Paidós Comunicación / 14
Charles Morris
Fundamentos de la teoría de
los signos
1. M. L. Knapp - La comunicación no verbal: el cuerpo y el entorno
2. M. L. De Fleur y S. J. Ball-Rokeach - Teorías de la comunicación de masas
3. E. H. Gombrich, J. Hochberg, M. Black - Arte, percepción y realidad
4. R. Williams - Cultura. Sociología de la comunicación y del arte
5. T. A. van Dijk - La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinario
6. J. Lyons - Lenguaje, significado y contexto
7. A. J. Greimas - La semiótica del texto: ejercicios prácticos
8. K. K. Reardon - La persuasión en la comunicación. Teoría y contexto
9. A. Mattelart y H. Schmucler -América Latina en la encrucijada telemática
10. P. Pavis - Diccionario del Teatro
11. L. Vilches - La lectura de la imagen
12. A. Kornblit - Semiótica de las relaciones familiares
13. G. Durandin - La mentira en la propaganda política y en la publicidad
14. Ch. Morris - Fundamentos de la teoría de los signos
Ediciones Paidós
Barcelona - Buenos Aires - México
Indice
Titulo original: Foundations of the Theory of Signs
Publicado en inglés como Parte Segunda de Wrítings on the General Theory
of Signs, Mouton, La Haya-París 1971
Traducción de Rafael Grasa
Nota del editor / 9
Prefacio (Charles Morris) / 13
Nota terminológica (Thomas A. Sebeok) / 17
índices confeccionados por Ana Carrascal
Consejo editor: Marcial Murciano, José Manuel Pérez Tornero,
Lorenzo Vilches y Enrique Folch
Fundamentos de la teoría de los signos / 21
Cubierta de Mario Eskenazi
1.
2.
a
1. edición castellana, 1985
© de todas las ediciones en castellano,
Editorial Paidós, SAICF;
Defensa, 599; Buenos Aires, © de esta edición,
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.;
Mariano Cubí, 92; 08021 Barcelona
ISBN: 84-7509-331-0 Depósito legal: B-9.120/1985
Impreso en Huropesa; Recaredo, 2;
Barcelona
Impreso en España - Printed in Spain
Introducción: semiótica y ciencia / 23
Semiosis y semiótica / 27
1. La naturaleza de un signo / 27
2. Dimensiones y niveles de semiosis / 31
3. Lenguaje / 36
3. Sintaxis / 43
1. La concepción formal del lenguaje / 43
2. La estructura lingüística / 48
4. Semántica / 55
- 1. La dimensión semántica de la semiosis / 2. Estructuras
lingüísticas y no lingüísticas / 62
8
5.
Pragmática / 67
1.
2.
3.
6.
7.
Nota del editor
La dimensión pragmática de la semiosis / 67
Factores individuales y sociales en la semiosis / 73
Uso y abuso pragmático de los signos / 79
La unidad de la semiótica / 87
1. Significado / 87
2. Universales y universalidad / 95
3. Interrelación de las ciencias semióticas / 100
Problemas y aplicaciones / 105
1. Unificación de las ciencias semióticas / 105
2. La semiótica como organon de las ciencias / 109
3. Las implicaciones humanísticas de la semiótica / 110
Bibliografía escogida / 113
Indice de nombres / 117
Indice analítico / 119
A estas alturas del siglo XX, Fundamentos de la teoría de los
signos, de 1938, es ya un texto clásico. Por dos razones. Primero,
porque constituye un singular monumento histórico que
compendia el espíritu de su tiempo en los umbrales de una nueva
centuria. Segundo, porque con el paso de los años no ha llegado a
perder ni su lozanía original ni un ápice de su valor intelectual.
Sigue siendo una de las mejores introducciones a la semiótica, si
no la mejor, que pueden utilizarse actualmente. Además, a
diferencia de otras, posee auténtica originalidad.
La difusión de la obra de Morris ha llegado a ser tan enorme
en los últimos cincuenta años que el lector avezado puede tener
ante las páginas que presentamos la sensación de lo dejà vu. Así,
por ejemplo, ante el concepto de semiosis y su discernimiento en
cuatro factores, el vehículo del signo, el designatum, el
interpretante y el intérprete; la división de la semiótica en tres
ramas, sintaxis, semántica y pragmática ; o la teoría semiótica
entendida en una doble vertiente: como disciplina autónoma
ocupada en el estudio de los signos o como instrumento de las
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
10
demás disciplinas científicas, es decir, en su capacidad analítica o
en su competencia metalingüística... Pero en este caso la sensación
de situarnos ante argumentos conocidos no puede bajo ningún
concepto desmerecer la lectura. Estamos ante un texto
auténticamente original y que, con el paso del tiempo, ha
demostrado ser fundador y fundamental. Si lo conocemos, no es
porque haya repetido cosas sabidas : es porque ha tenido la
capacidad de hacer historia.
Morris escribió Foundations of the Theory of Signs como un
artículo extenso para la International Encyclopedia of Unified
Science —a la que se alude constantemente en el texto— y
participa, por tanto, del ideal de unidad de las ciencias que constituía la tesis capital del positivismo lógico. La semiótica se veía
como una disciplina capaz de proporcionar a las ciencias del
hombre una base común: la noción de signo sería para ellas lo que
la noción de átomo era para las ciencias físicas o lo que la célula
era para las biológicas. En este proyecto, Morris es plenamente
partícipe del estilo del empirismo científico, un pensamiento
esencialmente norteamericano en el que se intenta fundir las
tradiciones del pragmatismo filosófico y del empirismo lógico.
Pero más allá del contexto histórico y teórico en que surgen,
los Fundamentos iban a influir profundamente en el desarrollo de
la semiótica norteamericana. Si hubiese que establecer un paralelo
europeo, éste seria Elementos de semiología de Roland Barthes.
Las semejanzas son múltiples: a) ambos intentan sintetizar,
sistematizar y formular operativamente una concepción teórica
capaz de desarrollar la ciencia de los signos; b) los dos son
igualmente deudores de la obra de dos pensadores claves del siglo
XX: Fundamentos, de Charles S. Peirce, y Ele-
11
NOTA DEL EDITOR
mentos, de Ferdinand de Saussure; c) finalmente, las dos obras van
a popularizar y difundir la semiótica (o semiología) hasta extremos
insospechados. La gran diferencia entre una y otra, no obstante, es
que Morris se anticipó casi en treinta años al texto de Barthes. Sin
embargo, la suerte que un texto y otro han tenido en el mundo de
habla hispana ha sido muy desigual, casi inversa a su edad.
Mientras que el escrito de Barthes ha sido objeto de diversas traducciones y múltiples ediciones desde 1971, el de Morris aparece
por primera vez en castellano justamente en esta edición, pasados
ya más de cuarenta años desde el momento de su aparición.
Con esta primera edición castellana de la obra de Morris,
Paidós-Comunicación ha querido rellenar una laguna que
entorpecía el desarrollo de la semiótica en nuestro entorno. Aspira
con ello no sólo a poner al alcance del lector una de las obras
fundadoras de la teoría semiótica, sino a empezar a establecer los
puentes necesarios con una tradición que como la peirceana y la
morriseana no puede de ningún modo seguir ignorándose.
Leer Fundamentos es, a estas alturas del siglo XX, adentrarse
con pie firme en el campo de la semiótica y hacerlo con un estilo
no demasiado habitual pero enormemente prometedor. El texto de
Morris cierra en sí mismo muchos otros textos posibles que están
aún por realizar.
Prefacio *
El presente libro reúne mis principales escritos sobre la teoría
general de los signos: Fundamentos de la teoría de los signos
(publicado por primera vez en 1938, en forma de monografía, en
la International Encyclopedia of Unified Science) y Signos,
lenguaje y conducta (publicado por primera vez en 1946). Incluye
asimismo un capítulo-resumen acerca de los signos procedente de
mi obra Signification and Significance (publicado en 1964), libro
que se ocupaba de la interrelación de mis trabajos sobre la teoría
de los signos y sobre la teoría del valor. Se reproducen además
una serie de artículos a manera de complemento del material
básico.
Mi interés por la teoría de los signos empezó hace cincuenta
años. Ciertos problemas de cálculo con los que topé en un curso
preuniversitario dirigieron mi atención hacia el «significado» de
los símbolos. Y este interés se vio reforzado poco después con mi
* Este Prefacio y la Nota terminológica que le sigue corresponden al
volumen Writings on the General Theory of Signs (Mouton, La Haya y París,
1971), del que el presente libro constituye la parte primera. [E.]
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
14
primer contacto con la terminología de la psicología freudiana. Mi
profesor en esta área me puso al corriente del interés fundamental
de George H. Mead en la naturaleza y función de los símbolos del
lenguaje, lo que me condujo a la Universidad de Chicago para
realizar estudios universitarios bajo la dirección de Mead. Mi tesis
doctoral de 1925, Symbolism and Reality, constituye el resultado
de este contacto. También me ayudó a identificar los contornos de
una teoría general de los signos el libro El significado del
significado, cuyos co-autores son C. K. Ogden y I. A. Richards,
que fue publicado en 1923.*
En los años posteriores a 1925 me sumergí progresivamente en
los trabajos de los filósofos Bertrand Russell, Charles Peirce,
Rudolf Carnap y, en menor medida, Ernst Cassirer. Mantuve
provechosos contactos personales con los lingüistas Edward Sapir,
Manuel Andrade y Leonard Bloomfield (y sólo mucho más tarde
con Roman Jakobson). Tal era el contexto que precedió a la
aparición, en 1938, de Fundamentos de la teoría de los signos.
Puede ser útil mencionar que, a pesar de mi extrema
preocupación por la ciencia en esos tiempos, y a pesar de mi deseo
de conferir a la teoría de los signos una orientación científica, me
hallaba asimismo profundamente interesado en la poesía, música,
pintura, danza y el comportamiento vital (en especial el que
representaban Nietzsche, Dewey y el budismo). Esta constituye
sin duda una razón de importancia para explicar, en escritos
posteriores, mis constantes tentativas por desarrollar una teoría
adecuada para la comprensión de todo tipo de signos y de los usos
de los mismos, y no meramente de los signos científicos.
* Traducción castellana en Ediciones Paidós, Barcelona, 1984.
15
PREFACIO
En la etapa más temprana de mi trabajo con Mead, llegué al
convencimiento de que el hombre es en lo esencial el «animal
simbólico» (para utilizar una expresión de Cassirer), y por tanto de
que el desarrollo de una teoría de los signos sistemática y
exhaustiva constituye un requisito esencial para la comprensión
del hombre. Fue esta convicción, en parte, la que motivó mi
prolongado interés por esta área. El marco que desarrollé parece
todavía viable para tal propósito, por lo que no me he visto
obligado en años recientes a alterar el marco general.
Uno de los méritos de este enfoque es que, a pesar de que
concede a la lingüística el importante lugar que ésta merece, no se
halla limitado a las preocupaciones del lingüista profesional. Por
ello incluye el estudio de los signos animales y, asimismo, los
signos humanos pre-lingüísticos y post-lingüísticos. La percepción
de Thomas A. Sebeok al estimular y organizar los estudios en esta
amplia área es para mí algo profundamente gratificante, por lo que
me complace que mi obra haya sido recogida en esta colección.*
El hecho de que Sebeok fuera en su momento uno de mis
estudiantes lo considero una suerte.
Mi reciente libro The Pragmatic Movement in American
Philosophy ** examina la semiótica pragmática en relación con
los problemas tradicionales de la filosofía.
Charles Peirce se vio a sí mismo meramente como «un
pionero, o mejor, un solitario en el trabajo de despejar y abrir
caminos» de lo que él llamó «semió* El autor se refiere a Approaches to Semiotics, suplemento en forma de libro de la
revista Semiotica, que bajo la dirección de Sebeok publicó los escritos de Morris con el
título de Writings on the General Theory of Signs. [T.]
** George Braziller, Nueva York, 1970.
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
16
tica». Y a pesar de que han transcurrido muchos años, tengo en lo
esencial la misma sensación por lo que hace referencia a mi propia
obra, aunque en la actualidad existen cientos de investigadores en
un campo, como éste, donde no hace mucho tan sólo había un
puñado. Esto reanima mi corazón. La teoría general de los signos,
ciertamente, se ha establecido como un movimiento poderoso e
importante. Importante como disciplina por derecho propio y
también por la luz que arroja sobre el hombre en su calidad de
supremo «animal simbólico».
Nota terminológica
CHARLES MORRIS
Siguiendo el uso habitual inglés, Morris llamó a la ciencia de
los signos semiótica (semiotic). El término estoico fue
reintroducido en 1960 en el discurso filosófico inglés por John
Locke, como rótulo para «doctrina de los signos», una ciencia que
posteriormente ha hecho considerables avances por obra de
Charles Sanders Peirce, a partir de finales de la década de 1860.
Hacia 1897, Peirce usó el término semiótica (semiotic), en el
sentido de Locke, para hablar de la «cuasi-formal, o formal,
doctrina de los signos». El término de Saussure, sémiologie,
etimológicamente afín y por el que entendía «una ciencia que
estudia la vida de los signos...», se encuentra por vez primera en
una nota suya fechada en noviembre de 1894; este término
también ha pasado a ser usado en inglés: valga como ejemplo
concreto el hecho de que los Éléments de sémiologie (1964) de
Roland Barthes se tradujeron al inglés como Elements of
Semiology. Aunque en algunos casos semiótica y semiología se
consideran sinónimos intercambiables, ciertos autores (y sobre
todo, tal vez, Louis Hjelmslev) los diferencian clara y
coherentemente; por otro
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
18
lado, semiología, especialmente en sus equivalentes francés e
italiano, es también el nombre de una bien establecida rama de la
medicina, que en inglés es más frecuente denominar
sintomatología.
Por lo que yo sé, la variante semiótica (semiotics), con su
programada definición para un campo que «de aquí a un tiempo
incluirá el estudio de toda comunicación estructurada en todas y
cada una de sus modalidades», lo introdujo públicamente Margaret Mead, el 19 de mayo de 1962, y apareció en un libro publicado
dos años después. El término semiotics se creó, sin duda alguna,
por analogía a pragmatics (pragmática), syntactics (sintaxis),
semantics (semántica). A partir de ese momento su uso se ha ido
generalizando ampliamente, aunque no de forma universal.
Algunos investigadores continúan considerándolo un barbarismo
superfluo. Pese a ello, he aceptado el término para el título de la
colección Approaches to Semiotics, en que aparece este libro. Por
el contrario, la International Association for Semiotic Studies,
cuando debatió el nombre adecuado para nuestra revista
internacional optó por un título de compromiso, el vocablo latino
Semiotica, evitando así la dificultad de tener que escoger entre las
alternativas mencionadas.
19
NOTA TERMINOLOGICA
las lenguas románicas, como ha mostrado claramente Umberto
Eco para el italiano y podría mostrarse fácilmente para el francés.
Al publicar en la colección que dirijo los clásicos trabajos de
Charles Morris era obviamente impensable alterar su texto en
forma alguna. Puesto que el título de la colección no coincide con
el uso propio de Morris, nos pareció oportuno añadir la presente
nota para clarificar la aparente discrepancia.*
THOMAS A. SEBEOK
El dilema terminológico resulta aún más complejo a causa de
varias circunstancias ulteriores. Así, por ejemplo, Earl W. Count
ha preferido otra variante, semeiotics (semeiótica), y ha
argumentado su elección afirmando que «su ortografía se ajusta
más a la etimología que semiótica (semiotics), y evita la
ambigüedad del prefijo semi-. Semi-otics (Semi-ótica) sería un
absurdo...».
En resumen, existen fuertes predilecciones eruditas al
respecto, que se racionalizan de manera diferente. Lo mismo
sucede en Europa, sobre todo en
Morris usa, obviamente, semiotic, que ha sido traducido siempre como
«semiótica». [T.]
FUNDAMENTOS DE LA TEORÍA
DE LOS SIGNOS *
Nemo autem vereri debet ne
characterum contemplatio nos a
rebus abducat, imo contra ad
intima rerum ducet.
Gottfried Leibniz
* Esta monografía se publicó en 1938 como capítulo 2 del volumen 1 de la
International Encyclopedia of Unified Science (University of Chicago Press). Las
referencias a la «Enciclopedia» que se hacen en el texto aluden, pues, a esa obra.
1. Introducción: semiótica y ciencia
Los hombres son, de entre los animales que usan signos, la
especie predominante. Naturalmente, existen otros animales que
efectivamente responden a determinadas cosas como signos de
algo, pero esos signos no alcanzan la complejidad y elaboración
que encontramos en el habla, la escritura, el arte, los mecanismos
de verificación, la diagnosis médica y los instrumentos de
señalización propios de los humanos. Los signos y la ciencia están
inextricablemente conectados, habida cuenta de que la ciencia,
simultáneamente, ofrece a los hombres signos más fiables y
expresa sus resultados en sistemas de signos. La civilización
humana depende de los signos y de los sistemas de signos, y al
propio tiempo la mente humana es inseparable del funcionamiento
de los signos, si es que, en verdad, la mentalidad misma no debe
identificarse con ese funcionamiento.
Quizá nunca se hayan estudiado tan vigorosamente los signos
por tantas personas y desde tantas perspectivas diferentes como en
la actualidad. Entre la pléyade de investigadores se encuentran
lingüistas, lógicos, filósofos, psicólogos, biólogos, antropólogos,
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
24
psicopatólogos, sociólogos y especialistas en estética. Pese a todo,
no contamos con una estructura teórica simple pero
suficientemente global que permita incorporar los resultados
obtenidos desde las diversas perspectivas y que sea capaz de
ensamblarlas en un todo unificado y coherente. Este estudio
pretende sugerir ese punto de vista unificador a que aludía y
esbozar los contornos de esa ciencia de los signos. Este objetivo
sólo podrá realizarse de forma fragmentaria, en parte a causa de la
limitación de espacio, y en parte a causa del escaso desarrollo de
la propia ciencia, aunque la causa fundamental ha de encontrarse
en la finalidad que un estudio de este tipo pretende conseguir
mediante su inclusión en esta Enciclopedia.
La semiótica tiene un doble vínculo con las ciencias : es una
ciencia más y a la vez un instrumento de las ciencias. La
significación de la semiótica como ciencia estriba en el hecho de
suponer un nuevo paso en la unificación de la ciencia, puesto que
aporta los fundamentos para cualquier ciencia especial de los
signos, como la lingüística, la lógica, la matemática, la retórica y
(al menos parcialmente) la estética. El concepto de signo puede
ser importante en la unificación de las ciencias sociales,
psicológicas y humanísticas en la medida en que éstas difieren de
las ciencias biológicas y físicas. Y puesto que se mostrará que los
objetos de estudio de las ciencias biológicas y físicas en relación a
ciertos procesos funcionales complejos son simplemente signos,
una unificación de las ciencias formales, por un lado, y de las
ciencias sociales, psicológicas y humanísticas, por otro,
proporcionaría material relevante para la unificación de esos dos
grupos de disciplinas con las ciencias biológicas y físicas. Por
consiguiente, la semiótica puede ser pertinente en un programa
para
25
INTRODUCCION: SEMIOTICA Y CIENCIA
la unificación de la ciencia, aunque la naturaleza exacta y el
alcance de su pertinencia todavía han de determinarse.
Pero si la semiótica es una ciencia de igual importancia que las
restantes, que estudia cosas o las propiedades de cosas en tanto en
cuanto su función es servir como signos, también es el
instrumento de la totalidad de las ciencias, puesto que cada ciencia
utiliza y expresa sus resultados por medio de signos. Por
consiguiente, la metaciencia (la ciencia de la ciencia) ha de usar la
semiótica como organon. Ya se señaló en el artículo «Empirismo
científico» (vol. I, n.o 1 de la Enciclopedia) que el estudio de la
ciencia podía incluirse totalmente bajo el epígrafe del estudio del
lenguaje de la ciencia, puesto que el estudio de ese lenguaje
supone no sólo el estudio de su estructura formal sino también su
relación con los objetos designados y con sus usuarios. Desde esta
perspectiva, la totalidad de la Enciclopedia, considerada como un
estudio científico de la ciencia, es un estudio del lenguaje de la
ciencia. Mas, habida cuenta de que nada puede estudiarse sin
signos que denoten los objetos en el campo objeto de estudio, un
examen del lenguaje de la ciencia debe emplear signos que se
refieran a signos, y es la semiótica quien ha de proporcionar los
signos y principios pertinentes para realizar ese estudio. La
semiótica proporciona un lenguaje general aplicable a cualquier
signo o lenguaje especial, y aplicable también al lenguaje de la
ciencia y a los signos específicos que ésta utiliza.
