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La filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía

El nombre de la rosa: la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía Hablar de la película El nombre de la rosa sin hacer referencias al libro es realmente difícil. Sin embargo, ello no impide que sea éste uno de los contados casos en los que tanto el libro como la película han recibido una acogida excelente. Hay 3 ideas que me gustaría destacar, y que cobran luz propia si las consideramos desde la columna vertebral de la película y del libro: El nombre de la rosa es, sin lugar a dudas, uno de los mejores retratos de la baja Edad Media. Puede que en algunos aspectos carezca de rigor histórico, pero la habilidad con la que aparecen representadas algunas de las ideas clave para comprender este periodo es inigualable. Con el teocentrismo medieval de fondo, y la crisis incipiente de una época que se termina, El nombre de la rosa es un vehículo excelente para adentrarnos en la comprensión de un periodo histórico al que no siempre se le presta la suficiente atención. La primera resonancia filosófica es la búsqueda inductiva de Guillermo de Baskerville de las pruebas que conduzcan al asesino es una recreación literaria de Guillermo de Ockham, uno de los filósofos más polémicos de su tiempo, y que tuvo problemas de diversa índole ante las autoridades eclesiásticas por ejercer la libertad de pensamiento. En el personaje interpretado por Sean Connery empieza a asomarse toda una nueva forma de pensamiento, que logrará su punto más alto en la modernidad: pensamiento que no se construye sobre la autoridad ni sobre la revelación sino sobre los argumentos racionales elaborados a partir de las pruebas obtenidas empíricamente. Toda la ciencia moderna aparece prefigurada en Guillermo y su particular modo de investigar los asesinatos de la abadía. Tiempos de crisis, por tanto, los que aparecen en la película: pensamientos que comienzan a superarse y otros que nacen lentamente, amenazados por los peligros más diversos. Crisis y choque que se deja notar en otro de los hilos argumentales de la película: el enorme conflicto interno de la Iglesia católica ante una orden naciente, los franciscanos, que cuestionan de un modo radical la vida opulenta y acomodada de las altas autoridades eclesiásticas: juicios, persecuciones y censuras a quienes no estén de acuerdo con la doctrina oficial, algo que, tanto en política como en religión ha sido, lamentablemente, una constante histórica. La incapacidad de soportar la crítica, de admitir que alguien piense distinto. La misma intolerancia que provocará que un libro pueda llegar a matar. Que por un libro se pueda llegar a matar. Un tercer momento, los obstáculos al libre pensamiento y el libre acceso a la cultura: ese para nosotros perdido libro de Aristóteles, quemado en las llamas de la ignorancia y el autoritarismo vacío, sin fundamento. ¿Acaso vivimos en tiempos muy alejados de las situaciones que describe la película? ¿Qué ideas, filosóficas o no, os sugirió El nombre de la rosa? Es una novela de misterio e histórica de Umberto Eco, publicada en 1980. Ambientada en el turbulento ambiente religioso del siglo XIV, la novela narra la investigación que realizan fray Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk alrededor de una misteriosa serie de crímenes que suceden en una abadía de los Alpes italianos. La gran repercusión de la novela provocó que se editaran miles de páginas de crítica. En 1985 el autor publicó Apostillas a «El nombre de la rosa», una especie de tratado de poética en el que comentaba cómo y por qué escribió la novela, aportando pistas que ilustran al lector sobre la génesis de la obra, aunque sin desvelar los misterios que se plantean en ella. El nombre de la rosa ganó el premio Strega en 1981 y el Premio Médicis Extranjero de 1982, entrando en la lista «Editors' Choice» de 1983 del New York Times. El gran éxito de crítica y la popularidad adquirida por la novela llevó a la realización de una versión cinematográfica homónima, dirigida por el francés Jean-Jacques Annaud en 1986, con Sean Connery como el franciscano Guillermo de Baskerville y un adolescente Christian Slater encarnando al benedictino Adso. Contexto En su anterior obra teórica, Lector in Fabula, Eco ya reseñaba en una llamada a pie de página la «polémica sobre la posesión de bienes y la pobreza de los apóstoles que se planteó en el siglo XIV entre los franciscanos espirituales y el pontífice». En dicha polémica destacó un polémico pensador franciscano, Guillermo de Ockham, quien estudió la controversia entre los espirituales y el Papado sobre la doctrina de la pobreza