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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA
DE MÉXICO
Rector
Dr. José Narro Robles
Secretario General
Dr. Eduardo Bárzana García
Secretario de Desarrollo Institucional
Dr. Francisco José Trigo Tavera
Coordinadora de Humanidades
Dra. Estela Morales Campos
CENTRO DE INVESTIGACIONES
SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
Director
Dr. Adalberto Santana Hernández
Secretaria Académica
Dra. Margarita Aurora Vargas Canales
Secretario Técnico
Mtro. Felipe Flores González
Jefe de Publicaciones
Lic. Ricardo Martínez Luna
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PARAGUAY:
EL NACIONALISMO Y SUS MITOS
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colección
política, economía y sociedad en américa latina y el caribe
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CENTRO DE INVESTIGACIONES
SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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Gaya Makaran
PARAGUAY:
EL NACIONALISMO Y SUS MITOS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
MÉXICO 2014
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Makaran, Gaya, autor.
Paraguay: el nacionalismo y sus mitos / Gaya Makaran. -- Primera edición.
302 páginas. -- (Colección política, economía y sociedad en América Latina
y el Caribe ; 24).
ISBN 970-32-3582-4 (colección)
ISBN 978-607-02-6191-6 (obra)
1. Nacionalismo – Paraguay – Historia. 2. Paraguay – Historia. I. Título. II.
Serie.
F2686. M35 2014
Diseño de la cubierta: D. G. Marie-Nicole Brutus H.
En la portada: Mural pintado por un autor anónimo en la calle Chile,
ezq. Gral. Díaz, Asunción.
Fotografía: Gaya Makaran, septiembre de 2012.
Primera edición: noviembre de 2014
Fecha de edición: 15 de noviembre de 2014
D. R. © 2014 Universidad Nacional Autónoma de México
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centro de investigaciones sobre américa latina y el caribe
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Correo electrónico: cialc@unam.mx
ISBN colección (970-32-3582-4)
ISBN obra (978-607-02-6191-6)
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización
escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Impreso y hecho en México
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A José Manuel, Mito, Norma, Krystyna, Henryk
y a todos los demás amigos paraguayos que me guiaron.
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ÍNDICE
introducción
PARTE I: NACIONALISMO PARAGUAYO
capítulo i. Historia del nacionalismo en paraguay
1. José Gaspar Rodríguez de Francia
(1814-1840)
2. Los López y la Guerra Grande
(1841/44-1869)
3. Novecentismo y la polémica
Cecilio Báez-Juan O´Leary
4. Nacionalismo en el poder, gobiernos militares
(1936-1947)
5. Nacionalismo colorado
y su ideólogo Juan Natalicio González
6. Dictadura de Stroessner (1954-1989)
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Índice
PARTE II: MITOLOGÍA NACIONALISTA
capítulo i. origen. conquista amorosa
y la alianza Hispano-guaraní
1. Conquista mítica
2. Conquista real: sometimiento y resistencia
capítulo ii. mestizaje. la raza guaraní
y la desaparición del indio
1. Mestizaje mítico: entre el “mestizo blanco”
y la “raza guaraní”
2. Historia del mestizaje paraguayo:
entre la “paraguayanización” del guaraní
y la guaranización del paraguayo
3. Los pueblos indígenas en la actualidad:
¿ciudadanos prescindibles?
capítulo iii. bilingüismo
dos sangres dos idiomas
1. Bilingüismo mítico
2. Historia lingüística de Paraguay
3. La realidad lingüística en Paraguay:
entre el monolingüismo, el bilingüismo
y el plurilingüismo.
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Índice
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capítulo iv. mujer. de la madre guaraní
a kuña guapa
1. La conquista amorosa. Madre guaraní
2. La Guerra de la Triple Alianza. Madre de los leones
y residenta
3. El matriarcado. Kuña guapa, reconstructora
de la patria
4. La paraguaya actual, especie única
5. La mujer paraguaya más allá del mito
reflexiones finales
fuentes
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INTRODUCCIÓN
Cuando Usted llegue al Paraguay
encontrará aquel lejano lugar que vio en sus sueños
y la lluvia le llenará los ojos de
recuerdos
Cuando Usted llegue al Paraguay
se abrirá la tierra con sus
venas de ríos eternos
y el viento norte le encenderá la piel.
Cuando Usted llegue al Paraguay
verá las noches de tormenta iluminando antiguos seres que
lo pueblan
las siluetas de los dueños del bosque abrazando a sus árboles
y los dueños del río bendiciendo el agua y adornándola de
plumas de fuego.
Cuando Usted llegue
verá a sus mujeres de pies cansados perderse cadenciosas en
caminos colorados
verá la siesta en sus ojos y a sus hijos retoñándoles como
flores después de la lluvia.
Cuando Usted llegue al Paraguay
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sentirá en su gente la mano cálida y la risa simple
y Usted recordará su infancia
y sabrá por
qué el poeta dijo que aquí
“entonces era siempre”.
Alejandra Peña Gill1
Si un extranjero se acerca voluntariamente o por casualidad a
Paraguay, éste se vislumbra al principio como una tierra mítica y misteriosa, un país de maravillas, donde el pasado es el
presente y sus habitantes más que seres de carne y hueso parecen criaturas fantásticas, dotadas de una espiritualidad guaraní única. A Paraguay lo conocemos a través de los diarios
de viaje de varios europeos que se adentraron en sus espesos
bosques con la esperanza de encontrar gigantes y amazonas;
por la utopía de los jesuitas; por los relatos de sus vecinos
estupefactos frente a la originalidad de su habla y su régimen
socioeconómico en el siglo xix. Lo llamaron “china sudamericana” por su aislamiento y misterio; fue también el “país de
mujeres” y la “tierra guaraní”, una ínsula única en el mapa
latinoamericano, donde el indio decían logró imponer su impronta a toda la sociedad. Este país verdirrojo de “ríos eternos”, de naturaleza fracturada entre el occidente y el oriente,
entre el guaraní y el castellano, entre lo antiguo y lo moderno,
hasta hoy en día sigue siendo la fantasía de los viajeros y la
atracción para diversos soñadores en busca de utopías.
1
Alejandra Peña Gill, Paraguay, país de ríos eternos, Asunción, Servilibro,
2012, p. 5.
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Introducción
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Durante mi primer viaje por Paraguay me sentí involuntariamente guiada por estas imaginaciones míticas y, sin poder
explicar por qué, experimenté esta extraña sensación descrita
en el poema de Alejandra Peña Gill de “encontrarme en aquel
lejano lugar que vi en mis sueños”, que al mismo tiempo me
era conocido desde siempre y que “me llenó los ojos de recuerdos” de mi infancia en otro sitio lejano, Polonia. A lo mejor por
eso decidí acercarme más a este “país de fantasía”, conocerlo
esta vez desde la mirada de los mismos paraguayos, no como
una región recóndita del continente, aislada del tiempo y de la
historia, sino como el “corazón de América”, nombre que le
dan sus habitantes. Al mismo tiempo descubrí otros mitos,
los que moldean la autoimagen social paraguaya y tienen no
menor arraigo que los impuestos desde afuera. Este relato
mítico sobre el origen, el carácter y el porvenir de los paraguayos tiene una importancia crucial en el proceso de su formación nacional, y como tal forma parte integral del discurso
nacionalista. De ahí mi interés por identiicar la “mitología
paraguaya”, confrontarla con los imaginarios ajenos, descubrir los ines a los que sirve y las verdades que esconde, en
in, desmitiicarla, no para negar las bases identitarias de los
paraguayos, sino para hacerlas más conscientes y, por ende,
más sólidas.
Antes de emprender la investigación es necesario relexionar sobre los conceptos que se utilizan en ella, como el mito,
la identidad, la nación, el nacionalismo, el discurso y el poder.
La deinición de estos términos frecuentemente polisémicos,
nos situará en el contexto teórico en el que se sustenta el siguiente trabajo y nos permitirá mirar con la distancia necesaria los fenómenos por analizar, más allá de los discursos
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ideológicos que suelen rodearlos. De esta manera, cuando hablamos de los mitos nos referimos, más allá de su signiicado
negativo atribuido por la modernidad que los concibe como
fantasías sin sentido o una patraña sin función alguna (mito
versus historia), a una forma de la comunicación humana que,
leída en su totalidad y su contexto, releja el pensamiento y las
estructuras sociales de una cultura. El mito (del griego mythos,
“relato”, “palabra hablada”, “discurso”) es la base de cualquier
organización humana, puesto que es su primera concepción
del mundo, un intento íntegro de explicar el universo en su
totalidad.
Las funciones del mito no han cambiado sustancialmente
desde las épocas “arcaicas”: la explicativa, que se reiere a con
testar las preguntas básicas de cada ser humano acerca de sí
mismo y del mundo que lo rodea; la pragmática, que implica la justiicación con inalidad política de ciertas estructuras
sociales, legitimación de un poder o el sustento de reivindicaciones territoriales; la función de signiicado, que pretende
otorgar un objetivo de vida y esperanza a los individuos frente al sufrimiento o muerte. Estas funciones básicas del mito
pueden explicarnos su persistencia a través de los siglos y su
resistencia a ser sustituido por la historia (racional y objetiva),
sobre todo si hablamos de los fenómenos identitarios, donde
las identidades son creaciones sociales basadas en la subjetividad y los símbolos, a veces muy alejados de la “verdad
histórica”. De ahí que los mitos nacionales se enraízan en las
circunstancias históricas reales, sin embargo, las transforman
y resigniican según las necesidades del proceso de formación
nacional. La mitiicación es necesaria a la hora de construir un
Nosotros común, libre de contradicciones, por encima de la
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complejidad histórica divisoria. Así, cada nación necesita mitos, creaciones de la memoria o más bien la desmemoria colectiva, para instrumentar el pasado al servicio del presente.
La creencia común en los mitos nacionales nos lleva a la
formación de una identidad común, promovida por el nacionalismo en su forma más homogénea posible. El término
identidad está compuesto de dos palabras latinas: ídem, es decir, “igual” y entitas (entidad), es decir, “ser”. Como señalan
Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo,2 la entidad, concebida
como la esencia de algo, hace referencia a una unidad, a algo
completo y total. En este sentido, idéntico signiicaría igual
a uno, a lo entero. En realidad, el signiicado de la identidad abarca mucho más que su traducción literal. Así, uno
de sus signiicados más comunes se reiere a la semejanza, a
ser idéntico, sin embargo, la sociología, psicología o antropología la perciben como la autodeinición del actor social
individual o colectivo, y un conjunto de relexiones, opiniones y convicciones de ese actor sobre él mismo.3 Esta autodeinición se elabora con base en su interacción con los
demás en situación de contacto e intercambio, es conciencia
de ser uno mismo, distinto a los demás y al mismo tiempo
parte de un Nosotros, formada no sólo por el actor mismo,
sino también por la mirada e inluencia del mundo exterior.
La identidad nunca es estática, de hecho es un proceso en
curso, un fenómeno dinámico que evoluciona, pero al mismo
2
Inmaculada Jáuregui Balenciaga y Pablo Méndez Gallo, “La identidad:
el gran delirio de Occidente”, en Nómadas Revista crítica de ciencias sociales
y jurídicas, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2005.
3
Véase Zbigniew Bokszański, Tożsamości zbiorowe, Varsovia, pwn, 2005,
p. 16.
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tiempo es continuo y coherente, por lo cual el sujeto a pesar
de los cambios sigue siendo él mismo. A la vez, la identidad
siempre será una creación subjetiva que tiene, sin embargo,
consecuencias en la realidad “objetiva”, puede ser creada y
recreada, asumida y negada, pero nunca dada o poseída una
vez por todas, heredada genéticamente, atemporal, limitada e
inmutable, como lo plantean los esencialismos nacionalistas,
puesto que en realidad no nacemos con la identidad, sino que
la estamos haciendo durante toda nuestra vida. Como apunta
Bartomeu Meliá:
[…] buscar la identidad mediante una especie de excavación
hacia las raíces profundas del ser nacional, sea tal vez un trabajo inútil. Este espejo en que relejarme es más bien un espejismo inalcanzable, como oasis en el desierto […] lo más práctico
sería abandonar el esquema de la identidad por nostalgia y por
recuerdo de lo pasado y ponernos en camino hacia una identidad en tránsito.4
Esta concepción estática y atemporal de una identidad naturalizada y eterna, un ente autónomo e incrustado en nuestro
genoma, es propia de la ideología nacionalista. El nacionalismo, entendido como una ideología y un movimiento político-social, aparece con el concepto moderno de la nación
como respuesta a una necesidad urgente de legitimar el nuevo orden republicano burgués, tras verse reemplazado el
principio monárquico del “derecho divino” por la “soberanía
4
Bartomeu Meliá, “Identidad paraguaya en movimiento”, en Edgar Montiel y Beatriz G. de Bosio [eds.], Pensar la mundialización desde el Sur, Asunción,
unesco/Mercosur/Konrad Adenauer Stiftung/cidsep, 2002, vol. i, pp. 86
y 87.
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del pueblo”. De esta manera, el nacionalismo se convierte
en una especie de “religión secular” de la era industrial,5 cuya
inalidad es reforzar o la mayoría de las veces simplemente
crear “lo nacional”, al ser la nación y la identidad nacional
más bien un tipo de constructo nacionalista que una realidad
atemporal y objetiva. De hecho, según los planteamientos de
Ernest Gellner, se podría decir que el nacionalismo no tanto
“despierta” a las naciones hacia una conciencia propia, simplemente las “inventa”. De esta manera, las naciones son una
construcción cultural, el resultado de un cuidadoso trabajo de
selección, reinterpretación y reinvención de la historia, costumbres y valores de una comunidad humana, a in de crear
una identidad única y irme, capaz de justiicar la existencia y
las ambiciones políticas de los estados.
Más allá de una deinición general, existen varias y múltiples formas del nacionalismo, según el contexto sociohistórico e ideológico que lo sustenta. De esta manera, si tomamos
en cuenta los diferentes conceptos de nación, podremos distinguir entre el nacionalismo liberal y el nacionalismo étnico.6
El primero, llamado también cívico y voluntarista, concibe a
la nación como una comunidad humana de libre adscripción
unida por la voluntad común de ser tal. Se apoya en el concepto político de la nación y es inseparable de las teorías liberales
acerca del Estado y de la sociedad. El otro, denominado tam5
Véase Hagen Schulze, Estado y nación en Europa, Barcelona, Crítica, 1997,
p. 136.
6
La dicotomía que se reproduce en la distinción entre el concepto político y culturalista de la nación, expresados como la oposición entre Staatnation (nación estatal) y Kulturnation (nación cultural), términos introducidos
al lenguaje sociológico por los ilósofos alemanes, entre ellos Friedrich Meinecke, a principios del siglo xx.
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bién romántico o genealógico, entiende a la nación como un
ente autónomo, de espíritu propio, atemporal y precedente al
Estado, basado en la unidad hereditaria de sangre y cultura.
De ahí que, según estos planteamientos, el Estado para ser
legítimo debe ser una expresión genuina de esta nación-cultura-raza.
Los primeros intentos de veriicar y, a in de cuentas, negar la legitimidad del concepto genealógico, comenzaron en
Europa a inales del siglo xix. Uno de los textos más signiicativos que abrió paso a la relexión moderna sobre la cuestión
nacional es la conferencia Qu’est-ce qu’une nation? de Ernest
Renan, dictada en La Sorbona en 1882. Renan, tras analizar
los factores de la identidad nacional como la raza, lengua,
religión, territorio, cultura, comunidad de intereses, etc., llegó
a la conclusión de que ninguno de ellos es una condición
necesaria ni la única constitutiva de la nación: “El hombre no
es esclavo de su raza ni de su lengua ni de su religión ni del
curso de los ríos ni de la dirección de las cadenas montañosas. Una gran agregación [sic] de hombres, sana de espíritu
y cálida de corazón, crea una conciencia moral que se llama
nación”.7 De esta manera rechazó el planteamiento “objetivista” que insistía en la existencia de factores que permiten
con exactitud y certeza reconocer a una nación como tal. La
nación, según él, sería “un alma, un principio espiritual”, el
resultado de un proceso de uniicación política eicaz y de la
herencia histórica. Sería también la memoria común “creativa”, es decir, el recordar los hechos que unen y el olvidar los
7
Ernest Renan, “¿Qué es una nación?”, en Álvaro Fernández Bravo
[comp.], La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha, Buenos Aires, Manantial srl, 2000, p. 66.
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hechos que dividen, de subrayar los momentos constitutivos
para la comunidad, tanto los de gloria como los sacriicios y
derrotas comunes; y en silenciar con la inalidad de “olvidar”
los antagonismos y los acontecimientos que pudieran perjudicar la unidad nacional. Renan revela la naturaleza procesal de
la nación, que deja de ser un objeto estable y se convierte en
un cambio permanente, sustentado sólo por la voluntad de sus
miembros. Este “voluntarismo” renaniano se expresa enfáticamente al nombrar a la nación como un “plebiscito diario”:
Una nación es, por lo tanto, una gran solidaridad, constituida
por el sentimiento de los sacriicios que se han hecho; y los
sacriicios que todavía se están dispuestos a hacer. Supone un
pasado; se resume, no obstante en el presente por un hecho
tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de
continuar la vida en común. La existencia de una nación es un
plebiscito de todos los días.8
Los planteamientos de Renan serán desarrollados por otros
investigadores de la corriente anti-genealógica, que en su fase
más radical llegan a comprobar que las naciones no son más
que unas entidades icticias, unas “fabricaciones” o creaciones falsas de los nacionalismos. Ernest Gellner,9 sociólogo y
antropólogo inglés, las consideraba meras “construcciones
mentales”, una suerte de “manipulación ideológica”. Para
Otto Bauer,10 la nación no era nada más que “un precipitado
de la historia”, “un constante devenir y perecer” que cambia a
8
Loc. cit.
Ernest Gellner, Naciones y nacionalismos, Madrid, Alianza, 1983.
10
Véase Otto Bauer, The Nation, 1924, en Balakrishnan Gopal [comp.],
Mapping the Nation, Nueva York, New Left Books, 1996.
9
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cada hora, con cada acontecimiento que experimenta. Otros
planteamientos, sin rechazar el carácter procesal y cambiante
de la nación, la consideran sobre todo como una idea política
incorporada en la práctica social. De ahí que una nación sería
una construcción política, una comunidad abstracta “producida” por élites, incluidos los intelectuales, que con el tiempo
desciende a los grupos más numerosos de la sociedad.
Independientemente del planteamiento acerca de lo nacional, sea político o cultural, predomina el concepto homogéneo de nación. Cualquiera que sea su base, tanto étnica
como ciudadana, su objetivo inal es la consolidación de la
unidad cultural, jurídica y política. En realidad esta concepción está fundada sólo por la cultura de la etnia/clase dominante que impone su visión hegemónica sobre las otras, al
evitar su participación en los asuntos del Estado, e imponer
sus criterios étnicos/clasistas como universales y constituyentes de la nación. Este concepto se ha aplicado al mundo entero
con la ambición de que sea universal y, sin embargo, ha resultado inadecuado frente a las realidades plurales y complejas
como las de América Latina. De hecho, el concepto del Estado-nación homogéneo, hoy en día, sufre una profunda crisis al
ser confrontado con múltiples movimientos subalternos que
cuestionan su legitimidad.
En el continente americano las guerras de Independencia fueron el catalizador del pensamiento nacionalista, que en
sus inicios se concentraba en la búsqueda de una identidad
común de las sociedades poscoloniales abigarradas, y en su
“modernización” según el lema de “orden y progreso”. Se-
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gún Anderson,11 el proceso de la creación nacional emprendido por las élites criollas y mestizas es uno de los primeros y
más originales ejemplos del constructivismo nacionalista, que
en sus intentos por formar a las naciones según las pautas europeas, al mismo tiempo rompía paradójicamente con todas
las deiniciones de la nación conocidas por aquellos tiempos e
iba a contracorriente de sus procesos. En este caso no se dieron las condiciones características del surgimiento nacional de
Europa: ni el capitalismo ni la popularización de la imprenta
fueron el motor del nacimiento de nuevos Estados-naciones.
Mientras que el proceso de la formación nacional europeo en
general era evolutivo, basado en las tendencias que se dieron
en el conjunto de la sociedad, los estados latinoamericanos
emergieron de golpe, fruto del cambio revolucionario emprendido sobre todo “desde arriba” por las clases apoderadas. En Europa fue la burguesía la que llevó a las clases bajas
a la vida política, mientras que en América Latina, por la falta
de una clase media signiicante, el liderazgo se depositó en la
élite criolla, interesada en preservar las relaciones jerarquizadas coloniales, más que en construir la “igualdad, fraternidad
y libertad” para todos. De ahí que la nación latinoamericana se
manifestó desde sus principios en contra de la premisa de “un
compañerismo profundo, horizontal”, que Anderson considera indispensable para la existencia de un Nosotros realmente
nacional.
La voluntad de liberarse del control económico y político de la metrópoli empujó a los criollos a la lucha por la
independencia, sin embargo, los nuevos estados necesitaban
Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Relexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo, México, fce, 2006.
11
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justiicar y legitimar su existencia, lo que se pretendía conseguir a través de la ideología nacionalista. Frente a la inexistencia de los rasgos étnicos, lingüísticos o culturales comunes
que pusieran cimientos a las nuevas naciones, las élites criollas
adoptaron el concepto político liberal de nación, donde la
pertenencia a lo nacional estaba basada en la ciudadanía. A
partir de aquel entonces, toda la población del territorio estatal será, sin excepciones, igual en su condición de ciudadanos
y uniicada con la idea del Estadonación homogéneo. Para
dar sustento ideológico a las nuevas “naciones”, los gobernantes e intelectuales iniciaron la búsqueda de una identidad
latinoamericana propia, tarea que, dados todos los factores
desfavorables mencionados, no era fácil.
La primera identidad en las Américas independientes de la
Corona española estaba relacionada, según Anderson, con el
localismo. Los criollos se sentían sobre todo americanos por
el lugar de nacimiento, y ese fue el primer elemento alrededor
del cual se articuló la identidad criolla (la idea de “Nuestra
América”, un continente rico y lleno de posibilidades, unido por la lucha contra la España opresora). Las revoluciones independentistas construyeron un campo de símbolos y
de mitos necesarios para arrancar el proyecto ideológico de
creación de una identidad nacional propia. Los criollos beligerantes adoptaron la herencia de la Revolución francesa y
del republicanismo estadounidense, para contraponerla a las
construcciones del viejo régimen representado por la Corona, y de esta manera reforzar su identidad como defensores
de los valores opuestos a los de la monarquía española.
Una vez conquistada la independencia, se elaboraron diferentes proyectos de la construcción identitaria. Unos querían
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basar la identidad nacional en la tradición europea, al rechazar las especiicidades americanas e impulsar las políticas del
“blanqueamiento” de la población, otros, en su desprecio por
lo español, la encontraban en el pasado precolonial, la mayoría se empeñó por crear una identidad mestiza, fundada tanto
en los elementos europeos como indígenas. La nueva consigna de que “todos somos mestizos”, negaba la existencia tanto
de lo europeo como de lo indio, que, sin embargo, seguían vivos en las sociedades latinoamericanas. A todos estos proyectos
los guiaba el convencimiento de que la igualdad entre los ciudadanos forzosamente se traducía en “ser idénticos”, por lo
que cualquier diferencia entre ellos conllevaba la desigualdad.
Las políticas para la “construcción de la nación” de los estados nuevos se airman, y siguen airmándose, sobre todo en
la aplicación sistemática de una ideología nacionalista a través
de la propaganda estatal, las regulaciones administrativas, la
educación primaria obligatoria, controlada por el Estado y
los medios de información de masas. Las ceremonias en honor a la bandera y al himno nacional, junto con interminables
airmaciones de la identidad nacional, se convirtieron por
obra de los gobiernos en cultos cívicos repetidos a través del
sistema educativo. El calendario de las iestas oiciales desplaza el de las iestas religiosas y la historia oicial introduce un
nuevo repertorio nacional.
Entre las estrategias gubernamentales para construir una
identidad nacional única, por encima de la diversidad social
existente, se encuentra el apoyo a una “etnicidad icticia” co
mo la base de la unidad nacional. Como precisa Sarah Radcliffe, se trata de “una invención de la tradición que modela el
pasado indígena al mismo tiempo separándolo de los pueblos
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y culturas indígenas actuales”.12 Esa incorporación de elementos de historia y cultura indígena al repertorio nacional, según
el proyecto del mestizaje biológico y cultural, tenía como objetivo la legitimización de una nueva identidad propia, independiente de Europa. Fue, sin embargo, una identidad contradictoria administrada por el gobierno, moldeada y preparada
por las élites con el objetivo de construir la unidad nacional,
que no respetaba la diversidad cultural ni las verdaderas identidades étnicas existentes. Así, por ejemplo, los paraguayos tenían que ser forzosamente mestizos, orgullosos de su pasado
guaraní, como si fuera el único grupo indígena precolombino.
Sin embargo, esta “nación guaraní”, que en la práctica diaria
seguía las pautas civilizatorias europeas, implantaba las políticas liberales de represión hacia los auténticos descendientes de
las culturas precolombinas. En realidad, el Estado incorporó
solamente algunos elementos de la cultura autóctona, reduciéndola a mero folclore. De esta manera, los grupos étnicos
se convirtieron en el discurso nacionalista en comunidades de
interés turístico, y sus particularidades culturales se redujeron a
simples “curiosidades” dentro de la cultura nacional.
Actualmente en América Latina tiene lugar una apasionada polémica acerca de la condición del Estado-nación latinoamericano, cuyos autores son tanto los intelectuales, los
gobiernos, así como también diferentes movimientos sociales. La mayoría de las voces indica que la debilidad de la nación latinoamericana y su profunda crisis es provocada, entre
otras razones, por la idea equivocada de que en un Estado
existe una sola identidad inmutable, mientras que hay identi12
Sarah Radcliffe, Rehaciendo la nación. Lugar, identidad y política en América
Latina, Quito, Sallie Westwood, Abya-Yala, 1999.
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dades múltiples, diversas y cambiantes. La nueva concepción
de lo nacional es muy diferente a la lealtad exclusiva que exige
la identidad nacional tradicional. El Estado reformado debería representar, según los nuevos planteamientos, “todo el
mosaico de culturas y etnias, identidades, regiones y sectores
sociales que componen la pluralidad nacional”,13 el cual debe
brindarles tanto la posibilidad de una representación equitativa y justa, como también la oportunidad de redeinir su
identidad y expresarla de diferentes formas. Sin embargo, el
camino para poner en práctica estos nobles principios es todavía largo y sinuoso, y a pesar de los reconocimientos que se
están haciendo desde los estados, el imaginario predominante
sigue moldeado por el nacionalismo de viejo cuño, resistente a
la complejidad de lo plural.
Los nacionalismos, en su tarea de construcción de esa identidad nacional única, incuestionable y socialmente asumida,
hacen uso del discurso mítico, pensado y aplicado desde la
posición del poder. Por lo que si hablamos de analizar la mitología nacionalista, en realidad nos referimos al estudio del
discurso sobre lo nacional, en el que tomaremos en cuenta
a sus autores, su contexto y su impacto social. Existen diferentes escuelas teóricas acerca del discurso, unas parten de
la lingüística, otras hunden su raíz en las ciencias de la conducta, como la sociología, la antropología o las ciencias políticas. Para nuestros objetivos, adoptaremos la última de las
tradiciones, a in de destacar las connotaciones sociales y no
meramente lingüísticas del fenómeno.
13
Véase Simón Pachano [comp.], Ciudadanía e identidad, Quito,
flacso,
2003.
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Podemos deinir el discurso como una forma de utilización del lenguaje, cuyo in es la comunicación de ideas e
ideologías, como decía Foucault: un sistema social de pensamiento de ideas,14 que presenta diversos aspectos como la
forma, el sentido, la interacción y la cognición, atravesados
por el contexto social. Neyla Graciela Pardo Abril amplía esta
deinición, al aseverar que:
[El discurso es] un hacer-decir social aprehensible en la interacción comunicativa, que tiene la potencialidad de materializar
y movilizar la diversidad de formas de representar la realidad.
Dar cuenta del papel que desempeña el discurso en las sociedades y hacer explícitas las formas como se construye el
signiicado es comprender la cultura, lo cual demanda desentrañar la estructura y las funciones de los distintos niveles de
representación, todo lo cual se recupera en recursos y estrategias lingüísticas. El discurso se constituye, por lo tanto, en
la expresión privilegiada, en la que las sociedades acrisolan su
pensamiento e identidad. En este sentido, en el discurso conluye el carácter cognitivo y social que tipiica el saber común
compartido por un grupo.15
Al analizar el discurso, como lo hemos mencionado, es
necesario tomar en cuenta su dimensión social, puesto que
el lenguaje no es un ente independiente de quienes lo producen, ni de sus circunstancias, prácticas sociales, intenciones y,
inalmente, relaciones de poder en las que están sumergidos
los sujetos. En este sentido, seguiremos a la escuela francesa
con Michel Foucault, como también a las escuelas alemana y
14
Véase Michel Foucault, El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 2011.
Neyla Graciela Pardo Abril, Cómo hacer análisis crítico del discurso. Una
perspectiva latinoamericana, Santiago de Chile, Frasis, 2007, p. 41.
15
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holandesa representadas por Teun van Dijk,16 que ponen un
especial enfoque en la relación dominación-poder-ideología, al
vincular el discurso con las prácticas de sometimiento y exclusión sociales. Así, Foucault postula el carácter discursivo de la
sociedad y el condicionamiento que ejerce éste sobre los grupos humanos a través de la selección, control y redistribución
de signiicados, con ines de legitimar los ejercicios de poder y
mantener el statu quo.17 Van Dijk, por su parte, subraya la necesidad de un análisis crítico del discurso que tome en cuenta las
situaciones y estructuras sociales y el papel que desempeñan
éstas en los modos de reproducción de la dominación. De esta
manera, el autor analiza sobre todo el discurso de los grupos
de poder, con el objetivo de descubrir sus estrategias discursivas que sirvan a reproducir la dominación y ocultar, legitimar
o naturalizar la desigualdad.
El discurso creado desde el poder pretende convertirse en
hegemónico, es decir: “el que produce consenso, el que se iltra por todos los intersticios de la vida, el que alimenta por
identiicación y construye capacidad simbólica para que los
comportamientos sean voluntarios”.18 De hecho, el discurso
hegemónico sirve a la clase dominante para crear un “senti16
Teun van Dijk, Discurso y poder: contribuciones a los estudios críticos del discurso, Barcelona, Gedisa, 2009.
17
Para Foucault, las relaciones de poder múltiples atraviesan y constituyen todo el cuerpo social. Estas relaciones no pueden funcionar sin el discurso: “No hay ejercicio del poder sin una cierta economía de los discursos
de verdad.” Véase Michel Foucault, Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta,
1991, p. 140.
18
Susana Neuhaus [comp.], Discurso hegemónico en la des-construcción del espacio público y la subjetividad, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires/
Altamira, 2002, pp. 14 y 15.
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do común” (Gramsci) a través de la hegemonía cultural que
supone también la económica y la política. La producción de
los discursos hegemónicos obedece al interés de las clases
dirigentes de mantener a la sociedad en orden y asegurar la
gobernabilidad, lo que se consigue a través de una aparente neutralidad axiológica del lenguaje, a menudo cientíico,
empleado en el discurso. En este sentido, podemos destacar
el papel de los intelectuales en la creación y difusión de los
discursos hegemónicos y, por consecuencia, su responsabilidad en la perpetuación de códigos sociales que se traducen en
subjetividades acordes con el interés de la clase dominante.19
Hay que añadir, que el poder de dichos discursos no reside en
su imposición autoritaria, sino en el ejercicio sutil de la persuasión para ser, inalmente, asumidos por los sujetos sociales
como propios, “naturales” y “eternos”, incluso en contra de
su interés de clase. El mito es uno de los recursos que mejor
sirven para esta terea, puesto que constituye un aglutinante
“irracional” poderoso, que permite mantener el orden y la cohesión social, sin la necesidad de recurrir a la fuerza o a la imposición violenta.
De ahí que, cuando nos proponemos el análisis de la mitología nacionalista en Paraguay, en realidad nos referimos al
examen crítico del discurso hegemónico nacionalista, creado
alrededor de lo nacional mitiicado y difundido por los grupos
de poder, incluidos los intelectuales identiicados con las clases dominantes. De esta manera, a lo largo del siguiente texto,
nos basaremos en los escritos de los pensadores, literatos y
políticos más representativos de la corriente nacionalista, toVéase la relexión de Gramsci sobre el “consenso rutinario”, en Anto
nio Gramsci, Cartas desde la cárcel, Buenos Aires, Nueva Visión, 1998.
19
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maremos en cuenta su contexto histórico y social. Al mismo
tiempo, rescataremos los textos de cultura popular y de popcultura, a in de estudiar el impacto que ha tenido el discurso
hegemónico en la sociedad e identiicar una posible respuesta
discursiva anti-hegemónica de “los de abajo”. La obra se divide en dos partes, donde la primera, dedicada a la historia del
nacionalismo paraguayo pretende acercar al lector al contexto
sociohistórico del fenómeno, así como presentar los acontecimientos más relevantes de la vida nacional paraguaya. La
segunda parte, en su totalidad, está dedicada a la mitología
nacionalista, es decir: los mitos nacionales más relevantes y
persistentes a lo largo del tiempo, que siguen condicionando
el orden social y la autopercepción de los paraguayos.
***
El presente libro nace con el objetivo de acercar al lector mexicano el complejo mundo de la mitología nacionalista paraguaya, no sólo para que pueda conocer mejor el imaginario social
de este lejano país, sino para que relexione sobre sus propios
mitos e imaginarios nacionales. La obra está dedicada también
a los paraguayos interesados en deconstruir el discurso nacionalista desde una mirada histórica, más allá de los esencialismos y romanticismos. Dicha deconstrucción del relato mítico
no se debe, sin embargo, a un placer perverso de destrucción
de ídolos, sino que ambiciona descubrir los mecanismos que
condicionan las creaciones nacionalistas, las causas de su surgimiento y sus inalidades, igual que las relaciones de poder
que encubren y el orden que perpetúan. Consideramos que en
la actual etapa de desarrollo nacional en la que se encuentra la
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mayoría de las repúblicas latinoamericanas, incluido Paraguay,
es necesario empezar a cuestionar nuestros imaginarios míticos, tarea que no debilitará nuestra integridad nacional, sino
por el contrario nos fortalecerá como comunidades conscientes de su complejidad y preparadas para enfrentar las paradojas que silencia el nacionalismo.
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PARTE I
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CAPÍTULO I.
HISTORIA DEL NACIONALISMO
EN PARAGUAY
El nacionalismo paraguayo, creador de los mitos nacionales
que han sobrevivido hasta nuestros días, tiene sus raíces en
la época del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia y de sus sucesores Carlos Antonio y Francisco Solano López, sin embargo, no es evidente como una ideología en su sentido estricto
hasta la Guerra de la Triple Alianza,1 cuando aparece como
una herramienta oicial de movilización y disciplinamiento de
la población. Es entonces cuando la comunidad paraguaya
“en sí”, confrontada con el soldado enemigo y obligada a
luchar por su existencia misma, empieza a convertirse en una
comunidad “para sí”, cada vez más consciente de su parti1
La Guerra de la Triple Alianza, llamada también Guerra de Paraguay o la
Guerra Grande (Guerra Guasu), fue un conlicto bélico entre Paraguay y
la coalición formada por Brasil, Uruguay y Argentina en los años 1864-1870,
durante los gobiernos del mariscal Francisco Solano López. La guerra terminó con la derrota de Paraguay, con pérdidas territoriales, desastre económico y genocidio de sus habitantes: la población fue reducida de aproximadamente 1 300 000 personas a unas 300 000, de las que solamente unas
28 000 eran hombres. Véase Felipe Pigna, Los mitos de la historia Argentina,
Buenos Aires, Norma, 2004.
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cularidad y dispuesta a defenderla. Cabe subrayar que si bien
los gobiernos del Dr. Francia y de los López no pueden considerarse nacionalistas sensu stricto, constituyen un referente
constante para el nacionalismo paraguayo y son fuente de los
mitos nacionales, al mismo tiempo que muestran características que marcarán la posterior ideología nacionalista.
De hecho, el nacionalismo no se desarrolló en su plenitud hasta la época del centenario de la Independencia, en la
primera década del siglo xx. El grupo de intelectuales, pensadores, literatos e históricos llamado Generación 900, aunque
no poseía rasgos totalmente comunes, se veía unido por una
serie de preocupaciones, tales como “el ser nacional”, la refundación de la patria destruida por la guerra, la explicación
de las causas de la decadencia nacional y la reescritura de la
historia paraguaya. Frente a las teorías sobre un presunto salvajismo, cretinismo e incapacidad de los paraguayos a la vida
democrática y moderna, frecuentemente promovidas desde
afuera,2 surge el discurso de la grandeza y la particularidad del
pueblo paraguayo. Se busca descubrir la “naturaleza” especíica de la nación, sus raíces, componentes, predisposiciones.
Se inventan mitos nacionales, se escogen héroes y se exaltan
rasgos considerados propios.
El siguiente paso en el desarrollo del nacionalismo paraguayo tiene lugar después de la Guerra del Chaco con Bolivia,3 en el periodo de 1936 a 1947, con la llegada al poder
2
Véase Cecilio Báez, “Optimismo y pobreza”, en El Paraguay, Asunción, 1902.
3
La Guerra del Chaco fue el conlicto armado entre Paraguay y Bolivia
en los años 1932-1935 por las tierras del Chaco Boreal, donde presuntamente se encontraban ricos yacimientos petroleros. Terminó con la derrota de
Bolivia.
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de los gobiernos militares que convierten el nacionalismo en
la ideología oficial del Estado. Al mismo tiempo, apuestan
por la intervención estatal en la economía y por las reformas
sociales, vinculan la política exterior paraguaya con Estados
Unidos y aplican su Doctrina de la Seguridad Nacional en
la Guerra Fría. La cara militar y autoritaria del nacionalismo
paraguayo fue desarrollada por Alfredo Stroessner Matiauda
en los años de su larga y cruel dictadura (1954-1989), a través
de la reproducción del discurso nacionalista de otras épocas
e instrumentalización de los mitos nacionales para legitimar
su propio poder. Actualmente el discurso nacionalista no ha
evolucionado mucho desde el siglo pasado y aunque está vacío de contenido, aprovecha los mismos tópicos de siempre
para suscitar el sentimiento de cohesión y unidad social en el
contexto de crisis política y económica. Veamos con más detalle las raíces, el surgimiento y el desarrollo del nacionalismo
paraguayo en sus diversas facetas.4
1. José Gaspar rodríGuez de francia
(1814-1840)
Doctor Francia, El Supremo, proclamado por el discurso nacionalista “padre de la nación”, tiene un papel peculiar en la historia
del Paraguay independiente. En las siguientes líneas veremos las
principales características de sus gobiernos y de su ideología
política.
Tras la ocupación napoleónica de España, en el contexto
de la crisis generalizada del poder de la Corona en sus colo4
El siguiente recorrido histórico se basa, entre otros libros, en el de Mary
Monte de López Moreira, Historia del Paraguay, Asunción, Servilibro, 2012.
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nias, la efervescencia política llega también a las Provincias
del Río de la Plata y tiene como consecuencia la declaración
independentista de la Junta de Buenos Aires el 25 de mayo
de 1810. La Provincia de Paraguay se ve forzada a situarse
frente a estos acontecimientos convulsos, la élite paraguaya
se divide en tres corrientes políticas: los españolistas, partidarios de la Corona, los autonomistas en apoyo a la Junta de
Buenos Aires y los independentistas contrarios a un simple
“cambio de amos” y promotores de un Paraguay libre. Entre
estos últimos se encuentra José Gaspar Rodríguez de Francia.
En un mediano plazo gana la corriente oficialista que rechaza al gobierno revolucionario de Buenos Aires y resiste el
intento militar de integración al territorio porteño llevado a
cabo en enero de 1811 por el general Manuel Belgrano. Sin
embargo, la tendencia independentista se impone unos meses después, cuando la noche del 13 al 14 de mayo de 1811,
los conspiradores libertarios ocupan el cuartel de Asunción,
declaran nulos los poderes del virrey y convocan el primer
Congreso Nacional, en el cual se elige a la Junta Superior
Gubernativa compuesta por cuatro vocales, entre ellos José
Gaspar Rodríguez de Francia, y presidida por el coronel Fulgencio Yegros. Dos años después (1813), tiene lugar el segundo Congreso Nacional que proclama la República como
forma gubernativa y establece el Consulado con dos cónsules: Rodríguez de Francia como jefe civil y Fulgencio Yegros
como jefe militar. Durante el corto periodo de este duunviro
empieza a notarse la supremacía del Dr. Francia, quien va
marginando al segundo cónsul hasta eliminarlo por completo
del juego político. En octubre de 1814 se reúne el tercer Congreso Nacional presidido por el cónsul Gaspar Rodríguez de
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Francia, con presencia de los diputados campesinos e indígenas, donde se decide apostar por la Dictadura como la mejor
forma de gobierno para la joven república, acosada por sus
poderosos vecinos. De esta manera el Dr. Francia, aclamado
por los diputados, se convierte en el Dictador Supremo de la
República, inicialmente temporal y dos años más tarde perpetuo. Su poder absoluto se refuerza al eliminar cualquier rastro
de una posible oposición, incluidos sus antiguos compañeros de lucha.5 Los gobiernos de El Supremo terminan con
su muerte en 1940, tras treinta y seis años de “paz” política,
sin intentos de golpe de Estado ni protestas importantes, ni
cualquier otro cuestionamiento del poder francista.
Veamos ahora las características de los gobiernos del Dr.
Francia con el objetivo de entender su importancia para el
discurso nacionalista. ¿Cómo eran estas políticas para ganarse posteriormente el nombre de nacionalistas o incluso socialistas? ¿Qué bases tenía el marxista paraguayo Oscar Creydt6
para llamar a aquel régimen “dictadura nacional revolucionaria”? Si hablamos de las políticas de José Gaspar Rodríguez
de Francia tenemos que recordar el contexto histórico en el
cual éstas se desarrollaron. La situación geopolítica desfavorable: el acoso de parte de los vecinos, sobre todo del ambicioso Buenos Aires; el bloqueo de los ríos; la amenaza constante de invasión; la falta del reconocimiento internacional de
la independencia paraguaya; y los rezagos socioeconómicos
5
El pretexto para la persecución, encarcelamiento, tortura, muerte o
expulsión del país de las fuerzas opositoras fue un presunto complot magnicida del año 1820.
6
Véase Oscar Creydt, Formación histórica de la nación paraguaya, Asunción,
Servilibro, 2010.
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coloniales son los factores que determinaron en gran medida
la forma de dichas políticas.
Frente a esta situación geopolítica desfavorable el nuevo
gobierno optó por una política exterior de neutralidad y no
intervención en la región, lo que profundizó al mismo tiempo el aislamiento del país que, sin embargo, nunca ha sido
total gracias al intercambio mercantil con los comerciantes
brasileños por el puerto Itapuá. Tanto las entradas de los
extranjeros, como las salidas de los paraguayos eran condicionadas y dependían de la decisión del Dictador. Este
enclaustramiento, que le ganó al Paraguay el nombre de la
“China de América,” provocado en cierta medida por la política agresiva de Buenos Aires, sirvió al régimen francista para
reforzar la cohesión interna, estimular la economía nacional
y minimizar la infiltración de ideologías liberales potencialmente peligrosas.
Entre sus primeras medidas, todavía como cónsul, se
encuentran la expulsión de gran número de españolistas, la
confiscación de todos los bienes de los extranjeros fallecidos
en el país, la imposición de impuestos especiales sobre los
foráneos y la prohibición de los matrimonios de éstos con las
mujeres blancas, al promover uniones con las mestizas, negras e indígenas. Igualmente, todos los cargos públicos fueron reservados sólo a los paraguayos. Fue un intento tanto
para debilitar a la fracción españolista, como también evitar
el crecimiento de una élite considerada extranjera y alejada
del pueblo, que solía acumular su capital a través de matrimonios por conveniencia. Esta medida se suma a un conjunto de
políticas antioligárquicas, como decía Oscar Creydt, “de dominación de fuerzas sociales regresivas y sustracción de su base
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económica”. Entre éstas encontramos la expropiación de los
grandes propietarios incluida la Iglesia y la promoción de la
pequeña propiedad agrícola. El Estado se encargó de fundar
en las tierras fiscales las “estancias de la patria”, cuya función consistía en la producción ganadera y agrícola. La producción estatal era redistribuida entre los más necesitados a
fin de evitar las hambrunas y satisfacer las necesidades básicas
de los habitantes. Se estableció también el monopolio estatal para los principales productos y se mantuvo una política
económica de intervención y regulación en el contexto de
autarquía impuesta por las circunstancias geopolíticas.
La autarquía paraguaya fue consecuencia de la política de
la “soberanía económica” promovida por el Dictador, quien la
consideraba elemento previo e indispensable de la soberanía
política del país: “Y que cuando la bandera de la República sea
libre de navegar hasta el mar se admitirá el que vengan a comerciar y que entonces se arreglará el comercio según convenga y
del modo que sea útil a los paraguayos y no solamente como
hasta aquí para aprovechamiento y beneficio de los extraños”.7 Como dice Oscar Creydt, la autarquía era más bien un
esfuerzo descolonizador e independentista que una simple
consecuencia del aislamiento: “La tarea de la dictadura nacional revolucionaria ha sido la de crear las bases económicas
para la consolidación de la independencia nacional y para la
lucha con la libre vinculación del país con el mercado mundial”.8 No cabe duda que la necesidad de ser autosuficientes,
les permitió a los paraguayos desarrollar una economía nacio7
Rodolfo Puiggros, Historia económica del Río de la Plata [s.l.], Ediciones
Futuro, 1948, p. 113.
8
Creydt, op. cit., p. 90.
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nal independiente, sobre todo con base en la industria manufacturera y la agricultura variada, y consolidar, de esta manera, un Estado no sólo política sino también económicamente
libre de intercambios desiguales con las potencias europeas.
La siguiente cita del viajero Grandsir refleja esta especificidad
del Paraguay francista frente a los demás países de la región:
[…] por todo lo que veo aquí, los habitantes del Paraguay gozan, desde hace 22 años, de la paz perfecta, bajo una buena
administración. El contraste es en todo sorprendente con los
países que he cruzado hasta ahora: se viaja por el Paraguay sin
armas: las puertas de las casas apenas se cierran […]. No se ven
mendigos; todo el mundo trabaja.9
En cuanto a la vida política se canceló cualquier actividad
parlamentaria, se prohibió toda reunión de personas, sin previa autorización del gobierno. El Dictador gozaba de un poder absoluto, de tal modo que su persona se convirtió en el
sinónimo del Estado mismo: dirigía personalmente cualquier
asunto del país, sea éste el precio de productos agrícolas, los
matrimonios, los permisos comerciales, hasta trazar él mismo el nuevo plano de urbanización de la capital. A su favor
podemos destacar la austeridad, la honradez y la ausencia de
instinto de rapiña, en cuanto a los fondos públicos, que lo
caracterizaban, tan distintas de las inclinaciones de otros políticos de la época.
La educación primaria gratuita y obligatoria para los varones era una de las principales herramientas del gobierno
para la enseñanza civil, la formación del espíritu ciudadano y
la fidelidad al régimen. La máxima expresión del papel “civi9
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Julio César Cháves, El Supremo Dictador [s.l.], Difusam, 1942, p. 350.
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lizador” (en el sentido de civitas-ciudadano) de la escuela fue
el Catecismo Político del Patrio Reformado, texto que enseñaba los
principios básicos del régimen francista. Cabe destacar que
al mismo tiempo que se universalizaba la educación primaria se suprimió la educación superior. El Dictador necesitaba
ciudadanos, mas no la competencia que le pudiera disputar
el poder.
Podemos preguntarnos por la ideología que sustentaban
los gobiernos del Dr. Francia: ¿fue el nacionalismo como argumentan algunos ideólogos precisamente nacionalistas? La
formación intelectual e ideológica de José Gaspar Rodríguez
de Francia se vio influida desde sus estudios en Córdoba (Argentina) por el enciclopedismo francés. Era un lector devoto
de las obras iluministas, prohibidas en aquel entonces en las
colonias españolas, que criticaban el ancien régime del monarquismo absolutista y promovían, entre otras, las ideas revolucionarias de “libertad, igualdad y fraternidad”. En su biblioteca se encontraban los escritos de Voltaire, de Rousseau y de
otros filósofos franceses que reflejaban la tendencia francófila del futuro dictador. De hecho, El Contrato Social rousseauniano y su interpretación jacobina constituyeron la base ideológica del accionar francista, desde la adhesión al principio
de la soberanía paraguaya en el cual se apoyó la revolución
independentista de 1811, hasta el proyecto de una república
de pequeños propietarios libres e iguales. Las ideas como la
soberanía del pueblo, la ciudadanía, la voluntad general y el
interés común al que deben subordinarse los intereses particulares, el comunitarismo, el civismo y el republicanismo son
los fundamentos del pensamiento político del Dr. Francia.
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Cabe preguntarnos cómo reconciliaba el Supremo las ideas
iluministas con su despotismo y los principios libertarios de la
Revolución francesa con la negación absoluta de las libertades
individuales de los ciudadanos. Hay que subrayar que para el
Dr. Francia, la dictadura no significaba una simple imposición
de una voluntad individual tiránica, sino hacía referencia a la
figura del Dictador romano (del latín Dictator), el gobierno extraordinario de una autoridad suprema en los momentos difíciles, especialmente en los casos de guerra. También Rousseau
mencionaba la dictadura como una medida excepcional para
salvar la soberanía, suspendiéndola provisionalmente, sacrificando las libertades individuales para asegurar la libertad colectiva. No es difícil de adivinar que, precisamente, estos argumentos de medidas excepcionales, en los tiempos difíciles,
para la salvación de la patria sirvieron al Supremo para justificar su poder absoluto.
En los planteamientos del Dr. Francia, la palabra “nación”
no aparece como punto de referencia, la sustituye más bien
por la “sociedad civil”, la “ciudadanía” y el “Estado.” Fiel a
los principios iluministas, el Dictador rechaza la preexistencia
de una nación paraguaya genética antes de la fundación de la
República, en otras palabras: es la revolución de 1811 la que
permite emerger al paraguayo, en pleno sentido de la palabra, como ciudadano, miembro de una sociedad política que
se constituye gracias a un convenio social y nunca por lazos
predeterminados de sangre o cultura. Es entonces el Estado
como sociedad política el que le da vida a la comunidad nacional y no al revés. De ahí que, si llamamos a José Gaspar
Rodríguez de Francia nacionalista, sólo podemos hacerlo en
referencia a un nacionalismo político civil, que poco o nada
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tiene que ver con aquellos nacionalismos esencialistas predominantes en la historia posterior de Paraguay, que indicaban
la existencia de un espíritu nacional atemporal y de un código
genético-cultural preexistente y legitimador de la formación
política. En realidad, el Dr. Francia era un estadista ilustrado
que se propuso como objetivo destruir los poderes alternativos al poder estatal, considerado éste el único representante
legítimo de la voluntad general y de la soberanía popular. La
destrucción de estos poderes desestabilizadores propios del
antiguo régimen (la oligarquía, la Iglesia) se llevó a cabo no
sólo en el ámbito político, sino sobre todo en el económico, a
través de las medidas que muchos denominaron socialistas,10
y que a nuestro parecer eran más bien estadistas, autárquicas y
descolonizadoras.
2. los lópez y la Guerra Grande
(1841/1844-1869)
Las iguras de Carlos Antonio López, padre, y Francisco Solano
López, hijo, dejaron su huella en la vida política e ideológica
de Paraguay como ningunas otras. Como veremos más adelante, en los tiempos de la posguerra fueron referente obligatorio a la hora de deinir las posturas políticas, construir el
imaginario nacionalista o liberal, deinir el patriotismo o la
traición, etc. La división entre los lopistas y los antilopistas ha
sobrevivido hasta nuestros días y se ha traducido en colores
10
Por ejemplo, Ares Pons habla del “socialismo sui generis” del Dr. Francia, surgido de las “entrañas mismas de la sociedad”. Véase Roberto Ares
Pons, El Paraguay del siglo xix, Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo,
1987.
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partidarios, sin perder nada de su controversia inicial. Los
dos presidentes continuaron la “tradición” autocrática dictatorial de su predecesor el Dr. Francia, profundizaron aún
más la confusión entre gobernar un Estado y ser el Estado.
Según el discurso nacionalista, el primero de los López sería
el padre constructor de la patria, después del Dr. Francia, su
padre fundador, al tener en cuenta sus esfuerzos por aianzar
el Estado, construir las instituciones y asegurar su desarrollo
económico autónomo. Su hijo, a causa del pronto conlicto
bélico que le impidió demostrar sus posibles dotes constructivas, es alabado como mártir por su heroísmo y el sacriicio
por la patria. Veamos algunas de las características del periodo
lopista, tanto durante su “etapa dorada” como en la desoladora época de guerra.
El 20 de septiembre de 1840, día en que falleció el Supremo, Paraguay se encontró literalmente huérfano, en situación
de un hijo bien nutrido pero inmaduro, no preparado para
valerse por sí mismo sin la supervisión de su padre sobreprotector. Al no existir las indicaciones del Dr. Francia sobre un
posible sucesor, el poder cayó temporalmente sobre la Junta Provisional, compuesta por los principales comandantes
del ejército y presidida por el alcalde Manuel Antonio Ortiz.
En poco tiempo se hizo evidente su ineptitud frente a las
cuestiones legales, por lo cual se decidió llamar, como jurista
asesor, a Carlos Antonio López, quien durante la dictadura
del Dr. Francia se encontraba al margen de la vida pública.
Éste recomendó convocar al nuevo Congreso, la iniciativa no
se llevó a cabo sino hasta el 12 de marzo de 1841 tras varios
momentos de inestabilidad política, sublevaciones militares
y gobiernos efímeros. La Asamblea fue presidida por Carlos
Antonio López, quien se propuso para el Consulado junto
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con Mariano Roque Alonso. Después de tres años del duunviro, en 1844 Carlos Antonio López convocó nuevamente el
Congreso para presentarle su Ley de Administración Política,
la cual establecía el régimen presidencial autocrático con la
ausencia del poder legislativo. De esta manera, Carlos López
fue elegido presidente por diez años, periodo que se renovará
varias veces consecutivas hasta su muerte en 1862.
