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9 REGISTRO DE FELIS SILVESTRIS EN EL ABRIC ROMANÍ (CAPELLADES, BARCELONA). REVISIÓN, ANÁLISIS, INTERPRETACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN Maria Joana Gabucio Vilarrasa ABSTRACT Felis silvestris is a common taxon in the archaeological sites of the Upper Pleistocene of the Iberian Peninsula. Its presence is usually related to natural intrusions. However, the zooarchaeological analysis of Abric Romaní level O, dated to 55 ka, provided evidence of anthropogenic activity (skin removal, meat and bone marrow consumption) in several remains of wildcat, corresponding to the same individual. This case has encouraged the revision of the record of this taxon at the Abric Romaní sequence. Next, the results obtained have been contextualized, basically in the framework of the Upper Pleistocene of the Iberian Peninsula. INTRODUCCIÓN El gato montés (Felis silvestris) está presente en una larga lista de yacimientos arqueológicos de la península ibérica (Yravedra, 2001; Villaluenga, 2016). Sin embargo, el número de restos identiicados suele ser reducido y, en la mayoría de casos, su presencia se ha relacionado con incursiones naturales (muerte natural in situ de los individuos o aportaciones por parte de otros predadores). En este sentido, cabe destacar que Felis silvestris utiliza en ocasiones pequeñas cuevas y abrigos para cobijarse, en donde acumula restos óseos en su interior. Por ello, recientemente se está investigando el papel de este animal como agente acumulador de conjuntos faunísticos (Lloveras et al., 2016). El Pleistoceno superior se inició tras el interglacial Eemiense (MIS 5e), hace aproximadamente 126.000 años, y inalizó con el Holoceno (MIS 1), unos Interaccions entre felins i humans. III Jornades d’arqueozoologia. Museu de Prehistòria de València (2017): 213-241. MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA 9.700 años atrás. Tras una etapa cálida (interestadial Riss-Würm), se desarrolló la glaciación de Würm (MIS 4, 3 y 2), donde se alternaron fases estadiales con fases interestadiales. En comparación con la Europa más septentrional, la península ibérica muestra para esta época un mosaico más amplio de hábitats (Salazar-García et al., 2013). Además, en los períodos glaciares, la península ibérica –como otras penínsulas de la Europa meridional– funcionó como un refugio natural para lora, fauna y homínidos (Hewitt, 1999; Sommer y Nadachowski, 2006; Gómez y Lundt, 2007). El gato montés es el félido salvaje más ampliamente distribuido, se extiende por África, Europa y Asia Central. Se ha debatido ampliamente sobre cómo relacionar la variación geográica que presenta con su taxonomía y sistemática (Kitchener y Rees, 2009). Los últimos análisis ilogenéticos (Driscoll et al., 2007; Macdonald et al., 2010) sugieren que los gatos salvajes se clasiican en cinco grupos subespecíicos: el africano (que pasaría a ser F. silvestris lybica), el asiático (F. s. ornata), el europeo (F. s. silvestris), el sudafricano (F. s. cafra, recientemente reconocido) y el de la estepa alpina china (F. s. bieti, incorporado por primera vez). Además, dentro de cada grupo también se observan patrones de variación geográica (en el caso de la península ibérica, F. s. silvestris y F. s. tartesia). En Europa, F. silvestris está presente desde el extremo occidental hasta el Cáucaso, llegando por el norte hasta Escocia (Sunquist y Sunquist, 2002). El registro más antiguo del taxón en Europa se remonta a hace unos 250.000 años (Wolsan, 1993). En el pasado, dicho taxón se extindía por la Europa continental durante los períodos glaciales y posteriormente recolonizaba el territorio a partir de los refugios meridionales (Zachos y Hackänder, 2011). En el presente, la distribución de este animal es aislada y sufre los efectos de la hibridación con los gatos domésticos. Se trata del felino salvaje de menor talla de Europa. Es un carnívoro solitario, nocturno y territorial, que normalmente rehúye a los humanos. Habita especialmente ambientes boscosos y rocosos, aunque puede vivir en ecosistemas muy diversos. Su dieta incluye una gran variedad de presas (roedores, reptiles, pájaros, lagomorfos y pequeños ungulados) y muestra una gran variabilidad geográica en función de la disponibilidad de las presas (Lloveras et al. 2016). Así, en las áreas donde los lepóridos son abundantes, como en la península ibérica, Oryctolagus cuniculus es la presa más frecuente, ya que representa entre el 70% y el 90% de su dieta (Sunquist y Sunquist, 2002; Lloveras et al. 2016). 