El interés de presentar la semiótica como una ciencia y como
parte de la unificación de la ciencia ha de restringirse aquí al
motivo práctico de llevar el análisis sólo tan lejos y en las
direcciones necesarias para que sirva como herramienta para el
tra-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
26
bajo de la Enciclopedia, es decir, de forma que proporcione un
lenguaje en el que pueda hablarse del lenguaje de la ciencia y, en
esa medida, hacer progresar a este último. Se precisarían otros
estudios para mostrar concretamente los resultados del análisis
sígnico aplicado a ciencias especiales y la significación general
que para la unificación de la ciencia encierra este tipo de análisis.
Pero aun sin una información detallada, para muchas personas
resulta claro que en la actualidad el hombre —incluyendo al
científico— ha de liberarse de la telaraña de palabras en que se ha
envuelto y que el lenguaje —incluyendo el científico— está muy
necesitado de purificación, sistematización y simplificación. El
lenguaje se ha convertido en una torre de Babel; la teoría de los
signos es un instrumento útil para «desbabelizarlo».
2. Semiosis y semiótica
1. La naturaleza de un signo
El proceso en el que algo funciona como signo puede
denominarse semiosis. Comúnmente, en una tradición que se
remonta a los griegos, se ha considerado que este proceso implica
tres (o cuatro) factores : lo que actúa como signo aquello a que el
signo alude, y el efecto que produce en determinado intérprete en
virtud del cual la cosa en cuestión es un signo para él. Estos tres
componentes
de
la
semiosis
pueden
denominarse,
respectivamente, el vehículo sígnico, el designatum, y el
interpretante; el intérprete podría considerarse un cuarto factor.
Estos términos explicitan los factores implícitos en la afirmación
común de que un signo alude a algo para alguien.
Un perro responde con el tipo de conducta (I) que implica la
caza de ardillas (D) a cierto sonido (S); un viajero se prepara para
estar a tono (I) con la región geográfica (D) a que se desplaza en
virtud de la carta (S) que ha recibido de un amigo. En esos casos S
es el vehículo sígnico (y un signo en virtud
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
28
de su funcionamiento), D el designatum, e I el interpretante del
intérprete. La caracterización más eficaz de un signo es la
siguiente: S es un signo de D para I en la medida en que I tome en
consideración D en virtud de la presencia de S. Por tanto, en la
semiosis algo toma en consideración otro algo mediatamente, es
decir, a través de un tercer algo. La semiosis es, en consecuencia,
una consideración mediada. Los mediadores son vehículos
sígnicos ; las consideraciones son interpretantes; los agentes del
proceso son los intérpretes; lo que se toma en consideración son
los designata. Hay que hacer varios comentarios acerca de esta
formulación.
Debería quedar claro que los términos «signo», «designatum»,
«interpretante» e «intérprete» se implican mutuamente, puesto que
sólo son formas de referirse a aspectos del proceso de semiosis.
Los objetos no necesitan ser referidos por signos, pero no hay
designata a menos que se produzca esa referencia; algo es un
signo si, y sólo si, algún intérprete lo considera signo de algo; la
consideración de algo es un interpretante sólo en la medida en que
es evocado por algo que funciona como un signo; un objeto es un
intérprete sólo si, mediatamente, toma en consideración algo. Las
propiedades que conlleva ser un signo, un designatum, un
intérprete o un interpretante son propiedades relacionales que las
cosas asumen al participar en el proceso funcional de semiosis. La
semiótica, por tanto, no se ocupa del estudio de un tipo de objeto
particular, sino del estudio de los objetos ordinarios en la medida
en que (y sólo en la medida en que) participan en la semiosis. La
importancia de este punto quedará aclarada progresivamente.
Los signos que aluden al mismo objeto no necesitan tener los
mismos designata, habida cuenta de
29
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
que lo que se considera en el objeto puede diferir para los diversos
intérpretes. Un signo de un objeto puede simplemente, en un
extremo teórico, dirigir al intérprete del signo sobre el objeto,
mientras que en el otro extremo permitiría al intérprete tomar en
consideración todas las características del objeto en cuestión en
ausencia del propio objeto. Por consiguiente, existe un continuo
sígnico potencial en el que pueden expresarse todos los grados de
semiosis en relación a cada objeto o situación, de forma que la
cuestión de cuál es el designatum de un signo en una situación
cualquiera se convierte en la cuestión de cuáles son las
características del objeto o situación que realmente se toman en
consideración en virtud de la presencia de, solamente, el vehículo
sígnico.
Un signo debe tener un designatum ; y sin embargo,
obviamente, no todo signo refiere en la práctica a un objeto
existente real. Las dificultades que estas afirmaciones parecen
encerrar son sólo aparentes, y no exigen la introducción de un
ámbito metafísico de «subsistencia» para su solución. Habida
cuenta de que «designatum» es un término semiótico, no puede
haber designata sin semiosis, aunque pueden existir objetos sin
que exista semiosis. El designatum de un signo es el tipo de objeto
para el que dicho signo es pertinente, es decir, los objetos junto
con las propiedades que el intérprete considera a partir de la
presencia del vehículo sígnico. Y lo cierto es que esa toma en
consideración puede producirse sin que existan realmente objetos
o situaciones con las características que se consideran. Esto es
cierto incluso en el acto de señalar: alguien puede señalar, con
determinado propósito, sin que señale en realidad nada concreto.
No existe por tanto contradicción alguna en afirmar que todo
signo tiene un designatum pero que no todo signo alude a algo
realmente existente.
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
30
Cuando aquello a que se alude existe realmente como algo
referido al objeto de referencia, hablamos de denotatum. De ello
se sigue que, si bien todo signo tiene un designatum, no todo signo
tiene un denotatum. Un designatum no es una cosa, sino un tipo de
objeto o 'conjunto de objetos, y como es sabido un conjunto puede
contar con muchos miembros, con uno solo o con ninguno. Los
denotata son los miembros del conjunto. Esta distinción permite
explicar por qué se puede buscar en la nevera una manzana
inexistente, o por qué pueden emprenderse preparativos para vivir
en una isla que tal vez nunca ha existido o que hace largo tiempo
que desapareció bajo el mar.
Un último comentario sobre la definición de signo. Habría que
señalar que la teoría general de los signos no necesariamente
obliga a contar con teorías específicas acerca de los procesos que
implica tomar en consideración algo mediante el uso de un signo.
En realidad, es posible tomar la expresión «considerar
mediatamente algo» como el término primitivo y singular para el
desarrollo axiomático de la semiótica. No obstante, la explicación
que se ha dado se presta a un enfoque conductista, perspectiva que
se adoptará a continuación. Sin embargo, esta interpretación de la
definición de signo no es necesaria. La hemos adoptado aquí
porque esa perspectiva, de una forma u otra, se ha extendido
notablemente (aunque no en la formulación del conductismo de
Watson) entre los psicólogos, y también porque muchas de las
dificultades que revela la historia de la semiótica parecen deberse
al hecho de que durante la mayor parte de su historia la semiótica
ha estado vinculada a las psicologías introspectivas y de las
facultades. Desde una perspectiva conductista, considerar D por la
presencia de S supone responder
31
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
a D en virtud de una respuesta a S. Como aclararemos
posteriormente, no es preciso negar las «experiencias privadas»
del proceso de semiosis o de los restantes procesos, pero sí que
debe negarse desde la posición conductista que esas experiencias
tengan una importancia crucial o que su existencia imposibilite o
vuelva incompleto el estudio objetivo de la semiosis (y, por tanto,
del signo, el designatum y el interpretante).
2.
Dimensiones y niveles de semiosis
En términos de los tres correlatos (vehículo sígnico,
designatum, intérprete) de la relación triádica de semiosis, pueden
abstraerse —para convertirse en objeto de estudio— una serie de
relaciones diádicas. Pueden estudiarse las relaciones de los signos
con los objetos a los que son aplicables. Esta relación recibirá el
nombre de dimensión semántica de la semiosis, y la
simbolizaremos con el signo «Dsem»; el estudio de esta dimensión
se denominará semántica. Pero el objeto de estudio también puede
ser la relación de los signos con los intérpretes. En ese caso, la
relación resultante se denominará dimensión pragmática de la
semiosis, y la simbolizaremos como «DP» ; el estudio de esta
dimensión recibirá el nombre de pragmática.
Nos queda todavía una importante relación de los signos que
no hemos considerado: la relación formal de los signos entre sí.
Esta relación no se había incorporado explícitamente, en la
definición de «signo» anteriormente dada, puesto que el uso
habitual parecería no eliminar la posibilidad de aplicar el término
«signo» a algo que no fuera miembro de un sistema de signos;
tales posibilidades venían
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
32
sugeridas por los aspectos sígnicos de la percepción y por los
diferentes y aparentemente aislados mecanismos mnemónicos y
señalizadores. No obstante, la interpretación de estos casos no está
totalmente clara, y es muy difícil asegurar que exista una cosa tal
como un signo aislado. Ciertamente, si no realmente al menos en
potencia, todo signo tiene relaciones con otros signos, puesto que
aquello para la consideración de lo cual el signo prepare al
intérprete sólo puede ser dicho en términos de otros signos. Realmente esta afirmación no tiene por qué ser hecha, pero en
principio siempre resulta posible hacerlo, y cuando se hace el
signo en cuestión entra en relación con otros signos. Puesto que la
mayoría de los signos están claramente relacionados con otros
signos, puesto que muchos casos de aparentes signos aislados
resultan no ser tales una vez sometidos a análisis, y puesto que
todos los signos están en relación, en potencia si no en acto, con
otros signos, parece correcto establecer una tercera dimensión de
la semiosis tan importante como las dos anteriormente
mencionadas. Esta tercera dimensión se denominará dimensión
sintáctica de la semiosis, se simbolizará como «Dsin» y su estudio
recibirá el nombre de sintaxis.
Parece conveniente disponer de términos especiales para
designar ciertas relaciones de signos con signos, de signos con
objetos y de signos con intérpretes. «Implica» se restringirá a Dsin,
«designa» y «denota» a Dsem, y «expresa» a Dp. La palabra
«mesa» implica (pero no designa) «mueble con una superficie
horizontal en la que pueden colocarse objetos», designa cierto tipo
de objeto (un mueble con una superficie horizontal en la que
pueden colocarse objetos), denota los objetos a que puede
aplicarse, y expresa su intérprete. En cualquier caso dado, algunas
de las
33
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
dimensiones pueden difuminarse real o prácticamente : un signo
puede no tener relaciones sintácticas con otros signos, con lo que
su implicación real se vuelve nula; o bien puede tener una
implicación pero, sin embargo, no denotar objeto alguno; o
también tener alguna implicación pero no contar con ningún
intérprete real y por ello carecer de expresión, como sucede con
una palabra en una lengua muerta. Aun en tales casos posibles, los
términos elegidos son útiles para referirse al hecho de que algunas
de las relaciones posibles permanecen irrealizadas.
Es muy importante distinguir entre las relaciones que mantiene
un signo determinado y los signos que se usan al hablar de esas
relaciones ; la total aceptación de esto quizá constituya la
aplicación práctica de carácter general más importante de la
semiótica. El funcionamiento de los signos es, en general, un
medio por el que ciertas existencias toman en consideración otras
existencias mediante una clase intermedia de existencias. Con
todo, si quiere evitarse la mayor de las confusiones es conveniente
distinguir cuidadosamente varios niveles de este proceso. La
semiótica, considerada como ciencia de la semiosis, es tan distinta
de la semiosis como lo es cualquier ciencia de su objeto de
estudio. Si x funciona de manera que y da cuenta de z a través de
x, entonces podemos decir que x es un signo, y que x designa z,
etc.; pero en este caso «signo» y «designa» son signos en un orden
de semiosis más elevado en relación al proceso de semiosis
original y de nivel inferior. Lo que ahora se designa es cierta
relación de x y z, y no z sola; se designa x, se designa z, y se
designa una relación tal que x se convierte en un signo y z en un
designatum. Así pues, la designación puede darse en diversos
niveles, y consecuentemente existen también diversos niveles de
designata; la «designación» revé-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
34
la ser un signo dentro de la semiótica (y específicamente dentro de
la semántica), puesto que es un signo que se usa al referirse a
signos.
La semiótica como ciencia utiliza signos especiales para
establecer determinados hechos acerca de los signos; es un
lenguaje para hablar de signos. La semiótica cuenta con tres ramas
subordinadas, sintáctica, semántica y pragmática, que se ocupan,
respectivamente, de las dimensiones sintáctica, semántica y
pragmática de la semiosis. Cada una de estas ciencias
subordinadas tendrá que contar con sus propios términos
especiales; si consideramos los que hemos utilizado
anteriormente, «implica» resulta ser un término sintáctico,
«designa» y «denota» términos semánticos y «expresa» un
término pragmático. Mas, habida cuenta de que las diversas
dimensiones son sólo aspectos de un proceso unitario, existirán
ciertas relaciones entre los términos en las diferentes ramas y será
menester contar con signos diferenciados para caracterizar esas
relaciones y a su vez el proceso de semiosis como un todo.
«Signo» es un término estrictamente semiótico, que no puede
definirse de forma aislada ni en la sintaxis, ni en la semántica, ni
en la pragmática; sólo podrá decirse que todos los términos que se
utilicen en estas disciplinas serán términos semióticos si se utiliza
«semiótica» en su acepción más amplia.
Se puede intentar sistematizar la totalidad de términos y
proposiciones que tratan de los signos. En principio, la semiótica
podría presentarse como un sistema deductivo, con términos no
definidos y afirmaciones primitivas que permitan deducir nuevas
afirmaciones como teoremas. Pero si bien esa es la forma de
presentación a la que la ciencia aspira, y pese al hecho de que la
semiótica se ocupe exclusivamente de relaciones la hace
peculiarmente apropiada
35
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
para el tratamiento a partir de la nueva lógica de relaciones, no es
aconsejable ni posible ensayar ese tipo de exposición en el
presente trabajo. Si bien es cierto que es mucho lo conseguido en
el análisis general de las relaciones sígnicas por los formalistas,
los empiristas y los pragmáticos, también lo es que los resultados
obtenidos parecen no ser más que una pequeña parte de lo que
sería lícito esperar; la sistematización preliminar en sus diversos
campos apenas ha comenzado. Por ello, y por el carácter introductorio de esta monografía, no me ha parecido aconsejable
intentar una formalización de la semiótica que vaya mucho más
allá del status actual del tema, que además podría oscurecer el
papel que la semiótica puede desempeñar en la construcción de
una ciencia unificada.
Un desarrollo semejante sigue siendo, empero, el objetivo
deseado. Cuando se logre contaremos con lo que podría
denominarse una semiótica pura, con sus respectivas ramas: una
sintáctica pura, una semántica pura y una pragmática pura. Se
elaboraría entonces en forma sistemática el metalenguaje en cuyos
términos podría discutirse cualquier situación sígnica. La
aplicación de ese lenguaje a aspectos concretos de los signos
podría así denominarse semiótica descriptiva (o bien sintaxis,
semántica, o pragmática, según convenga al caso). En este sentido,
la presente Enciclopedia, en la medida en que se ocupa del
lenguaje de la ciencia, constituye un caso particular especialmente
importante de semiótica descriptiva ; el tratamiento de la
estructura de ese lenguaje entra dentro de la sintaxis descriptiva, el
tratamiento de la relación de ese lenguaje con las situaciones existenciales entraría en el terreno de la semántica descriptiva, y la
consideración de la relación de ese lenguaje con sus creadores y
usuarios supondría un
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
36
ejemplo de pragmática descriptiva. La Enciclopedia globalmente
considerada, desde la perspectiva expresada en este trabajo,
formaría parte de la semiótica pura y descriptiva.
3. Lenguaje
Lo que hemos dicho hasta el momento puede aplicarse a todos
los signos, simples o complejos. Por tanto, es también aplicable a
los lenguajes en tanto que éstos constituyen un tipo particular de
sistema sígnico. El término «lenguaje», como la mayoría de
términos que tienen que ver con signos, es ambiguo, puesto que su
caracterización puede hacerse en función de diferentes
dimensiones. Así, el formalista tenderá a considerar cualquier
sistema axiomático como un lenguaje, sin preocuparse de si existe
algo que aquél denote, o sin considerar si el sistema se usa
realmente por algún grupo de intérpretes; el empirista tenderá a
enfatizar la necesidad de la relación de los signos con los objetos
que éstos denotan y cuyas propiedades consignan fielmente; el
pragmático, a su vez, tenderá a considerar un lenguaje como un
tipo de actividad comunicativa, social en su origen y naturaleza,
mediante la cual los miembros de un grupo social pueden
satisfacer de forma más adecuada sus necesidades comunes e
individuales. La ventaja de este análisis tridimensional es que la
validez de todos estos puntos de vista puede admitirse como tal,
habida cuenta de que aluden a tres aspectos de un mismo y solo
fenómeno; si es menester puede indicarse el tipo de consideración
(y por consiguiente de abstracción) mediante «Lsin», «Lsem», «Lp».
Ya hemos señalado anteriormente que un signo puede no denotar
objeto real alguno (es decir, que puede
37
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
no tener denotatum), o que puede no contar con intérprete real. De
forma semejante, pueden existir lenguajes, considerados como un
tipo de complejo sígnico, que en un momento dado no se apliquen
a nada, y que cuenten con un único intérprete o incluso que
carezcan de él, de la misma forma que un edificio desocupado
puede denominarse casa. Sin embargo, no es posible disponer de
un lenguaje si el conjunto de signos carece de dimensión
sintáctica, puesto que no es habitual denominar lenguaje a un
único signo. Incluso este caso resulta ser instructivo, puesto que
en términos de la opinión anteriormente expresada (a saber, que
potencialmente todo signo tiene relaciones sintácticas con aquellos
signos que afirmarían su designatum, es decir, el tipo de situación
a que es aplicable) incluso un signo aislado es potencialmente un
signo lingüístico. También podría decirse que un signo aislado
tiene ciertas relaciones consigo mismo, y por tanto una dimensión
sintáctica, o bien que el hecho de que tenga una dimensión
sintáctica nula es únicamente un caso especial de tener una
dimensión sintáctica. Estas posibilidades son importantes para
mostrar el grado de independencia de las diversas dimensiones y,
consecuentemente, de Lsin, Lsem, y Lp. Muestran también que no
existe separación absoluta entre signos individuales, signos
frásicos y lenguajes, un punto que Peirce recalcó especialmente.
Un lenguaje, por tanto, como sistema de signos
interconectados, tiene una estructura sintáctica de tal clase que de
entre sus combinaciones permisibles de signos algunas pueden
funcionar como afirmaciones, y como vehículos sígnicos de tal
tipo que pueden ser comunes a una serie de intérpretes. Los rasgos
sintácticos, semánticos y pragmáticos de esta caracterización del
lenguaje se clarificarán más cuan-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
38
do consideremos las respectivas ramas de la semiótica. También
quedará claro que de la misma manera que un signo individual se
caracteriza completamente mediante su relación con los restantes
signos, con los objetos y con sus usuarios, un lenguaje se caracteriza completamente a su vez cuando se enumeran las reglas (que
posteriormente llamaremos sintácticas, semánticas y pragmáticas)
que gobiernan los vehículos sígnicos. Por el momento habría que
señalar que la presente caracterización del lenguaje es estrictamente semiótica, lo que supone aludir a las tres dimensiones
anteriormente citadas; se evitarían muchas confusiones si se
aceptara que la palabra «lenguaje» se usa a menudo para designar
determinado aspecto de lo que es el lenguaje en su sentido completo. La siguiente y simple fórmula, L = Lsi + Lsem + + LP, ayuda a
clarificar la situación. Los lenguajes pueden tener varios grados de
riqueza en la complejidad de su estructura, en la gama de cosas
que designan, y en los propósitos para los que resultan idóneos.
