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Fiesta china

2017

Cómo evocar lo que, por experimentado, se vuelve inalcanzable para la mera memoria, se pregunta Alan Pauls en este ensayo. Y responde: quizá eso que uno recuerde mal, como flotando en una nube que nubla la cabeza de otro, sea algo muy parecido a lo que uno sueña todo el tiempo con llamar, sin pudor alguno, pero también sin peligro de equivocarse, la felicidad. Pauls alcanza así, algunas de las claves de los seminarios de Ludmer, una época personal y pública de excepción en la que, a diferencia de lo que el sentido común hegemónico de la actualidad cree, fue posible enseñar porque nadie sabía nada

Alan Pauls. Fiesta china Revista de estudios literarios latinoamericanos FIESTA CHINA Alan Pauls Número 4 / diciembre 2017 / pp. 18-22 ISSN 2422-5932 18 Alan Pauls. Fiesta china Revista de estudios literarios latinoamericanos RESUMEN PALABRAS CLAVE experiencia memoria seminarios Cómo evocar lo que, por experimentado, se vuelve inalcanzable para la mera memoria, se pregunta Alan Pauls en este ensayo. Y responde: quizá eso que uno recuerde mal, como flotando en una nube que nubla la cabeza de otro, sea algo muy parecido a lo que uno sueña todo el tiempo con llamar, sin pudor alguno, pero también sin peligro de equivocarse, la felicidad. Pauls alcanza así, algunas de las claves de los seminarios de Ludmer, una época personal y pública de excepción en la que, a diferencia de lo que el sentido común hegemónico de la actualidad cree, fue posible enseñar porque nadie sabía nada. ABSTRACT KEYWORDS experience memory seminars How do we remember what in experience was unapproachable? In this essay, Alan Pauls asks this question and answers himself: maybe what we cannot remember properly, what floats in a cloud that confuses somebody else’s mind, is in fact very similar to what one dreams and wishes to call (with no shame and no fear of making a mistake) happiness. In this sense, Pauls grasps some of the key concepts in Ludmer’s seminars, an exceptional time in her personal and public life, in which, unlike what is believed by current common sense, it was possible to teach because nobody knew anything. Número 4 / diciembre 2017 / pp. 18-22 ISSN 2422-5932 19 Alan Pauls. Fiesta china Revista de estudios literarios latinoamericanos Un Williams que nunca nos gustó, pero cada tanto soltaba unas ocurrencias bastante inspiradas, decía que nadie que hubiera vi vido realmente los años 60 podía decir que los recordara. Algo así me pasa a mí en relación con estos “Seminarios Ludmer” que nos hemos reunido para evocar. 1 Los veo borrosos, como si flotaran en una nube que nublara la cabeza... de otro. Ni si quiera recordaba, por ejemplo, que se llamaban “seminarios”. Naturalmente, todos éramos jóvenes, más jóvenes, etc., etc. Pero la juventud, como sabemos, nunca ha explicado nada. Bien mirada, esta dificultad mía para recordarlos prueba varias cosas: que yo estuve ahí, efectivamente (primera y principal); que los “Seminarios Ludmer” fueron mis años 60; y que quizás eso que uno recuerde mal, como flotando en una nube que nubla la cabeza de otro, sea algo muy parecido a lo que uno sueña todo el tiempo con llamar, sin pudor alguno, pero también sin peligro de equivocarse, la felicidad. Puesto a pensar –buen remedio, si no el único, para la memoria remisa–, lo que me viene a la cabeza son preguntas, preguntas muy parecidas a las que uno se hace al día siguiente de una fiesta especialmente lograda: ¿Cuánto duró? ¿Quiénes esta ban? ¿Qué tomamos? ¿De quién son estos zapatos? Es así, lo siento: veo los “Seminarios Ludmer” como una fiesta. Si hasta veo el cartel, el pasacalle cruzando Marcelo T. de Alvear: ¡Fiesta en la Maternidad Pardo! Porque lo que veo flotando en una nube de otro es la mezcla rara, rarísima, de euforia, deter minación, ansiedad, avidez, desconcierto y placer que sólo ofrece una verdadera fiesta. Iba a decir: “una fiesta