PLATERÍA
DE LA BASÍLICA DE LOS
SANTOS HERMANOS MÁRTIRES
VICENTE, SABINA Y CRISTETA
APROXIMACIÓN A SU ESTUDIO
B
A
S Í
L
I C
A
D E
SAN VICENTE
© De esta edición:
Fernando Gutiérrez Hernández
© De los textos:
Fernando Gutiérrez Hernández
© De fotografías, dibujos y gráficos:
Fernando Gutiérrez Hernández
DISEÑO Y MAQUETACIÓN:
Editechne Producción Editorial
(editechne@gmail.com)
ISBN: 978-84-09-07531-7
DEPÓSITO LEGAL: DL AV 112-2018
IMPRESIÓN: Imprenta Miján
De un templo como la Basílica de los Santos Hermanos Mártires
Vicente, Sabina y Cristeta, mucho se ha escrito y mucho se habrá
de escribir por su dimensión religiosa y también histórica dentro
de la ciudad de Ávila. Estas páginas aportan un espacio más de
conocimiento sobre la trascendencia cultual y artística del mismo,
acercándonos al estudio de algunas de las obras de plata más significativas que conserva el templo y que van de los siglos XVI al XVIII.
Se han seleccionado piezas de singular valor estético y con uso litúrgico, dejando para próximos trabajos otras muchas de gran belleza.
Algunas que no aparecen en este pequeño catálogo son especialmente bellas, como un relicario de San Blas salido del obrador madrileño Cabello y Sanz en 1863, que perteneció a Manuel de Cuevas
y Chacón, conde de Cuevas, y su mujer María del Pilar Bringas y Carranza. De gran sencillez es el relicario de los Santos Mártires salido
de los talleres Meneses y que en el siglo XIX sustituyó al que desde
mediados del siglo XVII custodiaba 3 reliquias de San Vicente y otras
dos de sus hermanas. Otras muchas piezas se conservan tras haber
servido a diversas capillas y fines, haber superado el saqueo de las
tropas francesas durante los inicios del siglo XIX e incluso haberse
recuperado tras el robo de buena parte de ellas en 1859.
Gracias a la vitalidad de la parroquia y la preocupación por el patrimonio, también el Tesoro de San Vicente está sujeto a su restauración para un adecuado uso y conservación de lo que dan fe las
siguientes páginas.
Agradezco a D. Fernando Gutiérrez Santamaría, párroco de San Vicente, su inestimable colaboración para facilitar el estudio de investigación sobre los bienes argénteos que atesora el templo.
Fernando Gutiérrez Hernández
1
CRUZ PARROQUIAL
C. 1537-1546
Diego González de Viniegra
C. 1537-1546
Realizada en plata en su color mediante las técnicas de fundido, torneado, repujado y cincelado.
Consta de alma original de hierro (hoy revestida
de madera, como en origen) y elementos sobredorados. Restaurada en 2013.
Dimensiones:
Altura total: 85 cm
Alto del árbol: 50,5 cm
Ancho del árbol: 41 cm
Altura total de la macolla: 35 cm
(con tubo de enmangar)
Altura del tubo de enmangar: 16 cm
Ancho del templete: 16,5 cm
Marcas:
Presenta multitud de marcas de burilada para ensayado, tanto en la macolla como en cada uno de
los brazos de la cruz. Punzón de la ciudad de Ávila junto a caldera (sello del marcador de Ávila Vicente Calderón), al menos en todos los brazos de
la cruz (anverso y reverso). En los plementos del
templete marca de la localidad de Ávila junto a
CO/FRAN como marcador, VINE/GRA como autor en zona interior del castillete, hoy no visible.
Esta singular cruz procesional, cruz grande o parroquial perteneciente al templo
basilical dedicado a los santos hermanos
mártires Vicente, Sabina y Cristeta, está
constituida, como viene siendo constante
en este tipo de obras, por dos elementos
fundamentales: la macolla (conformada a
su vez por tubo de enmangar cilíndrico y
nudo consistente en un templete acastillado de planta hexagonal organizado en
dos cuerpos) y el árbol (cruz propiamente
dicha) de tipología latina con brazos rectos,
con cuadrones cuadrangulares con imagen
de Cristo crucificado en el anverso y figuración de San Vicente en el reverso. Los extremos rematan en punta de flecha precedidos por expansiones de escotaduras que
acogen medallones laureados con profetas
en ambas caras y elementos principales
sobredorados. Buen ejemplo de la convivencia de los modelos góticos y las formas
renacentistas durante la primera mitad del
siglo XVI, su descripción y posterior análisis
revelarán la singularidad de esta obra.
El pie consta de cañón cilíndrico con remate periforme ornado de carnosos acantos de fundición matizados a cincel
y finalizados en su parte baja por tornapuntas simétricas. El
desarrollo vertical se continúa mediante moldura a modo de
toro perlada, cuarto de bocel abullonado, escocia de gran
desarrollo y de nuevo cuarto de bocel convexo abullonado
del que surgen seis pétalos radiales de remate conopial, con
ornato vegetal a candelieri y crestería en sus separaciones,
que sirven de base al plan hexagonal del templete.
El templete se organiza en dos cuerpos, el inferior de mayores dimensiones, quedando el superior retranqueado respecto del primero, si bien ambos con idéntica planta hexagonal
y casi idéntico diseño arquitectónico y desarrollo de su perímetro.
El alzado del cuerpo inferior se articula mediante encasamientos con balcones voladizos de base conopial y resaltados con crestería de lirios a modo de barandilla. Dichos espacios acogen representaciones de apóstoles configurados
en bulto redondo y sobredorados. Estos encasamientos, concebidos como pequeñas capillas que pretenden significar la
sacralidad de su contenido, tienen por fondo un vano rectangular con tracería calada de arcos apuntados que rematan
en doselete en ángulo con sus flancos articulados mediante
3
Cruz procesional de San Vicente. Frente.
4
Cruz procesional de San Vicente. Trasera.
5
arco conopial con cruz calada en su tímpano y doble arquería de medio punto.
La separación entre los encasamientos se organiza a través de prominentes contrafuertes en dos planos y abiertos en los flancos de su base para aligerar la estructura.
Balustres y tornapuntas hacen las veces de arbotantes. En
los frentes bajos del basamento de dichos contrafuertes,
encontramos balaustres en placas rectangulares de perfil
sogueado con carácter decorativo.
El segundo cuerpo repite la articulación del cuerpo bajo
en cuanto a vanos rectangulares con tracería calada en
sus paños y separación de los encasamientos mediante
contrafuertes, si bien estos de menor desarrollo. El remate
perimetral se conforma por doseletes calados de gran riqueza y complejidad que describen casi una circunferencia formando un coronamiento con pináculos de diferentes secciones prismáticas.
Carece el remate del templete de la pertinente vaina troncopiramidal invertida con abertura en forma de uve para
recibir la cruz. Debido a tal ausencia, cruz y macolla quedan unidos mediante una basta soldadura.
El árbol de la cruz responde al tipo latino con brazos rectos con ensanchamientos estrellados a través de escotaduras y remate extremo en punta de flecha.
Todo el perfil de los brazos está recorrido tanto en anverso
como en reverso por una crestería formada por lo que en
los contratos suele denominarse “culebras enlazadas”, una
concatenación de tornapuntas, resaltadas por perillones
en su punto de unión, por tallos de lirios en sus panzas,
y también se conservan algunas de las esferas arropadas
por pequeños acantos que en su momento ornaban los
extremos de stipes y patibulum.
