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REIA #01 / 2013
176 páginas
ISSN: 2340–9851
www.reia.es
REVISTA EUROPEA DE INVESTIGACIÓN EN ARQUITECTURA
José Vela Castillo
IE Universidad, Arquitectura / jose.vela@ie.edu
Through the Look-in-Glass.
Sobre los lucernarios en el Instituto Nacional
de Pensiones de Alvar Aalto en Helsinki
/ Through the Look-in-Glass
On Aalto skylights
Ojos que no ven corazón que no siente, dicen
que dice el dicho popular. ¿Cuáles los ojos
que miran, que penetran, revelan, esta arquitectura? ¿Dónde y desde dónde? La mirada
de Aalto, le regard du haut, mira, se desliza,
inquiere y quiere, se demora en su observar,
y luego muestra lo que ha visto, nos lo cuenta,
(se) da cuenta dándonos cuenta, nos lo explica y desdobla y despliega: toma prestado a
cuenta un tiempo y un espacio, lo observa, lo
recorre, lo conoce hasta en sus más mínimos
detalles y finalmente lo restituye en su narración sin descuento pero con sentido.
Este texto se expone como una pregunta,
no impone respuestas. Busca trazar y seguir
cómo (e incluso cuándo) algunos de los mejores edificios del arquitecto finés Alvar Aalto
responden, explicita y constructivamente,
a la luz. Para ellos se dispone un dispositivo,
se oficia un juego, se propone una máscara:
la del espejo en el vidrio. Los ojos de Aalto se
encarnan en los lucernarios de Aalto, los personajes de Lewis Carroll nos aguardan al otro
lado, el vidrio se transforma en reflejo. De día,
la luz viene de lo alto, de noche la luz también
viene de lo alto. Protésicamente nos observa,
la mirada de Aalto.
Mirada, lucernarios, espejo, Aalto
/// Gaze, skylights, looking-glass, Aalto
Fecha de envío: 14/07/2013 | Fecha de aceptación: 16/10/2013
Out of sight out of mind, the saying goes.
Which eyes look through, penetrating
and revealing, this architecture, Aalto’s
architecture? Where and from where? Aalto’s
eyes, le regard du haut, look at, slide through,
ask setting their task, take their time in their
watch(ing), and then co-respond to us. And
in so doing they realize and give sense and
borrow meaning, and explain and unfold,
and lend time (as space) and restore it without
discounting it but with meaning. And finally,
they remain.
This paper is unfolded in the form of a
question and not an answer. It tries to trace
back and to track down the ways that (finest)
of the buildings Finnish architect Alvar
Aalto designed respond explicitly, actively,
constructively, but even, gingerly to light.
For doing so it rests on a delusive device
(dispositif) and a deceptive mask: that of the
looking glass. Aalto’s eyes impersonated in
Aalto’s skylights, Carroll’s characters waiting
at the other side: the skylight is a look-INglass. At daylight, light comes from above,
at night light also light also comes from above.
A prosthetic view, that gaze, Alvar Aalto’ gaze.
José Vela Castillo
Through the Look-in-Glass. Sobre los lucernarios en el Instituto Nacional
de Pensiones de Alvar Aalto en Helsinki
Ojos que no ven corazón que no siente, dicen que dice el dicho popular.
¿Cuáles los ojos que miran, que penetran, esta arquitectura? ¿Dónde
y desde donde? La mirada de Aalto, le regard du haut, mira, se desliza,
inquiere y quiere, se demora en su observar, y luego presenta lo que
ha visto, nos lo cuenta, (se) da cuenta dándonos cuenta, nos lo explica
y desdobla y despliega: toma prestado a cuenta un tiempo y un espacio,
lo observa, lo recorre, lo conoce hasta en sus más mínimos detalles y
inalmente lo restituye en su narración sin descuento pero con sentido.
Porque esta mirada, la de los lucernarios de lo alto, está pendiente de
lo que ocurre dentro. Está pendiente, pende y cuelga y se balancea por
encima, oscila atenta, gira en su loco girar de las veinticuatro horas entre
el día pleno y la noche eterna. Pendiente.
No de lo que ocurre fuera. No. Sino de lo que ocurre dentro.
