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Anuario del terrorismo yihadista 2019 © de la edición: COVITE, 2020 COVITE Apdo. de Correos 3358 20080 San Sebastián (Gipuzkoa) (España) www.covite.org © de los textos: Sus autores Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse o transmitirse de ninguna forma o por ningún medio, sea electrónico, mecánico, reprográfico, fotoquímico, óptico, de grabación o cualquier otra forma de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin el permiso previo y por escrito del editor. Dirección y coordinación: Carlos Igualada Textos: Ana Aizpiri, Pilar Cebrián, Alexandra Gil, Carlos Igualada, Iñaki Méndez, Pilar Rangel, Marta Summers y Manuel Torres. Diseño: Fabiola Vásquez Corrección: Inés Gaviria, Carlos Igualada y Fabiola Vásquez. ISBN: 978-84-09-18711-9 la encrucijada del activismo yihadista en internet Manuel R. Torres-Soriano 1. Introducción El colapso del proyecto califal de Estado Islámico ha tenido una profunda repercusión en la forma que adopta el activismo yihadista en Internet. En un corto espacio de tiempo, se ha producido la transición desde un ecosistema que orbitaba en torno al liderazgo de una organización fuerte, la cual era capaz de asumir la iniciativa y la mayor parte del esfuerzo de mantener la visibilidad del mensaje yihadista, a otro modelo donde el tamaño de ese centro se ha visto fuertemente disminuido, y donde el grueso de esa actividad ha sido asumida por una amalgama de pequeños actores que tratan de suplir el vacío que deja de tras de sí una organización en retirada (Torres-Soriano, 2019a). A medida que sus ambiciones estatales se iban desmoronado, las prioridades comunicativas también se transformaron. Así, por ejemplo, dejó de tener sentido su pretensión de describir de manera minuciosa el día a día de la insurgencia. En un contexto de retroceso territorial 178 anuario del terrorismo yihadista y debacle militar, la minuciosidad que había caracterizado su acción propagandística se volvió contraproducente. El día a día del grupo dejó de ser el propio de un ejército en combate que opera de manera abierta, para regresar a sus orígenes como organización terrorista que debe moverse necesariamente en la clandestinidad. Este nuevo contexto no sólo era mucho menos atractivo desde el punto de vista de la creatividad propagandística, sino que cualquier acción comunicativa ha quedado supeditada a la necesidad de mantener la seguridad de unos militantes que deben sobrevivir en un entorno cada vez más hostil. El cambio no sólo se ha reflejado en el descenso del ritmo comunicativo y la apuesta por formatos menos exigentes desde el punto de vista de los medios y el esfuerzo empleado (Nanninga, 2019), sino también en las narrativas mantenidas por la organización. Cuando empezó a sufrir los primeros reveses en 2016, la reacción del grupo fue divulgar una propaganda negacionista, dirigida a reducir el impacto de esas informaciones entre sus partidarios. Sin embargo, cuando se consumaron dos de sus principales fracasos (las pérdidas de Mosul y Raqqa en 2017) resultaba imposible mantener el relato de que cualquier noticia derrotista era una mera invención del enemigo. Estado Islámico cambió de dirección, y puso el foco de su acción comunicativa desde Siria e Irak hacia su red de afiliados en otros países. Las afirmaciones triunfalistas fueron reemplazadas por una historia de resistencia asediada, una narración que seguía manteniendo su atractivo para los “verdaderos creyentes” (Winter, 2019). 179 2019 El Estado Islámico cambió de dirección, y puso el foco de su comunicación desde Siria e Irak hacia su red de afiliados en otros países A pesar de sus intentos por desviar la atención hacia aquellos otros escenarios que resultan más acordes con la imagen de pujanza que el grupo desea proyectar de sí mismo, lo cierto es que, en el balance global, Estado Islámico no ha podido evitar que su acción comunicativa se vea seriamente resentida, no sólo en cantidad, sino también en la calidad de sus productos. Si el grupo ha conseguido mantener una mínima presencia online ha sido gracias a los esfuerzos de las diferentes redes no oficiales de munasir (partidarios) (Europol, 2019a). Sin embargo, esta sustitución no