía su retórica y sus singulares fundamentos.
203
Sin embargo, la inestabilidad política creada por la proscripción del peronismo – y los intentos por
superarla – finalizan drásticamente con el golpe de Estado que conduce al encarcelamiento del
Presidente y el fin del proyecto radical nacido a la luz de la mítica declaración de Avellaneda
(1945).
Ello lo conduce a que, en el breve tiempo que va de 1962 a 1964 se enfrente a varias crisis.
La primera de ellas va a ser política: sus enfrentamientos con Frigerio, y luego con Alende, lo
llevan a renunciar a su candidatura en los primeros lugares de la lista del recién conformado para
ser diputado nacional del naciente Movimiento de Integración y Desarrollo-MID (PERINA, 1964:
pp. 30-32). La segunda, va a estar ligada a cuestiones judiciales: en 1964 se inició una
investigación parlamentaria donde – a partir del cambio de política petrolera – se ve involucrado
nuevamente en una causa civil: esta vez de mayores proporciones que la anterior.
Sin embargo, ello no va a devenir en el exilio, como lo fuera antes. Por el contrario, Perina
quedó condenado circunstancialmente al ostracismo. Del mismo salió a partir de la producción
literaria. Dos nouvelles saldrán a la luz en 1965. Una de ellas, llevada al Cine en la década
siguiente. Del mismo modo, transitará por una fase de reconversión: esta vez a la prensa gráfica le
sucederá la producción de noticias para la televisión como principal actividad económico272.
El comienzo de los años ´70 lo verán acercándose a los diferentes proyectos políticos de
transición democrática. Ello supondrá tanto acercamientos a Lanusse como a Gelbard (SEOANE,
1992, PERINA, 1981: pp.11-14). Sin embargo, el fin del ostracismo le llegó con el éxito
cinematográfico de La Mary. Relato que mezcla la impresión literaria con la caracterización
sentimental del peronismo – a lo que se le puede sumar un fuerte contenido psi – le reportó algún
éxito económico.
Los acontecimientos de esos años lo condujeron a estar entre bambalinas, volcándose cada
vez más a otra actividad: la de intermediario – podríamos utilizar el término lobbysta, sin ninguna
carga valorativa – a partir de sus vínculos previos con el mundo político y la función pública.
Esos mismos lazos, lo llevaron en 1978 a reestructurar comercialmente otro
emprendimiento de cuño radical-desarrollista: la revista Todo es Historia. Según el relato de su
director, Félix Luna, la publicación se encontraba en una situación de éxito editorial, pero carente
de un soporte económico y comercial en un contexto sumamente hostil para este tipo de
272
La investigación parlamentaria de 1964, lo consigna como gestor de las negociaciones petroleras y, por ende, deja
una sombra de duda sobre el cobro de comisiones. Ello conduciría a suponer que su peculio quedó asegurado. Ahora
bien, en tanto dicha investigación no supuso ninguna conclusión contundente, no es posible afirmar nada al respecto.
204
emprendimiento, como lo era el de la dictadura cívico militar iniciada dos años antes. Perina se
asoció con Luna – con quien poseía una larga amistad – y le dio un nuevo impulso editorial y
comercial (LUNA, 2004: pp.1950-1951). Desde esta plataforma fue que, en 1981 publica una obra
después significativa: la máquina de impedir. Sin negar su pasado, y construyendo una amalgama
ideológica difícil de compatibilizar a priori, es que va a defender la política económica de José
Alfredo Martínez de Hoz contra sus críticos dentro del mundo castrense y de aquellos provenientes
del ámbito económico. Sin negar su pasado, e involucrando nuevamente a Jauretche, va a defender
las medidas del Ministro procesista. En su apología va a destacar el carácter irreversible de las
mismas por su carácter modernizador:
“Por fin debo expresar también, mi convicción profunda de que, más tarde o más
temprano, alguien ha de ser sentado en el banquillo de los acusados. No deseo
escaparme por la tangente de los eufemismos. Si las Fuerzas Armadas no producen el
gran cambio que el pueblo espera, alguien les pasará la factura de los sacrificios
inútiles. Por algún lado les van a cobrar esos sacrificios; inclusive por el lado de la
represión a la subversión terrorista.
Los prohombres de la organización nacional, no fueron suaves en sus métodos y
tampoco lo fueron los hombres del Ochenta. Nadie les ha pedido cuentas sin embargo,
de sus actos porque ellos sí produjeron el cambio anhelado. El éxito fue su invulnerable
garantía. Las Fuerzas Armadas no deberían demorar demasiado tiempo ese cambio y
mucho menos cuando las fuerzas de la reacción vuelven a coaligarse para derrotarlas.
Alguien (…) suele decir, que tal vez las Fuerzas Armadas podrían sentarse sobre las
bayonetas, pero que no pueden de ningún modo sentarse sobre el almanaque. De todos
los peligros más notorios que acechan al Proceso el más notorio es, sin duda, el de la
inmovilidad. Las Fuerzas Armadas iniciaron un raid vigoroso en un comienzo, contra
la rutina de los viejos hábitos políticos, de los anquilosados intereses económicos. En
cuanto dejen de nadar, en cuanto quieran flotar sobre el oleaje la corriente las devolverá
al punto de partida” (PERINA, 1981: p.175).
Bajo este credo es que publicó una serie de notas donde construye una continuidad entre Roca y
Martínez de Hoz. Al mismo tiempo, unifica – conceptualmente – el nacionalismo popular en el
205
cual había sido formado, con un liberalismo conservador en apariencia reñido con aquellos ideales:
es notable, en ese sentido, la resignificación de la tensión entre progreso y reacción.
Esta labor intelectual, cae nuevamente en el ostracismo a partir del cambio de rumbo que
adopta El Proceso apenas comenzado el año siguiente.
Los años de transición y comienzo de una nueva democracia, encuentran a Perina abocado
al lobby: según el testimonio de Eduardo Bachkellian – dueño de la empresa Gatic S.A,
licenciataria de la firma Adidas en Argentina – él fue su asesor y representante de lujo para
diferentes asuntos comerciales (BACHKELLIAN, 2000: p. 176).
La crisis del proyecto alfoncinsista tendrá a Perina entre sus críticos. En 1988 publicó un
texto a la vez literario y ensayístico donde – inevitablemente – emerge la comparación entre su
antiguo referente – Arturo Frondizi – y un Raúl Alfonsín sufriendo un desgaste que daba por traste
las ilusiones del comienzo.
De este modo, la trayectoria de Perina llega a los años ´90. De un modo, en apariencia
inexplicable, reaparecerá – al igual que otras figuras condenadas al ostracismo – del lado de Carlos
Menem. No sólo lo citará en numerosas alocuciones, sino que se convertirá en uno de sus
interlocutores íntimos privilegiados. En este marco es que el revival del la divulgación histórica en
clave de rescate de la generación del ochenta tuvo a Perina, y a su socio editorial Félix Luna, como
protagonistas de una síntesis compleja. Individualidades históricas difícilmente emparentables
como Rosas, Roca, Yrigoyen, Perón, Frondizi, y – por supuesto – Carlos Ménem; se sintetizaban
en un linaje modernizador acorde con aquellos tiempos.
La muerte encuentra a Perina en 1998. A sabiendas de su enfermedad terminal, escribe
antes un último ensayo: La Argentina acosada. En dicho texto, no sólo vuelve a reafirmar su
pasado militante. Sino que – a través de él – argumenta nuevamente sobre la inexorabilidad de un
proceso que propone como síntesis de sus aspiraciones:
“(…) Es que la Argentina que soñé en mi ya largo periplo vital, la que pobló mis
ideales y fantasías juveniles, la que quiero para mis hijos y para mis nietos, la que les
debo a mis abuelos, esa Argentina, ya está casi al alcance de mis manos.
Y esta vez, no quiero perderla” (PERINA, 1996).
206
Posibles interpretaciones
Un primer orden de interpretación, puede elaborarse a partir de las propias justificaciones que va
dando Perina a lo largo de su derrotero. Es decir, aceptando de manera transparente sus
argumentos, tenemos cómo en la segunda mitad del siglo XX hubo sectores que buscaron aunar
ciertas formas nacionalismo, con democracia de masas y liberalismo económico. Sobre todo, a
partir de la confrontación con la realidad económica argentina posterior a 1952. Aquel problema
que afrontó Perón sobre las necesidades de racionalización de la producción y la incorporación de
capitales fue constituyéndose en una bandera para buena parte de quienes se ocuparon de los
asuntos estatales en la segunda mitad del siglo XX. Si a ello le sumamos términos como
modernización o desarrollo – y la inevitable comparación con un Brasil que protagonizó un
milagro económico una década después – nos encontramos con que se volvía plausible que hubiera
intelectuales que percibieran como acuciante un cambio de rumbo en relación con el nacionalismo
económico forjista y una amalgama con ciertas formas de liberalismo.
En un segundo nivel, si nos concentramos en las corrientes políticas por las que transitó
Konstantinovsky-Perina, nos permitiría comprender su trayectoria dentro del marco más general de
lo que fue la experiencia desarrollista. Y, en uno más general aún común a agentes políticos que en
la segunda mitad del siglo XX se vincularon a experiencias por demás contradictorias. En ese
sentido, el pasaje del nacionalismo forjista al frondicismo y, de ahí, los apoyos a las experiencias
neoliberales de la última dictadura militar y al gobierno de Carlos Saul Ménem no fueron un hecho
aislado. Dentro del desarrollismo los propios Frondizi y Frigerio realizaron un camino análogo. Tal
vez el funcionario desarrollista más ilustrativo en este tipo de recorrido fue Oscar Camilión.
En ese sentido, la trayectoria política de Perina, no parece particularmente significativa.
Puede ser considerado como uno de los diferentes intelectuales que dieron sustento conceptual a
los apoyos y virajes mencionados.
En esta clave – sobre todo a partir del giro que dio Frondizi una vez electo –, tendremos a
diferentes redes provenientes de la constelación nacionalista que desemboca en alguna forma de
neoliberalismo, ante la inevitabilidad de los hechos. A su modo, y años después, el propio Ménem
hizo ese recorrido. De allí que intelectuales como Perina y los antiguos funcionarios frondicistas
fueran funcionales a su empresa.
Un tercer clave de lectura emerge si nos concentramos en el peronismo. Como otros tantos
proyectos que supusieron integrar al peronismo para luego superarlo, el desarrollismo fue pionero:
207
pronto quedaría preso de las contradicciones e internas del peronismo. En ese sentido, y aun
habiendo renunciado a la estrategia de un Frente Nacional que aunara a los seguidores del MID
con distintos líderes peronistas, Perina nunca ocultó sus simpatías por el peronismo. Inclusive, las
hace explícitas tanto en clave novelística, como en su polémico texto apologético de la política
económica de Martínez de Hoz. Y, como no puede ser de otro modo, existe una continuidad al
respecto durante el gobierno de Ménem. Como buena parte de los dirigentes desarrollistas,
demócratas cristianos o inclusive peronistas; el sueño de crear un peronismo sin Perón o – luego de
la muerte de éste – un peronismo domesticado fue una tentación permanente en la Historia política
vernácula. El problema es que siempre el peronismo terminó engullendo estos proyectos, haciendo
de sus aliados una rama interna. Y de sus escisiones, circunstancias sin importancia en el largo
plazo en la medida en que los dirigentes que cuestionaban la autoridad luego volvían a integrarse al
peronismo.
Perina, concluyó – a su modo – encuadrado en el peronismo. Al igual que una serie de
dirigentes radicales, desarrollistas, conservadores, demócratas cristianos, comunistas o – inclusive
– socialistas desde 1945 hasta la actualidad.
Sin embargo, podemos plantear un cuarto nivel de interpretación. Que no subordina, pero
tampoco se excluye con los anteriores. Y está ligado al problema de investigación al cual me
encuentro abocado en la actualidad. En su obra, Perina da cuenta de elementos que se
complementan con relatos de otros, y que tiene que ver con una actividad opaca.
Al menos desde 1955, Perina empezó a tomar contacto con el peronismo en la
clandestinidad. Ello implicó que organizase una red de financiamiento para los exiliados y que, por
motivos idénticos, se vinculara con el mundo económico. Luego, gestionó buena parte de la
campaña de Frondizi: ello no supuso sólo contactos empresariales, sino que él mismo se convirtiera
en empresario periodístico. A ello se le suma que después fuerza uno de los intermediarios entre el
Estado argentino y las compañías petroleras norteamericanas. Todas estas referencias habilitan
pensar que Perina iba especializándose poco a poco en un nexo entre política y negocios.
En este punto, es que mi hipótesis empieza a ligarse con la reconstrucción biográfica. De
una manera donde no voy a poner en discusión ni la intencionalidad, ni la buena o mala fe de los
agentes – en este caso Perina – iba ocupando un lugar central en la configuración política de la
UCRI: el de ser uno de los encargados del financiamiento de la actividad política: tal vez uno de los
208
grandes problemas que posee nuestro sistema democrático desde sus inicios, sin que los diferentes
ensayos de reforma constitucional hayan arribado a una solución de fondo273.
Naturalmente, durante los gobiernos dictatoriales y luego con la renaciente democracia,
personas como Perina se ocuparon274 de algo que en nuestro contexto es señalado de manera
negativa, pero que en otros ámbitos posee una legalidad: el ejercicio de la representación patronal
ante el Estado.
Vale la pena mencionar tres ejemplos que muestran diferentes alternativas al respecto.
Aquel que se desarrolló en Francia donde, si bien las Cámaras Patronales a nivel nacional
no poseen un status legal que les permita intervenir directamente en el juego político nacional; se
erigen en cambio en factores de poder. De este modo, existe toda una profesionalización en torno a
los permanents patronales quienes ejercen funciones informales de lobby tanto con los altos
funcionarios públicos, como con el poder legislativo y provincial (CHATRIOT, 2007; OFFERLÉ,
2009). Asimismo, como ha demostrado la escuela boursdeseana, este ejercicio es posible gracias a
la formación compartida por las diferentes élites en una serie de instituciones educativas estatales
pensadas a tales efectos.
También vale la pena señalar que dentro de este modelo nos encontramos con
organizaciones de segundo grado y asociaciones que presionan en el plano de lo local. Más allá de
la centralización administrativa y política que caracteriza al Estado galo, desde los años ´60 del
siglo pasado se viene desarrollando una corriente contraria. La cual ha permitido resucitar antiguas
prácticas como como los tribunales de los prudhomes y las Cámaras de Comercio. Con otros
nombres, hoy existen instancias que cumplen funciones análogas. Fundamentalmente, las
segundas, son emprendimientos que generan, gestionan y administran recursos de diversa índole y
que apuntan al desarrollo regional. Incluso hoy, en un capitalismo global como el que nos toca
vivir, esta impronta regional, les permite a apuntar a diversas formas de integración dentro de la
economía nacional, la Unión Europea o bien diferentes relaciones bilaterales con otras regiones del
mundo.
Otro modelo, es el norteamericano: la palabra lobbying sintetiza muy bien sus
características. Básicamente, organizaciones de diversa índole: desde sindicatos de trabajadores,
273
Al respecto puede consultarse el artículo 38 de la Constitución Nacional.
En otro artículo (DONATELLO, 2011) he trabajado con algunas historias de vida de empresarios ligados al
activismo confesional católico. Dadas las relaciones entre éstos y el Partido Demócrata Cristiano, pude rescatar
trayectorias de personas ligadas a dicha experiencia que luego devinieron en lobbystas y agentes dentro del mundo
empresarial.
274
209
hasta cámaras empresariales, corporaciones u organizaciones religiosas poseen sus representantes
profesionales en el poder legislativo. Y, al mismo tiempo contribuyen legalmente en las elecciones
locales, estatales y nacionales. De allí que el vínculo entre élites empresariales y políticas es
sumamente transparente y forma parte del juego de intereses.
Finalmente, podemos mencionar el modelo brasileño. Este supone dos instancias. Por un
lado tenemos la herencia corporativa. Ya desde el varguismo, pero de manera más marcada
durante el gobierno autoritario que va desde 1964 a 1985, las Cámaras Empresariales tenían voz y
voto en los organismos encargados de planificar la economía. De allí que se construyó –
sobreviviendo incluso a los gobiernos neoliberales que recompusieron el Estado – un modus
vivendi entre funcionarios públicos especializados en la gestión de la vida económica y
empresarios de Cámaras Nacionales. Asimismo, tempranamente, la pertenencia a organizaciones
de segundo grado y a dichas Cámaras era y es de carácter obligatorio. Es decir, el Estado forzó al
poder económico a sindicalizarse. Por otro lado, en Brasil también surgieron organizaciones libres
y voluntarias: desde aquellas que se erigían como think tanks hasta aquellas que se ocupaban de
representar intereses sectoriales no comprendidos en el modelo anterior, sobre todo a partir de las
nuevas formas productivas asociadas a la globalización de la economía. Ambas coexisten hoy,
teniendo también derecho a poseer instancias de representación en el Congreso Nacional. De este
modo, también el vínculo es transparente, del mismo modo en que el Estado incide fuertemente en
la constitución de la unidad por arriba (DINIZ y BOSCHI, 2000: pp.15-81).
Estas referencias, son útiles para argumentar que aquello que aparece como opaco en la
trayectoria de Perina, es el fruto de un proceso de invisibilización de los intereses privados. Y que,
al mismo tiempo, buena parte de la misma se puede comprender en términos de una especialización
como representante de los mismos.
Esta caracterización – que en apariencia es contradictoria – define a muchas trayectorias de
agentes que deambularon entre los mundos de la política y los negocios. Y, en este marco, es que
podemos comprender a cierta generación de líderes empresariales que comienzan su experiencia
laboral a fines de los ´50 y que van sobreviviendo a las transformaciones en los modelos de
acumulación en la segunda mitad del siglo XX. Ellos, en nombre de la racionalización productiva,
la eficiencia, la competitividad y la modernización serán el soporte y los encargados de gestionar –
en el ámbito privado – muchos de los ensayos neoliberales producidos por el Estado. De allí que
Perina pueda considerarse, en términos más generales, como un exponente de esos grupos.
210
Conclusiones
Existen – al menos – dos caricaturas políticas sobre las reformas que caracterizaron a los noventa
del siglo pasado en nuestro país. Por un lado, se encuentran aquellas que ven en las mismas la
imposición de las normas fijadas por el consenso de Washington275. Por otro, las que se centran en
las transformaciones del modelo de acumulación a partir de las necesidades impuestas por la
trasnacionalización de la economía276.
Ambas omiten que tres o cuatro décadas antes, se dio un proceso donde los intereses
privados se vincularon con el mundo estatal de manera oscura. Y, de allí, que la adopción del
neoliberalismo – aun en contra de sus propios intereses – obedeció a la necesidad de buena parte
del mundo empresarial de encontrar un cauce a sus demandas. Trayectorias como la de Emilio
Perina ilustran de manera significativa este desarrollo, y su justificación intelectual.
Fuentes
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industrial. La historia de Gatic S.A, la Historia de un país, Buenos Aires, Sudamericana.
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del 28 de abril de 1964. Declaración del Movimiento de Defensa del Petróleo Argentino”,
Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, Imprenta del Congreso.
EGUREN, Alicia (2007) “Testimonio de Alicia Eguren” en Eduardo Luis Duhalde (ED.) Obras
Completas de John William Cooke, Tomol, Tomo III, Buenos Aires, Colihue, 2007, pp.
22-23.
275
Una argumentación sólida de este punto de vista, puede encontrarse en un Documento de Trabajo de José María
Fanelli, quien compara las distintas modalidades de adecuación a dicha directriz en el contexto latinoamericano
(FANELLI, 2004).
276
Análogamente, una propuesta que complejiza esto se puede encontrar en el clásico libro de Perry Anderson sobre
los fines de la Historia (ANDERSON, 1996).
211
GALASSO, Norberto (2005) Perón: Exilio, resistencia, retorno y muerte (1955-1974), Buenos
Aires, Colihue, 2005.
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SEOANE, María (1998) El burgués maldito La historia secreta de José Ber Gelbard, el jefe de los
empresarios nacionales, último ministro de Economía de Perón y el principal lobbista
político de la Argentina en los años 60, Buenos Aires, Sudamericana.
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212
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VIGUERA, Aníbal (2000) La trama política de la apertura económica en la Argentina
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213
Los intelectuales católicos y la educación en la segunda mitad del siglo XX
Laura Graciela Rodríguez (CONICET/UNGS/UNLP)
Introducción
En esta ponencia seguiremos las trayectorias de un grupo de intelectuales católicos, especialistas en
educación, que cumplieron un rol muy importante en la elaboración y consolidación de la
legislación destinada al sector privado educativo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
Respecto al término “intelectuales”, existen controversias alrededor de si utilizarlo o no como
sinómino de “profesionales” o “expertos”. 277 Dicho esquemáticamente, se considera que los
primeros poseen un saber general sobre la sociedad– crítico e independiente de los poderes - y los
otros uno específico basado en la disciplina que estudiaron (Neiburg y Plotkin, 2004). Ciertamente,
no hay un consenso unánime acerca de cómo emplearlos y el complejo debate continúa hasta la
actualidad (González Leandri, 1999; Neiburg y Plotkin, 2004; Altamirano, 2006; Frederic,
Graciano y Soprano, 2010). En referencia al campo educativo, algunos estudios observan a los
pedagogos o cientistas de la educación en tanto “intelectuales” y analizan sus “modos de
intervención” en el debate público, clasificándolos en intelectuales “humanistas”, “especialistas”,
“técnicos” o “críticos” (Suasnábar, 2004 y 2012). Otras investigaciones analizan la actuación de
estos profesionales como “académicos” e identifican la configuración de liderazgos y grupos
dentro de la universidad, y sus posicionamientos en relación a los debates curriculares (Garatte,
2012).
En este trabajo adoptaremos una perspectiva heterodoxa que inscribe la idea de intelectual
contextualizada espacial y temporalmente dentro del campo específico, entendido como una red o
configuración de relaciones objetivas entre posiciones diferentes que ocupan los agentes e
instituciones (Bourdieu y Wacquant, 1995). Desde esta perspectiva, la noción de intelectual es
relacional y altamente dependiente de las nociones nativas de los involucrados en el campo y de
otros intelectuales. Cuando hablamos de intelectuales, de acuerdo a Altamirano (2006), no hay que
pensar “únicamente en los grandes creadores de doctrinas, sino también en un conjunto más amplio
277
Agradezco las interesantes sugerencias realizadas por el comentarista invitado, Pablo Semán. Este trabajo está
basado en otros artículos ya publicados, Rodríguez (2013 y 2013a).
214
de profesiones intelectuales y de operadores del mensaje ideológico, desde los profesores a los
periodistas”. En este caso, estos intelectuales serían representantes del pensamiento católico, cuyas
directrices cohabitan con la “pretensión científica, el realismo político y la ambición profética”
(Altamirano, 2006:112-3).
Más precisamente, reconstruiremos las trayectorias en el Estado de un grupo de
profesionales - Alfredo M. Van Gelderen, Luis J. Zanotti, Luis Ricardo Silva, Roberto Burton Meis
y Alfredo J. Tagliabúe- egresados como maestros o Profesores en Letras en los años de 1940, de la
Escuela Normal “Mariano Acosta” de Capital Federal - algunos de los cuales hicieron carreras
académicas-, que serán considerados a su vez como intelectuales, en tanto se han ocupado de
intervenir en el espacio público y en la gestión estatal, a la vez que eran reconocidos como expertos
portadores de un saber específico. Cabe señalar que después de 1983, el que continuó teniendo una
mayor visibilidad pública fue Van Gelderen – que había iniciado su carrera como funcionario en
1960-. Si bien el “normalismo” ha sido definido como un movimiento positivista y marcadamente
laicista, la particularidad de estos intelectuales es que actuaban en distintas instituciones y
organizaciones confesionales – Van Gelderen era militante de Acción Católica-, estuvieron ligados
a otros intelectuales católicos - Marcos P. Ronchino, Antonio Salonia y Juan R. Llerena Amadeo-,
y recibieron el apoyo explícito de los clérigos del Consejo Superior de Educación Católica
(CONSUDEC).278
Un aspecto interesante de los estudios sobre intelectuales, es indagar acerca de cuál ha sido
su formación, ya que las instituciones educativas favorecen la estructuración de los grupos y el
establecimiento de redes (González Leandri, 1999). El “Mariano Acosta” fue fundado en 1874 por
el presidente Nicolás Avellaneda como escuela normal de varones y fue pensado para formar a
“personalidades destacadas”, igual que los Colegios Nacionales creados por Mitre (1863). En la
página web de la “Asociación de ex alumnos”, existe una sección llamada “Galería de notables”
adonde se explica que “han pertenecido a nuestra Casa un gran número de personalidades que han
dejado una huella perdurable en los más diversos campos en los que han actuado”.279 A diferencia
de los egresados de los colegios nacionales, que en general ingresaron a la universidad para hacer
las carreras tradicionales como abogacía y medicina, para estos “normalistas” que actuaron en el
278
Una descripción más detallada de las trayectorias individuales, está en Rodríguez (2013).
Mencionan, entre otros, a escritores (Julio Cortázar, Leopoldo Marechal), científicos (Manuel Sadosky, Carlos
Bosch), políticos (Marcelo T. de Alvear, Carlos Rukauf, Américo Ghioldi); pedagogos (Pablo Pizzurno, Luis J
Zanottti, Van Gelderen); músicos (Felipe Boero, Enrique Santos Discépolo) y “otras personalidades” como
periodistas.
279
215
Ministerio de Educación, resultaba suficiente el título de maestro o profesor, accediendo incluso a
la docencia universitaria –en las instituciones privadas- sin título universitario. Por otra parte, la
pertenencia a ese colegio público los diferenciaba de católicos de elite de su misma generación que
eran egresados de establecimientos secundarios privados como el Champagnat, San José, Lasalle o
del Salvador.
Los intelectuales católicos creen poseer una visión del mundo que se corresponde con los
ideales que persigue la Iglesia (Zanca, 2006). Pero simultáneamente, el intelectual puede proponer
interpretaciones que representen una potencial amenaza para el interés institucional, en una tensión
constante. Como veremos más adelante, dentro del intransigente “modelo de la cristiandad”
defendido por los nacionalistas, este grupo era calificado por los representantes de la Iglesia como
“moderado” frente a aquellos con “mentalidad de cruzada”. En relación con esto último, las
nociones de grupo y de intelectual se construyen en oposición a otros, y con frecuencia unos y otros
coincidían en identificar a sus “enemigos” como los defensores del “laicismo escolar” “impuesto”
por la Ley 1420 (Rodríguez, 2013). Por otra parte, si bien es cierto que en esos años la mayoría de
los argentinos se declaraba “católico” y por lógica, sus funcionarios en gran medida lo eran, los
estudios nos proponen investigar empíricamente, si existe o no una correspondencia entre las
características de los cuadros dirigentes y su “comportamiento efectivo” o la “naturaleza de sus
decisiones”, antes que darlos por supuestos (Perissinotto y Codato, 2008). Veremos que cuando les
tocó ser funcionarios en el Estado, sus intereses coincidieron con los de la jerarquía y buscaron,
entre otras cosas, expandir y favorecer a la educación privada, que en esos años era
mayoritariamente católica.
Los estudios sobre intelectuales suelen hacer foco en las biografías de los individuos y su
producción escrita. En este trabajo caracterizaremos sus trayectorias, el contexto más general en el
que actuaron y su participación en el Estado- dentro de los Ministerios de Educación-, entendiendo
que existe una estrecha vinculación entre el crecimiento y consolidación de estos intelectuales y las
políticas públicas que ayudaron a diseñar y ejecutar. Cuando hablamos de Estado nos referimos a
un espacio de agentes sociales y de instituciones con intereses y tradiciones no siempre
compatibles entre sí. Dicho espacio en los países latinoamericanos se ha transformado en repetidas
ocasiones a causa de cambios institucionales bruscos, que redefinen organigramas, funciones y
carreras de un gobierno a otro (L’Estoile, Neiburg y Sigaud, 2002; Neiburg y Plotkin, 2004;
Oszlak, 2006).
216
En suma, a lo largo de estas páginas describiremos cómo los distintos intelectuales en el
Estado fueron diseñando normativa específica con el objeto de alentar la expansión del sector
privado/ católico de educación, creando nuevos espacios que a su vez habilitaron el ingreso a la
burocracia de otros intelectuales que continuaron con la tarea de ampliarlos, al tiempo que
justificaban estas medidas a través de artículos en revistas, intervenciones periodísticas, libros,
asociaciones y cátedras universitarias, en nombre de la “libertad de enseñanza”, la “subsidiariedad
del Estado” o el “derecho de las familias”. Cabe señalar que en más de una ocasión estuvieron
involucrados en el diseño y ejecución de políticas que luego debieron ser suspendidas o que no
llegaron a concretarse. De todos modos, esta inserción en el ámbito estatal, les hizo adquirir
visibilidad y prestigio, en un proceso de retroalimentación constante y dinámico con sus otras
actividades.
En las páginas que siguen describiremos cronológicamente los avances más significativos
que se fueron dando en materia legislativa en 1947, 1960 y 1964. Posteriormente nos detendremos
en sus actuaciones como funcionarios del área educativa nacional y de la provincia de Buenos
Aires entre 1966 y 1983. En la etapa democrática iniciada a fines de 1983, analizaremos en
particular la actuación de uno de ellos en el Congreso Pedagógico Nacional (1984-88) y la
elaboración de la Ley Federal de Educación en 1993. A modo de epílogo, reseñaremos cómo
reaccionaron los católicos con la derogación de la Ley Federal y su reemplazo por una nueva
norma en 2006.
Los intelectuales y la expansión en el Estado (1947-66)
Desde fines del siglo XIX, los sectores más ortodoxos de la jerarquía de la Iglesia católica creían
que había que modificar la Ley de Educación 1420 sancionada en 1884, que establecía la laicidad
del sistema, o más precisamente, la implementación de la enseñanza religiosa fuera del horario
escolar (art. 8). En los años veinte la Iglesia se dedicó a fortalecer su actividad religiosa y a
ocuparse de manera especial por la cuestión social. Se alió a las Fuerzas Armadas y entre ambas
construyeron el mito de la “nación católica” que se cristalizó alrededor de 1930 (Zanatta, 2000). En
el terreno educativo, logró la aprobación de la Ley 934 de “Libertad de Enseñanza” en 1878, que
establecía un sistema de “institutos incorporados” o escuelas privadas. Luego, fortaleció sus
estructuras: fundó Acción Católica, la Federación de Maestros y Profesores Católicos, las
217
Corporaciones de Profesionales Católicos y en 1939 el Episcopado creó el Consejo Superior de
Educación Católica o CONSUDEC (el primer intento había sido en 1925). Los esfuerzos vertidos
resultaron exitosos y logró que importantes provincias como Buenos Aires impusieran la
enseñanza católica en las escuelas públicas. Luego extendió la “reconquista” de la escuela a nivel
nacional en 1943 (Zanatta, 2000). Después de ganar las elecciones en 1946, Juan Domingo Perón
ratificó esta alianza con la Iglesia y durante su primera presidencia aprobó la Ley 13047/47
(Estatuto del Docente Privado), que entró en vigencia en enero de 1948. Esta disponía que el
Estado debía contribuir con el ciento por ciento de los gastos de las escuelas que eran totalmente
gratuitas y hasta un mínimo del 20 % para aquellas que cobraban al alumnado. En 1954 Perón
decidió, por distintas razones, distanciarse de la Iglesia y al año siguiente fue víctima de un golpe
de Estado. Católicos como Septimio Walsh (secretario del CONSUDEC) y Alfredo Van Gelderen
participaron activamente de la “resistencia católica” contra Perón en 1955 y festejaron su
proscripción (Del Carril, 2011).
Dados estos agudos conflictos que se generaron con el peronismo, después del golpe de
1955, la Iglesia optó por una nueva estrategia, que consistía en poner cuadros propios al frente del
Ministerio de Educación, asegurándose que promovieran la expansión del sistema privado-católico
de enseñanza (Krotsch, 1998; Mallimaci, 1996). En virtud de una promesa electoral, el presidente
Arturo Frondizi (1958-1962), junto con su ministro de educación y justicia Luis R. MacKay y el
subsecretario Antonio Salonia, dictaron el decreto 12719/60, en cuyo artículo primero se establecía
que los institutos privados o “incorporados” de nivel medio y superior serían considerados como
“unidades administrativas técnico- docentes”. Un año antes, el ministro MacKay había creado la
Dirección Nacional de la Enseñanza Privada (decreto 7728/59), sobre la base de la antigua sub
inspección. Gracias esa norma, ésta se transformó en la Superintendencia Nacional de la
Enseñanza Privada o SNEP. Además, después de una ríspida discusión pública sobre “laica o
libre”, MacKay habilitó una normativa para que se pudieran crear las primeras universidades
privadas del país, como la UCA en 1958.
El primer director de la SNEP (1960) fue Alfredo M. Van Gelderen. En un reportaje,
reivindicó su militancia en la Acción Católica afirmando que “fue una escuela de vida que formó
dirigentes para el país”.280 La creación de la SNEP, según el periódico Consudec resultó una de las
280
http://www.accioncatolica.org.ar/wp-content/uploads/2011/04/MANUEL-VAN-GELDEREN.pdf [visitado el 1 de
abril de 2011]
218
medidas “más trascendentales”, “más revolucionaria” y “más importante” de la historia de la
educación privada, ya que el Estado les otorgaba por primera vez la gestión propia de sus institutos.
Cuando cumplió los 25 años, el director le dedicó un editorial, adonde explicaba que la creación de
la SNEP venía a “coronar con acierto un boom de expansión de la enseñanza privada que venía
desarrollándose en forma puntual desde 1950 sobre todo desde 1956”.281 Y elogiaba a los “altos
funcionarios y competentes cuadros” que ocuparon la dirección de la Superintendencia, que habían
sido todos católicos. Según Daniel Múgica, la SNEP era un espacio estatal “atípico, desconocido
en América y buena parte de Europa” y sólo Bélgica y Holanda tenían “un organismo autónomo
similar, más avanzado que el nuestro”.282
Luego del golpe de Estado que derrocó a Frondizi en 1962, asumió la presidencia Arturo
Illia (1963-1966), quien nombró a Carlos Alconada Aramburú como ministro del área educativa.
El funcionario designó presidente de la SNEP a Marcos Pedro Ronchino, quien en 1964 creó el
Consejo Consultivo Nacional de la SNEP, integrado por el hermano Septimio Walsh y Antonio
Salonia, entre otros. Formaban parte del Consejo la Asociación de Rectores de Nivel Medio y
Superior. Ellos redactaron y lograron aprobar dos decretos “excelentes” para la educación privada,
los números 15/64 y el 371/64. Por el primero se normalizó todo lo referente a la distribución y
fiscalización del aporte estatal a los institutos de enseñanza no oficiales de la jurisdicción nacional.
Por el segundo, se sistematizó lo relacionado con el reconocimiento de los estudios cursados en los
niveles medio y terciario de esos mismos institutos.
Ese año también se realizó la Primera Convención Nacional de Enseñanza Privada, adonde
el abogado de la UBA, Juan Rafael Llerena Amadeo, fue uno de los principales oradores. En ese
evento se resumió el programa católico para la educación. Allí solicitaban que el Estado les
garantizara la plena vigencia de la “libertad de enseñanza” y que respetara los derechos de: abrir y
organizar escuelas; de formular planes y programas y el contenido ideológico de la enseñanza; de
elegir profesores y textos; de utilizar los métodos que se consideren idóneos; de disciplinar la vida
escolar y su vida interna; de calificar y promover a su propio alumnado; de otorgar títulos; y de
participar equitativamente en el presupuesto escolar. En relación a este último, sostenían que
estaban fundamentados en la “justicia distributiva” o principio de subsidiariedad, es decir que el
281
282
Consudec, N° 529, agosto 1985.
Consudec, N° 924, junio 2000.
219
Estado debía “destinar suficientes medios económicos para asegurar la vigencia de la escuela
privada”.283
Funcionarios católicos en dictaduras
En 1966 se produjo un nuevo golpe de Estado comandado por el general Juan Carlos Onganía. El
primer secretario de Educación fue Carlos María Gelly y Obes. Dos años después, el encargado de
la cartera, José Mariano Astigueta, anunció un nuevo anteproyecto de Ley de Educación (que no
fue aprobado) y el inicio de una “reforma educativa”. Ambas medidas fueron apoyadas por los
católicos de CONSUDEC (Rodríguez, 2013). La reforma se implementó mayoritariamente en la
provincia de Buenos Aires y debió ser descartada en 1971 por las múltiples críticas que recibió,
sobre todo, de los gremios docentes del sector público que la acusaban de “confesional” y
“privatista”.
Los responsables del diseño y ejecución fueron los integrantes del grupo de intelectuales
católicos: Van Gelderen (vicepresidente del Consejo Nacional de Educación), Silva (secretario
general), Zanotti (director general de Enseñanza Secundaria, Normal, Especial y Superior, hasta
marzo de 1967) y Llerena Amadeo (subsecretario de Astigueta en 1967). Luego ingresó Antonio
Salonia, bajo la gestión del mendocino Pérez Guilhou. En la provincia de Buenos Aires, el ministro
fue Alfredo Tagliabúe, acompañado por Benicio C. A. Villarreal (otro de los primeros profesores
de la Facultad de Filosofía de la UCA) y habitual columnista del periódico del CONSUDEC.
Todos ellos renunciaron a sus cargos cuando la reforma se suspendió en 1971.
La mencionada dictadura que inauguró Onganía, conocida como la “revolución argentina”,
finalizó en 1973 con la vuelta del Partido Justicialista al poder y la reelección de Perón. Si en el
período anterior mantuvieron una actitud de apoyo activo, al anunciarse la apertura democrática y
el llamado a elecciones, el Consudec tempranamente planteó su desconfianza hacia los nuevos
actores políticos. Durante los años del peronismo (1973-1976), cuestionaron las propuestas
presentadas en el Parlamento vinculadas a la estabilidad del docente privado, combatieron las
amenazas de disminución del aporte estatal y se manifestaron contrarios al nuevo proyecto de Ley
283
Consudec, N° 21, 5 junio 1964.
