Contemporânea
ISSN: 2236-532X
v. 2, n. 1 p. 159-185
Jan.–Jun. 2012
Artigos
Ciencia y religión (hétero)sexuadas: el
discurso científico del activismo católico
conservador sobre la sexualidad en Argentina
y Chile
José Manuel Morán Faúndes e Juan Marco Vaggione1
Resumen: Frente a las nuevas coniguraciones respecto de la sexualidad, el activismo católico conservador ha comenzado a desplegar una serie de estrategias que
buscan proteger un orden sexual tradicional. Entre éstas, se encuentra la organización de un tipo de activismo que minimiza el discurso religioso, priorizando
argumentaciones seculares que sitúan a la ciencia como uno de los ejes centrales
para la participación pública. El presente artículo considera este activismo, analizando los discursos cientíicos del activismo católico argentino y chileno sobre
la sexualidad, y las construcciones y metáforas políticas que subyacen a éstos.
Palabras claves: Iglesia Católica; Sexualidad; Ciencia; Biología; Activismo Conservador.
(Hetero)sexual science and religion: the scientiic discourse on sexuality of
conservative Catholic activism in Argentina and Chile
Abstract: Faced with new conigurations of sexuality, conservative catholic activism has begun to deploy multiple strategies seeking to protect a sexual order
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Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales - Universidad Nacional de Córdoba – UNC - Córdoba –
Argentina - jmfmoran@gmail.com / juanvaggione@yahoo.com
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based on tradition. One of these strategies concerns to the organization of a kind
of activism that minimizes the use of religious discourses, prioritizing secular arguments which place science as one of its central axes for public participation.
his article considers this activism by analyzing the scientiic discourses about
sexuality of Argentine and Chilean catholic actors, and the political constructions
and metaphors that underlie them.
Keywords: Catholic Church; Sexuality; Science; Biology; Conservative Activism.
La politización de la sexualidad llevada a cabo por los movimientos feministas y por la diversidad sexual, ha evidenciado las múltiples y complejas dinámicas que construyen al orden sexual en nuestras culturas. Estos movimientos,
aunque heterogéneos en su interior, adscriben a cosmovisiones desde donde interpelan la forma hegemónica que adquiere lo sexual, denunciando el complejo
entramado de discursos, instituciones y actores que sostiene y reproduce esta
hegemonía en las sociedades contemporáneas.
Entre estos diversos actores, este artículo se focaliza en los religiosos. El control del cuerpo es un componente que ha caracterizado históricamente a las
distintas tradiciones religiosas, posicionando a la sexualidad en un lugar central
de su interés. Si bien las nuevas disputas que se han abierto en torno a estas temáticas, así como los cambios que han tenido las religiones en nuestros tiempos,
han puesto en tensión la hegemonía de sus discursos sobre la sexualidad, su inluencia no debe ser subestimada, ya que lejos de debilitarse o privatizarse, las
religiones continúan teniendo una presencia determinante en la política contemporánea (Casanova, 1994).
El ingreso de la sexualidad a los debates públicos actuales ha impactando de
diversos modos en el campo religioso. Si bien en algunos casos generó una inminente pluralización de las posturas religiosas respecto de lo sexual, desenmarcándolas de posicionamientos conservadores, en otros implicó, por el contrario,
una reactivación en la defensa de un modelo tradicional de familia y sexualidad. En este último caso, la postura de las jerarquías de diversas religiones ha
asumido que las cosmovisiones a las que apelan y deienden el feminismo y la
diversidad sexual representan un ataque y una abierta negación a las tradiciones religiosas. En el caso de la Iglesia Católica, estos movimientos se consideran
como manifestaciones de un “relativismo moral” o “cultural” (Ratzinger, 2002),
a partir del cual se forja una “cultura de la muerte”. Los diversos cambios legales y culturales promovidos desde el feminismo y la diversidad sexual resultan,
para la Iglesia Católica, atentatorios contra el principio de la transmisión de la
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vida2 que deiende, desde el momento en que éstos cuestionan el vínculo entre
sexualidad y reproducción. En este marco, las conductas sexuales que no se adscriben al mandato reproductivo de la sexualidad heteronormada, transgreden
la moral sexual defendida por la jerarquía.
La oposición de la Iglesia Católica a las posturas del feminismo y la diversidad sexual adquiere diversos rostros. No es sólo a través del posicionamiento
político de la jerarquía eclesial que ésta se ejerce, sino que en la ejecución de
estrategias de incidencia política operan diversos actores vinculados con la misma, que solapan la religión con otros ámbitos, como el derecho o la ciencia. Así,
la inluencia de la postura vaticana se despliega a través de una amplia red de
instituciones y actores que buscan minimizar el discurso religioso para extender argumentos seculares a in de penetrar espacios de inluencia política que la
religión por sí misma difícilmente puede permear (Vaggione, 2005). Es acá donde operan instituciones académicas, jurídicas, cientíicas, bioéticas, entre otras.
Siguiendo lo anterior, el propósito de este artículo es abordar la política del
activismo católico conservador3 respecto de las expresiones no heterosexuales,
analizando el desplazamiento de un discurso religioso a uno de corte cientíico4.
Analizar la posición de la Iglesia Católica respecto de los deseos que transgreden
la heterosexualidad, situándola como complemento y frontera de un orden sexual heteronormativo, es una forma de adentrarse al signiicado que se le otorga
a la sexualidad en general. Por ello, la primera sección del artículo presenta
la construcción de la (homo)sexualidad5 desde la posición del Vaticano, como
lineamiento general para el accionar de la Iglesia Católica en los diferentes contextos nacionales. En particular, esta parte presta atención a los documentos del
Vaticano que, frente al avance del movimiento por la diversidad sexual, plantean diversas estrategias y argumentaciones de tipo secular (legales y cientíicas,
2
3
4
5
Ver Encíclica Humanae Vitae.
Utilizamos el concepto de activismo católico conservador, para referimos al activismo que se presenta
en consonancia con la posición oicial de la Iglesia Católica en materia de sexualidad, sin desconocer la
existencia de posiciones divergentes dentro del catolicismo que diieren de la política sexual del Vaticano.
No desconocemos con esto el inluyente activismo opositor a las agendas feministas y de la diversidad
sexual que, desde hace algunos años, vienen desarrollando en América Latina sectores evangélicos conservadores, muchos de los cuales, incluso, sostienen discursos sobre sexualidad fundamentados también
en argumentaciones cientíicas. Sin embargo, nos centramos en este artículo especíicamente en el activismo católico conservador, dado que en los casos especíicos de Argentina y Chile es éste el que más
presencia tiene en el espacio público (por ejemplo, en los medios de comunicación) como una voz característica del activismo contrario a los derechos sexuales y reproductivos (Sgró Ruata y Rabbia, 2011), y el
que más ha desarrollado en estos países producciones basadas en la ciencia para sostener sus posiciones.
Usamos en la primera parte del artículo el concepto “homosexual” debido a que es el término utilizado
por la Iglesia Católica para referirse en general a las conductas o deseos no heterosexuales.
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entre otras) para justiicar el rechazo a los derechos sexuales. La segunda sección profundiza en el análisis de argumentaciones especíicamente cientíicas
por parte del activismo católico conservador en su defensa de un orden sexual
heteronormativo. Así, se reconstruyen los argumentos biológicos y psiquiátricos esgrimidos por éstos respecto de la sexualidad, mediante el análisis de documentos cientíicos y académicos producidos por instituciones asociadas a la
Iglesia Católica en Argentina y Chile, así como del registro de intervenciones
públicas de actores católicos vinculados con el ámbito de la ciencia6. Finalmente, se analiza críticamente este discurso, desentramando las nociones políticas y
las construcciones de la alteridad que subyacen al mismo.
