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SALDVIE n.º 7 2007 pp. 71-91 Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar, alimentar, silbar... Silvia Alfayé* 1. Introducción La historiografía apenas ha prestado atención a un tipo cerámico documentado en la Céltica peninsular de la II Edad del Hierro: los vasos plásticos zoomorfos hallados en las áreas celtibérica, vaccea y vetona, y modelados con forma de pájaro, suido o bóvido (gráfica 1). El propósito de este artículo es ofrecer un estudio de conjunto de esos askoi1 y de sus contextos arqueológicos –completado con un catálogo de las piezas, que se incluye al final del trabajo–, y plantear diversas hipótesis sobre los usos y significados de estos vasos zoomorfos. La revisión de estos materiales pondrá de relieve que su diferente factura, tamaño, iconografía y contexto parecen vincularse con significados y usos diversos, superando su interpretación tradicional como piezas votivas o biberones. Hasta la fecha, son doce las piezas conocidas, entre las que se incluyen dos posibles silbatos, aunque, como ya alertaran F. Quesada y M. Tortajada (1999, 10): “no nos hacemos ilusiones sobre el grado de exhaustividad de nuestro catálogo. Aunque hemos procurado hacer una búsqueda lo más sistemática posible, somos conscientes de que la gran extensión del área abarcada dificulta la catalogación completa, y de que el carácter “menor” de este tipo de hallazgos hace que probablemente piezas de este tipo que estudiamos duerman todavía, inéditas, en museos y colecciones”. Gráfica 1. Distribución porcentual de los vasos plásticos por especies animales. De esas doce piezas, cuyo estado de conservación es muy variado, siete han sido modeladas con forma aviar, mientras que tres representan bóvidos –dos de ellos, con seguridad, toros–, y dos son jabalíes (fig. 1). Curiosamente, no se conoce ninguna de estas piezas con morfología equina2, lo que resulta sorprendente * Institute of Archaeology, University of Oxford. 1 Sobre este término, su significado y los posibles usos de estas producciones cerámicas en el mundo antiguo, véase una síntesis en García Cano y Page (2004, 131-133). 2 Únicamente cabe mencionar el hallazgo en la ciudad de Numancia de una jarra del siglo I a.C. cuyo pico vertedor tiene la forma de una cabeza de caballo (Wattenberg 1963, 211, nº 1149, tabla XLIV, lám. fot. XII.6; Quesada y Tortajada 1999, 39, 44, nº 18), pero que no es propiamente un vaso plástico zoomorfo. 72 SILVIA ALFAYÉ Figura 1. Vasos plásticos de Numancia con forma de toro y jabalí (fot. Wattenberg 1963, lám. fot. XII.7). dada la omnipresencia de los équidos en el registro iconográfico de estas poblaciones (Quesada y Tortajada 1999; Blanco 2003), y tampoco se han hallado vasos plásticos con forma de ciervo, pese a que vasos representando a estos (y otros) animales sí aparecen en el mundo púnico y en el ibérico (Gómez Bellard 1984, 128; García Cano 1997, 164, 166; García Cano y Page 2004, 154-155). Se detecta, por tanto, una preferencia por representar en este formato cerámico a unas especies animales y a no otras, inclinación para la que será necesario encontrar una explicación. Indudablemente, todas estas especies poseen un valor económico-social para estas poblaciones indígenas (Galán 1989-1990), aunque éste “no se vería empañado ni sería contrario a su combinación con otros valores de naturaleza cultual o relativa a las creencias” (Sanz Mínguez 1997, 339), que son los que dotaban a estos animales de un rico y complejo simbolismo (Cerdeño y Cabanes 1994; Cerdeño, Cabanes y Fernández 1999). A su vez, se observan diferencias geográficas y contextuales en la distribución de las especies representadas en los vasos zoomorfos (gráfica 2), que serán abordadas con más detalle en las páginas siguientes. Así, por ejemplo, los askoi con forma de bóvido y jabalí aparecieron en contextos no funerarios y únicamente en el ámbito celtibérico, mientras que la mayoría de los vasos ornitomorfos se hallaron en áreas necropolitanas celtibéricas, vacceas y vetonas, aunque en diferente proporción numérica. La interpretación que se ha ofrecido para estas piezas varía en función de su morfología y el lugar de su hallazgo, por lo que he considerado oportuno abordar separadamente el estudio formal y exegético de las piezas con forma de suido y jabalí, y el de las ornitomorfas, aunque luego se establezcan conclusiones y reflexiones de carácter general. Por otro lado, resulta llamativa la inexistencia de un estudio de conjunto de todas estas piezas, frente a la relativa cantidad de trabajos dedicados a los vasos plásticos en los ámbitos púnico e ibé- rico, a los que se aludirá en este artículo por considerar que su comparación con las piezas que nos ocupan puede permitirnos una mejor aproximación a su funcionalidad y simbolismo. Aún así, y pese a su proximidad geográfica y cronológica, no se ha de olvidar que se trata de objetos similares pero producidos por sistemas culturales distintos, y que “recurrir a “paralelos” foráneos, celtas, romanos o griegos, no soluciona el problema, porque la misma situación se da en estas regiones. Es mucho mejor intentar explicar estas figuras desde una óptica puramente interna” (Quesada y Tortajada 1999, 48). Realizadas entre el siglo IV y el I a.C., y con dimensiones que oscilan desde los 5-6 cm de la pieza segoviana de Sepúlveda (fig. 14) hasta los 37 x 18 cm de uno de los toros numantinos (fig. 2), los vasos zoomorfos de la Céltica hispana muestran diferencias técnicas y tecnológicas, ya que mientras algunos fueron hechos a mano, otros –como el vaso con forma de bóvido de Carratiermes (Montejo de Tiermes, Soria)- pudieron realizarse aplicando una lámina de arcilla sobre un molde (Argente, Díaz y Bescós 2001, 198). Y, a juzgar por las líneas de torno visibles en el interior de los toros hallados en Numancia (Argente 1990, 166), es posible que estas piezas se elaboraran a partir de un tubo de arcilla hecho a torno, al que se le aplicarían las extremidades, terminándose a mano su modelado. Por lo que conocemos, ninguno de estos vasos zoomorfos contaba con un asa que facilitara su suspensión y el vertido de líquidos, característica que también es común a los askoi del ámbito ibérico y que los diferencia de los realizados en el mundo púnico (Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 37-39). En su decoración se emplearon diferentes técnicas –incisión, estampillado de círculos concéntricos, pintura roja, amarilla y marrón, bruñido, aplicación de engobe–, y no se conoce ninguna pieza idéntica a otra –las dos más parecidas serían los dos vasos con forma de toro hallados en Numancia, realizados posiblemente por el mismo alfarero (fig. 1)–. Por el momento no se han realizado estudios sobre los posibles modelos formales para estas piezas, pese a que diversos autores hayan señalado un origen exógeno para las mismas. Así, por ejemplo, J.R. Mélida (1926, 10) defendía una procedencia oriental, cartaginesa, para el vaso con forma de jabalí descubierto en Medinaceli (Soria); y W.S. Kurtz (1987, 239) consideraba que el vaso ornitomorfo hallado en la necrópolis de “Las Cogotas” (Cardeñosa, Ávila) sería una pieza importada que remitiría al mundo mediterráneo (fig. 10), dada la atipicidad de la pieza y el hecho de que se trata del único vaso con esta morfología descubierto en ese cementerio. Asimismo, P. Alonso y J. E. Benito (1991-1992, 534) identifican el vaso plástico descubierto en una tumba del cementerio vetón de “El Raso” (Candeleda, Ávila) como la imi- Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... 73 interpretation”. Gráfica 2. Distribución de los vasos zoomorfos de la Céltica hispana por especies animales y por contexto arqueológico. tación indígena de una forma de cerámica campaniense que se asocia frecuentemente a enterramientos infantiles en el sur de Italia. Por otro lado, la mayoría de estos vasos zoomorfos proceden de excavaciones antiguas realizadas en el primer tercio del siglo XX, o de colecciones privadas, por lo que carecen de contexto arqueológico in sensu stricto, lo que plantea una problemática cronológica e interpretativa que puede hacerse extensiva al resto de la coroplastia de la Hispania Céltica (Alfayé, en prensa), y a todas las figurillas del mundo antiguo en general (Hamilton et al. 1996; Barrowclough y Malone 2007). Además, su propia condición de objetos portátiles, móviles, conlleva su no vinculación a un espacio de uso determinado, específico, ya que todos los espacios son potencialmente loci de uso. Aunque no existe consenso historiográfico sobre la funcionalidad de los vasos zoomorfos de la Céltica peninsular, los investigadores han tendido a interpretarlas tradicionalmente, y de forma excluyente, como piezas votivas –vinculándolas por tanto a espacios y actividades de culto–, o biberones –ligados al ámbito de la nutrición infantil y a la esfera doméstica–, o símbolos funerarios de regeneración. Sin embargo, gracias a las aproximaciones de antropólogos como A. Appadurai (1988), I. Kopytoff (1988) y P. Bourdieu (1997), hoy somos conscientes de que los objetos no poseen un valor intrínseco y unívoco, sino que adquieren su valor en la práctica social y que, por tanto, su significado viene determinado por el espacio, el tiempo y el contexto en el que son utilizados. El valor de los objetos está determinado por la relación dialéctica entre el objeto, por un lado, y el pensamiento y las acciones de la gente dentro de un sistema social específico, por el otro. Como afirman G. Haaland y R. Haaland (1996, 296): “We must assume they were made and used for a purpose, and that this purpose was constituted by the webs of significance people were spinning into the figurines. The “meaning” of figurines is thus no something attached to them but something which people confer on them-, that is, it arises through an act of Además, el significado del objeto no necesariamente permanece estable, sino que puede variar en función del momento, el contexto y el usuario, ya que las cosas poseen “a social life” (Kopytoff 1988). Por ejemplo, un objeto puede comenzar siendo utilitario y terminar convirtiéndose en un elemento ritual. Éste puede ser el caso de objetos sometidos a un intercambio de larga distancia, ya que éstos pueden ser valorados de forma diferente en cada uno de los extremos de esa red de intercambio, sobre todo si en él participan comunidades culturalmente distintas. Igualmente, un objeto puede ser realizado inicialmente para un uso ritual, y terminar sirviendo para propósitos utilitarios, quizás después de haber sido desacralizado o de haber sido descartado y recuperado por otra gente, desconocedora del significado que esa pieza