ESPACIALIDADES
FEMINISTAS
Quinta edición: Bogotá, Colombia, Noviembre de 2016
ISSN: 2256 - 1269
Todos los derechos reservados
© Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas,
Escuela de Estudios de Género.
© Editores: Elisa Arond, Diana Ojeda, Tania Pérez-Bustos y Fernando Ramírez.
© Amy Ritterbusch, Ana Viñas,Astrid Ulloa, Camilo Barbosa Gamboa, Catalina Quiroga Manrique,
Cynthia Carofilis, Dianne Rocheleau, Eloisa Berman Arévalo, Fallon Hernández Palacio, Fernando
Ramírez Arcos,Gabriela Merlinsk, Isadora Lins Franca, Karem Pérez Ascencio, Kiran Asher, Kristina
Lyons,Libertad Chávez-Rodríguez, María Medina-Vicent, Marta Cabrera, Natalia Barragán, Paula Soto,
Priscila Cuéllar, Sofia Zaragocin, Valerin Saurith López.
© Varias (os) autoras (es).
*Los artículos publicados en el presente texto son responsabilidad de cada una (o) de las autoras (es).
*Imágenes empleadas con fines netamente académicos e ilustrativos
todos los derechos pertenecen a sus autores.
Diseño y Diagramación: Mónica Najar
Producción editorial: M-Taller Gráfico
[ Índice ]
08
12
Presentación: Espacialidades feministas
No tan pequeñas libertades. Foto-ensayo
[ Ana Viñas ]
15
Contribuciones
16
Espacialidades feministas: Cómo nos formamos como mujeres caminantes en
nuestras geografías y calendarios inscritos con relaciones desiguales de género
[ Dianne Rocheleau ]
28
Cuerpo y espacio
[ Fernando Ramírez Arcos ]
38
Interseccionalidad constituida en el espacio
[ Soia Zaragocin ]
48
Espacios de género: La etnografía y el trabajo con comunidades mineras
campesinas en el nordeste de Antioquia. Apuntes metodológicos
[ Catalina Quiroga Manrique ]
56
Mimetismo tercermundista
[ Priscila Cuéllar ]
63
Corpografías. Foto-ensayo
[ Marta Cabrera ]
72
La calle emputada: Cuerpo, performatividad y espacios contestados
[ Cynthia Caroilis ]
84
Leches modernas/Cuerpos modernos. Políticas de la alimentación
infantil en Colombia 1940-1980
[ Valerin Saurith López ]
96
Mujeres Emberá Chamí más allá de la ablación genital femenina:
cuerpos creativos, resistentes y resilientes
[ Fallon Hernández Palacio ]
108
Paracos en el hogar. Foto-ensayo
[ Eloisa Berman Arévalo ]
110
Prescripciones de género en la literatura popular
del management y el espacio empresarial
[ María Medina-Vicent ]
120
Las mujeres lideresas en la constitución de la Zona de Reserva Campesina de la localidad
de Sumapaz: Construcción del territorio (cuerpo-tierra) y violencia de género
[ Camilo Barbosa Gamboa ]
130
Experiencia y conocimiento de las Madres de Soacha. Su poder relexivo
[ Karem Pérez Ascencio ]
141
167
Habitar, seguir las relaciones y enredarse
[ Kristina Lyons ]
171
The Connections between Worlds, Logics, Non-humans and Their Human Kin
[ Kiran Asher ]
175
Acciones y respuestas frente a los extractivismos: Feminismos territoriales
[ Astrid Ulloa ]
Museo Q: Lo que se ve no se pregunta
179
Las mujeres y la justicia ambiental. Ecologías del cuerpo y políticas de conocimiento
[ Gabriela Merlinsky ]
Espiral de tejido. Foto-ensayo
[ Natalia Barragán ]
183
Miradas feministas al espacio urbano
[ Paula Soto ]
187
Aspectos espaciales de gestión de riesgos de desastres con perspectiva de género e interseccionalidad
[ Libertad Chávez-Rodríguez ]
Cartografías de espacialidades feministas
142
146
148
Mujeres ¿y al Valle cómo lo hacemos?: Dibujando al río
150
Tácticas y vulnerabilidades de la mujer migrante. La frontera habita
desde la perspectiva de género
152
154
156
159
163
MAMU –mapa de coletivos de mulheres
“HarassMap”, Egipto
Pensando con otras voces las espacialidades feministas
Espaço, sexualidade e poder: uma perspectiva feminista
[ Isadora Lins Franca ]
Un análisis socioespacial de la mirada violenta hacia los habitantes de calle
[ Amy Ritterbusch ]
PRESENTACIÓN
La Boletina Anual es una publicación de la Escuela
de Estudios de Género de la Universidad Nacional de
Colombia, que desde 2011 busca incluir textos de diversos géneros alrededor de una temática feminista
en particular. En sus ediciones anteriores ha abordado
asuntos como las mujeres y la Constitución Política de
Colombia de 1991 (2011), educación y equidad de género (2013), experiencias y debates en torno al aborto
(2014) y trabajo sexual y prostitución (2015).
Desde los años setenta del siglo XX, el espacio comenzó a ser foco de análisis en estudios feministas
en la academia anglosajona. Sus debates llamaron la
atención sobre el carácter espacial de las diferencias
de género al acceso y participación en lo público, de
la división sexual del trabajo, de la despolitización de
aquello considerado privado y exclusivo de la esfera
familiar, de los trabajos de cuidado y de la poca o nula
presencia de mujeres en altos puestos de trabajo con
salarios adecuados. En esa misma vía, temas relativos
a la sexualidad también formaron parte de la agenda
feminista, que puso de relieve la condición pública y
política de lo que, supuestamente, debe permanecer
en lo íntimo. Más adelante, el denominado giro espacial en las ciencias sociales en los años noventa dio
centralidad al espacio, no como un escenario o un simple contenedor de procesos sociales, sino como una
dimensión central de la experiencia individual, social
y cultural. Esto permitió cruces fructíferos con la teoría feminista a la hora de abordar, por ejemplo, procesos de racialización, el acceso desigual a los recursos,
la producción del espacio público (vs. el privado) y el
En este nuevo número, la Boletina se centra en la inescapable dimensión espacial de los procesos sociales. Si
queremos construir realidades menos injustas y desiguales, esto pasa necesariamente por la construcción
de espacios menos violentos y discriminatorios hacia
las mujeres, otros sujetos feminizados y aquellos que
no caben en el orden heteropatriarcal. Con el título de
Espacialidades Feministas, el número se enfoca en la
relación bidireccional entre espacio y género: los espacios que construimos día a día son el resultado, a la
vez que resultan, en roles, expectativas y experiencias
de género desiguales.
10
En esa misma vía, los textos aquí incluidos responden
al interés feminista por darle un papel central al espacio, al menos en torno a problemáticas relacionadas con espacios de paz, ciudad y espacio público, y
corporalidades. El presente número de la Boletina es
un lugar de confluencia de diversas reflexiones que
atraviesan esas temáticas. A la par, pensamos que una
apuesta feminista por el espacio es una apuesta política por cambiar condiciones de desigualdad, precariedad y violencia, al tiempo que incita a reflexionar
sobre las dimensiones personales, familiares y profesionales de trabajar por una sociedad más justa. De ahí
que esta publicación también se cuestiona por desde
“dónde” pensamos, investigamos y generamos conocimiento. Por ello, las contribuciones al número de Espacialidades Feministas incluyen también foto-ensayos y
diversos ejercicios cartográficos. Nuestra intención es
enlazar la escritura con contribuciones visuales y cartográficas, para así pensarnos en la academia desde
otros modos menos habituales.
Estas críticas a una “ideología” buscan entorpecer
años de luchas por el reconocimiento de la diversidad
sexual, de obtención de derechos civiles y de apuestas feministas por la equidad desde una aproximación
más benevolente y justa para las mujeres, fortalecida
desde la promulgación de la Constitución de 1991. Estas posturas conservadoras propenden por un hogar
y una escuela libres de discusiones sobre los roles de
género tradicionales, la diversidad de afectos en menores de edad y la educación sexual. Estos temas básicos de convivencia y respeto hacia la diferencia están respaldados por la sentencia T-478 de 2015 de la
Corte Constitucional, derivada del caso de persecución
En la coyuntura política de Colombia en 2016, los
análisis feministas del espacio adquieren un matiz de
urgencia. Los feminicidios y los crímenes por homo y
transfobia han estado en aumento, mientras el dis-
11
PRESENTACIÓN
curso oficial a menudo excusa y legitima este tipo
de violencia. Más aún, recientemente hemos asistido
a constantes intervenciones en la esfera pública que
critican una supuesta “ideología de género” que atentaría contra la unidad familiar y la sexualidad de los
infantes. Dadas las múltiples dimensiones de género
en el conflicto armado por ejemplo, la violencia sexual
como arma de guerra, la participación de mujeres, niñas y niños soldados en guerrillas y ejército, el acceso
diferenciado a la propiedad de la tierra y a los modos
de producción, las resistencias civiles de mujeres, las
contribuciones y estrategias económicas manejadas
desde el hogar es imposible no tomar en cuenta un
enfoque particular y diferencial de género. En especial,
cuando este enfoque fue punto de álgido debate en las
discusiones de los acuerdos de paz entre el gobierno
y las FARC.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
PRESENTACIÓN
cuerpo como una escala espacial fundamental. En los
años subsiguientes, las temáticas al respecto se han
ampliado, mientras que en Colombia es cada vez mayor el interés por incorporar estos análisis espaciales
en la academia.
PRESENTACIÓN
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
al estudiante Sergio Urrego. Investigaciones feministas espaciales plantean que el hogar y la escuela son,
precisamente, lugares privilegiados para el cambio de
posturas discriminatorias arraigadas que, aún hoy en
el país, buscan mantener incólumes posiciones de privilegio de los hombres y de subordinación y de objeto
de violencia de sujetos feminizados, tanto en lo rural
como en las ciudades capitales.
gación, tales como seguridad, producción del miedo y
militarización de la ciudad; mercado y consumo “LGBTI”; despojo, reclamación y redistribución de tierras en
el actual clima de (re)negociación de la paz; violencia,
desplazamientos y conflicto armado; voces y reclamos
del activismo y de los movimientos sociales en el espacio público; expresiones artísticas y cuerpos “fuera
de lugar”, y fortalecimiento de narrativas y memoria
histórica. Son temáticas apremiantes en la actualidad,
dados los contextos sociales de resurgimiento de la
extrema derecha en la escala estatal y el papel cada
vez más visible de agrupaciones cristianas contrarias
a las luchas feministas en la toma de decisiones políticas, no solo en Colombia, sino en otros países de
América Latina.
El feminismo se ha convertido en un blanco del conservadurismo más radical, por lo que resulta más imperioso que nunca continuar investigaciones como las que
traemos en esta edición. De hecho, pensamos que la
Boletina es una contribución a los análisis feministas
del espacio en el país, pero también un punto de partida para reflexionar sobre nuevos caminos de investi-
12
ANA MARÍA VIÑAS
NO TAN PEQUEÑAS LIBERTADES
¿Cuánto nos ata y nos limita nuestro cuerpo?,
hecho de que somos individuos únicos con dife-
¿cuánto de nosotros está socialmente predeter-
rentes maneras de ver y afrontar el mundo, de re-
minado?, ¿cuánta libertad nos es dada cuando
lacionarnos con los otros y con nosotros mismos.
nacemos?
Esta mirada, por un lado, señala como marginal
Históricamente, muchas culturas han definido
a todo aquel que se sitúa por fuera de lo esta-
el papel social y vital de un individuo desde su
blecido y se atreve a cuestionar la naturalidad de
nacimiento, por su condición de mujer u hombre.
estas asignaciones o los mecanismos de poder e
Desde la herencia al trono de los primogénitos
ideología que están detrás de ella; y por el otro,
varones, el reclutamiento de los hombres a la
ridiculiza cualquier intento de liberación, al expo-
guerra o al servicio militar, hasta el uso de la mu-
nerlo en su forma más superficial y estereotipa-
jer como objeto sexual o como ama de casa en la
da: la mujer machorra que hace trabajos de hom-
publicidad.
bre, el tipo afeminado que lava su propia ropa, la
La familia, la escuela, las tradiciones, los medios
loca alborotada que usa ropa de mujer, etc.
de comunicación, etc., definen los cuerpos a par-
Liberarse de estos espacios sociales no resulta
tir del género (femenino/masculino) y les asignan,
fácil, pero un primer paso es ser conscientes de
según esa primera gran clasificación, determina-
nosotros y de los otros como individuos, no como
dos roles, espacios e, incluso, colores.
contrincantes, para transformar la marginalidad
Pero esta esquematización, además de ser dua-
en una potencia positiva y hacer evidente la for-
lista, no les da cabida a las innumerables poten-
ma arbitraria en la que estos espacios fueron
cialidades que tiene el ser humano, por el solo
construidos.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Ana María Viñas1
No Tan Pequeñas Libertades
1 Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional, sede Bogotá, y candidata a magíster en
Gestión Cultural de la Universidad de Buenos Aires, amvinasa@unal.edu.co
14
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CONTRIBUCIONES
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Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Los artículos incluidos en esta edición de la Boletina muestran distintos aspectos
de la construcción mutua de espacios y sujetos, y cómo este proceso constante
está profundamente atravesado por el género y la sexualidad. En su diversidad, los
textos reflexionan sobre cómo se viven y se entienden estos ejes de diferenciación
en tanto realidades socioespaciales. En su conjunto, los artículos dan cuenta de
cómo la ciudad, la comunidad, el territorio, el cuerpo y la genitalidad, entre otros
espacios, constituyen geografías en permanente disputa. Al hacerlo, dan importantes elementos para el análisis crítico de estas geografías, así como pistas para
la construcción de formas de habitar el mundo menos violentas y menos desiguales, es decir, de espacialidades feministas.
DIANNE
ROCHELEAU
Professor of Geography, Graduate School of Geography,
Clark University, drocheleau@clarku.edu
Mujeres de Acteal, Chiapas.
Caravana de Solidaridad en Oaxaca octubre 2006.
Foto: Dianne Rocheleau
Un sentido de espacios múltiples, complejos, entretejidos y simultáneos me ha acompañado en el transcurso
de toda la vida, desde encuentros con gente urbana,
campesina y, o, indígena en geografías y calendarios*
muy dispersos y distintos. Hablo de las cocinas y los
círculos conversatorios de mujeres y hombres, de mi
madre, padre, tías, tíos, abuelas, abuelos y las y los
demás, en bodas, funerales y otras conmemoraciones
familiares y comunitarias de mi niñez. En la familia yo
circulaba entre dos mundos: gente de comunidades
mineras de carbón de las montañas de Appalachia, en
el este de Estados Unidos por un lado, y gente recién
migrada de los campos de Quebec en Canadá. Entre
los québécois, los hombres voceaban, cantaban, reían,
tomaban, discutían en voz alta y hasta peleaban en
mesas y barras, o se reunían alrededor del fuego del
campamento. Las peleas normalmente surgían por tragos y conflictos familiares cotidianos y las resolvían
los demás hombres, especialmente los más cercanos:
padres, hermanos, tíos, hijos. Las mujeres, que se reunían en la cocina o en círculos de sillas, alternaban
entre platicar en voz normal sobre noticias de la vida
familiar y comunitaria, a veces con cierta emulación
por quién había conseguido casa, o quién podía o no
tener hijos, y susurrar sobre las condiciones y acontecimientos de sus vidas privadas y las de sus vecinas,
amigas y otras familiares no presentes. Historias de
violencia doméstica eran comunes en la generación de
mis abuelas y muchas más, y no se hablaba tanto de
cómo parar o resolverla, sino de superarla por parte de
las mujeres. La discriminación interseccional también
figuraba de manera cotidiana en la navegación de sus
espacios y mundos variados.
Mi abuela paterna québécoise, Leona, me contaba una
vez que su mamá le echaba un talco blanco en la cara
con el fin de blanquear su piel, para que pareciera más
francesa y menos “oscura”, o sea indígena, en la iglesia, todos los domingos. Mas luego ella encontró otras
categorías que no le convenían en su relación con espacios formales. A los 12 años quiso seguir estudiando
pero su padre se lo negaba, por ser niña. Él intentaba arreglarle un matrimonio aceptable. Ella me contó
cómo aprendió a tocar piano, que le gustaba mucho
21
DIANNE ROCHELEAU
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Espacialidades feministas:
Como nos formamos como mujeres caminantes
en nuestras geografías y calendarios inscritos
con relaciones desiguales de género
Rechazada por muchos miembros de ambos lados de la
familia, y hasta por algunos de sus hijos, llegó a ser una
heroína para muchas de sus hijas, hijos y nietos (yo incluida). Nos enseñó a cuestionar la autoridad, a enfrentar y a
cambiar condiciones injustas, a insistir en la dignidad, y a
22
crear espacios seguros, creativos y alegres en condiciones
limitadas. Después, en las siguientes generaciones se empezó a hablar más abiertamente de resolver la violencia
doméstica con la ayuda de la ley, de los familiares o mediante el divorcio. Muchas de nosotras fuimos inspiradas
por su valor frente a la discriminación sexista, étnica y
clasista en la familia, la iglesia, el trabajo y la sociedad.
Pero ella insistió en recordarnos las fuertes injusticias e
indignidades que tuvo que enfrentar antes de conseguir
paz (parcial) en la casa, acceso independiente al trabajo
y la vida urbana, y autonomía y seguridad corporal. Era
como decir que había trabajo estructural por hacer. Por
supuesto, hubo contradicciones. Pero ella sí sabía de espacialidades múltiples con barreras y posibilidades varias,
como mujer, pianista, obrera sindicalista, inmigrante campesina québécoise recién llegada, parcialmente indígena
(y oscura), y católica divorciada.
En el día ella mandaba en cuanto a comida y economía del
hogar, pero de noche no podía controlar la relación entre
mi abuelo y el trago, ni la relación entre esto y una violencia episódica. La furia le surgía de las tantas indignidades
de los mineros en el pueblo, de su discapacidad como
minero por sus heridas en una explosión y un colapso en
la mina, y por la memoria amarga de un casamiento forzado a punta de escopeta. Ella sufrió la misma indignidad
del casamiento forzado, pero lo llevaba como un castigo
justo, se sentía culpable, un regalo de su crianza evangelista. Por vergüenza, durante décadas se quedaba ella
autoexiliada del pueblo y de la iglesia. Se quedaba en la
casa o rara vez iba a hacer compras sencillas en el pueblo
más grande de Indiana, donde tenía una hermana y gozaba de anonimato. Supe mucho después que mi mamá
casi muere cuando Alec la atacó, en su cocina. Se tuvo
que operar y perdió un riñón. Así se explicaba mi recuerdo
de un dormitorio propia de ella, con candado, en el primer
piso. Los espacios seguros cambian del día a la noche.
En Clymer, en el campamento de mineros de carbón donde
vivían mis abuelos maternos, y a veces nosotros, mi abuela Virginia reinaba en la cocina, de día, con autoridad y
autonomía aparentemente total. Ella horneaba pan en
cantidad para hacer trueque por carne del bosque (ciervo,
conejo y hasta ardilla), leche, y huevos. Ella recibía en su
cocina a los amigos y vecinos, con mi abuelo Alec, como
si fuera un salón de intercambio de noticias, cuentos y
comidas. Cuando no había visitas mi abuelo se retiraba a
su taller detrás de la casa, y con mi abuela quedaban las
grandes personalidades de la radio de los años cincuenta
y sesenta para acompañarla. Su cocina era un refugio y
un santuario.
Cuando después de sesenta años se mudaron al sur, a
la ciudad de Virginia Beach, donde vivían sus dos hijos,
mis abuelos volvieron a la iglesia y tuvieron la oportunidad de integrarse al mundo en condiciones distintas. Ella cambió la cocina por el patio y se hizo una
jardinera extraordinaria, hasta ganar el premio anual
del club de jardineras de la ciudad. Mi abuelo dejó de
tomar alcohol y consiguió trabajo como cuidador de
los edificios de la iglesia. En el mundo de una iglesia
evangélica ellos lograron salir de muchos demonios
que los habían perseguido. Después de la muerte de
23
DIANNE ROCHELEAU
Mientras tanto, la casa se volvió un espacio de conflicto e inseguridad por el alcoholismo de Eugenio y los
abusos que le infligía. Después de un tiempo largo ella
llegó a ser la única mujer de toda la familia extendida
de su generación en terminar su matrimonio, y fue expulsada de la iglesia Católica, con 13 hijos, de 2 a 20
años. Ella me contó una vez que “ni siquiera las vacas
se llevaban al embarazo con tanta frecuencia…”, es decir, ni las bestias se trataban así. Después del divorcio
ella intentó encontrar otro alojamiento en unos apartamentos que manejaba la iglesia. El cura le dijo que
tenía demasiados niños. Ella encontró cierta paz y autonomía en su departamento, un alojamiento público,
pero no sin pagar el precio de ser madre soltera y única
fuente de apoyo para 13 hijos, con tres trabajos (dos
en cocinas comerciales y uno como fabricante de pan
dulce en casa, que vendía a los vecinos). A terminar de
criar a los 13 consiguió un departamento para ella sola
y se mantuvo con un solo trabajo de cocinera en un
restaurante chico en el centro, que servía desayunos y
almuerzos. No quiso, me dijo, trabajar donde hubiera
alcohol. Aunque le pagaban solo para cocinar, Leona
creó un ambiente familiar, un espacio amigable, y tuvo
algunos clientes regulares por muchos años, incluidos
personajes bien conocidos de la cuidad.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
DIANNE ROCHELEAU
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
interpretar, sola o en conjunto con violín y acordeón.
Además, su papel de pianista le daba una buena excusa de protegerse de los hombres ebrios en las fiestas
de música y baile campesino que su padre convocaba
con frecuencia, en parte para buscarle pareja. Ella se
casó tarde para una mujer campesina de ese entonces,
pero terminó por acceder a la presión familiar y se casó
con mi abuelo Eugenio. Se fueron a vivir a Massachusetts por una década, y cuando se mudaron a Hartford,
Connecticut, para conseguir trabajo como obreros, ya
tenían siete hijos. Ella insistió en conseguir un piano para consagrar un lugar propio de tranquilidad y
alegría en su casa y su vida tan ocupada. Junto con mi
abuelo, ella entró a trabajar en la fábrica de máquinas
de escribir Underwood Olivetti. Los dos se unieron a
una lucha sindicalista y fueron despedidos y puestos
en una “lista negra” de obreros sindicalistas que circulaba entre los industriales de Hartford. Tuvieron que
recurrir entonces a trabajos en restaurantes populares
por sueldos por inferiores al mínimo, durante décadas.
Ella había salido de la cocina a la fábrica como espacio
de oportunidad, y de repente tuvo que entrar a cocinas comerciales para ganarse la vida. Solo pudieron
volver a la fábrica, junto con muchas mujeres y “otros”,
durante la segunda Guerra Mundial, en la fábrica de
Pratt-Whitney para construir aviones militares. Al final
de la guerra los expulsaron a todos y les dieron los trabajos a los veteranos de la guerra. Volvieron mis abuelos a la “lista negra” y, por consiguiente, a las cocinas.
Además de los mundos de los abuelos y otros parientes, yo vivía la cotidianidad de mi niñez en el centro de
la ciudad, con gente del barrio y visitas a las familias de
compañeros de trabajo de mis padres, de diversas clases,
etnias y educación. Me quedaba siempre observando,
escuchando desde abajo, como por debajo de la mesa,
recolectando migajas de los cuentos y de los contextos
y mundos distintos, pero ligados, de nuestros conocidos.
24
informada por una teoría de género feroz llamada patriarcado?
agarrando mi brazo; acepté la moneda para que me
soltara, y lo hizo. Después mi mamá encontró la moneda y me preguntó; llamaron a la policía yo conté la
historia. Era un hombre ya conocido, que frecuentaba esta zona en busca de niños y niñas fuera de sus
geografías y calendarios conocidos.
De la ciudad y espacios públicos también aprendí algo,
por los viajes diarios de la casa a la escuela, y el regreso, en autobús público. Esto me llevaba a las calles
del centro de la ciudad a los 6 años, entre hombres y
mujeres, niños pequeños y muy grandes, banqueros,
secretarias, obreros y obreras de las fábricas, amas de
casa y cerca de la parada de traslado, veía hombres
dormidos y descuidados que vivían en la calle. Pero yo
tenía mi gente, pertenecía a un grupo de personas que
se reconocían, conversaban, se sentaban juntas en el
autobús, y no se decía pero yo sabía que nos cuidaríamos el uno al otro si pasara algo.
Otro día hubo una tempestad de nieve, oscureció temprano y salí tarde. Estaba muy atenta y no pasó nada
en la primera parada. Salí a la estación de traslado, ya
estaba oscuro y me quedé parada entre muchas personas, otra vez todas desconocidas. Se presentó un
señor con un abrigo impermeable, vestido como un
empleado de oficina, pero descuidado. Me agarró una
mano a la fuerza, me dijo que era mi tío y me iba a
llevar a casa. Yo tenía muchos tíos por ambos lados y
los conocía a todos, pero él no era ningún tío mío. En la
otra mano tenía mi maletín lleno de libros, como siempre ha sido mi costumbre. Retiré mi mano y gritando
agarré el maletín con las dos manos, lo levanté y se
lo tiré abajo, a las rodillas. Gritó, por lo menos de sorpresa, se asustó por la atención de la muchedumbre
que ya nos miraba y se fue corriendo. Algunos se acercaron para preguntarme si estaba bien, se ocuparon
de cuidar que nadie más me molestara y que subiera
el autobús que iba directo a mi casa. Aprendí que mi
seguridad dependía no solo de los espacios públicos
conocidos, sino de los demás, aunque solo fuera por
su presencia como testigos, así no los conociera, y más
que todo de mi habilidad y disponibilidad de luchar
cuando fuera necesario para defenderme, y pedir ayu-
En dos ocasiones pasó ese “algo” y yo me daba cuenta
de que si se cambiara la hora, o la luz, o la gente, se
cambiarían los espacios para mí. Un día me quedé tarde para ayudar a mi maestra y después fui a mi parada
de siempre, pero no era igual y no conocía a nadie de
los que esperaban el autobús. De la nada apareció un
señor mayor y un poco asombrado, que se me acercaba y trataba de conversar conmigo. Me hablaba de ir
al cine al otro lado de la avenida y le dije que mis padres me esperaban. Llegó el autobús y trató de darme
una moneda, mientras me detenía por un brazo y demandaba la promesa de que iría con él al cine el día
siguiente. Casi me deja el autobús. Nadie se dio cuenta
de mi situación precaria, pero yo empecé a luchar por
liberarme y empecé a subir al autobús con él todavía
25
DIANNE ROCHELEAU
Y no puedo dejar de mencionar el mundo de la escuela
católica canadiense-francesa de Santa Ana en Hartford, donde durante ocho años yo pasaba ocho horas
al día en las aulas, en el convento anexo (para practicar
en el piano), en la cafetería y en el campo recreativo. El
convento era un espacio exclusivo, de autoridad, privilegio, refugio y santuario, para mí, y me imagino que
también para las monjas. En todos los demás espacios
estábamos divididos entre niñas y niños, hasta que en
el campo de recreo, los niños invadían, de vez en cuando, el lado de las niñas, con gritos, sus bates de béisbol y otras armas improvisadas para meternos miedo a
nosotras. Era una broma, pero también un teatro de la
realidad de las geografías y calendarios donde nos criaban. Las monjas salieron corriendo también a gritos
a rescatarnos y, por supuesto, proteger nuestra virtud
e inocencia, forzando a los niños a volver a su territorio. Yo quería gritar también y jugar béisbol y correr,
pero nos devolvían a los juegos de niñas católicas de
aquel momento, con cantos y caminando en círculos,
con las manos entretejidas, y esos sí eran espacios de
paz y tranquilidad, con barreras múltiples, invisibles,
que nos confinaban. Las monjas, por su lado, tenían
autoridad sobre niños y niñas, y obedecían a la madre
superiora en el mundo paralelo y casi autónomo del
convento; todas, sin embargo, estaban sometidas a
la autoridad financiera y administrativa del monseñor
(el sacerdote mayor de la parroquia). Y ahora habla el
papa Francisco de la teoría de género como enemiga
de la familia. ¿Y acaso no fue mi experiencia de niña
católica, como testigo y objeto a la vez, una práctica
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
DIANNE ROCHELEAU
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
mi abuelo ella encontró en la viudez otro espacio de
paz y poder. La visitaban amigas y amigos de la iglesia
y del club de jardineras, y algunos hijos y nietos, pero
cuando se quedaba sola en la sala la acompañaban no
las voces de la radio, sino los evangelistas patriarcales
de la tele. A ella le traían la paz de Dios, pero para mí
su sala se volvió un espacio de asalto verbal patriarcal.
Así que la mudanza le facilitaba espacios más amplios
de paz dentro y fuera de la casa y una vida más amplia,
libre de una historia que limitaba su vida anterior, pero
la tele en su sala la reconectaba de forma remota al
espacio de una red internacional patriarcal. Después
supe que en aquellos tiempos (los años ochenta y noventa), algunas redes de esta índole fomentaban una
guerra feroz contrainsurgente y una campaña de genocidio en Guatemala y muchas otras partes. El espacio
de paz al que accedía en Virginia por la tele, estaba
ligado a proyectos de muerte en otras geografías. Así,
me quedaba con un sentido de estar enredada entre el
bien y el mal, y sentía la necesidad de conocer los tejidos de las redes en los cuales estábamos involucrados,
sin juzgar a los demás por sus contradicciones.