Se asoma desde el cielo azul o negro o blanco o dorado, se vuelca e inspecciona, se deja mecer en su mirar, se demora, también, en su ser vista
viendo, en su doble trabajo de ver y ser vista, en la aporía de lo que pasa/
no pasa por el escueto vidrio, aun pasando, por el ino material que separa
y une en la construcción un fuera y un dentro, la ciudad y el hogar, por el
limpio material que releja tanto como deja pasar, que iltra y decanta el
delicado lujo que es la luz, que modula su intensidad en exquisitos matices y en incandescentes portamentos. Pas. Pupila móvil ciega en su centro.
*
1
En el peril de las tinieblas, en la ceguera de una visión imposible (pues,
¿Quién ve? ¿Quién al otro lado del vidrio espejo? ¿Quién? ¿Quién?), en
la mirada desorbitada de estos ojos aaltianos, el corazón siente: siente
la quemazón de la mirada ardiente, siente la demora de la vista, siente su
de-pendencia. Siente su tacto, su tocar incluso su caricia: la mirada de estos
ojos me toca, decimos. No solo el tacto se encuentra en la piel, en los dedos,
en las manos, también en las miradas, en su recíproco reconocimiento, en
su estructura prensil. Éstos ojos no ven, pues nadie hay detrás de ellos que
pueda ver, ningún sujeto consciente, apenas multiplicidades que diluyen su
ser en el constante movimiento de la atmósfera. Estos ojos tocan. Palpan en
la distancia, tacto teletransportado por el frio éter de un espacio poblado
de fríos cuerpos sin resto. Pero, sin embargo, el corazón arde, siente, es
tocado, acariciado, apelado, seducido. Y calentado. En la profunda supericie de la piel, en la oscura epidermis que nos envuelve y nos separa y nos
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individua, la delicada presión de un tacto inconsútil nos despierta y nos
reclama a un espacio más amplio, a un tiempo más pleno, a un juego compartido. Dulce caricia en la piel de la arquitectura, estos ojos de Aalto.
*
Cuando estos ojos tocan, ¿se hace el día o la noche?
*
¿Ojos sin párpados? ¿Ojos expuestos, inermes, exhibicionistas, sin sueño,
sin posible oscurecimiento, sin veladura, sin ceguera? ¿Es esto posible? ¿Una mirada sin los pesados párpados que protegen y humedecen,
que cierran la visión cuando ésta es insoportable, que la acunan en su
desaparecer del ser-visto, que la abren como una lor a la carne del
mundo, que la ralentizan y la matizan y la desdibujan y la enfocan?
Quizás sí. Aun de modo provisorio, la mirada desprotegida en su pulsión
inspeccionadora se abre de continuo, perenne, inapelable: sin noche
posible. Tacto a lor de piel de una cicatriz sin labios. Imposibilidad de
la clausura, estos ojos nunca pueden estar cerrados, ser cerrados, dormir
un justo descanso, reparar su desgaste, humedecer su reseco lagrimal.
*
Y sin embargo acaso una ceguera aún mayor los habita, a estos ojos: un
punto ciego en su centro, una mácula en el óculo, aquella que en el foco
de la pupila iguala lo visible con lo visto, la luz recibida con la mirada
arrojada, el mapa con su territorio. Aquel dedo que explicaba Leonardo
hacíase transparente cuando se situaba a éste lado del foco, ausencia de
visión en la visión binocular (¡Y qué, cuando tantos ojos!), punto ciego
que en la retina tenemos cada uno de nosotros, limpio de receptores,
oscuro y misterioso, barrunto de nuestra real incapacidad de ver, de la
consustancial ceguera de la visión, de su absoluta imposibilidad como
tal, aquella que no puede ser suplida por otro ojo, por el otro ojo, por el
Otro… ojo… Ceguera de la visión: precipitación del tacto.
*
2, 3, 4
Desorbitada ceguera de los ojos sin párpados, cortados por una ina
navaja de afeitar, seccionados por una nube pasajera, baja, horizontal,
paralela al dilatado espacio del cielo inés, hiriente incluso. Alado ojo
que sobrevuela el espacio desde un afuera positivo, que supervisa un
territorio y lo mide sin comprenderlo ni comprehenderlo. Necesaria
instrumentación de la mirada, tecniicación de la misma, in-corporación
tecnológica, teleobservación de los cuerpos por los cuerpos mecánicos.