La tarea más urgente para el nuevo gobierno era aianzar
legalmente la independencia de Paraguay, como también buscar su reconocimiento internacional,11 establecer oicialmente
los símbolos patrios y acuñar la moneda nacional, asuntos
que su predecesor dejó pendientes. El 25 de noviembre de
1842, 31 años después de su declaración de facto, el Congreso
extraordinario irmó el Acta Solemne de la Independencia
del Paraguay: “La República del Paraguay en el Río de la Plata
es para siempre de hecho y de derecho una nación libre e independiente de todo poder extraño”.12 En el mismo acto se
adoptaron la bandera,13 los escudos y el sello nacional. Posteriormente se aprobó también el himno nacional Paraguayos,
República o Muerte, cuyos autores Francisco Acuña de Figueroa (letra) y Francisco Debali (música), los dos uruguayos,
escribieron también el Himno Nacional Uruguayo. En el himno
se alude a la Colonia como tres centurias de opresión: “tres
11
El reconocimiento de la independencia paraguaya en el ámbito internacional era uno de los puntos prioritarios de la agenda exterior de Carlos
López. Los primeros en reconocerla fueron Bolivia y Chile (1843), seguidos
por Brasil (1844), Argentina (1852) y muy tardíamente España (1880).
12
“Acta Solemne de la Independencia del Paraguay”, en El Paraguayo Independiente, núm. 8, 14 de mayo, 1845.
13
Antes existían diferentes tipos de banderas, desde la azul con estrella
en honor a la Virgen de la Asunción, hasta la tricolor francesa.
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centurias un cetro oprimió”, y a la lucha libertaria de los paraguayos con el signo de la República y los ideales de libertad,
fraternidad, igualdad: “de la tumba del vil feudalismo se alza
libre la Patria deidad”. Los siguientes versos nos describen la
nueva simbología nacional de la siguiente manera:
[…]
Oh!, cuán pura, de lauro ceñida,
Dulce Patria te ostentas así
En tu enseña se ven los colores
Del zafiro, diamante y rubí.
En tu escudo que el sol ilumina,
Bajo el gorro se mira el león.
Doble imagen de fuertes y libres,
y de glorias, recuerdo y blasón.14
También en el más reciente Himno a la Bandera15 encontramos la explicación del signiicado simbólico de los colores y
los elementos usados en la bandera:
Enseña tricolor de mis amores,
en ti se representa mi heredad:
el rojo simboliza la justicia,
el blanco la paz y el azul la libertad.
[…]
En el escudo ostenta un gorro frigio,
dice “Paz y justicia”, y un gallardo león;
en el reverso, la palma y el olivo
la estrella de bonanza,
simbolizan mi nación.
14
Luis Szaran, Diccionario de la música en el Paraguay, Alemania, Jesuitenmission Nürnberg, 2007.
15
Himno a la Bandera, letra y música: Mauricio Cardozo Ocampo, siglo xx.
En http://es.wikipedia.org/wiki/Bandera_del_Paraguay#Himno_a_la_Bandera.
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Puede sorprendernos la ausencia total de una iconografía
americana en los símbolos paraguayos, cuya procedencia europea es más que clara.16 Mientras que muchos de los países
latinoamericanos, incluidos los vecinos, adoptaban los símbolos que unían la tradición europea con la autóctona,17 la
simbología nacional paraguaya carece de cualquier referencia
a lo local, americano o guaraní. El escudo con una estrella
(símbolo de la Virgen de la Asunción) entre ramas de olivo
y palma data todavía de la época del Dr. Francia. Después a
éste se le añadió otro, el león sentado bajo la pica y el gorro
frigio, una clara alusión a la tradición francesa y revolucionaria, reforzada todavía más por el uso del tricolor francés.
También el himno nacional se ubica dentro del simbolismo
europeo. Ni un solo verso alude a su origen prehispánico o a su
herencia guaraní, su mundo simbólico es republicano, donde la “libertad, igualdad y fraternidad”, a la sombra propicia
del gorro frigio, se oponen al “vil feudalismo” de los tiranos
españoles. Sin duda, estos símbolos patrios pueden decirnos mucho sobre el imaginario nacional del Dr. Francia y
los López, los cuales hoy en día siguen relejando una gran
paradoja del discurso nacionalista de la “nación guaraní”, disfrazada de colores ajenos.
Además de estas medidas simbólicas, aunque igualmente
necesarias, el gobierno de Carlos López emprendió una serie
16
Véase José Emilio Burucua y Fabián Alejandro Campgane, “Mitos y
simbologías de la nación. Los países del Cono Sur”, en Antonio Annino,
Luis Castro Leiva y François-Xavier Guerra [coords.], De los imperios a las
naciones: Iberoamérica, Zaragoza, IberCaja, 1994, pp. 349-381.
17
Desde el sol argentino y uruguayo, el cóndor boliviano, ecuatoriano,
colombiano y chileno, la llama peruana y el quetzal guatemalteco, hasta el
águila en el nopal en México.
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de acciones que se inscribían en su proyecto de reforzamiento del Estado, de las instituciones y de la economía nacional.
Entre ellas encontramos la reorganización completa de la administración pública con un mayor presupuesto, la modernización del ejército y la creación del arsenal y de la Flota Nacional, el establecimiento de una legislación nacional al abolir
algunas leyes coloniales todavía vigentes, la construcción del
primer tramo del Ferrocarril Nacional, la apertura de las fundiciones de Hierro de Ybycuí, la instalación de imprentas, el
telégrafo, etc. Sus esfuerzos por modernizar el país, y conservar al mismo tiempo su soberanía política y económica,
abrieron Paraguay al extranjero, fomentaron la producción y
el comercio: exportación de productos paraguayos e importación de productos de lujo para una nueva burguesía creciente.
Se irmaron tratados comerciales con Francia, Estados Unidos de América y el Reino Unido, y gracias a la tradicional
política de neutralidad y equilibrio de fuerzas, se aianzaron
las fronteras nacionales y se abrieron los ríos a pesar de los
numerosos conlictos con Argentina y Brasil. Paraguay, de un
país autárquico y aislado se iba convirtiendo en una vanguardia latinoamericana en cuanto al manejo de nuevas tecnologías
y el desarrollo económico nacional.
El afán cosmopolita de los López tuvo como consecuencia la “importación” de varios profesionales europeos: ingenieros, maestros, artistas, con un evidente menosprecio del aporte local. De hecho, Carlos López quería erradicar la lengua
guaraní considerada bárbara, por lo cual impulsó la castellanización de los paraguayos a través del sistema escolar gratuito
y obligatorio, incluido el desarrollo de la educación superior.
Se crearon más de 300 escuelas con la ayuda de los maestros
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españoles invitados por el régimen y se asignaron algunas
becas de estudios superiores en el extranjero, a in de proveer al país de ingenieros y de otros profesionales. Carlos
López fue también el fundador de la prensa nacional con la
instalación de imprentas y la edición del primer periódico oicial El Paraguayo Independiente, título de difusión y propaganda gubernamental. Su objetivo inmediato era contrarrestar la
campaña negativa en contra de Paraguay por parte del régimen argentino de Juan Manuel de Rosas, al defender la soberanía nacional y el derecho a la libre navegación y, inalmente,
formar y reforzar una identidad nacional propia.
Otra de las medidas que puede ser considerada forjadora de
la unidad nacional a través de la ciudadanización y de la homogenización social fue el decreto de 1848, por el cual se abolía
la categoría colonial del “indio” y al mismo tiempo se coniscaban las tierras y el patrimonio de las comunidades indígenas.
Esta “desaparición” del indio a través de su ciudadanización
formaba parte del proyecto de la modernización de Paraguay,
donde la liquidación de los “rezagos feudales” era vista como
necesaria para la construcción de un Estado-nación burgués.
Como aclara Creydt: “Al transformar una parte de los indios
en campesinos libres y otra parte, en proletarios obligados
a vender su fuerza de trabajo, la disolución de las comunidades indígenas contribuía a crear las condiciones previas
para el desarrollo de las relaciones capitalistas”.18 No sería,
sin embargo, un proyecto liberal, sino estadista consistente
en la profundización del monopolio estatal en los ramos estratégicos de la economía, en el bloqueo o limitación de la
18
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Creydt, op. cit., p. 99.
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inversión extranjera, el control de los precios y la ampliación
de la propiedad estatal de las tierras (estancias de la patria).
Después de la muerte de Carlos Antonio López el 10 de
septiembre de 1862, el Congreso entregó el poder a su hijo
Francisco Solano López, en aquel entonces ministro de guerra. De esta manera, se aianzaron los gobiernos autoritarios,
absolutos y, al mismo tiempo, “constitucionales”, semejantes
a una monarquía por la sucesión familiar de los gobernantes.
Asimismo se reforzó la cultura política de El Supremo o Karai
Guasu, el gran jefe, iniciada con los gobiernos del Dr. Francia,
que ha inluido tanto en la vida política de Paraguay a lo largo de los últimos siglos. Francisco Solano, joven, ambicioso
y cosmopolita, heredero de una dictadura absoluta, decidió
continuar la obra de su padre en cuanto a la política económica y el desarrollo tecnológico y educativo del país y, al mismo
tiempo, dar prioridad a la redeinición de la política exterior.
Fueron sus ansias de una participación activa de Paraguay en
la escena internacional, más allá de las políticas de neutralidad
y la no intervención de sus predecesores, las que desencadenaron, entre otros factores, el conlicto bélico más sangriento
de la historia latinoamericana. Este cambio de estrategia del
gobierno lopista, que apostó por la participación activa y el
reajuste de fuerzas, según la doctrina del equilibrio regional,
coincidió con las tendencias revisionistas de sus vecinos en
cuanto a los límites paraguayos, al concluir los tratados de
fronteras irmados por López, padre. Si a todo esto añadimos
además los esfuerzos imperialistas británicos de abortar la soberanía económica de Paraguay, sin duda un “mal ejemplo”
para la región, y el clima ideológico de la época, sobre todo
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en Argentina (liberalismo),19 no tenemos la menor duda de
que el conlicto era inevitable.
La Guerra de la Triple Alianza, llamada también Guerra Guasu (Guerra Grande), estalló en 1864, apenas dos años después
de la toma del poder por Francisco Solano López, y terminó
con la muerte de éste en el Cerro Corá el 1º de marzo de
1870.20 Entre sus causas directas, que como sabemos nunca
son las realmente decisivas, encontramos la intervención de
Paraguay en la guerra civil uruguaya en apoyo del gobierno
“blanco” y en contra de la alianza brasileño-colorada. Cuando las tropas brasileñas invadieron Uruguay, Francisco Solano López también decidió enviar al ejército, sin embargo,
Argentina le denegó el tránsito por su territorio. Como respuesta, los soldados paraguayos ocuparon la ciudad de Corrientes, lo que provocó la reacción militar de Buenos Aires.
A Brasil y a Argentina se unió el nuevo gobierno colorado de
19
El liberalismo argentino, unido con el positivismo evolucionista cuyo
máximo representante fue Domingo Faustino Sarmiento, planteaba la existencia de una lucha entre la civilización y la barbarie, lo moderno y lo retrógrado, donde la “civilización” se identiicaba con el capitalismo, la europeización, el incremento comercial, las ciudades porteñas, la aluencia masiva
de inmigrantes europeos, el desarrollo de vías de transporte y de comunicación y el liberalismo político y económico, mientras que la “barbarie” eran
todas las formas de vida y de producción precapitalistas, los localismos, el
campo, los indígenas considerados inferiores racialmente, el proteccionismo
estatal y el poder dictatorial. Frente a estos argumentos, Paraguay era un país
bárbaro por haber rechazado el liberalismo tanto político como económico,
por ser “un país de indios”, entre otros.
20
La muerte de Francisco Solano López fue reinterpretada e instrumentalizada política e ideológicamente desde diferentes ópticas. Así, según el discurso nacionalista paraguayo, sus presuntas últimas palabras fueron: “Muero
por mi patria” (heroísmo), y según los vencedores no fueron otra cosa que:
“Muero con mi patria” (locura del tirano culpable de la muerte de la nación).
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Uruguay, pagando de esta manera su deuda con las potencias
que le habían ayudado a llegar al poder. La justiicación oicial
de la guerra contra Paraguay indicaba la culpabilidad del mismo Solano López, tirano y verdugo de los paraguayos a los
que los aliados prometían traer la soñada libertad y la democracia. En realidad, el conlicto fue mucho más premeditado
y la guerra civil uruguaya sólo sirvió de pretexto a las potencias aliadas: Argentina, Brasil e indirectamente Gran Bretaña,
para terminar de una vez por todas con la “ínsula paraguaya”
y su camino alternativo de desarrollo.21
En el tratado llamado de la Triple Alianza, que irmaron
secretamente los aliados el 1º de mayo de 1865 en Buenos
Aires,22 se establecía una “alianza ofensiva y defensiva en la
guerra provocada por el gobierno del Paraguay” (Art. 1), cuya
inalidad era el derrocamiento del gobierno paraguayo: “Los
aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas sino
de común acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual
gobierno del Paraguay (…)” (Art. 6). Además, el tratado estipulaba la desmembración de Paraguay, reducido a menos
de la mitad de su territorio, como preludio de una posible
anexión total. Se planeaba también exigirle al gobierno paraguayo “el pago de los gastos de la guerra que se han visto
obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización
de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas
y particulares y a las personas de sus ciudadanos” (Art. 14).
Al mismo tiempo se subrayaba que la guerra no era en con21
Véase León Pomer, La Guerra del Paraguay. Estado, política y negocios, Buenos Aires, Colihue, 2008.
22
En http://es.wikisource.org/wiki/Tratado_Secreto_de_la_Triple_Alianza
(fecha de consulta: 6 de febrero, 2013).
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tra del pueblo paraguayo sino contra su gobierno tiránico,
por lo cual se invitaba a los paraguayos a unirse a las fuerzas
invasoras. De hecho, algunos ciudadanos paraguayos, sobre
todo de la élite opositora al dictador López, tanto por causas
ideológicas como económicas, apoyaron a Buenos Aires en
su expedición bélica (Legión Paraguaya).
Los aliados planeaban una guerra rápida y sin complicaciones, como decía el general Bartolomé Mitre, presidente
de la nación y jefe de las tropas argentinas: “en quince días
al cuartel, en un mes a campaña, en tres meses a la Asunción”.23 Como sabemos, en realidad se tardó mucho más de
lo esperado, debido tanto a la resistencia del pueblo paraguayo como a la postura del mismo Francisco Solano López
para quien la frase “hasta el último paraguayo” era mucho
más literal que simbólica. Las consecuencias de la guerra fueron desastrosas: el genocidio de unas tres cuartas partes de
la población en su mayoría masculina, destrucción del país
y su capacidad productiva, hambre, epidemias, pérdida del
territorio, endeudamiento (préstamos, nota bene, de la banca
inglesa), ocupación extranjera después de la guerra y la destrucción del legado político y económico de los López. Los
nuevos gobiernos impuestos por los vencedores impulsaron
una serie de reformas a favor de la oligarquía, hasta entonces
exiliada en Buenos Aires, como la privatización de las tierras
estatales, el restablecimiento del latifundio (in de las estancias
de la patria) y la liquidación de los monopolios del Estado, que
fueron entregados a las empresas extranjeras. La industria se
había desvanecido, la educación pública y gratuita desapareció,
23
Bartolomé Mitre citado en La Nación Argentina, Buenos Aires, el 17 de
diciembre, 1869.
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el ferrocarril y la línea de telégrafos fueron coniscadas como
medio de pago de la deuda de guerra. La misión “civilizadora”
de los aliados dejó un paisaje desolador, pero conforme con
los intereses que la habían impulsado.
La Guerra Guasu propició también el surgimiento de un
discurso nacionalista bélico, fomentado por el régimen lopista
y de una identidad colectiva especíica de los tiempos conlictivos, de un nosotros paraguayo amenazado por las fuerzas
enemigas. Es cuando aparece, por primera vez, la necesidad
de referirse a algo más que a una comunidad cívica promovida
por el Dr. Francia o por Carlos López, es decir una comunidad espiritual, de lazos sanguíneos y culturales que la distinguiera y la fortaleciera ante el invasor. La mejor prueba de
esta nueva tendencia es la revaloración del idioma guaraní,
perseguido en los tiempos de paz por ser supuestamente bárbaro y plebeyo, que en los tiempos de guerra se convierte en
el símbolo de lo paraguayo, el catalizador de los sentimientos
patrióticos y un signo de distinción.
Al iniciar la Guerra abundan las manifestaciones públicas
de patriotismo y las declaraciones de entrega absoluta a la defensa de la patria y al mariscal López, las cuales son en parte
expresiones espontáneas del pueblo indignado por el ataque,
pero también son acciones promovidas desde el gobierno y
acatadas por la población por miedo a desaiar al régimen. Hay
que recordar que estamos hablando de una dictadura autoritaria e intolerante ante cualquier muestra de disidencia, por
lo que las iniciativas patrióticas muchas veces eran más bien
expresión de hipocresía que un verdadero fervor bélico. Las
mujeres de élite eran, principalmente, las organizadoras de
estas reuniones patrióticas, durante las cuales se demostraba
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la idelidad al máximo jefe y a la patria. No queremos restar importancia y legitimidad a estas muestras de patriotismo,
muchas, sin duda, sinceras; sin embargo hay que preguntarnos si no fue también la capacidad del mismo mariscal López
de manipular a la población no combatiente, como dice Luc
Capdevila, “forzándola a actos de obediencia, en momentos
en que la situación en el campo de la batalla devenía crítica”.24
La prensa oicial tuvo un papel de especial importancia en la
difusión de la propaganda bélica, cuyo objetivo era formar un
imaginario común, dar aliento y enardecer los ánimos. Ésta era
la inalidad de los periódicos de trinchera (cuatro entre 1867
y 1869) dirigidos a las tropas paraguayas, editados en guaraní
yopará25 o bilingües. Fue gracias a la prensa de guerra que el
guaraní pasó del ámbito coloquial, oral y privado al ámbito escrito, oicial y público. Los periódicos, con un lenguaje simple
y un estilo burlón e incluso vulgar, con ayuda de la caricatura y
la imagen, llegan al soldado paraguayo para alentarlo, moldean
y al mismo tiempo relejan sus imaginarios. Aparecen en ellos
elementos típicos del discurso de guerra como el elogio del
jefe, la exaltación de la valentía de las tropas, el patriotismo sacriicado de las mujeres y la demonización del enemigo. Dibujan la imagen del paraguayo blanco y noble (simbolizado por
el león) confrontado con el soldado brasileño negro, degenerado e inhumano (simbolizado por el simio). De hecho, en la
propaganda oicial es el brasileño, representado como esclavo,
cambá (negro en guaraní), quien aparece como el enemigo por
24
Luc Capdevila, Una guerra total: Paraguay, 1864-1870. Ensayo de historia del
tiempo presente, Buenos Aires, Editorial sb, 2010, p. 72.
25
Yopará (mezcla), se trata de una lengua sincrética y mestiza basada en el
guaraní que incorpora elementos del castellano.
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excelencia del paraguayo, mientras que los soldados argentinos
y uruguayos eran presentados como unas simples víctimas de
sus jefes ambiciosos. La lucha se lleva entre los hombres libres
y blancos y la inhumana raza de esclavos, inferior tanto por
su condición de siervos, como por su color de piel. Al mismo
tiempo se hablaba de la alianza entre los invasores y los indios
no integrados como sinónimo de una barbarie compartida: “y
esta última unión con los salvajes viene a dar un nuevo realce
a los sentimientos de civilidad y moralidad, que caracterizan a
nuestros conquistadores”,26 hecho que nos dice mucho sobre
la postura ambigua del paraguayo frente al indígena.
Esta nueva disertación patriótica funda las bases de un futuro discurso nacionalista, el cual recuperará algunos de sus
elementos como las referencias al pasado guaraní, con el desprecio simultáneo a los indígenas vivientes. Así, por ejemplo,
el nombre de una de las revistas Cacique Lambaré hace referencia a uno de los caciques guaraníes que enfrentó a los españoles durante la conquista y luego hizo las paces con ellos,
según las palabras del periódico: “Cuando vinieron los señores
de España, yo luché contra ellos hasta que pude, defendiendo
nuestra tierra, luego me hice amigo de ellos […] y luego de ver
cómo nuestra sangre se mezclaba con la de los españoles, subí
al cielo, y desde ahí no me canso de mirar por mi gran descendencia que ya era cristiana”.27 El cacique regresa a Paraguay
para ayudar a los soldados a vencer a los enemigos gracias a
su bravura guaraní. Tenemos aquí los elementos que reaparecerán en el discurso nacionalista posterior, como la imagen
26
Revista Cabichuí, 25 de noviembre, 1867, p. 3, citado en Capdevila, op.
cit., p. 82.
27
Revista Cacique Lambaré, 24 de julio, 1867.
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del guerrero guaraní, la alianza con los españoles, la mezcla
armónica de sangres y el soldado paraguayo bravo, heredero
de lo mejor de las dos culturas. Junto con éste aparece la igura del jefe militar, mariscal Francisco Solano López, elevado
a padre benévolo de la nación, garante de la prosperidad y
del porvenir glorioso de la patria: “[…] es nuestro gran padre,
él hizo todo lo que es bueno para nosotros” y “El Mariscal
López es la encarnación de la idea de progreso, de la idea de la
independencia de los pueblos, de la idea de la paz y porvenir
que atienden las aspiraciones santas de los hombres amantes
de la civilización y justicia”.28
Como hemos visto, la guerra propició el surgimiento de
una nueva identidad colectiva concentrada alrededor de la
pertenencia al mismo grupo unido por la sangre, la lengua y
la persona del líder carismático. Es precisamente esta relación
con el karai guasu, que además del jefe militar era también el
gran abastecedor del pueblo (estancias de la patria), la que estructura el sentimiento colectivo de pertenencia y, posteriormente, determina la forma del nacionalismo paraguayo personalizado y paternalista.29 Cabe preguntarnos, siguiendo a
Luc Capdevila,30 si el patriotismo paraguayo durante la Guerra Guasu era la expresión de un sentimiento nacional o más
bien de la idelidad al jefe. A lo mejor se trataba de una proyección de los conceptos “nación” y “patria” en la persona
28
Loc. cit., y Cabichuí, 24 de julio, 1867, p. 1.
El mariscal López podría ser considerado incluso el precursor del populismo latinoamericano, expresado en el culto al líder carismático y con la
base de apoyo concentrada en el “pueblo” dirigido contra las élites.
30
Véase Capdevila, op. cit.
29
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de Francisco Solano López, según la máxima política bien
arraigada de “el Estado soy yo”.
3. novecentismo y la polémica
cecilio báez-Juan o’leary
La muerte del mariscal López en Cerro Corá signiicó no sólo
el in de la guerra, sino sobre todo el in irreversible de una
época en la historia paraguaya. Los tiempos de la posguerra,
marcados por la destrucción, la desarticulación social y una
pobreza desgarradora, tanto material como institucional, iniciaban un nuevo capítulo en la vida de los paraguayos escrito
por los vencedores. Tras unos años de ocupación militar, los
invasores se retiraron, tras haberle dejado al país unas instituciones y un gobierno “democráticos”, y una clase política
servil a sus intereses.31
Otra de las consecuencias de la derrota fue el desgarramiento identitario e ideológico de la élite paraguaya, relejado en la disputa entre dos tendencias: el regeneracionismo
y el reconstruccionismo. El primero, representado por los
liberales, pretendía borrar todo el pasado paraguayo al considerarlo bárbaro, premoderno y autoritario, y “regenerar” al
país en una república liberal democrática y de libre mercado.
El reconstruccionismo, por su parte, propio de las posturas
31
El 25 de noviembre de 1870 se jura la Nueva Constitución de carácter
liberal que garantiza libertades democráticas. En la práctica fue poco respetada, imponiéndose el escenario de guerras entre partidos, golpes de Estado
y elecciones manipuladas. Muchos de los políticos de la época se reclutaban
entre los antiguos miembros de la Legión Paraguaya, que había acompañado
a las tropas argentinas durante la Guerra “en contra del déspota López” (los
legionarios).
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nacionalistas, con el tiempo encarnadas por el Partido Colorado, proponía “reconstruir” el país con base en la época
“dorada” del Dr. Francia y de los López. Estas dos posturas
dieron paso al nacimiento de los primeros partidos políticos
hegemónicos que hasta nuestros días se siguen disputando el
poder. Se trata, por supuesto, del Partido Liberal y la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado.32 Las diferencias
ideológicas entre los dos partidos se basaron originalmente
en las siguientes dicotomías, las primeras características corresponden a los liberales y las segundas a los colorados: democracia liberal versus tendencia autoritaria; extranjerizantes
y “legionarios” versus patriotas y nacionalistas; antilopistas
versus lopistas; la élite versus el pueblo; rechazo al pasado y
al legado guaraní versus recuperación del pasado y el “mito
guaraní”; positivismo versus romanticismo, etcétera.
Como veremos más adelante, el Partido Colorado fue el
que más ha marcado el discurso nacionalista paraguayo, sin
olvidarnos de que también dentro del Partido Liberal encon32
En ocasión de las elecciones de 1887 se crea el partido liberal, el Centro
Democrático, de oposición al legado del presidente Bernardino Caballero,
que en 1890 cambia su nombre por el Partido Liberal, el cual será sustituido
en 1967 por el de Partido Liberal Radical, para inalmente convertirse en el
actual Partido Liberal Radical Auténtico (1978). Las fuerzas oicialistas, por
su parte, fundan el Partido Nacional Republicano que más tarde tomará el
nombre actual de Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado. La
hegemonía política se dividirá entre los dos partidos de manera periódica:
los años 1880-1904 primer hegemonía colorada, iniciada con el gobierno del
general Bernardino Caballero; el periodo 1904-1936 hegemonía liberal, que
empieza con la Revolución Liberal, las décadas entre 1947-2008 la segunda
hegemonía colorada, incluyendo la dictadura del general Alfredo Stroessner
(1954-1989) y a partir de agosto de 2013 de nuevo el regreso del Partido
Colorado con el presidente Horacio Cartes.
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tramos algunas inclinaciones nacionalistas. En el ejercicio, más
allá del discurso o simpatías declaradas, ambos partidos no
se diferenciaban mucho, los dos practicaban una lucha despiadada y poco democrática por el poder. En realidad han sido
partidos paternalistas, con prácticas generalizadas de clientelismo y patronazgo, de gobiernos con tendencia autoritaria y una
fuerte inclinación hacia la inconstitucionalidad, cuyas diferencias ideológicas, en este caso, serían más bien una justiicación
de la contienda política que una verdadera diferencia.
Veamos ahora los debates ideológicos de la época, cuyos
planteamientos contribuyeron enormemente al desarrollo del
pensamiento nacionalista paraguayo. Es la famosa Generación
90033 llamada de otra manera el novecentismo, quien empieza la discusión intelectual acerca de las cuestiones nacionales,
en el contexto de la difícil recuperación de la posguerra y la
cercanía del centenario de la Independencia paraguaya. La
Generación 900 incluye a intelectuales de diferentes corrientes ideológicas, incluso confrontadas, nacidos principalmente
entre 1867-1880,34 jóvenes de la posguerra, que empiezan su
mayor producción alrededor del año 1900. Les une la preocupación por la patria, sin embargo, les divide su postura frente a
la historia, el “carácter” y la identidad de los paraguayos.
Nacidos en medio de los escombros del viejo país, en hogares destrozados, formados la mayoría en el Colegio Nacio33
Los más representativos: Arsenio López Decoud, Ignacio Pane, Manuel
Domínguez, Manuel Gondra, Fulgencio Moreno, Blas Garay, Juan O’Leary,
Alejandro Guanes, Eloy Fariña y, en nuestra opinión, también Cecilio Báez.
34
Una excepción sería Cecilio Báez nacido en 1862 y por eso no incluido
a veces como miembro de la Generación 900, quien había conseguido un
gran renombre ya antes de 1900 y fue el maestro de muchos de los jóvenes
novecentistas.
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nal de la Capital (1877) y en la Universidad Nacional de Asunción (1889), se vieron inluenciados por diferentes corrientes
europeas: desde el positivismo spenceriano, el empirismo, el
utilitarismo y el pragmatismo hasta el espiritualismo y el irracionalismo nietzscheano. Todos ellos unidos por el anhelo de
un renacimiento intelectual y físico de la patria, unos siguieron
el camino de la “modernización”, según la escuela argentina y
anglosajona, otros buscaron las fuerzas ocultas de la “raza” en
su etnicidad y su historia. Algunos de ellos se identiicaron y
se desempeñaron en el Partido Colorado, otros con el Partido
Liberal, y algunos, como Juan O’Leary, militaron en las dos
corrientes. Su ocupación principal, independientemente de las
inclinaciones políticas, era la historiografía, más ideológica que
cientíica, a in de explicar las causas de la derrota de Paraguay
en la Guerra Grande. Fue un primer intento de crear élites
intelectuales propias, en el entendido de que éstas no existieron durante los gobiernos del Dr. Francia y en la época de los
López, porque eran más bien extranjeras.
Para ilustrar mejor las ideas que se estaban debatiendo en
aquella época, veremos la famosa polémica entre Cecilio Báez
y su discípulo Juan de O’Leary, que se llevó a cabo, entre octubre de 1902 y febrero de 1903, en los periódicos El Cívico y
La Patria respectivamente.35 La chispa que encendió la disputa
fue una serie de artículos Recuerdos de gloria de Juan O’Leary,
publicados en La Patria, dedicados a las historias de la Gue35
Véase Liliana Brezzo, “‘Reparar la nación’ discursos históricos y responsabilidades nacionalistas en Paraguay” y Tómas Pérez Vejo, “Los centenarios en Hispanoamérica: la historia como representación”, en Revista
Historia Mexicana, vol. lx, núm. 1, México, El Colegio de México, julio-septiembre, 2010, pp. 197-243; y Liliana Brezzo, Polémica sobre la Historia del
Paraguay, Asunción, Editorial Tiempo de Historia, 2011.
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rra Grande con el objetivo de “exaltar el heroísmo del pueblo
vencido en una lucha desigual”, los cuales causaron la indignación de Cecilio Báez, académico y político liberal, una igura
reconocida y respetada en aquellos tiempos, quien respondió
con cuatro artículos titulados Estudios Políticos, en los que cuestionó duramente los planteamientos de su joven alumno. Éste
no se quedó callado y, con el seudónimo de Pompeyo González y Gestas Zambrana, publicó una serie de 37 artículos
polémicos contra Báez (El cretinismo paraguayo).
Veamos brevemente las visiones que se sustentaron en aquel
duelo de intelectuales, las cuales corresponden a una brecha generacional entre el viejo derrotismo de los vencidos, y las nuevas tendencias de recuperación de sentidos propios y del orgullo nacional. Cecilio Báez representa la primera de las visiones,
relacionada con el pensamiento liberal y una autoimagen nacional proyectada por los vencedores, que culpabilizaba a los
paraguayos y a su karai guasu por el desastre de la Guerra y negaba el sentido de su sacriicio. De esta manera, Báez describe
la historia de Paraguay anterior a la Guerra como tiempos de
oscurantismo, terror y esclavitud. Advierte de este modo sobre
“los peligros del patrioterismo y la adoración del pasado”, un
pasado indigno de ser adorado. Los paraguayos, por su parte,
son, según Báez, un pueblo “cretinizado” e “imbécil” por culpa tanto del aislamiento geográico y del componente guaraní,
que se niega a desaparecer, como también por el despotismo
de sus gobernantes desde el Dr. Francia y los López hasta el
Partido Colorado, puesto que son las tiranías las que atontan
a los pueblos. Este “país de cretinos”, desprovistos de voluntad propia, no puede ser otro que retrasado, subdesarrollado,
ignorante, salvaje, carente de un buen sistema de educación,
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etc. Frente a ese diagnóstico pesimista, Báez propone la cura a
través de la ciencia, el saber y la ilustración, para que el pueblo
pueda ejercer la libertad y construir una sociedad consciente y
democrática:
[…] difundir la instrucción pública entre las masas incultas que
no hablan la lengua de la civilización, sino el rudimentario lenguaje de la barbarie […]. Por eso mismo el estado intelectual del
Paraguay, que habla guaraní y vive en medio de bosques impenetrables no puede compararse con el de ningún otro pueblo
en la tierra. Estamos muy atrasados todavía.36
Las palabras citadas relejan muy bien las cercanías ideológicas de Báez, discípulo iel de Spencer y Sarmiento, seguidor
del darwinismo social y la lucha de la civilización contra la
barbarie. Aunque no tiene nada de malo promover la educación del pueblo, vemos que no se trata de una tarea neutral
ideológicamente, sino de una cruzada contra el presunto salvajismo paraguayo, encarnado en la cultura mestiza guaraní, en
su historia y formas socioeconómicas propias. Hacerse “civilizado” signiica en este caso dejar de ser paraguayo, olvidarse
del pasado y de sus raíces, negar lo propio por ser despreciable
y entregarse a la “modernidad” traída con las bayonetas argentinas. Lo mismo pasa con la imagen del mariscal López, para
Báez, igual que para los gobiernos de posguerra, no es más
que “asesino de su patria y enemigo del género humano” o
“Nerón del siglo xix”.37 El discurso liberal acusaba al dictador
36
Báez, en Brezzo, op. cit., p. 35.
Los decretos editados por el poder ejecutivo, instalado por las fuerzas
ocupantes durante la Guerra de la Triple Alianza, entre 1869 y 1870, declaraban a Solano López “traidor de la patria y proscrito”. Sus bienes y los de
37
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de haber sacriicado la nación por sus ambiciones desmesuradas, de ser el responsable de la Guerra y del desastre posterior,
además de ser un corrupto, inmoral y desalmado. En breves
palabras, la visión de Báez y de sus seguidores, no dejaba mucho espacio para el orgullo nacional, todo lo contrario, parecía
decirles a los paraguayos: ustedes son los responsables de su
propio desastre por ser “cretinos”, su historia y su cultura no
son más que la barbarie, por lo cual sus vecinos al invadirlos
sólo les hicieron un gran favor, el favor de civilizarlos y llevarles la libertad. Si no lo aprecian, peor para ustedes, sólo conirmarán su “cretinismo”.
No sorprende a nadie que esta postura pronto encontrara a
sus críticos, tanto entre el mismo pueblo que se resistía a negarse a sí mismo, como también entre los intelectuales que veían
en la recuperación del pasado una herramienta de reconstrucción nacional. Fue esta nueva corriente, llamada también
“lopista” o “revisionista”, la que representó en sus artículos
el joven O’Leary. Según él, todas las características propias del
pueblo paraguayo criticadas por Báez como bárbaras, es decir:
sus componentes étnicos, su cultura, su especiicidad económica y política en la región, en realidad eran dignas de ser gloriicadas como signos distintivos y originales, testigos del “genio de la raza”. Rechazó también la interpretación liberal de la
Guerra, al indicar que los únicos culpables fueron los vecinos
ambiciosos y el Imperio británico ansioso de conquistas económicas. Junto con la idealización de los tiempos anteriores al
conlicto, la cual retomó del historiador revisionista Blas Ga-
sus parientes fueron embargados, incluso los de su concubina Elisa Lynch,
por el origen “bastardo e ilegítimo”. Véase Capdevila, op. cit.
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ray,38 plantea el heroísmo del mariscal Solano López, el más
noble de los paraguayos. O´Leary acusa a Báez de defender a
los “traidores de la patria” y de estar más cercano de Argentina que de su propio país.
La polémica Báez-O’Leary, en su tiempo, polarizó profundamente a la opinión pública, basta decir que hasta hoy
en día tiene sus seguidores y electriza el debate nacional paraguayo. Eso se debe a que la controversia en realidad no se
limitó a una cuestión puramente intelectual y abstracta, sino
que estuvo profundamente enraizada en el contexto político y social de aquel entonces, es decir: la crisis del discurso
ideológico y del modelo socioeconómico de la posguerra.39
Aunque los dos autores decían presentar la verdad histórica,
en realidad ninguno de ellos se acercaba a un estudio objetivo de la historia y más bien interpretaban el pasado según su
signo ideológico en vez de estudiarlo. Esto fue así porque no
se trataba de establecer la verdad histórica, sino de disputar
la visión de la nación y su proyección hacia el futuro. De ahí
que la polémica ocupara el lugar clave en el surgimiento de la
ideología nacionalista, al cuestionarse sobre el imaginario nacional, la historia oicial, los héroes patrios, etc. Se trataba de
38
Blas Garay (1873-1899) fue uno de los primeros historiadores paraguayos relacionado con el Partido Colorado. Autor de Compendio de la Historia
del Paraguay (1896) El comunismo de las misiones (1897); La revolución de la Independencia del Paraguay (1897) y Breve Resumen de la Historia del Paraguay (1897).
39
Entre los años 1883-1986 se dieron ventas de tierras públicas a bajos
precios y condiciones liberales, aprovechadas por los extranjeros y los paraguayos ricos (latifundio). Paraguay entra al siglo xx con una gran desigualdad en el reparto del ingreso, concentración de tierra, pobreza y exclusión
generalizada. Es un Estado débil, inestable, sumido en las guerras partidarias, con una deuda de guerra con la banca inglesa y sin posibilidad de crear
ingresos más allá de los impuestos de aduana.
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una controversia entre una “historia sincera” de Cecilio Báez
y una “historia nacionalista” o “patriótica” de Juan O´Leary,
esta última con una clara misión de reconstrucción del panteón nacional:
Hoy pienso que es obra de patriotismo olvidar las faltas de nuestros hombres para encomiar sus virtudes. Enriquecer nuestra
historia no con grandes ni pequeños monstruos, esclavos miserables, ladrones vulgares y traidores odiosos, sino con héroes nobilísimos aunque infortunados patriotas, insuperables
estadistas de talla no vulgar, espíritus selectos, hombres y no
alimañas, es la misión de todos los buenos paraguayos. ¿Nos
reporta acaso algún provecho decir que Francia fue un demente, don Carlos un déspota, el mariscal una pantera […]? ¿Con
semejante pasado tenemos derecho a la vida? Un pueblo que
no produce sino locos asesinos, ladrones e idiotas ¿es digno
de llamarse civilizado? ¿No es más digno, más patriótico, más
grande, olvidar las faltas de los actores de nuestra historia, para
sólo presentar a las generaciones presentes y futuras el bello
ejemplo de nuestra grandeza moral? […] Y así, desde Francia hasta Ferreira cubramos nuestra historia con un velo de
tolerancia. No nos odiemos más. Amémonos, buscando en el
pasado, fuerzas que nos vinculen y no sentimientos que nos
disuelvan. […] nuestra historia, poema grandioso de dolor colectivo, no puede servir sino para unirnos.40
Las palabras citadas relejan perfectamente la postura de
O’Leary y sus seguidores frente a la historia, la memoria y
los objetivos que deberían obedecer. De nada servirá enumerar los errores y las pequeñeces de los paraguayos, incluso
40
Juan O’Leary, El programa patriótico de O’Leary. Ni lopiztas ni legionarios
(1908) citado en Brezzo, op. cit., p. 60.
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si fueran éstos verdaderos, puesto que la historia tiene que
ser, según la corriente nacionalista, un constructo discursivo
consciente, que al digniicar el pasado digniique el presente
y asegure la unidad de la nación. Como decía Ernest Renan,41
las historias nacionales son obras de un recuerdo pero también de un olvido común, de una memoria selectiva e idealizadora. El mismo O’Leary unos años más tarde no tendrá
dudas en deinirse a sí mismo y a su obra como nacionalista:
“Yo soy el nacionalismo. Mi obra es la que fructiica. Profeta
y apóstol, ¡luchador de 30 años!”,42 escribirá en su diario personal en 1936.
La polémica entre Báez y O’Leary y sus dos visiones sobre
la historia y el devenir paraguayo suscitaron una poderosa
reacción del entorno, y causaron la polarización de posturas
políticas e ideológicas de la élite asuncena. Así, por ejemplo,
el entonces vicepresidente de la República y, posteriormente,
autor del famoso libro El alma de la raza, Manuel Domínguez, defendió a O’Leary en una conferencia en el Instituto
Paraguayo titulada Causas del heroísmo paraguayo. Su defensa se
basó en los argumentos raciales y biológicos, incluso llegó a
la idealización de la época de los López y resaltó el heroísmo
del Mariscal durante la guerra.
Los planteamientos revisionistas ganaron también un nuevo aliento con la celebración del centenario de la Independencia paraguaya que por cuestiones de orden político (inestabilidad) fue pospuesta hacia 1813. En esta ocasión se recuperaron
los argumentos de O’Leary en cuanto a la identidad nacional,
la historia y los héroes paraguayos. Esta nueva manera de pen41
42
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Véase Renan, op. cit.
Diario personal de Juan O’Leary citado en Brezzo, op. cit., p. 63.
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sar el país, que al celebrar su aniversario de independencia necesitaba recuperar el orgullo y revisar la imagen de sí mismo
que le había sido impuesta por los vencedores, se plasmó en
el Álbum gráico, una publicación conjunta de varios intelectuales paraguayos editada en ocasión de dicha conmemoración.43
Encontramos en él la exaltación de lo propio, la consideración
de la nación/raza paraguaya como algo especial, único y absolutamente original. Después de la época de la crítica liberal
despiadada se llegó a otro extremo, el de pintar al país como
uno de los mejores, si no el mejor del mundo (producción,
prosperidad), por supuesto en referencia al periodo anterior
a la Guerra Grande. Fueron, precisamente, la época de los
López, así como también la Guerra y sus consecuencias, y no,
como era de suponer, la Independencia, las que interesaron a
los intelectuales del Álbum. El nuevo enfoque sobre la identidad nacional se basó primero, en la recuperación de la “época dorada” identiicada con los gobiernos de Carlos Antonio
López (1844-1862), y como segundo, en la idea de la nación
mestiza, de una “raza paraguaya” especíica. Al mismo tiempo
empezó el lento reconocimiento de la lengua guaraní como
lengua familiar y aglutinante de los paraguayos, como una herencia y un rasgo distintivo útil a la hora de construir una nueva identidad nacional. Esta nueva tendencia nacionalista que
“iccionalizaba la historiografía e historiicaba la icción”,44 va
a dominar el imaginario nacional paraguayo de ahí en adelante,
sin embargo no logra borrar del todo la imagen negativa de
43
Véanse Tomás Pérez Vejo, “Los centenarios…”; Ignacio Telesca, “Paraguay en el centenario: la creación de la nación mestiza”, pp. 137-195 y
Liliana Brezzo, “‘Reparar la nación’…”, en Revista Historia…, pp. 197-243.
44
Brezzo, “‘Reparar la nación’…”, p. 225.
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sí mismos que había sembrado en los paraguayos el discurso
liberal.
4. nacionalismo en el poder,
Gobiernos militares (1936-1947)45
Igual que en los países vecinos, también en Paraguay las décadas de los años veinte y treinta presenciaron el nacimiento de
nuevas corrientes ideológicas tan en boga en Europa: comunismo, fascismo y nacionalismo. En esa época excitada, llena
de nuevas inquietudes y nuevos proyectos sociales, periodo de
la crisis mundial y las protestas obreras y estudiantiles, los gobiernos del Partido Liberal sufrieron un escalonado descenso de popularidad y de credibilidad. La tendencia nacionalista de recuperar y digniicar la historia nacional, iniciada por
O’Leary, se intensiicó y el clamor por derogar los decretos
de 1869 que declaraban al mariscal López “el traidor a la patria”, se hizo general.46 Si añadimos a esto la intensiicación
de los sentimientos nacionalistas en el contexto de la inminente guerra contra Bolivia y su posterior exaltación durante
el conlicto del Chaco (19321935), entenderemos el por qué
de la decadencia del discurso liberal. Fue el ejército victorioso
el que ganó la legitimidad y el prestigio para conducir el país,
más allá de la división partidista entre liberales y colorados.
45
Véase José Carlos Rodríguez, El Paraguay bajo el nacionalismo (19361947), vol. xi, Asunción, abc Color/El Lector, s.f. (Col. La Gran Historia
del Paraguay).
46
En 1925 se funda el periódico La Nación integrado por los pensadores
nacionalistas de la Liga Nacional Independiente. Una de sus tareas era digniicar la igura del mariscal López.
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La “democracia” del Partido Liberal, que en realidad tenía
poco de democrática, quedó desprestigiada por ser débil, incapaz e insuiciente ante los nuevos desafíos nacionales. Así
por ejemplo, en el Nuevo Ideario Colorado de inluencia fascista
y socialista, redactado por Natalicio González y Bernardino
Caballero en 1934 podemos leer que:
A la concepción liberal de la libertad, se opone la idea fecunda del orden como fundamento del Nuevo Estado […]. A la
idea de la igualdad se opone el ideal de justicia social que debe
estructurar el Nuevo Estado […]. El Estado liberal se halla
instrumentado a las Grandes Empresas y el objeto de su política es el bien exclusivo de la plutocracia. El Nuevo Estado
debe independizarse del dominio del capital privado […]. A
la sociedad liberal, estática, atomista, utilitaria, que convierte
al pueblo en masa y provoca la creación de clases antagónicas,
oponemos la Nueva Sociedad, dinámica, creadora, solidaria fundada en la ética social.47
Las fuerzas armadas se inscribieron en esta tendencia antidemocrática que exigía vigor y determinación para el cambio
social y el renacimiento nacional. El sentimiento nacionalista
despertado en el Chaco, aquella identidad común relejada en
la cultura y en la lengua popular (guaraní), se plasmó en el
cambio político de la época que en 1936 dio in a la hegemonía
liberal iniciada con la Revolución de 1904, y abrió el camino
para una futura hegemonía colorada (1947). Aquellos once
años de gobiernos militares, con sus altibajos, avances y retrocesos, se caracterizaron por su apuesta autoritaria y por varios
47
Natalicio González y Bernardino Caballero, Nuevo Ideario Colorado, citado en Rodríguez, op. cit., p. 20.
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cambios en el ámbito económico, internacional e ideológico.
En cuanto a las relaciones internacionales, Paraguay desplazó
su vínculo tradicional con Argentina por el acercamiento hacia
Brasil del gobierno de Getulio Vargas y hacia Estados Unidos,
primero como su aliado al inalizar la II Guerra Mundial y luego como su socio en la Doctrina de la Seguridad Nacional en
la Guerra Fría. En la economía se optó por la mayor intervención estatal y las grandes obras de infraestructura, inanciadas
por los préstamos norteamericanos. Se intentó también llevar
a cabo una reforma agraria y estatalizar las relaciones trabajador-patrón.
El ascenso de las fuerzas armadas al poder se dio a través
de la así llamada Revolución Libertadora, liderada por el héroe de la Guerra del Chaco, el coronel Rafael Franco el 17
de febrero de 1936 en contra del presidente liberal Eusebio
Ayala.48 Los “febreristas” juraron como presidente al coronel
Franco y abolieron la Constitución liberal de 1870, al considerarla impuesta por las potencias extranjeras y contraria a
los intereses nacionales. El nuevo mandatario aprovechó la
toma de protesta para una manifestación ideológica: apareció
vestido de saco mbyky (traje corto) que simbolizaba la tendencia moderna, progresista y cercana al pueblo, en contra de los
usuarios del saco puku (traje de levita) de tendencia conser-
48
En el contexto de las elecciones de 1936 que tenían como objetivo
sustituir al presidente Eusebio Ayala, se acusó a Franco de conspirar contra
los gobiernos democráticos y de tener vínculos con la Unión Soviética, por lo
cual fue enviado al exilio el 1o de febrero de 1936. Las fuerzas armadas se sintieron ofendidas con el acto. En la acusación participó otro héroe de guerra,
el general Estigarribia ascendido por los liberales.
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vadora y elitista.49 No se limitó, sin embargo, a este gesto y
acusó a los gobiernos abolidos de ser los “bandidos de levita”
sobornados por el extranjero.
Su presidencia fue la más radical de los gobiernos militares nacionalistas, a tal punto que hasta hoy en día el nombre
del coronel Franco sigue siendo reivindicado como símbolo
de la lucha por la justicia y por el cambio social. En realidad,
su principal preocupación era el control de los sindicatos y las
tendencias comunistas consideradas enemigas de la nación.
De hecho, el conlicto social y la autonomía de la sociedad
civil frente al Estado eran demonizados como contrarios a la
unidad nacional. Se pretendía construir una nación sin isuras, un cuerpo unido como en los tiempos de la guerra, cuya
expresión máxima sería el Estado. Se trataba, según el presidente Franco, de la “conjunción espiritual entre gobernantes
y gobernados”,50 y en nombre de tal “conjunción” se cancelaron las libertades democráticas y se persiguieron las protestas
y los movimientos contrarios al gobierno. En lo económico
se apostó por el tema del agro, considerado el campesino un
aliado natural del nacionalismo. El recién creado Ministerio
de Agricultura a cargo de Bernardino Caballero (descendiente del fundador del partido Colorado), prometía liquidar la
gran propiedad y repartir tierras entre los campesinos.
Lo que llama la atención es el nuevo discurso patriótico que
sustituye la anterior propaganda liberal antilopista. La igura del
49
La moda marcó la política paraguaya, al trazar la división entre las fracciones internas del liberalismo en “los saco mbyky” (corto) y “los saco puku”
(largo).
50
Discurso pronunciado por el Excelentísimo Señor Presidente Provisional de la Re
pública, Coronel de la Nación don Rafael Franco, en el Palacio de Gobierno en la
mañana del 1° de marzo de 1936, citado en Rodríguez, op. cit., p. 103.
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Mariscal es recuperada e integrada al listado de los héroes nacionales, al convertirse éste del tirano maligno de los liberales
al héroe máximo de los nacionalistas. En uno de sus discursos
el presidente Franco se reirió a Francisco Solano López con
las siguientes palabras:
Hijo de su pueblo y de su raza […] la igura histórica más alta
y más completa que ha producido la Nación Paraguaya. Y es
nuestro deber honrar su memoria esclarecida, tanto para seguir
su ejemplo, para labrar la grandeza de nuestro pueblo, para
cimentar su bienestar y exhibir de nuevo en Nuestra América
libre y fraternal, el ejemplo de este virtuoso, trabajador y digno,
sobre cuyos hombros pueden reposar con seguridad los anhelos continentales y nacionales de tranquilidad, de civilización,
de cooperación y de justicia.51
Aquella recuperación histórica se debe a las necesidades de
la época de legitimar la nueva tendencia nacionalista: antiliberal, militar, autoritaria y estadista. Solano López se convirtió
de esta manera en el símbolo de la lucha contra las presiones
extranjeras y el liberalismo, considerado traidor y antipatriótico. Era también el Mariscal la encarnación de un gobernante popular, preocupado por el bienestar de los pobres y
de los trabajadores. El nacionalismo oicial, como cualquier
religión, en este caso la cívica, necesitaba sus templos y sus
santos. De hecho, fue durante los gobiernos militares cuando
se terminó la construcción del Panteón de los Héroes, con
los presuntos restos del Mariscal, monumento que hoy en
día es el corazón de la ciudad de Asunción (véase imagen 1).
51
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Ibid., p. 104.
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Imagen 1. Panteón de los Héroes en la Plaza de los Héroes,
Asunción.
fuente: Acervo fotográfico de la autora,
tomada el 26 de septiembre de 2012.
El coronel Franco fue depuesto de su cargo el 13 de agosto
de 1937 y sustituido por Félix Paiva. El cambio en el gobierno
se debió a las decisiones internas del ejército, consecuencia de una
nueva correlación de fuerzas, en la que prevaleció el ala conservadora y más cercana a los liberales. El gobierno de Paiva
sirvió de transición a la presidencia del general Estigarribia,
hombre de levita, otro héroe de la guerra del Chaco, embajador en Estados Unidos (gozaba del apoyo estadounidense),
quien asumió el poder como el candidato del Partido Liberal
el 15 de agosto de 1939. El nuevo presidente en seis meses
rompió con el Partido Liberal, ahogó las protestas universitarias lideradas por Cecilio Báez, rector de la Universidad de
Asunción, suprimió la autonomía universitaria y la libertad
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de expresión, persiguió a la oposición, disolvió el parlamento, prohibió la actividad de los partidos y asumió la plenitud
de poderes políticos con el objetivo de “salvar” el país de la
anarquía. Antes de su repentina y enigmática muerte en un accidente de avión el 7 de septiembre de 1940, inauguró una de
las constituciones más autoritarias que haya tenido Paraguay
en el siglo xx. El nacionalismo de Estigarribia se expresaba en
el proyecto de un Estado-nación fuerte de poder ilimitado,
unido con el programa de justicia social y cierto acercamiento
hacia los sindicatos y los campesinos. En el ámbito intelectual,
conió la misión cultural y educativa al historiador nacionalista Efraím Cardozo,52 su consejero y posteriormente ministro
de educación y rector interino de la Universidad Nacional de
Asunción.
En sustitución del presidente difunto se eligió a Higinio
Morínigo, quien contaba con el apoyo de las fuerzas militares
y su sector pro-nazi, y al mismo tiempo se presentaba en el
ámbito internacional como socio de los aliados, para conservar las ayudas económicas estadounidenses y el apoyo de
Roosevelt, lo que lo llevó a declarar la guerra a los países del
Eje en 1945. Como su predecesor, optó por una dictadura
absoluta, la persecución de la oposición, incluidas las torturas
(cárcel en la Isla Peña Hermosa), el fortalecimiento del Estado y las políticas sociales. Su programa político se expresó en
la proclamación de la “Revolución Nacional”, consistente en una
despiadada cruciata contra los liberales, comunistas y sindicatos,
52
Efraím Cardozo (1906-1973) fue autor de las siguientes obras históricas: El Paraguay Independiente (1949); Vísperas de la Guerra del Paraguay (1957);
El Paraguay Colonial. Las raíces de la nacionalidad (1959) y Apuntes de historia
cultural del Paraguay (1963).
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que se volvieron “enemigos de la patria”,53 con el simultáneo
acercamiento a los campesinos. El nacionalismo simbólico
del gobierno era visible también en los nuevos nombramientos de las principales calles de Asunción, a las cuales les dieron los nombres de los tres dictadores: Dr. Francia, Carlos
Antonio López y Francisco Solano López, además de denominaciones relacionadas con la Gran Guerra. Aparece la nueva moneda nacional, el guaraní, que sustituye al peso fuerte.
En su diseño gráico se emplean las iguras de los héroes de
la patria, entre ellos las del Dr. Francia, Carlos y Francisco
López. Como vemos, la propaganda nacionalista se vuelve el
punto central de las políticas de Morínigo, y legitima su régimen autoritario y conservador.
Al terminar la II Guerra Mundial, el gobierno se ve obligado a suavizar las represiones y crear la apariencia de una
apertura democrática. El periodo comprendido entre los años
1945 y 1946, llamado “Primavera democrática”, se caracteriza
por un relativo descenso de la represión y, por consecuencia,
de la activación de diversas fuerzas políticas desde los liberales y comunistas hasta los colorados. Fueron, sin embargo,
estos últimos quienes supieron articularse en una fuerza capaz de disputarle el poder al gobierno. Sin duda, una de sus
mayores ventajas, además de la monopolización del discurso
nacionalista, fue el respaldo de Estados Unidos, en el marco
53
El 25 de abril de 1942 se prohíbe y disuelve el Partido Liberal. Se acusa
a los liberales de oponerse a la independencia en 1811, del complot contra el
Dr. Francia, de “traidores legionarios” durante la Guerra Grande, de cómplices y títeres del ocupante extranjero en la posguerra y de ayudar a la tropa
boliviana durante la Guerra del Chaco.