apostólica, principal para los franciscanos, pero considerada dudosa y posiblemente herética tanto por el Papado como por los dominicos. La figura intelectual del nominalista Guillermo de Ockham, su filosofía racional y científica, expresada en lo que se ha dado en llamar la «Navaja de Ockham»,es considerada parte de las referencias que ayudaron a Eco a construir el personaje de Guillermo de Baskerville, y determinaron el marco histórico y la trama secundaria de la novela. El nombre de la rosa es una opera aperta, una «novela abierta», con dos o más niveles de lectura. Llena de referencias y de citas, Eco pone en boca de los personajes multitud de citas de autores medievales; el lector ingenuo puede disfrutarla a un nivel elemental sin comprenderlas, «después está el lector de segundo nivel que capta la referencia, la cita, el juego y por lo tanto sabe que se está haciendo, sobre todo, ironía.» Pese a ser considerada una novela «difícil», por la cantidad de citas y notas al pie, o quizás incluso por eso, la novela fue un auténtico éxito popular. El autor ha planteado al respecto la teoría de que quizás haya una generación de lectores que desee ser desafiada, que busque aventuras literarias más exigentes. La idea original de Eco era escribir una novela policíaca, pero sus novelas «nunca empezaron a partir de un proyecto, sino de una imagen. (···) De ahí la idea de imaginar a un benedictino en un monasterio que mientras lee la colección encuadernada del manifesto muere fulminado». Extensamente familiarizado y apasionado del medioevo por anteriores trabajos teóricos, el autor trasladó esta imagen de modo natural a la Edad Media, y se pasó un año recreando el universo en que se desarrollaría la trama: «Pero recuerdo que pasé un año entero sin escribir una sola línea. Leía, hacía dibujos, diagramas, en suma, inventaba un mundo. Dibujé cientos de laberintos y plantas de abadías, basándome en otros dibujos, y en lugares que visitaba.». De ese modo, pudo familiarizarse con los espacios, con los recorridos, reconocer a sus personajes y enfrentarse con la tarea de encontrar una voz para su narrador, lo que tras repasar las de los cronistas medievales le recondujo de nuevo a las citas, y por ello la novela debía empezar con un manuscrito encontrado. Abadía de Melk en 1672, antes de su renovación. En un clima mental de gran excitación leí, fascinado, la terrible historia de Adso de Melk, y tanto me atrapó que casi de un tirón la traduje en varios cuadernos de gran formato procedentes de la Papeterie Joseph Gibert, aquellos en los que tan agradable es escribir con una pluma blanda. Mientras tanto llegamos a las cercanías de Melk, donde, a pico sobre un recodo del río, aún se yergue el bellísimo Stift, varias veces restaurado a lo largo de los siglos. Como el lector habrá imaginado, en la biblioteca del monasterio no encontré huella alguna del manuscrito de Adso. Es la Edad Media y corre el invierno de 1327, bajo el papado de Juan XXII. El franciscano Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk, llegan a una abadía benedictina ubicada en los alpes italianos y famosa por su impresionante biblioteca con estrictas normas de acceso. Guillermo debe organizar una reunión entre los delegados del Papa y los líderes de la orden franciscana, en la que se discutirá sobre la supuesta herejía de la doctrina de la pobreza apostólica, promovida por una rama de la orden franciscana: los espirituales. La celebración y el éxito de dicha reunión se ven amenazados por una serie de muertes que los supersticiosos monjes, a instancias del ciego bibliotecario Jorge de Burgos, consideran que siguen la pauta de un pasaje del Apocalipsis. Guillermo y Adso, evadiendo en muchos momentos las normas de la abadía, intentan resolver el misterio descubriendo que, en realidad, las muertes giran alrededor de la existencia de un libro envenenado, un libro que se creía perdido: el segundo libro de la Poética de Aristóteles. La llegada del enviado papal e inquisidor Bernardo Gui inicia un proceso inquisitorial de amargo recuerdo para Guillermo, que en su búsqueda ha descubierto la magnífica y laberíntica biblioteca de la abadía. El método científico de Guillermo se ve enfrentado al fanatismo religioso representado por Jorge de Burgos, el anciano bibliotecario que mantiene oculto el libro, quien tras la discusión con Guillermo comienza a devorar las páginas envenenadas del libro. En el forcejeo para recuperar el libro de manos del bibliotecario una lámpara cae accidentalmente, iniciando un incendio que arrasa con la biblioteca y la abadía entera. Personajes Guillermo de Baskerville: Fraile franciscano británico del siglo XIV. Con un pasado como