Portadillas Corte Felipe iv Vol 2_Maquetación 1 29/07/15 11:48 Página iii
José Martínez Millán,
José Eloy Hortal Muñoz
(dirs.)
LA CORTE DE FELIPE IV
(1621-1665):
RECONFIGURACIÓN
DE LA
MONARQUÍA CATÓLICA
Tomo I - Volumen II
Madrid, 2015
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7. LAS GUARDAS REALES 2045
José Eloy Hortal Muñoz
La configuración del modelo Habsburgo hispano de guarda tuvo lugar durante los tres primeras décadas del siglo XVI, periodo durante el cual se unieron tres
nuevos cuerpos armados (archeros de Corps, guardia española y guardia tudesca)
al prexistente de los monteros de Espinosa, de origen castellano medieval. Podemos considerar que, desde ese momento, quedaba definitivamente fijado el modelo que iba a sobrevivir hasta los Borbones. Dicho modelo, estaría basado en
gran parte en el borgoñón, aunque con la introducción de algunas peculiaridades
propias de la tradición hispana. En un primer momento, estas guardas debían
cumplir tres funciones dentro de la Casa Real, como eran la defensa de la integridad de la persona real y del resto de miembros de su familia, participar en el complejo entramado que suponía la aparición pública del monarca y convertirse en un
espacio integrador de las élites de los diversos territorios en la Casa Real, función
que es la que nos interesa en este capítulo.
7.1. EL DESARROLLO INSTITUCIONAL
DE LAS GUARDAS PALATINO-PERSONALES DE FELIPE IV
El modelo de gobierno organizado por Carlos V requería de un servicio personal que pudiera aglutinar a los personajes más relevantes de cada reino para
así, y de forma vertical, poder extender su influencia a todos los rincones de sus
vastos territorios. Las guardas se prestaban especialmente a este cometido, debido a su carácter plurinacional y al elevado número de personajes que las integraban. En virtud de ello, durante el reinado del emperador, los diversos cuerpos de
guarda se mostraron como un excelente acomodo para nobles de cierta enjundia
2045 Sobre las Guardas Reales durante los diversos reinados Habsburgo, en general,
remito a mi libro Las guardas reales de los Austrias hispanos, Madrid 2013. Este trabajo ha
sido posible gracias a la ayuda proveniente del proyecto de investigación La reconfiguración
de los espacios cortesanos: los Sitios Reales (HAR 2012-37308-C05-02), del MINECO.
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–en los cargos de capitán y teniente–, pero sobre todo para hidalgos, baja nobleza e hijos bastardos de nobles de los diversos reinos.
Esta función continuó teniendo razón de ser durante los primeros años del reinado de Felipe II. El “Rey Prudente” había heredado una entidad política inédita
y carente de estructuras comunes, en la cual los diferentes territorios se veían privados de la presencia real de su Príncipe, máxime cuando se situó definitivamente
la capital en Madrid 2046. Debido a ello, el rey decidió seguir el modelo de integración de su padre para lo cual pudo servirse, además de sus servicios de Castilla y
Borgoña, de las Casas de sus hermanos don Juan de Austria y doña Juana, de la de
su hijo don Carlos, de la de su mujer Isabel de Valois y de las de los diferentes archiduques que se vinieron a educar a Castilla. La ocupación de los cargos de estos
servicios puede explicarse a través de las pugnas faccionales, resultando que los
principales oficios de las Casas del rey fueron tomados por esas élites castellanas
que propugnaban una hegemonía de lo castellano en la Monarquía, mientras los
servicios de los demás miembros de la familia real quedaron para las facciones castellanas y de otros reinos que no conectaban con las ideas que estos patrocinaban,
pues defendían una monarquía “compuesta” con mayor presencia de los reinos no
castellanos. Esa ruptura en el acceso a la fuente de gracia y a los cargos relevantes
de su servicio, provocaron un profundo malestar entre algunos grupos que habían
tenido acceso directo al emperador con anterioridad.
Así sucedió con la nobleza flamenca, que veía como descendía significativamente sus posibilidades de medro y de acceso a oficios palatinos, mientras se les
exigía que contribuyeran financieramente a sostener unas guerras que, en muchas
ocasiones, les eran indiferentes e, incluso, que ayudaran a mantener un sistema
que les excluía. Sin duda, era muy difícil gobernar sin la ayuda de esas élites 2047
y esa ruptura puede ser considerada como uno de los principales motivos del comienzo de la Revuelta 2048. Por lo que respecta a las élites del Imperio, la cesión
2046 Para este proceso, J. MARTÍNEZ MILLÁN: “La integración de las élites ciudadanas
castellanas en la Monarquía a través de la Casa Real”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN y S.
FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. I, pp. 645-685.
2047 Como expresa H. KOENIGSBERGER en su artículo “Patronage, Clientage and Elites
in the Politics of Philip II, Cardinal Granvelle and William of Orange”, en A. MACZAK (ed.):
Klientelsysteme im Europa der Frühen Neuzeit, Oldenbourg 1988, p. 128: “The government
of Philip II in the Netherlands, like all early modern governments, depended ultimately on
the co-operation of the local elites”.
2048
Tal y como estudio en el primer capítulo de mi libro Los asuntos de Flandes. Las
relaciones entre las cortes de la Monarquía Hispana y de los Países Bajos durante el siglo XVI,
Saarbrücken 2011.
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de la corona Cesárea a Fernando, hermano de Carlos V, hizo que estos territorios
dejaran de pertenecer a la Monarquía Hispana lo que, lógicamente, restó interés
a unos notables alemanes que, además, se encontraron con las dificultades reseñadas para acceder al servicio de Felipe II; el cual, al igual que sus sucesores, prefirió conceder pensiones, encomiendas, puestos en el ejército o el Toisón de Oro
a aquellos nobles del Imperio que les ayudaran en sus propósitos, en lugar de integrarlos en su servicio personal. La misma problemática afectaría a hidalgos y
baja nobleza de los territorios periféricos hispanos, que vieron enormemente dificultado su acceso a las Casas del monarca y, por ende, a su guarda española. De
este modo, la gente de “calidad” mostró cada vez menos interés en ingresar en la
guarda, lo que provocó que el lustre de las mismas y la extracción social de sus
miembros comenzara a decaer.
Esta paulatina pérdida de su función integradora de las élites territoriales desembocó en que la guarda pasara a desempeñar una nueva a finales del siglo XVI,
cual fue la de representación de las diversas “naciones” en la Corte de la Monarquía Hispana.
Con estas disposiciones se culminaba el final de un proceso que había durado prácticamente todo el reinado de Felipe II y que seguía el principio de que la
armonía del cuerpo político se fundaba en la jerarquía y desigualdad de los territorios con Castilla al frente, lo que suponía que este reino y sus Consejos
constituyeran el fundamento de la entidad política a la que pertenecían. Al articular ordenadamente los territorios se dotó de corporeidad a la Monarquía y
se redujo la “independencia” de cada dominio, actuación que había resultado
inviable hasta que no existió esa distinción entre lo político y lo jurisdiccional.
Esto, por supuesto, tuvo su reflejo en los consejos territoriales, caso del de
Aragón, Italia, Portugal o Flandes, ya que, en vez de representar los intereses de
cada dominio como traslación de sus Consejos Colaterales a la Corte, pasaron a
servir para articular el poder del rey sobre cada territorio, convirtiéndose así en
guardianes de territorios administrados. La Monarquía se territorializaba en espacios de control para, de esta manera, no ser un “reino múltiple” o “monarquía
compuesta” sino una “monarquía articulada”, ya que se establecía un orden jerárquico de las partes que la sustraía de un modelo confederal o de una comunidad solo cohesionada por pertenecer cada territorio a un mismo príncipe 2049.
Al mismo tiempo, los consejos territoriales pretendían cumplir una función
más, cual era convertirse en representantes de sus respectivas naciones en la
2049
M. RIVERO RODRÍGUEZ: “El Consejo de Italia y la territorialización de la
monarquía (1554-1600)”, en E. BELENGUER CEBRIÀ (coord.): Felipe II y el Mediterráneo,
Madrid 1998, vol. III, pp. 108-113.
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Corte, en un momento en que las diferentes nacionalidades que convivían en
Madrid comenzaron a sentir la necesidad de sentirse representadas y de tener
algún sitio de reunión y encuentro con gente de su misma procedencia, lo que
fue fomentado por la propia Corte dentro de ese proceso de jerarquización de
los territorios 2050.
Las ordenanzas urbanísticas de Madrid de 1590 fueron el punto de partida de
la fisonomía de la ciudad como “archivo de naciones”, tal y como la describió el
propio Lope de Vega, y fiel reflejo de la Monarquía como territorio. Felipe II no
participaría activamente en las fundaciones, prestando únicamente apoyo moral e
incitando a particulares a que ayudaran. Sin embargo, su hijo se volcó en el proceso, sobre todo, a raíz del retorno de Valladolid, que supuso la puesta en marcha de
una verdadera “Monarquía de las naciones”, abortando el proyecto hispánico iniciado en dicha ciudad castellana. Así, se produjeron en cascada una serie de fundaciones de hospitales como el de San Pedro de los Italianos (1598), San Andrés
de los Flamencos (1605), San Antonio de los Portugueses (1606), San Luis de los
Franceses (1615), el Hospital Real de Nuestra Señora de Montserrat de los Aragoneses (1617) o el Hospital y Colegio de los Irlandeses (1629), así como la aparición de diferentes cofradías como las de las propias guardas. De esta manera, los
“extranjeros” residentes en la Corte vivirían en ella como si se encontraran en sus
territorios de procedencia, pudiendo usar sus escribanos e instancias propias.
Las guardas jugaron un papel fundamental en este proceso, pues su mera existencia garantizó la presencia en la Corte de un importante número de miembros
de las naciones flamenca, tudesca o hispanas de forma constante. De esta manera, pudieron convertirse muchas veces en aglutinante de su comunidad y en representantes de su nación en la Corte. Fruto de ello, la configuración social de las
diversas unidades de guarda comenzó a responder a la realidad de esas naciones
en Madrid y las antiguas vías de acceso derivadas de la hidalguía y del ejército
fueron perdiendo paulatinamente su importancia para dar paso a todo tipo de
personajes, que ocupaban los oficios más variopintos para subsistir. De igual manera, la concesión del oficio se convertiría en una forma de premiar a personajes
de las diversas naciones que hubieran realizado algún servicio previo de importancia a la Monarquía y que, gracias a esta merced, conseguían su entrada en la
Casa Real, así como la posibilidad de poder introducir en el cuerpo a otros miembros de su familia. Los casos más conocidos tendrían lugar en la compañía de
Corps por su condición de primera guarda, caso de Jehan Llhermite, Hendrick
2050
Sobre este proceso, M. RIVERO RODRÍGUEZ: “Los consejos territoriales”, en J.
MARTÍNEZ MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. III, pp.
372-386.
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Cock, Paulo van Mullen, Gabriel Diricksen, Teodoro Ardemans o Juan van der
Hamen, destacando en la guarda tudesca algunos ebanistas como Gaspar Camp
o Baltasar Virtz, mientras en la española no hubo personajes de renombre, ya que
tenían numerosas vías de medro diferentes. La condición de artistas de muchos
de estos personajes demuestra que sus condiciones físicas y sociales para cumplir
en un cargo de esta índole eran, en muchos de los casos, cuanto menos dudosas,
y que su interés en servir como guardas era mínimo. Todo ello supuso numerosas
ausencias en el servicio y la pérdida de lustre de las diversas compañías, que no
fue tan acusado en la guarda de Corps como en la tudesca y española, lo cual repercutiría en una mayor conflictividad de estas últimas.
Por supuesto, esta profunda mudanza en el núcleo del modelo de guarda Habsburgo respondió también a una renovación en los pensamientos filosóficos que dotaron de cobertura a la Monarquía desde finales del reinado de Felipe II, siendo
uno de sus principales exponentes el tacitismo 2051. En lo referente a las guardas,
estaba claro que el principal foco de atención debían ser los pretorianos, lo cual reabrió el debate sobre la conveniencia de que los monarcas estuvieran cuidados por
no nacionales, y sus diferentes actuaciones en el derrocamiento de emperadores,
aspecto en el que cobraba especial relevancia la figura de Sejano. La excelencia militar de los cuerpos de guarda podía fortalecer en exceso la posición de sus responsables, transformándolos en una amenaza para la autoridad real y para el equilibrio
de poderes cortesanos. Es decir, por un lado se era consciente de la necesidad de
reforzar el poder del capitán para que la unidad no perdiera el lustre, pero por otro
se quería evitar que este tuviera un poder omnímodo que pudiera resultar peligroso para la integridad del monarca, argumentos que se utilizarían, sobre todo, durante la capitanía de la guarda alemana de don Rodrigo Calderón. Esta indecisión
provocaría una grave merma en la jurisdicción de los capitanes, proceso que se
mostraría en toda su crudeza a partir del reinado de Felipe IV.
Los cambios propuestos en las guardas a finales del siglo XVI y principios del
XVII incurrieron en una peligrosa paradoja, pues se encaminaron a potenciar su papel ceremonial, algo recomendado por el propio Justus Lipsius, obviando los requisitos de ingreso de los aspirantes reglados por las ordenanzas. La cada vez más
2051
Sobre este debate a comienzos del siglo XVII en la Monarquía Hispana, A. ÁLVAREZOSSORIO ALVARIÑO: “Las guardas reales en la corte de los Austrias y la salvaguarda de la
autoridad regia”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La Monarquía de
Felipe II..., op. cit., vol. I, pp. 430-442. Un excelente resumen sobre la filosofía política imperante
a inicios del siglo XVII en la Monarquía y bibliografía sobre el asunto en A. RIVERO RODRÍGUEZ:
“Política y políticos en el tiempo de Felipe III: Tácito, Séneca, Lipsio”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN
y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. I, pp. 136-148.
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cuestionable calidad de sus integrantes acabó provocando el deslucimiento del ceremonial y comprometió su función simbólica. A ello contribuiría notablemente el
retraso y falta de pago de los gajes de los soldados que se daría desde el reinado de
Felipe IV en adelante, llegando algunos de ellos a salir en público con libreas diferentes a las oficiales. Para compensar esta merma en su poder adquisitivo, los guardas se vieron en la imperiosa necesidad de complementar su paga con el ejercicio
de oficios manuales nada recomendables para personajes de esa categoría, algo que
estaba prohibido por las ordenanzas de cada cuerpo y que trajo consigo aún mayor
deterioro en el lustre del cuerpo, como lo demuestra el hecho de que en las prisiones de las guardas se llegara a poner bodegas y fondas y se llevara a cabo juego.
Por otra parte, la necesaria inmersión de los cuerpos de guarda en los ámbitos
cortesano y palaciego –entendidos como ámbitos jurisdiccionales específicos–, resultó conflictiva por la inmediata dependencia que, a efectos de jurisdicción y gracia, dichos cuerpos debían presentar de la persona del monarca. La seguridad
política del rey se hallaba estrechamente ligada a esa dependencia y los responsables de las guardas mantuvieron enfrentamientos constantes con la Junta del Bureo y con la Sala de alcaldes de Casa y Corte, justificables también por la condición
armada de los propios cuerpos de guarda, que, teóricamente, les reservaba un tratamiento jurisdiccional especial y privativo, con independencia del ámbito en el
que desplegaran sus actividades. Esto provocó un aumento exponencial de los delitos de los guardas desde el reinado de Felipe IV en adelante, llegando a provocar
estos soldados en los habitantes madrileños más reparos que confianza, como demuestra la siguiente referencia literaria de la época:
Mojixanga: Rey te an echo y te soprico que me agas alabardero de la guarda,
que es oficio que, andando a palos con todos, si alguna bez me amoíno con
Filena, y no me quiere pelo por pelo, es preciso me quiera palo por palo; y así,
desde oy, praça, digo, que doi palos con licencia de su magestad 2052.
A todos estos nubarrones habría que unir el hecho de que durante el valimiento del conde duque de Olivares fue quebrando esa condición de Madrid
como “archivo de naciones”, ya que este concepto no se correspondía con la visión que el valido tenía de la Monarquía y el reforzamiento de la autoridad de
los alcaldes de Casa y Corte sobre las guardas y sus capitanes, que culminó con
la cédula de 1643, así lo demuestra.
Las Casas Reales, además, habían dejado definitivamente de ser un lugar de
integración de las élites territoriales, por lo que se hizo necesario buscar nuevas
2052
ANÓNIMO: Hados y lados hacen dichosos y desdichados, Madrid c. 1665, publicado
por A. Robert Lauer en Reichenberger (Kassel) 1997, p. 49, en CORDE [27/07/2008].
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herramientas redistributivas de la gracia en los diversos reinos. Debido a ello, los
virreyes y gobernadores fueron teniendo cada vez más posibilidad de proveer
oficios en sus territorios, en los cuales habían adquirido una mayor autonomía
que se consolidó con Felipe III 2053. Pese a ser un remedo de Casas Reales, las Casas vicerregias fueron el centro de grandes Cortes, por lo que la nobleza e hidalguía local decidió buscar acomodo en sus tierras de origen y no viajar hasta
Madrid, con la clara merma de condición que esto supuso para las guardas reales. Los flamencos tendrían vía libre con la cesión a los Archiduques y, aunque
las Cortes de Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia o Mallorca fueron de inferior
categoría a las de América, Portugal, Italia o Flandes, los hidalgos hispanos tenían numerosas posibilidades de medro fuera de la guardas reales. De este modo,
y ante la falta de candidatos, se produjo el masivo ingreso de “extranjeros” en las
tres guardas, proceso auspiciado por la actuación de personajes deudos de esas
ideas que el conde duque propugnaba, por lo que estas unidades dejaban de tener sentido como representantes de las naciones en Madrid.
Esta pérdida de funciones concretas suponía la quiebra del modelo instaurado
por Carlos V, que no pudo ser compensado por la adopción de la nueva función
que algunos cuerpos de guardas europeos comenzaron a tener durante el siglo XVII
a imitación del modelo francés, cual fue la de ser unidades de élite de los ejércitos
reales para hacer frente a los desafíos de autoridad que algunos monarcas estaban
sufriendo y para llevar a cabo la vigilancia exterior de los Sitios Reales. En la Monarquía Hispana, este nuevo modelo no se intentó aplicar nunca con las guardas
palatino-personales prexistentes, sino que se buscó cubrir esa función a través de
los regimientos “Guzmano” y de la “Chamberga”, aunque con escaso éxito y corta vida. El efímero regimiento del príncipe Baltasar Carlos, cuyo fallecimiento
truncó el decurso vital del cuerpo, también perseguía en cierto modo esa línea pero, sobre todo, buscaba aplicar la idea propuesta años antes por Juan de Mariana
de que hubiera un grupo de soldados en la corte que ayudara a educar al Príncipe.
El caso es que los últimos Austrias no llevaron a cabo intentos serios de reforma de
sus unidades de guarda y lo único que intentaron fueron pequeños parches que no
atacaban la raíz del problema que, por otro lado, afectaba a toda la Casa Real en su
conjunto. Estaba claro que el modelo estaba en franca crisis desde las décadas centrales del reinado de Felipe IV, pero no sería hasta la llegada de los Borbones cuando se produjera una reforma en profundidad del mismo.
2053 M. RIVERO RODRÍGUEZ: “Una monarquía de casas reales y cortes virreinales”, en
J. MARTÍNEZ MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. IV,
pp. 31-60 y La edad de oro de los virreyes. El virreinato en la Monarquía Hispánica durante los
siglos XVI y XVII, Madrid 2011, capítulo IV, “La Edad de Oro”, pp. 133-173.
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En definitiva, el estudio de las guardas revela que la construcción de la Monarquía Hispana, tal como la habían organizado Carlos V y Felipe II, había entrado en crisis y que resultaba imposible de sostener si no se renovaba. Durante
el reinado de Felipe IV, las guardas experimentaron una descomposición en sus
estructuras y composición debido a la falta de rentas para compensar a sus
miembros (lo que motivó que muchos de ellos se dedicasen a buscarse el sustento en otros quehaceres, a veces, no muy ejemplares) y a la incapacidad de integrarlos en la Corte, lo que conllevaba la falta de asimilación de las elites de los
reinos en el conjunto de la Monarquía.
7.1.1. La guarda de archeros de Corps
El decurso de la guarda de archeros de Corps durante el reinado de Felipe III
estuvo fuertemente marcado por la Cesión de los Países Bajos a los archiduques
Alberto e Isabel Clara Eugenia. Esta circunstancia hizo que los archeros dejaran
de disponer del Tour de Rolle al aparecer en él oficios de unas tierras que ya no
pertenecían al monarca, lo que provocó que empeoraran sus condiciones económicas y que su condición social siguiera descendiendo, confirmando así la tendencia que tenía la unidad desde el comienzo de la Revuelta de los Países Bajos
en 1568. Para revertir esta situación se buscaron nuevas prebendas que conceder
a los archeros para hacer más atractiva la posibilidad de ingresar en el cuerpo,
como fueron entretenimientos en el ejército, títulos de nobleza o medallas con la
efigie de los monarcas, y se comenzaron a llevar a cabo una serie de reformas que
culminarían durante el reinado de Felipe IV con desigual éxito.
La configuración de la unidad estaba ya estructurada desde el comienzo del
reinado de Felipe III, en concreto, desde que el 1 de noviembre de 1598 el monarca mandó crear una serie de plazas reservadas encaminadas a suplir las carencias que dejaba la suspensión del Tour de Rolle.
7.1.1.1. El final de la capitanía del V marqués de Falces
El capitán de la compañía era, desde el segundo tercio de 1596, Jacques o Diego de Cröy, V marqués de Falces desde su matrimonio, el 28 de febrero de 1596,
con Juana María de Peralta, heredera de dichos marqueses 2054. La importancia de
este capitán en la vida de la guarda de los archeros de Corps fue indudable; no en
vano, fue el más longevo en el cargo al estar 27 años al frente de la unidad, pero
2054
Sobre la familia Peralta y sus enlaces matrimoniales, M. M. DE PERALTA: Histoire
généalogique de l’ancienne et illustre maison de Peralta selon les historiens et les généalogistes,
Bruselas-París 1880 (2ª ed.).
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
podemos considerar que su actividad fue casi testimonial durante el reinado de Felipe IV, pues dejó el cargo en 1623 a su sobrino el II conde de Solre, algo que venía
persiguiendo desde 1610, y sus impulsos reformadores los podemos ceñir a los
primeros años de su capitanía 2055. Sus gajes eran de 72 placas al día y 1.200 libras
de pensión, lo que hacía un total de 502.800 maravedís al año que se le pagaban
por libranza aparte y no por el roolo de la compañía 2056, siendo el único oficio que
lo hacía de esta manera.
Por lo que respecta al teniente, era Anthoine de Beaufort desde 1613 2057. Su
actividad durante el reinado de Felipe IV fue igualmente testimonial ya que, aunque juró de nuevo su cargo el 23 de mayo de 1622, era partidario de Lerma y, por
lo tanto, enemigo cortesano del conde duque de Olivares. Así, ese mismo año fue
acusado de conspirar contra la vida del propio Olivares mediante “artes de hechicería, veneno o cualquier otro medio”, con objeto de reponer en el cargo a Lerma y de traer un hechicero de Flandes y dar muerte a su criado Juan Florens en
Carabanchel mientras probaban lo que iban a utilizar contra el valido. El 27 de julio de 1623 fue condenado a cadena perpetua y todos sus bienes fueran requisados y, aunque apeló, no se le concedió una rebaja de la condena 2058. Por lo que
respecta a sus gajes, estos eran de 18 placas al día, lo que suponían 65.700 maravedís al año, más los de gentilhombre de la boca que eran 36, lo que hacía 131.400
maravedís, siendo el total 197.100 maravedís al año.
El siguiente cargo en importancia era el de furrier, que, por otro lado, era el más
alto al que podían optar aquellos personajes que entraban a servir como archeros.
Dicho oficio estaba vinculado a la familia de los Wissenacken desde la década de
los 80 del siglo XVI y era ocupado en esos momentos por Pierre Dimas de Wissenacken 2059. Sin embargo, su actividad durante el reinado de Felipe IV fue muy
2055 Sobre su labor, nuestro artículo “Las guardas palatino-personales de Felipe III”, en
J. MARTÍNEZ MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. I,
pp. 999-1012.
2056 Para los gajes de la compañía seguimos una relación de lo que montan al año los
sueldos de las guardas para 1651, teniendo en cuenta que no subieron durante todo el
reinado de Felipe IV, en AGP, SH, caja 181. Ver también los roolos de esos años (Ibidem,
Regs. 5730 y 5731).
2057
Su biografía en el DBE, vol. VII, pp. 483-484.
2058
Sobre este caso, J. H. ELLIOTT: El conde-duque de Olivares..., op. cit., p. 202.
2059 Sobre el cargo de furrier y la familia de los Wissenacken, nuestro artículo “El uso de
las guardas reales como posibilidad de medro familiar: los Wissenacken y la guarda de archero
de Corps”, en J. J. BRAVO CARO y S. VILLAS TINOCO (eds.): Tradición versus innovación en la
España Moderna, Málaga 2009, pp. 669-687.
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escasa, pues el titular estaba ya hastiado del servicio y tenía pensado abandonarlo,
no sin antes haber asegurado el cargo de furrier en su familia, en este caso en su
hijo Diego Felipe, lo que consiguió el 16 de noviembre de 1622 2060. Sin embargo,
al ser el nuevo furrier menor de edad, pues había nacido en 1611, el cargo pasó a
ser desempeñado de forma interina por Juan Francisco, hermano de Pierre Dimas
que ya había ejercido en el mismo oficio durante las Jornadas de Irún en 1615 y de
Portugal en 1619. Esta situación se prolongaría hasta que Diego Felipe cumpliera
los 25 años necesarios para ingresar en la guarda. Por lo que respecta a los gajes,
eran de 18 placas al día, que montaban 65.700 maravedís al año.
A continuación encontraríamos al capellán, cargo ejercido desde 1612 por el
borgoñón Claudio Jacop tras haber servido durante más de 10 años en el ejército
de Flandes a las órdenes del marqués de Varambón. Por lo que respecta a sus gajes, en 1620 había conseguido que el Bureo los equiparara a los del furrier y archeros, igual que se había hecho con los trompetas. El capellán fallecería el 1 de
octubre de 1623, dándose por tanto la circunstancia de que todos los cargos de la
guarda sufrieron una renovación total en los primeros momentos del reinado.
Los dos trompetas, por su parte, eran Juan Bautista de Haro, que serviría
hasta su fallecimiento el 7 de noviembre de 1625, y Juan Marcos Castellanos, que
tras servir como maestro de los trompetas de la caballeriza de la escuela italiana
desde el 1 de enero de 1583 hasta el 1 de enero de 1598 y en la Caza, había ingresado como trompeta de la guarda durante el último tercio de 1616 sustituyendo a su hermano Leonardo, que fue reservado con todos sus gajes y pensiones.
Una vez que este falleció el 25 de septiembre de 1625, Juan Marcos ocuparía su
lugar en la reserva donde permanecería hasta su fallecimiento el 22 de marzo de
1633 2061. Por lo tanto, la renovación en este oficio no llegaría hasta 1625 en que
Nicolás Ormans y Guillermo de Juncos comenzaron a servir. Como ya hemos
señalado, sus gajes eran los mismos que los del furrier, archeros o capellán.
El comisario de la compañía, que se encargaba del aprovisionamiento de la
unidad así como de estar presente a la hora del pago a los guardas, era Claudio
de Cos desde la Jornada a Burgos de 1615, en que relevó a Pierre Dimas de Wissenacken. Hijo del alguacil de Casa y Corte Alonso Núñez de Cos, él también
ejercería dicho oficio desde el 3 de marzo de 1593 hasta que se hizo cargo de su
nueva ocupación 2062. Fue el comisario que más tiempo permaneció en dicho
2060
El nombramiento en AGP, SH, caja 167.
2061
Ibidem, Reg. 5731.
2062
AGS, CC, leg. 1049 y J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La
Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. II, p. 767.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
cargo, pues serviría hasta finales de 1648 con unos gajes de 12 placas diarias, lo
que suponía un total de 43.800 maravedís.
Otros dos oficios auxiliares eran los de sillero-guarnicionero, ocupado por
Gaspar Valea “el Mozo” que había heredado el cargo de su padre del mismo nombre en 1619, y los de herrador, estando ocupado el puesto por Juan de Arroyo,
aunque tras un conflicto con su hermano Domingo fue reservado en 1623 para
pasar el cargo a su hermano. Mientras el primer oficio recibía unos gajes de 60 reales al mes, lo que suponía un total de 24.480 maravedís anuales, el herrador tendría 6 placas al día o 21.900 maravedís al año.
Hemos dejado para el final al grueso de la unidad, compuesto por 100 archeros sirvientes que recibían los gajes ya señalados. Eran admitidos en la guarda por
mandato del capitán, que únicamente tenía que comunicarlo posteriormente mediante un billete al Bureo, jurando su oficio en sus manos (fórmula que reproducimos en el siguiente apartado).
Junto a los 100 archeros sirvientes habría que situar a los ya mencionados reservados, de los cuales nos encontramos durante el segundo tercio de 1621 2063 a
16 a razón de 18 placas diarias de gajes y 13 con 12 placas; sin duda, el número de
29 no se ajustaba a la concesión inicial de 18 plazas y auguraba futuros conflictos.
El monto total de los gajes de la unidad variaba según el tercio del año y si estaban todas las plazas ocupadas pero, por ejemplo, durante el primer tercio de
1622 estos ascendían a 3.038.400 maravedís más el salario por libranza aparte del
capitán 2064.
7.1.1.2. Los decisivos cambios de 1623 y los primeros años
de la capitanía del II conde de Solre:
Las nuevas ordenanzas y el espíritu reformador
Como ya hemos reflejado, el V marqués de Falces llevaba varios años intentando que su sobrino le relevara en el puesto para llevar a cabo las necesarias reformas que la unidad necesitaba. Jean de Cröy, II conde de Solre 2065, contaba,
asimismo, con el apoyo del archiduque Alberto y la primera tentativa para su
2063
AGP, Reg. 5730.
2064
Ibidem, Reg. 5731.
2065 Sobre este personaje, nuestro artículo “Una élite flamenca en el servicio del
monarca: los capitanes de la guarda de archeros de Corps”, en E. SORIA MESA, J. J. BRAVO
CARO, J. M. DELGADO BARRADO (coords.): Las elites en la época moderna..., op. cit., vol. III:
Economía y poder, pp. 118-122.
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nombramiento se produjo en 1613 cuando viajó a Castilla al poco de fallecer su
padre; jornada durante la cual se le concedió el Toisón de Oro y se dio en el
Consejo de Estado una resolución favorable a su nombramiento el 6 de septiembre de 1614. Sin embargo, el noble flamenco se tuvo que ausentar de la Península Ibérica por el comienzo de la campaña de Juliers y se fue sin el mismo,
que no llegaría hasta el último tercio de 1623 2066, aunque sin gajes, pues, quedaban como pensión de su tío el marqués de Falces. De esta manera, se ratificaba la ligazón de la familia con el oficio de capitán y se les vinculaba al servicio
real.
En esas fechas, en que también recibió el título de consejero del Conseil d’Etat de los Países Bajos, en concreto el 12 de marzo de 1624, el nuevo capitán se
encontraba sirviendo como gobernador interino de Hainaut desde el año anterior. Tras realizar una misión diplomática en Francia, Solre llegó a Castilla a finales de año y se hizo con el mando efectivo de la unidad.
Hasta que se produjo su incorporación al puesto, y debido a la ausencia del
marqués de Falces de la Corte ya que se encontraba en Navarra 2067, la unidad
estuvo gobernada por el teniente Anthoine de Beaufort. Durante este periodo,
la situación de la unidad se fue haciendo insostenible, ya que los archeros decidieron que la ausencia del capitán y la delicada posición cortesana del teniente
posibilitaban un menor control de su comportamiento, lo que relajó el cumplimiento de las ordenanzas por parte de los mismos. El teniente intentó reaccionar contra ello y ordenó al furrier, por mandato del 28 de junio de 1622, que
retirara las armas y los gajes a 12 archeros debido a estar ocupados en oficios,
léase posadas o servir como mozos, innobles para el cargo que ocupaban dentro
2066 AGS, Estado, leg. 1773, s.f.: “Por diferentes vezes he escrito a V. Majestad
suplicándole se sirva de hazer merced al Conde de Solre de la futura subçessión del cargo de
capitán de los Archeros de su Real Guarda, en consideración de que le tuvo y sirvió el Conde
su padre y que le posee y sirve al presente el Marqués de Falzes su tío y de los muchos y
buenos servicios del conde difunto su padre y de los de sus pasados y el zelo y tan grandes
desseos que el conde tiene de servir a V. Majestad. Por las mesmas razones vuelvo de nuevo a
suplicar a V. Majestad se sirva de hazer merced al dicho conde en esta su pretensión que
además que ser muy bien empleada en su persona, la reçiviré yo muy particular de V. Majestad
que guarde nuestro Señor con la salud y acrecentamiento de mayores reinos y señoríos que
desseo. De Bruselas 14 de diciembre 1617, Besa las manos de V. Majestad el archiduque
Alberto”.
2067
Con fecha del 12 de febrero de 1622, el capitán dejaba unas instrucciones al
archero más antiguo, Estienne Gerre, y al furrier, Pierre Dimas de Wissenacken, para
gobernar la unidad durante su ausencia (AGP, SH, caja 168).
1146
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
de la Casa Real 2068. Cuatro de ellos, Martín Guisset, Nicolas Faigneau, Pedro
Simón y Nicolás Moreau, no aceptaron de buen grado dicha imposición y el último de ellos, incluso, se lo recriminó. El teniente no fue respaldado por el Bureo, por lo que fue consciente de que su fortuna ya no estaba en la Corte y el 6
de diciembre de 1622 solicitó su cese en el puesto y que se le diera la posibilidad de ir a servir en el ejército. Su petición fue aceptada pero, sin embargo, se
produjo su detención justo antes de poder salir de Madrid.
Todas estas circunstancias revelaban que se hacía necesario nombrar un nuevo teniente. La ausencia de Madrid, tanto de Falces como de Solre, les imposibilitó intervenir en la decisión. Felipe IV nombró a Alberto de Gavre, conde de
Peer, de Dipenbeque y de Hamal y barón de Ugies, junto a otros títulos 2069, e
hijo del conde de Fresing, gobernador de la villa y castillo de Quesnoy. Era gentilhombre de la boca del rey desde 1618, comendador de Torres y Canena de la
orden de Calatrava y capitán de una bande d’ordonnance en Flandes, donde ejerció durante 5 años en las guerras de Alemania hasta que pasó a la corte madrileña donde juró como teniente de la guarda de Corps el 2 de noviembre de 1623
en manos del duque del Infantado. Junto a este nombramiento se produjeron
también los de los nuevos furrier, Juan Francisco de Wissenacken, y capellán, Jacobo Plancio, que juró el 1 de octubre, organizándose desde ese momento una
nueva cúpula que trataría de solucionar los numerosos problemas existentes.
Ya el propio duque del Infantado, mayordomo mayor de Felipe IV que había
ejercido como gobernador de la guarda desde la detención de Beaufort hasta el
nombramiento de Gavre, había intentado atajar algunos de ellos, como la ocupación de algunos archeros en oficios indecentes 2070. Sin embargo, y como le
sucedía a todos aquellos que disfrutaban de la prebenda de poder dar plazas a
2068
En concreto, eran Pedro Simón, Nicolas Moreau, Diego Vázquez, Martín Guisset,
Livio de Wayemberghe, Gilles van Tuebecken, Nicolas Faigneau, Láçaro Galvaleto, Jehan
Blanchart, Tomas Rateau, François Chocquet y Fernando Jaquet (en AGP, SH, caja 171 en la
carpeta de 1622 junto a un extenso memorial del teniente al Bureo dando sus razonamientos).
2069
Ibidem, cajas 162, 164 y 166 y Reg. 5731.
2070
“Por quanto ha venido a mi noticia que algunos archeros que al presente sirven a su
Majestad tienen tratos indecentes y ajenos de sus oficios y aunque los capitanes y tenientes de
la compañía han procurado diversas veces que los deseen no lo han podido conseguir ni acabar
con ellos. Por tanto por convenir así al servicio de su Majestad mando que de aquí adelante
ninguno de la compañía de los archeros guarda de corps del Rey nuestro Señor pueda tener ni
tenga casas de posada que perderá la plaza el que lo contrario hiziese y como inobediente será
castigado con todo rigor. Dada en Madrid a veinte de septiembre de mil y seiscientos y veinte
y tres años. Firmado el duque del Infantado” (Ibidem, caja 171, carpeta de 1623).
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sus “hechuras”, en poco menos de un año reservó a 7 archeros, siendo varios de
ellos los que habían estado envueltos en los tumultos de 1622 con el teniente,
proveyó 4 plazas de archero más las de teniente, aunque este por orden real, furrier y capellán y mandó jurar a otros 11 que servirían sin que hubiera plazas
vacas, a modo de supernumerarios pero sin recibir tal título 2071.
Sin duda alguna, el asunto que más ocupó al conde de Solre, y que primero
quiso abordar, fue el jurisdiccional, lo que se plasmaría en las cédulas del 28 de
julio de 1624 2072 y del 19 de agosto de 1625 2073 y en las nuevas ordenanzas del
6 de enero de 1626 2074. Una vez terminada la redacción de las ordenanzas, paso
que era primordial para intentar atajar los problemas de la unidad, Solre centró
su atención en la elaboración de un nuevo Tour de Rolle. Ya su tío lo había propuesto unos años antes pero la confección del nuevo documento fue laboriosa,
debido a la necesidad de observar en qué situación se encontraban los Países Bajos después de su reversión a la Monarquía. El nuevo capitán propuso que a los
viejos empleos que aparecían en el Rolle de 1593 se añadieran 4 nuevos que sustituyeran a aquellos que habían quedado en manos de los enemigos en la provincia de Holanda, siguiendo el ejemplo del Tour de Rolle elaborado por los
Archiduques para los reservados de su guarda el 23 de junio de 1608 en la que
retenían algunas plazas de municioneros en plazas fronterizas 2075. Solre consiguió una respuesta real positiva a sus propuestas 2076, aunque la redacción definitiva del nuevo Tour de Rolle no cristalizó hasta el 1 de junio de 1626 2077. Junto
a su redacción, el capitán consiguió que Felipe IV escribiera a su tía Isabel Clara
Eugenia, gobernadora de Flandes, para pedirle que ayudara a la aplicación del
2071
AGP, SH, caja 171 y Reg. 5730.
2072 AGP, SH, caja 173 (copia de 1650 realizada por el furrier de los archeros Cornelis
Luydinx).
2073 Hay copia en AGP, SH, caja 171, carpeta de 1625; AHN, Consejos, lib. 1173, ff.
148v-149v; BA, Cód. ms. 51-IX-10, f. 19 y RAH, Jesuitas, 9/3676/25 y 26.
2074
AGP, SH, caja 168.
2075
Una copia de dicho Tour de Rolle de los Archiduques en AGR, Audience, Reg. 33/1.
2076
AGP, SH, caja 171, “Que por vía de la presidencia de Flandes se renueve el
despacho acostumbrado de los oficios que por los predecesores de V. Majestad fueron allí
señalados para sus archeros que se llama Tour de rol. Que en lugar de los 4 officios estantes
en Holanda se señalen otros 4 equivalentes. Y en el entretanto que se haga este despacho se
suspenda la provisión de los oficios que vacasen”.
2077
1148
Un ejemplar de este nuevo Tour de rolle en Ibidem, caja 168.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
nuevo Tour de Rolle 2078, paso que se repetiría con gobernadores posteriores 2079.
Con esta medida, el capitán también pretendía mitigar los abusos de los archeros reservados, protestados por los compañeros que estaban sirviendo 2080, y la
dualidad que había en ese momento sobre quien debía proveer los oficios del
Tour en Flandes ya que la Infanta lo había seguido realizando, a veces, en miembros de su guarda personal. Sin embargo, el asunto siguió coleando durante todo el reinado.
La publicación de este documento era fundamental para tratar de conseguir
que se interesaran por las plazas de archero flamencos de una mejor condición social que los que servían en ese momento. Tomando como punto de partida esta
necesaria medida, el capitán intentó llevar a cabo la estrategia que había ido planificando su familia desde 1610, basada en convertir en archeros a jóvenes miembros de las oligarquías urbanas, de la baja nobleza y antiguos capitanes del ejército
que cuando retornaran a Flandes tras finalizar su servicio podrían informar sobre
las bondades del retorno a la Monarquía. El propio capitán fue el encargado de
seleccionar a los primeros jóvenes que iban a seguir esas premisas durante el viaje con fines diplomáticos que se le encargó realizar en 1626 a Polonia para negociar la adquisición de embarcaciones con las que formar una escuadra en el
Báltico 2081, realizando escala en Flandes. Allí escogió a 10 jóvenes, de los que 5
fueron nombrados archeros como fueron Charles de Rogenville, Phelipe de
Grandmont, Louis de Hust, Juan Cklein y Nicolas de Boiteux 2082. Los dos primeros fallecieron en 1629 y 1630 respectivamente, mientras que los dos siguientes retornaron a Flandes en 1629 y el último en 1632 para llevar a cabo esa misión
de propaganda que se les había encomendado. Durante esa estancia en los Países
2078
Queda constancia de dicha carta, del 4 de enero de 1628, en AGS, SP, lib. 1445, ff.
52-53. Ya con anterioridad, en concreto el mismo día de publicación de las nuevas
ordenanzas, el monarca había rogado a su tía que se cumplieran rápidamente sus peticiones
sobre archeros reservados y reformados (Ibidem, lib. 1444, f. 113 y lib. 1445, ff. 3 y 31).
2079
Vemos en Ibidem, lib. 1446 cartas para el marqués de Aytona del 13 de mayo de
1634 (f. 40r-v), al Cardenal Infante el 5 de marzo de 1641 (f. 114r) o a don Francisco de Melo
el 21 de enero de 1643 (ff. 153v-154r). Algunas de ellas también en AGP, SH, caja 168.
2080
Dichas protestas en Ibidem, que, por otra parte, trata casi exclusivamente del Tour
de Rolle junto con la letra V de los expedientes de los archeros.
2081
Sobre dicha misión, J. H. ELLIOTT: El conde-duque de Olivares..., op. cit., pp. 312-
313.
2082
Relata el capitán su elección y sus motivos a la vuelta de su Jornada en un memorial
en AGP, SH, caja 171.
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Bajos, también se trajo el capitán un trompeta, Guillermo de Juncos, que serviría
hasta su muerte en Zaragoza el 17 de diciembre de 1642. La medida preparada
por el capitán, que era por otra parte bastante ingeniosa, no obtuvo todo el fruto
esperado, pese a que Solre siguió pensando que podía ser positiva 2083. Así mismo, Solre consiguió al tiempo que las otras guardas, que fuera el propio capitán
quien controlara el aposento de su compañía tras un decreto y orden del rey del
25 de octubre de 1624. Así, se concederían por antigüedad, teniendo el capitán
que llevar la cuenta de ello y no los aposentadores 2084, desposeyéndose de la casa a quien fuera contra esta orden y no pasara primero por los capitanes.
Otra medida adoptada por el capitán consistió en conceder a las viudas de los
archeros que continuaran percibiendo los gajes de sus maridos una vez estos hubieran fallecido. En varias ocasiones lo harían con la totalidad del salario y otras
con la mitad, según los años en que hubieran servido, eliminando la ayuda de 80
ducados que se las solía otorgar. Esta medida comenzó a funcionar durante el segundo tercio de 1631, año en que se concedieron dos; la primera fue a parar a doña Paula du Bois y Ayala, hija de Albrecht du Bois que había fallecido en Madrid
el 13 de julio de 1626 a manos de los criados del cardenal Barberini cuando estuvo en Castilla 2085. La segunda se concedió a Ana María de Toro, la cual, tras fallecer su marido el furrier Pierre Dimas de Wissenacken, había recibido los 80
ducados estipulados para las viudas. Sin embargo, posteriormente, y tras fallecer
su hijo Diego Felipe el 4 de enero de 1631 2086, se le concedió una nueva merced
como fue que gozara de los gajes de una plaza de archero reservada, la que había
pertenecido al recién fallecido Jacques Baudegnies, a medias junto a Jerónima
de Rivera, mujer de Diego Felipe 2087. Cuando Jerónima de Rivera falleció el 25 de
2083
En AGP, SH, caja 171: “Y si demás de lo contenido en este capítulo pareciere bien
mandar su Majestad que por este consejo de Flandes cada año se proveyan tres o quatro plaças
del país o futuras sucesiones de otras o en cargos militares que sean a propósito, conforme el
sujeto de cada uno, con que se animara gente principal y de las calidades que pide esta compañía
a pretender las plazas dellas a que no ayudaba poco, si su Majestad les mandase dar los
entretenimientos que solían gozar con los dichos estados de Flandes. Sería volver y restaurar la
compañía en su antiguo lustre que siempre ha tenido y se escusara la cantidad de archeros
reservados que su Majestad tienen en esta corte premiando sus servicios por esta otra vía”.
2084
La aplicación de dicho decreto en la guarda de Corps en Ibidem, caja 170.
2085 Sobre este oscuro asunto, el diario de dicho Cardenal durante su viaje en C. DAL
POZZO: El Diario del Viaje a España del Cardenal Francesco Barberini, op. cit., pp. 249-250.
2086
AGP, SH, caja 170.
2087
Ibidem, cajas 167 y 170 y Reg. 5731.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
junio de 1640, Ana María de Toro pasó a recibir la paga completa y la mantuvo hasta su muerte. Dicha merced se mantuvo en la compañía hasta el reinado de Carlos
II, llegando a haber momentos en que más de 20 viudas la percibirían a la vez.
Así pues, la actividad reformadora de Solre durante los dos primeros años
de su capitanía fue muy intensa, pero tras su estancia en Polonia sus actividades comenzarón a verse seriamente cuestionadas tanto por el Bureo como por
el teniente Gavre.
Este había quedado al cargo de la unidad ante la ausencia del capitán, que le
dejó una instrucción precisa sobre cómo debía actuar y en la que destaca su encargo de no plegarse a las peticiones del Bureo para conservar la autoridad 2088.
El capitán era consciente de contra quien debía librar la batalla jurisdiccional y
procuró atraer al teniente a su terreno, lo que no fue así ya que Gavre sucumbió a la tentación y comenzó a proveer plazas por su cuenta en sus “hechuras”,
actuación que volvería a realizar en 1629 cuando Solre marchó a una nueva misión en el Imperio y Flandes. El propio tío del capitán, el marqués de Falces, se
vio obligado a protestar por esta actitud en una carta al conde de los Arcos del
13 de junio de ese año, comparándola con los problemas que él había tenido con
su teniente Mérode durante una de sus Jornadas a Flandes 2089. El viejo capitán
resaltaba que dicha provisión de plazas era preeminencia del capitán, su sobrino, que se encontraba ausente en esos momentos y si este no estaba debía proveer las plazas el Bureo, nunca el teniente. En 1632 se reprodujo el problema y
Solre tuvo que recuperar los argumentos empleados por su tío 2090. Sin duda alguna, la no intervención del capitán en la elección de teniente influyó decisivamente en estas desavenencias y quien podía haber sido un buen aliado para los
intentos reformistas del capitán resultó ser uno de sus mayores detractores. El
Bureo, sabedor de estas divergencias, las aprovecharía en beneficio propio para
llevar a cabo los cambios que se estaban produciendo en la Casa Real.
En efecto, los esfuerzos y textos normativos del capitán se iban a mostrar baldíos ante los cambios que Felipe IV iba a llevar a cabo dentro de las Casas Reales
desde finales de la década de los 20 y comienzos de la de los 30. El deseo del monarca de recortar gastos y potenciar al Bureo como instancia de control sobre lo
que se iba a convertir en la Casa Real Hispana, repercutió de una forma clara en la
merma de jurisdicción del capitán y en las condiciones de servicio de los archeros.
2088 En AGP, SH, caja 171, carpeta de 1626 explica la forma en que debía ejercer durante
dicha ausencia.
2089
Ibidem, carpeta de 1629.
2090
Como podemos ver en un memorial en Ibidem, carpeta de 1632.
1151
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En un principio, fueron pequeñas porciones de la misma las que se fueron desgajando, como cuando se permitió el 30 de noviembre de 1628 que los alcaldes de
Casa y Corte pudieran acudir a las cocinas y patios de palacio para evitar que entrara gente de mal vivir, pese a que estuvieran los guardas, o cuando se decidió el
7 de mayo de 1630 que la justicia ordinaria pudiera actuar contra los guardas que
atacaran a los que distribuían el pan 2091. Sin embargo, desde ese momento la tendencia fue imparable y alentada por los propios archeros de Corps. Estos, que habían adquirido una serie de hábitos nada recomendables para el ejercicio de su
oficio, se sintieron molestos y atacados por las reformas que quería llevar a cabo el
nuevo capitán y, a través del Bureo, intentaron paralizar las reformas.