220
de Educación – en el que no habían participado- por ser “crudamente materialista” (Rodríguez,
2012).284
El golpe de marzo de 1976 interrumpió todo el proceso anterior y la norma no llegó a
tratarse en el Parlamento. Volvieron a la cartera educativa los funcionarios de la “revolución
argentina” mencionados. Ricardo P. Bruera fue el primer ministro de educación civil y había sido
ministro de Santa Fe durante los años de 1960. Asumieron con él Tagliabúe (jefe del SNEP) y
Villarreal (subsecretario de educación de nación). En 1979 el tercer ministro fue Llerena Amadeo
dio a conocer un anteproyecto de Ley de Educación que había sido elaborado por una comisión
presidida por el ex ministro José Luis Cantini (1970-71) e integrada por Van Gelderen, Luis
Ricardo Silva y Roberto Burton Meis (Rodríguez, 2011), que finalmente no fue aprobada. Entre
1976 y 1977 Zanotti participó de un proyecto de perfeccionamiento de la enseñanza media,
contratado por la Dirección de Enseñanza Media y Superior del Ministerio. Previsiblemente, el
padre Septimio Walsh apoyó en líneas generales las políticas educativas de la última dictadura y a
sus funcionarios. El último ministro fue el contador egresado de la Universidad Nacional de La
Plata, Cayetano Licciardo (1981-1983). Licciardo era profesor de la UCA, se convertiría en 1986
en el rector de la Universidad Católica de La Plata o UCALP hasta su fallecimiento (1999) y
tendría un protagonismo destacado como portavoz de la Iglesia cuando se sancionó la Ley Federal.
Por otro lado, en plena campaña electoral en 1983, el dirigente del peronismo por la provincia de
Buenos Aires, Herminio Iglesias, dijo que pondría como futuro ministro de educación a Tagliabúe,
junto con monseñor Antonio Plaza (hechos que no sucedieron).
Al término de la última dictadura, Van Gelderen, Silva, Zanotti y Avelino Porto (como su
presidente) integraron la primera comisión directiva de la Academia Nacional de Educación,
fundada en 1984.285 Porto era rector de la Universidad de Belgrano y ex presidente del Consejo de
Rectores de Universidades Privadas entre 1975 y 1978. Antonio Salonia se incorporaría a la
Academia dos años después. Hasta ese momento, los grupos profesionales más tradicionales tenían
sus propias Academias, que resultaban espacios estratégicos de obtención y mantenimiento de
prestigio social, poder de presión y autonomía, en suma, de “respetabilidad” (González Leandri,
284
Consudec, N° 267, septiembre 1974.
Vale decir que la Academia reunió a un heterogéneo grupo que comprendía también a laicistas y socialistas: Héctor
Félix Bravo, Américo Ghioldi, Gilda Lamarque de Romero Brest, María Celia Agudo de Córsico, Juan Carlos Agulla,
Jaime Bernstein, Guillermo Blanco, Ana María Eichelbaum de Babini, Élida Leibovich de Gueventter, Mario Justo
López, Fernando Martínez Paz, Adelmo Montenegro, Ricardo Nassif, Oscar Oñativia, Fernando Storni, Alberto C.
Taquini (h.) y Gregorio Weinberg.
285
221
1999). Estos intelectuales ocuparon cargos dentro de la Academia, y resultó su principal ámbito de
actuación a partir de entonces, defendiendo principalmente la Ley Federal.286
El Congreso Pedagógico Nacional: “el momento más significativo del siglo”
Cuando asumió la presidencia a fines de 1983, Alfonsín nombró como ministro de cultura y
educación a Carlos Alconada Aramburú, ex funcionario de Illia (1963-66), quien había firmado,
como vimos, los dos decretos del año 1964 que beneficiaron al sistema privado de educación. En
un reportaje en la revista católica Esquiú, el mandatario explicó que él se había educado en colegios
privados y era un defensor de la enseñanza privada, a la que le reconocía un “alto valor”. Creía que
la educación pública y privada debían integrarse y complementarse y aseguraba que no se
disminuirían los subsidios al sector.287
En diciembre de 1984 se dio a conocer la sanción de la Ley 23114, que convocaba a la
organización de un Congreso Pedagógico Nacional. A partir de ese momento, desde el periódico se
dedicaron a asegurarse la participación activa de todos sus docentes, ya que el evento era de “vital
importancia por su proyección hacia una futura Ley de Educación”.288 La publicación inauguró
una “sección fija” en todos los números, dedicada exclusivamente al Congreso o CONPE. Luego
de cuatro años de sesión, el Congreso finalizó en 1988 y los católicos publicaron los documentos y
conclusiones – por unanimidad y en disenso- de cada una de las comisiones que sesionaron en la
Asamblea Nacional realizada el 28 de febrero al 6 de marzo en Córdoba. Según recordaba el
director del Consudec, el padre Múgica, de los 300 delegados de todo el país “detectamos y
contabilizamos un 33 % de delegados católicos independientes, 27 % de delegados identificados
como justicialistas, en general más próximos a nuestra propuesta, 22 % identificado con el
radicalismo, más distantes en algunos temas concretos y un 8 % identificado con partidos de
izquierda, casi siempre en oposición”.289 En efecto, uno de los más importantes distritos, la Capital
Federal, había llevado una abrumadora mayoría de católicos (19 sobre 22), entre los que estaban
Van Gelderen, Ronchino y Llerena Amadeo. Por Córdoba estuvo Mayochi.
286
Silva publicó por la Academia un CD- ROM llamado "Legislación educativa nacional argentina" que incluía leyes,
decretos y resoluciones ministeriales desde 1856 hasta la Ley Federal de 1993.
287
Consudec, N° 498, abril 1984.
288
Consudec, N° 523, mayo 1985.
289
Consudec, N° 924, junio 2000. Sobre cómo se formó el Congreso Pedagógico y las internas católicas ver Fabris
(2011), capítulo VI.
222
El presidente de la Comisión Episcopal Argentina en los años del Congreso Pedagógico,
Monseñor Bianchi di Cárcano, recordó que para la Iglesia en la Argentina, el evento significó una
verdadera movilización de los laicos, aunque resaltaba que existieron tensiones dentro del sector
católico, no sobre cuestiones de fondo pero sí en cuanto a las estrategias, porque una minoría
exhibía una “mentalidad de cruzada”.290 Por ejemplo, contaba que este otro grupo propuso que se
incluyera “educación religiosa” para la escuela pública, mientras que el ala más moderada aceptó
que se explicitara el derecho de los padres a la educación religiosa de sus hijos. De todos modos, el
balance resultó muy positivo. De acuerdo con Múgica: “quedaron claramente expresadas a través
de las conclusiones las siguientes propuestas aprobadas por unanimidad: el reconocimiento y
afianzamiento de nuestra identidad histórica nacional de raíz cristiana”, una “visión integral de la
persona humana desde el momento mismo de la concepción”, la escolaridad obligatoria “de 10 a 11
años como mínimo”, y el reconocimiento de las sociedades intermedias para crear y promover
servicios educativos. Concluía que si bien “algunos de nuestros delegados pretendían el todo”,
“obtuvimos lo que hubiera sido mejor a la nada”. En suma, resultó el “momento más significativo
del siglo para la educación” y una de las convocatorias más significativas de la Iglesia en los
últimos tiempos, si bien es cierto que la participación de nuestro sector fue muy despareja en
algunas regiones, diócesis y provincias”.291
Después del Congreso, en julio de 1989 asumió el presidente Carlos Menem (1989-1999) y
su ministro fue Antonio Salonia (1989-1992), en representación del partido aliado, el Movimiento
de Integración y Desarrollo. En 1992 se dio a conocer la mencionada Ley 24049 de “Transferencia
del sistema educativo nacional de la educación primaria, secundaria y terciaria a las provincias y a
la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires”. Según Múgica, los del Consudec y la COORDIEP
(Coordinadora de Asociaciones de la Enseñanza Privada) asesoraron a la senadora del Partido
Justicialista por Tucumán, Olijela del Valle Rivas, en la redacción del artículo 23 de la ley, adonde
quedó explicitado que se mantenía el régimen de aportes a la enseñanza privada en concordancia
con el fijado en el orden nacional. El hecho de la transferencia los benefició en el sentido que
permitió la rápida creación de los Consejos de Educación Católica (CEC) en las provincias donde
no existían y contribuyó a la creación de las Direcciones de Enseñanza Privada en las
jurisdicciones que no las tenían. El proceso se llevó a cabo “sin mayores inconvenientes, si
290
291
Consudec, N° 851/852, enero 1999.
Consudec, N° 829, marzo 1998.
223
exceptuamos algunas trabas planteadas por funcionarios de algunas provincias de rancio signo
estatista y la tardanza en recibir el aporte estatal para varios Institutos Terciarios”.
La Ley Federal: “el fin de cien años de laicismo confeso”
El 14 de abril de 1993 se sancionó la Ley Federal de Educación (24195), a la que le dedicaron
varios números. Desde el periódico relataban que en 1991 la senadora Olijela le solicitó a Múgica,
en representación del CONSUDEC, que elaborara un primer borrador de la ley. Estuvo trabajando
junto con Ronchino, Van Gelderen y el ex ministro de la última dictadura, Cayetano Licciardo.292
Por su parte, especialistas católicos afirmaban que la norma recogía varias propuestas realizadas en
el Congreso Pedagógico Nacional. El padre Múgica dijo que la norma representaba “El fin de cien
años de laicismo confeso”.293
Como bien señalan algunas investigaciones específicas, uno de los temas más
controvertidos y en donde la Iglesia tuvo mayor participación, fue el proceso de aprobación de los
Contenidos Básicos Comunes o CBC (Nosiglia y Zaba, 2003). Antes de que se conocieran los
nuevos contenidos, los católicos advertían que había que seguir “con particular atención aquella
pedagogía que intenta imponerse desde los organismos oficiales (…) Ideas tales como la
psicogénesis de Emilia Ferreyro (…) o el sostener que la educación sistemática debe comenzar a
los cuarenta y cinco días de vida, o el inculcar a los jóvenes la idea de que el método más eficaz
para preservarse del SIDA es el uso de preservativos deberán ser fustigadas desde Consudec,
directa o indirectamente, serán presentadas por nuestro periódico con espíritu crítico”.294
Los CBC se aprobaron a fines de 1994 y varios obispos salieron a cuestionarlos, tildando a
la reforma como inspirada en “ideas bolcheviques” y “con orientación marxista” (cit. Nosiglia y
Zaba, 2003:77). La crítica más virulenta partió de dos informes elaborados por el rector de la
UCALP, Cayetano Licciardo. El ministro Jorge Rodríguez cedió a las presiones e inició una mesa
de negociaciones con el cardenal primado Antonio Quarracino, monseñor Héctor Aguer y Marcos
Ronchino, quien para esos años era asesor pedagógico del Ministerio y presidente del Consejo de
Educación Católica de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Finalmente, en 1995 se dieron a conocer
las modificaciones que se hicieron entre el ministro de educación y el presidente del CONSUDEC.
Los cambios fueron numerosos y sustantivos, por ejemplo, se incorporó la “dimensión espiritual”,
292
293
294
Consudec, N° 924, junio 2000. Sobre el proceso de elaboración de la ley, ver entre otros, Nosiglia y Zaba (2003).
Consudec, N° 924, junio 2000.
Consudec, N° 707, enero 1993.
224
se sustituyó la palabra “género” por la de “sexo”, se atenuó la concepción evolucionista en ciencias
naturales, en el área de ciencias sociales se modificó la consideración de la familia y la Iglesia
como “construcción social”, en el área de formación ética y ciudadana se modificaron varias
expresiones y se suprimió la referencia a que los alumnos podían encontrar en la escuela la
respuesta a algunos interrogantes vinculados con su desarrollo (Nosiglia y Zaba, 2003:79-80). Esta
situación provocó protestas públicas y una serie de renuncias de parte de los integrantes de los
equipos que habían redactado los CBC originales. Al parecer, también se desataron reproches hacia
algunos representantes del CONSUDEC que habían firmado estas versiones (Nosiglia y Zaba,
2003). El padre Múgica afirmaba con relación a este episodio, que “no se consiguió todo lo que se
pretendía, pero a mi entender fue mucho”. Todas estas discusiones fueron seguidas atentamente
por los integrantes de la Academia Nacional de Educación, que en general se mantuvieron en
sintonía con estas apreciaciones.
En síntesis, ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica argentina estaban a favor de hacer
más católica la escuela, antes que presionar para que se incluyese “religión” como materia a nivel
nacional, cuestión que había sido debatida entre los católicos, tanto en los tiempos del peronismo
como posteriormente (Caimari, 1995; Zanca, 2006). Cabe señalar que en algunas provincias sí se
había incorporado como asignatura obligatoria.
Epílogo: la nueva Ley de Educación
Desde la sanción de la Ley, hubo protestas de los estudiantes universitarios y los gremios docentes
que pedían su anulación. El padre Bianchi Di Cárcano se preguntaba cuáles eran las razones:
“¿Será porque por primera vez se habla en la Argentina de la ‘dimensión religiosa’ de la educación
(art. 6) ¿Será porque por primera vez se establece la responsabilidad de la familia como agente
natural y primario de la educación? (art. 4) ¿Será porque reconoce a la enseñanza de gestión
privada como integrante del sistema educativo (arts. 7 y 36-38) y se habla del “aporte estatal” no
como mera dádiva del gobierno, sino basado en “criterios objetivos de acuerdo al principio de
justicia distributiva en el marco de la justicia social” (art. 37)? Concluía que “sería triste que los
defectos de la ley no dejaran ver que constituye un colosal adelanto”. 295
295
Consudec, N° 851/852, enero 1999.
225
En mayo del 2006 el presidente Néstor Kirchner y su ministro Daniel Filmus presentaron
formalmente un documento para el debate de la ley nacional de educación y convocaban al
conjunto de la ciudadanía a opinar sobre el “futuro de la educación argentina”.296 Los católicos,
ante los hechos consumados, llamaban a participar de la convocatoria. Sobre el documento,
criticaban que no se hiciera mención “de manera explícita a la educación de gestión privada, en
particular la católica, que está presente en nuestro país desde 1566”.297
Al final de año, la Ley fue sancionada por el Parlamento (26.206/2006) y promulgada por el
Presidente de la Nación (Dto.1938/2006). En febrero de 2007 la Comisión Episcopal de Educación
Católica de la Conferencia Episcopal Argentina, cuyo presidente era el cardenal Jorge Bergoglio,
dio a conocer una declaración llamada “La Iglesia y la nueva Ley de Educación Nacional” que fue
transcripta completa en el Consudec.298 En el título “Valoración de la nueva Ley”, criticaban
varias cuestiones. Entre ellas, que la dimensión religiosa no se enunciaba expresamente, como sí lo
hacían las anteriores (Ley 1420, art. 8 y Ley Federal de Educación, 24195 art. 6). Consideraban que
el aporte estatal a las “escuelas de gestión privada” debía aumentarse para asegurar el “principio de
igualdad de oportunidades” y les preocupaba la “excesiva centralización del sistema educativo,
particularmente en lo relacionado con la formación docente”.
En otro punto lamentaban “profundamente” la “sorpresiva” inclusión como contenido
curricular obligatorio (art. 92 de la Ley de Educación Nacional) de la Ley 26171 que ratificaba el
“Protocolo facultativo de la Convención para la eliminación de toda forma de discriminación de la
mujer” (CEDAW)” que insistía en la “instrumentación de programas de planificación familiar que
podrían facilitar prácticas como la anticoncepción, la esterilización y el aborto”. Sostenían que
había que defender los valores de la “mayoría de los argentinos”: la vida humana desde la
concepción; a la familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable del varón y la
mujer; a la maternidad, que expresaba “una vocación propia e insustituible de la mujer en la
sociedad”. A ello se le sumaba la inclusión en los contenidos curriculares de la no discriminación
por género (“ideología del género”), que era, según los obispos, un “principio opuesto a la realidad
de la naturaleza humana, ya que el hombre desde su concepción biológica es sexuado, varón o
mujer; y por ende esta inclusión posibilita una distorsión en la educación sexual”. Esto los
296
297
298
Consudec, N° 1027, mayo 2006.
Consudec, N° 1029, junio 2006.
Consudec, N° 1044, enero 2007.
226
preocupaba porque no querían que sus hijos fuesen educados en temas “contrarios a los principios
de la ley natural”.
Lo novedoso de esta etapa es que las máximas autoridades de la jerarquía católica
intentaron presionar a las autoridades educativas como lo habían hecho en los años de 1990 para
que rectificaran el rumbo, y no obtuvieron ninguna respuesta. Por diferentes razones que no
detallaremos aquí, el clima político y social había cambiado y esto también se veía en las
provincias. Por ejemplo, en 2008 el gobernador de Salta sancionó una nueva Ley de Educación que
mantenía la enseñanza religiosa y se produjo una gran reacción en contra, junto con una
presentación judicial que resultó favorable a los denunciantes. 299 En 2010 hubo importantes
manifestaciones en Córdoba intentado evitar que se aprobara la nueva ley de educación que
contemplaba la enseñanza religiosa (si bien estaba previsto que fuese opcional y fuera del horario
de clase, los estudiantes desconfiaban de su inclusión). Ese mismo año, el cardenal Jorge Bergoglio
y el arzobispo de La Plata monseñor Héctor Aguer, organizaron un acto masivo que se realizó
frente al Congreso con la presencia de cientos de padres, alumnos y docentes de los colegios del
CONSUDEC. Fueron convocados para oponerse a la aprobación de la ley de matrimonio entre
parejas del mismo sexo, que resultó sancionada igual pese a las presiones de la Iglesia,
constituyendo otra de las “derrotas” de principios del nuevo siglo (compensada ampliamente con el
reciente nombramiento de Bergoglio como Papa).
Reflexiones finales
En este trabajo seleccionamos para el análisis a un grupo de egresados normalistas – colegio que
había formado personalidades “notables”- que tuvieron un rol muy importante como funcionarios
en el Estado, en la elaboración y ejecución de las políticas públicas destinadas al sector privado de
la educación. En Argentina, no puede dejar de advertirse cómo cambiaron los elencos
gubernamentales en períodos dictatoriales y democráticos de distinto tipo. Sin embargo, es posible
advertir continuidades importantes: en este trabajo pusimos el foco en las ideas y los funcionarios a
lo largo del tiempo. Estos intelectuales tuvieron un reconocimiento destacado en el período post
299
En el año 2008 el gobernador Juan Manuel Urtubey de Salta sancionó una nueva Ley de Educación (7546) cuyo
artículo 28 inciso “ñ” dispone la obligatoriedad de la educación religiosa en las escuelas públicas primarias. Un grupo
de padres hizo una denuncia ante el INADI y en 2010 un juez dispuso la inconstitucionalidad de dicho artículo. Cuando
se le preguntó al gobernador, dijo que los contenidos no se centraban en el catolicismo y que el alumno tenía la
posibilidad de no cursar la materia si así lo prefería. (Página/12, 1 de marzo 2012).
227
peronista, fueron convocados en su calidad de expertos en educación y católicos en los gobiernos
de las dos últimas dictaduras y vieron reducir su protagonismo en la etapa democrática. Ya en
democracia, fueron muy eficaces como grupo de presión actuando en representación de la Iglesia,
dentro de la Academia y publicando reflexiones en defensa del Congreso Pedagógico primero y la
Ley Federal después. Sus vinculaciones con otros intelectuales de la educación que llegaron a ser
ministros y asesores – Llerena Amadeo, Salonia y Ronchino- los mantuvo cerca del Estado.
Como balance, diremos que sus actuaciones en general han sido relativamente exitosas:
desde 1960 ampliaron la burocracia destinada al sector, avanzaron con la legislación, llegaron a
ocupar importantes puestos dentro el Ministerio y posteriormente, lograron influir decisivamente
en el texto de la Ley Federal, que, según los clérigos del CONSUDEC, puso “fin” al “laicismo
confeso” en el país. En suma, para comprender acabadamente qué fue de la educación durante
buena parte del siglo XX en la Argentina, resulta imprescindible explicar quiénes fueron los
intelectuales expertos que pensaron la política pública en esos años, dentro y fuera del Estado.
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Los actores católicos relacionados con la Secretaría del Menor y la Familia durante la última
dictadura: ¿Cómo pensar los límites entre el Estado y la sociedad?
María Florencia Osuna (UNGS/CIC)
En este trabajo analizaremos la trama de actores ligada con las políticas de la Secretaría del Menor
y la Familia (SMyF) dependiente del Ministerio de Bienestar Social (MBS) de la Nación, en el
período 1976-1979. El MBS fue creado por Juan Carlos Onganía en 1966 y, al igual que en sus
primeros años de existencia durante esa dictadura, los proyectos, las políticas y los funcionarios de
la cartera se caracterizaron por su marcado carácter católico (Giorgi, 2010; Gomes, 2011, 2014).
Sin embargo, si en el contexto del gobierno de Onganía las iniciativas del Ministerio se
inscribieron en un programa político que tenía como principio rector el “desarrollo” económico,
social, cultural y “espiritual” de la “comunidad”; durante la última dictadura, en gran medida, la
política social tuvo como fundamento el restablecimiento de la familia nuclear que, como
coincidían los diagnósticos de los golpistas y sus aliados, había sido infiltrada y destruida por el
“enemigo subversivo”. En un contexto en que reverdecieron los discursos biologicistas sobre la
sociedad, la familia era entendida como la “célula básica” de un entramado que era necesario
“reorganizar”. Para ello, el Estado en estrecha colaboración con las “entidades de bien público” -en
gran medida, católicas- debía realizar un doble trabajo sobre la familia que la apuntalara en un
sentido material y espiritual.
En relación con esto, en el trabajo observaremos que esta confluencia de lecturas y
propuestas entre el “mundo católico” y la dictadura, llevó a que se desdibujaran los límites entre
Estado y sociedad a la hora de enfocar las políticas hacia la familia.
Creemos que, aunque los actores católicos analizados tuvieron una gran presencia a lo largo
del siglo XX argentino; en la última dictadura, el nuevo paradigma a partir del cual se pensaron las
relaciones entre Estado y sociedad, basado en el polisémico concepto de “Subsidiariedad del
Estado”, reforzó ese vínculo otorgándole un sentido particular. Es decir que, además del marcado
carácter “restaurador” de la política ministerial tendiente a fortalecer la familia en desmedro del
“enemigo subversivo”; el concepto socialcristiano de “subsidiariedad”, que implicaba la activa
participación de la sociedad “en la resolución de sus propios problemas”, nos puede ayudar a
comprender la delegación de esta tarea en diversos grupos del laicado católico. Este problema será
abordado en el primer apartado de este artículo.
231
En el segundo apartado del trabajo, analizaremos el diagnóstico que sostuvo la Iglesia y el
laicado acerca de la “crisis moral” que atravesaba a la sociedad argentina y daremos cuenta de las
características y trayectorias de los principales actores católicos que participaron en las políticas
del área de la Secretaria del Menor y la Familia.
Luego, observaremos las instancias en que, en el periodo 1976-1979, estos actores del
mundo católico confluyeron con los funcionarios estatales en la realización de planes e iniciativas
destinadas al núcleo familiar.
Los cursos de formación dictados en 1977 y 1978, y la conformación del “Plan de
promoción familiar” en donde participaban a la par actores estatales y religiosos, así como la
existencia de una “coordinación eclesiástica” en el interior del MBS, nos muestran que Iglesia y
dictadura compartían mucho más que un mismo horizonte de expectativas.
El concepto de “subsidiariedad” como articulador de las relaciones Estado-Sociedad en la
Historia Reciente
En los años ochenta, en el marco del proceso de transición a la democracia que tuvo lugar en
diferentes países de América Latina que habían sido gobernados por dictaduras fuertemente
represivas, en la sociedad existió un debate que transmitió con claridad Norbert Lechner (1988):
“la crítica al Estado Autoritario desemboca en la crítica a la concepción estatista de la política,
vigente hasta entonces”. El imaginario colectivo que consideraba que el estado intervencionista era
el garante de la emancipación fue cuestionado frente a “la omnipotencia y omnipresencia de la
dictadura militar”. Por este motivo, como explica el autor, el Estado Autoritario fue el “Leviatán
frente al cual se invoca el fortalecimiento de la sociedad civil” (Lechner, 1988: 27).
Sin embargo, a pesar de la exigencia de “menos Estado y más sociedad” de los años ochenta
y noventa, el concepto de “subsidiariedad del Estado” aglutina sentidos fundamentales para
entender la “división de tareas” entre Estado y sociedad, al menos, desde los años sesenta. No
existió un grupo político-ideológico en particular que monopolizara los sentidos de ese concepto y
encontramos apropiaciones del mismo tanto entre los sectores más nacionalistas y corporativistas,
como en los grupos tecnocrático-liberales. Aunque el término apareció asociado siempre al
desentendimiento del Estado respecto de diferentes funciones que consideraba necesario delegar a
la sociedad civil, existen sutilezas en las diferentes apropiaciones. En este sentido, a diferencia de
232
un difundido sentido común científico y social que comienza a revisarse, creemos que es necesario
entender estas iniciativas no sólo desde la óptica neoliberal como partes del proceso de
privatización de lo público, sino como un particular proyecto político y cultural promovido por un
sector católico y corporativista civil y militar que propuso nuevas formas de relación e integración
entre Estado y Sociedad. En este sentido, durante el régimen de facto presidido por Juan Carlos
Onganía (1966-1970), la “subsidiariedad” estuvo asociada fuertemente con otros dos conceptos:
“desarrollo” y “participación de la comunidad”. La propuesta del Ministerio de Bienestar Social
creado por Onganía en 1966, en consonancia con algunas recomendaciones internacionales de
organismos como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización de
Estados Americanos y la Comisión Económica para América Latina, suponía que el desarrollo
social, económico y cultural de la comunidad demandaba necesariamente la participación no sólo
de los funcionarios estatales, sino fundamentalmente de los sectores sociales más pobres, para
lograr superar los efectos negativos del desarrollo en los países periféricos (Golbert, 1996; Golbert
y Roca, 2010; Gomes, 2011). En relación con esto, un funcionario de la época afirmaba “No basta
con que la acción del estado se realice para el pueblo. En la época en que vivimos es preciso que tal
acción sea realizada con la participación del pueblo” (La Nación, 28/03/1967). Es importante tener
en cuenta que la recepción local de estos tópicos desarrollistas fue realizada por funcionarios con
características muy particulares que llevaron a que “desarrollo”, “participación” y “subsidiariedad”
se entrelazaran con el ideario integrista católico. En este sentido, se oponían a la democracia liberal
y a la existencia de partidos políticos y proponían, en cambio, otro tipo de participación de la
comunidad que se basaba en un retorno al pasado hispánico en donde primaban la
descentralización política, la participación de los vecinos en los cabildos, la relación armónica y
funcional entre lo que llamaban los “organismos intermedios” de la comunidad, todo lo cual
implicaba una organización profesional, corporativa y municipal de la vida social y política
(Scirica, 2006, 2010, 2014;Gomes, 2012). En este marco, el concepto de “subsidiariedad” hacía
clara referencia al principio socialcristiano presente en distintas encíclicas papales: los llamados
“grupos mayores” (el Estado Nación), no debían resolver los problemas que los “grupos menores”
(las “organizaciones básicas de la comunidad”, los municipios, la empresa privada, etc.) podían
solucionar por sí mismos. El Estado nacional sólo intervendría cuando la empresa privada o la
multiplicidad de “grupos menores” no pudieran satisfacer una necesidad de la población. La
subsidiariedad, en este sentido, no tenía connotaciones liberales y era un principio más moral que
233
económico: no buscaba en primera instancia el achicamiento del Estado y/o la privatización de
servicios sociales, sino pretendía evitar que el Estado sustituyera la iniciativa de la comunidad, en
tanto esta acción era considerada perniciosa y destructiva. El MBS debía encargarse de ir creando
las condiciones para este futuro modelo social, político, cultural y económico imaginado que
reposaría sobre la base del orden municipal y que consistiría en la libre relación de las
“organizaciones intermedias”, como las ligas de padres de familia, los gremios, las sociedades de
fomento, las mutuales, las cooperativas, los clubes, entre otras entidades. En los años de la última
dictadura, sin embargo, como señalamos, el componente “desarrollista” y “comunitarista” perdió
vigencia y se fortaleció aún más el concepto de “subsidiariedad” en lo que refería al
involucramiento activo de las personas y entidades en la resolución de sus necesidades. El MBS
daba apoyo financiero mediante subsidios, prestaciones sociales y asesoramiento técnico para
prestación de servicios, a individuos, grupos y comunidades, pero, sobre todo, a las denominadas
“entidades de bien público”. Las cooperativas, mutuales, sociedades de fomento, clubes,
bibliotecas y diversas entidades católicas recibían subsidios, asistencia técnica y apoyo (MBS,
Boletín semanal Nº 23, 3/10/1977). Los funcionarios del MBS le otorgaban importancia a esta
política: “Desde el primer momento en que nos hicimos cargo de este Ministerio, tomamos
contacto con dichas entidades para hacerles conocer nuestro pensamiento dado que muchas de ellas
–con anterioridad– habían sido relegadas (MBS, Boletín semanal Nº9, 27/09/1976).
En este marco, se consideraba prioritario otorgar créditos a las entidades de bien público
que brindaban servicios que no prestaba el Estado (MBS, Boletín semanal Nº 50, 8/8/1977). La
importancia otorgada al accionar de estas “organizaciones intermedias de la sociedad” se tradujo
no sólo en intentar que la sociedad resolviera por sí misma sus problemas, sino en que los roles
entre Estado y Sociedad se volvieran difíciles de discernir y separar. En este sentido, como se
afirmaba en el ámbito del MBS durante la última dictadura “no sólo al gobierno le incumbe a
responsabilidad de ejecutar programas y acciones”, sino que
el pueblo todo debe asumir conciencia sobre la necesidad de que éstas se
cumplan , por lo que resulta propicio que en este año la gama de acciones
gubernamentales se unan a las de otras entidades; en especial las de bien
público, que tanto colaboran en la acción proteccional. Por ello el
ministerio presentará su auspicio a todo programa, acción u obra que
inspirado en objetivos coincidentes, propongan las asociaciones privadas u
234
otras entidades no gubernamentales (MBS, Boletín Semanal n. 121-122,
19-26/02/1979).
Aunque la frontera entre los ámbitos estatal y social siempre es porosa, ya que no funcionan como
compartimentos estancos, lo que intentamos señalar es que, en algunos casos, los roles se tendían a
confundir, en tanto no se entendía claramente quién realizaba qué. Fundamentalmente advertimos
esta tendencia en el área de las políticas pedagógico-culturales del MBS hacia la familia, como
veremos en los próximos apartados.
Los actores católicos involucrados en las políticas relacionadas con la familia.
Desde los tempranos años setenta, la jerarquía de la Iglesia católica, fundamentalmente sus
sectores integristas300 y conservadores301, comenzó a desarrollar planes para promover un tipo de
relaciones familiares que consideraba deseable y en crisis. En el mismo sentido, pretendía
restablecer el lugar de la familia en la Nación, devolviéndole la fortaleza que debía tener la “célula
básica de la comunidad”. Como han afirmado distintos autores, la jerarquía católica, y
fundamentalmente la Conferencia Episcopal Argentina, adhirió, al igual que un conjunto amplio de
actores, al gobierno cívico-militar, guardando silencio sobre la violación de los Derechos Humanos
y cumpliendo una función importante desde el punto de vista de la justificación ideológica del
régimen (Obregón, 2005; Mignone, 1986). Todos los sectores de la Iglesia -reformistas,
conservadores y tradicionalistas- coincidieron en la necesidad de resolver la crisis política,
económica y social que tenía como sustrato una “crisis moral” vinculada con la secularización
social que había tenido lugar en las décadas anteriores de la historia argentina. El proceso de
radicalización política iniciado a mediados del siglo XX, profundizado en los años sesenta y
setenta, que implicó la lucha por el socialismo y el cuestionamiento de “pautas sociales y culturales
300
Los obispos “tradicionalistas” del Episcopado eran tomistas y consideraban a la Iglesia como una “sociedad
perfecta” que se contraponía a los “errores” de la modernidad. En este sentido, preferían mantenerse aislados de los
diversos sectores políticos y sociales, y privilegiaban los vínculos con las FFAA, entendidas como “custodios
naturales” de los “valores inmutables” del catolicismo. Se oponían a la protesta social, al marxismo y a la “Iglesia del
pueblo”, y sostenían un discurso cargado de tonos apocalípticos y de cruzada. Los obispos encolumnados con esta
prédica eran, por ejemplo, los monseñores Tórtolo, Bonamín, Plaza y Bolatti.
301
Los conservadores estaban de acuerdo en introducir reformas en la Iglesia por entender que eran irremediables, pero
proponían hacerlas de manera paulatina y controlada. Compartían con los integristas la preocupación y oposición al
proceso de radicalización política y social. Sin embargo, consideraban importante realizar un acercamiento y diálogo
con los distintos sectores políticos y sociales para ampliar alianzas y extender su influencia ideológica y social. A este
sector pertenecían los monseñores Aramburu, Quarracino e Ítalo di Stefano.
235
por las cuales Argentina era considerado un 'país católico'”, sobre todo de aquellas ligadas a la
moral sexual y familiar302, era considerado peligroso y una destrucción de la mítica “identidad
nacional” ligada imaginariamente por las elites a una serie de elementos defendidos por la Iglesia
(2005:62-63, 66).
En el período 1973-1976, la Iglesia y el laicado lanzaron una fuerte campaña de
“restauración” de la familia argentina que se materializó en la difusión de declaraciones, planes,
documentos 303 e, incluso, proyectos parlamentarios; en donde manifestaban su oposición al
divorcio, a los métodos anticonceptivos y el control de la natalidad, a las uniones de hecho, las
relaciones sexuales por fuera del matrimonio, entre otras cuestiones que reflejaban los cambios que
acontecieron en los años sesenta.
Durante la última dictadura, como en otros momentos históricos, se dio una fuerte
confluencia de diagnósticos entre el mundo católico, las FFAA y los sectores civiles que formaron
parte del régimen. Desde nuestro estudio de caso, el análisis de los actores ligados a las políticas
hacia la familia impulsadas por el Ministerio de Bienestar Social (MBS), observamos, como
decíamos, que este encuentro se dio en torno a los objetivos del gobierno y la Iglesia sobre la
problemática de la restauración de la familia representada como “la célula básica de la
comunidad”, la unidad mínima e indisoluble en la conformación del “cuerpo social”. En este
sentido, frente a los embates de ideas consideradas “subversivas” o “foráneas”, se consideraba
importante fortalecer la moral cristiana y reforzar una jerarquía considerada natural en la que el
hombre-padre debía ocupar el lugar de la autoridad y la dirección y la mujer-madre el del amor, el
resguardo y transmisión de la tradición. Para conservar la integridad de esta unidad moral
indisoluble, era necesario evitar el ingreso de las ideas “disolventes” controlando, particularmente,
a las “secciones débiles” de la pared de la “célula”: los niños y jóvenes de la familia (Filc, 1997).
En este marco, el sector “conservador” del Episcopado, que era el mayoritario, consideraba que
en la compleja sociedad argentina, la hegemonía de la Iglesia se conseguiría a partir de un mayor
dinamismo de los cuadros católicos en diferentes sectores. En este sentido, advertían al régimen la
302
Las nuevas concepciones sobre el matrimonio y las relaciones de pareja que implicaron una disminución en el
número de casamientos y un incremento en el índice de divorcios, el cuestionamiento a la familia nuclear tradicional y
el rol de la mujer, la disminución de la tasa de natalidad, la liberalización de las costumbres sexuales, cuestionaban
fuertemente las pautas socioculturales que en el plano moral y familiar constituían elementos centrales de la moral
cristiana basada en la familia tradicional, (Obregón,2005: 166-167).
303
Por ejemplo: la “Declaración pastoral del episcopado argentino sobre la familia y la educación”(1973), la “Carta
pastoral colectiva del Episcopado sobre el matrimonio y la familia” (1973), el “Plan Matrimonio y Familia” como
prioridad nacional de la Iglesia para 1975 y 1976.
236
necesidad de evitar la militarización del poder, dando cabida en la gestión del gobierno a figuras
provenientes de la coalición civil que lo respaldaba. La Iglesia desempeñaría un papel importante a
partir de la ubicación de cuadros técnicos en lugares estratégicos de la administración. Una
cantidad importante de los más altos funcionarios civiles provenía de la militancia católica y había
desempeñado cargos durante el anterior régimen de facto (Obregón, 2005:72-73). En relación con
esto, en el Ministerio de Bienestar Social encontramos, entre los Secretarios vinculados con las
políticas hacia la familia, a los abogados civiles y católicos Santiago de Estrada, en Seguridad
Social, y a Florencio Varela en Menor y la Familia.
Santiago Manuel de Estrada (hijo), al frente de las políticas de seguridad social del MBS, es
un actor clave en la investigación más amplia que llevamos a cabo, puesto que, a partir de su
defensa de la Doctrina Social de la Iglesia, impulsó una serie de importantes medidas ligadas a los
subsistemas de previsión social y de asignaciones familiares, destinadas a los jubilados y la familia
en su conjunto. Nació en 1935 en el seno de una familia católica tradicional argentina que formó
parte, desde el siglo XIX, de la elite cultural y política del país. Se recibió de abogado en 1960 en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Debido a su relación con el Ateneo de la
República, fue reclutado, primero, como Subsecretario de Seguridad Social de la Nación
(1969-1970) y, luego, entre 1969 y 1970, fue nombrado Secretario de Promoción y Asistencia de la
Comunidad de la Nación. Esta experiencia lo llevaría a ocupar, en los años 1976-1983, 1989-1991
y 1999, la Secretaría de Seguridad Social y a presidir el Instituto Nacional de Servicios Sociales
para Jubilados y Pensionados. Por su parte, El abogado Florencio Varela, al igual que de Estrada,
pertenecía a una familia notable y católica con raigambre en las elites del siglo XIX. Fue juez de
instrucción durante la autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), Secretario del
Menor y la Familia durante la última dictadura (1976-1979) y, a partir de ese año, asesor del MBS
en materia de familia. También fue director de la Radio Argentina (1982) y réferi internacional de
rugby. Hasta su muerte en el año 2006, fue uno de los principales abogados defensores de distintos
oficiales y policías responsables del terrorismo de Estado304.