1) Sexualidades católicas conservadoras: el Vaticano y el activismo católico
1.a) La política sexual del Vaticano
La postura actual de la Iglesia Católica hacia la sexualidad es el resultado de
complejas dinámicas. Aunque por un lado relejan una tradición milenaria de distintas interpretaciones de textos sagrados, no siempre coherentes entre sí, también
está moldeada por coyunturas políticas especíicas. Un ejemplo de estas circunstancias es la creciente legitimidad de los movimientos feministas y por la diversidad sexual que ha llevado a la Iglesia Católica a adaptar y reforzar, muchas veces
de manera reactiva, la defensa de un orden sexual patriarcal y heteronormativo.
Las cosmovisiones que estos movimientos ponen en circulación implican
distintos desafíos para la Iglesia Católica en Latinoamérica. Por un lado, estos movimientos promueven nociones de la sexualidad opuestas a la doctrina
6
Para seleccionar los documentos oiciales de la Iglesia Católica consideramos aquellos que aludieran a temas vinculados a la sexualidad, emitidos desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) hasta el 2011. Especial
énfasis se puso en encíclicas papales y documentos emitidos por la Congregación para la Doctrina para
la Fe y la Pontiicia Academia para la Vida, por ser éstos los que tienden a tratar de manera más recurrente estas temáticas. En tanto, para seleccionar los documentos cientíicos producidos en Argentina y
Chile, consideramos aquellas publicaciones emitidas por instituciones académicas y cientíicas de ambos
países asociadas de manera explícita con la Iglesia Católica, producidos para intervenir en los debates
públicos respecto a derechos para las parejas del mismo sexo. En el caso argentino, se puso especial énfasis en los documentos producidos en el marco de la discusión de la Ley de Unión Civil en Buenos Aires
(2002), y en los emitidos durante la discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo (2010),
por ser éstos dos momentos que activaron fuertemente la discusión pública en torno a la temática de la
sexualidad, y la circulación de discursos cientíicos asociados al tema. En el caso de Chile, dado que los
temas de sexualidad no han sido debatidos públicamente con la misma intensidad que en Argentina, se
consideraron los documentos emitidos desde la presentación del proyecto de ley de “Fomento de la no
Discriminación y Contrato de Unión Civil Entre Personas del Mismo Sexo” en la Cámara de Diputados
(2003), hasta el 2011. Sin perjuicio de lo anterior, se realizó adicionalmente una búsqueda on line de documentación cientíica publicada por instituciones o actores asociados al activismo católico conservador.
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católica. Así, mientras que la Iglesia deiende una moral sexual basada en las
potencialidades reproductivas (abierta a la vida, sin barreras artiiciales que
eviten la concepción) y unitivas (dentro del matrimonio)7, el feminismo y el
movimiento por la diversidad sexual, más allá de la heterogeneidad que los caracteriza, basan sus demandas en un cuestionamiento a la articulación entre
sexualidad y reproducción. Para la doctrina católica, la sexualidad tiene como
propósito ineludible la transmisión de la vida humana, la procreación, y por lo
tanto, cualquier impedimento a esto es un acto contra la naturaleza misma. Así,
el acto sexual entre personas del mismo sexo, el uso de anticoncepción artiicial
o la interrupción del embarazo son considerados actos que quedan afuera de la
moral sexual, al no posibilitar la transmisión de la vida.
El movimiento feminista y por la diversidad sexual, por el contrario, deienden una postura que, basada en el placer, invierte la postura restrictiva de la
Iglesia Católica, defendiendo una construcción de la sexualidad antitética con
la doctrina oicial del catolicismo. La política sexual de estos movimientos también desafía la fuerte inluencia que la jerarquía católica tiene sobre el Estado
y el derecho. La politización del feminismo y la diversidad sexual, además de
implicar una crítica a la vigencia hegemónica de cierta concepción de la sexualidad, requiere del cambio legal como forma de garantizar un orden sexual
plural y democrático. Así, los derechos sexuales y reproductivos se erigen como
el andamiaje legal sobre el que se sustenta gran parte de sus demandas legales y
políticas. La movilización por estos derechos implica también una crítica al accionar político de la Iglesia Católica en los diversos países donde, más allá de los
procesos de secularización y democratización, la jerarquía católica sigue siendo
un actor con fuerte inluencia sobre el Estado, especialmente cuando se trata de
la regulación de la sexualidad y la reproducción.
Ante este panorama, la jerarquía católica ha generado una reacción en defensa de un orden sexual tradicional, a través de una suerte de politización reactiva de lo religioso, movilizándose en defensa no sólo de su doctrina religiosa
sino, especialmente, de un orden legal excluyente (Vaggione, 2005). En particular, el reconocimiento de derechos a las parejas del mismo sexo, junto con
la despenalización del aborto, son las demandas que han generado la mayor
reacción por parte de la Iglesia Católica, particularmente desde mediados de los
noventa (Vaggione, 2010). En este sentido, el Vaticano ha producido diversos
documentos que, de manera más o menos directa, representan una respuesta
a la creciente legitimidad de estas demandas, muchos de los cuales han tenido
7
Estos aspectos están contemplados en la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI (1968).
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como objetivo principal convocar a los/as ieles a un rol activo y articular argumentaciones seculares en rechazo de los derechos sexuales y reproductivos. Así,
el Vaticano instaura un activismo católico para proteger un orden sexual religioso y legal en concordancia con su doctrina.
1.b) Activismo Católico Conservador
El Catecismo de la Iglesia Católica deine a la homosexualidad como “las
relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy
variadas a través de los siglos y las culturas” (§2357). No es el objetivo de este artículo presentar el magisterio de la Iglesia Católica frente a la homosexualidad,
pero sí mencionar algunas características que inluyen en el activismo católico
conservador. En primer lugar, el catecismo considera a los actos homosexuales
como “intrínsecamente desordenados” a pesar de que la homosexualidad desde hace ya un tiempo ha sido retirada de los vademecum de enfermedades. En
segundo lugar, los ubica como “contrarios a la ley natural”, la que para la Iglesia
Católica es el fundamento sobre el que debe basarse el derecho positivo (la ley
civil). Finalmente, los actos homosexuales “cierran el acto sexual al don de la
vida”, contrariando una teología de la creación basada en la dicotomía sexual
(Dios crea al “hombre” como varón y hembra):
Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale
a anular el rico simbolismo y el signiicado, para no hablar de los ines, del
designio del Creador en relación con la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y
por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esa forma de
auto-donación que, según el Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana (Ratzinger, 1986).
Esta postura, no dejan ningún espacio para la legalidad o legitimidad de la
homosexualidad. El acto homosexual, además de ser pecado, no puede ser legitimado por el derecho positivo. Por ello, el Vaticano genera intervenciones y estrategias para resistir el reconocimiento de derechos a las personas gays y lesbianas. A
través de diversos documentos, se busca inluenciar los debates legales, sentando
una postura pública y articulando un activismo contrario a la sanción de derechos favorables a la diversidad sexual. El objetivo de la Iglesia Católica no es sólo
defender una moralidad sexual sino también evitar la sanción de derechos que
otorguen cierta legitimidad a las conductas no heterosexuales. Para ello, articula
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una política sexual que involucra tanto a la jerarquía como a los/as ieles, particularmente en dos documentos oiciales. Los mismos tienen como propósito defender un orden legal y ético heteronormativo por medio del llamado a la acción
de la comunidad católica y del posicionamiento público de la institución religiosa.