Así, lenguajes naturales como el inglés, el francés, el alemán, etc.,
son en este sentido los lenguajes más ricos y por ello han sido
llamados lenguajes universales, puesto que en ellos puede
representarse no importa qué. Y sin embargo, esta misma riqueza
puede convertirse en una desventaja para la realización de
determinados propósitos. En los lenguajes universales resulta a
menudo muy difícil saber dentro de qué dimensión cierto signo
funciona de forma predominante, y los diversos niveles de
referencia simbólica no están claramente indicados. Estos
lenguajes resultan por tanto ambiguos y producen contradicciones
explícitas, hecho que en algunos casos (¡aunque no en todos !) es
desventajoso. Por otro lado, los mismos recursos que coadyuvan a
la claridad científica pueden debilitar las potencialidades
necesarias
39
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
para el uso estético de los signos, y viceversa. Habida cuenta de
estas consideraciones, no es extraño ni sorprendente que los
hombres hayan desarrollado ciertos lenguajes especiales y
restringidos para lograr mejor y más fácilmente determinados
propósitos : la matemática y la lógica formal para presentar la
estructura sintáctica; la ciencia empírica para conseguir una mejor
descripción y predicción de los procesos naturales; las bellas artes
y las artes aplicadas para indicar y controlar lo que los hombres
han apreciado. El lenguaje cotidiano carece especialmente de
recursos para hablar del lenguaje, de ahí que competa a la
semiótica proporcionar un lenguaje que cumpla esa exigencia.
Para lograr sus propios objetivos, estos lenguajes especiales
pueden enfatizar algunas de las dimensiones del funcionamiento
de los signos en detrimento de otras; pese a todo, las otras
dimensiones raramente estarán totalmente ausentes, de forma que
esos lenguajes pueden considerarse casos especiales dentro de la
caracterización global, en términos semióticos, del lenguaje que
hemos sugerido.
No resulta difícil explicar el origen general de los sistemas de
signos interconectados. Los vehículos sígnicos, en tanto que
existencias naturales, participan de la vinculación de los procesos
extraorgánicos e intraorgánicos. Las palabras cantadas y habladas
son, literalmente, partes de respuestas orgánicas, mientras que la
escritura, la pintura, la música y las señales son productos de
conducta inmediatos. Cuando se trata de signos que proceden de
materiales que no son la conducta o los productos de la conducta,
como sucede con los factores sígnicos en la percepción, los signos
se interconectan precisamente porque los vehículos sígnicos están
interconectados. El trueno se convierte en un signo del rayo y el
rayo
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
40
en un signo de peligro precisamente porque trueno, rayo y peligro
están interconectados de forma específica. Si w espera x en
presencia de y, y z en presencia de x, la interconexión de ambas
expectativas hace que sea muy natural para w esperar z en
presencia de y: de la interconexión de sucesos por un lado, y de la
interconexión de acciones, por otro, resulta que los signos se
hallan interconectados y que el lenguaje emerge como un sistema
de signos. Que la estructura sintáctica del lenguaje es, en general,
una función tanto de sucesos objetivos como de la conducta, y no
de uno de ellos por separado, constituye una tesis que puede
denominarse control dual de la estructura lingüística. Esta tesis se
elaborará posteriormente, pero debería ser ya evidente que proporciona una forma de evitar los extremos, tanto del
convencionalismo como del empirismo tradicional, al dar cuenta
de la estructura lingüística. Habida cuenta de las razones
expuestas, los conjuntos de signos tienden a convertirse en
sistemas de signos; esto es verdadero para los signos perceptuales,
para los gestos, los tonos musicales, para la pintura, así como para
el habla y la escritura. En algunos casos la sistematización es
relativamente imprecisa y variable y puede incluir subsistemas de
diversos grados de organización e interconexión; en otros, es
relativamente cerrada y estable, como sucede con los lenguajes
científicos y matemáticos. Dadas tales estructuras sígnicas, es
posible someterlas a un análisis tridimensional, investigando su
estructura, su relación con lo que denotan y sus relaciones con los
intérpretes. Esto se hará en términos generales, ocupándonos
sucesivamente de la sintaxis, la semántica y la pragmática del
lenguaje, pero teniendo siempre presente la relación de cada
dimensión, y por tanto de cada campo de la semiótica, con los
restantes.
41
SEMIOSIS Y SEMIOTICA
Posteriormente, después de haber utilizado las abstracciones que
este tratamiento supone, subrayaremos específicamente la unidad
de la semiótica.
3. Sintaxis
1. La concepción formal del lenguaje
La sintaxis, considerada como el estudio de las relaciones
sintácticas de los signos entre sí haciendo; abstracción de las
relaciones de los signos con los objetos o con los intérpretes, es la
más desarrollada de todas las ramas de la semiótica. Una gran
parte del trabajo realizado en la lingüística propiamente dicha ha
partido precisamente de esta perspectiva, aunque a menudo
inconscientemente y con múltiples confusiones. Los lógicos se
ocuparon de la inferencia desde el principio, y ello, si bien se ha
entrelazado históricamente con muchas otras consideraciones,
supone estudiar las relaciones existentes entre ciertas
combinaciones de signos dentro de un lenguaje. Especialmente
importante fue la temprana presentación que los griegos hicieron
de la matemática en forma de sistema deductivo o axiomático; ello
ha supuesto que los hombres hayan prestado siempre atención a la
estructura de un sistema de signos sólidamente trabados, de
manera que se obtenían todos los restantes conjuntos de signos al
operar sobre
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
44
ciertos conjuntos iniciales. Estos sistemas formales constituían un
material cuya consideración hacía inevitable el desarrollo de la
sintaxis. Fue Leibniz el matemático que, uniendo consideraciones
lingüísticas, lógicas y matemáticas, llegó a concebir un mecanismo formal general (speciosa generalis) que incluía el
mecanismo característico general (ars characteristica),
esencialmente una teoría y un mecanismo o técnica que permitía
formar signos de manera que todas las consecuencias de las
correspondientes «ideas» pudieran extraerse considerando los
signos por sí solos, y un mecanismo combinatorio general (ars
combinatoria), o cálculo general que proporcionaba un método
formal de aplicación universal para extraer las consecuencias de
los signos. Esta unificación y generalización del método y forma
matemáticos ha sido notablemente ampliado desde los tiempos de
Leibniz por la lógica simbólica a partir de los esfuerzos de Boole,
Frege, Peano, Peirce, Russell, Whitehead y otros, mientras que la
teoría de esas relaciones sintácticas ha experimentado su
desarrollo contemporáneo más elaborado en la sintaxis lógica de
Carnap. Considerando los objetivos que nos mueven, no será
preciso mencionar más que los aspectos más genéricos de esta
perspectiva, sobre todo porque Carnap se ocupa de este tema en
las secciones 1 y 3 del volumen I de esta misma Enciclopedia.
La sintaxis lógica omite deliberadameate lo que se han
denominado aquí dimensiones semántica y pragmática de la
semiosis para concentrarse en la estructura lógico-gramatical del
lenguaje, es decir, en la dimensión sintáctica de la semiosis. En
este tipo de consideración un «lenguaje» (o sea, un Lsin) se
transforma en un conjunto cualquiera de cosas relacionadas en
función de dos tipos de reglas: las
45
SINTAXIS
reglas de formación, que determinan las combinaciones
independientes y permisibles de los elementos del conjunto (esas
combinaciones reciben el nombre de oraciones); y las reglas de
transformación, que determinan las oraciones que pueden
obtenerse a partir de otras oraciones. Ambas reglas pueden
agruparse bajo el calificativo común de «regla sintáctica». La
sintaxis, por consiguiente, es la consideración de signos y de
combinaciones sígnicas en la medida en que unos y otras están
sujetos a reglas sintácticas. La sintaxis no se interesa por las
propiedades individuales de los vehículos sígnicos o por
cualesquiera de sus relaciones exceptuando las sintácticas, es decir, las relaciones determinadas por las reglas sintácticas.
Una vez investigados desde esta perspectiva, los lenguajes han
resultado ser inesperadamente complejos y la perspectiva de
estudio inesperadamente fructífera. Se han podido caracterizar
con precisión oraciones primitivas, analíticas, contradictorias y
sintéticas, así como la demostración y la derivación. Sin huir del
punto de vista formal, ha resultado posible distinguir entre signos
lógicos y descriptivos, definir signos sinónimos y oraciones
equipolentes, caracterizar el contenido de una oración, ocuparse
de las paradojas lógicas, clasificar cierto tipo de expresiones y
clarificar las expresiones modales de necesidad, posibilidad e
imposibilidad. Estos y muchos otros resultados han sido
parcialmente sistematizados en la forma de un lenguaje, y la
mayoría de los términos de la sintaxis lógica pueden definirse a
partir de la noción de consecuencia. El resultado es que en la
actualidad se cuenta con un lenguaje más preciso para hablar de la
dimensión formal de los lenguajes del que nunca antes haya
existido. La sintaxis lógica ha ofrecido resultados de alto interés
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
46
intrínseco y ha proporcionado un poderoso instrumento analítico;
un instrumento que se usará profusamente en el análisis del
lenguaje de la ciencia en esta Enciclopedia.
Sin embargo, lo que nos interesa en este momento es sólo la
relación de la sintaxis lógica con la semiótica. Obviamente esta
relación entra dentro del terreno de la sintaxis; en realidad, ella ha
sugerido el propio nombre de ésta. Todos los resultados obtenidos
por la sintaxis lógica son asimilables por la sintaxis (en tanto que
parte de la semiótica). Por añadidura, constituirá sin duda la parte
más desarrollada de la sintaxis y, por consiguiente, de la
semiótica. Puede aportar mucho, en su espíritu y en su método, a
la semántica y a la pragmática, y existen ya pruebas de la
actuación de esa influencia en los mencionados campos.
Muchos de sus resultados específicos tienen análogos en las
restantes ramas de la semiótica. Utilizaremos, a título de ejemplo,
el término «oración objetual» [thing-sentence] para designar
cualquier oración cuyo designatum no incluya signos ; una oración
de ese tipo se ocupa de cosas y puede ser estudiada por la
semiótica. Según ese uso ninguna de las oraciones de los lenguajes
semióticos es una oración objetual. Pues bien, Carnap ha puesto
de relieve el hecho de que muchas oraciones que aparentemente
tienen forma objetual, y que por tanto se ocupan de objetos que no
son signos, una vez sometidas a análisis revelan ser oraciones
pseudo-objetuales que han de interpretarse como declaraciones
sintácticas acerca del lenguaje. Y en analogía con esas oraciones
cuasi-sintácticas existen las correspondientes oraciones cuasisemánticas y cuasi-pragmáticas que parecen ser oraciones
objetuales pero que han de interpretarse en términos de la relación
de los signos con
47
SINTAXIS
los designata o de la relación de los signos con los intérpretes.
En ciertos aspectos la sintaxis es más fácil de desarrollar que
sus campos coordinados, puesto que de alguna manera es más
fácil, especialmente cuando se trata de signos escritos, estudiar las
relaciones de los signos entre sí tal y como están determinados por
ciertas reglas que caracterizar las situaciones existenciales en las
que se emplean ciertos signos, o bien que caracterizar lo que
sucede en un intérprete cuando funciona un signo. De ahí que el
aislamiento de ciertas distinciones mediante la investigación sintáctica proporcione un indicio para buscar sus análogos en las
investigaciones semánticas y pragmáticas.
A pesar, por tanto, de la importancia que se concede a la
sintaxis lógica, ésta no puede considerarse equivalente a la
sintaxis globalmente enfocada, puesto que (como muestra el
término «oración») ha limitado su investigación de la estructura
sintáctica al tipo de combinaciones de signos predominante en la
ciencia, a saber, aquellas combinaciones que desde una
perspectiva semántica se denominan afirmaciones, o bien a
aquellas combinaciones que se usan en la transformación de esas
combinaciones. Así, por ejemplo, de acuerdo con el uso de
Carnap, las órdenes no son oraciones, y muchos fragmentos poéticos no serían oraciones. Por consiguiente, el término «oración» no
es un término que en su uso por Carnap se aplique a cualquier
combinación de signos independiente que sea autorizada por las
reglas de formación de un lenguaje, pese a que la sintaxis deba
ocuparse (en su acepción más amplia) de todas esas combinaciones. Existen, pues, problemas sintácticos en los ámbitos de los
signos perceptuales, en los signos estéticos, en el uso práctico de
los signos, y en el de
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
48
la lingüística general que no han sido considerados dentro de la
estructura de lo que actualmente se considera sintaxis lógica y que
sin embargo forman parte de la sintaxis tal y como ésta se concibe
en el presente trabajo.
2. La estructura lingüística
A continuación vamos a considerar más detalladamente la
estructura lingüística, acudiendo a la semántica y a la pragmática
cuando éstas puedan contribuir a clarificar la dimensión sintáctica
de la semiosis.
Dada una pluralidad de signos usados por el mismo intérprete,
existe siempre la posibilidad de que se produzcan ciertas
relaciones sintácticas entre los signos. Si existen dos signos S1 y
S2 usados de manera que S1 (por ejemplo, «animal») se aplique a
cualquier objeto al que se aplique S2 (por ejemplo, «hombre»),
pero no a la inversa, es obvio que en virtud de este uso la semiosis
implícita en el funcionamiento de S1 está incluida en la de S2; un
intérprete responderá a un objeto denotado por «hombre» con las
respuestas que daría a un objeto denotado por «animal», pero por
añadidura existen ciertas respuestas que no se darían para
cualquier animal al que no fuera aplicable «hombre» y que
tampoco se darían para un animal al que pudieran aplicarse otros
términos (como «ameba»). De esta forma los términos establecen
relaciones entre sí en función de las relaciones entre las respuestas
de las que los vehículos sígnicos constituyen una parte, y estos
modos de uso constituyen el marco pragmático de las reglas de
formación y transformación. La estructura sintáctica de un
lenguaje es la interrelación de signos
49
SINTAXIS
provocada por la interrelación de respuestas de las que los
vehículos sígnicos son productos o partes. El formalista sustituye
esas respuestas por sus formulaciones en signos ; cuando empieza
con un conjunto arbitrario de reglas, lo que está haciendo es
estipular la interrelación de respuestas que los posibles intérpretes
han de tener antes de que pueda decirse que están usando el
lenguaje en cuestión.
En la medida en que un solo signo (por ejemplo, un acto
concreto de señalar) puede denotar únicamente un solo objeto,
éste tiene el status de un índice ; puede denotar una pluralidad de
cosas (como en el caso del término «hombre»), y por ello puede
combinarse de diversas formas con signos que explican o
restringen el alcance de su aplicación; si puede denotar cualquier
cosa (como ocurre con el término «algo»), entonces tiene
relaciones con cualquier signo, y tiene implicación universal, o lo
que es lo mismo, está implicado por cualquier signo dentro del
lenguaje. Estos tres tipos de signos pueden denominarse,
respectivamente, signos indéxicos, signos caracterizadores y
signos universales.
Los signos pueden diferir, por tanto, según el grado con que
determinan expectativas concretas. Decir «algo está siendo
aludido» no produce expectativas concretas, no permite tomar en
consideración aquello que está siendo aludido o a lo que nos
referimos; usar «animal» sin posteriores especificaciones despierta
ciertos conjuntos de respuesta, pero no están suficientemente
particularizados como para ocuparse adecuadamente de un animal
específico; supone una mejora en la situación utilizar «hombre»,
como resulta evidente en el contraste entre saber que se aproxima
un animal o que se aproxima un hombre; finalmente, el uso de
«este» en una situación real con la ayuda suplementaria de una
orientación
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
50
corporal centra la conducta en un objeto específico pero
proporciona un mínimo de expectativas respecto del carácter de lo
que se denota. Los signos universales pueden tener cierta
importancia puesto que posibilitan el hablar en general de los
designata de signos sin tener que especificar el signo o designatum; la dificultad que plantea intentar evitar términos como
«objeto», «entidad» y «algo», muestra el valor que estos términos
tienen para determinados propósitos. Sin embargo, resulta más
importante la combinación de signos indéxicos y de
caracterización (como en «este caballo corre»), puesto que esa
combinación ofrece la definición de la referencia del signo
indéxico más la determinación de la expectativa implicada en el
signo caracterizador. Son precisamente las formas complejas de
esas combinaciones las que se consideran formalmente en las
oraciones de los sistemas lógicos y matemáticos, y a las que
(semánticamente consideradas) se aplican los predicados de
verdad y falsedad. La importancia del asunto se refleja en el hecho
de que todos los sistemas formales muestran una diferenciación de
dos tipos de signos correspondientes a los signos indéxicos y a los
signos caracterizadores. Por otro lado, el hecho de que la
determinación de la expectativa pueda incrementarse con el uso de
signos adicionales se refleja en el hecho de que las estructuras
lingüísticas proporcionan una armazón que posibilita diversos
grados de especificación y que aclara las relaciones sígnicas presentes.
Para usar los términos sugeridos por M. J. Andrade, podría
decirse que toda oración contiene un signo dominante y ciertos
especificadores y que cada uno de ambos términos es relativo al
otro, puesto que un signo dominante con respecto a ciertos
especificadores puede ser un especificador en relación a otro
51
SINTAXIS
signo dominante más general; así, por ejemplo, «blanco» puede
hacer que la referencia a caballos sea más específica, mientras que
«caballo» puede ser un especificador si lo comparamos con
«animal». Dado que una adecuada-consideración-de-algo exige
que se indique tanto su colocación como sus propiedades (relevantes), y puesto que el grado pertinente de especificación se
obtiene mediante una combinación de signos caracterizadores, una
oración susceptible de ser verdadera y falsa implica signos
indéxicos, un signo caracterizador dominante con posibles especificadores de caracterización, y algunos signos que muestren la
relación dé los signos caracterizadores e indéxicos entre sí y con
respecto a los elementos de su propia clase. La fórmula general de
una oración de ese tipo sería la síguiente:
Signo dominante caracterizador [especificadores de
caracterización (signos indéxicos)]
En una oración como «Ese caballo blanco corre lentamente»,
pronunciada en una situación real y acompañada de gestos
indéxicos, «corre» puede considerarse el signo dominante y
«lentamente» como un especificador de caracterización que
especifica a «corre»; de forma similar, «caballo» especifica las
diversas posibilidades de «corre lentamente», «blanco» amplía
aún más la especificación, y «ese», en combinación con el gesto
indéxico, opera como signo indéxico para situar el objeto al que se
aplica el signo dominante de acuerdo con lo especificado. Las
condiciones de enunciación mostrarían que «caballo» o cualquier
otro signo ha de considerarse el signo dominante, puesto que las
consideraciones pragmáticas determinan que lo sea realmente. El
signo dominante puede incluso ser más general que cualquiera de
los
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
52
que se han mencionado: puede tratarse de un signo para mostrar
que lo que sigue es una aseveración o una creencia que se sostiene
con cierto grado de convicción. Entonces, en lugar de utilizar el
signo indéxico en una situación real, pueden usarse signos caracterizadores para informar al oyente sobre cómo facilitar el
signo indéxico: «Encuentre el caballo que...; se trata de ese caballo
a que nos hemos referido» ; o bien : «Elija cualquier caballo ;
entonces ese caballo...». En el caso de que se aluda a un conjunto
de objetos, la referencia puede dirigirse a la totalidad del conjunto,
a una parte, a algún miembro o miembros concretos; términos
como «todos», «algunos», «tres», junto a signos y descripciones
indéxicas, cumplen esta función de señalar a cuál de los posibles
denotata de un signo caracterizador se alude. No es preciso que
haya un solo signo indéxico ; en oraciones como «A da B a C»,
nos encontramos con tres correlatos de la relación triádica que han
de ser especificados por los signos indéxicos, se usen solos o en
conexión con otros recursos.