304
Varela consideraba que “la guerra contra el terrorismo” había comenzado en 1975 en un contexto de democracia
formal, por lo tanto, el Estado debía juzgar a las autoridades civiles que le dieron inicio. Asimismo, en el año 2000,
presentó un documento en el que intentaba demostrar, a partir de la exposición de algunos casos, la inexistencia de un
plan sistemático de apropiación de bebés por parte de la dictadura. Es importante considerar que los Institutos de
Menores dependientes de la SMyF, durante su gestión, formaron parte del circuito de apropiación de hijos de militantes
desaparecidos. La pervivencia de sus ideas, también se reflejó en una nota del diario La Nación del año 2004, cuando
sostuvo que era necesario reimplantar una política que él mismo impulsó durante la dictadura: la creación de un Cuerpo
de Vigilancia Juvenil en los municipios (Osuna, 2014).
237
Aún así, la relación entre Iglesia, Estado y Sociedad iría más allá de la ubicación de estos
cuadros católicos en el Estado, ya que se promovió la activa participación de la militancia católica
en diferentes políticas estatales. Esto permitiría, según puede leerse en distintos documentos,
ampliar las bases de sustentación del régimen, aprovechando la influencia de la Iglesia en amplios
sectores de la sociedad civil. En un documento llamado “directivas del Estado Mayor del ejército”
se defendía el papel de la Iglesia “para la consecución de los objetivos básicos que se apoyan en los
valores de la moral cristiana”. Según Obregón, el catolicismo era necesario como instrumento
ideológico y la Iglesia era clave en la búsqueda de legitimidad política (2005:84). Incluso, los
sectores “renovadores”, entre los cuales se encontraba el obispo monseñor Zaspe de Santa Fe,
además de retomar los tópicos del conservadurismo (la moral sexual y familiar, y el
anticomunismo), hacían un llamado similar al de los conservadores: “todos debemos reorganizar la
nación: las Fuerzas Armadas, desde una unidad sin amenaza de fractura, la juventud, los padres de
familia, los jueces, los docentes, los medios de comunicación social, los políticos, los sindicatos,
los empresarios y la Iglesia” (2005:75).
En este sentido, además de los funcionarios ministeriales de extracción católica
mencionados, en distintas actividades vinculadas con la familia participaron sectores religiosos y
del laicado católico. Entre los grupos que adquirieron gran protagonismo encontramos al
Movimiento Familiar Cristiano, Caritas, las Ligas de Madres de Familia y de Padres de Familia, la
Acción Católica, la Liga Pro-Comportamiento Humano, la Obra de Protección para la Joven, entre
muchos otros.
El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) fue uno de los grupos del laicado que estuvo
fuertemente involucrado con estas políticas y también con la apropiación de niños. Surgió en 1948
por iniciativa de algunas mujeres de la parroquia San Martin de Tours de Recoleta que se
encontraban para intercambiar experiencias inspiradas en otros movimientos similares que ya
existían en Europa, Estados Unidos y Canadá. Tenía un carácter autónomo respecto de las
organizaciones de la Acción Católica y, a pesar de las resistencias iniciales, fue reconocido por las
jerarquías. Según los estatutos aprobados en 1959, su propósito era la promoción del matrimonio
cristiano y la espiritualidad conyugal mediante la intensificación de la vida comunitaria y el
apostolado familiar, siendo uno de sus propósitos centrales el dictado de cursos de catequesis
prematrimonial para novios que abordaban reflexiones sobre el amor, las características del
noviazgo, aspectos legales y económicos del matrimonio, y la sexualidad en sintonía con la prédica
238
de los médicos católicos. Desde mediados de los años sesenta se dedicó a gestionar la adopción
para convertirla en una técnica “útil y moralmente aceptable”, organizando charlas y encuentros de
padres adoptantes en diferentes parroquias y en la sede de la organización (Villalta, 2010:115-117;
Cosse, 2010:145). Durante la última dictadura, miembros del MFC estuvieron vinculados con la
apropiación de niños y los involucrados fueron procesados y condenados en los últimos años por la
justicia por los delitos cometidos (Página 12, 16/05/2013).
Las Ligas de Madres y Padres de Familia también tuvieron una importante presencia en las
políticas de la SMyF. Estos grupos del laicado surgieron por iniciativa del Episcopado argentino a
mediados del siglo XX con el objetivo expreso de “salvar la familia”. En este emprendimiento
jugará un papel preponderante Monseñor Manuel Moledo (1907-1988), un teólogo de la
Arquidiócesis de Buenos Aires, quien además ejerció como profesor en los Cursos de Cultura
Católica. La intervención sobre la familia se daba en gran medida sobre las familias humildes,
mediante una labor asistencialista (reparto de alimentos, vestimenta, etc.), pero la defensa moral y
la vigilancia de las costumbres revistieron un carácter prioritario en el despliegue de las actividades
de las Ligas hacia el resto de la sociedad. Moledo definía a las ligas como movimientos “dispuestos
a colaborar con la Iglesia en todo lo que concierne al bien de la familia, en todos los planos en que
la familia actúa: al bien cultural, al bien material, al bien económico, al bien espiritual y al bien
moral” (Vázquez Lorda, 2012). Durante la última dictadura era muy estrecha la relación, sobre
todo, entre las distintas asociaciones de padres católicos y la Secretaría del Menor y la Familia del
MBS. Por ejemplo, en el Primer Congreso Nacional de Padres de Familia realizado en el colegio
Lasalle en 1978, estuvieron presentes el secretario Florencio Varela, junto con Videla, Pio Laghi y
monseñor Plaza (La Nación, 9/9/1978). Luego, en octubre de 1978 se realizó en el predio de la
Sociedad Rural Argentina, la EXPOFAM 78, “una exposición para la familia”, con la organización
de la Liga de Padres de Familia y el auspicio de los Ministerios de Bienestar Social y de Cultura y
Educación305.
El laicado católico ligado con la problemática de la familia, además de estar involucrado en
los planes del MBS como veremos en el próximo apartado, difundía sus propósitos en los medios
de comunicación y, fundamentalmente, en el diario La Nación, que en esos años creó una sección
305
Según el diario La Nación ofrecía: “ofrecía un panorama renovado de juegos y espectáculos para niños, simultáneas
de ajedrez, modas, clases de cocina, cerámica, espectáculos artísticos, cine, conferencias, charlas, educación vial,
stands comerciales con productos y elementos y servicios para el grupo familiar. Asimismo se atienden consultas sobre
aspectos de la problemática familiar y se entrega material alusivo” (La Nación, 2/10/1978).
239
especial llamada “La familia, tema de hoy”. El presidente de Caritas Argentina, Carlos Horacio
Ellif, uno de los entrevistados del mencionado diario, aportó al diagnóstico general sobre la crisis
de la “célula básica de la comunidad”. Por un lado, habló de la “crisis moral”: “la familia atraviesa
la misma crisis por la que pasa el mundo. Es la crisis de un cambio de valores que ha sacudido la
convivencia en muchos aspectos. La subversión de valores hace que la familia deba soportar
ataques”, y, por otro, señaló que el otro gran problema de la familia argentina era “la situación
económica. La familia en muchos casos está sitiada en su subsistencia. Entonces, si está moral y
económicamente sitiada, esa familia no puede cumplir su papel, de ser la célula donde nazca y se
cultiven los valores básicos, que son el orden, la seguridad, el amor, la paz y la tranquilidad” (La
Nación, 2/5/1978).
En esa sección también encontró un espacio otro de los grupos que participaría de las
políticas ministeriales: la “Obra Orientación para la joven” que, creada a mediados de los años
setenta, tenía como objetivo albergar a chicas jóvenes que llegaban a las grandes ciudades del país
en busca de trabajo. Según su presidenta, María Teresa Pérez de González, “nuestra experiencia
nos indica que las chicas llegan del interior del país, padecen –fundamentalmente– una falta de
familia. Porque, aunque la tengan, existe un gran porcentaje de chicas entregadas por su familia a
otras familias que las mantienen a cambio de trabajo” (La Nación, 15/5/1978). También
mencionaba otros casos: chicas que viven con su madre y su padrastro o que son hijas de madres
solteras: “un ambiente a todas luces poco apropiado para su desarrollo”. Esta organización católica,
que aún existe en la actualidad, se dedicaba a “orientar” y “contener” a estas jóvenes “sin familia”,
y vemos que también aparecía difundiendo su voz en los medios de comunicación y también en las
actividades del MBS.
Otro de los actores centrales en estos años que colaboraba con este campo de políticas pero
a partir de una labor orientada a la niñez fue Oscar Schiariti, miembro fundador, junto con
Francisco Rizzutto, de la Liga Pro Comportamiento Humano. Esta Liga es más difícil de clasificar
porque no era estrictamente un grupo perteneciente al espectro del laicado, pero era una “entidad de
bien público” con distintos campos de acción de carácter entre filantrópico, caritativo y
conservador. Este grupo existía desde la década del cincuenta y una de sus misiones fue construir
“decálogos” moralizantes que apuntaban a difundir valores éticos que debían ser respetados en el
ámbito laboral, educativo, en la función pública, frente a los niños, etc. Establecieron que el 31 de
marzo se celebraría “el Día del comportamiento humano” y esta iniciativa era cumplida
240
estrictamente en el seno del MBS en esa fecha. Aunque la Liga también fue integrada en las
iniciativas relacionadas con la familia del Ministerio, fue uno de sus principales miembros
fundadores, Oscar Schiariti, quien adquirió un gran protagonismo, sobre todo en 1979, cuando se
festejó a nivel local e internacional “el año del niño y la familia”.
Schiariti tenía los títulos de Maestro, Profesor de Educación Física y Prof. de Letras, fue
Procurador Universitario Nacional (U.N.B.A.) y Profesor de Cursos de la Organización de Estados
Americanos (Recreación y comunicación). Ejerció como docente en el nivel primario y secundario,
y realizó labores en distintas entidades no gubernamentales de índole social y cultural, de tendencia
filatrópica y caritativa. Se incorporó a la Liga Pro Comportamiento Humano fundada en Buenos
Aires el 19 de abril de l960, bajo el lema “Por la vigencia de los valores éticos y espirituales”.
Dentro de su estructura ocuparía, entre otros, los cargos de Secretario General y Coordinador de
Acción Educativa. Fue coautor con Rizzutto del Manual Pro-comportamiento humano. Presidió la
Comisión Permanente “Día del niño” creada en 1959 que organizaba espectáculos para esa fecha y
regalaba juguetes a niños hospitalizados, y, junto con esto, promovió la creación de la “semana del
niño”. Dentro de la misma, organizó tareas de acción deportiva y de colaboración social con
hospitales y centros asistenciales a la minoridad. También invitaba a los Institutos de la Minoridad
y la Familia de la Capital Federal para que sus niños actúen en diversos deportes y en actividades
creativas en el Parque Rivadavia, en el Zoológico de Buenos Aires, Italpark, Campo Hípico de
Polo, entre otros, y entregaba premios y diplomas a todos los participantes. Consiguió que se
festeje todos los años el “Día del niño” y el “Día de los reyes magos”, llevando a hospitales, centros
de atención a la niñez e institutos de la minoridad, y entregando en mano un regalo a cada niño
internado. Además, en dichos lugares, en las Fiestas Patrias del 25 de Mayo y 9 de Julio,
organizaba certámenes, concursos de collages, y entregaba diplomas a los participantes, como así
también escarapelas, banderitas, útiles escolares y golosinas. En el año 1962, Schiariti fundó de la
Comisión Ejecutiva Permanente “El Niño y la Televisión” y presidió 32 congresos argentinos y 4
internacionales sobre la especialidad. Por último, incorporó a la comisión el “Día del ahijado”,
cuyo su festejo se realiza el segundo domingo de mayo. En todas las imponía el logotipo de la
Comisión Ejecutiva “Día del Niño” y su lema “el niño lo merece todo”. A lo largo de la dictadura,
y, fundamentalmente en el año 1979, lo encontramos proponiendo y participando activamente en
las iniciativas del MBS ligadas con los niños.
241
Como decíamos, todos estos grupos mencionados aparecen constantemente en las acciones de la
Secretaría del Menor y la Familia (SMyF), pero también en los medios de comunicación,
difundiendo mensajes en consonancia con las autoridades de la Iglesia y también del MBS,
mostrando un universo en común de ideas y propuestas. En el próximo apartado, además de señalar
las formas en que religiosos y laicos fueron incorporados en las iniciativas del Ministerio, también
haremos mención a otros actores que, aunque no tenían tanta visibilidad, también pertenecían al
mundo católico.
Religiosos y laicos en las políticas ministeriales
A lo largo del año 1977, se comenzó a visualizar claramente la vinculación entre el Ministerio y la
jerarquía eclesiástica. Esto se materializó, por ejemplo, en el dictado de cursos, en el marco del
“Programa nacional de capacitación”, aprobado por la Resolución Nº 223/77 de la SMyF para
“educadores familiares”, es decir, destinado a quienes tuviesen relación con la cuestión de la
familia, que podían ser funcionarios, profesionales, pero también docentes, padres y madres de
familia, en diferentes lugares del país (MBS, Boletín semanal Nº 37, 9/5/1977). En estos cursos,
que tenían una duración de dos meses, participaban como docentes los funcionarios de la SMyF,
entidades ligadas al mundo católico, como la Confederación de Obras Privadas de Bienestar
Social306 y representantes del plan Matrimonio y Familia del Episcopado (MBS, Boletín semanal
Nº23, 3/01/1977). En Tucumán, de acuerdo a un boletín ministerial, para el dictado del curso
estuvo designado Eduardo Madero307, como representante de la Iglesia (MBS Boletín semanal Nº
37, 9/5/1977). También encontramos que estos cursos se dictaron en la prov. de Buenos Aires, en
Avellaneda (MBS, Boletín semanal Nº 53, 29/08/1977) y San Isidro, en este caso dirigidos a
“directivos de instituciones de bien público, profesionales, docentes y padres de familia de la zona”
(MBS, Boletín semanal Nº 65, 21/11/1977).
306
Diversas entidades llamadas de “bien público”, con características similares, estaban vinculadas con el Ministerio
de Bienestar Social, y se nuclearon a partir de 1964, en el Consejo Coordinador de Obras Privadas de Bienestar Social
(CONDECOORD). Estas entidades estaban dirigidas, al igual que antaño, por mujeres pertenecientes a las elites
tradicionales argentinas que eran militantes católicas. Si analizamos detenidamente las redes de pertenencia de estas
mujeres, también veremos que fueron miembros destacados de la Acción Católica. Por sus características, estas
entidades fueron algunas de las interlocutoras privilegiadas del MBS en su conjunto, por sus labores tendientes a suplir
las acciones de “asistencia social”.
307
Madero era un arquitecto ligado a una familia tradicional de la elite argentina. Fue el presidente nacional de la
Acción Católica durante la dictadura, y en el período 1977-1985 fue también miembro de las Comisiones Nacionales
para las prioridades Familia y Juventud de la Conferencia Episcopal Argentina.
242
En los Institutos de Menores y de Ancianos dependientes de la SMyF, asimismo, existían
capellanes que participaban en las jornadas sobre estas problemáticas (Boletín del AICA, Nº 1110,
30/3/1978) y, por ejemplo, en uno de los principales Institutos, llamado “Mercedes de Lasala y
Riglos”, se realizaron unas “Jornadas sacerdotales para elaborar planes de trabajo para el 77 en las
diferentes áreas de la cartera” (MBS, Boletín semanal Nº 30, 21/03/1977) .
En el Ministerio, además, existía una “Coordinación eclesiástica” (MBS, Boletín semanal
Nº30, 21/03/1977) presidida por el monseñor Antonio Maggi. Así como los católicos (laicos y
religiosos) participaban en las jornadas organizadas por el MBS vinculadas con la familia, los
funcionarios adherían y participaban en los eventos del Episcopado y del laicado relacionados con
la misma problemática. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Argentina, con la adhesión del
MBS, organizó las I Jornadas Nacionales de Pastoral de la Minoridad y la Familia en 1978, que,
desde entonces, se realizarían todos los años. En ellas, tuvo una activa participación el Comité
Nacional del Programa pastoral Matrimonio y Familia del Episcopado (dirigido por el prebístero
Carlos Pandelo), la Liga de Madres de Familia y el Movimiento Familiar Cristiano, entre otros,
sumando en total setenta delegados de la Iglesia y el laicado de todo el país. El acto de apertura
estuvo a cargo del arzobispo de Córdoba y presidente del Episcopado, cardenal Raúl Francisco
Primatesta, quien manifestó el interés de la Iglesia por el desarrollo del Programa de Acción
pastoral Matrimonio y Familia. Pero también, estuvieron presentes como expositores a cargo de los
“distintos temas técnicos con que se ilustraron los trabajos de las Jornadas”, José Ernesto Los
Santos -Director del Servicio Nacional de Rehabilitación y Capacitación de Ciegos del MBS-,
Cecilia Pérez de Gracia -Directora del Servicio Nacional del Anciano del MBS-, Nélida Secreto
-Directora Nacional de la Minoridad y la Familia del Ministerio-, el Secretario de Estado del
Menor y la Familia, Florencio Varela, y el ministro Bardi (Boletín del AICA, nº 1110, 30/3/1978;
Boletín del AICA nº 112, 13/4/1978; MBS Boletín Semanal Nº 103-104,18/09/78-25/09/78).
Según el Boletín de la AICA; Secreto, Varela y Bardi, quienes tuvieron a cargo las conclusiones
durante el acto de cierre, pusieron de manifiesto el deseo de coordinar tanto la acción
evangelizadora y catequística, como la coordinación a nivel nacional junto a una puesta en marcha
de la acción con la familia. Un mensaje del ministro de Bienestar Social de la Nación
contralmirante Bardi, comprometió la opinión del Poder Ejecutivo para la “recuperación del valor
de la persona humana” y alentó a proseguir la obra de evangelización y promoción de menores,
ancianos y ciegos. (Boletín del AICA, nº 112, 13/4/1978).
243
A los pocos meses, también en el año 1978, por medio de la Resolución Nº 237/78 de la
Secretaría del Menor y la Familia se aprobó el Plan de Promoción Familiar y, luego, la Resolución
Nº 499 constituyó formalmente la Comisión Nacional del Plan, presidida por el secretario del
Menor y la Familia, Florencio Varela, e integrada por la subsecretaria del Menor y la Familia, Dra.
Graciela Borzone 308 ; la directora del Servicio Nacional del Menor y la Familia, Dra. Nélida
Secreto; el coordinador de la Subárea de Asistencia y Coordinación, Ángel Castro; la Jefa del
Servicio Nacional del Anciano, Edith M. Pazos de Velar; el dr. Félix Lafiandra, asesor de gabinete;
y “los docentes que intervinieron en los seminarios de educación familiar dictados por este
organismo”, Dra. Beatriz Balián309 y el prebístero Carlos Pandelo. Éste último, como hemos visto,
representaba, a su vez, el plan de Acción Pastoral Matrimonio y Familia del Episcopado argentino.
La Junta Ejecutiva del Plan estaba presidida por la subsecretaria Borzone y conformada por los
actores mencionados, pero, por medio del artículo 3, a ésta lista se agregaba un conjunto de
entidades pertenecientes al mundo católico: al laicado y al episcopado. Franklin Obarrio310 por el
Movimiento Familiar Cristiano (MFC); el arq. Aurelio Rafael Vargas, los abogados José M.
Boselli y Francisco Gil Roura por la Liga de Padres de Familia; Liva M. Chamorro de Castillo por
el Ejército de Salvación; Roberto Bonnani por el Instituto de Asistencia, Promoción e
Investigación Familiar; Oscar Schiariti por la Liga Pro Comportamiento Humano; Lidya B. R. de
Magaldi por el Consejo de Coordinaciones de Obras Privadas de Bienestar Social; Lidia Traverso
de Bocci por la Liga de Madres de Familia; Jorge di Gennaro, por Caritas Buenos Aires; Mario
Zabala por la Confederación Argentina de Uniones de Padres de Familia; Enrique Fabbri por el
Centro de Investigación y Acción Social 311; el arquitecto Carlos Alberto Sabatté por la Junta
308
Abogada, egresada de la Facultad de Derecho de la UBA. En la administración pública nacional ocupó los cargos
de asesor letrado del Consejo Nacional de Protección de Menores, de la Dirección Nacional de la Minoridad y la
Familia (1963-66 y 1966-71), Coordinadora del área de asesoría e investigación jurídica de la Secretaria del Menor y la
Familia (1973-1974 y 1976-77) hasta su acceso a la Dirección Nacional de los Servicios del Menor y la Familia (1977).
309
Beatriz Balián de Tagtachian es Licenciada (1972) y Doctora en Sociología (1996) por la Universidad Católica
Argentina. Después de su gestión en el MBS fue Directora del Departamento de Sociología de la UCA (1981),
Directora Académica de la Fundación Pérez Companc (1993-1994), Vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y
Económicas de la UCA (1999-2001) y desde el 2009 se desempeña como Vicerrectora de Asuntos Académicos de la
misma universidad. En el año 2010 fue incorporada por la Academia Nacional de Educación como miembro de
número.
310
Abogado de la UBA, militante del Partido Demócrata Cristiano hasta 1966. Desde entonces tuvo una intensa
actuación en la Pastoral Juvenil y luego presidió con su esposa el Movimiento Familiar Cristiano de Buenos Aires. En
el periodo 1981-1987 fue presidente de la comisión de Justicia y Paz instituida por el Episcopado Argentino. Desde
1965 hasta la actualidad ejerce la profesión de abogado en el campo del derecho civil y empresario. Abogado ante el
tribunal eclesiástico. Tuvo actuación en el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal
http://www.e-contexto.com.ar/archivos/autores/index.php?id=25.
311
El Centro de Población y Familia dependía del Centro de Investigación y Acción Social de carácter jesuita.
244
Argentina de la Acción Católica. A este conjunto de entidades católicas se agregaba el Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria, la Secretaría de Estado de Educación, la Secretaría de
Información Pública, el Comité Argentino para la educación de la Población y la Sociedad
Argentina de Pediatría. Luego, por medio de la resolución 502, se incorporó a otras “entidades de
bien público” como el Consejo Argentino de Alcoholismo, la Obra de Protección a la Joven, la
Obra de Protección al Menor, la Federación Salesiana de Padres de Familia, la Secretaria de Estado
de Seguridad Social presidida por S. de Estrada, el Consejo de Rectores de Universidades Privadas,
la Asociación de Rectores de Enseñanza Privada y la Federación Argentina de Mujeres
Universitarias (MBS, Boletín semanal, nº 94-95, 10-7-1978/17-7-1978; nº 90, 12/6/1978).
A diferencia de las políticas sociales concretas destinadas a la familia del MBS, el Plan de
Promoción Familiar revestía un carácter centralmente programático e ideológico que los
funcionarios también consideraban pedagógico y educativo en el que se encuadraban todas las
iniciativas. La Secretaría del Menor y la Familia, como ninguna otra dependencia del MBS, como
vemos, sellaba de manera explícita y contundente la relación entre el mundo católico y el Estado,
mucho más allá de las filiaciones religiosas de los funcionarios. Estos planes otorgaban un sentido
programático a toda la labor ministerial relacionada con las políticas hacia la familia que, a su vez,
atravesaban a casi todas las Secretarías. El ministro Bardi reafirmaba el propósito del plan de
“preservar los valores esenciales para el desarrollo individual y social de los núcleos familiares”,
en un contexto en que “una ideología intrínsecamente perversa busca un medio más de
conquistarnos y esclavizarnos, en espíritu y cuerpo”. Sin embargo, en la Argentina, según el
funcionario, “la familia es algo presente y vigoroso, donde se anidan reservas capaces de rechazar
las afecciones que producen deformidad social” (MBS, Boletin semanal nº 90, 12/6/1978).
Entonces, en un marco en que se dio una fuerte confluencia ideológica entre la Iglesia, el
laicado católico y los funcionarios estatales alrededor del diagnóstico sobre el problema de la
familia argentina, como vemos, los principales actores del campo católico ligados a esta área de
problemas fueron incorporados en las acciones estatales que promovieron la difusión de la
importancia del núcleo familiar en los términos que los fuimos describiendo. Es decir, en el plano
“espiritual”, la dictadura, a partir de la SMyF, comenzó a realizar su tarea. Las demandas
“materiales” insatisfechas de las familias, en el sentido que sí reclamaban intervención los
católicos comenzaron a satisfacerse por medio de las asignaciones familiares gestionadas por el
Estado, desde la secretaría de Seguridad Social, como analizaremos en futuros trabajos.
245
Reflexiones finales
En este trabajo observamos que los actores ligados al campo de políticas sobre la familia durante la
última dictadura provenían del “mundo católico”. Los funcionarios estatales principales (como
Varela, de Estrada y también Borzone), por lo general, eran abogados recibidos en la UBA, algunos
pertenecían a familias tradicionales y católicas, y todos ellos habían desempeñado cargos en la
dictadura anterior en las mismas áreas. Aún así, lo que también intentamos mostrar en este primer
trabajo sobre la problemática es que el MBS intentó delegar en diferentes actores de la jerarquía
eclesiástica y del laicado católico una serie de acciones relacionadas con la difusión de la
importancia de la familia nuclear. Esto, por un lado, respondía a la necesidad de contrarrestar el
avance del difuso y amplio “enemigo subversivo” en la trama social y el consecuente peligro de
“destrucción de la familia” que era un diagnóstico con el que la Iglesia y el laicado venían actuando
desde años anteriores. El “Plan matrimonio y familia” del Episcopado, por ejemplo, impulsado en
1975 y prolongado a lo largo de la dictadura, contenía una plataforma de ideas, actores y
actividades que prácticamente fue incorporada como un programa a seguir por el MBS en esa
materia. En este sentido, afirmamos que los límites entre la agencia estatal y la sociedad civil
(encarnada en los católicos) se tornaban difusos en esta área. El contenido ideológico del propósito
del restablecimiento de la familia nuclear frente a la “crisis moral” de los años sesenta y setenta se
superpuso, como decíamos al principio, con la fortaleza que adquirió durante la última dictadura el
concepto socialcristiano de “subsidiariedad”, por el cual, tanto los niveles estatales provincial y
municipal, como las entidades de la sociedad civil debían encargarse de resolver distintas
cuestiones por sí mismas. De esta manera, distintos grupos que realizaban acciones, por lo menos
desde mediados del siglo XX, se hicieron cargo de las acciones promovidas por el MBS.
Desde este estudio de caso, entonces, nos propusimos reflexionar sobre esta doble
problemática: la participación católica en las iniciativas del MBS y la forma en que ese nexo nos
lleva a cuestionar la existencia de límites claros entre el programa de la agencia estatal y el de la
Iglesia católica frente al problema de la familia.
Bibliografía
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246
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248
Eje 4: Estudios en escala provincial
249
Lo saludable de tener a mano un intelectual en el Estado: Antonio Del Vas y el Plan de Salud
Neuquino.
Fernando Casullo (UNRN-UNCo)
1. Introducción: postales incompletas de una excepcional normalidad
Poner en análisis una trayectoria intelectual que tomó lugar en el estado neuquino cuando este
pasaba de ser un territorio nacional a una provincia, es un llamado al vértigo. En el contexto de un
país donde a lo largo de esa mitad del siglo siete millones de personas cambiaron su lugar de
residencia en un ciclo de migraciones internas, las nuevas provincias del sur tenían mucho que
ofrecer.
312
A las nuevas generaciones de profesionales -marcados por las profundas
transformaciones de la ciencia y la técnica propias del clima de época- el sur argentino les resultaba
un escenario muy estimulante.313 Un exitoso desarrollismo genérico que trataba de romper adentro
y afuera del país la lógica centro-periferia, dio aire fresco a los distritos del sur argentino.314 El
intento de desmontar el modelo agro-exportador y de erigir en su lugar un complejo industrial
diversificado, impulsó la búsqueda de fuentes energéticas acordes con esta nueva meta. Una
economía que, hasta allí, había mirado “hacia fuera” mostró un creciente interés por crea “polos de
crecimiento”, que irradiarían su influencia al conjunto nacional.315
Toda esta nueva sintonía ideológica, que valorizaba el papel planificador del Estado, tuvo a
Neuquén como un escenario privilegiado. El recién nacido Movimiento Popular Neuquino,
montado en la difícil dinámica de la proscripción del peronismo, encontró una verdadera zona
prometida en aquella apuesta planificadora. 316 Se concibió así un estado que “planificó la
distribución del ingreso expandiendo e incorporando una sociedad en permanente cambio”.317
Nuevas instituciones vendrían a dar carnadura a estos ambiciosos objetivos, instalando en la
312
PERREN, Joaquín, (2012), p. 6. Para el contexto más amplio del país en transformación, VAPÑARSKY, César
(1995); LATTES, Alfredo, (2007), p. 11-46.
313
VELAZQUEZ, Guillermo y MORINA, Guillermo, (1996), p. 551.
314
ALTAMIRANO, Carlos, (2001), p. 54-58.
315
AROSKIND, Ricardo, (2003), pp. 85-87; GIRBAL BLANCHA, Noemí (2004), p. 128; KATZ, Jorge, (1967), pp.
59-76.
316
Como dice Atilio Borón, lo que en los tempranos sesenta se presentaba como una seductora posibilidad, en las dos
décadas siguientes se convertiría en un laboratorio donde se ensayaron un conjunto de políticas con ciertas
reminiscencias keynesianas, BORON, Atilio, (1997), p. 11.
317
ARIAS BUCCIARELLI; Mario, (1997), p. 51-52. Para una discusión sobre el carácter o no de neoperonismo del
Movimiento Popular Neuquino, que excede el propósito de este trabajo, léase FAVARO, Orienta, (1995), p. 8 y el
dossier donde se encuentra sumado este artículo en http://historiapolitica.com/dossiers/movimientopopularneuquino.
250
provincia una suerte de laboratorio desarrollista.318 La apuesta, por otro lado, era acuciante en una
provincia que mostraba el nuevo rostro de un territorio nacional vetusto.319 Las condiciones de
vida revelaban una evidente falta de avance en indicadores básicos que hacían necesaria –más allá
de deseable- la visibilidad de la mano del Estado. Muchos jóvenes encontrarían entonces, vis a vis,
un lugar donde desplegar una labor profesional imbuida de compromiso político. Todo muy a tono
en épocas del juego imposible en el país y de la dinámica de izquierdas latinoamericanas tan a tono
con la Guerra Fría, el socialismo cubano y la teología de la liberación.320
En este marco no debería asombrarnos que Antonio Del Vas, un joven médico recibido de
una Universidad de Buenos Aires en permanente convulsión, encontrara en la provincia un terreno
fértil. Campo pródigo para el despliegue de una carrera profesional exitosa y veloz tanto como para
madurar una amplia labor en política. Del Vas, cirujano formado en el Hospital Durand en
momentos donde este era señero en la Atención Primaria de la Salud, terminaría a los 26 años de
director del Hospital de Cutral Có –ciudad donde se libraba una de las batallas más caras al
desarrollismo, la del Hidrocarburo- y a los 30 Ministro de Bienestar Social de la Provincia. Tal lo
narraban otros médicos que tomaron parte del mismo momento:
“Todo estaba por hacerse y nadie podía sustraerse de un rol protagónico. Era un
Neuquén que se abría a la modernidad al ritmo de su flamante autonomía política.
Alberto advirtió de inmediato la situación y, hombre de formación política como era,
junto con su tarea de médico comenzó a frecuentar a los líderes de la provincia de la
época”. 321
Así como tampoco deberíamos llamarnos a sorpresa que esa misma persona se casara con su
compañera de militancia en una capilla de Villa La Angostura durante una ceremonia oficiada por
un jesuita que aprovecharía el momento para hacer un discurso con un fuerte tono social bien
propio del tercermundismo.322 Y hasta el hecho que luego bautizara a sus hijos con nombres como
318
BLANCO, Graciela, (1999), p. 6-7.
PERREN; Jaquín, (2012), p. 31.
320
JAMES, Daniel, (2007).
321
PELLIN, Osvaldo y LORES Horacio, (2008).
322
Hay autores que insertan la figura de Del Vas como Ministro de Bienestar de la provincia “en una línea de la Iglesia
católica nacional que buscaba una superación de los paradigmas excluyentes de la Justicia y Libertad, a través del
concepto de Desarrollo, y por lo tanto en sintonía con el pensamiento desarrollista cristiano vigente”. LENTON,
Diana, (2010), p. 95.
319
251
Aluminé y Pehuén.323 Tampoco sería del todo extraño que debiera exiliarse en los años de la
última dictadura militar. En realidad cualquiera de estas postales impresionistas –que tenemos
claro que a lo sumo nos cuentan de una biografía tal vez un poco más excepcional- se enmarcaron
en un proceso más amplio de constitución de carreras profesionales vinculadas a estos jóvenes
estados provinciales, que quisiéramos aprehender desde una lógica amplia que supere el mero
recorrido personal. En el caso de Del Vas esto es doblemente interesante por su papel de referente
(parte de los “padres fundadores”) de un Plan de Salud innovador que se aplicó por aquellos años.
Muchos textos ya nos han advertido sobre la necesidad de ponerle rostro a las agencias
estatales para comprenderlas en su despliegue técnico, político y hasta retórico. 324 Poner en
análisis la carrera de un agente estatal –de nuevo, más o menos destacada- puede decirnos mucho
sobre la dinámica de aquella. En especial los momentos fundacionales como el que le tocó
atravesar a Del Vas pueden ser interesantes en la medida que la acción individual está mucho
menos condicionada por la inercia institucional presente en otras administraciones seculares. Entre
el diseño de un plan y su puesta en funcionamiento las mediaciones si bien no estaban ausentes,
podían ser mucho menores. Del cruce entre Estado y agentes sale el ejercicio que proponemos en
esta ponencia: poder tomar el rostro de uno de los tantos médicos que llegaron a hacer su propia
América al sur del paralelo 42 para construir un fresco de una de las apuestas a un cambio de las
políticas públicas sanitarias que tuvo el país. La trayectoria de Del Vas frente a lo que significó el
Plan de Salud de Neuquén resulta de una excepcional normalidad, tan en sintonía con el período y
el espacio elegido.
2. El escenario: Neuquén y el MPN, nuevas ideas para viejos territorios.
La provincialización del territorio de Neuquén, efectivizada en 1958, fue un laboratorio ideal para
probar el recetario desarrollista. En la joven provincia, que se incorporaba al sistema político luego
de casi ochenta años como territorio nacional, se pusieron en marcha una serie de estrategias
orientadas a generar un desarrollo en visión cercana a la CEPAL. Comenzaba por entonces a ganar
espacio en la agenda del gobierno de Frondizi la necesidad de promocionar determinadas regiones
estratégicas como medio para dinamizar al conjunto del país. La creación del Consejo Nacional de
Desarrollo (CONADE) y el auge de las regiones como instrumentos de planificación fueron quizás
323
CHAVEZ, Vicki, (2012).
“Personalizar a las instituciones”, dicen como opción metodológica explícita Bohoslavsky y Soprano.
BOHOSLAVSKY, Ernesto y SOPRANO, Germán, (2010), pp. 9-55.
324
252
los elementos más evidentes de este norte programático. La “región Comahue”, como se conoció a
la franja septentrional de la Patagonia, comenzó a ser objeto de numerosos estudios técnicos y de
proyectos de cierta envergadura. La aprobación de un complejo hidroeléctrico sobre los ríos
Neuquén y Limay, donde se erigiría lo que la prensa de la época dio a conocer como el “Assuan
Argentino”, y el tendido de un gasoducto entre Challacó y Puerto Rosales son claras muestras de
las expectativas que despertaba la provincia de Neuquén en el concierto nacional.
Pero no se trataba sólo de un proyecto diseñado en alguna de las oficinas del gobierno
nacional. Con la sanción de la Constitución provincial de 1957, Neuquén se sumaba a un clima de
ideas sintonizado en una frecuencia desarrollista. En su Carta Magna se trazaron las líneas más
gruesas de un régimen económico que redimensionaba el accionar oficial. Se entendía que sin la
presencia pública era muy difícil que la nueva jurisdicción pudiera escapar de una situación de
extrema precariedad. De ahí la relevancia de construir un Estado que, siguiendo el mismo texto
constitucional, defendiera las riquezas esenciales de la provincia, impulsara el desarrollo y diera
soluciones inmediatas en áreas tan sensibles como salud, educación y vivienda. Un buen ejemplo
de esa vocación planificadora, que impregnó a la Convención Constituyente de 1957, fue la
creación del Consejo Provincial de Sanidad, un organismo que debía delimitar las grandes avenidas
por donde circularía la asistencia sanitaria.
Estas líneas maestras fueron llevadas a la práctica por la primera gestión provincial, que
abarcó el periodo comprendido entre 1958 y 1962. En contexto político signado por una
democracia restringida, en la que el peronismo estaba proscripto, llegó a la gobernación la Unión
Cívica Radical Intransigente (UCRI). Primero con Jorge Edelman como gobernador y luego con
Alfredo Asmar ocupando la primera magistratura, aquella fuerza política retomó el vocabulario
que el desarrollismo había llevado a los primeros planos; cuestión que queda a la vista echando un
vistazo a los dos ejes que orientaron la acción gubernamental, a saber: la creación una
infraestructura básica y el mejoramiento de la calidad de vida de la población.325
Claro que el lenguaje desarrollista no fue un patrimonio exclusivo de la UCRI. En el marco
de su conformación, con las particularidades que señalamos, el MPN encontró en la apuesta al
desarrollo integral de una provincia atrasada uno de sus principales patrimonios. El discurso
enunciado en 1962 por Felipe Sapag, líder del recién fundado Movimiento Popular Neuquino,
325
BLANCO, Graciela, (1999), p. 16.