poseía originalmente. Los objetos también pueden dotarse momentáneamente de ritualidad a través de, por ejemplo, ceremonias de bendición o purificación, recuperando posteriormente su funcionalidad cotidiana. Además, el hecho de que el objeto posea una “cultural biography”, una historia particular vinculada a esa pieza, le dota de capital simbólico y aumenta su valor social. Así, la posesión de una reliquia antigua o un artefacto que haya pertenecido a un personaje importante permite a su poseedor actual apropiarse de la biografía de esa pieza y entroncar con su historia, confiriéndole “poder social sobre el tiempo”. Los objetos, por tanto, no se limitan a reflejar la realidad, sino que desempeñan un papel activo en la construcción del poder, contribuyendo activamente a crear y reproducir esa realidad social (Rodríguez Corral 2007). Éste ya de por sí complejo abanico de posibilidades a la hora de determinar los usos y significados de un objeto se complica aún más por la propia naturaleza del registro arqueológico, y los cambiantes procesos de formación del mismo. Como plantea R. Whitehouse (1996, 12), “If, on the one hand, the value of an object is a variable dependent on time, context and user and, if, on the other, the archaeological record is the static product of a whole range of dynamic depositional and post-depositional processes, how can we ever hope to reconstruct the value of any archaeological artefact to the community that originally produced it? The answer, as usual, lies in the careful analysis of context and in the recognition that what is being reconstructed is at best the meaning of the object at the time of deposition and may not apply to any earlier stage of the object’s biography”. Siendo conscientes de que es el contexto el que determina el significado y el uso del objeto, la interpretación de los vasos zoomorfos de la Céltica hispana 74 SILVIA ALFAYÉ presenta una dificultad añadida dado que la mayoría carecen de un auténtico contexto arqueológico. De hecho, y como se verá más adelante, sólo conocemos el lugar exacto de hallazgo de dos de estas piezas –el askoi ornitomorfo de “Las Cogotas”, Cardeñosa (Ávila) y el de “El Raso”, Candeleda (Ávila)–, procediendo ambas de un contexto sepulcral. Parece indudable, por tanto, que nos movemos en un terreno repleto de incertidumbres, en el que sólo en el mejor de los casos somos capaces de determinar el contexto último de depósito y uso de una pieza; aunque a su vez, como N. Hamilton (2005, 192-195, 212-213) ha puesto de manifiesto, también sea importante diferenciar entre contexto de uso y contexto de depósito a la hora de atribuir funcionalidades y significados. Es en este marco teórico en el que debemos abordar el estudio de los usos y significados de los vasos plásticos zoomorfos, descartando explicaciones unívocas en favor de aproximaciones multivariables, y confiando en que futuros hallazgos en contextos arqueológicos bien definidos nos permitirán comprender mejor los valores y usos de estas producciones cerámicas. 2. Los vasos plásticos con forma de bóvido y de suido Dado que presentan características técnicas y contextos de depósito similares - al menos sobre la base de la parca información con la que contamos-, he considerado oportuno abordar conjuntamente el estudio de los askoi con forma de toro y de jabalí, todos ellos procedentes del territorio arévaco (figs. 1-4). Figura 3. Vaso plástico modelado en forma de jabalí hallado en Numancia (fot. Jimeno 2005, n.º 269). no sabemos en qué zona de la ciudad aparecieron, ni si aparecieron los dos juntos, ni a qué materiales estaban asociados (VVAA 1912, 37; Apraiz 1953, 272). Esta falta de información contextual condiciona la interpretación y la datación de estas piezas, que, pese haber sido clasificadas inicialmente como producciones pre-escipiónicas, desde el estudio de F. Wattenberg (1963, 35-36, 42, 236) se fechan unánimemente en el siglo I a.C. Las dimensiones de estos toros 2.1. Los vasos plásticos con forma de bóvido Durante las excavaciones realizadas a principios del siglo pasado en el asentamiento celtíbero-romano de Numancia (Garray, Soria), se encontraron fragmentos pertenecientes a dos vasos plásticos con forma de toro (figs. 1-2, catálogo n.º 1-2). Desafortunadamente, Figura 2. Askos con forma de toro hallado en Numancia (fot. Jimeno 2005, n.º 267). Figura 4. Fragmento de un askos con forma de jabalí descubierto en Medinaceli (fot. Mélida 1926, lám. IV.2). Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... son relativamente grandes –las piezas reconstruidas miden 37 x 18 y 27 x 14 cm–, la pasta de barro rojizo es depurada, y su factura es buena, mostrando uno de ellos el rabo modelado sobre el lomo (fig. 2). A juzgar por las líneas de torno que se observan en el interior del cuerpo (véase Argente 1990, 166), es posible que las piezas se realizaran partiendo de un tubo cerámico hecho a torno, y que luego se le añadieran las extremidades y se modelara la figura a mano. Fragmentos de otro vaso plástico con forma bovina se encontraron en el denominado “túmulo A” de la necrópolis celtibérica de “Carratiermes” (Montejo de Tiermes, Soria) (Catálogo n.º 3). Se trata de “varios fragmentos del hocico de un bóvido” modelado en arcilla de gran calidad que, según J.L. Argente, A. Díaz y A. Bescós (2001, 198) pertenecían a un vaso zoomorfo similar a los de Numancia, aunque su cronología –finales del siglo III a.C. e inicios del II a.C.– sea anterior a la de los ejemplares encontrados en el cerro de Garray. Por el momento, no se ha dado a conocer el hallazgo de más askoi con forma de bóvidos en la Céltica peninsular. En cambio, sí se conoce un ejemplar con esta morfología procedente de la tumba femenina 328 de la necrópolis ibérica del “Cabecico del Tesoro”, en Verdolay (Murcia), en cuyo interior se halló la cabeza de un vaso plástico en forma de bóvido, que tiene un orificio de relleno en la zona superior de la cabeza y un agujero vertedor en la boca. Fechado entre los años 250-225 a.C., este recipiente formaba parte de un ajuar compuesto además por un fragmento de askos en forma de pie calzado y la parte inferior de una urna cerámica (García Cano y Page 2004, 153). 2.2. Los vasos plásticos con forma de suido Al menos hasta la fecha, son sólo dos los ejemplos de vasos plásticos con forma de suido descubiertos en la Céltica peninsular, y su estado es fragmentario (figs. 3-4, catálogo n.º 4-5). Se trata de la parte delantera de un jabalí con el pelo del lomo erizado, descubierto durante las intervenciones arqueológicas en Numancia realizadas en los años 1916 y 1917 (Mélida 1918, 1617, lám. XIII.A). Datado en el siglo I a.C. e interpretado como una pieza votiva (Taracena 1954, 285; Birkhan 1999, 274), se desconoce el contexto arqueológico exacto de esta pieza (figs. 1 y 3, catálogo n.º 4). Lo mismo sucede con el fragmento de askos hallado por J.R. Mélida (1926, 10, lám. IV.2) durante las excavaciones que realizó en el yacimiento celtíbero-romano de “La villa vieja”, en Medinaceli (Soria). Según sus propias palabras, se trata de “la boca de un vaso, que figura ser la cabeza de un jabalí. Es de barro amarillento fino y con color rojo, tiene pintados los ojos y detalles. Un vaso idéntico completo se halló en Numancia” (fig. 4, catálog n.º 5). 75 En el ámbito ibérico se han encontrado fragmentos pertenecientes a tres vasos plásticos con forma de suido, aunque su modelado difiere del de las piezas celtibéricas. Uno procede de la necrópolis ibérica de “Coimbra del Barranco Ancho”, Jumilla (Murcia), donde se encontró en el nivel superficial, y fuera de tumba, un fragmento cerámico que representa una pata con pezuña y que correspondería, según J. M. García Cano (1997, 164, n.º 5917, fig. 151.3) a un vaso con forma de cerdo o jabalí. Otro fragmento similar fue hallado en las excavaciones antiguas del cercano asentamiento ibérico de ‘Coimbra’, desconociéndose su contexto arqueológico exacto, lo que dificulta su adscripción cronológica (García Cano 1997, 166). El otro fragmento, que corresponde a la cabeza de un cerdo, fue descubierto en una de las campañas de excavación de la ya mencionada necrópolis del “Cabecico del Tesoro” realizadas entre 1935-1955, motivo por el cual no contamos con información sobre su contexto (García Cano y Page 2004, 152). A diferencia de lo que sucede con los ejemplares celtibéricos de Numancia y Carratiermes, la pieza de Verdolay carece de morro tubular y no muestra el orificio vertedor típico de los askoi, por lo que el modo de utilizar el vaso parece que sería distinto, desconociendo la trascendencia que este detalle pudo tener en el uso y la funcionalidad de estas piezas. 2. 3. Usos y significados de los askoi con forma de toro y jabalí Tanto los ejemplares de Garray como el vaso hallado en Medinaceli parecen provenir del interior de asentamientos (gráfica 2) y, por tanto, verosímilmente de un contexto no cementerial –de hecho, en la necrópolis de Numancia no se ha recuperado ningún fragmento de vaso plástico zoomorfo (Jimeno et al. 2004)– (gráfica 2). En cambio, los fragmentos del bóvido de “Carratiermes” se encontraron en el denominado “túmulo A” de la necrópolis, una singular estructura colectiva que, bajo un gran túmulo disforme de calizas, agrupa a diversas tumbas con ajuar, y de la que también proceden tres de los cinco fragmentos de coroplastia hallados en la necrópolis –dos cabecitas humanas exentas y el pivote ornitomorfo de una tapadera– (Argente, Díaz y Bescós 2001, 49-50, 195-199). En mi opinión, esta concentración de figurillas de terracota en una estructura funeraria sin paralelos en esa necrópolis no parece ser casual, como tampoco el hecho de que todas las piezas estén muy rodadas y en un estado muy fragmentario, no habiéndose encontrado otros restos pertenecientes a ellas durante la excavación del “túmulo A”. Teniendo esto en cuenta, considero que podemos descartar la hipótesis de que estas piezas fueran intencionadamente rotas como parte de un 76 SILVIA ALFAYÉ ritual funerario (Hamilton 2005, 209), ya que parece que se encontraban muy desgastadas cuando fueron depositadas allí por razones que aún desconocemos. Así pues, y aunque no podamos precisar el significado y el uso desempeñado por el fragmento de vaso plástico tauromorfo en ese contexto tumbal de fines del siglo III o primera mitad del siglo II d.C., no parece descabellado suponer que el contexto primario de uso del recipiente fuera otro, y que quizás procediera del cercano asentamiento de Tiermes, donde podría haber sido utilizado como un recipiente para verter líquidos, aunque esto no deja de ser una hipótesis indemostrable. Desde su descubrimiento, los vasos plásticos numantinos