El primero de estos documentos es el llamado Algunas Consideraciones concernientes a la respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las
personas homosexuales (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1992). Éste surgió como reacción ante una de las primeras demandas que caracterizó al movimiento por la diversidad sexual en sus orígenes, referida a la inclusión de la
orientación sexual como motivo de discriminación injusta. La politización de
la sexualidad requirió, en una primera etapa, la protección del Estado frente a
actos de discriminación (legislación laboral) o violencia (crímenes de odio), demandas aún abiertas en distintos contextos. Si bien este documento no diiere
respecto a la doctrina ya existente, es relevante en tanto implica una respuesta
directa a la recepción legal de la orientación sexual como causa de discriminación en las sociedades contemporáneas.
El propósito general del documento es “indicar algunos principios y hacer
algunas distinciones de carácter general que tanto el legislador consciente como
el elector y las autoridades eclesiásticas, llamados a afrontar ese problema, deberían tener siempre presentes” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1992).
De este modo, busca evitar legislación que proteja a las personas no heterosexuales, sosteniendo que existen áreas donde excluir expresamente a las personas
por su orientación sexual no constituye “discriminación injusta”. En particular,
se nombran la adopción, el cuidado de menores, el empleo como maestro/a o
profesor/a de educación física y el ingreso como militar. Con un razonamiento
similar, se instruye a los obispos a que también se opongan a la legislación por
crímenes de odio. Una de las justiicaciones propuestas para el rechazo de legislación antidiscriminación es que la orientación sexual, a diferencia de la raza o
la etnia, constituye un desorden objetivo y no es pasible de protección legal ya
que “conlleva una cuestión moral”. Asimismo, se airma que la homosexualidad,
a diferencia de la raza o la etnia, puede ser escondida, no desplegada públicamente, razón por la cual “el problema de la discriminación en términos de
empleo, casa, etc., normalmente no se plantea” (Congregación para la Doctrina
de la Fe, 1992). Por otro lado, se considera que este tipo de legislación generaría
una promoción de la homosexualidad, ya que
Incluir la «tendencia homosexual» entre las consideraciones según las cuales
es ilegal discriminar, puede llevar fácilmente a considerar la homosexualidad
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como fuente positiva de derechos humanos, por ejemplo, en relación con la
así llamada «acción positiva», o tratamiento preferencial en tema de contratos de alquiler (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1992).
El otro documento del Vaticano relevante para comprender al activismo
católico conservador, tiene como propósito articular una política sexual contraria al reconocimiento de derechos para las parejas del mismo sexo8. Este
reconocimiento ha sido una de las principales demandas del movimiento por
la diversidad sexual, sea por medio de la creación de una institución especíica,
como por ejemplo la unión civil, o la modiicación del régimen matrimonial
derogando el requisito de complementariedad de sexos. Frente al avance de
estos derechos, la Congregación para la Doctrina de la Fe sanciona en el año
2003 las Consideraciones acerca de los Proyectos de Reconocimiento Legal de las
uniones entre personas homosexuales (en adelante, Consideraciones). De acuerdo con el documento, estos proyectos implican “no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino
también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común
de la humanidad”. En la concepción del Vaticano, no sólo se protege la tradición religiosa católica, sino que la Iglesia se arroga el ser un reservorio moral,
ya que considera que existen “principios éticos que, por su naturaleza y papel
fundacional de la vida social, no son ‘negociables’”, entre los que se ubicarían
aquellos conectados al cuerpo y la sexualidad.
Este documento es un instrumento político en el cual se plasman estrategias
y argumentos diversos para evitar los cambios legales favorables a las parejas
del mismo sexo. Al igual que el documento sobre discriminación, en Consideraciones si bien se retoman las principales posturas del catecismo respecto a
la homosexualidad como pecado, el propósito principal es evitar reformas que
amplíen derechos a las parejas del mismo sexo. Si como institución religiosa la
Iglesia Católica preserva una doctrina especíica, como actor público otorga al
derecho una función simbólica crucial y se moviliza activamente para evitar
ciertas reformas legales. Como indica Consideraciones, reiriéndose a las leyes
civiles, “las formas de vida y los modelos en ellas expresados no solamente coniguran externamente la vida social, sino que tienden a modiicar en las nuevas
8
Otro documento del Vaticano relevante para el tema de la homosexualidad, sancionado en el año 2005, se
denomina Sobre los criterios de discernimiento vocacional concernientes a las personas con tendencias homosexuales en vistas a su admisión al seminario y a las Órdenes Sagradas (Congregación para la Educación
Católica). Este documento, que tiene como propósito principal limitar el ingreso de “personas con tendencias homosexuales” a los seminarios (una vigilancia interna), no presenta información relevante para la
articulación de un activismo católico conservador, razón por la cual no se analiza en este artículo.
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generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2003).
Consideraciones apela a los/as ieles, en tanto ciudadanos/as, intelectuales
o políticos/as, a ser activos/as en la resistencia a las reformas legales y políticas públicas, constituyendo así una articulación entre la jerarquía y la comunidad de ieles como una de las dimensiones más visibles del activismo católico
conservador en la mayoría de los países latinoamericanos. Este llamado a los/
as ciudadanos/as en defensa de principios doctrinarios y morales ha generado
un proceso de ONGización de lo religioso (Vaggione, 2009), a partir del cual,
sin desconocer el papel protagónico de la jerarquía católica, se ejerce un notable desplazamiento hacia ONG autodenominadas pro-vida o pro-familia como
actores públicos que operan resistiendo el avance de los derechos sexuales y
reproductivos. Asimismo, respecto a los/as políticos/as y legisladores/as, el documento instruye expresamente cómo deben actuar ante proyectos favorables
a las parejas del mismo sexo y la diversidad sexual, considerando a la identiicación religiosa de los/as legisladores/as como una dimensión relevante del
activismo católico conservador. Respecto de este punto, en Consideraciones se
distinguen dos situaciones. En caso que el proyecto sea presentado por primera
vez, “el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del
propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un
acto gravemente inmoral”. Si, en cambio, la ley ya está en vigor “debe oponerse
a ella por los medios que le sean posibles, dejando pública constancia de su desacuerdo” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2003).
Otro sector que también es expresamente convocado en este documento a
resistir el avance de los derechos sexuales y reproductivos son los/as “intelectuales católicos”. Si bien la conexión entre fe y razón es parte de la tradición del
catolicismo, en los últimos años se ha incrementado el llamado de intelectuales
y el uso de las argumentaciones cientíicas en la defensa de un orden sexual
tradicional9. El llamado a los/as intelectuales a defender la “cultura de la vida”
se plasma en la Encíclica Evangelium Vitae (1995) donde Juan Pablo II airma
que los/as intelectuales católicos/as, “alimentando su ingenio y su acción en las
claras fuentes del Evangelio, deben entregarse al servicio de una nueva cultura
de la vida con aportaciones serias, documentadas, capaces de ganarse por su
valor el respeto e interés de todos”. En la encíclica, el Papa también convoca en
9
Para una explicación sobre la importancia del binomio fe y razón para la Iglesia Católica, puede consultarse la Encíclica Fides et Ratio, de Juan Pablo II del año 1998.
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esta tarea a las “Universidades, particularmente las católicas, y los Centros, Institutos y Comités de bioética” (Wojtyla, 1995). Precisamente, un año antes había
creado la Pontiicia Academia para la Vida a in de “estudiar, informar y formar
en lo que atañe a las principales cuestiones de biomedicina y derecho, relativas
a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor
relación con la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia”10.