El signo «a» en la oración «A da B a C» nos permite subrayar
una importante cuestión: para tener combinaciones de signos
inteligibles es necesario tener signos especiales dentro del
lenguaje en cuestión para indicar la relación de los otros signos, y
tales signos, al formar parte del lenguaje en cuestión, han de
distinguirse de aquellos signos que designan esas relaciones en el
lenguaje de la sintaxis. Así, en el ejemplo castellano de las líneas
anteriores, la «e» en «corre», el «mente» en «lentamente», la
posición de «ese» y de «blanco» con respecto a la posición de
«caballo», las posiciones de «A» y «B» antes y después del signo
dominante «da», la posición de «a» antes de «C», son todas ellas
indicaciones de cómo unos signos especifican a otros o de cómo
se rela-
53
SINTAXIS
cionan, o bien de qué signo indéxico denota tal correlato de la
relación, o bien de qué signos son signos indéxicos y de cuáles son
signos caracterizadores. Las pausas, la entonación, el énfasis
contribuyen a realizar esas funciones en el lenguaje hablado; los
signos de puntuación, los acentos, los paréntesis, la cursiva, el
cuerpo o tamaño de las letras, etc., son ayudas semejantes en las
lenguas escritas e impresas. Estos signos realizan, dentro de un
lenguaje, una función primordialmente pragmática, pero el
término «paréntesis» y sus implicaciones se dan en el
metalenguaje. No debe confundirse el metalenguaje con el
lenguaje al que alude, e incluso dentro del lenguaje hay que
distinguir entre aquellos signos cuyos designata se encuentran
fuera del lenguaje y aquellos signos que señalan la relación de
otros signos.
Todas las distinciones que hemos admitido como implicadas
en el funcionamiento del lenguaje en él sentido semiótico
completo, se reflejan en los rasgos del lenguaje que la sintaxis ha
estudiado hasta el momento. La sintaxis admite la existencia de
clases de signos, como constantes individuales y variables, y
constantes y variables predicativas, que constituyen los correlatos
formales de los diversos tipos de signos indéxicos y
caracterizadores; los operadores corresponden a especificadores
de clase ; los puntos, paréntesis y corchetes son recursos existentes
en el lenguaje para indicar ciertas relaciones entre signos;
términos como «oración», «consecuencia» y «analítico» son
términos sintácticos para designar ciertos tipos de combinaciones
de signos y de relaciones entre signos; las funciones oracionales (o
«preposicionales») corresponden a combinaciones de signos que
carecen de ciertos especificadores indéxicos necesarios para
oraciones completas («proposiciones»); las reglas de formación y
de transformación correspon-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
54
den a la forma en que los signos se combinan o se derivan los
unos de los otros por parte de los posibles o reales usuarios del
lenguaje. De esta forma, los lenguajes formalizados estudiados en
la lógica y la matemática contemporáneas revelan claramente su
condición de estructura formal de los lenguajes reales y posibles
del tipo usado al hacer afirmaciones acerca de cosas u objetos;
reflejan paso a paso los rasgos significantes del lenguaje en su uso
real. La deliberada omisión por los formalistas de otros rasgos del
lenguaje, así como de las formas en que cambia el lenguaje,
supone una ayuda para aislar un objeto de particular interés: la
estructura lingüística. El lógico formal se diferencia del gramático
sólo por su mayor interés en los tipos de oraciones y de reglas de
transformación que operan en el lenguaje de la ciencia. El interés
del lógico debe complementarse con el interés característico del
gramático, así como con la atención que ha de prestarse a las
combinaciones y transformaciones de signos en campos diferentes
del de la ciencia, pues de otra forma la totalidad del dominio de la
sintaxis no se exploraría de la manera adecuada.
4. Semántica
1. La dimensión semántica de la semiosis
La semántica se ocupa de la relación de los signos con sus
designata y, por ello, con los objetos que pueden denotar o que, de
hecho, denotan. Como sucede con las restantes disciplinas que se
ocupan de los signos, puede hacerse una distinción entre sus
aspectos puros y descriptivos: la semántica pura proporciona los
términos y la teoría necesarios para hablar de la dimensión
semántica de la semiosis, mientras que la semántica descriptiva se
interesa por aspectos reales de esa dimensión. El último tipo de
consideración ha precedido históricamente al primero. Durante
siglos los lingüistas se han interesado por el estudio de las
condiciones en que se emplean unas palabras concretas, los
especialistas en gramática filosófica han intentado encontrar los
correlatos en la naturaleza de las estructuras lingüísticas así como
la diferenciación de las partes del habla, mientras que los
empiristas (dentro de la tradición filosófica) han estudiado en
términos más generales las condiciones en las que puede afirmarse
que un signo
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
56
tiene un denotatum (a menudo para mostrar que los términos de
sus contrincantes metafísicos no cumplían esas condiciones). Por
otro lado, las polémicas y discusiones acerca del término «verdad»
siempre han conllevado la cuestión de la relación de los signos
con las cosas. Pues bien, pese a todo lo dicho, pese a la antigüedad
histórica de los ejemplos enumerados, se ha avanzado
relativamente poco en la vía de la experimentación controlada o
en la de la elaboración de un lenguaje idóneo para hablar de esta
dimensión. El enfoque experimental que han posibilitado los
conductistas ofrece grandes esperanzas de que sea posible
determinar las condiciones reales bajo las que se emplean ciertos
signos ; el desarrollo del lenguaje de la semántica ha sido
potenciado por recientes discusiones acerca de la relación de las
estructuras lingüísticas formales con sus «interpretaciones», por
intentos (como los de Carnap y Reichenbach) de formular con
mayor agudeza la doctrina del empirismo, y también por los
esfuerzos de los lógicos polacos (en especial los de Tarski)
destinados a definir formalmente y de manera sistemática ciertos
términos de importancia cardinal dentro de la semántica. No
obstante, la semántica todavía no ha alcanzado una claridad y una
sistematización comparables a las de ciertas partes de la sintaxis.
Si se somete a consideración, la cosa no resulta ser
sorprendente puesto que un desarrollo riguroso de la semántica
presupone una sintaxis con un desarrollo relativamente alto.
Hablar de la relación de los signos con los objetos "que designan
presupone, con objeto de referirse por separado a los signos y a los
objetos, el lenguaje de la sintaxis y el lenguaje objetual. Esta
dependencia respecto de la sintaxis es particularmente evidente al
ocuparse de lenguajes, puesto que en este caso una teoría de la
estruc-
57
SEMANTICA
tura lingüística formal resulta indispensable. Por ejemplo, la
cuestión constantemente recurrente de si la estructura del lenguaje
es la estructura de la naturaleza no puede tratarse apropiadamente
hasta que se clarifiquen los términos «estructura» y «estructura de
un lenguaje»; ciertamente, el carácter insatisfactorio del
tratamiento histórico de estas cuestiones se debe en parte a la falta
de esa clarificación preliminar, que en la actualidad ha
proporcionado la sintaxis.
Una combinación de signos como «"Fido" designa A» es un
ejemplo de una oración en el lenguaje de la semántica. Aquí
«Fido» denota 'Fido' (es decir, el signo o el vehículo sígnico y no
un objeto no lingüístico), mientras que «A» es un signo indéxico
de algún objeto (podría ser la palabra «esto» usada junto con algún
gesto direccional): «Fido», por tanto, es un término en el
metalenguaje que denota el signo 'Fido' en el lenguaje objeto; «A»
es un término presente en el lenguaje objetual que denota una
cosa. «Designa» es un término semántico, puesto que es un signo
carácterizador que designa una relación entre un signo y un objeto.
La semántica presupone la sintaxis, pero prescinde de la
pragmática; ya se ocupe de signos simples o bien de signos
complejos (como la totalidad de un sistema matemático), la
semántica se limita a la dimensión semántica de la semiosis.
Cuando consideramos esta dimensión semántica, la adición
más importante que debe hacerse a lo anteriormente expuesto
estriba en el término «regla semántica». A diferencia de las reglas
de formación y de transformación, que se ocupan de ciertas combinaciones de signos y de sus relaciones, «regla semántica»
designa (dentro de la semiótica) una regla que determina en qué
condiciones un signo es aplicable a un objeto o situación; tales
reglas establecen
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
58
correlaciones entre signos y situaciones denotables mediante
signos. Un signo denota aquello que (de acuerdo a las
condiciones) se afirma en una regla semántica, mientras que la
regla en sí establece las condiciones de designación y determina el
designatum (la clase o tipo de denotata). La importancia de tales
reglas ha sido subrayada por Reichenbach mediante definiciones
de coordinación, y por Adjukiewicz al hablar de reglas empíricas
de significado; este último insiste en que estas reglas son
imprescindibles para caracterizar de forma única un lenguaje,
puesto que podría suceder que, con reglas semánticas diferentes,
dos personas compartieran la misma estructura lingüística formal
y que a pesar de ello fueran incapaces de entenderse. Por tanto,
además de las reglas sintácticas, la caracterización de un lenguaje
requiere el establecimiento de las reglas semánticas que gobiernan
los vehículos sígnicos por separado y en combinación (luego
mostraremos que la caracterización semiótica total de un lenguaje
exige también que se expliciten lo que denominaremos reglas
pragmáticas).
Las reglas para el uso de los vehículos sígnicos no se formulan
ordinariamente por los usuarios de un lenguaje, o bien se formulan
sólo parcialmente; son más hábitos de conducta que otra cosa, de
manera que sólo se dan realmente ciertas combinaciones de
signos, sólo ciertas combinaciones se derivan de otras y, por
último, sólo ciertos signos se aplican a ciertas situaciones. La
formulación explícita de las reglas de un lenguaje dado requiere
un nivel de simbolización superior y es una tarea propia de la semiótica descriptiva; así, sería realmente difícil formular, por
ejemplo, las reglas de uso del castellano, como puede
comprobarse al intentar formular las condiciones de uso de las
palabras «este» y «ese». Por
59
SEMANTICA
consiguiente, es natural que la atención se haya centrado
principalmente en fragmentos de los lenguajes ordinarios y en los
lenguajes deliberadamente construidos.
Un signo tiene una dimensión semántica en la medida en que
existen reglas semánticas (que estén o no formuladas es
irrelevante) que determinan su aplicabilidad a ciertas situaciones
bajo determinadas condiciones. Si su uso se afirma en términos de
otros signos, la fórmula general es la siguiente : El vehículo
sígnico «x» designa las condiciones a, b, c... bajo las que es
aplicable. La afirmación de estas condiciones constituye la regla
semántica para «x». Cuando cualquier objeto o situación satisface
las condiciones requeridas, se considera denotado por «x». El
propio vehículo sígnico es simplemente un objeto, y su denotación
de otros objetos se basa únicamente en el hecho de que existen
reglas de uso que correlacionan los dos conjuntos de objetos.
La regla semántica para un signo indéxico, por ejemplo el
señalar, es bien simple: el signo designa en cualquier momento
aquello que se señala. En general, un signo indéxico designa
aquello hacia lo que dirige la atención. Un signo indéxico no
caracteriza lo que denota (excepto para indicar aproximadamente
las coordenadas espacio-temporales) y no ha de ser similar a lo
que denota. Un signo caracterizador sí que caracteriza lo que
puede denotar. Un signo de este tipo puede lograr ese resultado
mostrando en sí mismo las propiedades que un objeto debe tener
para ser denotado por él, y en este caso el signo caracterizador es
un icono; caso de no suceder así, el signo caracterizador puede
denominarse un símbolo. Una fotografía, un mapa estelar, un
modelo, un diagrama químico son iconos, mientras que la palabra
«fotografía», los nombres de las estrellas y los elementos
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
60
químicos son símbolos. Un «concepto» puede considerarse una
regla semántica que determina el uso de los signos
caracterizadores. La regla semántica para el uso de iconos
establece que éstos denotan aquellos objetos que tienen las
características que ellos mismos poseen, o, más comúnmente,
cierto conjunto especificado de sus características. La regla
semántica para el uso de símbolos debe expresarse en términos de
otros símbolos cuyas reglas o usos no se cuestionan, o bien
señalando objetos específicos que sirven como modelos (y por
tanto como iconos), de forma que el símbolo en cuestión se
emplea para denotar objetos similares a los modelos. Lo que
posibilita (para usar la expresión de Carnap) la reducción de un
término científico a otro tipo de términos (o, mejor, la
construcción de un término a partir de otros) y por tanto la
sistematización del lenguaje de la ciencia es el hecho de que la
regla semántica de uso propia de un símbolo puede expresarse en
términos de otros símbolos. De ahí que los signos indéxicos resulten indispensables (puesto que en última instancia los símbolos
implican iconos, y los iconos, a su vez, índices), y de ahí que un
programa de sistematización como el propuesto por el fisicalismo
se vea obligado a terminar el proceso de reducción aceptando
ciertos signos como términos primitivos cuyas reglas semánticas
de uso, al determinar su aplicabilidad a las cosas indicadas por los
índices, han de darse por sentadas aunque, dentro de una
sistematización particular, no pueden ser expresadas.
La regla semántica para el uso de una oración significa
referirse a las reglas semánticas de los vehículos sígnicos que la
componen. Una oración es un signo complejo a los efectos de que
el designatum del componente indéxico es también un designatum
del componente que es un signo caracterizador. El de-
61
SEMANTICA
signatum de una oración es por consiguiente el designatum de un
signo indéxico en tanto que designatum de un signo
caracterizador; así pues, cuando la situación se adapta a la regla
semántica de una oración, la situación es un denotatum de esa
oración (y puede decirse que la oración es verdadera respecto de
esa situación).
La diferencia entre índices, iconos y símbolos (siendo como
son las oraciones combinaciones de otros signos) se expresa por
los diferentes tipos de reglas semánticas. Las cosas pueden
considerarse como designata de los signos indéxicos, las propiedades como los designata de signos caracterizadores de una
posición, las relaciones como los designata de signos
caracterizadores de dos (o más) posiciones, los hechos o el estado
de la cuestión como designata de oraciones, y las entidades o seres
como designata de todos los signos.
Puesto que un signo puede tener una regla de uso para
determinar lo que puede denotar sin que se use realmente, han de
existir signos que en realidad no denoten nada o que tengan una
denotación nula. Ya hemos señalado anteriormente que la misma
noción de signo implica la de designatum, pero no que deban
existir realmente objetos que sean denotados. El designatum de un
signo no es nada más que las cosas que el signo puede denotar, es
decir, aquellos objetos o situaciones que de acuerdo a la regla semántica de uso estarían correlacionadas al vehículo sígnico
mediante la relación semántica de denotación. Ahora parece claro,
aunque antes no podía serlo, que la afirmación de lo que
constituiría un designatum de cierto signo debe emplear ella
misma términos con relaciones sintácticas, puesto que la regla
semántica de uso expresa lo que significa él signo en cuestión al
usar el signo en relación a otros
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
62
signos. «Designatum» es un término claramente semiótico,
mientras que la cuestión de si existen objetos de tal y tal tipo es
una cuestión que exige para su respuesta consideraciones que van
más allá de la semiótica. La incapacidad de mantener separadas
las afirmaciones de la semiótica de las oraciones objetuales ha
originado muchas oraciones pseudo-objetuales. Decir que existe
un «ámbito de subsistencia» además de —pero parejo con— el
ámbito de existencias, puesto que «cuando pensamos hemos de
pensar en algo», es una afirmación cuasi-semántica: parece hablar
del mundo de la misma forma en que lo hace la física, pero en
realidad la afirmación es una forma ambigua de una oración
semántica, a saber, la oración que diría que para cada signo que
pueda denotar algo puede formularse una regla semántica de uso
que expresará las condiciones en las que el signo es aplicable. Esta
afirmación, analíticamente correcta dentro de la semántica, no
implica en ningún sentido que existan objetos denotados por cada
signo de ese tipo, es decir, objetos que sean «subsistenciales»
cuando no existenciales.
2.
Estructuras lingüísticas y no lingüísticas
Una de las teorías más persistentes y con mayor solera es
aquella que afirma que los lenguajes reflejan (se corresponden,
son un reflejo, son isomórficos con) la esfera de los objetos no
lingüísticos. En la tradición clásica era habitual sostener que ese
reflejo era triple: el pensamiento reflejaba las propiedades de los
objetos; y el lenguaje hablado, compuesto de sonidos a los que la
mente había dado una función representativa, reflejaba a
63
SEMANTICA
su vez los tipos y relaciones de fenómenos mentales y, por tanto,
el ámbito de los objetos no mentales.
No hace falta decir que una tradición tan persistente como
ésta, más allá de la doctrina en cuestión, debe tener algo digno de
elogiar: sin embargo, es significativo que esta tradición se haya
debilitado progresivamente y que incluso haya sido repudiada por
algunos de sus paladines anteriormente má enérgicos. ¿Qué luz
puede arrojar la perspectiva semiótica general a esta situación? Al
intentar responder a esta pregunta se verá que el núcleo de la
cuestión estriba en el hecho de que la única correlación relevante
que existe entre los signos y los otros objetos es la que establecen
las reglas semánticas.
Parece plausible que los excesos y dificultades del intento de
encontrar una correlación semántica completa entre los signos
lingüísticos y los restantes objetos residan en negligir o en
simplificar excesivamente las dimensiones sintáctica y pragmática
de la semiosis. Ya hemos señalado que la misma posibilidad del
lenguaje requiere que existan algunos signos especiales para
indicar las relaciones sintácticas de los demás signos en el
lenguaje. Constituyen ejemplos de tales signos las pausas, las
entonaciones, el orden en que aparecen los signos, las
preposiciones, los afijos, sufijos, etc. Esos signos funcionan
predominantemente en las dimensiones sintáctica y pragmática; en
la medida en que tienen una dimensión semántica, denotan
vehículos sígnicos y no objetos no lingüísticos. No hay que negar
que tales signos contribuyen a establecer algún tipo de
isomorfismo entre los signos restantes y los objetos no lingüísticos, debido a que tal isomorfismo sería mucho más complicado
que la relación de un modelo respecto de aquello de lo que es
modelo. Las relaciones espaciales de los signos no
corresponderían a relaciones es-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
64
pacíales entre cosas, pero podría existir un vínculo de correlación
tal que para cada relación espacial entre signos se produjera otra
relación entre los objetos denotados por los signos. Tales
posibilidades están abiertas a la investigación y deberían
explorarse específicamente; si no se cumplen para todos los signos, bien pueden darse para algunos de ellos, a saber, para
aquellos que tienen reglas semánticas que los correlacionan con
situaciones no lingüísticas. No obstante, los defensores del
isomorfismo no han mostrado que esto suceda, o que deba suceder
si el lenguaje ha de ser posible.
El carácter poco convincente de la teoría general aumenta si se
consideran signos como «todo», «algunos», «el», «no», «punto en
el infinito», «—1». Los tres primeros términos indican qué parte
de la clase determinada por algún signo caracterizador ha de
tomarse en consideración. El término «no» es primariamente de
importancia práctica, puesto que permite aludir a algo diferente de
lo que se alude concretamente sin especificar qué sea eso otro.
Una vez clarificado semánticamente, la importancia práctica del
término es obvia, pero no es teóricamente necesario en un
lenguaje, ni, ciertamente, es preciso invocar la existencia de
ningún «hecho negativo» existencial que se corresponda con él.