7.1.1.3. Las Ordenanzas de 1634: El desencadenamiento de la crisis
Los éxitos iniciales del capitán en su pugna por relanzar la unidad le hicieron sentirse fuerte para llevar a cabo una nueva actuación que podía resultar definitiva, como era la redacción de unas nuevas ordenanzas, para lo que se sirvió
del capítulo contenido tanto en las Ordenanzas de 1589 como en las de 1626
(concretamente el artículo 21), que le daba dicha potestad y que rezaba:
Que para tener a los Archeros en disciplina devida, el dicho capitán podra haçer
ordenanças, según las quales se avran de gobernar, y seran obligados de observarlas,
so pena, si contraviniese a ellas, les podra castigar por via de prisiones, por el
tiempo que les pareciere, conforme a sus desmeritos, o, con borrar de sus gajes la
cantidad que quisiere, dando dello noticia al Bureo, por billete firmado de su mano,
donde se executará, sin dilación ninguna, y si después de su castigo hubiere por
bien de perdonar sus faltas, podra haçerlo, con enviar al Bureo otro billete, como
sea antes de averse çerrado el tercio que entonces corriere, que después de caydo,
no se podrá hacer.
Ya su tío, el marqués de Falces, había hecho uso de esta prerrogativa en 1597
y 1598 para hacer ordenanzas parciales, pero Solre se propuso redactar unas completas nuevas. El nuevo reglamento vio la luz el 3 de septiembre de 1634 y se mostró desde el principio como una nueva fuente de discusiones y tensiones, ya que
no gustó nada a los archeros la preeminencia que daba al capitán y al furrier 2092.
Estas protestas se agudizaron en octubre cuando el capitán suspendió –por orden
real– las plazas reservadas de su guarda hasta que se clarificara su origen y concesión 2093, medida emprendida por la Corona para recortar gastos por los abusos
2091
Ambas órdenes en AGP, SH, caja 181.
2092
Estas ordenanzas se encuentran en Ibidem, caja 168.
2093
Como podemos comprobar en Ibidem, Reg. 5731.
1152
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
habidos en la concesión de las mismas 2094. Los guardas de Corps se reunieron en
juntas, donde se llegó a criticar al capitán y a amenazar al furrier, y decidieron solicitar el apoyo del Bureo para que el furrier no recibiera tanto poder y este residiera en el archero más antiguo 2095. La tensión llegó hasta producirse fuertes
enfrentamientos directamente con el capitán 2096. Ante esta situación, el capitán
se dirigió al conde duque de Olivares para expresar su indignación, reclamando
que los principales instigadores del conflicto eran archeros que, a su vez, eran
criados de algunos de los mayordomos que componían el Bureo. Para solucionar
las cuitas solicitó que se convocara una junta, medida que el monarca aceptó. Sin
embargo, antes de comenzar, dicha junta se cobró la primera víctima en la persona del furrier Juan Francisco Wissenacken 2097.
En un primer momento, y como ya habían hecho sus antecesores, el furrier
se puso de lado del capitán que procuraba potenciar su cargo, lo que provocó el
rechazo de los archeros. Sin embargo, las ausencias del capitán y las presiones de
sus antiguos camaradas (hay que recordar la condición de archero que detentó
2094
Toda la documentación sobre este asunto, así como sobre la Junta, en AGP, SH, caja
171.
2095
Su argumentación era la siguiente: “Pues si bien sale de archero a furrier en esto
da paso atrás por adelantarse en sus aprovechamientos porque los archeros son plazas nobles
y criados domésticos de V. Majestad contados entre los acroes como se descubre en la calidad
que piden las ordenanzas para ser admitidos al oficio y el de furrier se halla nombrado en los
libros reales y en las listas y roolos entre los trompetas, herrador y sillero y verdaderamente
no contiene más que aposentar la compañía y otros ministerios serviles que se le han llegado
como aprovisionar los delinquentes llevándolos el mismo, solicitar los negocios en servicio
de la compañía y avisar a los archeros en sus casas quando ay servicio extraordinario para
que no hagan falta quando sale V. Majestad y otras menudencias que se han adjudicado, por
tener más provechos por donde se hecha de ver que no son criados de la casa real sino tan
solamente de la compañía y por esta causa nunca se ha dado al furrier ayuda de costa como
se hace con los archeros como criados de V. Majestad a quien concede entrar en los Tour de
roles de que hace merced en los estados de Flandes”.
2096
El más grave lo cuentan los propios archeros en un memorial del 2 de marzo de
1635. El miércoles de ceniza, el mayordomo semanero, el conde de Brantivila, había dado
orden de que estuvieran en palacio a las 9 y media. Una vez reunidos en casa del capitán,
como era costumbre, el archero más antiguo buscó pedir permiso a este para poder acudir a
palacio y que no se hiciera tarde, pero no estaban presentes ni el capitán ni el teniente, por
lo que emprendieron la marcha. Nada más partir, salió el capitán de su casa amenazándolos
y mandó encerrar al más antiguo en la cárcel pública, junto a otros 4 archeros como Jacques
Frederick, Jehan Gilles, Pierre van der Bort y Martín de Atriba.
2097
Sobre este asunto, mi artículo sobre los Wissenacken citado anteriormente.
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durante 10 años antes de acceder al oficio de furrier) hicieron que Wissenacken
variara, por primera vez en la historia familiar, su posición inicial de apoyo al capitán y que fuera prestando cada vez más atención a las reivindicaciones de los archeros 2098. Ante la luchas que se avecinaban, el conde de Solre no podía tener
2098 Como así atestigua un memorial sin fecha del propio Juan Francisco poniéndose
claramente del lado del Bureo en los asuntos jurisdiccionales: “Querer intentar el capitán de
los archeros eximirse de no estar subordinado y sujeto a la jurisdicción del dicho Bureo y las
órdenes sería una novedad muy grande y sería querer intentar de eximirse del servicio de su
Majestad y así como esto no puede ser tampoco lo primero. Por quanto siempre toca y a tocado
al mayordomo mayor o al que le sustituye tomar las órdenes a boca de su Majestad así en
servicios ordinarios como en los extraordinarios y así mismo le tocará en virtud de la orden que
su Majestad hubiere dado el enviarla al dicho capitán y acérsela notoria y al dicho capitán el
recivirla poniendo en execución lo que se le manda como ha sido siempre uso y costumbre y
acerca desto hay diversos exemplos en la etiqueta del señor emperador Carlos V de gloriosa
memoria dice que antiguamente era costumbre que el mismo capitán o su teniente iban al
Bureo a acusar a los que hacían falta al servicio que allí fuesen castigados en rayarles de sus
gajes lo que parecía conforme a la falta cometida gran prueba de la preeminencia del dicho
Bureo y aunque el día de hoy se ha moderado esto no tanto que se aya de desconocer al dicho
Bureo pues manda su Majestad en las ordenanzas que dio al dicho capitán para su buen
gobierno que si alguno cometiese algún delito o falta y quisiera rayarle alguna cantidad de aviso
dello al Bureo por un billete firmado y si quisiere perdonarle que envíe otro billete al dicho
Bureo dando parte del caso por manera que su Majestad siempre le remite al dicho Bureo. En
tiempo del señor rey Felipe II que esté en gloria en 1589 sucedió que don Felipe de Croy, padre
del conde de Solre que hoy viene siendo capitán de los archeros quiso intentar que le
acompañasen algunos archeros y para dar razón de su pretensión quiso hablar a su Majestad
a la saçón estaba en el Escorial y ya su Majestad era sabedor de la pretensión del dicho capitán
y no le quiso dar audiencia y mandó al conde de Chinchón su mayordomo que dijese al dicho
capitán que se volviese a Madrid y que dejase la compañía como la había hallado sin intentar
novedades lo qual se hizo y se volvió sin hablar a su Majestad en virtud de la orden que le dio
el dicho conde de Chinchón como tal mayordomo. Y en quanto a la pretensión que tiene el
teniente desta compañía a querer proveer las plazas de archeros que vacaren en las ausencia del
capitán es pretensión muy antigua de todos los tenientes que ha habido pero nunca han salido
con ella y si alguna vez han proveído se ha dado por nula la tal provisión como más largamente
consta por una información que el conde de Solre ordenó que se hiciese acerca deste particular
en la qual dijeron sus dichos doce testigos fidedignos los más antiguos que se hallaron en esta
compañía y que todos habían servido a la majestad del rey Felipe II y todos convienen en decir
que no es acción del tal teniente el proveer en ausencia del capitán por quanto esto toca y
pertenece al Bureo acerca de lo qual traen muchos y diversos exemplares la dicha información
se entregó por el conde de Solre al duque de Alba, mayordomo mayor de su Majestad. Y el
dicho conde de Solre hizo consulta particular sobre este particular en la qual da parte a
su Majestad de la pretensión del dicho teniente contradiciendo en ella la dicha pretensión
y alegando lo que declaran los testigos arriba referidos en la dicha información y otros
exemplares y certificaciones del marqués de Falces su antecesor y así mismo declara como en
1154
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
dudas sobre su furrier y decidió jubilarlo forzosamente a finales de 1634 y sustituirle por un hombre de su confianza como Cornelis Luidinx, al que el capitán
había concedido poco tiempo antes la plaza de archero y que ejercería como furrier hasta que fue reservado a finales de 1657 2099. Tanta era la fidelidad del nuevo furrier que el Bureo le llegó a quitar los gajes del primer tercio de 1635 por
negarse a recibir en la guarda a Gabriel Diricksen sin orden directa de su capitán.
Por lo que respecta al Bureo, envió un informe al monarca el 15 de septiembre de 1634 en el que argüía que el problema era que los capitanes habían tenido demasiada mano en el orden de las compañías y pedían que se suspendieran
los nombramientos y jubilaciones hasta que no se resolviera el tema.
La lucha estaba planteada y las posturas claras cuando se reunió por primera vez la Junta, convocada al efecto por decreto del 27 de enero de 1635, y que
estaba compuesta, en un primer momento, por el secretario Ventura de Frías,
los marqueses de Leganés y de Torres y don Felipe de Silva pero a la que se añadieron por decreto del 20 de febrero el marqués de Mirabel, José González, don
Antonio de Contreras y el protonotario. En ella se dirimió el futuro de la compañía y su viabilidad posterior.
Solre presentó numerosos documentos para defender sus posiciones y las carencias económicas que afectaban al cuerpo 2100. En primer lugar, se estudiaron
dos escritos sobre la paga de los gajes de los archeros reservados, uno redactado por
Solre y otro por el Bureo. La contestación de la Junta fue que las pretensiones de
ninguna manera toca la provisión al dicho teniente sino que derechamente toca y pertenece al
Bureo y la minuta de la dicha consulta se ha presentado y por ella y por la dicha información
constara la preeminencia y acción del Bureo a las provisiones de las dichas plazas de archeros
y la poca justicia del dicho teniente”.
2099
AGP, SH, caja 167 y Reg. 5731.
2100 En concreto, entregó las Ordenanzas de 1589, el Decreto Real del 3 de diciembre
de 1624 en que el monarca mandaba a Solre ser capitán, la respuesta del rey a una misiva
suya mandándole hacer nuevas ordenanzas (1625), las Ordenanzas del 6 de enero de 1626
con sus apuntamientos a cada capítulo y aprobadas por el rey, diferentes ordenanzas de
época del marqués de Falces, un papel representando los medios para mayor lucimiento de
la compañía elaborado por Solre, una información con los archeros más antiguos, las
Ordenanzas del 3 de septiembre de 1634, un papel tocante al furrier y sus preeminencias,
un papel en razón de la jurisdicción que toca al capitán sin dependencia del Bureo, una
cédula despachada por la Cámara sobre el mismo asunto, el Decreto Real del 2 de febrero
de 1625 confirmando lo anterior, una relación de los reservados, un papel certificando que
primero había que pagar a los archeros justo después de la Capilla Real y luego a las otras
guardas y un listado de los 45 archeros que faltaban por tener casa de aposento.
1155
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Solre sobre el pago a los mismos eran excesivas y pidió explicaciones al capitán insinuando que debía tener oscuras pretensiones sobre los reservados –hay que recordar las tensiones existentes entre los archeros sirvientes y los reservados para
que estos no figuraran en el Tour de Rolle, lo que el capitán trató de aprovechar en
beneficio propio–. Solre se defendió atacando al marqués de Torres, que era mayordomo y por tanto pertenecía al Bureo y quería ampliar sus competencias, pero
se rechazaron sus quejas.
Las deliberaciones de la Junta se suspendieron por mandato real el 17 de junio de 1635, a la vista de la nueva misión diplomática que se encomendó al conde de Solre. Su teniente, el conde de Peer, quedó al mando pero con numerosas
trabas del Bureo cada vez que quería proveer alguna de las plazas, como la del
fallecido reservado Jean Hervart, quedando las plazas sin cubrir hasta que Solre retornó 2101. Debido a esta divergencia de opiniones, el Bureo ralló los gajes
del teniente durante un año y se decidió que estos conflictos pasaran a tratarse
también en una Junta que, por otro lado, empezó a celebrar sus reuniones en la
casa del marqués de Mirabel el 15 de octubre de 1635, pues el marqués de Leganés había marchado a servir a Flandes.
La suspensión de actividad de la Junta se prolongó hasta que, el 22 de abril
de 1636, el marqués de Mirabel dio cuenta de que no se habían podido reunir
en ese tiempo, no solo por la orden real, sino también porque José González,
don Antonio de Contreras y el protonotario estaban muy ocupados. El mayordomo solicitó que se sustituyera al marqués de Leganés y a Felipe de Silva por
alguna persona de calidad que les pudiera ayudar, eligiéndose a Carlos Coloma
y al marqués Fr. Lilio Brancache, con el fin de relanzar la actividad de la misma sin el capitán. Sin embargo, el monarca declaró que era necesario esperar a
que acabara su jornada sin desposeerle del puesto, ya que estaba desarrollando
una misión muy importante y no era justo aprovecharse de ello. El capitán no
llegaría a la Corte hasta la segunda mitad de 1637 y lo hizo con renovados bríos y nuevos memoriales 2102.
Sin embargo, la vida del II conde de Solre se apagó definitivamente el 9 de
mayo de 1638, haciendo innecesaria la labor de la Junta que dejó de reunirse
desde ese momento: el Bureo había vencido en su pugna con el capitán y pasó
a controlar la unidad durante los años siguientes, lo que aceleró la decadencia
de la guarda de archeros de Corps.
2101
Como podemos ver en los roolos en AGP, Reg. 5731.
2102
El más interesante, de 3 de diciembre de 1637, en Ibidem, SH, caja 171.
1156
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
7.1.1.4. El gobierno del Bureo, sus conflictos con el teniente
y la elección de un nuevo capitán
Tras el fallecimiento de Solre, el cargo de capitán permaneció vacante durante 6 años, ya que el sucesor no juró su cargo hasta el 27 de mayo de 1644. Durante ese tiempo, el Bureo aprovechó la coyuntura para continuar con su labor
de aglutinar la jurisdicción favorecida por la ausencia de capitán. El teniente Alberto de Gavre intentó oponerse a las acciones del Bureo, pero sus posibilidades eran sustancialmente menores que las de un capitán. Como recalcaba el
Bureo,
Que se declare que al teniente en ausencia del capitán no le toca más que el
gobierno de la compañía en quanto a la forma, puntualidad del servicio y no en más
porque el capítulo de las ordenanzas antiguas de que pretende valerse en que se le
atribuye en todo la misma autoridad que al capitán nunca se ha practicado en
quanto a la provisión o consulta de plazas ni recibir inmediatamente de su Majestad
las órdenes sino por el mayordomo mayor o Bureo como consta de los exemplares
presentados 2103.
El mismo 14 de mayo, solo 5 días después del fallecimiento de Solre, el Bureo,
compuesto por los condes de Castro, Barajas y de Orgaz y los marqueses de las
Navas, Malpica y de Floresta, acordaron que los archeros recibidos tras la muerte del capitán, sin nombramiento explícito de la Junta Palatina, debían ser borrados de las listas; es decir, los que hubiera efectuado el teniente 2104. Esta decisión
se comunicó al dicho teniente y al furrier el 17, recordándoles que no debían hacer novedad sobre lo llevado a cabo hasta ese momento. Mientras el furrier Luidinx respondió que él únicamente hacía lo que le mandaban, ya que era un
inferior, el teniente negó su obediencia al Bureo y recalcó que él iba a seguir proveyendo plazas. El Bureo no permitió que el asunto quedara ahí y se consultó a
los 4 archeros más viejos que, siguiendo sus actuaciones anteriores, se pusieron
del lado de los mayordomos para evitar que tuvieran un poder omnímodo sobre
ellos los mandos de la guarda. Así, declararon que ellos siempre habían visto que
en ausencia de capitán tomaba el gobierno de la compañía el Bureo y proveía las
vacantes, no el teniente, y todos los tenientes lo habían hecho así y cuando no se
les había reprendido y quitado la plaza a quienes ellos habían nombrado. Sin embargo, en su argumentación se encontraron con que Charles de Tisnacq había
provisto plazas durante los años en que estuvo al frente de la unidad y cuyo cargo
2103
Así consta en un memorial del Bureo de 1638 (AGP, SH, caja 171).
2104
La relación de todo este asunto en Ibidem, carpeta de 1638.
1157
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parecía ser el de teniente 2105. Los archeros reseñaron que Tisnacq no había sido
teniente sino gobernador de la compañía. La cédula sobre jurisdicción de 7 de junio de 1643, reforzaría la del Bureo.
De lo que no parecían ser conscientes los archeros era de que los cambios que
se estaban llevando a cabo en la Casa Real les iban a perjudicar notablemente en
sus privilegios y que, quizás, sus mandos eran unos aliados más adecuados que el
Bureo. Así, desde finales de 1635 la percepción de los gajes se convertió en un
asunto de enorme dificultad para los archeros 2106. Ya desde el comienzo del reinado de Felipe IV esto había venido sucediendo, pero siempre de forma esporádica y se había ido subsanando con mayor o menor retraso. Sin embargo, desde este
momento lo excepcional sería percibir los salarios. Aparentemente se les intentó
compensar con la exención del pago de la media annata, tanto de su entrada en el
oficio como del dinero que se les daba para aposento 2107, pero era una medida
más aparente que real, pues no percibían ni una cosa ni otra, por lo que difícilmente se les podía aplicar la media annata sobre ellos.
Junto a esta falta de pagos, se llevaron a cabo otras reducciones en algunas percepciones extraordinarias que la compañía tenía como privilegio. Así, en julio de
1630 se les redujeron de 80 a 40 ducados lo que percibían los que no recibían casa de aposento, a través de dividir las casas que solían recibir en dos. Los archeros protestaron y consiguieron que esa reducción solo quedara en 60 ducados,
pero en 1631 se la volvieron a bajar a 40 y ahí quedó fijada, con lo que los problemas con los aposentadores fueron una constante 2108. También se comenzaron a
poner trabas en 1642 a que las viudas entraran en los roolos tras fallecer su marido para cobrar los gajes por mitad o enteros 2109, aunque no se les negó del todo,
2105
Como así refleja A. ESTEBAN ESTRÍNGANA en su artículo “¿El ejército en Palacio?
La jurisdicción de la guardia flamenco-borgoñona de corps entre los siglos XVI y XVII”, en
A. JIMÉNEZ ESTRELLA y F. ANDÚJAR CASTILLO (eds.): Los nervios de la guerra. Estudios
sociales sobre el ejército de la Monarquía Hispánica (s. XVI-XVIII), Granada 2007, pp. 191-230.
2106 Como podemos ver en diversos memoriales en AGP, SH, cajas 170 y 171 o en el
“Asiento de las cantidades libradas a los archeros de la guarda de corps por los gajes
devengados en los años de 1621 a 1665” (Ibidem, caja 161). El maestro de la cámara demoraría
el pago constantemente con diversas excusas como haberlo retenido para el pago de la Junta
del Donativo.
2107
Así lo comunicó el teniente a la compañía el 17 de noviembre de 1639 (Ibidem, caja
171).
2108
2109
Ibidem, caja 170.
Como así consta en la respuesta al memorial de Jerónima Altamirano, viuda de Felipe
Keersebon (en su expediente en Ibidem, caja 163), el 10 de noviembre de 1667 por parte del
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
o se mandó marcar los caballos de la compañía en 1641 cuando los habían comprado los propios archeros, por lo que luego no los podrían vender o prestar 2110,
que solo percibían dos reales diarios para poder mantenerlos desde 1626 2111.
Este retraso en la percepción de los gajes y de otros complementos empujó, aún
más, a los guardas a pluriemplearse en oficios no demasiado acordes a su posición,
como vender vino, tener tabernas, negociar con sus casas de aposento... 2112. En la
guarda de Corps estas actuaciones no fueron tan exageradas como en la Española
o en la Alemana pero, por supuesto, también existieron. Este deterioro en las condiciones de vida de los archeros acabaría repercutiendo notablemente en su servicio y llegó a hacerse presente a los ojos del rey y de sus súbditos 2113. Así, los
marqués de Aytona: “Sobre lo que se me ofrece decir a V. Majestad que las mercedes que se
hacían a semejantes viudas era mantenerlas en las plazas de sus maridos para volver a tomar
estado con quien sirviere la plaza o se les señalaba alguna renta por la limosna que aún se ha
hecho en estos tiempos. Introduxéronse a pensionarias en los gajes que se libran en la nómina
de los archeros por el año de 1631 y reconociéndose por su Majestad (que está en el cielo) era
novedad se sirvió responder de su real mano en una pretensión de una viuda semejante a esta
en 9 de abril de 1642 lo siguiente, Aunque esto se ha hecho con otras es mala introducción y
costosas y ahora no estamos en tiempo de añadir gastos. Y no obstante después de esto se
concedieron a unas los gajes enteros y a otras su mitad. La reformación dispuso generalmente
que a las viudas de los soldados de la guarda se les diesen ochenta ducados de recompensa por
una vez y se haré con las demás, aunque con las de los archeros no se ha practicado. Y el
marido de esta viuda sirvió cerca de siete años. A mi me parece que a esta y a las demás viudas
desta guarda atento a ser más noble se les podría mandar dar por la presidencia de hacienda
cien ducados por una vez de recompensa y que esto sirva de exemplar para en lo de adelante.
Madrid 10 de noviembre de 1667”.
2110 Esta debía ser una acción muy común, pues llegó a tener reflejo en la literatura de la
época, como vemos en A. J. DE SALAS BARBADILLO: El caballero puntual, primera parte de 1614
(cita extraída de CORDE [13/10/ 2008]: “Todas estas acciones, que abajo irán declaradas, son
naturales del Caballero Puntual. Oir la misa parlando, hacer mala letra, andar mal á pie, rondar
de noche con troquel, pistoletes y espada mayor de marca. Tener para las necesidades por
conocido un archero, para que, á falta de otro mejor, le alquile su rocín los días de fiesta, en
precio moderado”.
2111
AGP, SH, caja 171.
2112
F. VELASCO MEDINA: “La imagen social de las guardias reales: estatus privilegiado
y precarias condiciones de vida”, en V. PINTO CRESPO (dir.): El Madrid Militar, I: Ejército y
Ciudad (850-1815), Madrid 2005, pp. 217-220.
2113
La carestía de medios llegó a ser tal que en 1659 el furrier Joan Mantels se llegó a
quejar de que no tenía cuchillas para dar a los nuevos archeros y a los que las iban rompiendo
(AGP, SH, caja 171).
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preparativos de la guarda para viajar con el monarca durante la Jornada de 1640 a
Aragón versaron, casi en su totalidad, sobre las precarias condiciones económicas
que tenían y como eso les impedía servir en condiciones 2114.
Pese a estas advertencias, y a que no todos debían acudir con el monarca, la
compañía no estuvo presta para partir; las ausencias en el servicio serían cada
vez más numerosas 2115. En ello influyó notablemente que la guarda de Corps
se hubiera convertido en representación de la nación flamenca en Madrid. Debido a ello, en muchas ocasiones se concedió el oficio a personajes que habían
prestado algún servicio a la Monarquía –como artistas, mercaderes...–, pero con
escasos conocimientos de la milicia y con un interés por conocerlos aún menor.
Las ordenanzas trataron de subsanarlo mediante el envío a Flandes de los hijos
o familiares de los archeros que entraban en el cuerpo tras haber nacido o haberse criado en Madrid para aprender las lenguas y el oficio de la milicia 2116,
pero muchos consiguieron esquivar esas imposiciones 2117.
7.1.1.5. La confirmación de la decadencia:
La capitanía del duque de Aerschot
La ausencia de capitán no podía hacerse definitiva y –en 1644– se decidió
buscar un nuevo personaje. En este caso, y rompiendo la tradición de los últimos
2114 “Lo que la compañía de los archeros han menester para esta Jornada, en manos del
señor conde de Castro mayordomo mayor del rey nuestro señor en 22 de agosto de 1640”
(AGP, SH, caja 171 y caja 161).
2115 En un memorial del 4 de abril de 1664, el teniente Ignacio de Berghes, barón de
Arquem, se quejó al monarca de que de 100 hombres no conseguía juntar nunca a más de 40
para servir (Ibidem, caja 171, carpeta de 1664).
2116 Como fue el caso de Francisco Enrique Battens, nacido hacia 1613 en Madrid como
nieto del archero Henrique y sobrino del también archero Sebastian Hendrik. Cuando este
falleció en mayo de 1639 pidió ocupar su plaza, ya que este no tenía herederos, y lo consiguió,
aunque tuvo que esperar hasta realizar esa estancia en Flandes. El teniente conde de Peer le
dio un salvoconducto en 1644 para que lo hiciera pero Francisco trató de no acudir con la
excusa de estar casado y tener hijos, aunque finalmente tuvo que hacerlo y se le incluye en los
roolos desde el último tercio de 1651. Sin embargo, sirvió poco tiempo ya que falleció a finales
de 1652 durante el viaje de vuelta de los Países Bajos, aunque consiguió que su hijo Manuel
Enrique heredara su oficio (Ibidem, caja 162).
2117 Así pasó con Luis Leenart, hijo del archero Mathias, al que se le concedió la plaza de
archero durante el último tercio de 1655, dispensándole de marchar a Flandes pese a haber
nacido en Madrid por conocer la lengua y los largos años de servicio de su padre (Ibidem, Reg.
5731).
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nombramientos, el Bureo buscó que el elegido no tuviera un excesivo interés en
la compañía y recibiera el título como una posibilidad de colocar a sus “hechuras”, recibir un buen salario y figurar en las primeras posiciones de la etiqueta
cortesana sin ir más allá. Así, y tras 50 años de pertenencia de la capitanía a los
Cröy, se decidió sacar el oficio de la familia de forma temporal para que Philippe
François de Aremberg, duque de Aerschot y príncipe de Gavre, accediera al mismo 2118. Nacido en Bruselas el 30 de julio de 1625, era hijo de Claire-Isabelle de
Berlaymont y Philippe-Charles de Aremberg, duque de Aerschot y gentilhombre
de la cámara del archiduque Alberto entre otros títulos, que falleció el 4 de octubre de 1640 en la cárcel en Madrid tras 6 años de cautividad por delito de alta traición 2119. Felipe IV, para compensarle por la pérdida de su padre y atraerle hacia
sus armas, le concedió, pese a su juventud, el mando de la bande d’ordonnance que
había pertenecido a su progenitor, con la que acompañó al monarca en la campaña de Cataluña de 1642, y el puesto de capitán de su guarda de Corps. Igualmente, recibió el Toisón de Oro el 7 de octubre de 1646 y se le esposó con doña María
Magdalena Francisca de Borja, hija del VIII duque de Gandía y grande de España, con la que tuvo sucesión que no sobrevivió.
El nuevo capitán juró en su plaza en Fraga el 27 de mayo de 1644 en manos
del conde de Barajas, primer mayordomo del rey, aunque apenas ejercería su cargo. Ya al poco de acceder al puesto se le concedió licencia para ir a Gandía, donde permaneció hasta que el monarca se presentó allí al año siguiente, y en 1648
marchó a Flandes para poner en marcha su hacienda y no retornar nunca más a
Castilla 2120. Una vez en los Países Bajos, se le concedieron numerosas mercedes
como la de capitán general de la armada de Flandes, baillí de Hainaut... hasta su
fallecimiento en Bruselas el 17 de diciembre de 1674. Durante los 11 años siguientes a su marcha, Aerschot mantuvo nominalmente el oficio de capitán, pero para lo único que se acordó del mismo fue para proveer plazas de archero en
“hechuras” suyas, como su mayordomo Simón de Vendeville. Su dejación de
funciones era tal que ya en junio de 1645 el Bureo proveyó una plaza en un hijo
2118 Para las referencias sobre sus datos biográficos, así como de los guardas que
sirvieron a Felipe IV de aquí en adelante, remitimos a las biografías en el vol. II de esta obra.
De modo general, tal y como indicamos al principio del capítulo, las biografías de todos los
guardas a lo largo de los diversos reinados Habsburgo en el CD de mi libro Las guardas reales
de los Austrias hispanos, op. cit.
2119
Sobre la llamada “Conspiración de los nobles” en la que este duque de Aerschot se
vio envuelto, así como las circunstancias políticas del momento y bibliografía sobre el tema,
R. VERMEIR: En estado de guerra. Felipe IV y Flandes, 1629-1648, Córdoba 2006, pp. 66-95.
2120
AGP, SH, caja 162.
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del fallecido Jacques Blondier, que tenía solo 12 años, mientras el capitán estaba
en Gandía. Su protesta, tras conocer el asunto de manos de Pedro de Brujas el
archero más antiguo, se limitó a reseñar que él la hubiera concedido, pero aseguraba desconocer si el Bureo tenía derecho a ello o había atentado contra sus preeminencias 2121.
Ante esta prolongada ausencia, el gobierno de la unidad correspondería al
teniente conde de Peer hasta su fallecimiento el 10 de noviembre de 1646. Desde esa fecha se abrió un periodo de reflexión sobre el nuevo ocupante del oficio,
durante el cual nuevamente volvió a decidir el Bureo sobre los designios de la
unidad, que se prolongaría hasta el juramento del hijo del antiguo teniente,
Charles de Gavre, nuevo conde de Peer, el 25 de junio de 1648 2122. Nada más
acceder al oficio, este caballero de Calatrava decidió intentar, al igual que su padre, recoger en su persona el máximo de competencias posibles sobre la compañía para poder gobernarla ante la actitud del capitán. Sin embargo, el Bureo
le paró los pies ante lo que consideraba un exceso en el servicio y fue encerrado durante varios meses en Calatrava, no perdonándole la prisión hasta junio de
1649 para que la compañía de archeros tuviera mandos cuando la nueva reina,
Mariana de Austria, llegara a Castilla. Desde ese momento, su autoridad se vería seriamente mermada, como así lo atestigua la actitud del Bureo tras mandar
el teniente borrar la plaza a 4 archeros, Diego de Alencourt, Justo Goethals,
Juan de León y Maximiliano Muro, el 16 de enero de 1650 por haber “usado
superchería y exceso” con el alcalde don Gregorio de Chaves tras abordarle en
la sala donde el alcalde estaba aguardando a que saliera el rey de la capilla para
pedirle que dejara libre a un compañero que habían prendido en Navidad. Pese a que la actitud de estos archeros iba contra lo expedido en la Cédula de 1643,
el 3 de junio de ese año el Bureo ordenó que se les restituyeran las plazas. Así
mismo, desde el último tercio de 1652 se le quitaron las 18 placas de gajes de
archero que percibía para cobrar solo los 43.920 maravedís que recibía como
gentilhombre de la boca por el mandato real de no poder cobrar dos salarios.
Aunque esta orden se revocó en 1657 y el teniente volvió a cobrar ambos sueldos, estaba claro que su autoridad estaba bajo mínimos.
A esta merma de autoridad tampoco ayudaban los enfrentamientos con el
capitán, producidos por lo único que a este le importaba: la provisión de las plazas. Ya Aerschot, nada más acceder al oficio, había representado sus dudas sobre el padre del teniente, lo que indicaba que los enfrentamientos se podían
2121
AGP, SH, caja 171, carpeta de 1645.
2122
Ibidem, Reg. 5731 y SH, caja 166.
1162
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producir 2123. Así sucedió cuando el capitán proveyó a Nicolás de Blancas en la
plaza de herrador por muerte de Antonio López pero el teniente no lo llevó a cabo, ya que la había provisto en Sebastián Hernández, imponiéndose el criterio del
capitán. Esto alentaba a los archeros que, incluso, llegaban a intentar revocar plazas de compañeros nombrados por el teniente con argumentos falsos, como fue el
caso de Pedro Cremers a quien acusaron de ser tudesco o de que, en caso de ser
flamenco, no había estado nunca en Flandes ni servido allá y de que su padre había sido sastre jubetero y el propio Pedro también. Sin embargo, la información
reveló que su padre y abuelo eran de buena sangre y naturales de Felimón (Brabante), que fue a Flandes con el marqués de Cerralbo y que había servido allí hasta 1656, así como que no había ejercido nunca oficio manual 2124.
Los desmanes de los archeros eran cada vez más evidentes y no tenían reparos en enfrentarse con el furrier u otras instancias judiciales 2125. Con todos estos
problemas disciplinarios se hizo necesaria la creación de una cárcel específica para la unidad que se abriría en la segunda mitad de 1650, siendo la última de las
tres compañías de la guarda palatino-personal de Felipe IV que la tendría 2126. La
cárcel estaría al cargo del furrier, y no del trompeta como llegó a proponer el teniente conde de Peer en un primer momento, y se financiaría con los 80 ducados
de casa de aposento (que solían ser 40 como vimos antes) que tenían los archeros
2123 Así, en un memorial que envió al rey el 9 de julio de 1644 (AGP, SH, caja 170)
comentaba: “Quanto al nombramiento del conde de Peer halló dificultad en renovalle por lo
que me han representado los archeros que están aquí o presente dellos en nombre de los demás
y por un memorial que me ha hecho presentar Pedro de Brujas, que he mandado se copiase y
remitiese con esta a v. m. un tanto del para que me diga llanamente lo que ay en este negocio.
Bien veo que su oficio de V. Majestad ha de ser odioso a muchos pero este cierto que no ha de
poder nadie conmigo hacer que me aparte yo de mantenerle a V. Majestad en todo lo que fuere
justo”.
2124
AGP, Reg. 5731 y SH, cajas 163 y 171.
2125
Los archeros protestaron en numerosas ocasiones buscando sus objetivos. Baste
como ejemplo de lo primero cuando el teniente abandonó la Corte por unos días en mayo de
1649, dejando orden al furrier y al archero más antiguo para que la compañía se reuniera
única y exclusivamente en su casa como lo había hecho hasta ese momento, quejándose los
archeros poco después al mayordomo mayor de que el furrier no debía ejecutar las órdenes
que tenía de los capitanes y tenientes ya que no tenía potestad para ello. En cuanto a lo
segundo, los archeros escribieron un memorial quejándose de poder ser juzgados por los
alguaciles y alcaldes ordinarios pese a su condición y retenerse a varios de ellos en ocasiones,
como había sucedido con Juan Vimberg que tenía en casa unas pistolas que debía usar para
el servicio real (AGP, SH, caja 171, carpetas de 1647 y 1649).
2126
Ibidem, carpeta de 1650.
1163
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difuntos. Los primeros que se utilizaron para tal fin fueron los de Gaspar Tristman, lo que provocó el consiguiente revuelo en la compañía, pues la Junta de
Aposento no podía proveer casa ni dar mandamiento a los soldados de la guarda
sin preceder certificación del capitán o teniente y las viudas tenían derecho a percibir esas ayudas durante 6 meses, lo que no se había respetado en este caso. Además, los archeros Joan Stoels y Jehan au Paix intentaron aprovecharse de la
situación, por lo que fueron castigados con 30 días de cárcel y que en 4 años no
pudieran pretender casa ni tenerla.
El descontrol en la unidad era patente y la cédula del 16 de abril de 1658 que
retornaba al status jurisdiccional anterior a 1643 apenas lo pudo mitigar, aunque
era necesario nombrar a nuevos mandos que pudieran intentarlo.
7.1.1.6. Últimos intentos de los Cröy por reforzar la unidad y nuevos fracasos
Debido al desinterés de Aerschot en el puesto de capitán, el 24 de diciembre de 1659 se decidió que era mejor retirarle del cargo para que volviera, de
nuevo, a manos de los Cröy con el nombramiento del sexto marqués de Falces.
Diego Antonio de Cröy y Peralta Hurtado de Mendoza era hijo del antiguo
capitán Jacques o Diego de Cröy y de Ana María de Peralta. Sexto marqués de
Falces por nacimiento, consiguió por matrimonio los títulos de marqués de
Mondéjar, conde de Tendilla y alcaide de la Alhambra de Granada, lo que nos
indica el profundo arraigo de esta rama de la familia Cröy en la vida cortesana
madrileña y su entroncamiento con la más rancia nobleza de los reinos hispanos,
tanto castellana como navarra. Recibió una esmerada educación que le llevó a tener inquietudes intelectuales, llegando a escribir un curioso manuscrito de temática religiosa 2127. Recibió diversas prebendas de Felipe IV como la comendaduría
de Mohernando de la orden de Santiago, por título despachado en Cuenca a 7
de junio de 1642, así como el título de gobernador y capitán general de Galicia
y, por supuesto, la capitanía de la guarda de Corps, oficio que juró el 24 de diciembre de 1659.
Desde un primer momento se apreció en el nuevo capitán la intención de retomar el impulso reformador que había caracterizado a su familia para tratar de
recuperar el perdido lustre y prestigio de la unidad. Así, lo primero que realizó
2127
En concreto, el nombre del mismo es Exposición de los siete psalmos penitenciales,
escribíala el excelentísimo señor Don Antonio de Peralta Croi Velasco Hurtado de Mendoza, Marqués
de Falces, Mondéjar y Valhermoso, Conde de Santistevan y Tendilla, gentilhombre de la cámara de
su Majestad, Capitán de su Guarda de Corps, Mayordomo mayor de la Real Casa de Navarra y
Alcaide de la Alhambra de Granada, Trece de la Orden de Santiago y Comendador de Mohernando,
Madrid 1662. Se conserva en BE con la signatura 30-II-62.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
fue solicitar la elaboración de un nuevo Tour de Rolle que se ajustara a la nueva
situación, ya que con el archero Alexandro Baltin en el último tercio de 1656 se
había agotado el del 1 de junio de 1626. Además, desde la década de 1640 había
habido problemas en su aplicación y el monarca tuvo que promulgar una cédula el 21 de agosto de 1652 para renovarlo, aprobarlo y confirmarlo. Se habían producido duplicidades en la concesión de algunos oficios como el de seneschal de
Faulquemont, que cedieron los gobernadores generales de Flandes tras la muerte de los Archiduques al conde de Wilz, la castellanía de Genappe, maestro de
las obras de Artois, guarda de los animales silvestres del parque de Bruselas o el
de preboste de Arlón. Felipe IV continuó escribiendo misivas a los diversos gobernadores de Flandes para que allanasen el camino, pero estos debieron actuar
por su cuenta para favorecer a sus clientes. La elaboración del nuevo documento fue lenta y para tal efecto se comisionó al archero Joan de Clercq en diciembre de 1661 a que marchara a Flandes a poner en orden los nuevos oficios que
debían figurar 2128. En un principio se le concedieron 6 meses de licencia para
efectuar dicha labor, pero luego se le prolongó la estancia hasta que, finalmente,
el 1 de mayo de 1663 se promulgó el nuevo texto 2129.
Junto con esta medida, el capitán buscó mejorar la disciplina de la compañía y
el 30 de enero de 1661 publicó una orden para que no se pudieran hacer guardias
en los turnos de otros y que se ejecutaran las penas, obligando así a los que apenas
servían a tener que hacerlo. En esa orden se decidió que la primera falta se multara con dos reales de a ocho, la segunda con un doblón y 4 días de cárcel, no en la
de los archeros sino en la que fuera a su arbitrio, y la tercera con la expulsión de
la guarda 2130. Así mismo, y para mejor cumplimiento de la Cédula de 1658, publicó una orden el 1 de diciembre de 1661 para que los archeros se comportaran
en sus relaciones con la justicia ordinaria y defendieran sus recuperados derechos.
Por supuesto, el marqués de Mondéjar también se preocupó de sus propios gajes
para que no fueran inferiores a los de los capitanes de las otras guardas 2131. Sin
embargo, ese interés inicial se fue diluyendo ante los conflictos que le sobrevendrían con el Bureo, los archeros y con el nuevo teniente y pronto comenzaron sus
ausencias de la Corte.
2128
AGP, SH, caja 168.
2129 Una copia de dicho Tour de Rolle en AGS, SP, leg. 2497 en la carpetilla de Archeros
y también en AGP, SH, caja 168.
2130
Ibidem, caja 171, carpeta de 1661.
2131
Ibidem, caja 171, carpeta de 1663.
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Por lo que respecta al Bureo, el monarca recordó en 1662 al nuevo capitán,
tras unos incidentes de las guardas en la casa de don Juan de Góngora, que era
este tribunal cortesano el que seguía teniendo la última instancia en conflictos
palatinos 2132.
En cuanto a los archeros, y como había venido sucediendo durante todo el
reinado, cuando vieron que el capitán quería llevar a cabo una serie de reformas
que podían atentar contra sus privilegios, buscaron la manera de atacarle. El
primer conflicto sobrevino con el relevo a finales de 1660 del furrier Joan Mantels, que había sido nombrado por su predecesor en el puesto Aerschot y que
estaba muy cercano a a las posiciones de los archeros, por Antonio van Compostel. Esto provocó un pleito en el que el capitán acusó a Mantels de no asistirle
y de tener poco orden en los papeles de la compañía, llegándole a encarcelar.
La compañía decidió entonces nombrar a dos apoderados, que fueron Gilles
de Hee y Joan Michielsen, para que trataran con el Bureo algunos pleitos pendientes que los archeros tenían con el capitán sobre la observancia de sus Constituciones y sobre lo inadecuado de algunos de los nuevos miembros de la unidad;
en concreto, protestaban por la entrada en el cuerpo de Alonso Grotendor, por
tener origen milanés, Joseph Galette, por ser francés de la Picardía, Pedro Simón
Duamet, cuyo padre había sido guarnicionero, el capellán licenciado don Martín
López Bayle, por ser castellano y no saber las lenguas francesa ni flamenca, Joseph Cariolang, por tener origen genovés, Jacinto Castelló, asimismo de procedencia genovesa, y Juan Chantrán, que había sido zapatero en Córdoba 2133. En
el fondo subyacía el intento del capitán por introducir en la guarda a personajes
afines a él para poder llevar a cabo con más facilidad las reformas que había puesto en marcha; por ejemplo, el nuevo capellán era su mayordomo o Duamet había
sido recomendado por el duque de Agramont, amigo del capitán. El capitán trató de prohibir el uso del poder otorgado por la compañía y procuró evitar que el
Bureo fuera la segunda instancia en las protestas de los archeros por los nombramientos de nuevos compañeros. Finalmente, se decidió que los 5 primeros continuaron sirviendo, mientras que los dos siguientes fueron expulsados del cuerpo.
Por último, el capitán tendría conflictos también con el nuevo teniente Ignacio de Berghes, barón de Arquem. Un nuevo arresto, en este caso domiciliario, del
conde de Peer, en 1656, por retrasar el envío de unos papeles al Bureo le obligó a
dejar la plaza durante el último tercio de 1659. El oficio permaneció sin ocupar
hasta que se encontró un nuevo candidato, elegido también por el monarca con la
2132
AGP, SH, caja 162 en el expediente del barón de Arquem.
2133
Ibidem, Reg. 5731.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
anuencia del Bureo, que sería el ya reseñado barón de Arquem. Este, tras servir
durante más de 22 años en el ejército en Flandes, juró como nuevo teniente el 7
de junio de 1662 en manos del conde de Montalbán y en presencia de Gaspar de
Fuensalida 2134, y como todos sus predecesores decidió que debía dejar su impronta en el cargo, lo que le llevó a enfrentarse al capitán. Así, el Bureo llegó a desautorizar al marqués de Falces en 1664 cuando quiso devolver la plaza al archero
Miguel Sens, que había sido expulsado de la compañía por el teniente por desobediencia, pese a reconocerse que la primera instancia de cualquier proceso debía ser el capitán 2135.
Todas estas trabas a su labor desembocaron en que el interés del sexto marqués de Falces decayera y decidiera dedicarse de lleno a su labor diplomática
que se desarrolló, sobre todo, en el Imperio. La capitanía de Cröy se prolongó
nominalmente hasta su fallecimiento en Madrid el 8 de septiembre de 1682,
aunque desde el 6 de agosto de 1678 ejercía como gobernador de la compañía
Francisco de Sarmiento y Toledo, marqués de Montalvo.
Al igual que sucedió en las otras dos guardas palatino-personales, el reinado
de Felipe IV no resultó favorable en el devenir de la Noble Guarda de Archeros
de Corps. Las reformas que se llevaron a cabo en la Casa Real hirieron de muerte a la unidad, pese a los intentos, fundamentalmente, del II conde de Solre y
del VI marqués de Falces. Los problemas jurisdiccionales y las injerencias del
Bureo en el gobierno de la compañía hicieron crecer las tensiones entre los archeros y sus mandos, los cuales, por otra parte, también se pelearon entre sí, y
ni las Ordenanzas de 1626 y 1634 ni los Tour de Rolle de 1626 y 1663 pudieron
evitar el desprestigio de la unidad. Aunque la guarda de archeros de Corps, por
su lugar preeminente dentro de la Etiqueta y su prestigio, no sufrió una degradación tan brutal como la tudesca y la española, está claro que la falta de cobro
de los gajes y de la retirada de prebendas deterioraron la condición social de los
miembros de la unidad. Esto, a su vez, provocó un aumento de la conflictividad
y una pérdida de lustre que se tradujo también en su exterior, llegándose a hacer difícil en muchas ocasiones reunir un número suficiente de archeros para
llevar a cabo sus funciones de servicio real.
2134
AGP, SH, caja 162.
2135
Ibidem, caja 171, carpeta de 1664.
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7.1.2. La guarda española
El reinado de Felipe III había supuesto un periodo de relativa tranquilidad para la guarda española, debido principalmente al aumento de poder que se concedió a los capitanes y a la elevada condición cortesana tanto del marqués de
Camarasa como del de Povar. Sin embargo, el reinado de Felipe IV supuso un
vuelco en esta situación ya que la dificultad de percibir los gajes, el deterioro de
la condición social de los guardas, unido al punto anterior, y los problemas jurisdiccionales condujeron a una merma considerable de prestigio y de influencia
social.
7.1.2.1. El final de la capitanía del marqués de Povar
Al igual que en la guarda tudesca, la composición de la guarda española había
quedado fijada en el reinado de Felipe III con la introducción de nuevas plazas reservadas en la guarda amarilla. Como ya sabemos, la guarda estaba compuesta por
tres cuerpos: la amarilla o de alabarderos, la de a caballo o de la lancilla y la vieja 2136.
Por lo que respecta a los mandos, eran comunes a las tres guardas el capitán,
que era el marqués de Povar desde el 24 de diciembre de 1616, el teniente, Fernando Verdugo desde el 19 de noviembre de 1608, el alférez, Juan Gutiérrez que
lo era desde 1616, falleció el 14 de mayo de 1621 y fue sustituido por el sargento
Pedro Carrasco, el furrier, Antonio de Sa que lo era desde 1616, pero que se encontraba reservado en la guarda amarilla desde el 15 de abril de 1619, y el secretario, Juan Martínez Cortés que era, a su vez, cabo de escuadra de la guarda a
caballo; este oficio, también llamado de escribano, estaría destinado a los secretarios personales de los capitanes, como sucedía en este caso en que era secretario
del marqués de Povar o como sucedería con don Pedro de Orozco, secretario del
capitán don Luis de Guzmán Ponce de León y de las guardas desde el 1 de noviembre de 1650 hasta mayo de 1658, o con don Agustín Florez de Setién, secretario del marqués de Salinas y de las guardas desde 1665. Para completar gajes, la
plaza iba siempre acompañada de otro cargo en la Guarda, en el cual no llegaban
nunca a servir, o de la concesión de la condición de reservado; así sucedería en los
tres casos señalados o en el de Juan de Oriar, que fue también cabo de escuadra
reservado de la guarda amarilla desde el 1 de marzo de 1640 hasta el segundo tercio de 1644. Por último, aunque no contaba en los roolos, solía haber un mozo que
ayudaba en la guarda y que era pagado por el capitán, como fue el caso de Juan de
Santana.
2136
1168
AGP, Reg. 5738.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Los mandos de la guarda amarilla eran un sargento, Pedro Carrasco y después
de su promoción Pedro Bravo desde el 1 de junio, y 4 cabos de escuadra, habiendo en cada una de ellas 24 alabarderos, menos en una que tenía 23, aunque no
siempre estaban completas. Por lo que respecta a los oficios auxiliares, había un
capellán, Pedro Arias de la Hoz desde 1604, dos pífaros y dos tambores. Además,
la guarda disponía de 12 plazas reservadas desde la Jornada de Portugal de 1619,
aunque a comienzos de reinado había 13 reservados, entre ellos el ya mencionado furrier y un cabo de escuadra. Esto hacía un total de 128 efectivos, contando
a los reservados, siempre y cuando estuvieran ocupados todos los puestos.
Por lo que respecta a la guarda vieja, los mandos eran un sargento, Francisco
González, y dos cabos de escuadra, teniendo cada una de ellas 13 miembros. Había además un capellán para esta guarda y la de a caballo, el licenciado Martín de
Subiza, un tambor, Tomás Pacheco, y 8 plazas reservadas, lo que hacía un total
de 31 componentes.
Por último, la guarda a caballo tenía dos cabos de escuadra, teniendo cada
una de ellas 24 escuderos, un sillero, Martín de Manaria, un herrador, Andrés
de Talavera que ejercía de forma interina por la minoría de edad de Juan de Lozar, un trompeta, Francisco de Arévalo, y 4 reservados desde 1591, sumando un
total de 57 miembros.