214 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) ABRIC ROMANÍ El Abric Romaní es un abrigo travertínico localizado en Capellades (Barcelona, Cataluña) (igura 1). En este municipio, el río Anoia cruza la cordillera pre-litoral a través del desiladero conocido como Congost de Capellades, conectando la depresión central catalana con la del Penedés. Esta posición estratégica, en contacto tanto con ecosistemas de montaña como de pradera, así como de hábitats rocosos, ofrecía a los grupos humanos una gran variedad de recursos. El yacimiento fue descubierto en 1909 por Amador Romaní. Él mismo, junto a diferentes investigadores, dirigió las excavaciones que tuvieron lugar intermitentemente hasta 1930. Posteriormente, entre 1956 y 1961, los trabajos de campo fueron retomados por el Dr. Ripoll, quien contó con la colaboración de personalidades internacionales como G. Laplace y H. de Lumley. Desde 1983, un equipo multidisciplinar liderado por el Dr. Eudald Carbonell excava de manera continuada el yacimiento. La secuencia arqueoestratigráica fue datada por series de uranio entre 40 y 70 ka BP (Bischof et al. 1988), pero el análisis de un sondeo reciente ha expandido la fecha inferior de esta cronología hasta los 110 ka BP (Sharp et al. 2016). Hasta la fecha, se han excavado 16 niveles arqueológicos (A-P), separados por plataformas travertínicas estériles. Todos los niveles se corresponden con el Paleolítico medio, excepto el nivel A, que se asocia con el Protoauriñaciense (Carbonell et al., 1996). Las características sedimentarias del yacimiento han permitido la conservación de improntas vegetales y estructuras de combustión. Además, se han recuperado miles de restos líticos y faunísticos, carbones, pólenes y otros materiales. En los conjuntos faunísticos predominan Cervus elaphus y Equus ferus, acompañados por uros, rinocerontes y pequeños bóvidos en algunos niveles (cuadro 1). Los análisis zooarqueológicos y tafonómicos realizados indican que estos animales fueron cazados, procesados y consumidos de forma intensiva por los neandertales (Cáceres 2002; Rosell et al. 2012; Fernández-Laso et al. 2011; Gabucio et al. 2014a; Marín, 2014, entre otros). En cambio, los carnívoros (Ursus sp., Canis lupus, Panthera leo spelaea, Panthera pardus, Lynx sp., F. silvestris y Crocuta crocuta) son escasos y no están presentes de forma continua en la secuencia, aunque se observa que son más frecuentes en los niveles superiores (cuadro 1). Esto se debe probablemente a que estos niveles presentaban unas condiciones más cavernarias 215 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA (la cornisa está más próxima al suelo) y, en consecuencia, ofrecían un hábitat más adecuado a estos animales (Cáceres et al., 1993; Saladié y Aïmene, 2000; Gabucio et al., 2014a). Algunos restos de carnívoro fueron recuperados en el interior de los niveles arqueológicos, conjuntamente con los demás restos del nivel en cuestión, mientras que otros se hallaron en las plataformas travertínicas que sellan y separan dichos niveles, evidenciando que llegaron allí en momentos de desocupación humana de la cueva (cuadro 1). FIGURA 1. A) Situación del Abric Romaní en el contexto de la península ibérica. B) Localización del yacimiento en relación con el municipio de Capellades. C) Vista general del yacimiento durante la excavación del nivel O. D) Cronoestratigrafía del Abric Romaní. E) Planta de excavación actual. 216 Taxones A B C D E F G H I J K L Ursus sp. Canis lupus Panthera leo spelaea Panthera pardus PI PI Lynx sp. 217 Felis silvestris Crocuta crocuta Proboscidea Stephanorhinus hemitoechus Equus ferus Cervus elaphus Bos primigenius Rupicapra sp. CUADRO 1. Taxones de macromamíferos representados en el Abric Romaní por niveles. PI = plataforma inferior. M N O Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) Niveles MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA MATERIALES Y MÉTODOS Para este estudio se han revisado los materiales faunísticos de diferentes niveles arqueológicos del Abric Romaní a los que se ha tenido acceso. Parte de este material se encuentra en el Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES), mientras que el correspondiente con la parte alta de la secuencia está depositado en el Museu Molí Paperer de Capellades. La información obtenida mediante el análisis ha sido completada con un vaciado bibliográico. El presente trabajo parte de la identiicación anatómica y taxonómica, y de su posterior cuantiicación. Para identiicar los restos se han utilizado tanto atlas de anatomía comparada (Pales y Lambert, 1970; Varela y Rodríguez, 2004) como un ejemplar de Felis catus de la colección de referencias osteológicas del IPHES. Siempre que ha sido posible, se han indicado la lateralidad, la porción, la cara y la edad aproximada. En cuanto a la cuantiicación, se han utilizado el NISP (Number of Identiied Specimens), el NME (Número Mínimo de Elementos), el NMI (Número Mínimo de Individuos) y, puntualmente, el %Survival Rate (Brain 1981; Lyman 1994). Este último índice se ha comparado con la densidad ósea proporcionada por Pavao y Stahl (1999) para O. cuniculus. En cuanto a la fragmentación, en primer lugar, se ha valorado la integridad de los restos, comparando su longitud y su circunferencia con la de los elementos completos (Bunn, 1983). A continuación, se ha investigado el estado del hueso en el momento de la fractura, fresco o seco (Villa y Mahieu, 1991). Finalmente, se ha intentado identiicar al agente de la fracturación, teniendo en cuenta los criterios publicados por varios autores (Jones, 1983; Hockett, 1991; Hockett y Bicho, 2000; Hockett y Haws, 2002; Cochard et al., 2012). La supericie ósea ha sido analizada macroscópica y microscópicamente, utilizando un microscopio estereoscópico (Olympus SZ11) y, puntualmente, un microscopio digital (HIROX) y un microscopio electrónico ambiental (ESEM FEI QUANTA 600). Se ha prestado especial atención a las modiicaciones antrópicas, como las marcas de corte (Potts y Shipman, 1981; Binford, 1981; Shipman y Rose, 1983) y la cremación (Stiner et al., 1995). No obstante, también se han considerado las alteraciones naturales, tanto las producidas por agentes animales (surcos, depresiones, etc.) como vegetales (disolución, vermiculaciones…) o inorgánicos (abrasión hídrica, precipitación de óxidos de manganeso…) (Binford, 1981; Lyman, 1994; Cáceres, 2002; Cáceres et al., 2012). 