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Cuestiones sobre Poesía latina imperial

María Fernández Ríos- Cuestiones sobre el epigrama 1. Rasgos que definen el epigrama en relación (semejanzas y diferencias) a la sátira. El epigrama no es un género propiamente romano, sino que procede de Grecia. Los propios antiguos tampoco tenían muy clara su definición: lo llamaron hendecasyllabi, nugae, poematia, idyllia y Marcial, epigramata. Por sus características es considerado un género menor (por el propio Marcial incluso: epigrama XII, 94) y su conservación es muy irregular: se caracteriza por la brevedad, forzada en sus orígenes, por escribirse en un soporte público. Se escribe habitualmente en dísticos elegíacos (hexámetro y pentámetro) que suelen acabar con un giro inesperado, un aguijón o versus aculeus que demuestra la genialidad del autor. Como en la sátira, este se halla muy presente: en anécdotas, sentimientos, impresiones, vituperios y con frecuencia tiene tono humorístico, irónico y sarcástico. Abunda la realidad cotidiana, incluso en sus aspectos más bajos. Su introductor en Roma fue Ennio (s. I a.C.) y cuenta con una tradición continuada: lo cultivaron Lucilio o Sila en época de Cicerón, los preneotéricos y neotéricos como Catulo, pero será Marcial en época imperial quien le dé nobleza literaria al género e impondrá el canon. Sus grandes representantes son, cronológicamente: Marcial y Ausonio, y los epigramas recogidos en la Anthologia Latina. También fue un género bastante olvidado durante la Edad Media, hasta el redescubrimiento de la obra de Marcial por Boccaccio en Italia. Por otro lado, el género de la sátira procede de satura, esto es, “lleno” o “repleto”. Como su propio nombre nos indica, se trata de un género difícil de delimitar, porque engloba obras de forma y temática muy variada (los Sermones y las Epistulae horacianas, con anécdotas y reflexiones morales, la Apolocolocynthosis de Séneca muy burlesca, la sátira más filosófica de Persio y más trágica de Juvenal). En aspectos formales y de contenido tiene mucho en común con obras griegas anteriores (comedia, poesía yámbica, diatribas, diálogos, etc.), pero no se incluían en un género en concreto. Por lo que la sátira se caracteriza por la variedad: por ejemplo, la alternancia de metro (hexámetros) y prosa o un empleo de un verso cercano a la prosa imitando un tono conversacional. Por su consideración de género apartado de los géneros canónicos (recusatio), el autor se permite tratar otros temas más cotidianos: la representación en un estilo sencillo y desenvuelto de las preocupaciones de la realidad contemporánea que invita a la reflexión. Sus principales representantes son, cronológicamente: Lucilio (inventor), Horacio y Persio. A diferencia del epigrama, es un género genuinamente romano, como Quintiliano nos informa, “satura tota nostra es” (Inst. Orat., X, I,93). Aun así, entre los propios romanos hay divergencias en cuanto a su definición: Quintiliano distingue entre dos tipos de sátira, la que empieza con Lucilio (tiene su antecedente en Ennio, del que apenas conservamos fragmentos) y continuaron Horacio y Persio, y la menipea, iniciada por Varrón y basada en la tradición anterior a Lucilio). Mucho después, el gramático latino Diomedes distingue entre la sátira de Lucilio, Horacio, Persio, etc., que define como “carmen maledicum et ad carpenda hominum vitia…” y otra más antigua, empezada por Ennio y Pacuvio y que continúa Varrón. Así, Diomedes establece dos características: admonición de las costumbres de los hombres (contenido) y composición que imita la comedia arcaica, quizá griega (forma). Otros autores han tratado de definirla también, como Michael Coffey o Ramage, que insisten en la idea de miscelánea y enmienda de los vicios contemporáneos. En la Edad Media estos dos tipos de sátira se confundieron (San Isidoro), pero en el Renacimiento recuperó su definición (Cascales). Así, el género del epigrama tiene muchas semejanzas con el de la sátira: buscan la misma finalidad, la crítica de los vicios, aunque el epigrama trata además otros temas como la laudatio o lamentatio funebris. Para Michael Coffey la diferencia entre ambos géneros está en el léxico, ya que pertenecen a una tradición literaria diferente: en la sátira se evitaba ser excesivamente vulgar, mientras que en el epigrama lo obsceno está permitido. Para González de Salas la diferencia fundamental entre ambos géneros es la medida, por lo que la sátira sería un epigrama largo. 