Las planchas de los brazos presentan en su parte recta,
tanto en anverso como en reverso, una faja con motivos
de grutescos con máscaras, calaveras, drapeados, balaustres y panoplias, y en las expansiones de los extremos clípeos laureados que acogen medallones de perfil sogueado con representaciones de bustos de viejos de luengas
barbas en número de 8, figurados de 3/4 de perfil, con
tocados variados y rodeados parcialmente por filacterias
que bien podrían responder a la iconografía de profetas
no singularizados por carecer de atributos. Sobre la láurea,
en sus ejes principales, cabezas sobredoradas de ángeles
alados sobre pedestal.
Los cuadrones son cuadrangulares de lados combados
hacia el interior y cabezas de ángeles alados en los ángulos. Estos se decoran en su trasdós por tornapuntas
simétricas respecto de un tallo de lirios a modo de potencias. En el campo del cuadrón del anverso se representa
una roseta con flameros radiales, elemento parcialmente
oculto por la figura de bulto de Cristo crucificado de tres
clavos y sin aureola. En el campo del cuadrón del reverso
se representa un clípeo laureado, repitiendo el remate de
6
ángeles, y que acoge la figura del santo mártir Vicente,
cotitular de la basílica, vestido de túnica y manto, imberbe y con peinado romano a mechones, portando
palma martirial y libro. La láurea se repite como en el
resto de enmarques de figuras respondiendo a un criterio de homogeneidad reflejado en el conjunto.
posterior a la macolla. Si se añade a lo dicho las evidentes diferencias estilísticas entre la cruz y su pie surgen
dudas sobre la adscripción a un mismo platero de toda
la obra, más teniendo en cuenta que de Vicente Calderón sólo se sabe de su participación en obras como
marcador y nunca como artífice. No obstante, si se acude a la documentación conservada, el encargo del árbol de la cruz, al menos desde 1542, recaía en Viniegra;
en 1543 se le penalizaba por no haberla entregado y
en 1544 aún la tenía en su casa y seguía incumpliendo
los plazos de entrega. Por tal circunstancia, el 11 de febrero de 1546 el provisor Juan de Valverde conmina al
platero a finalizar la obra para la fiesta de San Vicente de
ese mismo año, especificando que dicha cruz debe ser
de 12 marcos y no sobrepasar los 143. Esta información
llevaría a pensar que el autor final de la obra sería el
propio Viniegra pero carecemos de libros de cuentas a
partir de ese momento y hasta 1565 que permitan confirmar documentalmente su autoría.
Las marcas localizadas en esta pieza son numerosas y
muy valiosas para determinar su datación y autoría. En
al menos dos partes de la macolla puede observarse el
punzonado CO/FRAN, correspondiente a Francisco de
Oropesa, marcador de la ciudad de Ávila entre 1522 y
1538, junto a la marca de la localidad de Ávila1. En zona
no visible de la pieza vuelve a aparecer su marca y también el punzón VINE/GRA correspondiente al platero
Diego González de Viniegra a quien debe adscribirse sin
duda la autoría, al menos de la macolla. Dicha atribución viene corroborada por los pagos que en 1540 se
realizan a Viniegra, por lo que su ejecución sería algo
previa a 15382.
En todo caso, a través de un análisis estilístico y comparativo podríamos acercarnos a justificar la atribución de
la autoría del árbol a Viniegra. Si bien el modelo utilizado para la macolla ya lo conocemos de otras obras de
este platero, no contamos con precedentes de cruces
salidas de su mano que aúnen castillete gótico y árbol
de cruz renacentista.
La información esclarecedora aportada por el triple
marcaje de la macolla (autor, marcador y marca de localidad) no se repite en la cruz propiamente dicha. En
ésta sólo se han localizado las improntas del marcador
de Ávila, Vicente Calderón (una caldera) junto al punzón
de la Ciudad. No debe descartarse la presencia de una
segunda marca de otro platero que bien haya pasado
desapercibida bien haya quedado oculta tras restauraciones o en zona no visible de la obra. En todo caso,
Vicente Calderón fue marcador de la Ciudad en entre
1541 y 1558, de lo que se deduce que la hechura o al
menos una intervención muy sustancial en la cruz sería
Punzón del marcador Francisco de Oropesa junto al de Ávila (Izqda)
Punzón del marcador Vicente Calderón junto al de Ávila (Derecha)
1 En el caso abulense, al menos durante el siglo XVI, suele ser una
constante que tanto la señal del marcador como la de la Ciudad vayan muy cercanas cuando no formando parte de la misma matriz.
2 Archivo Diocesano de Ávila. Libro de Cuentas de Fábrica de San Vicente
Nº2 (1493-1545), fol. 150 r.
3 Archivo Diocesano de Ávila. Libro de Cuentas de Fábrica de San Vicente
Nº2 (1493-1545), fol. 202 v.
7
El modelo de macolla que observamos en la cruz de
San Vicente tuvo gran pervivencia durante la primera
mitad del siglo XVI en la platería abulense que, aun
respondiendo a una típica concepción arquitectónica
acastillada gótica, articulada con los habituales elementos de pilares facetados, formas conopiales y tracerías simples o complejas a base de arcos apuntados
o mixtilíneos, presenta algunas soluciones decorativas
marginales propias de la nueva estética del Primer Renacimiento español.
La macolla de la cruz de San Vicente estaba muy deteriorada en su templete y la restauración efectuada en
2013 completó sus faltas con el añadido de algunos
elementos. Así consta la no conservación de las figuras
del apostolado en los encasamientos del cuerpo bajo
del castillete5, repertorio que suele encontrarse en la
mayoría de las macollas de este tipo completando su
iconología y que en este caso habrían sido sustituidos,
en fecha indeterminada, por una suerte de palmetas. La
restauración sustituyó dichas palmetas por un apostolado sobredorado basándose en modelos ya conocidos
y sirviéndose de otros que sí los llevaban. Son relativamente naturalistas aunque alejados del trabajo que conocemos del autor.
Elementos del nuevo lenguaje renacentista son los balaustres torneados delante de los contrafuertes, unidos
a los mismos mediante tornapuntas, y el mismo motivo abalaustrado en bajorrelieve en los frentes de las
bases de los mencionados contrafuertes, enmarcados
por grueso sogueado de tradición gótica. La primera
solución ya se sabe empleada en al menos otras dos
macollas muy similares a la de San Vicente, atribuidas a
Diego González de Viniegra, conservadas en el Museo
de la Catedral de Ávila y fechadas hacia 15354.
La misma restauración añadió los chapiteles de remate
y un coronamiento en el cuerpo superior a base de doseletes, completamente inventado, que no desentona
del todo con el estilo del templete.