Al igual que en la guarda tudesca, durante el reinado de Felipe IV se introdujo en el cuerpo la categoría de los alabarderos con plaza supernumeraria, que
no gozaban de gajes ni servían pero que pasaban a tener el fuero específico y
privilegiado de las guardas y, supuestamente, podían ocupar las plazas titulares
que quedaran vacas. El primero de ellos, en concreto, entró en la unidad en
1639 durante la capitanía del marqués del Carpio 2137.
En cuanto a los gajes, estos variaban en función del cargo dentro de la unidad
pero, en general, podemos considerar que cobraban menos que sus homólogos
de la guarda tudesca y la de Corps 2138. Así, el capitán tenía 600 ducados de sueldo al año por tres plazas muertas en la guarda amarilla, otras tres en la guarda de
a caballo y 125 reales y medio al mes por el vestuario de ambas guardas, lo que
2137 Este fue Pedro de Losa, francés de nación y cuyo único mérito era haber sido
panadero en las Descalzas Reales, que recibió la plaza de supernumerario en la guarda vieja
y que, según D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas amarilla, vieja y a
caballo desde Fernando el Católico hasta Felipe IV, s. d. (ha. 1663), en BNE, Ms. 2047, fue el
iniciador de esa “mala costumbre” (f. 120v). Serviría en esta plaza hasta, al menos, 1647 en
que pidió que se le concediera la plaza con gajes del fallecido Felipe de Torres, pero se le
denegó y nunca ocupó plaza con servicio (AGP, SH, caja 178).
2138
Como consta en la relación de 1651 cit. supra.
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suponía un total de 435.324 maravedís al año y se le pagaba por libranza aparte.
Junto con ese dinero, recibía el importe de los gajes de sus subordinados que luego distribuía personalmente en su propia casa tras haberse elaborado un roolo de
los que habían servido por cada tercio de año.
El teniente, por su parte, tenía 40 ducados al mes, lo que hacía un total de
180.000 maravedís, algo más que el alférez, que recibía 275 reales al mes o, lo
que es lo mismo, 112.200 maravedís anuales. El furrier percibía a razón de 235
reales al mes o 55.080 maravedís al año que se solían complementar con el disfrute de otra plaza o con la condición de reservado 2139.
Por lo que respecta a los mandos de la guarda amarilla, el sargento cobraba 180
reales al mes, o 73.440 maravedís, los 4 cabos de escuadra 120 reales, 48.960 maravedís cada uno, además del capellán que tenía 143 reales al mes o 58.344 maravedís al año. Por su parte, los 95 soldados de servicio de esa guarda tenían 60
reales al mes, o 24.480 maravedís, lo mismo que cobraba uno de los tambores y
uno de los pífaros mientras los otros tenían el doble de salario. Los reservados cobraban en función del cargo que ocupaban antes de adquirir dicha condición, lo
que sucedía en las tres unidades de la guarda española.
En la guarda vieja, el sargento cobraba 120 reales al mes mientras que los cabos de escuadra cobraban uno 90 reales y el otro 75. Los soldados o alabarderos tenían el mismo salario que los de la guarda amarilla, al igual que el tambor,
mientras el capellán de la guarda de a caballo y de la vieja percibía lo mismo que
el de la amarilla.
Por último, los cabos de escuadra de la guarda a caballo cobraban 240 reales,
o 114.240 maravedís, y el resto de plazas de servicio, incluidos el trompeta, el
herrador y el sillero, percibían a razón de 70 reales al mes.
En total, montaban todos los salarios de 1651 la cantidad de 6.490.932 maravedís, de los cuales 6.055.608 se pagaban por los roolos y 435.324 por libranza aparte aunque, al igual que sucedería en las otras dos guardas, la dificultad
que tendrían para cobrar esos gajes harían que el pago fuera esporádico.
La unidad inició el reinado de Felipe IV participando en los importantes cambios políticos que se iban sucediendo y así, el capitán Povar y don Agustín de Mexía, del Consejo de Estado, fueron los encargados de prender al duque de Osuna
2139
Así, los dos furrieres del reinado de Felipe IV gozaron de ello. Sa era, a su vez,
reservado de la guarda amarilla y Diego de Soto y Aguilar, ascendido de alabardero de la
guarda amarilla a furrier en el segundo tercio de 1645, tenía desde el segundo tercio de 1644
la merced de cobrar los gajes de dos plazas de la guarda amarilla. Ya Francisco González, que
fue el primer furrier de la guarda sirviendo desde 1608 hasta 1617, fue, a su vez, escudero
de la guarda a caballo (AGP, Reg. 5738).
1170
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
el 8 de abril de 1621. Para ello, se reunió el teniente y toda la guarda y acompañaron al coche donde viajaban el reo y los dos personajes ya reseñados hasta el
castillo de la Alameda, donde quedaron encargados de su custodia el cabo de escuadra Manuel Conde y 20 alabarderos hasta que unos días después se presentó
don Luis de Godoy a hacerse cargo de él 2140. Igualmente, estuvieron presentes
en los grandes acontecimientos de principios del reinado, como la estancia del
príncipe de Gales en Madrid, acompañándole 12 soldados españoles y 12 alemanes para embarcar en su retorno a Inglaterra, en el bautizo de la Infanta Margarita, en la Jornada a Andalucía de 1624, en que acompañaron al rey 12 soldados
de cada una de las tres naciones bajo el gobierno del teniente Verdugo, en la asistencia de 4 soldados españoles y alemanes al duque de Juliers y Neoburgo durante su estancia en Madrid en 1624 o en la Casa que se puso al archiduque Carlos a
finales de dicho año, con 12 guardas españoles y 12 alemanes 2141.
Durante este periodo, a su vez, el capitán se preocupó de consolidar algunos
de los logros que se habían ido consiguiendo durante el reinado anterior, referentes a las condiciones de vida de los guardas. Así, procuró que los alcaldes no pudieran prenderles y ratificó que las viudas de los guardas cobraran 80 ducados a
la muerte de sus maridos, 160 si lo eran de alféreces y otros mandos 2142, aunque
las dificultades de pago también se extenderían a estas ayudas y restaron impacto
a este logro 2143. Pero, sin duda, sus mayores logros fueron la cédula sobre la jurisdicción que se le concedió el 28 de julio de 1624 2144, y la de las preeminencias
2140
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 78v-79r.
2141
Ibidem, ff. 82 r.-89 v.
2142
Ibidem, f. 80r y AGP, SH, caja 176.
2143 AGP, SH, caja 176: “Las viudas y testamentarios de los soldados que han muerto en
las guardas española y alemana de V. Majestad desde principio del año de 1623 hasta fin del
pasado de 1627 acuden cada día al Bureo a pedir se les socorra por quenta del sueldo que se
les quedó deviendo para poder cumplir sus testamentos y hacer bien por sus almas, porque los
más mueren tan pobres que ni para decirles una misa no dexan. Y aunque el Bureo ha deseado
remediar esto y acudir a una obra tan piadosa, la falta de dinero no da lugar a ello y así ha
parecido representarlo a V. Majestad para que se sirva de mandar apretadamente se entreguen
luego al Maestro de la Cámara 80579 reales que importa lo que se debe a los muertos y
despedidos destas dos guardas en los dichos tres últimos años, para que se puedan cumplir los
testamentos de los difuntos y los soldados despedidos remediarse y pagar sus deudas pues uno
y otro es tan justo y tan conforme a la real grandeza de V. Majestad que mandará en todo lo
que fuere servido en Bureo a 20 de septiembre de 1628”.
2144
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 84r-85v.
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de las tres guardas en 1625 2145. Pese a este esfuerzo del capitán, parte de los privilegios de la guarda comenzaron a desaparecer, como sucedió al retirarse al furrier las competencias sobre aposentar a sus compañeros que pasarían a ser
ejercidas desde ese momento por los aposentadores 2146. Sin embargo, podemos
constatar la importancia cortesana de Povar cuando consiguió que esa decisión no
entrara en vigor hasta que él dejara la capitanía 2147.
Su ascendente protector sobre la guarda desaparecería en 1625 al trasladarse
a Valencia tras ser nombrado virrey de dicho reino, aunque durante los años anteriores sus ausencias de la Corte habían venido siendo frecuentes, siendo desde
ese momento el teniente Verdugo el mando superior. Este no mantenía una relación demasiado fluida con el capitán y, además, había visto declinar su estrella
con el cambio de reinado por su condición de “hechura” de Lerma, lo cual se
plasmó en que se le intentara reformar y quitarle la mitad de sus gajes, evitándolo sus protestas 2148. La ausencia del capitán y el descrédito de Verdugo contribuyeron a revolver a la unidad, por lo que el teniente se decidió a dar un golpe
de timón en 1624 redactando unas constituciones que se debían unir a las ordenanzas antiguas. La indisciplina se iba apuntando como uno de los problemas
más graves de la guarda y la constante ausencia de los mandos, pues el teniente
marchó a Andalucía en 1624 o a Aragón en 1626 al mando de los 12 guardas de
cada una de las tres naciones que acompañaron al monarca, no ayudaban a mantener el orden. Fue precisamente durante esta última Jornada cuando se produjo uno de los altercados más graves con dos de los soldados que habían quedado
en Madrid, Andrés García y Juan de Santa Cruz, que volvió a poner de manifiesto los problemas jurisdiccionales latentes entre la justicia ordinaria y la de las
guardas y que fue uno de los motivos que impulsó la creación de la Junta Grande y General de Competencias.
2145
Ibidem, ff. 90r-91r y AHN, Consejos, lib. 1173.
2146 Sobre este asunto, I. EZQUERRA REVILLA: “Bases institucionales del aposento
cortesano: las Ordenanzas de 1621” en el capítulo VII: “El aposento cortesano”, de J.
MARTÍNEZ MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. I, pp.
1212-1222.
2147
Como así reza en una cédula expedida el 10 de octubre de 1622 (en D. DE SOTO Y
AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 81r).
2148 AGP, SH, caja 180. Esta fue una de las medidas que se pretendieron tomar en las
Ordenanzas de 1624 para reducir los gastos de las Casas Reales (J. MARTÍNEZ MILLÁN: capítulo
1 “Las Casas del Rey: la evolución de la Casa de Castilla y la de Borgoña”, en J. MARTÍNEZ
MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. I, p. 248).
1172
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
El teniente Verdugo falleció el 3 de diciembre de 1629, poniendo así fin a una
de las tenencias más importantes de la guarda española durante toda su historia
pues había durado más de 21 años 2149. Su sucesión significó un nuevo capítulo en
la lucha jurisdiccional entre el Bureo y el capitán, pues el primero intentó influir
en el sucesor aunque no le fue posible 2150. Esta elección no era baladí, pues la ausencia del marqués de Povar de la Corte y la cercanía de su muerte por lo avanzado de su edad, la cual se produjo el 1 de noviembre de 1630, hacían presagiar que
el teniente elegido iba a disfrutar de mucho poder dentro de la unidad.
Frente a otros candidatos como don Juan Ortiz de Matienzo 2151, el elegido en
abril de 1630 fue don Francisco Zapata Hurtado, hijo mayor de don Gabriel Zapata, hermano del primer conde de Barajas, y que ostentó diversos cargos además
del de teniente de la guarda, que ejercería hasta su muerte en Fraga en septiembre de 1644, como fueron los de caballerizo del rey, conductor de embajadores y
caballero de Santiago. En virtud de su escasa estatura fue conocido en la Corte
con el sobrenombre de “Zapatilla”.
2149
Conservamos su partida de defunción (APSG, Libros de defunciones, Lib. 5, f.
158v) y en ella consta que murió en su casa de la calle Arenal y sus testamentarios fueron
Frey Francisco Verdugo, religioso de San Francisco, Fernando de Alarcón, su suegro, y su
mujer Juana de Alarcón y mandó que se le enterrara en San Francisco. Allí le recibiría toda
la guarda, asistiendo el día siguiente a una misa todos los oficiales, una escuadra de la guarda
amarilla y toda la guarda vieja y a caballo (D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas
Españolas..., op. cit., f. 98r).
2150 “Por orden de 7 deste se sirvió su Majestad de mandar al Bureo diga lo que se ha
usado en consultar el oficio de teniente de las guardas españolas en las vacantes que ha
habido y a quien toca el hacerlo. Y haviéndose reconocido para este efecto los libros de la
casa de V. Majestad antiguos y modernos, no parece que el Bureo tenga derecho a consultar
esta plaça ni que lo haya hecho en ninguna ocasión de vacante: antes consta por ellos que en
la que hubo el año de 1601 con ocasión de haberse retirado a su casa Juan de Gámiz Biedma
consultó en su lugar el Marqués de Camarasa que entonces era capitán a Francisco Calderón
y que su consulta fue servido su Majestad que haya gloria hacerle merced de la dicha plaça
como V. Majestad mandará ver por el papel incluso y en todo lo que más convenga a su real
servicio en Bureo 15 de marzo de 1630” (AGP, SH, caja 176).
2151 Este, caballerizo de la reina en esos momentos, escribió un extenso memorial al
monarca para justificar sus méritos tanto particulares como familiares, que se encuentra en
su expediente personal en AGP, Personal, caja 770/24. En él constata como su padre fue
Luis Ortiz de Matienzo Olloqui, secretario real asociado a Pedro Franqueza, gracias al cual
obtuvo su puesto de caballerizo de la reina.
1173
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José Eloy Hortal Muñoz
7.1.2.2. La capitanía de los marqueses de Gelves y del Carpio,
el inicio del declive
Tras el fallecimiento del marqués de Povar, la discusión sobre quien debía
ocupar la capitanía se prolongó durante 6 meses, durante los cuales fue don Francisco Zapata quien estuvo al mando de la guarda. Sin duda alguna, y como nos
narra el propio Diego de Soto y Aguilar 2152, el teniente intentó aprovechar estos
meses de vacío de poder y solicitó los gajes de capitán porque le tocaba gobernar
la compañía, lo que, pese al apoyo del Bureo, se le denegó al no haber antecedentes aunque Lansgeneque, teniente de la guarda tudesca, había recibido la mitad
de los gajes de Rodrigo Calderón mientras estuvo preso 2153. De igual manera,
consiguió que dos guardas que Povar había mandado expulsar por indisciplina
permanecieran como supernumerarios hasta que quedaron dos plazas vacas y las
cubrieron. Estas actitudes finalizarían cuando se supo que se había elegido un
nuevo capitán, que no fue otro que don Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel,
marqués de Gelves, que juraría en su nueva condición el 15 de mayo de 1631 en
manos del conde de los Arcos 2154.
De luenga tradición en el servicio real, fue gentilhombre de la cámara del
rey, asistente de Sevilla, castellano de Milán y general de la caballería de aquel
estado, virrey de Aragón y Nueva España (1621-1624), de los consejos de Estado y Guerra (1624-1636) y comendador de Villanueva de la Fuente de la orden
de Santiago por merced de Felipe III del 23 de noviembre de 1598. Su capitanía
se prolongaría hasta su muerte en agosto de 1636, breve lapso de tiempo durante el cual podemos considerar que se inició el declive de la compañía 2155, aunque para ser justos hay que reseñar que no fue únicamente su culpa, pues las
difíciles circunstancias generales que rodearon a las guardas durante el reinado
de Felipe IV no ayudaban al correcto desempeño de su labor.
El principal motivo del deterioro de la guarda fue que empezaron a entrar
en ella personajes que no reunían las condiciones necesarias para ejercer en un
2152
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 103r.
2153
AGP, SH, caja 180.
2154 La descripción de su juramento la encontramos en D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado
sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 102-103r.
2155 Como así lo identifica nuestro cronista Diego de Soto y Aguilar en el f. 294r:
“Después (de la capitanía del marqués de Povar), con la flojedad del tiempo y entrando en
estas guardas gente no tan conveniente, como su Majestad manda en cédulas suyas del año
de 1560 y 1567, las dichas preeminencias han tenido gran caída y en tiempo de los señores
capitanes dichos se observó y mandó y guardó todo lo que las cédulas citadas dicen”.
1174
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
cuerpo de estas características, lo que acarreó nuevos incidentes y obligó a tomar
medidas como el Decreto Real de 1632 en que se ordenaba que ningún soldado de
la compañía llevara pistolete ni le tuviese en casa; decreto que, por otra parte, generó posteriormente una pragmática que se extendería para todo el mundo. Así
mismo, el monarca decidió el 22 de junio de 1635 que no pudieran tener juego en
sus casas ni los soldados ni el capitán, lo que nos indica que se venía haciendo por
ambas partes como complemento de los gajes 2156. Por último, los guardas españoles comenzaron a poner tiendas de vino, sobre todo a raíz de la entrada en la misma de dos hermanos hijos de un tabernero de la Corte, conocidos como los
“Gineses” y que eran Juan Bautista de Castro (o Ginés) y Ginés Fernández de Angulo, actividad que originaría numerosos problemas en momentos posteriores.
Este deterioro no supuso que la guarda dejara de llevar a cabo sus labores cotidianas, ya que siempre había un determinado número de soldados que cumplían con las condiciones exigidas para el cuerpo y ejercían en las actuaciones
públicas. Así, participaron en las honras de la duquesa de Florencia, doña María Magdalena de Austria, en las Descalzas el 9 de enero de 1632, en la jura del
heredero Baltasar Carlos el 7 de marzo, en la Jornada de Aragón del mismo año,
tras la cual marcharon 12 alabarderos con el Cardenal Infante a Flandes, en la
detención del duque de Aerschot tras su delito de traición, en la guardia de Margarita de Austria en la Casa del Tesoro 2157... Sin embargo, el declive de la unidad era patente y se prolongó durante la capitanía de Diego López de Haro y
Sotomayor, marqués del Carpio, pese a su gran relevancia cortesana.
Cuñado de Olivares desde que se esposó con su hermana mayor, doña Francisca de Guzmán, debió gran parte de su fortuna cortesana a este matrimonio y a
su habilidad posterior para desmarcarse de su pariente político cuando cayó en
desgracia, así como ser padre de don Luis de Haro, que sustituyó en el valimiento al conde duque. Quinto marqués del Carpio y grande de Castilla, fue gentilhombre de la cámara y capitán de las guardas españolas desde el segundo tercio
2156
En AGP, SH, caja 167 (en el expediente de Nicolás de Bayanville): “He resuelto
ahora últimamente viendo la falta de gente que hay para acudir a tantas partes de que se
enarbolen en esta corte dos banderas para levantar hasta mill hombres y porque estas levas
ocasionan de ordinario ruido, donde se hacen he acordado que se quiten las que puede ser
parte para ello y así dareis orden muy precisa a todos los soldados de la guarda española para
que ninguno tenga juego en su casa ni tampoco le ayga en la vuestra por ser cosa contra mis
órdenes consentirlos en las casa de los soldados y si entendiere que esto no se observa
mandaré al punto que los alcaldes los visiten con toda severidad quitando en esta parte el
privilegio que tengo dado. En Madrid a 22 de junio de 1635. Al marqués de Gelves”.
2157
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 104r-119v.
1175
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de 1636, tras fallecer el marqués de Gelves, hasta el segundo tercio de 1645 en que
tras ser desterrado Olivares, caballerizo mayor de Felipe IV, se le pidió que ejerciera dicho cargo de forma interina y, al fallecer este, de forma definitiva, debido
a lo cual abandonó la capitanía de la unidad española.
Sus años de ejercicio en la guarda vieron surgir dos nuevos problemas que
acentuarían el ocaso de la unidad, como fueron la apuntada aparición de las plazas
supernumerarias en 1639 y los continuos conflictos ocasionados por la guarda vieja. Esta sección de la guarda española se había instituido durante el reinado de Carlos V como receptáculo de guardias enfermos o ancianos, que servían de un modo
más relajado que las otros dos secciones y se encargaban de las reinas o de los infantes cuando se les ponía Casa 2158. Sin embargo, desde el reinado de Felipe III se
había ido alterando su espíritu al entrar en ella algunos personajes jóvenes que no
habían servido anteriormente ni en la guarda amarilla ni en la de a caballo, algo que
se había cumplido a rajatabla durante el siglo XVI, y que no se conformaban con el
papel secundario que la Etiqueta les concedía, por lo que pugnaron por cambiarlo. Primero fueron peticiones sobre sus gajes 2159 y sobre algunas concesiones que
se les hacían para que su trabajo fuera más llevadero 2160. El marqués del Carpio
2158
Sobre su origen, J. E. HORTAL MUÑOZ: “Las guardas palatino-personales de Felipe
II”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La Monarquía de Felipe II...,
op. cit., vol. I, p. 477.
2159 Como reza un memorial del 20 de noviembre de 1640 (AGP, SH, caja 176): “V.
Majestad sea servido de mandarme remitir un memorial de la guarda vieja en que representa
que en ocasiones de Jornada, ha sido siempre igualada en los pagamentos con la española
porque demás de haber en ella personas que han servido muchos años y quedar agora con
cargo de quatro cuerpos de guardia en que han de asistir de día y de noche, son generalmente
pobres y también están con desconsuelo de no haberles dado vestuario como siempre se ha
hecho quando se da librea a la guarda española y habiéndome informado de uno y otro, me
dicen los más antiguos que las dos cosas que alega la guarda vieja se han observado en el tiempo
de su memoria y que la comprobación desto se hallara en los libros de la Casa Real que puede
V. Majestad mandar reconocer y compadecido de la miseria deste gremio que está muy
necesitado, lo que fuere en todo de su mayor servicio”.
2160
Como el 12 de agosto de 1634 (Ibidem): “La guarda vieja de su Majestad dicen que
todas las veces que por ausencia de las demás guardas sirven en palacio y en el palacio real del
buen Retiro se les ha dado siempre desde el tiempo de la señora reina Doña Ana a esta parte
cada día un hacha y una hacheta para despejar a palacio y cuatro velas de sebo y pan y vino y a
su tiempo ocho arrobas de leña y el contralor de la reina nuestra señora dice que las guardas son
de su Majestad y que no lo debe dar la reina nuestra señora a V. Excelencia suplican mande que
lo de quien su majestad fuere servido y V. Excelencia mandare que recibirán gran bien y merced
de V. Excelencia”. La respuesta del Bureo el 28 de agosto fue que: “Estos soldados hicieron
guarda en palacio los dias que V. Majestad y la reina nuestra señora y su alteza estuvieron en
1176
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
no supo atajar sus protestas y estas fueron en aumento durante años venideros hasta acabar desatando una honda polémica en 1645, cuando el rey marchó a Aragón
y quedó la infanta doña María Margarita como gobernadora 2161.
Sin duda, estos dos nuevos problemas, unidos a los ya existentes, vinieron a
deteriorar aún más las condiciones de la guarda española, que había perdido
una gran oportunidad con la capitanía del marqués del Carpio, que gozaba de
una excelente situación cortesana, para recuperar unas condiciones similares a
las de antaño. Sin embargo, el desinterés que mostró el capitán, más preocupado en otras cuestiones palatinas, así como el fallecimiento del teniente Zapata
durante la Jornada de Aragón en Fraga en septiembre de 1644 y la inercia propia de la Casa Real, contribuyeron a esa decadencia. El gobierno del Bureo sería la puntilla para un cuerpo que ya no se recuperaría.
7.1.2.3. El gobierno del Bureo y de los tenientes
El fallecimiento del teniente Zapata y el cambio de oficio cortesano del marqués del Carpio provocaron que desde el segundo tercio de 1645 hasta el 28 de
enero de 1646 la guarda española careciera de mandos de entidad, lo que en el
caso del capitán se prolongaría hasta el 24 de marzo de 1649. La provisión del
cargo de teniente quedó en suspenso, pese a la existencia de diversos candidatos
buen retiro por el mes de diciembre del año pasado y acudiendo al contralor se les diese la
ración que se les solía dar repara en darla pareciéndole era cosa introducida y contra lo
dispuesto por la reformación y que siendo estas guardas de la casa de V. Majestad se les había
de dar por ella y no por la de la Reina nuestra señora. El Bureo remitió al vizconde de Santa
Marta se informase en la conformidad que se les había dado otras veces y ello que desde en
tiempo del rey don Felipe II nuestro señor se les daba a los de la guarda vieja que quedaban
en palacio quedando mujeres aunque no hubiesse persona Real sus raciones y acheta para
despejar y cerrar las puertas de Palacio y que tenían su cuerpo de guarda en la misma forma
que si hubiera persona real y que esto se continuó en tiempo del rey don Felipe III nuestro
señor el dárseles por casa de la Reina nuestra señora en las ausencias y que se entendía había
nacido de que saliendo el rey nuestro señor más de ordinario se quedaba la Reina nuestra
señora o sus alteças que era toda una misma casa y como era la última que salía se le daba a
la guarda viexa. Demás que por los libros que se hallaron pareçió que en la Jornada en que se
hizo a Portugal el año de 1620 se les dio con lo qual el bureo mandó se les diese como se hizo.
Después habiéndola vuelto a pedir en esta última ida a Buen Retiro ha hecho el dicho
contralor el mismo reparo y ésta ha sido la causa de no habérseles dado. V. Majestad mandará
lo que más sea de su Real servicio”.
2161
D.
145v-146r.
DE
SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 125r y
1177
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José Eloy Hortal Muñoz
para el puesto 2162, hasta el 16 de agosto de 1645 en que se concedió el oficio al
marqués de Tenorio. Sin embargo, este lo rechazó al dejar la capitanía el marqués
del Carpio 2163 y se tuvo que volver a iniciar el proceso, poniendo el Bureo sobre
la mesa los diferentes candidatos el 22 de septiembre 2164. Pese a los notables servicios de los candidatos, el monarca decidió nombrar a uno que no aparecía en
la citada relación, como fue don Cristóbal de Gaviria.
Señor del palacio y solar de su casa de Gaviria, nació en la parroquia de Santa Cruz en Madrid, hijo de don Juan de Gaviria, caballero de Santiago y caballerizo del rey, y de doña María de Zubizarreta, naturales ambos de Vergara. Fue
paje de Felipe III y mientras ejercía dicho oficio se le concedió en 1608 un hábito de la misma orden que a su padre. Posteriormente, fue nombrado capitán de
lanzas y pasó a servir en Milán para después ser capitán de caballos en Flandes.
Fue también corregidor de las ciudades de Ronda y Masella, caballerizo de Felipe IV y conductor de embajadores.
Aunque los guardas requerían cierta premura en el nombramiento, este no se
llevó a cabo hasta el 28 de enero de 1646. Durante ese tiempo, gobernó la unidad
el Bureo, que se encargó de proveer plazas, como la de Agustín Hernández en la
guarda amarilla y la de Mateo Sánchez que fue reservado en la misma guarda, y
de conceder las casas de aposento, llevando a cabo diversos abusos contra los
guardas e incluso cambiando la forma de llevar a cabo el pago de los gajes 2165. Debido a ello, estos protestaron al furrier Diego de Soto y Aguilar, que elevó sus
quejas al rey 2166. Esta medida surtió efecto y al poco tiempo el monarca procedió
al nombramiento de Gaviria, manteniendo aún vaco el oficio de capitán.
Sin embargo, esta medida requerida por los guardas no solo no mejoró la situación, sino que la empeoró. Pese a las advertencias de que no podía nombrar
nuevos soldados, Gaviria se dedicó desde el primer momento a hacer y deshacer
2162
Como era Jerónimo Guillamás Velázquez, caballerizo del rey y procurador por las
Cortes de Ávila, que solicitó en 1640 la tenencia de la guarda si esta quedaba vaca y no se le
concedía otra merced análoga (M. DANVILA: “Cortes de Madrid de 1632 a 1636...”, op. cit.,
pp. 120-121).
2163
AGP, SH, caja 176, carpeta de 1645.
2164
Como se puede ver en Ibidem, caja 178 (expediente de Cristóbal de Gaviria).
2165
Tras intentar llevar a cabo esas modificaciones, el furrier Diego de Soto protestó y
el Bureo replicaría el 8 de enero de 1646 que: “El maestro de la cámara pague a los soldados
por manera en la forma que se hacía por lo pasado con la advertencia al greffier” (AGP, SH,
caja 180, expediente de Diego de Soto y Aguilar).
2166
1178
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 125r.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
a su antojo sin respetar las constituciones de la compañía y haciendo caso omiso
del Bureo. Hay que recordar que el conflicto jurisdiccional entre los mandos de
la guarda y la suprema entidad de la justicia dentro de la Casa Real se encontraba en pleno apogeo y, además, la redacción de las Etiquetas se encontraba en su
recta final. Debido a ello, el Bureo no podía permitir que un teniente levantisco
minara todo lo que habían ido consiguiendo a lo largo de los últimos 15 años y
decidió retirarle el oficio el 8 de mayo, apenas tres meses y medio después del
nombramiento 2167, con la excusa oficial de sus problemas con el juego.
Ya al comienzo de su servicio se le había recomendado que hiciera un uso moderado de su prerrogativa de hacer juegos en su casa, sobre todo, por el mal estado en que se encontraba su hacienda, y para evitar males mayores se le concedieron
los gajes de dos años por adelantado. Sin embargo, el teniente siguió realizando
partidas en su casa y se utilizó esto en su contra para relevarle, aunque el verdadero motivo fueran los múltiples nombramientos que llevó a cabo, tanto de reservados como de supernumerarios, y que nos relata en un memorial de 17 de mayo el
secretario del rey y de las guardas Antonio de Oviedo y Herrera, “hechura” del
marqués del Carpio 2168.
En su lugar, el monarca decidió nombrar como sustituto al candidato que figuraba como número uno de la lista propuesta anteriormente por el Bureo, don
Rodrigo de Tapia Alarcón y Luna, que era, sin duda, el más proclive a las injerencias del Bureo en la vida de la guarda, lo que satisfizo a este pero no tanto a sus
subordinados, que tuvieron que recordarle en algunas ocasiones que no debía ser
así 2169.
Pese al ejemplo de su predecesor, Tapia también sucumbió a la tentación de
nombrar como guardas a “hechuras” suyas, aunque fue más sutil que Gaviria y lo
hizo aprovechando la Jornada que la guarda a caballo llevó a cabo para recoger el
cuerpo del fallecido príncipe Baltasar Carlos a la raya del reino de Aragón, tras fallecer en Zaragoza 2170. Una vez las guardas amarilla y tudesca volvieron a Madrid
sirviendo al rey y quedaron 4 soldados de cada nación custodiando el cuerpo del
fallecido príncipe, se mandó que la guarda a caballo al completo saliere con el resto de la Casa a la raya de Aragón para recibir el cuerpo, lo cual era harto complicado pues el número de 48 escuderos nunca estaba completo. El teniente escribió
2167
En AGP, SH, caja 176, carpeta de 1646.
2168
En Ibidem
2169
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 126r.
2170
Ibidem, ff. 127v-132r.
1179
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José Eloy Hortal Muñoz
un memorial al Bureo 2171, constatando que en el momento en que debía estar preparada la guarda para partir faltaban 15 guardas y tuvo que retrasar la marcha al
día siguiente en que aún faltaban 9 que no tenían los aprestos listos. Estos eran
Juan Lozano, que estaba en la cama y mandó le excusaran, Francisco de Medrano,
que estaba en Ocaña sirviendo a don Juan de Austria, Rodrigo Ramírez, que estaba en Pamplona, Alonso Rodríguez, que también estaba fuera de Madrid, Mateo
Aguado, sastre de la infanta y se excusó con decir que había de poner el luto a su
Alteza, Antonio Cid Calvo y Martín de Ureña, que se excusaron con ser viejos,
Bartolomé de Peñalver, achacoso, y don Juan de Vidarte y Gaspar de Liñán, por
ser menores. Así, el teniente decidió borrarles la plaza y el secretario Antonio de
Oviedo nombró 5 supernumerarios de la guarda a caballo para que fueran sirviendo y a Juan Cerezo Castellanos, Juan Llorente del Río, Juan Gutiérrez Sánchez y
Francisco de Puelles, que eran de la guarda vieja y amarilla, para que fueran ofreciéndoseles plaza en la guarda a caballo, aunque finalmente no se les concedió.
Pese a estas maniobras encaminadas a consolidar su posición, la sustitución
en la tenencia de la guarda española se había hecho con carácter temporal y se
prolongó únicamente hasta el 24 de diciembre de 1648, fecha en que Gaviria recuperó su plaza tras haber aprendido la lección de no ir contra el Bureo. El momento propicio para el cambio se produjo con la Jornada que se programó al
Imperio para ir a recibir a Mariana de Austria a finales de 1648, a la que acudió
Rodrigo de Tapia ejerciendo como primer caballerizo y cabo de los 24 alabarderos españoles y dos alemanes que fueron en la comitiva. A su retorno a la Corte, Tapia ejercería como caballerizo de la nueva reina.
Durante los tres meses en que Gaviria volvió a estar al frente de la guarda,
desde el 24 de diciembre de 1648 hasta el 24 de marzo del año siguiente, el teniente procuró no volver a cometer los errores que había tenido con anterioridad, lo que le permitió disfrutar del puesto hasta su fallecimiento en junio de
1662. Sin embargo, y pese a este cambio de actitud, Gaviria siguió siendo muy
celoso de sus prerrogativas y durante ese tiempo pugno con tres diferentes instancias para mantener su jurisdicción.
En primer lugar, denunció que el teniente anterior había provisto 8 plazas
ilegales en la guarda amarilla, como eran las de sustitutos de 8 alabarderos que
estaban reservados por impedidos 2172. Esta decisión creaba una nueva categoría de guarda, como era la de sustituto, que era a todas luces innecesaria cuando existía la de supernumerarios que sustituían a los que no podían ejercer. Esta
2171
AGP, SH, caja 176, carpeta de 1647.
2172
Ibidem, carpeta de 1649.
1180
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
situación volvía a poner de manifiesto que los mandos de la guarda no siempre
velaban por los intereses de esta, sino por los suyos propios.
En segundo lugar, se reveló contra las injerencias del asesor del Bureo, figura creada por la cédula del 7 de junio de 1643 2173 y cuyas atribuciones eran
tener poder y facultad para que conozca de todos los casos y causas en que yo
puedo proceder como tal teniente contra los soldados de las dichas guardas
conforme a derecho y leyes de estos reinos y cédula de su Majestad despachadas
en razón dello y sentenciar y determinar los dichos pleitos y causas y ansimismo
para que pueda amparar y defender a los dichos soldados en las inmunidades y
preeminencias contenidas en las dichas cédulas que para todo ello y lo a ello anejo
y dependiente le doy el dicho poder y administración en bastante forma 2174.
7.1.2.4. La capitanía de don Luis de Guzmán Ponce de León
La ausencia durante 4 años de capitán en la guarda se subsanó con el nombramiento de don Luis de Guzmán Ponce de León el 24 de marzo de 1649, aunque
no juró como tal hasta el 4 de julio en manos del marqués de Castelrodrigo, mayordomo mayor, y en presencia del maestro de la cámara don Vicente Ferrer.
Nacido en Marchena, Sevilla, en 1603, fue el segundo hijo de Luis Ponce de
León, marqués de Zara, y de Victoria de Toledo, hija del virrey Pedro de Toledo,
marqués de Villafranca. Luis casó con Mencia de Guzmán y Pimentel, IV condesa de Villaverde, usando dicho título desde su matrimonio (ca. 1656) hasta su
muerte y anteponiendo el apellido Guzmán al suyo propio. Desde joven sirvió en
el ejército y comenzó su servicio en 1625 como capitán en la Valtelina, durante la
Guerra de Génova, para después ser capitán de corazas en Italia y Flandes. Tras
numerosas vicisitudes en su carrera militar, a la formación del regimiento del
príncipe Baltasar Carlos (1641) se le nombró sargento mayor del mismo, regresando a Castilla en 1642. El año siguiente fue designado Comisario General de la
Caballería de España, pasando a servir dicho empleo en Cataluña hasta que, en
1645, se le nombró virrey de Navarra por el fallecimiento de Andrea Cantelmo,
que no llegó a ocuparlo. Además, fue nombrado consejero de Estado y Guerra en
1648. Este extenso cursus honorum junto con su amplia experiencia al frente de
unidades militares le hacía ser, sin duda, un candidato perfecto para el cargo
de capitán de la guarda española, merced que vino acompañada por la concesión
2173
Dicha cédula se puede consultar en AHN, Consejos, lib. 1413, f. 121r-v o en la
Novísima Recopilación, Libro III, Título XI, Ley I. Sobre la figura del asesor del Consejo de
Castilla en la Casa Real, ver el capítulo de Ezquerra Revilla en esta obra.
2174
AGP, SH, caja 180, expediente de don Juan de Valdés.
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José Eloy Hortal Muñoz
de la dignidad de gentilhombre de la cámara del rey y de la importante encomienda de Ceclavín de la orden de Alcántara.
Su impulso inicial nada más llegar al cargo fue el de tratar de solventar los numerosos problemas pendientes de la guarda: el 20 de octubre de 1649 mandó que
ningún soldado llevase espada de vaina abierta, bajo pena de quitarle la plaza y entregarle a la justicia ordinaria. Además, castigó a varios guardas que en la corrida
de toros del 18 de mayo de 1650 llevaron una librea inadecuada, falta bastante
grave si tenemos en cuenta que el año anterior se les había dado nueva para el matrimonio de Felipe IV con Mariana de Austria. Por último, procuró que sirvieran
todos los impedidos y reservados que, en número excesivo, únicamente cobraban
gajes –cuando tocaba, que no era siempre– y se aprovechaban de su especial status jurídico pero sin cumplir ninguna de sus obligaciones como guardas 2175.
Pese a este ímpetu inicial, el teniente Gaviria y el secretario don Pedro de
Orozco le convencieron rápidamente de que en algunos casos era imposible hacer
cumplir las ordenanzas, ante lo que el capitán comenzó a hacer dejación de su cargo en numerosas ocasiones. Así, estuvo ausente de la Corte para cubrir diversas
embajadas como la de Alemania, Génova y la Santa Sede, a la que marchó en abril
de 1657, aunque el monarca le permitió mantener el puesto de capitán y sus gajes
que eran de 600 ducados más tres plazas muertas de la guarda amarilla y otras tres
de la guarda a caballo, 125 reales al mes de vestuario de las dos guardas, un pan de
boca al día, un azumbre de vino al día y 60 hachas de cera amarilla al año, lo que
hacía un total de 500.061 maravedís, algo superior a lo que habían cobrado los capitanes anteriores. Pese a recibir un estipendio más que digno, y no cumplir siempre con sus obligaciones, Ponce de León no tuvo problema alguno en solicitar más
mercedes aún 2176, sin duda alentado por su sólida posición cortesana.
De todos modos, cuando estaba presente en la Corte el capitán tampoco
cumplía con sus obligaciones y comenzó a conceder plazas a personajes de condición indigna y a dar órdenes extrañas, como la de que los componentes de la
guarda no pagaran la entrada en los corrales de comedias, lo que enseguida fue
revocado por el monarca 2177. El deterioro de la situación era tal que Luis Ponce
2175
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 136v-137r
y 148v-150r.
2176
Como se ve en el memorial que redactó en el Buen Retiro a 28 de junio de 1652,
solicitando más nieve (AGP, SH, caja 179, expediente de Don Luis Ponce de León).
2177
“He entendido que don Luis Ponce de León, mi capitán de la guarda, ha dado
orden para que los soldados de ellas no paguen a la entrada de los corrales de las comedias
en contravención de los autos provehidos por el consejos y porque tiene inconveniente que
1182
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
de León escribió al Bureo –el 5 de julio de 1655– para exponer que no encontraba quien sustituyera al tambor de la guarda vieja Lorenzo Ruiz “el Viejo”, fallecido en junio de dicho año y al que se enterró de limosna, por las pagas tan
atrasadas que había y varios tambores que acudieron a sustituir al fallecido dejaron la guarda, como Juan de Valcárcel, ante la imposibilidad de mantenerse 2178.
Esta dejadez del capitán, unida a la escasez de gajes (en 1648 llevaban 10
años sin cobrarlos), la falta de categoría social de los guardas y los problemas de
disciplina y jurisdiccionales hicieron que la unidad, al igual que había sucedido
con la guarda tudesca, entrara en una decadencia casi definitiva que, incluso, se
llegaría a traslucir en las apariciones públicas; algo que hasta ese momento no
había sucedido apenas, pues al no requerirse el servicio de todos los guardas
siempre servían los mismos en esas apariciones, cobrando a veces de sus compañeros para ocupar su puesto. El propio monarca se daría cuenta de ello y tras
una fiesta de toros en la Plaza Mayor de Madrid en 1655 ordenó que, a partir
de ese momento, sirvieran todos los soldados que tuvieran plaza, estuvieran o
no impedidos 2179.
Con todo, la capitanía de Ponce de León fue prolija en la redacción de documentos destinados a regir la vida de la guarda, aunque con escaso éxito como
hemos podido comprobar. Así, además del decreto de las preeminencias de
1658 2180, y de las Etiquetas, que fijarían definitivamente la vida de la guarda española hasta el final de su existencia, se publicó una instrucción para la guarda
que se puso al embajador turco que llegó a Madrid el 15 de septiembre de 1649,
decidiéndose que debía servirle la guarda vieja, ya que los otros cuerpos debían
cubrir las necesidades del monarca 2181.
dejen de cumplir con lo que los demás hacen y que don Luis les de asiento para ello se le
avisará para que de ningún modo se interese en esto. En el Pardo a 15 de enero de 1655”
(AGP, SH, caja 176, carpeta de 1655).
2178
AGP, Reg. 5740.
2179
“Reparé en las fiestas pasadas que huvo muy poca guarda en la plaza y no siendo
conveniente que se continúe este desorden, mando que quantos soldados tuvieren plaza,
menos los que se hallaren legítimamente impedidos por razón de enfermedad, se les ordene
salgan precisamente acompañando su compañía y que se proceda con todo rigor contra
qualquiera que dejare de hacerlos. En Buen Retiro a 27 de junio de 1655” (AGP, SH, caja 176).
2180
Encontramos copia en D.
Españolas..., op. cit., ff. 333r-335r.
2181
DE
SOTO
Y
AGUILAR: Tratado sobre las Guardas
En Ibidem, ff. 138r-139r.
1183
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Tras concedérsele la capitanía general de Milán, de la que tomó posesión el
5 de junio de 1662, Ponce de León marchó a Italia para no regresar, aunque permaneció de forma nominal como capitán de la guarda hasta su muerte acaecida
en la capital lombarda el 28 de marzo de 1668.
7.1.2.5. Los últimos años del reinado de Felipe IV:
El gobierno del marqués de Salinas
Durante las continuadas ausencias del capitán Ponce de León, el gobernador
de la guarda fue el teniente Gaviria que, a su vez, también faltaría en ocasiones,
como fue su marcha a Francia el 13 de diciembre de 1661 para felicitar a los monarcas del reino vecino por el nacimiento de su heredero, así como para comunicar la buena nueva del nacimiento del príncipe don Carlos, poco después de
habérsele concedido la dignidad de Trece de la Orden de Santiago. Durante su
ausencia, que se prolongó desde el 13 de diciembre de 1661 hasta el 31 de marzo de año siguiente, se nombró por gobernador de la guarda española a don Pedro Antonio de Aragón, capitán de la tudesca, gobierno que, por supuesto,
tampoco estuvo exento de problemas sobre todo en lo referente a la etiqueta y a
la provisión de plazas 2182.
El fallecimiento del teniente, en junio de 1662, se unió a la partida de Ponce de León para Italia, por lo que se hacía necesario el nombramiento tanto de
un gobernador, ya que el antiguo capitán retenía su condición pese a su ausencia de la Corte, como de un nuevo teniente. Al contrario de sucedido en otras
ocasiones, los nombramientos de los nuevos cargos fueron rápidos. Así, el 16 de
junio de 1662, juró en manos del conde de Montalbán, mayordomo del rey, el
nuevo teniente, que no sería otro que don Juan de Salinas Henríquez de Navarra, caballerizo del rey, y el 2 de julio del mismo año se expidió un decreto por
el que se nombraba a don Bernardo Dávila y Ossorio, segundogénito del tercer
marqués de Velada y marqués de Salinas, como gobernador de la guarda española, aunque sin más gajes y emolumentos que lo honorífico por seguir estos en
manos de Ponce de León. Al día siguiente, el nuevo gobernador juró su cargo
en manos del conde de Montemayor, mayordomo más antiguo. En el ínterin
acaecido entre el fallecimiento de Gaviria y los nuevos nombramientos, el gobernador de la guarda volvería a ser don Pedro Antonio de Aragón.
Las discusiones sobre el candidato más adecuado para tan importante cargo,
que estaba en previsión de convertirse a no demasiado largo plazo en el de capitán por la elevada edad de Ponce de León, hicieron aparecer varios nombres
2182
1184
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 395v-396r.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
como los de Alejandro de Paz y Diego de Espejo 2183. Sin embargo, el elegido
fue el marqués de Salinas que, efectivamente, sería gobernador de la unidad
hasta que el 5 de mayo de 1668, tras fallecer Ponce de León, juró como capitán
de la misma en manos del marqués de Aytona, mayordomo mayor de la reina
Mariana de Austria, sirviendo en dicho cargo hasta su muerte el 26 de febrero
de 1670. El nuevo teniente le sobreviviría, pese a su elevada edad, y serviría hasta su muerte el 13 de febrero de 1677, aunque ya desde octubre de 1674 se contempló la posibilidad de jubilarle y que no participara en las salidas pues su
estado de salud era precario, y más aún tras sufrir un accidente cuando acompañaba al rey en una salida a las Descalzas. Sin embargo, se desechó tal posibilidad y Salinas siguió sirviendo hasta su fallecimiento, aunque con numerosas
complicaciones. La actividad de ambos al frente de la guarda durante los últimos años del reinado de Felipe IV no modificó apenas el desastroso rumbo de
una unidad que cabalgaba, al igual que la guarda alemana y la de Corps, hacia
su desaparición.
Al igual que la guarda tudesca, la española fue sufriendo una serie de reveses que la abocaban a su decadencia. El propio Diego de Soto y Aguilar, furrier
y cronista de la misma, era consciente de esa cuesta abajo y de que otros tiempos pasados habían sido mejores 2184. Hay que recalcar que dicha opinión era
referida a todas las unidades de las guardas palatino-personales de Felipe IV pero, sin duda, la que más le afectaba a él y podía comprobar in situ era la guarda
española.
El influjo de los capitanes y la ausencia de ataques del Bureo hacia la jurisdicción de la unidad, así como el casi puntual pago de gajes, hicieron que el reinado de Felipe III fuera de cierta placidez para la guarda española. Sin embargo,
el fallecimiento de Povar en 1630 comenzó un declinar de la unidad, provocado
no solo por este óbito sino por las circunstancias generales que se agravarían en
capitanías posteriores. Ponce de León, el marqués de Gelves, y, sobre todo, el
del Carpio con la creación de las plazas supernumerarias, contribuyeron con su
dejadez y falta de iniciativa a la degradación social de los componentes de la
unidad, así como a sus condiciones de vida. Esto provocó que entrara en crisis
una de las funciones que cumplía esta guarda desde los años 80 del siglo XVI,
2183
AGP, SH, caja 176, carpeta de 1662.
2184 D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 304v:
“Después de esto ha havido grandes y diversas pláticas sobre las guardias que si se huviera
echo lo que se ha tratado, hubiera sido muy bueno porque se huvieren puesto en su primer
ser”.
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como era la de representación de la nación española en la Corte de la Monarquía,
ya que comenzaron a entrar en ella gente de baja extracción social e, incluso, “extranjeros”. Los tenientes respectivos, por su parte, tampoco contribuyeron en
exceso a mejorar la vida de la unidad y se preocuparon más por recompensar a
sus “hechuras” con plazas en la guarda, teniendo en cuenta, además, que dichos
nombramientos escapaban a sus funciones.
7.1.3. La guarda tudesca o alemana
Sin duda, el decurso de la guarda tudesca durante los últimos momentos del
reinado de Felipe III estuvo fuertemente mediatizado por la detención de su capitán, Rodrigo Calderón, y su posterior ajusticiamiento. El reo no fue formalmente desposeído de su condición de capitán hasta el 14 de abril de 1621, 6
meses antes de su ejecución, fecha en que juró su sustituto en el puesto, Charles-Philippe de Cröy, marqués de Renty, en manos del duque de Uceda, mayordomo mayor del nuevo monarca.
7.1.3.1. El comienzo del reinado y la ausencia de capitán:
El gobierno del teniente Lansgeneque
Nacido en el castillo de Tournai, el 7 de julio de 1595, Renty era hijo del
conde de Solre, antiguo capitán de la guarda de Corps, y de su segunda esposa
Anne de Cröy. Sus abuelos paternos fueron Jacques de Cröy, señor de Sempi,
y Yolanda de Lannoy, y los maternos los marqueses de Renty, Guillermo de
Cröy y Ana de Reneses. Con su nombramiento, se certificaba la unión de esta
rama de la familia Croÿ al servicio real y, a su vez, se mantenía la tendencia de
nombrar capitanes no originarios del Imperio, ya iniciada en el reinado anterior
con los Calderón. Sin duda, la dificultad que entrañaba encontrar a un servidor
imperial con el linaje y garantías requeridas para un oficio de la Casa Real tan
importante era cada vez mayor y aumentaría aún más tras el comienzo de la
Guerra de los Treinta Años. Esta conflagración se dejaría notar, asimismo, en la
condición del resto de miembros de la unidad.