2. Indica quién fue el autor que descubrió a Marcial para la tradición y el año de la primera edición que se hizo en España. Marcial, a pesar de ser muy conocido y estimado en vida por haber cultivado un género considerado menor, fue parcialmente olvidado por los estudiosos de la Baja Latinidad y la Edad Media. Era citado eventualmente, incluso algunos como San Isidoro lo conocían bastante bien. Aunque algunos estudiosos ya habían recuperado algunas poesías de Marcial, su descubrimiento se lo debemos principalmente Boccaccio (Italia, s.XIV): a partir de él se hallan cada vez más manuscritos con su obra, hasta que en el año 1471 aparece la editio princeps de sus Epigrammata, que lo reconoce como autor y canoniza su obra. Su obra tiene un gran éxito en Italia y Francia hasta el s.XVI. Las traducciones vendrán después, según Higuet, porque en el Renacimiento aún no eran necesarias. Marcial aparece en España en torno a la Corte de Aragón de Alfonso V, en una solicitud de libros por parte del rey. Probablemente su origen hispano favoreciese este interés. Aun así, la primera edición española llegó a manos del humanista Ramírez de Prado, impresa en París en 1607. Aunque ya había traducciones anteriores, esporádicas, como la de Juan Mal Lara (1568) o Fernando de Herrera, Juan de Jáuregui o Baltasar del Alcázar. Más frecuentes fueron en el siglo XVII, como Cascales, Manuel de Salinas, Jiménez Patón, González de Salas, Juan de Robles y Bartolomé Argensola. Progresivamente crece el interés por Marcial y a su vez por el género del epigrama (sobre todo en géneros híbridos). A pesar de todo, Marcial está considerado tradicionalmente un poeta menor. 3. Explica los argumentos en pro y en contra para asignar a Quevedo la autoría de la colección titulada Las Imitaciones de Marcial. Las Imitaciones de Marcial es una colección de 51 epigramas de Marcial encontrados traducidos en un manuscrito de la biblioteca Menéndez Pelayo en diferentes metros, siguiendo la moda de la época. José Manuel Blecua advierte diversos problemas en la edición de Astrana Marín de 1932 de la obra en verso de Quevedo: datación, atribución, y dudas sobre la edición latina que manejó Quevedo. El hecho de acompañar a otras obras suyas pudo ser la causa de esta errónea atribución. El experto en este tema González de Salas no menciona estos poemas: puede que no los conociese o no los mencionase simplemente por cuestiones morales (ya en otra obra Salas antepone el pudor al deseo del autor), por lo que la incertidumbre sobre la autoría aumenta. A favor de la autoría de Quevedo está el poema 18, dedicado con burla a Góngora. Aunque este tuviese luchas dialécticas con más poetas, todo indica que en este caso fue Quevedo, por su semejanza a otras. Más decisivos son el 34 y 42: el 34 traduce en el modelo de la décima el epigrama XII, 102, que probablemente estaba en la edición que Quevedo manejó, y repite los últimos cinco versos con palabras casi idénticas en los versos 55-58. El epigrama 42 reproduce el II, 80, ya citado y traducido anteriormente, cambiando solo el nombre Fannio por Testa. Otro manuscrito, el LXIII de la Hispanic Society de Nueva York aparece la misma versión de este epigrama que en la biografía de Séneca, por lo que las pruebas no bastan para atribuir estos epigramas (y al conjunto, por extensión) a Quevedo o a cualquier otro autor. Estas composiciones tienen un estilo muy distinto al resto de la obra quevediana, pero esto se explica por la sumisión que tienen a la fuente latina. Aunque continuemos con la duda, podemos considerar que estas Imitaciones son obra de Quevedo, y analizarlas teniendo presente el epigrama en el que se basan. 