inquisidor, se le encarga la misión de viajar a una lejana abadía benedictina para organizar una reunión en la que se discutiría sobre la supuesta herejía de una rama de los franciscanos: los espirituales. Este paralelismo y la coincidencia en el nombre ha hecho pensar que el personaje de Guillermo podría referir a Ockham, que efectivamente intervino en la disputa sobre la pobreza apostólica a petición de Miguel de Cesena, concluyendo que el Papa Juan XXII era un hereje. A su llegada, dada su fama de hombre perspicaz e inteligente, el abad le encarga investigar la extraña muerte de un monje para evitar el fracaso de la reunión. La descripción que hace la novela de Guillermo recuerda a Sherlock Holmes: «Su altura era superior a la de un hombre normal y, como era muy enjuto, parecía aún más alto. Su mirada era aguda y penetrante; la nariz afilada y un poco aguileña infundía a su rostro una expresión vigilante, salvo en los momentos de letargo a los que luego me referiré.» En cuanto al apellido Baskerville, remite también a la novela de Conan Doyle protagonizada por Sherlock Holmes, El sabueso de los Baskerville, otro referente señalado. Adso de Melk: Voz narradora de la novela, es presentado como hijo de un noble austríaco, el Barón de Melk, que en la novela combatía junto a Luis IV de Baviera, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Novicio benedictino, mientras se encontraba con su familia en la Toscana es encomendado a Guillermo por su familia como amanuense y discípulo, y ayuda a su mentor en la investigación. Jorge de Burgos: El español Jorge de Burgos es un monje anciano y ciego, encorvado y «blanco como la nieve»; bibliotecario de la abadía, empeña su vida en ocultar un libro, el segundo libro de la Poética de Aristóteles, supuestamente dedicado a la comedia, la risa y el humor como efectivos transmisores de la verdad, alrededor del cual giran las muertes que se suceden en la abadía. Personajes históricos Ubertino da Casale: Ubertino da Casale (1259, 1330) fue un religioso franciscano italiano, líder de los espirituales de la Toscana. En la novela es presentado como amigo de Guillermo. Michele de Cesena: El italiano Miguel de Cesena, (1270 – 1342), fue general de la orden franciscana y teólogo. Líder de los franciscanos «espirituales», que estaban enfrentados al papa Juan XXII en la disputa sobre la pobreza evangélica. Bernardo Gui: Bernardo Gui o Bernardo Guidoni (1261 o 1262, 1331), fue un religioso dominico, Inquisidor de Toulouse entre 1307 y 1323. En la novela es presentado como inquisidor y líder de la legación papal, némesis de Guillermo de Baskerville. Otros personajes Abbone da Fossanova – el abad del monasterio benedictino Severino de S. Emmerano – herbolario Malaquías de Hildesheim – bibliotecario Berengario de Arundel – ayudante del bibliotecario Adelmo da Otranto – ilustrador miniaturista, novicio y primera víctima Venancio de Salvemec – traductor de manuscritos, especialista en griego, 2ª victima Bencio de Uppsala – estudiante de retórica Alinardo da Grottaferrata – monje más anciano de la abadía Remigio de Varagine – cillerero (mayordomo del monasterio) Salvatore de Monferrate – monje ayudante de Remigio Nicola da Morimondo – hermano vidriero Aymaro de Allessandria – monje chismoso Campesina del pueblo junto a la abadía; de la cual Adso se enamora y no se sabe su nombre. Análisis Título: Según cuenta el autor en Apostillas, la novela tenía como título provisional La abadía del crimen, título que descartó porque centraba la atención en la intriga policíaca. Su sueño, afirma, era titularlo Adso de Melk, un título neutro, dado que el personaje de Adso no pasaba de ser el narrador de los acontecimientos. Según una entrevista concedida en 2006, El nombre de la rosa era el último de la lista de títulos, pero «Todos los que leían la lista decían que El nombre de la rosa era el mejor.» El título se le había ocurrido casi por casualidad, y la figura simbólica de la rosa resultaba densa y llena de significados. De la rosa solo queda el nombre desnudo. Estructura y narrador Según narra la introducción, El nombre de la rosa está basada en un manuscrito que fue a parar a manos del autor en 1968, Le manuscript de Dom Adson de Melk, un libro escrito por un tal «abate Vallet» encontrado en la Abadía de Melk, a orillas del Danubio, en Austria. El supuesto libro, que incluía una serie de indicaciones históricas bastante pobres, afirmaba ser una copia fiel de un manuscrito del siglo XIV encontrado en la Abadía de Melk. A partir de esa base, la novela reconstruye con detalle la vida cotidiana en la abadía y la rígida división horaria de la vida monacal, que articulan los capítulos de la novela