La composición de la guarda tudesca había sido fijada durante el reinado anterior, tras la concesión el 22 de junio de 1605 de 12 plazas reservadas al albur
del traslado de la Corte a Valladolid y los gastos que ello había originado 2185. Por
lo que respecta a los mandos, nos encontramos junto al capitán con el teniente
2185
AGP, Reg. 5735 y J. E. HORTAL MUÑOZ: “Las guardas palatino-personales de
Felipe III”, op. cit., pp. 1038-1041.
1186
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Lansgeneque, que servía desde 1611, con un alférez, el veterano Philip Quening
que había ascendido dentro de la guarda desde su condición de alabardero con
plaza aventajada cuando ingresó, un sargento, Georg Baybel que también tuvo
una destacada promoción dentro de la guarda, un escribano, Hans Leopold, el
capellán flamenco Walter Quining y el furrier Gaspar Baltasar. Junto a ellos, había 8 escuadras de alabarderos gobernadas cada una por un cabo, de los cuales 4
tenían plaza aventajada y 4 no; todas ellas estaban compuestas por 12 alabarderos, excepto una que tenía 13, lo que hacía un total de 97 cuando la guarda estaba completa, lo que casi nunca se cumplía, teniendo 40 de ellos plaza aventajada.
Así mismo, nos encontramos con dos tambores, uno con plaza aventajada y otro
simple, y dos pífaros en la misma situación. En cuanto a los reservados, seguían
siendo 12 que cobraban los mismos gajes que tenían en el momento de retirarse,
pero sin la necesidad de servir y cuyo número y finalidad fue bastante respetado
si lo comparamos con la guarda española y, sobre todo, con la de Corps 2186.
A estos 120 componentes divididos en los diferentes oficios reseñados se
unieron, a comienzos de reinado, otros dos miembros más en la categoría de nueva creación de los supernumerarios con gajes. En concreto, en agosto de 1623 fue
recibido Matheus Mezler en la primera de dichas plazas, que comportaban los
gajes correspondientes a una plaza noble pero sin necesidad de servir 2187. No le
duró a este alabardero demasiado tiempo su nueva condición, pues falleció a finales del mes siguiente, pero la nueva categoría se fue consolidando durante los
años venideros con el nombramiento de Gaspar Camp 2188, ebanista de la reina y
2186 Como así se constata por un memorial redactado por el Bureo (AGP, SH, caja 181,
carpeta de 1634) en donde se certificaba que no se producía abuso en la concesión, disfrute
y forma de provisión de las plazas reservadas de la guarda tudesca, al contrario que sucedía
en las otras dos guardas palatino-personales.
2187 F. VELASCO MEDINA en su artículo: “La corte: guardias reales en la época de los
Austrias”, en V. PINTO CRESPO (dir.): El Madrid Militar..., op. cit., vol. I, p. 169, identifica,
por error, la creación de estas plazas en el nombramiento de Elías Somer y Gaspar Camp
tras consultar un memorial sito en AGP, SH, caja 181, carpeta 1630, f. 3r-v. Sin embargo, si
observamos los roolos del registro 5735 podemos ver que la primera plaza creada fue la de
Mezler.
2188
En su expediente personal en AGP, SH, caja 173 podemos observar las condiciones
en que se tomaban dichas plazas: “En nueve de julio de 1624 mandó el Duque del Infantado
mayordomo mayor de su Majestad que a Gaspar Campo soldado de la guarda alemana se le
asentase la plaza noble que tenía en ella por plaza noble reservada supernumeraria en lugar
y en la conformidad y con las mismas calidades que la tenía y gozaba Martín Mezler difunto
a quien sucedió sin obligación de residencia, asistencia a servicio, reseña ni otra cosa, más de
presentar fe de vida al tiempo de la paga”.
1187
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alabardero de la guarda desde junio de 1612, el 9 de julio de 1624 y el de Elías
Somer, sargento del cuerpo de guarda del príncipe Filiberto, durante el último
tercio de 1626. Estas plazas eran provistas por el Bureo directamente pero, tras
el fallecimiento de Camp en julio de 1630, el capitán Renty decidió que Baltasar
Virz, asimismo ebanista y alabardero, tomara el relevo en dicha plaza. El Bureo,
haciendo uso de su potestad, se la retiró al tercio siguiente sin resistencia alguna,
debido, en gran medida, a la ausencia de Renty del lado de la guarda. Por lo tanto, no sería hasta la capitanía del conde de Sástago cuando dichas plazas pasaran
a estar a plena disposición de los capitanes, tras nombrar el nuevo capitán supernumerarios con gajes a dos criados suyos como Santiago de la Cruz, que tomó la
plaza de Virz, y Juan Francisco Alemán, que relevó a Somer que fue promocionado a cabo de escuadra. Aunque el Bureo tenía intención de consumir dichas
plazas una vez fueran abandonadas por los criados del de Sástago, esto no se llevó a cabo y desde ese momento hasta el final del reinado de Felipe IV dichas plazas fueron un incentivo más para el capitán de turno 2189, que dispondría de ellas
para premiar a “hechuras” o criados suyos como fueron los casos ya reseñados o
el de Diego de Herbiti, secretario del capitán don Pedro de Aragón y supernumerario desde el segundo tercio de 1641 hasta su muerte en mayo de 1648.
Los gajes de los componentes de la guarda variaban según su oficio dentro del
cuerpo 2190. El capitán cobraba 2.500 libras de pensión al año y otras 2.500 de ayuda de costa, lo que montaba 800.000 maravedís al año que se pagaban por libranza aparte, siendo el único que disfrutaba de dicha condición pues el resto cobraba
por el roolo. El teniente tenía 1.731 reales y 24 maravedís de gajes al año más 100
ducados de pensión, los sueldos de dos plazas aventajadas y una sencilla, lo que
hacía un total de 202.608 maravedís. Por su parte, el alférez y el sargento cobraban 3.162 reales y 12 maravedís o 107.570 maravedís. El escribano recibía 2.409
reales y 30 maravedís o, lo que es lo mismo, 81.936 maravedís al año. Algo menos
percibía el capellán con 1.807 reales y dos maravedís, lo que equivalía a 61.440 maravedís. Por su parte, el furrier y los 4 cabos de escuadra aventajados percibían
2189
Como así consta en un memorial incluso en el expediente del capitán Pedro de
Aragón (AGP, SH, caja 173): “Juan Jorge Bitig furrier de la guarda alemana en cumplimiento
del decreto del 28 de julio de los señores del bureo de su Majestad digo que es verdad que
desde el tiempo del conde de Sástago hasta hoy, hay dos plazas en la guarda para criados del
capitán y, en particular, la plaça que hoy tiene Francisco Sánchez sobre que es hoy la disputa
en la Junta para aposentar esta plaza de uno que fue sargento del señor príncipe Filiberto y
siempre se ha continuado en casa igual a sargento y así sabe que es verdad. En Madrid a 5 de
agosto de 1654”.
2190
1188
Como consta en la relación de 1651 cit. supra.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
1.355 reales y 20 maravedís o 46.080 maravedís. Los otros 4 cabos y los alabarderos, tambor y pífaro con plaza noble tenían 1.129 reales y 14 maravedís, el equivalente a 8 florines al día o 38.600 maravedís al año, mientras que los alabarderos,
tambor y pífaro con plaza sencilla recibían 6 florines diarios, lo que suponía al año
865 reales y 20 maravedís o 29.430 maravedís. Por su parte, los reservados recibían los gajes según la condición de la plaza que ocupaban en el momento de adquirir dicha condición, ya fuera como sargentos, como Georg Cnoblach, cabos de
escuadra, aventajados o con plaza sencilla. Aunque variaba según el tercio y si estaban o no ocupadas todas las plazas, baste como ejemplo indicativo que los gajes
de la guarda tudesca montaron en el segundo tercio de 1621, 43.864 reales y 22
maravedís 2191. A un salario ya de por si corto, habría que unir que los problemas
para el pago fueron constantes y durante el reinado de Felipe IV se llegaron a acumular retrasos de hasta 12 años en el cobro 2192. Sin duda, las condiciones de vida de los guardas se deterioraron, lo que, como veremos, repercutió también en la
calidad de sus miembros.
El marqués de Renty apenas llegó a servir en su nuevo cargo, pues marchó a
Flandes a servir en el ejército a finales de 1623, y durante su ausencia se encargó
de regir la vida de la guarda el veterano teniente Lansgeneque, que ya tenía experiencia sobrada en esas lides pues durante la capitanía de Calderón le suplió con
éxito en sus numerosas ausencias, que se hicieron permanentes desde su detención. Ese aumento de tareas y responsabilidad ya le había supuesto al teniente algunas ventajas económicas durante los instantes finales del reinado de Felipe III,
como fueron la de disfrutar de la mitad de los gajes de los que gozaba el capitán
Calderón, al cual se le retiraron por completo, hasta que se nombró a Renty y 600
ducados de ayuda de costa 2193. A ello se uniría una merced de 12 reales diarios de
suplemento en 1625.
Sin embargo, un incidente del teniente con la justicia, al ser acusado en 1628
de asesinar a una persona en defensa de uno de sus guardas, y sus ganas de marchar a su tierra natal para poner en orden su hacienda, pusieron de manifiesto
que la unidad requería la presencia efectiva de un capitán. Así, a comienzos de
1629 se avisó al marqués de Renty de que debía volver a Castilla o perdería su
plaza; el noble flamenco se negó a retornar y prefirió continuar su carrera en la
administración de su Flandes natal, que había sufrido un gran impulso tras su
2191
AGP, Reg. 5735.
2192
Sobre la precariedad de los sueldos y los intentos por solucionarlo en las tres guardas,
F. VELASCO MEDINA: “La imagen social de las guardias reales...”, op. cit., pp. 211-215.
2193
AGP, SH, caja 174.
1189
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José Eloy Hortal Muñoz
matrimonio con su pariente Marie-Claire de Cröy, heredera del marqués de
Havré, lo que incrementó su fortuna y le permitió convertir ese marquesado en
ducado en 1627. A ello habría que unir su nombramiento como castellano de
Mons y, posteriormente, como gobernador de Tournai y Tournaisis y chef del
Conseil des Finances, sirviendo en los Países Bajos hasta su muerte, acaecida el
23 de noviembre de 1640.
Tras el rechazo de Charles-Philippe de Cröy a regresar a la Corte, se abrió
un proceso de meditación sobre la persona adecuada para ocupar el cargo de gobernador de la guarda que, posiblemente, se iba a convertir en el nuevo capitán.
Finalmente, se decidió que el más indicado para el puesto era el noble de origen
aragonés don Martín Artal de Alagón Colona y Pimentel, conde de Sástago, que
juró el 18 de julio de 1629 como gobernador en manos del conde de los Arcos,
mayordomo real, a condición de que no retornara el de Renty. En ese momento,
Lansgeneque marchó a su tierra, de la que no volvería hasta 1632, justo a tiempo para observar como el 21 de junio de dicho año el duque de Alba extendió un
decreto donde se cesaban de pagar los gajes de capitán al marqués de Renty, que
no había aparecido por Madrid y se le pasaban a abonar al conde de Sástago 2194.
7.1.3.2. El gobierno y capitanía del conde de Sástago:
La aceleración de la decadencia
Nacido en Madrid en el año 1600, el conde de Sástago pertenecía a una de
las familias más importantes del reino de Aragón y era hijo de don Martín de Artal y de doña Vitoria Colona y Pimentel, hija del marqués de Tavara. Gracias a
los servicios de su padre, que fue gentilhombre de la cámara de Felipe III y comendador mayor de Alcañiz, fue nombrado caballero de Calatrava en 1620, de la
que tendría luego la encomienda que había disfrutado su padre, gentilhombre de
la cámara de Felipe IV y, sobre todo, gobernador, cargo que ejerció desde el citado 18 de julio de 1629 hasta el 21 de junio de 1632, y capitán, desde esa fecha
hasta su muerte en Madrid el 22 de abril de 1639, de la guarda tudesca.
Sin duda, podemos considerar que el gobierno y la capitanía del conde de
Sástago pusieron las bases para la decadencia definitiva de la guarda alemana.
Esta ya se había venido apuntando desde el reinado de Felipe II en que, tras perder la soberanía sobre los territorios imperiales que su padre había dominado, se
produjeron numerosas ausencias de los capitanes y comenzaron a ingresar algunos flamencos en el cuerpo como Hendrik Mermans, natural de Amberes que
ingresó en la guarda a finales de 1599, o Peter Schneider, que lo hizo durante el
2194
1190
AGP, SH, caja 175.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
primer tercio de 1616 2195, aunque siempre mostrando pasaporte de haber servido en algún regimiento de alemanes. Sin embargo, estos reclutamientos eran
esporádicos y una de las principales funciones que cumplía la guarda desde la
década de los 80 del siglo XVI, como era la de representación de la nación alemana en la Corte, seguía estando vigente y el teniente Lansgeneque la mantuvo con sus nombramientos de guardas desde 1624 hasta 1629. Además, la
presencia de los Calderón al frente de la unidad en época de Felipe III, aunque
iba contra la tradición de nombrar capitanes de origen tudesco, había frenado
el desprestigio de la misma por su cercanía al valido del momento, el duque de
Lerma, que escuchó muchas de sus peticiones. Sin embargo, el comienzo de la
Guerra de los Treinta Años había aumentado todavía más las dificultades para
conseguir personajes de cierta entidad social que quisieran servir en la guarda
tudesca.
Todos estos problemas apuntados cristalizaron en el gobierno y capitanía de
Sástago. Aprovechando durante los primeros años la ausencia del teniente Lansgeneque, el gobernador comenzó a introducir en la guarda a alabarderos sin ninguna cercanía ni filiación a la nación alemana y que tampoco cumplían el resto
de condiciones mínimas requeridas para ejercer el puesto 2196. Su justificación
fue resaltar la dificultad que entrañaba poder encontrar a soldados alemanes para cubrir el número establecido, por lo que muchas plazas quedaban vacantes durante algunos tercios pasando ese dinero a la cofradía, y pensó en esta opción en
lugar de usar el recurso utilizado por capitanes anteriores de buscar nuevos soldados en los ejércitos en Flandes. El Bureo era consciente de la dificultad de encontrar candidatos adecuados y propuso algunas soluciones, aunque siempre
parciales 2197.
2195
AGP, Reg. 5734.
2196
Que, como constaba en las “Constituciones de la compañía de tudescos de la
Guarda de la persona Real de Castilla” en AGP, SH, caja 49/2, f. 69, era solo que debían ser
“Alemanes altos y no han de consentir que sirva en la compañía de ninguna otra nación, ni
el capitán le ha de poder recibir si no fuere aprobándole la compañía por tal alemán”.
2197
Como vemos en el expediente de Juan Jacobo Bermejo (Ibidem, caja 173), que tras
venir del Imperio a servir durante el último tercio de 1627 decidió pedir licencia en mayo de
1628 para marchar a servir al ejército por falta de pago de los gajes. El Bureo contestó: “A todos
los soldados de la guarda alemana que se despiden della con licencia para volverse a su tierra o
ir a servir a su Majestad en otras partes como lo hacen muchos se les da siempre licencia sin
detenérsela a ninguno y a los que huvieren servido dos años les manda su Majestad dar el
pasaporte ordinario pero los que han asistido menos tiempo van sin él y así es justo lo que este
soldado suplica demás de que conviene que no se les de a entender con detenerlos aquí que su
1191
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José Eloy Hortal Muñoz
La primera remesa de “extranjeros” empezó su servicio durante el primer
tercio de 1632, momento en el que ingresaron el valón Felipe Lorenzo, que era
además sastre lo que iba contra las constituciones de la guarda por ser un oficio
manual, el flamenco Rodrigo Matías y los castellanos Luis Pascual Navarro, Juan
Artigas y Ángel Germán 2198. Posteriormente, a ellos se unirían numerosos guardas de otras nacionalidades como el gallego Sebastián Pérez, el valón Hans de
Val, los castellanos Nicolás Velín, Pedro Sánchez Álvarez y Pedro Sánchez Oliveros (teniendo los dos últimos padre francés), el portugués Antonio Francisco
Herman, que había trabajado como panadero, o los flamencos Lorenzo Reychart
y Guillermo Bart entre muchos otros, más los ya citados supernumerarios.
A su retorno a Castilla, el teniente Lansgeneque protestó “contra el intento
con que se introduxo el tener los príncipes guardas de diferentes naciones y lenguas asegurando las unas con las otras” 2199, denunciando que no hablaban alemán y que se habían emitido informaciones falsas sobre los nuevos aspirantes.
La respuesta del monarca a su protesta fue que “menos inconveniente era no tener soldados alemanes en la guarda que recibirlos de otra nación”, lo que frenó
el número de ingresos de “extranjeros”. Sin embargo, la semilla ya había germinado y el problema se agravaría, sobre todo, durante el mandato del marqués de
Malpica.
Con estos nombramientos, además, se degradaba aún más la condición social
de los componentes de la guarda, ya muy condicionada por los problemas en la
percepción de los gajes 2200. Debido a ello, muchos guardas optaron, desde finales
Majestad tiene necesidad dellos por la dificultad que aura en que vengan otros sino se les hazen
algunas ventajas por lo qual conviene también que a todos los que fueren despedidos se les
pague su sueldo pues demás de ser reputación de España con esso vendrán otros a servir y
estará la guarda como es justo. Madrid a 18 de junio de 1628”.
2198
AGP, Reg. 5735.
2199
Como así nos relata en un memorial que envió en 1644 al Bureo denunciando la
situación de nuevo, como lo venía haciendo desde 1633 (AGP, SH, caja 175, carpeta de 1644).
2200
Se propusieron por parte de la guarda varias maneras de solventar el problema, como
en un memorial enviado el 5 de diciembre de 1626 (en Ibidem, caja 181, carpeta de 1626), que
trataba sobre los problemas de cobro de las tres guardas palatino-personales, en que se
presentó la posibilidad de “mandarlos sacar y apartar del donativo y depositar en el monte de
piedad en lugar de tenerlos en poder de hombres de negocios, resultarían dello dos beneficios:
el uno dar caudal al dicho monte y ayuda una obra tan buena y el otro tener una vez situado
el principal de los reditos a que montan estos gajes”. Sobre los intentos de las tres guardas por
solucionar el problema, F. VELASCO MEDINA: “La imagen social de las guardias reales...”, op.
cit., pp. 213-215.
1192
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de la década de 1620, por dedicarse a tener posada y puestos de vino y comida, lo
que estaba prohibido y penado por las ordenanzas y por varias cédulas reales 2201,
pero que se hacía necesario para su supervivencia 2202. Por supuesto, muchos soldados aprovecharon su especial fuero para abusar de su condición de servidores
reales y de militares, provocando numerosos conflictos con la justicia ordinaria y
deslustrando aún más la condición de los cuerpos a los que pertenecían 2203. Estos problemas, como era lógico, no se circunscribían únicamente a la guarda tudesca y afectaban también a la española 2204 y, en menor medida, a la de Corps.
Pese a estos contratiempos, la guarda tudesca siguió realizando sus funciones habituales de acompañamiento del monarca y de las personas reales en sus
salidas de palacio o a otros lugares. Entre estas actividades destaca como un
contingente de 14 guardas tudescos más un cabo de escuadra acompañaron a la
infanta María en su Jornada para desposarse con Fernando II de Hungría, que
tuvo lugar desde mediados de 1630 hasta 1631, lo que originó un quebranto
considerable para la hacienda de estos guardas 2205. Debido a esto, algunos de
2201
Como la de 1626 (en D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas...,
op. cit., f. 93v): “En villa de Madrid a 19 de enero de 1626 años los señores del consejo de su
Majestad mandaron que a los soldados de la guardia española y tudesca que tienen casas de
posadas, mesones en esta corte no se les reparta merced alguna por haber estado y estar en
otros mesones y casas de posadas alojadas las banderas de los capitanes que hacen gente en esta
corte. Y no ha lugar lo que piden los demás mesoneros y casas de posadas sobre que la dicha
costa se reparta entre los bodegoneros y otros gremios y así lo proveyeron y mandaron”.
2202
En F. VELASCO MEDINA: “La imagen social de las guardias reales...”, op. cit., pp.
216-222 el autor desgrana en profundidad los problemas que tuvieron las tres guardas con
respecto a sus “otras” ocupaciones como las de taberneros, la de regentar posadas y casas de
juego... y como el deterioro en la percepción de los gajes ocasionó, a su vez, que cada vez
más los guardas se tuvieran que buscar otras ocupaciones “deshonrosas” para poder vivir.
2203
Un ejemplo lo encontramos en los conflictos que se ocasionaban durante las
carestías de pan y de las que se hacía eco el propio monarca (AGP, SH, caja 181, carpeta de
1630): “Porque las amonestaciones que se han hecho a los soldados de mis guardas por haber
hecho algunos excesos con ocasión de la falta del pan por tomarle, estoy informado que no
han bastado para dexar de cometerlos. 7 de mayo de 1630”.
2204 Como observamos en un memorial dirigido al conde de Castro sin fechar, aunque
lo podemos situar en 1635 (Ibidem, caja 171).
2205 Así lo vemos en la nota enviada al monarca por el Bureo tras el retorno de estos el
24 de julio de 1631 en Ibidem, caja 175, carpeta de 1631: “El cabo de escuadra y catorce
soldados de la guarda alemana que fueron sirviendo a la señora Reina de Hungría hasta la
entrega, han entendido que V. Majestad ha hecho merced a los españoles de la mesma guarda
que fueron con ellos de un traspaso de una vara de alguacil de corte, suplican a V. Majestad
1193
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ellos aprovecharon la ocasión para retornar al Imperio en el servicio de la nueva reina y así escapar de las precarias condiciones que encontraban en Madrid,
como fue el caso de Ulrico Lacher que se integraría como escudero de a pie en
el nuevo servicio.
7.1.3.3. El gobierno de la unidad por el marqués de Malpica:
La confirmación del camino tomado por el conde de Sástago
Tras el fallecimiento del conde de Sástago, se intentó reconducir la vida de
la unidad y para ello se decidió, tras muchas cavilaciones, que había que ofrecer el puesto de capitán a un personaje noble originario del Imperio –hay que
recordar que el último fue Lodrón y había dejado de serlo en 1601– que pudiera atraer con su prestigio a soldados alemanes de suficiente condición para ejercer un oficio tan importante como el de guarda personal de Felipe IV. El elegido
sería Ernest I, conde de Isenburg en Grenzau 2206.
Nacido en 1584 en Isenburg, era hijo de Salentin, conde de Isenburg en Grenzau, y de la condesa Antonia de la Marck. Pese a su origen germano, su carrera
política transcurrió en Flandes donde fue consejero de Estado y Guerra, coronel
de infantería alemana, maestre de campo general, gobernador de Artois y Namur,
chef des finances, general de artillería y gobernador de Luxemburgo. Esa dualidad
Flandes-Imperio se refleja en sus matrimonios ya que su primera esposa, con la
que casó el 1 de septiembre de 1625, fue la princesa Caroline Ernestine de Aremberg, hija de Charles II de Aremberg y de Anne de Cröy, V duquesa de Aerschot,
y la segunda, tras enviudar en 1630, fue la princesa María Anna de Hohenzollern,
hija de Georg I, príncipe de Hohenzollern-Hechingen, y de la rhingraviana Franziska de Salm. Fue elegido caballero del Toisón el 24 de enero/febrero de 1628 y
les haga la mesma merced atento su necesidad. Yo no he tenido noticia de que a los otros
haya echo V. Majestad esta merced pero esta pobre gente merece que V. Majestad les mande
hacer la que más huviere lugar”. Contestación: ”He mandado se haga lo mismo que con los
españoles” o el memorial de los guardas el 20 de octubre del mismo año AGP, SH, caja 181),
“La guarda española y alemana que fueron sirviendo a la serenísima reina de Hungría dicen
que en Barcelona los despidió el contralor a trece del mes de mayo no dándoles la ración mas
de hasta 18 del dicho mes y mandó que se nos diese las mulas en dinero para venirnos y se
nos dio el dinero a quince del dicho mes y no hallando mulas nos entrevimos detenidos hasta
18 del dicho mes y pedimos que se nos diese la ración y como a V. Excelencia mandó que se
nos pagase hasta fin de mayo y agora el contralor no nos quiere pagar mas de hasta los 18, a
vuestra excelencia suplicamos muy humildemente se le mande que nos pague hasta fin del
mes como v. excelencia tiene ordenado que en ello recibiremos muy gran merced”.
2206
1194
Como así consta en el expediente de don Pedro de Aragón en AGP, SH, caja 175.
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recibió el collar en la capilla real de Bruselas el 18 de junio/julio del mismo año,
en manos del duque de Aerschot.
Su experiencia militar y su alto rango nobiliario le presentaban como el candidato perfecto, pero Isenburg no se mostró dispuesto a viajar a Castilla. Dicha negativa cercenó la posibilidad de recuperar un capitán de origen tudesco y se
recurrió a una segunda vía, que no era otra que la de continuar ofreciendo el puesto a nobles hispanos que prestigiaban así su condición dentro de la Casa Real y de
la Etiqueta, pero que no se mostraban especialmente dispuestos a recuperar el lustre y prestigio de su unidad. En función de esta opción, se decidió que el oficio
debía pasar a don Pedro Antonio de Aragón, que fue nombrado capitán el 13 de
diciembre de 1640. Hasta ese momento, la unidad había sido gobernada desde el
fallecimiento de don Martín de Artal por el teniente Lansgeneque nuevamente.
El acceso de don Pedro Antonio de Aragón a la capitanía de la guarda fue debido, en gran medida, a su excelente posición cortesana, derivada de su relación
con Luis de Haro, sobrino del conde duque de Olivares y cuñado de nuestro capitán, y a ser hijo del marqués de Povar, capitán de la guarda española de Felipe III y
Felipe IV. Nacido en el año 1600, en su juventud estuvo al mando de la caballería
española en las guerras con Francia y poco después de ser nombrado capitán de la
guarda tudesca fue hecho prisionero en el socorro de Perpiñán. De esta manera, la
guarda volvía a quedar huérfana y necesitada de alguien que se colocara al frente
hasta que Aragón fuera liberado o Isenburg aceptara el puesto. Ante la cierta posibilidad de que ambas cosas se pudieran alargar en el tiempo, se optó por nombrar
a un gobernador y el Bureo, dentro de su campaña por hacerse con el control jurídico de las guardas, decidió sustentar la candidatura de uno de sus miembros, en
concreto, la del mayordomo don Baltasar Barroso de Rivera, marqués de Malpica.
Sin ningún género de duda, los 4 años de gobierno del marqués, que se prolongaron desde su juramento en Aranjuez el 6 de mayo de 1642 hasta el segundo tercio de 1646 en que retornó don Pedro Antonio de Aragón, pueden ser
considerados como la culminación del deterioro de la guarda tudesca, que ya no
volvería a levantar cabeza. El mayordomo, sabedor de la temporalidad de su
nombramiento, aprovechó estos años para favorecer a sus “hechuras” e incluso
sacar dinero de la venta de plazas a personajes que, ni por asomo, reunían las
condiciones necesarias para ser guardas, pese a que el propio monarca le había
indicado en su juramento que no permitiera la entrada de no tudescos en el cuerpo. Sin embargo, el marqués hizo caso omiso de las indicaciones y tras comprobar al ponerse al frente del cuerpo que había 14 plazas vacas, que el teniente
Lansgeneque no había concedido por la ausencia de tudescos adecuados para servir el oficio, comenzó a cubrirlas con personajes no alemanes y de una condición
1195
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social dudosa. Además, el gobernador comenzó a proveer una serie de plazas supernumerarias sin servicio y sin gajes (no constando por tanto en los roolos) de
invención suya, que concedía a personajes a los cuales les compensaba el nombramiento para así poder obtener el fuero especial que tenían los guardas como
miembros de la Casa Real y como soldados. Por supuesto, sus fines al adquirir dicha condición no eran servir al cuerpo, sino aprovecharse de su nueva condición
para evitar a la justicia de los alcaldes de Casa y Corte y llegaban a vestir con colores y librea diferente a los establecidos. Había casos tan flagrantes como el del
despensero Gregorio Hermosilla, el cual había matado a un miembro de la guarda tudesca antes de ingresar en el cuerpo, lo que ilustra perfectamente la merma
en la calidad de los miembros de la unidad. Por supuesto, su pertenencia al Bureo se plasmó en su apoyo sin condiciones a la política jurisdiccional de este, sin
representar el papel que hasta ese momento habían desempeñado los capitanes de
oposición a las injerencias del citado tribunal en sus competencias.
Ante esta situación, el teniente Lansgeneque se mostró indignado y advirtió
que ningún monarca permitía dicha situación en sus cuerpos de guarda y que:
habiéndose visto los sucesos de Portugal y Cataluña no debe parecer sobrada ni
fuera de propósito qualquiera prevención que mire a la mayor seguridad en lo
que tanto importa, aun quando cesaran los escándalos y otros inconveniente que
se siguen de semejantes provisiones por el licencioso modo de vivir destos
hombres que solo aspiran a vivir exentos de las justicias ordinarias con que se
turba el orden político que tanto importa conservar.
No eran para menos sus quejas pues en 1644, únicamente dos años después
de acceder al oficio, el gobernador había cubierto 64 plazas y ninguno de los nombrados era natural del Imperio 2207. Si las cosas seguían así, “dentro de pocos meses no tendrá guarda alemana más que en la figura de las calças tudescas pues los
soldados que han quedado desta nación son ya tan pocos”. Para evitarlo, Lansgeneque propuso que el conde de Isenburg buscara en Flandes personajes adecuados para ejercer el cargo, a los que se les socorrería con 200 o 300 reales a cuenta
de su sueldo para que se mantuvieran en la Corte durante un tiempo, evitando así
los rumores de falta de pago. Afortunadamente, aún los cargos de la guarda, así
como las plazas nobles y las reservadas, se respetaban y estaban solo integradas
por tudescos 2208.
2207
El listado de dichos nombramientos, así como las opiniones del teniente, en su
memorial citado supra.
2208
Como podemos observar en cualquiera de los roolos de esos años, conservados en
AGP, Reg. 5735.
1196
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Sin duda, la situación era desesperada y aunque el monarca reaccionó y solicitó de nuevo a su mayordomo que no siguiera por ese camino, este hizo caso omiso y en los tercios siguientes siguió admitiendo a no tudescos, como durante el
primero de 1645 en que ingresaron Alonso López de la Puerta, Francisco de
Dieça y Amaro González.
Definitivamente, las condiciones de servicio de los guardas y la propia condición del cuerpo habían sufrido merma considerable, como se manifestó durante
algunos servicios especiales que llevaron a cabo durante esos años. El primero fue
la custodia de María de Borbón, princesa de Carignano, y de la duquesa de Mantua en Carabanchel, realizada por 8 soldados alemanes a cargo del cabo Juan Jorge Bitig junto a varios guardas españoles desde 1641, en que los alabarderos
sufrieron diversas penurias como el intento del conde del Real porque le sirvieran
a él y no a las antes mencionadas, o la falta de pago y cama durante esos años 2209.
2209
Como se ve en el memorial que enviaron dichos guardas al Bureo el 21 de abril de 1643
(AGP, SH, caja 181): “V. Majestad, por su real decreto de 8 deste fue servido de mandarnos que
los soldados de las guardas española y alemana (que por orden de V. Majestad asistían en
Caramanchel a la señora princesa de Cariñán) estuviesen a la del conde del Real y que pudiese
castigar a los que no le obedecieren y delinquieren. En quanto a estar a su orden siempre lo han
hecho y él o los cabos penitenciando los descuidos que puede haver havido en el servicio, que
hasta ahora no nos consta de delitos de más cuerpo y quando sucedan podrá conocer el conde
en primera instancia para prender y escribir la causa y remitirlo después todo a los capitanes que
harán justicia con acuerdo de sus asesores. El conde (señor) con ocasión de no haver querido la
señora princesa consentir que se haga cuerpo de guarda en su casa, ha introducido de llevarse a
la suya el cuerpo de guarda, cosa no permitida sino es a personas reales o a los capitanes que les
toca por preeminencia de su oficio y pues los soldados asistirán por sus turnos al conde y los
cabos a tomar las órdenes de lo que se ofreciere del servicio de su Majestad, nos ha parecido
advertencia digna de representación para que V. Majestad sea servido de mandar atajar este
inconveniente y asimismo que a estos soldados ni a los de a caballo (que ha más de 8 meses se
les quitó la ración) tampoco se les den camas con que de todas maneras lo pasan mal y su
necesidad no puede suplir lo que es menester para comer fuera de sus casas y alquilar cama en
que dormir. V. Majestad se servirá de mirarlo todo con su acostumbrada clemencia, mandará lo
que fuere de su mayor servicio”. La respuesta del Bureo se produjo el 27 de abril, “Le parece al
bureo que V. Majestad debe ordenar al conde del Real que no tenga cuerpo de guarda en su casa
ni consienta que los soldados le acompañen pues eso se ha usado solamente con las personas
reales y es permitido a los capitanes de las mismas guardas por preeminencia de sus oficios y que
si algún soldado cometiere algún delito lo prenda y mande recibir información y con ella original
la remita a su capitán quedándole al conde del real el castigar a los soldados tan solamente en lo
que faltaren al servicio de su guarda. Y en quanto a las camas que piden los soldados que hacen
guarda a la señora Princesa de Cariñán y duquesa de Mantua parece justo y necesario que V.
Majestad se las mande dar por los socorros que se les da creciendo lo que costaren su puesto que
se les da en qué dormir a los que hacen guarda en Madrid”.
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Los mismos problemas de percepción del salario sufrieron los guardas alemanes
y españoles que habían servido a la misma princesa de Carignano en el tesoro de
la Encarnación, que no recibieron la ración que se había estipulado para ellos, o
los 12 que acudieron a servir al monarca en la Jornada de Aragón en 1642. Estos
últimos, además, fueron requeridos para que entraran dentro del repartimiento
del préstamo obligatorio que había solicitado Felipe IV a los miembros de su Casa. Sin embargo, sus protestas, junto a las de los otros 24 guardas de las otras dos
naciones que acudieron con ellos a la Jornada 2210, surtieron efecto y se les retiró
la obligación, evitando así la paradoja que se podía haber producido de no solo no
percibir gajes por sus servicios, ya que llevaban varios años sin cobrar, sino que,
además, tuvieran que pagar por ello 2211. Esta merma en las condiciones de servicio, unida al hostigamiento de la jurisdicción ordinaria que perseguía incluso las
actividades de los guardas que no habían sido prohibidas como la mercadería de
seda, paños, joyerías o confiterías, provocó numerosas defecciones en el servicio y
el abandono de la guarda por parte tanto de hispanos como de tudescos.
Sin duda, los 4 años en que el marqués de Malpica gobernó la unidad fueron muy negativos para la guarda tudesca y su degradación, ya de por si muy
acentuada, se fue haciendo cada vez mayor. Por supuesto, la delicada situación
en que se encontraba la Monarquía Hispánica durante aquellos años, con los
descalabros en los diversos frentes de batalla y las revueltas internas en varios
de los reinos, tampoco ayudaba en exceso a reconducir la situación. El retorno
de don Pedro Antonio de Aragón, ya liberado de su cautiverio y que llegó a la
Corte el 14 de febrero de 1646, parecía que podía arrojar algo de luz sobre la
tormentosa situación y, al menos, durante los primeros años así pareció ser.
2210 Como así reza un memorial suyo en AGP, SH, caja 181: “Las tres guardas reales de
V. Majestad dicen que a su noticia ha venido que el Real Bureo trata de hacer un
repartimiento para el común de la moneda de vellón a toda la casa real con intento de
comprender en él a las dichas guardas y por estar los soldados dellas con suma pobreza,
cargados de familia e hijos, que sustentar con sus pocos gajes y 4 años atrasados por pagar
están imposibilitados de poder contribuir a qualquier repartimiento destos, quanto y mas
siendo soldados domésticos de la Real Casa que de día y de noche sirven a su Majesta con
el celo y cuidado que es notorio y a quienes V. Majestad por estos y otros píos respectos suele
hacerles merced y mandar no ser comprendidos en semejantes ni otros repartimientos
algunos, por ser muy tenua cosa, lo que pueden dar y aver en otra parte paño bastante para
suplirlo. Suplican a V. Majestad muy humildemente sea servido mandarles relevar deste
repartimiento por sus necesidades para que se heche de ver el amparo y protección que
siempre suelen y han tenido en su real clemencia. s.f.”.
2211
1198
D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 122r.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
7.1.3.4. El retorno de don Pedro Antonio de Aragón
y los intentos de recuperación
La caída en desgracia del conde duque de Olivares, culminada por su marcha de la Corte en 1643, puso al frente de la Monarquía a una serie de personajes que, hasta ese momento, habían estado a la sombra del poderoso valido 2212.
Uno de ellos era el mencionado Luis de Haro, sobrino de Olivares y cuñado del
capitán de la guarda tudesca. El ascendente de su pariente proporcionó a don Pedro Antonio de Aragón una serie de prebendas como fueron, además del mando
de la guarda, los oficios de ayo del príncipe Baltasar Carlos hasta su muerte en
1646, de gentilhombre de la cámara del príncipe y del monarca, de consejero de
Guerra y de capitán de las Guardas de Castilla. Todos estos cargos le proporcionaron un fuerte reconocimiento social y cuantiosos gajes, aunque también problemas a la hora de cobrar todos sus emolumentos. El elevado rango nobiliario
del capitán, así como su cercanía a los dominadores de la esfera cortesana, parecían propiciar un marco adecuado para la recuperación de la guarda tudesca. Sin
duda, nuestro personaje se afanaría en ello durante los primeros años de su mandato efectivo. Para ello, por desgracia, no podría contar con la inestimable ayuda que habría supuesto el teniente Lansgeneque, que llevaba en el cargo 36 años,
pues falleció el 24 de marzo de 1647. Su profundo conocimiento de la situación,
además de su condición de servidor imperial, hubiera representado un fuerte
apoyo para un capitán que era consciente de los numerosos problemas heredados del gobierno anterior.
Desde el mismo momento de fallecimiento del teniente se comenzó una
búsqueda del candidato adecuado para poder sustituir a tan prestigioso personaje pero, durante los primeros momentos, los únicos que elevaron sus candidaturas fueron de origen hispano, aunque algunos nacidos en Flandes, e incluso
un irlandés, como se puede apreciar en una relación de candidatos del Bureo en
1647 2213. La calidad de los aspirantes nos indica que el oficio era ambicionado
por un determinado sector social como el de militares, con una cierta experiencia al mando de unidades de los ejércitos de la Monarquía, que ya habían recibido un hábito de una orden militar y que aspiraban a un oficio que les haría
ascender dentro de la Etiqueta. Sin embargo, el Bureo, pese a que apreciaba la
calidad de los aspirantes, no consideraba adecuado que el teniente dejara de ser
de origen tudesco, ya que esto supondría una nueva merma en la condición de
2212
Para estos tormentosos años, J. H. ELLIOTT: El conde-duque de Olivares..., op. cit.,
en sus capítulos XV, “Hundimiento”, y XVI, “Naufragio”, pp. 659-734.
2213
En AGP, SH, caja 175, carpeta de 1647.
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la unidad. De esta manera, el asunto se suspendió y el monarca decidió enviar
emisarios al Imperio para que buscaran a una persona adecuada que sirviera en
esa plaza, lo que se demoró hasta 1650.
Durante ese tiempo, en que el capitán Aragón se ausentó de la Corte en varias
ocasiones 2214, fue el alférez Georg Baybel el encargado de gobernar la guarda. El
ascendente sobre sus compañeros era grande debido tanto a su extenso servicio
como al de su padre Hans Baybel, que perteneció a la guarda tudesca en diversos
puestos, desde finales de 1590 hasta su fallecimiento en 1605, tras haber servido
previamente en el ejército en el sitio de Metz de 1552 y en Italia. Sin embargo, su
carencia de condición nobiliaria le hacía no tener la autoridad suficiente para controlar los desmanes de una compañía que, como ya hemos visto, tenía entre sus filas a varios soldados de dudosa condición. Esto provocó que se acelerara el
nombramiento de un nuevo teniente, que debía vigilar la aplicación de los cambios que se estaban precipitando en la unidad.
El elegido fue, finalmente, Jean IV d’Allamont, señor de Montmedy, Malandry,
Villecloye y barón de Busy. Nacido el 19 de octubre de 1626 en la Maison du Roy
de Montmedy, era hijo de Jean III d’Allamont y Philiberte, marquesa de Lenoncourt. Su familia tenía una luenga tradición de servicio a la Corona, sobre todo
en el gobierno de ciudades y en concreto de Montmedy, pues su bisabuelo, abuelo
y padre fueron gobernadores de dicha ciudad desde la segunda mitad del siglo
XVI 2215, mientras que el hermano de su abuelo, François, lo fue de Dampvillers 2216.
Aprovechando su condición de luxemburgués, así como su titulación nobiliaria y su servicio en el ejército, el monarca le reclamó a Madrid el 14 de octubre
2214 Conviene recordar que la leyenda establece que Felipe IV se enfadó mucho con él
al haber intervenido involuntariamente en el fallecimiento del príncipe Baltasar Carlos, pues
Aragón habría ayudado al príncipe a pasar “cierta” noche con una joven “de vida alegre”
que tanto le “acaloró” que le condujo a una gran fiebre, asunto que se analiza en el capítulo
dedicado a la Casa del príncipe Baltasar Carlos en este volumen.
2215
Así lo cuenta Esteban de Ibarra en los advertimientos que dio al archiduque Alberto
en marzo de 1596, donde nos deja su impresión sobre la plaza y el personaje (“Las personas
que están por gobernadores de las plaças fuertes, de las fronteras y otros presidios destos
estados. Diose a su alteza, en bruselas a XXV de março 1596”, AGS, Estado, leg. 612, f. 116),
“Es una plaça pequeña, situada en las mesmas Ardenas, donde cubre mucho. El sitio es fuerte
y ella no esta mal acomodada de lo que es. El gobernador es hijo del que lo fue antes y tiene
buena opinión”.
2216 El propio Esteban de Ibarra en Ibidem afirma que: “Esta plaça esta metida en Francia
y harto apartada de las demas fronteras. Tiene buen sitio pero está mal reparada y importa
mucho. El gobernador es hermano del que queda dicho arriva, que lo es de Montmedi y ay
buena opinión del”.
1200
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
de 1650 aunque d’Allamont hubiera preferido ponerse al frente de una compañía de caballos siguiendo la carrera que llevaba hasta el momento tanto en el regimiento de su padre como en el del conde de Isenburg. Sin embargo, su
nombramiento estaba decidido y el noble fue teniente de la guarda desde el 5 febrero de 1651, aunque su juramento no tuvo lugar hasta el 20 de mayo en el cuarto del rey en una reunión del Bureo donde se encontraban presentes el conde de
Montalbán, en cuyas manos realizó el juramento, el marqués de Povar y el conde de Castro 2217. Sus gajes eran:
ha de haber de su plaza a razón de 144 reales y 10 maravedís y medio cada mes. De
las dos plazas aventajadas que se entitulan teniente Suert Strager y la otra teniente
Reitenegt que se aplican para el dicho teniente ha de haber a razón de 188 reales y
8 maravedís cada mes. De una plaza sencilla que se entitula teniente Jung que se
aplica la dicha plaza para el teniente ha de haber a razón de 72 reales y 4 maravedís.
Por la pensión que goza repartida en tres tercios a razón de 100 ducados al año.
Una vez en Castilla, sus primeras intenciones fueron consolidar su puesto y
afianzar sus competencias, sobre todo, tras sufrir varios encontronazos con el capitán Aragón. Las Etiquetas de la Casa Real Hispana se habían terminado de redactar en 1651 2218, confirmando las Constituciones de la compañía de Tudescos, que
regían los destinos de la unidad desde mucho tiempo atrás, en muchos puntos pero modificando otros. Para conocer con exactitud sus derechos y deberes, el nuevo teniente recurrió al Bureo y escribió diversos papeles donde hacía constar
claramente sus prerrogativas 2219. Su obsesión se centraba, sobre todo, en poder
2217 En su expediente en AGP, SH, caja 173 nos encontramos una hoja del libro de
veeduría donde aparece su nombramiento, así como el del siguiente teniente Bernardo
Gorcy, y los gajes que tenían.
2218 Para la guarda alemana, J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.):
La Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. II, pp. 890-897.
2219 Que conservamos en AGP, SH, caja 181, en la carpeta de 1652: “El puesto de
teniente de la guarda alemana de su Majestad es merced pura del rey como lo dice el capítulo
5 de las constituciones de la compañía que el capitán ha de nombrar todos los oficiales della
excepto el teniente y aunque le nombrare el capitán le aprobara el Rey y dará el título y el
artículo 26 que al teniente se le dará plaza y prerrogativa de capitán y vestuario y sueldo aparte
y no por el capitán. Tiene el capitán estando sirviendo obligación de enviar todas las órdenes
al teniente y no a qualquiera oficial en conformidad del artículo 19 que dice, las órdenes se le
enviarán al capitán a su casa con un soldado de su cuerpo de guarda quando son órdenes y él
las dará al teniente para que se executen. Toca al teniente en ausencia del capitán no solo de
mandar a la compañía sino también recibir y despedir a los soldados en conformidad del
artículo 12 de la instrucción que se guardaba en tiempo de los señores emperador Carlos Quinto
y rey Felipe II que dice, El capitán de la dicha guarda o su teniente en su ausencia tiene poder
1201
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admitir y despedir soldados de la guarda durante las frecuentes ausencias del capitán 2220. Con su actitud, el teniente demostraba que su nombramiento no suponía ayuda alguna para las reformas que se querían realizar en la guarda, a lo que
habría que unir que su cabeza estaba en Flandes, en la compañía de caballos que
había pedido, y no en Madrid. Así, en 1654 se le dio licencia por 6 meses para
marchar a esas tierras para poner en orden su hacienda, y en el primer tercio de
1657 se le dio la licencia definitiva para servir en el oficio de gobernador de Montmedi y no sin antes haber recibido un hábito de Santiago y el título de gentilhombre de la boca. Fallecería a los pocos meses en su ciudad natal de un cañonazo
durante el asedio del ejército francés que, finalmente, conquistó la ciudad.
Estas pugnas, seguramente, impidieron consolidar los cambios en el rumbo de
la compañía que el capitán Aragón había iniciado. Así, nada más reincorporarse a
y autoridad de recibir o despedir a los soldados a su voluntad y así lo ha usado el teniente don
Teodoro de Langeneck en ausencia de los capitanes, el marqués de Renty, don Pedro de
Aragón durante su prisión en Francia y el conde de Sástago durante la suya en Madrid. Y si
en las guardas de los archeros y españoles se usa otra cosa, será porque tienen diferentes
constituciones y usos que la nación alemana. Papel de Juan Allamon, teniente”.
2220
En AGP, SH, caja 181: “Don Gaspar de Fuensalida, secretario de su Majestad que
dios guarde y greffier de su Real Bureo, me ha declarado un decreto del dicho bureo en que
se sirvió ordenar que yo hiciese constar de que los tenientes de la guarda alemana de su
Majestad han recivido y despedido los soldados en ausencias de capitanes y de haberlo hecho
y usado así mi predecesor demás de tocarle en virtud de las constituciones de la dicha
compañía. En cuyo cumplimiento presento fe del libro del asiento de las plaças y de los sueldos
y licencias de los de la dicha compañía. Por el qual libro consta que haviendo entrado a servir
la plaça de capitán don Rodrigo de Calderón en dos de março de 1613 y muerto en 21 de
octubre de 1621 al cabo de 32 meses de prisión, Don Teodoro Langenecq teniente despidió en
18 de julio 1620 al cabo de escuadra Pedro Reinoldt (continúa poniendo ejemplos de tenientes
que habían despedido a guardas). Y en el año de 1646 a 24 de diciembre el dicho teniente don
Teodoro dio plaza a Ignacio Polner, la qual don Pedro de Aragón mandó borrar en 28 de junio
1647 porque le había recibido el teniente sin estar ausente fuera de España el capitán, el qual
se la volvió a dar entera el 18 de julio del mismo año de 1647. Y esto queda así asentado en el
dicho libro por orden de don Pedro de Aragón, lo qual no puede perjudicar a mi derecho que
me dan las constituciones que pueda yo en qualquiera ausencia de capitán recibir y despedir
los soldados a mi voluntad mayormente porque esta plaça se borró en 18 de julio 1647
haviendo muerto el teniente don Teodoro en 24 de marzo antes y así muerto don Teodoro no
pudo defenderse, ni hubo otro teniente para defender el derecho que toca a este oficio. Y si el
dicho don Teodoro o qualquier otro teniente por complacer a su capitán o por otro respeto
hubiese alguna vez disimulado cosa contraria a lo que le toca, no puede ni debe esto perjudicar
a mi derecho que tengo en conformidad de las dichas constituciones y uso observado hasta
aquí. En Madrid a 4 de diciembre de 1652, Don Juan de Allamont”.
1202
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
su puesto, decidió eliminar las plazas supernumerarias sin gajes que el marqués
de Malpica había instaurado durante su gobierno, lo que provocó el enfado de este 2221. Además, defendió que la sentencia emitida por la justicia ordinaria contra
el guarda Fabricio Bernardo López, 8 años en galeras por resistencia a un corregidor, era inadecuada, lo que provocó un pequeño motín de su unidad controlado por él 2222, y decidió que se debía “germanizar” de nuevo la guarda. La ocasión
perfecta se le planteó en la jornada que se realizó al Imperio para recoger a Mariana de Austria, hija del emperador Fernando III, que debía contraer matrimonio
con Felipe IV.