No otra cosa estos conos invertidos, antes que receptores prótesis imposibles de una visión exterior, desde fuera: gran ortopedia del mirar. Ortopedia: recta educación de los ojos, ortesis mediadora que a la vez corrige
y suplementa. Suplemento en el origen que no adquiere derechos de
paternidad, origen ya necesitado de un suplemento, origen necesitado de
un exceso, del exceso que lo suplanta y lo deriva y lo impide, origen sin
origen de una mirada ya necesariamente industrializada.
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*
No hay párpados en los ojos entonces porque ya son ciegos, su mirada
es vacua, diluida, ineicaz pues es mirada sin origen, siempre huella de
huella en el origen, siempre suplida y nunca plena, artiicio protésico
siempre escaso, siempre limitado, siempre desapropiado, de defectuoso
funcionamiento, de encasquillada movilidad y oblicua rotación. No necesitan simular un descanso, no precisan del sueño, ven sin ver el pasado
y el futuro en su visión excesiva pero impotente. Son solamente –¡solamente!– visión sin visión. Pulsión.
*
Ceguera de la noche eterna aquí, de la noche que dura veinticuatro
horas –si esto fuera posible: pues, si solamente hay noche, ¿cómo medir
el paso de las horas? ¿Cómo veinticuatro horas cuando no hay referencia
de ellas, de su decurso, ciclo día-noche-día?– de la noche sin noche y sin
día. Del recorrido de volantes y coronas, rueda de escape y contrapeso,
muelle de piñones de embrague de una sola vía.
*
Encontramos en otras obras de Aalto ejemplos muy parecidos y muy distintos en que un conjuro técnico la disolverá, la noche. Pupila iluminadora suplementada, guía láser, luz que imita en mímesis imperfecta, sol
negro de la medianoche. Un conjuro técnico si ello es posible, un nuevo
suplemento histotecnológico, un efectivo y visionario simulacro fantasmal. ¿Permitirá aún la mirada al interior, la noche? Así las lámparas que
iluminan estos ojos cansados en el ediicio para la papelera Enso-Gutzeit
no muestran sino aún más claramente esta ceguera abisal al mostrar
abiertamente su tecnicidad. El dispositivo tecnoescópico, el brazo articulado terminado en campana que alberga la lámpara y su ilamento incandescente que abrasa, techne aparentemente infalible, muestra inalmente
la verdadera visión: la de fuera hacia adentro.
5, 17, 18, 19
El cortile de blanco mármol de Carrara actúa como el imposible espacio cívico tan querido por Aalto. Tantas cosas lo impiden, sin embargo:
espacio elevado de la calle, sembrado de monstruosos apéndices rematados en articulado brazo eléctrico, la ciudad ha quedado segregada de
este espacio que es de todas maneras inhábil, y quizás por ello la mirada
puede, necesita, ser externalizada. En este patio trasero con ambiciones
centrales el ediicio se diluye, se decapa, se desmorona el sueño italiano—que es el sueño, también, de la utopía política—, el oikos privado se
exhibe impúdicamente a la imposible polis operaria. La mirada de estos
lucernarios es entonces necesariamente fabril, desencantada, imposible,
radicalmente no posible, consumida en su producción acelerada. Pero es,
a pesar de la noche. Y estábamos en el otro extremo de Helsinki… (nota:
en la Enso-Gutzeit están fuera, en la librería Académica y en el Finlandia
Talo, están dentro; en el Instituto Nacional de Pensiones no hay: el arco
eléctrico se cierra, toda una geografía cívica de Helsinki queda aliviada.
En un extremo de la ciudad la representación del estado del bienestar,
al otro la sede de la gran empresa papelera; en el centro libros y música
navegan algo perdidos).