253
pocos días antes de las elecciones de ese año, lo mostraba con claridad. En esa oportunidad
declaraba que los objetivos del nuevo partido apuntaban a:
“la solución de los grandes problemas, que permitan y liberen el desarrollo
económico-social de la provincia y tiene como objetivo fundamental, la felicidad del
pueblo y la grandeza de Neuquén y la Patria (…) Aspira a elevar el nivel moral y
material de la clase trabajadora a la que se pretende llevar por los carriles de la
sumisión y la miseria”.326
Sobre la base de un discurso que combinaba en dosis equilibradas la retórica desarrollista,
una arenga a favor de la distribución de la riqueza y un federalismo militante, el MPN se impuso
por el 62 % de los votos y accedió al gobierno el 12 de octubre de 1963. En ese núcleo fundador se
había insertado
Ante la Legislatura, el flamante gobernador describía, no sin dramatismo, que la joven
provincia patagónica vivía “una triste realidad de miseria, ignorancia, enfermedad y hambre”. Sin
embargo, para Felipe Sapag, ese desolador panorama podía ser transformado, pues se disponía de
“recursos extraordinarios que esperan una acción planificada que trastoque el cuadro de miseria
e ignorancia en otro que impulse la economía y eleve el nivel de vida”. En lo que respecta a la
problemática de la salud pública afirmaba enfáticamente que “la protección sanitaria debe llegar
hasta el último rincón de la provincia” y que para ello era necesario “dotar a los centros
asistenciales fijos y crear una asistencia ambulatoria que proteja la población y en especial a la
niñez”.327
Pero si los discursos de Sapag encontraron una calurosa recepción en la sociedad neuquina,
esto se debía a que reflejaban una penosa realidad que se hacía especialmente grave en el terreno
sanitario. Puede que algunas cifras nos brinden algunas pistas sobre un panorama que era todo
menos halagüeño. La provincia, de acuerdo al Censo Nacional de 1960, contaba con cerca de
110.000 habitantes. En este marco poblacional, la cantidad de recursos humanos contemplados en
el sistema de salud era exigua. El total de médicos existente en la provincia tan sólo era de 35, lo
que equivalía a un facultativo cada 3.000 personas. Un panorama no muy diferente se observa en la
distribución de camas, que a nivel provincial rondaba las 20 cada 10.000 personas. En lo que se
326
327
CASTILLO, Enrique, (2005), pp. 312-315.
SAPAG, Felipe, (1994), pp. 20-24
254
refiere a cantidad de establecimientos, el cuadro era igual de sombrío: los nosocomios que
brindaban servicio de internación no alcanzaban a uno cada 10.000 personas en toda la provincia;
mientras que los establecimientos sin internación, base de la atención primaria de la salud, tan solo
alcanzaba a uno cada 25.000 habitantes.
Esta estructura sanitaria, precaria como era, no pudo hacer frente a las necesidades de una
población escasa pero muy dispersa geográficamente. Las limitaciones de este sistema de salud se
reflejan, por ejemplo, en la esperanza de vida al nacer, que apenas alcanzaba los 47 años. En gran
medida esto se explicaba por la elevada mortalidad infantil que registraba la provincia. En 1960,
dicha tasa era, con una tasa de 117,9 por mil, una de las más altas del país, aunque presentaba
importantes variaciones regionales. La zona I, área que albergaba al Hospital Regional, al igual que
la II, con cabecera en Zapala, presentaban índices levemente inferiores a la media (110, 6 por mil y
115,8 por mil respectivamente). Las zonas III y IV, por su parte, exhibían cifras bastante superiores
al promedio: la primera de ellas, que abarcaba el norte provincia, presentaba una tasa de 126,9 por
mil; mientras que la segunda, en el sur neuquino, mostraba un preocupante 134,1 por mil.
Frente a esta situación, el gobierno que Felipe Sapag encabezó entre 1963 y 1966 desarrolló
una serie de políticas con las que pretendía responder a las problemáticas sanitarias de la provincia.
En materia de recursos humanos, mediante el nombramiento de profesionales en el subsistema
público, el gobierno provincial pretendía poner “todos los esfuerzos y recursos para revertir esta
pavorosa carencia de protección sanitaria.” 328 De esta manera, se concretó un destacado
crecimiento de los planteles médicos: si en 1960 había tan solo 24, para 1966 su cifra llegaría a 133.
No menos relevante era, a estos efectos, la incorporación de otros especialistas, en particular en las
áreas de bioquímica, obstetricia y enfermería. En cuanto a la infraestructura, el gobierno realizó
una importante inversión en la construcción de instalaciones sanitarias en diferentes puntos de la
provincia.
Pero a pesar de estos avances, Sapag reconocía que los desafíos eran de una magnitud tal
que no podrían resolverse en el corto plazo:
“Este empeño en las acciones para la salud de la población es de tal magnitud, que para
cubrir las necesidades de la población podemos decir que estamos en el inicio de un
328
SAPAG, Felipe, (1994), pp. 109-116.
255
largo camino. Falta infraestructura, carecemos de profesionales y enfermeras, no
tenemos organización, faltan datos estadísticos”.329
En esa misma reunión, Sapag ordenó a su ministro de Bienestar Social que, junto al Consejo
de Planificación, “proyecten, estudien y comparen con otras jurisdicciones las medidas que
permitan acelerar esta urgente necesidad de proteger la salud de la comunidad en general”. En la
expectativa del gobernador ese proyecto debía formalizarse antes de mediados de ese año. Sin
embargo, en lugar de las definiciones concretas reclamadas por Sapag, poco tiempo después
llegaría el golpe militar de la “Revolución Argentina”, truncando la formulación de aquel proyecto
sanitario Con el desplazamiento de Felipe Sapag de la gobernación neuquina se cerró este primer
ciclo. De todos modos, vale detenerse un poco en el ciclo abierto con el Onganiato, dado que allí
maduraron muchas de las ideas sobre universalismo de la salud que luego se aplicarían al caso
neuquino.
3. La Revolución Argentina. Dos tipos de políticas sanitarias en colisión
El Onganiato, ese régimen que abarcó el periodo comprendido entre 1966 y 1970, veía a la salud
como un instrumento clave en su pedagogía eficientista. Como demuestran las propias palabras del
nuevo presidente, el General Juan Carlos Onganía, en la primera Reunión Nacional de autoridades
de Salud Pública, “la Revolución Argentina hubiera perdido coherencia fundamental si no hubiera
dado a la educación y a la salud la trascendencia que ha sido suscripta en su primera
orientación”.330 Los funcionarios que mejor interpretaron esta apuesta fueron el Secretario de
Salud Pública, Ezequiel Holmberg, y su subsecretario, Alberto Mondet, ambos del Ministerio de
Bienestar Social de la Nación. Ellos sintetizaron el espíritu modernizante de ciertos sectores del
Onganiato y completaron un andamiaje teórico-metodológico cuyas bases habían sido levantadas
durante el gobierno de Illia.
Para interpretar el enfoque propugnado por Holmberg y Mondet, puede servir leer con
atención las conclusiones de la Segunda Reunión Nacional de Autoridades de Salud Pública,
329
330
Ibídem, pp. 94-95.
Ibídem.
256
convocada en diciembre de 1967.331 En ese documento la atención médica integrada era definida
como el sistema de prácticas técnicas, consistentemente articuladas, mediatizadas por los servicios
de salud en la comunidad a la cual servirían. El objetivo de la misma era “prevenir, promover,
proteger, recuperar y rehabilitar la salud física y mental de las personas”.332 Dichos servicios se
efectivizarían en “áreas homogéneas”, previamente definidas, gracias a las cuales se lograría
“una consecuente racionalización de los esquemas operativos; la incorporación de
una nomenclatura uniforme y un sistema escalonado de servicios; la elaboración de
programas de capacitación continua de personal, rotación periódica del mismo,
estímulo al trabajo en equipo, retribuciones actualizadas y dotaciones con número
suficiente de personal de tiempo completo”.333
Esta postura estatista dejó su huella en las políticas sanitarias de la joven provincia de
Neuquén. Para sostener esta idea solo basta con revisar el informe presentado por las autoridades
en la “Primera Reunión de Ministros de Salud de la Región Comahue”, celebrada en Santa Rosa
(La Pampa) hacia mediados de 1967. En esa ocasión, la comitiva neuquina reconocía que existía
“mora en aplicar elementos de organización más oportunos que permitan usar más
equitativamente del progreso” 334 . Esta falta de criterio a la hora de administrar el sistema
redundaba en una mala distribución de los establecimientos en la geografía provincial, en la falta
de normas y estándares en la planificación de los servicios, en la duplicación innecesaria de tareas
y en la ausencia de participación pública en los programas de salud335. Como solución a este
conjunto de problemas quienes estaban a cargo del Ministerio de Asuntos Sociales proponían una
“regionalización sanitaria, puesta en práctica ya por las autoridades de diversos países”336. En
términos concretos, esta nueva orientación implicaba ubicar a la mayoría de los servicios de un
área bajo la misma cabeza administrativa, en vez de “seguir la actual división de las actividades de
salud pública por grandes funciones (lucha anti-tuberculosa, materno-infantil, etc.)” 337 . El
resultado de esta reforma conduciría a un “sistema coordinado y ordenado en el cual todas las
331
MINISTERIO DE BIENESTAR SOCIAL. SECRETARÍA DE ESTADO DE SALUD PÚBLICA, ( 1970), pp.
33-51.
332
Ibídem.
333
BELMARTINO, Susana y BLOCH, Carlos, (1994), pp. 42-45.
334
MINISTERIO DE ASUNTOS SOCIALES, (1967), p. 1.
335
Ibídem, pp. 1-2.
336
Ibídem, p. 2.
337
Ibídem, p. 2.
257
instituciones asistenciales se convertirían en miembros de un conjunto cuidadosamente
articulado”338.
Esta serie de recomendaciones, que iban en línea con las directrices establecidas por el
Ministerio de Bienestar Social de la Nación, tuvieron un fuerte impacto en el hospital neuquino.
Después de todo, el nuevo sistema, que debía reemplazar al que había predominado en la etapa
territoriana, tendría en su cúspide a un Hospital Regional, que estaría dotado de todos los elementos
técnicos y humanos. Esta manifiesta voluntad de jerarquizar al antiguo “Hospital Rural de
Neuquén” se observa en aspectos edilicios, como la construcción en 1968 de un quirófano que
terminó uniendo las instalaciones originales del nosocomio con la sala de internación, pero también
en su creciente complejidad institucional339. Sobre esto último, no podemos dejar de mencionar la
creación, en 1967, de dos nuevos servicios regionales, uno de neurocirugía340 y el otro de cirugía
toráxica341, que evitaba la necesidad de trasladar a enfermos especializados a la Capital Federal con
todos los gastos y riesgos para la salud que ello traía acarreado.
Claro que esta apuesta universalista y estatalista, observable tanto a nivel nacional como
provincial, podía entrar en colisión con las tendencias corporativistas que también existían en el
Onganiato. Los críticos al proyecto de Holmberg y Mondet imaginaban un sistema sanitario cuyo
pívot serían las organizaciones sindicales. Esta concepción, contraria a los principios que regían la
Secretaría de Salud, fue madurando conforme se hacían visibles los conflictos sociales y los límites
del shock autoritario del Régimen. La premisa defendida por este grupo se relacionaba con la
imposibilidad de que el Estado pudiera controlar en su totalidad la salud pública, puesto que se
creía que no había fuerza y recursos posibles para lograrlo. En su lugar, los opositores a Holmberg
y Mondet, dueños de un posicionamiento cercano a la social-cristianismo, plantearon con vigor una
estrategia sanitaria que suponía la cooptación de las organizaciones sindicales como su eje central.
Resultado de este embate fue la sanción de la ley 18.610/70. La misma generalizó el sistema de
obras sociales para toda la población en relación de dependencia, “conservando la heterogeneidad
de origen de las instituciones financiadoras y la consiguiente diferenciación de su capacidad para
dar respuesta a las necesidades de sus beneficiarios”.342 Esta normativa volvió muy dificultosa la
implementación de niveles de complejidad creciente, la prestación del servicio y la determinación
338
339
340
341
342
Ibídem, p. 2.
AHPN, Caja Salud Publica, “Historia del Hospital Dr. Castro Rendon de Neuquén”, p. 1.
Honorable Legislatura de la Provincia de Neuquén (HLPN), Decretos 1529/67, pp. 1-2.
HLPN, Decretos 1597/67, pp. 1-2.
BELMARTINO, Susana, (2002), pp. 8-9
258
de zonificaciones. El modelo eficientista a nivel nacional agonizaba y daba paso a uno que
funcionaba en clave corporativa. Veremos sin embargo que en Neuquén este proceso no se tradujo
de forma tan clara y evidente si seguimos a la propia figura de del Vas como constructor del Plan de
Salud. A contramano del viraje “corporativista” que habían tomado las políticas sanitarias en el
país con la caída en desgracia de la tecnocracia autoritaria, Neuquén resultó a partir de la labor de
Del Vas en el Estado un caso de universalismo tardío.
4. “Todo bípedo que se presente debe ser atendido”. El Plan de Salud
1970 fue un año crucial en la provincia: los procesos políticos a nivel nacional y provincial habían
marcado un cambio de ritmo que habían reinstalado la figura de Felipe Sapag y el ejército de
técnicos que traía consigo. Allí encontramos la incorporación definitiva de Del Vas a este esquema
plaificador. “Recién llegado” a Cutral Có, ciudad donde Felipe Sapag había comenzado su carrera
política como Intendente, el joven médico se insertó con su arsenal de conceptos nuevos en el
esquema de Felipe Sapag, quien aparecía de nuevo con opciones de acceso al poder provincial. En
enero la prensa local informaba que Rosauer, gobernador Federal Interventor de la provincia, había
elevado su renuncia y que la misma sería aceptada por Onganía. Este, no casualmente, disfrutaba
en febrero de unos días de descanso en el Messidor, residencia oficial del gobernador en Villa La
Angostura. Durante su estadía y ya conocida la renuncia de Rosauer, se inicia el “operativo” de
recambio del gobierno provincial. En busca de diálogo con las “fuerzas vivas” de la sociedad
neuquina, Onganía identificó en Sapag el mejor representante de aquellas, entendiendo que éste
último detentaba un “liderazgo natural” en la provincia. De esta manera, se daba un resultado
paradójico: el gobernador que en 1966 había sido depuesto por la Revolución Argentina, era
designado por ésta para tomar el mismo cargo a partir de 1970. Aunque no estuvo exenta de
polémicas, sobre todo de los partidarios locales de la “Revolución Argentina” que sentían la
designación de Sapag como un desaire, la decisión de Onganía permitió al MPN volver a tomar las
riendas del Estado provincial.
Desde 1970 a 1973, el gobierno de Sapag desarrolló una serie de medidas que le
permitieron consolidar una estructura partidaria y un firme liderazgo, que posteriormente se
convertirían en importantes ventajas de cara a una futura salida electoral. Entre esas iniciativas se
259
destacaban algunas como la inauguración del aeropuerto internacional del Neuquén y la creación
de la Universidad Nacional del Comahue.343
Sin embargo, en particular, una de esas medidas terminaría convirtiéndose en un emblema
de las políticas de bienestar impulsadas por el MPN bajo el liderazgo de Sapag. Nos referimos,
claro al Plan de Salud. A tal fin nombraría a Del Vas como Ministro de Bienestar, para que liderara
un proceso de transformación de las condiciones sanitarias provinciales. Aquel, haciendo caso
omiso de la lógica corporativista que primaba en esos años en la salud pública nacional, aclaraba en
declaraciones como Ministro que una provincia con deficiencias como Neuquén necesitaba
quedarse todavía con las miradas universalistas. “Todo bípedo que se presente debe ser atendido”
era la lógica que primaba en la mirada de aquel, formulador del proyecto.344 Desde su lugar
estratégico, Del Vas se presentaría así como referencia política e intelectual para el desembarco de
una serie de técnicos formados en las distintas agencias que daban marco a estos cambios de la
salud pública. Llegaron así sanitaristas de distintos centros del país que dieron forma a un
documento presentado en ese mismo año y que describía el programa de acción para el sector salud
que debía desarrollarse en el marco de un plan integral.
5. El Riñón de una trayectoria: El Plan de Salud
Los objetivos y estrategias planteados en el documento que conformó Del Vas con estos nuevos
técnicos, serían conocidos más popularmente con el nombre de “Plan de Salud”. En la introducción
de aquel informe, Del Vas destacaba que desde la asunción del nuevo gobierno, en marzo de 1970,
el doctor Néstor Perrone había sido designado Director General de Salud, mientras que en la
Dirección Materno Infantil, se había colocado a la doctora Elsa Moreno. A estos dos facultativos el
ministro había encargado la elaboración, en un plazo de noventa días, de un plan de salud para
revertir en el menor tiempo posible los altos índices
“de enfermedades como la hidatidosis, la brucelosis, desnutrición, bocio y
tuberculosis, especialmente en las agrupaciones indígenas, con altísimos índices de
343
344
SAPAG, Felipe, (1994), pp. 130, 137, 164, 168, 172 y 186.
PELLIN Osvaldo y LORES, HORACIO, (2008).
260
mortalidad infantil y otros padecimientos que provoca la pobreza, especialmente en el
interior provincial”.345
El objetivo aparecía tanto más urgente cuanto que la situación sanitaria que exhibía la
provincia en 1970, se mostraba preocupantemente similar a la de 1960. En efecto, si en 1960 la
esperanza de vida era de 47 años, una década después apenas llegaba a los 54 años. Las
continuidades son aun más evidentes en el caso de la mortalidad infantil que en 1960 era de 117 por
mil y diez años después mostraba un preocupante 108 por mil.346 Pese al crecimiento del número
de médicos registrados en subsistema público (de 24 a 90 entre 1960 y 1970), la prestación de
servicios en el sector seguía presentando problemas. En particular era notoria la debilidad en
materia de atención primaria de la salud. Los once establecimientos sin internación existentes en
1970, que correspondían a los niveles de complejidad más básicos, representaban una proporción
de tan solo uno cada 14.052 habitantes.
En un escenario como el neuquino, con un subsistema privado que aun no contaba con la
escala adecuada para complejizar sus prestaciones, el reforzamiento de la salud pública era la única
estrategia capaz de revertir el delicado cuadro sanitario.347 Pero para que esas intervenciones
fueran exitosas debían identificarse áreas de atención prioritaria. En este sentido, aunque se
345
GOROSITO, Jorge y HELLER, Horacio (1993), p. 83.
Los relatos en clave mítica se multiplican sobre este momento fundante del Plan y la decisión política que este traía
aparejado: “A veces a pie, otra en caballo, salíamos a vacunar, catastrar, registrar y educar, rancho por rancho. (…) En
esa época, Neuquén registraba el mayor índice de mortalidad infantil del país, con un promedio que superaba los 120
por mil. El gobierno del MPN, con Felipe Sapag a la cabeza, habían decidido no solo combatirla, sino erradicarla”,
VACA NARVAJA, Gustavo, (2013).
347
Sin que esta tensión haya del todo ausente en Neuquén. Fue uma línea que com facilidade la detectamos en 1970,
cuando fue promulgada la Ley 611. La misma implicaba la creación del Instituto de Seguridad Social del Neuquén
(ISSN), integrado por la Caja de Previsión Social de la Provincia, surgida por la Ley N° 178 y la Obra Médico
Asistencial de la Administración, creada por la Ley N° 42. El ISSN se constituye en el continuador jurídico de las
mismas y sus funciones estarán destinadas a realizar en todo el territorio de la Provincia los fines del Estado en materia
de Previsión y Seguridad Social. Esto significó la confluencia de los aportes y contribuciones previsionales con los
destinados a la obra social, estableciendo los fundamentos de un esquema que, dada la escasa cantidad de jubilados de
la administración, garantizaría la permanencia del ISSN. A la nueva institución, el Estado neuquino delegaba las
funciones de previsión y seguridad social que hasta esa fecha habían estado bajo su control.
En una provincia donde la actividad estatal adquiría una presencia decisiva en la conformación de la sociedad, el
diseño de un servicio de salud con prestaciones privadas para la totalidad de la administración pública, tanto provincial
como municipal, tendría importantes consecuencias en el futuro. La normativa, que definía al ISSN como una obra
social abierta y arancelada, reconocía a los afiliados el “derecho a la libre elección de los profesionales de las ciencias
médicas” y estos últimos la “percepción de aranceles que se establezcan por retribución de los servicios que se presten
o con los importes que se determinen”. A partir de estos fundamentos se iniciaría un largo proceso de gestación de
vínculos entre el Estado como agente de financiación y el sector privado, por intermedio de la obra social provincial.
Esa trama de relaciones se potenciaría en las décadas siguientes, alcanzando su máxima expresión a partir de mediados
de los años noventa. Ley N° 611/70, art. 96 y 98.
346
261
buscaba ampliar la capacidad de respuesta a la demanda espontánea en general, se puso un especial
énfasis en lo que respecta a maternidad y niñez. A esta orientación se agregaban otras más
generales, pero no menos importantes, tales como planes masivos de vacunación, asistencia
alimentaria a grupos en situación de deficiencia nutricional, control de la tuberculosis y atención
odontológica a los alumnos en establecimientos escolares. Pero si había un aspecto que resultaba
crucial en el “Plan de Salud” era la importancia asignada a la educación sanitaria, con la que se
perseguía que la comunidad tomara conciencia de diferentes prácticas preventivas. En definitiva, la
acción del subsistema público debía dejar de ser meramente reparadora, para transformarse en una
atención médica integral, que “no sólo cure enfermos sino que también se promueva la salud, se
prevengan enfermedades, se proteja, se eduque y se rehabilite”.348
En la mirada de las autoridades del Ministerio de Bienestar Social, estos objetivos sólo
podían alcanzarse mediante el diseño de una nueva estructura organizativa para el subsistema
público. De esta forma, el ministro Del Vas explicaba en la presentación de su informe que el sector
se estructuraría en tres niveles –central, zonal y local-, basándose en el principio de la
regionalización de las prestaciones. Esto implicaba la delimitación de cuatro zonas sanitarias que
cubrían el territorio provincial y que estarían en la órbita de la Dirección General de Salud, cuyas
políticas eran diseñadas a partir de cuatro áreas diferentes (atención médica, saneamiento
ambiental, servicios técnicos generales, y administración).349 En el mismo sentido, la necesidad de
contar con un control más estrecho sobre los distintos establecimientos del subsistema público,
llevó al año siguiente a elevar el rango de aquella dirección, dando lugar a la creación a la
Subsecretaría de Salud, al frente de la cual se nombró a Néstor Perrone. Al interior de la misma,
además de las direcciones, emergería una instancia intermedia constituida por los jefes zonales y
los directores de hospitales, quienes participarían en la formulación de los programas de
equipamientos y en la determinación de las necesidades que van surgiendo en cada zona sanitaria.
De esta manera, la descentralización a nivel de zonas sanitarias, se combinaba con la centralización
normativa en la nueva subsecretaría.
Definidas las zonas sanitarias y los diferentes niveles de complejidad en los que se
reorganizaba el subsistema público, el “Plan de Salud” lanzado en 1970 pronto daría sus primeros
resultados positivos. Se construyeron los hospitales de Piedra del Águila, Las Coloradas, El Huecú
348
349
SAPAG, Felipe, (1994), pp. 130-134.
Ibídem
262
y Picún Leufú350. También se remodelaron hospitales de cierta envergadura como los de Cutral Co,
Zapala y Andacollo351, a lo que cual se sumó la creación de puestos sanitarios en Taquimilán, Los
Miches, San Ignacio y Añelo. Gracias a esta renovada infraestructura, en áreas rurales del interior
principalmente, se revirtió ese estado de desprotección que pesaba sobre los pobladores. La
muestra más clara de ello es el marcado descenso de la tasa de mortalidad infantil. En el transcurso
de tres años, la misma descendió cerca de un 50%: pasó de 108 por mil en 1970 a un muy aceptable
56 por mil en 1974, poniendo a la provincia en línea con el promedio nacional352.
El Hospital Regional, en tanto cúspide del remozado sistema público de salud, fue objeto de
múltiples transformaciones. En lo edilicio no podemos dejar de mencionar las continuas
ampliaciones y remodelaciones que el nosocomio local experimentó por aquellos años. Entre ellas,
es de resaltar la habilitación, en 1974, de diez camas que permitieron viabilizar un nuevo programa
de Salud mental. Este servicio, dotado de personal técnico y profesional adecuado, nacía de la
voluntad de prevenir enfermedades mentales a nivel individual y grupal, efectuando para ello
tratamientos de breve y mediano plazo, así como dando los primeros pasos en lo que a terapias
ocupacionales se trata.
En la misma línea podemos mencionar el programa de Residencia Médica Rural, que contó
con el apoyo de la Universidad de Buenos Aires, que apuntaba a la formación de profesionales que
pudieran lidiar con las particularidades sociales y sanitarias del interior neuquino, configurando, en
palabras del propio gobernador, “una experiencia altamente positiva digna de emular en otras
regiones del país que enfrentan problemas similares”353. También es de destacar los cursos de
auxiliares que se dictaron en el área de enfermería, supliendo un déficit en materia de recursos
humanos formados que arrastraba décadas. Las decenas de egresados de esta capacitación fueron
absorbidos por el subsistema público de salud y, en particular, por el hospital neuquino. Gracias a
estas incorporaciones, el balance realizado por las autoridades desbordaba de optimismo:
“En esta actividad en que la oferta de recursos humanos es escasa, como en el resto del
país, la provincia va completando los planteles llegando ya a un límite de discreta
350
HLPN, Mensaje del Señor Gobernador de la Provincia de Neuquén Felipe Sapag a la Honorable Legislatura al
inaugurarse en décimo Periodo Ordinario de Sesiones, Neuquén, 1974, p.
351
Ibídem, p.
352
Ibídem, p.
353
HLPN, Mensaje del Señor Gobernador de la Provincia de Neuquén Felipe Sapag a la Honorable Legislatura al
inaugurarse en undécimo Periodo Ordinario de Sesiones, Neuquén, 1975, p.
263
eficiencia y que va coronando el esfuerzo desplegado desde hace ya varios años
cuando el panorama que se ofrecía era netamente deficiente”
354
Claro que esta expansión y reformulación de la salud pública no estuvo exenta de
conflictos, que contrarían las miradas heroicas o épicas que sobre el se tienen. En el caso del
hospital regional vemos una fuerte resistencia de importantes sectores de la corporación médica.
Muchos de los médicos que tenían cargos en los hospitales acostumbraban a derivar los pacientes
hacia las clínicas privadas de las cuales eran miembros, haciendo de las instituciones públicas un
espacio para la construcción de sus propias clientelas. En estas condiciones, la reorganización del
subsistema público que se derivaba de la implantación de un régimen de dedicación exclusiva y de
un mayor control sobre la práctica profesional, no podía sino despertar la oposición de quienes se
beneficiaban de la situación hasta entonces vigente.
La resistencia de aquellos sectores médicos se transformó en conflicto hacia 1972, cuando
todo hacía prever que el rumbo que se imprimía a los hospitales públicos se mantendría en los años
venideros. Pocos días antes del inicio de un programa docente que la Subsecretaría había firmado
con algunas cátedras de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, aquellos
grupos de profesionales que se desempeñaban en el hospital Castro Rendón aprovecharon para
hacer explícito su repudio a la conducción de los organismos que marcaban los rumbos de la salud
en la provincia. En esa tensión entre sectores de la corporación médica ligados a las clínicas
privadas y aquellos otros que apostaban por el fortalecimiento del subsistema público, el poder
político jugó un papel determinante al dar un firme apoyo a estos últimos.355
Entendemos a la conflictividad antes descripta no solo como un emergente de pujas
corporativas sino también como una muestra más del convulsionado clima político que iba
apartándose del optimismo de fines de los sesenta hacia los límites de mediados de los setenta. Si
bien el MPN también resultó victorioso en las elecciones del 73, la irrupción finalmente del
Proceso de Reorganización Nacional, volvería a poner en jaque el desarrollo del Plan de Salud
354
HLPN, Mensaje del Señor Gobernador de la Provincia de Neuquén Felipe Sapag a la Honorable Legislatura al
inaugurarse en undécimo Periodo Ordinario de Sesiones, Neuquén, 1975, p. 10.
355
Como recuerda unos de los médicos convocados por Del Vas en los días previos a la llegada de los docentes de la
UBA, “el gobernador Felipe Sapag vino, recorrió todo el hospital lleno de gente por todos lados, no les dio ni cinco de
bolilla [a los médicos que protestaban] y nos dio un apoyo fundamental para que nosotros pudiéramos seguir adelante
y eso transformó el hospital. Nuestras exigencias eran exigencias horarias, los médicos venían a la hora que se les daba
la gana, no firmaban, se iban a cualquier hora, no operaban a los pacientes, no atendían.” Entrevista a Osvaldo Pellín,
Neuquén, 27-09-2007
264
diseñado por los Del Vas y sus técnicos. Aquí, la vinculación individual del propio Del Vas en la
gestión, como señalamos al principio, se vio truncada por el exilio. Sin perjuicio de consolidar en
su trayectoria un segundo momento con un espacio de trabajo muy fuerte en España tanto como
sanitarista como representante político en distintos estamentos locales de la Alcaldía de Murcia.
Sin embargo, no es motivo de este trabajo continuar con esa línea de indagación, sin
principalmente poner la luz en cómo continuó la máquina que Del Vas había echado a andar. Es
decir, si el Plan de Salud focalizado en la Atención Primaria pudo atravesar de forma más o menos
exitosa el cambio de escenario que generó la Dictadura Militar, que a diferencia de la anterior,
alteró el esquema de fuerzas en la provincia y puso en jaque a referentes del Plan como el propio
Del Vas.
6. La dictadura: truncada la trayectoria, ¿finalizado el Plan?
El 24 de marzo de 1976 de efectuó un golpe de Estado que destituyó a Isabel Martínez de Perón.
Una junta militar presidida por el general Jorge Rafael Videla usurpó el gobierno nacional e
intervino todas las provincias a través de sus representantes. En la provincia del Neuquén fue
designado en 1976 como Gobernador de facto el coronel José Martínez Waldner, previó interinato
del coronel Antonio Contreras Santillán. Martínez Waldner se mantuvo en el gobierno entre 1976 y
1978, año en que asumió el general Manuel Domingo Trimarco, quién permaneció en el cargo
hasta 1983. Esta secuencia de gobernadores, en especial el último, intentaron marcar una profunda
discontinuidad con la administración de Felipe Sapag, y de hecho Del Vas, lo dicho, debió exiliarse
por esos años.
En el sector Salud, el nuevo gobierno militar impulsaba una serie de medidas orientadas a la
liberalización del sistema. El énfasis puesto en el desarrollo de la medicina pre-paga y la
transferencia de hospitales a las provincias implicaban un cambio de rumbo respecto de los
modelos hasta entonces vigentes, especialmente de los diseñados durante la “Revolución
Argentina”. Como recuerda Osvaldo Pellín “lo que empezaba aparecer en ese entonces con mucha
fuerza, era el hospital de comunidad en una versión mucho más privatista y más elitista que en la
época de Onganía”.356
356
Entrevista a Osvaldo Pellín.
265
Ahora bien, ¿cómo afectaron estas políticas al sistema público de salud de la provincia de
Neuquén? Apenas ocupado el gobierno provincial, las autoridades de facto desplazaron a las
elegidas en 1973 y con ellas también a los especialistas que dirigían el área sanitaria. La trayectoria
y la gestión de Del Vas fueron así interrumpidas –de hecho este nunca volvería a la provincia de su
exilio en España-. Sin embargo, y esta es una de los aspectos centrales de su trayectoria, esto no
implicó una modificación en el rumbo que inauguró el “Plan de Salud” de 1970. Por el contrario,
para los representantes del gobierno militar, aquel modelo constituía algo que debía preservarse en
función de sus buenos resultados, pero también un valioso botín que podría servir a la legitimación
del nuevo régimen. De esta manera, los programas de medicina rural, la práctica de visita
domiciliaria y los puestos sanitarios fijos en las áreas más alejadas de la geografía provincial, no
experimentaron cambios significativos, como tampoco lo hicieron las zonas sanitarias ni los
diferentes grados de complejidad.357 El mantenimiento de la misma estructura de prestación de
servicios médicos era expresado por Héctor Jorge, Ministro de Bienestar Social de Neuquén,
cuando explicaba que
“nuestros sectores de salud están distribuidos de tal forma que se van delimitando las
patologías. (…) por ejemplo en un hospital de cordillera, indudablemente de pequeña
complejidad, se atiende mediante este sistema toda patología. Un médico selecciona
todos aquellos casos posibles de atender en un hospital y deriva las otras características
hacia hospitales de complejidad mayor, como puede ser el hospital cabecera de zona.
En éste nuevamente se seleccionan las patologías que pueden atenderse de manera que
el resto es enviado a Neuquén capital, siendo éste el hospital de derivación
provincial.358
Que el “Plan de Salud” hubiera sido creado por las autoridades depuestas en una clave
desarrollista, no les impedía a las que asumían el control de la provincia propiciar la continuidad
del mismo. En una conferencia de prensa en abril de 1978, el subsecretario de salud, el doctor Luis
Ottonello, al exponer sobre la mortalidad infantil, atribuía la caída de la mortalidad infantil a “un
proceso iniciado en 1970 a través del programa efectuado por la doctora Moreno y otros
357
358
RÍO NEGRO, General Roca, 05-02-78.
RÍO NEGRO, General Roca, 19-04-78
266
funcionarios” y reafirmaba la idea de “colocar al médico lo más cerca posible del paciente”.359 En
el mismo evento remarcó la importancia de la atención primaria de la salud, explicando el papel de
los agentes sanitarios, lo que tendrían:
un radio determinado que recorrerán permanentemente [y] serán los encargados de
detectar problemas de salud y sociales de las poblaciones rurales y de efectuar entrega
de elementos y atenciones primarias. Luego los médicos orientados por su labor,
efectuarán las atenciones necesarias, mientras los inconvenientes de orden social serían
derivados a los organismos respectivos. 360
La eficiencia que las autoridades del gobierno militar reconocían en el modelo neuquino de
salud pública, los llevó inclusive a propiciar la extensión de esa experiencia más allá de los límites
provinciales. En una reunión celebrada en la ciudad de Mendoza en abril de 1978, Ottonello
sugería que “el hospital de esta capital (Neuquén) fuera considerado como hospital regional”, para
el espacio conformado por el noroeste del Chubut, la zona de Bariloche, y el Alto Valle de Río
Negro y Neuquén.361 Concluía la presentación de esa propuesta afirmando que “este es el sistema
que deseamos [para] resolver nuestros problemas en una región que se llamaría Comahue, norte
patagónico o, como en definitiva y en acuerdo general, se la designe con tal fin”.362 Para esos años
era ya era vista como una experiencia modelo por numerosos especialistas. En octubre de 1978 se
realizó en Neuquén el lanzamiento de una serie de cursos de administración de servicios de salud,
dictados por la Organización Panamericana de Salud (OPS). En esa oportunidad, el director de la
misma, el doctor López Ferrer, señalaba que el objetivo de la capacitación era el de “perfeccionar
los sistemas para los cuales se ofrece el servicio y establecer un sistema de racionalización de la
aplicación de los recursos que permita su mejor utilización [y] que permita que no haya
desperdicios de recursos con el fin de poder extender la protección de estos sistemas a un mayor
número de personas”. 363 La elección de Neuquén como anfitriona no era caprichosa, sino que
partía del reconocimiento que en dicha provincia se habían desarrollado políticas que respondieron
a aquellos propósitos.
359
360
361
362
363
RÍO NEGRO, General Roca, 29-04-78.
RÍO NEGRO, General Roca, 29-04-78.
RÍO NEGRO, General Roca, 19-04-78
RÍO NEGRO, General Roca, 19-04-78
RÍO NEGRO, General Roca, 11-10-78.
267
7. A modo de cierre
Consideramos pertinente marcar para este cierre lo importante de la dinámica que brindó a este
Plan de Salud la pertenencia de Del Vas a un gobierno en un momento particular en las formas de
concebir el Estado. Para Del Vas haber formado parte de una suerte de tecnocracia periférica
efectiva le permitió imprimir al Plan de Salud una sobrevida superior al momento de
experimentación (tanto más a tono con el favorable clima de época que la había dado sentido). Una
combinación particular entre la fortaleza técnica de la oleada universalista y la carencia de un
proyecto alternativo durante el Proceso Militar permitió que este estuviera presente y lo atravesara.
Y con la vuelta a la democracia, y de Felipe Sapag al Poder Ejecutivo provincial, se le permitió
cierta continuidad institucional al Plan de Salud que lo mantuvo a lo largo del tiempo hasta hoy.364
Si bien la mirada de largo aliente escapa a lis límites de este trabajo dado que se distancia mucho de
la propia trayectoria de Del Vas.365
Hay autores que han cuestionado esta mirada de continuidad, pero en todo caso sosteniendo
que las mejoras sanitarias de la provincia no se explicarían solo por esa variable (otras provincias
con iguales continuidades institucionales no tuvieron los mismos indicadores de salud).366 No
objetan entonces que haya existido continuidad institucional mínima, conseguida incluso en los
años de la Dictadura, sino su valor explicativo en el aspecto sanitario.
El respaldo que el gobierno de Sapag dio a Del Vas y sus cuadros técnicos, a quienes había
otorgado amplias facultades para el diseño y la dirección de nuevas políticas sanitarias, fue
decisivo para la continuidad del Plan de Salud. En base al respaldo político que recibió, éste pudo
afirmarse como columna vertebral de las políticas sanitarias para el subsistema público,
manteniéndose sin cambios significativos y consolidando su imagen positiva conforme avanzaban
los años. Sus diferentes grados de centralización normativa y descentralización ejecutiva, la
articulación de prestaciones en niveles crecientes de complejidad, la definición de zonas sanitarias,
el énfasis puesto en la atención primaria de la salud y el régimen de dedicación exclusiva para los
profesionales del sector, representaron los fundamentos principales de un modelo de organización
364
VACA NARVAJA, Gustavo, (2005 – 2006).