También el tubo de enmangar y su unión con el castillete constituyen una mezcla de un diseño tradicional
gótico del primer tercio del siglo XVI con el uso de motivos renacentistas, dando como resultado un híbrido
plateresco. Durante el primer tercio del Quinientos
predomina en la platería abulense, y en los obradores
hispánicos en general, una solución prismática para el
cañón de enmangues, a veces también cilíndrica en su
4 La atribución aparece con detalle en L. MARTÍN SÁNCHEZ y F.
GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ, Cruces procesionales abulenses del Renacimiento al Manierismo, Ávila 2006, pp. 118-125. Conviene matizar que
una de las cruces mencionadas del Museo catedralicio es la perteneciente a la extinta parroquia de Santo Domingo de Ávila, significada
en su cuadrón del anverso por la representación de Santo Domingo
de Guzmán de cuerpo entero con hábito dominico y sosteniendo un
tallo de lirios en una mano y lo que parece, a pesar de su deterioro, un
bastón o báculo en la otra. La segunda cruz referida, de procedencia
indeterminada, también presenta en el cuadrón del anverso la imagen
de Santo Domingo de Guzmán, en esta ocasión sedente en cátedra,
sosteniendo en una de sus manos el guion con cruz flordelisada propia del stemma liliatum dominico, y libro como fundador de la orden
de predicadores en la otra. Presenta la marca de Viniegra además de
la del marcador Francisco de Oropesa junto a la de la ciudad de Ávila.
Esta matización se debe a que D. Julián Blázquez Chamorro en J. BLÁZ-
QUEZ CHAMORRO, La Platería de la Catedral de Ávila. Salamanca 2003,
pág. 19. no deja claro en su estudio qué cruz cataloga, puesto que las
fotografías de dicho catálogo reproducen el anverso de la catalogada
por Gómez Moreno y el reverso de otra con Santo Domingo sedente.
5 La intervención de 2013, realizada por la empresa C. MENESES, sustituyó las palmetas existentes en los encasamientos, muy alejadas de los estilos predominantes en la obra, por los mencionadas figuras de apóstoles.
8
trasdós, y con subientes vegetales, resaltada o no por
baquetones como pervivencia del hacer goticista6.
En cambio en el caso de la cruz de San Vicente se ha
optado por una forma bulbosa decorada por carnosos acantos fundidos, molduraje de toro, escocia, (con
decoración de bullones en toros), que constituyen una
combinación de formas y elementos ya renacentistas.
La transición a la base del castillete se consigue acoplándose a su plan hexagonal mediante otras tantas
lengüetas ornadas de subientes de tallos de evidente
simetría y forzados roleos. Tal forma de flor que sirve
de basamento del templete y transición con el tubo
de enmangar, no deja de reproducir un diseño muy
común usado para las bases de piezas de astil como
cálices o custodias portátiles durante el primer tercio
del siglo XVI, cuya organización radial mediante pétalos
o lengüetas terminadas en arco conopial entronca con
una típica receta gótica, y su ornamentación vegetal a
candelieri muy usada en el primer Renacimiento entre
1520-15407.
La observación gótica del castillete contrasta con la
casi plenamente renacentista del árbol. Son pocas y no
preponderantes las reminiscencias góticas del árbol. En
él ya han desaparecido las características expansiones
medianeras tetralobuladas o en forma de capilla de los
brazos; no hay rastro de doseletes ni figuraciones que
desborden la silueta crucífera, tampoco de las habituales tracerías caladas que decoran la extensión de los travesaños. Por otro lado, los brazos no presentan la clásica
disposición abalaustrada que reflejaría el modelo más
común de la platería abulense desde al menos 1540
hasta el primer tercio del siglo XVII como diseño básico
característicamente renacentista. Siguen siendo brazos
rectos si bien los ensanchamientos de sus extremos suponen una de las peculiaridades originales de esta obra.
Tales ensanchamientos se concretan a través de un perfil mixtilíneo de escotaduras, solución excepcional en
la platería hispánica conservada, condicionado para
acoger clípeos laureados. Tal conformación, que podría
interpretarse bien como una suerte de improvisación
bien como intento evolutivo, precede al empleo de
diseños plenamente renacentistas salidos de los obradores de Ávila, como el que presenta la cruz abulense
atribuida a Juan Martínez conservada en el Victoria &
Albert Museum de Londres donde la concepción abalaustrada del brazo, con curva y contracurva, ya parece
bien resuelta para acoger los medallones.
Continuando con la nueva estética renacentista, hay
que detenerse en las láureas que enmarcan las medallas, ribeteadas con sogueado aún retardatario, que
muestran bustos de tres cuartos de perfil, con gorros
todos diferentes y que tienen referentes iconográficos
tanto en el coro como en el trascoro de la Catedral abulense, por no ir más lejos. Responden al estilo de las de
6 Es el caso de la una de las cruces citadas de la catedral ya que la otra tiene
un tubo de enmangar con bocel manierista y cilindro bulboso añadido en
época barroca.
7 Esta misma composición y motivos los utiliza Diego González de Viniegra en el pie de la naveta aquí estudiada.
9
Alonso Berruguete y sus seguidores en Ávila, con barbas de gran movimiento, rostros tensos y expresivos. Un
elemento más renacentista son las cabezas de ángeles
alados en los ejes vertical y horizontal que no solo acentúan la simetría sino que abundan en un juego cromático de contrastes con el ribeteado dorado y la láurea
plateada.
Las planchas que constituyen los brazos, tampoco presentan su perfil afiligranado propio del gótico sino fileteado en planísimas molduras escalonadas que enmarcan la faja central con motivos de grutescos del Primer
Renacimiento poco complejos y abigarrados sin fluidez
que los concatene.
Los cuadrones de lados combados, que serán utilizados
por los plateros abulenses Martínez en algunas de sus
obras de Pleno Renacimiento y transición al Manierismo, ya son conocidos de las obras de Viniegra de la catedral de Ávila. El campo de los mismos lleva roseta con
haces de flameros en anverso, solución que también se
aprecia en la citada cruz de 1553 atribuida a Juan Martínez, y láurea en reverso. El cuadrón del anverso con
figura muy serena de Crucificado es bastante naturalista
y alejada de las más envaradas conocidas de Viniegra.
De repertorio renacentista también es la crestería de
tornapuntas unidas en sus panzas por perillones torneados que ornan todo el perímetro de los brazos.
La solución compositiva y ornamental utilizada podría
no desentonar con una probable evolución estilística
de Viniegra, de quien no conocemos obras plenamente
renacentistas, en cuyo caso este árbol de cruz podría ser
el primer ejemplar.
Viniegra se formó y trabajó con un platero forjado en
el gótico, su suegro Andrés Hernández Portugués, pero
también se le acreditan múltiples relaciones profesionales y personales con Juan Martínez y por tanto con el
ámbito de Alexo Martínez y Domingo Martínez, ambos
plateros que desarrollaron en su arte el pleno renacimiento y abrieron paso al manierismo en la platería
abulense. Lo cierto es que el árbol presenta muchas
de las características de obras conocidas de los Martínez, así el florón del cuadrón central del anverso, con
flameros radiales, los medallones laureados también
presentes de la cruz de Juan Martínez en el Victoria &
Albert Museum de Londres, cresterías de tornapuntas,
los clípeos usados en la misma y en la cruz parroquial
de Pozanco.
Por otro lado, debemos tener presente que no es
inusual en las condiciones de los contratos pedir macollas de mazonería (goticistas) y árboles al romano (renacentistas), así como usar los diseños de cruces hechas
para otros templos hace al menos veinte incluso treinta
años, lo que en su momento daría nuevas obras con
estilos retardatarios.
Incidiendo en la probable autoría de Diego González de
Viniegra, en las dos cruces atribuidas a él y conservadas
en el Museo de la Catedral de Ávila ya se identifica su
gusto por los brazos rectos y escotaduras a lo largo de
los brazos que aún son interrumpidos por capillas con
personajes, con doseles y doseletes, sobresaliendo del
marco. En San Vicente, el perfil del árbol se ajusta al contenido significante de las representaciones de los extremos, es decir: someter el perfil del brazo a incluir un
elemento renacentista como son los medallones. Son
estos clípeos habituales en el repertorio de retablos y
arquitectura durante toda la primera mitad del siglo XVI,
con sus láureas y en este caso querubines. Igual que sucede en las mencionadas cruces catedralicias, con añadidos de santos de estilo romanista, puede pasar aquí
que el añadido de figuras sea posterior.