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*
Ceguera de la noche eterna entonces, decíamos. Estos óculos abiertos en
amplio vaivén, en su doble mirada (pero solo una) se oscurecen en los
largos días invernales (¡y cuan largos se pueden hacer, en verdad!), en los
que ni siquiera una luz rasante se asoma e ilumina, pupila dilatada, desencajada, nada que ver en ella, nada que relejarse, nada que ser captado
y por ello máxima apertura; pero se abrasan en los cortos días estivales
en que el sol se demora sin pausa en un cielo suspendido en el instante antes de una caída que parece no producirse nunca. La luz inesa es
rasante, esto es algo reconocido ya como un tópico. Repetido. Es larga:
es decir, proyecta sombras alargadas. Se demora ansiosa en los días de
verano, los párpados tan necesarios ahora rotos en su desencaje invernal,
ausentes, dilatados hasta su desaparición, pupilas rasgadas dolorosamente, intentan capturar (¿y almacenar?) sin arder una luz que no es luz sino
gozo. Apenas su sombra cede, se descoyuntan en su alargamiento. Su
exacerbación es su derrota. Mirada bien ciega bien desorbitada de estos
óculos abiertos a la inmisericorde eclíptica solar. Retina quemada. Ojos
de Aalto.
*
La luz del día hiere, encenta, escama, vulnera, lacera, cepilla una arquitectura pulposa. Extrae virutas de su supericie y la puebla, la puebla de
los fantasmas y espectros que sostienen la propia luz, espectro invisible
en el espectro de la luz visible (y de la luz no-visible): la mirada se vierte
por estas aberturas, sabios oriicios que limitan su entrada—acaso peligrosa en exceso—y escanden su goteo, que impiden la inspección total,
que coercen la pulsión escópica de la luz de Aalto, de lo alto, de la alta
luz inesa que se entromete en el acontecer diario de un ediicio, a la
postre convencional de oicinas para exapropiarlo.
El espectro luminoso rezuma longitudes de onda y resonancias microtonales, espabila y se cuela por estos conos, se distribuye, se asienta,
se aposenta en el interior y transmite la prensión de lo que toca, de los
cuerpos que acaricia, de las miradas, ateridas, de los habitantes a los
habitantes.
*
Conos visuales perceptivos. Conos y bastoncillos receptivos tras la
retina. Ojo biológico y ojo psíquico y ojo técnico. Ojo subjetivado. Ojo
luminoso.
*
6, 7, 8
En el espacio leemos el tiempo, y es la luz quien nos lo da a leer. La luz
de unos ojos glaucos—sabios. Unos ojos que impulsan la luz, que no la
retienen en sus conos y bastoncillos (laberintos anatómicos) hasta anularla (aun para comprenderla) y tampoco la relejan sino que la expulsan
convencidos de la necesidad de su acción. Como en tantas teofanías,
presencias y comparecencias del dios (y ante el dios), la luz no es condición de la mirada (prurito cientíico o cientiista de una racionalidad
tecnológica que nos anula y nos incorpora en el banal pero omnipresente
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proyecto productivo), es acaso su reverso: es la mirada la condición de
la luz. Un fulcro o pliegue inmaterial-material, una ina película la que
opera la charnela mágica de la visión. Un cielorraso nada más (¡nada
menos). Degustemos esta palabra como encantado sortilegio, delicada
palatación, cielorraso, cielo-rraso, cie-lo-rras-o—lo-lee-taa—su identidad
con el cielo inés determinante, cielo de raso, de brillo y moaré, de relejo
difuso, de refracción acuosa, inconsútil seda trenzada. Cielorraso. También placas de aluminio lacado que impulsan, levemente curvadas en su
borde, el calor: segunda radiación no visible, segundo espectro que aquí
comparece.