Para una historia más integral del Plan de Salud de Neuquén en las décadas de los 80 y 90 véase TARANDA,
Demetrio (et al), (2008).
366
BORINI, Mario, (1989), Neuquén.
365
268
que resultaba más propio de la apuesta universalista de la mirada propia del primer Onganiato que
de su declive en clave corporativista de la segunda parte de la Revolución Argentina.
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271
La bolsa y la vida. Mario Martínez Casas, un intelectual católico en el mundo bancario
estatal (1945-75)367
Ezequiel Grisendi (Universidad Nacional de Córdoba / IDACOR-CONICET)
Introducción
La llegada del peronismo al poder en Córdoba supuso la acentuación de una dinámica iniciada en
1943: los cuadros católicos ganan espacio no sólo en la Universidad sino también al interior de la
burocracia estatal. Este rasgo, lejos de ser exclusivo de la experiencia cordobesa, tuvo sus propias
modulaciones en relación al espacio nacional. Si el ámbito de las políticas sociales del peronismo
en Córdoba ha sido visitado, el derrotero de algunos agentes de aquél proceso permanecen
desconocidas. Específicamente, nos concentramos en la figura de Mario Martínez Casas y el grupo
de sociabilidad político-intelectual a él vinculado. Abogado católico asociado a los sectores
tomistas antimodernos, profesor universitario de derecho romano y dinámico especialista en
cuestiones financieras, Martínez Casas se posicionaría entre los referentes provinciales de la
burocracia peronista. Su espacio de acción se recortó sobre el Banco de la Provincia de Córdoba y
sus esfuerzos se dirigieron a aunar la expansión regional de la entidad bancaria con un perfil
“humanista y solidario”. Reconstruir la trayectoria de Martínez Casas en el mundo bancario local y
nacional permite visualizar los imprecisos contornos de un saber estatal y sus conexiones con otros
mundos sociales.
Burocracia Estatal y banca pública en Córdoba
La dimensión de la burocracia estatal de la provincia de Córdoba entre los años veinte y su
crecimiento sostenido, a lo largo de la década de del cuarenta, ha sido escasamente estudiada. Si
bien numerosos estudios han centrado su interés sobre las políticas sociales y sus efectos directos
en la población (Moreyra, 2009; Ortiz Bergia, 2009), las agencias estatales y la conformación de
367
Este trabajo presenta un avance parcial de una investigación en curso expuesta en las jornadas “Rescatando
trayectorias intelectuales en el Estado. Argentina en la segunda mitad del siglo XX”, desarrolladas en septiembre de
2013 en la UNGS. Para esta ocasión he decidido concentrar el análisis de la trayectoria de Martínez Casas durante el
gobierno peronista aunque resultará clave proseguir la pesquisa sobre su derrotero estatal luego de 1955. Del mismo
modo, restan numerosos cuerpos documentales por examinar por lo que las actuaciones de Martínez Casas al frente del
Banco Nación no son exploradas de manera sistemática en este texto. Agradezco los comentarios de Daniel Lvovich a
una versión preliminar de este texto.
272
una burocracia moderna provincial no han recibido la misma atención. La complejización de la
estructura estatal a partir de la creación de numerosas direcciones dependientes de los ministerios
sirve apenas como índice general de un proceso aún no estudiado. Las tensiones internas en las
decisiones estatales, las variables carreras posibles en la “función pública” y las correlaciones de
fuerza entre sectores sociales por controlar los ámbitos de poder estatal (Bohoslavsky y Soprano,
2010) no pueden visibilizarse a partir de aquellas investigaciones que, aunque necesarias,
mantienen una perspectiva “opaca” sobre el Estado provincial en Córdoba.
Uno de los espacios estatales de mayor dinamismo luego de la crisis financiera de 1930 en
la provincia fue el Banco de Córdoba. Creado en 1872 por Tomás Garzón, el Banco Provincial
sería declarado “Banco de Estado” tras la situación conflictiva de 1890. Convertido al régimen de
banco mixto a partir de 1941, El Banco de la Provincia de Córdoba se convirtió en eje de variadas
disputas por su control y organización definitiva. El gobierno radical de Del Castillo aprobó la
conversión del banco con la incorporación de capitales privados bajo gestión estatal para dinamizar
una entidad crediticia cuyos activos habían mermado sensiblemente durante los años treinta
(Banco, 1968). La elaboración del proyecto de reforma del banco quedó a cargo del ministro de
Hacienda, Pedro León.
La crisis económica a nivel provincial no sólo afectaría de manera profunda a los
productores agropecuarios y a los comerciantes importadores (Converso, 20004) sino el sistema
impositivo, resentido por la retracción de la actividad económica general, aportaba cada vez menos
ingresos al erario público. En ese contexto, la política crediticia, igualmente escasa, fue eje de las
discusiones parlamentarias a fin de que el banco estatal de la provincia refundara sus bases en favor
de políticas activas de recuperación de la producción primaria y los esfuerzos por reforzar la
manufactura de origen industrial. Hacia fines de la década del treinta, y principalmente bajo el
nuevo régimen mixto, el banco provincial se transformó en el promotor fundamental del
crecimiento industrial. Continuando con una práctica ya marcada para los años veinte, grandes
comerciantes importadores de Córdoba reorientaron parte de sus ganancias hacia otros rubros
(compra de tierras urbanas y rurales) entre los cuales, el industrial, pasó a ser un interesante
negocio de la mano de las garantías de financiamiento que ofrecía el Banco de la Provincia de
Córdoba (Malatesta, 1999).
La expansión de la estructura del Estado en Córdoba con la llegada al poder del peronismo
ha sido analizada a partir de las transformaciones institucionales que éste debió realizar como
273
forma de afianzarse la provincia ante el control que ejercían, sobre el Poder Legislativo, los
partidos de la oposición (especialmente el radicalismo). Acaso la modificación de la Ley provincial
de Ministerios, vigente de 1912, que establecía los ámbitos de Hacienda, Gobierno y Obras
Públicas como “carteras” del poder Estatal, supuso el principal eje de una intervención de parte del
gobierno nacional que veía un Estado provincial “colonizado” por agentes próximos a los partidos
políticos locales (UCR y Partido Demócrata). En este sentido, los sucesivos delegados enviados
por Perón para hacerse cargo del Poder Ejecutivo provincial entre 1947 y 1949368, dejarían en claro
la dificultad del peronismo por construir bases sólidas en la política cordobesa y, especialmente, el
obstáculo que encontraba en los diversos ámbitos de la administración pública (Tcach & Philp,
2010: 249ss). A fin de sortear esa dificultad, la reforma constitucional de 1949 impactaba en
Córdoba con la sanción de la Ley provincial 4244 que establecía el reordenamiento de los
ministerios, creado algunos nuevos y ampliando las atribuciones de algunos existentes. Entre éstos
últimos, el Ministerio de Hacienda pasó a denominarse Ministerio de Hacienda, Economía y
Previsión Social con una comunicación fluida con uno de los espacios que terminaría siendo de
absoluta centralidad en la configuración del nuevo régimen económico provincial: el Banco de la
Provincia de Córdoba. El gobierno instaurado tras el golpe de Estado de 1943 decidió quitar al
banco de las esferas de los sectores liberales como parte de su “cruzada” antidemocrática y
nacionalista. Entre los agentes más influyentes de ese proceso, Manuel Augusto Ferrer y Alberto
Guglielmone, ambos interventores provinciales pertenecientes a los círculos del catolicismo
autoritario, reclutaron a un hombre de los cuadros del Partido Demócrata Nacional de Córdoba,
Mario Martínez Casas, para hacerse cargo de la presidencia del Banco.
“Ni capitalista, ni colectivista”: Las ciencias económicas de Córdoba durante el peronismo369
El proyecto de institucionalización de las ciencias económicas en clave liberal llevado adelante por
el abogado tucumano devenido economista, Benjamín Cornejo, encontró su límite y su definitiva
proyección con el triunfo del peronismo. El gobierno de la intervención dirigida por Felipe S. Pérez
en la universidad de Córdoba motivó el alejamiento de un gran número de los promotores de la
368
El primer gobernador peronista electo en 1946 fue Argentino Auchter, cesado en sus funciones por una
intervención federal en julio de 1947. Auchter, militar de carrera y partidario del radicalismo sabattinista, había
presidido el Banco de Préstamos de la Provincia de Córdoba a fines de los años treinta. Dicha institución, existente
desde fines del siglo XIX, había tomado su nueva denominación a partir de 1921.
369
Esta sección es una versión abreviada de un texto más amplio en Grisendi, 2013.
274
Escuela de Ciencias Económicas de la universidad y de quienes dirigían el Instituto de Economía y
Finanzas. Su primer director, el reformista Guillermo Ahumada, y Benjamín Cornejo fueron
exonerados y separados de sus cargos. Sin embargo, no todos los docentes debieron alejarse de la
universidad: como ocurriera en la mayoría de las universidades nacionales, el alejamiento de los
profesores titulares permitió el ascenso de quienes se desempeñaban como adjuntos o ayudantes.
Al mismo tiempo, entre los primeros decretos del interventor Pérez se encontró el de creación de la
Facultad de Ciencias Económicas, el 23 de octubre de 1946. Inclusive, cuando la Asamblea
Universitaria declaró electo a León S. Morra para el cargo de Rector en abril de 1946, como
reemplazo ante la renuncia de Rodolfo Martínez, el nuevo rector declaraba que su prioridad sería
“…la reforma del Régimen de Enseñanza y promoción proyectado conjuntamente con la creación
de la Facultad de Ciencias Económicas…”370.
La jerarquía al rango universitario que conseguiría la economía en Córdoba provino del
proyecto del Poder Ejecutivo peronista que economistas liberales y reformistas rechazaban de
plano. La facultarización definitiva de las ciencias económicas se produjo conjuntamente con el
ascenso de un sector de profesores que hasta ese momento había permanecido relegado371. Entre
ellos, la docente titular de Economía Política en la Facultad de Derecho, Elisa Ferreyra Videla, fue
designada interventora en la Facultad de Ciencias Económicas (Yanzi, 2010). El largo proceso de
regularización de las cátedras iniciado con la intervención en 1947 significó, paralelamente, la
interrupción de la edición de la Revista de Economía y Estadística en 1946 hasta el relanzamiento
de una publicación renombrada bajo el título de Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, en
1948.
Normalizado el funcionamiento de la universidad tras las elecciones de 1948, el nuevo
rector José Miguel Urrutia, dispuso la elección de decano en Ciencias Económicas siendo
designado Carlos V. Berardo. Egresado de la Facultad de Derecho local, se mostró cercano
inicialmente a los grupos del nacionalismo católico liderados por Luis Martínez Villada y Nimio de
Anquín, que concentraban un grupo de jóvenes contra los núcleos reformistas de la universidad.
Aquél círculo de jóvenes nacionalistas vinculados al Instituto Santo Tomás de Aquino y a la revista
370
AHUNC, 1946, ASHCS, Tomo único, Acta 7, del 16 de abril de 1946, fs. 2v-3r.
Ley nacional 13.014. El proyecto de ley para la creación de la Facultad de Ciencias Económicas fue presentado por
Leonardo Obeid ante la Cámara de Diputados de la Nación en abril de 1947. Obeid, Doctor en Medicina por la
Universidad de Córdoba, había sido electo diputado por la UCR-JR en 1946.
371
275
Arx, integró a hijos de familias católicas de la elite cordobesa que, con la llegada del peronismo,
vieron ampliadas sus posibilidades en la vida académica.372
Egresado de la universidad con los títulos de abogado y contador público, Berardo participó
en la conformación del espacio peronista en la universidad, siendo designado Consiliario docente.
El grupo de profesores que se incorporaron de la mano de Berardo a la Facultad de Ciencias
Económicas provenía, en su mayoría, de las filas del mismo tradicionalismo católico373. Clemente
Villada Achával, vice-decano, y Jaime N. Mosquera, docente y director del Instituto de
Administración y Contabilidad, fueron algunas figuras de ese sector. Berardo, fundador de la
Asociación Justicialista de Profesionales en Ciencias Económicas y primer presidente del Consejo
Profesional de Ciencias Económicas de Córdoba, devino en uno de los máximos representantes de
la Confederación General Universitaria local hasta la caída del peronismo.
El Concejo Provincial de Ciencias Económicas (CPCE) de Córdoba obtuvo su reglamentación a
partir de 1949. Luego de entrar en vigencia el Decreto 5103/45374 que reglamentaba los alcances
profesionales de los egresados en ciencias económicas de todo el país, la organización del CPCE de
Córdoba tomaría forma en 1948 375 con la constitución del primer Consejo Directivo de la
institución. Las expectativas de regular el ejercicio de la profesión a partir de “cánones legales”
permitió el rápido fortalecimiento del Consejo y la consolidación del “espíritu de cuerpo” de los
contadores y economistas en la provincia, habilitando espacios de capacitación y formación en el
área y, al mismo tiempo, reconociendo las nuevas ofertas académicas disponibles (títulos
universitarios o terciarios no universitarios). La activa participación de Berardo fue de importancia
en el éxito del Consejo.376
372
El núcleo de docentes y estudiantes universitarios que lideraban Martínez Villada y de Anquín también era
integrado por Manuel Río, Rogelio Nores Martínez, Manuel Augusto Ferrer, Alberto Díaz Bialet, Carlos J. Caballero y
el propio Berardo (Vera de Flachs, 1999:59).
373
En la inauguración del local que ocupaba el decanato de la nueva Facultad de Ciencias Económicas, se organizó un
evento para la colocación del crucifijo en adhesión al “Día de acción de gracias Nacional”, dictado por el Poder
Ejecutivo Nacional. Más allá de ser una práctica usual, el evento tomó cierta dimensión al presentarse numerosos
invitados y contar con discursos de homenaje, entre ellos el del decano Berardo quien saludaba la “…vida de la nueva
Facultad de Ciencias Económicas, que se inicia, así, bajo la excelsa protección del Altísimo.” En 1952, antes de
abandonar su cargo de Decano, Berardo encargó a Carlos Luque Colombres la elaboración del emblema de la nueva
Facultad de Ciencias Económicas. El proyecto, realizado por Luque Colombres con la asistencia de Nimio de Anquín
y Luir Roberto Peña, fue aprobado por el Consejo Directivo de la Facultad por Ordenanza nr. 68 del 28 de mayo de
1952. Véase, UNC, 1953a.
374
El DPEN 5103/45 fue posteriormente ratificado por la ley 12.921, sancionada por el peronismo a fines de 1946.
375
El CPCE de Córdoba fue creado por el Decreto Provincial 1676-A-49.
376
Hasta 1955, sucedieron a Berardo 5 presidentes al frente del CPCE: José A. Bidaor (sept. 1950 a Sept. 1951, Arturo
Julia (Sept. 1951 a junio de 1952), Mario A. Cima (Junio de 1952 a Sept. 1952), Pablo Wyler (Sept. 1952 a sept 1953)
y Roberto Renaldi (Sept. 1953 a sept. 1954). Es importante señalar que, como indicio de esa notable expansión de las
276
La definición sobre que era parte y que no de “la economía”, de su práctica legitimada por
el Estado y quienes eran las instituciones “aceptables” para la formación de éstos expertos fueron
atribuciones que el CPCE adoptó como propias. Y este accionar de la corporación no dejó a
Berardo sin proseguir sus apuestas en la política partidaria ni universitaria. Aún el 8 de julio de
1955, en plena crisis del gobierno a nivel nacional y también provincial, Carlos V. Berardo, en ese
momento profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas, era invitado por la Escuela
Superior Peronista de Córdoba para dar una conferencia sobre el estado de situación económico de
país. “La nacionalización del Banco Central puso en manos del Estado el signo de soberanía
financiera que nunca debió haber abandonado: el de emitir moneda” proclamaba Berardo
reforzando la centralidad que el Estado tenía en su horizonte para el desarrollo de la “Nueva
Argentina”377.
Es que la crisis del consenso liberal, tanto en la política como en la economía, reunió a
buena parte de los nuevos agentes universitarios con aquellos que, de paso por las aulas desde la
década del treinta, alzaban su voz contra el reformismo, “…panacea del liberalismo
universitario…neurosis transitoria que se apodera del estudiante al tiempo de su ingreso…”. Por
otro lado, el rasgo acaso más decidor del “momento peronista” de la universidad cordobesa es el de
una casi permanente inestabilidad de su cúpula dirigente (4 rectores de los cuales sólo 1 terminó su
mandato y 4 interventores).
La disidencia que suponía la crítica feroz de los universitarios peronistas a la tradición
liberal se presentó, inicialmente, a favor de la “nueva economía social…en lucha con la economía
clásica…”. Mientras que aquella parece representada en el individualismo, el “lucro” y el
“hedonismo”, la nueva política económica privilegiaría, en la voz del interventor Pérez, la
dimensión rectora del Estado en una “Economía Organizada”. Política pública y conocimiento
económico se estrecharían cuando, durante el gobierno de la intervención de Aristóbulo Vargas
Belmonte, los problemas económicos de la provincia serían abordados con la asistencia técnica de
la Junta Consultiva de Política Económica que contaría, entre sus miembros, con un delegado de la
Facultad de Ciencias Económicas378. Años después, en los mismos términos que Pérez, el Rector
ciencias económicas durante fines de la década de los cuarenta, se concretó en Córdoba de la Tercera Asamblea
Nacioanl de Doctores en Ciencias Económicas y Contadores Públicos durante octubre de 1947.
377
La creación del IAPI, la Flota Mercante Nacional y suspensión del patrón Oro en 1949 son otros de los rasgos de la
política económica que destaca Berardo (1955:21-24)
378
Decreto de la Intervención Provincial, Nr 787, Serie B del 4 de marzo de 1948. Entre sus considerandos, el Decreto
apuntaba que “Que la provincia de Córdoba estaría en mora frente a tan magnos objetivos sino tratara de ajustar su
277
Horacio Ahumada diferenciaba en 1953 al modelo de política económica del peronismo de
aquellos “Estados tipo capitalista y la de los Estados colectivistas…” gracias a los Planes
Quinquenales que de manera productiva alejaban a la economía nacional del extremo liberal o
marxista (UNC, 1953b: 5). Pese al apoyo recibido desde el Poder Ejecutivo a la sede cordobesa de
la Confederación Gremial Universitaria y a sus secciones afiliadas, como la Asociación Gremial de
Estudiantes de Ciencias Económicas379, ni el claustro estudiantil y el docente lograron sostener un
equilibrio demasiado efímero en la Universidad de Córdoba, incluso para afrontar los años de 1954
y 1955, con sucesivas intervenciones al gobierno universitario.
Trayectoria social y sociabilidad política: Martínez Casas en el espacio bancario provincial
El espacio de la economía durante el peronismo en la universidad de Córdoba estaba dominado por
un grupo de procedencia social variado, donde convivían vástagos de familias patricias en franco
proceso de descenso social junto a quienes desde una fracción de los sectores medios urbanos,
como el caso de Berardo, veían en la carrera profesional de abogado y contador, una posibilidad
efectiva de ascenso. Una figura central entre quienes se sumaron al proyecto político peronista
desde sectores católicos fue Mario Martínez Casas. Nacido en febrero de 1910 en el seno de una
familia de la elite cordobesa, Mario Martínez Casas heredaba de su padre, José Martínez Tagle, una
importante fortuna conseguida en el rubro comercial. Destacado en la consolidación del vínculo
entre el campo académico de la economía y su inserción profesional en la estructura estatal.
Martínez Casas se formó de acuerdo al patrón establecido para los vástagos de aquél sector social
acción gubernativa al ritmo que requieren tales exigencias. Su situación privilegiada entre las provincias argentinas por
su riqueza y su cultura, no ha encontrado todavía - preciso es confesarlo – expresión plena en su aparato de gobierno,
en formas que permita éste refluir eficazmente sobre la colectividad, fomentando en forma ponderable el desarrollo de
la actividad industrial…que no se concibe la eficaz persecución de tales finalidades sin una orientación clara en materia
de política económica”.
379
La Asociación Gremial de Estudiantes de Ciencias Económicas solicitaba en 1953 al Decanato ser reconocida
como la única entidad con personería gremial representativa del estudiantado ante la Facultad. El Decano Jaime
Mosquera aceptó el petitorio afirmando que que el pedido formulado es justo…que dicha actuación no es otra cosa, que
una fiel y sincera interpretación de los principios de la Doctrina Justicialista, gracias a la cual nuestra patria se ha
tornado en un ejemplo de convivencia social para el resto del mundo; Que la entidad recurrente, que ya tiene un
derecho adquirido e inalienable por sy larga trayectoria en la esfera universitaria…que, por otra parte, la Asociación
Gremial de estudiantes de Ciencias Económicas, como las otras entidades de su misma naturaleza, que agrupa
estudiantes justicialistas de nuestra universidad, ha demostrado especial preocupación de desterrar para siempre de la
Universidad Argentina, a esa oligarquía excéptica [sic], voraz y egoísta, que en otrara [sic] época cerrara las puertas de
la misma, a los hijos del pueblo…”, sumado a que, a fines de 1952, la mencionada Asociación había organizado en
Córdoba, el Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Ciencias Económicas. AFCE, 1953-1954, RD, nr. 226, del 18
de marzo de 1953.
278
encumbrado: socialización en el Colegio Nacional de Montserrat y, luego, acceso a la educación
universitaria en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Córdoba. Egresado como abogado a mediados de la década de 1930, frecuentó los mismos círculos
del neotomismo que Berardo380.
Profesionalmente, se vinculó al importante estudio de abogados dirigido por Carlos Ernesto
Deheza, profesor de Derecho Romano en la Facultad de Derecho, cátedra a la que se sumaría luego
el propio Martínez Casas. La figura de Deheza aparece señera de la formación profesional de
Martínez Casas reconocido como “maestro” junto con Luis Martínez Villada. Ambos, eran
evocados por Martínez Casas como los guías de su juventud: el primero, abogado práctico que le
ensañaría a “no teorizar” en el ámbito de la administración de justicia; del segundo, líder católico
antimoderno, aprendería la necesidad de extender los criterios cristianos a la vida pública y al
ejercicio del poder. La “inquietud nacinalista” de Martínez Casas en los años treinta lo vinculó de
manera directa con el proyecto del Instituto Santo Tomás de Aquino, que funcionó en la
universidad, impartiendo cursos de formación en las humanidades clásicas y como círculo de
formación política. Tanto De Anquín como Martínez Villada, asociados a los Cursos de Cultura
Católica de Buenos Aires y a las publicaciones también porteñas Signo y Número, movilizaron un
nutrido grupo de jóvenes desde mediados de los años veinte, en favor de una impugnación a la
democracia liberal en la provincia y una recuperación de la autoridad de la iglesia católica. El
“manifiesto de Córdoba” como se conoció al escrito firmado por el grupo tomista aparecido en
“Nueva República” sirvió de inicio a las actividades que durante los años treinta nuclearían a
universitarios como Martínez Casas tras la publicación Arx, de manifiesta intención
anti-reformista (Martínez Casas, 1957: 19-20).
No sin melancolía, Martínez Casas recordaba a la “fracasada revolución del 30” como una
oportunidad perdida. En su horizonte político, las promesas de Uriburu de terminar con el orden
liberal habían quedado truncas y nuevamente “los partidos…sus dirigentes…[y] sus empresarios”
habían prevalecido en la organización del Estado. “Una nueva revolución se hacía inevitable”
(ibídem), según sus rememoraciones luego de veinte años. Tanto para Martínez Casas como para
su inmediato grupo de nacionalistas católicos, la llegada de Justo y la recuperación del sistema
electoral, aún bajo formas fraudulentas, impedía antes que beneficiar, las ansias de una solución
380
Jorge Martínez Casas, hermano de Mario, fue quien más cercano estuvo del grupo de De Anquín y participó de
numerosos eventos de impugnación al régimen democrático en la universidad. Mario y Carlos Berardo parecen haber
sido miembros periféricos y haberse involucrado más lateralmente en las movilizaciones de Martínez Villada.
279
corporativa y nacionalista como la que añoraban a fines de los veintes. Los combates contra los
reformistas universitarios de Córdoba, en 1932, habían consolidado un círculo de amistades de
egresados católicos que lo integraban Agustín Díaz Bialet, Luis García Montaño, Luis G. Morra y
Lisardo Novilo Saravia, entre otros. Junto a ellos, Martínez Casas se plegarían a las sucesivas
reacciones del nacionalismo local contra el gobierno de Sabattini, primero, y de Del Castillo,
después. La militancia en ese espacio antiliberal le posibilitaría a Martínez Casas el favor de
quienes, con el golpe de Estado de 1943, lo reclutarían para integrar la presidencia del Banco de la
Provincia de Córdoba. “Nunca había estado en un Banco, salvo como abogado” fue la declaración
de Martínez Casas ante tal ofrecimiento. El cargo para el cual se lo convocaba reclamaba, antes que
formación técnica especializada, el plegarse a un proyecto antidemocrático que se asentaba
sólidamente sobre un reducido grupo de miembros de la elite católica provincial, con los cuales
Martínez Casas había compartido no sólo los claustros universitarios sino también ámbitos de
sociabilidad como el Club Social y el Jockey Club de Córdoba.
El primer frente de acción de Martínez Casas al frente del banco quedó plasmado en su
discurso inaugural donde la posición alternativa para el desarrollo bancario debía alejarse de las
dos referencias mundiales que habían llevado a la crisis económica vigente: “ni liberalismo
económico ni socialismo de Estado”. Esa declaración le valía la aprobación de l gobierno de facto
aunque los problemas concretos de la administración bancaria supondrían un desafío total a su
trayectoria. Por un lado, la conformación del Directorio del banco con 7 miembros, 4
representantes de los accionistas y 3 miembros del gobierno, ofrecía a priori un obstáculo: la
mayoría eran radicales. Ante esa situación, Martínez Casas se amparó en la asistencia de agentes
del Ministerio de Hacienda. Hasta 1946, el mencionado directorio permanecería con la misma
conformación. Este dato, sumado a la manifiesta inexperiencia de Martínez Casas en términos
bancarios, lo exponían a una ambigua posición de funcionario político de un banco de Estado con
escaso conocimiento técnico del rol que debía cumplir. “Un río de papel pasaba todos los días por
mi mesa de trabajo” (Martínez Casas, 1957:52), declaraba Martínez Casas sobre su labor
burocratizada en 1945. Más allá de las propias expectativas por alentar la producción agrícola e
industrial por medio del crédito, Martínez Casas relata la novedad que suponía el mundo bancario,
con su jerga especializada, por el “modo de ser” de los agentes bancarios y, para un católico
ferviente como él, el valor del dinero, esa “magia de los Bancos” que como funcionario del banco
estatal no dejaba de sorprenderlo.
280
Formado como abogado, el derrotero de Martínez Casas advierte sobre aquellas figuras
ingresadas al mundo de la burocracia menos por voluntad de una política de generación de elites
estatales y más como producto de alianzas político-ideológicas que disponen de un sitial clave para
quienes se pliegan a un proyecto de gobierno. Antes que nacer funcionario, Martínez Casas
experimentó el devenir uno:
“Para muchos hombres, la función pública es su vida. Esto es frecuente en Europa,
donde los hijos de funcionarios suelen ser funcionarios. Hay allí una tradición familiar
que se respeta. Se nace funcionario como se nace artista, médico o artesano. En
América, no; es otra cosa. Todo aquí es cambiante y nuevo. Todo se improvisa; cada
uno es maestro de si mismo…” (Martínez Casas, 1957:15)
En su concepción, la burocracia profesional tiene por error original el “ser botín de políticos” y no
responder al “deber de ciudadanos” (ibídem). Esa falta de carga ética del desempeño de la función
pública atraviesa, al mismo tiempo, toda su visión “humanista” de los bancos públicos. Las
sucesivas presentaciones a la prensa a lo largo de 1946, donde denunciaba la falta de control sobre
las operaciones de un banco mixto donde los intereses de los capitales privados parecían
prevalecer, sirvieron para que la administración peronista provincial lo renovara en su cargo, con
mayores facultades que las anteriores y disponiendo de un margen de maniobra menos disperso en
los gerentes de sucursales y más concentrado en el Directorio que él presidía (Martínez Casas,
1946).
La extrañeza con la que veía su labor como “funcionario público” no desalentó su carrera
dentro del espacio bancario provincial. El perfil universitario de la formación de Martínez Casas
redundó en diversas acciones por extender la labor cultural del banco (creación de la Revista de
Economía del Banco, becas de estudio, inauguración de una biblioteca) y extender a un público
más amplio sus actividades (creación del Departamento de Fomento y Publicidad). Entre una de las
medidas tomadas a partir de 1947 fue la de solicitar un título público de institución terciaria afín a
quienes decidieran ingresar al banco. El diagnóstico inicial de Martínez Casas sobre los empleados
bancarios reforzaba aquél sentido práctico que preponderaba entre quienes se dedicaban a los
“negocios”:
281
“El Banco de Córdoba…había tomado su personal sin más criterio que el que fueran
empleados honestos, despiertos, activos. En cuanto a estudios, apenas los elementales.
El personal bancario siempre se reclutó entre muchachos que no quieren estudiar. La
formación, formación comercial…se hacía después en el mismo banco. Allí se
aprendía a banquear…” (Martínez Casas, 1957: 97)
Del Córdoba al Nación: Martínez Casas y el mundo bancario estatal ante el peronismo
El éxito en la conducción del Banco de Córdoba le valió a Martínez Casas, una reputación que
prontamente traspasaría las fronteras provinciales. La llegada del peronismo al gobierno de
Córdoba, lejos de interrumpir su labor como Presidente del Banco, reforzó su continuidad hasta
1949. Paralelamente, se convertiría desde su actividad en la Facultad de Derecho (donde se
desempeñaba como miembro del Consejo Directivo) y como funcionario bancario, en una figura
expectable para la necesidad de cuadros locales del peronismo. Entre los más destacados referentes
locales, Martínez Casas cultivó un perfil de “experto” en temáticas bancarias a partir más de su
eficaz administración que de poseer un saber técnico sobre la economía bancaria. El grupo de los
“intelectuales universitarios” del peronismo pasó a ser liderado en Córdoba por el ya mencionado
Manuel A. Ferrer, Pablo Mariconde, Agustín Díaz Bialet, Pedro A. Spina, Ricardo Smith, Lisardo
Novillo Saravia (del círculo de la Facultada de Derecho) y Clemente Villada Achával, Jaime
Mosquera y Carlos Berardo, pertenecientes a la novísima Facultad de Ciencias Económicas. En
algunos casos, estos referentes del peronismo local provenían del radicalismo yrigoyenista, que
había apoyado a algunas fracciones de la UCR azul católica en la década del diez, mientras que
otros, como Martínez Casas, provenían de la fracción católica del Partido Demócrata.
La identificación con la “causa peronista” en Córdoba no fue un inconveniente para
Martínez Casas que, declaraba años después, haberse puesto a favor “de la patria, no del gobierno”.
Mientras que Berardo era nombrado primer decano en Ciencias Económicas y Martínez Casas
inauguraba la cátedra de “Economía y técnica bancaria”, reconvirtiéndose rápidamente en un
referente local del tema, Manuel López Carusillo, secretario del Partido Peronista y ex demócrata
como Martínez Casas, proponía el nombre de éste último para integrar la lista de convencionales
constituyentes ante la petición del Comité central del partido de aportar figuras de “cierto
renombre” (Tcach, 1991). Junto con aquellos que también habían pasado por las filas del Partido
282
Demócrata, como García Montaño, Aliaga Argañaraz y J. Mosquera, Martínez Casas había reunido
cierto prestigio en el ámbito de la ciencia económica provincial y, en tanto presidente del Banco de
Córdoba, se había convertido en una figura pública de reiterada aparición en la prensa local (diarios
Córdoba y Los Principios, mayormente), incrementando su visibilidad.
Su discurso “tercerista” entre el liberalismo y el socialismo, recuperando la vinculación
entre “moral y economía” que los seguidores de las encíclicas papales de Pio XII tanto exaltaban en
la inmediata postguerra, fue bien recibido por la dirigencia peronista y por los círculos católicos
como Acción Católica Argentina, con la cual Martínez Casas mantuvo una estrecha relación. Con
motivo de la celebración del día de la industria en el Centro cultural de San Francisco, Martínez
Casas sostenía que era la doctrina peronista la que mejor había comprendido la necesidad de
controlar la política monetaria y de créditos: “la nacionalización del Banco Central de la república
ha sido la primera y más eficaz medida…esta institución ha sido puesta al servicio de la comunidad
nacional y se ha impedido que continuara desarrollando una acción que sólo favoreció a los
intereses de las finanzas internacionales…”(Martínez Casas, 1948ª: 11). La centralidad de los
bancos en el Primer Plan quinquenal era reforzada en aquella ocasión por sostener un sistema
bancario nacional, donde todas las entidades financieras públicas, provinciales y nacionales,
fomentaran el crédito industrial.
A fines de 1948, Martínez Casas se consolidaba como un referente del peronismo local en
vías de la inminente reforma constitucional. La Liga Argentina de Abogados Pro-Reforma de la
Constitución, había convocado a las figuras cordobesas del peronismo ha una serie de conferencias
en la universidad en el mes de noviembre. Entre ellos, Martínez Casas junto a Miguel Rodriguez de
la Torre, eran proclamados como los representantes cordobeses para una reforma constitucional
que entendían necesaria dado que “sólo la reforma de la constitución, que cambie el espíritu
individualista de la actual, podrá asegurar al pueblo de nuestra nación, la ordenación de una
economía verdaderamente humana, la realización de un derecho realmente justo…” (Martínez
Casas, 1948b: 23). Su labor en la Convención reformadora de 1949, estrechó sus contactos con
figuras nacionales del peronismo, entre ellas los juristas miembros del bloque peronista como
Pablo Ramella, Jorge Simini y el propio Arturo Sampay de quien Martínez Casas había elogiado, a
mediados de los años cuarenta, su libro La filosofía del iluminismo y la Constitución Argentina de
1853, en tanto crítica al modelo constitucionalista liberal.
283
A comienzos de 1949 el Interventor federal en Córdoba, Alfredo Eguzquiza, le comunicaba
a Martínez Casas la convocatoria que Perón había hecho para entrevistarlo en Buenos Aires. La
oferta fue la de presidir el Directorio del Banco de la Nación Argentina con un equipo de asesores
completamente elegidos por Martínez Casas. Aquella experiencia era recordada por Martínez
Casas como la de un “…provinciano” que llegaba a la gran capital nacional; “…los presidentes del
Banco de la Nación habían sido, hasta entonces, hombres de Buenos Aires, arraigados en la gran
metrópoli. Yo no era…más que un hombre de provincia” (Martínez Casas, 1957: 110). Tomando
en cuenta la “ilusión biográfica” que supone la construcción de Martínez casas, es interesante
señalar el relativo éxito de la idea de “economía humanista” ante el “capitalismo” y el
“comunismo” que sostenía Martínez Casas. Fácilmente vinculada al haz de conceptos morales que
el primer justicialismo sostenía, la clave de lectura desde una moral católica de los procesos
económicos situaron al abogado cordobés como interlocutor válido sobre los temas bancarios. En
parte debido a su posición como “especialista” en la administración bancaria por su paso por el
Banco de Córdoba, en parte como resultado de las relaciones sociales que su derrotero político
habían contribuido a generar, lejos de ofrecer un perfil de “técnico”, Martínez Casas consiguió
ubicarse en una posición destacada en la burocracia bancaria nacional. Según el propio Martínez
Casas, la intención de Perón era la de refundar el Banco Nación, dándole un alcance federal y
productivo (Martínez Casas, 1949d).
La visibilidad ganada por Martínez Casas entre las filas del peronismo nacional también
repercutiría en su presencia en la revista Hechos e Ideas, en la cual colaboró hasta su regreso a
Córdoba en 1952. En 1948, Martínez Casas fue el referente de quien la revista tomó el discurso
sobre la nacionalización del sistema bancario. Significativamente, en el número doble 66-67 de la
revista, la temática central estuvo dedicada a “El Banco Internacional y la independencia de los
países latinoamericanos”. Junto con los discursos de Perón y Eva, se convocaron a John W. Cooke,
Alfredo Gómez Morales, Eduardo I. Rumbo y al propio Martínez Casas como colaboradores. Dado
el perfil no académico de Hechos e Ideas, la participación de Martínez Casas en sucesivos números
de la revista invita a hipotetizar sobre la suerte de su presencia en el ámbito peronista nacional. La
organización del Segundo Plan Quinquenal no sólo supuso una reorientación de la política
económica peronista sino una renovación de buena parte de los elencos dirigentes en numerosas
áreas del Estado. La reorganización ministerial, aprobada en 1949, creó la cartera de Finanzas al
frente de la cual Perón nombró a Alfredo Gómez Morales, quien a partir de ese momento llevó las
284
riendas de la política económica, teniendo a cargo la dirección del Banco Central (Stawski,
2012:115). Gómez Morales y sus equipos de expertos formados en Ciencias Económicas lograron
una notable centralidad en desmedro de funcionarios como Martínez Casas, de un perfil “político”
y menos técnico. En la ceremonia de su nombramiento como presidente del Banco Nación, tras las
alocuciones de Perón y Gómez Morales, Martínez Casas justificaba la reforma de la Ley Orgánica
del banco a partir del énfasis en la “función social del crédito” y “el profundo sentido moral” que
caracterizaría su gestión (Martínez Casas, 1949d). Más allá de la generalidad de estas expresiones,
se adivina en ellas el compromiso de Martínez Casas con una fase del peronismo que, encontraría
en los primeros años cincuenta, sus limitaciones más visibles. Miguel Miranda, antecesor de
Gómez Morales en el Banco Central, y Martínez Casas representaban aquél perfil de funcionario
que el peronismo reclutó y que cumplió con importantes acciones políticas en el período abierto en
1946. Sin embargo, la reestructuración llevada adelante en 1949, y profundizada en los años
subsiguientes, supusieron el declive de éstos agentes estatales en favor de una burocracia en
cuestiones económicas cada vez más especializada.