dividiéndola en siete días, y éstos en sus correspondientes horas canónicas: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. El empeño puesto en lograr un ambiente adecuado permite que el autor use en repetidas ocasiones citas en latín, especialmente en las conversaciones eruditas entre los monjes. En la novela se realiza una exposición del método científico y el razonamiento deductivo, usados hábilmente por Guillermo para resolver el misterio, recordando en ocasiones su actuación tanto a Sherlock Holmes como a Guillermo de Ockham (c. 1280/1288 – 1349), franciscano y filósofo escolástico inglés, pionero del nominalismo, considerado por algunos padre de la epistemología y de la filosofía modernas en general. También se alude al libro II de la Poética de Aristóteles, que se perdió aparentemente durante la Edad Media, y del que nada se conoce, aunque se supone (y la novela así lo señala) que trataba sobre la comedia y la poesía yámbica. Es el libro que en la novela causa la muerte de varios monjes. Jorge Luis Borges, homenajeado a través del ciego bibliotecario Jorge de Burgos. La figura de Jorge Luis Borges circula por El nombre de la rosa encarnada en el personaje de Jorge de Burgos, ambos son ciegos, «venerables en edad y sabiduría», ambos de lengua natal española. A este respecto, Eco escribió en un especial dedicado a Borges del diario Clarín en 1992: Eco quedó fascinado por Borges desde los veintidós o veintitrés años, cuando un amigo le prestó Ficciones (1944) allá por 1955 o 1956, siendo Borges todavía prácticamente un desconocido en Italia.] Precisamente en Ficciones se halla recogido «La biblioteca de Babel», un cuento del escritor argentino aparecido anteriormente en El jardín de senderos que se bifurcan (1941); se han señalado varias coincidencias entre la biblioteca de la abadía, que constituye el espacio protagonista de la novela, y la biblioteca que Borges describe en su historia: no sólo su estructura laberíntica y la presencia de espejos (motivos recurrentes en la obra de Borges), sino también que el narrador de La biblioteca de Babel sea un anciano librero que ha dedicado su vida a la búsqueda de un libro que posee el secreto del mundo. Evidentemente, hay una suerte de homenaje en El nombre de la rosa, pero no por el hecho de que haya llamado a mi personaje Burgos. Una vez más estamos frente a la tentación del lector de buscar siempre las relaciones entre novelas: Burgos y Borges, el ciego, etc.. [...] Al igual que los pintores del Renacimiento, que colocaban su retrato o el de sus amigos, yo puse el nombre de Borges, como el de tantos otros amigos. Era una manera de rendirle homenaje a Borges. La ciudad de Dios [editar] Este enfrentamiento ideológico gira alrededor de un libro, el segundo de la Poética de Aristóteles, manuscrito que se supone desaparecido en la Edad Media, y en el que supuestamente el filósofo realizaba una defensa de la comedia y el humor como posibilidad de cuestionar los absolutos establecidos. El personaje de Burgos representa aquí una ortodoxia autoritaria, aferrada al pasado, paradigma del «Yo soy el camino, la verdad y la vida» cristiano, enfrentado a Baskerville, que personaliza la cultura de la risa, la que cuestiona la ortodoxia, el que proclama «Yo busco la verdad», considerando que nada es definitivo y que todo debe ser reinterpretado y contemplado con un sano escepticismo. El éxito popular alcanzado por la primera novela de Umberto Eco fue similar al que obtuvo su versión cinematográfica del mismo título, dirigida por Jean-Jacques Annaud en 1986. No obstante, la crítica italiana fue muy dura con la película tras su estreno en Florencia, señalando que traicionaba el libro, o bien que no estaba a la altura de la obra literaria; uno de los diarios de la época titulaba su crítica «Gran libro, insignificante película»; Il Messaggero criticaba que «deseando ganarse al público norteamericano refractario se ha acabado por hacer una película que no gusta ni en Estados Unidos ni en Europa». En el film, Sean Connery interpretaba al monje franciscano y antiguo inquisidor del siglo XIV, fray Guillermo de Baskerville y un adolescente Christian Slater encarnaba al benedictino Adso. Cabe destacar que al personaje de Salvatore le daba vida Ron Perlman, actor habitual en la filmografía de Annaud, dotado de una curiosísima fisonomía. En otros medios, la novela inspiró también un juego español de finales de los años 1980, llamado La abadía del crimen, así como el juego de mesa aparecido en 1996 El misterio de la Abadía. Otras obras del autor: El péndulo de Foucault (1988) La isla del día de antes (1994) Baudolino (2000) La misteriosa llama de la Reina Loana (2004) PAGE 4