En un momento clave, cuando se reunieron las
geografías de la calle, de la Escuela Santa Ana y los
calendarios de día y noche, cambió mi sentido de seguridad, paz y confianza para toda la vida. Un día como
todos, antes de que sonara la primera campana, estaba ya en el campo recreativo de niñas con mis compañeras del sexto grado. Era un espacio entre la casa,
la calle y la escuela donde pudimos jugar, charlar y vivir
unos momentos sin deberes. De repente nos llamaron
unas niñas más chicas, que señalaban algo al otro lado
de la cerca de alambre, donde pudimos ver unas ardillas que brincaban sobre algo rojo. Lentamente identificamos que era el abrigo de una mujer acostada en la
tierra. No se movía aunque saltaban las ardillas, y ellas
no se asustaban de la mujer inmóvil. Pensamos que
estaba herida o enferma y llamamos a las chicas más
grandes y a la monja que estaba a cargo de vigilarnos
en el campo recreativo. Ella miró y rápidamente fue
a buscar a la madre superiora y a otras monjas, que
salieron del convento, fueron al callejón y observaron
a la señora. Empezaron a gritar y sollozar y algunas
tomaron sus rosarios para rezar. Una fue a llamar a
la policía. En seguida sonó la campana y nos hicieron
entrar en la escuela. Pero ya se había roto la barrera
entre la calle y la escuela, entre la noche y el día.
Esto nos enseñó, de cierta forma, que todos los espacios, desde el cuerpo hasta la escuela, podrían ser
violados y que como mujeres teníamos una vulnerabilidad mayor. Aprendimos también que el patriarcado
no nos podría proteger y hasta era la causa de muchos
peligros en el mundo, y que las amenazas a nuestros
cuerpos, identificados como vulnerables al andar solas
en la ciudad de noche, incluían culparnos después si
nos pasara algo. Mi mamá me reconstruyó el mundo
con la explicación de que la señora era valiente, inocente y admirable por trabajar y viajar al trabajo en
estas condiciones, y que merecía nuestro respeto. Era
la misma madre que me daba permiso de andar sola en
el autobús cuando yo rogaba y les enseñaba a ella y a
mi padre que lo podía hacer. No se trataba de andar sin
precaución ni de negar el miedo, sino de transitar los
caminos necesarios y deseados. Era también un asunto de andar como un ser entre muchos otros, con los
cuales nos podemos solidarizar, construir geografías y
calendarios de paz, de amplia participación en la vida
social de la ciudad y de seguridad corporal en espacios
Las monjas ya no pudieron proteger nuestra inocencia, pues se había violado la de ellas mismas. Después
26
“privados” y “públicos”, día y noche. Y si no podemos
cambiar los espacios, cambiamos nuestras condiciones
para andar juntos, o quedarnos en lugares hostigados,
o viajar por caminos peligrosos, o huir juntos de situaciones no viables en busca de refugio, o volver juntos
a lugares donde tenemos raíces, memorias y visiones
de futuros posibles.
entró un señor con una muñeca de plástico, hablándole como si fuera su hija. Me recordó a aquel hombre
que trató de llevarme de la parada tantos años atrás,
pero solo sentí compasión por él, que le hablaba a la
figura plástica, lejos de sus geografías y calendarios
propios. Ya se quedaron enredadas tantas geografías
y calendarios.
Después de vivir más de dos décadas fuera de la región
y del país volví a visitar la Escuela de Santa Ana. Ya no
existía, pero se encontraba la Escuela Primaria María
Trinidad Sánchez, nombrada así por una heroína dominicana. Es una pequeña escuela comunitaria, con
muchos alumnos de herencia y cultura latinoamericana. Fue como cerrar un ciclo en el tiempo y el espacio, ya que yo había pasado dos años en República Dominicana. Caminé a la iglesia donde encontré la puerta
abierta y pasé de una vez a otro mundo. Se acalló todo
el ruido de la calle y quedó oscuro, pero con rayos de
luz que entraban por las vidrieras. Observé el techo
tan alto, las columnas masivas, las pinturas y las estatuas vestidas con tela, y entendí cómo esto también
había sido un espacio de refugio para muchas mujeres
y niñas. Y comprendí porqué había entrado temprano,
tantas mañanas de mi niñez, para asistir a la misa o
acompañar al grupo de mujeres mayores de edad que
rezaban con sus rosarios. Nos acompañábamos en un
encuentro del mundo adentro y del mundo más allá de
nuestras vidas, y nos daba un espacio de paz más allá
de la casa, la escuela y la calle. Luego tomé un autobús
para volver a visitar a mi abuela. En la segunda parada
Yo he seguido aprendiendo de hombres y mujeres en
lugares muy lejanos, donde me fue posible como científica, profesional y solidaria, compartir trabajo comunal,
convocar o asistir a discusiones y entrevistas y participar en asambleas y reuniones varias en República Dominicana, Kenia, México, Costa Rica, Perú, Zimbabue,
Tanzania, India y Estados Unidos. A veces he podido
compartir la vida cotidiana, aun desde una posición de
poder y privilegio como la visitante, la extranjera, la
científica agrícola/forestal/social. También me ha sido
factible escuchar, observar, conversar, reír y llorar sobre los paisajes, los cuentos, las historias de vida, las
comunidades, las organizaciones, los movimientos. He
podido escuchar y conversar con muchas mujeres y
hombres valientes que me enseñaron e inspiraron con
sus acciones, sus reflexiones y análisis. Últimamente
he tenido la suerte y el privilegio de hablar con muchas
personas en Bogotá sobre lo que han experimentado
con la guerra y lo que esperan hacer juntas en el futuro
siguiendo el proceso de paz, tan precaria que sea. En
la conferencia “El feminismo y las políticas de cuidado”
me conmoví por los videos, testimonios y actividades
de algunas asociaciones de mujeres frente al hostiga-
27
DIANNE ROCHELEAU
salió en las noticias que la señora había sido violada
y estrangulada con sus propias medias de nailon. Iba
camino a su casa a las 10 y pico de la noche, desde su
trabajo como aseadora en un edificio comercial. “Era
madre, esposa y trabajadora, una señora humilde y
honesta”, dijo mi mamá. No sé con certidumbre, pero
creo que nunca se encontró al responsable del asesinato. Me quedé entre las ruinas de un mundo antes dividido en zonas específicas, algunas más seguras que
otras, pero con algunos que quedaban inviolables.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
DIANNE ROCHELEAU
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
da de los desconocidos alrededor. También me di cuenta que el mundo experimentaba cambios dramáticos
en la noche.
DIANNE ROCHELEAU
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
miento, masacres, despojo y amenazas persistentes,
incluido un grupo que se formó para enterrar con dignidad a los muertos. Pude escuchar de forma diferente,
dadas las experiencias formativas que he contado.
Me gustaría seguir explorando el tema de cómo nos
podemos preparar de forma consciente, como feministas ya formadas por experiencias tan distintas, de
convivir procesos de regeneración de la vida (privada,
pública, corporal y ecológica, en campos y ciudades)
en geografías y calendarios de paz en muchas partes.
* Así hablan los zapatistas de espacios y tiempos.
28
FERNANDO
RAMIREZ
Doctorando en antropología social, Universidade
Estadual de Campinas (Brasil), saqqlas@gmail.com
Las experiencias cotidianas alimentan la imaginación teórica.
Nuestras preguntas de investigación se nutren de lo que nos
acontece, y eso a veces lo olvidamos en las ciencias humanas.
Mi vida en el barrio en que crecí, mis tránsitos por Bogotá y
estadía en Brasil se filtran en mis enlaces entre feminismo y
espacio
Tomar seriamente el cuerpo como objeto de análisis es
una apuesta política. Significa pensar que su materialidad, aquello que se nos muestra como más tangible a
los sentidos, muda todos los días. Es también ser conscientes de su temporalidad, de los afanes que traen
consigo la edad y las normas sociales, pero también de
las expectativas propias del cambio. Mientras vivimos
nos hacemos sentido en tanto participamos del proceso de significación de la materia corporal.
Todos los días realizamos intervenciones sobre nuestros cuerpos. Nos cepillamos los dientes, comemos,
tenemos sexo, caminamos, sudamos, respiramos…
Atendemos a sus urgencias fisiológicas, combatimos
sus malestares, lo cuidamos de cualquier amenaza que
lo ponga en riesgo. Igualmente, formamos parte de un
entramado social que nos designa como individuos catalogados por patrones estéticos de lo que se considera
bello, y ante eso reaccionamos. Nos maquillamos, practicamos algún deporte, hacemos dieta, vamos al gimnasio, nos depilamos. Pero también enfrentamos esas
regulaciones corporales, nos alejamos de los discursos
que pretenden embellecer nuestros cuerpos según
FERNANDO RAMÍREZ
parámetros mercantilistas, no escuchamos aquel programa de televisión con consejos sexuales, no le creemos a la publicidad de las cirugías estéticas, comemos
lo que bien decidamos para el momento, preferimos
vernos en el espejo y decir que amamos a ese cuerpo
que ahí se refleja.
Como cuerpos en sociedad, somos sujetos: estamos
atados a normatividades que, querámoslo o no, intervienen en nuestras vidas, pero también tenemos forma de decidir, con ciertas limitaciones y en contextos
culturales específicos, qué queremos y cómo. Estas
reflexiones apuntan a pensar lo corporal como un devenir, es decir, como algo en constante proceso, sin
definición absoluta, sin el control total de aquello que
excede nuestras capacidades. Somos al tiempo mente
y cuerpo, somos racionales y emocionales, nos dejamos llevar por nuestros sentidos aunque intentamos
limitarnos.
Pensemos en relaciones y no en términos separatistas
y absolutistas. De esa manera, ¿cómo pensar en el cuerpo, en el nuestro, en relación con el espacio?
33
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CUERPO Y ESPACIO
El espacio también cambia continuamente, en diferentes
ritmos. Ocurre cuando inauguran un nuevo centro
comercial, modifican una vía, un grupo de jóvenes se
apropia de un lugar de un parque público, ocurre un
acto violento que cambia la percepción de seguridad,
se cierra una vía o se abre un nuevo bar. En diferentes
planos, tanto materiales como simbólicos, el espacio
también está en devenir, es flexible y abierto, sea en la
planificación urbana, sea en un conflicto interpersonal. En
escalas macro y micro, permanece la apertura a mudar
o reproducir nuestras vivencias espaciales.
Para feministas como Elizabeth Grosz (1995) y Linda
McDowell (2000), el cuerpo también es espacial. Desde
él empezamos a ser conscientes que formamos parte
de un entorno sociocultural, que somos designados de
acuerdo con ciertos parámetros y que debemos reac-
Como cuerpos y espacios somos frágiles. ¡Cuántas veces no nos hemos mortificado por nuestras dimensiones
corporales! ¡En cuántas ocasiones no hemos atestiguado la violencia con la cual se somete a otras personas
por su apariencia física o su personalidad! Unas orejas
percibidas como grandes, una barriga sobresaliente,
un acto de timidez, un pene denominado pequeño,
una broma que avergüenza… según parámetros constituidos históricamente, podemos agredirnos y agredir a
otras personas porque no se acomodan a un intervalo
imaginado como normal. Desde un análisis espacial, las
características, dimensiones y límites de lo corporal importan.
34
Cuerpos en el espacio
Al tiempo que somos espacio estamos en el espacio.
A partir de ahí actuamos de forma diferencial, nos
comportamos según la ocasión y las personas con las
que interactuamos, nos movilizamos o evitamos hacerlo, adoptamos ciertas posturas, reaccionamos ante
estímulos, abrimos nuestros sentidos para hacer del
entorno nuestro propio mundo.
No es en absoluto cuestión baladí ser ese cuerpo localizable
y que localiza. Desde, incluso, antes de nacer, ya en el
vientre de nuestras madres nos empiezan a posicionar
y catalogar, y se espera que mantengamos el camino
designado el resto de nuestras vidas. Con privilegios o
sin ellos, aunque tenerlos te da mayor opción de negociación. Si se está en la escuela, en el trabajo, con
la pareja, con amigos y amigas, con la familia, en el
entrenamiento deportivo, en la calle, en la fiesta, en
la casa, en el hospital, en el restaurante, en el avión,
en el bus, en tu habitación, en todo lugar, tu cuerpo es
leído y provisto de reglas y prohibiciones, de posibilidades y permisos, así estés en plena soledad. Incluso
ahí, cuando nadie más está a tu alrededor mirándote,
te lees espacialmente.
Para Irene Cieraad (1999), el hogar es un espacio de
expresión. Los arreglos internos domésticos son muestras simbólicas de quienes exhibimos ser, en donde
se construye el sentido y la imaginería. No obstante,
también pueden ser espacios de “domesticación”,
como ha ocurrido con las mujeres, recluidas otrora en
lo privado. El hogar como espacio por excelencia de la
familia permite establecer los entramados de poder a
los cuales nos sometemos desde la infancia, ya que
mientras estamos bajo la protección familiar debemos
obedecer y seguir lineamientos estipulados por quien
lleva nuestra tutoría. Ahí se nos designa un lugar, una
cama, un espacio interpersonal donde colocar nuestros objetos y ropa. Pero esas mismas elaboraciones
normativas sociales sobre lo que consideramos privado e íntimo no se quedan ahí, sino que podemos reproducirlo luego, con nuestras propias familias o en
soledad, en aquello que luego formemos como hogar.
Lo privado también está atravesado por discursos públicos, lo que provoca que esa dualidad público/privado sea ficticia, imposible de separar en la práctica lo
que es más viable de analizar en la teoría. Lo observamos en la calle, sobre todo, las mujeres. Objeto de acoso,
desde un supuesto inocente piropo, pasando por palabras
obscenas o caricias sin permiso en el transporte público, ellas deben hacer frente en su diario vivir a esta
violencia aún extremadamente naturalizada en las sociedades actuales. Es violencia cuando antes de salir
a la calle se debe reflexionar sobre si pasar o no por
aquella calle donde la semana pasada te silbaron, o si
es mejor salir acompañada lo que de por sí limita tu
capacidad de decisión de movilización, o si mejor te
quedas donde estás mientras llamas a alguien que te
recoja para así sentirte más segura. Es violencia cuando la identidad de género y el miedo, como sucede con
35
FERNANDO RAMÍREZ
Invito a pensar en el espacio no como aquello donde
solo ocurren situaciones, sino como un actor importante en situaciones sociales, como agente de cambio
al tiempo que producto de ese cambio. El espacio tiene
historia, está construido culturalmente, está sometido
a prácticas que lo intervienen como interviene en las
relaciones sociales. Ese carácter dual sociedad-espacio permite poner en foco el poder como aglutinador
desigual de sus dinámicas.
cionar a él con ciertas expectativas de género, edad,
sexualidad, nacionalidad, raza y clase, entre otros. Notamos que sus proporciones cambian, que crecemos
en altura como aumentamos de peso, y que cada una
de esas modificaciones tiene significados diferentes.
Podemos involucrarnos en accidentes o caer en enfermedad, lo cual podría modificar nuestra apariencia y así tener que admitir nuestra vulnerabilidad o
la de otras personas. La consciencia sobre estar ahí
en el mundo nos señala que somos entendidos en un
contexto espacial y temporal determinado, así como
el espacio y el tiempo son percibidos desde nuestras
propias concepciones (Grosz, 1995), individual y colectivamente construidas.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
FERNANDO RAMÍREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Cuerpo como espacio
Cuerpos fuera de lugar
Melissa Wright (2007) y Rita Segato (2013) llaman la
atención sobre la violencia de la que son objeto las
mujeres en Ciudad Juárez, México, ciudad fronteriza
con Estados Unidos. Con terribles experiencias de tortura, violación, sevicia, homicidio y exhibición pública
de los cuerpos asesinados, el lamentable final de estos
cuerpos femeninos/feminizados son una muestra de
la masculinidad en su expresión más decadente. Ellas
se convierten en un objetivo perseguido, en el mensaje dirigido al bando enemigo sobre quién controla
y administra el espacio, pero en el proceso se encarnizan contra ellas, en un intento por violar hasta su
más recóndito lugar. Feminicidio (femicidio en otros
casos, femigenocidio como alcanza a proponer Segato)
es una muestra acentuada de que las mujeres no son
aún del todo bienvenidas afuera, en lo público, donde
lo masculino es ley. Como mujeres públicas devienen
objeto de persecución, al igual que pueden serlo en
su casa, por lo que pareciera que todo el tiempo están
fuera de lugar.
Políticas corporales y espaciales
Este tipo de experiencias se convierten en ejemplos
a tener de cuenta desde una premisa que considero básica, y es que estamos en el espacio de formas
diferenciales, pero el espacio no suele construirse o
producirse para atender igualitariamente esa diversidad de vidas. Las exclusiones, prohibiciones y marginaciones forman parte del diario vivir, pero son aún
más enfáticas con ciertos cuerpos que con otros. Por
lo tanto, parte de la tarea feminista de repensar el cuerpo y el espacio es pensar seriamente en ellos como
una apuesta por subvertir el orden social imperante,
de confrontar las relaciones de poder que reproducen
una visión masculinista y violenta del mundo.
Poner al cuerpo y al espacio en situación es recomponer lazos sociales e imaginarnos desde nuestras
diferencias culturales. Cualquier política corporal y espacial debe ser una apuesta por repensar la alteridad.
Ser conscientes de estas conexiones y sus impactos
significa devenir, abrir caminos, construir pautas de
subversión. Lo vemos en las colectivas feministas, en
los salones de clase donde el debate crítico y respetuoso es bienvenido, en la marcha a favor de reimaginarnos como nación en paz (no en una marcha de odio
que promueve la desinformación y la discriminación).
Lo vemos en cualquier conexión “buena onda” que logramos establecer con otra persona. Eso que puede
ser tan sencillo parece perderse en los recovecos de
36
Una política corporal que tenga en cuenta el espacio
debe seguir a Doreen Massey (2005), quien reflexiona
sobre las mutuas dependencias entre las personas y
sus entornos. En mi opinión, eso significa atender a
las conexiones que realizamos con otras personas en
diferentes escalas, tanto en el entorno más inmediato
con alguien familiar como en la ciudad con alguien que
desconocemos, o incluso a escala global, con quien se
encuentra en otro país y se tiene la oportunidad de
interactuar a través de alguna red social. En realidad,
somos afecto, afectamos otros cuerpos mientras también sentimos sus interferencias, a veces sin importar la proximidad. De igual forma, somos espacio, nos
distanciamos, nos apropiamos, destruimos, creamos,
cuidamos y, sobre todo, nos inventamos.
la desigualdad. Así pues, pensar en serio en el espacio
desde nuestros cuerpos es un ejercicio siempre pendiente
para cuestionar, para proponer, para imaginarse otros
mundos posibles.
Bibliografía
Cieraad, Irene. 1999. Introduction: Anthropology at Home.
En Cieraad, Irene (ed.) At Home: An Anthropology of Domestic Space. Syracuse: Syracuse University Press, pp.
1-12.
Grosz, Elizabeth. 1995. Space, Time, and Perversion:
Essays on the Politics of Bodies. New York: Routledge.
Massey, Doreen. 2005. For Space. London: SAGE Publications Ltd.
McDowell, Linda. 2000. Género, identidad y lugar:
Un estudio de las geografías feministas. Madrid: Ediciones Cátedra.
Moss, Pamela, y Dyck, Isabel. 2003. Women, body, illness: space and identity in the everyday lives of women
with chronic illness. Oxford: Rowman & Littlefield Publishers, Inc.
Segato, Rita. 2013. La escritura en el cuerpo de las
mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. Buenos Aires:
Tinta Limón.
37
FERNANDO RAMÍREZ
Desde la experiencia de sentir que no se pertenece,
que hay obstáculos para su habitabilidad plena del
espacio, cuerpos en enfermedad, con capacidades intelectuales, emocionales y físicas diversas, infantiles o
en edades de envejecimiento, tienen mayores limitaciones espaciales que aquellos juveniles y en funcionamiento pleno de su materialidad. Pamela Moss e Isabel
Dyck (2003) muestran cómo mujeres diagnosticadas
con el síndrome de fatiga crónica o con esclerosis múltiple deben reacomodar sus cuerpos a lo que el espacio
les brinda, así como deben negociar su vida cotidiana
ante las personas más allegadas, lo que significa pensarse desde la experiencia encarnada como sujetos
con restricciones antes no vividas. Al final, cada persona ha experimentado la enfermedad alguna vez en
su vida, lo que le ha acarreado tomar medidas para
aliviarse y para negociar su movilidad.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
FERNANDO RAMÍREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
otras tantas subjetividades y emociones, son formas
de coacción para designar quién y cómo debe habitarse el espacio. Esto provoca un modo de estar en
el mundo, como ocurre con la ciudad y la designación
y estrategias que crean las mujeres para enfrentar lo
que catalogan como inseguridad y amenaza en lo urbano (Soto, 2013).
FERNANDO RAMÍREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Soto Villagrán, Paula. 2013. Entre los espacios del miedo y los espacios de la violencia: discursos y prácticas
sobre la corporalidad y las emociones. En Aguilar, Miguel Ángel, y Soto Villagrán, Paula (coords.) Cuerpos,
espacios y emociones: Aproximaciones desde las ciencias sociales. México D.F.: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, pp. 197-219.
Wright, Melissa. 2007. El lucro, la democracia y la mujer
pública: estableciendo las conexiones. En Monárrez, Julia, y Tabuenca, María (coords.) Bordeando la violencia
contra las mujeres en la frontera norte de México. Tijuana: El Colegio de la Frontera Norte, pp. 49-81.
38
SOFIA
ZARAGOCIN
Professor of Geography, Graduate School of Geography,
Clark University, drocheleau@clarku.edu
Esta imagen cuestiona la necesidad de utilizar un mapa para hablar de la geografía, impulsa una discusión en la cual es suficiente la experiencia espacial para analizar cómo se constituyen distintas variables de la diferencia identitaria a través del espacio.
SOFIA ZARAGOCIN
“Los cuerpos no solamente son territorio, también
hacen territorio” (Smith, 2012:1511)
Reseña
Miradas desde la geografía feminista
Este artículo parte desde los enfoques teóricos de la
geografía feminista para analizar la relación entre cuerpo y espacio. Específicamente, responde a la inquietud sobre cómo el espacio puede ampliar las miradas
feministas sobre la interseccionalidad, tema priorizado
por los feminismos contemporáneos para ir más allá de
los análisis de género y tomar en cuenta otros ejes de
diferencia, como etnia, clase y edad, entre otras variables. En este escrito se muestra la relación que existe
entre las nociones de espacio relacional, caracterizada
como fluida y no-estática, con las nociones de género
no-esencializadas y plurales. El artículo termina con la
sugerencia de que para la teoría feminista decolonial
latinoamericana, en particular, existe la necesidad de
tomar en cuenta el espacio para la formación de subjetividades enlazadas.
La geografía feminista se ha ocupado de entender la
relación entre divisiones espaciales y divisiones de
género, y a la vez cuestionar su supuesta naturaleza y
legitimidad. Desde los setenta, la geografía feminista
se desarrolla con base en la segunda ola del movimiento feminista de los sesenta y el reto de las geografías
radicales para examinar y transformar las divisiones
espaciales de la sociedad. La geografía feminista tiene
su propia geografía y emergió en Norteamérica e Inglaterra como parte de las geografías radicales que
fundamentalmente cuestionaron la geografía positivista definida por la supuesta neutralidad política, la
dualidad sujeto-objeto y la objetividad técnica. En un
primer momento las geografías feministas señalaron
la exclusión de mujeres geógrafas y estudios sobre
la mujer (luego género) en los estudios de geografía
43
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Interseccionalidad
constituida en el espacio
Es importante tener en cuenta que la teoría sobre
el espacio que predomina en este momento desde
la geografía humana considera que el espacio y las
subjetividades son producidos de manera relacional
(Nightingale, 2011). Esto quiere decir que la idea de
lugares fijos y unidades naturales es casi insostenible
desde una perspectiva de geografía crítica (Agnew,
2011). Esto es similar y paralelo a como identidades
fijas en el binarismo de género han sido criticadas desde la performatividad del género (Butler, 1990). El espacio relacional se caracteriza por la fluidez y carácter
dinámico de lugares y cómo se interconectan con otros
lugares. Sobre esta noción de espacio, la producción de
la diferencia social es producida mediante el movimien-
Geógrafas feministas poscoloniales han trabajado nociones antagónicas a espacios fijos, como el tercer espacio de Homi Bhabha, lugar creado por las interrelaciones entre el colonizador y lo colonizado, en donde
existen relaciones más ambiguas basadas en subjetivi-
44
son co-implicadas y co-constituidas (Valentine, 2007).
La geografía feminista ha apostado por el énfasis en la
experiencia vivida y el análisis multiescalar y su relación
con las discusiones de la interseccionalidad, y ha manifestado que el poder opera mediante espacios particulares para sistemáticamente (re)-producir inequidades
(Valentine, 2007). En otras palabras, la heterogeneidad social se coproduce mediante la espacialidad heterogénea (Radcliffe, 2015), de tal manera que el espacio extiende la teorización sobre interseccionalidad
mediante las geometrías del poder ya mencionadas
(Massey, 2005), y relieva el énfasis en la formación del
sujeto con base en las especificaciones del lugar, que
profundizaré a continuidad.
dades indefinidas (Sharp, 2009). Así como la noción de
la chicana Gloria Anzaldua sobre frontera (borderland),
donde para ella surge el mestizaje en el lugar donde
“sangra” el primer mundo con el tercer mundo al referenciar la frontera entre México y Estados Unidos
(1987). Estas discusiones se basan en la afirmación de
que hay lugares indeterminados, donde otras relaciones
humanas son posibles, ya que cuestionan la estrecha
conexión entre identidades y lugares fijos. Es así como
la geografía feminista enlaza las críticas a espacios fijos con las críticas a los esencialismos desde el género binario y miradas heteronormativas, donde, por
ejemplo, las nociones esencializadas sobre sistemas
de género reflejan esencialismos sobre los territorios,
al considerar algunos espacios aptos para hombres y
otros para mujeres y al hacer esto promueven nociones
dominantes de la heteronormatividad. La geografía
feminista está enfocada en las relaciones entre género
y espacio, es decir, cómo el espacio impacta las relaciones de género y cómo las relaciones de género se
expresan espacialmente. Esto se fundamenta en que el
espacio produce y reproduce las relaciones de género.
En síntesis, la geografía feminista argumenta que son
prácticas socioespaciales que definen lugares y estas
recalcan relaciones de poder y exclusión en términos
de género.
La interseccionalidad surge como respuesta a los debates sobre las interconexiones entre género y otras
identidades. Kimberlé Crenshaw (1991) acuñó el término interseccionalidad, que resalta las interconexiones
entre raza y género para las mujeres negras en contextos de violencia de género. Desde la teoría crítica de la
raza se mostró la imposibilidad de separar categorías,
así como de explicar las inequidades basadas en un
marco conceptual singular (Collins 1990, Hooks 1981
en Rodó-de-Zárate, 2014). Sin embargo, como menciona Valentine (2007), la teorización sobre la interseccionalidad ha puesto muy poca atención al significado del
espacio en los procesos de formación del sujeto, lo cual
significa que en espacios particulares existen sistemas
dominantes que producen momentos de exclusión
para ciertos grupos sociales. Es decir, en determinadas
Espacios de la interseccionalidad
El tema central de este escrito, la interseccionalidad
y el espacio, parte de que el espacio y las identidades
45
SOFIA ZARAGOCIN
to de cuerpos en la cotidianidad (Nightingale, 2011).
Doreen Massey en su libro For Space (Massey, 2005)
nos propone que el espacio es un producto de las relaciones sociales que incluye la agencia de la naturaleza,
manifestado en vínculos de poder y recalcando que el
espacio es implícitamente político. En segundo lugar,
que el espacio es la dimensión de la multiplicidad, es
decir que, para Massey, sin el espacio como dimensión, no sería posible la existencia de la multiplicidad,
entendido esto como la simultaneidad donde ocurre la
vida, que conecta varias relaciones sociales y de poder
a la vez. El espacio y la multiplicidad se co-constituyen
y como tal el espacio siempre está en construcción. Y
tercero, que el espacio también tiene temporalidad, es
decir, no es que la historia se haya ocupado del tiempo
y la geografía del espacio como Kant lo ha reflexionado (Massey, 2007). Con base en estas tres reflexiones,
Massey propone uno de sus conceptos más citados,
el de la geometría del poder, en la que “el poder se
constituye en ‘relación’: por eso hay una geografía del
poder-una cartografía del poder” (2007:3). Mediante la
propuesta de las geometrías del poder la desigualdad
se evidencia de manera espacial y la diferencia social
es un resultado de aquello (Bondi & Davidson, 2003;
Massey, 2005).
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
SOFIA ZARAGOCIN
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
(Monk & Hanson, 1982). Hoy, el campo de la geografía
feminista es bastante variado. Al igual que el feminismo, la geografía feminista ha evolucionado en el tiempo y ahora consiste en una gran variedad de posturas teóricas. Las interrelaciones entre patriarcado,
identidad, corporalidad y subjetividades espaciales
caracterizan la geografía feminista, compuesta a la
vez por estudios de geografía de la sexualidad (énfasis
desde cómo la sexualidad crea espacios, hasta el uso
de estos por personas LGBTI), la geografía queer que
cuestiona ontológicamente el espacio y aboga hacia el
no lugar como política emancipadora, y la geopolítica
feminista, que promueve, entre varios planteamientos
teóricos, la noción de que las emociones y lo íntimo
ocupan lugares, crean espacios y hacen política feminista.