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de su política de la Guerra Fría.54 De esta manera, el 13 de
enero de 1947 el Partido Colorado regresó al poder después
de 43 años de exclusión. La toma violenta del gobierno se
llevó a cabo gracias al apoyo de las fuerzas armadas, y en un
claro desafío al compromiso de la democratización que habían expresado los demás partidos al convocar las elecciones.
Desde aquel entonces hasta el año 1963 será el único partido
permitido en Paraguay y su hegemonía no terminará hasta
el año 2008, fecha de la elección de Fernando Lugo como
presidente. La justiicación ideológica de aquella toma brusca del Estado fue la necesidad de frenar el comunismo que,
presuntamente, amenazaba al país, aunque en realidad los comunistas no tenían ni apoyo ni medios necesarios para tal objetivo. Este discurso anticomunista se inscribe en el contexto
político de la región y de la época.
Entre los años 1947 y 1954, la hegemonía colorada es disputada por los demás actores políticos lo que lleva a la guerra
civil, inestabilidad e ingobernabilidad interna. En aquel periodo de presidentes instantáneos, llega al poder el intelectual,
escritor e ideólogo colorado Natalicio González, del que hablaremos más adelante. La pugna por el poder termina con la
victoria del Partido Nacional Republicano y su aianzamiento
en el gobierno del país. Se abre una nueva etapa de estabilidad autoritaria llevada con mano dura por el dictador Alfredo
Stroessner, quien, al seguir los pasos de sus predecesores del
siglo xix, se asienta en el poder por más de tres décadas. AnNo podemos olvidar que el gobierno estadounidense desconiaba de
los liberales paraguayos y de sus propuestas “democráticas”. Tampoco ayudaba su cercanía con Argentina, en aquellos tiempos un país enemigo de
Estados Unidos.
54
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tes de pasar al análisis de sus gobiernos, es necesario revisar
la base ideológica que les dio sustento y que moldeó los imaginarios nacionales a lo largo de aquellos años.
5. nacionalismo colorado y su ideóloGo
Juan natalicio González55
El Partido Colorado, representante máximo del discurso nacionalista en el escenario político paraguayo, nace en ocasión
de las elecciones de 1887 como una fuerza de apoyo al presidente Bernardino Caballero, con el nombre de Partido Nacional Republicano, actualmente conocido como la Asociación Nacional Republicana, constituye junto con el Partido
Liberal, una de las fuerzas más tradicionales de la política paraguaya, que desde su creación ha estado en el poder por más
de 85 años: de 1880 a 1904, de 1947 a 2008, y de 2013 hasta
la actualidad. Existen algunos puntos clave en la ideología y
en el discurso colorado, aunque tenemos que recordar que
dichos principios cada vez menos deinen la práctica política
del partido. Si miramos la actual página web del Partido Colorado encontramos la siguiente autodeinición ideológica:
El Coloradismo es nacionalista, en un sentido airmativo, de
airmación de valores propios. Los valores de origen extranjero
son bienvenidos, siempre que coadyuven a los objetivos nacionales. No hay un sólo rasgo de xenofobia, ni de conservatismo
[sic] aristocratizante en su ideología. Por el contrario hay rasgos
fuertemente populistas. […] La concepción colorada del Estado
55
Véase José Arce Farina, J. Natalicio González, Asunción, El Lector [s.f.]
(Col. Protagonistas de la Historia).
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es la de un instrumento del desarrollo económico y social, con
facultad de intervenir para regular las actividades económicas
teniendo como objetivo el bien común. El concepto de “Estado
servidor del hombre libre”, elaborado por Natalicio González,
está latente en toda la evolución de la ideología colorada. […] La
raíz agrarista es otro elemento fundamental. Esta concepción
nace de la constatación de que el campesino es el sector mayoritario de la población y que, como tal, tiene derecho a un rol
protagónico en la política y en la economía. Pero además, tiene
un sentido de proyecto cultural, ya que los ideólogos colorados
observan que el campesino paraguayo, más que ningún otro sector social, es el auténtico depositario de la cultura paraguaya.
De ahí el énfasis en el concepto de “agricultor-soldado”, o del
“pynandí ” como agentes activos de los procesos históricos.56
En la cita encontramos varios elementos que nos servirán
como pautas del análisis. Primero, tenemos el “nacionalismo
airmativo y populista”; segundo: “el Estado intervencionista”;
tercero: “el agrarismo”; y por último y por añadidura: “el antiliberalismo”. Estas cuatro ideas clave son multidimensionales
y se reieren tanto al aspecto político, como al económico y
cultural. Nos deberían llamar también la atención las alusiones a la persona de Natalicio González y su aporte al imaginario colorado, a través de los conceptos como: “Estado servidor del hombre libre”, “agricultor-soldado” o el “pynandí ”.
Con el objetivo de descifrar dichos conceptos, como también
tener un panorama más amplio del ideario colorado, en las
siguientes líneas nos acercaremos a la igura del ideólogo colorado Juan Natalicio González Paredes (1897-1966).
56
anr, Ideología del Partido Colorado. En http://www.anr.org.py/paginas.
php?cod=53 (fecha de consulta: 28 de febrero, 2013).
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Natalicio tenía tan sólo 19 años cuando ingresó al Partido Colorado en 1916. Estudiante de periodismo, admirador y discípulo del ala antiliberal del novecentismo, pronto
se convirtió en el redactor del periódico oicial del partido
General Caballero. Posteriormente estuvo a cargo de diferentes
periódicos paraguayos, entre los cuales hay que destacar la
revista cultural Guarania. Además de desarrollar sus talentos
literarios y ilosóicos se desempeñaba como político, actividad que lo llevará a diversos cargos gubernamentales hasta
el más importante, el de presidente de la República, entre
agosto de 1948 y enero de 1949 (primer presidente colorado después del regreso del Partido al poder). Fue líder de
la corriente fascista del partido: Guión Rojo, enfrentada con
los “demócratas” de Federico Cháves; fue acusado de legitimar ideológicamente y apoyar políticamente el régimen de
Alfredo Stroessner, durante el cual fue nombrado embajador
de Paraguay en México (1957), lugar de su repentina muerte
en 1966. La importancia que tuvieron México, donde vivió
desde 1950, sus intelectuales (Vasconcelos) y el ambiente nacionalista de la época fue decisiva para su obra en cuanto a las
relexiones sobre el mestizaje, la cultura nacional y el Estado.
Fue la década de los treinta cuando Natalicio González
empezó a marcar las tendencias como ideólogo y escritor. En
1933, junto con Bernardino Caballero, sobrino del fundador
histórico del Partido, elaboró el nuevo Ideario del Partido Nacional Republicano y su actual simbología. En 1935 se editó su
primer libro El Paraguay eterno, seguido por el Proceso y formación
de la cultura paraguaya de 1938, unas de las obras más signiicativas para el nacionalismo paraguayo. En el prólogo de El
Paraguay eterno, el autor subraya que su in no es puramente
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estético, sino político y lo que busca es “[…] la reconquista
del Paraguay por el alma aherrojada de ese mismo Paraguay
[...]”.57 El libro surge en el contexto de la exaltación nacionalista de la Guerra del Chaco, como dice el mismo González,
son “unas páginas encendidas por el fuego de la pasión patriótica”.58 Algunas de sus obras políticamente comprometidas son entre otras El Paraguayo y la lucha por su expresión de
1945 y El Estado servidor del hombre libre, editado en México
en 1960. Destacan también sus aportes en el conocimiento y
rescate de la cultura, lengua y cosmovisión guaraní (Ideología
guaraní de 1958), igual que las poesías: Baladas guaraníes, Tamoí,
Como los pájaros músicos o Las elegías de Tenochtitlan, entre otros.
Veamos con más detalle los principales ejes de su pensamiento. Natalicio González fue lector e intérprete de la ilosofía clásica grecolatina, lo cual tuvo mucha inluencia en
sus obras, sobre todo el idealismo de Platón.59 En el nuevo
Ideario del Partido Nacional Republicano (1933) expone sus ideas
sobre la política, la vida social y el régimen estatal deseados.
Considera que la política no puede ni debe existir sin la ética, y su principal objetivo ha de ser el servicio al colectivo
nacional en vez de beneicios individuales: “La ética idealista
debe ser el fundamento de la política […] en el afán de crear
valores culturales que den brillo, riqueza y poderío a la civilización paraguaya”.60 La libertad individual, por su parte, tiene
que subordinarse al interés colectivo, puesto que sólo de esta
57
Natalicio González, El Paraguay eterno, Asunción, Guarania, 1935, p. 4.
Ibid., p. 3.
59
Véase José Manuel Silvero, Luis Galeano y Domingo Rivarola, Historia
del pensamiento paraguayo, Asunción, El Lector [s.f.].
60
Natalicio González, Ideario del Partido Nacional Republicano, citado en
Arce Farina, op. cit., p. 59.
58
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manera puede ser realmente libertaria: “A la concepción liberal de la libertad se opone la idea fecunda del orden, como
fundamento del nuevo Estado. […] la libertad fundada en la
responsabilidad, en la solidaridad entre los ciudadanos”.61 A
estos principios se suma la justicia social cuyo garante debería
ser el Estado, lo que implica que éste se convierta en un actor
protagónico de la economía nacional, abandonando el laisser
faire liberal.
El Ideario plantea la necesidad de creación de un “nuevo
Estado” y de una “nueva sociedad”, tendencia bastante generalizada en su época (véase por ejemplo el Estado Novo de
Getulio Vargas en Brasil), que fueran el contrario del Estado
y de la sociedad liberales, considerados una herramienta de
los intereses extranjeros y del capital privado, estáticos, atomistas y generadores de la lucha de clases, peligrosa para la
unidad nacional. De esta manera, el nuevo Estado debería
ser la “expresión del pueblo”, “una manifestación organizada
de la fuerza popular” y un “poder aglutinante y armonizador
que realiza la unidad nacional mediante la sugestión del pasado y del porvenir o sea de la proyección del mismo ideal
hacia el futuro[…].” La Nueva sociedad, por su parte, sería
“dinámica, creadora, solidaria, fundada en la ética social”.62
El programa del Partido Colorado ideado por Natalicio González releja una profunda inluencia de la tendencia nacional-popular (nacionalismo populista) en boga a partir de los
años treinta, como el aprismo peruano, el mnrísmo boliviano,
el priísmo mexicano, el getulismo brasileño y el peronismo
argentino. La idea del nuevo Estado fue desarrollada en sus
61
62
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Loc. cit.
Ibid., p. 60.
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obras posteriores con el nombre del “Estado servidor del
hombre libre”.
Las teorías políticas plasmadas en el programa colorado no
se modiicarán mucho con el tiempo, sin embargo, se pro
fundizarán y se dotarán de una base ilosóicohistórica, que
les permitirá rebasar lo coyuntural para convertirse en un imaginario perdurable. Así, en la obra El Paraguay eterno, el autor
llega a vincular los regímenes políticos con el carácter/espíritu/esencia de los pueblos. Al investigar las características del
“ser paraguayo”, una entidad espiritual y étnica de rasgos permanentes, concluye que éste rechaza “por naturaleza” el sistema liberal y elige sistemas del poder ejecutivo fuerte: “[…]
la estructura social e histórica del Paraguay es aniliberal y anti-individualista por naturaleza”.63 Es esta “naturaleza” paraguaya que intenta descubrir González y con ella legitimar un
programa político especíico. La consecuencia de sus planteamientos es la búsqueda de lo “auténtico”, autóctono, popular,
propio de los paraguayos, contrastado con lo extranjerizante,
artiicial y elitista. Este autoctonismo americano es visible en
los esfuerzos por revivir y estimular las virtudes guaraníes,
recuperar las raíces y conectarse profundamente con la tierra
natal (telurismo), se inscribe en un esfuerzo más amplio de
“descubrir” una cultura nacional supuestamente preexistente
a un “Estado exótico” y a los gobiernos enajenados: “En el
Paraguay lo autóctono recobra cada vez más su imperio, a pesar de la Constitución exótica que organiza un Estado esencialmente antiparaguayo, y a pesar de los ideólogos, que se
empeñan en torturar a la nación para acomodarla a un patrón
63
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González, El Paraguay eterno…, p. 75.
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arbitrario”.64 Así que el “nuevo Estado” y la “nueva sociedad”
tienen que ser la expresión genuina de la “raza” y la tierra paraguaya, de una paraguayidad esencialista que existe más allá
de los individuos y de las coyunturas políticas, una identidad
eterna e inmutable, no construida sino revelada:
Dentro del ámbito de una nación, los individuos se suceden
con ritmo y movimiento de ola, pero subsiste la Idea que esa
colectividad pretende corporizar, la Idea de aquello que denomina “paraguayo”, “argentino”, “mexicano” o lo que sea,
Idea que busca revelarse en la magia del mundo, asumiendo
una imagen cada vez más aproximada a la esencia inmutable, al
arquetipo imperecedero.65
Es este espíritu paraguayo (la Idea) el que determina el
porvenir de la nación y los moldes a los que ésta se puede
adaptar. ¿Y dónde habita dicho espíritu? La respuesta no es
fácil, puesto que se trata de un ente inmaterial, sin embargo,
según el autor, hay que buscarlo en la sangre, la geografía
y la historia especíica de un pueblo. La “sangre paraguaya”
nos lleva al concepto de la “raza” que, según el autor, es una
raza mestiza, una mezcla perfecta de sangres: la guaraní y la
española. Esta “nación guaraní” poco tiene que ver con lo
indígena, siendo un ser nuevo encarnado en la igura de pynandí, guerrero del agro. El pynandí, que en guaraní signiica
literalmente “pies descalzos”, se convierte en el arquetipo del
paraguayo: campesino descalzo y por eso en contacto directo
con la tierra, depositario de las tradiciones más auténticas,
64
Ibid., p. 9.
Natalicio González, El paraguayo y la lucha por su expresión, Asunción-Santiago-México, Cuadernos Republicanos, 1998, pp. 8 y 9.
65
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heredero del talento guerrero de sus antepasados guaraníes,
una potencial fuerza constructora del nuevo Estado. En la
práctica política, efectivamente los pynandís se convirtieron en
la fuerza de apoyo del Partido Colorado, igual que los “descamisados” del peronismo. De esta manera, encontramos en la
letra de una canción escrita en 1939 por el mismo Natalicio
para el Partido Colorado, esta imagen idealizada del paraguayo
arquetípico identiicado con un color político bien deinido:
La manera profunda y vital
de sentirse y de ser paraguayo […]
Eso es ser colorado.
Brota el colorado en la materna tierra,
como expresión potente del alma colectiva,
que al advertir su fuerza, promueve dura guerra
a cuanto bastardea la conciencia nativa. […]
Cuando el hombre del agro
Grita: ¡Soy colorado! […]66
El peligro de estos planteamientos reside en el hecho de
identiicar la paraguayidad con un régimen o un color político
concreto, lo que puede llevar, y de hecho llevó, a persecuciones e intolerancia frente a las posturas ideológicas distintas a
la “auténticamente paraguaya”.
De esta manera, para González el liberalismo y sus representantes son el principal enemigo del paraguayo y de su lucha por la expresión nacional: “El Paraguay, para salvarse, necesita estrangular el liberalismo, sin piedad, con fría decisión.
Así tornará a ser la nación grande y fuerte que fundó la civi66
Natalicio González, Colorado, en José Portillo [comp.], Colorado Purajhey.
Canciones coloradas, Asunción, 1987. Cursivas mías.
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lización en el Río de la Plata. La doctrina liberal es el veneno
que emponzoña el alma de la patria”.67 También en sus obras
posteriores como El paraguayo y la lucha por su expresión (1945)
y El Estado servidor del hombre libre (1960) recupera sus planteamientos anteriores y resalta “la naturaleza antiliberal” del
paraguayo, su identidad agraria guaraní-mestiza y su “sana”
inclinación biológica por los regímenes autoritarios. La historia paraguaya, según el autor, no hace más que conirmar
estas predisposiciones “naturales”.
González recupera las glorias pasadas, idolatra a los antiguos karaí guasu y los pone como punto de referencia a la hora
de proponer un nuevo régimen estatal. Su visión determinista de
la historia sugiere la existencia de un destino nacional predeterminado, que fue interrumpido bruscamente por la Guerra
Grande y los gobiernos liberales, el cual necesita ser recuperado por un Estado nacional “que realice la justicia social, provoque el bienestar de la clase agraria y discipline todas las fuerzas económicas y políticas en vista a la prosperidad del país”.68
¿Será el Partido Colorado el realizador de esta tarea? González
cree profundamente que sí y deposita sus esperanzas en los
gobiernos de un nuevo karaí guasu, una nueva reencarnación
del mariscal López, el general Alfredo Stroessner.
67
68
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González, El Paraguay eterno..., p. 113.
Ibid., p. 73.
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6. dictadura de stroessner (1954-1989)69
Alfredo Stroessner, militar, soldado en la Guerra del Chaco,
ascendido a general a los 36 años de edad (1948), lo que lo
convirtió en aquel entonces en el general más joven de Sudamérica, marcó como nadie la historia contemporánea del país.
Fue el dictador paraguayo más longevo en el gobierno, al ejercer el poder absoluto por 35 años. Protagonizó las luchas por
la hegemonía colorada en el periodo de inestabilidad iniciado en 1947, y después de su ailiación al Partido Colorado
en 1951 fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas armadas. Sus ambiciones políticas lo llevaron a efectuar un golpe
de Estado, en mayo de 1954, en contra del presidente colorado
Federico Cháves de la fracción “democrática” del partido. Su
ascenso violento al poder fue, sin embargo, legalizado cuando
la Junta de Gobierno del Partido Colorado lo eligió candidato
oicial a la presidencia, la cual asumió el 15 de agosto de 1954.
Antes de su derrocamiento por el golpe de Estado del general
Andrés Rodríguez, el 3 de febrero de 1989, a lo largo de sus 35
años en el poder fue reelecto siete veces70 en unos comicios
que poco o nada tenían de democráticos, pero servían para
legitimar sus gobiernos (democracia ingida).
Stroessner subió al poder en el contexto del caos político y económico provocado tanto por la guerra civil, como
por las pugnas internas del mismo Partido Colorado. No sorprende entonces que su promesa de “Paz y progreso”, que se
convirtió en el lema oicial del stronismo, junto con su políti69
Véase Bernardo Neri Farina y Alfredo Boccio Paz, El Paraguay bajo el
Stronismo (1954-1989), Asunción, El Lector [s.f.].
70
Fechas de los comicios: 1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y 1988.
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ca de mano dura contra los “liberales”, “comunistas” y otros
“traidores de la patria”, contó con el apoyo tanto del Partido Colorado, como de la administración estadounidense.71
Muchos intelectuales, entre ellos Natalicio González, veían a
Stroessner como continuador de la obra de los grandes dictadores paraguayos, que prometía construir un Estado fuerte,
próspero, de justicia social y soberano frente a las presiones
extranjeras. La idea del “Estado servidor del hombre libre”
parecía haber encontrado a un realizador decidido. En realidad, el Estado stronista se alejó considerablemente de la justicia social, al representar más bien las tendencias derechistas
caracterizadas por la persecución de los sindicatos y de las
organizaciones sociales, las políticas agrarias anticampesinas,
el apoyo a las inversiones extranjeras y privatizaciones, la dependencia del préstamo extranjero, etc. La ideología antiliberal sirvió, sin embargo, para justiicar la violación de derechos
políticos y humanos de los paraguayos, legitimar la dictadura,
subordinar al extremo el interés individual a la máquina estatal, suprimir el pensamiento libre e imponer una visión única
de la nación y su historia.
Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue someter a su poder y uniicar las fracciones en disputa, tanto en
el ejército como en el Partido Colorado, a in de eliminar una
posible oposición interna. Las purgas y la imposición auto71
El régimen de Stroessner “visceralmente anticomunista” optimizó las
leyes de persecución de “comunistas” como una herramienta de lucha contra la oposición y el pensamiento libre. Tales políticas tenían el visto bueno
de Estados Unidos, el que se materializaba en los préstamos y ayudas económicas. La alianza paraguayo-estadounidense terminó con la administración
del demócrata Jimmy Carter (1977-1981). Su sucesor republicano Ronald
Reagan (1981-1989) no se atrevió a renovarla abiertamente.
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ritaria permitieron convertir al partido, a las fuerzas armadas
y al gobierno en una sola cosa, interdependiente, corrupta y
subordinada a la voluntad del nuevo Supremo. Según el lema
tergiversado de Natalicio González de que “ningún colorado debe pasar hambre”, ser miembro del Partido garantizaba
una buena vida y varios provechos personales.
Una vez garantizada la “paz” en las cúpulas del poder,
el dictador se encargó de paciicar a la sociedad. El discurso
anticomunista, propio de la época y generalizado entre los
gobiernos latinoamericanos de aquel entonces, permitió justiicar persecuciones, encarcelamientos, torturas, asesinatos y
“desapariciones” de varios intelectuales, estudiantes, activistas
sociales, campesinos, indígenas y de todos los demás potencialmente contrarios al régimen. La batalla se llevaba también
en el campo ideológico, al ser la educación la herramienta de la
propaganda oicial. Así, la escuela censurada y mutilada tenía
como objetivo formar a los “no-ciudadanos”, pasivos y conformes con la dictadura. Un ejemplo de los niveles de control
que ejercía el régimen pueden ser los así llamados “operativos
tijera”, acciones policiacas en el pleno centro de las ciudades,
consistentes en la captura y el corte del cabello de los jóvenes
“greñudos” y, por ende, sospechosos de ser comunistas y revoltosos.
Una vez asegurada la “paz social”, el gobierno emprendió
el viaje hacia el “progreso”, entendido éste como el desarrollo
económico e infraestructural. Hasta entonces Paraguay era un
país de economía de subsistencia, prácticamente sin industria
ni caminos, latifundista, con un vasto territorio selvático no
penetrado y escasos servicios básicos en las ciudades. Basta
decir que la capital carecía del sistema de agua corriente has-
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ta el año 1959. Stroessner apostó por las grandes inversiones
hidroeléctricas binacionales (no hay que olvidar que la mayor
riqueza natural de Paraguay son sus ríos): la represa y central
hidroeléctrica Itaipú con Brasil (funcionando desde 1984) y
Yacyretá con Argentina (funcionando desde 1994). La construcción de ambas en los años setenta fomentó el desarrollo
de sus respectivas regiones y del país en general; provocó intensas migraciones, primero de la población reubicada de los
terrenos en cuestión, y segundo de la fuerza trabajadora que
llegó a construir una de las ciudades más grandes de Paraguay,
la Ciudad del Este, fundada por decreto en 1957 con el nombre de Puerto Presidente Stroessner.
Junto con los grandes proyectos hidroeléctricos, el régimen inició la colonización de las tierras selváticas (“marcha al
Este”) y, por consecuencia, la extensión de la frontera agrícola,
relacionada con el apoyo a las extensas plantaciones de algodón y posteriormente soja (soya), muchas de ellas en manos de
los brasileños. Al mismo tiempo, se llevó a cabo la reforma agraria, tan aclamada por Natalicio González, que en teoría cumplía
con la promesa del Partido Colorado de repartir la tierra a los pynandís y legitimaba su imagen agrarista y cercana al campesinado.
En realidad, la reforma a cargo del Instituto de Bienestar Rural
resultó ser un fraude. Dada la corrupción desmesurada de los
encargados, las mejores tierras terminaron en manos de los militares y de los políticos cercanos al poder o, en el caso de los
terrenos fronterizos, malvendidas a las empresas agroindustriales brasileñas. Los campesinos recibían lotes minúsculos,
muchas veces sin conexión territorial o alejados de sus viviendas, lo que sumado a la falta de apoyo gubernamental a la producción, les obligaba a vender sus tierras. De esta manera, la
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reforma agraria en vez de solucionar los problemas del campo,
sólo los fomentó, al aumentar la población sin tierra, la migración paupérrima a las ciudades, la deforestación, el destierro y
el genocidio de varios grupos indígenas.
A partir de los años ochenta, el régimen empezó a decaer
a causa de una crisis económica originada tanto por el agotamiento del ímpetu desarrollista de la década anterior, como
también por el cese de las ayudas norteamericanas. Tampoco
el ambiente político e ideológico de la época parecía favorecer
al stronismo: el debilitamiento de la doctrina anticomunista,
la democratización del continente, la nueva lucha estadounidense contra el narcotráico, abiertamente tolerado y aprovechado por Stroessner, la mala fama mundial de Paraguay como refugio de estafadores y nazis (Dr. Mengele), todos estos
elementos inluyeron en la disminución del prestigio del régimen. Dentro de las capas mismas de la dirigencia militar-colorada surgieron las fuerzas reformadoras, cuyo objetivo era
asegurar su posición política y económica tras una inevitable
democratización. La destitución de Stroessner fue un acto de
autodefensa de sus propias élites, quienes empezaron a construir la “democracia” con sus reglas e intereses. Los stronistas
en realidad no se fueron con el dictador, quien se refugió en
Brasil donde murió tranquilo en 2006, se quedaron con el
poder y dirigieron la transición democrática, sin perder la hegemonía colorada hasta las elecciones de 2008, ganadas por
Fernando Lugo, de la Alianza Patriótica para el Cambio.
Lo que nos interesa destacar de la dictadura de Stroessner son, por supuesto, sus bases doctrinarias, sobre todo en
referencia al nacionalismo. A diferencia de las grandes ideologías de la época, el régimen stronista no encarnó jamás un
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proyecto histórico a medida del soñado por Natalicio González, ni pretendió transformar radicalmente la economía ni
la sociedad. De ahí que más que una ideología propiamente dicha, el fundamento doctrinario del régimen de Alfredo
Stroessner fue una difusa mezcla de elementos nacionalistas,
conservadores y autoritarios con los que buscó impregnar
a toda la sociedad paraguaya. En lo discursivo, la dictadura se inscribía en los imaginarios nacionalistas trazados por
sus grandes ideólogos colorados como Juan O’Leary72 y Natalicio González, al recuperar el culto al mariscal Francisco
Solano López y a la Guerra de la Triple Alianza, el odio a
los liberales “legionarios”, la heroicidad de la “raza mestiza”, el agrarismo y la igura del pynandí, todo rociado con
una espesa salsa militarista.73 De hecho, Stroessner hizo de
la historia revisionista un gran instrumento de poder. Así,
el dictador no era otra cosa que “el segundo reconstructor”,
quien asumía el legado de sus grandes predecesores: el “fundador de la nación” (Dr. Francia), el “constructor del Estado
moderno” (Carlos A. López), el “defensor de la soberanía”
(Francisco Solano López) y el “primer reconstructor” (general
Caballero). El culto a los dictadores históricos iba unido con
72
Durante el stronismo Juan O’Leary fue nombrado el “historiador nacional” y como tal recibió varias condecoraciones y reconocimientos del mismo
Stroessner con quien posaba para las fotos. Se le erigieron monumentos y
hasta su nombre se puso en una calle y en la plaza del centro de Asunción.
73
El nacionalismo stronista tenía sus ideólogos y sus aduladores, sin embargo, existieron también sus críticos: Augusto Roa Bastos con su novela
El Supremo (1974), Guido Rodríguez Alcalá en las novelas Caballero y Caballero Rey (1986 y 1988), Ricardo Caballero Aquino en La Segunda República
Paraguaya (1985). Todos ellos demuestran la perversidad y la fragilidad de
los planteamientos nacionalistas, al mismo tiempo que desacralizan y hasta
ridiculizan la historia nacional.
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el culto a la persona de Stroessner, quien dirigía el proceso de
la “segunda reconstrucción nacional” como líder de la “santa
trinidad” stronista: en nombre del ejército, del gobierno y del
Partido Colorado, amén. De igual modo, las estructuras democráticas e ideales liberales eran presentadas como contrarias a
la identidad paraguaya, e inadaptables al espíritu nacional y a la
“naturaleza” del paraguayo.
Podemos decir que el stronismo se formó de los elementos
ya presentes, pero dispersos en el imaginario nacionalista paraguayo, permeó a la sociedad entera al grado que ésta asumió
la propaganda oicial como creencias íntimas. Los largos años
del nacionalismo autoritario, plasmados en la educación y las
ceremonias públicas, afectaron la conciencia crítica de la sociedad y generalizaron como “natural” el modo oicialista y colorado de ser y pensarse como paraguayo. Hoy en día este nacionalismo de derecha, conservador y desprovisto de contenidos
sociales sigue reinando en Paraguay como una herramienta de
contención social y de legitimación política. En este periodo
se recupera sobre todo la tradición autoritaria personiicada
por los héroes nacionales (Dr. Francia, los López), y al mismo
tiempo se evita mencionar el contenido socioeconómico de
aquellos gobiernos. Del “nuevo Estado” de Natalicio González, basado en la justicia social, el interés colectivo, el protagonismo económico y la cercanía con el pueblo, quedó sólo el
aparato represivo y corrupto que malvendió al país, incluida
su fuerza humana, al capital extranjero.74 Un excelente sím74
Que sirvan de ejemplo las palabras del actual presidente colorado Horacio Cartes quien, al dirigirse a los empresarios brasileños, les pidió amablemente: “Usen y abusen de Paraguay porque es un momento importante de
oportunidades”. Véase UltimaHora.com, “Cartes a empresarios brasileños:
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bolo de la actual degeneración del nacionalismo es el centro
comercial Mariscal López Shopping en la calle Quesada, esquina
con Charles de Gaulle en Asunción: el máximo referente del
patriotismo nacionalista paraguayo al irmar con su nombre
un “templo del consumismo”, es decir, la permanencia de la
forma hueca con la simultánea desaparición de contenido (véase imagen 2).
Imagen 2. Mariscal López Shopping en la calle Quesada
esquina con Charles de Gaulle, Asunción.
fuente: http://www.panoramio.com/photo/10325953
(19 de septiembre, 2013).
usen y abusen de Paraguay”. En http://www.ultimahora.com/cartes-empresarios-brasilenos-usen-y-abusen-paraguay-n767800. html (fecha de consulta: 18 de febrero, 2014).
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Imagen 3. Mariscal López visto por los jóvenes. Grafiti en
la Avenida Mariscal López en Asunción.
fuente: Archivo fotográfico de la autora. Fotografía
tomada el 18 de septiembre, 2012.
***
Como hemos podido ver en este rápido recorrido por la ideología y la práctica política del nacionalismo paraguayo y sus
antecedentes, existen ciertas determinaciones históricas especíicas que plasman el carácter de su pensamiento nacionalista.
Los karaí guasu y sus regímenes particulares tan diferentes de
los demás de su época, la Guerra injusta y heroica, y la posterior colonización extranjera liberal son puntos de referencia
obligatorios a la hora de formular los imaginarios nacionalistas, como demuestra el siguiente fragmento del Himno a la
Bandera Paraguaya de Mauricio Cardozo Ocampo:
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[…]
Los Yegros, Doctor Francia y Caballero
velaron tu nacer en mayo aquel.
Iturbe, Molas, Troche y otros héroes
su esfuerzo ofrendaron a tus pies.
Los López contemplaron orgullosos
surcar en el progreso tu flamear.
El Mariscal de acero dio su vida
defendiendo hasta la muerte
nuestro amado Paraguay.75
La discusión acerca de la paraguayidad ha sido forjada por
un antagonismo entre los lopistas y los anti-lopistas, los liberales y los colorados, la “raza guaraní” y la “raza blanca sui
generis”, lo popular y lo elitista, etc., siempre vinculada con la
política y sus altibajos, hasta el extremo de encarnarse en un
solo partido. Fue el nacionalismo el que empezó a preguntar
primero por la identidad paraguaya a partir de la airmación de
lo propio: ¿quién es el paraguayo?, ¿qué lo deine?, ¿cuál es su
destino? Sus respuestas no tenían la ambición de ser cientíicamente correctas, respondían más bien a una urgencia política
e ideológica y como tales tenían que cumplir con un objetivo
claramente deinido: la construcción nacional. Estas respuestas formarán parte de una mitología nacionalista, cuya función
será resolver las contradicciones a las que los paraguayos se
veían confrontados, al proponer las certezas en vez de dudas,
la armonía en vez de disonancia y el orgullo en vez de deshonra. En la segunda parte del presente libro se analizará, precisa75
Himno a la Bandera Paraguaya ¡Qué linda es mi bandera paraguaya! Letra y
música: Mauricio Cardozo Ocampo. En http://es.wikipedia.org/wiki/Bandera_del_Paraguay (fecha de consulta: 5 de abril, 2013).
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mente, este discurso mítico, con una inalidad desmitiicadora,
necesaria aunque dolorosa, que nos obliga a desprendernos de
las verdades anunciadas y conocernos tal como somos, sin la
parafernalia nacionalista que nos nuble la realidad.
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PARTE II
MITOLOGÍA NACIONALISTA
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CAPÍTULO I.
ORIGEN. CONQUISTA AMOROSA
Y LA ALIANZA HISPANO-GUARANÍ
Los orígenes de la nación son la preocupación principal de
cualquier discurso nacionalista que los “inventa” más que los
descubre, a in de legitimar la existencia presente de la comunidad nacional, darle su raison d’être, fomentar el sentimiento
de orgullo nacional, y no pocas veces justiicar un proyecto
político de expansión étnica. El discurso nacionalista elabora
varios mitos sobre el origen de la nación, que en conjunto
forman parte de una mitología genealógica cuya función más
que explicativa es, sobre todo, uniicadora y de revalorización
de lo común.
En Paraguay, el discurso nacionalista sitúa los orígenes de
la nación en la conquista española, en la mezcla de sangres
europea y guaraní que dio como resultado al mestizo, símbolo
de lo paraguayo. En este mito de origen se subraya el carácter
pacíico de la conquista que, más que una hazaña bélica, fue un
encuentro, primero amistoso entre los españoles y los varones
guaraníes, que pronto establecieron alianzas políticas signadas
por las relaciones de parentesco, y luego amoroso con las mujeres indígenas, que se entregaron voluntariamente a los valientes europeos para sellar la alianza política con la de sangre.
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El paraguayo sería, entonces, el fruto de esta historia de amor
interracial y de relaciones complementarias de colaboración
y de conianza mutua, tan diferentes al genocidio y saqueo
conocidos en otras partes de la América conquistada. Además
de este mito de alianza y de conquista amorosa, el origen del
paraguayo está necesariamente vinculado con el mito del mestizaje y los de la mujer guaraní y su papel como forjadora de la
nación mestiza, los cuales serán desarrollados en los capítulos
siguientes.
1. conquista mítica
Acerquémonos ahora al mito de la conquista pacíica, a través de sus voceros y sus premisas. Para los ideólogos nacionalistas, que instrumentalizaban la historia para sus objetivos,
el primer encuentro entre los conquistadores europeos y los
guaraníes carios estuvo marcado por el respeto y el entendimiento mutuo, lo cual llevó a una inevitable y deseada alianza militar hispano-guaraní por ambas partes. Los indígenas
no sólo no opusieron resistencia a los españoles, sino que
además les ofrecieron voluntariamente su amistad, aianzada
con la entrega de alimentos y de mujeres. Estos hechos se
explican de diferentes maneras, desde la presunta docilidad y
mansedumbre de los indios, hasta una decisión dictada por la
necesidad de defensa ante los ataques de las tribus enemigas,
o incluso por las ambiciones de la expansión militar guaraní
al territorio inca.
Esta última explicación es destacada por Natalicio González, quien llega además a decir que los guaraníes buscan el
contacto con los españoles, y con el objetivo de atraerlos a
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sus tierras “vocean por todos los medios a su alcance la fama
de Sierra de la Plata”:
En sus choques contra los incas, los guaraníes midieron con
precisión el poder del enemigo que les cerraba el paso. Se oponía a su expansión al occidente un imperio rico en recursos
y dueño de ejércitos organizados que paulatina y sistemáticamente malograban sus heroicas arremetidas. En este instante
decisivo de la historia, les sorprende, con la voluntad tensa
disparada hacia la posesión de los metales, la irrupción de los
blancos misteriosos. Estos seres barbudos, que manejan el
rayo de Tupang, venían poseídos por la misma sed de metal
que atormentaba a la estirpe indígena. ¿Por qué no convertirlos en
aliados para vencer al rey todopoderoso de los caracaraes? Los guaraníes,
desde este instante se esfuerzan por conseguir la soñada alianza.1
De ahí que, según González, la llegada del europeo a las tierras guaraníes no sólo fue pacíica, sino incluso deseada y provocada por el mismo indio quien la aprovechó para sus propios
ines y para el beneicio de su comunidad: “El blanco no surgió en tierra paraguaya como el dominador violento y poderoso del indio, sino como su aliado, del que no le era dable
desentenderse”.2 Así, en Paraguay el conquistador, presuntamente, dejó las prácticas de dominación violenta generalizadas
por otros rumbos de América y apostó por la alianza con los
nativos, agradecido por los beneicios que ésta le brindaba:
“Mientras el hambre causa estragos en Buenos Aires, donde se produce entre los conquistadores casos comprobados
1
Natalicio González, Proceso y formación de la cultura paraguaya, Asunción,
Guarania, 1948, p. 99. Cursivas mías.
2
Natalicio González, El Paraguay eterno, Asunción, Guarania, 1935, p. 27.
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de antropofagia, los carios de la zona asuncena se muestran
mansos y hospitalarios y salvan del hambre a los expedicionarios”.3 El autor subraya que fue la participación activa e intensa colaboración de los guaraníes la que posibilitó la conquista
del territorio paraguayo. De ahí que fueron los mismos indios
cómplices de su colonización y, por ende, padres inconscientes de una nueva sociedad, la paraguaya. En la siguiente cita
del historiador nacionalista Efraím Cardozo encontramos la
conirmación “cientíica” de estos planteamientos:
Las naciones que habitan el suelo paraguayo desempeñaron un
papel histórico de señalada signiicación, tanto aquellas que se
sometieron a los españoles, como las que mantuvieron guerra
viva hasta su exterminio o dispersión. Entre las primeras estuvieron los guaraníes, que colaboraron activamente en la empresa de la
conquista, y unidos por la sangre con los europeos, originaron un brioso
mestizaje al cual debió Paraguay su persistencia histórica, o conservando su pureza étnica se prestaron, también pacíicamente
al famoso experimento de las misiones jesuíticas.4
El mito queda relejado en la pintura de la época nacionalista. Si vemos el óleo Fundación de Asunción 5 de Pablo Alborno
(1877-1958), pintado para conmemorar el cuarto centenario
de la fundación de la ciudad de Asunción en 1937, nos llamará
la atención su visión ideologizada del nacimiento de la ciudad, según la cual la conquista y la colonización de las tierras
paraguayas fueron un acontecimiento armónico y provecho3
González, Proceso y formación ..., p. 100.
Efraím Cardozo, El Paraguay colonial. Las raíces de la nacionalidad, Asunción, Nizza, 1959, p. 35. Cursivas mías.
5
El cuadro es actualmente propiedad de la Municipalidad de Asunción.
4
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so, tanto para los conquistadores como para los conquistados
(véase imagen 4). El pintor nos presenta la llegada de los españoles a las tierras guaraníes, el reconocimiento de la autoridad española por los nativos y, por consiguiente, la fundación
de la ciudad representada por la implantación de la cruz. Los
conquistadores no sólo no son molestados por los nativos,
sino que incluso reciben su ayuda para desembarcar, junto
con una sumisión incondicional ante un nuevo poder civil
y religioso, simbolizada por la igura del cacique cario, que
arrodillado deposita sus armas delante de los extranjeros, supuestos portadores del “Dios verdadero” y de la civilización
cristiana. Los españoles son presentados como los auténticos
protagonistas de la escena, al tomar posesión de las tierras y
su gente, legitimados por su superioridad civilizatoria y religiosa. Por su parte, los indios se someten con alegría a sus
nuevos amos, “como si los españoles fueran los propietarios
legítimos de un territorio sobre el cual ellos [los indios] habitaban como invitados temporales hasta la llegada de sus
verdaderos propietarios”.6
6
Marcelo Bogado Pompa, Les interprétations sur l’origine de la nation paraguayenne. Une analyse critique, París, 2007 (Tesis de Maestría, Université Paris
III, Sorbonne Nouvelle-iheal), p. 61 [traducción mía].
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Imagen 4. Fundación de Asunción por Pablo Alborno (1937).
fuente: www.portalguaraní.com.
Según el mito de la alianza hispano-guaraní, la entrega de
las mujeres indígenas por sus caciques dio lugar a las primeras
uniones interraciales, lo que ayudó a convertir un acuerdo militar en una unión sanguínea y familiar. De esta manera, los españoles y los guaraníes eran “cuñados” (tobayás), juntos y en condiciones de igualdad y libertad pusieron los cimentos primero,
de la ciudad de Asunción y después, de la sociedad colonial en
su conjunto. Efraím Cardozo, uno de los historiadores paraguayos más prestigiados, conirma estos planteamientos de la
siguiente manera: “Allí moraban no sólo los españoles, sino
también las mujeres que, en abundante cantidad, les dieron
en señal de alianza los caciques carios para todo servicio: para
el cultivo de las chacras, el cuidado de sus amos y para el amor.
[…] La fundación de esta ciudad fue más por vía de ‘cuñadazgo’ que por la conquista”.7 Vemos que la función de la mujer
7
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Cardozo, op. cit., p. 36.
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guaraní, entregada voluntariamente al conquistador, era múltiple:
desde la económica como mano de obra gratuita, hasta “amorosa” y reproductiva.
Mientras la mujer se entregaba en cuerpo y alma a mantener el bienestar de “su amo”, sus padres y hermanos construían la ciudad de Asunción, todo eso en un ambiente de paz
y armonía. No pudo ser de otra manera, puesto que la alianza
sanguínea entre el conquistador y el conquistado paciicaba
los ánimos y prevenía los posibles desacuerdos. Como asegura en ocasión del centenario de la Independencia paraguaya Arsenio López Decoud, periodista y político liberal, los
guaraníes no presentaron resistencia debido a “las numerosas
uniones de las mujeres indígenas con los conquistadores”.8
Se subraya también la adaptación del modelo familiar guaraní
por los europeos que optan por la poligamia y de esta manera
pueden aianzar mejor la “alianza sanguínea”. Como podemos suponer, el mito destaca el carácter positivo y libertario
de estas uniones polígamas consentidas, que constituyen una
alternativa indigena al modelo cristiano rígido y opresivo.
Según el discurso mítico, las relaciones armoniosas entre
los hombres guaraníes y sus cuñados europeos coincidían con
el proceso de una sucesiva conquista amorosa de sus mujeres,
que se entregaban a los conquistadores de buena gana pues los
preferían, incluso, a los de su propia “raza”. Fueron las madres
de los primeros mestizos, los “mancebos de la tierra”, frutos de
aquel amor interracial, que daban inicio al ser paraguayo, tras la
supresión de sus componentes parciales. Esta entrega amoro8
Arsenio López Decoud, “Los centenarios en hispanoamérica: la historia como representación”, en Revista Historia Mexicana, vol. lx, núm. 1,
México, El Colegio de México, julio-septiembre, 2010, pp. 76 y 77.
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sa no tiene nada que ver con la violación, deshonra o traición
de su pueblo, a diferencia del caso mexicano de la “Malinche
chingada”, igura presentada sugestivamente por Octavio Paz
en su Laberinto de la soledad (1950).
Como podemos ver en el siguiente fragmento del poema La mujer paraguaya (1899), del trovador paraguayo Ignacio
Pane, el encuentro amoroso entre la mujer guaraní y el hombre español tiene rasgos paradisiacos y excepcionales:
Y cuando el eco del cañón hispano
rugió en el monte y resonó en el valle,
a la sombra del árbol más lozano
lució su esbelto, su flexible talle.
[…]
Paloma de Noé, nuncio de vida,
mensajera gentil de la natura,
hada bella y sin par, diosa caída,
por primer vez vio el godo su hermosura.
Y el altivo león de glorias tantas,
honor de la nación de los Pelayos,
doblegó la cerviz, ¡le vio a sus plantas
la reina de los bosques paraguayos!
[...]
Y el ósculo de amor que en su mejilla
puso el bravo guerrero castellano,
el monte repitió..., en su fresca orilla
apareció el atleta americano.9
9
Ignacio Pane, “La mujer paraguaya”, en Antología, Asunción, El Lector,
1996 (Col. Literaria).
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Esta expresión poética de un discurso nacionalista en auge
a inales del siglo xix, nos revela varios tópicos que a partir de
entonces circularán en la sociedad paraguaya, y no serán desmentidos ni siquiera hoy en día. La mujer guaraní, bella y seductora, encarnación de la naturaleza americana misma, exuberante, exótica, sensual y al mismo tiempo ingenua, “dulce
y generosa” logra desarmar al guerrillero español quien cae
humillado a sus pies, vencido por su encanto tropical. En el
poema de Pane, es más bien la guaraní la que conquista al
europeo y no al revés. Su encuentro amoroso se desarrolla en
medio de un paisaje paradisiaco que parece copia viva de la
novela sentimental rousseauniana, y tiene como consecuencia el nacimiento del “atleta americano”, el mestizo paraguayo “orgullo de la historia”, portador de los rasgos más gloriosos de ambas sangres. La visión de Pane coincide plenamente
con los planteamientos de Manuel Domínguez, quien destaca
la belleza de la mujer guaraní, incluso por encima de la mujer
europea, y su papel fundamental en la mezcla de las razas:
Dos corrientes humanas se encontraron y cruzaron en el Paraguay, la goda y la guaraní. Los grandes de España no tuvieron
inconveniente en cruzarse con la indígena. La razón de este
cruzamiento parece ser estética. Azara en uno de sus Atlas dio
la estampa de la nativa del Paraguay que enloqueció al español.
¡Belleza sin descuento! A su lado palidece la belleza de casi
todas las mujeres de Europa. En la guaraní, de pies pequeños y
empeine alto, el brazo es corto. Allí consiste uno de los secretos de la belleza femenina, como la armonía en las columnas
del Partenón, reside en cierta proporción de la altura con el diámetro. Pero ese solo dato no bastaría. Es que además, el óvalo
de la cara, de expresión ideal, es impecable, y todo, en in, es
proporción y línea melódica en esa reina suave, pasión del godo,
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realidad poética en que, después de correr tras áureas quimeras, descansaba el simpático bandido, halcón de la conquista.10
Aunque los autores nacionalistas, incluido Natalicio González, reconocen que la alianza hispano-guaraní fue rota a causa de los abusos practicados sobre todo por los mestizos: los
cuales “[…] hicieron posible el dominio efectivo del indio,
sometiéndolo al duro régimen de las encomiendas. Por eso
bien puede decirse que la verdadera conquista de los guaraníes, no la efectuaron los españoles, sino los mestizos”,11 en
sus textos procuran minimizar la importancia de los levantamientos indios contra sus opresores, y ocultar la historia colonial del sometimiento y la explotación violenta del guaraní,
al apostar por una imagen idílica de la convivencia horizontal
entre el conquistador y el conquistado. Así por ejemplo, Natalicio González si bien menciona el régimen de encomienda
y la igura del yanacona, automáticamente asevera que: “[…]
los yanaconas eran tratados con humanidad como si fuesen
miembros del hogar común”.12 En su deinición de la encomienda sigue acríticamente la deinición oicial de la Corona
española, según la cual era un presunto intercambio de favores: los indios trabajaban para el encomendero a cambio
de la protección y educación religiosa. De hecho, la mayoría de
los ideólogos nacionalistas opta por silenciar los hechos que
niegan la mítica alianza: una de las estrategias que utilizan es
terminar el relato histórico en los inicios de la Colonia, y dar
por entendido que en las épocas posteriores el indio fue sus10
Manuel Domínguez, El Paraguay, sus grandezas y sus glorias, Buenos
Aires, Ayacucho, 1946. En http://www.portalguarani.com.
11
González, El Paraguay eterno…, pp. 30 y 31.
12
González, Proceso y formación…, p. 231.
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tituido por el mestizo, por lo cual ya no existía el problema
de las relaciones hispano-guaraníes: “el español y el guaraní
desaparecieron en el abrazo fecundo de la primera hora”.13
El hombre guaraní después de ser aliado del conquistador
simplemente desaparece del relato histórico nacionalista, y su
mujer se convierte en la esposa iel y amorosa del español y en
la madre de la nación mestiza. Un origen sin contradicciones
ni violencia, sin llantos ni muertes, con intercambios y enriquecimiento mutuo, un origen único en la escala continental.
Basta ver los manuales de historia para los niños del Ciclo Básico, en este caso uno de la época stronista, para darse
cuenta de la mitiicación y el ocultamiento que marcan los
orígenes de la nación. Así, el guaraní aparece en la parte dedicada a la “Prehistoria” y la “Conquista”, para posteriormente
ser borrado de las cartas de la historia. El encuentro entre
los conquistadores y los indígenas desemboca en una serie
de intercambios: los guaraníes les dan a los europeos “tierra,
productos agrícolas, conocimientos botánicos y medicinales,
su trabajo y sus hijos”, recibiendo a cambio “una religión con
un Dios bueno y justo, productos agrícolas que mejoraron su
alimentación, vacas, caballos, ovejas y cabras […] y un nuevo
sistema de vida [el] de Europa: moral familiar, sobriedad en
las comidas y bebidas, disciplina en el trabajo y organización
social”.14 Como vemos, se insiste en la dimensión positiva de
aquel “encuentro de dos mundos”, del cual los conquistados
salen incluso con más provecho que los conquistadores, al
13
Ibid., p. 109.
Víctor Vasconsellos, El Manual de Historia para Primer curso del Ciclo
Básico, Asunción, 1964, p. 59.
14
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mejorar sus niveles de vida y costumbres gracias a la presunta
superioridad civilizatoria del europeo.
2. conquista real: sometimiento y resistencia
El mito de origen, como todos los mitos, contiene cierta dosis
de verdad histórica, sin embargo, la transforma, esencializa y
inalmente reduce, conforme su papel de brindar respuestas
deseables a las incógnitas nacionales. Corresponde más bien
al orden de la fe que de la ciencia, y abundan los incrédulos, incluida la autora, que no pueden silenciar las inconsistencias de
este discurso nacionalista mitiicado. Surgen inevitablemente
preguntas provocadas por la falta de lógica interna del relato
mítico: ¿por qué los hombres guaraníes entregaban voluntariamente a sus mujeres, condenando a su pueblo a desaparecer
en pos del surgimiento del mestizo? ¿Si el paraguayo es resultado de la unión de la mujer guaraní con el hombre europeo,
qué pasó con los hombres guaraníes que, según el relato, no
participaron en el proceso de mestizaje? ¿Cómo reconciliar
la existencia de las encomiendas y el trabajo forzado con la
alianza hispano-guaraní? Éstas y muchas más preguntas nos
surgirán al analizar las fuentes históricas y sus interpretaciones recientes, que tienen como objetivo desmitiicar la historia nacional y mostrar la verdad histórica en toda su decepcionante crudeza.
Si analizamos los trabajos de la corriente revisionista de la
historiografía paraguaya,15 en todos se rechaza, o por lo menos
15
Por ejemplo, Bartomeu Meliá, Ignacio Telesca, Liliana Brezzo, Bárbara Potthast, Luis Galeano, Clyde Soto y otros.
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se complejiza, la idea de la conquista pacíica y de la alianza
hispano-guaraní. Se subraya la resistencia armada de los indígenas a la llegada de los extraños y su paciicación violenta por
éstos. Si bien es cierto que al inicio de la conquista los guaraníes, al ver la superioridad militar de los invasores, decidieron
recurrir a la alianza estratégica basada, supuestamente, en la
igualdad y la reciprocidad y sellada con lazos de parentesco,
pronto resultó que los españoles más que alianzas buscaban el
sometimiento y la explotación de la población nativa. Como
apunta Bartomeu Meliá, se suele simpliicar el proceso de
conquista, reducir a uno sus distintos momentos y confundir
hechos particulares con el hecho social. El antropólogo considera que hablar de la alianza hispano-guaraní es una “generalización absurda”.16
Se admite que el carácter especíico del territorio ocupado,
como el aislamiento geográicoadministrativo y la poca importancia económica que representaba para la Corona (falta
de minas de metales preciosos y de acceso al mar), condicionaron la formación particular de la sociedad paraguaya al margen
de las tendencias continentales, también se destaca la adaptación del europeo al estilo de vida guaraní (poligamia, actividad
agrícola, comida, vestimenta, etc.), y el mestizaje generalizado,
ante la escasez dramática de las mujeres blancas. Sin embargo,
dicha “particularidad” de Paraguay no signiica que éste fuera
totalmente ajeno a los procesos propios de la colonización española. Así por ejemplo, los autores desmienten el origen mítico del mestizo paraguayo al indicar que, más que el fruto de un
encuentro amoroso y voluntario, entre la “diosa guaraní” y el
16
Véase Bartomeu Meliá, Una nación, dos culturas, Asunción, cepaG, 1988,
p. 81.
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“guerrero español”, o símbolo de la alianza militar-sanguínea,
fue hijo bastardo de un padre violador. Una vez roto el efímero pacto inicial, los guaraníes fueron sometidos y sus mujeres
raptadas, violadas y obligadas a permanecer en los aposentos
de sus nuevos amos. También la poligamia, otra práctica social
guaraní asimilada fácilmente por los peninsulares, respondía
a necesidades sobre todo económicas y no tanto amorosas,
si tenemos en cuenta que la mujer para el conquistador tenía
un valor mercantil y su función, además de reproductiva, era
laboral. La historia colonial de Paraguay, relatada por los autores revisionistas, está llena de episodios violentos, relaciones de
servidumbre, esclavitud y genocidio cometidos en contra de la
población guaraní y de los demás grupos indígenas. Al mismo
tiempo, abundan los levantamientos indios en contra del régimen injusto, todos fueron ahogados en sangre. Es notable la
distancia entre los planteamientos revisionistas y la mitología
genealógica elaborada y difundida por el discurso nacionalista.
Acerquémonos ahora a las fuentes históricas y a los trabajos
de los historiadores críticos, a in de mostrar con más precisión las verdades ocultas detrás del mito.
Es importante subrayar que la historia del actual Paraguay
no empieza, como piensan muchos, con la conquista del territorio guaraní, sino que se enraíza profundamente en la época
prehispánica y se alimenta con las historias de diferentes pueblos indígenas: unos pertenecientes a la familia lingüística guaraní, como los famosos carios con los cuales presuntamente se
aliaron los españoles, y algunos de diferentes lenguas; unos cazadores-recolectores y otros agricultores, a menudo enemigos
y en disputa por los territorios. Según la conocida antropóloga
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Branislava Susnik,17 antes de la llegada de los españoles existían
en el territorio guaraní catorce guára, es decir: parcialidades regionales o unidades socio-locales, con asentamientos geográicos bien deinidos y delimitados por las fronteras naturales
(por ejemplo los ríos) y con sus particularidades culturales.
La pertenencia a una de estas entidades territoriales estaba
relacionada con los derechos de uso y aprovechamiento de recursos exclusivo para sus habitantes, generalmente respetados
por los miembros de los guára vecinos. Con la llegada de los
europeos que desconocían aquellas relaciones e identidades
regionales y que frecuentemente violaban las reglas de convivencia inter-india, se produjo el sucesivo desmantelamiento
del sistema social y territorial prehispánico, y la reubicación de
los pobladores de diferentes guáras en reducciones jesuitas y
pueblos indios. Las diferencias y enemistades entre los nativos serán también aprovechadas por los peninsulares para la
conquista y la posterior paciicación del guaraní conquistado:
un ejemplo es la famosa alianza hispano-guaraní, en realidad
hispano-caria, en contra de los enemigos payaguáes canoeros
pescadores, “dueños” del río Paraguay, o el uso de los indios
chaqueños en el combate de la rebelión guaraní de 1546.