con forma de bóvido y de jabalí han sido identificados como objetos vinculados a la esfera religiosa e interpretados como exvotos o piezas votivas (Taracena 1941, 76; Schulten 1945, 241; Lorrio 1997, 334), y ello pese a que ninguno de ellos se halló –que sepamos– en un lugar de culto. Desde luego, teniendo en cuenta el tamaño de los vasos zoomorfos con forma de bóvido y de jabalí hallados en Numancia, parece razonable descartar su uso como biberón o recipiente relacionado con la nutrición infantil, afirmación que cabe hacer extensiva a los dos fragmentos zoomorfos hallados en Carratiermes y Medinaceli. De hecho, la forma tubular del morro los convierte en idóneos recipientes vertedores, función que parece primar en estas piezas. Sin embargo, ya se ha alertado anteriormente sobre la posibilidad de que el significado de los objetos cambie en función del contexto, el momento y el usuario, por lo que los usos de estos objetos portátiles podrían haber sido variados. Desafortunadamente, la inexistencia de datos sobre la ubicación específica de estos objetos dentro de la ciudad impide llegar a conclusiones definitivas, aunque resulta tentador pensar que existieron lugares de culto –ya sean domésticos o comunitarios– en el interior de Numancia en los que pudieron haber sido depositados esos recipientes zoomorfos, quizás también junto con algunas de las terracotas y las singulares producciones cerámicas pintadas hallados en la ciudad (Taracena 1954, 285; Alfayé 2005, 232, y 2007, 315, 317). En este sentido, y dentro de su posible identificación como objetos rituales portátiles, parece oportuno superar la identificación de estos askoi como exvotos para considerar también otras posibilidades. Así, Whitehouse (1996, 12-28) ha propuesto una tipología de objetos rituales en la que diferencia ente sacra, exvotos, ofrendas, objetos del equipamiento utilizado en el ritual religioso, ajuar funerario y amuletos. Sin 3 Sobre los sacrificios de animales entre estas poblaciones, véanse, entre otros, Lorrio (1997, 337-340, fig. 126) y Alfayé (en prensa). embargo, como ella misma advierte, no se trata de categorías estancas, ya que en ocasiones, por ejemplo, una ofrenda dedicada a una divinidad puede también utilizarse como un instrumento de la parafernalia ritual (Osborne 2004). Así, los vasos zoomorfos hallados en Numancia y Medinaceli pudieron haber sido depositados como ofrendas o como exvotos a una o varias divinidades en un espacio sagrado, y a su vez servir como recipientes para realizar libaciones o lustraciones, como instrumento al servicio de su culto. Sin embargo, el hecho de que las piezas no provengan de un lugar de culto tampoco impediría que su uso fuera ritual, ya que podían haberse guardado en dependencias destinadas a otros fines, o haberse utilizado en contextos rituales domésticos difícilmente rastreables en el registro arqueológico. Una posibilidad, por tanto, es que algunos de estos vasos se utilizaran como recipientes para verter líquidos en una esfera ritual, donde aparte de la libación en sí misma, como un acto cultual per se, también podemos pensar que estos recipientes pudieron utilizarse para verter aceites, apreciados perfumes, líquidos, o sangre sobre animales o personas, antes o después del sacrificio, o para derramar agua en ceremonias de lustratio, o utilizarse en prácticas de comensalidad ritualizadas. Ya sean representaciones de divinidades, o de los animales asociados a ellas, o simulacra de los animales sacrificados en su honor3 –hipótesis que no son excluyentes-, estos vasos zoomorfos pudieron dedicarse a los dioses en espacios sagrados como exvotos o como ofrendas más permanentes que el propio sacrificio animal, y ser utilizados a su vez como artefactos suntuarios para la realización de actividades cultuales que incluyeran el vertido de líquidos. Pero también pudieron ser objetos de prestigio, utilizados en banquetes tanto para escanciar bebidas alcohólicas entre los comensales, como para realizar lustraciones, o ejecutar libaciones en honor de los dioses, o verter perfumes o apreciados aceites. E incluso se ha defendido “un marcado sentido cotidiano” para estos vasos zoomorfos hallados en poblados (Alonso y Benito 1991-1992, 534), que quizás pudieron ser simples jarras destinadas a verter líquidos, carentes de carácter sagrado o religioso especial (Higgins 1969, 47), aunque su rareza y singularidad obligan a valorar con cautela esta hipótesis. De cualquier modo, lo que parece indudable es que en estos vasos plásticos con forma de toro y jabalí están asociados a contextos urbanos –ya que cuatro de las cinco proceden de asentamientos–, y que su distribución se restringe al ámbito celtibérico –y más concretamente al aréva- Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... 77 Aguilar de Anguita (Guadalajara), y Olmedilla de Alarcón–, y la tercera fue encontrada casualmente en el área cementerial vaccea de “Las Ruedas”, Padilla de Duero (Valladolid). A estos askoi ornitomorfos procedentes de un contexto funerario hay que sumar dos piezas de procedencia incierta: un recipiente aviar hallado en el asentamiento de Numancia, pero carente de contexto preciso (fig. 15); y una terracota con forma de gallo descubierta casualmente en un punto indeterminado del término municipal de Sepúlveda (fig. 14)). Con este panorama, la interpretación de estas producFigura 5. Vaso ornitomorfo del poblado ibérico de “El Amarejo”, Bonete (Albacete) (fot. Olmos, Tortosa e Iguácel 1992, 120). co–, pudiendo tratarse de una producción cerámica propia de ese área cultural. 3. Los vasos plásticos ornitomorfos Frente a la relativa abundancia de este tipo de producciones cerámicas en los ámbitos púnico e ibérico (figs. 5-6), los vasos plásticos con forma de pájaro descubiertos en la Hispania Céltica no superan los siete ejemplares, y ello aun cuando se incluyen dos piezas identificadas como silbatos (figs. 7-15, catálogo n.º 612). De esas siete, cinco proceden de un contexto necropolitano, aunque sólo para las dos halladas en el área vetona –la de “Las Cogotas”, y la de “El Raso”– conocemos su contexto arqueológico concreto. No sabemos si las otras tres estuvieron depositadas o no en el interior de tumbas, ya que dos de ellas fueron descubiertas en excavaciones antiguas en las que no se dejó constancia de su procedencia exacta –caso de las piezas de las necrópolis celtibéricas de “El Altillo”, Figura 7. Negativo n.º 0774 del “Archivo fotográfico de Juan Cabré”, del I.P.H.E. (Blánquez y Rodríguez, 2004), que reproduce materiales procedentes de la necrópolis celtibérica de “El Altillo”, en Aguilar de Anguita (Guadalajara), entre los que se observa –abajo, en el centro– un vaso ornitomorfo. Figura 6. Paloma plástica de la necrópolis púnica de Puig dels Molins (Ibiza), conservada en el Museo Arqueológico Nacional (fot. Alfayé). ciones cerámicas sólo puede ser aproximativa, ya que la ausencia de un contexto arqueológico claro dificulta el establecimiento de conclusiones definitivas sobre sus usos y significados. Posiblemente, el primer vaso plástico ornitomorfo descubierto en el ámbito céltico peninsular (figs. 7-9) sea el que encontró E. Aguilera y Gamboa durante la excavación de la necrópolis celtibérica de “El Altillo”, en Aguilar de Anguita (catálogo n.º 7), quien erróneamente 78 SILVIA ALFAYÉ lo identificó como “una curiosa lámpara” (1911, lám. CXXXVII.3). Este breve texto, que sirve como pie a la fotografía de la pieza incluida en el volumen III de sus inéditas Páginas de la Historia Patria según mis excavaciones arqueológicas4, es la única información con la que contamos sobre este askos, al que J. Cabré aludiría en otra publicación en la que ya lo identifica como un “vaso-biberón” con forma de ave, pero en la que no aporta más datos sobre las circunstancias de su hallazgo (1930, 69)5. Desafortunadamente, en las publicaciones recientes dedicadas a la revisión de los materiales procedentes de las necrópolis de Aguilar de Anguita y conservados en el Museo Arqueológico Nacional –institución en la que actualmente se encuentra depositada esta pieza- tampoco se ofrece más información sobre este singular recipiente (cf. Barril y Salve 1998, 1999-2000, y 2003), que ha pasado (casi) inadvertido para la historiografía. Otro vaso plástico ornitomorfo (fig. 10, catálogo n.º 8) fue descubierto por Cabré (1930, 69) durante la excavación del cementerio vetón de “Las Cogotas”, en Cardeñosa (Ávila): “en la necrópoli de Las Cogotas se descubrió, en la sepultura núm. 161, un vaso-biberón, representando una tosca figura de cisne, con base circular, modelado con las mismas arcillas de la segunda serie de los vasos citados en este capítulo. Este vaso biberón estaba a la par de un cuenco de barro obscuro que contenía huesos incinerados, siendo la pasta de este catino igual a la de la mayoría de las urnas cinerarias inmediatas y de la misma índole, y elaborada de modo análogo que la del vaso-biberón de Numancia, también con pie circular como el de Las Cogotas, y que la de otro vaso inédito, de la categoría del citado de la provincia de Soria, pero sin pie, por haberse roto, procedente de las excavaciones del Marqués de Cerralbo en Aguilar de Anguita”. En la monografía sobre esa necrópolis publicada dos años después, J. Cabré y E. Cabré (1932, 48-49) modifican ligeramente la descripción del contexto de esta pieza: “Sepultura 160. Urna a torno, barro negro fino, reproducida en la lám. LVIII, 30. Prof: 40 cms. Dist. A la 161: 5 cm. Sepultura 161. Vaso biberón, en forma de pájaro, de barro popular, rojizo, reproducido en la lámina LVI, I, que por carecer de huesos humanos y dada su proximidad a la sepultura anterior, quizá pertenezca a ella. Prof. 44 cm.”. Figura 8. El vaso con forma de pájaro de la necrópolis de “El Altillo” (fot. Alfayé). 4 Quisiera agradecer a Dña. Lourdes Vaquerizo, Directora del Museo Cerralbo de Madrid, por haberme dado todo tipo de facilidades para la consulta de la obra inédita de Aguilera y Gamboa. 5 Cabré, sin duda, había visto la pieza ornitomorfa con sus propios ojos, ya que tomó una fotografía de ella en la que aparece junto con otros objetos procedentes de la necrópolis de Aguilar de Anguita (fig. 7). Se trata del negativo de vidrio y plata a la gelatina nº 0774 del “Archivo Fotográfico de Juan Cabré” depositado en el Instituto del Patrimonio Histórico Español. Pese a que Blánquez y Rodríguez (2004) consideran que esta imagen reproduce “tres collares y cuentas de collar procedentes posiblemente de la necrópolis del Cerro de la Horca (Peal del Becerro, Jaén). 