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UNIVERSIDAD PONTIFICIA SANTO TOMÁS DE AQUINO FACULTAD DE FILOSOFÍA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA Profesor: Martín Astacio El sentido del sufrimiento en la Encíclica Salvifici Doloris de San Juan Pablo II Sustentado por: Emiliano Vásquez Ramírez 18/03/2020 San Juan Pablo II desarrolla y clarifica excepcionalmente el sufrimiento y los sentidos que este puede adquirir para el Hombre. No trata solo de una exposición sistemática del tema, sino que abre nuevos panoramas ante la incomprensión y el sinsentido del mismo. La carta apostólica gira en torno al ​sufrimiento ​físico y ​moral (del alma)​: esté expresado como ​dolor del alma, ​que surge de la privación de un bien al que estamos apegados, y aquel otro como ​dolor del cuerpo​, el cual padecemos por un accidente que nos priva del bienestar físico. Por ejemplo: “Una familia está comiendo a la mesa, el padre, de buenas a primeras, le quita el permiso a su hijo de ir a la fiesta con sus amigos, el muchacho monta en cólera y le arroja un vaso a la cabeza”. Expongamos los sufrimientos. El papá sufre dolor físico por el golpe; el hijo, en lo profundo de su alma al ver frustrados sus ideales nocturnos; la madre, al ver el vaso roto, pues tenía un enorme apego a su colección de cristalería alemana; y la hermanita menor, porque esa realidad no concuerda con su idea de familia. Vemos, pues, que «el Hombre sufre a causa de un bien del que no participa o es privado, sea físico o moral», ​y que este sufrimiento es inherente al ser humano, inseparable a su existencia. Con justa razón surgen las cuestionantes sobre el sentido del mismo: ¿Por qué? ¿Para qué?. Conforme se va respondiendo a estas preguntas, es posible distinguir que la carta apostólica está dirigida tanto a los que creen en la vida eterna como a los que no, pues se puede hallar un sentido al sufrimiento desde la razón, aunque incompleto por no alcanzar su plenitud. Partiendo de la misma carta apostólica se le pueden atribuir tres sentidos primarios al sufrimiento: ​redención, salvación ​y reconstrucción​; y uno secundario: la ​expiación (o prueba). ​La redención, salvación y expiación, parten de la creencia en la vida eterna; la reconstrucción nó. La inexistencia de Dios supone solo quedarnos con ¼ de la respuesta al sufrimiento: la reconstrucción del bien del sujeto, que es posible por la compasión, el respeto y el temor que surgen frente al mal padecido, suscitando amor, caridad hacia el prójimo. Sin embargo, la creencia en la vida eterna conduce a las nuevas respuestas, nuevos caminos de aceptación: como la ​redención​, en la que Dios da a su Hijo y vence el pecado obedeciendo hasta la muerte, y vence a la muerte resucitando (con justa razón se dice que en la cruz el sufrimiento queda redimido); la ​salvación​, por la cual el hombre recibe su respuesta a medida que se vuelve partícipe de los sufrimientos de Cristo, porque se vuelve receptivo a las fuerzas salvíficas de Dios; o la ​expiación, ​cuyo sentido reside en la maduración para el reino eterno a través del sufrimiento. Para que el ser humano halle una salida a la interrogante del sufrimiento es fundamental descubrir el sentido del mismo, no solo a modo general, sino también particular, en medio de los acontecimientos del día a día. El encontrarlo arrancará el disfraz de inutilidad y descubrirá, incluso, motivos de alegría. Existen diferentes medios para hacerlo: uno de los más conocidos es la ​logoterapia, de Viktor Frankl, cuyo mismo nombre la explica: ​logos (sentido), o sea, una terapia entorno a la búsqueda del sentido; Carl Rogers con su ​Terapia Centrada en el Cliente​; Tony de Mello y su ​Autoliberación Interior​; el ​Psicoanálisis​, de Sigmund Freud; o la ​Supresión​, de Mateo Andrés.