Los términos matemáticos mencionados se consideran
normalmente como signos que se añaden al lenguaje para que
ciertas operaciones, que de otro modo serían imposibles en ciertos
casos, sean siempre posibles, y para que ciertas fórmulas, que de
otro modo requerirían cualificación, puedan ser expresadas en su
mayor generalidad. Existen también muchos signos en un lenguaje
ordinario que indican la reacción del usuario de los signos con
respecto de la situación que se está describiendo (como
«afortunadamente» en «Afortuna-
65
SEMANTICA
damente, llegó»), o incluso con respecto a los signos que él mismo
está usando en la descripción (como sucede al expresar su grado
de confianza en una afirmación). Tales términos tienen dentro del
discurso una dimensión semántica sólo en un nivel superior de
semiosis, puesto que la dimensión pragmática de un proceso de
semiosis no se denota en ese proceso sino sólo en uno de mayor
nivel. Como sucedía en el caso de los rasgos predominantemente
sintácticos de un lenguaje, los rasgos predominantemente pragmáticos deberían no confundirse con aquellos elementos
correlacionados mediante reglas semánticas con los objetos no
lingüísticos que están siendo denotados. Las versiones
tradicionales del isomorfismo no supieron distinguir las diversas
dimensiones de la semiosis y los diversos niveles de lenguajes y
designata. Saber hasta qué punto resultará sostenible alguna
versión cualificada de esta tesis es algo que, obviamente, no podrá
determinarse hasta que esa versión haya sido formulada; sin
embargo, parece evidente que, cuando se considera un lenguaje
como un todo, su estructura sintáctica es a la vez una función de
consideraciones pragmáticas y empíricas y no un mero reflejo de
la naturaleza haciendo abstracción de los usuarios del lenguaje
El punto central de la discusión no es negar que todos los
signos presentes en un lenguaje puedan tener designata y por
consiguiente una dimensión semántica, sino, por el contrario,
llamar la atención sobre el hecho de que los designata de signos en
un discurso determinado (y por tanto los objetos denotados, si
existen) no se encuentran en un mismo nivel : los designata de
algunos signos han de buscarse en el nivel de la semiótica más que
en el nivel del propio lenguaje objetual; en ese discurso
determinado, tales signos indican simplemente (pero no desig-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
66
nan) relaciones de los otros signos entre sí o bien con el intérprete
(en términos escolásticos podríamos decir que introducen algo de
material y de suposición simple en el funcionamiento de los
términos en la suposición personal). Los estratos sígnicos son tan
complejos y tan difíciles de desenmarañar como los estratos
geológicos; los efectos científicos y psicológicos del proceso de
desenmarañamiento pueden ser tan trascendentes en el primer
caso como resultaron ser en el último citado.
Esto basta para una mera indicación del campo de la
semántica. El análisis preciso de los términos semánticos, su
sistematización formal y la cuestión de la aplicabilidad de la
semántica a otros dominios diferentes del constituido por el
lenguaje de la ciencia (por ejemplo, a los signos estéticos) no
pueden obviamente abordarse en un texto introductorio. Si los
factores pragmáticos han aparecido a menudo en las páginas
dedicadas a la semántica, ello se debe a que la opinión
actualmente aceptada de que la sintaxis ha de complementarse por
la semántica no ha sido comúnmente ampliada a la idea de que la
semántica a su vez debe contar con el complemento de la
pragmática. Ciertamente, la sintaxis y la semántica, separada y
conjuntamente, son capaces de un grado de autonomía
relativamente alto. Pero las reglas sintácticas y semánticas son
sólo las formulaciones verbales dentro de la semiótica de lo que en
cualquier caso concreto de semiosis son hábitos de utilización de
los signos propios de los usuarios reales de los mismos. «Reglas
de uso de los signos», así como «signo», son términos semióticos
y no pueden expresarse sintáctica o semánticamente.
5.
Pragmática
1. La dimensión pragmática de la semiosis
Es obvio que el término «pragmática» se ha acuñado haciendo
referencia al término «pragmatismo». Resulta plausible suponer
que la significación permanente del pragmatismo resida en el
hecho de que ha prestado una atención más directa a la relación de
los signos con sus usuarios de la que previamente se le había
concedido, así como por haber valorado con mayor profundidad
que nunca antes la pertinencia de esa relación para la comprensión
de las actividades intelectuales. El término «pragmática» permite
subrayar la significación de los logros de Peirce, James, Dewey y
Mead en el campo de la semiótica. Al propio tiempo,
«pragmática», como término semiótico estricto, requiere su propia
formulación. Por «pragmática» se entiende la ciencia de la
relación de los signos con sus intérpretes. La «pragmática» ha de
diferenciarse entonces del «pragmatismo», así como el adjetivo
«pragmático» debe diferenciarse de «pragmatista». Habida cuenta
de que la mayoría de los signos, si no todos, tienen como
intérpretes seres
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
68
vivos, para caracterizar con precisión la pragmática bastará con
decir que se ocupa de los aspectos bióticos de la semiosis, es
decir, de todos los fenómenos psicológicos, biológicos y
sociológicos que se presentan en el funcionamiento de los signos.
La pragmática cuenta también con sus aspectos puro y descriptivo
; la pragmática pura se ocupa de intentar desarrollar un lenguaje
en el que pueda hablarse de la dimensión pragmática de la
semiosis; la pragmática descriptiva se interesa por la aplicación de
este lenguaje a casos específicos.
Históricamente, la retórica puede considerarse como una
forma restringida y temprana de pragmática ; por otro lado, el
aspecto pragmático de la ciencia ha sido un tema recurrente entre
los divulgadores e intérpretes de la ciencia experimental. La referencia al intérprete y a la interpretación es común en la definición
clásica de los signos. Aristóteles, en De interpretatione, habla de
las palabras como signos convencionales de pensamientos que
todos los hombres tienen en común. Sus palabras contienen la
base de la teoría que se convirtió en tradicional: el intérprete del
signo es la mente; el interpretante es un pensamiento o un
concepto; estos pensamientos o conceptos son comunes a todos
los hombres y proceden de la aprehensión de objetos y de sus
propiedades por parte de la mente; la mente otorga a las palabras
enunciadas la función de representar directamente estos conceptos
e indirectamente la de hacer lo propio con las cosas
correspondientes; los sonidos que se eligen para este propósito son
arbitrarios y varían de un grupo social a otro; las relaciones entre
los sonidos no son arbitrarias sino que corresponden a las
relaciones de conceptos y, en esa medida, a las de las cosas. Dada
esta perspectiva, es fácil ver que a lo largo de gran parte de su
historia la teoría de los
69
PRAGMATICA
signos estuvo vinculada con una teoría del pensamiento y de la
mente particular, tanto más cuanto que la lógica, que siempre se
ha visto afectada por las teorías de los signos propias del
momento, a menudo se ha entendido como una teoría que se
ocupaba de conceptos (una concepción bien precisada en la doctrina escolástica de los términos lógicos como términos de
segunda intención). Aun la insistencia de Leibniz en el estudio
empírico del vehículo sígnico como algo determinado por una
regla no suponía realmente un rechazo, de la tradición dominante
sino meramente insistir en que, en ese camino, era posible obtener
una técnica nueva y mejor para analizar los conceptos que la de
intentar examinar el pensamiento directamente.
Con el transcurso del tiempo muchos de los dogmas de esta
versión tradicional de la pragmática fueron cuestionados, y en la
actualidad sólo se aceptarían con serias reservas. El cambio en la
perspectiva se ha acelerado notablemente merced a las implicaciones de la biología darwiniana en la psicología, implicaciones
que recibieron una temprana interpretación en el pragmatismo.
Charles S. Peirce, cuyo trabajo no tiene parangón en la historia de
la semiótica, llegó a la conclusión de que, en último término, el
interpretante de un símbolo ha de buscarse en un hábito y no en la
reacción fisiológica inmediata que el vehículo sígnico evocó o en
las imágenes o emociones concomitantes, una doctrina que allanó
el camino al énfasis actual en las reglas de uso. William James
subrayó la idea de que un concepto no era una entidad sino una
forma en que ciertos datos perceptuales funcionaban
representativamente y que ese funcionamiento «mental», en lugar
de ser una mera contemplación del mundo, es un proceso
altamente selectivo en el que el organismo recibe indicaciones
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
70
de cómo actuar en relación al mundo para satisfacer sus
necesidades o intereses. George H. Mead se ocupó especialmente
de la conducta implícita en el funcionamiento de los signos
lingüísticos y en el contexto social en que éstos funcionaban y
surgían. Su trabajo supone el estudio más trascendente desde la
perspectiva pragmatista de estos aspectos de la semiosis. El
instrumentalismo de John Dewey es la versión generalizada del
énfasis pragmatista en el funcionamiento instrumental de los
signos o «ideas». Si extraemos del pragmatismo los rasgos especialmente pertinentes para la pragmática, podríamos formular el
resultado más o menos así: el intérprete de un signo es un
organismo; el interpretante es el hábito del organismo de
responder, a causa del vehículo sígnico, a objetos ausentes
relevantes para una problemática situación actual como si éstos
estuvieran realmente presentes. En virtud de la semiosis un
organismo toma en consideración propiedades relevantes de
objetos ausentes, o propiedades no observadas de objetos
presentes, de ahí la significación instrumental general de las ideas.
Si se considera el vehículo sígnico como un objeto de respuesta, el
organismo espera una situación de tal y tal tipo y, a partir de esa
expectativa, puede prepararse parcialmente adelantándose a lo que
sucederá. La respuesta a cosas a través de la mediación de los
signos es así, biológicamente, una continuación del mismo proceso por el que los sentidos que operan a distancia han precedido a
los sentidos que operan por contacto en el control de la conducta
de las formas animales superiores; tales animales, a través de la
vista, el oído, y el olfato, responden ya a partes distantes del
entorno a través de ciertas propiedades de objetos que funcionan
como signos de otras propiedades. Puede decirse que este proceso
de tomar en conside-
71
PRAGMATICA
ración un entorno constantemente más remoto, simplemente
continúa en los complejos procesos de semiosis que el lenguaje
posibilita, puesto que el objeto que se considera ya no necesita
estar perceptualmente presente.
Examinados desde esta orientación, algunos de los términos
que hemos usado previamente aparecen bajo una luz nueva. La
relación de un vehículo sígnico con su designatum supone la
consideración real en la conducta del intérprete de una clase de
cosas en virtud de la respuesta al vehículo sígnico, y lo que ha de
tomarse en consideración son designata. La regla semántica tiene
como correlato en la dimensión pragmática el hábito del intérprete
de usar el vehículo sígnico en determinadas circunstancias y, a la
inversa, el de esperar que tal y tal será el caso o situación en que
se usará el signo. Las reglas de formación y de transformación
corresponden a las combinaciones y transiciones reales de signos
que el intérprete emplea, o bien a las estipulaciones para el uso de
los signos que éste establece para sí de forma idéntica a cómo
intenta controlar deliberadamente otros modos de conducta con
referencia a personas y cosas. Desde la perspectiva de la
pragmática, una estructura lingüística es un sistema de conducta:
lo que corresponde a las oraciones analíticas son las relaciones
entre respuestas sígnicas con las respuestas sígnicas más
inclusivas de que constituyen segmentos o fracciones; lo que
corresponde a las oraciones sintéticas son aquellas relaciones entre
respuestas sígnicas que no constituyen relaciones de la parte con
el todo. Los signos indéxicos (o sus sustitutos) presentes en una
combinación sígnica centran la atención del intérprete en partes
del entorno; el signo caracterizador dominante determina alguna
respuesta general (expectativa) a esas partes; los especifica-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
72
73
PRAGMATICA
dores de caracterización delimitan la expectativa general, y el
grado de especificación y la elección del signo dominante se
determinan atendiendo al problema en cuestión. Si se realizan las
funciones indéxica y las de caracterización, puede decirse que el
intérprete está valorando o juzgando, de forma que la combinación
sígnica resulta ser un juicio o valoración (correspondiente a la
oración de la sintaxis y a la afirmación o proposición de la
semántica). Y esto sucede de forma que, en la medida que se
encuentra como tal lo que se espera, puede decirse que el signo se
confirma; las expectativas son sólo, en general, parcialmente
confirmadas ; por lo demás, pueden existir diversos grados de
confirmación indirecta acerca de que aquello a lo que se alude
indéxicamente tiene las propiedades que se presuponía o esperaba
que tuviera. En general, y desde la perspectiva de la conducta, los
signos son «verdaderos» en la medida en que determinen
correctamente las expectativas de sus usuarios, y de esta forma
expresan más completamente la conducta implícitamente presente
en la expectativa o en la interpretación.
como «signo», «lenguaje», «verdad» y «conocimiento», tienen
importantes componentes pragmáticos. En una presentación
sistemática de la semiótica, la pragmática presupone tanto la
sintaxis como la semántica, así como esta última presupone a su
vez la anterior, puesto que tratar adecuadamente la relación de los
signos con sus intérpretes requiere tener conocimiento de la
relación de los signos entre sí y con aquellas cosas a las que
remiten o refieren a sus intérpretes. Los elementos exclusivos
dentro de la pragmática estarían presentes en aquellos términos
que, a pesar de no ser estrictamente semióticos, no pueden
definirse en la sintaxis o la semántica ; en la clarificación del
aspecto pragmático de los diversos términos semióticos; y en la
afirmación de lo psicológica, biológica y sociológicamente
implícito en la aparición de los signos. Debemos prestar ahora
atención a algunos aspectos de este último problema.
Estas afirmaciones van algo más allá de la mera pragmática
para entrar en la cuestión estrictamente semiótica de la
interrelación de las dimensiones, un asunto del que deberemos
ocuparnos específicamente. La propia pragmática intentará
desarrollar los términos apropiados para el estudio de las relaciones de los signos con sus usuarios y para ordenar sistemáticamente
los resultados procedentes del estudio de esta dimensión de la
semiosis. Términos como «intérprete», «interpretante»,
«convención» (cuando se aplica a signos), «tomar en
consideración» (cuando es una función de los signos),
«verificación» y «comprende» son términos de la pragmática,
mientras que muchos términos estrictamente semióticos,
El asunto puede enfocarse, al tiempo que puede anticiparse
una posible objeción, preguntándonos por qué es necesario añadir
la pragmática a la semántica. Puesto que la semántica se ocupa de
las relaciones de los signos con los objetos, y puesto que los
intérpretes y sus respuestas son objetos naturales estudiados por
las ciencias empíricas, podría parecer que la relación de los signos
con los intérpretes cae dentro de la semántica. La confusión en
este punto procede de la incapacidad de diferenciar niveles de
simbolización y de separar —en el uso de «objeto»— los términos
semióticos de los no semióticos. Todo aquello que puede
designarse es objeto de estudio de una ciencia (al menos en
principio) unificada, y en
2. Factores individuales y sociales en la semiosis
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
74
este sentido todas las ciencias semióticas forman parte de una
ciencia unificada. Cuando se hacen afirmaciones descriptivas
respecto de alguna dimensión de la semiosis, las afirmaciones se
encuentran en la dimensión semántica de un nivel superior de
semiosis y no necesariamente han de ser de la misma dimensión
que está siendo estudiada. Las afirmaciones que se hacen en
pragmática en relación a la dimensión pragmática de signos
específicos funcionan básicamente en la dimensión semántica. El
hecho de que la dimensión pragmática se convierta en un designatum para un proceso de descripción de nivel superior no significa
que el interpretante de un signo en cualquier nivel determinado
sea un designatum de ese signo particular. El interpretante de un
signo es el hábito en virtud del cual puede decirse que el vehículo
sígnico designa ciertos tipos de objetos o situaciones ; en tanto que
método de determinación del conjunto de objetos, que el signo en
cuestión designa, él mismo (el interpretante) no es miembro de ese
conjunto. Incluso el lenguaje de una ciencia unificada que
contuviera una relación de la dimensión pragmática no debiera
denotar en el momento del uso su propia dimensión pragmática,
aunque en un nivel de uso superior la exposición que se haga de la
dimensión pragmática pueda considerarse aplicable a la dimensión
pragmática del nivel inferior. Puesto que la dimensión pragmática
está implícita en la propia existencia de la relación de designación,
no puede situarse a sí misma dentro de la dimensión semántica. La
semántica no se ocupa de todas las relaciones de signos con
objetos sino, como una ciencia semiótica, de la relación de los
signos con sus designata; la pragmática, al ocuparse de otra
relación de los signos, no puede situarse dentro de la semántica, ya
sea considerada en solitario o en combina-
75
PRAGMATICA
ción con la sintaxis. Esta conclusión es completamente
independiente de la relación de las existencias físicas y biológicas;
la distinción de las dimensiones semántica y pragmática es una
distinción semiótica y nada tiene que ver con la relación de la
biología y la física.
La cosa quizá se precise más si introducimos el término «regla
pragmática». Las reglas sintácticas determinan las relaciones
sígnicas entre vehículos sígnicos ; las reglas semánticas
correlacionan vehículos sígnicos con otros objetos; las reglas
pragmáticas expresan las condiciones (en los intérpretes) bajo las
que un vehículo sígnico es un signo. Cualquier regla, una vez está
realmente en uso, opera como un tipo de conducta, y en este
sentido existe un componente pragmático en todas las reglas. Pero
en algunos lenguajes existen vehículos sígnicos gobernados por
reglas que están por encima de cualesquiera reglas sintácticas o
semánticas que puedan gobernar esos vehículos sígnicos, y tales
reglas son reglas pragmáticas. Interjecciones como «¡ Oh !»,
órdenes como «¡ Ven aquí!», expresiones valorativas como
«afortunadamente», expresiones como «¡Buenos días!», y los
diversos recursos retóricos y poéticos se dan sólo bajo
determinadas condiciones en los usuarios del lenguaje; puede
decirse que tales reglas expresan esas condiciones, pero no las
denotan en el nivel de semiosis en que realmente se emplean en el
discurso ordinario. La expresión de las condiciones en que se usan
los términos, en la medida en que no pueden formularse en
términos de reglas sintácticas y semánticas, constituye lo que
denominaremos reglas pragmáticas para los términos en cuestión.
La caracterización global de un lenguaje puede expresarse
ahora de la siguiente manera: Un lenguaje, en el sentido
semiótico total del término, es
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
76
un conjunto cualquiera de vehículos sígnicos intersubjetivos cuyo
uso está determinado por reglas sintácticas, semánticas y
pragmáticas.
La interpretación se vuelve especialmente compleja, y los
resultados individuales y sociales especialmente importantes, en el
caso de los signos lingüísticos. En términos pragmáticos, un signo
lingüístico se usa en combinación con otros signos por los
miembros de un grupo social; un lenguaje es un sistema social de
signos que media las respuestas de los miembros de una
comunidad entre sí y respecto de su entorno. Comprender un
lenguaje significa por tanto emplear sólo aquellas combinaciones
y transformaciones de signos que no están prohibidas por los usos
y costumbres del grupo social en cuestión, denotar objetos y
situaciones tal y como lo hacen los miembros de ese grupo, tener
las expectativas que los otros tienen cuando se emplean
determinados vehículos sígnicos, y expresar las afirmaciones propias tal y como hacen los demás; en una palabra, comprender o
usar correctamente un lenguaje significa seguir las reglas de uso
(sintácticas, semánticas y pragmáticas) habituales en esa
comunidad social.
Suele hacerse también otra precisión en relación con el signo
lingüístico: ha de ser susceptible de uso voluntario para la función
de comunicación. Términos como «voluntario» y «comunicación»
exigirían un análisis más detallado del que aquí podemos ofrecer,
aunque bien es cierto que el tratamiento del signo lingüístico (que
denomina símbolo significante) que efectúa Mead en Mind, Self
and Society parece cubrir lo que supone esta precisión. Según
Mead, el gesto es el fenómeno primario a partir del cual emerge el
lenguaje en un sentido plenamente humano, especialmente el
gesto vocal. El signo gestual
77
PRAGMATICA
(como el ladrido de un perro) difiere de los signos no gestuales,
como puede ser el rayo, porque el vehículo sígnico constituye una
fase temprana de un acto social y el designatum una fase posterior
de ese acto (en este caso la acometida por parte del perro). En
nuestro ejemplo, un organismo se prepara para lo que otro
organismo —el perro— se dispone a hacer, respondiendo a ciertos
actos de este último organismo considerándolos como signos; en
el ejemplo que nos ocupa, el ladrido es el signo, la acometida es el
designatum, el animal que está siendo acometido es el intérprete, y
la respuesta preparatoria del intérprete es el interpretante. La
utilidad de esos signos gestuales queda limitada por el hecho de
que el signo no es un signo para el que lo produce en la misma
medida que lo es para el receptor: el perro que ladra no responde a
su propio ladrido como lo hace su oponente; el signo no se
experimenta en común y, por tanto, no es un signo lingüístico.