218 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) En el caso del nivel O, al contar con varios restos coordenados, se ha explorado la distribución espacial, tanto en planta como verticalmente. Incluso se han realizado remontajes anatómicos y mecánicos (Todd y Stanford, 1992; Lyman, 1994; Enloe, 1995). Finalmente, los resultados se han interpretado con ayuda de trabajos actualistas, tanto experimentales (Crezzini et al., 2014; Lloveras et al. 2009, entre otros) como etnoarqueológicos (Jones, 1983; Hockett, 1991, entre otros). RESULTADOS Estudios anteriores señalan la presencia de F. silvestris en los niveles A, D, M y O (cuadro 1). Por este motivo, hemos centrado el trabajo en dichos niveles, aunque no únicamente. En Capellades, han podido ser revisadas varias cajas con materiales del nivel A (referenciado como Capa 2 en los primeros estudios; adscrito al Protoauriñaciense). Como resultado, en el nivel A se ha identiicado un fragmento de la hemimandíbula derecha de un individuo adulto de F. silvestris, que contiene la serie dental P2-P3 (igura 2: A). Este resto presenta en ambos extremos fracturas de delineación transversal, ángulo mixto y textura irregular, con algunos bordes afectados por fracturas modernas. No presenta marcas de corte, cremación ni mordeduras. En su supericie sólo se observan precipitaciones de óxido de manganeso dispersas y algunos agrietamientos muy inos, que podemos relacionar con la humedad propia del abrigo. Este resto de gato montés fue recuperado el año 1983 y estaba guardado en una caja junto con otros restos identiicables, numerado pero sin referencia espa- FIGURA 2. A) Fragmento de hemimandíbula derecha de F. silvestris perteneciente al nivel A del Abric Romaní. B) Fragmento de ulna derecha identiicado como F. silvestris; procede del Abric Romaní, pero no consta su adscripción a un nivel determinado. 219 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA cial (ni cuadrante, ni coordenadas), por lo que no podemos situarlo en planta sobre el abrigo. Por el año en que se recuperó, entendemos que se localizaba en las escasas zonas que no se habían intervenido durante las campañas de principios y mediados del siglo XX (es decir, en el área más externa o en el Oeste teórico). Diversas cajas con material del nivel D y de la Unidad Arqueológica DCN2 han podido ser revisadas en la sala de colecciones arqueológicas del IPHES. La unidad DCN-2 es en realidad un conjunto de restos excavados el año 1995 en un testigo situado delante de la Coveta Nord, hacia N-P/41-44. Este punto tiene una dinámica sedimentaria diferente al resto del abrigo y, aunque no se ha podido correlacionar con ningún nivel, estratigráicamente se corresponde con el Conjunto II (niveles B, C o D). En trabajos anteriores, tanto Saladié y Aïmene (2000) como Cáceres (2002) evidenciaron la presencia de marcas de corte en un radio de lince perteneciente a esta unidad. Entre los restos de las cajas revisadas en el IPHES se ha localizado un fragmento de ulna derecha de F. silvestris. Se trata de la diáisis proximal del elemento, incluyendo las facetas articulares, y muestra una fractura efectuada en fresco (zona más distal) y otra moderna (proximal) (igura 2b). No presenta marcas de corte, ni tampoco de dientes. En cambio, sí se observa un ligero redondeamiento y pulido, así como una precipitación de óxidos de manganeso generalizada. Desconocemos tanto su adjudicación a un nivel en concreto como su año de excavación y sus coordenadas, ya que en la sigla sólo consta la inscripción «AR CRTN». «CR» podría hacer referencia a la Coveta Ripoll, cavidad en la zona más interna del abrigo (T-V/47-51) separada del resto del abrigo por una barrera travertínica durante la formación de los niveles del A, B, H, I y J. Sin embargo, el resto se hallaba en una caja con restos de la unidad arqueológica DCN-2. Entre los materiales revisados no se han hallado ninguno de los restos de F. silvestris publicados por Sánchez (1989). Se deduce, por lo tanto, que tales restos no estaban entre el material al que se ha podido acceder. De hecho, tampoco hay constancia de ellos en los estudios de Saladié y Aïmene (2000) y Cáceres (2002). No obstante, es necesario presentar brevemente estos restos para poder tenerlos en consideración durante la discusión. Sánchez (1989) identiica una hemimandíbula derecha completa (serie C-M1) y un total de 21 restos del esqueleto poscraneal (entre estos, fragmentos de húmero, ulna, radio, fémur, varios metacarpos y una primera falange) que parecen corresponderse con un único individuo. Lamentablemente, no contamos con nin- 220 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) gún tipo de análisis tafonómico o