*
Lugar de aparición es la mirada, lugar en que el espectro se maniiesta—
phainesthai—se presiente, se presenta y se festeja, la proposición de un
límite artiicial, de un plano espeso pero sin espesor (el necesario para
que la visión demasiado cercana no destruya inevitablemente su objeto,
poder magníico y magniicante—¿magniicente?—de la visión), construye o mejor reconstruye una morada: la demeure. Un retardo también, un
delay, un espacio de atenuación y acomodación, una dilación del tiempo
que nos permite acomodarnos, acomodarse la visión, ejercer los músculos la necesaria tensión sobre el cristalino y enfocar. Expulsados del
paraíso una nueva casa nos es necesaria, una casa, sin embargo, permeada por los ojos divinos, la pupila dilatada en la noche, el ojo rasgado de
gato y sus siete vidas; privilegiado oído interno, también: la luz de estos
lucernarios suena—y nos estabiliza en nuestra inmemorial caida. Y suena
porque es activa: el interior no es receptáculo, pantalla, presencia de la
sombra. Es ausencia de la sombra rota por la mirada, es paisaje revelado
por la potencia a(fe)ctiva de un tacto, el tacto de la luz, el tacto dirigido
de la mirada celeste, que canta y ruge en el fragor de una colisión y de
una caída, el tacto de unos ojos, el tacto de una palabra. Como el hielo al
quebrarse. Ampliicación cónica de la vibración.
*
9, 10
Al otro lado del espejo parece sugerir el título: a este lado del espejo, quizás, más bien. Solo que este lado del espejo se encuentra, precisamente,
luz ultramarina, vago ambiente de fulgor sumergido, tizne de sal de plata
donde se confunde la imagen virtual—en el espejo y en el papel fotográico (¿acaso no es el papel revelado de una fotografía una imagen virtual,
un espejo del mundo?)—, invertido. Virtualiza la imagen este espejo por
no ser cabalmente espejo. Pero no solo la imagen. Virtualizada la propia arquitectura, se ofrece como ese otro en el que nos reconocemos: el
otro del espejo, el otro en el espejo, el Otro. Se deja entrever, nos mira
al mirarlo (y solo entonces), construye una densa red de conocimiento y
reconocimiento. Afectos y efectos de los procesos de subjetivación que
esta arquitectura pone en marcha, del cruce de miradas con ella en el
que conocemos, reconocemos, nos reconocemos, nos construimos en la
geometría variable de una luz cambiante, el espejo de estos lucernarios
de-forma y transforma en su pura condición cristalina. Porque el vidrio
que cierra el cono a veces es espejo, como todo vidrio que se precie. Y
propone una peligrosa simetría de los mundos, bien conocida por Alicia.
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El mundo maravilloso es este tanto como el otro, el del otro lado
a-simétrico. O ninguno. Sueño y vigilia: mismo tiempo entrelazado de
espacio. O espejo azogado, emplomado o estañado. O espejo pulido del
vidrio. Doble supericie, lisa, tersa, pulimentada, inmaculada que releja,
precisamente, la textura del mundo cuando lo hace. Su ser (o su hacer)
visible. Espejo que aquí es vidrio solamente (el cielo su capa de azogue),
de manera que a veces espejo, a veces no, matemática y geometría de
los índices de relexión y refracción, de los ángulos de incidencia y de la
claridad de visión. Además el bauprés algunas veces se confundía con el
timón, apuntaban desde el Snark. Al otro lado, en el mapa rectangular,
blanco, aunque orientado, la rosa de los vientos indica una dirección, el
gnomon solar arroja la sombra proyectiva. ¡Y decían solo un pasatiempo
para niñas!
*
¿Cazado inalmente, el Snark? ¿Era acaso Medusa?
*
Ojos de Gorgona las más de las veces, estos ojos que paralizan, terror
y espanto petriicantes, son los de un monstruo de múltiples cabezas
e innúmeros ojos todos móviles, prensiles, oidios, ordenados aquí en
coordenadas ilas y columnas en perfecta formación, ojos de una arquitectura monstruosa. Perseo protegido tras su escudo –su escudo que no
era sino pulido espejo– la mirada de Medusa se aterroriza, se desorbita,
se vierte en el espanto de su propia visión, no recela, coniada quizás,
maravillada por su propia imagen, los sucesos se precipitan, ijo en ella
–su relejo– Perseo corta de un certero tajo su bella cabellera de serpientes, sus ojos ahora detenidos, de una ijeza que ija el espanto, que lo
congela, lo inmoviliza, lo presentiza, lo re-presenta una y otra vez, se deja
llevar... muere.