Si queremos desmitiicar el carácter pacíico de la conquista
es necesario poner en orden los hechos y las fechas, pues en
el relato nacionalista suelen aparecer confusos con la inalidad de oscurecer la evidencia histórica que pueda desmentir
sus tesis.18 Así, las primeras expediciones españolas a los terri17
Véase Branislava Susnik, El rol de los indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay, Asunción, Intercontinental, 2011.
18
Véanse por ejemplo, Ramón Fogel, Los pueblos guaraní en la formación
de la nación paraguaya, Asunción, fondec, 2010; Monte de López Moreira,
Historia del Paraguay, Asunción, Servilibro, 2012.
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torios en cuestión se llevaron en 1524 y 1528 por Alejo García y Sebastián Gaboto respectivamente, con el objetivo de
llegar al Alto Perú y descubrir el legendario El Dorado. Las
dos incursiones fueron recibidas con lechas por los nativos y
tuvieron un trágico desenlace tanto para sus jefes, como para
los demás miembros. El tercer gran intento de conquista y
el primero, relativamente, logrado se dio con el liderazgo de
Pedro de Mendoza, capitán general del Río de la Plata a partir de 1534. Dos años después de su nominación, Mendoza
consiguió fundar el Puerto de Nuestra Señora del Buen Aire,19 ciudad base de la conquista, que, sin embargo, tuvo que
ser abandonada por los conquistadores debido a la hostilidad
de los nativos y la falta de provisiones. La enemistad y la beligerancia de los indios, sumada a la hambruna que lleva a los
europeos incluso a la antropofagia, obligan a Pedro de Mendoza
y a sus hombres Juan de Ayolas y Juan Salazar de Espinoza a
emprender el viaje en búsqueda de alimentos y de poblaciones
más “mansas”. No fue una tarea fácil, como indica la siguiente
cita de Ulrico Schmidl, cronista alemán, y participante de la
expedición:
[…] nuestro capitán tomó entonces trescientos cincuenta hombres con sus arcabuces y ballestas y navegamos aguas arriba por
el Paraná para buscar los indios para que nosotros pudiéramos
lograr comida y bastimentos. Pero cuando estos indios nos hubieran divisado, huyeron y nos pudieron hacernos mayor bellaquería como la de quemar y destruir los alimentos, esto era su
modo de guerra; así que nosotros no tuvimos nada que comer.
También en este viaje murieron de hambre la mitad de nuestra
19
Fue la primera ciudad de Buenos Aires. La segunda fue fundada en
1580 por la expedición de Juan de Garay, procedente de Asunción.
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gente. […] En este tiempo vinieron contra nosotros con gran
poder e ímpetu hasta veintitrés mil hombres y eran en conjunto
cuatro naciones […].20
Uno de los hombres de Mendoza, Juan de Ayolas,21 emprende la expedición hacia la mítica Sierra de la Plata (Perú),
sigue el Río Paraguay, y en su camino se enfrenta con la resistencia caria dirigida por los caciques Lambaré y Yanduvazuví
Rubichá, contra quienes tiene que librar feroces batallas. La
ventaja tecnológica de los conquistadores les permite vencer
y ahuyentar a los carios, quienes sólo así deciden pactar con
los extranjeros:
Los sobredichos Carios con cerca de cuarenta mil hombres de
pelea con sus arcos de arma y lechas dijeron a nuestro capitán
general Juan de Ayolas que nos volviéramos de nuevo a nuestros
bergantines o nuestros barcos, y ellos nos proveerían de bastimentos y también de lo que nosotros necesitáramos y nos alejáramos de ahí si no ellos serían nuestros enemigos. Pero nosotros
y nuestro capitán general Juan de Ayolas no quisimos retroceder
de nuevo pues la tierra y la gente nos parecían muy convenientes […]. Ya que nosotros no quisimos hacer tal cosa, tomaron
ellos sus arcos y nos recibieron y nos dieron la bienvenida. Aun
así nosotros no quisimos hacerles nada; al contrario les hicimos
requerir por un lengua en tres veces y quisimos ser sus amigos
pero no quisieron atenerse a ello. A esto ellos aun no habían
20
Ulrico Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil
1534-1554 [1567], Buenos Aires, Talleres Peuser, 1948.
21
Después de la muerte de Pedro de Mendoza en 1537, la dirigencia de la
conquista recae sobre Juan de Ayolas y en su ausencia en Juan Salazar de Espinoza, para posteriormente cederla a Domingo Martínez de Irala, otro de los
hombres de Mendoza en 1539.
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probado nuestras armas. Pero cuando estuvimos cerca de ellos,
hicimos estallar entonces nuestros arcabuces. Cuando ellos oyeron nuestras armas y vieron que su gente caía al suelo y no veía
ni bola ni lecha alguna salvo un agujero en el cuerpo, entonces
no pudieron permanecer más y huyeron de ahí y se cayeron los
unos sobre los otros como los perros y se fueron a sus pueblos.22
A raíz de la derrota caria se celebró en 1536 la famosa
alianza hispano-guaraní, sellada con la entrega de unas cuantas mujeres, hijas de los caciques, como elemento habitual
de la diplomacia guaraní. Dichas mujeres no eran, como lo
interpretaron los españoles, objetos de intercambio o piezas
de servicio, sino esposas legítimas, facilitadoras valiosas de la
alianza étnica y garantes de las relaciones de reciprocidad y
equidad entre “cuñados”. Esta suposición de alianza, como
reciprocidad, explicaba las esperanzas guaraníes puestas en
los nuevos aliados en su lucha contra los feroces payaguáes.
Los españoles parecían ideales para esta tarea, puesto que, según los nativos, poseían conocimientos mágicos que les permitirían dominar con facilidad a los enemigos. Para los carios,
los europeos eran como los poderosos chamanes andantes, los
karaíva (karaí),23 enraizados en la tradición religiosa guaraní, y
como tales eran portadores del máximo poder indispensable
en la guerra contra los enemigos.
Los guaraníes juzgaron a los extranjeros con sus propios
códigos culturales, sin tener en cuenta que los españoles ni
los entendían ni pensaban respetar. Frente a la realidad cada
vez más desesperante como la falta de reciprocidad, la dominación, la imposición y, inalmente, la esclavización que vio22
23
Paraguay.indb 124
Schmidl, op. cit.
Véase Meliá, op. cit., y Susnik, op. cit.
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Origen. Conquista amorosa y la alianza hispano-guaraní
125
laba desde el punto de vista indio todos los principios de una
alianza, los guaraníes se levantaron contra los conquistadores
como un rechazo rotundo al régimen colonial. La palabra
karaí con la que se denominaba al cristiano, y más adelante
también al indígena bautizado, perdió su signiicado original,
según indica Montoya en 1639; los naturales comenzaron a
despreciarlo y se convirtió en el sinónimo de malvado y mañoso.24 Branislava Susnik cita la carta del conquistador Rivadaneira al Consejo de Indias en Sevilla, en la que se evidencia
aquella ruptura e ilustra las relaciones hispano-guaraníes muy
alejadas de la amistad y de la concordia: “llegamos así a que
los carios nos llamen ladrones, adúlteros y sinvergüenzas […]
pero ellos qué son, son simplemente hechiceros y holgazanes”.25 Más adelante veremos con detalle los factores que inluyeron en el rompimiento de aquella efímera alianza que,
según las fuentes, no duró más de cuatro años.26
Una vez sellada la alianza con los nativos, Ayolas continuó
su expedición hacia Perú, no sin momentos de confrontación
violenta con los indígenas. Al llegar al Chaco fue frenado por
sus belicosos habitantes, y durante su regreso sufrió una repentina muerte en un ataque indio. En su ausencia, Juan Salazar aprovecha la momentánea alianza con los carios y funda la
Casa Fuerte de Nuestra Señora de la Asunción el 15 de agosto
de 1537, que pronto es bautizada como la “madre de las ciudades”, al convertirse en el centro de la conquista y el punto
24
Margot Bremer, Herencia guaraní en la Independencia Nacional. En http://
www.conapi.org.py/interna. php?id=159.
25
Susnik, op. cit., p. 89.
26
Ulrico Schmidl menciona que la alianza entre los españoles y los carios
duró cuatro años, Bartomeu Meliá, por su parte, indica que fueron sólo dos
años. Véase Meliá, op. cit.
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126 Gaya Makaran
de partida de nuevas expediciones colonizadoras.27 Dos años
más tarde Domingo Martínez de Irala se convierte, por el voto
de los conquistadores, en el gobernador de La Plata.28 Según el
relato nacionalista, las dos empresas, tanto la expansión de la
conquista como la fundación de nuevas ciudades, incluida
la de Asunción, contaron con un apoyo incondicional de los
guaraníes, quienes además de servir como mano de obra, se
prestaron voluntariamente como soldados para acompañar a
las expediciones españolas contra las “tribus enemigas”. Sin
embargo, la revisión de fuentes históricas nos muestra que la
colaboración voluntaria de los guaraníes era bastante reducida,
incluso en los pocos años que duró la alianza, por lo que los
conquistadores frecuentemente tenían que recurrir a la “persuasión” violenta para obtener los recursos y la mano de obra
requerida. Así, el cronista mayor de Indias Antonio de Herrera
y Tordesillas29 denuncia la escasa o nula cooperación de los
guaraníes en la construcción de Asunción, quienes se negaban a colaborar en la tala y el transporte de las maderas, igual
que en el abastecimiento de los víveres. Si añadimos a esto los
frecuentes levantamientos indios que inician a partir de 1539
27
La Casa Fuerte de Asunción fue elevada al rango de ciudad con el acta
de su fundación del 16 de septiembre de 1541, irmada por el Cabildo instituido por el gobernador Domingo Martínez de Irala, y recibió el nombre de
La Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora Santa María de la Asunción.
Desde la ciudad de Asunción partieron las expediciones que fundaron, entre
otras, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra en la actual Bolivia y la segunda
ciudad de Buenos Aires.
28
La Cédula real de 1537 concedía a los conquistadores paraguayos el
derecho a la elección democrática de sus gobernadores.
29
Antonio de Herrera y Tordesillas, Historia general de los hechos de los
castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales
[1601-1615], Asunción, Guarania, 1944, t. vii, pp. 298 y 299.
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Origen. Conquista amorosa y la alianza hispano-guaraní
127
y que hasta el año de 1680 se contaron no menos de 37,30 veremos que la convivencia hispano-guaraní no fue ni amistosa
ni pacíica.
La principal causa de este estado de cosas fue el desacuerdo de los “cuñados” guaraníes con las prácticas de los colonizadores, quienes en nombre de una alianza efectuaban
en realidad el sometimiento y la explotación. A los trabajos
forzados y la exigencia del abastecimiento, el servicio militar
obligado en las expediciones que cada vez menos tenían que
ver con la defensa de los enemigos indígenas, se sumaron
las “rancheadas”, es decir: la extracción violenta y desmesurada de las mujeres guaraníes de sus pueblos para el servicio. Esta práctica que se generalizó durante los gobiernos de
Irala, a partir de 1539, y duró hasta la imposición real de la
encomienda en 1555, desmiente la idea de la entrega masiva de mujeres por parte de sus familiares guaraníes y, por
ende, de la unión amorosa de éstas con los conquistadores.
En realidad, los guaraníes, más allá de la primera entrega de
carácter excepcional que selló la alianza, no tuvieron ninguna
intención de “regalar” a sus mujeres para el uso y disfrute del
soldado español, por lo cual éste se vio obligado a recurrir a
la fuerza. En la carta al emperador del 25 de junio de 1556,
Martín González revela cómo eran las rancheadas y denuncia
la bestialidad de los españoles:
Queman y arrasan toda la tierra y por donde iban les quitaban
sus mujeres, hijas, hermanas y parientas. En todos los casos
que estuvieren recién paridas y con criaturas de pecho echaban
a éstas por el suelo y se llevaban a las madres […] y si algunos
30
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Según Monte de López Moreira, op. cit.
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indios tardaban en cumplir las órdenes les daban cuchilladas y
palos y les quitaban todo lo que tenían en sus casas […] algunas
indias en poder de los cristianos huían de nuevo buscando a
sus hijos y maridos, y algunas que no podían huir hasta se ahorcaban.31
Sin embargo, la necesidad de la mujer no se explica solamente por las urgencias sexuales y reproductivas que pudiera
sufrir el conquistador, sino sobre todo por la utilidad económica de las guaraníes, que eran las encargadas de los trabajos
agrícolas y domésticos, la elaboración de telas y productos de
primera necesidad, la alimentación y la crianza de los hijos.
La mujer, como señala Meliá, se volvía criada, brazo agrícola
y procreadora, despojada de la dignidad y la humanidad, frecuentemente trocada por deudas, animales o bienes de consumo igual que un objeto cualquiera:
Poco a poco, Asunción y sus alrededores, así como las pequeñísimas ciudades del Guairá, se estaban convirtiendo en campos de concentración de mujeres guaraníes humanamente prostituidas, físicamente violentadas, gimiendo bajo el peso de trabajos
forzados. Como un caballo, como un pedazo de tela, la mujer
era una “pieza”: una pieza que puede ser comprada, vendida,
trocada, jugada junto a la mesa de naipes. 32
Meliá basa sus palabras en los testimonios de la época, así
por ejemplo Andrada relata en 1554 que “Los españoles han
tomado una mala costumbre en sí de vender estas indias unos
a otros por rescate”, igual que el padre González Paniagua
31
32
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Véase Fogel, op. cit., p. 58.
Meliá, op. cit., p. 82.
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Origen. Conquista amorosa y la alianza hispano-guaraní
129
quien testiica: “hacían venir a palos (a los indios) a trabajar y
les tomaron sus mujeres e hijas por fuerza y contra su voluntad, vendiéndolas, trocándolas por ropas y rescates”.33 De ahí
que la vida de la mujer guaraní raptada de su aldea, separada
de sus familiares y de su esposo indio, violada, obligada a los
trabajos forzados y vendida cual esclava, no se asemeja en nada
a la imagen difundida por el discurso nacionalista. Los hechos
históricos documentados por las fuentes de la época indican
sin la menor duda el carácter abusivo e incluso asesino de las
uniones hispano-guaraníes, en las cuales más que amor de la
“diosa guaraní”, madre feliz del mestizo paraguayo, encontramos odio, desprecio, suicidio, prácticas abortivas e infanticidas:
Mujeres que mueren y revientan con las pesadas cargas y a otras
y sus hijos les hacen servir en sus granjerías y duermen en los
campos y allá paren y crían módicos de sabandijas ponzoñosas y
muchos se ahorcan y otros se dejan morir sin comer y otros
toman yerbas venenosas y que hay madres que matan a sus hijos en pariéndoles diciendo que lo hacen por liberarlos de los
trabajos que ellos padecen.34
Las rancheadas como la posterior introducción de la encomienda alteraron la estructura social y familiar de los pueblos
guaraníes, que se quedaron sin mujeres e hijos. El despoblamiento35 causado por las prácticas abusivas de los conquistadores y, posteriormente, colonos europeos y mestizos, que
33
Loc. cit.
Hernán Arias de Saavedra, Ordenanzas para el buen gobierno del Río de la
Plata, Asunción, 29 de noviembre de 1603, citado en ibid., p. 83.
35
Según Meliá, en 1622 la población india descendió a una sexta parte
de la que había en la conquista. Ibid., p. 81.
34
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130 Gaya Makaran
se traducía en la muerte de los hombres guaraníes asesinados, fallecimientos de las mujeres explotadas y poca natalidad,
pronto se volvió un problema urgente de la Provincia. En su informe al rey, el gobernador del Río de la Plata y del Paraguay,
Diego Marín de Negrón (1609-1613), denuncia las siguientes
causas del descenso poblacional y del genocidio guaraní:
Por lo que queda dicho de hambres y fríos y por la ordinaria
inquietud con que las traen de una parte a otra, no pueden
procrear, y así hay pocos que tengan hijos y si los tienen se les
mueren presto por no poder criar bien a sus hijos, y porque les dan
a criar al hijo de su amo, y por él dejan morir al que parió, porque es
grande el miedo que la ponen si no cría bien al de su amo.36
Esto nos lleva a las conclusiones poco halagadoras sobre
el carácter del mestizaje paraguayo, que vamos a desarrollar
en el capítulo dedicado a la temática, pero que se pueden resumir en la siguiente acusación que hace Meliá:
Para producir una relativa pequeña cantidad de mestizos —que,
eso sí, tenían “honor” de ser tenidos por “españoles”—, cuántos hombres guaraníes habían muerto sin tener descendencia,
y cuántas mujeres habían tenido que ver morir a sus hermanos,
enviudar a sus madres, dejar solteras a sus hermanas. Después
de siglos de “mestizaje” y de alianza hispano-guaraní, la población no lograba recuperarse y por supuesto no alcanzaba a
igualar las cifras de los guaraníes precoloniales.37
Así, el mestizo no nace como el fruto de la unión hispano-guaraní, sino más bien sobre el cadáver del pueblo guara36
37
Paraguay.indb 130
Citado en ibid., p. 84.
Loc. cit.
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131
ní. En vez de la multiplicación de seres humanos, tenemos la
disminución drástica de la población en las primeras décadas
de la Conquista y la Colonia. Este hecho no se puede explicar de
otra manera que con el genocidio generalizado y masivo del
poblador nativo.
A los abusos de las primeras décadas de la Conquista, descritos anteriormente, se suman las atrocidades relacionadas
con la introducción de la encomienda a partir de 1555, cuando
se repartieron de manera arbitraria 27 mil familias guaraníes a
los 300 encomenderos. Como anuncia Domingo Martínez de
Irala, quien formalizó el reparto: “[…] y como los indios no
tienen otra cosa con que poder servir sino solamente sus personas […] yo por el bien de ellos repartí la tierra en trescientos
veinte o más hombres para que les ayudasen a sobre llevar
sus trabajos y todos los dichos indios que así se repartieron
serían hasta veinte mil. […]”38 Será la encomienda una de las
principales causas de las rebeliones indígenas desde la segunda
mitad del siglo xvi.
Al conocer el carácter real y no mitiicado de las relaciones hispano-guaraníes, no sorprende la proliferación de las
rebeliones indias que inician apenas unos años después de la
afamada alianza sanguíneo-militar con los conquistadores. Siguiendo el recuento de la historiadora Mary Monte de López
Moreira,39 podemos enumerar los siguientes levantamientos
anticoloniales más importantes:
38
Relación original y parecer de las cosas y sucesos del Río de la Plata dirigida al
marqués de Mondéjar presidente del Consejo de Indias, por el gobernador de aquellas provincias, Domingo de Irala, en Colección Gaspar García Viñas, t. 79, doc. 1239
39
Monte de López Moreira, op. cit.
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1539 - Conspiración de más de ocho mil guaraníes liderados por los caciques Lambaré, Paraguay y Guarambaré en
Asunción, delatada por una de las mujeres indias de Juan de
Salazar y sofocada por Domingo Martínez de Irala.
1540/1543 - Rebelión de los caciques Tavaré y Guazaní
(Tabaré y Guacany) en la provincia de Ypané, provocada por
el asesinato del cacique Aracaré por los españoles a causa de su
negación al servicio militar en una de las expediciones de Alvar Núñez Cabeza de Vaca al Chaco.
1546 - Rebelión de los guaraníes asuncenos contra el servicio personal, paciicada por los españoles gracias a la ayuda de los indígenas chaqueños enemigos tradicionales de los
guaraníes.
1559/1560 - Una serie de rebeliones contra el régimen de
encomienda desde el sur de Asunción hasta la región del Paraná. Destaca la revuelta de los hijos del cacique Curupiratí.
1564 y 1568 - Insubordinación general de los guaraníes
de Itá.
1577 - Gran sublevación en la zona de Jejuí.
1578 - Los guaraníes de la comarca asuncena renegaron
del cristianismo, dejaron perjuicios en cosechas y animales, y
huyeron al monte.
1594 - Levantamiento del chamán guaraní Oberá (Overá),
en guaraní: luminoso, resplandeciente, en contra de los encomenderos y el régimen colonial. Destaca su carácter religioso
e incluso mesiánico. Oberá, indio guaraní bautizado, se proclamó “hijo del verdadero Dios”, “señor de la palabra” y libertador de su pueblo.
La resistencia india, tanto antes como después de la afamada alianza, se encontró con la respuesta violenta, propia
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133
del proceso de conquista y colonización. Ulrico Schmild narra las batallas libradas por la expedición de Ayolas en la frontera de Itá, en las cuales murieron 2 000 carios:
[…] atacamos entre dos y tres horas del día a los Carios y acometimos en tres sitios. Antes de pasar tres horas, ya estuvieron
destruidas y conquistadas las tres palizadas de postes y nosotros con toda la gente penetramos en el pueblo y matamos
a mucha gente; hombres, mujeres y niños; también la mayor
parte de la gente de los indios Carios se había escapado y huido
[…].40
En otra ocasión, el mismo Ulrico relata cómo con ayuda
de unos 1 000 indígenas chaqueños “mataron a mucha gente”
en Jejuí (1 000 cabezas) y capturaron a las mujeres y niños.
Aguirre,41 por su parte, relata el castigo que se les dio a los
jefes guaraníes de la sublevación de 1539, Lambaré, Paraguay
y Guarambaré, los que fueron ahorcados y descuartizados. Si
analizamos las últimas palabras de los caciques, transcritas en
las actas del proceso del año 1541,42 encontraremos otro argumento más en contra de las visiones idealizadas de las relaciones hispano-guaraníes. El rechazo al español y a su régimen es
más que claro y se evidencia tanto en la negativa al reconocimiento del rey como en los planteamientos libertarios de una
“nación guaraní”, contrapuesta a los invasores y dispuesta a
defender su territorio ancestral:
40
Schmidl, op. cit., p. 18.
Aguirre, Diario del capitán de Fragata, Buenos Aires, Imprenta Biblioteca
Nacional, 1936, p. 55.
42
Archivo de Simancas, España, vol. 1024, Sección historia, citado en
Fogel, op. cit., pp. 265-267.
41
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Conminado a prestar el Requerimiento a juramento de idelidad al Señor Rey Carlos V, Lambaré, altivo jefe de los carios, se
negó a ello, diciendo según la tradición: ‘Na ñesu va´erai yvypóra
renondepe. Che yara Tupa ñoite’ (No me arrodillaré ante un mortal. ¡Yo no conozco otro señor más que Tupa!) Lambaré dijo:
Hemos vivido largo tiempo libres bajo esta bandera y ahora
vienen ustedes los extranjeros a cortar esta libertad que hemos
heredado de los hijos de nuestro cacique Paraguay, y por eso
lo salvaremos hasta la muerte, de manera que los extranjeros
no vengan por simple antojo a coartar nuestra libertad. […]
Cómo van a venir los extranjeros a esclavizar la nación guaraní,
sin conocer su lengua y sus sentimientos. Esta nación es del
Cacique Paraguay no dejará que los extranjeros vengan a acogotar su libertad; por ellos deben saber todos los extranjeros
cómo los hijos de Carió-Guaraní y Paraguay mueren y matan
en nombre de Tupa, para que nadie se radique en la vera del
Río Paraguay y en el territorio Paragua.43
Las rebeliones guaraníes, aunque impulsadas por motivos
socioeconómicos, tomaban forma de movimientos mesiánicos al emplear la religión como la fuente de sentidos y una herramienta de movilización. Como airma Margot Bremer, “los
múltiples intentos guaraníes de independización en la época
colonial fueron impulsados por el sueño de revitalizar los mitos y ritos tradicionales de propia cultura”.44 Uno de los mitos
más recurrentes ha sido siempre la búsqueda de la “tierra sin
mal”, una tradición todavía prehispánica que se intensiicó tras
la colonización a causa de los abusos sufridos. La necesidad
de encontrar un lugar, sea éste real o de otro mundo, donde
43
44
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Ibid., pp. 255-267.
Bremer, op. cit.
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135
desarrollar los modos de vivir tradicionales (ñande reko) no pervertidos por el régimen colonial, se volvió urgente entre los indios guaraníes víctimas de la conquista. Dicha búsqueda podía
tomar forma de migraciones escapatorias, rituales mágicos y
bailes ininterrumpidos, todos ellos liderados por chamanes carismáticos. Los levantamientos guaraníes, además de desaiar
el régimen socioeconómico de la Colonia, cuestionaban también sus bases religiosas y culturales, a través de la revaloración
y reairmación de una cultura propia y la manera de ser un
“nosotros” guaraní. Uno de los ejemplos más importantes de
la resistencia guaraní fue el levantamiento liderado por Oberá
(Overá) en 1594. Su carácter religioso se evidencia tanto en el
mismo personaje que se autoproclama “hijo de Dios”, como
también en el rechazo de los nombres cristianos impuestos
por el bautizo, el regreso a los apelativos y ritos tradicionales,
prácticas de bailes y cantos rituales que tenían como objetivo
trasladarlos a la “tierra sin mal”, etc. Los sublevados, conscientes de la diicultad que suponía la lucha armada en contra
de los españoles/mestizos optaron por la “huelga”, es decir:
se negaban a trabajar y en vez de cumplir con sus obligaciones habituales se entregaban al baile en un estado parecido al
trance.
A estas numerosas rebeliones masivas se suma la resistencia a pequeña escala: la pasividad, las huidas, los suicidios, la
desobediencia, etc.; juntas demuestran la falsedad de los planteamientos nacionalistas, y constituyen un dato importante
para la recuperación de la historia guaraní propia y no subordinada a la historia del mestizo paraguayo. La reacción española/mestiza a la desobediencia guaraní es fácil de adivinar: los
levantamientos, acusados de herejía y desacato al rey, fueron
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ahogados en sangre, lo que iba disminuyendo aún más la población nativa en la Provincia. Según Meliá,45 fue en aquel momento político cuando surgieron las reducciones en Paraguay
(siglo xvii), primero las franciscanas y luego las jesuitas como
proyecto, además de religioso, sobre todo político para la paciicación e integración del indio al sistema colonial.
***
Si miramos el Paraguay del siglo xvii, cuando el sistema colonial llegó a su madurez, al dejar atrás los tiempos turbulentos
de la Conquista, de las primeras alianzas y los primeros “mancebos de la tierra”, nos daremos cuenta de que el régimen que
padecía el indio no era ni tan diferente ni menos perverso que los
demás colonialismos a lo largo del continente americano. Así,
el mito de origen se inscribe en el esfuerzo nacionalista de
embellecer y puriicar de culpa a los cimientos de la nación,
a través de la negación y tergiversación de los hechos históricos, a in de crear un imaginario nacional uniforme, positivo
y de cohesión social. Este objetivo es común para todos los
nacionalismos y es totalmente comprensible e incluso hasta
deseable, sin embargo, desgraciadamente suele servir también
para ocultar la dominación y las injusticias presentes, igual
que para legitimar la destrucción de la diversidad cultural y
socioeconómica en nombre de una visión reducida y elitista
de la nación. En el siguiente capítulo desarrollaremos varios
45
Bartomeu Meliá, “El Guaraní reducido”, en Christus, núm. 46, México,
1981, pp. 30-36.
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Origen. Conquista amorosa y la alianza hispano-guaraní
137
de los puntos anteriormente esbozados y seguiremos el relato
mítico que inicia con la “conquista amorosa”, el del mestizaje
armonioso.
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CAPÍTULO II.
MESTIZAJE. LA RAZA GUARANÍ
Y LA DESAPARICIÓN DEL INDIO
Como hemos visto, el discurso nacionalista paraguayo sitúa
los orígenes de la nación en la conquista española, en la mezcla de sangres europea y guaraní que dio como resultado al
mestizo, símbolo de lo paraguayo. Un mestizo único en su
especie que, como decía Meliá, al dejar de ser “indio” seguía
siendo guaraní: es decir, conservó su espíritu inicial, arraigado
en la realidad americana e integró al mismo tiempo todas las
“ventajas” de la civilización europea. Una prueba de ello sería
el uso mayoritario de la lengua guaraní, acompañado por la
permanencia de algunos elementos formativos indígenas en
la cultura nacional, esencialmente “occidentalizada”. Según
estos planteamientos, sería la utopía del mestizaje hecha realidad, al ser ésta una mezcla étnica espontánea, equitativa y libre
de imposiciones, de la cual surge el ser paraguayo contemporáneo: un europeo con la identidad guaraní. Como apunta
Meliá: “en este sentido Paraguay sería el triunfo del espíritu
colonial, habiendo suprimido y superado el antagonismo de amo
y esclavo, de dominante y dominado”.1
1
Bartomeu Meliá, Una nación, dos culturas, Asunción, cepaG, 1988, pp. 40
y 41.
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140 Gaya Makaran
1. mestizaJe mítico: entre el “mestizo blanco”
y la “raza Guaraní”
El mito del mestizaje está estrechamente vinculado con el
mito de origen, por lo cual el presente apartado continuará
muchas de las cuestiones esbozadas anteriormente. Así, todos los elementos de este mito genealógico coinciden para
desembocar en el surgimiento de un ente social y cultural
nuevo, fruto de una alianza deseada y buscada por el mismo
indio, una conquista amorosa, donde lo guaraní fue asimilado
y no rechazado. Un intercambio igualitario de experiencias y
valores, frecuentemente contrastantes, pero que se lograron
resolver en armonía.
Sin embargo, el discurso intelectual y político sobre el
mestizaje no siempre ha sido éste. Todavía a finales del siglo
xix eran pocos los intentos por recuperar el legado guaraní
para la identidad étnica del paraguayo, puesto que prevalecía la opinión sobre la blancura y la europeidad del mestizo:
“pueblo cristiano, europeo de raza, que habla el idioma castellano”, como definía a los paraguayos el diplomático Gregorio Benítez en 1889.2 Su coetáneo, el padre Fidel Maíz, autor
del manual de geografía para la escuela de Arroyos y Estero,
en 1890, indicaba raíces vascas en las poblaciones mencionadas, lo que justificaría su exclusiva pertenencia a la “raza blanca”: “Vizcaya, noble provincia de España, es la cuna de los
primeros pobladores de Arroyos y Esteros. Ellos implantaron
2
Gregorio Benítez citado en Ignacio Telesca, “Paraguay en el centenario:
la creación de la nación mestiza”, y Tomás Pérez Vejo, “Los centenarios
en Hispanoamérica: la historia como representación”, en Revista Historia
Mexicana, vol. lx, núm. 1, julio-septiembre, México, El Colegio de México,
2010, p. 147.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 141
en esta comarca la raza blanca a que pertenecen sus habitantes.”3 Este mito de origen hispano sufrirá, posteriormente,
varias modificaciones para finalmente ajustarse al discurso de
lo mestizo, sin embargo, se perpetuará la tendencia generalizada, incluso entre los ideólogos nacionalistas, de blanquear
al ser paraguayo y minimizar la influencia de la sangre india.
Es la generación novecentista la que empieza a modificar
el pensamiento sobre la etnogénesis de la sociedad paraguaya, al rescatar el elemento indígena anteriormente silenciado,
y reconocer el doble legado del mestizo paraguayo. Aquel
cambio de enfoque se debió, entre otros, a la obra de Moisés
Bertoni (1857-1929), botánico suizo, cuyas tesis llamaron la
atención de los intelectuales paraguayos en la importancia
del legado guaraní. Bertoni afirmó que la cultura guaraní era
una gran civilización, comparable con las más grandes de su
tiempo, alabó el físico guaraní como uno de los más hermosos
en América y destacó la belleza y la perfección de su lengua.
En sus conferencias dictadas en Asunción en 1913, el botánico subrayaba también el carácter predominantemente guaraní
de la sociedad paraguaya:
[…] es evidente que la raza guaraní ha tenido mucha mayor población, ha tenido mayor influencia que los españoles en la formación de la población actual. […] En resumen, el pueblo paraguayo, tal como está constituido actualmente sobre la base del
pueblo guaraní, mirando por todos lados, tanto por su primitivo
origen y el ambiente en que se ha desarrollado, como por sus
componentes principales de la raza, se encuentra en condiciones
excelentes para la formación y desarrollo de una mentalidad na3
Fidel Maíz, Pequeña geografía, para uso de los niños de Arroyos y Esteros,
Asunción, El Paraguayo, 1890, p. 55.
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142 Gaya Makaran
cional, que no solamente posee todas las condiciones naturales
favorables, sino que está sobre la buena vía, para llegar, mediante
el esfuerzo educativo, a un grado indiscutiblemente superior.4
Estos planteamientos serán recuperados, pero también
discutidos, por diversos intelectuales paraguayos. En el prólogo a una edición posterior a las conferencias de Bertoni,
Ignacio Pane expresa el orgullo por descender de la gran raza
y civilización guaraní, y le da al suizo el mérito de desmentir
la supuesta inferioridad de los mestizos paraguayos, como
decía Báez “el pueblo cretino”. Pane incorpora esta nueva
mirada en su creación poética. Recordemos la imagen del
surgimiento del mestizo, el “atleta americano”, desarrollado en
el siguiente fragmento del poema La mujer paraguaya (1899):
[…]
Por ella, en fin, del bosque en la espesura,
al paraguayo, orgullo de la historia,
la sangre de Guarán le dio bravura,
la sangre de Pelayo le dio gloria.5
Es la mezcla de las dos sangres, ambas portadoras de virtudes innegables, la que define al paraguayo como un ser excepcional, el “orgullo de la historia”.
Junto con los poetas y literatos que pretenden descubrir
este nuevo origen de la “raza paraguaya”, se forma una ge4
Moisés Santiago Bertoni, Resumen de prehistoria y protohistoria de los países
guaraníes, conferencias dadas en el Colegio Nacional de Segunda Enseñanza
de Asunción los días 26 de julio, 8 y 21 de agosto de 1913, Asunción,
introducción de J. E. O’Leary, 1914, pp. 104 y 105.
5
Ignacio Pane, “La mujer paraguaya”, en Antología, Asunción, El Lector,
1996 (Col. Literaria).
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neración de historiadores y pensadores, entre ellos Manuel
Domínguez (1868-1935), Fulgencio Moreno (1872-1980),
Natalicio González (1897-1966) y Efraím Cardozo (19061973) que, cada uno con un estilo propio, elaboran un nuevo
discurso histórico según las necesidades de la época. Tendremos entre ellos dos tendencias diferenciadas: una de “blanquear” al paraguayo y subrayar el predominio de los rasgos
paternos por encima del legado materno (Manuel Domínguez) y la otra, basada en las tesis de Bertoni, de acentuar la
absorción del blanco por la población nativa, al ser el mestizo, como decía Natalicio González, la “prolongación del
alma y la sangre del indio”. Veamos con detalle los planteamientos de cada uno de esos ideólogos.
Manuel Domínguez, vicepresidente de la República (19021904), expuso sus ideas acerca de la “raza paraguaya” en el
libro El alma de la raza (1903), donde descubría los orígenes y
la “naturaleza” de los paraguayos como mestizos únicos en su
género: “[el mestizo] no era el de otras partes. Aquel mestizo
en la cruza se fue haciendo blanco, a su manera […] blanco
sui generis en quien hay mucho de español, bastante de indígena y algo que no se encuentra o no se ve ni en el uno ni el
otro”.6 Como menciona en otro de sus escritos, este mestizo
“blanco” debe su carácter único a un cruce excepcional de los
mejores componentes:
Y así, en una encrucijada de la historia, la corriente de la mejor
raza de Europa, la más potente de su tiempo, se confundió con
la corriente de la mejor raza de América, la más inteligente de
su zona (Dr. Bertoni) entrando en juego la ainidad electiva, el
6
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Manuel Domínguez, El alma de la raza, Asunción, Servilibro, 2009, p. 17.
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poder estético, el del amor, que mejora a las razas en belleza,
salud e inteligencia. Ley de simpatía orgánica perpetuó en el
Paraguay la suavidad de la heroína del amor y la magníica voluntad del godo con su naturaleza férrea. ¡Armonía de los contrastes! Él era “fuerte como la virilidad”, ella “graciosa como
la languidez”, y de un beso amante nació un manso león, ¡el
paraguayo!7
Domínguez se inscribe en el mito de una conquista amorosa de las tierras paraguayas, donde la preferencia estética y
la atracción mutua forjaron una nueva raza, que se iba blanqueando milagrosamente “en segunda o tercera generación”.
Así, aunque subraya los valores de los guaraníes “los más inteligentes de su zona”, en realidad intenta disminuir su contribución en el mestizaje paraguayo, al resaltar la superioridad
de la raza paraguaya frente a sus vecinos gracias, precisamente, a su “blanquitud” y no a su legado indígena. Domínguez
tergiversa los hechos históricos para probar la predominancia
de la sangre blanca de mayor “capital muscular y cerebral” en
el mestizo paraguayo:
Este pueblo es blanco, casi netamente blanco. Con Azara que
tenía un censo a la vista, pruebo en mi folleto que en el Paraguay había desde el coloniaje cinco blancos por un hombre de
color, indio o negro, y en las otras colonias, según Du Graty,
había 25 hombres de color por uno blanco. Lo cual signiica
para quien sabe el capital muscular y cerebral superior que supone el blanco, que la energía étnica del Paraguay era de 5/1,
frente a la debilidad de sus vecinos cuya expresión era de 1/25.
[…] Azara airma con sostenida airmación, que el paraguayo
7
Manuel Domínguez, El Paraguay, sus grandezas y sus glorias, Buenos Aires,
Ayacucho, 1946.
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era más inteligente que sus vecinos, Azara y Demersay que era
de talla superior, Demersay y Du Graty que era menos sanguinario y más hospitalario que los mismos. ¡Más blancos, más
altos, más inteligentes, más hospitalarios y menos sanguinarios
que los otros!8
Este paraguayo “más blanco”, “más inteligente”, “de talla superior”, “menos sanguinario” y “más hospitalario” que todos los
latinoamericanos e incluso los europeos, esta “lor de la raza”
decidirá el porvenir de su país, destinado a “alcanzar las cumbres
a que sólo llegan las razas muy superiores”, elevándose por encima de las demás naciones americanas “contaminadas” con la
sangre morena:
El Paraguay puede decir sencillamente con Machado: “Yo soy
como las gentes que a mi tierra vinieron, y ante mi cuna de nobles y de héroes, sin par en su tiempo y en la especie, todas las
razas americanas, compuestas en su mayoría de indios, negros
y mulatos o mulatoides, vienen obligados a descubrirse con
respeto.”9
Paraguay era y es superior a los demás países americanos y
en muchos aspectos, superior a todas las naciones del mundo. […]
Paraguay es un prodigio en que no pensaron los sociólogos.10
Otro de los historiadores, Fulgencio Moreno, en su obra
La Ciudad de la Asunción (1926)11 sigue los planteamientos de
8
Loc. cit.
Manuel Domínguez, El Paraguay, Conferencia pronunciada en el Círculo
de la Prensa de Buenos Aires. En http://www.portalguarani.com.
10
Loc. cit.
11
Fulgencio Moreno, La ciudad de la Asunción, Asunción, Carlos Schauman,
1985, p. 12.
9
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Domínguez para describir los orígenes y el desarrollo de la
ciudad capital y, por ende, de toda la sociedad paraguaya. De
esta manera, el autor admite que los primeros mestizos todavía conservaban costumbres “bárbaras” de sus madres guaraníes, sin embargo, por suerte pronto adoptaron la “civilización” del padre español, hasta eliminar casi por completo la
nociva inluencia de su sangre india y convertirse en mestizos
“blancos”. El autor subraya la ventaja de los ancestros guaraníes frente a sus contemporáneos indígenas, al destacar el
“nivel más alto de cultura y evolución social” de esta “raza
inteligente, vigorosa, guerrera, con espíritu de expansión”, sin
embargo, son los españoles los que aportan lo sustancial a la
mezcla: “la superioridad de su cultura y su poder belicoso”.
De ahí que la conquista de nuevos territorios y la colonización de sus habitantes no es otra cosa que la expansión deseada de la civilización y del progreso sobre los “salvajes”.
Para Moreno fue gracias a la cultura y a la técnica de Europa
(hierro, comercio, mejor organización de trabajo, productos
agrícolas nuevos, armas modernas y el espíritu emprendedor), que los territorios salvajes de Paraguay se incorporaron
a la historia humana, y se dejaron de aprovechar los recursos
que les brindaba la naturaleza, los que el hombre blanco supo
mercantilizar.
En el lado opuesto de esta corriente “blanqueadora”, se
encuentra la obra de Natalicio González, gran ideólogo del
nacionalismo colorado, quien subraya la predominancia de lo
indio en el mestizo y llega, incluso, a acuñar una nueva denominación de la nación paraguaya: “la raza guaraní”.12 Según
12
De ahí se derivan otras denominaciones popularizadas por el discurso
nacionalista: el país guaraní, la tierra guaraní (Paraguay), la valentía guaraní
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él, tanta era la ainidad del paraguayo con el guaraní que durante la Guerra del Chaco los guaraníes chaqueños se sentían
“hermanos” de los soldados paraguayos: “Durante la Guerra
del Chaco, cuando las tropas paraguayas llegaron a Paripití,
los guaraníes que moran en sus márgenes las recibieron con
alegría, como a hermanos en la raza. […] de su misma estirpe
[…].”13 En su ya mencionado libro El Paraguay eterno (1935)
González se dedica a “descubrir” la naturaleza del mestizo y,
por ende, de la nación paraguaya. Igual que los demás autores, Natalicio revaloriza el mestizaje y al mestizo, al ser éste
un excelente producto lleno de virtudes que reúne lo mejor
de sus dos grandes raíces:
En este mestizaje participan dos razas de fabulosa energía y
tipos de extraordinaria envergadura. Un Irala, por ejemplo,
es una de las más felices realizaciones de la especie humana.
La estirpe guaraní ha producido igualmente másculas iguras,
hombres de gran inteligencia, caudillos y guías de pueblos, de
contextura poco común, que por lo mismo que son ignorados,
merecen un recuerdo justiciero.
Produce iguras cuyo recuerdo ha resistido al tiempo, hom
bres de armas llevar, que brillan por sus hazañas guerreras lo
mismo que por la inteligencia. Da al Paraguay sus primeros escritores, notables sacerdotes, mujeres encantadoras y fundadores de pueblos.14
(del soldado paraguayo), la belleza guaraní (de la mujer paraguaya), el león
guaraní (equipo nacional de futbol), etcétera.
13
Natalicio González, Proceso y formación de la cultura paraguaya, Asunción,
Guarania, 1948, p. 47.
14
Ibid., pp. 199 y 214.
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El autor, para describir la naturaleza excepcional del paraguayo, cita a Félix de Azara, naturalista español que viajó por
Paraguay a ines del siglo xviii, también era el autor preferido
de Domínguez y Moreno:
[…] los habitantes del Paraguay tienen más iereza, sagacidad
e inteligencia que los criollos… […] me parece tener los mestizos del Paraguay algunas superioridades sobre los españoles
por su talla, la elegancia de sus formas y aún por la blancura
de su piel. […] Observándolos, yo encuentro en general, que
son muy astutos, sagaces, activos, de luces claras, de mayor
estatura, de formas más elegantes, y aún más blancos, no sólo
que los criollos o hijos de español y española en América, sino
también que los españoles de Europa, sin que nadie note indicio de que desciendan de india tanto como de español.15
La teoría sobre la supuesta blanquitud del mestizo paraguayo, expresada por Azara y seguida por Domínguez y Moreno, parece a primera vista contrastar con los planteamientos del la “raza guaraní”, sin embargo, el mismo Natalicio
González no la rechaza, al asegurar: “el mestizo, a través
de mezclas sucesivas, se acerca más y más al tipo caucásico
[…].”16 El autor, aparentemente, no ve la contradicción entre
el elogio del guaraní y su importancia en el mestizaje y la necesidad de destacar el carácter “caucásico” del mestizo actual.
En las obras El Paraguay eterno y Proceso y formación de la cultura paraguaya se contiene una descripción puntillosa de las dos
razas progenitoras del mestizo, desde una óptica claramente
15
Félix Azara, Descripción e historia del Paraguay, cap. xiv, citado en ibid., pp.
215 y 216.
16
Ibid., p. 215.
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manipulada e idealizada. Así, el pueblo guaraní es elogiado
por su inteligencia, excelente adaptación al medio, saberes
medicinales, comunitarismo, como también por su belicosidad y el espíritu de expansión, que le permitió dominar a los
demás pueblos y convertir la zona de la futura Asunción en
el centro de un presunto imperio guaraní de extensión continental, demasiado parecido al Imperio romano para que fuera
sólo una coincidencia. Destaca sobre todo el carácter guerrero y la iereza del guaraní (según el autor, el guaraní signiica
“guerra”) heredados posteriormente por los paraguayos. Este
guerrero indígena tiene, al mismo tiempo, la “visión práctica
del agricultor”, el hecho que también dejará su huella en el
mestizo paraguayo:
Y allí donde el europeo se encuentra perdido, frente al hermético mundo vegetal, el indio perspicaz, de genio inventivo y
observador, sorprendió mágicos secretos de los que extrajo los
elementos de una civilización esencialmente agrícola y guerrera. […] Resumiendo, se puede aseverar que el guaraní demostró una capacidad extraordinaria para convertir la selva tropical
en factor preponderante de una cultura.17
Lo indudable es que el indio guaraní poseyó una inteligencia penetrante, una mente relexiva y un sentido ino y punzante de observador sagaz.18
El autor destaca sobre todo la capacidad creadora del antepasado guaraní, su inteligencia con la que “brillan sus ojos”,
sus habilidades como arquero insuperable: “El más diestro
17
Natalicio González, El Paraguay eterno, Asunción, Guarania, 1935, pp.
18 y 19.
18
González, Proceso y formación..., p. 50.
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de los arqueros europeos apenas podría con un arco de un
guaraní de 12 años”;19 la admirable complexión física, el vigor
del guerrero y su moralidad incorruptible:
Las reglas de una moral estricta, fundada en una concepción
honesta y altruista de la existencia, rigen la vida hogareña. La
violencia, la mentira, la simulación, se hallan excluidas de ella.
La bondad, la comprensión, un espíritu de solidaridad muy
grande, el respeto a los mayores y principalmente a los ancianos, impregnan todos los actos cotidianos.20
Igual que los indios, también los españoles destacan por
sus cualidades únicas y su capacidad colonizadora, no como
dominadores violentos del indio, sino como sus aliados, que
aportan con su “avanzada civilización material” y le dan sentido y provecho a todo lo que encuentran:
[…] el Conquistador como factor revolucionario del medio
físico y social, era parte del caudaloso bagaje que el hombre,
aún aislado y girando en tierra hostil, aporta consigo cuando
proviene del seno de una avanzada civilización material y se sumerge de pronto entre los pueblos de rudimentaria habilidad
en el aprovechamiento industrial de los dones de la naturaleza.
Con los primeros españoles aparece en el Paraguay el genio industrial de la Europa que valoriza rápidamente riquezas hasta
entonces despreciadas de la tierra autóctona.21
Con el tiempo, el bendecido aporte civilizatorio del europeo se acrecienta con las formas propias originalmente ame19
Ibid., p. 36.
Ibid., p. 68.
21
González, El Paraguay eterno…, p. 25.
20
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ricanas: “El Conquistador trae sus costumbres, sus instituciones y sus leyes. Pero éstas sufren al poco tiempo el inlujo
del ambiente, evolucionan, se transforman, se tiñen del color
de la tierra autóctona, se enriquecen con nuevas modalidades
[…].”22 De este ascenso mutuo surge el ser mestizo, heredero
dichoso de sus dos raíces, símbolo de la “conquista al revés”:
“Dueño de las conquistas de la técnica europea, la utilizó para
ensanchar los dominios de la Cultura autóctona. Mediante este
proceso, América comenzaba por conquistar al conquistador”.23 Estos “mancebos de la tierra” se incorporan en la empresa del padre conquistador y ayudan a llevarla a cabo.
La sociedad paraguaya, según el autor, nace de un choque
de valores antagónicos que, sin embargo, se resuelven en armonía y desaparecen tras aportar cada uno su contribución:
los españoles la técnica, las instituciones, la religión y la economía (como si los nativos no los tuvieran), y los guaraníes su
“tónica de la vida” y la originalidad americana:
Los españoles aportan el conocimiento técnico y algunas instituciones, como la del Cabildo, que se arraigan profundamente
en la tierra propicia. Imponen a medias una nueva conciencia
religiosa e incorporan a la cultura nativa la considerable experiencia de civilizaciones milenarias, de inlujo preponderante
en la estructuración de la nueva economía y en la organización
de las industrias. El guaraní da la tónica de la vida, el acento
americano [...].24
22
Ibid., p. 28.
González, Proceso y formación…, p. 109.
24
Ibid., p. 222.
23
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González nos brinda también la imagen de un auténtico
paraguayo, “hijo del gran Guarán”, el prototipo de la nueva
“raza guaraní”, cuyas “tendencias naturales” lo sitúan cerca
de la tierra y del campo y, al mismo tiempo, lo convierten en
un extraordinario soldado:
No es individualista sino gregario […] el agricultor-soldado,
realizador dinámico, abnegado, silencioso, que transforma en
valores culturales las fuerzas indomeñadas de la naturaleza, reiriéndolo todo al destino de su tierra. Ama la disciplina del patriotismo y gusta sacriicar la vida individual en aras de la vida
colectiva. Representa la concreción humana del Paraguay eterno
[…].25
Pero estos guerreros alternaban orgullosamente el uso de
las armas con el manejo del arado, y así eran eximios y bravos
en la pelea, simultáneamente se mostraron diestros en las mansas tareas del agro. […] este extraño tipo de agricultor-soldado,
que ha llegado a nuestros días […].26
La igura del “agricultorsoldado”, este campesino descalzo (pynandí), ataviado con el poncho criollo y mascando
tabaco, creada por González con claros objetivos políticos, se
convertirá en una de las más recurrentes del imaginario nacionalista colorado, y marcará hasta la actualidad la autoimagen de los paraguayos, como podemos ver en los siguientes
versos de las canciones Colorado de Natalicio González y Soy
colorado de Gumersindo Ayala respectivamente:
25
26
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González, El Paraguay eterno…, p. 56.
González, Proceso de formación…, p. 243.
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[…]
Hasta el agricultor que con los pies desnudos
Fatiga los caminos,
Que levanta la nota del rudo esfuerzo humano
En el bosque domado por verdes sementeras,
Que viste el poncho criollo, que masca su tabaco,
Que pulsa el arpa y sin ufanarse siquiera
Gana, sencillamente, esa guerra del Chaco.27
Del gran Guarán soy el hijo
Tengo el color bronceado,
Y en mi pecho le cobijo
Al Partido Colorado.28
La siguiente cita revela los principales elementos constitutivos de este relato mítico del mestizaje, propuesto por el
autor y al mismo tiempo constituye un excelente resumen de
sus ideas:
De este modo el indio guaraní no aparece como un elemento extraño y contradictorio en la formación de la nacionalidad
paraguaya. Actúa como un factor decisivo en la considerable
empresa que realizó España. Desde el primer instante buscó
aliarse a la civilización europea, pero dándole un in americano
y dotándole del sentido de la tierra materna. La alianza del indio y del europeo realizó la síntesis racial en el mestizo, primera
expresión de una nueva humanidad, típicamente americana, que iba a
irrumpir con ideales y caracteres propios en la agitada historia
27
Natalicio Gonzélez, “Colorado”, en José Portillo [comp.], Colorado
Purajhey. Canciones Coloradas, Asunción [s. e.], 1987.
28
Gumersindo Ayala, “Soy colorado”, en ibid.
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del mundo. El español y el guaraní desaparecieron en el abrazo fecundo
de la primera hora, para revivir en el vástago.29
De esta manera, el mestizo se convierte en una forma humana nueva en la que desaparecen tempranamente sus progenitores. Con el nacimiento de la “raza guaraní” mestiza, deja
de existir la raza guaraní indígena. Según el autor, los guaraníes aceptaron a los mestizos como si fueran de su familia y
se integraron a la sociedad paraguaya con “la más absoluta
solidaridad con el destino nacional”.30 Así, el guaraní decide
voluntariamente dejar de existir como tal y de entregarse al
olvido, abriéndole camino al mestizo, un ser superior, símbolo
de la evolución progresiva de las especies.
Natalicio González indica que el proceso de mestizaje se
había terminado en Paraguay hacia el año 1785, por lo cual
a la hora de la Independencia el país ya estaba étnicamente
uniforme y consciente de su identidad única. De hecho, para
el discurso nacionalista, la historia o mejor dicho la “prehistoria” del indio guaraní termina con el mestizaje, igual que
un riachuelo que desemboca en un río caudaloso, que en este
caso es la civilización occidental traída por la madre patria,
la gloriosa España. Cuando en realidad, como apunta Bartomeu Meliá: “La corriente de agua que fue la sociedad guaraní,
ancha y dilatada no ha sido trasvasada a la historia paraguaya,
como si ésta fuera hoy la única corriente en que todas las
aguas tuvieran que venir confundidas y confusas”.31 Este discurso basado en las disyuntivas historia-prehistoria, civiliza29
González, Proceso de formación…, p. 109. Cursivas mías.
Ibid., p. 219.
31
Bartomeu Meliá, El Paraguay inventado, Asunción, capaG, 1997, p. 39.
30
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ción–barbarie, luz-oscuridad, cristianismo-paganismo, presente entre los intelectuales novecentistas, entre ellos O´Leary,
releja su verdadera postura frente al guaraní y su papel en el
mestizaje paraguayo:
En los días patrios los oradores dedican gran parte de su resuello oratorio a España, por el crimen incaliicable de habernos
arrebatado a la barbarie, de haber derramado en nuestra alma la
hermosa luz de la verdad cristiana, de habernos incorporado a
la civilización […]. De aquí el crimen de esta noble España que,
después de haberse derramado por el mundo, como un gigantesco Nilo de civilización, en las ondas de oro de su arrojo y de
su genio; después de haber dado vida a un mundo con la sangre
azul de sus venas inexhaustas, recibe en la noche de su presente
infortunio la eterna mofa de los espurios hijos de sus hijos […].32
El último de los ideólogos mencionados que aportaron
signiicativamente al discurso y al imaginario nacionalista, el
historiador Efraím Cardozo repite los mismos mitos que sus
colegas, aunque solapados con una aparente objetividad cientíica. Hay que admitir que esta forma de mitiicación a través
de la historiografía es mucho más difícil de detectar y, por ende,
más propicia de permear los imaginarios sociales, puesto que
las opiniones subjetivas e ideologizadas del autor se presentan
como verdades históricas. De ahí que Cardozo no idealiza maniqueamente a los ancestros del mestizo actual, sino enumera
sus defectos seguidos por sus méritos, sin embargo da más
importancia a estos últimos. Así, por ejemplo, los españoles al
mismo tiempo que destacaban por su nobleza moral, virilidad,
32
Juan O’Leary, “Cargos contra España”, Ciclo “El cretinismo paraguayo”,
en La Patria, Asunción, 1o de diciembre, 1902.