ha estado exenta de costes para su imagen. Probablemente, el efecto más perjudicial de este cambio ha sido las dificultades que ha tenido Estado Islámico para unificar su posición ideológica ante la pluralidad y heterogeneidad de actores que han ocupado el espacio mediático que hace unos pocos años ocupaba de manera hegemónica. La propaganda elaborada por la red de partidarios ha tratado de manera obsesiva el llamamiento a la violencia terrorista a través de determinadas tácticas, como los llamados ataque de “lobo solitario” o la incitación a los atentados contra lugares, fechas y eventos emblemáticos para Occidente. Generalmente, los medios de comunicación han abordado de manera simplista estos mensajes como amenazas “procedentes de Estado Islámico”. El resultado ha sido la pérdida de toda 180 anuario del terrorismo yihadista la credibilidad que la organización había conseguido labrarse durante años de autocontención y control escrupuloso de las reivindicaciones efectuadas a su nombre (Torres-Soriano, 2018b). Las plataformas mediáticas de partidarios, a diferencia de lo que hizo Estado Islámico en sus años de pujanza, han inundado a la opinión pública con amenazas muy específicas en las que se detallan objetivos, fechas y medios a emplear. La totalidad de estos mensajes han resultado ser amenazas vacías sin ningún tipo de sustento material, lo que ha terminado degradando la credibilidad de la organización a la que se pretendía apoyar a través de estos mensajes sensacionalistas. Aunque en un primer momento este tipo de prácticas resultaron útiles para que el yihadismo pudiese compensar en el ámbito de las percepciones los retrocesos que estaba sufriendo sobre el terreno, en el medio plazo, las redes de apoyo mediático han terminado perjudicado la capacidad de Estado Islámico para ser percibido como un actor fiable. Esto ha creado la paradójica situación de que, en la actualidad, la acción propagandística de las organizaciones yihadistas, y la de las redes de partidarios que las apoyan en Internet, no sólo constituyen ámbitos diferenciados que compiten entre sí para recibir la atención de una misma audiencia, sino que, persiguiendo el mismo objetivo, se perjudican mutuamente. Con el objeto de minimizar los daños reputacionales que le ha generado este ímpetu propagandístico, Estado Islámico se ha distanciado ex- 181 2019 plícitamente de estos contenidos, para acabar así con la ambigüedad sobre cuál es su relación con estos actores. De manera simultánea, las propias plataformas han terminado siendo conscientes de que estaban proyectando una imagen poco favorecedora de desunión y ausencia de estrategia. Para remediarlo, algunos actores pusieron en marcha varias campañas propagandísticas donde los diferentes contenidos producidos eran unificados por un mismo lema o hashtag (Europol, 2019a). Eso no ha impedido que se visualice el enfrentamiento entre diferentes siglas que en el pasado apoyaban sin fisuras a Estado Islámico, y ahora plantean abiertamente debates sobre los errores cometidos por la organización o su carácter desviado de los verdaderos principios de la yihad (Europol, 2019a).Este escenario conflictivo contrasta con la falta de cambios de calado en entorno de Al Qaeda. Sus afiliados regionales han demostrado ser unos actores resistentes capaces de plantear una amenaza mayor que Estado Islámico en un importante número de escenarios regionales, una imagen que han sabido trasladar de manera coherente a través de sus órganos propagandísticos. 2. El año en el que Internet se “endureció” A finales de 2019 tuvo lugar un acontecimiento trascendental para el futuro de la presencia terrorista en Internet. EUROPOL anunció en un comunicado de prensa (Europol, 2019b) que una parte significativa de los actores clave de la red de propaganda de Estado Islámico habían sido expulsados de la plataforma Telegram. No era la primera vez que se producía una purga masiva de cuentas, canales y grupos pro-yiha- 182 anuario del terrorismo yihadista distas en esta aplicación de mensajería, sin embargo, en esta ocasión, la suspensión supuso una seria disrupción en la red de distribución de propaganda de Estado Islámico. Aunque la declaración no contenía estadísticas sobre el resultado de