Los enfoques desde las geografías feministas han
tenido un limitado alcance sobre los feminismos del
sur. Quisiera enfatizar aquí la importancia de este
conjunto de posturas teóricas para extender incipientes teorizaciones sobre el lugar y el espacio mencionadas en los escritos desde el feminismo decolonial
latinoamericano. Por ejemplo, es importante enfatizar
el espacio del Abya Yala, como el lugar de enunciación desde donde y sobre donde se están articulando
feminismos indígenas, feminismos comunitarios y los
demás feminismos emergentes del sur. Se ha escrito
sobre el Abya Yala como “territorio utópico” o “tierra
en plena madurez” (Cabezas González, 2012:13), y hasta brevemente referida como una contrageografía
(Castaño, 2007, en Cabezas González, 2012). Euderkys
Espinosa define el Abya Yala en términos de una geopolítica del pasado y el presente con posicionamientos contrahegemónicos (2014:16). Argumento que es
crucial reconocer al Abya Yala desde las geografías
feministas, en particular aquellas revisadas en este
escrito que recalcan la interseccionalidad, entendida
como constituida espacialmente y desde la experiencia vivida (Rodó-de-Zárate, 2014). El Abya Yala, desde
las diferentes posturas feministas emergentes que en
él se encuentran, también considera la relación entre
producción sistemática de poder y la producción del
espacio, mientras que para el feminismo decolonial, la
interseccionalidad también incluye el colonialismo, el
46
imperialismo y el nacionalismo (Lugones, 2008). Específicamente, la poscolonialidad interseccional, según
Radcliffe (2015), teoriza las jerarquías interseccionales
en relación con las dinámicas de poder asociadas con
el colonialismo y el Estado y el desarrollo poscolonial.
Según esta geógrafa, reconocer la interseccionalidad
poscolonial enfatiza que las dinámicas son relacionales y multiescalares que trabajan activamente para
diferenciar sujetos diversos. Es decir, que reconocer la
interseccionalidad poscolonial en el espacio nos acerca
espacialmente a las respuestas decoloniales del feminismo latinoamericano.
Bibliografía
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London: Sage.
Anzaldua, G. (1987) Borderlands/La Frontera: The New
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Bondi, L. & Davidson, J. (2003). Troubling the place of
gender, en Anderson, K.; Domosh, M.; Pile, S.; Thrift,
N. (Eds.) Handbook of Cultural Geography. London:
Sage. 325-344.
Finalmente, la interseccionalidad ha sido criticada por
no evidenciar de manera empírica sino por medio de
la teoría (Valentine, 2007; Rodó-de-Zárate, 2014). El
énfasis en la experiencia vivida del feminismo decolonial latinoamericano es una necesidad compartida.
La conexión íntima entre producción de espacio y la
sistemática producción de poder (Valentine, 2007) es
vital para ambos enfoques teóricos.
Butler, J. (1990). Gender Trouble. New York: Routledge.
Cabezas González, A. (2012). Mujeres indígenas constructoras de región: desde América Latina hasta Abya Yala.
Scientific Journal of Humanistic Studies. (4)6: 12-24.
Crenshaw, K. (1991). Mapping the Margins: Intersectionality, Identity politics, and Violence against Women of Color. Standford Law Review. (43)6: 1241-1299.
Lugones, M. (2008). Coloniality and Gender. Tabula
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Massey, D. (2005) For Space. Sage: London.
47
SOFIA ZARAGOCIN
El espacio en la interseccionalidad para el
feminismo decolonial latinoamericano
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
SOFIA ZARAGOCIN
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
circunstancias, el sentir una cierta identidad sobre otra
depende del espacio donde se encuentra, ya que uno
se puede sentir distinto en diferentes lugares. Según
la teoría del espacio de Massey (2005), el poder opera
mediante el espacio para sistemáticamente producir
ciertas inequidades. La identidad de espacios particulares son producidos mediante la repetición de las identidades interseccionales de los grupos dominantes que
ocupan esos espacios (Valentine, 2007). Este escrito
apunta a los estudios de la geografía feminista que
sugieren que las inequidades emergen en el espacio
como sociales y materiales y que son co-producidas
(Nightingale, 2011). Existen propuestas de mapear las
intersecciones mediante mapas de relieves que muestran la relación entre las estructuras de poder, la experiencia vivida y los lugares (Rodó-de-Zárate, 2014).
Literatura relacionada con geografías feministas y la
ecología política del feminismo apunta a que las ideas
simbólicas de espacios particulares y sus relaciones
materiales con prácticas y cuerpos son reproducidos
en las actividades cotidianas (Nightingale, 2011; Valentine, 2007). Siguiendo la afirmación de que el espacio es clave en el proceso de formación del sujeto,
el lugar se convierte en elemento indispensable para
entender cómo las especificidades de las experiencias
cotidianas son vividas y contribuyen a la producción
de sistemas estructurales del poder (Valentine, 2007).
SOFIA ZARAGOCIN
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Massey, D. (2007). Geometrías del poder y la conceptualización del espacio. Conferencia dictada en la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 17 septiembre.
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Rodó-de-Zárate, M. (2014). Developing geographies
of intersectionality with Relief Maps: reflections from
youth research in Manresa, Catalonia. Gender, Place
and Culture. 21 (8): 925-944.
48
CATALINA
QUIROGA
Antropóloga, Universidad Nacional de Colombia. Magíster en
Geograía, Universidad de los Andes. Grupo de invesigación
Cultura y Ambiente, Universidad Nacional de Colombia.
catalina.qm@gmail.com
Mujer Chatarrera, municipio de Segovia, Antioquia. Estos espacios de extracción de oro eran los más frecuentados en mis
viajes de campo. Con estas mujeres se preparaba la comida, se
discutía de política y se construía la investigación sobre los territorios minero campesinos del nordeste de Antioquia. Aprendí
con ellas de la paciencia que requiere obtener un gramo de oro,
base fundamental de la economía familiar.
Trabajé tres años1 con minerxs campesinxs en los municipios de Remedios y Segovia, nordeste de Antioquia,
y nunca entré más de 50 metros en una mina. Lo más
cerca que estuve de hacerlo ocurrió cuando bajé algunas escaleras en la mina Rancho Quemado, en el municipio de Remedios, Antioquia, y un minero me dijo que
si tenía la regla debía salir pronto porque la mina se
acababa. Sonreí y negué con la cabeza; de todas formas, salí pronto de la mina y noté en la entrada un letrero que decía: “Prohibida la entrada a las mujeres”.
El trabajo de campo para desarrollar investigación en
ciencias sociales significa, más allá de un reto personal,
una posibilidad de (re)pensar los espacios y las formas
de relacionarnos y construir significados en conjunto
con las personas que habitan el lugar en donde trabajamos. Los espacios que se construyen en relación con el
género nos ayudan a pensarnos (como investigadores)
desde los límites corporales hasta los espacios públicos dentro de diferentes contextos locales. Además,
1 El trabajo fue fluido entre Bogotá, Medellín y la zona rural. Dada
la complejidad de la zona, se permanecía un mes en el campo, luego
se trabajaba en las oficinas y se regresaba al trabajo de campo.
analizar los espacios desde una perspectiva de género
permite a la investigación destacar y visibilizar formas
locales de cómo mujeres, niñxs y jóvenes construyen
territorios.
En el ejercicio de investigación de un contexto de extractivismo minero me encontré con dos grandes retos:
(i), un conflicto entre diferentes proyectos económicos
que se reflejan en escalas que van desde el cuerpo hasta mercados internacionales y escenarios mediados por
la violencia. Y (ii), un espacio que a primera vista pareciera exclusivamente masculino. Sin duda alguna, estos
dos retos complejizaron la construcción de relaciones de
confianza entre minerxs campesinxs y yo. Quiero mencionar en este punto que las formas como cada persona aborda el trabajo de campo dependen de una serie
de subjetividades, que se ponen en juego cuando se
conoce y se piensa otro lugar. En este caso, ser mujer y
los límites de los lugares donde podía o no estar fueron
los aspectos que cambiaron mis formas de comprender
y analizar un escenario de extractivismo minero.
53
CATALINA QUIROGA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Espacios de género:
la etnografía y el trabajo con comunidades
minerxs campesinxs en el nordeste de
Antioquia. Apuntes metodológicos
Ser mujer en este escenario era un trabajo difícil; sin
embargo, cabe anotar que por venir de “afuera” conté
durante todo el proceso con privilegios de movilidad,
de acceso a discusiones y, en general, tuve la oportunidad de participar en un escenario lleno de esperanza frente a la construcción de un territorio en paz.
En estos espacios cotidianos a los que pude acceder, se
veían otras formas de actuar y aportar al objetivo general,
que era apoyar el movimiento minero-campesino2 en el
El trabajo de campo relacionado con la organización
minera campesina permitió ver la gran cantidad de actores que intervienen sobre este espacio geográfico.
Desde la institucionalidad hasta la comunidad civil,
pasando por organismos multilaterales y grupos ar-
2 Los pobladores locales se autoidentifican como mineros campesinos, definición que abarca las profundas relaciones entre las dos
actividades y las formas como desde la práctica de las mismas se
construyen las reivindicaciones por el territorio en la región.
54
nordeste de Antioquia. Estos otros espacios estaban
habitados por mujeres, niñxs y jóvenes que se abrían
campo desde la experiencia de su cotidianidad y desde apuestas artísticas, asociadas a bailes regionales,
murales y ferias de productos locales, que enriquecían
y construían otros lenguajes para hablar del territorio. Estas iniciativas surgen del ejercicio local de estas
personas por integrar sus preocupaciones a las actividades tradicionales del movimiento social.
Estos espacios, que desde lo privado construían la organización y el paisaje local, me permitieron reconocer
la complejidad de las relaciones de género en estos
contextos masculinizados, tanto en el trabajo minero
y campesino, como en el trabajo político. Letreros en
la entrada de las minas donde se anotaba: “Aquí no
entran mujeres porque secan la mina” seguían siendo
recurrentes en mis visitas de campo. En este contexto, tres actividades productivas y políticas realizadas
por mujeres me permitieron reconocer otras formas
de entender los espacios desde un análisis de género.
Las chatarreras, las barrenderas y los comités artísticos fueron mis referentes y mis lugares de trabajo. Las
tres actividades tenían algo en común: siempre estaban rodeadas de niñxs y, por lo general, se ubicaban
en las “afueras” de los espacios de los hombres. Allí yo
me sentía más cómoda, las conversaciones eran más
fluidas y no existía ninguna restricción, al contrario,
en estos lugares comprendí las formas de mercado
del oro y con una mirada muy particular comprendí los
riesgos y las apuestas de la defensa de un territorio
minero campesino, que otrora solo había escuchado
en voces de líderes y en reuniones políticas.
Las chatarreras, como se les llama a estas mujeres del
borde de la mina, son madres cabezas de familia que
combinan el cuidado de sus hijos y la casa, con la recolección de los residuos producidos por la minería de
veta. Estas mujeres, que actúan en asocio con otras
vecinas en iguales condiciones, trabajan a contrajornada de las escuelas del casco urbano, en especial del
municipio de Segovia, durante más de ocho horas diarias. Mineros todos hombres asociados en cooperativas locales, extraen a diario más de 800 kilos de piedras que pueden contener una buena cantidad de oro.
De la pureza de este oro depende la primera selección
del minero. Luego de elegir el material, una cantidad
de este que se considera de menor calidad es vendida
a los entables a muy bajos costos, y la tercera parte,
la considerada menos pura, es desechada. Sobre esta
última parte trabajan las mujeres chatarreras. En resumen, son grupos de mujeres que tamizan el material y
subsisten de esta recolección de la basura del oro que
en primera instancia aprovechan los hombres. Durante
todo el día y con varios baldes con piedras que contienen partes de oro en “remojo”, estas mujeres turnan
sus labores para elegir las mejores “pepitas” y llevarlas
pesadas al entable donde obtienen su dinero.
Las barrenderas son grupos que viven muy cerca de
las minas o de los caminos que conducen a ellas. Estas
mujeres, a pesar de realizar otros oficios para sostener
su familia, barren en sus patios y caminos cercanos
para completar muy lentamente bultos enteros de
55
CATALINA QUIROGA
mados al margen de la ley. Cada uno de estos actores
posee una legitimidad particular, de la cual hace uso en
términos prácticos materializando su idea de territorio,
según su grado de poder y de incidencia política. Así,
el nordeste de Antioquia pasa de ser un “territorio de
resistencia” para los minerxs campesinxs, a una “Zona
de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra”
para los movimientos sociales, “un pueblo de tradición
minera” para las alcaldías, o un “distrito minero y de
inversión” para el Estado y las multinacionales; todos ellos construyen diferentes visiones, que entran
en conflicto y contradicción. El cuerpo de las mujeres,
niñxs y jóvenes es un espacio clave para comprender
formas de construcción territorial desde lo cotidiano
y lo que es considerado “privado”. Ser mujer me permitió acceder a esos espacios y destacar las iniciativas
que desde esta escala generaban propuestas territoriales de paz.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CATALINA QUIROGA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Pertenecí al equipo técnico de una organización campesina que hace presencia en la región del nordeste
antioqueño. Mi trabajo se basó en la colaboración y
la coinvestigación relacionadas con el debate sobre la
defensa de la tierra y el territorio y el impulso de las
Zonas de Reserva Campesina como escenarios de lucha. Esto significó para mí un cierto privilegio de acceso a los espacios tanto públicos como privados de la
organización. Comencé mi labor en un contexto masculinizado, donde la mayor parte de interlocutores trabajaban en las minas o eran líderes campesinos de un largo recorrido. Las reuniones en alcaldías y los debates
políticos estaban copados por hombres con mucha
trayectoria organizativa. Muchos de mis primeros interlocutores eran hijos de líderes que desde pequeños
se habían dedicado a la defensa de sus territorios.
El trabajo político, sin duda alguna, era un tema de
tradición y mucha valentía, dado el contexto de violencia en la zona. En la región del nordeste de Antioquia,
vecina del Magdalena Medio, existen grupos armados
como las FARC-EP y los paramilitares, y desde finales
de la década de 1990 la violencia se dio por medio de
masacres, homicidios selectivos, bloqueos sanitarios y
de alimentos, entre otras violaciones a los derechos
humanos.
CATALINA QUIROGA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
polvo que a simple vista serían inservibles; sin embargo, al llevarlos a un entable, esta tierra genera ganancias extras para el sostenimiento de la casa.
cotidianidad, las charlas y la mirada de las mujeres que
se autoidentifican como mineras campesinas, y que a
pesar de no trabajar dentro de la mina producen gran
parte de la ganancia que es utilizada directamente en
el hogar.
Finalmente, los comités artísticos forman parte del trabajo voluntario y organizativo que realizan las mujeres
trabajadoras del oro y del campo. Después de las largas jornadas como chatarreras o del trabajo esporádico
como barrenderas, ellas se reúnen. Planean, ensayan
bailes, coordinan el apoyo en las cocinas comunitarias
y discuten sobre sus vidas y los proyectos políticos
de los cuales forman parte. Estos espacios eran mis
preferidos para hablar sobre el oro, el extractivismo y
las alternativas locales en defensa del territorio minero
campesino que planteaban mediante el impulso de la
Zona de Reserva Campesina.
Ser mujer y realizar trabajo de campo no es sencillo.
Este proceso me enseñó que los análisis desde la complejidad de lo cotidiano permiten reconocer espacios
que antes no eran visibilizados de forma suficiente y
que aportan a la lectura integral de un fenómeno tan
complejo como el extractivismo. Estos escenarios extractivos, comúnmente plagados de desigualdades en
el acceso y relación con la naturaleza, son escenarios
perfectos para reconocer desde la cotidianidad de las
mujeres los efectos concretos del modelo extractivo;
ser mujer me permitió entrar a estos espacios y compartir con ellas sus propuestas de futuro. Esta experiencia en campo me ha llevado a pensar que analizar
los espacios de género es una responsabilidad dentro
de la investigación, y que ignorar estos espacios es dejar
por fuera una información relevante que puede complejizar los análisis y las propuestas desde la academia. Los
espacios construidos por las mujeres son una opción
metodológica para que el trabajo de campo y la investigación en ciencias sociales mire con otros lentes
la construcción, la prevalencia y la resistencia a las
desigualdades.
La posibilidad de entrar a tales espacios me permitió
reconocer las relaciones entre estos límites elaborados
por las mujeres en relación con los centros de producción de oro, manejados y habitados por hombres. Estos espacios, además, profundamente ligados con los
hogares, eran la extensión de la cotidianidad de los
niñxs en la región. No era raro ver a los pequeños jugando alrededor de los baldes de las chatarreras o haciendo sus tareas. Mientras la mina como tal se percibía
como un lugar de ruido y peligro, el espacio de las chatarreras y barrenderas era también un espacio de juego,
de repartición de comida y de charlas entre vecinas y
amigas. Ser mujer me ubicó en este espacio de forma
especial, y este espacio me permitió reconocer que un
contexto de extractivismo minero se reconoce desde la
56
priscila
cuellar
Psicóloga, Universidad Centroamericana José Simeón
Cañas, El Salvador. Candidata a maestría en Estudios de
Género, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá,
pvcuellarf@unal.edu.co
Mapa de algunas rutas de Bogotá pedaleadas, caminadas
o transitadas, desde las cuales me baso para relatar lo que
conozco de la ciudad. La forma jurásica fue casualidad.
PRISCILA CUÉLLAR
No soy de aquí, digo de Bogotá, y no, no soy de provincia tampoco. Soy de otro país, pero acá pocos saben de él, algunos identifican medianamente dónde
está en el mapa. Como bien lo afirma Roque Dalton
(autor y poeta compatriota, perteneciente la llamada
Generación Comprometida) en su poema de amor: “Los
que nunca sabe nadie de dónde son”. Vendría siendo
parecido a un pueblo por el tamaño o quizá una combinación de ambos. Es un país pequeño, folclórico y
con mucha pobreza, eso sí, sin olvidar el estilo de vida
que valora las tenencias materiales… Me han preguntado si soy venezolana, puertorriqueña, cubana, chilena,
etc. “Habla como costeña, pero una costeña rara… ¿De
dónde eres?”. Pequeño ser extraño que parece caribeño (curiosamente mi país no tiene salida al mar Caribe, solo al Pacífico).
gundo mundo, debe ser esto, porque tiene Transmilenio y es grande y hay más de dos beneficios legales
para los empleados y hay gente de todos los países y
ciudades. No es como allá, porque acá hay más comercio, más multinacionales y más… ¿desarrollo?”.
Se relaciona el desarrollo inmediatamente con el primer
mundo (inalcanzable) y se habla siempre de las desgracias del tercero, donde estamos la mayoría. Ese tercero que se maneja con eufemismos del tipo: “En vías de
desarrollo” o “subdesarrollado”. Porque se supone que
avanzamos y que por eso nos echan porras de ser los
países más felices, porque a pesar de la adversidad,
sonreímos. Pero este es solo otro peligro que refuerza
la cultura de la pobreza al estilo de Pedro Infante en
películas como Un rincón cerca del cielo, donde a pesar
de la miseria, los protagonistas seguían confiando en
un dios bondadoso con los honrados y en que tal miseria, algún día, sería premiada y compensada. Tampoco
soy mexicana, aunque menciono una película de los
años de oro del cine mexicano; además, México tiene
salida a los dos mares. En fin…
En todo caso vivo en Colombia, más bien en Bogotá,
porque afirmar que vivo en Colombia sería mucho decir. Conozco Bogotá y solo algunas zonas de Bogotá
donde trabajo, estudio y vivo. Al inicio dije: “¡Ah!, esto
debe ser el segundo mundo porque nadie habla del se-
61
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Mimetismo tercermundista
¿Por qué el pleito? ¿Por qué el manejo tan marcado de
la otredad? Hay etiquetas para todos: el pastuso es
bobo, el costeño es flojo y fiestero, el paisa es comerciante, los santandereanos son gritones y bravos, el
guajiro es indígena, los “negros” tienen sabor y saben
bailar, los bogotanos son insípidos, los extranjeros
tienen dinero, etc.
Cosas impensables, como responderle a un acosador
callejero o a cualquier hombre, en general, pasaron
frente a mis ojos en Colombia. Perdón, en Bogotá. Allá
en mi terruño resulta impensable andar sola en la calle
después de las 8 de la noche aunque puede variar por
zonas, pero en términos generales sería un atentado
contra las normas tácitas de convivencia. Tampoco una
se viste de manera considerada provocativa para un
hombre, pues ya sabemos que “no saben detenerse”.
Reconozco que no he vivido en todos los tipos de barrios que existen en Bogotá, pero se sabe que también
En esta maraña de minipaíses dentro de un gran país,
en esta convivencia acelerada y caótica que se llama
Bogotá, donde hay millares de personajes me encuentro yo, como mujer, como extranjera observadora y
participante, mestiza y tercermundista. Estando cerca
en el mapa, pude ver cómo muchas cosas eran diferentes.
62
la delincuencia es color de hormiga brava. Aun así he
visto cantidades de mujeres a pie y en bus a las 10 y 11
de la noche, vestidas como se les antoje. Me pareció
curioso y me liberó en parte. Siendo Colombia un país
con el culto al cuerpo hermoso bien marcado, al inicio
me pareció como un autoatentado de acoso; pero verlas relajadas al respecto y contestarles sin miedo a los
hombres acosadores siguió dándome alivio: “Atrevido”,
“atarván”, “hágase el pendejo”, etc. Porque, finalmente,
que cada quien se vista como quiera es un alivio, ¿no?
La etiqueta de qué es sexi y si eso debe ser amonestado
con un piropo me parece minorizante y agotador. K No
justifico con esto que las mujeres se sientan presionadas a cumplir con un canon exigente de belleza. Repito, cada quien debería vestirse como le plazca.
ces que tomó la violencia no han sido nada graciosos.
No me jacto, lo que sí considero útil es reflejar como
observadora situada, actitudes que pueden mejorar,
incluyéndome, incluyéndonos.
Seguí pensando que quizá esta Bogotá que veo es el
segundo mundo y que, en todo caso, yo paso desapercibida, no soy la extranjera caucásica que habla
divertido el español, sueno como costeña rara, no más.
Parezco colombiana y lo tercermundista se mimetiza
un poco o quizá mucho; tristemente padecemos de
los mismos males y luchamos o deberíamos luchar por
mejorar carencias similares.
No importa tanto de dónde yo sea o si sea una mujer
mestiza, de clase trabajadora y tercermundista. Tengo
claro que no quiero reproducir algunas actitudes o rencillas del cemento bogotano que he observado ni las
de mi patria, que no se queda atrás. En este sentido
me parece importante desarrollar una introspección
que lleve a ver en qué fallamos como habitantes de
las ciudades, y en nuestro metro cuadrado. Yo sí me
comprometo con Colombia entera y todas sus regiones
a sembrar la paz que este país tanto anhela. Cuenten
conmigo.
Este escenario, amalgamado con bicicletas que irrumpen al peatón, peatones que se avientan en el semáforo
que no les corresponde, conductores imprudentes, motociclistas que salen despavoridos como moscas entre
los carros, citadinos moralistas del cemento que regañan a todos los anteriores. Muchos se dan el permiso de ser ordinarios porque el resto lo es y qué más da.
Eso vi y he visto en mi estadía en Bogotá. No quiero
colocarme en un pedestal de crítica pura, yo también
traigo taras colectivas de un país azotado por 12 sangrientos años de guerra. Un país donde los terremotos
sí o sí nos toman desprevenidos, pues a pesar de ser
frecuentes nunca estamos preparados, ni en urbanidad, ni en manejo de crisis, ni en teorías del cemento
tampoco. Allá ya firmamos acuerdos de paz y los mati-
63
PRISCILA CUÉLLAR
Después de vivir infancia, adolescencia y adultez temprana en una sociedad machista, uno viene prevenido y desprevenido en varios tópicos. ¡Un momento!
Colombia también es un país machista, con regiones
machistas. Sin embargo, me topé con una imagen de
mujer algo distinta. Acá el tema de la belleza femenina
y todo lo que implica (culto al cuerpo, gimnasios, dietas, ropa, batidos, tallas, fajas, sex shops, cremas para
la grasa de aquí o de allá, programas varios para bajar
de peso, salones de belleza por doquier, productos de
belleza a granel, ¡Uf!, me cansé) es fuerte. A pesar de
ello, sentí que la calle era más permisiva con las mujeres. En mi crianza, siempre se supo que era arriesgado considerar salir a la calle con cualquier vestimenta
considerada provocativa, así fuera esta un simple pantalón apretado; el tema del acoso en los buses o en la
calle, en general, es bastante incisivo. Y cualquier cosa
que te suceda respecto a tu cuerpo, por supuesto que
será tu culpa.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
PRISCILA CUÉLLAR
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Volvamos a Colombia, perdón, a Bogotá. ¿Qué sucede?
¿Por qué se diferencian tanto por regiones? ¿Por qué
la provincia o el pueblo versus la gran metrópoli, la
ciudad cosmopolita? Y ese celo loco de “mi ciudad”,
los unos contra los otros, cada ciudad tiene bandera
e himnos propios. Después de preguntarte tu nombre
viene: “¿En qué barrio vives? ¿De dónde eres?”. Tampoco falta el capitalino que dice: “En Navidad o en vacaciones quedamos los verdaderos, los que somos de
acá, los que no ensuciamos y sabemos de cívica y de
cemento”. “Se van todos a sus pueblos, en donde deberían permanecer”, y postean en las redes sociales:
“No vuelvan, no nos hacen falta”.
MARTA CABRERA
Marta Cabrera
Pontificia Universidad Javeriana, martiriocabrera@yahoo.com
65
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Corpografías
La enfermedad produjo toda una geografía corporal
que me atraviesa. Trazó mapas, rutas, enclaves y
nuevos lugares sensibles (Diario, 2015).
66
Me ha hecho sensible a la forma como se entrecruzan
círculos humanos que ofrecen apoyo o algún tipo de
comprensión (Diario, 2015).
69
Aquí soy solo cuerpo, soy funciones, cifras y fluidos.
En realidad, nada más (Diario, 2015).
70
Espalda, brazos, cara, piernas, estómago se convirtieron en los
territorios donde la enfermedad (y los intentos por controlarla)
se manifiestan, disputan y me dejan marcas a veces indelebles,
a veces temporales, de su presencia (Diario, 2015).
73
CYNTHIA
CAROFILIS
Docente de la Universidad Politécnica Salesiana, Quito,
Ecuador. Estudiante del doctorado en Ciencias Sociales,
UPB, Medellín, Colombia. cynthia.sororidad@gmail.com
Quito: Protagonista de levantamientos sociales claves en la
historia ecuatoriana. Situada a casi 3000 metros de altura
en la zona central de la cordillera de los Andes, capital donde
viven 2,6 millones de personas.
Nuestra mejor venganza será la alegría.
Elizabeth Vásquez, eslogan de la Marcha de las Putas, Ecuador
Deseo que el feminismo pueda despojarse de su estilo entristecido y dogmático
para redescubrir el carácter festivo de un movimiento que procura cambiar la vida.
Rosi Braidotti, Sujetos nómades
De nacimiento canadiense, a partir de que un policía
“aconsejara” a las estudiantes de Derecho a no vestirse
como putas para evitar ser violentadas en 2011, el
movimiento “Slutwalk” (Marcha de las Putas), liderado
por jóvenes universitarias a través de una página de
Facebook, tardó unos pocos meses en hacerse global.
Hoy existen marchas en ciudades como Singapur, Nueva Delhi (donde cambió de nombre a Marcha del Orgullo para las Mujeres), Washington, Filadelfia, Bogotá,
Río de Janeiro, Tijuana, Lima, Puerto Rico, La Paz, Buenos Aires, Sevilla, Madrid, por mencionar unas cuantas. Estas iniciativas denuncian la violencia simbólica
que culpabiliza a las mujeres cuando son agredidas,
utilizando la palabra puta como una categoría política que agrupa algunas de las experiencias que van en
contra de las regulaciones genéricas: la falda corta, el
escote, el no callarse, el salir sin la compañía de un
hombre, el manifestarse como sujeto de deseo sexual, el abortar, el ejercer trabajo sexual, pero también
aquellas vivencias que no encuentran lugar dentro de
las clasificaciones binarias: los afeminados, las marimachas, los andróginos, los que transitan el género. El
cuerpo, en estas reivindicaciones, se potencia como el
lugar desde el cual se tiene la legitimidad para manifestarse, cuerpo que por estas conductas ha sido violentado en un disciplinamiento que pretende acallarlo.
En Quito, la Marcha de las Putas lleva ya cinco años
consecutivos denunciando la violencia y se ha convertido en un espacio de incidencia política en el cual se en-
77
CYNTHIA CAROFILIS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
La calle emputada:
cuerpo, performatividad y espacios contestados
4 Dado el cierre de la página web de la Marcha de las Putas de
Quito, remito a la página de Facebook para mayor información:
https://www.facebook.com/Marcha-de-las-Putas-Ecuador230566007025916/?fref=ts y a la página de la Casa Trans para leer el
Manifiesto: http://casatrans.blogspot.com/2013/04/manifiesto-marcha-de-las-putas-ecuador.html. Para una muestra audiovisual de la
marcha de 2016: https://www.youtube.com/watch?v=t7aS-17rvIw.