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sentido de honor, dignidad, religiosidad, amor a la libertad,
hospitalidad y sobriedad, pecaban de individualistas, anárquicos, resistentes a las leyes, no solidarios, no perseverantes y
parciales. Finalmente, el historiador llega a la conclusión de
que a pesar de las deiciencias de sus progenitores, el mestizo
logró reunir, sobre todo, las virtudes de las dos razas, gracias
a una conjunción armónica de los opuestos, que en vez de excluirse se complementaron: “La simiente española depositada
en el seno guaraní produjo, en poco tiempo, una extraordinaria cosecha de mestizos o ‘mancebos de la tierra’”.33 Destaca
aquí la imagen metafórica de la fecundación: la semilla (varón)
y el seno (mujer), cuyo correspondiente guaraní podría ser el
arco/lecha y la cesta, que hace alusión no sólo al carácter unidireccional del mestizaje paraguayo, sino también enmarca a
la cultura guaraní en lo femenino, es decir: vulnerable, pasiva,
incompleta y en espera de la acción fecundadora del agente
masculino, en este caso el español. Detrás de esta imagen se
esconde el menosprecio subliminal por el indígena.
La visión nacionalista de la historia paraguaya marcó por
generaciones a los historiadores, que han abarcado el tema del
origen y del desarrollo de la cultura y de la sociedad paraguaya. Como ejemplo de aquel impacto podemos citar la Historia
de la cultura en el Paraguay (1969) de Víctor Ayala Queirolo,34
militar y en su tiempo presidente de la Academia Paraguaya de la Historia, quien asegura que la cultura guaraní existió, contribuyó en la etnogénesis del paraguayo, como en la
33
Efraím Cardozo, El Paraguay colonial. Las raíces de la nacionalidad, Asunción, Nizza, 1959, p. 68.
34
Víctor Ayala Queirolo, Historia de la cultura en el Paraguay, Asunción, Escuela Técnica Salesiana, 1969, pp. 13 y 14.
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conquista y la colonización, y hasta hoy en día encontramos
sus “vestigios vivientes” que, sin embargo, no tienen mucho
impacto en la vida nacional del paraguayo. Es decir: la historia del guaraní termina en el momento de su encuentro con
el español, un ser histórico por excelencia, y se diluye en la
historia “universal”, lo que propicia vigorosamente su propia
aniquilación. Según este planteamiento, actualmente la cultura guaraní no existe salvo en algunas huellas atávicas. El autor
subraya también el gran aporte hispano a la cultura nacional,
entre otros: “una religión más humana”, “una lengua y escritura de tipo universal”; también enumera los defectos de la
cultura guaraní que, según él, constituyen el patrimonio negativo del paraguayo, como la falta de espíritu de organización,
de planiicación y de superación.
Todos los autores mencionados, a pesar de sus diferencias,
comparten los fundamentos básicos del mito fundacional: conquista pacíica, unión amorosa, complicidad de los guaraníes
con el nuevo orden, excepcionalidad y nobleza de los componentes que al mezclarse engendran a un ser único y extraordinario, el mestizo. Para unos este mestizo es blanco: más blanco
incluso que el blanco europeo; para otros, predomina su legado
guaraní, aunque también blanqueado; para todos, la importancia
del aporte hispano es más que sustancial. En comparación con
el discurso mexicano del mestizaje que culpabiliza al español, al
subrayar su crueldad y su carácter destructivo, el nacionalismo
paraguayo reconoce a España como la madre patria, gloriicada por ser cuna de la civilización y absuelta de las crueldades
de la conquista y la colonización. Es el padre español quien trae
la civilización a las selvas vírgenes de Paraguay, es él quien fecunda la tierra de nadie, igual que fecundó a la mujer guaraní,
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quien pinta el lienzo que hasta su llegada permanecía blanco
o, como máximo, apenas esbozado. El guaraní se entrega y
desaparece, al pasar a la prehistoria del mestizaje. De hecho,
la mitología nacionalista, junto con su exaltación del guaraní
histórico (objeto museístico), silencia o desprecia al indígena
presente, cuya existencia incomoda las conciencias, contradice la autoimagen mítica del paraguayo y, sobre todo, estorba en
la incansable caminata hacia el progreso, la modernidad y el
desarrollo. Esta ambivalencia frente al indígena constituye un
rasgo característico del discurso paraguayo, y no sólo paraguayo, sobre el mestizaje.
La idealización de los orígenes del mestizo, las omisiones y las tergiversaciones históricas imperdonables, la manipulación de fuentes para que ilustren la tesis anteriormente
supuesta e inlexible, todo esto convierte a la historiografía
nacionalista en un cúmulo de fábulas, donde el único criterio era la imaginación del autor y el objetivo político que la
fomentaba: la construcción de una nueva identidad nacional homogeneizante, cimiento de un Estado-nación fuerte.
Otro rasgo muy importante de este tipo de planteamientos
es su base teórica común, propia de su época: el racismo y el
darwinismo social. En referencia a estos conceptos hay que
subrayar que no aluden sólo a la discriminación racial hacia
el no-blanco o posturas xenofóbicas, sino que son constructos teóricos complejos con pretensiones de ser cientíicos, que
consideran la categoría de la “raza” como punto de partida
para sus relexiones e igualan los factores naturales (biológi
cos y geográicos) con los socioculturales. De hecho, el discurso del mestizaje latinoamericano, cuyo máximo representante sin duda fue el mexicano José Vasconcelos (1882-1959),
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aunque nace como reacción a las teorías racistas de la supremacía blanca, nunca rompe con los planteamientos conceptuales de éstas, sino que los revierte (la superioridad de la
mezcla en vez de la pureza racial), lo que muchas veces provoca incoherencias y contradicciones por su elogio aparente
del indio y al mismo tiempo la preferencia evidente por la
cultura del blanco. Según estas teorías, son entonces la raza y
el entorno natural los que determinan la formación histórica
y cultural de los pueblos y deinen su destino como naciones.
De ahí que no sorprende que entre los autores más citados por Manuel Domínguez se encuentren Darwin, Spencer,
Le Bon y Gobineau, quienes le ayudan en su tarea de “explicar lo que es el Paraguay por el medio y por la raza” puesto que “donde domina la raza de la aurora [blancos] estará
siempre el eje de la historia”.35 De esta manera, como hemos
dicho, son la raza y la geografía (entorno natural) las que determinan el “carácter” o las “predisposiciones naturales” de
los paraguayos, algo que el nacionalismo romántico alemán
llamó volksgeist, “espíritu del pueblo”, y cuyo correspondiente
paraguayo sería el “alma de la raza” de Domínguez o el “Paraguay eterno” de González. Como dice este último:
Semejante marco geográico […] parece apropiado para incitar
la actividad creadora del hombre en las más complejas y diversas disciplinas, haciendo posible la aparición de un agregado
humano singularmente rico en cualidades, las más contradictorias y dispares.36
35
36
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Domínguez, El Paraguay...
González, El Paraguay eterno..., p. 13.
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Con el mestizaje de la sangre adviene el mestizaje de hábitos y caracteres.37
Esta tendencia de confundir los procesos biológicos (naturales) con los fenómenos sociales (culturales) e igualar el mestizaje biológico con el mestizaje cultural es una característica
de los planteamientos racistas. Así, la formación de una sociedad y su cultura se reduce a una mezcla de sangres, como si los
mensajes culturales estuvieran incrustados en los genes. Como
apunta Oscar Creydt, intelectual comunista paraguayo, en su
libro Formación histórica de la nación paraguaya (1963): “La mayoría
reduce el papel de los guaraníes a su contribución biológica en
la mezcla de razas, confundiendo la formación de una nación,
que es un proceso social, con el proceso de mestización, que
es un fenómeno biológico”.38 El mestizo paraguayo no puede
ser entonces una simple amalgama de los supuestos caracteres
raciales de sus ancestros, sino el resultado de complejas relaciones sociales enraizadas en el contexto histórico. Más aún,
no existe un solo mestizo, un molde prototípico con el cual
fue hecha la “raza paraguaya”, y airmar lo contrario, lo que
de hecho sucede, sería un esencialismo racista y reduccionista.
37
González, Proceso y formación..., p. 295.
Oscar Creydt, Formación histórica de la nación paraguaya, Asunción, Ser vilibros, 2010, p. 54.
38
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2. historia del mestizaJe paraGuayo:
entre la “paraGuayanización” del Guaraní
y la Guaranización del paraGuayo
Como acabamos de ver, el relato nacionalista sobre el mestizaje está lleno de tergiversaciones e imprecisiones históricas
que evidentemente facilitan nuestra tarea desmitiicadora. A
in de demostrar esta inclinación de la historiografía nacionalista por la fábula, revisaremos los hechos más destacados
de la historia del mestizaje en Paraguay. Sin embargo, no será
la historia del mestizo paraguayo posterior a la “desaparición
del indio”, propia más bien de la narrativa nacionalista, sino
una historia de complejas relaciones interétnicas, en las que el
indígena desempeña el papel protagónico, tanto como participante del proceso como manteniéndose al margen del mismo.
Puesto que, como airma Macarena Perusset, los indígenas
ante la situación de conquista y colonización no desaparecen, no
se asimilan por completo, sino que se reestructuran en tierras
nuevas y se unen con otros grupos indios, elaboran nuevas
identidades, economías y formas de vida, gracias a su “habilidad para ajustar sus tradiciones políticas, económicas y sociales a
las nuevas condiciones de cambio, realizando una construcción
histórica de sus identidades étnicas”.39 Veamos entonces los pormenores de la etnogénesis de la variopinta sociedad paraguaya a
través de las épocas, desde la Conquista hasta la transición democrática del in del siglo xx.
39
Macarena Perusset, “Una aproximación a los procesos de etnogénesis
en el Paraguay colonial”, en Suplemento Antropológico, vol. xlii, núm. 1, Asunción, Universidad Católica, 2007, pp. 63 y 64.
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162 Gaya Makaran
Al contrario de la imagen difundida por el nacionalismo,
el guaraní no desaparece en la Colonia sin sobresaltos ni contradicciones tras haber vertido su ser en el mestizo. En realidad, el indígena sobrevive la colonización en tres formas
sociohistóricas diferentes: como “indio montés”, como “indio encomendado” y como “indio reducido”.40 El primero de
ellos resiste la conquista y el vasallaje hasta los años cincuenta
del siglo xx, replegado en territorio inhóspito, y continúa sus
prácticas tradicionales. En los actuales pueblos Mbyá y Pa
Tavyterã se encuentran los descendientes de aquellos “indios
indomables”. El segundo padece el régimen de la encomienda después de su introducción en Paraguay en 1555. Se divide
en dos subcategorías: los yanaconas, que en su mayoría eran
mujeres, vivían en la casona del patrón y cumplían con el
servicio gratuito, y los mitayos, que eran obligados periódicamente a trabajos forzados en las tierras del encomendero
(mita), los cuales habitaban los “pueblos indios” (tavas) creados y “protegidos” por las cédulas reales. De esta manera se
forzaba al guaraní a integrarse al sistema político, cultural y
económico impuesto por los colonizadores, además de garantizar la mano de obra asequible, concentrada y disciplinada. La última de las categorías hace alusión al guaraní de las
misiones jesuíticas (1609-1767), protegido del régimen de la
encomienda y aislado de la población hispano-mestiza, con
el objetivo de preservar su pureza lingüística cultural, y, al
40
Véanse Ramón Fogel, Los pueblos guaraní en la formación de la nación paraguaya,
Asunción, Fondec, 2010’; Bartomeu Meliá, “Los pueblos indígenas: una colonización ininterrumpida”, en Bartomeu Meliá [coord.], Otras historias de la Independencia, Asunción, Taurus, 2011; Meliá, El Paraguay inventado...; Susnik, Branislava, El rol de los indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay, Asunción,
Intercontinental, 2011.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 163
mismo tiempo, inculcarle el cristianismo y un modelo de vida
“ejemplar”.
En los primeros siglos de la Colonia son los “indios encomendados” los que participan en el mestizaje tanto biológico,
como cultural, puesto que los “indios reducidos” no se incorporan a la sociedad colonial hasta la segunda mitad del siglo
xviii, después de la expulsión de los jesuitas de los dominios de
la Corona española en 1767, sin hablar de los “indios monteses”, que recién en el siglo xx son forzados a la “integración”.
Como hemos podido ver en el capítulo anterior, el encuentro
entre las “dos razas”, cuyo fruto fue el mestizo, no fue ni pacíico ni mucho menos amoroso, y se llevó a cabo por medio
de la dominación violenta y la explotación económica de la
mano de obra indígena. Una prueba de esto puede ser, como
nos advertía Meliá, la disminución drástica de la población en
las primeras décadas de la Colonia, al ser el mestizo no tanto
el resultado de la suma de las poblaciones existentes, como de
la resta de miles de guaraníes aniquilados tanto directa, como
indirectamente por los colonizadores.
Si hablamos del mestizaje en la época colonial, tenemos
que recordar que en el Paraguay de aquel entonces no existía
la categoría de mestizo,41 hecho que marcó la originalidad del
proceso paraguayo en comparación con los demás territorios
de la Corona española. Dado el aislamiento de la provincia
y la escasez de las mujeres peninsulares con las cuales con41
La categoría de mestizo no aparece ni siquiera después de la Independencia. De hecho, nadie quería reconocerse como tal, al apostar por ser “español” en la Colonia y “paraguayo” en la República. Los “mancebos de la
tierra” no se reconocían como mestizos, elegían el legado del padre español.
La revaloración de lo mestizo se da apenas en el siglo xx con el nacionalismo.
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traer matrimonio, los colonizadores optaron por legalizar las
uniones y los hijos “naturales” que tenían con las guaraníes. De
esta manera, las primeras generaciones de mestizos fueron
reconocidas por sus padres españoles como legítimas: basta
recordar el gesto simbólico del gobernador Domingo Martínez de Irala, llamado por eso “padre de la nación paraguaya”,
quien reconoció a sus vástagos de madres indígenas y, posteriormente, casó a sus hijas mestizas con sus capitanes. De esta
manera, los mestizos se convertían oicialmente en españoles
y como tales tenían los mismos derechos que sus padres: podían heredar encomiendas, ocupar cargos públicos, etc. Con
el tiempo, es notoria la estratiicación socioeconómica de los
mestizos, que empiezan a dividirse en los encomenderos con
derechos públicos (Cabildo) y los “vecinos” carentes de estos derechos. En el contexto de las divisiones entre los indios
(explotados) y los españoles (con derechos), no sorprende que
los mestizos criados por sus madres guaraníes aspirasen, por
cuestiones de poder y prestigio, a heredar la cultura de sus
padres europeos con un frecuente desprecio hacia la cultura materna, considerada “bárbara”. Como indica Branislava
Susnik: “En el fondo el mestizo fue el que realmente mayor
desprecio sintió por el indio y el que mayor daño hizo siempre,
sobre todo, a los guaraníes, aun mucho más que los propios
criollos, como lo señalan los documentos”.42 Esta postura ambigua y contradictoria del mestizo frente a su raíz guaraní será
característica para todo el proceso del mestizaje, y dejará sus
secuelas sobre la conducta actual de la sociedad paraguaya.
Además de un mestizaje biológico, elogiado por la mitología nacionalista, se dio en la Colonia un “mestizaje aparente”,
42
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Branislava Susnik, op. cit., p. 114.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 165
que consistía en la integración espontánea de los guaraníes de
los pueblos indios a la sociedad “española”, sin que se diera
necesariamente el cruce interracial. Los guaraníes abandonaban sus tavas y se incorporaban a la población campesina, a in
de huir de la explotación y del desprecio, la empresa que en sí
misma no parecía difícil, dada la profunda guaranización del
campesinado “español”. De hecho, como subrayan los historiadores, las diferencias entre el campesinado pobre y los guaraníes de los tavas eran mínimas y las divisiones étnicas poco
rígidas. Como dice Telesca, que conirma también la opinión
de Susnik:
La sociedad circundante no “desentona” a un indígena. Esto no
sólo se da porque los colores de piel no se diferencian, sino sobre
todo porque todos comparten el mismo universo cultural, signado por el uso del guaraní, la situación de pobreza en que
se ven envueltos, y el mismo laboreo de la tierra a que dicha
pobreza obliga. […] En otras palabras, para un indígena que
abandona su pueblo, sea éste jesuita, franciscano o secular, insertarse dentro del campesinado que pulula en la región no
implica gran cambio. Seguirá viviendo en el mismo tipo de
casa, trabajando la tierra de la misma manera y viviendo de ella,
y fundamentalmente hablando la misma lengua, pero considerado ya como español.43
Esto nos demuestra que las categorías raciales en el Paraguay colonial eran bastante relativas y se referían, más bien, al
lugar de pertenencia que al color de la piel o a la procedencia
de sangre: “Ser indígena en el Paraguay antes y a inicios de la
43
Ignacio Telesca, “Paraguay en el centenario: la creación de la nación
mestiza”, en Revista Historia Mexicana…, p. 179.
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vida independiente, al parecer estaba sujeto a la pertenencia
geográica de la incipiente república. Es decir, cualquier persona que dijera ser de estos pueblos [indios] se podría inferir
fácilmente que era indígena”.44 De esta manera, el “indio” era
el poblador de los pueblos de indios o yanacona en la casa del
patrón, mientras que el “español” podía ser tanto el criollo,
como el mestizo encomendero o vecino y hasta el campesino
pobre, mestizo o no.
A partir del siglo xvii y sobre todo en el xviii, este “mestizaje aparente” se intensiica a causa de la cada vez mayor
presión por obtener tierras, lo que incita la penetración de los
tavas por la población no indígena, en su mayoría el campesinado pobre.45 Además, son los mismos hacendados quienes
promueven la “desindianización” de la población rural, puesto que al tratarse de los campesinos libres, contratados como
braseros, los patrones quedan liberados del tributo a la Corona, y no se ven limitados por los reglamentos de Las Leyes
de Indias, que regulaban las condiciones del uso de la mano de
obra indígena. También los cambios experimentados por la
provincia en aquel tiempo, como el paso de la economía de
subsistencia a la economía monetaria y de exportación (tabaco, yerbales, maderas, ganadería), provocan la desintegración
de los pueblos de indios y la fuga de sus habitantes atraídos
por las nuevas formas de trabajo remunerado. No hay que
olvidarse tampoco del impacto que tuvo la expulsión de los
Jorge Servín, “Mapas y datos demográicos de los pueblos indígenas
en el Paraguay en los últimos 200 años”, en dim, La otra visión del Bicentenario,
núm. 68, año xxiv, Asunción, conapi, 2011, p. 9.
45
Véase Susnik, op. cit. Dicha penetración podía ser tanto ilegal (ocupación
ilegítima de tierras), como legal, a través del matrimonio con la india del tava,
lo que posibilitaba la adquisición de las tierras.
44
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jesuitas de las colonias españolas, tras la cual los habitantes
de las reducciones guaraníes se mezclaron con la población
campesina, convirtiéndose legalmente en “españoles”. Los
procesos descritos propiciaban tanto la incorporación del
guaraní a la sociedad “española”, como también los nuevos y
diversos mestizajes.
Si analizamos los datos de los diferentes censos de población que se realizaron en la provincia a lo largo de su vida colonial (véase Tabla 1), la evolución porcentual de la población
paraguaya demuestra la sucesiva disminución del porcentaje
de los indígenas (se excluyó al “indio montés”) hasta su práctica desaparición en los tiempos de la República, con el simultáneo crecimiento de la población “española”, posteriormente
llamada mestiza.
Tabla 1. Evolución porcentual de la población paraguaya
(1682-1846).
Censo
1682
Faustino
de Casas
1761
Manuel
Antonio
de la Torre
1782
Gob. Melo
de Portugal
1799
1846
Los españoles
(criollos,
mestizos)
18.6%
39%
56%
58%
92%
Los indios
(no incluye a
los monteses)
78.4%
61%
33%
30%
0.5%
Los pardos
3%
-
11%
12%
7.5%
fuente: Elaboración propia con datos de Meliá,
“Los pueblos indígenas: una…, pp. 82 y 83; Telesca, op. cit., p. 175.
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Si se toma en cuenta que en los años que abarcan los censos no hubo genocidio masivo de los indios en los tavas, fenómeno propio más bien de la conquista y de las primeras
décadas de la vida colonial, ni migraciones masivas, podemos
sospechar que la mencionada “desaparición” del guaraní no se
debe sólo a un proceso del mestizaje biológico, sino también
al cambio de su estatus legal cuando abandonaba su comunidad y engrosaba las ilas del campesinado. De esta manera, si
nos ijamos sobre todo en los censos del año 1761, que se hicieron antes de la expulsión de los jesuitas, y 1782, hecho después de la liquidación de las reducciones, veremos claramente
que en tan sólo veinte años “desapareció” la mitad de la población indígena existente. Como ya excluimos el genocidio
o migración signiicativa, podemos comprobar que se trató
del cambio de nombre, más que de la condición étnica. De
ahí que las categorías “indio”/“español” en los censos coloniales se referían más bien al aspecto socioeconómico que al
racial, contrariamente a la interpretación que hizo la historiografía nacionalista. En realidad, el número predominante de
los “españoles” en los censos no prueba la “blanquitud” de la
sociedad paraguaya, como nos hace creer Domínguez y sus
seguidores, puesto que no releja los porcentajes de personas
de sangre blanca, sino de portadores de un título legal.
Así, el mito del mestizo blanco no encuentra la conirmación en los hechos: el lujo de los europeos desde la Conquista, durante toda la Colonia e incluso hasta inales del siglo xix
fue escaso e insigniicante.46 El elemento guaraní es entonces
46
Ignacio Telesca calcula que entre 1533 y 1600 llegaron sólo 3 087 europeos
(muy pocas mujeres) y a partir de esta fecha no hubo más lujo migratorio
hasta ines del siglo xviii. De este número muchos regresaron a Europa, otros
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 169
el que contribuye al surgimiento de aquella primera sociedad colonial, aunque hay que recordar que la cultura indígena
iba cambiando generación tras generación, alejándose considerablemente de su prototipo prehispánico. La población
paraguaya contaba también con un considerable porcentaje
de habitantes “pardos”, es decir negros y mulatos,47 traídos a
Paraguay para el agotador trabajo en los yerbales (plantaciones de yerba mate) que diezmaba a los trabajadores guaraníes,
lo que contradice las palabras de Natalicio González, quien
aseguraba: “el pigmento negro no ensombrece nuestra piel”.
Tampoco existió un solo tipo de mestizaje biológico: del conquistador español y la “diosa guaraní” en los primeros años de la
Conquista, como nos intenta convencer el discurso nacionalista,
sino que tuvieron lugar varios mestizajes, tanto si tenemos
en cuenta las épocas y condiciones cambiantes, como si consideramos sus componentes. Así, después del primer mestizaje
de la conquista de carácter unidireccional, tenemos las uniones más horizontales y multidireccionales: entre los indios/
las indias de los tavas y los campesinos/las campesinas libres
“españoles” o entre los “pardos”/las “pardas” y la población
india o campesina, muchas veces provocados por los deseos
de huir de la esclavitud y mejorar su estatus social. Dadas
las consecuencias negativas que acompañaban la categoría de
indio o de pardo, era razonable pretender cambiarla, más aún
si no era tan difícil. De esta manera, los indios iban desapamurieron o se fueron reubicando en otras provincias. Los últimos españoles
llegaron al Paraguay a inales del siglo xvi, es decir que para el siglo xviii ya era
casi imposible encontrar un español “racialmente puro”. Véase Telesca, op. cit.
47
Según el censo de 1782, 54.7% de la población de Asunción y 10% de
la población total era negra y mulata.
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reciendo no tanto físicamente sino legalmente, al impregnar
a la sociedad “española” con su aporte étnico, imposible de
borrar ni blanquear.
El paso del régimen colonial a la vida independiente con
el liderazgo de El Supremo supuso el inicio de un proyecto
político sui generis, cuyo objetivo era la construcción de una
nación paraguaya moderna, autosuiciente y uniforme, basada en las identidades populares y los valores comunitarios. Un
hecho simbólico e insólito, diferente al resto del continente
fue la participación de la población indígena en el acto de
fundación de la República, de hecho el Acta de Independencia fue irmada por todos los corregidores de los pueblos de
indios, los mismos que resolvieron nombrar dictador a José
Gaspar Rodríguez de Francia en el primer Congreso, 1814.48
La liquidación del latifundio con la simultánea preservación
de los tavas coloniales, el respeto de la organización territorial y comunal y el reconocimiento de los derechos de los 21
pueblos guaraníes existentes forman parte esencial de las políticas “indigenistas” de Francia.49 Para vigilar los derechos
indígenas y responder a los posibles abusos se creó la igura del
Defensor de Naturales, cuya tarea era la atención personal de
las quejas y la persecución penal de las irregularidades. Sin
embargo, aunque el Dictador conservó las bases socioeconómicas tradicionales de los pueblos guaraníes, su interés estaba
48
Véase Susnik, op. cit.
La Ley de Reforma de Regulares (1824) nacionaliza todos los bienes de
las personas privadas y de las órdenes o sociedades religiosas. Se mantiene
el régimen de la propiedad inmobiliaria vigente durante la Colonia para los
pueblos indios. Véase Mirna Vázquez, “Historia de la legislación indigenista
paraguaya”, en Suplemento Antropológico, vol. xvi, núm. 2, Asunción, Universidad Católica, 1981, pp. 93-103.
49
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enfocado en su lenta pero sucesiva incorporación a la sociedad nacional, enraizada en el pueblo guaraníhablante, pero
dirigida por la ideología y los valores europeos, a través de su
integración económica (permisos de comercio y producción
manufacturera); la educación primaria y la instrucción cívica
de los niños guaraníes en las escuelas militares con internado;
la integración al ejército nacional; la promoción de matrimonios interétnicos;50 la jubilación de los indios mayores de cincuenta años, que quedaban exentos de sus obligaciones comunitarias y libres de marcharse de los tavas; las obras públicas
obligatorias, etc. Si se trata de los indios monteses, el gobierno
del Dr. Francia fomentó sus asentamientos en las fronteras con
ines defensivos, irmó tratados de paz con algunos de ellos y
reprimió violentamente a otros directamente confrontados con
el Estado. Sus políticas más que separación de los indios propiciaron su progresiva integración y los mestizajes: tanto biológico, como “aparente” (engrosar las líneas del campesinado)
de la población paraguaya.
Sin embargo, el gobierno de su sucesor Carlos Antonio López fue el que supuso un cambio drástico en la situación indígena
y propició un mestizaje acelerado entre los pobladores de los
tavas y de los campesinos, al desconocer la categoría de indio.
El Decreto de 1848 termina deinitivamente con la herencia
colonial al “desaparecer” legalmente al indio por 133 años, 51
desposeído éste de sus tierras a cambio de una ilusoria ciudadanía, como establecen el Art. 1º del Decreto: “Se declara
50
El Decreto del Dr. Francia y Yegros de 1814 prohíbe el matrimonio del
varón europeo con mujeres consideradas españolas (termino jurídico no racial).
51
Hasta 1981 no se reconoce legalmente la existencia de los indígenas
en Paraguay.
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ciudadanos de la República a los indígenas de los veintiún
pueblos”; y el Art. 11: “se declaran propiedades del Estado
los bienes, derechos y acciones de los mencionados veinte
y un pueblos de naturales de la República.” Como apunta
Enrique Gaska, el indio en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en paraguayo, “ciudadano libre sin tierra ni identidad”.52
El Decreto fue legitimado con argumentos humanitarios en
contra de la supuesta explotación del indio por la comunidad,
sin embargo, al mismo tiempo que lo declaraba ciudadano
y le arrebataba sus bienes, le quitaba la capacidad formal de
ejercer activamente esta ciudadanía, puesto que sólo los propietarios tenían plenos derechos políticos.
El impacto social de aquella medida fue devastador para
la población nativa: “El indígena dispersado, desalojado y
deinitivamente expulsado de sus tierras no podrá sobrevivir
como individuo social y a veces ni siquiera físicamente. Desde
ese momento el indio comenzó su largo camino de proletarización, de marginación degradante y de muerte”.53 De esta
manera, la identidad india queda súbitamente integrada a la
naciente identidad paraguaya, aunque el proceso real de integración, como indica Meliá, tardará hasta después de la Guerra
de la Triple Alianza. Los antiguos habitantes de los pueblos
indios se convierten de un día al otro en campesinos paraguayos, obligados a cristianizar sus nombres y desaparecen de los
censos y conciencias nacionales, al negar incluso ellos mismos
su identidad étnica. A partir de entonces, los únicos denomi52
Enrique Gaska, “Libres ciudadanos sin tierra e identidad: legislación
paraguaya y los pueblos indígenas”, en dim, La otra visión del Bicentenario…,
pp. 17-26.
53
Meliá, Una nación, dos culturas…, p. 63.
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nados indios serán los pueblos monteses no integrados, que
de ninguna manera serán considerados ciudadanos paraguayos y a los que, frecuentemente, se intentará reducir a sangre y
fuego. La tarea ideada por Carlos Antonio López para aianzar
un Estado fuerte y uniforme étnica y culturalmente, al mismo
tiempo que moderno y cosmopolita, exigía el sacriicio de lo
guaraní, la persecución de la lengua, así como también la guerra de exterminio contra los indios indómitos, y el apoyo al
mestizaje “blanqueador” de la sociedad: “El mestizo era apreciado en cuanto suponía la muerte cultural del indio, al optar
por reproducir los ideales sociales y cultuales de los españoles
criollos que iban creando un modo de ser especíico: sociedad
de lengua indígena, pero que no quería ser indígena (y de hecho no lo era)”.54
La Guerra Grande (1864-1870) constituye otro hito en la historia del mestizaje paraguayo, al dividirla en un antes y un
después. Como sabemos, esta hecatombe diezmó a la población paraguaya al reducirla a una tercera parte, en su mayoría
femenina. “La muerte del varón paraguayo”, como algunos
llaman aquel desastre, aunque no fue tal por completo, impactó la estructura demográica de la región y conllevó la
necesidad de la inmigración extranjera a in de repoblar los
terrenos devastados. Como podemos suponer, el proceso
etno-formativo de la población paraguaya que hemos visto
hasta ahora quedó gravemente afectado. La siguiente imagen
satírica titulada “Cuadros eróticos contemporáneos” (véase
imagen 5), publicada después de la Guerra por el periódico
El Cabrión (1872) ilustra aquel fenómeno, al mostrar tres diferentes parejas: antes de la Guerra Grande el varón paraguayo
54
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Meliá, “Los pueblos indígenas: una…”, p. 92.
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es fuerte y dominante, los dos ataviados típicamente representan la vitalidad de la cultura propia; durante la guerra, el
paraguayo languidece para ser sustituido por el extranjero,
supuestamente argentino, después de la guerra. Destaca también la europeización/extranjerización de la vestimenta de la
última de las parejas que simboliza la pérdida cultural sufrida.
Imagen 5. “Cuadros eróticos contemporáneos”,
El Cabrión, enero de 1872.
fuente: Museo Militar de Asunción, reproducido en Luc
Capdevila, Una Guerra total: Paraguay, 1864-1870: ensayo de historia
del tiempo presente, Buenos Aires, Editorial sb, 2010, p. 146.
Estos hechos nos obligan a cuestionar, una vez más, el discurso nacionalista sobre la etnogénesis de la sociedad paragua-
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ya, puesto que éste no toma en cuenta aquella ruptura provocada por el genocidio de la Guerra Guasu, y pretende derivar
las raíces del paraguayo actual desde la conquista, como si los
acontecimientos posteriores no contaran. ¿Podrá obviarse el
mestizaje que se dio en la posguerra, necesariamente con sujetos extranjeros y con exclusión del indio montés, y que poco
o nada tuvo que ver con los mestizajes coloniales? ¿Podría ser
el así llamado mestizo paraguayo (recordemos que no existe
un solo prototipo del mestizo) el descendiente directo de Irala y una “princesa” guaraní, si durante la Guerra la mayoría de
su estirpe fue eliminada? ¿Hasta qué punto logró sobrevivir
e imponerse el antiguo elemento guaraní personiicado en las
mujeres sobre las nuevas inluencias? Existe una necesidad
urgente y poderosa de estudiar mejor aquellos procesos, tema
que está bastante abandonado por la historiografía paraguaya,
y que no puede evitarse si queremos entender una etnogénesis real y no sólo mítica del Paraguay actual.
En la golpeada sociedad paraguaya de la posguerra, el indígena montés quedó desvinculado del proceso de la formación nacional, tanto por su exclusión por parte de la sociedad
paraguaya, como a causa de su propia voluntad de no integración. Con el tiempo, en la cuestión guaraní comenzó a
imponerse el enfoque liberal relacionado con el darwinismo
social positivista, que condenaba a los pueblos originarios a
una inevitable desaparición en pos del progreso y del desarrollo. Para los nuevos gobiernos, independientemente de su
signo partidario, los indios eran nada más que seres no civilizados y paganos, que amenazaban las fronteras nacionales
y, por ende, se asemejaban más a los enemigos de la patria
que a sus ciudadanos. De hecho, la liberal Carta Magna de
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1870 les negó a los indígenas la ciudadanía paraguaya, aunque
paradójicamente, al mismo tiempo los obligó a seguir las leyes nacionales con castigos en caso de insubordinación. Las
políticas dirigidas a esta población apostaban por su cristianización y civilización, según la Constitución liberal la obligación del gobierno era: “proveer a la seguridad de fronteras;
conservar el trato pacíico con los indios y promover la conversión al cristianismo y a la civilización” (Art. 72). La gran
venta de las tierras iscales, muchas de ellas propiedad de los
pueblos indios, antes de su nacionalización por Carlos López
en 1848, a manos privadas mayoritariamente extranjeras en
1883 y 1885, además de empeorar todavía más la situación
deplorable del campesino paraguayo, signiicó también la entrega de los territorios de los indígenas no integrados, lo que
en el futuro provocaría varios conlictos e injusticias.55
En el siglo xx se continúan las políticas cuyo objetivo era
reducir, cristianizar y civilizar a los indios “salvajes”, tarea que
se dejó en manos de las organizaciones religiosas. Así, la Ley
de Colonización y del Hogar de 1904 autoriza al poder ejecutivo a fomentar la “reducción de las tribus indígenas, procurando su establecimiento por medio de misiones y suministrando tierras y elementos de trabajo.” Estas indicaciones
se reiteran también en 1907 con la Ley de Reducciones de
Tribus Indígenas. Las dos leyes tuvieron poco impacto a causa
de la falta de las organizaciones interesadas en aplicarlas. En la
época de los gobiernos nacionalistas (1936-1947), las políticas
indigenistas siguen sin mayores cambios y su objetivo principal
es la integración del indio a la sociedad paraguaya a través de
su adoctrinamiento religioso en las nuevas reducciones. Para
55
Paraguay.indb 176
Meliá, “Los pueblos indígenas: una…”, p. 92.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 177
llevar a cabo estos ines, en 1937 el presidente Rafael Franco
crea el Patronato Nacional del Indígena y el Estatuto agrario
de 1940, que reglamenta la formación de colonias agrícolas
con las “tribus”. Podemos destacar el tono paternalista con el
que se trata a la población indígena, vista como menor de edad
y, por ende, necesitada de aprender la vida civilizada de sus
tutores paraguayos. Así, en los tiempos del surgimiento y desarrollo de la ideología nacionalista, con su discurso sobre el
guaraní antiguo como el antepasado glorioso de los paraguayos, los indígenas reales permanecían al margen de la realidad
nacional, de ninguna manera fueron incluidos en los nuevos
imaginarios, fueron considerados más bien parte de la lora
y fauna que de la sociedad paraguaya: “[…] la sociedad paraguaya se desarrolló no negando sus raíces indígenas, pero
en el convencimiento de que el componente cultural indígena
de la sociedad paraguaya constituía cuanto más un remanente
cultural, una anécdota, un dato etnohistórico de los primeros
años de la Conquista”.56
El redescubrimiento de la existencia del indígena para la
vida nacional se da durante la dictadura de Stroessner a partir
de los años sesenta, cuando se dio la expansión de la frontera agrícola y la colonización del Chaco, así como también el
desarrollo de varios proyectos infraestructurales, incluidas las
grandes represas, que provocaron el choque con las poblaciones indias que habitaban tierras hasta entonces no codiciadas.
No es difícil de adivinar que aquel enfrentamiento, esta “segunda conquista”, terminó diezmando a la población indíge56
Oleg Vysokolán, “Construcción de la nación multicultural en el Paraguay”, en Suplemento Antropológico, vol. xxxiv, núm. 1, Asunción, Universidad
Católica, 1999, p. 34.
Paraguay.indb 177
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178 Gaya Makaran
na, tanto a consecuencia de los asesinatos directos, como a
través de la transmisión de enfermedades desconocidas para
el sistema inmunitario de los invadidos y, inalmente, por la
vía de la destrucción de su hábitat.57
La violación de los derechos humanos, impune hasta nuestros días, fue todavía más sencilla si tomamos en cuenta la
especiicidad de los gobiernos autoritarios stronistas. El despojo territorial facilitado por la falta de títulos legales y de leyes
reguladoras, el etnocidio y genocidio, la esclavitud y el trato
inhumano de los indios “cazados”, eran no sólo tolerados por
el gobierno, sino también aceptados por la mayoría de la sociedad, que solía considerarlos inevitables “daños colaterales”
del desarrollo y de la modernización. Ante estos hechos, algunos antropólogos, sacerdotes y misioneros, preocupados por
la gravedad de la situación, decidieron actuar en pro de los
pueblos indígenas y exigir cambios legislativos que reconocieran su existencia y sus derechos. La constitución stronista de
1967 ni siquiera considera el problema étnico, y las pocas leyes
indigenistas de la época siguen la línea de la integración forzosa y del asistencialismo paternalista de estos “núcleos sobrevivientes”.58 Un ejemplo de esta tendencia puede ser el Estatuto
Agrario de 1963, que establece la asistencia de las “parcialidades
indígenas” en el reparto de tierras por un organismo guber-
57
Véanse Vázquez, op. cit.; Vysokolán, op. cit.; Enrique Gaska, op. cit.
En 1958 se crea el Departamento de Asuntos Indígenas (dai) que forma
parte del Instituto Indigenista Interamericano y en 1975 es reemplazado por el
Instituto Paraguayo del Indígena (indi), dependiente del Ministerio de Defensa,
y a partir de 1996 del Ministerio de Educación y Culto. El indi está encargado
de coordinar el trabajo de los organismos privados y públicos dedicados a los
asuntos indígenas, igual que de la demarcación y la legalización de tierras.
58
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 179
namental, sin reconocer la propiedad comunitaria de dichas
tierras:
Los núcleos sobrevivientes de las parcialidades indígenas que aún existen
en el país serán asistidos por el Instituto de Bienestar Rural para
su organización en colonias. Con este objetivo afectará las tierras necesarias para su asentamiento y colaborará en la medida
de sus posibilidades con los organismos estatales y entidades
privadas pertinentes para promover la progresiva incorporación de
dichos núcleos al desarrollo económico y social del país.59
No fue hasta 1981, gracias a la presión internacional y al
trabajo de los “indióilos” paraguayos y extranjeros, que entró
en vigor el Estatuto de las Comunidades Indígenas, en el que
se reconocía legalmente y por primera vez, desde el Decreto de
1848, la existencia de los pueblos indígenas junto con sus costumbres, las cuales se podrían aplicar para regular su convivencia interna, e implícitamente su derecho a la tierra comunitaria:
Esta ley tiene por objeto la preservación social y cultural de las
comunidades indígenas, la defensa de su patrimonio y sus tradiciones, el mejoramiento de sus condiciones económicas, su efectiva participación en el proceso de desarrollo nacional y su acceso
a un régimen jurídico que les garantice la propiedad de la tierra
y otros recursos productivos en igualdad de derechos con los
demás ciudadanos.60
59
Ley No. 854/63 que establece el Estatuto Agrario, cap. ii, art.16. En
http://www.buscoley.com/1.963/03/ley-numero-854-1-963-r9-854-11782.
html. Cursivas mías.
60
Ley No. 904/81, Estatuto de las Comunidades Indígenas, cap. I, art. 1.
En http://www.buscoley.com/ 1.981/12/ley-numero-904-1-81-r9-904-10649.
html.
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180 Gaya Makaran
Desgraciadamente ni esta ni otras leyes de la época pudieron cumplirse con efectividad, por falta de voluntad política y
la inexistencia de sanciones en caso de ser violadas.
La transición a la democracia en los años noventa, precedida por un movimiento de oposición democratizadora protagonizada entre otros por los pueblos indígenas, trajo grandes
cambios legislativos. En 1992 los derechos étnicos adquieren
rango constitucional:61 a partir de entonces los indígenas no
sólo son reconocidos como ciudadanos, sino que además se
les garantiza el derecho a “preservar y desarrollar su identidad
étnica en el respectivo hábitat”; a sus sistemas de organización
política, social, económica, cultural y religiosa; a la sujeción a
las normas consuetudinarias para organizar la convivencia interna; y a la propiedad comunitaria de la tierra en “extensión
y calidad suiciente para la conservación y el desarrollo de
sus formas peculiares de vida”, que el Estado proveerá gratuitamente (cap. v de la Constitución). Como aseguraban los
diputados colorados durante la Asamblea constituyente en
1991: “La Constitución será la forma de garantizar una real
participación de las comunidades indígenas de nuestro país,
que nos dieron su lengua —el Guaraní— columna principal
de la cohesión nacional y de la identidad como Nación de que
somos orgullosos”.62
61
Véanse Artículo 62 “De los pueblos indígenas y grupos étnicos”; Art.
63 “De la identidad étnica”; Art. 64 “De la propiedad comunitaria”; Art. 65
“Del derecho a la participación” y Art. 66 “De la educación y la asistencia”,
en loc. cit.
62
René Harder Horst, “Las comunidades indígenas y la democracia en
el Paraguay: 1988-1992”, en Suplemento Antropológico, vol. xxxvi, núm. 2,
Asunción, Universidad Católica, 2001, p. 77.
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En cuanto al legado guaraní, se establece la educación bilingüe cuyo objetivo es desarrollar y proteger el uso de la lengua
materna de la mayoría. Un año más tarde, se ratiica un importante documento internacional de protección de los derechos
indígenas, el Convenio 169 de la Organización Internacional
de Trabajo (oit) que reitera su derecho a la tierra, al territorio y a la autodeterminación. Todos estos avances legislativos
marcan un cambio de época y ponen los cimientos de la actual situación legal de los indígenas en Paraguay, sin embargo,
como veremos más adelante, su impacto real ha sido bastante
limitado y sus nobles premisas todavía contrastan con la situación deplorable de sus titulares.
3. los pueblos indíGenas en la actualidad:
¿ciudadanos prescindibles?
Mientras que el discurso nacionalista subraya las raíces guaraníes del mestizo paraguayo y éste con orgullo alardea ser descendiente de la gloriosa raza de guerreros, la sociedad paraguaya suele despreciar al indígena actual, considerado un estorbo
para el progreso y un vestigio arcaico, sentenciado por la selección natural a perecer. La situación actual del indio en Paraguay parece desmentir, o por lo menos complejizar, el mito del
mestizaje paraguayo. La existencia del Otro étnico en el seno
de una sociedad que se quiere concebir como uniforme tiende,
necesariamente, a provocar malestares identitarios, más aún si
este Otro maltratado y vilipendiado se convierte en un freno
para la conciencia colectiva. Así, el indígena actual se aferra a
la vida, a pesar de los innumerables esfuerzos de la sociedad
dominante para aniquilarlo, esto es una evidencia incómoda
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de que el mestizaje paraguayo no ha sido ni tan original ni tan
armónico, como se enseña en las escuelas. Acerquémonos entonces a la situación actual del indígena paraguayo, a in de
contrastarla con la visión utópica del mestizaje.
En contra de las airmaciones generalizadas sobre el carácter totalmente mestizo del Paraguay, hoy en día su territorio está habitado por aproximadamente 113 mil indígenas, lo
que constituye 1.7% de la población total del país.63 Se trata
de 20 pueblos divididos en cinco familias lingüísticas diferentes, que se concentran sobre todo en la parte occidental del
país (el Chaco), menos poblada y más inhóspita que la parte
oriental. Los guaraníes paraguayos se reparten entre seis etnias, de las cuales cuatro están asentadas en la región oriental:
Pai Tavyterá, Mbyá, Avá Guaraní y Ache; y las demás habitan la región occidental: Guaraníes Occidentales, Guaraníes
Ñandéva.64 Como asegura Jorge Servín:
[…] es muy probable que los pueblos y comunidades indígenas
que conocemos en la actualidad sean aquellos pueblos que lograron permanecer aislados de estos eventos, es decir, aquellos
“naturales” que vivían en los amplios y milenarios bosques de
la región oriental y de la región chaqueña, que permanecieron
63
Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, III Censo Nacional de Población y Viviendas para Pueblos Indígenas, en el Paraguay Resultados
Preliminares, Asunción, dGeec, 2012. En comparación con el anterior censo
de 2002 la población indígena creció de 87 mil a 113 mil.
64
Ibid. Véase también José Zanardini y Walter Biedermann, Los indígenas
del Paraguay, Asunción, Itaipu Binacional, 2006, p. 17. La distribución de
la población indígena por departamento: Boquerón (22.9%) y Presidente
Hayes (22.8%) en la región occidental; Amambay (12%), Canindeyú (11%)
y Caaguazú (8%) en la región oriental.
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“independientes” y alejados de los eventos que se sucedieron
en el país.65
Tabla 2. Población indígena en Paraguay por familia
lingüística y pueblo.
Familia
lingüística
Pueblo
Región Occidental (Chaco)
Guaraní
Maskoy
Mataco
(Mataguayo)
Guaraní Occidental (Guarayo, Chiriguayo)
Guaraní Ñandéva (Tapieté)
Enlhet Norte
Enxet Sur
Angaité
Sanapaná
Toba
Guaná
Nivacle
Makâ
Lumnanas (Manjui, Choroti)
Zamuco
Ayoreo
Ybytoso (Ishir, Chamacoco)
Tomáraho (Ishir, Chamacoco)
Guaicurú
Qom
Región Oriental
Guaraní
Mbyá
Ava Guaraní (Chiripá, Ava Katu Eté)
Pâi Tavyterâ
Aché (Guayakí)
fuente: Zanardini y Biedermann, op. cit., p. 17.
65
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Servín, op. cit., p. 9.
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Imagen 6. Mapa de las comunidades indígenas
en Paraguay.
fuente: Dirección General de Estadística, Encuestas y
Censos, III Censo Nacional de Población y Viviendas para Pueblos
Indígenas 2012.
Del total de la población indígena la mayoría habita las
zonas rurales (91.5%), aunque el porcentaje de los indígenas
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urbanos sigue creciendo año tras año. Si tomamos en cuenta
los datos que arrojan los censos veremos que la situación socioeconómica de los pueblos indígenas en Paraguay, incluidos
los guaraníes, es aterradora: así 45% de las comunidades no
dispone de un aseguramiento legal y deinitivo de sus tierras, y
las que lo poseen muchas veces no gozan de terrenos de calidad, por lo que peligra su capacidad de subsistencia. Mientras
45% de los niños y niñas paraguayos vive en la pobreza, esta
cifra aumenta a 77% entre los indígenas (63% en indigencia),
lo que se traduce en altos índices de desnutrición crónica.66
El acceso indígena a los servicios básicos también deja mucho
que desear: sólo 21% de las viviendas tiene la cobertura de
energía eléctrica, apenas seis de cada 100 hogares tienen agua
potable, el servicio de salud es precario y la educación ineiciente. De hecho, mientras que el promedio de años de estudio
de la población nacional es de 7, entre los indígenas llega apenas a 2.2. Otro indicador que releja con claridad la situación
de desventaja en cuanto a la educación formal de la población
indígena es la tasa de analfabetismo: 51% entre los mayores de
15 años frente a 7% nacional.67
Aunque la familia guaraní es considerada por el discurso
nacionalista como una de las matrices culturales y biológicas del mestizo paraguayo, además de un elemento clave en
la formación nacional y, sobre todo, fuente de la identidad
lingüística de los paraguayos, su situación actual indica su exclusión económica, social y cultural acompañada por el etno66
Datos de unicef. En www.unicef.org/paraguay/ (fecha de consulta: 15
de marzo, 2013).
67
Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos, El Censo Nacional
Indígena de Población y Viviendas, Asunción, dGeec, 2002.
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cidio y genocidio. Toda la población indígena es víctima de
acoso brutal por parte de la sociedad nacional y por los proyectos de colonización y desarrollo que reducen cada día más
su hábitat. La presión económica sobre sus tierras y territorios
ha provocado su expulsión, la fragmentación de los pueblos, la
desculturación y hasta la muerte, a pesar de la existencia de las
garantías constitucionales proindígenas. En realidad, los derechos legales ceden ante las prácticas de rapiña y despojo que
se practican con pleno apoyo de los sucesivos gobiernos, y se
inscriben en el modelo de desarrollo paraguayo y en el desprecio
social generalizado, que justiica la desaparición del “indio” con
argumentos de progreso y modernidad. Como asegura el antropólogo José Zanardini, padre salesiano:
Los indígenas viven en la miseria, desnutridos, al margen de
la sociedad paraguaya, que les desprecia y trata como seres inferiores. […] Pero el riesgo de extinción de algunos pueblos
indígenas es más real y cercano de lo que se piensa, a pesar de
la tenaz voluntad de supervivencia capaz de despertar energías
ocultas.68
Los intentos gubernamentales para integrar al indio a la
vida nacional “moderna”, a través de las políticas de corte indigenista, tuvieron como consecuencia el más desesperante
empobrecimiento de las comunidades, desestructuradas por
la imposición de modelos de vida y producción ajenos e inadecuados al medio. El indi, el órgano estatal encargado en teoría de la titulación de tierras y solución de conlictos en el agro a
favor de los indígenas, se dedica más bien a promover la defores68
José Zanardini citado en Angela Brachetti, Biografía de un país. Paraguay,
Málaga, Gráicas Urania, 2005, p. 194.
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tación y apoyar a la gran industria agropecuaria.69 Los servicios
públicos destinados a la población indígena como la educación
y la salud70 altamente insatisfactorios en cuanto a su cobertura y calidad; la pérdida de sus tierras y territorios, donde
perpetuar su modo de vida y su cultura, la deforestación que
imposibilita la caza y, por consecuencia, el autoabastecimiento
lo que lleva a la dependencia del trabajo asalariado fuera de la
comunidad, todo esto les obliga a los indígenas a migrar en
busca de un mejor lugar que, sin embargo, la mayoría nunca
encuentra. Frente a la marginalización y discriminación que
sufren de parte de la sociedad nacional, muchos de ellos optan
por abandonar su identidad étnica desvalorizada y eligen la
aculturación. La opinión pública considera el tema indígena
marginal y poco importante para la vida nacional, al reproducir diariamente todo tipo de estereotipos negativos acerca de
éste, objeto de la “necesaria” e “inevitable” acción “civilizadora.”
Uno de los principales responsables de la deplorable situación indígena es el modelo económico paraguayo, que exige
enormes cantidades de tierras fértiles para los cultivos intensivos de soja (soya), maíz y algodón genéticamente modiicados o la crianza industrial de ganado. En el año 2010, Paraguay experimentó la mayor expansión económica de América
69
El indi no tiene fondos ni posibilidades para cumplir su misión, por falta
de voluntad política para solucionar el problema agrario. Es vertical, paternalista
y corrupto, los montos y la calidad de tierras tituladas disminuyen cada año.
70
A pesar de las garantías constitucionales en la práctica no existe ningún
programa de educación indígena, lo que se explica por la falta de fondos y
de maestros indígenas. Sin embargo, ni siquiera la educación convencional
llega a los indígenas. Algo parecido pasa con la salud que debería reconocer
y promover las prácticas alternativas indígenas y ni siquiera logra llevarle al
indio la medicina convencional.
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Latina y la segunda más rápida del mundo con 15%, aunque
un año más tarde registró una caída a 3.8%, de la cual se
está actualmente recuperando, al alcanzar 13% el año 2013.71
Es importante subrayar que en realidad los índices positivos
de crecimiento económico no se traducen en el aumento del
índice de desarrollo humano, todo lo contrario. Basta decir
que 82% de la población paraguaya no tiene seguro médico,
38.2% vive en situación de pobreza, del cual 15.5% en indigencia. Como podemos leer en la evaluación del Consejo
Económico y Social de las Naciones Unidas referente a Paraguay: “Al Comité le preocupa que, pese al crecimiento económico del Estado en los años recientes, el número de personas
que viven en la extrema pobreza ha ido en aumento”.72
El modelo económico que le garantiza a Paraguay el crecimiento se basa, en gran medida, en la producción agroindustrial intensiva para la exportación, junto con la explotación
de grandes represas binacionales. Este modelo de desarrollo
tiene un enorme impacto negativo en la población rural paraguaya, no sólo la indígena, al volver precarias sus condiciones de vida lo que, inalmente, les obliga a emigrar. Además,
Paraguay es uno de los países donde no se ha realizado una
reforma agraria sensu stricto, lo que explica una desmesurada
concentración de tierras por un grupo reducido de latifundistas, incluidas las empresas transnacionales (70% de las tierras
pertenece a 0.4% de la población), mientras que la mayoría
de la población campesina se dedica a la explotación mini-
71
Datos del Banco Central de Paraguay (bcp).
Informe del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas
(ecosoc). En http://www.un.org/es/ecosoc/.
72
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fundista precaria, teniendo a su disposición tan sólo 2% de
tierras cultivables.
Podemos entonces airmar que la cuestión étnica en Paraguay está estrictamente relacionada con las circunstancias
económicas que se están viviendo en el país, y cualquier intento de análisis que no tomara en cuenta esta realidad estaría condenado a ser supericial y erróneo. Como acusa Meliá,
el así llamado problema indígena en Paraguay en realidad es
un problema de los mestizos “civilizados” (podríamos añadir
que sobre todo de la clase alta gobernante), quienes son los
responsables de todos los daños sufridos por los pueblos indios, tanto en el pasado como en el presente:
Si los indios tienen problemas con la tierra, es porque los “civilizados” les hemos quitado las tierras, si tienen problemas de
salud, es porque les hemos introducido enfermedades antes
desconocidas por ellos, si tienen problemas de alcoholismo,
es porque nosotros los “civilizados” les vendemos la caña (lo
suicientemente cara para arruinarlos), si tienen problemas de
su organización socio-económica, es porque nosotros los “civilizados” los hemos marginado y explotado. Y ahora nosotros
los “civilizados” no sabemos cómo solucionar el problema que
les hemos creado […].73
En su denuncia “Yo, indio guayakí, acuso a los hombres
vestidos”, Meliá evidencia el trato bestial que reciben los indígenas en Paraguay, considerados más bien “animales del monte” que humanos, que pueden ser cazados, acorralados, asesinados, secuestrados y vendidos con una total impunidad e
73
Meliá citado en Margarita Durán, Historia de los pobres del Paraguay, Asunción, oñondivepa, 1972, p. 85.
