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LAS OBRAS DE LA LEY (1)

2019, https://dichoporescrito.wordpress.com/2019/04/17/las-obras-de-la-ley/

En su carta a los cristianos gálatas el apóstol Pablo se queja de que alguien les estaba enseñando que para ser aceptados por Dios tenían que estar circuncidados. Pablo tenía razón al quejarse, porque para ser aceptados por Dios, nuestros pecados tienen que ser perdonados, y es la sangre del Cristo la que nos limpia de pecados cuando los confesamos, no la circuncisión. Sin embargo, al quejarse, el apóstol Pablo utilizó una frase que ha sido mal interpretada, y las consecuencias de esa mala interpretación son tan malas como las de aquella doctrina, o peores. La frase es: «las obras de la ley».

LAS OBRAS DE LA LEY Ceferino Díaz Ruiz En su carta a los cristianos gálatas el apóstol Pablo se queja de que alguien les estaba enseñando que para ser aceptados por Dios tenían que estar circuncidados. Pablo tenía razón al quejarse, porque para ser aceptados por Dios, nuestros pecados tienen que ser perdonados, y es la sangre del Cristo la que nos limpia de pecados cuando los confesamos, no la circuncisión. Sin embargo, al quejarse, el apóstol Pablo utilizó una frase que ha sido mal interpretada, y las consecuencias de esa mala interpretación son tan malas como las de aquella doctrina, o peores. La frase es «las obras de la ley». El problema con ella es que la han confundido con la ley de Moisés (la Torá) y con las buenas obras. Entonces, cuando leen u oyen que mediante las obras de la ley nadie será justificado (Gálatas 2. 16), erróneamente entienden que nadie será salvo por cumplir los mandamientos de la ley de Moisés o por hacer buenas obras, y tan convencidos están de eso, que tildan de «legalistas y fariseos» a quienes intentan hacerlo —y lo dicen con encono—, como si fuera malo cumplir la ley y hacer buenas obras (que es lo mismo, pues quien hace buenas obras, cumple la ley). Con la frase «las obras de ley» el apóstol Pablo no pudo referirse a la ley de Moisés ni a las buenas obras, pues, en esa misma carta (a los gálatas), él dice que toda la ley se resume en amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Gálatas 5. 14); que cuando los cristianos se ayudan a llevar sus cargas unos a otros cumplen la ley del Cristo (Gálatas 6. 2); que quienes perseveran en hacer buenas obras, Dios les pagará con vida eterna (Romanos 2. 6-7); que Dios no puede ser burlado, que lo que uno siembre, eso segará; que si sembramos para el Espíritu (haciendo buenas obras al prójimo), del Espíritu segaremos vida eterna (Gálatas 6. 7-10). Pablo está hablando de salvación por obras; también lo hicieron Isaías, Juan el Bautista, Jesús, y Santiago. En Isaías 1. 11-20 dice que si los israelitas dejaban de hacer lo malo y se dedicaban a hacer el bien, Dios perdonaría sus pecados, osea, los justificaría, los declararía justos, estarían reconciliados con Dios, y serían saludables, prósperos y felices en la tierra prometida (Canaán). En Mateo 25. 31-46 Jesús habla de unas «ovejas» que son salvas por hacer buenas obras. El criterio que él usa para no condenarlas al lago de fuego es que trataron bien a «los pequeñitos» (les dieron de comer, de beber, los visitaron cuando estaban enfermos, etc.). Ser salvo es salvarse de tener el lago de fuego como destino eterno. Esas «ovejas» fueron salvas por tratar bien a su prójimo (haciendo buenas obras), no por creer en Jesús o practicar una religión en particular. LAS OBRAS DE LA LEY Ceferino Díaz Ruiz En Lucas 3. 7-14 Juan el Bautista les dice a la multitud que venía a ser bautizada por él que no bastaba con cumplir con el rito del bautismo, que tenían que dar muestras de arrepentimiento dejando de hacer el mal y dedicándose a hacer el bien. En Santiago 1. 21-22 dice que la palabra puede salvar nuestras almas, pero tenemos que ser hacedores de la palabra, y no tan sólo oidores. Y en Santiago 1. 27 dice que la religión pura y sin mancha consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y mantenerse sin pecar. Si por dejar de hacer lo malo y dedicarnos a hacer el bien (tratar bien al prójimo) somos perdonados, reconciliados con Dios, y nos salvamos de ser condenados al lago de fuego, la frase «las obras de la ley» no puede ser sinónimo de la ley de Moisés (principalmente los diez mandamientos) ni de las buenas obras, tiene que referirse a otra cosa; se refiere a la circuncisión, al sacrificio de animales y otros ritos. Por esto el apóstol Pablo les dice a los cristianos gálatas que cómo era posible que habiendo comenzado por el Espíritu (mediante la renovación en el Espíritu Santo), pretendieran acabar por la carne (mediante la circuncisión). En Gálatas 3. 2-5 Pablo pregunta si recibieron el Espíritu por las obras de la ley (por hacerse la circuncición) o por la fe (por creer en la sangre del Cordero de Dios), porque el perdón de los pecados se recibe gracias a la sangre del Cristo, no gracias a la circuncisión, y una vez Dios perdona a uno, uno es reconciliado con él y recibe su Espíritu, quien comienza su obra renovadora en uno. Hacer las obras de la ley (circuncidarse y sacrificar animales) no nos salva, pero obedecer los mandamientos y hacer buenas obras, sí. Llamar «legalistas y fariseos» a quienes hacen estas cosas es incorrecto, despectivo y ofensivo. ¿Desde cuándo hacer el bien es malo?