El nexo entre la Iglesia Católica y los/as ieles intelectuales queda establecido
por un llamado a afrontar la defensa del orden sexual heteronormado a partir
de una serie de argumentaciones de índole secular, yendo más allá del discurso
meramente religioso. La importancia dada a las argumentaciones cientíicas,
legales o bioéticas, es así una característica emergente del activismo católico
conservador que se plasma en Consideraciones, siendo uno de sus principales
propósitos “presentar argumentaciones de carácter racional”. El documento
enumera una serie de argumentos que operan como resistencias a las demandas
de la diversidad sexual entre los que destacan los de orden biológico y antropológico, ya que la ausencia de bipolaridad sexual “crea obstáculos al desarrollo
normal de los niños”; los de orden social, basados en la necesidad de defender
la familia, ya que el Vaticano considera que las parejas del mismo sexo “son nocivas para el recto desarrollo de la sociedad humana, sobre todo si aumentase
su incidencia efectiva en el tejido social”; y los de tipo jurídico, debido a que las
parejas heterosexuales representan para la Iglesia el interés público porque permiten la procreación, dimensión ausente en las parejas del mismo sexo y que
supondría un elemento central para el bien común.
Como se profundiza en el resto del presente artículo, los/as intelectuales, así
como las instituciones académicas, cientíicas y bioéticas, tienen un rol crucial
en el activismo católico conservador. Como reacción a la creciente politización
de la sexualidad como dimensión plural y diversa, el Vaticano ha generado un
desplazamiento hacia argumentaciones cientíicas y bioéticas en su rechazo de
los derechos sexuales, otorgándole un rol preponderante a las universidades,
los centros de estudios y de bioética, entre otros, ligados a la postura oicial del
credo católico11.
10 Motu proprio Vitae mysterium (11 de febrero de 1994), 4: AAS 86 (1994), 386-387.
11 El rol de los centros de investigación y de bioética católicos ha adquirido una importancia creciente en la
defensa de un orden sexual conservador, no sólo en Argentina y Chile, sino en América Latina en general.
En Brasil, por ejemplo, el Núcleo Fé e Cultura, creado por la Arquidiocese de São Paulo, a través da la
Pontifícia Universidade Católica (PUC-SP), promueve la realización de encuentros, cursos, congresos e
investigaciones sobre temas vinculados con la sexualidad desde la perspectiva de la moral defendida por
la Iglesia Católica.
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2) El discurso científico del activismo católico conservador sobre la sexualidad
2.a) Cartografía de una ciencia heterosexual: naturaleza, normalidad y patología
Los discursos seculares fundados en el conocimiento cientíico que ha adoptado el activismo católico conservador en el último tiempo, operan en el espacio
público como relatos que pretenden sostener determinadas ideas respecto de la
sexualidad y los cuerpos, enlazándose en algunas ocasiones con las posiciones
dominantes de la ciencia biológica y psiquiátrica respecto a estos temas, y en
otras separándose de ellas12. Reconstruir los argumentos cientíicos que estos
sectores esgrimen, implica pensar así no sólo en las proposiciones y las lógicas
argumentales que subyacen en estos discursos, sino además en los juegos de
alianzas y rupturas que establecen con las posturas hoy comúnmente aceptadas
en los ámbitos cientíicos respecto de la sexualidad.
Una primera alianza se da a nivel del paradigma de conocimiento que domina aun en las ciencias biomédicas. Para los sectores católicos conservadores, la
sexualidad y el deseo se comprenden a partir de la idea de una biología natural
que nos es dada, como una realidad anterior a la acción humana. Lo biológico
supone así una verdad a partir de la cual se articula la sexualidad, situada por
fuera de todo historicismo y cultura, asumiéndose como un dato natural inalterable. De este modo, el posicionamiento católico se sitúa en consonancia con
el modelo epistemológico positivista de las ciencias que asume la existencia de
una realidad material prediscursiva, que sólo puede ser conocida a través de la
aplicación del método cientíico. La ciencia, así, operaría como un mecanismo
que permite conocer la realidad de manera transparente e imparcial, suponiendo la producción de un conocimiento libre de todo tipo de imaginario político,
ideológico o cultural.
Amparándose en esta posición, el activismo católico conservador sostiene
la idea de que el deseo erótico se funda en una noción especíica del cuerpo,
entendido como una realidad universal e inmutable. Desde esta perspectiva, el
cuerpo sexuado es concebido en términos binarios, asumiendo que la realidad
biológica del ser humano sólo posibilita el desarrollo normal del sexo comprendido como “hombre” o “mujer”. El dimorismo sexual es pensado en base
a una estructura genética, gonadal y genital especíica de cada sexo, en concordancia con el discurso biomédico dominante (Preciado, 2002), tal como señala
12
Hablamos de “posiciones dominantes” dentro de la biología y la psiquiatría, constatando el hecho de
que no existe un discurso único y monolítico dentro de estas ciencias, sino más bien tendencias que se
presentan con más o menos fuerza que otras en el interior de los discursos y las prácticas biomédicas.
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Fernando Chomalí, miembro del Centro de Bioética de la Pontiicia Universidad Católica de Chile y de la Pontiicia Academia para la Vida:
…el cigoto lleva en sí la información de su propio sexo: si el nuevo organismo
humano generado en la concepción es de sexo masculino, sus cromosomas
sexuales serán X e Y. Si, en cambio, es de sexo femenino, esos cromosomas
serán XX. Luego, la segunda etapa del proceso de diferenciación sexual de
este nuevo ser, que ya está genéticamente determinado como varón o mujer,
se relaciona con la formación de las gónadas. Este momento, conocido como
el “sexo gonádico”, se vincula con la deinición de las estructuras anatómicas
e histológicas de las glándulas sexuales (en el varón los testículos, en la mujer
los ovarios). […] La tercera etapa de este proceso comienza en la séptima
semana, con el desarrollo de los conductos genitales de Wolf o de Muller,
según sea un embrión de sexo masculino o femenino respectivamente. Ello
lleva a la formación de los genitales internos propiamente masculinos y femeninos. Posteriormente, la cuarta etapa consiste en la formación de los genitales externos: el llamado “sexo fenotípico” (Chomalí, 2008: 21-22).
La concepción binaria de la diferenciación sexual, asume esta dualidad en
términos de una “complementariedad entre ambos sexos”, fundada sobre la
base reproductiva del ser humano. A partir de la noción binaria del cuerpo sexuado, se apela a la idea de que la diferenciación sexual supone un in biológico
especíico, esto es, la reproducción de la especie. Así se expresaba el Jefe del
Servicio de Ecografía General del Hospital Nacional de Clínicas y docente de la
Universidad Nacional de Córdoba, Eduardo Cubertino:
la observación de la naturaleza nos muestra que la vida depende de la fusión.
[…] Esta fusión siempre se ordena al in para el cual fue creado; por esto, la
persona se orienta a buscar otra persona que lo complemente -y no a un animal o a una planta-, alcanzando así el punto culminante con la procreación
(Maretto y Sabatini, 2010: 39).