1918”, en mi opinión existen indicios suficientes como para defender que las piezas retratadas en este negativo pertenecen al cementerio celtibérico de “El Altillo”, en Aguilar de Anguita. Así, en la fotografía se observan varias hileras de fusayolas ensartadas a modo de collares y dispuestas en posición vertical sobre una tela o cartón, mientras que en el suelo pueden verse numerosas bolas de barro, en el centro de las cuales aparecen colocados una pesa de telar y un vaso ornitomorfo. Los elementos retratados son exactamente los mismos que los que aparecen en las fotos nº 2 y nº 3 de la lámina CXXXVII de la obra Páginas Sobre esta base documental, hay autores que defienden la utilización de esta pieza como una urna zoomorfa cineraria (Maluquer 1954, 165, fig. 93; Argente, Díaz y Bescós 2001, 197; Blánquez y de la Historia Patria. Volumen III. Aguilar de Anguita escrita por el Marqués de Cerralbo (1911), a las que se acompaña de los siguientes pies: “Nº 2. Tipos de fusayolas hallados dentro de las urnas cinerarias y siempre una o dos nada más. Al pie bolas de barro cocido. Tengo a unas y a otras por representaciones del culto al sol y de la vuelta a la vida. Nº 3. Curiosa lámpara y pondus, únicos obtenidos en la necrópolis.” Sobre esta base documental, considero que los materiales descritos e ilustrados en las Páginas son exactamente los mismos que aparecen reflejados en la fotografía nº 0774 de Cabré, sólo que se trata de tomas distintas de los mismos objetos. De este modo, Cabré habría fotografiado los materiales por separado, aunque agrupados “temáticamente” -bolas y fusayolas por un lado (imagen nº 2 de la lámina CXXXVII), y objetos singulares – askos y pondus- por el otro (imagen nº 3)-, y también los habría retratado en conjunto (foto 0774 del IPHE), manteniendo en lo substancial la disposición de las piezas –fusayolas en vertical, bolas en el plano horizontal-. Por tanto, el cliché 0774 del “Archivo Fotográfico de Juan Cabré” no es sino una fotografía de conjunto de un grupo de materiales hallados en la necrópolis de Aguilar de Anguita por Aguilera y Gamboa, entre los que se incluiría el vaso plástico ornitomorfo que aquí nos ocupa. Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... Rodríguez 2004, negativo nº 3738), pese a que claramente se afirma que ésta no contenía restos óseos, considerándola como el único elemento de la sepultura 161. Sin embargo, el texto publicado por Cabré en 1930 explicita que “este vaso biberón estaba a la par de un cuenco de barro obscuro que contenía huesos incinerados”, de lo que podría inferirse que ambos formaban parte de la misma tumba, posibilidad que también sugiere en su publicación posterior pese a aludir, por razones que se nos escapan, a dos enterramientos distintos (Cabré y Cabré 1932, 48-49). De hecho, en la publicación de 1932 se detalla que la distancia entre las sepulturas identificadas como número 160 y 161 era sólo de 5 cm., y que las cotas de profundidad donde se encontraron estas piezas varían 4 cm. En mi opinión, tanto la exigua separación en horizontal y en vertical existente entre los objetos de las sepulturas 160 y 161, como la propia información ofrecida Cabré, permiten suponer que el recipiente de barro negro utilizado como urna funeraria y el vaso ornitomorfo formen parte de un mismo conjunto tumbal (el 160), posibilidad que ya había sido señalada por W.S. Kurtz (1987, 237-239). Por tanto, el askos habría sido depositado como único ajuar junto a la urna cineraria -práctica que aparece documentada en otras veinte sepulturas de la necrópolis, en las que también se colocó sólo un recipiente cerámico al lado o dentro de la urna-, tratándose quizás de un vaso de ofrendas, “no pudiendo determinar si la ofrenda era el propio vaso o su contenido” (Kurtz 1987, 238-239; Alonso y Benito 19911992, 531). En una sepultura de la también necrópolis vetona de “El Raso”, en Candeleda (Ávila), A. Molinero (1958, 47) encontró “una graciosa cabrita de barro, junto con un vaso hueco -¿biberón?- con forma de pato o paloma, mecas [canicas] y cuentas de collar” (catálogo n.º 9). El hecho de que el vaso plástico apareciera junto con bolas de barro -sin duda las “mecas” de Molinero, cuentas de collar y una terracota zoomorfa, ha moti- Figura 10. Askos ornitomorfo hallado en la necrópolis de “Las Cogotas”, en la localidad abulense de Cardeñosa (fot. Alfayé). 79 Figura 11. Fragmento de vaso plástico con forma de pájaro descubierto casualmente en la necrópolis vaccea de “Las Ruedas”, en Padilla de Duero (Valladolid) (según Sanz Mínguez 1997, 175-176, n.º 542). vado que investigadores como E. Galán (1989-1990, 189) y Alonso y Benito (1991-1992, 534) interpreten el conjunto como el ajuar de un enterramiento infantil pese a que carezcamos de análisis antropológicos que así lo indiquen-, e identifiquen la pieza ornitomorfa como un posible sacaleches-biberón. Del paraje donde se localiza la necrópolis vaccea de “Las Ruedas”, en Padilla de Duero (Valladolid), procede un fragmento perteneciente a un vaso con forma de ave (fig. 11, catálogo n.º 10). Se trata de la cabeza de un pájaro, de la que se aprecia con nitidez el pico, la cresta y un ojo que perfora la testa hasta el interior hueco, cuya superficie ha sido decorada está mediante alineamientos de motivos punteados (Sanz Mínguez 1997, 175-176). Dado que fue hallada casualmente, esta pieza no posee contexto arqueológico, y su cronología es problemática. Una perdiz o codorniz de terracota de pasta negra y pequeño tamaño se encontró en la necrópolis celtibérica de la I Edad del Hierro de Olmedilla de Alarcón (Cuenca), y ha sido fechada en el siglo IV a.C. pese a que se desconozca su contexto arqueológico exacto (figs. 12-13, catálogo n.º 11). Realizada a mano y decorada mediante una combinación de técnicas –incisión, estampillado, y pintura roja y amarilla–, la figurilla está prácticamente completa y presenta dos perforaciones, una en el lomo y otra en el cuello, lo que según P. Mena (1984, 38, 101) indica que la utilidad de esa pieza “posiblemente sea la de un reclamo para la caza de este tipo de gallinácea”. En mi opinión, y hasta que se produzca la comprobación experimental de dicha 80 SILVIA ALFAYÉ Figura 12. Perdiz o codorniz de terracota, de pequeño tamaño, procedente de la necrópolis de la I Edad del Hierro de Olmedilla de Alarcón (Cuenca) (según Mena 1984, fig. 14). funcionalidad, tampoco debe descartarse su uso como recipiente vertedor. Una finalidad parecida es la atribuida a una terracota celtibérica con forma de gallo descubierta casualmente en Sepúlveda (Segovia) y que, pese a carecer de contexto arqueológico, ha sido datada en los siglos III-I a.C. (fig. 14, catálogo n.º 12). Se trata de una pieza de barro anaranjado a la que se practicaron dos orificios –uno en su base y otro en la cabeza del ave–, y que emite un sonido agudo de gran intensidad según ha comprobado personalmente J. F. Blanco (1984, 155-156). Sobre esta base empírica, este investigador considera que en esta pieza la forma y función quedaron coherentemente unidas, afirmación que hace extensiva a la figurilla de Olmedilla de Alarcón, y plantea su posible uso lúdico como juguete infantil (Blanco 2003, 75). En la ciudad de Numancia se encontró otro vaso ornitomorfo hecho a mano, que ha sido identificado por Wattenberg como una paloma (1963, 58, 155, nº 181, tabla VI, lám. XIII.3). La pieza no conserva la cabeza y muestra una rotura en la zona central superior del cuerpo, donde quizás pudo existir un orificio de alimentación (fig. 15, catálogo n.º 6). Está decorada con líneas incisas entrecruzadas, patos estilizados en la cola y una estrella de cinco puntas grabada en la base del pie circular, decoración a la que Wattenberg atribuye un simbolismo solar. Sabemos que la pieza fue descubierta antes de 1930, ya que Cabré (1930, 69) alude a ella en un trabajo publicado en esa fecha, pero no contamos con ninguna información sobre las circunstancias de su hallazgo. Dado que las campañas de excavación Figura 13. Fotografía de la pieza de Olmedilla de Alarcón (fot. VVAA 2001, n.º 108). del cerro de Garray realizadas en esa época se centraron en el poblado, siendo infructuosos los intentos para localizar la necrópolis celtibérica, parece plausible suponer que la pieza procede del asentamiento y no de un contexto cementerial, máxime si tenemos también en cuenta que no ha aparecido ningún vaso plástico ornitomorfo en el cementerio celtibérico (Jimeno et al. 2004). 3.1. Los askoi ornitomorfos púnicos e ibéricos En los ámbitos púnico e ibérico también se han encontrado vasos plásticos ornitomorfos (figs. 5-6), que han sido identificados mayoritariamente como palomas y como objetos portátiles vinculados al culto a una diosa madre curótrofa de la fecundidad, la vida y la muerte (Broncano 1989, 213-214, 234-235; Olmos 2000-2001; Moneo 2003, 356-358; Pérez Ballester y Figura 14. Terracota con forma de gallo procedente de Sepúlveda (Segovia), identificada como un silbato (según Blanco 1998, fig. 16.2). Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... Figura 15. Vaso plástico con forma de ave descubierto en la ciudad de Numancia, decorado con líneas incisas, patos estilizados y una estrella de cinco puntas grabada en la base del pie circular (según Wattenberg 1963, tabla VI, n.º 181). Gómez Bellard 2004, 41-44). Al igual que sucede con los descubiertos en la Céltica hispana, muchos de estos vasos han sido hallados en superficie o durante intervenciones arqueológicas antiguas en las que no se realizó un registro exhaustivo, desconociéndose por tanto el contexto exacto de depósito y/o de uso de estas piezas (Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 39-41). Sin embargo, y a diferencia de lo que sucede en esa área, en el ámbito ibérico sí se han descubierto askoi claramente asociados a estructuras de carácter cultual. En el ámbito púnico, la mayoría de los vasos plásticos ornitomorfos proceden de necrópolis, como las ibicencas de Puig dels Molins (fig. 6) y Ca Na Jondala (Gómez Bellard 1984, 127-129, 133, lám. VIII.3 y X.2.). Dentro del ámbito ibérico, en la ya mencionada necrópolis de Coimbra del Barrancho Ancho se encontró un askos con forma de paloma, depositado como parte del ajuar de la tumba 70, que ha sido fechada en el siglo IV a.C. (García Cano 1997, 164-166, n.º 7564, fig. 32, lám. 47). Otros tres fragmentos de vasos plásticos ornitomorfos –que pertenecen a dos piezas distintas-, se recuperaron fuera de tumba, en los estratos superficial y primero de la excavación (Id. 1997, 164, n.º 4395, n.º 4766, n.