excepcional”, pero dudo que haya algo más pleonásmico. Una fiesta es eso: una excepción. Todo lo que Agamben describe del atroz “estado de excepción”, sólo que... pervertido y redimido por un deseo loco: un estado de excepción bueno, entusiasta, jugoso, magnético, inesperado... Yo me veo yendo a dar clase en los “Seminarios Ludmer” y la combinación de fervor y de pánico que me empuja vuelve a dejarme helado. ¿Un “seminario” para 500, 800, 1000 estudiantes? Otra que Barthes y sus falansterios de la rue d'Ulm. Sí, ése era un punto experimental fuerte de la fiesta: aparear la lógica mi noritaria y resistente de una institución privada (el “grupo de estudio”) con la lógica pública, monumental, de una institución Este texto fue leído en el homenaje “A 30 años de los Seminarios Ludmer”, organizado en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, el miércoles 26 de agosto de 2015. 1 Número 4 / diciembre 2017 / pp. 18-22 ISSN 2422-5932 20 Alan Pauls. Fiesta china Revista de estudios literarios latinoamericanos universitaria de masas. Esa apuesta a la desproporción era exi gente, pero no creo que fuera lo que más a la intemperie nos dejaba. Lo peor –lo mejor– era que no sabíamos nada. En 1984, a punto de entrar a enseñar en la universidad, nadie sabía nada. No sabíamos cómo se hacían las cosas. Así que, a la manera del punk, nos pusimos a hacer eso: a enseñar no lo que sabíamos (eso lo hace cualquiera), no lo que “traíamos” de otro lado (los grupos de estudio), no nuestro capitalcito de egresados de la “universidad de las catacumbas”, sino lo que no sabíamos, lo que nos moríamos por saber, lo que alucinábamos que era saber en el contexto específico de la institución universitaria. Éramos un equipo. Es una palabra que vuelve mucho: “equipo”. Nos llamábamos a nosotros mismos así: “el equipo”. “Entonces el equipo va el lunes al teórico y dice...”, “El equipo se presenta y después de repartir el texto de Tinianov...”. Nos veo avanzando por los pasillos de Marcelo T. todos en hilera, casi coreografiados, cargados de fotocopias hasta reventar, con el dejo insobornable de Los Intocables y algo, mucho, de la convicción de una brigada de boy scouts dispuestos a todo, pero sobre todo a matar y a morir por la teoría. Porque no sa bíamos nada pero teníamos una misión, o dos: razonar la creencia en la literatura (una) y (dos) hacer visible el inconsciente de la teoría, de toda teoría, de todas las teorías, y poner todos esos dobles fondos en contacto, no tanto para que dialogaran (dialo gar no era un verbo de la época) como para que discutieran, se pelearan, se sacaran chispas. Promovíamos todas las disidencias; nada nos reconfortaba más que el cisma, la secesión, el dife rendo. Nuestra misión era ilustrada y beligerante: queríamos la verdad verdadera (la del inconsciente), no queríamos la reconciliación. (Reconciliar era un verbo de la época). Unos pesados. Pero así son los que sucumben a la pasión de producir efectos. Como se habrán dado cuenta, empecé a escribir esto en singular, como un testimonio “personal”, y hace renglones ya que nado en el plural, y es algo que me pone contento. Contento hoy, ahora, como lo estaba entonces. Porque el plural, por supuesto, no es más que el otro nombre de la fiesta, el nombre político, el que está llamado a perdurar. Quizá los “Seminarios Ludmer” hayan sido el único plural que articulé en mi vida con Número 4 / diciembre 2017 / pp. 18-22 ISSN 2422-5932 21 Alan Pauls. Fiesta china Revista de estudios literarios latinoamericanos sentido, y no sólo con sentido sino con alegría, y no sólo con alegría sino con felicidad. Ese plural-fiesta –y otras muchas cosas que nadie hará caber jamás en cinco minutos– se lo debemos todos a Josefina Ludmer, alias China, la mujer diminuta y genial en la que todos pensamos cada vez que pensamos algo, cualquier cosa. Alan Pauls Recibido: 5/6/2017 Aceptado: 9/7/2017 Número 4 / diciembre 2017 / pp. 18-22 ISSN 2422-5932 22