La complementariedad entre ambos sexos se nutre así no sólo de la diferencia sexual entre el cuerpo del hombre y el de la mujer, sino además de la idea de
un deseo erótico comprendido siempre como orientado inexorablemente hacia
el otro sexo, fundado esto sobre la posibilidad de reproducción biológica. De este
modo, estos sectores comprenden al deseo como naturalmente heterosexual. A
partir de acá, los deseos se entienden en términos de normalidad/anormalidad,
siendo el deseo heterosexual la regla que marca las pautas de comportamiento
normales, mientras que todo otro tipo de deseo es, en consecuencia, asumido
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como anormal o patológico. En estos términos se pronunciaba el ex Decano
de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral de Argentina,
César Bergadá:
…en ausencia de una patología de la diferenciación sexual, el hombre que
nace normal, es un varón normal, y la mujer que nace normal, es una mujer
normal, y por lo tanto los mecanismos hipotálamo-hipoiso-gonadal, responsables de la secreción de hormonas sexuales, que regulan el desarrollo
sexual, la capacidad funcional sexual y comportamiento sexual con atracción hacia el sexo opuesto son normales (Bergadá, 2002: 7).
Así, a través de argumentaciones de índole cientíica, se asume el deseo
heterosexual como un deseo erótico normal que opera en base a mecanismos
neuroendocrinos que estimularían una orientación sexual dirigida hacia el
sexo “opuesto” al establecido por sus genes y gónadas. Como indica Renata Hiller (2008), la heterosexualidad se asume así como una expresión neutral, como
una suerte de universal sin marcas, mientras que todo otro tipo de deseo que se
aparta de esta norma es asumido como anormal y patológico. En palabras del
médico y docente de la Pontiicia Universidad Católica Argentina, Carlos Abel
Ray, “la homosexualidad es una orientación sexual desviada y no es equiparable
a la heterosexualidad. […] es una seria enfermedad” (Ray, 2002: 16).
Dado que el deseo heterosexual se concibe como una disposición natural,
el interés de estos sectores radica en producir un conocimiento cientíico que
logre explicar los motivos por los cuales ciertos/as sujetos se alejan de la norma heterosexual. En la búsqueda de estas causas, hay dos grandes áreas que
son exploradas por estos sectores: la genética y la psiquiátrica. Mientras que
la primera tiende a ser rechazada por el activismo católico conservador como
un lugar desde donde explicar los deseos no heterosexuales, la segunda se
plantea como un espacio causal central para comprender la homosexualidad
(Chomalí, 2008). Y es que de aceptarse las explicaciones genéticas, cualquier
prueba del carácter innato de los deseos no heterosexuales podría constituir
un argumento para objetar el carácter anormal y patológico de éstos, como
la Magíster en Bioética por la Pontiicia Universidad Católica de Chile, María
Marcela Ferrer13:
13
María Marcela Ferrer ha sido cuestionada por sectores de la diversidad sexual chilenos, acusándola de
promover la realización de terapias de “curación” de la homosexualidad. Ver http://www.mums.cl/sitio/
contenidos/comunicados/com_2010_07_26_01.htm. Consulta: 3 de julio de 2011.
172
Ciencia y religión (hétero)sexuadas: el discurso científico...
Uno de los principales elementos debatidos en torno a la homosexualidad
es el eventual determinismo genético, lo que implicaría, a juicio de algunos,
una condición de inmutabilidad e irreversibilidad, que, a su vez, daría pie al
reconocimiento de la tendencia homosexual como una variante normal de
la sexualidad (Ferrer, 2008: 3).
Así, la única predisposición genética normal sería la heterosexualidad. El
rechazo a las explicaciones genéticas de la homosexualidad no se traduce en
un rechazo a la genética como disciplina, sino sólo a la posibilidad de explicar
las sexualidades y los deseos eróticos no heterosexuales como determinación
proveniente de los genes. La genética, en deinitiva, es circunscrita a la idea de
la normalidad heterosexual.
En consecuencia, una vez despejada la explicación genética de los deseos no
heterosexuales, es en el área de la psiquiatría donde el activismo católico conservador encuentra un lugar fértil para explicar el origen de éstos. A partir de
acá, concentra su atención en variables psicosociales que explicarían los deseos
no heterosexuales como trastornos o desórdenes psiquiátricos factibles de ser
revertidos a través de terapias de curación. La distancia respecto de la igura
paterna durante la infancia, la sobreprotección materna, la violencia intrafamiliar, los abusos sexuales, el rechazo del padre o la madre, el fracaso matrimonial,
son todas variables que estos sectores conciben como detonantes de desórdenes
afectivos que conducen al deseo erótico a alejarse de la heterosexualidad:
Estudios realizados por Bene (1965), muestran que muchos homosexuales
percibieron a su padre durante la infancia como un padre distante, hostil,
violento o alcohólico, o a su madre como sobreprotectora. […] Investigaciones realizadas por Zucker y Bradley (1995) aseguran que los padres de homosexuales no fomentaron la identidad ni la identiicación del niño con el
propio sexo, lo cual diicultó la construcción de una identidad sexual funcional. Otros autores, como Harry (1989), hallan que muchos homosexuales han
sufrido malos tratos físicos por parte de sus padres durante la adolescencia.
Se ha relacionado la homosexualidad con el hecho de haber sufrido abusos
sexuales anteriormente (Myers, 1989) (Universidad Austral, 2010: 94-95).
La identiicación de los deseos no heterosexuales como trastornos psiquiátricos causados por vivencias traumáticas, refuerza la idea de un desarrollo
natural heterosexual que sólo se ve truncado por factores ambientales que entorpecen dicho desarrollo. Lo que se observa entonces es una patologización
de las expresiones alejadas de la heteronormatividad, que opera en base a una
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José Manuel Morán Faúndes e Juan Marco Vaggione
173
biologización del deseo heterosexual, y una psiquiatrización del deseo homo y
bisexual. La heterosexualidad sería una marca innata con la que se nace, mientras que la homo y bisexualidad serían “aprendidas”. Así, para el activismo católico conservador la posibilidad de reversión del deseo desviado es siempre
factible, lo que justiica la aplicación de terapias psiquiátricas que curarían esta
patología (Ferrer, 2008).
Es acá donde se observa un distanciamiento del posicionamiento católico
respecto de la postura dominante hoy en la psiquiatría. Fue en el año 1973 cuando la homosexualidad fue eliminada del “Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders” (DSM) por la American Psychiatric Association (APA), y posteriormente, en el año 1990, cuando se eliminó de la “Clasiicación Estadística
Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud” (CIE) de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de esto, la patologización de los
deseos no heterosexuales son sostenidos por el activismo católico conservador,
a partir de un cuestionamiento a la legitimidad del proceso a través del cual
la APA decidió eliminar a la homosexualidad como enfermedad (Universidad
Austral, 2010):
…la eliminación [de la homosexualidad del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders] ocurrió debido a las insistentes y fuertes protestas
que activistas homosexuales protagonizaron durante las sesiones de conferencias en los congresos anuales de 1971 y 1972 [de la APA]. La APA había
entonces formado un panel de expertos dirigidos por el Dr. Socarides, especialista en trastornos sexuales. Luego de dos años de estudios se concluyó
que la homosexualidad era un trastorno del desarrollo psicosexual. Pero por
las presiones el informe se archivó en 1972. Pero las presiones recrudecieron
en 1973, con invasión de las salas, sustitución de oradores, etc. La decisión
que se tomó sobre el manual fue de naturaleza política y no cientíica. (Universidad Austral, 2010: 95-96)
La noción de una ciencia transparente y libre de todo imaginario político
queda en evidencia en este posicionamiento, al asociar la despatologización
“oicial” de los deseos no homosexuales con decisiones políticas, y no cientíicas,
mientras que a la patologización se la vincula con criterios cientíicos imparciales. Así, el activismo católico conservador refuerza su autorepresentación en
términos de neutralidad y objetividad.