º 5082, fig. 150.7-8 y 151.1). En la necrópolis de “El Cigarralejo” (Mula, Murcia) se han exhumado fragmentos y piezas completas pertene- 81 cientes a askoi ornitomorfos datados entre los siglos IV-II a.C., que fueron depositados como parte del ajuar funerario en las tumbas 49, 268, 313, 345 y 374 –en este caso, colocados bajo la tumba- (Cuadrado 1987, 159, fig. 54-7; 461, figs.195-13 y 14; 559, fig. 243-3; 576, figs. 251-8 y 9). Dos vasos plásticos con forma aviar proceden de la necrópolis del “Cabecico del Tesoro”: se trata de una pieza con forma de paloma, de la que sólo se conserva la cabeza perforada y de la que se desconoce el contexto (García Cano y Page 2004, 151); y de un gallo con el agujero de alimentación situado justo detrás del cuello, que fue depositado como ajuar en la tumba femenina 463 junto con otro askos en forma de granada, terracotas antropomorfas, un guttus, varios aríbalos, un olpe y un vasito, fechándose todo ello en los siglos III-II a.C. (García Cano y Page 2004, 149-150). En el cementerio ibérico de Corral de Saus, en Mogente (Valencia), I. Izquierdo identificó una serie de fragmentos de vasos plásticos como posibles colas de aves o sirenas, dos de las cuales aparecieron formando parte del ajuar funerario de las tumbas B-14 y C-12, fechadas a mediados del siglo III a.C. (Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 40-41). Un ejemplar de askos ornitomorfo se halló en el denominado “Punto 54” de la necrópolis ibérica de Cabezo Lucero, en Guardamar del Segura (Alicante), un área identificada como zona de depósito de ofrendas y fechada en el siglo IV a.C. (Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 41). También se han encontrado vasos plásticos con forma de ave en el interior de asentamientos, algunos de los cuales parecen estar relacionados con estructuras en las que tuvo lugar actividad cultual. Así, en el depósito votivo o pozo de ofrendas de “El Amarejo”, Bonete (Albacete) –cuyos materiales han sido fechados desde la primera mitad del siglo IV hasta principios del siglo II a.C.– se hallaron tres vasos plásticos ornitomorfos, dos de los cuales han sido identificados por S. Broncano (1989, 113-114, n.º 31, fig. 42, lám. LXXVIII, y 170, n.º 193, fig. 126, lám. C) como palomas, mientras que el tercero correspondería a la representación de una sirena (Id. 1989, 141, 214-215, n.º 113, fig. 85, lám. LXXXVII). Del propio poblado ibérico de “El Amarejo” procedería otro recipiente con forma de ave (fig. 5), que habría sido realizado por el mismo artesano que fabricó una de las palomas del depósito votivo (Broncano 1989, 213). Esta pieza se halló en el Departamento 4, una estancia con centenares de recipientes cerámicos de lujo y pebeteros en forma de cabeza femenina sin usar, que ha sido interpretada como un posible almacén o como una pequeña habitación en la que se vendían objetos relacionados con las actividades cultuales atestiguadas en la fosa votiva (Moneo 2003, 109; Pérez Ballester y Gómez Bellard 82 SILVIA ALFAYÉ 2004, 41). También la pieza ornitomorfa hallada en Coll del Moro, en Gandesa (Tarragona), se encontró en un almacén, junto a un taller de procesado y tejido de lino (Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 39, 41), aunque en esa estancia no parecen existir evidencias de prácticas rituales. En cambio, sí se ha planteado que la estancia del poblado ibérico de Margalef, en Torregrossa (Lérida), en cuyo interior se hallaron tinajas, ánforas, elementos suntuarios, brazaletes, un molino, restos de un telar, vasos de imitación relacionados con libaciones o consumo de líquidos, y un vaso plástico que podría representar a una paloma o a un pato, podría haber sido un santuario, dado que esta singular asociación de materiales no se encuentra atestiguada en otras dependencias del poblado (Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 39-41). Sin embargo, Moneo (2003, 265) considera que la presencia de esos materiales en esa estancia es insuficiente para su clasificación como santuario. Menos dudas existen sobre el contexto del askos hallado, junto con otros materiales, en el silo 101 del poblado de Mas Castellar de Pontós (Gerona), que ha sido identificado como un bothros de los siglos III-II a.C. (Moneo 2003, 223). También el fragmento de vaso plástico con forma de paloma hallado en “El Recuesto”, en Cehegín (Murcia), junto con láminas argénteas decoradas con motivos figurados, terracotas, esculturas, joyas y recipientes cerámicos, ha sido relacionado con la existencia de un lugar de culto ibérico en el siglo IV a.C. (Moneo 2003, 138, fig. IV.47; García Cano y Page 2004, 148). De la construcción ibérica conocida como “poblado bajo” o “Carambolo Bajo”, situada en el cerro de “El Carambolo”, Camas (Sevilla), procede un askos con forma de ave –identificado como paloma pese a que le falten la cabeza y la cola-, que ha sido interpretado como una posible ofrenda a la divinidad venerada en ese edificio en el tránsito del siglo VI al V a.C., ya que en el interior de esa estructura también se exhumaron fragmentos de un thymiaterium, asadores, huesos de animales, vasos de alabastro y objetos de adorno (Moneo 2003, 69-71, fig. IV.14.9). Otros askoi hallados en el interior de asentamientos ibéricos carecen de un contexto arqueológico tan preciso. Así, durante las excavaciones antiguas del poblado ibérico de Coimbra de Barrancho Ancho se hallaron fragmentos pertenecientes a dos askoi ornitomorfos de los que se desconoce su procedencia exacta, y que podrían fecharse en los siglos IV-III a.C. (García Cano 1997, 166). En una habitación del poblado de “La Serreta”, en Alcoy (Alicante) se descubrió, junto con un oinochoe y un kalathos, un vaso plástico pintado con forma de pájaro, fechándose todas estas piezas en el siglo III a.C. Otro askos ornitomorfo se halló en el poblado ibérico del “Cabezo del Tío Pío”, en Archena (Murcia), aunque para C. Gómez Bellard (1984, 128) debe tratarse de una producción griega o suditálica, opinión que comparten J.M. García Cano y V. Page (2004, 148). Dos vasos plásticos, uno con forma de gallo y otro con forma de paloma, fueron descubiertos en Huerta del Pino, Cádiz, a principios del siglo XX (Broncano 1989, 213). Y un recipiente cerámico ornitomorfo se encontró en el asentamiento ibérico de “El Palomar”, en Oliete (Teruel), fechándose en el primer tercio del siglo I a.C. (VVAA 2007, 319). La comparación de los askoi ornitomorfos hallados en la Céltica hispana con los procedentes de los ámbitos púnico e ibérico evidencia una serie de diferencias y similitudes entre estas manifestaciones plásticas, que mayoritariamente se fechan entre los siglos IV-II a.C. (para las púnicas e ibéricas), alcanzando el siglo I a.C. en el caso de las producciones célticas. Así, mientras que los recipientes púnicos poseen asa y una base o soporte trípode (fig. 6), los ejemplares ibéricos y los célticos carecen de asa y tienen, por lo general, un pie circular (aunque algunos de los ibéricos muestren peana o incluso patas de ave). Por otro lado, la mayoría de los vasos con forma de pájaro del mundo céltico (fig. 18) y del ibérico (fig. 5) muestran dos orificios –uno de alimentación, y otro de vertido, que puede estar en el pico o en el cuello del ave–, pero los púnicos disponen de un solo agujero. Además, en el caso ibérico su aparición no se circunscribe exclusivamente a un ambiente funerario, como sí sucede con los ejemplares ibicencos, sino que también está atestiguada en poblados, tanto en estructuras en las que se celebraron actividades cultuales, como en otras en las que no existen indicios de esas prácticas (García Pano y Page 2004, 147-148; Pérez Ballester y Gómez Bellard 2003, 4244). En cambio, en este aspecto la Céltica peninsular es más parecida al área púnica, ya que la mayoría de los vasos plásticos ornitomorfos (fig. 18) proceden de un contexto necropolitano (Diepeveen-Jansen 2001). 3. 2. Las interpretaciones de los vasos plásticos con forma de pájaro Existen discrepancias en la interpretación de los recipientes ornitomorfos, ya que las piezas de Olmedilla de Alarcón y Sepúlveda se consideran reclamos de caza y/o silbatos, mientras que la de Numancia se identifica como una imagen divina, la de “El Raso” se clasifica como biberón, y otras procedentes de ámbitos funerarios se interpretan como vasos de ofrendas, o símbolos psicopompos. Vasos ornitomorfos como objetos rituales La pieza de Numancia (fig. 15) ha sido identificada como “una representación de la divinidad” (Wattenberg 1963, 237; Alonso y Benito 1991-1992, 534), interpre- Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... tación que contaría con paralelos en los ámbitos púnico e ibérico –mediterráneo en general–, donde los vasos plásticos con forma de ave –palomas en su mayoría– se interpretan como imágenes de una diosa madre curótrofa de la fecundidad, la vida y la muerte. Según R. Olmos, T. Tortosa y P. Iguácel (1992, 120), estos askoi ibéricos se utilizaban para realizar libaciones –posiblemente de perfumes– a la misma diosa que estaba simboliza en el recipiente con forma de paloma, de modo que la ofrenda líquida pasaba a través de su propio cuerpo: “La paloma sirve como vaso de libación, posiblemente de perfumes. Un orificio en el centro del cuerpo, en forma de pequeño embudo, llenaría el recipiente. Otro pequeño orificio, ( ), lo vertería. El pulgar del ofrendante sobre el embudo regularía, a voluntad, la salida del líquido. ( ). Un mismo elemento adquiere pues, según su posición contextual, significados distintos. La paloma como vaso de libaciones imita modelos púnicos. Animal y rosetas se asocian a la diosa de la fecundidad. Es tal vez su epifanía.” Una posibilidad a valorar es la de que estos vasos de la Céltica hispana desempeñaran una funcionalidad parecida a la atribuida a los vasos plásticos con forma de paloma descubiertos en el mundo ibérico, donde han sido identificados como símbolos de una diosa de la fecundidad, la vida y la muerte –Afrodita/Astarté/deidad indígena–, y como “objetos rituales móviles” destinados a la realización de libaciones a esta diosa (Broncano 1989, 213-214, 234-235; Moneo 2003, 358; Pérez Ballester y Gómez Bellard 2004, 41-44). Sin embargo, mientras que en el ámbito ibérico está iconográficamente documentada la ofrenda de palomas y de vasos plásticos con forma de pájaro a deidades femeninas, esta asociación iconográfica entre representaciones plásticas de aves y divinidades femeninas no está atestiguada en el ámbito céltico peninsular, ni tampoco el hallazgo de askoi con forma de pájaro en santuarios u otras estructuras de culto. Pese a ello, no que hay que descartar su posible uso como objetos rituales –ofrendas, exvotos, instrumentos del culto–, ni olvidar la importancia del ornitomorfismo dentro de los sistemas religiosos de la Hispania indoeuropea (Marco 2006). Vasos ornitomorfos como elementos del ajuar funerario Como se ha indicado, cinco de las siete piezas proceden de un contexto