Pero si hay un árbol de cruz que se asemeje casi hasta el
punto de ser idéntico a éste lo encontramos en la cruz
de la iglesia de San Miguel de Olmedo (hoy depositada
en la iglesia de Santa María de la misma localidad) donde aparece el mismo tipo de composición mejor solucionada en sus proporciones con brazos más alargados,
pero con el mismo modelo de medallones, bustos y
grutescos. Esta obra fue atribuida por el catedrático Brasas Egido a Diego de Alviz el Viejo8. Dicha obra ha de
8 Brasas Egido localizó en esta obra los punzones ROZ y ALVIZ. J.C. BRASAS EGIDO, “La platería en las iglesias de Olmedo. Un interesante conjunto hasta ahora desconocido” en J. RIVAS CARMONA (coor.), Estudios
de Platería. San Eloy 2008. Murcia, 2008, pp. 132.133. Dando por buena
la identificación del punzón ALVIZ con el del marcador Diego de Alviz el
Viejo, quedaría por determinar la marca ROZ. Leída tal cual la transcribe
10
Por lo que respecta a la importancia de esta pieza dentro de las alhajas del templo queda claro que esta cruz
grande es la que se cita por vez primera en el inventario de 1682 y en adelante como cruz grande labrada
de mazonería que sirue para las mangas grandes, por la
una parte un Christo y por la otra San Vicente. Pesa treinta
y dos marcos dos honzas y quatro ochavas. Para su ejecución se entregó la plata de una cruz grande que el
templo aún conservaba en 1531, circunstancia habitual
siempre que se daba la necesidad de renovar el ajuar
argénteo.
datarse entre 1559 y 1574, en un momento posterior a
la de San Vicente.
Teniendo conocimiento del intercambio de modelos
entre los plateros Martínez y Alviz mediado el siglo XVI,
sumado a lo hasta ahora dicho, bien podría atribuirse
la autoría del árbol de la cruz de San Vicente al mismo Viniegra, suponiéndole una evolución estilística en
su obra hasta ahora conocida –o por las mismas condiciones del contrato– que resulta en una obra casi
plenamente renaciente tanto a nivel estructural como
ornamental9.
Brasas Egido, podría corresponder al platero afincado en Ávila al menos
entre 1568-1569 Lope de Rozas de quien no se conoce obra atribuida.
De este artífice se sabe de su participación en un cáliz para Salmoral en
1569 pero lo más interesante es su vínculo con Domingo Martínez, estante ya en Sevilla en 1568 con el que trató y por qué no podría haberse
ocupado de alguna de las obras que este dejó inconclusas tras emigar
a la ciudad hispalense.
9 Op. Cit, L. MARTÍN SÁNCHEZ y F. GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ. En esta obra se
afronta la evolución y características de las obras renacentistas.
11
CÁLIZ DE DIEGO DE AYALA, MARCADOR MAYOR DEL REINO
1547
Alejo Martínez
1547
Realizado en plata sobredorada con las técnicas de fundido, cincelado, repujado, grabado y torneado.
Dimensiones:
Altura total: 24,2 cm
Alto copa: 9 cm
Diámetro copa: 10,3 cm
Diámetro base: 16,7 cm
Marcas:
Punzón del marcador Vicente Calderón (caldera) junto
al de la ciudad de Ávila y burilada de ensayado. A/LEXO,
correspondiente al platero Alejo Martínez, como autor.
Inscripción:
ESTE CALICE DIO DIo DAIA (cruz patada) LA A SoR SAN
Ve DE AVILA
También aparece grabada la fecha de su realización:
AÑO DE 1547
Este excepcional cáliz, de labra fina y delicada, supone un
magnífico ejemplo de la platería renacentista salida de
obradores abulenses. Tanto su diseño como todos los elementos que componen su estructura (base, astil y copa)
responden a una clásica tipología de cáliz renacentista,
complementada con excelentes motivos ornamentales del mismo estilo introducido en Ávila a principios
del siglo XVI por Domenico Fancelli y Vasco de la
Zarza.
Su base presenta plan circular organizado en dos
cuerpos de armonioso alzado. El primero inicia
ya con un juego de molduras constituido por una
pestaña plana y friso de mútulos que sirve de transición a una faja ligeramente abombada, toda ornada
con suerte de grutesos: máscaras, panoplias y seres mitológicos distribuidos entre formas pinjantes vegetales estilizadas, labradas en bajorrelieve con un delicado trabajo de
repujado y cincelado, de manera que drapeados y curvaturas otorgan una continuidad a toda la ornamentación de
grácil movimiento.
contramos grabada la datación de la obra, 1547, la misma
que dio Gómez Moreno en su Catálogo Monumental de la
Provincia de Ávila.
Sobre este primer cuerpo se articula una suerte de tambor muy plano, siguiendo con la clásica molduración de
juegos de entrantes y salientes, a través de una escocia
pronunciada sobre la que se dispone un disco voladizo en
el que se ha aprovechado para incluir la inscripción relativa
al donante, de ahí la solución tan resaltada para conferir
protagonismo al epígrafe de la donación. El escudo que
aparece en la inscripción incluye las armas de Diego de
Ayala y su mujer Inés Vela1. En este mismo elemento en-
El remate de la base vuelve a hacerse mediante una faja
abombada de menor diámetro y resalte que, de esta manera, evita competir o restar protagonismo a la inscripción.
Vuelve a decorarse con grutescos que se amoldan al marco, predominando las aves y derivados, grabados a buril.
El astil inicia mediante un gollete rematado por un cascarón con cabujones que sirve de base a un nudo ajarronado.
1 Escudo partido siendo el primer cuartel Ayala, en campo de plata
dos lobos pasantes de sable linguados de gules y puestos en palo,
con bordura de gules con ocho aspas de oro. El de su mujer, Inés Vela
en el segundo cuartel, en campo de oro tres fajas de azur.
12
1514 y 1520 fue platero de la reina Juana y su contraste
fiel y en 1527 lo era de sus Majestades Carlos I e Isabel de
Portugal. Tuvo negocios y encargos en Valladolid y también
fue ensayador de la Casa de la Moneda de Segovia.
Dicho elemento juega con entrantes y salientes y está resaltado por una subcopa bulbosa con cabezas de ángeles
alados, escocia, y tapadera abullonada y volutas exentas
zoomórficas/bichas que enlazan con un disco acanalado.
La transición a la copa se define por una forma bulbosa angostada en altura.
Fue Alejo Martínez un artífice que se desenvolvió con éxito entre 1536 y 1558 reflejando en sus obras la estética
renacentista, siendo este cáliz buen ejemplo tanto de su
pericia en la labra como del repertorio que manejaba, del
que tenemos buena muestra en otras de sus obras como
la custodia de templete de Arenas de San pedro y la cruz
procesional de la iglesia de Santiago de Ávila. Presenta los
habituales motivos de grutescos que muestran importantes obras conocidas suyas, pero que ya vemos en el púlpito
que Diego de Ayala y Vasco de Zarza diseñaron para el lado
del Evangelio de la Catedral de Ávila en 1523.