Por otro lado, la importante característica del gesto vocal
estriba precisamente en que el propio emisor del sonido lo oye tal
y como les sucede a los demás. Cuando esos sonidos se conectan
con actos sociales (como un combate, un juego, un festival), los
diversos participantes en el acto tienen a través de este signo
común, y a pesar de sus funciones diferenciadas dentro del acto,
un designatum común. Cada participante en la actividad común se
autoestimula mediante sus gestos vocales al tiempo que estimula a
los demás. Unase esto con lo que Mead denominó la dimensión
temporal del sistema nervioso (a saber, que una actividad surgida
anteriormente pero de evolución más lenta puede originar una
posterior y más rápida actividad que a su vez fomenta o refrena el
desarrollo completo de la primera actividad), y de esta forma se
obtiene una po-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
78
sible explicación de cómo los signos lingüísticos sirven para la
comunicación voluntaria. Para usar uno de los ejemplos habituales
de Mead, podemos considerar la situación en que una persona
advierte la presencia de humo en un teatro abarrotado. El humo es
un signo no gestual del fuego, y su percepción provoca respuestas
en algún grado apropiadas al fuego. Posteriormente, sin embargo,
la palabra «fuego», como respuesta vinculada con un conjunto de
posibles respuestas al fuego, tiende a ser pronunciada. Puesto que
se trata de un signo lingüístico, el emisor empieza a responder
como responderán los restantes miembros de su grupo social en
función de lo oído, es decir, corriendo hacia la salida, empujando,
y tal vez pisando, a aquellos que bloquean el camino, etc. Pero el
individuo, en virtud de ciertas actitudes fundamentales, responderá
a esas tendencias favorablemente o bien desfavorablemente, y en
consecuencia refrenará o acelerará la tendencia que lo impulsa a
decir «¡ Fuego !».
En un caso semejante se dice que el hombre «sabía lo que
hacía», que «usaba (o no usaba) deliberadamente cierto signo para
comunicarse con los demás», que «tomó en consideración a los
otros». Mead procedió a generalizar a partir de esos usos ordinarios : desde su perspectiva «tener mente» o «ser consciente de
algo» equivalía a «usar signos lingüísticos». A través de tales
signos el individuo es capaz de actuar considerando las
consecuencias para sí mismo y los demás, y obtener de esta forma
cierto control sobre su propia conducta; la presentación de las posibles consecuencias de una acción a través de la producción de
signos lingüísticos se convierte en un factor en la liberación o la
inhibición de la acción que tiene (o parece tener) tales
consecuencias. Es justamente en esos procesos en los que
consigue cla-
79
PRAGMATICA
rificarse el término «elección», y también toda distinción que
pueda hacerse entre emisores y receptores de signos lingüísticos.
Puesto que el signo lingüístico está socialmente condicionado,
Mead, desde la perspectiva de su conductismo social, consideraba
que la mente individual y el yo autoconsciente aparecían en un
proceso social cuando la comunicación gestual objetiva se
interiorizaba en el individuo a través del funcionamiento de los
gestos vocales. De esta forma, a través de los logros de la
comunidad, accesibles al individuo mediante su participación en el
lenguaje común, el individuo es capaz de obtener un yo y una
mente y de utilizar esos logros en el fomento de sus intereses. La
comunidad se beneficia al propio tiempo al ser ahora sus
miembros capaces de controlar su conducta a la luz de las
consecuencias que ésta puede comportar a los demás, y porque
están en disposición de transmitir a la totalidad de la comunidad
sus propias experiencias y logros. En estos complejos niveles de
semiosis, el signo se revela como la mediación fundamental para
el desarrollo de la libertad individual y de la integración social.
3.
Uso y abuso pragmático de los signos
Cuando un signo producido o usado por un intérprete se
emplea como medio de obtener información acerca del intérprete,
la perspectiva de partida es la de un proceso de semiosis superior,
a saber, el de la pragmática descriptiva. El psicoanálisis entre las
corrientes psicológicas, el pragmatismo entre las filosóficas, y
actualmente la sociología del conocimiento entre las ciencias
sociales han hecho de esta forma de concebir los signos una
posesión comun de personas educadas. Las declaraciones de los
perió-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
80
dicos, las creencias políticas y los sistemas filosóficos se
examinan cada vez más a partir de los intereses que se expresan y
a los que se sirve por medio de la producción y uso de los signos
en cuestión. El psicoanalista se interesa por los sueños a causa de
la luz que pueden ofrecerle sobre su creador; el sociólogo del
conocimiento se interesa por las condiciones sociales bajo las
cuales las doctrinas y los sistemas de doctrinas llegan a
establecerse. En ninguno de estos casos el interés en cuestión
reside realmente en que los sueños o las doctrinas sean verdaderos
en el sentido semántico del término, es decir, en que existan
situaciones en que puede decirse que los sueños y las doctrinas
denotan algo. Tales estudios, junto a muchos otros, han
confirmado a través de un amplio espectro de casos la tesis
general del pragmatismo del carácter instrumental de las ideas.
Cualquier signo puede ser examinado en función de las
condiciones psicológicas, biológicas y sociológicas de su uso. El
signo expresa pero no denota su propio interpretante ; sólo en un
nivel superior puede decirse que la relación del signo con el
intérprete mismo se convierte en un asunto de designación.
Cuando sucede esto y cuando encontramos una correlación, el
signo adquiere un valor de diagnóstico social e individual, y se
convierte por consiguiente en un nuevo signo en un nivel superior
de semiosis. Los signos, así como las cosas que no son signos,
pueden convertirse en indicios de diagnóstico: el hecho de que un
paciente tenga fiebre muestra ciertas cosas acerca de su condición;
de igual modo, el hecho de que cierto signo sea usado por alguien
expresa la condición de esa persona, puesto que el interpretante
del signo es parte de la conducta del individuo. En tales casos el
mismo vehículo sígnico puede funcionar como dos signos,
interpretado por el paciente
81
PRAGMATICA
como algo que se refiere a sus denotata y por aquel que
diagnostica como algo que alude al interpretante implícito en el
signo del paciente.
No sólo todos los signos pueden ser considerados en términos
pragmáticos, sino que también es totalmente legítimo para ciertos
propósitos usar simplemente los signos para producir ciertos
procesos de interpretación, sin tener en cuenta si existen objetos
denotados por los signos o, incluso, si las combinaciones de
signos son formalmente posibles en términos de las reglas de
formación y transformación del lenguaje en que los vehículos
sígnicos en cuestión se usan normalmente. Algunos lógicos
parecen sentir un miedo generalizado a las contradicciones,
olvidando que, aunque las contradicciones frustren los usos
normales de la deducción, pueden ser perfectamente compatibles
con otros intereses. Incluso los signos lingüísticos tienen muchos
otros usos que el de comunicar proposiciones confirmables:
pueden usarse de muchas maneras para controlar la conducta del
yo de uno o de los restantes usuarios del signo mediante la
producción de ciertos interpretantes. Las órdenes, las preguntas,
los ruegos y las exhortaciones pertenecen a este tipo, y en gran
parte también los signos empleados en las artes literarias,
pictóricas y plásticas. Desde la óptica estética y práctica, el uso
eficaz de los signos puede requerir variaciones extensivas
considerables respecto del empleo de los mismos vehículos
sígnicos más efectivos para los propósitos de la ciencia. Los
científicos y lógicos aún pueden excusarse si acaban valorando los
signos en términos de sus propios propósitos, pero el semiótico
debe interesarse por todas las dimensiones y todos los usos de los
signos; la sintaxis, la semántica y la pragmática de los signos
usados en literatura, las artes, la moralidad, la religión y en los
juicios de va-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
82
lor tienen por lo general tanto interés para el semiótico como los
estudios dedicados a los signos que se usan en ciencia. En uno y
otro caso el uso del vehículo sígnico varía con el propósito que
deba cumplir.
Si la semiótica tiene que defender la legitimidad, para ciertos
propósitos, de preocuparse por el efecto del signo en aquellos que
lo interpretarán, también debe encargarse de desenmascarar la
confusión de estos diversos propósitos que los signos pueden desempeñar, tanto si la confusión es involuntaria como si es
deliberada. Así como afirmaciones sintácticas o semánticas
apropiadas pueden disfrazarse de forma que aparezcan como
afirmaciones acerca de objetos no lingüísticos, también las
afirmaciones pragmáticas pueden disfrazarse de esta forma; se
convierten entonces, en tanto que afirmaciones cuasipragmáticas,
en una forma particular de oraciones pseudo-objetuales. En casos
claramente deshonestos se logra un propósito determinado dando
a los signos empleados las características propias de afirmaciones
con dimensiones sintácticas o semánticas, para que parezcan
racionalmente
demostradas
o dotadas de apoyo empírico
cuando en realidad carecen de ambas cosas. Una intuición
intelectual, superior al método científico, puede invocarse para
alentar la validez de lo que aparentemente se está afirmando. El
disfraz o enmascaramiento puede no darse con respecto de una
dimensión en términos de las otras, sino dentro de la propia
dimensión pragmática ; un propósito que no puede someterse a un
escrutinio completo se expresa de forma apropiada para otros
propósitos: los actos agresivos de los individuos y de los grupos
sociales se revisten a menudo del ropaje de la moralidad, de forma
que el propósito declarado no coincide a menudo con el real.
83
PRAGMATICA
Una justificación de la deshonestidad peculiarmente intelectualista
en el uso de los signos consiste en negar que la verdad tenga
cualquier otro componente que el pragmático, de forma que
cualquier signo que fomente el interés del usuario ha de
considerarse cierto. En términos del análisis precedente debería
quedar claro que «verdad» (tal y cómo se usa normalmente) es un
término semiótico y que no puede usarse en términos de una
cualquiera de sus dimensiones a no ser que ese uso se adopte
explícitamente. Quienes gustan de creer que «verdad» es un
término estrictamente pragmático aluden a menudo en apoyo de su
concepción a los partidarios del pragmatismo, y naturalmente se
muestran incapaces de advertir (o de declarar) que el
pragmatismo, como continuación del empirismo, es una
generalización del método científico para propósitos filosóficos y
que no puede sostener que los factores presentes en el uso ordinario del término «verdad» a los que se presta atención
conviertan en no existentes factores previamente aceptados.
Algunas de las afirmaciones de James, aisladamente, parecerían
justificar esta perversión del pragmatismo, pero no puede
estudiarse en serio a James sin comprobar que su doctrina de la
verdad era en principio semiótica: James admitió claramente la
necesidad de introducir los factores formales, empíricos y
pragmáticos, y su mayor dificultad estribaba en la integración de
estos factores, habida cuenta de que carecía de la base que
proporciona una teoría desarrollada de los signos. Dewey ha
rechazado específicamente esa identificación que se les ha
imputado de verdad y utilidad. El pragmatismo ha insistido en los
aspectos pragmáticos y pragmatistas de la verdad; la perversión de
su doctrina hasta convertirla en la opinión de que la verdad está
compuesta únicamente de esos aspectos es un interesante
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
84
ejemplo de cómo los resultados de un análisis científico pueden
ser distorsionados para prestar credibilidad a afirmaciones cuasipragmáticas.
Las oraciones pseudo-objetuales de tipo cuasi-pragmático no
son en su mayor parte engaños deliberados de otros mediante el
uso de signos, sino ejemplos de autoengaño inconsciente. Así, un
filósofo con ciertas necesidades imperiosas puede construir un
elaborado sistema sígnico a partir de una base empírica
relativamente pequeña, quizás incluso en forma matemática, y
pese a ello la gran mayoría de los términos pueden carecer de
reglas semánticas de uso; la impresión de que el sistema se ocupa
del mundo, y quizá con un contenido de verdad superior a la
ciencia, proviene de la confusión de las oraciones analíticas y
sintéticas y de la ilusión de que las actitudes afines evocadas por
los signos constituyen reglas semánticas. Puede encontrarse una
manifestación algo similar en la mitología, pero sin la evidente
influencia de tipos de expresión científicos.
Una aberración particularmente interesante de los procesos
semióticos se produce en ciertos fenómenos estudiados por la
psicopatología. Los signos normalmente sólo toman el lugar de los
objetos que designan hasta cierto y limitado punto; pero si, por
varias razones, no pueden satisfacerse los intereses en los objetos,
los signos se apropian cada vez más del lugar del objeto. En el
signo estético este proceso es ya evidente, pero el intérprete no
confunde realmente el signo con el objeto que designa : el hombre
que se describe o se pinta se califica de hombre, indudablemente,
pero con mayor o menor reconocimiento claro del status sígnico,
es decir, de que sólo es un hombre descrito o pintado. En el uso
mágico de las señales la distinción es menos clara; las ope-
85
PRAGMATICA
raciones sobre el vehículo sígnico toman el lugar de las
operaciones sobre el objeto, mucho más huidizo. En ciertos tipos
de locura la distinción entre el designatum y los denotata se
esfuma; se aparta el conflictivo mundo de las existencias, y los
intereses frustrados reciben la satisfacción que pueden en el dominio de los signos, inconscientes en grados variables a las
restricciones de coherencia y verificabilidad impuestas por las
dimensiones sintáctica y semántica. El campo de la psicopatología
ofrece grandes oportunidades de aplicación para, y de contribución a, la semiótica. Un grupo de personas que trabajan en este
campo ha admitido ya el papel central que desempeña el concepto
de signo. Si, siguiendo el ejemplo del pragmatismo, se consideran
los fenómenos mentales como equivalentes a respuestas sígnicas,
la conciencia equivalente a su vez a la referencia a través de
signos, y la conducta racional (o «libre») al control de la conducta
en términos de consecuencias previsibles con las que podemos
contar merced a los signos, entonces la psicología y las ciencias
sociales pueden admitir qué es lo distintivo en sus respectivos
empeños y concebir al propio tiempo su lugar dentro de una
ciencia unificada. No me parece algo fantástico, en verdad, creer
que el concepto de signo puede revelarse tan fundamental para las
ciencias del hombre como lo ha sido el de átomo para las ciencias
físicas o el de célula para las ciencias biológicas.
6. La unidad de la semiótica
1. Significado
Hemos estudiado hasta aquí algunos rasgos del fenómeno de
funcionamiento de los signos haciendo uso de las abstracciones
implícitas en la distinción entre sintaxis, semántica y pragmática,
de forma idéntica a como los biólogos estudian anatomía, ecología
y fisiología. Si bien hemos admitido explícitamente las
abstracciones implícitas y hemos correlacionado constantemente
las tres subdisciplinas de la semiótica, ahora hemos de centrar
nuestra atención, todavía de forma más explícita, en la unidad de
la semiótica.
En un sentido amplio, cualquier término de la sintaxis, la
semántica o la pragmática es un término semiótico; en un sentido
restringido, sólo son semióticos aquellos términos que no pueden
definirse aisladamente en ninguno de los diversos campos
componentes. En el sentido estricto, «signo», «lenguaje»,
«semiótica», «semiosis», «sintaxis», «verdad», «conocimiento»,
etc., son términos semióticos. ¿Qué puede decirse del término
«significado»? En
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
88
la discusión anterior hemos evitado deliberadamente el término
«significado». De forma genérica podríamos decir que es bueno
evitar este término en discusiones acerca de signos; teóricamente
podemos prescindir totalmente de su uso y no debiera incorporarse
al lenguaje de la semiótica. Pero puesto que el término tiene una
historia notable, y puesto que al considerarlo pueden aclararse
algunas importantes implicaciones de lo que aquí exponemos,
dedicaremos esta sección a su consideración y estudio.
La confusión relacionada con el «significado de "significado"»
estriba en parte en la incapacidad de distinguir con suficiente
claridad la dimensión de la semiosis que es objeto de
consideración, una situación que también predomina en las
confusiones con respecto a los términos «verdad» y «lógica». En
algunos casos «significado» alude a los designata, en otros casos a
los denotata, a veces al interpretante, en otros casos a lo que el
signo implica, en algunos usos al proceso de semiosis como tal, y
a menudo a la significación o valor. Pueden encontrarse confusiones similares en los usos ordinarios de «designa», «significa»,
«indica», «expresa», y en los diversos intentos hechos por los
lingüistas de definir términos como «oración», «palabra» y «parte
del discurso». La interpretación más comprensiva de tales
confusiones consiste en sugerir que puesto que para los propósitos
fundamentales basta con el lenguaje cotidiano no ha sido
necesario denotar con precisión los diversos factores presentes en
la semiosis, con lo que sólo se alude de forma vaga al proceso al
emplear el término «significado». Cuando, empero, se llevan estos
usos vagos a los dominios en que resulta importante contar con
una comprensión de la semiosis se produce la confusión. En ese
caso, o se hace preciso abandonar el término «significado» o bien
hay que
89
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
recurrir a mecanismos que clarifiquen el uso del término. La
semiótica no se fundamenta en una teoría del «significado», pero
el término «significado» ha de clarificarse en términos semióticos.
En la confusión puede encontrarse otro factor, en concreto
psicolingüístico: por lo común, a los hombres les parece difícil
pensar con claridad acerca de los procesos funcionales y
relacionales complejos, una situación que se refleja en el
predominio de ciertas formas lingüísticas. La acción se centra en
el manejo de cosas con propiedades, y el hecho de que estas cosas
y propiedades sólo aparezcan en contextos complejos supone una
comprensión muy posterior y mucho más difícil. He ahí el carácter
natural de lo que Whitehead ha llamado la falacia de la situación
simple. En el presente caso, la cosa reviste el aspecto de buscar
significados como si se buscaran mármoles: un significado se
considera una cosa entre otras cosas, algo definido situado
concretamente en algún lugar. Esto puede buscarse en el designatum, que se transforma así en ciertas variedades de «realismo» en
un tipo especial de objeto (en una «idea platónica» que habita en
el «reino de la subsistencia», tal vez aprehendida por una especial
facultad para intuir «esencias»); o quizás haya que buscarla en el
interpretante, con lo que en el conceptualismo se transforma en un
concepto o idea que habita en un dominio especial de las entidades
mentales cuya relación con los «estados psíquicos» de los intérpretes individuales se hace más difícil de expresar; o bien, a
causa de la desesperación provocada por la contemplación de las
alternativas previas, puede buscarse en el vehículo sígnico, aunque
históricamente pocos (si puede hablarse de alguno) «nominalistas»
han mantenido esta postura. Como cuestión fáctica, ninguna de
estas posiciones ha demostrado
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
90
ser satisfactoria y ninguna de ellas ha sido requerida. Como
términos semióticos, ni «vehículo sígnico», «designatum» ni
«interpretante» pueden definirse sin referencia mutua; por tanto,
no se presentan como existencias aisladas sino como cosas o
propiedades de cosas en ciertas relaciones funcionales especificables con otras cosas o propiedades. Un «estado psíquico»,
o incluso una respuesta, no es como tal un interpretante sino que
se convierte en ello sólo en la medida en que es una
«consideración de algo» evocado por un vehículo sígnico. Ningún
objeto es, de por sí, un denotatum sino que se convierte en tal en
la medida en que es miembro de la clase de objetos designables
por algún vehículo sígnico en virtud de la regla semántica
específica para ese vehículo sígnico. Nada es intrínsecamente un
signo o un vehículo sígnico, sino que se convierte en tal sólo en la
medida en que permite que algo tome en consideración algo a
través de su mediación. Los significados no han de situarse como
existencias en cualquier lugar en el proceso de semiosis sino que
han de caracterizarse en términos de este proceso globalmente
considerado. «Significado» es un término semiótico v no un
término en el lenguaje objetual; decir que existen significados en
la naturaleza no supone afirmar que exista una clase de entidades
equiparables a árboles, rocas, organismos y colores, sino que tales
objetos y propiedades funcionan dentro de procesos de semiosis.