necropolitano, aunque ello tampoco solvente el problema de la atribución de usos y significados a estas piezas ya que los objetos depositados en la tumba no representan una categoría unitaria, ni poseen un mismo significado. Aunque se tiende a pensar que los objetos situados junto a los muertos 83 conforman el equipamiento requerido por estos para su confortable existencia en el Otro Mundo, la presencia de objetos en el registro funerario puede responder a motivaciones muy diversas. Así, es posible que algunas pertenencias estuvieran tan ligadas a la personalidad del difunto que se consideraran posesiones inalienables (Diepeveen-Jansen 2001, 26-29), y se pensara que debían acompañarle a su muerte. Otros objetos colocados en la tumba pueden depositarse allí con el propósito de servir como amuletos, mientras que en ocasiones el depósito de ciertos elementos puede tener más que ver con los vivos que con los muertos (Flemming 1973). Es posible, además, que conceptos religiosos relacionados con creencias específicas sobre la naturaleza del Más Allá y el proceso de tránsito hacia allí influyeran en el tipo de objetos incluidos en la tumba, aunque su número y riqueza varíen en función de consideraciones de diverso tipo –como, por ejemplo, la posición social del difunto–. En relación con la interpretación de los objetos colocados en la tumba, no debemos olvidar que sus significados y usos pueden ampliarse o variar al incorporarse al contexto funerario, ya que éste puede ser su contexto primario de uso –habiendo sido las piezas realizadas ex professo para su depósito en la tumba o la necrópolis–, pero también puede ser que se trate de su contexto secundario de uso, siendo otros sus loci de uso habituales. También debemos preguntarnos si la persona con la que se entierran esas piezas es la misma que las poseía antes de su muerte -por lo que puede cambiar el contexto de uso pero no el usuario-, o si, por el contrario, el propietario de la pieza y su difunto posesor no eran la misma persona, lo que puede afectar al significado y uso de ésta. Así, por ejemplo, el propietario de uno de estos vasos zoomorfos pudo decidir su inclusión en la sepultura de alguien con el que le unían vínculos afectivos en vida –pero no necesariamente familiares ni de rango– que le llevaron a depositar esa pieza en la sepultura de la persona querida, en un acto emotivamente simbólico. Tendemos a olvidar que la afectividad, la emoción, es una parte importante de los rituales funerarios, y que, como I. Morris (1992, 108) señala, “grave goods are part of the total burial assemblage; taken away from it, they mean nothing. What we find is determined by the actors in ancient rituals, who put objects into graves because it seemed like a good idea at the time”, aunque nosotros no seamos capaces de reconstruir por qué o no podamos determinar cuál de las múltiples razones fue la que concretamente motivó ese acto. Pero, además, es posible que para quien o quienes colocaran el vaso ornitomorfo en la tumba, la pieza adquiriera en ese contexto funerario –y por ello trascendente– otros significados y usos –que se añadirían 84 SILVIA ALFAYÉ a su funcionalidad cotidiana–, y que la propia morfología de la pieza la dotara de un valor simbólico ya que, a juzgar por la iconografía y las referencias literarias, sabemos que las aves fueron consideradas animales psicompompos por estas poblaciones indígenas peninsulares (Sopeña 1995; Marco 2006). Así, la inclusión de una de estas piezas pudo facilitar el viático del difunto, ya que su forma aviar la convertía en metáfora del tránsito al allende y, posiblemente, también en elemento propiciador de la incorporación a su nuevo estado, y en amuleto protector del muerto contra las amenazas sobrenaturales del más allá; e incluso pudo ser un símbolo del alma de éste (Blázquez 1983, 269). En este sentido, está documentada la inclusión de determinados elementos con iconografías que remiten a un simbolismo de regeneración en necrópolis de la Céltica hispana (por ejemplo, Barril y Salve 1997), incluidas las representaciones de aves. Esta asociación entre imágenes ornitomorfas y contextos de muerte se constata también en otros soportes de contextos no funerarios, y entronca con concepciones escatológicas y religiosas de estas poblaciones (Sopeña 1995; Marco 2006). También hay que valorar la existencia de motivaciones religiosas en la inclusión de estos objetos en un contexto funerario, ya que, como alerta C. Renfrew (1994, 52), “the disposal of the dead is generally considered, by archaeologists, under a different rubric from that of religion. This may be the case because burials, like death, are of frequent occurrence. But that is hardly a persuasive reason. Nearly every burial, however, constitutes a highly symbolic act. ( ) burial is the last of all rites of passage and the most permanent”. Las posibilidades interpretativas son, por tanto, numerosas, y muestran la variedad de usos y significados de una misma pieza incluso dentro de un mismo contexto funerario. El ajuar fúnebre no es monolítico, y sus diversos objetos pueden pertenecer a categorías diferentes: hay objetos puramente funerarios, propiedades queridas del difunto, símbolos de estatus y profesión, amuletos, juguetes en tumbas infantiles, símbolos ligados a creencias religiosas sobre el Más Allá y el proceso de tránsito, etcétera. Vasos ornitomorfos como biberones El vaso de “El Raso”, descubierto en el interior de una tumba junto con bolas de barro, cuentas de collar y una cabrita de terracota, sería para Galán (19891990, 189) un sacaleches o un biberón, interpretación que se construye sobre la base de la identificación de la tumba de “El Raso” como una sepultura infantil, lo que, a su vez, no se basa en datos antropológicos, sino en la propia caracterización del vaso ornitomorfo como un artefacto vinculado a la lactancia, y en la interpretación del resto de los elementos del ajuar como objetos del universo material cotidiano del infante –la cabrita y las bolas de barro como juguetes, y las cuentas de collar como un objeto de adorno–. Ciertamente, la asociación de terracotas con enterramientos infantiles se encuentra documentada en otros contextos funerarios del mundo antiguo (Vaquerizo 2004, 169-199), pero tampoco hay que olvidar que las bolas de barro y las cuentas de collar son elementos ubicuos en las necrópolis de la antigua Iberia, no detectándose una vinculación exclusiva a tumbas infantiles; y que la cabrita de barro podría tener otro significado que trascendiera su uso lúdico como juguete, ya que F. Fernández Gómez (1986, 853, 966) ha propuesto relacionarla con el culto a la diosa Ataecina, divinidad vetona con la que este animal estaba asociado y a la que sabemos que se dedicaban, como exvotos y ofrendas, figuras con forma de cabra. La exégesis del vaso ornitomorfo de “El Raso” como biberón y/o sacaleches es similar a la planteada por T. Chapa (2003, 121-124) para los askoi con forma de pájaro del área ibérica. Esta investigadora defiende el uso de estas piezas como biberones sobre bases iconográficas, ya que su funcionalidad como artefactos ligados a la nutrición de la primera infancia estaría documentada gracias a dos terracotas curótrofas: una figura procedente de la necrópolis púnica de Puig dels Molins, en la que se ha representado a una mujer sentada que alimenta a un lactante con uno de estos vasos; y otra terracota de la necrópolis de La Albufereta (Alicante), en la que una dama de pie sostiene un bebé en uno de sus brazos, mientras que con el otro sujeta un vaso ornitomorfo (Chapa 2003, 122123, fig. 4). Según Chapa, los recipientes plásticos con forma de ave se utilizaron esencialmente para alimentar a los lactantes, pero su propia funcionalidad nutricia pudo convertirlos, en contextos trascendentes como el santuario o la tumba, en símbolos de vida y en ofrendas u exvotos dedicados a una diosa curótrofa que protegía y alimentaba a los infantes y, a través de ellos, transmitía la vida a la humanidad entera (Olmos 20002001; Moneo 2003, 389-390, figs. VI.13 y 14). De acuerdo con esta propuesta interpretativa, los vasos ornitomorfos ibéricos podrían haber ampliado sus significados al trascender el contexto primario de uso que venía marcado por su funcionalidad como biberones –y que, por tanto, estaba constreñido a la esfera femenina e infantil, es decir, al ámbito doméstico, en el que precisamente tiene lugar el cuidado y la educación de los niños, y en el que la mujer alcanza sus expectativas sociales en tanto que reproductora– para convertirse en potentes símbolos de vida, regene- Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... ración e inmortalidad, lo que podría explicar su inclusión en el ajuar funerario. Sin embargo, hay quienes que, como C. Gómez Bellard (1984, 128-129) se muestran más escépticos sobre, ya que, al menos en lo relativo a los vasos ornitomorfos depositados en necrópolis ibicencas, considera que serían “objetos funerarios incluidos en ajuares de adultos, cuyo posible significado concreto se nos escapa de momento”. La descripción de algunos de los vasos plásticos ornitomorfos de la Céltica hispana como “biberones” –así es como denomina Molinero al askos de “El Raso” y Cabré al de “Las Cogotas”–, nos lleva a preguntarnos si, como sugiere Chapa para los del área ibérica, Galán para la pieza de “El Raso”, y Mena (1984, 101) para el recipiente de “Las Cogotas” (fig. 10), éstos también pudieron haber sido utilizados con ese propósito. En mi opinión, sólo la realización de análisis arqueométricos y prácticas de arqueología experimental podrían ayudarnos a determinar el contenido de estos recipientes y la viabilidad de su uso como biberones, ya que los estudios de este tipo realizados sobre producciones cerámicas antiguas tradicionalmente identificadas como sacaleches o biberones evidencian un desfase entre la finalidad supuesta y la funcionalidad real de estas piezas. Figura 16. Reproducción experimental del modo de utilización de un sacaleches galo-romano (según Rouquet 2003, fig. 8). 