zooarqueológico de estos restos. La autora comenta que todos los restos poscraneales atribuidos a este taxón forman parte de un mismo nivel, pero no especiica cuál. Tampoco conocemos su localización dentro del abrigo. En el nivel M (53 ka), se identiicó inicialmente una pieza dentaria como perteneciente a F. silvestris. Sin embargo, posteriormente, este mismo resto ha sido identiicado como un diente de lince (Fernández-Laso, 2010) y como un deciduo de hiena (Marín, 2014). Este trabajo da por buena esta última identiicación, conirmando que no se trata de un diente de gato montés. Finalmente, en el nivel O (55 ka) fueron identiicados 100 restos de F. silvestris, los cuales se agrupan en 72 elementos, pertenecientes a un único individuo adulto (igura 3). Todos los segmentos anatómicos están representados, pero se observa una infrarrepresentación del esqueleto axial. Sin embargo, la representación esquelética no está correlacionada con la densidad ósea (Pavao y Stahl, 1999). En cuanto a la fracturación, los dos húmeros, el fémur y la tibia carecen de una o ambas epíisis. Así mismo, se observan marcas de corte en cuatro restos: la tibia (cara medial de la diáisis proximal), la hemimandibula derecha (cara ventral del cuerpo mandibular) y dos segundas falanges (cara ventral de la zona proximal) (igura 3). También se documentan modiicaciones naturales, como abrasión hídrica (en grados muy bajos), isuras, cementaciones y, especialmente, la acción de raíces (mayoritariamente en forma de tinción). Para inalizar, el análisis espacial indica que los restos se encuentran muy agrupados, tanto en horizontal (cuadrantes M-O/58-59) como en vertical (en una misma capa arqueoestratigráica). A pesar de esto, los elementos apendiculares proximales (incluyendo aquellos que remontan entre ellos) se alejan considerablemente los unos de los otros, siendo el segmento esquelético el que presenta una mayor dispersión. Para más detalles, consultar Gabucio et al. (2014a). DISCUSIÓN Interpretación del registro de Felis silvestris en el Abric Romaní El gato montés ha sido identiicado en varios niveles del Abric Romaní. El presente estudio ha podido conirmar su presencia en el nivel A (Protoauriñaciense). Sólo se ha hallado un resto de este taxón: un fragmento de la 221 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA FIGURA 3. Localización e imágenes de las marcas de corte identiicadas sobre F. silvestris en el nivel O del Abric Romaní. A) Representación de los elementos de F. silvestris recuperados (coloreado) y localización de las marcas de corte. B) Detalle de dos de las cuatro marcas de corte observadas en la cara medial de la diáisis proximal de la tibia (Microscopio Digital HIROX). C) Fotografía de la marca de corte documentada en la cara ventral del cuerpo mandibular de la hemimandíbula derecha (Microscopio Digital HIROX). D) Imágenes a diferentes aumentos de la marca de corte identiicada en la cara ventral de una segunda falange (Microscopio electrónico ESEM FEI QUANTA 600). 222 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) hemimandíbula derecha. Aunque la mayor parte del nivel A fue excavado durante las primeras excavaciones, este resto en concreto se recuperó en la campaña de 1983. De hecho, en las primeras publicaciones de la fauna del Abric Romaní (Vidal, 1911-12; Cazurro, 1919; Estévez, 1979) no se hace ninguna referencia al gato montés. Debe tenerse en cuenta que las metodologías de excavación y análisis a principios y mediados del siglo XX no favorecían precisamente la recuperación y el estudio de restos de pequeño tamaño, como son los huesos de F. silvestris. Como únicamente contamos con un resto y este no presenta alteraciones que puedan relacionarlo con un agente acumulador concreto, no se puede precisar su origen. El Abric Romaní se encuentra en un medio rocoso rodeado de bosque, y en esa cronología su morfología cerrada ofrecía un buen cobijo a los pequeños carnívoros (Cáceres et al., 1993; Saladié y Aïmene, 2000; Gabucio et al., 2014a). En consecuencia, parece plausible que la presencia de F. silvestris en el nivel sea el resultado de una visita esporádica de este animal al abrigo. Sin embargo, con los datos de los que se dispone, no es posible conirmar ni descartar esta hipótesis. El presente trabajo no ha podido conirmar la presencia de F. silvestris en el nivel D. De hecho, los análisis de Saladié y Aïmene (2000) y de Cáceres (2002), que partieron también de los restos depositados en el IPHES, tampoco documentaron ninguna evidencia de este taxón. El fragmento de ulna identiicado en este trabajo aparece totalmente descontextualizado, de manera que no podemos situarlo en ningún punto de la secuencia. Además, la ausencia de evidencias antrópicas en su supericie nos impide proponer una hipótesis alternativa al aporte natural. Es posible que la referencia inicial a F. silvestris en el nivel D fuera errónea, aunque no podemos descartar que entre los materiales recuperados durante las excavaciones antiguas no se encontraran más restos que, posteriormente, hayan quedado al margen de esta revisión. En este sentido, debe destacarse que el nivel D se corresponde con la subcapa 8ª, la cual, a pesar de ser deinida por Amador Romaní, no fue incluida en las primeras estratigrafías, seguramente por sus escasas potencia y deinición (Bartolí et al., 1995). También es posible que el material identiicado como F. silvestris por Sánchez (1989) perteneciera al nivel D, pero no hemos encontrado ninguna referencia en la bibliografía que nos permita conirmar esta posibilidad. Dicha autora presenta un NISP de 22 restos para este taxón, de los cuales al menos 21 (todos los poscraneales) podrían pertenecer a un mismo individuo. 