5 Frase de uno de los carteles de la marcha de 2012.
El cuerpo que se evidencia en estas demandas no es
3 https://lalineadefuego.info/2015/07/21/el-fortalecimiento-de-lafamilia-y-el-placer-por-el-placer-de-la-enipla-al-plan-familia-en-elecuador-de-la-revolucion-ciudadana1-por-cristina-vega/
78
Esta performatividad del discurso necesita de la performance para tener lugar (Gregson & Rose, 2000)and
their very different critical effects. We then argue that,
although the geographical literature is apparently
characterised by two contrasting discussions of performance (those of Goffman and of Butler. De esta manera, la marcha se convierte en algo vivo que se toma
las calles y, como tal, a veces resulta impredecible. A
partir de las cinco de la tarde se convoca en el Arco
de la Circadiana a los participantes. Ahí está Ana con
un megáfono, y el resto de organizadoras con cientos
de carteles, elaborados a lo largo de meses. Empieza
el recorrido por las calles (Juan León Mera, Mariscal
Foch, Reina Victoria), que en su momento alojaron a
trabajadoras sexuales y que gracias a la renovación
urbana de hace algunos años fueron desalojadas. Hay
risas y miradas de complicidad, pero también caras indignadas, cuerpos pintados y muchísimos carteles que
pasan de mano en mano. La palabra puta aparece en
ellos, como también aparece marcando la diversidad
de cuerpos que ahí se dan encuentro. Algunos vienen
de otras provincias con sus propios carteles, que convierten el sustantivo en adjetivo: emputado. ¡Quiten
sus rosarios de nuestros ovarios! ¡Más sexo, menos
violencia!, son algunas consignas que se escuchan
cuando cerca de cinco mil personas se toman la zona
turística y bohemia de la capital.
Aquí hay tacones y medias de red, pero no es una marcha del Orgullo Gay. Hay trabajadoras sexuales, pero
no es una marcha exclusiva en favor del trabajo sexual. Hay un colectivo de mujeres trans que baila música
folclórica y hay carteles en kichwa que dicen “Llucsi
de mi útero” (Fuera de mi útero), pero no es una manifestación por las identidades étnicas. Hay algunos
torsos y cuerpos desnudos, hay batucadas y bailes.
Hay extranjeros y extranjeras, hay niños y niñas, perros y... perras. Los cuerpos como estandartes (aunque
no hagan performance, casi todos llevan un cartel que
habla por ellos), dan cuenta de una reivindicación que
no es impuesta, que cobra sentido a partir de lo vivido.
Después de dos horas de caminata, la multitud llega
a la plaza Foch, donde tiene lugar el Festival Emputado, las reivindicaciones se transforman en música, los
activistas en espectadores, la indignación en disfrute
(ver foto 1). Del día a la noche cambian los asistentes,
algunos se mantienen, otros son los habituales de la
“zona rosa”. Por una noche la plaza se transforma, da
lugar a la sociabilidad lésbica y gay, al mosh de pechos
desnudos, al ritmo del hip-hop transgresor, que dice
“Creer, vencer, tener, poder, mujer no te limites a lo
que te piden ser... sentir, pedir, salir, huir, no dejes que
en tu vida otros quieran decidir”.6
6 Canción de la artista mexicana Mare Advertencia Lirika, interpretada en la marcha 2016. El Festival Emputado ha servido de plataforma para otras artistas feministas nacionales como Cayetana Salao, Black Mama e internacionales como Furia Soprano y Viruta FTM.
79
CYNTHIA CAROFILIS
solo una construcción sociocultural donde se sedimentan los discursos y prácticas de género, es a la vez
el lugar desde el cual, a través de la performatividad,
el género que se instaura se puede subvertir (Butler,
1999, 2008). Esta performatividad en la reiteración
de un citación (puta) produce aquello que nombra, y
a través de la repetición, abre la posibilidad de desestabilizar su significado (Butler, 1999), mostrando la
vinculación intrínseca del epíteto con la experiencia
de subversión de los roles tradicionales de género y
la violencia disciplinaria consecuente, en la calle, en
la casa, en la cama, en el trabajo. Puta, entonces, se
convierte en el apelativo que nombra todo aquello que
resulta peligroso, rebelde o insumiso (Manifiesto de
la Marcha de las Putas, Ecuador, 2013)4 y es utilizado para justificar los celos, los robos, los golpes, las
vejaciones, las violaciones, las muertes. Pero también
actúa performativamente, para una vez vinculado a la
libertad (la libertad sexual y estética, esta última una
incorporación de la marcha ecuatoriana) producir nuevas subjetividades feministas, también imbricadas en
las relaciones de poder desde donde emergen (clase
media, urbana, con educación formal), que cuestionan
la cultura machista que “se escandaliza más por una
palabra que por la violencia”.5
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CYNTHIA CAROFILIS
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cuentran colectivos feministas, de trabajadoras sexuales,
de la diversidad y disidencia sexual, así como autoridades
municipales y gente de a pie, que se siente llamada a participar. El origen de la marcha, en Ecuador, se da gracias
a la agrupación de algunos colectivos feministas que trabajan por la despenalización del aborto y por los derechos
sexuales y reproductivos, que deciden en 2012 generar
una plataforma convocante que articule, visibilice y denuncie la violencia, de manera que el mensaje llegue a la
mayor cantidad de público posible (Hernández, 2015). Un
año después, con dicha plataforma desarticulada, las iniciadoras del proyecto, Ana Almeida y Elizabeth Vásquez,
deciden continuar con él debido al violento asesinato de
Karina del Pozo (un caso de femicidio en el que las agresiones fueron ejemplificadoras de “cómo se mata a una
prostituta”), que visibilizó el déficit penal para codificar
este delito (Carrión Mena, 2013), tipificado en el nuevo
Código Integral Penal al año siguiente. A partir de entonces la marcha convoca, cada mes de marzo, a todos
aquellos que sienten la necesidad de salir y gritar que
están hartos de la violencia en los espacios públicos y
privados, denunciando tanto la violencia cotidiana en
los autobuses, la calle y los medios de comunicación,
como el programa conservador de educación sexual
“Plan Familia”,3 las muertes causadas por femicidios
y abortos clandestinos, en una oportunidad para sacar
la voz y poner el cuerpo para reivindicar el derecho a ser.
Empezado el siglo XXI, la zona se llena de negocios
paralelos al turismo: el trabajo sexual y el microtráfico
de drogas, y a partir de entonces se genera un proceso de higiene social, que arremete contra mendigos
y trabajadoras sexuales, obligándoles a reubicarse.
Paradójicamente, este barrio se determina hoy como
“cosmopolita”, en la perenne disputa de un orden
normativo de clase, género y etnia que define las corporalidades legítimas en dicho lugar, durante el resto
del año (Andrade, 2013). Tomarse un lugar como este
por una tarde y noche, permite la reapropiación de un
espacio “denso”, que en la cotidianidad está marcado
tanto por la violencia como por la lógica de consumo
(Andrade, 2013).
La apropiación de este espacio de consumo por un
día, permite también trastocar temporalmente las
cualidades performativas del mismo, produciendo un
espacio que cuestiona discursos de poder, pero que
también se encuentra dentro de este mismo discurso
La Marcha de las Putas 2016, llegando a la plaza Foch.
Quito, Ecuador.
Fotografía de Nela Meriguet Martínez
80
Estas performances y performatividades del espacio
están, además, saturadas de poder, a través de sus
organizadoras, en su mayoría mujeres de clase media
con educación formal, posición que permite el acceso a los recursos simbólicos y materiales para llevar a
cabo esta iniciativa (trámites burocráticos, permisos,
elaboración de un mandato, diseño de productos), así
como de las personas que forman parte del mismo,
que pueden permitirse mostrar los torsos desnudos
y las caras pintadas con la palabra puta (algunas de
las trabajadoras sexuales que participaron en la última marcha llevaban sus caras cubiertas). Lamentablemente, todavía la libertad para autodenominarse puta
va ligada a la violencia estructural que limita otras
libertades. La libertad de saber que no habrá consecuencias violentas por esta acción, como el despido, el
ostracismo o la violencia directa.
A pesar de esto, el potencial político de la palabra puta
radica en lograr hacer lo que las luchas feministas han
hecho desde su aparición: desestabilizar la división entre
lo público y lo privado. En el caso de la Marcha de las Putas, redefinir la violencia relacionándola con la sexualidad,
lo corporal, lo estético, significados que han sido silenciados en los abordajes de la violencia de género en los últimos años (Guarderas, 2016). Estas luchas, por lo tanto, no
son solo de interpretación, también son espaciales (Slater,
1997), pues implican reconocer, primero, que el espacio
público es masculino, un espacio donde los cuerpos que
transgreden las normas del género son excluidos, estigmatizados y violentados; y segundo, que la violencia es
un asunto público que ocurre con la connivencia de una
sociedad entera. He aquí la potencia de la marcha.
De acuerdo con las geógrafas feministas, las formas
particulares de pensar el espacio están íntimamente
relacionadas con las formas de vivir el género, es más,
toda relación social está construida espacialmente e
imbricada en la organización social de los lugares (Duncan, 1996). Esta concepción del espacio como relacional, donde se sedimentan las dicotomías masculino/
femenino, permite problematizar cómo lo público como
prototipo ha sido el dominio de lo descarnado, lo abstracto, lo cultural, la racionalidad, mientras lo privado se asocia a lo doméstico, lo natural, la familia y la propiedad
(Duncan, 1996). Paralelamente, la construcción de los
cuerpos femeninos y masculinos se realiza espacialmente, pero ambos géneros no se relacionan por igual
con lo que les rodea, siendo los cuerpos femeninos (y
feminizados) los que están más conscientes (alertas,
81
CYNTHIA CAROFILIS
(Gregson & Rose, 2000)and their very different critical
effects. We then argue that, although the geographical literature is apparently characterised by two contrasting discussions of performance (those of Goffman
and of Butler. Si bien esta apropiación cuestiona discursos como el de seguridad ciudadana que victimiza a las mujeres o la construcción de corporalidades
hegemónicas que normalmente lo habitan, el adjetivo
“cosmopolita”, sin duda, habilita un imaginario que
posibilita la construcción de la plaza como un lugar de
manifestación pública y transnacional, como en otras
plazas del mundo.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CYNTHIA CAROFILIS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
El espacio que se toma la marcha a través de estas
performances cada año pertenece a la zona llamada
la Mariscal, creada en 1922 con el nombre de Ciudadela Mariscal Sucre, en el contexto de celebración
del centenario de la batalla del Pichincha (por eso los
nombres de las calles: Mariscal Foch, avenida Patria),
inicialmente pensado para la aristocracia quiteña con
chalets estilo ciudad jardín, que a partir de los sesenta
incorpora actividades comerciales y desde los ochenta
las culturales y turísticas. (Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 2013).
Estas acciones suponen poner el cuerpo como espacio de contestación, un cuerpo que no está naturalmente vinculado a la naturaleza ni a una identidad
fija, inmóvil y ancestral, sino que se construye en la
interacción de sus múltiples y a veces contradictorias
identidades. Una oportunidad para replantearse las
fronteras a través de las cuales se construyen nuestros propios cuerpos.
La palabra puta es transgresora en la medida en que se
opone al imaginario nacional, que asocia a las mujeres
con los símbolos patrios, la maternidad, la pureza, lo
impenetrable, lo que hay que defender, lo que es propiedad de los hombres (Duncan, 1996). Los mensajes “Puta
extranjera” y “Puta mochilera” este año, hacían referencia a esta distinción entre nacionales y extranjeras, a raíz
del asesinato de dos jóvenes argentinas en un balneario
ecuatoriano unos meses antes, situación que fue atribuida, por la opinión pública y una funcionaria de turismo, al
hecho de viajar solas jalando dedo.7 Poner en evidencia
cómo los cuerpos extranjeros son vistos como amorales
y peligrosos, es algo que la Marcha de las Putas ha hecho
también en otros lados, como Singapur (Gwynne, 2012).
Bibliografía
Andrade, R. V. (2013). La producción de corporalidades en la plaza Foch: separación social. Flacso Ecuador.
Butler, J. (1999). El género en disputa: el feminismo
y la subversión de la identidad. Barcelona-Buenos Aires-México: Paidós.
Butler, J. (2008). Deshacer el género. Paidós Studio, 392.
Butler, J. (2010). Marcos de guerra. Las vidas lloradas. Madrid: Paidós Iberica.
La reapropiación de la palabra en estos casos implica
una práctica espacial, una interrupción en la cotidianidad del espacio masculino, una desestabilización de lo
que se espera en un espacio que cada vez más se privatiza, se fragmenta y despolitiza, donde la propiedad
privada se defiende más que la dignidad de las personas que habitan cuerpos subalternizados.
Puta es disidente cuando une en vez de separar, cuando
apela a la libertad estética, no en un feminismo post que
se apoya en el consumismo, sino en uno aliado a otros cuerpos disidentes: los cuerpos hormonados que subvierten
el género asignado al nacer como los aliados de la Marcha
del Proyecto Transgénero, Ñuca Trans, entre otros.
Carrión Mena, F. (2013, March 9). El femicidio: todos
somos Karina. Diario Hoy. Quito.
Duncan, N. (1996). BodySpace Destabilizing Geographies of Gender and Sexuality. (N. Duncan, Ed.).
London and New York: Routledge.
Falu, A. (2009). Mujeres en la ciudad de violencias y
derechos. (A. Falú, Ed.) (Primera ed.). Santiago
de Chile: LOM Ediciones.
Tal vez esos cuerpos que están “fuera de lugar” son
los que van a liderar estos cuestionamientos. Tal vez
esta sea una oportunidad para aglutinarse en torno al
“habitar”, donde los problemas asociados al convivir y
compartir un espacio encienden el motor de las luchas
sociales (Harvey, 2003). Tal vez no debamos esperar
a apropiarnos del cuerpo para poder apropiarnos del
espacio público (Falu, 2009), sino ir por un camino simultáneo, donde nos apropiamos del cuerpo cuando
nos apropiamos del espacio, una noción que cuestiona
Puta es subversivo cuando las prácticas de las trabajadoras sexuales que luchan contra la criminalización y
7 Ver http://gourmet.elsol.com.ar/nota/260600
82
Gregson, N., & Rose, G. (2000). Taking Butler elsewhere: Performativities, spatialities and subjectivities. Environment and Planning D: Society
and Space, 18(4), 433–452.
83
CYNTHIA CAROFILIS
¿Cuestiona, una iniciativa como esta, los dualismos sobre
los cuales está construido el espacio? Aquí algunos ejemplos tomados de la Marcha de Quito:
la noción de autonomía del sujeto liberal, que se restringe a la elección personal, a la voluntad y al control sobre sí mismo (Sabsay, 2011), y en lugar de ello
asumimos que nuestros cuerpos se construyen en
relación con otros (Butler, 2010).
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CYNTHIA CAROFILIS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
precariedad que las hace más vulnerables, se convierten
en demandas por el acceso al espacio, como la propuesta de las asociaciones del centro histórico que también
participaron en la marcha (#LaCalleEnDisputa).
diría yo) de los detalles del ambiente que los masculinos (Kirby, 1996).
CYNTHIA CAROFILIS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Guarderas, P. (2016). Silencios y acentos en la construcción de la violencia de género como un problema
social en Quito. Revista Iconos de Ciencias Sociales, 55, 1–23.
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Gwynne, J. (2012). Slutwalk, Feminist Activism and
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http://casatrans.blogspot.com/2013/04/Manifiesto de
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Kirby, K. (1996). Re: Mapping Subjetivity. In N. Duncan
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Gender and Sexuality (pp. 45–55). London and
New York: Routledge
LECHES MODERNAS/CUERPOS MODERNOS
Políticas de la alimentación infantil en Co-
Agradezco a Nela Meriguet, Elizabeth Vásquez y Ana Almeida
por sus acertados comentarios para enriquecer este texto.
84
VALERIN
SAURITH
Nutricionista dieista (Universidad Nacional de Colombia),
Magíster en Estudios Culturales (Poniicia Universidad Javeriana).
valerinsaurith@gmail.com
Escapando de las leches modernas/resignificando
la lactancia en la ciudad. Imagen: “Soma Difusa”
https://www.facebook.com/somadifusa/?fref=ts
8
[…] Y así se cierralombia
el ciclo de1940-1980
dependencia económica.
Del roçado
autónomo al supermercado y del pecho autónomo al Nestógeno
enlatado; la estafa es total. Y sus consecuencias son mortales, ni
más ni menos (Scheper-Hughes, 1997:315).
En Colombia, a partir de la década de 1940, cuando
Nestlé instala plantas de producción en el territorio nacional y se materializan ciertas políticas agrícolas desarrollistas, producto de la intervención estadounidense
de posguerra, emerge un nuevo entendimiento de la
alimentación infantil. La medicalización de la lactancia
materna que venía dándose desde finales del siglo XIX
sale de la escena nacional y solo en 1980
8 En este corto texto expongo algunas reflexiones elaboradas a
partir de una investigación más amplia que terminé hace un año sobre genealogías de la lactancia materna en Colombia durante el siglo
XX. Para ampliar, ver: Saurith, Valerin (2015). Entre tetas y tetes,
políticas de la lactancia en Colombia.
vuelve a ser un imperativo de salud pública. Durantecuarenta años, diversos discursos y prácticas del desarrollo lograron proyectar un conjunto de biopolíticas
en las que la leche materna fue desplazada por leches
modernas: Leches de Fórmulas Industrializadas (LFI) y
Mezclas Vegetales (MV).
Los programas de alimentación infantil de
nuestro país se mostraron como un dispositivo capaz
de modificar la imagen corporal y la experiencia de sí.
Las prácticas hospitalarias y las campañas promotoras de alimentos infantiles en ese entonces fomentaron una arquitectura inédita del cuerpo de la mujer.
Con el afianzamiento de la modernidad, el Estado y
89
VALERIN SAURITH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
LECHES MODERNAS/CUERPOS MODERNOS
Políticas de la alimentación infantil
en Colombia 1940-19808
Las obreras de las principales ciudades del país
empezaron a conocer las LFI en salas cuna y hospitales
públicos. Algunos miembros de la Asociación Colombiana de Pediatría veían a estas instituciones del Estado
y en especial a Gotas de Leche9 como sitios estratégicos
Con el transcurso de las décadas ingresaron al
país más multinacionales productoras de LFI (Wyeth,
Mead Johnson, Abbott). Estas leches eran costosas y
difíciles de adquirir para una familia obrera, por lo cual
el gremio médico realizó varios esfuerzos para solicitar
al Estado que mejorara su acceso y disponibilidad.
Los mensajes sobre las bondades de las LFI,
además de ser patrocinadas por el gremio médico en sus
revistas especializadas10 también llegaban a la población
a través de la radio y de periódicos de alcance nacional.
Así, las mujeres, independientemente de si sabían leer o
no, eran invitadas a utilizar estas leches modernas.
Imagen 2. No hay que confundir las diversas
clases de alimentos para niños (Cromos, 1940). La
misma imagen de la izquierda se expuso en el
periódico El Tiempo (1940).
Imagen 1. A la izquierda, publicidad de leche
S-26 de Abbott Nutrition (RCPP, 1970 [Mes 12]). A
la derecha, publicidad de leche NAN de Nestlé
(RCPP, 1970 [Mes 2]).
Por ejemplo, en 1950, los asistentes a las primeras jornadas pediátricas realizadas en Barranquilla
pidieron a los ministerios de Higiene y de Hacienda “la
importación oficial, libre de arancel aduanero, de leches
condensadas o en polvo, en cantidades suficientes para
el consumo nacional y su expendio a precio de costo en
diendo las necesidades de la alimentación infantil”
(Osorio, 1950: 246).
Considerando las limitaciones de producción
de alimentos, la falta de ingesta de proteínas y la baja
capacidad adquisitiva de la población más necesitada,
nuestros expertos desarrollistas promovieron la producción a bajo costo de alimentos en polvo a base de
proteínas vegetales. El primero de estos productos
llevaba por nombre Incaparina, desarrollada en conjunto con el Instituto de Nutrición de Centro América
y Panamá (Incap). En 1964 nuestro país fue el primero
ciudades, pueblos y corregimientos, especialmente aten9 Las Gotas de Leche eran centros de beneficencia, educación e
investigación creados en 1919 por la Sociedad de Pediatría de Bogotá. Para 1933 existían unas 30 Gotas de Leche y salas cuna en 17
ciudades de Colombia, en las cuales se preparaba un promedio de
150.000 teteros al mes (Pohl-Valero, 2014:17).
10 Por ejemplo, la Revista Colombiana de Pediatría y Puericultura
(RCPP), creada en 1940 por la Asociación Colombiana de Pediatría.
Desde 1942, en esta revista empiezan a aparecer las primeras publicidades de las LFI Nestlé.
90
91
VALERIN SAURITH
para enseñar la importancia del consumo de LFI, pues
esa información no iba a quedar “solo en la mente de
la madre sino en todos en su casa, en las niñas que
ven preparar correctamente el tetero a su misma madre
y en las amistades en las cuales se difunden comúnmente los conocimientos de la alimentación infantil”
(Camacho, 1944: 116). Calixto Torres Umaña, unos de
los pediatras representativos de la época, sostenía que
durante el transcurso de casi tres décadas la filosofía
de Gotas de Leche se orientó a proveer a las madres la
“receta” (los teteros), la cual era entendida como el alimento que debía consumir el niño, pero no se hablaba
con propiedad de lactancia materna (Torres, 1944: 35).
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
VALERIN SAURITH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
sus expertos (médicos, nutricionistas, economistas,
agrónomos, etc.) pensaron a la “mujer” como un ente
monolítico, obviando las profundas diferencias que definen a estos cuerpos y los diversos espacios que ellas
habitan; un ente imaginado de acuerdo con los valores
requeridos por los nuevos mecanismos de producción
capitalistas (por ejemplo, lógicas particulares de hábitat, movilidad, trabajo y alimentación).
Las MV eran vistas como “alimentos de alto valor nutritivo que podían ser usadas como cualquier harina común, con las ventajas de que su precio es módico
y que con ellas se obtienen algunas de las sustancias
que se encuentran en la carne, la leche o los huevos”
En Colombia, las MV fueron promocionadas
principalmente para el consumo de las clases obreras
11 Acción Cultural Popular (ACPO), fue una organización de educación rural “para el progreso” que se llevó a cabo desde 1947 hasta
1989. Su estrategia comunicativa, de gran envergadura, fue reconocida como una de las más exitosas de Latinoamérica. La organización contaba con: a) un programa radial transmitido por Radio Sutatenza, que en 1969 llegó a tener más de 600 kilovatios de potencia y
lograba cubrir todo el territorio nacional; 2) escuelas radiofónicas, en
donde los oyentes podían interactuar con los formadores y consultar
dudas acerca de los contenidos educativos que se emitían, no solo
en la radio sino en c) el periódico El Campesino y en d) cartillas de
educación. Los mensajes y campañas educativas desplegadas por
todo el país contemplaban temáticas fundamentales sobre agricultura, economía doméstica, higiene y salud, conservación del suelo, mejoramiento de la vivienda, nutrición, recreación y procreación
responsable. Del periódico se editaron 1.635 números consecutivos
para un total de 75.749.539 ejemplares y de las cartillas se distribuyeron 6.453.937 en 955 municipios del país. Para más información
sobre ACPO ver: http://www.banrepcultural.org/radio-sutatenza
(Consultado el 2 de julio de 2015).
Imagen 3. A la izquierda, “Duryea: nueva leche vigorosa de
maíz opaco” (El Campesino, 13 de diciembre de 1970). A la
derecha, “Mezclas Vegetales” (El Campesino, 14 de marzo de
1971). La imagen de la izquierda también apareció en el
periódico El Tiempo (1970). La leyenda que la acompañaba
contemplaba lo siguiente: “Duryea. Nueva y vigorosa leche de
maíz opaco. Delicioso alimento infantil enriquecido. Por
primera vez en Colombia y en el mundo, un alimento infantil
con las mismas propiedades de la leche, a menor costo: leche
de maíz opaco Duryea. A Duryea basta agregarle agua, hervir
por cinco minutos y quedan listos los más ricos teteros y
coladas. Un paquete de Duryea da 16 ricos teteros. Duryea, el
milagro de la ciencia para la alimentación infantil. Duryea, el
más nutritivo y económico alimento infantil (El Tiempo, 11 de
diciembre de 1970).
92
Imagen 4. La imagen de la izquierda apareció el 15
de junio de 1969 y la de la derecha el 7 de febrero
de 1971, ambas en el periódico El Campesino. En la
izquierda se observa una lata de leche en polvo
(junto a los alimentos lácteos). En la imagen de la
derecha se observa una bolsa de Incaparina (junto
a los alimentos fuentes de proteínas). Esta grafica
era la guía alimentaria que en ese momento
utilizaba el INN para brindar educación alimentaria
a la población.
La OMS ha influenciado esta nueva toma de
decisiones; su intervención obedece a una “corrección”,
a una reingeniería de las mismas políticas desarrollistas. Desde 1980 se promueve la teta y no el tete, el
seno materno y no el biberón, ha cambiado la “técnica”
de alimentación infantil propuesta por los expertos,
pero el régimen discursivo que produce las políticas
no. Estas siguen imaginando un sujeto mujer que “responde a una construcción metonímica del sistema heterosexual de producción y de reproducción que autoriza el
sometimiento de dicho cuerpo como fuerza de trabajo
y como medio de reproducción” (Preciado, 2002:22).
Desde entonces, la educación en lactancia se enfoca en
intervenir a madres trabajadoras que no cuentan con los
medios más adecuados para llevar a cabo una óptima
secreción láctea, es decir, las que tendrían que adaptar
su cuerpo a su entorno laboral u otras particularidades
ambientales (movilidad o tiempo, por ejemplo).
de nuestras ciudades y para las familias de las zonas
rurales; aun así, muchas mujeres de estos contextos
también conocieron las LFI gracias a las donaciones de
la ONU (Programa Mundial de Alimentos), Care y Caritias, Alimentos para la paz y por las mismas empresas
productoras (todas estas organizaciones y empresas
entraron a Colombia después de 1940).
La promesa del desarrollo se cumplió solo para
unas pocas personas; el uso de las leches modernas
(LFI y MV) en lugares sin agua potable y sin servicios
públicos, causó más muerte, más desnutrición y más
daño del que se pretendía evitar. En 1970 el gremio
médico empezó a reconsiderar el uso de todos estos
alimentos infantiles, pero solo a finales de esa década
se operativizaron las primeras políticas públicas pro
lactancia.
93
VALERIN SAURITH
(El Campesino, 17 de mayo de 1970). El Instituto Nacional de Nutrición (INN) fue un elemento clave en el
éxito de la introducción de MV en los hogares. Este
instituto coordinaba las acciones de los programas de
alimentación del país, a través de los cuales se entregaban insumos e información sobre las leyes modernas
de la buena nutrición. En escuelas, comedores comunitarios urbanos y rurales, y a través de las visitadoras
salubristas y nutricionistas, se enseñaba el consumo de
MV. Los medios de comunicación de la época, sobre
todo Radio Sutatenza, y toda la estrategia pedagógica
de la ACPO influyeron en el posicionamiento de este
alimento.11
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
VALERIN SAURITH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
de Latinoamérica en sembrar comercialmente el maíz
de gene opaco, variedad de maíz mejorada, utilizada
para la producción de varias mezclas vegetales (Fajardo, 2000:147,148).
Las ideologías que contraponen la familia (o
la comunidad) a la fábrica, lo personal a lo social, lo
privado a lo público, el trabajo productivo al improductivo, han sido útiles para las sociedades capitalistas, en
donde las actividades reproductivas y/o domésticas que
las mujeres realizan usualmente dentro del hogar, en
ausencia de salario, son entendidas solo como actos de
amor o atributos de la feminidad, y no como acciones
que generan valor económico y social (Federici, 2013:
25, 62).
En 2015, el eslogan de la Semana Mundial de la
Lactancia Materna fue “Amamantar y trabajar, logremos
que sea posible”. ¿Desde cuándo y en qué lugar no es
posible realizar ambas cosas? ¿Por qué una política de
Imagen 5. “Amamantar y trabajar, logremos que sea posible”. Estación de
Transmilenio Av. Jiménez, Bogotá, D.C. Esta foto la tomé el 5 de agosto de 2015
durante la celebración de la Semana Mundial de la Lactancia Materna.
94
Una retórica vigente usada para persuadir a las
madres hacia la escogencia del seno y el rechazo del
biberón es el discurso del “amor maternal”, propuesto por el gremio médico antes de que aparecieran las
leches modernas en nuestro país con el objeto de fraguar la imagen de mujer/madre, figura del orden social
imaginado por ellos (Pedraza, [1996] 2011:200). Estas
representaciones de maternidad reaparecieron luego
de 1980 dentro de teorías fisiológicas y psicológicas
de la nueva ciencia de la lactancia.12 Creo que se puede
tomar partido de este tipo de retóricas (reinventarlas/
descolonizarlas) para poder irrumpir con el modelo de
producción de subjetividad capitalista en el que están
inmersas las actuales políticas del amamantamiento.
Con esto hago una invitación a pensarnos los afectos
como modificaciones del cuerpo que incrementan o
disminuyen su capacidad de actuar (Spinoza, citado en
Federici, 2011:191), no como un simple sentimiento de
cariño y amor, o como un “don natural” de las mujeres.
ejercicio de pensarnos nuevos territorios, nuevos mundos. Los análisis en torno al amamantamiento que se
hacen desde diversas áreas del conocimiento deben
cuestionar la configuración moderna de las ciudades,
del tiempo, del trabajo, de la economía, de la maternidad, de la hipersexualización de nuestros senos, etc.
Creo que este puede ser un camino para ir situando
la lactancia en el cruce de múltiples formas de comprensión que nos permitan devolver la leche a nuestros
cuerpos y liberarla de los flujos del capital.
Para poder amamantar a nuestros hijos e hijas por fuera de los términos impuestos por la medicalización y los discursos desarrollistas, podemos empezar por cuestionarnos el espacio en donde vivimos
y cómo han sido construidas nuestras subjetividades
de maneras instrumentalizadas en pro de habitarlo.
Recobrar el “valor social” de la lactancia pasa por el
Federici, Silvia (2011). “Sobre el trabajo afectivo” en
Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Traficante de sueños
(2013).