Y luego el juego… Perseo amedrenta al sacar del recio saco de basta arpillera la cabeza delicada y ya fría de Gorgo, acusadora mirada de poder
aún efectivo, salid corriendo ante tanto espanto, frío espanto—l’effroi—
bajo pena de convertiros en quieta imagen congelada, sujeto consumado
y cumplido, muerte de la arquitectura.
11, 12
Cierto, Perseo llevaba un casco que proporcionaba muy adecuada invisibilidad, aladas sandalias que permitían leve vuelo, fue largamente instruido por la diosa de brillantes ojos en tres habilidades: eran necesarias
a) su rapidez de movimientos, b) acercarse sin ser visto, c) que su mirada no cruzase la de Gorgo. Quiasmo de la mirada, entrelazo de los dos
mundos, cielo y tierra, mundo de los inmortales, caída de los mortales en
el Hades, brazos de la negra Ker, el espantoso juego entre el deseo y la
consumación se cumple tras la decapitación, acaso precipitada de la infame Medusa (¡la cabeza—caput—siempre la cabeza!): sujeto absoluto que
impide cualquier alternativa móvil en la que los afectos y los efectos liberen su carga de deseo, máquina célibe, actualización de lo Real y muerte. Punto fugaz de pasaje en el eterno juego del subject la signatura del
nombre propio se juega siempre en el envío, Gorgona ya siempre cogida
en el juego de la diferencia, envío y reenvío interminable, multiplicado,
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sexual. Sexo espantado de la serpiente, multiplicación repugnante de los
seres en el espejo que produce su muerte, una y otra vez multiplicación
deformante en el espejo del sexo, sujeto desapropiado, estos ojos troncocónicos devienen repugnantes órganos sexuales que individúan tanto
como confunden: repugnantes pues su fecundidad multiplica nuestro
número.
*
Y ahora una admonición: ¡Cuidado al pasar debajo de estos lucernarios!
Corremos el peligro de quedar atrapados en su red, congelados por su
mirada de mil miradas del monstruo –aun muerto–, inmovilizados en el
ciclo de luz que marca el paso del día y de la noche (y cuando éste desaparece en la ceguera de un invierno sin día, ¿desapareceremos también
nosotros? –homenaje– arrebato), en el rito circular con que la naturaleza
se complace en tener cuidado de nosotros, criaturas sublunares, aquejados del mal de palidez que el relejo en la media luna de plata recortada
nos devuelve, distorsionado, extra-terrestre desde luego, capturada una
luz ultraterrena, de otro mundo, aquel mundo humano sin día y noche,
dormimos.
*
Res(is)tancia.
*
El otro (ojo) que somos nosotros nos sonríe con una bala de cañón alojada en su centro. En su ojo guiñado, tecniicado, protésico, ojo extenso
y mecanizado, un viaje se preigura: ojo marcado, ojo de Marker, en el
que siempre ya alguien nos espera al fondo de la dársena, en el que nos
vemos sin vernos bajo la imposición de un tiempo cortado, interrumpido, el tiempo del por-venir. Ojo autolimpiable con lágrimas de gelatina
(de plata), ojo muerto en la fotografía ija, still picture/still life, el movimiento aparece precisamente en el recorrido demorado de su ijeza. En
el ojo destruido desaparecemos, nos mecemos en su líquido amniótico,
en la semiinconsciencia del letargo esta mirada de la arquitectura nos
encapsula y no se nos devuelve—o si lo hace, lo hace ya supervisados—
nos deja faltos, mancos, anhelantes. Ya no somos los mismos, estos ojos
nos han convertido en otro y nos persiguen, nos despertamos en sueños,
consabido sudor frío nos baña, nuestros proyectos se pueblan de curiosas
iguras troncocónicas, de amputadas miradas, de cojas visiones aaltianas,
su amada igura sonríe y no pregunta y luego desaparece. Su-jet(ée).