85 Así, por ejemplo, se ha atribuido la función de “sacaleches” a cuatro piezas singulares descubiertas en el pozo de ofrendas de “El Amarejo” (Broncano 1989, 144-145, nº 122, figs. 36 y 92, lám. LXXXVIII; 177-178, 222, nº 208, fig. 134, lám. CIII; 217-219). Realizadas por el mismo alfarero y con una cuidada decoración polícroma, se pensó que estos recipientes servían para extraer la leche materna y ser utilizados después como biberones. Sin embargo, el trabajo de arqueología experimental realizado por S. Broncano (1989, 217-219) puso en evidencia la imposibilidad de usar estas cerámicas como extractores de leche materna o como biberones, dado que la morfología teratológica de los pitorros no es la más adecuada para succionar. En cambio, las prácticas revelaron que estos recipientes “estuvieron relacionados con el proceso de extracción de aceites esenciales, extractos, bálsamos, etc., o posiblemente en la destilación de alcoholes, para la fabricación de algunas de las sustancias citadas”. Otro estudio de arqueología experimental relacionado con supuestos artefactos antiguos destinados a la nutrición infantil es el realizado por N. Rouquet (2003, 171-178) sobre piezas galo-romanas de pequeño tamaño denominadas “biberones”, que están dotadas de un tubo lateral y de una abertura superior que no suele superar los 2,5 cm de diámetro. Procedentes en su gran mayoría de tumbas infantiles, los análisis arqueométricos determinaron que algunos de ellos albergaron leche humana o animal (entre 70-110 ml.), lo que ha llevado a pensar que pudieron haber sido depositados como una ofrenda de la madre o la nodriza para el lactante fallecido (Rouquet 2003, 173, 177), una explicación que podría hacerse extensiva a los askoi ornitomorfos de la Céltica hispana. Sin embargo, la experimentación con una réplica (fig. 16) mostró que el tubo de esta pieza no estaba adaptado a su hipotético uso como tetina artificial, pero que, en cambio, estas cerámicas eran efectivas como “tire-lait”, como sacaleches, estando destinadas posiblemente a aliviar la congestión mamaria (Rouquet 2003, 173-175, 212213, figs. 6-8). Curiosamente, las formas cerámicas testadas como sacaleches corresponden precisamente a tipos cerámicos peninsulares tradicionalmente identificados como biberones –como, por ejemplo, los hallados en Numancia (Wattenberg 1963, nº 164-170), lo que nos obliga a valorar con cautela la atribución de dicha funcionalidad a estas piezas y, por extensión, a los “vasos-biberones” ornitomorfos peninsulares. A cambio, Rouquet sí defiende la existencia de otros tipos cerámicos antiguos que pudieron ser utilizados como biberones, uno de los cuales sería un recipiente de aspecto longilíneo, con asa y dos orificios –uno de 86 SILVIA ALFAYÉ alimentación en la zona superior, y otro al final de un tubo alargado–, que pudieron servir para alimentar al infante introduciéndole verticalmente el extremo del tubo en la boca, y regulando con el dedo la salida del líquido. Un ejemplo de estos biberones sería el conservado en el Museo de Nápoles, en cuyo medallón aparece representada la figura de una mujer alimentando a un infante (Rouquet, 2003, 175-176, fig. 10). La morfología de estas piezas recuerda a la de las modernas “pipetas” (fig. 17), piezas de loza de forma alargada con un asa en la parte trasera, un orificio de alimentación en la zona superior central y un tubo alargado, que se han venido utilizando hasta fechas recientes en algunas zonas de España para alimentar artificialmente a enfermos postrados en cama (incluidas las parturientas). En las pesquisas etnográficas realizadas no se documenta su uso como biberón para la alimentación de infantes, ya que, por lo general, en la sociedad tradicional eran las nodrizas las que amamantaban directamente a los niños. Y tampoco se atestigua su presencia en todas las casas, tratándose de un tipo cerámico cuya posesión normalmente se vinculaba a un cierto poder adquisitivo del usuario6. Pero dado que la alimentación artificial de lactantes con leche de animales está documentada ya desde la Antigüedad –así, por ejemplo, Sorano de Efeso recomienda en el siglo II d.C. que se de leche de cabra a los niños que no puedan ser criados con el pecho (Paricio 2004, 11-17)-, no hay que descartar que estos recipientes también hubieran podido ser utilizados como biberones para administrar leche animal a aquellos bebés para los que no se hubiera podido encontrar una nodriza, aunque esto no cuenta con refrendo etnográfico. Todos estos ejemplos demuestran la necesidad de realizar estudios experimentales con los vasos plásticos zoomorfos de la Céltica hispana, lo que nos permitiría comprender mejor cómo se utilizaban, y si era factible su uso como pipetas para enfermos, biberones o sacaleches, o bien estas hipótesis deben de ser desestimadas. Vasos ornitomorfos como reclamos y silbatos Las dos piezas ornitomorfas de Olmedilla de Alarcón y Sepúlveda (figs. 12-14) han sido identificadas como reclamos de caza o silbatos cerámicos7. Pese a haberse hallado en una necrópolis, desconocemos si la pieza conquense procede del interior de una tumba, pero es posible que, dado su contexto funera- 6 Agradezco a Mª Angeles Villa que me proporcionara esta información sobre el uso de las pipetas en el contexto de las sociedades tradicionales modernas de las Cinco Villas aragonesas. Figura 17. Pipeta moderna, utilizada para alimentar a enfermos postrados en cama (fot. Alfayé). rio, a su funcionalidad como reclamo pudieran habérsele sumado otros significados simbólicos. En cuanto al silbato de Sepúlveda, Blanco (2003, 75) considera que se trata de un juguete infantil carente de cualquier connotación ideológica, y dotado de una funcionalidad exclusivamente lúdica. Se conocen terracotas ornitomorfas antiguas identificadas como silbatos y vinculadas al universo material infantil, algunas de las cuales aparecen depositadas en tumbas como parte del ajuar funerario (Vaquerizo 2004, 146-147). Pero, entonces, ¿cómo debemos interpretar los vasos con forma de ave hallados en el ámbito de la Céltica peninsular? Objetos rituales para libaciones a diosas de la fecundidad, la vida y la muerte, vasos de ofrendas, elementos de ajuar en contextos funerarios, símbolos del ascenso a un Más Allá Astral, encarnaciones de divinidades, elementos relacionados con la nutrición infantil, silbatos Son pocas las certezas y muchos los posibles significados y usos de estos askoi ornitomorfos, por lo que, no resuelta la cuestión de su funcionalidad, lo único que podemos afirmar es su escasa difusión de en la Céltica hispana, lo que contrasta con lo atestiguado para el ámbito ibérico. Por otro lado, y nuevamente a diferencia de lo que sucede en el mundo ibérico, en esta zona no se documenta iconográficamente la vinculación de estos vasos plásticos con divinidades femeninas, ni tampoco está constatado su hallazgo en lugares de culto, lo que dificulta su interpretación como representaciones de diosas madre, objetos suntuarios ligados a su culto, o exvotos u ofrendas dedicados a esas deidades, y parecer evidenciar que en el área ibérica estas piezas poseían un simbolismo religioso distinto a los de los vasos de las vecinas poblaciones célticas. Aunque no sabemos cuál era el contexto de uso de estas piezas, se detecta, en cambio, una preferencia a que el funerario sea su con- 7 Sobre silbatos peninsulares de la II Edad del Hierro realizados en otros materiales, véase Llanos (2005). Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... texto de depósito (gráfica 2), tendencia que también se observa en otras áreas de la Céltica europea (Diepeveen-Jansen 2001, 138) y que resulta tentador relacionar con concepciones escatológicas de estos pueblos sobre un allende astral al que conducen las aves (fig. 18). 4. Reflexiones a modo de conclusión De las páginas precedentes podemos extraer una serie de reflexiones sobre los vasos plásticos zoomorfos de la Céltica hispana. La primera es que, una vez propuestas todas las alternativas de interpretación posibles y teniendo en cuenta las diferencias técnicas, iconográficas, geográficas y contextuales que muestran estas producciones cerámicas, parece indudable que estos vasos poseyeron usos y significados múltiples. Parece inapropiado, por tanto, seguir manteniendo aproximaciones reduccionistas que atribuyen una única e idéntica finalidad a estas piezas, y se hace evidente la importancia del estudio del contexto –de uso y de depósito– en el análisis de los askoi de la Céltica hispana, cuya polisemia y polifuncionalidad están fuera de toda duda. Vasos para libaciones, exvotos, ofrendas, objetos suntuarios, símbolos de prestigio, biberones, silbatos, imágenes de la divinidad, drinking vessels, símbolos psicompompos colocados en los ajuares funerarios , recipientes vertedores cuyo significado y uso pudieron variar en función del momento, el contexto y el usuario, y también de su propia “biografía cultural”. Pero de este estudio también se desprenden otras conclusiones. Así, en lo que respecta a la distribución por áreas culturales de estos askoi, resulta conspicuo 87 el hecho de que nueve de los doce vasos procedan del ámbito celtibérico, dos de necrópolis vetonas, y sólo uno del área vaccea, lo que evidencia una desproporción en la distribución geográfica-cultural de estas piezas. Además, mientras que las piezas ornitomorfas muestran una mayor dispersión –cuatro en el área celtibérica, una en el ámbito vacceo, y dos en el vetón-, los vasos plásticos con forma de bóvido (3) y suido (2) se restringen al territorio celtibérico y, más concretamente, al ocupado por los arévacos, procediendo todos ellos –menos el fragmento hallado en el cementerio de “Carratiermes”, cuyo aspecto rodado podría indicar que el contexto primario de uso no fue ése– del interior de poblados (gráfica 2). Se observan, por tanto, diferencias regionales en la dispersión geográfica y contextual de estos vasos zoomorfos, desigualdades que también se detectan en otros elementos de la coroplastia de la Hispania Céltica (Alfayé, en prensa) y que, sin duda, se vinculan a la propia idiosincrasia cultural de cada uno de esos pueblos indígenas. A su vez, la primacía del ámbito funerario como lugar de hallazgo de los vasos plásticos (gráfica 2) contrasta con lo documentado para el resto de terracotas zoomorfas de esas mismas áreas, que mayoritariamente proceden del interior de los asentamientos (Alonso y Benito 1991-1992, 534), desfase para el que será necesario hallar una explicación. Este trabajo muestra, además, la importancia de abordar el estudio de estas piezas desde aproximaciones multivariables y análisis contextuales, así como la necesidad de realizar análisis de contenido y trabajos de arqueología experimental que ayuden a definir su funcionalidad. Faltan todavía por analizar los aspectos técnicos y tecnológicos de estos vasos, así como sus paralelos formales, asuntos que apenas han sido analizados por la historiografía pero que pueden deparar interesantes resultados. A todo ello hay que sumar el deseo de que se produzcan en el futuro nuevos hallazgos de vasos plásticos zoomorfos en contextos arqueológicos bien documentados, lo que sin duda será clave para seguir profundizando en los usos y significados de estas singulares producciones cerámicas de la Céltica hispana de la Segunda Edad del Hierro. Catálogo Figura 18. Objetos del ajuar funerario de la tumba 4 de la necrópolis lateniense de St. Memmie (región del AisneMarne), entre los que destaca un vaso plástico ornitomorfo (Diepeveen-Jansen 2001, fig. 4.9). 