Bibliografía
Fajardo, Luis (2000). “Apuntes de la historia de la
nutrición en Colombia” en Historias de la nutrición
en América Latina. Disponible en http://www.sochinut.cl/ pdf/HistNut_SLAN.pdf (Consultado el 12 de
noviembre de 2014).
Ministerio de la Protección Social (2010). Encuesta
Nacional de la Situación Nutricional en Colombia,
Ensin. P. 12. Disponible en: http://www.icbf.gov.co/
portal/page/portal /Descargas1/Resumenfi.pdf
12 Para ampliar esta discusión acerca de las formas en que están
pensadas las políticas de lactancia materna en Colombia luego de
1980, ver: Saurith, Valerin (2015), “Flujos de leche materna y de capital”, en Entre tetas y tetes, políticas de la lactancia en Colombia,
Pp. 55-77.
Pedraza, Zandra ([1996]2011). En cuerpo y alma. Visiones
del progreso y de la felicidad. Educación, cuerpo y orden
social en Colombia (1830-1990). Bogotá: Uniandes.
95
VALERIN SAURITH
salud busca que las mujeres lacten y trabajen a la vez?
¿Cuáles son esas mujeres que han dejado de amamantar
en aras de cumplir con una labor remunerada por fuera
del hogar? ¿Es la lactancia materna un trabajo?
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VALERIN SAURITH
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La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional
en Colombia (Ensin, 2010) refiere que las mujeres de las
zonas rurales amamantan más tiempo que las de las zonas urbanas. En la actualidad, para el Estado es urgente
que las madres de las grandes ciudades contribuyan a
disminuir los niveles de morbimortalidad infantil, lactando a sus hijos desde la primera hora de vida hasta los
dos años como mínimo; eso sí, sin dejar de “trabajar”,
sin dejar de participar en los mecanismos urbanos de
producción.
VALERIN SAURITH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
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96
FALLON
HERNandez
Invesigadora de la Escuela Intercultural de Diplomacia Indígena,
Centro de Conlictos y Paz, y Centro de Políicos e Internacionales
(CEPI) de la Facultad de Ciencia Políica y Gobierno de la Universidad del Rosario. Correo: fallonhernandez.palacio@gmail.com
En el centro, está mi centro, y el de muchas mujeres. Yo escribo
desde la invisibilidad, lo que llaman sucio e innombrable: la vulva,
la vagina. Escribo desde sus cuerpos plasmados en creaciones artísticas. Escribo desde mi cuerpo, porque me reencontré conmigo
gracias a ellas, a las mujeres Emberá Chamí. Las artes, la educación popular, un territorio tan cercano al que me vio nacer, todo
esto ha confluido para la realización de este escrito. Y en encuentros sororos, encontré sus resistencias a través de la danza, el
tejido de chaquiras, y de cómo plasmaron en sus cuerpos el placer.
Me di cuenta que lo innombrable si es nombrable y que nuestros
cuerpos son lugares que narran y mapean historias, que aunque
están atravesados por dolores y sufrimientos, siempre tienen tintes de resiliencia con los destellos del bienestar y la magia que
brinda el placer. Fallon DeLoto.
Mi cuerpo, nuestros cuerpos femeninos, desde estos
siento que se entretejen las más grandes reivindicaciones de las mujeres. Son cuerpos atravesados por
diversas transgresiones y violencias, pero a su vez por
diversas creaciones y resistencias. Allí se fecundan y
nacen procesos de libertad, bienestar, placer, sanación
y resiliencia. Estos procesos no son iguales para todas
las mujeres, pues desde el enfoque de la interseccionalidad (Crenshaw, 1995) se han tenido en cuenta las
diferentes categorías identitarias que nos atraviesan,
como la etnia, la raza, el nivel de formación, la clase y
la sexualidad, entre otras.
Sin embargo, aunque existen estas diferenciaciones
categóricas que permiten un mayor análisis y entendimiento frente a las mujeres en sus individualidades y
colectividades, he encontrado que existen interconexiones según nuestras historias, experiencias y luchas,
que logran establecer “relaciones de mutualidad, corresponsabilidad e intereses comunes”, que permiten
construir la solidaridad feminista, donde “cada experiencia histórica ilumina las experiencias de las otras”
(Talpade 2003:439). En un primer momento pretendo
que las mujeres logremos encontrarnos en una solidaridad feminista a través de las interconexiones que
podamos encontrar en nuestros genitales,13 nuestra
13 En este punto no pretendo entrar en una discusión sobre el concepto de “género” y todo lo que este implica, y tampoco sobre lo que
significa ser “mujer” más allá del sexo con el que se nace, ya que mi
verdadera pretensión es hablar del corte que se realiza al clítoris de
las mujeres emberá chamí. Al ser el clítoris parte de los genitales de
quienes nacemos con vulva, pretendo que las mujeres diversas encontremos interconexiones con dichas mujeres indígenas. Además,
los genitales femeninos y su abordaje desde la academia de las ciencias sociales sigue siendo tabú. Igualmente, aclaro que mi objetivo
no es solo hablar de la ablación genital femenina, sino exponer las
memorias corporales que dan cuenta de las resistencias y la resiliencia, de cuerpos creativos femeninos e indígenas, que van más allá
de dicha práctica genital.
101
FALLON HERNÁNDEZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Mujeres Emberá Chamí más allá
de la ablación genital femenina:
cuerpos creativos, resistentes y resilientes
Aunque los seminarios fueron realizados por un equipo, y se abordaron diversos temas, en este escrito solo
voy a hacer referencia a los resultados de las pedagogías que tuvieron como eje transversal el cuerpo,
donde se realizaron ejercicios de memoria como mapas
14 Es una escuela y un centro de investigación de la Universidad
del Rosario, enfocado en la formación de líderes y lideresas indígenas, a través de la educación popular y el diálogo de saberes. Mayor
información en el siguiente link: http://www.urosario.edu.co/diplomacia-indigena/inicio/
Ahora bien, recurro a los cuerpos por la importancia
que tienen en los procesos de memoria corporal y en
los estudios de geografías feministas. Respecto a la
memoria corporal, y teniendo como referencia los procesos de memoria histórica, se puede decir que dicha
memoria logra encontrar la reparaciones desde el cuerpo, al partir de historias individuales que se integran
en construcciones colectivas, y desde las emociones,
que antes no habían tenido un espacio para ser expresadas, y que al dejar el silencio empiezan a tejer luchas
por la justicia (ECAP y UNAMG, 2009: 15-16-21). En lo
referente a los estudios de geografías feministas, me
remito a Linda McDowell para entender el cuerpo como
un espacio que “posee una historia y una geografía”
(McDowell 2000: 58), pero además, como lo menciona Judith Butler, como un “lugar cultural con significados de género” (McDowell 2000: 63), por lo cual creo
posible que a través de los cuerpos se pueden mapear
y rastrear vivencias, experiencias y emociones que se
relacionan con la construcción social de “mujer” dentro
de la sociedad y la cultura Emberá Chamí.
Uno de los objetivos del presente escrito es brindarles el protagonismo a las mujeres Chamí. Entonces, es
posible decir que dichas mujeres son actoras supervivientes de violencias que atraviesan su condición de
género y etnia; dentro de estas violencias se encuentra
la práctica de la AGF. Aunque es una práctica dolorosa, se reconoce que tiene gran importancia la no revictimización, además de ser un tema que ya abordé con
mayor profundidad en otros escritos.15 Por lo anterior,
para este documento planteo la siguiente pregunta:
¿cuáles han sido los procesos de resistencias que las
mujeres Emberá Chamí de Mistrató,16 Risaralda, han
logrado, a través de sus cuerpos, más allá de la práctica de la AGF?
Para dar respuesta a la pregunta, se debe considerar
que la AGF en las Chamí ha sido vista como una “curación” u “operación”, pues se realizaba para “arreglar”
un defecto en el cuerpo femenino, de forma tal que si el
clítoris, según la partera, sobrepasaba la vulva, debía
ser cortado (González, 2013:220). Dicha “curación” ha
sido una práctica transmitida generacionalmente por
mujeres. Las razones por las cuales se ha practicado
son diversas. La principal es que el clítoris puede llegar
a crecer hasta lograr el tamaño de un pene, y con este
crecimiento, las mujeres puedan volverse lesbianas,
15 Otros escritos: “Ablación Genital Femenina (AGF): el Proyecto
Emberá Wera y su efecto en la comunidad Emberá Chamí de los
municipios de Mistrató y Pueblo Rico en Risaralda (2007-2014)”.
(Tesis de grado). “Las mujeres Emberá Chamí y la Ablación Genital
Femenina: las artes como medio. Vidas, feminismos, sexualidades y
cuerpos” (en prensa).
16 En este caso hago referencia a las mujeres participantes de los seminarios.
102
promiscuas o infieles, además de que el clítoris no ha
sido considerado algo estéticamente agradable para
los hombres. En estas creencias se observa el miedo
de las mujeres de ser abandonadas por sus esposos,
pues varios relatos indicaban que si tenían el clítoris
grande, ellos las podían abandonar. También desde la
cosmogonía indígena se planteó la creencia de que si
la mujer se movía durante el acto sexual, podía destruir el mundo (Hernández, 2015).
Después de finalizado el proyecto Emberá Wera,17
puede decirse que se presentaron ciertos cambios
en las creencias frente a la práctica. Algunas mujeres
empezaron a reconocer que las niñas podían morir
por el procedimiento, y manifestaron que las podían
meter a la cárcel si lo realizaban. Otras adquirieron el
discurso de Naciones Unidas y mencionaron que ya
no era una curación sino una muestra de maltrato y
discriminación. También hubo quienes cuestionaron
la veracidad del crecimiento del clítoris y las implicaciones mencionadas (Hernández, 2015). Respecto a si
la práctica se realiza aún, puede decirse que en el año
2014, en la prensa nacional se registraron 14 casos (El
Espectador, 2014), y que algunas mujeres en territorio
Chamí han manifestado que todavía “escuchan” que
algunas mujeres la realizan (Diario de campo, 2014).
17 Proyecto (2007-2011) realizado por el Fondo de Población de
Naciones Unidas (UNFPA), que tenía como objetivo eliminar la AGF
en las comunidades Emberá Chamí de Mistrató y Pueblo Rico en
Risaralda.
103
FALLON HERNÁNDEZ
Ahora bien, cuando se habla de dicha solidaridad es
posible empezar a hablar sororidad, donde ya no solo
encontramos esas interconexiones sino que empezamos a crear alianzas, existenciales y políticas, “cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad (…) para contribuir con acciones específicas a la eliminación social
de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo
para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer” (Lagarde 2006:3). En
este punto me encuentro, junto a la metodología de
este artículo, que cuenta con los resultados de dos
seminarios que realizamos como Escuela Intercultural
de Diplomacia Indígena (EIDI),14 con aproximadamente
40 mujeres Emberá Chamí para el primer encuentro, y
80 para el segundo, en el Resguardo Unificado del Río
San Juan en Mistrató, Risaralda (Colombia), los días 26
y 27 de noviembre de 2014, y 5 y 6 de agosto de 2015.
de cuerpo, pintura corporal y masajes. Por medio de
las pedagogías nombradas, en un espacio de diálogo
de saberes, se iniciaron reflexiones y alianzas entre las
mujeres Chamí y las mujeres de la EIDI, con el objetivo
de contribuir al empoderamiento y fortalecimiento de
los liderazgos de las mujeres indígenas a través de sus
sentires, historias, experiencias, identidades y desde
el autorreconocimiento de sus cuerpos.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
FALLON HERNÁNDEZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
vulva/vagina, ya que en ella se encuentra el clítoris,
aquel “botón” que es cortado por medio de un procedimiento quirúrgico, denominado Ablación Genital
Femenina (AGF).
“Simbología del amor de las mujeres Emberá
Chamí: los colores de la genitalidad”.
Fuente: Fallon Hernández.
En el segundo seminario se recurrió a una experiencia
a través de pintura corporal, considerando la conexión
que las mujeres tienen con esta, debido a las figuras
104
FALLON HERNÁNDEZ
18 Cuando me refiero a las resistencias de las mujeres Chamí quiero
indicar cómo dichas mujeres han resistido desde sus cuerpos frente
a las diversas violencias que las atraviesan. Dentro de estas violencias puedo mencionar violencias sexuales y domésticas, y la AGF,
pues aunque la idea no es juzgar a las mujeres por la realización de
la misma, sí es posible aceptar que esta práctica genera muerte y
es transgresora con los genitales femeninos. Por lo anterior, quiero
mostrar todo aquello que las mujeres desde sus cuerpos realizan,
experimentan y encuentran, para resistir a dichas violencias.
19 Según Aldo Melillo, la resiliencia es “la capacidad a superar los
efectos de una adversidad” a la cual las personas están sometidas;
incluso, se refiere a la capacidad de salir fortalecidas de la situación
(2004: 63). Desde dicho concepto quiero mostrar cómo las mujeres
Chamí, en vez de ser víctimas de una práctica como la AGF, son sobrevivientes.
primer seminario las mujeres se hicieron en parejas
y se dibujaron a través de los mapas de cuerpo. Allí
identificaron sus cuerpos por medio de sus vestidos,
collares en chaquiras y su pelo largo y negro, plasmando así su identidad cultural. Dibujaron el bienestar como
destellos de luz que salían de sus cuerpos; la alegría en los
senos, representando lo femenino cuando amamantan a
sus hijos y cuando les brindan cariño a sus esposos; la
pena y el miedo los señalaron en el corazón y en la cara,
como una emoción producida cuando van a hablar en
público. El dolor fue indicado en el abdomen, dibujado
como una mancha roja por la menstruación, y en los
genitales, por el parto. En el transcurso del ejercicio,
sin que se les pidiera, las mujeres empezaron a dibujar sus vulvas/vaginas, manifestando que allí sentían
alegría y amor. De esta forma, todas dibujaron sus
genitales; a pesar de cualquier corte o “curación”, tuvieron la valentía de reconocer y simbolizar esta parte
de cuerpo, dejando las censuras de lado, teniendo en
cuenta que para la mayoría de mujeres, sin importar
la cultura, nacionalidad o etnia, la vulva/vagina sigue
siendo un tabú, una parte inexplorada y transgredida.
Así pues, reivindicaron la diversidad de sus genitales
por medio de diferentes colores, dando cuenta de cómo
desde la creatividad y sus cuerpos han logrado resistir
reconociendo, y en esta ocasión visibilizando, sus vulvas/vaginas.
que se pintan en sus rostros con tinta de kipara,20 para
verse bellas y representar su cultura. Así pues, cuando
se abordó el tema de Derechos Sexuales y Reproductivos,21 en este caso el derecho a la integridad personal,
física, psíquica y social, se habló del derecho a disfrutar de una vida en plenitud, libre de todo tipo de violencias, torturas y tratos crueles, por lo cual invité a
las mujeres a que pintaran esa parte del cuerpo donde
sentían bienestar, con el fin de que la reconocieran y
recordaran el derecho mencionado.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
FALLON HERNÁNDEZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Ahora bien, la idea es ir más allá de la práctica y dar
cuenta de todas las demás reflexiones, resistcias,18
creaciones y capacidades de resiliencia,19 que las
Chamí han experimentado desde sus cuerpos. En el
De esta forma, algunas de las mujeres compartieron el
lugar donde se pintaron y el porqué. La primera mujer
se pintó las piernas y manifestó que lo hizo porque,
gracias a estas, puede caminar, seguir adelante y
moverse. La segunda se pintó los senos y señaló que
20 Planta con la que crean la tinta para pintar sus rostros.
21 En esta clase busqué ser dinámica entre la teoría y la práctica,
considerando la diferencia de idioma, el nivel educativo y las diferentes edades de las mujeres que nos acompañaron. Todo inició con
un diálogo de saberes, frente a lo que ellas conocían sobre los derechos; sin embargo, fue poco lo compartido y decidieron darme la
palabra. Los derechos que expuse fueron los siguientes: 1. Derecho
a la vida; 2. Derecho a la libertad; 3. Derecho a la integridad personal, física, psíquica y social; 4. Derecho a la seguridad; 5. Derecho a
la intimidad sexual; 6. Derecho a la igualdad, y 7. Derecho a la salud
sexual y reproductiva. En algunos de estos derechos, para llegar a
su entendimiento práctico, recurrí a pedagogías alternativas. Para el
derecho número 3 se realizó un ejercicio de pintura corporal, donde
debían indicar el bienestar en sus cuerpos. Para el derecho número 5
se realizó un teléfono roto, con el objetivo de entender la influencia
de terceros y el respeto a la confidencialidad. En el derecho número
6 se realizó un ejercicio en el cual, por grupos, las mujeres debían
dibujar a la lideresa Emberá Chamí, determinando lo que la caracteriza y aquello que le hace falta para mejorar. En el derecho número
7 se recurrió a un masaje corporal con aceite esencial para un reencuentro sensitivo con el cuerpo, con el cual es posible sentir placer.
“Mujer Emberá Chamí: un cuerpo colectivo
desde bienestares individuales”.
Fuente: Fallon Hernández.
con ellos alimenta a sus hijos. La tercera se pintó las
manos y mencionó que con ellas puede tocar, cocinar,
sembrar, sentir y acariciar. La cuarta se pintó las uñas
y expresó que con ellas puede rascarse. La quinta se
pintó los labios y manifestó que a través de la boca
puede hablar, comer, besar, expresarse. La séptima se
105
“Un masaje corporal:
cuerpos que se manifiestan desde el sentir”.
Fuente: Fallon Hernández.
En esta misma línea del erotismo, al finalizar el segundo seminario, cuando se habló del Derecho a la salud
sexual y reproductiva, y de la capacidad de conocer
sus cuerpos, expresar afecto, obtener placer, hice un
ejercicio donde las mujeres se brindaron caricias corporales con un aceite esencial. Se masajearon la cara,
el cuello, los brazos, lo cual produjo sonrisas en sus
rostros. Puedo decir que se acercaron a vivir el erotismo desde la globalidad, que implica “el cuerpo en toda
su extensión y plenitud” (Q’nil, 2014:19). Este ejercicio
lo hice para que las Chamí recordaran que es posible
brindarse placer y caricias, que a través de ellas las
mujeres podemos sobreponernos ante los agravios, recordando nuestra capacidad de resiliencia y lo
que mencionaba Audre Lorde (2010) acerca de que lo
erótico es “un recurso femenino y espiritual dentro de
nosotras”, una fuerza de vida, una poderosa energía
creativa que se presenta por medio de la capacidad
106
del goce al compartir y por la autoconexión que se
manifiesta cuando disfrutamos de la danza, la música,
el sol, o cuando simplemente tenemos presente nuestra
capacidad de sentir. Evidentemente, al final del ejercicio las mujeres estaban sonrientes, y repetían: “Me
sentí muy bien”, “me sentí feliz, muy alegre”, “con
ganas de trabajar” (Diario de campo, 2015).
Chamí han representado diversas resistencias que
han tomado forma a través del arte y la creatividad.
Bibliografía
FALLON HERNÁNDEZ
Así pues, es posible observar que existen diversas partes del cuerpo con las cuales las Chamí se reivindican
desde sus cotidianidades, en las cuales han identificado capacidades como el hecho de expresarse y escuchar. Igualmente, se evidencia la reivindicación de
los senos al nombrarlos y señalar la importancia de
amamantar, ya que esta es una parte del cuerpo que,
como la vulva/vagina, también ha sido un lugar tabú.
Asimismo, identificaron partes relacionadas con el
placer, como las uñas al rascarse, las manos al acariciar, la boca al comer y besar, la nariz al oler la comida,
lo cual me permite remitirme al erotismo como forma
subjetiva de placer, ya que es posible erotizarse “desde el placer que sentimos al observar, oler, escuchar,
degustar, acariciar (…) al disfrutar lo que hacemos,
etcétera” (Q’nil 2014: 19). Las Chamí reconocieron en
sus sentidos la importancia del disfrute y del placer,
indicando que algunas partes de sus cuerpos les han
permitido tener una mejor vida.
Libros
González Henao, Raquel (2013). Así cuentan la historia. Mujeres y memoria Emberá. Editorial
Gente Nueva, Bogotá.
Lejos de concluir, debo dejar claro que no podemos
encasillar a las mujeres Chamí solo en términos de
la AGF, ni pensar que sus cuerpos se reducen a ello.
Claramente, sigue siendo un tema relevante que debe
ser abordado, pero la tarea es no revictimizarlas ni culpabilizarlas, sino reflexionar frente a sus fortalezas, y
que por medio de encuentros sororos se apoyen procesos autónomos que también puedan hacer énfasis
en el tema de la AGF. Los cuerpos de las mujeres Emberá Chamí son creativos, resistentes y resilientes,
no solo a partir de lo que mencioné, sino también
del arte manual de las chaquiras, donde las mujeres
plasman símbolos culturales en collares y pulseras,
los cuales buscan vender en ciudades como Bogotá
para el sostenimiento de sus familias, pero donde se
encuentran con actos de discriminación y con poca
valoración de sus artesanías. Igualmente, por medio
de las danzas muestran una cultura que sobrevivió
a la colonización, movimientos que las mujeres han
guardado generacionalmente en sus cuerpos, por
medio de los cuales han resistido. Así pues, a pesar
de las violencias vividas, las creencias frente a lo
que implica tener clítoris, los cuerpos de las mujeres
Capítulos de libros
Talpade Mohanty, Chandra (2003). “De vuelta bajo
los ojos de Occidente: la solidaridad feminista a través de las luchas anticapitalistas”. En:
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Documentos institucionales
Centro de formación-sanación e investigación transpersonal Q’nil (2014). Escucharnos, “darnos cuenta” y transformar. Aprendizajes y reflexiones en
Guatemala desde la terapia de reencuentro.
107
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
FALLON HERNÁNDEZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
pintó la oreja para señalar la importancia de escuchar
bien, y la octava se pintó debajo de un ojo y en la nariz,
pues con los ojos puede ver por dónde camina y con la
nariz puede oler lo que cocina.
FALLON HERNÁNDEZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
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Prescripciones de género en la literatura popular del
ma
108
ELOISA BERMAN
PARACOS EN EL HOGAR
Eloisa Berman Arévalo
Cuando llegaron a Paloaltico, los paramilitares establecieron
retaron a los paramilitares de manera directa. Cuenta Celia
dos campamentos. Uno de ellos fue el patio de Celia, detrás
que estas disputas eran asunto cotidiano:
de su cocina.
“Uno de ellos se dio cuenta que yo le tenía miedo. La verdá
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Candidata a PhD, Universidad de North Carolina, Chapel Hill,
eloisaberman@gmail.com
es que él sabía que yo no gustaba de él. A veces, cuando
“Detrás de la reja de palo que ves ahí, lo único que se veía
veía que tenía el caldero en el fogón, llegaba y me decía
era ese verdeo. Ahí limpiaban sus armas, colgaban sus
que le hiciera café. Y yo: “Café? ¡Qué café ni qué na! ¡Estoy
hamacas, ahí dormían. Era prácticamente su casa. Mi patio.”
cocinando mi comida!”. Pero igualito él me hacía bajar el
caldero. Pero yo igualito siempre me portaba ‘guapa’”.
Además de los campamentos, los paramilitares invadían
frecuentemente el espacio del hogar, obligando a las familias
En situaciones de extrema vulnerabilidad, mujeres como
a regalarles cerdos y gallinas; a la mujeres a lavarles la ropa,
Celia desempeñaron un papel fundamental en el restablec-
hacerles café y cocinarles. A pesar de que sus demandas
imiento de un sentido del “lugar del hogar” (Hooks, 1990),
eran agresivas e intimidantes, las familias a veces ponían
en resistencia a la territorialización paramilitar. A pesar
resistencia. En esos casos, había disputas verbales en las
de ser mayormente ineficaces en diferir las demandas de
que los locales explicaban la injusticia de “pedirle comida
los paramilitares, estas reacciones se convertían en actos
al pobre” o simplemente pedían un poco de respeto. Como
dignificantes y ejercicios simbólicos de poder sobre el
administradoras del espacio doméstico y suponiendo que su
espacio doméstico en un contexto de invasión violenta del
género las protegería de actos violentos, no pocas mujeres
mismo.
La cocina y el patio de Celia
110
111
MARIA
MEDINA
Becaria Predoctoral FPI-UJI, Departament de Filosoia i Sociologia,
Universitat Jaume I (Castelló de la Plana, España), medinam@uji.es
En la imagen, realizada por Àngel Escrig (escrig1990@gmail.
com), se aprecia la entrada a la Headington Library de la
Oxford Brookes University. En este espacio la autora ha encontrado la inspiración para escribir durante su estancia de
investigación en la ciudad de Oxford.
nagement y el espacio empresarial22
Cada vez más mujeres ocupan cargos de responsabilidad
en las empresas, lo cual las sitúa en un prisma de visibilidad social que tradicionalmente les ha sido negado. Si
tenemos en cuenta que dichos cargos suelen encontrarse
altamente masculinizados, resultará sencillo comprender
por qué nos preguntamos acerca de cómo la estructura
empresarial y su cultura definen la identidad de las mujeres. Por tanto, vamos a reflexionar en torno a la articulación de los discursos empresariales sobre la presencia de
la mujer en cargos de dirección, con el objeto de determinar el sexismo subyacente a las prescripciones sobre el
comportamiento que debe tener dicho grupo en el desarrollo de cargos de dirección.
22 Este estudio se inscribe en el Proyecto de Investigación Científica
y Desarrollo Tecnológico “Ética de la democracia: crisis de la política y
nuevas formas de participación de la sociedad civil” (P1.1B2013-24),
financiado por el Plan de Promoción de la Investigación de la
Universitat Jaume I.
Para empezar, partimos de la obra de Teresa De Lauretis, quien aborda una cuestión que puede resultar
vital en la reflexión que aquí pretendemos realizar.
Nos referimos al concepto de “tecnologías del género”
(1987), que la autora acuña a partir de la noción de
“tecnología del poder” de Michel Foucault en su obra
Historia de la sexualidad (2012a). A través de esta categoría, De Lauretis señala los componentes que intervienen en la conformación de los géneros: “Podríamos llamar la tecnología del género, a las técnicas y
estrategias discursivas por las cuales es construido el
género” (De Lauretis, 1994: 18). Dicha autora amplía la
noción acuñada por Foucault para centrarse en los mecanismos de poder que contribuyen a la conformación
de las identidades de género. A partir de esta idea vamos a referirnos al espacio de la empresa y a la literatura del management como dos mecanismos de poder
que definen la posición de la mujer en la empresa, así
como su manera de ser y estar en la misma.
115
MARÍA MEDINA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Prescripciones de género
en la literatura popular
del management y el espacio empresarial22
Históricamente, las mujeres han estado ligadas al espacio doméstico y los hombres al público, realidad
que ha sido legitimada en gran parte a través de la
arquitectura. Y es que, como indica la autora Julia Galán, “la arquitectura construye distinciones de género
en cada nivel de su discurso. Se produce una discriminación o negación de los géneros (de lo diferente
de la masculinidad hegemónica) que se encuentra en
muchos aspectos del discurso arquitectónico” (Galán,
2010: 27). De este modo, aparte de que la arquitectura
como profesión ha sido un ámbito casi exclusivamente
masculino (Novas, 2014: 50), la norma sobre la que se
han construido las ciudades, y también los espacios
laborales, ha sido heterosexual y masculina. Por tanto,
Así, existe todo un entramado de tecnologías que operan para construir sexo y género de forma natural,
entre las que también se encuentra la arquitectura. En
relación, Preciado señala que la arquitectura funciona
como una verdadera prótesis de género y pone como
ejemplo los urinarios públicos, que perpetúan las dicotomías público/privado y masculino/femenino. De
este modo, cada género tiene asignado su espacio, y
cada cuerpo que entra a dicho espacio es sancionado
si no se corresponde con el género oportuno. De este
modo, “el discreto urinario no es tanto un instrumento
de higiene como una tecnología de género que participa
en la producción de la masculinidad en el espacio público” (Preciado, 2006: 44). Además de que la arquitectura
sirve para construir y legitimar los modelos dicotómicos de hombre y mujer, también se puede observar que
la norma masculina se ha tomado como la universal a
la hora de diseñar los espacios de convivencia social.
En el caso concreto de los entornos laborales, un ejemplo
que puede ilustrar dicha cuestión lo encontramos en el
diseño de los sistemas de climatización de los edificios. En
esta línea, los investigadores Boris Kingma y Wouter
van Marken Lichtenbelt (2015) afirmaron, tras sendas
investigaciones sobre consumo energético, que estos
sistemas están diseñados según el estándar masculino
116
establecido en el año 1960, que no tiene en cuenta
a las mujeres. Es decir, normalmente, el estándar de
temperatura de la climatización de los edificios está
construido con base en la temperatura corporal de los
hombres, y esto, teniendo en cuenta que para ellos la
temperatura ideal es de 22 grados, mientras que para
las mujeres es de 25, implica que las necesidades de
estas últimas se pasan por alto y quedan subordinadas
a las necesidades masculinas.
De este modo, tal y como señala José M. Cortés, “la organización espacial ayuda a construir una representación de
las relaciones de género que presentan los privilegios y la
autoridad de la masculinidad como algo natural” (Cortés,
2008: 71). En el ejemplo anterior se ve que, incluso los
sistemas de climatización de los edificios donde trabajamos, están diseñados con base en la norma masculina
y descartan la experiencia de los cuerpos femeninos. En
este sentido, la norma masculina no solo se materializa
en los edificios, sino que, en un sentido corpóreo, la imagen ideal de la persona en un cargo ejecutivo aún se corresponde con una imagen masculina (Meriläinen et. al.,
2013). Así, las mayores dificultades a las que tienen que
hacer frente las mujeres para encajar y ascender en la empresa, como por ejemplo el acoso o el techo de cristal, son
una muestra de que “el espacio privado y el público han
sido concebidos bajo una única mirada, la del hombre,
con la que se transmiten solo sus propias vivencias […] y
sus conocimientos que son unilaterales (solo masculinos),
y en el que las mujeres habitamos y somos usuarias pasivas” (Cevedio, 2004: 60-61).