El capitán comisionó al cabo de escuadra Hans Cremers y a los alabarderos
Georg Steffan y Nicolás Bett para que se pusieran al mando del duque de Maqueda con el fin de encontrar a 24 “alemanes altos” que pudieran servir en la
guarda y relevaran a los soldados que no cumplían las condiciones adecuadas 2223.
Una vez que no se encontraron en el Imperio, cuando se producía el retorno hacia la Península, el duque de Maqueda ordenó a don Rodrigo de Tapia y Alarcón,
antiguo teniente de la guarda española, que los reclutara en Milán. Este se puso
en contacto con el duque de Terranova que, a cambio de 500 ducados, quedó en
buscarlos, aunque fuera en el ejército y valiéndose del marqués de Caracena, y enviárselos a Trento donde reposaba la comitiva. Una vez se encontraron los 24 candidatos en Milán se les ofreció el puesto y para evitar sus reticencias con respecto
al salario, gajes y ración de 5 reales diarios, se decidió que les correrían desde el
24 de abril de 1649, día en que juraron, hasta que finalizase la Jornada más casa
de aposento en Madrid. Tras algunos tiras y aflojas, los soldados aceptaron el
puesto y se trasladaron con el resto de la comitiva a la Corte.
2221
Como así consta en una petición que el propio don Pedro Antonio de Aragón envió al
Bureo (conservada en su expediente en AGP, SH, caja 173): “Don Pedro de Aragón, capitán de
la guarda alemana, dice que por ausencia suya estando prisionero en Francia, el Marqués
de Malpica de orden de V. Majestad gobernó la guarda alemana y quando volvió don Pedro de
la prisión borró cincuenta plazas supernumerarias de mangas que había puesto el marqués
de lo qual quedó el dicho marqués con gran disgusto y así por esta razón como por ser su
pariente y saber que desea volver al gobierno de la guarda suplica a V. Majestad mande no se
halle en votar materia ninguna así de gracia como de justicia tocante al dicho don Pedro y
gobierno de la guarda”.
2222
La descripción de dicho motín en O. CAPOROSSI: Les justices royales et la criminalité
madrilène sous le règne de Philippe IV, 1621-1665: unité et multiplicité de la jurisdiction royale
à la cour d’Espagne, Université de Toulouse 2002 (Tesis doctoral), vol. I, pp. 185-187.
2223
La información sobre dicho viaje, que desgranamos a continuación, en AGP, SH,
caja 175.
1203
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José Eloy Hortal Muñoz
Una vez en su destino final, los 24 soldados comenzaron a servir en la guarda
del rey en noviembre de dicho año 2224, reemplazando a 24 soldados “extranjeros”
de la guarda 2225 y tomando sus casas de aposento 2226. Sin embargo, la realidad
no era tan bonita como se les había expuesto en Trento y a los pocos meses de llegar ya se quejaron de la falta de gajes, que les impedía vivir en una ciudad como
Madrid 2227. Así, el 4 de octubre de 1650 pidieron licencia para volver a su tierra,
pues no se habían cumplido las promesas que se les habían hecho, o que se diera
orden al presidente de Hacienda para que se les pagara lo debido. Aunque las quejas eran comunes a todos los guardas sin excepción, ellos no sabían el idioma y tenían dificultades para buscarse la vida y no podían realizar otras actividades que
llevaban a cargo sus colegas como la venta de vino o regentar posadas o casas de
juego. Debido a estos imponderables, en 1652 ya solo continuaban sirviendo en la
2224 En concreto, los 24 alemanes que entraron a servir, como reza en AGP, Reg. 5735,
fueron Miguel Saulgar, Mathias Hoffinguer, Juan Ángel, Mathias Aughentaler, Bartolomé
Quepler, Juan Jacob Rossinle, Juan Kerkhof, Hans Schreiber, Wolf Sentler, Gaspar Bruner,
Wolf Solinguer, Juan Ussel, Juan Daux, Feyt Rauss, Ignacio Rassler, Jacobb Methauer, Juan
Steffan, Juan Wolf, Lucas Lintener, Jacob Remelt, Juan Schmit, Jorge Villiser, Cornelio
Huber y Amandus Esquer.
2225
Por su parte, fueron despedidos para dar cabida a los recién llegados Diego de
Aranda, Pedro Xuárez, Lucas Díaz de Arcaya, Juan de Jaques, Pedro García Montañés,
Pedro García, Juan de Lirio, Francisco de Canales, Juan Carlos Vela, Jerónimo de Arteaga
“El Mozo”, Juan Roberto, Domingo Pellicer, Francisco Urban, Miguel Climente, Simón
Cordero, Juan de Alburquerque, Pablo Verges, Alonso López, Bartolomé de Murcia, Justo
García Morán, Antonio de Cervantes, Antonio de la Espada y Pedro Aguilar “El Mozo”,
que, por otra parte, eran los últimos que habían entrado a servir en la guarda.
2226 En AGP, SH, caja 175 viene el listado de los guardas españoles a los que se quitó
la casa de aposento para dársela a los recién llegados.
2227 Ibidem: “Los 24 soldados alemanes que V. Majestad, dios le guarde, ha mandado venir
para su guarda alemana dicen que al mes de abril pasado fueron recibidos al servicio de V.
Majestad con palabra que en su real nombre les dio don Rodrigo de Tapia se les pagaría su
ración de 5 reales al día durante la Jornada y llegados a esta corte su sueldo puntualmente y se
les daría las demás comodidad con que pudiesen vivir en el Real servicio de su Majestad.
Habiéndose visto con esta esperanza y promesa alejado de su patria, viviendo, sirviendo a la
Reina su Señora. Y habiendo llegado a Madrid a 5 de octubre y acudido a los cabos mayores de
la guarda alemana para que les asistan en orden a que consigan lo que se les ha prometido de
sueldo y las casas de aposento, como también lo que se les debe de atrasado de raciones que son
72 reales de plata a cada uno no solo no han alcanzado nada pero a su costa ha sido vivir hasta
ahora en casa de posadas, gastando lo poco que tenían ahorrado para socorrerse en alguna
enfermedad, habiendo ya consumido todo sin tener con que sustentarse de aquí en adelante”.
1204
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
guarda 13 de los 24 soldados que habían llegado a Madrid en 1649 y seguían sin
cobrar lo que se les debía 2228.
Por su parte, los soldados “extranjeros” que habían sido retirados del servicio
para dar cabida a los nuevos guardas protestaron contra la medida y fueron escuchados. Se decidió que podrían pasar a engrosar el listado de supernumerarios sin
gajes, precediendo a los 12 que aún quedaban de la “purga” que había llevado a cabo el capitán Aragón tras volver de su encierro en Francia 2229. De esta manera, y
pese a su primigenia intención, el capitán no pudo acabar con la categoría de
supernumerarios que había introducido Malpica en la guarda e, incluso, se les comenzó a dar librea. Además, se decidió que estos supernumerarios debían ir ocupando las plazas titulares que fueran quedando vacantes, con precedencia sobre
otros aspirantes “extranjeros” si no había alemanes para ellas. Como ya vimos, muchos de los nuevos guardas venidos del Imperio fueron dejando el puesto casi inmediatamente, por lo que los soldados retirados no lo fueron por mucho tiempo.
Así, Diego de Aranda reingresó en el servicio en junio de 1650, apenas 8 meses
2228
Como así consta en el expediente de Juan Nagel (AGP, SH, caja 174): “Los trece
soldados de la guarda alemana de su Majestad que hasta hoy día han quedado en la dicha
guarda de los veinte y quatro que han venido sirviendo en la Jornada de la Reyna nuestra
señora dicen que su Majestad fue servido de mandar se les pague lo que se está debiéndoles
de sus gajes de ocho meses hasta fin del mes de agosto pasado deste año de 1652. A Vuestra
Excelencia humildemente suplicamos sea servido de mandar al greffier del Real Bureo les de
certificación de lo que se les está debiendo de los dichos ocho meses de sus gajes para que
puedan solicitar la dicha paga en que recibirán merced y mucho bien de su excelencia”. Ya
habían abandonado el servicio Miguel Saulgar, Mathias Hoffinguer, Mathias Augenthaler,
Bartolomé Quepler, Wolf Sentler, Wolf Solinguer, Juan Daux, Ignacio Rassler, Jacob Remelt,
Juan Schmit y Jorge Villiser.
2229
“Don Fernando de Contreras me ha dicho de orden de V. Majestad que viésemos
la forma en que se podrían acomodar los soldados españoles cuyas plaças se han borrado de
la compañía de la guarda alemana para darlas a los que han venido de aquella nación con la
reina nuestra señora, siendo conveniente que se tenga con los otros alguna consideración por
lo que han servido y se les quita y no se nos ha ofrecido medio menos oneroso que el de
recibirle por supernumerarios con precedencia a los otros doce que ya había y V. Majestad
mandó continuar en la misma compañía, supuesto que no tenían adquirido en ella el derecho
que los que eran del número y gozaban gajes y casa de aposento, de que ahora quedan
privados y para que este exceso de supernumerarios venga a cesar, convendrá que V.
Majestad ordene que con la misma precedencia vayan entrando en las plaças que fueren
vacando del número, en caso que no halla alemanes que las ocupen (porque a estos toca
derechamente) y que se consuman las que quedaren vacas de supernumerarios, sin que en
ellas se pueda recibir ningún otro, menos en las doce plazas que V. Majestad permite que aya
sobre los cien del número” (Ibidem, caja 181, carpeta de 1649).
1205
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José Eloy Hortal Muñoz
después de ser apartado, y tras él todos sus compañeros 2230, por lo que la privación de sus plazas había sido temporal y los males que el capitán había querido extirpar continuaban latentes. Apenas había candidatos tudescos para ingresar en la
guarda y se continuó admitiendo a “extranjeros” y de una baja condición social.
7.1.3.5. El desinterés de don Pedro de Aragón
y el nuevo gobierno del marqués de Malpica
Podemos considerar que el ímpetu reformador inicial que había mostrado
don Pedro de Aragón por recuperar el lustre de la compañía tudesca se había
agotado hacia 1652. Sus obligaciones políticas y las dificultades que se encontró, tanto por parte del Bureo y la justicia ordinaria como de su propio teniente y de sus guardas, le llevaron a apartar su vista de la unidad y a concentrarse
en otros menesteres. Su desinterés, unido al del teniente, obligó al alférez Georg Baybel a tener que volver a ocuparse del día a día de la guarda.
Este era cada vez más penoso ante el empeoramiento de las condiciones económicas de los soldados y los ejemplos de sus protestas son múltiples. Así, los pífaros Francisco y Lázaro Paulino se vieron obligados en junio de 1652 a reclamar
porque se les querían cobrar una serie de impuestos de los que debían estar exentos 2231, cuando se les debía haber cuidado con mimo por la dificultad que había
para conseguir personajes con las condiciones necesarias y que quisieran servir en
el cargo sabiendo las dificultades que existían para cobrar sus gajes 2232. Igualmente,
2230
AGP, Reg. 5735.
2231
El Bureo trató su caso el 22 de junio de dicho año (AGP, SH, caja 175, expediente de
Francisco Paulín): “Francisco Paulín y Lázaro Paulín, pífaros de la guarda alemana de V.
Majestad dicen que el dicho francisco ha que sirve a V. Majestad veinte años en el dicho oficio
y que el dicho Lázaro desde que vino la Reina Nuestra Señora, que dios guarda y siempre se les
ha guardado sus preeminencias en dicho oficio sin que por razón de la represaria ni impuesto de
franceses se entendiese con los suplicantes, y ahora se les apremia y embargándoles sus bienes
para que paguen el dicho impuesto. Y por ser criados de V. Majestad están exentos de no pagar
dicho impuesto habiéndoles dado por libres a todos los que sirven en la real caballeriza. Están
reservados de pagar el dicho puesto, atento a lo qual por ser oficios militares no se entiende el
que paguen tributo alguno”. Afortunadamente para ellos, el Bureo contestó “Que así sea”.
2232
En el mismo memorial: “Estos pífaros ha muchos años que se buscan de la nación
francesa por ser en este exercicio y el de trompetas aventajados y por su pobreza y pagas
atrasadas se han querido volver a sus tierras sino se les hubiera entretenido con algunos socorros,
tiénense por necesarios en la guarda y ay pocos de esta facultad y si ahora se cobrara de ellos este
impuesto sería hacer novedad no guardándoles sus preeminencias pues fueron recibidos con
esta noticia”. Tras muchos avatares, en 1657 se publicó un decreto para que no se les cobrara el
tributo de la farda y se les guardaran las preeminencias, ratificado por cédula de 1667.
1206
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
el furrier Juan Jorge Bitig tuvo que solicitar repetidamente que se dieran las casas de aposento necesarias para los guardas que tenían derecho y no la gozaban 2233.
El problema del alojamiento de la guarda había empeorado desde que las ordenanzas de los aposentadores del 18 de junio de 1621 establecieron que los capitanes de
las guardas y los caballerizos mayores dejaran de distribuir las casas o retribuciones dinerarias relacionadas con el aposento, retomando esas competencias los aposentadores reales. Los capitanes no aceptaron de buen grado este recorte y en
algunos casos, como en el de don Pedro de Aragón, se inmiscuyeron y generaron
dudas de, por ejemplo, si tenían derecho a disfrutar de vivienda las viudas de los
guardas o solo lo tenían los guardas en activo 2234.
El deterioro económico era palpable y conllevaba, como era lógico, el aumento de los problemas de disciplina. Además, y como sucedía en los otros cuerpos
de guarda, los soldados eran conscientes de los problemas jurisdiccionales existentes entre las diversas instancias y jugaban con ello conforme a su beneficio.
Así, cuando la decisión del capitán no les era favorable recurrían al Bureo 2235,
cuando les convenía recurrían al capitán 2236, y a ambos cuando tenían problemas
2233
Por ejemplo, en 1652 el memorial conservado en su expediente (AGP, SH, caja 173):
“Certifico y digo que en la dicha guarda ha veinte y ocho soldados antiguos que al presente no
están aposentados porque por decretos de su Majestad libran y entre pocos años libertaron a
esta parte las casas siguientes: (expone el listado de esas casas). A vuestra excelencia suplica sea
servido de mandar que se remedie esta falta de casas y que los aposentadores de la Real Junta
de aposento les libren y den otras casas de aposento en lugar de las perdidas libertados como el
tiempo pasado siempre todos estarían aposentados en que recivirán mucho bien y merced de V.
Excelencia”.
2234
Ver expediente de Sebastián de Arrieta en Ibidem.
2235 Como podemos observar en el memorial que varios de ellos enviaron en 1655 tras
ser condenados por el capitán a prisión (Ibidem, caja 175, expediente de 1655).
2236 Como cuando el Bureo reclamó en agosto de 1659 (Ibidem, expediente de 1659) que
Pedro de Aguilar, alabardero tudesco y que tenía en su casa la cárcel de la guarda, tenía en su
misma morada una tienda de vinos y casa de juegos, lo que no parecía procedente para que
estuviera en su domicilio la cárcel ya que se originaban alborotos y que la puerta estuviera
abierta casi toda la noche. Además, hubo un asesinato cerca de ella y el Bureo reclamó que se le
obligara a cerrar los negocios o que dejara de tener la cárcel pero tras consultar al capitán de
la guarda tudesca y a los tenientes de la de archeros y la española, se decidió que las guardas
conservaran sus preeminencias en este asunto. Pedro de Aragón, sorprendentemente, justificó
la actitud de su guarda y dijo que era costumbre que se vendiera vino, hubiera casa de aposento
y se jugara en esas casas, ya que el sueldo del carcelero, que además debía pagar a un grilletero,
era muy escaso.
1207
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José Eloy Hortal Muñoz
con la justicia ordinaria 2237, como en el motín ya señalado que abortó Aragón
en 1650.
La dejadez imperante también se extendió a la tardanza en nombrar un nuevo teniente tras marchar d’Allamont de Madrid. Así, aunque había candidatos
como don Juan Martín de Terrazas 2238, el puesto estuvo sin cubrir desde el fallecimiento de d’Allamont hasta el 30 de noviembre de 1660 en que se emitió
un decreto por el que recibía el título de teniente don Bernardo Gorcy.
El nuevo teniente no comenzaría a ejercer hasta que juró en Bureo del 8 de abril
de 1661 en manos del conde de Montalbán, el mayordomo más antiguo, sirviendo
hasta su fallecimiento en Madrid el 30 de julio de 1676. Para atraerle a la capital,
se le había hecho promesa de incrementarle sus gajes y por decreto del 12 de marzo de 1662 se le hizo merced de 1.000 ducados de pensión en la Despensa como
los tuvieron sus antecesores pero no debía ser suficiente pues puso despensa y botillería, pese a que las constituciones de la compañía se lo impedían 2239. Los alcaldes de Casa y Corte reclamaron, pero el teniente no solo no les hizo caso sino que
les amenazó, por lo que tuvieron que recurrir al Bureo que le ordenó que cerrara
esas dependencias. El teniente se vio obligado a quitarlas pero recordó que d’Allamont y Lansgeneque las habían tenido y que su estado económico era precario,
lo que fue una constante hasta su fallecimiento. Sus problemas con la justicia ordinaria se reprodujeron en 1664, y se le llegó a apresar durante 35 días dejándole
2237
Así sucedió en 1659 cuando se detuvo a varios de ellos por hacer resistencia a un
teniente de la villa de Madrid y se les condenó a galeras (AGP, SH, caja 175). Reclamaron
que les correspondía la jurisdicción del Bureo y del capitán y se les concedió.
2238
En su expediente en Ibidem, expediente de 1659, nos encontramos los méritos que
alegaba para el puesto: “Don Juan Martín de Terrazas, natural de los estados de Flandes de
edad de 36 años y con quatro géneros de lenguas hixo del teniente general don Juan de
Terrazas caballero de la orden de Santiago y hermano de don Bartolomé que sirvió 15 años de
capitán y últimamente de comisario general dice que a su imitación y de sus antecesores que
de tiempo inmemorial a esta parte han servido a los augustos de V. Majestad. Ha continuado
el suplicante los suyos ha mas de 20 años en España y con el puesto de capitán de caballos,
corazas ha dado toda la satisfacción que es notoria a V. Majestad y a sus capitanes generales y
siendo el que solo queda heredero de servicios militares de su dicho padre que han sido de 54
años y de su hermano de 15 como arriva y no haver por ellos recibido merced ninguna. Suplica
a V. Majestad que ya que caben en su persona calidad, puestos, servicios y todas las necesarias
partes para exercitar el puesto de teniente de la guarda alemana de V. Majestad vacante por la
promoción de don Juan de Allamont, se sirva hacerle merced del dicho puesto y lo pueda gozar
como han hecho sus antecesores que en ello recibirá de V. Majestad merced. Aranjuez, 21 de
abril de 1657”. Su solicitud venía avalada y recomendada por el barón de Auxy.
2239
1208
Ibidem, caja 173.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
al cargo de guardas españoles 2240; en 1674, se declaró arresto domiciliario contra
él por una pendencia con don Ambrosio Gilet. Sin duda alguna, la actitud de este
teniente tampoco era la adecuada para mejorar la disciplina de la unidad y, desde
la muerte de Lansgeneque, el puesto no tuvo la misma consideración de antaño.
Este hecho se vino a unir a la marcha del capitán Aragón de la Corte en julio
de 1662 hacia su nuevo oficio de embajador ante la Santa Sede, aunque reteniendo nominalmente su condición de capitán de los tudescos. Su estancia en el extranjero se prolongaría hasta 1672 ya que, tras su estancia en Roma, fue elegido
virrey de Nápoles por nombramiento del 3 de abril de 1666, sucediendo a su hermano el cardenal don Pascual de Aragón que fue elevado a la silla de Toledo y al
consejo de la regencia. Durante su ausencia, la guarda fue gobernada por un viejo conocido de la unidad, como era el marqués de Malpica, que lo haría desde su
juramento ante el conde de Montalbán, el mayordomo más antiguo del rey, el 2
de julio de 1662 hasta su muerte en marzo de 1669. Su segundo periodo de gobierno siguió los mismos derroteros del primero, por lo que el proceso de decadencia de la unidad continuó su curso.
7.2. LA INTEGRACIÓN DE LAS ÉLITES EN LAS GUARDAS REALES
Veamos a continuación como se plasmó en cada una de las tres unidades de
guarda los problemas indicados anteriormente y la integración de las elites de
los reinos en esta sección de la Casa Real ¿Qué tipo de personajes sirvieron durante el reinado de Felipe IV y a quiénes representaban?
7.2.1. La guarda de archeros de Corps 2241
7.2.1.1. La condición social de sus miembros
Aunque no tenemos constancia de unas ordenanzas que clarifiquen los requisitos necesarios para entrar en el cuerpo hasta las de 1589 2242, éstas debían
2240
AGP, SH, caja 176, carpeta de 1664.
2241
Sobre esta unidad de guarda, mi artículo “La Noble Guarda de Archeros de Corps
en el contexto de la Casa Real de los monarcas Austrias Hispanos”, en R. VERMEIR, M.
EBBEN y R. FAGEL (eds.): Agentes e identidades en movimiento. España y los Países Bajos siglos
XVI-XVIII, Madrid 2011, pp. 191-230.
2242
Publicadas en J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La
Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. II, pp. 830-832.
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José Eloy Hortal Muñoz
ratificar lo que se había venido usando hasta ese momento y reproducían en
esencia el espíritu buscado por el reglamento provisional de 1584 2243. En concreto, los archeros debían ser:
nobles vasallos nuestros originarios de nuestros Estados de los Payses Bajos y
ducado de Borgoña y si aconteciere que alguno de los que pretenden plaça en la
dicha compañía no fuese noble, siendo hijo de padres honrados, y sin nota de
infamia, dispensamos a que sea admitido habiéndonos primero servido por lo
menos seis años en la guerra.
Además:
Que de aquí adelante no sea admitido en la dicha Compañía ningún oficial
mecánico, o vil, y se procurará todo lo posible, que los que se recibieran demás
de las calidades arriba dichas, sean de buena presencia, sanos de miembros, y sin
falta en sus cuerpos, ni cobardes, ni ayan recibido afrenta alguna, y que sean de
edad de veinte y cinco a quarenta años.
Dichas condiciones se especificarían aún más en las nuevas instrucciones de
1626, donde se añadió que los archeros debían saber las lenguas necesarias, no ser
herejes ni mercaderes, no estar casados sino honradamente, no haber servido en
la guerra contra la Monarquía y no ejercer como domésticos de otras personas
mientras estuvieran en la guarda. Por último, la edad de comienzo de servicio debía ser de 25 a 30 años. Pese a todos estos requisitos necesarios para el ingreso, ya
las ordenanzas de 1589 no obviaban una realidad que estaba asaltando la vida del
cuerpo y que iba a tomar un cariz mucho más preocupante en reinados posteriores: la pérdida de lustre y de condición social de los miembros de la guarda 2244.
Esto no siempre había sido así y podemos considerar la existencia de tres periodos en la historia de la guarda, en cuanto a la extracción social y nacional de
sus miembros: 1º integradora de las élites flamencas desde su incorporación a
la Casa Real Hispana hasta los primeros años del reinado de Felipe II (1502-ca.
1560), 2º representante de la nación flamenca en la corte (ca. 1560-ca. 1640) y
3º decadencia y “extranjerización” de la unidad (ca. 1640-1704).
Es de sobra conocido que el apogeo de la presencia de flamencos dentro de las
Casas Reales tuvo lugar durante el reinado de Carlos V, debido a las especiales
2243
AGS, SP, leg. 2539, s.f. Hay copia en castellano y en francés.
2244 El asunto se trata en su artículo 11: “Y porque entre los cien Archeros que ay de
presente en la dicha guarda, ay algunos que no tienen las calidades que se requieren, mirar
se ha en que poderles ocupar para acomodarlos fuera de la dicha Compañía, en la qual es
nuestra voluntad, que se reciba de nuevo Archero alguno que no tenga las calidades y partes
arriva dichas, y que preceda siempre la información dicha”.
1210
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
circunstancias del mismo y a su habilidad para integrar a las diferentes elites territoriales en su servicio 2245. Así, la guarda de Corps se iba a unir a otras secciones
de la Casa como Capilla, Cámara, Caballeriza... en la integración de las familias
flamencas más importantes en el servicio al monarca, aunque con una gran diferencia con respecto a las anteriores 2246: nunca se contempló la entrada en ella de
capitanes, tenientes o archeros hispanos, pese a las diferentes “castellanizaciones”
que se produjeron en la Casa de Borgoña del emperador y que afectaron a otras
partes de la misma como gentilhombres, camareros, porteros o aposentadores 2247.
Debido a ello, la propia existencia de la unidad iba a garantizar la presencia en la
Corte de un elevado número de nobles y gentilhombres flamencos durante los reinados Austrias, constituyendo, junto con la Capilla, el mejor lugar de acomodo en
la Casa Real que iban a encontrar.
Sin duda, el conocimiento de los integrantes de la guarda durante este periodo es mucho más complicado que para los siguientes al no conservarse más
que roolos sueltos, mientras que desde 1553 en adelante han llegado hasta nosotros prácticamente íntegros 2248. Sin embargo, podemos considerar que, en
general, la condición social de los integrantes de la guarda durante este periodo de tiempo fue mucho más elevada que en los posteriores, dependiendo, por
supuesto, del cargo que ocuparan.
2245 Es de sobras conocida la influencia de los usos borgoñones en la Casa Real hispana
desde que llegaron a Castilla doña Juana y don Felipe [para este momento J. MARTÍNEZ
MILLÁN: “Los servidores de doña Juana y de don Felipe. Los orígenes de la Casa de
Borgoña en Castilla”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos V, op. cit., vol. I, pp.
59-63]. Sobre los consejeros y miembros de las Casas Reales de origen flamenco en tiempos
de Carlos V, J. MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos V, op. cit., vols. III-V. En cuanto
a los consejeros en época de su hijo, J. MARTÍNEZ MILLÁN y C. J. DE CARLOS MORALES
(dirs): Felipe II (1527-1598). La configuración..., op. cit., pp. 303-525 y los miembros de las
Casas Reales durante el mismo reinado en J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI
(coords.): La Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. II. Los del reinado de Felipe III, en J.
MARTÍNEZ MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de Felipe III, op. cit., vol. II.
2246
Para los nobles flamencos que ocuparon oficios en la Casa Real propios de la
nobleza, como gentilhombres de la cámara, de la casa o de la boca o costilleres, S.
FERNÁNDEZ CONTI: “La nobleza castellana y el servicio palatino”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN
y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. I, pp. 545-575.
2247
C. J. DE CARLOS MORALES: “Las reformas de las casas reales en 1522-1525”, en J.
MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos V, op. cit., vol. I, p. 233.
2248
Ver el apartado Fuentes y Bibliografía de mi libro Las guardas reales de los Austrias
hispanos, op. cit.
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Por lo que respecta a los capitanes, dignidad de una gran importancia en la Casa y en la Etiqueta, por lo que se antojaba como una apetecible prebenda, nos encontramos que con Felipe I fueron personajes nobles, pero que no pertenecían a
las familias de mayor alcurnia de Flandes y que tampoco gozaban de una gran importancia política como fue el caso de Roddick, bastardo de Antoine de Lalaing,
Claude de Salins o Louis de Vauldry. El puesto, sin embargo, se revalorizó con
Carlos V, que nombró a algunos capitanes procedentes de las grandes familias flamencas, que además no eran segundones, y que utilizaron en muchas ocasiones
el puesto como trampolín para su ulterior vida cortesana. Este fue el caso de Maximilianne de Lannoy, el señor de Corrieres o el conde de Meghem, aunque otros
fueron de menor alcurnia, como el señor de Habbarcq o Philippe de Montmorency, conde de Horn. El procedimiento seguido por el monarca para el nombramiento de capitán era el siguiente:
Quando su Majestad se sirve de nombrar capitán expide su Real Decreto al
señor Mayordomo Mayor o Bureo y en virtud del se le recive juramento y se le haze
su asiento en los libros del greffier por donde se le da certificación de la merced
deste empleo sin que para ello preçeda otro ningún despacho así de título como
dezir la de su Majestad ni sea necesario mas de que para el régimen desta compañía
se arregle y ejecute conforme lo dispuesto por su Majestad en las ordenanzas y
instrucciones reales que están formadas para ello 2249.
Por lo que respecta a los tenientes, tanto el señor de Archmont como Guillaume de Flory, Louis de la Troilliere o el señor de Selles eran nobles de segundo orden que gozaban del favor de los capitanes correspondientes o, en
ocasiones, de amigos o “hechuras” de los máximos mandatarios de la guarda.
Los furrieres, eran personajes nombrados ex profeso para el cargo y provenían
de fuera de la propia guarda, exigiéndoles para ejercer este oficio que tuvieran experiencia previa en el ejército.
Por lo que respecta a los capellanes, eran personajes de procedencia diversa,
aunque nos consta que debían pertenecer previamente a la capilla borgoñona de
Carlos V y Felipe II, caso de Jacques Alardi, capellán des basses messes de la petite chappelle del emperador, o Jehan Moufflin, que estuvo en el cargo más de 30
años, desde que en 1554 entrara a servir en la guarda del príncipe Felipe.
2249 Como se recoge en el “Resumen de apuntamientos que se dieron al excelentísimo
señor condestable mayor tocantes a algunos puntos de observancia en la guarda de Corps de
su Majestad según las ordenanzas que tiene y otras órdenes a este fin” (AGP, Reinados,
Carlos II, caja 121, carpeta de 1682).
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
En cuanto a los archeros, resulta difícil marcar una pauta general sobre su composición social durante el periodo ante la escasez de fuentes pero hay algo que llama poderosamente la atención: el elevado número de hijos bastardos de familias
nobles que ingresaron en el cuerpo. Así, encontramos cerca de 30 durante el reinado de Carlos V, lo que supone un número considerable, teniendo en cuenta las
lagunas temporales que tenemos en la documentación. Debido a ello, podemos deducir que la guarda de Corps se mostraba como una excelente salida para gentilhombres, segundones y baja nobleza, como fue también el caso del borgoñón señor
de Montclaire, que podían medrar en el servicio real a través de esta compañía.
Por supuesto, también era importante para poder ingresar en la guarda contar
con el beneplácito del capitán, que tenía la potestad de elegir a los nuevos archeros, lo que les permitía disponer de una importante fuente de prebendas para premiar a sus “hechuras”, o de algún poderoso cortesano que pudiera impulsar su
carrera 2250. En cuanto a su procedencia geográfica, nos encontramos con archeros
de todas y cada una de las XVII provincias, aunque con preponderancia numérica
para las más importantes y pobladas, como Flandes, Brabante, Artois, Hainaut o
Borgoña –referida en esta época al Franco Condado– 2251. En ocasiones era posible que se colara de forma esporádica algún integrante de origen “extranjero”, pero siempre de una categoría social no desmerecedora de tan prestigioso cuerpo 2252.
Una vez que la guarda de Corps dejó de funcionar como integradora de las élites, pasó a ser utilizada como representante de la nación flamenca en la Corte. Carecemos de un estudio en profundidad de la presencia de naturales de los Países
Bajos en la Casa Real y sus relaciones con el resto de compatriotas residentes en
2250
Como es el caso de Fery de Guyon, servidor de Luis de Praet.
2251 En el Tour de Rolle de 1534 nos encontramos con 22 archeros de Artois, 16 de
Flandes, 12 de Brabante, 10 de Borgoña, 9 de Hainaut, 5 de Namur, dos de Lieja y uno de
Bonnières, Luxemburgo y Tornaisis más los 6 extranjeros reseñados más abajo y algunos más
no especificados. En cuanto al de 1548, habría 34 de Artois, 25 de Hainaut, 23 de Brabante, 18
de Flandes, 16 de Borgoña, dos de Namur, Güeldres y Luxemburgo, uno de Engembourg,
Tournai, Holanda, Zelanda, Cambrai y Lieja más los tres extranjeros. Por último, en el de 1561
habría 26 archeros de Brabante, 19 de Artois, 13 de Flandes, 12 de Hainaut, 10 de Borgoña, 4
de Lille, dos de Douai, Frisia y Namur y uno de Holanda, Cambrai, Utrecht y Lieja.
2252
Así, en el Tour de Rolle de 1534 aparecen los italianos Anthoine Resbagnet, Moris de
la Motte y el bastardo de Mosset (nombres afrancesados), Benedicto y Mando de Saboya o
Francisco de Gattinara o “Le breton”, conocido así en la guarda por su origen. Por lo que
respecta al de 1548 el número habría descendido, pues estarían el italiano Anthoine Vacquet y
los saboyanos Michel Apuviyet o Jacques Pourat. Finalmente, en el de 1561 ya no aparecería
ninguno, al menos, de forma oficial, y en el de 1593 únicamente un alemán.
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la Corte 2253, pero es indudable el contacto permanente que se producía entre los
residentes de esa nación tanto en Madrid como en Valladolid, y que en 1606 suponían unos 500 más los miembros de la guarda 2254. Debido a esto, resulta de especial importancia el estudio social de los miembros de la guarda de archeros de
Corps para poder conocer un poco mejor el grado de integración de la nación flamenca en la Monarquía.
Por lo que respecta a los capitanes, la crisis del cargo debilitó su figura y se puso al frente a Charles de Tisnacq con el cargo de teniente interino (1578-1588), una
experiencia no demasiado afortunada debido, en gran medida, a su condición no
nobiliaria. Tras el nombramiento del I conde de Solre (1588-1596), el cargo permanecería ligado a su familia casi 100 años (en concreto hasta 1682), excepto el
tiempo en que estuvo en manos del duque de Aerschot (1644-1659); es decir, continuó perteneciendo a algunas de las familias nobles más poderosas de Flandes.
Es preciso señalar un interesante caso de integración de estos capitanes en la
vida de la Monarquía, como la relación del II conde de Solre (1623-1638) con la
Real Fábrica de Artillería de Liérganes o “los ingenios de fierro colado” como se
llamaban en la época. Aunque aún no está aclarada totalmente la vinculación del
capitán, parece ser que puso el dinero para que iniciara su funcionamiento entre
1617 y 1622, colocando a algunas “hechuras” suyas en puestos de relevancia. Entre ellos, lógicamente, habría varios archeros que, o bien, habían recibido su plaza
en la guarda por relación previa con el capitán o habían alcanzado su confianza durante el servicio. La posición de Solre le permitió conceder licencias especiales o
reservar a algunos para que pudieran centrarse en su trabajo en la fábrica; este fue
el caso de Adam de Roggival, Mathias Charles (1627-1628), el furrier Cornelio
Luidinx (1628-1629) y, sobre todo, Jorge Bande, secretario personal de Solre, que
ocupó el puesto de gerente de la fábrica al ser reservado en la guarda en 1631 y acabó comprándola al propio capitán para pasar a ser el propietario único de la misma. Posteriormente, la fábrica continuó hasta su nacionalización en 1763 2255.
2253 Si que existe, en cambio, numerosa bibliografía sobre otros grupos de flamencos
residentes en Castilla como los mercaderes. Para un estado de la cuestión y bibliografía, A.
CRESPO SOLANA: “Nación extranjera y cofradía de mercaderes: el rostro piadoso de la
integración social”, en actas del I Coloquio Internacional Los extranjeros en la España
Moderna, Málaga 2003, vol. II, pp. 175-187.
2254
Como así consta en un informe con fecha del 22 de diciembre de 1606, encaminado
a estudiar la posibilidad de crear un hospital para la nación flamenca en la Corte, el futuro
hospital de San Andrés (AGP, RC, caja 17, exp. 9).
2255
Trata sobre el asunto L. R. BARTOLOMÉ MARCOS en su artículo “Los archeros de Su
Majestad y las fábricas de artillería”, ASCAGEN, Revista de la Asociación Cántabra de Genealogía
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Los tenientes, por su parte, siguieron siendo nobles flamencos de segundo nivel, y, además, desde el momento en que dejó de serlo Jacques de Cröy (15881596) para pasar a ser capitán, dejaron de tener buena correspondencia con los
máximos dirigentes de la guarda, al no tener estos apenas influencia en su elección.
Como ya indicamos, sus gajes eran de 18 placas al día más los 36 que tenían por
gentilhombre de la boca; este oficio era de mayor categoría y salario que el de gentilhombre de la casa y se había concedido ese ascenso como prebenda a los tenientes de la guarda desde tiempos de Selles, siendo la única excepción Tisnacq, que
continuó siendo de la casa por su condición de interino. Juntando ambos salarios,
los tenientes percibirían en estos momentos un total de 197.100 maravedís al año.
En cuanto a los furrieres, pasaron a ser antiguos archeros que habían ido ascendiendo dentro de la guarda hasta conseguir llegar a ocupar este oficio, asociándose el cargo a la familia Wissenacken durante cerca de 60 años 2256. La
posesión de este oficio les ayudó a mejorar su condición social y a entroncar con
familias tan importantes como los Robles, barones de Billy, de gran tradición en
el ejército de Flandes 2257.
El perfil de los capellanes continuó siendo similar al del periodo anterior, es
decir, capellanes de la Casa de Borgoña de los monarcas, con una notable influencia sobre el resto de flamencos de la Corte como sucedió, sobre todo, con el maestro Oliverio Danis (c. s. 1604-1611). Normalmente, el cargo de confesor de la
guarda solía estar ligado al de capellán pero en 1591 se le concedieron de forma
excepcional a Jehan Fostyer, preboste y canónigo de la iglesia de Chimay, los oficios de capellán del rey, confesor de los archeros y del común de los residentes extranjeros en Madrid, así como el de administrador del hospital de San Andrés.
Donde sí se producirían notables cambios sería en los archeros, que pasaron
a responder a la realidad social de esta nación en la Corte. Los motivos por los
cuales se concedió el ingreso en la misma se multiplicarían y serían mucho más
numerosos que en las otras dos guardas palatino-personales. Por supuesto, gran
cantidad de ellos ingresaron en el cuerpo provenientes del ejército 2258, pero hubo
4 (2010), pp. 27-83. Desde aquí me gustaría agradecer al autor toda la información que me ha
proporcionado sobre este asunto, además de numerosa bibliografía que cita en dicho artículo.
2256
Para ellos, me remito a mi artículo sobre los Wissenacken citado anteriormente.
2257
Esto fue posible gracias al matrimonio de Pieter van Wissenacken con Margarita
Robles, hermana de Gaspar de Robles, I barón de Billy.
2258
Valgan como ejemplo Lázaro Galvaleto, que sirvió en Flandes durante 15 años,
Guillaume Briens, otros 6 años con Alejandro Farnesio, Isemblar Graver, que militó durante
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otras vías de entrada como la tradición familiar de servicio a la Monarquía 2259, la
existencia de familiares que sirvieran en la propia guarda 2260, servicio en alguna de
las Casas Reales 2261, o la pertenencia a familias importantes de Flandes 2262. De
igual modo, el oficio de archero se convirtió en una forma de premiar a flamencos
que hubieran realizado algún servicio previo de importancia a la Monarquía, siendo los más famosos Jehan Llhermite, Hendrick Cock, Paulo van Mullen, Gabriel
Diricksen o Juan vander Hamen 2263. Asimismo, conocemos casos de personajes
que mantenían una estrecha relación con el capitán de la compañía que, como rezaban las ordenanzas, era el que procedía a los nombramientos 2264.
4 años en Flandes en la compañía de arcabuceros a caballo del capitán Pedro de Mendoza y
6 en la del capitán Juan Godón de caballos y lanzas por gentilhombre de la misma, o
Nicolaes du Prie, que sirvió 10 años en la infantería española en Portugal y Nápoles.
2259 Hay numerosísimos casos como el de Gilles Block, primo de Hans Block que fue
camarero y administrador del secretario Antonio Pérez, Alonso Huerta, hijo del furrier de la
capilla Juan Huerta, Adriaen Coolbrant, cuyos abuelos sirvieron como teniente gobernador y
gran bailli de Alost y de regidor de Hulst y su padre fue durante 25 años greffier en Hulst hasta
que los rebeldes lo echaron y el archiduque Ernesto le concedió el oficio de secretario del
consejo provincial de Flandes, o Pierre Virant, cuya familia sirvió a Farnesio, don Juan de
Austria, los archiduques Alberto y Ernesto, al conde de Fuentes y al marqués de Falces. Un
caso singular es el de los tapiceros flamencos de la Casa Real, muy apreciados por los monarcas
hispanos desde Carlos V, que, merced a su servicio, pudieron colocar a varios miembros de sus
familias en la guarda; tal es el caso de Antonio de Utrecht, hijo de Pedro de Utrecht, y, sobre
todo, de Frederick y Guillaume de Pannemaker.
2260 Igualmente, los casos son abundantes, comenzando por los citados Wissenacken y
siguiendo por los Bellet, los Groeninghen, los Molinet, los Mollenghien, los Valrans, los
Vassecourt, los Warendorp o los Wauters.
2261 Entre estos nos encontramos a Jacob van Weymelen, que había servido en la guarda
alemana desde, al menos, el segundo tercio de 1579 hasta el primer tercio de 1585 en que pasó
a la guarda de Corps, Martín de Apont, que estuvo en el guardajoyas del rey desde 1596 hasta
1612 en que pasó a la guarda, o Jehan Jouy, que estuvo desde 1599 hasta 1606 en la compañía
de arcabuceros a caballo españoles de la guarda del archiduque Alberto en Flandes.
2262
Destaca, sobre todo, Baltasar de Lannoy.
2263
Junto a estos, hubo otros personajes como Ferdinandus van Aerschot, Jehan de
Damhouder o Adriaen Coolbrant, que habían realizado oficios de papeles relacionados con
Flandes antes de incorporarse a la guarda y se les premió con el ingreso en la misma.
2264
Albrecht vanden Duengue, por ejemplo, fue paje de lanza del marqués de Falces y
llevó el guión de la compañía en la Jornada de los casamientos de Felipe III y el archiduque
Alberto antes de ingresar en la unidad por intermediación del capitán. Pierre Renier, por su
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Por lo que respecta a su procedencia geográfica, conviene resaltar que no solo no se produciría un descenso en el número de archeros provenientes de las
provincias rebeladas, sino todo lo contrario, ya que se pudo convertir en refugio
para aquellos que habían demostrado su catolicismo y habían perdido sus tierras
y posesiones por ello 2265. El resto se distribuiría entre las provincias no rebeladas, aunque con preponderancia de nuevo de las más importantes y pobladas como Hainaut, Flandes, Borgoña o Brabante, destacándose especialmente esta
última 2266. Como novedad conviene destacar que, por primera vez, comenzarían a aparecer en la guarda personajes pertenecientes a familias procedentes de los
Países Bajos pero que habían nacido en Madrid, algo que se multiplicaría en momentos posteriores.
En general, su periodo de servicio era bastante largo –algunos archeros como Guillaume de Otthen o Pierre de Cambray llegaron a servir más de 40
años–, aunque hubo casos en los que el servicio fue fugaz, como en el caso de
Phelips Streng o Martín Suerz que ejercieron apenas unos meses. La gran mayoría de los flamencos que entraban en la guarda la tenían como fin último y
cúlmen de sus aspiraciones en el servicio al monarca, aunque hubo varios, más
ambiciosos, que consiguieron a través de su servicio nuevas prebendas y mejores oficios, tanto en el ejército como en las diferentes Casas Reales 2267. Resulta
especialmente interesante en este punto el importante trasvase que se produjo
parte, tenía una relación estrecha con el marqués de Falces, tanta que este fue uno de los
testigos de su boda con Juana de Legasa en 1619.
2265 Así, mientras en el Tour de Rolle de 1561 nos encontramos con un holandés, dos
frisones y un archero de Utrecht, en el de 1593 aparecen 7 holandeses, un frisón, uno de
Utrecht y tres de Güeldres y en el de 1626 habría dos frisones, dos holandeses, uno de Utrecht
y uno de Güeldres.
2266
En el Tour de Rolle de 1593 habría 34 archeros de Brabante, 13 de Borgoña, 9 de
Flandes y Hainaut, 7 de Artois, 4 de Namur, 3 de Lieja y Malinas, dos de Lille y Tournai y
uno de Luxemburgo y Alemania. Por lo que respecta al de 1626, habría 41 de Brabante, 19
de Flandes, 17 de Hainaut, 8 de Luxemburgo, 7 de Artois, 4 de Namur, tres de Borgoña y
Luxemburgo y uno de Lieja.
2267
Entre los que mejoraron oficio dentro de la Casa Real nos encontramos a Jehan de
la Haye, que pasó a ser mayordomo del estado de don Juan de Austria cuando marchó a
Flandes en 1576, Gilles de Roy, sumiller de la panatería del propio don Juan, Pierre Barain,
ayuda de la salsería del rey tras dejar la guarda en 1593, Jehan van Oostendorp que fue
nombrado en 1596 aposentador de Casa y Corte de la Casa del archiduque Alberto, en cuyo
servicio también entró como correo en la misma fecha Bertrand le Saige, o Claude Borquin,
que recibió a comienzos de 1617 las plazas de archero reservado y de macero.
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entre la guarda de Corps y los oficios de armas que se encontraban ubicados en
la Caballeriza.
En todos los casos, para poder ingresar en la guarda los candidatos debían
realizar una limpieza de sangre, similar a la realizada por los aspirantes a ocupar un hábito de las órdenes militares y corporaciones nobiliarias, en la cual se
probaran las condiciones requeridas arriba apuntadas 2268. El interrogatorio que
debían sufrir los archeros y sus testigos tras las Ordenanzas de 1626 tenía las siguientes preguntas 2269:
Interrogatorio de los Capítulos que el Rey Nuestro Señor manda guardar por
sus Reales ordenanzas para obtener cualquier pretendiente la plaça de archero
guarda de Corps de Su Magestad son los siguientes:
1. que sean Vasallos nacidos de una de las diez y siete provincias de Nos payses
baxos, o de nuestro Condado de Borgoña, Hijos de Hombre nobles, o
ciudadanos honrrados, que con éstos se podrá dispensar, con que nos ayan
servido por lo menos con seis años de guerra y sean Hacendados;
2. que sepan las lenguas necesarias, no ayan sido manchados de Injuria, ni
tachas de nota infamia;
3. que no hayan sido mercaderes ni hecho officio, ni trato vil, o mecánico;
4. que no sean casados sino honrradamente y con buena habiente;
5. que sean sanos de Cuerpo, de buena presencia y disposición y no enfermizos;
6. que no ayan servido en Guerra contra nosotros;
7. que sean de hedad V. y cinco años a treynta poco más, o menos.
Por los siete artículos de arriba an de ser preguntados y examinados los testigos
que se presentasen y propusiesen de parte del pretendiente, o del capitán, o
teniente de la otra Compañía, y las informaciones atestaciones an de venir firmadas
2268 Nos encontramos numerosos ejemplos de estas limpiezas de sangre en los expedientes
personales de los archeros en AGP, SH, cajas 162-168, como las de Luis de Rode, Damián
Brisart, Ferdinandus van Aerschot, Mathias Favellon, Gerard van Elerborn, Mathias Favellon,
Anthoine le Francq, Jehan Gerardez, Jehan Gilles, Mathias Lambert, Jehan Robert o François
Terlincken. Estas limpiezas de sangre son, asimismo, un testimonio muy interesante sobre
relaciones con otros flamencos de la Corte, que eran los encargados de realizarlas y de contestar
sobre ellas. Así nos encontramos, por ejemplo, con la de Gregoire Picart, realizada por
Hendrick Cock y cuyos informantes fueron Inglebert Jurlurr, cantor de capilla del rey, Jehan
Carpentier, capellán real y Juan Carán de la Capilla y como testigos asistieron el archero Carlos
de Amberes y Simón Mercenar, cantor de la capilla real.
2269 Este, en concreto, sería el que tuvo que seguir Philippe Morel el 9 de marzo de
1654 (viene detallado en F. NAVARRO, C. MORTERERO y G. DE PORRAS Y RODRÍGUEZ:
Catálogo de la noble guardia de archeros de Corps. La prueba nobiliaria en los archeros de la noble
guardia de Corps, Madrid 1962, pp. 4-5).
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
de una forma autorizadas y selladas por el magistrado de la Ciudad, villa y
jurisdicción donde fuera natural el pretendiente, para que vistas por el capitán o
teniente siendo de la Calidad que convenga y se quiere ordene y mande. Lo que sea
de Haber para ser Recibido y admitidos en la otra Compañía, y sobre todo el mayor
servicio de su majestad y para que conste y en su derecho.
Además de responder al interrogatorio, los aspirantes debían presentar los siguientes documentos: 1º Instancia donde constaran su naturaleza y méritos propios o de sus familiares, 2º Certificación de Nobleza, 3º Certificados de limpieza
de sangre, 4º Partida de bautismo, 5º Certificaciones de servicios en guerra, 6º
Documentos acreditativos de los cargos y servicios ejercidos por ellos o sus familiares y 7º Información testificial ante una comisión nombrada por el rey, donde
constaban los apartados anteriores de nobleza, cristiandad, limpieza de sangre y
oficiales viles, casamiento y lealtad al rey. Sin embargo, a medida que fue transcurriendo el siglo XVII, todos estos requisitos y documentos se comenzaron a pasar por alto y entraron a servir en el cuerpo flamencos que no reunían las
cualidades adecuadas, lo cual provocó un aumento de la conflictividad 2270.