*
13, 14
Lucernarios-ojos en esta su penúltima encarnación arquitectónica,
estos ojos son, como todos los ojos, ojos por los que las lágrimas, ámbar
condensado de cristales de hielo y hiel, corren como inos hilos bajo la
supericie congelada del torrente, y humedecen y lubrican la tersa supericie que al separar une una y otra arquitectura, la naturaleza al exterior
y la naturaleza (¿más humana?) al interior, ambas construidas, ambas
asentadas en nuestra carne, cierta carne del mundo y sede. Escindidas
por un trazo certero pero unidas por la melaza salada de la lágrima,
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ambas partes, trama y urdimbre de toda arquitectura, quedan unidas
precisamente por una incisión que es un límite y su contrario: hymen
estos ojos, entre deseo y culminación, entre la imposible culminación
que destruiría el deseo, su escisión es su rescisión como tal. La denegación de su consistencia inconsútil.
Hymen: lugar del entre-dos, del imposible espaciamiento que implica su
destrucción, de la potencia constructora/destructora de una mirada y un
espejo. No, no puede ser virgen esta mirada. ¿Y de ahí sus lágrimas?
*
Augen—tränen.
*
“Me vino la lágrima. Tejí el pañuelo” dijo Paul Celan en 1943. Primero la
lágrima, luego la tela en que queda atrapada se trenza en derredor: ojos
como lágrimas, metonimia audaz de Aalto, primero los ojos-lágrimas,
luego se teje en su torno la arquitectura que los atrapa, que los comprende y comprehende, que los seca y en su secarse, doble negativo del papel
secante, otorga un espacio a la habitación de los hombres. En el entredos. En el lugar que no es lugar, ninguna parte, anywhere, elsewhere,
cualquier parte y en otra parte, parte y reparte y se queda la mejor parte,
la lágrima derrite el hielo que la protege y magniica—lente prodigiosa—y
construye el tiempo interrumpido de espacio de esta arquitectura. En el
lugar que es ambas partes, el haz y el envés. La lágrima y el pañuelo. El
tejido. La novia. Même.
***
“Forum redivivum B” (“B”, es decir, la segunda de las dos opciones que
remitió) fue el lema con el que ganó Alvar Aalto el concurso para el Instituto Nacional de Pensiones en Helsinki, año 1948. Es de este ediicio
de donde provienen la mayor parte de las imágenes, y es aquél de cuya
visita surge la atrevida personiicación de la mirada en su órgano, núcleo
de esta exposición, su desfondado fundamento último—si lo hay. Por ello
parecen hacerse necesarias unas palabras que lo sitúen en su contexto.
El emplazamiento inicial del ediicio se encontraba en la Mannerheimintie, la arteria de la ciudad que bordeaba (y bordea) la bahía de Töölö, y
que más tarde albergaría el Finlandia Talo. Sin embargo, la ediicación
inal hubo de adaptarse a una situación e incluso a un programa modiicado, en un solar bastante menos prominente, y algo tangencial a la ciudad, aún más en aquella época. Aunque de alguna manera se mantiene
la compleja y sutil estructura de piazzas e iluminación cenital que desde
el inicio Aalto había previsto para este proyecto, parte del programa se
recortará, y su interacción con la ciudad, su presencia ediicada como
ciudad que era una de las claves de este “fórum” quedará inevitablemente truncada.
15, 16, 17
Será en 1952 cuando se retome el diseño, que se desarrollará y llevará a
la construcción en el periodo 1953-56. Y como decimos, a pesar de los
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esfuerzos de Aalto, la carga cívica del proyecto ganador, que trataba de
generar un auténtico espacio cívico, abierto, político en el interior de lo
que era una institución clave en el funcionamiento del sistema del estado
inés y lo que era una apuesta decidida del arquitecto (la civiltá romana
que tanto admiraba en el espacio de discusión de un nuevo ágora), se
acaba convirtiendo en el proyecto ejecutado en un detalle casi anecdótico, que con el correr del tiempo quedará incluso anulado: la delicada
plaza-jardín semi-interior, concebida en continuidad con el parque y la
plaza que rodean el ediicio, articulada en varios niveles e inicialmente
accesible para todo aquel que quisiera (y que por tanto había de, aun en
escala reducida, abrir el complejo gubernamental a sus “verdaderos”
usuarios, el cuerpo civil) hubo de cerrarse por las consabidas “razones
de seguridad” (¡y ya en los años sesenta y en Finlandia!). En in, no es
este el lugar ni la mía la intención de hacer una valoración política que
excedería este espacio de la mirada (y que no obstante se hace en cierta
medida necesaria y en absoluto tangencial, no deja de ser su doble en
el espejo); apena, sin embargo, un tanto, y es una tendencia entonces ya
implícita en el famoso “estado del bienestar”, la soterrada pero irme
tendencia a la “privatización” de lo público, lo que puede entenderse
como una cierta traición a quien tanto luchó por una idea, formal y política: la de acercar el espacio de la civis mediterránea, de la polis, al duro
clima nórdico y al difícil panorama inés, situado el propio país como un
espacio intermedio entre bloques antagónicos en el tiempo de la Guerra Fría. Nos queda, sin embargo, y es bueno, el exquisito respeto por la
labor física del arquitecto y el cuidado, orgulloso mantenimiento al que,
como pieza valiosa que es, se somete al ediicio aún en la actualidad.