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indiferencia de las leyes. Los “hombres vestidos” demuestran
un profundo desprecio por la desnudez, interpretada como
símbolo de la barbarie y les incomoda la existencia de los seres no conectados con la “civilización”: “porque se dice que
somos menos de los que somos, lo cual facilitará la eliminación de los ‘rebeldes’ que no se acojan pronto a la cárcel de la
civilización”.74
De hecho, para los indígenas la civilización no signiica más
que la destrucción física y simbólica de sus vidas y su hábitat.
Despojados de sus tierras, que los mestizos roban “con sólo
papeles”, destruida la lora y la fauna: “se llevan todo de la selva porque es de nadie, pero no nos permiten comer sus vacas
porque son propiedad privada”; los indígenas se convierten
en despojos humanos, hambrientos, enfermos, encerrados en las
reservas o tirados en las calles de las grandes urbes. Como tales
son, posteriormente, objeto de acciones caritativas y de políticas indigenistas que intentan resolver el “problema del indio”,
como si fuera el mismo indio culpable de su situación: “porque me han anulado mis medios normales de vida, y ahora me
hacen caridad como a pobre”, “porque intentan hacerme que
entre en la civilización, pero por la puerta de la servidumbre y
del peonaje”.75
Meliá no es el único quien acusa a “los hombres vestidos”,
de hecho encontramos múltiples escritos y testimonios desgarradores que denuncian el etnocidio sufrido por los pueblos
indígenas. El misionero Alejo Obelar, por ejemplo, describe el
74
Bartomeu Meliá, “Yo, indio guayakí, acuso a los hombres vestidos”, en
Suplemento Antropológico, vol. vi, núms. 1 y 2, Asunción, Universidad Católica,
1971, p. 174.
75
Ibid., p. 175.
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robo indiscriminado de tierras indígenas por los terratenientes, justiicado por un darwinismo social todavía pujante en
pleno siglo xx: “el indígena es como maleza: estorba e impide
el progreso”.76 De esta manera, el latifundista paraguayo o extranjero (importante presencia de los brasileños y los menonitas) se convierte en el portador de la luz y de la modernidad,
que gracias a su capacidad emprendedora y al esfuerzo propio
fecunda la tierra liberada de la maleza indígena. El siguiente
testimonio de un Mbyá, recogido por René Harder Horst, nos
muestra la cara real de esta empresa “civilizadora”:
Menonitas con sus tractores comenzaron a aplastar mis plantaciones de caña dulce, no contentos con eso, procedieron a destruir
totalmente las plantaciones, para luego quemarlas. Esta quemazón
se extendió a los cultivos de naranjo, destruyendo unas veinte plantas, de estas plantas llevaron sus frutas por bolsas, y sus personales
prendieron fuego a sementeras.77
La presión terrateniente por las tierras indígenas se impone
sobre la ley y los discursos gubernamentales, lo que lleva a una
hipocresía oicialista: por una parte se aseguran legalmente los
derechos indígenas, se crean institutos como el indi, encargados del reparto y nombramiento de tierras, y por la otra se
hace de la vista gorda ante las usurpaciones privadas y se evitan soluciones reales. Como denuncia Carlino Núñez, jefe de
la comunidad Mbyá de Ranchito, citado por Ramón Fogel:
76
Obelar, “La problemática indígena en el Paraguay”, en Suplemento
Antropológico, vol. xvi, núm. 2, Asunción, Universidad Católica, 1981, p. 8.
77
“Mbyá denuncia quema de sus sementeras y rancho-tapyí”, en Hoy, 9
de agosto, 1988, citado en Horst, op. cit., p. 98.
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Nosotros vivimos en estos montes que nos pertenecen que nos
dio el Creador. Las autoridades también dicen que la tierra que
ocupamos nos pertenece, pero el dueño quiere vender sus tierras
a brasileños y a paraguayos, y a nosotros nos quieren sacar de acá
porque somos pobres; no tenemos dinero. Lo que manda ahora
es la plata, y el pobre ya no puede tener tierra. A los pobres sólo
les resta morir. […] Ellos [indi] me aseguraron que el problema
de la tierra ya estaba resuelto; nos dieron esperanzas, pero seguimos esperando. Ya pasaron dos meses y no aparecen.78
La solución terrateniente al problema de la miseria indígena es la obra de caridad, cuyo objetivo no es desaparecer la
pobreza, sino más bien desaparecer al indígena. Con este in
se reparten a los niños indígenas entre las familias pudientes,
que en teoría deben cuidarlos e inculcarles los modales “civilizados”, “paraguayarizarlos”, y en la práctica los aprovechan
como mano de servicio semiesclavo. Este tipo de “soluciones” son las dominantes en la sociedad paraguaya actual, que
en su mayoría preiere eliminar al indio para resolver el problema que tiene con éste, pues lo considera un claro estorbo
tanto económico como nacional, que al no ser mestizo no
encaja en lo paraguayo. La única solución moral y humana
empezaría por una revolución agraria, medida importante no
sólo para los indígenas, sino también para miles de campesinos paraguayos que sufren calamidades parecidas. Como
indica Alejo Obelar, no se puede olvidar que:
Para que los indios puedan recuperar su identidad étnica; para que puedan desarrollarse como pueblos; para que dejen los vicios y recuperen su potencia física y salud; para que puedan ser hombres
78
Ramón Fogel, El proceso de modernización y el deterioro de las comunidades
indígenas, Asunción, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, 1989, p. 91.
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y cristianos, ellos necesitan tierras, tierras buenas, tierras abundantes,
tierras que nadie pueda disputarles, tierras donde la etnia peregrina
pueda realizarse y proyectarse hacia la patria deinitiva.79
De ahí que mientras las tierras permanezcan en manos de los
latifundistas, ninguna ley ni iniciativa gubernamental puede solucionar “el problema indígena”, al ser más bien una demostración
de buena fe en el ámbito internacional que un empeño real de
garantizar los derechos de los pueblos.
La necesidad urgente de los guaraníes de encontrar nuevas tierras tras los desalojos o tras la destrucción del hábitat
está vinculada con los esfuerzos indígenas por titular las tierras ocupadas. La lucha por la legalización de los títulos de
propiedad comunal de los terrenos los lleva a migrar temporalmente a la capital, donde efectúan acciones de protesta
y presión sobre el gobierno de la República. La población
mestiza urbana reacciona de manera repulsiva a la llegada de
los indígenas a la ciudad, más aún si éstos se asientan en un
espacio visible y céntrico, como las calles y plazas urbanas, al
violar leyes de tránsito, mendigar y “afear” los parques con
sus casas de lona y cartón improvisadas. Por eso, los asentamientos indígenas son desalojados por la fuerza, los transportan a la periferia de la ciudad y los parques y plazas son
cerrados con vallas y candados. El periódico paraguayo abc
Color así denuncia estas prácticas:
¡Qué tristeza volver a ver que nuestros hermanos indígenas vuelven a la capital! Otra vez regresan con sus niños, los engaños de
los que son víctimas, con sus sueños, y otra vez se enfrentan con
79
Paraguay.indb 193
Obelar, op. cit., p. 17. Cursivas mías.
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el desprecio generalizado. […] La cuestión parece ser que no los
veamos y punto. Porque nos afean la ciudad.80
Una vez desalojados de la capital vuelven a empezar su
peregrinación en búsqueda de justicia y tierra, donde asentarse y reproducir la vida comunitaria. Muchas veces este sueño
nunca se cumple, la comunidad se dispersa, los miembros
eligen la migración individual a las ciudades, donde aumentan
las ilas de la población urbana extremadamente pobre, desa
tendida y marginalizada. De hecho, los migrantes al llegar a
la ciudad en la mayoría de los casos no encuentran trabajo,
tampoco viviendas ni servicios básicos. Muchos de ellos, incluidos los niños, viven en situación de calle, con peligro de
alcoholismo, drogadicción, enfermedades y abusos.
Además de las implicaciones económicas y políticas, el fenómeno de la inmigración indígena en las urbes conlleva también sus impactos culturales, psicológicos y lingüísticos tanto
en los individuos, como en las colectividades implicadas. En
cuanto a la psicología del migrante indio, encontramos el sentimiento de desarraigo, de injusticia causada por una migración
frecuentemente forzada, la voluntad de regresar a su tierra y la
depresión por no poder hacerlo. La pérdida de sus territorios,
más allá de una carencia material, signiica la privación de su
mundo ritual y simbólico, y la destrucción de sus raíces como
pueblos. La migración forzada conlleva, además, cambios violentos relacionados con las prácticas culturales, con el entorno,
modelos de liderazgo, roles de género, alimentación, salud,
80
Patricia Sanabria, “Indígenas en Asunción”, en abc Color, 10 de mayo,
2012. En http://www.abc.com.py/lectores-opinan/indigenas-en-asuncion400090.html (fecha de consulta: 15 de mayo, 2012).
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 195
etc. Al mismo tiempo que los indígenas tienen problemas comunes vinculados con su situación como migrantes, sufren
la discriminación y el rechazo de corte racista por parte de la
sociedad receptora. Las culturas, creencias y cosmovisiones
de más de 17 pueblos indígenas existentes en el país, incluidos los guaraníes, no coinciden con la cultura nacional y, dada
la discriminación, el rechazo y la exclusión que sufren, difícilmente podrían identiicarse con el Estadonación y con la
sociedad mestiza.
La cultura nacional por su parte se muestra discursivamente
orgullosa de sus raíces indígenas, pero en la práctica desestima
a los guaraníes actuales, considerados “premodernos”, “no civilizados”, “holgazanes” y “sucios”, por ende “prescindibles”
para la sociedad moderna. Es simbólico que uno de los asentamientos indígenas más grandes se encuentre en la cercanía de
un botadero urbano de desperdicios,81 así es como la sociedad
misma ve a los indígenas: son residuos humanos desechables,
cuyo lugar está afuera, donde no los vean. Molestan en el campo, puesto que “entorpecen el progreso”, sin embargo tampoco son bienvenidos en las ciudades, al transgredir el orden y la
estética urbanos. Los mismos indígenas frecuentemente asumen esta imagen negativa para autodeinirse, se sienten basura
y como tales se hunden en la autodenigración y el abatimiento:
“‘Nosotros somos basura’ como dijeron los Toba Maskoy, al
verse privados de sus territorios. Es decir, se veían tratados
como basura. El autodesprecio encierra un peligro de extinción que cabalga sobre la desesperanza”.82
Esta localización se justiica también por la ocupación principal de su
población que es la recogida y el reciclaje de la basura.
82
Obelar, “La problemática indígena en el Paraguay…”, p. 12.
81
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La naturaleza racista de la sociedad paraguaya se releja en
los prejuicios étnicos que circulan en todas las capas sociales, aunque con diferente intensidad e impacto. Los estereotipos discriminatorios son naturalizados y difundidos como
verdades objetivas, que justiican la discriminación étnica y la
posición privilegiada de la élite junto con su proyecto económico de expansión territorial y de explotación del indio.
En una encuesta realizada por Schvartzman, en el marco del
Proyecto Marandú, un elevado porcentaje de los encuestados
atribuía cualidades negativas a los indígenas, como la suciedad, la inferioridad, la ineptitud, la peligrosidad, y sólo 18%
declaraba aceptar a un indio en su entorno familiar íntimo
(véanse tablas 3 y 4).
Tabla 3. Opiniones sobre los indígenas.
Opinión
Porcentaje nacional
Dep. Caaguazú
Son sucios
30%
45%
Roban y matan
37%
59%
No sirven para
mandar
35%
49%
Son seres inferiores
19%
25%
Son peligrosos por
sus enfermedades
contagiosas
19%
21%
Son como animales
10%
21%
Es una vergüenza
que existan
8%
15%
fuente: Mauricio Schvartzman, “El ‘indio’ y la sociedad:
los prejuicios étnicos en el Paraguay”, en Suplemento
Antropológico, vol. xviii, núm. 1, Asunción, Universidad
Católica, 1983, pp. 211, 212 y 217. Elaboración propia.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 197
Tabla 4. La cercanía que uno se permitiría con un indígena.
Cercanía
Esposo/a
Compadre
Amigo
Vecino
Compañero de trabajo
Compatriota
Nada de relaciones
Porcentaje nacional
5%
13%
19%
13%
26%
19%
5%
fuente: Mauricio Schvartzman, “El ‘indio’ y la sociedad:
los prejuicios étnicos en el Paraguay”, en Suplemento
Antropológico, vol. xviii, núm. 1, Asunción, Universidad
Católica, 1983, p. 233.
Esto signiica que la gran mayoría de los paraguayos no
aceptaría al indígena en sus relaciones personales, más aún,
sólo 19% lo consideraría compatriota y 5% no toleraría ningún tipo de contacto con él. Estos porcentajes diieren dependiendo de la zona y nivel de educación de los encuestados, al
ser la capital y un nivel de estudios alto los que condicionan
mayores índices de tolerancia. Así, por ejemplo, en Caaguazú
100% de los encuestados rechaza al indio en las relaciones
familiares, en Asunción 100% acepta alguna relación, por lo
menos como compatriota, y en Villarrica hasta 13% no acepta
ningún tipo de relación. Los departamentos con mayor porcentaje de discriminación, según la encuesta, son Estigarribia,
Caballero y Caaguazú, donde más del 85% de sus habitantes
expresa opiniones negativas sobre el indígena. Los prejuicios
pueden ser encubiertos, naturalizados e inconscientes, en esta
situación los encuestados no se consideran a sí mismos de ninguna manera racistas: (58% de todos los prejuicios); o maniiestos y conscientemente declarados que pueden, incluso, desem-
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bocar en la violencia (24%). Sólo 18% de los encuestados no
declaró ningún tipo de prejuicio hacia el indio.
También en las encuestas que hice durante mi investigación de campo en Asunción, el mes de septiembre de 2012,
destacan voces abiertamente discriminatorias, aunque minoritarias, que describen a los indígenas como: “primitivos
habitantes del país”, a los que “les falta cultura”; “puercos
y poco higiénicos, hecho que no se puede justiicar por la
pobreza”. La mayoría de los encuestados no expresó las opiniones abiertamente negativas, sin embargo, marcó cierta
distancia con el objeto de su deinición: “los seres humanos
con costumbres diferentes”, “viven apartados”; y subrayó su
papel histórico en el pasado mas no en el presente: “nuestros
antecesores”; “precursores de nuestra cultura”. Muy pocos se
enfocaron en el indígena actual y si lo hicieron fue para destacar su situación deplorable: “son olvidados por los gobernantes y abandonados”; “discriminados”; “gente muy sufrida”; y
sólo una persona mencionó el potencial positivo de la población indígena: “pueden enseñar mucho de la naturaleza”. En
las entrevistas más detalladas, se hizo evidente esta distancia
frente al indígena, visto como el Otro incomprensible, que difícilmente podría ser considerado compatriota, un paraguayo
como todos los demás. Incluso en las conversaciones con las
personas de alto nivel de educación, funcionarios públicos,
se iltraba inconscientemente esta tendencia, como podemos
ver en las palabras de Aída Torres de Romero de la Comisión
Nacional de Bilingüismo: “Acá no hace falta ni irnos lejos
hacia el Chaco paraguayo, está una ciudad llamada Filadelia.
[...] Especíicamente fue una colonia menonita, y es una ciu-
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 199
dad donde hay menonitas e indígenas, muy pocos paraguayos”.83 Así,
llegamos a la paradoja de que la sociedad que se autopercibe
como descendiente de los gloriosos guaraníes, desconozca
y rechace como ajeno al guaraní actual. De esta manera, los
únicos con derecho a llamarse actualmente la “raza/pueblo
guaraní” serían los paraguayos mestizos, mas no los auténticos pueblos guaraníes que son reducidos a ser simplemente
“indígenas”, uno quisiera decir: “alienígenas”.
No sorprende que tampoco los pueblos originarios quieran
reconocerse como ciudadanos paraguayos y que se opongan a
la integración etnocida. Aunque cada vez más se ven obligados
a interactuar con la sociedad nacional a in de defender sus
derechos, denunciar los abusos, o por causa de las migraciones
forzadas, sin embargo están lejos de considerarse parte de lo
paraguayo, y mucho menos asumir el papel de “antepasados”
impuesto por los mestizos. De ahí que parece comprensible la
postura de los líderes indígenas reunidos en el II Encuentro
de la Nación Guaraní en Jaguatí, departamento Amambay, en
marzo de 2011, quienes decidieron “no considerar el Bicentenario de la Independencia del Paraguay como aniversario para
celebrar, porque para ellos sólo fueron 200 años de despojo,
discriminación, humillación, avasallamiento, persecución, saqueo y muerte”.84
83
Entrevista con Aída Torres hecha por la autora en Asunción, el 26 de
septiembre, 2012. Cursivas mías
84
Gaska, op. cit., p. 26.
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200 Gaya Makaran
***
Como hemos visto, el mestizaje, más que un fenómeno meramente biológico, es un acontecimiento cultural y social, como
también un proyecto ilosóico y político que ha deinido la
identidad paraguaya en particular y la latinoamericana en general. La idea del mestizaje ha sido un instrumento de defensa
contra los procesos centrífugos que amenazaban a las jóvenes
repúblicas, que por medio de ésta buscaban un denominador común para su diversidad interna, a in de construir y/o
fortalecer la unidad nacional. En su búsqueda de la unidad,
muchas veces entendida erróneamente como uniformidad, las
jóvenes repúblicas latinoamericanas apostaron por las políticas del mestizaje integrador, que tenía como objetivo disipar
las diferencias culturales, desaparecer al Otro: indio o negro,
a in de construir naciones a la imagen y semejanza de la Europa occidental.
Según los proyectos nacionalistas, el mestizo, unión perfecta entre lo europeo y lo nativo, personiicaba una nueva
identidad, la nacional, necesaria para legitimar la existencia
de nuevos estados. Se trataba de una identidad mestiza, una
identidad étnica única que tenía como objetivo desvanecer las
diferencias raciales de su población. Un “mestizo deseable”
seguía el patrón civilizatorio occidental (su legado “blanco”),
mientras subrayaba sus raíces prehispánicas encarnadas en el
folclore, tradiciones y algunas costumbres (su legado “indígena”). La siguiente cita del antropólogo mexicano Bonil Batalla ilustra perfectamente esta gran contradicción del discurso
nacionalista latinoamericano:
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 201
Los constructores de Teotihuacán y de Chichén Itzá devinieron
ancestros ilustres de los no indios, y los indios, una vez más,
quedaron al margen de la historia. Hasta llegar a la paradoja
entre el nacionalismo y el indigenismo en la cual todos los mexicanos somos descendientes de Cuauhtémoc, menos los indios, que
tienen que “integrarse” (es decir, dejar de ser indios) para ser
también legítimamente, hijos de Cuauhtémoc.85
La identidad mestiza, promovida por los intelectuales y
gobiernos nacionalistas latinoamericanos, ha sido excluyente,
al negarles el derecho a existir a muchas comunidades humanas que no cumplían con el patrón único del ser nacional.
En el caso de Paraguay, el relato nacionalista sobre el mestizaje demuestra algunos rasgos propios, además de las características anteriormente descritas, compartidas con otros países
latinoamericanos, como la insistencia en el carácter pacíico y
amoroso de la Conquista y amistoso-familiar de la Colonia; la
teoría de la blanquitud del mestizo paraguayo o por el contrario de su guaranización; la falsa creencia de la temprana y “natural” desaparición del indio o la existencia de sólo un mestizaje
prototípico, etc. Todos estos elementos de la narración construida por el discurso nacionalista sirven a un solo objetivo: la
construcción de una identidad nacional uniicadora, fuente de
orgullo, que encubra las relaciones de explotación y dominio
tanto en el pasado como en el presente. El mestizaje mítico
sugiere la desaparición del Otro diferente en una mezcla igualitaria de sangres y culturas, en un ejército de sujetos étnicamente idénticos que comparten un destino nacional común,
sin sobresaltos ni divisiones. Lo que se pretende ocultar es la
Bonil Batalla, “Historias que no son todavía historia”, en Historia ¿para
qué?, México, Siglo xxi, 2005, p. 233.
85
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202 Gaya Makaran
desigualdad socioeconómica de estos sujetos que, en realidad,
ni son idénticos ni comparten nada con las élites que difunden
la mitología nacionalista. Es imposible olvidarse de las isuras
que aparecen en la imagen de aquel abstracto mestizo paraguayo: son el indio y el campesino, despojados de sus tierras
y perseguidos por la modernidad asesina; son las clases bajas
de las ciudades malvivientes sin salud ni educación; son las
mujeres de todos los estratos, abandonadas a su suerte por el
conservadurismo religioso; mientras todos ellos existan serán
una prueba innegable de la falsedad y la perversidad del discurso elitista sobre el mestizaje.
Otra de las cuestiones a deliberar sería el presunto carácter
guaraní de los mestizos paraguayos: ¿es Paraguay un “país/
nación guaraní” según Natalicio González? De ser así, ¿comparte esta “raza guaraní” la misma cultura que los guaraníes
históricos y los actualmente existentes? Como hemos visto,
la discusión entre los intelectuales de la época nacionalista
fue larga y nutrida: unos negaban la importancia del factor
indígena en la formación nacional y otros, al contrario, lo
consideraban esencial. Hoy en día el debate continúa y no parece estar resuelto, igual que en el pasado hay quienes niegan
el aporte guaraní (“el mito hispano”) y quienes lo destacan (el
“mito guaraní”), controversias fomentadas por la falta de una
investigación histórica y etnográica suiciente para comprobar las hipótesis.
Así por ejemplo, el trabajo de los antropólogos norteamericanos Elman y Helen Service86 indica el carácter completamente hispano de los paraguayos, donde la herencia guaraní
86
Véase Elman y Helen Service, Tobatí: Paraguayan Town, Chicago, The
University of Chicago Press, 1954.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 203
se reduciría sólo a la lengua (como si fuera poco e insigniicante) y algunos elementos residuales de poca importancia.
Se subraya que incluso las costumbres o la medicina popular
son de raíz española, a consecuencia de una rápida, temprana
y armónica hispanización de los paraguayos. Estas observaciones fueron respaldadas por otro antropólogo norteamericano Julian H. Steward, quien airmaba: “Se ha estereotipado
la falsa noción de que los paraguayos son esencialmente un
pueblo indígena Guaraní, o sea que la herencia cultural, lingüística y física o biológica del pueblo moderno, deriva de los
indios guaraníes aborígenes”.87
Este “mito hispano” es fuertemente cuestionado por los
antropólogos paraguayos, entre ellos Chase-Sardi, quien critica al matrimonio Service: “El trabajo más extenso y serio realizado en una comunidad paraguaya, Tobatí, por lo esposos Service, llega a conclusiones sumamente dudosas. […] Guiados
por el prejuicio de que la cultura paraguaya es un trasplante de
la baja cultura española del siglo xvi, airman la no existencia,
a excepción de la lengua, de todo rasgo indígena guaraní”.88
También León Cadogan89 señala una serie de errores en los
planteamientos de los antropólogos norteamericanos quienes, según él, no pudieron entender bien la cultura paraguaya a causa de desconocer la lengua guaraní. Los antropólogos
como por ejemplo Cadogan, Chase-Sardi, Susnik, Meliá, Fo87
Julian H. Steward, El pueblo paraguayo. Historia paraguaya, Asunción,
Anuario del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, 1956, p. 90.
88
Miguel Chase-Sardi, Aproximación a la antropología social paraguaya, París,
Mundo Nuevo, 1969, p. 39.
89
León Cadogan, Tradiciones guaraníes en el folklore paraguayo, Asunción, Fundación “León Cadogan”/ Centro de Estudios Paraguayos “Antonil Guasch”,
2003.
Paraguay.indb 203
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204 Gaya Makaran
gel o Guillermo Sequera destacan la existencia de importantes
huellas que dejó la cultura guaraní tanto en las tradiciones y la
cosmovisión popular paraguaya, como en la medicina tradicional, alimentación, agricultura e incluso en la cultura política. Según ellos, es sobre todo el campesinado paraguayo que
más inluencias guaraníes demuestra, al constituir incluso una
“etnia aparte” (Sequera), diferente y diferenciada tanto de lo
indígena como de lo paraguayo urbano.90 Ramón Fogel, por
su parte asegura que toda la sociedad nacional está permeada
por el legado guaraní, relejado en diferentes formas socioculturales, y mientras no pierda este rasgo distintivo permanecerá propiamente paraguaya: “[…]podemos airmar que el
Paraguay vivirá mientras la cultura criolla exprese la herencia
guaraní, en la medida que nuestro patrimonio cultural es parte
importante del patrimonio guaraní”.91
No es nuestro objetivo mostrar aquí las evidencias etnográicas ni los detalles de las investigaciones mencionadas,
aunque nos parece importante indicar la necesidad urgente de
un estudio honesto y profundo de dichos temas que, como
señalan los mismos antropólogos, todavía deja bastantes campos blancos. De nuestro propio examen, basado tanto en las
entrevistas y encuestas directas, como también en las fuentes
antropológicas, se desprenden a las siguientes observaciones:
existe una dualidad evidente entre la realidad y la autoimagen
de los paraguayos formada por el discurso nacionalista mitii90
Véase también Miguel Chase-Sardi, “Cultura guaraní y cultura campesina: nexos apenas estudiados”, en Suplemento Antropológico, Revista del
Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica, vol. xxv,
núm. 1, Asunción, junio de 1990, pp. 51-84.
91
Fogel, Los pueblos guaraní en la formación..., p. 10.
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Mestizaje. La raza guaraní y la desaparición del indio 205
cado; no se puede hablar de la sociedad paraguaya en abstracto, sin distinción de clases y sectores; tampoco la innegable
persistencia del legado guaraní en la cultura popular paraguaya
justiica llamarla guaraní ni mucho menos compararla con las
culturas indígenas actuales. De esta manera, coincidimos con
Bartomeu Meliá que “no es de ninguna manera la llamada ‘raza
guaraní’ un elemento deinidor del ser nacional’”,92 primero,
porque como hemos visto, en la etnogénesis de la sociedad paraguaya el aporte biológico guaraní no es ni el único ni siquiera parece ser el predominante después de la Guerra Grande;
segundo, porque los vastos sectores sociales no demuestran
rasgos evidentes de la inluencia guaraní, excepto la lengua
que tampoco se conserva en su forma original y es más bien
un constructo mixto (véase el siguiente capítulo); y tercero,
porque la sociedad nacional vive física y moralmente separada
de las poblaciones indígenas guaraníes actuales, al grado de
no considerarlas compatriotas ni siquiera humanas. Esto no
quiere decir que estemos negando la importancia de la inluencia guaraní que ha recibido Paraguay a lo largo de su proceso
formativo, un hecho indiscutible, sólo estamos cuestionando
la legitimidad de los planteamientos nacionalistas cuando deinen el “ser nacional” como guaraní tal cual. Igual que en el
caso mexicano, criticado por el ya citado Bonil Batalla, donde
el mestizo usurpa el legado azteca al mismo tiempo negándoselo al indio, en Paraguay es el paraguayo el depositario de
la cultura guaraní, mientras que rechaza al guaraní realmente
existente. Esto provoca confusiones, puesto que al hablar de
la “nación guaraní”, la “cultura guaraní”, la “lengua guaraní”
no sabemos si se reirieren a lo paraguayo mestizo o a lo gua92
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Meliá, Una nación, dos culturas…, p. 59.
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raní indígena, categorías, como hemos visto, muy diferentes.
Esta tendencia queda relejada en las respuestas que nuestros
encuestados dieron a la pregunta por la cultura guaraní. Ninguno señaló qué podría ser la cultura indígena, todos sin excepción
apuntaron a la cultura paraguaya: “tradiciones y costumbres paraguayas”, “símbolo del país”, “descendencia y el origen del
paraguayo”, “propia de Paraguay”, “identiica al paraguayo y
expresa sentimientos”. Así, pudimos comprobar el triunfo del
discurso nacionalista sobre la cotidianidad y la autopercepción
de los paraguayos, la autopercepción que, sin embargo, resulta
ser mucho más compleja de lo sugerido, tema que desarrollaremos en el siguiente capítulo.
Paraguay.indb 206
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CAPÍTULO III.
BILINGÜISMO
DOS SANGRES DOS IDIOMAS
El bilingüismo es el mito nacional no sólo popular entre los
mismos paraguayos, sino el más generalizado sin duda en el
extranjero. Si por algo se conoce a Paraguay internacionalmente es por su presunto carácter bilingüe. Éste es un verdadero triunfo del discurso nacionalista, que en este caso traspasó las fronteras y logró moldear de manera duradera el
imaginario mundial, el bilingüismo se convirtió en una “marca” propia de los paraguayos.
1. bilinGüismo mítico
El mito del bilingüismo está estrechamente relacionado con los
mitos de origen, los cuales explotan la idea de la alianza hispano-guaraní y del mestizaje idílico. Así, el encuentro y la unión
física de dos “razas”, representadas por sus dos respectivas
lenguas, resultaría en el surgimiento de una población no sólo
mestiza sino también bilingüe. Ésta es la imagen promovida
por algunos autores nacionalistas como Natalicio González,
Paraguay.indb 207
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208 Gaya Makaran
quien asegura: “De la madre india ha heredado el paraguayo
el idioma guaraní, y del padre español la lengua de Castilla.
Desde la más tierna infancia modula ambos idiomas, con un
ligero predominio del español en las ciudades, y un evidente
predominio del guaraní en las aldeas”.1 Según los planteamientos nacionalistas, a la par del mestizaje biológico se dio en Paraguay el mestizaje lingüístico que, paralelamente a la mezcla
sanguínea, ayudó a compatibilizar la “tesis” castellana con su
“antítesis” guaraní y abrió paso a la convivencia armónica de
los dos:
Con el mestizaje de la sangre adviene el mestizaje de hábitos y
caracteres. La población se hace bilingüe, y al producirse la convivencia del guaraní con el castellano, se marcha a la fusión de
una serie de valores contradictorios. […] Entre el español y el
guaraní surge la misma antítesis que en el orden geográico:
en guaraní marcha el pensamiento al revés que en castellano.
Como cada lengua supone una lógica propia, un orden peculiar
de razonamiento, es natural que el silogismo español, derivado de
la gran tradición greco-latina, sea diferente del silogismo guaraní,
fruto espontáneo del suelo americano. Y bien, el paraguayo es
un ser en que se resuelve en una armonía profunda la antítesis
lingüística, así como en la patria física de los paraguayos se resuelve por otra armonía también profunda la antítesis geográica.2
De esta manera, el bilingüismo es la ilustración simbólica
del mestizaje: una mezcla étnica espontánea, equitativa y libre de
imposiciones de la cual surge el ser paraguayo contemporáneo: un europeo con la identidad guaraní.
1
Natalicio González, Proceso y formación de la cultura paraguaya, Asunción,
Guarania, 1948, p. 21.
2
Ibid., pp. 21 y 295.
Paraguay.indb 208
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Bilingüismo. Dos sangres dos idiomas
209
Al mismo tiempo, el mito vincula de manera indisoluble el
supuesto bilingüismo paraguayo con la identidad nacional, al
convertirlo en un rasgo original y único en la escala mundial,
una herramienta infalible contra la dispersión social. Ha sido
sobre todo el discurso nacionalista bélico el que ha subrayado
la importancia del guaraní como lengua identitaria de los paraguayos.3 Durante la Guerra Guasu como en la Guerra del
Chaco, se intensiica la difusión de mensajes enardecedores
en lengua vernácula. Según aquel discurso, aianzado posteriormente por Natalicio González, los paraguayos conforman una “raza de guerreros” destacable por su belicosidad
cuyo idioma, por consecuencia, se convierte en “lengua de
guerreros”, la única que “sabe inspirar ese ardor bélico que
dio tanta celebridad a la raza guaraní”.4 Así, la famosa revista de trinchera Centinela apuesta por el guaraní como lengua
propia, que une a los paraguayos con sus antepasados guerreros guaraníes:
¡Sí! Hablaremos en nuestro idioma, no nos correremos, como
el grajo, de nuestra propia lengua ni tomaremos las plumas de
otras aves para adornarnos, desdeñando las nuestras. Cantaremos en guaraní nuestros triunfos y nuestras glorias, como cantaron en otro tiempo su indómita bravura, los descendientes
de Lambaré y Yanduazubí Rubichá.5
3
Véase Lustig Wolf, “¿El guaraní, lengua de guerreros? La ‘raza guaraní’ y el
avañe’ê en el discurso bélico-nacionalista del Paraguay”, en Estudios Paraguayos,
Revista de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”, vols.
xxvi y xxvii, núms. 1 y 2, Asunción, 2008-2009, pp. 223-237.
4
Centinela, núm. 4, 1867, p. 3.
5
Loc. cit.
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210 Gaya Makaran
Encontramos aquí una primera indicación de la complejidad del bilingüismo paraguayo, mucho menos armónico y
equitativo de lo predicado por Natalicio González: es el guaraní y no el castellano, el vehículo emocional del pueblo, el
que trae consigo toda la memoria histórica y sentimental de
los paraguayos. Paradójicamente, el mismo pensador colorado parece olvidarse del bilingüismo cuando en su colección
de ensayos Ideología guaraní de 1958, proclama al guaraní y sólo
guaraní, el símbolo de la nación: “la bandera hecha verbo”; su
base espiritual y física: “una de las fuentes vivas de la nacionalidad”, al ser la nación paraguaya la “comunidad de la sangre
y del idioma”.6
El mito del bilingüismo logró permear distintos ámbitos,
por lo cual no sorprende escucharlo en los discursos oiciales,
en las escuelas, en los medios de comunicación e incluso en la
academia. Que nos sirvan de ejemplo los siguientes fragmentos del artículo supuestamente educativo “El bilingüismo en
el Paraguay” publicado por el diario abc Color en la sección
“Antropología social y cultural”.7 En el texto se indica que
el bilingüismo paraguayo “marca la originalidad cultural” de
la nación, “ijada mediante un proceso de aportes y asimilaciones mutuas entre los conquistadores y nuestros ancestros,
sin sufrir un brusco despojo de sus raíces ancestrales”. Reaparece aquí la historia idealizada del encuentro lingüístico
hispanoguaraní, durante el cual se dio el intercambio pacíico entre los dos sistemas idiomáticos y que, en la actualidad,
6
Natalicio González, Ideología guaraní, México, Instituto Indigenista Interamericano, 1958.
7
ABC Color, “El bilingüismo en el Paraguay”. En http://archivo.abc.
com.py/2005-11-11/articulos/215860/el-bilingismo-en-el-paraguay.
Paraguay.indb 210
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Bilingüismo. Dos sangres dos idiomas
211
sigue el camino marcado por la tradición histórica de respeto
y enriquecimiento mutuo: “Mientras los españoles introdujeron su lengua, los tupí guaraní la asimilaron y enriquecieron
con la suya: el guaraní. […] La lengua guaraní convive con el
castellano en relación armoniosa, enmarcada dentro de un
cuadro jurídico que garantiza la igualdad y la equidad para
ambas lenguas en el territorio nacional”.8
2. historia linGüística de paraGuay
La situación lingüística de las tierras paraguayas a la llegada de
los españoles coincidía con la diversidad étnica y política de los
pueblos indígenas habitantes de la provincia. Como no existía
un solo pueblo guaraní, tampoco podía tratarse de una sola
lengua, aunque la mayoría de ellas perteneciera a la misma familia lingüística. En realidad, el guaraní con el cual se toparon
los conquistadores correspondía al dialecto cario de la población cercana al futuro fuerte de Asunción. Con el tiempo y el
progreso de la conquista y la colonización se formaron tres
tipos diferentes del guaraní: el paraguayo (mestizo), el misionero (clásico) y el nativo.9 Salvo el último, las demás versiones
8
Loc. cit.
Véase por ejemplo Germán Granda, Sociedad, historia y lengua en el Paraguay,
Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1988 y Gérard Gómez, El pluriligüismo paraguayo. Un fenómeno que enlaza y separa. Evolución de la lengua guaraní y proceso de
jerarquización lingüística, Asunción, Servilibro, 2006. Los diferentes procesos
de la formación lingüística del guaraní explican la actual diferencia entre el
guaraní paraguayo y el indígena, como también las diferencias de escritura.
Fueron los franciscanos (Luis Bolaños y Francisco Solano) y luego los jesuitas
(Ruíz de Montoya), quienes transcribieron y normalizaron el guaraní oral y le
dieron el estatus de una lengua escrita y culta. Fueron autores de varios textos
9
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lingüísticas eran formas coloniales, surgidas de las relaciones
propias de la conquista y de la evangelización forzada. Los
castellanohablantes aprenden y reproducen la lengua nativa
conforme a sus propios intereses de explotación económica
o de imposición religiosa. De hecho, con la conquista el guaraní autóctono es reinterpretado, resemantizado y mutilado
para que releje la cosmovisión del nuevo amo y permita el
conocimiento del otro con el objetivo de su colonización espiritual y mental.10
Otro de los fenómenos destacables propios de Paraguay
es la progresiva guaranización de los criollos-mestizos, para
los que el guaraní pronto se convierte en su lengua materna,
al sustituir el uso del castellano. Dado el escaso número de
los peninsulares, el aislamiento geográico de la provincia y su
poca importancia para la administración colonial, la predominancia del idioma nativo se hace evidente a tal grado que el
castellano sólo es usado por una pequeña élite de los letrados
religiosos en guaraní, como también de los diccionarios y gramáticas. No hay
que olvidar, sin embargo, que el guaraní misionero se diferenciaba del guaraní
mestizo y del guaraní indígena, entre otros por la resemantización que se le
dio para relejar la doctrina cristiana. Después de la expulsión de los jesuitas,
la incorporación de los indígenas reducidos al campesinado fortaleció el uso
del guaraní en el campo.
10
Véase Bartomeu Meliá, La lengua guaraní del Paraguay. Historia, sociedad y
literatura, Madrid, mapfre, 1992. El guaraní femenino era diferente del guaraní
masculino, además en la situación de dominación quedó vacío de contenidos
políticos y religiosos propios y potencialmente rebeldes. Dice Meliá: “La nueva
lengua guaraní paraguaya está cargada de los grandes silencios de las mujeres
convertidas en servidoras. Expatriadas de su propia tierra”. Bartomeu Meliá,
“Diglosia en el Paraguay o la comunicación desequilibrada”, en Suplemento
Antropológico, vol. viii, núms. 1 y 2, Asunción, Universidad Católica, 1973, pp.
133-140 y 138.
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213
para el contacto con el exterior, mientras que el guaraní se
convierte en la lengua exclusiva de uso interno. Como airma
Bartomeu Meliá: “Hasta principios del siglo xx el Paraguay
fue monolingüe guaraní. Fue la ‘segunda colonización’ la de
los nuevos inmigrantes la que puso de pie el proyecto de castellanización”.11 De ahí que el mestizaje biológico y cultural
no fue acompañado de ninguna manera con un bilingüismo
generalizado, todo lo contrario: fue más bien aquel guaraní
“mestizo” el que se impuso de forma aplastante sobre el castellano. Según el testimonio del padre José Cardiel en 1758:
En una y otra ciudad, los más saben castellano, pero en las villas
y en todas las poblaciones de campo, chacras y estancias no se
habla ni sabe por lo común, especialmente entre las mujeres,
más que esta lengua corrupta […] me fue necesario aprender
esta tan adulterada lengua para darme a entender, porque la
propia guaraní no la entendían, y menos el castellano […].12
Encontramos aquí la mención del carácter especíico del
guaraní hablado en la Colonia, un ente lingüístico nuevo difícilmente comparable con la lengua prehispánica, pero aún
menos con el castellano, que terminó desembocando en formas mixtas actuales como yopará (jopará). El monolingüismo
guaraní de la Provincia de Paraguay se mantuvo durante toda
la época colonial, y siguió sin mayores cambios en la tormentosa época de luchas independentistas. Por lo cual no sorprende que Manuel Belgrano, uno de los impulsores de la
independencia rioplatense, motivado por una necesidad práctica, dirigiera cartas a las autoridades y al pueblo paraguayo
11
12
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Bartomeu Meliá, El Paraguay inventado, Asunción, capaG, 1997.
José Cardiel citado en Meliá, La lengua guaraní…, p. 59.
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214 Gaya Makaran
precisamente en guaraní, considerado éste el único idioma
realmente hablado en la Provincia.
La situación lingüística del Paraguay no sufrió mayores
cambios después de la Declaración de Independencia. Podemos decir que en la primera mitad del siglo xix hasta se profundiza el monolingüismo de la población. Uno de los factores a favor del guaraní es el aislamiento del país durante la
dictadura del Dr. Francia, como también el carácter popular
de sus gobiernos. Hay que recordar que los grupos que tenían en la Colonia un manejo relativo del castellano, como la
burguesía comercial o la oligarquía terrateniente, fueron eliminados o marginalizados por la dictadura. Como consecuencia de
lo mencionado, en el Paraguay de la década de los cuarenta del
siglo xix se hablaba mayoritariamente guaraní, según el testimonio de Graham de 1846:
Este idioma es de uso tan general que nunca se habla español,
y sólo con los extranjeros, siendo, en el interior, la gran masa
de la población tan ignorante del español que es necesario
tener un intérprete incluso para pedir un vaso de agua. […]
hasta en Asunción hay gente que no lo conoce en absoluto
[el español]. Los decretos y leyes del gobierno se publican en
español, que se usa también para dar órdenes en el ejército, y se
lo enseña en las escuelas, a las que todos los niños varones del
país deben ir forzosamente, hasta que aprenden [a] leer y [a]
escribir. Mas después de dejar la escuela, quizás nunca más lo
escuchen, pues no tienen libros para leer; hay muy poco papel
para escribir de vez en cuando, con la excepción de irmar sus
nombres y, generalmente, antes de cumplir 21 años ya olvidaron todo lo que aprendieron en la escuela.13
13
Graham citado en ibid., p. 162. Existen también testimonios de los hermanos Robertson de 1838 sobre el uso casi exclusivo del guaraní en Paraguay:
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215
El primer gran esfuerzo de castellanización de los paraguayos, unido a una campaña de desprestigio hacia el guaraní, tiene
lugar después de la muerte del Dr. Francia, durante el gobierno
de Carlos Antonio López. En 1848 se oicializa el castellano
como la lengua única del Estado y de la enseñanza en todos
sus niveles. La persecución de la lengua vernácula se evidenció
sobre todo en las escuelas, donde los alumnos eran obligados a
comunicarse exclusivamente en español, con penas de castigos
físicos y humillaciones públicas de no hacerlo así:
Se prohibía hablar en ella, en horas de clase, el guaraní, y a in
de hacer efectiva dicha prohibición, se habían distribuido a los
cuidares o iscales unos cuantos anillos de bronce que entregaban al primero que pillaban conversando en guaraní. Éste los
traspasaba a otro que hubiera incurrido en la misma falta y así
sucesivamente, durante toda la semana hasta el sábado en que se
pedía la presentación de dichos anillos, y cada uno de sus poseedores como incurso en el delito, llevaba el castigo de cuatro
o cinco azotes.14
¿A qué se debía este esfuerzo repentino y sin duda absurdo
de erradicar la única lengua hablada por la población, y sustituirla a golpes por un idioma extranjero generalmente desconocido? La explicación está en los esfuerzos de apertura y
modernización emprendidos por el presidente López, quien,
siguiendo las ideologías de su época, creía profundamente
en la superioridad de la civilización occidental, representada
lingüísticamente por el castellano y le imputaba al guaraní la
barbarie, el retraso y la imposibilidad del desarrollo moderno.
véase John Parish y Guillermo Robertson, La Argentina en la época de la Revoución, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1920.
14
Juan Crisóstomo Centurión citado en Meliá, La lengua guaraní…, p. 166.
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Según aquellos planteamientos, los pueblos “civilizados” hablaban las lenguas “civilizadas” y a través de ellas eran capaces
de alcanzar la universalidad, vedada a las lenguas “bárbaras”.
En la práctica, la misión civilizadora del presidente López no
tuvo mayor impacto en la población que siguió hablando guaraní, su única lengua materna, mientras que el castellano se
convirtió en el sinónimo de lo ajeno y amenazante, aprendido
“a puros azotes” en las escuelas, cuyo uso secundario estaba
masculinizado y limitado a los centros urbanos y a la posición
social elevada. Además, la incorporación de los indígenas en
la población campesina “mestiza”, provocada por el decreto
presidencial de 1848, tuvo un efecto paradójico al fomentar el
habla guaraní en la sociedad paraguaya.
Las políticas lingüísticas de Francisco Solano López habrían seguido el camino trazado por su padre, sin embargo,
el estallido de la guerra cambió las circunstancias históricas y
evidenció la necesidad de apelar a los sentimientos más profundos del pueblo para la movilización y la defensa eicaz. De
esta manera, el guaraní vuelve a ser la lengua predilecta del
gobierno y un vehículo de la incipiente identidad nacional. Se
editan discursos, ordenanzas y periódicos, se cantan canciones y escriben poemas todos en guaraní. Las así llamadas revistas de la trinchera como Centinela, Cabichuí, Cacique Lambaré
ascienden el guaraní al rango de otras lenguas modernas, al
difundirlo de forma escrita. El mismo mariscal López daba
sus discursos en guaraní, sobre todo cuando se dirigía a los
soldados rasos, en su mayoría monolingües, al establecer la
lengua vernácula como el idioma secreto de las acciones militares. Fue también la guerra la que catapultó el guaraní a convertirse en una lengua nacional no sólo “en sí” sino “para sí”.
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Como testiica Juan Crisóstomo Centurión: “El drama hondo
y terrible, la tragedia singular de aquella época los sufrió así el
pueblo paraguayo en guaraní. Era la lengua en que lloraban
las mujeres de la ‘residenta’ y en la que odiaban y peleaban los
varones de nuestra tierra”.15
La época de la posguerra fue difícil no sólo para la población paraguaya, sino también para el idioma guaraní. Fieles
a una ideología racista que identiicaba las culturas y lenguas
autóctonas con la barbarie, el atraso y la superstición peligrosa, los “reconstructores” liberales de la patria apuntaron
por la desguaranización del paraguayo como condición necesaria para su progreso social. De esta manera, Juan Decoud, el segundo jefe de la Legión Paraguaya, airmaba en
el primer número de su revista La Regeneración: “Ya se ha dicho que nuestro pasado es el jesuitismo, el feudalismo de la
Edad Media, el terror, el fanatismo, los dogmas del odio y
el guaraní: espantosa creación de la ignorancia, del retroceso, digno
de ser aplaudido por los apóstatas que servían de él como
enemigo de todo progreso y civilización”.16 La corriente positivista
que encontraba sus seguidores tanto entre los liberales como
entre los colorados, identiicaba todos los padecimientos del
país con su “esencia guaraní” incompatible con la modernidad deseada. Así por ejemplo, Manuel Domínguez, conocido
por sus aportes al discurso nacionalista en cuanto al origen
racial del paraguayo (El alma de la raza de 1917), denunciaba
al guaraní como “el gran enemigo del progreso cultural del
Paraguay”. Estas premisas fueron plasmadas en la educación
organizada por maestros formados en Argentina conforme
15
16
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Juan Crisóstomo Centurión citado en ibid., p. 169.
Juan Decoud citado en ibid., p. 170. Cursivas mías.
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a la ideología del momento, quienes prohibían tajantemente
el uso del guaraní. Junto con la persecución lingüística tuvo
lugar también un acoso cultural de las costumbres populares
consideradas “bárbaras”. Asimismo no hay que olvidar que
el despoblamiento y la progresiva inmigración extranjera a las
tierras paraguayas propiciaron la castellanización.
A pesar del desprecio generalizado que tenían aquellas élites hacia el guaraní, surgió también un grupo de jóvenes intelectuales, muchos de ellos identiicados con la ya mencionada
Generación novecentista, que intentaron revalorar la lengua y
la cultura materna de los paraguayos y ganarle el prestigio oicial. Fueron los autores de diccionarios y antologías de leyendas y cuentos guaraníes, los que posteriormente aportaron en
el auge del guaraní de los años treinta y lograron vincular el
nacionalismo con la cuestión lingüística.
El gran regreso del guaraní a la escena nacional tiene lugar
durante la Guerra del Chaco, cuando otra vez más la lengua
vernácula se convierte en signo de distinción y fuente del orgullo patriótico. Igual que en la Guerra Grande surgen canciones, poemas, cuentos y obras de teatro en guaraní, que
acompañan a los soldados paraguayos y relatan los pormenores de la lucha. El guaraní se convierte también en la única
lengua de comunicación permitida de la tropa paraguaya, debido a que permite mayor conidencialidad frente al enemigo
boliviano. Más allá de los campos de batalla, los autores nacionalistas-indigenistas desarrollan un discurso cada vez más
favorable para el guaraní y la cultura popular como expresiones genuinas del “espíritu mestizo” de la nación. La gran paradoja de aquella generación de escritores e ideólogos consiste en que la mayoría de sus obras, que alababan al guaraní, fue
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escrita en castellano y su idealización histórica del indígena
no correspondía a tal postura frente al indio contemporáneo.
Fue durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989)
cuando el discurso nacionalista pro-guaraní coincidió con la
necesidad política de legitimación popular del régimen. Como
los colorados construyeron su identidad de partido con base
en la diferencia discursiva con los liberales, el stronismo apostó por “acercarse” al pueblo, mayoritariamente campesino
y guaraníhablante, y condenar las posturas extranjerizantes
asociadas con la élite castellanizada. El guaraní se convirtió
de esta manera en la lengua obligatoria de comunicación política aunque su uso era claramente instrumental, clientelista
y paternalista. Como airma Sara Delicia VillagraBateaux:
“Los partidarios de la dictadura, en búsqueda del apoyo del
campesinado, utilizaron a fondo el guaraní, en su forma esencialmente oral, lo que les permitía transmitir mejor el contenido populista chauvinista de su propaganda”.17
El propósito de estas acciones no fue, sin embargo, el
aianzamiento del monolingüismo guaraní de la población,
sino su sucesiva castellanización disimulada con el nombre
de bilingüismo. La Constitución stronista de 1967 releja muy
bien esta tendencia ambigua: al mismo tiempo que reconoce
el guaraní, junto con el español, como idioma nacional de
los paraguayos, le niega el estatus de lengua oicial reservado
únicamente para el castellano (Art. 5).18 Al mismo tiempo, el
17
Sara Delicia Villagra-Bateaux, Le Guaraní paraguayen: de l’oralité à la langue
littéraire, 1996 (Tesis de Doctorado con la dirección de Saúl Yurkievich, Universidad de París viii-Vincennes), p. 315.
18
Artículo 5. Los idiomas nacionales de la República son el español y el
guaraní. Será de uso oicial el español. Constitución de la República del Pa
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texto constitucional declara que el Estado “protegerá la lengua guaraní y promoverá su enseñanza, evolución y perfeccionamiento” (Art. 92). El reconocimiento del guaraní como
una de las dos lenguas nacionales y su legalización como el
idioma de comunicación oral en la enseñanza básica, abre
la época del bilingüismo institucional paraguayo que podría
parecer revolucionario para su contexto y su época. No podemos, sin embargo, dejarnos seducir por las apariencias: el
carácter de dichas políticas era colonizador y se inscribía en la
larga historia de “modernización” del paraguayo a través de
su desguaranización. El declarado bilingüismo consistía en
emplear la lengua del pueblo para dominarlo mejor y, inalmente, sustituirla por la lengua del opresor.19 Una prueba de
esto puede ser el Programa de Educación Bilingüe de Transición de 1973 aplicado en la escuela primaria, que considera
el uso exclusivamente oral del guaraní con la simultánea alfabetización en castellano con la inalidad de una “transición”
hacia un alumnado completamente castellanizado.
Terminada la dictadura de Stroessner, mas no el stronismo
político, la así llamada democracia paraguaya se aianza con
una nueva Constitución en 1992, la que reconoce el guaraní
como una de dos lenguas oiciales del país (Art. 140).20 De esta
raguay de 1967. En http://pdba.georgetown.edu/constitutions/paraguay/
para1967.html.
19
Como apunta Gérard Gómez: “Paradójicamente, los que dominan necesitan la lengua dominada para ejercer la dominación”. Gérard Gómez,
El plurilingüismo paraguayo un fenómeno que enlaza y separa. Evolución de la lengua
guaraní y proceso de jerarquización lingüística, Asunción, Servilibro, 2006, p. 133.
20
Artículo 140. Paraguay es un país pluricultural y bilingüe. Son idiomas
oiciales el castellano y el guaraní. La ley establecerá las modalidades de
utilización de uno y otro. Constitución Política de la República del Paraguay
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manera, se legaliza el bilingüismo y se dejan las instrucciones
para una reforma educativa conforme al nuevo espíritu de
la Carta Magna. El Artículo 73 establece que la educación
se realizará en lengua materna del educado en los comienzos escolares, para después fomentar el bilingüismo. La Ley
N°28, del mismo año, ija la obligatoriedad de la enseñanza
de los idiomas oiciales en los niveles primario, secundario y
universitario. En 1993 se crea la Comisión Nacional del Bilingüismo con el propósito de elaborar un nuevo programa de
educación bilingüe, y como consecuencia de sus esfuerzos en
1994 tiene lugar la Reforma Educativa expresada en el Plan
Nacional de Educación Bilingüe (pneb), cuyo objetivo declarado es “el logro de un bilingüismo coordinado entre guaraní
y castellano para todos los hablantes.”
La actual situación lingüística del Paraguay representada
en las cifras del último Censo de la Población y Vivienda de
200221 (al cerrar la edición del libro el Censo de 2012 todavía
no brindaba resultados) muestra una gran complejidad. Los
resultados indican que la población monolingüe en guaraní
es de 28.8%, monolingüe en castellano 10%, bilingüe 52.6%,
hablantes de otras lenguas 8.6% del cual 3% constituye el
portugués (véase gráico 1). Si intentamos hacer un cálculo
supericial veremos que más de la mitad de los paraguayos
de 1992. En http://pdba.georgetown.edu/constitutions/paraguay/para1992.
html.
21
Censo Nacional de Población y Vivienda 2002, Dirección General de
Estadística, Encuestas y Censos Paraguay. En http://www.dgeec.gov.py/. Véase
también María Mansfeld de Agüero, Carlos Marino Lugo Bracho, Karina Elizabeth Agüero Mansfeld y Nicholas Gynan Shaw, Bilingüismo y educación bilingüe:
un análisis sociolingüístico de contacto guaraní-castellano en el Paraguay, Asunción, ceaduc,
2011, pp. 17-27.
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es bilingüe, casi 82% de ellos habla el guaraní y 63% conoce
el castellano. Según estos cálculos, el bilingüismo paraguayo,
con una leve predominancia del guaraní, sería un hecho estadísticamente comprobado, sin embargo, como veremos más
adelante, la realidad no resulta tan simple.