La copa, de boca ancha, tiene en su subcopa concentrada
una profusa ornamentación con cabezas de ángeles y grutescos simétricos que finalizan en crestería de tornapuntas
con cabezas zoomorfas y en su eje de unión la forma de
flor de lis remata por veneras.
Las marcas identificadas en el anverso de la base, corresponden al autor de la pieza, Alejo Martínez (A/LEXO) y al
marcador de Ávila, Vicente Calderón (caldera) junto al punzón de la la Ciudad.
El diseño del cáliz bien pudo darlo el mismo Ayala y llama
la atención que siendo él artífice no ejectura la pieza. En
cualquier caso habla bien de la figura de Alejo.
En esta excelente obra representativa del arte de la platería
abulense del Renacimiento se concitan las personalidades
de dos de los orfebres de mayor trascendencia en la platería abulense del siglo XVI. Por un lado el donante y también
platero, Diego de Ayala, y por otro el orfebre autor de la
obra, Alejo Martínez.
Para contextualizar la relevancia de esta pieza en la platería abulense de mediados del siglo XVI, conviene esbozar
brevemente un perfil profesional de Diego de Ayala. El 10
de mayo de 1511 la reina doña Juana le nombra Marcador
Mayor del Reino, momento desde el cuál el marco ponderal con el que se contrastaban todos los del Reino, anteriormente depositado en Burgos, pasó a custodiarse en Ávila.
Desempeñó el oficio hasta 1553 momento en el que el cargo de Marcador Mayor pasa a su hijo Juan de Ayala. Además de marcador, en 1512 Fernando El Católico extendió
la autoridad de Diego de Ayala a las Indias; al menos entre
Sobre la base aparecen los punzones de una caldera (Vicente Calderón) junto al de la ciudad de Ávila.
Marca del autor de la pieza, Alejo Martínez
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NAVETA
1539
Diego González de Viniegra
1539
La pieza se compone de pie de base polilobulada
con alzado cónico y cuerpo de nave con su correspondiente tapa articulada y ornamentación fundida, grabada y repujada. Presenta un importante
deterioro en la base con desprendimiento de plata,
deformación general por su uso y paso del tiempo
especialmente en las articulaciones de sus elementos móviles.
Naveta realizada en plata en su color con trabajo de
repujado, cincelado y fundido. Consta de cadenilla y
cucharilla.
Dimensiones:
Largo: 26 cm
Alto: 13,3 cm
Ancho del pie: 10 cm
Ancho nave: 10 cm
Puertecilla: 10x8 cm
La base de plan polilóbulado se articula en su alzado
a través de lengüetas con decoración a candelieri de
motivos vegetales, flores de lis y vasos, decoración
algo tosca fundida sobre fondo picado y bastante
deteriorado, típica del primer tercio del siglo XVI.
Marcas:
Presenta burilada de ensayado y en varias partes marcas de VINE/GRA, correspondiente a Diego González
de Viniegra, como autor, y GAR/CIA correspondiente
a García Sánchez de Oropesa, como Marcador de Ávila bajo el sello de la Ciudad.
La nave en sí, algo deformada, reproduce una estructura de barco tipo carabela, y tanto en sus costados
de babor como estribor se adorna con una serie de
fajas con motivos marinos variados, ondulantes y
trenzados, simulando movimiento, alternando con
lisas. Un friso tachonado cierra la decoración del casco. Todo el perfil de popa a proa recorriendo la quilla
es una crestería fundida sogueada.
Lleva además sobre la popa escudo con emblema
del templo de San Vicente.
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El resalte de los perfiles de los puentes de proa y
popa se organizan a modo de entablamento clásico
con friso de mútulos y aún se conserva parte de la
crestería ondulante que los remataba.
Los puentes de proa y popa tienen un perfil tachonado y en el centro un tondo sogueado que en el
caso de la popa recibe un escudo cuyo blasón parece corresponder con el parroquial. Dicho escudo
se compone de dos contrabandas, apuntaladas con
lo que parecen ser sendos puñales o tornillos de
mariposa, entre las que se representan tres cabezas.
Esta figuración reproduce el emblema del templo de
San Vicente, por lo que adscribe sin duda la pieza al
mismo. El referente iconográfico del hecho martirial
emblema del templo jalona la fábrica del mismo en
diversos lugares y con carácter exquisitamente narrativo en la representación del tema dado en el cenotafio. En él se reproduce el aplastamiento de las
cabezas de los mártires mediante vigas significando
el momento justo de expirar y acceder a la santidad.
En cuanto a las marcas presentes en esta pieza, en
varias partes aparecen visibles las de VINE/GRA, correspondiente a Diego González de Viniegra, en calidad de autor, y GAR/CIA bajo punzón de la localidad
de Ávila en condición de marcador, punzón correspondiente al platero García Sánchez de Oropesa.
Ambas marcas permiten datar la ejecución de la
obra entre 1538 y 1540 lo cual confirma la documentación consultada.1
1 “Se le acabaron de pagar onze mill e novecientos y treinta e quatro
mrs que montó en la plata e hechura de la naveta de plata que hizo
para la dicha iglesia que pesó la dicha naveta con su tapador e cuchara
e cadena de plata tres marcos e medio e una honza e media e un rreal
que fue tasada la hechura diez ducados” Archivo Diocesano de Ávila.
Libro de Cuentas de Fábrica de San Vicente Nº2 (1493-1545), fol. 153 r.
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CUSTODIA PORTÁTIL DEL OBISPO PEDRO DE AYALA
1734
Miguel Manso (Atribuida)
1734
Custodia portátil de tipo sol labrada en plata sobredora,
con técnicas de repujado, cincelado, fundido y engastado. Restaurada en 2013.
Dimensiones:
Tiene 75,5 cm de alto, base cuatrilobulada inscrita en
perfil elíptico de 31,5 en su eje mayor y 25,5 en su eje
menor. Diámetro del sol, 34,5 cm y altura hasta cúspide
40 cm
Marcas:
Buriladas de ensayado en el envés de la base y en la parte alta del astil. Se han localizado tres punzones: escudo
coronado con oso y madroño en su campo, correspondiente a la Villa de Madrid; 33/SOP correspondiente al
marcador de la Villa y N/MA/SO, marca del autor.
Inscripciones:
Presenta una inscripción en la pestaña de la base: ESTA
CUSTODIA ES D (D y E unidas) LA PARROQUIAL D (D y
E unidas) SAN VICENTE MARTIR. Y SE HIZO EN EL AÑO
1734
En la base, aparecen las figuraciones de la Virgen de la
Soterraña y de los santos mártires identificados por sus
respectivas inscripciones junto a M indicando su condición martirial:
Nuestra Señora de la Soterraña: NA SA SOTERA
Santa Cristeta: S.A CRISTETA M.
San Vicente: S.N VICEN/TE M
Santa Sabina: S.A SABINA/M
Estas figuras se distribuyen de la siguiente manera:
Vista de frente Nª Sra. de la Soterraña, a la izquierda
Santa Cristeta y a la derecha Santa Sabina. En la parte
trasera, San Vicente.
Este elegante ostensorio de excelente calidad presenta un
basamento de perfil cuatrilobulado basado en módulos
triangulares inscritos en un perfil elíptico. El alzado de la
peana evoluciona a través de pestaña escalonada de gran
desarrollo vertical y muy moldurada. En la primera de ellas
aparece grabada la inscripción citada y sobre ella, realzando la banda epigráfica, una decoración corrida de palmetas para continuar ascendiendo con el juego de molduras
cóncavas y convexas hasta el cuerpo de la peana. Ésta se
artícula a través de 4 pétalos almohadillados separados
por bandas acanaladas que remarcan una dirección ascendente y desembocan en un remate a modo de toro gallonado que forma parte de la pieza que constituye la peana.
