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Ana Belén Ruiz Osuna
Fue el deseo de perpetuar la memoria de los allí enterrados el que condujo al proceso
de monumentalización de las áreas funerarias en Roma. No en vano, el término latino
monumentum, que servía para designar principalmente edificios de carácter sepulcral,
procede del griego mnemo, que significa recordar. Aun así, los monumentos funerarios
deben ser considerados, por encima de todo, como elementos de autorrepresentación
social y prestigio, al tiempo que una medida para recordar al paseante, observadores y
visitantes, valores fundamentales como la virtus (el valor, la integridad de carácter) o la
pietas (el respeto a los antepasados).
Quien disponía de los medios financieros necesarios hacía construir, para sí y
su familia, una tumba monumental ubicada en una posición topográfica lo más destacada posible. No podemos olvidar, en cualquier caso, que la mayor parte de la población debía conformarse con sepulturas mucho más modestas (a veces, simples hoyos
cavados en el suelo), de forma que el organigrama de las necrópolis refleja en cierta
medida la pirámide social de los vivos. El problema es que podemos encontrarnos con
determinadas contradicciones sociales, como la protagonizada por los libertos, que se
sirvieron del mundo de ultratumba como principal instrumento para alcanzar la tan
ansiada autorrepresentación social vetada en vida. Para ello, ordenaron la construcción
de tumbas de gran riqueza decorativa en las que se hacía gala de una desproporcionada ostentación económica. Así se refleja en el famoso pasaje de El Satiricón, donde el
enriquecido liberto Trimalción describe los pormenores de su sepulcro al arquitecto Habinas, encargado de ejecutarlo (Petronio, El Satiricón, 71, 6 ss.).
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Los restos de carácter arquitectónico, ornamental y epigráfico revelan el alto
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grado de riqueza que alcanzaron las necrópolis cordubenses, así como su enorme ex-
Via sepulcral a la salida de la Porta
tensión, calculada en más de 1 km con respecto al recinto amurallado, lo que no implicó
Ercolanensis, en Pompeya.
FOTOGRAFÍA A.B.RUIZ OSUNA
una disminución ni en la calidad ni en las dimensiones de determinadas tumbas. Un
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proceso de monumentalización que se inició con la llegada de los primeros contingentes
Propuesta de restitución del mo-
romanos, conforme a los parámetros establecidos en otros lugares del Imperio Romano
numento funerario con decoración
Occidental, y se extendería hasta los inicios del siglo III d.C. En espera de poder situar la
escultórica documentado en Calle
necrópolis republicana bajo la ampliación augustea —algo que se intuye de forma cada
Muñices.
vez más contundente—, los primeros hallazgos nos remiten a fechas tardorrepublicanas.
DIBUJO A.B.RUIZ OSUNA
Suelen aparecer próximos a las puertas de entrada de la ciudad y responden, en todos
los casos, a modelos arquitectónicos plenamente romanos, aceptados con rapidez por
las oligarquías indígenas, que demostraban así su adhesión al nuevo régimen y su situación de privilegio con respecto a sus conciudadanos.
En época julio-claudia las necrópolis cordubenses se convierten en auténticas
vías sepulcrales (Gräberstrassen). Este es el caso de la via Augusta a su llegada a la ciudad, o de la via Corduba-Hispalis, donde se ubica una de las necrópolis más activas, con
un arco cronológico que abarca más de 600 años (ss. I a.C.-VI d.C.). La epigrafía confirma estas tendencias, descubriéndonos posibles zonas de representación en las proximidades del Camino del Pretorio, que conducía a las explotaciones mineras de Sierra
Morena, base de la riqueza de muchas familias patricienses. En este entorno abundan las
tumbas monumentales, los recintos y los ustrina o quemaderos colectivos.
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fIGurA 3
Cipo funerario con indicatio pedaturae. Avda. de las Ollerías, Córdoba.
FOTOGRAFÍA A.B. RUIZ OSUNA
fIGurA 4
Sarcófago de la Puerta del Hades.
Córdoba (Beltrán, García, Rodríguez
Oliva 2006, Lám. XVII).