Algunas conclusiones parciales
Luego de su experiencia “nacional”, en 1952 Martínez Casas regresará a Córdoba para
desempeñarse como abogado particular. Al frente del Directorio del Banco de Córdoba, sería
nombrado A. Vicini, un hombre del núcleo del nuevo gobernador peronista, Raúl Lucini. El
alejamiento de algunos católicos de la dirigencia provincial del peronismo, primero, y la fractura
del peronismo nacional con la jerarquía de la iglesia católica terminaron por alejar a Martínez
Casas de aquél proyecto político. El surgimiento de la democracia cristiana en Córdoba entre 1953
y 1954, lo tuvo entre sus primeros promotores junto a Agustín Caeiro, liberal antiperonista. Ese
espacio político, que sería parte de la férrea oposición al peronismo en 1955, posibilitó años
después, que Martínez Casas regresara al Banco de la Provincia de Córdoba (1958) y de la Nación
(1966). En ambos casos, sus credenciales de “experto” en temas bancarios parecieron predominar
por sobre su “pasado peronista”. De la misma manera, su pertenencia al catolicismo antiliberal y a
las elites provinciales, le habilitarían, durante la dictadura iniciada en 1976, ocupar la presidencia
del Banco de Córdoba. La trayectoria de Martínez Casas permite visibilizar los contornos de una
figura plástica donde la capacidad adaptativa para las diversas transformaciones políticas no fue en
285
desmedro de su actuación como intelectual dentro del Estado. En este caso, en un mundo de
“técnicos” bancarios, predominó su perfil de “hombre de ley” universitario.
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288
Por los sinuosos senderos del catolicismo integralista. Una biografía de Juan Ramón Sepich
Lange
María Celina Fares (UNCuyo)
Introducción
El avance de los estudios sobre catolicismo ha sido notorio en los últimos tiempos. Las
reconstrucciones sobre los vínculos entre el mundo católico y la vida política del país en el siglo
XX, dan cuenta de las reverberaciones de pensamientos y prácticas que, más allá de las cuestiones
de fe, incidieron fuertemente, incluso con pretensiones hegemónicas, en la cultura política
argentina. Podemos decir que existe un consenso en la identificación de estancias o modalidades
del catolicismo que atienden no sólo a sus dinámicas internas, en función de la relación entre el
laicado con las jerarquías eclesiásticas, sino también a las líneas de pensamiento y posicionamiento
de actores que incidieron en la escena pública y que se desplegaron por fuera de lo estrictamente
religioso.381
El renacimiento del catolicismo vinculado a la expansión de un laicado y la consolidación de
la estructura jerárquica y doctrinaria a principios del XX –producto del dispositivo centralizador
administrativo y dogmático, conocido como la romanización del catolicismo, iniciado con el
Concilio Vaticano I (Roma, 1870) e impuesto con Pío IX–; tuvo como impulso inicial la
renovación del espiritualismo católico con el propósito de poner coto al proceso de secularización
positivista que tanto había preocupado a la Iglesia y de recuperar la centralidad social perdida, que
alcanzó su clímax de movilización masiva con el Congreso Eucarístico Internacional de 1934. Se
trató de una especie de “corriente eléctrica” que dinamizó las instituciones de la vida cultural y
política del país, y que en los años treinta acuñó la idea de que el catolicismo integral constituía un
núcleo fundante y excluyente de la nacionalidad. La activación del mundo católico en conjunción
con el auge del nacionalismo y la asunción de posiciones críticas a los procesos de
modernización,382 llevaron al catolicismo a ingresar con fuerte presencia en la arena del debate
381
Mallimaci (2015:15) desarrolla la tesis de tres grandes momentos en la relación entre catolicismo y las políticas en
Argentina a lo largo del siglo XX: “el del catolicismo sin Iglesia entre mediados del siglo XIX y 1930, el del
catolicismo con Iglesia de 1930 a 1976 y el de Iglesia sin catolicismo desde entonces hasta ahora”.
382
La Encíclica Quanta Cura y el Syllabus, ambos dictados por Pío IX en 1864, habían condenado los errores de la
modernidad con la intención de restablecer la supremacía eclesiástica del dogma y de la fe frente a los avances del
racionalismo, la secularización y el liberalismo. León XIII a través de la Encíclica Aeterni Patris (1879) restauró la
filosofía escolástica sin desestimar la lectura crítica y los posibles aportes de la filosofía moderna, siempre y cuando se
289
público, ya sea para resistir desde las murallas de la reacción defensiva, o para intentar aggiornar la
filosofía católica a los desafíos que planteaba el mundo “moderno”.
Esta última opción ha sido referida como una nueva sensibilidad (Zanca, 2013:12) que
viabilizaría gradualmente un proceso de secularización al interior de la misma Iglesia, o en
términos de Malllimaci (2015:23), como procesos de laicización, los cuales implicaban no sólo la
separación de esferas, sino la apertura de espacios de autonomía de las organizaciones laicas, con
mayor ejercicio de libertad de conciencia y cierta automatización de las autoridades eclesiásticas.
Por otro lado, también suponía la proyección en el campo político de categorías e ideas del mundo
“moderno” resignificados con contenidos de la filosofía católica, como por ejemplo, la idea de una
democracia no liberal, orgánica y de responsabilidad estatal que ofrecía una tercera vía, frente al
liberalismo y al comunismo.
Los procesos de secularización o laicización si bien datan de la primera posguerra, se
afianzaron en la Argentina paralelamente al declive de los intentos de homogeneización identitaria
que desplegaron tanto los gobiernos militares como populistas, en la primera mitad del siglo XX,
los cuales se habían nutrido del imaginario de “la nación católica”. 383 De hecho, luego del
conflicto intestino que estalló dentro del peronismo y del fallido intento de Lonardi de sostener al
catolicismo en el espacio estatal, los católicos se vieron obligados a repensar estrategias para
sostener su injerencia en un espacio público, donde la identidad nacional aparecía resquebrajada
debido a la antinomia peronismo- antiperonismo. A partir del 55 la tradicional evocación de la
identificación entre catolicismo y nación quedaría subordinada a nuevos criterios de eficacia con
que las dirigencias católicas pretenderán reconstruir legitimación, para no quedarse fuera de la
arena política, unos tendiendo puentes con el arco conservador y liberal, y otros tratando de no
olvidar los sustratos sociales y aspectos doctrinarios que los unían con el peronismo.
Entre estos últimos no habría tampoco posiciones homogéneas. Las disputas dentro de los
partidos de filiación cristiana y de los movimientos y organizaciones sociales, no se darían en
términos de representación excluyente de la nación, sino de la viabilización de diversos
subordinaran a la filosofía católica expresada por Santo Tomás (Klimke, 1947: 788 y ss.). Sostuvo así la línea
antiliberal y anticomunista a través de la célebre Encíclica Rerum Novarum (1891), haciendo de la “cuestión social”
una prioridad para el catolicismo integral. Pío X continuaría hasta principios de la Primera Guerra Mundial las
condenas hacia los modernistas católicos.
383
La concepción de “nación católica” utilizado por Zanatta (1996), como una contra-sociedad, con componentes
confesionalitas, nacionalistas, hispanistas y corporativos; si bien ha sido cuestionado por amalgamar componentes
diferentes, sigue siendo útil como referencia a un imaginario social mítico que nutrió una cultura política antiliberal y
anticomunista en los años centrales del siglo XX.
290
posicionamientos. Robustecidas con las producciones de un catolicismo crítico europeo, se
proyectarán desde mediados de los años cincuenta en el plano interno, a través de la defensa de un
mayor pluralismo para sostener su propia inclusión dentro de las reglas del juego del sistema
liberal/semidemocrático384. Si bien inicialmente el catolicismo se entusiasmó con la posibilidad de
disolución del peronismo385, el fracaso de las políticas de proscripción de la década del sesenta
terminaron por dividir las aguas entre los volvieron a vincularse con el peronismo y los que
finalmente optaron por soluciones autoritarias inspiradas en el franquismo para terminar con los
peligros que su radicalización suponía.
Si bien la Iglesia continuó afianzando sus intervenciones en la esfera pública, la pluralidad
que implicó el proceso de secularización terminaría convirtiendo las tradicionales brechas del
campo católico en líneas divergentes. El integrismo tradicionalista priorizaría la doctrina, el orden,
la jerarquía y la lucha contra la “modernidad” y sus desviacionismos, incluso antes que impactaran
las reformas del Concilio Vaticano II y los posicionamientos de fuerte contenido social de la Iglesia
latinoamericana.386 El hiato que se abrió dentro de la Iglesia en los años sesenta y setenta no sólo
trajo a colación una pérdida de hegemonía, sino que evidenció la irreversibilidad que tuvo el giro
secularizador, a pesar de los intentos de las sucesivas dictaduras por restablecer la potencialidad
que otrora tuviera el mito de la nación católica, en el slogan de la “tradición occidental y
cristiana”, con el que justificaba la alineación a las estrategias de seguridad norteamericanas en la
región, frente al temor que el comunismo seguía despertando en un espectro no menor del
catolicismo (Bohoslavsky y Vicente, 2014).
En estos tránsitos del catolicismo en el siglo XX argentino es interesante observar cómo se
comportaron y qué deslizamientos se produjeron en trayectorias individuales de ciertos referentes
384
Allí se destacaron la Democracia Cristiana y en menor medida su par nacionalista e integralista la Unión Federal
Demócrata Cristiana (Fares, 2007); entre los movimientos estudiantiles, los Humanistas con sus transformaciones pro
reformistas y luego filo peronista en algunas ocasiones convergería con el acercamiento estratégico al peronismo de la
FUBA (Califa, 2014); entre las organizaciones laicas: dirigencias y militancias de Acción Católica y publicaciones
como la revista Encuentro, Criterio bajo la dirección de Jorge Mejías, y más tarde la revista jesuita del CIAS, entre
otras.
385
Spinelli (2005) distingue en el arco antiperonista de la “Libertadora” tres posiciones: llama a los primeros
tolerantes, y allí incluye a la UCRI, nacionalistas y comunistas, luego serían los sectores que conformarían la nueva
izquierda y entre los segundos distingue los antiperonistas optimistas, identificados con la actitud de la UCRP que
piensa puede desplazar al peronismo y los antiperonistas radicalizados, que derivarían finalmente en posiciones
dictatoriales.
386
Los sucesivos documentos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) organizado en 1955, como los de
Medellín en 1969 y Puebla diez años después, reflejan el compromiso social y la opción por los pobres que haría la
Iglesia latinoamericana, si bien en sintonía con las renovación propuesta por el Concilio, con un fuerte sesgo distintivo,
cuyas derivaciones más radicales se visibilizarían en la Teología de la Liberación.
291
académicos, como lo fue Juan Ramón Sepich, sacerdote y profesor de filosofía con circulación
internacional y anclaje local, que se formó en la escolástica tomista de los años treinta, compartió el
imaginario de la “nación católica” y adhirió a los ideales de restauración de la cultura hispánica,
con un acotado diálogo en clave conservadora con el humanismo cristiano, alrededor de los años
cincuenta, a tono con el proceso de secularización que se vivía al interior de la Iglesia, centró su
preocupación por articular la filosofía católica con ciertos filósofos de la modernidad. Dicha
trayectoria pone en evidencia la sintonía y participación del integrismo católico en el gobierno
militar de 1943, así como el espacio de intersección de intereses y luego del conflicto entre la
Iglesia y el peronismo. Frente al proceso de renovación y crisis que atravesó la Iglesia en los años
sesenta, intentó eludir la opción por la reacción o el reformismo –sin ocultar su preferencia por la
primera–, y buscó refugio en los desarrollos filosóficos del existencialismo y el idealismo europeo,
desplazando así el interés por la cuestión nacional que otrora le preocupaba, ante la radicalización
política que atraparía a una parte importante de la Iglesia católica en Argentina y Latinoamérica.
Este trabajo intentará no sólo reconstruir la trayectoria de Juan Ramón Sepich Lange (Buenos
Aires 1906- Alemania 1979) en función de su inserción institucional y su itinerario intelectual, sino
mostrar la complejidad de relaciones que articulan las lógicas de la filosofía católica, con la vida
universitaria y las políticas públicas, en un abordaje de cruces entre los conflictos políticos que
atravesaron la historia argentina con los tránsitos del catolicismo integralista desde los años treinta,
pasando por el conflicto peronismo–antiperonismo, el horizonte renovador de los sesenta y la
radicalización de los setenta.
Tensiones y discontinuidades en la trayectoria de un intelectual/clerc
Las trayectorias de los filósofos católicos en la esfera pública pueden mirarse no sólo desde los
vaivenes o las estaciones del catolicismo, sino desde las reflexiones que la historia de los
intelectuales plantea con respecto a los procesos de modernización. La imagen del
“intelectual/clerc” sigue siendo significativa para explicar los tránsitos del proceso de
secularización y el gradual desplazamiento del rol sacerdotal como formador de conciencias, por la
de los intelectuales publicistas o escritores, cuando no políticos y educadores, formadores de
opinión pública y con incidencia política.
292
En nuestro caso se trata de observar el rol de agentes católicos no sólo como reproductores de
un pensamiento o dogmática institucional, sino como agentes con creciente autonomización, que
pretenden actualizar la filosofía católica y reconstruir su legitimidad en un mundo en cambio. El
mundo católico sin embargo, vivió una especie de solapamiento de funciones, a través de
personajes que conjugaban ambos perfiles, sin preocuparse demasiado por dar mayores
explicaciones acerca de las distintas incumbencias que implicaba el desempeño del rol sacerdotal
al mismo tiempo que el de intelectual, lo cual ciertamente era coherente con la idea del
integralismo que se negaba a escindir la vida pública de la privada, tal como proponía la
modernidad liberal.
Mientras en el campo secular, los intelectuales irían subordinado ciertos imperativos
normativos de justicia y verdad a las pasiones políticas del mundo secular, movidos por intereses
prácticos vinculados a la apropiación del poder temporal y a las lógicas políticas (Altamirano,
2013:39-42); las lógicas de los sacerdotes en su rol de intelectuales se resistían paralelamente a
desprenderse de los intereses temporales en pos de focalizarse en los contenidos puramente
religiosos o doctrinarios. Si bien no menospreciaban su rol de mediadores o intermediarios de los
misterios divinos, no lo harían sólo como teólogos, sino también como intérpretes del mundo,
imponiendo la primacía de la filosofía católica –muchas veces en pos de conservar la jerarquía
eclesial–, aunque para ello tuvieran que tranzar con algunos procesos de secularización dentro y
fuera de la Iglesia. Así, el ejercicio de autonomía de ciertos sacerdotes intelectuales, privilegió la
divulgación de una filosofía que pudiera contener los valores de cultura católica y que se
proyectara en el orden temporal, desplazando las prácticas litúrgicas y la acción pastoral a segundo
plano.
En este sentido la trayectoria de Juan Ramón Sepich responde a esta figura del
clerc/intelectual secularizado, el cual además de ser vicario de lo divino se comporta como un
“productor cultural” (Williams, 1982:201), cuyo desarrollo de saberes especiales –en su caso el de
una historia de la filosofía–buscaba sostener los valores de la antigua cristiandad en la
“modernidad” . Su marcado integralismo, si bien admitía cierta preocupación formal o pragmática
por separar el campo filosófico del teológico, no podía ocultar la intención de encontrar en la
filosofía insumos que no contrariaran la creencia religiosa, sino por el contrario, que le abrieran las
puertas de conexión entre ambas dimensiones.
293
Es interesante mencionar que la actitud del integralismo no fue siempre y unánimemente
antimoderna. Si bien las jerarquías se ocuparon de mantener el verticalismo doctrinario emanado
de Roma que condenaba al modernismo en general, una parte no menor del catolicismo y muchos
de sus clérigos intelectuales y/o productores culturales, fueron construyendo puentes o negociando
los modos de ser católicos en el mundo “moderno”, dando lugar a una especie de “posibilismo” que
buscara las maneras de vivir en ambos mundos sin entrar en contradicciones.
La trayectoria de Sepich da cuenta de este intento, sobre todo, en su etapa madura. No es de
extrañar si pensamos que como estudiante de instituciones dirigidas por jesuitas, podían tener
resonancias en él esto de tamizar las ideas de la “modernidad” a través de la neoescolástica. Sin
embargo, sus primeras etapas de ejercicio académico lo posicionan más cerca del tradicionalismo
reaccionario, para luego reconocer la necesidad de diálogo con la “modernidad”. En el plano de sus
prácticas, su integralismo supuso un compromiso con la gestión en instituciones educativas
universitarias387 y la articulación de redes académicas que reactivaran los valores tradicionalistas,
jerárquicos y autoritarios del hispanismo, canalizado por las políticas de activación de redes
culturales hispanoamericanas del franquismo, que operarían no sólo como reacción frente a la
crisis civilizatoria de la modernización, sino como estrategia política alternativa frente a los nuevos
desafíos que abriría la posguerra, en torno a la polarización entre capitalismo y comunismo.
En estos complejos tránsitos del catolicismo, la trayectoria biográfica de Sepich aporta
registros significativos para la reconstrucción de los circuitos de relaciones que se entretejen entre
el espacio nacional y el plano internacional. Su intención de hacer de la ciudad profana una ciudad
sagrada, con mayor presencia en las cátedras universitarias que en el púlpito, lo constituye no sólo
en un agente reproductor de la filosofía católica en sus variadas modulaciones, sino también en un
productor, difusor y propagador de las ideas que asociaban la catolicidad con la identidad
hispánica. Desde múltiples espacios académicos de locución, locales, nacionales e internacionales,
estatales y eclesiásticos, este sacerdote poco sedentario difundió sus ideas a través de publicaciones
y actuaciones públicas, accionando las relaciones entre centro y la periferia, entre Buenos Aires y
Mendoza, entre Argentina y Europa (España, Alemania e Italia), reforzando las vinculaciones
trasatlánticas tan caras al internacional catolicismo. Esta trayectoria sirve para revisar las visiones
387
Para Sepich la función política de la Universidad era promover a través de la enseñanza “la cultura espiritual de la
comunidad política”, apartándose del “monstruo” racionalista “de los intelectuales modernos”, sostener “valores
tradicionales de sabiduría y prudencia, en el sentido funcional” (distinguiendo incluso la enseñanza para varones y
mujeres) que configuren una “soberanía nacional identificada con el patrimonio heredado del gran estado cristiano”
(Sepich, 1946a).
294
estereotipadas entre “intelectuales del interior” versus “intelectuales centrales”, observar cómo
circulan las lógicas dentro del campo católico, así como la antinomia tradicionalismo/
modernización, y permite dar cuenta de la dificultad para distinguir posiciones univalentes no sólo
dentro del universo católico en general, o del campo católico nacional, sino en la existencia y el
pensamiento mismo de los actores.
Mientras que por su formación se lo identifica con el pensamiento escolástico impartido por
las instituciones clericales porteñas fuertemente vinculadas con Roma, el registro de su trayectoria
en los años treinta y cuarenta revela su identificación con el integrismo hispanista y reaccionario;
tanto por su actuación como funcionario del golpe ultramontano de 1943, como por formar parte de
una constelación de profesores, académicos e intelectuales de la Universidad Nacional de Cuyo
(UNCuyo), quienes difundieron con ímpetu las ideas del hispanismo franquista. En la década del
sesenta, atravesado por las tensiones que se dieron entre peronismo y catolicismo, su labor docente
en las universidades de Mendoza y La Plata se verá acotada y optará por recurrentes estancias
europeas, en la que se alterna entre las universidades de Madrid y Friburgo, una de las
universidades cristianas más antiguas de Alemania que unía tradición y modernidad y donde la
escuela fenomenológica tendrá impacto en el pensamiento católico. 388 Allí terminaría de
configurar un pensamiento “moderno” en fuerte diálogo con la filosofía heideggeriana y hegeliana,
que parece apartarlo definitivamente de los caminos del reaccionarismo.
Según relatos de los memoriosos, la imagen de los últimos años de Sepich en Mendoza,
detecta no sólo su decepción y autoexilio frente al contexto radicalizado de los setenta, sino del
último giro de su filosofía católica en diálogo con Hegel y el idealismo alemán, que lo acreditaron
ante los ojos de algunos contemporáneos –no todos389– como un hombre abierto a los cambios de
388
Ciertas nociones fundamentales de la fenomenología eran funcionales a la filosofía católica. La fenomenología
implicaba no solo planteamientos críticos frente a toda concepción “positivista”, sino una concepción teleológica de la
historia y una vía de pensamiento en contraposición a la “modernidad” , basada en la noción de Lehenswelt - el mundo
de la vida- desarrollada por Edmund Husserl en La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental
(1936), la cual constituía una piedra de toque para el enjuiciamiento de cualquier época y de cualquier ideología
dominante, poniendo de manifiesto la contradictoria dinámica de cualquier realización histórica frente a las exigencias
del plano trascendental. El análisis de la conciencia, también era central para ambas filosofías, implicaba no sólo un
plano teorético o intelectivo, sino funciones sentimentales- axiológicas y volitivo-prácticas, lo que implicaba un
sentido funcional de la vida teorética tiene para la praxis (Gómez Romero, 1997).
389
Las entrevistas que realizamos en el 2014 a algunos de los que habían sido sus alumnos o discípulos en su última
estancia en la UNCuyo (1968-1978), manifestaron diferentes percepciones en relación a su perfil docente: “presencia
física muy fuerte, flaco, irónico”, “no se podía interrumpir ni preguntar en sus clases”, “era difícil de comprender… ”,
“para algunos era un genio”, “se preocupaba por las personas”, “era itinerante, no se sabía cuando se podía rendir”;
sino sobre su viraje ideológico en los setenta: “algunos decían que el padre se había vuelto marxista”, “Debió haber
tenido una crisis fuerte existencial, por eso ese cambió tan fuerte en su perspectiva filosófica…, poder leer Heidegger,
295
su época, que se permitió pensar a América como parte central del proceso de modernización y a la
consecución de su libertad a través de una teología de la conciencia individual.
Primera estación: Buenos Aires – Roma: formación y tradición neoescolástica
Juan Ramón Sepich Lange nació en la primera década del siglo XX. Hijo de Román Sepich de
origen croata y Juana Lange de origen alemán, comenzó a los 17 años a estudiar Filosofía y
Teología en la Facultad de Teología de San Miguel. En 1923 ingresó en el Seminario Mayor
Metropolitano de la inmaculada Concepción, conocido como Seminario de Villa Devoto de
Buenos Aires, 390 junto a personalidades que se destacarían en el catolicismo como Julio
Meinvieille, Nicolás Octavio Derisi y Leonardo Castellani. Allí se formaron en disciplinas
vinculadas a la tradición neoescolática.391 Fue becado a la Pontificia Universidad Gregoriana de
Roma, para estudiar filosofía antigua, donde alcanzó el título de Bachiller en Filosofía a los 20
años.392 De regreso a Buenos Aires se ordenó sacerdote en 1930 y se doctoró en Teología en el
mismo Seminario Pontificio, donde luego de una estadía en Córdoba por motivos de salud,
comenzaría a desempeñarse como docente universitario en cátedras filosóficas.
Sus estudios en la FFyLetras de la UNBA lo conectaron a la impronta académica
desarrollada por la generación del Centenario, quien por entonces recorría los caminos del
Nietzsche, Hegel… que los católicos no podían leer…” “tenía sus seguidores en la facultad… y en la fundación
ecuménica también”, “a veces comentaba contra la dictadura”, “criticaba a los profesores que daban clases en sus casas
-a quienes luego se les pondrían bombas- porque ponían en riesgo a los alumnos”, “nunca se llevó bien con los
historiadores hispanistas… los subestimaba… ni con los que querían enarbolar la bandera roja en la Universidad…”,
“fue un personaje negro en la historia de la Complutense de Madrid”. Entrevistas realizadas a ex alumnos- profesores
de Filosofía en la UNCuyo, abril, 2014.
390
En 1916 el Vaticano habilitó en Buenos Aires a Facultades de estudios eclesiásticos, que emitirían títulos
académicos de Bachiller, Licenciado y Doctor en Sagrada Teología y Filosofía, las cuales inicialmente estuvieron
regidas por los Jesuitas, y recién en 1960 pasarían en forma definitiva al clero secular. Cfr. Poli, M.A. “Seminario de
Villa Devoto”, en: http://www.devotohistoria.com.ar/SeminarioMetropolitanoParte1y2.htm fecha de consulta:
01/12/2015.
391
Se denomina neoescolástica al movimiento que desde mediados del siglo XIX reactiva el pensamiento tomista con
algunos matices diferenciales de la escolástica medieval y la tardía. No sólo no remiten tanto los clásicos, sino que
pretende separarse de la teología, discriminando distintas ramas de la Filosofía, en la que se priorizan los estudios
histórico-críticos, como forma de volver a los desarrollos del doctor Angélico en el siglo XIII (Klimke, 1947:820).
392
Los estudios de Bourdieu (2009) sobre las formas de reclutamiento de obispos franceses, –donde distingue a los
curas de parroquia de aquellos que con capital cultural propio, tenían a su cargo la reproducción eclesial, social y
cultural más liberada de las cuestiones temporales–, inspiran para pensar los amplios márgenes de libertad con que
Sepich dispuso de su vida. No sólo porque vivió fuera de una comunidad parroquial, (según testimonios –“alquilaba un
departamento en una de las arterias principales que lleva a la Universidad, daba misa en la Iglesia del Buen Pastor
cercana a su domicilio y recibió asistencia de monjas cuando tuvo un accidente automovilístico en su última estadía”-);
sino porque se traslada de un lugar a otro, en función de decisiones que parecen responder a coyunturas políticas que
afectan su posición personal, más que a decisiones o estrategias de las jerarquías eclesiásticas).
296
espiritualismo novecentista y del antipositivismo, encabezada por dos tendencias. Por un lado la
línea de Coriolano Alberini, que seguía a Bergson y la filosofía francesa e italiana. Por el otro, la de
Alejandro Korn, uno de los reconocidos maestros de Sepich, que lo hacía desde las lecturas Kant y
sus seguidores. También tomaría clases con Rómulo Carbia, León Dujovne, Francisco Romero y
Carlos Astrada, quien por entonces dictaba los primeros cursos sobre Heidegger (Buchbinder,
1997:119 y ss.).
En la década del treinta se afianzó su participación en el espacio de formación y sociabilidad
de la intelectualidad católica. Como profesor del Seminario Pontificio, semillero de formación de
los futuros sacerdotes, dictó Historia de la Filosofía y Comentarios o Exégesis de textos filosóficos,
Teología y Metodología Filosófica. En los Cursos de Cultura Católica (en adelante CCC), trabajó
junto con Nicolás Octavio Derisi, C. Pico, Atilio del Oro Maini y Tomás Casares y mantuvo
contactos con Nimio de Anquín en Córdoba, Alberto Baldrich en Rosario, Sixto Terán en
Tucumán. En 1937 Casares, lo nombró junto con Derisi a cargo de la Escuela de Filosofía de los
CCC, allí dictó numerosos cursos que luego se publicaron como Lógica Formal, donde desarrolla
la tradición aristotélico tomista e Introducción a la Filosofía, se aparta según sus discípulos de los
contenidos netamente cognitivos y esencialistas de la filosofía para concebirla en su función
“propedéutica y de indagación”, cuestión que sería central a lo largo de su vida (Rodríguez, 1973) y
que definiría el rol del intelectual/filósofo católico.
Su primer estancia de formación e inserción laboral fue prácticamente paralela a la de Derisi, quien
fue fundador de la Universidad Católica Argentina (Rodríguez, L. y Rovituso, C., 2012), tanto por
los ámbitos de formación que transitaron, como por las redes de socialización que compartieron.
Según algunos testimonios, existió escasa simpatía entre ambos. Además de formarse como
sacerdotes en la Pontificia y de enseñar en los CCC, estudiaron y trabajaron en la Universidad de
Buenos Aires y en la Universidad de la Plata.393 Sepich publicó en Sapientia, –revista tomista
dirigida por Derisi–, donde puso de manifiesto un estilo que “distaba de lo literario pero reflejaba
un pensamiento vigoroso, no opaco pero si intrincado por la complejidad de la temática, al decir de
otro de sus discípulos”. Esta etapa de su vida estuvo atravesada por las primeras recepciones de
Jacques Maritain en Argentina. No sólo formó parte del círculo que lo recibió en sus viajes de 1936
393
Además de Profesor Adjunto en la FFyL. de la UNBA., Sepich tendrá otras participaciones docentes entre
1943-1944 y 1947-1948. Entre 1950-1955 sería Profesor de Ética en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la UN de La Plata (VVAA., 1965: 440).
297
y 1937, sino que también se hizo eco de las confrontaciones que su actuación despertó.394 Si por un
lado Maritain representaba la renovación neotomista francesa de entreguerras, también despertaba
simpatías entre los sectores vinculados al nacionalismo por sus antiguos vínculos con los círculos
maurrasianos. Así el campo católico que a principios de los años treinta aparecía unido, comenzaría
a mostrar sus primeras fisuras a fines de la década. Sepich claramente representó a un sector que
estuvo dispuesto a escuchar al filósofo humanista, pero no a polemizar y menos aún a confrontar
con el establishment eclesiástico. En una carta escrita a Maritain, que Zanca rescata, si bien decía
lamentar las críticas de Meinvielle publicadas en Crisol, le demandaba al francés “gestos heroicos”
que expresaran públicamente su prescindencia política, con el fin de hacerla llegar a los CCC para
demostrar que no se encontraban amenazadas las relaciones con las jerarquías eclesiásticas (Zanca,
2013:70).
Ciertamente las recepciones del pensamiento de Maritain fueron plurivalentes (Compagnon,
2013:104-106). No sólo porque en los años veinte sus críticas al liberalismo le habían generado
simpatías en los sectores nacionalistas, sino porque paradojalmente supo promover una manera
tradicional para que reducidas élites académicas y políticas se vincularan con la “modernidad”
ideológica. Por otro lado, la defensa que hizo del bando republicano en la Guerra Civil Española, le
había granjeado fuertes rechazos dentro de los círculos católicos nacionalistas argentinos, quienes
terminaron por identificarse como uno de los más potentes propulsores del movimiento demócrata
cristiano en América Latina y del humanismo cristiano de corte reformista. Rechazado por los
tradicionalistas y denunciados sus escritos como uno de los desviacionismos del reformismo, la
democracia cristiana, sería denunciada por izquierda como un giro conservador que pretendía
poner freno a las transformaciones liberacionistas.
Más allá de las múltiples recepciones, el mensaje central de la propuesta maritainiana de
construir una “modernidad” alternativa que forjara una nueva relación entre la dignidad de persona,
una sociedad con relaciones justas y fraternas y un Estado secular que dejara a la Iglesia un rol
bastante marginal, no fue receptado por Sepich, quien desde fines de los treinta y durante la década
de los cuarenta concentraría sus esfuerzos intelectuales en denunciar la crisis civilizatoria que
394
Según Zanca (2013: 61) Sepich formó parte del junto del comité de recepción que lo esperaba en Montevideo junto
con Casares, Pividal, Mendioroz, Goyeneche y LLambías. En esta obra relata los cuestionamientos que se desataron en
la primera gira de Maritain, debido a su apertura hacia públicos heterodoxos (judíos, elites liberales, masones,
comunistas) y cómo en los años cuarenta se redoblaron las críticas a partir de las declaraciones de Meinvielle y del
cardenal Caggiano, quienes alertaban sobre los peligros del personalismo y del desviacionismo que implicaba la
promoción de un proceso de secularización, con posibles efectos revolucionarios.
298
había originado la “modernidad” (Sepich, 1938) y en difundir su propuesta integralista de
subordinar lo social a lo trascendental y la filosofía política a la teología (Sepich, 1940) Sus
preocupaciones políticas se enmarcaron dentro del hispanismo que buscaba restablecer los lazos
entre la ciudad celeste y la terrestre pero desde perspectivas culturales, más que teológicas. De
hecho, sus escritos tuvieron difusión en publicaciones periódicas vinculadas no sólo al catolicismo
como Criterio y Sapientia, sino también al nacionalismo como Sol y Luna, Baluarte y Dinámica
social, e incluso al pensamiento católico tradicionalista español como Alférez, Ortodoxia, Arbor,
revista del Consejo de Investigaciones Científicas, fundada por Calvo Serer entre otros (Díaz
Hernández, 2008) y Punta Europa, que apareció después de 1955 con un marcado tono
conservador. En todas ellas, Sepich puso en relieve su perfil hispanista, que lo convirtió en un
representante del catolicismo escolástico preocupado tanto por los desarrollos teóricos de una
teología, metafísica y ética cristiana, como por la búsqueda de los valores tradicionales del
catolicismo como nutriente de los contenidos de la nacionalidad.
Segunda estación: Mendoza, Buenos Aires, Madrid: del intervencionismo militar al
desplazamiento del peronismo: la circulación del hispanismo
En los primeros meses de 1943 Sepich fue convocado por la UNCuyo para enseñar en la carrera de
Filosofía, las asignaturas de Historia comparada de las religiones, Metafísica y Gnoseología y
Epistemología de las Ciencias. Su bagaje de conocimientos sobre filosofía clásica y escolástica,
lógica y teología así como las publicaciones que lo precedían antes de llegar a Mendoza, lo
acreditaban como un representante del hispanismo más tradicionalista, acorde a la impronta que
estaba tomando la novel universidad del oeste. La UNCuyo fue creada en 1939 bajo la impronta del
conservadorismo provincial y el nacionalismo cultural, pero al poco tiempo sufrió la oleada de
intervenciones enviadas por el gobierno de facto que impuso a los sectores nacionalistas y católicos
más reaccionarios con Carlos Pithod primero y Ramón Doll después, como interventores. Dicha
tradición fue amortiguada durante el peronismo bajo el rectorado de Ireneo Cruz (1948-1954),395
395
Ireneo CRUZ, Buenos Aires, 1903- Mendoza, 1955. Estudió Profesorado en la UNBA, enseñó en Paraná y en la
UNBA (1939-40). Invitado por Rector fundador de la UNCuyo, Edmundo Correas para trabajar como Profesor de
Lenguas y Literatura clásica en FFyL., continuó con las políticas de contratación de profesores con cierta trayectoria
académica y perfil intelectual cercano al humanismo católico (Fares, 2011a).
299
cuyo perfil humanista ayudó encontrar puntos de clivajes entre las redes universitarias locales, al
mismo tiempo que respondió a las exigencias que el gobierno nacional imponía a las universidades.
La enseñanza de la filosofía en la FFyLetras de la UNCuyo durante los primeros años de su
creación, reflejó las tendencias de del humanismo integral de la UNPlata y la UNBA.396 De hecho,
gran parte de los profesores que inicialmente se hicieron cargo de las principales cátedras de la
carrera de Filosofía habían sido formados en la UNBA y UNPlata, aunque muchos de ellos no
permanecerían largo tiempo –como Héctor Catalano, Luis García Onrubia, Juan José Arévalo–. La
permanencia en cambio del filósofo Diego Pró, egresado del Profesorado de Paraná, le posibilitó
hacer el primer y único registro de memoria colectiva de la institución, en la que nos basamos para
este trabajo. Con la expresión de Paul Groussac “los que pasaban” (1919) dio cuenta aquellos
personajes que en los primeros tiempos generaron un dinamismo y movilidad que significaría
necesariamente modernización o vanguardismo, pues la presencia de filólogos, literatos,
geógrafos, filósofos e historiadores españoles, estuvieron más vinculados al franquismo que al
republicanismo, aunque las excepciones no fueron menores, como lo prueba la presencia del
medievalista Claudio Sánchez Albornoz (Fares, 2015).
Una muestra del enclave de la tradición reaccionaria que vincula a la UNCórdoba con la
UNCuyo es el homenaje en paralelo que se le realizó a Nimio de Anquín y a Sepich (Pró, 1984).
Ambos reflejaban la misma actitud filosófica, como profesores y divulgadores de la filosofía
escolástica que incursionaron en la filosofía y la práctica política. La crítica al kantismo como una
filosofía atrapada en el mundo de los fenómenos y representaciones, los llevaría a que ambos
buscaran una salida que no encontrarían en el existencialismo, para recurrir finalmente a una
filosofía de la conciencia con el propósito de resolver la crisis del pensamiento europeo, mientras,
su opción política, quedaría anclada en el hispanismo y en las políticas culturales del franquismo.
396
La presencia de Ortega y Gasset en 1916 fue significativa no sólo por representar los primeros embates contra el
positivismo, sino porque abrió la puerta a la lectura de autores alemanes como Husserl y Scheler que tomaron vuelo en
filósofos como Romero, Astrada, Virasoro, Franceschi y Vasallo. Por otro lado, la filosofía tomista tradicional venía
siendo remozada por las lecturas de Jacques Maritain, Etienne Gilson y Garrigou-Lagrange, como anticipamos, lo cual
generaría debates y revisiones sobre todo en la generación de filósofos católicos mayores como Tomás Casares,
Leonardo Castellani, Sixto Terán e Ismael Quiles. En la UNCuyo durante la primera etapa de su fundación hasta el
Congreso de Filosofía se difunden autores como Bergson, Dilthey, Husserl, Scheler, Croce, Gentile, Hartmann,
Heidegger, Ortega y Gasset, Maritain, Garrigou – Lagrange, y entre los clásicos: Platón, Aristóteles, Santo Tomás,
Suarez, Descartes, Kant y Hegel enfatizando los abordajes histórico críticos de la filosofía. Luego la filosofía española
hace retroceder la influencia germánica pasada por Madrid, y sobrevino la escolástica de tradición española, de la
mano de Sepich, Guido Soaje Ramos, Manuel Trías y Ricardo Pantano, y posteriormente con los españoles Ángel
González Alvarez y Antonio Millán Puelles (Pró, 1965:348 ss.).