1. Procedencia: Numancia, Garray (Soria) Contexto: poblado, se desconoce el contexto exacto. Tipo de pieza: vaso plástico de barro rojo cocido modelado con forma de toro (figs. 1-2). 88 SILVIA ALFAYÉ Descripción y observaciones: aunque sólo se recuperaron dos fragmentos –la parte delantera y la parte trasera– de este vaso plástico, pudo ser fácilmente restaurado. De factura muy cuidada y gran calidad en el modelado, el cuerpo ha sido realizado a torno –dado que se observan las líneas del mismo–, y luego se le añadieron las extremidades y su modelado –en el que destaca el rabo sobre el lomo– sería terminado a mano. Su morro tiene forma tubular y sirve como orificio vertedor, pero no sabemos dónde estaba el agujero de alimentación, aunque es probable que se localizara en el parte central de la pieza, que no se nos ha conservado. Dimensiones: 27 x 14 cm (pieza restaurada); 14,5 x 12, 3 cm (parte delantera) y 9,4 x 13,1 (parte trasera). Lugar de conservación: Museo Numantino (Soria), nº inv. N 6.132 Cronología: I a.C. Bibliografía: VVAA 1912, 37, lám. LIII. Apraiz 1953, 272. Wattenberg 1963, 42, lám. XII.7. Argente et al. 1990, 166. Jimeno 2005, nº 267. 2. Procedencia: Numancia, Garray (Soria) Contexto: se desconoce el contexto exacto. Tipo de pieza: vaso plástico de barro cocido modelado con forma de toro (figs. 1-2) Descripción y observaciones: sólo se conservan la cabeza y algo de las patas de este vaso, y el resto ha sido completado tomando como modelo la pieza anterior, con el que comparte idénticas características. Por sus similitudes técnicas y formales, es posible que ambas piezas fueran realizadas por el mismo artesano. Dimensiones: 37 x 18 cm. (largo por alto, tamaño de la pieza reconstruida) Lugar de conservación: Museo Numantino (Soria), nº inv. N 6.133. Cronología: I a.C. Bibliografía: VVAA 1912, 37, lám. LIII. Apraiz 1953, 272. Wattenberg 1963, 42, lám. XII.7. 3. Procedencia: Necrópolis de Carratiermes, Montejo de Tiermes (Soria) Contexto: túmulo A de la necrópolis; no se precisa su localización dentro de este singular enterramiento colectivo, ni la relación con el resto de materiales del ajuar. Tipo de pieza: fragmentos de un vaso plástico con forma de bóvido Descripción y observaciones: “Varios fragmentos del hocico de un bóvido moldeado en arcilla depurada y anaranjada, que formarían parte de un vaso plástico. Se encuentran bastante rodados y, si alguna vez la figurilla tuvo pintura o engobe, éste no se ha conservado. La pieza se ha realizado presionando una lámina de arcilla de 3-6 mm de grosor sobre un molde; la unión se aprecia debajo, en el mentón y el cuello, por donde está fracturada la pieza. La parte superior es una suave curva que desde el cráneo remataría en lo que es propiamente el hocico, aplanado y con un agujero de forma poco regular en el que se observan las rebabas del modelado”. Dimensiones: (máximas conservadas) 7 x 5,4 cm. Lugar de conservación: Museo de Tiermes (Soria). Cronología: finales del siglo III-inicios del siglo II a.C. Bibliografía: Argente, Díaz y Bescós 2001, 198 (sin fotografía o dibujo de la pieza). 4. Procedencia: Numancia, Garray (Soria) Contexto: excavaciones en el asentamiento en los años 1916-1917, no se precisan más detalles. Tipo de pieza: vaso plástico de barro rojo cocido modelado con forma de jabalí (figs. 1 y 3) Descripción y observaciones: sólo se ha conservado la mitad delante de este vaso. Las cerdas del lomo erizado del dorso del jabalí se han representado mediante líneas verticales de pintura marrón, y sobre el lomo se han pintado círculos concéntricos del mismo color. El morro del jabalí es tubular, lo que lo convierte en un excelente recipiente vertedor. Dimensiones: 22,5 x 17,8 cm (largo x alto) Lugar de conservación: Museo Numantino, nº inv. N 6.131. Cronología: I a.C. Bibliografía: Mélida 1918, 16-17, lám. XIII.A. Wattenberg 1963, 42, lám. XII.7. Cerdeño y Cabanes 1994, 109-110. Birkhan 1999, 274, fig. 440 (con paralelos célticos en otros soportes). Jimeno 2005, nº 269. 5. Procedencia: “La villa vieja”, Medinaceli (Soria) Contexto: excavaciones en el asentamiento celtíbero-romano, se desconoce el lugar exacto del hallazgo. Tipo de pieza: fragmento de vaso plástico con forma de jabalí (fig. 4). Descripción y observaciones: “boca de un vaso, que figura ser la cabeza de un jabalí. Es de barro amarillento fino y con color rojo, tiene pintados los ojos y detalles. Un vaso idéntico completo se halló en Numancia”. Dimensiones: no precisadas. Lugar de conservación: ¿Museo Numantino? Cronología: “anterromana” (siglos II-I a.C.) Bibliografía: Mélida 1926, 10, lám. IV, nº 2. 6. Procedencia: Numancia, Garray (Soria) Contexto: interior del asentamiento, pero se desconoce el contexto exacto. Tipo de pieza: figurilla hueca con forma de ave (fig. 15). Usos y contextos de los vasos plásticos zoomorfos en la Céltica hispana: verter, sacrificar... Descripción y observaciones: “Paloma de barro rosado, con decoración de línea incisa entrecruzada; en la cola, patos estilizados; en la base estrella de cinco puntas. Hecha a mano”. A la pieza, que presenta un pie circular y carece de asa, le falta la cabeza y está parcialmente rota en la zona central del cuerpo, por lo que no sabemos si allí existió un orificio. Dimensiones: 11,8 cm (largo); 6,2 cm alt; 5 cm anchura. Lugar de conservación: Museo Numantino (Soria), nº inv. 3.042. Cronología: I a. C. Bibliografía: Wattenberg 1963, 42, 58, 155, nº 181, tabla VI, lám. XIII. 3. 7. Procedencia: Necrópolis de “El Altillo”, Aguilar de Anguita (Guadalajara) Contexto: hallado en las excavaciones de la necrópolis, no se ofrecen más datos. Tipo de pieza: vaso plástico con forma de ave (figs. 7-9). Descripción y observaciones: Realizada en barro de color obscuro con desgrasante grueso, aunque el Marqués de Cerralbo la define como una “curiosa lámpara”, se trata de una pieza ornitomorfa de buena factura a la que le falta el pie y el remate de un extremo. Está rota por su zona central, donde posiblemente se localizaba el orificio de llenado. Dimensiones: aprox. 12-14 cm. Lugar de conservación: Museo Arqueológico Nacional (Madrid), nº inv. 40-27-AA-285. Cronología: celtibérica. Bibliografía: Aguilera y Gamboa 1911, lám. CXXXVII. 3. IPHE Archivo fotográfico J. Cabré, nº inv. 0774 (Blánquez y Rodríguez 2004). 8. Procedencia: Necrópolis de “Las Cogotas”, Cardeñosa (Ávila) Contexto: necrópolis, “sepultura nº 161”, sin huesos humanos en su interior. Posiblemente formaba parte, junto con la urna cineraria hallada en la denominada “sepultura nº 160”, de una única tumba. Tipo de pieza: vaso plástico con forma de ave (fig. 10). Descripción y observaciones: vaso ornitomorfo de barro rojizo y desgrasante muy grueso, con pie circular y carente de asa, que ha sido identificado como un cisne por Cabré. Al igual que sucedía con la pieza de Aguilar de Anguita, muestra una rotura en su zona central, en la que debió de estar el agujero de alimentación. Dimensiones: aprox. 12-14 cm. Lugar de conservación: Museo Arqueológico Nacional (Madrid). 89 Cronología: siglo III a.C. Bibliografía: Cabré 1930, 69. Cabré y Cabré 1932, 49, nº 161, lám. LIV.1. Maluquer 1954, 165, fig. 93. Kurtz 1989, 237-239, 243. Alonso y Benito 1991-1992, 534. 9. Procedencia: Necrópolis de “El Raso”, Candeleda (Ávila) Contexto: en el interior de una sepultura de la necrópolis de “El Raso”, formando parte del ajuar junto con “una graciosa cabrita de barro, mecas y cuentas de collar”. Se ha propuesto la identificación de esta tumba como un enterramiento infantil. Tipo de pieza: vaso plástico con forma de ave. Descripción y observaciones: no precisado. Dimensiones: no precisado. Lugar de conservación: no precisado. Cronología: finales s. VI – inicios s. III a.C. (cronología de la necrópolis). Bibliografía: Molinero 1958, 47. Galán 1989-1990, 189. Alonso y Benito 1991-1992, 531, 534. 10. Procedencia: Necrópolis de “Las Ruedas”, Padilla de Duero (Valladolid) Contexto: hallazgo casual en el paraje donde se ubica la necrópolis de “Las Ruedas”. Tipo de pieza: fragmento de un vaso de terracota modelado a mano con forma de ave (fig. 11). Descripción y observaciones: fragmento de un vaso ornitomorfo, del que únicamente se conserva la cabeza, en la que se traza con nitidez en el pico, la cresta y un ojo que la perfora hasta el interior hueco. La superficie está decorada mediante alineamientos de puntitos de peine impreso y otros triangulares realizados a punta de navaja. Se aprecia el arranque del cuerpo, que hacía las veces de receptáculo, en la parte inferior del cuello de la figura, que está realizada en una pasta de color grisáceo, con desgrasante abundante. Dimensiones: no precisadas. Lugar de conservación: Colección particular Tomás Madrazo. Cronología: vaccea. Bibliografía: Sanz Mínguez 1997, 175-176, nº 542. 11. Procedencia: Necrópolis de Olmedilla de Alarcón (Cuenca) Contexto: necrópolis, no se ofrecen más datos. Tipo de pieza: vaso plástico de terracota con forma de ave (figs. 12-13). Descripción y observaciones: perdiz/codorniz con las alas recogidas, realizada a mano con cerámica de pasta negra y desgrasantes muy finos de arenilla. Para simular el plumaje, su exterior se decoró mediante varias técnicas: se realizaron una serie de incisiones 90 SILVIA ALFAYÉ en las alas, collar y pechuga, que se rellenaron con pintura roja y, sobre ella, con pintura amarilla, además de algunas estampaciones circulares sobre el cuerpo. El acabado final se ha realizado mediante un fino bruñido. Muestra una perforación en el lomo y otra en el cuello. Dimensiones: 7,3 x 4,5 cm. (largo x ancho). Lugar de conservación: Museo Provincial de Cuenca, nº inv. AA/67/1/48. Cronología: IV a.C. Bibliografía: Mena 1984, 38-39, 101, nº 33, fig. 14. VVAA 2001, 431, nº 108. 12. Procedencia: Sepúlveda (Segovia) Contexto: hallazgo casual en el poblado celtibérico “Cerro de Somosierra”; se desconoce su contexto arqueológico exacto. Tipo de pieza: vaso plástico de arcilla con forma de gallo (fig. 14). Descripción y observaciones: figurilla de barro anaranjado con forma de gallo, que presenta un orificio en su base y otro en la cabeza del animal. Si se sopla en uno de estos agujeros, se produce un sonido agudo de gran intensidad, lo que ha motivado su clasificación como silbato. Muestra las huellas dactilares de su hacedor. Dimensiones: aprox. 5-6 cm. Lugar de conservación: colección particular. Cronología: siglos III-I a.C. 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