Si regresamos a los censos veremos que existen graves disparidades lingüísticas entre el campo y la ciudad: mientras que
50% de la población rural es monolingüe guaraní y los monolingües en castellano (3%) son incluso menos que los lusohablantes (3.4%), entre la población urbana el monolingüismo
en castellano alcanza 15% frente a 13% guaraní. Al comparar
los censos anteriores observamos un pronunciado crecimiento
de la población monolingüe en castellano y la sucesiva disminución de los monolingües en guaraní.22 El fenómeno puede
estar relacionado, entre otros, con la desruralización acelerada del país y, por consiguiente, su desguaranización a favor del
castellano tradicionalmente urbano. Otro de los posibles factores es la preferencia por el castellano de los padres guaraníhablantes como la lengua de prestigio y ascenso social para
sus hijos. Así mientras que en 1982, 40% de la población vivía
en hogares monolingües en guaraní, en 1992 era 38.4% y en el
año 2002 sólo 28.8%. Si vemos la evolución del número de monolingües en castellano veremos la tendencia al crecimiento de
4.4% en 1950 y 6.5% en 1992 a 10% en el año 2002.
22
Según el Censo Nacional de Población y Vivienda de 1992 entre las
personas mayores de 5 años, los monolingües en guaraní constituían 38.4%,
los bilingües 49.6%, los monolingües en español 6. 5% y otras lenguas 5.6%.
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Gráfico 1. Situación lingüística en Paraguay.
fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda 2002,
Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos
Paraguay. En http://www.dgeec.gov.py/ [elaboración
propia].
El breve repaso histórico que acabamos de ver nos lleva a las
siguientes conclusiones: desde la Colonia hasta la Guerra de la
Triple Alianza, es decir, desde el siglo xvi hasta la segunda mitad
del siglo xix, el país era prácticamente monolingüe en guaraní.
Esta lengua indígena, tras experimentar varias modiicaciones
morfológicas y semánticas, se convirtió en el idioma materno
de la sociedad paraguaya incluidos los mestizos y criollos. De
ahí que el guaraní paraguayo a diferencia de las lenguas indígenas como el aymara, el quechua, el quiché, etc., más que un
rasgo étnico de los grupos originarios es un atributo propio
de la sociedad nacional.23 La castellanización generalizada de
23
En sus palabras preliminares Ramiro Domínguez, coordinador general de
la cnb, habla del guaraní como “la lengua materna de los criollos paraguayos”,
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los guaraníhablantes y, por consecuencia, el bilingüismo forzado
empezó apenas a inales del siglo xix y se intensiicó durante la
dictadura stronista. El reconocimiento oicial del bilingüismo
paraguayo y sus implicaciones en el área educativa sólo tienen
un poco más de dos décadas. Al mismo tiempo, observamos
que el guaraní sufrió varias épocas de persecución y desprecio y ha sido, sucesivamente, deliberadamente sustituido por
el castellano, proceso que sigue hasta nuestros días. Es notable la diferencia afectiva entre las dos lenguas: mientras que el
guaraní conmueve las conciencias y sirve como herramienta
de movilización y unión en los tiempos de guerra o campañas
electorales: “Los resortes de la voluntad popular son movidos a partir de la lengua autóctona”;24 el castellano se impone
en los tiempos de paz como el lenguaje oicial de la administración estatal, el signo de poder y de prestigio.
3. la realidad linGüística en paraGuay:
entre el monolinGüismo, el bilinGüismo
y el plurilinGüismo
Como hemos visto, es imposible airmar que el bilingüismo
ha sido un rasgo original de Paraguay desde su origen, puesto
que tal situación lingüística en realidad no se dio hasta bien
entrado el siglo xx y eso con muchas reservas, como veremos
más adelante. Podemos coincidir con el nacionalismo cuando
airma la importancia que tiene la lengua guaraní para la idenen Comisión Nacional de Bilingüismo, Foro Bicentenario: Identidad Nacional,
Interculturalidad y Bilingüismo, Asunción, 2011.
24
Gómez, op. cit., p. 132.
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225
tidad y la originalidad de la nación paraguaya, sin embargo,
tal airmación se reiere más bien al monolingüismo guaraní,
frente al cual el castellano nunca ha sido una lengua complementaria y hermana, sino más bien, una imposición ajena y
violenta.
Esto nos lleva a rechazar el argumento nacionalista sobre
un mestizaje lingüístico, donde la unión de sangres supuestamente condujo al bilingüismo del mestizo, quien dominó por
igual “la dulce lengua de la madre” y el “universal” idioma del
padre. Primero, porque sabemos que históricamente no ocurrió tal cosa, al ser el mestizo en su mayoría monolingüe, y
segundo, porque el nacionalismo iguala los procesos lingüísticos con los biológicos como si los genes determinaran los
hechos culturales como la lengua. Con razón apunta Haugen:
“La analogía histórica y social entre la herencia lingüística y
biológica a menudo ha oscurecido la diferencia fundamental
entre ambas. Se ha confundido razas y lenguas en detrimento
de unas y de otras, dando lugar a cierto tipo de racismo lingüístico que constituye la verdadera maldición de Babel”.25 De
ahí que el mestizaje biológico no conduce de ninguna manera
al bilingüismo, cuyo único condicionante es la circunstancia
histórica. Lo que sí se puede airmar es que la lengua del mestizo, el guaraní paraguayo, fue resultado del contacto intercultural
e interlingüístico entre dos sociedades en relación desigual y
como tal puede simbolizar la “mezcla” (en caso de yopará es
más que evidente).
Las relaciones entre las dos lenguas tampoco han sido igualitarias y fraternas como sugiere el mito bilingüe. Igual que el
mestizaje, que nunca fue un encuentro armonioso entre dos
25
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Haugen citado en Meliá, La lengua guaraní del Paraguay…, p. 63.
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226 Gaya Makaran
cuerpos sociales enamorados, también la interacción lingüística ha obedecido a la correlación de fuerzas en el contexto de
un colonialismo interno actual hasta nuestro tiempo. El guaraní, debido a sus numerosos hablantes y su generalización en
la sociedad paraguaya podría ser llamado lengua mayoritaria y
dominante, sin embargo si tomamos en cuenta su desventaja
histórica frente al castellano, hasta hace poco la única lengua
oicial escrita, considerada de prestigio y promovida como una
herramienta de dominación, veremos que el guaraní ha estado
en una situación minoritaria.26 No por nada en guaraní se denomina a la lengua de Castilla karai ñe’ê (habla del amo), mientras que el mismo guaraní se deine como ava ñe’ê (habla del
hombre).27 Esta desigualdad entre el guaraní y el castellano observada en Paraguay a lo largo de los siglos se ha conservado
hasta hoy en día, y se ha constituido en un rasgo importante
del actual bilingüismo paraguayo. Por lo cual, coincidimos con
la opinión de numerosos especialistas de que en realidad no
estamos ante un fenómeno de bilingüismo, entendido como
la convivencia igualitaria y complementaria de dos lenguas,28 sino que se trataría más bien de la diglosia, deinida en 1959 por
Ferguson como la situación de desigualdad entre las dos lenguas,
donde una aparece como “variedad alta”, prestigiosa y de usos
formales y la otra como “variedad baja”, de uso socialmente inNo se reiere aquí al número (mayoría numérica), sino a la posición
frente a las relaciones de poder y de prestigio existentes.
27
Véase Gómez, op. cit.
28
Miguel Siguán y William F. Mackey deinen el bilingüismo de la siguiente
manera: “Llamamos bilingüismo social o colectivo al hecho de que en una
sociedad o en un grupo o institución social determinada se utilicen dos lenguas como medio de comunicación”. Miguel Siguán y William F. Mackey,
Educación y bilingüismo, Madrid, Ediciones Santillana, 1986, p. 38.
26
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227
ferior. Veamos la siguiente deinición propuesta por la lingüista paraguaya Natalia Krivoshein de Canese:
La diglosia es una situación en que una de las dos lenguas –llamada lengua alta o estándar– goza de un estatus privilegiado:
se la usa en situaciones formales como serían la administración pública, el sistema educativo, la religión y los medios de comunicación. La otra lengua, la lengua baja o vernácula, se usa en
situaciones informales: en el hogar, en el trabajo, con familiares
y amigos.29
El gran defensor de este concepto referido a la realidad
lingüística paraguaya es Bartomeu Meliá, quien asegura que
la noción de diglosia en el caso de dos lenguas en contacto
no oculta, contrariamente al bilingüismo, la desigualdad entre las lenguas y el poder que ejerce una sobre la otra, ni los
conlictos que esto ocasiona. Meliá subraya que es históricamente imposible que se dé la reciprocidad equilibrada entre
las lenguas en las sociedades que entran en contacto a través
de la dinámica de conquista y del régimen colonial.30 Como
observa María Elvira Martínez de Campos:
En esta sociedad bilingüe dos lenguas tienen algún tipo de vigencia social, lo cual signiica que son usadas en determinadas
situaciones de acuerdo con normas explícitas o implícitas. En
estas sociedades, generalmente las lenguas no tienen el mismo
estatus social ni cumplen las mismas funciones, es frecuente
29
Natalia Krivoshein de Canese, “Cultura y bilingüismo en el Paraguay”,
en Suplemento Antropológico, vol. 32, núms. 1-2, Asunción, 1997, pp. 111 y 112.
30
Véase Bartomeu Meliá, “Diglosia en el Paraguay o la comunicación desequilibrada”, en Suplemento Antropológico, vol. viii, núms. 1 y 2, Asunción, Universidad
Católica, 1973, pp. 133-140.
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228 Gaya Makaran
el desequilibrio de fuerzas que en la mayoría de los casos favorece a la lengua del conquistador y a sus hablantes. […] Es
frecuente que los conlictos no provengan tanto del desconocimiento de la otra lengua como del valor que se concede a
una y otra, y de las discrepancias sobre el lugar que una y otra
deben ocupar en la vida social, incluyendo a sus hablantes.31
Otro de los argumentos a favor de caracterizar la realidad
lingüística de Paraguay como diglosia y no bilingüismo es el
carácter individual de este último (sólo algunos paraguayos
son bilingües) y social del primero de los conceptos (toda la
sociedad paraguaya es diglósica): “A las personas que hablan
dos lenguas las llamamos bilingües y a las comunidades en las
que coexisten dos lenguas se las suele llamar diglósicas”.32 De
ahí que Paraguay no sería bilingüe, aunque algunos o la mayoría de sus habitantes podrían serlo, sino se deiniría como
un país de dos “lenguas de contacto” en situación de diglosia.33 Podría hablarse, también, como lo propone Meliá de un
“di-lingüismo” es decir, la existencia de dos grupos sociales
que hablan idiomas diferentes, y su eventual conocimiento de
la otra lengua es básico y se debe a la necesidad de comunicación intergrupal.
La diglosia paraguaya en los siglos pasados era más que
evidente y muchas veces incluso legislada, sin embargo, a partir de que en la Constitución de 1992 se reconoció la igualdad
legal de las dos lenguas, hay quienes aseguran que fue exito31
María Elvira Martínez de Campos, “La lengua guaraní y el proceso
de inclusión social en una sociedad de lenguas en contacto”, en Comisión
Nacional de Bilingüismo, Foro Bicentenario…, pp. 189-190.
32
Krivoshein de Canese, op. cit., p. 111.
33
Véase Martínez de Campos, op. cit., pp. 189-196.
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229
samente superada. De ninguna manera podemos coincidir
con estos planteamientos, en su mayoría oicialistas e ideologizados, puesto que la jerarquización lingüística y el estatus
social diferenciado de las dos lenguas de contacto siguen indiferentes a cualquier cambio legal. Una prueba contundente del estado diferenciado del guaraní es su escasa presencia
en forma escrita (libros, prensa, documentos oiciales) y su
limitado uso oral en los medios de comunicación masiva y
en los comunicados gubernamentales. El Estado, el capital
inanciero y la cultura de masas hablan castellano (en la zona
fronteriza también portugués) con un visible detrimento del
guaraní. Al mismo tiempo que las mayorías sociales transmiten en la lengua vernácula sus sentimientos, inquietudes o
placeres (lengua íntima), saben perfectamente que el conocimiento del castellano es una condición necesaria del ascenso
social, del desarrollo profesional y de una ciudadanía plena.34
Así, el guaraní alabado en los discursos nacionalistas como
“el alma de la nación” es una lengua casera, de tertulia, de
“joda” entre compadres, de dichos populares ñe’ênga, de todo
un rico repertorio coloquial, es fuente de orgullo y de identidad, sin embargo, se le niega la “universalidad”, se le condiciona y diiculta el acceso al mundo moderno, con una clara
postura de discriminación lingüística:
34
Según los resultados de las encuestas que realicé durante la investigación
de campo en Asunción (septiembre de 2012), el uso de las dos lenguas:
guaraní y castellano en los bilingües es condicionado por el espacio social.
Así, en el hogar y entre amigos predomina el uso del guaraní, mientras
que en el trabajo predomina fuertemente el castellano y en caso del uso
simultáneo de los dos, el guaraní está en segundo lugar. En las situaciones
oiciales (oicinas del gobierno, los ministerios, los juzgados, etc.) el uso del
castellano es exclusivo.
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230 Gaya Makaran
En realidad hay una conciencia amplia en la sociedad paraguaya de que el factor lengua es causa de discriminación, y no
sólo por razones lingüísticas —aunque también por ellas—,
sino por otras evidencias socioculturales atribuidas a la lengua
hablada —en este caso el guaraní u otra lengua indígena—,
como pueden ser la carencia de “educación”, el analfabetismo,
la pobreza, la credulidad, la supuesta falta de expresión adecuada y una ciudadanía débil[…].35
Los guaraníes hablantes tienen menos acceso al empleo, al
manejo con mayor ductilidad de los nuevos medios de información, acceden en menor grado a los espacios consagrados a
la deliberación política, etcétera.36
Pero en las ciudades, las personas de más elevada posición
social emplean siempre el español para el trato corriente con
los de su rango y el guaraní para dirigirse a los servidores. […]
Las gentes del pueblo, en cambio, preieren sistemáticamente
el guaraní para los menesteres corrientes y solamente usan el
español al hablar con personas de respeto por su investidura o
por su posición social. En cuanto éstas les demuestren cordialidad o deferencia, inmediatamente se ponen a hablar en guaraní. Así pues, el español representa el poder, las convenciones,
lo oicial y el guaraní, lo solidario, lo afectivo.37
Como podemos leer en la obra En busca del hueso perdido del
escritor paraguayo Helio Vera, el guaraní es “idioma nacional,
medio de comunicación y socialización por excelencia”, mientras que el castellano como “idioma extranjero” se convierte en
35
María Alvarenga de Sánchez, Paraguay multicultural y plurilingüe. Jornadas
nacionales de consulta, Asunción, Ministerio de Educación y Cultura, Comisión
Nacional de Bilingüismo, 2007, p. 35.
36
Mansfeld de Agüero, Lugo Bracho, Agüero Mansfeld y Gynan Shaw,
op. cit., p. 191.
37
Gómez, op. cit., p. 19.
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231
“vehículo de comunicación con la cultura universal”.38 De
esta manera, el afamado bilingüismo paraguayo parece ser el
resultado de una larga práctica discriminatoria hacia el monolingüismo guaraní, que en el siglo pasado obligó y en la
actualidad sigue obligando a los paraguayos a aprender bien
que mal la lengua del poder, a in de incorporarse al Estado-nación y a la “modernidad”.
Hemos visto la situación lingüística de Paraguay en su dimensión social colectiva, sin embargo sería erróneo olvidarse
del aspecto individual del fenómeno. Como recordamos, según el censo de 2002 más de 50% de los paraguayos/as era
bilingüe: ¿qué signiica este bilingüismo en el nivel individual?
¿Se trataría de un modelo perfecto del manejo igualitario y
simultáneo de las dos lenguas? Antes que nada necesitamos
hacer uso de las teorías lingüísticas que deinen varios tipos de
bilingüismo, desde el simultáneo, consecutivo, pasivo o activo
hasta el funcional o coordinado.39 El bilingüismo simultáneo
es el más perfecto de todos y, al mismo tiempo, el menos
frecuente, se reiere al igual manejo de las dos lenguas aprendidas simultáneamente desde la cuna. El bilingüismo consecutivo diiere del anterior en cuanto que el aprendizaje de la
segunda lengua se dio fuera de casa y muchas veces con cierto
retraso frente a la primera. Existen los bilingües pasivos, cuya
capacidad lingüística con la segunda lengua se reduce a entenderla mas no hablarla, y los activos que desarrollan el desempeño
perfecto en todas las áreas de comunicación lingüística. El bilin38
Helio Vera, En busca del hueso perdido. Tratado de paraguayología, Asunción,
Servilibro, 2011, p. 111.
39
Véase Mansfeld de Agüero, Lugo Bracho, Agüero Mansfeld y Shaw,
op. cit.
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232 Gaya Makaran
güismo funcional o coordinado, según la deinición propuesta por Siguán: “[…] no es el dominio perfecto e idéntico de
dos lenguas, sino la capacidad de utilizar con plena eicacia
cada lengua en las funciones abiertas para ella en la sociedad
de la que forma parte el bilingüe”.40
Del mismo modo que existen diferentes tipos de bilingüismo, vamos a encontrar en Paraguay una diversidad enorme de
niveles y formas de coordinar las dos lenguas entre las personas
que se declaran bilingües. Como apunta Natalia Krivoshein de
Canese:
Las cifras sobre el bilingüismo paraguayo que arrojan los censos no son coniables porque no especiican el grado de bilingüismo de las personas. La mayoría además de hablar una de
las dos lenguas tiene por lo menos conocimiento de la otra; la
competencia lingüística en la segunda puede variar entre bilingüismo incipiente y coordinado. Son pocos los que realmente
puedan considerarse bilingües coordinados, es decir, personas
que manejan ambas lenguas con la misma soltura y perfección.41
Por lo que son una ínima minoría los usuarios simultáneos del guaraní y castellano, y la inmensa mayoría de los
“bilingües” fue en su infancia en realidad monolingüe de su
lengua materna, que sigue siendo la predominante en su madurez. La segunda lengua es aprendida consecutivamente, sin
embargo raras veces alcanza el mismo nivel de expresión que
la primera. Así que no sólo no todos los paraguayos son bilingües, sino que tampoco la mayoría de ellos lo es de manera
40
Miguel Siguán, Bilingüismo y lenguas en contacto, Madrid, Alcanza, 2001,
p. 28.
41
Krivoshein de Canese, op. cit., p. 114.
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233
simultánea o consecutiva y activa. En el mejor de los casos
se trataría de un bilingüismo coordinado con una lengua predominante, que permite sin embargo la comunicación efectiva conforme a las funciones exigidas socialmente. Citemos
a Meliá:
Es sabido que el bilingüismo sólo comprende a una parte de
los paraguayos. El Paraguay es bilingüe, pero pocos paraguayos
son bilingües; más aún, como veremos, tal vez nadie es realmente bilingüe en el Paraguay. El bilingüismo claramente social
del Paraguay se puede caracterizar también como bilingüismo
rural-urbano. Porque, aunque es verdad que también en Asunción se habla guaraní, es cada día más clara la tendencia que
muestran las concentraciones urbanas hacia el monolingüismo
español mientras en el campo la proporción de monolingües
en guaraní alcanza un índice elevadísimo.42
La variedad pasiva del bilingüismo es también muy frecuente entre los paraguayos: no extraña ver casos en los que
los interlocutores hablan cada uno su lengua materna: uno en
castellano y el otro en guaraní, y se entienden sin mayores problemas, sin embargo son incapaces de expresarse en el idioma
del otro. Muchas veces este entendimiento puede diicultarse,
sobre todo si se trata de contextos más oiciales y exigentes
lingüísticamente. De la lengua materna dominante dependen
también las habilidades del supuesto bilingüe: si es el guaraní
predomina sobre todo la comprensión oral y la facilidad de
palabra, mientras que la comprensión lectora y la redacción
escrita suelen causar mayores diicultades, lo que puede llevar
al analfabetismo, incluido el funcional. Es una lógica conse42
Paraguay.indb 233
Meliá, Una nación, dos culturas…, p. 45.
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234 Gaya Makaran
cuencia de las políticas de castellanización que obligaban a los
guaraníhablantes a ser alfabetizados en español, una lengua
que éstos conocían poco o nada.
Como vemos, el concepto del “bilingüismo paraguayo”
esconde más que revela. Nos sugiere la existencia armónica
entre las dos lenguas y un manejo simultáneo hispano-guaraní
por todos los habitantes del país. En realidad, la mayoría de
los paraguayos declara como su lengua materna/dominante el
guaraní (véase gráico 2) y sus capacidades lingüísticas en castellano varían desde satisfactorias hasta completamente pasivas. No hay que olvidar también que un porcentaje bastante
elevado de guaraníhablantes en realidad maneja la así llamada
“tercera lengua” el yopará (jopará), una mezcla incontrolable
del guaraní con el castellano, propia sobre todo de los centros
urbanos, en la que el léxico español fue incorporado al molde gramatical guaraní. El discurso bilingüista plasmado en la
Constitución de 1992 resulta también ciego y discriminatorio
frente a las otras lenguas existentes en el territorio del país,
las de las minorías nacionales y étnicas, incluidos los pueblos
indígenas. En realidad, Paraguay no es bi sino plurilingüe, no
obstante el reconocimiento y la atención gubernamental prestada a esta realidad siguen siendo insuicientes.
Paraguay.indb 234
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235
Gráfico 2. Lengua predominante en el hogar en 2002.
fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda,
Paraguay 2002 [elaboración propia].
¿Cuáles son los sentimientos que despiertan las dos lenguas
en los paraguayos? Podemos suponer, al tomar en cuenta la
diglosia paraguaya, que la imagen colectiva de una de las dos
lenguas va a relejar sus diferencias de estatus y de su papel
social. Así, las personas entrevistadas en Asunción, durante mi
trabajo de campo, coniesan que el idioma guaraní: “representa
e identiica a los paraguayos”, “expresa lo más profundo del
ser paraguayo” y es su “idioma de cuna”. Al mismo tiempo,
todos los entrevistados, incluidos los monolingües en castellano, le adjudicaban a la lengua vernácula un valor estético
excepcional: “interesante”, “bella”, “dulce y expresiva”. Este carácter del guaraní como símbolo identitario de lo paraguayo, signo original y distintivo garante de la unidad nacional, destaca
también en las entrevistas realizadas por Magdalena Frątczak,
cuyos informantes deinieron el guaraní como: “el corazón de
la nación”, “un símbolo del alma verdadera del pueblo”, “la
fuerza uniicadora del país”, “algo que es nuestro”, “algo que
Paraguay.indb 235
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236 Gaya Makaran
ha hecho y hace que todavía exista Paraguay”, “algo que nos
llega hasta el corazón” y que sirve para “recobrar nuevamente
las raíces”.43
Joan Rubin44 habla, por su parte, de una gran lealtad de la
sociedad paraguaya hacia el guaraní, unida con actitudes mayoritarias de orgullo, lo que no impide la existencia de sentimientos ambivalentes que pueden desembocar, incluso, en el
desprecio de la lengua nativa. Al mismo tiempo, el castellano
no goza de lealtad social ni es mencionado como fuente de
identidad, sin embargo, se convierte en la lengua de prestigio
y progreso social. Con estas tesis polemiza Germán Granda,
quien al mismo tiempo que concuerda con la existencia de
una fuerte lealtad lingüística hacia el guaraní, indica que igualmente la modalidad paraguaya del castellano constituye una
fuente de identidad y orgullo. Su manera peculiar de hablar
castellano sirve para diferenciarse de la modalidad argentina:
“En resumen, creo que la lealtad lingüística hacia el español
existe en el Paraguay con vigor semejante o, en todo caso,
ligeramente inferior a la experimentada respecto al guaraní”.45
El autor añade que mientras la función del castellano es pragmática e instrumental, de comunicación hacia afuera, el guaraní encarna los valores positivos socialmente reconocidos y
sirve para la cohesión interna. Sus palabras son conirmadas
Magdalena Frątczak, “El guaraní y el español en el Paraguay actual.
La identidad nacional a través del bilingüismo”, en Malgorzata Nalewajko
[coord.], Identidades: etnias, culturas, naciones, Varsovia, Instituto de Estudios
Ibéricos e Iberoamericanos-Universidad de Varsovia, 2004, p. 214.
44
Joan Rubin, Bilingüismo nacional en el Paraguay, México, Instituto Indigenista Interamericano, 1974.
45
Germán Granda, Sociedad, historia y lengua en el Paraguay, Bogotá, Instituto
Caro y Cuervo, 1988, p. 69.
43
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237
por Meliá quien opina que: “[…]el no hablante de guaraní
se autoexcluye de muchos diálogos, de la relación con sectores amplios de la población y de la comprensión misma de
elementos esenciales de su ser paraguayo”.46 En cuanto a la
ambigüedad que rodea al guaraní, relacionada con los juicios
negativos sobre su valor cultural o comunicativo, Granda subraya que:
Es extremadamente raro oír en el Paraguay actual juicios negativos
respecto al guaraní del tipo de los que recoge la investigadora mencionada (hablar guaraní constituye un atraso, no es un idioma, sino
un dialecto, no tiene gramática escrita, no se presta a la expresión de conceptos abstractos, etc.). Expresiones de este tipo,
si fueran emitidas hoy en el territorio paraguayo, suscitarían,
sin lugar a dudas, una general, inmediata y violenta reacción
colectiva de rechazo y repulsa tanto pública como privada, sin
distinción, prácticamente, de niveles o estratos sociales.47
Coincidimos con las palabras citadas en cuanto a la existencia de una corrección política hacia el guaraní, que autocensura las opiniones negativas o discriminatorias a la vieja usanza y
que, sin embargo, siguen formulándose en los ámbitos privados. A veces esta autocensura falla debido a los nuevos medios sociales como Twitter o Facebook que convierten los espacios
privados en públicos, frecuentemente en contra de la voluntad
de los mismos enunciantes. Ése es el caso de la polémica acerca del guaraní y de la “cultura de mandioca”, que estremeció a la
sociedad paraguaya en abril de 2011 tras una serie de twitts de
la locutora de Radio Venus, Carmiña Masi. La tormenta empezó
46
47
Paraguay.indb 237
Meliá, El Paraguay inventado…, p. 82.
Granda, op. cit., p. 71.
13/04/15 15:59
238 Gaya Makaran
cuando Masi opinó acerca de la presunta decisión del nuevo
director del Canal 9 de Asunción, Jorge Pizarro, de censurar
el idioma guaraní en sus periodistas, noticia que sin embargo
resultó ser un rumor y fue rotundamente desmentida por el
mismo Pizarro. La opinión de Masi conmovió primero a la
comunidad virtual y luego a la nacional, convirtiéndose sobre
todo en el foco de críticas y ataques, pero también encontró a sus
defensores incondicionales. La polémica creció hasta tal punto
que las empresas patrocinadoras de su programa de radio se
vieron obligadas a retirarle su apoyo, al mismo tiempo que se deliberaba su salida disciplinaria del trabajo. ¿Qué fue lo que enardeció los ánimos de los paraguayos? La locutora Masi apoyó
la supuesta decisión de prohibir el guaraní con las siguientes
palabras: “Si es cierto lo del guaraní y el snt48 aplaudo totalmente. Basta de mandioca” y “Aplaudo que prohíban el guaraní. Excelente para combatir la ignorancia y todo lo malo de
py.”49 Sus palabras se inscriben en una larga tradición del desprecio liberal hacia el idioma guaraní y la mandioca, atributos
de la cultura nativa y campesina, como símbolos de atraso civilizatorio responsables de todos los males de la patria, discurso que logró permear la sociedad paraguaya y, aunque ya no
se expresa abiertamente salvo “accidentes” como el mencionado, se niega a desaparecer. Al mismo tiempo, observamos
lo dicho por Granda “inmediata y violenta reacción colectiva
de rechazo y repulsa tanto pública como privada”50 hacia este
48
son siglas del Sistema Nacional de Televisión, Canal 9 (Paraguay).
Véase en http://www.abc.com.py/articulos/el-guarani-y-la-mandioca-dela-discordia-de-carmina-245400.html y http://www.elrincondelgeek.com/2011/
04/carmina-masi-un-ejemplo-mas-de-como-no-usar-twitter/ (fecha de consulta:
3 de junio, 2013).
50
Granda, op. cit., p. 71.
snt
49
Paraguay.indb 238
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239
tipo de planteamientos, lo que por una parte constituye un
paso adelante en la revaloración del patrimonio guaraní, y por
la otra evidencia la ambigüedad y complejidad de los procesos
identitarios de la nación paraguaya.
Los sentimientos de orgullo que acompañan el uso del guaraní y del castellano paraguayo se entremezclan frecuentemente con expresiones de vergüenza, en cuanto a las formas
usadas de las dos lenguas. Se dice que los paraguayos “no
hablan bien ninguna de las dos”, lo que releja la confusión
social y el fuerte complejo de inferioridad de los paraguayos,
si se trata de deinir qué es “hablar bien” una lengua. Se considera como ideales las lenguas “puras”: el castellano literario
y el guaraní clásico, ambos libres de préstamos y modiicaciones lingüísticas. En realidad, tal pureza no existe en Paraguay
y los dos idiomas están “contagiándose” el uno del otro hasta el
extremo de formar la “tercera lengua” (yopará), también desprestigiada por ser “impura”, “espuria”, “desordenada” y
“degradante”. Según Granda, el hecho de no poder alcanzar
los ideales provoca sentimiento de autoacusación y de frustración colectiva, contrastante con las expresiones de orgullo
anteriormente descritas:
Considero, por ello, que es ilógica e inexplicable la actitud de
autodenigración que, en mayor o menor grado, es perceptible
en la sociedad paraguaya respecto a la normas de uso de los
dos códigos lingüísticos existentes en el país y que, paradójicamente, coexiste con otras manifestaciones, positivas, de conciencia comunitaria.51
51
Paraguay.indb 239
Ibid., p. 80.
13/04/15 15:59
240 Gaya Makaran
Veamos ahora el alcance y el carácter de las actuales políticas
estatales del bilingüismo, sobre todo las que se concentran en la
educación y la enseñanza de la lengua guaraní. Existen diferentes organismos encargados de la realización de los mandatos
constitucionales y de la Reforma Educativa de 1994. Así, por
ejemplo, dentro del Ministerio de Educación y Culto se integra la División de Lengua y Cultura Guaraní, cuya función
es la supervisión de la enseñanza y la organización de cursos de
la lengua vernácula, como también la capacitación de maestros y elaboración de estudios sobre el guaraní. El Estado
subvenciona también, aunque modestamente, a la Academia
Paraguaya de la Lengua Guaraní. Además, en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Asunción
existe la Cátedra de Lengua Guaraní y ofrece estudios de licenciatura para los futuros “guaranílogos”. En cuanto a la
política de educación bilingüe, se formó un órgano asesor del
gabinete del ministro de Educación, la Comisión Nacional
de Bilingüismo, responsable de elaborar modelos de gestión,
pero sin competencia en su aplicación.
Según el informe de la consulta nacional de dicha Comisión,52 hay pocos esfuerzos reales de implementar las normas
constitucionales sobre el bilingüismo. Se observa una fuerte
discriminación hacia el guaraní paraguayo, y aún más hacia
las lenguas indígenas en hospitales, centros de salud, oicinas
públicas y en la aplicación de justicia, a pesar de los marcos
jurídicos que la prohíben. Esto se debe a la falta de voluntad
política y por consecuencia a la falta de medios materiales para cumplir la ley. En la escuela, predomina la educación castellanizante y la enseñanza del guaraní está en la etapa experi52
Paraguay.indb 240
Véase Alvarenga de Sánchez, op. cit.
13/04/15 15:59
Bilingüismo. Dos sangres dos idiomas
241
mental con diferentes problemas metodológicos y logísticos,
como la carencia de manuales y las debilidades del programa
diseñado.
Uno de los retos es la sistematización de la escritura y la gramática guaraní, tarea casi imposible al tomar en cuenta la existencia de diversas versiones de la lengua, un fenómeno propio de la oralidad. La modalidad “purista” enseñada en las
escuelas diiere considerablemente de su versión hablada, lo
que distancia al alumno y le diiculta el aprendizaje. Según el
informe, los consultados expresan su inconformidad ante las
formas de aplicación del guaraní en las escuelas, en cuanto al
vocabulario y a la ortografía. El guaraní escolar se convierte
en una pesadilla para los estudiantes y sus padres y, como
consideran muchos de nuestros interlocutores, más que fomentar al guaraní, ayuda en realidad a desaparecerlo, como
indica Meliá: “El bilingüismo mal conocido y mal echado a
luz hace morir el guaraní, sustituido por un hijo bastardo, esmirriado y desagradable, cual es el dialecto de carácter escolar”.53 Esta triste conclusión es compartida por el escritor Helio Vera, quien recomienda repensar el método de enseñanza:
“Los profesores de guaraní deben abandonar el funesto hábito de exigir la memorización de palabras fabricadas en laboratorio, para comenzar resueltamente el rescate de locuciones
tradicionales que están yendo inexorablemente a los abismos
del olvido”.54 El mismo informe de la Comisión señala que la
aplicación real del bilingüismo en Paraguay es “lingüicida”,
53
Meliá, “Elogio del monolingüismo guaraní”, en Line Bareiro [comp.],
Discriminaciones. Debate teórico paraguayo, Asunción, unfpa, 2005.
54
Helio Vera, El país de la sopa dura. Tratado de paraguayología II, Asunción,
Servilibro, 2010, p. 205.
Paraguay.indb 241
13/04/15 15:59
242 Gaya Makaran
al indicar que su verdadero objetivo es promover la castellanización en vez de la promoción de la pluralidad lingüística:
El bilingüismo que se practica, teoréticamente vaciado[sic], mal
programado y pésimamente administrado, es la mayor amenaza
que pesa sobre las lenguas de América Latina. […] El desmoronamiento del bilingüismo en el Paraguay se está acentuando, según la percepción de algunos analistas. El Paraguay no se dirige
hacia el bilingüismo, sino hacia la gradual sustitución del guaraní
por otras lenguas. […] La política lingüística favorece en el mejor de los casos un bilingüismo que seguirá siendo diglósico y
orientado a la sustitución.55
Estas conclusiones poco optimistas se conirman en parte
durante nuestra conversación con Aída Torres de Romero de
la Comisión Nacional de Bilingüismo quien, tras mencionar
el marco legal de la educación bilingüe y sus lúcidos preceptos, opina que “el plan no es tan eiciente como se quisiera”
y que en realidad “la educación bilingüe no está trabajada en
un 100% de las escuelas, hay un número muy reducido de escuelas que está atendiendo esta característica educativa de
trabajar la lengua materna, así que hoy muchísimos alumnos
están siendo alfabetizados en castellano cuando ésta no es su
lengua materna”.56 Así, aunque la ley establece el principio de
ser alfabetizado en su lengua materna para posteriormente
ir incorporando la segunda lengua oicial, pocos guaraníhablantes, sin hablar de las otras lenguas, logran hacer efectivo
este derecho y siguen recibiendo sus primeras letras en es55
Alvarenga de Sánchez, op. cit., pp. 39-41.
Entrevista a Aída Torres realizada por la autora en Asunción, 26 de
septiembre, 2012.
56
Paraguay.indb 242
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Bilingüismo. Dos sangres dos idiomas
243
pañol. Como airma Aída Torres: “Es decir, entran en un
proceso de castellanización, dejando la lengua materna y eso
tiene todas las desventajas que se saben en cuanto aprendizaje, desarrollo, maduración, y su proceso de razonamiento, de
comprensión, etcétera.”
Una de las consecuencias de este estado de cosas, además
de la aculturación forzada, es el bajo rendimiento del alumnado guaraní y los altos niveles de reprobación y deserción escolar
temprana. Nuestra interlocutora comparte la opinión del distanciamiento del guaraní escolar de su empleo social, airmando
que “lo que aprendió [el alumno] en la escuela no tiene signiicatividad en su entorno”. Se queja también de la poca visibilidad del guaraní en los medios de comunicación, lo que
desmoraliza a los jóvenes y demuestra el estatus devaluado de
la lengua vernácula: “Ese contexto para mí es la problemática
más importante para que el alumno vea que es valioso lo que
le está dando la escuela y que lo pueda aplicar”. También la
administración pública es totalmente castellanizada y no releja el principio bilingüe de la nueva Constitución, aunque hay
esperanza que en un futuro próximo esta situación cambie.57
Aída Torres no deja lugar a dudas cuando airma que la
educación bilingüe se reiere a las dos lenguas oiciales: guaraní paraguayo y castellano, mientras que la enseñanza de otras
lenguas, incluidas las indígenas (también el guaraní nativo),
no está considerada por la Comisión y es competencia de
otras instancias que apenas se están creando, como la Dirección General de Educación Indígena. No es clara todavía la
planiicación curricular y didáctica de la modalidad “indíge57
En 2012 fue promulgada la ley que se aplicaría en cinco años, sobre el
bilingüismo obligatorio de los funcionarios públicos.
Paraguay.indb 243
13/04/15 15:59
244 Gaya Makaran
na” de educación y como nos coniesa nuestra entrevistada:
“Hay acciones, no te estoy diciendo que esto está paralizado,
pero el volumen de demanda es mayor hacia la población que
es mayor también de hablantes” puesto que “el bilingüismo
castellano-guaraní es más urgente porque es nuestra cotidianidad, entonces las respuestas van en la dirección de lo urgente”.
De esta manera, la “educación indígena” de minorías, concebida en contraste con la “educación bilingüe” mayoritaria nacional, por ahora es sacriicada como “menos urgente”. Al tomar
en cuenta las diicultades que encuentra la implementación
del bilingüismo, no sorprende que se descuide por completo el
plurilingüismo.
***
Si consideramos tanto la tradición histórica de la sociedad
paraguaya, como el estado actual de las políticas bilingües es
inevitable relexionar sobre la alteración perversa de realidades que ha tenido lugar en Paraguay. En un país hasta hace
poco monolingüe en guaraní, donde a pesar del proceso colonizador todavía la mayoría de la población lo considera su
lengua materna y 90% la conoce, se le está haciendo el favor
de permitirle entrar a las escuelas y al espacio público en el
marco de lo bilingüe. ¿Por qué no pensar más bien en un
bilingüismo con la entrada condicionada del español, o mejor
aún, de un monolingüismo guaraní abierto al aprendizaje de
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Bilingüismo. Dos sangres dos idiomas
245
lenguas extranjeras?58 ¿No será el bilingüismo actual una herramienta más para la desguaranización? ¿No será que la necesidad del bilingüismo, como apunta Meliá, se debe a la idea
de que el guaraní es insuiciente? Este “bilingüismo agresivo”
pensado desde la perspectiva del unilingüismo y aplicado en
el contexto de la desigualdad interlingüística, según Meliá, es
una estrategia más de sustitución y una amenaza para las lenguas que se hablan en Paraguay.59 Los objetivos de las políticas bilingües, más que la declarada recuperación del guaraní
como lengua oicial, parecen apuntar a la desaparición del
monolingüismo guaraní considerado como algo negativo.
Otra vez más el discurso mítico pretende embellecer y disimular las verdaderas relaciones sociolingüísticas y, al mismo
tiempo, de manera perversa imponer la castellanización de
una sociedad mayoritariamente guaraníhablante.
El reconocimiento del guaraní como la única lengua oicial del Estado
es la reivindicación de varias organizaciones campesinas. El monolingüismo
en la lengua materna con enseñanza de otras lenguas extranjeras es también
una de las recomendaciones del informe de la Comisión Nacional de Bilingüismo de 2007.
59
Bartomeu Meliá, “Elogio del monolingüismo guaraní”, en Bareiro, op.
cit.
58
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CAPÍTULO IV.
MUJER. DE LA MADRE GUARANÍ
A KUÑA GUAPA
La mitología nacionalista asigna a la mujer paraguaya un papel crucial en el surgimiento, la formación y la reproducción
de lo nacional. Aunque, como veremos más adelante, todos
los nacionalismos explotan simbólicamente la igura femenina es en Paraguay donde su importancia se convierte en vital,
puesto que fueron precisamente las mujeres, obligadas por
las circunstancias históricas, las que no sólo sirvieron a la patria, sino que determinaron su existencia misma. De ahí que
será la mujer la fundadora, la cultivadora y la reconstructora
biológica y cultural de la “raza”, la fuerza motriz de la vida
material y un dispositivo simbólico de la identidad nacional.
Veamos las verdades y los mitos que se esconden detrás de
las iguras femeninas, creadas y difundidas por el nacionalismo, las paradojas que relejan y metas a las que sirven.
Existen unos arquetipos femeninos universales, comunes
para todos los discursos que el nacionalismo ha desarrollado
acerca del papel de la mujer en la construcción y la reproduc-
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ción de lo nacional.1 Podemos distinguir las siguientes iguras
estereotipadas, aunque seguramente se podrían encontrar algunas más:
La Madre: es reproductora biológica de la comunidad, garante de su perpetuación étnica. El papel reproductivo de la
mujer es deinido como su deber patriótico.
La Virgen y/o la Esposa Fiel: su castidad y/o idelidad a la
raza/etnia/nación la convierte en la guardiana de la “pureza
étnica” del grupo. Su contrario sería la mujer deshonrada, cuya
violación/traición se traduce en el ultraje a toda la comunidad.
La Patria: encarnación de la nación como tal. En la mayoría de los casos se relaciona con las iguras anteriores de la
madre2 o de la amante deshonrada.
La Educadora: es transmisora de la cultura nacional que
garantiza la reproducción cultural de la nación. Se le atribuye
el papel de socializadora de los niños al transmitir la herencia
histórica, las costumbres y los símbolos de un pueblo.
La Compañera: destaca el papel accesorio de la mujer como
ayudante del hombre tanto en la vida cotidiana, como en los
1
Véase B. Aretxaga, “¿Tiene sexo la nación? Nación y género en la retórica política sobre Irlanda”, en Arenal. Revista de historia de mujeres, vol. 3,
núm. 2, 1996, pp. 199-216; y “Nacionalismo y relaciones de género: Emakume
Abertzale Batza”. En http://historiadoreshistericos.wordpress.com/2012/03/
14/nacionalismo-y-relaciones-de-genero-emakume-abertzale-batza/ (fecha
de consulta: 14 de marzo, 2012).
2
En Paraguay la relación entre la igura de la Madre y de la Patria es ex
traordinariamente estrecha, a tal grado que el Día de la Madre y el Día de la
Patria (Independencia) se celebran el mismo día, 15 de mayo. Véase Wilma
Mancuello González, Cantando a la madre. Una deconstrucción de la igura materna
del nacionalismo paraguayo, Asunción, 2011 (Tesis de Maestría en Antropología,
Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”, Facultad de Filosofía
y Ciencias Humanas).
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conlictos bélicos: es esposa, ama de casa, cocinera, enfermera, sirvienta, etcétera.3
En todos estos casos el papel de la mujer está determinado por su sexualidad, la cual sirve como vehículo del lenguaje
simbólico de lo nacional, marcado por el sacriicio y subordinación al hombre, el supuesto líder y depositario del destino
nacional. La mujer es una igura crucial para la nación, sin
embargo, pasiva, reducida a sus funciones biológicas y domésticas, interpretada y legitimada por el discurso masculino,
depositario del poder. Según estos planteamientos, si la mujer hace posible la comunidad “en sí”, es el hombre quien la
conduce a una comunidad “para sí”. El discurso nacionalista
paraguayo se inscribe plenamente en esta tendencia, aunque
también introduce enfoques originales. Acerquémonos entonces a los mitos nacionales sobre la mujer, los cuales serán
necesariamente conectados con los anteriormente analizados,
como “el origen” y “el mestizaje”.
1. la conquista amorosa. madre Guaraní
Uno de los principales mitos acerca de la mujer paraguaya se
reiere a su papel como la madre de la nación, tanto en el sentido literal como la progenitora de “la raza”, y en el igurativo
como la fuente de la lengua y la cultura nacional. El punto de
partida de este relato mitiicado es la idea de la supuesta “conquista amorosa”, según la cual la mujer guaraní se convirtió en
3
En Paraguay su correspondiente sería che servihá (en guaraní: la que me
sirve), igura que está muy lejos del compañerismo igualitario y simboliza
más bien la inferioridad y la servidumbre femenina.
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la madre del mestizo paraguayo por su propia elección, al mismo tiempo seducida y seductora, para aianzar una deseada
alianza hispano-guaraní. Estos planteamientos forman parte
intrínseca de los mitos de origen expuestos en los capítulos
anteriores (véanse Origen y Mestizaje), por lo cual nos limitaremos sólo a ampliar la perspectiva anteriormente descrita con
algunos datos adicionales.
Si vemos la prosa surgida después de la Guerra del Chaco, periodo del auge nacionalista, encontraremos la igura de
la mujer indígena que se convierte en la madre legendaria
del paraguayo, la que le da su lengua, sus costumbres y su
corazón guaraní. Es, sin embargo, el padre español del cual
el mestizo hereda la cultura y lengua “civilizada”, las leyes
y la racionalidad occidental. Natalicio González en El Paraguay eterno (1935) describe los inicios míticos de su patria en
términos del paraíso terrenal, más musulmán que cristiano
(Paraíso de Mahoma), donde los españoles y sus aliados indios (tobayás, cuñados) viven en mutuo respeto, disfrutando
de una poligamia ilimitada. El mismo autor en su posterior
libro Proceso y formación de la cultura paraguaya (1948) destaca la
importancia del hogar guaraní, dominado por la mujer, en
la formación del mestizo: “Ella educa, gobierna, esculpe el
alma de la prole, y el dulce imperio maternal se hace sentir
sobre el mestizo […].”4 Es esta imagen nacionalista de la mujer indígena, “madre de la raza”, depositaria y transmisora
del elemento guaraní en la cultura nacional paraguaya, ama
indiscutible del hogar y fuente de las identidades más íntimas
4
Natalicio González, Proceso y formación de la cultura paraguaya, Asunción,
Guarania, 1948, p. 297.
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de los paraguayos, la que se sigue reproduciendo prácticamente sin cuestionamientos hasta nuestros días.
El reconocimiento nacionalista de la madre guaraní forjadora de la raza paraguaya ha sido, sin embargo, bastante paradójico. Si bien es cierto que el mestizo crecía en un hogar guaraní
impregnado por la cultura de la madre, al mismo tiempo padecía el síndrome del hijo ilegítimo, que ante la ausencia del padre empieza a añorar el legado paterno, en este caso europeo, y
despreciar “el dulce imperio maternal”. Así, el “mancebo de la
tierra” no puede rechazar ni romper por completo su vínculo
con el mundo de la madre, puesto que signiicaría negarse a sí
mismo (la penetración cultural materna es demasiado profunda), sin embargo hace todo lo posible para lograrlo, al favorecer la cultura de su padre, sinónimo de lo superior, civilizado,
moderno, oicial, etc. Además, el paraguayo actual al mismo
tiempo que acepta la igura mítica de la madre guaraní como la
madre colectiva de la nación, cuando se trata de su propia madre suele rechazar cualquier vínculo personal con la cultura
indígena. De esta manera, la madre mítica de todos puede ser
guaraní, mientras que la madre real de uno nunca podría serlo.5
De ahí que la madre guaraní, más que una diosa seductora,
y origen de una nueva raza mestiza orgullosa de sus raíces y
madre respetada de los paraguayos, parece ser en realidad una
madre soltera, violada, esclavizada y rechazada con vergüenza
por sus propios hijos. La imagen ambigua de la mujer/madre
guaraní6 y su papel complejo en la formación de la cultura na5
Véase Mancuello González, op. cit.
Esta ambigüedad se ve claramente en la tendencia liberal de sustituir a la
igura mítica de la madre guaraní por la otra, la de Doña Juana María de Lara,
quien gracias a su participación en la revolución independentista de 1811,
6
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cional: entre amor y odio, relejan simbólicamente la relación
entre la cultura guaraní y la paraguaya, donde esta última, en
teoría, se enorgullece de su legado indígena y al mismo tiempo
hace todo lo posible para marginar y al inal desaparecer al
guaraní vivo.
2. la Guerra de la triple alianza.
madre de los leones y residenta
El momento clave en la historia paraguaya, que puso en jaque
la existencia misma de la nación, fue sin duda la Guerra de la
Triple Alianza. No es de extrañar que el discurso nacionalista
le diera a aquel acontecimiento histórico una importancia especial, convirtiéndolo en un nuevo inicio mítico de la nación,
sacriicada y puriicada por el fuego del combate y resucitada
de las cenizas por sus mujeres. Es allá donde se enraízan las
principales iguras simbólicas: la “Madre de los Leones” y la
“residenta”, cuya presencia y vitalidad en el imaginario colectivo llega a tal grado que sin importar el tiempo que corra
siguen determinando la imagen actual de la mujer paraguaya.
Estas nuevas representaciones, levantadas y difundidas por el nacionalismo, cumplen con el objetivo de deinir el papel y el lugar
de la mujer en la sociedad republicana y crear un peril de
ciudadana deseable, frente a la insuiciencia para tal objetivo
de los símbolos anteriores (la madre guaraní).
se convierte en la madre simbólica del Paraguay independiente. Esta nueva
“madre de la nación” no es guaraní sino blanca de sangre española, y su papel
no es biológico, sino cívico.
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La primera de estas iguras, la de la madre de los soldados,7
hijos de la patria que iban a sacriicar su vida en defensa de
la nación, subraya la función reproductiva de la mujer que,
como en el mito de origen, entrega su cuerpo en servicio de la
nación. Su misión patriótica consiste en parir, criar y enviar a
la guerra a sus hijos varones, como también en asegurar la reproducción biológica de la “raza” desangrada por el conlicto.
Veamos el siguiente fragmento del poema A la mujer paraguaya
(1939) de Enriqueta Gómez Sánchez:
[…]
La que ceñiste lauros de Cornelia
Y amamantaste ínclitos leones
Guerreros inmortales que lucharon
En guerra desigual con tres naciones.
Madre que ante el dolor no retrocedes.
[…]
La sombra de tus bosques de azahares,
Sólo cubrió tu rostro en el desierto.
Te vio llorar bajo la noche impía,
Besando en Rubio Ñú tus niños muertos.8
Tenemos aquí a la mujer paraguaya comparada con la matrona romana Cornelia Scipio, esposa iel y madre de doce
7
Los Leones es el nombre atribuido a los soldados paraguayos en alusión al
escudo nacional, representado por un león, símbolo de nobleza y valentía. Durante la Guerra de la Triple Alianza era usado por la propaganda paraguaya en
contraste con los soldados brasileños apodados despectivamente “macacos”.
8
Enriqueta Gómez Sánchez, “A la mujer paraguaya”, en Enriqueta Gómez
Sánchez, Enriqueta Gómez Sánchez Caballero, la dama de oro y acero, alas de águila
y corazón de paloma —Biografía— Adherida a la Historia; aderezada con poemario
contemporáneo, Asunción, 2011, pp. 192-195. Cursivas mías.
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hijos dedicada plenamente a su familia y a los valores tradicionales, que da vida a los “guerreros inmortales”, mártires en
una guerra desigual y condenada a la derrota. La Madre de los
Leones es la madre dolorosa, sacriicada y de alguna manera
frustrada en su maternidad, puesto que crea la vida con un
solo objetivo, entregarla a una muerte precoz. En los tiempos
actuales esta vinculación entre el papel reproductivo de la mujer y la causa patriótica sigue sin mayores cambios, aunque a lo
mejor desprovista de la noción trágica de los tiempos de guerra,
como podemos apreciar en el siguiente fragmento de la carta
pública escrita en “homenaje a todas las madres” por una dirigente social Guillermina Kanonnikoff el 15 de mayo de 2009:
Gracias mamá por haber ofrecido a la patria un hijo capaz de dar
su vida, antes que claudicar principios e ideales. Gracias mamá
por mantenerme vivo en tu memoria y seguir siendo el germen
libertario para las nuevas generaciones. Felicidades mamá y benditos
sean todos los vientres que generan hijos que apuestan a la construcción de
una nueva patria.9
Así, la Madre de los Leones se convierte en el arquetipo de
la madre paraguaya, reducida a ser un vientre, una incubadora
de los ciudadanos requeridos para el servicio a la patria.
La residenta,10 otro de los tópicos femeninos enraizados en
la Guerra de la Triple Alianza, rebasa la función netamente
9
Carta de Guillermina Kanonnikoff citada en Mancuello González, op.
cit., p. 34. Cursivas mías.
10
Beatriz Rodríguez Alcalá explica que la palabra “residenta” proviene
de los formularios que tenían que contestar las mujeres trasladadas de sus
lugares de origen, en los que aparecía la fórmula: “residente en…” Véase
Ana Barreto, Mujeres que hicieron historia en el Paraguay, Asunción, Servilibro,
2011 (Col. La Mujer Paraguaya en el Bicentenario).
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reproductiva de la mujer y apunta sobre todo a sus características de ciudadana. El término hace referencia a las mujeres que tras la Asamblea de Mujeres Americanas del 24 de febrero
de 1867 en Asunción, convocada por doña Escolástica Barrios de
Gill, contribuyeron con sus joyas y otros objetos de valor a la
causa bélica y expresaron su apoyo al liderazgo del dictador
Francisco Solano López. Este tipo de reuniones era frecuente
durante la guerra y según los testimonios de las participantes,
se caracterizaba por la devoción extrema y la entrega absoluta
al supremo líder, como podemos ver en el siguiente fragmento:
He perdido a mi esposo en esta guerra cruel que nos hacen
tres naciones; he perdido también a otros seres queridos y sólo
me quedan en el desastre mis hijos y mis alhajas. Demasiado
pequeños los primeros para ofrecerlos, hoy vengo a depositar
en el altar de la patria todas mis joyas para que ellas contribuyan a sostener la defensa de nuestra bandera.11
Posteriormente, aquellas mujeres acompañaron al ejército
paraguayo en su trágica retirada de Asunción y en toda una
larga y penosa trayectoria bélica, al trabajar como enfermeras, cocineras, lavanderas, conocedoras de plantas medicinales, transportistas del material pesado, etc. Con el tiempo, el
término residenta se extendió a todas las mujeres paraguayas
que contribuyeron con su esfuerzo durante la Guerra, convirtiéndose en símbolo de sacriicio, abnegación y entrega
incondicional a la patria. De ahí que la residenta es la compañera del soldado que lo alienta, cura y alimenta, que sufre con
11
Citado en Olinda Massare de Kostianovsky, La mujer paraguaya. Su participación en la Guerra Grande, Asunción, Fundación “Nicolás Darío Latourrette
Bo”, 2012, p. 25.
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él las penurias del camino y muere junto a él en el campo de
batalla. La residenta se convierte a veces en la guerrera, imagen difundida sobre todo por el discurso propagandístico de
Francisco Solano López. Es la mujer que no sólo acompaña
a su hombre, sino que combate al enemigo con el fusil en la
mano. Estas dos caras de la residenta: la compañera y la guerrera están presentes en los siguientes versos de Ignacio Pane
y Enriqueta Gómez Sánchez respectivamente:
[…]
Cuando cundió en dominios paraguayos
la furia del cañón y la metralla;
cuando seguida de mortales rayos
sonó doquier la voz de la batalla:
Ella fue la vestal que el patriotismo
siempre encendió con su palabra ardiente,
faro de intensa luz que al heroísmo
condujo al paraguayo combatiente.
[…]
Ella impulsó a su hermano a la pelea,
ella siguió a sus hijos al combate.
Dijo a su amante: “La victoria sea
arra de amor del que mi amor acate.”12
12
Ignacio Pane, “La mujer paraguaya”, en Antología, Asunción, El Lector,
1996 (Col. Literaria). Cursivas mías.