esta acción, el propio Telegram aclaró que se habían eliminado 2.096 “cuentas y bots terroristas” (King, 2019). Más allá de la importancia de este número, el cual era inferior al de otras suspensiones llevadas anteriormente (Al-Lami, 2018), esta acción era sustancialmente diferente por dos motivos. En primer lugar, era la primera vez que Telegram hacía explícita su colaboración con una institución pública de carácter policial con el propósito de eliminar el contenido terrorista de su plataforma. Este anuncio suponía la culminación de un proceso de transformación radical del ideario que inspira esta aplicación, la cual se concebía originalmente como un proyecto administrado por un grupo de voluntarios, sin ánimo de lucro, basado en la filosofía del código abierto y “apátrida”, lo que llevaba a rechazar el sometimiento a la jurisdicción de ningún Estado (Torres-Soriano, 2015). Forzados por la tozuda realidad del activismo terrorista en Internet, los responsables de esta empresa se vieron obligados a matizar el libertarismo radical de sus inicios, según el cual Telegram no censuraba ningún contenido publicado en su plataforma. Los usuarios eran los responsables únicos de sus acciones, y, por tanto, la empresa rechazaba asumir ninguna función de supervisión de los actos de sus usuarios. El abrigo de una filosofía tan favorable, en poco tiempo se produjo un desembarco masivo de contenido yihadista, sobre todo, a medida que las grandes redes sociales empezaban a ser 183 2019 más proactivas y eficaces a la hora de eliminar este contenido de sus servidores. Sin embargo, la desafiante presencia de Estado Islámico terminó convirtiéndose en un elemento desestabilizante que ponía en peligro el futuro y crecimiento de la plataforma. Telegram terminó siendo percibido popularmente como una aplicación que sólo era útil para terroristas, u otro tipo de usuarios delincuenciales, lo que terminaba ahuyentando a los usuarios legítimos. La empresa decidió revisar su planteamiento original y empezó a suspender cuentas y canales vinculados a Estado Islámico. La adopción de este nuevo paradigma no fue un proceso rápido (Clifford, 2019). De hecho, durante casi cinco años, los responsables de Telegram siguieron mostrándose reticentes a colaborar con los requerimientos judiciales y gubernamentales que le pedían bloquear contenido o facilitar información sobre los usuarios que utilizaban el servicio para cometer actos delictivos. Es por ello, por lo que el anuncio de una colaboración explícita con EUROPOL representaba un verdadero punto de inflexión en el camino hacia la “normalización”. Sin embargo, había otro elemento distintivito en esta suspensión. Aunque no se explicitó cuáles habían sido los procedimientos técnicos para identificar y bloquear el contenido terrorista, lo cierto, es que sus resultados fueron mucho más dañinos para la red de distribución de propaganda yihadista, que cualquier otra suspensión anterior. No sólo se anularon los nodos centrales de esta comunidad radical, sino que, a diferencia de lo sucedido en otras ocasiones, los intentos de volver a reabrir cuentas fueron rápidamente neutralizados, lo que generó la 184 anuario del terrorismo yihadista percepción entre los usuarios yihadistas de que se había cerrado definitivamente el periodo de impunidad del cual habían estado disfrutando durante años. En unos pocos días se produjo un éxodo masivo hacia otros servicios de mensajería minoritarios (como RocketChat, Riot, TamTam, etc.) que hasta el momento habían recibido una atención nula o marginal por parte de estos grupos radicales. Esta dispersión generó la percepción entre algunos observadores de que la suspensión masiva en Telegram había tenido un efecto contraproducente. Por un lado, se aducía que algunos mecanismos de obtención de inteligencia habían quedado “cegados”, ya que resultaba mucho más difícil monitorizar un fenómeno mayoritariamente concentrado en un número controlable de cuentas y canales de una única aplicación, a convertirse en una actividad dispersa mucho más difícil de abarcar (Tech Against Terrorism Team, 2019). Este argumento se veía aparentemente reforzado por la visibilidad y facilidad de acceso de los nuevos perfiles radicales creados en estas