A partir de estas reflexiones entrevemos el potencial
del espacio de la empresa como un lugar en el que se
configuran normativamente las identidades de género.
En especial, resulta interesante considerar la influencia
de la empresa a la hora de configurar la identidad de
las mujeres líderes. En esta línea, además de los espacios físicos, cuando nos referimos al ámbito de la empresa y la configuración de las identidades de género
en su seno, debemos remitirnos rápidamente al poder
ideológico de la literatura popular del management
(Lischinsky, 2008). Se trata de obras que divulgan los
últimos avances en materia de gestión empresarial,
y reflejan las preocupaciones del sector y lo que este
espera de los/as trabajadores/as (Alonso y Fernández
Rodríguez, 2013; Fernández Rodríguez, 2007).
En respuesta al incremento del número de mujeres en
cargos de dirección empresarial ha surgido una literatura popular del management dirigida a mujeres. Esta
literatura se configura como una de las herramientas
centrales para la legitimización y expansión del “nuevo
espíritu del capitalismo” (Boltanski y Chiapello, 2002)
entre la clase directiva de las grandes empresas. Así
pues, este tipo de obras suelen aportar recomendaciones, consejos y guías para la gestión empresarial.
En el caso del nicho dirigido a las mujeres profesionales, dicha literatura está compuesta, en especial, de
manuales sobre cómo vestir en la oficina, qué tipo de
maquillaje usar, cómo hablar o incluso qué gestos utilizar (Shugley, 2009; Jahnke, 2011; Bennington, 2013).
117
MARÍA MEDINA
si el diseño arquitectónico se encarga de crear códigos y espacios que configuran la subjetividad humana,
bajo una ilusión de neutralidad se está perpetuando un
discurso patriarcal.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
MARÍA MEDINA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
En las organizaciones empresariales podemos encontrar diferentes tecnologías del género, en muchas ocasiones la misma cultura corporativa lo es, y su materialización en el día a día laboral influye en la identidad
de mujeres y hombres en el seno de lo productivo. Siguiendo con el trabajo de Foucault, entendemos que la
arquitectura también la de las organizaciones empresariales refleja de algún modo la autoridad y el orden,
y es la expresión de una sociedad que actúa de modo
disciplinario (2012b). El hecho de que en forma generalizada se dé por sentado que los espacios arquitectónicos son neutrales, incita una escasa reflexión sobre su
verdadero poder a la hora de configurar nuestra vida
diaria. Esto convierte a la arquitectura en una de las
estructuras ideológicas más efectivas cuando se trata
de perpetuar la desigualdad de género.
Resulta interesante destacar que las principales imágenes que se articulan en torno a la figura de la mujer
líder, se construyen sobre los siguientes polos de significado: la ejecutiva agresiva y la ejecutiva femenina.
Encontraremos tanto manuales en los que se inste a
las mujeres a renunciar a su feminidad (Chu, 2007)
para integrarse de lleno en la masculinidad predominante en la alta dirección de la empresa y de los cargos
de liderazgo, como el mensaje contrario, es decir, que
se les aconseje potenciar su feminidad, entendiendo
que esta puede convertirse en una ventaja competitiva para el desarrollo de un nuevo liderazgo (Shugley,
Debido a que los cargos de dirección empresarial se
encuentran generalmente ocupados por hombres, resulta lógico que la literatura popular del management
refleje dicha masculinización, algo que se torna evidente en la preeminencia de gurús de la gestión varones, así
como en la escasa atención que se presta a la cuestión
de género en dichas obras. En este sentido, al igual que
en la arquitectura, lo masculino se ha tomado como la
norma habitual en el escenario empresarial y del management, lo que supone que con categorías excluyentes tomadas de la experiencia masculina, se ha pretendido abordar la situación de las mujeres en dicho
espacio, cuando realmente dichas categorías “cannot
account for the complexities in the experiences of women
managers” (Due Billing, 2011: 298).
manuales y guías para que las mujeres “aprendan
a comportarse” para encajar en la empresa, se debería fomentar una gestión empresarial ética (GarcíaMarzá, 2004) desde la perspectiva de género (Kahale,
2013). En términos de espacialidades feministas, esto
implicaría tener en cuenta las experiencias, intereses
y necesidades de las mujeres a la hora de definir la
gestión de las organizaciones, así como de diseñar
los espacios que van a ser compartidos por ambos
géneros en su desarrollo profesional.
Bibliografía
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una perspectiva crítica”. Lan Harremanak, Vol.
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conceptuales, pp. 503-514.
En resumen, en el espacio empresarial, tanto físico
como cultural, convergen diferentes tecnologías del
poder, que contribuyen a la conformación estereotípica de los géneros. Las empresas son espacios disciplinarios de reproducción de las normas de género;
por esta razón, no nos debe sorprender que exista
toda una línea editorial dedicada exclusivamente a
decirles a las mujeres cómo actuar e incluso vestir
en la alta dirección empresarial, un espacio simbólico
masculinizado, donde las mujeres siguen encontrándose out of place (Ford, 2006: 81).
Bennington, Emily (2013). Who say it’s a man’s
world, Amacom, New York.
Boltanski, Luc y Ève, Chiapello (2002). El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, Madrid.
Cevedio, Mónica (2004). Arquitectura y género: espacio público-espacio privado, Icaria Editorial,
Barcelona.
Chu, Chin-Ning (2007). The Art of War for Women:
Sun Tzu’s Ancient Strategies and Wisdom for
Winning at Work, Doubleday, New York.
Al fin y al cabo, la existencia de este tipo de literatura
nos muestra que la presencia de las mujeres en la empresa sigue resultando una realidad extraña. Nos revela claramente el carácter disciplinario que un espacio
como el empresarial tiene sobre las identidades de las
mujeres, condicionando sus modos de habitar el mundo productivo y especialmente el de la alta dirección.
Desde nuestro punto de vista, más allá de establecer
118
Cortés, José Miguel (2008). “Espacios asépticos y
transparentes, cuerpos ausentes”, Exit Book:
Revista de libros de arte y cultura visual, Nº 9,
pp.70-77.
119
MARÍA MEDINA
2009). Sin embargo, más allá de la vía argumentativa sobre la que se erijan dichos consejos, la cuestión
vital es que ninguno fomenta un espacio empresarial
verdaderamente igualitario, ya que carecen de toda
perspectiva de género en el desarrollo de la práctica
profesional.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
MARÍA MEDINA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Dentro de las tecnologías que se ponen en funcionamiento para señalar los límites corporales de las mujeres en espacios tradicionalmente masculinos como la
empresa, este tipo de obras actúan como herramientas disciplinarias del género. Y es que, tras un lenguaje que puede parecer inofensivo, se esconde todo un
entramado ideológico que les dice a las mujeres profesionales cómo comportarse. Lo más importante es que
toda esta operación no se realiza desde una visión que
pretenda la igualdad de género, puesto que la mayor
parte de estos escritos carecen de una perspectiva
feminista (Due Billing, 2000). Más bien, promueven
una posición de la mujer en la empresa cercana a un
modelo femenino tradicional y desigual (Medina-Vicent, 2015), es decir, un modelo que explota doblemente a las mujeres, a las que se les exige una doble
presencia, tanto en lo público como en lo privado, que
incrementa su carga laboral (Balbo, 1994).
De Lauretis, Teresa (1994). “La violencia de la retórica.
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Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
MARÍA MEDINA
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120
121
CAMILO
BARBOSA
Trabajador social, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca.
barbosacamilo21@gmail.com
Hojas, flores y frutos del Árbol de la Política de las mujeres
en la localidad de Sumapaz. Rutas de las vindicaciones y reivindicaciones sobre el territorio y sobre si mismas.
Resumen1
El presente escrito es una síntesis analítica de la construcción de territorio (tierra-cuerpo) campesino desde las lideresas Sumapaceñas.2 Este parte en general de la resistencia y
propuesta autónoma de las mujeres sobre el territorio ante
su orden imperante, expresado en violencias, en este caso
principalmente de género. La tierra y el cuerpo, como
espacios parte de la lucha de clases y que se afirman
como territorios políticos en el proceso de constitución
de la Zona de Reserva Campesina (ZRC).
Introducción
1 Presentada a “Espacialidades feministas” de la Escuela sobre
Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia
2 Este escrito forma parte de los resultados de la investigación “Mi
cuerpo, mi familia, mi vereda, mi localidad: la participación política-ciudadana de mujeres lideresas en la construcción de territorio de
la Zona de Reserva Campesina del corregimiento de San Juan y las
veredas Sopas y Ánimas de Sumapaz”, realizada con el apoyo de la
Asociación de Mujeres por la Paz y la Defensa de los Derechos de la
Mujer Colombiana (Asodemuc).
Las mujeres entrevistadas son mujeres entre los 20 y 50 años, que
forman parte de los procesos de defensa de la ZRC y que, por último,
son reconocidas por su larga trayectoria de liderazgo femenino en la
localidad de Sumapaz.
Las mujeres rurales y campesinas de Sumapaz tienen
un papel histórico en la resistencia al acaparamiento
de tierras, la exposición de los recursos naturales para
su explotación por empresas nacionales y transnacionales, la alta militarización en el marco del conflicto
armado y la violencia de género en sus mismas comunidades. En definitiva, un acumulado de las mujeres
en la defensa de sus cuerpos y de sus comunidades
ante los procesos de descampesinización y los tipos
de violencia de género, profundizados y fomentados
por el capitalismo.
En este análisis, el concepto de territorio y, por lo tanto, su construcción, implica la tierra y el cuerpo (Cabnal, 2010).3 La tierra, como laboratorio de la producción
históricamente construido y espacio común de las relaciones sociales, y los cuerpos como primer territorio
de las sujetas/os que se sitúan en ese espacio-tierra,
3 Esta propuesta se adscribe dentro de las apuestas poscoloniales
de lo que se titula como Epistemologías del Sur. El acercamiento
con esa propuesta está al margen de la integración del cuerpo-tierra como elementos del territorio; aun así, su análisis parte de la
experiencia marxista, por lo cual, la forma analítica no recae en la
contradicción ni en vacíos teóricos de las posturas.
125
CAMILO BARBOSA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Las mujeres lideresas en la constitución de la
ZRC de la localidad de Sumapaz:
construcción del territorio (cuerpo-tierra) y
violencia de género1
La lucha de las lideresas por la ZRC en la localidad sumapaceña permite el examen de la construcción territorial al contribuir a la soberanía de la tierra y los cuerpos. Esta síntesis analítica presenta: a), las tensiones
en la construcción del territorio y su relación con la
violencia de género, b) las reivindicaciones sobre el
territorio por las mujeres lideresas.4
Violencias al territorio cuerpo-tierra de las mujeres en
la localidad de Sumapaz
4 El proceso de construcción de territorio (tierra-cuerpo) libre de las
violencias, no depende estrictamente de esta propuesta, es decir,
no se presenta como la única alternativa ni la ya en últimas realizada. Esta síntesis es de antemano parte de un proceso constante de
la lucha de las mujeres; es un reflejo de sus reivindicaciones y sus
apuestas, que deben entenderse como un proceso en construcción.
Por una parte, las violencias de clase en Sumapaz se
han desarrollado en dos formas principales: primero, el
interés de desposesión del recurso hídrico del páramo
(lo cual ha representado la violencia económico-social),
y segundo, por el excesivo control militar-estatal (que
ha conducido a la violencia física, psicológica e incluso sexual). El primer aspecto se refleja en el caso del
Proyecto El Paso (provisión de energía para la ciudad
de Bogotá) de la empresa multinacional Emgesa-Endesa. Este proyecto buscó en el año 2008 realizar la construcción de una central hidroeléctrica que represaría el
agua en las desembocaduras que dan nacimiento al río
Sumapaz, ubicadas “entre la parte alta del Municipio de
Cabrera, y en la vereda La Unión, Localidad 20 de Bogotá”
(León & Villarraga, 2014, p. 10). Producto de la resistencia campesina, el proyecto dejó atrás el represamiento
del agua en la vereda La Unión,5 pero mantiene su base
fundamental en el río Sumapaz. La posible utilidad del
agua como medio de acumulación de capital incidiría
5 Hay un conocimiento de su historia y de las redes sociales y justamente por ese reconocimiento se ve la estigmatización a los habitantes de la zona, (…) por el respeto a Sumapaz no hemos querido ser
irrespetuosos con esas organizaciones que ustedes tienen (…) conocemos que esta clase de proyectos no son bienvenidos por las comunidades”. Junta Administradora Local. (2010). Acta 17. Plenaria de
Comisiones de la Junta Administradora Local de Sumapaz con fecha
del 22 de febrero de 2010. Bogotá: Alcaldía Local de Sumapaz, p. 8
126
sobre los cuerpos, pues estos recibirían contaminantes
producto de esta intervención (principalmente a través
del consumo de agua). Para las mujeres, en el curso del
agua se entiende no solo el tiempo de siembra, riego
y cosecha, sino también la necesidad de la convivencia
en armonía con el ecosistema; si no es así, esta muestra el daño mismo en el ciclo de vida: “Las mujeres,
junto con la organización de los hombres, hemos emprendido una campaña del tema de que la naturaleza
se respeta” (Entrevista N°. 1, 12 de enero de 2016).
El segundo refiere al excesivo control militar-estatal
sobre el Sumapaz, en favor de las decisiones del Estado-Nación y en contra las expresiones subversivas,6
que ha constituido irremediables daños ambientales7 y
fuentes de violencia hacia las mujeres,8 principalmente
porque el control militar sobre la tierra, para su completa soberanía, implica el control de quienes lo habitan, y porque este tipo de ejercicio violento dentro de
la división sexual de la violencia, ha sido dado como
labor a los varones, lo cual es campo de apertura para
que se estigmaticen los cuerpos, sean vigilados, controlados, castigados y se violenten física, psicológica y
sexualmente.
Las mujeres han tenido que ver morir sus hijos, han
tenido que asumir unas cargas porque sus esposos son
detenidos por sospechas y por diferentes circunstancias en las que se los llevan y al poco tiempo, uno o
dos años, los dejan los dejan libres porque no tienen
pruebas. (Entrevista N°. 4, 8 de febrero de 2016).
¡El asedio, el miedo, la zozobra, el control está en lo
cotidiano, a diario! Entonces, yo no paso por aquí
porque por aquí pasan los militares, yo no salgo por
esto porque por ahí, yo no salgo por ese espacio porque
por ahí está el ejército. (…) O sea, nosotras seguimos
6 En el marco del Plan Candado se establecieron varios operativos
militares en el Sumapaz: Aniquilador I, Aniquilador II y Tormenta del
Páramo, e impuso su ocupación territorial con el Comando Operativo
y el primer Batallón de Alta Montaña. A principios de los años 2000
se establecieron alrededor de 8 militares por cada habitante. Para el
año 2015, 5 militares por habitante.
7 “Por cada cuatro (4) soldados se cortan veinte (20) frailejones para
usar sus hojas como camas o cobijas y las 28 cuencas y subcuencas
hidrográficas que se desprenden del páramo, han sido contaminadas
por heces, baterías de radios de comunicación, comida, armamento, entre otros”. Ver: http://www.prensarural.org/spip/spip.php?article1280
8 La violencia del Estado, además del control militar, está en no asimilar la responsabilidad de sus instituciones para con las necesidades sociales de las mujeres: “El hecho de que no hayan hospitales es
una forma de violencia (…) Si todo lo que se invierte en el ejército se
invirtiera en un buen hospital… En el Sumapaz no hay un hospital de
tercer nivel (…). Para un parto, por ejemplo, les toca venirse uno o dos
días antes, muchas mujeres han dado a luz en las ambulancias porque no alcanzan a llegar, porque hay veredas que están a cinco, seis
o siete horas de los centros poblados”. Humanas Colombia-Centro
Regional de Derechos Humanos y Justicia de Género (18 de marzo de
2016). Sumapaz, ficha técnica. Obtenido de Paz con Mujeres: http://
www.pazconmujeres.org/pg.php?pa=3&id=2318f9d2f1302f8aeb126b351a351f9b&t=Sumapaz
127
CAMILO BARBOSA
Las diferentes violencias a las que han resistido las
mujeres en Sumapaz subyacen en múltiples determinaciones: dominio de clase, división sexual del trabajo,
mistificación cultural de los roles, estigmatización de
sus comunidades en el marco de la guerra, etc.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CAMILO BARBOSA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
y experimentan las formas de explotación, dominación,
subordinación y exclusión construidas. Por ello, el cuerpo, además de sus procesos biológicos y psicológicos,
son territorios “en que se expresan confrontaciones
entre conjuntos de relaciones sociales. En este sentido,
el cuerpo se constituye en el territorio de las luchas sociales, las cuales suponen (…) la presencia del malestar
y la disconformidad social” (Forte & Pérez, 2010, p. 3).
Así, en los cuerpos que experimentan las violencias de
género es posible que florezca la resistencia. De estas violencias son reconocibles: la económico-social, la
física, la sexual y la psicológica; esta última está presente cuando ocurre cualquier otro tipo de violencia
(Segato, 2003). Al respecto, el presupuesto de análisis
es el siguiente: “Las mujeres en Sumapaz viven todas
las violencias” (Entrevista N°. 4, 8 de febrero de 2016).
Las violencias hacia las mujeres también tienen su
desarrollo amplio en la vida campesina, en sus comunidades y familias, en donde actúa una variedad
de determinantes. Estas no son un producto ajeno al
capitalismo, en el que la identidad de las mujeres es
asignada principalmente a través de la división sexual
del trabajo, la mistificación y naturalización del mismo
y la normalización esencial de las relaciones de dominio (Federici, 2010).9 En la localidad sumapaceña son
reconocibles la violencia económico-social, la física y
la psicológica, principalmente.
La violencia económica se expresa en el acceso a la
tierra y las garantías de producción para las mujeres.
“Lo primero que hay que hacer en Sumapaz y en toda
la zona rural es que las mujeres tengan derecho a tener sus propiedades, ¡que aparezcan en las escrituras!”
9 Para Lagarde (2008), la identidad de las mujeres está en confrontación entre la asignada y la realizada. Para ello ver: Lagarde, M.
(2008). Compilación sobre género y violencia. Aguascalientes, México: Instituto Aguascalentense de las Mujeres, IAM.
Cuando yo soy dependiente, económicamente dependiente, sea el gobierno, sea el Estado, sea de los
proyectos, de los subsidios, sea de mi esposo, sea de
mi compañero, sea mi pariente, mientras yo como mujer dependiente, voy a ser violentada (Entrevista N°. 3,
19 de enero de 2016).
La producción de las violencias, como expresión destructora del cuerpo femenino a escala física, psicológica y sexual, es en muchas ocasiones la forma de legitimar las relaciones sociales establecidas (de trabajo,
afectivas, etc.,) o de revertir la presunta amenaza que
enfrenta esa forma de relación social dominante (Forte
& Pérez, 2010). En ello, la violencia física se produce en
128
diferentes escenarios: doméstico, familiar, etc., como
en sus diversas formas, desde un golpe hasta el feminicidio: “El tema, por ejemplo, de los feminicidios y de
la violencia contra la mujer persiste” (Entrevista N°. 1,
12 de enero de 2016). Es necesario agregar que “muchas cosas y muchos hechos han sido a puertas cerradas” (Entrevista N°.2, 15 de enero de 2016).
En la violencia sexual, las lideresas han identificado
una característica de esta violencia: que es perpetrada
por personas cercanas a su círculo social. “¿Cuál es el
mayor agresor contra nosotras?, mi hermano, mi cuñado, mi sobrino, mi abuelo, mi vecino. O sea, todo se da
en un entorno muy, muy cercano” (Entrevista N°. 3, 19
de enero de 2016).
rantía si no se tienen en cuenta las dinámicas de
división sexual del trabajo para el desarrollo productivo.
Comenzar a equiparar las cosas, las cargas de trabajo,
porque nada me gano yo como mujer campesina que
a mí me den una parcela en el territorio de Sumapaz,
que sea propietaria, si la carga laboral de mí hogar
está sobre mí, sobre mis hombros. Eso me gasta más
de 12 horas en el día, ¿a qué horas voy a producir?
(Entrevista N°. 3, 19 de enero de 2016).
•
Una relación conservacionista con la tierra. Se
basa en el rechazo a las formas de acumulación
por medio de la tierra y su recurso hídrico para producción de energía, y el excesivo militarismo que
afecta el ecosistema. Para las lideresas, es prioritaria la convivencia con el páramo y la tierra en una
relación conservacionista: “Gracias a los campesinos
el páramo está como está hoy” (Entrevista N°. 2, 15
de enero de 2016).
•
La desmilitarización de la vida campesina.
La construcción del territorio: “Mi cuerpo, mi familia,
mi localidad”
En la lucha por la construcción territorial femenina en la
localidad de Sumapaz se identifican seis puntos destacables, en respuesta a las violencias presentadas en su
territorio cuerpo-tierra.
•
Un referente de defensa de la tierra y su biodiversidad, y de los cuerpos de la militarización. La vida en
toda su complejidad. Por ello, llaman a establecer
otra forma de seguridad que no pase por la vía
única de las armas: “Toda expresión armada sobre
nuestros cuerpos es violencia” (Entrevista N°. 3, 19
de enero de 2016). “Hay un promedio de cuatro
militares por habitante, o sea, es muchísimo” (En-
Acceso a la tierra y desarrollo de la capacidad productiva.
Esta reivindicación tiene dos elementos críticos.
Primero, una relación clara de la ZRC con la Ley
731 de Mujer Rural en el acceso a la tierra, pues
la Ley 160 de 1994 establece que el mecanismo es
la Unidad Agrícola Familiar, más aun no establece
las formas de acceso específicas para las mujeres.
Segundo, el acceso a la tierra no es suficiente ga-
129
CAMILO BARBOSA
Llegaron muchos soldados. Yo estaba sola. Casi siempre nosotras nos quedamos en casa cuando nuestros
esposos salen a trabajar. Usted sí que se parece a una
guerrillera. Lástima que no traje un álbum para comparar, me dijo un militar. Luego vi cuando se metió
en el cuarto de mi hija, y la desnudó… No respetan
nada. Sentimos mucha persecución y también miedo
(Fernández, 2016 ).
(Entrevista N°. 4, 8 de febrero de 2016). La división
entre mundo productivo (lo que genera salario) e improductivo, o más especialmente la reproducción social de la vida (el mantenimiento del hogar, el cuidado y desarrollo social de los hijos, etc.,) principalmente
ejercido por las mujeres (Federici, 2010), genera: uno, la
dependencia de ellas de terceros, y dos, que el trabajo
de las mujeres, al ser tratado como propio y naturalizado, además de su contribución en muchas ocasiones a
las labores de siembra, riego, etc., sea la explotación
de sus cuerpos y que su producción, sobre todo de las
mujeres cabezas de hogar, no sea equivalente en la
competencia. La no equidad en el acceso a la tierra
es la no garantía de su independencia y sostenibilidad
económica; una relación de la exclusión de tierra con la
explotación de los cuerpos, como territorios alienados,
excluidos de su soberanía.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CAMILO BARBOSA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
siendo víctimas de ese control territorial por parte del
Estado (Entrevista N°. 3, 19 de enero de 2016).
•
•
Valorar los trabajos “improductivos”. El reconocimiento del valor del trabajo de las mujeres en la
reproducción social para sus vidas y de sus familias.
Un ejemplo de ello es el papel de los cuerpos y la
tierra en las huertas caseras para la soberanía alimentaria: “Nuestra huerta casera… que bueno, ¡se
ha ido perdiendo!” (Entrevista N°. 1, 12 de enero
de 2016).
Desarrollo de las espacialidades habitadas por las
mujeres. Se refiere a las condiciones dignas de los
espacios habitados por las mujeres: “O sea, si la
mujer va a estar en la cocina, pues que la cocina
esté acondicionada a las necesidades que tiene la
mujer (…) y que, pues, todo el espacio sea como de
las condiciones para ellas” (Entrevista N°. 4, 8 de
febrero de 2016).
Bibliografía
Las lideresas enuncian que las mujeres en Sumapaz viven todas las violencias: la económico-social, la física,
la sexual y la psicológica. Por ello reivindican, por medio de la politización de las relaciones hegemónicas que
cruzan el cuerpo y la tierra, una construcción del territorio que se refleja, principalmente, en: a) el acceso a la
tierra y las garantías de posibilidad de producción campesina; b) la defensa y conservación del territorio frente
a los intereses de su mercantilización, y en relaciones
sostenibles con el ecosistema; c) la desmilitarización de
la vida campesina, ante la violencia de los cuerpos y
la tierra; d) el reconocimiento del valor de los trabajos
“improductivos”; e) el desarrollo de las espacialidades
habitadas por las mujeres; f) una territorialidad para la
eliminación de las violencias.
Alcaldía Local de Sumapaz (2012). Plan de Desarrollo
Económico, Social, Ambiental y de Obras Públicas de
la Localidad Veinte de Sumapaz, D.C., 2013-2016. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá.
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10-25). Segovias: Asociación para la Cooperación con
el Sur.
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de Paz con Mujeres: http://www.pazconmujeres.
org/pg.php?pa=3&id=2318f9d2f1302f8aeb126b351a351f9b&t=Sumapaz
Entrevista N°. 1. (12 de enero de 2016). Bogotá D.C.,
Localidad Sumapaz
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Entrevista N°. 2. (15 de enero de 2016). Bogotá D.C.,
Localidad Sumapaz
Entrevista N°. 3. (19 de enero de 2016). Bogotá D.C.,
Localidad Sumapaz
Saffioti, H. (2001). Contribuciones feministas para
el estudio de la violencia de género. Cadernos pagu
(16), 115-136.
Entrevista N°. 4. (8 de febrero de 2016). Bogotá D.C.,
Localidad Sumapaz
Una territorialidad para la eliminación de las violencias. Para las lideresas, tienen que ser las mujeres mismas quienes denuncien las violencias y
construyan territorialidades (construcción política
de los territorios). El objetivo de esta territorialidad es generar “mejores condiciones frente a una
vida libre de violencias” (Entrevista N°. 4, 8 de
febrero de 2016).
Saffioti, H., & Almeida, S. S. (1995). Violencia de
género: poder e impotencia. Río de Janeiro: Revinter.
Entrevista, N°. 5. (24 de enero de 2016). Bogotá D.C.,
Localidad Sumapaz
Segato, R. (2003). Las estructuras elementales de la
violencia: contrato y estatus en la etiología de la violencia. (pp. 1-19). Brasilia D.F.: Serie Antropología.
Federici, S. (2010). Caliban y bruja. Mujeres cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficante de
Sueños; historia número 9.
130
131
CAMILO BARBOSA
•
Conclusiones
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CAMILO BARBOSA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
trevista N°. 2, 15 de enero de 2016). Para ello es
imperativo no entregar cuerpos a la guerra: “Hemos
dicho: ¡no parimos hijos para la guerra, no al Servicio Militar!” (Entrevista N°. 2, 15 de enero de 2016).
KAREN
pEREZ
Licenciada en Ciencias Sociales, Universidad Distrital Francisco José de
Caldas. Estudiante de la maestría en Historia y Memoria, Universidad
Nacional de la Plata, Argenina. karempereza@gmail.com
Montaje. Mujeres pensando desde los márgenes. Las
Madres de Soacha desde la periferia de la ciudad activan
memoria y piensan la nueva Colombia posible.
En el año 2008 las Fuerzas Militares del Estado colombiano asesinaron extrajudicialmente a un grupo
de jóvenes de la localidad de Soacha, una de las zonas más empobrecidas de Bogotá. La muerte de estos
jóvenes, en el marco del gobierno de Uribe, fue utilizada como prueba de la lucha contra la guerrilla, en tanto
sus cadáveres fueron exhibidos como guerrilleros caídos en combate, cuando realmente fueron asesinados
cobardemente por funcionarios militares. Todo estuvo
fríamente calculado. Estos jóvenes fueron engañados,
ejecutados, encubiertos y presentados como bajas en
combate por el Ejército Nacional de Colombia (Brigada
Móvil 15) que operaba en Ocaña, Norte de Santander. La situación de desempleados y empobrecidos los
convirtió en objetos de las Fuerzas Militares, que obtendrían estímulos del Estado Mayor por su muerte.
La pobreza y la marginalidad, en el imaginario de
los funcionarios militares, los convenció de que los
jóvenes de Soacha no serían extrañados por nadie,
que serían olvidados rápidamente y que la impunidad
gobernaría; lamentablemente, no estaban tan equivocados. Después de casi diez años aún no hay verdad
ni justicia. Pero ahí siguen sus madres, elaborando reflexiones, recordando incansablemente, convirtiéndose
en pensadoras y agentes de una Colombia que resiste
y construye entre las cenizas del terrorismo de Estado.