Esta formulación evita también otro tropiezo persistente, a
saber, la creencia de que el significado es en principio personal,
privado o subjetivo. Esta concepción debe mucho, históricamente,
a la asimilación de la posición conceptualista dentro de una
psicología asociacionista que aceptaba acríticamente la concepción metafísica habitual que afirmaba la subje-
91
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
tividad de la experiencia. Personas como Ockham y Locke fueron
muy conscientes de la importancia del hábito en el funcionamiento
de los signos, pero puesto que la psicología asociacionista redujo
cada vez más los fenómenos mentales a combinaciones de «estados psíquicos», y puesto que concibió estos estados como algo
dentro de la «mente» de los individuos y sólo accesible a esa
mente, el propio significado acabó siendo considerado en los
mismos términos. Los significados eran inaccesibles a la
observación exterior, pero los individuos se las arreglaban de
algún modo para comunicar estos estados mentales privados
mediante sonidos, la escritura u otros signos.
La noción de la subjetividad de la experiencia no puede ser
analizada en estas páginas con el detalle que merece. Puede
suponerse, no obstante, que un análisis de ese tipo mostraría que
«experiencia» es un término relacional que se disfraza de nombre
de cosa. x es una experiencia si y sólo si existe algún y (el
experimentador) que mantiene una relación de experiencia con x.
Si E es una abreviación para «relación de experiencia», entonces
la clase de los y tales que y está en la relación de E con aquello o
lo otro es la clase de los experimentadores, y la clase de los x con
los que aquello o lo otro está en la relación E constituye la clase
de las experiencias. Una experiencia no es, pues, una clase
especial de objetos colocados en términos de paridad con otros
objetos, sino objetos en una determinada relación. La relación E
no se caracterizará aquí de forma exhaustiva (se trata de una tarea
central del empirismo), pero puede; decirse en primera
aproximación que experimentar algo supone captar sus
propiedades por el conducto idóneo; la experiencia es directa en
función del grado en que provenga de una respuesta directa al algo
en cuestión e indirecta al grado en que provenga
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
92
de la mediación de los signos. Para que y1 experimente x1 basta
con que y1Ex1 se sostenga; se habla de experiencia consciente si
y1Ex1 es una experiencia (por ejemplo, si y1E[y1Ex1] se sostiene),
de otro modo habrá que decir que la experiencia es inconsciente.
Una experiencia x1 es de facto subjetiva con respecto a y1 si y1 es
la única que está en la relación E a x1; una experiencia x1 es
intrínsecamente subjetiva con respecto a y., en relación a
determinado estado de conocimiento, si las leyes de la naturaleza
conocidas permiten deducir que no puede haber otra y
manteniendo esa relación con x1. Una experiencia es de jacto
intersubjetiva si no es de jacto subjetiva, y es potencialmente
intersubjetiva si no es intrínsecamente subjetiva. Debería
advertirse que con tales usos una persona puede no ser capaz de
experimentar directamente aspectos de sí misma que los demás
pueden experimentar directamente, de forma que la frontera entre
experiencia subjetiva e intersubjetiva no coincide en sentido
alguno con la distinción entre experimentadores y objetos
externos. ¿Qué relación tiene este análisis (tentativo y preliminar)
con la cuestión del significado? Quizás haya que admitir, si los
hechos lo autorizan, que existen ciertas experiencias que son de
jacto subjetivas en la medida que suponen experiencia directa y
que esto puede ser cierto aun de la experiencia directa del proceso
de semiosis; nada habría de sorprendente en concluir que, si yo
soy el intérprete de un signo particular, existen aspectos del
proceso de interpretación que puedo experimentar directamente
pero que a otros les resulta imposible. Lo importante es que una
conclusión como ésta no se opondría a la tesis de la
intersubjetividad potencial de cada significado. El hecho de que
y1 e y2 no estén en la relación de experiencia directa respecto de la
experiencia directa
93
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
vinculada a x1 no evita que ambas experimenten directamente x1, o
que indirectamente designen (y por tanto experimenten
indirectamente) mediante el uso de signos las relaciones de
experiencia en que el otro está (puesto que en determinadas
circunstancias un objeto que no puede experimentarse
directamente puede pese a todo ser denotado). Aplicando este resultado al caso de un signo particular, y1 e y2 pueden diferir en su
experiencia directa de la situación significativa y pese a ello tener
el mismo significado en común y, en general, ser capaces de
decidir qué significa lo otro mediante un signo particular y el
grado en el que ambos significados son idénticos o diferentes.
Para determinar el significado de S1 (donde S1 es un vehículo
sígnico) con respecto a y1 no es necesario que un investigador se
convierta en y1 o que tenga sus experiencias de S1: basta con
determinar cómo se relaciona S1 con los otros signos usados por
y1, bajo qué situaciones y, usa S1 para propósitos de designación,
y qué expectativas tiene y1 cuando responde a S1. En la medida en
que son ciertas las mismas relaciones para y2 que para y,, sucede
entonces que S1 tiene el mismo significado para y1 y para y2 ; en la
medida en que las relaciones en cuestión difieren para y, y para y2
entonces S1 tiene un significado diferente.
En resumen, puesto que el significado de un signo viene
exhaustivamente especificado por la averiguación de sus reglas de
uso, el significado de cualquier signo es en principio
exhaustivamente determinable por la investigación objetiva.
Puesto que es entonces posible, caso de que parezca juicioso,
estandarizar ese uso, el resultado es que el significado de cada
signo es potencialmente intersubjetivo. Aun en el caso de que el
vehículo sígnico sea intrínsecamente subjetivo, puede haber
confirmación indirecta de
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
94
que existe tal vehículo sígnico con tal y tal significado. Es cierto
que en la práctica la determinación del significado es dificultosa y
que las diferencias en los usos sígnicos entre las personas de
incluso el mismo grupo social pueden ser más que importantes.
Pero es teóricamente pertinente comprender que la subjetividad de
ciertas experiencias, e incluso de experiencias de semiosis, es
compatible con la posibilidad de una determinación objetiva y
exhaustiva de cualquier significado.
Al haber introducido el término «significado» sólo
provisionalmente con el objeto de sacar a la luz las implicaciones
de la posición que hemos adoptado, el uso del término tendrá a
partir de este momento carácter discontinuo, puesto que no añade
nada al conjunto de términos semióticos. Puede señalarse que el
argumento precedente muestra la concordancia de lo que se
llamará análisis sígnico con las exigencias de la investigación
científica. El análisis sígnico es la determinación de las
dimensiones sintáctica, semántica y pragmática de los procesos
específicos de semiosis; es la determinación de las reglas de uso
de determinados vehículos sígnicos. El análisis lógico, en el
sentido más amplio del término «lógico», coincide con el análisis
sígnico; en acepciones más restringidas, el análisis lógico
constituye una parte del análisis sígnico, como el estudio de las
relaciones sintácticas del vehículo sígnico en cuestión. El análisis
sígnico (es decir, la semiótica descriptiva) puede proseguirse de
acuerdo con los procedimientos admitidos del quehacer científico.
95
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
2. Universales y universalidad
Ciertos aspectos de la «universalidad» (o generalidad) de los
signos han atraído la atención desde hace mucho, constituyendo su
explicación una fuente de múltiples disputas filosóficas. Al
considerar los fenómenos vagamente aludidos por los sobreelaborados términos «universales» y «universalidad» bajo el
prisma del análisis semiótico, pueden separarse los diversos
componentes de los problemas y ver así sus relaciones.
El asunto puede ser enfocado en términos de la distinción de
Peirce entre sinsigno y legisigno: un sinsigno es un algo particular
que funciona como signo, mientras que un legisigno es una «ley»
que funciona como signo. Una serie de marcas particulares en un
lugar específico, como «casa», es un sinsigno ; esa serie de marcas
específicas no es, empero, la palabra castellana casa, puesto que
esta palabra es «una», mientras que sus casos o réplicas son tan
numerosos como los diversos usos de la palabra. Es una ley o una
costumbre de uso, un «universal» por encima de sus casos
particulares. A Peirce le impresionaba mucho esta situación y de
ahí que estableciera la distinción como elemento básico de su
clasificación de los signos; ofreció un ejemplo en el campo de los
signos de los fenómenos del derecho y la ley (hábito, Tercería,
mediación) sobre cuya objetividad Peirce insistía mucho.
La descripción que hemos ofrecido es compatible con este
énfasis general; la sección precedente debería haber dejado claro
que la semiosis, como proceso funcional, es precisamente tan real
y objetiva como lo son los factores componentes que operan en el
proceso. También ha de admitirse que en un caso determinado de
semiosis en que, digamos, «ca-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
96
sa» funciona como vehículo sígnico, este sinsigno o este ejemplo
particular de semiosis no es idéntico al legisigno casa. ¿Qué es
entonces un legisigno y dónde han de encontrarse en la semiosis
los «universales» y la «universalidad»? En general, la respuesta
debe ser que existe un elemento de universalidad o de generalidad
en todas las dimensiones y que la confusión se da aquí, y en
cualquier otro lugar, cuando éstas no se distinguen y cuando se
confunden afirmaciones en el metalenguaje con afirmaciones
expresadas en el lenguaje objetual.
Puede confirmarse experimentalmente que en un proceso
determinado de semiosis diversos vehículos sígnicos pueden
sustituir al vehículo sígnico original sin que surja ningún cambio
relevante en el resto del proceso. El ritmo de metrónomo al que se
halla condicionado un animal puede acelerarse o frenarse dentro
de ciertos límites sin que la respuesta del animal sufra cambio
alguno; la palabra «casa» puede pronunciarse en diversas
ocasiones por la misma o diferentes personas, con diversos
cambios tonales, y pese a ello provocará la misma respuesta y se
usará para designar los mismos objetos. Si se trata de una palabra
escrita, los rasgos y sus tamaños pueden variar muchísimo, las
letras pueden ser de estilos diferentes, los medios utilizados
pueden ser de diversos colores. La cuestión de los límites de esa
variación y de aquello que permanece constante dentro de esa
gama resulta ser, en un caso determinado, muy difícil de
determinar aun si se emplean las más cuidadosas técnicas
experimentales, pero de lo que no puede haber duda alguna es del
hecho de la variabilidad. Hablando de forma estricta, el vehículo
sígnico es sólo ese aspecto del aparente vehículo sígnico en virtud
del cual se produce la semiosis ; el resto es semióticamente
irrelevante. Decir que un vehículo
97
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
sígnico determinado es un «universal» (o algo general) significa
meramente decir que forma parte de una clase de objetos que
tienen la propiedad o propiedades necesarias para despertar ciertas
expectativas, combinarse de formas especificadas con otros
vehículos sígnicos, y para denotar ciertos objetos, es decir, que es
un elemento de una clase de objetos que están sujetos en su
totalidad a las mismas reglas de uso sígnico. Así, «casa» y
«CASA» pueden tener el mismo vehículo sígnico, pero «casa» y
«Haus» no; el hecho de que «la casa sea roja» cumpla con las
reglas del castellano mientras que «la Haus es roja» no las cumpla,
muestra que los vehículos sígnicos no son los mismos, puesto que
las reglas de uso son (en parte) diferentes. Ninguna de las
disciplinas interesadas en los signos se ocupa de la descripción
física completa del vehículo sígnico, sino que se ocupa de éste
sólo en la medida en que cumple con las reglas de uso.
En cualquier caso específico de semiosis el vehículo sígnico
es, naturalmente, un particular definido, un sinsigno; su
«universalidad», el que sea un legisigno, consiste únicamente en
que, como puede decirse en el metalenguaje, es uno de los
elementos de una clase de objetos capaz de realizar la misma función sígnica.
Otro componente del problema se relaciona con la dimensión
semántica. El designatum de un signo es la clase de objetos que un
signo puede denotar en virtud de su regla semántica. La regla
puede permitir que el signo se aplique sólo a un objeto, o a muchos pero no a todos, o a cualquiera de ellos. Aquí
«universalidad» significa meramente la potencialidad de denotar
más de un objeto o situación. Puesto que una afirmación de ese
tipo es semántica, puede hacerse una afirmación en términos del
inverso de la
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
98
relación de denotación: puede decirse entonces que los objetos
tienen la propiedad de la universalidad cuando son denotables por
el mismo signo. En la medida en que una serie de objetos o
situaciones permiten que se aplique cierto signo, éstas están en
conformidad con las condiciones establecidas en la regla
semántica; por tanto, existe algo igualmente verdadero de todas
ellas, y a este respecto o hasta este grado son las mismas, siendo
todas las diferencias que pueda haber irrelevantes para el caso
particular de la semiosis. «Universalidad (o generalidad) de
objetos» es un término semántico, y hablar como si la
«universalidad» fuera un término del lenguaje objetual, que
designa entidades («universales») en el mundo, significa enunciar
oraciones pseudo-objetuales de tipo cuasi-semántico. Esto fue
admitido en la Edad Media en la doctrina que afirmaba que la
«universalidad» era un término de segunda intención más que de
primera; en términos contemporáneos, se trata de un término
situado dentro de la semiótica y no en el lenguaje objetual. En el
lenguaje objetual existen simplemente términos cuyas reglas de
uso los vuelven aplicables a una pluralidad de situaciones ;
expresado en términos de objetos sólo puede decirse que el mundo
es de tal manera que, a menudo, una serie de objetos o situaciones
pueden denotarse mediante un signo determinado.
Una situación similar aparece en la sintaxis, donde las
relaciones de los vehículos sígnicos son estudiadas en la medida
en que estas relaciones están determinadas por las reglas de
formación o de transformación. Una combinación de vehículos
sígnicos es un particular, pero puede compartir su forma con otras
combinaciones de vehículos sígnicos, es decir, que una serie de
combinaciones de diferentes vehículos sígnicos pueden constituir
ejemplos de la misma
99
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
regla de formación o transformación. En este caso la combinación
sígnica particular tiene una universalidad formal o sintáctica.
Desde la perspectiva de la pragmática pueden hacerse dos
consideraciones pertinentes sobre el tema. Una de ellas es
correlativa con la situación semántica que ya ha sido descrita. El
hecho de que ciertos vehículos sígnicos puedan/denotar
numerosos objetos corresponde al hecho de que las expectativas
varían en grado de determinación, de forma que una serie de
objetos pueden satisfacer una expectativa. Uno espera que mañana
haga un buen día, y una serie de condiciones climatológicas
satisfarán la expectativa. Por tanto, mientras una respuesta (en una
situación particular) sea específica, resulta ser una afirmación
cierta dentro de la pragmática que respuestas similares son a
menudo exigidas por una variedad de vehículos sígnicos y son
satisfechas por una variedad de objetos. Desde esta perspectiva, el
interpretante (en común con cualquier hábito) tiene un carácter de
«universalidad» que contrasta con su particularidad en una
situación específica. Existe un segundo aspecto de universalidad
sígnica distinguible en la pragmática, a saber, la universalidad
social que reside en el hecho de que un signo puede ser compartido por una serie de intérpretes.
De acuerdo con esto es necesario distinguir dentro de la
universalidad propia de la semiosis cinco tipos de universalidad.
Puesto que el término «universalidad» tiene tal variedad de usos, y
es claramente inapropiado en algunos de los cinco posibles, se
usará en su lugar el término «generalidad». Existen por tanto cinco
tipos de generalidad sígnica: la generalidad del vehículo sígnico,
la generalidad de la forma, la generalidad de denotación, la
generalidad del interpretante y la generalidad social. El punto
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
100
central es que cada uno de estos tipos de generalidad puede
expresarse sólo dentro de la semiótica; la generalidad, en
consecuencia, es un concepto relacional, habida cuenta de que
todas las ramas de la semiótica investigan sólo relaciones. Hablar
de algo como un principio «general» o «universal» significa pura
y simplemente usar una oración pseudo-objetual en lugar de una
expresión semiótica no ambigua; tales términos sólo pueden
significar que el algo en cuestión establece con esto o aquello una
de las relaciones encarnadas en los cinco tipos de generalidad
sígnica que hemos diferenciado. De esta forma se conserva lo
significativo de los énfasis históricos del nominalismo, el realismo
y el conceptualismo, al tiempo que se evitan los últimos restos de
la concepción sustantiva o entitiva de la generalidad al admitir el
nivel de discurso apropiado para las discusiones de la generalidad
y el carácter relacional de los términos empleados en ese nivel.
3. ínterrelación de las ciencias semióticas
Puesto que la tendencia actual se orienta en la dirección de la
investigación especializada en sintaxis, semántica o pragmática, es
oportuno recalcar enfáticamente las interrelaciones de estas
disciplinas dentro de la semiótica. La semiótica, en la medida en
que es algo más que estas disciplinas, se ocupa fundamentalmente
de sus interrelaciones, y lo hace a través del carácter unitario de la
semiosis que estas disciplinas ignoran individualmente.
Un aspecto de la interrelación se indica en el hecho de que
mientras cada una de las disciplinas componentes se ocupa de un
modo u otro de signos, ninguna de ellas puede definir el término
«signo» y, por
101
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
tanto, pueden definirse a sí mismas. «Sintaxis» no es un término
dentro de la sintaxis, sino que es un término estrictamente
semiótico, y lo mismo puede decirse de «semántica» y
«pragmática». La sintaxis habla de las reglas de formación y
transformación, pero las reglas son modos posibles de conducta e
implican la noción de intérprete; «regla» es, por consiguiente, un
término pragmático. La semántica alude explícitamente sólo a los
signos como objetos o situaciones que designan, pero no existe
una relación de ese tipo sin reglas de uso semántico, y esto supone
de nuevo, implícitamente, la noción de intérprete. La pragmática
sólo se ocupa directamente de los signos interpretados, pero
«intérprete» e «interpretante» no pueden definirse sin usar
«vehículo sígnico» y «designatum», de forma que todos estos
términos son términos estrictamente semióticos. Estas consideraciones —a su vez, sólo unas cuantas de las múltiples posibles—
muestran que, aunque las ciencias semióticas componentes no se
mencionan entre sí como ciencias, sólo pueden, pese a todo, ser
caracterizadas y distinguidas en términos de la ciencia más amplia
de la que forman parte.
Es también cierto que una persona que estudia alguna
dimensión de la semiosis usa términos que tienen tres dimensiones
y emplea los resultados del estudio de las otras dimensiones. Las
reglas que gobiernan los vehículos sígnicos del lenguaje objeto de
estudio han de ser comprendidas, y «comprensión» es un término
pragmático. Las reglas para combinar y transformar los posibles
vehículos sígnicos no pueden estar compuestas pura y
simplemente de vehículos sígnicos, sino que han de funcionar
realmente como signos. En la sintaxis descriptiva han de existir
signos para denotar los vehículos sígnicos que se estudian, y el
objetivo debe ser hacer afirma-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
102
ciones verdaderas acerca de esos vehículos sígnicos, pero
«denotar» y «verdadero» no son términos sintácticos. La
semántica estudiará la relación de una combinación sígnica con lo
que denota o puede denotar, pero esto implica el conocimiento de
la estructura de la combinación de signos y las reglas semánticas
en virtud de las cuales puede obtenerse la relación de denotación.
La pragmática no puede ir muy lejos sin tomar en consideración
las estructuras formales para las que deberá buscar un correlato
pragmático, así como la relación de los signos con los objetos que
intenta explicar a través de la noción de hábito de uso. Finalmente,
los lenguajes de la sintaxis, la semántica y la pragmática tienen
tres dimensiones: designan algún aspecto de la semiosis, tienen
una estructura formal y tienen un aspecto pragmático en la medida
en que se usan o son comprendidos.
La relación íntima de las ciencias semióticas hace de la
semiótica una ciencia posible, pero eso no empaña el hecho de que
las subciencias representen tres puntos de vista irreductibles e
igualmente legítimos que corresponden a las tres dimensiones
objetivas de la semiosis. Cualquier signo puede estudiarse desde
alguna de las tres ópticas, aunque por separado ninguna de ellas
sea adecuada para la naturaleza global de la semiosis. En cierto
sentido puede decirse, por tanto, que no existen límites a ninguno
de estos puntos de vista, es decir, ningún lugar en que el
investigador deba desertar de una óptica para pasar a otra. Existen
simplemente estudios de la semiosis desde diferentes perspectivas;
al centrarse mucho en una dimensión se negligen deliberadamente
los aspectos del proceso discernibles en términos de las restantes
perspectivas. La sintaxis, la semán-
103
LA UNIDAD DE LA SEMIOTICA
tica y la pragmática son componentes de una ciencia semiótica
única, pero se trata de componentes mutuamente irreductibles.