plataformas minoritarias. Frente al pseudo-ocultamiento de los canales yihadistas de Telegram, que en su mayoría exigían una invitación para acceder a ellos, o no eran localizables a través del buscador de la plataforma. En algunos de estos nuevos destinos (como, por ejemplo, TamTam) bastaba con una simple búsqueda por palabras clave para acceder a los perfiles oficiales de Estado Islámico y su red de apoyo. Sin embargo, esta recobrada visibilidad no pasó de ser un breve espejismo. A pesar de ser servicios sustentados por una plantilla reducida, 185 2019 figura 1: número de menciones a españa en la propaganda yihadista por año fuente: gesi y archivo propio muchas de estas nuevas plataformas reaccionaron rápidamente ante la llegada de esta presencia tóxica. Gran parte de los nuevos perfiles fueron eliminados, desechándose así la posibilidad de que el yihadismo online pudiese disfrutar nuevamente de una ventana de impunidad que no se volvería a cerrar en años. Sin embargo, el efecto más relevante de esta suspensión no ha sido sólo el desconcierto creado entre la subcultura de apoyo al yihadismo en Internet, sino, sobre todo, cómo esta acción ha terminado degradando el tamaño de esta red. Existen evidencias empíricas que nos muestra cómo la reducción de la visibilidad de estos contenidos y el aumento del coste en términos de esfuerzo y tiempo para localizar estos recursos, termina desincentivando a aquellos individuos que aún se encuentra en las capas más superficiales de un proceso de radicalización. 186 anuario del terrorismo yihadista A diferencia de lo que sucede con los ac- Desde finales tivistas comprometidos, los cuales están del año 2017 dispuestos a seguir consumiendo y apolos principales yando la difusión de estos contenidos, con servicios adoptaron independencia del esfuerzo que ello pueuna actitud mucho da suponerles, existe una amplia masa más proactiva de individuos que mantienen una relación mucho más tibia con esta subcultura. Estos vínculos son lo suficientemente endebles como para romperse si se elevan considerablemente las barreras de acceso a estos contenidos. Posiblemente, el efecto más beneficioso de la suspensión de finales de 2019 fue precisamente su capacidad para dejar descolgados de esta subcultura radical a un importante número de sujetos que no tienen ni los conocimientos, ni la determinación para seguir siendo parte de esta comunidad virtual. El año 2019 ha supuesto la culminación del proceso de “endurecimiento” (Conway, Maura et al, 2019) del uso terrorista de una serie de plataformas que durante demasiado tiempo se habían mostrado como un territorio propicio para los objetivos de estos grupos. Tras un largo periodo donde las principales redes sociales de Internet habían mostrado un débil compromiso o una escasa efectividad a la hora de expulsar y evitar la irrupción de contenido terroristas en sus plataformas, desde finales del año 2017 los principales servicios Así, por ejemplo, en un foto-mensaje titulado “Hijrah” (2/5/2019) donde se aprecia un yihadista enmascarado portando un fusil debajo del cual aparece el texto: “Oh cruzados, hoy en Mali y Nigeria. Mañana en Al Andalus”, o en un video titulado “El mejor resultado es para los Piadosos – Recopilación” (27/9/2019) donde se contempla a unos encapuchados que unen las manos en una zona boscosa con el siguiente texto: “Wilayat Tunisia. Las filas en Túnez se engrosan, luchando en el norte de África, pero con los ojos en la península ibérica” 2 Video. “Pero...Donde estás Oh Muwahid?” 14/4/2019 1 187 2019 adoptaron una actitud mucho más proactiva, que no se limitó sólo a incrementar los recursos humanos y materiales (Brian, 2019) dedicados a combatir el “discurso del odio” en sus servicios, sino que implementaron mecanismos automatizados de supervisión y eliminación de contenidos basados en inteligencia artificial (Binder y Gluck, 2018). Este nuevo paradigma ha convertido en un territorio hostil los mismos espacios donde que tan sólo unos años antes habían podido florecer y mantener activos durante años canales de distribución de contenido radical que aglutinaban decenas de miles de seguidores. A finales de 2018, las principales plataformas del sector de las redes sociales eliminaban de