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***
[…]
Se armó también tus manos con la lanza,
Defendiendo la patria en la pelea.
[…]
Infundiste valor del espartano
A cada corazón con fe bravía.
Coronada de gloria y de martirio
Al lado de tu amor también morías.
Y al tronar del cañón y la metralla,
Cubrió tu cabellera enmarañada
El cuerpo de tu amor ensangrentado,
Cual mortaja en la trágica jornada.
[…]
Sin pan y sin abrigo en el boscaje,
Harapienta y doliente vas marchando.
Y tu pecho oprimido de dolores,
Tu vida desolada vas llorando.
Sumida en el espanto de la muerte
Cubrió tu pie los descarnados trazos,
Mas, tu boca mugiente en su plegaria
Musitaba la Patria en cada paso.13
La historiografía actual, aunque no niega la importancia y
la participación de la mujer en la Guerra Grande, suele problematizarla, al destacar más que el heroísmo de las residentas, la
tragedia que les tocó vivir y el carácter muchas veces forzado
13
Enriqueta Gómez Sánchez, “A la mujer paraguaya”, en Gómez Sánchez,
op. cit. Cursivas mías.
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de su “sacriicio incondicional” por la patria. Para evidenciar el
ambiente opresivo del inicio de la Guerra, se recupera la igura
de la “destinada”, el opuesto simbólico de la residenta, al ser
la mujer caída en la desgracia y enviada por el mariscal López
a uno de los campos de concentración de Yhu, Espadín o Panadero. Las mujeres declaradas traidoras por ser parientes de
enemigos políticos reales o presuntos de la dictadura, fueron
condenadas a torturas, hambre y no pocas veces a muerte. Los
testimonios de una de las destinadas al campo de Espadín,
Dorotea Duprat de Lasserre, como también del capitán Domingo Ortiz, combatiente de la Gran Guerra y, posteriormente, miembro de la Comisión paraguayo-brasileña de límites,
relejan la espantosa naturaleza de dichos campos:
En in, había días en que todo era difícil y en que era preciso
cambiar hasta nuestros últimos trapos para no morir. Algunas
mujeres guapas que andaban por los montes, pasaron esteros
y encontraron otro naranjal, fue un regocijo general, las esperanzas y los sueños dorados volvieron a nosotras. Comíamos
una inmensa cantidad de naranjas, pero sentíamos la falta de
la carne de burro; algunas familias comieron perros, sapos y
serpientes. Los muchachos se pasaban lacos como esqueletos
agarrando lagartos, pero la mortandad seguía llevando criaturas
y viejos, los días de lluvia sobre todo, eran fatales, hoy amanecieron yertos, helados, aquellos que ayer buscaban su sustento.14
El 9 del mismo mes, recogimos datos sobre el curso del
arroyo Espadín, estuvimos hasta la isla que sirvió de recostadero al campamento de las destinadas, de cuya proximidad, eran
14
“Aventuras y padecimientos de Madame Dorotea Duprat de Lasserre”,
citado en Guido Rodríguez Alcalá [comp.], Residentas, destinadas y traidoras. Testimonio de mujeres de la Triple Alianza, Asunción, Servilibro, 2010, p. 118.
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indicios vehementes, los numerosos cráneos y huesos humanos que veíamos a los lados del camino. […] El 22 de octubre,
tuve ocasión de visitar aisladamente el ex campamento de las
destinadas del Espadín, horrible necrópolis, donde los numerosos vestigios de las víctimas infelices que allí gemían entre el
hambre y la miseria, sufriendo atroces tormentos, aligen pro
fundamente el ánimo más frío e insensible.15
La existencia de las destinadas, tantas veces silenciada o negada por el discurso nacionalista, es una prueba de que la participación femenina en la Guerra no fue del todo espontánea
ni voluntaria. Es cierto que las mujeres organizaban recolectas
de bienes para el ejército, convocaban asambleas controladas y
dirigidas por el gobierno, donde pronunciaban apasionados
discursos a favor del presidente, y posteriormente siguieron a
los soldados en su retirada, sin embargo, no hay que olvidar
que dichos actos eran necesarios para evitar la represión y la
amenaza de convertirse en destinadas. No queremos decir con
eso que la colaboración femenina en la Guerra fuera totalmente involuntaria y forzada por la dictadura, no obstante hay que
tener claro que más allá del fervor patriótico lo que empujaba
a las mujeres al sacriicio fueron también factores como la falta
de alternativas, el peligro político y la necesidad vital de sobrevivencia. De hecho, las residentas eran obligatoriamente trasladadas de sus pueblos y reagrupadas en nuevos asentamientos cercanos a la tropa, donde trabajaban hasta catorce horas
diarias supervisadas por una sargenta para abastecer al ejército.
Dadas las difíciles condiciones de vida y de trabajo algunas
mujeres decidían escaparse. Había también quienes huían con
15
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Domingo Ortiz citado en Barreto, op. cit., p. 96.
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sus hijos para evitar el reclutamiento forzado de niños. Las
palabras del vicepresidente Sánchez son una prueba de que
el fenómeno de deserción entre las mujeres era considerable:
Se tendrá mucho cuidado de no mirar con indiferencia mujeres
generalmente del pueblo bajo huyendo de la vista de las autoridades para vivir en holganza. […] de una caravana de más de
doscientas de esa clase enviadas, en la primera jornada cuando
llegaron al Barrero Grande habían desaparecido ochenta […].16
El mismo vicepresidente aconsejaba “castigar con azotes”
a las residentas que iban al monte a buscar comida sin permiso. Esto evidencia el carácter opresivo de aquel “servicio a la
patria” y altera la verdad histórica oculta bajo el mito.
También la imagen de la mujer guerrera, tan enraizado en
el imaginario colectivo de los paraguayos, ha sido desmentida
últimamente por los historiadores. Si bien es cierto que durante la Guerra fue creado el famoso Batallón de Mujeres de
Areguá, en realidad éste no combatió y sólo fue utilizado para
la propaganda nacional e internacional, con el objetivo de difundir la imagen de un Paraguay heroico que se defendía con
la participación sacriicada de todos sus miembros.17 A pesar de
ello, el aporte femenino durante la Guerra fue, sin duda, decisivo para la subsistencia del país y del ejército. De hecho, fue
gracias al trabajo femenino que el pequeño Paraguay pudo resistir a las potencias aliadas durante tanto tiempo y sin graves
problemas de hambre y desabastecimiento.
16
Vicepresidente Sánchez citado en ibid., p. 94.
Véase Bárbara Potthast, “La mujer en la historia del Paraguay”, en Ignacio Telesca [coord.], Historia del Paraguay, Asunción, Taurus, 2010.
17
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Imagen 7. Monumento a las residentas, Asunción.
Fuente: En http://www.panoramio.com
(13 de septiembre, 2013).
3. el matriarcado. Kuña guapa,
reconstructora de la patria
La Guerra de la Triple Alianza dejó al país desierto: la mayoría
de la población aniquilada, la agricultura arrasada, las ciudades
y aldeas quemadas, las antiguas estructuras políticas borradas.
Con razón, el discurso nacionalista alude a aquel momento his-
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262 Gaya Makaran
tórico como un nuevo inicio nacional, un verdadero resucitar de
las cenizas. Frente a la escasez de hombres, fueron las mujeres las
que tuvieron que asumir el protagonismo en la reconstrucción
nacional. Aquí algunos fragmentos de los ya citados poemas de
Enriqueta Gómez Sánchez e Ignacio Pane que visualizan la penosa situación de la mujer en la posguerra y su esfuerzo sobrehumano por levantar a la patria:
[…]
Estoica... polvorosa... y jadeante
Tu misma mano fecundó la tierra,
Levantando otro altar más soberano
Sobre las ruinas que dejó la guerra.
Con el arado fecundaste tierra.18
***
[…]
También cuando ya el joven y el anciano,
el hijo y el hermano y el esposo,
cayeron para siempre y en el llano
reinó de los sepulcros el reposo,
ella emprendió la vuelta, con el pecho
por las patrias nostalgias oprimido,
y en vano escudriñó en su hogar deshecho
el antiguo lugar del ser querido.19
Es en ese momento cuando Paraguay gana su fama internacional como el “país de mujeres”, lo que da inicio al otro
mito nacional sobre el supuesto matriarcado paraguayo. Mu18
19
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Gómez Sánchez, op. cit. Cursivas mías.
Pane, op. cit. Cursivas mías.
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Mujer. De la madre guaraní a kuña guapa 263
chos historiadores de la escuela nacionalista, entre ellos José
Luis Mora Mérida,20 maniiestan la existencia de un sistema
matriarcal tanto en la posguerra, como en toda la historia de
Paraguay, su teoría comienza en el hogar guaraní precolombino. Se suele subrayar la posición dominante de la mujer/madre paraguaya, que es la que manda en el hogar y la que lleva
adelante a la familia y al país, frente a la ausencia, voluntaria o
no, del varón.
Así, aparece otra igura femenina importante, la kuña guapa,
en guaraní “mujer hacendosa”, que no teme ningún trabajo,
nunca rehúye el sacriicio y siempre hace frente a las exigencias
de la supervivencia cotidiana. La acompaña kuña valé, “mujer
valiente”, otro adjetivo de la mujer paraguaya, que hace alusión
a la autosuiciencia y a la lucha diaria por el hogar y la familia,
sin contar ni desear el apoyo de nadie. Como veremos más
adelante es la igura de la mujer que más ha penetrado el imaginario nacional, y que más presión ejerce sobre la situación
actual de la mujer paraguaya.
El mito nacional sobre el matriarcado paraguayo es muy
fácil de cuestionar. Por supuesto, nadie niega el hecho de una
catástrofe demográica que convirtió a Paraguay en un “país
de mujeres”, ni el papel de la mujer en la reconstrucción social y económica del país, no obstante, estos hechos serían
más bien cuantitativos que cualitativos. De ahí que las referencias a Paraguay como un “país de mujeres” aluden más
bien a la cantidad de éstas y no a su posición social, ni mucho
menos a un dominio político femenino. De igual manera, la
palabra “matriarcado” no corresponde al verdadero signii20
José Luis Mérida Mora, Paraguay y Uruguay contemporáneos, Sevilla, e.e.h.a,
1981.
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cado del término: el poder y el gobierno de las mujeres, sino
que se reiere a una ventaja demográica y a la omnipresencia
femenina, consecuencia de esta última. Al evocar el mito del
matriarcado, el discurso nacionalista encubre el triste hecho
de que las mujeres fueron reconstructoras sin poder, monopolizado éste por los hombres.
La imagen de la kuña guapa valé en realidad esconde historias horríicas de mujeres que al ver sus hogares destruidos, los
campos devastados, sin herramientas y posibilidades de cultivar, migraban a las ciudades donde frecuentemente se convertían en mendigas, prostitutas o proletarias mal pagadas. El
único papel que les tenía reservado el Paraguay de posguerra,
o ironía profundamente patriarcal, era el de las ciudadanas de
segunda sin derechos políticos,21 que con su sacriicio y abnegación levantaban el país dirigido por hombres. Mientras
cumplían con este papel podían contar con el reconocimiento
y gratitud oicial como “mujeres valientes”, si intentaban salirse de este molde ceñido eran juzgadas y rechazadas como las
que traicionaron a su misma naturaleza.
4. la paraGuaya actual, especie única
En el Paraguay actual, país de joven democracia, donde el peso
de su difícil historia todavía impregna el imaginario colectivo,
la mujer parece gozar de todos los derechos ciudadanos y ser
una igura respetable y respetada. La nieta de la residenta, que
21
La Constitución liberal de 1870 no reconoce derechos políticos a la
mujer. De hecho, Paraguay fue el último país latinoamericano en conceder
el derecho al voto a las mujeres (1961).
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sacriicó su vida por la patria en la Guerra Grande, de la kuña
guapa de la posguerra, que con su sangre y sudor reconstruyó
el país destrozado, la hija de las mujeres feministas, que lucharon por los derechos civiles durante la dictadura de Stroessner,
es la paraguaya actual, que vive en los tiempos de paz y aparente democracia a salvo de desastres sociales y económicos parecidos a los del pasado, al ejercer su derecho al voto e igualdad
jurídica,22 protegida por el Código Laboral y Civil.
En el discurso oicial, impregnado por las imágenes forjadas por el nacionalismo de viejo cuño, la mujer paraguaya
aparece como una de las iguras más importantes elogiadas y
gloriicadas como icono del patriotismo. Se recurre a todas las
creaciones míticas sobre la mujer que el discurso nacionalista
ha elaborado a lo largo de la vida republicana: la madre guaraní: fundadora de la raza, amorosa y dedicada a su esposo
español, fuente de la lengua y la cultura nacional, la reina incuestionable del hogar; la residenta: heroína y guerrera sacriicada que no duda en entregar su vida y la de sus hijos por la
patria; kuña guapa, kuña valé: refundadora abnegada del país,
trabajadora incansable, ama de casa que carga en sus hombros a toda la sociedad. Todas ellas se conjugan para crear la
imagen actual de la paraguaya, difundida por los discursos
altisonantes en ocasión del Día de la Mujer, enseñada en las
escuelas y asumida por la sociedad, tanto por su parte masculina como la femenina. ¿Cómo es esta imagen? Veamos
Paraguay ratiicó en 1951 el convenio sobre la igualdad jurídica entre
hombres y mujeres de los países latinoamericanos, ese mismo año se fundó
la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer que exigió su cumplimiento. En
1993 un nuevo Código Laboral reconoció la igualdad jurídica de género y
en 1995 el Código Civil reconoció los derechos de la concubina y el delito
de acoso sexual.
22
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los siguientes fragmentos del poema A la mujer paraguaya de
Enriqueta Gómez:
¡Mujer excelsa de la Patria Mía!
¡Orgullo de la América grandiosa!
De todas las mujeres de la tierra
Por tu rara virtud, la más gloriosa.
Comunera gentil de blanco lirio
Armada de ternura y de nobleza,
Aureolando tu frente regia palma,
Nadie ostenta tan ínclita realeza. 23
Estos versos nos muestran a la mujer paraguaya gloriicada y santiicada (“aureolando tu frente”), única en la escala
global y noble portadora de virtudes poco comunes entre las
mujeres de otras naciones. Dicha imagen se sustenta en su
papel histórico, relatado por el poema, lleno de sacriicio, heroísmo y amor por la patria.
La misma imagen idealizada de la mujer paraguaya la encontramos en las canciones del Partido Colorado, por excelencia,
nacionalistas. Así, la mujer colorada que por sí misma encarna
a la mujer paraguaya como tal, se convierte en un ejemplo vivo
de santa: sacriicada, estoica, valiente, venerada, madre honrada, esposa dulce y iel, la dama preclara y la guerrera al mismo
tiempo. Veamos los siguientes fragmentos de las canciones A
la mujer colorada de José Portillo, Bella mujer colorada de Enrique
Vera Coiteux, Para la mujer colorada de Antonio Delgado y Mujer
23
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Gómez Sánchez, op. cit. Cursivas mías.
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republicana de Rosa de Echeverría Guaireña respectivamente,
todas ellas del repertorio del Partido Colorado:
El alma del Paraguay
Mil veces sacrificada,
Nunca, jamás dijo un ¡ay!
La auténtica colorada
[…]
Con sudores de su frente
Fecundó la tierra amada,
Fue siempre estoica y valiente
La gran mujer colorada.
[…]
Y entonces surge la reina
Más querida y venerada,
La que en guarania llamamos
Kuñatai [jovencita/muchacha] colorada.24
***
Miradla… es la dulce mujer paraguaya
Ostentan sus trenzas rojas flores mayas
Brotando en sus labios bermejas subidas
Purahei rory… [cantar placentero]
Son madres honradas con hijos preclaros,
Impregnan sus almas sentimientos caros
La patria, familia, justicia, trabajo…
[…]
Tú sola, muy sola mujer colorada
Cumples lo que al sexo débil reservado
24
José Portillo, “A la mujer colorada”, en José Portillo [comp.], Colorado
Purajhey…, Canciones coloradas, Asunción, 1987, p. 106.
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Con ser ángel bueno de los desgraciados…25
***
Es la dama preclara de la andanza sencilla
Que exorna la existencia con ansias y labores;
Que entona sus cantares cual lindas avecillas
Y pinta en sus sonrisas esencias de las flores.26
***
Porque encarnas a la clásica Matrona:
Mujer, madre, fiel esposa y además
La guerrera sin igual que no perdona
Y la cívica impulsora de la paz.27
Así, la mujer paraguaya venerada por el discurso colorado
encarna todo tipo de virtudes humanas y cívicas: sacriicio por
la patria, resistencia y fuerza, estoicismo y valentía. Además
cumple con los criterios de la feminidad deinida como belleza física, pureza, docilidad, idelidad, maternidad y atención a
los demás. Estamos ante una imagen ambigua, por una parte
de una mujer fuerte, valiente y autosuiciente y por la otra, de
una mujercita dulce y delicada de una sonrisa loral que canta
“cual lindas avecillas”. Sólo esta última puede contar con
la compañía del hombre, puesto que la “matrona” y la “guerrera” permanece, como dicen los versos, “sola, muy sola”.
Esta idealización poética, enteramente adoptada por el discurso nacionalista, plantea que la paraguaya es portadora de una
excepcionalidad positiva, proyectada al mismo tiempo a toda
25
Enrique Vera Coiteux, “Bella mujer colorada”, en ibid., p. 107.
Antonio Delgado, “Para la mujer colorada”, en ibid., p. 108.
27
Rosa de Echeverría Guaireña, “Mujer republicana”, en ibid, p. 109.
26
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la nación paraguaya, una excepcionalidad que podía recompensarle las penurias de su pasado y las carencias del presente.
Esta naturaleza extraordinaria de la mujer paraguaya justiicaría, también, el establecimiento de una fecha especial para la
celebración de su día que, en Paraguay, es el 24 de febrero en
recuerdo de la Asamblea de Mujeres Americanas de 1867.28
El Día de la Mujer Paraguaya se impone a las celebraciones
mundiales del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo,
primero como un intento de subrayar el carácter único e irrepetible de la mujer paraguaya que nada o poco tiene que ver
con las demás mujeres, y segundo como un esfuerzo nacionalista de inscribir la problemática de la mujer en el discurso de
la patria, alejándola de las “arenas movedizas” del feminismo
internacional. Veamos las siguientes notas de prensa que aparecieron en los últimos años en ocasión del Día de la Mujer
Paraguaya. En el sitio web Tribuna Abierta el día 24 de febrero de 2011 fueron redactadas las siguientes líneas de reconocimiento a la mujer paraguaya por su día:
Alguien dijo una vez, que el amor tenía cara de mujer. ¡Cuánta
verdad! El amor luye en el corazón de la mujer madre, esposa,
amiga, compañera, profesional, luchadora incansable para sacar adelante
a la familia. Mujer y madre que no conoce del cansancio, aun después de
10 horas de trabajo. Sacando fuerza de laquezas, llega a la casa,
28
Fue la historiadora Idalia Flores de Zarza, quien propuso en 1974 que
el día 24 de febrero fuera celebrado como el Día de la Mujer Paraguaya. Su
iniciativa fue aprobada por la Cámara de Diputados el 6 de diciembre de
1974. Como establece el Decreto 498: “Declárase Día de la Mujer paraguaya,
el 24 de febrero, aniversario de la Primera Asamblea Americana de Mujeres,
reunida en Asunción ese día de 1867, con el propósito de contribuir a la
defensa de la patria.” (Ministerio de Educación y Cultura. En http:// www.
mec.gov.py/cmsmec).
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y retoma su jornada con los hijos, la familia. La mujer paraguaya
es un ejemplo de trabajo, dedicación a la familia, amor a Dios y a su
patria. Luchadora ante las adversidades, que cualquier otra, se
dejaría vencer. Mas, la paraguaya, con fe en Dios, y amor a los
suyos, lucha hasta la última fuerza de su ser. ¡Felicidades Mujer
Paraguaya en tu día! 29
Encontramos aquí un claro relejo de todos los mitos na
cionales acerca de la mujer, más el convencimiento de su excepcionalidad basado en estos estereotipos. Así, la mujer paraguaya es amor: madre, esposa, amiga y compañera del hombre;
es lucha y trabajo incesante: por su familia, de doble jornada,
incansable; es dedicación: a la familia, a Dios y a la patria. Esta
imagen, que mezcla la igura de kuña guapa y la esposa cristiana, releja una ideología profundamente conservadora que,
con ayuda del falso halago y del reconocimiento a través de
la atribución de valores aparentemente positivos, en realidad
reproduce el modelo femenino deinido por el famoso Kinder,
Küche, Kirche30 del conservadurismo alemán.
Otro sitio web del periódico de cobertura nacional abc
Color, reconoce la importancia de la mujer como “protagonista de su tiempo”:
29
En http://www.tribunaabierta.com/v2/index.php?option=com_con
tent&view=article&id=6932:felicidades-mujer-paraguaya&catid=2:internac
ionales&Itemid=3, (fecha de consulta: 24 de febrero, 2011) Cursivas mías.
30
Kinder, Küche, Kirche [alemán: niños, cocina e iglesia], conocido también como
die drei K [los tres K], un popular lema alemán, cuyo autor fue probablemente
el último emperador alemán Guillermo II, que hace referencia al papel
tradicional de la mujer en la sociedad y la familia. Fue adoptado con ciertas
modiicaciones (el lugar de la “Iglesia” lo ocupó la “patria” o el fürer) por el
social nacionalismo nazi.
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Reconocidas por su abnegación, fortaleza, talento y belleza, este viernes la mujer paraguaya celebra su día. Forjadoras de la historia, y
aún en lucha por sus reivindicaciones, hoy son reconocidas como
verdaderas constructoras de la Patria. En el campo o la ciudad,
en tiempos de la Guerra Grande o en la actualidad, la mujer
paraguaya siempre fue protagonista de su tiempo. […] Mujeres
casadas, madres solteras, empresarias, obreras, inmigrantes, amas de casa,
todas constructoras del hogar y del país a través de su participación activa
en cada ámbito de la sociedad. Hoy, y más que nunca, la igura de la
mujer paraguaya representa la lucha, el talento y la abnegación en un país
que hoy, 24 de febrero, celebra su protagonismo.31
Aunque el texto parece ser mucho menos conservador que
el anterior, puesto que reconoce la “participación activa [de la
mujer] en cada ámbito de la sociedad”, como también la lucha por sus derechos y su papel decisivo en la historia y la
actualidad nacional, tampoco logra huir de los estereotipos.
Así, la mujer paraguaya, cualquiera que sea su estatus y ocupación, es (debe ser) la constructora natural del hogar, dominio
exclusivamente femenino, y al mismo tiempo es reconocida
por su “abnegación”. Si tenemos en cuenta el signiicado de
esta palabra, es decir: sacriicio, renuncia a pasiones, deseos
o intereses propios a favor del prójimo,32 nos damos cuenta
de la perversidad de este tipo de “reconocimientos”. De hecho, aunque no hay nada de malo en demostrar gratitud por
el trabajo y los sacriicios diarios de la mujer, si es sumamente
nocivo obligarla a éstos, al naturalizar su papel de sirvienta y
31
abc Color, “Mujeres paraguayas celebran su día”. En http://www.abc.
com.py/nota/mujeres-paraguayas-celebran-su-dia/ (fecha de consulta: 24 de
febrero, 2012). Cursivas mías.
32
Véase en http://www.wordreference.com/deinicion/abnegacion.
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convertir la abnegación, la docilidad y la renuncia de sí misma
en atributos indispensables de la feminidad. ¿Es la mujer paraguaya la kuña guapa por naturaleza o voluntad propia, o es el
sistema patriarcal y sus discursos aparentemente halagadores
los que le imponen este papel, a la par que encubren el machismo y legitiman la ausencia del hombre y su falta de compromiso con asuntos familiares?
Los dos homenajes citados, a pesar de sus diferencias, comparten el mismo tono rimbombante, propio más bien de discursos oiciales que de los medios de comunicación masiva. A
esa tendencia no se le escapan ni siquiera campañas publicitarias de productos destinados al mercado femenino. Veamos el
siguiente anuncio de una marca de toallas femeninas publicado con ocasión del Día de la Mujer Paraguaya: “La mujer paraguaya es un símbolo nacional, una heroína en nuestra historia
y el pilar de cada hogar de nuestro país. Es por eso que Day´s
celebró con mucha alegría este día”.33 En reconocimiento de
sus sacriicios por el hogar y la patria, las “heroínas” tenían
la oportunidad de ser obsequiadas con un paquete de higiene
íntima. Podríamos reírnos o sospechar alguna “provocación
artística” teniendo en cuenta lo absurdo y ridículo del hecho, si
no fuera por la total seriedad con la que la acción fue anunciada y llevada a cabo. ¿De dónde viene esta necesidad social de
adoptar discursos pomposos sobre la mujer? ¿Por qué la mitología nacionalista ha penetrado tanto el imaginario colectivo
en Paraguay? ¿Será que hablar de “heroínas” nos libra de un
33
Diario digital La Nación, “Day’s celebró el Día de la Mujer Paraguaya junto
a todas ellas”. En http://www.lanacion.com.py/articulo/60121-days-celebroel-dia-de-la-mujer-paraguaya-junto-a-todas-ellas.html (fecha de consulta: 24
de febrero, 2012).
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debate serio sobre la situación real de la mujer paraguaya e intenta paliar su descontento y evitar posibles reivindicaciones?
Imagen 8. Mujer con el cántaro, retrato simbólico
de la mujer paraguaya.
fuente: En http://www.artelista.com/
obra/7370846227876628-mujerparaguaya.html.
5. la muJer paraGuaya más allá del mito
Cada día hay más voces que critican tanto el discurso sobre
la mujer paraguaya como el trato que ésta recibe diariamente,
más allá de airmaciones oicialistas que pintan su realidad co-
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lor rosa. Tanto los intelectuales de ambos sexos que intentan
desmentir los mitos nacionales acerca de la mujer, como el
movimiento feminista que lucha por el cumplimiento de los
derechos garantizados y la conquista de otros, están indicando
que la situación actual de la mujer paraguaya deja mucho que
desear y exige serios cambios en todos los ámbitos sociales.
Recuerdan que la mayoría de las mujeres rurales, incluidas las
indígenas, vive en condiciones de pobreza extrema a causa de
la concentración de la tierra y la extensión de la agroindustria,
muchas de ellas están obligadas a emigrar a las ciudades o al
extranjero. Destacan la discriminación de la mujer en cuanto al acceso a la educación, salud, derechos políticos, trabajo
digno, la falta de ayuda gubernamental suiciente, la violencia
de género, etc., que no cambian a pesar de la existencia de
leyes y convenios pro mujer. Podemos ver que, a pesar de los
esfuerzos del gobierno de Fernando Lugo (2008-2012), autodenominado “progresista”, por mostrar su cara “feminista” y
promover los programas de igualdad política y económica, en
contra de la violencia de género y la discriminación simbólica,
éstos fueron vanos pues este presidente, exobispo católico, seductor de muchachas del obispado y padre de múltiples hijos
no reconocidos, no fue el mejor ejemplo de respeto hacia la
mujer y de paternidad responsable.34
34
“Los casos de Viviana Carrillo, con quien Lugo reconoció una relación
que se inició siendo ella menor de edad y encontrándose en una situación de
dependencia laboral, Benigna Leguizamón, la limpiadora del obispado a la
que acosó cuando trabajaba para él, y Hortensia Morán, quien denuncia que
hasta en Internet siguen hostigándola los esbirros del régimen arzobispal,
son un claro ejemplo de lo mucho que las mujeres del gobierno arzobispal
son capaces de olvidar y hacer callar.” Luis Agüero Wagner, “Fernando
Lugo humilló a la mujer paraguaya”. En http://www.diariosigloxxi.com/texto-
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Los críticos denuncian el carácter profundamente machista de la sociedad paraguaya, donde el hombre está exento de
obligaciones domésticas y familiares, incluso de mantener económicamente a la familia, reducido su papel a un simple semental. De hecho, se considera normal que el varón no trabaje y que tenga muchas mujeres (Paraíso de Mahoma), al ser la
mujer la que mantenga la familia (kuña guapa, madre guaraní),
lo que conlleva al fenómeno de la maternidad solitaria. Uno
de los literatos paraguayos Helio Vera en su libro El país de la
sopa dura. Tratado de paraguayología II con estas palabras describe el fenómeno del machismo paraguayo:
Este rasgo, que privilegia el papel del varón en el grupo familiar,
se delata en una serie de actos que parecen triviales: el hombre
tiende a adelantarse a la mujer cuando caminan juntos; cuando
se toma mate en grupo, la función de cebarlo recae en la mujer.
La cocina, la administración del hogar y la educación de los
hijos forman parte también del conjunto de responsabilidades
que limitan y coninan a la mujer dentro de un espacio reducido. Al machismo se le debe la paternidad irresponsable, fenómeno que hasta ahora no ha merecido una atención preferente
de ninguna política de Estado.35
Por si alguien tuviera dudas en cuanto a la veracidad del
fragmento citado, veamos la letra de una de las canciones paraguayas más difundidas en honor a la mujer paraguaya Kuña
guapa, un clásico musical del poeta popular Clementino Ocamdiario/mostrar/80321/fernando-lugo-humillo-a-la-mujer-paraguaya (fecha
de consulta: 2 de febrero, 2012).
35
Helio Vera, El país de la sopa dura. Tratado de paraguayología II, Asunción,
Servilibro, 2011, p. 171.
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pos, que nos muestra un ideal femenino, más escalofriante aún
si tenemos en cuenta que fue concebido con todo el amor del
sujeto lírico hacia su amada.
Kuña guapa
Ya los gallos cantarinos
llaman al amanecer,
levantándote mujer
quiero verte trajinar.
Movimiento sin cesar
que engalane tu existir,
una escoba danzarina
que anteceda al cocinar.
Olorosas, perfumadas,
mis camisas lucirán,
laboriosas manos tuyas
con amor me ofrendarán.
Muy juntitos en nuestro hogar
nuestros días pasarán,
cuidaré de ti mi bien
y mi amor florecerá.
Que el mate mañanero
haga galas de sabor
para luego preparar,
desayuno por doquier.
Tu fatiga y aflicción
por las nubes volarán,
y de nuevo empezarás
hacendosa tu labor.
Que las aves de corral
se alboroten como ayer,
y que todo se renueve
hasta el agua de tu amor.
Tu belleza cuidarás
y tu boca dulce miel
me darás siempre al pasar
remozando mi existir.
Llamaradas del fogón
la cocina avivarán
y un montón de ropa al fin
al remojo lo pondrás.
Y la tarde al concluir
tu misión has de cumplir
de tus manos beberé
delicioso “tereré”.
De la alcoba nuestro ajuar
su blancura exhibirá,
exquisito en su sabor
tu manjar me ofrecerás.
Hacendosa como eres
mis tesoros cuidarás,
y mañana frente a Dios36
nuestras vidas se unirán.
36
Clementino Ocampos, “Kuña guapa”, en Teresa Méndez-Faith, Poesía
paraguaya de ayer y hoy, t. II, Asunción, Intercontinental Editora, 1997. Música
de Francisco F. Larrosa, traducción del guaraní por Lino Trinidad Sanabria.
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Tenemos aquí la peor pesadilla feminista hecha realidad y
además presentada como un idilio deseable y recomendable
a cualquier pareja. Así, la vida de la “mujer hacendosa” se desarrolla entre la cocina, el lavadero y la alcoba, su “misión”
es mantenerse arreglada, atractiva (“tu belleza cuidarás”), servirle bien a su esposo y complacer todos sus reclamos desde
las camisas “olorosas perfumadas”, “desayuno por doquier”
y “delicioso tereré” (bebida fría de yerba mate), hasta ofrecerle
su “manjar” y “la boca dulce miel”. Es evidente que el hombre disfruta observando el “movimiento sin cesar” de la mujer, sin que se le ocurra ayudarla en algo, puesto que tal trabajo
junto con el sacriicio y abnegación, además de natural, es
considerado parte inseparable de la feminidad misma.
La imagen de la mujer hacendosa, aunque creada con objetivos muy diferentes, la encontramos también en el poema Kuña guapa de Andrés Colmán Gutiérrez. Mientras que la
canción de Clementino Ocampos presentaba a la mujer hacendosa como un modelo deseable de lo femenino, el poema
de Colmán evoca la misma igura para evidenciar el abuso y
compadecer a la kuña paraguaya.
Kuña Guapa
Te levantarás temprano como siempre, a pesar de ser un
día domingo.
Seguramente barrerás el patio.
Limpiarás la cocina.
Prepararás el desayuno.
Bañarás a los niños.
O emprenderás un largo y cansado viaje hasta el mercado,
con una bolsa o un canasto cargados con el peso de la vida
misma a tus espaldas,
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a buscar el afanoso sustento de cada día.
Es probable que ni llegues a enterarte de que mañana se
recuerda el Día Internacional de la Mujer.
O quizás sí.
Si por allí alguien enciende cerca de ti una radio o una tele,
quizás te llegue un eco lejano de mensajes y discursos:
Nde ningo kuña guapa. [Usted es diferente mujer hacendosa]
Kuña mbarete. [Mujer fuerte]
Kuña Paraguay hekopete. [Mujer paraguaya digna]
Ndereikuaáiva kane’o. [No conoce usted el cansancio]
Mujer paraguaya
¿De qué te sirve tanta alabanza romántica cantada en
polcas y guarañas, cuando te han dejado sola en el mundo
y no tenés qué darle de comer a tus hijos?
¿De qué te sirve ser la gloriosa heredera de las Residentas,
cuando tu hombre llega borracho a casa y te insulta o te
golpea por el motivo más absurdo?
¿De qué te sirve que te levanten estatuas o monumentos, o
que te dibujen irreal y eterna en el reverso de un billete
con largas trenzas morenas, blusa de typói y un kambuchi de
barro acunado entre los brazos, cuando tenés que guardar
los pedazos de tus sueños en una cajita, junto a un clavel
marchito o un corazón de papel amarillento?
¿De qué te sirve...? […].37
Encontramos aquí una crítica a discursos pomposos y a los
mitos nacionales que poco o nada tienen que ver con la cotidianidad penosa de las mujeres: madres abandonadas con hijos
hambrientos, esposas golpeadas, seres abnegadas que dejaron
37
Andrés Colmán Gutiérrez, Kuña guapa, publicado el 7 de marzo, 2009.
En http://blogs.ultimahora.com/post/1629/18/index.html. La traducción
de fragmentos del guaraní en español es mía.
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sus sueños para servir a la familia, a Dios, a la patria. El poema es un llamado a la conciencia de la sociedad paraguaya por
el reconocimiento e igualdad real de la mujer, más allá de las
declaraciones rimbombantes. Sin embargo, el mismo autor no
escapa de algunas asociaciones automáticas que surgen a la
hora de pensar en la mujer y que aluden a sus roles tradicionales de la madre, esposa y amante: “[…] Sos la cuna. La ternura.
La piel. El beso. El abrazo. El calor de la noche. El frío de la
soledad. El nombre pronunciado con amor o con rabia. El
misterio. El abismo. La presencia que ilumina. La ausencia que
duele. La calma del cariño. El vértigo del deseo. El motivo de
un poema”.38 Más allá de su indudable belleza poética, son
las palabras que con exactitud reproducen la imagen femenina estereotipada, enraizada profundamente en los corazones y
mentes de los hombres paraguayos, sin importar su signo político ni “progresismo” declarado, que con tanta ternura relejó
hace dos siglos Ignacio Pane en los siguientes versos:
[…]
Dulce canción que del hogar emana,
aura vital que mece nuestra cuna,
es ella nuestra madre o nuestra hermana,
es ella nuestro amor, nuestra fortuna.39
Mientras que la poesía y la canción idealizan y subliman a
la mujer paraguaya, los refranes populares (ñe’ẽngá) suelen denigrarla y revelan la verdadera naturaleza de las relaciones de
38
39
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Loc. cit.
Pane, op. cit.
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280 Gaya Makaran
género en Paraguay. Como señala María del Carmen Pompa
Quiroz:
La identidad femenina impuesta, es una identidad estereotipada, que se presenta a nuestro imaginario colectivo a través de
dos vertientes distintas de producción cultural: una, que pertenece a la amplia gama de ñe’ẽngá y la degrada, relegada al ámbito doméstico y a la diversión masculina y otra que pertenece al
cancionero popular y la idealiza, deshumanizándola en ambos
procesos.40
Tanto la idealización romántica como el desprestigio misógino cumplen el mismo objetivo de control social sobre lo
femenino, y son continuamente reforzados por los medios de
comunicación masiva, sin ser desmentidos o criticados. Los
dichos populares, peligrosamente identiicados con el “saber
popular”, heredados de generación en generación, circulan
intensamente entre la población y moldean el imaginario, los
comportamientos y las expectativas acerca de la mujer. Así, es
frecuente en ellos la animalización de la mujer a través de la
comparación, a in de develar su naturaleza perversa, desleal,
charlatana y necia:
Kuña iñañáva ha mburica, peteĩ ojosy membyre.
La mujer mala y la mula son de la misma madre.
Kuña resay ha jagua karẽ, máramo ndereroviapa va’erãi.
En las lágrimas de la mujer y en la renguera del perro
nunca debes creer del todo.
40
María del Carmen Pompa Quiroz, Kuña imembynte va’erã voi. Valores tradicionales y pautas reproductivas, Asunción, fnuap, 1996, p. 24.
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Aka’ẽ ha kuña kulihkuína ojojogua.
La urraca y la mujer muy charlatana se parecen.
Kuña ñaña ha mbói rendy ñane mongy’a.
Mujer mala y saliva de víbora nos ensucia.41
Otro tipo de refranes hacen referencia a la corporalidad femenina y sus determinaciones “naturales” como madre y esposa.
Destaca la deshumanización de la mujer, que no es dueña de
su propio cuerpo convertido en carne y destinado a satisfacer
las necesidades del varón y a la reproducción de la especie. Encontramos también una sexualización excesiva de la mujer, una
hembra ansiosa por embarazarse, vista como objeto de placer
sin voluntad propia, que puede ser obligada a golpes a “abrirse”:
Kuña rete mbohapy: mamadera, criadero ha parque de diversiones.
El cuerpo de la mujer tiene tres partes: mamadera, criadero
y parque de diversiones.
Kuña kuimba’épe, ha so’ó mbarakajápe.
La mujer al hombre y la carne al gato.
Kuña oñemyrõva kuimba’égui, kuñakuéma.
La mujer que rechaza al hombre dejó de ser mujer.
Kuña oñekuãva kargáda oikose.
La mujer que se ofrece quiere embarazo.
41
Ibid., pp. 27 y 28. Véase también Rosalba Dendia, “Imagen del ser
femenino paraguayo en la literatura nacional, oral y escrita”, en Graziella
Corvalán [comp.], Entre el silencio y la voz: mujeres actoras y autoras de una sociedad
en cambio, Asunción, Gempa, 1989, pp. 321-354.
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Kuña imembýnte va’erã voi.
La mujer está destinada a tener hijos.
Kuña ha mbokápe, kargado mante ojerehpeta.
A la mujer y al fusil se los respeta solamente cargados.
Kuña perdída ha naranja tape jahasakuévo jaipo’o.
A la mujer perdida y a la naranja del camino, de paso se
puede arrancar.
Kuña ha caramelo sapy’aiterã.
La mujer y el caramelo son para un momento.
Kuñataĩ oguatarõ tape po’ire, ykua rapégotyo, porenorã.
La muchacha que toma atajos por el camino a la fuente,
seguro busca sexo.
Heta peky ykua rapére oikó ichugui kuña.
Muchas adolescentes se hacen mujeres camino a la fuente.
Kuña mala guélta ha sandia’i, mokétepente rehóva’erã ichupe.
A la mujer arisca y a la sandía pequeña se las maneja con
golpes de puño (para abrirlas).42
Sólo en casa la mujer parece estar segura y al mismo tiempo
vigilada, puesto que en el exterior, como hemos visto, se convierte en un objeto sexual que pide ser consumido. El refranero popular deine muy bien el lugar de la mujer en la socie-
42
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Ibid., pp. 28-30.
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dad y en la familia, que es cuidar el hogar, servir a los varones,
ser sumisa y callada:
Karai imba’apópe, tembirekó hembiapópe, ha mitã mbo’ehaópe.
El hombre en el trabajo, la esposa en la casa y el niño en la
escuela.
Oíma ojaojoheimi va’erã ikyvykuérape.
Ya hay quien lave la ropa a los hermanos [usado cuando
nace una niña].
Ryguasu upepe la osapukaiva.
La gallina es la que grita allí [en la casa]. Corresponde al
refrán español “Triste está la casa donde la gallina canta y
el gallo calla.”43
El impacto que tiene esta “sabiduría” popular en las mujeres es considerable sobre todo en el campo. Se han recogido
varios testimonios femeninos que demuestran que las paraguayas reproducen los estereotipos sobre sí mismas, sintiéndose obligadas a seguir estas pautas socialmente impuestas.
Veamos algunas declaraciones de las mujeres sobre la maternidad, la familia y su papel social:
Yo tuve hijo a los 17 años. No sé si quería, pero qué iba a hacer,
no podía hacer nada.44
43
Ibid., pp. 32 y 33.
Olga Caballero Aquino y Marina Díaz Vivar Prieto, Mujer paraguaya jefa
de familia, Asunción, cidsep [s.f.], p. 50.
44
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Quería tener mi casa y mi familia. No sabía bien porqué quería
casarme […]. Cuando tenía quince años tenía miedo que me hagan alguna cosa, porque mamá nos hacía temer a los hombres.45
Peor es la mujer sin hijos, porque si la mujer no tiene hijos es
una inútil o una sinvergüenza, las mujeres nacimos para tener
hijos y la mujer sin hijos es como una yegua.
No, los varones no saben cuidar las criaturas, para eso estamos
las mujeres. Los varones no ayudan en las tareas de la casa,
ellos tienen que prepararse para trabajos más fuertes, más difíciles. Yo, por ejemplo, a mis hijos nunca les permití barrer
ni pisar maíz, porque yo siempre quería que sean hombres de
verdad y no iba a estar exigiéndoles tareas propias de nosotras
las mujeres.46
Vemos que estas mujeres por una parte no son conscientes de sus derechos y no saben que pueden elegir más allá de
los roles impuestos, tienen miedo de los hombres como posibles depredadores de su virginidad, y por la otra perpetúan
el régimen misógino y machista a través de la educación de sus
hijos e hijas.
¿Están las mujeres paraguayas de acuerdo con la imagen
difundida sobre ellas por el discurso nacionalista y con los
papeles que se les impone? De hecho, existe un gran consenso social acerca de los mitos nacionales y el papel de la mujer
en la historia de Paraguay, mayor aún si tomamos en cuenta la
apariencia positiva y halagadora de éstos, que a primera vista
45
Olga Caballero Aquino, María Victoria Heikel y Cristina Olazar, Mujeres campesinas y conducta reproductiva, Asunción, QR Producciones Gráicas, 1993, p. 32.
46
Marylin Godoy, Pintadas por sí mismas, Asunción, e.d.a., 1986, pp. 69 y 70.
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parecen reconocer y respetar a la paraguaya.47 Sin embargo,
cada vez son más las mujeres que subrayan el carácter perverso del discurso nacionalista y cuestionan los roles y modelos de feminidad asignados por los varones, estas categorías
estereotipadas que encierran el abuso, la discriminación y la
opresión de la mujer.48 Las paraguayas se están buscando a sí
mismas en un intento de reinterpretar su propia historia y su
papel en la sociedad, guiadas por una pregunta que hoy en día
parece ineludible: “¿Ser kuña guapa o ser kuña feliz?”49
47
En nuestra investigación de campo en Asunción en septiembre de 2012,
las mujeres encuestadas destacaban el carácter de “trabajadora, hacendosa y
luchadora” (kuña guapa) de la mujer, mientras que los hombres daban más
importancia a la moral y honradez de las mujeres: “de buenos principios,
honesta, honorable, noble, digna”, además de sus cualidades sentimentales:
“amorosa”. Se subrayaba también el sacriicio, la dedicación a la familia, la
sumisión, el servicio, la bondad, la compasión, y la caridad de la mujer, junto
con su carácter único y excepcional.
48
Entre ellas encontramos a las historiadoras Ana Barreto, Marilyn Godoy y Mary Monte, la poeta Lourdes Espinola, la feminista Norma Ubaldi
y muchas más, algunas de sus obras presentes en nuestra bibliografía. Es
destacable también la aparición el 15 de mayo de 2011 de una nueva organización Movimiento Kuña Pyrenda (Plataforma de Mujeres), cuyo objetivo
es luchar por la igualdad de derechos y la democracia tanto para las mujeres,
como para toda la sociedad. En las últimas elecciones presidenciales de abril
de 2013, Kuña Pyrenda presentó como candidata a Lilian Soto, quien obtuvo
0.16% de los votos.
49
Véase Rosalinn Gallagher, “¿Kuña Guapá o Kuña Feliz?”. En http://
rosalinngallagher.blogspot.mx/2012/02/kuna-guapa-o-kuna-feliz.html
(fecha de consulta: 24 de febrero, 2012).
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***
Paraguay es uno de los países latinoamericanos que más atención han prestado al papel de las mujeres en su historia, donde el discurso nacionalista se ha articulado a su alrededor hasta el punto de convertir a la paraguaya actual en el conducto
simbólico de la nacionalidad misma. Los mitos nacionales,
comúnmente aceptados, resaltan el aporte de las mujeres en
la creación y la conservación física y espiritual de la nación,
gracias a los rasgos como el sacriicio, la abnegación, la laboriosidad y la humildad, proyectados como atributos inseparables de la feminidad. El reconocimiento simbólico no
va, sin embargo, acompañado del fáctico, al ser la sociedad
paraguaya profundamente machista y paternalista, hecho
que se releja al extremo en los ñe’ẽngá populares. En realidad,
los mitos nacionales legitiman la subalternidad de la mujer,
delimitando el área de su actividad patriótica: reproducción
biológica, hogar, familia, trabajo para la manutención, etc.,
y alejarla de áreas reservadas para hombres: poder político y
económico, liderazgo, funciones públicas, etc. Los supuestos
atributos de la feminidad, difundidos por el discurso nacionalista, tienen un claro objetivo de reforzar la distribución
desigual de papeles sociales, donde la mujer por “naturaleza” sería predestinada a servirle al hombre o concentrarse en
su función biológica. Los imaginarios creados por la retórica
nacionalista ocultan también las diferentes historias y luchas
femeninas que se escapan al relato oicial, como apunta Ana
Barreto:
Del siglo xix sólo nos quedarían mujeres con ramos de lores y
colores de la bandera, organizadoras de procesiones, donantes
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de joyas y portadoras de armas de guerra. […] En él está la otra
mujer; la trabajadora, la madre violentada, la que carece de derechos y que no existe en las páginas de la historia política, militar,
varonil. […] Ahí están las Marías que reclaman la patria potestad
sobre sus hijos; las Juanas que solicitan prestación de alimentos; las Josefas ultrajadas en el honor o en el pudor; las Julianas
que solicitan tierras; las Ramonas que solicitan permiso para el
comercio; las Sinforosas que desean casarse con aquellos con
quienes la ley les prohíbe; las Manuelas que reclaman la administración de sus herencias; las Romualdas que siendo esclavas,
compran su libertad; las Facundas que decidirán a quiénes dejar
sus bienes en el momento de testar; y las Carolinas que cuidan
santos y organizan procesiones.50
Pensamos, sin embargo, que los mitos nacionales paraguayos tienen un gran potencial emancipador: de igual modo
que sirven para justiicar y profundizar la discriminación de
la mujer, pueden ser interpretados a su favor y convertirse
en una herramienta de emancipación. En vez de rechazarlos,
conviene aprovechar el arraigo que tienen en la sociedad, tan
sólo resiniicando su contenido simbólico. De esta manera, la
posición actual de la mujer paraguaya tiene que corresponder
con su papel decisivo en la historia de su patria: si Paraguay ha
sido un “país de mujeres”, si ellas solas lo levantaron del desastre de la guerra, si han sido siempre ellas las encargadas del
mantenimiento material de sus hogares, hechos fuertemente
subrayados por el discurso nacionalista, entonces ¿por qué son
los hombres quienes concentran el poder? ¿Cuál es la contribución masculina en Paraguay, y si ésta justiica realmente su
posición privilegiada? De igual manera, la revisión de los tópi50
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Barreto, op. cit., pp. 18 y 19.
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cos femeninos como la kuña guapa y kuña valé, podría contribuir a la liberación de la mujer y proporcionarle herramientas
en su lucha por el lugar que le corresponde. Así, la igura de
la “mujer valiente y trabajadora” en vez de predicar sumisión
y servidumbre, podría subrayar la autonomía y autosuiciencia
de la mujer independiente del varón, su capacidad de superación y realización fuera del hogar, su fuerza y ambición por
alcanzar sus metas, etcétera.
Por supuesto, todos estos cuestionamientos y replanteamientos para ser válidos exigen necesariamente una revisión profunda del papel de un gran ausente, el hombre paraguayo. Si
la mujer paraguaya ambiciona ganar la igualdad en el ámbito
público es indispensable ganarla también en el hogar, una tarea difícil y de largo recorrido, que ninguno de los países del
mundo ha alcanzado en su plenitud. Si la mujer hoy en día está
logrando entrar al mundo tradicionalmente masculino y es cada
vez más bienvenida, el hombre todavía suele negarse a participar en el mundo “femenino”. Las hurras nacionales en honor
a la mujer suelen silenciar las dudas que surgen al confrontar el
discurso con la realidad, y sobre todo intentan disuadir a los/
las posibles inconformes de interrogar por el kuimba’e (varón)
paraguayo.
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REFLEXIONES FINALES
Las naciones modernas, igual que las sociedades arcaicas, necesitan mitos para construir y mantener la cohesión interna,
como también para imaginarse colectivamente en un Nosotros
único y compartido. En Paraguay la actual mitología nacional
no aparece con la Independencia, sino que surge como respuesta
a la crisis identitaria de la época de la posguerra (posterior a
1870). Entonces es cuando brota la ideología nacionalista, cuyo
objetivo es la reinvención de la paraguayidad y la recuperación
del orgullo nacional pisoteado. Así nacen los nuevos mitos de
origen, producto de una coyuntura sociohistórica específica,
que pretenden explicar no tanto su pasado nacional como su
presente y, sobre todo, proyectar su futuro.
Una de las cuestiones recurrentes en el relato mítico
nacionalista es, sin duda, la importancia del elemento guaraní para lograr la identidad cultural y lingüística de la nación.
Desde el mito de la conquista amorosa, que embellece los
orígenes de la nación y, su paso por el mito del mestizaje armónico hasta el supuesto bilingüismo, el relato nacionalista
pretende borrar cualquier rastro de injusticia, desigualdad y
explotación, a través de la negación y la tergiversación de los
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290 Gaya Makaran
hechos históricos. Esta amnesia colectiva, en cuanto a las
contradicciones que dieron origen a la nación paraguaya, se
explica no sólo por la necesidad de crear una historia positiva,
sino sobre todo por la persistencia de dichas contradicciones en el presente. Así, el pasado irredento nunca se ha convertido
en tal y sigue condicionando el presente sin tregua. De ahí
que por más que la mitología nacionalista intente encubrir
las relaciones de explotación y domino, éstas se evidencian
cotidianamente en sus víctimas: el indio, la lengua y la cultura
guaraníes, los campesinos, las mujeres, etc., y atormentan sin
remedio las conciencias nacionales.
Así, mientras que lo guaraní, lo popular y lo femenino son
referencias obligatorias del discurso mítico, al mismo tiempo
resultan incómodas, puesto que muestran las relaciones de
dominio, tanto actuales como históricas. Eso explicaría el esfuerzo nacionalista por minimizarlas o por lo menos quitarles su potencial peligroso, al petrificarlas con palabrería grandilocuente. Hablar del Guarán valiente en vez del indígena
acosado por la agroindustria, alabar a la “raza mestiza” para
desaparecer al Otro, exaltar el “dulce cantar guaraní” para promover la castellanización, rendir homenajes a la heroica residenta
y mantener el patriarcado misógino, nos habla de la existencia
de una dualidad evidente entre la realidad vivida y la imagen
proyectada de los paraguayos, que demuestra todavía más las
tensiones identitarias y sociales no resueltas.
No cabe duda que el objetivo central del discurso nacionalista actual es no tanto la construcción de la cohesión nacional, como la pacificación de los ánimos críticos y divergentes
que niegan la visión simplista del pasado y del presente paraguayos. A través del mito instrumentalizado se intenta aniquilar
las diferencias, hacer olvidar los conflictos de clase, desarticu-
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Reflexiones finales 291
lar las luchas sociales y legitimar el autoritarismo, al sugerir que
“Paraguay es diferente” como en su tiempo lo era la España de
Franco. Esa originalidad paraguaya mal entendida condena al
país a ser “eterno”, petrificado según la visión conservadora,
inmune a los procesos que acontecen a su alrededor.
En el presente libro hemos intentado brindar una contramirada deconstructiva de los discursos conservadores. Nuestro objetivo ha sido el contrario a la misión nacionalista: en
vez de crear certezas, quisimos despertar las dudas; en vez
de embellecer las realidades, ambicionamos desnudarlas; todo
esto para fomentar la reflexión crítica de los paraguayos en
particular, y los latinoamericanos en general, sobre sus identidades e imaginarios nacionales. Sin duda, los procesos formativos de las sociedades latinoamericanas han sido complejos, contradictorios y repletos de acontecimientos traumáticos,
que han marcado la actualidad sociopolítica y económica de
nuestros países. En vez de negar y ocultar dicha realidad con
discursos falsos que suelen servir sólo a las élites, el latinoamericano debería seguir las indicaciones que en estos casos
recomienda la psicoterapia: admitir y entender su trauma a
fin de afrontarlo y salir adelante. Es hora de dejar atrás las
ideologías excluyentes y racistas en las que se ha sustentado
el discurso del mestizaje, para poder descubrir y entender la
pluralidad que nos caracteriza como latinoamericanos, más
allá de los binomios simplistas y sus sumas etnocidas. ¿Cómo
liberarnos de la falsa creencia de que la unidad y la coherencia
sólo se alcanzan entre seres totalmente idénticos? ¿Es posible
rechazar la necesidad de síntesis y admitir la existencia de un
Paraguay polifacético y diverso, tal como en realidad lo es?
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Paraguay: el nacionalismo y sus mitos editado por el Centro de
Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la
unam, se terminó de imprimir en digital el 28 de noviembre de 2014, en Ediciones del Lirio S.A. de C.V., Azucenas,
San Juan Xalpa, Iztapalapa, C.P. 09850 Del. Iztapalapa,
México, D. F. Su tiro consta de 250 ejemplares en papel
cultural de 90 gramos. Su composición y formación tipográfica, en tipo Garamond 12:14, 9:11, 11:13; estuvo a
cargo de Marie-Nicole Brutus Higuita. La edición estuvo
al cuidado de María Angélica Orozco Hernández, en colaboración con Beatriz Méndez Carniado.
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