La experiencia de las madres de Soacha está cruzada por
múltiples variables de opresión y dominación. Las circunstancias materiales y sociales de estas mujeres están
interconectadas en la estructura social de dominación
sexista y clasista. El sistema económico actual es un escenario desde el cual se ha determinado el lugar material y
laboral de las mujeres empobrecidas como las madres de
Soacha. Es casi natural que los empleos de las mujeres
populares estén relacionados con el servicio doméstico no remunerado, o bien con el trabajo manual no
calificado, operario y tercerizado. En este caso, las
amas de casa cuidan de sus hijos, nietos o familiares
enfermos, por lo que dependen de los recursos de sus
cónyuges, que también ocupan trabajos precarizados
e informales. De ahí el ingreso prematuro de sus hijos
al mundo laboral informal y las escasas o nulas posibilidades de acceder a préstamos o subsidios de vivienda,
135
KAREM PÉREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Experiencia y conocimiento
de las Madres de Soacha. Su poder reflexivo
Las madres de estos jóvenes, por cierto, en su lucha por
memoria, verdad y justicia conviven inevitablemente
con sus historias de segregación. La lucha contra el
terrorismo de Estado se articula con sus biografías de
marginalidad y precarización; en sus relatos, el trabajo
doméstico aparece como hábito desde muy temprana edad: recoger leña, ir por agua, cocinar para los
trabajadores, alimentar a los animales, así como el
cuidado de sus hermanos menores, fueron labores que
ocuparon gran parte o la mayor parte de su vida. Todo
esto en las regiones de las que fueron posteriormente
desplazadas por la violencia de actores armados o de
las que escaparon en su adolescencia, producto de la
violencia doméstica que recibían de sus padres. Al llegar a la periferia de la ciudad capital se encontraron
con la violencia de las instituciones gubernamentales o
la indiferencia de las mismas, que no les ofrecieron las
garantías sociales mínimas a sus nuevos habitantes
para su adaptación, lo que significó el sometimiento
de su fuerza laboral a empleos mal remunerados o la
dependencia económica de parejas maltratadoras oca-
Así las cosas, el asesinato de sus hijos a manos de las
Fuerzas Militares es una, quizás la más cruenta, de las
múltiples formas de opresión a las que se ven sometidas las vidas de estas mujeres, que experimentan con
mayor intensidad la intersección de los sistemas de
opresión de clase y género, es decir, como mujeres empobrecidas están sujetas a una estructura de dominación a
partir de la marginalidad de sus identidades. Ahora bien,
paradójicamente, es tal vez este lugar el que les otorga un “privilegio epistémico” desde el que pueden observar las diferentes maneras en las que operan y se
estructuran las formas de dominación; su experiencia
les permite ver el problema en su magnitud más perversa, en la interdependencia de la pobreza en su ser
femenino, que a su vez las posibilita a problematizar las
nociones instaladas como reales desde el poder.
Entendemos, por tanto, que no son absolutas las
estructuras de dominación o la matriz de dominación
(Hill, 2012: 36), porque de ser así se anularía cualquier tipo de contradicción o respuestas de los sujetos.
Justamente, las condiciones de exclusión y marginalidad estructural posibilitan respuestas transformadoras,
“conocimientos situados” (Haraway; 1995) capaces de
dar cuenta de su experiencia, tal como señala Aura Cumes al reflexionar sobre el papel central que las mujeres
mayas en Guatemala tendrían para develar la complejidad de la interseccionalidad: “Las mujeres indígenas se
ubican en el último estribo de la cadena colonial-patriarcal, su lugar es privilegiado para observar las mane-
136
ras en que se encuentran y operan las formas de dominación (Cumes, 2012:11).
Aunque Cumes se refiere a mujeres indígenas, pensamos que esta idea puede trasladarse al quehacer de las
madres de Soacha, quienes en su calidad de subordinación histórica y cruzadas por una experiencia dolorosa,
han elaborado con agudeza propuestas para entender,
en principio, a la mujer empobrecida como protagonista del devenir histórico de un país y, del mismo modo,
comprobar la heterogeneidad de sus identidades, así
como también dotar de una comprensión multidimensional al conflicto en Colombia; en definitiva, convertirse en productoras de un conocimiento que supera el
fraccionamiento de la realidad.
Así las cosas, la posición social que ocupan es su lugar
de conocimiento, el mismo que les permite interpretar
las formas de dominación, cuestionar el poder y controvertir un relato histórico hegemónico que las convierte en víctimas. Su quehacer, más que rememorativo es intelectual a partir de una memoria activa y viva,
en el sentido que problematiza las nociones instituidas
de historia y Estado en Colombia.
Del mismo modo, la aparición pública de las madres
de Soacha como sujetas políticas posiciona las experiencias de las mujeres empobrecidas y populares en el
debate nacional. Soacha, un espacio olvidado por las
políticas públicas urbanas, un territorio solo de tránsito para los bogotanos, aparece en la figuración pública por intermedio de estas madres que se niegan a
olvidar. Es curioso cómo las zonas de segregación solo
tienen peso político por intermedio del dolor, aparecen
en el mapa cognitivo nacional cuando la sangre deja
ver las huellas del terror. Y en ese terror las madres han
actuado, pero no desmarcándose del espacio de marginalidad, es ahí donde han construido su trinchera,
sus hogares han devenido en espacios políticos de encuentro y reflexión. En la periferia de la ciudad capital,
por intermedio de la organización de estas mujeres,
se está construyendo memoria y reflexión para la Colombia nueva. Son madres situadas en Soacha, especializando y construyendo en la periferia urbana una
memoria que se enfrenta a la impunidad.
*
En su esfuerzo por reconstruir el pasado reciente, las
madres de Soacha han cuestionado el relato oficial que
encubría la participación de las Fuerzas Militares en el
asesinato de sus hijos, deslegitimando al Estado que
con su política de Seguridad Democrática financiaba
las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos, como
aparato criminal. Por tratarse de un acontecimiento
traumático de carácter político, estas mujeres recurren
al pasado en términos de responsabilidades, reconocimientos y justicia institucional, así como también se
apela a urgencias éticas y demandas morales, como la
reparación integral que exigen las víctimas al Estado,
lo que tampoco está exento de paradojas, puesto que
las madres de Soacha afrontan varias contradicciones,
entre las que encontramos rumores de supuestas indemnizaciones millonarias, al tiempo que experimen-
137
KAREM PÉREZ
sionalmente e infieles.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
KAREM PÉREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
por lo que el derecho a una vivienda propia es esquivo
para estas familias, que duran la vida entera pagando
arriendo. Esta realidad segregadora constituye el trasfondo de las ejecuciones extrajudiciales; los jóvenes
asesinados fueron seleccionados por habitar las zonas
de pobreza y marginalidad, todo para generar resultados aparentes de la política de Uribe Vélez. En últimas,
marginalidad y lucha contra la guerrilla, un entronque
que asesinó vilmente a los jóvenes populares de Soacha.
La manera de resolver éticamente la contradicción que
implica la reparación económica está en el futuro de
sus nietos, es decir, frente a la incómoda posibilidad
de una reparación económica, incómoda en cuanto a
lo doloroso de la experiencia que asigna por segunda vez precio por sus hijos en condición de ejecutados extrajudiciales; la alternativa es el bienestar de
sus nietos, materializado en la temporalidad compleja
de la memoria, que ubica el sentido del pasado en un
presente, en función del futuro deseado. En otras palabras, frente a un presente contradictorio, producto
de una experiencia pasada, se acude a las expectativas futuras. Es claro, entonces, que los recuerdos de
estas mujeres están incorporados de manera dinámica
Por tanto, este grupo de mujeres convirtió al gobierno
en un actor social que entra en disputa por la construcción de memorias, por la legitimidad social de su relato
y su pretensión de verdad frente a un otro social. Gracias a la diversidad de actores y su voluntad por evidenciar su relato del pasado, el Ejecutivo entra a competir por posicionar como verdadero su relato, poniendo
en tensión las memorias hegemónicas, dominantes,
únicas y oficiales que restan agencia al ser social, en
tanto se disputan y negocian los sentidos del pasado.
138
De manera simultánea a la reinterpretación de la
memoria hegemónica, estas mujeres han tenido que
cuestionar sus propias identidades desde su ser mujer empobrecida (perspectiva interseccional, género y
clase), con la afirmación “yo admiraba a las Fuerzas
Militares” fuimos testigos de un desplazamiento político y ético, participamos de la interpretación que ha
hecho del pasado, pero también de su construcción
como sujeto crítico. Es decir, estas mujeres han usado
a su favor cierto determinismo biológico que apela a
características esenciales propias de las mujeres como
el ser madre, sin dejar de problematizar los significados
fijos del género, como la maternidad pasiva, reducida
al mundo de lo privado. En relación con la crítica que el
feminismo hace sobre el encuadramiento de la mujer
en madre, consideramos que niega el poder político y
social de esta identidad al estar cruzada por otros factores como la clase social y la raza, que le permite a
la mujer no solo ser madre sino también ser habitante
de un territorio y miembro de una clase y de un grupo
originario. Parte de un sistema de dominación arraigado en procesos cotidianos en los que fueron insertadas
las mujeres empobrecidas, que implican subordinación
a la vez que el despliegue de una memoria en la que
confluyen los agravios y las dignidades que enriquecen
la resistencia cotidiana de estas mujeres, lo que Héctor
Nahuelpan denomina como conciencias contradictorias, lo que permite dar cuenta “como la relación de los
sujetos subalternos con las ideologías y prácticas dominantes es siempre conflictiva, ambivalente y contradictoria, en cuya base se encuentran complejos estados
de conciencia, donde se entremezclan la aprobación y
apatía, resistencia y resignificación” (2015: 293).
En términos concretos, se trata de las luchas cotidianas
frente a jerarquías de género y clase, que sin ser frontales,
visibles o contundentes, involucran negociaciones permanentes en relaciones con la estructura de dominación y la
exclusión que reproducen las memorias generizadas. Las
resistencias cotidianas que frente a una estructura de
desigualdad se van transmitiendo, reproduciendo y resignificando en memorias cuya función es el desmantelamiento de jerarquías económicas y relaciones de
dominación, posibilitando nuevas identidades políticas. Así las cosas, la memoria cumple múltiples funciones que le permiten tensionar y contribuir a transformar el orden normativo y opresor de clase y género,
en la producción de imaginarios sociales y relaciones
en cuanto al orden social y en la producción de identidades heterogéneas, complejas y contradictorias.
Es evidente cómo las propuestas teóricas feministas
de las madres de Soacha han posibilitado la desestabilización y el cuestionamiento de memorias hegemónicas como las del Estado, y a su vez, han visibilizado los
procesos violentos por los cuales se producen sujetos
generizados, a partir de contextos desde los cuales se
produce y reproduce la identidad masculina en relación
con el autoritarismo, la dominación, el sometimiento,
la violencia y deshumanización del otro. Escenarios
como las Fuerzas Militares develan la deshumanización
como elemento identitario de la masculinidad. Más
aún, relatos fundacionales de honor y gloria, cuyo protagonismo es en su totalidad masculino, nos recuerdan
139
KAREM PÉREZ
en el presente, la experiencia violenta se ha modificado gracias a otras experiencias, “superponiéndose e
impregnándose unas de otras” (Koselleck, citado por
Jelin 1993:341). Por ello les es posible emitir significaciones y resignificaciones de lo sucedido; una de
las madres, con tristeza y algo de rabia, recuerda que
admiraba a las Fuerzas Militares, al punto de usar en
una ocasión el uniforme militar de su hijo, que prestaba en ese momento el servicio militar obligatorio y
quien posteriormente sería ejecutado por las Fuerzas
Militares, episodio que aparece ahora como una terrible contradicción, puesto que de la admiración pasó a
una profunda crítica y rechazo del ejercicio militar y su
función social. Así las cosas, la posibilidad de moverse
en el tiempo gracias a estos espacios de la experiencia,
les permite construir marcos interpretativos para la
comprensión de la experiencia pasada y del presente
de una comunidad entera, construir nuevos sentidos
sobre lo institucional, su legitimidad y el relato que
emiten, así como producir coyunturas y escenarios sociales y políticos impensados.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
KAREM PÉREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
tan la precariedad de sus condiciones económicas,
tales como el desempleo o subempleo, la falta de vivienda y la falta de oportunidades para el resto de sus
hijos, que las constriñe a imaginar la indemnización
como una posible salida a sus deudas (entre ellas, las
adquiridas por el asesinato de sus hijos o inhumación),
a pesar del dolor que esto implica. También consideran
la reparación como un factor excluyente, ya que solo a
algunas de las madres se les ha indemnizado y a otras
no, factor de especulación por parte de los medios de
comunicación que crea disputas y entorpecimiento en
la consolidación de la organización. No obstante, recibir una retribución del gobierno a cambio de los cuerpos
de sus hijos inferioriza sus subjetividades; al aceptar la
indemnización se acepta un precio por la vida de sus
hijos empobrecidos, así como la animalización de sus
cuerpos por parte del Estado.
KAREM PÉREZ
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
la construcción de las memorias selectivas en las que
lo masculino establece el orden social de nuestras naciones y de nuestras instituciones, a partir de la violencia, la guerra y la reproducción de la dominación
masculina.
Bibliografía
Cumes, Aura. Mujeres indígenas, patriarcado y colonialismo: un desafío a la segregación comprensiva.
Seminario Conversatorios sobre mujeres y género.
Anuario Hojas de Warmi. 2012, n.º 17.
En concreto, aun cuando las experiencias y memorias
de las madres de Soacha remitan a sus trayectorias
personales y familias particulares, estas se inscriben
y articulan en opresiones estructurales y luchas que
dan forma y dotan de sentido la historia de los movimientos sociales y comunitarios. Con esto se dice que
no hay formas propiamente femeninas de recordar,
sino identidades heterogéneas y contradictorias que
han venido construyendo sentidos del pasado a partir
de la tensión y negociación con el poder. La memoria
como acción social en permanente construcción es
elaborada por las madres de Soacha con el propósito
de humanizar las relaciones sociales y las prácticas de
hacer memoria. Todo esto desde un espacio olvidado, desde los márgenes de una urbe que las segrega.
Si Soacha solo aparecía como zona de pobreza, hoy
también se vincula con un espacio donde la memoria
surge y resiste, pues no es posible pensar hoy este
margen de la ciudad sin el quehacer de unas madres
que se negaron a olvidar.
Haraway, D.J. Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Cátedra 1995.
Hill, Patricia. Feminismos negros. Una antología. Traficantes de Sueños. 2012.
Jelin, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Ediciones
Siglo XXI. 2001.
Nahuelpan, Héctor. Violencias coloniales en Wajmapu. Ediciones Comunidad de Historia Mapuche. 2015.
140
¿Qué y a quién se puede visibilizar e invisibilizar a través de las representaciones
cartográficas del espacio, del territorio, de conflictos, de sucesos o experiencias
relacionados con género, sexualidad, feminismo? ¿Cómo varían los enfoques y detalles de lo que uno incluiría en un mapa, según su posicionamiento de mujer, de
trabajadora, de niña, de inmigrante, de habitante rural o urbana, de ser no hegemónicx?. ¿Qué se puede aprender del espacio vivido, de las experiencias corporales
y emocionales de unx mismx y de otrxs a través del proceso de dibujar y leer un
mapa?
Mientras que la historia de la cartografía occidental está íntimamente asociada al
imperialismo, la conquista y la división de territorios, el conocimiento geográfico-espacial y la visualización del espacio son también herramientas para habitar, sobrevivir y convivir en el territorio, para visibilizarlo y a veces defenderlo, así como para
la construcción de memoria y para la generación de diálogo y conciencia colectiva.
Esta sección de la Boletina incluye algunos ejemplos de cartografías diversas relacionados con este amplio tema de las espacialidades feministas.
143
CARTOGRAFÍAS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CARTOGRAFíAS DE
ESPACIALIDADES FEMINISTAS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
“MAMU, el mapa de coletivos de mulheres” se enfoca
en la visibilización de las mujeres y los grupos, organizaciones e iniciativas feministas en Brasil. Después
sigue HarassMap, un ejemplo de mapa participativo
que busca documentar y visibilizar experiencias de acoso y abuso sexual en Egipto, parecido a otras iniciativas en Colombia y en diversas partes del mundo (como
Hollaback en Bogotá: http://bogota.ihollaback.org/, y
Witness: State College en Estados Unidos. http://witness-statecollege.org/). Estos mapas están pensados
como instrumentos de activismo para generar cambio
en la calle, en los espacios públicos y privados. Las
cartografías sociales son otro instrumento poderoso,
tanto para el reconocimiento del territorio como de
herramienta feminista de investigación para entender
experiencias cotidianas del espacio, en particular experiencias e historias marginadas. Aquí tenemos tres
ejemplos de cartografías sociales. La primera es dibujada de forma colectiva por un grupo de mujeres de
una comunidad negra en el Pacífico colombiano, y la
segunda es hecha por una joven de 16 años, Guada-
CARTOGRAFÍAS
lupe, que describe su vida y sus aspiraciones en la zona
fronteriza entre Guatemala y México. Finalmente, el
proyecto de Museo Q: Lo que se ve no se pregunta,
busca reconocer y construir memoria acerca de “espacios seguros” para estar fuera del clóset en la ciudad de
Bogotá, a la vez que busca generar espacios de diálogo
sobre identidades de género y orientaciones sexuales.
Estas cartografías, con sus textos, nos cuentan sobre
experiencias vividas en el espacio y el territorio, distintas a las que son visibles en mapas administrativos,
demográficos o físicos, aunque estas dimensiones también aparecen en estas cartografías y claramente afectan las experiencias vividas.
Estos mapas, aunque diversos, son solo una pequeña
muestra de la diversidad de cartografías de lo que se
podría llamar espacialidades feministas.
Encontramos otros ejemplos e iniciativas que no pudimos
incluir con imágenes aquí, pero que también queremos
resaltar.
Vínculo: http://www.mamu.net.br/
http://feminismo.org.br/movimentos/
144
145
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CARTOGRAFÍAS
MAMU - mapa de coletivos de mulheres
CARTOGRAFÍAS
Una colección cartográfica enfocada en mujeres
estadounidenses en la sección de geografía y mapas
del Library of Congress de Estados Unidos (Geography
and Map Division of the Library of Congress, US, American Women), https://memory.loc.gov/ammem/awhhtml/awgmd7/ busca ayudar a investigar la historia de
las mujeres estadounidenses a través de la cartografía.
Entre otros, resalta que los mapas históricos hechos por
mujeres se realizaban desde espacios feminizados (ej.
desde las escuelas, en donde las maestras utilizaban
mapas como herramientas didácticas). Esto lleva a que
incluyan detalles diferentes que enriquecen las historias
contadas desde otras fuentes o perspectivas más hegemónicas.
El Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, en Bogotá,
también ha buscado generar la construcción de historias no siempre contadas, utilizando la cartografía como
herramienta participativa con organizaciones sociales,
de derechos humanos y de víctimas. “La cartografía:
Bogotá Ciudad Memoria” (http://centromemoria.gov.co/
las-calles-tambien-hablan/) intenta “la resignificación
de la ciudad a partir del rescate de puntos geográficos
que tienen un valor particular, por dar cuenta de situaciones de vulneraciones a derechos humanos, por
ser construcciones conmemorativas como museos,
monumentos, placas, etc. o por recordar el legado
de personas luchadoras y comprometidas por cambios democráticos en Colombia y que, por lo tanto, son
ejemplo latente en el camino de construcción de una
sociedad mucho más democrática y en paz”. El mapa
es, entonces, también un instrumento para “recordar y
transformar”.
146
Y finalmente, queremos compartir la cartografía como
herramienta hacia la construcción de futuros diferentes
a través de la política pública. Caribe Afirmativo es una
organización que “labra un ejercicio pleno de acompañamiento a contribuir en la formulación, implementación y capacitación sobre el significado de las
Políticas Públicas que garanticen una vida plena y digna para las personas LGBTI”. La organización aplica la
cartografía social en ejercicios con funcionarios públicos, líderes y lideresas LGBTI y miembros de la sociedad civil en procesos para la construcción de políticas
públicas, como la “Política Pública para la Diversidad
Sexual e Identidades de Género en el Departamento
de Nariño”. (http://caribeafirmativo.lgbt/2014/11/12/
politica-publica-para-la-diversidad-sexual-e-identidades-de-genero-en-el-departamento-de-narino/).
Las dos iniciativas mencionadas arriba: “Witness: State
College”, Pennsylvania, Estados Unidos, http://witness-statecollege.org/. Esta iniciativa desde la universidad
estatal de Pennsylvania, Pennsylvania State University,
en Estados Unidos, busca centrar la conversación sobre
el acoso sexual “en un nivel espacial y comunitario”, para
identificar “dónde están ubicados los espacios de violencia
en nuestra comunidad, cuándo están más en peligro lxs
individuos vulnerables, en cuáles comunidades están involucradas víctimxs y victimarixs, y cómo la documentación
pública y compartida sobre la violencia sexual oscurece la
información necesaria para proteger sus miembros más
vulnerables”.
Hollaback y Atrévete Bogotá Hollaback (http://bogota.
ihollaback.org/). “Hollaback es un movimiento internacional que busca erradicar el acoso callejero hacia mujeres y personas de la comunidad LGBTQIA. Para luchar
contra el acoso callejero, Atrévete Bogotá Hollaback
brinda un espacio del mapa participativo con el fin de
visibilizar este tipo de conductas que borran el límite de
la intimidad de los transeúntes y convierten las calles
bogotanas en espacios hostiles para las mujeres y los
miembros de la comunidad LGBTQI”. (Texto de la página web http://bogota.ihollaback.org/sobre-el-movimiento/)
147
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CARTOGRAFÍAS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Entre ellas, la iniciativa de Spark, “Women on the
Map” (Mujeres en el mapa), http://www.sparksummit.
com/onthemap/, visibiliza hechos históricos de mujeres alrededor del mundo, a través de una aplicación
para móvil. Esta aplicación indica cuando se está cerca
de un lugar histórico relacionado con mujeres. Entre
las historias que se han incluido con el lanzamiento de
la aplicación está el de Las Arpilleristas en Santiago,
Chile, un grupo de mujeres que tejieron para documentar y protestar la violencia de la dictadura de Pinochet.
CARTOGRAFÍAS
Esta es “una herramienta para cualquier persona o testigo de un acoso o asalto sexual
en todo Egipto, de compartir y reportar sus experiencias” y cada persona que reporta
“recibe una respuesta con información sobre servicios legales gratis y apoyo psicológico. Cada incidente aparece en el mapa como un punto rojo. La intención es poder
visibilizar la realidad y existencia amplia de acoso y asalto sexual en Egipto […] y de
identificar patrones para responder a los mitos sobre el problema, y de resistirlo. […]
También sirve de evidencia para informar el diseño de programas y campañas en contra del acoso sexual.” Alia Soliman, Communications Manager de HarassMap, dice que
“HarassMap está basado en la idea de que si más personas empiezan a tomar acciones
cuando el acoso sexual ocurre frente a ellas, esta epidemia podría acabarse”.
Vínculo: http://harassmap.org/en/what-we-do/the-map/
148
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Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CARTOGRAFÍAS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
“HarassMap”, Egipto
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
En un taller de mapeo con mujeres del corregimiento
chocoano El Valle, se les invitó a dibujar el mapa de
su territorio. En un comienzo expresaron sus dificultades para encontrar puntos de referencia geográfica
y se preguntaban cómo hacerlo. Para resolverlo, decidieron espontáneamente dejar a un lado los colores y
el papel que con antelación se les había entregado, y
dieron prioridad a la charla sobre la manera como cada
una imaginaba al corregimiento. Solo cuando se hizo
presente el relato comenzaron a elaborarlo lentamente
en un pliego de papel; así, las palabras intercambiadas
hicieron del territorio un espacio narrado, un espacio
que al ser reconocido en sus relatos, produjo en ellas
la seguridad de empezar a dibujar la vertiente del río
Valle y sus afluentes sobre el amplio pliego de papel que
antes habían dejado a un lado. Y el mapa les permitió
no solo representar al Valle, sino producirlo con cada
trazo. Mientras una mujer se encargaba de hacer los
CARTOGRAFÍAS
bordes del río con el lápiz, otras tomaban el color azul
para representar sus aguas. Al final, la estructura que
tomó el Valle fue visualizada por las mujeres de dos
maneras: como un esqueleto de pescado y un árbol.
El mapa del Valle aquí representado por las mujeres
muestra al río como localidad central, incluidos los afluentes y las quebradas que son las más habitadas por las
mujeres cada vez que van “Valle arriba”: Tundó, Poza,
la quebrada del Arroz, Angiá, río Nimiquía, Brazo, Caimanera, Matea y Tintín Claro, y las áreas de color café
son los sectores de cultivos propios de las actividades
agrícolas; además incluyen al pueblo, aunque con cierta separación y límite respecto a la cuenca del río. El
mar, por su parte, muestra poca relevancia al ser representado con algunas líneas que lo bordean.
Autora:
Lida Sepúlveda López, docente investigadora,
Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia.
150
151
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CARTOGRAFÍAS
Mujeres, ¿y al Valle cómo lo hacemos?:
dibujando al río
CARTOGRAFÍAS
Autointerpretación de Guadalupe
1). Ese es el puente de allá, en la frontera de Talismán;
cerca del puente hay unas casitas; 2). También hay una
escuela cerca por donde paso, ahí estudié; 3). Hay muchas casas en mi camino para acá; 4). Esta línea es el
río, aquí es Chiapas y allá arriba es Guatemala; 5). La
migra está pasando el puente como por acá, está de
este lado ya en Chiapas; 6). Aquí está mi casa y yo del
lado de Chiapas (Guadalupe M., Tapachula, Chiapas,
junio de 2012).
Autor:
Diego Noel Ramos Rojas, maestro en Comunicación de la Ciencia y la Cultura
por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, licenciado
en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Chiapas,
adscrito al Departamento de Comunicación y Psicología, Centro Universitario
de la Ciénega, Universidad de Guadalajara. dicion_02@hotmail.com
152
La cartografía nos habla del espacio desde las perspectivas de la vida cotidiana, en el que se encuentra Guadalupe en la frontera sur. Cruzó a México por primera
vez a los 16 años; su aspiración era económica y dejar
de estar supeditada a las decisiones del patriarcado
que prevalece en su lugar de origen, a la enajenación
del trabajo agrícola, y a las condiciones laborales
estructurales del género, entre las se encuentran el
trabajo en el campo o la migración transfronteriza a
la ciudad de Tapachula, Chiapas, para trabajar en el
servicio doméstico.
Consciente de sus prácticas, sus condiciones y las normas estructurales de ser trabajadora doméstica en la
frontera sur de México, ha conseguido otro bagaje de
opciones al que había estado sujeta antes con sus padres en el campo. Pese a la vulnerabilidad latente, ella
muestra interesantes tácticas en sus viajes de cruce,
puesto que estos son acompañados de su prima para
aminorar la inseguridad de la frontera. Señala lo difícil
de lograr sus objetivos laborales y personales ante un
orden cotidiano y asume un agradecimiento táctico, especialmente hacia la patrona actual, que le ha pagado
los estudios de gastronomía, los cuales pretende concluir para después avanzar rumbo a Estados Unidos.
153
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
CARTOGRAFÍAS
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Tácticas y vulnerabilidades de la mujer
migrante. La frontera habita desde la
perspectiva de género
CARTOGRAFÍAS
CARTOGRAFÍAS
Museo Q recupera, comunica y salvaguarda la memoria relacionada con las orientaciones sexuales y las
identidades de género en Colombia. Esta iniciativa
busca generar espacios de diálogo y construcción de
memorias alrededor de las identidades de género y las
orientaciones sexuales. Como ganadorxs de la beca
de creación Arte en otros lenguajes para sectores sociales, del Instituto Distrital para las Artes IDARTES,
generamos la exposición Lo que se ve no se pregunta, que reflexiona sobre el clóset. Nos preguntamos su
existencia, su contenido político y sus efectos sociales e
íntimos.
En el marco de la exposición nos preguntamos por la
ciudad del deseo, la ciudad que se percibe segura para
seres no hegemónicxs. Luego de hacer dos grupos focales con personas no heterosexuales, un grupo de
menos de 25 años y otro de más de 45, ubicamos en
un mapa de 3,5 por 2 metros, los lugares que estas
personas consideraron seguros. Luego, quienes visitan la exposición pueden intervenir el mapa con tiza.
Esto ha generado un sinnúmero de preguntas, dibujos,
recuerdos, propuestas, respuestas y posibilidades que
dan nuevos sentidos y capas de interpretación al primer
mapa.
La exposición, que se inauguró el 11 de octubre y
se cerró el 29 del mismo mes, estuvo ubicada en
la carrera 5 No. 55-47, en la galería DOMM 1951.
Museo Q
Correo: museoq@gmail.com
Facebook: https://www.facebook.com/MuseoQ/
Twitter: @museoq
Instagram: @museoq
154
155
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Museo Q: Lo que se ve no se pregunta
NATALIA BARRAGÁN
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
ESPIRAL DE TEJIDO
Natalia Barragán
Geógrafa y cartógrafa social, Colectiva Mujeres tejiendo pensamiento,
geoconsul1@gmail.com
Cuatro mujeres confluimos en Ciudad de México en el año de 2014 y nos dispusimos a sembrar
un espiral de tejido, en el cual aprendimos lo que significa tejer la mochila pensamiento, un
regalo de las hermanas de la Sierra Nevada. Aprendimos que se empieza por un ombligo de
nueve nudos, donde se inicia el viaje de la medicina de la araña. La metáfora del tejido nos
enseña que además de hacer nudos que avanzan en espiral formando un cuenco de lana,
tejemos recuerdos, memorias y vínculos, tejemos un espacio de sororidad.
Espiral de Tejido
156
157
¿Por qué y cómo considerar una
perspectiva feminista en el estudio del espacio?