media el 71,1% del contenido que había sido denunciado como incitadores del odio, en un 88.9 % de los casos, las compañías figura 2: número de comunicados/año con menciones a españa por emisor fuente: gesi y archivo propio Fotomontaje con el título “Se ofrece recompensa” (26/7/19), Video titulado “Morirás con una bomba lapa” (30/9/19) 3 188 anuario del terrorismo yihadista tecnológicas atendieron los requerimientos de suspensión de contenido en menos de 24 horas (European Comission, 2019). En un elevado número de ocasiones buena parte de este contenido ni siquiera llegaba a estar activo, ya que era identificado y eliminado durante el proceso de publicación por parte del usuario. Por primera vez, el desafío para el yihadismo no es cómo sacar partido a las potencialidades de las principales redes sociales de Internet (Berger y Pérez, 2016), sino el mero hecho de estar presente en ellas (Bindner, 2017). En la propaganda yihadista, empiezan a aparecer mensajes donde se anima a los partidarios a no desfallecer en la complicada labor de preservar el mensaje yihadista en espacios cómo Facebook, Twitter o Youtube. Aunque existe otras alternativas donde estos contenidos pueden ser compartidos sin tantos problemas, allí sólo se congregan los que ya son partidarios. El movimiento yihadista se enfrenta al riesgo existencial de verse arrojados a la marginalidad de internet, y perder el acceso a la gran masa de musulmanes que sigue haciendo uso de las grandes redes sociales. A pesar de estos llamamientos a perseverar (Europol, 2019a), la realidad es que el “endurecimiento” de las grandes plataformas ha terminado disuadiendo a un notable número de potenciales activistas en Internet, los cuales no están dispuestos o no tienen las habilidades necesarias para proyectar su compromiso en espacios que requieren un elevado coste de tiempo y esfuerzo. 189 2019 Aquellos usos de internet que presentaban unas elevadas barreras de entrada, sólo han sido capaces de atraer a un grupo reducido de activistas comprometidos, habitualmente dentro de la militancia de las organizaciones formales. Es en estos grupos donde resulta más fácil encontrar a individuos dispuestos a planificar en el largo plazo y a asumir el coste de aprender, experimentar y gestionar aquellas funcionalidades de Internet más exigentes. El concepto de barrera de entrada no sólo explica por qué el activismo terrorista en plataformas “duras” no sólo ha sido minoritario a lo largo del tiempo, sino también, por qué sólo encontramos una presencia testimonial en algunas otras funcionalidades que todavía presentan unos obstáculos de uso más elevados. Así, por ejemplo, durante años se ha especulado sobre el inminente desembarco masivo del terrorismo yihadista en la llamada Dark Web (Weimann, 2016), en espacios webs y redes sociales basados en la arquitectura P2P (Mott, 2019), la financiación a través de criptomonedas (Smith, 2019), o en cualquier otra funcionalidad que posea unas ventajas comparativas (desde la óptica del terrorismo) con respecto a su equivalente “convencional”. Sin embargo, la presencia terrorista en esos espacios nunca ha trascendido lo meramente testimonial debido sobre todo a que presentaban unas barreras de entrada aún más elevadas que las más “duras” de las plataformas “convencionales”. La eclosión del activismo yihadista en Internet no tuvo lugar hasta que se generalizaron una serie de servicios virtuales que hacían posible que la “yihad online” fuese una actividad accesible y carente de esfuerzo. La mayoría de los ciber-yihadistas se dedican a replicar en redes sociales 190 anuario del terrorismo yihadista la misma propaganda que ellos habían descargado para su consumo. Hay pocos casos de creatividad, o de cualquier aporte que requiera un esfuerzo mayor que hacer breves comentarios a esos contenidos. Este ciclo de consumo y posterior replica se ha visto profundamente facilitado por la arquitectura de estas plataformas que convertía en un gesto casi espontáneo pasar de ser un consumidor pasivo de contenidos, a convertirse en una parte del mecanismo de difusión. La disponibilidad de herramientas “amigables” termina involucrando en el engranaje mediático del terrorismo a un tipo de activista que posiblemente no hubiese abandonado el ámbito de la mera radicalización cognitiva si, para ello, hubiese tenido que verse envueltos en unas actividades más exigentes que la de presionar algunos botones de su ordenador o teléfono móvil. 