La ampliación y magnificencia de los proyectos públicos de Colonia Patricia
se dejaron sentir también extramuros, poniendo de manifiesto una estrecha relación
entre los ámbitos urbano y funerario. En este sentido, la creación de nuevos centros de
referencia para la población, caso del circo y el anfiteatro, provocó amplias reformas
urbanísticas en terrenos previamente ocupados por necrópolis, el traslado de vías ya
conocidas o la diversificación de otras. La configuración de estos marcos de referencia
realmente impagables no pasaron desapercibidos para las elites ciudadanas del momento, que los aprovecharon para colocar sus tumbas en las proximidades. De igual
forma, el crecimiento de los límites amurallados hacia el Sur generó durante el siglo II
d.C. nuevas áreas de enterramiento en torno a las Puertas de Almodóvar y Piscatoria,
que, según los hallazgos de carácter epigráfico y ornamental, presentan ahora un desarrollo de carácter monumental.
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La mayoría de los monumentos fueron construidos con sillería y, a partir sobre
todo de época julio-claudia, revestidos de mármoles. Entre los numerosos tipos documentados destacan los recintos a cielo abierto, los edificios de planta circular (túmulos
de la Puerta de Gallegos), las cámaras de carácter subterráneo o semisubterráneo, con
pocos paralelos en el resto de Hispania, así como los monumentos en forma de altar
o de tipo edícola. Toda una serie de vestigios que nos permiten trazar unas tipologías
arquitectónicas básicas, cuyo valor se incrementa al comprobar que en casi todos los
casos reproducen los modelos de las necrópolis más monumentales del Imperio. Los
esquemas decorativos (guirnaldas, roleos acantiformes, erotes, Attis) responden, igualmente, a prototipos bien constatados en Italia, Gallia Cisalpina, Narbonense o Hispania
Tarraconensis; de lo que se deduce el papel ejercido de forma simultánea por distintos
talleres itinerantes en puntos del Norte itálico, Sur francés y Noreste hispano. El hallazgo reciente de recintos contiguos de medidas estándar, sumado a las medidas de los
loci sepulturae conocidas a través de la epigrafía, permite además suponer una cierta
planificación topográfica de las áreas funerarias, en lotes por lo general de muy pequeño
tamaño, lógicos si tenemos en cuenta los problemas de superpoblación que debió sufrir
una ciudad que fue capital de conventus y de Provincia.
Corduba muestra una diversidad única en sus necrópolis, derivada de la llegada
permanente de influjos itálicos y tal vez también de maestranzas. Es posible que en su
papel de caput Provinciae y residencia principal de las elites itálicas y locales se convirtiera en principal difusora de los modelos extranjeros; una hipótesis que se confirma
gracias a la antigüedad de ciertos hallazgos epigráficos y arquitectónicos con respecto a
otros hallados en el resto de Baetica, y a la calidad de algunas piezas escultóricas, siendo
sus necrópolis las únicas objeto de una auténtica marmorización fechada a partir de
época tardoaugustea.
Los grandes monumentos funerarios no perduraron mucho en el tiempo, desvaneciéndose a partir de finales del siglo II d.C. como consecuencia de los cambios
sociales y culturales. Al tiempo que se difunde la inhumación, se impone un carácter
más íntimo y familiar para los enterramientos, cuya riqueza se interioriza, manifestada,
por ejemplo, en la importación de sarcófagos de mármol de los que Córdoba cuenta
con algunos ejemplos conspicuos. Por otro lado, la saturación de las necrópolis urbanas
invitaría al traslado de los enterramientos a los fundi privados, tal como se desprende de
los hallazgos epigráficos procedentes de zonas alejadas del núcleo principal. Por último,
la aparición de tumbas de inhumación de época bajoimperial en los Llanos de Vistalegre y el Cementerio de la Salud refleja la unión de diferentes sepulcreta, que para estos
momentos comenzarían a conformar un “falso” cinturón funerario en torno a la ciudad,
con concentraciones vinculadas a ciertos edificios religiosos (basilicae, martyria), reflejo
claro de una nueva topografía marcada por el triunfo del Cristianismo.
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