Una vez demostrada su limpieza de sangre, debían ser admitidos en la guarda por mandato del capitán, que, únicamente, tenía que comunicarlo mediante
un billete al Bureo, jurando el oficio en sus manos. En concreto, durante la capitanía del II conde de Solre, la forma del juramento había variado con respecto a la que se llevaba a cabo anteriormente y era:
estando en pie el brazo derecho en alto y los dos dedos más cercanos al dedo pulgar
alzados y proponiéndole el furrier los capítulos siguientes en lengua francesa o
española 2271:
1. Vous jures ici entre les mains de Monsieur le conte de Solre vostre capitaine,
d’estre leal et fidel au Roy vostre maistre.
2. Jurant aussi et promettante ne servir a aultre prince ne seigneur en forme et façon
quelconque.
3. Et en tous lieux et plaçes que vous vous trouverés, qu’on parlerat ou fairat chose
que soit au prejudice du Roy serás obligé d’en faire raport a vostre capitaine ou
lieutenant.
4. Auxqueles vous furez aussi de porter tout despert et obeissance comme a vos
chieffs.
2270
Algunos casos que llaman la atención fueron los de Florens de Gilbode, al que se le
retiraron los gajes durante un año por unos hechos escandalosos que protagonizó en Getafe,
Jehan Lecfort, al que se le retiró la plaza por los maltratos que tuvo hacia su mujer María
Rodríguez, o Gaspar de Mollenghien, al que se le expulsó por no cumplir con sus obligaciones.
2271
AGP, SH, caja 168/3.
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5. Et en cas que soyez de faillant en au leur poinct ou article de ce vostre serment
seres demis et a ce de vostre estat.
6. Estrés vous content de ainsi le furer et promettre?
El archero respondía:
Je le feré et promet ainsy in ayde dieu et tous les saincts.
Tras ser asentados en la guarda, los archeros establecían su residencia en la
Corte y comenzaban a relacionarse con su entorno y a integrarse en la vida madrileña, o vallisoletana de 1601 a 1606, aunque en ocasiones debían pedir licencia
para retornar a Flandes a realizar servicios ajenos a la guarda 2272 y a hacerse cargo de sus haciendas o de las de su familia o tratar de que le fueran devueltas por
los rebeldes 2273. Por supuesto, algunos de ellos se acabaron quedando en su tierra natal y no retornarían a Castilla 2274, siendo también numerosos los casos de
archeros que se pasaron más tiempo en Flandes que en Madrid durante su periodo de servicio, dejando, normalmente, poderes a alguno de sus compañeros para
que percibieran sus gajes por ellos 2275.
Su integración en la vida de la Corte variaría sustancialmente según su periodo de estancia y sus intereses en crear lazos pero, en general, fue más profunda
que la de los miembros de la guarda tudesca, gracias a la presencia de numerosos flamencos en Madrid; de hecho, los casos de archeros que llegaron jóvenes a
2272
Los casos de licencias para volver a Flandes fueron muy numerosos, pero podemos
destacar a los guardas que fueron a realizar otros servicios como los que acompañaron al
archiduque Alberto a Flandes en 1595, que fueron Gerard de Gessele, Jehan van Oostendorp,
Bertrand le Saige, Jehan vander Piet y Gilles Valletz, o aquellos que hicieron el viaje con el
marqués de Falces en 1603. Otro caso interesante es el de Jehan de Croisy, que sirvió durante
un tiempo a Thomas de Granvelle, sobrino del Cardenal Granvela, en el condado de
Borgoña.
2273 Entre ellos nos encontramos a Pieter Tromp, que tuvo que volver a su tierra natal
de Rotterdam para evitar el embargo de sus bienes, Philippe Poitiers, cuya madre
Magdalena de Spínola abjuró del catolicismo y por ello se le secuestraron sus bienes en
Valenciennes y tuvo que reclamarlos en Flandes, o Jehan de Witt, que acudió a Amsterdam
para recuperar sus bienes pero no lo pudo conseguir.
2274
Algunos casos fueron los de Anatoyle de Sacclet, que se quedó sirviendo a don Juan
de Austria, Jehan vander Laken, Cornelis van Dellem, George le Petit o Nicolaes Marron.
Solían apurar sus licencias y esperaban a ser expulsados de la guarda sin presentar su
renuncia para continuar percibiendo sus gajes durante ese tiempo.
2275
Corneille Sluyters, por ejemplo, de 12 años de servicio estuvo 6 en Flandes, y
Gilles de Roy estuvo más de 12 años ausente durante su pertenencia a la guarda.
1220
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Castilla y se asentaron definitivamente aquí junto a su familia no fueron extraños 2276. Hubo algunos que, incluso, compatibilizaron su puesto en la guarda
con otros oficios que demostraban su integración, caso de mercaderes 2277 y, especialmente varios relacionados con los Sitios Reales. Así, nos encontramos con
dos alcaides y guardamayores de la Casa Real del bosque de Segovia (Valsaín) 2278,
dos conserjes de dicha casa 2279, dos tenientes de alcaide de la Casa de Campo 2280,
un superintendente de los jardines del mismo Real Sitio 2281, un conserje de El
Pardo 2282, un guardamayor de los bosques de la Zarzuela 2283, un ebanista en el
Alcázar de Madrid 2284, un veedor y gobernador para ausencias y enfermedades
de Aranjuez 2285, un conserje y guardajoyas del Buen Retiro 2286 y a Damian Goetens, que sirvió igualmente en el Buen Retiro donde fue, sucesivamente, ayuda de
guardajoyas y ropa, ayuda de tapicero, conserje, guardajoyas y ropa y tapicero
2276
Entre los que echaron raíces en Madrid nos encontramos, entre otros muchos, a
Pierre Renier, que casó con Juana de Legasa en la calle de Alcalá, tuvo 9 hijos, casa propia y
falleció aquí. Igualmente, ya nos hemos referido a los Wissenacken o los van Mullen.
2277
Los mercaderes dejaron de tener trabas para ingresar en la guarda con Felipe IV y
hubo casos muy importantes como los de Guillermo de Lovaina, Abraham Leerse o Jorge
Bande. Sobre los archeros mercaderes, M. D. RAMOS MEDINA: “Los ‘archeros de la guardia
de Corps de su majestad católica’ en la corte de los últimos Austrias. Una aproximación a su
estudio”, en P. FERNÁNDEZ ALBALADEJO (coord.): Actas de la IV reunión de la AEHM,
Alicante 1997, vol. I: Monarquía, Imperio y pueblos en la España Moderna, pp. 793-806, y A.
ESTEBAN ESTRÍNGANA: “Provisiones de Flandes y capitales flamencos. Crónica de un
encuentro anunciado en la primera mitad del siglo XVII (1619-1649)”, en C. SANZ AYÁN y
B. J. GARCÍA GARCÍA (eds.): Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos
Países Bajos (1505-1700), Madrid 2006, pp. 233-274.
2278
Caso de Gaspar de Mollenghien (1609-1625) y su hijo del mismo nombre (1625-
1637).
2279
Jacques de Papenhoven (1568-1604) y Gaspar de Mollenghien (1604-1609)
respectivamente.
2280
Mattheo de Reynalte (1627-1636) y Pablo Sonnio (1643-1645).
2281
Éste fue el famoso jardinero flamenco David de Marselar (1621-1629).
2282
Jacques le Mucq (1611-1639).
2283
Miguel Carlier (1638-1646).
2284
Juan Vinberg (1648-1672)
2285
Baltasar Molinet 1639-1647 y 1649 respectivamente.
2286
Manuel Mayers (1668-1693).
1221
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durante los años centrales del siglo XVII. Del mismo modo, aquí conviene resaltar
que el II conde de Solre fue miembro de la Junta de Obras y Bosques de 16241638, siendo, por otra parte, el único componente no hispano de la misma durante los reinados Habsburgo.
Por otro lado, otro dato que nos habla de la integración de los archeros en la vida madrileña es que era mayor el número de ellos que llegaba a comprar casa propia que aquellos que mantenían la casa de aposento que debían recibir todos 2287.
Lógicamente, las mayores afinidades que los archeros encontraban en sus relaciones personales se daban con sus propios compañeros, pero no se circunscribían
únicamente a ese círculo y tuvieron contacto con otras personas de su propia nacionalidad residentes en la Corte, e incluso con personajes de otras como tudescos
y castellanos 2288. Por supuesto, las relaciones entre los archeros no estaban exentas de problemas y no eran infrecuentes los enfrentamientos entre ellos 2289.
2287
Para un estado de la vivienda de la compañía en 1591 el listado conservado en AGP,
SH, caja 170. Los casos de miembros de la guarda con casa propia son muy numerosos y
podemos enumerar a Nicolaes de Gravenlochs, que poseía una en Canillejas, Jehan Bruart,
con domicilio en la calle de la Flor, Michiel du Fiesne, con casa en la calle de San Marcos,
Matheo de Reinalte, en la calle de las Urosas, o Philippe Dufour en la de San Luis.
2288 Así se puede observar en los testamentos, donde encontramos una mayoría de albaceas
de la propia guarda, como en el caso de Melchior Bouchaut, con los archeros Pierre Simon y
Ferdinand de Aerschot como testamentarios, Jehan Beckere, con sus compañeros François
vander Stressen y Guillaume Briens, o Robert de Latre, que dejó al cargo de su testamento a
los archeros Pierre Berclau, Philippe Lorençot y Gaspar del Vaux. En cuanto a quienes incluían
como testamentarios a destacados miembros de su nacionalidad o de la alemana, muchas veces
junto a archeros, nos encontramos a Baltasar Paure, cuyos albaceas fueron su mujer flamenca,
el conde de Galbes y el archero Pierre Charles Yanoberquel, al capellán Oliverio Danis, que
como ya vimos tuvo de testamentarios al capellán real y confesor del común Juan Fostyer, al
capellán de la guarda tudesca Walter Quining y al macero reservado de su Majestad, Gaspar des
Martins, Noel Berkel, con el archero Michiel du Fiesne, su suegro, su mujer Margarita de
Fiesne y los criados del rey Pedro Hardes y Julian Deque, o Daniel vanden Plas, que nombró
como albaceas a Enrique Spluc, flamenco que vivía en casa propia en la calle de Fuencarral, el
archero Thomas Brisart y a su mujer María. Por último, nos encontramos con aquellos archeros
que incluían a castellanos en sus testamentos, normalmente junto a compatriotas, como Martín
Bergensten, que dejó al cargo de su testamento a Fray Pedro Vázquez de la Vitoria, al archero
Pierre Charles y a Hans Leopold, escribano de la guarda tudesca, Michiel du Fiesne, con el
castellano Gonzalo de Hoyo y los archeros Hans Dierens y Noel Berkel como albaceas, o
Sebastien Palme de Clercq, cuyos testamentarios fueron su mujer de origen castellano,
Jerónimo de León, caballero de Montesa, y el secretario Francisco de Arrieta.
2289
Tal es el caso de Nicolás Faigneau que tras participar en el entierro de Felipe III sufrió
un ataque en el pecho, lo que le produjo asma. Por ello, se le relevó de dormir en palacio las
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Por último, resaltar que en este periodo los matrimonios de los archeros con
castellanas se celebraban casi en la misma proporción que con flamencas 2290, siendo un número menor los oficiados con mujeres de otras nacionalidades 2291. Por
supuesto, las bodas con familiares de otros miembros de la guarda eran bastante
frecuentes 2292.
El problema de estos archeros llegaba cuando se les reservaba, ya que las
pensiones se abonaban desde ese momento vía Conseil des Finances en Bruselas,
recibiéndolas hasta que se les concedía un oficio del Tour de Rolle o un entretenimiento en los ejércitos de la Monarquía, ambos en los Países Bajos. Debido a
ello, los guardas reservados debían afrontar la importante decisión de retornar
a sus tierras de origen o, por el contrario, permanecer en Madrid donde habían
establecido su residencia y organizado su vida 2293. Esta disyuntiva era difícil de
resolver en el caso de los archeros que hubieran contraído matrimonio con castellanas, criado a sus hijos en Castilla, adquirido una residencia e integrado en
la vida de la capital de la Monarquía.
En cuanto a los ocupantes de los oficios menores, como los trompetas, herradores y silleros-guarnicioneros –hay que recordar que los archeros iban
montados a caballo–, hay que recalcar que escapaban a la obligación de ser flamencos y no era necesario que tuvieran origen hidalgo al desempeñar trabajos
noches de guarda, pero el teniente, avisado por algunos archeros con los que Faigneau tenía
mala relación de que el dolor no era tan fuerte, se enfadó, le encarceló y le retiró la certificación,
que no le sería devuelta hasta 1638.
2290
Para observar la práctica paridad de matrimonios de archeros con flamencas y con
castellanas, H. COCK: Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585, a Zaragoza, Barcelona y
Valencia, ed. de A. Morel-Fatio y A. Rodríguez Villa, Madrid 1876, donde nos aparece una
lista de los archeros durante dicha Jornada junto con su origen y el de sus esposas.
2291
Durante los reinados de Felipe II y Felipe III solo nos hemos encontrado con Pierre
de Tollonson y Jehan Spe, que casaron con portuguesas a las que conocieron durante su
estancia en la Jornada realizada a dicho reino por Felipe II.
2292
Entre estos nos encontramos a François Roset, Mathieu Loulbart, Gaspar
Mollenghien, que casó con la hija de Pierre Virant, François de Laultre, que contrajó
matrimonio con la hija de Nicolás Moreau, y Lázaro Galvaleto, que casó con la hija de Jehan de
Cröy.
2293 En general, la mayoría permanecía en Madrid como podemos observar en el listado
de los archeros reservados de 1618 conservado en AGP, SH, caja 171. De los 18 que había
en la relación solo 4, Gaspar de Louaer, Jehan van Ophem, Jehan de Damhoudere y
Albrecht vanden Dengue, se encontraban en Flandes en ese momento. Esta situación se
modificaría con Felipe IV al potenciarse el Tour de Rolle.
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manuales. Nos consta que durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV,
estos oficios fueron desempeñados por familias que pasaban el cargo de unos
miembros a otros y ligaban así su suerte a la de la unidad. En concreto, uno de
los dos puestos de trompetas, que procedían de la escuela italiana de la caballeriza, fue copado por la familia Castellanos desde 1597 hasta 1625; el primer integrante de dicha familia que ejerció en dicho oficio fue Francisco desde 1597
hasta 1602, luego Leonardo desde 1602 hasta 1616 y, por último, Juan Marcos
de 1616 a 1625. Lo mismo sucedió con los silleros-guarnicioneros, manteniendo
el oficio Gaspar Valea padre durante todo el reinado de Felipe III hasta 1619 y pasándolo en esa fecha a su hijo del mismo nombre, que ejerció durante gran parte del reinado de Felipe IV. Por lo que respecta a los herradores, conocemos que
Juan de Arroyo lo era desde, al menos, la Jornada de Portugal hasta su fallecimiento en 1599. Tenía dos hijos, Juan y Domingo, pasando el primero a servir
como herrador durante todo el reinado de Felipe III, ya que venía ayudando a su
padre desde Portugal. Su hermano, sin embargo, reclamó en 1617 que los gajes
se compartieran, resolviéndose con la concesión del oficio en 1623 a Domingo y
reservando a Juan.
Por último, durante las Jornadas o en ocasiones puntuales se debía contratar
a algunas personas para que ejerciesen oficios manuales de forma coyuntural y
conocemos a algunos de ellos, como Cristóbal Moreno, alguacil y procurador en
los caminos para que los mantenimientos se vendieran por lo justo durante la
Jornada de Monzón en 1585, Villasantos, alguacil y comisario de la compañía
durante la misma jornada, o Marcos Hurable, calcetero durante la estancia de
la Corte en Valladolid. A veces estos oficios fueron ejercidos por archeros, caso
de Isemblar Graver que fue sastre de la compañía durante un tiempo, por lo que
le fue denegada en 1612 la patente de nobleza.
Mención especial dentro de esta categoría merece el cargo de comisario, personaje encargado del aprovisionamiento de la unidad, así como de estar presente
a la hora del pago a los guardas, que desde 1607 pasó a tener carácter permanente, aunque Pierre Dimas van Wissenacken lo compaginara con el de archero hasta 1615. Después de esa fecha, el cargo fue ocupado por personajes que no habían
pertenecido a la guarda con anterioridad y que, en la mayoría de los casos, tenían
los títulos de alguaciles de Casa y Corte o del Bureo, caso de Juan Pérez o Manuel de los Reyes, o estaban relacionados con alguno, como Claudio de Cos que
era hijo de uno de ellos.
Finalmente, durante el tercer y último periodo podríamos decir que la unidad perdió su condición exclusivamente flamenca y borgoñona, pues numerosos
“extranjeros” entraron a servir en la misma. Durante los reinados de Carlos V y
1224
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Felipe II habían ingresado en el cuerpo algunos personajes no flamencos que, por
otro lado, cumplían el resto de requisitos impuestos a la unidad. Felipe III procuró abortar esa posibilidad, manteniéndose esta decisión durante las primeras
décadas del reinado de Felipe IV. Sin embargo, a partir de 1640 aproximadamente, se empezó a producir la masiva entrada en el cuerpo de descendientes de antiguos archeros u otros flamencos que habitaban en la Corte y que habían nacido
en Madrid, siendo muchos de ellos más castellanos que flamencos, como denotaban sus apellidos 2294. Las ordenanzas trataron de subsanarlo mediante su envío a Flandes para aprender las lenguas y el oficio de la milicia 2295, pero muchos
consiguieron esquivar esas imposiciones 2296. Junto a este grupo, y aunque no sufrió una invasión tan acusada como las guardas tudesca y española, la unidad se
fue llenando de otros “extranjeros” que, en ocasiones, aducían su descendencia
de antepasados flamencos, caso del genovés Antonio María Neco. Sin duda, el
caso más sonado fue el del famoso arquitecto Teodoro Ardemans, nacido en Madrid de padre tudesco.
El punto álgido de esta “extranjerización” vendría cuando afectó a los cargos
de capitán 2297 o teniente 2298 durante los reinados de Carlos II y Felipe V, así como
2294
Así, por ejemplo, en 1662 el 33,63% de los miembros de la guarda, es decir 38
soldados, eran nacidos en Madrid (F. VELASCO MEDINA: “La corte: guardias reales en la
época de los Austrias”, op. cit., gráfico de la p. 153).
2295
Como fue el caso de Francisco Enrique Battens, nacido hacia 1613 en Madrid
como nieto del archero Henrique y sobrino del también archero Sebastian Hendrik. Cuando
este falleció en mayo de 1639 pidió ocupar su plaza, ya que este no tenía herederos, y lo
consiguió, aunque tuvo que esperar hasta realizar esa estancia en Flandes. El teniente conde
de Peer, le dio un salvoconducto en 1644 para que lo hiciera, pero Francisco trató de no
acudir con la excusa de estar casado y tener hijos, aunque finalmente tuvo que hacerlo y se
le incluye en los roolos desde el último tercio de 1651. Sin embargo, sirvió poco tiempo, ya
que falleció a finales de 1652 durante el viaje de vuelta de los Países Bajos, aunque consiguió
que su hijo Manuel Enrique heredara su oficio.
2296 Así pasó con Luis Leenart, hijo del archero Mathias, al que se le concedió la plaza
de archero durante el último tercio de 1655, dispensándole de marchar a Flandes pese a
haber nacido en Madrid por conocer la lengua y los largos años de servicio de su padre.
2297
Aunque primero fue nombrado un gobernador como Francisco de Sarmiento y
Toledo, marqués de Montalvo y barón de Gaibiel, que ejerció de 1678 a 1699, antes de que
se decidiera elegir al primer capitán no flamenco como fue Juan Francisco Castellví y Lanza,
marqués de Laconi, que sirvió de 1700 a 1704.
2298
El primero y único no flamenco fue don José de Sobremonte y Carnero, conde de
Villafranca, que sirvió de 1700 a 1704.
1225
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al de capellán, que desde la toma de posesión del licenciado don Martín López
Bayle en 1660 pasó a estar desempeñado exclusivamente por hispanos. Conviene
reseñar que el único oficio que fue ocupado exclusivamente por flamencos durante toda la historia de la guarda fue el de furrier.
Al tiempo que la unidad se iba inundando de no flamencos, se produjo otro
fenómeno igual de dañino para la compañía, como fue la masiva presencia de
personajes que ejercían oficios manuales 2299, se dedicaban a la venta de diversos productos para completar sus precarios ingresos o realizaban trabajos que
nada tenían que ver con el mundo militar 2300.
Por supuesto, también se otorgó el oficio a niños, ancianos o personajes tullidos
que no podían ejercer adecuadamente. Todo ello llevó a una degradación tal de los
componentes que afectó notablemente al servicio de la unidad, hasta el punto que
llegó a haber momentos en que apenas había archeros que pudieran llevar a cabo
las funciones que debían desempeñar, siendo los ejemplos muy numerosos 2301.
7.2.1.2. Sistemas de previsión de la compañía
Su condición de primera guarda de los monarcas Austrias Hispanos proporcionó a la compañía de Corps una serie de privilegios que la distinguieron enormemente de sus homólogas española y tudesca, favoreciendo la superior
condición social de sus integrantes.
El primero de ellos, que se mantendría hasta el final de la existencia del cuerpo y sería privativo del mismo, fue su inclusión en los acroys 2302. Aunque en las
2299
Entre ellos destacaron los plateros, ya que en 1696 eran 23 los archeros que ejercían
dicho oficio (AGP, Reinados, Carlos II, caja 125, expediente de 1696).
2300
Es curioso el caso de Cornelix Cocx, que al mismo tiempo que ejercía el oficio de
archero, servía también como músico del violón de la capilla.
2301
Como podemos ver en la muestra que se hizo a la compañía el 25 de septiembre de
1691 con 25 archeros que no podían servir por motivos muy diversos (AGP, Reinados, Carlos
II, caja 123, carpeta de 1691), una memoria de 1693 de los archeros reservados por el marqués
de Montalvo sin haber recibido la plaza correspondiente, que eran 14, o por otros motivos, otros
15 (Ibidem, caja 124, carpeta de 1693) o en el “Rol de los archeros que sirven continuamente así
en los días de capilla ordinaria como en los días que les toca hazer sus guardas en el Real Servicio
de Su Majestad hecho en 1694” en el cual solo había treinta y cuatro archeros de la guarda que
sirvieran con regularidad (Ibidem, carpeta de 1694).
2302 También conocidos como escroes o acroez o libros donde el grefier asentaba los
nombres, salarios y raciones ordinarias de todos los oficiales y se guardaban en el Bureo (R.
DOMÍNGUEZ CASAS: Arte y etiqueta de los Reyes Católicos: artistas, residencias, jardines y
bosques, Madrid 1993, pp. 563-564).
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
guardas borgoñonas tanto los archeros como los alabarderos disfrutaban de esa
posibilidad, Carlos V decidió resaltar aún más la preponderancia de su unidad de
Corps y su vinculación al lugar originario de su Dinastía, con la concesión exclusiva de esta prebenda.
Más importante aún sería la concesión del llamado Tour de Rolle. El 1 de marzo de 1534 en Madrid, Antoine Perrenin, secretario del Gran Consejo de la Casa
de Borgoña, firmaba un documento que no tendría parangón en otras guardas
europeas, al ser el único que, de forma explícita, reservaba oficios del patrimonio
real en las XVII provincias para todos aquellos archeros que se jubilaran o retornaran a su tierra natal, lo que podían hacer tras 10 años de servicio, y que recibirían
à tour de rôle, es decir, por turno o relevo, según su orden de antigüedad 2303.
El documento constaba de tres partes: una primera con 123 oficios ordenados
por provincias y que iban desde maestro de obras de Hainaut a conserje de Douai,
pasando por el de halconero de Holanda, una segunda con el listado de los archeros que sirvieran en ese momento ordenados por antigüedad en el cuerpo e indicando su lugar de origen y una tercera donde el monarca explicaba los motivos
que le habían llevado a conceder este Tour de Rolle y como se debían ocupar los
oficios. El documento, que mantuvo la misma estructura a lo largo de toda su historia, se vio renovado posteriormente en Augsburgo el 1 de junio de 1548 2304, en
Madrid el 1 de septiembre de 1561 2305 dentro del proceso de asentamiento de la
nueva Corte, y en la misma ciudad el 8 de septiembre de 1593 2306. El motivo de
las sucesivas renovaciones fue el intrusismo que había en el aprovechamiento de
los oficios y el poco respeto que solían tener los gobernadores de Flandes en la
concesión de los mismos, pues los utilizaban en provecho propio 2307.
La Cesión de los Países Bajos paralizó el uso del Tour de Rolle, ya que los cargos dejaron de ser recibidos por los miembros de la guarda real y pasaron a serlo
2303
AGR, Audience, Reg. 33/1, núm. 15 (copia en sucio en el mismo registro, núm.
13/1).
2304
Hay copias en Ibidem, Reg. 33/1, núm. 14 y AGS, SP, leg. 2539, s.f. Un extracto
del mismo en Ibidem, leg. 2517, s.f.
2305
AGR, Audience, Reg. 33/1, núm. 16; AGS, SP, leg. 2539, s.f. y AGP, SH, caja 170
(es copia del 26 de marzo de 1635 hecha por el furrier Cornelis Luidinx).
2306
AGR, Audience, Reg. 33/1, núm. 17 y AGS, SP, leg. 2539, s.f.
2307 Los sucesivos monarcas trataron de evitar este intrusismo e insistieron con una
relativa periodicidad a los gobernadores flamencos para que no lo consintieran. Encontramos
numerosos ejemplos de estas misivas como la enviada a Mansfeld el 6 de septiembre de 1593
en AGR, Audience, Reg. 33/1, núm. 20.
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José Eloy Hortal Muñoz
por los integrantes de la de los Archiduques o por otros miembros de su Casa,
aunque sin perjuicio de aquellos archeros reales que aparecían en el Tour de Rolle
de 1593 2308. Posteriormente, y en diversas ocasiones, grupos de archeros presentes en la guarda de Felipe III y que habían entrado a servir en la misma después
de que se confeccionara el Tour de 1593 y antes de la Cesión reclamaron su derecho a entrar en el mismo, lo que se les solía conceder previa carta de recomendación que el monarca dirigía a los Archiduques 2309.
Una vez hubo fallecido el archiduque Alberto sin descendientes, y ya con
Isabel Clara Eugenia como gobernadora y no como soberana, se decidió retomar la concesión del Tour de Rolle a los miembros de la guarda de Corps del monarca; todo el proceso acabaría con la redacción del documento de 1626, asunto
ya tratado con anterioridad y en el que reflejamos una serie de inconvenientes.
Del mismo modo, ya vimos el proceso que llevó a su renovación en 1663. La última renovación del documento tuvo lugar a finales del reinado de Carlos II, en
concreto cuando los podereshabientes de la compañía Baltasar de Cobosberg y
Bernardo Ignacio Rodríguez de Ribón lo solicitaron, tras declarar que el de
1663 se había acabado en el momento de reservar a Maximilian Cliquet en 1690.
Tras un laborioso proceso de redacción, llevado a cabo por el furrier Felipe Nicolás Norman, el último Tour de Rolle, que estaría vigente hasta la desaparición
del cuerpo en 1704, fue publicado el 17 de septiembre de 1695 2310.
Otro instrumento de especial relevancia para la guarda, y eje de su sistema de
previsión, fue su Cofradía. La integración de los miembros de la unidad en la vida de la Corte, así como del resto de flamencos residentes en Madrid, se vio enormemente favorecida por la creación de su propia congregación, así como por las
fundaciones del Hospital e iglesia de San Andrés de los Flamencos, suponiendo
2308
Esto no impidió, sin embargo, que surgieran problemas en la aplicación de dicho
Tour de Rolle para los archeros de la guarda real; así sucedió con Hans Dierens, que en 1601
y 1602 dirigió unos memoriales a la Secretaría de Estado para el Norte (AGS, Estado, leg.
1743, s.f.) diciendo que hacía 4 años y medio que se le había concedido el oficio de conserje
del parque de Bruselas por muerte de Wallerand Morel pero había tenido pleitos con el que
lo había ejercido de forma provisional por orden de Farnesio. Durante el proceso, llegó a un
acuerdo con un criado de los Archiduques que le ofreció 1.200 florines por el oficio pero el
archiduque Alberto ya lo había provisto en su tapicero mayor, Herman Vermecren, por lo
que pedía que se intercediera por él ante el archiduque. Se le concedió una carta de
recomendación pero Alberto decidió no darle la razón.
2309
Así sucedió el 18 de septiembre de 1606 con 17 archeros (AGS, Estado, leg. 1747,
s.f.) o el 12 de febrero de 1613 con otros 18 (Ibidem, leg. 1759, s.f.).
2310
1228
Copias en Ibidem y AGR, Audience, Reg. 33/1.
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ambas cuestiones un importante hito en el asentamiento de esta nacionalidad en la
Corte 2311. La Cesión de los Países Bajos podría haber creado una sensación de
precariedad de los flamencos en el centro de la Monarquía, pero esto no fue así y,
al igual que otras naciones con presencia en la corte madrileña, los naturales de
aquellas tierras fueron creando sus propios lugares de reunión y encuentro con
otros compatriotas. Por otro lado, hay que recordar que el donante que hizo posible la fundación de dicho hospital fue Carlos de Amberes que, aunque se desconoce su identidad, sabemos que fue archero gracias al cuadro conservado en la actual
Fundación Carlos de Amberes 2312. Este suceso nos viene a confirmar, de nuevo, la
interrelación constante existente entre los flamencos residentes en la Corte.
Al igual que había sucedido con otras secciones de la Casa Real, los archeros
comprendieron que para mejorar su situación era necesario fundar una Cofradía
que atendiera a los más desfavorecidos de la guarda y que ayudara a sus viudas
cuando ellos fallecieran 2313. Se fundó bajo la advocación de San Andrés, patrón
de los flamencos, y se desconoce su fecha de creación, aunque sabemos que estaba funcionando en 1605. En ese año, concretamente el 7 de febrero, el papa Clemente VIII le concedía ciertas gracias, indulgencias y perdones en fiestas y días
relacionados con la bula de la Santa Cruzada, confirmadas el 22 de noviembre de
ese año por el comisario general, el licenciado Felipe de Tassis 2314. Estos privilegios se complementaron con una concesión del capitán, el marqués de Falces, del
20 de marzo del mismo año, en la que obligaba a todos los archeros a integrarse
en la misma y estableció una cuota de ingreso de 8 reales para los hombres, así como 92 más de limosna, y de 4 para sus esposas 2315. El furrier sería el encargado de
vigilar este paga y se estipulaba que, si no se cumplía, no se incluirían los gajes
2311
Sobre la creación e historia del hospital de San Andrés, F. y B. VIDAL GALACHE:
Fundación Carlos de Amberes: historia del Hospital de San Andrés de los Flamencos, 1594-1994,
Madrid 1996.
2312
Su testamento, con fecha de 9 de noviembre de 1601, en AHPM, Protocolo 2436,
ff. 839r-842v, mientras que una copia autentificada por el escribano Juan de Obregón, s.f.
(posterior a 1605) de la donación de Carlos de Amberes para la creación del hospital se
encuentra en Ibidem, ff. 836r-838v. De nuevo, podemos observar la interrelación que existía
entre los flamencos en la Corte, ya que sus testamentarios fueron los capellanes Jehan de
Ignes y Jehan Furtier y los archeros Michiel du Fiesne, Gaspar Fermans y Hans Dierens.
2313
Sobre la cofradía F. y B. VIDAL GALACHE: Fundación Carlos de Amberes..., op. cit.,
pp. 48-55.
2314
AGP, SH, caja 169/1. En dicha caja, además, vienen las cuentas de la cofradía,
aunque en su mayoría del reinado de Felipe IV.
2315
Ibidem.
1229
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de dicho archero en el roolo. Jacques de Cröy estableció, además, que todos los capitanes debían renovar esta concesión 2316.
Otros ingresos de la Cofradía provendrían de las multas que se imponían a los
cofrades por no asistir a los entierros de sus compañeros, a la fiesta de San Andrés
o a la de las ánimas del purgatorio, así como de una parte de lo recibido por los archeros en los besamanos y de los bienes de difuntos pertenecientes a la compañía
sin herederos directos. Por otro lado, las obligaciones de la Cofradía eran pagar los
entierros de sus componentes y ayudar a las viudas, así como conceder préstamos
a los miembros más necesitados. La Cofradía, al igual que otras instituciones similares, estaba dirigida por unos mayordomos que eran algunos de los propios archeros 2317. El capitán, por su parte, tenía el título honorífico de conservador y debía
velar por el mantenimiento de la misma. En sus comienzos, tuvo su domicilio en
la iglesia de San Juan Extramuros de Valladolid, pero tras el retorno de la Corte a
Madrid en 1606, se instalaría en la iglesia del recién fundado hospital de San Andrés de los flamencos, donde los archeros pagarían por hacer uso de la misma en
sus diferentes celebraciones. La vida de la Cofradía de San Andrés se prolongó
hasta que en 1683 la compañía decidió disolverla para fundar una nueva congregación bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asistencia 2318, debido, en gran
parte, a que la mayoría de los componentes de la unidad ya no eran flamencos. Esta nueva congración funcionaría hasta la disolución de la guarda.
2316
En la misma caja, en concreto en el expediente 2, nos encontramos con la
confirmación de dicha concesión el 3 de marzo de 1625 por su sobrino el II conde de Solre.
2317
Entre otros muchos nos encontramos a Philippe de Calve (que lo fue entre 1637 y
1649), Gaspar del Vaux (1637-1638), Bartolomé Balbani Gallo (1650-1652)..., ver Ibidem.
2318
El documento fundacional de la misma tiene el nombre de “Ordenanzas y capítulos
que se han de observar, en la Congregación y Hermandad de Nuestra Señora de la Assistencia
que han impuesto la compañía de Archeros y Noble Guarda de Corps de su Magestad, el día
del glorioso patriarca San Joseph diecinueve de marzo, año de 1683” y se conserva copia en
AGP, Reinados, caja 130. Enseguida se procuró su difusión: “Antonio de Zafra, soldado de la
guarda española de su Majestad y impresor de libros de esta corte dize: que por orden de D.
Pedro Simón Duamed y Pedro Norman, archeros de la Noble Guarda de Corps de su Majestad
ha impreso cien ordenanças de la Hermandad de nuestra señora de la asistencia, concertadas en
cien reales y mas ha impreso seis manos de papel de cédulas para avisar a los hermanos quando
ha muerto alguno, que es el que presentó concertadas en veinte reales que todo hacen ciento y
veinte. A vuestra señoría (marqués de Montalvo) suplico como hermano mayor de dicha
hermandad, mande se me haga la librança de dicha cantidad para que el tesorero me la dé, en
que recibiré particular merced de V. S. Recibí del señor Libino Palinque, tesorero de la
hermandad que han fundado la Noble Guarda de Corps de su Majestad con título de Nuestra
Señora de la Asistencia, ciento y veinte reales de vellón de la impresión de las ordenanzas”.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Las ordenanzas contemplaban una numerosa plantilla de personas para permitir el correcto funcionamiento de la congregación, siendo el hermano mayor de la
misma el propio capitán marqués de Montalvo. Para los asuntos espirituales se
nombraba un capellán, que debía ser el mismo de la guarda, por lo tanto don Juan
de la Guardia en su inicio, concediéndosele un regalo en Pascuas a elección del
hermano mayor. En lo referente al cuidado físico de sus miembros, las ordenanzas
contemplaban la existencia de un médico, que debía ser de la compañía y también
de la familia del monarca para poder recetar cosas de la Real Botica, por lo que el
primero fue el doctor Marcos Urtaso, percibiendo 50 ducados al año en Navidad.
Junto a él servirían un cirujano, que también percibiría un regalo en Navidad a
elección del hermano mayor y que pertenecía al mismo tiempo a la compañía –Rodrigo de Santa Cruz–, dos enfermeros para visitar a los enfermos –Pedro Simón y
Pedro Norman–, dos celadores para cobrar lo que le tocaba a la cofradía –Mathias
Qnoler y Carlos Constan– y un mullidor, que debía encargarse de los mensajes y
recados para los miembros de la congregación. Por último, había un grupo de personajes que debía encargase del papeleo y de la administración de los bienes y que
estaría compuesto por un tesorero, que debía llevar los pagos aunque no los podía
realizar si no era autorizado por el hermano mayor o por los oficiales –Libino Palinch–, un contador, que debía vigilar los caudales que entraran –Gabriel Mayers–, y un secretario, que debía asistir a las juntas –Santos Hafkensbrecht–.
La ocupación de estos cargos debía ser apetecible para los archeros, por la posibilidad de tener acceso a información, fondos y prestigio dentro de la propia unidad y de la congregación, como nos lo demuestra el listado de candidatos a los
diversos oficios de cara a la junta a celebrar en el día de San José de 1691 en donde aparecían otros nuevos oficios 2319; así, como contador constaba solo Gabriel
Mayers, pero como secretarios Domingo de Horeño, Miguel de Rivière, Jusepe
Díaz Muñoz y Nicolás Mandillo, como tesoreros Melchor van Hoven, Isaac Yplar,
Juan Baptista de Lier y José Pascual, como enfermeros Carlos Hernant, Bernardo
Belcos Bretet, Manuel de Astorga y José de Soto Blondel, como celadores Jusepe
Martínez, Francisco Lambriche, Bartolomé Guerrero y Pedro Cabezas Rens, como fiscales Joan Dupont, Jacques Conseillier, Andrés Gemar y Claudio Alexo Lier
y como sacristanes Antonio Mene y Jusepe Isidro Casillo.
La congregación debía realizar 5 juntas al año, siendo la grande el día de San
José, patrón de la asociación, en la cual se debían ver las cuentas que 6 días antes
debía haber entregado el contador, y renovar los cargos. Los ingresos provendrían,
al igual que la de San Andrés, de las aportaciones voluntarias de algunas instituciones y personas, así como de las cuotas que debían pagar los cofrades. Según
2319
Conservada en AGP, Reinados, caja 131/1.
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ingresaban, estos abonaban 50 reales de vellón por una vez y si no los había hecho efectivos pasado un mes se le expulsaba de la congregación. Así mismo, todos
los miembros de la asociación debían pagar un real a la semana y aquel que faltaba de pagarlo durante 8 consecutivas dejaba de ser socorrido.
Por su parte, los servicios que prestaban eran los de socorrer a los congregantes con 12 reales de vellón diarios durante sus enfermedades y tras certificación
del médico. Por lo que respecta a sus estancias en prisión o en el hospital, el hermano mayor debía ser el encargado de determinar la cantidad con la que se le iba
a socorrer. Por otro lado, cuando el hermano mayor o alguno de los miembros fallecían, la congregación se encargaba de celebrar un novenario con tres misas cantadas con responsos y vigilias; así mismo, cada integrante de la asociación debía
costear una misa por su alma. Por último, si alguno de los fallecidos o su familia
no tenían suficiente para costear su entierro, la congregación se encargaba de pagar lo necesario, siempre y cuando el difunto estuviera al corriente de los pagos.
Junto a las prebendas arriba reseñadas, a lo largo de los 200 años de existencia
de la unidad de Corps los archeros tuvieron varias vías para enviar sus memoriales y solicitudes en los cuales reclamar la mejora de su situación económica y social. En concreto, estos escritos, que podían ser a título particular o en nombre de
toda la compañía, los podían dirigir a la Secretaría de Estado para el Norte 2320,
al Bureo 2321 o a la Cámara 2322.
2320
Para los últimos años de Felipe II, dichos memoriales se encuentran en AHN, Estado,
libs. 251 y 253. El primero de ellos abarca desde el 7 de agosto de 1587 hasta marzo de 1593,
mientras que el segundo comprende desde 1593 a 1599. Muchas de las minutas de estas cartas
y despachos se encuentran en AGS, Estado, entre el legajo 2218, que comienza en 1585, y el
2224, que llega a 1598. Las cartas y despachos estaban dirigidas a los gobernadores de los Países
Bajos, aunque también a Esteban de Ibarra durante su estancia en Flandes. Desde el año 1600,
estos memoriales se encuentran en la misma sección, legs. 1743-1768 y 1769-1775, siendo estos
últimos los vistos y mal respondidos. Por su parte, en SP, legs. 2497-2510 y 2597-2598 –aunque
estos están refundidos en los anteriores– aparecen peticiones y memoriales de partes
presentados al Consejo Supremo de Flandes y de Borgoña. El 2497 comprendería los de
aquellos que empezaran por A y B, el 2498 C-D, el 2499 E-G, el 2500 H-K, el 2501 L-M, el
2502 N-Q , el 2503 R-S y el 2504 T-Z, quedando refundidos del 2505-2510 en los anteriores.
2321 Se encuentran estos memoriales en AGP, SH, cajas 162-168: en la 162 los expedientes
de los archeros cuyo apellido empezara de la A-B, en la 163 los de la C-D, 164 los de E-H, 165
los de la I-M, 166 los de N-S excepto la R, 167 los de R, T, U y 168 los de la V-Z. En esta última,
además, vendrían asuntos relacionados con el Tour de Rolle y el furrier de la guarda.
2322
Se conservan en la vasta sección CC en AGS. Debido a la imposibilidad material
de consultar la totalidad de la ingente documentación contenida en esta sección, únicamente
hemos realizado algunas catas en la misma, en concreto en los legajos 1025 y 1049.
1232
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
Si era la compañía entera la que hacía entrega de estos memoriales, estas instancias podían encargarse de que se concediera a la guarda ayudas de costa extraordinarias cuando debían acompañar a los miembros de la familia real en sus
Jornadas o en otras circunstancias. Como es de suponer, sus peticiones no eran
siempre concedidas 2323 y cuando lo eran no siempre se pagaban con puntualidad,
sobre todo a partir del siglo XVII. A título particular, estas instancias podían conceder a los miembros de la guarda mercedes por vía eclesiástica para sus hijos o
familiares 2324, cartas de recomendación para cuando querían volver a servir a
Flandes o acudir a otros lugares 2325 y también ayudas para las viudas o sus hijos.
En la guarda de Corps no estaba estipulado, al contrario que en la tudesca o
en la española, que las viudas o sus hijos, si no había viuda, recibieran 80 ducados o más si su marido había ejercido un cargo importante. Las mercedes eran
diferentes y solían estar relacionadas con la concesión de los gajes; así, durante el
reinado de Carlos V, cuando alguno de ellos moría se contaba al tal difunto el mes
entero en que fallecía para entregar los gajes a su familia. Posteriormente, esta
merced se ampliaría hasta el tercio completo, como fue el caso del trompeta
Marck Anthoine, a cuya viuda Catalina de Vergara se le dio el sueldo de su marido
2323 Esto fue lo que sucedió con la petición que los archeros Guillaume Weellants,
Reniert Wauters, François Borremans, David le Vasseur, Paul de Groninghen, Michiel Pernot,
Daniel vanden Plas, Nicholas Moreau, Gilles van Tuebecken y Michiel Jehan dirigieron a
Andrés de Prada el 13 de marzo de 1602 (AGS, Estado, leg. 1744, s.f.). En ella solicitaban que
por sus muchos servicios y por los gastos originados por la mudanza de Cortes se les dejara
entrar en Castilla y Portugal, “mill pieças de Baeta, mill docenas de becerros y quinientos
quintales de Peltre del Reyno de Anglatierra”, lo que se les denegó.
2324
Así nos encontramos a Jehan vander Hamen “el Viejo”, padre del famoso pintor de
bodegones del mismo nombre, al que se le concedieron para su hijo Lorenzo, que acabó
siendo clérigo y escritor, 100 escudos de entretenimiento en Coria el 3 de noviembre de 1603
y 100 en Plasencia el 30 de abril de 1610, a Jehan Lorençot, que recibió 100 ducados para su
hermano Pedro el 26 de junio de 1607 y otros 100 para el mismo en Sevilla el 15 de mayo de
1610, a Esteban Bergii, al que el 15 de mayo de 1610 se le concedieron 100 ducados de
pensión en Granada para su hijo del mismo nombre, o a Michiel Pernot, al que el mismo día
se le dió la misma merced para su hijo Jerónimo.
2325
Esta práctica ya existía antes de la Cesión de los Países Bajos y así nos encontramos
con Pierre Levesque, al que Felipe II recomendó a Farnesio en 1587 cuando acabó su servicio
(AGR, Audience, Reg. 181, ff. 68 y 70), Jehan du Boys, que, según Felipe II, merecía recibir
una ventaja para ejercer en Flandes tras haber dejado de servir en la guarda en 1592 (AHN,
Estado, lib. 251, f. 203r) o Anthoine de Dikere que, tras servir durante 7 años en el ejército
de Flandes y otros 7 como archero, quería ir a Hungría a luchar contra el turco en 1595 y
Felipe II recomendó al conde de Fuentes y a Guillén de San Clemente que le emplearan en
tal fin (Ibidem, lib. 253, f. 157r).
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durante el primer tercio de 1586 tras fallecer éste. En otras ocasiones, se les concedía otro tipo de mercedes como a Isabel de Ledesma, viuda de George Cornu,
a la cual se le otorgó 10 años después de la muerte de este una ayuda de ración
para su hija Agustina, o al hijo menor de edad y ciego de Blau Jehan que, al quedarse huérfano, solicitó y le fue concedido que se le diera una ración perpetua,
los gajes de archero y casa de aposento.
Ante esa fluctuación, durante el reinado de Felipe IV se intentó fijar una merced para todas ellas, que se encuadraría dentro de las mejoras que el II conde de
Solre quiso conceder a la compañía. Esta medida fue la de otorgar a las viudas de
los archeros que continuaran percibiendo los gajes de sus maridos una vez estos
hubieran fallecido, aunque no todas recibirían la misma cantidad, pues algunas
tendrían la totalidad del salario y otras la mitad según los años en que hubieran
servido. Esta concesión comenzaría a funcionar durante el segundo tercio de
1631 2326, siendo los dos primeros casos el reseñado de doña Paula du Bois y Ayala, hija de Albrecht du Bois que había fallecido en Madrid el 13 de julio de 1626
a manos de los criados del cardenal Barberini cuando estuvo en Castilla, y Ana
María de Toro, que ya había recibido 80 ducados tras fallecer su marido el furrier
Pierre Dimas de Wissenacken. Sin embargo, tras fallecer su hijo Diego Felipe el
4 de enero de 1631 se le concedió una nueva merced 2327, cual fue que gozara de
los gajes de una plaza de archero reservada, la que había pertenecido al recién fallecido Jacques Baudegnies, a medias junto a Jerónima de Rivera, mujer de Diego Felipe 2328. Cuando Jerónima de Rivera falleció el 25 de junio de 1640, Ana
María de Toro pasó a recibir la paga completa y la mantuvo hasta su muerte.
Aunque en 1642 se comenzó a poner trabas a las viudas para que percibieran
esta merced 2329, no se les denegó y se mantuvo en la compañía hasta el reinado
2326
AGP, Reg. 5731.
2327
AGP, SH, caja 170.
2328
Ibidem, cajas 167 y 170 y Reg. 5731.
2329 Como así consta en la respuesta al memorial de Jerónima Altamirano, viuda de Felipe
Keersebon (en su expediente en AGP, SH, caja 163), el 10 de noviembre de 1667 por parte del
marqués de Aytona: “Sobre lo que se me ofrece decir a V. Majestad que las mercedes que se
hacían a semejantes viudas era mantenerlas en las plazas de sus maridos para volver a tomar
estado con quien sirviere la plaza o se les señalaba alguna renta por la limosna que aún se ha
hecho en estos tiempos. Introduxéronse a pensionarias en los gajes que se libran en la nómina
de los archeros por el año de 1631 y reconociéndose por su Majestad (que está en el cielo) era
novedad se sirvió responder de su real mano en una pretensión de una viuda semejante a esta
en 9 de abril de 1642 lo siguiente, Aunque esto se ha hecho con otras es mala introducción y
costosas y ahora no estamos en tiempo de añadir gastos. Y no obstante después de esto se
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
de Carlos II, llegando a haber momentos en que más de 20 viudas la percibían a
la vez. Debido a este elevado número, el 30 de noviembre de 1667 el mayordomo marqués de Aytona propuso que se trocara esa merced por la de la concesión
de 100 ducados por una vez en la presidencia de Hacienda, como se había hecho
en el caso de Mariana Pardo. La decisión fue aceptada, ratificando que era el Bureo el encargado de conceder estas mercedes y no pudiendo el capitán influir en
ellas 2330. Este sistema se mantendría hasta el final de la vida de la unidad, aunque los problemas de liquidez de la Corona impidieron que estas concesiones se
cobraran en todas las ocasiones.
Por último, conviene resaltar que durante el reinado de Felipe III, y tras la
pérdida del Tour de Rolle, se originó la concesión temporal de nuevas mercedes
para la compañía, intentando suplir esta sensible merma en sus sistemas de previsión. En concreto, el monarca decidió conceder entretenimientos de 15 o 20
escudos al mes en el ejército de Flandes a aquellos que quisieran volver a sus
tierras o a servir en el ejército 2331, aunque se vieron perjudicados por la reformación general que allí se hizo en 1613 2332, cartas de recomendación para que
concedieron a unas los gajes enteros y a otras su mitad. La reformación dispuso generalmente
que a las viudas de los soldados de la guarda se les diesen ochenta ducados de recompensa por
una vez y se haré con las demás, aunque con las de los archeros no se ha practicado. Y el
marido de esta viuda sirvió cerca de siete años. A mi me parece que a esta y a las demás viudas
desta guarda atento a ser más noble se les podría mandar dar por la presidencia de hacienda
cien ducados por una vez de recompensa y que esto sirva de exemplar para en lo de adelante”.