Adicionalmente, la apuesta cientíica de estos sectores respecto de la sexualidad plantea un segundo enfoque complementario con el de la patologización,
según el cual no sólo se busca evidenciar y documentar el origen psiquiátrico de
174
Ciencia y religión (hétero)sexuadas: el discurso científico...
los deseos no heterosexuales, sino también los peligros psicológicos, biológicos
y sociales asociados a éstos.
En el nivel de los riesgos psíquicos, el activismo católico conservador vincula a los deseos no heterosexuales con riesgos psicológicos que afectarían a los
individuos homo y bisexuales, reforzando la idea de una sexualidad enlazada
con patologías como la neurosis, la depresión, la psicosis y algunas tendencias
suicidas (Cameron, 1997; Diggs, 2002).
Dentro de la población homosexual se da con gran frecuencia la comorbilidad, sumando a sus diicultades la depresión grave o trastorno obsesivo
compulsivo, que alcanza a casi un 45% de la población estudiada; el aumento de la idea de suicidio con relación a pacientes no homosexuales; las crisis de ansiedad generalizada; una mayor propensión al consumo de drogas,
que se ubica en un 50% entre los homosexuales activos; la aparición de trastornos de conducta, especialmente durante la adolescencia; o trastornos de
personalidad graves, de los cuales el más frecuente es el narcisismo patológico, con búsqueda ilimitada del hedonismo (Universidad Austral, 2010: 95).
Adicionalmente, estos sectores relacionan también las conductas no heterosexuales con niveles de riesgos biológicos más altos que los de las personas heterosexuales, debido a la supuesta propensión de las primeras a la promiscuidad
y a adquirir enfermedades de transmisión sexual (Cameron, 1997; Diggs, 2002).
La promiscuidad, así como la inidelidad y la poca estabilidad en las relaciones
afectivas, sería un rasgo constitutivo de los y las sujetos no heterosexuales. Un
informe sobre la homosexualidad elaborado por la Universidad Austral de Argentina (2010), cita de hecho una investigación realizada por la National Association for Research and herapy Homosexuality (NARTH)14 que indica que casi
un tercio de las personas homosexuales tienen relaciones con más de 1.000 personas durante el transcurso de su vida. La baja estabilidad en parejas sexuales
que se le atribuye a las conductas no heterosexuales, tendría entonces su correlato en altos índices de enfermedades de transmisión sexual, incrementando
sus riesgos de salud, en especial al compararlos con los índices observables en
las personas con conductas heteronormadas.
Pero los riesgos que estos sectores vinculan con los deseos alejados de la
heterosexualidad se relacionan también con otro tipo de peligros, no sólo biológicos y psicológicos, sino sociales. El desorden psíquico y biológico al que
14
La NARTH es una organización estadounidense que asume a la homosexualidad como una enfermedad,
por lo que ofrece tratamiento psicológico para curarla.
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175
se vincula la desviación respecto de la norma heterosexual, es comprendida
también como la causa de conductas violentas, anómicas e irracionales, que
se traducirían en peligros para la sociedad en su conjunto. En este sentido, la
homosexualidad y la bisexualidad no sólo serían fuente de problemas individuales con costos para los/as mismos sujetos que practican estas conductas, sino
que también comprometerían la vida comunitaria. La violencia, por ejemplo, es
asumida como uno de los problemas sociales que suscitarían los deseos no heterosexuales, tal como señala el Magíster en Bioética por la Pontiicia Universidad
Católica de Chile, Christian Schnake:
…la sociedad actual mantiene una cierta confusión de las dos únicas identidades sexuales que existen, la del varón y la de la mujer y que no hay otras,
con las tendencias sexuales que son múltiples y las prácticas sexuales que
remiten al destrozamiento de la vida pulsional. Las tendencias sexuales están del lado de la pulsión, mientras que la identidad sexual está del lado
de la estructura fundamental y uniicada de la personalidad. Es por medio
de la identidad sexual como una personalidad puede socializarse, mientras
que la tendencia sexual es antisocial y agresiva. Una sociedad que privilegia
las tendencias sexuales en detrimento de la identidad de género, es una sociedad donde los individuos se vuelven violentos y crueles, porque ellos se
instalan en los estados primarios de la sexualidad (Schnake, 2008: 16).
La idea del peligro que concitarían las prácticas no heterosexuales hacia terceros, adquiere una fuerte visibilidad en este discurso cuando se trata el tema de
la adopción y crianza de niños y niñas por parte de personas gays, lesbianas o
bisexuales: el riesgo social pasa por el peligro psicológico y físico que correrían
los niños y niñas, debido a los desórdenes y desvíos de los/as progenitores/as,
dada su expresión sexual (Universidad Austral, 2010).
En síntesis, la patologización de los deseos no heterosexuales operaría en un
doble sentido dentro del discurso cientíico del activismo católico conservador,
considerando sus causas y efectos. En el plano de las causas, se asume a estos
deseos como antinaturales, producto de un desarrollo psicofísico truncado que
deriva en una anomalía respecto del “normal” desarrollo de la (hétero)sexualidad. Por otro lado, se considera que sus consecuencias se evidencian a nivel
individual y social, acarreando peligros biológicos y psicológicos para las personas gays, lesbianas y bisexuales, pero también para la sociedad en su conjunto.
La patologización juega un rol central en el planteamiento moral y político
del activismo católico conservador, pues a partir de ésta promueve la tolerancia
de las prácticas no heterosexuales exclusivamente dentro del ámbito privado,
176
Ciencia y religión (hétero)sexuadas: el discurso científico...
pero no como expresiones públicas. De aquí la necesidad de fundamentar los
riesgos que las conductas no heterosexuales representarían para las personas y
la sociedad en su conjunto, a in de frenar iniciativas como la legalización del
matrimonio y la adopción por parte de personas del mismo sexo, obstruyendo
así las demandas de algunos sectores de la diversidad sexual.
2.b) Enfermar y contagiar: la construcción de la alteridad
Tal como indicó Foucault, la ciencia puede ser pensada como un saber que
tiene efectos de poder especíicos, un saber que construye sujetos y legitima determinadas posiciones políticas. Pensar el discurso cientíico, implica asumirlo
no como un saber neutro y transparente que logra ver los objetos “en sí mismos”, tal como “son en realidad”, sino como un conocimiento cuyos conceptos
y posiciones siempre son construcciones que están en constante disputa, que
varían histórica y contextualmente, y que producen a los y las sujetos, posicionándolos/as además en determinados lugares de las estructuras de poder. En
este sentido, analizar los discursos cientíicos implica “ocuparse no de las contradicciones formales de sus proposiciones, sino del sistema de formación de
sus objetos, de sus tipos de enunciaciones, de sus conceptos, de sus elecciones
teóricas” (Foucault, 1979: 313).
Siguiendo esta posición epistemológica, el feminismo ha elaborado una importante crítica respecto de la imposibilidad de pensar la ciencia como un saber
neutral. Para autoras como Donna Haraway, el conocimiento cientíico, lejos de
fundarse en una visión omnicomprensiva y universal de las cosas, es un saber
siempre contingente, situado en un contexto histórico y atravesado por políticas
especíicas de visualización y rotulación de los objetos y los cuerpos (Haraway,
1995). La idea de neutralidad que pregona la epistemología positivista de la ciencia, no sería entonces más que un intento de la misma por borrar todo rastro de
la parcialidad que hace parte de su producción, lo que genera un conocimiento autoritario que descontextualiza los procesos históricos y contingentes de
producción de conocimiento, separando radicalmente al sujeto del objeto para
presentarse a sí misma como un saber imparcial y transparente (Franklin, 1996).