7. Problemas y aplicaciones
1.
Unificación de las ciencias semióticas
Nos queda todavía la tarea de mostrar de forma resumida los
problemas que continúan abiertos dentro de la semiótica y los
posibles campos de aplicación. Estos pueden agruparse de manera
aproximativa bajo tres epígrafes: unificación de las ciencias
semióticas, la semiótica como organon de las ciencias, e
implicaciones humanísticas de la semiótica. Las observaciones
que siguen sólo aspiran a sugerir algunas cosas, a indicar
direcciones más que soluciones.
La exposición que hemos hecho se ha adaptado a los
propósitos de una introducción. Vastas áreas del campo de estudio
han sido ignoradas, la exactitud en las afirmaciones se ha
sacrificado a menudo para evitar largos análisis preliminares, y la
consideración de los ejemplos que se han introducido sólo ha
considerado la ilustración del punto en cuestión. Aun en el caso de
que los planteamientos más amplios de la semiótica fueran
correctos, está todavía muy alejada de la condición de ciencia
avanzada. El progreso requerirá colaboración de múltiples
investigado-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
106
res. Se necesitan tanto investigadores fácticos como
sistematizadores. Los primeros pueden aclarar las condiciones en
las que se produce la semiosis y qué es lo que ocurre precisamente
durante tal proceso; los últimos deben desarrollar, a la luz de los
hechos de que se disponga, una estructura teórica precisa y
sistematizada que puedan utilizar en su momento los futuros
investigadores fácticos. Un problema teórico de importancia
estriba en la relación de los diversos tipos de reglas. La teoría de
los signos que se ha ofrecido establece muchos puntos de contacto
con el trabajo concreto de los biólogos, psicólogos, psicopatólogos, lingüistas y científicos sociales. La sistematización
puede usar con provecho la lógica simbólica: puesto que la
semiótica se ocupa en todos sus puntos de relaciones, es
particularmente sensible al tratamiento en términos de la lógica de
relaciones. El trabajo de los investigadores fácticos y de los
sistematizadores es igualmente importante y debe funcionar
coordinadamente, ya que se proveen entre sí de material de
trabajo.
A los semióticos les debería resultar útil la historia de la
semiótica, como estímulo y como campo de aplicación. Doctrinas
tan trasnochadas como las categorías, los trascendentales y los
predicables son irrupciones tempranas en los dominios semióticos
y deberían ser clarificadas por desarrollos posteriores. Las
controversias helenísticas acerca del signo admonitivo e
indicativo, y las doctrinas medievales de la intención, la
imposición y la suposición merecen ser revividas e interpretadas.
La historia de la lingüística, de la retórica, la lógica, el empirismo
y la ciencia experimental ofrece un rico material suplementario.
La semiótica tiene una larga tradición y, como sucede con todas
las demás ciencias, debería conservar viva su propia historia.
107
PROBLEMAS Y APLICACIONES
En el desarrollo de la semiótica las disciplinas que ahora son
habituales bajo los nombres de lógica, matemática y lingüística
pueden ser reinterpretadas en términos semióticos. Las paradojas
lógicas, la teoría de los tipos, las leyes de la lógica, la teoría de la
probabilidad, la distinción de deducción, inducción e hipótesis, la
lógica modal, todos estos temas pueden ser considerados dentro de
la teoría de los signos. En la medida en que la matemática es
conocimiento de las estructuras lingüísticas, y no se identifica
simplemente con algunas (o todas) de tales estructuras, también
puede considerarse parte de la semiótica. La lingüística entra
claramente dentro del dominio de la semiótica, puesto que se
interesa en la actualidad por ciertos aspectos de las estructuras
sígnicas complejas que constituyen los lenguajes en el sentido
semiótico pleno del término. Es posible que la situación
aceptadamente insatisfactoria que se arrastra con respecto a
términos como «palabra», «oración» y «parte del discurso», pueda
clarificarse en términos de las funciones sígnicas que cumplen los
diversos recursos lingüísticos. Los proyectos antiguos de una
gramática universal adquieren una nueva y defendible forma
cuando se traducen al estudio de la forma en que todos los
lenguajes realizan similares funciones sígnicas mediante el uso de
los diferentes recursos.
La lógica, la matemática y la lingüística pueden quedar
totalmente absorbidas en la semiótica. En el caso de otras
disciplinas esto sólo puede ocurrir en parte. Ciertos problemas que
a menudo se califican de epistemológicos o metodológicos caen
en gran parte dentro de la semiótica: el empirismo y el racionalismo son en el fondo teorías acerca de cuándo se produce la
relación de denotación o puede decirse que se produce; las
discusiones acerca de la verdad
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
108
y el conocimiento están inseparablemente ligadas a la semántica y
la pragmática; una discusión de los procedimientos de los
científicos que suponga más que un capítulo en la lógica,
psicología o sociología, debe relacionar estos procedimientos con
el status cognitivo de las afirmaciones que resultan de su aplicación. En la medida en que la estética estudia cierto
funcionamiento de los signos (tales como los signos icónicos
cuyos designata son valores), se trata de una disciplina semiótica
con componentes sintácticos, semánticos y pragmáticos, y la
distinción de estos componentes ofrece una base para la crítica estética. La sociología del conocimiento es también parte clara de la
pragmática, y lo mismo puede decirse de la retórica; la semiótica
es el marco en que pueden insertarse los equivalentes modernos
del antiguo trivium formado por la lógica, la retórica y la
gramática. Ya se ha sugerido que la psicología y las ciencias
sociales humanas pueden encontrar parte (si no la totalidad) de la
base de su distinción de las restantes ciencias biológicas y sociales
en el hecho de que se ocupan de respuestas mediadas por signos.
El propio desarrollo de la semiótica constituye una etapa en la
unificación de las ciencias que total o parcialmente se ocupan de
signos; puede también desempeñar un importante papel en la
superación de la división entre las ciencias biológicas, por un lado,
y las ciencias psicológicas y sociales humanas por otro, y al
propio tiempo arrojar nueva luz sobre la relación de las
denominadas ciencias «formales» y «empíricas».
109
PROBLEMAS Y APLICACIONES
2. La semiótica como organon de las ciencias
La semiótica ocupa un lugar único entre las ciencias. Quizá
pueda decirse que toda ciencia empírica está comprometida en la
búsqueda de datos que puedan servir como signos veraces; es
ciertamente verdadero que cualquier ciencia debe expresar sus resultados en signos lingüísticos. De ahí que el científico deba ser
tan cuidadoso con sus herramientas lingüísticas como lo es al
diseñar aparatos o al realizar observaciones. Las ciencias deben
recurrir a la semiótica para los conceptos y principios generales
relevantes para sus propios problemas de análisis sígnico. La
semiótica no es simplemente una ciencia entre las ciencias sino un
organon o instrumento de todas las ciencias.
Esta función puede realizarse de dos maneras. Una de ellas
consiste en hacer del aprendizaje de la semiótica una parte regular
del bagaje del científico. De esta forma un científico se volvería
críticamente consciente de su aparato lingüístico y desarrollaría
hábitos esmerados en su uso. La segunda manera consiste en
realizar investigaciones específicas de los lenguajes de las ciencias
especiales. Los resultados expresados lingüísticamente de todas
las ciencias forman parte del objeto de estudio de la semiótica
descriptiva. Los análisis específicos de ciertos términos y
problemas básicos en las diversas ciencias mostrarán al científico
experimental la relevancia de la semiótica en estos campos con
mayor efectividad que no importa qué cantidad de argumentos
abstractos. Otros ensayos entre los contenidos en esta Enciclopedia pueden considerarse una contribución a tales estudios. Las
formulaciones
científicas
habituales
expresan
muchos
pseudoproblemas que surgen de la confusión de afirmaciones en el
lenguaje de la semió-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
110
tica y en el lenguaje objetual, como las recientes discusiones sobre
el indeterminismo y la complementariedad en las ciencias físicas
ejemplifican abundantemente. Los problemas empíricos de tipo no
lingüístico no pueden ser resueltos mediante consideraciones
lingüísticas, pero es importante que no se confundan los dos tipos
de problemas y que los problemas no lingüísticos se expresen de
forma tal que contribuyan a su solución empírica. La lógica
clásica se consideraba a sí misma el organon de las ciencias pero,
en realidad, era incapaz de desempeñar ese papel ; la semiótica
contemporánea, al expresar en sí misma los más recientes
desarrollos lógicos y una amplia variedad de enfoques con
respecto a los fenómenos sígnicos, puede intentar asumir
nuevamente ese papel.
3. Las implicaciones humanísticas de la semiótica
Los signos sirven para otras cosas que para adquirir
conocimiento, y la semiótica descriptiva es más amplia que el
estudio del lenguaje de la ciencia. Correspondiendo a los diversos
propósitos que cumplen los signos, existen lenguajes más o menos
especializados que siguen en alguna medida las diversas
dimensiones de la semiosis. Así, la forma matemática de
expresión está bien adaptada para subrayar la interrelación de
términos en un lenguaje, relegando la relación con los objetos y
los intérpretes a un segundo término; el lenguaje de la ciencia empírica es especialmente apropiado para la descripción de la
naturaleza; los lenguajes de la moralidad, las bellas artes y las
artes aplicadas están especialmente adaptados al control de la
conducta, a las presentaciones de cosas o situaciones como objetos
111
PROBLEMAS Y APLICACIONES
de intereses, y a la manipulación de las cosas para lograr las
eventualidades deseadas. En ninguno de estos casos falta alguna
de las dimensiones de la semiosis; ciertas dimensiones están
simplemente subordinadas y parcialmente transformadas a causa
del énfasis puesto en una de las dimensiones. Las proposiciones
matemáticas pueden tener un aspecto empírico (muchas de ellas,
en verdad, se descubrieron empíricamente), y los problemas
matemáticos pueden ser planteados por problemas en otros campos, pero el lenguaje de la matemática subordina estos factores
con el objeto de realizar mejor la tarea que ha de cumplir. La
ciencia empírica no se ocupa en realidad de lograr únicamente
todas las afirmaciones verdaderas posibles (cómo, por ejemplo,
expresar el área de cada una de las marcas presentes en esta
página) sino en lograr afirmaciones verdaderas pertinentes (es
decir, afirmaciones que, por un lado, proporcionen una base
segura para la predicción y, por otro lado, que ayuden a la
creación de una ciencia sistemática), pero el lenguaje de la ciencia
empírica busca expresar la verdad y no la importancia de sus
afirmaciones. La poesía lírica tiene una sintaxis y usa términos
que designan cosas, pero la sintaxis y los términos se usan de
manera que, para el lector, lo que destaca, son valores y
estimaciones. Las máximas de las artes aplicadas se basan en
proposiciones verdaderas relevantes para el cumplimiento de ciertos propósitos («para lograr x, haga esto y esto»); los juicios
morales pueden, de forma semejante, tener un componente
empírico pero, además, asumen la deseabilidad de alcanzar cierto
objetivo y de aspirar a controlar la conducta («Usted debería
vacunar a su hijo»; es decir: «Considerando que se da por sentado
el objetivo de alcanzar la salud, la vacuna-
FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DE LOS SIGNOS
112
ción es en las presentes circunstancias la forma más segura de
realizar ese fin, así que hágalo»).
La semiótica proporciona una base para la comprensión de las
principales formas de actividad humana y para su interrelación,
puesto que todas estas actividades y relaciones se reflejan en los
signos que median esas actividades. Tal comprensión es una ayuda efectiva para evitar que se confundan las diversas funciones
que realizan los signos. Como dijo Goethe, «uno no puede
realmente pelearse con cualquier forma de representación»,
siempre y cuando, naturalmente, la forma de representación no
esconda lo que no es. Al darse esa comprensión, la semiótica
promete cumplir una de las tareas que tradicionalmente se ha
considerado empeño filosófico. La filosofía ha pecado a menudo
de confundir en su propio lenguaje las diversas funciones que
realizan los signos. Pero la idea de que la filosofía debe aspirar a
penetrar en las formas características de la actividad humana y ha
de afanarse por lograr el conocimiento más general y más
sistemático posible, forma parte de una larga tradición. Esta
tradición aparece en forma moderna en la identificación de la
filosofía con la teoría de los signos y la unificación de la ciencia,
es decir, con los aspectos más generales y sistemáticos de la
semiótica pura y descriptiva.
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1938 Gesammelte Aufsätze, 1926-1936. Viena.
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BIBLIOGRAFIA ESCOGIDA
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WITTGENSTEIN, L.,
1922 Tractatus logico-philosophicus. Londres. (Traducción castellana
en Alianza Editorial, Madrid.)
Indice de nombres
Adjukiewicz, Kesimir, 58
Andrade, Manuel, 14, 50
Aristóteles, 68
Barthes, Roland, 17
Bloomfield, Leonard, 14 Boole,
44
Carnap, Rudolf, 14, 44, 4647, 56, 60 Cassirer,
Ernst, 14-15 Count, Earl
W., 18
Dewey, J., 14, 67, 83
Leibniz, G., 44, 69
Locke, John, 17, 91
Mead, George H., 14-15, 67,
70, 76-79 Morris,
Charles, 17, 19
Nietzsche, F., 14
Ockham, W. de, 91
Ogden C. K., 14
Peano, 44
Peirce, Charles S., 14-15, 17,
37, 44, 67, 69, 95
Eco, Umberto, 19
Reichenbach, H. 56, 58
Richards, I. A., 14
Frege, B., 44
Goethe, 112
Sapir, Edward, 14 Saussure,
Ferdinand de, 17 Sebeok,
Thomas A., 15
Hjelmslev, Louis, 17
Tarski, Escuela de, 56
Jakobson, Roman, 14 James,
William, 67, 69, 83
Watson, J. B., 30 Whitehead, A.
N., 44, 89
Indice analítico
análisis tridimensional, 36
40 ars characteristica y ars
combinatoria, 44
biología darwiniana, 69
ciencia
— semiótica, 24-25, 103-105
— unificación de la, 24-26, 85,
108
ciencias
— biológicas, 24, 85, 108
— empíricas, 108
— físicas, 24, 85
— formales, 108
— psicológicas, 24
— sociales, 24, 85, 108
combinaciones
— de signos, 37, 43,
— oraciones como combi
naciones, 45
combinatorio, mecanismo, 44
comunicación, 76 concepto, 60,
69 conceptualismo, 89, 100
conducta, 50
— control de la, 79, 85, 110
— sistemas de, 71
conductismo, 30-31, 56
— social, 79
convencionalismo, 40
denotación, relación de, 3336, 61 denotatum, —a, 30,
37, 52,
61 designación, relación de,
3234 designatum, —a, 27-31,
55,
61 dimensiones de la
semiosis,
31, 34, 101-102
— interrelación de las, 72
— pragmática, semántica y
sintáctica de la semiosis, 31,
34, 44, 48, 65
empirismo, 36, 40, 55-56, 83,
91 estética, 24, 81, 108
estructura
— del lenguaje, 53, 56-57,
61
— de la naturaleza, 57
expectativas, 40, 49-50, 7076, 97-99
experiencia
— como término relacional,
91
— consciente e inconsciente,
92
— de facto intersubjetiva, 92
— de facto subjetiva, 92
— directa e indirecta, 93
— intrínsecamente subjetiva,
92-93
— potencialmente
intersubjetiva, 92-93
— subjetividad de la, 94
expresión, relación de, 3234
falsa, oración, 51
falsedad, predicados de, 50-51
filosofía, 112
formalismo, 36, 49, 54
formalización de la semiótica,
35
gesto, 40, 76
hábito, 58, 91
— interpretante
74, 95
como, 70,
icono, 59-61
idealismo, 40
implicación, relación de, 3234 índice, 49, 60-61
interpretante, 27-28, 31, 68
— como hábito, 70, 74, 95
— como respuesta preparatoria,
77
intérprete, 27-33, 67
isomorfismo, 57, 62-65
legisigno, 95-97
lenguaje, 36, 58, 75
— como actividad comunicativa y social, 36, 76
— como sistema de signos, 3637
— de la ciencia, 25-26, 40, 45,
110
— semiótica como, 25
ley como costumbre de uso,
95 lingüística, 15, 24, 43-48
lógica, 24, 54
— de relaciones, 35
— formal, 39
— simbólica, 44
matemática, 24, 39
— como lenguaje formalizado, 53
— como sistema deductivo y
axiomático, 43
mediación, 28, 30, 95
— signo como, 79, 90, 112
mente, 68, 78-79
metalenguaje, 39, 53, 57, 97
niveles de semiosis, 31-33
nominalismo, 89, 100
objetividad, 95 objeto,
29, 50, 59
— de la semiótica, 33
— real, 29, 36, 65
oración
— analítica, 45, 71
— cuasi-pragmática, 46, 82-84
— cuasi-semántica, 46
— cuasi-sintáctica, 46
— objetual, 46, 62
— pseudo-objetual, 62, 82
— tipos de, 54
organon, semiótica como,
105-110
particular, 95-98
pensamiento, 62, 68
percepción, 32
— factores sígnicos de la,
39
pragmática, 67-85
— descriptiva, 35, 68, 79
— dimensión, 71, 74
— pura, 35, 68
— términos de la, 72, 76
pragmatics, 18 pragmatismo,
67-70, 80-85 psicoanálisis, 80
psicología, 73, 85, 108
— asociacionista, 90
— introspectiva y de las fa
cultades, 30
rasgos pragmáticos, semánticos
y sintácticos, 37, 65
realismo, 40, 89, 100 reglas
— de formación y transformación, 45-47, 53
— de uso, 58
— pragmáticas, 75
— semánticas, 57-65
— sintácticas, 45
relación
— de signos con intérpretes,
32, 40, 67
— de signos con objetos, 32,
36, 40, 56
— de signos con signos, 32, 40
— diádica, 31
— triádica, 31, 52
respuesta, 31, 48-49, 70-71
retórica, 24, 108
semántica, 55-57
— descriptiva, 55
— dimensión, 55, 65
— pura, 35, 55
— regla, 57
— términos de la, 66
semantics,
18
semeiótica,
18
semeiotics,
18
semiología,
18
sémiologie,
18
semiology, 17
semiosis, proceso de, 27-29,
33 semiótica, 15-18
— como ciencia, 33-34, 105
— como lenguaje, 34
— como metalenguaje, 39
— como organon, 24-25,
105-110
— descriptiva, 35-36, 58, 95,
112
— pura, 35-36, 112
— términos de la, 34, 73, 87
significado, 87-93
signo, 29-34
— como mediación, 70, 79,
112
signos
— animales, 15
— caracterizadores, 49-52,
59-60
— ciencia de los, 23-24
— descriptivos, 45
— doctrina de los, 17
— dominantes, 50, 72
— especiales, 34, 52, 63
— especificadores, 50-52
— estéticos, 47
— frásicos, 37
— gestuales, 76
— humanos pre-lingüísticos y
post-lingüísticos, 15
— indéxicos, 49-52, 59, 72
— individuales, 37
— lógicos, 45
— matemáticos, 57
— perceptuales, 40-47
— simples y complejos, 36, 57
— universales, 49-50
símbolo,
59-61
sinsigno, 95-96 sintaxis,
43-48, 53, 57
— descriptiva, 35
— lógica, 44-48
— pura, 35
— términos de la, 53 sociales,
factores, en la semiosis, 73
sociología, 108
— del conocimiento, 80,
108
speciosa generalis, 44
syntactics, 18
teoría de los signos, 13-16,
26,
30
tercería, 95
unidad de la semiótica, 41,
87-90
universales
universalidad,
95-99 uso de los
signos
— condiciones de, 56, 80
usuarios de los signos, 35,
58, 64, 72
verdad 50-51, 56
—como término semiótico,
83
vehículo sígnico, 24, 28-31,
37-39, 48, 63
y