4. Señala algunos de los recursos que utiliza Quevedo a la hora de versionar los versos de Marcial. Generalmente, Quevedo es fiel a Marcial, incluso en los epigramas de tono más obsceno. Quevedo escoge los motivos que desea imitar y su originalidad reside en que suele modificar nombres propios, referentes y acontecimientos históricos pasados por otros más recientes mediante elipsis, ingeniosos juegos de palabras (adjetivo foelix por el nombre Félix) cambios de sentido de verbos (transitivar llover como traducción de defluat) u otros recursos retóricos (emphasis). En cuanto a los temas escogidos, Quevedo prefiere los de contenido erótico, en el que su misoginia es más que evidente. También se burla sin pudor del placer homosexual y de otros atributos sexuales. También es frecuente el tema del dinero, la crítica de la avaricia y sus consecuencias negativas. Cabe destacar también la rivalidad poética: adapta 3 poemas de Marcial para arremeter contra Góngora. Para los poemas de ocasión, suele usar como preámbulo el comienzo de un poema de Marcial. Shalk estudia cómo es la traslación métrica de Marcial a Quevedo: a veces añade una ampliación personal (presentación narrativa, versos intermedios). Además, Quevedo toma la temática de la adulación interesada basándose en varias composiciones de Marcial que tratan el tema: inventa el poema, pero calca el aguijón de Marcial. En otro poema, Quevedo intenta superar el estilo bajo del original latino, y cambia el orden latino para cambiar así su sentido. Incluso tiene dos poemas muy dispares sobre la misma materia, que son dos versiones de un epigrama de Marcial, una más fiel que otra. Quevedo también se recata cuando cree conveniente: en un poema imita literalmente hasta que se vuelve excesivamente obsceno, mientras que en otro cambia los vocablos procaces: Quevedo tiende a evitar un estilo excesivamente bajo. Quevedo imita a Marcial también en la ausencia de un hilo conductor, en la gran diversidad temática abarcada a modo de miscelánea. En cuanto a la forma, como indica Gracián, Marcial es el iniciador de la agudeza que tanto caracteriza al conceptismo de Quevedo, y este emplea de forma análoga sus mismos procedimientos: el equívoco, la dilogía (especialmente), la paronomasia (annominatio, poliptoton), juegos fónicos, la creación de neologismos, la parodia de antropónimos, etc. En general, Quevedo no es muy original en su traslación: se ciñe mucho al epigramatario original, como si de un ejercicio literario se tratase. Quevedo toma los motivos latinos, pero depura el estilo bajo de los originales y lo eleva a un estilo que recuerda más a la sátira de Horacio, Persio o Juvenal. Su influencia comprende planos diversos: Quevedo imita, adapta, traduce críticamente, toma sus motivos y emplea sus mismas estrategias para lograr el ingenio y la agudeza. La vinculación entre ambos autores es tan estrecha, que incluso el editor quevediano López de Sedano consideró a Quevedo como “nuestro Marcial castellano”. 5. Indica algunos de los defectos físicos que satiriza Quevedo, poniendo en relación sus versos con los de Marcial. Marcial influye en Quevedo fundamentalmente en cinco campos temáticos: defectos físicos, malas costumbres, crítica de estados y apología del beatus ille y carpe diem (en Quevedo estoica, no epicúrea). La burla de defectos físicos abunda en el epigrama griego, por lo que es difícil precisar si su influencia procede de Marcial directamente o de la Antología Griega o Palatina (que también tiene como referente a Marcial). Marcial parece inspirar a Quevedo en la burla de narices deformes y perfiles obscenos. También arremeten ambos contra la falta de cabello (disimulo de la alopecia con unión de cabellos o tintes), la falta de dientes (y su disimulo con dientes postizos), estatura excesiva de la dama, extrema delgadez, los tuertos, y como suma de toda deformidad física, el personaje caricaturesco de la vieja, donde emplea el recurso de Marcial de ridiculizar su edad comparándola con figuras muy antiguas: mientras Marcial empleaba a Pirra, Néstor o Níobe, Quevedo a Caín o el Diluvio universal. También coinciden en la sátira de estados. Quevedo arremete con frecuencia contra la profesión del médico, cuya impericia suele llevar irremediablemente a la muerte (“antes que se mueran los mata sin confesión”). Esto ya está presente en varios epigramas de Marcial (VI, 53), como identificar enterrador con cirujano. También al tabernero que agua en exceso su vino (IX, 98) y en Quevedo: “¡Agua va!, los taberneros, como mozas de fregar…”. En ambos autores abunda también la crítica a la avaricia (el avaro, el heredero, el nuevo rico, el adulador interesado, y continúan con la tradición misógina.