Lo pétalos tienen una mayor amplitud en frente y trasera,
siendo más estrechos en el eje largo de la elipse. Las fi-
Custodia portátil de tipo sol realizada en
plata completamente sobredorada, donde
se identifican las técnicas de repujado, fundido, cincelado, grabado a buril y engastado.
Está compuesta por peana de base cuatrilobulada de cuerpo almohadillado y remate
troncocónico, astil moldurado con nudo sobresaliente y rematado por cuatro cabezas
de querubines, y ostensorio de tipo sol con
viril circular ornado de haces de rayos triples
concéntricos y elementos intermedios calados, con decoración de pedrería engastada
en diversas tonalidades.
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mento como modelo iconográfico, encontramos no
osbtante gran similitud con grabados de Nuestra Señora de la Soterraña de Nieva, monasterio segoviano
que en 1733 ostentaba el privilegio de acuñar metales y estampas de esta imagen, otorgado por el rey
Felipe V. Puede que el autor de la pieza se basara en
uno de esos grabados o pinturas de la misma Virgen
de Nieva con los que presenta gran similitud.
guraciones recogidas están trabajadas con gran detalle y se identifican con la Patrona de Ávila y los santos
titulares del templo: Nuestra Señora de la Soterraña
(frente), San Vicente (trasera), Santa Cristeta (izquierda
vista de frente) y Santa Sabina (derecha vista de frente). Teniendo en cuenta las diferentes dimensiones de
los espacios disponibles, entre otras razones, el autor
ha optado por variar el diseño de los enmarques de
la iconografía de las zonas anchas y de las estrechas.
En las anchas, siguiendo un perfil triangular, los enmarques/cartelas son de cueros recortados en forma
de ces, repujados y cincelados generando relieves
en varios planos alternados con motivos frutales. En
cambio, en las zonas estrechas se opta por enmarcar
las representaciones por medio de marcos mixtilíneos
rodeados también por una mayor decoración de tallos envueltos y menos cueros recortados.
La representación de San Vicente responde a una
iconografía bien conocida en el templo basilical en
época barroca, ya que es representado como un joven de luenga melena, con vestimentas al modo romano, tiempo de su persecución y martirio, con sus
calzas, faldellín, lorica musculata que ayuda a estilizar
la imagen, manto y la pertinente palma de santidad y
aureola rodeando su cabeza. A esta misma tipología
responde la escultura de San Vicente de finales del siglo XVII hoy usada procesionalmente y que bien pudo
servir de modelo para la ejecución de esta obra.
La representación de Nuestra Señora de la Soterraña
se define siguiendo una iconografía de típica imagen
de vestir del siglo XVIII, con un pedestal que acoge la
inscripción Na Sa Sotera, sobre el que va un cuerpo de
nubes, cabeza de ángel bajo media luna, y cuerpo de
la Virgen con manto, finamente adornado por simulación de brocado y cruzado un rosario de perlas. En
una de las manos sostiene un cetro odorífero y en la
otra un niño Jesús vestido con túnica y coronado. Ella
misma va doblemente coronada por corona imperial,
y aureola radial con cerco de ces y haces de rayos. Su
cara orlada por rostrillo. El sol tiene una presencia tan
grande como el propio cuerpo de la Virgen.
Con buen gusto y acierto, el artífice de esta pieza ha
querido diferenciar las representaciones de las santas
hermanas mártires. Más allá de su compostura o actitud de arrobamiento místico, de vestir túnica, manto
y de portar el atributo martirial de la palma y aureola
de santidad, distingue sutilmente a Santa Sabina sosteniendo un libro, quizá también siguiendo representaciones ya existentes en el templo basilical.
La peana remata en una moldura gallonada que reproduce el perfil de la base y hace las veces de asiento
del astil. De hecho también el astil reproduce en los
elementos que lo constituyen el plan de la base, con al-
Aunque la propia talla de Nuestra Señora conservada en la cripta de San Vicente pudo servir en su mo-
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buirse al platero de Madrid Miguel Manso, con todas las
cautelas. Bien es cierto que los punzones conocidos de
este platero no se corresponden con el aquí identificado,
pero también lo es que los plateros madrileños de esa
época cambiaron con frecuencia el contenido y diseño
nominal de dichas marcas. El punzón N/MA/SO podría
ser uno de los primeros que utilizara el orive en cuestión
y conociendo que Miguel Manso trabajó para el taller de
la Reina desde 1724, la calidad de esta obra no desentonaría con el trabajo ejecutado en su obrador .
zados estilizados cual fuente con sus tazas y lengüetas
ascendentes como si fueran agua, con perfiles cóncavos
y convexos alternados, repitiéndose en ellos decoración
sutilmente grabada. Mediado el astil este toma volúmen
a través de un nudo con cabezas de ángeles aladas y remata en forma bulbosa y gollete con cabezas de ángeles
aladas enlazadas con el sol.
El expositor de tipo sol y pensado para dar pleno protagonismo a la Sagrada Forma, presenta un viril circular con
cerco orlado en su frente de 20 gemas de tonalidades
verdes y turquesas con engastes cuadrados y circulares,
dispuestas en series de 5 intercaladas por rostro de querubín alado.
Atribuciones aparte, nuestra pieza presenta elementos del barroco de primer tercio del siglo XVIII aunque
también otros estilemas que ya serán característicos de
la siguiente etapa rococó. Así son típicos del momento
los querubines alados de fundición en el cerco del viril,
o las cabezas aladas del nudo del astil, pero la base con
el gran desarrollo de pestaña y plan elíptico divido en
cuatrilóbulos se prefiere dentro de los diseños rococó. El
desarrollo del ostensorio corresponde a este estilo pero
la decoración del mismo es tradicional. No hay en cambio aún atisbo de la decoración de rocalla que define la
nueva estética preponderante durante las segunda mitad del siglo XVIII.
Del viril surgen, cual reloj, 12 haces rectos triples acanaldos y concéntricos –excepto los que rematan arriba
y abajo flanqueando el eje vertical de la obra que son
dobles–, biselados y terminados en abrupta escotadura.
En este tipo de obras, por sus connotaciones simbólicas,
se prefirió el número de doce, aunque no siempre.
El eje vertical del sol remata por una corona calada y Cordero Místico sobre altar del sacrificio con cuatro gemas
en sus potencias verticales y horizontales.
Sí encontraremos en cambio apuntes de rocalla en la
custodia catedralicia. En ella se mantiene el mismo plan
del basamento y el gran desarrollo de la pestaña que
vemos en el ostensorio de San Vicente. Sin embargo ya
se camufla en la custodia de Salazar la unión entre basamento y astil coincidiendo en anchura el final de la base
y el inicio del mismo, los angelitos del nudo son más expresivos y en el sol las ces vegetales son más estilizadas,
han desaparecido los ángeles del anverso del cerco y las
estrellas sobresalen de la circunferencia trazada por los
haces de rayos.