223 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA Este hecho contrasta claramente con la baja representación del gato montés en el nivel A. La inexistencia de un análisis zooarqueológico y tafonómico, así como la ausencia de una referencia espacial o contextual de los restos (¿estaban agrupados?, ¿presentaban conexión anatómica?) diiculta enormemente la interpretación de su origen. Aunque no conozcamos el nivel de procedencia, su adscripción a la parte alta de la secuencia permite plantear la plausibilidad de una incursión natural (como ya se ha explicado en el caso del nivel A). Sin embargo, no puede rechazarse ninguna otra posibilidad. Encontramos una acumulación más signiicativa de restos de gato montés en el nivel O. En este caso, la aplicación de metodologías de excavación modernas favoreció la recuperación y el estudio de un número elevado de restos, recuperando material incluso de las bolsas de lavado (Gabucio et al., 2014a, b). El análisis indica que todos los restos pertenecen a un único individuo adulto, casi completo. Las evidencias de actividad antrópica, sumadas a la ausencia de evidencias de otros predadores, indican que el gato montés fue introducido en el abrigo por los neandertales. Una vez allí, los neandertales no sólo extrajeron la piel del animal (marcas de corte en la hemimandíbula y en las segundas falanges, escasez de vértebras caudales y terceras falanges), sino que procesaron y consumieron tanto la carne (marcas de corte en la tibia proximal, dispersión de los elementos apendiculares proximales) como la médula (ausencia de epíisis en los huesos largos) (Jones, 1983; Hockett, 1991; Hockett y Bicho, 2000; Hockett y Haws, 2002; Lloveras et al., 2009; Cochard et al., 2012; Crezzini et al., 2014). Este grupo de restos del nivel O, junto con el radio de lince de la unidad DCN-2, representan los dos únicos casos de uso antrópico de carnívoros documentados en el Abric Romaní (Saladié y Aïmene, 2000; Cáceres, 2002; Gabucio et al., 2014a). Ambos casos se corresponden con dos eventos muy concretos que relejan una actividad infrecuente y oportunista, en contraste con el aprovechamiento sistemático de ungulados, documentado constantemente en el yacimiento. Tanto el conjunto de restos presentado por Sánchez (1989) como el del nivel O presentan un alto número de elementos adscritos a un único individuo. Este hecho debemos relacionarlo con las extraordinarias características sedimentarias del yacimiento, que le otorgan una alta resolución temporal y permiten la preservación –y posterior estudio– de episodios individuales (Gabucio et al., 2016). Dichas características han contribuido también a la conservación de los esqueletos de otros félidos de mayor tamaño (Cáceres et al., 1993). 224 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) Es importante destacar que, mientras los restos de félidos de menor tamaño (lince y gato montés) se han encontrado en el interior de los niveles arqueológicos, los restos de Panthera pardus y Panthera leo spelaea han aparecido en las plataformas travertínicas que separan dichos niveles (Cáceres et al., 1993) (cuadro 1). Los félidos recuperados en las plataformas pueden ser relacionados claramente con intrusiones naturales que tuvieron lugar durante períodos largos de desocupación humana. Es posible que los félidos de menor tamaño se aventuraron con más facilidad a entrar en el abrigo durante períodos más cortos de desocupación humana, que no dieron tiempo a la formación de capas estériles. Sin embargo, la presencia de F. silvestris en el nivel O está plenamente justiicada por su aportación antrópica. Presencia de Felis silvestris en los yacimientos arqueológicos del Pleistoceno superior de la península ibérica La presencia de gato montés está documentada ampliamente en los yacimientos arqueológicos de la península ibérica. Aquí ofrecemos una aproximación a su distribución durante el Pleistoceno superior. Dicha aproximación no pretende ser sistemática, pero sí ofrecer un contexto que ayude a valorar en su justa medida la representación del gato montés en el Abric Romaní. Antes de entrar en materia, no obstante, es conveniente poner sobre la mesa diferentes factores que condicionan la distribución de este taxón. Estos factores muestran un abanico muy amplio, abarcando desde las características físicas del terreno (como la existencia de cavidades y la orografía) hasta factores más humanos, como la cantidad de excavaciones o publicaciones realizadas, la conservación de los restos y los métodos de excavación y análisis. En la igura 4 se presentan los yacimientos peninsulares del Pleistoceno superior donde hemos podido constatar, a partir de la bibliografía, la presencia del gato montés. En ella puede consultarse el nombre de