300
En 1943 Sepich fue nombrado director del –recientemente fundado– Instituto de Filosofía en
la FFyL de la UNCuyo. Desde allí se alentó la investigación, concebida como una actividad de
extensión de las cátedras, pero también donde se conformaban equipos de investigación, se
dictaban cursos y se editaban los trabajos en revistas como Philosophia y la Colección de Estudios
de Filosofía del Instituto.397 Tras una breve gestión como delegado interventor de la FFyLetras
durante unos meses de 1944 en la UNCuyo, aceptó la designación por parte del gobierno militar en
junio de 1944 como Rector del Colegio Nacional de San Carlos, nominación que le dió la
intervención universitaria, al Colegio Nacional de Buenos Aires dependiente de la UNBA, en
rescate de su tradicional abolengo, como lo recordó el mismo Sepich en el discurso inaugural de su
gestión. Allí retomó la diatriba contra el racionalismo francés responsable del desplazamiento de
aquel teocentrismo que había albergado el humanismo criollista de raíz hispana, difundido en las
instituciones educativas de ancien regime y pretendía restaurarse. La disciplina era ensalzada en
función de reconstruir un orden jerárquico que asegurara el bien, la verdad y la belleza (Halperín
Donghi, 2004). Por entonces también asumió como Capellán de Instituciones Públicas de Menores
y Director General de Enseñanza Religiosa del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. A
propósito de su estancia en Buenos Aires, retomó su labor docente en la UNBA, como profesor
adjunto en la cátedra de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval.
La gestión en instituciones porteñas también fue corta. Tal vez no sólo por la dificultad
personal para articular la preocupación intelectual con la gestión pública, problema común de los
intelectuales católicos y nacionalistas que fogoneaban golpes de Estado para luego ser desplazados
por sus eventuales socios, cosa que puede constatarse con el registro del sentimiento de
“desengaño- que sufrió el presbítero- de la línea conservadora nacional”, al que refiere uno de sus
discípulos mendocinos (Rodríguez, 1974). Por otro lado, la alta politización que se vivía en los
claustros y los conflictos desatados entre católicos y reformistas a partir de la intervención y
posteriores intentos de normalización de la UNBA, registró el desplazamiento que sufrió el sector
más ultramontano en los albores del peronismo, entre ellos Sepich398, quien prontamente volvió a
397
Ver “Los institutos y la investigación” y “La vida de los institutos”, VVAA., (1965) donde se destaca la influencia
de los asesores B. Houssay y C. Alberini en el lugar y la importancia que se le asigna a la investigación en los orígenes
de la UNCuyo.
398
En mayo de 1945 los representantes estudiantiles de la FFyL de la UNBA., -que para algunos consejeros
confundían catolicismo con nazismo-, pedían la suspensión en sus cargos de los profesores como Diego Luis Molinari,
Juan Sepich y Alberto Baldrich - por rosistas confesos y colaboracionista del gobierno- , incluso en 1945 se había
desestimado la postulación de Octavio Derisi, de la cátedra de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval, por su
condición religiosa. (Buchbinder, 1997:158)
301
Mendoza. Allí también se manifestó el conflicto político que puso en cuestión la intervención, sin
que ello supusiera el triunfo del reformismo. En la toma del Rectorado de la UNCuyo de 1945 en
defensa de la autonomía universitaria, se encontraba el joven Julio Cortázar, quien inicialmente
había apoyando a Ireneo Cruz frente al desgaste de las conducciones conservadoras, pero ante el
inminente triunfo del peronismo expresó su decisión de irse manifestando su malestar frente a la
continuidad de los sectores más reactivos del nacionalismo que dominaban la facultad: “porque yo
no tengo estómago para aguantar la vuelta de Jesucristo a la Facultad, los Sepich y los Soaje
entronizados” (en: Correas, 2014:128).
Al poco tiempo de instalado el peronismo en el poder, encontramos a Sepich en su segundo
viaje a Europa, entre 1946 y 1947. Allí asistió al X Congreso Internacional de Filosofía en Roma y
fue invitado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España al XIX Congreso de Pax Romana,
donde expuso sobre “El universo católico ante los problemas del Estado Moderno”399 realizado en
el Escorial, donde estuvo presente una numerosa delegación argentina.400 Asimismo, dictó una
serie de cursos y conferencias, invitado por la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de
Asuntos Exteriores de España y por el Instituto Católico de Paris, difundió sus ideas hispanistas a
través de una serie de publicaciones.401 Sepich se hizo eco de las políticas del franquismo de la
posguerra, que pretendían limpiar su imagen filo fascista frente a los Estados Unidos. Según sus
biógrafos habría sido uno de los propulsores de la creación en 1947 de Institutos de Cultura
Hispánica, que suplió al Consejo de la Hispanidad (Abellán y Monclus, 1989: 150), su intención
fue ampliar la injerencia cultural en Hispanoamérica, y postular la integración trasatlántica de las
dos Españas, mediante la promoción de la cultura católica tradicionalista como núcleo identitario
fundante de la hispanidad.
Durante la década del cuarenta, publicó una serie de escritos fuertemente defensivos de la
hispanidad como esencia de Occidente y alternativa a la crisis de Europa, que cobran gran difusión.
Argumentada en torno a la vieja concepción de cruzada o guerra religiosa que atraviesa la cultura
399
Los Congresos de Pax Romana, organización internacional católica fundada en la Universidad Católica de Friburgo
en julio de 1921, fueron espacios para el contacto de los católicos españoles con los católicos y demócratas cristianos
de Europa y América que permitieron superar la condena y el “aislamiento” exterior del régimen del general Franco
sobre todo a partir de la posguerra, con la consecuente politización que trajo la designación de Alberto Martín Artajo
-presidente nacional de Acción Católica y miembro de la Asociación Nacional Católica de Propagandistas- como
ministro de Asuntos Exteriores (Sánchez Recio, 2005; Díaz Hernández, 2008: 53).
400
Participaron Atilio Dell´Oro Maini, Cosme Beccar Varela, Nimio de Anquín, Pedro José Frías, Félix Lafiandra,
José Mariano Astigueta, Horacio Mackinlay, Juan Carlos Goyeneche, entre otros (Zuleta Álvarez, 1993:19)
401
Publicó artículos de apertura y cierre en la Revista Alférez: “Misión de la inteligencia” y “La filosofía en
Hispanoamérica” así como “La misión de los pueblos hispánicos” antes de regresar a Mendoza.
302
occidental entre “herejes” (calvinistas, liberales y comunistas) y ortodoxos (cristianos que
subordinan el poder temporal al espiritual). Su concepción de Hispanidad se ofrecía como
alternativa a los países católicos, que encontraban en España el rol de madre patria de una realidad
social que hermana espiritual, histórica, lingüística, geográfica y políticamente a los países
católicos. Su hispanismo suponía no sólo un planteo cultural o de conciencia- como lo llamaba
Sepich-, sino un proyecto político justificado en torno a la noción de “bien común” y en la
reconstrucción de un orden jurídico, que permitiera la restauración de la cristiandad, pero sin
desconocer las identidades nacionalidades (Sepich, 1947b).
En el folleto denominado “La hispanidad como problema y destino” (1948), en coautoría
con otros acérrimos defensores del hispanismo cuyano como Otto Burgos, -quien luego será Rector
con la intervención de Ivanissevich en los setenta-, un renombrado jurista Julio Soler Miralles y el
filósofo Toribio Lucero. La argumentación de Sepich negaba la validez de la leyenda negra,
reconocía el mestizaje entre lo hispano e indio y proyectaba la realización histórica de la
cristiandad en la historia de los pueblos hispánicos. La proyección de América, que debía
reencontrase con la línea europea, imperial y cristiana se postulaba como una dirección a futuro
más que como una nostalgia del pasado.
Sus escritos tuvieron amplia difusión no sólo en España a través de su presencia directa en
sus conferencias o presentaciones y publicaciones, sino que fueron replicadas por divulgadores de
vasto alcance en toda Hispanoamérica. La obra de Julio Ycaza Tigerino, Originalidad de
Hispanoamérica y en 1952,402 cuyas versiones preliminares habían sido publicadas en Chile y
Madrid en 1948, enunciaba el propósito claramente restaurador en la idea de Hispanidad,
interpretando al pasado, el proceso de emancipación, no como un fenómeno de separación entre las
colonias y su metrópoli, sino como un proceso de modernización que incluía ambas márgenes del
Atlántico; y al presente, la España franquista, como la única que se mantenía fiel a sus orígenes: la
cultura cristiana que había dado a Europa unidad y universalidad. Estas tesis se nutrían de los
argumentos de Sepich, a quien se citaba para definir a las nacionalidades hispanoamericanas como
integradas a España y a la civilización cristiana, a través de una vinculación imperial de religión,
402
Tigerino distingue dos grandes corrientes de ideas sobre cómo se constituye la identidad americana: la que prioriza
la imitación europea, donde incluye al cosmopolitismo, el latinoamericanismo y el españolismo, este último concibe a
América como un mero reflejo y prolongación de España (cita a Laín Entralgo, Ernesto. Palacio, o Miguel Sánchez
Maza). Dentro de la segunda corriente denominada autoctonista, distingue las formas telúricas, geopolíticas, raciales o
indigenistas, e hispanistas o de mestizaje. Esta última es el que reconoce como verdadera línea que configura la
identidad hispanoamericana (Fares, 2010).
303
lengua, política y cultura; postulando como proyecto político la realización de la Cristiandad en
América. Entre los enemigos de esa hispanidad se refería al peligro nacionalista, como doctrina de
Estado y el “peligro marxista cristiano”, como se denominaba al socialcristianismo, pues agredían
el sentido de “comunidad cultural supranacional hispana”, en la cual se encarnaba la única forma
capaz de enfrentar al imperialismo norteamericano y soviético. Asimismo, cuestionó La Nueva
Cristiandad (1934) de Jacques Maritain con los mismos argumentos de J. Meinvieille, por ser
incompatible con el carácter sacral y subordinado del orden temporal y del proyecto de Cristiandad
Universal que España pretendía viabilizar.
Entre 1947 y 1948 regresó al país y en Mendoza retomó varias cátedras de la carrera de
filosofía: Gnoseología, Metafísica, Historia de la Filosofía Antigua y Medieval, Historia de las
religiones, Epistemología e Introducción a la Filosofía y la Dirección del Instituto de Filosofía.
Por entonces se fundó en Mendoza el Instituto Cuyano de Cultura Hispánica (ICCH), el cual
contaba con el apoyo del de Madrid para promover las actividades culturales locales y financiar
becas de formación de posgrado o estancias de investigación para los egresados y docentes en
Humanidades de la FFyLetras de la UNCuyo. Muchos de ellos acreditaron la doble pertenencia
institucional a la Facultad y al Instituto, reforzando los lazos intelectuales y fortaleciendo el
entramado cultural y social del hispanismo mendocino (Rodríguez, G., 2015). Si bien la presencia
de Sepich en Cuyo tenía repercusiones públicas e incidencia en la formación en parte del
estudiantado que lo seguiría como maestro, su círculo de amistades de confianza en la Facultad
parecían reducirse a una fuerte relación con Alberto Falcionelli, maurrasiano exilado en la
posguerra 403 , símbolo del reaccionarismo más extremo en FFyLetras y a un discípulo
recientemente converso, Rubén Calderón Bouchet; sin que la misma se replicara en el grupo de
intelectuales que tuvieron presencia activa en el ICCH y menos aún con los historiadores que
absorbieron las tesis hispanistas de la escuela sevillana (Fares, 2011a).
En ese momento Sepich promovió la organización del Primer Congreso Nacional de
Filosofía con el objetivo de celebrar los diez años de creación de la FFyLetras, los cinco años del
Instituto, inspirándose en lo que fue el cuarto centenario de nacimiento de Francisco Suárez y el
primer centenario de la muerte de Jaime Balmes. Filiando claramente la tradición de la filosofía
cuyana a la línea escolástica, que se expresaba en los tres ejes sobre los que se desarrollaría el
403
Algunos testimonios señalan que Sepich habría intermediado para su arribo a la FFyLetras en 1947, con pasaporte
francés y prontamente habría obtenido la ciudadanía argentina.
304
congreso: persona, educación y comunidad humana, influencia que adquirió durante su última
estadía en España.404 Las tensiones que se generaron en función del perfil nacional “falangista” del
que se lo acusaba, se oponía al influjo peronista que terminó otorgándole el Rector Ireneo Cruz,
secretario general del Comité ejecutivo.405
Si bien Sepich fue desplazado, la línea tomista estaba fuertemente representada por Nicolás
Octavio Derisi, Guido Soaje Ramos, Nimio de Anquín, Jaime María Mahieu, Ismael Quiles,
Hernán Benítez y con la presencia de filósofos y pedagogos españoles como Julián Marías, Ángel
González Álvarez y Ángel Millán Puelles que harían luego escuela en Mendoza. Por otro lado, la
línea vinculada a las corrientes modernas de la filosofía, sobre todo al existencialismo estuvo
representada por Coriolano Alberini, Carlos Astrada, Rodolfo Agoglia, Rodolfo Mondolfo,
Eugenia Pucciarelli y la presencia de conocidos referentes europeos como Jacques Maritain, Jean
Hyppolite Gabriel Marcel, Bertand Russel, Benedetto Crocce, y heideggerianos como Hans
Gadamer y sus críticos Karl Jaspers, y Karl Lowith. Entre los que no asistieron y denunciaron la
obsecuente adhesión “régimen peronista”, se destacó Francisco Romero y Vicente Fatone, aunque
las razones estuvieron en las antípodas de lo que habría sido la inicial simpatía de Sepich por el
peronismo.
Si bien el Congreso evidenció un nivel de discusión que validó la inclusión de los filósofos
argentinos en los debates internacionales, no dejó de traslucir las fracturas políticas que
atravesaban al campo disciplinario, donde se destacó la oposición al peronismo, los diferentes
grados de adhesión al mismo de reconocidos referentes, así como las diversas lecturas e
interpretaciones de Heidegger separaron a los católicos de los existencialistas (Ruvituso, 2015).
Tercera estación: entre Europa y Argentina: la vía alemana para pensar la inclusión de
Latinoamérica en la “modernidad”
404
Crónica Primer Congreso Argentino de Filosofía de la UNCuyo, Mendoza 12 -16 octubre 1948, Boletín Oficial
N°1. Si bien Lértora C., (2010) descarta como improbable esta tesis -sostenida incluso por uno de los primeros
relatores del Congreso al que cita: Brinkmann, 1949, p. 537-, pero admite que en el acto inaugural del Congreso el
discurso del ministro español, leído por el Profesor Ramón C. Lorente, establecía la identidad entre los homenajes a
Suárez en el año 1948 en España y el del Congreso mencionado, destacando la vinculación cultural de la identidad
entre España -léase la España franquista- y la América de habla española, enfrentadas ambas a los "avatares
implacables y rigurosos del positivismo materialista". Además la sexta sesión dedicada a Homenajes incluyó a
Francisco Suárez y la ponencia de Enrique Pita.
405
La presencia y el discurso del ejecutivo nacional sobre “la comunidad organizada” dieron cuenta del interés por
instalar una legitimidad filosófico-doctrinaria a través de la articulación entre universidad y política, que tendría como
corolario la creación de los cursos de formación política y posterior creación de la carrera y la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales (Fares, 2011b).
305
Si bien su tercer estancia europea como agregado cultural en la legación argentina en Berna y
en Roma, parecen acreditarlo como funcionario del peronismo, es posible pensar que su
desplazamiento del Congreso de Filosofía le abrirían márgenes de autonomía para abandonar la
defensa del hispanismo y profundizar sobre los planteos que la filosofía alemana e inicialmente el
existencialismo le abrían al catolicismo. Por aquel entonces, había publicado sus primeros planteos
heideggerianos en relación a la concepción del rol intelectual que debía jugar el filósofo católico,
asumiendo los desafíos de la “modernidad”, pues su misión era llegar a una síntesis original que
pudiera dar respuesta a la conciencia existencial nacida del cristianismo (Sepich, 1946). Para
Sepich el diagnóstico del existencialismo en la percepción de la soledad que embargaba al filósofo
en el mundo “moderno”, era significativo en cuando evidenciaba la conciencia o necesidad de la
“modernidad” por alcanzar lo absoluto, y asignaba a filosofía política la preocupación por arraigar
la dignidad de la persona humana en el mundo. Se activarían nuevamente sus preocupaciones por
“La deshumanización de la vida política”, en la revista Humanidades de la UNLPlata y por la ética
sintetizadas en su Introducción a la Ética publicada por Emecé en 1952, así como por la
profundización de la propuesta heideggeriana a través de una serie de artículos publicados en la
revista tucumana Humanitas, en Dinámica social y en la española Punta Europa.
Su historia de la filosofía dialogaba con autores de la “modernidad”, aunque siempre
interpretados desde la escatología cristiana. Su relato daba cuenta de la crisis de la patrística a partir
del desarrollo de lo que denomina el “antropocentrismo cultural”, producido por el cientificismo de
los siglos XV y XVI, desde donde planteaba las variantes del antropocentrismo en sus diversas
expresiones: la teológica de Lutero, la poética de Goethe, la histórica de Herder, la filosófica de
Kant, para finalmente reivindicar el intento de Hegel y las posibilidades del idealismo en la
búsqueda del misterio del ser; así como la intención de Heidegger de hacerse cargo de la crisis
espiritual de su tiempo, abriendo a través del existencialismo un camino para la búsqueda del ser
como realidad total y unificada. Su crítica al racionalismo por el impacto que tuvo en la pérdida de
la fe y el sentido de trascendencia, le adjudicaban al filósofo la función de revisar los aportes del
positivismo y del idealismo con el propósito de dar respuesta a la nueva conciencia existencial que
reclamaba según él, una conciencia de Dios.
306
A su regreso de Europa a principios de los cincuenta,406 ganó el concurso de profesor titular
de Ética en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación UNLPlata, en la que había
renunciado Astrada, donde permaneció durante el primer quinquenio, otra vez junto a Derisi,407
hasta que, luego de una beca en Friburgo, fue declarado cesante en mayo de 1955, unos meses antes
del triunfo de “la Libertadora”. Pocos datos tenemos aún de esta instancia, más allá de que nos
permite pensar que no se encontraba en el arco antiperonista, al menos hasta que se desata la crisis
de Perón con la Iglesia en 1954.
Volvió entonces a dictar cursos de invierno en la Universidad Central de Madrid, actual
Complutense, y en Santiago de Compostella y Salamanca mientras que en verano pasó largas
estadías en la Universidad de Friburgo, con estrecho contacto con Heribert Boeder, uno de los
discípulos de Martín Heidegger. 408 Además entre 1958 y 1966 se instaló como profesor de
Problemas de Iberoamérica, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Técnica de Berlín,
con alguna que otra estadía en Colonia. 409 En esta larga estancia europea reelaboró su
preocupación por darle centralidad al rol del filósofo, como el intelectual capacitado por
antonomasia para resolver la “crisis de occidente”. Si bien sus primeras publicaciones sobre
Heidegger, entre fines de los cuarenta y principios de los cincuenta,410 revelaban su intento por
pensar que el existencialismo era una posible salida filosófica a la “crisis espiritual”, lejos estaría
en los sesenta de sostener la misma expectativa, encontrando en el idealismo de Hegel una nueva
posibilidad para amalgamar pensamiento cristiano y “modernidad”.411 Además de sus estudios
406
La nueva ausencia de Sepich en la UNCuyo en la primer mitad de los cincuenta abrió espacios para que los
visitantes españoles más tradicionalistas se hicieran cargo del dictado de sus cátedras: Metafísica fue ocupada por
Ángel González Álvarez (1949-1956), y luego por Antonio Millán Puelles, mientras que la de Ética lo sería por Soaje
Ramos (1943-1958).
407
“Las renuncias y exoneraciones de profesores en 1946 modificaron tanto el plantel docente del Profesorado y
Doctorado en Filosofía y Ciencias de la Educación, como también algunas orientaciones de sus cátedras, al incorporar
algunos presbíteros y representantes de la filosofía escolástica a la enseñanza cuando fueron desplazados e ingresaron
un nuevo plantel de filósofos Octavio Nicolás Derisi, Benito Raffo Magnasco, Rodolfo Agoglia y Héctor Augusto
Llambías” (Ruvituso, 2009:96).
408
El apoyo que Heidegger habría dado a nacionalsocialismo durante su Rectorado de la Universidad de Friburgo
(1933 y 1935), desató fuertes controversias no sólo entre sus discípulos, sino a gran parte de las tradiciones filosóficas
que receptaron su pensamiento.
409
Esta estancia europea sólo fue interrumpida brevemente en 1964 para participar en las unas Jornadas Humanísticas
en Mendoza y asistir a una reunión del Concilio Vaticano II.
410
Sepich, J. R., publica en 1947 "Existencialismo e historia"; en 1954 La filosofía de Ser y Tiempo de M. Heidegger,
"Situación de M. Heidegger en la Filosofía", “Ubicación histórica de Martín Heidegger”, La filosofía de Ser y Tiempo
de Martín Heidegger; y en 1957 "El último libro de Heidegger".
411
Sepich distinguía dos grandes corrientes de la filosofía alemana, la de la modernidad encarnada en Lutero, Herder,
Kant, Goethe, y la reacción que ella plantea en Kierkegaard, Nietzsche y el mismo Heidegger, a quien catalogaba como
“el heredero de la crisis occidental que no alcanza a resolver”.
307
sobre la ilustración alemana y Hegel, Sepich en Latinoamérica: madurez o decadencia (1987), no
cesó de interrogarse en esta etapa sobre América Latina y Argentina, visualizadas como la esfinge
sobre la cual debía develar su enigma, -que en el sentido filosófico era parte del enigma del
hombre-, pero que en su sentido histórico era diferente al del europeo.
El sentido y la significación de Latinoamérica será el tema que desarrolló en la Universidad
de Berlín y luego transfirió a la UNCuyo. El registro de las tensiones que embargaban a la historia
latinoamericana y la “búsqueda de una conciencia de unidad latinoamericana”, perdida tras el
impacto de la ideología y el capitalismo europeo -que no sólo desmembró al continente sino que le
hizo perder su conciencia política-; era la tarea utópica a emprender, en el sentido que podía ofrecer
una “nueva forma de humanidad” que reconciliara los opuestos.
No se trataba solamente de la visión decadentista que reivindicaba la edad de oro perdida,
sino que sumaba una visión utópica sustentada en valores patrióticos que reasumían y heredaban la
tradición hispana, y que proyectaban como horizonte de posibilidad la superación de la oposición
entre lo nativo y lo europeo mediante la fuerza creadora del espíritu y de la solidaridad católica.
Sobre estos temas dictó una serie de cursos cuando volvió a Mendoza, y aparecieron publicaciones
como Propedéutica filosófica (1971) y Posición de la Sociología (1974), donde según Pró (1980),
se expresaría finalmente su “filosofía del espíritu”.
De regreso al país en 1967 se insertó como profesor de Pensamiento Moderno en la
Universidad del Salvador, pero al poco tiempo se reinstaló en Mendoza, como profesor de
Metafísica y Gnoseologia, hasta 1978412, año en que realizará su último viaje sin retorno a Europa.
En esa última etapa en la UNCuyo dictó numerosos cursos de historia del pensamiento que
reflejaron sus estaciones: Aristóteles, Kant, Heidegger y Hegel, y en los que de alguna manera
dejaron entrever su proceso interno. Inquieto, sensible, aunque seguro de su proceso interior
–según relata uno de sus discípulos–, Espinosa (1979:25), Sepich tenía un hilado fino que aún
conservaba la causticidad e ironía de sus primero tiempos, pero revelaba su disconformidad con
algo que no estaba resuelto. Si bien era optimista y dedicado a sus alumnos, aunque celoso de los
jóvenes, no se encontraría a gusto en el breve proceso de transformación que se llevó a cabo en la
UNCuyo entre 1973-74, lideradas por el Rector Ing. Roberto Carretero y su Secretario Académico
412
En 1972 durante la gestión de O. Nallim como decano de la FFyLetras, lo nombran profesor Emérito.
308
el filósofo Arturo Roig, en sintonía con la gestión de Jorge Taiana, Ministro de Educación de
Héctor Cámpora; las cuales se vieron prontamente truncadas por la intervención Ivanissevich.413
Menos cómodo se sentiría en el ambiente que se vivía en la FFyL., durante la gestión del
decano Onofre Segovia y la fuerte injerencia que tendría entre el estudiantado las propuestas de los
filósofos “de la liberación” representados por Arturo Andrés Roig, Oswald Ferrari, Carlos Bazán,
Enrique Dussel, Horacio Cerutti Gulberd, Víctor Martín Fiorino, Ezequiel Ander Egg y Mauricio
López entre otros. Algunos de ellos, fueron activos participantes del Simposio de Filosofía
Latinoamericana, realizado en San Miguel de Buenos Aires, en agosto de 1973, donde asistieron
importantes referentes latinoamericanos como Salazar Bondy y Leopoldo Zea. Allí se abrieron
discusiones emblemáticas de lo que luego sería el giro radical de la filosofía latinoamericana. Los
debates se centraron no sólo en la necesidad de “combatir” el eurocentrismo y el colonialismo, sino
en planteos más radicalizados aún. Frente a las propuestas revolucionarias culturales pedagógicas
vinculadas a Paulo Freire y Salazar Bondy, los grupos argentinos y mendocinos plantearon como la
construcción de una Nueva Ética, como práctica transformadora, que superara la tradicional
problemática fenomenológica, existencial e histórica para dar lugar a una praxis filosófica que
tuviera como opción principal la “liberación de los pobres”.414
Sepich había quedado fuera de este escenario. Apenas llegado, en 1968 había formado parte
de una Comisión de docentes de la FFyL encargada de adecuar el espíritu de la
departamentalización y apoliticismo que proponía la Ley 17.245 de 1967, imbuida en el modelo
eficientista del desarrollismo autoritario, diseñado por el Plan Taquini durante el Onganiato, y
reglamentada e implementado en la UNCuyo, durante el Rectorado de Pérez Guilhou. Dicha
comisión había propuesto crear “unidades pedagógicas internas” intrafacultades, con clara
preeminencia de los profesores titulares en la dirección de la enseñanza. Los -por entonces más413
El proyecto de renovación del sistema de enseñanza aprendizaje y de evaluación proponía prácticas pedagógicas
participativas a través del sistema de áreas, articuladas en campos epistemológicos, con diseños de actividades de
docencia, investigación y prestación de servicios. Esta innovación era inscripta en la tradición mendocina por Arturo
A. Roig, quien señaló cómo cada una de las propuestas de reformas pedagógicas implementadas en la provincia desde
fines del siglo XIX, terminaron con la expulsión de sus propulsores. El Plan Carretero-Roig de la UNCuyo, fue el
primero en focalizarse en transformaciones pedagógicas universitarias y tuvo su paralelo en la UNLaPlata con el Plan
Agoglia, ambos truncados. Agoglia había dictado Filosofía de la Historia en la FFyL de la UNCuyo a principios de los
sesenta y probablemente desde entonces data su amistad con Roig. En sus compartidos exilios en Ecuador
implementaron estas ideas en el Departamento de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica (Roig, 1998:99 y
116).
414
Mientras Leopoldo Zea se refería a la Filosofía de la Liberación como un momento más de una historia de larga
duración que comenzaba en las guerras de emancipación, el jesuita Juan Carlos Scannone se refería a este momento
como de ruptura con la civilización occidental y cristiana, a la cual había que reinterpretar (Dussel, 2009: 406 y ss.).
309
jóvenes filósofos Arturo Roig y Enrique Dussel habían cuestionado la departamentalización
desarrollista, no sólo por su aire franquista, sino por sus pretensiones ocultas de incorporar una
universidad despolitizada a un proyecto tecnocrático dependiente. Proponían en cambio, asumir la
dependencia cultural… desde un desarrollo del pensar metódico en su nivel más radical (Roig,
1998: 110) en consonancia con la Teoría de la Dependencia y al calor de la experiencia chilena,
asumiendo
a
organizadas”.
las
unidades
pedagógicas
transformadas
en
“comunidades
educativas
415
Sepich optó por rodearse de una grupo de discípulos que lo acompañarían hasta el final, entre
ellos Norberto Espinosa que lo había seguido por Alemania, Eliana Bianchi de Zizzias que estuvo a
cargo de la transición democrática de la FFyL y María Teresa Lucero, su colaboradora. Frente a la
interpelación latinoamericanista de los jóvenes filósofos de la liberación, no vio más que las
banderas rojas ceñirse como amenazas en el horizonte. Se hizo cargo de las cátedras de los
filósofos expulsados en 1975. Filosofía Medieval estuvo a cargo de Carlos Bazán, con quien
mantuvo una relación muy tensa, y Filosofía Antigua en manos de Arturo Roig, quien siempre
denunció su reaccionarismo. Sin embargo, luego de dos años optó por emprender nuevamente el
camino hacia Europa.
Epilogo: hacia una nueva filosofía integralista
En el homenaje póstumo, Espinosa interpretó una de las última cartas que Sepich le envió desde
Alemania donde manifestaba que lo pasado es ya pasado, mi carrera no es sino pasado, entre mi
pasado y lo que viene hay una fractura. Se trataba no sólo del fin de la filosofía y teología de
occidente: la filosofía del espíritu, sino de su proceso de mutación interno. Ya no era el filósofo y
teólogo hispanista que había llegado a Mendoza a principios de los cuarenta, sino un filósofo que se
había despojado de sus ideas.
La frase que Sepich repetía: -“que no sabía lo doloroso cuan doloroso era arrancarse la piel
uno mismo en vivo-”, daba cuenta según Espinosa (1980) de cómo la experiencia socrática de la
ignorancia y la experiencia cartesiana de la duda, fueron los dispositivos que le permitían
415
En ellas los alumnos compartirían la responsabilidad del proceso de enseñanza aprendizaje, se liberaban de la
estructura de planes de estudio, y hacían posible la movilidad docente. Se integraba docencia, investigación, prestación
de servicios y producción. A través de una labor interdisciplinaria entre afinidades epistemológicas, curriculares y
funcionales, se pretendía montar un sistema más flexible que atendiera a las demandas educativas (Roig, 1998:123).
310
“arrancarse la piel”. Se trataba de la lógica aristotélica que había enseñado en los primeros cursos
de Introducción a la Filosofía en Cuyo. Luego el pensamiento kantiano y heideggeriano, que
algunos de sus discípulos como él tomaron en Madrid y Alemania después de 1955, fueron
revisados por última vez en 1971 en “Sistema de ciencia de Hegel”, última publicación donde
relata el itinerario que lo llevó a comprender la historicidad y temporalidad de la filosofía de la
modernidad.
Hegel sería su última estancia filosófica. No se trataba de la comprensión meramente
evolutiva de la filosofía, que había pretendido conciliar lo “tradicional” con lo “moderno”,
tampoco parecía Sepich haber quedado atrapado en los devaneos idealistas, ni en la restauración
reaccionaria de Hegel. Según Espinosa (1980), se trataba de una “filosofía nueva” que suponía a la
historia del pensamiento como la vida del espíritu, como una emergencia fenomenológica donde a
través del concepto, se hacía asequible el saber. La idea de que el espíritu, la interioridad, la
conciencia y la libertad vencían cualquier barrera externa o interna, sería para Sepich la única vía
de salvación de Occidente, lo que suponía un anclaje individual en esas convicciones esenciales.416
Para Sepich la experiencia de una filosofía individual anunciaba un tiempo nuevo, el tiempo
de la “modernidad”, cuyos ideales arraigaban en la empresa americana, “moderna” por excelencia,
en la defensa de las ideas de espíritu, conciencia, subjetividad, libertad, individualidad y
racionalidad. Dichos valores debían ser los de la Argentina “moderna”. Recuperar a Hegel
significaba recuperar al occidental europeo, greco, romano germánico y cristiano y “cumplir con el
programa de la Ilustración” para salvar a la “modernidad”, para evadir no sólo la superficialidad
del positivismo o la decadencia de la filosofía de la sospecha, y encarar la posibilidad de alcanzar el
saber “absoluto”. Cuestionaba el “atraso argentino”, varado en la mentalidad del siglo XIX, del
racionalismo, el romanticismo y el positivismo, que él mismo había experimentado en sus tránsitos
por las universidades argentinas. También consideraba varada a la Iglesia católica, en una
mentalidad de Iglesia nacional, hija de la española e italiana que persistía en la mezcla entre el
abstractismo de la escolástica, el legalismo y sentimentalismo, encubiertos por una modernización
416
El mismo lo señalaba en el prólogo a la Propedéutica que el motivo de su estudio no era la reacción; ya que los
tiempos habían madurado a pesar de que las instancias del país seguían estacionarias. La filosofía había abandonado
decisiva y definitivamente todo fanatismo, que la convertiría a lo sumo en ideología y buscaría sólo “convicciones”
que no pueden nacer sino desde la intimidad misma de quien reflexiona y con su reflexión hacer resultar el índice de
garantía con que sabe su verdad, que no es otra cosa que su convencimiento o su convicción. El motivo de su estudio –
señalaba- era la necesidad del regreso del espíritu, en el individuo concreto que es cada cual hacia sí mismo, pues él es
el hontanar de su verdad. Conciencia de modernidad es conciencia de tiempo nuevo, en el cual el espíritu se acerca a su
etapa de cabalidad (en: Espinosa, 1980: 19).
311
positivista, psicologista y sociologista. Veía en la Teología de la Liberación una reacción también
abstracta, pero en cambio entendía que la obra del Concilio Vaticano II relevaba el nacimiento del
hombre, como una nueva conciencia del pensamiento cristiano moderno.
Si bien era muy crítico de “sedicentes que alborotan en nuevas pedagogías” invocando “la
necesidad de los tiempos”, tampoco se enmarcaba en la reacción, pues entendía que era necesario
promover otras respuestas, de una filosofía nueva, en la que el hombre/filósofo se encuentra en el
centro. Según Espinosa (1980) “no se subía ni a la tribuna tradicionalista católica, ni a la liberal ni
marxista, ni a la sociológica o psicológica” sino que volvió a la lógica de Hegel, de manera de
formar a sus estudiantes en función del progreso ilustrado del país, bajo una óptica europeizante
con la que América se conecta a través de su pasado.
Para Sepich la filosofía se fundaba en la experiencia de la conciencia real y es allí donde se
resolvía la relación entre filosofía y teología. Según Espinosa se trata finalmente de la filosofía
integrada de Sepich, no como estancias sino como construcción de una “filosofía nueva”, que en
realidad había comenzado a acuñarse en su concepto de filosofía de 1942 como tarea humana, en
1946 volvió como “propedéutica de la vida” y en 1972 como el “regreso del espíritu”. Un
continuum en la búsqueda de ese integralismo que pretendía salir de lo doctrinario para ser una
concepción de la vida como experiencia de la conciencia en sus grados más desarrollados. ¿Se
trataba de una reafirmación de una teología de la conciencia individual, frente al comunitarismo
que planteaba la teología de la liberación? Así como la integración de Latinoamérica al proceso de
“modernización” ¿pretendía ser la nueva forma de contención frente a la radicalización de las
opciones tercermundistas?
Finalmente instalado en Alemania en 1978, se propuso abordar el problema teológico, para
una vez vuelto a su país natal realizar un seminario sobre Argentina. Ambos propósitos quedaron
inconclusos. Falleció un año después de su partida de Mendoza a los 72 años en un hogar de
ancianos de Ravensburgen, donde ejercía como capellán. Nació en Buenos Aires un treinta de
agosto de 1906. Hasta aquí, nuestro recorrido por los sinuosos senderos del integralismo a través de
un emblemático clerc de la filosofía católica.
312
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1961-1962 (primera parte) y de verano de 1962 (segunda parte).
318
Hólver Martínez Borelli, un intelectual en la destrucción del Estado salteño.
Salvador Marinaro (USAL)
Hólver Martínez Borelli es recordado como un poeta metafísico, un artífice de la palabra y en
segunda instancia, como un militante político. Su paso por la Universidad Nacional de Salta
(UNSa) determinó un momento particularmente importante de la historia salteña, con Miguel
Ragone417 en la gobernación y Martínez Borelli en la universidad se suele retratar una de las pocas
situaciones epocales donde se cuestionaban a las élites provinciales.
Sin embargo, su trayectoria intelectual muestra, además, de su compromiso, por ejemplo,
con la teología de la liberación, un vaiven significativo en paralelo a la situación del Estado
provincial. Se observa una forma particular de posicionarse en el campo intelectual de la provincia
en contraste con lo política, las elítes y la militancia, que no se repiten de manera homogénea en los
poetas de su generación. Vista horizontalmente muestra estrategias con elementos considerados
opuestos, que se explican en última instancia con las transformaciones del espacio cultural y del
horizonte político del intelectual en una situación geográficamente segmentada.
El estudio de su trayectoria establece una serie de problemáticas propias del intelectual
regional. Se trata de un intelectual sin obra teórica; un militante montonero que no dejó más
registro de su militancia que una breve mención en una revista publicada a principios de 1976 y las
huellas en la memoria de sus conocidos. Más aún, el mismo campo intelectual regional no puede
ser leído con los términos específicos formulados por Bourdieu, porque hasta avanzada la década
de 1970, no había espacios de visibilidad, puestos universitarios, ni editoriales que autorizaran la
lectura de posicionamientos claramente definidos.
Pero aún así, la formulación de su pensamiento (oral) y su militancia (sobre todo visible a
través de una cierta “gestualidad” política durante su gobierno en la universidad) muestran que la
militancia en el interior fue por caminos distintos a los del centro y capital del país. La
417
Miguel Ragone (25 de Mayo de 1921- 11 de marzo de 1976) fue un médico y político nacido en Tucumán, que se
radicó termpranamente en Salta. Discípulo de Ramón Carrillo, el sanitarista del peronismo, inició su militancia en el
Partido Laborista. A su regreso a Salta, participaría de la resistencia mientras continuaba con su profesión. Fue
gobernador entre el 25 de mayo de 1973 hasta la intervención federal del 24 de noviembre de 1974. Su gobierno fue
asociado tempranamente al grupo de gobernadores de la Tendencia Revolucionaria del peronismo (La Opinión
27/05/1973). El 11 de marzo de 1976 un comando de la policía local lo secuetraría de su consultorio, su cuerpo
nunca fue encontrado.
319
radicalización de Martínez Borelli estará signada por las internas del peronismo local, así como su
primera actuación del Estado por las intervenciones federales a la provincia.
Se observan dos etapas de la trayectoria de Martínez Borelli: una determinada por su capital
social (cultural y político) y la siguiente por las transformaciones del Estado provincial.