Las otras tres obras que se personan con voluntaria discreción (EnsoGutzeit ahora Stora-Enso, tan controvertida, Librería Académica y Finlandia Talo) lo hacen mostrando algunas variaciones de un tema común,
empezado en Paimio hacia 1928. La gran pasacaglia que remata y origina
la cuarta, no obstante, INP.
Coda
Los ojos de Aalto –los ojos de Aino, quien comparece al inal aun habiendo estado al principio, los ojos de Elissa– nos siguen mirando, y son
ojos críticos, algo diluidos acaso y acaso líquidos, empapados en limpio
alcohol, color aguamarina y acícula de enebro. Pero que demandan, que
nos demandan una responsabilidad. A ver quien aguanta, quien sostiene,
quien responde esta mirada.
Fotografías
Las fotografías fueron tomadas por el autor los días 7 de junio de 2010 para el Instituto Nacional de Pensiones (INP, Helsinki 1948 y 1953-56) hacía las 14:30h hora
local, tiempo soleado en cafetería y biblioteca, precisión superlua; el 8 de junio del
mismo año para la sede de Enso-Gutzeit (Helsinki, 1959-61) y la Librería Académica
(Helsinki, 1961, 1962, 1966-69) y el 30 de agosto de 2011 para el Finlandia Talo (1962,
1965, 1973-75), recién inalizada su andadura como sede de la Filarmónica. Hubo testigos de ello, que no han de comparecer aquí sino en su ausencia. O en su anagrama:
RaSaCa.MoS
20
1 – 16: Instituto Nacional de Pensiones, Helsinki
17: Enso-Gutzeit, Helsinki
18: Librería Académica, Helsinki
19, 20: Finlandia Talo, Helsinki
REIA #1 José Vela Castillo — Through the Look-in-Glass pág. 173
SOLICITUD DE ARTÍCULOS / / / CALL FOR PAPERS
REIA #02
PLAZO DE ENTREGA
hasta el 31 de marzo de 2014
TEMÁTICA DE LOS ARTÍCULOS
REIA se abre a investigadores, teóricos, estudiantes de doctorado, historiadores, críticos,
a todos los arquitectos y los que no lo son,
a todos los que pretenden hacer aportaciones
originales y rigurosas al conocimiento de ese
territorio que se expande a cada momento
y al que llamamos arquitectura.
REIA prescinde de línea editorial y su criterio
de inclusión de trabajos se rige exclusivamente
por la calidad.
NORMAS DE ESTILO DE PRESENTACIÓN
DE LOS ARTÍCULOS
Los artículos enviados deben acogerse
al formato especiicado en el manual
para los autores.
Los artículos pueden ser enviados a la
redacción por e-mail a la siguiente dirección
de correo electrónico: reia@reia.es
PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN
EXTERNA DE LOS ARTÍCULOS
RECIBIDOS: PEER-REVIEW
Una vez cerrada la convocatoria, se remitirá
cada artículo recibido y que cumpla los requerimientos formales, a los revisores. La designación de los revisores se hará por el Comité de
Redacción y será secreta. Los revisores tendrán un mes desde la remisión de los artículos
para realizar su valoración e informe.
Si se recibieran más artículos con valoración
positiva que susceptibles de incorporarse en
un número determinado de la revista, los excedentes se publicarán en el número siguiente.