2330 El mayordomo recalcaba que “este género de pretensiones no se deven remitir al
capitán de los archeros sino al mayordomo mayor como V. Majestad lo tiene resuelto y
mandado en respuesta de consultas del Duque de Montalto de 1 y 6 de marzo deste año”
(AGP, Reinados, Carlos II, caja 120, carpeta de 1667). El problema jurisdiccional se volvió a
presentar con el marqués de Montalvo en 1689, ante lo que el Bureo tuvo que recordarle que
él no era el encargado de proponer estas concesiones (Ibidem, caja 122, carpeta de 1689).
2331
Tal es el caso de Guillaume Lefèvre, que retornó a Flandes a comienzos de 1602
con 15 escudos de entretenimiento, Joseph van Hullenbus, al que se le concedieron 20
escudos en 1605, o Gilles van Tuebecken, que volvió a sus tierras en 1609 con 15 escudos de
entretenimiento.
2332
“El marqués de Falces, capitán de los archeros de la guarda del cuerpo de V. Majestad
refiere en un memorial que se vio en el consejo que en la reformación general que últimamente
se ha hecho en los estados de Flandes han sido comprendidos y reformados todos los
entretenimientos que allí tenían los archeros que han sido de V. Majestad y porque los dichos
entretenimientos se les han dado siempre en consideración de haber servido a V. Majestad
muchos años en las dichas plazas y por satisfacción de los oficios que en los dichos estados les
tocaban por su tanda que por causa de la donación de los dichos estados se han quedado a
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los Archiduques les emplearan en oficios acordes a su condición y servicios 2333,
patentes de caballero 2334, que el marqués de Falces decidió recortar en 1613 para que no perdieran todo su valor 2335, e, incluso, medallas de oro con la efigie
de los monarcas 2336.
provisión del señor archiduque Alberto y atento a que los dichos entretenimientos son cortos y
moderados y que ninguno excede de quince o veinte escudos al mes y todos juntos viene a ser
muy poca cantidad por lo qual los archeros entretenidos son pobres y efectivamente no se les
pagan más de las dos tercias partes de los dichos entretenimientos y los más son impedidos y
muy viejos en cuya consideración y por lo que al dicho capitán y archeros toca suplica a V.
Majestad que en conformidad de lo que otras veces su Majestad que está en gloria y V. Majestad
han mandado en casos semejantes de reformaciones se sirve de ordenar agora que no se
entienda con los dichos archeros esta reformación ni las demás que de aquí adelante se hicieren
y que se les aclaren los dichos entretenimientos sin interpolación de tiempo. Y habiéndose visto
en el Consejo le parece que por ser los archeros gente separada de la militar y habérseles dado
los entretenimientos por premio de las plazas que han tenido y lo que han servido podrían ser
reservados de la reformación siendo V. Majestad servido, solo Don Agustín Mexía es de parecer
que se podría enviar dinero aparte para esto porque no falte a lo más esencial. V. Majestad
mandará lo que más fuere servido en Madrid a 2 de agosto de 1613”. La situación se pudo
solucionar, pues la respuesta real fue “Como parece” (AGS, Estado, leg. 2027, s.f.).
2333
Así se le concedió a Jacques Papenhoven el 12 de abril de 1600 o a Philippe Poitiers
en 1602.
2334 Tal es el caso de Jehan de Witt en 1603, Guillaume de Pannemaker en 1610 o
Albrecht vanden Duengue en 1612. Joseph van Hullenbus, en su petición de dicha
concesión del 14 de diciembre de 1604 (AGS, Estado, leg. 1743, s.f.), proclamaba la utilidad
que esta medida podía tener, “no pudiendo pretender sus criados de V. Magestad esta honra
y merced de otro Príncipe que de V. Magestad, pues con esta esperança salen de sus tierras
y vienen a servir a V. Magestad, ni han de presumir quiera con ellos V. Magestad atarse las
manos, como con los demás naturales de los dichos estados no criados de V. Magestad, que
con esto se animaran más los dichos naturales a venir a servir a V. Magestad para recibir esta
honra de su real mano y la recibirá el suplicante muy señalada”.
2335 “El marques de Falces, capitán de los archeros de la guarda del cuerpo de V. Majestad
refiere en un memorial que se vio en el consejo que con ocasión de haverle V. Majestad mandado
algunas veces que informase sobre los caballeratos y noblezas que pretenden algunos archeros
y gente de su nación y con recelo que tiene del buen acertamiento en las cosas del servicio de V.
Majestad advierte en estos particulares lo siguiente, Que en el hazer merced destas noblezas y
caballeratos se proceda más cortamente no dándolos a todos los que los pidieren sino a los más
nobles bien nacidos y de mayores partes pues entre estos nobles habrá buenos y mejores y que
aún a estos más nobles no se les de luego sino con alguna dilación para que tanto más lo deseen
y estimen suponiendo que esta merced es una de las más estimadas que pretenden los naturales
de los estados baxos y se vendrá a tener en poco si con facilidad se concede a todos y que a
ninguno se le de nobleza de la primera vez por extenderse esta a el sus hijos y deseen clientes
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
De todas estas mercedes, la única que tuvo un recorrido que excediera el reinado del hijo del “Rey Prudente” fue esta última, haciéndose incluso extensible a la guarda de archeros que servía en Bruselas, aunque con la llegada de
Felipe V al trono se dejó de conceder 2337.
7.2.2. La guarda española
7.2.2.1. La condición social de sus miembros
La composición social y nacional de la guarda española no fue homogénea a
lo largo de su decurso vital y los periodos en que podemos dividir su evolución
responden, en gran medida, a los señalados para la guarda de Corps.
Por desgracia, desconocemos casi en su totalidad la composición tanto nominal como social de los integrantes de la guarda durante los reinados de Fernando
“el Católico” y Carlos V, excepto en lo referente a capitanes y tenientes. Sin embargo, su condición de espacio integrador de las élites de los diversos reinos hispanos, en especial tras su incorporación a la Casa de Borgoña en 1524, nos
permite intuir, con ciertas garantías, la extracción social de alabarderos y escuderos. Así, el hecho de la existencia de un mayor número de opciones de medro en
sino el caballerato que es solo para la persona a quien se concede y si sus hijos continuaren en
servicio de V. Majestad y vivieren lustrosamente y perseveraren en pedir esta merced vendrán
a conseguirla con el tiempo y que la nobleza ni el caballerato no se de a ninguno por noble ni
bien nacido que sea si el o sus padres hubieren usado o tenido algún oficio vil, baxo o mecánico
y habiéndose visto en el Consejo le parece todo lo que el marqués advierte muy conveniente
para que se estimen como es justo las mercedes deste género y así se representa a V. Majestad.
El marqués de la Laguna añadió que será de importancia para el mismo fin advertir al marqués
de Falces que guarde con cuidado las órdenes que tiene en los que huviere de recibir para
archeros. V. Majestad mandará lo que más fuere servido, en Madrid a 18 de julio de 1613”.
Respuesta del rey: “Agradézcase al marqués lo que ha avisado y guárdese esta orden de aquí
adelante” (AGS, Estado, leg. 2027, s.f.).
2336
Así lo pidió Michiel Gargeau en un memorial a Andrés de Prada el 21 de noviembre
de 1604 (Ibidem, leg. 1746, s.f.), solicitando una medalla de oro con los rostros del rey y de la
reina para honrarse entre los suyos, ya que pretendía volver a su patria. En el mismo sentido
iba la idea de Antonio del Valle en julio de 1610, que exponía que para honrar a los archeros
que se quisieran retirar en vez de armarles caballeros, ya que al concederse tantas patentes
había perdido su prestigio, se les podría dar una medalla con la efigie de la reina y el rey y una
cédula de los reyes, donde constara que habían servido bien (Ibidem, leg. 1769, s.f.).
2337
Como podemos ver en la petición encabezada por los poderhabientes de la
compañía Juan Gerard y Juan Bautista Palinch (BNE, Ms. 9149, ff. 319r-320v).
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José Eloy Hortal Muñoz
el servicio real para los hidalgos y baja nobleza de los diversos reinos hispanos
–castellanos, aragoneses, navarros o granadinos– que para flamencos o naturales
del Imperio, no quita para que una plaza en la guarda española no resultara apetecible para esas capas sociales, aunque, lógicamente, se buscaba básicamente su
conocimiento del mundo militar.
Por lo que respecta a los capitanes, los primeros ocupantes del oficio eran de
una condición social no demasiado elevada y su mayor mérito era tener ciertos conocimientos de la milicia y gozar de la confianza real; tal es el caso de Gonzalo de
Ayora (1504-1507), Fernando de Valdés (1507-1512) o Jerónimo de Cabanillas
(1512-1524). Sin embargo, la figura del capitán fue adquiriendo una mayor relevancia a raíz de la entrada de la guarda en la Casa de Borgoña, tal y como lo demuestra el nombramiento de Juan de Zúñiga y Avellaneda (1524-1535), personaje
de linajuda familia y que alcanzaría gran relevancia posteriormente como ayo del
príncipe Felipe. Zúñiga fue, sin duda, el capitán de la guarda española que alcanzó una posición más notoria en el gobierno de la Monarquía junto a Gómez Suárez de Figueroa, duque de Feria (1555-1571) o el marqués del Carpio (1636-1645),
constituyendo, en todos los casos, su paso por la guarda uno de los escalones intermedios dentro de su ascenso cortesano. De ahí hasta el final del decurso vital de la
unidad, los nombramientos de capitanes seguirían los mismos parámetros, cuales
eran pertenecer a familias nobles de cierta enjundia, en algunos casos grandes de
España, como los marqueses del Carpio o de Montealegre (1699-1707), excepto en
el caso de Pedro de Velasco (1580-1598), debido a las especiales circunstancias del
momento del nombramiento del mismo en plena jornada de anexión de Portugal.
En cuanto a los tenientes, son más desconocidos que los capitanes debido a la
escasez de fuentes que hablen sobre ellos. Sin embargo, de lo que sabemos se puede colegir que no eran personajes nobles, sino “hechuras” de los capitanes, que
procuraban su nombramiento e, incluso, solían ir unidos a ellos en el servicio y
cuando el capitán dejaba de ejercer los tenientes solían perder su posición en la
guarda. Tal fue el caso de Rodrigo de Bazán (1555-c. s. 1559), que proveniente de
la guarda del príncipe Felipe (II) que comandaba el duque de Feria relevó en la del
monarca a Hernando Bonifaz (1541-1555), que lo era del capitán Francisco de
Beaumont (1541-1555), o el de Francisco Calderón (1601-1608), que sustituyó a
Juan de Gámiz Biedma (1592-1601) tras sufrir serios problemas con el capitán
marqués de Camarasa (1598-1616). Lo que está claro es que era un puesto vetado
a los miembros de la guarda y sólo accedían a él personajes que gozaran del favor
de los capitanes, siendo los casos más claros los de Alonso (1580-1591) y Rodrigo
de Velasco (c. s. 1585), familiares del capitán Pedro de Velasco. Tras la obtención
del oficio por Fernando Verdugo en 1608, el puesto se revalorizaría y pasaría a
1238
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
estar copado por personajes pertenecientes a la baja nobleza, como don Francisco
Zapata Hurtado (1630-1644), don Cristóbal de Gaviria (1646, 1648-1662) o el
marqués de Villalegre (1677-1692), aunque no en todas las ocasiones, como así
atestigua el nombramiento de don Rodrigo de Tapia Alarcón y Luna (1646-1648).
Tras la asunción de la guarda española de la función de representante de la nación hispana en Madrid, el conocimiento de la realidad social del cuerpo resulta
mucho más certero, gracias a las fuentes documentales ya apuntadas en la guarda
de Corps 2338, aunque hay que resaltar que nuestro grado de conocimiento no alcanza el obtenido en la unidad flamenca. Además, su inferior condición en la Etiqueta se vio reflejada en la práctica ausencia de guardas españoles “famosos” por
servicios artísticos o de otra índole, como sí sucedió en la guarda de Corps y, en
menor medida, en la tudesca.
En cuanto a los cuadros intermedios, caso de sargentos, alféreces, furrieres o
cabos de escuadra, solían nutrirse casi siempre de miembros de la guarda que habían ido ascendiendo dentro de la misma 2339. Hubo momentos en que esta regla
no escrita se infringió, como fue el nombramiento, por parte del capitán Pedro Velasco, de Francisco Ortiz de Velasco (1582-1592) como sargento y de Juan Gutiérrez (1581-1592) como cabo de escuadra, personajes ambos que no habían
servido previamente en la guarda. Esto originó numerosas protestas, por lo que
no se repitiría en demasiadas ocasiones hasta el final de la vida de la unidad.
Por lo que respecta a los capellanes, aunque hay cierta escasez de fuentes, si
sabemos que fueron siempre hispanos y que, en muchas ocasiones, como sucedió
con el licenciado Feliciano Ramos (1580-1603), aprovecharon su oficio para asentar como capellanes de la Casa de Castilla 2340. En otras ocasiones, sin embargo, el
nombramiento en la Capilla Real fue anterior al obtenido en la guarda.
2338
Sus roolos se encuentran en AGP, Regs. 5737 (abarca desde 1567 hasta 1602), 5738
(1603 a primer tercio de 1621), 5739 (segundo tercio de 1621 a 1636), 5740 (1637-1658) y 5741
(1659-1693) y sus expedientes con los memoriales al Bureo en AGP, SH, cajas, 177-180, en la
177 aquellos cuyos apellidos empezaran de la A-D, en la 178 de la E-L, en la 179 de la M-P y
en la 180 de la Q-Z.
2339 Hubo numerosos casos de ascensos como Francisco Hernández, que fue alabardero,
cabo de escuadra y sargento, Pedro Carrasco, alabardero de la guarda amarilla, escudero de la
guarda a caballo, cabo de escuadra de la guarda amarilla y sargento, Antonio de Sa, alabardero
de la guarda amarilla, furrier y reservado, Pedro Navío Vázquez, alabardero de la guarda
amarilla así como de la vieja de la que fue también cabo de escuadra y sargento, o Andrés
García de Carabanchel, que ejerció como alabardero y cabo de escuadra de la guarda amarilla,
así como sargento y alférez.
2340
AGP, Reg. 5737 y Personal, caja 333/31 y RAH, Ms. K-106, f. 44.
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En cuanto al grueso de la unidad, alabarderos y escuderos, debían ser, según
las Instrucciones de 1561 2341: “Hijosdalgo, y mozos pudiéndose haver de buenas
disposiciones hombres sin vicios y quando lo contrario desto se hallare en alguno
que sea despedido”. Estas condiciones no siempre se cumplieron, por lo que en
la instrucción de 1605 2342, que recogía lo establecido en las cédulas de 1567 2343
y 1570 2344, se precisó aún más, añadiendo que debían ser:
hidalgos, moços y de buenas disposiciones y estaturas, sin vicios y que no sean
enfermos mancos, tuertos, ni izquierdos, ni zambos, que no ayan sido lacayos de
ninguno grande ni de otro caballero de título, ni de persona particular destos
Reynos ni fuera dellos, ni servido en otro offiçio baxo y de la disposición y estatura
tenga el dicho Capitán la medida y marca que conviene y se ha guardado siempre.
Siguiendo estas pautas iniciales, y teniendo en cuenta que casi nunca se cumpliría la condición de que fueran hidalgos, podemos considerar que, durante este
periodo, la gran mayoría de los que ingresaron en la guarda española provenía de
los ejércitos de los Austrias en Europa y el puesto en la unidad se les concedía como premio a sus servicios 2345. Hubo otros guardas, sin embargo, que recibieron el
oficio por la prestación de otra clase de servicios a la Monarquía 2346, tanto suyos
2341
En D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 25r-29v.
2342
Publicada en J. MARTÍNEZ MILLÁN y M. A. VISCEGLIA (dirs): La Monarquía de
Felipe III, op. cit., vol. I, pp. 1024-1025.
2343
En D. DE SOTO Y AGUILAR: Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., f. 29r.
2344
Ibidem, ff. 30r-31r.
2345
Como fue el caso de Alonso Conde, que sirvió en el levantamiento de las Alpujarras,
en Lepanto –donde murió uno de sus hermanos y a él le dieron un arcabuzazo en la pierna–,
en Ambarino, en Túnez y en Flandes, permaneciendo en Namur con don Juan de Austria
hasta que murió y volvió a Castilla junto con su cuerpo. Dejó en Flandes 16 escudos de
entretenimiento que tenía y se le recibió como alabardero de la guarda amarilla. Otros
ejemplos fueron Jerónimo Camacho, que sirvió también en las Alpujarras, Francisco
Fernández, que peleó en Flandes e Italia, Vicente Maynat, que estuvo más de 10 años en
Flandes, Francisco de Oquendo, que sirvió durante más de 20 años en la armada real y en el
ejército en Sicilia, o Antonio Fecio, que tras 6 años en el ejército sirvió durante otros 12 al
príncipe Filiberto antes de ingresar en la guarda.
2346
Caso de Julián Carrasco, que tuvo a su cargo la armería del emperador Fernando I
sirviendo también a Maximiliano II y a Rodolfo, que fue nombrado escudero de la guarda a
caballo. Sus servicios le sirvieron a su hijo Jusepe para entrar en el mismo oficio que su padre,
aunque en la petición que realizó demandaba un puesto de macero, de ayuda de la furriera o
de ujier de Cámara; petición que, por otro lado, apoyaban el embajador Khevenhüller, Diego
de Córdoba, el conde de Orgaz y Francisco de Rivera. También resulta interesante el caso de
1240
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
como de sus padres u otros familiares 2347, por cercanía al capitán o por otro tipo
de influencias 2348. Otro grupo numeroso provenía de la cesión de padres a hijos
del oficio, supuesto que se contemplaba y fomentaba en las instrucciones de la
guarda de 1561 2349. Por supuesto, su procedencia geográfica fue muy variada, aunque siempre fueron personajes pertenecientes a alguno de los reinos hispanos 2350.
Lo habitual era entrar a servir en primer lugar en la guarda amarilla pero, en ocasiones, y debido a su edad o a alguna merced especial, se les concedía plaza en la
guarda vieja o se les reservaba directamente 2351.
Por norma general, el servicio de estos alabarderos y escuderos en la guarda era
más prolongado que el de los guardas flamencos y tudescos debido, quizás, a su
mayor facilidad para adaptarse a la vida en la Corte 2352. Hubo algunos guardas que
los panaderos Pedro de Burgos, que era de boca del monarca y lo siguió siendo tras ingresar en
la guarda amarilla, o Nicolás Domingo, que tras trabajar como panadero de corte, oficio que
ejercería hasta su muerte, y de boca de Felipe III y de la reina de Hungría recibió en 1635 el
puesto de alabardero de la guarda amarilla. Pedro Salazar y Girón, por su parte, ejercía como
rey de armas en lugar de su sobrino antes de ingresar en la guarda y acabó abandonando la
misma para dedicarse de lleno a ello. Por último, nuestro cronista Diego de Soto y Aguilar,
estuvo encargado de negocios relacionados con la Santa Cruzada antes de ingresar en la guarda.
2347
Como Juan Sánchez Lezcano, cuyo padre Francisco fue guarda español y su
suegro, Gabriel de Vega, jardinero mayor en el palacio del Pardo y en la Casa de Campo.
2348
En este grupo nos encontramos, por ejemplo, al reseñado Toribio de la Portilla, a
Alberto González, criado del propio marqués de Camarasa, o a don Miguel Tello, que gracias
a sus servicios en México al marqués de Gelves fue nombrado escudero de la guarda a caballo.
2349
Entre otros, podemos ver los casos de los alabarderos Juan Rodríguez, padre e hijo,
Manuel y Alonso Conde o Julián y Jusepe Carrasco.
2350
Así, nos encontramos con Juan Bautista Navarro de Valencia, Domingo Díaz de
Galicia, Cosme Díaz de Caldevilla de Aragón, Francisco de Herrera y Juan Gutiérrez de
Andalucía, Román de Espinosa y Alonso Rosado de Castilla o Martín de Vergara y Guebar
de Navarra. Por supuesto, había madrileños como Juan del Pozo o Pedro Romero.
2351
Entre los que entraron en la guarda vieja directamente nos encontramos a
Francisco Hernández, que ingresó el 1 de octubre de 1604, o a Jerónimo Blázquez, que
comenzó a servir durante el segundo tercio de 1618. Como reservados podemos reseñar a
Juan Henríquez, reserva de la guarda vieja desde el segundo tercio de 1604, o a Domingo
Llerena, que lo fue en la misma unidad desde el primer tercio de 1613.
2352 Hay numerosos casos de estancias prolongadas, pero podemos poner como ejemplos
a Luis Gutiérrez, que sirvió desde 1570 hasta el último tercio de 1611, Juan Lozano, desde el
24 de noviembre de 1575 hasta el 16 de septiembre de 1624, Juan de la Peña, desde el 2 de
diciembre de 1576 hasta el 27 de septiembre de 1621, Hernando Hernández de Cárdenas, desde
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llegaron a servir durante tres reinados consecutivos, como Francisco Hernández,
que lo hizo desde 1549 hasta su fallecimiento en enero de 1601, aunque también
nos encontramos con numerosos casos de estancia breve 2353 producidos muchas
veces por la falta de adaptación, lo que conllevaba algunos despidos, o a la aparición de oficios más interesantes para ellos en el ejército 2354, en las Casas Reales 2355, como recomendaba la instrucción de 1605, o en otros lugares 2356.
Las posibilidades de promoción dentro de la guarda, como ya hemos apuntado
previamente, eran muy importantes y aquellos que entraban a servir como simples
alabarderos sólo tenían vetado el acceso a los puestos de capitán y teniente. Las dos
opciones de ascenso posible eran la de llegar a los cargos de mayor relevancia, lo
que no todos conseguían, o acceder a puestos con gajes más elevados. Según establecía la Ordenanza de 1605, de la guarda amarilla se promocionaba a la de a
caballo, para cuyas plazas vacantes tenían preferencia los alabarderos más antiguos
el 23 de noviembre de 1577 hasta su fallecimiento el 26 de septiembre de 1621, Alonso del
Álamo, desde 1583 hasta 1628 o Andrés García de Carabanchel, de noviembre de 1606 hasta
1647.
2353
Entre ellos destacaremos a Pedro Martín, que sirvió desde el 27 de mayo al 2 de agosto
de 1594, Juan Ruiz, desde el primer tercio de 1599 hasta su despido el 7 de junio del mismo año,
Lucas de Utiel, del 21 de julio al 22 de septiembre de 1600, Diego Hernández de Angulo, del 7
de noviembre de 1603 hasta el 17 de mayo de 1604, Juan de Sosa, que sirvió únicamente en
marzo y abril de 1605 o Juan de la Peña, del 1 de abril a noviembre del mismo año.
2354 Como fue el caso de Gabriel Cano “el Mozo”, Hernando Sánchez, Antonio de
Urosa, Gregorio de Castro, Bartolomé de la Cerda, Pedro de Alvarado, Gregorio de Puelles o
Pedro de la Peña que, sin embargo, retornó a la guarda un año después de marchar a Flandes.
2355 Entre los que promocionaron a otros oficios en las Casas Reales nos encontramos
con los escuderos de a pie del rey Francisco de Sanjuán, que pasó a ejercer el 30 de
noviembre de 1595, y Juan Jiménez, el 1 de diciembre de 1597, Pedro Montoya, que el 28
de febrero de 1600 fue nombrado lacayo de la reina, Antonio Rodríguez, que el 26 de
noviembre de 1600 lo fue como lacayo del rey, Antonio de Rebolledo, que el 17 de abril de
1604 pasó a servir como portero de cadena del rey, Diego López Arias, que en 1636 comenzó
a ejercer como lacayo del monarca, don Francisco de Medrano, que estuvo en Flandes
sirviendo a don Juan José de Austria, Francisco Alcocer, que en 1695 fue nombrado archero
de Corps, o Domingo García, Eustaquio Ibáñez Romero, Pedro de León y Gaspar de
Cepeda, que en 1649 marcharon a Italia para servir en la Casa de Mariana de Austria.
2356 Resulta bastante interesante el caso de José Preciado, escudero de la guarda a caballo
desde el último tercio de 1660 hasta que en mayo de 1668 se le concedió una vara de alguacil
de Corte, lo que provocó un conflicto, pues seguía vigente su nombramiento como guarda
español y no había pedido permiso al capitán. Tras mirarse en el Bureo, se decidió que se le
quitaran ambas plazas y cuando hubiera escarmentado que se le devolviera la de alguacil.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
y con más méritos. En cuanto a las plazas libres de la guarda vieja, se cubrían preferentemente por miembros de la guarda amarilla y, posteriormente, por los de la
de a caballo. Una vez en la guarda vieja, era muy extraño que se abandonara, pero
hubo casos, como el de Blas de la Parra, que pasó de la misma a la de a caballo.
Las 12 plazas reservadas de la guarda amarilla, así como las 8 de la guarda vieja y las 4 de la de a caballo, se debían conceder preferentemente a aquellos soldados que hubieran servido más tiempo o estuvieran físicamente peor de la misma
guarda, aunque hubo algunas excepciones, como la de Juan Casulla, que fue reservado en la guarda a caballo pese a haber servido en la amarilla. Los guardas reservados solían regresar a su lugar de origen para vivir, aunque algunos abandonaron
la reserva para volver a servir como Diego Hernández de Torrejón, que pasó a ser
escudero en la guarda a caballo tras 12 años reservado, o Juan Martínez Cortés, que
tras tres años en la reserva tomó el puesto de cabo de escuadra de la guarda amarilla. Aunque en ocasiones, sobre todo desde finales del reinado de Felipe IV, comenzaron a ocupar estas plazas personajes que no lo merecían en virtud de su edad
o años de servicio, sobre todo “hechuras” de los capitanes 2357, el desvirtuamiento
de las mismas no fue tan acusado como en la guarda de Corps y se respetó de una
manera mucho más rigurosa el número de dichas plazas.
La inmensa mayoría de los alabarderos y escuderos casaban con mujeres de los
reinos peninsulares y era muy extraño que contrajeran matrimonio con foráneas.
De igual manera, eran frecuentes los enlaces con familiares de otros guardas, caso
de Pedro González, que casó con la hija de Juan Ruiz, debido a los fuertes lazos
personales que se creaban al compartir tantas horas de servicio. Estos vínculos se
pueden observar también en aquellos guardas que, en su testamento, nombraban
como albaceas a miembros de su compañía 2358, aunque no era tan frecuente como
en la guarda tudesca y de Corps debido a su mayor facilidad para relacionarse con
ámbitos diferentes. Por otro lado, si los testamentarios no eran miembros de la
2357
El primer caso fue el del reseñado Toribio de la Portilla, acentuándose el proceso con
Felipe IV y Carlos II, donde encontramos varios casos como el de Prudencio Ortiz de Zárate,
que recibió directamente una plaza de reservado en la guarda a caballo el 1 de febrero de 1650
disfrutando de ella hasta el final de febrero de 1657; Enrique de la Puente, tomó la misma plaza
el 1 de marzo de ese año y la retuvo hasta su renuncia en 1665; don Martín de Redín, reservado
en la guarda amarilla desde 1655 hasta 1660, o Pedro Gutiérrez de Arce y de Larrea, que gracias
a los servicios de su padre, del mismo nombre, como correo real a caballo, fue reservado de la
guarda amarilla desde el 1 de octubre de 1657 hasta su muerte a final de octubre de 1681.
2358
Tal es el caso de Juan Gómez, cuyos albaceas eran el sargento Francisco Hernández
y el alabardero Juan de Mansilla, y de Juan de Salvador, del que fueron su mujer, el cabo de
escuadra Pedro de Nabio y Agustín de Huerta.
1243
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José Eloy Hortal Muñoz
guarda, solían ser naturales de los reinos peninsulares y era muy raro que fueran
de otras nacionalidades 2359.
Al igual que en las otras dos unidades de guarda, la capacidad de integración
de los miembros de la española en la vida de la sociedad madrileña de la época dependió de su capacidad pecuniaria y de la puntualidad con la que recibieran sus
gajes 2360. La gran mayoría de los guardas no eran naturales de Madrid y para poder trasladar a su familia a la Corte y poder adquirir vivienda propia, no teniendo
así que habitar la de aposento que se les daba, necesitaban que los pagos y mercedes se les realizaran con regularidad 2361. Debido a los retrasos, en diversos momentos, los guardas debían recurrir al pluriempleo para poder mantener su nivel
de vida, ya que los gajes eran insuficientes 2362; en ocasiones, esos trabajos fuera
2359
Entre los testamentarios españoles destacan Martín Gómez con su mujer, el
carpintero Gabriel Rojo y el ropero Juan González o Martín de Vergara y Guebar, que tuvo
a su viuda, María Gámiz de la Paçabuida, y a Juan de Górriz. El primero de ellos es un claro
ejemplo de integración en la sociedad madrileña fuera de la guarda, ya que era familiar del
Santo Oficio y cofrade, junto con su mujer, de la cofradía de los mercaderes. En cuanto a
guardas con testamentarios extranjeros, solo nos hemos encontrado con Francisco Herrera,
que tuvo como albacea al alemán Jorge Mayre junto al castellano Juan Carvajal.
2360
Hubo numerosas ocasiones en que los pagos se hicieron con dificultad, caso de
Gabriel Cano “el Mozo”, al que se le dejaron sin pagar tres años de sus gajes y tuvo que
reclamarlos en enero de 1629, o Jerónimo González, que falleció en 1635 y su viuda, Juana
Bautista, se vio obligada a reclamar los gajes de su marido desde 1631, que no le habían sido
pagados, consiguiendo, finalmente, cobrar toda la deuda. En ocasiones, estos retrasos llevaban
a los guardas a endeudarse, lo que obligaba a que sus gajes les fueran embargados como a
Diego Catalán, que contrajo una deuda de 3.000 reales con Juan Francome vecino y mercader
de Medina del Campo, o Sebastián Silvestre, cuyos gajes fueron embargados desde el 30 de
julio de 1637 hasta su muerte el 24 de diciembre de 1644, por una deuda de 500 ducados que
tenía con Pedro Chabrol.
2361
Entre aquellos que hemos localizado con casa propia en Madrid nos encontramos a
Andrés Arias de la Vega, Juan Blanco, Francisco Cabello, Alonso González, Pedro de Montión
o Alonso de Roales. Entre los que no tenían morada de su propiedad nos encontramos a
Sebastián de Aillón, que tenía problemas con su casera de la casa de la calle de la Espada, o Juan
Lozano.
2362
En este caso nos encontramos a Martín Gómez, al que ya señalamos como familiar
del Santo Oficio. Hay que hacer una mención destacada de los 12 guardas que fueron a servir
al Cardenal Infante cuando marchó de gobernador a Flandes, manteniendo su puesto en la
guarda española, o de Andrés Arias de la Vega, Mateo Martín, Alexo Villar de Saz o Domingo
González, que sirvieron también a la reina de Hungría. Por último, algunos pelearon en el
ejército al tiempo que retenían su condición de guardas, como fue el caso de Juan Puñal
Adánez que falleció en el sitio de Barcelona en 1633.
1244
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
de la unidad les fueron encargados por el propio monarca 2363. Por su parte, su vinculación con los Sitios Reales fue mucho menor que la desempeñada por la guarda de archeros; de hecho, únicamente nos encontramos a Juan Ladrón de
Guevara, que fue maestro de hacer moneda del Ingenio de Segovia de 1612 a 1652.
Tras alabarderos y escuderos nos encontramos con los oficios auxiliares, que
podemos dividir en dos grupos; aquellos en que el cargo estaba compartido con el
servicio como guarda o aquellos en donde no había necesidad de hacerlo. Entre los
primeros nos encontramos únicamente con los aposentadores, cargo que solo existió durante el reinado de Felipe II y los primeros años del de Felipe III. Los ocupantes del oficio eran guardas que veían su nombramiento como una manera de
completar gajes, mientras la unidad, por su parte, veía cubiertas unas necesidades
funcionales sin que aumentaran en exceso los gastos de la misma, ya que Juan Lozano, Juan Martínez Romero, Francisco Ortiz de Villanueva o Francisco González recibían 60 reales al mes, más los gajes de su otro oficio en la guarda.
Por lo que respecta a los que no tenían que compartir su oficio con el de guarda, los doctores o médicos, caso del doctor Vera o de Benamedino, solían haber servido en el ejército y no eran médicos de la Casa Real, aunque procuraban hacer lo
posible por obtener dicha posición. De este oficio únicamente tenemos constancia
durante el reinado de Felipe II. Junto a ellos encontraríamos también a los secretarios, que, durante el reinado de Felipe II, pertenecían exclusivamente a una de las
secciones de la guarda, preferentemente la amarilla o la vieja, y eran personajes que
habían servido como alabarderos o escuderos y abandonaban esos oficios en cuanto se incorporaban al de secretario, retornando a aquel cuando dejaban de ejercerlo; tal fue el caso de Cosme de Villaverde, Juan del Campo o Melchor de Lerma.
La situación se modificaría con el nombramiento en 1598 de Pedro Liñán de Riaza, ya que desde entonces pasarían a serlo de las tres guardas y ocuparían este oficio personajes elegidos por los capitanes, preferentemente sus propios secretarios
o “hechuras” suyas, para controlar mejor la unidad. En la misma situación se encontrarían el licenciado Martín de Ugarte y Juan Martínez Cortés, durante cuyo
ejercicio, en concreto en 1620, se decidió que, para completar gajes, la plaza debía
ir siempre acompañada de otro cargo en la guarda, en el cual no llegaban nunca a
servir, o de la concesión de la condición de reservado en alguna de las tres secciones de la guarda. Así sucedería también con Juan de Oriar, al que se le otorgó la
2363 Así sucedería con Juan de Medina, correo de la caballeriza que siguió sirviendo en la
misma tras su ingreso en la guarda amarilla en 1624, Alonso Rodríguez, que en octubre de
1646 salió de la Corte hacia Aragón para servir al monarca cobrando 6 millones de maravedís
que se le debían a su Real Hacienda, o Miguel Romero, al cual el mismo año se le rompió una
pierna cuando llevaba una carta al embajador veneciano por encargo de Felipe IV.
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José Eloy Hortal Muñoz
condición de cabo de escuadra reservado de la guarda amarilla, desde el 1 de marzo de 1640 hasta el segundo tercio de 1644, don Pedro de Orozco, secretario del
capitán don Luis de Guzmán Ponce de León y de las guardas, desde el 1 de noviembre de 1650 hasta mayo de 1658, o don Agustín Florez de Setién, secretario
del marqués de Salinas y de las guardas desde 1665. Por último, en algunas ocasiones aparecieron los escribanos, cuyos gajes desconocemos, cargo en el que sirvieron Pedro de Robledo, Juan Gallego de Moya y Jusepe de Madrid, si bien solo los
dos primeros habían servido en otro oficio en la guarda con anterioridad.
Finalmente, habría algunos oficios manuales como los de calcetero, con Francisco de Portillo o Enrique Antonio, zapatero, Francisco Redondo, barbero, Diego Díaz, espadero, Lucas de Medina, sastre, herrador, caso de Luis Navarro, Juan
Ruiz o los Juan de Lozar, o sillero, como Juan y Francisco Marcos y Martín de
Menaria, siendo estos dos últimos exclusivos de la guarda a caballo. Estos trabajos eran frecuentemente ocupados por miembros de la misma familia, pasando en
muchas ocasiones de padres a hijos, antiguos miembros de la guarda, que al ejercer un oficio manual perdían su derecho a volver a servir como alabarderos o escuderos de la guarda, o gente ajena a la misma de manera coyuntural.
Durante el último periodo, el cuerpo, ya en franca decadencia, comenzó a sufrir dos situaciones que deterioraron aún más su condición. La primera de ellas
fue el ingreso en la unidad de gran cantidad de personajes que regentaban tabernas, posadas, tiendas de vino... o tenían otros oficios manuales 2364 y cuya intención no era tanto servir en la guarda ni percibir gajes como acceder al fuero
privativo que tenían las guardas reales. Sin embargo, la reseñada Cédula de 1643
en que se autorizaba a la justicia ordinaria a intervenir contra ellos y la persecución que sufrieron contra sus negocios para que no estuvieran pluriempleados
provocó el abandono masivo de la guarda, hasta el punto de tener que promulgar
la Cédula de 1658 para que recuperaran esas prerrogativas 2365. Pese a ello, las
2364
Un caso precoz fue el de Toribio García de Orna, mercader que tras sufrir una
quiebra en 1626 luchó denodadamente por conseguir entrar en la guarda a caballo para evitar
la prisión por deudas. Pese a conseguir su ingreso, en marzo de 1631 fue mandado prender por
los alcaldes debido a su deuda y solo la intervención del capitán impidió que permaneciera
mucho tiempo en prisión. Posteriormente sería mucho más frecuente, como sucedió con Juan
Domínguez de Luciana, que puso tienda de vino tras casarse con la despensera del duque de
Alba, Francisco Andrés Moro, maestro de hacer coches, Manuel González, maestro calderero,
Tomás Bazo, carpintero, Antonio Francisco de Zafra, impresor de libros en la Corte, Pablo de
Segura, que sirvió en todo lo que se ofrecía en las obras del Alcázar, o los llamados Gineses.
2365
Como podemos observar en AGP, Reg. 5740. Podemos encontrar copia de dicha
cédula en AGP, Personal, caja 11748/17, SH, caja 182, exp. 1658 y D. DE SOTO Y AGUILAR:
Tratado sobre las Guardas Españolas..., op. cit., ff. 331v-332v.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
defecciones en el servicio continuaron siendo constantes y los alabarderos y escuderos que no llegaron nunca a servir fueron muy numerosos, aumentando también su conflictividad 2366.
La segunda situación fue el ingreso de algunos “extranjeros” en la unidad 2367,
cosa que no había sucedido hasta el momento si obviamos la entrada en el cuerpo de algunos portugueses tras su incorporación a la Monarquía 2368. Por supuesto, el problema fue mucho menos dramático en esta guarda que en la de Corps o
en la tudesca, pero ello agravaba su situación al retirar a la unidad su condición
de representante de la nación hispana y anunciar la necesidad de una profunda
reforma.
En conclusión, podemos considerar que la guarda española fue refugio y posibilidad de medro para un gran número de hidalgos de todos los reinos peninsulares, provenientes en su mayoría del ejército, que, durante su servicio, se
establecieron en la Corte, donde tenían la posibilidad mejorar su posición social
y económica. Una vez cumplido su periodo de servicio solían retornar a sus lugares de origen, si no se habían asentado ellos y su familia en la vida de la capital, donde incrementaban su prestigio merced a haber formado parte del
servicio personal del rey. De esta manera, la guarda española se convirtió en un
mecanismo de distribución de la gracia real por los diferentes reinos peninsulares, al permitir a un determinado grupo social la posibilidad de servir cerca
del monarca. Todo ello quebraría durante el reinado de Felipe IV, desvirtuando
así gran parte del significado de la unidad.
7.2.2.2. Sistemas de previsión de la compañía
Las dificultades económicas que comenzó a sufrir el cuerpo durante el reinado de Felipe II y la asunción de la función de representación de la nación hispana, supuso que se tuviera que crear un sistema de ayudas y compensaciones para
paliar las carencias de los miembros la guarda, tal y como sucedió en la guarda
tudesca y en la de archeros de Corps. Conviene resaltar, sin embargo, que estuvo mucho menos desarrollado que en la guarda flamenca, cuya condición de primera guarda le supuso, tanto unos mayores gajes, como un especial cuidado por
parte de los diversos monarcas y un abanico mucho más amplio de ayudas.
2366 Entre muchos otros podemos citar los casos de Diego de Batres y Villafranca, Juan
de Bermeo, Juan de Gomara, Juan de Monteserín o Julián Santos.
2367
Como el reseñado Pedro de Losa, francés de nación.
2368
Caso de Luis González.
1247
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El eje fundamental del sistema de previsión de la guarda española fue su Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora del Remedio y la Encarnación, la primera de dicha índole fundada dentro de la Guarda Real. Dicha entidad apareció
durante el reinado de Felipe II, concretamente en Lisboa en 1582, bajo la advocación de Nuestra Señora del Remedio y la Encarnación 2369, y su constitución fue
aprobada por don Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, tras concederle Gregorio XIII ciertos beneficios en 1584 2370. El breve papal se encerró en el arca de
tres llaves de la Hermandad, que tenía su sede en la capilla de Nuestra Señora del
Remedio en la iglesia de la Merced Calzada de Madrid 2371, templo donde la guarda posaría sus armas hasta la extinción de la unidad, pese a algunos conflictos que
tuvieron lugar con la iglesia a finales del reinado de Carlos II 2372.
2369
Por desgracia, las constituciones de la Hermandad, contenidas en las Constituciones
de la Hermandad y Cofradía de la Guarda española de S. M. y criados de su Real Casa, fundada
en la capilla de Ntra. Señora del Remedio en la iglesia de la Merced Calzada de Madrid, Madrid
1583, que se encontraban en un manuscrito de la BNE, han desaparecido (antigua signatura
M-42).
2370
AGS, Estado, leg. 945, ff. 70-71.
2371
Encontramos una descripción de esta iglesia y de la capilla en A. PONZ: Viaje de
España, vol. 2, Tomos V-VIII: Trata de Madrid, Sitios Reales inmediatos y de Extremadura,
Madrid 1793, pp. 72-75. La iglesia, hoy desaparecida, se encontraba situada muy cerca de la
plaza mayor, en la calle de la Merced, cerca de la plaza de Tirso de Molina, como se puede
ver en P. DE TEXEIRA: Topografía de la Villa de Madrid, Madrid 1656. La capilla era la
primera a la izquierda y conservaba dos obras de arte importantes, un cuadro de Lucas
Jordan y una imagen de Nuestra Señora de los Remedios, a la que se profesaba mucha
devoción en Madrid. Se conserva un grabado de esa imagen, realizado en 1769, en la BNE,
referencia 1969-32 y que podemos ver también en el catálogo de la exposición El grabado a
buril en la España Ilustrada: Manuel Salvador Carmona, Madrid 1989, p. 86, nº 94.
2372
“El Padre comendador y religiosos del convento de Nuestra Señora de la Merced
de calzados en esta corte dicen, Que la conservación del augusto sacramento en el sitio que
hoy posee la iglesia de la referida religión real, como fundación de María Santísima por los
serenísimos reyes de Aragón, de quienes son sucesores los de Castilla, se debe al invencible
ánimo con que la guarda española defendió con su valor y personas no se extinguiese el
santísimo perserverando firmes en resistir a los que se oponían a la fundación del convento
teniendo de aquí origen cumplir con la iglesia la semana santa las guardas españolas, sin ir a
la parroquia, y arrimar por más de cien años las armas a la puerta de la Iglesia del convento
de la Merced y respecto de que no es justo se olviden tan singulares prerrogativas y antigüedades
tan memorables que por un leve motivo no prosigan en estar fuera de su centro y radical
fundamento las guardas españolas. A V. Excelencia suplican se sirva de disponer que se
restituyan las guardas españolas a su prístino y primitivo origen, sin que se oculten tan
especiales preeminencias y glorias como resplandecen por ambas partes, prosiguiendo en la
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
La Cofradía fue puliendo sus mecanismos de financiación y funcionamiento a lo largo del siglo XVII. Parece ser que sus ingresos no provenían de los gajes que quedaban sin pagar cuando algún miembro de la guarda dejaba la misma
en el tiempo comprendido entre un roolo y otro, si no que recibía dinero de las
multas que se ponían a los cofrades y a través de los testamentos de los guardas
que morían sin descendencia 2373. Con estas rentas y bienes, que eran administrados por unos guardas que ejercían de mayordomos, la Cofradía ayudaba a sus
cofrades impedidos y a las viudas de los mismos, haciéndose cargo de los entierros de aquellos guardas sin posibles.
forma que ha estado en uso arrimar las armas y asistir a las demás funciones sagradas en la dicha
iglesia del convento de la merced calzada por más de cien años, correspondiendo la comunidad
con lo que ha acostumbrado en dicho tiempo, que en ello recivirán merced de la gran piedad y
justificación de V. Excelencia” La respuesta del Bureo del 15 de julio de 1697 fue que “Se ha
presentado por el Comendador y Religiosos del convento de Nuestra Señora de la Merced una
certificación de el furrier de las guardas españolas en que declara ha visto desde el año de 1661
que los soldados han ido al referido convento a cumplir con el precepto de la Santa Madre
Iglesia, y así mismo una información en que deponen cuatro testigos han visto salir en
procesión la virgen por la calle junto a la iglesia de dicho convento colgadas las ventanas. Y
juntamente han presentado la historia general de esta orden y en un párrafo que va señalado al
margen a folio 204 se expresa la competencia que tuvo la parroquia de San Justo, la de Santa
Cruz y la de San Sebastián para impedir la fundación y como la guarda española la amparó
resistiéndolo para que pudiesen acudir a su Majestad y a los superiores eclesiásticos hasta que
se apaciguó, como parece de los papeles adjuntos y párrafo deste libro”. La respuesta del
capitán de la guarda española fue que “Lo que se me ofreçe decir en la instancia y suplica del
convento de nuestra señora de la merced desta corte es que he oído decir siempre que la guarda
española amparó su fundación en el sitio en que se halla por haver mantenido el prinçipio de
ella en disposición de los que la impedían hasta que se acudió a quien deliberó la disputa y que
desde este origen ha arrimado las armas en aquel convento y cumplido en el con el precepto
anual de la Santa Iglesia donde los capellanes de la guarda suministran la comunión y el furrier
da las cédulas y este las recoge todas y entrega a los mismos capellanes los quales pasan al juez
de la capilla real de su Majestad para que lo participe al señor patriarca y sobre si toca a la
jurisdicción y regalía de su Ilustrísima o a la de los párrocos de Madrid tengo entendido ay
pleito pendiente; esto es lo que puedo informar a esos señores en esta materia para que
deliberen lo que fueren servidos. Guarde Dios a Vuestra Merced como deseo, Madrid a 26 de
julio de 1697”. Respuesta al margen, “No ha lugar por no haber bastante justificación” (AGP,
Reinados, Carlos II, caja 138, carpeta de 1697).
2373 Como así consta en el testamento de Juan de Salvador con fecha del 27 de enero de
1599 (AHPM, Protocolo 1006, ff. 122r-123v) o de Juan Ortiz de Osta del 8 de diciembre de
1627 (Ibidem, Protocolo 24770, ff. 195-197v), por el cual cedía sus bienes a la Hermandad
de la Guarda Española.
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Junto a la Hermandad, había otros mecanismos de ayuda a los guardas, que podían dirigir sus peticiones de mercedes al Bureo o a la Cámara y, en ocasiones, a la
secretaría de Estado para el Norte, aunque a esta última se dirigían únicamente para pedir mercedes para sus hijos 2374. Estas instancias podían concederles ayudas
de costa extraordinarias para realizar alguna Jornada o para otras cuestiones tanto
para el conjunto de la guarda, tal y como sucedió en 1603 2375, como para los soldados a título individual 2376. Igualmente, podían recibir pensiones sobre bienes de
la iglesia para sus hijos 2377, o dinero de las limosnas de la Capilla Real para dote
de sus hijas 2378, tal y como sucedía con otros miembros de Casas Reales, entre
2374
Tal fue el caso de Juan de Urrutia cuya viuda, Jerónima de Torres, pidió el 25 de
enero de 1609 que a su hijo Hernando, de 24 años, que estaba sirviendo en Flandes se le
acrecentasen los 5 escudos que tenía de ventaja, en virtud de los servicios de su difunto marido,
concediéndosele dos escudos más, así como a Luis Gutiérrez, que el 12 de enero de 1611 pidió
que se concediera una ventaja a su hijo del mismo nombre, de 14 años, para ir a servir a
Flandes y se le dieron 4 reales.
2375 “Del como se hizo repartimiento de la ayuda de costa que se dio a las tres guardas
en noviembre de 1603 de los oficios que su Majestad mandó” (22 de noviembre 1603, AZ,
Carpeta 195, GD 5, Doc. 140). Se concedieron 15.882 reales de ayuda de costa a cada guarda
correspondiendo, en el caso de la española, 140 para cada alabardero, 540 al alférez, 340 al
sargento y 270 a los cabos de escuadra.
2376
Como a Juan de Ortega, reservado en la guarda amarilla que, a finales de octubre de
1647, tuvo que renunciar a su plaza, al estar ciego desde hacía un año y encontrarse su mujer
enferma. Debido a ello, solicitó que se le concediera una ración, una portería de cámara, una
vara de alguacil de la villa perpetua o un puesto de escudero de a pie. Sin embargo, se denegaron
todas sus peticiones para concederle 100 reales de limosna (AGP, SH, caja 179), al igual que se
le habían dado a Antonio García el año anterior (Ibidem, caja 178). Lo mismo sucedería con el
alabardero de la guarda amarilla Eugenio de Olivares, al que el 5 de agosto de 1679 se le hizo
merced de una ración ordinaria en virtud de sus servicios y de los de su padre, también
alabardero, y por haber quedado inservible para el oficio efectivo del puesto tras darle un aire
que le dejó casi sin vista y baldado de todo un lado, cuando llevaba la vianda del rey (Ibidem,
caja 179).
2377
En todos los casos era de 100 ducados, que podían ser por una vez, caso de Miguel
Sánchez, que los recibió el 11 de julio de 1607 para su hijo Bernardino, o de pensión, como a
Pedro de Roales, al que se le concedieron en Zamora para su hijo Francisco el 16 de abril de
1610, Francisco Ramírez, en Sevilla el 15 de mayo de 1610 para su hijo Diego, Juan Rodríguez
de Carvajal, Bernardino de Torres y Lucas de la Torres, en Granada para sus hijos el 15 de
mayo de 1610, Diego de la Torre, el 15 de mayo de 1600 en Granada para su hijo Tomás, o
Gaspar de la Torre, en Zamora para su hijo del mismo nombre el 16 de abril de 1610.