3. Cómo queda España en el discurso yihadista La hiperactividad propagandística de Estado Islámico tuvo una repercusión directa en el papel que ha desempeñado España en el discurso yihadista (véase figura 1). Entre los años 2013-2016 Estado Islámico fue el actor individual que mayor número de menciones a España generó cada año, ocupando el liderazgo que históricamente había desempeñado para el caso español, al-Qaeda y su filial magrebí. A pesar de rivalidad activa que mantiene contra la organización liderada por el egipcio Ayman al-Zawahiri, el discurso de Estado Islámico comparte un mismo núcleo de referencias simbólicas, incluyendo la nostalgia por la mítica Al Andalus y su deseo de reintegrarla a los dominios del Califa- 191 2019 to, lo que ha contribuido a vigorizar este tipo de referencias históricas en la narrativa terrorista. De la misma manera que el auge de Estado Islámico se tradujo en un incremento de la visibilidad de España en el discurso yihadista, su declive también supuso el desplome del número de menciones. Desde el inicio de 2017 hasta los atentados de Barcelona y Cambrils, sólo se habían registrado dos menciones tangenciales de Estado Islámico a España. En el año anterior, durante el mismo periodo de tiempo, Estado Islámico había hecho mención a España hasta en 14 ocasiones diferentes, a las que se sumaban otras seis menciones de sus plataformas mediáticas afines. Los atentados del verano de 2017 supusieron una leve perturbación de esta tendencia decreciente. A la modesta explotación propagandística de Estado Islámico (Torres-Soriano, 2018a), se sumaron algunas siglas con una importancia marginal en el ecosistema de la propaganda yihadista. A diferencia de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, los atentados en Cataluña, ni adquirieron ese significado simbólico, ni pudieron contar con el músculo comunicativo de una organización incapaz explotar su “éxito” más allá de los meses inmediatamente posteriores. La forma en la que ha ido evolucionando el número de referencias a nuestro país supone un claro indicador de la fortaleza del aparato de propaganda de cada organización. En el caso de Estado Islámico, el grupo ha sido incapaz de incluir de distribuir ninguna alusión durante 192 anuario del terrorismo yihadista todo el año 2019, lo que supone una diferencia abismal, si tenemos en cuenta que tan sólo tres años antes era la principal fuente de menciones a España dentro de la constelación de grupos yihadistas. Por el contrario, Al Qaeda y sus filiales regionales se han mantenido como una fuente estable de distribución de propaganda. Sus números para ese año son muy similares a los que ha ido manteniendo en el último lustro. Incluyendo aquel periodo en el cual, la hiperactividad propagandística de Estados Islámico parecía haber eclipsado por completo el mensaje de Al Qaeda y sus filiales. El hueco dejado por Estado Islámico como fuente de distribución de menciones a España ha sido cubierto en buena medida por la acción comunicativa de las llamadas “plataformas mediáticas” que se mueven en la órbita de esta misma organización (véase figura 2). A pesar de que este tipo de materiales tienen una calidad técnica muy inferior a los elaborados por las organizaciones a las que apoyan, y con carácter general son meras reiteraciones o pastiches de propaganda preexistente. Sin embargo, su capacidad para atraer la atención de los medios de comunicación ha resultado desproporcionada en relación a amenaza que representan estos actores. Buena parte de este éxito se explica por el hecho de que las “plataformas mediáticas” no han tenido ningún reparo en lanzar contenidos amenazantes carentes de respaldo o atribuirse la responsabilidad en incidentes carentes de conexión con el terrorismo. Por el contrario, no han tenido reparo en anunciar con gran nivel de detalle fechas y objetivos de estos ataques, con la expectativa 193 2019 de que estos llamamientos sirviesen para espolear actos espontáneos de terrorismo. El elevado impacto mediático