Precisamente, hablar de intelectuales y el Estado en Salta, necesariamente significa hacer
algunas aclaraciones sobre el Estado provincial y su relación con las élites locales. Como veremos
más adelante, el rol del intelectual está en vínculo con esas élites, por lo menos hasta avanzada la
década del 1970.
La continuidad de las élites. Familias notables en el Estado provincial
Basta con observar una cronología de los gobernadores e interventores de Salta418 para notar la
continuidad de las élites locales en el Estado provincial: los apellidos se repiten, la conformación
de los gabinetes y el reparto de puestos muestran una particular relación entre lo familiar y la cosa
pública. Balmori, Voss y Wortman (1984) destacaron que las “familias notables” constituían la
cúspide de los sistemas económicos en las situaciones donde ostentaban el poder político, a través
de un análisis que va desde 1750 hasta principios del siglo XX, en el norte de México,
Centro-América y Buenos Aires.
Los autores pudieron observar la conformación de estas élites en vínculo con el comercio o
las proto-industrias locales, que luego serán la base de su capital político. El caso de David Michel
en Salta es paradigmático: inmigrante francés en el norte argentino a mediados del siglo XIX,
comerciante de ganado hacia Chile, se casa con Gabriela Torino de una familia que había llegado a
Salta un siglo antes de la revolución de mayo. El hijo de ambos sería uno de los pioneros de la
industria vitivinícola en los Valles Calchaquíes y en sólo tres generaciones, su familia sería
protagonista del campo político provincial, contando con industrias y el periódico de mayor tirada
en Salta 419 . Precisamente, las élites locales tramarían redes internas, a través de lazos
matrimoniales y vínculos en el interior de los partidos políticos, que posibilitaban su continuidad
en el poder.
418
Es posible considerar que las invetervenciones fueron en muchos casos el re-establecimiento del orden familiar
político en el caso salteño, sobre todo durante en los conflictos intra-partidarios e intra-familiares.
419
El diario El Intransigente sería el diario de mayor tirada hasta la aparición de El Tribuno en 1949.
320
Hay que notar que este fenómeno se da con ciertas transformaciones y diferencias: las
tramas inmigratorias serían distintas como también los lazos que se generarían entre los nuevos
ricos y las apellidos ilustres. En Buenos Aires, el componente comercial sería mucho mayor y las
grandes inmigraciones de fines del siglo XIX generarían una serie de fenómenos que no se dieron
de la misma manera a lo largo de la región o en el interior país420. Si bien podría observarse un
cierto replegamiento de las élites locales en los momentos de crisis, para estos autores, hay un
notorio declive hacia la segundo mitad del siglo XIX, que en última instancia estaría aparejado a la
modernización de la economía y las transformaciones sociales que se había generado a partir de la
inmigración.
En los casos locales, como la provincia de Salta, es posible extender aquella continuidad
hasta la década de 1970 o incluso hasta nuestros días. Caro Figueroa (1970) observó que las
prácticas de la “gente bien” se repetían pese a las transformaciones económicas que había sufrido la
provincia, con el desarrollo de una incipiente industria azucarera421 y vitivinícola. Más aún, se
establecían vínculos con los nuevos ricos que esta había generado.
Sin embargo, la permanencia en el poder no se puede explicar desde una óptica enteramente
económica. En muchos casos, las familias prestigiosas sufrieron un declive económico durante las
primeras décadas del siglo XX, en gran medida provocados por las luchas internas422; tendencia
que se afirmaría aún más con el declive de la figura política de Robustiano Patrón Costas423 a nivel
nacional. Corbacho destacó que las “familias ilustres” debieron recurrir al Estado a medida que sus
herencias se iban enflaqueciendo. Esta relación con el Estado establece una imbricación entre el
capital social de las élites provinciales y el capital político. Consideramos que en la provincia de
Salta este sería una de las particularidades más notorias del ejercicio político y estatal.
Esto explica la continuidad, pese a las transformaciones políticas sucesivas, y delimita la
lógica de posicionamiento dentro del campo. Los vínculos familiares y las largas genealógicas
420
Sobre los efectos que generó la llegada del inmigrante en el pensamiento de las élites porteñas ver el David Viñas
(1971).
421
Afirma Fernanda Justiniano: “los estudios que abordan la realidad salteña durante la etapa de la Argentina
agroexportadora no pueden obviar la influencia de la actividad azucarera en el proceso político provincial”
(Justiniano, 2005: 2). De allí la importancia de la azucar en la política local.
422
La historiadora salteña afirma esto a partir de la lectura de las actas del club 20 de Febrero, donde se solicitaban la
reducción de la cuota societal (Corbacho, 1976)
423
Robustiano Patrón Costas fue un política y empresario salteño, perteneciente a la más encumbrada familia salteña
(Caro Figueroa, 1970).
321
habilitarían la repartición de los cargos y la búsqueda de prestigio de los actores en un momento
específico.
Una investigación de Federico Neiburg (2003) demuestra hasta qué punto es posible pensar
la relación entre capital político y social de las familias notables en el espacio salteño. En el año
1949, un pleito jurídico por la herencia de Abel Michel Torino había desatado una fuerte contienda
política. En efecto, uno de los abogados defensores, Juan Carlos Cornejo Linares, era uno de los
representantes de Partido Peronista, recién fundado en Salta; mientras que David Michel Torino
director del diario El Intransigente, acusado de falsificar una donación que lo beneficiaba, era uno
de los más destacados radicales salteños. Lo que parecía una interna familiar se tradujo a nivel
provincial y nacional como una lucha política. En efecto, los términos que se utilizaban para definir
el pleito, vinculaban peronismo y anti-peronismos junto a la honorabilidad e incluso hombría de
sus actores. En efecto, Neiburg llega a la siguiente conclusión:
“Como sucede con el caso de Salta (...) esos eventos atravesaban el espacio nacional,
envolviendo familias, partidos políticos y provincias, delineando una geografía
diversificada de actores y de públicos, y produciendo, en diferentes escenarios,
contrastes y relaciones entre formas diversas de sentir y de practicar la política en el
ámbito nacional y en el del interior” (Neiburg, 2003:4).
Este ejemplo demuestra hasta qué punto el campo político se definía por la pertenencia familiar y
determinaba las trayectorias en el interior del Estado. En el Diccionario Biográfico de Salteños
publicado en 1980 por Fernando Figueroa, se puede observar esta tendencia a vincular a los
salteños ilustres con determinadas familias, en estrecho vínculo con la actividad política. La misma
categoría de “ilustres” parece difundirse en esta mención exhaustiva del linaje de determinados
actores. Este hecho permite afirmar a Sonia Álvarez y Sebastían Muñoz lo siguiente:
“En general, en las biografía consagratorias de la élite de la época, se señalaba la
importancia de su linaje y sus vínculos con apellidos de la aristocracia local, luego la
relación familiar con algún político o “héroe de la patria” o con funcionarios de alto
rango en el gobierno nacional o provincial, cargos obtenidos y, eventualmente, su
relación con actividades económicas de “prestigio” (Álvarez 2010: 121).
322
Pero el dato biográfico no sólo introduce la cuestión representativa sino también las mismas
posibilidades de acción de los actores.
Como veremos más adelante, la posición de Hólver Martínez Borelli a las élites
provinciales es dificultosa424, pero sin la interacción con ellas mismas no es posible comprender su
llegada a los cargos de las distintas intervenciones. Es necesario remarcar que el capital político se
jugaba en un diálogo con las familias notables y de allí su vínculo con el intelectual. Lo que permite
pensar esta interacción con las élites es la representación social sobre lo que significaba ser “poeta”
o pertenecer una cierta “bohemia” en un momento particular de la historia salteña.
El poeta y el Príncipe
A inicios del siglo XX, no se podía separar la figura del intelectual de su pertenencia a las élites
locales. Juan Carlos Dávalos, virtual “fundador” de la literatura salteña, pertenecía a una familia
entre cuyos antepasados encontraba la hermana de Martín Miguel de Güemes. Este elemento, que
puede parecer propio de una miscelánea, nos permite observar una tendencia en la representación
de los intelectuales salteños, en vínculos con las familias notables, una cierta tradición construida
sobre el dato sanguíneo que acompañaba la mirada localista sobre el hecho literario425.
El caso de Dávalos resulta paradigmático para estudiar la intelectualidad salteña. No sólo
sus escritos suelen ser leídos como el actor fundador de la literatura regional, sino también porque
expone una serie de relaciones del capital social, la oposición Nación/Provincia y las
particularidades de ser poeta en Salta. Dávalos, que había ocupado distintos cargos en el Estado,
sería reivindicado por las generaciones posteriores como el maestro que se ocupó, por primera vez,
de las cosas de su tierra.
Motivado en cierta medida por la figura de Dávalos, el poeta pasaría a ocupar un lugar de
primacía en la representación de la “salteñidad”, sobre todo a través de los discursos sobre el
424
El padre de Hólver había muerto algunos meses antes que él naciera (ver el poema “Padre” en las Obras
Completas (Martínez Borelli, 1988) En los datos necrológicos las referencias de ascendientes suele estar truncada y
no se describe con la exhaustividad como en discursos similares. Tanto el elemento de la ausencia del padre, como la
mínima mención en los discursos laudatorios, permitirían afirmar su posición desfavorecida en el espacio social, de
la cual dependía estrechamente la actividad política.
425
El proyecto literario de Juan Carlos Dávalos se sostuvo en una cierta identificación de las tradiciones locales.
Resulta sorprendete que veinte años más tarde el grupo La Carpa se reivindicaría con un proyecto similar, aunque sus
miembros sean netamente urbanos (Neiburg, 2003).
323
turismo que pretendían señalar a Salta como un espacio de supervivencia de las tradiciones
olvidadas en la capital del país (Álvarez, 2010).
Como expuso Flores Klarik (2010) la construcción de la imagen de lo salteño estuvo
delimitada por las primeras campañas de tipo turístico y construía una oposición entre lo auténtico
y local contra lo artificial proveniente de la metrópoli. A su vez a partir de la década de 1940, Salta
se proyectaría a nivel nacional, en medida acompañando por el despliegue de sus músicos y
letristas, como una “tierra de poetas y cantores”. Navallo Coimbra (2010) observó está
construcción que delimitaba las prácticas artísticas entorno a un determinado sentimiento de
pertenencia a la región. El poeta, en última instancia, se construyó como la auténtica expresión de
lo regional y delimitó su figura como intelectual.
Esto justificaría la poca producción ensayística en Salta y que el acto intelectual, por
excelencia, sea la escritura de poesía. En la mayoría de los textos necrológicos sobre Hólver
Martínez Borelli que se observaron para este trabajo, hay un borramiento de su actividad
intelectual, de su trayectoria en el Estado y más aún de su militancia política en beneficio de su
práctica poética426.
Junto a la figura del poeta como representante de la intelectualidad salteña, aparece otra
institución unida a él: la cantina. El surgimiento de esta institución en la década de '40 es un
elemento que nos permite observar interacción entre el capital político, social e intelectual. Para
Neiburg la aparición de la cantina en la ciudad de Salta se debe a la llegada de nuevos actores
sociales: la clase media dependiente de YPF y la nueva población profesional proveniente de las
universidades de Córdoba y Buenos Aires. La cantina se tradujo en un espacio social de debate,
presentación y actividad literaria que a su vez, repercutiría en la dinámica de las élites:
“[La] poesía acompañaba también la charla, el asado y el vino, pero no en la casa rural
aristocrática, sino en un espacio social nuevo, que apareció entonces en el mundo
urbano de Salta: la cantina, una mezcla de restaurante (era necesario pagar por lo
menos una parte de lo que se consumía), casa de familia (frecuentemente eran padres e
hijos quienes atendían) y club social (eran siempre los mismos pocos lugares donde las
mismas personas sabían que podían encontrarse). Allí esa nueva bohemia literaria de
provincia encontró su público” (Neiburg, 2013: 13)
426
Notar en este sentido la afirmación de Luis Andolfi en el prólogo de 1988: “Hólver Martínez Borelli fue para
ciertas personas un intelectual que escribía poemas y para otras, un poeta “demasiado” intelectual” (Martínez Borelli,
1988: II).
324
Aunque la aparición de la cantina estaba vinculada a un habitus de clase distinta de las familias
notables vinculadas al Estado, que se encontraban más bien en el aristocrático Club 20427, la
cantina rápidamente se constituyó en un espacio de interacción de los nuevos profesionales, los
protagonistas políticos y la intelectualidad. En las entrevistas realizadas, se pudo observar una
presencia importante de este espacio social como lugar de encuentro, debate y presentación de los
nuevos profesionales frente a los viejos representantes partidarios. Los relatos de los poetas de la
generación del '40 y '60 está marcado por este espacio social, donde se desarrollaba los debates
estéticos y políticos, como también el encuentro con los artistas que consideraban maestros. A su
vez, muchos de aquellos relatos contaban con la presencia expectante de una figura partidaria o
algún miembro de las élites, que era también parroquiano de esa misma institución.
Martínez Borelli es recordado como un personaje muy activo en estas cantinas, reconocido
como un “gran conversador” y un hombre “profundamente inteligente” (S. Sylvester, Entrevista
personal, 30 de Agosto de 2013).
Si bien la cantina permite explicar una gran cantidad de fenómenos, como la importancia de
la escritura de poesía en contraposición al ensayo, o la repartición de cargos en el Estado para los
intelectuales, tiene una dificultad enorme: su naturaleza oral. La mayoría de los entrevistados
afirmaron que hubo una cierta transición en el pensamiento de Martínez Borelli visible por sus
modos de argumentar en las reuniones en la cantina -que, además, está determinada por la memoria
posterior construida en torno a Martínez Borelli, como militante y exiliado político. Sin embargo,
es imposible reconocer en virtud de qué debates y posicionamientos se habían realizado.
A continuación veremos la primera trayectoria de Martínez Borelli determinada por este
capital social imbricado en la actividad intelectual.
Iglesia, seminario e intervención militar
La primera trayectoria de Hólver Martínez Borelli debe ser vista por la acumulación de un capital
social que lentamente lo fue posicionando en el interior de las élites políticas. Como se ha visto
antes, difícilmente podemos hablar de capitales sociales, políticos y culturales bien diferenciados.
427
Club instituido en 1858 bajo las órdenes del general Rudencio Alvarado, y en su acta constitutiva se puede leer: “la
creaciónde un centro común de reuniones para la culta sociedad de Salta” (Corbacho, 1976)
325
En efecto, no se puede hablar de un campo intelectual salteño con cierta autonomía428, hasta
principios de los '70, cuando se avanza sobre la planificación de la Universidad Nacional de Salta
que en gran medida dependerá de Holver Martínez Borelli.
La falta de delimitación entre los distintos campos se observa en las palabras de uno de los
entrevistados: “Es necesario pensar que en esa época [se refiere a 1950] una personalidad como
Hólver, que había sido un alumno brillante en [la Universidad Nacional de] Tucumán tenía cierta
visibilidad. Y la única forma en ese entonces de visibilidad era la política” (S. Sylvester, Entrevista
personal, 20 de Agosto de 2013).
Está particularidad se observa en la trayectoria que veremos a continuación y permite
pensar la interacción con los elementos que se han mencionado.
Hólver nació en Salta en 1930. Estudió en el seminario regional de Catamarca y
posteriormente en el seminario Superior. Si bien, abandonaría la carrera sacerdotal, siempre estaría
ligado a la Democracia Cristiana y posteriormente a la teología de la liberación.
La posición de los intelectuales cristianos a mediados de la década de 1950 fue descrita por
Zonca como un momento de cierta ambigüedad, en la cual, los jóvenes intentaban despegarse de la
visión estereotipada, conservadora y tradicionalista de los intelectuales católicos de la década
anterior, sin rechazarlos completamente. Se trataba de una generación a mitad de una transición
identitaria a la espera del concilio vaticano (Zonca, 2006). De allí que los posicionamientos de este
intelectual tenga una transición notoria a lo largo de la década de 1960 y 1970.
Martínez Borelli abandonaría el seminario y en 1954 empezaría la carrera de abogacía en la
Universidad Nacional de Tucumán (U.N.T.). Ese mismo año, participaría de la fundación del
Partido Demócrata Cristiano. Ligado a un momento conflictivo entre Perón y la Iglesia Católica, el
partido supuso la construcción de un frente único con militantes de distinta procedencia cuyas
disparidades sobre la lectura del peronismo se harían evidente después del golpe de 1955429. En
Salta, una provincia con una tradición religiosa muy profunda, su constitución estuvo vinculada
con la asociación de distintos referentes de las élites católicas y de grupos intelectuales como Raúl
Aráoz Anzóategui, uno de los escritores del denominado Grupo La Carpa.
428
Terán menciona que para el caso argentino debe tomarse el concepto de Bourdieu con ciertos recaudos (Téran,
2013). Sarlo y Altamirano destacaron la dificultad de aplicarlo para la Argentina de principios de siglo XX.
429
Como afirma Zonca (2006) luego de la Revolución Libertadora los posicionamientos en el estado de este partido
no serían claros y en muchas ocasiones habría un distanciamiento con las figuras más tradicionales del
nacionalismo que se habían acercado durante su fundación.
326
Luego de haber abandonado el seminario, Martínez Borelli se casó con la hija del teniente
coronel Julio Lobo, quien será en 1956 militar interventor de la provincia de Salta, en el marco del
primer año de la denominada Revolución Libertadora. Su primera actuación política fue durante
breve gobierno de su suegro, como secretario general de la intervención entre los meses octubre de
1955 hasta la salida del gobierno del coronel Lobo en diciembre de 1956.
En esta primera etapa se evidencia la interacción entre familia, política y actividad cultural.
La acumulación de un capital social a través de los vínculos políticos y matrimoniales y por último,
la primera etapa de una trayectoria literaria.
Partido y poesía en la década del '60
Martínez Borelli se recibió de abogado en la U.N.T. en 1961 y continuaría con su actividad
partidaria. Sería candidato a diputado 1963 y al año siguiente candidato a gobernador.
En 1962, durante la intervención federal del dirigente demócrata-cristiano Pedro Felix
Remy Solá430, Martínez Borelli sería nombrado ministro de gobierno, cargo que ocupó hasta el
llamado a la elecciones.
Posteriormente, tendría una actividad como profesor universitario en la sede de U.N.T. en
Salta. A su vez, sería abogado de un firma jurídica propia, entre sus clientes se contaba la Unión de
Obreros de la Construcción de la República Argentina (UOCRA).
Esta es la etapa de mayor actividad intelectual de Martínez Borelli. Sumada a su presencia
de las cantinas, como se había observado, colaboraría en el suplemento literario del diario El
Intransigente. En 1963, aparecería en la antología “Panorama poético de salteño”, publicado por
la Dirección de Turismo de la provincia, a cargo de Raúl Aráoz Anzoátegui. En la presentación del
autor se puede leer lo siguiente: “Martínez Borelli trae a la poesía salteña un hálito desconocido. Su
región no conforma una enunciación de relaciones meramente geográficas y sus preocupaciones
metafísicas tienen su raíz en una sólida formación cultural” (Aráoz Anzóategui, 1963: V).
En efecto, esta preocupación metafísica sería evidente en la publicación de su primer libro
en 1968431 “Víspera del Mar”, cuya edición estuvo a cargo de Manuel J. Castilla432. A los fines de
430
Durante el breve gobierno de José María Guido (29/04/1962 al 12/09/1963) la provincia de Salta pasaría por
cuatro interventores: Coronel Mario Eliseo Cabanillas, General Federico Toranzo de Montero, Julio Antonio
Castellanos y por último Pedro Felix Remy Solá.
431
Existe cierta controversia sobre las publicaciones de Hólver Martínez Borelli. Según una de las necrológicas su
327
una investigación sociológica sobre la trayectoria de un poeta resulta interesante reseñar las
dedicatorias y homenajes que se brindan en ese libro: uno de los primeros poemas – el único de
temática social- estaría dedicado al líder partidario Horacio Sueldo y entre sus páginas se puede
leer una “Elegía a Juan Carlos Dávalos” a quien califica de “padre raigal” (Martínez Borelli,
1988: 20).
La transición política de Martínez Borelli debe ser puesta en relación a la transformación
del campo político posteriormente al derrocamiento de Arturo Illia. Oscar Terán (2012) señaló los
efectos culturales del golpe y la dictadura de Onganía entre los jóvenes de izquierda. La extinción
de ciertos proyectos culturales de la primera mitad de la década de 1960 significó la convicción de
que el único camino era la vía armada.
A su vez, es necesario aumentar las lecturas propias del campo de los intelectuales
católicos. Luego del Concilio Vaticano II había impactado con fuerza entre los jóvenes que
describió Zonca las lecturas de la teología de la Liberación. Precisamente, para uno de lo socios del
estudio jurídico de Martínez Borelli, las lecturas asociadas a esta corriente, marcaron su
pensamiento posterior y su militancia.
Hacia 1972 el Partido Demócrata-Cristiano tendría una escisión debido al acercamiento de
una fracción al Frente Justicialista de Liberación Nacional. Holver Martínez Borelli se inclinaría
por el Partido Popular Cristiano de José Allende y por ende apoyaría la formula camporista. Su
militancia posterior estaría asociada a la creación de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), de
la cual sería el primer interventor-rector.
La Universidad en debate. La militancia montonera ante la intervención federal
En este punto es posible observar un segundo momento de la trayectoria de Martínez Borelli. Su
posicionamiento dentro del campo ya estaba asegurado, con cierta trascendencia intelectual, un
libro publicado bajo el aval de uno de los poetas más reconocidos en la región durante ese momento
y ya era un miembro destacado de su partido. El Partido Popular Cristiano 433 integraría las
primer libro se llamaría “Elegía a un tiempo” y vio la luz en 1963. Sin embargo ese libro no figura en su obra
completa y más aún, no es mencionado por las antologías de la misma época.
432
Manuel J. Castilla (1918- 1980) fue uno de los poetas y letristas más importantes de Salta, miembro del ya
mencionado grupo La Carpa.
433
Sobre la militancia en la Acción Católica de la dirigencia motonera ver Gillespie (2008). En efecto, es posible
observar esta continuidad en los miembros del interior del país.
328
fórmulas del FREJULI a nivel nacional, a nivel local una situación en los congresos partidarios no
formaría en Salta (Marinaro, 2012) con una candidatura formal del frente, pero el Partido Popular
Cristiano apoyaría de hecho a la candidatura de Miguel Ragone, que se presentaba con el Partido
Justicialista. Es posible explicar, la militancia posterior de Martínez Borelli en Montoneros por la
transición del Estado provincial ante envestida que concluyó en la intervención federal en
noviembre de 1974.
Es necesario estudiar con mayor detalle los efectos culturales de la llamada “depuración
ideológica del peronismo” 434 y sobre todo las intervenciones federales durante el año 1974.
Precisamente, la radicalización de Martínez Borelli está aparejada por la pérdida de una vía de
acción a través de la Universidad Nacional de Salta, a medida que los grupos de la derecha
peronista se hacían sentir con fuerza. Efectivamente, su trayectoria está marcada por la apertura de
la Universidad en un momento de profundos cambios sociales, que se verían interrumpidos poco
tiempo después.
En 1972 se oficializa la creación de dieciséis universidades nacionales a lo largo del país,
una de ellas sería UNSa. El decreto ley que le da vida a la nueva universidad fue firmado el 11 de
mayo de 1972 y su primer Delegado-Normalizador sería el Ing. Germán Ovejero, que
principalmente organizó el traspaso de las sedes y carreras que tenía la U.N.T435 en la provincia.
En el estudio de factibilidad se observa una fuerte presencia de docentes de las carreras de
Contabilidad, Geología, Química. Precisamente, esta presencia de carreras denominadas “duras”
hará que a fines de 1974 haya un fuerte debate en torno al estatuto de la UNSa, principalmente
sobre el gobierno de los departamentos.
Germán Ovejero presentaría la renuncia en abril de 1973. Acto seguido, una reunión de los
directores de carrera eligió a Martínez Borelli como rector. Si bien, la Universidad todavía no
contaba con un estatuto, la dirección justicialista (que subiría a la gobernación el mes siguiente)
decidió mantenerlo en su puesto436.
434
Nos referimos al momento político determinado por la emisión del “documento reservado” (ver Franco, 2012) y la
intervención federal a las provincias gobernadas por la Tendencia (Servetto, 2010; Antúnez, 2011).
435
Para ese momento las sedes de la UNT en Salta contaban con un total de 1620 alumnos.
436
Un relato de uno de los entevistados afirma que luego de la elección menciona que Martínez Borelli preguntó a los
representantes del Partido Justicialista de Salta, especialmente a Ragone y Cornejo Linares si estaban de acuerdo con
su elección, a lo que ellos respondieron con gusto (S. Sylvester, Entrevista personal, 20 de Agosto de 2013). Este
evento se explicaría con una suerte de posición ambivalente en el peronismo salteño, pero solventada por su capital
cultural.
329
La situación de la provincia cambiaría pronto. Los movimientos sociales se habían
expandido y Miguel Ragone había llegado a la gobernación. Precisamente, uno de los datos más
importantes del gobierno de Miguel Ragone fue el cuestionamiento a las élites históricas de la
provincia (Antúnez, 2011). El papel de la UNSa durante el rectorado de Martínez Borelli no será
menor. Ragone provenía de la clase media formada en las universidades y a los pocos meses de su
gobierno se lo sindicaría como un representante de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo437.
El año y medio que Martínez Borelli gobernó la universidad fueron de una profunda
actividad y a partir de las purgas partidarias, espacio de un conflicto interno del peronismo. Luego
del traspaso de las cátedras y sedes de la U.N.T., Martínez Borelli firmaría contrato con una serie
de intelectuales y profesores provenientes de distintas provincias para dar clases e investigar en la
U.N.Sa. Uno de ellos sería Rodolfo Kush a cargo de la secretaria de Relaciones Latinoamericanas y
Roberto López Pertierra en los talleres de teatro de la extensión universitaria438.
Paralelamente y fuertemente incentivados por el discurso de Martínez Borelli se brindarían
talleres abiertos a la comunidad como el taller de “Concientización y Educación popular”, que
brindaba Georgina Droz439.
Nora Leonard, una militante de derechos humanos que estudiaba en esos años, ilustra de la
siguiente manera los años su llegada a los alumnos:
“Hólver siempre estaba dispuesto a hablar con nosotros. Por ejemplo me acuerdo de
una propuesta era la de los obreros que estaban construyendo en la UNSA. A muchos
profesores le parecía malo que los obreros comieran con nosotros. A Holver le pareció
fantástico que los obreros también comieran con nosotros. Hólver lo hacía por
convicción” (N. Leonard, Entrevista Personal, 8 de agosto de 2013).
A partir del octubre de 1973 sucedería en Salta, la primera crisis ministerial de Ragone que pondría
en escena el conflicto interno del peronismo local.
437
Si bien el peronismo salteño había surgido asociado al populismo conservador (ver Correa, 2003). Durante los
dieciocho años de proscripción había surgido un partido neo-peronista (el Movimiento Popular Salteño) que había
absorbido una parte considerable de la facción histórica del peronismo. De esta manera, se observaba una incipiente
radicalización en el peronismo local.
438
El rol de Rodolfo Kush en la interna del peronismo salteño no está libre de acusaciones. Algunos testigos lo
sindicaron junto a Casalla en el Grupo Reconquista, versión local de Guardia de Hierro. Efectivamente, fue cesanteado
por Martínez Borelli hacia fines de 1974 (Jorge Rulli, 2013).
439
Militante popular salteña que sería asesinada en la llamada Masacre de Palomitas (6/07/1976).
330
Tres días después de las elecciones que llevarían a Juan Domingo Perón por tercera vez a la
presidencia y en gran medida motivado por el muerte de Rucci se haría público el “documento
reservado”: un comunicado enviado a todos las sedes del Partido Justicialista del país, donde se
mencionaba que se estaba frente a una “guerra contra la subversión” (La Opinión 1/10/1973). Este
documento produjo una verdadera crisis política en la provincia de Salta y la denuncia de los
sectores conservadores de infiltración marxista al gobierno de Ragone (Marinaro, 2012).
Como afirma Marina Franco (2012), la interna del partido peronista determinó el desarrollo
político del año 1973 y en Salta hasta la intervención de 1974. Precisamente, la interna a nivel
universitario sería evidente a partir de marzo de ese año.
El primer conflicto que pondría en relación la interna del peronismo en la Universidad por
la división de las facciones peronistas, sería la propuesta de estructuración departamental.
Precisamente, la formación de una estructura que no fuera el de las facultades haría perder poder en
el interior del gobierno universitario a los grupos de Ciencias Económicas, entre los cuales se
encontraban militantes del Grupo Reconquista 440 , alineado con la derecha peronista. Como
afirman Juan Pascual y Alejandro Ruidrejo:
“Martínez Borelli fue un propulsor de la estructura departamental para la UNSa.. Ello
puede haberse debido a que dicha forma de gobierno sea mas fácil de manejar
políticamente, o por su sesgo ideológico anti-cientificista, o quizás simplemente
porque creyera que era la mejor estructura para una universidad moderna” (Pascual y
Ruidrejo, 2004: 4).
En efecto, el proyecto fue trabado por los directores de las carreras “duras”. Hólver intentaría la
neutralización de los grupos de la derecha peronista en la universidad, con la incorporación de
profesores del resto del país.
Sin embargo, a principios del año 1974, la situación de las provincias cercanas a la
Tendencia estaría en la primera plana. El 19 de enero, un grupo pertenecientes al Ejercito
Revolucionario del Pueblo coparon la guarnición de Azul. Aunque militarmente el operativo fue
un fracaso, las consecuencias no fueron pocas. En primer lugar, el Poder Ejecutivo Nacional
orientó su mirada al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Óscar Bidegain y lo acusó de
440
Se trataba de un grupo vinculado a Guardia de Hierro entre sus miembros se encontraba Pedro González, Armando
Caro Figueroa -que había sido fiscal general en la primera etapa del gobierno de Ragone- Francisco Villada y
Yolanda Acebedo.
331
“tolerancia culposa” a los grupos armados. Al poco tiempo y ante las amenazas de juicio político,
Bidegain renunciaría. Este hecho acompañado con la mención de Córdoba como un “foco
infeccioso”441 no podía significar nada bueno para el resto de las provincias sindicadas con la
Tendencia.
En este entramado y luego de la aprobación de la Ley Orgánica de universidad nacionales,
Martínez Borelli presentaría la renuncia al ministro de Educación Jorge Alberto Taiana, a fines de
marzo de 1974. La secretaria de Prensa de la UNSa afirmaría que se trataba de una “decisión para
facilitar la tarea de reorganización de las universidades” (El Tribuno 28/03/1974).
A los pocos días sería renovado en su cargo como rector-normalizador. En el acto de jura,
se puede observar una cierta formación discursiva442 de los elementos propios de la Tendencia. En
las crónicas de la época se destacan la banderas de la Juventud Universitaria Peronista, la Juventud
Peronista-seccional V (correspondiente a Salta) y también Montoneros (El Tribuno 9/04/1974).
incentivados por el discurso de Martínez Borelli. Efectivamente, afirmó que su objetivo era la
profundización de la universidad popular que había intentado generar -destacando el ingreso de los
mayores de 25 años, aunque no contaran con título universitario. Además aprovechó la situación
para saludar: “desde los obreros de la construcción hasta los estudiantes que hoy ingresan para que
juntos nos comprometamos a rescatar a los sectores más marginados y construir una universidad
que realmente sea de y para el pueblo” (El Tribuno 9/04/1974).
Los diarios destacan que en ese acto uno de los miembros del centro de estudiantes de Ciencias
Económicas tomó la palabra y afirmó “que en adelante dejemos banderas políticas incorporemos a
la universidad al procesos de producción” (El Tribuno 9/04/1974). En efecto, el conflicto dentro de
la UNSa estaba llegando a sus puntos más altos.
Luego de la muerte de Perón y la asunción de María Estela Martínez, la transformación de
la cúpula ministerial significó la completa salida de la Tendencia de los pocos espacios de poder
que ostentaba hasta ese momento (Antunez, 2011). Taiana es reemplazado por Óscar Ivanissevich,
ministro de Educación de educación de Perón en 1948. En los términos de Pérez Lindo su
designación buscaba “depurar las universidades de los elementos de izquierda, cooperar con la
lucha antisubversiva” (Pérez Lindo, 1985: 163).
441
Esta mención se debía a que el gobierno de Córdoba había acordado una suba salarial yendo en contra del proyecto
económico del peronismo, el Pacto Social.
442
El concepto formación discursiva es utilizado por Michel Foucault (1998) para detectar ciertas continuidades
simbólicas de una determinada matriz ideológica.
332
En este momento, el acercamiento a la Tendencia que había mostrado Martínez Borelli
significaba una verdadera pérdida de poder en el gobierno universitario ante los sectores
conservadores que buscaban su deposición. El punto más alto de la envestida de estos sectores
puede ser vista en la publicación de una solicitada en el diario El Tribuno firmada por el profesor
de filosofía Mario Casalla y Yolanda Fernández Acebedo que acusaba al rector-normalizador de
infiltración ideológica:
“Acertadamente ha señalado el general Perón que la paciencia tiene un límite, más allá
del cual nos espera la denuncia y el escarmiento. En lo que a usted se refiere, ese límite
ya ha sido ampliamente traspasado. No conforme con llevar a la UNSa a la situación
académica, ideológica y administrativa en la que hoy se encuentra, se propone ahora, a
través de su equipo oficial de activistas, el amedrentamiento físico y moral contra los
que pudiéramos discrepar con sus desaciertos. Pero no se engañe doctor, no hay en su
torno unanimidad alguna por más que se desespere en autoarrogársela” (El Tribuno
24/11/1974).
La provincia de Salta sería intervenida el 24 de noviembre de 1974 y el 9 de diciembre, la
universidad. El siguiente interventor sería el contador Francisco Villada, miembro del Grupo
Reconquista. Durante su mandato se contaron más de cinco cesantías entre ellas a Georgina Droz.
Entre los dirigentes nombrados por la intervención de Villada, se contaban a los que habían
firmado la solicitada antes transcripta.
Luego de la intervención Hólver Martínez Borelli volvería a su estudio jurídico. Uno de sus
socios comentó que durante el siguiente año fueron inspeccionados en varias oportunidades por la
policía. Finalmente, luego del golpe de Estado de 1976 partió exiliado a París.
La mayoría de los entrevistados afirman que Martínez Borelli se habría acercado a
Montoneros en algún momento de 1974, precisamente, en el momento de mayor envestida de los
sectores conservadores al gobierno provincial. Precisamente es necesario pensar esta transición, no
sólo, a partir de las transformaciones del campo cultural sino también del Estado provincial, con un
gobernante que estaba mostrando una “gestualidad” política cercana a la Tendencia. Precisamente,
la purga ideológica significó la completa radicalización en el caso de Martínez Borelli. Como se
dijo en la introducción su militancia no dejó otra huella que la mención en una revista (de la cual
sólo salió un número) durante los primeros meses de 1976.
333
En efecto, sería recordado por ciertos militantes como uno de los partícipes de las
denuncias en los parlamentos europeos -su conocimiento de más de seis idiomas sería
determinante en este aspecto. Los poemas de esta etapa destacan por su fuerte contenido social
-ninguno de ellos tiene una dedicatoria. Si se nos permite la cita en extensión, transcribiremos uno
de los más representativos:
“Aunque Abel haya resucitado mil veces/ y ya no sea un pastor/ la escena no ha
cambiado en el fondo/ Abel sigue insistiendo en que la tierra/ es la heredad común/ de
frutos y rebaños/ y aunque Dios aparece/ y habla en el soplo del atardecer/ para
vengar al justo/ Caín ya es un hombre decente/sigue cercando campos/ diseñando
fábricas/ y tomando en su nombre/ posesión de la tierra (Holver, 1988: 170).
Evidentemente, hay una cierta imaginería cristiana pero la diferencia con aquellos poemas de
contenido metafórico de su primera etapa es notable. Posteriormente en agosto de 1978, durante
un viaje a Bruselas, tendría un infarto mientras manejaba, precisamente, luego de dar una
conferencia sobre los crímenes a los derechos humanos que se cometían en la Argentina.
Conclusiones
La trayectoria de Hólver Martínez Borelli muestra una serie de particularidades sobre el
intelectual en el interior durante dos décadas marcadas por la militancia política. La relación con
el Estado provincial estaba segmentada por la acumulación de un capital social que habilitaba la
ocupación de los cargos y puestos. Además, se ha observada una institución, la cantina, como
lugar de encuentro con las élites, sede de un debate y de la lectura de poesía.
Es en la segunda etapa de la trayectoria de Hólver Martínez Borelli donde se observan los
efectos culturales de la “depuración ideológica” del peronismo. Efectivamente, la mayoría de los
testimonios afirman que la militancia en Montoneros debía ser buscada a partir de algún
momento de 1974, precisamente, en la situación de mayor debate en el interior de la Universidad.
En efecto, resta investigar cómo fue visto por el resto de la intelectualidad salteña el abordaje al
gobierno de Miguel Ragone. Precisamente, el vínculo entre la depuración y la posterior
intervención marcó la militancia de Martínez Borelli, ante la caída de su gobierno en la UNSa y
pérdida de un espacio político que captara su interés social.
334
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Fuentes consultadas
El Tribuno, (Salta), 1973-1974
La Opinión, (Buenos Aires), 1973-1974
Entrevistas realizadas
Nora Leonard, Entrevista a una militante en derechos humanos. Salta- 8 de Agosto de 2011.
Entrevista personal.
(Estudiante de la UNSa en 1973 y militante en la Asociación Lucrecia Barquet)
Gerardo Bavio, Militancia en Salta, Buenos Aires, 20 de Octubre de 2012. Entrevista personal.
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(Militante de Montoneros. Exiliado político)
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Santiago Sylvester, La UNSA en 1973-1974, Buenos Aires, 20 de Agosto de 2013. Entrevista
personal.
(Secretario personal de Hólver Martínez Borelli).
Teresa Leonardi. Militancia en Salta. Salta. 9 de Mayo de 2012. Entrevista personal.
(Poeta y docente universitaria).
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