2378
El dinero recibido podían ser 100 ducados, como fue el caso de las hijas de Pedro
Fernández de Córdoba o Bartolomé Hernández, o 150 como las hijas de Alonso de Paredes,
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
ellos algunos guardas de los otros cuerpos palatino-personales 2379. Por último,
también estaba recogida la concesión de 80 ducados a las viudas de los guardas 2380,
cuantía que era superior si el difunto había ocupado algún cargo dentro del cuerpo 2381, entregando también en ocasiones a finales del reinado de Carlos II una ayuda de 200 reales de vellón para el entierro de los fallecidos 2382. Esta cantidad era
también percibida por las viudas de los ocupantes de algunos oficios menores como los silleros 2383.
Pedro Navío Vázquez o Francisco Librero (RAH, Ms. 9/477, ff. 180r-187r). En alguna
ocasión, la merced para las hijas fue conceder la plaza del padre para con quien casare, caso
de Juana, hija del alabardero de la guarda amarilla Juan de Medina.
2379 Así nos encontramos con Wilhem de Malinas de la guarda tudesca, cuya hija
recibió 100 ducados, o Gaspar Fermans de la de Corps que percibió 200 (Ibidem).
2380 En este caso nos encontramos con las viudas de, entre otros, Alonso del Álamo,
Francisco de Arévalo, Mateo Baltasar, Domingo de Ballesteros, Pedro de la Calle, Juan
Camacho, Hernando Hernández de Cárdenas o Alonso Carrasco. Si no tenían viuda, este
dinero se podía conceder a los hijos, como fue el caso de Juan Lozar o Martín de Menaria.
Dicha concesión, que ya se venía haciendo desde época de Felipe II, solía ser confirmada al
comienzo de cada reinado como vemos en esta petición del 14 de julio de 1621 (AGP, SH, caja
181): “La guarda española de a pie, vieja y de a caballo de V. Majestad dicen que el rey don
Felipe vuestro señor padre que está en el cielo hacía merced a las viudas que quedarían de
soldados de la guarda por una vez de ochenta ducados en consideración de lo que habían
servido en ella y esto lo consultava el mayordomo mayor llevando cada una certificación del
capitán del tiempo que había servido el dicho su marido y esto se pagava y librava por la real
Cámara de V. Majestad dando orden para ello a don Bernabé de Vivanco y lo mismo hacían sus
antecesores en el tiempo que estuvo por su cuenta. Al presente ay tres viudas que han muerto
sus maridos después que su majestad que está en el cielo murió. Atento a lo qual suplican a V.
Majestad humildemente, sea servido de mandar questa tan buena obra se continúe y haga
merced a las dichas viudas en la forma arriba referida que en ello hará V. Majestad servicio a
dios y a ellos gran bien y merced”.
2381 Entre estos nos encontramos a Pedro Bravo y Pedro Martínez Romero, cuyas
mujeres recibieron 100 ducados por haber sido sargentos, o Andrés García de Carabanchel
y Juan Gutiérrez, cuyas viudas recibieron 160 ducados por el oficio de alférez que llegaron
a tener. Caso curioso fue el de Andrés García, que no llegó a casar con Isabel García pero
tuvo con ella hijos legítimos, por lo que al no ser técnicamente viuda se le concedió una plaza
en la guarda vieja para quien casare con ella en lugar de los 80 ducados preceptivos.
2382
Tal y como se le concedió a doña Juana Briceño, viuda de Pedro de Flores, en 1682.
2383
Como sucedió con María de Chagavía, viuda del sillero Martín de Menaria, que
recibió en 1622 los 80 ducados de ayuda de costa para las viudas de los guardas y la posibilidad
de dar su plaza a quien casare con ella.
1251
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Por supuesto, muchas de sus peticiones fueron denegadas 2384, siendo muy
interesante la que realizó el sargento de la guarda amarilla Antonio González de
la Serna en 1688 al Bureo. En ella, solicitaba que a los miembros de la guarda
que llevaran más de 20 años de servicio se les concediera la misma medalla con
la efigie real que recibían los archeros. Los méritos acumulados por González
de la Serna provocaron un intenso debate, pues nunca se había concedido a otro
cuerpo de guarda que no fuera el de Corps. Sin embargo, se le acabaría denegando tal solicitud tanto en esta ocasión como en las que realizó posteriormente en 1697 y en 1702, por falta de antecedentes 2385.
7.2.3. La compañía tudesca o alemana 2386
7.2.3.1. Condición social de sus miembros
Durante el reinado de Carlos V, que supo utilizar como ningún otro sus Casas
Reales para agrupar en torno suyo a los personajes más relevantes de los múltiples
territorios de los cuales era soberano, algunos servidores imperiales se pudieron
integrar en el séquito de un monarca del que, por otro lado, eran súbditos 2387.
Dentro de esos espacios de integración podemos situar la guarda tudesca, aunque,
por desgracia, desconocemos en gran medida el nombre y condición de los integrantes de la unidad durante este reinado, si exceptuamos algunos capitanes y tenientes y el sonado caso de Sebastian Xertel, que nos indica que no todos los
alabarderos eran de noble condición en ese momento.
Sin embargo, tras la muerte del emperador, la presencia de tudescos en las
Casas Reales pasó a convertirse en testimonial, ya que tanto Felipe II, –con la
2384 En este caso nos encontramos a Francisco Sánchez Lezcano, al que en mayo de 1609
el Bureo le denegó una plaza de lacayo de las que estaban vacas en la Casa del rey, Gaspar de
la Torre, que pidió el 30 de enero de 1613 una ayuda para la dote de su hija, en concreto
licencia de 3.000 cueros, por sus años de servicio pero se le denegó, o a Pedro González, que
pidió al Bureo el 7 de julio de 1621 una plaza de mozo de oficio o de boca de su Majestad para
remedio de una hija que tenía y se le denegó, por no haberlo en ese momento.
2385
En su expediente en AGP, SH, caja 178.
2386
Sobre esta unidad, mi artículo “La ‘Compañía de tudescos de la guarda de la
persona real de Castilla’ en el contexto de la Casa Real de los monarcas Austrias hispanos
(1519-1702)”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN y R. GONZÁLEZ CUERVA (coords.): La Dinastía de los
Austria..., op. cit., vol. I, pp. 391-438.
2387
V,
Para el nombre de esos personajes, J. MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos
op. cit., vol. IV.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
excepción de algunos gentilhombres de la boca, como el conde Wolf de Hizembourg o Jehan de Polviller, procedentes del servicio su padre–, como sus sucesores,
prefirieron conceder pensiones, encomiendas, puestos en el ejército o el Toisón
de Oro a aquellos nobles del Imperio que les ayudaran en sus propósitos, en lugar
de integrarlos en su servicio personal 2388. Como ejemplo baste que los séquitos
de personas reales provenientes del Imperio –caso de las reinas Ana de Austria o
Margarita de Austria-Estiria o los archiduques Rodolfo, Ernesto, Alberto o Wenceslao–, se reformaban a su llegada a Madrid y pocos de sus integrantes conservaban su oficio. Entre estas honrosas excepciones podemos destacar a la familia
Dietrichstein, de la que tres de sus integrantes, Hipólita, María y Ana, fueron
dueñas de honor de la reina Ana y de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, y otra, Beatriz de Dietrichstein y Cardona, dama de la infanta Isabel
Clara Eugenia 2389, y algunos ejemplos en cargos menores, como Christophe Felibran, mozo de cocina de la reina Ana y de las infantas, desde el 1 de julio de
1573 hasta el 6 de octubre de 1584 2390, Jorge Alemán, mozo de los pajes de los
archiduques Alberto y Wenceslao, desde el 1 de marzo de 1573 hasta el último
tercio de ese año 2391, y algunos de los criados que retornaron con la emperatriz
María desde el Imperio a Castilla en 1581 2392. Debido a este proceso, la única
sección de la Casa Real que encontraron los personajes provenientes del Imperio
para integrarse en el servicio de los Austrias reinantes tras Carlos V fue la guarda tudesca, que, sin duda, constituyó uno de los grupos de naturales del Imperio más importantes que se localizó en la Corte de la Monarquía Hispana durante
los siglos XVI y XVII.
El conocimiento de los miembros de la guarda, a través de un estudio social
de los mismos, puede ayudarnos a profundizar sobre la manera en que se integraron los tudescos, no sólo, en el servicio a las personas reales, sino en la vida
de la Corte de la Monarquía, así como la interrelación y lazos de clientelazgo y
2388 Para las relaciones de Felipe II con sus clientes en el Imperio, F. EDELMAYER: “La
red clientelar de Felipe II en el Sacro Imperio Romano Germánico”, Torre de los Lujanes 33
(abril 1997), pp. 129-142 y del mismo autor: Söldner und Pensionäre: das Netzwerk Philipps
II im Heiligen Römischen Reich, Viena-Munich 2002.
2389 F. EDELMAYER: “Honor y dinero. Adam de Dietrichstein al servicio de la casa de
Austria”, Studia Historica. Historia Moderna 11 (1993) pp. 89-116, especialmente 108 y 112.
2390
AGP, Personal, caja 148/3.
2391
AGS, CMC, 1ª época, leg. 1024, s.f.
2392
Para los componentes de la Casa de la emperatriz María, J. MARTÍNEZ MILLÁN y
S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La Monarquía de Felipe II..., op. cit., vol. II, pp. 699-704.
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José Eloy Hortal Muñoz
patronazgo que entre ellos existía. Como es de suponer, la dificultad que entraña la realización de este estudio prosopográfico es grande, debido a la escasez
de fuentes que completen los roolos de la guarda 2393, en los que únicamente
aparece indicada la fecha de entrada y salida de los miembros de la misma, así
como el cargo, junto a pequeños datos relativos al servicio como licencias, cesión de sus gajes... 2394. Sin embargo, una exhaustiva labor de búsqueda en las
fuentes indicadas anteriormente, así como en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid y el Archivo de la Parroquia de San Ginés, nos ha llevado a encontrar fuentes complementarias que nos han ayudado a conocer datos
biográficos adicionales de muchos miembros de la guarda tudesca, en especial
desde los últimos años de reinado de Felipe II en adelante.
Al igual que hemos realizado en el resto de cuerpos, para llevar a cabo un análisis de la extracción social de los integrantes de la guarda vamos a separarlos según el oficio que desempeñaban en la misma. Por supuesto, los de una mayor
condición social serían los capitanes, que no debían ser obligatoriamente tudescos, aunque durante el siglo XVI se procuró respetar ese origen, así como su condición nobiliaria. El reinado de Felipe III trajo consigo un giro sustancial en la
condición de los ocupantes del oficio, pues se abrió a personajes de otras nacionalidades y ya no volvemos a encontrar tudescos, aunque se le realizara el ofrecimiento al I conde de Isemburg en 1640. Sin embargo, sí se respetaría la condición
nobiliaria de los mismos, excepto en el caso de los Calderón, aunque el nombramiento de Rodrigo (1613-1621) como marqués mitigó en algo este exceso. De hecho, podemos encontrar en el oficio a grandes nobles y de gran relevancia en el
gobierno de la Monarquía, tales como don Martín Artal de Alagón Colona y Pimentel, conde de Sástago (1632-1639), don Pedro Antonio de Aragón, duque de
Feria y marqués de Povar (1640-1690), don Martín de Guzmán Niño de Porres,
marqués de Montealegre y Quintana (c. s. 1692-1699) o don Juan Enríquez de
Guzmán, conde de Alba de Aliste (1699-1702), sin olvidar a don Baltasar Barroso de Ribera, marqués de Malpica, que fue gobernador de la unidad de 1642 a
1646 y de 1662 a 1669.
Los tenientes no gozaban de una situación social tan elevada como la de los capitanes o la de los tenientes de la guarda de Corps. Ninguno de ellos, excepción
2393
Que se encuentran en AGP, Regs. 5733 (1558-1596), 5734 (1597-1619), 5735
(1620-1657) y 5736 (1640-1693).
2394
Sus memoriales al Bureo en AGP, SH, cajas 173-175: en la 173 los expedientes de
la A-E, en la 174 los de la F-O y en la 175 los de la P-Z, así como disposiciones relativas a
la guarda alemana y dos roolos de 1700 y 1701.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
hecha de don Jean d’Allamont (1651-1657), poseyó título nobiliario y para acceder al cargo se sirvieron de sus relaciones personales. Así, algunos se aprovecharon de contactos previos a su ingreso en la guarda, caso de Karl Függer
(1567-1570), miembro de la famosa familia de banqueros, Pompeo Calco (15871602), “hechura” del capitán Lodrón, o Theodor Lansgeneque (1611-1647), que
fue mandado llamar ex profeso del Imperio para ejercer el puesto, mientras que
otros fueron ascendiendo dentro del cuerpo como Karl Pfeflein (1584-1586) o
Theodor Glauca (1605-1611). La calidad de los aspirantes nos indica que el oficio era apetecible para un determinado perfil de personaje, como el de militares
con una cierta experiencia al mando de unidades de los ejércitos de la Monarquía,
que ya habían recibido un hábito de una orden militar y que aspiraban a un oficio que les hiciera ascender dentro de la Etiqueta. Lo que si hay que resaltar es
que siempre se respetó que fueran tudescos, con excepción de don Francisco Antonio Ethenard y Abarca (1680-1702) que, aunque de padre tudesco, había nacido en Madrid.
Los capellanes, por su parte, eran religiosos que se encontraban ya en Castilla, ejerciendo casi siempre como capellanes reales, como fue el caso de Walter
Quining (1607-1639) o Martín Pesserio (1594-1603) que lo era, a su vez, de la
emperatriz María. La relación entre ellos solía ser muy fluida e, incluso, tenemos
constancia de que el franciscano Fray Jerónimo Strager (1604-1607) fue recomendado el 9 de agosto de 1603 por Martín Pesserio a Juan de Borja, mayordomo mayor de la emperatriz María, para que consiguiera que le sucediera en el
oficio de capellán, cosa que el noble valenciano logró 2395. De igual modo, mantenían estrecho contacto con sus homólogos de otras guardas, como lo demuestra
el hecho de que Walter Quining fuera uno de los albaceas testamentarios de Oliverio Danis, capellán de los archeros de Corps 2396. Su lugar de origen fue variando, pues desde el inicio de la guarda hasta el reinado de Felipe III fueron tudescos,
excepto Quining que era natural de Groningen. A continuación, pasarían a predominar los flamencos, como Gilles vander Linden (1657-1658), el licenciado
Juan de Baena (1639-1652) o el doctor don Dermisio Fayo (1671-1695), mientras
que, durante el reinado de Carlos II, serían hispanos, como el licenciado don Antonio Esteban de Ugarte (1699-1702) o los doctores don Duarte de Sosa (16621668) o don Jerónimo Fernández de Velasco (1695-1698). En cuanto al resto de
componentes de la guarda, podemos inferir que tenían una extracción social inferior al de los miembros de los grupos anteriores, aunque siempre teniendo en
2395
RAH, Ms. M-138, f. 283.
2396
El testamento se conserva en AHPM, Protocolo 1573, ff. 637r-640r.
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José Eloy Hortal Muñoz
cuenta que debían ser “alemanes altos” que no hubieran realizado trabajo manual
con anterioridad. Debemos distinguir tres etapas dentro de su evolución.
En la primera de ellas, que abarcaría casi todo el reinado de Felipe II, la mayoría de los alabarderos provenían de los ejércitos de la Monarquía 2397, e incluso
continuaron sirviendo durante el periodo en que se supone que ejercían en la guarda 2398. Eran originarios de todos los rincones del Imperio 2399 y muy pocos provenían de familias de larga tradición en el servicio a los monarcas hispanos 2400, entre
las cuales podemos destacar aquellas que tuvieron a varios de sus miembros sirviendo en la guarda tudesca, bien padres e hijos, como Hans y Georg Baybel o los
Martin von Herlem, o hermanos como el propio Martin y Hans von Herlem. Una
vez finalizado su servicio, muchos volvían al ejército, normalmente en Flandes 2401,
o, en algunas ocasiones, pasaban a servir en la guarda de Corps 2402.
En conclusión, la guarda tudesca se convirtió en uno de los pocos reductos que
los servidores imperiales tenían para poder integrarse en el servicio de los monarcas hispanos tras la cesión de los territorios imperiales de Carlos V a su hermano
Fernando. En concreto, el grupo al que se premiaba con el ingreso en la guarda era
2397
Podemos citar los ejemplos de David Leopold, que había luchado durante 16 años
contra los turcos, Hans Happel, que estuvo en el ejército en Flandes y se unió al tercio de
alemanes que fue a servir al rey Sebastián de Portugal en su campaña en el Norte de África,
donde fue hecho preso y permaneció en prisión durante 25 años, Hans Baybel, que sirvió en el
sitio de Metz en 1552 y posteriormente en Italia, Michael Metz, que había servido en Flandes
y Francia, Georg Cnoblach, soldado en Flandes y Francia, Johannes Hendrik Maquerer, que
sirvió durante 8 años en los reinos de Italia, primero al príncipe Doria en el estandarte real y,
posteriormente, al conde de Benavente y al marqués de Villena en Nápoles, Hendrik Densted,
que sirvió durante 21 años en las galeras de Sicilia y Malta, Hendrik Mermans, que sirvió, tanto
en Flandes, como en Saboya y Francia como soldado, sargento, hombre de armas y capitán de
25 hombres a caballo, o Andreas Prayer, que luchó tres años contra el turco en Hungría.
2398
Tal es el caso de Peter Lauterer o Paulo Milio.
2399
Nos encontramos, por ejemplo, con guardas de Baviera, como Paulus Stringer,
Tirol, Pompeo Calco, Colonia, Martín Nayring o Frisia Oriental, Teodoro Gerz.
2400
Aunque hubo algunos casos de familias de luenga tradición de servicio como la de
Cristóbal Schneclin, que descendía de militares que habían servido en el ejército de la Casa de
Austria tanto en la rama austriaca como la española, o Philipp Prucner, cuyo abuelo Simon
había servido en Hungría a María de Borgoña y fue nombrado caballero en 1485, mientras que
su padre Juan, en tiempos de Carlos V, fue alférez de la ciudad de Felelle y asesor de juicios
del tribunal de Noynsolio y su hermano Jacome sirvió en Hungría a Carlos V.
2401
Como Marcos Debissem de Lucemburg, Hans Trauper o Jakob Vrosel.
2402
Caso de Hendrik Stella o Jacop van Weymelen.
1256
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
al de los hidalgos, baja nobleza y soldados que, tras haber prestado sus servicios en
los ejércitos de la Monarquía, veían prestigiada su condición social y económica
con el ingreso en la guarda y aumentaban sus posibilidades de medro al trasladarse a vivir a la Corte. Una vez cumplido su servicio, algunos optaban por continuar
viviendo en Madrid, lo que hacía aumentar la presencia de los servidores imperiales en la Corte y la consolidaba, mientras otros retornaban al ejército o a sus tierras de origen, donde difundían su gratitud al monarca hispano y se convertían en
un grupo afín, sobre todo en tierras católicas, a las ideas de la Monarquía. De esta manera, la guarda tudesca contribuyó a aumentar las redes clientelares de los
monarcas hispanos en el Imperio dentro de los grupos sociales de nivel medio,
mientras las pensiones, los cargos en el ejército y el Toisón de Oro fueron las herramientas que se utilizaron para niveles más elevados.
Esto se vería modificado desde comienzos del siglo XVII, a raíz de la adopción
de esta guarda de la función de representante de la nación tudesca en la Corte, y
su configuración social cambiaría para comenzar a responder a la realidad de los
alemanes en la misma. Las antiguas vías de acceso derivadas de la hidalguía y del
ejército 2403, fueron perdiendo paulatinamente su importancia para dar paso a tudescos, tanto recién llegados a Madrid 2404 como pertenecientes a familias que llevaban mucho tiempo afincadas en la capital 2405, que ocupaban los oficios más
variopintos para subsistir. Igualmente, habría algunos alabarderos que recibieron
el oficio por servicios a la Monarquía que no tenían nada que ver con el ejército,
pero a los que se buscaba premiar con un oficio en la Casa Real; entre ellos podemos destacar a los ebanistas Gaspar Camp, que lo fue de la reina Margarita de
Austria-Estiria, o Baltasar Virz, de la reina Isabel de Borbón. Junto a ellos, y por
2403
Aunque, por supuesto, las puertas no se cerraron a los escasos personajes que
quisieron ingresar en la unidad a través de esas vías. Este es el caso de Juan Guillermo Salter
de Salzburg, procedente de una familia noble del Tirol, Juan Ussel, que ingresó en la unidad
tras servir durante 6 años en el ejército en Flandes, Lazaro Paulino, tambor mandado traer del
Imperio ex profeso por Mariana de Austria en 1649, o Elias Nuremberger, que fue soldado de
infantería en Badajoz durante 7 años hasta que fue hecho prisionero en el sitio de Villaviciosa
y tras ser liberado marchó a la Corte, donde asentó como alabardero en 1670.
2404 Entre ellos nos encontramos con taberneros como Herman Mathias, sastres como
Antonio Nagel y, sobre todo, ebanistas como Simon Malender Telpe, Bartolomé Eberhart,
Tomas Seiz, Hans Crempel o Felipe Osterried.
2405 Es destacable la cantidad de sastres que ingresaron, caso de Hermann von Reyndorf,
Francisco Heyndiguer, Miguel Richter, Juan Entner, Jorge Reydemans o Juan Bautista Jordán,
aunque habría también carpinteros como Juan Pérez o hijos de antiguos alabarderos como
Hans Arroyo.
1257
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último, habría un grupo menos numeroso que llegaba al cuerpo tras haber servido en otras Casas Reales 2406.
Hay que resaltar que la “hispanización” que afectó al cargo de capitán desde
el inicio del reinado de Felipe III, no se haría extensible al resto de componentes
de la misma hasta unas décadas más tarde. Así, el resto de oficios continuó siendo coto de naturales del Imperio, a los que premiar o recolocar, tal y como sucedió durante el último tercio de 1609 con los 6 servidores a los que se le concedió
el ingreso, con plaza extraordinaria, dentro de la guarda, por haber acompañado
al conde de Berlaymont durante la embajada que realizó durante aquel año a Madrid por encargo de los archiduques Alberto e Isabel. En concreto, los agraciados
fueron Johannes Cenxrenger, Conradus Hoffman, Andreas Krautzeidel, Nicholas Krueger, Matheus Rasthefer y Paulus Simon, que recibieron una plaza extraordinaria, en la cual servirían hasta que en julio de 1610 pasaron a tener plaza
sencilla 2407. Sin embargo, su inferior condición con respecto a la guarda de Corps,
así como sus menores gajes y su mayor dificultad en percibirlos, provocó que numerosos naturales del Imperio que hubieran podido prestigar la unidad tudesca
prefirieran servir con los archeros. Los casos más llamativos fueron los del arquitecto Teodoro Ardemans y de Lorenzo Cramer o Caramuer, padre del teólogo y
obispo Juan Caramuer, que, originario de Luxemburgo, sirvió en la guarda de
Corps y no en la tudesca. Más numeroso fue el contingente de hijos de guardas
tudescos que sirvieron directamente en la de Corps, como Joan Jacques Aversneeu, hijo de Jacques Haberxne, Bernardo Meidman, hijo de Daniel alabardero y
escribano de la tudesca, o Mathias Qnoler, hijo de Georg.
El interés de muchos de estos personajes en servir como guardas era mínimo,
lo que supuso numerosas ausencias en el servicio, y sus condiciones físicas y sociales para cumplir en un cargo de esta índole eran, en muchos de los casos, cuanto
menos dudosas. El propósito de la mayoría de los integrantes de la guarda era conseguir un salario fijo y adquirir cierta relevancia social al ingresar en el servicio
real, la mayoría de las veces con la idea de progresar dentro de la propia unidad.
Hubo casos, sin embargo, en que su aventura acabó pronto y abandonaron la compañía, tras un breve periodo de estancia, al no conseguir adaptarse a la nueva forma de vida 2408, u obtener un nuevo oficio mejor remunerado o más cercano a sus
2406
Martín Krauser y Mathias Graff, por ejemplo, habían servido en la de Emmanuel
Filiberto de Saboya y Eisidro Quening en la de la reina Margarita de Austria-Estiria.
2407
2408
AGP, Reg. 5734.
Hay numerosos casos de estancia corta en la guarda, pero es interesante el de Hans
Aut, Fayt Zepler y Cristóbal Grin, que entraron y abandonaron la guarda durante el último
1258
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
lugares de procedencia 2409. De igual manera, muchos tuvieron que volver al Imperio por motivos familiares o por no alcanzarles los gajes para subsistir en la Corte 2410, teniendo que ejercer algunos alabarderos el pluriempleo para completar el
sueldo, como Martin von Herlem, que fue sastre de la unidad durante la estancia
de la misma en Valladolid, o Melchor Faistgais, reputado entallador que recibió varios encargos para la Casa Real, como tasar los muebles de Felipe II en 1600.
Por contra, hubo un grupo muy numeroso que hizo carrera dentro de la propia guarda y sirvió en la misma hasta en tres reinados diferentes, como fue el caso
de Cristian Cremers que permaneció en la compañía desde 1618 hasta 1678 2411.
Algunos de ellos, además, pudieron ascender dentro de la unidad, algo que fue posible gracias a que los cargos intermedios, como alférez, sargento, furrier, escribano y cabo de escuadra, y en ocasiones el de teniente, se nutrían de los propios
tercio de 1599. En cuanto a la falta de adaptación, podemos destacar el caso de Jacob Lob que,
tras 30 años de servicio en los ejércitos de Flandes, acudió al archiduque Alberto para entrar
en su Casa pero, ante la gran cantidad de peticiones que tenía, Alberto lo denegó y Lob tuvo
que marchar a Castilla junto a uno de sus hijos, dejando al resto y a su mujer en Flandes. Fue
recibido por guarda alemán a finales de 1611, pero ya en 1615 pidió una capitanía en Flandes
con sueldo y, aunque sólo se le concedió una carta de recomendación para el archiduque, a los
pocos meses retornó a los Países Bajos para volver junto a su familia.
2409
Es el caso de Hans Verestol y Mathias Linden, que abandonaron la guarda a finales
de febrero de 1595 para servir en la Casa que el archiduque Alberto llevó a Flandes; el
primero, como ayuda de entretenido de los porteros de cocina y, posteriormente, como
portero de cocina y el segundo, como ayuda de entretenido de la acemilería. Son de destacar,
igualmente, aquellos guardas que partieron con Jerónimo de Lodrón a sus numerosos viajes
para luchar en Flandes o Francia, como Santin Carter, Theodor Glauca, Michael Gutman
o Steffan Schuler.
2410 Tal es el caso de Paulo Milio que, tras recibir una licencia de un año en 1600, no
volvió a servir porque su padre acababa de fallecer y se trasladó a su tierra para poner orden
en el cobro de la hacienda, Michael de Fezio, al que en 1623 se le concedió una licencia de
6 meses para ir al Imperio y ver si había recibido alguna herencia de sus padres, falleciendo
durante el viaje, Christophe Exermy, que pidió licencia en 1629 para volver a su tierra natal
a hacerse cargo de su herencia tras fallecer su padre y su madre y que tuvo que reclamar los
gajes que se le debían desde 1625 para poder realizar el viaje, o Paulus Stringer, que en 1629
solicitó licencia para abandonar la guarda y volver a sus tierras, debido a lo elevado de los
precios y a la escasez de sus gajes.
2411 Hubo numerosos casos de servicio prolongado como fueron Georg Fuchswantz,
que sirvió de 1546 a 1594, Hans von Herlem, 1559-1612, Adam Ditman, 1560-1594, Hans
Straumer, 1594-1636, Jacob Entner, 1600-1637, Lorenzo Bauer, 1605-1637, o Lorenzo
Gayguer, 1606-1655, entre otros.
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componentes de la guarda y no se buscaba fuera de ella. Theodor Glauca fue quien
más alto llegó, al ejercer como teniente desde el 16 de septiembre de 1605, tras haber servido como alabardero con plaza aventajada, desde el primer tercio de 1591
hasta el 1 de octubre de 1593, cabo de escuadra, desde esa fecha hasta el segundo
tercio de 1596, y sargento, desde ese momento hasta su nombramiento como teniente, aunque no fue el único ejemplo 2412.
En función de con quién se relacionaban, nos encontramos con dos grupos
de guardas: aquellos que circunscribieron sus relaciones personales únicamente al entorno de la compañía tudesca y a los miembros de su nación que estaban
presentes en la Corte y aquellos que ampliaban sus miras e intimaban con otras
nacionalidades.
Dentro del primer grupo, bastante más numeroso, se incluyen los guardas
que contrajeron matrimonio con mujeres de su propia nacionalidad, caso de Israel Koch, que casó con la hija de Hans von Herlem, Hans Buerzel, cuya esposa, Magdalena Zetisca, era natural de Praga y criada de Gaspar de Zúñiga,
Gaspar Camp o Martin Krauser. De igual manera, podemos observar quiénes se
relacionaban preferentemente con personajes de su misma nación, a través de los
testamentos cuyos albaceas fueran nacidos en el Imperio; entre estos podemos
destacar a Georg Biedler, que nombraba como testamentarios al sargento de la
guarda Hendrik Denstedt y al alabardero Matheus Morez, Melchor Faistgais,
cuyos albaceas eran Guillermo Flutorxos, cajero de los Függer, el cabo de escuadra Hans Leopold y su mujer Úrsula Cepledín, o Francisco Montenegro, que
eligió al escribano de la guarda Hans Leopold y al cabo de escuadra Salvador
Gaiguer. Podemos observar igualmente esa interrelación entre los tudescos de la
Corte durante el viaje que realizó al Imperio, a comienzos de la década de los 90
del siglo XVI el embajador Hans Khevenhüller, ya que algunos guardas, como
Steffan Schbona, le acompañaron en el mismo.
En cuanto al segundo grupo, hubo numerosos guardas que se integraron de
una manera más profunda en la vida de la Corte y contrajeron matrimonio con
castellanas, como Teodoro Gerz, que casó con Juliana González, criada de Rodrigo Calderón, Hans Effring, Peter Lauterer o Peter Yanyodes. Algunos llevaron
2412
Otros casos fueron los de Ludwig Wallniger, alabardero con plaza aventajada, cabo
de escuadra y sargento; Hans Denner, que sirvió como alabardero con plaza aventajada,
sargento y alférez; Philipp Prucner, alabardero con plaza simple, con plaza aventajada, furrier
y escribano de la guarda; Philipp Quening, que tuvo plaza aventajada, cabo de escuadra,
escribano y alférez; Hendrik Denstedt, que disfrutó de plaza sencilla, aventajada, cabo de
escuadra y sargento o Godofredo Janix, que sirvió como alabardero con plaza sencilla y
aventajada, cabo de escuadra, furrier y sargento.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
más allá su integración y bautizaron a sus hijos en la parroquia que les correspondía, se integraron en cofradías ajenas a la de la guarda tudesca y tuvieron como
albaceas a personajes no nacidos en el Imperio 2413.
La adaptación de cada uno de los guardas a la vida en la Corte fue debida también, en gran medida, a la facilidad con la que recibieran sus gajes, ya que hubo
numerosas quejas al respecto. Hay que recordar que las guardas tenían preferencia en el cobro de sus salarios respecto a otras áreas de la Casa Real 2414, pero esto no les garantizaba recibir los sueldos de forma puntual. La facilidad en la
obtención del salario y beneficios adicionales proporcionaban la oportunidad a algunos alabarderos de comprar casa propia y no tener que conformarse con la de
aposento que se les concedía a todos los miembros de las guardas, asegurándose
así una hacienda propia. Este fue el caso de Cristian Cremers, Teodoro Gerz,
Hans Ferle, Hans Arroyo o Cristóbal Schneclin que, aprovechándose de los servicios prestados, intentaron que se les concediera la exención del huésped de aposento, lo cual lograron en la mayoría de las ocasiones.
La condición social y nacional de los componentes de la unidad se vería seriamente modificada durante el reinado de Felipe IV, sobre todo cuando ésta
empezó a perder su principal función de representación de la nación tudesca en
la Corte. Los antecedentes de esta decadencia se pueden localizar en los reinados de Felipe II y Felipe III, en que, tras perder la soberanía sobre los territorios
imperiales, se produjeron numerosas ausencias de los capitanes, lo que provocó
cierto descontrol que favoreció el ingreso de algunos flamencos en el cuerpo,
como Jakob Vrosel, procedente de Groningen y que fue alabardero desde 1581
hasta 1588, Hendrik Mermans, natural de Amberes que ingresó en la guarda a
finales de 1599, o Peter Schneider, que lo hizo durante el primer tercio de 1616.
2413 Ejemplar fue el caso de Eisidro Quening, que vino del Imperio en el séquito de
Margarita de Austria-Estiria y que entró en la guarda a comienzos de abril de 1603,
sirviendo hasta su muerte en 1643. Contrajo matrimonio el 30 de noviembre de 1617, en San
Ginés, con Mariana Palacios, hermana de Juan Palacios que fue sumiller de la cava y
panetería del Cardenal Infante así como secretario de un partido del arzobispado de Toledo.
De igual manera, destaca Teodoro Gerz que, además de casarse con una criada de Calderón,
adquirió una casa en la calle tudescos y fue enterrado en la iglesia de San Alfonso, ayuda de
parroquia de la iglesia de San Martín. Sus testamentarios fueron su compadre Toribio de
Prado, Teodoro Johannes, el soldado Eduart Fonfelt y su mujer.
2414 C. J. DE CARLOS MORALES: “El sostenimiento económico de las casas de Felipe II”, en
J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (coords.): La Monarquía de Felipe II..., op. cit.,
vol. I, p. 108. Recibían primero los gajes los llamados “oficios menores”, que correspondían con
aquellas áreas en las que sus integrantes no solían tener ingresos adicionales a sus gajes como
servidores reales, caso de Capilla, Guarda y Furriera.
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Sin embargo, el ingreso de estos “extranjeros” fue esporádico y, además, sus
condiciones para el puesto se ajustaban a lo requerido, pues siempre mostraban
pasaporte de haber servido en algún regimiento de alemanes.
El comienzo de la Guerra de los Treinta Años hizo aumentar todavía más las
dificultades para conseguir personajes de cierta entidad social o militar que quisieran servir en la guarda tudesca, circunstancia que agravó las contradicciones que
sufría la unidad y que comenzarían a reflejarse en el decurso vital de la misma durante el gobierno y capitanía del conde de Sástago. Desde ese momento, ingresarían en el cuerpo numerosos guardas de otras nacionalidades que, además, eran de
un condición social poco adecuada, a la que unían su dedicación a oficios que deslustraban enormemente a la compañía. Especialmente numeroso fue el grupo de
hispanos 2415, de los cuales solo unos pocos provenían del ejército 2416. Junto a ellos
hubo también flamencos 2417, valones 2418, franceses 2419, hasta que se prohibió su
2415
Nos encontramos numerosos taberneros como Pedro de Aguilar “el Viejo”, Gonzalo
Juan de Godoy, Alonso Negrón, Lorenzo Castellen, Nicolás Velín, Domingo Cavano, Juan
Alonso Sánchez, Juan Rodríguez o Pedro García, posaderos como Domingo García, Francisco
de Soto o Amaro González, mesoneros como Juan García o Sebastián Pérez, bodegoneros
como Antonio Monroy o Pedro Meléndez, zapateros como Juan de Alburquerque o Juan
Martín, sastres como Jerónimo Alberto Arteaga “El Viejo”, vendedores de vino como Pedro
Bravo, Juan López o Jaime de Buenamigo, vendedores de aceite y vinagre como Domingo del
Campo, Cristóbal de Enciso o Francisco Sánchez de Guiraldete, que tenía también el oficio de
dorador, hacedores de guardainfantes como Jerónimo Escobar, carniceros como Luis Gallego,
roperos de viejo como Juan González Peite, Hernando de Pinto o Juan Zapata, carpinteros
como Lucas de la Hoz, panaderos como Alonso López de la Puerta, tratantes del rastro como
Juan de Otero, aguardenteros como Domingo Rodríguez, cocheros como Bartolomé de Salas,
tejedores de terciopelo como Pedro Sánchez Esprín, tratantes de cebada como Pedro Zierra,
golilleros como Domingo Sánchez, confiteros como Juan de la Puerta y maestros herreros
como Francisco Fernández de Rubinos. Igualmente, había algunos guardas pluriempleados
como Juan Fernández, que era maestro de hacer esteras de Palma y esteraba en invierno
algunas casas particulares pero sin tener tienda, o casos como el de Pedro de Aguilar “el
Mozo”, que fue el carcelero de la unidad durante su servicio. Curiosamente, al mismo tiempo
usaba su casa para organizar timbas y vender vino, lo cual le originó varios problemas que
solventó con el apoyo del capitán Aragón.
2416 Como Eugenio Carrasco, hijo de un cocinero real aunque también sirvió en el
ejército, Domingo Félix Terán, soldado de las guardas viejas, hidalgo y maestre de hacer
coches, o Juan de Oñate, que sirvió durante 4 años en las galeras hasta que fue herido en una
batalla contra los turcos y regresó a la Corte para ingresar en la guarda tudesca.
2417
Fue el caso de Guillermo Bart, que había sido zapatero con anterioridad, Christophe
Ferxur, Juan Biniquín, Jehan Vibrand, Peter Schifner, Artus van der Muert y Manuel Ferxur,
sastres, Jehan Hervart y Juan Vaders, cordoneros, Bernardo van der Sand o Guillermo Farnik,
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
presencia tras el inicio de las guerras con Luis XIV 2420, e incluso algún portugués,
como el panadero Antonio Francisco Herman, o genovés como el tabernero Bartolomé Pera. Las plazas supernumerarias sin gajes y las de sustituto contribuirían
a agravar el desastre.
El intento del capitán Aragón en 1649 por “germanizar” de nuevo la unidad,
y la obligación posterior de readmitir a los “extranjeros” que habían sido expulsados para dar cabida a los 24 tudescos, fue el último que se realizó para que la
guarda volviera a su ser. Podemos considerar que este fracaso significó la pérdida definitiva de la condición “tudesca” de la guarda.
7.2.3.2. Sistemas de previsión de la compañía
La precariedad económica que empezó a azotar a la guarda tudesca desde finales del reinado de Felipe II dio origen, al igual que en las otras guardas, a un
sistema de ayudas orientado a paliar la precariedad de medios que la caracterizaba. Con anterioridad, las ayudas provenían únicamente de socorros que se
concedían de forma extraordinaria o a través de adelantos de gajes individuales
a costa de sueldos posteriores 2421, lo que se continuó haciendo igualmente tras
la aparición de la cofradía y de las mencionadas plazas reservadas 2422.
libreros, o Lorenzo Reychart, tejedor. También habría algunos sin oficio conocido como
Cristobal Hemart, Overhard van Feld, Hans Schuen o Hans Cremers, que llegaría a ser
alférez de la guarda.
2418 Como el tejedor de telas Martin Budre, los mesoneros Pedro van Felt y Leonardo
Grasset o los sastres Hendrik Hervas, Hans Vals y Adrián Pelegrino.
2419 Como Juan Blanco o Luis Tyroffle, que, antes de entrar en la guarda, fueron
maeses de hacer coches, Miguel Eros, panadero, Luis de Morata, tabernero, o Pedro
Sánchez Oliveros, tratante de cebada y tabernero.
2420 Así sucedería con Pedro Chapa, panadero que fue expulsado de la guarda en 1683,
cuando se descubrió que era francés y no borgoñón como había aducido en un principio, o
Martín Sauna, panadero del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, expulsado el mismo
año por idéntico motivo.
2421 En AGP, SH, caja 175 se conservan relaciones de los socorros conjuntos
concedidos, tanto a la guarda alemana como a la española y de archeros, así como a la Capilla,
en tiempos de Felipe III. Un ejemplo son los 6.000 ducados concedidos en 1619 para acudir
a la Jornada de Portugal. De igual manera, hay recibos a título individual y listas por años
de los socorros concedidos a los guardas a costa de sus gajes.
2422
Esto llegaría hasta el reinado de Felipe V: “Por costumbre inmemorial de esta real
casa se ha dado a las guardias todos los años en cada una de las siete festividades, como son
1263
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El vértice fundamental de dicho engranaje fue la Cofradía, creada a imagen
y semejanza de lo que habían hecho sus colegas de la guarda española y de la de
Corps, o como se venía haciendo en la Casa Real con la Real Hermandad de
Criados de S. M. Su fundación vino a ocupar un vacío en la corte madrileña, ya
que los naturales del Imperio no gozaban de espacio propio en la misma, ni iglesia ni hospital, algo que sólo fue modificado cuando San Antonio de los Portugueses pasó a ser de los Alemanes en 1689, tras la pérdida de Portugal por parte
de la Monarquía. Debido a ello, la Cofradía ofreció a los guardas tudescos la posibilidad de estrechar los lazos entre sí y sentirse arropados en los momentos de
dificultad, pasando a constituirse, con el tiempo, en una de las instituciones más
representativas de los naturales del Imperio en Madrid
Desconocemos la fecha exacta de creación de esta congregación, que se instituyó bajo la advocación de San Jorge, pero esta se sitúa entre octubre de 1606,
momento en que el testamento del guarda Melchor Faistgais no hace mención
alguna de ella 2423, y septiembre de 1608, en que los gajes del fallecido Reinhardt
Hermann se concedían a la misma 2424, por lo que debemos unir directamente su
aparición en este momento a la precariedad que sufrió la unidad durante su estancia en Valladolid.
Los ingresos de la misma, como sucedía con otras agrupaciones análogas,
provenían de los propios gajes de los guardas. En concreto, se pidió al monarca
que los sueldos de las vacantes de los alabarderos que abandonaban la unidad o
año nuevo, pascua de Reyes, Pascua de Resurrección y del Espíritu Santo, día de San Martín,
día de San Andrés y Pascua de Navidad un refresco que llaman doble que compone de doce
panes comunes, ocho azumbres de vino, un carnero y veinte y cinco libras de fruta y habiendo
acudido las guardas por el doble de San Martín que es hoy pasó a dudar si han de correr estos
dobles por esta casa real como hasta aquí se han de dar para la casa de la Reina Nuestra Señora
donde hoy sirven y así se servirá Vuestra Señoría ponerlo en la noticia de su Excelencia para
que resuelva lo que hubiere de ejecutar en esto. Guarde dios a V. S., palacio 11 de noviembre
de 1700” (Respuesta al margen, “Habiendo dado quenta a su excelencia del contenido deste
billete ha resuelto no se altere el estilo de la Casa Real y que se continúe en ella el darse estos
dobles a las guardias como hasta aquí se ha hecho, así lo ha visto a Vuestra Merced para su
execución, Madrid, 13 de noviembre de 1700”). “Ordenó a boca el marqués que en estos
dobles se de a la guarda de archeros la parte que les corresponde, no obstante no servir por lo
presente” (AGP, SH, caja 182, carpeta de 1700).
2423
Dicho testamento, con fecha del 25 de octubre de 1606, se encuentra en AHPM,
Protocolo 2103, ff. 164v-167v y en él Faistgais solicitaba ser enterrado en San Ginés, con la
intervención de la Cofradía del Santísimo Sacramento de esa iglesia.
2424
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AGP, Reg. 5734.
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Capítulo 1.7: Las Guardas reales
morían se concedieran a la Cofradía, hasta que dicha plaza se volviera a proveer.
Aunque la cédula que institucionalizaba esta actuación no llegó hasta el 2 de diciembre de 1616 2425, ya se venía ejecutando desde finales de 1608, como consta
en el roolo del último tercio de ese año. En concreto, el primer caso fue el del ya
mencionado Reinhardt Hermann en septiembre de 1608, pasando los meses de
octubre, noviembre y diciembre del mismo año a la Cofradía. Con posterioridad,
cada vez pasó a ser más frecuente este uso y se fue completando con otros ingresos, como cuotas mensuales, multas a los cofrades y bienes de difuntos sin herederos directos, así como donaciones de los propios guardas u otros naturales del
Imperio residentes en la Corte. Al igual que en otras asociaciones de esta índole
durante esos años, muchas veces los guardas eran remisos a abonar sus cuotas y
solo se acordaban de la cofradía cuando les era necesaria 2426.
Como en el resto de cofradías, los servicios que prestaba la de los guardas tudescos se basaban en ayudar a sus miembros en ocasiones difíciles, como en momentos de enfermedad que les impedían ejercer su oficio, ayuda a los entierros y
viudas así como la concesión de préstamos con un ventajoso interés. Para administrar los gastos e ingresos de la agrupación se nombraron una serie de diputados
mayores y de mayordomos que, en algunas ocasiones, aprovecharon su posición
para completar su sueldo y malversar los fondos de la Cofradía. Es el caso de Salvador Gaiguer, del que se descubrió, tras abandonar la mayordomía, que había gastado más de lo ingresado y los diputados mayores tuvieron que pagar una fianza
para cubrir el desfase. Debido a eso, desde el primer tercio de 1620, se le fueron
quitando parte de sus gajes a Gaiguer, con el objeto de devolver esas fianzas 2427.
2425
M. DUMONT y M. ROUSSET: Le ceremonial diplomatique des cours de l’europe, ou
collection des actes, memoires et relations, Amsterdam-La Haya 1739, vol. V (Supplement), p. 274.
En concreto, el tenor de dicha cédula rezaba lo siguiente: “Los sueldos de las vacantes, que
huviere de soldados, desde que se muriese o despidiere hasta que se recibiere otro en su plaça,
se ha de aplicar para la cofradía de la dicha guarda y para que en esto haya la quenta yraçón que
conviene, se han de declarar en la lista que hace el capitán, las vacantes que huviere y por
muerte, de que soldados, para que los roles se ponga con la misma destinción y al tiempo de la
paga, se entreguen lo que montaren las quantidades a la persona o personas, en cuyo poder
huviere de entrar el dinero de la dicha cofradía, para se emplee, distribuya y beneficie como más
convenga”.
2426
Así sucede con Francisco Montenegro en cuyo testamento, con fecha 10 de marzo
de 1619 (AHPM, Protocolo 2377, ff. 135r-136v), habla de que quería que le acompañara la
hermandad de San Jorge en su entierro, pese a que aún les debía una cierta cantidad.
Además, al no tener hacienda, solicitaba que la cofradía pagara las misas por su alma.
2427
AGP, Reg. 5735.
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José Eloy Hortal Muñoz
Otros diputados, sin embargo, como Andrés Buque realizaron su trabajo con corrección y la Cofradía corrió con los gastos de su entierro sin problemas 2428.
Junto a las actividades de la Cofradía, los guardas alemanes tenían otras vías
para solicitar y conseguir mercedes, siendo las más comunes acudir al Bureo, a la
secretaría de Estado para el Norte o a la Cámara. Pese a ello, la guarda tudesca
nunca disfrutó de nada similar al Tour de Rolle que tenían los archeros de Corps,
quedando así patente la preponderancia ceremonial y de lustre de la que gozaba,
con respecto a la guarda alemana. Esto puede ser explicado por el superior peso
de la nacionalidad flamenca en la Corte, la mayor tradición de lo borgoñón en el
ceremonial áulico, así como que los territorios flamencos formaron parte de la
Monarquía durante estos siglos, excepto durante los años de la Cesión, mientras
que los territorios imperiales sólo lo fueron durante el reinado de Carlos V.
La mayoría de las peticiones de los guardas tudescos a las instancias arriba reseñadas hacían referencia a la concesión de entretenimientos en el ejército, como
los que se estaban otorgando en la guarda de Corps con Felipe III; así fue el caso
de Hendrik Mermans, Theodor Glauca o Gregorio Yarish que lo solicitó para su
hijo, o cartas de recomendación para servir en Flandes, caso de Georg Schiler,
Johan Hieronymit Hum o Theodore Niquel. En otras ocasiones, estas mercedes
se concedían a modo de pensiones por la iglesia, como las que obtuvieron el tambor Leopoldo Cantor y el alabardero Cristóbal Schneclin para sus hijos o el capellán Martín Pesserio para él mismo. Por último, se estipuló con Felipe III que
todas las viudas de los guardas recibieran 80 ducados al fallecer sus maridos, previa petición y estudio del Bureo. En algunos casos, esta cuantía se incrementaba
hasta 160 ducados si el difunto había ejercido algún cargo dentro de la guarda,
como sucedió con el sargento Israel Koch. Las dificultades económicas de los
reinados de Felipe IV y Carlos II, sin embargo, harían que estas ayudas fueran cada vez más difíciles de percibir y apenas aliviaran la pesada carga económica que
llevaban muchos alabarderos, que se las ingeniaban para conseguir subsistir de
manera ilegal 2429.
2428
APSG, Libros de defunciones, lib. 3, f. 29r. En la partida consta como el cabo de
escuadra de la guarda Hendrik Denstedt, diputado de la cofradía, pagó el entierro y el
traslado del cuerpo desde su domicilio, en la calle de los Negros, hasta el cementerio.
2429
Como sucedería en 1700 cuando el conde de Alba de Aliste quitó las plazas a Juan
de la Peña, Antonio Mexía y Lázaro Buenazera por defraudadores de las rentas reales (AGP,
Reinados, Carlos II, caja 135, exp. de 1700).
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