Si los y las sujetos que producen el conocimiento están siempre inmersos/
as en la cultura, si están inexorablemente atravesados/as por estructuras de
poder, la producción cientíica no puede pensarse como un conocimiento libre
de metáforas políticas y de signiicados culturales radicalmente situados. Esto
implica que un análisis crítico del conocimiento cientíico producido y utilizado por el activismo católico conservador no debe centrarse en intentar develar
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José Manuel Morán Faúndes e Juan Marco Vaggione
177
su falta de neutralidad15, ya que eso implicaría caer en la trampa de asumir
que existe una ciencia más neutral y “verdadera” que otra. Un análisis crítico,
en cambio, debe buscar evidenciar las formas en las que el discurso cientíico
construye a los/as sujetos, a quiénes considera como “otros” y cómo constituye
las fronteras de la alteridad.
En base a lo señalado anteriormente, la noción de “naturaleza” parece ser un
buen punto de partida para deconstruir los argumentos cientíicos esgrimidos
por estos sectores. Lo natural es entendido desde estos discursos como algo
dado de antemano, que determina a los y las sujetos de modo universal. El cuerpo sexuado entendido en términos binarios como algo natural, y la heterosexualidad comprendida como un deseo programado biológicamente, constituyen
la base de la idea de naturaleza que instituye una heterosexualidad obligatoria.
Como indica Beatriz Preciado (2002), este tipo de discursos representan
procesos de territorialización de los cuerpos que ijan el sexo en estructuras
biológicas especíicas, como la vagina y pene, principalmente, vinculadas con
la reproducción humana. Así, bajo la noción de un desarrollo biológico signado
por “lo natural”, estos discursos cientíicos producen una cartografía corporal
que relegan otras zonas del cuerpo a un plano no sexual, y circunscriben la sexualidad al ámbito especíico de la penetración heteronormada.
Lo natural, en este sentido, articula las fronteras de aquello que, por oposición, es considerado dentro de este discurso como contranatural y, en consecuencia, como anormal, patológico, “otro”, donde se sitúa tanto a los cuerpos que no
caben dentro de la norma dicotómica del sexo como a los deseos que se alejan
de heterosexualidad obligatoria.
Pero pensar crítica y deconstructivamente la idea de una naturaleza biológica inmutable y universal, supone asumir la hipótesis de que dicha idea responde
precisamente a una lectura ideológica y política situada histórica y culturalmente (Maia y Cabral, 2003). Implica asumir, junto con Judith Butler, que
nuestras formas de entender, categorizar y signiicar los cuerpos y las sexualidades responden a construcciones inmersas en normas culturales que son radicalmente contingentes y, por lo tanto, podrían ser construidas de otras maneras
(Butler, 2007). Si, como señala Joan Scott, asumimos que nuestra experiencia
ocurre siempre dentro de signiicados especíicos dotados por la cultura que
nos constituye (Scott, 2001), difícilmente podemos pensar que nuestras ideas
15
Esto no equivale a decir que un análisis crítico deba renunciar a relexionar sobre los presupuestos
metodológicos de cualquier producción cientíica. Antes bien, la relexión metodológica debe ser una
constante, en la búsqueda por producir conocimiento de manera rigurosa y en base a los criterios considerados hoy como cientíicos.
178
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de lo que es o no natural escapan a esos signiicados. La naturaleza no preexiste
a su construcción (Haraway, 2004).
Sin embargo, al ser entendida por el activismo católico conservador como
un universal absoluto, la idea de naturaleza hace una apelación a lo biológico
como forma de trascender toda diferencia cultural o social. La biología sustituye a dios como fuente explicativa del orden natural (Miskolci, 2005), y se
transforma en el criterio para diferenciar aquello que sería propiamente humano, de aquello que no. Todo lo que se aleja de lo que sería “natural” al ser humano, se alejaría por lo tanto de lo que constituye al ser humano como tal.
Siguiendo la crítica establecida por Étienne Balibar (1995) a ciertas concepciones de universalidad que eliminan la diferencia entre los y las sujetos, y
excluyen a ciertos sectores del campo de lo humano, del mismo modo la universalidad de las nociones biologicistas de lo natural sitúan por fuera del ámbito
de lo humano tanto a aquellos/as que habitan cuerpos que no comulgan con el
binomio hombre/mujer, o con el deseo heterosexual.
Esta otrorización constituye así una suerte de homogeneización de toda expresión no heterosexual, las que se conciben como idénticas en su condición de
contranaturalidad. No importan las diferentes subjetividades de las personas
que no comulgan con la heterosexualidad, ni las distintas condiciones de protección/vulnerabilidad o precaridad (Butler, 2010) que puede haber entre éstas en
base a las prácticas, discursos, categorías identitarias y expresiones que las designan. Lo importante para el activismo católico conservador es fundamentalmente
la exterioridad que constituyen en función de la barrera impuesta entre éstas y
la heterosexualidad16. La homogeneización del exterior establece así una de las
primeras formas a través de las cuales estos sectores construyen al “otro”.
Pero esos/as sujetos “otros” no son considerados/as por este discurso sólo
como un afuera de lo natural, pues su carácter de “anormalidad” se traduce a su
vez en una serie de riesgos biológicos y psíquicos. Las tendencias a la psicosis,
la neurosis, el suicidio, el contagio de enfermedades, la fármacodependencia,
entre otros, quedan enlazados con las conductas no heterosexuales, quedando
signadas por un aura de contaminación, mientras que la heterosexualidad deviene, por el contrario, en una suerte de sexualidad pura e inmune.
El modo en que el activismo católico conservador construye mediante producciones cientíicas la idea de sexualidades contaminadas, responde a una lógica
16
Esto no implica que no consideren la existencia de una estratiicación y jerarquización de las diversas expresiones sexuales, tal como planteó Gayle Rubin (1989). Más bien, la intención acá es mostrar cómo a pesar de
estas diferencias de estatus y reconocimiento, la distinción fundamental que establece el discurso cientíico
católico opera a través de una línea que separa el adentro heterosexual del afuera no heterosexual.
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179
de reproducción de estereotipos y prejuicios que, además de imputarles una serie
de enfermedades a las personas no heterosexuales como si les fueran propias (y
extrañas o menos frecuentes en la heterosexualidad), asume que la mayoría de los
problemas de salud de éstas se debe al supuesto de una alta prevalencia de prácticas riesgosas, y del mismo hecho de considerar a los deseos no heterosexuales
como enfermedades, invisibilizándose la opresión de la que en ocasiones son objeto en las culturas heteronormativas y patriarcales, y las consecuencias que esto
tiene a veces para su salud (Ortiz Hernández, 2004). Esta forma de reproducción
de prejuicios opera de un modo análogo a las producciones cientíicas de los siglos XIX y XX que establecían relaciones entre la enfermedad y la raza. Y es que
durante décadas, la raza, considerada como una realidad biológica (y no cultural)
de diferenciación discreta entre los seres humanos, fue asumida como la fuente
explicativa de una importante gama de patologías que parecían manifestarse de
manera diferenciada entre “blancos/as” y “negros/as”, inspirando producciones
cientíicas que invisibilizaban los condicionantes sociales que distribuían desigualmente el acceso a la salud y la exposición al riesgo en función de interpretaciones culturales en torno a la piel (Rose, 2007). De manera análoga, la reproducción
de nociones biologicistas que patologizan los deseos no heterosexuales imputándoles un carácter de contaminación, funcionan como modelos que invisibilizan
las inequidades sociales y culturales que distribuyen diferencialmente las condiciones de vulnerabilidad y salud de los y las sujetos en función de su sexualidad.