Entre los haces se disponen elementos de fundición,
calados, constituidos por un subiente de tornapuntas
vegetales con gema engastada y salpicados con rígida
simetría por racimos de uvas y espigas y culminados en
estrellas. Éstas están conformadas por 11 puntas que alternan los perfiles rectos con los ondulantes y en su centro una gema circular azulada. Observados en conjunto
estos elementos de fundición, parecen definir un disco
solar.
La datación de la obra nos viene dada por la inscripción
de su base, 1734. Según un inventario de 1791 de las alhajas conservadas en la parroquia, figura una custodia
“de tres tercias de alto, de plata dorada, su pie labrado a
treángulo y en él Nuestra Señora y los santos patronos...”.
Al parecer fue donada por el obispo de Ávila Pedro de
Ayala (1728-1738). Es en este punto donde se hace necesario poner esta obra en relación con la custodia portátil
que el platero afincado en Madrid, Baltasar de Salazar realizara 20 años más tarde para la Catedral de Ávila. Aquélla
es igualmente un bellísimo ejemplar de esta tipología de
gran uso en la platería madrileña del Setecientos. Para el
ostensorio catedralico Ayala dona piedras de su pectoral,
como posiblemente fuera también el caso de la custodia de la basílica de San Vicente. Dado su gran parecido,
incluso en la elección de temas ornamentales y motivos
de fundido, con variantes que podrían ser propias de una
diferencia de 20 años, en un primer momento podría
pensarse que el expositor de San Vicente fuera obra del
mismo autor. Sin embargo, gracias a la restauración realizada en 2013, se ha podido tener acceso a las marcas hoy
ocultas. Así encontramos el punzón de la Villa de Madrid,
el del marcador de dicha Villa (33/SOP) correspondiente
a Juan López Sopuerta y el de N/MA/SO que podría atri-
En suma, la custodia de San Vicente constituye uno de los
mejores ejemplares de orfebrería del siglo XVIII de origen
madrileño conservados en la diócesis de Ávila. Al mismo
tiempo da ejemplo de la munificencia de hombres tan
ilustres en la historia de la Iglesia abulense como es el
caso del obispo Pedro de Ayala cuyo aura de santidad
queda glosado en buen número de relatos de la época
y posteriores.
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Punzones ocultos por el ensamblaje de la
pieza. Fotografía cedida por C. Meneses.
Detalle de la composición de los
elementos interhaces que en su remate describe una circunferencia.
Repite los atributos eucartísticos
de las espigas y las vides jugando
con la simetría y los enmarques
vegetales.
Una solución similar pero no idéntica se emplea en la custodia de la
catedral, 20 años posterior, donde
el juego de ces y volutas contrapuestas han perdido cualquier
reminiscencia vegetal y tienden a
una mayor abstracción.
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CÁLIZ DEL MAYORDOMO DEL OBISPO NARCISO QUERALT C. 1750
Anónimo
C. 1750
Realizado en plata sobredorada, con
trabajo de fundido, cincelado, grabado
y punzonado.
Dimensiones:
Alto: 25 cm
Ancho máximo base: 15 cm
Diámetro copa: 9 cm
Marcas:
No presenta marcas de punzones, sí
burilada de ensayado en el astil.
Inscripción:
En trasdós de la pestaña de la base: Le
dio Dn Juan Bauta Budart Maymo q fue
del Illmo Sr. Queralt y Bedo de esta Basílica.
Este cáliz de esbeltas proporciones, fina y delicada factura, realizado en plata sobredorada, consta de peana de base hexagonal
con alzado de pestañas y cuerpo
almohadillado angostado en su
transición al astil. El vástago se
organiza en tres partes con nudo
central periforme y copa acampanada. El ornato se desarrolla a
través de un marcado ritmo ternario con enmarques de rocalla
en base, nudo y sobcopa donde
se representan, sobre un campo
escamado, diferentes arma christi
y entre ellos otros motivos eucarísticos.
El campo decorativo está tratado con un homogéneo
picado de lustre que deja una superficie repleta de pequeñas huellas circulares. La parte propiamente significante juega con tres enmarques de perfil triangular a
modo de rocalla de fino detalle que acogen en su centro
dos ces enfrentadas, avolutadas en sus extremos hacia
el interior, que hacen las veces de cartela y enmarcan
el motivo cristológico representado sobre una superficie escamada. En una de las “facetas” se reproduce la
columna de la flagelación del Jesús, compuesta por una
basa de tipo ático y un fuste liso del cual surgen ramificaciones.
La peana organizada en dos cuerpos se desarrolla sobre
una planta de base hexagonal irregular. Los perfiles de
los lados y su extensión son alternos, definiéndose los
estrechos por un perfil recto y los largos engolados formando un juego de líneas cóncavas y convexas. El alzado del pie evoluciona con un prominente primer cuerpo
moldurado que genera un perfil escalonado, con casi
tanto desarrollo en altura como el segundo cuerpo almohadillado. Este segundo cuerpo no presenta un gran
abombamiento y se estrecha abruptamente en un perfil
troncopiramidal en su transición hacia el vástago.
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Otro de los motivos representados son el martillo y las
tenazas colocados cruzados en aspa, sobre el ya citado
fondo escamado que ayuda a ubicarlos en un espacio
etéreo atemporal.
Se completa la decoración de la base con los flagelos,
también figurados en aspa, con sus varas de perfil cilíndrico y tres cuerdas atadas a sus extremos.
El astil se estructura en tres partes. Inicio y cierre se organizan del mismo modo a base de molduraje liso de
plan hexagonal, repitiendo la irregularidad de la base,
generando entrantes y salientes.
En el nudo se concentra la parte propiamente ornamental donde otra vez en tres facetas se aprovecha para reproducir atributos de la Pasión de Cristo, en este caso la
bolsa con las monedas, la corona y tres clavos de cabeza
piramidal, todos enmarcados por una suerte de rocalla
cincelada en varios planos y ces que cierran la parte inferior del nudo. Entre los símbolos de la pasión, decoración vegetal cual costillas rematadas por acantos en vez
de la más habitual solución para este estilo de piezas
que suele ser cabezas de ángeles aladas sobresalientes.
La copa dibuja un perfil acampanado, con preeminencia de la dimensión vertical y embocadura de labio en
gola. La decoración de la subcopa se compone de una
envoltura que cubre 2/3 del vaso aproximadamente y
alberga el ornato de esta zona del cáliz. La decoración
se compone de una crestería conformada por veneras y
ces sin solución de contunidad y en el campo se distribuyen seis espacios decorativos, los tres más amplios y
fundamentales albergan, reproduciendo el mismo tipo
de enmarque que la base, varios instrumentos de la
pasión de Cristo, igualmente sobre fondo texturado en
escamas. Así encontramos los dados –que curiosamente
se representan en número de tres, abundando en el ritmo ternario de la composición de todo el cáliz–, la lanza
con la esponja y en un tercer enmarque la jarra.
Entre los espacios decorativos citados se aprovecha para
incluir relieves de hojas de vid y racimos de uvas abundando en la función eucarística de la pieza.
Todo el cáliz manifiesta una variedad de tratamiento técnico y un contraste de texturas que enriquecen la estética de la obra al tiempo que resaltan las representaciones
pasionales y eucarísticas.
Hemos de tener en cuenta que este estilo rococó de
filiación cortesana, penetró precisamente por la corte
borbónica de Madrid, adquiriendo desarrollo, particularidades y fama en los talleres de Córdoba y Salamanca
durante toda la segunda mitad del siglo XVIII. Esta obra
presenta cercanía con modelos cortesanos o salmantinos de inicios de la mitad de siglo XVIII al mismo tiempo
que participa del gran desarrollo moldurado característico de la platería cordobesa del momento. Modelos
semejantes también salen de obradores barceloneses
vinculados con el donante de la pieza.