los yacimientos, su localización aproximada y su bibliografía básica (en relación con la identiicación de F. silvestris). En el apartado A están detallados los yacimientos que más se aproximan al contexto cronocultural de la mayor parte de la secuencia del Abric Romaní, es decir, el Paleolítico medio. Estos asentamientos se localizan por toda la península, incluyendo el interior, aunque parecen ser más abundantes en el área mediterránea, la cornisa cantábrica y la zona cercana a la desembocadura del Tajo. En el apartado B se listan los yacimientos con gato montés del Paleolítico superior y el Epipaleolítico. En general, el 225 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA número de yacimientos aumenta (en relación con el mayor número de yacimientos conocidos para estas cronologías), pero su localización se concentra de manera todavía más acusada en las áreas mediterránea y cantábrica. Así mismo, se observa que dentro de la zona mediterránea, se localizan más yacimientos en las franjas central y meridional. A pesar de esta amplia distribución, en todos o casi todos los casos los restos recuperados de F. silvestris son muy escasos, representando un por- FIGURA 4. Localización de los yacimientos arqueológicos del Pleistoceno superior de la península ibérica donde se ha documentado la presencia de F. silvestris. A) Yacimientos del Paleolítico medio. B) Yacimientos del Paleolítico superior y el Epipaleolítico. 226 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) centaje bajísimo del NISP en cada uno de los conjuntos (en la gran mayoría de veces, inferior al 5%; en muchos casos inferior al 1%) (Yravedra, 2001, para una visión general). Así, la mayoría de veces el gato montés sólo está representado por restos aislados, en su mayor parte piezas dentarias o huesos largos, que son los elementos más resistentes y también los más fácilmente identiicables. Este hecho pone muchas trabas a su estudio en un contexto arqueológico, que diicultan enormemente que el análisis pueda ir más allá de la mera identiicación taxonómica. Una situación parecida ha sido advertida en el caso de otros félidos, como el lince (Yravedra, 2005) y el leopardo (Arribas, 1997). De hecho, se trata de un problema que afecta frecuentemente a los carnívoros: su habitual baja frecuencia en los yacimientos arqueológicos diiculta su valoración en términos paleoeconómicos (Llorente, 2015). En el caso de los pequeños carnívoros hay que añadir, además, que su tamaño diiculta tanto su conservación como su recuperación y posterior estudio. En este contexto, resulta todavía más destacable la aportación del Abric Romaní. Sin embargo, este hecho también diiculta su comparación con otros casos. Uso antrópico de carnívoros en el Pleistoceno superior de la península ibérica La explotación de carnívoros (para uso peletero, consumo, etc.) por parte de los homínidos es una práctica poco habitual, tanto en el marco del Pleistoceno peninsular como más allá de estos límites cronológicos y geográicos. Sin embargo, cada vez salen a la luz más casos, permitiendo ampliar nuestro conocimiento sobre la lexibilidad y variabilidad de las estrategias de subsistencia de los homínidos. Las evidencias más antiguas en la península ibérica se remontan al Pleistoceno inferior, con la identiicación de marcas de corte sobre oso y zorro en el nivel TD6 de Gran Dolina, Atapuerca (Saladié et al., 2011). En este mismo yacimiento, pero en el nivel TD10-1, datado en el Pleistoceno medio, se ha documentado el aprovechamiento antrópico de un zorro (marcas de corte en un coxal) y de un león (extracción de la piel, las vísceras, la carne y el tuétano) (Blasco et al., 2010). En este último caso, Panthera leo está representado por 17 elementos que parecen corresponder a un único individuo. A continuación nos centraremos en el Pleistoceno superior peninsular, empezando por el Paleolítico medio para ir avanzando cronológicamente. Tendremos en cuenta únicamente los casos con evidencias de actividad antrópica inequívocas, como las marcas de corte y las mordeduras humanas, obviando aquellos en los que sólo se aporten evidencias indirectas, como 227 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA la cremación. Así mismo, dado que nuestra inalidad es contextualizar los resultados del Abric Romaní, no vamos a hacer referencia a los casos publicados sobre usos secundarios como la fabricación de industria ósea o de elementos decorativos. En cuanto a F. silvestris, el caso del nivel O es el único del que tenemos constancia en el Paleolítico medio de la península ibérica. Por lo tanto, para contextualizar este caso en dicha cronología es necesario ampliar el marco taxonómico, incluyendo a otros carnívoros. En el mismo yacimiento, sin ir más lejos, encontramos el radio de lince de la unidad DCN-2, del que ya hemos hablado, con marcas de corte relacionadas con la descarnación (Saladié y Aïmene, 2000; Cáceres, 2002). Además, en el nivel IV de Bolomor (inicio del Pleistoceno superior), dos huesos de león, uno de lince y otro de zorro presentan marcas de corte (Blasco et al., 2013). En otros yacimientos encontramos evidencias de actividad antrópica sobre restos de leopardo, como Cova Negra (donde se han identiicado marcas