obtenido se ha visto favorecido por el desconocimiento o el sensacionalismo de algunos medios de comunicación, los cuales han etiquetado como “mensaje procedente de Estado Islámico” a los productos elaborados por individuos carentes de relación con este grupo terrorista. El hecho diferencial para el caso español ha sido precisamente la centralidad que ha adquirido el país en la acción comunicativa de un actor en concreto. El 70% de todas las menciones de 2019 tiene como fuente las siglas Muntasir Media, una marca que, no sólo ha forzado las menciones a España en productos propagandísticos que tenían otro objetivo geográfico distinto1, sino que ha elaborado mensajes monográficos elaborados en castellano dirigidos a lanzar amenazas específicas contra España. De hecho, ha sido esta marca la protagonista de dos acciones propagandísticas que no tenían precedente en nuestro país: por un lado, la difusión de un video2 amenazante donde se señalaba un acontecimiento específico: la Semana Santa en Sevilla, o la difusión de amenazas directas3 contra objetivos individualizados (como en caso de un juez de la Audiencia Nacional). Esta fijación por el contexto español permitía presuponer que la persona o las personas detrás de estas siglas se ubicaban en territorio español o mantenían algún tipo de conexión con el país. Este es un extremo que quedo confirmado por la operación policial que condujo a la de- 194 anuario del terrorismo yihadista tención en Parla (Madrid) del creador de estos mensajes en octubre de 2019. Se trataba de un español de origen marroquí de 23 años, el cual no sólo se había dedicado a participar activamente en este “yihad de la palabra”, sino que se encontraba implicado activamente en la preparación de atentados como demuestra el hallazgo en su domicilio de precursores químicos, detonadores, metralla, así como evidencias de labores de reconocimiento de posibles víctimas de un atentado (La Moncloa, 2019). Una de las principales lecciones de este episodio es precisamente la centralidad que tienen el elemento individual en la acción propagandística del terrorismo yihadista. En el caso de Muntasir Media, un único sujeto fue capaz de alimentar la propaganda yihadista dirigida a nuestro país, obteniendo un elevado rendimiento en términos de impacto mediático y la generación de alarma en la sociedad. 4. Conclusiones Históricamente, la acción comunicativa del terrorismo sólo ha englobado a un reducido número de personas (Torres-Soriano, 2017), lo que generaba un efecto muy acusado: el sesgo personal que imprimen los responsables de propaganda en el formato y en el contenido del discurso de las organizaciones. Los mensajes que llegan a la opinión pública, lejos de ser el resultado de un proceso colectivo de elaboración y supervisión que abarca a todos los escalones del liderazgo, suele ser el producto de la acción de una única persona, o de un reducido número 195 2019 de intervinientes que transfieren de manera más o menos consciente su personalidad, sus ideas particulares de cómo enfocar la comunicación, así como todo un conjunto de prejuicios, filias y fobias. La emergencia y desaparición de estos sujetos individuales tiende a condicionar el devenir de la propaganda terrorista. El caso de Muntasir Media es un caso extremo de esa tendencia, donde es posible observar como un único sujeto se apropia del espacio mediático que ha sido abandonado por una organización terrorista en horas bajas. También es un recordatorio de cómo los medios de comunicación pueden terminar convirtiéndose de manera inconsciente en los mejores aliados de este tipo de actores, dando el rango de noticias a las provocaciones de actores marginales, que sin lo intervención de los medios de comunicación nunca hubiesen abandonado el anonimato de una cuenta en redes sociales sin apenas seguidores. Bibliografía Al-Lami, M., Analysis: Wave of Telegram suspensions hits jihadist accounts”, BBC Monitoring, 7 de diciembre de 2018. Berger, J.M. and Perez, H., The Islamic State’s Diminishing Returns on Twitter: How suspensions are limiting the social networks of English-speaking ISIS supporters, Occasional Paper GW Program on Extremism, febrero de 2016. 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