Un caso paradigmático de la interpretación de inequidades sociales a través de
una lectura biologicista, es la invención decimonónica del médico estadounidense
Samuel Cartwright (1851) del diagnóstico conocido como Drapetomanía: una enfermedad propia de los hombres negros, y ausente entre los blancos, caracterizada
por una irresistible tendencia a huir de las plantaciones de esclavos. La Drapetomanía no sólo simboliza una categoría médica que hoy parece toscamente prejuiciosa.
Signiica también un modo de operar de la ciencia a través del cual ciertos sectores
buscaban diferenciarse de los/as sujetos subalternos/as y normalizarlos/as mediante la patologización de ciertas conductas que ponían en riesgo el sistema de dominación ejercido por hombres blancos, burgueses y del primer mundo: es la biología
al servicio del sistema colonial. Análogamente, la patologización de los deseos no
heterosexuales representa un intento por normalizar a través de discursos biologicistas a los/as sujetos de deseo que trasgreden la idea de naturaleza enmarcada en
un modelo heterosexual y patriarcal de orden social. Asistimos así a una suerte de
drapetomanización de la sexualidad, donde los procesos y discursos de patologización del sexo, al igual que en el caso de la raza, están siempre signados por una
lógica prescriptiva disfrazada de conocimiento neutro y meramente descriptivo.
180
Ciencia y religión (hétero)sexuadas: el discurso científico...
Pero estos discursos no sólo reproducen la idea de sexualidades contaminadas, sino también de sexualidades contagiosas, dado el peligro individual y
social que implicarían. Esta noción de los deseos no heterosexuales como patologías, como deseos contaminados susceptibles de infectar al cuerpo social,
puede leerse bajo la forma de lo que Gayle Rubin llama “pánico moral” (Rubin,
1989). Y es que al asumir que toda trasgresión de las fronteras que separan la sexualidad heteronormada y reproductiva del resto de las sexualidades desataría
consecuencias nefastas, como el desorden, la violencia o la misma destrucción
social, el discurso cientíico católico construye fantasmas que prescriben a las
sexualidades “abyectas” como amenazas indeseables, reforzando la construcción de fronteras sexuales a través del pánico. Así, el poder causal que se le otorga
a la sexualidad parece ilimitado (Foucault, 2008), en tanto que la mínima desviación respecto de la norma heterosexual es interpretada como origen de una
serie de patologías individuales y sociales.
De este modo, la producción de los “otros” que opera tras los argumentos
cientíicos del activismo católico conservador, es caracterizada por lo que se
puede denominar como una “lógica de la contaminación y el contagio” (Morán
Faúndes, 2011), equivalente a la ejercida por el modelo colonial europeo del siglo
XIX según el cual los colonizados/as eran considerados/as como sujetos contaminados/as por todo tipo de enfermedades físicas, psicológicas y morales, potencialmente contagiosas. Como indican Michael Hardt y Antonio Negri (2006),
este modelo amparaba un proyecto colonizador de higienización de mundo colonial, justiicando la ediicación de barreras políticas, territoriales y sociales
para restringir el contacto con las colonias, produciendo un “otro” enfermo e
infeccioso. Análogamente, la asociación de las expresiones no heterosexuales
como socialmente dañinas opera bajo una lógica similar. A través de argumentos biomédicos, se vincula a las conductas no heterosexuales con la portación
de enfermedades psiquiátricas y biológicas que se construyen bajo la idea de
patologías contagiosas, socialmente transmisibles. Así, el contagio se asume, por
un lado, bajo la idea de que la homosexualidad, la lesbiandad y la bisexualidad
aumentarían signiicativamente en caso de permitirse en el ámbito público como
sexualidades legítimas. Por otro lado, las patologías que son asociadas a las conductas no heterosexuales se conciben además como portadoras de males como
la pederastia, la violencia o la anomia, que afectarían a terceros que deben ser
protegidos. Todo este andamiaje epidemiológico justiica la efectivización de un
aparato higienista de segregación, donde la heteronormatividad queda anclada
como la única norma legítima en el plano de lo público. Asimismo, la patologización de los deseos opera como un dispositivo de control sobre los cuerpos, desde
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181
el cual el saber biomédico no sólo gestiona una estratiicación social basada en
la heterosexualidad obligatoria, sino además activa estrategias para “normalizar”
las conductas consideradas como anormales, como ocurre con las terapias de
“curación de la homosexualidad” promovidas por estos sectores.
Reflexiones Finales
Desde hace décadas, la sexualidad viene siendo un campo de preocupación
para el Vaticano, quien ve en las nuevas coniguraciones culturales, así como en
el avance de la agenda de los derechos sexuales y reproductivos, una amenaza
al orden sexual tradicional que deiende. Frente a este panorama, su llamado
a la comunidad católica, en especial a los y las intelectuales y a las instituciones académicas, centros de estudios y comités de bioética, organiza una suerte
de activismo que minimiza el discurso religioso, priorizando argumentaciones
seculares que sitúan a la ciencia como uno de los ejes de oposición a la agenda
política del feminismo y los movimientos por la diversidad sexual.
Asumir el conocimiento cientíico como un conjunto de saberes neutros y
transparentes, arriesga una ceguera frente a los modos en que los conocimientos se insertan en los marcos culturales a través de los cuales signiicamos la
realidad. Así, las nociones biológicas en torno a la sexualidad no pueden ser interpretadas como verdades absolutas, sino como conocimientos construidos en
base a metáforas políticas, históricamente situadas, que median radicalmente
nuestra relación con las supericies de los cuerpos.
Todo proceso deconstructivo en torno a los discursos cientíicos esgrimidos
por el activismo católico conservador sobre la sexualidad, precisa conocer las
nociones políticas que subyacen a sus enunciaciones, a través de las que proyecta sus ideas acerca de lo natural, lo normal y lo sano. La concepción de una
naturaleza humana se erige así en este discurso como un eje en torno al cual
se articula un imaginario político especíico sobre las dicotomías sano/enfermo y normal/anormal, que relega al ámbito de lo patológico, lo anormal y, en
deinitiva, de lo no humano, a las sexualidades que no comulgan con la norma
obligatoria de la heterosexualidad.
La importancia que reviste el evidenciar las metáforas y los prejuicios que
envuelven las ideas biológicas y psiquiátricas del activismo católico en torno a
la sexualidad, no responde a una necesidad por lograr visiones más neutras o
“descontaminadas” sobre ésta. El feminismo y la diversidad sexual no necesita
una doctrina de la objetividad universal. Necesita, al contrario, “el poder de las
teorías críticas modernas sobre cómo son creados los signiicados y los cuerpos,
182
Ciencia y religión (hétero)sexuadas: el discurso científico...
no para negar los signiicados y los cuerpos, sino para vivir en signiicados y en
cuerpos que tengan una oportunidad en el futuro” (Haraway, 1995: 322).
En este sentido, la tarea política de estos movimientos es de continua deconstrucción de los relatos patologizantes, y de una incesante interrogación respecto de cómo mover y detonar las fronteras que separan las sexualidades.
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Recebido em: 30/12/2011
Aceito em: 06/02/2012
Como citar este artigo:
FAÚNDES, José Manuel Morán e VAGGIONE, Juan Marco. Ciencia y religión (hétero)
sexuadas: el discurso cientíico del activismo católico conservador sobre la sexualidad en Argentina y Chile. Contemporânea – Revista de Sociologia da UFSCar. São
Carlos, v. 2, n. 1, jan-jun 2012, pp. 159-185.