de corte y cremación en un metatarso) (Sanchis et al., 2015a) y la Cueva de los Torrejones (Arribas, 1997). Este último caso resulta especialmente interesante, ya que muestra paralelismos con el gato montés del nivel O del Abric Romaní. Se trata de un único individuo bastante bien representado (51 elementos), con algunas fracturas en fresco en los huesos largos y marcas de corte en el cráneo. Tanto estas marcas como la ausencia de falanges se han relacionado con la extracción de la piel. Además de los félidos, otros carnívoros también fueron aprovechados por los grupos humanos del Paleolítico medio. Prueba de ello son –además de las marcas de corte sobre zorro del nivel IV de Bolomor– la hemimandíbula de cuón con marcas de corte recuperada en Cova Negra (Pérez Ripoll et al., 2010; Morales et al., 2012) y los elementos de hiena con marcas de corte y peeling de la Sala de los Huesos (Cuevas de Maltravieso) (Rodríguez-Hidalgo, 2010; Rodríguez-Hidalgo et al., 2011). Todos los casos aquí expuestos, incluyendo el del nivel O, representan eventos aislados o muy poco habituales, que deben ser relacionados con adquisiciones puntuales y oportunistas. Este tipo de adquisiciones formaban parte de un repertorio amplio de estrategias de subsistencia desarrolladas por los homínidos del Paleolítico medio que, aunque generalmente focalizaban su actividad cinegética hacia los ungulados de talla grande y media, podían adaptarse a las constricciones ambientales y sociales de cada entorno y momento. Así, por ejemplo, en varios yacimientos musterienses –especialmente en el área medi- 228 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) terránea central– se ha documentado el consumo humano de pequeñas presas, como lepóridos, tortugas y pájaros (Villaverde et al., 1996; Salazar et al., 2013; Rufà et al., 2015; Sanchis et al., 2015b, entre otros). Incluso en algunos yacimientos, como Bolomor, se puede hablar de una explotación reiterada de pequeñas presas (Blasco et al., 2013). En cambio, para encontrar un consumo sistemático de carnívoros para estas cronologías es necesario ampliar el marco geográico: en Biache-Saint-Vaast (Pas-de–Calais, Francia), Auguste (1995) documenta una actividad cinegética sistemática sobre Ursus arctos. A partir del Paleolítico superior, en general, el porcentaje de pequeñas presas aumenta considerablemente. Este hecho llevó a varios autores a postular una expansión en la dieta humana para estas cronologías (Stiner et al., 2000; Hockett y Haws, 2002; Villaverde et al., 1996; Aura et al., 2002, entre otros). En lo que se reiere a los carnívoros, su aprovechamiento por parte de los grupos humanos sigue siendo escaso, aunque contamos con un número mayor de casos documentados. Incluso existen evidencias de uso antrópico de F. silvestris. Así, se han documentado en este taxón marcas de corte y de percusión en la Cova de les Cendres, en un contexto magdaleniense (Villaverde et al., 2012). En el mismo conjunto, además, diversos restos de lince y de zorro presentan evidencias equivalentes. Para el lince, deben citarse también los casos de la Sala de las Chimeneas (Cuevas de Maltravieso), la Cova Beneito y la Peña de Estebanvela. En la Sala de las Chimeneas (21.000 cal BP), varias marcas de corte en una escápula y un metatarso han sido interpretadas, respectivamente, como consecuencia de actividades de desarticulación y de desollado (Rodríguez-Hidalgo et al., 2011). En cuanto a Cova Beneito, los niveles auriñacienses B8 y B9 contienen un húmero y una ulna con marcas asociadas a la descarnación y la desarticulación; el gravetiense B7b, una diáisis con marcas de descarnación, y el protosolutrense B6, una mandíbula con evidencias de desarticulación (Martínez Valle, 1996). Por su parte, en la Peña de Estebanvela, Yravedra (2005) documenta una acumulación signiicativa de restos de lince en el nivel I (NISP 32, NMI 1), de cronología magdaleniense, que podría compararse con la de gato montés del nivel O del Abric Romaní. A partir de estos restos se han identiicado el desollado (marcas de corte en un metápodo), la desarticulación (marcas en la epíisis proximal de un fémur) y la descarnación (marcas en la metadiáisis de una tibia) del lince. También hay pruebas de descarnación (marcas en la metadiáisis de un húmero) de este taxón en el nivel II (también magdalenien- 229 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA se). Para acabar con los félidos, en un nivel auriñaciense de Cova Foradada se han reconocido marcas de corte sobre un metápodo de leopardo (Sanchis et al., 2015a). En cuanto a los cánidos, además del ejemplo de Cova de les Cendres comentado en el párrafo anterior, contamos con varias referencias para el uso antrópico del zorro. Tanto en Cueva Ambrosio como en El Ruso se han identiicado marcas de corte sobre restos de este taxón en niveles solutrenses (Yravedra, 2005; Yravedra et al., 2010). Además, un cráneo de cuón procedente de Coves de Santa Maira presenta marcas asociadas a la extracción de la piel (Pérez Ripoll et al., 2010; Morales et al., 2012). A partir del Epipaleolítico, aparecen otros taxones explotados, como los mustélidos. El yacimiento que ofrece más datos a nivel peninsular sobre el consumo de carnívoros durante