Aunque presenta burilada de ensayado, no se han localizado otras marcas que puedan corresponderse con
punzones de autor, marcador o localidad.
La inscripción no obstante nos informa de que el cáliz
fue donado por Juan Bautista Budart, beneficiado de
San Vicente y mayordomo del obispo Narciso Queralt,
quien ocupara la sede abulense entre 1738 y 1743 y que
fuera enterrado en la iglesia del convento de Nuestra
Señora de Gracia.
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CÁLIZ
1612-1637
Bartolomé Rodríguez
de Villafuerte (Atribuido)
C. 1612-1637
Cáliz de plata en su color torneada.
Dimensiones:
Alto: 26,5 cm
Diámetro base: 16 cm
Diámetro copa: 10 cm
Marcas:
Presenta burilada de ensayado y VA/FVERTE, perteneciente al platero Bartolomé Rodríguez de Villafuerte.
El Tesoro de San Vicente cuenta con tres cálices de
plata lisos de los cuales éste es el de mayor antigüedad. Responde a una tipología de estilo Purista de
amplio desarrollo durante el último cuarto del siglo
XVI y primer tercio del siglo XVII. Se caracteriza por
la nitidez en los volúmenes y la sencillez de los mismos. Presenta base de planta circular con pestaña y
alzado escalonado en dos alturas de idéntico plan
y diámetro decreciente con volumen abombado.
El astil tiene por pedestal un plinto cilíndrico de
mayor anchura que altura siguiendo una aparente
proporcionalidad con la sucesión de volúmenes de
la base. Un gollete moldurado hace la transición al
nudo, un modelo ajarronado ovoide rematado con
una sucesión de molduras que acentúan la gracilidad de los entrantes y salientes. Un gollete y un
nuevo cuerpo de molduraje da paso a la copa, cuya
subcopa queda marcada por un listel acanalado.
Sólo conserva esta obra un punzón VA (superpuestas con una círculo en el ángulo de la “A”) surmontando FVERTE (V y E fusionadas y T fusionada con E
final). Este punzón se atribuye al platero abulense
Bartolomé Rodríguez de Villafuerte (1566?-1637)
que según los datos conocidos y la ausencia de
otras marcas ejecutaría la obra entre 1612-1637.
Formado en el taller de Lucas Hernández, desde
la última década del siglo XVI fue un artífice muy
productivo, además de ser marcador de Ávila, contraste, platero de la catedral desde 1615 hasta su
muerte en 1637, familiar del Santo Oficio y otro
buen número de cargos en cofradías y parroquias1.
1 Sobre la biografía y aportación a la obra de Bartolomé Rodríguez
de Villafuerte ver L. MARTÍN SÁNCHEZ y F. GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ,
Cruces procesionales abulenses del Renacimiento al Manierismo, Ávila
2006, pp. 251-284.
Punzón presente bajo la base, atribuido al platero abulense Bartolomé Rodríguez de Villafuerte
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CÁLIZ DE NUESTRA SEÑORA DE LA PORTERÍA
Anónimo
1er tercio s. XVIII
Cáliz de plata en su color torneada.
Dimensiones:
Alto: 23,5 cm
Diámetro de la base: 15 cm
Diámetro de la copa: 7,7 cm
Marcas:
No obstenta burilada, ni punzones de localidad o autoría. En la parte interior de la base
consta una inscripción grabada: Nra Señora de
la Portería
Presenta peana de plan circular y alzado escalonado que inicia con frente recto, cuerpo
abocelado y unión con astil realzado.
El astil inicia con toro cerrado por amplios
boceles y gollete que da paso al nudo, de
perfil ajarronado y rematado por amplio bocel. Continúa con escocia y sucesión de gollete muy estilizado y nuevo cuerpo polimoldurado que da paso a la copa que con listel
en su tercio inferior.
Ya hay un intento de aligerar la transición entre basamento y astil o hacerse menos perceptible, sin embargo mantiene una estructura típica que vino empleándose en los cálices puristas de primera mitad del XVII. En una
posterior evolución del nudo que presenta
forma de bellota, se buscará la eliminación
del molduraje. La copa aún es bastante recta
y no estilizada con gola en su embocadura.
La inscripción del interior de su base en letra descuidada y seguramente posterior a su
realización indica que en algún momento
pudo servir en la Capilla de Nuestra Señora
de la Portería del convento de San Antonio
de Ávila.
A este respecto no hay que olvidar que durante la invasión francesa muchos vasos litúrgicos y otros enseres de valor fueron escondidos, enterrados o custodiados en lugares
considerados seguros para evitar el latrocinio
y la fundición de los mismos.
23
1er TERCIO S. XVIII
CÁLIZ
C. 1752-1758
Baltasar de Pineda
C. 1752-1758
Cáliz de plata en su color, torneada e interior de la copa
sobredorado.
Dimensiones:
Alto: 23 cm
Base: 14 cm
Diámetro subcopa: 7 cm
Marcas:
Presenta al menos tres marcas y burilada:
TARA/ (frustro) corresponde al marcador cordobés Francisco Sánchez Bueno Taramás. Figura de león rampante
(punzón de Córdoba) Balt (parcialmente frusto corresponde a Baltasar de PIneda)
Es éste un sencillo cáliz con volúmenes limpios y nítidos
que responde a una tipología bastante habitual en la
platería barroca hispánica de la segunda mitad del siglo
XVII y de larga pervivencia en la primera del XVIII.
Presenta base de plan circular con alzado escalonado
en tres alturas de diámetro decreciente. Comienza por
un asiento de escaso desarrollo vertical con borde recto
sobre el que se desarrolla un cuerpo abocelado y remata en otro de perfil recto que da paso al astil.
El astil propiamente dicho se organiza a través de un
toro de prominente desarrollo vertical moldurado a
su vez por listeles arriba y abajo, continuando con un
gollete sobre el que apoya el nudo constituido por un
elemento ajarronado de sencilla geometría y rematado
en moldura abocelada.
La transición hacia la copa se hace a traves de un gollete doblemente anillado hacia su extremo.
La copa acampanada, sobredorada en su interior, es resaltada por un listel sobresaliente hacia su medio.
Triple marcaje localizado bajo la base del cáliz.
A partir de mediados del siglo XVII, los obradores abulenses añoran la prolija actividad del siglo XVI y se encargan obras a los centros plateros pujantes en el momento: por cercanía son muy demandados los obradores de
Salamanca y Madrid pero también los cordobeses. Los
encargos tampoco fueron tan necesarios dado que un
nutrido grupo de marchantes y mercaderes favorecían
en los mercados anuales la adquisición de este tipo de
obras.
Los punzones de plateros aparecen incompletos. Así la
grafía TARA seguramente se acompañara en su parte
baja de MAS. Pertenecería al platero cordobés Francisco Sánchez Bueno Taramás, fiel contraste entre 1738
y 1758. La otra marca nominal, también parcialmente
frustra (Balt), corresponde al autor de la obra, el platero
cordobés Baltasar Pineda, aprobado para el ofico en
1750 y con extensa producción de este tipo de obras.
En el caso de este cáliz contamos con varias marcas que
determinan el taller de procedencia y autoría.
24
B
A
S Í
L
I C
A
D E
SAN VICENTE
9 788409 075317