PENSANDO
CON OTRAS
VOCES LAS
ESPACIALIDADES
FEMINISTAS
ISADORA LINZ FRANCA
AMY RITTERBUSCH
KRISTINA LYONS
KIRAN ASHER
ASTRID ULLOA
GABRIELA MERLINSKY
PAULA SOTO
LIBERTAD CHAVEZ0RODRÍGUEZ
158
Esta sección está dedicada a la inclusión de reflexiones cortas de académicas de
diversos países en torno a su relación personal y profesional con el tema central de
la Boletina. Para construirla le pedimos a cada una responder de forma breve a una
pregunta en particular: ¿Por qué y cómo considerar una perspectiva feminista en el
estudio del espacio? Como resultado de esta invitación, ocho geógrafas, antropólogas y sociólogas feministas de distintos rincones de Brasil, Estados Unidos, Argentina, México y Colombia nos compartieron sus sentires y pensares, sus proyectos,
sus experiencias. En sus respuestas reflexionaron sobre su propio trabajo y vincularon narrativas de muchos tipos. Con ello, esta sección da cuenta de la riqueza que
habita el mundo académico en esta articulación entre espacialidad y feminismo.
Algunas de nuestras invitadas (Lins Franca, Ritterbusch y Lyons) llaman la atención sobre cómo las perspectivas feministas en torno al espacio y en su diversidad, convocan a análisis relacionales sobre la comprensión de las desigualdades
y el poder. Esto es, aproximaciones que atraviesan no solo nuestras herramientas
conceptuales, sino también nuestras formas de escritura y de estar con las y los
otros. Algunas (Asher, Ulloa y Merlinsky) nos invitan a considerar que estos enfoques subrayan las interdependencias humanas y no humanas de lo que somos,
interdependencias políticas, prácticas, epistemológicas. Unas más (Soto y Chávez-Rodríguez) se preguntan por la importancia de trascender los binarismos en
la comprensión del espacio y abrazar las intersecciones, aquellas que configuran
tanto nuestra vulnerabilidad como nuestra acción política.
159
ISADORA LINZ FRANCA
Isadora Linz Franca, Universidade Estadual de Campinas, Brasil,
isa.linsf@gmail.com
A perspectiva feminista em relação ao estudo do espaço adiciona uma contribuição fundamental para a reflexão sobre relações sociais de poder e o modo como
elas operam na produção de espacialidades e, simultaneamente, de diferenças, assimetrias e desigualdades.
Não seria possível dizer, porém, que há apenas uma
perspectiva feminista: os feminismos contemporâneos
são um campo vibrante, cheio de disputas e contenciosos que são eles mesmos sua fonte de riqueza. A intensidade dos debates e o fato de estarem permeados
por um horizonte ético e político comprometido com a
transformação social são um ganho não apenas para o
pensamento feminista, mas também para a teoria social, tensionada pelas reflexões feministas.
Isso significa que ao nos referirmos a perspectiva feminista, não tratamos apenas da adição de novos recortes
empíricos ao campo. Embora seja importante compreender que as mulheres podem experimentar situ-
ações diferentes das dos homens quando falamos em
espaço, é importante ressaltar que não se trata apenas
de incluir mulheres: a perspectiva feminista busca interrogar como relações sociais de poder operam de maneira produtiva. Não se trata de um mesmo espaço experimentado de formas distintas por homens ou mulheres
apenas: estamos tratando de como espaços e pessoas
se produzem reciprocamente e de como essas dinâmicas estão atravessadas por gênero, ou seja, estão intimamente ligadas a concepções sobre masculino e feminino profundamente arraigadas na nossa sociedade.
Tais concepções pressupõem não apenas diferenças,
mas também assimetrias.
Um outro ponto importante que devemos levar em conta quando tratamos desse assunto diz respeito à articulação entre diferentes categorias quando pensamos em
gênero: tendências mais contemporâneas têm apontado a fragilidade de análises que não consideram o modo
161
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Espaço, sexualidade e poder:
uma perspectiva feminista
ISADORA LINZ FRANCA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
como gênero se entrelaça a raça, a classe social, a sexualidade, a nacionalidade, a idade, entre outras. Trata-se
de categorias poderosas de classificação e organização
da vida social, que dificilmente podem ser compreendidas isoladamente.
Nas pesquisas que tenho realizado, particularmente,
o impacto da perspectiva feminista se revela antes de
tudo na compreensão de que o espaço não é uma superfície lisa, mas estriada por relações de poder. Ainda,
de que quando falamos em espaço estamos falando de
um feixe de relações, aberto a transformações, atualizando-se a cada momento nas práticas das pessoas e
nos significados que elas lhes atribuem.
Na minha experiência de pesquisa, isso se revela na produção da cidade: ao realizar pesquisas em meio aos lugares de encontro de pessoas que se classificavam amplamente a partir do termo LGBT na cidade de São Paulo,
compreendi como os espaços de encontro atuavam na
produção de diferenças e hierarquias sociais. Embora
não as criassem, certamente eram capazes de reforça-las
ou não. Na pesquisa em que realizei, São Paulo mostrava-se uma cidade de imensa diversidade, mas de espaços ocupados diferencialmente: os homens tidos como
“femininos” e as mulheres tidas como “masculinas” e as
pessoas mais velhas, mais gordas e mais escuras eram
empurradas para lugares de encontro menos valorizados
ou cuidados pelo poder público. As travestis e mulheres
transexuais contavam com poucos espaços de lazer e sociabilidade, enfrentando toda sorte de discriminação e de
violência quando procuravam os lugares de encontro voltados para gays e lésbicas. A pesquisa mostrava que, embora São Paulo procurasse se afirmar como dona de um
mercado animado voltado para gays e lésbicas, prova de
sua vocação para a diversidade, no plano mais concreto
de como os espaços se construíam e eram vividos pelas
pessoas se recolocavam segregações e hierarquias que
produziam uma cidade muito mais hostil – e ao mesmo
tempo ainda plena de potencialidades.
Bibliografía
Massey, Doreen. Pelo espaço: uma nova política da espacialidade. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 2008.
No livro, a autora realiza uma reflexão sofisticada e imaginativa a respeito do modo como compreendemos o espaço. Alternando entre vários registros, das discussões
mais conceituais aos recursos da memória afetiva, Doreen Massey coloca em questão visões mais fixas e
menos críticas do espaço, propondo um argumento que
espacializa as relações de poder e, inversamente, ressalta
as relações de poder que compõem o espaço. O resultado
traz um sutil equilíbrio que alia um horizonte político sempre presente a um refinado debate conceitual.
162
AMY RITTERBUSCH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Un análisis socioespacial
de la mirada violenta
hacia los habitantes de calle
Fotografía tomada por la autora
165
Durante las cuatro horas de cada tarde en que hicimos
presencia, vimos a diferentes funcionarios públicos mirar hacia el caño. Sentados o parados… mirándolos y
hablando entre ellos. Una intervención de Estado estancada y desde arriba, literal. Parte del problema es la
falta de integración con la comunidad. Dicen que han
intentado bajar y que han sido agredidos por los habitantes… Esto pasa precisamente por su forma paternalista, violenta y discriminatoria de actuar hacia ellos.
La mirada desde arriba hacia abajo al “sufrimiento y
miseria” del habitante de calle es un acto simbólico,
166
AMY RITTERBUSCH
violento y humillante hacia los seres humanos que se
encuentran abajo. Esta ubicación, altamente visible y
controlable, es precisamente lo que buscaba la fuerza
pública para poder controlar y contener a los cuerpos
no deseados en un lugar… en un lugar sucio, oscuro,
invivible, lleno de agua contaminada… El único lugar
que puede abrir la ciudad para estas personas. La ubicación socio-espacial dentro del caño del Transmilenio
es una ubicación indignante y una ubicación que busca intimidarlos, por ojos de la ciudadanía generalizada, así como por ojos policiales vigilantes, y que busca convencerlos de que no tienen derecho de ocupar
ningún espacio de la ciudad sin miradas humillantes y
violentas. El texto de Wright (2004) nos ayuda con la
contextualización de la violencia policial y el desplazamiento forzoso de habitantes de calle por parte de la
fuerza pública y cómo esta violencia sistemática busca
“… generar una imagen de la ciudad más limpia y segura … en los espacios donde la encontramos ausente
… (… generate an image of a cleaner and safer city … in
the spaces where we find her [homeless users] missing” (Wright 2004, 371). Aunque Wright escribe sobre
el caso de mujeres trabajadoras sexuales en Ciudad
Juárez, es un ejemplo similar que analiza y problematiza la criminalización y marginalización de cuerpos no
normativos y no deseados en la ciudad por parte del
Estado colombiano. Los lentes analíticos de múltiples
perspectivas feministas, como el de Wright, nos permiten cuestionar estos silencios urbanos, violencias
sistemáticas y desapariciones del espacio público de
poblaciones “no deseadas” y criminalizadas por el Estado.
Bibliografía
Massey, Doreen. 1994. Space, Place and Gender. Minneapolis: University of MinnesotaPress.
Wright, M. (2004). From protests to politics: Sex
work, women’s worth, and Ciudad Juárez
modernity. Annals of the Association of American
Geographers, 94 (2): 369–86.
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
AMY RITTERBUSCH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Necesitamos intervenir, vivir y analizar el espacio público con una visión crítica que contempla las espacialidades y relaciones de poder que generan múltiples
marginalizaciones, exclusiones, silencios y desigualdades en la ciudad. La incorporación de diferentes
aportes de los diferentes feminismos nos ofrecen
lentes analíticos afinados para entender y contextualizar el poder, la desigualdad y la injusticia. Como se
visualiza en la foto al principio del texto, centenares
de habitantes de calle fueron conducidos por la policía
hacia el caño de la calle sexta entre carreras 24 y 27,
justo debajo de una estación de Transmilenio. En los
múltiples días de acompañamiento que hizo el equipo en esta parte del caño, observamos centenares de
miradas hacia estos habitantes. Algunas miradas de
asco, otras de burla, otras de grupos religiosos que se
posicionaron dentro de la estación para leerles la biblia
y “salvarlos”, y miradas indiferentes o estancadas por
parte de los equipos del Distrito.
167
AMY RITTERBUSCH
Kristina Lyons, Estudios Feministas, Antropología,
y Centro de Investigación sobre Ciencia y Justicia (SJRC)
University of California, Santa Cruz
Para mí, una perspectiva feminista en el estudio del
espacio busca habitar los intersticios en términos
analíticos, metodológicos y ético-políticos, es decir,
habitar, literalmente, los espacios entre las disciplinas,
diversas prácticas y formas de escribir. Para habitar un
espacio trandisciplinario e interseccional, es necesario
seguir las relaciones, esto es, enredarse para abordar
la investigación, el diálogo, la conceptualización y la
escritura. Por ejemplo, en los intersticios entre la antropología y los estudios feministas de la ciencia donde
me ubico como investigadora, la experiencia etnográfica me impulsó de no solo realizar investigación en
los laboratorios y las instituciones del Estado con los
técnicos y científicos, sino también de adelantar trabajo de campo en las huertas, las fincas, los bosques
y la selva con los campesinos y los movimientos sociales en el suroccidente del país. En vez de solo “Study
Up” de manera vertical a las prácticas y la producción
de conocimiento científico del suelo, por ejemplo,
era igualmente importante aprender de las prácticas
y los conocimientos campesinos en el Putumayo. La
intención no era buscar una simetría analítica que colapsara las diferencias entre las prácticas científicas y
otras prácticas, sino mantener la tensión entre ellas
para visibilizar las relaciones de poder, los posibles
momentos de convergencia y las limitaciones y potencialidades de diferentes formas de relacionarse con lo
que algunos llaman el suelo y otros no, porque para
estos últimos el suelo como objeto de estudio o entidad no existe o no es tan relevante. Hacer un estudio
horizontal en el ámbito de los estudios sociales de la
ciencia reconoce que las prácticas no científicas lo que
el pensamiento moderno ha denominado “creencias”,
“supersticiones”, “mística” y “religión” son el afuera
constitutivo de lo que conocemos como ciencia. Muchas veces estas prácticas han sido marginalizadas y
consumidas por la misma ciencia para que las ciencias
modernas puedan saber lo que dicen saber. Otro ámbito donde las perspectivas feministas son claves para
mí, es en la práctica de la escritura etnográfica. Fui
169
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Habitar, seguir las
relaciones y enredarse
AMY RITTERBUSCH
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
enseñada que la conceptualización etnográfica como
herramienta teórica se produce por la relación inseparable entre lo empírico y lo analítico. Si quiero hablar
de la selva en el piedemonte amazónico tengo que relacionarme con la selva como concepto, ser, relación
y analítica. Escribir como selva no es una cuestión de
darle voz, humanizar o representar a la selva, sino de
seguir su relacionalidad una relacionalidad no lineal,
no llena de objetos y sujetos, y no solo científica. Escribir selva me obliga a buscar estilos literarios y poéticos, así como herramientas de las ciencias sociales y
ecológicas, no porque la selva sea un lugar romántico,
sino porque las múltiples temporalidades de las relaciones que componen y descomponen la selva requieren
diferentes géneros de expresión.
Bibliografía sugerida
Más que todo porque nos dan pistas para mejorar
los conflictos sin eliminarlos... de imaginar y hacer la
política y lo político de otra manera.
Stengers, Isabelle. The Cosmopolitical Proposal.
Zuleta, Estanislao. El elogio de la dificultad.
170
Kiran Asher, PhD
Department of Women, Gender, Sexuality Studies
University of Massachusetts, Amherst
Feminist perspectives are as diverse as the world. But
across their differences they highlight connections, reminding us that we emerge in relation to others. These
relations shape histories and geographies. Many feminisms, though not always properly named as such,
have shaped my work as a biologist and social scientist
in Asia and Latin America. Here I share two moments
that foreground such connections. The first is a conversation with my mother circa mid-1970s, which went
like this:
Me: Do you believe in god?
Ma: Yes
Me: Why?
Ma: because we (humans) made gods
Me: Really? Why?
Ma: Because we could not understand nature
Me: So who made nature?
Ma: Gods
Me: if gods made Nature and humans made gods, did
humans make nature too?
Ma: No, nature made humans
Such complex and non-causal logics were at the heart
of the relations among divine and mortal characters in
the folk tales and epic stories I heard as child in Bombay, India. These characters were shape shifting and
the boundaries between human and non-human worlds
was fluid and dynamic. Such fluidity also underlay the
spirited debates about the relations between nature
and culture, science and superstition, modernity and
tradition, colonialism and nationalism, philosophy and
173
PRESENTACIÓN
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
The Connections between Worlds,
Logics, Non-humans and Their Human Kin
KYRAN ASHER
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
religion, power and politics, spirituality and materialism that I witnessed in post-independence India.
Two decades later in June 1995 I was in Jurubirá, a
small village along the Pacific coast of Colombia. The
residents of Jurubirá were predominantly Afro-Colombian, but there were a few indigenous families living
there also. It was one such Emberá woman that I met
that day. Discounting differences in my attire and
childless status, I could well have been her double. She
looked at me curiously and asked me what river I was
from, and who I was visiting in the village. I replied
that I was from a large city along an ocean on the other
side of the world. Indeed, Christopher Columbus had
been looking for my people and our lands. But he got
lost. On reaching the Americas he called the people
he met “Indians.” Despite the distance then, she and
I were related: perhaps not by blood, but by colonial
misadventures and misrecognition of difference.
Bibliography
Spivak C., Gayatri. 1995. Imaginary Maps: Three Stories by Mahasweta Devi. Routledge.
This is an excellent translation into English of the Bengali journalist and author Mahasweta Devi’s short stories
about tribals in India. Spivak’s Translators Preface and Afterword are an accessible introduction to her complex
ideas. In the former, Spivak remarks on the distinction
between subalterns and organic intellectuals, and the
ethical challenges of an engagement between them. The
Afterword offers critical insights on “fourth world political
ecology,” critiques of capitalism and the World Bank, and
of “multicultural” approaches including those mobilized
by diasporic scholars in the West. They are still relevant
today.
Attention to the connections between places, logics,
non-humans and their human kin is how I bring feminist perspectives to bear on my work on the interrelated struggles for social and environmental justice.
174
Astrid Ulloa
Profesora Titular
Departamento de Geografía, Universidad Nacional de Colombia
“[La] defensa del territorio-tierra para que esté libre de minería está muy generalizada pero dentro de este viven los cuerpos de mujeres que están viviendo opresiones y violencias. De ahí nace el planteamiento de recuperación
y defensa del primer territorio que es el territorio-cuerpo” (Lorena Cabnal,
2013. https://www.diagonalperiodico.net/global/defender-territorio-la-mineria-sin-defender-cuerpos-mujeres-la-violencia-sexual-es).
Para abordar estos interrogantes tengo que partir de
mi interés por la relación entre género y extractivismos, en particular la minería, que surgió como un eje
de investigación respondiendo a preguntas sobre el
aumento de la violencia hacia las mujeres y los cuerpos feminizados, y la destrucción del territorio y los
medios de vida de diversos pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos en América Latina debido a
la extracción minera. Paralelamente, me pregunté por
las implicaciones del aumento de protestas y acciones
de mujeres indígenas, afrodescendientes y campesinas
en contra de la minería, que son extensibles a otros
extractivismos, como los asociados al control del agua,
los monocultivos, o la explotación de hidrocarburos, y
por las demandas de estas mujeres sobre una visión
territorial que se centra en la vida.
Estos procesos políticos, tanto de hombres como de
mujeres, que se han generalizado en América Latina
se pueden entender desde una perspectiva feminista
del espacio, la cual posiciona tanto otras geopolíticas,
unas alter-geopolíticas, como visiones territoriales alternativas y procesos de cuidado en diversas escalas,
empezando por el cuerpo-territorio. Esta perspectiva
también permite comprender el aumento de diversas
formas de violencia hacia las mujeres en contextos ex-
177
ASTRID ULLOA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
ACCIONES Y RESPUESTAS FRENTE
A LOS EXTRACTIVISMOS: FEMINISMOS TERRITORIALES
ASTRID ULLOA
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
tractivos, y la emergencia de redes de mujeres indígenas, afrodescendientes y campesinas que plantean
críticas y propuestas alternativas a la relación modernidad-colonialidad, a la mercantilización de la naturaleza y al patriarcalismo. Desde la perspectiva feminista
se repiensan los extractivismos y sus efectos, al igual
que la violencia que generan. De igual manera, se abre
un espacio conceptual para entender las propuestas
de mujeres sobre un control local de los procesos extractivos y por ende del subsuelo, es decir, una política
vertical del territorio. De la misma forma, de sus demandas por otras relaciones de género entre hombres
y mujeres en procesos de defensa del territorio, trabajo, movilizaciones, luchas y resistencias.
Bibliografía
Cabnal, Lorena, y ACSUR. Las Segovias. Feminismos diversos: el feminismo comunitario. Madrid: ACSUR-Las
Segovias, 2010.
Este texto presenta una reflexión desde la perspectiva
indígena del territorio y las discusiones epistemológicas desde propuestas que responden a otras ontologías
y, por consiguiente, a espacialidades alternativas.
A estas dinámicas políticas de las mujeres, no solo en
Colombia sino en América Latina, las denomino feminismos territoriales. Entiendo con este concepto las
luchas territoriales-ambientales que se centran en el
cuidado del cuerpo, el territorio, y la naturaleza, y en
la crítica a los procesos de desarrollo y los extractivismos. A las propuestas que se basan en una visión de
la continuidad de la vida articulada a sus territorios, en
las cuales se plantea como eje central la defensa de la
vida, a partir de prácticas y relaciones entre hombres
y mujeres y las relaciones de lo humano con lo no-humano. De igual manera, a la defensa de actividades
cotidianas, de autonomía alimentaria y de modos de
vida acordes con procesos culturales particulares.
178
Gabriela Merlinsky
Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales
Investigadora en el Instituto Gino Germani
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
Desde hace algunos años trabajo con diferentes organizaciones territoriales para reunir evidencias sobre la
construcción de demandas ambientales en diferentes
lugares de Argentina. Mis trabajos de campo se han
concentrado en seguir los pasos de diferentes experiencias de “epidemiología popular”, es decir, formas de
producción de conocimiento en las que los pobladores
y grupos afectados por diversos peligros ambientales
desarrollan diferentes investigaciones para establecer
los orígenes de los problemas de salud que los aquejan. A diferencia de la epidemiología tradicional (realizada por científicos), la epidemiología popular busca
incorporar en el análisis eslabones causales de mayor alcance, lo que incluye tomar en consideración los
intereses empresarios, las decisiones gubernamentales y las regulaciones. Se trata de investigaciones que
buscan establecer cuáles son los actores responsables
y, por eso mismo, sus principales resultados se trans-
forman en reclamos que exigen diferentes formas de
reparación a los cuerpos afectados.
Es importante señalar que la mayoría de estos movimientos están integrados por mujeres. En Buenos Aires, el grupo de las “Madres de las Torres” se organizó para impedir el ingreso de camiones a una planta
de tratamiento de residuos, hasta lograr el cierre de
la planta. En la provincia de Córdoba, las “Madres del
barrio Ituzaingó” protagonizaron diferentes protestas
y acciones judiciales en contra de las empresas que fumigaron con glifosato sus lugares de residencia.
La noción de los “intereses prácticos de género” explica por qué las mujeres actúan colectivamente en
respuesta a diversas amenazas dirigidas a sus familias o comunidades y asumen la autoridad para hablar
en representación colectiva. Estas mujeres piensan
181
GABRIELA MERLINSKY
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Las mujeres y la justicia ambiental.
Ecologías del cuerpo y políticas de conocimiento
GABRIELA MERLINSKY
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
holísticamente y hacen investigaciones sobre problemas locales y globales, porque su marco de acción
se organiza en torno a la realidad material de sus comunidades.
La maternidad como eje de identificación, no solo remite a lo estrictamente “doméstico”, sino también a
aquello que proporciona un sustrato vital para el activismo de las mujeres y la resistencia de la comunidad más amplia. Es posible hablar de una conciencia
femenina para describir la base de la acción política de
las mujeres que, al proclamar su identidad como esposas y madres, lo hacen en los términos que su cultura
dicta, pero también hacen demandas al Estado y a los
agentes sociales poderosos en pos de la realización de
esas responsabilidades.
Bibliografía
Young, Iris Marion (1990). Justice and the politics of difference, NJ: Princeton University Press.
Mies, María y Shiva, Vandana (1997). Ecofeminismo.
Teoría crítica y perspectivas, Barcelona, Icaria.
El diálogo con estas mujeres me ha llevado a una revisión profunda de mi experiencia como mujer y como
académica. Sus modos y estrategias de abordar el problema (que incluyen entrevistas, registros de campo y la
búsqueda incesante de información) me recuerdan que
allí afuera, más allá de los muros de la universidad, hay
otras investigadoras capaces de construir inventarios
de problemas comunes y de reclamar acciones políticas de reparación y reconocimiento.
182
Paula Soto, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, D.F., México,
paula.soto.v@gmail.com
Tal como lo he planteado en diferentes espacios1
(Soto, 2009; Soto, 2011; Soto, 2014), la incorporación
de la categoría de género marca una especificidad en
el estudio de los espacios urbanos. En primer lugar, se
pone en el centro el cuestionamiento al uso extendido de las clásicas dicotomías geográficas tales como
público-privado, abierto-cerrado, centro-periferia, producción-reproducción, móvil-inmóvil, asociadas a las
nociones de masculinidad y feminidad, que han sido
fundamentales tanto para pensar como para diseñar
1
. Soto, Paula (2009). “Lo público y lo privado en la ciudad”,
Revista Casa abierta al tiempo. Vol. II, 4ª época N° 17, correspondiente al mes de marzo.
Soto, Paula (2011). “La ciudad pensada, la ciudad vivida, la ciudad
imaginada. Reflexiones teóricas y empíricas. Revista La Ventana.
Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara.
Núm. 34, Diciembre 2011, pp. 7-38.
Soto, Paula (2014). “Patriarcado y orden urbano. Nuevas y viejas formas de dominación de género en la ciudad”. Revista Venezolana de
Estudios de la Mujer, Enero-junio 2014, Vol. 19, Núm. 42, pp. 199-214.
las ciudades. En segundo lugar, el concepto de género permite visibilizar las relaciones de poder que se
articulan al espacio, de manera que el poder cruza
distintas escalas espaciales: el cuerpo, los lugares de
trabajo, los espacios domésticos, sitios para esparcimiento, los centros comerciales, las plazas, el barrio,
la comunidad, en todos es posible ver las diferenciaciones geográficas de la masculinidad, la feminidad y
sus significados. En tercer lugar, adoptar el enfoque
de género contribuye a desnaturalizar las identidades
como esencia femenina o masculina; en efecto, desde una perspectiva geográfica se ha enfatizado en que
las identidades de género solo son comprensibles en el
cruce etnia, edad, nacionalidad, clase, etc., cuyas marcas son siempre espaciales.
Un caso que he analizado (Soto, 2014) en este último
tiempo es la movilidad y los donde encontramos que la
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PAULA SOTO
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Miradas feministas al espacio urbano
PAULA SOTO
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
planificación de los transportes ha ignorado las necesidades de las mujeres en su diseño. Así, la evidencia
empírica indica que hay patrones de desplazamiento
diferenciales: las mujeres se desplazan más a pie y en
transporte público; proporcionalmente, tienen menos
permisos y licencias de conducir y conducen menos;
viajan en coche como pasajeras con mayor frecuencia;
se desplazan menos por trabajo y más por compras y
tareas asociadas al cuidado; tienden a vivir más cerca
de su lugar de trabajo; las mujeres llevan a sus hijos en
brazos o cargan paquetes cuando utilizan el transporte
público, lo que implica que las mujeres viajen a velocidades significativamente más lentas. Qué efectos tiene
esto en la movilidad cotidiana de las mujeres en Ciudad
de México es la pregunta de investigación que mueve
mi investigación.
Bibliografía
McDowell, Linda (2000). Género, identidad y lugar, un
estudio de las geografías feministas. Madrid: Cátedra.
Es una referencia indispensable para acercarse a las
preguntas sobre cómo las relaciones de género son influenciadas por el espacio y al mismo tiempo el espacio
contribuye a crear las diferencias de género en múltiples escalas espaciales.
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Libertad Chavez-Rodriguez
CONACYT-CIESAS, Monterrey, México
libertadchavez@ciesas.edu.mx
El quinto reporte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático reconoce el incremento de
la inequidad de género como consecuencia de los
eventos climáticos y desastres relacionados con el
cambio climático en interrelación con mecanismos
socio-económicos e institucionales que perpetúan
vulnerabilidades diferenciadas. Mencionar vulnerabilidades diferenciadas es reconocer que las mujeres o
los hombres, en su conjunto, no constituyen grupos
homogéneos, sino que presentan grandes diferencias
en razón de diferenciaciones e inequidades, no solo
con base en el género sino también en la raza/etnia, la
clase social y otras variables como edad y dis/capacidades físicas. En el campo de los estudios de género,
las interrelaciones del género con otros mecanismos
de exclusión, discriminación u opresión, basados en
desigualdades sociales y de poder relativos a cuestiones raciales/de etnicidad, de clase y otras característi-
cas de los individuos, se denomina interseccionalidad.
A su vez, tales vulnerabilidades ante eventos climáticos
y desastres guardan estrecha relación con la segregación
socioespacial, puesto que personas y grupos sociales, ya
de por si vulnerables en razón de las diferenciaciones e inequidades mencionadas se vuelven aún más vulnerables
cuando están geográficamente segregados y expuestos
a amenazas naturales recurrentes, por ejemplo, inundaciones, deslaves y derrumbes por lluvias torrenciales y
huracanes.
En términos de género y espacio, ejemplos de aspectos importantes para la gestión de riesgos de desastres son:
•
189
Las capacidades de movilidad física de las personas ante emergencias (saber conducir medios de
transporte, saber nadar, etc.).
Libertad Chávez-Rodríguez
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
Aspectos espaciales de
gestión de riesgos de desastres con
perspectiva de género e interseccionalidad
Libertad Chávez-Rodríguez
Boletina No. 5 Espacialidades Feministas
•
Uso y permanencia diferenciada en espacios públicos y privados en razón de actividades mayoritariamente asignadas con base en el género a hombres
(trabajo remunerado fuera del hogar) y mujeres
(labores domésticas, crianza y cuidado de niños,
enfermos y adultos mayores), respectivamente, lo
que implica:
1. Acceso diferenciado a medios de comunicación e informaciones sobre amenazas naturales.
2. Diferencias en la exposición a riesgos durante emergencias, p.ej., mayor contacto con
el agua (contaminada) por parte de mujeres
y mayor asignación de tareas de rescate a
hombres.
3. Diferencias en las posiciones de poder,
donde predomina comúnmente la masculina, en la negociación y toma de decisiones
sobre labores de prevención, evacuación,
retorno a los hogares y recuperación de las
condiciones de vida.
raza/etnia y clase, las cuales tienen un papel fundamental en la determinación de la vulnerabilidad social ante
desastres.
Bibliografía
Olofsson, A., Zinn, J. O., Griffin, G., Giritli Nygren, K.,
Cebulla, A., y Hannah-Moffat, K. (2014). The mutual
constitution of risk and inequalities: Intersectional risk
theory. Health, Risk & Society, 16(5), 417-430. doi:10.1
080/13698575.2014.942258
El artículo expone de manera clara los entrelazamientos de diversas desigualdades sociales y cuestiones de
riesgo, y propone una teoría interseccional del riesgo
en la que afirma que el riesgo y las desigualdades se
constituyen y refuerzan recíprocamente.
No obstante, la transversalización de la perspectiva de
género en la gestión de riesgos de desastres seguirá
siendo incompleta y socialmente injusta mientras no se
incluyan en ella perspectivas de diversidad social, en las
que se tomen en consideración tanto las características
que diferencian a los individuos, como las desigualdades
relativas al entrelazamiento de cuestiones de género,
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