el Epipaleolítico y el Mesolítico es Cova Fosca: una marca de corte en un resto de marta (Epipaleolítico) y varias marcas de corte sobre tejón (Mesolítico) (Llorente, 2015). Si nos adentramos en el Neolítico, que queda ya fuera de nuestro marco cronológico, además de los datos de Cova Fosca debemos destacar los de El Mirador, en Atapuerca (Martín et al., 2014). En ambos yacimientos se ha identiicado el aprovechamiento antrópico de F. silvestris: dos restos con incisiones en Cova Fosca y tres restos que demuestran el consumo humano de este taxón (mordeduras humanas, fracturación antrópica, hervido y cremación) en El Mirador. También se han documentado en niveles neolíticos de ambos yacimientos evidencias similares en restos de zorro y mustélidos. Estos casos tienen paralelismos en otros puntos de Europa, por ejemplo en la península itálica y el norte de Europa (Crezzini et al., 2014; Trolle-Lasen, 1987, entre otros). CONCLUSIONES El hallazgo de un esqueleto muy completo de F. silvestris con evidencias de actividad humana (aprovechamiento de la piel, la carne y la médula) en el nivel O del Abric Romaní (Gabucio et al., 2014a), datado en 55 ka, ha incentivado la revisión del registro de este taxón en toda la secuencia del yacimiento y su posterior contextualización. Dicha revisión ha permitido conirmar la presencia del gato montés en el nivel A, de cronología protoauriñaciense, con la identiicación de un fragmento de mandíbula. También se ha identiicado un fragmento de ulna, lamentablemente descontextualizado. Ninguno de estos dos restos presenta evidencias de actividad antrópica, ni de otros 230 Registro de Felis silvestris en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) carnívoros, ni aportan datos espaciales (coordenadas cartesianas o cuadrantes de origen). Aunque no se han podido localizar los restos identiicados como F. silvestris por Sánchez (1989), este conjunto, con varios elementos que parecen pertenecer al mismo individuo, es el caso más similar al documentado en el nivel O. Desafortunadamente, la ausencia tanto de un análisis zooarqueológico y tafonómico como de datos espaciales imposibilitan una comparativa profunda. La conservación de estos dos conjuntos de restos de gato montés viene dada por las extraordinarias características sedimentarias del Abric Romaní. Aunque F. silvestris está ampliamente distribuido por la península ibérica durante el Pleistoceno superior, en la gran mayoría de yacimientos, los restos de este taxón aparecen en pequeño número, aislados. Además, el caso del nivel O representa la única referencia del consumo de este taxón en el Paleolítico medio. Por estas razones, para contextualizar adecuadamente este caso es necesario ampliar el marco cronológico o los taxones considerados. Así, encontramos casos comparables, por ejemplo, en el león de TD10-1 (Blasco et al., 2010), del Pleistoceno medio, el leopardo de la Cueva de los Torrejones (Arribas, 1997), del Pleistoceno superior, y el lince del nivel I de la Peña de Estebanvela (Yravedra, 2005), de cronología magdaleniense. En los tres casos, como en el nivel O del Abric Romaní, se han recuperado un número considerable de elementos correspondientes a un único individuo, y se han documentado evidencias inequívocas de explotación antrópica. En conjunto, éstos y algunos otros casos constituyen una preciada muestra de la diversidad de las estrategias de subsistencia de los homínidos, que ya desde el Paleolítico medio, e incluso antes, incluían la adquisición y el aprovechamiento de carnívoros. AGRADECIMIENTOS La revisión de los materiales del Abric Romaní no hubiera sido posible sin la colaboración de Raül Bartolí y Núria Ibáñez. La autora también agradece la ayuda de Isabel Cáceres y Palmira Saladié, así como el trabajo de todo el equipo de excavación e investigación del Abric Romaní. La excavación del Abric Romaní se lleva a cabo gracias al apoyo de las siguientes instituciones: Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Ajuntament de Capellades, Oicina de Patrimoni Cultural de la Diputació de Barcelona, Tallers Gràics Romanyà-Valls, Bercontrés-Centre de Gestió Mediambiental SL y Constructora Calaf SAU. M. J. Gabucio es beneiciaria de una beca posdoctoral de la Fondation Fyssen. 231 MARIA JOANA GABUCIO VILARRASA BIBLIOGRAFÍA Altuna, J. (1972): Fauna de mamíferos de los yacimientos prehistóricos de Guipúzcoa. Con catálogo de los mamíferos Cuaternarios del Cantábrico y del Pirineo Occidental. Munibe 24, Sociedad de Ciencias Aranzadi, San Sebastián. Altuna, J. (1973): Fauna de mamíferos del yacimiento prehistórico de Los Casares (Guadalajara). En I. Barandiarán (ed.), La Cueva de los Casares, San Sebastián, 97-116. Altuna, J., Mariezkurrena, K. (2010): Macromamíferos del yacimiento de Labeko Koba (Arrasate, País Vasco). Munibe (Antropologia-Arkeologia) 52, 107-181. Altuna, J., Mariezkurrena, K., Elorza, M. (2001-2002): Arqueozoología de los niveles Paleolíticos de la Cueva de Abauntz (Arraiz, Navarra). Saldvie II, 1-26. Álvarez-Lao, D. (2003): Macromamíferos fósiles del Pleistoceno de Asturias. Revisión bibliográica y datos actuales. Naturalia Cantabricae 2, 11-23. Antunes, M. T., Cabral, J. 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